leyendas de cantabria para contar 1

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LEYENDAS PARA NUESTROS COM PAÑEROS Contadasporlosalum nosde 6ºB Enero de 2012 Virginia Diez Velasco Enero de 2012

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LEYENDAS PARA NUESTROS COMPAÑEROS

Contadas por los alumnos de 6ºB Enero de 2012

Virginia Diez Velasco Enero de 2012

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Todos los compañeros de 6º estamos conociendo nuestra mitología y , al descubrir este mundo fantástico de nuestros antepasados, queremos acercaros a él. Es un mundo maravilloso que no puede perderse. Iremos por vuestras clases contándolas, a nuestra manera. Y para no perder nuestro esfuerzo individual y colectivo, las guardamos en las siguientes diapositivas.

Los de 6ºB nos ocuparemos de los ojáncanos, principalmente, pero también del hombre-pez, las sirenas, los duendes, el alicornio y la monuca.

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Todos los pueblos, desde la prehistoria, tenían que contar su vida a los descendientes para que aprendieran de su experiencia.

Una parte esencial era explicarles por qué ocurrían las cosas: la lluvia, las tormentas, los destrozos de la Naturaleza… Y las cosas buenas: el amor, la compasión, la ayuda en los casos de apuro…

Estos sucesos se producían porque unos seres especiales se encargaban de ellos

Esos seres son LOS MITOS.

Los mitos de Cantabria son muchos: el ojáncano, la anjana, los duendes, el musgoso, los ventolines, los núberos, los caballucos del diablo, el trastolillo…

Unos son buenos y otros no.

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Los ojáncanos son unos seres terroríficos por su aspecto y por sus actos.Son tan altos como una torre con un cuerpo cubierto de largo pelo.En su cara solo tienen un enorme ojo, una boca con varias filas de dientes, muchas verrugas amarillas y moradas y una barba que le llega a las rodillas.

Es capaz de derribar una casa de un manotazo. Nadie se atreva a enfrentarse a él. Pero tiene un punto débil: un pelo blanco escondido entre su barba; si alguien se lo arrancara, el monstruo moriría.

Vive en los montes de toda Cantabria y en todos los pueblos le temen porque solo hace cosas malas. Se alimenta de carne de los ganados, pero también de los humanos…

Se reproduce al morir: de su cuerpo podrido van saliendo gusanos que, pasado un tiempo, se convierten en ojáncanos adultos.

Virginia Diez Velasco Enero 2012

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PATRICIA VILLAR CLORET 6ªB

EL OJÁNCANO ENAMORADO

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En el valle de Cabuérniga había una pastorcilla que era muy guapa ;se hablaba de su belleza por toda la comarca, por eso se divertía tanto al verse fea reflejada en el agua de la fuente y un día, cuándo fue a levantar la cabeza ¡qué horror! estaba allí un ojáncano.

La pastora, paralizada por el miedo, echó a correr, pero él no la seguía. La madre le había contado que…

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los ojáncanos secuestran a las pastoras como ella para hacerlas cosas horribles en su cueva.

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Al siguiente día bajaba del monte llevando un montón de leña en la

cabeza, pero, de pronto, sintió que se elevaba la leña: era el ojáncano

levantandola. Al ver el ojáncano que la pastora tenía

miedo, le puso sobre la cabeza el haz y se fue corriendo; luego pensó que solo la quería quitar un poco de peso.

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Otro día la pastora fue al monte con sus ovejas a que pastaran y, como hacía frío, se

fue a hacer una hoguera para calentarse, pero no la conseguía encender; lo intento tres veces y, nada, no se encendía.Lo fue a intentar otra vez; levantó la cabeza y allí estaba él ojáncano. Ella, para que no pensará que le había visto, actuó con normalidad y se fue.

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Se quedó más tranquila y, el día que pasaba por el pueblo, la llamaban la novia del ojáncano.

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Una mañana el ojáncano estaba esperándola en la puerta de su casa, pero ya la gente fue saliendo, hasta que todo el pueblo quedó vacío y ella no había salido. Entonces la buscó, pero no la encontró y mandó a un cuervo a buscarla.

El cuervo vino, se posó sobre la nariz del ojáncano y le dijó que no la había encontrado. Le mató y destruyó la casa de la pastora y luego las siguientes, así hasta

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que destruyó todo el pueblo; solo quedaban unos hombres.

Una señora dijo al ojáncano que se la habían llevado sus padres, por si acaso la

hacía daño.La gente pensaba que ese fue el primer ojáncano malo y luego todos los demás

nacieron malos.

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LEYENDA CANTABRA PARA CONTAR A MIS COMPAÑEROS

EL OJANCANO Y EL DUENDE

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EL OJÁNCANO Y EL DUENDE En un pueblecito del monte Dobra, hay una fuente, de agua fría y clara, llena de flores y renacuajos.

Muchas muchachas y mujeres iban a la fuente a recoger agua y charlar con las otras. Un día una muchacha fue a buscar agua y cuándo se iba a ir a su casa oyó una música que empezó a sonar en su cesta; cada vez que daba un paso rápido la música se fue alegrando de menosa más. Debajo de la fuente Hay hay hay un tesoro Con mucha plata y oro

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Ella se fue corriendo a su casa, al oír esas palabras, para contárselo a su padre y decirle que era un duende. El padre no se lo creía, pero al final, la mandó que fuera a por unas palas para cavar en la tierra.

El padre no sabía si era cierto o mentira; así que se lo preguntó de nuevo y ella le dijo que no. Fueron noche por noche, pero desesperados no encontraban nada ;al fin un día llegaron hasta algo duro, empezaba a amanecer y lo tuvieron que tapar hasta la noche siguiente y poder dormir un día entero.

Los campesinos vieron los destrozos y pensaron que fue el Ojáncano que todo el mundo conocía.

Una mañana, el padre de la muchacha la mintió diciéndola que se iba a segar heno a un prado que tenían; pero en realidad lo que hizo fue subir a las peñas del monte Dobra para proponerle un trato al Ojáncano:

El trato fue el siguiente:“ Si levantas una piedra, te daré a mi hija como recompensa". El Ojáncano no se lo podía creer y aceptó.

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Cuándo llegaron a la fuente, la bestia empezó a cavar y al final llegó a la piedra. Tiró y tiró con sus enormes manazas; y lo consiguió y debajo encontraron un enorme baúl de hierro.

El Ojáncano que cumplió el trato preguntó al padre de la muchacha que dónde estaba. Él le respondió que la traería enseguida; el monstruo , aún no convencido, cogió un puñado de oro y plata para que el hombre cumpliera su promesa.

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Cuando llegó a su casa despertó a su hija y la dijo que fuera a la fuente de piedra, y que él enseguida iba porque tenía que coger unas cuerdas. Todo fue mentira: tenía que esconder el tesoro detrás de la casa y echarle hierba seca por encima.

Cuándo la muchacha estuvo a punto de llegar a la trampa de la bestia, un niño apareció llorando porque no encontraba a su cordero. Los dos se pusieron a buscarlo y, de repente, entre unos arbustos apareció ; el niño, que en realidad era un duende, se lo contó a la muchacha; el duende la dijo que se montara en el cordero, que unos segundos después se convirtió en caballo. Los dos subidos se fueron galopando y el Ojáncano dando pasos gigantescos por detrás, no consiguió alcanzarlos y juró que si algún día se encontraba con el padre, lo mataría por no cumplir el trato.

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La muchacha se asustó y el duende se transformó en un viejecito chiquitín y rechoncho que convirtió al caballo en lobo. Después de andar un buen rato llegarón a un roble hueco donde el duende decía que era tan profundo que llegaba al centro de la Tierra.El duende transformo de nuevo a la muchacha y a él en orugas para poder agarrarse al roble. Cuándo el Ojáncano llegó hasta el roble por su fino olfato, arrancó el árbol, lo lanzó y empezo a cavar en la tierra.

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El dunde y la muchacha volvieron donde estaban el Ojáncano y el padre; como ellos habían cavado mucho, el viejecito pudo echarles toda la tierra encima que había fuera para taparles y que no pudieran salir.El duende advirtió a la muchacha que, si estaba atenta, algún día encontraría el tesoro. Pasaron los meses, los años, pero ya se olvido de las palabras del duende y no lo encontró.Ahora el tesoro está enterrado en lo que un día fue una granja no lejos del monte Dobra.

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FIN…

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LA SIRENA Y EL OJÁNCANO

AHIXA RUIZ GARCÍA 6ºB ENERO 2012

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Todos los días cuando atardece, sale a la superficie del mar una sirena muy bella que se sienta en la orilla a peinarse mientras canta bellas canciones. Cada día elige un lugar diferente que este alejado de los humanos para que nadie la vea; ella es una sirena del Cantábrico y no tiene ideas malas como otras y ella no canta para que los pescadores se choquen con sus barcos en las rocas.

Una tarde eligió un acantilado en el que empezó a peinarse y a cantar sus canciones. En dicho acantilado había una gruta que llegaba hasta la cueva de un Ojáncano. El Ojáncano llegó a su casa después de saquear las aldeas cercanas, ya que era avaricioso y se moría por las riquezas.Cuando se echo a dormir, después de comer diez ovejas, escucho una leve voz que llegaba desde el fondo de la gruta mezclada con el sonido del mar. El Ojáncano no podía dormir ya que la voz de la sirena le atormentaba. Cuando consiguió dormirse tuvo muchas pesadillas. Al despertarse no sabía quién emitía esas melodías y no para de pensar quien podría ser. Al amanecer mandó a su amigo el cuervo para que descubriera quien era el culpable de que no durmiera apaciblemente

.

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Después de volar durante todo el día, al atardecer, el cuervo vio como una sirena de pelo largo nadaba hasta la orilla y se sentaba, cogía una raspa de un pez y frotándola entre sus manos la convertía en un peine de metal brillante con el que se peinaba mientras entonaba bellas canciones. El cuervo no pudo aguantarse su avaricia por las cosas brillantes que mientras la distraía con sus graznidos la robo el peine.El cuervo voló a contarle al Ojáncano lo que había pasado y a darle el peine dorado, este lo cogió entre sus manos y lo comparo con otras cosas que tenia en la gruta y al ponerlo a la luz de la luna llena se dio cuenta de que era de oro y que la sirena podía hacer el metal precioso.Aquella noche no pudo dormir pensando como capturar a la sirena y llegó a la conclusión que la mejor manera era construir un lago salado cerca de la cueva y secuestrar a la sirena y meterla allí y obligarla a trabajar para el convirtiendo en oro todo lo que se le antojase.

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Los días siguientes el Ojáncano estaba feliz mientras excavaba el hoyo que serviría de lago. Trabajo tanto que en una semana había terminado el lago, la siguiente semana la dedico a traer agua salada desde el mar y llenar el lago. Después puso tierra alrededor del lago para hacer una especie de volcán y que la sirena no tendría ningún peligro del exterior. Días después saqueo varias aldeas de donde cogía varias cabañas de madera que sumergió en el lago ayudándose de piedras para que la sirena eligiese una como su hogar.Reunió una bandada de cuervos para que vigilase toda la costa y que le avisara cuando la sirena apareciese en la superficie, el Ojáncano esperaba nervioso con un barril lleno de agua salada para trasladarla hasta el lago cuando le avisara los cuervos.Al rato, la sirena salió a la superficie y los cuervos fueron a avisar al Ojáncano, este comenzó a correr siguiendo a los cuervos hasta el lugar donde estaba la sirena y se precipito a cogerla sin tomar ninguna precaución, ya que se creía muy fuerte.

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La sirena noto el peligro y les recito un conjuro mirándole al ojo y señalándole con el dedo índice de la mano derecha y lo dejo inmóvil. Aquel ser tan hermoso que podía convertir objetos en oro había convertido al Ojáncano en una enorme roca sin perder el sentido. Año, tras año sus barbas se convertían en frondosos arboles y así la vegetación se apoderaba de su cuerpo y la mar labraba formas caprichosas mientras que su ojo observaba a la sirena peinarse cada atardecer mientras convertía objetos en oro.Hasta que el ojo del Ojáncano se apago, la sirena iba cada tarde allí creyendo que allí estaba a salvo de los humanos. Con el tiempo la figura del Ojáncano desapareció dejando el nombre a una peña y una salina de la evaporación del lago para la sirena dando trabajo y riqueza a los humanos. Las riquezas que el Ojáncano guardaba en su cueva jamás fueron encontradas.

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EL OJÁNCANO Y EL DUENDE

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Cerca del Monte Dobra, en un pueblecito, hay una fuente de agua clara y fría donde van lasmujeres a buscar agua con sus cántaros y a charlar.

Una mañana de mayo una

muchacha llegó para llenar su cántaro y cuando éste se llenó, la joven regresaba a casa. Notó como si hubiera un animal dentro del agua. Del susto hubiera soltado el cántaro, pero tenía más miedo a que la regañaran si se rompía.

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• La muchacha sabía que existían los duendes juguetones en las fuentes, pero no sabía que hablasen, así que se asustó. Después pensó que era una broma de un duende y vació el cántaro porque tenía miedo de comérselo y volverse tan loca como él.

• . Una voz salía del interior y cantaba: "Debajo de la fuente hay, hay, hay un tesoro con mucha plata y oro".

Al llegar a casa la regañaron por llegar tan

tarde y la muchacha contó a sus padres lo sucedido con el duende. Su madre no la creyó, pero su padre, que era muy ambicioso y muy pobre, esperó a que todos los habitantes estuvieran durmiendo para ir junto a su hija hasta la fuente, y, allí cavaron y cavaron pero no encontraron nada.

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Cuando ya estaban casi desfallecidos, tocaron en una losa enorme, sin embargo fue imposible moverla, por lo que decidieron ir a acostarse debido a que estaba amaneciendo. Antes de irse, cubrieron la losa con la tierra sacada.

Al día siguiente, los vecinos,

comentaron que un Ojáncano había destrozado la fuente y que unos vecinos la habían arreglado.

Al tercer día, padre e hija volvieron a

la fuente armados con picos, pero tampoco pudieron retirar la losa y acabaron agotados.

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• Así lo hicieron durante varias noches, hasta que en su

última salida el padre dijo que no quería saber nada más de la fuente y subió al Monte Dobra, unas peñas en las que vivía un Ojáncano. Este lugar se reconocía fácilmente ya que estaba destrozado.

• • Una vez allí, el padre gritó varias veces y, de un rincón

del monte, salió un vozarrón. El Ojáncano preguntó que qué quería y el labrador dijo que había ido a proponerle un trato: le ofreció a su hija a cambio de que levantara la losa de la fuente, lo que el Ojáncano aceptó.

• • Llegada la noche, ambos se encontraron en un puente

y tal y como acordaron, fueron hasta la fuente. Una vez allí, el Ojáncano levantó la losa y dejó al descubierto un cofre de hierro.

• • El labrador dijo que ése era su tesoro, lo abrió y sus

ojos brillaron por avaricia al ver monedas de oro y joyas.

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• En ese momento el Ojáncano le pidió a su hija y el

labrador se fue a su casa a buscarla e hizo que se levantara y dijo que le acompañara a la fuente a buscar el tesoro. A las pocos pasos al hombre se le desgarraba el corazón así que pidió a su hija que se adelantara.

• • La chica obedeció, pero antes de llegar a la fuente,

encontró un niño llorando porque había perdido un cordero. El Ojáncano los miraba y, cuando iba a atacar, el niño dijo a la joven que montara en su cordero y éste se transformó en un caballo muy especial al que no pudo alcanzar el Ojáncano.

• • El niño dijo a la joven que en realidad era un

duende viejecito con un cordero que se podía transformar en cualquier animal. La contó como vió a su padre ofrecerla a cambio del tesoro. Ella lo entendió y se puso a llorar.

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• • El duende se ofreció a cuidar de ella, ante el

temor de que el Ojáncano fuera a buscarla.• • Mientras tanto el Ojáncano volvió a la fuente

y allí encontró al padre que ya había vaciado el cofre y lo había enterrado en su corral. El Ojáncano le contó lo sucedido y ambos fueron en busca del duende y de la chica.

• • Caminaron mucho hasta encontrar la cueva

donde estaban pero, cuando estaban a punto de verlos, el duende transformó a la chica en oruga y a sí mismo también.

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• En ese momento el Ojáncano estaba furioso y empezó a cavar y cavar por las galerías de la cueva, tanto que acumuló montañas de tierra a su alrededor imposibles de escalar.

• • Cuando padre y Ojáncano se dieron

cuenta de que no podían salir del agujero, miraron hacia arriba y vieron al viejecito, el cual fue empujando con el pié los montones de arena hasta dejar a los dos hombres sepultados.

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• El viejecito acompañó a la joven a su casa y la dijo que si era buena, algún día ella encontraría un tesoro, pero ella con el tiempo olvidó lo que dijo el viejecito.

• • Por lo que dice la leyenda que

todavía hay un cofre enterrado en un corral cerca del Monte Dobra.

• Fin

Alex Sierra Fernández 6ºB

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EL OJÁNCANO ENAMORADO Jose Sierra Fernandez 6ºB

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Un día estaba una pastorcilla en un monte de Cabuérniga contemplando su cara en una fuente. Era tan guapa que se hablaba de ella en toda la comarca, pero a ella le divertía ver su imagen fea y distorsionada en el agua. De pronto, descubrió la imagen corpulenta de un Ojáncano que la miraba con su enorme ojo. La pastorcilla, aterrorizada, huyó gritando y corrió sendero abajo hasta que se quedó sin fuerzas y volvió la cabeza, pero se sorprendió al ver que el monstruo no la seguía, ya que muchas veces había oído contar a su madre que el Ojáncano raptaba jovencitas y las hacía cosas horribles en su cueva. A pesar del terror por lo que había visto, recordó lo que había sucedido y llegó a la conclusión de que el gigante tan monstruoso y repugnante no tenía una mirada fiera sino triste

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Otro día que la mocita fue al monte con sus ovejas, hizo una hoguera porque hacía frío, pero una ráfaga se lo apagaba y eso era extraño porque no hacía viento. Miró a su alrededor y descubrió la cabeza del Ojáncano escondido en los matorrales con la mirada triste: eran sus suspiros los que apagaban el fuego de la pastorcilla. Una vez más le produjo mucho miedo, así que salió corriendo y gritando como la primera vez. Se puso de espaldas a un castaño y se imaginaba que el monstruo le pudiera poner la mano encima, pero también se preguntaba ¿qué quería de ella? ¿por qué la miraba de una manera tan triste?

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Pasó el tiempo y, aunque tenía pesadillas horribles en las que el monstruo le atacaba, volvió a bajar al monte conduciendo sus ovejas, llevando un haz de leña en su cabeza y sintión que éste desaparecía. Miró a un lado y al otro y no vió nada, pero, al mirar hacia arriba, se la cortó la respiración al ver que el haz de leña lo tenía un Ojáncano. Esta vez sintió tanto miedo que se quedó paralizada y no pudo correr, ni gritar. Siguió andando mientras rezaba y se preguntaba ¿qué le haría el Ojáncano

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De esa manera llegó cerca del pueblo dónde el Ojáncano le devolvió el haz de leña y se marchó tranquilamente. La pastorcilla, aunque había pasado miedo, entendió que él solo pretendía ayudar. Poco a poco le fue quitando el miedo porque cada vez que ella bajaba al bosque, el monstruo la ayudaba a llevar su haz de leña

.

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Ninguna persona del pueblo comprendía que se acercara a ella y no le hiciera daño, así que llegaron a la conclusión de que el monstruo se había enamorado de la pastorcilla. Y era verdad que cuando la veía, se ponía rojo, se quedaba embelesado y daba muchos suspiros. Después ella le miraba y le sonreía con ternura. En el valle empezaron a llamarle la novia del Ojáncano, ya que pasaba con él desde por la mañana a la tarde y le tenía muchísimo cariño porque era bueno, amable, le ayudaba con sus ovejas si se perdían, le abría caminos y le ayudaba a resguardarse si llovía.

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Un día la buscó por el monte, los ríos, la llamó a gritos, mandó a un cuervo que fuera a buscarla, pero no aparecía. A la mañana siguiente siguió buscando y, como no la encontró, se enfadó tanto que empezó a destrozar todo lo que encontraba a su paso. Bajó al pueblo de la muchacha y, al ver que no estaba en su casa, gritó tanto que sonó como si fuera un trueno

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• Una viejecita le contó que sus padres

habían llevado a la pastorcilla lejos para que no le viera. El Ojáncano sentía que no podía respirar, que su pecho se agitaba y se puso tan furioso que derribó casas, iglesias, mató animales, aplastó hombres y mujeres hasta que no dejó en el valle nada en pié.

• • Hay gente que cree que éste fue el primer

Ojáncano malo y que después todos fueron como él.

• • • Jose Sierra Fernández, 6ºB.

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LA SIRENA Y LA OJÁNCANO

Beatriz Solana

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LA SIRENA Y EL OJÁNCANO Todos los atardeceres, cuando el sol empieza a esconderse, aparece una bella sirena que sale a la superficie del mar en la costa de Cantabria y se acerca a la orilla y peina su melena mientras canta bellas melodías.

Cada día está en un lugar distinto, siempre alejado, de manera que no interfiera en la vida de los humanos con su presencia, ya que las sirenas del Cantábrico no tienen las malas intenciones de atraer a los hombres con sus cantos.

Una tarde, en un acantilado rocoso, peinaba su melena quitando sus algas de ella mientras cantaba. En aquel lugar rocoso había una gruta que comunicaba con las montañas del interior y desembocaba en una cueva de un Ojáncano, conocido por su mal carácter y por su avaricia y le gustaba aprovecharse de los demás. Escondía sus riquezas en un lugar oculto de la cueva.

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Cuando se tumbó a descansar, después de una voraz comida de diez

ovejas, oyó al fondo de la cueva una voz que no percibía claramente por

el sonido de las olas.

Atento a los canticos de la sirena no

conciliaba el sueño, ya que le molestaba;

cuando por fin pudo encontrar el sueño, todo se volvieron pesadillas.

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Al despertar, se levantó de su sitio y encargó a su compañero, el cuervo, que sobrevolase la costa Cantábrica y descubriese el causante de sus pesadillas y que no volviera sin traer noticias.El cuervo descubrió que, al atardecer salía una sirena a la superficie del agua y peinaba sus cabellos con una espina de una merluza y que frotándola con sus manos hizo un peine de metal brillante mientras iniciaba una melodía.

El cuervo no se pudo resistir al objeto brillante por su instinto de robar; el animal se aprovechó de un momento relajado de la sirena para volar hacia ella y arrebatarla el peine. El cuervo volvió a la gruta donde vivía el Ojáncano para darle todo tipo de detalles sobre lo que vio, mostrándole lo que había robado.

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Él Ojáncano no salía de su asombro y miraba fijamente aquel objeto metálico, el peine.El Ojáncano observó, en un destello que producía la luna llena sobre el peine, que el peine era de oro y que la sirena tenía poderes para producir el metal. Aquella noche no pudo dormir pensando como capturar a la sirena y llegó a la conclusión que la mejor manera era construir un lago salado cerca de la cueva y secuestrar a la sirena y meterla allí y obligarla a trabajar para el convirtiendo en oro todo lo que se le antojase.

Los días siguientes el Ojáncano estaba feliz mientras excavaba el hoyo que serviría de lago. Trabajo tanto que en una semana había terminado el lago; la siguiente semana la dedico a traer agua salada desde el mar y llenar el lago. Después puso tierra alrededor del lago

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para hacer una especie de volcán y que la sirena no tuviera ningún peligro del exterior. Días después saqueo varias aldeas de donde cogía varias cabañas de madera que sumergió en el lago ayudándose de piedras para que la sirena eligiese una como su hogar.Reunió una bandada de cuervos para que vigilase toda la costa y que le avisara cuando la sirena apareciese en la superficie; el Ojáncano esperaba nervioso con un barril lleno de agua salada para trasladarla hasta el lago cuando le avisaran los cuervos.Al rato, la sirena salió a la superficie y los cuervos fueron a avisar al Ojáncano; este comenzó a correr siguiendo a los cuervos hasta el lugar donde estaba la sirena y se precipito a cogerla sin tomar ninguna precaución, ya que se creía muy fuerte.

Page 59: LEYENDAS DE CANTABRIA PARA CONTAR 1

La sirena noto el peligro y le recito un conjuro, mirándole al ojo y señalándole con el dedo índice de la mano derecha, y lo dejó inmóvil. Aquel ser tan hermoso que podía convertir objetos en oro había convertido al Ojáncano en una enorme roca, pero podía ver y sentí todo lo que pasaba.Año, tras año sus barbas se convertían en frondosos árboles y así la vegetación se apoderaba de su cuerpo y la mar labraba formas caprichosas mientras que su ojo observaba a la sirena peinarse cada atardecer, mientras convertía objetos en oro.Hasta que el ojo del Ojáncano se apagó, la sirena iba cada tarde allí, creyendo que allí estaba a salvo de los humanos. Con el tiempo la figura del

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Desapareció dejando el nombre a una peña. Las riquezas que el Ojáncano guardaba en su cueva, jamás fueron encontradas.

Beatriz Solana Moncalián 6ºB

La sirena noto el peligro y le recito un conjuro, mirándole al ojo y señalándole con el dedo índice de la mano derecha, y lo dejó inmóvil. Aquel ser tan hermoso que podía convertir objetos en oro, había convertido al Ojáncano en una enorme roca, pero podía ver y sentir todo lo que pasaba.Año tras año sus barbas se convertían en frondosos árboles y así la vegetación se apoderaba de su cuerpo y la mar labraba sobre él formas caprichosas, mientras que su ojo observaba a la sirena peinarse cada atardecer y convertir objetos en oro.

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EL HOMBRE PEZ

Gabriel Carcoba Fernández 6ºB

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Hace mucho tiempo en Liérganes vivía un chico llamado Francisco al que le encantaban el agua y los peces.Estaba obsesionado en saber cómo los peces pueden aguantar tanto tiempo debajo del aguay él, ni siquiera, puede aguantar un minuto.Le costaba mucho estar mucho tiempo debajo del agua sin respirar. Fabricó una caña larga y así se podía quedar debajo del agua muchísimo tiempo, respirando por ella.

Page 63: LEYENDAS DE CANTABRIA PARA CONTAR 1

Su madre lo mandó a casa de un tonelero para trabajar, pero le despidió porque Francisco robó dos toneles para meter pececillos.Su madre le echó una buena bronca: -¡Condenado muchacho!- le regañó su madre.-No vales para nada. ¡Ojalá te hubieras quedado en el agua con los peces!

Page 64: LEYENDAS DE CANTABRIA PARA CONTAR 1

Con el tiempo sus pulmones se acostumbraron y podía estar varios minutos debajo del agua sin la caña.Un día, mientras seguía concentrado a unos salmones, notó que el agua ya no era dulce, que el río se ensanchaba y que había peces que nunca había visto.Francisco estaba en la bahía de Santander.Al ver lo grande que era, se quedó muy sorprendido.Vio un barco de piedra, que dicen que llevó a Santander las cabezas de los patrones, san Celedonio y San Emeterio.Se quedó allí hasta la noche y se dio cuenta de que su madre le estaba esperando. Volvió a casa, y su madre le regañó porque creía que se había ahogado

Page 65: LEYENDAS DE CANTABRIA PARA CONTAR 1

Más tarde su madre se enteró de que en Bilbao había trabajo y mandó allí a Francisco.Enseguida se enteraron de que Francisco era muy buen nadador y la noche de San Juan él y unos compañeros de trabajo fueron a nadar. Todos nadaban muy rápido, pero Francisco era más rápido. Iba tan rápido que sus compañeros volvieron a la orilla y le dieron por muerto.

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Unos años después encontraron en la bahía de Cádiz un pez con cabeza de hombre y en el lado frontal del tronco tenía unas escamas y en los pies tenía membranas. Lo llevaron a Cádiz y después a un convento de frailes; el hombre pez consiguió pronunciar una palabra: Liérganes.

Page 67: LEYENDAS DE CANTABRIA PARA CONTAR 1

Un fraile le llevó y fue directo a casa de su madre.Su madre lo recibió gentilmente. Francisco vivió nueve años con su madre.Como era muy dócil, todos los vecinos le mandaban recados. Un día uno le mandó llevar una carta a Santander.

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Cuando casi llegó vio la bahía de Santander, tiró la carta al aire y fue corriendo al agua. Se lanzó al mar y no se le volvió a ver. Muchos científicos que eso es una mentira que no tiene nada que ver un desaparecido en la ría de Bilbao con un tonto aparecido en la bahía de Cádiz.Recientemente han encontrado un escrito del mismísimo hombre-pez. Decía que existían muchos otros hombres-pez u que un hombre-pez no puede salir del mar en el que se crió . Él salió del Cantábrico y Lantarón, el dios cántabro del mar, le devolvió a tierra.

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FIN

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LEYENDA

La sirena de ojos turquesa

Daniel Gómez Herrero 6º B.

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De las sirenas dicen que son malvadas porque atraen y enamoran con sus dulces cantos a los pescadores para que sus barcos choquen contra rocas que apenas se pueden ver. Todo es falso. Las sirenas son seres adorables.

Es cierto que se enfadan cuando ven que algún marino les canta o les silba, púes creen que es una burla; en este caso se juntan muchas de ellas y nadan dando vueltas alrededor del barco formando remolinos, para asustar a la tripulación, pero eso es todo.

No son mujeres-pez, sino mitad pez y mitad mujer, igual que los tritones que no son como ellas, sino que mitad pez, mitad hombre. En una ocasión un tritón contó lo que sigue de una sirena que, de alguna manera, explica su relación con los hombres.

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Vivía en una casita cerca de Castro Urdiales una mocita. Era guapísima y presumida; no hablaba con nadie y siempre llevaba la barbilla bien alta. Le encantaba saltar entre las rocas, de las que arrancaba las mejores almejas, erizos y percebes, que luego vendía en la plaza del pueblo. Su marido era un pescador que pasaba la mayor parte del tiempo en el mar. Estaba enamorado de su mujer y siempre que volvía, traía algún regalo para ella. Aunque la gente hablaba sobre la actitud de superioridad de la muchacha, los mas discretos creían que era por las diferencias culturales, pues se decía que la había traído de otras tierras y en general ella no estaba enamorada de él ni lo podía estar.

Aquella mujer era una sirena. Como es bien sabido, un pescador que consigue capturar una sirena, tiene el derecho a casarse con ella. Para conseguir que pueda convertirse en su mujer, necesita besarla enseguida, convirtiéndosele entonces la cola en dos piernas. Además, la sirena debe darle su espejo para que él lo esconda sin que ella pueda encontrarlo, porque, si ella se mira en él, termina el hechizo: vuelve a transformarse en sirena y regresa al mar.

El de nuestra historia lo hizo todo bien para merecerla. Un amanecer en que navegaba con otros dos barcos, sintieron el aire fresco de la aurora. Enseguida se dieron cuenta de que estaban delante de un fenómeno: el canto de las sirenas. En efecto, allí estaban un grupo de ellas entre dos olas. -¡Cuidado! gritó - el pescador – no las escuchéis o estáis perdidos. Las sirenas no cantan para atraer el peligro a los marineros, no; cantan para deleitar y atraer a sus queridos tritones. En realidad son los marineros quienes por disfrutar, dejan aparte el timón y el gobierno del barco. En esta ocasión lo que hicieron fue perderse. El, no conformándose con oírlas, cogió las redes y hasta que no tuvo una en su poder, no paró. Consiguió a una mujer rubia con los ojos del color turquesa. La beso y, al punto, se trasformó ella en mujer entera.Le entregó su espejo y volvieron a tierra, donde desde entonces fue su esposa.Para estar seguro de que nunca la perdería, metió el espejo en una bolsita de cuero y la guardó en una rendija de su barco, al que ella nunca subía.

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Un buen día, cuando volvía de trabajar, se levantó un violento temporal y las olas enfurecidas zarandeaban el barquito. Serena y tranquila, su mujer esperaba en la orilla, como muchas otras que, impacientes y llorosas, no tuvieron la suerte de ver regresar a sus hombres. Lo llevó a casa, le preparó un caldo caliente, le curó los desgarrones y se acostó a su lado para darle calor. A la mañana siguiente lo dejó dormido y se fue a su tarea habitual.

Al arrancar un erizo rojo como el hierro, descubrió algo increíble encajado entre las rocas.Lo cogió y vio que era una bolsa de cuero, toda rozada que parecía contener monedas. La abrió y vio que no eran monedas, sino trozos de nácar. Los puso juntos en la mano y , de pronto, vio que reflejaban su cara. Al reconocer su antigua cara en lo que quedaba de su espejo, sintió que se le apretaban las piernas y poco después se transformaban en cola. El rostro se le iluminó de felicidad, fue al agua rápido y preguntó a unos espumeros dónde estaban sus excompañeras.

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Un buen día, cuando volvía de trabajar, se levantó un violento temporal y las olas enfurecidas zarandeaban el barquito. Serena y tranquila, su mujer esperaba en la orilla, como muchas otras que, impacientes y llorosas, no tuvieron la suerte de ver regresar a sus hombres. Lo llevó a casa, le preparó un caldo caliente, le curó los desgarrones y se acostó a su lado para darle calor. A la mañana siguiente lo dejó dormido y se fue a su tarea habitual.

Al arrancar un erizo rojo como el hierro, descubrió algo increíble encajado entre las rocas.Lo cogió y vio que era una bolsa de cuero, toda rozada que parecía contener monedas. La abrió y vio que no eran monedas, sino trozos de nácar. Los puso juntos en la mano y , de pronto, vio que reflejaban su cara. Al reconocer su antigua cara en lo que quedaba de su espejo, sintió que se le apretaban las piernas y poco después se transformaban en cola. El rostro se le iluminó de felicidad, fue al agua rápido y preguntó a unos espumeros dónde estaban sus excompañeras.

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Dicen que el pescador, desesperado, se tiró de lo alto de un acantilado, maldiciendo a Lantarón, el dios del mar, y a las sirenas. Desde entonces se comentó entre las gentes que no conocían el verdadero origen de aquella joven, la peregrina leyenda de que se trataba de una hija de una vecina del pueblo que se transformó en sirena porque su madre le había echado una maldición por pasar los días enteros en la orilla del mar.

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La fuente de piedra

Lleir Martínez Diez 6ºB

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Úrsula y Rodrigo se amaban desde hace mucho tiempo. Sus familias veían bien su amor y querían que se casasen cuando fuesen mayores; ellos aceptaron. El paso de los años hacía su amor cada vez más fuerte.

En aquella época los montañeses se sentaban junto al fuego para hablar de rumores y, en aquella noche, había dos: la boda de Úrsula y Rodrigo y la llegada del Ojáncano a las montes más cercanos.

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Úrsula, un día fue a pasear por un huerto de su casa; observando el paisaje que la rodeaba, llegó al pie del monte en el que acababan sus terrenos y se sentó en un tronco caído donde se veía con su amado. De pronto le cayó una avalancha de rocas que sepultó y mató. La avalancha la provocó el Ojáncano.

Cuando su amor se enteró, fue corriendo hasta allá para intentar salvarla, apartando las

rocas y llenándose las manos de sangre de Úrsula, su amada. Éste juró vengar su muerte.

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Reclutó a un grupillo de soldados y se dirigió a matar al Ojáncano. En su búsqueda Rodrigo se volvió loco; los soldados decidieron abandonarlo, pero él, pese a todo, junto con su espada, su caballo, su escudo y su lanza siguió persiguiendo al gigante.

Pasaron más de 30 años; Rodrigo no volvía, y de la cruz de Úrsula nació un hilillo de agua que pronto, creció y se convirtió en un gran río.

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Un peregrino de enfermedad incurable, fue testigo del nacimiento del río y de él bebió; paró a descansar y, cuando se despertó, su enfermedad había desaparecido.

La noticia voló y todos los enfermos fueron a beber, descansar y ser curados. La cruz se convirtió en un centro de peregrinación.

Los frailes, aprovechando las piedras que sepultaban a Úrsula, construyeron una iglesia.,

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Rodrigo, al fin, regresó arrastrando la cabeza

imponente del monstruo para ponerla junto a la tumba de su amada.

Al lado de la iglesia grabaron en una piedra:

“Quien muere amando y muere casto, muere

mártir”.

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EL DUENDE ZAHORÍ

Lorena Echevarría Hoya 6ºB

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Todos los duendes que habitan en las montañas y pueblos de Cantabria no son bromistas como el Trenti. Este ocupa el primer lugar y un enanito que no tiene nombre conocido y a quien la gente llama Trastolillo. Entre los que se dedican exclusivamente a hacer el bien y que la gente llama a veces “ enano que todo lo encuentra”, “ buscador milagroso de las cosas perdidas” o “ duende de los extravíos”. Aquí lo llamaremos Zahorí.

El duende Zahorí es pequeño, moreno, de cara redonda, nariz larga y afilada, ojos negros grandes y pelo rubio. Su voz es ronca, como si estuviera siempre enfadado, cosa que raramente ocurre, pues le gusta la broma y tiene una risa larga, burlona y estrepitosa.

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No tiene vivienda fija y siempre lleva encima una tira de cuero de sapo, con la que se defiende, y un catalejo. También tiene un hermano gemelo, mucho más tranquilo y que no lleva tira de cuero ni catalejo, también busca las cosas perdidas, pero es menos conocido.

En Cantabria, antiguamente, cuando alguien perdía algo, lo primero que hacía era repetir varias veces esta invocación:

Duende, duende, duendecito

una cosa yo perdí;

duende, duende, duendecito

compadécete de mí.

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Si la persona que lo invoca es buena, el duende Zahorí llega a toda velocidad envuelto en una nubecilla de polvo y escucha atentamente la descripción del objeto perdido. Luego se lleva el catalejo al ojo derecho; busca a un lado y a otro, lo retira del ojo, hace una señal al perdedor para que lo siga y, sin decir palabra, pues nunca habla, echa a andar con su paso vivo y decidido. Cuando llega al lugar donde se halla el objeto perdido, se lo señala a su dueño, que lo toma gozoso y le da las gracias.

Pero el duende Zahorí no va directamente hacia dicho lugar, sino que da muchos rodeos, pues quiere asegurarse de que la persona que solicita su ayuda tiene verdadera fé en él. Si ve que empieza a impacientarse y a dar muestras de incredulidad sobre sus poderes, desaparece súbitamente como había llegado y la deja con dos palmos de narices.

Luego, ya solo, sigue buscando, encuentra el objeto y se lo regala a algún necesitado.

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Cuando el camino hacia lo perdido es largo y el que pide ayuda es un anciano o un niño que se cansan, se los carga a hombros, pues a pesar de su reducida talla tiene unas fuerzas prodigiosas y los lleva hasta el objeto extraviado.

Había en Vioño, cerca de Renedo, un señor muy bromista y algo tonto, que se apostó con unos amigos que conseguiría reírse a costa del duende Zahorí, haciéndole buscar una oveja que no había perdido. Le llamó de la forma exigida:

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Duende, duende, duendecito,

una cosa yo perdí;

duende, duende, duendecito,

compadécete de mí.

Apareció el duende, y le dijo con cara triste que había perdido una oveja. El duende Zahorí miró por su catalejo, le hizo la seña acostumbrada de que le

siguiera y se encaminó al monte.

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El hombre le seguía, riéndose por dentro y anticipando lo que se iba a reír con sus amigos cuando les contara el suceso.

Cuando llegaron a lo alto de la colina, el duende Zahorí le dijo que le esperara allí, pues creía que la oveja se había perdido entre unos tupidos espinos que se veían en el hondo de un barranco, y desapareció.

El bromista se sentó y sonrió como un estúpido, esperando el regreso del duende. Pero pasaron las horas, cayó la tarde, y el duende no aparecía; así que se volvió al pueblo y fué a reunirse con sus amigos, que, en cuanto le vieron llegar, le dijeron:

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- Has perdido, ¿eh?- le dicen.- ¡Ja, ja, ja!- respondió él.- ¿Y la oveja?- le preguntan.- ¡Ja, ja, ja! El tonto del duende todavía anda buscándola por el monte, ¡ja, ja, ja! - les contó.

Y sus amigos rieron con él.

- Mañana me la traerá, el muy inocente -dijo- os invito a una copa.Bebieron todos un rato y luego el hombre volvió a su casa. Al llegar, se encontró con el ovejero del pueblo que volvía del monte y dejaba en cada casa las ovejas de cada vecino.

Nuestro hombre fue a meter las suyas en el corral y notó que le faltaban cuatro. Sus risas se transformaron en penas. Alcanzó al pastor que le dijo que no había notado nada, y poco después volvieron los dos al monte en busca de las cuatro ovejas.

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Hicieron apresuradamente el recorrido que el pastor había hecho durante el día, sin encontrar rastro de la cuatro ovejas, sin oír balido alguno. Cuando ya la oscuridad de la noche no les dejaba distinguir las sombras, se volvieron a casa cansados. El hombre no durmió en toda la noche, preocupado por la pérdida, pero sin imaginar siquiera que aquel extravío tuviera algo que ver con su bromita de por la mañana.

Al día siguiente, en cuanto se hubo levantado, volvió a llamar al duende Zahorí; esta vez en serio y poniendo toda el alma en cada sílaba:

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A la mañana siguiente volvió al monte. Imploró al duende Zahorí que, por favor, se le apareciera y le ayudara a encontrarlas; pero una y otra vez, del duende sólo se oían las carcajadas, cada vez, más molestas. Aquella tarde, al bajar del monte, lo que cayó del cielo a sus pies fueron cuatro mechones de lana, por supuesto procedentes de sus ovejas. Así pasó varios días yendo al monte y sufrir la pérdida de sus cuatro ovejas y a torturarse llamando al duende Zahorí que seguía riéndose de él sin cesar.

Finalmente, arrepentido de su imprudencia, un día le llamó, añadiendo que lo que le había contado la primera vez de una oveja perdida fue para reírse de él con sus amigos y que le pedía perdón por ello.

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En aquel mismo instante cesaron las carcajadas y, de entre unos espinos cercanos, salieron tres ovejas a las que les faltaban algunos mechones y se lanzaron enfurecidas hacia el hombre, al que embistieron violentamente como si fueran carneros. El dueño trataba de defenderse con la vara que llevaba en la mano, pero las ovejas le golpeaban sin parar en las piernas. Cuando vio que no podía evitar aquel ataque ni el dolor que le producía, echó a correr y las ovejas siguieron tras él, golpeándole con la frente camino abajo.

Finalmente tropezó, cayó de cara y vio las estrellas. Entonces volvió a oírse la risa del duende Zahorí y las ovejas cesaron sus embestidas y permanecieron quietas. El duende apareció y,contrariamente a su costumbre, habló:

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- ¡Qué! ¿Te ha gustado la broma? - preguntó,- ¡Ay, ay! - respondió el hombre, magullado por todas partes.- ¿A que nos hemos reído mucho?- volvió a preguntar el duende Zahorí.- ¡Ay, ay, ay !- acertaba apenas a decir el bromista, levantándose y tocándose las doloridas costillas.

- Así aprenderás a no burlarte de mí -dijo el duende. Y añadió: como habías perdido cuatro ovejas y confiesas que es mentira que hubieras perdido otra, en total sólo has perdido tres. Aquí las tienes. Mientras las buscaba he encontrado una cuarta que, como no te pertenece, se la regalaré a alguien que la necesite más que tú.

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