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LA VIOLENCIA LA VIOLENCIA LA VIOLENCIA LA VIOLENCIA SÍNDROME CAÍN SÍNDROME CAÍN SÍNDROME CAÍN SÍNDROME CAÍN- ABEL ABEL ABEL ABEL LA CULTURA DE LA VIOLENCIA LA CULTURA DE LA VIOLENCIA LA CULTURA DE LA VIOLENCIA LA CULTURA DE LA VIOLENCIA Antonio Paolasso Médico I El segundo pecado original Caín y Abel: el primer homicidio uando leemos el Génesis averiguamos que el primer pecado original que marcó a la humanidad, fue el cometido por Adán y Eva, al desobedecer a Dios. También es considerado el primer drama de la humanidad, pues la soberbia del hombre pudo más que el mandato de Dios. Pero, después de la caída y la desobediencia, quizás el mayor castigo no fue la expulsión del Edén, ni la condena a la muerte y al esfuerzo y al sufrimiento. Sino que la primera sentencia que prevenía, que en caso de no cumplir lo mandada por Dios, el hombre conocería la ciencia, el bien y el mal. Estas eran las principales prohibiciones. No negaba Dios el conocimiento al hombre, sino que le pidió no acceder al conocimiento del mal, dado que, teóricamente, ya conocía el bien absoluto del paraíso terrenal. Algunas teorías propician que también sea posible que se prohibiera el conocimiento científico, porque algunas biblias traducen por el “árbol de la ciencia del bien y del mal” En el estado natural, para el hombre todo era el Bien puro, absoluto. Pero al desobedecer pierde su esencia natural de bondad pura, el derecho a la eternidad y a la completa felicidad que supuestamente le esperaba de haber sido fiel al primer mandato divino. No es posible saber por qué Dios prohíbe el conocimiento del mal. Sin embargo, la historia ha demostrado en exceso que ese mal bajo la forma de violencia, ha dañado irreparablemente a la humanidad provocando el sufrimiento, el dolor y la destrucción de personas y bienes, tanto naturales como artificiales (los producidos por el hombre). Para los que sustentan la teoría de que implícitamente Dios prohíbe también el conocimiento científico, tampoco hay una interpretación lógica desde la mera razón humana. Pero, sin ser retrógrado y observando imparcialmente la historia y los resultados de la ciencia, veremos que realmente, cuando una civilización alcanzaba la cúspide del saber científico, propiamente dicho, con esto comenzaba su decadencia. Sin embargo, la atracción por la ciencia es un hecho innegable y el fanatismo científico impide razonar sin pasión lo negativo y lo positivo de esa ciencia. Se ha usado varias explicaciones para justificarla. La ciencia es progreso porque alivia el esfuerzo humano, mejora las condiciones de vida, trae confort, ayuda a combatir las enfermedades, prolonga la vida, da la posibilidad de aumentar la cantidad de alimentos, etc. Ni pensar que alguien vaya a afirmar que la ciencia es perjudicial en muchos de sus efectos. Quién lo intente será el tildado de retrógrado y, seguramente, a una opinión negativa anticiencia, saldrían millones de respuestas denostando tal posición anticientificista. Es lo que, de algún modo, C

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LA CULTURA DE LA VIOLENCIALA CULTURA DE LA VIOLENCIALA CULTURA DE LA VIOLENCIALA CULTURA DE LA VIOLENCIA Antonio Paolasso

Médico I

El segundo pecado original Caín y Abel: el primer homicidio

uando leemos el Génesis averiguamos que el primer pecado original que marcó a la humanidad, fue el cometido por Adán y Eva, al desobedecer a Dios. También es considerado el primer drama de la humanidad, pues la soberbia del hombre pudo

más que el mandato de Dios. Pero, después de la caída y la desobediencia, quizás el mayor castigo no fue la expulsión del Edén, ni la condena a la muerte y al esfuerzo y al sufrimiento. Sino que la primera sentencia que prevenía, que en caso de no cumplir lo mandada por Dios, el hombre conocería la ciencia, el bien y el mal. Estas eran las principales prohibiciones. No negaba Dios el conocimiento al hombre, sino que le pidió no acceder al conocimiento del mal, dado que, teóricamente, ya conocía el bien absoluto del paraíso terrenal. Algunas teorías propician que también sea posible que se prohibiera el conocimiento científico, porque algunas biblias traducen por el “árbol de la ciencia del bien y del mal” En el estado natural, para el hombre todo era el Bien puro, absoluto. Pero al desobedecer pierde su esencia natural de bondad pura, el derecho a la eternidad y a la completa felicidad que supuestamente le esperaba de haber sido fiel al primer mandato divino. No es posible saber por qué Dios prohíbe el conocimiento del mal. Sin embargo, la historia ha demostrado en exceso que ese mal bajo la forma de violencia, ha dañado irreparablemente a la humanidad provocando el sufrimiento, el dolor y la destrucción de personas y bienes, tanto naturales como artificiales (los producidos por el hombre). Para los que sustentan la teoría de que implícitamente Dios prohíbe también el conocimiento científico, tampoco hay una interpretación lógica desde la mera razón humana. Pero, sin ser retrógrado y observando imparcialmente la historia y los resultados de la ciencia, veremos que realmente, cuando una civilización alcanzaba la cúspide del saber científico, propiamente dicho, con esto comenzaba su decadencia. Sin embargo, la atracción por la ciencia es un hecho innegable y el fanatismo científico impide razonar sin pasión lo negativo y lo positivo de esa ciencia. Se ha usado varias explicaciones para justificarla. La ciencia es progreso porque alivia el esfuerzo humano, mejora las condiciones de vida, trae confort, ayuda a combatir las enfermedades, prolonga la vida, da la posibilidad de aumentar la cantidad de alimentos, etc. Ni pensar que alguien vaya a afirmar que la ciencia es perjudicial en muchos de sus efectos. Quién lo intente será el tildado de retrógrado y, seguramente, a una opinión negativa anticiencia, saldrían millones de respuestas denostando tal posición anticientificista. Es lo que, de algún modo,

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Antonio Paolasso –LA VIOLENCIA 2

hoy asistimos al debate de una parte de la humanidad que en defensa de la ecología se opone a toda acción científica artificial y a la otra parte que aduciendo la bioética no quiere la transgenia ni la clonación. A quienes sustentan la posición ecologista y bioética se les ha anatematizado al mejor estilo de la Inquisición porque se piensa que son personas desquiciadas, sospechosas de sostener principios degradantes para el “saber humano” y el progreso de la civilización. Lamentablemente, muchos de los “ecologistas” usan sus argumentos con fines políticos no confesados. Civilización y ciencia son las palabras claves que impulsan al hombre actual a “hurgar” todo el Universo en busca del total “conocimiento científico” del mar, de las entrañas de la tierra, del espacio sideral y de toda la superficie terrestre. No hay molécula existente que no sea analizada, destruida con el pretexto de acceder a su conocimiento. La ciencia molecular es el principal objeto de muchas disciplinas “científicas” con la idea de acceder al poder de recrear todo lo que naturalmente estaba hecha. Ese afán de recreación se escuda tras el pretexto de “perfeccionar” lo natural en aras de un mayor rendimiento y eficiencia. Así la transgenia justifica su fin para “crear” mejores alimentos, mejores medicamentos, obtención de células y genes “sanadores” de males congénitos, etc. Los intentos de clonación no llegan a lograr los fines propuestos para iniciar tal programa científico, sino que se manifiesta como un “conocer lúdico” muy interesante y emocionante, pero que no prolonga la vida de ningún ser viviente ni mejora su esencia natural. En cuanto a la “esencia artificial” de los seres clonados, hasta el presente de este inicio de siglo XXI, no ha rendido el fruto del cual se espera mucho y se obtiene nada y poco. La creación de la poderosa tecnología de aparatos es impresionante. Pero no es la panacea de los males de la humanidad, sino que, paradójica e inversamente, mucha de esta tecnología contribuye más a la degradación, a la contaminación y a la destrucción directa, que al bienestar real del hombre. La exploración del espacio es un juego también apasionante que ha cautivado a la humanidad. Pero hasta ahora ha sido un proyecto muy costoso que ha privado de asistencia de comida, medicina y vivienda para una gran parte de la humanidad que yace en la peor miseria, y que el “conocimiento del espacio” es una entelequia que no ha logrado modificar la atmósfera terrestre, no ha modificado al espacio en sí y no ha significado ningún provecho real al bienestar personal del ser humano. El lema orgulloso y soberbio de que “a la ciencia nadie la para” es el grito de guerra de los “científicos triunfadores” que creen que poseen el poder de dominar a la naturaleza y de ponerla a su servicio. Los “triunfos” logrados les llenan de ínfulas y de petulancia. Pero la realidad es otra. Esa ciencia “avanzada” ha creado “productos extraordinarios”, pero cada vez que obtiene una molécula maravillosa artificial, debe correr a buscar otra porque la primera no solucionó “todo” el problema para la cual se inventó. Los alimentos transgénicos no han solucionado el hambre de la humanidad ni mejorado la calidad de los alimentos naturales, pues muchos de ellos han perdido los caracteres organolépticos que le hacían apetecibles. Tozudamente, los defensores de la transgenia alimenticia tratan de negar y ocultar algunas dificultades comprobadas en el campo médico, como son las alergias alimenticias introducidas por proteínas extrañas a un determinado alimento. Es verdad que apenas se conoce el fenómeno es subsanado, pero esto no garantiza que aparezca otro inconveniente. Tras el argumento de que “no hay estudios suficientes” para demostrar la falta de calidad de los alimentos transgénicos o su “peligrosidad” para la salud, se avanza impunemente sobre toda la variedad de esos alimentos, tras lo cual lo único que opera como positivo son las jugosas ganancias que las patentes comerciales dejan a los “creadores” o la posibilidad de aumentar el número de productos alimenticios naturales, modificados artificialmente, para venderlos a “costo rentable” que vuelve millonarias a las empresas que los patrocinan y usan, pero que hace que los consumidores sean más vulnerables a sufrir enfermedades. Las estadísticas médicas de males digestivos, respiratorios y otros, muestran que cada vez hay mayor cantidad de afectados y menor respuesta a los medicamentos. Pero eso se atribuye a factores meteorológicos, ambientales,

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Antonio Paolasso –LA VIOLENCIA 3

económicos o sociales, pero nunca a la artificialidad. Se sigue la millonaria industria de alimentos artificiales y la publicidad de los mismos. Ésta es, sucintamente, la ciencia actual. Grandes y espectaculares logros que ciegan para considerar sus defectos, pero pocos resultados beneficiosos “a la larga”, para la salud física y espiritual. Cada vez que la ciencia “vence” una enfermedad, aparece otra peor o se “renuevan” viejas pestes, las cuales se tornan cada vez, más difíciles de controlar. Toda la “maravilla” de la técnica alimenticia artificial no alcanza a paliar el hambre de un mundo arrasado por la guerra (hecha con armas tecnológicas letales) ni la miseria que causa el ambiente contaminado que erosiona la superficie terrestre a tal punto que cada vez hay menos superficie cultivable, relativamente menos ganado y las estadísticas ya prevén “falta de agua” potable en el futuro (en un planeta con más de la mitad de su superficie inundada en agua). Pero eso a la ciencia “no le incumbe” en forma inmediata. Es más importante la informática que da millones de pesos de ganancia, la aparatología del confort, la perfección de las armas, la exploración espacial, etc. El avance, por ejemplo, de la Medicina es tan formidable que hoy es posible trasplantar casi cualquier órgano o crear un ojo o un oído artificial. Pero, ¿a cuántos en el mundo beneficia esto? Lo real es que mucha gente muere por falta de una aspirina o un antibiótico. Y casi el 99% de sordos y ciegos sigue sin el beneficio tecnológico. Los “costos” impiden la expansión de tanto “bienestar” otorgado por la ciencia. No seguiré con tanto negativismo, pues seguramente a esta altura, alguno de mis posibles lectores ya haya abandonado el empeño de seguir leyendo o estén preparando argumentos “imbatibles y plenos de pruebas en contra” de todo lo que he presentado como poco positivo. Sé que la imagen que puedo dejar es que debo ser una persona con poca visión de futuro o un retrógrado de los tantos que están ciegos a los beneficios de la ciencia o un ignorante absoluto de los “milagros de laboratorio”. Pero, quizás, en mi estúpida ignorancia he cometido el grave error de coincidir con los que creen que Dios propuso indirectamente que la “ciencia” le haría mal al hombre. ¡Vaya tan imbécil pretensión mía de coincidir con Dios de que la ciencia ha hecho más mal que bien al hombre! Acabo de sumarme, a pesar de ser un hombre “formado científicamente” como médico e investigador de la salud, a la pléyade de los religiosos fanáticos, ignorantes y retrógrados que apoyan a un Dios que funciona igual o peor que ellos. Si es verdad la atenta lectura de la Biblia, entonces, si se acepta la “avanzada” actitud positiva de los que apoyan a la ciencia sin ambages, Dios es el equivocado al castigar a Adán y Eva por haber pretendido conocer la “ciencia” y el mal (supuestamente al bien ya lo conocían) Volveremos ahora a ocuparnos del tema de este trabajo, tras nuestra digresión sobre la decisión divina de arrojar a Adán y Eva del Paraíso Terrenal. Algunos ejemplares de la Biblia, en el comienzo Génesis 4, subtitulan “Caín y Abel. El primer homicidio”. Nosotros creemos que, después de la tentación y la consecutiva soberbia que llevó a la desobediencia y abierta rebeldía contra la voluntad de Dios, este hecho bíblico del asesinato de Abel por parte de Caín marca, no sólo el primer homicidio de la humanidad, sino casi como un segundo pecado original. El hombre incipiente, el germen de la humanidad si así quiere considerárselo desde el punto de vista apriorístico de una fe o creencia en el relato bíblico, ya asomaba al mundo1 viniendo de un orden

1 Entenderemos por “mundo” el espacio terrenal que Dios marcó para el hombre caído (o abyecto: ab = separado; yecto = arrojado, es decir, abyecto es un término equivalente a “ser arrojado hacia abajo”, etimológicamente: separado y arrojado). Pero en el caso de Adán y Eva es como que la caída significa retrogradar a una posición más baja que la que tenían al ser creados y antes del pecado original. Luego, mundo es el lugar o espacio física donde “cae” el hombre al ser arrojado del paraíso terrenal. Es, en este

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perfecto (paraíso terrenal) a otro imperfecto (mundo terrenal). De un ser perfecto, hecho a imagen y semejanza de Dios, según las propias palabras bíblicas, pasa a constituir un ser defectuoso, en el sentido que comienza a llenarse de defectos. El pasaje bíblico del Génesis 4 marca muchos hitos:

1. el inicio del asesinato como homicidio, 2. la distinción de Dios entre el justo (Abel) y el injusto (Caín), aceptando a uno y

rechazando al otro, 3. el sentimiento de envidia (que en forma críptica no expresada implica el fenómeno

de la motivación de Caín para asesinar a Abel, como si en cierta forma no admitiera la preferencia de Dios a su hermano, en lugar de brindársela a él),

4. el origen del odio (por primera vez aparece un sentimiento de rencor), 5. el primer uso violento, 6. el origen de la enemistad, del egoísmo y de la mayoría de los sentimientos

negativos. Entre Génesis 3 y Génesis 4, se marcan cuatro signos y síntomas que configurarán a fuego,

muchos de los problemas del hombre actual:

∗ El desprecio del hombre para con Dios ∗ El conocimiento del bien y del mal y de todos los valores bipolares que esto

conlleva: amor-odio, esperanza-desesperanza, fe-ateísmo, bondad-maldad, etc. ∗ Los sentimientos negativos consigo mismo: la vergüenza, el pudor y la soberbia ∗ El desprecio del hombre por el hombre como menosprecio de su vida y de la ajena ∗ Los sentimientos negativos para con otros (los prójimos) ∗ El apego indebido a la ciencia

Pero hay algo en la lectura bíblica, que constituye uno de los tantos misterios de los claros

designios de Dios. Cuando le enrostra a Caín su pecado y le comunica el castigo, Caín ensaya un principio de arrepentimiento al manifestar: “mi iniquidad es tan grande que no puedo soportarla” (Génesis 4; 13). Pero al final del diálogo manifiesta: “cualquiera que me encuentre me matará” (Génesis 4; 14) y Dios le responde: “no será así; si alguien matare a Caín, será éste vengado siete veces” (Génesis 4; 15). Según algunos exegetas de la Biblia, esto podría ser algo así como el nacimiento del principio “ojo por ojo”, ley de Talión o de la venganza de la sangre, porque Caín manifiesta su temor a ser matado. Esto puede interpretarse como si esperara un castigo igual al pecado cometido. Pero la respuesta de Dios es más clara: no será matado. Sin embargo, el mandato divino es que si alguien mata a Caín, éste será vengado. Acá comienza el misterio del texto de la palabra atribuida a Dios: siete veces siete. Es decir, Dios no dice directamente que el mate a Caín a su vez será ajusticiado o muerto, sino que sufrirá una venganza “siete veces siete”. El enigma de la frase, si bien se basa en cábalas numéricas muy usadas en la antigüedad, no dice “cómo” será vengado Caín y si al que lo matare también será muerto o cual otro castigo tendrá. Pero, considerando textualmente las palabras divinas, seguramente no será la muerte el destino del presunto asesino de Caín, porque la venganza prometida es más “a largo plazo” que inmediata, según la fórmula del “siete veces siete”. Pero el temor a ser matado, denota en Caín otro

mundo, donde vivirá su destino de dolor, sufrimiento, degradación moral y todos los placeres considerados “terrenales”. Pero a su vez es el espacio donde el instaura un ámbito de significación y mundo, en la consideración de Heidegger y otros pensadores modernos, sería, precisamente, ese ámbito de significación o primera trascendencia existencial del hombre. La metafísica o el alcance de la filosofía o la fe como encuentro con Dios, sería una segunda trascendencia existencial.

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sentimiento muy peculiar: el miedo a vivir o seguir viviendo lo que será una vida penosa. El sufrimiento como causa del miedo a vivir. Por otro lado, algunos exegetas consideran que, frente a la falta de Caín, obra la misericordia de Dios, antes que el castigo violento e inmediato. Selecciona un castigo también “a largo plazo” como el dado a Adán su padre, donde el hombre que ya había sido condenado con anterioridad al esfuerzo físico para comer el pan, pero no fue maldito directamente, sino que Dios maldijo la tierra (“Maldita sea la tierra”, Génesis 3; 17)

Otro misterio del texto bíblico puede ser por qué Dios no usó el “ojo por ojo” con Caín y, en aparente paradoja, le preserva el derecho de vivir de por vida. El sentimiento de sufrimiento experimentado por Adán y Eva al ser expulsados del paraíso y condenados la mortalidad, se amplía ahora, no ya a la simple pérdida de una vida privilegiada y placentera, sino a la condena expresa a sufrir y la primera maldición divina al hombre (“maldito serás”) y después enumera los males que deberá pasar: la falta de frutos de la tierra cultivada y la condena a andar errante y vagabundo sobre la tierra, como un extraño en su propia casa. Si bien los exegetas no aluden acá al plan divino de dejar viviendo al asesino de Abel no tanto por obra de la misericordia sino a una especie de sufrimiento purificador, idea que después rondará en la mente del hombre antiguo y, sobre todo, en la cultura oriental. La persistencia de Caín y su descendencia es la continuidad del pecado original de Adán y Eva, puesto que además de ser el primer hombre maldito directamente por Dios, su primera descendencia está descrita con Lamec como el nacimiento de la poligamia y también el sentimiento directo de venganza: “por una herida mataré a un hombre, y a un joven por una contusión” (Génesis 4; 23)

Mas, asimismo, algunas Biblias católicas titulan al Génesis 4 como “La historia de la cultura” y efectivamente en este capítulo del Génesis se habla de la construcción de ciudades y del forjamiento del hierro y del bronce. Noé, hijo de Lamec, tendrá los tres hijos (Sem, Cam y Jafet) que fueron el origen de las razas humanas. Por lo tanto, Caín marca otro ítem histórico al dar origen a la cultura y a la mayor parte de la historia de la humanidad.

Así como Abel es presentado como el aceptado por Dios, según los exegetas porque daba su ofrenda con todo sentimiento y no como obligación, y Caín es el rechazado por Dios, tal vez por no tener los atributos de Abel, los otros hijos de Adán y Eva, en especial Set, y la descendencia no nombrada específicamente sino referidos como “hijos e hijas”, no resaltaron mayormente en los hechos bíblicos trascendentes, salvo en la enumeración de su descendencia. Únicamente con el nacimiento de Enós, hijo de Set, la Biblia dice que “entonces comenzó a invocarse el nombre de Yavé” (Génesis 4; 25). Presentado el relato bíblico de esta forma, da la impresión de que el resto de la descendencia de Adán y Eva, excluyendo a Caín, no tuvieron mayores problemas a los ojos de Dios, sino, por el contrario, fueron más agradables o por lo menos no ocasionaron ante Dios, pecados que atrajeran la ira y el castigo divino.

Salvando todos los problemas de la redacción de la Biblia y sus posteriores traducciones, y

obviando el problema de fe de los que acudan a leer el libro supremo, nosotros hemos tomado al texto bíblico, más que como un artículo de fe, como una narración histórica (metafórica o no) del surgimiento de la humanidad. Hemos considerado deliberadamente a ese texto porque con sus alegorías nos está enseñando cómo nace y se conforma el hombre y su esencia. Así sabemos que es materia (polvo) pero insuflado por un aliento (energía) de forma tal que ambas cosas se fusionan en una sola formando un ser carnoespiritual donde es muy difícil separar lo físico de lo espiritual, sin destruir su esencia indivisible. Muchos pensadores célebres han intentado desde el pensamiento antiguo, dividir al hombre en dos entidades, palabras más o palabras menos, designadas como cuerpo y alma. Pero por más empeño que el hombre ponga a través de la filosofía y la ciencia para

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desentrañar la naturaleza de la materia y la energía, ambas seguirán siendo un misterio, pues cuanto más se conocen a las moléculas, menos se comprende el todo. Esto origina un conocimiento relativo de la materia y de la energía, un conocer más utilitario que explicador, pues lo que se conoce sobre materia y energía es aplicado a diversos usos de la ciencia y la tecnología, pero no sirven ni a la filosofía ni a la religión, como un esfuerzo para comprender la verdadera esencia de las cosas.

Cómo se han dado las cosas, hasta ahora, en el desarrollo del conocimiento humano, Dios,

hombre, materia y energía seguirán siendo misterios hasta que el tiempo decida lo contrario (¿o están hechos para ser misterio “para siempre” o toda la eternidad?).

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Antonio Paolasso –LA VIOLENCIA 7

II

Instalación de la cultura de la violencia El origen y concepto de cultura y de la violencia La cultura

la pregunta qué es el hombre nos enfrentamos de lleno con el ser del hombre. ¿Cuál es ese ser? Evidentemente nadie puede responder plenamente a esta pregunta en forma directa. Sólo es posible parafrasear a Dios,2 diciendo “el hombre es lo qué

es”. Obviamente, este juicio tautológico no dice nada sobre la naturaleza del ser. De esa manera, ontológicamente, el ser humano es un misterio. Por definición de la Real Academia Española (RAE), misterio es “cualquier cosa arcana o muy recóndita que no se puede comprender o explicar”. Si tenemos un primer acercamiento estrictamente biológico, el hombre es un ser vivo que pertenece al género de animales y dentro de ellos es un bípedo, bimano, mamífero. Como Aristóteles lo definió más certeramente, es un bípedo implume. Pero la cosa no queda ahí. Hay un organismo anatomofisiológico animal y un alma animal (como manifestación de la energía vital de los seres vivos). Pero es evidente que el hombre aún en lo biológico, se diferencia de otros animales por una cualidad inherente y singular: su alma animal lo es sólo en lo biológico pero esencialmente se diferencia por su calidad de inteligente que se manifiesta como espíritu humano. Ese espíritu posee tres cualidades, como luego veremos: inteligencia, afecto y voluntad. De estas tres notas fundamentales, la mayor es la inteligencia o raciocinio pues de ella dependerá el manejo de las otras. Pero quizás lo que más distingue al hombre es su manifestación espiritual o modos de ser, a través de conductas diferentes (distintos modos de ser). Ninguna especie animal manifiesta tantas y tan diversas conductas, en las que predomina más lo artificial que lo natural.

Otra cosa fundamental del ser humano es que maneja el tiempo y el espacio de una manera completamente opuesta al resto de otros seres vivientes, porque organiza al tiempo y al espacio, artificializando todo lo natural. Se independiza del medio y de su naturaleza instintiva para instaurar un modo de vida único dentro de la escala animal. Su naturaleza biológica le permite escapar a todo ciclo biológico, salvo el de nacer, crecer, desarrollarse y morir y las funciones biológicas necesarias: respirar, comer, metabolizar y la catarsis. Sin embargo, es el único animal que puede regular artificialmente sus funciones biológicas y al decir de Deepak Chopra, “somos los únicos seres de la Tierra que podemos cambiar nuestra biología por lo que pensamos y sentimos”. Heidegger, un filósofo alemán contemporáneo, intentó acercar una idea del ser del hombre y logró un método filosófico que consiste en acercarse al ser del hombre en forma indirecta. Ya que no se puede acceder directamente a la esencia del hombre, aprehenderemos a la misma a través de los modos3 de ser del hombre (modalidad). Entre los modos de ser del hombre está el modo de “ser

2 Quien se autodefinió diciendo “yo soy el que soy” 3 Modo es una “forma variable y determinada que puede recibir un ser, sin que por recibirla cambie o destruya su esencia”. “Forma especial que puede adoptar un fenómeno” (RAE)

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con...” que Heidegger define como: “El ‘ser en sí’ es ‘ser con’ otros. El ‘ser en sí’ intramundano de éstos es ‘ser ahí con’...”.4 Este texto resume dos “modos de ser” necesarios:

1. el “ser con otros”, que marca la projimidad 2. el “ser en sí” que es la autenticidad.

¿Qué entendemos por modos de ser del hombre, es decir, su modalidad humana? Dichos modos son las diversas formas cómo se va manifestando ese ser a través de todas las conductas5 de todos los hombres. De ellas abstraemos el concepto de ser. El primer modo de ser del hombre es a través de notas constitutivas y la más inmediata de estas notas es la razón o inteligencia. Ningún otro ser viviente fue dotado de la facultad de razón e inteligencia como lo ha sido el hombre. Por lo tanto, la inteligencia es un fenómeno único en todo el universo conocido (Teilhard de Chardin) Las otras dos notas constitutivas del hombre, motivo del libro de Heidegger, son el espacio y el tiempo.6 Todos los seres vivientes comparten el mismo espacio o medio o ambiente. Este es el medio estimúlico o espacio físico donde todos conviven sujetos a la misma condición natural y biológica. Pero el hombre no vive en el espacio de la misma forma que los otros seres animados o inanimados. Mientras los otros seres están meramente en lugar, movidos por factores físicos, el hombre instaura un espacio lleno de sentido. A este “espacio con sentido” es lo que Heidegger llama mundo.7 Con su inteligencia ilumina y comprende a las cosas en forma distinta a los otros seres y les da un sentido diferente. Así, una piedra que al animal sólo le sirve para orinar y marcar un territorio, o un impedimento al que debe eludir en su marcha, para el hombre la piedra es un instrumento que puede convertir en un arma, un útil o una obra de arte. El espacio físico tiene todas las dimensiones. Pero el espacio mundano o humano es una verticalidad que el hombre transita de abajo hacia arriba y que le permite regresar desde arriba hacia abajo. Este juego de ir hacia arriba y volver hacia abajo constituye la trascendencia del hombre. En

4 Heidegger, Martín – EL SER Y EL TIEMPO, 4ª edic, Edit. Fondo de Cultura Económica, México 1967: 135 5 conducta, según la RAE es “porte o manera con que los hombres gobiernan su vida y dirigen sus acciones” (deriva del latín conducta que significa conducida o guiada) 6 Si bien Heidegger ha recibido muchas críticas sobre su concepción del ser humano, es evidente que ha puesto en relevancia algunos conceptos importantes. Aunque en el fondo termina con un ser humano cerrado, inaccesible y, como dice el filósofo argentino Mario Bunge, en “un mundo que sólo mundea y una nada que sólo nadea”, su obra ha aportado ideas que dimensionan al hombre de una manera diferente y abre posibilidades a que sea comprendido de otra forma, no distinta del pensamiento griego clásico, en especial, de Aristóteles. En nuestro concepto Heidegger como Kant , Santo Tomás y otros filósofos muy elaborados, se ha manifestado con un intelectualismo rígido lo que no permite un acceso fácil a su obra. La tendencia filosófica posmodernista es aligerar a la filosofía de todos los juegos lingüísticos e intelectuales para volverla una disciplina comprensible a todo el mundo y que sirva a todos para aprender a pensar y a vivir frente a las necesidades concretas de un hombre concreto. 7 La connotación de mundo de Heidegger nada tiene que ver directamente con el mundos latino que tenía dos claras denotaciones: como sustantivo, la referencia al universo y al globo terráqueo; como adjetivo, limpio, aseado y pulcro. Quizá la idea de Heidegger fue reunir sustantivo (globo terráqueo) con el adjetivo y el mundo con sentido sería la Tierra pulcra que el hombre instrumenta o cultiva.

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Antonio Paolasso –LA VIOLENCIA 9

lo denotativo y filosófico, trascender es traspasar los límites de la experiencia posible (Kant ). También denotativamente trascender es penetrar, comprender y averiguar alguna cosa que está oculta o es desconocida. La trascendencia es esta penetración o perspicacia. Sólo nos resta extender el criterio filosófico de la palabra, en el sentido de que es “aquello que está más allá de los límites naturales y desligado de ellos” y el hombre, como ser trascendente, se coloca bajo el concepto, también filosófico, de aquello “que está más allá de los límites de cualquier conocimiento”. Naturalmente, lo trascendente en el hombre, es su propia esencia, pero acá utilizaremos a trascendencia en el sentido estrictamente filosófico de “lo que está más allá de los límites naturales”. En sus “trascendencias”, el hombre “sale” de sus límites naturales físicos, siendo uno de ellos el espacio en que le toca vivir. Esta ida “más allá” de lo físico es la metafísico, plano fundamental de la trascendencia humana.

El hombre, con su inteligencia, llega a lo metafísico, a lo que está más allá de su experiencia física inmediata y esto constituye su trascendencia. Es llegar a lo desconocido y hacerlo conocido. Siempre la trascendencia involucra algún tipo de concepto relacionado con distancia y de ahí que nace la idea subjetiva de verticalidad que lleva a lo trascendente a ser considerado en altura y no en horizontalidad (salvo la trascendencia temporal en que se transita del pasado al presente o del presente al futuro en una proyección lineal horizontal). La idea de distancia conlleva a la de espacialidad. La distancia es algo que se mide entre dos puntos colocados en el espacio.

El espacio necesita un ámbito objetivo o subjetivo. El ámbito objetivo es el espacio físico o

medio o ambiente. Es el lugar donde el hombre “está” físicamente en su presente y donde “transcurre” su vida. Según la denotación, el espacio es el “continente de todos los objetos sensibles que existen” “parte de este continente que ocupa cada objeto sensible” “capacidad de terreno, sitio o lugar” “distancia entre objetos o sucesos”.

Luego veremos como el hombre supera su medio físico y transciende a lo metafísico, siendo una de las primeras trascendencias la instauración del mundo. En ese mundo vive otras notas fundamentales de su ser que subsiguen a la inteligencia: el espacio y el tiempo. De la conjunción de la inteligencia trascendente con el concepto espacio y el tiempo y del ser con… del hombre, nace la sociedad y con ella el uso de instrumentos para modificar el ambiente físico. Ergo: el cultivo de sí mismo para su autodesarrollo y el cultivo del ambiente mediante el uso de instrumentos es básicamente “lo cultural”. La instrumentación8 del medio ambiente es la cultura9 (del latín colo y cultura = cultivar la tierra, habitar, educar) palabra que tiene muchas acepciones, pero que nosotros, en sentido de filosofía antropológica, la entenderemos como “el modo del hombre de instrumentalizar su mundo”. Al instrumentar el espacio donde vive el hombre lo culturiza y comienza a vivirlo a la luz de la inteligencia. Al culturizarlo y llenarlo de sentido, el espacio estimúlico pasa a ser ese “espacio lleno de sentido” que es el mundo humano que ya hemos pormenorizado.

8 instrumento es “aquello de que nos servimos para hacer una cosa” o bien “el conjunto de diversas piezas combinadas adecuadamente para que sirva con determinado objeto en el ejercicio de las artes y oficios” 9 Entre las acepciones de la RAE encontramos que cultura es el “resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio de las facultades intelectuales del hombre” Pero en otra acepción denota: “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social, etc.”. Finalmente da la acepción de cultura popular diciendo: “conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”.

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La instauración del mundo es la primera trascendencia del hombre. En ese mundo vive otras notas fundamentales de su ser que subsiguen a la inteligencia: el espacio y el tiempo. Del espacio y del tiempo ya hemos dado algunas nociones. La sucesión cronológica afecta a todo el universo pero sólo es percibida por la inteligencia del hombre, el único capaz de sentir lo presente, lo pasado y lo futuro. También es el único ente que puede manifestar y comunicar lo que siente y piensa, por sí mismo, sin interpretación de otro ente mundano. El tiempo enlaza con el espacio cuando nos referimos al “transcurso del tiempo” y acá se interpreta como lugar o espacio el lapso que media entre un segundo y otro, entre una hora y otra, etc. También se “espacializa” el tiempo cuando se habla de retraso o tardanza o de adelanto de tiempo, pues se vive como pérdida o ganancia de un espacio temporal. No debemos perder de vista que en todo esto el mundo es una concepción o idea sobre las cosas y las cuestiones que están presentes en el momento en que el hombre se instala a vivir. De ahí, que en cierta manera, cada uno construye su mundo. Por esto Barylko expresa que “el mundo es la suma de prejuicios en la que caemos cuando arribamos sartreanamente al mundo”.10 Esta afirmación es válida desde el punto de vista en que está formulada.

La concepción existencialista supone que cuando no se conocen las cosas, éstas están sumergidas, de acuerdo al concepto filosófico griego, en lo que se llama caos y la ausencia de conocimiento o saber produce un vacío de significado y la falta de significado lleva a un vacío existencial. En parte esto es lo que pensaba Sartre. Lo opuesto al caos es el cosmos o “mundo conocido y ordenado” donde se encuentra el “lleno de contenido” de la existencia humana.

Por eso, para llenar ese vacío de la nada existencial es que comienza la trama de concepciones, ideas y significados que es el trabajo de “instaurar el mundo”, tal como lo hemos explicado. Pero ese mundo puede ser concebido como “meros pareceres” y se expresa con “mera doxa” y por esa razón se vive un mundo en que las cosas parecen ser, pero puede que no sean lo que parecen. Ese fenómeno en parte se debe a una simbolización engañosa de la realidad y, en parte, una vez que hay una determinada cultura preexistente, el hombre que aparece en la realidad de un momento o circunstancia histórica precisa, lleva ese bagaje de tradición cultural. Luego, puede que mire a su ámbito desde esos preconceptos y esto le lleva a pensar con prejuicios y a construir un mundo prejuiciado.

Tanto el parecer ser como los prejuicios son formas inauténticas de ver las cosas y de

adquirir conocimiento de ellas y, por lo tanto, alejarse de la verdad, de lo que las cosas y las cuestiones son esencialmente. Barylko señala que debido a los prejuicios culturales, cada hombre quiere construir un mundo desde diferentes ideas. Eso justifica que haya creyentes y ateos, derechistas e izquierdistas, tolerantes y fundamentalistas, buenos y malos, etc. Este fenómeno configura un “mundo compartido” desde la mismidad, pero con “elemental visión de pasado” y desde esa perspectiva, construir un porvenir. Pero si se pretende un futuro basado en ilusiones, Barylko , parafraseando a Freud señala que “la ilusión no tiene porvenir”. El devenir cultural del mundo ha mostrado diferentes aspectos o facetas que son propias de un fenómeno dispar que es el “fenómeno de la cultura”, pues no hay “dos cultura iguales” sino, a lo sumo, culturas que comparten rasgos o caracteres generales. Las diferencias lo son en el “estilo de vida” en lo referido a usos y costumbres, la lengua, la religión y las concepciones económicas, filosóficas, políticas de cada comunidad humana. Incluso, la globalidad del concepto cultural hace referencias compartimentales

10 Jaime Barylko – SABIDURÍA DE LA VIDA, Emecé Editores, Buenos Aires, 2002

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claras como son los conceptos que hacen alusión a una “cultura occidental” y a una “cultura oriental” cuyos valores y creencias están en las antípodas. Estas consideraciones obligan al hombre actual a tener que habérselas, necesariamente, con su pasado cultural que le ha dado la lengua y una tradición cultural y una sociedad presente que tiene normas tácitas y escritas, usos y costumbres y miles de personas diferentes. El afrontamiento de esa realidad, si hay una intención vocacional o racional de buscar la verdad y la forma más auténtica de vivir, también necesariamente le lleva a afinar sus sensaciones de percepción de la realidad y la amalgama con las sensaciones internas y externas que percibe en su existencia.

De su pasado debe rescatar los conceptos probados que se hayan acercado más a una noción de saber, de verdad, de autenticidad. A partir de ellos analizar y revisar, repensar lo que le toca vivir y con quien debe vivir y tratar de que su intelecto, su emotividad y su volitividad estén afinados para no errar en las conclusiones a que arribe tras la meditación crítica. No hay que olvidar que una meditación crítica, según de las bases que se parta, puede conducir o no a una visión original de la esencialidad de las cosas. Está probado que muchos meditan sobre sofismas o fundamentalismos y terminan con un pensamiento rígido, al cual la concentración sólo endurece más y lo aleja de la flexibilidad racional y del equilibrio emocional y volitivo, para encastillarse sólo en raciocinios, o en actos emocionales o un mero quehacer sin razón ni sentimiento (actos irracionales). Hay una básica necesidad obligada de distinguir entre pensamiento crítico auténtico y entre un seudo pensamiento crítico que es más una obsesión compulsiva (que le da seudoforma de pensamiento crítico, concentrado) pero cuyo contenido de meditación no el debido para la esencia humana.

Este seudo pensamiento crítico, según Barylko , es el que ha conducido al hombre de hoy a

ser un “comentarista” de la realidad, donde sólo vive criticando todo, sin proponer el debido quehacer. Si no se soslayan estos conceptos, es probable que se encuentre el camino más acertado para interpretar una realidad, instaurar un mundo y realizar un proyecto existencial que no sea ilusorio. El mundo es, sí, una idea pero fundada en una realidad concreta. Lo ilusorio es la forma de armar la idea. La forma de armar la idea depende de cómo pensamos. Por lo tanto, saber pensar es saber existir, saber formar la idea de mundo. En suma, saber ser hombre cabal. Tan fundamental es este concepto que Barylko llegó a establecer casi como consigna ineludible que educar es enseñar a pensar. Nosotros también lo creemos así y agregamos, educar es enseñar a pensar, a sentir y a hacer. Esto es, aprender a existir. Conviene dejar bien claro que la existencia está involucrada con la primera trascendencia del hombre al constituir el mundo. Sin existencia no hay trascendencia, por lo que existir es trascender.

Previo a considerar la cuestión de la existencia, se impone dilucidar qué significado imprimiremos a la palabra existencia. Según la RAE,11 existencia es el “acto de existir. Vida del hombre. Por oposición a esencia, la realidad concreta de un ente cualquiera”, mientras que existir es “tener una cosa ser real y verdadero. Tener vida. Haber, estar, hallarse”.

Para la filosofía antropológica o antropología filosófica el concepto de existencia, referido

estrictamente a la vida humana, es otro, aunque pueda haber una relación lejana con la denotación de la RAE. El ser del hombre es un ser desconocido. Es como si estuviera dentro de un círculo al cual no puede entrarse. Es un ser encerrado en sí mismo (sistencia del ser). Esta sistencia o mismidad cuando no es trascendida por el hombre, éste queda convertido en un ser encerrado, ensimismado que no convive en el mundo. Es el caso de ermitaños o eremitas que se enclaustran en

11 Diccionario de la Lengua Española, editado por la Real Academia Española (RAE), 21ª edición

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una cueva y rehúyen vivir en sociedad. Por esto, el ser ensimismado, el que no se manifiesta, no constituye un hombre propiamente dicho, por lo que Aristóteles que el hombre que vive sólo o es Dios o es bestia.

El hombre, para manifestar su ser, debe salir de esa mismidad o sistencia, es decir,

“llevarla afuera” lo que significa ex-sistencia (ex = fuera; sistencia = de sí). Es decir, que el hombre cuando sale de su sistencia, de su mismidad, inicia su existencia, o sea, comienza a vivir fuera de sí. Pero fuera de sí no es la expresión que se usa corrientemente para indicar a un hombre iracundo sino que en este caso significa que el ser sale de su encerramiento sistencial o mismidad, para existir y se convierte en un ser abierto. Se refiere a que el hombre comienza a relacionarse como ser humano con su medio, su ambiente. Esto lo logra con el uso de su conciencia. La conciencia es el instrumento de la inteligencia para realizar el proceso de la ex-sistencia. Esa relación de sí mismo con el mundo, es lo que Ortega y Gasset definía como “yo y mis circunstancias”.

Esta es otra de las notas fundamental del ser del hombre. Y necesariamente, al ser abierto es

cuando comienza a ser con otros seres. Este ser con... es otra nota fundamental del hombre que lo lleva a convivir con otros seres humanos como condición fundamental de su ser. Así el hombre es un ser social.

Este concepto de apertura hacia fuera es probablemente lo que la RAE denomina “tener

una cosa ser real y verdadero”. Es como si el ser del hombre, al manifestarse exteriormente entra en la realidad y ahí comienza su manifestación verdadera. De todos modos, sea manifiesto o no, el ser del hombre no pierde su esencia. E igualmente estará inmerso en la realidad pues vive en esa realidad (en el sentido de que está ahí ocupando un lugar) pero no existe en ella cuando no se manifiesta como ser abierto o ser social sino que está dentro de sí mismo.

Dentro de nuestra concepción filosófica de la existencia, la cual ha sido extraída de una

prolija revisación etimológica de la palabra existencia, la definición dada por la RAE no es pertinente porque pretende que vida y existencia es la misma cosa. Creemos que existir no es estar sólo en la realidad y tener una presencia verdadera. Luego, lingüísticamente, la palabra existencia tiene una denotación similar a vida, estar vivo, estar en la realidad; una connotación en que existir es igual que ser y una etimología que es la que realmente marca el verdadero significado de existencia y que es el que nosotros hemos explicado. Luego, la existencia es uno de los modos de ser del hombre.

El hombre puede vivir el mundo y su vida de tres modos:

1. ensimismado 2. fuera de sí mismo 3. enajenado

Al hombre ensimismado ya lo hemos explicado. El hombre enajenado es cuando no está ni

encerrado en sí, ni existiendo, sino que, simplemente, no se manifiesta a sí mismo porque atraviesa la vida “como si fuera otro”. Sólo el hombre que logra ex–sistir, manifestarse fuera de su mismidad, es el que podrá adoptar actitudes existenciales. Por actitud entenderemos a la “disposición de ánimo, de algún modo, manifestada”.12 En cierta medida, esta denotación de actitud resulta algo iterativa cuando se le adiciona el adjetivo existencia, pues tanto actitud como

12 Acepción de la RAE

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existencia, para ser tales, necesitan ser manifestadas, exteriorizadas, realizadas. Paul Roubiczek13 propone distinguir esencia de existencia diciendo que la esencia nos remite a la genuina naturaleza de las cosas: es la “humanidad” del hombre. La esencia abarca a todos los hombres, sin distinciones individuales. En cambio, la existencia se refiere a un hombre concreto, determinado, individual, que puede ser Juan o Pedro y al cual yo conozco personalmente. No es lo abstracto de la humanidad sino lo concreto de mi persona o de Juan. Dentro de la humanidad están los existentes (que viven fuera de sí), los ensimismados y los enajenados (seres abiertos y seres cerrados, en general). Pero frente a una persona concreta ahí constataré si existe o no, es decir, si vive como ser abierto o es un ser cerrado. La esencia es algo común de todos los hombres. Los modos de manifestar la esencia, la modalidad o personalidad humana, son notas individuales. Cada hombre tiene un particular modo de manifestar su ser. El existencialismo, como filosofía, exige que se tome, para reflexionar, como punto de partida la existencia y no la esencia, de modo que se dejen intactas las cosas de la realidad; tal cual se presentan en la experiencia personal genuina y no se idealicen o se conceptúen en forma abstracta. La existencia es la filosofía de lo concreto.

Pero es necesario decir “actitud existencial” para referirnos al fenómeno de la especial

disposición de ánimo que en forma personal se adoptan para enfrentar los fenómenos vivenciales, es decir, los fenómenos que la vida nos depara durante toda nuestra existencia. El principal fenómeno existencial es la cultura, pues sin ella el hombre estaría reducido a una mera vida animal instintiva irracional. Cultura y civilización: ¿Qué fue lo primero? Hay una tendencia actual a implicar a cultura y civilización como dos cosas iguales. Pero la Real Academia Española (RAE) adopta distintas acepciones para ambos términos. Ya consignamos, y ahora iteramos, que la denotación de cultura es “resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre”. Pero en otra acepción denota: “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social, etc.”. Finalmente da la acepción de cultura popular diciendo: “conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”. Con el vocablo civilización tiene menos problemas y da una única acepción general de “conjunto de ideas, creencias religiosas, ciencias, técnicas, artes y costumbres propias de un determinado grupo humano”. En modo grosero, la RAE pareciera dar a entender que cultura es lo que el hombre obtiene, el producto de poner en movimiento su inteligencia y determinar un “modo de hacer” mediante ciencias, técnicas, costumbres, adquisición de conocimientos y en forma de un proceso gradual que va determinando “grados de desarrollo”. La filosofía antropológica ha relacionado a cultura con cultivo, en el sentido de “crear instrumentos para hacer” algo. Esa facultad de “instrumentar” es propia del hombre y de ningún otro ser vivo (a menos que la capacidad de las aves de hacer nido, los insectos para realizar su vivienda o la de los roedores que construyen diques sea concebida como capacidad de instrumentación). De todos modos, el instrumentar animal está presente desde el nacimiento hasta la muerte como “habilidad instintiva” y se repite infinitamente en iguales patrones o modelos de “instrumentos”, lo que se transmite por una memoria filética ancestral en forma secular. En cambio, la instrumentación humana es una creación infinita que le permite al hombre

13 EL EXISTENCIALISMO, Editorial Labor, Barcelona, 1970

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realizar millones de instrumentos, los que varían de un momento a otro, de una época a otra, de un siglo a otro. Las “culturas” humanas son tan diversas para una misma especie animal, que no se ha contemplado biológicamente otro fenómeno igual en otras especies animales. Hay una “habilidad inteligente” donde predomina lo intelectual, pero también lo emocional. El hombre no sólo “hace” instrumentos utilitarios, sino que también expresa sus emociones y sentimientos a través del arte. Estas características determinan que lo primero en el hombre es la tendencia al “hacer”, a “fabricar” instrumentos (homo faber) y de ese proceso de instrumentación nace la cultura y posteriormente la civilización. El hombre prehistórico no era civilizado, pero era culto. Su “cultura prehistórica” ha dejado no sólo instrumentos de piedra, hierro y bronce, sino también pinturas rupestres que determinaban un “modo de hacer” y un “modo de instrumentar”. Sin embargo, ningún historiador ni científico habla de civilización prehistórica. Esto nos arrima desde ahora a un concepto esclarecedor: si el hombre no hubiera fabricado primero los instrumentos, no habría construido la civilización. Por ende, etimológicamente, primero el hombre hace cultura y luego civiliza. También desde el punto de vista etimológico, civilización tiene más que ver con el latín civitas que emula al griego polis y hace referencia a la ciudad. Y sabemos que cuidad es lo que excluye al agro. Contrariamente, cultura comienza su idea etimológica con el cultivo de plantas y animales, esto es, con el campo. Sin esta digresión etimológica, no nos podemos poner de acuerdo qué vamos a significar con el empleo de las palabras cultura y civilización. Etimológicamente don dos cosas distintas, históricamente son dos cosas concatenadas: con el inicio de la cultura arranca el proceso de civilización. Si bien con el transcurrir del tiempo y el cúmulo de instrumentos y quehaceres humanos diversos, pueden confundirse ambos términos. Pero nunca debemos ser demasiados pragmáticos para creer que son iguales e indistintos. Fernando Savater14 define a civilización como “el conjunto de soluciones técnicas universalmente reconocidas como más eficaces ante los problemas y necesidades humanas”. Luego, habría una sola forma de civilizar, esto es, civilización, como madre, no hay más que una. En cuanto a cultura el autor escribe: “Baste decir que no todas las culturas son iguales, es decir, que no todas encaminan con la misma eficacia los medios de la civilización para armonizar los anhelos humanos de libertad personal, homogeneidad colectiva, desarrollo económico, participación igual en la toma de decisiones políticas, progreso científico y educativo, justicia social, etc. Cada una de las culturas no representa una identidad eterna, platónica, sino un conjunto de esfuerzos concretos y tentativas a veces equivocadas de ciertos seres humanos para obtener una vida mejor. Como ha escrito Thomas Sowell, autor de una importante trilogía sobre la relación de las culturas con la raza, las migraciones y las conquistas: ‘Las culturas no existen simplemente como ‘diferencias’ estáticas que haya que celebrar, sino que compiten entre sí como formas mejores y peores de conseguir hacer las cosas, mejores y peores no desde el punto de vista de algún observador, sino desde el de las propias personas en sus afanes entre las descarnadas realidades de la vida’... Decir que todas las culturas son igualmente respetables equivale a afirmar que da lo mismo cruzar un río por un puente, que en balsa, o andando por el fondo con una piedra pesada en los brazos. Los humanos no estamos obligados a venerar ciegamente nuestra identidad cultural, ni tampoco la de los demás. En todas se hallan rasgos interesantes que podemos aprovechar y elementos rechazables que cuanto antes se superen, mejor. No son conjuntos cerrados que hay que elegir o repudiar en bloque, sino menús variopintos, en los que junto a recetas sabrosas abunda también lo indigesto y hasta lo venenoso. Si en la humanidad se ha dado

14 Fernando Savater – ALIANZA... ¿DE QUÉ?, artículo publicado en octubre de 2005

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cierto progreso, se debe a que los hombres no hemos respetado nuestras culturas y de vez en cuando nos hemos atrevido a apartar las vacas sagradas de nuestro camino. Precisamente este rasgo de rebeldía razonada contra la tradición es lo más característico del espíritu europeo y sería una auténtica traición que renunciásemos a él por miramientos multiculturales mal comprendidos o por llevarnos bien con quienes amenazan nuestras instituciones democráticas. Esto es válido sobre todo dentro de nuestros países, pero también fuera de ellos, en el terreno internacional. Desde luego, no es cosa de ir por el mundo imponiendo nuestras preferencias a cañonazos, pero no resulta absurdo tratar de fomentar, en nuestro país y en otras partes del mundo, lo que consideramos valores que mejoran la convivencia social... El debate entre las formas de vida en común y su interrelación crítica debe continuar abierto, porque nos va el futuro en ello. Son las personas con ideas y razones las que deben aliarse en todas partes, sean cuales fueren sus discutibles culturas de origen, para mejorar los usos de la civilización que comparten”. De esta extensa cita podemos extraer algunas conclusiones interesantes:

1. La cultura es el conjunto de esfuerzos concretos y tentativas humanos para obtener una vida mejor. (las culturas) compiten entre sí como formas mejores y peores de conseguir hacer las cosas, mejores y peores no desde el punto de vista de algún observador, sino desde el de las propias personas en sus afanes entre las descarnadas realidades de la vida. Las culturas encaminan los medios de la civilización para armonizar los anhelos humanos de libertad personal, homogeneidad colectiva, desarrollo económico, participación igual en la toma de decisiones políticas, progreso científico y educativo, justicia social, etc.

2. La civilización es “el conjunto de soluciones técnicas universalmente reconocidas como más eficaces ante los problemas y necesidades humanas”.

3. La forma de la civilización es una, la de la cultura es variable y diferente en cada lugar

4. La adhesión a la cultura no es algo eterno y obligatorio, sino que los grandes progresos de la humanidad se debieron a rebeliones contra las tradiciones culturales establecidas

5. Cuando una cultura o tradición atenta contra la libertad, la democracia y la convivencia en general debe combatirse tanto en el propio país como en otros países, pero las diferencias y las oposiciones no se imponen por la violencia de las armas o actos hostiles en general, sino mediante la diplomacia del diálogo y las buenas relaciones demostrando la bondad de las reformas propuestas y la verdad de un real bien común

6. Se debe elegir lo mejor de cada cultura y que sea de plena vigencia para mejorar los usos de la civilización que debe compartirse, tanto al nivel nacional como en el internacional

La violencia

Para establecer la conjunción de cultura y de violencia, debemos ahora referirnos al origen del concepto violencia. Creemos que la violencia nace con la esencia misma del hombre y fue manifestada por primera vez con lo que hemos llamado el “síndrome de Caín-Abel”, pues éste es el primer asesinato en la humanidad según el relato bíblico y por lo tanto, la primera manifestación violenta del hombre. Hablar de una cultura de la violencia es destacar cómo la violencia, en todas sus formas, y otros defectos de la humanidad, se han originado, mantenido y desarrollado desde el comienzo de la humanidad hasta nuestros días.

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La violencia es sentir impulsos negativos que obran con ímpetu y fuerza y pueden desatar o

no acciones que infringen o quebrantan la normalidad, sea ésta legal o fáctica o la vida natural, equilibrada y armónica de una sociedad (natural modo de proceder). Luego, lo violento es lo “que está fuera de su natural estado, situación o modo”.

Algunos autores como Fitzhugh Dobson15 definen a la violencia como “la emoción de la

ira o la hostilidad, en una forma intensa y destructiva. Es la cólera, expresada de una forma intensa, con el intento de dañar físicamente o matar a una persona o destruir alguna cosa”. Advierte que la violencia está mejor referida en relación con las acciones hostiles. Pero antes distingue entre acciones violentas y sentimientos violentos. Mientras que los sentimientos permanecen dentro de nosotros como una especie de violencia interior y nos provocan todo un sentimiento de ira y hostilidad (genio arrebatado e impetuoso guiada por la ira) que luego analizaremos, las acciones violentas son lo que propiamente conocemos como violencia pues ésta está referida a “lo que se hace”, a “lo que obra”, a “las acciones y efectos de la violencia”.

Por lo tanto, la violencia podemos aplicarla sobre nosotros mismos o sobre otras o sobre las

cosas. El resultado, tanto de sentimientos como de acciones violentos, será siempre el mismo: algún tipo de daño (daño personal o daño ajeno). Mientras los sentimientos violentos son diversos, y la ira experimentada de modo profundo e intenso, una vez desatados son incontrolables e irrefrenables, y las acciones violentas son la concreción de esos sentimientos. Pero si nos educamos debidamente, no sólo podremos evitar los sentimientos y las acciones violentas, sino controlarlos apenas surgen y antes de que crezcan en nosotros y se agiganten. Una manera es oponiendo sentimientos y acciones positivas, a los sentimientos y acciones negativas.

Nuestra meta es realizar una meditación profunda pero con palabras sencillas a fin de evitar

métodos académicos muy brillantes pero engorrosos, para explicar temas filosóficos. Queremos, en cierta forma, tomar el dicho de Lucrecio “es agradable acudir a las fuentes puras y beber de ellas”. Con este criterio es que deseamos explicar nuestro punto de vista con la misma sencillez y pureza que lo hacían los filósofos griegos del estilo de Platón, Sócrates y Aristóteles. Creemos que el pensamiento trascendente no debe usar academicismos rebuscados o echar mano a técnicas muy refinadas que dan a los textos una cierta anfibología para la mayoría de los lectores no entrenados en las ciencias filosóficas estudiadas en ámbitos universitarios.

La sencillez y claridad de la exposición, no restan altura ni eficacia a un pensamiento, idea

o hipótesis, si la naturaleza de la misma arranca de fundamentos fenomenológicos reales y verdaderos. Hablamos de cultura de la violencia, porque cultura es lo que se cultiva, lo que se cría, el arte de hacer y usar instrumentos, es la instrumentalización del mundo. Por esto, pasa a ser el “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimiento y grado de desarrollo de algo en una época o grupo social”. Así entendido, comprenderemos nítidamente la violencia es algo que puede cultivarse o desarrollarse como un “estilo de vida” y esto significar “instrumentalizarla”. Precisamente, en este trabajo, trataremos de algunos instrumentos o medios que llevan a la violencia y la instalación de costumbres violentas en nuestros grupos sociales y en nuestra época actual.

Es nuestra idea meditar en este escrito, dedicado a las conductas torcidas del hombre,

especialmente, lo relativo a las conductas ofensivas y violentas que causan tanto el daño físico, moral o la muerte. Y queremos establecer un claro nexo de que estas conductas nacen junto con el

15 Fitzhugh Dobson - EL ARTE DE SER PADRES, Editorial Aguilar, Madrid, 1981

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hombre, aunque ésta sea una frase trillada, pero el fenómeno histórico que arranca desde la Biblia y toda la historia de la humanidad contenida en los documentos bases del relato histórico, muestran incontrovertiblemente que esas conductas están “desde que el hombre es hombre”. Pero no queremos caer en el error de considerar al hombre como un ente inclinado indefectiblemente al mal, sino como un ser con una naturaleza que abarca tanto al bien como al mal, pero en forma relativa y no absoluta.

No podemos sustentar las ideas de Rousseau de un “estado natural” o primitivo del

hombre, que en sí, despojado de sus atributos divinos y de la organización social y sus normas, era “naturalmente bueno” o mejor que el hombre moldeado por la sociedad. Tanto el hombre en ese “estado natural” hipotético como el hombre fruto de la sociedad, ambos han sido naturalmente modelados iguales. Sólo son diferentes sus conductas. Un hombre librado al “medio natural” debe procurar su alimento, su protección y la subsistencia en general, de la mejor forma que el medio lo provee. Esto lo observamos en los esquimales, en los lapones y en las tribus que viven exclusivamente al “estado natural”. A ellos le interesa conocer cuánto les ayude a sobrevivir y conviven con su familia y su tribu en un trabajo comunitario de supervivencia. En cambio, el hombre organizado socialmente, para la supervivencia de sí y de otros y con otros, debe tener reglas más o menos claras para evitar el caos.

Esta facultad para organizarse en sociedad no lo libera de otras tendencias poco deseables,

pero de ninguna manera podemos pensar en un hombre absolutamente bueno o absolutamente malo. No obstante todo el peso de la historia cultural del hombre, desde que se organizó como sociedad y comenzó el período de la historia, al que critica Rousseau por todos los males concretos y supuestos que surgieron con el proceso socio-cultural y las aberraciones sociales, el hombre no ha demostrado saber vivir armoniosamente. Esta incapacidad para crear un medio habitable comunitario, donde las conductas negativas tengan una mínima expresión o, directamente, sean evitadas o erradicadas, es lo que ha llevado a la humanidad, paulatinamente, a estar cada vez peor, desde el punto de vista socio-humano.

Cada edad o era histórica ha tenido altibajos en casi todas las sociedades, las que de alguna

manera alcanzaban una cúspide de progreso, pero también anidaban hechos injustos y violentos o denigrantes. El proceso violento arranca desde una Antigüedad sangrienta y de luchas entre todos los pueblos, de bárbaros contra civilizados y viceversa, pero también de sociedades iluminadas por la inteligencia del hombre en una forma poco común como ocurrió con los griegos y los romanos. Pasa por un Medioevo en que la mayoría social era presa de la servidumbre y del poder de señores feudales y con un atraso cultural, en el nivel general pero no privado, que retrogradó el progreso cultural de griegos y romanos y recogió toda la decadencia de esos grandes imperios, hasta llegar a la Modernidad en que el Renacimiento liberó al hombre de la servidumbre medieval mas no de la injusticia social. Históricamente este proceso llega a la era Contemporánea, la cual tampoco liberó a la humanidad de todos los males y de los cuatro jinetes del Apocalipsis. Pero “solemos pensar la Antigüedad en términos de barbarie, pero basta con mirar los juguetes que usan los chicos de hoy, y preguntarse: ¿representan, en verdad tales objetos, a una sociedad civilizada o refinada? La era actual ha llegado al límite de la incultura y ya no se puede descender más. ¡Es imposible ir más abajo! No obstante, una vez en el fondo, la única dirección posible de la rueda es hacia arriba. Por eso, cada día hay más gente que toma conciencia y se plantea sinceramente cómo se pueden mejorar los valores humanos en cada uno de ellos y en los demás. Se está pasando de una barbarie total a una nueva era de más amor, fe, compasión, servicios y preocupación. Y no sólo por el prójimo, sino también por el planeta, algo de lo que no se había oído hablar hasta hace muy poco” (Sri Sri Ravi Shankar)

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Las culturas positivas y las negativas

Este filum histórico de la violencia en la humanidad es el que nosotros queremos rescatar

para traer a la atención en forma especial y ver las distintas facetas del fenómeno violencia, entender ese desarrollo violento histórico, para comprender que el hombre ha evolucionado en medio de diversas culturas, a las que podemos dividir groseramente, en dos tipos:

1. una cultura positiva 2. una cultura negativa

Como las culturas positivas y negativas coexisten dentro de un contexto cultural social, en

realidad tendríamos que referirlas como subculturas. La subcultura positiva es la considerada como ética, auténtica, constructiva, pero referida

con sinceridad. En el concepto de Santillán Güemes,16 antropólogo argentino, cultura es “una forma integral de vida, creada histórica y socialmente por una comunidad a partir de su particular manera de relacionarse con la naturaleza y sus vecinos, las otras comunidades y lo que vive y califica como sagrado, para dar continuidad y sentido a la totalidad de la existencia” (concepto socioantropológico). Este autor remarca que hay que distinguir entre esta cultura auténtica de la llamada “cultura elitista” propulsada por determinados académicos e intelectuales que considera cultura sólo al cultivo o expresión de ciertas artes, ciencias y letras elitistas, académicas, serias que aunque son realmente parte de una cultura muy elaborada, se separa del concepto socioantropológico para anclar en un concepto de élite: la élite que se considera a sí misma como culta. Con esto, Santillán Güemes separa la idea de cultura que cada uno puede tener de sí mismo en forma elaborada, de lo que es una expresión espontánea, fenoménica, que no da determina un status individual, sino la expresión general de una comunidad.

La subcultura negativa17 involucra la cultura perversa, referida a la adquisición de usos,

costumbres y creencias degeneradas que abarcan la inseguridad de la drogadicción, la delincuencia en todas sus formas, la inmoralidad de las perversiones sexuales, fundamentalistas, sectas malignas y la corrupción privada y pública. Entre las culturas negativas, está una verdadera cultura de la violencia que nace de la exacerbación y extensión de conductas violentas preexistentes o ya conocidas y que se injertan en las otras conductas de la cultura perversa explicada. Esta afirmación no significa que estamos desconociendo los progresos y los beneficios de una cultura positiva que la humanidad desarrolló a favor de las artes y las ciencias y, dentro de éstas, especialmente la moderna tecnología, también con todas sus variables negativas y positivas. Todo lo fecundo de la obra humana no está en discusión. Estamos enfocando un particular punto de vista sobre las conductas violentas y fallidas del hombre y por eso hemos hecho un particular señalamiento de esas conductas a través de una cultura que hemos llamado negativa. Porque hay que reconocer que la sociedad, y con ella la humanidad, han tenido un verdadero desarrollo de usos, costumbres e instrumentos, que cíclicamente han repercutido en la historia con hechos aberrantes de grandes matanzas y otros horrores.

16 Ricardo Santillán Güemes – “CULTURA, CREACIÓN DEL PUEBLO”. “CAPACITAR EN CULTURA”. “EDUCAR EN CULTURA” 17 Existen tendencias a considerar la subcultura negativa como incultura o contracultura al ser comparada o relacionada con la llama subcultura positiva, la “cultura” por excelencia.

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Antonio Paolasso –LA VIOLENCIA 19

Últimamente el hombre está aprendiendo a resolver sus problemas cotidianos con conductas violentas, en lugar de usar la comunicación, directamente adopta la agresión. Esto en lo referente a las conductas personales diarias. En el contexto social y mundial, la escalada de la violencia es peor aún. William Lee Wilbanks 18 cree que esto se debe a una especie de “nueva inmoralidad” introducida en la sociedad bajo la forma de pretextos para justificar todas las conductas desviadas o incorrectas. Así, existiría “una injustificada indulgencia ante la ira y la violencia”. El pretexto utilizado para convalidar tal actitud es escudarse con el argumento, a modo de disculpa, de “me sacaron de quicio”. Wilbanks afirma que es una justificación sin asidero de ninguna especie, una “sandez” ya que “nadie puede sacarnos de quicio”.

Carol Tavris19 da la razón a Wilbanks al sostener que en realidad cada cual “decide

enojarse” cuando cree tener razones suficientes para esta actitud. Esto se debe porque la agresión no constituye una reacción biológicamente inevitable, sino que de algún modo es una estrategia conductual aprendida y adoptada para expresar el manejo de un estado de ira.

Esto significa, lisa y llanamente, que podemos reaccionar usando otras estrategias, las que

se llevan a cabo de diferentes maneras:

1. controlar la ira usando técnicas de control mental o de educación emocional 2. expresar el sentimiento de ira ya sea enfrentando el motivo que nos conduce a la

hostilidad, hablando específicamente del asunto que nos molesta 3. expresar la ira con conductas personales subjetivas como puede ser llorar, gritar o

enojarnos a través de una explosión emocional meramente verbal El problema principal reside en nuestra voluntad donde debemos decidir si nos enojamos,

en primer lugar y en segundo lugar elegir el medio de expresión de ese enojo. Una de las opciones es escoger algún procedimiento inocuo que nos dio resultado en ocasiones anteriores o bien elegir una estrategia que no nos lleve a expresiones violentas o dañinas para uno mismo o para otros.

La teoría del control de la ira y la violencia, se basa en situaciones concretas. Cuando la

expresión violenta de la ira compromete nuestro futuro (sanción legal, encarcelamiento, pérdida del trabajo o de la fuente de subsistencia de nuestras necesidades), nos “aguantamos” y evitamos una expresión formal de la bronca o ira. Es el caso de un militar ante un superior, de un sacerdote con un alto prelado o el de un simple trabajador ante su patrón o directivo principal.

Si “perder los estribos” nos lleva a una situación que pone en peligro nuestros intereses o

nuestra integridad física, la sensatez suele ser el mejor freno. Naturalmente, si carecemos de ella y decidimos “dejarnos llevar por la pasión” hasta los últimos extremos, nuestra existencia social o vital puede ser muy corta.

Hemos leído una colección de veintiún escritores20 y en la contratapa de ese libro explica

que esos escritores han planteado nuestro enigma actual, con franqueza y honestidad: ¿sabemos lo que estamos haciendo? Hemos planteado en diversos escritos que el hombre tiene la mayor de las dotes: la inteligencia y uno de los más formidables instrumentos para usarla: la educación. En la

18 William Lee Wilbanks – LA NUEVA INMORALIDAD, artículo publicado por Vital Speeches of the Day el 15 de agosto de 1988 19 Carol Tavriz – IRA, PASIÓN MAL ENTENDIDA (Anger: the Misunderstood Emotion) 20 AVENTURAS DE LA MENTE, Editorial Peuser, Bs. As. 1964

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Antonio Paolasso –LA VIOLENCIA 20

obra que acabamos de citar, uno de los autores, Jacques Barzun, sentencia: “La prueba y la utilidad de la educación del hombre consiste en que halle placer en el ejercicio de su inteligencia”.

Esta afirmación nos está diciendo que el hombre ha abandonado esos dos pilares de su

existencia y ambos, educación e inteligencia, brillan por su ausencia en la mayoría de los actos masivos sociales. Es como si el “montón” o “amontonamiento” de los hombres le hiciera perder su identidad humana y los transforma en una cosa, al decir de Ortega y Gasset, en un hombre-masa.21

Cuando el hombre es sólo un número estadístico social dentro de una masa de hombres, es

instrumento de conductas totalmente alejadas de su naturaleza, es decir, conductas inhumanas. Así, una sociedad completa (como país, región, continente) puede ser arrastrada a la guerra, al hambre, a la enfermedad y a la muerte. Prueba de esto son los países azotados por plagas como el SIDA y otras similares (enfermedad), por el hambre como sucede en Asia, África, Latinoamérica y muchos pueblos que conforman la geopolítica del hambre. De la guerra huelgan los comentarios y las descripciones, pues están todos los días en las noticias de todos los medios. A veces son guerras formales y extendidas, que se consideran guerras mundiales, otras veces son enfrentamientos regionales armados, pero que se dan en el mismo día y hora en todo el mapamundi, bajo la forma de guerras religiosas o raciales, terrorismo, guerrillas, delincuencia, etc. Lo cierto, es que durante muchos siglos y durante todos los días de la humanidad, no se conoce un solo período, al menos por un día, en que el mundo hayan cesado todas las rencillas armadas. Esto a un nivel masivo. Empero, ¿qué ocurre cotidianamente con las relaciones interpersonales? También “todos los días” de la vida y del mundo, hay conflictos en las familias, entre padres e hijos, entre esposos, entre pariente y en la comunidad, con vecinos, amigos u otras personas que hacen de la agresión, la discordia y la violencia, el pan cotidiano.

En todo el mundo hay comunidades que sufren permanente el maltrato infantil, la agresión

a la mujer (mujer golpeada), la vejación, la violación, el homicidio y otros males. Nos enteramos como ciertas religiones rebajan a las mujeres a una condición tan denigrante que prácticamente no les cabe ni la categoría de bestias. Así sabemos que desde Asia a África hay maltrato y desconsideración endémica por la mujer y los niños, a los que se somete a todo tipo de explotación, desconsideración y maltrato. El maltrato incluye mutilación de genitales, homicidio, violación, comercio sexual, despojos de los más elementales derechos humanos, palizas brutales y reducción a un estado más bajo que la esclavitud. Y esto se sabe que ocurrió en la Antigüedad, en el Medioevo, en la Modernidad y sigue ocurriendo en la Contemporaneidad y la Posmodernidad.

Aun en las referencias de la prehistoria, es clásico ver en los comic (tiras cómicas), al

cavernícola que arrastra a la mujer a la que toma por los pelos, mientras porta en la otra mano y apoyado en el hombro un palo o un elemento parecido a la macana.22 Es ilógico tratar de colocar en un período de la existencia de la humanidad, del cual no hay documentos que acrediten el estilo de vida, salvo algunos dibujos cavernarios y monumentos líticos (construidos en piedras), hechos no conocidos sino supuestos. Pero teniendo en cuenta el síndrome de Caín-Abel, es posible imaginar

21 El filósofo español Ortega y Gasset en su obra LA REBELIÓN DE LAS MASAS, describe un hombre amorfo que actúa en la sociedad dentro de un montón de seres humanos (masa) y que allí desarrolla conductas irracionales, de la misma forma que un animal en manada en estampida. Corre sin un destino y sin un plan o proyecto de vida, cometiendo actos, a veces, bestiales. El hombre-masa es un ser despersonalizado que acepta sin cuestionar todos los usos, costumbres y modos de su entorno. 22 Un instrumento tosco cuyo uso se atribuye a los indígenas americanos, y muy similar al palo de los naipes llamado “bastos”.

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Antonio Paolasso –LA VIOLENCIA 21

que aun junto a los denominados seres antediluvianos (dinosaurios) existía un hombre u homínido (según las creencias), que ya tenía agresividad consigo y con los demás. Mucho más si este ser era dominado por el instinto y no por la inteligencia, que supuestamente adiestró luego al ingresar al período histórico. Los evolucionistas se afanan en demostrar que vamos progresando en el tiempo y en el espacio y que nuestra inteligencia crece a medida que transcurren los siglos.

Algunos pensadores como Theillard de Chardin piensan que la inteligencia humana sigue

en evolución y no ha cerrado su ciclo completo. Nosotros creemos, a la luz de los conocimientos actuales, que el hombre sólo emplea un 5% de sus neuronas lo que deja sin uso un 95% de ellas, es decir, piensa con menos de un décimo de su capacidad intelectual. Es posible que el progreso no sea porque la inteligencia “crece” por nuevas potencias agregadas, sino que su desarrollo se deberá a ir incorporando la potencia que posee desde su origen pero que todavía no alcanza a manifestarla totalmente. Creemos que cuando el hombre aprenda a manejar todo su potencial intelectual y dé pleno poder a su inteligencia para que ésta rija sus conductas, será otra la visión del mundo, de la humanidad, del ser humano en sí y del futuro.

Mientras tanto sólo podemos clamar (aunque sea como “voz en el desierto”) que más que

pelear por posesiones fugaces y sin sentido o por honores vacuos y vanos, el hombre debe comenzar a auto inculcarse que debe, definitivamente, luchar por su educación,23 la única herramienta que le permitirá reencontrarse con su inteligencia y, a través de ella, con la verdadera vida que corresponde a su esencia o ser. La educación primaria es la destinado a lograr un determinado tejido social enmarcado en una cultura que hemos denominado auténtica o positiva. Es la cultura constructiva. Pero cuando se ha roto un tejido social y se descompone o pudre una sociedad con la inautenticidad, la negatividad y la inmoralidad, hay que hablar de una reeducación, es decir, de la reconstrucción de un tejido social lacerado por una cultura destructiva. De una cosa estamos seguros: la violencia y el conflicto, en todas sus formas, hoy están instalados en la sociedad y en las conductas diarias de todos los hombres, con un índice mayor que el registrado en cualquier otra época conocida de la existencia de la humanidad. En este siglo XXI que recién se inicia, el síndrome Caín-Abel como el mito adámico ambos han colocado al hombre en el mismo dilema que cuando se produjo el primer pecado original y lo que nosotros hemos considerado el segundo pecado original: un hombre alejado de Dios en todas las formas y en conflicto consigo y los prójimos.

Es probable que muchos piensen que no todo es tan tremendo y que hay datos positivos

como es el resurgimiento de la fe a través del incremento de algunas religiones, que el Evangelio sigue ganando adeptos y se mantiene vigente en este tercer milenio cristiano, pero nosotros creemos que el crecimiento demográfico mundial hace que las cifras que se manejan como “incremento” religioso son menores que las existentes en otras épocas y demografías. Pero hay otra cuestión a considerar: la religiosidad manifestada públicamente no siempre se condice con las conductas privadas, lo que lleva a un divorcio religión-vida. Se predica y se sostiene una creencia religiosa, pero se desarrolla una vida cuyos actos están alejados del predicamento religioso. Es común observar la hipocresía farisea de aquellos que se golpean el pecho en los templos, mientras critican

23 Debemos aclarar que entendemos por educación al proceso que tiene por fin el desarrollo del ser del hombre, para que éste pueda exteriorizarlo a través de una correcta vida intelectiva, afectiva y volitiva. Esto implica técnicas especiales y conocimientos de “las cosas de la vida”, a fin de evitar la erudición o el simple conocimiento de materias científicas, de artes, historia, geografía, etc. que hacen a la instrucción pero no a la educación. Normalmente se confunden una cosa con la otra. Educar es enseñar a “saber vivir” y esto no es fácil si no hay profesores que sepan hacerlo y alumnos que quieran aprender.

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y desprecian a su prójimo. La vida irregular de muchos religiosos (pastores, sacerdotes, etc.) lleva a pensar que si bien engruesan las estadísticas de los que están involucrados en alguna religión, son desertores de la verdadera relación hombre-Dios que significa la religión. Manifiestan una fe más ritual y virtual que real. Luego, el número de personas que asisten a los ritos religiosos es mayor que el número de esas mismas personas que practican con su vida, la prédica. Este hecho abona la tesis de que el alejamiento de Dios es cada vez mayor.

En cuanto a la conducta del hombre con su prójimo, si bien hay circunstancias particulares

y otras históricas de personas dedicadas al bien de sus congéneres, la lista anónima o conocida de los que perjudican a los hombres, es mayor que la de los héroes, los santos y los filántropos. ¿O esto se duda también? Rosa Montero24 ha citado la nueva teoría antropológica de que quizá el hombre de Neandertal haya desaparecido porque lo aniquiló el hombre de Cromañón, antecesor inmediato de la actual humanidad. Según esta teoría, este hombre ha procreado una generación de “especie humana” que tal vez “tenga como acto fundacional un genocidio. Las demás especies animales se las arreglan para coexistir, nosotros no paramos hasta aniquilar a nuestro oponente”. Pone como ejemplo el primer asesinato de la humanidad (Abel / Caín) y esta tendencia homicida se acentúa a través de la humanidad pero se acrecienta en el siglo XX y continúa en aumento en el siglo XXI (guerra de Afganistán, del Golfo Pérsico, actos de terrorismo del fundamentalismo religioso-político, etc.). En ese artículo, la autora afirma: “No se sabe por qué se extinguieron los neandertales: su desaparición es uno de los enigmas de la ciencia. No existe ninguna prueba fósil que confirme que los Cro-Magnon los extermináramos, pero aun así, como dice la eminente paleontóloga Meave Leakey, resulta inevitable imaginarlo. Los neandertales, que se las habían apañado para sobrevivir durante tanto tiempo, desaparecieron justamente cuando nosotros llegamos al vecindario”. Después de la aseveración anterior en el sentido que “no paramos hasta aniquilar a nuestro oponente”, manifiesta: “Esa crueldad innecesaria, esa ferocidad sin tregua ni paliativos, nos hace ser, sin dudas, una especie única y distinta sólo porque padecemos una patología mental. ¡Pero si, incluso, nos exterminamos a nosotros mismos por mínimas diferencias de color de piel o de costumbres, o de religión!... Así nos va. Somos unos animales enfermos y dañinos”. En otro pasaje destaca: “Con nuestro engreimiento y nuestra tradicional prepotencia, siempre hemos argumentado que el hecho de que sólo existiera una especie humana (al contrario que en las demás familias animales, en las que las especies se multiplican) era una prueba más de nuestra maravillosa especificidad, de nuestra sublime diferencia con los demás bichos del planeta. Eso, supuestamente, demostraba que los humanos estamos hechos a la imagen de Dios, que éramos los únicos seres provistos de alma y que, en definitiva, éramos los reyes indiscutibles y absolutos de la creación”.

Luego remarca que los animales pueden convivir en un mismo bosque como ocurre con

lobos y zorros que no se exterminan entre sí a pesar de sus escasas diferencias zoológicas. Pero el hombre no pudo convivir con sus homínidos similares y los exterminó, siguiendo un impulso homicida que la autora considera natural después de la matanza primera que protagonizaron Abel y Caín. Si bien es una teoría interesante pero carente de un fundamento científico sólido y fehaciente, sirve para ilustrar cómo la violencia ha ido ganando terreno, “desde que el hombre es hombre”.

En el contexto social señalado a lo largo de este parágrafo hemos resaltado algunos elementos de la cultura de la violencia que hoy contamina el ambiente y que lejos de educarnos para una vida auténtica, cada día nos enajena más y nos envuelve en un medio violento, donde lo violento es lo normal y las virtudes pasan a ser lo infrecuente o lo anormal. En los parágrafos que

24 Periodista y escritora española. Artículo LOS OTROS, publicado en Diario Los Andes, Mendoza, 12/11/12

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siguen iremos dando forma a una serie de cuestiones basadas en el pensamiento de muchos investigadores y autores, pero más que nada, en el conocimiento empírico de los hechos. No es necesario usar muchas fórmulas científicas o elaboradas técnicas, para descubrir las conductas desviadas del hombre. Ellas están ocurriendo a nuestro alrededor y nosotros somos víctimas y testigos de ellas. No es tampoco importante que tengamos testimonios muy fehacientes de otras épocas, puesto que los que existen no son muy distintos de lo que hoy presenciamos y conocemos. Esta analogía nos da la pauta y la seguridad para aceptar que esas conductas están ahí, “desde siempre”.

No obstante, Dios nos dotó del bien y del mal pero por sobre todo nos dio la inteligencia y ésta nos permite superar el plano instintivo natural mediante el más sublime de los sentimientos: el amor. El amor es la fuente de todo bien. La salvación y la redención dependen de nuestra voluntad y ésta de nuestra libertad para deliberar y decir si optamos por el bien o por el mal y esa libertad está irremediablemente condicionada por el buen uso de la inteligencia. El estado de maldad, ya sea como “pecado original” o como tendencia instintiva se instala cuando se obnubila la inteligencia. El estado de bondad (fundamentado exclusivamente en el amor), en cambio, es fruto de la educación inteligente de nuestra personalidad. No es el instinto, sino la inteligencia lo que rige el estado de humanidad. Se es hombre porque se es inteligente. Pero ni la gracia de Dios ni el mismo poder divino podrán cambiar nuestro destino, si nos apartamos del orden natural y de la inteligencia natural.

La virtud y la sabiduría no son dones espontáneos sino el trofeo que debemos ganar con

la plena convicción de vivir inteligentemente y estar permanentemente atentos a no perder la guía espiritual, el norte y el sentido real de nuestra vida. La educación es un entrenamiento de “todos los días” y per vitam (por todo el resto de nuestra vida). No hay hesitaciones, ni vacaciones para construir nuestra auténtica personalidad de hombre, en un orden natural (ya sea como mera naturaleza para el ateo, o como “criatura de Dios” para el creyente). El orden natural es válido para todos y no depende de una mera fe en Dios ni de tendencias agnósticas. Simplemente existe. La real inteligencia es saber conocerlo y respetarlo. Y aprender a amarnos, amar a los otros, por amor a Dios.

Por otro lado, como lo manifiesta Wilbanks, “lo más ético y eficaz estriba en considerar a

la gente responsable de su conducta”. No se debe tolerar la excusa infantil de “no puedo evitarlo”, sino hacerle saber a todos los que deciden liberar su conducta y “hacer lo que le venga en ganas” que en la coexistencia social no es tan así. Debemos negarnos a aceptar tales pretextos en forma enérgica y decidida y no andar con medias tintas para expresar la oposición. Si está a nuestro alcance debemos tomar medidas concretas y disuasivas de tales conductas caprichosas. Hay que inducir la comprensión en los violentos que con el alcance de la voluntad pueden suprimir o evitar las reacciones violentas innecesarias, por más que éstas “sea lo usual”. Hay que marcar que no todo lo usual es lo correcto.

La violencia social en todos los niveles ha sido categorizada por la OMS como pandemia.

Muchos investigadores creen que la violencia colectiva se instala en sociedades donde hay falta de justicia, puesto que la justicia sería el instrumento del orden. Pero no la justicia de los tribunales y las leyes escritas, sino la justicia auténtica que debe regir la vida humana. Justicia, en el sentido de Ulpiano, de dar a cada uno lo suyo. Cuando a la gente le falta “lo suyo” en lo esencial como es la educación, las necesidades básicas (trabajo, vivienda, vestimenta, comida y esparcimiento), comienzan los problemas, pues se deconstruye todo lo valioso. Si bien el orden social parece ser uno de los diques de contención de la violencia generalizada, es importante, volvemos a iterar, que

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ese orden no surge de una norma escrita e impuesta por coerción sino el orden que debe emerger de lo considerado verdaderamente justo. Las diferencias sociales deben ser limadas con respeto, dedicación y deseo real de superarlas en un marco de comprensión, igualdad y consideración total del prójimo. La exclusión del otro es la causa del desprecio de la persona y la vida ajena, que nos lleva al desprecio de nuestra propia vida, sino no se explicaría el suicidio y el acto violento que conlleva una muerte segura para el que lo inicia (caso de terroristas que portan bombas en su cuerpo, del criminal que sale a matar y morir, del que inicia una riña “a muerte”, etc.). La violencia no se sujeta con “normas” y “límites” sino aprendiendo a vivir en conjunto y esto debe de salir individualmente de cada uno.

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III

El “comienzo” de la guerra

La “tesis Mumford” Mumford 25 afirma que desde las primeras grandes civilizaciones de la Antigüedad, la humanidad sufrió la gran herida de la guerra. Atribuye esa herida a los poderes de expansión del hombre primitivo y a una “serie de aberraciones” que consistieron en poner todos sus inventos más beneficiosos, al servicio de lo que llamó “ansias neuróticas”. En su tesis, esta herida en lugar de desaparecer o curarse con el paso del tiempo y el desarrollo de la ley y la razón, ha influenciado aun más sobre determinadas acciones colectivas de “tribus y de las naciones”. Para este autor, esta herida sufrida en la infancia del mundo, se comporta como las teorías freudianas, en que todo trauma de la infancia queda latente y permanente a lo largo de la vida adulta e induce las acciones de las conductas fallidas. De este modo, la guerra como una gran herida, a veces cicatriza pero tarde o temprano vuelve a abrirse y, según Mumford , existiría un paralelo “indemostrable” entre la situación en general del hombre de hoy y la vida que lleva un individuo incapaz de resolver sus problemas, “de tomar decisiones racionales, desconcertado, deprimido, paralizado, porque todavía es presa de ilusiones infantiles que no puede eludir o controlar”. Como nosotros, este pensador arranca con la caída bíblica del hombre y alude a que “muchos otros pueblos, desde China hasta Grecia, buscaron hacia el pasado una edad de oro en la guerra y el conflicto eran desconocidos y en que, como lo dice Lao-Tse, una aldea podía mirar sin envidia ni hostilidad el humo que salía de las chimeneas de la aldea vecina”. Los hebreos, tal vez, encontraron esa edad de oro en el Edén o Paraíso Terrenal que Dios destinó a Adán y Eva antes del pecado. Lo cierto es que no hay ningún documento fehaciente de esa edad ideal. Sólo hay pruebas antropológicas y arqueológicas que dan fundamentos para suponer que en algún período prehistórico, el hombre estaba tan ocupado por la escasez de alimento y la violencia, el peligro y la muerte que surgía del ambiente en que vivía y de las continuas catástrofes naturales, en los cuales no intervenía ninguna conducta deliberada del hombre. ¿Cuándo nace el impulso guerrero y cuál fue el motivo? Una meditación ordenada y profunda sobre los hechos arqueológicos e históricos nos llevan a suponer que el germen de la violencia ya estaba en el hombre por lo que nosotros arrancamos con el “síndrome Caín-Abel” como la única explicación de una fuerza irracional que está y surge del hombre mismo, sin otra motivación que sus propios instintos. Para Mumford , “mientras permanezca oculta la fuente de nuestros actos irracionales, las fuerzas que nos siguen empujando hacia la destrucción parecerán incontrolables”. Esta aseveración es fácil comprender con sólo cotejar lo que ocurre con los llamados “pacifistas”. Ellos pelean por sus supuestos derechos y creencias pero realizan a veces manifestaciones tumultuosas que puede derivar en conflictos de confrontamiento físico, más que 25 Lewis Mumford es escritor, filósofo de la cultura, crítico de arquitectura y de planificación urbana y se clasifica a sí mismo de “generalista” cuyo fuerte “no está en encontrar o fabricar las piezas sino en ordenarlas dentro de un cuadro inteligible”. Abogó tempranamente por la resistencia militar contra las potencias totalitarias antidemocráticas. Escribió un artículo CÓMO COMENZÓ LA GUERRA publicado por Editorial Peuser, Bs. As. 1964

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intelectual. El mismo Mumford cobijó ideas de acabar con las potencias totalitarias que son las que, generalmente, originan las grandes conflagraciones. Pero según nuestra presentación, para eso preconizaba una “resistencia militar”, lo que puede traducirse como “proponer una guerra contra la guerra”. Esto significa, más o menos, como aceptar, aun en los impulsos más nobles, la decisión de imponer una “justa causa” aunque sea por el imperio de la fuerza. Es como “la ira por justa causa” que opera como una emoción fuerte o conmoción. Bajo el influjo esas fuerzas emocionales o impulsivas, se anula el freno de la razón y nace el impulso homicida el que no sólo se traduce como homicidio de otro, sino que también puede obrar como suicidio.26 El impulso de la violencia: motor de la guerra Todo esto obra como una consecuencia lógica de aceptar que el hombre tiene entre sus impulsos instintivos, el impulso de la violencia. Este impulso obra instintivamente, irrefrenable, en los primeros momentos de la humanidad en que el hombre no desarrollaba todavía su potencial humano. Mumford piensa que las grandes “épocas de poder” de la humanidad conllevan cosas buenas y malas y la guerra es una de esas maldades. Asimismo, considera que con la invención de la escritura, todas las potencialidades emocionales e intelectuales del hombre cobran con la civilización un nuevo impulso que le llevará a otros fenómenos como las artes y las ciencias, la creación de monumentos sofisticados y las ciudades amuralladas. La muralla, fruto de un ingenio creativo y constructivo, fue la gran credulidad de la Antigüedad que vio en ella una especie de escudo contra los embates guerreros de pueblos vecinos. Pronto, el otro ingenio, el destructivo, aprendió a crear instrumentos para abatir los muros. Y esos instrumentos fueron tan efectivos como la trompeta de Jericó. Hoy el hombre sigue con la fantasía del muro protector, pero esta vez ya no es la muralla de la ciudad o burgo, sino la gran pantalla electrónica que barre el cielo para rastrear ataques arteros desde el aire. O sino la pantalla defensiva-ofensiva de los escudos de mísiles. En la primera y la segunda guerra mundial, los beligerantes formaban las murallas defensivas con las famosas “líneas” defendidas por innumerables divisiones de ejércitos, armamentos y pilastras de cemento armado. La civilización surgida hace, casi, seis milenios, se ha ido ampliando el territorio “dominado por la civilización, pero sin modificar nunca esencialmente, el esquema original” (Mumford ). Muchos pueblos antiguos, en la concepción de Mumford , hacían la guerra por razones religiosas, en las cuales para obtener la riqueza, la salud y la prosperidad había que ofrecer sacrificios a los dioses por lo que este pensador concluye: “Detrás de la guerra se oculta así este bárbaro mandato religioso: sólo por el sacrificio humano puede salvarse la humanidad”. Siglos después Mahoma también predicaría la “guerra santa” y el Medioevo se vería envuelto en las rencillas entre cristianos y sarracenos que ocuparon muchos años en las llamadas Cruzadas.27 No obstante, también se combatía por el poder feudal o la defensa de los feudos, de las guerras entre los señores, las cuales muchas veces ocultaban la codicia de aumentar los bienes materiales, dando origen al llamado “botín de guerra”, donde lo que se ganaba en la guerra pasaba a ser posesión del vencedor, sean personas, valores o tierras. Recientemente se reemplaza la lucha religiosa por las

26 Antonio Paolasso – IMPULSO HOMICIDA NO PSICOPÁTICO presentado en el IV Congreso Mundial de Estados Depresivos en el Simposio Internacional de Violencia y Conducta Agresiva, realizado en Mendoza, Argentina, en setiembre 2000 27 La prédica de Mahoma llega hasta el siglo XX y comienzos del XXI con las guerras del fundamentalismo religioso, que la escritora y periodista española Rosa Montero comenta: “una vez más ahora mismo estamos enloqueciendo y demonizando a esa mitad de la Humanidad que cree en Mahoma (al igual que ellos nos demonizan a nosotros” (Diario Los Andes, Mendoza, 12/11/12)

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guerras territoriales y la razón de Estado, donde cada gobernante o monarca sólo pensaba, como los antiguos, en guerrear para expandir el imperio. Es la “guerra imperial” donde solían mezclarse razones de Estado con motivos religiosos y cuestiones de herencias de sangre. Muchas de estas herencias se dirimían por la guerra o por matrimonios convenidos entre la realeza, donde la unión de familias significaba la adhesión de terrenos.

En la Contemporaneidad, además del sentimiento de nación o patria, imperaron otras razones como la teoría del espacio vital, por la cual se postulaba que el territorio destinado a que el hombre lo habitara, se encontraba superpoblado y por lo tanto había una reducción importante del espacio para vivir, lo cual hacía necesaria la guerra para producir la cantidad suficiente de bajas que disminuyeran el exceso demográfico. No obstante, como esta teoría no resultaba muy convincente, se agregó la teoría racial de la súper raza que ya había nacido, de algún modo con Nietzsche, y que consolidó la prédica del nazismo que imponía a la raza aria como la más superior y toda otra raza era inferior y debía ser aniquilada. Esta idea de la depuración étnica tuvo otros atisbos históricos entre sajones y normandos, entre hebreos y árabes y después de la caída del nazismo, tiene brotes virulentos en los Balcanes, donde varias etnias pelean por la supremacía en una guerra de aniquilación total, que da continuidad a la atrocidad conocida como genocidio. Así, en el pensamiento de Mumford , el primer impulso neurótico guerrero original fue reemplazado por otros motivos como los subproductos del esfuerzo bélico que consistían en esclavos, botín, tierra y tributos, posteriormente por la teoría del sacrificio para atraer los beneficios de los dioses, luego de nuevo por los subproductos señalados y últimamente por todas estas causas, a las que también se agrega la ocupación del espacio vital, la depuración étnica y otras razones, en nuestro parecer, tan neuróticas como la primera. Incluso hoy, hay países que guerrean por la defensa de la democracia, el estilo de vida occidental, con la idea mumfordiana de que al despotismo de los países totalitarios hay que combatirlos con la guerra militar, como es el caso de EE.UU. Por lo tanto, se guerrea por varias causas o razones a la vez: religiosas, étnicas, posesión de territorios y defensa de la “causa justa”. Mumford se pregunta: ¿Cómo explicar la persistencia de la guerra, con sus victorias que resultan tan desastrosas como sus derrotas, con sus causas justas que producen consecuencias injustas o contradictorias, y con sus heroicos martirologios empañados y traicionados por la conducta egoísta, indigna, de los sobrevivientes? Una de las respuestas que este autor da a esta pregunta es la razón de que los gobernantes mantenían la guerra como una parte integrante del conjunto de las instituciones civilizadas, sobre la base de una tensión permanente de diferentes intereses. Eliminar uno de esos intereses significaba poner en peligro los demás. Luego, elogiaban los sacrificios de la guerra para sostener, de algún modo, su propio poder político. Otra causa es que nunca se calificó a la guerra como asesinato colectivo y se le consideró y castigó como normalmente todas las leyes nacionales e internacionales lo hacen con el asesinato individual. Este método de juzgamiento es sumamente irracional y surge, no sólo de esa tendencia instintiva de violencia que aparece por primera vez en el acto de Caín, sino que reside en el inconsciente profundo del hombre como el mismo sentimiento de violencia que lo empuja a la guerra. El impulso irracional de matar le conduce a la falta de racionalidad para juzgar ese impulso y sus secuelas. Esta irracionalidad, no obstante, no le libera de un sentimiento de culpa, el que se haya sumamente reprimido y esto le crea una angustia, la que se potencia con los poderes, que primero atribuyó a un origen divino y al que hoy accede por otros medios y a los cuales aun no aprende a dominar con su inteligencia total. Es como si el poder fuese la causa de la irracionalidad que es más poderosa que la razón natural. Si no fuera así, ¿cómo explicar las bestialidades de los

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que ejercen el poder dentro de una sociedad? De este modo, esta corrupta irracionalidad es el principal y único enemigo de los pueblos que guerrean. La racionalidad, precisamente, está más en la gente que está marginada de acceder de determinados niveles de poder, sobre todo, el poder político. La mayor parte de la población del mundo que vive en comunidades rurales, sobre todo las que son muy débiles social, económica y políticamente y a veces pobres, no poseen ambiciones de tener y mantener ningún poder y esto les confiere el carácter de una reserva de vitalidad y de cordura. En ellos reside sin acondicionamiento alguno, el verdadero espíritu pacifista y la falta de vocación bélica. Otro hecho es que algunos núcleos de hombres, tal vez inspirados por ideas filantrópicas o cristianas, como ocurrió con Henry Dunnant, 28 sabiendo que el mal de la guerra no será fácilmente arraigado, decidieron al menos mitigar las consecuencias inhumanas de esa guerra y trataron de poner normas que dañen lo menos posibles a las poblaciones civiles ajenas a las conflagraciones. Así se trata de imponer que los militares limiten sus acciones contra objetivos exclusivamente militares y no se ataquen objetivos civiles no involucrados de ninguna forma en la máquina guerrera. El Tratado de Ginebra impone el respeto de la asistencia médica a los heridos y muertos, de forma que los que portan el emblema sanitarista de la cruz roja no deben ser atacados mientras estén en acción. Otras cláusulas tratan de aliviar los sufrimientos de los prisioneros. Pero no hay ninguna cláusula que impida asesinar a sangre fría en plena acción bélica. No se impone la norma de “atacar sólo en defensa propia”, sino impera la norma de “eliminar al enemigo de cualquier forma”. Estos factores de alivio y compensación redujeron progresivamente las secuelas maléficas de la guerra total, al menos en la forma como ésta se practicaba en los primeros imperios, pero de ninguna manera modificaron el patrón básico del modo de guerrear (Mumford ). Pero la tecnología contemporánea ha creado armas que no saben distinguir lo racional de lo irracional y cuya única misión es la destrucción total. La bomba atómica y su similar de hidrógeno, los nuevos mísiles, los elementos de la guerra química y bacteriológica, no respetan a nadie ni a ninguna vida humana cuando alcanza a todo ser viviente que se encuentre dentro del área de su acción y efecto. Ellos no saben de los derechos del tratado ginebrino, ni la piedad filantrópica o religiosa, ni de los inocentes civiles que están al margen de la contienda. Las “potencias” que manejan estas armas actúan como todopoderosas y avasallan todos los derechos ajenos e intentan imponer al mundo sus normas y dictar los términos en que debe desarrollarse la existencia del resto del universo (no sólo ya en la tierra sino también en el espacio sideral). Esta situación ha puesto en jaque mate a todo intento de poner en marcha a las virtudes humanas que pueden salvarnos de la destrucción irracional masiva y de los movimientos correctos para vivir como verdaderos seres inteligentes, en paz y armonía consigo y con los otros. No hay razón alguna que pueda competir con esta fuerza bruta. Los gobiernos aliados que se imponen el deber de guerrear pretenden que la guerra es “algo natural” y que sus causas son siempre justas. Así con encendidos discursos aprovechan cualquier incidente, grave o no, para justificar la “defensa”, el “castigo aleccionador”, la “guerra oculta” de los enemigos o la “liberación de la opresión”. Lo raro de todo esto, es que los discursos de los contendientes dicen lo mismo. Ambos están peleando por los mismos motivos por los que se culpan mutuamente. Esos discursos encienden la paranoia colectiva y desde ahí, los que ejercen el poder alistan sus pertrechos y se largan a la guerra, cualquiera sean sus consecuencias. De la paranoia, los pueblos pasan inmediatamente a los odios colectivos y la guerra queda instalada, a veces, en forma secular (de un siglo a otro)

28 creador de la Cruz Roja Internacional

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Los reguladores del impulso violento Con el avance de la educación, al mismo tiempo que el hombre obra en un sentido destructor, otros grupos minúsculos están demostrando con la biología, la psicología y la filosofía que muchas de estas premisas originales de la civilización, además de falsas, no son exactamente las que corresponden a la bondad esencial del ser humano. Es cierto que el hombre tiene tendencias negativas y conductas aberrantes, pero no es verdad que su esencia sea naturalmente mala. Hay las dos tendencias bien definidas en el hombre: el mal y el bien. Ambas están conviviendo en su ser. Pero hay dos jueces que cuando el hombre se allana a tenerlos en cuenta, le indicarán que siempre es mejor elegir el bien que el mal. “El árbol se conoce por sus frutos”. Esta frase que se le atribuye origen bíblico, es el único método que despojado de toda solemnidad nos dirá qué es “lo mejor”. La experiencia nos dice histórica y personalmente, que el bien siempre favorece al hombre y le acarrea más beneficios que perjuicios. Los dos jueces que nos deben guiar son:

• La conciencia • La recta voluntad

La conciencia cuando es escuchada y se presta atención a lo que nos dice, indicará, sin

hesitaciones, cuales son los impulsos perversos, cuales los impulsos creativos e indicará el camino para cada uno de ellos. La elección de dejarse llevar por algunos de estos impulsos dependerá de la conciencia. El fiel de la balanza que inclinará el platillo hacia uno o hacia otra clase de impulsos, será el sentimiento. Si obramos bajo la luz de la inteligencia, sabremos que siempre conviene seguir los impulsos creativos y para ello debemos cultivar los buenos sentimientos, esto es, tener una vida afectiva activa, guiada por una axiología que lleve como primeros grandes valores el amor y la vida (tanto la propia como la ajena). Los valores excelentes son las brújulas interiores que nos guiarán por el camino adecuado hacia el fin debido o correcto y nos apartará de los senderos ruinosos.

Pero lo que hace que realmente nosotros sigamos esos impulsos es la voluntad. La elección

de impulsos benéficos, la tenencia de buenos sentimientos y la posesión de una escala de valores positivos, son sólo actos intencionales. La elección es un proceso de deliberación y todo lo que ocurre en nuestro interior son ideas o ideales que están dentro de nosotros. Para que estos ideales sean realidad, es decir, se exterioricen y se manifiesten en una conducta positiva, es necesario el poder de decisión y eso dependerá de nuestra voluntad. Pero nuestra voluntad no delibera qué es lo bueno y qué es lo malo. Se limita a poner en acción los impulsos que previamente hemos decidido seguir. Por eso, cuando ponemos esa voluntad al servicio de los impulsos creativos y de los valores positivos, hablamos de la recta voluntad.

De este modo, la raza humana en general, se dividirá en dos grandes tendencias:

1. los que se dedican a buscar el poder por el poder mismo (“captura del poder” según Mumford )

2. los que eligen como meta para vivir el amor a sí y a otros, pero por sobre todo, el amor a la vida como uno de los bienes más supremos que el hombre tiene.

Del predominio de una u otra tendencia será el destino de una generación, de un siglo, de

una sociedad y de un tiempo. De los adalides de estas tendencias surgirán los grandes movimientos destructivos o creativos. Mientras los creativos tienden a permanecer en el tiempo, los destructivos duran sólo algunas generaciones. Lo que sucede que la continua aparición de impulsos perversos,

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genera continuamente líderes que empujan a los pueblos a la destrucción propia y de otros. Lamentablemente, la voluntad colectiva no se guía por las conductas individuales sino tiende instintivamente a volcarse hacia una u otra tendencia. A mayor civilización y educación, menor inclinación a la destrucción y más proclividad a la creación. Inversamente, cuanto menos civilizado, educado y menos bienes tenga una comunidad, más tenderá al odio, a la guerra y a la autodestrucción.

Actualmente, todo está ocurriendo como que la mayoría de la humanidad, más de sus dos

tercios, juegan con una fatalidad de no poder escapar al destino del hambre, la enfermedad, la pobreza, la ignorancia y el retroceso de la civilización y la educación. Las supuestas “grandes potencias” cobran nuevos impulsos de un nuevo imperialismo, el cual ya no anexa territorios pero dicta reglas que sojuzgan las soberanías de otras naciones, al juego que ellas realizan. Para esto usan el poder económico como una herramienta de esta nueva esclavización. Los pueblos son sometidos por préstamos financieros diabólicos que les crea una fabulosa “deuda externa” que los hace postrar de pie ante las naciones acreedoras. Esos préstamos son impulsados conscientemente por las naciones dadoras de los mismos, a sabiendas de que no podrán ser devueltos, y así tienen un elemento de presión para lograr la adhesión incondicional de los pueblos deudores a todos los designios internacionales que deseen establecer.

Este renacimiento de las tendencias imperialistas, otro rezago de la Antigüedad, es el

principal factor de resentimientos hacia pueblos como EE.UU. e Inglaterra y los que operan con igual intención dentro de sus órbitas. En otras formas de neo-imperialismo otras nacionales operan con el poder económico, a través de las llamadas empresas transnacionales las que aterrizan en un país, se apoderan de sus bienes y la producción y la “exportan” bajo la forma de capital hacia las naciones de origen de esas transnacionales. Es el caso de vaciamiento económico y financiero que operó a fines de siglo XX en Argentina y sigue con más ímpetu y mayor tonelaje, en el comienzo del siglo XXI. Este poder económico crea tanto o más odio que la posesión violenta de territorios y lleva a la guerra encubierta del terrorismo o la guerrilla.

Terminaremos este capítulo, con las frases que Mumford termina su trabajo: “Pero con la

diagnosis tan grave y la prognosis tan desfavorable, uno tiene que volver a los milagros: ante todo, al milagro de la vida misma, esa vieja maestra de lo inesperado, de lo imprevisible, de todo menos de lo imposible”. ¿Homo bellicosus? Cuando la RAE define a belicoso, da dos acepciones, por cierto, con denotaciones bien diferentes: la primera designa por un lado al hombre “guerrero” o “marcial”, el hombre que interviene en la guerra (en nuestra actualidad sería el militar); pero la segunda acepción configura al “agresivo” o “pendenciero” que no es el que interviene en la guerra por profesión, sino al que busca pleitear o pendenciar sólo por un impulso violento y sin otra razón. Luego, un homo bellicosus bien puede ser el guerrero o militar por profesión o bien el “modo de ser” violento del hombre. Nosotros adoptaremos la segunda acepción de la RAE y lo encasillaremos como uno de los tantos modos de ser del hombre. Esto implica dejar abierta la duda sobre si la violencia es un estado connatural o inherente a la esencia humana o es sólo una reacción instintiva que nada tiene que ver con la naturaleza en sí. En este aspecto, también creemos que la reacción instintiva es parte de la naturaleza biológica o animal del hombre, pero de ningún modo puede ser su esencia, dado que la racionalidad es una facultad que lo aleja de la bestialidad. La reacción instintiva violenta es más propia de la bestialidad que de la racionalidad. Sin embargo, el fenómeno de la guerra no sólo

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involucra a un hombre violento sino que puede verse como algo que tiene algunas características lúdicas o de juegos de estrategia y otras veces como una reacción de defensa. La duda es cuando la acción es ofensiva sin una causa justa. Aún, existiendo causa justa, la racionalidad tendría que ser una especie de escudo que evita caer en el belicismo.29 En la actualidad, las potencias beligerantes no lo son por causas justas, sino por fundamentalismos políticos o religiosos o étnicos. Quizás uno de los testimonios antibélicos más patéticos es el dado por el ilustre Albert Einstein: “La violencia atrae siempre a los moralmente inferiores y, de acuerdo con mi convicción, es ley que los tiranos geniales tiene como sucesores a los canallas. Basándome en ello, siempre fui un adversario apasionado de sistemas como los que rigen actualmente en Italia30 y otros países... Hablando de todo esto, llego al peor engendro de la humanidad: el militarismo, que me es tan odioso. El que se siente en condiciones de marchar con placer, en fila, codo a codo, al son de la música marcial, ha recibido un cerebro grande sólo por equivocación, puesto que le hubiera bastado con tener únicamente la médula espinal. Este oprobio, la mancha que gravita sobre la civilización, ha de ser borrada para que desaparezca tan pronto como sea posible. El heroísmo a la voz de mando, la violencia irracional y el vano patrioterismo, ¡con cuánto ardor, con qué intensidad los odio! ¡Qué execrable me parece la guerra! ¡Me dejaría cortar en pedazos antes que participar en hechos tan abominables! Tengo una opinión tan elevada de la humanidad, que creo que ese fantasma hubiera desaparecido hace mucho si el sano criterio de los pueblos no se corrompiera sistemáticamente por los intereses comerciales y políticos, por medio de las escuelas y la prensa”. La tesis de Meave Leakey, que en el capítulo anterior citamos de la mano de Rosa Montero, en el sentido que la antropología cree que el hombre de Cromañón u homo sapiens en realidad fue más homo bellicosus que sapiens, parecería mostrarnos que la belicosidad es una tendencia propia de esta raza que se destacó entre los homínidos primitivos y prevaleció sobre ellos por su espíritu violento y guerrero. Era la raza beligerante por excelencia. La tesis antropológica, quizás, nace por los hechos de haber asistido a guerras interminables y continuas entre diferentes grupos humanos desde la aparición de estos homínidos. Mientras los primeros homínidos fueron desapareciendo por causas naturales, es muy probable que el antecesor del Cromañón, o sea, el Neandertal, haya desaparecido por las guerras más que por causas naturales. Pero la teoría Leakey no habla de guerra entre neandertales sino la guerra de exterminio iniciada por el Cromañón. Luego, la raza de la guerra es ésta y con ella se introduce el homo bellicosus como institución de la humanidad prehistórica e histórica. Estos dos prototipos de homo bellicosus, el guerrero o militar y el hombre común “agresivo y pendenciero” son modos de manifestar la violencia humana como continuo confrontamiento con otros seres humanos. La violencia, como crueldad,31 es cuando la conducta agresora no sólo lo es con sus propios congéneres, sino que se extiende a otros seres vivos y el hombre mata sólo por el placer de matar. Se vuelve el mayor depredador de la naturaleza y de sí mismo. Por esto, la crueldad se considera una fiereza, esto es, como una calidad de bruto o de fiera, calidad que la misma RAE también considera como horrorosa y terrible. En una fiera o animal salvaje e indomable, la fiereza es su naturaleza. Pero en el hombre significa una degradación de su condición de inteligente y

29 Tendencia a tomar parte en conflictos armados 30 Einstein escribe esto en el momento en que el nacionalsocialismo, bajo las formas de fascismo, franquismo y nazismo imperaban en Italia, Alemania y España. 31 Actitud de inhumanidad, fiereza de ánimo e impiedad

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racional para transformarse en un ser irracional. Por esto se deshumaniza y la crueldad lo vuelve inhumano. El belicoso tiende a ser cruel. En la guerra, el hombre da rienda suelta a sus más bajos instintos y aparece el torturador, el asesino, el violador, el rapaz y el destructor porque sí, sin motivo alguno. El belicoso cotidiano es el que golpea a su esposa, a sus hijos, a sus vecinos y a todo humano que se le oponga. Pelea sin mayor causa o sin tener ninguna. Por momentos, se muestra como un psicópata verdadero. ¿O la belicosidad extrema es psicopatía? Creemos que es una situación borderline donde el ser humano enferma su condición esencial de ser racional para operar como un irracional, lo que es propio de los psicópatas o los sociópatas. El pensamiento violento Quizás el homo bellicosus esté regido por lo que Barylko llama el pensamiento vertical que es el pensamiento “osificado por la rutina. Se clava en un punto y ahí persiste. No se mueve. No se desvía... El pensamiento vertical ciego y estúpido es el generador de conflictos y desdichas”.32 Con estas y otras reflexiones, Barylko nos quiere indicar que el hombre comienza a razonar con lógica pero va decayendo hasta que el pensamiento se cierra en una rutina de la cual no le es fácil salir. Ese pensamiento se vuelve fijo y no le es posible salirse de su rutina, esto es, desviarse o salirse de la vía o carril en que se ha metido. El belicoso y el violento adquieren ideas fijas como una forma de razonamiento primitivo y quedan con “moldes fijos” de una conducta agresiva la que no pueden, no quieren o no saben erradicar. O, cuando se es totalmente anormal, ocurren las tres cosas: no pueden porque no quieren ni poder ni saber salir de lo que consideran su estado natural. El violento se siente así y se forja la creencia de que la violencia es su sello personal. Su “modo de ser” o su segunda naturaleza. No le importa si su violencia daña o es desprolija. Sólo importa que adquiere un sentimiento de poder o de dominio o un cierto goce sadomasoquista. O, directamente, pierde todo control sobre sí mismo porque ya no lo guía ninguna forma de razón o raciocinio. Sólo le impulsa lo instintivo y lo intelectivo se detiene, se automatiza y adquiere rigidez. Por eso se piensa que es un “pensamiento osificado” o petrificado.

32 Jaime Barylko – SABIDURÍA DE LA VIDA, Editorial Planeta, Bs. As. 2002

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IV

La explicación científica Las emociones destructivas33

emos extractado y resumido de una de las obras de Daniel Goleman los siguientes conceptos sobre las emociones destructivas, a la que transcribimos en cita. La mayor parte del sufrimiento humano se deriva de

las emociones destructivas como:

1. el odio que alienta la violencia 2. o el deseo que promueve la adicción

Las emociones destructivas humanas:

⇒ ¿se trata de un rasgo esencial e inmutable del legado humano’ ⇒ ¿qué es lo que les confiere el poder de llevar a personas, en apariencia racionales, a

incurrir en acciones de las que posteriormente se arrepienten? ⇒ ¿cuál es el papel que desempeñan en la evolución de nuestra especie? ⇒ ¿son acaso esenciales para la supervivencia? ⇒ ¿cuáles son los recursos de que disponemos para superar esta amenaza a nuestra

felicidad y estabilidad personal? ⇒ ¿cuál es el grado de plasticidad del cerebro y cómo podemos orientar en una

dirección más positiva los mismos sistemas neuronales que albergan los impulsos destructivos?

⇒ ¿cómo podemos llegar a superar las emociones destructivas?

Las respuestas a estas preguntas contestarán sobre las emociones destructivas en particular y las emociones negativas en general y acercarse a un concepto de diferencia cerebral entre enfado y rabia. La visión budista de lo que se entiende por destructivo, reside en lo que llaman los Tres Venenos:

1. el odio 2. el deseo 3. la ignorancia

Básicamente, una definición generalizada y operativa de emoción destructiva es “aquella

que daña a los demás o a nosotros mismos” Los diferentes puntos de vista consideran a las emociones negativas con muchas variables:

� visión psicológica: se apoya en la perspectiva darviniana según la cual las emociones destructivas perduran en nosotros a manera de vestigios de aspectos que, en algún momento de nuestra evolución, desempeñaron un papel esencial para la supervivencia (Paúl Ekman) Aunque todos los seres humanos compartamos el mismo conjunto de sentimientos básicos como parte de nuestra herencia común,

33 Daniel Goleman – EMOCIONES DESTRUCTIVAS, Editorial Vergara, Bs. As. 2003

H

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existen notables diferencias interpersonales en el modo de valorar y expresar las emociones. Es muy importante el reconocimiento de estas diferencias para poder superar las emociones destructivas (Jeanne Tsai)34 El aprendizaje social y emocional (alfabetización emocional) enseña a los niños a no dejarse llevar por los impulsos negativos, en especial los destructivos y a controlarlos. Iguales programas pueden confeccionarse para adultos (Mark Greenberg)35

� visión de la neurociencia: las emociones destructivas dependen de circuitos cerebrales implicados en un amplio espectro de emociones destructivas que van desde el deseo del adicto hasta el miedo paralizante del fóbico y la descontrolada crueldad del asesino de masas. Es posible determinar las regiones cerebrales que inhiben los impulsos destructivos y aquellas otras que pueden contribuir a reemplazarlos con la ecuanimidad y la alegría (Richard Davidson)36 Es posible investigar la disección de la actividad neuronal que subyace a un determinado momento de percepción, especialmente en meditadores avanzados debido a su experiencia en la observación del funcionamiento de la mente (Francisco Varela)37 La neuroplasticidad es la capacidad del cerebro para seguir desarrollándose a lo largo de toda la vida y la práctica de la meditación aumenta la plasticidad de los centros afectivos del cerebro que inhiben las emociones destructivas y negativas y promueven las positivas (Davidson)

Aunque las emociones destructivas, por su misma naturaleza, puedan alentar el pesimismo,

los estudios para contrarrestar esas fuerzas oscuras en nuestra propia mente, son prometedores. A fin de superar el virus (veneno) de las emociones destructivas, debemos vacunarnos contra el caos interno de los sentimientos negativos (como el pánico o la rabia ciega) que obstaculizan toda acción eficaz para buscar el equilibrio y la paz interior. Neuroanatomía de emociones positivas y negativas En estudios realizados por Davidson en laboratorios de neurociencia, con RMNf (resonancia magnética nuclear funcional) y EEG, se determinó que los sentimientos positivos como la felicidad, el entusiasmo, la alegría, la energía y la alerta operan sobre una región del córtex prefrontal que es el gyrus frontal intermedio izquierdo. Las emociones negativas actúan también el córtex prefrontal pero en el gyrus frontal intermedio izquierdo. Esto permitiría deducir que quienes presentan un alto nivel de actividad en la región prefrontal derecha y un bajo nivel de actividad en la izquierda, son más propensos a experimentar sentimientos y emociones negativas como la tristeza, la ansiedad y la preocupación (emociones perturbadoras). Luego, la mayor actividad prefrontal derecha es un buen predictor de predisposición para la depresión y la ansiedad. Cada uno de nosotros posee una pauta distintiva en la razón (ratio), de activación de las regiones prefrontales derecha e izquierda, que supone un excelente barómetro de nuestro estado de ánimo más característico. Esa proporción constituye una especie de línea basal emocional, en torno a la cual gravita nuestro estado de ánimo. Todos nosotros poseemos cierta capacidad, más o menos limitada, para transformar nuestro estado de ánimo y modificar así esa razón. De este modo podemos lograr

34 Investigadora de la University of Minnesota que trabaja en la Stanford University, EE.UU. 35 Psicólogo de la University of Pennsylvania, EE.UU., pionero en los programas de aprendizaje social y emocional 36 Investigador fundador de la neurociencia afectiva, que trabaja en la University of Madison, EE.UU. 37 Cofundador del Mind and Life Institute y director de investigación del laboratorio nacional de neurociencia de París

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que se inclina hacia la derecha o hacia la izquierda... Cuánto más se incline hacia la izquierda, más positiva será nuestra predisposición anímica. Contrariamente, la inclinación hacia la derecha conlleva una predisposición anímica negativa. A esta altura corresponde preguntarse: ¿el pensamiento precede a la acción y antes de que se produzca un cambio en el cerebro se ha producido un pensamiento? La pregunta tiene variables distintas para ser contestada. Hay situaciones en que la percepción involuntaria o la presencia de experiencias súbitas, no sujetas a la valoración del pensamiento, debido a la rapidez de la mente emocional sobre la mente racional, nos impactan sin que tengamos tiempo de pensar y se genera una actividad cerebral que espontáneamente puede llevarnos hacia un giro a la izquierda o a la derecha, según que la experiencia sea agradable o desagradable.

Pero, independiente de la primera reacción espontánea, es indudable que si nos esforzamos en poner en marcha, en forma normal, la mente racional, podremos controlar con pensamientos positivos las sensaciones negativas. Y viceversa: los pensamientos positivos ayudan a la mente racional. Lo que hay que descartar en este planteamiento es la teoría biologista actual, en el sentido de que el cerebro es el que origina, promueve y propone todas las facultades mentales incluyendo el pensamiento. La experiencia en los laboratorios de neurociencias ha mostrado claramente que el cerebro se pone en funcionamiento una vez que se manifiesta primero la emoción o el pensamiento. Espontáneamente el cerebro no crea emociones y pensamientos. Es sólo un vehículo o instrumento de las mismas, lo que muestra claramente la RMNf o el SPECT o el EEG. Prueba patente de este aserto es lo que anteriormente afirma Goleman cuando dice que todos poseemos la capacidad de modificar nuestro estado de ánimo y nuestros pensamientos a voluntad. Lo que está en discusión no es si el cerebro es la fuente creadora de emociones o pensamientos por sí mismo. Sino en qué condiciones los pensamientos y emociones son espontáneos y cuáles son los inducidos y controlados por la voluntad. No hay duda que en la meditación todo está perfectamente bajo el control absoluto de la voluntad y es el espíritu la usina que provee la energía generadora de inspiraciones, sentimientos, emociones y pensamientos. Tras la formulación de los mismos, entran en juego las hormonas, los neurotransmisores y todo el sistema neuroendocrino para provocar los cambios anatomofisiológicos necesarios para darle forma concreta a las sensaciones y percepciones de todos los tipos. Del estudio neurocientífico de Davidson, éste infirió que el correcto y óptimo funcionamiento de las capacidades o facultades mentales son producto de un entrenamiento intensivo, es decir, de una gran práctica y educación, lo que significa implicaciones muy profundas para el desarrollo potencial del ser humano. El instinto de la violencia En primer lugar, sabemos que la ira es un instinto primario en el hombre y es el que genera el instinto violento. En segundo lugar, todo acto que desborda la mesura y el equilibrio de la conducta humana se considera que es violento cuando produce un daño a las personas o a las cosas. Pero la medición del daño suele ser un proceso que no tiene una exacta precisión y que está muy enraizado en concepciones subjetivas más que objetivas. Así, cada vez que hay daño, lo primero que se debe delimitar lo mejor posible es el daño físico, el mental o moral o espiritual, en lo personal y el daño social, colectivo o público. En lo referente a la violencia es importante tener en cuenta dos cuestiones:

� la referida a la causa de los actos violentos � las secuelas de la conducta violenta

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En lo referido a causas, éstas pueden estar en lo ambiental, en lo personal o perfil psicológico o en cuestiones genéticas (aunque éstas no están muy bien delimitadas en el genoma humano). Dentro de lo ambiental están los factores de socialización (medio en que se vive, familia, escuela, etc.) y de estos elementos surge el aprendizaje social que puede llevar al pacifismo o convivencia social armoniosa o a la violencia. El campo social incluye muchas cosas que van más allá de lo psicológico y personal como es lo económico, lo político, lo religioso, el derecho, etc., que pueden llevar o conllevan tintes violentos (por ejemplo, las políticas agresivas, recesivas o persecutorias, las economías deprimentes, los fundamentalismos religiosos, las leyes injustas o mal aplicadas, etc.). La disrupción social que significa un desastre económico que lleva a la pobreza, la inseguridad social, la desocupación, la anarquía institucional, la corrupción pública no controlada ni castigada, causa un sentimiento de ira o bronca que se va introyectando crónicamente hasta desbordar en violencia. Mientras que la no-satisfacción de las compulsiones primarias conduce indefectiblemente a la muerte, como ser el hambre y la sed, la no-satisfacción de otras compulsiones secundarias o aprendidas, sólo conducen a la frustración, la que cuando es crónica produce graves alteraciones emocionales o psíquicas, generando muchas veces la ira que puede desembocar o no en una tendencia tanática (asesinato y/o suicidio) (impulso homicida). Cuando no se llega al impulso homicida, se producen alteraciones de angustia, ansiedad o distrés o alguna psicopatía, dependiendo del tipo de frustración y del motivo de la misma, como asimismo, de la personalidad del frustrado. La RAE define a agresión como “acción y efecto de agredir”, “acometer” lo que significa acometer a alguien para herirle, matarlo o hacerle algún tipo de daño. Puede decirse que de algún modo la agresión “significa el acto opuesto o contrario al derecho de otro”. Psicológicamente la agresión “es una manifestación de la personalidad dirigida hacia un objeto y que implica un ataque, y a menudo un intento hostil y destructivo”. Alonso Fernández remarca que la agresividad específica del hombre, alcanza frecuentemente grados de ferocidad y violencia muy raros entre los animales. En este sentido Portman señala que “no hay animales que hagan a sus congéneres lo que se hacen unos hombres a otros”. Bruno destaca que la manera habitual de la conducta del hombre “lo conduce suavemente hacia satisfacciones acostumbradas y genera muy pocos o ningún impulso de agresividad, pero si los obstáculos surgen en los senderos habituales de los esquemas establecidos, habrá un fuerte impulso correspondiente a la conducta agresiva.” Sintetiza la secuencia en la tríada siguiente: frustración = ira = agresión, en la que ubica a la agresión como “un intento de eliminar la fuente de la frustración y así dejar libre el sendero hacia el objetivo deseado”.

La agresividad puede manifestarse de diferentes formas o actos, entre los que se incluyen

desde la agresión verbal (gritos, insultos, difamación, mentiras, etc.) hasta la agresión física (golpe, herida, tortura, muerte, etc.). La agresividad se cataloga más como pulsión aprendida que biológica, dado que el hombre se manifiesta en formas opuestas: mientras hay comunidades que son esencialmente agresivas, hay otras que tienen vocación pacifista. Igualmente ocurre con las personas: las hay agresivas en distintos grados y otras pacíficas, también en distintos grados. Una cosa es evidente: no todos los hombres son agresivos. Otra nota es que la agresividad nace con motivaciones y una vez que surge, si el motivo no cesa, la agresividad se expande. Raramente hay agresividad “sine materia” (sin causa) en hombres normales. Algunas personas piensan que llevar a cabo un acto violento puede generar satisfacción porque se descargan los impulsos y tensiones internas. También se usa la violencia como medio para obtener el poder o el control sobre otros, por ejemplo, las interrelaciones con un medio determinado o la familia donde las interacciones violentas dejan a unos en posiciones de

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sometedores y a otros de sometidos. Quizás en el fondo subyace un instinto de territorialidad que lleva al hombre, de igual modo que al animal, a “demarcar” su terreno o lo que él considera lo propio. Esto ocurre en todo espacio de poder (política, empresarial, económico, intelectual, etc.). En los casos juveniles de barrios, la territorialidad lleva a la formación de pandillas que cometen toda suerte de delitos y actos violentos para mantener el “dominio” de su territorio. Otras sutilezas de los actos violentos están en que algunas personas sienten aumentada su autoestima al adquirir ese poder que otorga la violencia (beneficio supuesto de los actos violentos) y que le da la sensación de dominio de otros al coartarle la libertad. Cuando esto ocurre se instala una violencia organizada y cotidiana en la que se aprende a autovalorizarse en la medida que se adquiere destreza para ejercer la violencia dominadora. Entre las causas biológicas de la violencia, últimamente se investigan los efectos de las enfermedades consideradas mortales como el SIDA y que son contagiadas por el contacto sexual o a través del uso común de jeringas o transfusiones de sangre o violaciones. El enfermo siente una especie de bronca por haber sido infectado y manifiesta su ira en una supuesta venganza infectando a otros en forma intencionada y maligna (contagio perverso). Esto puede ser mediante actos violentos como emplear el acto sexual violento u ofrecido arteramente, salpicar con sangre contagiada a otros, etc. Hay algunas alteraciones o trastornos mentales que conllevan la violencia (esquizofrenia, oligofrenia, epilepsia, distrés crónico). La intoxicación por drogas y alcohol producen una liberación de todo freno personal y social y favorece o propicia acciones violentas diversas (accidente de tránsito, asaltos, asesinatos, violaciones, agresiones físicas de todo tipo, utilización de armas, etc.). El acto violento que nace de una emoción fuerte, cualquiera sea su origen, tiene un circuito cerebral emocional con un conjunto de neurotransmisores y otras sustancias que actúan exacerbando el acto violento una vez que la mente ha decidido hacer lugar para cometerlo. No hay un centro específico de violencia en el cerebro, sino un conjunto de mecanismos que se ponen en movimiento en forma de cascada. Cuando hay autoestimulación permanente o crónica se desata una especie de estado de violencia, propio de los furibundos o iracundos que reaccionan ante cualquier estímulo con actos o conductas violentas. Mónica Oliver38 explica que el ser humano desde que nace expresa impulsos agresivos y la forma en cómo el niño transmitirá esa impulsividad depende del entorno en que se desarrolla. El contacto interpersonal o intercambio con las personas que lo cuidan, el modo cómo es tratado y el modelo de conducta que le brinden, moldeará la personalidad del niño que se está desarrollando. Esto equivale a interpretar que si el medio es propicio para ser educado pacíficamente, el niño aprenderá conductas pacíficas. Contrariamente, si el medio favorece sus impulsos agresivos, desarrollará conductas agresivas por desconocer el sentido de la pacificación (analfabetismo de la paz, según expresión de María Faustina Huarte39). De estos comentarios surge que inexorablemente, para vivir en sociedad, el niño debe aprender qué se puede y debe hacer y qué es lo que no debe ni puede hacer. Gerardo Rubinstein40 aporta el punto de vista que desde la adolescencia, los chicos se comportan como si necesitaran diferenciarse de sus padres y de los adultos en general. Esto es lo que a veces conduce a conductas anómicas, especialmente violentas, que conllevan el daño a terceros o a sí mismo (autodaño). El especialista cree que estas conductas son para llamar la atención de los adultos y de los padres. De ese modo, los adolescentes niegan que conducir borrachos les puede causar un accidente o que mantener relaciones sexuales promiscuas y

38 Psiquiatra psicoanalista infantojuvenil del Comité de Salud Mental y Familia de la Sociedad Argentina de Pediatría 39 Secretaria de la Fundación “Alternativa”, Buenos Aires 40 Psiquiatra psicoanalista infantojuvenil de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APDEBA)

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sin protección (sexo seguro) no significa riesgo de embarazo o contagio de enfermedades venéreas. Esta negación, en sí misma, ya es una situación de enorme violencia.

Como corolario es necesario destacar el incremento de la tendencia al instinto de agresión o violencia. Está ligado a los instintos primarios de odio e ira y el factor desencadenante es la frustración. La agresión, si bien puede estar motivada o impulsada por instintos primarios, siempre es una conducta aprendida y un resultado social. La agresión, más que instintiva, es una reacción condicionada culturalmente. Se es agresivo porque el medio condiciona esa agresividad. Todo ocurre a tal punto se ha llegado a hablar de que existe actualmente una “cultura de la violencia” en donde lo agresivo es el condimento principal. Esto amerita un tema aparte en el próximo parágrafo. De esta forma, hemos intentado un acercamiento elemental al conocimiento de los instintos humanos, primer paso para poder explicarnos hasta qué punto una tendencia es imperativo y hasta cuándo o cómo, no lo es.

En síntesis: la tendencia actual de la violencia debe ser interpretada en un marco social

donde se ha abandonado la educación integral del hombre y se ha permitido la expresión de la conducta violenta, la cual se comporta como que es enseñada y aprendida para ser ejercida con una cierta conformidad social, puesto que todos están inmersos, de un modo u otro, con esa violencia y se ha establecido un cierto grado de tolerancia o permisividad y, hasta de comprensión que intenta justificar o, al menos, explicar con pseudorrazonamientos toda la violencia desatada por liberación de un impulso que nace como natural pero que se deforma y se “artificializa” por el mal manejo de la conducta social del hombre actual. Parece ser que el hombre de hoy sólo puede resolver sus conflictos mediante la violencia consigo y con los demás y ha marginado del todo la sabia enseñanza cristiana del amor y aquello de “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ha preferido seguir instintivamente a Caín, que adoptar a Cristo y a través de Él, el retorno al buen camino que le regresa a Dios.

Mente emocional y violencia

Daniel Goleman41 explica como Paul Ekman42 y Seymour Epstein43 han evaluado la llamada mente emocional, en forma separada y por distintas pruebas científicas. La mente emocional actúa más rápidamente que la mente racional y cuando se pone en acción no razona las acciones que realiza, porque en aras de su celeridad obvia toda influencia racional. Es probable que el origen de esta velocidad de acción se deba, en parte, a que cuando se enfrentan situaciones conflictivas como el estrés, las decisiones de huir o pelear, deben ser tomadas a veces, en cuestiones de segundos, o en milésimas de ellos. El espacio que media entre el estímulo motivador y la irrupción de la emoción en sí es instantáneo y la percepción del estímulo es tan veloz que dispone sólo de milésimas de segundo. La decisión de actuar es tan rápida que se hace en forma automática, pues no entra ni la razón ni la voluntad sino es una acción refleja. Estos autores piensan que este tipo de acción, además de irracional es inconsciente porque con la velocidad que se produce no alcanza a entrar en la conciencia, la que prácticamente está anulada mientras se desarrolla el acto. El apresuramiento de la respuesta emocional nos impide “darnos cuenta” de lo que está ocurriendo.

41 LA INTELIGENCIA EMOCIONAL, Javier Vergara Editor, Bs. As., 1996 42 Jefe del Laboratorio de Interacción Humana de la Universidad de California, San Francisco, EE.UU., autor del libro AN ARGUMENT FOR THE BASIC EMOTIONS 43 Psicólogo clínico de la Universidad de Massachussets, autor del libro YOU’RE SMARTER THAN YOU THINK y del artículo INTEGRATION OF THE COGNITIVE AND PSYCHODYNAMIC UNCONSCIOUS, American Psychologist, 44, EE.UU. 1994

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Cuando la mente emocional comienza a actuar lo hace bajo una fuerte sensación de certeza plena sobre la finalidad de lo que hace o debe hacer y esto puede deberse a que la necesidad de un acto veloz le impele a calificar los hechos en forma simplísima, cosa totalmente opuesta a lo que debería hacer la mente racional que es mucha más lenta para accionar. Por lógica, si no fuera así, podría introducirse la vacilación, también inconsciente y el fin de la reacción quedaría desvirtuado. Luego, la percepción rápida y la respuesta tanto o más rápida que la percepción, anula la exactitud y precisión de los hechos y acciones. Toma las cosas en bloque, sin analizar las partes y reacciona sin análisis reflexivo. La presunta ventaja, aun engañosa, es que la mente emocional analiza y evalúa los hechos dándoles una rápida interpretación como si fueran verdaderos. Según Goleman, la mente emocional interpreta la realidad emocional en un instante y sólo puede emitir juicios intuitivos. De ese modo, la mente emocional se transforma en una especie de radar del peligro y elector de circunstancias y protagonistas, pues debe decidir rápidamente en quien confiar y a quien atacar. Si este proceso, en lugar de la intuición, fuese realizado por la mente racional, ante un peligro real es probable que estuviéramos muertos o tomemos una decisión equivocada. En otras situaciones, cuando la mente emocional nos engaña y cometemos errores, es probable que allí la mente racional nos hubiera guiado mejor, pero en la reacción emocional no hay lugar ni para la lógica ni para lo racional. Ekman explica que la velocidad de acción y reacción con que la mente emocional nos sorprende antes que tengamos conocimiento o conciencia de que están ocurriendo, es elemental para que estos fenómenos sean adaptables a nuestra conducta para responder con urgencia a lo que es urgente y no perder tiempo evaluando si debemos o no actuar. El mecanismo de velocidad de respuesta y acción es rápido cuando existe realmente una emoción intensa o violenta o de pánico o cuando algo nos amenaza (o al menos, presentimos como amenaza o molestia). Si la emoción, antes de reaccionar, tuviera que usar la razón y pedir al cuerpo que se preparara para actuar, no sería eficaz en la emergencia y cuando las situaciones son cambiantes rápidamente, tendría muy poca o nada de adaptabilidad. Por eso el arrebato emocional sólo dura segundos y no minutos, ni horas, ni día, aunque la conmoción posterior a la reacción si deje una sensación duradera, aún por años. Pero esa conmoción post-emocional no es una emoción sino un sentimiento producido por la emoción porque, dice Goleman: “si las emociones causadas por un único acontecimiento continuaran dominándonos invariablemente después de que han pasado, y al margen de todo lo que ha ocurrido a nuestro alrededor, entonces nuestros sentimientos serían pobres guías para la acción”. Cuando un estímulo emocionante se prolonga más allá de segundos, casi siempre se debe a estímulos repetitivos como ocurre con el estrés crónico. La duración de la emoción, en este caso, necesita mecanismos distintos que actúan evocando la emoción sostenida y, en este caso, los sentimientos persisten por horas o más tiempo, pero lo hacen en forma amortiguada, no explosiva, y bajo un estado ánimo relativamente “apagado” (Goleman). Cuando el estímulo es real y objetivo (no subjetivo como es el recuerdo de un hecho emocionante), la estimulación crónica puede ir elevando el tono emocional hasta lograr una gran tensión o emoción intensa que actúe como si fuera tal de entrada. Esto explicaría el impulso homicida no psicopático que hemos venido describiendo. Siempre el primer impulso emotivo es afectivo y no racional. Habría una “segunda clase de reacción emocional” más lenta que la respuesta rápida, que se gesta primero en el pensamiento antes que en el sentimiento. Esta segunda vía para activar emociones puede ser más deliberativa y en estos casos, la mayoría de las veces somos consciente de los pensamientos que conducen a la emoción reaccionaria o al acto emocional. Sólo cuando se ha formulado un determinado raciocinio, que puede ser verdadero o no, se produce una respuesta emocional en consecuencia.

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Este proceso lleva varias secuencias, como las que nosotros hemos descrito por inspiración

de Mira y López en el desencadenamiento de la ira. De esta forma queda establecido que habría vías rápidas y lentas para la emoción, una a través de la percepción inmediata y la otra por medio del pensamiento reflexivo. Pero debemos destacar que este “pensamiento reflexivo” no es como cuando premedita la ejecución de una acción y acá entre ambas situaciones hay matices de diferencia. El pensamiento reflexivo no es premeditado porque la mente emocional no decide qué tipo de emociones tendríamos que tener. La emoción se presenta y nos hace pensar en ella en la vía lenta, pero de ninguna manera significa que nosotros hemos buscado voluntariamente tener esa emoción y la resolución o reacción emotiva tampoco es planificada. Surge de la impresión que nos deja la emoción, la cual nos da pautas de conductas que nacen de una reflexión no meditada. El ejemplo de Goleman de las fantasías sexuales quizás sea uno apropiado para explicar esto. El deseo que surge de una fantasía sexual con un objeto o persona determinada, si bien nos da vuelta en la cabeza despertando ideas y sensaciones, en el momento en que actuamos o cedemos al impulso de la fantasía, ese acto no es fruto de una planificación (salvo que seamos delincuentes sexuales psicopáticos que vivimos obsesionados planeando como elegir y abordar nuestras víctimas). Es muy difícil para quien tenga que juzgar una conducta emocional poder comprender que pasó por la mente del que padeció la emoción, si no ha tenido una experiencia similar. De ahí la dificultad del legislador para legislar el castigo de actos emocionales, o la del juez para juzgar un acto emocional que está en la zona gris entre lo imputable y lo inimputable. Máxime, cuando del acto emocional surge un daño como el homicidio, lesiones o ataques violentos.

Después que pasó el “huracán emocional”, de acuerdo a la intensidad y circunstancias del

mismo, pueden ocurrir dos hechos: que haya amnesia retrógrada absoluta de lo sucedido (lo que suele ocurrir con la llamada emoción violenta) o que una vez consumado el acto emocional (incluso a veces mientras está sucediendo), el actor tome conciencia del hecho y se pregunte para qué o por qué cometió tal acto. Ya explicamos que esto sucede porque la lentitud de la mente racional le lleva a operar una vez que la mente emocional ya entró en actividad. El arrepentimiento de los actos emocionales cuando causan daño, puede depender de la evaluación que se hizo en el momento de la emoción para gatillar una acción determinada. Si el emocionado cree que actuó por “justa causa” como puede ocurrir con el marido que descubre que su mujer le es infiel o aquél otro cónyuge que se siente despreciado por su pareja, seguramente no se mostrará muy contrito, aunque en el fondo de su alma sienta lo que ha hecho, porque cree que le asiste la razón de la justicia. Se siente como una especie de “justiciero”. Si la emoción no está supeditada a la razón, mucho menos lo estará a la evaluación de leyes. El que está bajo una emoción, no puede detenerse muchas veces porque la ley le impide cometer tal o cual acto. No obstante, puede reconocer que ha cometido un hecho ilegal. La circunstancia de reconocer la ilegalidad de la acción y el conocimiento previo de la ley, no es una razón para juzgar como intencional un acto, que al momento de cometerse, no era racional ni razonador. Rodríguez Delgado, neurólogo español especialista y autoridad mundial en el campo de la estimulación cerebral, sostiene que las recepciones sensoriales y la información cultural son factores decisivos para la determinación de muchas propiedades anatómicas, químicas, eléctricas y funcionales de la neurona cerebral. Luego, la agresividad humana está influenciada por lo cultural y lo ambiental, de forma tal que las tendencias agresivas, indudablemente, son modificadas por la educación, pero se debe reconocer definitivamente que los estímulos ambientales pueden afectar radicalmente el desarrollo físico y químico del cerebro y otros órganos.44 En virtud de esto,

44 Montejo Carrasco - TRATADO SOBRE LA AGRESIVIDAD

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investigaremos los principales estímulos ambientales, en una lista muy reducida, que puedan desarrollar un impulso homicida. Antes de ello, estudiaremos los efectos psicofisiopatológicos que esos estímulos ambientales producen y que conducen a lo que los sajones han denominado lesión emocional. El principal motor de la violencia es el sentimiento de ira que se despierta por causa de otros sentimientos negativos. Sentimiento de ira Es el síntoma-guión del síndrome violento. Ha sido descrito por Mira y López y lo llamó “gigante rojo”, considerándolo como un sentimiento innato del hombre. Vincula a la ira, según la escuela freudiana, con instintos tánicos-destructivos que actúan como “impulso de anulación”, con consecuencias homicidas-suicidas, pues lo mismo puede desembocar en el asesinato que en el suicidio.45 Biológicamente, la ira tiene su génesis en: a) la irritabilidad celular que responde a toda acción con una reacción en más (“devolver más de lo que recibieron”) b) la agresividad animal que es irracional. En el hombre, la ira primariamente aparece por una “sensación de fracaso o impotencia” que lleva al enojo. De éste pasa a una “reacción de rebelión o indignación”. Mira y López describe la “orgía iracunda” en seis etapas consecutivas:

1. 1a. etapa: sentimiento de exaltación o “facilitación de la acción”. 2. 2a. etapa: protesta interior. Es una sensación de “sentirse molestado” por algún

acto o hecho. También es “sentirse extrañado” o “sorprendido” ante determinadas conductas sociales, por no hallar el eco, ayuda o la comprensión esperada, en una situación emergente. Los ingleses llaman a esto shocking (chocante). Las etapas 1ª y 2ª, son sintomáticas exclusivamente.

3. 3a. etapa: es de rebelión personal y enojo. Es el primer paso de la conducta ofensiva (agresiva directa) que comienza con un sentimiento de ofensa (si la causa es humana) o de entorpecimiento (si el obstáculo no es humano). Antes de convertirse en ofensor-agresor, el iracundo se siente ofendido. En esta etapa, además del síntoma, hay signos: acaloramiento con sensación interna de calor y enrojecimiento con vasodilatación facial y auricular (faz y orejas coloradas).

4. 4a. etapa: es de la ira desatada. Es la etapa de la contraofensiva. Hay una reacción más violenta y dañina que la que originó el enojo. Se pierde el control de palabras y actos y comienzan los gestos iracundos (ejemplo: golpes al aire o a algún objeto).

5. 5a. etapa: es del estado furibundo (enojo furibundo o rabia). En esta etapa el iracundo ya “no sabe lo que hace” a pesar de no estar inconsciente de sus actos. Actúa sin sentirse actor sino como espectador de sus actos. Percibe pero no siente. En esta etapa aparece el impulso homicida.

6. 6a. etapa: es el grado máximo de la ira: la ira desatada. Es un equivalente de la “emoción violenta”. El furibundo pierde el control de sus actos, en forma similar a la etapa anterior de rabia, sólo que aquí se agrega un cierto grado de inconsciencia. Actúa pero no tiene noción de si es actor o espectador. Hay pérdida total del control de sus actos. Se mueve como autómata o proyectil humano, capaz de

45 Mira y López - CUATRO GIGANTES DEL ALMA: 98, l957

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cometer cualquier acción disparatada. Ataca a sujetos u objetos determinantes de su ira. Es el clásico ejemplo del asesino-suicida: mata a otros y luego se suicida. Son verdaderos actos de locura, que duran apenas unos segundos, pero son devastadores en su acción.46

El impulso homicida nace en el estado de excitación máxima que genera iracundia y en este estado un individuo está fuera de sí o, como se suele decir, el iracundo se siente salir de quicio. Los mecanismos normales de defensa o adaptación frente a una acción o estímulo, se pierden (desestructuración de la personalidad). El iracundo margina su racionalidad y experimenta hundirse el mundo. Desaparecen su capacidad crítica y su estado de un ser centrado, equilibrado, para convertirse en un descentrado o excéntrico, sin el poder de discernir. Se mueve a un nivel instintivo. No está en la plenitud de ser humano, en lo referido a inteligencia y juicio. Etiopatogenia del impulso homicida Mecanismo fisiopatológico El impulso homicida (compulsión por matar o asesinar) puede ser debido a una enfermedad mental o psicopatía o un impulso normal, casi instintivo. El impulso psicopático no merece mayor tratamiento en este trabajo, por su naturaleza de enfermedad y es el que afecta a asesinos profesionales o delincuentes asesinos que hacen del asesinato su profesión. El impulso bélico que genera un impulso homicida a gran escala, es otro impulso que también merece un párrafo aparte por ser el agente de los grandes genocidios de la historia y la consecuencia constante de las guerras y los conflictos bélicos. Su naturaleza, no es posible determinarle bien y completamente, pues entremezcla razones de diferentes índoles que van desde fundamentalismos políticos y religiosos, a sentimientos patrióticos, a hipótesis de conflictos, a necesidad de represión o de defensa, etc. Por su complejidad, tampoco lo consideramos tema para este trabajo, pero debemos reconocer su existencia. Lo que nos interesa, en cierta manera, es el impulso homicida que hemos considerado más cotidiano y normal o común. El hombre tiende a manifestar impulsos homicidas naturales o normales que no están conformados por trastornos mentales o psicopatías (impulso homicida no psicopático). Hay varias situaciones que llevan a despertar ese impulso que sirve para asesinar o para suicidarse, o para ambas cosas: primero asesina y luego suicidarse. Generalmente es despertado por episodios hostiles repetitivos, crónicos y recidivantes. (distrés crónico) Este impulso es el que explica muchas conductas inexplicables desde otros puntos de vista. Para entender la fisiopatología del síndrome del impulso homicida no psicótico, es necesario analizar el impulso agresivo en sí, además del sentimiento de ira. Pieron entiende que la agresividad o tendencia al ataque, es un impulso normal desencadenado por estímulos específicos o, más habitualmente, por agresiones o actos amenazadores.47

Para Cantón Duarte la causa más común para que una persona esté encolerizada u hostil es la frustración, lo que se manifiesta en la secuencia: frustración-ira-agresión. Cuando una persona quiere algo y sufre un impedimento para obtener lo que desea, se excita y realiza actos agresivos-destructivos. Sin embargo, la explosión agresiva y el impulso agresivo homicida ocurren cuando hay cólera almacenada, acumulada. La cólera que se acumula por frustraciones reiteradas, forma un depósito de emoción irascible lo que lleva al estallido repentino, impredecible, a las explosiones de violencia incontenible. Siempre que el impulso iracundo “no esté proporcionado al estímulo provocador”, se debe suponer que hay cólera acumulada, que rompe repentinamente todo dique y

46 Mira y López, op. cit. Págs. 100-112 47 Nuttin y col. - LA MOTIVACIÓN: 52, l969

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sale como ola arrolladora.48 Lo expuesto por Cantón Duarte es ratificado y ampliado por Montejo Carrasco, quien retoma la afirmación controvertida, que en 1939 hizo Dollard49 quien sostenía que la agresión es consecuencia de la frustración de forma tal que siempre que hay agresión existe una frustración y viceversa: si existe frustración habrá agresión. Montejo Carrasco afirma que la frustración es un hecho diario, cotidiano, y coincide con Buss en que la frustración puede tener varios orígenes. A los fines de este trabajo, tomaremos las causas de:

a) barreras: la colocación de obstáculos a la realización de una tarea o acción; b) interferencia: la interrupción frecuente de un acto; c) repetición de la frustración (efecto aditivo de las frustraciones)50

El fenómeno se da en la vida cotidiana a menudo, pero cuando se materializa se registra

siempre en el terreno policial del delito y de lo penal, más que en el de un trastorno de interés médico. Debido a esto, las personas que padecen este síndrome no son pacientes de la consulta médica habitual o especializada, sino actores de hechos de neto corte policial. Por los rasgos particulares del síndrome a describir, quienes lo padecen no pueden ser sometidos a estudios médicos o científicos convencionales ni a la investigación clínica o psiquiátrica, salvo que hipotéticamente, algún investigador interesado siga estrechamente a los presuntos candidatos a padecer este cuadro, en el desarrollo de sus actividades cotidianas. O, fortuitamente, como ha sido nuestro caso, se logren presenciar los actos que pueden desencadenar el síndrome. Es de suponer que esto no es algo nuevo que aparece en el hombre, sino que debido al crecimiento del estrés psicosocial, cuyos estresantes se ven muy incrementados en los actos sociales rutinarios que a cada uno de nosotros nos toca vivir comúnmente todos los días. Por estas causas, el síndrome es más observable en las últimas décadas en la sociedad contemporánea. Nuestro trabajo, precisamente, se basa en mirar atentamente los presuntos casos que diariamente ocurren en la conducta habitual del entorno, en el seguimiento de la crónica policial, en las reacciones personales propias y de allegados y, particularmente, en una singular experiencia recogida en el conocimiento directo de algunas denuncias efectuadas ante autoridades municipales, por ruidos molestos u otras conductas antisociales. La casuística de una investigación “ad-hoc” sería abundante con sólo conformarla con el recorte de noticias periodísticas policiales. El fin de esta comunicación es alertar a médicos legistas, psiquíatras, psicólogos, abogados, jueces y otros posibles interesados, para que concentren su atención en este síndrome y se pueda planificar metódicamente su estudio, en forma sistematizada. Esta intención de una conducta investigadora sería muy necesaria, en virtud de: a) el importante aumento de casos del síndrome, en circunstancias diversas; b) su innegable trascendencia social y jurídica; c) su prevención, en la medida que pueda realizarse. Definición y concepto del impulso homicida no psicopático Entendemos por síndrome del impulso homicida no psicopático, al cortejo de signos y síntomas que acompañan a aquellos impulsos de agresión o violencia que conllevan o tienden a la acción homicida y que no es generado por ninguna alteración psicótica, es decir, ocurre en personas comunes y sin enfermedades psiquiátricas previas. Este impulso tiene mucho que ver con el

48 Cantón Duarte - LOS INSTINTOS Y LA EMOCIÓN: 143-145, 1986 49 (Universidad de Yale, EE.UU.) en su libro FRUSTRACIÓN Y AGRESIÓN 50 Montejo Carrasco - TRATADO SOBRE LA AGRESIVIDAD: 85-91, l987

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mecanismo de la mente emocional descrito por Goleman sobre la base de los trabajos de Paul Ekman y Seymour Epstein. Cuando Goleman aborda la inteligencia emocional, se preocupa de describir lo que es la mente emocional para lo imprime dos cuestiones, que casi podrían ser como principios de la mente emocional:

1. Primero los sentimientos y luego los pensamientos 2. Una respuesta rápida pero descuidada

El “primer impulso” está en el corazón y no en la mente. Sin embargo, esta acción

emocional incontrolable, es seguida por una contrarreacción emocional (reacción emocional secundaria), más lenta que la primera respuesta y esta actúa con mente racional más que emocional y su acción es deliberada y consciente, dos condiciones inexistentes en la reacción primaria. Esto lo veremos más en detalle en otro parágrafo posteriormente. El síndrome del impulso homicida tiene como síntoma -guión un sentimiento de ira generado y motivado por un hecho que en forma reiterada (crónicamente) produce ese sentimiento, el que se acompaña de una situación de impotencia para superar el hecho, que le produce una frustración creciente y que una de las instancias en que se repite el hecho generador o estimulante, estalla en un impulso súbito, de acción agresiva homicida, que se despierta en el acto del mismo hecho y que, generalmente, se descarga sobre el autor del hecho y/o, más raramente, sobre quien sufre el síndrome. Esta compulsión no se acompaña de inconsciencia durante la acción agresiva-homicida ni de amnesia posterior al acto, sino que se desarrolla casi en pleno de estado de conciencia, con conocimiento pleno de cometer una acción indebida, pero que no puede frenar voluntariamente. El impulso generado en estas circunstancias es una compulsión que lleva siempre la tendencia homicida, que en un gran porcentaje de casos desemboca en el asesinato y/o suicidio o, más infrecuentemente en la destrucción de la cosa que es usada para provocar el estímulo. Es decir, pueden ocurrir situaciones distintas:

1. que se asesine al autor del hecho que genera el impulso; 2. que se asesine al autor del hecho y acto seguido se suicida quien sufre el impulso; 3. que en los casos en que la frustración lleve a un estado de depresión profunda o

severa o no se pueda concretar el asesinato del autor del hecho, se suicida el que sufre el síndrome. Esto es frecuente en las edades extremas: niños o adolescentes y ancianos

4. también puede ocurrir que cuando no se lleva a cabo el acto homicida, el impulso se descargue en un acto de violencia suprema que se ejerce sobre la cosa o el medio que produce el estímulo, por ejemplo, si es un ruido molesto, se tiende a destruir el instrumento del ruido. Otras veces se realizan actos de agresión a distancia: disparar un arma sin un blanco definido, arrojar una piedra al azar. Generalmente estos proyectiles sin blanco, son dirigidos en la dirección de donde proviene el estímulo.

A manera de resumen y conclusión, remarcaremos los elementos constitutivos del síndrome:

1) sentimiento de ira con frustración creciente, 2) despertado por un hecho reiterado que el paciente no puede evitar, suprimir,

castigar o defenderse de él; 3) que genera un impulso de acción súbita violenta, agresiva y homicida,

generalmente dirigido hacia el autor del hecho

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4) y se desarrolla con estado de conciencia casi pleno, conocimiento de que el hecho es indebido y sin amnesia posterior a la acción desatada;

5) el impulso no se puede frenar voluntariamente, es compulsivo; 6) se da en personas normales, no psicóticas y sin alteraciones psicopatológicas. 7) este síndrome es fruto de un estrés crónico por reiteración de un hecho frustrante.

Límite de tolerancia y control de instintos

En el análisis etiopatogénico cabe la pregunta: ¿por qué si una misma situación es vivida por diferentes personas, sólo algunas reacciones agresivamente y de éstas, un número más reducido llega al homicidio y/o suicidio? A esta cuestión se responde que la reacción frente a una frustración, es distinta en cada persona y dependerá del nivel individual o límite de tolerancia a las frustraciones que cada uno tiene y del control de instintos. El nivel o límite individual está íntimamente ligado a la personalidad. Antes hemos mencionado que el acto agresivo se lleva a cabo descontroladamente, cuando hay una desestructuración de la personalidad.

En esto, independientemente de otros conceptos más amplios o mejor logrados, hemos

seguido a Allport quien aporta conceptos sobre la personalidad, muy útiles a los fines de este trabajo. Allport , en términos generales, define a la personalidad como “una organización dinámica, en el interior del individuo, de los sistemas psicofisiológicos que aseguran su particular ajuste a su ambiente”.51 Con esto se puede entender a la personalidad como verdaderos mecanismos o estructuras de ajuste, compensación y equilibrio frente a los elementos desestabilizantes ambientales. Cuando estos mecanismos no logran sus objetivos estabilizadores, se dice que hay desestructuración de la personalidad, y en esta situación se alteran o se pierden los límites normales de tolerancia.

Hemos también aludido al estrés moderno como un elemento altamente desequilibrante de

la personalidad y con Selye se ha analizado las personalidades del estrés, recordando los dos tipos principales: personalidad A o reactor caliente y personalidad B o reactor frío. En nuestro análisis al reactor caliente debe considerárselo como de bajo nivel de tolerancia, a diferencia de la personalidad H (Williams) que tendría el más bajo nivel tolerancia, mientras que el reactor frío tendría el más alto nivel de tolerancia. ¿Qué es tolerar una frustración?: “Es soportarla de modo que no ocasione daño “de rebote” a uno mismo y los demás”.52 Los que tienen un alto límite de tolerancia sobrellevan las frustraciones y controlan su reacción frente a ella. Las personas de bajo límite de tolerancia son a las que las frustraciones las vuelve coléricas y reaccionan agresivamente. El límite de tolerancia, además del nivel personal o personalidad, dependerá de la clase, intensidad y duración de la frustración, de forma tal que una frustración muy lesiva e intensa y reiterada terminará por rebasar cualquier límite de tolerancia.

Por lo tanto, además de lo que corresponde a lo genético, a la personalidad, a lo cultural, al carácter y otros rasgos constitucionales propios de cada individuo, el estrés crónico es una variable común a todos los casos, que conlleva la frustración (distrés crónico frustrante) y la agresión como reacción a la frustración.

51 Lagache - EL PSICOANÁLISIS: 37, 1963 52 Montejo Carrasco, op. Cit.: 98

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Control de los instintos: la sublimación Del conocimiento previo de los tipos de instintos humanos, se puede hacer una deducción primaria: hay instintos controlables con la voluntad y la inteligencia, que son los aprendidos y los no imperativos ni vitales. Controlar un instinto significa ponerle frenos, o sea, refrenar: “contener o reprimir la fuerza o la violencia de algo”. De no manejarse con inteligencia, los instintos pueden transformase en irrefrenables y así ser imperativos, cualquiera sea su categoría, llevando al libertinaje, al desborde, al desenfreno, al exceso de los instintos.

El desenfreno transforma totalmente al hombre y lo deshumaniza, llevándolo a adoptar “modos de ser” inhumanos. Cuando un instinto se enseñorea, en total desenfreno, transforma al hombre en casi una bestia insociable, depravado, degenerado, asesino, corrupto y todo tipo de calificativo que marque claramente una conducta irracional, impropia del ser humano, de la inteligencia humana. Pero ahora debemos agregar que el cuerpo humano tiene mecanismos de control propios para esos instintos, aún los vitales. Así en el Sistema Nervioso Central (SNC) hay “centros” que regulan la sed, el hambre, la libido. Estos centros generalmente son de dos tipos: excitatorios e inhibitorios. De esta manera hay un centro para el hambre y un centro para la saciedad.

Lo extraordinario es que el hombre, en un esfuerzo supremo, puede controlar con su voluntad y razón estos centros, que actúan por sustancias que viajan por las vías nerviosas (neurotransmisores) y que pueden ser comandados tanto en la excitación como en la inhibición desde la corteza cerebral, sede fisiológica de la inteligencia razonada. Por estos mecanismos, una persona puede producir una excitación anormal del hambre (gula) que lo lleva a comer irracionalmente hasta enfermar y morir por sobreingesta. También por estos mecanismos puede ir al extremo contrario: la inhibición y provocar ayunos prolongados que, incluso pueden llevarle a la caquexia (debilitamiento grave) y a la muerte por inanición. También estos mecanismos que se pueden manejar voluntariamente, cuando hay alteraciones psicológicas, pueden desatar involuntaria e irracionalmente compulsiones para comer (bulimia) o para ayunar (anorexia).

Estos mecanismos que hemos ejemplificado para el hombre también son aplicables a los

otros instintos. Por estas manifestaciones es que afirmamos que los instintos humanos no son tan absolutos como en el animal. De igual modo que en el hambre, el hombre manipula su sed o su instinto sexual a los que puede voluntariamente sobredimensionar o anular. Los mecanismos de control ejercen una acción de inhibición de instintos. Cuando estos controles no se desarrollan, se debilitan o se pierden, aparece la desinhibición de los instintos. La Etología (del griego ethos = costumbre y logos = tratado) es una ciencia que se ocupa del estudio del carácter y modos de comportamiento del hombre como así también es la parte de la Biología que estudia el comportamiento de los animales, mientras que la Ética, que también proviene del griego ethos, es una parte de la Filosofía que trata la Moral y las obligaciones del hombre. De ese modo la ethos del hombre puede ser enfocada desde un punto estrictamente biológico, en tanto o en cuanto se refiere al modo de desarrollo de la conducta en una determinada sociedad o a lo largo de la vida, con relación a sus hábitos de subsistencia material u orgánica en el medio ambiente físico que le toca vivir. O bien, esa ethos se puede ocupar, mediante el pensamiento trascendental, de que esas conductas o comportamientos se ajusten a lo que se entiende por recta razón, sobre todo en lo referido a las relaciones interpersonales (interacción del hombre con el hombre). Ajustarse a la recta razón no es otra cosa que los hombres sean racionales e inteligentes y no meramente instintivos, en el sentido de irracional e incontrolado.

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La Etología sólo describe el fenómeno de un comportamiento o conducta, es decir, como se desarrolla físicamente. La Ética tiende a conformarlo dentro de normas o reglas para ajustarlo a “lo que debe ser” en el sentido de lo bueno, lo excelente, la justicia y la responsabilidad. Al tocar el tema de la Ética hemos introducido una forma más del control inteligente de la conducta instintiva del hombre, pues el principio ético-moral del “no matarás” es un freno al impulso homicida o a la agresividad. De este modo el hombre regula o controla sus instintos tanto en forma fisiológica como en forma inteligente.

Para redondear el tema del control instintivo, como parte de una educación para la autenticidad, nos queda por tratar el tema de la sublimación. Sublimar es engrandecer, exaltar, ensalzar o poner en altura. Físicamente es pasar directamente, esto es sin derretir, del estado sólido al de vapor. Arrancamos con estas denotaciones para ensamblar con el sentido connotativo que queremos darle a la palabra sublimación, a la cual entenderemos como aquel mecanismo mental y afectivo que nos permite cambiar rápidamente un estado mental degradante a otro de mayor engrandecimiento, exaltación o altura. La sublimación sería un mecanismo intelectual en el que el hombre transforma un hecho negativo en algo más positivo. Es como olvidar o transformar un hecho penoso en algo distinto a lo que es realmente, para acercarlo a algo placentero.

Lagache53 sostiene que la sublimación es un mecanismo y por ella “se cambian a la vez el

objeto y la finalidad del impulso, de modo que el instinto encuentra su satisfacción en un objeto-finalidad que ya no es sexual, sino que posee una valoración social o moral más elevada”. Para Mira y López54 la sublimación es un proceso que utiliza medios múltiples como es el desplazamiento, transferencia, proyección, inversión, etc. Estos medios o mecanismos desplazan, transfieren, proyectan o invierten un sentimiento negativo por uno positivo. Interacción entre emociones e instintos: perversión y malignidad

No hay duda que la interacción entre emociones e instintos es tan estrecha que no es fácil separarlos. Quizás se deba a que ambos, emoción e instinto, operan sobre una misma área del espíritu (sector afectivo) y por lo tanto tengan la misma vía común final de expresión, tanto en lo anatómico u orgánico, como en lo psíquico. Así como hay exacerbación de instintos positivos (empatía, amor, amistad) también hay de sentimientos que pueden llevar a conductas instintivas incontrolables, generalmente bajo el impulso de la ira, de la violencia y de otras actitudes destructivas y perversas. Entre los instintos negativos están los bajos instintos cuyo sello principal es la perversión y la malignidad sin ningún tipo de freno, control o riendas. La conducta violencia, en algunos casos, puede estar bajo el imperativo de bajos instintos.

La perversión es el estado por el cual se realizan acciones “sumamente malas, que causan

daño intencionadamente” y que se “corrompe las costumbres y el orden y estado habitual de las cosas”. Esto es, lisa y llanamente, las acciones de maldad. Estas son las acciones que, además de carecer de bondad, obviamente, son dañosas o nocivas tanto para la salud, el cuerpo y la vida, como para la sociedad en general, puesto que en este concepto, la maldad se opone a la razón y a la ley, es decir, atenta directamente contra la esencia del hombre y es otra de las manifestaciones de la antiesencialidad humana. Con estas acciones se involucra todo lo que produce los bajos instintos que hemos aludido.

53 Daniel Lagache - EL PSICOANÁLISIS, editorial Paidos, Bs. As. 1976 54 Mira y López, Emilio – CUATRO GIGANTES DEL ALMA, El Ateneo, Bs. As., 1957

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La malignidad es una “propensión del ánimo a pensar u obrar mal” y es lo opuesto a la

bondad, la que no sólo implica el control total de emociones e instintos, sobre todo los bajos y negativos, sino también una propensión natural para hacer el bien y evitar el mal. Tanto la maldad como la bondad están en el hombre. Por lo tanto, hay que aguzar el ingenio para descubrir los mecanismos, aún desconocidos, por los cuales un hombre decide obrar en uno u otro sentido.

En el niño y en el joven hay una interacción en el plano psicológico y en el medio donde se

conjugan tres hechos contundentes:

1. un sentimiento de competitividad 2. una sensación de autoafirmación 3. una conducta imitativa

Para Paola Del Bosco55 existen en los jóvenes una natural actitud competitiva que les lleva

siempre a un intento de medirse con otros como una forma o necesidad de autoafirmación. No obstante, el medio constituido primero por la familia, el barrio y luego la escuela, encuentra modos agresivos y esto origina una gran competitividad no dirigida, acompañada de una ira fuera de cauce. De esa forma, cuando se encuentra agresión en el ambiente puede aumentar su violencia para defenderse o para reproducir fuera de su hogar (vecindad, escuela) lo que vive en su casa. Ahí, tanto la agresión física como la emocional son formas manifiestas de maltrato que dañan irreparablemente al pequeño.

Esto lleva a preguntarse si en el fondo del problema “todo agresor es un agredido”

(Oliver ). Así, Panza Doliani56 piensa que las enseñanzas o ejemplos del medio son colectivos, pero las respuestas son individuales e imprevisibles. Esta teoría puede ser aplicable a los niños reactivos a un patrón de maltrato infantil, pero no lo es, según veremos después, a los niños que se transforman en psicópatas infantiles. La maldad infantil

Otra cosa esencial es que los padres y educadores deben reconocer la existencia del mal, en los niños. Aunque parezca duro o una estimación sobrevaluada, la realidad ha mostrado claramente que hay “niños malos”. La conducta de maldad de los niños puede ser consecuencia de algunos factores de formación social (mala socialización), pero también debe considerarse la posibilidad de la existencia de un trastorno mental o sociopatía infantil. Éste es un terreno a cubrir por la investigación de la psiquiatría y la psicología infantil, en especial, la evolutiva.

En nuestra realidad hay “niños asesinos”, ladrones, prostituidos y con otras conductas

malas y por lo tanto es necesario aceptar que muchos niños, incluyendo nuestros hijos, frecuentemente pueden ser:

• niños que quieren “ganar a toda costa” para lo cual un berrinche, actos inmorales que muchos padres interpretan como “cosa de un niño listo” (mentir con gran habilidad, copiar un examen, realizar picardías no inocentes), y todo modo

55 Experta en Educación y docente de la Universidad Católica Argentina y del IAE 56 Doctor en Medicina e investigador de la Neurociencia Cognitiva, Neurobiología y Neurofisiología del aprendizaje

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conductual indebido son medios para lograr el fin apetecido, aunque estos medios carezcan de ética o moral y sean abiertamente dañinos para sí o para otros.

• niños que no tienen respeto por la autoridad cualquiera sea la condición de esta autoridad (padres, educadores, policías, etc.) y por lo tanto evaden todo consejo, indicación u orden que se les imparta. No sólo la evaden sino que suelen replicar con burlas o retan a los “representantes de la autoridad” en forma abierta.

• niños que son malos con sus semejantes y constituyen “patotas” o pandillas infantiles y cometen toda clase de atropellos contra la gente y las propiedades incluyendo actos de delito.

Los adultos, especialmente los padres, no aceptan que los niños (o los adolescentes) puedan “ser malos” o “dañinos” y mucho menos delincuentes. Esta conducta negativa y permisiva alienta a que desde la niñez se aprenda a seguir los impulsos “irrefrenables” o directamente se dé rienda suelta a la maldad, esa maldad que los adultos creen que los niños no la poseen solamente por ser niños, puesto que primariamente son “puros e inocentes” y por lo tanto la ley y las normas sociales tienden a protegerlos y soslayarlos en lugar de castigarlos.

Nuestra sociedad actual y los hechos concretos que en ella ocurren demuestran todo lo

contrario a esta creencia o tesis de “ingenuidad e inocencia infantil” y por lo tanto, los niños problemáticos deben ser castigados severamente para evitar que sigan con conductas desviadas alentadas, en alguna medida, por la impunidad legal y social. Debe terminarse con la frase hecha de que “los niños son malos porque la sociedad los hace así”.

Los conceptos de bien y de mal muestran que el hombre (adulto o niño) es pasible de hacer

bien o de hacer mal, y así está en nuestra naturaleza humana. Incluso la religión acepta la existencia del mal o pecado y tiene premios y castigos (cielo e infierno). A tal punto, la realidad ha golpeado a la sociedad con la presencia de esos “niños malos”. La prensa así lo ha comentado públicamente al decir “entonces, empezamos a masticar ese nudo hediondo que es la maldad, que puede concedértela un ladroncito de doce o trece años”.57

En noviembre del 2004, en la ciudad de Mendoza, Argentina, se realizan las llamadas

Terceras Jornadas de Violencia Familiar. Uno de los disertantes, la doctora María Fontemacchi, abogada y juez de menores de la provincia, afirmó: “Existen chicos con problemas de conducta grave tipificadas por el Código Penal, pero que no podemos decir que cometen delitos porque no son responsables. Para hablar de delito tiene que haber capacidad de responsabilidad, y recién a los 16 años adquieren responsabilidad”.58 Estas palabras contienen dos premisas muy importantes: la primera es el reconocimiento de conductas infantiles graves tipificadas por el Código Penal como delito. Esta afirmación justifica el título del artículo periodístico que la consigna: la nueva violencia: desde los 7 años.

En realidad, por lo que veníamos exponiendo, no es tan nueva, pero parece que ahora, por la

calidad y la cantidad de esas conductas infantiles graves, se está tomando conciencia. Pero la segunda premisa, relativa a la “capacidad de responsabilidad” es mucho más importante que un dato de un fenómeno. Es una deducción jurídicamente correcta, pero que racionalmente merece ser analizada bajo otros aspectos. El primer aspecto es el semántico. La palabra responsabilidad

57 Comentario del periodista Raúl Silanes en un artículo titulado MALDAD, publicado en el periódico Jornada, publicado en Mendoza (Argentina) el 10/5/04 58 Texto extraído de la publicación de Diario Uno del 5/11/04

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etimológicamente proviene del latín responderé (contestar, corresponder, responder), es decir, está ligada a una “capacidad de respuesta” por parte de una persona. ¿Responder a qué?

La denotación académica habla primariamente de “satisfacer a lo que se pregunta o

propone”. Pero, entre otras, hay una acepción que se adapta a nuestro tema de la delincuencia: “estar uno obligado u obligarse a una pena y resarcimiento correspondiente al daño causado o a la culpa cometida”. También es “responder por uno” o por “la acción realizada por otro”. La Real Academia Española opta por definir a responsabilidad como “deuda, obligación de reparar y satisfacer, por sí o por otro, a consecuencia de delito, de una culpa o de otra causa legal”. Asimismo, es “cargo u obligación moral que resulta para uno, del posible yerro en cosa o asunto determinado”. Por último, desde el punto de vista jurídico, responsabilidad es “capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”.

De todo esto surge, claramente, que la responsabilidad es una cuestión de obligación moral

o legal de responder por un daño cometido. Pero lo cuestionable es la razón jurídica que habla de “persona de derecho” y de “capacidad para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”. No hay dudas de que un niño, como un feto, son “personas de derecho”. Tampoco hay dudas de que un niño de 5 años en adelante es capaz de distinguir, al menos formalmente, lo que está bien y lo que está mal. Una cosa es un hecho accidental en la conducta infantil y otra cosa son los actos reiterados. Un niño puede robar o asesinar en forma circunstancial y sin la voluntad de querer hacerlo, pero no deja de reconocer que ha hecho “algo malo”. Esto ocurre, normalmente, cuando al niño la madre o el padre le imponen determinas prohibiciones y el niño recurre a artimañas o “picardías” para eludir la orden de no hacer determinada cosa y, por otro lado, de escapar al castigo que conlleva el haber desobedecido.

Cualquier papá o mamá sabe de estas “habilidades” o “picardías” que demuestran

claramente que el niño “sabe” que está haciendo lo indebido. Aún en el supuesto extremo de que el niño fuese un “incapaz mental” que le impide discernir entre lo que está bien o está mal, esto no le exime de que se le pongan vallas para que siga haciendo un daño evidente, para sí o para otros. Si la evitación de ese daño (uso la palabra evitación, para no decir represión, ya que siendo lo mismo, no causan la misma impresión al ser oída) debe ser obligatoria, en este caso, para terceros (que naturalmente deben ser los padres o familiares a cargo), cuando este marco social familiar no responde, la responsabilidad de evitar el daño recae en terceros. Estos terceros pueden ser instituciones públicas o privadas, capacitadas para tal fin. La evitación del daño efectuado por un niño, aparentemente irresponsable en forma total, es una obligación natural y lógica, pues de lo contrario, el daño se expande y es causa de ejemplo para que otros lo imiten. Si los sofismas legales sobre la “responsabilidad” y la “imputabilidad” y la “pena” no son efectivos, se abre una incógnita y un vacío muy importante para la evitación del daño. Luego, si el niño puede “comprender” que hace daño, es responsable. También es imputable.

En cuanto a la “pena” es lo que hay que discutir. Pero acá hay cosas también nítidas. Si la

familia o familiares pueden “contenerlo” y “reeducarlo” (cosa aparentemente no muy eficaz dado que el niño llega a la mala conducta por falta de esa contención y educación), la pena debe ser obligar a esa familia a cumplir sus obligaciones en forma absoluta y no a medias. Si se comprueba la inutilidad familiar para este objetivo, el niño debe ser incluido en el seno de una institución que plenamente ha probado ser capaz de contener o educar. No importan los nombres, ni la calidad de los responsables. Importa que se logre el fin propuesto. Esta institución no debe tener necesariamente la calidad de “reformatorio” ni de otra cosa que dé sensación de que el niño es un

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“preso”, sino que el niño debe comprender que asiste a una especie de “escuela”. En este caso puntual, también la familia debe obligarse a una reeducación. Por lógica, para que esto no sea utópica o una buena idea, deben existir los medios suficientes para tales fines. Es decir, deben existir las instituciones y las personas que puedan reeducar al niño y a la familia. De esta forma, la reeducación del niño-problema puede ser una esperanza y una realidad, sin sacarlo del contexto socio-familiar y devolverlo debidamente “socializado”. Se recupera el niño y la familia.

¿Pero qué ocurre con el niño irrecuperable? Es el caso del niño que padece un trastorno

mental irreversible o una familia completamente ineducable. Este caso, aunque sea antipático, obliga a la separación del niño tanto del seno familiar como del seno social, para evitar la expansión y continuidad de una “conducta dañina”. Evidentemente, en este caso concreto, se termina toda discusión bizantina de derechos, responsabilidad, imputabilidad, etc. y se impone la drástica solución de “separar” el problema insoluble. “Separar” podrá ser la reclusión (término eufemístico para remplazar a “prisión”) en un establecimiento adecuado que no cause más daño físico ni psíquico a quien ya está fatalmente signado por destino cruel y trágico y en donde se le contenga como puede hacerse con un cuadripléjico irrecuperable. Puede resultar muy dura esta proposición, pero no existen muchas soluciones. El Dr. Benigno Gutiérrez sostiene: “no se puede hacer otra cosa más que la que indica el Código Procesal Penal” .59

Lo importante es que las instituciones de reclusión no se transformen en infiernos como son

las actuales donde los niños carecen de todo y son maltratados y vejados por sus propios compañeros o por quienes deben cuidarles o educarles. En otras palabras: que la sociedad se prepare para tener y mantener las instituciones idóneas para estos problemas puntuales. El juez ya no deberá decidir sobre “responsabilidad” e “imputabilidad” sino aplicar la “teoría de la conveniencia” por fundamentos reales, comprobados e irrefutables, de que el niño-problema debe ser recluido en las debidas condiciones, respetando todos los derechos de dignidad, más que los derechos de libertad. No puede ser libre quien no es responsable.

La libertad conlleva siempre la responsabilidad y la disciplina. Si esta verdad absoluta no es

comprendida ni aceptada, falla todo orden jurídico y social y esto explica la “reacción en cadena” que significa la “conducta grave” y dañina de los “delincuentes infantiles”. En síntesis: hay que repasar, a la luz de una razón plena y de una justicia clara, todos los conceptos jurídicos que impidan solucionar la conducta grave y el destino del niño-problema. Si un juez encuentra que el niño-problema no tiene familia, ni escuela ni nadie que se “haga cargo”, no tendrá más solución que la reclusión.

Desde otro punto de vista, son importantes algunos conceptos vertidos, en el transcurso de

estas jornadas de violencia familiar, en el sentido de los niños-problemas “no son inadaptados” sino que están “adaptados a su cultura”. Este ensayo de explicación no pasa de ser un juego de palabras que se puede interpretar más o menos así: los niños-problemas están adaptados socialmente a la conducta del entorno. Si el entorno es violento, es un niño “socialmente adaptado a la violencia”. Aparentemente, este silogismo bien construido, parece ignorar que el concepto de adaptación social no es que el niño se “adapte a cualquier cosa” sino que debe adaptarse a una vida social armónica y con reglas claras de una conducta equilibrada moral y legalmente. Toda conducta fuera de esto es “desviada” e “inadaptada”.

59 Psiquiatra mendocino, vicedecano de la Facultad de Ciencias Médicas de la U.N.C., en una declaración periodística del 19/2/08

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De otro modo, deberíamos decir: si el medio o entorno me empuja a ser violento y destructivo, está justificado que así sea. Lo que hay que explicar y justificar es que no se puede ser “adaptado” a cualquier cosa, por más que ésta exista y esté dada, sino que se debe recurrir a la inteligencia razonada de aceptar sólo aquello que es bueno, digno y no causa daño ni a sí, ni a otro. Si existen “psicópatas sociales”, esto es, enfermos mentales producidos por la sociedad, estamos admitiendo, lisa y llanamente, que toda la sociedad está enferma y, por lo tanto, no hay posibilidad de cura. El hecho de que exista desigualdad social, cosa instalada en el mundo desde que éste es tal, no justifica la “enfermedad de la sociedad”.

Los psicópatas de cualquier edad, en la opinión del Dr. Benigno Gutiérrez, “no tienen

límites, y no miden lo que hacen. Buscan el desborde. Cuando actúan en grupo, la perversidad se vuelve sádica porque ellos sienten satisfacción. Es como una cuota de deleite. Son personas peligrosas y perversas. No se da por problemas socioculturales sino que están en todos los sectores de la sociedad. No es algo hereditario sino son conductas psicopatológicas. Lo hacen porque quieren y tienden a repetir los comportamientos perversos. Son constantes. Generalmente tienen antecedentes de conductas perversas”.

Perla Pilewski sostiene que son: “personas que no reconocen la humanidad del otro. Lo

que sí sé es que la crueldad se define como una respuesta emocional de indiferencia u obtención de placer en el sufrimiento”.60 Estas declaraciones implican un sentimiento de maldad patológico que enajena al psicópata o al malévolo en general, provocándole una anestesia afectiva total, donde no le importa absolutamente nada de sus prójimos, a los cuales ve sólo como un medio o instrumento para dar curso a su perversión. Esa conducta sádica no sólo les vuelve indiferentes al dolor ajeno, sino que gozan con él y según la opinión de los expertos, todo acto malévolo les causa satisfacción, placer y deleite. Estas características es lo que torna más repugnantes esas acciones malignas.

La existencia de sectores sociales corruptos y que ejercen el control o poder y crean la

injusticia, la impunidad y el malestar general, no es causa absoluta para decir que la sociedad obligadamente debe enfermar. Esto significa, entonces, aceptar que el hombre ha perdido su capacidad espiritual para discernir lo mejor. Y si esto es absoluto, entonces, ¿de qué estamos hablando? No creo en tal fatalismo. Creo que en lugar de preocuparnos por analizar y criticar meramente los fenómenos sociales, sin tener idea de una solución, da lugar a todas las galimatías vertidas por “estudiosos”, “profesionales”, “políticos” y otros “responsables sociales”, pero de ninguna manera enfoca al problema en su real magnitud. Tratar un problema sólo con planteo y sin una solución posible, es como tratar de preservar la vida suicidándose. Si esto no tiene ningún sentido y parece una idiotez, ¿no lo es acaso, seguir razonando un problema sin dar una solución?

No tiene ningún valor seguir explicando la violencia como fenómeno dado, si es violencia o

indisciplina, si es una tendencia natural o un desborde por falta de contención o educación. Un crimen, sin más vuelta, es crimen por más análisis que se haga del mismo. Los razonamientos y puntos de vista no devuelven la vida al cadáver. El problema es evitar que haya cadáver. Esto significa directamente ir en busca de una acción concreta posible y eficaz. Las soluciones eficaces de problemas graves y aparentemente insolubles son como la “cirugía del cáncer”: lo insalvable debe ser drásticamente extirpado y no se debe seguir la ruta del “círculo vicioso” con paliativos inaceptables. Aunque parezca dura, una solución, si es tal, debe ser aceptada y aplicada sin más vueltas.

60 Psicoanalista mendocina, en una declaración radial en febrero de 2008

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Mientras nosotros seguimos razonando como “ser razonables con la violencia”, la violencia sigue siendo “irracional absoluta” y termina por acabar con nuestras vidas, bienes y buenas costumbres, en una espiral cada vez más pavorosa. ¿Tolerar esto es inteligente? Otras facetas de la maldad infantil Cuando los hijos tiranizan a sus padres61 Los casos de niños pequeños desvalidos que, rechazados por sus padres, son sometidos a graves malos tratos por éstos, son muy frecuentes, desgraciadamente. Pero es menos conocido, o al menos no divulgado u ocultado, el hecho que existen niños que tiranizan, y hasta maltratan de tal manera a sus padres, que éstos ya no saben qué hacer ni cómo corregirlos, frente a esta situación.

De este problema se ocupó el Dr. Knölker , en el SEGUNDO SIMPOSIO INTERNACIONAL DE PSIQUIATRÍA INFANTIL (Würzburg) y desarrolló los temas siguientes: Ejercicio del poder Tanto en el caso del maltrato infantil, como en la tiranía infantil, se trata del ejercicio del poder, sólo que en las relaciones de poder entre el niño tiránico y sus padres, no son tan fáciles de entender. Ya desde la muy primera infancia se desarrollan a menudo luchas por el poder entre padres e hijos, que se centran sobre todo en torno de las áreas elementales del sueño y la comida. En la etapa de los caprichos, se multiplican las actitudes “tiránicas” : en la búsqueda de su autonomía, el niño incurre a menudo, en violentas actitudes agresivas contra las exigencias de los padres, sobre todo cuando le exigen reprimir los impulsos. En la etapa del empecinamiento, sin embargo, el empecinamiento infantil en determinadas conductas de la primera infancia, es un hecho fisiológico y necesario para un sano desarrollo del yo: debe ser soportada por los interesados, pero la paulatina reducción de la intensidad del empecinamiento, depende de una correcta ubicación tanto de los padres frente a los hijos como de los hijos frente a los padres. Es acá donde los padres deben aprender cómo educar a sus hijos. De lo contrario, las equivocaciones, omisiones o permisividad acarrean actitudes tiránicas en la segunda infancia y rasgos patológicos en la juventud. Recursos del niño Son frecuentes en la etapa de la negatividad, las convulsiones emocionales. Aterrorizan a tal punto a los padres, que los niños afectados son llevados a menudo al hospital como caso de urgencia. Por esta situación, los niños aprenden así rápidamente a obligar a los padres a renunciar a cualquier frustración o exigencia hacia el niño, por el temor a nuevas convulsiones. Los niños abandonados durante la primera infancia, presentan muchas veces un comportamiento histeroide (conducta con forma de histeria) de este tipo, asociado con un deseo excesivo de llamar la atención y una exagerada demanda de dedicación. Un caso concreto conocido de este tipo de comportamiento fue el de una linda y coqueta muchachita de seis años de edad, que se comportaba en su familia adoptiva con tales deseos de llamar la atención, para lo cual hacía permanentemente escandalosas escenas de celos, y finalmente pretendió concretamente que para terminar la situación, sus padres adoptivos pusieran en un orfelinato a su hijo legítimo.

61 PRAX. KUR. ABR., 1983

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Otros niños terminan siendo insoportables para quienes los rodean, cuando a los celos y los deseos de posesión exclusiva, añaden un intenso temor de ser abandonados. En este caso, reclaman que nadie se aleje de la casa sin ellos. Una madre ni siquiera podía trasladarse de una habitación a la otra, sin pedirle permiso a su hija de cuatro años de edad. En otro caso, una niña de trece años de edad, exigía a su madre que le “diera cuenta de todo lo que hacía” y hasta debía “dar parte” incluso cuando deseaba ir al excusado. Finalmente se llegó a tal extremo, que la madre interrumpió todo contacto con el exterior, para aplacar la conducta compulsiva de la hija. Son muchos los niños que atormentan a sus padres con rituales y síndromes compulsivos. Hubo un caso en que una madre se veía obligada 50 a 60 veces cada tarde a sostener con su hija de ocho años de edad, un diálogo sin sentido. Si la madre, con cualquier pretexto, intentaba “escabullir el diálogo”, la niña reaccionaba pegando tremendos gritos histéricos y accesos de angustia. Con los nervios destrozados y a fin de poder “atender” a su hija, la madre debió dejar a su empleo. Otro caso en que una madre renunció a su profesión para atender a su “exigente hijo histérico y tirano”, quien a pesar de su corta edad, pretextaba graves trastornos físicos obligando así a su madre a que diariamente lo retirara del jardín de infantes.

Más tarde, ocurrió lo mismo con la escuela primaria. Otro chico rechazaba la comida hasta que debió ser internado con exicosis (estado morboso producido por la insuficiencia de ingreso de agua al organismo = deshidratación por falta de ingesta de agua). En los años siguientes se habituó a vomitar ostentosamente a torrentes (vómitos en chorros), sobre todo, cuando la familia adoptiva está sentada pacíficamente alrededor de la mesa. Maltrato y psicoterror Hay niños, y en gran cantidad, que dominan el arte del psicoterror. En la consulta se atendió a un psicópata autista de seis años de edad que, al decir de sus padres, poseía “un don especial para descubrir y utilizar, por caminos sutiles, las debilidades y puntos sensibles de sus padres y hermanos”. Se han registrado diversos casos en numerosa casuística, de padres que sufren malos tratos físicos por parte de los hijos pequeños. Uno de estos casos es en el que un chico de ocho años de edad golpeaba el vientre de su madre cuando ésta no accedía a sus deseos, le daba puntapiés en las canillas (región tibial anterior) e, incluso, la amenazaba con un cuchillo. A todo esto agregaba injurias en los peores términos de grueso calibre. La madre, verdaderamente aterrorizada por esta conducta de extrema agresividad, le consentía todo, con tal de “calmarlo”.

En otro caso, una madre mostraba constantemente hematomas, porque su niño de seis años de edad, solía golpearle la cara. Se constató, en otra consulta, que un niño de once años de edad, le fracturó el tabique nasal a su madre y, asimismo, se abalanzó con un cuchillo sobre su padre porque se negaba a elevarle su asignación habitual de dinero para gastos menudos. Knölker señala que en estos casos citados (salvo el autista), no se trataba de ninguna manera, de psicópatas insensibles. Por el contrario, eran más bien niños tímidos-depresivos, excesivamente acomodadizos, inseguros y, por otro lado, inteligentes y diferenciados. Más aún: al preguntárselo, estos niños declaraban que “en realidad querían mucho a su madre” (lo que no aclara el autor es si se trataba de casos de “amores que matan”, es decir, que esos niños “querían” a su madre o padre, porque era la fuente de satisfacción de sus caprichos).

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Psicograma de los padres Ante los hechos relatados cabe la pregunta: ¿qué es lo que impulsa a estos niños a la conducta tiránica manifestada ostensiblemente? Según la teoría de Knölker esto podía deberse a:

1. el estilo de educación de los padres 2. las conductas o formas de educar a esos hijos 3. las relaciones concretas en cada caso de los padres con los hijos y viceversa 4. carencia de autoestima.

Cuando los niños tiránicos tenían hermanos, por cierto existía una fuerte rivalidad, sobre todo establecida y mantenida por el niño tiránico, pues en términos generales, sus hermanos se comportaban normalmente y “debían soportar” la rivalidad del tiránico. Las madres, en todos los casos, se mostraban constantemente temerosas, inhibidas, depresivas. Eran débiles y permisivas e inconsecuentes en su actitud educacional. Manifestaban o tenían latente, una actitud de rechazo hacia el hijo tiránico, lo que era más patente en las madres atacadas agresivamente de hecho o de palabra. Al sentir o presentir el rechazo, esas madres desarrollaban sentimientos de culpa, razón por la cual eran permisivas y de voluntad débil al tratar de compensar ese rechazo, con la indulgencia hacia la conducta tiránica y la sobreprotección al acceder a los caprichos e histerias de esos hijos. Los padres, a su vez, se mostraban débiles, inseguros e inestables. Compensaban su constante frustración de no corregir o permitir la conducta tiránica, diluyéndose al ocupar un segundo plano en la vida del niño y mantenerse al margen de la educación, descargando todo el peso de las responsabilidades, en las madres. Carencia de autoestima En el fondo, los niños tiránicos son tan apocados, inhibidos e inseguros como sus padres. Carecen de un sentimiento sano de estima por sí mismos. Sin embargo, a menudo, tienen una inteligencia superior a lo normal. Todos los padres que acudían a la consulta se quejaron de que la situación se les había tornado insoportable. Pero quien los afecta en mayor medida y les resultaba más insoportable, paradójicamente, no es el niño agresivo, sino el niño abandonado en la primera infancia, con su inagotable sed de aceptación y dedicación. En última instancia, todos estos niños fueron internados para su tratamiento. A raíz de esto, Knölker comentaba que esos niños asumían una especie de “rol de chivo expiatorio” y de esa manera liberaban a los padres de sus propios sentimientos de culpa. Los casos comentados, como ejemplos, demuestran una vez más que la relación entre padres e hijos debe entenderse como una articulación de condicionamientos, infinitamente multifacética. En esa relación no caben roles determinados o patrones fijos de conducta, sino que cada situación que la relación plantea por separada, exige un trato especial y distinto a otras situaciones. Educar no es una función de un momento determinado, sino de todo momento y

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arranca desde el primer abrazo y la primera mamada, para no acabar nunca. Una relación padre-hijo educadora es permanente. Nunca ocasional. El médico, como terapista, debe adoptar conductas concretas:

• establecer una terapia familiar de orientación analítica, para liberar a los padres y a los hijos de la maraña que los envuelve

• tomar debida distancia de los padres y los hijos a fin de “no tomar partido” en forma unilateral y prejuiciosa, con una de las partes (actitud equidistante). De otra manera no se estaría procediendo de acuerdo con las “leyes del juego”

• estar debidamente preparado e informado de las diversas técnicas de corrección y, a su vez, ser perfectamente educado, para poder enseñar patrones correctos de educación. Quien no sea educado, evidentemente no podrá educar a otros.

Violencia infantil: fracaso de la adaptación social62 Diferentes investigadores se han ocupado del estudio de la conducta violenta infantil y sus causas. La corriente psiquiátrica adopta nuevos conceptos psicoterapéuticos y enfoca la violencia en general y la infantil en especial, a la luz de estos nuevos conocimientos. Remedi sostiene que hay diferentes factores del desarrollo que son importantes para el origen y la expresión de la agresividad humana patológica. Estadísticamente se ha comprobado que en Occidente en niños y adolescentes hay un 18% de esa franja etaria con trastornos psiquiátricos, de los que un 7 a un 8% se manifiestan bajo formas severas y un grado alto de disfunción psicosocial. Remedi considera que “la conducta agresiva es un problema social que se presenta en cualquier etapa del desarrollo humano”, con lo cual se incluye la infancia y la adolescencia. En ese sentido, la autora considera que en lo relativo a una conducta agresiva debe considerarse como agresión “toda conducta caracterizada por una acción intencional, hecho de relevancia en la clínica pediátrica”. Así, la conducta agresiva infantil se puede presentar generalmente como:

1. Modo directo: a manera de “ actos violentos físicos (patadas, peleas, robos, empujones, etc.”, o como actos violentos verbales (“insultos, malas palabras, etc.”)

2. Modo indirecto: “el niño arremete a los objetos de la persona que ha sido el origen del conflicto”

3. Modo contenido: “el niño gesticula grita o produce expresiones faciales de frustración” La autora categoriza a la violencia infantil como de carácter heterogéneo dado la etiología de la misma, la clase o calidad y la cantidad e impacto sobre las posibles víctimas. También analiza factores etiológicos y del desarrollo de la conducta agresiva. En lo relativo al desarrollo y continuidad de la agresividad infantil destaca tres elementos importantes:

1. El inicio temprano (etapa preescolar) 2. Manifestación física de la conducta agresiva 3. La duración (perdurabilidad) en el tiempo (éste último concepto oficia como

predictor de desarrollo de patología en la edad adulta) En cuanto a los factores etiopatogénicos propiamente dichos, abarcan dos fases decisivas: 62 Carolina Remedi – LA ADAPTACIÓN SOCIAL Y SUS FRACASOS, Congreso de la Asociación de Psiquiatras Argentinos, Mar del Plata, abril de 2006, Publicaciones Gador

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1. Lo genético/epigenético 2. El condicionamiento socio-ambiental

Con estos dos factores es posible conocer cuánto hay de genético y epigenético en las personas violentas para pasar si son violentos desde que nacen (violentos congénitos) o si la violencia se estructura por factores del desarrollo debido a diferentes condicionamientos sociales, culturales y ambientales. Génesis/epigénesis En la conducta agresiva infantil hay múltiples factores (multifactorialidad) en lo genético y epigenético, de modo tal que, en lo epigenético, una conducta agresiva puede ser activada o inhibida estimulando zonas cerebrales determinadas, con ingesta de sustancias o drogas que alteran glándulas endocrinas cuyas hormonas actúan en esas zonas cerebrales que gatillan o suprimen la violencia. De igual modo, ciertas intervenciones quirúrgicas afectan las zonas cerebrales involucradas. En cuanto a lo genético, por ejemplo, una aneuploidía de cromosomas sexuales es un factor de riesgo para psicopatología y criminalidad, teniendo en cuenta que generan disfunción intelectual. Hay que discernir entre lo genético propiamente dicho y lo hormonal. La acción de hormonas androgénicas, como la testosterona en particular, se suman a los factores de conducta violenta dando que cuando en el seno materno hay predominio de esa hormona, ésta actúa sobre el cerebro y provoca acciones desfeminizadoras y masculinizadora, acentuando el sexo masculino y alterando al sexo femenino (mujeres con caracteres masculinos), porque, incluso, esta hormona propicia un mayor desarrollo muscular con aumento de la fuerza física del cuerpo. Remedi resalta que “las disfunciones o lesiones cerebrales, en especial las de localización frontotemporal, connotan una disfunción ejecutiva que incide en la adecuada función cognitiva, desarrollo lingüístico, habilidades sociales y razonamiento moral”. Este factor, o la existencia de un coeficiente intelectual por debajo del promedio, sumados a defectos de la maduración de la lateralidad y dominancia cerebral, constituyen el conjunto de elementos que concurren en la alteración de conductas adaptativas, las que no son influenciadas por el modelamiento social y comunitario, por lo que no sólo alteran la infancia y la adolescencia, sino que influyen en la adultez. Michel Thomas y colaboradores63 consideraron el temperamento en la base de la conducta humana e infantil y lo definen sobre la base de un concepto funcional del desarrollo y sobre la base de la memoria, del aprendizaje del sistema nervioso y también como “factor de vulnerabilidad o resiliencia en la formación de síntomas ligados a la conducta”. Así, consideran que existen temperamentos fáciles, de reacción lenta, y difíciles. Éste último concepto de “temperamento difícil” es lo que modela a los niños denominados “niños difíciles” porque son los propensos (vulnerables) a las dificultades conductuales (reactivos, de escasa empatía, de afectividad negativa, fácilmente distraíbles, impersistentes en sus tareas, dispersos y excesivamente activos y agresivos. Son los niños que presentan problemas para el condicionamiento social y el aprendizaje. Pero será del entorno y de éste, principalmente la familia, donde surgirá la interacción que “modelará” la conducta del niño difícil. La familia interjuega desde diferentes aspectos:

1. el cuidado (supervisión) inadecuado por partes de parientes (padres y parientes cercanos como pueden ser abuelos, tíos, etc. que conforman el “entorno parental”)

63 Michel Thomas y colaboradores, NEW YORK LONGITUDINAL STUDY, Nueva York, EE.UU., 1956

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2. vínculos afectivos inclinados más hacia el rechazo que hacia el amor 3. la imposición de normas rígidas de conducta (disciplina severa) o la ausencia total

de normas (conductas laxas) 4. maltrato infantil

Cuando todas estas circunstancias se conjugan, se comportan como predictores del desarrollo de conductas anómicas que pueden llegar a niveles de delincuencia. El maltrato infantil es paradigma extremo de patología epigenética que puede deformar irreversiblemente el desarrollo del cerebro y la conducta infantil. Cuando una persona, supuestamente amada como es un padre o una madre o un abuelo, dan un trato malo a los niños se inicia el llamado “ciclo de violencia” en donde el niño aprende desde la infancia la violencia que trasladará a su vida adulta. El trato violento desde la infancia, influye en el neurodesarrollo y es fuente de trastornos patológicos psíquicos en la adultez. El daño irreversible del neurodesarrollo consiste en dificultad para regular la vida afectiva, la relación entre sus iguales (vinculación interpares) y los niños se muestran pocos empáticos y con tendencia a reaccionar con malestar ante otros, expresando miedo, ira o manifestando conductas agresivas, generalmente físicas. Es como si interpretaran al comportamiento de otros en términos de hostilidad y provocación (idea referencial) y de ahí la conducta violenta que se instala en forma reactiva y a manera de “justa causa” (si el otro me agrede, debo responder de igual modo). De esto resulta que la víctima del maltrato infantil posee un comportamiento de ira y agresión frente al malestar de otros, a modo de decodificación equívoca del dolor ajeno, surgiendo la justificación de la perpetuación de una violencia que se caracteriza por la deprivación de conciencia y de juicio moral. La explicación de todo residiría en un cerebro dañado (cicatrices biológicas) que se desvía de lo normal en lo emocional, lo cognitivo y lo conductual. Esto se comporta como una especie de “estrés crónico permanente”64 Remedi llama a este fenómeno, fracaso del yo adaptativo. Las secuelas (“cicatrices”) del maltrato infantil Remedi explica que una exposición continua a la violencia crónica, es un factor de estrés crónico que lleva al desarrollo de una respuesta persistente de miedo que implica profundos cambios en la anatomía y fisiología del sistema límbico. Este sistema abarca un conjunto de núcleos cerebrales que regulan, esencialmente, a las emociones y los mecanismos de la memoria y dentro de esos núcleos se encuentra el hipocampo y la amígdala. El hipocampo tiene un papel central en la formación y recuperación de la memoria verbal y la memoria emocional y es altamente vulnerable al estrés debido a su desarrollo lento, a ser la fuente de neurogénesis después del nacimiento y ser la región del cerebro que contiene mayor cantidad de receptores de cortisol (hormona del estrés crónico). La amígdala se encarga de formar los contenidos emocionales de la memoria (procesamientos afectivos. El maltrato, al constituir un estrés crónico, afecta tanto al hipocampo como a la amígdala, a los cuales hipotrofia (disminuye su volumen) en la región izquierda, modifica su forma y necrosa sus neuronas. En la amígdala se afectan los receptores GABA (alteración de la estructura proteínica de las subunidades), lo que permite una especie de “tormenta eléctrica”. En general, hay disminución del hemisferio izquierdo y de la integración interhemisférica (a través de la disminución del cuerpo calloso), con daño de la conexión entre lo racional verbalizable y lo intuitivo-sensitivo. Estas acciones empobrecen la modulación de la experiencia y la capacidad verbal para procesar experiencias cognitivas que surgen de emociones intensas. Por otro lado, provocan una especie de irritabilidad límbica que lleva al adulto vulnerado “a una activación generalizada maladaptativa del sistema de alarma, con síntomas que serían ‘exageraciones’ de

64 Esta influencia de un estrés crónico en la conducta violenta es lo que se ha analizado al estudio lo que hemos denominado el “impulso homicida no psicopático”

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funciones apropiadas”. En lugar de una función apropiada de detección temprana del peligro, se instala un “estado de hipervigilancia” y a la adaptación y la supervivencia las suple la evitación y la reexperimentación, de tal modo que la ansiedad, la depresión, la agresividad, la irritabilidad, la impulsión, la irrupción del dolor sin el recuerdo serán el destino de una infancia sin defensas para la agresión del entorno (indefensión infantil) Mathew Galvin aporta otros conocimientos sobre los efectos del maltrato infantil en el sistema noradrenérgico. La noradrenalina (NA) es sintetizada a partir de la dopamina (DA) por la enzima DBH (dopamina-beta-hidroxilasa), tanto en el sistema nervioso central como en el periférico. El maltrato, como forma de estrés, sobreestimula el sistema noradrenérgico provocando una elevación inicial de DBH. Pero como la NA intra o extracelular ejerce un efecto inhibitorio sobre su propia síntesis (retrocontrol) y esto lleva, secundariamente, a un descenso de DBH. Galvin, estudiando animales y seres humanos, encuentra una menor actividad DBH en niños que habrían sufrido maltrato antes de los tres años de edad (es decir, en etapas muy tempranas), en relación con los niños maltratados después de los tres años de edad. Esto afecta la capacidad en la construcción moral y en la adquisición de conciencia, que se suman a una falta de reconocimiento de valores de autoridad y de sus pares. Estas acciones requieren de un sistema de inhibición comportamental que es mediado, precisamente, por el sistema noradrenérgico. El descenso periférico de la actividad de la DBH disminuye el nivel de NA, lo que provoca una disociación entre la DBH plasmática y los cambios catecolaminérgicos que operan en el estrés crónico (pero de poca prevalencia en la respuesta simpática a estresores agudos). Así, la DBH es un excelente marcador inmunohistoquímico en el estrés crónico pero no es útil en el estrés agudo. La violencia social pública Los actos de violencia en la vía pública tienen que ver que las causas de la hostilidad y la violencia que venimos analizando, donde a las carencias sociales de trabajo, educación, salud y cobertura de necesidades básicas se suma la frustración personal que existe aun en aquellos que aparentemente tienen “de todo”, pues están también los fracasos sentimentales y familiares que pueden generar más violencia que otras cosas. Al entrar en “estado de furibundia”, cualquier prójimo es visto como “enemigo”, incluso en las cosas más nimias como es un atropello accidental, un gesto, una mirada o una frase que nada tienen que ver con uno, pero que es interpretada en forma referencial como que “los otros” están “contra mí”. O bien, aunque no exista esa interpretación referencial, el sólo hecho de una ira contenida, puede desbordar bajo cualquier pretexto banal. Esto se incrementa bajo el efecto de conductas ajenas que, en general, se manifiestan hostilmente. La noticia diaria y permanente de diarios, televisión, literatura, teatro, cine y todo medio de comunicación social, es que la violencia “está en todos y en todo”. No se salva nadie de ser vejado, violado, asesinado, asaltado. Si alguien que vive un clima de mobbing, de violencia familiar directa o indirecta (la indiferencia es una forma de violencia), de agresión escolar, lo natural es que aprenda y crea que la violencia es el medio “normal” para expresarse, pues lo “efectivo” es oponer violencia a la violencia. De otro modo, tolerar o “aguantar” un acto violento, además de la humillación interior, es enfrentar el desprecio y la desestima ajena que lo considera un cobarde o un “objeto fácil” para descargar la hostilidad. El presionado interiormente por la ira ve en la vía o espacio público, un “lugar de revancha” con los otros, a los que cree o considera como “enemigos” ciertos o virtuales. La oposición de ideas y creencias que tradicionalmente divide en bandos, ya no es una mera oposición pasiva e intelectual o afectiva. Se ha transformado en un instrumento de ataque a todo opositor, por cualquier medio, siendo la agresión directa el más

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predilecto y usado. La oposición de ideas políticos ha dado lugar a batallas campales en las instituciones políticas (cámaras legislativas, sede de partidos políticos, etc.). La toma de conformidad con un club deportivo, sobre todo en lo referente al fútbol, lleva a que las “hinchadas” se “linchen” entre sí con una furia destructiva que bate vidas y propiedades materiales. La disconformidad con el reparto de bienes o las acciones políticas desafortunadas, lleva a la revancha colectiva del “piqueterismo” violento que no sólo corta rutas sino que apalea a los conductores que protestan y atacan a la policía generando saña en ambos bandos. Y así, sucesivamente. Lo malo y lo negativo de todo esto es que se confabula para una “reacción en cadena” que “desencadena” a la conducta pública violenta. Los hechos transmiten un mensaje educativo para las generaciones actuales y las que vienen sucediéndoles, en el sentido de que lo normal es ser violento y que, además, ser violento parece de “buen gusto”, siendo mal mirado el “pacífico”, el cual, según observamos antes, pasa a constituir otro objeto de violencia, al ser mirado como un “degenerado” que no se suma a lo “normal”. ¿Qué son los bajos instintos?

Los llamados bajos instintos son los relacionados con los instintos negativos y monstruosos que determinan la deformación de la esencia humana y transforman al hombre es una especie de bestia incontrolada e incontrolable. No hay duda que la interacción entre emociones e instintos es tan estrecha que no es fácil separarlos. Quizás se deba a que ambos, emoción e instinto, operan sobre una misma área del espíritu (sector afectivo) y por lo tanto tengan la misma vía común final de expresión, tanto en lo anatómico u orgánico, como en lo psíquico. Así como hay exacerbación de instintos positivos (empatía, amor, amistad) también hay de sentimientos que pueden llevar a conductas instintivas incontrolables, generalmente bajo el impulso de la ira, de la violencia y de otras actitudes destructivas y perversas. Mira y López define a los bajos instintos como “obscuras fuerzas que son capaces de emerger en nosotros, desde las profundidades del inconsciente, llevándonos a excesos y dislates de los que siempre es tarde para arrepentirse. Es una forma de desencadenamiento del genio maléfico que nos lleva en forma irrefrenable a la degradación” Características de los bajos instintos

Recordaremos ahora algunos conceptos ya vertidos sobre perversión y malignidad. La perversión es el estado por el cual se realizan acciones “sumamente malas, que causan daño intencionadamente” y que se “corrompe las costumbres y el orden y estado habitual de las cosas”. Esto es, lisa y llanamente, las acciones de maldad. Estas son las acciones que, además de carecer de bondad, obviamente, son dañosas o nocivas tanto para la salud, el cuerpo y la vida, como para la sociedad en general, puesto que en este concepto, la maldad se opone a la razón y a la ley, es decir, atenta directamente contra la esencia del hombre y es otra de las manifestaciones de la antiesencialidad humana. Con estas acciones se involucra todo lo que produce los bajos instintos que hemos aludido. La malignidad es una “propensión del ánimo a pensar u obrar mal” y es lo opuesto a la bondad, la que no sólo implica el control total de emociones e instintos, sobre todo los bajos y negativos, sino también una propensión natural para hacer el bien y evitar el mal. Tanto la maldad como la bondad están en el hombre.

Por lo tanto, hay que aguzar el ingenio para descubrir los mecanismos, aún desconocidos,

por los cuales un hombre decide obrar en uno u otro sentido. Como corolario es necesario destacar el incremento de la tendencia al instinto de agresión o violencia. Está ligado a los instintos primarios de odio e ira y el factor desencadenante es la frustración. La agresión, si bien puede estar

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motivada o impulsada por instintos primarios, siempre es una conducta aprendida y un resultado social. La agresión, más que instintiva, es una reacción condicionada culturalmente. Se es agresivo porque el medio condiciona esa agresividad. Todo ocurre a tal punto se ha llegado a hablar de que existe actualmente una “cultura de la violencia” en donde lo agresivo es el condimento principal. Esto amerita un tema aparte en el próximo parágrafo. De esta forma, hemos intentado un acercamiento elemental al conocimiento de los instintos humanos, primer paso para poder explicarnos hasta qué punto una tendencia es imperativa y hasta cuándo o cómo, no lo es. Controlar las emociones es, en algún modo, equilibrar los estados de ánimo (principalmente los estados iracundos). Cuando hay una perturbación o desorden de este estado ánimo, se instala la pasión, la que también puede manifestarse como “apetito o afición vehemente a una cosa” (RAE). En el “estado de pasión” el hombre pierde el control de sus emociones, sobre todo, de las emociones violentas. Es cuando cae bajo el estado de esclavitud de las pasiones. Son las personas iracundas sin motivo o que fácilmente montan en ira y actúan sin ningún sentimiento ni afecto, en forma irracional, automática o deliberada (según la intención). Es una ira inadecuada y fuera de control y que instala una furibundia permanente. Generalmente, los “malos iracundos” (los que no tienen razón alguna para ser iracundos) son personas que carecen de remordimientos y de empatía. Las sociopatías

Dentro de los bajos instintos hay que considerar a las sociopatías. Para Goleman65 la sociopatía es el equivalente de psicopatía. Lo que antes consideramos como psicópata, hoy Goleman le llama sociópata, lo que da la idea de que son quiere aludir a una especie de “enfermo social”, cuya falla principal es la falta de adaptación a la sociedad y por eso observa una conducta anormal que va desde la anomia a la violencia total. Dice Goleman que “los psicópatas se destacan por ser encantadores y al mismo tiempo totalmente carentes de remordimientos”. Define a la psicopatía como “la incapacidad de sentir la menor empatía o compasión” . Según este autor, la falta de remordimiento “es el más desconcertante de los defectos emocionales. El núcleo de la frialdad del psicópata parece asentarse en una incapacidad para hacer algo más que conexiones emocionales absolutamente superficiales. Los criminales más crueles, como los sádicos asesinos en serie que se deleitan con el sufrimiento de sus víctimas experimentan antes de morir, son la personificación de la psicopatía”.

Goleman intenta explicar, en parte, que la “compleja conducta criminal” puede ser

enfocada desde diversos puntos de vistas, evitando la teoría de una base biológica o del “gen criminal”. Una de las teorías posibles es la que él llama “tipo perverso de habilidad emocional intimidatoria” por la cual el criminal desarrolla su capacidad de intimidar a otros para lograr una especie de supervivencia en los barrios marginales o violentos, en los cuales generalmente vive. Naturalmente, esta habilidad intimidatoria es la que emplea también para el crimen. De ahí que para desarrollar esa habilidad, deba evitar todo tipo de empatía, la que es contraproducente para una “conducta intimidatoria”. Tanto la manipulación criminal como la torturadora (caso del policía malo), exigen aprender a disociar los sentimientos de las víctimas, de los propios sentimientos del sociópata, “con el fin de hacer su ‘trabajo’”.

En el origen de esta manipulación inempática o anempática66 (carente de empatía),

Goleman cita el caso de maridos golpeadores, los cuales han sido estudiados y accidentalmente se

65 Cap. 7 de LA INTELIGENCIA EMOCIONAL 66 Neologismo que proponemos para denotar la falta total de empatía

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descubrió que proceden así, no por “el apasionamiento de la ira” sino por la “adopción de un estado frío y calculador”. La “actitud beligerante y abusiva” es sólo exterior, pues interiormente gozan de plena serenidad. Estima que la violencia, en este caso, es un “calculado acto de terrorismo” como “método de control a través del temor” de las víctimas. En estos individuos existe una especie de “violencia sin motivos e irrefrenable” pues nada los detiene. Pero son tan buenos mentirosos y simuladores de bondad que engañan a todos con una “apariencia bonachona” para ocultar sus verdaderos instintos deformados.

Aclara Goleman que muchos psicópatas y personas no psicópatas pueden padecer una

especie de defecto nervioso no genético. Esto explicaría porque de todos los que son fríos o padecen de falta de empatía, la mayoría no son criminales. Para que se produzca una conducta criminal, además de la falta de empatía, deben estar en la consideración otras fuerzas psicológicas, económicas y sociales que contribuyan como “vectores de la criminalidad” Los bajos instintos sexuales Hemos asociado a los bajos instintos con instintos perversos, dañinos, irrefrenables, que no son compulsivos en el sentido natural, es decir, no tienen nada ver con la vida misma, sino que son frutos de una cultura de violencia o ausencia de una educación o formación cultural. Son instintos crueles en más, es decir, un verdadero desborde instintivo, donde los instintos no son ya para cumplir sus funciones naturales sino que son instintos desviados de lo normal y natural. Son antinaturales. Consisten en la desinhibición total, desenfreno social y libertinaje absoluto, que avasallan todos los derechos ajenos. Los prójimos sólo son objetos o instrumentos para el cumplimiento de los bajos instintos. Todo esto ocurre en la esfera de lo sexual y el instinto sexual natural se desnaturaliza. Aparecen motivaciones y deseos bastardos, nefastos y totalmente torcidos. Hay un exceso de fantasías morbosas y apetitos totalmente pervertidos. Los bajos instintos sexuales son los que originan las perversiones sexuales como la necrofilia (relación carnal con muertos), zoofilia (relación carnal con animales), la violación sexual, la pederastia (abuso y violación de niños), el incesto, el sadomasoquismo, las mutilaciones sexuales no rituales, el proxenetismo, la trata de blancas o prostitución esclavizante, la gerontofilia (relación carnal con ancianos), etc. Hay una libido exagerada en algunos casos como la ninfomanía indiscriminada o un deseo sexual depravado como en la violación y el sadomasoquismo o el abuso sexual en todas sus formas, especialmente el que se realiza bajo coerción física y psíquica, chantaje, etc. Las otras desviaciones sexuales son incomprensibles y sólo se conocen por su manifestación fenomenológica. La violación sexual es más execrable cuando es seguida de asesinato o se practica en bebés o niños de muy corta edad. Control de los bajos instintos: la sublimación y la educación Del conocimiento previo de los tipos de instintos humanos, se puede hacer una deducción primaria: hay instintos controlables con la voluntad y la inteligencia, que son los aprendidos y los no imperativos ni vitales. Controlar un instinto significa ponerle frenos, o sea, refrenar: “contener o reprimir la fuerza o la violencia de algo”. De no manejarse con inteligencia, los instintos pueden transformase en irrefrenables y así ser imperativos, cualquiera sea su categoría, llevando al libertinaje, al desborde, al desenfreno, al exceso de los instintos. El desenfreno transforma totalmente al hombre y lo deshumaniza, llevándolo a adoptar “modos de ser” inhumanos. Cuando

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un instinto se enseñorea, en total desenfreno, transforma al hombre en casi una bestia insociable, depravado, degenerado, asesino, corrupto y todo tipo de calificativo que marque claramente una conducta irracional, impropia del ser humano, de la inteligencia humana. Pero ahora debemos agregar que el cuerpo humano tiene mecanismos de control propios para esos instintos, aún los vitales. Así en el Sistema Nervioso Central (SNC) hay “centros” que regulan la sed, el hambre, la libido. Estos centros generalmente son de dos tipos: excitatorios e inhibitorios. De esta manera hay un centro para el hambre y un centro para la saciedad.

Lo extraordinario es que el hombre, en un esfuerzo supremo, puede controlar con su voluntad y razón estos centros, que actúan por sustancias que viajan por las vías nerviosas (neurotransmisores) y que pueden ser comandados tanto en la excitación como en la inhibición desde la corteza cerebral, sede fisiológica de la inteligencia razonada. Por estos mecanismos, una persona puede producir una excitación anormal del hambre (gula) que lo lleva a comer irracionalmente hasta enfermar y morir por sobreingesta. También por estos mecanismos puede ir al extremo contrario: la inhibición y provocar ayunos prolongados que, incluso pueden llevarle a la caquexia (debilitamiento grave) y a la muerte por inanición. También estos mecanismos que se pueden manejar voluntariamente, cuando hay alteraciones psicológicas, pueden desatar involuntaria e irracionalmente compulsiones para comer (bulimia) o para ayunar (anorexia). Estos mecanismos que hemos ejemplificado para el hombre también son aplicables a los otros instintos. Por estas manifestaciones es que afirmamos que los instintos humanos no son tan absolutos como en el animal. De igual modo que en el hambre, el hombre manipula su sed o su instinto sexual a los que puede voluntariamente sobredimensionar o anular. Los mecanismos de control ejercen una acción de inhibición de instintos. Cuando estos controles no se desarrollan, se debilitan o se pierden, aparece la desinhibición de los instintos. El control de los bajos instintos puede conseguirse con la educación y dentro de ella, con el entrenamiento de la sublimación. La personalidad de la violencia

Los prototipos de la persona con tendencia a la violencia pueden, de algún modo, ser extraídos de los tipos estudiados para el estrés.67 La personalidad H es una especie de clasificación intermedia entre A y B, con bastante de C, en el sentido de ansiedad crónica, pero expresada como hostilidad. De ahí surge la letra de la clasificación. Otros autores, siguiendo el orden abecedario de la nomenclatura de las otras personalidad, proponen llamarla personalidad D. El individuo que tiene personalidad H es el que por regla general es hostil, es decir, su conducta se caracteriza por estar permanente reaccionando con enojo. El enojo fácil es el estigma de esta personalidad. Pero ocurrió que a principios de la década del 80 otros estudios, de los cuales fueron pioneros los esposos Williams 68 investigaron que la mayoría de las características de la personalidad A no producen infarto, pero sí hay una muy particular que es la causa de más del 90% de los infartos en esta y otras personalidades: el enojo hostil. Pero la hostilidad sólo es perjudicial cuando se manifiesta en actos violentos o provocadores.

67 Friedman y Rosenman - JAMA (l69): 1269, l959. 68 Redford Williams y Virginia Williams de la Universidad Duke de EE.UU.

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Los mecanismos que llevan al enojo hostil como son el fastidio cotidiano, que no es provocado por las grandes catástrofes, sino por una sucesión de pequeños inconvenientes, provocan reacciones fisiológicas que preparan al cuerpo para una reacción furibunda. Los más afectados son los poseen personalidad A, especialmente la H, de ahí que los factores estresantes que llevan a un desfasaje emocional provocando enojo o ira (que bien podríamos llamar furibundia, neologismo que expresaría la propensión a entrar en estado de furia, enojo o ira). Los iracundos o furibundos que activan el sistema renina-angiotensina, a través del reflejo de las catecolaminas, preparan su organismo para entrar en acción frente a un estado conflictivo inminente o inmediato, pues la vasoconstricción tiene dos objetivos simultáneos: provocar hemostasia en caso de heridas y aumentar el suministro de oxígeno al sistema muscular para mejorar o potenciar su acción. Asimismo la elevación de la presión provoca una cierta obnubilación al sistema de razonamiento (limitación de la capacidad de razonar) por lo el individuo queda en estado de obcecación.

Este hecho fisiológico permite la supervivencia en caso de una lucha abierta o franca que exige la participación del cuerpo, de forma tal que quien va a batallar, deja de pensar en consecuencias, sobre todo las negativas como el peligro de exponerse a una lesión grave, y de ese modo evita caer en una depresión emotiva, en la una disminución de la motivación para luchar podría ser una desventaja que le reste capacidad de lucha y esto derive en una lesión grave o la muerte. La existencia del enojo hostil o ira, es harta conocida y tratada por el vulgo como por científicos. Vulgarmente siempre se pensó que era mejor expresar que reprimir la ira. Entre las tendencias de los investigadores, había grupos que pensaban que era mejor expresar que reprimir, mientras que otros sostenían lo contrario.

La teoría Williams es que la expresión violenta del enojo lleva a la enfermedad

cardiopática. La epidemióloga Mara Julius69 concluye que no es sano aguantar el enojo por lo que no manifestar el enfado es nocivo. Sin embargo, a pesar de los desacuerdos de sus opiniones, todos los expertos coinciden en que es conveniente entender y dirigir esta emoción elemental. 69 (Universidad de Michigan, EE.UU.)

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V

Los “instrumentos” de la violencia Televisión y videojuegos

ntenderemos por instrumentos de la violencia, a aquellos que inducen los estados violentos. También podrán considerarse instrumentos de violencia los que usan los violentos para ocasionar daño. Es decir, los “instrumentos de la violencia” pueden

ser:

1. los que se usan para inducir una conducta violenta 2. los usados para llevar a cabo o efectuar una acción violenta

Los videojuegos pueden ser un elemento introductor de violencia. Desde 1994, en EE.UU., los productores de videojuegos fundaron la Junta para Clasificación de Programas de Entretenimiento (JCPE) y en ella se clasifican los videojuegos, según su contenido, en cinco categorías:

1. para niños pequeños 2. para todo público 3. para chicos de 13 años 4. para mayores de 17 años 5. sólo para adultos.

No obstante, los niños son suficientemente astutos para escapar el control y lograr el acceso

a esos vídeos. Un experto norteamericano, David Walsh ha dicho: “Tal vez los medios de comunicación sean más poderosos de lo que creemos y puesto que los padres son responsables de cuidar a sus hijos, nuestra definición de cuidar debe cambiar al mismo ritmo con que cambia el mundo de los medios”.

Otro norteamericano, experto en psicología del homicida, Tte. Cnel. Dave Grossman

indica: “Cada vez que un niño juega un videojuego en el que tiene que apuntar y disparar, aprende exactamente los mismos reflejos condicionados de un soldado o un policía que está en algún programa de adiestramiento”. Empero la violencia no es patrimonio exclusivo de los videojuegos sino que está instalada en las películas, en la televisión y últimamente, en las noticias cotidianas de hechos policiales. La violencia ha sufrido una escalada desde la década del 90’ y las estadísticas observan un incremento del 3 al 15 por ciento en la agresividad de los individuos después de haber estado expuestos a los actos violentos del cine, la TV y los videojuegos. En una sociedad permanentemente tensionada por las expectativas no satisfechas y las necesidades postergadas, la reacción hostil o agresiva es la respuesta inmediata a la frustración. Sólo cuando se agotan los medios de la violencia, sobrevienen los estados ansiosos depresivos. La falta de respuestas o las respuestas inadecuados de los gobiernos a los graves problemas socioeconómicos que flagelan la sociedad actual, conllevan una carga de violencia que se manifiestan en los llamados “estallidos sociales”, los que causan turbulencia en todas las regiones del mundo. La violencia de la represión por parte de los gobiernos fuertes o dictadores, deja huellas indelebles en quienes son torturados, vejados y privados de elementales derechos humanos.

E

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La juventud, de por sí revoltosa, es el germen actual de actos violentos, tanto en el campo

de la delincuencia como en las reacciones cotidianas. No es infrecuente leer que algún joven murió en una gresca callejera. Las patotas o bandas de la calle, no sólo se dedican a consumir y traficar drogas, a la prostitución hetero y homosexual, sino que también roba y mata entre otros actos de franca delincuencia.

Se mata para obtener un peso miserable, se mata si el asaltado dice no tener plata ni objetos de valor, se mata aunque no haya ningún motivo, es decir, se está matando por puro placer. Asquea tener que hacer este comentario o llegar a esta triste conclusión, pero la realidad no da mayor margen de interpretación cuando se le informa que a un joven se le pega un tiro en la cabeza para quitarle una campera, una chomba o unas zapatillas. Otras veces una bicicleta u otro elemento que porte. Ya no se hiere una pierna o un brazo. Se tira a los órganos vitales o a la cabeza, al mejor estilo de los asesinos de las películas del cine, la TV y los videojuegos o los que son noticias de la página policial. El tiro en la cabeza es el más practicado en los últimos tiempos lo que indica más que un acto sanguinario, una reacción violenta sin aparente razón. Es como si disparar a la cabeza fuese una especie de diversión, entretenimiento o hobby.

Interpretar los hechos en esta forma directa y fría da la impresión de que se está

interpretando equivocadamente una situación, en el sentido de creer que las cosas no son tan malas como ocurren. Pero las estadísticas, los hechos en sí y la opinión de expertos, son unánimes: se está matando sólo por el placer de matar. Cuando la juventud no tiene otras fuentes culturales más que las dadas por el cine, la televisión y la prensa escrita y se ve rodeada de actos violentos en la comunidad (calle, familia, escuela, trabajo), es la regla que llegue a conclusiones tales como que es natural matar por matar.

La cultura desprovista de todo valor o axiología, la ausencia de una educación auténtica y el

vacío de moldes éticos y morales, necesariamente engendra generaciones que pierden el sentido de la vida para sí y para otros. No aprecian la vida propia, se degrada la autoestima y, por consecuencia, se pierde el aprecio por la vida de otros. Suicidarse o asesinar son las alternativas vistas como lógicas cuando se ha perdido el sentido de la vida.

En lo relativo a la TV como vehículo de violencia, Eugene Methvin advirtió en 198370 que

desde 1973 se habían realizado estudios sobre los efectos televisivos en la conducta de los espectadores en EE.UU. Uno de esos estudios, realizado por la Inspección de Sanidad de EE.UU., fue comentado por Jesse Steinfeld, inspector general de la institución, que declaró: “la relación causal entre violencia televisada y conducta antisocial, basta para justificar una campaña correctiva inmediata”. El Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH) de EE.UU. informó en mayo de 1982 el resultado de 2.500 estudios realizados sobre 100.000 individuos en varias docenas de países.

Esos estudios estaban referidos a la influencia de la TV sobre el comportamiento humano.

Califica de “abrumadores” los resultados que obtuvieron amplio consenso entre todos los investigadores que participaron, en el sentido de que la violencia por TV estimula el comportamiento agresivo. Tal conclusión despejó las dudas existentes acerca del verdadero poder de influencia de la TV sobre los usos y costumbres previamente instalados. Fue rotundamente

70 En el artículo PRUEBAS ESTRUJANTES SOBRE LA VIOLENCIA TELEVISIVA, publicado por R. D. en abril de 1983

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significativa la comprobación fehaciente de que la TV realmente puede modificar las conductas preexistentes.

En 1982 el Informe Nielsen se ocupó de estudiar el “tiempo de consumo” de la “pantalla

televisiva casera”, es decir, sobre el promedio de horas que las familias estadounidenses comunes, hace funcionar sus TV hogareñas. El promedio obtenido arrojó una cifra cercana a las 50 horas semanales. En la discriminación de la forma de estar frente al televisor, de cada miembro de familia, se destacó que un adolescente o joven “normal”, al terminar la enseñanza secundaria, detenta el récord de haber estado frente a la pantalla de TV casi el doble del tiempo que empleaba en asistir al colegio. De ese modo, el decenio que insumió el Informe Nielsen arrojó que un total de diez años de semanas de cuarenta horas significó presenciar 150.000 episodios violentos que incluían alrededor de 25.000 muertes también por causas violentas. Lo que dicho estudio destaca es que a pesar de tanto crimen violento, el espectador nota en la pantalla, por parte de los actores pocas manifestaciones de dolor o sufrimiento y de pesar por lo que debiera considerarse una falta de respeto absoluto por la vida ajena y de falta de estima por niños, mujeres, adultos y ancianos asesinados brutalmente o vejados de formas diversas.

Esta apatía afectiva es una falsa imagen de lo que debiera ser en la realidad y desmerece a

las conductas probas y éticas que se desviven por hacer lo que corresponde a la dignidad y la inteligencia humana y a la convivencia pacífica y tolerante en la comunidad. Pero lo peor no es sólo la deformación de los criterios de humanismo o humanización, sino la estimulación o incitación de imitar a los “violentos” de la TV que genera el impulso de llevar a cabo actos idénticos.

De ese modo, el estudio recogió opiniones de gente diversa (padres, docentes, vecinos, etc.)

que todos coinciden en que los niños y los adultos tienden a imitar “tal cual” muchos actos violentos (cita los casos de un niño que rompía los vidrios a puñetazos, como observaban que hacían sus héroes de la ficción televisiva o el caso del asesino que reprodujo un crimen televisivo usando un bate de béisbol y, a pesar de que el primer golpe no causó la muerte inmediata, a pesar del sufrimiento y del llanto lastimero del agredido, procedió a dar los golpes en forma suficiente para llegar a matar a su víctima. Esto mostró que no sólo se reproducen formas y medios de violencia, sino que incluso puede inducirse una saña mayor que la ficticia.

El Informe Nielsen elaboró cuatro conclusiones que resumían los efectos encontrados en la

investigación realizada.

⇒ La violencia televisada produce daño efectivo grave y prolongado: esta conclusión fue la culminación del Estudio Eron71 que primero estableció “dietas” televisivas de 184 niños que contemplaban programas violentos y establecieron los grados de agresividad despertados en esos por los programas asimilados. Cuando el grupo cumplió los dieciocho años de edad, compararon el grado de agresividad alcanzado a los ochos años con el desarrollado a los dieciocho años. La comparación determinó que “cuanto más violentos fueron los programas presenciados en la niñez, más belicosos resultaron los afectados cuando se transformaron en jóvenes adultos. Se encontraron conductas plagadas de acciones antisociales, desde robo y vandalismo, hasta ataques con arma mortal. Definitivamente, los niños adquirieron hábitos de agresividad que persistieron, por lo menos, los diez años que duró el estudio”

71 Realizado por Leonard Eron y un grupo de colegas profesores de la Universidad de Illinois, EE.UU.

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⇒ Sin duda alguna, los más perjudiciales son los programas con caricaturas de

“acción” que se exhiben como “programas infantiles”: Albert Bandura 72 descubrió que el incremento de la violencia juvenil se debe tanto al efecto de la violencia que se ve en las series de dibujos animados, como la observada en programas donde actúan seres humanos. El estudio Kansas73 informó que las caricaturas violentas influyeron en los juegos infantiles escolares, reduciendo notablemente el juego imaginativo y elevando el nivel de agresividad en los niños en edad preescolar. El estudio Singer74 encontró que los niños en edad preescolar que realizaban manifestaciones de destrucción, peleas y protestas en el patio de juegos de la escuela, eran los que veían con mayor asiduidad las caricaturas violentas.

⇒ La televisión con programas agresivos o de violencia, parece inducir la

desintegración de las restricciones morales: El estudio Belson75 analizó las “dietas”76 televisivas y la conducta posterior de espectadores niños y adolescentes, descubriendo que entre los 12 y los 17 años era menos dañina la violencia de las caricaturas, comedios o series de fantasía científica. Pero aquellos programas con temas de ficción pero con escena de agresividad realista, especialmente las que se daban en escenas de relaciones interpersonales, resultaba un veneno deletéreo mortal. Existía la probabilidad de que un 47% de los espectadores cotidianos de esos espectáculos, efectuaran acciones consistentes en atacar a puñaladas durante una pelea en la escuela, desgarrar a tajos los neumáticos de vehículos o quemar a alguien con cigarrillos, cometer un robo con allanamiento de morada o realizar intentos de violación sexual. La conclusión del estudio Belson fue que los televidentes estudiados, más que adquirir actitudes concretas de violencia, sufrían una especie de desintegración de principios morales que bajo forma de restricciones concretas le eran impuestas por la familia, la escuela, la Iglesia y la sociedad misma. El efecto televisivo, en la opinión de un Belson asombrado: “es casi como si los muchachos tendieran a dar rienda suelta a cualquiera de sus inclinaciones naturales de violencia, las que parecían surgir de manera espontánea”. Este fenómeno observado hace más de veinte años en Inglaterra, hoy es noticia diaria en las escuelas argentinas y latinoamericanas, en general.

⇒ La televisión en general, y la violenta en particular, incrementa el comportamiento

pernicioso y el mal desempeño escolar de niños y jóvenes: Urie Bronfenbrenner77 sostiene que “cuando está encendido, el televisor paraliza a todos. Se suspende todo lo que solía realizarse entre las personas: juegos, discusiones, escenas emocionales, que contribuían a desarrollar la capacidad y la personalidad. Cuando se pone a funcionar el televisor, se detiene el proceso de humanización de

72 Psicólogo de la Universidad de Stanford, EE.UU. 73 Realizado en la Universidad de Kansas, EE.UU., con un grupo de 66 niños en edad preescolar 74 Efectuado por los Dres. Jerome y Dorothy Singer con 200 niños en edad preescolar, Universidad de Yale. EE.UU. 75 Llevado a cabo por el psicólogo británico William Belson con apoyo de la CBS (Red Radiodifusora de Columbia), sobre 1.565 londinenses en edades que oscilaban entre los 12 y los 17 años 76 Sinónimo de menú o programa 77 Psicólogo de la Universidad de Cornell, EE.UU.

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los seres humanos” . Bronfenbrenner reafirma acá lo que nosotros expusimos antes: el fenómeno de estupidización que provoca la pantallaadicción. Pero agrega un concepto más, en tono con nuestro trabajo, en el sentido de que la TV en exceso termina por deshumanizar al hombre. Las observaciones de Bronfenbrenner han sido confirmadas por diferentes estudios hechos en EE.UU., Canadá, Israel, Australia y otros países europeos. Dichos estudios indican que el tiempo empleado en ver televisión, sin tener en cuenta qué tipo de programa se ve, constituye una variable crítica que induce en forma manifiesta a la agresividad ulterior, especialmente en actitudes y comportamientos infantiles. Otras investigaciones determinan que la TV deteriora habilidades verbales y la creatividad infantil. La influencia de la TV en el lenguaje, en general, de niños, jóvenes y adultos, es determinante en Argentina. Los medios televisivos “implantan” nuevas palabras o jergas populares y contribuyen a enseñar formas de expresión que limita el habla al uso de unos pocos términos, ignorándose el significado del resto de las palabras del idioma, en este caso, español.

Videosadismo El sadismo es un término extraído de los escritos morbosos del Marqués de Sade, escritor francés cuyas novelas referían perversiones sexuales de una persona que provocaba su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona. Es como una especie de goce y placer por el dolor y el sufrimiento ajeno. Nosotros recuperamos al término sadismo con la segunda acepción de la Real Academia Española en el sentido de “crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta”.

Michael Crowley78 ha notado un fenómeno en Internet que denominó videosadismo y que él lo define como “una forma de degradación cultural que ensalza y exhibe con lujo de detalles las lesiones y las muertes más horrendas que acaecen en personajes reales”. Se refiere a los episodios de degollamiento de personas ante la cámara como ocurrió con rehenes en Irak, los accidentes automovilísticos firmados en vivo con escenas de muertos, heridos y mutilados, las personas suicidadas o asesinadas con armas que le producen lesiones llamativas; los vídeos de personas que saltan desde edificios como fue el caso del atentado de las torres gemelas en EE.UU., los cadáveres de incinerados en incendios o los destrozados por explosiones. Es el afán de mostrar en forma enfermiza, las enfermedades, ejecuciones, asesinatos, deformidades, vivisecciones, accidentes y genocidios que ocurren realmente en el mundo. Incluso hay sitios de Internet que presentan estas imágenes con frases escalofriantes como “muy bien, fanáticos del morbo, ¡abróchense los cinturones!

En la opinión de expertos, como Dave Walsh,79 esas imágenes “producen una creciente

insensibilidad ante la violencia, que luego se transfiere a la vida real” Ofician como una invitación a una especie de psicosis masiva en pro del sadismo y la violencia, resultando tales mostraciones una verdadera apología de la violencia sádica. Desgraciadamente, desde la perspectiva de esos expertos, observar a través de la pantalla televisiva o de la computadora las escenas de violencia de la vida real, es una expectativa que está creciendo desmedidamente en niños, jóvenes y adultos, con tal auge que en los últimos años las visitas a sitios de horror y otras maldades en Internet alcanza a más de 150.000 espectadores diarios, sólo en EE.UU.

78 autor de un artículo periodístico titulado VIDEOSADISMO EN INTERNET 79 Experto estadounidense en temas de medios informativos y la familia

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Las quejas a los responsables de poner en pantalla tales imágenes ha sido respondida despectivamente aduciendo que Internet no es la niñera de nadie, por lo que no debe preocuparse ni responsabilizarse por los que Internautas80 desean ver o buscar, siguiendo sus propios gustos, debilidades o perversiones. En el caso de los niños, los productores descargan la culpa en los padres que permiten que sus hijos naveguen sin ningún tipo de supervisión y esperan que los demás asuman la responsabilidad de resguardar la moral y la virtud, en lugar de asumir el rol activo de poner límites y enseñar “qué es lo debido” o “lo conveniente”.

Incluso, los abogados defensores de esos productores de sitios violentos de webs, aducen

que el derecho a la privacidad no puede estar por encima del derecho a la libertad de expresión. La ironía de las respuestas son más duras, a veces, que las mismas imágenes, pues al presunto derecho, le agregan frases como que “los difuntos no tienen derecho a la privacidad en el más allá”, o bien, si no quieren que se publiquen escenas crudas de suicidados, que no se suiciden en forma pública. Más aún: en respuesta a los reclamos de los familiares contestaron que en el futuro instruyan a los miembros de la familia para que se suiciden en “forma privadísima”, así no transcienden las imágenes escandalosas.

Lawrence Walters81 agrega más justificaciones del morbo diciendo: “nos gusta saber lo

que hacen los demás, sea bueno, malo o feo”. Tanto las producciones de sitios degradantes, como las respuestas dadas a los reclamos, evidencian, por un lado, el sadismo de los productores y, por el otro, el sadismo de los pantallavidentes. La afluencia masiva que en algunos casos superaron los 250.000 espectadores por día, dan razones de justificación a los productores de los programas sádicos. El videosadismo se suma a todo lo otro que ya venía operando como ficción en la pantalla de TV o Internet y así se suma a los factores existentes, como un nuevo riesgo para los niños, en el sentido de exaltación de la violencia.

Estudios realizados en las universidades de Michigan y Wisconsin, en EE.UU., han arribado

a las conclusiones de que la “cultura actual” está “endureciendo a la gente”, de forma tal que cuánto más tiempo pase una persona en un mundo donde la violencia es la regla, más hostil será su mentalidad. El sentido común de una gran parte de la sociedad no contaminada por esta psicosis de la violencia, piensa que sería un grave error dejar de admitir o tratar de ignorar, que la cultura que engendró a tantas personas violentas y de lo gustan de la violencia, ha empañado la dignidad humana.

En Argentina, una novela televisiva82 sobre la vida interna en un penal, mostraba como los

presos se automutilaban como un código especial para identificarse. Pronto, esas conductas cundieron en el ambiente escolar y fue noticia periodística por la cantidad de alumnos que se automutilaban en las aulas, en franca imitación de lo que la serie enseñaba.

Actitud conveniente de padres Es un error muy común, por parte de los padres, creer que la televisión violenta sólo afecta a niños y jóvenes, pero a ellos no. El estudio Gorney-Loye83 determinó que quienes son aficionados

80 Neologismo para designar a los que “navegan” por Internet 81 Abogado estadounidense defensor de los productores de sitios webs degenerados y morbosos 82 LOS TUMBEROS 83 Llevado a cabo por los investigadores Roderic Gorney y David Loye, en la Universidad de California, Los Ángeles, EE.UU., en 183 hombres casados, repartidos en 5 grupos por edades que abarcaban desde los 20

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a ver programas televisivos de violencia, manifiestan significativamente grados mayores de agresividad. Por otro lado, las esposas de los que participaron en el estudio, ignorando lo que se estaba estudiando, advirtieron un 35% más de incidentes de conducta nociva en el hogar, en comparación con las señoras cuyos maridos vieron otros tipos de programas.

Gorney resume la experiencia así: “la lección importante de nuestro experimento es que los adultos, por la manera en que escogen los programas, pueden reducir sus conductas agresivas. El clima que propician los estados de ánimo y las conductas de los padres, es tan decisivo para la salud mental familiar como lo que ven los niños, por su cuenta, en la televisión”. Con esto, el investigador quiere señalar que los padres, ante todo, deben aprender a percatarse de que la televisión que ellos mismos ven puede afectar la calidad de la vida familiar. Si esto ocurre, es más probable que se tienda a modificar los hábitos en cuanto al tiempo dedicado a ver TV y se proceda a una mejor selección de programas menos nocivo.

Por otro lado, los padres, en virtud de la experiencia negativa de la conducta actual, deben

buscar los medios idóneos para limitar el tiempo de exposición de sus hijos a la TV y orientarlos y estimularlos a ver programas formativos que ayuden a fomentar la creatividad y adquirir conocimientos culturales en general. Esto terminaría con el problema actual de padres que ignoran cuál es el efecto de ver indiscriminadamente cualquier programa de TV o elegir, en especial, los de contenido de “acción” la cual es generalmente de alta agresividad y violencia que enseña lo peor de la sociedad y del hombre. El efecto actuante es la subestimación tanto del tiempo de exposición a la pantalla como de la calidad de programas a ver y de las consecuencias de adquirir actitudes y costumbres agresivas y violentas. Los expertos aconsejan que en lugar de considerar a la TV como una especie de “niñera” que mantiene a los hijos dentro del hogar y los contiene para evitar que “anden en la calle”, deben preocuparse de empezar a ver a la TV como una “maestra” que también puede enseñar cosas buenas en lugar de porquerías. Si su deseo es que su hijo vea TV deben empezar a enterarse cuál es la programación de la TV regional, cuánto es el tiempo de exposición que cada hijo tiene frente al televisor y cuál es la tendencia en particular de cada uno. De ese modo podrán ayudar a formar mejor opinión de los hijos, en relación al mejor contenido de programas y la cantidad de tiempo “no dañina” que pueden dedicar a la pantalla televisiva. De ese modo, el tiempo diario deberá repartirse entre tareas hogareñas, estudios y actividades sociales, para restárselo al televisor.

Los programas deben ser elegidos por su calidad y no por el “grado de entretenimiento”. Los padres deben ponerse muy exigentes, en primer lugar con ellos mismos y luego aplicar el ejemplo a sus hijos, en lo que atañe a los horarios para “ver televisión” y qué películas o programas son los más convenientes. Si se eligen cintas de dibujos animados, hay que tratar que los mismos no sean violentos y, si es posible, dejen moralejas positivas.

Otro tanto ocurre con la Internet, donde además de lo violento, ronda la pornografía. Tanto

violencia como pornografía son dos elementos contraindicados para dejar que niños y jóvenes sean “posesos” televidentes por ellos. Si es necesario, no debe titubearse en elegir programas de valor educativo y social. Y si ello no es posible, alquilar videos formativos. Si no, directamente apagar la TV. Una investigadora opina: “No permitirían ustedes que sus hijos comieran basura, ¿verdad? Luego, ¿por qué dejan que se la metan en la cabeza?” .

hasta los 70 años de edad, que duró una semana y consistía en que diariamente, después de observar los programas televisivos, cada uno llevara un “diario” de sus “estados de ánimo”

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El mensaje no es sólo para padres. En realidad todos somos afectados. Si los empresarios de las empresas televisivas insisten en “meternos basura en la cabeza”, tendríamos que reaccionar no aceptando tales programas, de forma tal que el tan mentado “rating” les obligue a cambiar de idea y se decidan por lo que elija la mayoría. Por eso es importante que esa mayoría sea la que decide ver televisión “formadora” y no “deformadora”. Los índices de perturbación de la salud mental de la población en general van en ascenso en forma alarmante.

Si realmente nos amamos lo suficiente como para evitar seguir dañándonos estúpidamente, debemos comprender que ver “demasiada televisión” y “programas violentos” es un perjuicio cierto para nuestra mente y cuerpo. Tomas Radecki84 aconseja: “cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de poner un freno a ese ubicuo maestro de ira y odio; todos debemos vivir en el mundo que tal maestro está destruyendo”. Terminemos, pues, con la “docencia televisiva” nociva. Tendencia a justificar lo inmoral

Por otro lado, el estrés crónico por las diversas situaciones conflictivas, sumado a la falta de educación de los instintos y emociones, lleva al desborde de los impulsos y se desata un impulso homicida irrefrenable o un acto violento, desproporcionado con relación a lo que ha causado la reacción furibunda. Reaccionar en forma violenta, sumamente violenta, exageradamente violenta, parece ser la regla actual. Nadie mide sus reacciones: ni los padres ante los hijos, ni los hijos ante los padres, ni los alumnos ante los docentes, ni los docentes ante los alumnos, ni los esposos entre sí, ni los vecinos, ni los parientes.

Ninguna persona se preocupa por refrenar sus reacciones impulsivas. Los bajos instintos se han enseñoreado en la sociedad y dan rienda suelta a todo tipo de reacción perversa. Esta es la anestesia afectiva de una cultura violenta que estamos tratando de desvelar (develar). Lo peor de estos actos virulentos no son los actos en sí, tanto más como la reacción del iracundo que entra en una nueva inmoralidad: la justificación de lo inmoral.

La ausencia de sublimación de nuestros instintos nos lleva a una nueva inmoralidad. Williams Lee Wilbanks, como otros tantos autores norteamericanos que enfocan los problemas cotidianos del hombre que día a día desnaturalizan la autenticidad humana, llama “nueva inmoralidad” a la “gran excusa” que hoy se esgrime a diario, para justificar delitos y malos hábitos. Se trata de la excusa referida a la falta de voluntad o freno para no caer en vicios, delitos sexuales, adiciones, o simplemente para emprender un cambio o un rumbo definitivo correcto en su vida desquiciada. De este modo las violaciones, estupro o cualquier tipo de corrupción sexual, las adiciones al alcohol, al tabaco, a la droga; la ausencia de represión de la ira mal manejada o indebidamente expresada, los actos violentos que la misma conlleva y toda otra situación que signifique desenfreno o impulso incontrolado, se explica mediante frases como: “No puedo evitarlo”; “No puedo controlarme”; “Me sacaron de quicio”; “No puedo frenarme”. Esta es la gran excusa. ¿Cómo se llega a ella? Por varios caminos.

84 Presidente de la Alianza Nacional contra la Violencia Televisada (NCTV) y profesor de psiquiatría de la Universidad del Sur de Illinois, EE.UU.

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En primer lugar por la permisibilidad o permisividad de la sociedad de ahora que es indiferente a estos hechos, salvo cuando el daño les golpea directamente. Cuando se viola en la vía pública o en la intimidad del hogar, por los mismos parientes (padres, padrastros, abuelos, tíos, concubinos, etc.), los testigos directos de los hechos no participan en la represión de la conducta anormal. Hay protestas aisladas o de algunos grupos, pero en general, la comunidad toda no participa a fondo en la decisión de terminar con estos hechos aberrantes. Más aún: hay jueces que han pretendido justificar estos excesos aduciendo un desequilibrio hormonal o mental que impulsa al violador a esa conducta anormal. Este raciocinio, como otros por el estilo, de carácter sofista y falso, encubre la verdadera razón de un comportamiento que a todas luces, es un comportamiento enfermo. Abre, también otro camino: los pseudorrazonamientos de justificación. Este camino se anexa al anterior y, en alguna manera, se escudan tácitamente en el acuerdo de que “todo el mundo le hace”; “le puede ocurrir a cualquiera”; “es común que esto ocurra” , a lo que se le agrega en un tono fatalista: “por algo será”.

Otra forma de justificar es atribuir el mal a algo ajeno a la voluntad de la persona: la pobreza, los padres, el racismo o algún gen defectuoso. De esta forma, una cosa excusa a la otra y así, sucesivamente, se abre una cadena de justificaciones.

La actitud de justificar es una forma de negar la existencia del mal, de no reconocer lisa y llanamente qué es lo que está mal. La justificación, si reconoce que algo “es malo”, enseguida agrega el “pero, se debe a” como para deslindar al mal de su culpa en sí. Lo malo no es malo por su esencia, sino que “se debería porque siempre tiene una causa” que lo justifique. Naturalmente, todos estos raciocinios y justificaciones son irracionales, dado que las excusas utilizadas no tienen ningún tipo de asidero científico, filosófico, inteligente, real, auténtico, social o cualquier otro basamento que dieran algún tipo de razón.

Lo que sí está claro es que este tipo de conductas sólo se explica como un libertinaje antisocial que barre con todos los derechos ajenos y su fin solo es causar daño: al que realiza al acto y/o a otros. Sólo por el hecho de que alguien se auto dañe ya muestra la irracionalidad de estos hábitos, usos, vicios o como se les quiera titular. Una cosa está definida: se pretende darle vía libre a una conducta de “hacer lo que se me dé las ganas”, en forma irresponsable y cualesquiera sean las consecuencias de un acto.

Por esta concepción, el tabaquismo o el alcoholismo es una adición a la cual no es posible

sobreponerse y todo es inútil porque los “síntomas de supresión” impiden dejar el vicio. Igual es el razonamiento que se aplica a otras adicciones, tales como las drogas. La creencia popular es que los que padecen estos hábitos, inevitablemente el tóxico a través de sus dosis, hace “perder el control” y “doblega la voluntad”.

Otro camino que conduce a los malos actos es la decisión personal, es decir, la persona que desarrolla estas conductas anormales, simplemente opta por hacerlo así. Por lo tanto cuando algo le irrita, da rienda suelta a su ira ya que ha “decide enojarse” con algo porque cree “tener razones para ello”. Este pensamiento origina la agresión impulsada por la conducta iracunda. Pero lo que se ignora es que la ira no es una reacción biológica inevitable.

La ira es un impulso natural o reacción biológica primaria en el hombre, pero la acción agresiva es una estrategia conductual aprendida para manejar la ira. Es decir, que teóricamente, cuando hay ira, ésta genera una acción agresiva. Este hecho ocurre porque hasta ahora,

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vulgarmente, se creyó que “hay que desahogarse” porque la “ira contenida” produce enfermedad y puede llegar a ocasionar la muerte.

Los estudios modernos probaron que esto es falso y, contrariamente, una “conducta

iracunda” puede llevar más fácilmente a un infarto o a una frustración enfermiza con más facilidad que ejercer un control inteligente del impulso iracundo. Los epidemiólogos de la violencia, han concluido que lo natural es enfrentar la causa del conflicto y resolverla y no reaccionar contra ella o contra otros, en forma violenta y dañina. La reacción violenta en un ataque de ira sólo se justifica cuando el hombre pierde su facultad de discernimiento (emoción violenta), pero nunca podrá ser aceptado como una “conducta habitual o normal”.

Si se acepta la idea de que una adición, una aberración sexual o de otro tipo, una reacción iracunda violenta, son causas irrefrenables de conductas indeseables, entonces este principio puede aplicarse a todo sin más y esto solo explicaría el porqué de esas conductas. Por lógica también crea un círculo vicioso: el impulso genera la conducta indeseable por que no se ha controlado, luego, si se pierde el control es que se ha perdido también, la capacidad de controlarse.

En virtud de lo inevitable, la gente opta por ser drogadicta, violador, proxeneta, infiel, jugador, iracundo agresivo u homicida, fumador, alcohólico, etc. Total, el impulso irrefrenable explica su conducta. Esta indulgencia consigo mismo y los demás es lo que ha llevado a la permisibilidad y a la indiferencia y, peor aún, a la excusa estúpida de actos totalmente irracionales. Sin embargo, todas estas disquisiciones son falsas.

La verdad de todo esto, es que no hay ningún impulso que no pueda controlarse de algún

modo. Pero el freno de la compulsión exige, en primer lugar, ganas de controlarla y luego voluntad para aprender todo lo necesario a ese control. Todo control implica esfuerzo. Por momentos esfuerzos inhumanos. Pero de una forma u otra es posible doblegar cualquier tentación, vicio, adición o mala conducta.

La educación auténtica es la base fundamental para que esto ocurra y esa educación

auténtica es tal porque se basa en el amor: amor a sí mismo y amor a los demás y fundamenta principios de autoestima y de caridad, que a su vez tienen una base inconfundible: no dañar a sí ni al prójimo. Aquellos que tengan por norte estos principios, deben ser el dique de contención de la permisibilidad y la impunidad social y tienen que ser las vallas necesarias a los desenfrenos.

El ejemplo de la no-participación y del control es la primera medida de contención. A esto

le sigue la crítica despiadada y la oposición abierta a esas conductas indeseables no permitiendo, con firmeza, que las mismas ocurran y si ocurren, castigarlas. No se deben aceptar las excusas de la nueva inmoralidad. Todos tienen la capacidad de control y deben buscarla y ejercerla. De no hacerlo, pasan a ser anormales y enfermos y dentro de estas categorías, cuando infringen la ley, verdaderos delincuentes. ¡No hay débiles, sino libertinos!

La otra medida a no soslayar es la de ayudar a quienes tienen hábitos auto destructibles o dañinos a los demás, recordándoles que tienen capacidad de control y de autoayuda. No debemos olvidar que ¡la fuerza más poderosa del mundo, es la voluntad humana! (sobre todo si está enraizada en la fe a sí mismo, a los otros y a Dios).

La voluntad se cultiva con la disciplina que es “instrucción de una persona, especialmente en lo moral y la observancia de las leyes”. Prácticamente, disciplina es el ordenamiento de una

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conducta responsable para un determinado fin, ajustando esa conducta a todas las normas morales y sociales éticas y a las leyes y normas escritas. Se debe recordar que lo más ético y eficaz contra la corrupción y las conductas indeseables, es considerar a la gente responsable de todos los actos que realice.

La libertad, con responsabilidad y disciplina, es la medida de la justicia, de una conducta

moral y lo único que se opone al libertinaje. Estos tres conceptos:

1. no participar en conductas indeseables 2. practicar y exigir conductas libres y responsables 3. denunciar y castigar toda conducta indebida

son los pilares reales de la corrección de la nueva inmoralidad y a estos conceptos fundamentales debe agregarse la caridad o amor al prójimo, para ayudarle a recordarle que su conducta es indebida y que pueda superarla. ¿Qué puede significar la ironía? El significado de la ironía, según con la intención, el modo o la circunstancia en que se use, puede convertirse en:

1. una especie de sal de la vida, pues ayuda al pensamiento positivo al ironizar situaciones que de no ser tomadas con un cierto sentido de buen humor, se transforman en factores detonantes de trastornos psico-físico-sociales

2. una forma o “envoltura socializada de la agresividad” cuando se esgrime con fines

hirientes u ofensivos para otra persona

3. un “artificio defensivo” o como simulación de un estado de malestar general debido a los sinsabores de la vida personal o los problemas sociales de la comunidad que afectan nuestra vida personal

4. una muestra de inteligencia fina o de agudeza mental que sabe amenizar, suavizar o

volver interesante una situación molesta como por ejemplo, podría ser la estupidez y que Erasmo de Rotterdam supo ironizar en un libro inmortal: EL ELOGIO DE LA LOCURA

5. una acción o dicho paradojal en el sentido de que una ironía puede funcionar como

una paradoja tanto como idea extraña u opuesta a la común opinión y a un determinado sentir común, como una aserción inverosímil o absurda, que se presenta con apariencias de verdadera. Lo más común es su empleo como figura de pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que envuelven contradicciones

Cualquiera sea la connotación que demos a la palabra ironía, lo más importante, como en el

trato de toda cuestión básica, es conocer la denotación de la palabra a analizar. La Real Academia Española define a ironía como: “burla fina y disimulada (o) tono burlón

con que se dice (o) figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice”.

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Ironía como envoltura socializada de la agresividad No hay dudas que hay varias válvulas de escape para las frustraciones y algunas de ellas ofician en situaciones conflictivas, como verdaderos amortiguadores de encontronazos frontales. En este caso, la ironía como mofa encubierta oficia como “un cachetazo sin manos”. Te golpeo, pero lo hago disimuladamente y en forma tangencial de forma que no adviertas el instrumento golpeador.

Gustavo Rubinowicz85 admite que la ironía se transforma en “un recurso de valor inestimable” cuando se debe resolver algún conflicto interpersonal que se ha planteado, o provocar dicho conflicto cuando es necesario e ineludible, pues la actitud, acción o frase irónica permite poder decir algo en un plano lingüístico, de forma casi nebulosa del decir “con otro sentido”.

Esto se debe, según el propio investigador, a que muchas veces expresar lo que se piensa o “ tiene en la garganta” o “a flor de labios”, puede resultar muy inconveniente en un estilo franco, confrontador y directo, debido a que por razones estrictas culturales es imposible manifestarlo de esa manera. Lo indirecto, además de apropiado, puede ser más eficaz si se emplea debidamente. Así, para Rubinowicz, la ironía “es propia de los seres humanos más refinados y cultos y suele ser utilizada para jugar, provocar y solucionar conflictos”.

Los conceptos de este profesional son reafirmados por Liliana Blanco,86 quien sostiene que

no todas las personas poseen capacidad y posibilidad para ironizar, dado que el ejercicio de la ironía está en relación directa con el nivel cultural que individualmente se posea, razón por la cual no todos pueden usar “artificios metafóricos o metonímicos” en su lenguaje. Es decir, hay que tener un nivel de lenguaje con la suficiente cultura para conocer frases metafóricas87 o metonímicas88.

La ironía puede transformase en una especie de agresión verbal cuando se tiene la intención

expresa de herir o agredir a alguien, sin frases hirientes directas, sino con lo indirecto o irónico. En una connotación agresiva o de conflicto, la ironía se transforma, como veremos luego, en una especie de arma defensiva cuando se esgrime es respuesta a una acción o una frase ofensiva. Por otro lado, cuando hay “situación de conflicto”, la respuesta irónica puede tener un matiz de “aceptar” o “no aceptar”, de “participar” o “no participar” en la cuestión que hace al conflicto. Las palabras como herramienta fundamental del discurso para comunicarse y para pensar, tienen una gran versatilidad que puede convertirla en polisémica. La ironía puede ser una “maestra del lenguaje” cuando usa del mismo para la creatividad irónica. Cambia el sentido de las mismas dándole el doble sentido irónico.

85 Investigador argentino, licenciado en Psicología que radica en la ciudad de Córdoba, Argentina y trabaja en talleres con niños discapacitados 86 Psicoanalista argentina, integrante del Colegio de Psicólogos de Buenos Aires 87 Metáfora es un tropo (empleo de palabras en sentido distinto del que propiamente le corresponde, pero que tiene con dicho sentido alguna conexión, correspondencia o semejanza) que consiste en trasladar el sentido de las voces a otro figurado, en virtud de una comparación tácita (palabra alegórica con sentido figurado) 88 Metonimia es también otro tropo consistente en designar una cosa con el nombre de otra tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras o el signo por la cosa significada

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Esto lo resalta Michel Foucault89, que aunque no habla específicamente de la ironía, sostiene que la palabra tiene un poder material positivo o negativo. En la ironía del conflicto y la agresión, la palabra es instrumentaliza negativamente cuando se la usa para agredir. El mismo autor resalta que la producción del discurso está muy controlada y seleccionada en todas las sociedades, lo que condiciona que no todo lo que se sabe o se piensa se pueda decir en todos los lugares y en todas las circunstancias. Esta es la razón primordial, por la cual debemos “medir nuestras palabras” para no provocar efectos indeseados.90 La ironía, precisamente, llena ese vacío de poder transformar lo indecible en algo expresable.

De esa manera, la frase agresiva, o defensiva frente a una hostilidad, bajo el influjo irónico

es la forma más adecuada para expresar aquello que debe reprimirse en forma directa. Silvia Miguens91 ha escrito: “la ironía es una cualidad que no todo el mundo posee, un don de la inteligencia; es como la frivolidad. Se trata de un mecanismo de defensa que tienen muchas personas frente a la intolerancia y las incomprensiones de la vida de quienes nos rodean y frente a las propias dudas interiores”

Hemos repasado algunos de los principales factores que originan y que sirven como medios para la violencia en cualquiera de sus formas. Por esta razón le hemos llamado “instrumentos de la violencia”. Pero hay mucho más que están actuando tanto en forma directa como indirecta, e incluso, en forma subliminal.

Cuando en la TV u otros medios públicos y al alcance de todos (cine, revistas, teatro, etc.)

se manifiestan, tanto en términos de realismo como de ficción, en son de bromas o chistes, episodios de violencia o palabras ofensivas, y esto se muestra como algo cotidiano, casi natural, corriente y aceptado, hay un mensaje subliminal de que lo malo no es tan malo y que puede llegar a ser simpático.

El insulto o términos apelativos denigrantes (especialmente los dedicados a partes

anatómicas y en particular sexuales), que se consideran “malas palabras” no es presentado como una forma de “violencia oral o verbal” sino como algo tan popular que es casi imposible dejar de decirlo o aplicarlo.

Más aún: en el Tercer Congreso de la Lengua Española realizado en la Argentina en el

2004, el cómico rosarino Fontanarrosa dijo un discurso con muy buena chispa humorística sobre las “malas palabras”, a algunas de las cuales las encontraba “muy lógicas” para describir a determinados personajes a los cuales no cabía un apelativo con eufemismos.

El discurso causó hilaridad general y no hubo reacción con el mensaje subliminal que

significaba introducir “la simpatía por las malas palabras”, las cuales no sólo son el medio de expresión de violencia verbal, sino que también conllevan un pensamiento limitado, falto de creatividad y de bondad.

Esto me llevó a decir que “las malas palabras sólo generan malos pensamientos” (y

viceversa). Luego, el humorismo chabacano y de mal gusto, es otro instrumento de una violencia

89 Filósofo francés, autor de EL ORDEN DEL DISCURSO 90 Michel Foucault – LOS INTELECTUALES Y EL PODER 91 Escritora argentina autora de la novela histórica CÓMO SE ATREVE

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escondida, larvada y que se filtra inconscientemente cuando su uso es extensivo y generalizado, colándose en todos los ambientes comunes y académicos. Lenguaje y violencia, como crisis Bordelais ha hecho un estudio sobre la violencia y el lenguaje y determina que “se habla mucho de violencia” en la actualidad y asevera que: “el mismo hablar contra la violencia parece generar violencia”. El discurso antiviolencia, como el discurso proviolencia, terminan en centrar la vida en la violencia y los mismos discursos generan un “ruido violento” por las polémicas y las discusiones en todos los tonos. Según Bordelois, “uno de los aterradores poderes de la violencia es que está destinada, precisamente, a la tarea de destruir la imaginación, tarea en la que es inmensamente eficaz”. La autora observa que el lenguaje no sólo se refiere a la violencia y con ello, en cierto modo, perpetúa la permanencia de la misma, sino que incluso hay violencia contra el lenguaje al desvirtuar su esencia y su forma. Para Bordelois, la primera violencia es considerar al lenguaje como un medio de comunicación y no como el fin de la misma. Nosotros agregamos que otras violencias son las pretensiones de erradicar la gramática y la ortografía, por creer que ellas son una especie de cepo que impiden expresarse y crear lenguaje. Olvidan que ambas, son disciplinas que operan sobre el lenguaje creado, para decirnos como ordenarlo y usarlo, para no crear una segunda Babel cuando todos pretendan hablar y escribir como “les viene en ganas” y esto generaría un “lenguaje personal” ininteligible para otros. Imaginen lo que es escribir una misma palabra con diferente grafología como sería la palabra valla (que escrita como vaya es otra cosa y como balla no es nada). Algo similar ocurría si la gramática no separa las distintas palabras y nos dice cómo usarlas para hacerlas comprensibles y cómo ordenar el lenguaje para hacerlo efectivo y obtenga un consenso universal y no sólo personal o regional, como ocurre con algunos dialectos dentro de un mismo país o región. Las “malas palabras” Oportunamente hemos señalado la última tendencia de los argentinos a usar un lenguaje zafado, soez, plagado de “malas palabras”, cuyo uso no sólo lo es en el ámbito popular sino que ha ganado el uso mediático y, prácticamente, todos los medios de comunicación y la literatura, incluyen sin excepción, la moda del insulto abierto. Los humoristas como Pinti, Gazalla y Perciavale y los comentaristas como Lanata, entre otros, insertan en sus monólogos, un insulto grosero cada cinco o diez palabras o usan reiteradamente términos groseros y soeces. Esto genera una cultura del mal gusto, puesto que los programas que no incluyen esos condimentos, se vuelven “sosos” para el gusto popular. Naturalmente, lo que los medios informáticos establecen en sus contenidos trascienden al uso popular y se vehiculiza el mal gusto no sólo en el lenguaje sino en otras costumbres. En este punto Blanco opina: “la influencia de los medios en el desarrollo de la lengua es muy importante porque con su enorme inserción en la comunidad, es uno de los motores más fuertes, generador de cambios en la lengua. Esto es tanto por la extensión y profundidad de su influencia, cuanto por el hecho de que muchos grupos sociales toman los usos del lenguaje en los medios como formas de prestigio, y como tal, adquieren una valoración social muy alta”.92 A su vez, Ulla postula que los medios de comunicación actualmente contribuyen a la pérdida de la riqueza del lenguaje y a una deformación. Oímos y escuchamos a muchos

92 Lo que la autora señala es algo así como que repetir lo que “está de moda”, da un cierto status de “estar en la onda” y, además, manejar “lo que se estila” es como una especie de pase para ser aceptado en los usos de ciertos grupos. Lo contrario genera una especie de radiación de esos grupos y en extrañamiento social.

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comunicadores que hablan mal, y los diarios titulan mal, esto de alguna manera, es mundial. ¿Cómo puede titular un medio ‘dijo que viene’, ‘dijo que viaja’?. Ahí se pierde la correlación verbal, y eso lo escuchamos permanentemente en la televisión y está incorporado al habla popular, cuando lo correcto es ‘dijo que vendría’. ‘Dijo’ es pasado y ‘viene’ es presente. Ocurre lo que sucede con un idioma extranjero. Algunos piensan que lo importante cuando se aprende una lengua extranjera es hacerse entender como sea. Eso es un error, porque si se pronuncia mal nadie va a entender y tampoco el que habla va a entender. Esto mismo ocurre con el español”. La introducción de voces originadas del inglés, el acostumbramiento de los porteños, en alguna manera, a sentir el modo de hablar típico de algunas provincias o regiones argentinas, la generalización de las “malas palabras”, los usos de moda y determinado lenguaje de los adolescentes, son algunos de los cambios que se han producido en el habla popular argentina. La adquisición de estos novísimos modos expresivos, replantea el viejo dilema académico que criticaban si los argentinos “hablan bien o mal”, en especial referencia al clásico debate que se establecía en la Real Academia Española sobre el uso correcto o incorrecto del lenguaje, la puja entre puristas e innovadores y las necesidades reales del habla de la gente y su significado social y cultural coyuntural. Lilia Ciamberlani 93 afirma: “uno de los caminos que se han dado en los últimos años en nuestra lengua, es el uso muy amplio y extendido de palabras anglosajonas, a pesar de que los argentinos siempre fuimos bastantes cerrados a incorporar palabras del inglés. Hasta 1980 más o menos, la lengua estaba más cerrada a la incorporación de términos anglosajones. El cambio se produce en los ’90 y es impresionante, y aunque estos términos se diferencien con comillas u otro tipo de letra en los diarios, la incorporación de jergas anglosajonas está muy presente en el lenguaje cotidiano.94 Así como se abrieron los mercados, se abrió también el vocabulario: son las respuestas de la cultura de la globalización. Por este hecho no podemos decir que los argentinos tenemos menos identidad. Lo que hay es un corrimiento de las significaciones con respecto a lo que es identidad: nuestra identidad se fragmentó. Antes estaba en algo concreto como los límites geográficos, los símbolos patrios, pero ahora se busca en muchas otras cosas. Se hace uso del inglés como herramienta cultural y laboral, se saben más palabras de ese idioma, pero no hay un ‘boom’ del estudio del inglés. Sí pareciera renacer una revalorización en general del español, en todo el mundo”. Nosotros pensamos que el “corrimiento de significados” que la investigadora menciona, es un fenómeno aparente. Lo real, tal cual se ha venido observando y dando, es que la incorporación de los términos ingleses ocurrió por diversas causas:

1. esnobismo académico, muy propio de los argentinos culturizados que siempre tuvieron tendencia a mezclar con el idioma argentino muchos giros y palabras europeas, especialmente inglesas y francesas

2. la divulgación y generalización de términos tecnológicos o científicos que no tienen una traducción directa al español

3. la ignorancia de los sinónimos españoles. Así como se incorpora sándwich en lugar de emparedado, se usa full times en lugar de “dedicación completa” o free times en lugar de tiempo libre o tiempo de ocio, feed back en lugar de retroalimentación, etc.

93 Lingüista, semióloga y docente de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, entrevistada en la misma nota del diario UNO de fecha l0 de Febrero de 2002, antes citada 94 Nosotros agregamos que también en las universidades ya que se habla de campus, profesor full-times, etc.

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4. la publicidad, el uso comercial (los mercados y la globalización que aduce la investigadora), y el uso difundido por los medios de comunicación.

5. un sentido de identificación grupal, sobre todo en los jóvenes, que se ven obligados a usar un determinado lenguaje como signo de pertenencia a su grupo comunitario y para no ser discriminado ni excluido del mismo.

En cuanto a las conclusiones de la identidad del argentino, pensamos que no significa una

disminución de la identidad la deformación del lenguaje, pero tampoco una fragmentación de la misma. Creemos que el argentino ya tiene un serio problema de identidad debido a la poli o multietnia y al multiculturismo que padece. La deformación del lenguaje contribuye a desdibujar más la identidad de por sí diluida, del argentino. Pero esa deformidad es el fruto de una falta de personalidad definida. Es la consecuencia de tener la costumbre de hablar “como venga” y por eso el idioma popular argentino siempre estará corriendo el riesgo de aceptar “cualquier cosa” al faltar un esquema que dé normas claras para manejar el lenguaje. A esto se suma la falta de espíritu crítico debido a la ignorancia, a la des-culturización que es secuela de la crisis. Otro elemento que más se ha acentuado en las últimas décadas, según Ciamberlani, “es el ingreso de los regionalismos a Buenos Aires, lo riojano, lo cordobés, y esto, por supuesto, tiene que ver con la política. Hubo un tiempo en que la gente del interior que ingresaba a los medios audiovisuales debía ‘corregir’ su forma de hablar para ‘parecerse’ más a la gente de Buenos Aires, como parte del centralismo porteño, manifiesto incluso hasta en el habla. Antes se rechazaba la forma de hablar del interior, era imposible que un cordobés hablara por televisión, con su propia tonada y esto es positivo porque nuestro oído empezó a acostumbrarse a aquello que se negaba. Esto muestra que el habla de los argentinos es una cultura que está viva y busca constantemente nuevos espacios frente a los cambios de la cultura”.

Sin embargo, del mismo modo que los cambios políticos y económicos introdujeron nuevos

usos en la lengua, las transformaciones sociales, culturales y generacionales fueron introduciendo nuevos términos y vocablos, aunque éstos estuvieran en franca oposición a las normativas idiomáticas establecidas. Los que más influyeron para que así fuera, son los factores que introdujeron los humoristas del interior (sobre todo cordobeses), los músicos de la bailanta y los del rock, algunos políticos, determinada literatura y películas, modas, y otros elementos que influyeron principalmente en la juventud de los barrios y de ahí expandieron a otros estratos generacionales. Estos cambios pueden ser efímeros o transitorios, pero en algunos casos quedan y permanecen algún tiempo o definitivamente.

En cuanto al dinamismo de la lengua, que nosotros hemos señalado como característica

fundamental del lenguaje como sistema abierto, si bien es una nota fundamental del lenguaje, de ninguna manera debe constituir un pretexto o razón para hacer “cualquier cosa” con la lengua. Si deben haber cambios lingüísticos, por necesidades culturales, bienvenidos sean, pero otra cosa es pretender que toda la basura seudo-cultural sea involucrada como buena cultura e incorporado al lenguaje y a las costumbres. Mal hablar será siempre un vicio y no una virtud. No ayuda a la formación del hombre sino lo despersonaliza, trastocando mucho de su forma de ser.

En este sentido, Ulla expresa que: “la juventud incorpora palabras que se aceptan, se

expanden, se desechan, generalmente son palabras que después de un tiempo son perecederas, como sucede también en la literatura. El lenguaje es muy vivo y permanentemente está incorporando y desechando palabras”. Blanco coincide con Ulla cuando manifiesta que “hay modas, en el habla, en la escritura o en la pronunciación, que cobran vigencia en determinado

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momento y pierden luego su frecuencia de uso. Por lo general pueden ser vinculados a determinados ‘argots’ o jergas de sectores sociales que imponen o descartan los usos lingüísticos”.

En cuanto al lenguaje juvenil, que es el que más marca la deformación o renovación del

lenguaje argentino, acá operan diferentes situaciones:

1. la que ya remarcamos del uso del lenguaje como identidad y pertenencia a un determinado grupo juvenil comunitario para no ser aislado

2. la necesidad de marcar una diferencia generacional con sus padres como una forma de independizarse de los lazos familiares y formar su propia personalidad

Lo cierto que es que la incorporación de un gran número de palabras o expresiones

novedosas (moda), sobre todo las malas palabras, si bien es cierto que les da identidad grupal, y los diferencia de otras generaciones, de ningún modo contribuyen a la perfección personal y la construcción de una personalidad individual, ya que al “estar a la moda” lo único que consigue es “estar en el montón” sin tener un perfil propio. Se está obligado a usar aditamentos corporales (aritos, etc.), una vestimenta igual para todos, tatuajes, cabellos rapados, o pelilargo, barbas de diferentes tipos y otras costumbres estrafalarias que borran toda manifestación netamente personal. Si a ello se suma el uso del alcohol y las drogas, la pérdida de toda identidad es total ya que se produce una despersonalización y deshumanización. Un dato muy importante en todo este fenómeno lingüístico de la instalación de las “malas palabras” es la permisividad social del medio, de la familia, de la escuela y de todas las otras instituciones sociales, presuntamente en la categoría de educadores primarios. El mal hablado padece una impunidad social absoluta y una carencia total de sanción de todo tipo.

Ulla opina que “hoy la televisión legitima las malas palabras” y aquellos términos que

antes “no se podían decir públicamente” porque si un niño varón los pronunciaba era reprendido o castigado por padres, maestros y otros miembros sociales y una niña, además de la reprimenda, era muy mal vista y descalificada socialmente, a tal punto que todos estos hechos desalentaban la manifestación abierta de esas malas palabras. Las palabras, como grafismo o voz, no son buenas ni malas.

En el III Congreso Internacional de la Lengua Española, Fontanarrosa, dibujante

argentino, defendió las malas palabras. No fundamenta su postura, salvo en el folklore familiar y social del uso de esas malas palabras. Lo que hace mala o buena a una palabra es el uso, donde está la intencionalidad y el sentido que conllevan las palabras expresadas. Si quiero insultar a alguien concretamente lo hago con palabras ofensivas y esto es lo que la hace “mala palabra”. Lo que ofende y causa daño es malo. Una palabra hiriente es mala. Si el sentido de la palabra es expresar una condición cierta de alguien que tiene una conducta similar a la idiocia, enfermedad congénita endocrinológica, llamarlo idiota porque se comporta, aunque no lo sea, como deficiente mental, no es malo cuando es intención descriptiva. Pero si la intención es denigrar, la hace mala palabra por su acción dañina. Si la palabra puta o ramera se aplica a quien ejerce la prostitución no es mala ni buena, sino descriptiva, salvo que se quiera desmerecer o discriminar. Y así sucesivamente.

Definitivamente, toda palabra que ofende, discrimina, es violenta, causa daño y no tiene

sentido sino sólo intención aviesa es mala palabra. El uso vulgar no tiene nada que ver con buenas o malas palabras. Una palabra ofensiva es mala aun en boca de un académico. Si se usan palabras soeces por no saber el nombre propio de algo, por ejemplo, de órganos sexuales, esto deja de ser descriptivo o apelativo para ser de mal gusto y de baja calidad humana, en cuanto a dignidad e

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intelectualidad. El que todos digan malas palabras, en el sentido de ofensa y violencia, no justifica perdonarlas ni adoptarlas como “lenguaje corriente y cotidiano”.

La libre expresión no está bloqueada por emplear palabras adecuadas y decorosas o inventar

neologismos lógicos; y debe ajustarse a reglas generales que hagan a las palabras comprensibles para todos y no sólo por el consenso regional o generacional. Disminuir el valor del lenguaje correcto, las reglas de su uso, es un signo más de la actual decadencia intelectual y espiritual, por más que quienes lo sustenten sean famosos o distinguidos y crean que hay “obsoletismos” relativos, debido al escaso uso ortodoxo del lenguaje y la presión para modificarlo, sin causa. Los esnobismos actuales lesionan la razonabilidad al introducir aparcamiento por estacionamiento, por un mero uso lúdico del lenguaje. Una cosa es escribir creativamente y otra cosa es imponer ideas disociadoras simplemente porque falló la capacidad de comprensión y del buen uso del lenguaje.

La falta de cultura y educación, el auge de la tecnología atractiva pero involucionista, no

son motivos para pedir que se cambie la nobleza del instrumento que hace a la esencia del hombre: el lenguaje. En lugar de ingeniosas o humorísticas ocurrencias, debemos apelar al sentido común para evitar que siga imponiéndose lo chabacano y degradante, o para justificar la falta de voluntad y deseo de cambio a un estado espiritual mejor que el actual. Recuperar la originalidad personal para no caer en el lugar común de “hacer lo que todo el mundo hace”.

Los escritores famosos, incluso los que asisten al III Congreso, han hecho excelentes obras

literarias, pero se extralimitan al opinar del lenguaje pidiendo que se anule la gramática, la ortografía y se acepten las “malas palabras”. Sus obras han sido marcadoras de estilos literarios, pero una cosa es reflejar la realidad en una novela y otra muy distinta afirmar que esa realidad es la que corresponde, la verdadera. Los modismos que los literatos han advertido en el lenguaje existen, pero no significan que sean necesarios o lo que realmente debe ser. Con estas tesis, esos escritores no contribuyen a mejorar la cultura sino a elogiar una realidad deformada (salvo pocas excepciones en el III Congreso, representadas por meritorios filólogos y filósofos).

Como muestra de la escasa influencia en la cultura popular y en la lengua cotidiana, de la

generación de esos “brillantes” literatos, han surgido las generaciones actuales de la humanidad, las cuales no son paradigmas de una excelente cultura. No pueden, entonces, dichos autores defender la “fuerza expresiva” basándose en groseros errores apreciativos de los usos expresivos considerados anacrónicos por ser desconocidos u olvidados. Las malas palabras sólo generan malos pensamientos.

Resumiendo, una palabra es mala porque tiene un uso degenerado, asociado a lo soez, al

insulto, a la discriminación y a otras intenciones dañinas. El hecho de que tanto repetir una mala palabra parezca perder la condición de tal, de manera que normalmente se usa como “muletilla” (sin intención ni sentido ni necesidad alguna) como mero repetir de “algo en boga”.

Las malas palabras, o consideradas como tales, son las que no designan nada concreto, no

se refieren a un objeto o cosa en particular, pero que generalmente forma parte de un lenguaje de baja estofa y es referente de “mala educación”. El uso más común es en términos violentos o hirientes, ofensivos y humillantes. O para referirse a determinados temas (sexuales, religiosos, sociales) en forma peyorativa, despectiva y descalificante, para lo cual se usan términos llamados “groseros” por su manifiesta cacofonía o su relación o alusión a objetos despreciables (excrementos, putrefacciones, etc.).

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De una forma u otra, una vez que se ha reconocido que una palabra detenta la calidad de “mala palabra”, ningún argumento racional e inteligente puede justificarla. Su expresión involuntaria, en un acceso de ira, es comprensible pero no justificado. Si admitimos que el influjo de emociones negativas o destructivas es un “buen motivo” para conductas irrefrenables, con este criterio no sólo deberemos admitir un mal lenguaje sino cualquier conducta mala.

Según determinados expertos, parece que ahora esas palabras han perdido, en cierto modo,

la significación extrema que se les asignaba antes y hoy se han relativizado tanto que, sumado a la permisividad social, se aceptan de muchas formas. Naturalmente, la aceptación general de ninguna manera implica que esto esté bien, sea lo correcto, aunque sea lo habitual y aceptable y, lejos de mejorar la calidad personal, rebaja cada vez más a los argentinos a un plano cultural tan pobre como la miseria económica que padecen. Esto forma parte de la “nueva ética”, la “nueva tolerancia” y la “nueva inmoralidad”, donde todo “lo nuevo” es simplemente denigrar a lo que formalmente se aceptaba como bueno y que hoy se considera anacrónico, obsoleto, convencional, hipócrita, poco funcional, coercitivo y coartador de la libertad personal. Naturalmente, quienes opinan así son los que desconocen la verdad de lo realmente bueno y, si la conocen, la desprecian. No son los líderes de la humanidad que dejan una huella profunda de progreso espiritual, sino son los “peores” que pasan a la historia como malditos o que cotidianamente envenenan a la sociedad con sus pésimos hábitos, prédicas y creencia, contribuyendo a la desintegración social, moral y espiritual del hombre. Son los sofistas que predican o reclaman un cambio, pero este cambio no es para perfeccionamiento, sino para un claro retroceso en todo. Vaya como muestra y prueba de esto, el estado actual de una humanidad confusa, desvalida y con más de sus tres cuartas partes en decadencia social, física y espiritual.

Este comienzo de siglo XXI se caracteriza, en lo social, por la aparición de doctrinas como

el garantismo95 ha hecho surgir una generación de defensores del “lenguaje libre” que en nombre de la creatividad y la ductilidad del lenguaje, bajo el axioma de que “el uso hace el lenguaje”, pretenden introducir un “libertinaje lingüístico” que ya analizamos en el parágrafo de la deformación del lenguaje. Estos librepensadores lingüísticos se han empeñado en derribar toda normativa del lenguaje para defender el derecho a “hablar y escribir como se les venga en ganas”. Así se denosta la ortografía por considerarla como una norma que impide la renovación del lenguaje.

En realidad, no se defiende el derecho a incorporar nuevas palabras o neologismos, sino se

defiende el derecho a cambiar las palabras ya conocidas y aceptadas, únicamente porque no se sabe cómo escribirlas correctamente, o porque la “informática” al cambiar los teclados de las computadoras, impone reglas para eliminar o cambiar palabras, como es la exclusión de la letra eñe. Pero lo más grave de esta teoría “garantista” es tratar de imponer que las palabras son amorales, es decir, no son en sí ni buenas ni malas, sino que dependen del sentido que se les quiera dar.

Luego, la culpa de la maldad de la palabra no es de quien la pronuncia sino de quien la interpreta. Si bien es cierto que existe el fenómeno, y ya lo describimos, de que en el lenguaje comunicativo debe existir un código común sino quien recibe el mensaje de una palabra puede entenderla con un significado distinto del que la pronunció o escribió. Pero esto no quita que haya

95 Neologismo originado en el término garantía que es afianzar lo estipulado para asegurarse y protegerse contra un riesgo o necesidad. Generalmente, el garantismo tiende a la defensa de los derechos personales y humanos en general, pero se ha transformado en una doctrina con un fondo de negativismo por ser muy aplicada dudosamente en defensa de delincuentes.

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un lenguaje indigno que traduce una cultura pobre, o falta de cultura, y mediante vulgarismos produce palabras ofensivas e insultantes, cuyo significado, indeclinablemente, es peyorativo. Es decir, no es tanto lo que el otro quiera entender, ni lo que se quiere decir con la “mala palabra”, sino que independientemente del significado dado, hay palabras que genéricamente son ofensivas y peyorativas. Decir “hijo de puta”, cualquiera sea el contexto, es decir, se designe, o no, una entidad real, es una palabra chocante y no hace a una expresión adecuada. Si un torturador o un asesino o un violador son malas personas, no se les puede designar con malas palabras (las que de por sí no indican únicamente una condición de algo o la verdad de una realidad sino que siempre connotan un insulto u ofensa). Si realmente una persona es hijo de una madre prostituta, la denominación “hijo de puta” no es la mención “tal cual” de su estado social o familiar, pues ya la palabra está contaminada con un sesgo de insulto en todos los idiomas del mundo.

Luego, no es lícito defender tal uso de un lenguaje indigno, para referirse a una situación

conflictiva o negativa, pues lo único que se logra es rebajar el lenguaje y la calidad humana del que habla, más que designar la mala calidad de quien se habla. Además, está comprobado que un lenguaje “realista” o “costumbrista” (aquél que expresa el modo como realmente se acostumbra a hablar en una región o lugar) plagado de palabras indignas o peyorativas, influye negativa en la formación cultural pues lo único que se está transmitiendo es el mismo vacío cultural que ya existe en la pobreza o bajeza lingüística. Hemos insistido hasta el cansancio que la palabra, por sí, es un instrumento noble, producto de la inteligencia.

Por ende, como un bien invalorable, debería respetar y emplearse para fines más nobles que

expresar resentimientos, odios y otras sensaciones negativas (por muy reales y válidas que sean). La dignidad, la libertad y todo lo bueno y necesario para el hombre, siempre puede expresarse en una forma superior de lenguaje, cuando realmente se tiende al mejoramiento espiritual. La evolución espiritual depende mucho del lenguaje y esto lo analizamos al proponer la logognosis. El mal uso del lenguaje o la perpetuación del lenguaje vulgar (por más que se intente hacerlo con “fines literarios” de “reflejar una realidad”) es una involución espiritual que no ayuda a progresar al hombre, sino que le denigra su valor espiritual e inteligente. Sólo es válido citar literariamente un regionalismo o costumbrismo cuando se trata de un lenguaje simple o propio de una región, que no tiene equivalentes universales.

La belleza literaria y la adquisición o aprendizaje cultural auténtico, exigen,

necesariamente, la sublimación de los vulgarismos peyorativos, cualquiera sean las circunstancias en que se den. Esto no es hipocresía, ni eufemismo, ni “ocultar la basura humana”. Es una simple intención de corregir lo que está enfermo, desviado o degenerado. Entre eso, el propio lenguaje. Quizá, mejorando el lenguaje violento amaine el furor de la tormenta o del torbellino generado por la espiral de la violencia.

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VI

Epidemiología de la violencia Los criterios epidemiológicos

os patrones de memoria patológica de usos y costumbres hostiles y el analfabetismo emocional y social, son las secuelas de la enfermedad por contaminación ambiental debido a los contenidos violentos de la sociedad actual. La violencia, como la gripe,

se contagia rápida y masivamente y constituye una epidemia, que a diferencia de la gripe, no tiene un período de estado y uno de lisis. Constituye un estado permanente de crisis. Por esto no termina y se agrava cada vez más siendo una endemia social que amenaza transformarse en pandemia. Esto nos lleva a creer que habría que tratar una verdadera epidemiología de la violencia.

Rosa Montero96 ha emitido la teoría de que quizás el hombre de Neandertal haya

desaparecido porque lo aniquiló el hombre de Cromañón, antecesor inmediato de la actual humanidad. Según esta teoría, este hombre ha procreado una generación de “especie humana” que tal vez “tenga como acto fundacional un genocidio. Las demás especies animales se las arreglan para coexistir, nosotros nos paramos hasta aniquilar a nuestro oponente”. Pone como ejemplo el primer asesinato de la humanidad (Abel / Caín) y esta tendencia homicida se acentúa a través de la humanidad pero se acrecienta en el siglo XX y continúa en aumento en el siglo XXI (guerra de Afganistán, del Golfo Pérsico, actos de terrorismo del fundamentalismo religioso-político, etc.)

En el contexto social señalado a lo largo de este parágrafo hemos resaltado algunos elementos de la cultura de la violencia que hoy contamina el ambiente y que lejos de educarnos para una vida auténtica, cada día nos enajena más y nos envuelve en un medio violento, donde lo violento es lo normal y las virtudes pasan a ser lo infrecuente o lo anormal. Teoría del “bullying” 97

Esta teoría postula la existencia de una violencia “silenciosa” en la cual no hay causas sociales sino depende más de factores unidos a temperamento y carácter personales. El término bullying podría traducirse como matoneando o intimidando, pues proviene del inglés bully que significa matón o matona o intimidador. Estudia los procesos de intimidación o victimización entre los alumnos (violencia escolar). Los actos violentos o comportamientos agresivos, hostiles, suelen ser silenciosas pues no se detectan causas aparentes de esos comportamientos, sin embargo llevan a situaciones desesperantes o preocupantes extremas como puede ser el daño corporal o el distrés crónico de la víctima que llega hasta la deserción. En casos extremos hay cuadros depresivos graves que inducen el suicidio, sobre todo en adolescentes. Las acciones o hechos violentos, una vez desencadenados afectan tanto al victimario como a la víctima. Una de las formas del bullying es lo que se ha denominado violencia simbólica, siendo entendida como violencia simbólica la agresión que no se palpa pero que se da en actitudes como la falta de respeto a las libertades y derechos

96 Periodista y escritora española. Artículo LOS OTROS, publicado en Diario Los Andes, Mendoza, 12/11/12 97 Alejandro Castro Santander – DESAPRENDER LA VIOLENCIA. UN NUEVO DESAFÍO EDUCATIVO, Editorial Bonum, 2004

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del otro. Mariana Katz 98 sostiene que ha observado bastantes y diversas situaciones de violencia entre los escolares y que los chicos aceptan o toleran como si “si ya están naturalizadas” (consideradas como algo normal, natural y corriente). Por esta razón los niños y adolescentes se “acostumbran” a ellas y aceptan pasivamente en algunas circunstancias ser “víctimas” (sujetos pasivos) y en otras, cuando pueden ejercer situaciones de poder, ellos aplican esas conductas de violencia (sujetos activos) a sus compañeros indefensos o tolerantes. Esta dualidad de pasivismo/activismo según las circunstancias, opera como una ignorancia de la violencia. El medio violento

Los patrones de memoria patológica de usos y costumbres hostiles y el analfabetismo

emocional y social, son las secuelas de la enfermedad por contaminación ambiental debido a los contenidos violentos de la sociedad actual. La violencia, como la gripe, se contagia rápida y masivamente y constituye una epidemia, que a diferencia de la gripe, no tiene un período de estado y uno de lisis. Constituye un estado permanente de crisis. Por esto no termina y se agrava cada vez más siendo una endemia social que amenaza transformarse en pandemia. Esto nos lleva a creer que habría que tratar una verdadera epidemiología de la violencia. En el contexto social señalado a lo largo de este parágrafo hemos resaltado algunos elementos de la cultura de la violencia que hoy contamina el ambiente y que lejos de educarnos para una vida auténtica, cada día nos enajena más y nos envuelve en un medio violento, donde lo violento es lo normal y las virtudes pasan a ser lo infrecuente o anormal. El maltrato El maltrato, tanto entre personas adultas como el dado a los niños, constituye una especie de estrés crónico que impacta sobre la estructura y función del S.N.C. y da lugar a una serie de fenómenos que actúan en “cascada” por la liberación de las denominadas “hormonas asesinas” que lesionan particularmente el hipocampo afectando a las neuronas del mismo y, por consiguiente, la memoria.99 Esto se debe a que el cerebro tiene un desarrollo secuencial y jerárquico que va desde el tallo a la corteza y dentro de ese nivel de complejidad interactúan las áreas límbicas, subcorticales y corticales, las que se organizan de tal modo que pueden modular, moderar y comandar las más áreas más primitivas, reactivas y excitadoras (que prácticamente operan a nivel instintivo). Los estímulos de un estrés crónico aumentan la actividad/reactividad del tallo cerebral y disminuyen la capacidad moderadora de las áreas límbicas o corticales, lo que lleva a incrementar la agresividad e impulsividad de una persona, como asimismo, su capacidad para mostrar una conducta violenta. Además del maltrato, pueden sumarse otras acciones agresivas como la negligencia, el abuso, etc. Esta “cadena” de acciones y efectos que modifican el neurodesarrollo llevan a una especie de “biología adquirida” que impulsó a Chopra a decir que el ser humano es el único ser del Universo que puede con su mente modificar su biología. Los comentarios hirientes

Las palabras pueden servir como un arma muy ofensiva para herir la sensibilidad ajena. Las críticas hostiles ocurren diariamente y, además de herirnos, lo usual es que nos encuentren desprevenidos al recibirlas y no sepamos como contestarlas. Lo más común es nuestra tendencia a responder con otra crítica del mismo tono. Si alguien nos dice: ¡te ves muy mal!, inmediatamente

98 Preceptora del CEM 45/36, Buenos Aires 99 Sapolsky R. M., 1995

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contestamos: ¡mira quién habla!, como si quisiéramos decirle: tú no te ves mejor. En estos casos, la amabilidad puede ser mejor que una contraofensiva de ataque. Si respondiéramos: te agradezco por haberme hecho notar tal cosa, seguramente desarmaríamos al descortés y hasta le haríamos reflexionar sobre su tendencia a fijarse “en la paja del ojo ajeno e ignorar la viga del propio”. Todo ocurre como si la gente estuviera fastidiada por los reveses cotidianos como es formar una fila larga y lenta de espera para algo, tener que ir a trabajar todos los días o reunirse en una comida, generalmente la cena, con gente o familiares que no parece agradarles mucho. Entonces aparece el fenómeno de “sentirse en libertad de ser descortés con todo el mundo”. Naturalmente, existen muchos modos de ser descortés aun dentro de un marco de aparente amabilidad. Por eso hay diversos estilos de crítica destructiva, muchos de ellos muy difícil de clasificar, sobre todo determinadas pullas comunes en la vida cotidiana, por ejemplo, “Felicidades. Por fin lo lograste”. ¿Cómo interpretar esto? ¿Cómo sincera alegría por nuestro logro o como una velada crítica por no haber obtenido el logro con anterioridad? También puede ser como una crítica ácida que funciona como si quisieran decir que no creían que llegaríamos a algo nunca en la vida. Finalmente, puede interpretarse como si se hubiese llegado a algo por puro azar y no por nuestra propia capacidad. ¿Cómo saber la intención del que habla? Lo cierto es que la frase puede no ser feliz para quien la reciba.

Otras críticas son realmente dolorosas, no tan sutiles, que nos dejan confundidos y molestos. Es la clásica frase: ¿cómo te las arreglas para tener un busto tan pequeño? O bien: “veo que sigues ocupado en especialidad de comer”. Es evidente que se nos está criticando que somos golosos y que nos preocupamos más en comer que en vivir, esto es, vivimos sólo para comer. Un caso similar ocurre cuando decidimos comunicar a un familiar que nuestro cónyuge nos abandonó y se nos contesta: ¿por qué tardaría tanto en hacerlo? Esta respuesta no sólo profundiza el dolor que se sufre sino que agrega otro más ante la duda de saber si el comentario es un reproche de nuestra conducta conyugal o la falta de excelencia del cónyuge que huye. El sarcasmo de algunas respuestas cuando contamos nuestras cuitas es un arma de doble filo: no sirve de consuelo y ahonda las penas.

Pero peores resultan las críticas de familiares y amigos que suenan como el refrán popular “porque te quiero te golpeo” Es cuando la familia nos dice críticas muy hirientes y ante nuestra desesperación por la ofensa gratuita, reaccionan con la consabida frase: “si no te amara, no te diría esto”. Estos casos nos llevan a pensar que más valen que nos odien si esto involucra un silencio balsámico antes de que nos amen infiriéndonos heridas profundas. Este tipo de crítica funciona como pulla disfrazada, sobre todo, cuando se refieren a un defecto físico que nosotros no creemos poseer. Estas pullas se manifiestan con frase que suenan a ironía, cuando dicen “espero que mi franqueza no te moleste” o “te lo digo por tu propio bien”. Estas situaciones son las que llevaron a alguien a decir: “un amigo puede ser cualquier cosa, menos un crítico nuestro”. Las críticas bien intencionadas deben ser hechas con un lenguaje apropiado cuidado las palabras, los gestos y el momento oportuno de hacerlas.

Si respondemos a una ofensa con otra ofensa nos encerramos en un círculo vicioso de ataque y contraataque. Para evitar esto hay que aprender las formas de desviar las agresiones sin lesionar nuestra autoestima. Los hechos epidemiológicos La violencia escolar

Antes de finalizar lo relativo a lo que hemos denominado “cultura de la violencia”, creemos conveniente agregar algunas conclusiones que fundamentan el proyecto piloto de Prevención y

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Atención de la Violencia Intrafamiliar. El Dr. Reynaldo Perrone100 disertó en Mendoza sobre “La evolución y secuelas de la violencia familiar a corto y largo plazo, en la sociedad” y “La prevención de la violencia en las escuelas”. Refiriéndose a la violencia dijo que “hay fenómenos que son similares en todos los países, porque en cualquier lugar del mundo hay grupos de personas que forman algún tipo de ‘bandas’ para cometer delitos y esto ocurre aquí en la Argentina y en la China”. Con estas palabras Perrone afirma una verdadera epidemiología de la violencia, la que está hoy extendida en todas las sociedades del mundo, manifestándose en formas diversas. Otra afirmación que realiza Perrone, comparando la conducta violenta entre Argentina y Francia es: “lo que yo puedo ver en nuestro país es que la justicia tiene una cierta tolerancia con los delincuentes y esto, creo, es la gran diferencia que han en Francia, en donde eso no ocurre”. Se confirma así lo dicho sobre tolerancia y permisividad social, que en este comentario se extiende a la “tolerancia y permisividad jurídica y legal” que no contempla ni sanciona a la conducta desviada de los delincuentes con la energía y precisión necesarias para disminuir o erradicar la violencia social de la delincuencia. Otra explicación de la violencia social, Perrone la encuentra en el rol de una sociedad “culpable” de originar y amparar las conductas violentas porque a la injusticia de todo tipo (social, jurídica, etc.) contiene situaciones que son creadas por la misma sociedad al permitir desigualdades y discriminaciones.

En el tema de la violencia escolar, parte de la crisis educativa que luego analizaremos con

más detalle, Perrone señala que “es un fenómeno que nos deja perplejo porque los niños y los jóvenes no respetan a sus maestros y profesores”. El origen probable de esta violencia reside en que “el proceso del aprender exige aceptar categorías, autoridad y la credibilidad de los otros” y en el esquema actual este proceso se encuentra “en juego”, posiblemente porque los que educan, los maestros y profesores, “muchas veces generan violencia con comportamientos despreciativos hacia los niños” y los jóvenes. La prevención de la ola de violencia escolar exige que hay que “cortar la cadena” de los comportamientos inadecuados de educadores y educandos, sobre todo en lo referente a las actitudes y conductas violentas. Para Perrone, un camino posible es informar en forma conjunta y simultánea, a padres, educadores y educandos, en qué consiste el proceso de aprender y la función y roles de cada uno dentro del proceso, a fin de restablecer la aceptación de categorías, autoridad y credibilidad que antes aludimos.

Lena Burtin ha escrito un artículo periodístico101 cuyo tema central gira sobre el problema

de la falta de disciplina en las escuelas, lo que genera una conducta escolar violenta y predispone a que esa conducta violenta expanda al barrio y a la familia y a todo ámbito en que se desempeñan niños y adolescentes. En este artículo, Burtin comenta un libro próximo a ser editado102 y en él los autores afirman que “el exceso de las enseñanzas de contenidos agresivos y violentos que se aprenden en el hogar, en la escuela y en la sociedad, producen modificaciones neurobiológicas naturales que se almacenan como memorias de contenidos patológicos en individuos de cualquier edad y condición social y económica. Esos individuos son sanos, es decir, no tienen compromisos genéticos ni neurobiológicos serios; se enfermaron, comenzaron a enfermarse, en el hogar y en la escuela por la pérdida de la disciplina. Según Burtin , esos autores explican que hay incoordinación entre lo que se vive en el hogar y lo que se vive en la escuela, cosa que impide que un niño forme un pensamiento libre con base en valores que sean enseñados de forma tal que se

100 investigador argentino (rosarino) radicado en Francia, es psiquiatra y terapeuta familiar y coordina programas contra la violencia 101 que intitula DE LA INDISCIPLINA A LA VIOLENCIA 102 que se llamará VIOLENCIA ESCOLAR siendo sus autores el neurólogo Panza Dolian y el Licenciado Pablo Ponzano,

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almacenen en la memoria normal mediante la simple observación de valores ejemplares. Para Dolian y Ponzano “esa incoordinación – y no otra – es la que genera una sociedad enferma cuyos emergentes son las culturas de la violencia, del miedo, de las adicciones, de la indiferencia y de las ciberenfermedades por el uso inadecuado de la tecnología a temprana edad”

Antonio García Correa (autor también citado por Burtin ) profesor de la Universidad de

Murcia, España, ha escrito en 1998, un artículo con el nombre de UN AULA PACÍFICA PARA UNA CULTURA DE LA PAZ y en él admite que el modelo educativo actual, en general, está impregnado de violencia cultural porque “durante mucho tiempo, los profesores e investigadores educativos estábamos preocupados por las deficientes calificaciones de los escolares, fracaso escolar, pero estamos comenzando a darnos cuenta de que existe una carencia mucho más apremiante, el analfabetismo emocional y social”.

Esto puede interpretarse como que los niños y adolescentes que cursan estudios en los

colegios actuales pueden ser alfabetos en el idioma (saben leer y escribir) y conocer principios fundamentales de matemáticas, geografía, historia, etc., pero son ignorantes absolutos (analfabetos) de los conocimientos elementales de las normas necesarias para manejar y controlar sus emociones, para educarlas inteligentemente y, por ende, de las conductas sociales normales y competentes para desempeñarse en la comunidad en que les toca vivir. Ese analfabetismo, junto con la indisciplina, les lleva a la conducta anómala y violenta porque no saben, no pueden y no quieren controlar sus instintos agresivos. La crisis de la educación Hemos dejado intencionadamente para lo último, como corolario de esta nueva contaminación ambiental que estamos denunciando, unas de las peores condiciones que justifica la presencia de esta dañina polución: la crisis de la educación. El primer elemento de esta crisis está en haber perdido el sentido o significado de la palabra educación. Son muy pocos los textos o los docentes que saben definir ajustadamente qué es educación. Libros y conferencias sólo desgranan conceptos que están cerca o dentro del campo de la educación pero no definen correctamente a la misma. El haber perdido la noción del concepto ha llevado a no saber educar porque, obviamente, no se sabe qué es la educación. Este es el primer eslabón de una larga cadena. Le sigue otro factor de crisis que es la ausencia de valores. No se puede enseñar lo que no se sabe. No se puede dar lo que no se tiene. El Dr. Guillermo Jaim Etcheverry103 habla de una banalización de la vida, donde de igual manera un delincuente como un héroe recibe el mismo trato superficial, tanto desde la aparatosidad de la prensa como de los actos públicos en los que se ven envueltos. Estos hechos en donde “la Biblia está junto al calefón” llevan a la trivialidad como modelo por lo Etcheverry debe escribir: “Ante este espectáculo en continuado, ¿qué pueden enseñar los padres a sus hijos, los maestros a sus alumnos?. ¿Alguien puede hablar de honradez o de seguridad cuando se ha vuelto habitual que los jueces sean acusados de fraguar pruebas o los policías de delinquir sin que suceda nada?. ¿Cómo respetar a quienes representan a las instituciones cuando se los advierte cercanos al escándalo?. ¿Se puede hacer referencia a lo que los antiguos consideraban honra, cuando las “estrellas” de este espectáculo describen, orgullosas y desafiantes, los detalles de la corrupción de sus vidas, muchas veces breves, pero siempre bien trajinadas?. ¿Cómo se puede enseñar a hablar, es decir, a pensar, a nuestros chicos, cuando escuchan permanentemente un incoherente léxico balbuceado cuyo escaso y grotesco vocabulario

103 médico, investigador y docente argentino es autor de LA TRAGEDIA EDUCATIVA

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ha dejado de escandalizar porque constituye el espejo fiel de almas groseras?. ¿Quedarán aún ingenuos que se preocupen por la “vida interior” ante tan prestigiado derroche de superficialidad?. ¿Qué argumentos ayudarán a un padre o a una madre a explicarle a su hijo que su vida depende del esfuerzo y del trabajo, o a su hija adolescente que es conveniente que alguna noche duerma en su casa?. Ninguno. Al menos mientras los chicos vean que las conductas opuestas no sólo son socialmente admitidas, sino que hasta parecen constituir un requisito imprescindible para alcanzar el éxito (...) Al vivir en el marco de una cultura televisiva, que enseña que todo es descartable, que sólo sirve para el momento, los chicos asimilan ese tono de permanente devaluación y fugacidad, esa sensación de que nada importa. A nuestros jóvenes les cuesta comprender el concepto de vulgaridad y, por otra parte, los creadores de la cultura comercial estarían muy felices si nunca lo lograran. Es tarea de los padres enseñarles lo que se entiende por vulgaridad. De otro modo, los niños se van haciendo rudos, juzgan al mundo en términos de popularidad y sólo distinguen entre ganadores y perdedores. Se ocupan hasta un extremo demencial por las ropas que usan y parecen alejarse de todos los demás intereses humanos. Impulsados por los medios, se acostumbran a sentir solamente excitación, lo que lleva a la industria del espectáculo a emprender una escalada de efectos ensordecedores para atraer la atención. (...) Los medios han ido invadiendo a los niños mediante esa excitación y dejan a sus padres con la culpa. Es, lamentablemente, una lucha desigual, pues quienes están poseídos por el excluyente deseo de vender son mucho más poderosos que los padres, confundidos por las contradicciones de la autoridad, la libertad, la educación y la construcción del espíritu”.

Nos hemos detenido en esta extensa cita, por ser una síntesis de los principales factores de la crisis educativa. Además, demuestra desde otra perspectiva o punto de vista lo mismo que estamos tratando de mostrar como nueva contaminación ambiental, mucho más peligrosa que cualquier otra contaminación conocida y descripta. El contagio de la violencia y la vulgaridad es más poderoso y destructivo que la pandemia del SIDA. Si la familia y la escuela no recuperan sus papeles de líderes educativos y se reestablece una escala axiológica que sea conocida y ejercida a pleno por todos, es evidente que no habrá modelos de ejemplos para seguir y aprender en qué consisten esos valores que ahora funcionan como abstractos, huecos, obsoletos, poco creíbles, para nada útiles y aparentemente banales. En otras palabras: no son deseables. Educar es buscar repersonalizar tratando de ayudar a que cada persona encuentre un modo de vida congruente con la naturaleza del ser humano: inteligente, afectivo y con deseos de “querer” un cambio real. Educar es buscar los medios necesarios para lograr erradicar la deshumanización que ha provocado el vacío espiritual en que la sociedad actual está sumida, llevada por su propia ignorancia de lo qué realmente es necesario para aprender a vivir y qué es lo accesorio. Haber perdido el norte y caído en la tentación de aceptar a lo banal como si fuera lo necesario y a lo necesario como una banalidad, ha sido la causa principal de la decadencia espiritual y, por consiguiente, cultural y educativa. La indiferencia social de todos para todos y en especial consigo mismo, es un abandono peligroso al que ha llevado la “anestesia afectiva” y la “anestesia perceptiva”. No saber tener y expresar sentimientos de afecto, no tener ni encontrar la perspectiva de la percepción de los fenómenos que se dan en la realidad, es una temeridad peor que largarse a la mar haciendo agujeros en el fondo de la embarcación con un villabarquín, al decir de Chesterton.104 La escuela debe buscar los medios educativos que permitan reeducar a sus alumnos para evitar la cultura de la violencia instalada en la sociedad y dentro de ella, en el seno escolar.

104 LA SUPERSTICIÓN DEL DIVORCIO

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Hemos comentado que la deshumanización actual del hombre en todos los órdenes había trastocado la conducta humana. Entendemos por deshumanización a la “desnaturalización” del hombre en tanto y en cuanto ha perdido o no ha adquirido lo necesario para manifestar su ser auténtico. Luego, surge como lógico tratar lo ideal: la hominización del hombre. Hominizar es un neologismo que significa “humanizar al hombre” (aunque parezca de Perogrullo). El proceso de hominización debe ser logrado, ineludiblemente, a través de la educación, pero como ésta, en alguna medida, también está desnaturalizada, también habría que tratar de hominizarla recuperando el sentido del significado que tiene la educación. Dijimos que la educación consistiría en “llevar fuera” al ser encerrado que tiene el hombre y hacerlo manifestar a través de la personalidad. El proceso de hominización así enunciado, de no ser conocido previamente, se torna intangible, poco intuido y prácticamente irrealizable. Pero estudiado a fondo, tiene bases suficientes que deben ser sistematizadas para poder concretarlas. Una educación correcta exige dos parámetros básicos: dónde educaremos y quién educará. Evidentemente en el caso de la hominización el dónde es el universo entero en donde el hombre vive y se desarrolla y así abarcará hogar, escuela y trabajo y todo el ámbito de su derredor (este tema se ampliará en el capítulo final de este trabajo). El mayor problema es el quién, dado que si no tenemos docentes hominizados, éstos no podrán dar lo que no tienen. Luego la primera base es hominizar docentes, logrando personas auténticas, con armonía y equilibrio, relativamente centradas y con conceptos claros y humanos (racionales, afectivos y emotivos) que estén de acuerdo a la naturaleza real del hombre: ser inteligente, racional, afectivo, emotivo y volitivo. Deben poseer la escala de valores que proponemos en este trabajo. Así estos educadores o docentes, pueden ser el médico, el maestro, el profesor, el vecino, el sacerdote, el padre, el empresario, el trabajador y toda persona que con el ejemplo y la palabra instaure un nuevo mundo humanizado. Hominizar es internalizar de nuevo conceptos naturales básicos en cada individuo y es similar a la “socialización” del hombre que preconizan los sociólogos. Es adquirir de nuevo hábitos, valores y principios que estén de acuerdo a esa personalidad inteligente y sensible, que se ame a sí mismo y a los demás, sin causarse ni causar a otros daño alguno. Guillermina Tiramonti 105 afirma que “hay cierta permanencia en algunas problemáticas educativas que hace que la escuela se transforme en un interlocutor no válido con estos cambios culturales. Nos encontramos con que la escuela mejoró su eficiencia para incorporar gente, chicos que antes no iban a la escuela, básicamente con la incorporación del tercer ciclo, pero hay muchas dudas de que sea significativo lo que allí aprenden” . En referencia a la realidad del sistema educativo argentino, que engloba a todas las escuelas del país, asevera: “es de una gran fragmentación y heterogeneidad, que se corresponde con la que hay en la sociedad”. Con este aserto, Tiramonti pareciera concluir que el sistema educativo argentino es, en cierto modo, el reflejo de la fragmentación y heterogeneidad social, política, ideológica y económica que ha hecho presa de toda la sociedad argentina.

Otro de sus conceptos es que: “No es lo mismo lo que pasa en las escuelas de los chicos marginados que lo que sucede en aquellas a las que asisten chicos de clases medias altas; el sentido, el significado, las expectativas y motivaciones que tienen unos y otros son muy diferentes. Las escuelas de clase media tienen muchas más posibilidades de intercambio con sus alumnos que las escuelas que atienden a chicos marginados, que traen una serie de problemas que son ajenos a la escuela actual. Y lo que suele pasar es que las escuelas que atienden a chicos con esas

105 directora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), politóloga y especialista en políticas educativas y capacitación docente

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problemáticas graves siguen teniendo como referencia un chico de clase media, como si la escuela tuviese un patrón de normalidad y ese patrón no lo cambia, entonces cuando interactúa con chicos que son diferentes sigue haciéndolo de la misma manera y se produce un cortocircuito muy fuerte. La escuela está atendiendo a sectores muy heterogéneos y pareciera que no tiene instrumentos para dialogar con grupos diferentes y de hecho lo que aparece en las estadísticas es que empieza a haber una correspondencia fuerte entre sector público o privado de las escuelas y sector social al que atienden. Las escuelas públicas empiezan a ser los lugares para los chicos de los sectores medios-bajos, bajos y marginales y las escuelas privadas son los espacios para los sectores medios, medio-altos y altos. La escuela está muy desprestigiada en los sectores medios en general, quienes, según las investigaciones, sí valoran la escuela donde mandan a sus hijos; en esto hay toda una serie de interpretaciones acerca de que los padres se sienten muy responsables de las escuelas que eligen y por lo tanto tratan de ver lo mejor posible las elecciones que hicieron. En cambio en los sectores bajos pero integrados a la escuela sigue teniendo autoridad y siendo la posibilidad de futuro de sus hijos como lo fue siempre para las clases medias en la Argentina. Habría que cuestionarse si las escuelas están formando la ciudadanía y qué ciudadanía hay que formar en este principio de siglo nuevo. No hay contradicciones entre un aspecto y el otro, lo que pasa es que la escuela no hace ni una cosa ni la otra. Las escuelas están haciendo lo que hicieron siempre, hay mucha dificultad para cambiar en la escuela, lo que hacen en materia de socialización es lo mismo que hacía antes. Sólo que ahora no produce ningún efecto, lo mismo sucede con respecto de la formación para el trabajo, tampoco surte efecto porque el mundo del trabajo cambió. Ciudadanía y trabajo no están reñidos, tiene que ver con hacer personas con más capacidades, con mayores posibilidades de interrogarse sobre la realidad, de mirar críticamente la realidad, de tomar sus propias decisiones”.

Las declaraciones de Tiramonti , son reafirmadas por Mariano Narodowski:106 “Los instrumentos de gestión y de enseñanza de una escuela pública de un barrio marginado son los mismos que en una escuela pública de un barrio residencial, es evidente que no pueda funcionar asumiendo de una misma manera las demandas distintas de la población. El ‘sálvese quien pueda’, en el sentido de que aquellos que pueden pagar una escuela privada lo hacen, y en el caso de la escuela pública seguimos sin que existan mecanismos de participación que permitan mejorar las instituciones escolares. Existen hoy graves problemas en la calidad de la enseñanza y de justicia en la distribución de la educación. En la educación básica, a diferencia de la secundaria, el problema general no es la exclusión, por eso habla de justicia educacional, porque en muchas escuelas los chicos tienen un futuro hipotecado respecto de los que van a escuelas que tienen maestros con mejores condiciones de trabajo, con mayor capacidad para enseñar, con computadoras, con bibliotecas. La mala imagen que tiene la escuela pública para muchos sectores de la población no quiere decir que objetivamente sea peor, pero uno de los problemas que tenemos es que el Estado y las provincias siguen manejando un criterio muy tradicional de la educación; esta reforma no le dio a las escuelas y a los educadores más poder para educar mejor. El esquema sigue siendo el mismo, centralizado en una burocracia educativa de los ministerios”. En el problema que significa el desempeño de los actuales docentes en el sistema de educación argentino, Tiramonti nos dice que: “los docentes tienen muchas dificultades para interactuar con esta nueva conformación cultural y con esta heterogeneidad de chicos, no hay una preparación de los docentes como para hacer frente a esta situación. Esto tiene que ver con malas experiencias de formación de los docentes, sectores que recorrieron un circuito educativo muy deficiente y lo que tenemos a la salida son docentes con dificultades para ser interlocutores y

106 doctor en Educación e investigador de la Universidad de Quilmes, Buenos Aires, Argentina

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mediadores en la cultura. Hay muchas deficiencias en las ofertas a los docentes para la capacitación, pareciera que los métodos hasta ahora utilizados para capacitación no son efectivos; el problema de los docentes tiene que ver más con interpretar esta cultura que sólo con matemática, lengua y ciencias”.107

Impresiona como que el fenómeno actual que se observa en la educación es muy similar al sufrido por los griegos con el advenimiento de los sofistas. La afición al sofisma que muestra el hombre en general y el argentino en particular, ha provocado una especie de disgregación o disociación social. Los mitos de la “nueva realidad” con una “nueva economía”, una “nueva educación”, un “nuevo sistema de salud”, un “nuevo sistema político” (últimamente un “nuevo milenio”, el que ni siquiera saben cuándo empieza), no representan en sus resultados nada más que una disolución paulatina del hombre y la sociedad. Lo “nuevo”, salvo el adelanto de la aparatología técnica, no existe. Pretender un hombre “nuevo” es un sofisma que implicaría aceptar que se puede cambiar el ser intrínseco del hombre. Lo que se tilda de “nuevo”, si se repasa con sentido crítico a la historia, no es más que la decadencia del hombre en su propia esencia. Realmente, lo que se entiende hoy por “hombre nuevo” no va más allá de un hombre que sea hábil para manejarse con la realidad social y económica actual, es decir, un “buen administrador de la crisis” y que conozca la tecnología a fondo, para lo cual debe ser un “buen manejador y entendedor de aparatos”. La publicidad de escuelas y universidades privadas y oficiales pregonan como adelanto la enseñanza de la informática, del “marketing”, del gerenciamiento empresarial, del mercado nacional e internacional, de exportación e importación, como únicas herramientas para sobrevivir en el siglo XXI. Estos razonamientos recuerdan a la obra del comunicador canadiense Mc Luhan : EL MENSAJE ES EL MEDIO. Todo lo estructurado con la idea o sentido de educar no es nada más que dar medios y pautas para manejar esos medios, de modo tal que el hombre de hoy sea más eficiente en cuanto a rapidez y expansión de todo lo que conoce y maneja. Todo esto deviene como que no interesa lo esencial, sino que sólo importan los medios. No hay evangelios (nuevos mensajes). Mejor dicho: no hay mensajes esenciales, aquellos que modelan un hombre auténtico. Sólo hay mensajes mediáticos (los que se reciben a través de los medios: periódicos, revistas, radio, televisión, Internet, etc.). Lo que equivocadamente se entiende por calidad total o calidad de vida, es:

1. lograr eliminar factores de riesgos en lo relativo a la salud, evitar la enfermedad y aumentar la longevidad

2. en lo económico la meta es producir más, con la mejor excelencia en los medios, métodos y productos.

3. En lo social, el fin es la globalización: que todos compartan todo y que las naciones tiendan a fundirse en bloques económicos y culturales, en búsqueda de mayor eficiencia y calidad de vida.

Pero ¿qué hay de la ética y la moral, del pensamiento trascendental que forma al hombre en sí y le permite instaurar un mundo ordenado?. Esto no existe en la mente de los educadores modernos, para los cuales las materias humanísticas son obsoletas. Es más importante el “homo faber”, el “homo economicus” que el “homo sapiens”. Según estos conceptos sobrevivirá quien domine la técnica. Pero en lo personal, la autenticidad del ser humano va desapareciendo para

107 Las declaraciones de Tiramonti y Naradowski fueron transcriptas del suplemento Séptimo Día publicado por el Diario Uno de Mendoza el 11 de marzo de 2001

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configurar un hombre egocéntrico, vacío espiritualmente, manipulador de sí y de los demás, que sólo produce obras vacuas e intranscendentes (a pesar de toda su “aparatosidad”). Difícilmente en esta época surja un Aristóteles, un Moisés o un Miguel Ángel. La gente de ahora alimenta su superficialidad con los aparatos y depende de ellos para subsistir, pensar y crear. Todo está computarizado y es electrónico. La deshumanización de la educación hace que ésta sea una cosa heterogénea, plagada de ideas sobre métodos y sistemas dispares, a veces contradictorios y anfibológicos, cada vez más alejados de la realidad concreta. Se debe inculcar definitivamente que la libertad es una facultad de decidir sin impedimentos pero dentro de una conducta de respeto del derecho ajeno, para lo cual la conducta libre debe ser responsable y disciplinada. Algunas opiniones para combatir la violencia escolar Panza Doliani opina que es muy importante detectar las conductas violentas en cada unos de los escolares mediante una cuidadosa observación del accionar tanto en el aula como fuera de ella, de todos los niños a cargo de un docente. Cualquier actitud incorrecta, por muy usual que se considere hasta el grado de asignarle una cierta “normalidad”, no debe ser interpretada con este criterio subestimativo. Cuando se detecta un comportamiento inadecuado no hay que esperar sino actuar en forma inmediata, y tanto el padre como el docente deben pedir ayuda. De ese modo, si un niño tiene una conducta hiperactiva desbordante, si hay falta de atención y dificultad de aprendizaje más allá de lo natural, se debe atender a esto y no dejarlo pasar. Rubinstein agrega que también tiene mucho peso una tendencia a una conducta de aislamiento o el cambio brusco de estilo de conducta y ropa en un adolescente. Nosotros agregamos que el lenguaje zafado público es otra punta de lanza que no hay que desestimar y se debe tratar de corregir. Del Bosco cree que la no-violencia se puede enseñar a través de un trato que valoriza al otro como persona que tiene sus características y forma de ser propias. Para introducir esta educación en la “comprensión del otro” es sumamente necesario un entrenamiento tenaz y persuasivo, dotado de una fuerte convicción que permita mantenerse firme ante las provocaciones y los estímulos violentos que el medio nos envía. Cita a Gandhi recordando que no se debe reaccionar violentamente ante la injusticia y el agravio sino que se debe buscar absorber lo negativo y devolverlo en términos positivos. Hacer esto es el signo real y verdadero de una gran fortaleza personal. En cambio, reaccionar siguiendo lo habitual es signo de una gran debilidad personal. Estos pensamientos forman parte de una especie de “enseñanza de la paz”, de “educación en la pacificación”, tan importante actualmente cuando la violencia se ha transformado en un gran gigante. Panza Doliani sostiene que no deben romperse las pautas correctas y ortodoxas de convivencia tolerante en la familia (esto significa no confundir tolerancia con pasividad ante conductas no adecuadas). Deben evitarse la afición de la familia por los programas de TV violentos o los videojuegos que contengan actos de violencia. Los padres y los docentes deben impartir normas concretas de respeto recíproco y enseñar qué son los valores principales para vivir. Naturalmente, nosotros agregamos que además de enseñar en forma teórica, primero hay que hacerlo con el ejemplo activo. Otro correctivo es que los padres fomenten la lectura en la familia y se practique el diálogo fluido y participativo donde cada uno pueda expresar sus alegrías y conflictos y hallar comprensión y apoyo para superar cualquier problema (contención familiar). Oliver , por su parte, admite una especie de disolución de los roles parentales que se manifiesta principalmente por la ruptura de la relación asimétrica, que consiste en una “desjerarquización” de los padres, figura que luego se trasladará al maestro y otros representantes del poder (policía, etc.). La pretendida “rebelión juvenil contra toda autoridad” cercena los roles naturales de jerarquía de padres y docentes. Nunca puede existir entre un adulto y un niño un plazo

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de horizontalidad tal que ambos sean considerados exactamente iguales. Las mismas diferencias anatomofisiológicas y psíquicas (desarrollo no completado) ya establecen una barrera natural de desigualdad. Esta diferencia o desigualdad es algo natural y no significa un menosprecio del menor, sino simplemente un estado diferente. De igual modo, los roles sociales supeditan el menor a “los mayores”. Esto establece una relación asimétrica natural de autoridad y jerarquía, pero no significa que el menor es un esclavo o un ente con el cual “el mayor” puede hacer lo que quiera o no respetar en absoluto sus derechos. Simplemente es una relación asimétrica que marca la armonía de la convivencia y permite que el respeto mutuo ayude a educar y desarrollar al niño. Por lógica, se supone que padres y docentes deben estar a su vez “educados para educar”. No se puede enseñar lo que no se sabe ni transmitir lo que no se siente, ni dar ejemplo con lo que no se hace. La diferencia debe existir pero para servir como una guía para establecer la identidad propia de padres e hijos y ayudar a formar la personalidad del joven. Luego, esa relación asimétrica de supeditación a una jerarquía y a un poder y autoridad de los padres respecto al niño, debe involucrar el compromiso de que ninguna de las partes tendrá actitudes y acciones violentas en forma patente, latente u oculta. Todos deben contribuir para consensuar una estrategia familiar que fomente las relaciones respetuosas y el trato amoroso, excluyente de toda ofensa o acto hostil. El mismo esquema familiar debe traspolarse a la escuela y los docentes no sólo serán el instrumento natural para instruir al niño, principal obligación, sino que deberán contribuir a consolidar los valores positivos transmitidos por la familia a fin de mantenerlos vigentes en la escuela. En el caso de carencia de esos valores, el docente deberá suplir sus funciones de instructor para complementarla como educador. En este sentido, la educación se diferencia de la instrucción. En la instrucción hay una mera enseñanza de conocimientos científicos y humanístico (las “materias” de estudio); en la educación se debe impartir con la enseñanza y el ejemplo personal, las normas de convivencia y los valores positivos que dan sentido a la vida y hacen posible comprender y amar a los otros y a sí mismo. Algo así como “enseñar a vivir” sabiamente. Esto no es sencillo porque exige la formación previa del docente. En un medio donde la violencia está generalizada y las cosas han perdido mucho su sentido y significado verdadero, es común que el docente confunda autoritarismo con autoridad e instrucción con educación. O crea que con sólo enunciar reglas de conducta, éstas deben ser acatadas y aplicadas sin más. Parafraseando un polémico político argentino muy famoso, “mejor que decir, es hacer”, o sea, que la buena educación no se imparte con sólo la palabra sino con el ejemplo. El docente “educado” podrá educar a otros. Para esto se debe tener convicción y autenticidad y no sólo asumir actitudes fetichistas o solemnes, pero vacías de todo sentido y contenido y carentes por completo de una correlación con la conducta personal. Pretender educar enseñando normas vacías, es “predicar en el desierto”. Dentro de la violencia escolar hay que considerar, como postula Eva Giuberti, que no hay que considerar sólo los violentos o agresores (chicos que pelean , portan armas y agreden de muchas formas a su compañeros y docentes) sino también a los agredidos (chicos que sufren las burlas o pullas, reciben golpes o son víctimas de algún tipo de acoso, docentes atacados, etc.). Los agredidos son víctimas palpables de actos violentos directos (golpes, palizas, muerte) y de actos indirectos (violencias poco visibles) como el acoso, avasallamiento, insultos (violencia verbal). Asimismo, la violencia escolar involucra la violencia de los docentes (calificaciones injustas, prejuicios hacia determinados alumnos, vacío de enseñanza o instrucción, falta de modelos de aprendizaje social o de valores, evaluación tramposa: enseñan una cosa y preguntan otras, trato descortés o irrespetuoso de los alumnos, acosos de índole diversa). La causa de la violencia escolar, parte de la violencia adolescente en general, pueden tener raíces en el seno familiar donde los familiares dan modelos de conductas agresivas o violentas y que el niño o joven no puede manifestar en el seno de la familia y deriva la reacción de su propia violencia en otro ámbito (escuela, barrio o instituciones) La corrupción generalizada, en especial en lo político y en el gobierno, la falta de castigo o impunidad,

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son otros motivos de violencia interior. Algunos psicólogos creen que las acciones agresores, hostilidad y violencia infantil y juvenil (como algunas reacciones de adultos) conllevan un sentimiento de causa justa: hay que reaccionar con energía o violencia para “castigar” el entorno de corrupción e injusticia. Otro punto de vista, en lo relativo al ámbito escolar, es la pérdida o la falta de autoridad de los docentes, basada en la falta de idoneidad, conductas impropias o desviadas, y la carencia de un sentido de educación. Luego, si el docente no es un modelo que sirva de ejemplo por su conducta personal, es imperito para instruir e ignora lo que es educar, es compresible que los alumnos reaccionan en forma desordenada y caótica frente a la inacción o acción inadecuada de los docentes. Incluso, la ineficiencia docente es otro motivo de violentar la conciencia de los niños y adolescentes, pues, se suma a la ineficiencia familiar e institucional generalizada. El saldo de chicos asesinados impunemente, el descontrol extendido a todos los órdenes sociales, los padres ausentes o abúlicos o conformistas, o de moral laxa; la drogadicción creciente, el marco legal confuso y tolerante, la represión inexistente o inadecuada o exagerada, etc. son los disparadores de la desorientación y violencia consecutiva de niños y adolescentes que no se les enseña el verdadero sentido de la vida, sino sólo el desprecio de la misma. Cuando un ser humano y especialmente un niño no puede reaccionar frente a lo que le degrada o perece o se corrompe a tal punto que se desnaturaliza o deshumaniza. No olvidemos que la frustración es la llave de la agresión, la hostilidad y la violencia. Violencia en la pareja

Goleman estudia la violencia en la pareja en el capítulo 9 de su obra INTELIGENCIA

EMOCIONAL al que ha titulado “Enemigos íntimos”. Para este autor, la violencia en la pareja debe medirse por dos elementos muy precisos: el índice de divorcios y el riesgo de divorcio. El índice de divorcios son las estadísticas anuales de los divorcios efectuados, mientras que el riesgo de divorcio es el conjunto de factores que llevan a una a una pareja a que tenga posibilidades con el paso del tiempo, de llegar al divorcio. Mientras el índice de divorcios se ha estabilizado, el aumento pasa al riesgo de divorcio, principalmente en los recién casados. El aumento del riesgo de divorcio no se debe a una disminución de la inteligencia social, sino a una “constante erosión de las presiones sociales”, la cual se basa en dos elementos concretos:

1. el estigma que rodea el divorcio 2. la dependencia económica de las esposas con respecto a sus maridos

El temor al estigma que significaba el divorcio para la sociedad en un momento

determinado y la falta de recursos que el divorcio conlleva para la mujer dependiente económica del marido, fueron las causas que cohesionaba las uniones entre las parejas, pues ejercían una tremenda presión social sobre las parejas. Hoy, esas presiones están debilitadas por los errores emocionales de la pareja, a tal punto que pueden llegar a una separación relativamente fácil.

Para Goleman los errores emocionales arraigan en la educación recibida en la infancia, en

el mundo emocional infantil. Cita a los trabajos de Leslie Brody y Judith Hall quienes explican las diferencias emocionales de los niños. Las nenas tienen más facilidad de palabra para expresar sus sentimientos, mientras que para “los varones, la verbalización de los afectos queda menos enfatizada, pueden ser absolutamente inconscientes de los estados emocionales, tanto de los propios como los de los demás” y son más propensos a reacciones emocionales como las peleas físicas. Las nenas juegan en pequeños grupos dando prioridad a la cooperación y en minimizar la hostilidad, mientras que los varones juegan en grupos más grandes y su intención principal es la competición. Una estudiosa de Harvard, Carol Gilligan cree que la diferencia clave entre ambos

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sexos reside en que los varones se enorgullecen de su autonomía y su independencia inflexible, mientras que las nenas se consideran parte de una red de relaciones. De este modo, los varones se sienten amenazados cuando algo amenaza su independencia, mientras que las nenas lo hacen cuando hay ruptura de relaciones. Planteada así la situación, en una conversación los hombres se contentan con hablar de “cosas”, mientras que las mujeres buscan la conexión emocional. Las mujeres llegan al matrimonio preparadas para tener el rol de administradoras emocionales, mientras que los hombros minimizan o son indiferentes a ese papel. Para las esposas, la intimidad significa hablar en profundidad de las cosas, sobre todo de la propia relación, mientras que los hombres creen que sólo deben hacer cosas por ellas (rol de proveedor). Con el tiempo, la relación de la pareja se reduce a que mientras ellas buscan hablar, terminan haciendo labores separadas cada uno.

Por otro lado, los hombres siempre viven con la idea de un optimismo en su enfoque del

matrimonio, mientras que las mujeres son más sensibles a los problemas cotidianos o crónicos. Siempre el hombre trata de poner un acento optimista del “no te preocupes” en el acto amoroso, las finanzas, las relaciones con la familia política, la forma en que se escuchan mutuamente y en cuántos de sus defectos tienen importancia. En cambio la mujer ve objetivamente al “problema” en esos temas y manifiesta en forma expresa, con una queja concreta, cuando cree que no hay nada optimista en un suceso determinado, sino más bien, un lado pesimista. La mujer aprecia la tristeza en el hombre, pero el hombre no tiene capacidad para apreciar la tristeza en la mujer. El hombre advierte la tristeza en la mujer cuando ésta es muy profunda y manifiesta y, aún así, le cuesta preguntar el motivo de la misma.

Esta “brecha emocional” que diferencia a los sexos es la causa más común para las quejas y

desacuerdos de la pareja o en cualquier tipo de relación íntima. Los hechos específicos como es la frecuencia del acto sexual amoroso, cómo disciplinar a los hijos, las deudas y los gastos no son la causa en sí de los desacuerdos, sino la forma en cómo la pareja discute estos temas críticos. Si la pareja entiende sus diferencias emocionales y encuentra una clave para discrepar en armonía, la estabilidad de la pareja está a salvo. Pero si no realizan ese esfuerzo de superar la escisión emocional inherente a cada sexo, no se podrán superar las emociones más fuertes. La violencia de la intimidad que plantean las diferencias entre quejas y críticas personales de la pareja, se debe a que no se tiene en cuenta la relativa sencillez de esas críticas y quejas. La mujer critica específicamente qué es lo que la conmueve o perturba y critican a la acción del esposo, pero no a su persona. Así suele decir que cuando su esposo omite algo o no lo recuerda, siente al hecho como una falta de preocupación por ella. Si la queja la formula así puede ser positiva, no beligerante pero tampoco pasiva, sino simplemente inteligente desde el punto de vista emocional.

Otra cosa distinta es que si se siente despechada, a la crítica la formule en términos

violentos lanzando un ataque global (no a la acción a sí y su consecuencia inmediata) sino a la persona del esposo, al que tilda de egoísta y desconsiderado y que ella no puede confiar en que haga las cosas bien. El hombre, ante la queja violenta, se siente disminuido y amenazado por la inculpación que se le hace, sobre todo si fue efectuada con desdén y un tono destructivo. Luego, su reacción natural es responder con una expresión airada, generalmente de burla o insulto. La respuesta puede ser directamente en palabras o a través de determinados gestos universales de disgusto, desdén y burla: poner los ojos en blanco, torcer la boca, la sonrisa socarrona o un gesto manual. O bien da un portazo y se retira de la discusión. El ataque o la fuga son las dos variables de respuesta de un cónyuge cuando se siente agraviado por el otro. La huída puede ser también un bloqueo total manifestado por un silencio absoluto.

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El equilibrio emocional no excluye que una pareja no tenga discusiones violentas, pero la pareja con relativa estabilidad emocional supera la ira y “arregla las cargas” con la tan mentada “deliciosa reconciliación”. Es decir, la pelea conlleva una reconciliación gratificante, generalmente, de tipo amorosa. Solamente cuando ambos cónyuges llegan al desbordamiento total y todas las respuestas son iracundas o violentas, se hunde el matrimonio o la pareja. El desborde es el punto de vista pesimista que llega a creer que “nada se puede arreglar” y “ todo intento es inútil” y comienzan a vivir vidas paralelas (conviven pero con conductas solitarias: cada uno “se las arregla por su lado”). Los hijos aprenden de sus padres, las conductas violentas de la intimidad y adquieren la “cultura del divorcio”. Este es el legado peor. La violencia sexual: acoso y violación La violencia sexual puede manifestarse de muchas formas en forma abierta o disimulada o enmascarada bajo ciertos hábitos. Desde la costumbre aceptada del sadomasoquismo sexual, hasta el coito agresivo en una pareja, hay matices diversos, usos y costumbres aceptadas por voluntad o por temor. Los hechos sexuales violentos más conocidos y practicados son el acoso sexual y la violación. Nos hemos referido al acoso anteriormente como “una persistencia molesta y/o agresiva, tipo persecución, más que una conducta urbana”. Precisamente, acosar es “perseguir, apremiar, importunar a una persona con molestias o requerimientos”. A esta definición hay que agregarle la condición de “actos repetitivos”, es decir, una conducta reiterada persecutoria. El acoso sexual puede ser verbal con insinuaciones molestas o frases melosas exageradas cargadas de falsos elogios (directo, por carta o por teléfono) o físico y puede ir desde un simple “toqueteo” hasta un intento de violación. Otras formas distorsionadas pueden ser el intento de asesinato o asesinato, ante la negativa de acceder al acoso. Puede ser un acoso tipo seducción, mediante amenazas o insidioso con maniobras de intrigas. El acoso físico puede ser un simple abuso sexual de caricias indebidas, sobre todo de partes genitales. En cambio, la violación es el acto mediante el cual un individuo es obligado a copular por la fuerza con otra, es decir, contra su voluntad. La penetración puede ser vaginal o anal o exigirse sexo oral, o ser por las tres vías. Esta violación puede ser llevada a cabo por desconocidos como ocurre el asalto en la vía pública o en el domicilio. Pero es mucho más compleja cuando la víctima es violentada por conocidos, generalmente por personas con las cuales tiene un contacto permanente como puede ser un docente, profesor o una relación más estrecha como puede ser un profesional que le asista por problemas de salud o problemas sociales, o allegados a la familia o por algún miembro de la familia. Incluso puede ocurrir en una pareja casada o no.. El número caso de violación por gente conocida es superior al de la violación por desconocidos. Esto hace que muchas veces la víctima no denuncia esa violación por vergüenza, temor al escándalo o por estar amenazada. Es importante destacar algunos aspectos como que la víctima no tiene responsabilidad en esos actos. No obstante, es muy común que el violador trate de justificar su conducta indigna, involucrando a la víctima con una falsa coparticipación en el acto o bajo denuncias de acoso o provocación abierta. Con esto quieren simular que la víctima tiene un cierto grado de responsabilidad en lo ocurrido o, directamente, tiene toda la culpa por haber desarrollado una conducta indebida. Es el caso que se atribuye a la coquetería de la mujer que usa vestimenta supuestamente provocativa o maquillajes exagerados o gestos de insinuación o de coqueteo. El hecho de que una mujer sienta deseos de causar atracción no signifique que esté autorizando a un acoso o violación. El apetito desordenado del instinto sexual es el que interpreta los signos de una manera que convenga a los bajos instintos. Las personas deben ser educadas y aprender al total respeto de los demás, sea cual sea su condición o la forma de comportarse. Una prostituta no le da derecho a nadie

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a faltarle el respeto o a violarla. Sólo puede ser agredida en defensa propia, como con cualquier otro caso que no tenga nada que ver con la prostitución sino con la prevención de la ofensa ajena indebida. Las secuelas de la violación pueden ser muy importantes porque pueden originar cuadros de obsesión de venganza que despierte un impulso agresivo u homicida. Puede trastocar la mente y provocar enfermedades como la esquizofrenia o personalidades múltiples, muchas de ellas con mentalidades perversas que busca “vengar” la violación provocando daño a cualquier persona. Otras veces es la depresión que puede llevar al suicidio. Por esto es necesario educar para que no haya violadores y educar a los no violados para que en el caso de serlo, sepan cómo defenderse (no sólo físicamente) sino de las trágicas secuelas físicas o mentales. Lo primero que todo niño en edad de razonar debe saber es que cuando sea manoseado o tocado indebidamente debe denunciarlo en forma inmediata a sus padres en caso de ser extraños o a otras personas de confianza cuando lo es un conocido o un familiar el que viola. A los adultos violados deben aprender que necesitan desahogarse con alguno de confianza que pueda ayudarlo a superar la desesperación, la indignación, el sentimiento de indignidad y vergüenza y otros sentimientos encontrados. Las secuelas físicas del daño corporal (heridas, desgarros, contusiones, embarazo o enfermedad venérea) deben ser investigadas y subsanadas por el medio más conveniente a la salud física y mental del violado. Las secuelas mentales también necesitan un control profesional por psiquiatra y psicólogo y su tratamiento. Un violado que se anima a hablar del problema y denunciarlo debidamente y recibe el tratamiento adecuado, tiene grandes posibilidades de superar el problema y recuperar su autoestima y su salud mental y física, solucionando el problema social de la vergüenza, el escándalo y el deshonor. La soberbia violenta del poder

Dijimos que uno de los propósitos del hombre actual (y desde siempre) ha sido alcanzar

algún tipo de poder, pero una vez que accede a esos “poderes”, sobre todo si éstos son amplios o inmensos, se plantea el interrogante del fin con que deben usarse. La historia ha demostrado que el poder o la fuerza, bestializan al hombre y existieron hombres muy poderosos que intencionadamente o no, hicieron todo el mal posible. Cuando se tuvo el poder sobre el átomo y se inventan las bombas, atómica y de hidrógeno, nadie pensó en su poder mortífero. Sólo al aplicarse concretamente, se comprendió el mal tremendo que podían causar y que ese mal, algún día, se volvería contra sus utilizadores.

Es el miedo y no la razón o la bondad, la que frenó la destrucción. La mayor parte de la

humanidad ha sobrevivido, en cierta forma, gracias a la ignorancia y la ineficiencia que en los primeros siglos tuvo el hombre para crear artefactos exterminadores y escaso saber científico para llegar a crear instrumentos de mortandad. Con el paso del tiempo y los nuevos conocimientos, los países avanzados rompieron los límites de esa ineficiencia y adquirieron el poder para hacer el mal con dimensiones nunca antes conocidas. Por eso tal expansión maligna conlleva la destrucción y es aquí donde el hombre debe operar con la inteligencia, el sentimiento y la voluntad encaminados al obrar correcto.

El crecimiento demográfico ha desarrollado una competencia feroz entre los distintos

grupos sociales. Así nace una ética y una moral dual: la que se aplica en el grupo al cual pertenecemos y la que se aplica a grupos ajenos. El mejor ejemplo está en los llamados países “imperialistas” donde la comunidad propia en que vive el invasor tiene la libertad plena y el completo ejercicio de todos los derechos, mientras que los sojuzgados sólo tienen obligaciones y sumisiones para con los que se adueñaron de sus países y bienes.

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La ley natural que básicamente obliga a no matar ni robar, queda limitada por la ambición

humana que tuerce todo destino y ley para favorecer sus intereses más mezquinos. Pero la culpa se reparte en parte con el agresor que usa indebidamente el poder y, en parte, con el agredido que no aprende a usar su libertad para sacarse o no caer en el lazo opresor.

Para Russell la vida emocional “se halla condicionada en un grado que hoy es

biológicamente desventajoso en virtud de esta oposición entre tribu propia y la ajena, contra la cual se compite colectivamente” . Tradicionalmente la “prosperidad económica” consistió en exterminar una tribu rival y en algunos casos el “canibalismo” se debió “comer” a los contrincantes para asegurar su efectiva aniquilación y la posesión definitiva de sus bienes, a fin de que no hubiese reclamo posterior ni de las tierras ni de las riquezas expropiadas y de este modo aumentara la riqueza y el confort del pueblo agresor. Las ventajas de la “conquista por la fuerza” han sido siempre el leiv motiv de toda guerra o conflagración y en muy raras ocasiones una guerra se emprendió por defensa o revancha. Naturalmente, toda guerra comenzada con fines de conquista, genera, posteriormente, guerras defensivas o vengadoras. Pero la inteligencia, en concordancia con el sentimiento y la voluntad, nos indica ahora que con las nuevas posibilidades o “poder tecnológico”, este sistema conquistador nos lleva a la auto destrucción porque al enemigo, al cual atacamos, de algún modo puede provocarnos una ofensa dañina o destructiva, igual o peor que la recibida. Los ejemplos más recientes en Vietnam y el ataque a las Torres Gemelas de EE.UU., dan fuerza a este a aserto. Malgrado, la venganza del “ojo por ojo” no solucionará el conflicto, sino lo agravará. No hay que reprimir la reacción, sino buscar las causas de los conflictos y solucionarlas.

Hoy la sensatez nos dice que la convivencia progresista del mundo debe ser pacífica y para

ello debe primar el sentimiento de amor para sí y para otros, la inteligencia de buscar ese sentimiento y de evitar la agresión o el conflicto, para transformarlo en una cooperación de mutuo beneficio. Se debe aplicar la voluntad a buscar estas cosas y no al empeño en la ofensa brutal. El siglo XXI puede ser el pivote que nos lleve al reino de la inteligencia o el abismo de la mayor estupidez, aquella que nos quita la condición de seres humanos, nos despersonaliza y nos hace inhumanos. O se trabaja con el sentido de un verdadero cuerpo humano, donde los órganos, aun los más opuestos, realizan sus funciones para mantener el equilibrio y la salud, o nos empeñamos en desincronizar los órganos de la humanidad y llevar la “corporación humana” a la enfermedad, el sufrimiento y la muerte, en un mundo en que el odio puede más que el amor.

Esto se palpa en el 2003 en que el mundo lucha por evitar la III Guerra del Golfo Pérsico

contra Irak (la I Guerra fue Irak vs. Irán, la II Guerra fue UN vs. Irak para salvar al Emirato de Kuwait, la III Guerra probable es EE.UU. vs. Irak por el desarme de esa nación) El conocimiento, cualquiera sea su naturaleza, es bueno si se integra como sabiduría, entendiendo a ésta con el concepto clásico de “ordenamiento del saber” y en el concepto de Russell de la “integración total” con la inteligencia, el sentimiento y la voluntad, en el recto sentido de los mismos. Si bien Sócrates sostenía que el conocimiento sería suficiente para producir el hombre perfecto, no debemos olvidar que para los griegos, el “conocer” era la sabiduría (sofía). Por eso el hombre auténtico debía hacerse “amigo” de ella (filosofismo).

La reflexión final de Russell es que “vivimos asediados en nuestra existencia cotidiana por

enojos, preocupaciones y frustraciones. Con excesiva facilidad nos encontramos atrapados por reflexiones sobre lo que parece obstructivo en nuestro ambiente inmediato. Es posible, sin embargo, y así lo han probado los sabios auténticos, vivir en un mundo ensanchado en tal forma que las molestias de la vida diaria lleguen a resultar triviales y los fines que mueven nuestras

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emociones más profundas adquieran algo de la inmensidad de nuestras contemplaciones cósmicas. Algunos pueden lograr esto en mayor grado que otros; pero todo los que se interesen en ello pueden realizarlo en alguna proporción y, en la medida en que tengan éxito en esto, ganarán una especie de paz que deja la actividad libre pero no turbulenta. Ese estado espiritual que he estado tratando de describir es lo que yo entiendo por sabiduría. El mundo necesita más que nunca de esta especie de sabiduría. Si la humanidad es capaz de adquirirla, entonces nuestros nuevos poderes sobre la naturaleza ofrecen una promesa de felicidad y bienestar tales como los hombres no han experimentado jamás y aun difícilmente podrían imaginar. Si la humanidad no es capaz de ello, entonces todo aumento de habilidad servirá solamente para acercarnos más a un desastre irreparable. Los hombres han hecho muchas cosas buenas y muchas malas. Algunas de las cosas buenas han sido muy buenas. Todos aquellos que se interesan por estas cosas buenas deben esperar, con toda la confianza de que puedan disponer, que en esta coyuntura decisiva se haga la elección correcta”. 108 La violencia política La historia de la humanidad es rica en el registro de Estados que ejercieron la violencia. Muy cerca de nosotros, los Estados del siglo XX y algunos del siglo XXI se manejan con esquemas denominados totalitarios que niegan todos los derechos humanos. Se manejan con la persecución, la tortura, el encarcelamiento y la muerte violenta. Se ejercen los actos de barbarie más espeluznantes e increíbles. El genocidio es el resultado de una política de sometimiento individual y colectivo. Esto ocurrió y ocurre tanto en los totalitarismos de izquierda como de derecha. Hay tendencias políticas como el nacionalsocialismo que mantuvo en la década del ’40 las naciones de España, Italia y Alemania los cuales ejercieron una persecución racial y política que culminó con el exterminio de miles de personas, ya sea a través de la guerra o de la persecución interna. La violencia política de la discriminación, especialmente racial, aún campea en las doctrinas de esas tendencias. Los Estados fundamentalistas, especialmente de tendencia religiosa, son los principales estandartes de la violencia de la persecución, muerte, encarcelamiento, tortura y mutilación. El fanatismo religioso impide el ejercicio de todo tipo de libertades y de pensar. Las personas sometidas a esos regímenes sólo tienen libertad para acatar incondicionalmente las normas de vida que le son impuestas bajo el imperio religioso. La violencia social inspirada por doctrinas políticas de ultraderecha o de ultraizquierda, por un lado con elementos como el racismo y la xenofobia y por el otro lado con el anarquismo, llevan a choques violentos de grupos que son partidarios con los antagónicos a estas doctrinas. La violencia social es a través de manifestaciones turbulentas con destrozos a la propiedad privada, agresión física y verbal a las autoridades y a otros miembros de la comunidad. La constitución de piquetes activistas se dedica al pillaje de comercio o al bloqueo de rutas agrediendo de diversos modos a quienes no comparten sus puntos de vista. La violencia, si bien se oculta bajo el lema de reclamos de derechos humanos o civiles, de comida y de asistencia social, el discurso es de neto corte político de doctrinas extremistas.

Los atentados terroristas de todas las tendencias son otro tipo de manifestación de la violencia social imperante en la comunidad humana actual. La violencia social está desatada en todo el mundo y en todos los países bajo diversas formas de manifestaciones, pero en la mayoría de

108 EL UNIVERSO MENTAL EXPANSIVO, Inglaterra, 1964

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los casos alentada por ideas políticas extremistas o fundamentalistas y organizada por grupos activistas que actúan bajo un patrón determinado de conducta y de actos violentos. La violencia política desde el Estado es ejercida por políticas económicas y sociales que denigran la dignidad humana llevando a la pobreza, la enfermedad, el hambre y la ineducación, todo esto signado por un gran malestar social cuyo paradigma es el sufrimiento en todas las escalas. Otras veces la violencia estatal se esconde bajo un sistema de represión que simula ser legal o es abiertamente represivo mediante el uso de la fuerza militar o policial. Otra forma de violencia estatal puede ser pasiva como es no ocuparse de las necesidades básicas de la población y hacer que decaigan y no funcionen los servicios de seguridad, educación, salud, trabajo y asistencia social. Las formas de manifestación de la violencia social política son muy diversas. Van desde la violencia ejercida desde el Estado a la violencia que manifiestan determinados grupos sociales bajo la forma de acciones individuales o grupales, de carácter de terrorismo, pillaje, piqueterismo, etc. Casi siempre, estas violencias se justifican con raciocinios que si bien justifican los principios, de ningún modo justifican las acciones violentas anacrónicas. La defensa de un derecho no tiene que ser a costa de la destrucción del derecho de otros. Los derechos no tienen porque ser contrapuesto, pues se supone que todo derecho tiende al bienestar común y a evitar todo tipo de daño. Cuando un derecho postula o lleva al ejercicio de la violencia dañina, pierde el carácter de derecho para transformarse en un pretexto infundamentado y deleznable. Derechos y obligaciones deben disciplinar a la sociedad y a las relaciones interpersonales pero de ningún modo deben conllevar la destrucción social o individual. Tampoco deben atentar contra la dignidad humana personal o colectiva. Toda política que incite a la injusta rebelión y proclame o aplique formas de violencias tanto física como espiritual, no es una postulación digna para ningún hombre que se considere tal. Ninguna injusticia o violencia estatal o social justifica que se combata con otra violencia de igual o peor calidad. Esto lo postuló claramente Mahatma Gandhi y lo demostró con su ejemplo personal. A su manera, también Cristo lo hizo cuando sentenció “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Nadie debe ser privado de sus legítimos derechos y de la libertad personal y social, pero para mantener ambas cosas se debe estar atento a no caer en las trampas de las seudodemocracias y de la aceptación dentro del seno social, de grupos violentos. Una sociedad que no se prepara para extirpar por vía de la ley y la educación a la violencia social, debe esperar que tarde o temprano esa violencia crezca y avasalle a todos.

Un Estado totalitario o anárquico no surge al azar sino que es construido con algún grado de participación activa o pasiva de la comunidad. Una sociedad presa de la violencia es porque no supo o no quiso educarse para evitar tal violencia. Hoy se desprecia abiertamente todo lo que signifique valor espiritual y las tres cuartas partes de la humanidad se debaten en la ignorancia, la enfermedad, la muerte y la guerra por no querer educarse para cambiar los estilos equivocados de vivir. Se aferran tozudamente a tradiciones y creencias que les quita todas las armas para defenderse de la agresión social. Ninguna costumbre o uso o creencia que implique cercenar las defensas de los ataques contra la dignidad personal y colectiva es buena.

Por lo tanto, las comunidades afectadas deben comprender, de un modo u otro, que es

conveniente educarse en las cosas que le son vitales y necesarias y no mantener, porque sí o por capricho o por fanatismo, las ideas que le llevan a la autoaniquilación. Toda violencia personal o colectiva debe ser desterrada de todas las sociedades del mundo, pues no hay filosofía, costumbre o religión que fundamente debidamente la violencia. Si una doctrina o religión implica algún tipo de

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violencia o mutilación personal o social, debe ser abandonada y desterrada. Ni Dios ni los hombres auténticos pueden mantener o permitir ese tipo de creencias y usos. La vida humana digna y auténtica está por sobre toda otra cosa como lo manda tanto la ley del hombre como la de Dios. Acoso laboral El acoso laboral como distrés laboral

Cuando se estudia el distrés laboral (estrés crónico producido por el trabajo o en ocasión del trabajo), actúan los llamados distresantes psicosociales, siendo los principales:

• preocupaciones laborales de todo tipo: conflictos, rivalidades interpersonales, trato descortés por superiores (von Eiff)

• frustraciones laborales (salarios bajos, falta de promociones o ascensos, tareas no acordes con la capacidad laboral, no reconocimiento de méritos, sanciones disciplinarias justas o injustas) (Cortes Arboleda). La flexibilización laboral que implica inestabilidad, despido sin indemnización, jornadas laborales extensas y bajos salarios es gran causa de frustración.

• cambios bruscos de vida: traslados laborales a lugares no satisfactorios, despido laboral tensiones109 y amenazas resultantes de las relaciones interpersonales, querellas violentas con los superiores (Selye). Decisiones inconsultas de los superiores: cambio brusco de turno sin notificación previa, aumento de tareas sin ninguna compensación económica o de horarios.

• Inseguridad y temor frente a represalias laborales (temor o amenaza de despido) (Cohen). Acoso sexual como violencia laboral (UNIÓN PERSONAL CIVIL DE LA NACIÓN - Argentina)

• ambigüedad de roles, juegos de poder, inestabilidad económica, enfrentamiento de situaciones graves que requieren soluciones rápidas (urgencias) (Kerman y Kertész) Escasa protección frente a imprevistos que debe resolver sólo sin apoyo (Cohen).

El acoso laboral es, entonces, un distresante psicosocial crónico provocado por una persecución sin tregua ni reposo dentro del ámbito laboral, de un empleado u obrero o trabajador de cualquier naturaleza y sexo, al se le apremia, importuna con molestias, requerimiento o medidas abiertamente hostiles y agraviantes. Las causas persecutorias son diversas como veremos luego.

En inglés (Inglaterra) se ha denominado mobbing (del inglés to mob = atacar, agredir, maltratar) en donde el acoso laboral es una especie “ataque laboral” consistente en maltrato perverso y sistemático al que se somete al empleado de una empresa, ya sea por parte de jefes o superiores o bien por parte de compañeros de trabajo. Los norteamericanos prefieren llamarlo bullying (viene de bully = matón, matona) y que también puede entenderse como intimidar. Tanto el mobbing como el bullying constituyen el denominado psicoterror laboral y constituyen un método clandestino (pues nunca se realiza en forma abierta, directa y pública sino en privado o en formas tan sutiles que no dejan ver la verdadera intención de una actitud o de una acción).

Este método clandestino degrada la vida personal y laboral de muchas empresas y es una

estrategia intimidatoria muy extendida, pero poco conocida debido a su carácter rastrero y solapado

109 Rahe - J. PSYCHOSOM. RES. 11:213, 1967

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de ocultamiento y clandestinidad. Afecta vejando a un número creciente de empleados y constituye un factor de socavación de la capacidad productiva. Es ejercido por diferentes motivos que van desde el interés personal de empresarios o dirigentes de empresas para lograr la renuncia o el despido de determinados empleados, a sentimientos desleales de competencia o de celos profesionales, a pasiones sexuales, al abuso de autoridad o a la simple maldad personal contra quien no “cae simpático” o “no pertenece al grupo”. La magnitud del problema lo ha llevado a ser un problema que sale a luz y la OIT ya lo ha tratado y lo ha incorporado como un factor negativo en las relaciones laborales. La sociedad ha comprendido mejor sus derechos humanos, su respeto por la vida y dignidad personal y lucha por ellos con más empeño y mejor información. El mejor y mayor conocimiento ha desintegrado viejos conceptos y mitos de las estructuras de poder y del ejercicio maléfico de éste.

A pesar de los hechos injustos e inhumanos que siguen ocurriendo en el mundo como es la

esclavitud, el trabajo infantil, el maltrato violento de niños y mujeres intrafamiliarmente y las opresiones políticas de gobiernos dictatoriales, la humanidad ha reaccionado tomando conciencia de la impostura de estos hechos y cada vez se los condena y denuncia más, en forma pública. Sin embargo, si bien las acciones abusivas públicas que cercenan la libertad y agravian la dignidad personal se reconocen y combaten en muchos frentes, los moldes sociales ocultan los abusos privados personales, que sólo salen a luz cuando son muy graves o reiterados y degradan o privan de la vida. Estos abusos propios de parejas, miembros de familia y del ámbito laboral son la materia del mobbing y del bullying.

La agresión acosadora no siempre llega a la violencia del golpe o paliza física sino que

finca normalmente en una acción dirigida a lo psicológico, si bien se basa en hechos físicos concretos. Es una violencia invisible que no deja rastros testimoniables por lo que el acosado rara vez puede tener “pruebas irrefutables” del acoso. Pero la acción acosadora es igualmente dolorosa e insufrible y sus secuelas pueden invertir mucho tiempo en borrarse y lograr la recuperación, más allá de lo previsible o esperable. Muchas expresiones acosadoras se basan en el desmerecimiento sutil o explosiones de ira, la indiferencia glacial o la prepotencia, el sarcasmo burlón o el reproche silencioso y son los elementos más comunes, además de los que se agregan cuando hay acoso sexual laboral. Generalmente, el acoso laboral es propio de empresas cuya organización es de tipo cerrado y carácter conservador y se ve favorecido por un estilo de mando autoritario abusivo que presiona abiertamente a los trabajadores.

No obstante, el acoso laboral puede producirse en cualquier tipo de empresa que originen

mala organización, pobreza en el manejo y resolución de conflictos y relaciones interpersonales intraempresariales que afectan la armonía entre jefes y empleados, entre los mismos empleados o entre los mismos funcionarios de la empresa. Es decir, el acoso puede ser entre los propios compañeros de trabajo, entre los trabajadores y sus jefes y supervisores o bien los propios jefes y supervisores pelean entre ellos por diferentes motivos.

Según Rosa Montero110 este maltrato es “ruin, con el fin de comerte la moral, volverte

paranoico y deteriorarte de tal manera que te pueden quitar de en medio fácilmente”. Esta autora da como cifra promedio, para España, de un 11% a un 16% de casos de acoso laboral. A su vez, legisladores españoles socialistas instaron al gobierno a que promueva un plan de información y divulgación entre empresarios y trabajadores, sobre los riesgos del mobbing laboral y consecuencias negativas para la salud. También solicitaron que dentro de los objetivos de la Inspección de Trabajo

110 Nota publicada en la sección Opinión del Diario LOS ANDES de Mendoza, en su edición del 21/10/02

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y de Seguridad Social se incluyan funciones y programas de actuación ordinaria de ese organismo para que controlen la existencia de prácticas laborales determinantes de acoso laboral y para que difunda entre los médicos responsables de la atención de trabajadores y del sistema de salud español, las secuelas del acoso laboral, a fin de estar en condiciones de diagnosticarlas adecuadamente, considerarla como “enfermedad originada por el trabajo” y proceder a su denuncia y tratamiento. Además, muchos fallos judiciales españoles han considerado al mobbing como “accidente de trabajo”.

En un estudio realizado en 1996 en los quince estados de la Unión Europea y que abarcó

15.800 entrevistas, arrojó que cerca de 12 millones de trabajadores fueron víctimas de malos tratos psicológicos (8,1% de la población trabajadora). La Tercera Encuesta Europea sobre Condiciones de Trabajo publicada por la Organización Internacional del Trabajo en el año 2000 indicó que se habían detectado ya 13 millones de víctimas de mobbing (9% de los trabajadores).

Portugal es el primer país que trata en forma organizada y pública el psicoterrorismo laboral

y en diciembre de 2001 presenta un proyecto de ley sobre terrorismo psicológico, uno de cuyos artículos dictamina que “los comportamientos dolosos de los empleadores, conducidos por la entidad patronal y/o sus representantes, sean ellos superiores jerárquicos, colegas y/o cualquier otra persona con poder de ipso para tal efecto en el local de trabajo y que comporten contenidos vejatoria y por la finalidad persecutoria y/o de aislamiento y que se traducen en consideraciones, insinuaciones o amenazas verbales y en actitudes que provoquen la desestabilización psíquica de los trabajadores, con el fin de provocar el despido, la dimisión forzada, el perjuicio de las perspectivas de progreso en la carrera, el retiro injustificado de tareas anteriormente atribuidas, la despromoción injustificado, serán penados con prisión de uno a tres años o al pago de una sanción de cincuenta millones de escudos. Toda la organización empresarial y los superiores jerárquicos de los autores materiales de los actos de terrorismo psicológico incurrirán solidariamente en las sanciones previstas, cuando estuvieren de algún modo envueltos en tal estrategia, de forma activa, como ejecutores; o en forma pasiva, teniendo conocimiento de los actos y no habiendo hecho nada para impedirlos”.

En EE.UU., la Universidad de Michigan realizó en el 2001 un estudio sobre 1.110

trabajadores, y constató que el 71% de ellos padeció o padecía maltrato laboral psicológico y que el bullying o mobbing se está convirtiendo en la primera causa de baja laboral en EE.UU., con graves conflictos en la productividad y daño de la salud mental de los trabajadores. El estudio Michigan señaló que prevalecían situaciones de prepotencia o condescendencia empresarial con las conductas directamente rudas en los lugares de trabajo. También se determinó que dos de cada tres empleados que ofrecieron resistencia al maltrato denigrante sufrieron represalias laborales, algunas de ellas como pérdida de promoción o como ostracismo social. En Argentina no se han realizados estudios cuantitativos ni cualitativos, pero hay demandas judiciales y protestas sindicales que acreditan la existencia del fenómeno con rasgos plenamente identificables de acoso laboral. Modos o formas de acoso laboral Los efectos del mobbing son especialmente cualitativos en lo laboral, y no se ven signos físicos violentos (golpes, moretones, heridas, ojos morados o fracturas óseas, ni elemento físico para analizar como es el semen) como ocurren en las abuso sexual o violaciones o en el maltrato físico violento, generalmente propio entre parejas. Como no hay signos físicos visibles, la calidad de la experiencia traumática del mobbing en la experiencia personal de la víctima, define el grado de abuso moral.

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El acoso, por ser solapado y clandestino, sólo es percibido por el acosado, la mayoría de las veces. Adopta diferentes disfraces o formas de acción o actitudes que rebajan sistemáticamente la autoestima de la persona maltratada, la que es socavada repetitivamente por la violencia encubierta. El mobbing, además de ser síntoma de problemas personales, se suma a otros problemas globales y culturales que se originan en el abuso de poder. Algunos de los efectos de esos problemas paradigmáticos de “vida conflictiva”, son la contaminación ambiental, la potencial aniquilación del planeta, el hambre, el desamparo, la guerra, el prejuicio y la tiranía, como degradaciones de la dignidad humana y de la calidad de vida. En el contexto actual de auge de la violencia social en general, se puede afirmar que “todos tenemos algo de acosadores” y que la liberación irrefrenable de la prepotencia, la anulación de la humillación, la arrogancia, la oposición, la discriminación, la intolerancia, la crítica mordaz y la intimidación en todas sus formas son aceptados por muchos como “parte del juego del poder”. El poder perverso se basa en la idea de denigrar a una persona para reducirla a una condición humana humillante que permita dominarla. La denigración es, así, un instrumento de poder para afirmar el dominio sobre otra persona.

Dijimos que las formas del acoso laboral son múltiples, pero en general, se pueden considerar las siguientes:

1. sexual (tanto por parte de compañeros como de superiores) 2. trato indigno y humillante por parte de superiores que incluyen agresiones verbales

(gritos, insultos, tratos con evidente mal modo), desmedro público ante sus compañeros del trabajo o labor realizada.

3. maledicencia o rumores por parte de los compañeros, mediante cargos infundados 4. denuncias falsas 5. informes internos empresariales que no reflejan la realidad de la capacidad y

eficiencia del acosado 6. impartición de ordenes no pertinentes en forma verbal para después desprestigiar la

acción cometida negando dichas ordenes 7. acciones solapadas de tortura psicológica (amenaza solapada o directa de despido o

ante reclamos decir “si no le gusta, renuncie”) 8. ataques a la víctima con medidas de organización del trabajo: no darle tareas

específica, ocultar o negarle herramientas, formación de enredos y trampas que simulen una mala conducta del acosado, asignación de tareas sobrecargadas o no acordes con la jerarquía social y empresarial del acosado o imposibles de realizar, prohibir que hable con compañeros u ordenar a sus compañeros que no hablen con él, etc.

9. ataques a la vida privada de la víctima con críticas, terrorismo telefónico (mensajes anónimos, llamadas a altas horas de la noche sin hablar y colgar apenas se contesta el llamado) mofa o burla de los familiares, especialmente si presentan discapacidades evidentes o carencias sociales o educacionales.

10. ataques discriminativos que involucren creencias religiosas, políticas o ideas personales, su raza o nacionalidad, su contextura física, etc.

Todas estas formas pueden sintetizarse en los grupos siguientes:

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• acoso físico: como puede ser el acoso sexual, asignación de tareas que afecten lo físico por falta de preparación (ejemplo rotación de horarios)

• acoso moral: cuando se atenta contra costumbres, ideas, creencias o se discrimina, se hace dudar de la integridad o de la idoneidad

• acoso psicológico: invención de situaciones, denigración individual, rumores infundados

Cuando el acosado intenta defenderse, por lo general hay una conspiración de silencio,

pues nadie lo acusa ni defiende públicamente, pero mediante acciones ocultas llevan a cabo o favorecen el desarrollo del acoso. Naturalmente, a la hora de tener testigos, nadie se compromete a declarar a favor del acosado, por diversas causas, entre ellas el temor de caer en la lista de los acosados o, directamente, ser despedido de la empresa, si el acoso es por parte de superiores. Esta indefensión del acosado no le permite llevar el caso a la justicia. Cuando reúne elementos y puede formalizar una acusación y juicio, generalmente la justicia lo apoya y se le indemniza. Generalmente, los estudios realizados sobre los casos conocidos de hostigamiento, los acosadores laborales son personas envidiosas, con una mediocridad en su capacidad intelectual y laboral. Sin embargo, hay situaciones especiales como la relatada por Peter Perl111 sobre el caso de Marta Bradley en EE.UU. en el que su amabilidad con los compañeros de trabajos, debido a su belleza física, creó en uno de ellos una obsesión morbosa que no sólo significó acoso en el ámbito laboral, sino que llegó a dañar el domicilio y la familia de la acosada. Fue otro caso resonante llevado a los estrados. Incluso, también sobre acoso sexual laboral, fue filmada una película con los actores Michael Douglas y Deni Moore. Tanto en el caso Bradley como en la trama de dicha película, las maniobras acosadoras adquirieron sesgos violentos y de una saña tenaz. Rosa Montero escribe: sin duda, el malestar laboral, el abuso sistemático y el pisoteo de la dignidad personal es algo de lo más común dentro del mundo del trabajo en esta bonita sociedad neocapitalista en la que vivimos. Basta con llevar algún tiempo como asalariado para haber conocido alguna vez presiones de este tipo”. Pero indudablemente, no sólo en la empresa neocapitalista hay acoso. La denuncia pública de la Unión de Personal Civil de la Nación, fue publicada en Mendoza, donde el personal femenino es víctima de acoso sexual permanente, y a las mujeres asalariadas o que necesitan de algún trámite personal en la administración pública, generalmente se le pide “favores sexuales” a cambio de otorgar lo que necesita o merece. Este acoso es tanto en las dependencias públicas de toda naturaleza como en las otras instituciones estatales de los tres poderes. Lógicamente, al no poderse comprobar los acosos efectuados muy hábilmente, no es posible hacer una denuncia formal y la impunidad alienta a los acosadores. Más aun: cuando alguien insinúa una situación de acoso, hay una reacción inmediata del acosador pidiendo que se pruebe tal hecho o se amenaza con una acción judicial por injurias y calumnias. La dificultad extrema para probar fehacientemente un acoso es lo que causa un gran distrés laboral para el acosado. El acoso laboral es más denunciado y probado en el ámbito laboral del empleo público o gubernamental que en el empleo privado. XIII Congreso Argentino de Medicina del Trabajo II Congreso Internacional de Seguridad y Riesgos del trabajo 111¡ACOSADA!, artículo publicado en Selecciones Reader’s Digest, edición argentina, de Octubre de 2002

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(Mendoza, junio 2004)

Este Congreso fijó las claves del acoso psicológico laboral:

1. aislamiento físico del trabajador 2. hostigamiento y falta de comunicación 3. propagación de conceptos peyorativos 4. asignación de tareas humillantes o vergonzantes 5. dar tareas de muy difícil realización 6. retarlo en público, agraviarlo o menoscabar su imagen 7. cambio constante y arbitrario de las formas de trabajo 8. trabajo en condiciones antiergonómicas (posiciones viciosas) sabiendo que esto

constituye un daño para cualquier persona 9. acusar y culpar injustamente por hechos que le son ajenos 10. utilizar técnicas para sabotear sus tareas 11. molestar e interrumpir los trabajos que intenta realizar 12. insultarlo y ridiculizarlo 13. intentar agredir físicamente al trabajador 14. impedir que utilice los sanitarios para sus necesidades fisiológicas

El “ataque laboral” produce situaciones muy humillantes para el trabajador, el cual no sólo

está expuesto a un sufrimiento moral sino también a adquirir enfermedades psicosomáticas o padecer un grave shock que le lleve a un infarto o a la muerte súbita. Estas condiciones pueden convertir al acoso laboral en un verdadero estrés de la indignidad, puesto que el acoso laboral afecta sensiblemente la dignidad humana del trabajador, al ser tratado en forma indigna.

El hostigamiento laboral va desde un hostigamiento verbal (insultos, retos, palabras peyorativas, amenazas verbales, trato interpersonal despreciativo o humillante, etc.), hostigamiento institucional (negación de vacaciones, salarios bajos o falta de concesión de aumentos otorgados por convenios laborales o leyes, incumplimiento de leyes laborales o de protección contra riesgos laborales, trabajo en negro, cambio de tareas para las cuales fue contratado específicamente a otras de menor jerarquía); a un hostigamiento físico (tareas con posiciones viciosas antiergonómicas, tareas penosas de gran sobreesfuerzo físico, exceso de horas extras, cambios intempestivos de horarios, horarios inadecuados u horarios rotativas, falta de elementos de trabajo que prevengan los riesgos laborales, especialmente los contaminantes, ambientes laborales inadecuados por falta de espacio, temperaturas desagradables o insalubres, ruido ambiental, etc.; negación del uso de sanitarios para necesidades fisiológicas, etc.)

El acosador usa del no compartir, contradecir, humillar, hacer bromas que encubren el

problema, bloquear y desviar, acusar y culpar, juzgar y criticar, amenazar, insultar, olvidar, ordenar, negar y actuar con ira. Son muchas las formas y se dan con diferente intensidad en las relaciones interpersonales. Algunas son notorias y experimentan una escalada con aumento de la intensidad, frecuencia y variedad. En una relación debe haber más que un mero intercambio de intercambio de información.

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Patricia Evans112 explica que aunque dos personas no siempre se entiendan, la incapacidad de compartir una relación es decisiva. Es lo que ocurre entre acosador y acosado. En tanto, contradecir es la respuesta dominante del acosador y una de las más destructivas de las relaciones porque impide toda posibilidad de discusión y niega la realidad de la víctima. Cuando se humilla, se subestima; cuando son bromas las que asoman, se oculta el problema; quien bloquea y desvía información controla la comunicación interpersonal. Trivializar es decir con muchas palabras lo que la víctima ha hecho o dicho en forma insignificante. Mientras que al socavar no sólo se retira el apoyo emocional, además se erosiona la confianza y la determinación. Quien insulta y demuestra su ira no anda con sutilezas. El mobbing no es una lucha de dos por el poder, sino el poder dominante indebido que uno ejerce sobre el otro, quien no compite con nada, sino es sólo la víctima de un psicópata o de un explotador.

El trabajador no conoce prácticamente nada sobre acoso laboral, ni las instituciones sindicales lo asesoran ni protegen y por eso soportan situaciones muy humillantes. Incluso lo sufren mucho los profesionales universitarios, a los cuales el famoso “pago de derecho de piso” puede constituirse en una verdadera ofensa laboral que configure un acoso.

Las formas del maltrato son a través de un menoscabo soterrado. La elección de la víctima

es astuta, ya que el blanco es generalmente alguien que demora en darse cuenta de lo que es víctima. Esto ocurre así en las relaciones laborales (pero también es parte del acoso familiar de la pareja o de algunas relaciones sociales o presuntamente “amistosas”). La cosa es que el agresor o agresora fuente del acoso, aparezca en sociedad como una “persona corriente”, incluso de “buenos modales” y, de cierto modo, con tendencia a mostrarse como si buscara una empatía especial.

En el momento de realizarse el ultraje acosador del otro, el maltratador se las ingenia para

que el acosado aparezca como culpable de faltas inexistentes, inventadas por el perverso deseo del acosador de lastimar a su víctima. Todo ocurre de forma tal que si el acosado se enoja, el acosador intenta sacarlo más de casillas con todo tipo de artimañas, especialmente con amenazas tácitas y veladas. De ese modo aprovecha “su poder” sobre la víctima basado en una jerarquía superior o porque goza de la confianza de sus jefes y compañeros, más que la víctima.

El acosado, por temor a perder su trabajo, no reacciona más abiertamente y permite, de

algún modo, que se acentúe el acoso. También el acosado, frecuentemente, callan el acoso por miedo de ser sojuzgados por sus compañeros y que hagan llegar (denuncien) sus protestas ante los jefes.113 Algunos de los medios usados por el acosador para que el acosado pierda la estabilidad moral, es burlarse de sus convicciones, no dirigirle la palabra, ridiculizarlo, no dejarle expresar sus ideas, insistir o remarcar sus defectos o fallas, minimizar los méritos, referirse despectivamente o en forma desagradable sobre el accionar del acosado o dudar de su juicio y resolución.

Como una reacción paradójica, puede ocurrir que el acosado se sienta depresivo y

angustiado por las humillaciones que recibe tan solapadamente que parecen “invisibles”. Es como no poder demostrar tales humillaciones y esto lo vuelve impotente. Puede llegar a creer que realmente sus acciones son pésimas o culpables y de esto se vale el acosador. El damnificado tarda

112 Psicóloga conductora de talleres de entrenamiento profesional, EE. UU., trata del abuso verbal y el psicoterror del mobbing 113 Marie France Irigoyen – EL ACOSO MORAL. EL MALTRATO PATOLÓGICO EN LA VIDA COTIDIANA, Francia, 1999

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en darse cuenta de que es completamente inocente, y lo hace mucho tiempo después de instalado el acoso.

Hay casos en que intentan congraciarse con el acosador, creyendo que la actitud acosadora

puede ser fruto de un trato indebido que él ocasionó. Esto permite que el acosador se afirme más y empeore el acoso. El empleado sometido así, aumenta la pérdida de autoestima y crece en inseguridad hasta el punto de cometer equivocaciones u errores reales.

Naturalmente, esto “envalentona” más al acosador que aprovecha esos errores para

justificar su conducta agresiva. Para salir de este círculo vicioso de maltrato psicológico, el acosado debe buscar apoyo en los compañeros que han advertido su situación, en el apoyo de amigos y la familia. Si es posible, ellos pueden “testificar” el maltrato y la verdadera calidad humana del maltratado.

Se deberá trabajar muy profundamente para erradicar todo miedo o vacilación y adquirir el

empuje suficiente para contrarrestar el acoso o maltrato laboral. No se debe tratar de minimizar o ignorar el daño, hasta el punto de negarlo, sino, por el contrario, tratar de ponerlo en evidencia. No debe olvidarse que los acosadores, cuando advierten el dominio que ejercen sobre el acosado, se transforma en un personaje pernicioso que busca alcanzar el éxito en diversos niveles sociales, “a costa” de “desmerecer” a otros y logra sus objetivos la mayor de las veces, porque todo ocurre en una sociedad que es indiferente a las emociones está carente de espiritualidad. Fases del acoso laboral114 En líneas generales, muchos investigadores consideran que el acoso laboral implica un proceso de varias fases y se han insinuado las siguientes:

1º. Fase de comienzo o fase de conflicto: el roce interpersonal, en toda sociedad o grupo, genera amores u odios por distintas razones. En una empresa existen los mismos problemas interpersonales, especialmente en lo relativo a la competencia, celos profesionales o envidia, que se suman a los factores normales que generan simpatía o antipatía hacia determinadas personas. El factor sexual es universal, pero se transforma en conflicto cuando hay factores de poderes o complacencia social que permiten y ocultan el acoso sexual directo. La instalación de un conflicto irremediable marca el comienzo de esta etapa, la que produce un cambio repentino en relaciones hasta ese momento consideradas neutras o relativamente positivas o sin signos negativos. Una o varias de las posibles causas (envidia, competición, promociones no otorgadas u otorgadas indebida o inmerecidamente a otros o la inclusión de nuevas personas con algunas preferencias) inicia la relación acosadora y la víctima para a ser criticada, aislada, reprendida o cambiada de trabajo, etc.

2º. Fase de de estigmatización: a la concreción de actitudes o actos acosadores comienza una especie de cruzada de estigmatización a través de una verdadera campaña de hostigamiento personal en la que interviene una o varias personas en contra de un determinado empleado (acosado). Es la fase invisible o subterránea porque por una parte, como mecanismo psicológico de defensa, el acosado “trata

114 PSICOTERROR LABORAL, Revista EMPRESALUD, N° 55; 36-45, octubre-noviembre 2001, Córdoba, Argentina

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de ignorar” el hecho realizado una evasión psíquica como evitación o negación de la realidad, mientras que los compañeros que no participan se muestran indiferentes a lo que ocurre y los jefes, directivos o supervisores o desconocen o se hacen los distraídos con la situación. Los sindicatos, al no recibir una denuncia formal, no intervienen. Esta fase, además de los hechos, está marcada por la imposibilidad absoluta por parte del acosado de probar tal acoso y las carencias del sistema judicial. Por otro lado, la cruzada de estigmatización ya “creó un clima” de desprestigio personal del acosado ofendiendo la reputación de la víctima mediante calumnias, exposición al ridículo, negación de la comunicación y de la expansión, ocultación de tareas o sabotaje de las mismas, trampas tendidas para hacer aparecer al acosador como infractor (por ejemplo, ocultar la tarjeta de horario para que no marque o marque tarde y no reconocer el “extravío” de la tarjeta aduciendo que nadie comprobó la ausencia de la misma al momento de marcar), alteración de maquinarias para que fallen al momento en que el acosado las maneje, etc. Las formas de estigmatización son múltiples. Finalmente, el golpe peor es cuando se aplica una sanción indebida por las situaciones falseadas o supuestas o se le asignan tareas insignificantes o humillantes en relación con las que habitualmente desarrollaba.

3º. Fase de intervención desde la empresa: La empresa puede intervenir negativa o positivamente. Negativa es cuando sanciona al acosado por la “conducta indebida” creada o inventada por los acosadores. En este caso, las medidas van desde las bajas médicas sucesivas hasta el despido del trabajador afectado o la pensión por invalidez permanente. El caso llega a conocimiento del servicio de personal y los colegas descalifican a la víctima argumentando que la causa principal del problema proviene de su personalidad y minimizan al cual extremo cualquier factor acosador que puede atribuírseles. En cambio, la empresa es positiva es cuando dependiendo del lugar, legislación y cultura de la empresa, ésta toma medidas desde algún sector empresarial (departamento de personal, departamento médico o la misma dirección de la empresa) encaminadas a la resolución positiva del conflicto (cambio de funciones a puestos más dignos y menos expuestos a factores de acosos, castigo de acosadores, cursos de buen trato interpersonal entre todos los miembros de la empresa, etc.)

4º. Fase de marginación de la vida laboral: es la fase terminal o culminante del proceso. El empleado acosado compatibiliza su trabajo con largas temporadas de baja, o queda excluido definitivamente del mundo laboral con una pensión de incapacidad, cuando el acosado queda enfermo mentalmente en forma irremediable. Esto contribuye no sólo al castigo del acosado sino que aumenta las cargas económicas y sociales del Estado. En esta situación, el acosado convive con diversas patologías (fallas de la memoria, depresión, apatía, agresividad, inseguridad, sudoración, palpitaciones e insomnio u otras alteraciones del sueño), todas ellas secuelas del psicoterror laboral sufrido. Así, la víctima queda aislada o marginada de la vida laboral en forma transitoria o definitiva, según la gravedad de la lesión mental que le produce un período de malestar general signado con alteraciones del equilibrio socio-emotivo y psicofisiológico (que puede somatizar con enfermedades orgánicas como gastritis, coronariopatías, hipertensión arterial y otras enfermedades psicosomáticas). Ante esta situación sin retorno, hay un mobbing consumado y con severos trastornos secuelares.

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Mobbing: ¿secuela de la globalización? En 1984 Heinz Leymann fue el primer investigador en encontrar en Europa el fenómeno del acoso laboral. La consideró como una “comunicación hostil, direccionada de forma sistemática, por uno o varios individuos, sobre una persona o grupo de personas que es llevada a posición de disminución o flaqueza psicológica”. Para Leymann esta práctica se acentúa en los países ricos y constituye una maniobra empresarial para que determinados empleados se desgasten psicológicamente para disminuir su eficacia y conseguir así la autoexclusión o la creación de situaciones que justifiquen un despido o baja laboral. Se trata de una técnica de intimidación propia de empresas que no quieren o no pueden proceder al despido, por lo que utiliza el poder de la superioridad jerárquica para hostigar al subalterno elegido hasta acabar por inutilizarlo, después de un lento proceso de desgaste con métodos que no dejen huellas aparentes (bajos salarios, horarios extensos, cambios súbitos y numerosos de turnos, reducción de los períodos de descanso, anulación de las vacaciones anuales, negación de derechos laborales y económicos, amenaza de despidos o suspensión laboral, etc.). Según el estudio realizado por psicólogos en muchas víctimas del mobbing, el acosado termina en muchos casos en una especie de confusión mental en la que llega a creerse responsable de lo que le ocurre por piensa “algo hago mal” o “no sirvo para nada”. Esto deteriora su capacidad productiva y de autoestima. Si esto se prolonga por varios meses (algunos estiman más de seis meses), si el acosado aumenta su labilidad psíquica llega al trastorno mental o a la enfermedad psicosomática (algunos investigadores que el distrés laboral puede favorecer determinados cánceres, el vuelco a las adicciones de tabaco, drogas o alcohol o a depresiones extremas que pueden llegar al suicidio o al infarto súbito en el acto de maltrato). La ubicación precisa del fenómeno (época, tipo de empresas y causas del acoso), en nuestra opinión, es fruto de la economía neoliberal conocida como globalización que involucró en forma especial a la economía y al mercado produciendo un deterioro laboral. En Argentina, especialmente, se derogaron las leyes laborales consideradas como conquistas de justicia social y dignidad personal del trabajador, para dar lugar a un régimen legal de dudosa constitucionalidad y de efectos tan perniciosos que demolió la organización industrial y productiva en general, con la “flexibilización laboral” que permitía el despido sin causas y con bajas o nulas indemnizaciones y el no reconocimiento de las enfermedades y accidentes producidos por el trabajo, negando indemnizaciones o tratamientos adecuados por la incapacidad laboral generada por la precarización laboral. El mobbing fue uno de los mayores instrumentos de esta globalización perversa que destruyó al trabajo en todo mundo, pero especialmente en los países pobres o subdesarrollados, siendo la principal fuente de pobreza, distribución desigual de la riqueza con hambre y enfermedad. Leymann interpreta a esto que “en todas las sociedades altamente industrializadas de Occidente, el lugar de trabajo es el único campo de batalla que queda donde la gente puede matar a otro sin correr el riesgo de enfrentar a los tribunales”. La expresión de este autor es muy gráfica cuando un empleado pierde su vida “en ocasión del trabajo” pero la ley le niega el derecho a que su muerte sea reconocida por “causa laboral” y generalmente se atribuye a “causas extralaborales” o “factores de riesgos personales” o a “concausas no laborales” o son enfermedades “inculpables”. Así, el caso del obrero que le da un infarto en el momento de ser insultado soezmente por su capataz, el chofer que padece un infarto tras un viaje agotador, el que se suicida por una depresión laboral, el que muere por un cáncer por causas laborales pero que al no ser un cáncer reconocido

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como “enfermedad profesional” se niega lo laboral, las enfermedades psicomáticas letales que causa el distrés laboral, etc. Hay decenas de casos que ilustran literalmente la afirmación de Leymann. Las mañas empresariales y los vacíos legales son lo que permiten que el mobbing y otras causas de riesgo o descuido laboral que llevan a la muerte sean olímpicamente desconocidos por la justicia y la sociedad, negados cuando se conocen e, incluso, se fabrican hábiles argumentos de inocencia e impunidad, que terminan generalmente, en perjuicio del trabajador, al cual el mobbing ya se encargó de que fuera prejuzgado como culpable. El mobbing quedó enraizado en nuestra cultura empresarial con el fenómeno de la globalización y la precariedad laboral establecida en la década del ’90 por las leyes argentinas. Dicha precariedad y las luchas políticas sectoriales dividieron a la hegemonía sindical, y los sindicatos perdieron su poder regulador y defensor de los derechos del trabajador, los cuales fueron menoscabados tanto por las leyes como por las empresas. La única víctima de todo este proceso, fue el trabajador que perdió todos sus derechos, las fuentes laborales y se hipotecó el futuro económico del país, perdiéndose mano de obra especializada y creció la pobreza a expensas de la falta de fuentes laborales (desempleo). El acoso sexual laboral115 El estudio Hodges, que abarca una serie de estudios o investigaciones realizados por Jane Aeberhard-Hodges,116 define al acoso sexual como:

1. un comportamiento de carácter sexual no deseado por la víctima 2. la víctima lo percibe como algo que se ha convertido en un elemento habitual en sus

condiciones de trabajo 3. ha creado un entorno laboral hostil, intimidatorio y humillante, creando un terror

psíquico o constituyendo un factor de agresión física El acoso sexual puede adoptar diferentes formas:

• contactos físicos no buscados ni deseados, perturbantes y molestos • proposiciones o insinuaciones sexuales indecentes • comentarios o chistes de contenido sexual degradante • exhibición de material pornográfico humillante • comentarios fuera de lugar y no deseados sobre determinadas partes

anatómicas de la víctima o aspectos de su persona • miradas o gestos mortificantes de contenido sexual

Generalmente la víctima del acoso sexual son las mujeres, pero también pueden serlo los

hombres. La OIT ha demostrado que el acoso sexual laboral va en aumento y hoy es un problema bien conocido y definido puesto que se llega a los estrados judiciales y los jueces deben examinarlo bajo otros aspectos distintos a la forma en que tradicionalmente se consideraban a estos problemas y en el orden judicial deben saber los jueces en qué consiste puntualmente el acoso, que reglas deben aplicarse y cuáles son los límites que establece la categoría de acoso sexual. Las víctimas mujeres 115 EL ACOSO SEXUAL EN EL LUGAR DE TRABAJO, Revista Empresalud , N° 53:22-23, junio-julio 2001, Córdoba, Argentina 116 Miembro del Servicio de Coordinación de Igualdad y Derechos Humanos de la Organización Internacional del Trabajo, Ginebra, Suiza

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son generalmente jóvenes de cierta belleza o atractivo físico o mujeres en condiciones vulnerables por su estado social (viuda o separada, de edad mayor y con dificultad para ingresar a trabajos o carencia de estudios y preparación suficiente). En estos casos, el acosador supone que la acosada o necesita del empleo y esto le obliga a aceptar sus insinuaciones o está en una situación de carencia de afectos o de insatisfacción de deseos o instintos e intenta aprovecharse de esas carencias, proponiendo un medio de suplirlas.

En otros casos, hay condicionamientos o factores sociales propiciadores (timidez, escasos

medios económicos, deseos de escalar o lograr una determinada situación económica o social). La acosada no tiene suficiente valor para rechazar u oponerse al acoso o bien, sus expectativas o necesidades económicas la hacen susceptible de ceder al acoso aparentemente. Cuando la mujer es muy atractiva, especialmente por atributos físicos anatómicos, esto exacerba los instintos primarios sexuales del acosador y lo excita a tal punto de no medir ni los medios ni las consecuencias del acoso. Sólo piensa en lograr satisfacer sus desmedidos deseos a cualquier precio. En algunos medios, el acoso sexual es tolerado y aceptado ya sea para conseguir, mantener un empleo u obtener ascensos o posiciones socioeconómicos superiores. La falta de denuncia puede deberse a muchos factores, especialmente el miedo a perder el empleo o por la carencia de pruebas que impida demostrar la existencia de tal acoso.

El crecimiento del fenómeno y la cuantía del daño que produce tanto en lo psíquico, como

en lo físico (enfermedad psicosomática o daños por intentos de violación o el uso de prendas inadecuadas para evitar la atracción de miradas o resalto de partes anatómicas) han llevado a la sociedad a preocuparse para evitar o detener tal práctica nociva. Para ello ha contribuido la constitución de instituciones tales como asociaciones femeninas en defensa de la mujer, las organizaciones no gubernamentales, especialmente de derechos humanos y personalísimos y las organizaciones sindicales. También la ONU lo trató a través de la CUARTA CONFERENCIA MUNDIAL SOBRE LA MUJER, realizada en Pekín en 1995. También la OIT se ha preocupado a través del Servicio de Coordinación de Igualdad y Derechos Humanos, como lo demuestra el estudio Hodges. Las denuncias de casos de acoso sexual es abordado en EE.UU. por la Comisión para Igualdad de Oportunidades de Empleo de los Estados Unidos (EEOC) que desde 1980 viene observando un aumento de las denuncias que pasan de seis anuales de esa época a quince mil anuales en 1996. Hasta 1980 no existían muchas normativas específicas sobre el acoso sexual. Pero a partir de esa época hay normas que ya consideran ilícito el acoso sexual en los lugares de trabajo. En muchos países están insertas en los Códigos Laborales. Internacionalmente hay pocas normas, pero fue reconocido tal acoso en la Recomendación General de 1992 adoptada en el marco de la Convención de las Nacionales Unidas sobre la Eliminación de la Discriminación Contra la Mujer. La OIT ha elaborado el Convenio 111 sobre el marco de la discriminación por razón de sexo y de hecho prohíbe el acoso sexual, especialmente el ejercido en mujeres indígenas.

El estudio Hodges trata de que se instale una legislación explícita para que regule, por

ejemplo, el Código Deontológico de la Comisión Europea sobre el acoso sexual en el lugar de trabajo, pero resalta que son de aplicación las normativas sobre igualdad de oportunidades laborales (discriminación, de derechos humanos, de legislación laboral, las normas de responsabilidad civil extracontractual, e incluso la legislación penal vigente. Prácticas defensivas del acoso laboral

Una vez que se toma la decisión de dejar de ser “un acosado”, se puede recurrir a diversas medidas defensivas:

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⇒ emplazamiento extrajudicial: pedir en forma directa o escrita (presentación de nota

administrativa, carta documento) el cese de las formas de acoso, detallando las mismas; denuncia ante el gremio o sindicato; denuncia ante las autoridades laborales (Ministerio del Trabajo)

⇒ abstención del débito laboral (suspensión indirecta individual): bajo asesoramiento legal debe presentar ante las autoridades empresariales o dueño de la empresa laboral un comunicado diciendo que no va dar su prestación normal de trabajo hasta que no se solucione el problema

⇒ en caso de daño físico o psíquico, acudir a un profesional médico para que certifique dicho daño y certifique su causa por acoso o, al menos, su compatibilidad con acoso laboral.

⇒ Si hay pruebas materiales (notas, memorandos, testigos dispuestos a testificar) debe hacerse acopio de estas pruebas de algún modo (fotocopias, copias de la notificación, etc.)

⇒ Negarse a firmar o firmar bajo protestas las notificaciones de tareas indebidas, aceptación de órdenes o condiciones de trabajos que no estén de acuerdo con lo estipulado o resulten humillantes. Esto significa no prestar consentimiento escrito a ningún acto laboral indebido. Denunciar por escrito la condición de indebida de lo solicitado verbalmente o por escrito.

⇒ Si el acosador es evidentemente un psicópata, lo primero es desvincularse totalmente de él, sobre todo, cuando el daño es muy grande

⇒ Cuando la empresa o la ART pretende darle el alta indebida por una lesión o enfermedad causada por el trabajo y no se encuentra en condiciones de desarrollar sus tareas habituales, debe rechazarse dicha alta no firmando su aceptación.

Prevención del acoso

1. Instituir organismos sindicales especializados: que cuenten con investigadores, equipos de profesionales adiestrados (médico, abogados, psicólogos, trabajadores sociales, etc.). A esos organismos sindicales especializados no sólo recibirán las denuncias puntuales o anónimas o de terceros, sino que se dedicarán a investigar metódicamente la existencia del mobbing, asistirán y defenderán al acosado, tratarán de inhibir al acosador hasta eliminarlo o dejarlo completamente inactivo.

2. Formación de los directivos empresariales y empresarios: para que no caigan en la “victimización” del trabajador evitando o no produciendo el acoso laboral. Estos empresarios o directivos empresariales deben estudiar y conocer y distinguir dos tipos de acciones: las preventivas para atenuar o evitar el mobbing y las correctivas: establecer mecanismos para detectar el mobbing e inmediatamente erradicarlo de la empresa. La formación de empresarios y directivos empresariales debe ser de contenidos específicos y claros sobre la naturaleza, formas o tipos del mobbing y los perjuicios que causa al trabajador y a la empresa

3. legislar leyes específicas y puntuales sobre la prohibición y castigo de acciones acosadoras laborales: se pueden tomar como base las leyes existentes en otros países y realizar estudios específicos del medio laboral argentino para saber cuál debe ser el contenido de las leyes a realizar. Las leyes deben ser amplias para no dejar resquicios legales y lo suficientemente bien articuladas para evitar su aplicación mediante artilugios legales (libertad de empresa, de comercio, de trabajo,

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inconstitucionalidad, etc.) propias de los abogados que defienden intereses empresariales espurios, especialmente el de las empresas evasoras de todo régimen legal en lo relativo a la prevención del riesgo laboral y de los derechos de los trabajadores.. Las leyes deben reconocer específicamente las figuras del acosador y del acosado (victimario y víctima) para lograr erradicar esa práctica propia de los empresarios argentinos, especialmente de las empresas y pymes unipersonales, que utilizan el mobbing para no dejar derechos adquiridos en cuanto a antigüedad y estabilidad laboral. De ese modo, van renovando al personal que se harta de maniobras acosadoras (bajo sueldos, exceso de horas de trabajos, no reconocimiento de derechos del trabajador y el maltrato físico y psicológico, entre otras prácticas anormales e inhumanas). Es común que se acepte personal de empresa o trabajadores “en negro”, fuera de todo régimen laboral, para someterlos a estas vejaciones. O asignarle carácter temporal que en realidad no es tal, porque inmediatamente que se despide un empleado es remplazado por otro, lo cual descarta la “temporalidad” o “precariedad” del puesto laboral. El trabajo temporal es que el que se realiza en una determinada temporada. Por ejemplo, el de cosechadores, el de las fábricas envasadoras de alimentos naturales productos de una época determinada (frutas, verduras, etc.). Una empresa de ventas de determinados productos puede necesitar reforzar el personal ante fechas puntuales (navidad, reyes, fiestas recordatorios o época de turismo), pero un supermercado no está sujeto a esos vaivenes, puesto que vende artículos necesarios los 365 días del año y por lo tanto debe organizar el personal para satisfacer la demanda. Si la demanda crece por un factor especial y debe recargar el trabajo, hay formas legales para compensar al trabajador recargado: pago de horas extras, reposición de períodos de descansos, vacaciones programadas, etc. a fin de evitar la expoliación del trabajador y su agotamiento psicofísico. Un trabajador remunerado adecuadamente es estimulado a un mejor rendimiento y a una jornada mayor de trabajo. El desahogo económico le incita a producir más. Pero si se intenta un mayor rendimiento laboral a un costo menos y a una remuneración insuficiente que no cubre ni siquiera los costos de más viajes, comidas fuera del hogar, gastos de higiene, etc. se crea una injusticia laboral y una explotación abierta. Esto es parte del mobbing.

Las ideas extremas: Fanatismo y fundamentalismo El extremismo ideológico y el extremismo pragmático Es notoria la tendencia de la conducta humana en casos frecuentes de exagerar una idea o forma de pensar hasta llevarla a un estado de completa deformación y, de alguna manera, irracional o dañina. En el idioma castellano o español extremar es llevar al extremo algo o una cosa de forma tal que esté “en su grado más intenso, elevado o activo”, es decir, “excesivo, sumo, exagerado”, de donde resulta que lo extremado es lo “exagerado, excesivo”. Hemos acudido a las denotaciones del diccionario de la Real Academia Española (RAE) que se adaptan a la idea de este trabajo, descartando ex profeso toda otra acepción que no concuerde con la intención del análisis a realizar sobre aquellas ideas que se extralimitan colocándose fuera de un pensar armónico, equilibrado y, sobre todo, razonable o racional. El extremismo, como “tendencia a adoptar ideas extremas o exageradas”, denotativamente, se ha aplicado más las ideologías políticas que a otras ideas. Pero en la práctica, el extremismo se encuentra tanto en lo político como en lo religiosa y en muchas otras formas de

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pensar sobre cuestiones sociales, científicas e, incluso, filosóficas. Esta tendencia contamina a lo cotidiano y se manifiesta en usos y costumbres coyunturales. De ahí que el uso del vocablo extremismo haya excedido lo meramente político, para instalarse en el análisis, crítica o calificación de cualquier conducta que ha sobrepasado la considera línea de “lo normal” para arribar al extremo más alejado, en este caso, el más exagerado y por fuera de toda razón aceptable. Este extremismo lato conlleva la aspiración de instalarse prepotentemente en la sociedad y de exigir ser reconocido y aceptado hasta el punto de crear su derecho propio, amparado en la moda del garantismo de dudosos derechos personalísimos. En estos días de los primeros años del siglo XXI, por ejemplo, se debate la cuestión del fumar en espacios públicos cerrados de cualquier naturaleza.

La polémica se abre en dos vertientes nítidas:

� Los que claman para no ser dañados por el humo del cigarrillo que los involucra como “fumadores pasivos” y les afecta ciertamente la salud, especialmente alérgicos respiratorios, enfermos pulmonares o bronquiales y edades extremas: infantes, niños y gerontes

� Los que tratan de defender la “libertad personal”, el “derecho a fumar donde les venga en ganas” y el “derecho a no ser discriminados”

No es necesario poseer un conocimiento jurídico suficiente para discernir lo que

verdaderamente es un derecho, ni ser un médico docto para saber que el humo del cigarrillo siempre daña, ni tampoco un experto en derechos humanos o personalísimos para comprobar si es lícito el “derecho a hacer daño a sí y a otros”.

El llamado “garantismo”117 fue criticado porque puso demasiado énfasis en la defensa de

los presuntos derechos de los delincuentes desdeñando el derecho primario de las víctimas dañadas con el robo, la violación, la tortura y la muerte violenta les priva de la defensa personal y del resarcimiento jurídico impuesto por la justicia, ya sea por la indemnización del daño o el castigo efectivo del delincuente. El resultado del garantismo, en su aplicación efectiva, significó la impunidad y la libertad de los criminales y otros reos, para proseguir libremente cometiendo atrocidades y delitos. El garantismo se aprovecha de la “formalidad procesal” para dejar en libertad a los delincuentes apresados in fragranti, a los reconocidos por testigos y a los reconocidos o sospechados como autores ciertos de un ilícito. Este exceso de garantías formales avasalla la verdadera justicia para ser una fuente de lucro profesional, porque no se explica como un abogado puede “abogar” por los derechos de un delincuente desconociendo abiertamente los derechos de la víctima.

Si hay pruebas definitivas de la culpabilidad de alguien que delinque, el hecho de que no se

le haya “informado o leídos sus derechos” al momento de ser apresado no debe ser un eximente de ser enjuiciado. Debe cambiarse toda ley o norma que tan estúpidamente pone tal requisito para elaborar un texto legal que garantice que esos derechos pueden ser informados en cualquier momento del proceso de investigación, apresamiento e indagación y antes del juicio. En la realidad, es sabido que muchos sospechosos inocentes han sido víctimas de la lectura de derecho y después sometidos a coerción por torturas o intimidaciones policiales a fin de elaborar una falsa declaración de culpabilidad.

117 Vocablo impuesto particularmente en Argentina por los abogados que defiende los derechos de los delincuentes y que es colofón de la lucha de los derechos humanos iniciados por los familiares de los desaparecidos durante el período de represión militar que rigió en el país desde 1976 hasta casi 1983

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Lo que la ley o cualquier norma legal, debe hacer es dejar bien establecidos los

procedimientos que hacen al derecho de defensa y a un juicio justo, eliminado taxativamente todo procedimiento brutal, irracional, falso como es la tortura o la intimidación policial. De igual modo, ocurre con los “menores de edad” (otro eufemismo legal”) que el garantismo aprovecha para liberar delincuentes comprobadamente peligrosos puesto que después de excarcelados o sacados del calabozo cometen nuevas tropelías peores que las primeras que lo llevaron a ser apresados y juzgados.

Hay más errores que ventajas en dicho garantismo que resulta ser una especie de

extremismo legal amparado en la aparente justicia de los derechos humanos o personalísimos. Un culpable de un ilícito, cualquiera sea su edad, en especial si es un reincidente o delincuente repetitivo, no debe tener derechos que le lleven a la impunidad y la libertad. Sus únicos derechos son ser “bien juzgados” para evitar la arbitrariedad de un procedimiento. Las garantías del juicio y de no ser tratado indignamente sin causa justa, como asimismo, buscar su rehabilitación efectiva son los únicos derechos y garantías de un delincuente real.

Pero ningún culpable comprobado puede resultar ser libre y con conducta irrestricta,

sobremanera si es posible que reincida en nuevos y peores delitos. La edad no debe ser un impedimento para castigarlo. El castigo no siempre es una cárcel. En los niños y otros menores debe ser la concurrencia obligatoria y la reclusión preventiva para ser sometido a una rehabilitación cierta y no fingida formalmente, resultando las instituciones (asilos, reformatorios, institutos de reclusión psiquiatra) más deformadores de la mente y la conducta que regeneradoras de la misma. Los garantistas deben ocuparse de que leyes e instituciones estén adaptadas a un castigo justo, a un proceso o juicio también justo y a un castigo ejemplificador y efectivo.

Nos hemos extendido en nuestra digresión sobre el extremismo legal y los llamados

derechos del fumador, para ver cómo bajo el pretexto de presuntos derechos se defiende lo que en la realidad es un derecho a dañar. Claro que si este enunciado se hace en forma directa, generará el rechazo de todos porque las instituciones de la justicia dirán que tal derecho no existe y no es razonable, pero si bien se esgrime con maestría lo doctrinario y legal, se fracaso en la facultad de percibir la realidad que está por fuera del dogmatismo jurídico y que cabalmente se funda, en forma abierta y pública, en la defensa del derecho a causar daño (garantismo).

Los galimatías jurídicos y legales han creado artificialmente este extremismo legal llamado

garantismo y han institucionalizado el derecho a dañar, al ignorar que un menor de edad debe ser imputable pues si ha madurado para ser criminal, también debe ser considerado como maduro para tener responsabilidad. El criterio de inmadurez no es válido cuando se está ante la amenaza certera de un daño real. Lo que debe buscarse es encasillar el criterio de manera tal que de alguna forma evite el riesgo latente o patente del daño.

La realidad sobrepasa a todos los testes de los psicólogos y psiquíatras forenses cuyos

informes técnicos están más plagados de errores que la propia ley y las instituciones policiales y jurídicas. Muchos de esos “informes periciales” inducen al error de juzgamiento, resultado los culpables inocentes o los inocentes culpables. Algo parecido con las instrucciones policiales y fiscales que acumulan aparentes pruebas de culpabilidad para incriminar inocentes, hoy llamados “perejiles”. La fragilidad y falta de idoneidad y eficacia de los métodos procesales y periciales del sistema jurídico argentino han permitido no sólo un cúmulo frecuente y comprobado de errores y desaciertos, sino que han resquebrajado el sistema de justicia hasta llevarlo a un grado intolerante

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de incapacidad, impericia e imprudencia. Si alguien duda de esto me remito a los hechos donde están completamente demostrados los asertos acá vertidos.

Renglón aparte, ahora iremos a otros extremos sociales como son los extremismos políticos,

no ya de una ideología pura de derecha o de izquierda, sino a los desaciertos de las políticas aplicadas por determinados gobernantes que en forma degradante y corrupta, instauran medidas que les lleva al enriquecimiento ilícito y a la impunidad lega e histórica. Hemos asistidos a terrorismos de Estado, a dilapidación de empresas y erarios públicos bajo el lema de la globalización y principios pseudoliberales, que produjeron daños irreparables a la nación, a todos los argentinos, incluyendo a la mayoría de los políticos (excluyendo a los que se enriquecieron con la corrupción y el delito económico o político y hoy son empresarios multimillonarios que participan en empresas multinacionales o han “lavado el dinero político” con industrias o empresas monopólicas que manejan lo público y lo privado. O los que consiguen “eternizarse” en cargos públicos y pasan por cargos de funcionarios menores o intermedios a ministros, a cargos electos o terminan en alguna embajada o institución social manejada por el Estado)

Los extremismos políticos de doctrinas de privatización o de nacionalización, de economía

libre o de absoluto control estatal, de criterios financieros como la “dolarización” o “pesificación”, del atropello de las leyes que hoy garantizan una propiedad y mañana no sirven para sus fines porque un “decreto de emergencia” es superior a toda ley y a la misma Constitución, son usos frecuentes y aceptados por diferentes gobiernos y la jurisprudencia argentina es la única en el mundo que admite exabruptos como los decretos-leyes de los militares, las leyes inconstitucionales o inaplicables que sancionan los legisladores o los decretos de emergencia, o los decretos de reglamentación de leyes que llegan a “dar vuelta a la ley” a tal punto que el decreto de reglamentación vale más que el texto legal puntual. A esto hay que sumar el criterio diverso y equívoco de las sentencias de jueces o tribunales que no sólo han enredado todo lo jurídico sino que constituyen una especie de antijuridicidad absoluta, puesto que llegan a ser parte folclórica de la jurisprudencia y esporádicamente se siguen cometiendo los mismos errores amparados en las citas jurisprudenciales.

El resultado evidente es la desorganización política de los tres poderes republicanos y las

crisis institucional manifiesta de los mismos, donde un solo poder (el Ejecutivo) termina convertido en una monarquía o dictadora democrática, constitucional y legal, pues maneja de una forma u otra a los otros dos poderes. Esto se debe a que ejerce el poder de presión ya sea a través de los nombramientos como con los instrumentos de las “ordenes” partidarias, la presión directa de los legisladores ya sea política o económica (dando sumas de dinero u otras riqueza; nombrando parientes, amigos o punteros políticos en cargos bien remunerados; amenazando en publicar antecedentes delictivos, o conductas corruptas o ilícitas; o maquinando conspiraciones que lleven al descrédito obligando a renunciar a una banca). En este manejo político del “todo vale” se desenvuelve el extremismo político pragmático que está por fuera del extremismo político doctrinario que dio origen a la palabra extremismo.

He introducido este trabajo con el extremismo porque lo he considerado más oportuno a los

fines del mismo. Toda forma de conducta exagerada es extremista. Por eso, hablar de fundamentalismo o fanatismo exige el trato previo de la conducta extrema. El extremismo religioso lleva al fundamentalismo, pero hoy, existen fundamentalismos que van más allá de lo religioso para ser fenómenos de conductas de adhesión irracional a una doctrina o a una práctica considerada extremista. El extremismo político ideológico o el religioso han originado un extremismo o fundamentalismo terrorista. En este extremismo no importa nada de nada, pues parte de la pérdida

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total de la noción del valor de la vida humana y lleva al extremista a inmolar su propia vida para exterminar a decenas, centenas o miles de otras vidas.

La filosofía extrema del terrorismo político o religioso está arraigada en la exterminación

completa de cuantos se opongan a sus ideas o principios y a su accionar. En esto se emparienta con el terrorismo de la mafia, en cualquiera de la forma y sus acciones son tan similares, que hoy terrorismo y mafia suelen asociarse con fines e intereses diversos pero con la misma intención: eliminar todo lo que se oponga a sus designios. Sabemos que el terrorismo mafioso nace para el delito en todas sus formas y pasó de la extorsión a comerciantes por su presunta defensa antidelito (protección), a la prostitución, al juego organizado y últimamente, al comercio de joyas, obras culturales famosas y la venta de armas, al lavado de dinero y al comercio de la droga (elaboración y narcotráfico). Así, el terrorismo político usa de la degradación que significa el terrorismo mafioso para afianzar su poder y permanencia en él, mientras que el terrorismo mafioso se une al político en busca de un poder absoluto.

En la filosofía del terrorismo por el desprecio de la vida humana, es válida la reflexión de

Sinay118 cuando cita a Lukas119 quien dice “que a cada uno de nosotros la vida nos hace esta pregunta: ¿qué harás conmigo, qué sentido me darás?” Es evidente que relacionando esto con el terrorismo, si la pregunta la hacemos al terrorista y no a la vida, como escribe Sinay, la respuesta a dicha interrogación “exige compromiso y responsabilidad” y el terrorismo, como fanatismo, “está en la negación de hacerse cargo de esta respuesta. El fanatismo elimina la responsabilidad individual y combate la individualidad de los otros. No admite preguntas”, a lo que yo agrego: porque no acepta ni quiere respuestas. Para el terrorismo, fuera del terror y la violencia en sí misma seguida de muerte, no tiene ningún sentido la vida propia y la ajena. Todo parece funcionar como que la vida sólo sirve para quitarla y el fin de vivir es morir y matar. La muerte propia y ajena es todo el fundamento de la vida de cualquier persona. Fundamentalismo y fanatismo: dos expresiones del extremismo Hemos adelantado que el fundamentalismo es una noción que nace con temas religiosos, especialmente a la práctica del Islam de exigir la aplicación estricta de la ley coránica a la vida social, o bien, a la creencia de la interpretación literal del texto bíblico por la cual lo que está escrito en la Biblia es tal cual se encuentra en la letra. Esta última doctrina ignoró que el texto bíblico está sujeto a los vaivenes de los giros idiomáticos que sufre el hebreo original al contener palabras intraducibles a las lenguas modernas, especialmente el inglés y otras similares.

Por otro lado, se ha puesto en evidencia que los textos conocidos no son los originales y recién ahora están apareciendo papiros y otros documentos históricos más cercanos al momento en que se escribió la Biblia. Estos textos confirman parcialmente el contenido bíblico pero modifican otros. Esta singularidad del lenguaje y de la originalidad de los textos conocidos es lo que desautoriza al fundamentalismo literal como tal y revalida las creencias y usos impuesta por religiones que siguen lo que llaman la tradición sagrada, consistente en una especie de tradición oral y ritual consignadas en algunos libros como el Talmud. He acudido a esta digresión para demostrar que el fundamentalismo nace defectuoso y pone al descubierto las falencias de un extremismo religioso que resulta más violento que ordenador de una doctrina en particular. Violento porque

118 Sergio Sinay - ¿FANATISMO? NO, GRACIAS, artículo publicado el 24/2/08 119 Elizabeth Lukas – EL SENTIDO DEL MOMENTO

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violenta la conciencia individual e impone dogmas que nada tienen que ver con Dios y la naturaleza humana. No obstante, haber traído a colación el origen del vocablo fundamentalismo, tiene la intención de distinguirlo del sentido que habremos de dar a esta palabra, para darle un significado más extendido y menos circunscrito, a fin de aplicarlo a otras conductas no religiosas. En este caso, debemos entenderlo en la acepción denotativa de “exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecido”. Es el fundamentalismo político de las dictaduras militares o políticas. Es el fundamentalismo de teorías científicas o filosóficas que marcan a hierro sus postulados no admitiendo la refutación de los mismos bajo reglas racionales aceptables que se contrapongan a ellos o los contradigan. Es el caso de los llamados “abolicionistas del alma”, de algunos ateos, el materialismo científico que margina lo que no puede probarse en el laboratorio y el materialismo filosófico que niega de plano al espiritualismo. Pero hay otros fundamentalismos como son los dictados caprichosos de las modas o usos pasajeros y temporales que anclan en sectores sociales y se convierten en costumbres férreas que no sólo denuestan a los que no la aceptan sino que es impuesta, de algún modo, coercitivamente como ocurre con las modas de ropas. Cuando se acude a comprar ropas, hay que llevar sólo lo que los comerciantes ofrecen, siendo materialmente conseguir cosas necesarias o, simplemente, adquirir una vestimenta acorde con el gusto personal y no la dictadura de la moda (mostrada bajo el sofisma de “dictado de la moda”). Así es toda una odisea conseguir tallas determinadas y ni hablar de confecciones que no sean las “actualizadas”.

Si se pretende un “estilo formal”, considerado por las generaciones presentes como demodé, obsoleto, propio de los dinosaurios, etc., se deben acudir a comercios exclusivos los que cobran el doble o triple de la “moda informal” (argumentada la venta escasa y la mayor artesanía exigida, a diferencia de la otra moda que produce industrialmente y no exige adaptaciones personales). Otro tanto ocurre con otros productos de consumo. Pero la mayor dictadura fundamentalista está en otros usos y costumbres que violentan toda regla social de urbanidad y convivencia. El realizar actos escandalosos públicamente, usar un lenguaje soez y hostil u ofensivo, hablar a gritos y con abundancia de insultos groseros, usar aparatos de músico con el mayor volumen posible, dotar a motos y autos de caños de escapes estruendosos, caminar en patotas por medio de calles y veredas impidiendo el paso de otros, la agresión de grupos a otros grupos o a personas solitarias, etc. (la lista es larga y tediosa) es el fundamentalismo generacional que se impone a todos. Quien se opone no es meramente soslayado o ignorado sino es materialmente agredido en forma oral o física o dañando sus bienes.

No se trata de un uso racional y responsable de derechos y libertades individuales, sino del

comportamiento bestial e instintivo que no respeta a nada ni a nadie. No hay ley escrita ni norma social, moral, ética o religiosa que ponga orden y un dique al desborde. Todo se avasalla con impunidad y el derecho propio es un arma que tiende a abolir el derecho ajeno. En nombre de la libertad se desata y desarrolla el libertinaje impúdico y anómico. No hay reglas. Sólo acciones irracionales, exageradas, descontroladas que pretenden hacerse “comunes” y que exigen ser aceptadas sin ningún tipo de sanción o discriminación, mucho menos de prohibición. La prostitución pública de las clásicas rameras se suma a la ahora impuesta por los travestidos y el comercio sexual sin restricciones se complementa con la pornografía de los espectáculos y medios de comunicación sociales, públicos o masivos. El fundamentalismo sexual de la prostitución, la pornografía y la conducta pública escandalosa e impúdica es la norma social

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imperante. Tímidamente se intenta limitar a los medios prohibiendo en determinados horarios la introducción de elementos eróticos o pornográficos, pero esto está más en la letra que en la realidad. Los programas televisivos pornográficos a cuyo acceso se logra mediante el pago de un sistema que libera la imagen, la venta libre de artículos pornográficos, la proliferación de la pornografía escrita en los quioscos, la Internet liberada a toda degeneración sexual posible, conforman un medio donde el fundamentalismo sexual se impone a través del “sexo libre” indiscriminado, la agresión de la violación de cualquier ser humano (se salvan los fetos que están dentro del útero materno), la violencia sexual en todas las formas, etc.

Ya no es un juego de inocente erotismo que sólo busca un placer sexual no dañino, sino es el estallido de la violencia sexual en todas sus formas, sin respetar nada: ni el cuerpo ni la vida ajena. Todo se mancilla de una forma bestial, irracional que sólo despierta dolor en algunos damnificados y el miedo de otros pocos, pero que en general hay anestesia afectiva y abulia completa para adoptar los medios que frenen esta violencia. Muchos de los que desgarran las vestiduras públicamente en defensa de la moral, la virtud y la seguridad personal, en el interior de sus hogares dejan a sus hijos librados a la inmoralidad de la Internet y la TV violenta y pornográfica. No imponen reglas eficientes ni educan a sus hijos. No tienen vidas ejemplares, pues desmienten con sus actos lo que pregonan con palabras.

La hipocresía de la “doble moral” y el “doble discurso” nace en el seno de la familia, pues

todos aquellos que detentan la inmoralidad en todas sus formas han tenido padre, madre, familia y hogar. Irónicamente, muchos de los proviene de asilos u orfanatos son más humildes y menos degenerados de los que surgen de las familias llamadas “buenas”. Hoy la criminalidad y la drogadicción, la irresponsabilidad homicida de la velocidad al volante de un vehículo, la prepotencia y falta de respeto a los demás, está todo instalada en la juventud pero bajo el “ejemplo” de adultos mayores y viejos. Muchos notables de la sociedad llevan una “vida doble” que tarde o temprano salta a la prensa y es “noticia”.

La inmoralidad de políticos y profesionales también está en la “pasarela” social. Incluso,

mucho de esa inmoralidad es defendida por pseudorrazonamientos (incluso bajo normas escritas) debido a la impunidad legal y a la indiferencia social que permite una ética y moralidad tan flexible que ya es materia juzgada y aceptada la “moralidad de la inmoralidad”. Debo resaltar, una vez más y con el riesgo de ser tedioso, la verdad de la filosofía callejera de Discépolo cuando escribió el tango Cambalache. El fundamentalismo de la degeneración social nace, en parte por la liberación de bajos instintos y la defensa de una conducta licenciosa y libertina y en parte por la desesperanza de una sociedad que se suicida bajo la depresión de la impotencia guiada por la frase que hizo célebre el presidente argentino Alfonsín: “no sabe, no quiere, no puede”. Hoy, los argentinos están bajo el fundamentalismo social de conductas extremas que hacen crecer las estadísticas en forma alarmante, de la delincuencia que conlleva la inseguridad pública, de la drogadicción con alcohol y sustancias químicas o farmacológicas, del accidente vial por imprudencia, de la agresión intrafamiliar y callejera (matar o castigar en la vía pública nada más que por sadismo ya sea por las “patotas”, las pandillas o el mero placer de jóvenes sin nada que hacer).

La violencia es una plaga que contamina a todos. Incluso a los represores de la violencia a quienes sólo se les ocurre que “la violencia se combate con violencia”. Hay clamores individuales aislados que hablan de la educación como medio o panacea para el mal de los violentos. Pero ocurre que no hay “educadores”. Existe la “idea educación” pero no está el “medio educador” o el

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“instrumento educador”. No hay presencia de “docentes educadores”. Los docentes están bajo el dictado de las normas técnicas y didácticas de turno para sólo enseñar lo instructivo. Instruyen y no educan. Malgrado, también mal instruyen. Las cifras de déficit de conocimientos, de lectoescritura, de aplazos, de deserciones de repetidores, etc. son el fiel reflejo de la inutilidad de la instrucción escolar y universitaria. La falta de pericia e idoneidad de gran parte de los egresados de las universidades argentinas son el ejemplo de lo afirmado. Si bien se considera que el sistema argentino universitario tiene un nivel aceptable de calidad, en la práctica son muy pocos los egresados que destacan dentro y fuera del país, en relación al número de profesionales que egresan.

El ejercicio profesional está plagado de errores y de mala praxis que ya son vox populi, ya

sean porque trascienden en la demanda judicial o porque el notorio perjuicio que causan es la razón de la “mala fama”. No sólo el problema radica en la impericia o falta de idoneidad sino que se extiende a la corrupción profesional de fraudes, estafas, etc. Sé positivamente, y me ha ocurrido en la práctica, que cuando he denunciado casos concretos se me ha exigido pruebas imposibles de presentar, porque lógicamente, el corrupto o el imperito saben “tapar” lo anormal, ayudados por el “espíritu de cuerpo” de los profesionales afines. Más aún: el denunciador termina siendo castigado social o institucionalmente por los inmorales corrompidos. Es lo que pasa a los testigos ingenuos de un hecho delictivo que termina siendo eliminado o agredido por los delincuentes sin que a nadie se les mueva un pelo por el acto heroico de enfrentar al delito.

Éste es el fundamentalismo que estoy denunciando, donde la conducta social extrema se

impone sobre la cordura y el bien en general, para podrir a toda la sociedad, sin exclusiones. Quedan muy pocos “tiradores de la primera piedra”. Y si los hay bien que se ocultan porque saben los que les espera. Ellos tirarán una piedra pero luego serán lapidados por cientos de pedradas que les arrojarán los degenerados. He tratado de resumir lo referido al extremismo, desde el punto de vista en que lo he enfocado. Toca ahora la referencia al fanatismo. Es indudable que para ser extremista, hay que ser un fanático, en este caso, “fanático del extremismo”. Pero así como nos preguntamos por el ser extremista, debemos también formular la cuestión y concepto del fanatismo. He recorrido, una vez más, el diccionario de la RAE y quedo fascinado por la simpleza denotativa. Los significados arrancan con el vocablo fan extraído, según explica, del inglés que hace una apócope de fanatic para aplicarlo a todo “admirador o seguidor de alguien o al entusiasta de algo”.

Es obvio que acá el “fanático es un simpático adherente de algún “famoso” ya sea artista, deportista o científico, o aquél que tiene un apego absoluto a algún tipo de afición como puede ser el juego, una comida, una música, un libro, etc. Los objetos y personas de los “fans” (plural vulgarizado de fan no connotado por la RAE) son tan diversos en cantidad, esencia y calidad que es imposible hacer una lista taxativa o completa. Cualquier cosa o persona puede gozar de un grupo de fans, según sea el poder de atracción que tenga. Siguiendo a la RAE encontramos un regionalismo de Centroamérica, fanaticada, dedicado a “hinchada o grupo de hinchas” de algo o alguien. Pero al remitirnos al vocablo hincha encontramos una primera acepción de “odio, encono o enemistad” y una segunda acepción de “partidario entusiasta de un equipo deportivo” “partidario de una persona destacada en una actividad”.

Si hilamos fino no es difícil unir acepciones partiendo de los fenómenos reales. En

Argentina, el término hincha se aplica más frecuentemente a los que adoptan un club de fútbol como preferencia. Los hinchas son, comúnmente, los del fútbol. Pero últimamente, parece arreciar otro fenómeno que es la violencia desatada por la fanaticada, es decir la hinchada o grupos de

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hinchas de manera tal que ser hincha se ha transformado en sinónimo de odio, encono y enemistad entre hinchadas, que llevan a la agresión verbal o física, a la destrucción de clubes y propiedades colindantes con ellos, a grescas campales entre hinchas o entre hinchas y policías y, finalmente, a la mafia de los hinchas de “barras bravas” que optan por el “ajuste de cuentas” de los hinchas opositores y llegan al asesinato casual o planificado.

Es mundialmente conocido el caso de los hinchas de un cuadro inglés que ya tienen el

ingreso restricto no sólo a las canchas sino a otros países cuando hay campeonatos mundiales o internacionales. El fanatismo deportivo de la hinchada es una forma de violencia manifiesta y devastadora que está modificando los métodos de prevención y represión e, incluso, se ha obligado a una legislación represiva y preventiva. Entre los barras bravas hay delincuentes con prontuarios, drogadictos y otras yerbas que no hacen sólo a un fanático exaltado por su club, sino a una caterva de delincuentes patentes o latentes sumamente riesgoso y de alta peligrosidad social. Retomemos la RAE y hallaremos que fanatismo es “tenaz preocupación, apasionamiento del fanático” y fanático es un término latino que designa a todo el “que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento, creencias u opiniones, sobre todo políticas o religiosas” y al “preocupado o entusiasmado ciegamente por algo”. Si recurrimos a un diccionario latino encontramos que fanaticus es todo exaltado.120 El exaltado pasa así a ser un inmoderado carente de calma, arrebatado y es presa fácil del desborde violento y de la personalidad hostil. Especialmente cuando adopta ser fanático o hincha de algo. El fanático pasa a ser un enajenado en el sentido de sentirse otro distinto de lo que realmente es. El enajenado vive siempre fuera de sí y pierde su capacidad de reflexión por lo que la RAE lo considera como si hubiera perdido la razón. No sólo está alterada su perspectiva cognitiva y obnubiladas sus funciones mentales. Lo más grave es que pierde su libertad ya que sólo podrá moverse en el estrecho ámbito que le ha fijado la causa de su fanatismo. Fuera de ella todo es inadmisible. Su espacio físico y existencial es tan reducido que sufre una estrechez de conciencia muy grande. Pero lo más grave no es su trastrocamiento de un ser inteligente y pensante en un ser que puede llegar adoptar una forma de bestia cuando deja fluir sin freno alguno, la conducta destructiva a la que su fanatismo le obliga sin ninguna otra opción. Otra faceta mala de su personalidad fanática es que pierde la dimensión social y su comportamiento es tan anómalo que no sólo ha vedado su propia libertad sino que intenta coercitivamente vedar la libertad ajena. En la presencia del objeto de su fanatismo nadie podrá expresarse, a menos que lo haga en la misma dirección que él piensa y quiere. A un fanático no se le puede hablar mal del fin que le lleva al fanatismo. No admite ninguna alternativa y toda otra opción que no esté alineada con su pensamiento queda completamente excluida de toda cuestión. No acepta la oposición ni la opinión diversa, pues considera que además de equivocados, los “contras” son el enemigo o el idiota que no alcanza a entender la grandeza de su causa.

La idolatría del apego morboso al objeto que despierta su extremismo fanático le produce una exagerada emoción de adhesión que endiosa su causa. Y actúa en consecuencia: después de Dios, nadie. La relación religiosa entre fanático-objeto de fanatismo es tan fuerte e intensa que llega a superar cualquier fe profunda que tenga un religioso al verdadero Dios. Termina actuando como

120 Exaltar, para la RAE es “elevar a alguien o algo gran auge y dignidad. Realzar el mérito o circunstancias de alguien. Avivar o aumentar un sentimiento o pasión. Dejarse arrebatar por una pasión perdiendo la moderación y la calma”

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lo haría el extremista religioso, y no tiene otro polo vivencial que no sea su fanatismo. En aras del mismo ya no importa ninguna otra cosa ni persona. Cuando su exaltación llega al cenit entonces en pleno clímax ya nada tiene valor temporal y material, involucrando en esta concepción su propia vida y la ajena. Y se repite el drama del extremista: no importa morir, ni matar por lo que se juega su vida al todo o nada. El valor exagerado que atribuye a lo que origina su fanatismo opera como un horizonte extenso, sin ninguna contención, lo que le permite actuar irrefrenablemente y negar todo tipo de responsabilidad por lo que hace. El fin de su fanatismo justifica todos sus actos y esto es lo que le libera de responder por sus acciones ante cualquiera. No hay ley humana o divina, autoridad humana ni el propio Dios que tenga derecho a juzgarle o imponerle condiciones. Su ente fanatizante está más allá de lo natural y lo sobrenatural. No hay ninguna otra verdad fuera de la que le dicta su fanatismo. Por eso no escucha a nadie y destruye lo que crea una obstrucción a su pensamiento y comportamiento. No debemos confundir lo que es el fanatismo símil extremismo con lo que es una adhesión fervorosa, pero no exaltada, una mera admiración o un apego parcial por algo o alguien. Esta equivocación de considerar fanático al que se manifiesta como un defensor apasionado o un adherente incondicional a una causa pero sin alterar el curso de su pensamiento, perder la razón o generar acciones violentas es lo que lleva muchas a considerar un melómano como un fan de la música, o un intelectual como un fan de los libros, o los que gustan moderadamente de un equipo deportivo, de un artista, de un político, de un pensador, de una estrella de cine. Si la adhesión a algo no es tan exaltada como para trastornar la mente y la conducta y la vida social, no podemos hablar de fan ni de fanatismo, sino simplemente de alguien que ama o admira algo o alguien. El admirador no excluye ninguna opción opuesta al objeto de su admiración, sino que admite el disenso o la indiferencia. Lo más grave, en estos casos, es que en un exceso de entusiasmo sea monotemático, es decir, no hable de otra cosa más que de lo le tiene cautivado. Pero esta verborrea no hostil ni violenta no es definidora de un fanatismo. El fanático siempre deja de ser equilibrado para cruzar la línea de la cordura y la conducta correcta y estar inmerso en el polo más exagerado. Es común y hoy mucho más frecuente, la convivencia entre fanáticos y simples admiradores, pero ha crecido geométricamente la cantidad de fanáticos. Los medios de difusión pública dan cuenta de las tropelías de fans de música, especialmente rock and roll u otros festivales similares y los de fútbol. La furia desatada por ídolos o bandas musicales o por la pérdida de un partido de fútbol es inusitada y lleva a matar gente, destruir estadios y dañar propiedades ubicadas en torno al lugar de los acontecimientos. Por eso es sumamente necesario saber distinguir entre un fan y un mero simpatizante o admirador apegado en demasía. La línea de división está en la conducta personal de cada uno y en la autonomía afectiva, intelectual y volitiva. El fanático siempre agrede, el mero adherente opina. Ambos han elegido con convicción y firmeza un objeto o causa que los motiva, pero no lo expresan de igual modo. El fanatismo y el exceso de extremismo son propios de la generación que vivió el final del siglo XX y el principio del XXI. Es parte del gran fenómeno social de despersonalización y de involución social que afecta al mundo en general y, en mayor grado, a algunas comunidades en especial. Es parte de la “razón cínica” que advierte Sloterdijk en lo atinente a las modas excesivas, puntualmente el consumismo indiscriminado y que no hacen a ninguna necesidad vital. Pero también involucra el vacío existencial y el vacío espiritual que lleva a la estupidez, un estado que quita al hombre, por completo, su razón de ser y su condición de dignidad humana. Lo transforma en bestia, puesto que no se ha demostrado que de un estúpido surja un dios. Es la prevención

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aristoteliana en el sentido de que un hombre aislado (la estupidez es una isla inaccesible) o es dios o es bestia. La realidad deja bien establecido que siempre resulta bestia. Y la bestialidad es una de las notas predominantes de la hoy establecida cultura de la violencia.

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VI

Hacia una cultura antiviolencia (contraviolencia) ¿Hay solución para la violencia?

iempre que al hombre se le plantea un problema, automáticamente su inteligencia va en busca de una solución. El arma más eficaz es su inteligencia y el uso de ella a través de un pensar crítico (pensar filosófico), es lo que permite formular las

preguntas correctas y enfocar las soluciones posibles. Es evidente que la cultura de la violencia, en sus causas u origen, depende de factores múltiples, los que abarcan, sin dudas, a los niños, a la familia y a la escuela, en el núcleo social inmediato. Pero también están presentes las circunstancias inscriptas en el contexto social, cultural y económico en el cual está el niño inserto. Dentro del hogar y fuera de él están los elementos de la violencia, a los cuales hemos analizado parcial y someramente. Luego, una solución no viene desde una sola perspectiva. No está únicamente en el hogar o en la escuela o en la comunidad. La solución involucra a todos ellos y la violencia debe empezar a combatirse desde todos estos frentes. Pero el combate no debe ser con peleas aisladas, sin estrategias o con estrategias contradictorias. No puede haber un mensaje en el hogar, otro distinto en la escuela y otro diametralmente opuesto a estos dos, dentro de la comunidad. En forma general debe existir un consenso de poner y acatar en forma pareja, normas prácticas y factibles que hagan a una convivencia respetuosa. Los padres, primero deberán armonizar en privado y en público su relación conyugal. Si hay fisuras por donde se cuela la violencia, esto no se puede ocultar y, en consecuencia, no podrán enseñar a sus hijos pacificación cuando ellos se manejan con la hostilidad. A la armonía de la pareja hay que sumar el trato interpersonal con los hijos. No es concebible que haya equilibrio entre los padres pero desequilibrio en el trato con los hijos. Las relaciones interpersonales entre padres e hijos debe tener el mismo hilo de conducción y no pueden existir normas distintas para unos y para otros, en lo relativo al trato amable y urbano. Las diferencias serán en la relación asimétrica de autoridad y jerarquía de los padres en relación con los hijos. Pero para evitar los roces, esa superioridad jerárquica de autoridad debe ser ejercida con mesura, corrección y justicia y, sobre todo, con gran respeto de la persona, la dignidad y otros derechos inalienables de los hijos. Esto que acabamos de decir es muy fácil de expresar, pero es sumamente difícil de realizar. Lo primero es que los padres tomen conciencia de que no cumplen bien los roles. Para esto deberán aprender cuáles son esos roles y la forma debida de representarlos. ¡Tamaña tarea!. Sólo reconociendo que están errados podrán corregir el error. Los métodos y estrategias para desempeñar el rol preciso de padres es otro tema espinoso, pero con paciencia y buscando asesoramiento idóneo, hay libros y escuelas que de algún modo pueden dar principios elementales para iniciar una corrección de la conducta desviada. Si los padres logran equilibrarse y educarse, la tarea de educar a sus hijos será mucho más fácil. A su vez, los niños deben ser concientizados de que hay una sociedad o comunidad enferma, de que lo que presencian escuchan y ven es realidad, pero no es verdad. La delincuencia, la inmoralidad y las conductas indignas de todo tipo pueden ser cotidianas, extensas y “todo el mundo” puede estar caminando la senda equivocada. Para esto hay que evitar las “modas” que el medio le impone, no sólo con ropas, marcas, aditamentos corporales (aros, tatuajes, etc.), lenguaje parco y zafado, hábitos de total irrespeto por todo y hacia todos. La

S

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conducta irreverente puede ser vista como algo simpático y deseable, pero debe saberse certeramente que es dañina. Con una guía familiar sólida y una explicación comprensible de lo que ocurre fuera de la casa, el niño tendrá elementos para prevenir la tentación de “seguir la corriente” y adoptar las modas que el grupo social le impone. Aprenderá a ejercer el dominio de sí, a reencontrar la originalidad de su persona y apreciar lo que es digno, reconociendo lo indigno. Otro tanto ocurrirá con la escuela. Si la escuela recupera su rol de buena instructora buscando los elementos y la oportunidad de impartir la enseñanza curricular lo más correctamente posible, de tal forma que los niños aprendan los contenidos, en forma y tiempo, ya habrán adelantado algo. Si a esto se suma el ejercicio de una docencia en un marco de respeto y ecuanimidad y justicia, donde el docente maneje la relación asimétrica de jerarquía y autoridad, sin caer en el autoritarismo ni en la soberbia ni en conductas discriminatorias ni de menosprecio de sus educandos, se iniciará una senda distinta a la que actualmente transita y se abrirá la posibilidad cierta de un cambio. Si se logra a la correcta enseñanza curricular agregar una conducta ejemplar e impartir principios de urbanidad y de buena conducta, de respeto, de antiviolencia, se completará mejor el círculo formativo escolar y hasta es posible que a la instrucción se agregue algo de educación (algo ausente en el presente actual). Si modificamos la conducta de las instituciones sociales básicas (familia y escuela), los jóvenes afrontarán su ingreso a la adultez con un bagaje de formación y de principios que le habilitarán, en el orden escolar, ser hábiles para completar los estudios terciarios o universitarios, en primera instancia, y en segundo lugar, al egresar y participar activamente en los estratos sociales que conforman el contexto social (educación, salud y política), serán mejores personas. Esta “mejoría” evitará la improvisación, la falta de idoneidad, competencia y pericia y, lo más importante, podrán instalarse conductas de dignidad y plena moral y ética. Sólo se construirá una sociedad menos violenta, más feliz y mejor productiva en lo económico y lo cultural. Todo esto no es una utopía. Es un punto de vista lógico y necesario. Por algo hay que empezar. Empezamos por formar a padres y maestros y ellos formarán las futuras generaciones de políticos y líderes sociales. Pero si hay vacío espiritual, cultural y total en los “mayores”, los 2menores” sólo heredarán toda la escoria y nada de las virtudes. Esto es lo que ahora vemos. La iglesia debe proseguir su misión de formación religiosa, pero debe modificar algunas estrategias y adaptarlas a una realidad que le golpea y le lesiona. Hay que evitar todo lo ritualista y tratar de estar con la gente en sus propios problemas y en la vida cotidiana. No se podrán hombres con una celebración semanal o sólo enseñando catecismo. La vida tiene otras exigencias y es necesaria una formación filosófica y humana completa. El hombre debe saber sobre su cuerpo y su mente. Debe conocer cómo manejar sus dotes naturales. Además de conocer y conducir sus sentimientos, también debe conocer y dominar sus instintos. Y conocer significa dar conocimientos o enseñanza de qué son esos instintos y sentimientos, en lugar de ocultarlos o tratarlos en forma eufemística. La moral no debe basarse en eufemismos. Aunque sea duro y chocante, a veces hay que hablar de la realidad tal cual es para poder comprenderla y conocerla y así diferenciar lo que es bueno de lo malo, lo digno de los indigno. No hay que temer en enseñar cosas a los niños creyendo que el conocimiento les puede inducir a adoptar conductas desviadas.

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El conocimiento a impartir debe ser equilibrado y el niño debe saber lo que es bueno y lo que es malo y lo debe saber con todas las letras. Todo lo que la Iglesia y los padres y la escuela se niegan a enseñarle, el medio se los mostrará de manera deformada. Y, así, esos niños “aprenderán” de la peor forma, en lugar de hacerlo ortodoxamente y por las vías naturales: familia, escuela e Iglesia. El magisterio eclesiástico debe basarse siempre en la fe y en la moral, pero también debe predicar claramente cómo es la realidad que debe evitarse y combatirse. No se puede vencer a un enemigo desconocido. Mal que les pese a algunos clérigos, los niños deben aprender a conocer su espíritu y su cuerpo (su fisiología, su sexualidad y su emocionalidad). No se puede construir un religioso sino hay un hombre de base. Para ser un buen creyente, primero hay que ser un buen hombre. Desarrollo de la inteligencia emocional Nosotros, al abordar la inteligencia emocional nos hemos referido al control de estas emociones dado que la mayor parte de la vida del hombre está signada más por la emoción que por la inteligencia. Luego, siendo una reacción tan importante, es necesario que el hombre aprenda a desarrollar sus emociones, pero junto con su inteligencia emocional. El ser del hombre es un “ser emotivo”. Quitarle la emoción es desnaturalizarlo. La educación para el desarrollo de la emotividad debe centrarse en dos cosas fundamentales:

• en que el hombre aprenda a conocer sus emociones y a vivirlas • en que desarrolle su ser emocional a la luz de la inteligencia emocional.

El cambio debe comenzar por lo personal e individual dijimos. Para esto lo primero es

motivar al hombre para el cambio. La motivación siempre está más cerca de la emoción que de la inteligencia. Estas reacciones emocionales son las que preceden en muchos casos a las reacciones racionales o de la inteligencia, por lo que la inteligencia sola no es suficiente para triunfar en la vida. La motivación121 es la sal del cambio, pero esta motivación debe estar tanto en la mente del educando como en la del educador. Pretender que sólo uno de ellos debe cargar con toda la responsabilidad no beneficia ningún cambio. Otro problema es el desarrollo de la conducta emocional. Se puede ser demasiado optimista o demasiado pesimista, demasiado consciente o inconsciente, muy expresivo o totalmente inexpresivo. Los sentimientos fuertes pueden degenerar en trastornos irreales y los miedos, en principio naturales, devengar en fobias como una desnaturalización del miedo natural a un elemento real y conocido, para transformarse en un miedo sin razón, a nada real o conocido. Simplemente en un miedo al miedo. Es muy importante inculcar a los padres y educandos que a los niños hay que regularle adecuadamente sus emociones primarias, tanto a través de la formación mediante la transmisión de conceptos educativos, como a través del ejemplo. Cuántas veces un padre aconseja a su hijo no temer, pero él no puede reprimir algún gesto de temor frente a un hecho determinado. Muchas conductas fóbicas son en alguna medida aprendida en la familia. Las nociones de: lo desconocido, las del ejercicio correcto del amor, de la posesión de bienes, de las relaciones amorosas con otros, deben ser enseñadas en la familia y en lo relativo a lo desconocido se debe tender a dejar bien en claro que lo desconocido debe aprender a sortearse y no temerse hasta tanto haya información adecuada. El temor a la oscuridad debe tratar de erradicarse enseñándose que la oscuridad es un hecho natural y que cuando se produce en un ámbito conocido no tiene porqué

121 Según la RAE, emoción es el “estado de ánimo producido por impresiones de los sentidos, ideas o recuerdos que con frecuencia se traduce en gestos, actitudes u otras formas de expresión”

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despertar temor. Igualmente debe procederse con otros fenómenos naturales como la lluvia, los truenos, temblores, etc. No debe confundirse respeto con miedo. Los fenómenos naturales deben ser respetados pero no temidos. El respeto es el freno de la temeridad. Muchas veces intentan darse moldes de temeridad para contraponerse al miedo. Pero la temeridad es tan irracional como el miedo. La prudencia es otra cosa a enseñar frente a la temeridad. Respeto y prudencia van de la mano frente al temor o al peligro. No se deben dar esquemas de imprudencia como tampoco de temor. Se debe enseñar a amar lealmente, señalando que el amor no significa posesión del ser amado, el que puede y debe ser compartido en el amor con otras personas. De lo contrario, es crear situación de celos que deterioran toda relación amorosa. La educación auténtica tiende al desarrollo de un ser emocional auténtico, expresivo pero medido, equilibrado, libre de deformaciones en más o en menos. La conducta emocional debe ser en alguna medida enseñada y aprendida, con la palabra y el ejemplo. La prédica sola no es efectiva. Pero por sobre todo, debe primar la inteligencia emocional que antes hemos enunciado y desarrollado. Algunos autores (Goleman y otros) atribuyen al hombre de hoy un analfabetismo emocional, es decir, la carencia de una educación emocional, la que sería, en contrapartida, una especie de alfabetización emocional, en donde el hombre aprende a conocer y manejar sus emociones, controlándolas eficazmente. Este analfabetismo emocional, o mejor dicho: la alfabetización emocional, necesitan de un reaprendizaje emocional que reeduque el cerebro emocional. Ned Herrmann destaca en la educación, dos objetivos:

• educar a la persona en lo emotivo • conseguir una adaptación vital, emocional y social.

Estos objetivos podrían conseguirse a través de una la inteligencia emocional. ¿Cuáles son las principales características de la IE?. Serían cinco, a saber:

1) conciencia de uno mismo 2) equilibrio anímico 3) motivación positiva 4) control de los impulsos 5) sociabilidad.

A esto, nosotros agregamos:

6) manejo del estrés 7) manejo del fracaso o la adversidad.

Conciencia de uno mismo Es la clave principal de la IE y consiste en la capacidad de reconocer los sentimientos que se experimentan. Conocer bien las propias emociones es el primer paso para controlarlas o medirlas. Para adquirir la capacidad del reconocimiento emocional se debe estar atento a señales somáticas (reacciones viscerales), las cuales pueden presentarse sin que el afectado se dé cuenta (señales imperceptibles). Entre estas señales están la transpiración, el pulso rápido, palpitaciones, irritación o sentimiento de ira reprimido. Por lo tanto se debe realizar un esfuerzo deliberado reconocer estas señales que traducen la alteración emocional y reflexionar sobre este estado de ánimo

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desequilibrado, buscando reconocer las causas y en caso de que éstas sean desfavorables, tratar de hallar las condiciones para cambiarlo. La conciencia de las propias emociones nos llevará a la IE para emplear a la misma, es decir, ser capaz de modificar los estados de ánimo desfavorables. Esto significa que en el momento preciso en que se desata una emoción, se debe aprender a reconocer que se está bajo el efecto emocional y, en ese preciso instante, darse cuenta de lo que está ocurriendo (tomar conciencia) como primera actitud para lograr el control. Otra forma de la conciencia de sí mismo es adquirir el auto conocimiento de su vida afectiva y la forma habitual, instintiva o impulsiva, para responder ante los estímulos. Equilibrio anímico Sabemos que la emoción es un estado de ánimo y el estado de ánimo tiene un fondo: el humor. El humor tiene dos extremos bien definidos: el buen humor y el malhumor. Ambos constituyen la base del ánimo y de ellos depende la sal de la vida. Pero el predominio exagerado de uno de ellos es pernicioso. El optimismo exagerado puede conducirnos a la imprevisión, a la imprudencia, mientras que el pesimismo exagerado nos deprime y anula. Por lo tanto, lo bueno o excelente, es el equilibrio entre estos dos extremos y en esto reside la IE. No es frecuente poder decidir cuándo podemos dejarnos llevar por la emoción. Lo más frecuente es que ésta se presente y se enseñoree con nuestra voluntad y sea el motor de nuestros actos, tanto los controlables como los irrefrenables. Conociendo esta cualidad de la emoción y habiendo adquirido la capacidad de reconocerla cuando la padecemos, sobre todo en actos irrefrenables, la IE consiste en controlar su calidad y dirección. No debemos permitir que esa emoción desborde en conductas irracionales y que se prolongue más allá del tiempo que dura el estímulo que la provoca. Se debe procurar que una vez que cesa el estímulo o motivo, debe serenarse lo hiperemotivo o estado emocional exagerado. Hay que saber aceptar la emoción dándole un tiempo y un espacio. No reprimirla sino dimensionarla adecuadamente. Una represión severa o injustificada es tan perjudicial como una falta absoluta de frenos. El equilibrio está en el medio: el control medido en el que no se reprime la emoción sino que se condiciona el tiempo que debe durar y el espacio en el que se debe desarrollar o manifestar. Hay que dejar que la emoción aflore libremente, pero que no desborde. ¿Cuáles son los mecanismos inmediatos de control y equilibrio?:

1) reconsideración de los motivos de la persona que con su conducta nos puede irritar o molestar desencadenando una reacción emocional violenta o nociva. Por ejemplo, alguien conduce mal un vehículo provocando problemas en la circulación del vehículo que manejo yo, ante esto se debo preguntarme: ¿tendrá una emergencia?, ¿estará enfermo?, ¿estará confuso por un desequilibrio que le provoca algún problema intenso?. Estos planteos son la reconsideración o interpretación positiva de lo ocurre a otros y nos crea conflicto.

2) alejarse de la situación emocionante negativa, es decir, hay dos formas de tomar distancia: la primera e inmediata, si es posible, alejarse físicamente del lugar o ambiente que nos provoca malestar emocional. Estar a solas o lejos del problema ayuda a reconsiderar positivamente lo negativo. La segunda es alejarse espiritualmente, no concentrándose en el problema

3) distraerse es la otra forma de tomar distancia con el problema: en esto lo esencial es dejar de pensar en el problema o tratarlo con indiferencia. El “alejamiento mental” puede hacerse por la simple medida de “cambiar los pensamientos” buscando otros polos de reflexión o en la práctica ir tras de situaciones gratificantes como ser, dar un paseo, hacer ejercicios físicos, tomar un café con un amigo, leer

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algo placentero o cualquier otro esparcimiento que nos permita “relajar la atención” centrada en la causa de la emoción.

4) relajarse es otra medida cuando se nota la ansiedad, tensión o la depresión que provoca una vivencia emocional de cierta intensidad. Saber relajarse es un mecanismo de escape o de equilibrio. Para relajarnos tenemos la meditación, la respiración profunda y la oración (para aquellos que sean creyentes religiosos), pero por sobre todo tener siempre presente el clásico dilema: si esto tiene solución, ¿para qué me preocupo?. ¿Y si no tiene, para qué me preocupo?.

Estos son los mecanismos del arsenal a nuestra disposición para librarnos de los estados de ánimo nocivos. Motivación positiva Consiste en la capacidad de reunir tres cualidades: entusiasmo, diligencia y confianza. Comenzaremos por la primera o entusiasmo. Etimológicamente entusiasmo viene del griego enthous (latín intus) = dentro; y siasmo significaría Zeus o theos (dios), o sea, que entusiasmo sería el “dios que cada uno lleva dentro”. Al leer la definición que la Real Academia Española da de esta palabra, encontramos una acepción que dice “inspiración divina de los profetas” y luego consigna otras acepciones como la de “inspiración fogosa y arrebatada del escritor o del artista, y especialmente del poeta o del orador”. Siguiendo las acepciones propuestas por la RAE también entusiasmo es “exaltación y fogosidad del ánimo, excitado por cosa que lo admire o cautive”. Finalmente es “adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño”. Esto nos muestra las diferentes maneras de aceptar a la palabra entusiasmo. Cuando Dios creó al hombre, según la Biblia, lo hizo a su imagen y semejanza, modelando el barro al cual le insufló el espíritu (en hebreo nefesh). Si estos conceptos extractados de la Biblia se tomaran en forma literal, la definición etimológica de entusiasmo no estaría lejos de los mismos, ya que en algún modo, el hombre desde que fue creado le fue dado una parte de ese espíritu divino, de ese dios que cada uno lleva dentro. Pero este concepto del “dios interior” no es para llenarnos de falso orgullo o petulancia indebida, sino es para significar la luz interior que nos impulsa, que nos “enciende” a emprender una tarea cualquiera, no sólo dándonos la creatividad interior o inspiración sino también la energía o exaltación o fogosidad del ánimo necesaria para llevar a cabo lo que desde nuestro interior se nos propone para favorecer una causa o empeño. Es la fuerza o motor de la “adhesión fervorosa” y de la “inspiración fogosa y arrebatada” que cada uno de nosotros puede poner en una acción cualquiera que se desarrolle, especialmente si esa acción es impulsada por el amor a los otros, a nuestros prójimos. No debe ser sólo el fuego que inspira a los escritores, a los artistas, a los oradores y a los santos. Debe ser la meta diaria y rutinaria de cada uno de nosotros al levantarnos cada día y comenzar nuestra rutina. Antes de ponernos mecánicamente en marcha debemos auto proponernos hacer algo “por primera vez”, aquello que nunca habíamos hecho. Puede parecer descabellado que nos propongamos diariamente “hacer lo que nunca habíamos hecho”, pero si despertamos la intención fogosa podemos llegar a conseguir el “entusiasmo nuestro de cada día”. Esto, especialmente, si lo hacemos en pro del bien de todos los que nos rodean diariamente. Para buscar y encontrar ese fuego sagrado que cada uno lleva dentro de sí, es necesario apelar a nuestra inteligencia y a nuestra afectividad, a nuestra inteligencia emocional, a todos los resortes y mecanismos interiores con que la naturaleza nos dotó, o si somos creyentes, con los que Dios “nos insufló”. Cualquier acción con una “buena intención” tenga, o no, trascendencia aparente, será suficiente si ponemos todo nuestro entusiasmo y fe en ella. Entusiasmo “significa sentir Dios

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dentro de sí” tener “una chispa interior divina, que lo impulsa a actuar como un representante de Dios” 122 Diligencia es poner “cuidado y actividad en ejecutar una cosa” con “prontitud, agilidad, prisa”. En alguna medida, es poner todos los medios necesarios para el logro de una meta o un propósito. Ser diligente es proceder con inteligencia y suma voluntad para obtener los medios pertinentes para realizar “en tiempo y forma”, con la oportunidad y la agilidad que el caso requiera, todas las intenciones, ideas, planes y otros fines que nos propongamos realizar en nuestra vida. Confianza es “la esperanza firme que se tiene de una persona o cosa; la seguridad que uno tiene en sí mismo; el ánimo, aliento y vigor que se tiene o se pone para obrar”. Luego, confiar es “esperar con firmeza y seguridad”, “depositar algo en alguien sin más seguridad que la buena fe y que ese alguien posee las cualidades recomendables para el cuidado de lo que se deposita o bien para cumplir el fin al cual se destina”. De ese modo, el término confianza tiene varias acepciones, de las cuales hemos resaltado, precisamente, las positivas. Esto descarta el abuso de confianza, la desconfianza y la defraudación de no cumplir en lo que se había confiado. También excluye al confianzudo o sea la persona que “es crédula en el sentido de ingenua o de imprevisora, o bien a aquél que es propenso a comportarse con familiaridad en el trato, aunque esa familiaridad generalmente no está dada o autorizada y por lo tanto actúa tomándose excesivas confianzas”. En sentido auténtico, confiar no es “actuar a atontas y locas” en forma imprevisora, con una credulidad ingenua, sino proceder a obrar con ánimo, aliento y vigor, firmeza y seguridad en sus propios valores y en los valores de los demás, tomando los recaudos para no caer en falsas expectativas, autoengaños, el timo y el dolo. Ser confiado no es ser estúpido. Es tener esperanzas inteligentes, no azarosas sino basadas en una razón de certeza aceptable. Además, es no abandonar la previsión, confiando todo a la “providencia”. Es esperar, pero con previsión. La motivación positiva es otra característica fundamental de la IE, base del éxito. Para que exista una motivación positiva es necesario que haya dos elementos:

a) objetivos claros b) actitud optimista.

La claridad de los objetivos no necesita mayor explayamiento. La actitud optimista consiste en atribuir un fracaso a las circunstancias de una situación, mientras que el pesimismo consiste en endilgarse a sí mismo un fracaso. Cuando una persona adquiere la capacidad de tomar conciencia objetivamente de los sentimientos negativos o derrotistas que puede experimentar, está facultado para lograr reconsiderar como menos sombría una vivencia. Debemos recordar que suelen existir tendencias innatas al optimismo o al pesimismo, pero esto no es óbice para que un optimista pueda llegar a sentir pesimismo y viceversa, como tampoco es dificultad para poder corregir los extremos exagerados de esas emociones, según vimos. De este modo hay que tener en cuenta que un pesimista recalcitrante, con la práctica y el deseo intensos, puede llegar a pensar más positivamente (adquirir optimismo). Luego el optimismo, esencia del positivismo, es una condición adquirible si no se tiene naturalmente y tanto el optimista espontáneo como el que logra serlo por entrenamiento, ante un fracaso, sabrán motivarse en la búsqueda de nuevos intentos, hasta alcanzar el éxito. Tan importante es este capítulo de la motivación positiva que todo el cambio para lograr una mentalidad y una conducta dirigida hacia la calidad total como forma de excelencia en todo lo que se haga o se

122 Correa Da Costa miembro de la Fundación Rotaria del Rotary Internacional

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aspire, se basa en ella. Prácticamente el arte de alcanzar la calidad total reside en el arte de motivar positivamente. Control de impulsos La IE es control de emociones y ya comentamos el control del humor y ahora toca enfrentar el control de impulsos. Recordaremos nuevamente algunas definiciones de la RAE como impulso (del latín impulsio = impulsión) es la “acción y efecto de impeler” y también se acepta como “instigación, sugestión”. Impeler es “dar empuje para producir movimiento”, “incitar, estimular”. Impulsivo es “el que, llevado de la impresión del momento habla o procede sin reflexión ni cautela”. Desde el punto de vista médico, impulso es una “fuerza súbita de empuje”, “determinación de actuar, súbita e incontrolada” “inclinación irresistible”. Por todas estas acepciones sabemos, entonces, que impulso es una fuerza súbita de empuje que nos lleva a la acción por incitación, instigación o sugestión y que en ocasiones es irresistible y nos hace obrar por la impresión que nos causa una circunstancia, en forma irreflexiva y carente de cautela. Con esto aclaramos qué es el impulso para poder comprenderlo y así enfrentarlo con más decisión para lograr su control. Generalmente un impulso actúa generado por la “satisfacción de un deseo, en aras de un objetivo”. Lo natural es la búsqueda inmediata y compulsiva de esa satisfacción. El control de impulsos consistirá en la capacidad de aplazamiento de esa búsqueda de satisfacer el deseo que nos lleva tras un objetivo. Luego, al igual que en el humor, el primer control es clasificar los objetivos, seleccionarlos y darle una mediatez suficiente (llevarlos “a la larga”) para meditar sobre sus beneficios o perjuicios y asegurarse el éxito. Tomar cierta distancia del objetivo, permite calmar el “deseo súbito” o sea, la “satisfacción inmediata”. Quien adquiere la capacidad de postergar el placer de su satisfacción, en el interés de mejores metas, seguramente podrá desenvolverse más y mejor y tener mayor dignidad de sí mismo y ganar más capacidad para hacer frente a las decepciones frecuentes de la vida. Será “un evasor del estrés”. En cambio los que se apresuran a satisfacer sus deseos en forma inmediata son testarudos, indecisos y “procuradores de estrés”. La capacidad de resistir los propios impulsos debe desarrollarse estrictamente con la práctica intensa, es decir, debe adquirirse mediante esfuerzo. Lo natural es “dejarse llevar por el impulso”. Lo adquirido es el control del mismo. Ceder al impulso es caer en el conformismo con nuestros objetivos y esto nos lleva al tedio. En cambio, el control del impulso es producido:

∗ por el inconformismo con las metas poco gratificantes ∗ y por el amor a los fines más ambiciosos

constituyendo, todo esto, otro eje del triunfo. Otra forma de controlar los impulsos, sobre todo aquellos que no son lícitos, es la sublimación, la cual explicaremos luego. Sociabilidad El hombre es sociable por naturaleza, es decir, busca convivir armoniosamente con sus prójimos. Pero esto no siempre surge en forma espontánea sino que debe cultivarse. Así como hay normas sociales de ética y derecho, también existe una capacidad individual de identificación con el otro, lo que se conoce como simpatía o empatía, esto es, la capacidad de colocarse en el lugar del otro, de hacerse un poco el otro, para comprenderlo mejor, estableciendo vínculos de afecto y no solo relaciones interpersonales convencionales y rituales. Es un atributo noble y necesario conocer los sentimientos de los demás en todo lo que nos rodea: la familia, el trabajo y el círculo social en que nos movemos, sobre todo, los amigos. Conocer a los otros es posible porque las personas transmiten y captan señales imperceptibles de sus estados de ánimo. Así es dable percibir, si

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estamos atentos, cuando hay mensajes de amor u odio, aprecio o desprecio, simpatía o antipatía, amistad o enemistad, camaradería o rivalidad. Hay expresiones y gestos que ayudan a interpretar. Ganar la habilidad para interpretar las señales somáticas o emocionales de los otros será la instancia fundamental para lograr controlar nuestras emociones y la forma en que las transmitimos. Refrenar adecuadamente nuestros sentimientos negativos y expresar los afectos positivos, permite establecer relaciones interpersonales fluidas, amistosas, afectuosas que inducen a los demás a preocuparse por nosotros en la misma medida que lo hacemos por ellos. Esta calidad de relaciones interpersonales nos permite “integrarnos al grupo” y “vivir en equipo” donde hay un intercambio permanente de afectos y servicios. Quien no da no recibe; quien no siembra, no cosecha. Y viceversa. Al Sermón de la Montaña, habría que agregar: ¡Bienaventurados los que tienen amigos!. Ganar amigos fieles nos ayuda a establecer “una red de relaciones confiables” que permiten sobrellevar los conflictos y penurias coyunturales de la vida cotidiana. Tendremos así con quien compartir las alegrías y nos asista en la desgracia, pues ambas cosas, respectivamente, son contrapartidas. Formar amigos es una tarea de amor y sinceridad. Si no hay afecto real, la búsqueda de relaciones se transforma en un acto egoísta en el que se cultiva superficialmente una amistad con un fin de utilización (“es amigo si me sirve para algo”). Cuando la relación se busca y establece con un objetivo utilitario, corremos el riesgo de que todos estén presentes en nuestros triunfos y ausentes en los fracasos y penurias. Sólo el afecto sincero y auténtico, sin desbordes emocionales, será la base de las relaciones sociales perennes y que nos acompañen siempre, en las buenas y en las malas. Manejo del estrés

Otro de los problemas de la inteligencia emocional es el manejo del estrés. ¿Porqué en las mismas condiciones y frente a iguales estresantes, unas personas reaccionan intensamente y enferman más y otras reaccionan con menos intensidad y otras, incluso, no se afectan?. Hoy se habla de vulnerabilidad y resiliencia. En nuestro idioma español, vulnerabilidad era la condición del “que puede ser herido, o recibir lesión física o moralmente”, pero el neologismo médico adquiere otra connotación. Juan Carlos Stagnaro 123 afirma: “El término vulnerabilidad ha sustituido al de diátesis. Se refiere explícitamente a una predisposición a nivel genético, ambiental y fenotípico. Pero se puede ir más allá en el análisis de este concepto y pensarla no como defecto sino como potencia. En otros términos, la vulnerabilidad puede ser definida como una disposición innata expresada en función de lo adquirido, en diversos momentos de la vida, aún muy tempranos; a un determinado desarrollo fenotípico, es decir, una capacidad, y no un destino irremediable e irreversible. Esta perspectiva para entender la vulnerabilidad le otorga al concepto una fructífera utilidad, ya que permite articular los datos provenientes del patrimonio genético de un individuo con los determinantes ambientales, ya fueran estos precoces, durante la etapa del desarrollo, o más tardíos. El término vulnerabilidad así entendido, significa que una persona tiene una aptitud fenotípica para desarrollar conductas específicas en ciertas condiciones. Se despeja así el riesgo de caer en determinismos rígidos y se puede analizar cada caso en sus aspectos etiopatogénicos, pronósticos y terapéuticos, combinando factores en una ecuación dinámica y plástica a la vez”. Precisamente, la reversión de la vulnerabilidad nos lleva a la resiliencia. Es probable que la raíz

123 Subdirector de Carrera de Médico especialista en Psiquiatría y Jefe de Trabajos Prácticos de Salud Mental y del Instituto de Historia de la Medicina (Universidad de Buenos Aires) autor de VULNERABILIDAD AL ESTRÉS, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN, trabajo presentado en el X CONGRESO DE LA ASOCIACIÓN ARGENTINA DE PSIQUIATRAS, Bs. As., octubre 2000 y presentado por Publicaciones Gador, Bs. As., 2001

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etimológica de esta palabra provenga del inglés resilience (siliencia) que tecnológicamente significa elasticidad y figurativamente, resistencia. Esta etimología denota una capacidad física para adquirir la plasticidad necesaria (elasticidad) para revertir algo o bien la resistencia a un cambio. Luego la resiliencia sería la capacidad de volver adquirir, valga la redundancia, la capacidad de la siliencia. Así la resiliencia opera como una recapacitación o recuperación de capacidad. Todo opera como que la vulnerabilidad es una entidad que ayuda a operar cambios, venciendo la siliencia, mientras que la resiliencia es la recuperación de esa siliencia para oponerse al cambio y revertirlo o adaptarse elástica y positivamente al mismo. Carlos Soria 124 aclara: “el concepto de vulnerabilidad tiene un par complementario que es el concepto de resiliencia. La resiliencia alude a la capacidad de superar la adversidad y salir fortalecido de ella. Quizás nuestras próximas reuniones giren en torno a este tema: ¿por qué determinados sujetos tienen la capacidad de rebotar y recuperarse?. Eso también tiene un fundamento psicológico, evolutivo y biológico. Estos sujetos aplican lo que planteó Mao Tse Tung con su metáfora de la táctica del bambú: pueden doblarse para volver a enderezarse con más fuerza. No salen devastados sino fortalecidos de la situación de conflicto o, como decía Nietzsche, utilizan la “táctica del arroyo”: retroceden para pegar el salto. Esto supone la puesta en juego de todos los mecanismos de plasticidad yoica en cuanto a recursos y disponibilidad biológica.” Hernán Montenegro Arraigada125 refuerza el concepto de resiliencia como capacidad de una persona para enfrentar las adversidades de la vida y superarlas, llegando, inclusive, a ser transformado por ellas. Estos conceptos explicarían en parte porque a unos les afecta más la emoción que a otros. El otro factor radica en la educación mediante la inteligencia emocional.

Hemos tratado en el parágrafo anterior lo relativo al estado furibundo o enojo. En este sentido, la Dra. Julius postula que lo más saludable es concentrarse en resolver el problema que ha causado el enojo. Esta teoría fue confirmada con estudios realizados por el epidemiólogo Ernest Harburg.126 Luego, la solución no es reprimirse ni expresarse en forma colérica, sino en resolver el problema que ha causado el enojo. Lader aconseja, para combatir al estrés o prevenirlo, el uso de modificadores del estrés (Ursum y col., 1978). Estos modificadores pueden traspolarse y usarse para ansiedad y estrés y serían:

1) aprendiendo qué es estar estresado o ansioso 2) aprendiendo cómo enfrentar estas situaciones 3) experiencia adquirida por aprendizaje previo 4) nivel de motivación 5) nivel intelectual 6) identificación del rol o papel social 7) apoyo social 8) percepción del estrés y la ansiedad y de las defensas contra ellos 9) evaluación cognoscitiva del estrés y la ansiedad 10) adaptación y habituación (en el sentido de no afectación)

124 Profesor autorizado de Clínica Psiquiátrica de la Universidad Católica de Córdoba. Presidente del Colegio Argentino de Neuropsicofarmacología, autor de VULNERABILIDADY RESILIENCIA, artículo impreso en Publicaciones Gador, Bs. As. 2001 125 Profesor titular de la Cátedra de Psiquiatría de la Universidad de Chile y disertante en las JORNADAS DE FORMACIÓN DE FORMADORES SOBRE ORIENTACIÓN FAMILIAR Y RESILIENCIA, Mendoza, 2001 126 Estudios Detroit y Buffalo

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Lader también atiende lo relativo a terapéuticas no farmacológicas como parte de una educación antiestrés o antiansiedad:

1) meditación (Benson, 1975) 2) entrenamiento autogénico (Luthe, 1963) 3) relajación progresiva (Jacobson, 1938) 4) técnicas de bioretroalimentación (Miller, 1969) 5) mapa cognitivo conductual 6) contracondicionamiento.

Manejo del fracaso o adversidad Patrick Del Zoppo (psicólogo norteamericano) aconseja para superar el fracaso o la adversidad:

1. permitirse el desahogo 2. encauzar el enojo 3. afrontar la realidad 4. mantenerse ocupado 5. salir del ensimismamiento 6. tenerse paciencia.

Con esto, Del Zoppo intenta decirnos que el desahogo puede ser llorar. Llorar no significa tenerse lástima sino expresar una profunda tristeza y las lágrimas pueden ser el medio del desahogo. Hay muchas formas de desahogo que no deben ser necesariamente las desesperadas (drogadicción, suicidio, etc.), sino las naturales e inteligentes propias del hombre auténtico. Llorar es una de ellas. Pero también puede ser lo cantar, conversar, admirar un paisaje, escuchar un concierto. Cuando una situación le provoque ira debe encauzar el enojo en forma positiva, sobre todo, tomando una determinación firme que le permite anular la causa del enojo y, si no es posible eso, soslayarla con otra acción positiva. La negación de un fracaso es no encarar el hecho adverso y tratar de evadirlo para llenar el vacío que se siente. Pero el camino no es evadir sino aceptar el fracaso. Epstein sostiene que el fracaso, utilizado adecuadamente, “puede ser un manantial de creatividad” y también piensa que las adversidades son desafíos a afrontar. Del mismo modo que Del Zoppo propone salir del ensimismamiento ensanchando horizontes y dando variedad a nuestro entorno, rodeándonos de estímulos variados, adecuados y que puedan ser cambiados periódicamente. Hacer cosas buscando la creatividad es ir llenando el espacio vacío que deja el fracaso o la adversidad y una forma de desplazar el dolor de una pérdida. Es tomar distancia con el problema y también es poner tiempo para tener un ritmo de recuperación. Distancia y tiempo son los elementos necesarios para no impacientarse con uno mismo, para “tenerse paciencia”. Con el transcurso del tiempo todo fracaso deja de ser tal para transformarse en la experiencia formidable de un camino explorado para averiguar que no era el adecuado. Por eso, cuando nos sintamos frustrados por un fracaso, debemos empezar a ensayar comportamientos distintos del que nos llevó al fracaso. Buscar otros caminos. La adversidad es otra experiencia invalorable que nos permite templarnos en la virtud. Siempre, ante cualquier acontecimiento con que la vida nos enfrente y cualquiera sea nuestra actitud frente a él no debemos perder esta noción fundamental para nuestra conducta: todo fenómeno una vez dado es inmodificable, no así nuestros modos de ver dicho fenómeno, los cuales son susceptibles de muchos cambios que dependen exclusivamente de nuestra voluntad. Con estos conceptos finalizamos todo lo relativo al manejo de la emoción mediante la inteligencia emocional,

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instrumento que debemos conocer y manejar para lograr educarnos. Controlar y dirigir nuestras emociones es la base indudable del éxito para comprender cómo debemos educarnos. Adopción de una escala de valores Es indudable que la inteligencia instintiva como la inteligencia emocional y el control de los impulsos, deben ser complementadas con una axiología existencial o escalas de valores que nos guíen en la conducta correcta y auténtica, como verdaderas brújulas, evitando el vacío existencial o ausencia de axiología que se manifiesta en el hombre actual. Como es nuestra costumbre, entenderemos por valor, en primera instancia, lo que nos dice la Real Academia Española y así tendremos que es “grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar bienestar o deleite” o bien, “cualidad del ánimo que mueve a acometer resueltamente grandes empresas y a arrostrar los peligros”. Por lo tanto, los valores pueden ser determinadas cosas o “cualidades del ánimo” que se consideran como bienes deseables que nos permiten satisfacer necesidades, proporcionar bienestar o deleite, acometer grandes empresas y arrostrar peligros o conflictos. Primariamente la escala de valores está regida por la vida como el primer valor o el más deseable y por la muerte como el valor último o el menos deseable. Entre estos dos valores ubican muchos otros que cada persona incorpora de acuerdo a sus necesidades, búsqueda de satisfacciones o tipos de conflictos que deba enfrentar. Las virtudes que hemos comentado son también valores personales deseables en tanto y en cuanto nos proporcionan un grado de utilidad o de aptitud personal. Según el Diccionario de la Real Academia Española, virtud es una palabra que deriva del latín virtus y su significado tiene varias acepciones. La acepción 1 la define como “actividad o fuerza de las cosas para producir o causar efectos”. Las acepciones 3 y 4 la destacan como “fuerza, vigor o valor” o “poder o potestad de obrar”. Las acepciones 5, 6, 7 y parte de algunas de la 9, se refieren a las acepciones éticas y morales como “integridad de ánimo y bondad de la vida”; “hábito y disposición del alma para las acciones conformes a la ley moral y que se ordenan a la bienaventuranza” y “acción virtuosa o recto modo de proceder”; “hábito de obrar bien, independientemente de los preceptos de ley, por sola la bondad de la operación y conformidad de la razón natural”. Las acepciones 8 y parte de la 9 son de significado religioso: “espíritus bienaventurados cuyo nombre indica fuerza real e indomable para cumplir las operaciones divinas.” Señala las virtudes cardinales “cada una de las cuatro (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) que son principio de otras en ellas contenidas” y las virtudes teologales “cada una de las tres (fe, esperanza y caridad) cuyo objeto directo es Dios”. Hay otro concepto de virtud que es el virtuosismo, el que se aplica a los artistas sobresalientes y que es definido como “dominio de la técnica de un arte propio del virtuoso, artista que domina un instrumento” (“que domina de modo extraordinario la técnica de su instrumento”) En términos políticos, Maquiavelo dio un nuevo concepto de lo que él llamó virtù. El hombre nuevo del Renacimiento pone en acción la virtù con visión psicológica vigorosa como “unión de fuerza y talento”, “como fuerza humana, la voluntad en “acción y, por consiguiente, la fuerza del talento” También Maquiavelo interpreta a la virtú, siempre como la dote de las maneras de adquirir algo y desde este punto de vista, virtú es la energía, empuje, resolución, talento, valor indómito y, si se quiere, feroz. Para Moore, metafísicamente, la virtud es un placer metafísico en una conducta que opta por la bondad (por lo bueno). “Nuestro “deber”, por consiguiente; sólo podría ser definido como aquella acción que determine la existencia de mayor bien en el universo que cualquier otra posible alternativa”. En general, la Ética y la Filosofía del siglo pasado y principios de este siglo, han sugerido con excesiva frecuencia que virtud es tomar decisiones

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morales por principios, es decir, que consistirían en decisiones en hacer esto o lo otro porque se trata de un deber. Esto debe interpretarse como que virtuoso es quien ajusta su conducta a principios, a “lo que debe ser”. (Mary Warnock ) Aristóteles, en sus conceptos éticos, centra a la moral como un quehacer práctico encaminado a la felicidad y al bien. Para él hay virtudes éticas y con el nombre de virtud entiende a lo que hoy llamaríamos valores, valores éticos o aún, valores antropológicos. La virtud finca en la axiología o escala de valores. El bien moral está ligado a la felicidad en la perfecta actuación del hombre según su actividad específica. Cada ser, cada instrumento tiene su ser específico y su sentido: cuando cumple la misión a que lo encadene su especie, es bueno. Lo más conocido es así, la norma de conducta que, de hecho, con las directivas dadas a las vidas particulares, han trazado los mismos hombres a lo largo de la historia. Se llega así a la verdad por confrontación y crítica de diversas opiniones que hay en la escala de valores que fácticamente se ha ido formando. La ética griega es una ética de bienes y entre ellos, la virtud es un bien racional. Aristóteles introduce la fórmula “obrar según la recta razón” para describir la acción moralmente virtuosa. Luego, la razón es la parte del alma que obra como sede de las virtudes intelectuales, las cuales serían, entre otras:

• Prudencia o pensamiento práctico: es una virtud deliberativa para proponer y obrar con rectitud.

• Astucia y sagacidad: son virtudes auxiliares de la prudencia. • Prontitud o buen consejo: también relacionada con la prudencia en grado auxiliar. • Equidad y sentido de discriminación: dos virtudes para no incurrir en una justicia

demasiado estricta o errada. • Continencia: es la virtud del hombre sobrio, aquel que no conoce ni usa desbordes.

Otras virtudes para Aristóteles, son la dignidad, la modestia, la justa indignación, magnificencia, magnanimidad, generosidad, mansedumbre, templanza, fortaleza, urbanidad, amistad, veracidad y justicia. A la virtud, Aristóteles opone el vicio y considera hábitos viciosos del alma a tres cosas:

1) la incontinencia, (se manifiesta en los placeres corporales y la ira) 2) el libertinaje y 3) la bestialidad.

Las virtudes son “términos medios”. Así, la fortaleza es un sentimiento intermedio entre el miedo y la intrepidez. La templanza está entre el libertinaje e insensibilidad en los placeres. La mansedumbre es una virtud entre la irascibilidad y la incapacidad para irritarse (falta de espíritu). La generosidad o liberalidad ubica entre la prodigalidad (derroche) y la avaricia y se refiere al gasto del dinero. La magnanimidad es un término medio con la soberbia (avaricia) y la pusilanimidad (pequeñez de espíritu). Su campo es la honra u honor y su contrapartida, la ignominia o deshonor. La magnificencia es un término colocado en medio de la ostentación (extravagancia) y la vileza (pequeñez). El terreno en que se mueve es el gasto justo o medido, o sea que no haya deficiencia o exceso en los gastos que se originan en todas las ocasiones. La justa indignación es intermedia entre la envidia del bien y el placer del mal. Su campo es la ira merecida, con fundamentos, que no se origina en una envidia o rencor indiscriminado o como acto irracional, incontrolable, sino en una justa capacidad de reacción mesurada y con causa valedera (la justa causa). La dignidad es una posición intermedia entre la autosuficiencia y la cortesía servil. Su campo es el de las relaciones e intercambios de la vida social. La modestia o vergüenza digna

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centra con la desvergüenza o descaro y la timidez o pudor excesivo. Su terreno propio son las acciones y las conversaciones (que no deben ser zafadas). La urbanidad está entre la bufonada (patanería) y la excesiva seriedad (pesadez o solemnidad acartonada). Su campo está en lo agudo y el humor, manejados con gusto y oportunidad.. La amistad media entre la adulación (lisonja exagerada o sin razón) y el odio (aversión o crítica inmerecida). El amigo no atribuye elogios ni alabanzas de méritos que no existen, pero tampoco disminuyen los méritos que existen. La veracidad es un término medio entre hipocresía y jactancia. Su terreno es la conversación medida. La justicia es una virtud siempre referida a la acción frente al otro, generalmente al respeto del derecho ajeno. Así hay una justicia natural y una convencional (la que imparte la ley escrita). (Aristóteles) Vemos en las definiciones y pensamientos que anteceden que el concepto de virtud reside en una “manera de obrar” con la “recta razón” hacia el bien o “lo mejor” de acuerdo a cada finalidad particular. Así para el religioso será virtud hacer todo lo que sirve a Dios o sea obrar sin pecado, con amor o servicio al prójimo y en pleno estado de fe. Para el político la virtud será la fuerza, el talento y la energía que emplee para alcanzar el poder o para los reyes, príncipes o gobernantes en adquirir posesiones de otros estados. Para el artista la virtud será el manejo extremadamente óptimo de la técnica de su instrumento. En general, para el hombre la virtud es una capacidad intelectual para usar de la recta razón y llevar una conducta equilibrada, bondadosa, medida, sin arrogancia ni temores ni temeridad, frente a sus prójimos y la sociedad en total. La virtud está ligada indisolublemente con una vida ética y de buenas costumbres. Es evidente que Aristóteles ha influido poderosamente en todo el pensamiento ético y de la filosofía, ya que de un modo u otro, los conceptos de ética y virtud que aún hoy se sustentan, indiscutiblemente llevan el sello aristotélico. Nosotros unificaremos todos los aspectos en la siguiente definición de virtud como “la potestad de obrar que da fuerza, vigor o valor para que con integridad de ánimo demos disposición al alma para adquirir el hábito para realizar acciones con un recto modo de proceder conforme a la ética y la moral para obrar bien, independientemente de los preceptos de ley, por la sola bondad de la operación en sí y en plena conformidad con la razón natural o auténtica” Entre los bienes supremos, propios de la naturaleza del hombre y como una nota constitutiva de su ser está el amor, uno de los valores más declamados pero muy poco conocido y practicado. Amor es una inclinación natural, “un afecto por el cual busca el ánimo el bien verdadero o imaginado y apetece gozarlo”. También es “voluntad, consentimiento”. Por eso debe ser uno de los primeros en ser enseñados bajo sus formas de autoestima, caridad y sentido de la vida. La manifestación de amor básica es el amor a uno mismo, la autoestima. La revalorización de sí mismo, como autoestima, permite también valorizar a los demás en el respeto y amor hacia ellos, considerando a cada uno de los prójimos como a sí mismo. Esto constituye el amor projimal o caridad. En cuanto al sentido de la vida, los dos polos, mundo y hombre, son los ejes posibles de llenar de sentido para poder valorar la vida en su plenitud de sentido. Para lograr esto hay que tener amor a la vida y acá unimos dos valores esenciales: vida y amor. Solamente amando a la vida, la misma cobra sentido pleno. Otro valor inconmensurable es la libertad, pero para que el hombre sea verdaderamente libre supone que antes es un hombre preparado, cultivado o culto, para entender qué es la libertad y como usarla. Hay una libertad auténtica y una libertad inauténtica. La libertad auténtica es la capacidad de decidir con responsabilidad y disciplina, lo que significa tener esa capacidad de decisión pero con la única traba del derecho ajeno. Mi libertad llega hasta donde comienzan los derechos y la libertad ajena. Luego, libertad no es algo que no posea frenos ni límites. Toda libertad, para ser tal, es siempre limitada. No hay nada ilimitado. Pero, libertad también es

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responsabilidad, es decir, saber responder por todos nuestros actos ante nosotros mismos y los demás. Esto implica que cada uno de nuestros actos está bajo nuestra propia lupa y la ajena. Por lo tanto, ser responsable significa ser considerado prudente, equilibrado consigo y los demás. El equilibrio, a su vez, armoniza con el medio y sus cambios y permite actuar a la luz de la inteligencia y la afectividad y no por la impulsividad irracional. El equilibrio se alcanza a través de la disciplina (“instrucción de una persona, especialmente en lo moral” ). Todos nuestros actos deben ser regidos por la razón y no por el instinto irracional que lleve a nuestro propio daño o al daño de los demás. Amor y libertad están inspirados en el mismo principio: lo primero es no dañarse uno ni dañar a los demás. La libertad inauténtica es la que pretende imponer nuestra voluntad, deseo o acción, arrastrando con todos los derechos ajenos y sin ningún tipo de freno. Esto es lo que se conoce como libertinaje, una de las formas degradadas de la libertad. Naturalmente, el libertinaje significa ausencia total de responsabilidad (irresponsabilidad absoluta). Otros valores, como bienes deseables, son la ética, la cultura y la urbanidad. De la ética hemos adelantado algo pero recordamos que en general, ética y moral van de la mano y se refiere a las buenas costumbres, a los buenos usos, a los buenos modos. Particularmente en este último punto referido a “los buenos modos” queremos detenernos para referirnos a la urbanidad como todo lo referido a la cortesía, comedimiento, atención y buen modo. La urbanidad es un valor algo despreciado más que deseado, porque quizás de insistió sobre ella en forma compulsiva, en la familia y la escuela. En el afán de lograr esos buenos modales, se les ritualizó al extremo de imprimirle una rigidez sin sentido y convertirlos en un frío convencionalismo. Mas, no es tan así. La urbanidad es un valor que debe ser enseñado, en lo posible, desde la infancia en el seno de la familia y completar la educación en todos los actos de la vida social. Pero si no es enseñado, como un valor esencialmente aprendido, no puede adquirirse. El hombre con urbanidad es el hombre cortés, amable con los demás y también comedido o servicial, ambos atributos muy necesarios para manifestar nuestra caridad. Pero también urbanidad está referida a costumbres del buen vestir, en el sentido de un aspecto aliñado y aseado, en el buen comer en el sentido de evitar gestos o actitudes groseras o chocantes, en el buen hablar para no caer en la chabacanería, el desenfado y el lenguaje zafado. No es posible seguir permitiendo que el hombre de hoy sólo sepa expresarse intercalando un insulto o mala palabra en sus conversaciones, expresándose a gritos o voz destemplada y no cultive el arte de saber escuchar y hablar cuando le toque su turno u ocasión. Debe hacer un esfuerzo por entender qué es lo que los demás quieren decir y no contestar con cajas destempladas, desprecios o burlas. Cada punto de vista puede tener una razón y un valor. Aún en el supuesto de que alguien exponga algo que realmente es sin sentido ni razón, la urbanidad consiste en escuchar igualmente y no herir con la desatención o la mofa. Urbanidad implica, asimismo, reacción mesurada, aún ante lo que no nos guste. La mesura no significa tibieza que impida defender un criterio o principio, sino impedir reacciones fuera de contexto, exabruptos o violentas. Impedir un acto ofensivo, una palabra agraviante o defender una idea, no siempre presupone ataques iracundos o violentos, a menos que se deba actuar “en legítima defensa”. En el caso del hombre trabajador, el trabajo es el primer bien deseable, después de estos bienes primordiales a todo hombre, que terminamos de enunciar. El trabajo comparte todas las definiciones dadas de valor, pero hay que agregarle una tercera: “cualidad en virtud de la cual se da por poseerla cierta suma de dinero o equivalente”. Por lo tanto, además de un grado de utilidad para satisfacer necesidades y proporcionar bienestar, como cualidad del ánimo que permite acometer empresas, es también placentero y da deleite y la condición de ganar dinero nos lleva a la satisfacción de necesidades primarias, pero también abre la posibilidad de adquirir bienes y

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servicios y de obtener riqueza. Estas definiciones, además de completar las virtudes del trabajo, hacen comprender por qué es un auténtico bien. Por cierto, para ser aprehendido como un bien, el hombre debe tener la suficiente disposición de ánimo para gozar con el trabajo y no sufrir con él, puesto que si es visto como castigo o algo agobiante, nunca podrá ser tenido como un bien o un valor, sino como algo despreciable. El trabajo, además de la retribución que permite vivir bien o, por lo menos, con decoro, socialmente da seguridad, dignidad y estima social, dando a veces esta estima un cierto prestigio social. Un desocupado social vive su situación como una especie de estigma social, no sólo por la privación de una fuente de recursos, sino porque no es estimado socialmente. Cuando el hombre presenta algún tipo de conflicto pierde el deseo de trabajar y en este caso la desocupación es voluntaria y lo lleva (como la involuntaria), a un deterioro espiritual. Y un hombre espiritualmente mutilado no es receptivo de ningún tipo de trascendencia, se anonada y queda reducido, muchas veces, a una especie de piltrafa social. El trabajo es también un medio de instrumentar el mundo, y por esto es un valor cultural. Es cultura. El aprendizaje de un oficio o una profesión permite al hombre desarrollar sus capacidades esenciales y por esto tener proyectos existenciales cotidianos. Desarrollo de la vida afectiva Quizás el secreto de una cultura antiviolencia resida fundamentalmente en la educación del desarrollo de la vida afectiva. Sabemos que la bipolaridad amor-odio juega en la violencia, en la cual se impone más el odio que el amor. Por esto hay que enseñar a manejar los instintos negativos del odio dentro de términos naturales y cultivar más la tendencia a adquirir el instinto amoroso. El cristianismo introdujo una concepción del amor superior a cualquier otra antes conocida, pero no logró romper el cerco egoísta del hombre y la naturaleza de este amor más amplio ha sido apenas comprendida por muy pocos. Una cosa es que en principio se acepte la doctrina de amor cristiano y otra cosa es que se practique. Nadie discute la bondad del amor cristiano, pero son muy pocos los que llevan a cabo una conducta o vida amorosa en función del prójimo. El egoísmo es la falta de sentimiento de comunidad con los otros, porque sólo en la medida que hay un proyecto común, un mundo compartido de ideas, nos sentimos unidos a otros. Esto es así porque en la sociedad el mundo no es creación exclusiva de un único individuo, sino que es una conjugación de los mundos individuales que se edifica sobre la base de acuerdos consensuados. En esto interviene la voluntad y el consentimiento de que hablábamos como condición sin la cual no hay relación afectuosa o amorosa. En el amor debe haber participación plena, por esto afirmamos que el amor es totalizador, envolvente y no un mezquino punto de vista o una “participación a medias”. En el amor el hombre interviene como un todo con su mente, su afecto y su voluntad. Compromete todo su espíritu y su cuerpo, todo él está inmerso en la relación amorosa cualquiera sea su naturaleza. Así concebido el amor es plenitud. El hombre acaba o completa el desarrollo de su ser sólo cuando aprende a amar y comprende plenamente a su prójimo. Por este motivo, educar es enseñar a amar plenamente. No retacear ni condicionar las relaciones afectuosas, amorosas. El refrán de “amor con amor se paga” es un condicionante egoísta dado que “yo te amaré si tú me amas primero”. El amor cristiano es un “absurdo” dado que es todo lo contrario del amor condicionador puesto que se ama a quien nos odia. Nunca amar es exigir amor. Si hubiera una exigencia, sería la propia, lo que nos exigimos a nosotros mismos para poder dar amor pleno sin acondicionamientos de ninguna especie. El verdadero amor obvia la agresión y el conflicto. No significa que quien ame no va sentir una emoción violenta o agresiva. Se puede en un momento determinado sentir enojo, hostilidad, ira hacia la persona amada, pero el amor consiste en no dejarse llevar por el sentimiento

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hostil y agresivo, sino sublimar la violencia interior bajo la luz de la comprensión del ser amado. El otro no es un ser perfecto al que yo debo amar por su integridad. Es un ser falible, pleno de imperfecciones, es un “igual a mí” y así, comprendiéndome, comprendo al otro. No debo criticar la impureza del otro, sino ocuparme de limar mis defectos para poder ayudar al otro a limar los suyos. Y esto no es obra de violencia agresiva, sino de actitud afectiva. Por otro lado, la sublimación ayuda a controlar y evitar los bajos instintos (aquellos que causan daño o muerte y escapan a todo control) ¿Cuántas veces mi desprolijidad incita o despierta el enojo del otro?. Tantas veces como la imperfección ajena despierta mi ira. La agresión o conflicto va a surgir ante la intolerancia propia y ajena. Habrá hostilidad interior y exterior cuando yo no pueda comprender y sublimar mis propios defectos, pues tampoco podré comprender los de los otros. En este caso se cumple la parábola cristiana de “la paja del ojo ajeno” que no permite ver “la viga del ojo propio” y entonces me preocupo por criticar y tratar por medios violentos de sacar la “paja ajena” sin advertir, o no querer advertir, que mi “viga” es peor o mayor que esa “paja” del otro. La crítica de la inautenticidad ajena es propia del que “va un paso atrás” de otros, ya que es inherente al hombre inauténtico no tener sus defectos “a la vista” para conocerlos y erradicarlos, sino de “colocárselos detrás” como una especie de mochila o joroba. Sólo yendo detrás se puede advertir la joroba ajena. Cuando uno camina al lado del otro, se “emparejan” errores y vicios o defectos y yo no me detendré a observar sólo los defectos ajenos, sino que permitiré que el otro “junto a mí” me haga notar los propios. Así la relación amorosa permite escuchar lo que los otros puedan señalar de mí y esto no debe afectarme para rechazar la crítica ajena, sino que debe servirme como guía de corrección para suprimir “aquello que molesta al otro”. E igualmente, el otro escuchará de mí lo que veo en su joroba y si tiene la misma actitud de humildad para escuchar y proponerse la enmienda, nace la relación voluntariosa y consensuada del afecto mutuo. El amor exige la humildad. El soberbio no puede amar porque se ama a sí mismo con amor egoísta y narcisista. En el mundo y en la sociedad sólo existe él y los otros o son sus “enemigos” a los que debe liquidar o son “estorbos” en su camino o son “objetos” que se pueden manipular, a los que exige la subordinación. Los otros son simplemente instrumentos que están a su servicio, nunca “objetos de amor”. La soberbia es una venda que impide verse a sí mismo, conocerse y mucho menos ver a otros y comprenderlos. Es tanta la afición a sí mismo, que el soberbio es un ensimismado que no asoma al mundo del afecto, que no transciende su propio mundo y está cerrado a todo. Es un ser cerrado que no puede manifestarse y por lo tanto es otro modo de deshumanización. El humilde es, en cambio, un ser abierto que sale del ensimismamiento para comprenderse como ser falible, aceptarse como tal y en función de sí comprende a los otros, a los que acepta “como son” y quiere ayudar a superar sus dificultades de ser. Es un ser que asume su propia existencia y la de otros, sin exigir nada ni reparar en la falibilidad. No es un idealista, sino un realista que comprende al mundo, “tal cual es” y lo acepta no sufriéndolo, sino con el goce de “participar plenamente” en humanizarlo con amor y afecto, corrigiéndose primero a sí y luego, con su experiencia, tratar de corregir amorosamente a otros. No con la violencia, la represión ni la censura, sino con el ejemplo propio, la palabra oportuna, el afecto permanente y la comprensión absoluta. No manipula ni instrumenta a los otros en beneficio propio, sino más bien se entrega a los otros. El ser auténtico se expresa por un modo de ser afectivo. El ser inauténtico, contrariamente, se manifiesta con un modo de ser soberbio, egoísta, agresivo e instrumentador del otro en beneficio propio y perjuicio ajeno. Ergo, educar auténticamente es imbuir al otro de afecto, de humildad, de comprensión hacia sí y otros, de orientarlo hacia el desinterés por lo mezquino, a enseñarle con el ejemplo a tener autoestima y a manifestarla como amor al prójimo, el que siempre debe ser considerado como un “igual a mí”, al que debo tratar como me gustaría que me tratarán a mí o como yo intento tratarme.

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Es evidente que quien vive con amor y pleno sentido de la vida, lleva una existencia más sana y menos conflictiva que aquella persona que pasa por la vida sin tener afecto a sí y a otros y sin encontrar un sentido pleno a todo lo que vive. Esto es, el amor produce felicidad. Los científicos modernos han encontrado fenómenos vitales que establecen una relación entre la salud mental y física y se ocupan afanosamente de demostrar que los momentos felices a los que dedicamos varios minutos u horas del día, además de dar un contenido satisfactorio a la vida, preservan de enfermedades psicofísicas. Esto lo confirma un estudio de John Poppy, Steven Locke y Douglas Colligan quienes establecen la teoría de que “los placenteros estados de ánimo que generan los momentos felices, pueden ejercer en nuestra salud un efecto sutil, pero perceptible” . Estas investigaciones científicas recientes, ponen en evidencia que las actitudes positivas hacia la vida (con amor y sentido), acrecientan la salud y la longevidad, con una mejor calidad de vida.

El Estudio Tecumseh comprobó que las relaciones interpersonales afectivas positivas y satisfactorias contribuyen a la longevidad y a la buena salud. La actividad social de esta forma, llevada a cabo por lo menos una vez por semana, aumenta la longevidad en relación con quienes no llevan esa vida social. Pennbaker y Susman probaron que compartir nuestros sentimientos como sucede cuando confiamos a alguien nuestras penas, puede aportarnos beneficios psíquicos y físicos. Los pesimistas se vuelven pasivos o resignados ante la enfermedad, aceptándola de algún modo, por lo que esa enfermedad cronifica ante la falta de cuidado o preocupación positiva. Contrariamente los optimistas enfrentan y luchan con su enfermedad hasta someterla o curarla.

Según Sheldon Cohen “tener esperanzas puede mejorar la calidad de nuestra vida”. Es

probable que también la esperanza influya positivamente sobre el sistema inmunitario. Todos estos estudios y otras experiencias científicas y empíricas ponen de manifiesto que quienes tienen actitudes positivas, que implican:

1. relaciones interpersonales satisfactorias 2. compartir nuestros sentimientos 3. practicar el optimismo 4. establecer relaciones amorosas 5. tener esperanzas

tienen mejor calidad de vida, son más sanos, viven más y... ¡alcanzan la felicidad!. Concepto de integridad Frente al concepto de la “existencia efectiva del mal” uno de los tantos remedios a oponer, tanto para la prevención como para la corrección de una “mala conducta” (conducta enfilada a hacer el mal), es recuperar el “sentido de integridad”. La integridad o “cualidad de íntegro” está referida a lo “que no carece de ninguna de sus partes”, a la “persona recta, proba, intachable”. Teóricamente la integridad es la virtud más esencial del ser humano porque el hombre alcanza su condición plena de tal si no carece de ninguna de sus partes esenciales, las cuales son principalmente la inteligencia, la afectividad y la voluntad. Todo ocurre de forma tal que esta virtud de integridad es el conjunto de valores y principios que hacen al norte o guía o dirección, al sentido y a la profundidad de nuestra vida. Denis Waitley define a la integridad como “un valor interiorizado que nos permite juzgar nuestros actos. Aunque por desgracia hoy en día no abunda y cada vez escasea más, sigue siendo el fundamento de todos los aspectos de la vida social y una condición que debemos exigirnos siempre”. Los valores de la integridad y sus principios están basados en nuestra conciencia del bien y del mal, pero con la aclaración fundamental de que estos

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valores y principios no se forman con reglas o normas de conducta (las cuales nacen sólo para instrumentar una acción íntegra). La integridad se forja con el sentido de quienes somos, lo que implica que para ser íntegro es requisito previo conocernos y saber cuál es el sentido de nuestra vida. Nada dignifica más que el respeto a uno mismo. Se es honesto o no se es en absoluto: no hay medias tintas. La vida es como un campo de nieve recién caída: por dondequiera que uno camine se notarán las huellas. Ser íntegro significa regirse por principios morales que no dependen de la conveniencia ni de las circunstancias. La integridad es un valor interiorizado que nos permite juzgar nuestros actos. Aunque por desgracia hoy no abunda y cada vez escasea más, sigue siendo el fundamento de todos los aspectos de la vida social y una condición que debemos exigirnos siempre. Denis Waitley postula tres principios de integridad:

1. Manténgase firme en sus convicciones: cuando uno cree y/o comprueba que le asiste la verdad no debe callar su opinión y una vez emitida debe defenderla de todos los argumentos que intenten desmoronarla

2. Reconozca siempre los méritos de los demás: no tema a quienes pudieran tener mejor ideas que usted ni a quienes sean más inteligentes. El reconocer los méritos ajenos no desmerece los suyos, sino los ensalza. Por otro lado, reconocer lo que es de otro facilita que los otros reconozcan lo nuestro.

3. Sea honesto y franco en lo referente a su persona: la gente que carece de valores genuinos suele depender de factores externos, como el aspecto físico o el nivel social, para sentirse bien consigo misma. Hacen todo lo posible por mantener las apariencias, pero muy poco por desarrollar sus principios morales y crecer como personas. Por eso, es mejor ser auténtico. No trate de encubrir aspectos de su vida que le parezcan desagradables. Encare con realismo y madurez los retos que le presente la vida. Tener respeto a uno mismo y la conciencia limpia son componentes esenciales de la integridad, así como la base para mejorar nuestras relaciones con los demás.

Ser íntegro implica hacer lo que uno hace porque sabe que es lo correcto y no porque esté

de moda o con el afán de no herir susceptibilidades. Regirse por estos principios y no sucumbir a la incitación o tentación de una moralidad relajada será invariablemente el mejor camino en la vida para nosotros y los otros. Nos conducirá al siguiente milenio sin tener que volverse para mirar y enjuiciar las huellas que va dejando en su vida. 127 Otros principios de la integridad, según Stephen Covey, son:

1. rectitud 2. honradez 3. valentía 4. justicia 5. generosidad.

Para Covey, estos “valores internos” se forjan “cada vez que tomamos una decisión difícil” . La integridad es uno de los conceptos fundamentales menos evaluado en la actualidad de nuestra sociedad. Si alguien “desea triunfar en la vida” lo que menos incluye en el “menú” de su conducta es la integridad. Desde antaño (principios de siglo XX, postrimerías de la I Guerra Mundial), el éxito se basó en la ética de la personalidad, cuyos pilares principales eran: talento, empuje y personalidad. Luego, el new deal pedía que los mecanismos de las relaciones se basaran

127 Denis Waitley, Rev. PRIORITIES, Salt Lake City, Utah, EE.UU., enero de 1999

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en una política de amabilidad que dependía del atractivo personal, aptitudes y técnicas de relaciones personales, públicas e internacionales en las cuales “una sonrisa gana más amigos que un ceño fruncido” y, sobre todo, “fingir interés por los demás con tal de serles simpáticos”. Estos conceptos probablemente ayudaron a triunfar a muchos políticos, empresarios, artistas, atletas, etc., pero de ninguna manera garantizaban la honestidad y la conducta virtuosa auténtica. Funcionaban como si frente a los espinosos asuntos del bien y del mal, se optaba por una fiesta en paz en donde el conflicto se soslayaba con sólo simular que no existía. Hombres como Benjamín Franklin y Thomas Jefferson resaltaron que históricamente el triunfo es más firme y duradero y trasciende a la historia cuando (en lugar de aparentar ser), el polo de la preocupación debe pasar por actuar según se “es”. Esto marca la filosofía esencial de la ética de la integridad que es la verdadera convicción de que el éxito y la felicidad se alcanzan si se toma como “piedra angular de la vida” a la integridad en todas las acciones personales, tanto privadas como públicas. Esto significa que no se pueden tener “dos caras” a la vez, ni pregonar consejos de “moralina” cuando en realidad la conducta íntima es inmoral. Tampoco se puede simular que se es íntegro mientras, en realidad, nuestra intimidad no es recta, honrada, buena, justa y generosa. Luego, felicidad y realización personal son efectos directos de una auténtica integridad.

Por último diremos que la integridad se consigue “aprendiendo a ver nuestro interior” y

“trabajando de adentro hacia afuera”. Es decir, si no estamos íntimamente convencidos de ser íntegros, no tendremos una conducta íntegra. Por esto, antes de lograr un triunfo público es necesario triunfar privadamente sobre nosotros, logrando conocernos bien y usando la vocación firme de eludir el mal y hacer el bien. Debemos formularnos propósitos primero ante nosotros mismos y luego hacerlos trascender a “los demás” cumpliendo realmente los valores y principios que hemos invocado para ser íntegros. Como hemos preconizado en la educación, los cambios que debemos proponernos para ser íntegros no tienen que ser profundos y radicales “de entrada”. Basta con ir gradualmente, “día a día” introduciendo en nuestros actos cotidianos los principios de integridad. La gradualidad puede parecer poco trascendente o atractiva, pero es la única que nos garantiza el cambio cuando rige las “decisiones difíciles” que se toman diariamente. El primer paso es decidirnos íntimamente a ser íntegros y empezar a formar esa integridad cada vez que tomamos una decisión difícil principalmente en la que juega el concepto del bien y del mal. Luego la primera decisión difícil es querer el cambio, comprometerse al mismo y perseverar por lograrlo en todas las “acciones nuestras de cada día”. El cambio se consolida a medida que se vayan aclarando, estableciendo y cumpliendo los “propósitos difíciles”, aquellos que realmente nos obligan al esfuerzo. El comienzo sí será “un gran esfuerzo”, pero a medida que avanza el tiempo y más nos ejercitamos en cumplir cabalmente, todo termina siendo “más fácil” a través de la formación de hábitos íntegros. Dice Covey: “Y cuanto más tengamos costumbre de ser íntegros en las pequeñeces de la vida, más lo seremos en asuntos de mayor peso. Es así como los triunfos privados conducen a los públicos.”. En los actos cotidianos, por ejemplo, para obtener más libertad e idoneidad en el trabajo, previamente hay que tener más responsabilidad y cumplir cabalmente al mismo. De igual modo, en nuestra familia y en el matrimonio, para lograr la felicidad, primero debe haber una fuente inagotable de amor sincero y no fingido, generosidad para entregarnos más a nuestros padres, hermanos, esposos e hijos; seriedad absoluta para mantener nuestros compromisos o promesas; dispensar y obtener confianza total en nosotros y en los otros. La confianza es fundamental para la integridad y debe sembrarse y ganarse en todas las circunstancias y poco a poco, siendo leales con ausentes y presentes al ser mesurados en nuestros conceptos y criterios, en la formación de nuestra opinión de los demás, a fin de evitar ser críticos incorregibles de las acciones ajenas sin sopesar las nuestras. En esto, es básico aprender a reconocer nuestros errores, de admitirlos públicamente y de hacernos responsables plenamente y hasta las últimas consecuencias de ello. Saber darnos a nosotros y a los otros una “segunda oportunidad” para

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corregir nuestros actos errados. Siempre tiene que existir el esfuerzo permanente para que “todo salga bien”, sobre todo cuando el acto constituye la segunda oportunidad para corregir lo errado. La integridad debe “empezar en casa”, pues las mejores oportunidades que se nos ofrecen para forjar la integridad están en nuestra propia casa, en nuestra familia, pues en ella están los problemas críticos y las situaciones difíciles que constantemente “nos ponen a prueba” y en los cuales bordeamos con mayor probabilidad “la oportunidad de errar”. Para no cometer falencias debemos evitar el concepto que frecuentemente tenemos de que “podemos tratar de cualquier modo a nuestros seres queridos y que ellos seguirán queriéndonos”. Sabemos que todas las relaciones interpersonales, y más aún la creada por la convivencia familiar, tienen altibajos durante toda la vida. Pero esto no tiene que ser un falso motivo para permitir conductas erradas, y menos aún para justificarlas. Las relaciones interpersonales, especialmente en la familia, son el primer índice de nuestra integridad y el campo preciso para realizarla. Por lo tanto, el mayor esfuerzo está en la sinceridad de amar realmente a nuestra gente y de tratarla con integridad y de no evadir ninguna responsabilidad frente a ellos. No hay justificación para no ser íntegros con nosotros mismos, nuestra familia, nuestros amigos y con todos los prójimos, aun los más despreciables, porque nuestra integridad no nace en los que ellos son, sino en lo que somos nosotros. Desarrollo de la inteligencia instintiva Englobado en el concepto de inteligencia emocional está el concepto de inteligencia instintiva, que no se refiere a que existe un tipo especial de inteligencia o una forma de la inteligencia humana para regir la vida o esfera instintiva. Esta forma de considerar la aplicación de la inteligencia a las esferas del ser del hombre nace con Goleman,128 pero no pasa de ser eso: una mera aplicación de la inteligencia para el uso y control de la vida o esfera instintiva. Las bases para una inteligencia instintiva serán:

1. conocimiento de nuestros instintos 2. control de los mismos 3. ubicar el rol sexual 4. adquirir instinto de conservación 5. manejo de la agresión.

Del conocimiento de nuestros instintos ya nos hemos referido en el parágrafo anterior. Control de los instintos Del conocimiento previo de los tipos de instintos humanos, se puede hacer una deducción primaria: hay instintos controlables con la voluntad y la inteligencia, que son los aprendidos y los no imperativos ni vitales. Controlar un instinto significa ponerle frenos o sea, refrenar: “contener o reprimir la fuerza o la violencia de algo”. De no manejarse con inteligencia, los instintos pueden transformase en irrefrenables y así ser imperativos, cualquiera sea su categoría, llevando al libertinaje, al desborde, al desenfreno, al exceso de los instintos. El desenfreno transforma totalmente al hombre y lo deshumaniza, llevándolo a adoptar “modos de ser” inhumanos. Cuando un instinto se enseñorea, en total desenfreno, transforma al hombre en casi una bestia insociable, depravado, degenerado, asesino, corrupto y todo tipo de calificativo que marque claramente una conducta irracional, impropia del ser humano, de la inteligencia humana. Pero ahora debemos

128 autor de la INTELIGENCIA EMOCIONAL

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agregar que el cuerpo humano tiene mecanismos de control propios para esos instintos, aún los vitales. Así en el Sistema Nervioso Central (SNC) hay “centros” que regulan la sed, el hambre, la libido. Estos centros generalmente son de dos tipos: excitatorios e inhibitorios. De esta manera hay un centro para el hambre y un centro para la saciedad. Lo extraordinario es que el hombre, en un esfuerzo supremo, puede controlar con su voluntad y razón estos centros, que actúan por sustancias que viajan por las vías nerviosas (neurotransmisores) y que pueden ser comandados tanto en la excitación como en la inhibición desde la corteza cerebral, sede fisiológica de la inteligencia razonada. Por estos mecanismos, una persona puede producir una excitación anormal del hambre (gula) que lo lleva a comer irracionalmente hasta enfermar y morir por sobreingesta. También por estos mecanismos puede ir al extremo contrario: la inhibición y provocar ayunos prolongados que, incluso pueden llevarle a la caquexia (debilitamiento grave) y a la muerte por inanición. También estos mecanismos que se pueden manejar voluntariamente, cuando hay alteraciones psicológicas, pueden desatar involuntaria e irracionalmente compulsiones para comer (bulimia) o para ayunar (anorexia). Estos mecanismos que hemos ejemplificado para el hombre también son aplicables a los otros instintos. Por estas manifestaciones es que afirmamos que los instintos humanos no son tan absolutos como en el animal. De igual modo que en el hambre, el hombre manipula su sed o su instinto sexual a los que puede voluntariamente sobredimensionar o anular. Los mecanismos de control ejercen una acción de inhibición de instintos. Cuando estos controles no se desarrollan, se debilitan o se pierden, aparece la desinhibición de los instintos. La Etología (del griego ethos = costumbre y logos = tratado) es una ciencia que se ocupa del estudio del carácter y modos de comportamiento del hombre como así también es la parte de la Biología que estudia el comportamiento de los animales, mientras que la Ética, que también proviene del griego ethos, es una parte de la Filosofía que trata la Moral y las obligaciones del hombre. De ese modo la ethos del hombre puede ser enfocada desde un punto estrictamente biológico, en tanto o en cuanto se refiere al modo de desarrollo de la conducta en una determinada sociedad o a lo largo de la vida, con relación a sus hábitos de subsistencia material u orgánica en el medio ambiente físico que le toca vivir. O bien, esa ethos se puede ocupar, mediante el pensamiento trascendental, de que esas conductas o comportamientos se ajusten a lo que se entiende por recta razón, sobre todo en lo referido a las relaciones interpersonales (interacción del hombre con el hombre). Ajustarse a la recta razón no es otra cosa que los hombres sean racionales e inteligentes y no meramente instintivos, en el sentido de irracional e incontrolado. La Etología sólo describe el fenómeno de un comportamiento o conducta, es decir, como se desarrolla físicamente. La Ética tiende a conformarlo dentro de normas o reglas para ajustarlo a “lo que debe ser” en el sentido de lo bueno, lo excelente, la justicia y la responsabilidad. Al tocar el tema de la Ética hemos introducido una forma más del control inteligente de la conducta instintiva del hombre, pues el principio ético-moral del “no matarás” es un freno al impulso homicida o a la agresividad. De este modo el hombre regula o controla sus instintos tanto en forma fisiológica como en forma inteligente.

Para redondear el tema del control sexual, como parte de una educación para la autenticidad, nos queda la sublimación. En lo referente al placer sexual, hay que distinguir entre el placer genital que es el producido por los órganos genitales en sí y el otro tipo de placer que es el que produce una caricia u otros tipos de contactos no genitales y que hacen al simple gozo de estar con personas de otro sexo, que no depende de un sentimiento afectivo sino de la sensualidad. El homosexualismo es un capítulo aparte que ya lo analizamos. En cuanto al placer genital, es lícito bajo cualquier forma con el contexto de que debe cumplir ciertas normas:

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1. debe producir contento, satisfacción y alegría (sensación placentera), no padecimiento ni sufrimiento alguno, a ambos integrantes de la pareja y no a uno solo.

2. No debe producir daño a ninguna de las partes de la pareja 3. Debe contar con el pleno consentimiento de la pareja en sí y no sólo de una parte. 4. Su ejercicio no debe producir ninguna forma de escándalo público.

¿Porqué estas normas?. Porque es indudable que el hombre es libre de ejercer sus actos, pero recordemos que esta libertad no es ilimitada sino que está dada en el marco del respeto del derecho del otro y de la propia responsabilidad. El acto genital, como todo otro acto humano, además de cumplir todas las condiciones de un acto libre, debe llenar el requisito de no producir el escándalo, dado que su ejercicio fuera de la intimidad, sino tiene un consenso expreso del medio ambiente, puede despertar algún tipo de conflicto en quien no presta consenso a la libre expresión en público. Y todo acto que no respeta el derecho ajeno, deja de ser libre para convertirse en libertino. Lo libertino, como todo lo que cause daño, es inauténtico. Si bien en la escala animal está dado el fenómeno de realizar el acto genital libremente en muchas especies ( otras prefieren la intimidad), esto no es traspolable a la vida social del hombre. La sociedad condiciona muchos actos, que en la escala animal suelen desarrollarse sin ningún tipo de premisas. Vaya por ejemplo, la expulsión de excretas. Orinar, defecar o escupir son actos repudiables y antihigiénicos en el hombre, sino se realizan en el lugar adecuado. Quienes lo efectúan en público, sin ningún tipo de censura, generalmente son desinhibidos por la droga o alcohol o bien padecen alteraciones mentales de algún tipo. El hombre educado, auténtico, normal, respeta y acata la norma social y se adapta a ella, entendiendo que la misma no merma su libertad, sino que la amplía al permitir su adecuado ejercicio. Luego el control de sus instintos sexuales proviene de su conocimiento y aceptación de las normas sociales, pero también de la correcta interpretación de un acto auténtico, hominizado, ejercido con inteligencia, decoro y amor por sí y el prójimo. El acto sexual y/o genital correctamente desarrollado no es pasible de ningún tipo de censura social y si es moral o inmoral será juzgado por la opinión pública que presencia o conoce tal acto; si es bueno o pecaminoso, corresponderá su juzgamiento a Dios, pero la esencia de un acto auténtico es intachable cuando cumple todas las premisas inherentes a su bondad de acto auténtico.

En cuanto al control del placer la educación verdadera lleva al hombre a comprender que

está, en alguna medida, conformado para sufrir o gozar, pero también le habilita para conseguir y desear una existencia placentera. Vivir el placer, en un concepto bien entendido, no es una mera actitud pecaminosa o peyorativa, porque lo normal (lo que se impone como norma) es que tienda al placer y se huya de lo contrario: el displacer. Esto fue objeto de estudio de la Psicología, que estableció los principios que rigen estos términos. Pero en nuestro concepto, este placer no es un simple hedonismo, sensual o erótico, sino el estado de gozo o deleite por vivir. Es el amor a la vida y su transcurrir. Es estar perennemente exprimiendo lo mejor de todo lo que le toca vivir. Es, en otra forma de decir, buscar la calidad total de la vida. Ubicación del rol sexual Ya destacamos que en el tema de lo instintivo, lo sexual juega un papel preponderante en la conducta del hombre. Curiosamente, el Diccionario de la Real Academia Española cuando define el término sexo, en su primera acepción lo coloca como la “condición orgánica” que distingue al “macho” de la “hembra” en los animales y las plantas, pero no hace alusión al hombre, dándonos la impresión de eludir la aplicación genérica del término, al ser humano. En otra acepción, asigna al mismo término, el significado de “órganos sexuales”. Sólo cuando adjetiva a la palabra sexo con el

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agregado de fuerte y débil, hace alusión al hombre y la mujer, respectivamente. ¿Es deliberada la ambigüedad del diccionario? ¿O es que la Real Academia considera al sexo del hombre un tabú? Es difícil la tarea de definir la condición del sexo en una lengua que lo acepta de soslayo y sin mayor explicación. Esto obliga a quienes nos preocupó la vida sexual del hombre, a tratar de buscar definiciones concretas que diluciden la naturaleza del sexo humano. El fenómeno sexual humano comparte mucho con los animales. Si bien la Naturaleza define la condición sexual con dos órganos diferentes en su conformación y fisiología, pero complementarios al mismo fin, la conducta sexual dista mucho de esta simple definición natural. La conducta sexual del hombre es algo más que dos órganos que deben acoplarse para procrear. La experiencia muestra que alrededor del sexo orgánico, al que llamaremos por su nombre de gónadas u órganos genitales, se desarrollan conductas dispares. Lo natural y esencial sería que el hombre tuviese el papel de tal (rol masculino) y la mujer el del que le corresponde (rol femenino), sin que esto signifique la superioridad de un sexo sobre el otro, ni otro tipo de discriminación. La diferencia sexual está dada por la Naturaleza, no por el hombre, obviamente. Pero, ¿marca el sexo una diferencia esencial entre hombre y mujer?. De ninguna manera. Genéricamente hombre y mujer son seres humanos iguales y con idénticos atributos de esencia. La diferencia sólo está en la función y en los roles sexuales. A través de la historia y en todas las épocas algunas sociedades pretendieron la primacía social de un sexo sobre el otro. Así nacen comunidades patriarcales o matriarcales, según predomine el sexo masculino o femenino. Pero esta tendencia de predominio es artificial, creada por el hombre mismo, dando origen al “machismo” o al “feminismo” y a otras expresiones, pero todas con el mismo fin: un sexo busca estar por encima del otro. Esta “lucha sexual”, en alguna medida se da también en los animales y en algunos casos, la Naturaleza misma se encarga de fijar predominios, dando tamaños distintos a ejemplares de la misma especie o bien uno de los sexos sojuzga o devora al otro. La situación de enfrentamiento sexual observada en las diferentes escalas biológicas o la diferenciación de las conductas sexuales, es aceptable en los seres irracionales, dados que ellos deben regirse obligadamente por las leyes naturales que le han sido marcadas con gran precisión. Pero no ocurre de igual modo con el hombre, el cual ha sido privilegiado por la misma Naturaleza, concediéndole en primer lugar el privilegio de la razón, con la cual puede modificar el instinto en alguna manera, escapando a la fatalidad de un destino natural insoslayable. Incluso, las condiciones orgánicas gozan del privilegio de usar del ciclo sexual en suprema libertad, los 365 días del año, mientras que las plantas están sujetas a un ritmo estacional y los animales al estro o celo. Esta es la primera característica que diferencia al hombre del resto de los seres vivientes. De ahí en más, la conducta sexual humana se bifurca por otros caminos, siguiendo las modificaciones que el hombre, racional o irracionalmente, le marca. Sigue patrones erráticos que impiden ordenar un patrón único, una tendencia sistemática. A veces, incluso, con tendencias antinaturales e inhumanas a manera de verdaderas aberraciones sexuales. Es necesario conocer y evaluar estos fenómenos cuando se habla de la vida sexual del hombre, pues rechazarlos, ignorarlos o no tratarlos de frente es un error grave porque la exclusión torna incompleto todo estudio o consideración que no abarque todos los hechos fenomenológicos (fenomenología). Si bien el fenómeno sexual, como el hombre mismo, es único y no se le puede separar por partes, a los fines de su análisis, conocimiento y evaluación, es útil establecer aspectos o compartimientos para un mejor abordaje del tema. Con esta intención distinguiremos entre las costumbres genitales (uso de órganos genitales o genitalidad) y el desenvolvimiento social o papel o rol sexual del hombre y la mujer (sexualidad). Así, cuando hablemos de sexo intentamos englobar dos cosas aparentemente diferentes entre sí: el uso de los órganos y el comportamiento sexual. La genitalidad, cuando se aplica sobre el mismo individuo (onanismo) puede ser individual, pero cuando se comparte (coito)

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es una acción social o intersubjetiva. Otra cosa a distinguir es lo relativo al trastroque de los roles sexuales, uno de los cuáles, la homosexualidad, ya lo analizamos en el parágrafo anterior, pero es importante tener en cuenta cómo juegan los roles sexuales dentro del contexto social y las formas diferentes de darse los mismos. El conocer bien los distintos roles sexuales es una forma ya de comprender nuestra propia ubicación en el rol que asumiremos frente a nuestro sexo. La inteligencia humana debe ser aplicada a fondo en esta cuestión para no errar un estilo de vida o una ubicación sexual determinada, que de no ser elegida correctamente puede suponer más sufrimiento que satisfacción. Debemos aprender a conocer nuestros instintos y tendencias, no sólo para controlarlos sino también para ubicarlos acertadamente dentro nuestro y en la forma de exteriorizarlos socialmente. Estar confundido con nuestro rol sexual puede ser un fenómeno de identidad muy común en esta época actual en que la permisividad social admite cualquier manifestación o conducta social pública. Pero el hecho de que haya una tibia aceptación social, esto no hace que la tendencia a ciertas manifestaciones sea natural. Hay que saber discriminar qué es lo adquirido culturalmente, lo impulsado por instintos errados y la vocación real de nuestro ser. No es una tarea fácil.

Se requiere mucho conocimiento y entrenamiento, pero nuestra voluntad debe estar al servicio de la búsqueda de una forma de vivir que sea la auténtica para nosotros, a fin de no errar nuestro destino y no desperdiciar el don de nuestra vida en equívocos irrevocables o irreversibles. En estas cuestiones es mejor prevenir que curar. Las acciones impulsivas no controladas, aunque estén dentro de una “normalidad” aceptada, de ninguna manera significan que sean las que hay que seguir (“ir con la corriente”). Hay que meditar profundamente qué es lo verdadero y auténtico en nosotros, buscarlo con afán y recién, cuando todo nuestro ser nos dé la plena seguridad de que hemos hallado la senda pertinente, recién debemos tratar de vivir con plenitud. De otro modo, el castigo natural no se hará esperar y de un modo u otro, tendremos algún tipo de sanción (descontento, depresión, enfermedad, etc.) Con esto dejamos ubicado qué entenderemos por rol sexual, pues el primer intento de una inteligencia instintiva sexual es saber ubicar correctamente la esfera de uno y otro fenómeno, como parte de una comprensión necesaria para basar una educación sexual correcta. Adquisición de instintos de conservación El instinto de conservación de la especie y de la vida individual es dado por la Naturaleza a todos los seres vivientes. Pero algunos animales y el hombre, por diferentes motivos y circunstancias, suele modificar o anular este instinto. El hombre especialmente es uno de los seres vivos que con más frecuencia prostituye el instinto natural y tiende a la autodestrucción y a la destrucción de los demás, no sólo como una lucha territorial en procura de un “espacio vital” más amplio, sino, lo más común, con conductas totalmente irracionales que llevan fines homicidas sin ningún tipo de intención, ni frenos, ni represión. Simplemente desatan un impulso asesino o suicida y con él destruyen a otros o a sí. Este impulso tanático es constante a través de toda la historia del hombre y en todas las épocas se da con mayor o menor frecuencia. De ahí el imperativo de buscar formas, a través de una educación auténtica, para vitalizar el instinto natural de conservación o bien promover la adquisición del mismo, si éste no puede manifestarse espontáneamente o ha sido anulado por algún motivo o tendencia. Salvo que tengamos que admitir que el género humano irremediablemente está marcado para tener expresiones de una u otra naturaleza, es decir, que unos hombres están destinados a vivir y otros a matar o morir, la otra alternativa es tener la esperanza de que se puede recuperar una conducta desviada mediante la exaltación de la inteligencia y el sentimiento, a través de una educación auténtica.

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Manejo de la agresión Conexo con el tema que antecede, está el manejo de la agresión. La inteligencia instintiva es la que permite que el hombre pueda ejercer un dominio racional y emotivo de la agresión. De no existir esta posibilidad, debería considerarse como que todo está dado para que el hombre se deje llevar por la agresividad, sin ningún tipo de freno ni control, cosa a simple vista inaceptable porque va contra toda razón. El hecho de que existen circunstancias que tornan irrefrenable al instinto agresivo, de ninguna manera significa que este instinto no es dominable por la inteligencia, la razón y el sentimiento a través de la voluntad. Es claro que el hombre puede controlar la agresión. Lo que es difícil establecer es el cómo o modo que debe hacerlo. Del mismo modo que se hizo para la emoción, todo control comienza con el conocimiento. Lo primero es que el hombre tenga conciencia de que posee instinto de agresión que puede ser exacerbado por muchas situaciones. Luego, primariamente debe tomar nota de esas situaciones, catalogarlas y con ello inicia ya el control. El segundo paso es proponerse usar toda la razón y voluntad para evitar que una vez que se dé la coyuntura que despierta la agresión, tomar conciencia del estado de alteración por el impulso agresivo, para no dejarse llevar irrefrenablemente al acto agresivo y encarar por todos los medios, el control del impulso agresivo. El tercer paso para un control es evitar caer en situaciones que exaltan la agresión. Todos estos medios pueden y deben lograrse a través de la educación auténtica, en busca de una verdadera cultura de lo auténtico, entendiendo por esto a todo lo que se use con fines de encaminar el hombre hacia una vida en donde se manifieste de acuerdo a su verdadera naturaleza: afectivo, racional, equilibrado. La ruta del amor “No debe creerse que la amabilidad es rasgo hereditario; es una conducta aprendida” Katie Couric Sin vueltas, para combatir a la violencia, hay que aprender a amar. Los adolescentes suelen creer que enamorarse es una meta o finalidad, más que un sentimiento espontáneo. Se apasionan por primera vez de alguien que les corresponde (y aun de los que no les corresponde) y creen que ya “han llegado” o “alcanzado” la meta del amor. Esto en lo relativo al amor de pareja. En el concepto de amor al prójimo, hay todavía una gran nulidad y no se cultiva el sentimiento de “amar al prójimo”. La realidad indica que las cosas son todo lo contrario de esta creencia simple del “amor a primera vista”. Este “primer amor” no es el fin del camino sino el comienzo de un larguísimo y azaroso “aprendizaje sentimental”, una confusa peripecia emocional que se lleva encima por toda la vida, tanto para la pareja como para los amigos. Si bien el romanticismo es parte de la vida y de los sentimientos del hombre, porque nadie niega que existe, de ninguna manera es la base de la vida en común, tanto de una pareja enamorada, como con los parientes y amigos, porque en la vida cotidiana, la vida real y no la imaginada, sucede todo lo opuesto al final del cuento feliz: al comenzar a amar, se inicia la vida, es decir, acaba el cuento y comienza la realidad. Rosa Montero analiza esta situación129 y concluye que a partir de una primera etapa de enajenación sentimental como es el galanteo de los novios, al constituirse la pareja definitiva (ya sea por simple unión o por casamiento), cualquiera de los integrantes de esa pareja o ambos simultáneamente, pueden intentar un milagro cotidiano de amor heroico. Esto significa que se debe continuar con el encanto rosa iniciado en el noviazgo como “amor a primera vista” y “amor eterno”

129 en un artículo escrito para el diario CLARÍN de Buenos Aires (Argentina)

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con una felicidad y dicha permanente las 24 horas del día y los 365 días del año. El “amor heroico” se fundamenta en lo tangible, en el esfuerzo permanente para entender “al otro”, en el consenso de las cosas en que se disiente, en los enojos o broncas sufridos y superados, en la generosidad y el esfuerzo mutuos para tolerarse uno al otro y no crear ningún punto de fricción que rompa el encanto permanente del amor profesado. Digamos junto con Montero que “si la pasión estriba en inventarse al otro, el amor heroico consiste en conocer al otro y, pese a ello, amarlo”. Esto implica “amar a pesar de todo”, haciendo caso omiso de toda falla o defecto. Obliga al esfuerzo permanente de un sacrificio o renuncia de nuestra propia satisfacción en aras de la satisfacción de la pareja y de los prójimos y de la unión sincera de todos. Si este amor heroico es compartido por las dos personas de la pareja, (y que puede traspolarse al prójimo) evidentemente “en el amor heroico también hay emoción, también se roza el cielo”. Pero lo más común es, precisamente, lo contrario: o ninguno de los que aman se preocupa por mantener el encanto permanente, o uno carga con el esfuerzo de la tolerancia y cae en la permisividad dañina y humillante mientras el otro dilapida toda oportunidad de ejercer un amor compartido. Es fácil caer en la rutina y abandonar el amor heroico porque la concepción de una “vida rosa” en la cual, necesariamente, el amor tiene que ser el motor de todo, lleva a la falsa conclusión de la eternidad del sentimiento amoroso. La frase común que suele escucharse tras el reclamo de “si me amaras no harías tal cosa”, se escuda en el engendro de la idea de que el que ama está obligado a ser perfecto todo el tiempo. Esta idea está a contrapelo contra la falibilidad propia de la naturaleza humana y de su emoción cambiante. Los sentimientos y las emociones no son totalmente instintivos. Nacen de un instinto pero no se mantienen con él indefinidamente. Una vez que surgen pueden ser modulados por la voluntad y la inteligencia. Así, alguien puede encubrir una emoción y no manifestarla o bien exagerarla hasta cometer una acción incontrolable o escandalosa por el exceso de manifestación. Goleman escribe sobre una “inteligencia emocional”, en la cual todo hombre debe educarse para conseguir un adecuado manejo de su vida emocional. Quien no consigue educarse en el manejo de sus emociones, evidentemente no podrá controlar a las mismas y perderá todo equilibrio y estabilidad emocional. La convivencia cotidiana con una pareja, es un hecho arduo y lleno de dificultades puesto que nunca hay “un igual a mí” totalmente. Podrán existir puntos de coincidencia en muchas cosas, pero no hay la identificación total. Luego, las diferencias del otro pueden provocar serios conflictos en la vida de relación mutua. Es lógico que las opiniones y conductas dispares gatillen el conflicto. Por lo tanto el amor heroico no es una tarea fácil ni de resultados seguros. Sobre todo si no estamos capacitados para lograr la conducta efectiva que exige ese amor heroico. Lo más probable es encontrar que el mayor porcentaje de las personas que viven en pareja y en la sociedad no están preparadas totalmente para ello. Se carece de la madurez y la experiencia emocional. Peor aún: se carece de la educación emocional. Por eso, la ruta del amor exige la inteligencia emocional que se puede adquirir mediante la educación de los sentimientos y emociones, para conseguir que afloren todas las manifestaciones positivas y se aborten las negativas, adquirir la madurez y el poder de reflexión oportuna que evite caer en el exceso o defecto en la expresión emocional. Dentro de este buen comportamiento sentimental, debe perdurar la comprensión y la tolerancia. Sin ellas, todo amor es estéril. El terreno del amor mutuo debe cultivarse minuto a minuto, hora a hora, día a día. Es una labor permanente sobre sí mismo y sobre la convivencia con otro. Antes de exigir del otro debemos aprender a dar de nosotros. Esta es la actitud genuina del “buen amor”. Por eso finalizaremos con el pensamiento de Montero cuando afirma “Y que merece la pena intentarlo”.

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ÍNDICE I – EL SEGUNDO PECADO ORIGINAL Caín y Abel: el primer homicidio II – INSTALACIÓN DE LA CULTURA DE LA VIOLENCIA El origen y concepto de la violencia, Las culturas positivas y las negativas III – EL “COMIENZO” DE LA GUERRA La “tesis Mumford” El impulso de la violencia: motor de la guerra Los reguladores del impulso violento IV – LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA Las emociones destructivas Neuroanatomía de emociones positivas y negativas El instinto de la violencia Mente emocional y violencia Sentimiento de ira Etiopatogenia del impulso homicida Mecanismo fisiopatológico Definición y concepto del impulso homicida no psicopático Límite de tolerancia y control de instintos Control de instintos: la sublimación Interacción entre emociones e instintos: perversión y malignidad La maldad infantil Otras facetas de la maldad infantil Cuando los hijos tiranizan a los padres Ejercicio del poder Recursos del niño Maltrato y psicoterror Psicograma de los padres Carencia de autoestima Violencia infantil: fracaso de la adaptación social Génesis/Epigénesis Las secuelas (“cicatrices”) del maltrato infantil Violencia social pública ¿Qué son los bajos instintos? Características de los bajos instintos Los sociopatías Los bajos instintos sexuales Control de bajos instintos: la sublimación y la educación Personalidad de la violencia V – LOS “INSTRUMENTOS” DE LA VIOLENCIA Televisión y videojuegos Videosadismo Actitud conveniente de padres

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Tendencia a justificar lo inmoral ¿Qué puede significar la ironía? Ironía como envoltura socializada de la agresividad Lenguaje y violencia como crisis Las “malas palabras” VI – EPIDEMIOLOGÍA DE LA VIOLENCIA Los criterios epidemiológicos, Teoría del “bullyng” El medio violento El maltrato Los comentarios hirientes Los hechos epidemiológicos La violencia escolar La crisis de la educación Algunas opiniones para combatir la violencia escolar Violencia en la pareja Violencia sexual: acoso y violación La soberbia violenta del poder La violencia política Acoso laboral El acoso laboral como distrés laboral Modos o formas del acoso laboral Fases del acoso laboral Mobbing: ¿secuela de la globalización? El acoso sexual laboral Prácticas defensivas del acoso laboral Prevención del acoso Las ideas extremas: fanatismo y fundamentalismo El extremismo ideológico y el extremismo pragmático Fundamentalismo y fanatismo: dos expresiones del extremismo VII – HACIA UNA CULTURA ANTIVIOLENCIA (CONTRAVIOLEN CIA) ¿Hay solución para la violencia? Desarrollo de la inteligencia emocional Conciencia de uno mismo Equilibrio anímico Motivación positiva Control de impulsos Sociabilidad Manejo del estrés Manejo del fracaso o adversidad Adopción de una escala de valores Desarrollo de la vida afectiva Concepto de integridad Desarrollo de la inteligencia instintiva Control de instintos Ubicación del rol sexual Adquisición de instintos de conservación Manejo de la agresión La ruta del amor