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CO-AUTOR / COMPILADOR HERNÁN PÉREZ ZAPATA MASACRE EN LAS BANANERAS DEL MAGDALENA AÑOS 90 UNA PUBLICACIÓN DE

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90 AÑOS I MASACRE EN LAS BANANERAS

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CO - AU TO R / CO M P I L A D O R

HERNÁN PÉREZ ZAPATA

MASACRE EN LAS BANANERAS

DEL MAGDALENAAÑOS90UNA PUBLICACIÓN DE

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MASACRE EN LAS BANANERAS I 90 AÑOS 90 AÑOS I MASACRE EN LAS BANANERAS

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UNA PUBLICACIÓN DE

MASACRE EN LAS BANANERAS

DEL MAGDALENAAÑOS90

90 AÑOS DE LA MASACRE EN LAS BANANERAS(c) 2018 I HERNÁN PÉREZ ZAPATA

Una publicación de INFOAGRO COLOMBIAwww.infoagrocolombia.com

PuBLiCACióN AuSPiCiADA POR: La Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos, ACIA, y su revista Agricultura Tropical y la Fundación Pérez Colombia y Afines

Los conceptos y opiniones emitidas son responsabilidad de los autores.

1ª. Edición, octubre de 2018 (Medellín, Colombia)

Hernán PéREz zAPAtA [Recopilador/editor]

DISEÑO y DIAGRAMACIóN:Elkin J. Calle Cortés ([email protected])San Cristóbal, Venezuela

Con aportes de: Rodrigo ArenAs BetAnCur I Gabriel FonnegrA I Carlos PAyAres gonzález I Jorge Agudelo Moreno I Guillermo de lA Hoz CArBonó

I Aurelio suárez MontoyA I Juan de Dios MArtínez PACHeCo (Canción) I Norman AlArCón CorreA I Diego BetAnCur AlvArez I Carlos E. nArAnjo ossA

I Leonel juvinAo Cruz y Alvaro MorAles ICon la colaboración de: Comité Conjunto Alcaldía de Ciénaga; Comité de Impulso de la conmemoración de los 80 años de la lucha y rechazo a la masacre de los trabajadores bananeros; Gran Coalición Democrática; Sintrainagro; Sintraminenergética; Sindess; CUT; CGT; CTC; Fecode; Recalca; Fundaciones Caribe, “Unidos por el Magdalena” y 6 de Diciembre; Cedetreabajo; Revista Deslinde; Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos, ACIA; Asociación por la Salvación Agropecuaria del Magdalena. Samuel Antonio Arenas Saravia (Coordinador Comisión de Comunicaciones).

CO - AU TO R / CO M P I L A D O R

APUNTES SOBRE LA LUCHA y MASACRE EN LAS

BANANERAS DEL MAGDALENA, COLOMBIA

HERNÁN PÉREZ ZAPATA

imagen de portada: ProMeteo de lA liBertAd / EsculturaUbicado en la Plaza de los Mártires de Ciénaga, este monumento rinde un sentido homenaje a los mártires de las bananeras y al sindicalismo colombiano: un trabajador con un machete en alto, en actitud digna y desafi-ante, recuerda a los jornaleros de la zona y a los trabajadores colombianos. La escultura fue elaborada por el maestro Rodrigo Arenas Betancourt (1919-1995) en conmemoración del cincuentenario de la masacre.

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MASACRE EN LAS BANANERAS I 90 AÑOS 90 AÑOS I MASACRE EN LAS BANANERAS

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CONtENiDO

PREÁMBULO 1: ANTES FUERON 80 AÑOS, AHORA 90... Y LA MASACRE CONTINÚA / 7 PREÁMBULO 2: 80 AÑOS DE UNA HUELGA PATRIÓTICA / 10

¡gloriA eternA A los Mártires en lAs BAnAnerAs del MAgdAlenA!

01] BREVE HISTORIA DE LA INDUSTRIA DEL BANANO EN COLOMBIA / 15 Aurelio Suárez Montoya

02] DECLARACIÓN UNITARIA DE CIÉNAGA FRENTE AL PROMETEO DE LA LIBERTAD / 1903] A NUESTROS HERMANOS LOS OBREROS (Diciembre 19, 1928) / 2204] HOMENAJE A LA LUCHA Y A LOS MÁRTIRES DE 1928 EN CIÉNAGA; POR UNA COLOMBIA LIBRE Y DEMOCRÁTICA / 2405] SIGUEN VIGENTES LAS CONSIGNAS DE LA HUELGA EN LAS BANANERAS / 27 Jorge Agudelo Moreno

50 AÑos de lA luCHA y MAsACre en lAs BAnAnerAs

06] A LOS 50 AÑOS DE LA LUCHA Y MASACRE EN LAS BANANERAS / 33 Hernán Pérez Zapata

ProMeteo de lA liBertAd (Orígenes)

07] ORIGEN Y RAzONES DEL MONUMENTO DE RODRIGO ARENAS BETANCUR A LOS MÁRTIRES DE CIÉNAGA / 45 Hernán Pérez Zapata

ACtores soCiAles de lA HuelgA y MAsACre de lAs BAnAnerAs

08] VARIOS ACTORES SOCIALES DE LA HUELGA Y LA MASACRE EN LAS BANANERAS / 53

Carlos Payares González

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Con una gran movilización nacional e internacional de dirigentes de orga-nizaciones sindicales, sociales, académicas y políticas, acompañados de autoridades y ciudadanía de Ciénaga y el Departamento del Magdalena,

se conmemoró exitosamente, el 80º. aniversario de la huelga y de rechazo a la nefasta masacre de 1928, el pasado 6 de diciembre de 2008, en la capital bananera y frutícola de Colombia.

Mas de 10.000 personas se hicieron presentes en conferencias, foros, colo-quios, conversatorios, tertulias, actos religiosos, culturales y folclóricos, mar-chas y una gran concentración en la Plazoleta de los Mártires, frente al mo-numento del maestro Rodrigo Arenas Betancur, que identificara certeramente como el PROMOTEO DE LA LIBERTAD.

La historia de éstas luchas y de la horripilante masacre perpetrada por el Gobierno Colombiano en defensa de los intereses de la United Fruit Company, hoy Chiquita Brands Continental Company, queda consignada en dos libros de un nutrido grupo de autores e investigadores: “80 AÑOS DE LA LUCHA Y

PREÁMBuLO

ANTES FUERON 80 AÑOS, AHORA 90...

Y LA MASACRE CONTINÚA

09] RAzONES E IMPLICACIONES DE LA HUELGA EN LAS BANANERAS DEL MAGDALENA / 79 Carlos Payares González

lA MAsACre de lAs BAnAnerAs (Notas finales)

10] 1928 Y LOS HIJOS DEL OLVIDO / 105 Guillermo de la Hoz Carbonó

11] DE LAS BANANERAS A LAS CARBONERAS / 108 Hernán Pérez Zapata

notAs (Sobre el compilador) / 113

Esta publicación es de masiva y libre circulación. Se invita a difundirla entre todos sus contactos tanto en el ámbito urbano como en el área rural.

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MASACRE EN LAS BANANERAS” y “MEMORIA DE UNA EPOPEYA”, para que la opinión nacional e internacional y las futuras generaciones tengan amplia documentación sobre los atropellos cometidos contra los derechos sindicales y la vida misma de los principales creadores de riqueza, los trabajadores y los productores nacionales.

Se denuncia como el Gobierno de Abadía Méndez, de acuerdo con el Emba-jador de E.U. Mr. Jefferson Caffery reportara el 16 de enero de 1929 al Departa-mento de Estado en Washington...

“...tengo el honor de informarle que el representante de la United Fruit Company en Bogotá, me dijo ayer, que el número total de huelguistas muertos por los militares colombianos excede del millar...”

Y nuestro líder Jorge Eliécer Gaitán expresara en el Congreso de la República en septiembre de 1929

“...el Gobierno Colombiano tiene la rodilla temblorosa en tierra para el oro yanqui y la metralla homicida para el pueblo...”

En estos últimos 80 y 90 años, las Compañías bananeras norteamericanas han continuado masacrando el trabajo y la producción generada por los cul-tivadores nacionales, al quedarse con el 88,5% del producto bananero. A los empresarios nacionales les ha correspondido solo el 11,5% del cual solo el 2% ha sido recibido por los proletarios bananeros.

Con las nuevas políticas neoliberales agenciadas por Washington y en la práctica abaladas por el nuevo Gobierno de Barak Obama y la familia de Bill Clinton, con el actual Presidente Donald Trumpo, manteniendo la naturaleza de fuerza y acción del imperio, las comercializadoras bananeras compraran en el mundo a los productores que tengan la mayor resistencia para venderles mucho más barato y así seguirse haciendo más ricos y nuestros compatriotas y demás productores y trabajadores de las industrias bananeras, continúen haciéndose cada vez más pobres y miserables.

Cuentan para ello con su representación en el Gabinete de Barack Obama y la familia Clinton, del nuevo Fiscal General de E.U.Eric Holder, abogado de-

fensor de la transnacional Chiquita Brands en las acusaciones de financiación y transporte de armamentos en respaldo a las masacres de los paramilitares en Urabá y Magdalena.

La DECLARACION DE CIENAGA, aclamada unitariamente por trabajado-res, productores nacionales y autoridades locales, impulsa un frente para la salvación de nuestra producción bananera en el Magdalena y Urabá, como tendran que hacerlo los demas productores agropecuarios e industriales del pais, ante las amenazas recolonizadoras y esclavizadoras del TLC que pretende el Gobierno de Alvaro Uribe Vélez, sea avalado por el Congreso de EE.UU., con las condicionamientos de las multinacionales financieras y comerciales gringas y el arrodillamiento del Gobierno Colombiano, fiel a los dictámenes de sus amos extranjeros.

Ciénaga, Magdalena, ColoMbia

diCieMbre de 2008

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Hace 100 años ya rondaba la United Fruit Company por el Magdalena. Ya tenían emporios en Guatemala, Honduras y El Salvador. La naciente empresa gringa de Minor Cooper Keith y sus socios Dow Baker y Andrew

Prestos y posteriormente Manuel Sauri impulsaban emporios coloniales para hacer fortuna con base en la superexplotación a trabajadores, productores na-cionales e impeder el desarrollo de los comerciantes.

Es decir, volverse inmensamente ricos a costa del atropello a la soberanía, el trabajo y la producción de las denominadas Repúblicas Bananeras. En Ciénaga, encuentran resistencia de productores encabezados por Juan B. Calderón, co-merciantes liderados por Sebastián Carbono López y los trabajadores liderados por Raúl Eduardo Mahecha, Alberto Castrillóin, Erasmo Coronel, María Cano e Ignacio Torres Giraldo, entre otros.

Los primeros reclaman mejor trato, pues como se demostró posteriormente la Compañía se quedaba con más del 88.5% del producto bananero y los pro-ductores solo recibían el 11.5%. Los segundos no se podían desarrrollar pues los Comisariatos y pago con vales a los trabajadores les impedían desarrollarse. Sus reclamos no fueron atendidos ni en E.U., ni por el Gerente Thomas Brads-haw en Santa Marta.

La Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, en representación de 32.000 trabajadores del banano, que recibían menos del 2% del ingreso bananero, presentaron un Pliego de Peticiones a la UFC el 2 de octubre de 1928. Se negó su negociación con el argumento de que la Compañía no tenía

80 AÑOS DE UNA HUELGA PATRIÓTICA

EL DEDO EN LA LLAGAHernán Pérez Zapata

trabajadores. Utilizaba un régimen de contratistas, similar al que tienen, 80 años despues, los Ingenios con los corteros de la caña de azúcar en el Valle, Cauca y Risaralda.

El Pliego comprendía: 1.Pago de seguro colectivo obligatorio. 2 Pago de se-guro contra accidentes de trabajo. 3. Derecho al descanso dominical remunera-do. 4. Aumento de un 50% en todos los salarios. 5. Suspensión de los Comisaria-tos de la Compañía. 6. Pagos semanales y no por quincena. 7. Abolición de los préstamos en “vales”. 8. Supresión de los contratos individuales para establecer los contratos colectivos. 9. Creación de un Hospital o Puesto de Salud por cada 400 abreros que tuviese la Companía..

Incluia las reivindicaciones de los trabajadores y las de los comerciantes que apoyaron más decididamente las reclamaciones. El 12 de noviembre declaran la histórica huelga, ante la negativa de la United a negociar, porque lo querian todo: la platica de los ricos y el sudor y la sangre de los trabajadores, los produc-tores y los comerciantes nacionales. Era una huelga auténticamente patriótica en defensa de lo nuestro. La Compañía gringa expoliadora por un lado y los trabajadores, productores y comerciantes nacionales por el otro.

Sus consignas: Por el obrero y por Colombia y Viva Colombia Libre y Demo-cratica serian acalladas transitoriamente por las balas del régimen de Miguel Abadia Mendez y el General Carlos Cortes Vargas, que con el Estado de Sitio declarado sindicaron a sus víctimas como cuadrilla de malhechores.

El 16 de enero de 1929, Jefferson Caffery Embajador de E.U. en Colombia escribió al Departamento de Estado en Washington : ....“tengo el honor de in-formarle que el representante de la United Fruit Company en Bogotá, me dijo ayer que el numero total de huelguistas muertos por los militares colombianos excede del millar...”

Y en su vibrante denuncia de los atropellos en Ciénaga, Jorge Eliécer Gaitán expresó en el Congreso de la República en septiembre de 1929: … el Gobierno Colombiano tiene la rodilla temblorosa en tierra para el oro yanqui y la metralla homicida para el pueblo...

Ciénaga, Magdalena, ColoMbia

novieMbre de 2008

PREÁMBuLO

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MASACRE EN LAS BANANERAS I 90 AÑOS 90 AÑOS I MASACRE EN LAS BANANERAS

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¡VIVA COLOMBIA LIBRE Y DEMOCRATICA!

¡GLORIA ETERNA A LOS MÁRTIRES EN LAS BANANERAS

DEL MAGDALENA!

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BREVE HISTORIA DE LA INDUSTRIA DEL BANANO

EN COLOMBIA

AURELIO SUÁREz MONTOYABogotá, 9 de diciembre de 2008

SIRVE LA CONMEMORACIÓN de los 80 años de la Masacre de las Bananeras, en Ciénaga el 6 de diciembre de 1928, para trascender al funesto episodio y hacer una mirada al desarrollo de la industria del banano en Colombia, reseñar los modos de producción que ha tenido en un siglo y mostrar cómo en ellos se traslucen las formas que ha adoptado la presencia de las empresas norteamericanas.

Al conectar estas actividades con las políticas de Estados Unidos, se da cuenta de la injerencia que han tenido sobre las naciones donde el banano germina tanto que se les denomina con el peyo-rativo nombre de Banana Republic

Debido a las largas ventajas que los gobiernos de los prime-ros años del siglo XX hicieron al capital norteamericano, nacen las concesiones petroleras que terminaron en manos de la Tro-pical Oil, la expansión cafetera, financiada en alguna porción por casas comerciales de Londres y New York, las concesiones de ferrocarriles y el enclave del banano de United Fruit Company en el Magdalena. Una narración del embajador de Francia a su Canciller en París al respecto lo describe así:

“Para demostraros la invasión practicada por la United Fruit Cy

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MASACRE EN LAS BANANERAS I 90 AÑOS 90 AÑOS I MASACRE EN LAS BANANERAS

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os diré que alrededor de los pueblos de la región bananera no que-da terreno... ella obligará a emigrar a todas las gentes que no tra-bajan en sus plantaciones de bananos... el pueblo será conducido a suspender sus empresas de cultivo y de cría de ganado hasta llegar a vender las tierras a la United Fruit y el país está amenazado por la dominación de los americanos...”

En ese ambiente, donde muchas gabelas se alcanzaron con so-bornos, como en el control del ferrocarril, se dio la Masacre. Los obreros eran pagados a destajo y con bonos de los comisariatos de United. Épocas de plusvalía absoluta.

En los años sesenta, en la Guerra Fría, United, con el nombre de Compañía Frutera de Sevilla, promovió la zona de Urabá, atractiva no sólo por las ventajas agrícolas para el cultivo sino estratégica por la cercanía al Canal de Panamá y el acceso por mar en una extensa área hasta entonces casi inhóspita.

El modelo productivo fue diferente, estaba acorde con la carac-terística política que exigía la contienda con Unión Soviética por la hegemonía global. La Sevilla, que otorgaba crédito para siembra y en un comienzo para drenajes, dejó la producción en manos de nacionales, quienes corrían con el manejo laboral y demás riesgos implícitos. La multinacional se encargó de la asistencia técnica, la comercialización y el transporte de la fruta.

Así se llegó a más de 20.000 hectáreas sembradas, al aumento de las exportaciones y, en medio de agudos conflictos, salpicados de enrevesadas violencias, los trabajadores conformaron sindicatos y alcanzaron derechos colectivos.

A partir de los noventa, con la globalización, el modelo volvió a cambiar. United Brands, la multinacional de marras, comercia des-de 1990 la marca Chiquita y en conjunto con Dole y Del Monte, y luego de los efectos de una quiebra por la crisis de superproduc-ción mundial, se concentra como comercializadora avanzando en el control de mercados minoristas del Norte. Entre las tres controlan el 60% del negocio mundial.

Chiquita opera en muchos casos con barcos y equipos subcon-tratados y se reestructura alejándose del proceso productivo y ubi-cándose en el área más lucrativa. Factura al año alrededor de 4.500 millones de dólares y opera en más de 70 países.

Así mismo, reconoció que entre 1994 y 2007 entregó 1,7 millo-nes de dólares a grupos paramilitares de Urabá y el Magdalena y permitió remesas de armas para estas facciones en barcos a su car-go. Por ello fue sancionada por una corte norteamericana por 25 millones de dólares y está expuesta a centenares de demandas de familias de víctimas.

Los trabajadores, por el exceso de oferta a escala planetaria, están sometidos a restringir sus peticiones por el peligro de ser preferido producto de otras latitudes que pudiera resultar más barato. Igual sucede con los productores, supeditados al precio que les quieran pagar por caja. Todo bajo el imperativo de la competencia global entre pobres para dirimir quién desayuna. Se presagian vientos de plusvalía absoluta.

El desarrollo de la industria del banano en Colombia está enmar-cado por la estrategia económica, política y militar de las compa-ñías, adelantada de la mano de los gobiernos de Estados Unidos, teñida de sangre de nacionales.

No se sabe lo qué deparará el nombramiento de Eric Holder, abo-gado de Chiquita ante las cortes estadounidenses por los cargos de apoyo a paramilitares, como nuevo Fiscal General del gobierno de Obama. ¿Se estará ante otro nuevo mal episodio de esta historia?

La DECLARACION DE CIENAGA, aclamada unitariamente por trabajadores, productores nacionales y autoridades locales, impul-sa un frente para la salvación de nuestra producción bananera en el Magdalena y Urabá, como tendran que hacerlo los demas pro-ductores agropecuarios e industriales del pais, ante las amenazas recolonizadoras y esclavizadoras del TLC que pretende el Gobierno de Alvaro Uribe Vélez, sean avalado por el Congreso de E.U., con las condicionamientos de las multinacionales financieras y comercia-

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les gringas y el arrodillamiento del Gobierno Colombiano, fiel a los dictámenes de sus amos extranjeros.

Ciénaga, diCiembre de 2008

LOS TRABAJADORES ASALARIADOS han realizado cruciales luchas democráticas en defensa de sus reivindicaciones y sus derechos laborales y polí¬ticos mas sentidos, ante la cruel opresión impe-rialista que salvajemente agobia a Colombia, a los pueblos latinoa-mericanos y del mundo, incluidas grandes mayorí¬as del pueblo estadounidense.

Las movilizaciones de Chicago el 1o. de mayo de 1886 por 8 ho-ras de trabajo, 8 horas de educación y 8 horas de descanso y de Nueva York el 8 de marzo de 1908, por el derecho a un salario justo y trato igualitario a la mujer trabajadora, terminaron con dos de las mayores masacres ocurridas contra la protesta civilizada de los tra-bajadores y las trabajadoras.

Otra lucha democrática como la de hace 80 años con la huelga que culminó con otra ignominiosa y nefasta masacre, acaecida el 6 de diciembre de 1928, en las bananeras de Ciénaga y del Magdale-na, ha sido igualmente rechazable, por el horrendo crimen perpe-trado por parte de un Gobierno como el Colombiano, en defensa

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DECLARACIÓN UNITARIA DE CIÉNAGA

FRENTE AL PROMETEO DE LA LIBERTAD

SOBRE LOS 80 AÑOS DE LA HUELGA Y RECHAzO A LA MASACRE EN LAS BANANERAS DEL MAGDALENA Y EN DEFENSA DE LA PRO-DUCCIÓN Y EL TRABAJO NACIONAL EN LA ACTIVIDAD BANANERA.

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de los intereses de la multinacional estadounidense United Fruit Company (hoy Chiquita Brands Continental Company).

Mas de un millar de trabajadores fueron asesinados cobarde-mente para que la multinacional se volviera inmensamente rica, mientras los trabajadores y la mayoría de productores nacionales y de nuestro pueblo se volvieron inmensamente pobres y miserables.

Como hace 80 años, E.U. y el mundo se encuentran sumidos en grandes depresiones y crisis económicas, con pirámides como las de Wall Street y Colombia, despojando a los trabajadores, ahorrado-res, pensionados, pequeños y medianos productores y comercian-tes de todo el mundo, del esfuerzo de su trabajo, incluidos nuestros nacionales.

Las guerras e imposiciones del libre comercio, para consolidar la concentración de capitales en manos de las minorías que do-minan las mas grandes multinacionales financieras y comerciales, que oprimen la humanidad para beneficio del imperio estadouni-dense y del reducido grupúsculo de sus aliados nacionales, son usufructuarios del accionar de las multinacionales globalizadas que sumen a pueblos como el Colombiano en las peores condiciones de recolonización, esclavización y saqueo de sus recursos naturales, pisoteando su soberanía y super-explotando a sus trabajadores y grandes mayorías de los productores nacionales.

Gobiernos neoliberales, como el encabezado por Alvaro Uribe Vélez en Colombia, con su reducida camarilla de séquitos conti-núan fieles a los intereses del imperio con sus políticas guerreris-tas y de libre comercio, imponiendo la desregularización financiera como en el caso de las defraudodoras pirámides de Colombia y Wall Street, sumiendo a la nación en el atraso y miseria permanente y sin esperanza.

Expresamos nuestro respaldo a la denominación hecha por el maestro Rodrigo Arenas Batancur a su Monumento a los Mártires de las Bananeras como el PROMETEO DE LA LIBERTAD que enar-bola las banderas por una Colombia Libre y Democrática acalladas

cobardemente por los autores de la infame masacre de 1928, como una representación de las banderas por nuestra segunda indepen-dencia nacional, como lo fue la lucha de los Comuneros por nues-tra liberación del yugo de España.

Ante las políticas del libre comercio y preferencia de las multina-cionales del banano, por el producto a menor costo, por parte de los trabajadores y los cultivadores del Magdalena y Urabá, acoge-mos la propuesta de impulsar con las autoridades locales y regiona-les, con organizaciones sindicales y sociales del sector, de un Frente amplio prodefensa del trabajo y la producción nacional del banano.

Al rendir un nuevo homenaje a los mártires de las bananeras ha-cemos un llamado a los demás trabajadores y al resto del pueblo Colombiano y pueblos latinoamericanos y del mundo oprimidos por E.U. y sus multinacionales, a aunar esfuerzos por la mas com-pleta democracia y por la defensa de nuestra soberanía, trabajo, producción y recursos naturales, para beneficio del pueblo Colom-biano y demás naciones y pueblos oprimidos por el más salvaje de los capitalismos.

¡VIVA COLOMBIA LIBRE Y DEMOCRÁTICA! ¡GLORIA ETERNA A LOS MÁRTIRES DE LAS BANANERAS!¡VIVA EL PROMETEO DE LA LIBERTAD DE CIÉNAGA!

COMITE ORGANIZADOR CONJUNTO: Alcaldía de Ciénaga representada por Luis Gastelbondo García y los Secretarios de Cultura y Comunicaciones de su administración; Comité de Impulso de la conmemoración de los 80 años de la lucha y rechazo a la masacre de los trabajadores bananeros presidido por José Borja y el asesor Jorge Rivera Cuao de Sintrainagro; la Gran Coalición Democrática representada por su Coordinador Angel Manjarres; Sintraminenergética; SINDESS Magdalena y la CUT con sus delegados Samuel Antonio Arenas y Nidia Castañeda; la CGT representada por Jesús Cahuana; CTC por Jaime Echeverría; Fecode representada por Edumag; Movimiento Comunal Cívico, Asociación de Ediles, SindeCiénaga, Utradec, Sintrasmag, Unete de Ciénaga; Red de Acción frente al libre comercio, TLC y ALCA, RECALCA; Alianza Social Continental, ASC; Fundaciones Caribe, Unidos por el Magdalena, con su Presidente Jorge Agudelo Moreno y 6 de Diciembre; representada por Jairo Alemán; Cedetreabajo y su Revista Deslinde con su representante Hernán Pérez Zapata; Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos, ACIA y la Asociación por la Salvación Agropecuaria del Magdalena representadas por Leonel Juvinao Cruz, los escritores Carlos Payares González, Lui¬s Páez Mares y Guillermo De la Hoz Carbonó , entre otros participantes.

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COMPAÑEROS: aquí, como en Nicaragua, el Gobierno es un vil instrumento de los apetitos norteamericanos. Los jefes y oficiales del ejército colombiano esgrimen el “prestigio” de las armas asesi-nando al pueblo, y hacen causa común con los detentadores de nuestro territorio.

La sangre de nuestros hermanos indefensos se derrama a to-rrentes en la zona Bananera, y esa sangre clama justicia, exige una venganza inmediata.

Se asesina a nuestros camaradas porque piden pan, abrigo, sa-lario, instrucción, medicina y hospitales para sus organismos ani-quilados en la faena diaria que enriquece a poderosas compañías extranjeras, explotadoras de nuestro suelo.

Compañeros: unir nuestros esfuerzos a la causa de los sacrifica-dos por el oro imperialista, debe ser el lema de los trabajadores, de todos los que tengan hambre de pan y anhelos de justicia.

Convencer al Gobierno criminal y al pais indiferente que aún vive el valor y el coraje en nuestros pechos, como una fuerza avasallado-ra dispuesta a probar que el pueblo es un león indomable que todo lo vence, es un deber imprescindible.

Trabajadores: que cada fábrica sea en estos momentos una an-torcha encendida de entusiasmo, una santa indignación, una barri-cada contra la tiranía asesina, un puñado de héroes que desafían hoy y mañana vencerán la alianza infame con los piratas de yanqui-landia. La unión, la disciplina férrea, el amor a nuestros hermanos mártires, y el desprecio a una vida miserable y humillada nos ha-rán invencibles.

Un día más y cerraremos filas contra la tiranía sanguinaria. El de-recho de vivir, el derecho de ser libres no se mendiga: se conquista.

Colombianos: RECORDEMOS LA VENTA DE PANAMÁ.

(Hoja anónima que circuló en el país el 19 de diciembre de 1928 después de conocerse el holocausto de los huelguistas de Ciénaga, Magdalena)

A NUESTROS HERMANOS LOS OBREROS

DICIEMBRE 19, 1928

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LA CONMEMORACIÓN DE LOS 80 AÑOS de la lucha de los traba-jadores de las bananeras del Magdalena, el homenaje permanente a los màrtires masacrados el 6 de diciembre de 1928 en la Plaza del Ferrocarril en Ciénaga y el rechazo al terror y exterminio de traba-jadores en los cuatro meses siguientes a ese vergonzoso aconteci-miento, se constituyen en el objetivo de esta publicación.

El 16 de enero de 1929, Jefferson Caffery, quien se desempeñaba entonces como embajador de Estados Unidos en Colombia, escri-bió al Departamento de Estado en Washington: “...tengo el honor de informarle que el representante de la United Fruit Company en Bogotá, me dijo ayer que el número total de huelguistas muertos por los militares colombianos excede del millar...”

En su vibrante denuncia de los atropellos en Ciénaga, Jorge Elié-cer Gaitán expresó en el Congreso de la República, en septiembre de 1929: “...el Gobierno colombiano tiene la rodilla temblorosa en tierra para el oro yanqui y la metralla homicida para el pueblo...”

Como consecuencia, la UFC, hoy conocida como Chiquita Uni-ted Brands Continental Company, es inmensamente rica y los tra-bajadores y la gran mayoría de los productores nacionales y sus fa-

milias son inmensamente pobres y desposeídas de los elementos esenciales para vivir decentemente.

Estos hechos llevaron al movimiento obrero, estudiantil y popu-lar a impulsar en 1978 la construcción del monumento del maestro Rodrigo Arenas Betancur, en el sitio de la mayor masacre ocurrida contra los trabajadores en el mundo.

Se reivindica el grito de los huelguistas: !Viva Colombia libre y de-mocrática!, acallado por las balas asesinas del régimen colombiano en defensa del capital estadounidense.

La entrega de los gobiernos de Colombia en estos últimos 80 años a los intereses de las empresas multinacionales de los Esta-dos Unidos, continúa vigente. Y se acelera en el gobierno neoliberal de Alvaro Uribe Vélez en los últimos seis años con sus políticas de seguridad democrática y con su insistencia por la aprobación del Tratado de Libre Comercio, TLC, impuesto por E.U. para beneficio de las empresas transnacionales del imperio.

La masacre en el Magdalena ocurre en momentos previos a la grave crisis económica en Wall Street que llevó a la Gran Depresión ocurrida entre 1929 y 1933 en E.U. y en el mundo.

Ahora estamos ante una hecatombe de mayores proporciones con la crisis de superproducción y quiebras de las grandes empre-sas globalizadas, que se vive hoy en todos los mercados del mundo, especialmente en los Estados Unidos, como consecuencia de todas sus políticas neoliberales y globalizadoras de la economía para sal-var de la ruina a sus monopolios.

Pretenden con la guerra permanente contra los pueblos del mundo y con los Tratados de Libre Comercio, como el que impo-nen al gobierno sumiso de Alvaro Uribe Vélez, salvarse y rescatar a sus grandes empresas financieras y comerciales, de su hecatombe y recolonizar nuestro país para esclavizarnos, en su propio beneficio.

Debemos unirnos los colombianos para evitar que se repitan masacres como la de las bananeras del Magdalena y que defen-damos nuestra soberanía, nuestro trabajo, nuestra producción y

HOMENAJE A LA LUCHA Y A LOS MÁRTIRES DE 1928

EN CIÉNAGA, POR UNA COLOMBIA LIBRE

Y DEMOCRÁTICA

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nuestros recursos naturales para beneficio de las grandes mayo-rías nacionales.

Ese es el mejor homenaje que podemos hacer a nuestros már-tires en la conmemoración permanente de las luchas civilizadas y democráticas de los trabajadores y el pueblo, en contra de la opre-sión inmisericorde del capital imperialista y sus portaestandartes nacionales para que nunca se vuelvan a repetir hechos como los de la nefasta masacre en las bananeras del Magdalena en 1928.

LA HISTÓRICA HUELGA DE LAS BANANERAS y su trágico epilogo, La Masacre, es considerada como la obra mas destacada del servilis-mo del Estado Colombiano, encabezado por su Presidente, Miguel Abadía Méndez, en contra de su pueblo y de la soberanía nacional y a favor de una Multinacional Gringa.

Este nefasto gobierno terminó siendo señalado por Jorge Eliécer Gaitan como criminal y enemigo de la Patria, amén de su postrera inmersión en el fango de la denominada “Gran Depresión” de 1.929, crisis económica que afecto la estructura económica mundial y que en nuestro país llevo a la quiebra de miles de productores y para-lizo las obras publicas, basadas fundamentalmente en prestamos de agencias extranjeras. Con este escenario termino la sanguinaria hegemonía conservadora, que en las elecciones de 1930 fue de-rrotada por el liberal Enrique Olaya Herrera, quien antes salía de ser Embajador en Washington y era un connotado testaferro de las empresas petroleras Norteamericanas.

Podemos señalar que en la década de los años veinte del siglo pasado la clase obrera colombiana, al fragor del despertar del mo-vimiento obrero mundial, libro y lidero múltiples batallas en defen-

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SIGUEN VIGENTES LAS CONSIGNAS DE LA HUELGA DE

LAS BANANERAS

JORGE AGUDELO MORENOPresidente de la Fundación “Unidos por el Magdalena”

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sa de sus derechos y reivindicaciones, tanto en el sector publico como privado, destacándose las luchas antiimperialistas contra la voracidad de las Multinacionales Norteamericanas, que fuera de saquear nuestros productos naturales, impusieron con la compla-cencia apatrida de los gobiernos nacionales y locales un régimen esclavista contra los trabajadores.

De estas luchas de la década de los años veinte podemos des-tacar la huelga de los trabajadores de la Tropical Oil Company en 1924, la huelga de los trabajadores del ferrocarril del Pacifico en el año 1926, la segunda batalla de los trabajadores de la Tropical Oil Company en 1927, bajo la dirección de Raúl Eduardo Mahecha, Maria Cano e Ignacio Torres Giraldo, en Barrancabermeja, en la que fueron asesinados media decena de huelguistas. Y por supuesto, la gran batalla decretada desde el 12 de noviembre por los trabajado-res de la zona bananera del Magdalena, contra la United Fruit Com-pany, de Boston, por negarse esta empresa gringa a dar solución a un pliego de peticiones de nueve (9) puntos, que demandaban aumento salarial y otra serie de reivindicaciones sociales y de salud dirigidas a mejorar las miserables condiciones de vida y trabajo de los jornaleros del banano.

Los Gringos, a través de la United Fruit Company, fuera de ex-plotar grandes extensiones de tierra, imponían una explotación sin límites contra los trabajadores colombianos. En el Departa-mento del Magdalena, con la complacencia y la protección del Gobierno, la compañía frutera funcionaba como una Republica Independiente. Tenía bajo su dominio y para su uso privado ferro-carriles, puertos, ciudadelas y campamentos, mientras los obre-ros y sus familias vivían en insalubres muladares. El enclave de la United controlaba la vida en la región. A los trabajadores se les pagaba con bonos que emitía la compañía y que solo tenían valor en los comisariatos de la misma empresa, que además controlaba los precios de los artículos.

Ante el pliego de peticiones presentado por la organización de

los trabajadores, la empresa se negó a negociarlo, motivo por el cual los trabajadores declararon la huelga. El Gobierno y la empre-sa envían esquiroles a las plantaciones, acompañados por piquetes del ejército y la policía.

El 5 de Diciembre, los dirigentes de la huelga citan a los huelguis-tas a una concentración en la ciudad de Ciénaga, donde se anun-cio la llegada del Gobernador, funcionario que nunca apareció. Los trabajadores convocan una concentración para el día 6 de Diciem-bre, en la plaza, con el propósito de realizar una marcha hacia Santa Marta, capital del Departamento.

En la noche del día 5 de Diciembre se presento en la plaza de Ciénaga un piquete de soldados del ejercito comandado por el Ge-neral Carlos Cortes Vargas, quien informo e intimidó a los huelguis-tas que a partir de ese momento la zona se declaraba en Estado de Sitio y ordeno dispersarse a los huelguistas.

Ante la firmeza de los trabajadores, quienes con toda decisión se agruparon bajo las consignas ¡Abajo el Imperialismo Yanki¡ y ¡Viva Colombia Libre! , en la madrugada del 6 de Diciembre el General Cortés Vargas ordeno abrir fuego contra los inermes huelguistas.

Al final de ese dantesco y criminal episodio, el Gobierno de Mi-guel Abadía Méndez anuncio oficialmente que los acontecimien-tos de Cienaga habían dejado 13 muertos y 13 heridos. Pero las comisiones de investigación, como la encabezada por Jorge Eliécer Gaitan, en representación del Congreso de la Republica, descubrie-ron fosas comunes y se cree que las victimas fueron más de 1500, convirtiéndose en la más grave matanza de trabajadores en la his-toria Colombiana.

Esta afirmación la corrobora la carta enviada por el Embajador de Estados Unidos en Colombia, Jefferson Caffery, el 16 de enero de 1929, al Departamento de Estado en Washington, cuando señala ”...Tengo el honor de informarle que el representante de la United Fruit Company en Bogota, me dijo que el numero total de huelguistas muertos por los militares Colombianos excede del millar...”

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Hoy, a los 80 años de esta histórica gesta, la situación en Co-lombia no presenta muestras de haber cambiado mucho. A pesar de tantas y tantas luchas y de haber firmado el Estado Colombia-no distintos convenios con la OIT comprometiéndose a respetar el derecho de asociación sindical, el derecho a presentar pliegos de peticiones y el sagrado derecho a la huelga, la semejanza con la situación vivida en 1928 es la misma : empecemos por señalar que vivimos tiempos de una nueva crisis económica mundial, dirige al país un Dictador Neoliberal, estamos bajo la conmoción interior (antiguo Estado de Sitio), se criminaliza la protesta social, los cor-teros de caña viven y trabajan en las mismas condiciones que los corteros del banano y se impide la sindicalización y la negociación de pliegos de peticiones por la tercerizaciòn en el trabajo a través de las llamadas cooperativas de trabajo asociado.

Por eso hoy, como lo señala el titulo de este escrito, al igual que hace 80 años, las banderas de Libertad, Justicia y Cambio están al orden del día, las consignas de la época no han perdido vigencia y en homenaje a los mártires de la Bananeras debemos seguir gritan-do: ¡Abajo el Imperialismo yanki! y ¡Viva Colombia Libre!

A LOS 50 AÑOS DE LA LUCHA Y MASACRE

EN LAS BANANERAS DEL MAGDALENA

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LA CONMEMORACIÓN DEL CINCUENTENARIO de la lucha y masa-cre en las bananeras, con la inauguración del monumento al obrero bananero, del maestro Rodrigo Arenas Batancourt, el 6 de diciem-bre, en homenaje a los mártires de 1928, es motivo para examinar y reivindicar el significado de esa batalla heróica y patriótica, que tiene la importancia para nuestra segunda liberación nacional que tuvo la de los comuneros para nuestra primera independencia.

¿Cuáles fueron los antecedentes, objetivos y desarrollo del mo-vimiento? / ¿Cómo se efectuó la nefasta masacre? / ¿Cuáles fueron sus consecuencias desde los puntos de vista económico, político, laboral y cultural? / ¿Cuál es la situación actual del sector banane-ro? / ¿Qué posiciones han girado alrededor del importante hecho histórico? / ¿Cuál debe ser nuestra actitud ante el mismo?

Tales son algunos de los interrogantes que se intentan dilucidar en este resumen.

AnteCedentesLa penetración de la United Fruit Company, UFC, en la zona ba-

nanera del Magdalena desde 1898, adquiere mayores proporciones

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A LOS 50 AÑOS DE LA LUCHA Y MASACRE

EN LAS BANANERAS DEL MAGDALENA

HERNÁN PÉREz zAPATAConferencia dictada en las universidades del Atlántico y del Magdalena, siendo HPz

Profesor Titular de la U. del Magdalena (Noviembre, 1978)

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en la década de los años 20, ante las inmensas prerrogativas que le otorgó el régimen hegemónico de los terratenientes en el poder desde 1885.

La UFC controlaba el ferrocarril de Santa Marta a Fundación; los distritos de riegos con las excelentes aguas provenientes de la Sie-rra Nevada; cerca de 60 mil hectáreas; el puerto de Santa Marta y la Flota Blanca para el transporte de la fruta; el telégrafo; el hospital; los talleres de Sevilla; la tecnología; los contratistas de los más de 32 mil proletarios agrícolas; los comisariatos para el abastecimiento de víveres y mercancías; los contratos con los productores nacionales y los precios monopolísticos y viles de la fruta y, como lo reconocia el mismo Gobierno, “en la zona bananera todo depende directamente de la United Fruit Company”.1

Con el capitalismo imperialista surgía en Colombia la clase obre-ra y en consecuencia la lucha contra su opresión y la del régimen entreguista. En 1924 y 1927, el proletariado petrolero de Barranca-bermeja habia dado sus primeros combates contra la Tropical Oil Company.

La crisis de la sociedad colombiana se manifiesta más aguda-mente en la zona bananera del Magdalena, en donde se daban las peores condiciones para el pueblo. La UFC violaba la misma legisla-ción vigente al desconocer el seguro colectivo, el pago de acciden-tes de trabajo y el descanso dominical remunerado. Pagaba salarios de hambre entre $0.80 y $1.20. Imponía el ignominioso régimen de contratistas para eludir las prestaciones sociales. Monopolizaba el comercio e impedía el desarrollo de la industria nacional a través de sus importaciones sin impuestos de víveres y mercancías que vendía en sus Comisariatos.

Hacía préstamos en “vales” para poner los trabajadores en manos de los agiotistas y especuladores de la misma Empresa. Mantenía la población en la más absoluta carencia de asistencia pública, con 2 ó 3 remedos de hospital. Cercenaba el salario de los obreros para sostener estos pésimos servicios.

En pocilgas se albergaban hasta siete personas para vivir en la más absoluta miseria, sin ventilación, ni servicios sanitarios. El anal-fabetismo dominaba casi el 100% con la carencia total de instruc-ción primaria (a cambio de escuelas, hasta en el último recodo se encontraba un Estanquillo).

Hambre y miseria para el pueblo trabajador: saqueo y opulencia para los opresores yanquis y sus aliados nacionales. Tal era el pano-rama básico de esa época en la zona bananera del Magdalena.

lo que PAsó en lAs BAnAnerAsLa Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, encabezan-

do la confrontación contra la UFC, presentó el 6 de octubre de 1928 el histórico pliego de peticiones y reclamos que contenía los siguientes puntos:

1. Pago de seguro colectivo obligatorio. 2. Pago de seguro contra accidentes de trabajo.3. Derecho al descanso dominical remunerado.4. Aumento de un 50% en todos los salarios.5. Suspensión de los comisariatos de la Companía.6. Pagos semanales y no por quincena.7. Abolición de los préstamos en “vales”.8. Supresión de los contratos individuales para establecer los

contratos colectivos.9. Creación de un hospital o puesto de salud por cada 400 abre-

ros que tuviese la Companía.

La respuesta del gerente de la UFC Thomas Bradshaw fue evasi-va. Se niega a atender a Erasmo Coronel, Nicanor Serrano y Pedro J. del Rio, representantes de los 32 mil trabajadores, a quienes “de-claró incompetentes, según la Ley, para toda gestión de esta índole, puesto que la Companía no tiene obreros”.2

Ordena el descargue completo de las fincas, para dejar sin piso el movimiento.

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El 12 de noviembre se declara la huelga, ante la intransigencia de la UFC. El Gobierno envía inmediatamente un batallón enca-bezado por el general Carlos Cortés Vargas, ante la obligante peti-ción del gerente Bradshaw, que señalaba en mensaje al presiden-te Abadía Méndez:

“Estimando situación delicadísima, ruego impartir órdenes tan inmediatas como vuestra Excelencia estiméis, fin garantizar, pro-teger intereses Companía, desarrolladas bajo amparo autoridades constituidas, como también vidas empleados dependientes, dando garantías para trabajadores deseen trabajar”.3

Con ello se facilitó la acción dilatoria, la de los provocadores de la Companía e incluso se conseguía personal (los mismos soldados) para tratar de romper la huelga.

Pero ningún movimiento ha logrado tanto respaldo como el de las bananeras. Obreros, braceros, colonos, artesanos, comerciantes, algunos productores nacionales inconformes con el trato dado por la UFC y más del 95% de la población lo apoyaban.

Ello obligó al gerente Bradshaw, al gobernador José María Núñez Roca, a los delegados de los grandes productores y terratenientes Atilio A. Correa, César Riascos, Enrique A. González. Eduardo No-guera, José María Leyca, José B. Vives, el secretario de Gobierno y Hacienda Joaquín Solano, el mayor E. del Valle, representante del general Cortes Vargas, a sentarse en la mesa de negociaciones el 20 de noviembre.

“Informalmente” acogen cuatro de los puntos. Suspenden unilate-ralmente las dos únicas reuniones efectuadas. Así, la huelga continúa. Posteriormente, a fines de noviembre, el gerente de la UFC “promete” al doctor Rafael Hoyos Becerra, jefe de la Oficina General del Trabajo, que había venido de Bogotá a mediar en el conflicto, que accedería a conceder 6 de los 9 puntos del pliego de peticiones.

Los huelguistas aceptan. Envían sus delegados a Santa Marta a firmar el ACUERDO. El gerente se esconde. Elude cumplir lo “pro-metido”.

El Gobierno saca disposiciones amenazantes contra los que no regresen al trabajo desde el 1º. de diciembre. El día 3 se ofrecen garantías a los rompehuelgas y se intenta por parte de la UFC y los grandes productores, con el apoyo de la tropa, reiniciar los cortes y los embarques de la fruta. Los obreros se oponen.

La Unión Sindical por su parte, organiza una gran marcha y mani-festación pacífica, para presionar la firma del Convenio “prometido”. El día 5 se concentraron en la Plaza del Ferrocarril de Ciénaga miles de trabajadores provenientes de toda la zona bananera y se prepa-raron para seguir el 6 de diciembre a Santa Marta.

El gerente de la UFC, el gobernador y el jefe de la Oficina General del Trabajo iban hacia Ciénaga, “presumiblemente” a firmar el Con-venio. Se regresan desde Pozos Colorados ante los falsos informes de César Riascos y otros grandes productores y terratenientes de que iban a ser atacados. Estos a su vez engañan a los obreros pro-metiéndoles ir a Santa Marta y regresar con el Convenio firmado.

Sus acciones eran pura farsa. Estaba premeditada la matazón, como lo demostrara posteriormente en el Congreso de la Repúbli-ca Jorge Eliécer Gaitán.

lA neFAstA MAsACreSe conjuraba contra los obreros. El ministro de Guerra Ignacio

Rengifo B., había solicitado al gerente Bradshaw “información im-parcial, exacta y detallada sobre la situación en un mensaje del 3 de diciembre. Mr Bradshaw lo llena de motivos contra los huel-guistas y le reitera “confío plenamente en que el Gobierno de Co-lombia dé la protección debida a los intereses de la Compañía y a la vida de sus empleados”.5

Cuando miles de proletarios esperaban encabezar la marcha pa-cífica hacia Santa Marta, se da a conocer el Decreto Legislativo No. 1 de diciembre6, mediante el cual se declaró turbado el orden pú-blico en el Departamento del Magdalena y el general Carlos Cortés Vargas era designado jefe Civil y Militar.

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Mediante el Decreto No. 4 el oscuro y servil Gobierno asesino señala a los huelguistas como “cuadrilla de malhechores”, ordena perseguir y encarcelar a los dirigentes del movimiento y autoriza a los soldados a disparar. Estas medidas eran la fórmula “legal” y la orientación del gerente de la UFC a un Gobierno servil a sus intere-ses, para perpetrar la nefasta masacre.

El presidente Miguel Abadía Méndez, sus ministros de Gobierno Enrique J. Arrázola, de Relaciones Exteriores Carlos Uribe, de Guerra Ignacio Rengifo B., de Industrias y Comercio José Antonio Montalvo, de Educación Nacional J. Vicente Huertas, de Correos y Telégrafos José Jesús García y de Obras Públicas Sotelo Peñuela, pasan a la historia como los firmantes de la criminal determinación.

El destacado dirigente de la huelga, Alberto Castrillón R., descri-bió la verdad histórica de lo acontecido a la 1:25 a.m. del dia 6 de diciembre de 1928, así:

“Incontinenti, se dieron tres toques de corneta con intervalo de un minuto cada uno y una descarga cerrada ahogó el grito de VIVA COLOMBIA LIBRE, que quedó cuajado en los témpanos de sangre en las bocas de más de cuatro centenares de víctimas indefensas que cayeron allí envueltas en el tricolor nacional, en momentos en que en Santa Marta el Gerente yanqui y los productores nacionales se frotaban las manos en señal de satisfacción.

Dos ametralladoras y la doble hilera de fusiles reforzados habían lanzado sus proyectiles sobre una multitud de no menos de 4.000 personas. Un minuto de intervalo y otra descarga igual a retaguar-dia ahogó las voces de SOCORRO que imploraban piedad.

Niños de corta edad, mujeres en cinta, jóvenes vigorosos, hom-bres, ancianos, cayeron allí asesinados de manera cobarde, por un hombre que hubiera deshonrado a las huestes de Atila; si ellas hu-bieran presenciado ese drama sangriento, habrían huido sobreco-gidas de espanto”.7

A Horacio Hernández, chofer del municipio de Ciénaga, le co-

rrespondió con su compañero Bovea, el transporte de los cadáveres masacrados en la Estación del Ferrocarril. Hernández es hoy (1978) maestro de escuela en San Pedro de la Sierra. Entrevistado por Ga-briel Fonnegra, dijo: “Después de la matazón, un Cabo nos ordenó al Negro Bovea y a mí, que subieramos a los camiones... Hay que arrear esta gente”, nos dijo.

Comenzamos el trabajo de trasladar cadáveres entre el Negro Bovea y yo. Cada uno hizo un viaje hasta una Playa (hoy se cono-ce como Miramar) donde había tres botes. Fueron unos 80 cadáve-res, que después fueron llevados a alta mar en el Buque Pichincha y echados a los tiburones.

Después otro viaje cada uno hasta unos terrenos de César Rias-cos, en el antiguo matadero, donde hoy queda el Barrio Bellavista, unos 70 cádaveres. Allí se cabó una fosa común en la que fueron sepultados.

Por último, el Negro Bovea hizo tres viajes y yo cuatro, con unos 500 cadáveres, hasta el lugar llamado Aguacoca. Los enterramos en otra fosa común.

Solo dejaron 9 muertos. El Coronel Oscar Pérez, apodado “Chi-guita”, los señalaba al que pasaba y decía: “Ahí tienen los nueve puntos del pliego”.2

A lo que Jorge Eliécer Gaitán calificó como la página mas bo-chornosa de la historia, siguió un período de terror con más de 1.500 víctimas.

Castrillón2 reporta que los funcionarios gringos, fuertemente ar-mados por Cortés Vargas, asesinaron esa misma tarde, más de 15 huelguistas a mansalva en Sevilla. El ciudadano de E.U. Mr. Crespi, con su propia mano ultimó a Erasmo Coronel, que se hallaba gravemente herido en las cercanías de la Superintendencia de Sevilla. Luégo, lo desvalijó de los papeles y un par de mancornas de oro que guardó como trofeo de su hazaña. En los tres días siguientes desaparecieron de la Superintendencia de la UFC en Aracataca, 120 obreros.

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El embajador Jefferson Caffery, envió el 16 de enero de 1929, desde Bogotá, un mensaje al secretario de Estado en Washington, el cual decía textualmente:

“Con referencia a mi informe previo sobre el paro de Santa Marta y con especial referencia al Despacho No. 55 de diciembre 29, tengo el honor de informarle que el representante de la United Fruit Com-pany en Bogotá, me dijo ayer que el número total de huelguistas muertos por los militares colombianos excede del millar.”8

Así culmina la primera parte de este episodio en el que el Estado colombiano muestra totalmente su catadura antinacional y los im-perialistas norteamericanos tienen el “honor” de reportar que sobre los cadáveres de más del millar de obreros colombianos se conso-lida el emporio de la United Fruit Company en el sagrado territorio de nuestra patria.

lAs PriMerAs ConseCuenCiAsCon la criminal represión durante los 120 días que dura el Estado

de Sitio y la denuncia de los Consejos Verbales de Guerra seguidos a 600 detenidos, se empieza a mostrar al país lo acontecido. Los abo-gados Jorge Eliécer Gaitán, Manuel F. Robles, Rafael Campo y Lanao Loaiza comenzaron a hacer luz sobre el horrendo crimen oficial de las bananeras.

La protesta nacional del 8 y 9 de junio de 1929, con el asesinato del líder estudiantil Gonzalo Bravo Pérez en Bogotá, lleva a la caída del ministro de Guerra Ignacio Rengifo, su testaferro designado jefe de la Policia Nacional general Carlos Cortés Vargas y se precipita la caída del régimen terrateniente de Miguel Abadía Méndez.

También desaparece el Partido Socialista Revolucionario, que trai-cionó a los dirigentes y trabajadores del movimiento bananero. Más adelante, en julio de 1930, nace el Partido Comunista de Colombia.

Los gobiernos de Benjamín Olaya Herrera, Alfonso López Puma-rejo y Eduardo Santos, facilitaron la consolidación de la opresión norteamericana sobre la zona Bananera del Magdalena y la nación

entera. Y la dirección revisionista del movimiento obrero lleva a éste a ir a la cola de la falsa demagógica de la Revolución en Marcha y con ello a apaciguar las luchas del proletariado.

La huelga y lucha de las bananeras permite el logro de impor-tantes conquistas para la clase obrera en los terrenos organizativo, laboral, político y cultural.

Las conquistas alcanzadas son una consecuencia de la valerosa lucha de la clase proletaria que en la zona Bananera del Magdalena enarboló las banderas de la liberación nacional, contra los principa-les enemigos de nuestra patria, el imperialismo norteamericano y sus aliados nacionales.

soBre lA situACión ACtuAlUn estudio del Centro Internacional de Investigaciones para el

Desarrollo, CIID 9, hecho a través de la Oficina Regional para la Amé-rica Latina demostró con investigaciones propias y de la FAO que las Companías transnacionales del banano (United Brands Conti-nental Co, antigua UFC, Standard Fruit Co y Del Monte Corporation) controlan la comercialización del banano, que constituye la parte más rentable del negocio.

Controlan el comercio y la distribución del producto a nivel mun-dial, obteniendo las mayores ganancias y generando dependencia tecnológica para conservar su poder en el dominio de la industria.

Los productores nacionales (de Colombia y Latinoamérica y el Caribe que producen el 72% mundial) tienen una participación del 11.5% en el precio final de la fruta, mientras que las empresas extranjeras se quedan con la mayor porción. Es decir, que con esa participaicon del 11.5% los productores nacionales deben cumplir todo el proceso productivo, incluyendo el costo de la mano de obra.

Esta es la única explicación a la situación de hambre y miseria que vive el proletariado y el campesinado vinculado al sector ba-nanero. Es igualmente la explicación de porqué lo único que se de-sarrolla en la zona Bananera del Magdalena, Urabá y demas zonas

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productoras del continente, es el capitalismo imperialista de estos pulpos multinacionales que reciben todas las prerrogativas de los gobiernos de turno a su servicio.

nuestrA PosiCión ConseCuenteAl reivindicar en este cincuentenario la heróica y patriótica lu-

cha de los obreros de las bananeras, nos corresponde reivindicar su orientación en contra de la explotación norteamericana sobre nuestro pais, denunciar ante el pueblo el crimen horrendo del im-perialismo y las oligarquías lacayas y redoblar nuestros esfuerzos al lado del proletariado y el campesinado por nuestra liberación na-cional y hacer algún dia real el grito de los mártires de las banane-ras, acallado transitoriamente, pero que nuevamente se pone en el orden del dia: ¡VIVA COLOMBIA LIBRE y DEMOCRÁTICA!, ¡GLORIA ETERNA A LOS MÁRTIRES BANANEROS!

Bibliografia citada

(1) Guerrero A. Justo (General Comandante de la División Barranquilla). Carta al periodico La Prensa de Barranquilla, el 15 de noviembre de 1928.

(2) Castrillón, Alberto. Ciento veinte días bajo el terror militar. Editorial Tupac Amarú. Bogota. 1974. Pag. 33.

(3) Radiograma del gerente de la UFC Thomas Bradshaw al Presidente de la República, 12 de noviembre de 1928.

(4) Radiotelegrama del gerente general de la UFC, Thomas Bradshaw, al Presidente de la República de Colombia el 12 de noviembre de 1928.

(5) Gaitán, Jorge Eliécer. La masacre en las bananeras. Debate en la Cámara de Representantes en septiembre de 1929. Gaitán hizo famosa su frase : “El Gobierno colombiano tiene la rodilla temblorosa para el oro yanqui y la metralla homicida para el pueblo”.

(6) Radiotelegrama del ministro Ignacio Rengifo, el 3 de diciembre de 1928, y respuesta del gerente Thomas Bradshaw el dia siguiente.

(7) Fonnegra, Gabriel. Bananeras: testimonio vivo de una epopeya. Ed. Tercer Mundo. Bogotá. 1979.

(8) El Tiempo. La masacre en las bananeras. Suplemento especial. Bogotá. Diciembre 3 de 1978. Documento confidencial No. 71 de la Legation of the USA en Bogotá. Enero 16 de 1929.

(9) CIID. Banano y platano: características de su producción y comercialización en los paises de la UPEB y en algunos otros de la América tropical. Oficina Regional para la América Latina. Documento de trabajo. Bogotá. Noviembre de 1976 Pp. 1-48. En multilith.

PROMETEO DE LA LIBERTAD(orígenes)

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Apreciado doctor Carlos Payares González: Fraternal saludo con una voz de aliento a tus esfuerzos por rei-

vindicar y conmemorar los 80 años de la lucha de los trabajadores bananeros masacrados el 6 de diciembre de 1928 en Ciénaga, el más horrendo crimen del Estado colombiano en defensa de los in-tereses de la United Fruit Company, UFC.

Respondo a tus interrogantes sobre el monumento del Maestro Rodrigo Arenas Betancur, promovido por el movimiento obrero, es-tudiantil y popular en la Plaza de los Mártires, cuando se cumplie-ron 50 años del nefasto acontecimiento.

Investigaciones de profesores y estudiantes de la Universidad del Magdalena permitieron esclarecer los hechos ocurridos du-rante más de 100 años de presencia de las Compañías de E.U. en Colombia, especialmente en el caso de la UFC, más conocida hoy como Chiquita Brands Continental Company.

Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, Unctad (1971) demostró que las multina-cionales se quedaban con 88.5% del precio del banano pagado por

7

ORIGEN Y RAzONES DEL MONUMENTO DE RODRIGO

ARENAS BETANCUR A LOS MÁRTIRES DE LAS BANANERAS

DEL MAGDALENAHERNÁN PÉREz zAPATASacramento, California (agosto, 2008)

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los consumidores de E.U. y Europa. A los productores solo les que-daba el 11,5%. Después se ha establecido que a los trabajadores les tocaba sólo el 2%. La United se hizo rica, muy rica. Los empresarios y los trabajadores se hicieron pobres, muy pobres, especialmente quienes aportaban su mano de obra.

El pliego de 9 puntos incluía reivindicaciones de los trabajadores y los comerciantes nacionales. De los primeros sobresalía la pe-tición del contrato colectivo y directo de trabajo, el ajuste al bajo salario, la eliminación del pago en vales, el pago de dominicales y la salud para los hijos y familias de más de 32 mil obreros de la época.

De los comerciantes, la vigencia del libre comercio para los na-cionales, pues la UFC con sus comisariatos ganaba más con sus im-portaciones sin impuestos y con el pago con vales y sus ventas en sus almacenes, que con la misma exportación del banano.

Se invitó al Maestro Arenas Betancur a Ciénaga, para impulsar un homenaje a la lucha de los trabajadores bananeros por la reivindi-cación de su grito acallado en su consigna ¡Viva Colombia Libre y Democrática!

El modelo para el monumento fue un estudiante chocoano de Artes de la Universidad de Antioquia, para una obra que le habían encargado a Arenas Betancur desde Aruba. Como no se la acepta-ron por problemas raciales en esa (entre asiáticos y africanos), hizo la donación de su obra artística a los Comités que se conforma-ron en Ciénaga, Santa Marta, Medellín, Barranquilla y Bogotá. Estos debían fundir en bronce la figura simbólica, construir el pedestal y hacer el acto conmemorativo de los 50 años de la lucha de los trabajadores y de condena a la masacre, el cual se cumplió el 6 de diciembre de 1978.

El Maestro, previa visita a la zona Bananera, le agregó a la estatua del obrero, la chambelona o machetilla usada para el corte de los racimos de banano.

Destacaba que la figura era la de un negro desnudo como todas sus esculturas. Negro porque es la raza más oprimida, y desnudo

porque el pueblo está desnudo. Los costos de la conmemoración los financió el movimiento

obrero, estudiantil y popular, contando con el apoyo de la USO, Fecode, Sintracreditario, Sintratelecom, ASPU, Sintraunicol, Edumag, Sindicatos del Puerto y los Ferrocarriles, la Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos, ACIA, el Centro de Estudios del Traba-jo, Cedetrabajo y su Revista Deslinde, los estudiantes de Ciénaga y Santa Marta, entre otros.

En Ciénaga tuvieron una destacada participación Leonel Juvinao (quien presidió todos los Comités), Arnold, Celso y Luis Faustino Tete, José Cervantes, Oscar Jiménez, Luis Páez, el ex alcalde Arman-do Castillo, el ex personero Guzmán Candanosa, estudiantes, profe-sores, activistas sindicales y el Club de Leones de Ciénaga.

Fue notable el trabajo del abogado y periodista Gabriel Fon-negra, quien escribió el libro “Bananeras, testimonio vivo de una epopeya”, con entrevistas a 120 sobrevientes de los acontecimien-tos de 1928.

En Santa Marta, la participación más notable fue la de la Universi-dad del Magdalena, a través de su rector Adolfo Charrys Castañeda, los decanos Jorge Gadbán y Alonso Barrio, sus profesores, estudian-tes y trabajadores. También del movimiento sindical, popular, cultural y de la prensa hablada y escrita de Santa Marta, Barranquilla y el país.

Fue muy destacado el apoyo de intelectuales como Juan José Arango, Lucy Porras, Luis María Arrieta Meza, Anita Sánchez de Dávila, Ricardo Villa Salcedo, Rafael Martínez Padilla, Manuel Vives Henríquez, el periódico El Informador y de periodistas como Juan Gossaín en Barranquilla, José Navarro y Aníbal Ceballos Camargo, en Santa Marta, entre otros.

De Barranquilla se materializa una contribución a la solución del problema técnico de instalación del monumento en un suelo are-noso como el de Cienaga. Carlos Naranjo reporta:

La desinteresada y efectiva ayuda que nos brindó el ingeniero Antonio Domínguez en el diseño y los cálculos definitivos del pe-

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destal, pues el original, que era en concreto, no podía hacerse ya que el peso lo impedía en un terreno tan cenagoso.

Por ello tuvimos que acudir a los rieles del ferrocarril, para rebajar notoriamente el peso final. Y esta tarea, con escaso margen de unos días, ya con la obra en bronce de Arenas Betancur en la Plaza don-de se construyó el monumento, hubiera sido imposible sin las ideas y la ayuda bastante oportuna y rápida de Antonio Domínguez.

En Medellín se constituyó otro Comité, que trabajó con el maes-tro Arenas. Incluyó organizaciones culturales, sindicales y de pro-fesionales. Fue notable la coordinación por parte de los finados dirigentes obreros y populares Francisco Mosquera y Felipe Mora. Igualmente los aportes del artista Gabriel Restrepo, quien era asis-tente del Maestro en esa época.

En Bogotá se conformó un Comité en reunión efectuada en el Congreso de la República, con el apoyo de los parlamentarios Jaime Piedrahíta Cardona y Gilberto zapata Isaza y numerosos dirigentes sindicales y populares. También fue muy destacada la participación de la Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos, ACIA, y del Centro de Estudios del Trabajo, Cedetrabajo.

Diego Betancur Álvarez, secretario de ACIA y miembro de Ce-detrabajo, promovió el apoyo de su padre, el presidente Belisario Betancur, al proyecto del monumento en Ciénaga. En la residencia del ex presidente tuvimos, con su presencia, una reunión sobre el tema con el maestro Arenas Betancur, el rector Charrys Castañeda y otros integrantes de los Comités pro conmemoración de los 50 años de la lucha bananera y contra la masacre, para buscar que no se volvieran a repetir esos hechos y rendir un homenaje a los márti-res por una Colombia Libre y Democrática.

Después de un gigantesco esfuerzo que involucró a millares de personas de Ciénaga, Santa Marta, Medellín, Barranquilla, Bogotá y más de 15 departamentos de todo el país, se efectuó un gran acto conmemorativo en la Plaza de los Mártires de Ciénaga, el 6 de di-ciembre de 1978.

Con la presencia de más de 12 mil asistentes, se homenajeó a los próceres del proletariado, a sus mártires, que debe considerar-se como un símbolo de la segunda independencia de Colombia del dominio imperial de E.U. sobre el sagrado territorio de nuestra patria y sobre el trabajo y la producción de nuestros compatriotas.

El homenaje a los mártires bananeros tiene plena vigencia cuan-do se mantienen las amenazas neoliberales, paramilitares y mafio-sas de las empresas multinacionales con la imposición del TLC con Estados Unidos.

Con el saqueo de empresas carboneras como la Drummond y Glencore, la quiebra de la producción agropecuaria e industrial y la eliminación de nuestra soberanía y seguridad alimentaria nacional, los E.U. vienen por todo, “vienen por el telar, la tela y la que teje”, con el beneplácito del gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Buscan la plata de los ricos y el sudor y la sangre de los pobres, como lo presuponía el finado dirigente del proletariado Felipe Mora, uno de los gestores del homenaje a los mártires de las bananeras.

Doctor Payares, reciba un fraternal saludo de su compatriota y amigo de siempre, Hernán Pérez zaPata.

COMENTARIOS DE CARLOS PAYARES GONzÁLEz

ESTIMADO HERNÁN: No me cabe la menor duda de que el mo-numento tiene un alto valor artístico e histórico. Lo primero por su autor. Uno de los más grandes escultores que han parido América y el Mundo.

Lo segundo, por las acciones de solidaridad con los trabajadores del banano y la raza negra que estuvieron vinculados como fuerza de trabajo en las grandes fincas de la UFC y de los terratenientes de Santa Marta y de Ciénaga.

Existen algunos obtusos y puntiagudos escritores, de esos que viven blanqueando la sangre aunque tengan rasgos negroides, que

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se han dado a la tarea de opacar el sentido artístico y simbólico de la obra de Arenas Betancur, cuando se atreven sin sonrojarse a ma-nifestar que en la zona bananera nunca hubo negros.

Con esto se pretende negar la significativa inmigración de traba-jadores negros de Aruba, Curazao, Jamaica y otras zonas antillanas, como de otros departamentos de Colombia, especialmente de Bo-lívar, Sucre, Córdoba y Antioquia.

Lo anterior está registrado en sendas correspondencias del Con-sulado colombiano en Jamaica y del jefe de Aduanas en Santa Mar-ta. De tal manera que mucha parte de la fuerza de trabajo no califi-cada, la que sembraba y cortaba el banano, era racialmente negra. Además, sabemos que todas las obras del maestro Arenas Betancur son de color negro, incluyendo el Bolívar desnudo, de Pereira.

Los escasos detractores del monumento en realidad reniegan por su posición de clase proclive a los intereses de la UFC y de sus consocios aristócratas criollos del banano.

Te agradezco infinitamente tu colaboración y espero aprovechar tu información para resarcir la memoria de quienes dedicaron su tiempo en conmemorar el valor de los trabajadores en la zona ba-nanera del Magdalena.

“...un pueblo que soporta la humillación y la masacre de sus padres, hermanos, parientes y vecinos, solo puede tener en men-te el propósito de prepararse para asumir la dirección de su des-tino...”, como lo propusiera Jorge Eliécer Gaitán.

Un abrazo de tu amigo, CArlos PAyAres gonzález

ACTORES SOCIALES DE LA HUELGA Y MASACRE

DE LAS BANANERAS (LA SINIESTRA MEMORIA OFICIAL)

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lA siniestrA MeMoriA oFiCiAlLo ocurrido el 6 de diciembre de 1928 en la Estación de Ciénaga

fue uno de los hechos más significativos en la historia de Colombia. El tema aún sigue siendo discutido por diferentes actores según la postura ideológica que se disponga para contemplar los intereses que estuvieron allí en juego.

Para desgracia de los trabajadores, los hechos ocurridos durante la huelga y masacre de las bananeras siguen siendo intervenidos por la mano invisible de una historiografía oficial.

En el momento de escribir esta columna algunos periódicos nos informan que la Gobernación del Magdalena, acompañada por ciertas Alcaldías municipales, organizará los actos conmemorativos

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VARIOS ACTORES SOCIALES DE LA HUELGA Y LA MASACRE

DE LAS BANANERAS

LA SINIESTRA MEMORIA OFICIAL SOBRE MINOR COOPER KEITH (UFC);

RAÚL EDUARDO MAHECHA; MARÍA CANO; MIGUEL ABADÍA MÉN-

DEz; JORGE ELIÉCER GAITÁN; SEBASTIÁN CARBONÓ LÓPEz; RODRI-

GO ARENAS BETANCUR; CARLOS CORTÉS VARGAS; JUAN B. CALDE-

RÓN; VICTOR MANUEL FUENTES (ALCALDE) Y EL LEY EN CIÉNAGA.

Líderes de la huelga: Pedro M. del Río, Bernardino Guerrero, Raúl Eduardo Mahecha, Nicanor Serrano y Erasmo Coronel.

CARLOS PAYARES GONzÁLEz

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de los 80 años de la huelga y masacre de las bananeras. En cambio, se torna nebuloso que los sindicatos y los partidos po-

líticos democráticos y de izquierda guarden ante las circunstancias una lúgubre motivación, similar al mismo silencio que se le viene dando en las instituciones educativas de nuestro aparato escolar. Ni siquiera en aquellos pueblos que fueron escenarios vivientes de la huelga y la masacre se les inculca a los jóvenes el encomiable rasgo de identidad de los mozos del banano al enfrentarse con dignidad a los atropellos cometidos por la U. F. C. y el Estado colombiano.

Muchos intereses aún quieren expulsar de la memoria colecti-va los funestos hechos acaecidos en la zona bananera. Así mismo, excluir los importantes aportes de un significativo número de his-toriadores comprometidos con develar los hechos y protagonistas que han sido intencionalmente “tachonados” en cualquier baúl de los olvidos. Siempre ha sido así: primero brota el estupor y el silen-cio, luégo la mordaza y la siniestra crítica saponificante con el pro-pósito de desaparecer o mutar los hechos.

Tal como cuando Pedro de Aguado intentó extirpar los nom-bres de los asesinos de don Rodrigo de Bastidas en su escrito La relación historial. Es nota común que detrás de todo acto bárbaro germine un silencio encubridor por parte de aquellos que se sa-ben responsables...

¿Cuántos silencios han sido impuestos y cuántos laureles en las frentes equivocadas? ¿Cuántos intentos hacen a diario los cosme-tólogos de la historia para maquillar el pasado y el presente para adaptarlo a las necesidades de los grupos dominantes, para ha-blarnos siempre de las virtudes de los prohombres y de las caras bonitas de las cosas...?

Los hechos son presentados por la historiografía oficial preñados de admiración por la vida de los poderosos. Es cuando se pregona la anticuada idea de que todo tiempo pasado fue mejor. Se escu-chan loas a la madre España y... a la United Fruit Company. Es cuan-do los homéricos muertos sepultan a los que estamos vivos.

Es cuando todo lo pequeño o decrépito o anticuado recibe del poder una apreciación monumental por el hecho de preservar ran-cios olores del pasado. Tal vez por eso Federico Nietzsche manifes-tó que en veces es bueno olvidar para no atormentarnos por los grilletes de un pasado mohoso…un pasado que nos venden los intelectuales burócratas como cualquier baratija de mercado.

Los desposeídos no tienen formalmente un pasado porque su memoria ha sido esterilizada por la retórica oficial y la estolidez de quienes dicen representarlos.

Quienes desconocen el pasado seguramente piensan que los próximos diez o veinte o treinta años la vida les será grata. Tal como se lo han prometido los embusteros del establecimiento. Aquí es donde caben los terribles versos de John Dryden:

Y de las heces de la vida recibir esperan (And from the dregs of life hope to receive) / Lo que la primera vivaz carrera dar no pudo (What the first springhtly runnig could not give).

Lo cierto es que el pasado y el presente actúan como una misma cosa... el pasado está y estará siempre entre nosotros. Surge, se des-vanece, para de nuevo surgir. De no haber sido por los modernos historiadores, muchos hombres y mujeres hubiesen quedado sin saber qué les ocurrió a los humildes trabajadores de la zona bana-nera. Ni quiénes fueron sus naturales verdugos.

Minor Cooper KeithLa United Fruit Company fue un puntal de aco-metimientos contra varios pueblos ubicados al sur del Río Grande. Desde 1904 Lawrence Dow Baker, Andrew Preston y Minor Cooper Keith, fundadores de la United Fruit Company (1899), controlaban buena parte de los ferrocarriles en Guatemala, Honduras y El Salvador.

Los Estados centroamericanos concedían tierras baldías en la medida en que se extendía la red ferroviaria. El ferrocarril estaba

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dedicado a conectar las plantaciones bananeras con los puertos de embarque. La empresa bananera había sido descrita por Luis Carlos Fallas en su obra Mamita Yunai (1934), como la mujer de los ‘senos gigantes’ para amamantar a los arrendadores de fincas y a los fun-cionarios corruptos de la burocracia oficial.

Cooper Keith nació en Brooklyn en 1848, año en que Karl Marx publicaba El manifiesto comunista. A los 23 años, cuando todavía los norteamericanos no conocían el banano, exportó desde Costa Rica los primeros racimos hasta el puerto de New Orleáns.

Empezó a acumular dinero tendiendo una vía férrea con mano de obra de criminales y ladrones (700 reos de la cárcel de Louisiana) desde Puerto Limón hasta la ciudad de San José. Sólo lograron so-brevivir 25 personas por las condiciones de la jungla y los pantanos. Contrató entonces a dos mil italianos que desertaron ante la incle-mencia del trabajo. Reclutó finalmente a chinos y negros, porque ‘soportaban’ mejor las enfermedades tropicales. En la instalación de los primeros 40 kilómetros fallecieron cinco mil trabajadores.

Se casó con la hija del Presidente de Costa Rica obteniendo la concesión del ferrocarril por 99 años. Fue cuando se dedicó de lle-no al negocio del banano. Al amasar harta fortuna y harto poder se le conoció como “el Rey sin Corona de Centroamérica”.

Las personas se referían también al señor Cooper Keith como el “Papa Verde”. Remoquete que sólo ha sido utilizado por otro hom-bre: en la década de los 70, el más grande mafioso colombiano, el señor Luis Pérez Quesada (don “Lucho Barranquilla”), fue conocido como el “Papa Verde de la marihuana”. Miguel Ángel Asturias escri-bió un libro titulado El papa verde, para referirse al incontrolable poder de los gringos en las llamadas “Repúblicas Bananeras”.

Murió el señor Minor Cooper Keith a los 81 años de edad en 1929, un año después de la huelga y masacre de las bananeras del Magdalena. El hombre que había llegado a Costa Rica “en cueros” dejó una fortuna de 30 millones de dólares sin saberse a ciencia cierta a dónde fue a terminar.

La historia muy pronto creó su reemplazo: Samuel Sauri, un judío nacido en Rusia que terminó cambiando su apellido por el de Semu-rray. Este llegó a los Estados Unidos en 1892 con 15 años de edad y comenzó a comprar banano a bajo precio en los muelles de New Orleáns. Adquirió en 1905 una naviera y la Cuyamel Fruit Company.

El 1 de febrero de 1911 dirigió un golpe militar en Honduras y puso en el poder a su amigo Manuel Bonilla. En 1929 vende la Cu-yamel por 300 mil acciones avaluadas en 31 millones de dólares a la UFC, quedando como el accionista más fuerte.

Ocupó la Presidencia de la UFC hasta 1957. El “hombre banana”, como se le conocía, falleció a los 84 años de edad (1961) víctima del mal de Parkinson.

La UFC llegó a controlar el 80% de la industria bananera mundial. Construyó en el Caribe un imperio de 1 millón 400 mil hectáreas de tierra, 70 mil de ellas sembradas en banano. Miles de kilómetros de ferrocarriles y de cables de telégrafo. Una flota de casi 100 barcos y una fuerza laboral de 150 mil hombres que cosechaban al año 65 millones de racimos para la exportación. En Colombia para 1920 los asalariados a su servicio eran alrededor de 25 mil.

raúl eduardo MahechaRaúl Eduardo Mahecha Caicedo es tal vez el líder obrero más importante durante los años veinte del siglo XX en Colombia. Logró alistarse en las tropas del gobierno cuando se inició la Guerra de los Mil Días, alcanzando el grado de capitán.

Al producirse la separación de Panamá (1903), se encontraba en el Istmo y decidió participar

en la “expedición restauradora del territorio” que fue todo un fra-caso. La pérdida de Panamá y la misma “conspiración” encubierta contra los intereses de la patria por parte del gobierno nacional de-bieron influir en la posterior ideología de Mahecha. Afloró entonces su rechazo a los actos patrocinados por los Estados Unidos.

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En 1904 regresó a Barranquilla y luego pasó a Cartagena, ciu-dades en las que se desempeñó como comerciante. Se interesó definitivamente por el sindicalismo al actuar como miembro de la Sociedad Obrera de Calamar.

Mahecha fue virando hacia una ideología socialista. Siempre mantuvo el principio de que la clase obrera debía permanecer in-dependiente de los partidos políticos tradicionales.

Vivió en California (1915-1916), donde conoció la agricultura tec-nificada. Regresó a Medellín donde dirigió dos periódicos: El Baluar-te (1918) y El Luchador (1919-1923). Con las publicaciones llegó a tener una gran influencia sobre los trabajadores de toda la zona del río Magdalena. También en Medellín organizó una Escuela de Ac-ción Sindical, donde formó aguerridos sindicalistas. En 1922 instaló su residencia en la ciudad de Barrancabermeja (se había iniciado en 1919 la exploración petrolera). Allí inició la etapa más importante de su vida, además de fundar el periódico Vanguardia Obrera.

El 12 de febrero de 1923 creó la Unión Obrera, antecedente or-ganizativo de la Unión Sindical Obrera (USO). Fue secretario general de esta organización y su líder indiscutible. Desde “Barranca” con-dujo grandes batallas por la soberanía nacional y los derechos de los trabajadores, que lo llevaron a ser el más prestigioso dirigente contra los enclaves coloniales, especialmente la Tropical Oil Com-pany (TROCO) y la United Fruit Company (UFC). También contra las pretensiones políticas de la llamada “hegemonía conservadora”.

Mahecha sabía que había creado conciencia en la clase de los trabajadores, pero consideraba que era necesario continuar con la campaña ideológica en toda Colombia. Por ello decidió trasladarse a la zona bananera del Magdalena, donde existía el emporio gringo United Fruit Company, la misma empresa que pisoteaba a los traba-jadores y a Colombia misma.

Como ya era un líder de gran experiencia y mística, le fue fácil or-ganizar a miles de asalariados del banano, muchos de ellos lo cono-cían porque eran desplazados de Barrancabermeja por la TROCO.

La represión desatada por la UFC, en conjunción con el régimen conservador, terminó con una matanza el 6 de diciembre de 1928. Fue sindicado Mahecha como un “reo de alta traición”. Tuvo que huir hasta llegar a Cartagena, de donde partió hacia Panamá. Pasó a varios países suramericanos.

Luego viajó a París para participar en el Congreso Mundial Anti-imperialista, donde, al igual que en Montevideo, fue aclamado por los participantes. En octubre se desplazó a Moscú donde estuvo hasta fines de 1930. Regresó a Colombia pero abandonó cualquier tipo de participación sindical o política. Murió en Bogotá el 17 de julio de 1940, a la edad de 56 años.

sobre María CanoMaría de los Ángeles Cano Márquez (1887-1967) proviene de una familia liberal de clase media de Medellín. En la rígida y clerical sociedad co-lombiana las mujeres estaban limitadas a las ac-tividades domésticas y reproductivas. Mientras las señoras burguesas de Medellín tomaban el té con galletitas en los clásicos costureros, la jo-

ven Cano andaba con hombres enardeciendo a la masa de los tra-bajadores. Era una época donde la mujer estaba excluida de la vida política. María Cano denunciaba claramente esta situación: “Entre nosotros se tiene por norma que la mujer no tiene criterio propio, y que siempre obra por acto reflejo del cura, del padre o del amigo. Creo haber educado lo suficiente mi criterio para orientarme”.

Por ello su figura alcanza dimensiones especiales para la historia de la mujer y de la clase obrera colombiana. Bajo estas condiciones, María Cano empieza en 1920 su recorrido por las letras en el perió-dico El Correo Liberal y en la revista del café Cyrano. La revista fue la plataforma para que un grupo de mujeres empezaran a escribir artículos de prensa, cuentos y crónicas.

A medida que crece su vida intelectual, va girando hacia su más

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entrañable vocación: la defensa de los trabajadores. Su posterior vinculación al Partido Socialista Revolucionario (PSR) la hace mere-cedora del título de “La Flor Revolucionaria del Trabajo”.

En Cano “no se elegía a una mujer joven y bella, en homenaje a la frivolidad, como se hacía en otras ocasiones, sino un símbolo de cualidades que podía ser, como fue en realidad, bandera de com-bate del pueblo insumiso de Colombia”, en palabras del dirigente obrero Ignacio Torres Giraldo, quien fue su compañero sentimental hasta su muerte. Como La Flor del Trabajo, se caracterizó por una intensa actividad en los centros fabriles, talleres, cárceles y labores organizativas de comités populares.

En un momento en que la “defensa de la moral clerical” pro-vocaba plebiscitos para hacer retirar de una vitrina a la Venus de Milo, apareció esta menudita mujer que se tomaba las plazas en nombre de la libertad, la igualdad y la justicia, dispuesta a enfren-tar al “régimen hegemónico conservador”, a luchar contra la igno-rancia y la explotación de los asalariados y contra la voracidad de las compañías gringas.

En una sociedad pacata, ella, una mujer de 37 años, sola, encarnó la transgresión de una cultura que se hacía intolerable. Sus discur-sos la hicieron cada vez más famosa. Inició entonces una gira por las minas de Segovia y Remedios, que la convierte en un “mito” para la clase obrera colombiana. Cano ayudó a organizar las huelgas pe-troleras del año 1927 en Barrancabermeja.

Su fama aumentó con su presencia en la zona bananera de Cié-naga y otros pueblos aledaños, que terminó con la huelga y ma-sacre de los trabajadores el 6 de diciembre de 1928, hechos que la llevaron a pagar una condena de tres meses en una cárcel de Medellín. Ella recibió la noticia con una carcajada.

Se empieza a alejar de la actividad política radical en la déca-da del treinta y trabaja en la Biblioteca Departamental hasta 1947. Había sido militante del comunismo hasta el año 1940. Fue incom-prensible que una luchadora social se apartara de la política por el

resto de su vida. María Cano escribió una reveladora carta a Guiller-mo Hernández Rodríguez (fundador, entre otros, del Partido Comu-nista), en la que decía:

“Usted acusa de conspiradores a mis compañeros del Partido So-cialista Revolucionario y me quiere excluir a mí de tal responsabili-dad, porque supuestamente estoy llevada y convencida por ellos, o sea, no me otorga la posibilidad de criterio personal. En este país, donde la mujer habla a través del cura, del marido o del padre, hay esa costumbre. Pero ese debate yo no se lo voy a hacer, la gente sabe quién soy y cuál es mi criterio”.

La Cano fue una bella mujer. La suya fue una vida llena de trans-gresiones y de grandes dificultades. Una notable difusora de las ideas socialistas en Colombia. Murió en una casita de puertas rojas en el barrio Aranjuez de la ciudad de Medellín.

Miguel Abadía MéndezMiguel Abadía Méndez fue el Presidente de Colombia durante la huelga y masacre de las bananeras (1928). Nació este personaje en Pie-dras (Tolima) el 5 de junio de 1867. Murió en La Unión (Cundinamarca) el 9 de mayo de 1947. Fue el último Presidente de la llamada Hege-monía Conservadora. Perteneció a un grupo de

“políticos gramáticos” que administraron a Colombia desde 1886 hasta 1930, basados en el poder de la retórica conservadurista y la franca alianza con la Iglesia Católica colombiana.

Había adelantado sus estudios superiores en la Universidad Ca-tólica y en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, donde obtuvo el grado de doctor en Derecho y Ciencias Políticas. Escribió varios textos; entre estos, el Compendio de Historia Moderna, No-ciones de Prosodia Latina y Geografía de Colombia.

Como político desempeñó las carteras de Instrucción Públi-ca, Hacienda, Relaciones Exteriores, Gobierno, Guerra y Correos

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y Telégrafos. Fue elegido Presidente de la República para el cua-trienio 1926-1930, siendo postulado como candidato único del Partido Conservador y sin que el partido liberal participara en la contienda electoral.

Su gestión estuvo caracterizada por problemas económicos de gran magnitud: tuvo que recurrir a varios empréstitos otorgados por firmas norteamericanas. Le correspondió enfrentar la recesión económica mundial que afectó gravemente a Colombia. Al igual que su antecesor, el general Pedro Nel Ospina, el presidente Abadía Méndez utilizaba el recurso de las misiones extranjeras para hacer reformas a las instituciones del Gobierno.

Durante su gobierno, el orden público se mantenía gravemente afectado: las actividades sindicales fueron perseguidas y duramen-te reprimidas (Ley Heroica o Ley Rengifo). Dentro de este marco ocurrió la masacre de las bananeras.

En los días de la huelga, el Presidente de Colombia (con su equi-po de gobierno) había puesto a disposición de la United Fruit Com-pany y de los grandes terratenientes bananeros de Ciénaga y Santa Marta varias unidades del Ejército Nacional, bajo el comando del general Carlos Cortés Vargas, para lo que fuere del caso. Incluso el dispararle a los trabajadores.

El Gobierno fue abiertamente solidario con los intereses econó-micos de los norteamericanos y de sus socios nacionales, y a la vez, rabiosamente contrario a las reclamaciones de los “mozos” de las fincas a quienes declararon ser “grupos de malhechores”. La triste “solución” militar al conflicto laboral entre la United Fruit Company y sus trabajadores dejó un número indeterminado de muertos y varios condenados en parcializados Consejos Verbales de Guerra.

Hasta el señor alcalde de Ciénaga, Víctor Manuel Fuentes Ji-ménez, fue falsamente acusado de haber sido “cómplice de los trabajadores” por el mismo general Cortés Vargas. El burgomaes-tre pudo después demostrar tanto su inocencia como las arbi-trariedades del militar.

Este y otros sucesos registrados en la ciudad de Bogotá en la ad-ministración de Abadía Méndez, condujeron al desgaste del Partido Conservador en el ejercicio del poder del Estado y posibilitaron la llegada del liberalismo al Gobierno Nacional en el año de 1930, en cabeza del doctor Enrique Olaya Herrera.

jorge eliecer gaitánNació en Bogotá el 23 de enero de 1898. Fue ase-sinado en la misma ciudad el 9 de abril de 1948. El asesinato de Gaitán empeoró la estabilidad po-lítica en Colombia desembocando en una grave violencia armada entre el pueblo liberal y el Esta-do en manos de los conservadores.

Las clases populares encontraron en la figura de Gaitán su mejor intérprete, circunstancia que le permitió gene-rar un movimiento de masas sin precedentes en la historia de Co-lombia, y que muchos en su momento identificaron, no equivoca-damente, como revolucionario. En 1924 se graduó como abogado en la Universidad Nacional.

En 1924-1925 Gaitán fue diputado por Cundinamarca. Muy pronto logró un reconocimiento político y profesional. En 1926 viajó a Italia e ingresó a la Real Universidad de Roma (bajo la orien-tación del profesor Enrico Ferri, el mejor penalista del mundo), donde obtuvo el título de doctor en la Escuela de Especialización Jurídico-Criminal. Su tesis mereció la máxima calificación y obtu-vo el Premio Enrico Ferri.

Al regresar a Colombia en 1929, fue elegido a la Cámara de Re-presentantes. Fue cuando viajó a la ciudad de Ciénaga y algunos poblados de la zona bananera para investigar los horribles sucesos del 5 y 6 de diciembre de 1928, que habían concluido con la masa-cre de trabajadores del banano de la United Fruit Company. Gaitán, recorrió las calles polvorientas de Ciénaga y sus alrededores, con-versando con testigos de los funestos hechos.

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Recogió en los humedales de “Aguacoca” (una extensión del sur de Ciénaga invadida en esa época por la Ciénaga Grande de San-ta Marta), la osamenta de un niño que había sido enterrado, con algunos adultos, por la milicia y algunos empleados del gobierno municipal, para mostrarla en la ciudad de Bogotá en plena sesión del Congreso como una de las tantas evidencias del atropello.

Así fue armando magistrales piezas demostrativas de la indigni-dad nacional en manos del gobierno de Abadía Méndez y hacer un resonante debate contra la UFC y ciertos funcionarios del Estado (septiembre de 1929), suscitando con su lacerante oratoria, como era de esperarse, uno de los escasos momentos de brillantez que han existido en el Parlamento Colombiano.

Como consecuencia del debate de las bananeras, se ganó el re-conocimiento nacional como figura política a favor de los intereses de los trabajadores de Colombia. Refiriéndose a las ofensas del se-ñor Presidente de la República en contra de los trabajadores, Gaitán respondió: Decidle, señores, al taciturno Presidente de la República que aplique estas palabras no a los obreros, que fueron las víctimas, sino que las aplique a los militares, a los cuales él les ha hecho el más inconcebible elogio. Que el señor Presidente de la República se levante sobre la tumba de los sacrificados para escupir su hiel y su veneno, cuando por simples sentimientos de humanidad tales vo-cablos le estaban vedados ante la majestad de la muerte y del dolor, es cosa que causa ironía y que muestra las lacras de la mentida jus-ticia humana. Que no hable el Presidente de la República de hechos políticos, aquí donde sólo hubo por parte de los militares pecados contra los artículos del Código Penal.

A partir del gobierno liberal de Enrique Olaya Herrera en 1930, Gaitán comenzó una ardua carrera que lo llevaría inexorablemente a la Presidencia de la República. Su primera campaña sostenía la consigna de la “Restauración Moral y Democrática de la República”. Era a todas luces un proyecto que enfrentaba por igual tanto a la oligarquía liberal como a la conservadora.

Los dirigentes tradicionales del liberalismo terminaron recono-ciéndole la jefatura única del partido liberal. El 7 de febrero de 1948 congregó la “Manifestación del Silencio”, con más de cien mil perso-nas en la Plaza de Bolívar. La disciplinada marcha causó un profun-do temor en los sectores tradicionales del bipartidismo.

El 9 de abril (a la 1:05 de la tarde), al salir de su oficina, Jorge Elié-cer Gaitán cayó vilmente asesinado.

sebastián Carbonó lópez (y los comerciantes)Don Sebastián Carbonó López nació en Tasaje-ra, Magdalena, el 20 de enero de 1894. Desde muy joven se inclinó por la actividad comercial en la ciudad de Ciénaga que era epicentro del enclave bananero de la United Fruit Company (UFC). Para el momento de la huelga y masacre de la bananeras en 1928, don Sebastián conta-

ba con escasos 34 años y, a la vez, ejercía el cargo de Presidente de la Sociedad del Comercio de Ciénaga.

Don Sebastián Carbonó reconoció públicamente que durante la huelga se habían organizado en comisiones para recoger “el óbo-lo voluntario”, sin diferencias ni discusiones, para colaborar con los trabajadores del banano. No cabe duda de que algunos puntos del pliego petitorio coincidían con los intereses de los comerciantes de Ciénaga y Barranquilla, en cuanto a la necesidad de una mayor circulación del dinero que permitiera “desatar” a los trabajadores del grillete establecido por los “vales” de los comisariatos.

En algún momento la Sociedad había solicitado de manera di-recta (un año antes de la huelga) los mismos puntos a la Superin-tendencia de Boston. De allá respondieron que el gerente de la UFC en Santa Marta podía resolver sus peticiones.

La Sociedad comisionó entonces a los señores Aristides Facholas, Felipe Torres y Sebastián Carbonó para entenderse con el gerente Bradshaw sin algún resultado favorable: ni el pago semanal, ni el

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aumento del salario para los trabajadores, ni la extinción de “cupo-nes” o “vales” para la compra en los comisariatos fueron admitidos como tema de discusión por la gran empresa. Cuando los hombres del comercio de Ciénaga observaron la radicalización de las fuerzas en conflicto temieron por la eventual emergencia de asonadas que terminaran destruyendo sus negocios.

El petardo explotó cuando se enteraron que los trabajadores, de forma independiente, habían decidido concentrar a la gente en la Plaza de la Estación de Ciénaga para marchar el día 6 de diciembre hasta la ciudad de Santa Marta. Las presiones de los funcionarios públicos, políticos, policías y militares no se hicieron esperar contra los comerciantes.

Aun en estas circunstancias, un grupo de comerciantes integra-dos, entre otros, por Mario y Julio Charris, Isidro e Ismael Izquierdo, Aristides Facholas (miembros de la Sociedad) y don Sebastián Car-bonó, firmaron un comunicado en que se manifestaba la ayuda que esta Sociedad prestaba a los trabajadores de las bananeras para el logro de reclamos ante la poderosa empresa extranjera.

En los años siguientes a la masacre de la Plaza de Ciénaga prosi-guió don Sebastián su actividad de comerciante. Llegó a ocupar por escaso tiempo el cargo de alcalde de la ciudad de Ciénaga, dada su probada condición de hombre recto que le impedía comulgar con la advenediza costumbre de turno: la corrupción. Don Sebastián Carbonó López murió apaciblemente el 25 de junio de 1991 en Cié-naga, a la edad de 97 años, siempre lúcido y hablando del azaroso

tiempo que le había tocado vivir.

rodrigo Arenas BetancourtRodrigo Arenas Betancourt, escultor colombia-no, nació el 23 de octubre de 1919 en la vereda “El Uvital” del municipio de Fredonia (Antioquia). Muere en el año 1995. Fue uno de los escultores más famosos de América. Entre 1947-1948 se

instaló en México adelantando estudios en la Escuela Libre de Arte “La Esmeralda”. Luego viajó a los Estados Unidos en 1959 y, final-mente, a Europa (1966-1967). Sigue siendo uno de los artistas más apreciados tanto nacional como internacionalmente.

Sus esculturas (en bronce) se caracterizan por ser de color negro, dramáticas y espectaculares. Sus obras están esparcidas en varias ciudades a lo largo y ancho de la geografía colombiana. Entre tan-tas, las más destacadas son:

Bolívar desnudo de Pereira, Monumento a la vida en el Centro Administrativo La Alpujarra en Medellín, y el complejo Lanceros del Pantano de Vargas, cerca a Paipa, que es la escultura más grande de toda Colombia. Hoy sus obras permanecen en varios países ameri-canos y europeos.

En 1978, cuando la huelga y masacre de los trabajadores bana-neros del Magdalena cumplían 50 años, un grupo de personas in-vitó al maestro Arenas Betancourt a la ciudad de Ciénaga (lugar en que habían sido masacrados en 1928), para impulsar un merecido homenaje a los trabajadores agrarios de la zona bananera del Mag-dalena. Fue así como decidió fundir en su estudio en la ciudad de Medellín el llamado Monumento a los mártires de las bananeras (obra que le habían encargado en Aruba). El Maestro donó la obra en la que se destacaba la figura de un negro desnudo (como en casi todas sus esculturas).

Arenas Betancourt manifestó que su obra era de un “negro” por-que era la raza más oprimida, y estaba desnudo porque el pueblo siempre está desnudo. Finalmente, le agregó a la atlética figura del obrero una “chambelona” o machetilla, que era muy usada para el corte de los racimos de banano.

Es conveniente agregar que existen suficientes datos sobre una oleada de inmigrantes negros que llegaron a nuestras tierras como fuerza de trabajo. Ante el hecho, algunos funcionarios de Colombia vieron con “ojos de racismo” esta circunstancia. Con similar estilo, el presidente Abadía Méndez trataba a los obreros bananeros, colom-

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bianos y extranjeros, cuando los declaraba como “extranjeros que habían llegado a difundir máximas disociadoras”.

Alberto Luna Cárdenas aporta que: “por eso todos aquellos pue-blos, desde Ciénaga hasta Fundación, estaban colmados de inmi-grantes de todos los departamentos del país y de países extranje-ros, la mayoría de los cuales se sometían a los reglamentos bajo la dirección-vigilancia de los intendentes de la UFC, quienes eran ge-neralmente negros jamaiquinos (“yumecas”) entrenados en Puerto Limón y otros lugares de Centro América”.

De esta manera podemos afirmar que la mano de obra asalaria-da respondía a una plurirracialidad proveniente de la propia tierra colombiana y de otros países del Mar Caribe.

El ingeniero agrónomo, master en comunicaciones, Hernán Pérez zapata, ha comentado que: “Después de un gigantesco es-fuerzo, que involucró a muchas personas de Ciénaga, Santa Mar-ta, Medellín, Barranquilla, Bogotá y más de 15 departamentos de todo el país, se hizo un gran acto conmemorativo en la ‘Plaza de los Mártires de Ciénaga’, el 6 de diciembre de 1978, con la presen-cia de más de 12.000 asistentes, materializándose un homenaje del proletariado a sus mártires que debe considerarse como un símbolo de la segunda independencia de Colombia del dominio imperial de los Estados Unidos”.

En buena hora nos honra la presencia del “negro” empotrado en la Plaza de los Mártires de la ciudad de Ciénaga.

Carlos Cortés vargasCarlos Cortés Vargas es la persona más infausta-mente recordada por los sucesos y la masacre de la zona bananera en 1928.

Por decreto del Ejecutivo fue declarado jefe Civil y Militar en la zona bananera. El mismo general que dio la orden de disparar el 6 de di-ciembre contra inermes trabajadores en la Plaza

de la Estación del Ferrocarril. Luégo, arremetió con la tropa contra los que lograron escapar e internarse en la zona bananera, ocasio-nando un número significativo de bajas, como ocurrió en el corre-gimiento de Sevilla. Hasta el poblado de El Retén llegaron las balas y las bayonetas del Estado. En lo ocurrido, el gobierno en manos del conservador Miguel Abadía Méndez, había dado cabal muestra de ser un obsecuente servidor de los gringos de la UFC.

Cuando la paz romana llegó, vinieron los Consejos Verbales de Guerra con manipulación de testigos y arbitrarias condenas a per-sonas, cuyo único delito había sido el de apoyar a los huelguistas o el de haber rechazado el autoritarismo del oficial.

Cortés Vargas nació en Bogotá en 1882 y falleció en un accidente de tránsito en Francia, en 1953. Después de terminar sus estudios en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, ingresó a las filas del Ejército haciendo una lustrosa carrera militar.

Llegó a presidir el Departamento de Historia del Estado Mayor General hasta 1926 y regentar la cátedra de Historia y Geografía de Colombia en la Escuela Superior de Guerra.

Al terminar su papel en la Legación Diplomática en Chile (1927), ocupó el cargo de general de Brigada y jefe del Estado Mayor del Comando de la II División en Barranquilla (1928). Desde allí se diri-gió a la zona bananera para escribir una de las páginas más ignomi-niosas de la historia nacional.

En reconocimiento “por su entereza moral al servicio de las Fuer-zas Armadas”, el Gobierno Nacional lo nombró director general de la Policía (1929). La institución acometió contra una marcha estu-diantil en Bogotá con la funesta consecuencia de la muerte del es-tudiante Gonzalo Bravo Pérez. Sin embargo, el gobierno de Enrique Olaya Herrera lo reintegró al Ejército para participar en el conflicto con el Perú. Como jefe del Estado Mayor General se retira definitiva-mente de las filas castrenses a finales de 1933.

Úrsula Rebolledo, de 19 años de edad y amorosa amiga de Cor-tés Vargas en Ciénaga (el oficial la llamaba “la negra más linda de la

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zona bananera”’), lo define de la siguiente forma: “Era un hombre de 50 ó 60 años, con un defecto en la pierna. Bien parecido, bajito, pre-tencioso y orgullosísimo. Arrancarle una sonrisa era difícil, excepto cuando yo tocaba para él canciones del interior. Lo cierto es que era duro con todo el mundo, que trataba mal a los soldados”.

El historiador Roberto Herrera Soto, quien escribe el prólogo de la segunda edición (en 1979) del libro Los sucesos de las Bananeras (escrito por Cortés Vargas con la pretensión de ‘refutar’ las acusacio-nes de Jorge E. Gaitán, de denigrar de los líderes de los trabajadores y de justificar la represión y la matanza), hace una caprichosa apolo-gía del General, justificándolo, incluso, en su tenebroso papel en los graves hechos de la zona bananera.

Repite Herrera Soto que ante el “armamento” portado por los trabajadores no tuvo (Cortés Vargas) más camino que dar “la im-prescindible orden de fuego”. El Directorio Nacional Conservador expidió una resolución en la que consideró a Cortés Vargas como una “esclarecida figura de la patria”.

Diré que le correspondió a Cortés Vargas ser arma letal de los intereses de la UFC y los grandes productores del banano. Así lo reconoció cuando escribió que no aceptaba que “se me destroce mi honra y reputación” por el “mero hecho de haberme visto obligado, como militar, a cumplir órdenes superiores”. Es por eso que los tra-bajadores tienen también que escribir su propia historia.

juan B. Calderón El origen humilde de Juan B. Calderón lo obligó a enfrentarse desde niño con la vida. Sin embar-go, jamás descuidó la lectura y la observación de los fenómenos sociales. Nació en Ciénaga. Murió el 7 de julio de 1949.

Fue destacado dirigente liberal en su tierra y la región Caribe colombiana. Llegó a ser con-

cejal con iniciativas ambiciosas como la construcción del Palacio

de Gobierno en Ciénaga. También fue diputado a la Asamblea del Magdalena y senador de la República.

En el año 1918 inició la venta de sal marina hacia Cuba y Curaçao. Se dedicó al cultivo de banano y adquirió varias haciendas, entre ellas “La Sombra”. Se contaba dentro de los más fuertes exporta-dores de banano. Hizo colateralmente exportaciones de ganado vacuno a Venezuela.

Con don Arturo Villarreal y Miguel Dumit fundaron la empresa de aviación AIDA, para el transporte de ganado y frutas al exterior. Es conocida la historia de ser pionero de la carretera Ciénaga–Barran-quilla en el año 1932. Lo mismo respecto de la “Y” de Ciénaga.

Recorrió la Costa Atlántica con Benjamín Herrera, gran caudillo liberal, y con éste fue uno de los fundadores de la Universidad Libre de Colombia. Su casa siempre fue un fortín político y allí compartie-ron con él grandes ideólogos del Partido Liberal.

Desde 1901 la United Fruit Company hizo acto de presencia en la zona bananera bajo la dirección de M. Cooper Keith. Fue entonces cuando comenzó para la industria bananera del Magdalena una etapa de “progreso” económico. Todo quedaba asegurado para la gran firma mediante “contratos especiales” de compra-venta de ba-nano... No obstante, un grupo de productores cienagueros le ven-dían la fruta a una compañía antioqueña.

Pero en septiembre de 1920 los cargamentos fueron deco-misados al llegar a New York por la UFC alegando violación de los contratos. Los cultivadores de Ciénaga protestaron ante el Presidente de la República sin respuesta positiva. Juan B. Calde-rón (quien oficiaba como presidente del Concejo Municipal de Ciénaga), Julio Charris (bananero liberal y periodista), Ramón Demetrio Morán y Pablo Amador, se manifestaron por medio de un marconigrama en nombre de los agricultores locales: [...] la casi totalidad personas laboriosas, vivimos apenas del fruto de nuestra industria, cerraríamos todo camino libre al ejercicio de nuestra industria, pues resistiremos someternos condicio-

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nes bochornosas impone United contratos, sería reducirnos a la desesperación.

El 10 de septiembre de 1920 J. B. Calderón envió un marconi al Congreso de Colombia para que se legislara para: [...] impedir que ciertas compañías extranjeras y algunas nacionales sigan perjudicando a los jornaleros con la práctica de pagarles cada quince o veintidós días y de obligarles a comprar en los comisa-riatos o tiendas establecidas por las mismas empresas, como lo hace la United Fruit Company.

El Tribunal Superior de Santa Marta se pronunció en contra de los embargos. No obstante, este hecho terminó arruinando a va-rios cultivadores locales que se habían declarado en rebeldía. En 1923, el mismo J. B. Calderón terminó vendiendo sus mejores tie-rras a la UFC.

En 1924, cuando se vencieron los contratos y había que renovar-los, los cienagueros, de nuevo, emprendieron sus reclamos.

El Concejo Municipal de Ciénaga solicitó al Gobierno Nacio-nal que fundara un Banco Agrícola en dicha ciudad para que los bananeros no tuvieran que depender en créditos de la empresa norteamericana. Varios y reiterativos fueron los motivos del des-contento: los leoninos contratos, los créditos amarrados, el uso exclusivo del ferrocarril, el manejo de las aguas de los ríos para el regado de las fincas, etcétera.

En 1927 un huracán destruyó 13 millones de matas de banano en Sevilla, causando seis millones de pesos de pérdidas. El hecho generó diferencias entre la UFC y los cultivadores nacionales. La Compañía les negó “préstamos de emergencia” para rehacer sus propiedades.

En esos críticos momentos, Juan B. Calderón y Julio Charris fun-daron la Cooperativa de Productores Colombianos de Banano, y a comienzos de 1928 establecieron acuerdos comerciales con el ma-yor competidor de la UFC: The Cuyamel & Atlantic Fruit Company. La Cooperativa fracasó antes de terminar el año 28.

Es sabido que durante la huelga de 1928 un número conside-rable de comerciantes colaboró con el movimiento de los trabaja-dores. De esta forma se encargaron de donar alimentos. Dentro de los donantes también estuvo el jefe liberal Juan B. Calderón, quien ofreció grandes cantidades de comida.

Juan B. Calderón no sólo fue un hombre visionario, sino que profesó con vigor su arraigada ideología liberal. Acompañado por otros aguerridos cienagueros, se enfrentó a los rapaces intereses del pulpo transnacional de la UFC.

víctor Manuel Fuentes (Alcalde)Víctor M. Fuentes era el Alcalde del Distrito de San Juan del Córdoba durante la huelga y ma-sacre de las bananeras. De filiación conservadora fue acusado por el General Carlos Cortés Vargas de ser cómplice de las ideas comunistas y de los huelguistas en 1928. Por este motivo se sintió obligado a escribir un folleto que tituló: “Sucesos

de las Bananeras” (meses después el General Cortés Vargas llamaría el suyo de similar manera), donde relata la forma autoritaria del militar y cuáles habían sido sus posiciones ante el conflicto entre los traba-jadores agrarios y la United Fruit Company. Así comienza su escrito:

“Se habrá preguntado el lector ¿por qué perseguían a Víctor Ma-nuel Fuentes? Óigase bien: Por no estar de acuerdo con el innecesa-rio derramamiento de sangre en la zona bananera. Para amparar ésta afirmación someto al criterio de los buenos ciudadanos las pie-zas que publico en este folleto, que no sólo constituyen una voz de aplauso a mis actuaciones como Alcalde del Distrito de San Juan del Córdoba, durante la última huelga de obreros en la zona bananera, sino que envuelven la acusación más terrible que la misma justicia ordinaria hace a Carlos Cortés Vargas”. (Santa Marta. Julio de 1929).

A pesar de su condena a la huelga, el burgomaestre consigna afirmaciones que desmeritan las aseveraciones dadas en muchas

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ocasiones por otros informantes oficiales. Reconoce que la huelga se inició debido a la negativa de la gran empresa gringa de recono-cer a los trabajadores como propios. Que durante la huelga «no se registraron acontecimientos deplorables por causa del alcohol»…

Manifiesta cómo en compañía del Gobernador y del Secretario de Gobierno Departamental, acompañados por el dirigente obrero Erasmo Coronel, visitaron toda la zona bananera en procura de que se respetara el orden público.

Aclara que la actitud de los huelguistas apostados en la Plaza de la Estación de Ciénaga era «respetuosa y ordenada»... Que la Socie-dad de Comercio de Ciénaga ante la radicalización de los huelguis-tas optó por separarse definitivamente del movimiento por «temor a ser saqueados sus negocios».

Que tuvo que trasladarse a la finca ‘La Petronita’, de propiedad de César Riascos Cifuentes porque algunos trabajadores rompieron las herramientas con que trabajaba el mozo del señor Riascos.

Reconoció que el señor Christián Vengal era el cabecilla del mo-vimiento en la ciudad de Ciénaga y que al no poder confirmar las pruebas tuvo que dejarlo en libertad bajo una fianza de $500.oo. Este hecho (a pesar que respetaba lo consignado en la ley 78 de 1919) indignó al General Cortés Vargas. A partir de la última circuns-tancia, el General manifestó no tener en cuenta al burgomaestre cienaguero en cuanto a las medidas que tomaría.

En la mañana del 5 de diciembre los huelguistas impidieron la venta de carne en un expendio en el mercado que era de propie-dad de César Riascos C. Detuvieron también a los señores Atilio Correa y Ramón García, quienes ante los acontecimientos trataron de irse para la ciudad de Barranquilla. El General dejó bajo plena responsabilidad del Alcalde este asunto.

V. M. Fuentes conversó directamente con R. E. Mahecha en la Plaza de la Estación logrando la liberación de los dos ilustres ciena-gueros. Su éxito agudizó aún más las diferencias con Cortés Vargas, quien lo acusó de haberse echado un discurso para enardecer a

la masa de obreros del banano. Después de la masacre del 6 de diciembre, el 24 de febrero de 1929, el General dictó orden de cap-tura contra V. M. Fuentes con otros individuos por ser huelguistas o por ser colaboracionistas de la subversión.

No tuvo más camino el burgomaestre que esconderse para no ser sometido a los manipulados Consejos Verbales de Guerra. El General no lo bajaba de «cómplice, azuzador, encubridor de los delitos de la cuadrilla de malhechores que incendiaban, sa-queaban y robaban...»

No obstante, al tenor del artículo 33 de la ley 104 de 1922, el señor Alcalde fue sobreseído de los cargos. La orden de captura fue anulada el 22 de mayo de 1929 por el Juzgado Superior Segundo de Santa Marta, determinación que fue confirmada por el Tribunal Superior de Santa Marta el 18 de junio de 1929. Los testigos ‘pagos’ del General Cortés Vargas se ‘cayeron’ al retractarse en sus acusacio-nes y pudo al fin el burgomaestre disfrutar de su honra bien ganada.

sobre el ley en Ciénaga (1927-1933)1

Por Hernán Pérez zapata [New York, juNio de 2008]En 1917, Luis Eduardo Yepes Pérez, originario de Copacabana, An-tioquia, fundador de los Almacenes LEY de Colombia, vino por pri-mera vez a la Costa Atlántica. Tenía 23 años. Era un experimentado campesino y comerciante al lado de su padre Avelino Yepes Aran-go en sus peregrinares como colonizadores en Antioquia y Caldas.

Escribió a su familia una carta desde Santa Marta en la que rela-ta: “Conseguí empleo como cortero en Ciénaga, un pueblo cercano a Santa Marta, en una empresa dedicada al cultivo y exportación, ¿sa-ben de qué? !de banano! . Lo que por allá (en las montañas paisas) dejamos perder, por aquí vale oro. A mí me toca cortar y cargar los ra-cimos. Es un oficio duro pero bien pago. Esto para el negocio está pul-po. Todo está por hacerse. aquí se compra y se vende hasta el agua”.

Tuvo que regresarse a los peregrinares familiares en Caldas. Un incendio en Manizales acabó con los esfuerzos comerciales de la fa-

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milia en 1921.Con $200 prestados regresó a la Costa Atlántica. El 23 de febrero de 1923, hace poco más de 85 años, Luis Eduardo Yepes Pérez fundó en Barranquilla la cadena de almacenes que llevaba las iniciales de sus nombres y de su primer apellido.

Apenas había tenido escasos tres años de escuela en Andes y Anserma. Se convirtió en un autodidacta. Lo apodaron Mr LEY, por estudiar inglés por discos, para analizar los catálogos e informes sobre los almacenes en cadena de E.U., Alemania y Japón.

Visitó esos países y logró importantes negocios en una época en la que imperaba el libre comercio despues de la independencia del dominio español, cuando se impusieron los librecambistas sobre los proteccionistas de la economía natural.

En la sucursal de Ciénaga, Magdalena, el LEY tuvo serias limita-ciones para su desarrollo desde su establecimiento frente a la Al-caldía en 1927, hasta su cierre en 1933. Había un gran auge eco-nómico con la producción y exportación bananera por parte de la United Fruit Company.

Esta empresa que lo controlaba todo, enviaba sus racimos a New York y sus barcos regresaban a Santa Marta repletos de mercan-cías que vendía en sus comisariatos por medio de los pagos en va-les a más de 30 mil trabajadores y productores. Se afirmaba que la United ganaba más con la venta de sus mercancías importadas sin impuestos para los comisariatos que con la exportación de los racimos de banano.

En el pliego peticiones de 9 puntos presentado por los trabaja-dores a la Compañía, se exigía la eliminación de los pagos en vales y que se garantizara el libre comercio, además de las reivindicaciones propias de los obreros. Era una alianza tácita entre los trabajadores y los comerciantes locales, regionales y nacionales, cuyo desarrollo era limitado seriamente por los negocios de la United, avalados por el gobierno de Miguel Abadía.

El 6 de diciembre de 1928, cuando la huelga en las bananeras preparaba una marcha pacífica hacia Santa Marta para exigir al Go-

bierno y a la United, la firma de 6 puntos del pliego acordados en negociaciones previas, se presentó la masacre principal en la Esta-ción del Ferrocarril, la cual se extendió durante más de 120 días de muerte y terror contra los trabajadores y el pueblo que reclamaba democráticamente sus reivindicaciones.

El próximo 6 de diciembre se conmemoran 80 años de la funesta masacre. Jorge Eliécer Gaitán la calificó como la página más bo-chornosa de nuestra historia. Hace 30 años, el movimiento obrero con el apoyo de los trabajadores y organizaciones cívicas y ciudada-nas cienagueras, magdalenenses y colombianas, instalaron el mo-numento del maestro Rodrigo Arenas Betancourt en el sitio de la mayor masacre, en la Estación del Ferrocarril de entonces.

Se reivindica el grito acallado por las balas oficiales de VIVA CO-LOMBIA LIBRE para que estos despreciables episodios no se repitan, máxime ahora cuando tratan de imponer el Tratado de Libre Co-mercio (TLC), porque amenaza seriamente la producción y el tra-bajo agropecuario e industrial desarrollados en más de 150 años en Colombia. Y lógicamente, acabando con nuestra soberanía y autodeterminación nacional pisoteada indignamente por las multi-nacionales gringas como la UFC.

[1] Con algunos apartes del libro en preparación: 100 años de los Pérez Yepes (Ni ignorantes, ni pobres).

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“ESTABAN SENTADOS SOBRE EL TECHO del vagón. Yo me acerqué. Uno bajó los brazos. No sé si iba a saltar. Cuando alcé el fusil, el cañón casi le tocaba la barriga. No sé si iba a saltar pero yo lo vi bajar los brazos. Con el cañón casi tocándole la barriga, disparé.

Quedó colgado en el aire como una cometa. Enganchado en la punta de mi fusil. Se cayó de pronto. Oí el disparo. Se desenganchó de la punta del fusil y me cayó sobre la cara, sobre los hombros, sobre mis botas. Y entonces comen-zó el olor. Olía a mierda.

Y el olor me ha cubierto como una manta gruesa y pegajosa. He olido el cañón de mi fusil, me he olido las mangas y el pecho de la camisa, me he olido los panta-lones y las botas, y no es sangre, no estoy cubierto de sangre sino de mierda.

—No es culpa tuya, tenías que hacerlo.—No, no tenía que hacerlo.—Dieron la orden de disparar—Sí.—Dieron la orden de disparar y tuviste que hacerlo.—No tenía que matarlo, no tenía que matar a un hombre que no conocía...”Álvaro Cepeda SamudioLa casa grande (Capítulo: Los Soldados)

ESO DE SEGUIR PENSANDO que los “mozos” del banano vivían como unos reyezuelos en los diferentes poblados de la zona bana-nera era pura alucinación.

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RAzONES E IMPLICACIONES DE LA HUELGA

EN LAS BANANERAS

CARLOS PAYARES GONzÁLEz

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lA grAve situACión de los trABAjAdoresEso de seguir pensando que unos dirigentes socialistas y libe-

rales les inocularon el virus de la rebelión sin una base material de iniquidad que lo justificara es pura evasión cómplice de la triste rea-lidad que vivían los trabajadores del banano.

El sistema de explotación de pago a destajo, las jornadas labo-rales irregulares y de más de 10 horas al día, la no contratación di-recta sino por medio de los “ajusteros”, la no aplicación y la violación de las leyes laborales existentes, el pago mensual y no semanal o quincenal, el pago de los salarios por medio de “vales” o “cupones” para comprar obligadamente en los comisariatos de la Compañía, la retención indebida de una parte del salario por parte de los con-tratistas, la política de “avances” o “préstamos” de la Compañía a los trabajadores, la retención del 40% del salario al trabajador cuando no cumplía con lo pactado, el descuento entre un 10 y 30% al valor de los “vales” por los tenderos locales, el penoso estado sanitario de muchos trabajadores y de sus familias, las prácticas discriminato-rias en la atención médica entre empleados de la Compañía y los trabajadores del banano, las precarias condiciones de alojamiento en “ranchones” o “tambos” insalubres y en hacinamiento dentro de las fincas de la UFC, la expropiación ilegal de tierras por parte de la Compañía y de algunos funcionarios judiciales a colonos familiares de los trabajadores del banano, la competencia directa de la UFC con los comerciantes de las tiendas o los graneros de la zona bana-nera y con los oferentes bailes, licores, juegos, loterías y burdeles…

Estas fueron las razones, entre otras, que llevaron a la masa de los trabajadores del banano a seguir la dirección experimentada de lí-deres socialistas como Raúl Eduardo Mahecha, Ignacio Torres Giral-do, María Cano, Tomás Uribe Márquez, Erasmo Coronel, José Russo, Alberto Castrillón, Nicanor Serrano, Pedro del Río, Cristian Vengal y liberales como Juan B. Calderón, Julio Charris, Sixto Ospina Núñez, entre otros, para elaborar la consigna insigne de Por el obrero y por Colombia, expandida inicialmente en todos los poblados de la zona

bananera con el agite de los nueve puntos del pliego petitorio y que, después, se explayó por todo el país y el mundo entero debi-do a los resultados fúnebres de la mano ladina del general Carlos Cortés Vargas acolitado por los altos funcionarios conservadores del Gobierno Nacional.

La burla inaudita ante la negociación del pliego de peticiones catalizaba el malestar de los trabajadores. Así había ocurrido desde los primeros alborotos huelguísticos de 1918 y 1924. Las razones eran las mismas.

Fue precisamente esta indolente costumbre, basada en el tram-poso argumento de que la Compañía carecía de trabajadores por nómina, un signo inequívoco de lo que terminaría ocurriendo: la desgraciada mortandad al inicio de la madrugada del 6 de diciem-bre de 1928.

La Compañía no reconocía las prerrogativas de Ley a los trabaja-dores. Sin embargo, era cierto que les restaba el 2% del salario por servicios médicos y medicinas.

La célula madre de la revuelta estaba en las propias entrañas del negocio bananero, y no en la proscrita ideología de una hermosa mujer llamada María de los Ángeles Cano Márquez, acompañada por otros revoltosos de superior renombre.

El régimen conservador que se había instaurado en Colombia desde los albores de 1886 consideraba que sus actos de gobierno siempre estaban iluminados por Dios.

El principio de defensa de la autoridad fue puesto en manos de un militar que siempre prefirió escuchar mezquinos requerimien-tos, acicalados con las mentiras de algunos que actuaban como consocios de la gran Compañía.

De nada sirvieron las disertaciones del general Rafael Uribe Uribe durante comienzos del Siglo XX, denunciando ante el país los des-afueros de la United Fruit Company contra aquellos conciudadanos que osaron levantarle la voz a la compañía bananera y montaron rancho aparte.

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La United atropellaba sin fórmula de juicio, o sobornaba, o sub-vencionaba al que tratara de estropear sus reglas unilaterales del juego. Por tal razón, en 1916, el general Benjamín Herrera hizo me-ter preso al Gerente por haber extraído de un Juzgado de Santa Marta, en forma subrepticia, un expediente en pleito.

La gran empresa detentaba el poder político y económico. Ya no eran los liberales ni los conservadores como ocurría antaño. Incluso, los antiguos policías de los pueblos fueron reemplazados por para-militares de machete.

Por primera vez en la vida, los cienagueros conocimos las casas que eran construidas a prueba del calor y mosquitos, rodeadas de cercas electrificadas para garantizar la tranquilidad de los forasteros y parapetadas distantes de las incomodidades y privaciones del verda-dero pueblo recolector de la fruta. No había voluntad que se atreviera a frenar el régimen corruptor sostenido por el extranjero. Desgracia-damente, “todos comían de las migajas sobrantes del pastel”.

Los informes de la inteligencia que había montado el alcalde de San Juan del Córdoba, desde antes de la huelga, indicaban que los “Señores Raúl Eduardo Mahecha y Bernardino Guerrero dictaban conferencias a los obreros, constituían sociedades y especulaban a los trabajadores por medio de cuotas, a quienes se les decía que estas suscripciones populares eran con el objeto de allegar fondos para la Cooperativa Obrera, que funcionaba en esta ciudad; socie-dad que tenía por fin el comprar artículos de primera necesidad y darlos al consumo de los obreros a precio de costo”.

Fuentes Jiménez dio la orden de evitar estos contactos y confe-rencias por considerarlos de “carácter subversivo”.

Pliego y PAro generAlA pesar de lo previsible que eran las acciones sindicales, por par-

te del servicio de inteligencia de las autoridades departamentales y municipales circuló en toda la zona bananera un impreso en donde los obreros manifestaban nueve puntos petitorios.

Anunciaban el ultimátum para lanzarse a la huelga, debido a la obcecada negativa de los gringos para tratar de tranzar con los de-legados obreros.

El 12 de noviembre sobrevino el paro general. La primera me-dida oficial fue la de un decreto en donde se prohibía la venta de bebidas embriagantes.

Mientras tanto los obreros activistas se trasladaban por todas las fincas para impedir que los trenes trasladaran la fruta que ha-bía sido cortada por sus similares desafectos de la huelga. También soldados empuñaron el machete para hacer la carga de los trenes.

CArlos Cortés vArgAs iMPulsA lA rePresiónFue entonces cuando el atrabiliario Cortés Vargas comenzó a

dar muestras de lo que era capaz de hacer: dispersó a los traba-jadores, quedando la vía ferroviaria completamente despejada. Además, logró que el día 15 se hiciera efectiva la orden de captura del dirigente proletario José G. Russo. No tuvo la misma fortuna para poner en recaudo a Raúl Eduardo Mahecha, Alberto Castri-llón y Bernardino Guerrero. Estos sabían moverse como peces en-tre la masa de los asalariados.

El mismo Alcalde reconoció que en la segunda semana de ha-berse decretado el paro: “El entusiasmo crecía en todas partes: la consigna era no reanudar las labores hasta cuando la Compañía aceptara en todas sus partes el pliego de peticiones...”

Así mismo, admitía que “Una circunstancia de valía material y moral vino a robustecer la continuación de la huelga: el apoyo fran-co, decidido, que el comercio local le prestó...”

En efecto, es bien sabido que la Sociedad de Comercio de esta ciudad, bajo la dirección de don Sebastián Carbonó, recolectó ali-mentos para el sostenimiento de la huelga con sus homólogos de Barranquilla y Santa Marta.

Cada día que pasaba eran más los trabajadores que se agrupa-ban en la Plaza de la Estación. Con solo 15 policías que tenía la ciu-

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dad de San Juan del Córdoba, nada o muy poco se podía hacer para evitar el agrupamiento.

El Alcalde se limitó a informarle al señor Gobernador que: “En la Estación del Ferrocarril se encuentra permanentemente un gru-po regular de huelguistas, y aunque su actitud es respetuosa y ordenada, es de temer que a consecuencia de la prolongación de la huelga, en la zona, ocurran desordenes en esta ciudad... Le he solicitado al señor General Cortés Vargas que facilitara el apoyo de la fuerza a su mando, en caso necesario, y me manifestó estar dispuesto a satisfacer mi solicitud siempre que por la Gobernación se le pidiera el apoyo en referencia. Por lo expuesto, espero, en pro del orden y la tranquilidad públicos, de la ciudad, se digne Usted hacer la solicitud expresada...”

El telegrama fue fechado 23 de noviembre. En lo descrito por el burgomaestre se nota que al señor general Cortés Vargas le co-menzaba a fastidiar el manejo dado por el señor Alcalde a la grave situación que con el correr del reloj se iba fermentando.

lA uFC se niegA A negoCiAr el Pliego CoMPleto Para el 25 de noviembre había llegado de Bogotá el señor jefe

de la Oficina de Trabajo del Ministerio de Industrias, acompañado por un abogado asesor. Contribuyeron a que la Compañía aceptara algunos puntos del pliego petitorio. El alto funcionario recorrió la zona bananera resaltando la aceptación, a regañadientes, de algu-nos de los nueve puntos, pero los trabajadores rehusaron colectiva-mente aceptar sus buenas intenciones reclamando el cumplimien-to total del petitorio.

Cuando regresó a la ciudad de San Juan del Córdoba lo recibió la multitud congregada en la Plaza de la Estación. En el lugar, el dirigente obrero Alberto R. Castrillón pronunció un discurso aren-gando a la masa para continuar la lucha.

Cuando el conflicto se fue endureciendo, los comerciantes “saca-ron sus maletas”.

Presionados y temerosos, optaron por retirarse definitivamen-te del movimiento. Publicaron en el Diario de Córdoba un boletín en donde retiraban su representante de la Comisión de Delegata-rios de la huelga. La fatal determinación golpeaba de muerte a los huelguistas. Ante el impredecible hecho, el Alcalde de San Juan del Córdoba presumió acertadamente que en vez de acabarse la huelga por consunción, las cosas empeorarían cada día que pasara. Ciertamente, los trabajadores de la fruta no tenían más camino que radicalizarse en sus peticiones y acciones.

Al día siguiente los obreros invadieron una de las fincas de uno de los grandes terratenientes del pueblo de San Juan del Córdoba. Se trataba del señor César Riascos, conocido popularmente como “Capaburro”, quien era propietario de la extensa finca La Petronita.

Los huelguistas, capitaneados por el señor Ignacio Pardo, rom-pieron las herramientas de los trabajadores de Riascos. El líder de la revuelta fue capturado por orden del alcalde Fuentes Jiménez.

Como respuesta al grave incidente, la Gobernación expidió el Decreto No. 190, referido a nuevas medidas de policía. Se prohibían las reuniones en los espacios públicos, las entradas en las fincas sin previo consentimiento de los propietarios, y se excitaba al señor general Cortés Vargas para apoyar cabalmente lo estipulado.

Sin embargo, los centenares de obreros se ponían de ruana cada una de las medidas. La policía no daba abasto para contener a los huelguistas.

Mahecha se encontraba dentro del poblado de San Juan del Córdoba de la Ciénaga. El servicio secreto del Estado había estable-cido su presencia pero los allanamientos fueron actos fallidos.

Entonces los policías pernoctaban en diferentes sitios para cap-turarlo, pero sin ningún resultado positivo. El agitador poseía la ma-gia de no dejarse tocar por las fuerzas del orden.

Lo mismo ocurría con Russo, quien una vez puesto en libertad no se hacía visible entre los millares de huelguistas.

Sin embargo, algunos cayeron en manos de la policía: en Araca-

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taca fue detenido Álvaro Girón, hombre al que el señor Alcalde con-sideraba como un “conocido agitador”. En San Juan del Córdoba fue capturado Cristián Bengal (algunos escriben su apellido con V), otro de los reconocidos agitadores huelguistas.

El dirigente salió libre al pagar una fianza; dado esto porque los cargos que le habían imputado no se correspondían con delito al-guno. Era el antillano el que recolectaba y repartía los alimentos a los trabajadores que estaban concentrados en la Plaza de la Esta-ción del Ferrocarril.

Las cosas estaban llegando al extremo. Los huelguistas lograron capturar a 25 soldados en el caserío de Sevilla. Los hombres esta-ban bajo las órdenes del teniente Botero y, fueron rescatados por el capitán Guarín.

En vez de banano, los trenes llegaban repletos de trabajadores que desembarcaban en la Plaza de San Juan del Córdoba. En di-ciembre 5, el Alcalde le envió un telegrama al señor Gobernador en donde expresaba sus temores: “Acabo de hablar con el general Cortés Vargas, dijo él que no cumplía sino órdenes del Goberna-dor, de acuerdo Ley. Situación complicase, delicadísima. Ruégole dirigirse general Cortés Vargas sentido despeje multitudes hay en la Estación. Si esto no se hace, ciudadanos estarán a merced capri-cho huelguistas...”

Reconoce Fuentes Jiménez que para la fecha alrededor de “cua-tro mil” obreros escuchaban atentamente las arengas de sus diri-gentes. En la mañana del día 5, los trabajadores impidieron que se diera al servicio el expendio de carne que, en el mercado, tenía el señor César Riascos.

Comenzaron también a controlar la salida e ingreso de perso-nas a la cabecera del distrito. En este estado de cosas, llegó el Decreto en donde se declaraba turbado el orden público en San Juan del Córdoba y todos sus alrededores; entraba, además, en pleno vigor la Ley marcial que dejaba a cargo de la autoridad mi-litar cualquier solución del conflicto. El general Cortés Vargas te-

nía, de esta manera, expedito el horrendo camino por donde, a la larga, decidió transitar. Mientras tanto, la masa de los obreros jamás sospechó sobre la tragedia que se le avecinaba. Circularon ingenuas coplas dándole la bienvenida a la huelga:

La huelga es cosa hecha Con un pueblo bueno y fiel Y nuestros jefes: Mahecha María Cano y Coronel. En todas las plantaciones aliviaremos las cargas Y daremos coscorrones Al general Cortés Vargas. (Crisol Santos, José. Vademécum de la poesía popular. 1935)

Se cantaban tonadillas compuestas por decimeros desprevenidos:

Que nos invade Tío Sam Es un gringo hecho temor En la zona bananera Disparemos hacia el mar Con patriotismo y valor Y abundante balacera O dejemos que extranjeros Pisen tierra en esta tierra Pa volarles el sombrero Con la rula bananera. (Crisol Santos, José. Vademécum de la poesía popular. 1935)

Bastó que el General se tomara algunos tragos del enturbiante ron de vinola (un licor que el “Jilguero de la Sierra Nevada de Santa Marta”, Guillermo Buitrago, inmortalizó en una de sus canciones.

Un trago producido artesanalmente en el famoso granero-mixto La Tranca, ubicado a escasos metros de la Plaza de la Estación del

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Ferrocarril, perteneciente a los hermanos Ismael e Isidro Izquierdo, quienes después de la masacre fueron perseguidos por colabora-cionistas con los huelguistas), para que se entusiasmara en salpicar con plomo a la multitud congregada.

Los hermanos Izquierdo terminaron en la cárcel, acusados y con-denados por sedición en un Consejo Verbal de Guerra.

Ya había pasado el momento en que los ingenieros de la com-pañía frutera explicaron a los trabajadores cómo se usaban los ex-cusados portátiles.

El presidente Miguel Abadía Méndez y el ministro de Guerra Ig-nacio Rengifo le habían entregado un poder plenipotenciario al ge-neral Carlos Cortés Vargas (Jefe Militar y Civil de Ciénaga) para que hiciera lo que quisiera con los obreros del banano.

Ya de nada valían las filas indias en los escasos dispensarios para que una enfermera pusiera una pastilla en la boca de los trabaja-dores para curarles simultáneamente el paludismo, la blenorragia o el estreñimiento. Con alrededor de 30 mil obreros, la United Fruit Company solo había construido un hospital en Santa Marta, con un minúsculo cupo de cien camas.

El General había empotrado en determinados techos de las ca-sas y, en los de los vagones del tren, los mortíferos artefactos. Seis bocacalles que embocaban a la Plaza de la Estación, fueron estraté-gicamente tomadas.

Ya sabía el pequeño dictador del momento, que el señor Go-bernador, general José María Núñez Roca, no vendría a Ciénaga, porque había sido atemorizado, entre otros, por dos de los grandes finqueros: César Riascos y Enrique González. Los mismos señores que atestiguaron en la posesión de Cortés Vargas de la jefatura civil y militar. Ambos personajes fueron notorios arrendadores de tierras en la zona bananera a la gran empresa extranjera.

También conocía el militar que los trabajadores se trasladarían masivamente, al día siguiente, a la capital del departamento, pasara lo que pasara, en búsqueda de una definitiva solución.

Había escuchado, de sobra, sobre alguna tentativa de negocia-ción por parte de los gringos. El gerente de la firma gringa, Thomas Bradshaw, saboteaba con toda clase de artilugios el asomo de cual-quier acuerdo sugerido por el señor Gobernador.

Los jamones traídos desde Virginia, comprados en los comisaria-tos por los trabajadores, fueron reemplazados por otros menesteres propios de las fritangas instaladas en la gran Plaza de la Estación.

La gente del común saboreaba suculentos platos propios de la tierra de la sal de espuma y de la fruta prohibida. Se batían banderas tricolores. Se entonaban merengues, porros y paseos.

En un ambiente impregnado de desconfianzas, la burlesca po-pular propaló la existencia de una celada contra el general Cortés Vargas. Presuntamente un montón de corpulentos negros lo suje-taron y lo tumbaron.

Puesto boca arriba, una prostituta bolivarense, Gertrudis Bravo, a quien apodaban “La Rula”, se dio el lujo de orinarle el rostro a la víc-tima. Una vez consumada la extravagancia, los culpables desapare-cieron como por arte de brujería.

Al General no le quedó más remedio que restregarse la enturbia-da y maloliente faz con un trozo de jabón de pino.

Todas estas mofas imaginarias buscaban ridiculizar la oficialidad en cabeza de su general en Jefe. Lo cierto es que la cortesana Doña Gertrudis terminó aportando su nombre a la numerosa lista de con-denados por los hechos ocurridos durante la huelga.

se deClArA “CuAdrillA de MAlHeCHores” A los trABAjAdoresCumpliendo órdenes superiores, un teniente leyó el decreto nu-

merado con el cuatro (4), suscrito por el señor jefe Civil y Militar, Carlos Cortés Vargas, popularmente conocido con el alias de “Don Banano”, en donde se declaraba a los huelguistas como una cuadri-lla de malhechores y se facultaba al Ejército para que arremetiera contra ellos de cualquier manera.

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Una ensordecedora rechifla de más de tres mil almas no se hizo esperar. Los trabajadores apresaron en el apostadero Las Mercedes a algunos productores que huían hacía Barranquilla. Les levantaban los vestidos a las mujeres para que no escapara ningún individuo disfra-zado. Allí la desbordada masa apresó a Atilio Correa acompañado por Ramón García. Los reos en manos del pueblo fueron rescatados por el alcalde conservador Víctor Manuel Fuentes Jiménez, por sus oficios interpuestos ante el dirigente Raúl Eduardo Mahecha.

se AMenAzA y se disPArA ContrA lA Multitud inerMeLeído el decreto, pasó un capitán de apellido Garavito al techo

de la Estación con la bocina del gramófono en sus manos: “Señoras y señores. Tienen cinco minutos para retirarse”.

Otra rechifla redoblada no dejó escuchar el toque de clarín que anunciaba el comienzo del plazo.

“Ya pasaron los cinco minutos”, dijo el mismo capitán. “En un mi-nuto más abriremos fuego”.

Fue cuando un anónimo obrero le gritó: “Te regalamos el minuto que falta, cabrón... ¡Viva la huelga!... ¡Abajo la United!...”

Las frases retumbaron hasta el playón de Aguacoca. El mismo general Cortés Vargas dio la orden de fuego. Los nidos de las me-tralletas Lewis y los fusiles Mauser respondieron en el acto. Una moderna indumentaria militar que tenía la capacidad de expeler, en óptimas condiciones, 25 tiros cada cuatro segundos, para una cadencia de 376 por minuto.

Al amanecer nadie podía entrar a la Plaza de la Estación, dado que se encontraba acordonada por el Ejército Nacional. Un regue-ro de sombreros, machetes, mochilas indígenas, peroles, banderas, pancartas y unos encharques de sangre coagulada atestiguaban lo que en la oscuridad había ocurrido.

Solo hasta la seis de la mañana la tropa permitió el ingreso del personero municipal, Gilberto Valdés, los galenos Anselmo Martí-

nez y Manuel J. del Castillo, el secretario municipal, Miguel González Hidalgo, y el sacerdote de Pueblo Viejo, Eloy Rada, para practicar el levantamiento de 13 muertos y 19 heridos.

Sin embargo, los peritos asignados no lograron ver lo que vio el médico del pequeño Hospital de Ciénaga, Carlos Acosta García, quien le manifestó al periódico La Nación que las balas usadas eran “dum-dum” (un plomo adecuado para que al impactar en el cuerpo se desintegre multiplicando el daño).

El doctor Acosta García fue apresado y condenado por el delito de sedición y calumnia. Nunca el Gobierno pudo explicar el por qué la munición que fue traída de Austria estallaba inexplicablemente dentro los órganos y las vísceras de los muertos y heridos.

El galeno acompañó en la cárcel a otro inocente como lo fue el abogado Víctor Royero, a quien la tropa maltrató con la penosa tarea de la recolección de los excrementos de todos los apresados.

La misma figura del señor alcalde del Distrito de San Juan del Córdoba fue ultrajada por el general Cortés Vargas. El funcionario tuvo que defenderse con un informe de sus actuaciones durante la huelga, presentado al señor gobernador del Departamento, fecha-do 12 de noviembre de 1928. El General lo había acusado de “Autor, cómplice, azuzador y encubridor de los delitos cometidos por las cuadrillas de malhechores (de esta manera se refería a los obreros) tipificados en incendios, saqueo y robo”, y había ordenado su captu-ra. Fuentes Jiménez tuvo que defenderse ante el Juzgado Segundo Superior y el Tribunal Superior, ambos de la ciudad de Santa Marta.

Al tenor del artículo 33 de la Ley 104 de 1922, estos organismos concluyeron con el sobreseimiento definitivo del caso. Lo ocurrido con el señor alcalde de San Juan del Córdoba es una muestra del característico estilo tosco del jefe Civil y Militar.

La “marcada animadversión”, gratuitamente ganada por el señor alcalde de parte del ex-Jefe Civil y Militar, el general Carlos Cortés Vargas, obedeció a las actuaciones independientes que tuvo el fun-cionario de San Juan del Córdoba.

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Con un testigo comprado, el señor Francisco Padilla, y otro ame-nazado, el señor Edgardo de Sola, logró formularle graves cargos. El primero, afirmaba que Fuentes Jiménez había discursado durante la noche del día 5 en la Plaza de la Estación alternando en arengas con los dirigentes obreros Mahecha, Coronel y Castrillón.

El segundo, que había sido amenazado por los trabajadores para que les publicara una hoja volante en su imprenta, hoja que incitaba a los soldados de la patria a la rebelión. Dijo el acusador que puesto en conocimiento ante el Alcalde el hecho, este no le prestó la atención debida. Presuntamente, le dijo: “No te preocu-pes por tal cosa que ya están por arreglarse los puntos del petito-rio con la Compañía United”.

Después, durante la indagatoria, se supo que el General le había ofrecido la libertad a cambio de declarar lo que el mismo uniforma-do le había recitado.

Reconoció que jamás había entregado la tal hoja volante al se-ñor Alcalde (la hoja se intitulaba Los soldados de la República y los mercenarios del Magdalena). Lo deleznable fue que el general Cor-tés Vargas le manifestó a De Sola que de no hacerlo “perdería mi vida, porque ya me había amenazado con aplicarme la ley de fuga”.

Los cargos construidos mañosamente por el agreste militar, fue-ron desmentidos por las inconsistencias develadas por los propios acusadores. Además, por la actuación de honorables e idóneos testi-gos como lo fueron E. Santander de la Torre, comandante de la Policía Municipal de San Juan del Córdoba, José M. Troconis, Humberto Re-dondo, Salvador Fuentes, segundo jefe de la Policía Departamental, Polo Emilio Pacheco, Pedro Díaz Granados y Atilio A. Correa. Lo cierto es que a Cortés Vargas le incomodaba el procedimiento comedido que siempre empleaban el burgomaestre y el gobernador. Aunque existía una coincidencia ideológica de los funcionarios con la de la política gubernamental, siempre trataron de evitar lo peor.

En una ocasión Fuentes Jiménez se hizo acompañar de Erasmo Coronel, uno de los delegados de los huelguistas, para recorrer la

zona bananera procurando un arreglo; el obrero Bengal fue puesto en libertad bajo su custodia; había hablado directamente con Ma-hecha y otros cuadros para poner en libertad a los señores Correa y García; en fin, al general tropero Cortés Vargas nunca le entusiasma-ba el estilo conciliatorio del funcionario público.

Por tal razón siempre quiso quitárselo del camino. La verdad es que los trabajadores de machete nunca existieron para los gringos... Hasta el extremo de que los muertos de la madrugada decembrina tampoco existieron en el número en que fueron. Muchos ni siquie-ra tuvieron dolientes por su condición de almas errantes.

Los cadáveres se contaban con los dedos de las dos manos, dijo el señor presidente de la República, Miguel Abadía Méndez. Lo mismo repitió el ministro de Guerra, Ignacio Rengifo, un empe-dernido dipsómano a quien los amigos cariñosamente llamaban “Míster Whisky”.

Cortés Vargas dijo haber observado nueve bultos corpóreos so-bre la sanguinolenta tierra. Ridiculizaba los nueve puntos del pliego petitorio de los obreros. Y los que quedaron vivos no han querido mirar frontalmente el rostro y los efectos de la carnicería.

La memoria debe indicarnos que cientos de trabajadores cerra-ron para siempre sus ojos para que otros los abrieran. Los sobrevi-vientes escogieron entonces la fábula de que al reconocido agita-dor tolimense, Raúl Eduardo Mahecha Caicedo -amigo de causa del general Ramón Demetrio Morán- era un hombre encantado... ...al que los tiros no le entraban por ninguna parte, ni siquiera lo rozaban por el efecto indescifrable de una mágica dentadura rebo-sante de un amarillo metálico resplandeciente.

El dirigente obrero logró llegar hasta Barranquilla arropado por bultos de mazorcas pertenecientes a la negra Emperatriz Cabezas, residenciada en Media Luna. Recibió también ayuda en Salamina del militar revolucionario liberal, Juan Luis Orozco. Al arribar a la are-nosa ciudad se quitó el forro de los dientes con la finalidad de omi-tir una referencia clave de su identificación.

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El tenebroso tren de Débora Arango, saturado de osamentas hasta el techo, había sido el resultado de una pesadilla propia de mentes osadas como la de la pintora antioqueña.

Los más de mil muertos registrados en el marconigrama del em-bajador Jefferson Caffery, y los otros cientos registrados en los pe-riódicos nacionales, eran solo parte de una confabulación contra el Gobierno y las buenas costumbres.

Las versiones de los líderes obreros no fueron creíbles por ser comunistas y ateos. Tampoco se le creyó a la palabra incandescente del tribuno liberal Jorge Eliécer Gaitán, pronunciadas en el Parla-mento colombiano.

La versión oficialista (que era la misma de la Compañía) sostuvo que: “Aquí no ha pasado nada”.

Certificaron que todo fue un mal sueño o un mal despertar como resultado inequívoco de mentes calenturientas como las de Mahecha, Castrillón, Russo, Coronel, Cano, Bengal, Torres Giraldo y otros tantos. Fueron ellos con su comunismo anticlerical los que se imaginaron tanto la huelga como la masacre.

los dos destruCtores norteAMeriCAnos en sAntA MArtASe nos han olvidado las visitas crepusculares de Mr Bradshaw al

señor gobernador del departamento del Magdalena, doctor José María Núñez Roca. La primera autoridad siempre estaba acom-pañada del señor Pepe Gneco, quien oficiaba como secretario de Gobierno. Sin embargo, todo el mundo decía que el que ejercía el poder real ante la huelga era el gerente de la United Fruit Com-pany, Mr Bradshaw.

El forastero llegaba perfumado y ataviado con la elegancia de un lord británico; se hacia acompañar por un séquito de abogados criollos especializados en el birle de la letra de las leyes colombia-nas. Los juristas venales y exégetas a sueldo, fueron calificados por la pluma de don Luis Cano como que: “Son más temibles para este

pobre país los abogados de la Universidad de Colombia que los de la Universidad de Columbia”.

Bradshaw siempre preguntaba lo mismo: —Dígame doctor Núñez, ¿Las autoridades de Colombia sí están

en condiciones de garantizar la integridad de las vidas y bienes de los norteamericanos en la zona Bananera?—

Y el señor gobernador siempre contestaba: —Puede usted estar tranquilo, Mr Bradshaw—. El Ejército de Co-

lombia está listo a asumir con presteza y eficacia la defensa de las vidas norteamericanas y los intereses de la Compañía—.

Cansado don ‘Pepe’ Gnecco de escuchar todos los días siem-pre la misma cantaleta, osó preguntar comedidamente al señor gobernador el por qué de la seguridad en sus respuestas, sobre todo cuando la situación en la zona Bananera se hacía cada vez más incontrolable.

Núñez Roca le respondió con las manos al sacar de una gaveta de su escritorio unos primitivos binóculos. Le requirió entonces a su secretario que se enfocara por una línea imaginaria que pasaba directamente por encima de El Morro (pequeño islote ubicado en la entrada de la Bahía de Santa Marta), para que observara al fondo del horizonte las tenues siluetas de dos destructores norteamerica-nos entusiasmados por el encanto bélico.

No se necesitaron más palabras para entender que lo que quería el Gerente era una respuesta dudosa o negativa para propiciar el desembarco de los infantes en cosa de horas. La opción del funcio-nario público era de esta manera develada: prefería la intervención del Ejército colombiano que la de la Marina norteamericana.

La suerte estaba echada. El mal vino desde afuera pero las balas desde adentro. Y los obreros no fueron ejecutados por los verdugos extranjeros apostados en altamar porque eso podía considerarse como una afrenta a la discursiva “dignidad nacional”.

Un inmediato rechazo oficial recibieron las denuncias del sacer-dote Francisco Angarita. Decía el hombre de Biblia que, después que

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perseguían a los obreros dentro de las fincas, los militares se bañaban “en cueros” con voluptuosas cortesanas en las nutridas acequias.

Continuó también la mentira de que los trabajadores eran hom-bres felices, que en sus ratos de sana diversión bailaban la cumbia chamuscando billetes norteamericanos. La Compañía gringa, con los decretos expedidos por los del Gobierno colombiano, sólo ha-bía pretendido preservar sus buenas costumbres.

Por eso, se decía, nunca desearon pagarles los salarios con mo-neda colombiana. La plata en mano era entendida como una irre-sistible tentación pecaminosa para el pobre.

CoMo si nAdA HuBierA PAsAdoA pesar de los pesares, la gente participó en las carnestolendas

celebradas en los primeros días del mes de febrero siguiente a la masacre. Como si nada hubiese pasado. La sangre empezaba a ser borrada de la memoria humana con el disolvente etílico y el bullicio de las bandas. Solo unos pocos desfilaban religiosamente ante la tumba del líder sindical Erasmo Coronel.

El sábado 2 de febrero, al general Cortés Vargas se le ofreció un baile de gala al cual asistió la crema de la sociedad samaria y cienaguera.

A escasos días del divertido baile, con motivo del lanzamiento de la Cerveza Nevada, fabricada en Santa Marta, le fue enviado al general Cortés Vargas como regalo un centenar de cajas, con tan mala suerte que después de haber ingerido dosis fenomenales se le presentó una indócil disentería alcohólica.

El desalmado militar supuso la existencia de un complot comu-nista para matarlo. Ordenó que la tropa se tomara las instalaciones de la naciente fábrica. Inmediatamente se detuvo a culatazos la producción de la moderna “chicha” hasta que se revisaran todos los rincones de la fábrica.

Regañado por su ministro de Guerra, Ignacio Rengifo, el general manifestó que la medida que había tomado obedecía a que para él siempre estaba de por medio la salud del pueblo consumidor.

¡qué Buen sentido del HuMor teníA el generAl! Después del alboroto ocasionado por la ingesta de una des-

compuesta bebida, el 28 de febrero el diputado conservador por Ciénaga, Rafael Rovira Bolaño, el mismo que había empalmado investigaciones sobre lo ocurrido con el tribuno liberal Jorge E. Gaitán, en sesión oficial de la Duma requirió al sanguinario militar por la desenfrenada actuación ante la masa inerme de los traba-jadores. Lo mismo hizo el diputado liberal Antonio Garizábalo. El pueblo agradeció a Rovira con un estribillo:

Sólo Rovira habló De tanta tragedia encima Con voz dura que llegó Hasta el Alto de la Mina

El doctor Rovira acusó En mitad de la Asamblea Y aun cuando usted no lo crea Todo el mundo se calló (Herrera Soto, Roberto; Romero Castañeda, Rafael.

La Zona Bananera del Magdalena. 1979)

También responsabilizaron al Gobierno y al Ejercito Nacional por lo ocurrido, Alberto Castrillón, en un informe presentado ante el Congreso Nacional, el que luego fue convertido en un pequeño libro denominado 120 días bajo el terror militar (1929); Jorge E. Gai-tán, en espléndidos debates ante el Congreso de la República, el alcalde de Ciénaga, Víctor M. Fuentes; Gregorio Castañeda Aragón, un poeta que publicó sus Papeles de la huelga del Magdalena en 1928’; los abogados magdalenenses, Manuel Robles, Rafael Campo y Lanao Loayza, y algunos medios de comunicación escrita, como El Tiempo y El Espectador, entre otros.

Al tribuno J. E. Gaitán, la poética popular le construyó una déci-ma que dice de la siguiente manera:

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Resuelto el negro Gaitán Denunció aquella matanza Que la tropa nacional Esa horda de matones Al mando de un atarván Enlutó la zona un día Que desde la fría capital Con instrucciones en vía Como un engendro del mal El presidente Abadía. (Crisol Santos, José. Vademécum de la poesía popular. 1935)

Antes, en uno de los juzgados de Ciénaga, el señor vicepresiden-te de la United Fruit Company, declaraba el 9 de diciembre, bajo juramento, que: “Gracias a la oportuna intervención de los militares, se logró que las pérdidas no ascendieran a grandes cantidades”.

La Compañía pasaba por su mejor momento exportador, con más de diez millones de racimos al año. Lo de la masacre no había sido más que un escueto “accidente”.

Cortes vArgAs: direCtor de lA PoliCiA nACionAlEl Gobierno nacional procedió a recompensar los méritos del efi-

caz “Pacificador de las Bananeras”. Fue nombrado director de la Policía Nacional. Su cruel prestigio

afloró de nuevo durante las jornadas cívicas de los estudiantes con-tra la corrupción en Bogotá, en el mes de junio de 1929, en las que los estudiantes pusieron los muertos. En esta ocasión quienes lo habían apoyado lo dejaron en el ostracismo.

Como lo ha dicho Jacques Joset: “El masacrar a los rebeldes no sirve de nada si no se mata a la vez la crónica de la masacre”.

Es decir: se impuso la ley del olvidadizo silencio. El desmemo-riado discurso oficial ha ido sustituyendo tanto la verdad histórica como la memoria popular.

Pareciera que no hemos tenido el tiempo para aprender de lo ocurrido en 1928 a hombres y mujeres de carne y hueso. Fue en-tonces cuando la sinuosidad de la hipocresía renació en el roman-cero de la zona bananera:

Digamos las cosas buenas/ Que esta huelga nos dejó La quema de Las Colmenas/ y tanta puta que huyó

Adiós a las borracheras/ De trago fino y acordeón Ahora en las bananeras/ No se gasta en el cumbión

Ya no queman los billetes/ Como fue en otra ocasión De batirse a los machetes/ Con razón o sin razón. (Coplas recolectadas por Abimael Caballero Sierra)

Lamentablemente, para la vitalidad de nuestra memoria históri-ca los recuerdos de la ignominia del capital monopólico extranje-ro han quedado como desperdigadas piezas de un rompecabezas que nos incomoda rearmarlo.

el MonuMento de ArenAs BAtAnCourt A los Mártires BAnAnerosPoca cosa se quiere saber ahora de la cetrina figura de un hom-

bre hecho de metal empuñando un ancho machete en el centro de la añosa Estación del Ferrocarril de Ciénaga. La portentosa escultura -elaborada por don Rodrigo Arenas Betancur- se erige mirando al cielo, desenterrando la tenaz dignidad de los expoliados del banano.

Como delatando que donde hubo la mayor riqueza también hubo la más cruel pobreza. Siempre ha sido de esta manera con la

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fruta del banano: Paraíso para unos cuantos e infierno para muchos. En el amanecer del siglo XXI solo pocos palpan la portentosa escul-

tura como algo que tiene que ver con la identidad cienaguera. Con profunda sabiduría de gran poeta popular, Endaldo Cantillo Malbello ha entregado para el recuerdo, entre tantos, los siguientes versos:

En la antigua Estación el mártir allí se encuentra, Y el caso lo lamenta todo el de buen corazón, Lo que más causa impresión es ver un hombre desnudo, Obrero de trabajo rudo empuña en su mano un machete, No tiene un brazalete tampoco tiene un escudo Ciénaga, en recordación tiene allí ese monumento, Donde sucedió el sangriento desastre del pelotón, El nombre del Batallón es Córdoba José María, En reverso está en mi poesía el nombre del General Y como un recuerdo casual lo tiene la Infantería.

Tal vez nunca sabremos el número exacto de muertos y de he-ridos en la Plaza de la Estación de Ciénaga. Nunca sabremos cuán-tos fueron nacidos en estas tierras y cuántos en otros lares. Pero las cifras se tornan intrascendentes si entendemos lo que realmente ocurrió en la zona bananera durante los tiempos de la desgracia.

El general Cortés Vargas reconoció que murieron 47 personas, una cifra de todas maneras espeluznante (Eduardo Posada Carbó.

2003). Otros hablaron de cientos y hasta de miles. No importa uno más o uno menos, cien más o cien menos... Lo que sí importa es que ochenta años después la memoria colectiva se ha venido des-vaneciendo ante la crudeza de la historia.

Nuestros jóvenes no saben a ciencia cierta lo que ocurrió el 6 de diciembre de 1928. Mucho menos las razones. Pareciera que los suce-sos de las bananeras no hicieran parte de nuestra identidad. Los he-chos quieren ser contados sin una trama contradictoria de intereses.

Sin héroes... sin villanos. Ni muertos ni heridos. Sin detenidos ni otras fatales consecuencias. El golpeteo del tiempo ha terminado imponiendo la versión oficial: nunca ha pasado nada en “Macondo”. Es por eso que la antigua ciudad de San Juan del Córdoba sigue siendo una ciudad feliz...

De la mano de don Pablo Neruda, diremos que: “Aunque los pasos toquen mil años este sitio, no borrarán la sangre de los que aquí cayeron”.

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LA MASACRE DE LAS BANANERAS

(Notas finales)

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A PROPÓSITO DE LA SEMANA POR LA MEMORIA, donde se pre-tende recordar las víctimas de la violencia colombiana de los últi-mos 25 años, me permito resaltar la importancia de la verdad en los procesos de construcción de una verdadera democracia.

No apoyo la peregrina idea que “la mentira es la mejor manera de evitar la venganza”, cuando siempre he considerado que es el diálogo inteligente la mejor forma para que se puedan entender los hechos históricos, formando ciudadanos responsables, no con historias simples y mentirosas para infantes, sino considerando las complejidades de los ciudadanos adultos.

Por lo tanto, quienes sostienen que “…el pasado, por lejano, es preciso no revolverlo, para así evitar una innecesaria venganza…”, no ven las categorías históricas como esclarecedoras, sino como simples rumores sin contenidos.

Esta es una forma simplista de vernos y un deseo deliberado de no darle una sana sepultura a los muertos, sino aplazar su sepelio para que el tiempo degrade los hechos y todo se confunda o se olvide en la desmemoria histórica.

En consecuencia, hay hechos que son ineludibles e inolvidables. La Masacre de las Bananeras debe ser uno de éstos.

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1928 Y LOS HIJOS DEL OLVIDO

GUILLERMO DE LA HOz CARBONÓColumna “EL GRAzNIDO”

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Este año se cumplen ochenta años de esta infamia y tenemos que evocar la forma salvaje como se “solucionó” el justo pliego de peticiones de los huelguistas.

En palabras del torvo general Carlos Cortés Vargas y otros oscuros personajes de la época, se reprimió a una “cuadrilla de malhechores” que impedía el tránsito de trenes y desconocieron las autoridades legalmente constituidas. Entonces, era necesario proceder rápida y enérgicamente y autorizar el exterminio. Las calumnias funciona-ron, se decretó el estado de sitio y las condiciones se dieron para justificar “legalmente”, no legítimamente, la ignominia.

Revisando los nueve puntos del pliego se aprecia que eran con-quistables y, además, en varios documentos históricos se demues-tra que la huelga fue pacífica, y buscaba justas reivindicaciones laborales, que en su mayoría ya estaban contempladas en las inci-pientes normas sobre derecho laboral y la seguridad social.

Siendo justo con los hijos del olvido, condenados de antemano, vilipendiados y calumniados en esa fatal jornada y en los ignomi-niosos 120 días siguientes a la masacre, deberíamos integrarlos ple-namente en la memoria colectiva, buscando una mejor posición en nuestra juventud y en general en nuestra atribulada historia.

Así la rehabilitación se puede constituir en una verdadera revo-lución ética que permita hacer madurar a los seres humanos, los pueblos y las sociedades, liberándolos de la prisión o la degrada-ción de las palabras calumniosas, para ascender a otros niveles de existencia histórica.

En cuanto al general Carlos Cortés Vargas y su pelotón de fu-silamiento, así como esa oligarquía nacional y regional que esta-ban al servicio de la multinacional, deberíamos recordarlos en la historia como un claro ejemplo de que las categorías obediencia debida y servilismo abyecto, respectivamente, han posibilitado las más vulgares barbaries en la historia. En este sentido, se debe resaltar que en un verdadero Estado de Derecho el concepto de obediencia debida debería ser suprimido del diccionario de la

vida moral, en aras de rescatar la dignidad humana.En este punto es pertinente recordar a Monstesquieu, gran pen-

sador del Estado de Derecho, quien nos legó la siguiente perla éti-ca: “El lenguaje del honor era el lenguaje de la monarquía y el len-guaje de la democracia era el de la igualdad”, esta última es la que necesitamos, más en estos tiempo de degradación del lenguaje.

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SE IMPULSÓ EN LA RECIENTE CONMEMORACIÓN de los 80 años de la lucha de los trabajadores y de rechazo a nefasta masacre en las bananeras, propiciar una concidencia unificada entre la memo-ria nacional y la memoria histórica, sobre estos acontecimientos cruciales, para comprender mejor el presente y orientar patriótica-mente nuestros esfuerzos para que no se repitan hoy y en el futuro, los errores del pasado.

Queda claro para el país y el mundo, en el caso de las banane-ras, que las transnacionales (Chiquita Brands, Dole Standard Fruit Co. y Del Monte Corporation) se quedan con el 88.5% del pro-ducto bananero. A los cultivadores nacionales les queda el 9.5% y a los trabajadores el pírrico 2%. Las masacres del Magdalena y Urabá, directamente o por inanición, van paralelas con el cada vez mayor enriquecimiento de las empresas de E.U. y el mayor empo-brecimiento de productores y trabajadores nacionales del sector.

Con el libre comercio y la globalización, los pulpos internaciona-les, quieren que esa distribución del ponqué bananero sea mucho mas favorable a sus intereses.

Su estrategia neoliberal es propiciar el enfrentamiento entre los productores nacionales y sus trabajadores. Los saqueadores extran-jeros, incrementan sus ganancias con el control del mercado mun-

dial, incluido el mercado al detal. Expanden la producción con cré-ditos a los productores y le compran al que mas barato les venda.

En el caso de las carboneras se presentan enormes similitudes. Unas pocas transnacionales (Drummond, BHP Billinton, PLC An-gloAmerican, Glencore y Xstrata) se apoderan de nuestras minas en El Cerrejón, en la Guajira, en la Jagua y en La Loma en el Cesar, entre otras, con el beneplácito del Gobierno para hacer lo mismo que en las bananeras.

Con la desregulación neoliberal, es decir, sin el control del Go-bierno Colombiano, reportan exportaciones de 55 millones de to-neladas de carbón en el 2006, de 70 millones de toneladas en el 2007 y se aproximan aceleradamente a los 100 millones de tonela-das en el 2008.

Dejan unas migajas de regalías que oscilan entre el 5% y el 10%, para un promedio del 9% del valor del saqueo carbonero. Es decir, a las transnacionales de E.U. y Suiza les queda un ponqué del 91%. Mas alto que el 88.5% en el caso de las bananeras.

Prodeco (Glencore) ha dilatado desde 1999, las negociaciones de 5 pliegos de peticiones de los trabajadores agrupados en Sin-tramienergetica. A pesar de la aprobación de las conciliaciones por parte de la Corte Suprema de Justicia imponen su Ley de no pago de los aumentos de 2006, 2007 y 2008, de los salarios mas bajos del mundo del riesgoso trabajo en las carboneras.

Los trabajadores de SintraCarbón negocian un pliego petitorio con Carbones de El Cerrejón (BHP Billinton, PLC AngloAmerican y Xstrata) en el cual incluyen sus reivindicaciones, las de miles de tra-bajadores vinculados con tercerias (como con los trabajadores ba-naneros y de la caña) y con reclamaciones justas por los perjuicios ambientales a comunidades como las de Tabaquitos, Roche, Chan-qleta y Patilla en la Guajira. La dilación sigue el ejemplo de Prodeco, para que sigan intactas o se incrementen sus inmensas ganancias.

Y como si fuera poco, la Drummond, anuncia la continuidad de la superexplotación del gas, con el yacimiento mas grande del

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DE LAS BANANERAS A LAS CARBONERAS

HERNÁN PÉREz zAPATA

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mundo, encontrado en los huecos que nos quedan del saqueo de los carbones del Cesar. Todo con el beneplácito del Gobierno y la aplicación anticipada del TLC impuesto por E.U. al Gobierno Colom-biano. Para eso es el TLC que el Presidente Uribe y su equipo entre-guista de Gobierno quieren con E.U.

Que no se repitan las masacres continuadas de las bananeras en el caso de las carboneras y que el Gobierno Colombiano acabe con sus políticas de entrega de nuestras riquezas a los pulpos multina-cionales del banano y el carbón.

N OTA S

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NOtAS

SOBRE EL COMPILADOR

HERNÁN PÉREZ ZAPATA. Ing. Agrónomo (U.N, Medellín, 1964); MSc. Comunicaciones (Iowa State University (EE.UU., 1969); ExProfesor Titular (P) (Univ. del Magdalena, Santa Marta, 1975-2009); ExDecano Ciencias Agrarias UPTC, ExPresidente ACIEAS (Asoc. Colombiana de Instituciones Educación Agrícola Superior); ExPresidente y Secretario Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos, ACIA (1970-2003); ExDecano y Profesor Asociado Ciencias Agra-rias UPTC, Tunja, Boyacá (1972-75); ExDirector Nacional y Regional Comunicaciones ICA, Bogotá y Medellín (1964-1971). ExPresidente ACIA (Asociación Colombiana de Ingenieros Agrónomos); Fiscal ASECA UN Medellin y de SIADA (Sociedad de Ingenieros Agrónomos de Antioquia); Participante tres meses en Seminario Curso Cooperativismo Agrario en Israel; Miembro de las Dignidades Agropecuarias Colombianas, ACIA, SIADA y ASECA-U.N, Mede-llín. Actual Director Periódico Digital INFOAGRO COLOMBIA (www.infoagrocolombia.com). E-mail: [email protected], [email protected]

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90 AÑOS DE LA MASACRE EN LAS BANANERAS DEL MAGDALENA

Una publicación de INFOAGRO COLOMBIAwww.infoagrocolombia.com

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MASACRE EN LAS BANANERAS I 90 AÑOS

116DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN: Elkin J. CALLE CORTÉS

Una publicación de INFOAGRO COLOMBIA /2018

I www.infoagrocolombia.com I

ProMeteo de lA liBertAd / EsculturaUbicado en la Plaza de los Mártires de Ciénaga, el monumento rinde un sentido homenaje a los mártires de las bananeras y al sindicalismo colombiano: un trabajador con un machete en alto, en actitud digna y desafiante, recuerda a los jornaleros de la zona y a los trabajadores colombianos. La escultura fue elaborada por el maestro Rodrigo Arenas Betancourt (1919-1995) en conmemoración del cincuentenario de la masacre.

Con una gran movilización nacional e internacional de dirigentes de organizaciones sindicales, sociales, académicas y políticas, acompañados de autoridades y ciudadanía de Ciénaga y el Departamento del Magdalena, se conmemoró hace ya diez años el 80º aniversario de la huelga y la cruenta masacre de 1928.

La historia de estas luchas y de la horripilante masacre perpetrada por el Gobierno Colombiano en defensa de los intereses de la United Fruit Company, hoy Chiquita Brands Continental Company, quedó consignada en dos libros de un nutrido grupo de autores e investigadores: “80 AÑOS DE LA LUCHA y MASACRE EN LAS BANANERAS” y “MEMORIA DE UNA EPOPEyA”, para que las futuras generaciones tengan amplia documentación sobre los atropellos cometidos contra la vida y los derechos sindicales de los principales creadores de riqueza, los trabajadores.

El presente volumen constituye un modesto aporte adicional al cumplirse otros diez años de los nefastos acontecimientos.

90 AÑos DE LA MASACRE EN LAS BANANERASDEL MAGDALENA

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