lonely planet traveller

1
19 Febrero 2012 Ellas y sus reglas Thorn, bajo el poder de la princesa abadesa y sus veinte damas “Eran monjas de buena familia, adineradas, instruidas y con mucho poder. Así que decidieron poner sus propias reglas”. Es media tarde, las calles de Thorn, en Holanda, están desiertas y el guía que me acompaña por el empedrado de este tranquilo pueblo holandés se detiene frente a la iglesia para contarme orgulloso la historia de unas mujeres que decidie- ron vivir a su manera y no como estipulaban las estrictas reglas del Vaticano. En 1310, tres siglos después de la fundación de este convento benedictino, las monjas que lo gestio- nan deciden escribir al papa y expresar- le su firme intención de vivir como mujeres corrientes: no más hábitos oscuros, no más votos, libertad para vivir fuera de la abadía y, llegado el caso, enamorarse y casarse. “La respuesta de Roma se hizo esperar 200 años..., pero llegó”, concluye el guía con una mueca traviesa, sugiriendo que lo hubieran hecho igual, con o sin permiso. Al fin y al cabo, Thorn queda muy lejos de Roma y ellas disponían de recursos de sobra para sobrevivir de forma independiente. Lideradas por una princesa abadesa, las damas del convento –veinte como máximo– provenían de las capas más altas de la nobleza del Imperio germano y aunque pasaban el día más allá de los cuatro muros de la abadía, tenían la obligación de dormir dentro, donde los únicos hombres a quienes se les permitía el acceso eran los sacerdotes que se encargaban de las labores litúrgicas. La princesa abadesa gestionaba toda la riqueza que genera- ban las tierras de la abadía –“infinitas”, según mi guía– y, además de líder espiritual, ejercía de soberana del pueblo. Sus nombres están grabados sobre mármol en una de las paredes de la abadía. Eva, Josina, Margaretha..., privilegiadas todas, sofisticadas y abonadas a una vida de lujo que quedó reducida a cenizas –al igual que la mayoría de edificios de la abadía– cuando los gritos de liberté, égalité, fraternité invadieron Thorn, inevitable- mente, en 1794. Tiempo para la revolución y finiquito para esta pequeña república femenina de la que hoy sólo queda la iglesia como testimonio. Daniel Martorell es periodista, colabora- dor de revistas de viajes, entre ellas, Lonely Planet Magazine. He conducido por la costa croata bastantes veces durante estos años, la primera cuando este país pertenecía todavía a Yugoslavia. Esta vez, me junté con unos cuantos amigos para hacer el viaje en barco. La costa está llena de islas, cada una con encantadores y pequeños puertos, ideal para atracar por las noches. Nuestro viaje comenzó en Split, donde el casco antiguo se aglutina alrededor del antiguo palacio de Diocleciano. El primer día fue un viaje corto, sólo unos pocos kilómetros al norte hasta Trogir, otra ciudad con el puerto amurallado. La siguiente parada fue Hvar, donde el príncipe Harry había sido noticia en verano al disfrutar de fiestas nocturnas junto a un grupo de amigos. Al día siguiente fuimos a Vis, para un pequeño descanso antes de llegar a otra ciudad amurallada llamada Korcula. La ciudad Surcando las olas en Croacia y Montenegro Este mes, Tony Wheeler se dirige hacia la costa adriática para ir de isla en isla y disfrutar de las pizzas de Marco Polo tiene a Marco Polo como su hijo predilecto y, por supuesto, hay una pizzería del mismo nombre que no debe dejarse de visitar. Nuestra última noche en Croacia fue en la isla de Mljet, donde dimos un paseo alrededor de la isla y donde visitamos el antiguo monasterio benedictino con la iglesia de Santa María. Pasamos cerca de Dubrovnik antes de llegar a la concurrida Budva y navegar por la bahía de Kotor. Las tres son ciudades amuralladas, pero Kotor es, de las ciudades costeras, una de las más bellas. No hay sitio mejor para apreciarla que desde Fort St John, al que se llega después de subir a pie una muralla que serpentea por encima de la ciudad. Hay muchas opciones para navegar por la costa, desde un barco de vela donde tú mismo pilotas hasta grandes veleros con tripulación. O simplemente coger un ferri: barcos que te llevan de isla a isla, o van y vienen desde la costa. Vis, una de l as i slas más bel las de Croaci a, fue una b ase milit ar yugoslav a Tony Wheeler EL HOMBRE MÁS VIAJADO Las aventuras del cofundador de Lonely Planet, el hombre que no puede dejar de explorar. LP54 Zona de Embarque.indd 19 10/1/12 14:04:51

Upload: dani-martorell

Post on 04-Apr-2016

282 views

Category:

Documents


1 download

DESCRIPTION

 

TRANSCRIPT

Page 1: LONELY PLANET TRAVELLER

ZONA de embArque

19Febrero 2012

Ellas y sus reglasThorn, bajo el poder de la princesa abadesa y sus veinte damas

“Eran monjas de buena familia, adineradas, instruidas y con mucho poder. Así que decidieron poner sus propias reglas”. Es media tarde, las calles de Thorn, en Holanda, están desiertas y el guía que me acompaña por el empedrado de este tranquilo pueblo holandés se detiene frente a la iglesia para contarme orgulloso la historia de unas mujeres que decidie-ron vivir a su manera y no como estipulaban las estrictas reglas del Vaticano. En 1310, tres siglos después de la fundación de este convento benedictino, las monjas que lo gestio-nan deciden escribir al papa y expresar-le su firme intención de vivir como mujeres corrientes: no más hábitos oscuros, no más votos, libertad para vivir fuera de la abadía y, llegado el caso, enamorarse y casarse. “La respuesta de Roma se hizo esperar 200 años..., pero llegó”, concluye el guía con una mueca traviesa, sugiriendo que lo hubieran hecho igual, con o sin permiso. Al fin y al cabo, Thorn queda muy lejos de Roma y ellas disponían de recursos de sobra para sobrevivir de forma independiente.

Lideradas por una princesa abadesa, las damas del convento –veinte como máximo– provenían de las capas más

altas de la nobleza del Imperio germano y aunque pasaban el día más allá de los cuatro muros de la abadía, tenían la obligación de dormir dentro, donde los únicos hombres a quienes se les permitía el acceso eran los sacerdotes que se encargaban de las labores litúrgicas. La princesa abadesa gestionaba toda la riqueza que genera-ban las tierras de la abadía –“infinitas”, según mi guía– y, además de líder espiritual, ejercía de soberana del pueblo. Sus nombres están grabados sobre mármol en una de las paredes de la abadía. Eva, Josina, Margaretha..., privilegiadas todas, sofisticadas y abonadas a una vida de lujo que quedó reducida a cenizas –al igual que la mayoría de edificios de la abadía–cuando los gritos de liberté, égalité, fraternité invadieron Thorn, inevitable-mente, en 1794. Tiempo para la revolución y finiquito para esta pequeña república femenina de la que hoy sólo queda la iglesia como testimonio.

Daniel Martorell es periodista, colabora-dor de revistas de viajes, entre ellas, Lonely Planet Magazine.

He conducido por la costa croata bastantes veces durante estos años, la primera cuando este país pertenecía todavía a Yugoslavia. Esta vez, me junté con unos cuantos amigos para hacer el viaje en barco. La costa está llena de islas, cada una con encantadores y pequeños puertos, ideal para atracar por las noches. Nuestro viaje comenzó en Split, donde el casco antiguo se aglutina alrededor del antiguo palacio de Diocleciano. El primer día fue un viaje corto, sólo unos pocos kilómetros al norte hasta Trogir, otra ciudad con el puerto amurallado. La siguiente parada fue Hvar, donde el príncipe Harry había sido noticia en verano al disfrutar de fiestas nocturnas junto a un grupo de amigos.

Al día siguiente fuimos a Vis, para un pequeño descanso antes de llegar a otra ciudad amurallada llamada Korcula. La ciudad

Surcando las olas en Croacia y MontenegroEste mes, Tony Wheeler se dirige hacia la costa adriática para ir de isla en isla y disfrutar de las pizzas de Marco Polo

tiene a Marco Polo como su hijo predilecto y, por supuesto, hay una pizzería del mismo nombre que no debe dejarse de visitar.

Nuestra última noche en Croacia fue en la isla de Mljet, donde dimos un paseo alrededor de la isla y donde visitamos el antiguo monasterio benedictino con la iglesia de Santa María. Pasamos cerca de Dubrovnik antes de llegar a la concurrida Budva y navegar por la bahía de Kotor. Las tres son ciudades amuralladas, pero Kotor es, de las ciudades costeras, una de las más bellas. No hay sitio mejor para apreciarla que desde Fort St John, al que se llega después de subir a pie una muralla que serpentea por encima de la ciudad.

Hay muchas opciones para navegar por la costa, desde un barco de vela donde tú mismo pilotas hasta grandes veleros con tripulación. O simplemente coger un ferri: barcos que te llevan de isla a isla, o van y vienen desde la costa.

Vis, una de las islas más bellas de Croacia, fue una base militar yugoslava

Tony Wheelerel hombre más viajado

Las aventuras del cofundador de Lonely Planet, el hombre que no puede dejar de explorar.

LP54 Zona de Embarque.indd 19 10/1/12 14:04:51