medir, amojonar, repartir: territorialidades y …

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Volumen 36, Nº 2, 2004. Páginas 483-494 Chungara, Revista de Antropología Chilena MEDIR, AMOJONAR, REPARTIR: TERRITORIALIDADES Y PRÁCTICAS DEMARCATORIAS EN EL CAMINO INCAICO DE ATACAMA (II REGIÓN, CHILE) MEASURING, POSTING, ALLOCATION: TERRITORIALITY AND DEMARCATION PRACTICES ALONG THE ATACAMA INKA ROAD (II REGION, CHILE) Cecilia Sanhueza Tohá* A partir del registro arqueológico de los caminos incaicos de la antigua región de Atacama (II Región, Chile), se desarrolla un análisis etnohistórico interpretativo de los denominados hitos, mojones o topus, identificados como un rasgo característico de la vialidad estatal. Desde los antecedentes aportados por la literatura colonial y los vocabularios indígenas, se incursiona en los contenidos semánticos asociados a este tipo de estructuras, estableciendo que estos aparentes señalizadores de ruta podrían estar expresando la aplicación de complejos mecanismos andinos de medición o de regulación de prácticas de desplazamiento en el Capac Ñan, así como de organización de territorialidades o espacios sociales. Palabras claves: camino del Inka, sistemas de medición, territorialidades andinas. Starting from archaeological records of Inka roads in the old Atacama region (2 nd Region, Chile), I develop an interpretative ethnohistoric analysis concerning the so called landmarks, mojones or topus, which are been identified as typical traits of the Inka road system. Information obtained from Colonial literature and native vocabularies is used to explore semantic contents related to this kind of stone structures. It is proposed that these road-markers expressed either the application of complex, Andean mecha- nisms of measuring, the regulation of mobility practices through the Capac Ñan or some organizational principles of social terri- toriality. Key words: Inka road, system of measuring, Andean territoriality. * Universidad de Chile. [email protected] Recibido: febrero 2004. Aceptado: agosto 2004. El deslinde o “amojonamiento” de territorios es frecuentemente mencionado en las crónicas his- panas como una de las prácticas políticas distinti- vas del Tawantinsuyu. Según las fuentes colonia- les, el Inka redistribuía y amojonaba los espacios socioproductivos de las “provincias” en función de los intereses del culto oficial y del Estado, estable- ciendo aquellos que serían de usufructo estatal, regional o local. Más allá de las particularidades de cada región, y de la mayor o menor intensidad del dominio incaico local, ésta constituía una es- trategia recurrente e institucionalizada que impli- caba la apropiación y control no sólo de recursos, sino también de ciertos espacios políticos, socia- les y rituales (Murra 1999). La tradición oral cuzqueña suele mitificar y sacralizar la expansión estatal como un proceso de “demarcación” progresiva de los territorios, donde la figura del Inka adquiere el carácter del “diseñador” o el gran “ordenador” de la arquitec- tura espacial del Tawantinsuyu (Pease 1978). Se- gún los relatos míticos fundacionales del Cuzco y de los posteriores procesos de conquista, el Inka, al tomar posesión de una nueva “provincia”, di- señaba o “pintaba”, “medía”, “amojonaba” y “re- partía” sus territorios y recursos, estableciendo así un nuevo ordenamiento del espacio social y pro- ductivo (Betanzos [1557] 1987). Las narraciones sobre el diseño y construcción de la red vial o Capac Ñan parecen inscribirse también en este modelo ritualizado del proceso de conquista. Los caminos, simbólicamente concebidos como los ejes en torno a los cuales se ordenaban y organi- zaban las “provincias” y poblaciones del Tawan- tinsuyu, eran diseñados o “pintados”, y luego “medidos” y “amojonados” (Betanzos 1987:81, 90; Cieza [1553] 1985:41-42). No obstante el profundo contenido mítico y metafórico de estos relatos, y su estrecha vincula- ción con una concepción sacralizada del espacio geográfico, la administración española en ciertos casos reconoció o validó las demarcaciones incai-

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483Medir, Amojonar, Repartir: Territorialidades y Prácticas Demarcatorias…Volumen 36, Nº 2, 2004. Páginas 483-494

Chungara, Revista de Antropología Chilena

MEDIR, AMOJONAR, REPARTIR: TERRITORIALIDADESY PRÁCTICAS DEMARCATORIAS EN EL CAMINO

INCAICO DE ATACAMA (II REGIÓN, CHILE)

MEASURING, POSTING, ALLOCATION: TERRITORIALITYAND DEMARCATION PRACTICES ALONG THE ATACAMA

INKA ROAD (II REGION, CHILE)

Cecilia Sanhueza Tohá*

A partir del registro arqueológico de los caminos incaicos de la antigua región de Atacama (II Región, Chile), se desarrolla unanálisis etnohistórico interpretativo de los denominados hitos, mojones o topus, identificados como un rasgo característico de lavialidad estatal. Desde los antecedentes aportados por la literatura colonial y los vocabularios indígenas, se incursiona en loscontenidos semánticos asociados a este tipo de estructuras, estableciendo que estos aparentes señalizadores de ruta podrían estarexpresando la aplicación de complejos mecanismos andinos de medición o de regulación de prácticas de desplazamiento en elCapac Ñan, así como de organización de territorialidades o espacios sociales.

Palabras claves: camino del Inka, sistemas de medición, territorialidades andinas.

Starting from archaeological records of Inka roads in the old Atacama region (2nd Region, Chile), I develop an interpretativeethnohistoric analysis concerning the so called landmarks, mojones or topus, which are been identified as typical traits of the Inkaroad system. Information obtained from Colonial literature and native vocabularies is used to explore semantic contents related tothis kind of stone structures. It is proposed that these road-markers expressed either the application of complex, Andean mecha-nisms of measuring, the regulation of mobility practices through the Capac Ñan or some organizational principles of social terri-toriality.

Key words: Inka road, system of measuring, Andean territoriality.

* Universidad de Chile. [email protected]

Recibido: febrero 2004. Aceptado: agosto 2004.

El deslinde o “amojonamiento” de territorioses frecuentemente mencionado en las crónicas his-panas como una de las prácticas políticas distinti-vas del Tawantinsuyu. Según las fuentes colonia-les, el Inka redistribuía y amojonaba los espaciossocioproductivos de las “provincias” en función delos intereses del culto oficial y del Estado, estable-ciendo aquellos que serían de usufructo estatal,regional o local. Más allá de las particularidadesde cada región, y de la mayor o menor intensidaddel dominio incaico local, ésta constituía una es-trategia recurrente e institucionalizada que impli-caba la apropiación y control no sólo de recursos,sino también de ciertos espacios políticos, socia-les y rituales (Murra 1999).

La tradición oral cuzqueña suele mitificar ysacralizar la expansión estatal como un procesode “demarcación” progresiva de los territorios,donde la figura del Inka adquiere el carácter del“diseñador” o el gran “ordenador” de la arquitec-tura espacial del Tawantinsuyu (Pease 1978). Se-

gún los relatos míticos fundacionales del Cuzcoy de los posteriores procesos de conquista, el Inka,al tomar posesión de una nueva “provincia”, di-señaba o “pintaba”, “medía”, “amojonaba” y “re-partía” sus territorios y recursos, estableciendo asíun nuevo ordenamiento del espacio social y pro-ductivo (Betanzos [1557] 1987). Las narracionessobre el diseño y construcción de la red vial oCapac Ñan parecen inscribirse también en estemodelo ritualizado del proceso de conquista. Loscaminos, simbólicamente concebidos como losejes en torno a los cuales se ordenaban y organi-zaban las “provincias” y poblaciones del Tawan-tinsuyu, eran diseñados o “pintados”, y luego“medidos” y “amojonados” (Betanzos 1987:81,90; Cieza [1553] 1985:41-42).

No obstante el profundo contenido mítico ymetafórico de estos relatos, y su estrecha vincula-ción con una concepción sacralizada del espaciogeográfico, la administración española en ciertoscasos reconoció o validó las demarcaciones incai-

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cas como deslindes jurisdiccionales. Así también,sus caminos fueron descritos por los viajeros y cro-nistas como un complejo sistema vial organizadoy señalizado según determinadas técnicas de me-dición de distancias (Bertonio [1612] 1984; Cie-za 1985; González Holguín [1608] 1952; GuamánPoma 1992).

¿A partir de qué categorías culturales se orga-nizaban estos sistemas de demarcación, medicióny organización de espacios, territorialidades y dis-tancias?

La materialidad de la vialidad estatal y su in-fraestructura asociada (tambos, chasquihuasis, hi-tos demarcatorios, apachetas u otras manifestacio-nes viales de carácter logístico o ritual) da cuentade determinadas estrategias de organización y con-trol de espacios o territorios, así como de regula-ción de la circulación de hombres y recursos (Hys-lop 1992). La posibilidad de establecer una relacióndialógica entre esa materialidad y la documenta-ción histórica permite aproximarse a los fundamen-tos ideológicos y categorías culturales que susten-taron estas prácticas de organización del espacio,y aportar a un análisis sobre las formas de dominiopolítico, social y económico utilizadas por elTawantinsuyu.

Desde esta perspectiva, nuestro propósito esabordar y discutir la aplicación de ciertas prácticasespecíficas de demarcación territorial en los cami-nos incaicos de la antigua Atacama (II Región, Chi-le), particularmente en las zonas del río Loa Supe-rior y del gran Despoblado. Según el registroarqueológico efectuado en varios tramos de cami-nos de esta extensa región desértica, la presencia deestructuras de piedra denominadas “hitos”, “mojo-nes” o “tupus” constituye un componente caracte-rístico de la vialidad incaica y suele atribuirse a unafinalidad de señalización de la ruta (Hyslop 1992,Niemeyer y Rivera 1983). Sin desmedro de esa fun-cionalidad, creemos que estos dispositivos manifies-tan lo que podría ser una nomenclatura bastante máscompleja, asociada a mecanismos de medición y de-marcación de territorios, y a formas de organiza-ción espacial del desplazamiento en el Capac Ñan.

“Hitos”, “Mojones” o “Tupus”.Una Primera Lectura Arqueológica y

Etnohistórica Comparativa

El camino incaico que recorre longitudinal-mente la región del río Loa, desde Lasana hacia

el norte, está trazado en plena pampa desérticapor la ladera oeste del cañón, en forma más omenos paralela a su curso. En algunos de sus tra-mos es posible observar la presencia de apilamien-tos o columnas de piedras, emplazadas a uno o aambos costados del camino. En ciertos casos setrata de hitos de factura aparentemente improvi-sada; en otros, de estructuras troncopiramidaleso cilíndricas cuidadosamente elaboradas (Beren-guer et al. 2004) (Figuras 1 y 2). En términos ge-nerales, coinciden con las descripciones efectua-das por diferentes autores en el extenso tramodel camino incaico del Despoblado de Atacama,ubicado más al sur (Hyslop 1992; Niemeyer yRivera 1983).

Los “hitos” o “tupus” han sido definidoscomo estructuras de piedra de tamaños variables(con una altura promedio de 1 m), que puedenpresentarse en forma aislada o solitaria a uno uotro costado del camino; o en parejas, dispues-tas en ambos extremos. Su distribución suele sermuy irregular, habiendo segmentos de varios ki-lómetros en que prácticamente no se registran, yotros donde se suceden en espacios reducidos,incluso en fracciones de kilómetro. De allí quese haya concluido que estaban destinados a ser-vir de guía o señalización de la ruta (Niemeyer yRivera 1983:139-143). Hyslop, por su parte, se-ñala que este tipo de hitos constituye una técni-ca incaica especialmente aplicada en superficiesdesérticas y arenosas. Los define como pilas depiedra que, originalmente, fueron pequeñas co-lumnas de aproximadamente un metro de altura,que indicaban el camino. Concluye que éstas nopueden considerarse como tupus (o asociarse asistemas de medición), puesto que en algunostramos están situadas en forma muy irregular ocon mucho mayor frecuencia de lo que podríaesperarse, según fueron descritas por los cronis-tas (1992:61, 174).

Por su parte, Lynch (1995:191-192), al regis-trar este tipo de estructuras en los caminos delDespoblado y de la zona de Río Grande y Catarpe(San Pedro de Atacama), aporta una interpretacióndiferente al consignar que, al menos en ciertos ca-sos, estos hitos podrían estar deslindando distritosadministrativos o señalando una determinada or-ganización territorial para la construcción y man-tenimiento del camino. Sin embargo, hasta el mo-mento, no se ha llevado a cabo una investigaciónarqueológica sistemática al respecto.

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Figura 1. Hitos o columnas en el camino incaico del río Loa (Lasana).Columnar landmarking in the Inka road on the Loa river (Laspana).

Figura 2. Detalle de hito en el camino incaico del río Loa (Lasana).Detail of a landmark in the Inka road on the Loa river (Lasana).

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Una Discusión desde la Etnohistoria. ElCamino del Inka como un Sistema “Medido”

Frecuentemente, el Capac Ñan es definido porlos cronistas coloniales como un camino cuyas dis-tancias estaban medidas y señalizadas. GuamánPoma destaca este aspecto, entre otros (como suancho y su rectitud) como los que otorgaban unaparticular identidad a los caminos incaicos:

Con su legua y medida amojonado y señala-do, cada camino de ancho quatro uaras y porlos dos lados puesto piedras que ua derecho,que no a hecho en todo el mundo los rreyscomo el Ynga (Guamán Poma, 1980:327. Aquíy siguientes citas, el destacado es nuestro).

Traducidas a categorías hispanas, estas medi-ciones y los hitos que las señalaban, fueron llama-das “leguas del Inka” y se les atribuyó una deter-minada equivalencia con las unidades de mediciónespañolas:

Y en muchos lugares, como es en el Collao yen otras partes, avía señales de sus leguas, queeran como los mojones de España con queparten los términos, salvo que son mayores ymejor hechos los de acá: a estos tales llaman“topos” y uno dellos es una legua y media deCastilla (Cieza 1985:41).

Más abajo discutiremos la pertinencia de estainterpretación europea de los sistemas andinos demedición. Por de pronto, nos interesa destacar aquíque los caminos incaicos eran entendidos (por cro-nistas de tradición indígena y española) como unsistema vial “medido”.

El Tupu. Aproximacionesa la “Medida” Incaica

El término topo o tupu, al parecer de origencuzqueño, es el más frecuentemente asociado alos sistemas de medición incaicos. Se aplicabatanto a superficies territoriales como a longitu-des o distancias de camino. Sin embargo, tupu,tanto en quechua como en aymara, alude al con-cepto genérico de “medida”, pero no correspon-de necesariamente a una unidad de medición enparticular (Bertonio 1984; González Holguín1952:347).

La medición de superficies productivas en elmundo andino consideraba distintos factores rela-tivos a la calidad y condiciones del suelo, a susrequerimientos técnicos, a la energía humana y altiempo que su explotación requería. La extensiónde un tupu, por tanto, era relativa y variable, y nocorrespondía a una dimensión preestablecida, comointentaron adjudicarle los españoles (Murra1975:215). Al parecer, la voz tupu, que apela ge-néricamente a la “medida” o “medición” oficialcuzqueña, se había generalizado en los Andes conla expansión y la organización del sistema produc-tivo estatal. De allí que sea la que aparece más fre-cuentemente asociada al camino Real o del Inka.Incluso, en la lengua aymara se utiliza el términotupu tanto para referir a la aplicación de este tipode mediciones como para denominar al camino pro-piamente tal:

Tupu: Legua de Camino a la medida del InkaTupu: Camino realCamino real: tupu (Bertonio 1984:113, 365)Si el camino estatal es caracterizado como un sis-tema “medido”, ¿de qué categorías de mediciónde distancias se trata?

Una revisión preliminar de las categorías an-dinas de medición y una aproximación lingüísticaa las denominaciones aplicadas por el quechua yel aymara al respecto, nos introduce en un com-plejo campo de significados que parece operar ocompartir ciertos principios similares.

Tupus, Sayhuas, Chutas.Categorías y Dispositivos de Medición y

Demarcación del Espacio

En quechua y sobre todo en aymara, las anti-guas denominaciones relativas a formas de medi-ción son múltiples y variadas (Rostworowski1981). Sin embargo, destacan en ambas lenguas,además de tupu, las voces sayhua y chuta. En losvocabularios coloniales, estos términos (entreotros) incorporan dentro de un mismo campo se-mántico la “medición” y el “amojonamiento” detierras o superficies y de distancias de camino.Generalmente se los relaciona con la técnica delapilamiento de piedras y, particularmente cuandose hace referencia a la vialidad estatal, son defi-nidos como el “mojón” que indicaba las “leguas”del camino del Inka.

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Sayhua: Mojón de tierrasSayhuani sayhuacuni: amojonar tierra, hacer lin-derosQuellinca, sayhua, chuta: el montón de piedraspuesto por mojónChuta Cazqui: la medida pública de tierras que erauna braçaChuta, Sayhua: término en cada cien braças de tie-rra en quadro. Y señal de las leguasChutatha, sayhuatha: ponerle y señalar las leguasde camino, como hazían en tiempo del Inga (Ber-tonio 1984; González Holguín 1952).

Aparentemente, el tupu, como concepto gené-rico se aplicó en las distintas regiones, respetandolos mecanismos o prácticas de medición localesque tenían sus propias denominaciones (Murra1975:214; Rostworowski 1981). Según la informa-ción entregada en 1542 por los quipucamayocs dePacariqtambo, el Inka Viracocha les había ordena-do “que hubiese topos de leguas en los caminosreales, por medidas de varas, que ellos llaman cho-tas [chutas]” (Urton 1984:37). Esta variedad dedenominaciones, de la cual sólo hemos tomado al-gunas, permite suponer que los principios de me-dición, al menos aquellos relativos a los caminos,eran compartidos.

La “Legua del Inka”. Una revisión

En su ilustración sobre los “caminos reales”,Guamán Poma destaca la presencia de columnasde piedra asociadas a las rutas, que parecen repre-sentar los “mojones” o “topus” descritos por loscronistas (Figura 3). Sin embargo, aunque descri-be al Capac Ñan como un camino amojonado “consu legua y medida”, no atribuye a esta última unaextensión determinada (1992:326-327).

Como sostiene Rostworowski (1981:386), eltupu, como medida de distancia, no correspondía auna unidad de longitud preestablecida. Sus dimen-siones variaban según la topografía y dificultad delterreno, y de acuerdo a la combinación de los facto-res tiempo y energía que implicaban los recorridos.Por otra parte, una serie de prácticas culturales po-dían determinar o incidir en la organización de losdesplazamientos. Según la experiencia consignadapor A. Raimondi en el Perú del siglo XIX, la admi-nistración de la energía humana a través del consu-mo de coca, podía constituir un criterio de mediciónde tiempos y distancias. El período de acción o efecto

que ésta tenía sobre el caminante –y la distancia re-corrida en ese lapso– se denominaba “cocada”, yrepresentaba un principio o unidad de medición deacuerdo al cual se organizaban los trayectos y loslugares de descanso. Estos últimos, sin embargo, noparecen haber sido aleatorios, sino que estaban pre-viamente establecidos a partir de criterios espacia-les asociados a las prácticas rituales del viaje:

...tienen sus lugares fijos y determinados parahacer sus descansos y reemplazar la coca ago-tada con otra nueva; y como para esto esco-gen siempre un lugar algo abierto o la cum-bre de una cuesta, sucede que unas cocadasson más largas que otras; en cuyo caso los hevisto llegar sumamente fatigados al lugar dedescanso... (Raimondi, citado por Rostwo-rowski 1981:386).

El acto de “escupir” la coca para ofrendarla ycambiarla por otra nueva se realizaba en lugares

Figura 3. Estructuras de piedra asociadas a los caminos reales(Guamán Poma 1992:326).Stone structures associated to royal Inca roads (Guamán Poma1992:326).

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distintivos y de evidente significación ceremonial.Incluso, en la actualidad, los lugares de descanso o“paradas” de los caravaneros altiplánicos se corres-ponden con los espacios destinados al ritual, con-virtiéndolos en puntos de la ruta que organizan lositinerarios o jornadas de camino (Nielsen 1997:352,355). En este sentido, distancia, tiempo, energía yritualidad, podían ser factores o criterios estre-chamente vinculados a las prácticas que regulaban,organizaban o “medían” el desplazamiento en losAndes.

Otra perspectiva para aproximarse a los signi-ficados de la “legua del Inka” proviene de la orga-nización del sistema de chasquis o emisarios delTawantinsuyu. Según se desprende de un litigio detierras de 1583, chasqui o chasque, en el “reinoColla”, remitía a una determinada unidad o refe-rente para la medición de distancias. En sus decla-raciones, los testigos indígenas utilizaban el chas-que para contabilizar las distancias que separabana un punto de otro. Tal pueblo o lugar se ubicaba a“poco menos que un chasque”, o como a “tres chas-ques”, o “como un chasque de los que ponía el inga”(Espinoza Soriano 1987:280).

Por cierto, esta categoría de medición presen-taba dificultades a la administración española, queintentaba traducirla a sus sistemas propios de men-sura, incurriendo en apreciaciones muy distintas.Varios cronistas definen al tupu como la distanciaque podía recorrer un chasqui a alta velocidad, y leasignan equivalencias a “un cuarto de legua”, “me-dia legua” o “legua y media” de las de Castilla (San-tillán [1563] 1879:40; Guamán Poma 1992:323;Acosta [1590] 1954). Las Casas, por su parte, se-ñalaba que el recorrido de los chasquis o “legua”,abarcaba “mil pasos” (1892:170), y Murúa le asig-naba también una medida más específica:

Caminaban corriendo y, cuando menos, quinceo diez y seis leguas cada día y las leguas sonlarguísimas, según la cuenta del Ynga, porquellegan de cinco a seis mil pasos, y por caminostan fragosos y ásperos… ([1613]1987:364).

Aunque el factor tiempo no era ajeno al siste-ma de mediciones europeas del siglo XVI (puestoque la “legua castellana” se basaba principalmenteen la distancia caminada regularmente en una hora),se propendía a adjudicarle equivalencias en unida-des menores como “pasos” o “varas”. Las medi-ciones andinas que incorporaban, entre otros fac-

tores, la energía o velocidad, difícilmente podíanser estandarizadas según estas categorías. Por otraparte, había una serie de otros criterios de caráctertécnico, funcional, político y administrativo querelativizaban la distribución de los chasquis en loscaminos y por tanto los recorridos que debían efec-tuar (Guamán Poma 1992:323; Murúa 1987:363).En definitiva, la diversidad de definiciones respec-to a las dimensiones del tupu o “legua del Inka”respondía a la multiplicidad de factores que, en lapráctica, lo determinaban. Si los tupus incaicosestaban señalizados, su distribución no podía obe-decer a patrones rígidos y regulares.

Los “Hitos” del Camino y una posibleNomenclatura Vial

En sus distintas versiones, los españoles seña-laban que los tupus o “leguas del Inka” equivalían afracciones de la legua castellana, o a extensionesmucho mayores a ella. Según Las Casas, los con-quistadores españoles que se aventuraban por elCamino del Inka hacia Chile se quejaban de que ésteera muy extenso y agotador, puesto que abarcaba“mill y tantas leguas largas” (1892:162), lo quesugiere que esas “leguas” estaban señalizadas y que,de alguna manera, constituían un referente para lamedición o percepción de las distancias que debíanrecorrer. Cristóbal de Molina, que viajó con Alma-gro por los caminos del Collasuyo, y por el Despo-blado de Atacama, menciona estas “señales” comoindicadores de distancia e incorpora el factor tiem-po como unidad de referencia para su interpretación:

…y en algunas partes de este camino, espe-cialmente de esta la ciudad del Cuzco adelan-te, hacia el estrecho de Magallanes y provin-cias de Chile, va señalada en el camino la medialegua y la legua; por manera que sin reloj niotra cuenta sabe el hombre a cada paso adon-de va y lo que ha caminado (1895:440).

La ruta de Atacama, y particularmente el ca-mino del Despoblado, no obstante sus condicionesextremadamente áridas e inhóspitas, fue la vía másexpedita y directa de comunicación administrativaentre la capital incaica del Cuzco y la región deChile (Hyslop 1992). De allí que es muy posibleque este tipo de demarcaciones esté particularmenteasociado a la organización del sistema de chasquis.Según un documento anónimo fechado en 1534,

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existían en los caminos incaicos de la región delCuzco unos “pilares”, dispuestos de trecho en tre-cho, que señalaban los tramos que debía recorrercada “indio de correo”. Aparentemente se tratabade estructuras más sofisticadas que las que se ob-servan en Atacama, puesto que operaban como unaespecie de miradores, sobre cada uno de los cualesse apostaba un chasqui. Una vez recibido el men-saje, éste debía correr a alta velocidad la distanciaque lo separaba del pilar siguiente (Porras Barre-nechea 1967:64). Aunque parece improbable quelos hitos de Atacama hayan cumplido la funciónde miradores, la referencia citada sugiere la posi-ble asociación de este tipo de dispositivos con latarea de los mensajeros del Inka y con una deter-minada organización del sistema vial que orienta-ba, medía o regulaba sus desplazamientos.

Un estudio detenido y especializado sobre lafrecuencia y disposición de estas estructuras, queincorpore algunos de los criterios señalados, po-dría arrojar más elementos a esta discusión. Por depronto, podemos sostener que los sistemas de “me-dición” andinos poco tenían que ver con las lógi-cas europeas de organización y sistematización delespacio, por lo que intentar establecer regularida-des en la distribución de los hitos y equivalenciascon sistemas de medición españoles (Hyslop1992:174), no puede constituir el punto de partidapara su análisis e interpretación.

Mediciones, Deslindes yTerritorialidades en el Camino del Inka

Los antecedentes etnohistóricos respecto a lasposibles funciones de los hitos o tupus de los cami-nos incaicos, no hacen sino complejizar aún más es-tas interpretaciones iniciales. Aparentemente, en cier-tos casos, éstos fueron erigidos para establecerdeslindes territoriales y, eventualmente también, parasegmentar la vía de acuerdo a la organización de lamita “caminera” que correspondía a cada ayllu o gruposocial tributario. Las características que pudieron ha-ber tenido los “amojonamientos” del Inka en las dis-tintas regiones o “provincias”, requieren de una dis-cusión profunda respecto a las categorías espaciales,políticas y rituales que organizaban el dominio terri-torial incaico. Aunque por razones de espacio no po-demos profundizar en esto, nos interesa discutir, des-de el registro arqueológico y etnohistórico, la aparentepresencia de deslindes incaicos en los caminos deAtacama y sus posibles ámbitos de significados.

Hileras o líneas de Hitos.Los casos de Lasana y de Vaquillas

Durante nuestra participación en la prospec-ción del camino incaico del río Loa, pudimos re-conocer, a unos 14 km al norte de Lasana, una se-rie de hitos dispuestos en línea recta y perpendicularal camino. Se trataba de un alineamiento de es-tructuras troncopiramidales que dibujaba una líneatransversal, en una orientación aproximada Este-Oeste y en plena pampa desértica. Los dos hitoscentrales, ubicados en ambos costados de la vía,estaban separados entre sí por unos 7 m y alcanza-ban una altura de 1,20 m. La hilera o línea, com-puesta por siete hitos identificables desde el cami-no, abarcaba una distancia algo superior a 1 km.Hacia el Este, se divisaba un octavo hito, ubicadoen la ladera opuesta del cañón del Loa, y a aproxi-madamente 2 km del camino (Figura 4) (Beren-guer et al. 2004).

Esta singular forma de intervención y demar-cación del espacio, que trascendía al trazado vial,se ha identificado también en el registro arqueoló-gico y en la documentación histórica del caminoincaico del Despoblado de Atacama. En su pros-pección efectuada en 1981, Niemeyer y Riveradestacan la ubicación de tres hitos de estructuracuasi tronco piramidal dispuestos en línea perpen-dicular y por medio de dos de los cuales pasaba elcamino. Se encontraban en el sector denominadoLlano Alto de Vaquillas, extensa planicie sobre los4.000 metros de altura. Estaban separados entre sípor 25 y 20,5 m, y el mejor conservado presentabauna altura de 1,10 m. Los arqueólogos establecie-ron su filiación incaica por su alineamiento conrespecto al camino, por su estructura formal, co-rrespondiente al patrón identificado en el resto delos “topus” del trayecto; y por el contexto arqueo-lógico, ya que se trataba de una zona de activo trá-fico prehispánico y abundante de cerámica incaica(Niemeyer y Rivera 1983:112, 140).

Por la detallada descripción de los autores res-pecto a su ubicación, es posible constatar que setrataba de las llamadas “pirámides” o “columnas”del Despoblado de Atacama, documentadas en elsiglo XVIII como un deslinde jurisdiccional colo-nial. Efectivamente, la ruta incaica del Despobla-do había seguido siendo utilizada por el sistema decorreos y, en las Reales Ordenanzas que lo regula-ban en 1778, se señalaba a estos hitos como las“pirámides que dividen las jurisdicciones del Rey-

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no del Perú con el de Chile” (Bertrand 1885:162).Durante el siglo XIX, diversas expediciones ofi-ciales realizadas en la región mencionan estas “co-lumnas”, puesto que al estar documentadas comodeslindes coloniales fueron objeto de confronta-ción diplomática entre Bolivia y Chile. Bertrand(1860:39) las describía como “mojones de piedra,como las apachetas de los indios” (1885:289). Phi-lippi, como “montones de piedra” dispuestos enlínea, aproximadamente en dirección Este-Oeste,y las identificaba como pertenecientes al Caminodel Inka. Por su parte, el jurista boliviano J.M. San-tibáñez, señalaba que estas columnas eran nume-rosas y que formaban una larga serie que podíaapreciarse con la vista hasta una considerable dis-tancia (Sanhueza 2002:125-126). Se desprende,entonces, que los hitos de Vaquillas eran original-mente más numerosos que lo que pudieron regis-trar los arqueólogos en la década de 1980, posible-mente porque en su mayoría habían sido destruidos.

Estas no son, sin embargo, las únicas referenciasdocumentales que conocemos respecto a la existen-cia de estas demarcaciones. Como propusimos en unartículo anterior (Sanhueza 2002), la tradición oral

de los siglos XVI y XVII asociaba este extenso tra-mo del camino del Despoblado al volcán Llullailla-co, importante santuario de altura o guaca estatal.Según López de Velasco, cosmógrafo oficial de lacorona española en 1571, se encontraban en la regióndel Llullaillaco “los mojones altos y grandes que di-vidían las provincias de Chile de las del Pirú en tiem-po de los Ingas” (Sanhueza 2002:117). Es muy posi-ble que esta referencia esté aludiendo a las“pirámides”, “columnas” o “topus” consignados ydescritos por quienes recorrieron el camino en los si-glos XVIII, XIX y XX. De ser así, se estaría otorgan-do a estas estructuras no sólo un origen incaico, sinotambién la calidad de deslinde “provincial”. Pero,¿cuál es el concepto de “provincia” allí esgrimido?

La excepcional oportunidad de comparar dossituaciones viales con estructuras demarcatoriassimilares, ubicadas en lugares tan distantes entresí (como es el caso de Vaquillas y Lasana), y dedocumentar históricamente, al menos una de ellas,permite generar un espacio de discusión respectoa las posibles categorizaciones espaciales y estra-tegias políticas de dominio que podrían estar ope-rando en este tipo de demarcaciones.

Figura 4. Alineamiento de hitos en el camino incaico al norte de Lasana. Perspectiva hacia el Este, en dirección al cañón del río Loa.Alignment of landmarks in the Inca road north of Lasana. View toward the east and the Loa river canyon.

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“Medir”, “Amojonar”, “Repartir”.La Organización del Espacio Productivo

Las reorganizaciones espaciales incaicas sue-len ser descritas como producto de un proceso demedición, amojonamiento y repartición de los te-rritorios y recursos (Betanzos 1987:55-56, 116;Sanhueza 2002). Según el cronista Blas Valera, lastierras de labor, las dehesas, los montes, las minas,las salinas, los lagos y ríos…

Todas estas cosas –y otras muchas– mandabaque se contasen y midiesen y se asentasen pormemoria cada una de por sí: primeramente lasde toda la provincia, luego las de cada puebloy a lo último las de cada vecino (…) Ademásmandaba que conforme a la cuenta y medidaque se había hecho de la provincia, le pusie-sen sus mojoneras y linderos para que estuvie-se dividida de sus comarcanas” (Garcilaso1995:282).

Guamán Poma describe toda una política es-tatal de amojonamiento y medición a nivel local y“provincial”, ejecutada por dos funcionarios o “jue-ces” de jerarquía cuzqueña (el “mojonador y me-didor”) que tenían a su cargo la distribución de lastierras y recursos entre la población, asegurando elusufructo estatal de una porción de ellos. Estosfuncionarios recibían el nombre de Sayhua chectasuyoyoc. El significado de la expresión se relacio-na con “mojón” o “lindero” (sayhua); con “partir”o “dividir” (checta); y con quien administra o re-parte los suyus (González Holguín 1952; GuamánPoma 1992:325) (Figura 5).

Según los diccionarios quechuas de los siglosXVI y XVII, suyu constituía una categoría políti-ca, social y espacial, estrechamente vinculada conla organización de la mita estatal. La voz suyu ape-laba a una determinada organización jurisdiccio-nal, al ordenamiento, registro y división de recur-sos humanos y productivos, y a la distribución delespacio para el trabajo colectivo:

Suyu: ProvinciaSuyu quiti: La tierra de jurisdicción de cada juezProuincias o términos o jurisdicciones de juezes:Suyu suyu, o suyu quimray, o suyuquitiSuyuchanacuni: ponerse en renglera, o en ordenasí en pie, o en sus asientos para ordenarlosSuyuchacuni: Ponerse a parte cada ayllo, o diuidirse

Suyucuni, gui: Hacer partes dividiendoSuyo: Parte así divisaSuyu: Lo que cabe de parte de trabajo a cada unsuyo o personaSuyuni: Dividir tierras chacaras, obras, dar partesdel trabajo(González Holguín 1952; Santo Tomás [1560]1951).Suyu remitía también a un determinado ordena-miento lineal del espacio, asociado a la noción de“banda”o “franja”, como señalan los vocabula-rios coloniales y los estudios semióticos de la tex-tilería andina (González Holguín 1952:334, 688;Cereceda 1978). Recogiendo esta interpretación,Wachtel advierte que la distribución territorial delos suyus para la mita agrícola en la región de Co-chabamba, había sido organizada y amojonada porel Inka en “franjas de terreno” que, dispuestasen forma transversal al valle, señalaban y divi-dían los espacios de trabajo que correspondía acada grupo o “nación” de mitimaes y de mitayos(1980:300-303).

Figura 5. El mojonador y medidor del Inka según Guamán Poma(1992:324).The landmaker and surveyor of the Inka, according to GuamánPoma (1992:324).

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La distribución de las faenas colectivas y ladivisión de suyus, se organizaba de acuerdo a unacto previo de “medición” de lo que tocaba a cadaunidad o unidades sociales:

…aunque muchas parçialidades vayan a hazeruna cosa de comunidad nunca la empieçan sinver y medir lo que cabe a cada una y entre losmismos de cada parcialidad tanbién hazen sudiuision que llaman suyos… (Polo de Onde-gardo, citado por Murra 1975:28).

La distribución estatal de los suyus se realizabaconsiderando las condiciones ecológicas, producti-vas y demográficas de cada región. El Inka manda-ba que “se contasen y midiesen” todos los recursosde cada “provincia”, pueblo o ayllu y aplicaba crite-rios o principios de medición, según una determina-da proporcionalidad entre los recursos y la fuerzade trabajo disponibles. El “igualar”, o repartir “pormedida igual” o proporcional el trabajo, constituíauno de los principios rectores de la distribución delos suyus (Valera, citado por Garcilaso 1995:408).Sus dimensiones territoriales, dice Betanzos(1987:116), eran sancionadas por el Inka, quien lue-go de cada conquista, mandaba que “le enviasen enpintura el arte y manera de las tales tierras y provin-cias” para “igualarlas” y “amojonarlas”.

La estrecha asociación entre los conceptos de“amojonamiento” y de “medición”, nos remitennuevamente a la terminología ya descrita (tupu,sayhua y chuta), que refieren a sistemas de medi-ción de distancias y también de superficies terri-toriales. Las relaciones semánticas y las connota-ciones sociales de estos conceptos, se presentanen forma particularmente más elocuente al refe-rir o traducir las distintas acepciones del términochuta. Al respecto, el diccionario aymara deBertonio (1956:94) nos remite a un complejo sis-tema, no sólo de medición, sino también de prác-ticas sociales y productivas estrechamente rela-cionadas. Define chuta como señal de las leguasdel camino del Inka; como mojón de piedra paradivisión de las tierras; como medida de superfi-cie, y como sinónimo de mitta o “vez”, aludiendoal concepto de turno para el trabajo colectivo(Urton 1984). En quechua, chuta refiere a una me-dida de tierras, pero además a determinados ins-trumentos de medición, como la soga o los bra-zos extendidos (González Holguín 1952:125).Estas asociaciones adquieren mayor sentido a tra-

vés de la experiencia etnográfica desarrollada porGary Urton (1984).

Sistemas de Medición y Estrategiasde Interacción Social

A partir de su investigación en la comunidadquechua de Pacariqtambo, Urton analiza el conceptolocal de chuta como una práctica social de medicióny distribución espacial del trabajo comunitario. Sedenomina chutas a las secciones, tramos o franjas deterritorio que se asignan a cada ayllu de la comuni-dad en la distribución anual de trabajos agrícolas,construcción de infraestructura pública, limpia decanales y habilitación o reparación de caminos.

Las chutas no son unidades de extensión pre-determinada. Sus dimensiones varían según el ta-maño de cada ayllu, es decir, de acuerdo a la canti-dad de fuerza de trabajo con que cuenta y al tiempoque deberá invertir. Para salvaguardar una distri-bución equilibrada de estas obligaciones, la exten-sión de cada una de estas secciones es producto deuna activa negociación, realizada en un contextoritualizado y festivo de la comunidad. Eventual-mente, se utilizan determinados implementos,como la manipulación de una cuerda, que más queuna unidad de medición, constituye un instrumen-to que permite alcanzar una determinada propor-cionalidad en la asignación de las chutas, según eltamaño de cada unidad social. La distribución cul-mina, finalmente, en un consenso respecto a la“medida” que parece justa y que implica “iguales”condiciones de trabajo. Se trata de una instanciaritualizada que regula las faenas colectivas y quecombina prácticas de interacción social con cier-tos principios de organización y división del espa-cio. La extensión de cada chuta se establece a par-tir de criterios sociales, económicos y políticosflexibles y no predefinidos por la aplicación de unsistema estandarizado de medición (Urton 1984).

Recogiendo las referencias de Wachtel respectoal ordenamiento espacial de los suyus de Cochabam-ba, Urton describe las chutas de Pacariqtambo como“franjas” de terreno, establecidas a través de virtua-les líneas rectas o líneas imaginarias que ordenan ydividen ritualmente los espacios públicos de trabajo.Según el autor, este sistema podría constituir un mo-delo para intentar comprender las formas prehispáni-cas de distribución espacial que operaban en institu-ciones sociales, políticas y rituales como los suyus yceques del Cuzco (Urton 1984:13, 37, 55-56).

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Compartimos con el autor que los conceptosde chuta y de suyu parecen obedecer a principiossimilares de medición y de organización del espa-cio social. Suyu, asociado más explícitamente a laestructura territorial incaica, podría estar remitien-do a una institucionalización de estas prácticasandinas a nivel de la mita estatal. En ese sentido, elconcepto actual de chuta, dinámico y flexible, pudohaber sido incorporado como estrategia de nego-ciación política por el Tawantinsuyu. Sin embar-go, chuta, al igual que suyu en el siglo XVI, refie-ren también al “amojonamiento” del Inka.Aparentemente, en el marco de un sistema estatalde dominación, el ordenamiento o el “diseño” es-pacial del Inka adquirió un carácter cada vez másrígido, permanente e impositivo.

Demarcaciones Lineales y Suyus

Es difícil establecer un límite o frontera en-tre los ámbitos propiamente políticos, producti-vos y ceremoniales en la organización del esta-do incaico. Según Cobo, las tierras y recursosde cada pueblo y “provincia” se repartían y amo-jonaban, dividiendo aquellas dedicadas a lasguacas, al Inka y a la comunidad. Las tierras erantrabajadas por las autoridades locales con sus“comunes” quienes “repartían entre sí por rayaslas tareas que a cada uno cabía trabajar, la cualtarea o medida llamaban suyu” (Cobo [1653]1964:121).

Las líneas demarcatorias que observamos enlos caminos incaicos de Atacama, podrían obede-cer a ciertos principios institucionalizados de or-ganización de espacios sociopolíticos, socioproduc-tivos y/o rituales. Desde esa perspectiva, essignificativo que los vocabularios de los siglos XVIy XVII asocien semánticamente el concepto incai-co de ceque, como línea divisoria, con la prácticainstitucionalizada de “amojonar”, “medir” y “re-partir”:

Sayhuani, sayhuacuni: amojonar tierras, hacer lin-derosSayuac o cequec: deslindadorCequeni. gui o sayuani. gui: deslindar heredad odiuidirla con linderoCeqque: raya, línea, términoCeqqueni: rayar, linear, deslindarAllpa: La tierra de labor y el sueloAllpa tupuk apu, o cequek apu: medidor o reparti-dor de tierras (González Holguín 1952; Santo To-más 1951).

A Modo de Recapitulación

El sistema de “amojonamiento” o demarcaciónincaico formó parte de una política de organiza-ción o reorganización de los territorios sometidosque habría operado a partir de estrategias e institu-ciones andinas socialmente arraigadas. El término“medir” parece ser la traducción española a unaserie de prácticas de distribución del espacio so-cial y productivo, así como de organización deldesplazamiento y las comunicaciones en un exten-sísimo territorio. El Capac Ñan representaba unode los ejes que ordenaban y articulaban el sistemade control y dominio del Tawantinsuyu y, en esecontexto, los “hitos”, “mojones” o tupus del cami-no no parecen ser elementos azarosos del trazadovial. Su distribución irregular, así como su presen-cia diferenciada como hitos solitarios, en pares oen hileras, sugiere que se trataba de estructuras car-gadas de significado y que pudieron comportarsecomo elementos polisémicos, respondiendo a dis-tintos significados o funcionalidades según el con-texto y las características con que se presentaran.

Agradecimientos: Esta investigación fue fi-nanciada por el Proyecto FONDECYT Nº1010327 “Arqueología del sistema vial de losInkas en el Alto Loa, II Región”, dirigido por JoséBerenguer R.

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