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LO VIVO Y L O MUERTO EN LA IDEA LIBERAL LIBERALISMO E HISTORÍSMO CONDUCTA E HISTORIA.—El tema del presente es- tudio es uno de esos temas vivos que estimulan fá- cilmente el ardor polémico. Hay que tratarlo con rigor exento de estriden- cias, como corresponde a la ocasión y al propósito, sin que ello signifique que la imparcial precisión del análisis —-especialmente requerido por la situación actual del mundo— conduzxa a adoptar actitud in- diferente ante las cuestiones que el tema suscita. Re- conocemos la fuerza conductora de las ideas preci- samente en la medida en que nos resistimos a admi- tir su inocuidad y a mantener nuestra vida apartada de su influencia. Lo cual es muy distinto de encasti- llarse en el prejuicio o de contemplar con un solo ojo la múltiple realidad irisada. La comprensión de las instituciones y de las ideas es inseparable de la consideración histórica concreta

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L O V I V O Y L O M U E R T OE N L A I D E A L I B E R A L

LIBERALISMO E HISTORÍSMO

CONDUCTA E HISTORIA.—El tema del presente es-tudio es uno de esos temas vivos que estimulan fá-cilmente el ardor polémico.

Hay que tratarlo con rigor exento de estriden-cias, como corresponde a la ocasión y al propósito,sin que ello signifique que la imparcial precisión delanálisis —-especialmente requerido por la situaciónactual del mundo— conduzxa a adoptar actitud in-diferente ante las cuestiones que el tema suscita. Re-conocemos la fuerza conductora de las ideas preci-samente en la medida en que nos resistimos a admi-tir su inocuidad y a mantener nuestra vida apartadade su influencia. Lo cual es muy distinto de encasti-llarse en el prejuicio o de contemplar con un solo ojola múltiple realidad irisada.

La comprensión de las instituciones y de las ideases inseparable de la consideración histórica concreta

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CARLOS RTJIZ DEL CASTILLO

Las aspiraciones que parecen más abstractas, los idea-les más genéricos se enquistan en las necesidades deltiempo histórico, o sea del tiempo que no es puracronología o escenario de la acción humana, sino di-mensión vital del hombre mismo. Las conexionesreales del elemento humano son las que constituyenla'Vida social en el sentido que expresa Freyer: como-vida conformada ( i ) .

Esto lo ha destacado bien el historismo contempo-ráneo. Mas sólo la consideración de que el hombre,,aun cuando se da en la Historia y con la Historia, esun "ne varietur" arraigado en el Orden moral, permi-te encontrar un sentido profundo a la vida y da consis-tencia al impulso de superación de las situaciones his-tóricas dadas, es decir, causa el movimiento de la His-toria. Por encima de todo relativismo, la consideraciónmoral es susceptible de señalar direcciones concordan-tes al progreso, salva la consistencia de los móviles yde las inspiraciones y custodia un depósito de valorespermanentes y de buenas disposiciones humanas.

E L SISTEMA Y LAS IDEAS.—La propia dinámica delas ideas en conexión con la constancia esencial de lasaspiraciones humanas, hace compatibles la fugacidad.de los sistemas y la pervivencia de ciertos impulsos otendencias que los integran. En torno de una idea pre-ponderante, que forma el eje de un sistema, se acoplanelementos subordinados, viven principios de energíaen sí mismos autónomos, pero que se dosifican en lacombinación de fuerzas, se. adhieren masas que giran

(i) Introducción a ¡a Sociología, trad. de González Vicén. Madrid;194.". Vid. también nuestro estudio Carácter y misión de la política o;-la aciuaí situación de crisis, en "Estudios Jurídicos", núm. 2.0, 1942.

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

en la órbita de influencia de la idea directriz misma,/a reflejan y la realizan. Está entonces formado el sis-tema vital —pensamiento, aspiraciones y actividades—de la época. Pero el sistema no escapa a la ley de ca-ducidad; lo que era jugoso y proyectivo se torna secoy cristalizado, pierde su capacidad de adaptación, por-que no sincroniza con la renovada vitalidad de las ne-cesidades y de los fines. Pierde, en suma, su principie-de suficiencia o su razón histórica.

Los creyentes en la idea pueden esperar, sin em-bargo, posibilidades de renacimiento. No en el senti-de de una identidad de circunstancias, sino en el de queuna renovación de los temas vitales no suponga con-tradicción entre la Historia, que es irreversible, y laconstancia de tendencias fundamentales. No hay re-torno puro y simple, sino repristinización; no se vuel-ve nunca a poner el pie en la misma senda o a bañar-se en las mismas aguas, pero cabe ser fiel a la fijezade los rumbos al través de múltiples senderos o mos-trar fidelidad semejante a la de la corriente con elcauce cuando forma con él la unidad fluyente del río.La Historia puede catalogar épocas porque hay unpensamiento predominante en el acontecer, y las épo-cas se diferencian de la-anárquica sucesión de los he-chos porque glosan constantes motivos humanos. Lapersistencia de estos motivos no entraña nunca un con-cepto de reincidencia histórica, pues lo que se salva enlos constantes trámites es lo que posee valor de ejem-plaridad y puede informar otras situaciones.

Es así como hay que entender los Renacimientosy como es asequible encontrar sentido permanente alas Edades de la Historia. Como una posible índolehumana ha considerado Landsberg la Edad Media.

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CAULOS RUIZ DEL CASTILLO

Hay, en efecto, un modo de ser medieval como hayun modo de ser del Renacimiento o de la Modernidad,y esto permite establecer paralelos históricos. Por lo de-más, la inspiración actual de la Edad Media, por ejem-plo, no podrá consistir en una restauración, sino enuna Nueva Edad Media, en el sentido dve- Berdiaeff.

Y así también logran validez histórica designacio-nes geográficas en cuanto éstas implican localizaciónde las acciones humanas dotadas de coherencia tem-poral: Grecia y Roma; Oriente y Occidente; Europay África... Es, en suma, la concepción de la Historiacomo "herencia constitutiva", en expresión del P. Itu-rrioz, la cual influye las direcciones del ser, y, "en suvitalidad inmanente, pasa quedándose" (2).

Sin duda en esta concepción es necesario rechazar,no el progreso, sino su expresión ingenua: la del pro-gresismo. Para tal expresión, el progreso opera comotina acumulación mecánica, en sentido unilinear de di-rección exterior, y —en frase que Spengler aplica a unadeterminada comprensión de la Historia—, añadien-do época tras época, a manera de una tenia. La concep-ción sistemática de lo que es "época" elimina esta vi-sión y se acomoda mejor a la representación gráficadel progreso en figura de espiral, como en los "corsi"y los "ricorsi" de Vico. La asimilación de elementosimplicada en todo proceso histórico no deja subsisten-tes los motivos abstractos, sino que los transforma enla elaboración y los somete a múltiples combinaciones.El sistema es ese acoplamiento que nos da productostransformados. La desintegración del sistema permi-tirá que recobren autonomía los elementos componen-

te) El hombre., base de recoristnicción, en "Revista Internacionalde Sociología", números n-12.

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LO VIVO Y LO MUERTO ES LA IDEA LIBERAL

tes, pero ellos mismos no serán en lo sucesivo lo quefueron al integrarse en el sistema. La vida conjuntalos habrá disciplinado, atrofiando unos órganos e im-pulsando el desarrollo de otros. Prestos siempre a sus-citar combinaciones, a entrar en juego con otros ele-mentos, a atraerlos o a dejarse atraer, el acoplamien-to que conduce a un nuevo sistema permite reviviscen-cias que no cabe confundir con la repetición, imagende la identidad. Así, sólo así, llega hasta nosotros eleco del pasado y aquí radica el valor, a la vez ejem-plar y relativo, de la experiencia, de una experienciaque ha de ser concebida como la Historia misma: amanera de sugestión y no como rígido precepto. Su-poner otra cosa implicaría el concepto de que la con-ducta se mecaniza en la determinación, de que los ac-tos son homogéneos en los hombres y en las genera-ciones, de que no hay, por el contrario, en la vida deunos y otras un hálito nuevo, un ejercicio de la liber-tad creadora.

. Desde lejos nos alumbran ideas que no cabe con-siderar extinguidas cuando ha pasado la vigencia delsistema total que han suscitado. Desgajadas del orbehistórico en que brillaron nos llega su fulgor desde in-conmensurable distancia, como la de esos astros queno brillan ya en la órbita sideral a que pertenecieronpero que siguen enviándonos el mensaje de su luz.

Precisamente la descomposición del sistema es loque facilita el análisis de su sedimento. Este légamohistórico constituye el estrato sobre el que han de asen-tarse las nuevas capas y en el que han de hundir lasraíces nuevas influencias. En la Historia, al contra-rio de lo que suele ocurrir en la Naturaleza, no estáreservada a los sembradores la alegría de levantar la

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CARLOS SUIZ BEL CASTILLO

cosecha. Son otras generaciones las que aplican losprincipios que han heredado, pero que aceptan a be-neficio de inventario. Las instituciones sufren una de-formación en esta interferencia histórica —en frase deWilheltn Ropke—, no están absolutamente prefigura-das en ios principios que las establecen: tienen la os-cilación de lo vivo y la permeabilidad de lo poroso. Sontambién a modo de filones cuya extracción puede seracometida en una u otra dirección. Con metáfora delpropio Rópke, ''las grandes olas de la Historia nos al-canzan cuando el paquebot, que las ha suscitado hadesaparecido en el horizonte y ha pasado ya otro na-vio» (3). .,

A la luz de esta propedéutica, bosquejada aquí conlos trazos indispensabies para ahondar en el tema deeste estudio, se comprenderá mejor lo que en la idealiberal haya de aportación perenne y lo que caducacomo ganga del tiempo. No vacilamos en decirlo contérminos de discriminación moral: lo que es recto ylo que es desviación. Lo que puede vivir porque es esen-cial y lo que muere o ha muerto ya por ser contingente.Lo que aiin puede ser una tarea y lo que debe consti-tuir ya un remordimiento.

LIBERALISMO COMO SISTEMA: LO LÓGICO Y LO VI-TAL.—El liberalismo nació con la aspiración de tradu-cir tendencias humanas permanentes. Era la Razónmisma ordenando de un vez para todas la conviven-cia humana. Representaba una de esas "sistematiza-ciones del género humano" a que propende toda vi-sión abstracta de la vida. Tal era la doctrina.

(3) "La crise de notre temps"; adaptación francesa de Falsi y Rei-chard; -pág. 76. Ed. de La Baconniére, Neuchatel.

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LO VIVO Y LO MUERTO EX LA IDEA LIBERA!,

. Mas, fieles a cuanto acaba de ser expuesto en la•consideración preliminar de este ensayo, hemos desituar al liberalismo en la época en que se produce.No adviene casualmente —nada es casual en la His-toria—, sino que tiene su raíz en el tiempo. Por esopuede caracterizar las vigencias de una época, ya queinevitablemente se traduce en un sistema de institucio-nes y sirve de apoyo y expresión, no obstante sus pre-tensiones abstractas, a un orden concreto.

Aunque el mundo liberal operó con conceptos des-tilados en los alambiques de la Razón pura —Indivi-duo sin raíces históricas ni dimensiones temporales;Libertad, sin contenido concreto ni empalmes ontoló-gicos; Legalidad, como mera expresión formal desli-gada de las exigencias de una Justicia trascendente—,fue la estructura de una Sociedad que consideró váli-dos esos pensamientos, elevándolos a la categoría decredo y nutriendo con una fe una actividad y un idealde vida concreta. Es así cómo se mostró capaz de•producir un Orden social y un tipo humano. No hacefalta la ulterior aclaración que me propongo, para pre-sentir que este Orden social y este tipo humano fue-ron el Orden y el hombre burgueses.

En este momento conviene referirse al eje en tornodel cual se forja el sistema. La vigencia de este siste-ma señala la edad de oro del liberalismo: la de su apo-geo lógico-vital.

En primer término, el sistema liberal que rápida-mente se forma por una artictilación de principios lan-zados en direcciones coherentes, adviene en determi-nada altitud del curso histórico. Cabe juzgar »sus pre-misas y su formación, y no basta considerar sus re-bultados. El pensamiento de los filósofos confluye, en

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CARLOS RUIZ DEL CASTILLO

esa.altitud del tiempo, con la razón histórica; el Dere-cho natural, ya secularizado desde las grandes elabo-raciones doctrinales del siglo xvn, se alia al poder delos recuerdos. Combate las formas políticas preceden-tes, pero —por ser hecho histórico— no se explica sinocon el antecedente de las mismas instituciones contralas que se yergue. Por una parte, los antecedentes sondoctrinales —la Ilustración, la Enciclopedia—, por otraparte aparecen fases políticas que no configurarían lasuperficie del tiempo si no estuvieran presentidas eis.etapas precedentes. Ni el Estado liberal se concibe sinel Estado absoluto, ni la libertad popular sin el Des-potismo ilustrado, ni el club revolucionario sin el ante-cedente de los salones y de las tertulias literario-polí-ticas. Cambia la .dirección de la corriente y se alterasu caudal, pero no se interrumpe el curso, ni deja éstede nutrirse con varias aportaciones.

Como se trata de sistemas vivos, cabe que sufranmutación los fines de las instituciones. Sobre todo, hayaigo que mana siempre en el espíritu humano cuando'se pone en contacto con los hechos: la interpretación.,puerta por la cual la vida que cambia se introduce en.la fortaleza, erizada de lógica, de los principios abs-tractos. Entregadas a la interpretación, las ideas queson soporte de instituciones despliegan todas sus vir-tualidades, y, recíprocamente, se conectan con la ne-cesidad y, al tomar contacto con ella, la transforman.

La interpretación es el fluido incesante de las su-gestiones. Si descompone los sistemas con el espíritucrítico que segrega, utiliza a fondo algunas de su?.partes. Mediante la interpretación, surge de las entra-ñas del sistema, por vía biológica, lo que aisladamenteconsiderado podría parecer que brotaba de principios-

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA JDEA LIBERAL

antípodas. Hay un desarrollo dialéctico que funde loscontrarios cuando se obstinan en desparejarse. Sóloen el tiempo, en el desarrollo mismo, se resuelve estaoposición originaria. Si se prefieren términos menosfilosóficos, diremos que el tiempo capta en los sistemasel reflejo más apropiado a la necesidad actual.

II

LIBERALISMO, DEMOCRACIA Y SOCIALISMO

LIBERALISMO, ORDEN SOCIAL CONCRETO.—Veamosla obra de la interpretación. Sintonizó el liberalismo,en sus orígenes, dos órdenes de vida humana: el espi-ritual y el económico. Propugnó, para uno y para otro,un principio negativo: el de no intervención. Exenciónde trabas para el pensamiento y para la contratación.Alianzas individuales en perpetua fluencia, frente atoda organización corporativa. El libre juego indivi-dual reflejará constantemente la armonía preestable-cida en el universo. Las partes del sistema se armoni-zan así: individualismo religioso •—ruina del Ordeneclesiástico y libre interpretación de la Escritura, conla Reforma—; individualismo filosófico —el pensamien-to antes que el ser, antes que la vida, desde Descarteshasta Kant—; individualismo político —mediante la,transformación del hombre como pensamiento en hom-bre como voluntad, con Rousseau—•; individualismoeconómico —libre contratación como vehículo de unavoluntad que buscando su interés sirve a las leyes delmercado—.

El ambiente en que han de convivir las libertades

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CARLOS RU1Z BF.I, CASTILLO

•determina la extremada valoración de la seguridad.Ei fin del Estad© se identifica, en el pensamiento delos escritores liberales, con la "industria de seguridad".La seguridad constituye, con la libertad, la propiedady la resistencia a la opresión, derecho humano naturale imprescriptible, cuya conservación es el fin de la aso-ciación política, según la gran Carta de 1789. La defini-ción de la libertad corno seguridad es de Montesquieu,y se ha hecho clásica.

Pero no se trata sólo de la seguridad como am-biente propicio al libre juego y como reducto en quese amparan las libertades. Además de la seguridad queconstituye el Orden de policía, está la seguridad jurí-dica, vinculada a la generalidad y a la vigencia de laley. En razón de la seguridad, interesa primordialmen-te al liberalismo el procedimiento de formación de lasleyes, las garantías .de promulgación y de publicación,cuanto constituye el acervo del jus certuni. Los crite-rios de seguridad jurídica son criterios formales, yde ellos dimana la importancia de las cláusulas dero-gatorias de la legislación, la irretroactividad de la leypenal, la jerarquía de las fuentes, la subordinación deljuez a la ley y el acantonamiento de los Tribunales enla órbita del caso contencioso. La seguridad finalmente•está forjada en ios textos constitucionales mediante lasDeclaraciones solemnes de Derechos y la división dePoderes y de órganos.

Semejante aparato de seguridad no cumpliría, sinembargo, todos sus fines si a las precauciones que adop-ta no se uniera esta máxima cautela: la inhibición delPoder público en la vida social. Esto se logra medianteel proceso de neutralización que va desde lo religiosohasta lo económico. Pero esta inhibición —v así alu-

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LO VIVO Y LO MUERTO EN I.A IDEA LIBERAL

dimos ai liberalismo como Orden concreto que engarzaen consideraciones anteriormente hechas— favorecíasituaciones dadas: representaba la garantía de intere-ses predominantes, alumbrados por la misma Revolu-ción liberal.

Sobre la base de esta alianza de ideas políticas yeconómicas se da una doble tensión, que merece ser•examinada: la tensión de liberalismo y democracia,por una parte; la tensión de libertad y socialismo, porotra. Doble tensión en la que se ha formado la situa-ción histórica presente.

Pueden ser enjuiciadas también ambas tensionescon un doble criterio: según se considere que la De-mocracia y el Socialismo son desarrollo o son antíte-sis del liberalismo. En los dos sentidos cabe conside-rar una evolución que conviene no apartar nunca delcontacto con la vida para captar el verdadero sentido.

LIBERTAD Y DEMOCRACIA.—Parece contradictoriala enunciación del artículo i." de la "Declaración, dederechos del hombre y del ciudadano", de 1789: "Loshombres nacen y permanecen libres e iguales en dere-chos." Libertad e igualdad no son conceptos gemelos.La libertad es el principio del liberalismo: la igual-dad, el del socialismo. La primera es una facultad in-dividual, la segunda es una limitación del individuoporque lo considera subordinado a la colectividad. Lalibertad es el disparo de la energía personal, la condi-ción de la iniciativa, el triunfo o el fracaso inherentesal derecho de forjar la propia vida, asumiendo el éxitoy el riesgo; la igualdad es, por el contrario, la limita-ción de esa energía, a la vez que aspira a ser la tutela

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CARLOS KUIZ DEL CASTILLO

ejercida sobre el individuo en nombre de nn criteriosuperior y común.

Mas existe la libertad civil, que comporta exenciónde trabas a la actividad individual; existe, además, lalibertad política, que supone —como todc lo que es po-lítico— un nexo de voluntades y una operación colec-tiva. La Democracia, que empieza por ser política yacaba por ser social, es, en lo político, la forma departicipación de los individuos en el proceso del Poderpúblico o, si se prefiere, el modo de incorporación alas operaciones de este Poder. Ya tenemos la libertadque de concepto negativo se torna, por obra política, enconcepto positivo, esto es, en Democracia.

Y siendo Ja .Democracia la libertad del individuotrasladada al estadio político, resulta difícil la conci-liación del derecho del individuo, como principio ab-soluto e irrenunciable, con el criterio de mayoría, únicoque ha de prevalecer en las operaciones colectivas. De-recho del individuo y soberanía del Estado son, sinembargo, en el Derecho político liberal, dos hermanossiameses. Para que estas nociones se mantengan jun-tas y no rompan la unidad social exagerando el dere-cho del individuo (anarquía) o el del Poder (despotis-mo) han de tener ambas una tarea común. Aquí, comoen tantos sectores del Derecho, hay que afirmar el va-lor de los principios morales, porque éstos constitu-yen el indispensable cimiento o la imprescindible hipó-tesis o juicio ¡previo. Véase cómo.

Para que la libertad sea orientadora de la Demo-cracia y para que ésta encuentre un límite a la expan-sión de su propio principio —el de mayoría—, es ne-cesario aceptar ciertos stipuestos de vida común o deorden social. Como la Democracia, por identificarse

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

con la totalidad, no puede tener límites externos, sulimitación es puramente interna. La grandeza del Or-den mora! radica en esto: en que prevalece sobre lafuerza, mientras que el Orden jurídico requiere la fuer-za para ser realizado. Sólo la creencia en un Ordenmoral objetivo establece la sustancial diferencia entrela Democracia antigua y la de los pueblos modernos.El poder de las Asambleas populares de Grecia (quedaal margen la cuestión de que a esas Asambleas concu-rrían sólo los hombres libres) era absoluto: podían de-cretar la confiscación o el infanticidio. El poder de losComicios, inmensamente más nutridos, de la Democra-cia moderna, encuentra una limitación en el respeto alas minorías. No basta que se las admita a plática,porque su intervención en la obra legislativa sería com-patible con el prevalecimiento incondicionado de unavoluntad mayoritaria totalmente opuesta, la cual po-dría incluso anular para el porvenir toda discrepancia.Así ha acontecido en algunos experimentos modernosde Estado totalitario, surgido de la entraña democrá-tica del sufragio y del plebiscito. Podría, incluso, acen-tuando la hipótesis, existir unanimidad en un momentopara negar este criterio de la participación de mino-rías. Pues tampoco la unanimidad está autorizada paradestruir el supuesto del sistema. Junto a la actuacióncrítica de la minoría, que será vencida en la votación,el liberalismo sostiene la necesidad de su colaboraciónpositiva, para lo cual la mayoría no puede acentuarexcesivamente la discrepancia, sino que ha de mante-ner, como condición de vida del régimen, la observan-cia del ritmo zn la realización de principios sustancia-les comunes.

Parecerá ahora inconcuso que el derecho de la mi-

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CARLOS KUIZ DEL CASTÍI.7O

noria —derecho que constituye también, el acervo y elinterés de la mayoría— es inseparable de la creenciaen la validez de un Orden social que no subsiste por lacoincidencia de voluntades, sino que es la condiciónpara que las voluntades coincidan. A la minoríale está vedado el uso de la única fuerza que podríaestar a su alcance: la material. Como a la mayoría leestá vedado el abuso de la ftierza que la determina: ladel número. La Democracia excede así los límites deun principio formal y se configura con un contenido de-terminado. Su contenido, en el mundo moderno, ha sidoliberal, con la pareja naturalidad con que la sangre esel contenido del cuerpo animal.

Y es corolario de lo dicho que el Orden concretoamparado por la estructura democrática no sólo reco-nozca una Constitución subyacente, no escrita —laConstitución social o Constitución interna—, sino quela misma Constitución escrita o externa no pueda sermodificada por simples mayorías.

La Democracia burguesa, cuita y propietaria, teníaque ser una Democracia restringida. Los primerosavances del sufragio están cuidadosamente pautadospor el censo de riqueza, y así es cómo la Democracianaciente es una Democracia cualificada, expresión einstrumento del Orden burgués, con su peculiar con-cepción de la Economía y de la Política.

Pero aunque los supuestos concretos de la Demo-cracia liberal eran soporte de una vida real —la ele laexistencia burguesa'—•, tenían el valor de una vigenciaformal que permitía intentar la expansión que la adap-tara al cambio ele la situación social.

Si la cultura y la contribución eran los motivos delelectorado, la base del sufragio se ensancharía inevita-

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA UEEE/.T.

lilemente con la activación de nrovas capas sociales quelograban acceso a la instrucción, proclamada funcióndel Estado en la escuela pública obligatoria, y a losbeneficios de la propiedad mediante la equiparación delos derechos del trabajo y la tutela que el Derecho pú-blico iba extendiendo sobre ellos.

Tal dilatación de la Democracia suponía una va-riación de los fines de la vida social. La crisis liberalcomienza con la escisión entre los propósitos de la clasedirigente y las aspiraciones de las nuevas masas elec-torales. El mantenimiento de la neutralidad del Estadoen los conflictos económico-sociales no sirve ya a losfines ,de la seguridad; va haciéndose penoso para llegara ser insostenible. Las relaciones de la propiedad no-están ya fijadas en los cuadros del Estado que guardócelosamente el orden de la contratación. La nueva De-mocracia no es ya tampoco democracia conservadoray restringida, sino democracia revolucionaria de ma-sas. Su irrupción no puede ser asimilada por los me-canismos políticos, y su impaciencia entonces se torna,en impulso violento al margen del Estado, sobre el Es-tado, más allá del Estado, contra el Estado...

Además, el orden de la Economía es el más ligadoa los intereses vitales. De transformación más difícil,y por eso más lenta, que el político, sus apremios sonmás clamorosos, y son más tangibles sus relaciones ysus fines. El principio de la libertad de pensamiento,que sirvió en sus comienzos a las necesidades de la dis-cusión académica y al contraste ele ideas de minoríascultas, al descender a la multitud (por'lo demás, si-guiendo su natural impulso), encrespa Is. oposición

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CARLOS RÜTZ MÍL CASTILLO

cuando ésta no se manifiesta ya en el plano ideológico,sino en el de los intereses y en el de la acción (4).

Los supuestos políticos de la Democracia de masasse han dado con la extensión del sufragio, el cual ganazonas a la vez que derriba límites: abolición del sufra-gio restringido por la renta y por el sexo, desaparicióndel voto plural y múltiple, descenso de la edad electo-ral, soberanía de la Cámara única. Así llegó a -con-vertirse el sufragio en pura técnica de emisión de votosinorgánicos y exclusivistas. En todo caso, y mientrasla Democracia de masas no lograra construir las ba-ses de un orden unitario —tal ha sido la aspiraciónde una democracia clasista como la soviética, pero que110 ha surgido del sufragio, sino de la dictadura—,quedaban rotos los supuestos de convivencia, no obstan-

(4) Huizinga ha creído poder asignar una fecha a esta transforma-ción: "Si 110 me engaño, hasta el año 1870 el juego de la representacióndel pueblo, de las elecciones y del debate parlamentario fue jugada, en!os países que lo practicaban, con una dosis considerable de seriedad,de tacto y de dignidad. Todavía no estaban de moda ciertos hábitoscomo el de hacer obstrucción sistemática, patalear en los bancos o tirarselos tinteros a la cabeza... La mayor parte de los representantes de'pueblo habían surgido de una cierta élite, basada sobre la fortuna, elnacimiento o la capacidad. Aquellos hombres aportaban al sistema losbuenos modales de su medio; estaban acostumbrados a comportarse concortesía e incluso ceremoniosamente. La Prensa tenía menor alcance ymenor virulencia que la de hoy en día; en general, se asignaba todavíacon sinceridad la tarea de informar." J. Huizinga: En !os albores de lapos. Trad. de Juan de Bcnavent, págs. 81-82.

Wladikin (Die inneren Widerspr-üche der liberalen Demohratic. Darm-stadt, 1941) ha tratado de señalar en la oposición entre el sistema elec-toral liberal —censitario, plural, graduado— y el sistema democrático—universa!, igual, directo, secreto y proporcional— la síntesis de la con-tradicción interna de Libertad y Democracia. Según esto, la Democraciatiende al gobierno directo, mientras que el liberalismo es netamente re-presentativo, y el régimen representativo es inseparable del poder de lacíase política.

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

te subsistir, como herencia liberal, los conductos forma-les de la expresión de voluntades.

LIBERTAD y SOCIALISMO.—La tensión, estudiadaya, entre liberalismo y democracia adopta ahora for-ma de tensión entre democracia y socialismo. El mé-todo seguido para observar las relaciones y los con-flictos entre las dos primeras ideas va a servirnospara la consideración del socialismo en lo que tiene dedesarrollo y en lo que tiene de crítica del liberalismo.

Apenas se enuncia una idea clara cuando se diceque el fundamento del liberalismo es el principio delibertad, y el del socialismo el de igualdad. Ya hemosvisto que la afirmación liberal se refiere a ambos prin-cipios. Ciertamente, el socialismo sostiene la primacíade la igualdad, y cree .que sólo por este camino se llegaa la libertad.

Pero el liberal considera íntimamente ligadas am-bas ideas: los hombres deben ser situados en un planode igualdad de oportunidades.

Se comprende fácilmente que la interpretaciónliberal de la igualdad ele oportunidades contenía el ger-men del socialismo. Tampoco el socialismo —por lomenos en su fase no comunista-— afirma la igualdadde hecho. "A cada uno según sus servicios" es fórmulasocialista.

Reputada artificial por el liberalismo la diferenciade clases según el nacimiento, el socialismo se limitaa extender al orden de la propiedad la abolición de losprivilegios hereditarios del linaje. Si la herencia no estítulo legítimo para transmitir privilegios nobiliarios,tampoco lo será para transmitir la propiedad, que esel privilegio económico.

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Como la propiedad —dirá el socialista—, cuandono va estrictamente vinculada a la persona, sino a lafamilia, es independiente del mérito, condiciona de he-cho las situaciones y pugna con el criterio de igualdadde oportunidades. Este es también el principio invo-cado por el socialismo para absorber la renta mediantelos impuestos progresivos y las plusvalías, frente alimpuesto proporcional del liberalismo primitivo y or-todoxo. Y cuando, en el orden de la enseñanza, pro-pugna, para oponerse a las desigualdades de clase, laescuela única, cree derivar la natural consecuencia dela escuela obligatoria en cuanto procura la igualdadde oportunidades ante la, instrucción.

El derecho a la propiedad, concebido como esencianatural por el liberalismo, pretende el socialista trans-formarlo en acceso efectivo a la, propiedad. Y proce-diendo así estima que deduce una consecuencia y ac-tualiza, en un orden de aplicaciones concretas, las vir-tualidades del derecho liberal de propiedad.

No es ocioso advertir, por lo demás, que la doc-trina de Rousseau contiene el germen del Socialismo.El pacto social se condensa, como es sabido, en lafórmula según la cual se impone la enajenación a lacolectividad de todos los bienes y de todas las liberta-des personales.

No ha sido el monopolio efecto deseado por la men-talidad liberal. Ha sido efecto producido por el dina-mismo de la idea de libertad. Ese dinamismo, deter-minando una excesiva presión, ha roto los frenos queligaban las partes del sistema. Pero, emancipada delsistema, la idea económica primitiva e inspiradora pue-de retrotraerse a sus orígenes, volviendo sobre sí y afir-

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mando la plenitud de su aspiración. Cabe así vindi-carla.

Es la fase que actualmente se nos muestra. Pode-mos utilizar en este punto el empuje de la tradiciónliberal y aclararla con luz de actualidad.

Al liberalismo se le achaca el fetichismo de "l'Ordrenaturel", que es la armonía producida por la concu-rrencia. En la esfera económica la concurrencia se so-mete a una legalidad: la de la oferta y la demanda.El libre juego de una y otra se propone también man-tener una libertad: la del mercado.

He aquí una explicación que permite restableceral orden de las cosas: el orden de la Economía comociencia de medios; el orden de la libertad como acti-vidad para un fin moral. Porque la libertad del merca-do se subordina al orden del mercado. Un profesorcontemporáneo razona así: "el Orden económico libe-ral subsiste bajo la oferta y la demanda porque losconsumidores eligen los mejores precios y la mejor .ca-lidad ; subsiste, a la vez, la libertad de los productoresporque eligen los medios para cooperar a ese Or-den" (5).

Hay que deducir, pues, que el Orden queda que-brantado cuando se perturba el libre juego de las con-diciones, arruinándose entonces el principio liberal. Elsistema se degrada cuando los productores extinguenen sí mismos la libertad recurriendo a organizacionesde monopolio. Al principio unitario del Orden econó-mico, regulado por las necesidades del consumo, suce-de la absoluta oposición de intereses y de clases.

Se dirá que los intereses de productores y de con-

tó) André Hauriou: Socialismo humaniste (Une philosophic. de larésistence), 1942.

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sumidores son opuestos por naturaleza. Mas no es éstala concepción del consumo como mercado abierto a to-dos. Los productores de una cosa son consumidores detodas. El concepto de mercado es el Orden general,la medida del valor de lo que se produce. Supone con-traste, mas no oposición de intereses, por el vínculonecesario que liga la producción a la distribución y alaumento del poder adquisitivo. Si el monopolio se pro-duce, el Estado interviene con su carácter regulador,no como comerciante ni como monopolista. Intervienecorno Poder público, no como Poder económico.

Tal es la idea que hoy, en presencia de tantos ex-perimentos de colectivización y de planificación y detan desorbitado intervencionismo en el mercado, cobranuevos bríos. Nadie sostiene ya el laisses-faire, fór-mula que permite a la libertad devorarse a sí misma.Pero un libro de reacción liberal como Camino de ser-vidumbre, de Friedrich A. Hayek, se afana en mos-trar las posibilidades de restablecimiento de la com-petencia. La libertad defendida por el Estado contralos monopolios privados y defendiéndose desde el mer-cado contra el monopolio estatal encuentra en la as-piración difundida del público y en el fracaso de laintervención económica nuevas condiciones vitales, queno podrán hacer tabla rasa de las experiencias últimas,pero que se afirman con un claro sentido de su podery de sus límites (6).

(6) "El uso eficaz de la competencia como principio de organizaciónsocial excluye ciertos tipos de interferencia coercitiva en la vida eco-nómica, pero admite otros que a veces pueden ayudar muy considera-blemente a su actuación e incluso requiere ciertas formas de interven-ción oficial." "El funcionamiento de la competencia no sólo exige unaadecuada organización de ciertas instituciones como el dinero, los mer-cados y los canales de información —algunas de las cuales nunca pueden

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LO VIVO Y LO MUERTO EST LA IDEA LIBERAL

III

LIBERALISMO Y RELIGIÓN

EL TRIKCIWO LIBERAL DE NEUTRALIDAD. — For-

malmente, el principio esencial del liberalismo ha sidoel de neutralidad oficial. La iniciativa económica yla vida religiosa eran indiferente al Estado. Ambaspertenecían al acervo de las actividades sociales, im-pulsadas por el principio que el gran liberal Guiller-mo de Humbolt consideraba como absoluto: el deldesenvolvimiento humano.

La idea de neutralidad no surge de una vez, conel artículo 10 de la Declaración de 1789. Prescindiendode su primera raíz moderna, en la Reforma luterana,,adquiere en Bodino valor de armisticio entre las aspi-raciones católicas y protestantes. Se liga así a la pri-mera teorización del Estado moderno, el cual encarnauna soberanía secularizada, frente a las Religiones po-sitivas que se reparten la influencia de la época; sobera-nía secularizada pero deísta. Dios y las leyes naturalesson los límites metajurídicos de la soberanía.

Repárese en que se trata de neutralidad, y no de-tolerancia. La tolerancia existió en la Edad Media:en los Estados cristianos en relación con los obser-vantes judíos; bajo la Reconquista, con los mudejares.La idea de neutralidad es moderna: no surge como es-tatuto de la diversidad de hecho, sino como fórmula

ser provistas por la empresa privada—, sino que depende, sobre todo,de la existencia de un sistema legal apropiado, de un sistema legal diri-gido, a la vez, a preservar la competencia y a lograr que ésta opere dela manera más beneficiosa posible" (F. A. Hayek, ob. cit, cap. III).

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de un status que consiste en la diversidad misma, enla "concorde discordia" de Benedetto Croce. Si con latolerancia vive el hereje, la neutralidad desconoce laherejía, la cual sólo puede ser llamada así cuando sela considera como desviación de un principio objetivoy preponderante.

En verdad, con esta conducta el liberalismo ha sidoconsecuente con su criterio. Nació con una aspiraciónemancipadora, siendo portavoz de minorías mal insta-ladas en un ambiente de unidad religiosa (unidad, ocio-so es advertirlo, que nunca coincide, ni ello es prácti-camente posible, con la unanimidad). Tuvo en sus pri-meros tiempos —los heroicos cabalmente— significa-ción de ariete demoledor de la fortaleza levantada porlas creencias tradicionales. Estuvo, en una palabra, sa-turado por el espíritu negativo de un anti. Fue antirre-ligioso en la medida que lo utilizaban como instrumentodócil hombres poseídos por el espíritu racionalista, queno significaba la serenidad de la razón, sino el fana-tismo que proclamaba el conflicto entre la razón y la fe.

El liberalismo fue así puro racionalismo. El pen-samiento libre no se aplicaba preferentemente a lascuestiones dejadas por Dios a las disputas de los hom-bres, sino que se aplicaba con predilección a atacar elprincipio sagrado.

Forzoso es reconocer que el criterio abstracto dela neutralidad se saturaba de ambiente histórico envirtud de esa lucha contra lo que, además de ser sa-grado, estaba consagrado.

El liberalismo asumía carácter de naturalismo re-ligioso. La Iglesia salía al paso de lo que, no constitu-yendo primordialmente una fórmula política de con-vivencia, ni una tendencia a asumir el ejercicio de fun-

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ciones de vida temporal, significaba una concepciónpuramente terrenal de la vida. El ataque a la Verdadcomo principio, el agnosticismo, que era cimiento dela actitud, no sólo neutral, sino neutralizadora, alar-mó a la Iglesia y atrajo la condenación en el Syllabus.

El naturalismo, y no la mera libertad política, cons-tituía también el ángulo desde el cual el Magisterioeclesiástico fulminó el rigor del anatema.

Se llena el ambiente con el fragor de la polémica.El liberalismo llega a ser considerado como el errormoderno por antonomasia, a la vez que condensa loserrores antiguos en cuanto se oponen al concepto delhombre como ser religioso. El liberalismo es pecado.Con este título lanza Sarda y Salvany un opúsculo quepronto se hace famoso y que es representativo, comoningún otro documento, del sesgo que adopta la polé-mica. Es —dice— sumo pecado porque entraña "cier-ta orgullosa preferencia de la razón propia sobre larazón de Dios".

La Iglesia ha condenado un principio. La situaciónhistórica es, por otra parte, propicia al despliegue si-multáneo del celo' y ,del ataque, según la posición dedefensor o de enemigo. Las tribunas serán pulpitos dela impiedad, y de los pulpitos descenderá, entre ade-manes tribunicios —antes y después de las Alocucio-nes pontificias y de las Encíclicas—, la ira bíblica, lamisma que estremecía el pensamiento histórico-teoló-gico de las grandes mentes seglares, no siempre perte-necientes al campo católico: un De Bonald, un Sthal,nn Donoso Cortés.

EVOLUCIÓN DEL PRINCIPIO.—La propia situaciónde cada Sociedad, de cada Estado, de cada problema

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refleja peculiarmente el principio que, considerándosedotado de valor universal, se ofrece como eje de lavida y del pensamiento moderno. El principio aspiraa vivir vida propia, pero se quiebra en la realidad, sedesnaturaliza en la combinación con otros principios,se matiza en el medio histórico, se impregna de tradi-ciones. No combatido siempre de frente, unas veces seinfiltra corrosivamente por las cisuras de los Estado.-que conservan gran parte de la fachada tradicional,otras se lo desnaturaliza al adoptarlo.

No estamos ya en el dominio del principio absolu-to, que asumió categoría de dogma laico. No siemprese riñe la batalla de Ja época en torno suyo, sino quea veces la lucha se da con el alcance, más limita-do y sutil de apoderarse de fragmentos o de partícu-las. Es la lucha de los partidos, la gama indefinida delas interpretaciones. Liberalismo religioso o liberalis-mo político. Libertad de cultos o mera tolerancia. To-lerancia dogmática y tolerancia civil. Mal menor que,si es mal necesario, se presenta como bien posible. Te-sis intangible e hipótesis que entraña acomodamientode la Verdad a las circunstancias. Tales son los temasque se discuten —temas vitales al fin— con vivezacompatible con la sólida formación. Ellos dan tono agran parte de nuestra producción política en el siglo xixy en los primeros años del xx.

No faltará tampoco la "dialéctica de los motes",que hace siempre acto de presencia en estos torneossobre palestras enrojecidas de pasión: íntegros y mal-minoristas, neos y retrógrados, intransigentes y aco-modaticios..., y siempre la cauta propensión a ver alenemigo introduciéndose suavemente en la fortaleza de]a Verdad total, a considerar a los hijos de las iinie-

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blan sagaces como la serpiente, a ver al lobo vestidocon piel de oveja...

Cuando se contempla este panorama con una cier-ta perspectiva histórica, el ánimo desapasionado ha derendirse ante la sabiduría de la Iglesia. Depositaríade verdades eternas, está por lo mismo admirablemen-te equipada para discernir verdades históricas, parasituar en el tiempo los problemas dándose cuenta dela evolución de unos y otro, para no confundir las ins-piraciones permanentes con las posiciones ocasionalesy para dominar la inmensidad del Océano más allá delos arrecifes y por encima del oleaje.

Por eso mantuvo su acción apartada y por encimade los partidos, incluso de los que expresamente se lla-maban —y eran— católicos, y supo conciliar la intran-sigencia doctrinal, inherente a la custodia de la Verdadplena, con la flexibilidad al juzgar las aplicaciones ylos móviles. Ella, que es, en expresión de Guizot, lagran escuela del respeto, propendía a aliarse con elOrden cuando fue combatido por una Revolución que,como la que comenzó en 1789 e inspiró la nueva era,quebrantaba por vez primera en la Historia todas lasrelaciones humanas en nombre de la Razón universalemancipada de toda norma suprema. Pero su inspira-ción, siendo imperecedera, no podía sumirse en la His-toria, aunque fuese capaz de vivir con el ritmo de laHistoria.

Se ofrece tentador en este punto el tema del Es-tado católico.

¿ Qué sentido tifne o puede tener esta locución ?El Estado expresa el bien común temporal. El or-

den temporal es sustantivo, y como tal lo afirmaron ydefendieron nuestros teólogos del Renacimiento, espe-

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cialmente la Escuela dominicana, y al frente de todosnuestro Padre Vitoria con ocasión de la magna contien-da suscitada en torno de la Política indiana. Ha sidoel Padre Venancio D. Carro, quien en libro reciente hautilizado mejor esta tesis del "origen natural y huma-no de la Sociedad, de la potestad laica o civil, de talmodo que ni el acuerdo de toda la Humanidad seríasuficiente para anularla", de lo cual se deduce la legi-timidad de los Príncipes infieles (7)-

De la sustantividad del Orden natural se deriva elsentido de la tutela jurídica, que se extiende por iguala todos los miembros del Estado, con independencia desu credo. Esa tutela salvaguarda un régimen generalde Derecho que se integra con la noción de Orden pú-blico; penetra en la esfera de los contratos y los prote-ge por igual, cualquiera que sea la fe religiosa de loscontratantes, mientras permanezca su "buena fe" paracumplir lo pactado; garantiza la igualdad ante el mer-cado y ante el impuesto, ampara en todo caso el estadofamiliar y hace partícipes de la seguridad jurídica in-cluso a los extranjeros, establecidos o transeúntes. ¿ Ca-bría interpretar en relación con estas situaciones la fra-se tan discutida de un ilustre político español, católicoejemplar, cuando afirmaba que el Derecho público no esni católico ni protestante?

Como, a diferencia del hombre, el Estado confinasu misión en los límites de la vida terrena, como no tie-ne alma que salvar, su definición —en el género próxi-mo y en la última diferencia— ha de consistir en notasexclusivamente temporales. Si se relaciona, como deberelacionarse, con la Iglesia, es porque, como en toda

(7) La Teología y los teólogo-juristas españoles ante la conquistade América. T. I, pág. 423. Madrid, 1044.

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relación, busca una esfera exterior a su propio ordende vida para cumplir fines de cooperación. Un Estadoteocrático no podría mantener relaciones con la Igle-sia, porque sería Iglesia en.sí mismo.

Lo que sí existen son situaciones sociales de uni-dad de conciencia que hacen posible la benéfica inspi-ración de los Estados por normas específicamente re-ligiosas. Influencia —bien entendido— que no llegaráa determinar plenitud de coincidencia, porque la ma-yor suma de las relaciones reguladas por el Estado se-rán siempre irrelevantes en el orden religioso; porque,además, el Estado, aun adoptando aquellas normas su-premas, mostrará en otra-s relaciones ligadas con elOrden moral su principio constitutivo de vida puramen-te temporal y no podrá llegar en sus regulaciones a laperfección que es propia de la Iglesia; porque, final-mente, no se dará nunca en el Estado la máxima co-munión de las conciencias que se da en la Iglesia, lacual es definida por esa misma comunión.

El Estado católico es fórmula aproximada, nuncaprecisa. Surge como posición del problema de las re-laciones con la Iglesia. Para éstas existen varias fórmu-las, tantas como Concordatos. Y por eso es recusablela última actitud de Maritain, quien opina que sólola neutralidad religiosa del Estado acredita una So-ciedad auténticamente cristiana, porque mira a todoslos hombres con una conciencia fraternal (8). El Es-

(8) Vid. a propósito de Les droits de l'homme ct la loi naturelley de Principes ¿Fuñe Politique humaniste, de Jacqucs Maritain, el ar-tículo del Padre Pablo G. López en "Razón y Fe" (septiembre-octubre de1946) • La Democracia cotnvo régimen político cristiano. Vid. también<a interesante nota de Leopoldo Eulogio Palacios Un libro argentinosobre Maritain, en REVISTA DE ESTUDIOS POLÍTICOS, núms. 27-28, 1946.

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tado que conserva la unidad, siquiera con los medioslimitados y externos propios de su orden, mientras nofuerce a las almas ni imponga la creencia •—no hayconvicciones forzadas, sino convicciones simuladas—puede conservar, con. ella, los beneficios de una paz so-cial más perfecta. Si no es capaz de crear por sí mis-mo el Orden moral, puede por lo menos establecer con-diciones que lo favorezcan y lo difundan. Sólo cuan-do las luchas religiosas han disuelto el vínculo sagra-do de la unidad, es lícito propugnar las ventajas deuna neutralidad, respetable como hecho, acaso nece-saria; nunca satisfactoria como ideal. Para un almareligiosa, la tolerancia se identifica con la caridad, perosu aspiración ha de consistir en que no existan nece-sitados.

El terreno favorable a la alianza —a veces sin mo-dificar la fórmula— se encuentra en la evolución delos modos y de las disposiciones espirituales. Y asíacontece a veces que en el Estado que se afilió al libe-ralismo frente a la unidad de creencias y que se sir-vió de la libertad de opinión para qtie pudieran ser le-vantadas banderas contra el dogma, llega a parecer pro-picia la libertad como arma contra la intolerancia irre-ligiosa que aspira al monopolio. No cabe olvidar que,como ha dicho Hauríou, el Cristianismo es Religiónde la "edad de la •discusión", y que "la fe cristiana esesencialmente una adhesión individual de la concien-cia, movimiento que se produce libremen'e después deuna incesante predicación y en medio de las contradic-ciones" (9). Ni debe ser preterido el hecho de que el

(9) Principios de Derecho público y constitucional. lid. e?paS;>!a,pág. 43; 1927.

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LO VIVO Y 1.0 MUERTO UN LA IDEA LIBERA!.

Cristianismo es proselitismo esencial, espíritu de mi-sión, Religión del espíritu que tiende avasalladoramen-te a despertar convicciones, a enseñar y a salvar con lacooperación del hombre que ha de ser salvado.

Cuando la libertad deja de ser un principio pura-mente crítico, un anti algo —el anti religioso en el casoenjuiciado aquí—, pierde como posición polémica todolo que gana en influencia positiva. Ya no es la libertadliberación de algo, sino aspiración a algo también (10).

En función del tiempo y de los móviles, de las po-sibilidades de la tarea histórica, la idea se tornasola.

•Por iguales y contrarios motivos esta comprensiónhistórica que nos impide afiliar al liberalismo natura-lista ciertas libertades y ciertas neutralidades, nos im-pedirá utilizar en sentido favorable a la moderna De-mocracia liberal doctrinas que, habiendo nacido bajoauspicios muy diversos, adoptan nombres semejantes.Tal, por ejemplo, la doctrina de la soberanía popularen nuestros teólogo-juristas, en Suárez sobre todo.También había tenido esta doctrina alcance polémico

(10) Son muchas veces los móviles espirituales los que confierena fórmulas políticas neutrales un sentido hostil. Cuando el Estado es-pañol se hizo laico con la Constitución de 1931, una corriente de zafie-dad administrativa sustituyó la fórmula tradicional en las comunica-ciones oficiales "Dios guarde a V. [o a V. I., o a V. E.] muchos años"por esta otra: "Viva V. muchos años". Auténtica fórmula de casinopueblerino. Lo peor no estaba en que desapareciera la fórmula religio-sa, ia cual respondía a una loable tradición, pero no era imprescindibleal espíritu religioso en la coyuntura de correspondencia administrativa.i-a segunda frase era demasiado parecida a la primera para que el con-traste no cargara el acento precisamente en la omisión del Nombre deDios. Era esto lo que se buscaba y no se disimuló la intención ni el agra-vio. Por otra parte, el imperativo "Viva V.", como vivir no suele de-pender del viviente, parecía una diligencia encaminada a recomendarque no se suicidara el destinatario de la comunicación. La cortesía lai-ca era desmañada en fuerza de si! espíritu agresivo.

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frente a las luchas del Imperio; lo tuvo frente a la Re-forma, pero considerado internamente el consentimien-to popular como fuente inmediata de la Autoridad serefiere sólo a las formas humanas y a la legislación re-lativa a cosas subalternas y temporales, por lo cual noresulta discreto cubrir con esta teoría cualquier tenta-tiva de encomendar a la multitud el derecho de determi-nar supuestos de vida social que carecerían de sentido sise cortaran sus empalmes con un Orden trascendente.

CUÁNDO QUIEBRA EL PRINCIPIO.—En resumen, elEstado, que es vida temporal y vida histórica, cuandohoy se llama liberal o demoliberal, no tiene sino un pa-rentesco lejano con el Estado que, en los orígenes dela doctrina, declaró su agnosticismo religioso en unsentido virtualmente agresivo e inequívocamente polé-mico. Reconoce, por lo menos en algunos casos, la raízintelectual de los hechos en vez de incomunicar el pen-samiento y la realidad. Véase cómo combate el totali-tarismo en los mismos, reductos de la doctrina, antecedente de la acción. No quiere levantar en este orden"un trono a las premisas y un cadalso a las consecuen-cias", como hubiera dicho Vázquez de Mella. Y no sien-te ya el embarazo que sintió frente al anarquismo en elsiglo xix de adoptar una doctrina como la de los "par-tidos ilegales", ni tiembla ante la imposición de la penade muerte, ni es pacifista sino a la manera del militeque vive la paz en pie de guerra. Algo constitutivo seha alterado en el sistema. Aunque parece más acerta-do afirmar que no nos encontramos ya en presencia delrigor de un sistema, sino ante una influencia decantadaen el tiempo y que entraña la dosificación de un prin-

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LO VIVO Y LO MUERTO E3ST LA IDEA LIBERAL

cipio cuando, combinándose con otros, entra en el acer-vo de una experiencia común y depuradora.

Ha sido el mismo sesgo adoptado por la política re-ligiosa de varios Estados totalitarios lo que ha favo-recido la cautela y ha consolidado, en amplios sectoresdel campo católico, la conciencia de los beneficios quedepara la libertad. ¿ Para qué sirve el Concordato cuan-do, infringido por el Estado, no cabe denunciarlo antela conciencia esclarecida del público, y hay que sufriren silencio la violación o esperar, en otro caso, que sedesate el furor persecutorio? Y cuando la política to-

• talitaria no sea hostil a la Iglesia ¿ no será de temerque el simple cambio de gobernantes o los virajes inevi-tables de la acción política encaucen la excesiva fuer-za acumulada por el Poder de modo que automática-mente se trueque el protector en enemigo?

El Estado totalitario, en sentido estricto y político—porque en sentido jurídico todo Estado lo es, encuanto centraliza el Derecho y establece la suprema-cía de la ley común—, no distingue la vida pública y laprivada, ni reconoce una esfera autónoma a la con-ciencia. "Auctoritas, non veritas", según el principiode Hobbes, exhumado tan recientemente por CariSchmitt. "Leviathán" y "Estado ético" son términosequivalentes, pues entrañan por igual la anulación detodo principio individual y social bajo el imperio de de-cisiones políticas.

CÓMO RESURGE EL PRINCIPIO.—Cuando de este mo-do cierra el horizonte un Estado hostil, la libertad queresurge puede aportar un remedio. Resurge entoncescon sentido religioso, inspirador de un fin que es me-dida de actividad. Si frente a la conciencia religiosa

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unitaria fue invocada un día la libertad como instru-mento de secesión, hoy constituye garantía contra lanegación, en muchos pueblos, del proselitismo religio-so, y es condición primordial de expansión de la fe.

Así, cuando el Presidente Roosevelt reivindicabaen 1944 ante los Delegados de la Conferencia de Fila-delfia el "derecho inalienable" de libertad, se cuidabade buscar la filiación de este criterio y la encontrabaen que el derecho de libertad era inalienable precisa-mente porque había sido "conferido por el Creador" alos hombres. A la luz de este principio, positivo y nodemoledor, cobra sentido otra declaración del propioPresidente, en el Mensaje de 6 de enero de 1941: laque alude al derecho de adorar a Dios según la propiaconciencia. Tiene, en cambio, un sentido negativo ydestructor el artículo de la Constitución soviética, quedespués de proclamar una teórica libertad de cultos,reserva exclusivamente la libertad de propaganda a lasideas antirreligiosas.

En presencia de este ataque a todo lo que compor-ta una fe y un sentido de lo sobrenatural, -no es que seatenúen las diferencias entre las Religiones, ni que que-pa proseguir el intento sincrético de formular una Re-ligión nueva integrada por creencias que se hallan enun supuesto fondo común a todas ellas, sino que el co-razón de los creyentes siente, unánime, el horror delvacío religioso que es por primera vez objetivo políti-co, misión de un Estado. Tal es la sima abierta por lairreligiosidad militante, que el Pontífice Pío XII hapodido dirigirse en el Mensaje de la Víspera de.Navi-dad, de 1942, "a todos aquellos que están unidos conNosotros, al menos por el vínculo espiritual de la feen Dios".

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

La igualdad ante la ley, las invocadas exigencias..lei jus communicationis son principios que muchos Es-tados desean purgar de todo elemento sectario, de todainterpretación tendenciosa y de toda filiación raciona-lista. Y cuando en tales situaciones políticas e históri-cas se acoge el fervor religioso a la libertad y se opone•con ella a la persecución, o ai privilegio de institucioneshostiles, cabe decir que la libertad moderna, que naciódesmelenada y revolucionaria, se ha hecho conserva-dora.

IV

.LIBERALISMO Y NACIONALIDAD

E L PRINCIPIO LIBERAL DE NACIONALIDADES Y SU

DIALÉCTICA.-—Si el principio organizador del liberalis-mo ha sido, en lo social, la burguesía, en lo territoriallo ha sido la nacionalidad. En ambos ha encontradolas condiciones históricas de realización: con uno yotro ha corregido la visión abstracta y formalista aque la ideología propendía.

Los grupos nacionales eran hechos históricos. Elliberalismo transformó el hecho en principio. He aquíel principio de las nacionalidades, moderno y liberal.

El principio sirvió de motor de agrupación. Perooperó generalmente en agrupaciones ya constituidas,y en el surco de ellas arrojó la nueva semilla: la liber-tad individual.

En otros términos, la Nación fue la palestra elegi-da por el liberalismo para librar la batalla de la nue-va libertad. Individuo libre en la Nación libre, o sea,la proyección de la idea de libertad hacia dentro y ha-

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CAKLOS KU1Z DEL CASTILLO

cía fuera, ya que la doctrina que aparece —la sobera-nía nacional—- va a tener esa doble significación: so-beranía de la Nación como reacción de los gobernadossobre los Gobiernos —esfera de Derecho interno—:,soberanía de la Nación como unidad del grupo nacio-nal frente a otros grupos nacionales •—esfera de De-recho internacional—.

A semejanza de los derechos del individuo se cons-truyen los del Estado' nacional, unos y otros conside-rados como fundamentales: la vida, el honor, la inte-gridad, la igualdad. La idea del contrato como funda-mento del Poder inspira la concepción del Tratado, pu-ramente formal. Uno y otro quedan amparados por elmismo principio civilista: Pacta sunt servando. El apa-rato institucional será también semejante: el misino-mecanismo compensador establece el juego de las alian-zas —Política de equilibrio—• y el de los Poderes inter-nos, divididos desde Montesquieu. Y así como se es-pera del engranaje de libertades individuales la pro-ducción de armonías -internas, se espera que de la con-ciliación de las soberanías nacionales surja la paz in-ternacional.

El principio voluntansta se trasfundc en la Nacióny encuentra símbolo en la teoría de Renán, que la con-sidera como "le plebiscite de tous les jours", ideaplebiscitaria que adquiere efectividad cuando se apli-ca a la decisión, por sufragio, de la pertenencia de gru-pos de población en litigio. No cabe manifestación másexpresiva del concepto de Nación como sociedad vo-luntaria.

La contradicción que cabría denominar fundacio-nal del concepto de nacionalidad, según el principioliberal, está en lo siguiente: la libertad del individuo

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

es el germen de un Derecho humano que funde en loscaracteres que son propios de la especie aspiracionesque, por ser precisamente de raíz humana, trasciendende las fronteras geográficas. Cada Nación, por otfolado, encuentra su principio individualizador en carac-teres históricos particulares y exclusivos ( n ) . La ideade libertad favorece el vuelo del individuo hacia lo uni-versal, pero la idea de soberanía lo recorta al mismotiempo que la Nación se repliega en sus posiciones,,tanto geográficas como jurídicas.

Esta contradicción de principio no se manifestó enlos primeros hechos. No ofrece duda.que hubo un mo-mento de equilibrio entre la libertad del individuo y la.del Estado. Las condiciones del tiempo rimaban con laserie de libertades que, exentas de cualquier traba, dis-persaron en todas las direcciones del globo el caudalde las energías viajeras. La libertad de circulación nose detenía en las fronteras; con el mínimun de precau-ciones administrativas las traspasaba la emigración oel turismo. Circulaban los hombres y circulaban tam-bién las cosas en el mercado internacional favorecidopor el librecambio. La revolución del transporte, con

(i i) Puede admitirse que el liberalismo lia suscitado la ilusión de-nacionalidad y ha tornado consciente el hecho de pertenecer a una Na-ción. La Nación, lia sido re creada en el espíritu de los nacionales porinflujo de la toma de posesión del grupo histórico por la voluntad. Perolos hechos que determinan la existencia del grupo nacional son hechosnaturales, y no voluntarios. Cada Nación es un complejo de factoresque integran el hecho constitutivo nacional. Y éste actúa como fuerzacentrípeta sobre el espíritu de los nacionales. A ello se debe que la Ka-cion no se disuelva en el proceso de voluntades individuales que, en símismas consideradas, tienden a agruparse en torno de motivos genera-les y humanos. En la. medida en qué el interés del grupo —soberanía-prevalece sobre el factor humano —libertad—, no sóio se perturba elsupuesto paralelismo de les conceptos, sino que se produce la tensión.internacional.

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CAUI.OS BUIZ DEL CASTJLI.0

sus aplicaciones a seres, a productos, a ideas, parecíapropicia para aproximar almas y pueblos a medidaque acortaba la distancia geográfica.

Había en todos estos hechos un presentimiento decrisis, una manifestación de inquietud que lanzaba alas almas fuera de sí mismas, y esto acontecía en laera del progreso, cuyas maravillas son también trage-dias. Representaba el apartamiento de las alegrías du-raderas y permanentes de la vida natural y de la pazdel espíritu. Pero contenía sin duda gérmenes, que po-dían ser fecundos, de internacionalismo y de un De-recho universal, humano, del cual se esperaba la Pazperpetua.

LA SOBERANÍA Y LA GUERRA.—Lo peor fue dejar alas nacientes soberanías abandonadas a sus propiosimpulsas. Los débiles vínculos de la Sociedad interna-cional se relajarían en la primera peripecia de tantasvidas soberanas. El desarrollo industrial de los pue-blos, la desigual distribución de los recursos econó-micos, brindando estímulos a empresas colonizadoraso a fáciles invasiones, vendrán-a favorecer una Polí-tica de potencia, al margen de todo escrúpulo moral.lis el fruto —después de fracasadas las esperanzas-que suscitó el principio de las nacionalidades—• de unconcepto jurídico absoluto —el de soberanía— y deuna vida internacional que ha sustituido la comuni-dad por el contrato, la unión inefable de las almas enun ideal común por el particularismo de los grupos,los cuales no por ser considerados como formacionesvoluntarias dejarían de traducir los malos impulsosde la voluntad.

Por el contrario, se cerraron más los grupos nacio-

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LO VIVO Y 1.0 MUERTO EN LA IEEA LIBERAL

nales al considerarse soberanos. La soberanía haciadentro, o libertad del individuo, se completó con la so-beranía hacia fuera, como campo de la libertad del Es-tado. Pronto se sintió defraudado el anhelo que se ci-fró en la organización democrática de los pueblos. Lamisma vínailación interna de los gobernados en ins-tituciones representativas, al unificar el impulso direc-tivo del grupo nacional, hizo totales las guerras: ver-daderos choques de pueblos, activados, para las luchasinternacionales, por la concepción del servicio militarobligatorio que, enraizado en ideas democráticas, ofre-ce la visión real de la Nación en armas, antecedenteinmediato del Estado totalitario equipado para la gue-rra total.

Aparte de esta razón, no era prudente esperar quela paz fuera consecuencia de la virtualidad de la orga-nización democrática. Es incuestionablemente abomi-nable que un Gobierno autocrático pueda precipitar asu pueblo en el abismo de la guerra, pero la paz nosurge por el solo hecho de la supresión de los Gobier-nos de signo absoluto o de signo totalitario. Hay gue-rras populares, que no equivalen siempre a guerrasjustas, y hay ambientes bélicos que se forman tambiénbajo Gobiernos representativos, como hay una psico-sis de guerra fomentada por el aparato de publicidadde las Democracias y por las mismas decisiones de los•f arlamentos, en las que se diluye el sentido de respon-sabilidad.

Por todo ello, la soberanía nacional como expre-sión de organización democrática de los pueblos noasegura el prevalecimicnto del espíritu de paz, puespolariza la libertad de los nacionales en torno del prin-

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cipio nacional constitutivo y no de la libertad del in-dividuo.

Si coexiste la soberanía nacional con la igualdad•de loa Hstados, esto significa que la última instancia,la decisiva, se vincula a la manifestación de voluntadde cada grupo. Cada grupo es juez y parte. Que la vo-luntad sea colectiva no significa que sea desinteresada,ni es menos temible ni deja de ser condenable el egoís-mo cuando no es individual, sino colectivo.

Si, por el contrario, se opera la disyunción entreestos conceptos —soberanía e igualdad de los Esta-dos—, la igualdad no se afirmará al través de la so-beranía de cada Estado —soberanía que coincidirá conla fuerza de que el Estado disponga para defenderlay que será puramente teórica en los Estados peque-ños—, sino que derivará de una garantía supranacio-nal: por eso dice Beveridge que la igualdad soberanaes una contradicción de los términos (12). Como lo eí-la igualdad y la invasión guerrera cuando queda im-pune.

EL NUEVO PRINCIPIO NACIONAL.—Este concepto ab-soluto, el de soberanía, la empresa, frustrada, de apo-yar en la defensa de este concepto la causa de la pazinternacional, y la asociación de la "soberanía nacio-nal" —en sentido interno— a una determinada situa-ción social —la del Orden burgués—•, consagrada porel influjo de las clases dirigentes y por el juego de losrodajes políticos, han sido causa de que el socialismomarxista haya confundido en un mismo dicterio estos,términos: capitalismo y nacionalismo. Con Ja simpli-

(12) Le pri.v de la Palv/phg. 89; ("Cabiers de traits", 1945.)

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fícación de la realidad social a que propende toda doc-trina absoluta, se ha olvidado, desde este punto de vis-ta, la capacidad internacional del capitalismo y se hanreducido los propios factores económicos que se agi-tan en las guerras a una visión que los contempla tansólo en función de la propiedad privada de los medio?de producción, como si el hecho de su transferencia ala colectividad suprimiera las fricciones que surgencuando hay que conciliar los criterios de produccióncon los de la distribución geográfica de los recursos.

Y estimando el socialismo que la Nación es una or-ganización favorable a la interna diferenciación socialy un fenómeno que, en la lucha de clases, consagra la•prepotencia burguesa, ha expresado un credo —"lostrabajadores no tienen Patria"—• y ha lanzado unaconsigna: "¡Trabajadores de todos los países, unios!".

La Nación persiste, no obstante. Sirve de cuadroorganizador al propio socialismo, como las Naciones"históricas fueron escenario de la lucha de la sobera-nía popular contra los Reyes. La Segunda Internacio-nal consideró a las Naciones como Secciones territo-riales de su organización. Las Resistencias nacionalescontra el invasor en la última guerra mundial han sidohábilmente explotadas por el comunismo con una as-piración de reviviscencia patriótica, unilateral, como te-nia que ser. Y la Nación evoluciona en su constitucióninterna, pero sigue viviendo como expresión territo-rial delimitada por unas fronteras y por un tipo de go-bierno propio. El eclipse de la soberanía deja subsis-tentes otros caracteres.

Los dos grupos de Potencias que han sostenido laguerra mundial reciente han aspirado a un Orden n-uc---'o, nutrido en proporción mayor o menor de discipli-

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CARLOS EUIZ BEL CASTILLO

na social, integrado en cada N ación y en beneficio dela totalidad de sus miembros. Comunismo; nacionalso-cialismo; "Full employement", que exige la aplicaciónsistemática del Presupuesto nacional para los fines deltrabajo y de la asistencia totales... son expresionesque tienen muchas semejanzas. Lo que se plantea ríe•es ya el problema territorial constituyente, sino el pro-blema de contenido; no qué es la Nación, sino cuál essu finalidad.

Y este contenido, en gran parte homogéneo., es elque produce la aludida evolución del concepto. Porque-esa conjunción de las organizaciones nacionales y delas necesidades sociales sólo puede darse sobre el pla-no internacional, mediante la movilización de todos iosrecursos y con un común entendimiento de las relacio-nes entre los pueblos.

El residuo del Estado nacional no es ya su soliera-nía, sino su derecho a participar en relaciones comu-nes y a cooperar en planes de conjunto. Tal será susentido jurídico, del que irá desapareciendo el derechode guerra, como autodefensa, del mismo modo que iráatenuándose, hasta extinguirse, el concepto de neutra-lidad. Y lo irreductible de la Nación será lo que en laNación existía antes de la era del principio de las na-cionalidades: lo que se vincula al sentido etimológico—nascor—, al complejo de sangre y de solar —jussanguinis y jus soli—, a la comunidad de tierra, de-espíritu y de emoción.

Pero esta comunidad somática y espiritual se es-tremeció un día con el soplo del listado. La entrañanacional palpitó con una vida nueva. La Historia sepuso en pie, no para contemplarse en el pasado, sincpara lanzarse hacia un destino inédito. El Estado des-

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1.0 VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

cubrió la energía atesorada en las vetas profundas delparentesco nacional, y esta combinación ele sustantivoy adjetivo —Estado nacional— representó una nuevacalidad que, rebajada ahora en sus quilates, disminui-da por el fragor de tantos choques, no ha pasado envano. Aunque la Nación dimita su soberanía, le que-dará algo más que sus caracteres sociológicos: conti-nuará significando el proceso de. diferenciación, nuncasumido en la monotonía de la uniformidad universal.Pero es'más: tendrá que ser miembro vivo para cinc-sea miembro solidario.

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LOS ELEMENTOS PERMANENTES

La situación evolutiva de 3a mentalidad liberal con-respecto a la organización social, con respecto a la con-ciencia religiosa y con respecto a la organización te-rritorial es susceptible, según acaba de verse, de do-tar la pervivencia a algunos de sus criterios, pero hayque insistir en que cuando un principio se desgaja delsistema o se aplica a condiciones sociales nuevas, re-cibe una interpretación conexa con las necesidades-del tiempo.

Porque son pocos los principios que nutren el espí-ritu y el ideal humano y son numerosas, en cambio, lascombinaciones con que los vive la experiencia; y por-que hay influjos subyacentes, acciones a distancia, re-cuerdos que se trasfunden en los nuevos impulsos, eleclipse de los sistemas con cuanto suponen de coheren-

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CARLOS EUIZ lilíl. CASTILLO

na social, integrado en cada Nación y en beneficio dela totalidad de sus miembros. Comunismo; nacionalso-cialismo; "Full employement", que exige la aplicaciónsistemática del Presupuesto nacional para los fines cleitrabajo y de la asistencia totales... son expresionesque tienen muchas semejanzas. Lo que se plantea nc•es ya el problema territorial constituyente, sino el pro-blema de contenido; no qué es la Nación, sino cuál essti finalidad.

Y este contenido, en gran parte homogéneo, es eique produce la aludida evolución del concepto. Porque-esa conjunción de las organizaciones nacionales y delas necesidades sociales sólo puede darse sobre el pla-no internacional, mediante la movilización de todos losrecursos y con un común entendimiento de las relacio-nes entre los pueblos.

El residuo del Estado nacional no es ya su sobera-nía, sino su derecho a participar en relaciones comu-nes y a cooperar en planes de conjunto. Tal será susentido jurídico, del que irá desapareciendo el derechode guerra, como autodefensa, del misino modo que iráatenuándose, hasta extinguirse, el concepto de neutra-lidad. Y lo irreductible de la Nación será lo que en laNación existía antes de la era del principio de las •na-cionalidades: lo que se vincula al sentido etimológico—nascor—, al complejo de sangre y de solar —jassanguinis y jus solí—, a la comunidad de tierra, de-espíritu y de emoción.

Pero esta comunidad somática y espiritual se es-tremeció un día con el soplo del Estado. La entrañanacional palpitó con una vida nueva. La Historia sepuso en pie, no para contemplarse en el pasado, sinopara lanzarse hacia un destino inédito. El Estado des~

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIEEKAL

cubrió la energía atesorada en las velas profundas delparentesco nacional, y esta combinación de sustantivoy adjetivo —Estado nacional— representó una nuevacalidad que, rebajada ahora en sus quilates, disminuí--la por el fragor de tantos choques, no ha pasado en-vano. Aunque la Nación dimita su soberanía, le que-dará algo más que siis caracteres sociológicos: conti-nuará significando el proceso de diferenciación, nuncasumido en la monotonía de la uniformidad universal.Pero es "más: tendrá que ser miembro vivo para que-sea miembro solidario.

LOS ELEMENTOS PERMANENTES

La situación evolutiva de la mentalidad liberal con-respecto a ]a organización social, con respecto a la con-ciencia religiosa y con respecto a la organización te-rritorial es susceptible, según acaba de verse, de do-tar la pervivencia a algunos de sus criterios, pero hayque insistir en que cuando un principio se desgaja delsistema o se aplica a condiciones sociales nuevas, re-cibe _ una interpretación conexa con las necesidades-del tiempo.

Porque son pocos los principios que nutren el espí-ritu y el ideal humano y son numerosas, en cambio, Jascombinaciones con que los vive la experiencia; y por-que hay influjos subyacentes, acciones a distancia, re-cuerdos que se trasfunden en JOS nuevos impulsos, eleclipse de los sistemas con cuanto suponen de coheren-

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CARLOS KUIZ DEL CASTILLO

•cia y de vigor histórico, no siempre hunde a las ideas-en el crepúsculo de las épocas.

Así se realiza el proceso de las aproximaciones, lasalianzas que corrigen el exclusivismo de las ideologíassaturadas de lógica formal. Pero corregidos en el con-tacto y en la combinación, los principios perviven enla medida en que pueden aportar al tratamiento de losproblemas del tiempo un criterio diferencial, una co-laboración que consista en la discrepancia construc-tiva.

Aunque el socialismo haya desarrollado gérmenesliberales, y aunque el liberalismo haya tratado de sal-var sus tendencias al través de formas socialistas, la•evolución de las sociedades modernas se ha realizadoen un sentido concorde. Todo indica que vivimos lahora de la pleamar socialista. En todo caso, la horaculminante anuncia el descenso, pero, en lo social, esmás justo decir que los apogeos no pueden durar sinoen la evolución, propicia para la síntesis, que ha de serobra del espíritu, ya que sólo de la vida humana entodas sus dimensiones y con su inagotable riqueza po-drán surgir las formas sociales, de modo, ha dichoFreyer, como el surtidor surge del líquido que lo ali-menta.

LA FE EX EL HOMBRE.—¿Podría hoy ser éste el de-nominador común de las veinte o las treinta especies deliberalismo catalogadas por Siegfried Marck ? Este au-tor, que trata de depurar la herencia liberal para ase-gurar su aportación al sentido humanístico del Estado,cree encontrar eí sedimento actual de la doctrina en las

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LO VIVO Y 10 MUKKTO KN I.A IliEA

limitaciones que aporta al campo, de lo político (-13).•Cabe decir que en el respeto a la intimidad. El impul-so esencialmente crítico que caracterizó los orígenesdel liberalismo, el fermento revolucionario que dejó enel seno de la Sociedad que lo alumbró se ha trocado enaspiración inhibitoria para sustraer al hombre a losestruendos del mundo. De tal modo, sin embargo, que•esa influencia no sea inmune a la vida social y a la ne-cesaria organización de ella en Estado, es decir, queno sea anarquismo, sino democracia, pero democraciacomo sentido humano y personalista de la vida, y nocomo mera agrupación de masas para fines de poder.

Se ligan estas condiciones a una necesidad de or-den espiritual, que permanecerá siempre viva en elhombre y será' imprescindible condición de cultura:la de convencer para realizar.

No interesa ahora analizar el proceso del conven-cimiento, ni mostrar las múltiples vías que conducena la convicción general. Quede sólo sentado que estaconvicción no se forma sino apelando al hombre y me-diante su concurso.

No puede aspirar el liberalismo al monopolio deesta empresa movilizadora de la fe. El apostolado re-ligioso, la costumbre jurídica, el espíritu institucionalreposan sobre convicciones generales, más o menos•conscientes, pero en todo caso con la consciencia míni-ma que exige el espíritu para instalarse en la creencia.

Mas aunque esta necesidad no sea satisfecha úni-camente por el instrumento libera], éste se ennobleceen la cooperación e incorpora a estos fines una reclutade adeptos.

C13) Der Neuhiimanisimis ais polilische Philosophie, cap. 3."J, II,•i») "La confusa herencia del liberalismo". Zurich, 1938.

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CARLOS RUIZ BEL CASTILLO

Los tiempos parecen en verdad poco adecuados parasuscitar la confianza en los hombres. Un concepto pe-simista del hombre y de la existencia destila desalien-to sobre el alma actual, en presencia de la crueldad, delodio y del. tedio de la vida que son acusadas caracte-rísticas del mundo contemporáneo. ¿Adonde volverlos ojos, sin embargo? ¿Sobre cuál otro plano que nosea el humano ha de descender la divina misericordiay ha de hacerse patente la obra de la Gracia ?

Cualquiera que sea el régimen político, habrá quecontar con el hombre: con todos o con algunos, perocon el hombre, que es en todo caso sujeto de pasiones.Si hubiera un procedimiento para alumbrar no sólola capacidad, sino el desinterés y las virtudes políticasdel gobernante, se impondría por su propia superiori-dad y haría innecesaria la participación social en elPoder. Este fue el ideal del Despotismo ilustrado, yasí se constituye el tipo del "buen tirano".

Pero no son únicamente las formas autoritarias las-que pueden ser deducidas del pesimismo antropológico.Si es cierto que este pesimismo condujo a Hobbes aformular su tesis favorable al absolutismo monárqui-co, también lo es que un criterio semejante —la des-confianza en la naturaleza humana— llevó a Montes-quieu a la solución contraria: la de la división del Po-der, ya que, según el pensamiento del filósofo, todohombre o( todo Cuerpo que tiene un poder absoluto pro-pende a abusar de él.

La naturaleza humana, con sus desfallecimientos,tanibién con su capacidad de elevación restauradora deltipo moral, de la Especie, es común a gobernantes y go-bernados. Con ella habrá que contar, y el acierto para;suscitar e incorporar las mejores disposiciones mora-

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

les mediante la aptitud productora de convicciones com-partidas y sentimientos comunes, constituirá siemprela perfección de una forma política.

La convicción general sólo podrá ser base del Es-tado cuando ofrezca la fortaleza suficiente para sos-tener instituciones estables.

Nada de lo que es vivo cristaliza, pero sólo lo quees vital se sustrae por necesidad de la propia organi-zación —que en el espíritu humano es, además, cohe-rencia mental— al cambio constante que, en Políticaexperimental, se llama bandazo. Un representante es-clarecido del liberalismo actual, el Profesor Hayek, hareconocido lo que para los no demócratas es verdad tri-vial: que la Democracia puede ser arbitraria y que loque impide al Poder ser arbitrario no es su origen, sinosu limitación. "Si la Democracia —agrega— propó-raese una tarea que necesariamente envuelve el uso deun poder incapaz de ser guiado por reglas fijas, éstese convierte en un poder arbitrario" (14).

Principalmente en ios problemas económicos que serefieren a la provisión del mercado y a la continuidadde la producción, sólo asegurada por la disciplina deltrabajo y la fijeza de la ocupación, la estabilidad es in-dispensable para que el cumplimiento de estos finesdepare una vida libre. No se concibe que una mayoríaelectoral desplace el quicio de la vida económica o so-cial con la misma ligereza con que propugna una u otrasolución política dentro del área de un régimen conso-lidado. "La perpetua inestabilidad de la política eco-nómica o social haría inútil o imposible la ocupación

(14) Camino de servidumbre. Trad. de J. Vergara Doncel, cap. V.Madrid, 1946.

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CÁELOS RSJIZ DEI. CASTILLO

total y otras reformas sociales" —ha escrito Sir Wil-liam Bevcridge— (15).

Se dirá que. con el método de libertad, estas con-vicciones generales unas veces se forman y otras no.Pero corno las convicciones son las que deparan a lasorganizaciones humanas una paz duradera y un or-den racional, sus posibilidades de formación son lapiedra de toque de la libertad. Con ello se afirma queuna libertad puramente formal que no se traba en ne-xos humanos, ni produce sociedad ni siquiera bastapara defenderse a sí misma. Pero cuando por carenciade disciplina espontánea advengan estas situaciones ycuando el contraste necesario a la vida llegue a actuar—extremando la tensión— como factor disolvente, losque amen la libertad no tendrán otra opción que re-signarse, añorarla y, a lo sumo, esperar.

EL PRINCIPIO DE NEGOCIACIÓN.—Una acusada ca-racterística de la mentalidad liberal es la exaltación delcontrato corno el medio más expresivo de composiciónde voluntades. La deficiencia consistió en el empleoexclusivo del instrumento, precisamente en el apog'ecde la ideología. En los contratos nunca está presenteel espíritu íntegro de los contratantes, sino una de susfacetas. Por eso el contenido del contrato es estricto ytasado, como sujeto a prestación y contraprestación de-finidas y limitadas. Contrato no es comunidad, ni si-quiera concordia. Tiene por norte la ganancia, con laindispensable fidelidad para lograrla. Los contratan-tes son mirados entre sí, recíprocamente, como instru-mentos de fines que se agotan en la satisfacción de ne-

(15) Fiül employ-niont in a free Society. i." parte. (Georgc Allen;,J944-)

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LO VIVO Y LO MUERTO ES LA IDEA LIBERAL

cesidades individuales. En el contrato no se convive::se coexiste. La relación que establece es fugaz y re-tiende a integrar la vida en valores superiores y co-munes.

Esta insuficiencia en la visión de la vida social hasido corregida por los propios liberales, en aquellas ten-dencias modernas que han mostrado comprensión dé-los fenómenos de la vida colectiva y se han curado, enconsecuencia, del recelo con que trataron libertades'como la de asociación y la misma de enseñanza. Peroesta rectificación parcial no constituye, naturalmente,su aportación específica a las corrientes de la actualSociedad. En cambio, el espíritu contractual, purifica-do de exclusivismo, significa, en época en que la aso-ciación se muestra otra vez opresora y totalitaria, uninstrumento de individualización de relaciones.

El espíritu de negociación, que tiende al contrato,.al Tratado, a la alianza-en general, es herencia y hori-zonte.

Negocio designa el resultado y la gestión. Implicanegociación y la negociación comporta sentido ele diá-logo, libre plática, actuación del razonamiento y de lavoluntad.

El mundo liberal ha sido mundo de negocios, y lanegociación es nervio de la vida parlamentaria lo mis-mo que de la vida mercantil y financiera. En la nego-ciación han surgido costumbres que han llevado la leyde las partes más allá de la ley pública y han soldadoel enriquecimiento individual a los usos y prácticas de-buen comerciante, o han establecido la fecunda juris-prudencia de las convenciones constitucionales. Un sen-timiento de responsabilidad personal o un interés decorrección propia de círculo restringido, pf.ede mante-

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ner tenso un concepto de honor y de colaboración. Losamericanos han llegado a decir que la Moral es el me-jor negocio. Con lo que han querido significar que elnegocio es la recompensa del crédito, de la fiducia: íeque se inspira, y confianza que se merece. No se trataaquí de buscar el fundamento trascendente de la Mo-ral, sino de asociarla al negocio, para que, siendo res-petable, sea próspero.

La negociación es el cauce de las energías que co-laboran. Supone una nieta y requiere algún sacrificiopara alcanzarla. Es una forma de lucha que determi-na cierta compenetración. Trasladada de la relación co-mercial al campo de las relaciones políticas e interna-cionales desemboca en la formación de una voluntadcolectiva, en la que todos los miembros interesados venun elemento de la voluntad propia. Incluso cuando elTratado internacional es forma jurídica de una sen-tencia impuesta al vencido en la guerra, el hecho de lapresencia de éste —cuando existen Tratados de paz—tiene el valor de una colaboración y significa, por lomenos, que la guerra no ha sido total, ya que la aso-ciación del vencido al Tratado revela que el vencidoexiste como miembro de una paz jurídica.

La idea del contrato parte del supuesto de una igual-dad que no se da de hecho, sino que implica abstrac-ción de todo el contenido de la relación contractual.Esto ocurre especialmente, como es bien sabido, en eícontrato individual de trabajo. Pero en la negociaciónlo importante es el tracto, el proceso que contrasta lasvoluntades. No hay en él ninguna aportación desdeña-ble de voluntad, ni en la negociación plurilateral estátampoco prejuzgada la decisión, ya que las fuerzas

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

más débiles —las de grupos minoritarios, las de pe-queños Estados— actúan como imponderables.

El porvenir del espíritu de negociación parece de-pender de aquellas condiciones que, sin detrimento delpluralismo de los grupos, los vincula en una concepciónde confianza y de libertad. Es el método que hace po-sible una de las construcciones políticas más intere-santes de todos los tiempos: la de la Conitnoivwealthinglesa. Su símbolo es único: la lealtad a la Corona.Mientra;-, que el sistema de la Free Conference repre-senta los múltiples caminos de la libertad constructivaorientada por el estímulo de la negociación.

Y todavía el principio de libertad, no vinculado ex-clusivamente al individuo, sino a los grupos humanosque reflejan la alianza de particularidades individua-les, desemboca en formaciones de tipo federal, espe-cialmente útiles para configurar una Sociedad de Es-tados que aspire a reflejar el sentido de la comunidadde los pueblos.

Una Sociedad internacional construida sobre basefederal, podría coordinar las diferencias, sin extin-guir los caracteres propios de los grupos. Articularíaen vez de cristalizar. Dejaría subsistente la floraciónde grupos intermedios, que reflejan diversos grados decolaboración y de intimidad. La negociación prolífe-ra en todas direcciones. Una Commonwealth englobaa otra, como en el caso de la Commonwealth inglesacon relación a la australiana. La vida de los núcleosno se consolida en un producto troquelado y único,sino que vive en incesante fusión, creadora de formas.

La .dirección de la Sociedad internacional es tanuicompatible con la absorción de los pequeños Estadospor las grandes Potencias como con la organización

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CARLOS RUIZ DEL CASTILLO

democrática que otorgue a todos ios grupos represen-tados ios mismos derechos. Pero el proceso de organi-zación de unidades parciales en torno de centros dife-renciados de poder, evitaría los riesgos del monopolioy de la anarquía. La esfera propia del Poder interna-cional ha de limitarse a objetivos de paz, y es aquídonde la discusión, con su multiplicidad de elementos,con sus remoras en que colaboran la sutileza y la ha-bilidad, con la maraña procesal en que prende sus ra-zones y su acción, con las cautelas que adopta y las re-sistencias que ofrece puede producir efectos paraliza-dores del azote mayor: el ele la guerra.

Simultáneamente con esta virtud de la negociación,se impone, por lo dicho, la rectificación del sentidocentralizador de que ha hecho gala el liberalismo enla construcción del Estado moderno. La influencia libe-ral tiene que adaptarse a lo que constituye la fisono-mía de las agrupaciones: la tradición;, que, siendo elprincipio diferenciador de cada una, es impulso que 3asconduce a suplir sus deficiencias con la fuerza de laalianza.

Algo, sin embargo, habrá de ser enérgicamente cen-tralizado. Al advenir el Estado moderno ha cesado elderecho de vindicta para los individuos. Hay una se-guridad pública organizada y dispensada por el Es-tado. La centralización de la Justicia como base de laTeoría del Estado según Locke, es adquisición defi-nitiva de nuestra cultura, y el mismo proceso centra-lizador suministra la pauta de la Justicia internacionalservida por una fuerza propia limitada a la defensade la paz general, como los Ejércitos modernos fueronestablecidos sobre las ruinas de las milicias mercena-rias, para la defensa de la paz nacional.

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LO VIVO Y LO MUERTO EN I-A IDEA LIBEKAL

EL INTERÉS GENERAL.—El liberalismo ha traído ala superficie de la conciencia este valor, que debe sercatalogado en el inventario de las adquisiciones histó-ricas. Es la actualización de un gran concepto escolás-tico : el de Bien común. Se diferencia de éste —y es sudefecto— en su saturación de formalismo, porque esobtenido por vía de abstracción de las calidades con-cretas del hombre. Pero traduce el impulso de un Es-tado que ha superado la organización estamental.

Esta idea de interés general, aunque abstracta ensu formulación, se forma históricamente. En la evo-lución del régimen representativo pueden verse las eta-pas de desarrollo de la idea, desarrollo que sigue Parípassu al proceso de crecimiento del "tercer Estado".Los otros Brazos sociales —Clero y Nobleza, con susescalonamientos respectivos— significaron, en las Cor-tes medievales, una representación de clase con sentidointerno de jerarquía y misión exterior de patronato so-cial. Cuando comienza el movimiento político en lasCiudades, desde las primeras que, a título de privile-gio, logran representación, se introduce en los organis-mos representativos el gran principio que va a cons-tituir motivo del Estado moderno: el principio terri-torial como base de representación. Son los hombreslibres de las Ciudades libres los que van a ser repre-sentados. El profesor Minguijón ha motrado los orí-genes no clasistas de esta representación. Cuando au-menta el número de estos representados y crece la fuer-za de los núcleos populares, la escisión entre las cla-ses se consuma, porque el "tercer Estado" aspira a sertodo el Estado. La Revolución francesa, tanto comoen el Contrat social de Rousseau, tiene después su ex-presión doctrinal en el escrito de Sieyés: "Qu'est-ce

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CARLOS RUIZ DEL CASTILLO

que le Tiers Etat?" ¿Y qué es el Tercer Estado?"Nada" —responde Sieyés, desde el plano de las reali-dades—. ¿Qué debe ser? "Todo", en el plano de las po-sibilidades y de las aspiraciones. Y esta expansión to-talitaria de un germen social entraña la generalizaciónde un concepto: el concepto de ciudadanía, concreta-da por la contribución y el trabajo sobre la base terri-torial de la Nación.

El interés general va a identificarse con las cali-dades humanas y universales, con el concepto hom-bre, por serlo. Calidades que serán el cimiento delas nuevas Asambleas deliberantes. En cuanto lavida profesional diferencia, mientras la vida polí-tica abstrae las notas homogéneas y comunes, lanueva representación torna del hombre el carácter másabstracto: el de habitante. Si analizamos esta calidadcomún, observaremos que la característica del habi-tante está determinada por un vínculo territorial: la ha-bitación o la residencia. Los habitantes o residentes, encuanto tales, razonan los supuestos de la vida común yconsumen por igual, aunque produzcan por separado.De aquí, su igualdad ante el Estado y ante el comercio.La base abstracta de la representación va a ser ésta: lade la razón general, en lo político; la del consumo, en loeconómico.

Cualesquiera que sean las transformaciones poste-riores del concepto de representación, ésta habrá detraducir el interés general como poseyendo calidad yascendiente propios. El Estado no podrá retrocedera una condición estamental. La Política permanecerácomo poder condicionante, y no como mera integracióndel trabajo dividido entre las profesiones y las clases.La representación, en consecuencia, tendrá que ser fie!

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LO VTVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

a las directivas del interés general que se afirma en va-lores unitivos de naturaleza personal.

Habrá que completar esta visión, sin preterirla. Latemática constitucional se aplica a la tarea, aunque, enverdad, es muy reducido el campo de sus originalida-des. Hoy, lo mismo' que hace un siglo, está al orden deldía la cuestión de la doble Cámara, y del Senado cabedecir que. posee, si no perpetua juventud, por lo menosresistencia que parece acreditar un elixir de larga vida.Fluctuat, nec mergitur. Habiendo mostrado su utilidadla Cámara de los Lores después de la Reforma de1911, la cual parecía el primer paso hacia la muertedel organismo, la flexibilidad de la Segunda Cámarapermite su adaptación a las más variadas situaciones,y por eso ha estado presente en la discusión constitu-cional francesa y revive en todo intento de representa-ción corporativa, bien entendido que ésta no puede serexclusiva, sino complementaría: no soberana, sino con-sultiva o, en todo caso, colaboradora.

Por eso este interés satura el mundo institucionalde la Política y se coloca en la línea de evolución departidos y organizaciones. Conduce al propio socialis-mo hacia direcciones de sentido humanístico y le in-duce en muchas partes al abandono del principio cla-sista. Y es levadura, no sólo de organización nacional,sino de cooperación internacional: una cooperación que,para ser efectiva, habrá de reconocer, como propendea hacerlo la tesis de los derechos internacionales delhombre, los valores entrañados en 4a común constitu-ción del espíritu humano.

LA CERTIDUMBRE JURÍDICA.—Constituye aspiraciónde todos los tiempos la seguridad. Las manifestaciones

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GARIOS K.UIZ DEL CASTILLO

de esta idea son múltiples en el nuestro, turbado por laconvulsión inherente al derrumbamiento de tantas cer-tidumbres. Los temores que suscita la inseguridad son,por otra parte, mayores cuando afectan a la enormesuma de ideas y valores que han acumulado tantos si-glos de civilización. De aquí, los caracteres específicosde la inseguridad moderna, irreductibles a la compa-ración con la inseguridad de las sociedades primitivaso de la sociedad feudal, donde el empleo de la fuerzaera atributo de todos y donde nadie poseía sino lo quecabía confiar a la propia defensa. Sabido es que lasSociedades más desenvueltas y refinadas son las másmenesterosas cuando falla el dispositivo técnico queprovee a la satisfacción de tantas necesidades inter-dependientes.

Y en nuestros días está en ruina el mecanismo deseguridad. Se busca por lo mismo lo que se ha perdi-do: seguridad jurídica, seguridad social y seguridadinternacional, o sea, garantía contra la arbitrariedadinterna y externa y contra la miseria. Vivir exento detemor y contar con medios para paralizar el riesgo:tal es la gran ambición contemporánea.

Esta misma aspiración de seguridad establece limi-taciones a la libertad: a la libertad individual y a lasoberanía de los Estados. Pero hay un aspecto de laseguridad que brota de las garantías jurídicas en cuyadefensa consumió el liberalismo buena parte de susenergías.

No es herencia universal, sino legado. De aquellasgarantías no interesa tanto el volumen como el resi-duo. En su concepción abstracta y absoluta, en su es-píritu de desconfianza nata hacia el Poder público, ensu exaltación de los impulsos individuales desenfrena-

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

dos. no tienen cabida en el mundo actual. En lo que en-trañan de respetuoso para la intimidad y la dignidaddel hombre, por cuanto le señalan claramente la dife-rencia entre lo permitido y lo prohibido y le inculcan,por tanto, con este conocimiento, la responsabilidad,aquellas garantías significan un perenne e irrenuncia-ble valor.

El jns certmn —ya aludido en ,el curso de estas ob-servaciones— abarca el proceso de formación, de vi-gencia y de transformación del Derecho. No es la in-tangibilidad del contenido de las formas jurídicas, peroexige forma constante.

Aun la ley de circunstancias —tratamiento que esnecesario aplicar a las situaciones excepcionales— re-quiere forma y tiene un fin. Este sentido de finalidades inseparable de toda institución jurídica, aun de lamás autoritaria, mientras sea respetuosa con una rec-ta concepción del Orden. Nadie negará que hoy másque nunca es finalidad recta, imprescindible, la defen-sa del Estado, defensa que ha de ser proporcionada alos peligros que amenazan el Orden. La defensa hade ser especial frente a peligros especiales. Mas estadefensa especial no puede desviarse de su fin, y seríaabuso de poder, no la defensa enérgica del Orden, sinola desviación de los recursos necesarios para defenderloy su aplicación a fines distintos de los que ha inspiradoel sentido de la institución excepcional.

La certidumbre de la vigencia y la aplicación efec-tiva del Derecho se completa mediante una separaciónde Autoridades, separación que es también un princi-pio estable de la vida jurídica.

El sentido de iniciativa, el discernimiento de lasfinalidades, la apreciación de la oportunidad de la

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CARLOS RUIZ DEL CASTILLO

fórmula, es el campo propio de la Política. En él pue-de moverse con desembarazo su impulso selectivo. Laconservación del Derecho así establecido con soberanalibertad corresponde a los Tribunales, los que, en con-trapartida, no deben crear Derecho por vía general.

Poco interesa que se haya cubierto con jirones deesta bandera una u otra ideología. Cualquiera tienederecho a ampararse con los propios derechos de laVerdad, y la partícula de Verdad que contiene unaidea es lo que hace que ésta perviva, aunque se mez-cle con errores.

La prosapia cristiana de este derecho la acredita elMensaje pontificio de la Víspera de Navidad de 1942, alque corresponden estas palabras cuya transcripción essuperior a toda glosa: "Del ordenamiento jurídico que-rido por Dios dimana el inalienable derecho del hom-bre a la seguridad jurídica, y consiguientemente a unaesfera concreta de derecho, protegida contra todo ata-que arbitrario.

Las relaciones del hombre para con el hombre, delindividuo para con la Sociedad y de la Autoridad paracon los particulares, han de colocarse sobre una clarabase jurídica, y bajo la tutela, si fuere necesario, dela Autoridad judicial".

Sólo el "pathos" de lo político se muestra contrarioa esta posición de la Judicatura. Tal ha sido la con-cepción de Cari Schmitt, para quien la sustantividadde la Política se confunde con el arbitrio del Poder.Porque en Schmitt la Política es absoluto valor, comoligada a actos decisorios de inmanente justificación yal margen así, no sólo de las regulaciones normativas,sino de todo enjuiciamiento jurídico. Se comprendeque lo atacado aquí no es una determinada posición

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBEEAL

—la liberal— del Estado de Derecho, sino el Derechomismo como vinculación de decisiones que tienden a.la duración, a la objetividad y a la certidumbre.

E L ESTÍMULO DE LA PUBLICIDAD.—Ha parecidoconstituir la publicidad, sobre todo en su incontenibleíluir de los periódicos, el arma predilecta del liberalis-mo. Con una predilección que no recataba los peligros.Baste recordar que en la Declaración de derechos, de1789 —documento al que es imprescindible referirsepara entroncar cualquier vigencia liberal—•, la únicaenunciación de libertad apostillada por la precauciónde la responsabilidad contra el abuso es la de imprenta.

Muchos daños, en verdad, ha producido este abu-so, y hay que reconocer que el Poder se ha mostradoremiso en la adopción de fórmulas que, siendo mode-radas, hubieran sido sabias. El Estado que ha rehuí-do la reglamentación de la Prensa, ha tenido que lan-zarse unas veces al secuestro de los periódicos, otrasa la previa censura, otras a la decidida oficializacióndel Instrumento. Y en casi todos estos casos, la invo-cación de la necesidad ha justificado el rigor o la cau-tela contra el desbordamiento de la licencia.

Interesa no .dejar en pie el fetichismo de la letraimpresa, que no es siempre conducto moralizador, nisiquiera pregón de cultura. Medio neutral, como todatécnica, hay que vigilar su empleo y no exaltar la for-ma sin atención al contenido que aloja. La plasticidady la difusión son los dos caracteres de las campañasperiodísticas, y a la especialidad del medio correspon-de la especialidad del tratamiento. Cuando haya quellegar a la configuración de delitos especiales, el espí-ritu de libertad no debe alarmarse, pues su defensa

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CARLOS EUIZ DEL CASTILLO

esencial se nutre también del sacrificio de los acci-dentes.

La Prensa no es sólo libertad; es, asimismo, ins-titución. No hay que recelar de su disciplina, sino desu esclavitud o de su omnipotencia. Y elemento de esadisciplina ha de ser, o puede'ser, la precisa delimitaciónde las cuestiones que por ser fundamento de la vidasocial convenga sustraer a la discusión cotidiana, y deaquellas otras que por su carácter y por su alcancepueden y deben ser aireadas ante el interés vigilantedel público. Que, en definitiva, el clima de publicidadrequiere público, y el Bien público es el bien que losmiembros de la comunidad hacen suyo mediante unaincorporación cuyo primer resorte es el esclarecimien-to informativo.

La publicidad, como Castilla, hace y deshace a loshombres. Pero es eficaz porque contrasta incesante-mente las promociones políticas y estabiliza sus Esta-dos Mayores. Como los cuadros políticos son necesa-rios, hay que vitalizarlos con corrientes de popularidad.

El estadista, movido por la pasión del Bien públi-co, encuentra dos recompensas: una interna, la máspura de todas: la de su conciencia. Pero el estadista»a diferencia del hombre de gabinete, es actor: se pro-duce en público y ha de vivir en comunión con éste.Necesita la aprobación o. el asentimiento y queda bienretribuido al vivir, como en medio propio, en el am-biente de la fama. Obtener fama es ganar prestigiopara cuajar la obra. Elemento primordial para soldarel hombre a la obra —que es suya, pero no para sí, ypor eso lo rebasa— es el público que espera y vigila,advierte y asimila, critica y aplaude. Vivir en contac-

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

to con las necesidades vivas en ese ambiente tambiénvivaz es un sino del político.

En este aspecto ha de reconocerse asimismo la fun-ción moralizadora que la publicidad comporta, en for-ma de temor al "qué dirán". Proclamado este benefi-cio, el rápido castigo de la difamación habrá de serinexorable, y no habrá de darse tregua a la persecu-ción del libelo.

Al Gobierno, en contrapartida, será preciso reco-nocerle el derecho a informar al público. Porque la co-rriente que encauza la Prensa es doble: la que va delos gobernados a los gobernantes y la que se dirigedesde el Poder á la Sociedad. Y ambas brindan, conel estímulo, la orientación.

La normalidad jurídica requiere publicidad. Y enesta vertiente, como en otras, la libertad es compatiblecon la delimitación del campo en que se manifiesta. Loimportante es que, en ese campo, la libertad sea autén-í 1C a..

E L EQUILIBRIO RACIONAL DK LAS INSTITUCIONES.—

El liberalismo abrió la era de las Revoluciones esgri-miendo el arma de la Razón.

Conviene insistir en señalar esta causa de las Re-voluciones que hay que descubrir bajo los caracteresexternos y explosivos de ciega violencia. Una serie demotines sangrientos nunca equivalen a una Revolu-ción de tipo histórico. Las Revoluciones de esta clasetienen una irreductible característica: son fenómenoscerebrales. No sólo se incuban en las cabezas, comocualquier otro hecho, que antes de ser hecho es proble-ma o idea, sino que son primordialmente hechos cere-

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CARLOS RUIZ DEL CASTILLO

brales —esto es, ideología— con fermentación en quese agitan los propios jugos.

Lo que ha dotado de especificidad a las Revolucio-nes modernas, y es causa de. que todos nos entenda-mos al hablar de Revolución corno de un movimientototal del espíritu, no como una lucha por reivindica-ciones concretas de orden práctico, lo que diferencia,en síntesis, la Revolución francesa del siglo xvxix delas Revoluciones inglesas del xvn, las cuales fuerontambién revoluciones nacionales con una enumeraciónde derechos y de conquistas, consiste en que por pri-mera vez la Revolución se. presenta como portadorade un mensaje ideológico, actúa con una carga cere-bral puesta a presión por la Filosofía.

En lo sucesivo, toda la organización política quesurge de este movimiento habrá de asentarse sobre unabase que es su razón de existencia: la libertad de pen-samiento, que, al difundirse, produce la Democracia ylos partidos políticos, cuya presencia permanente en e!listado es la proclamación de la influencia otorgada ala dialéctica.

Los excesos de subjetivismo y de espíritu críticohan repercutido, como era inevitable, en la acción. Ls,era liberal ha sido minada por el escepticismo, y la cri-sis de la libertad ha sido una crisis de fe. Ha surgidouna moral subjetiva como consecuencia del culto a larazón individual cuando ésta dejó de ser una partici-pación en la Razón objetiva. Y el escepticismo ha sidoclima propicio al letargo de la razón y medio inhibito-rio en la lucha de pasiones exaltadas. De los excesosdiscursivos ha brotado, en efecto, la indiferencia fren-te al problema moral, aunque asimismo la desorbitadainfluencia de ideas disolventes en fuerza de ser unila-

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LIBERAL

terales o quiméricas. Porque si el sueño de la razónengendra monstruos, también la razón exaltada pro-duce la locura.

• Antes se ha visto cómo el liberalismo ancló en larealidad gracias a la disciplina social de una "élite""para la cual la libertad constituía el mundo en torno,la peculiar circunstancia de su vida.. Esa "élite" era elpoder social que daba cohesión a los ideales de una épo-ca e impedía —retrasaba siquiera— que el espíritu dediscusión volatilizara las instituciones.

Significa todo esto que la libertad no vive sin unadisciplina mental ni fuera de un núcleo que por la vir-tualidad de su existencia asegure los resultados so-ciales.

Esta idea de disciplina, necesaria para los logrossociales, requiere una fe, una transfiguración de la liber-tad como arbitrio en libertad como valor. Por otraparte, la Nueva Libertad, corno la Nueva. Edad Me-dia, no será un concepto extraño al proceso de la His-toria, y ha de estar, por lo mismo, cargado de expe-riencia.

Lo que renazca de libertad y democracia tiene queser llevado, en alas de fe y de sacrificio. Todo sacrificiosupone limitación y propio vencimiento. Por eso sóloen, condiciones éticas encuentra la libertad razón deexistencia. Pero estas condiciones éticas no pueden serindiferentes a la tarea y al destino de la vida social.

Por ello hay que ponerse, en guardia también con-tra el intento, que se ampara de nuevo en literatura re-ciente, de defender la Democracia con argumentos deética formal. Beck, por ejemplo, quiere permaneceren un terreno exclusivamente ético cuando propugnalas formas democráticas, aun en los casos en. que con-

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CAKLOS KOIZ DEL CASTILLO

dujeran a la infelicidad y a la miseria de los ciudada-nos. Incluso entonces —dice— deberían ser preferidasresueltamente a las formas dictatoriales, por los mis-mos motivos que la suerte de una persona libre, üenade vicisitudes y hasta en circunstancias extremadamen-te desgraciadas, debe ser preferida a la felicidad gre-garia de los animales y a la insensibilidad e irrespon-sabilidad de una piedra inerte (ió).

No. La defensa racional de un principio político nopuede hacerse con abstracción de su utilidad y de sufin. Política sería entonces utopía. Y esto aparte, esadefensa comprometería los mismos resultados que cabeobtener con una actitud que no sólo será más hábil,sino también más comprensiva de la naturaleza delmismo principio defendido.

Si los clásicos entendían que las formas mixtas eranlas más resistentes y las mejor adaptadas a la vida so-cial, calcúlese el valor que cobra este pensamiento cuan-do es aplicado a un mundo tan complejo y multiformecomo el de nuestro tiempo. Se ha visto en la solidez queesas formas deparan a las instituciones un baluartecontra las catástrofes sociales (17).

De todas suertes, y como el maestro Maurice Ilau-riou, hay que reivindicar en la Teoría del Estado elprincipio de las unidades compuestas, revelado de nue-vo por la Filosofía.

A su modo, el Estado totalitario representa tam-'bien la visión conjunta de un panorama social con múl-tiples relieves. Su existencia comprueba la compleji-dad de las tareas. Pero el Estado totalitario ha inten-tado planificar suprimiendo la espontaneidad, privan-

(JÓ) Philoso'phie und Politik; cap. 8.° Zurich, 1938.• (17) Mallaud (Pierre): The English 'way. Oxford, 1945.

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LO VIVO Y LO MUERTO EN LA IDEA LlBEIiAL

do ele impulso libre a las actividades y transformándo-las en funciones públicas.

El equilibrio que. implica un régimen mixto no pue-de consistir ya en el sólo equilibrio externo entre losrodajes constitucionales, con vistas a la distribuciónde las competencias políticas, es decir, el clásico equi-librio del liberalismo. Ha de ser un equilibrio de lasinstituciones sociales con las políticas: equilibrio entrebienes individuales y bienes colectivas, entre la liber-tad de iniciativa y el servicio público, pero con plenaconciencia de la dirección fundamental hacia una liber-tad responsable, fértil para el bien.

Las tinieblas que han ensombrecido la libertad enregímenes contemporáneos sólo podrá rasgarlas el es-píritu con un sentido de la vida que ha de estar penetra-do de religiosidad. Tan fuerte es este impulso y tannecesario para vencer el materialismo y para restau-rar los valores morales, que hay que registrar comorasgo sensato de la mentalidad contemporánea el re-conocimiento de la necesidad de una reviviscencia re-ligiosa que, siendo obra de libertad, prospere en un am-biente favorable a la colaboración del Poder espiritualcon el temporal. No puede ser cuestión el clericalismo,en el sentido del gobierno temporal del sacerdocio, sinoque ha de aspirarse a que, en la paz de las conciencias,florezca la verdadera religión del alma, la que en estahora de angustia está produciendo ya un renacimien-to -místico y una depuración de espíritus escogidos, ca-paces de sentir profundamente la responsabilidad dela existencia.

Cualquier equilibrio político ha de ser forma deuna fe subyacente y nutricia. En esto se diferencia elequilibrio de fuerzas vitales —que es equilibrio en mar-

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CARLOS RÜIZ DEL CASTILLO

cha— del de fuerzas inertes. Esa fe ha de movilizarlas energías morales antes que las políticas. La crisisdel mundo no es crisis de mecanismos políticos, sinode creencias animadoras,, cabría decir glosando un granpensamiento. Lo político se angosta cuando la Moralse angustia. El inventario de las soluciones políticasestá cerrado; no hay que esperar ninguna solución nue-va y mejor que las conocidas. Sólo la fe puede lubrifi-car los viejos mecanismos, que por ella y con ella seadaptarán a nuevas tareas. Importa más que nada re-ferir las energías del espíritu a sus órganos natura-les, porque el desequilibrio presente es debido, en granparte, más que al eclipse —que también existe— delas virtudes, a su expresión mal dirigida e incoheren-te, ya que el mundo actual, como ha dicho Chesterton,está poblado por virtudes cristianas que se han vueltolocas. Así se descarrió también la libertad que, consi-derada en sí misma, es prerrogativa de la cordura. .

Sin la fe como cimiento de la libertad, o lo que eslo mismo, sin una libertad de contenido positivo quesea credo antes de ser otra cosa cualquiera —compro-miso de tendencias, discusión o sufragio1 político—,no será posible oponerse al estrago de una ideologíade signo totalitario, como el comunismo. Consideradasólo como posición dialéctica, la libertad es insuficien-te en las horas cruciales, y en tal sentido tiene fuerzael argumento de quienes, atentos a la proporción esta-blecida entre las acciones y las reacciones, estiman queun totalitarismo sólo puede ser combatido desde la pa-lestra de otro totalitarismo.

Durante cierto tiempo conservará valor y vigoreste argumento. Mas el éxito definitivo de la empresa

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LO VIVO Y LO MUERTO Klí LA IDEA LIBERAL

requerirá los estímulos asimiladores' de la' libertad yno cabrá'confiarlo á una Ortopedia prolongada.

Reposa el inundo' "sobré principios 'que, una vez asi-milados por él' espíritu, 'constituyen-' creencias. Nadamás frágil y'nada más consistente que''un'principio,Las mareas históricas'pueden"ocultarlo,'pero no hayoleaje capaz de destruirlo. A la larga, las creencias sonlos poderes' insobornables y 'permanentes.' Hay ideolo-gías deletéreas que quieren subvertir ios fundamentossociales, pero que temporalmente se sirven" también'delos medios políticos'que'la libertad proporciona:'Sabe-mos con certeza que los partidos' tributarios' de esasideologías se proponen suprimir la libertad una vez'queles sirva para llegar al Poder. A la larga-también; paracontrarrestar esa'.tendencia'sólo 'será eficaz la creen-cia en los' valores de la libertad; no la mera sumisióna los procedimientos políticos'que la libertad ofrece.Porque'sólo én la madurez''de "un espíritu público'-nu-trido- por la fe en ciertos principios esenciales, cabeencontrar defensas que sean estables • porque1 sean or-gánicas; que no dependan del' azar dé los aconteci-mientos o del éxito temporal de tina forma' política,sino que se asocien 'a la fuerza espiritual entrañada énestados de conciencia. "•

Pero todo será estéril si no se forma, 'además, unaclase apta para el' mando y lá responsabilidad' social.

Sufre el mundo —no hace fal-ta1 insistir en ello—crisis de "autoridades" sociales", para usar'la exp'ré--sión. favorita'de Le Play." Y "no hay'clase política conmediano prestigio dirigente si ño arraiga en" la vidasocial; péró, arraigando cín elia, la" ehriqilece, como elárbol a la tierra; con lá'ofrenda de nuevas calidadessedimentadas." • - , . - - , .

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CARLOS RU1Z BEL CASTILLO

Las crisis político-sociales son siempre crisis declases directoras, y ni las personalidades egregias —nisiquiera las de excepción— representan otra cosa queun paliativo en los trances difíciles si su ejemplo no-acierta a alumbrar vocaciones y capacidades en núme-ro bastante para sostener los resultados del impulsoinicial.

El problema estriba en decidir si una Democra-cia de masas es compatible con esta selección o estaminoría dirigente, porque masa y calidad están en ra-zón inversa. Resulta difícil restringir la participación-social en el Poder político, o, lo que es lo mismo,'li-mitar el número de sujetos políticos activos. Mas loque no se obtenga por el procedimiento de la restric-ción del número de los que intervienen, cabe conseguirlocon la limitación de las tareas encomendadas a los co-micios, a las Asambleas y, en general, a los po-deres mayoritarios. Ciertas funciones políticas exigi-rán siempre visión peculiar para planearlas y volun-tad eficaz para cumplirlas. Una y otra son, y tienen.que ser, patrimonio de minorías. Lo cual nadie dis-cute, porque una "élite" política es inseparable de las-realizaciones, y el ejemplo de la Rusia soviética lo con-firma ampliamente.

Esta dirección política para que no degenere endescarnado poder de mando al margen de la libertady de la formación espiritual, ba de asociarse a unaselección social determinante de un tipo humano.

La clase dirigente ha encarnado siempre en un tiposocial: el caballero, el hombre del Renacimiento, elburgués, para catalogar sólo especies familiares a nues-tro mundo occidental. No creo que se columbre en elhorizonte un tipo de selección social —no meramente

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política— específicamente proletario, aunque haya queadmitir la capacidad del proletario para lograr accesoa estadios sociales en los que quepa desplegar influen-cia directora. Pero seleccionar proletarizando, es de-cir, sumiéndose en la masa que necesita ser elevada,parece un contrasentido.

Aún cabe esperar un nuevo tipo humano, que seforme con la mezcla destilada de virtudes hidalgas yvirtudes burguesas: el sentido caballeresco del honory del oficio personal y el sentido burgués de la respon-sabilidad y de la cultura. Uno y otro ejemplarizaronvirtudes heroicas, hermanadas en la conciencia del pa-tronato. El caballero y el burgués han tenido su épo-ca de oro y su época de decadencia. El apogeo ha coin-cidido con el despliegue de la iniciativa: en la guerra,el caballero; en la empresa, el burgués. La acción deambos ha estado impulsada por un anhelo de crea-ción. El descanso del héroe del Romancero es la pe-lea, porque el enemigo no reposa tampoco, y la lucha,aunque conozca la tregua reparadora, no puede cesarmientras aliente el ideal. El descanso del burgués esel desarrollo incesante de la empresa, no con ánimode un lucro —innecesario cuando las ganancias acu-muladas exceden a las necesidades—, sino por la vir-tualidad de la empresa misma, que nunca se detieney arrastra siempre nuevas energías. Ni el caballero seretira con los laureles, ni el burgués con la ganancia."Creador de riqueza social", en frase de Georges Va-lois, el capitán de industria muere, como el centinela,en su puesto de servicio.

Se extinguieron las virtudes del caballero en elocio de la Corte. Se extinguieron las virtudes burgue-sas en la vida muelle y en el consumo estéril. Pero el

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impulso del heroísmo tiene que renacer adaptándose alas exigencias de los pueblos y del tiempo y conducien -do al sacrificio por los 'demás, con un doble sentido deiniciativa y de responsabilidad, con una incesante apli-cación del espíritu al trabajo consciente de sus fines.

Las desviaciones del espíritu de empresa, como lapropia corrupción del tipo de empresario, no disminui-rán nuestra admiración por el "pionnier" de las ini-daciones, ni nos impedirá reconocer los fecundos re-sultados de su obra. Frente al concepto peyorativo delseñorío y de la burguesía —el que corresponde a lacaricatura social de la decadencia—• exaltemos la epo-peya del mundo medieval y del mundo moderno, unay otra debidas al fresco impulso de aristarquías for-madas en el ascetismo de una tarea.

* *

Cuando todo ha sido ensayado, resulta oportunoentregarse a la reflexión crítica. La visión perspicazde un gran político contemporáneo —Oliveira Sala-zar—• ha cuajado en esta frase certera: "El Estadototalitario habrá podido fracasar, pero la Democra-cia continúa sujeta a revisión." Y entre nosotros, Or-tega y Gasset, en su "Epílogo para ingleses", escritoen 1937, de La rebelión de las masas,, hacía estas afir-maciones: ''"'Una vez más resultará patente que todaforma de vida ha menester de su antagonista. El "tota-litarismo" salvará al "liberalismo" destifiendo sobre él,depurándolo, y gracias a ello veremos pronto a unnuevo liberalismo templar los regímenes autoritarios."Pero es necesario —concluía— "que vuelva a brotar

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en el fondo del bosque que tienen las almas el honta-nar de una nueva fe".

Acerca ,de esta necesidad de una fe nueva, que ha-brá de ser la vieja fe renovada, ha quedado dicho loesencial para el propósito de estas páginas. En lo quese refiere al Estado totalitario, la guerra se hizo con-tra él, aunque las alianzas no ofrecieron en este as-pecto gran coherencia. Pero —bien lo sabemos— nadapasa en vano, y es posible que si el liberalismo no tem-pla ya los regímenes autoritarios, éstos destiñeran so-bre él lo suficiente para adaptarlo a una tarea que losalve. Que salve de él —se entiende— lo que puedeincorporarse al presente, lo que puede ser aún espe-ranza y destino.

"Es posible —recogemos una. opinión de Mann-heim— que así como después de las guerras de reli-gión se hicieron trascendentes las esferas de la posi-ción religiosa y de la irracionalidad, también ahoraaparezca una nueva forma de aplicación de la razón,tras la irrupción de los irracionalismos" (18).

Convendrá recordar que los abusos de la razón nodefraudan nunca hasta el extremo de inducir a loshombres a renunciar a ella. El juego histórico de las"épocas orgánicas" y las "épocas críticas" continua-rá en movimiento pendular, pero es necesidad impe-riosa —e imperativa— del espíritu racionalizar lo realen aquellos casos en que la razón no descubra en loreal reflejos de sí misma. La razón libre, cuya apo-logía representó el orto liberal, se ha devorado a sípropia después de haber reconocido su impotencia para

(18) El hombre y la sociedad en la época de crisis, írad. esp.; pá-ginas 214-215; 1936.

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relacionarse con las cosas y revelárnoslas en la inti-midad de su ser. Que en esta incapacidad cognoscen-te ha terminado el proceso del racionalismo mo-derno.

La razón ha perdido así el rumbo y no ha sabidoqué hacer con la libertad. Pero la razón, cuando se hahecho explícita y ha adquirido la consistencia que le•dan los hábitos sociales, resurge, después de las crisis,en el recuerdo de los hombres, y en los mismos perío-dos de desmayo fermentan los pensamientos críticos yse concentra el esfuerzo para nuevas irrupciones.

El programa y el método están implícitos en todolo dicho. Si la razón libre se ha descarriado y ha llega-do a anularse, la exigencia inmediata no deberá serla exaltación del puro arbitrio, pero sí el' sentido deresponsabilidad necesario para merecer y ejercitar lalibertad razonable.

CARLOS RUIZ DEL CASTILLO.