m nÚmero ar emÁ gnum - edicionesmaremagnum.com · y no habitara nunca el mal tu lengua ... si no...
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EQUIPO EDITORIAL Rocío Acebal, Juan González,
Lorenzo Roal, Mario Vega
PORTADA E INTERIOR Miguel Rual
ACUARELAS José Luis Nieto
―Si tú quisieras ser honesto y justo
y no habitara nunca el mal tu lengua
no mostrarían el rubor tus ojos
pero hablarías con franqueza al menos‖
Safo
MMAARREEMMÁÁGGNNUUMM
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NNÚÚMMEERROO 66 MMAAYYOO 22001166
REVISTA DE ARTE & POESÍA
ISSN 2386-6047
3
EDITORIAL: Academia
CAPITEL
Raquel Lanseros (6-7)
Como la isla Española… Aitor Francos (8-9)
3 haikus Memoria de los hombres
César Iglesias (10-11)
Genealogías Postal de Lluveces
Gema Palacios (12-13)
Autorretrato Lo desvanecido
Narciso Raffo (14-15)
Nieve en agosto (Tankas)
Jesús Gallego Montero (16)
Beso en la catedral
Irene Enríquez Pigazo(17)
Merezca la pena tu esfuerzo…
Miguel Ángel Gómez (18)
Caillebotte
Cristian David López (20-21)
La tripa
FUSTE
Myriam García (22-25)
La banalidad del mal. Desobediencia y filosofía
Miguel Vega Manrique (27-30)
La condición del artista
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ÍÍNNDDIICCEE
ACADEMIA
Como si de una salvaje película del indómito Oeste se
tratara, lo más habitual es que el lector (ya el docto, ya el
ocasional), trate de señalar con sus acusatorios índices al bueno
y al malo. Aunque en este caso no se trate de discernir si Gary
Cooper tiene propósitos nobles o John Wayne es más
mefistofélico que Nicolás Maquiavelo, los que disfrutamos de la
poesía, literatura y arte en general, tendemos a clasificar la obra
que observamos dentro de unos estándares de ―bueno‖ y ―malo‖
tan vacuos como subjetivos.
Rara es la vez que hacemos un análisis de los elementos de
aquello que tenemos delante de nosotros partiendo de patrones
academicistas o, siquiera nos adentramos en el mundo del
artista para saber qué nos quiere decir o cómo se siente. De una
forma tan sentenciosa como una zarza ardiendo, reducimos todo
examen a un ―sí/no‖. ¿Es esto bueno, malo o indiferente? El
lector avispado se habrá dado cuenta que hemos intentado
reconducirle a ese mismo mundo de simplicidades que
acabamos de describir con cierto desdén; aquel que no lo haya
hecho, le advertimos que está lidiando con unos editores con
cierta tendencia de lo más ladina.
En primer lugar, hay que señalar los pros de este
reduccionismo. Es un salvavidas. Desde el punto de vista nada
desdeñable de la higiene mental, es sencillo y ayuda a conocer a
las personas en función de sus meras respuestas emocionales.
EDITORIAL
5
Además, contribuye a tener la posibilidad de darle a la gente lo
que demanda (por peligroso que sea esto) y a tener presentes
cuáles son los gustos de una época, sociedad o grupo. Ahorra
tiempo y es eficiente.
Ahora bien, esta cosmovisión tiene el altísimo
inconveniente de que supone un evidente desprecio al autor que
ha trabajado en su obra con seso, horas y vocación para verla
desprestigiada por lo que, a buen seguro, serán para él una
amalgama de legos ignorantes del arte que merecen arder en el
lugar más caliente del infierno junto con las corrientes
mainstream.
¿A qué queremos llegar con esto? Pues al seguramente
discutible aserto de que ambas visiones son posibles. No es
posible exigirle al aficionado un estudio experto que extenúe la
paciencia de un escriba y aburra a Job, ni sonarían bien en boca
del letrado expresiones de tono inmundo y valoraciones
infundadas. En consonancia con aquello en lo que creemos, en
maremágnum intentamos ofrecer un repertorio variado a
nuestro lector y una acogida siempre de brazos abiertos a los
artistas.
En este Lugar han compartido y comparten espacio los
mayores conocedores del oficio y los que aún principian su
camino. Queremos hacer de la calidez una marca. Que todos los
que hacéis este proyecto posible sintáis que esta es una
Academia de diferentes marchas pero donde todos somos
iguales, al menos, a la hora de hacer que se impriman estas
líneas que ahora arrancas a leer.
MAREMÁGNUM
6
ÍÍNNDDIICCEE
Como la isla Española del siglo XVII
se asemejaba a la precolombina,
así, yo me parezco
a la mujer que era
antes de ti,
sin ti,
vacía de vida.
Será que el paraíso
puede cobrarse por adelantado
en porciones pequeñas,
cuando no se lo espera.
Igual, todo tu cuerpo
repleto de horizontes
de sonrisas
de ojos
todo piel generosa, todo besos,
todo palabras dulces que se funden
en una suave red
tendida entre tu sexo y las noches de lunes.
CAPITEL
RAQUEL LANSEROS
7
Fue así como llegaste
un día adormecido igual que cualquier día
pero tan diferente al resto de ellos.
Un día sin confines en que miles de noes
desertaron de golpe de los diccionarios
igual que animalillos asustados.
Lo recuerdo tan nítido.
Fue tu voz de planeta la que tomaba el mando de mi nombre
al principio de todo.
Después,
llevaste tu canción a todos los rincones,
las nubes escucharon tus acordes
e inventaron la lluvia.
Hace ya mucho tiempo las palabras
no significan nada
si no es tu dulce acento quien declara,
si no es tu voz quien dice.
Será que el infinito
es mucho más pequeño si se mira de cerca.
8
33 HHAAIIKKUUSS
Es la ventana
quien deja que la luz
pregunte cosas.
Ágil la garza.
La rama que se quiebra
al darle impulso.
Se va la nieve
y deja solo al poeta
pintando árboles.
AITOR FRANCOS
9
MMEEMMOORRIIAA DDEE LLOOSS HHOOMMBBRREESS
Una luz de siglos y murallas, polvorientas
palabras, servirá
para conjurar a los poetas y sus nombres.
Que les cueste reconocerse en la geografía
del humo.
Sentir en cada pared un peso desigual,
equilibrando el universo. Y contener
la realidad. No la poesía.
10
GGEENNEEAALLOOGGÍÍAASS
Bebe Caín la vieja leche negra
del hijo por dos veces sepultado
para domesticar ira que alumbra
las brumas de la culpa y la derrota.
La madre escoge las lentejas podres,
cuenta dolores de reuma y cocina;
el padre manosea ubres de reses
con toses, sabañones y blasfemias.
Son formas de calmar las pulsaciones,
enterrar las estirpes sin consuelo
y legar huesos, tumbas y carroña.
El hijo bebe ya la leche negra
y se pregunta: ―¿Quién soy?, ¿dónde estoy?‖.
Sabe Caín que no quedan hermanos.
CÉSAR IGLESIAS
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PPOOSSTTAALL DDEE LLLLUUVVEECCEESS
Sin letras y sin cifras esta estela
se levanta en la isla de diciembre.
Números y palabras son escritas
sobre las aguas verdes del olvido,
dirían Keats y Marisa Madieri.
No caen las hojas en los cementerios
de los hombres tachados. Las lápidas
exigen desnudez para mostrar
todos los nombres de los siempre ausentes.
Las piedras y los árboles preparan
su venganza: la grava y la corteza
para levantar túmulos sin nombres.
¿Dónde tiene la llaga el porvenir,
su lamento y su rezo? En la oquedad.
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AAUUTTOORRRREETTRRAATTOO
“Así he vivido yo
con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,
sabiendo que jamás me he equivocado en nada,
sino en las cosas que yo más quería.”
Luis Rosales
Soy mujer y habito una piel áspera
Las cosas me miran desde un lugar llamado abandono
Raspo inconmovible los espacios en blanco los signos
las interrogaciones
Yo querría atravesar el silencio con las uñas que me faltan
Es posible dejar de amar los detalles de los nombres
es absurdo dejarse amar por un resplandor de invierno
Voy a trazar un gesto cerrar las cortinas morir un poco.
Poema incluido en Treinta y seis mujeres
(El sastre de Apollinaire, 2016)
GEMA PALACIOS
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LLOO DDEESSVVAANNEECCIIDDOO
Entra por una grieta no pronosticada
y cava el hueso en mi párpado.
Date prisa.
Toda la noche trazo siluetas de amanecer.
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NNIIEEVVEE EENN AAGGOOSSTTOO ((SSEELLEECCCCIIÓÓNN DDEE TTAANNKKAASS))
Toma raíces
en la yerta y sombría
tierra de mí.
Sus dedos penetrando
en busca de agua fresca.
El viento gélido
cubrió con nieve el cuerpo,
lo sepultó.
Pétalos que se marchan.
Olor que permanece.
Lo que yo soy
no es sólo este pesar
o carne o hueso.
Sino cuanto quisiera
volverme en soledad.
NARCISO RAFFO
15
Bajo esta Luz,
cielo claro del sur
vívido y cruel.
Parece que sus ojos
brillaran cual naranjas.
Si yo tuviera
que contar con palabras
todo el dolor—
Saldría de mi boca
entera su saliva.
Larga melena
como un reloj de arena
precipitándose.
El tiempo es lo que pasa
detrás, a sus espaldas.
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BBEESSOO EENN LLAA CCAATTEEDDRRAALL
Bajo la luz eterna de sus años
la vieja catedral inflama el mundo
de un ocaso perdido en la memoria,
todo un reino de porcelana
y de razón, que en esta noche oscura
se me posa en el alma con aire de postal.
Busco
el fogonazo aquel que nos turba la vida
y altera las esferas del recuerdo,
cuando una luz de amor, cuando una luz
de vieja catedral que inflama el mundo
conmueve este pilar del universo
con la huida de un beso primerizo.
Y encuentro un sol en el dulzor
de un órgano, tú y yo
derramándonos
en viejas soledades fotográficas,
mientras un fraile barbanegra aborda
la perpetua demora de un instante
que alguna vez interpretamos.
JESÚS GALLEGO MONTERO
17
Merezca la pena tu esfuerzo,
este alijo desmesurado
de ti,
la prisa y el triunfo en la
sílaba,
tenerme lejos, ahora que siempre
y pronto, fingir
que ya nada más suceda,
porque nunca nadie,
antes nadie:
Descalza está mi boca
para este vino perdurable.
IRENE ENRÍQUEZ PIGAZO
18
CCAAIILLLLEEBBOOTTTTEE
Hay días
en que, para la conversa, se me aparece Caillebotte.
Está sobre la acera colorista
a merced de su retiro creador,
o lo veo en el café
sujetando el tiempo en su caballete,
fijando una realidad que se salva de la Historia
mientras pinta la eternidad doméstica.
Otra vez pasea libre por la casa,
rehén de la noche,
y Degas sutilísimo lo sigue:
dos genios remotos y perdurables.
Entre Degas y Caillebotte
me quedo con Caillebotte, viejo amigo.
Él sí hizo de la pintura otra cosa.
Días de Caillebotte, felices días
en que viajo lejos de mí mismo.
Hace tiempo que no miro un cuadro,
lo dejé aplazado para más adelante
pero no es necesario para que vuelvan los colores,
para que el artista avance con tranquilidad,
venga hasta mí, a envolverme en su impresión
ignota y tan a la mano. Qué encuentro indeleble.
Vuelve a ser verdad lo que está vivo
con la jubilosa compañía de Caillebotte.
MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ
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LLAA TTRRIIPPAA
Era jueves, día de visita a mi novia Francisca. La noche
anterior nos habíamos visto a escondidas en la huerta de su
casa. Fue un encuentro inolvidable, los dos acabamos
agotados y unas horas ella durmió plácidamente sobre mi
pecho mientras yo contemplaba el cruzar de algunas
estrellas hasta que el gallo cantó y Francisca volvió a su
casa.
Al día siguiente, jueves, día de visita, estábamos tomando
mate en el patio, bajo un limonero. Mi suegra tejía un suéter
verde, sin apartar los ojos de la aguja. Mi cuñada barría el
patio y su hermanito pelaba unas mandarinas. Cuando de
repente una gallina pasó junto a nosotros. En su pico llevaba
una especie de tripa de cerdo que goteaba un líquido
blanquecino. Otras gallinas la siguieron, unas tras otra. De
pronto se llenó aquello de gallinas. No sabía de dónde salían
tantas. Me fijé en la cara de Francisca. Sus labios
palidecieron; sus ojos, atónitos, se clavaron en los míos. Hizo
un gesto que a la primera no entendí. Hizo una seña con la
cabeza. ¡La gallina, la gallina!, parecían decir esos grandes y
terribles ojos negros (ahora que los recuerdo, eran
hermosos), esas dos perlas negras por las que yo aguanté allí
escuchando una y otra vez los sueños juveniles de mi suegra.
Las gallinas empezaron a pelear por la tripa. Francisca
estaba inquieta en el asiento. Encogí los hombros. No sabía
qué podía hacer. Pero grande fue mi sorpresa cuando la
gallina pasó junto a mis pies y pude ver que no era una tripa
la que llevaba en el pico, sino ¡un condón!, el mismo que
había yo utilizado la noche anterior. Mi suegra seguía
21
hablando sin parar y yo diciéndole «qué barbaridad!, ¡che
dioh!», mientras mi corazón se empezaba a hinchar como un
globo de piñata hasta dificultarme la respiración.
Intenté distraer a mi suegra para que no viera tal
porquería. Tuve tanto miedo de que viera mi desesperación.
Francisca empezó también a perseguir a la gallina, y la
hermana, que estaba barriendo, preguntaba que qué era
aquello. De pronto apareció un gato y se puso correr tras la
pobre gallina que, sin más tiempo que perder, empezó a
tragar su bufet abriendo el pico al máximo. Cuando
Francisca llegó a cogerla, ya se había acabado el condón.
Suspiré y seguí cebando el mate. Mi suegra preguntó a
Francisca qué fue todo aquel alboroto. Y ella le contestó que
la gallina se había tragado una tripa de cerdo que los vecinos
habían tirado en la huerta de la casa.
Cuatro días después, Francisca me dijo que la gallina
dejó de poner huevos. Y esa misma tarde, mi suegra me
mandó a llamar urgentemente; había hecho tallarín con
pollo.
CRISTIAN DAVID LÓPEZ
22
ÍÍNNDDIICCEE
EELL RRIINNCCÓÓNN DDEE SSOOFFÍÍAA LLaa bbaannaalliiddaadd ddeell mmaall.. DDeessoobbeeddiieenncciiaa yy ffiilloossooffííaa
MYRIAM GARCÍA
Basta con echar un vistazo al mundo y su historia para
convenir con facilidad que el ser humano tiende a la maldad.
Resulta más complejo, sin embargo, descubrir de dónde
proviene dicha inclinación. ¿Cuál es el origen de la maldad?
¿Es el ser humano malvado por naturaleza o es el entorno el
que condiciona nuestra conducta? Desde el origen de su
existencia, la filosofía ha incorporado estas preguntas como
propias, dedicando ríos de tinta a la vieja disquisición sobre
nuestra naturaleza moral.
Los primeros en plantear el problema fueron los antiguos
griegos, quienes se apresuraron a definir la maldad como
sinónimo de ignorancia: «Solo hay un Dios, y es el
conocimiento, y una maldad, que es la ignorancia». Para
Sócrates, la ignorancia era el peor mal que un hombre podía
padecer, ya que entendía que nadie escoge intencionalmente
hacer el mal sabiendo que es el mal, mientras que aquél que
conoce el bien no puede más que dejarse conducir por él. Por
ello, era preciso para Sócrates sacar al ciudadano griego del
estado de ignorancia en que se encontraba. Éste fue
precisamente el primer objetivo del método socrático de
filosofar: poner al interlocutor en el aprieto de tener que
reconocer su ignorancia, y así disponerlo a buscar aquello que
FUSTE
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ignora, pues el hombre es justo y feliz no solo cuando
encuentra la verdad sino cuando inicia su búsqueda.
Este optimismo antropológico, esta fe en la humanidad no
se repetirá, con algunas excepciones, hasta bien entrado el
siglo XVIII, cuando Jean-Jacques Rousseau, uno de los
ideólogos de la Revolución francesa, se ganó la fama de
transgresor y tipo marginado al defender la conducta del buen
salvaje que contra su voluntad ha sido corrompido por la
sociedad desnaturalizada.
De acuerdo con Rousseau, el Estado y las cadenas
impuestas por los gobernantes sometían al hombre a una
presión tal que lo llevaban a salir de su estado natural y
renunciar a su bondad original, la cual era representada a
través del ―mito del buen salvaje‖, una construcción literaria,
fruto del contacto con los pueblos indígenas americanos, que
describía a los hombres primitivos como seres virtuosos,
amables, ingenuos y confiados. Sin duda, una buena muestra
del impacto de este mito en la cultura de la época fue la novela
de Daniel Defoe, Robinson Crusoe (1719), y su personaje de
Viernes. Una imagen aparentemente idílica llena de
claroscuros, donde el salvaje es visto como un ―menor de edad‖
que debe ser instruido y civilizado. De hecho, Robinson Crusoe
no es solo una novela. Es el máximo exponente del
imperialismo colonial que en el siglo XIX dejará tras de sí a
numerosos grupos humanos esclavizados, expropiados y al
borde de la extinción.
Entonces, ¿qué lugar queda para la esperanza? ¿Estamos
acaso condenados a la autodestrucción? Quienes respondan
positivamente a esta pregunta se sentirán complacidos con la
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lectura de la primera y más célebre novela del premio Nobel de
literatura William Golding, El señor de las moscas (1954), cuyo
título hace una clara referencia a la imagen cristiana de Satanás
o Lucifer como representación del mal. En ella, Golding ofrece
una alegoría de la condición humana y una representación
literaria de la disputa entre dos posturas filosóficas
enfrentadas: aquella protagonizada por los defensores de la
bondad natural del hombre, como Rousseau, John Locke o
Michel Montaigne; y aquella que, asumida principalmente por
Thomas Hobbes, postula un estado natural de guerra entre los
hombres, inmortalizado en su célebre frase «el hombre es un
lobo para el hombre». Publicada en las postrimerías de la II
Guerra Mundial, la novela puede ser interpretada además
como una constatación de las funestas consecuencias que
pueden tener las tendencias autoritarias que basan su poder en
el terror, la violencia y la disciplina militar.
En la filosofía contemporánea quien mejor ha sabido
aprovechar las lecciones del nazismo para realizar un análisis
completo de la maldad humana es seguramente Hannah
Arendt, filósofa alemana de ascendencia judía que tuvo la
oportunidad de presenciar el juicio de Adolf Eichmann,
ajusticiado en 1961 y llevado a Israel para ser juzgado por
genocidio contra el pueblo judío y por crímenes contra la
humanidad.
Como resultado de su cobertura del juicio y de su profunda
reflexión filosófica, Arendt publica una de sus obras más
polémicas y controvertidas: Eichmann en Jerusalén. Un estudio
sobre la banalidad del mal (1963). En él, realiza un completo
análisis de Eichmann como un hombre simple, incluso
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mediocre, que se limita a cumplir órdenes sin reflexionar sobre
las consecuencias de sus actos. Es decir, contrariamente a lo
que se pudiese imaginar, los actos de Eichmann no fueron el
resultado de una mente criminal, dotada para el mal y la
crueldad, sino los actos de un burócrata del sistema que realiza
con escrupulosa eficiencia las funciones encomendadas sin
pararse a pensar en el bien o en el mal de sus actos. Esto es lo
que Arendt llama la ―banalidad del mal‖, no porque los actos de
Eichmann fueran banales, sino porque fue su banalidad, su nula
capacidad para pensar, lo que le llevó a actuar así. Eichmann
era un hombre normal que actuó como actuó simplemente por
el deseo de cumplir las órdenes de sus superiores. No se
preocupó por las consecuencias de sus actos, sino por actuar
dentro de las reglas del sistema. Es por eso que Arendt nos
alerta sobre la necesidad de estar atentos y evitar caer en la
banalidad: los mayores crímenes pueden ser cometidos por
personas corrientes, y para hacerlo no es necesario tener
ningún motivo. Basta simplemente con negarse a pensar.
De nuevo, la filosofía aparece como el mejor camino hacia
el bien, retomando las viejas enseñanzas socráticas. Acorde con
la apelación kantiana del ―sapere aude‖ –atrévete a pensar– la
filosofía nos exige desobediencia. Para cada uno de nuestros
actos, la única regla de oro es obrar de tal modo que queramos
que nuestra acción se convierta en ley universal: «trata a los
demás como te gustaría que te trataran a ti». Por tanto, elegir
el bien nunca será banal, ya que requiere el esfuerzo de evaluar
detenidamente nuestros actos, buscando razones mejores y más
sólidas para hacer aquello que, después de una cuidadosa
reflexión, hemos elegido hacer. La filosofía es, pues, todo
menos banal.
27
LLAA CCOONNDDIICCIIÓÓNN DDEELL AARRTTIISSTTAA
MIGUEL VEGA MANRIQUE
Es bien conocida la anécdota del escritor argentino Ernesto
Sábato, representante del existencialismo en su vertiente más
pesimista, acuñada por él mismo, donde aparece la frase
lapidaria que siempre decía a cada escritor novel, cuando
acudían para mostrarle algo de su obra esperando recibir
opinión: «Si vos no escribís esto, ¿te morís?». Y como la
respuesta más habitual, frente a dicha contienda, solía ser
negativa, él zanjaba el asunto diciendo: «Pues dejalo, no merece
la pena».
Tal situación nos pone ante una concepción plenamente
vital del arte; es decir, el arte como única posibilidad para la
existencia, y en último término, como salvación. Sin duda, son
muy contrastadas las afirmaciones en torno a dicha concepción,
que vienen a reafirmar el postulado, al igual que lo hizo Sábato:
«si no hubiera escrito, me hubiera muerto. Seguro».
Recientemente, acaba de aparecer publicada en la editorial
Edhasa la última biografía de Julio Cortázar, por el ya conocido
y controvertido escritor Miguel Dalmau. Debido a los
impedimentos surgidos, hubo de reescribirla hábilmente en
estilo indirecto, para evitar así las polémicas con la viuda y la
agente literaria del famoso cronopio, sorteando las barreras
legales necesarias para su publicación. Esto ya nos da una
muestra de las revelaciones que anticipa en su contenido dicha
obra.
En ella, el biógrafo se adentra por los terrenos menos
transitados del escritor argentino y pone de manifiesto el
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«fantasma del suicidio que recorre toda su obra». Ya desde la
primera recopilación de cuentos, Bestiario (1951), aparece una
búsqueda de la evasión mediante la literatura, donde
encontramos el leitmotiv correspondiente al personaje de su
hermana, enferma epiléptica, y sobre los cuales hubiera podido
planear la sombra del incesto; recordemos, por ejemplo, el
primer relato del libro: ―La casa tomada‖. Vemos, según avanza
la biografía, a un Cortázar oprimido bajo el yugo de una vida
matriarcal (desde su infancia crece rodeado de cuatro figuras
femeninas clave: madre, abuela, tía y hermana), llegando a
reconocerse, mediante las palabras escritas a su madre en una
carta que nunca llegará a enviarle, como «el hijo verdadero y a
medida de la madre, el buen pingüino rosa yendo y viniendo y
tan valiente hasta el final, la forma que me diste en tu deseo».
Hasta aquí, sólo se menciona una pequeña aproximación de
las conjeturas obtenidas por el biógrafo. En todo caso, es más
que suficiente para obtener una visión, si cabe aún, más
exacerbada acerca del papel central que supuso la literatura en
la vida de Julio Cortázar, pues en no pocas ocasiones, desde sus
tempranas lecturas durante la infancia, hasta los diferentes
textos que desarrollará a lo largo de su vida, será una válvula
de escape y una constante vital, plagada de reminiscencias de
sus más íntimos fantasmas.
De imprescindible alusión es la lucidez que muestra Rainer
Maria Rilke durante las diez cartas que escribió
entre 1903 y 1908 a un joven poeta austríaco, Franz Xaver
Kappus, y que han pasado a conformar lo más leído de su
epistolario. En la primera, ante las preguntas del incipiente
aprendiz, Rilke le aconseja sobre la búsqueda certera de la
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vocación poética, diciendo: «Averigüe si ese móvil extiende sus
raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia
confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en
cuanto ya no le fuera permitido escribir».
Siguiendo por esta última línea que se deja entrever desde
la hipótesis, con las palabras aconsejadas por Rilke a su
expectante corresponsal, existe el caso del artista, que viéndose
mermado por un impedimento físico para continuar
desarrollando su arte, decide poner fin a su vida. Un ejemplo
muy concreto ocurre con las distonías focales: alteraciones del
sistema nervioso, muy frecuentes en los músicos por el carácter
repetitivo de la práctica. Se trata de una enfermedad en la
mente, que invalida por completo la práctica con el
instrumento en el terreno físico; pero sólo afecta a la práctica
musical, no tiene extensión alguna al resto de actividades
corporales. A día de hoy, sigue sin encontrarse ninguna cura. Y
cuanto menos, entre sus consecuencias más habituales,
abundan las fuertes depresiones.
Tratando la incapacidad para el desarrollo artístico en el
ámbito musical, es muy relevante lo acaecido con el propio
Ludwig van Beethoven. En su correspondencia conservada,
llega a confesar a su hermano las tentativas de suicidio que
baraja ante el agravio de su sordera y los incipientes fracasos
en el ámbito de la interpretación. Sin duda, un valioso
testimonio que muestra el centro alrededor del cual orbitaba su
vida; la tan elevada posición correspondiente a la música,
dentro de una escala propia de valores.
Encontramos también el testimonio de otros músicos del
panorama actual, como puede ser el vocalista de Metallica,
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James Hetfield, que no ha sido el único de su gremio en
confesar: «la música me ha salvado la vida», del modo más
literal. Observamos en estas palabras una alusión a un posible
poder curativo, que en este caso concreto emana de la música.
Por ahora, hemos visto diferentes formas de hacer arte,
distintas áreas y campos, épocas alejadas en el tiempo, pero
siempre con una pasión desaforada al margen de todo lo
cotidiano. En los casos anteriores, y pudiendo añadir un
inmenso etcétera, subyace una conclusión fundamental, común
a todos ellos: tanto si el arte salva como si condena, no cabe
duda de que es una pieza central en la vida de muchos artistas,
hasta el punto de resultar algo claramente definitorio y
definitivo.
Tras este recorrido, podemos llegar a interpretar que el
verdadero artista es aquél que da sentido a su vida mediante el
arte, o el que sólo concibe una existencia habitando una
determinada expresión artística; es decir, una vida cuyo sentido
no se entiende más allá de una forma concreta de hacer arte.
Pero eso, tal vez, sería mucho
decir. Por tanto, expuesto queda el
conjunto anterior de casos par-
ticulares y dejamos al descubri-
miento y juicio personal de cada uno
las diferentes conclusiones posibles
acerca de los modos de vivir el arte
y entender las variadas mani-
festaciones, que manan entre los
tejidos del intelecto artístico, sea
cual sea su origen.
31
ÍÍNNDDIICCEE
MIGUEL RUAL
1992. Estudia Medicina en Oviedo.
datosbiograficos.tumblr.com
RAQUEL LANSEROS
Ha publicado los libros de poesía Leyendas del Promontorio,
Diario de un destello, Los ojos de la niebla, CroniriayLas pequeñas
espinas son pequeñas. Asimismo, su obra ha sido reunida en las
antologías personales La acacia roja, Un sueño dentro de un sueño
y A las órdenes del viento. Como traductora, destaca su
publicación de Poemas de amor, una selección de poemas
amorosos de Edgar Allan Poe; Poemas, una selección personal
de poemas de Lewis Carroll y Los ojos de Elsa, el libro más
reconocido y aclamado de Louis Aragon, traducido por primera
vez en español. Ha sido galardonada con el Premio Unicaja de
Poesía, un Accésit del Premio Adonáis, el Premio de Poesía del
Tren, el Premio Antonio Machado en Baeza y el Premio de
Poesía Jaén. Licenciada en Filología Inglesa y Máster en
Comunicación Social, su obra poética ha sido traducida a
diversas lenguas e incluida en numerosas antologías y
publicaciones literarias de todo el mundo.
BASA
32
AITOR FRANCOS
Bilbao, 1986. Ha publicado los libros Igloo (Renacimiento,
2011. XIV Premio Surcos), Un lugar en el que nunca he escrito
(Renacimiento, 2013), Las dimensiones del teatro (Isla de Siltolá,
2015) y la plaquette Ahora el que se va soy yo (4 de agosto,
Colección Planeta Clandestino, 2014). En abril de 2016 se
publica su libro de aforismos Fuera de plano (Cuadernos del
vigía, III Premio José Bergamín). Escribe crítica y artículos
para suplementos como El Cuaderno o Pérgola y en revistas
como Quimera, Clarín o Anáfora.
CÉSAR IGLESIAS
Mieres, 1961. Licenciado en Filología Española y máster en
Economía Aplicada. Profesionalmente se ha dedicado al
periodismo en diferentes medios de comunicación,
especializado en información económica (La Nueva España, La
Voz de Asturias y Cadena Ser), lo que ha compaginado con la
creación literaria. Ha publicado en revistas (Criterios, Aeda, El
Cuaderno y Clarín) y la plaquette Las casas pechadas (Trea,
Gijón, 2011).
GEMA PALACIOS
Zaragoza, 1992. Graduada en Filología Hispánica por la UAM
y máster en Estudios Literarios por la UCM, donde
actualmente cursa estudios de doctorado. Ha publicado los
poemarios Morada y Plata (ebediziones, 2013) y Compañeros del
crimen (Ediciones Paralelo, 2014). En 2016 verá la luz su tercer
poemario: Treinta y seis mujeres en la editorial El sastre de
Apollinaire.
33
NARCISO RAFFO NAVARRO
Sevilla, 1992. En enero de 2015 publica su primer y único
poemario hasta la fecha: Implosión de la Memoria (En Huida).
Ha participado en las antología Alquimia del Fuego (Amargord,
2014) y en la antología de jóvenes poetas sevillanos La
Pirotecnia Peligrosa (En Huida, 2015). También ha colaborado
en revistas literarias como Obituario y Estación Poesía.
JESÚS GALLEGO MONTERO
San Fernando de Henares, 1963. Doctor en Filología Hispánica
por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado
diversos estudios sobre la literatura española del Siglo de Oro,
así como el poemario La incandescente rosa del cometa (2006).
Actualmente es Jefe del Departamento de Lengua Castellana y
Literatura y responsable del Proyecto Lector de los Colegios
El Valle.
IRENE ENRÍQUEZ PIGAZO
Valladolid, 1993. Compagina sus estudios de Logopedia con el
Teatro y la Poesía. Ha publicado el poemario El Inconsciente
Obligado en el proyecto internacional Poetry Will Be Made By
All y algunos de sus poemas integran antologías como Hey
Bob!, tributo a Bob Dylan editado por LeTour1987.
MIGUEL ÁNGEL GÓMEZ
Oviedo, 1980. Licenciado en Filología Hispánica. Colabora en
Clarín y Anáfora. Sus versos aparecen en las antologías
Soledades juntas (2005), Perro sin dueño (2007) y El triunfo de la
muerte (2011). Ganador del premio Dafne (2015). Es autor de
Monelle, los pájaros (Libros del gato negro, 2016).
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JOSÉ LUIS NIETO RIVAS Es arquitecto por la Universidad Politécnica de Madrid,
aunque dejó el ejercicio profesional para dedicarse a la pintura
y a la enseñanza. Actualmente es profesor de Secundaria y
Bachillerato, actividad que compagina con su pasión por el
dibujo y la pintura. Sus obras forman parte de diversas
colecciones, tanto públicas como privadas.
CRISTIAN DAVID LÓPEZ Lambaré, Paraguay, 1987. Estudia el Grado en Lengua
Española y sus literaturas en la Universidad de Oviedo. Ha
sido coeditor y traductor de Cantos guaraníes/Guaraní purahéi
(Impronta, Gijón, 2012). Editor de las Reflexiones y epifonemas
de Rafael Barret (Renacimiento, 2014). Ganador del concurso I
Premio Jovellanos de Poesía 2014 y del Asturias Joven de
Narrativa 2014 con su novela La patria del hombre (Trabe,
2015). Codirige la revista literaria Anáfora.
MYRIAM GARCÍA Filósofa de profesión y de corazón, siempre quise escribir
aunque nunca supe de qué. Siempre quise enseñar aunque no
encontraba a quién. Siempre filósofa, siempre yo, se me hace
absurda cualquier clase de vida que no incluya la filosofía, el
arte, la música, el cine, la literatura. Algunos filósofos
simplemente exponen sus filosofías. Yo las vivo.
MIGUEL VEGA MANRIQUE Estudiante de música y filología hispánica procedente de
Asturias y afincado en Madrid, donde cursa estudios en el Real
Conservatorio Superior de Música y en la UNED. En la
página: miguelvegamanrique.wordpress.com, publica poemas
propios y artículos de temas variados, que persiguen abrir un
espacio para la reflexión.
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¡¡PPAARRTTIICCIIPPAA!! #maremágnumsomostodos
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