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Los Siete metales y la Medicina Antroposófica Aspectos terrestres y cósmicos de la metaloterapia Argeo de la Guardia Laboratorio Weleda THE SEVEN METALS IN ANTRO POSOPHIC MEDICINE. DE LA GUARDIA A. Keywords: Antroposophy, metalotherapy, iron , copper, magnesium, tin, lead, quicksilver, gold English abstract:: Metals are widely present in earth, but rarely we find it in pure metallic state, due that earthly forces tnd to destroy their metallic condition. lron, copper, silver, tin, gold, lead and quicksilver are used in antroposophic medicine, but they are understood quite different than the traditional chemistry, looking for its cosmic relationships with the solar system's planets and the moon, and thus, their therapeutic value is oriented towards the knowledge of this spi- ritual-scientific method. NAA MEDICATRIX 200 1 ; 19(2): 74-84 Resumen Los metales están presentes en la tierra, aunque en raras ocasiones existen en estado puro, porque las fuerzas te- rrestres aniquilan su condi- ción metálica. Los siete meta- les son Hierro, Cobre, Plata, Estaño, Oro, Mercurio y Plo- mo son utilizados en medici- na antroposófica con una dis- · tribución que difiere de las de la química tradicional y que tiene que ver con las relacio- nes cósmicas entre metales y planetas del Sistema solar, y así, su orientación terapéutica está en función de la unión atribuida por el método cien- tífico espiritual. Los metales poseen lustre, duración y flexibilidad que contrastan con su peso y soli- dez; tienen significado y no- bleza; los percibimos con los sentidos corrientes, y también con aquellos · " internos ·� , espi- rituales. Sus propiedades ma- nifiestas los han convertido en herramientas al servicio de la humanidad, e incluso han marcado etápas en su desa- rrol lo, como la Edad del Co- bre, del Bronce y del Hierro. Lo que en el pasado percibió de forma " interna " reveló al ser humano una relación pro- funda con estas sustancias, que condicionó su empleo en forma de amuletos, ornamen- tos, y recipientes para la cele- bración de varios cultos. Están relacionados con noso- tros, y también con todas las formas de existencia terrestre. En la medida en que compa- ramos estas conexiones, nos damos cuenta de las grandes transformaciones en que se encuentr; m implicados de ma- nera funcional, en los distin- tos reinos naturales. En el reino mineral los des- cubrimos por doquier; y son los constituyentes de muchas rocas; pero en este estado es raro que las leyes que los ri- gen permitan observar sus cualidades. Existen formas nativas puras (Oro, Plata, Platino), que se han conside- rado como preciosas por su escasez, aunque la mayoría los encontramos en forma de menas, en combinación con otros elementos, que sólo al- gunas veces permiten revelar su naturaleza. Los semipre- ciosos han sido separados de sus combinaciones mediante prácticas metalúrgicas primi- tivas durante siglos, y un depósito de Estaño o una vena de Cobre ha valido una fortuna. Las rocas comunes y los suelos también contienen ciertos metales, pero de una forma tan oculta que hasta el descubrimiento de la moder- na tecnología, su · presencia era insospechada. También los encontramos presentes en las plantas, los animales y el ser humano. Es- tamos en el umbral de una disciplina que brindará sus re- sultados en el futuro, pero ya conocemos funciones vitales que requieren de la presencia de estos elementos. Sin el Magnesio, las plantas no podrían formar su clorofila ni construir sus cuerpos a partir de aire y agua. Los animales inferiores no podrían respirar sin el Cobre, ni los animales superiores sin el Hier ro. La falta de Cobalto en los suelos causa serias epidemias en el ganado, y en las personas aparece en las enfermedades con anemia perniciosa. En el organismo humano encontra- mos Oro, Plata, Mercurio,

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Los Siete metales y la Medicina Antroposófica

Aspectos terrestres y cósmicos de la meta loterapia

Argeo de la Guardia Laboratorio Weleda

T H E SEVEN META LS IN ANTROPOSOPHIC MEDICINE. DE LA GUARDIA A. Keywords: Antroposophy, metalotherapy, iron, copper, magnesium, tin, lead, quicksilver, gold English abstract:: Metals are widely present in earth, but rarely we find it in pure metallic state, due that earthly forces tnd to destroy their metallic condition. lron, copper, silver, tin, gold, lead and quicksilver are used in antroposophic medicine, but they are understood quite different than the traditional chemistry, looking for its cosmic relationships with the solar system's planets and the moon, and thus, their therapeutic value is oriented towards the knowledge of this spi­ritual-scientific method.

NATURA MEDICATRIX 200 1 ; 19(2): 74-84

Resumen

Los metales están presentes en la tierra, aunque en raras ocasiones existen en estado puro, porque las fuerzas te­rrestres aniquilan su condi­ción metálica. Los siete meta­les son Hierro, Cobre, Plata, Estaño, Oro, Mercurio y Plo­mo son utilizados en medici­na antroposófica con una dis- ·

tribución que difiere de las de la química tradicional y que tiene que ver con las relacio­nes cósmicas entre metales y planetas del Sistema solar, y así, su orientación terapéutica está en función de la unión atribuida por el método cien­tífico espiritual.

Los metales poseen lustre, duración y flexibilidad que contrastan con su peso y soli­dez; tienen significado y no­bleza; los percibimos con los sentidos corrientes, y también con aquellos · " internos ·� , espi­rituales. Sus propiedades ma­nifiestas los han convertido en herramientas al servicio de la humanidad, e incluso han marcado etápas en su desa­rrollo, como la Edad del Co­bre, del Bronce y del Hierro.

Lo que en el pasado percibió de forma " interna " reveló al ser humano una relación pro­funda con estas sustancias, que condicionó su empleo en forma de amuletos, ornamen­tos, y recipientes para la cele­bración de varios cultos. Están relacionados con noso­tros, y también con todas las formas de existencia terrestre. En la medida en que compa­ramos estas conexiones, nos damos cuenta de las grandes transformaciones en que se encuentr;m implicados de ma­nera funcional, en los distin­tos reinos naturales.

En el reino mineral los des­cubrimos por doquier; y son los constituyentes de muchas rocas; pero en este estado es raro que las leyes que los ri­gen permitan observar sus cualidades. Existen formas nativas puras (Oro, Plata, Platino), que se han conside­rado como preciosas por su escasez, aunque la mayoría los encontramos en forma de menas, en combinación con otros elementos, que sólo al­gunas veces permiten revelar su naturaleza. Los semipre­ciosos han sido separados de

sus combinaciones mediante prácticas metalúrgicas primi­tivas durante siglos, y un depósito de Estaño o una vena de Cobre ha valido una fortuna. Las rocas comunes y los suelos también contienen ciertos metales, pero de una forma tan oculta que hasta el descubrimiento de la moder­na tecnología, su · presencia era insospechada.

También los encontramos presentes en las plantas, los animales y el ser humano. Es­tamos en el umbral de una disciplina que brindará sus re­sultados en el futuro, pero ya conocemos funciones vitales que requieren de la presencia de estos elementos. Sin el Magnesio, las plantas no podrían formar su clorofila ni construir sus cuerpos a partir de aire y agua. Los animales inferiores no podrían respirar sin el Cobre, ni los animales superiores sin el Hierro. La falta de Cobalto en los suelos causa serias epidemias en el ganado, y en las personas aparece en las enfermedades con anemia perniciosa. En el organismo humano encontra­mos Oro, Plata, Mercurio,

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Estaño, etc. En cantidades mí­nimas, cada metal en una dis­tribución diferente, en un ór­gano más, en otro menos. Al­gunos juegan un papel esencial en la construcción de determi­nados tejidos, donde se requie­re su presencia material, como ocurre con el Calcio.

En el mundo viviente la ma­yoría se encuentran en un alto grado de disolución (ver la Tabla), lo que nos indica que lo importante de su presencia no es su materialidad, sino su forma dinámica de actuar. Recíprocamente, es evidente que el cuerpo humano es " asequible " a los más varia­dos metales, con tal que éstos se encuentren tan finamente divididos que se suprima su aspecto físico, pero se pueda desarrollar su naturaleza diná­mica. Están dotados de una cierta " organotropía " , una profunda relación que dirige algunos de ellos hacia deter­minados órganos y tejidos.

Siguiendo esta " organo­tropía " de los metales indivi­duales con medios modernos, podemos recuperar .un juicio sobre las correlaciones entre ellos y los órganos internos, que eran conocidas en tiem­pos antiguos y de la cual pro­ceden muchos indicios para su utilización con propósitos terapéuticos.

Los metales afectan al indi­viduo en su cuerpo físico, y también en su alma, espíritu y proceso de consciencia. Se manifiestan en un lenguaje que se expresa más poderosa­mente en los seres vivientes más desarrollados. Lo que es un balbuceo indistinguible en el mundo orgánico inferior, se vuelve articulado cuanto más es utilizado en ámbitos com­plejos (desde la planta, pasan­do por el animal, hasta el ser humano). En la medida que un ser es más estructurado y es más capaz de expresar su propia esencia, mejor podrá manifestar su procedencia.

Dentro del mundo mineral, tienen una existencia paradó­jica, y aunque son componen­tes importantes de la Tierra, las transformaciones norma­les terrestres están mucho más inclinadas a ocultar o destruir su condición que a producirla

o incluso a dejarla existir. Aquellos que son lo suficien­temente fuertes para soportar los procesos terrestres y con­servarse en forma pura, como el Oro, Plata o Platino, son tan inusuales que se elevan al rango de preciosos. Sin em­bargo, en la mayoría de los casos, sólo se nos ofrecen en la forma de mena, que al me­nos tiene en ocasiones un pa­recido con las características metálicas. En el procedimien­to de separación de metales de sus compuestos minerales, combinamos lo pesado, lo ponderal terrestre con lo " im­ponderable " , las energías sin peso que irradian del espacio, y sólo así puede en forma pura, liberado de sus cadenas, surgir de la mena. En los se­mipreciosos, como el Cobre, Mercurio y Estaño, este pro­ceso es fácil, requiere una aplicación menor de estos im­ponderables. Con los comu­nes se necesita un esfuerzo mayor, por ejemplo, en el Hierro, Zinc o Antimonio, y necesita aplicaciones tremen­damente energéticas para li­berar los que se encuentran escondidos en rocas y suelos. Por este motivo la Humani­dad ha tardado en familiari­zarse con el Magnesio, Alu­minio y Calcio. Por último, los Alcalinos producidos por la naturaleza salina terrestre, como Sodio, Potasio y sus si­milares, no sólo se obtienen a cambio de una enorme inver­sión de energía, sino que además son inestables, muy artificiales, y tienden a regre­sar a su estado de sal con la mayor rapidez posible. Debi­do a su suavidad, bajo punto de fusión, e inestabilidad, de­bemos denominarlos como parodias de sus propiedades, caricaturas de los verdaderos metales. Es necesario prote­gerlos con paredes de vidrio o bajo petróleo, porque cual­quier humedad ambiental o soplo de aire los hace reaccio­nar. ¡U na verdadera existen­cia de laboratorio!

De esta forma, la tendencia de las transformaciones terres­tres no es liberar la cualidad metálica, sino aniquilarla, que­marla, reducirla a cenizas, o al menos a óxido. Podríamos concluir que es fundamental­mente extraña sobre la Tie­rra. Hoy no se puede explicar

Metales

Magnesio, Hierro, Aluminio, Zinc Cobre, Manganeso Arsénicó, Titanio, Vanadio, Cromo, Níquel, Estroncio y Litio Plata, Cobalto, Rubidio, Estaño, Molibdeno Oro, Uranio Uranio en los huesos Uranio en músculos y dientes Radium

Conceo.traclones decimaftst

D 1 a D2 D2 a. D3

D3 a D4

D4 a D5 D5 a D6

D6 D9

D l l

'D es La potencia decimal utilizada en homeopatía. D 1 corresponde a una disolución de una parte en 10, D2 de una parte en 100, D3 de una parte en 1000, etc.

ni entender desde el punto de vista de los minerales terres­tres. ¿De dónde surge su exis­tencia? ¿Tiene quizá otro ori­gen que el terrestre ? ¿ Pertene­cen a otro mundo? ¿ Es posible que su tarea sea fun­dir las esferas de la actividad extraterrestre con las de la tie­rra ? ¿ Podríamos designar a los metales como cósmico -terrestres, comparables quizás a las plantas, las que a pesar de estar ancladas con sus raí­ces a la tierra, pertenecen a la luz cósmica a través de sus hojas ? . Aparte de sus semillas que debido a su peso caen víc­timas de la gravedad, las plan­tas son liberadas para regre­sar a su verdadera forma, me­diante lo imponderable que les llega del cosmos, tales como la luz, el calor, etc. En este sentido se podría compa­rar a las menas con semillas y a los metales con las plantas, que se liberan de sus semillas al interactuar con los impon­derables, en el proceso de la fundición.

Los alquimistas hablaban de los tres procesos en las sus­tancias: Sal, Mercur y Sulfur. Para ellos, Sal era la materia ponderable, sujeta a las fuer­zas terrestres. Sulfur era la sustancia saturada con lo im­ponderable, las fuerzas que irradiaban desde el cosmos. Sin embargo, Mercur era una sustancia abierta a la interpe­netración rítmica de fuerzas desde ambas fuentes, una que radiaba desde la tierra, y otra ·desde el cosmos ( en este as­pecto, todos los metales son Mercuriales) .

La ten d e n c i a d e l as

tra n sform ac i o n es terrestres

no es 1 i berar l a c u a l idad

m etá l i ca , s i no a n i q u i l a r l a

NATURA MEDICATRIX 200 1 ; 19(2): 74-84

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La d i str i b u c i ó n m etá l i ca

a ntro posóf i ca com b i n a e l

conoc i m i ento d e l os a n t i guos

con l as i nvest i gac i o n es

modernas

Aspectos cósmicos de la naturaleza metálica

En la medida en que avan­zamos en el conocimiento del cosmos, comprendemos más que la naturaleza metálica no es una propiedad terrestre, sino que se extiende en todo el universo. Existen algunos minerales de origen extrate­rrestre, el Hierro meteórico contiene metales en una for­ma que no puede ser encon­trada o producida artificial­mente en la tierra. El Hierro que es el más común de los metales, sólo se encuentra en menas, excepcionalmente en forma elemental. Puro, sólo puede provenir del cosmos: su forma metálica es un ex­tranjero en la tierra, un viaje­ro del cosmos.

Cuando hacemos arder una cinta de Magnesio, obtene­mos la misma intensidad lu­minosa que el Sol. Con la ayuda de ese mismo Magne­sio, la luz solar se .incorpora a la clorofila de la hoja, es como si cada rayo de luz so­lar terminara su viaje en el cloroplasto, como un gránulo de almidón. El Hierro tam­bién es necesario en ese pro­ceso de formación de clorofi­la que tiene lugar en los órga­nos de recepción cósmica de la planta. De esta manera la planta necesita de estas sus­tancias para conectarse con el aspecto cósmico de su exis­tencia.

Las plantas reciben del es­pacio sus brotes, floración y maduración, mientras que los animales lo hace mediante sus órganos internos. Con el rit­mo de sus órganos los anima­les sustituyen los ritmos cós-

Pesos atómicos de los siete metales

Planeta

Marte Venus Luna Júpiter Sol Mercurio Saturno

NATURA MEDICATRIX 200 1 ; 19(2): 7 4-84

Latín

Ferrum Cuprum 1\rgentum Stannum Aurum Hydrargyrum Plum hum

S" un bolo Atómico

Fe 55,&5 Cu 63,45 Ag 1 07,8 & Sn 1 1 &,7 A u 1 97;2 Hg 200,6 Pb 207,2

micos. No es impropio consi­derar a estos ritmos orgánicos como algo cósmico interiori­zado. Así podemos compren­der que ese cosmos orgánico ya no usa los metales por su presencia material, sino por sus efectos dinámicos. El Co­bre prepara la formación de la hemoglobina, el Hierro cons­truye la hemoglobina así como los fermentos respirato­rios, el cosmos interior está impregnado por lás activida­des metálicas.

Consecuente con esta línea de razonamiento, si en la ac­tualidad algunos metales llue­ven desde el cosmos a la tie­rra, ¿por qué los metales, que ahora descansan en el claus­tro terrestre como menas, no pueden provenir como un re­galo a la creación de la tierra?

Aquí tocamos con el anti­guo conocimiento humano. Este saber no provenía de un pensar como el nuestro, sino de una genuina " percepción " , hace mucho tiempo extinta, de sus antiguas fuerzas aními­cas. Afirmaba específicamen­te que el Hierro era un metal de Marte; el Cobre de Venus; el Oro algo semejante al Sol; había asignado el Plomo a Sa­turno; el Estaño pertenecía a Júpiter; la Plata era goberna­da por la Luna; el Mercurio tenía el nombre del mismo planeta. En la actualidad po­demos recuperar una penetra­ción de este saber antiguo, he­redado, mediante las investiga­·ciones científico-espirituales modernas de Rudolf Steiner. Veamos si la física actual en su desarrollo sobre el conoci­miento de los metales, en­cuentra algunos puntos don­de concuerde con esta ciencia espiritual.

El sistema periódico de los elementos fue descubierto en el Siglo XIX por Lothar Me­yer y Mendeleiev, cuando agruparon los elementos (sus­tancias) según sus pesos ató­micos, revelando las armonías singulares entre ellos. Hare­mos lo mismo con estos siete metales, salvo que en lugar de emplear columnas, los distri­buimos en círculo. Aunque esta distribución sólo es posi­ble gracias a que los métodos de análisis modernos han es­tablecido los pesos atómicos, en este sistema de relaciones

se encuentra escondido algo que ya era familiar a los anti­guos. De esta forma, la nueva distribución combina el cono­cimiento de los antiguos con las investigaciones modernas.

Las investigaciones moder­nas están familiarizadas con las relaciones ponderales en­tre las sustancias, los " Pesos Atómicos " . Tomando los de los siete metales que los anti­guos relacionaban con los cinco planetas mencionados, la luna y el sol, los distribui­mos en un círculo según su magnitud, y obtendremos un heptágono como el de la Fi­gura siguiente. Como resulta­do obtenemos una distribu­ción muy significativa.

En la Figura 1, comenzamos en la esquina derecha de la lí­nea base en el heptágono equilátero con el Hierro (Fe) y su peso atómico de 55,85, y continuamos hacia la izquier­da con el Cobre, etc. Esta dis­tribución revela que en la parte superior el Oro se encuentra en una posición especial. Los res­tantes seis metales se enfrentan en parejas; primero el Estaño y Mercurio, luego Plata y Plomo y finalmente Cobre e Hierro. Aparecen unas polaridades que se habían perdido en la distribución usual del sistema periódico, sin embargo estas polaridades existen tanto en la naturaleza como en el ser hu­mano.

En la línea basal, el Hierro y Cobre, aunque no son con­siderados como unos elemen­tos vecinos en la química or­dinaria, en la naturaleza pare­cen haber sido creados con el mismo aliento. La mena de Cobre más importante, la Calcopirita, también es una notable mena de · Hierro, ya que combina Cobre, Hierro y Azufre. Es como si la naturale­za quisiera atraer nuestra aten­ción hacia algo que alcanza su expresión máxima en el reino de lo viviente, ya que en este ámbito y no en otro, ambos metales están relacionados con los procesos respiratorios, me­diante los cuales, animales y humanos impregnan su orga­nización acuosa con lo aéreo. La hemocianina que usan para respirar muchas criaturas infe­riores, tales como mejillones, caracoles, cangrejos y cefaló-

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podos, es un compuesto de proteínas y Cobre, mientras que los animales superiores y el ser humano respiran gracias a un compuesto similar, la he­moglobina, sustituyendo al Cobre por Hierro.

Eh la segunda línea hori­zontal encontramos la Plata y el Plomo. En la química co­rriente no se estudian las po­laridades de estos dos ele­mentos, pero la naturaleza lo requiere. El sulfuro de Plomo (Galena) es su mena más im­portante, y en ella también encontramos una pequeña cantidad de Plata (Argentita) . Gracias a esto, e s e l más im­portante mineral de Plata. Las mayores cantidades de Plata se producen a partir de la Ga­lena. La Plata tiene su nido natural en el regazo del Plo­mo. Los depósitos de Plata pura, o sus minerales, son muy raros·. También en el cuerpo humano, la Plata y el Plomo muestran polaridades, pero no se muestran como ele­mentos fisiológicamente nor­males como ocurre con el Hie­rro y el Cobre. Se observan en sus efectos terapéuticos.

El Plomo acentúa los proce­sos degenerativos provenien­tes del polo .neuro-sensorial, promueve el endurecimiento y la parálisis . La Plata por el contrario estimula los ·proce­sos regenerativos del polo me­tabólico, vitalizándolos. Tam­bién encontramos en la Plata el antídoto contra los efectos venenosos del Plomo, el Sa­turnismo.

De igual forma, el Estaño y el Mercurio muestran polari­dades en el cuerpo humano. Ambos actúan sobre la orga­nización líquida como medi­camentos, aunque de formas completamente diferentes.

En el diagrama, el Oro se mantiene aparte. También en la naturaleza, se sostiene a sí mismo, distribuido sobre la corteza terrestre según sus propias leyes. En el organis­mo humano actúa como me­dicamento para el corazón, que es el centro del sistema rítmico.

En la Figura 2 encontramos sobre nuestro heptágono tres triángulos isósceles: el iz­quierdo relacionando los pun-

tos del Cobre, Plata y Mercu­rio; el derecho, los puntos del Hierro, Plomo y Estaño; y el central, los puntos del Cobre, Hierro y Oro. De nuevo en­contramos correlaciones entre los metales, no sólo en sus atributos naturales, sino en sus relaciones con procesos orgánicos humanos.

Cobre, Plata y Mercurio, los metales del triángulo de la izquierda, aparecen en la na­turaleza junto con el Antimo­nio, en los denominados mi­nerales de cobre gris o tetra­hedritas, que son minerales típicos de azufre. Se catalogan entre preciosos o semi-precio­sos; suaves, flexibles, plásti­cos, excelentes conductores de calor y electricidad (com­parados con el Mercurio) . Los puntos de fusión de la serie van desde 1 083° ( c;obre), 960° (Plata), hasta -39° (Mer­curio) .

Los metales del triángulo de la derecha, Hierro, Plomo y Estaño, no son preciosos, son malos conductores del calor y la electricidad; y sus puntos de fusión van respectivamente desde 1530°, 327° hasta 231°. En la corteza terrestre apare­cen aislados, rara vez se en­cuentran combinados entre ellos o en sus minerales. De esta manera, la tríada de la iz­quierda y de la derecha mues­tra una fuerte oposición, po­laridades.

El triángulo central com­prende Cobre, Hierro y Oro. Podemos encontrar Oro en las menas de Cobre, así como en piritas ( sulfuros ferrosos) . Como metal, el Oro se parece sobre todo al Cobre, que por esto podría ser denominado como su plebeyo mediocher­mano. El punto de fusión del Oro ( 1064°) está muy cerca del Cobre ( 1083°). Sin embar­go, la sal más importante de Oro, el tricloruro Áureo, se parece mucho al tricloruro Férrico. Es más, Cobre, Hie­rro y Mercurio son alcalinos, y el hidróxido de Plata es una lejía muy fuerte. No obstante, Hierro, Plomo y Estaño for­man ácidos cuyas sales son conocidas como ferratos, es­tannatos y plumbatos. Aquí el Oro se mantiene en el centro, reconciliando las polaridades y armonizándolas.

Figura 1 .

Figura 3.

A u 197,2

Au el)

En sus influencias y relacio­nes con la organización hu­mana, estas triadas muestran algo sorprendente. Plata, Mercurio y Cobre actúan es­pecialmente sobre el sistema metabólico. Estimulan sus fun­ciones regenerativas, acom­pañando a los procesos de la nutrición hasta la formación de la sangre, en la cual el Co-· bre posee un papel importan­te. Hierro, Plomo, y Estaño actúan en la región superior, en el polo neuro-sensorial. Están relacionados con los procesos degener'ativos, endu­recedores, de conformación. El Hierro actúa mediante los pro­cesos respiratorios en la orga­nización rítmica, como consti­tuyente del pigmento respira­torio, y la tríada Cobre­Hierro-Oro se refleja en el sis­tema rítmico, el Oro hacia el ·corazón como centro, el Hie­rro en el aspecto· respiratorio, y el Cobre en dirección al me­tabolismo. De esta forma, la estructura trifuncional de los triángulos de nuestro heptá­gono nos brindan una imagen " metálica " de la organización trifuncional humana.

Lo anterior demuestra que esta distribución de los meta­les señala muchos aspectos de su naturaleza que de otra for­ma permanecerían inadverti-

A u

Figura 2.

Figura 4.

dos. Sin embargo, lo más sig­nificativo son las relaciones cósmicas ocultas en ellos. En estos vínculos se adivina algo sobre el origen de los metales.

Desde el punto de vista científico espiritual, el sistema solar es una organización po­derosa que evolucionó hasta la forma presente, a partir de unos comienzos pnm1genws germinales desorganizados y impregnados de fuerzas vita­les. En este desarrollo se han ido segregando gradualmente los minerales inertes, como una ostra produce su concha o un árbol su corteza. ( ). La condición ;, embrionaria " de la Tierra debe ser contempla­da no sólo como sostenida por fuerzas vitales, sino tam­bién constituida por una na­turaleza anímica y seres espi­rituales. El envejecimiento de este gigantesco organismo se realiza en etapas de gradual condensación y materializa­ción, conduciendo a una seg­mentación cada vez mayor, a la separación del Sol, los pla­netas, la Luna, y a la " secre­ción " de los reinos naturales.

Para demostrar el origen cósmico de los metales y sus relaciones, es necesario regre­sar al heptágono. En este caso, se construye una estrella

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Los m eta l es no corres pon d e n

só l o a l a t i erra , s i no a todo e l cosmos

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de siete puntas, comenzando por el Plomo, se omiten dos intervalos, y unen con una diagonal al Estaño, y así con­secutivamente, de manera que la línea continúa relaciona Hierro, Oro, Cobre, Mercu­rio, Plata y regresa al Plomo. (En esta figura sólo podemos trazar dos estrellas, una agu­da y otra obtusa, y ambas tie­nen significado, como vere­mos) . A la vez, dibujemos al lado de cada metal el signo del planeta con quienes han sido relacionados desde tiem­po inmemorial:

Las líneas de nuestra estre­lla ahora trazan la secuencia: Saturno - Júpiter - Marte - Sol - Venus -Mercurio - Luna.

En esta secuencia aparece una distribución espacial de nuestro sistema planetario, visto desde la Tierra, como muestra el denominado siste­ma de Ptolomeo. Los planetas exteriores son Saturno, Júpiter y Marte, los planetas interio­res Venus y Mercurio, mien­tras que la Luna es el cuerpo celeste más cercano. Cuando los planetas interiores se sitúan en conjunción delante del Sol, y los planetas exterio­res en conjunción detrás del Sol, tenemos la exacta secuen­cia que se muestra en la Figura 3, comenzando con Saturno y terminando con la Luna.

De esta forma el orden cós­mico emerge en nuestro orden de los metales. Los metales no sólo pertenecen a la Tierra, sino a todo el cosmos. Esto es lo que demuestra nuestro dia­grama. Aquí está oculta otra cadena de relaciones. Las des­cubrimos si, comenzando por el punto Plomo-Saturno, y ahora omitiendo un solo in­tervalo, trazamos diagonales que describen la segunda es­trella de cinco puntas, obtusa. La línea une los puntos Satur­no-Plomo , Sol-Oro, Luna­Plata, M·arte-Hierro, Mercu­rio-Mercurio, Júpiter-Estaño, Venus-Cobre, y vuelta a Sa­turno-Plomo. Esta secuencia, que se muestra en la Figura 4, no tiene que ver con el espa­cio, sino que muestra una es­tructura en el tiempo, un rit­mo de la evolución terrestre.

La existencia evoluciona en el tiempo. Depende por com-

pleto de los ritmos que resul­tan de la cooperación de los movimientos de la tierra y las estrellas. El año refleja el rit­mo solar, la semana el ritmo lunar. Con años y meses con­tamos nuestras vidas. Los días en sucesión nos recuer­dan, nuevamente cada sema­na, una consciencia del ritmo de siete, que contiene al Sol, la Luna, y los cinco planetas como se suceden en la estrella obtusa de la Figura 4 . Los nombres de los días de la se­mana, en los distintos idio­mas, nos recuerdan los ritmos cósmicos.

La antigua sabiduría deno­minó las unidades de tiempo según las estrellas. La expe­riencia de cada semana nos re­cuerda la evolución del univer­so, los secretos del devenir cós­mico, y el que la tierra y todas sus criaturas, en cada momen­to, se encuentran en conexión con la configuración espacial del cosmos y sus leyes cronoló­gicas de evolución.

Los días de nuestras vidas siguen el ritmo de la evolu­ción térrestre; son imágenes de la historia del mundo. En la antigüedad, por el saber de aquellos tiempos, aún se podía sentir la relación armo­niosa entre la evolución hu­mana y la terrestre. Cada sus­tancia en la tierra participaba de ese devenir. En la actuali­dad intentamos, de una ma­nera novedosa, descifrar los secretos contenidos en cada sustancia terrestre, así como en el individuo y en el mundo extraterrestre. ¿ Es posible en­contrar los signos de un or­den temporal, relacionado con las fases de la evolución terrestre, a la luz de la Antro­posofía: Antiguo Saturno, Antiguo Sol, Antigua Luna, Marte y Mercurio?

La distribución del heptá­gono es resultado de ciertos rasgos de los metales por sí mismos. También hemos des­crito ciertos fenómenos que implican que estos metales poseen un aspecto cósmico adicional al terrestre, y espe­cialmente que cada uno está relacionado con un planeta determinado. Es más, se pue­de demostrar las relaciones entre los procesos evolutivos en el cosmos y la .formación

de ciertas condiciones plane­tarias. Pero ¿ tienen algo que ver los metales con los plane­tas, no como campos de fuer­za orientados espacialmente, sino como fases en la evolu­ción de nuestra tierra, esto es, como formaciones orientadas temporalmente? ¿ Las propie­dades de los metales justifican la secuencia que se muestra en el heptágono obtuso de la Fi­gura 4?

Se pueden encontrar estos signos, aunque poseen un carácter más complejo . Al trabajar con el Plomo encon­tramos que en su naturaleza existe un extraño comporta­miento respecto al calor. Cualquier incremento o dis­minución de temperatura lo afecta intensamente. En el or­ganismo humano, el Plomo como sustancia terapéutica, está relacionado con los pro­cesos de formación orgánica en los cuales el YO intensifica o disminuye el calor orgánico. Esto apunta al aspecto Satur­nino de su naturaleza.

El Oro, el metal solar, no sólo reacciona de forma defi­nida respecto a la influencia del Sol, sino que además per­tenece al mundo lumínico. Ningún otro puede aparecer, como tal, claramente colorea­do. Se muestra de un amarillo dorado brillante, en translúci­das hojas de un verde vegetal, en el púrpura, rojo, violeta, azul e índigo de sus solucio­nes coloidales. Lo fulgurante de la naturaleza luminosa es una característica del mundo del Antiguo Sol.

La Plata revela de manera particular el sonido y el tono, y también está muy relaciona­da con la naturaleza de los lí­quidos. Pero la energía orde­nada del sonido y la condi­ción fluida emergente eran las características de la Antigua Luna.

Se sitúa la condición de Marte en la primera mitad de

· la evolución terrestre. El Hie­rro es en cierto aspecto el más importante en la formación material de la tierra sólida. La tierra lo contiene por doquier en considerables cantidades, alrededor de un 5% como promedio. Es el metal de la vida terrestre. La primera ins-

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piración del recién nacido so­bre la tierra se logra gracias a su energía. También en los ve­getales sólo podemos encon­trar el verde si hay Hierro en el terreno. Minerales, plantas, animales y el ser humano no se pueden concebir en su for­ma actual sin el Hierro.

El Mercurio no es sólido. Ha retenido algo joven, una movilidad fluida que perdie­ron los restantes metales. Se ha mantenido en esta condi­ción incompleta, a pesar de su gran densidad, su gran peso. Por este motivo, la segunda mitad inconclusa del desarro­llo terrestre, se ha designado a la condición mercurial.

Es difícil prever los fenóme­nos implicados con Estaño (Júpiter) y Cobre (Venus) por­que están situados en un leja­no futuro. Lo que ya ha sido, incluso en su inmediato pasa­do, es perceptible a nuestra realidad sensorial, ha dejado su huella sobre la materia. Pero el futuro aún se encuen­tra en el campo de lo supra­sensible. Es inútil tratar de en­tenderlo con nuestros senti­dos.

Esferas energéticas planetarias relacionadas con los metales

Una medicina ampliada ha­cia el ámbito espiritual, con­templa en los metales planeta­rios un sistema de fuerzas ( energético) muy activo. Se subdivide en siete esferas dife­renciadas, que se extiende hasta las órbitas planetarias correspondientes. Los plane­tas en su materialidad sólo constituyen sus límites visi­bles. Esos espacios energéti­cos se interpenetran a nivel del cosmos, de la tierra y del ser humano. De forma muy concreta, vivimos en ámbitos planetarios diferenciados en relación con los metales. Con la ayuda del sistema de Ptolo­meo, Steiner brinda una re­presentación de estos fenóme­nos y los caracteriza tomando como ejemplo la esfera lunar: "Aquel que considere de ma­

nera espiritual al sistema de Prolomeo, devolvería rodas

los fenómenos al humano en su integridad y los compren­dería como sigue: me encuen­tro sobre la Tierra, y de igual forma estoy en el interior de la Luna. La esfera lunar es de hecho, en cuanto a su diáme­tro, tan grande como la dis­tancia desde la Luna al centro de la Tierra. Es un cuerpo in­visible, y por demás, consti­tuido por una sustancialidad (de Plata) en la que podemos vivir y estar penetrados. "

Esa zona lunar que penetra a la Tierra constituye con ella una organización que actúa en todos los procesos de la naturaleza. Esta situación es válida para las otras esferas planetarias. Podemos imagi­nar que de la misma manera que esos dos campos penetran en el espacio, las otras tam­bién lo hacen; esto podría ser la esfera solar que es cualitati­vamente diferente a la lunar o la de los restantes planetas. Por encontrarse a la vez, inte­ractúan, y la expresión de esas relaciones recíprocas es una forma en el cuerpo terrestre o en todo el organismo. De esta manera podemos tener una visión de conjunto de las dis­tintas sustancialidades que penetran en el organismo, así como en la Tierra (R. Stei­ner) " .

Cada uno de esos espacios energéticos planetarios, rela­cionados con metales, sigue las leyes de su principio en los fenómenos luminosos y de movimiento de los planetas, así como en su irradiación (vi­bración) metálica y sus co­rrientes energéticas.

Sustancias y procesos

Es necesario distinguir los metales de sus procesos. En la corteza terrestre, las sustancias poseen contornos bien delimi­·tados, de una forma determi­nada. A niveles más profun­dos, se encuentran en estado de fusión; pero en los alrede­dores de la Tierra, se encuen­tran en un estado de división muy fino y se manifiestan por una irradiación (vibración) contin ua . Es justamente su parte fina, "supra-homeopáti­ca ", la que pasa sin interrup-

ción en el conjunto de la vida (R. Steiner) .

El sistema energético plane­tario comprende dos elemen­tos: la esfera energética rela­cionada y sus efectos, y la sus­tancia metálica en sí, con sus propiedades, estando cada una de ellas sometida a leyes diferentes: la sustancia metáli­ca a las leyes gravitacionales, sin embargo en el campo energético intervienen leyes muy diferentes, periféricas, opuestas, y cuya irradiación actúa hacia el centro de la Tierra. Estos espacios energé­ticos planetarios operan en el sentido de una diferenciación, de una dirección en las fuer­zas periféricas.

El conocimiento de estas re­laciones aporta unos criterios para su utilización terapéuti­ca. Mientras que los metales, empleados en su carácter sus­tancial (en cantidades ponde­rales o como oligoelementos) están sometidos a las fuerzas (energías) centrales terrestres, los metales diluidos y dinami­zados (homeopatízados) son portadores de fuerzas plane­tarias dirigidas en sentido in­verso.

Procesos metálicos y procesos vitales

Las esferas energéticas as­trales relacionadas con los metales influyen sobre el mundo viviente. En primer lu­gar, diferencian la proteína original y dirigen la forma­ción de los distintos órganos. En su forma sustancial, tam­bién son activos en los fer­mentos, pigmentos y enzimas. Es necesario destacar la co­rrespondencia entre los catali­zadores biológicos y las trans­formaciones de la geogénesis: en esos fermentos y enzimas siempre encontramos una sus­tancia con una base proteica compleja, relacionada con un metal. Son unas relaciones metal-proteÍna que poseen unas propiedades funcionales sorprendentes en lo concer­niente a la formación de otras sustancias (precisamente en razón de la presencia del me­tal ) . Allí encontramos, sin ningún problema, el estado original de todo lo que es

Las esferas e nergét i cas

astra l es re l a c i o n adas

con l os m eta l es i nf l uyen so bre

e l m u ndo v iv i e nte

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: .

Es n ecesa r i o d i fere n c i a r

e n cada órga no l os efectos energét i cos p l a n etar i os

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metálico y mineral, ese estado primordial de la vida. en que todo lo que es mineral se en­cuentra en el interior de las " proteínas " . Algo de ese esta­do original ha sido conserva­do por ciertas formas de vida ulteriores, como base de sus procesos biológicos más im­portantes. No obstante, sería absolutamente erróneo pen­sar que esas relaciones metal­proteína son simplemente propiedades químicas inorgá­nicas cuya interacción tuviera como consecuencia las " fun­ciones vitales " . El metal in­cluido en la proteína viviente se hace sensible gracias a las energías planetarias de que se encuentra dotado. De esta manera la proteína viviente se hace asequible, gracias al me­tal, a las energías periféricas planetarias centrífugas, y otras. Gracias a los que se en­cuentran incluidos en la pro­teína, las fuerzas vitales ( eré­ricas) y las fuerzas psíquicas (astrales) propias de los seres vivientes, pueden influir sobre las funciones corporales.

Procesos metál icos en el ser humano

1. El principio de organización planetaria

En el organismo humano se refleja el sistema energético planetario relacionado con los metales. A éstos, con sus pro­piedades y efectos, se corres­ponden procesos biológicos. A las energías planetarias se corresponden nuestras facul­tades psíquicas. Ambos están sometidos a lo Astral, que es el elemento planetario en el ser humano. Como imagen del sistema planetario, esta or­ganización obedece a las leyes planetarias, con sus irradia­ciones, movimientos, energías y relaciones armoniosas. Si­guiendo las leyes de sus prin­cipios de acción, la organiza­ción Astral está ·formada de siete sistemas de fuerzas energéticas, portadores de dis­tintas cualidades, que consti­tuyen los principa-les sistemas directores del organismo fun­cional. Estos sistemas están relacionados con los procesos metálicos. Actúan en el seno de las actividades vitales e in­fluyen sobre la formación y

funcionamiento orgamcos: recordemos que lo Astral (or­ganización anímica) es el ver­dadero constructor de lo Eté­rico (organización vital} y de lo Físico. De esta manera, todo lo que circula y reaccio­na en el interior de lo Etérico tiene por origen lo Astral (R. Steiner) .

2. Procesos biológicos

Bajo la influencia de la or­ganización Astral y sus siete sistemas de fuerza, el organis­mo vital se subdivide en una sucesión de procesos biológi­cos diferenciados, relaciona­dos con los metales, que se encuentran escalonados entre la construcción y la regenera­ción por un lado, y la des­composición y degeneración por el otro. Steiner describe estos procesos con el término de "niveles o planos vitales " y da una corta síntesis de las claves para comprenderlos:

La existencia humana con sus diferentes niveles se en­

. cuentra relacionada con la vida planetaria, cósmica. El cuerpo Etérico experimenta ante todo, en los órganos sen­soriales una vida de percep­ción, un tipo de actividad de­clinante, que de hecho no per­cibimos como tal. Esta se desarrolla bajo el efecto de Saturno ( Plomo ) . Se corres­ponde con las funciones fi­siológicas de los órganos de los sentidos. La tarea de los nervios es una continuación de la actividad anterior. En la organización nerviosa encon­tramos una vida sensorial ate­nuada, conservadora, ralenti­zada, que se mantiene gracias a la influencia de Júpiter. En este caso se trata de fenóme­nos biológicos del cerebro y del sistema nervioso (Estaño) . En la respiración, encontra­mos una actividad formadora, creadora, que se corresponde con los efectos de Marte, o del Hierro. La circulación sanguí­nea, fuente de equilibrio cen­tral, recibe los impulsos sola­res ( Oro) . La circulación de las sustancias nutritivas está relacionada con la actividad metabólica, que constituye el fundamento de los órganos materiales. Lo metabólico co­rresponde a la actividad de Venus en la organización Eré­rica (Cobre) . Lo que ocurre en

el ámbito metabólico, puede ser utilizado por el resto del organismo para producir mo­vimiento. Esta se debe a la in­fluencia de Mercurio sobre lo Etérico. Luego encontramos la vida reproductiva, la rege­neración. Es la renovación que descansa sobre la activi­dad lunar (Plata) .

Esta gradación de cualida­des vitales descansa sobre una interacción específica entre las organizaciones Astral y Etérica para cada actividad. La Etérica tiene la tarea de elaborar el organismo, es por­tadora de procesos vegetati­vos inconscientes; donde pre­valece, domina el anabolis­mo . Esto es válido para la renovación, el movimiento y el metabolismo. El principio planetario Astral se sumerge en la esfera anabólica del cuerpo Etérico, y por tanto, en el inconsciente.

Por el contrario, la organi­zación Astral atenúa esta ac­ción y conduce a los procesos catabólicos. Donde quiera que predomine, se consume la fuerza vital, se sacrifica, para reaparecer a un nivel superior en forma de fuerzas anímicas. En el seno de la respiración, los nervios y los sentidos, pre­valecen procesos catabólicos. Estos se superponen a los procesos anabólicos e impli­can gradualmente una dismi­nución de esa fuerza vital para así servir como base fi­siológica a la consciencia. Cada ámbito vital contiene, en una determinada propor­ción, anabolismo y catabolis­mo.

Estos niveles están ordena­dos entre sí de forma precisa: a cada proceso corresponde uno contrario. A la regenera­ción (principio lunar) se opo­ne la degeneración (Saturno); al principio conservador (Jú­piter) se opone el impulso mercurial del movimiento; la vida respiratoria (Marte) a lo metabólico (Venus) , y la cir-

. culación es el centro de ese triple equilibrio (Sol).

3. Procesos metálicos y órga­nos

Los siete procesos vitales relacionados con los metales penetran con su irradiación,

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corrientes energéticas y fuer­zas formadoras a los organis­mos en formación: todos son móviles y recorren sin cesar el cuerpo. Al igual que un siste­ma planetario, estos impulsos se encuentran en el ser huma­no. Durante la etapa embrio­naria, forman los órganos in­ternos, que constituyen sus propios centros energéticos, donde actúan. Cada una de estas acúvidades vitales sigue una trayectoria indicada, según el sistema planetario. Si se equivocan y van por otro camino, el bazo, por ejemplo, se encuentra con la vesícula biliar, y aparecen las enferme­dades. Lo mismo ocurre para otras trayectorias (Paracelso).

Es necesario diferenciar en cada órgano los efectos energéticos planetarios, de los relacionados con los cuatro elementos (Fuego, Aire, Agua, Tierra) . Podemos conocer algo sobre los movimientos interiores constructores si los relacionamos con el mundo planetario. Al comprender sus funciones, llegamos al mundo terrestre (es decir, el de los elementos); por ejemplo, los pulmones son, por su estruc­tura interna, formados por los procesos Marte-Hierro, pero actúan en el ámbito de los ele­mentos, relacionándonos con el medio (Tierra) sin mediar procesos como ocurre en la digestión, y lo mismo ocurre con otros, como el Hígado con lo acuoso (Agua) y el co­razón con el calor (Fuego) . De esta manera, las característi­cas de los diferentes procesos orgánicos resultan de la inte­racción entre ambos niveles.

Los siete sistemas energéti­cos relacionados con los me­tales gobiernan nuestro orga­nismo funcional y se corres­ponden con determinados órganos y tej idos, como se muestra en la tabla adjunta.

Las etapas de la vida y los ciclos de maduración natural

El conocimiento sobre los diferentes períodos de la vida pertenece al más antiguo bien espiritual de la humanidad. La antigua sabiduría caldea, egip­cia y griega consideraban que el organismo humano estaba

Procesos (o dinámicas) de la Plata (Argentum.) Portadores de la vida de regeneración, transmiten el crecimiento, anabolismo, renovación, reproducción y eliminación. En tanto que esfera de elaboración embrionaria, de infancia, marcan aquellas regiones donde predomina el anabolismo, tales como las mucosas y la piel, se concentran en el sistema genital y actúan sobre los movimiéntos de la reproducción. La irradiación de la Plata se encuentra en los fenómenos centrífugos de la piel, tales como el su­dor, las eliminaciones, etc.

Procesos del Mercurio (Mercurios) Portadores de la vida del movimiento, los encontramos en el origen de los movimientos res­piratorios. Provocan los fenómenos químicos en medio líquido, estimulan la circulación linfá­tica y la actividad glandular; están" concentrados y particularmente activos en esos sistemas. La irradiación mercurial rige lo que proviene del sis�ema digestivo y la sexualidad.

Procesos del Cobre (Cuprum) Portadores del metabolismo, favorecen el anabolismo, la síntesis proteica y la hematopoye­sis, el metabolismo dé glúcidos y grasas. Gobiernan la circulación venosa, la eliminación y la excreción del gas carbónico y del nitrógeno (espiración) . Se encuentran concentrados en los sistemas renal-suprarrenal y neurovegetativo. La irradiación del Cobre se une a la del Hierro y activa las funciones marciales de las esferas metabólicas sanguínea y circulatoria.

Procesos Oro (Aurum) . Portadores de la vida de la circulación. Gobiernan el conjunto del sistema sanguíneo y circu­latorio (la hemaropoyesis y la función sanguínea, la circulación y el ritmo cardiaco). Se con­centran en la médula ósea, el corazón y el sistema reticulo-endotelial, regulan la circulación, y de esta forma el equilibrio funcional de todos los procesos vitales orgánicos.

Procesos Hierro (Ferrum) Transmiten la vida formadora, la vida de la respiración (inspiración). Gobiernan la forma­ción del sistema respiratorio, la laringe y la palabra. Estimulan la formación y la función bi­liar, así como la actividad muscular, y activan lo.s procesos Cobre (metabolismo y actividad renal ) . ·

Procesos Estaño (Stannum) Portadores de la vida de conservación, mantienen las formaciones plásticas (formación del cerebro, hígado, articulaciones) y gobiernan la función de las serosas. Sus centros están cons­tituidos por órganos predominantes: el cerebro e hígado.

Procesos Plomo (Plumbum) Son portadores de la vida declinante. Favorecen el desecamiento, la mineralización, la madu­ración, el catabolismo y el envejecimiento. Sus centros de actividad están constituidos por los órganos de los sentidos, el esqueleto y el bazo. Permiten la bipedestación, las funciones de de­limitación y el envejecimiento fisiológico.

Cuerpo Alma Espíritu

10 20 30 40 S" ({' 7" 8" 'JO

* -> 7 7 -> 1 4 14 ->21 21 ->28 28 ->35 35 ->42 42 ->49 49 ->56 56 ->+ Plata Mercurio Cobre Oro Oro Oro Hierro Estaño Plomo C.F. C.E. C.A. A. S. A.R. A.C. YO E. V. H. E.

Luna Mercurio Venus Sol Sol Sol Marte Júpiter Saturno

'' = Nacimiento A.S.= Alma sensible A.C.= Alma consciente E. V.= Espíritu vital += Muerte A.R. = Alma racional YO = YO espiritual H.E = Hombre-espíritu

sometido a la ley planetaria de la cifra 7, que rige todas las transformaciones. En el " Li­bro de los Muertos " del anti­guo Egipto encontramos esta frase: "Veo a los dioses venir a mi encuentro, portando siete panes que me son destinados y que me darán la vida ".

En la parte superior de la si-

guiente tabla vemos que a cada actividad dinámica pla­netaria también corresponde el desarrollo de un elemento constitutivo particular. De esa forma el ser humano recorre varias etapas o planos dife­rentes de vida; a los cuales los mitos atribuyen los nombres de planetas o metales. A cada uno de ellos se corresponde

una madurez corporal y psí­quica, su forma de pensar, sentir y comportarse. Cada periodo conduce a forjar el instrumento particular con el que trabajamos, y al final, ha desarrollado los siete instru­mentos de su alma.

Desde el punto de vista fe­nomenológico, las diferentes

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.

E l predom i n io p lata- l u na

en e l metabo l ismo l íq u ido imp l ica una p ie l pura

y fresca y procesos

anabó l i cos act ivos

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etapas están sometidas hasta su función orgánica y espiri­tual, a los tipos funcionales metálicos correspondientes.

Durante el periodo embrio­nario y la infancia (hasta los 7 años) culmina la dinámica Plata o Luna: reproducción y proceso vitales de renovación. Favorece la fecundación y la vida embrionaria, el anabolis­mo, el nacimiento, el creci­miento y la edificación del cuerpo del niño, así como su consciencia llena de imáge­nes, su poder de mimetismo, su fantasía, y su confianza en la protección del medio.

En la edad escolar (de 7 a 14 años) la dinámica mercu­rial es determinante en el cambio de la dentición y el desarrollo del intelecto. El es­colar crece, se despierta su in­terés por el mundo. Salta rá­pidamente de un sujeto al otro, se adapta Jácilmente y se parece a un barómetro de mer­curio, condicionado por el ex­terior. Aprende a utilizar su in­telecto y se apropia en algunos años de estudio de un conoci­miento general superficial.

La adolescencia y juventud (de 14 a 21 años) están mar­cadas por la dinámica Cobre o Venus, que inflama el senti­miento y actúa fisiológica­mente sobre el metabolismo y la sexualidad. De alguna ma­nera, el adolescente contem­pla al mundo como en un es­pejo coloreado de Cobre; todo trastorna su corazón, provocando reacciones senti­mentales violentas, simpatías y antipatías. Es la época de las emociones nacientes, del intercambio de sentimientos, de las primeras amistades y amores, del desarrollo del ins­trumento del sentimiento que oscila, en sus inicios, entre el exceso y el defecto.

La edad del Alma (entre los 21 y 42 años) está regida por la dinámica Oro o Sol. Esta dinámica marca el sistema cardiovascular y favorece un equilibrio armonioso de las fuerzas. Es el " apogeo dorado de la vida " , el tiempo de la plena fuerza física y psíquica, la afirmación de sí mismo y de las alegrías de la actividad.

La edad del umbral del

espmtu, los años de lucha (entre los 42 y 49 años) están sometidos a la dinámica del Hierro o Marte, portadora de la fuerza muscular de energía y de la voluntad. En este sep­tenio el ser humano tiene que luchar por conservar sus fuer­zas físicas, que disminuyen, y tiene que imponerse a las re­sistencias exteriores. Por así decirlo, forja sus armas defen­sivas y ofensivas. Es una en­crucijada donde las fuerzas espirituales comienzan a ad­quirir un predominio funda­mental, las fuerzas físicas de­clinan, y la evolución de las fuerzas psíquicas va a depen­der de la biografía del sujeto.

La dinámica del Estaño - Jú­piter impregna los años de sa­biduría (49 - 56 años) y dirige los órganos mayores, como es el cerebro, mediante el cual sostiene las fuerzas anímicas que dependen de él: . razón, circunspección y orden, así como el sentido de la mesura. Mientras que por "otro lado las fuerzas físicas disminuyen, permitiendo renunciar a todo lo que es secundario, por lo que los años de sabiduría también son denomidados años de renunciación.

La dinámica Plomo - Satur­no domina la edad en que lle­ga el recuerdo cósmico (desde los 56 años, hasta la muerte) y conduce fisiológicamente a la degeneración y a la senec­tud. Psíquicamente favorece la maduración, en principio, con una creciente objetividad, interiorización y toma de consciencia que se va hacien­do más neta en la medida que nos acercamos al gran salto. Es la época del crecimiento espiritual.

Estos septenios son recorri­dos de forma diversa por cada ser humano, a veces muy pronto, a veces muy tarde, in­tensivamente o de forma in­completa. Los más tardíos madurarán después, o bien una parte de su ser queda blo­queada en alguna de sus eta­pas. Algunos muestran, a lo largo de su vida, las carac­terísticas de un niño juguetón, otros parecen eternos estu­diantes que, hasta su vejez amasan conocimientos y pa­san exámenes. (psiquis mercu­rial) . Otros se quedan duran-

te toda su vida como adoles­centes entusiastas. Una infan­cia o una juventud sin preo­cupaciones, una vida dirigida según el placer y el humor, sin deberes, favorecen una inma­durez. Por el contrario, ·los precoces atraviesan rápida­mente las diferentes etapas de maduración, antes de lo que correspondería a su edad. Al­gunos son demasiado preten­ciosos e hiperactivos (psiquis marcial ) , otros desarrollan unos aires de gran señor (psi­quis j upiterina) o también pueden mostrarse precozmen­te críticos, pesimistas y de una seriedad imperturbable (psi­quis saturnina). Una vida lle­na de preocupaciones, un tra­bajo físico duro, una sobreac­tividad intelectual o una responsabilidad precoz, si no encuentran alguna compensa­ción, aceleran un·. envejeci­miento prematuro.

Salud y enfermedad a la luz de los procesos metálicos

La constelación de las acti­vidades o dinámicas metálicas, su fuerza y cualidad, influyen sobre nuestra manera de ser. Cada proceso planetario metá­lico, preponderante, colorea de forma específica nuestro or­ganismo en nuestra apariencia exterior y temperamento. Stei­ner habla de estas influencias sobre razas enteras.

Lo metálico también actúa sobre cada individuo. Desde un punto de vista puramente fenomenológico, esto tiene como resultado distintos ti­pos de manifestaciones de una enfermedad, tempera­mento, constitución y dispo­siciones patológicas psíquicas y físicas. En este caso no se trata de los tipos constitucio­nales de la medicina que prac­tica la homeopatía, a pesar de las similitudes con sus tipos carenciales metálicos.

Cada uno marca su tipo y condiciona el temperamento. Por ejemplo, el predominio de Plata-Luna en el metabolismo líquido implica una piel pura, fresca, procesos anabólicos (digestión) activos, una consti­tución pícnica, un alma vege­tativa muy marcada y un tem-

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peramento flemático. Cuando está en exceso, favorece un anabolismo con adiposidad e inflamación, sobre todo cutá­nea. Si es insuficiente está acompañado de delgadez, con piel marchita, metabolismo de líquidos lábil, y perturbacio­nes funcionales vegetativas. Se corresponde por una parte con la denominada constitu­ción acuosa (retención de agua en los tejidos) y por otra parte al tipo de carencia de Plata de la homeopatía.

El predominio de Mercurio marca con su influencia sobre el elemento Aire, al tipo san­guíneo, flexible y mercurial, que conserva a · lo largo de toda su vida algo juvenil. Los procesos mercutiales fisioló­gicos- se manifiestan en un or­ganismo de líquidos móvil y una función glandular activa. Las perturbaciones de estos procesos conducen a una constitución linfática con pre­disposición a las inflamacio­nes de las mucosas y tenden­cias a la proliferación mucosa y glandular.

El dominio de Cobre-Venus, en el seno de los elementos Aire y Agua implican una constitución con una tenden­cia femenina, agradable, a un temperamento sensible, flemá­tico-sanguíneo, un sistema ve­noso marcado por una piel pálida y un sistema neurove" getativo hipersensible. Las perturbaciones del proceso Cobre predisponen a trastor­nos venosos y renales, una diatesis espasmódica y a la distonía (constitución erético­cianótica de la homeopatía) .

L a preferencia d e Oro o Sol en el seno de los cuatro ele­mentos (Tierra, Agua, Aire, Fuego) entrañan una constitu­ción armoniosa, vigorosa, con predominio de los procesos sanguíneos y un temperamen­to cálido,. radiante. Cuando son insuficientes, disponen una falta de desarrollo de los órganos y una vitalidad débil, mientras que los procesos Oro en exceso disponen a la corpulencia, la plétora y a una constitución artrítico-apopléti­ca que se corresponde con el tipo Oro de la homeopatía.

La dominación de Marte­Hierro, portadores de la vida

y la respiración, en el seno de los elementos Calor (Fuego) y Aire, marcan la constitución con tendencia masculina, musculosa, atlética, con pro­cesos sanguíneos activos y un temperamento colérico y dis­cutidor. El Hierro en exceso predispone a inflamaciones violentas, sobre todo del siste­ma respiratorio, arterial y a trastornos biliares. Si es insu­ficiente, conduce a la anemia, a una carencia pigmentaria, a la debilidad muscular, que se corresponde con el tipo cloró­tico, oxigenoide, de carencia de Hierro en la homeopatía.

La preponderancia de Es­taño-Júpiter en los elementos de Agua y Calor (Fuego) mar­ca la constitución jupiterina, de bella apariencia, con un gran predominio de la cabeza, cuerpo bien modelado, y siste­ma nervioso central predomi­nante; temperamento flemáti­co - colérico. Los procesos Es­taño insuficientes disponen a la neurastenia, la displasia, las enfermedades articulares, ten­dinosas y ligamentosas, los derrames serosos, etc. se iden­tifican con la constitución sicótica de la homeopatía.

La superioridad de Plomo -Saturno determina una cons­titución magra, particular­mente ósea, con una vitalidad disminuida en su conjuntó y un temperamento melancóli­co. El tipo Saturno es pálido, gris, delgado, seco. Parece precozmente envejecido y tiende a un aumento del cata­bolismo con disminución de las facultades de regenera­ción, fragilidad, gravidez y cronicidad de todas las enfer­medades, tendencia a la dege­neración y a la esclerosis. Los saturninos recuerdan a los es- . tados precoces de intoxica­ción con Plomo, que en la ac­tualidad denominamos Satur­msmo.

La terapéutica con metales

Di rectivas generales

Los siete metales constitu­yen una parte importante de la terapéutica Antroposófica. El elemento racional descansa (más allá de toda praxis) so-

Bajas (D3 hasta D6) Medias (D10 a D115 ) ALias (D20 a D30)

inferior mediano superior

polo metabólico si�tema rítmico

polo ueurosensorial y piel

bre el conocimiento de los sis­temas energéticos relaciona­dos con los metales, comunes a la naturaleza y al ser huma­no. Tomados como dirección o hipótesis de trabajo, estos principios coinciden con nu­merosos resultados de la in­vestigación actual, por ejem­plo, la de los oligoelementos, y son confirmados por la ex­periencia práctica. Las accio­nes metálicas · actúan como principio rector de forma es­pecífica sobre sistemas orgá­nicos y sus trastornos funcio­nales.

Preparados según las .reglas de la Alquimia, se vuelven efi­caces y dirigen los procesos biológicos hacia los sistemas orgánicos correspondientes. La homeopatía ha traspuesto más tarde esta similitud de los principios de acción a la simi­litud de los síntomas de la pa­togenesia y del cuadro clínico, creando de esta manera la doctrina similia similibus.

En su forma natural, los me­tales se encuentran en un esta­do poco activo. Para usarlos en terapéutica es necesario condu­cirlos, mediante procedimien­tos adecuados, a un estado dinámico muy activo, transfor­marlos según los " arcanos" .

Paracelso entendía bajo el nombre de " arcanos " una no­ción global del principio de energía y remedio. Es un prin­cipio de acción que corres­ponde, en el plano físico-quí­mico más bajo, a la energía li­bre. En la actualidad, sólo es concebido de manera cuanti­tativa y no cualitativa; si que­remos comprender lo que es arcano, tenemos que ampliar de forma cualitativa el con­cepto actual de energía. En este sentido, un metal deter­minado es portador de su fuerza curativa, que se en­cuentra en un estado libre, disponible. La eficacia de uh medicamento depende del ni­vel de calidad de la prepara­ción:

Todas las cosas deben pasar por el fuego y renacer bajo otra forma, en la que son úti­les al ser humano. Porque el médico no debe utilizar los ve­nenos (como sustancias bru­tas) sino sus arcanos (sustan­cias activas) ... En el fuego debe ocurrir una disociación de ambos. Es una separación de lo puro y lo impuro, es la extracción de lo puro y noble, o quintaesencia, a partir del cuerpo elemental, grosero y destructible. Sabed que los ar­canos sólo son las virtudes y las fuerzas. No son cuerpos, son caos (gas) claros y trans­parentes, sustraídos a la ener­gía de los astros. (Paracelso).

Posología y modo de admi­nistración

Modifican el efecto de los metales. Hay que distinguir ante todo sus efectos materia­les (que pueden llegar a la in­toxicación), de los efectos en forma diluida y dinamizada. Steiner habla además de los efectos energéticos dinámicos diferenciados, que se van libe­rando según las diluciones.

La preparación farmacéuti­ca antroposófica de estas sus­tancias pasa por una etapa de elaboración a partir de sus es­pejos metálicos, obtenidos por evaporación y posterior condensación ( sublimación) . S i se requieren grandes canti­dades, se preparan por vía acuosa. El objetivo es lograr una " Cepa " con una mínima estructura cristalina, y llevada mediante el calor al momento de su génesis.

El modo de administración también influye sobre la ac­ción de los metales:

- la vía oral actúa sobre el polo metabólico,

- las inyecciones actúan so­bre el sistema circulatorio, (sistema rítmico) .

- las aplicaciones externas (baños, comp¡;esas, un-

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güentos, aceites) actúan a través de la piel y del sis­tema neuro-sensorial; la eficacia de estas aplicacio­nes externas se debe a la acción irradiante de los metales. Apoyan la te­rapéutica interior. En este sentido es necesario tener en cuenta las diferentes zonas cutáneas y ciertos órganos (.zonas de Head, campos energéticos de la acupuntura, etc . )

Para favorecer la asimila­ción de los principios energé­ticos contenidos en los meta­les, la Medicina Antroposófi­ca prepara cultivos de plantas

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medicinales en presencia de soluciones diluídas y dinami­zadas de estos metales. Este procedimiento se repite en dos cultivos sucesivos, utili­zando un compost con el cul­tivo del año anterior. De esta forma, la planta, que posee una sinergia terapéutica con el metal correspondiente (por ejemplo, Chamomilla con Cobre, Urtica con Hierro), que ha " dinamizado biológi­camente " esos principios.

Las cepas así obtenidas de estos Metales Vegetabilizados se aplican en pediatría, en pa­cientes que no responden al tratamiento con el metal en su

forma diluída usual, y además de su especificidad como sus­tancia, para iniciar este tipo de terapia.

Prescritos en dosis y formas adecuadas, cada metal influye sobre las perturbaciones, de diversa etiología, de su propio equilibrio, pero no sobre fenómenos clínicos del mismo tipo, los cuales pueden des­cansar sobre desviaciones de esas transformaciones, que se pueden trastrocar (por ejem­plo, un edema puede estar originado en un proceso Pla­ta, Mercurio o Estaño pertur­bado) : Es necesario tratar cada uno con un metal dife-

rente, y el criterio para deci­dir entre uno u otro debe par­tir, por una parte, de com­prender la evolución pato­lógica en la individuali­dad material y espiritual del paciente, y por otro del cono­cimiento del proceso pla­netario.

Bibliografía

The Secrets of Metals - Wil­helm Pelikan. Anthroposophic Press lnc.

Types Fonctionnels Métalli­ques en Psychologie & Médici­ne. Dr. Alla Selawry. Guy Tréda­

. niel, Editeur.