meditaciones sobre la biblia

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1 MEDITACIONES SOBREEL CANTAR DE LOS CANTARES WILLIAM KELLY PRIMERA MEDITACIÓN Vamos a considerar un libro de las Escrituras que ha menudo ha ejercitado los pensamientos de muchos de nosotros. Mas es de notar que aunque el pensamiento moderno ose hablar de él con liviandad, no hay otra parte en las Escrituras hebreas que posea una autoridad más inequívoca y manifiesta. El libro cuenta con todos los cimientos de la autoridad divina, excepto con uno que, quizás, pueda ser esgrimido en su contra, a saber, que es uno de los pocos libros de la Biblia que no es citado en el Nuevo Testamento. Pero esto no constituye ningún motivo válido para ponerlo en tela de juicio; simplemente porque aunque no se lo cite, sus mismos principios ocupan de continuo los pensamientos del Espíritu de Dios. El primer libro del Nuevo Testamento alude con meridiana claridad al gran pensamiento del Cantar: la relación nupcial como símbolo o señal del amor especial de Cristo hacia su pueblo. Si bien es cierto que en el Nuevo Testamento ocupamos la posición de hijos y gozamos del amor del Padre, y que también tenemos la figura del Pastor y sus cuidados por el rebaño, no obstante, el Espíritu Santo se sirve de aquella relación y la emplea como figura característica del amor íntimo entre el Señor y los suyos. Sin embargo, muchos, basándose en esto, han interpretado el libro de forma incorrecta: con apresuramiento —algo propio de la falta de fe y de inteligencia espiritual— se dio por sentado que la novia del Cantar «tiene» que ser la misma que la novia de la que habla el apóstol Pablo; la misma que aquella de la que habla Juan en el Apocalipsis. Pero esta conclusión es totalmente inadmisible y trataré de demostrarlo antes de abordar el estudio del libro mismo. Si nos remitimos al evangelio de Mateo encontraremos que la primera vez que aparece la relación nupcial en el Nuevo Testamento es en el capítulo 9 de este evangelio, donde hallamos al Señor reivindicando a sus discípulos ante cuestiones suscitadas por prejuicios farisaicos. A los discípulos de Juan —quienes se identificaban con los sentimientos de los fariseos—, Jesús les dijo: “¿Pueden los hijos del tálamo nupcial tener luto entretanto que el novio está con ellos?” (v. 15, WK). Ahora bien, aquí la referencia está clara; pero, ¿dónde oímos hablar del Novio? Se da por supuesto que se trata de algo perfectamente conocido. El Señor no da ninguna explicación. ¿De dónde fue tomado el título de novio? Sin duda que lo fue del Cantar de los Cantares. Es decir, que lo que tenemos aquí no es exactamente una cita, sino algo que a mi juicio tiene mayor fuerza que una cita: Se presenta como un hecho claramente reconocido, como una gran verdad totalmente familiar para la mente de los judíos; y, notad queridos amigos, ello cuenta con el sello del Hijo de Dios. Pues habréis observado que no son los discípulos de Juan los que emplean ese título para hablar con Jesús, sino que es el Señor Jesús mismo quien lo utiliza cuando se dirige a ellos: “¿Pueden los hijos del tálamo nupcial” —dice él— “tener luto entretanto que el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán.” Ahora bien, habréis notado qué extraordinaria belleza —y no necesito decir perfección divina— hay en estas palabras. Jesús no habla de la novia. Simplemente habla de los hijos del tálamo nupcial. Él sabía perfectamente que estaba a punto de sacar a la luz a otra para que asumiese el lugar de novia Suya. Pero aquí no hay absolutamente ninguna referencia a ella, pues, para ese entonces, nuestro Señor estaba siendo simplemente propuesto a Israel. La cuestión era si el antiguo pueblo de Dios habría de recibir al Mesías. Si ellos lo hubiesen recibido, entonces él habría sido el Novio y ellos la novia. Y, como ya lo he dicho, es claro que el Señor no habla de esa relación como algo que estuviera revelando por primera vez, sino como algo que debía ser perfectamente familiar para ellos y, naturalmente, basado en la Palabra de Dios. ¿De dónde se tomó? Pues del libro del que leímos alguna porción esta noche. Ahora bien, busquemos de nuevo en este mismo evangelio de Mateo —en el capítulo 25— la parábola de las diez vírgenes, tan familiar para el cristiano. ¿Qué encontramos allí?: El reino de los cielos comparado con diez vírgenes. No se trata de la novia, notad, sino de vírgenes que salieron con sus lámparas al encuentro del novio. Ahora bien, no puede haber ninguna duda en cuanto a que el novio es el Señor Jesús. Claro está que la novia no es el objeto central de esta parábola. Se trata de vírgenes que salieron al encuentro del novio. ¿Y dónde, pues, está la novia? ¡Solemne silencio! Cuando el Señor se refirió por primera vez al novio, no hizo ninguna mención de la novia. Habló, sí, de los hijos del tálamo nupcial; mas, en cuanto a la novia, no dijo ni una sola palabra. ¡Notable silencio! Lo más natural habría sido hablar también de la novia; y es algo tan natural que en algunas copias antiguas del Nuevo Testamento —una de las más antiguas copias que tenemos de esta parábola— el copista incurrió precisamente en este error: representó el reino de los cielos semejante a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del novio y de la novia. Agregaron las palabras «y de la novia». No necesito deciros que tal interpolación carece de toda autoridad. Lo que quiero destacar es la admirable sabiduría del Señor al no proferir una sola palabra acerca de la novia. El novio, en cambio, sí es mencionado. Se lo representa viniendo, pues de eso precisamente se trata, de que está viniendo. No es una escena que tenga lugar en el cielo. Aquí vemos al novio viniendo, y a las vírgenes que salen a su encuentro. Ellas no son la novia de Cristo; ésta va a ser tomada por él; por lo que, las diez vírgenes no pueden ser la figura de la novia. Queda perfectamente claro, pues, que la novia no es ni mencionada ni vista. Y la razón de ello, a mi juicio, es de lo más solemne. El Señor sabía perfectamente que la novia —con la cual sus corazones estaban familiarizados por las figuras del Antiguo Testamento— todavía no habría de ser tal. Sabía que ella sería infiel, y que, por de pronto, rechazaría al novio. Por tal motivo, la novia no aparece en ninguna de sus alusiones. Jesús no era alguien que tenía que aprender; alguien que no conocía la verdad. Era una Persona divina. Todas las cosas estaban desnudas a sus ojos. Bien pudo esperar; pero aun cuando esperó —y cuando quedó perfectamente claro que fue totalmente rechazado por los judíos, habiendo de dar entonces su vida en

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1MEDITACIONES SOBREEL CANTAR DE LOS CANTARES WILLIAM KELLY PRIMERA MEDITACIN Vamos a considerar un libro de las Escrituras que ha menudo ha ejercitado los pensamientos de muchos de nosotros. Mas es de notar que aunque el pensamiento moderno ose hablar de l con liviandad, no hay otra parte en las Escrituras hebreas que posea una autoridad ms inequvoca y manifiesta. El libro cuenta con todos los cimientos de la autoridad divina, excepto con uno que, quizs, pueda ser esgrimido en su contra, a saber, que es uno de los pocos libros de la Biblia q no es citado en el Nuevo Testamento. Pero esto no ue constituye ningn motivo vlido para ponerlo en tela de juicio; simplemente porque aunque no se lo cite, sus mismos principio ocupan de continuo los pensamientos del Espritu de s Dios. El primer libro del Nuevo Testamento alude con meridiana claridad al gran pensamiento del Cantar: la relacin nupcial como smbolo o seal del amor especial de Cristo hacia su pueblo. Si bien es cierto que en el Nuevo Testamento ocupamos la posicin de hijos y gozamos del amor del Padre, y que tambintenemos la figura del Pastor y sus cuidados por el rebao, no obstante, el Espritu Santo se sirve de aquella relacin y la emplea como figura caracterstica del amor ntimo en el Seor y los suyos. tre Sin embargo, muchos, basndose en esto, han interpretado el libro de forma incorrecta: con apresuramiento algo propio de la falta de fe y de inteligencia espiritual se dio por sentado que la novia del Cantar tiene que ser la misma que la novia dela que habla el apstol Pablo; la misma que aquella de la que habla Juan en el Apocalipsis. Pero esta conclusin es totalmente inadmisible y tratar de demostrarlo antes de abordar el estudio del libro mismo. Si nos remitimos al evangelio de Mateo encontraremos que la primera vez que aparece la relacin nupcial en el Nuevo Testamento es en el captulo 9 de este evangelio, d onde hallamos al Seor reivindicando a sus discpulos ante cuestiones suscitadas por prejuicios farisaicos. A los discpulos de Juan quienes se identificaban con los sentimientos de los fariseos, Jess les dijo: Pueden los hijos del tlamo nupcial tener luto entretanto que el novio est con ellos? (v. 15, WK). Ahor bien, aqu la referencia est clara; pero, dnde a omos hablar del Novio? Se da por supuesto que se trata de algo perfectamente conocido. El Seor no da ninguna explicacin. De dnde fue omado el ttulo de novio? Sin duda t que lo fue del Cantar de los Cantares. Es decir, que lo que tenemos aqu no es exactamente unacita, sino algo que a mi juicio tiene mayor fuerza que una cita: Se presenta como un hecho claramente reconocido, como una gran verdad totalmente familiar para la mente de los judos; y, notad queridos amigos,ello cuenta con el sello del Hijo de Dios. Pues habris observado que no son los discpulos de Juan los que emplean ese ttulo para hablar con Jess, sino que es el Seor Jess mism quien lo utiliza cuando se dirige a ellos: Pueden o los hijos del tlamo nupcial dice l tener luto entretanto que el novio est con ellos? Pero vendrn das cuando el novio les ser quitado, y entonces ayunarn. Ahora bien, habris notado qu extraordinaria belleza y no necesito decir perfeccin divina hay en estas palabras. Jess no habla de la novia. Simplemente habla de los hijos del tlamo nupcial. l saba perfectamente que estaba a punto de sacar a la luz aotra para que asumiese el lugar de novia Suya. Pero aqu no hay absolutamente ninguna referencia a ella, pues, para ese entonces, nuestro Seor estaba siendo simplemente propuesto a Israel. La cuestin era si el antiguo pueblo de Dios habra de recibir al Mesas. Si ellos lo hubiesen recibido, entonces l habra sido el Novio y ellos la novia. Y, como ya lo he dicho, es claro que el Seor no hablade esa relacin como algo que estuviera revelando por primera vez, sino como algo que deba ser perfectamente familiar para ellos y, naturalmente, basado en la Palabra de Dios. D dnde se tom? Pues del libro del que lemos alguna e porcin esta noche. Ahora bien, busquemos de nuevo en este mismo evangelio de Mateo en el captulo 25 la parbola de las diez vrgenes, tan familiar para el cristiano. Qu encontramos all?: El reino de los cielos comparado con diez vrgenes. No se trata de la novia, notad, sino de vrgenes que salieron con sus lmparas al encuentro del novio. Ahora bien, no puede haber ninguna duda en cuanto a que el novio es el Seor Jess. Claro est que la novia no es el objeto central de esta parbola. Setrata de vrgenes que salieron al encuentro del novio. Y dnde, pues, est la novia? Solemne silencio! Cuando el Seor se refiri por primera vez al novio, no hizo ninguna menci de la novia. Habl, s, de los hijos del tlamo nupcial; n mas, en cuanto a la novia, no dijo ni una sola pala bra. Notable silencio! Lo ms natural habra sido hablar tambin de la novia; y es algo tan natural que en algunas copias a ntiguas del Nuevo Testamento una de las ms antiguas copias que tenemos de esta parbola el copista incurri precisamente en este error: represent el reino de los cielos semejante a diez vrgenes que tomaron sus lmparas y salieron al encuentro del novio y de la novia. Agregaron las palabras y de la novia. No necesito deciros que tal interpolacin carece de toda autoridad. Lo que quiero destacar es la admirable sabidura del Seor al no proferir una sola palabra acerca de la novia. El novio, en cambio, s es mencionado. Se lo representa viniendo, pues de eso precisamente se trata, de que est viniendo. No es una escena que tenga lugar en el cielo. Aqu vemos al novio viniendo, y a las vrgenes que salen a su encuentro. Ellas no son la novia de Cristo; sta va a ser tomada por l; por lo que, las diez vrgenes no pueden ser la figura de la novia. Queda perfectamente claro, pues, que la novia no es ni mencionada ni vista. Y la razn de ello, a mi juicio, es de lo ms solemne. El Seor saba perfecamente que la novia con t la cual sus corazones estaban familiarizados por las figuras del Antiguo Testamento todava no habra de ser tal. Saba que ella sera infiel, y que, por de pronto, rechazara al novio. Por tal motivo, la novia no aparece en ninguna de sus alusiones. Jess no era alguien que tena que aprender; alguienque no conoca la verdad. Era una Persona divina. Todas las cosas estaban desnudas a sus ojos. Bien pudo esperar; pero aun cuando esper y cuando qued perfectamente claro que fue totalmente rechazado por los judos, habiendo de dar entonces su vida en sacrificio (no venir como novio por su novia, sino dar su vida en sacrificio por los pecadores) aun entonces, en esta notable parbola al final del evangelio, no hay ninguna referencia acerca de la novia. Desde el principio hasta el fin,la novia no aparece. Ahora bien, esto, para m, es de lo ms instructivo; por cuanto uno de los objetivos del evangelio de Mateo es demostrar no slo que Jess es el verdadero Mesas divino Emanuel, sino tambin que el verdadero Emanuel el Mesas sera rechazado por Israel. Sobre Israel, pues, hay un velo. Qu detalle tan singular! Jess ni siquiera menciona a la novia. sta lo habra de rechazar. No dice ni una palabra acerca de ella. Jess se vuelve hacia lo que estaba cerca de Sucorazn, no hacia lo que es digno de culpa: la incredulidad de aquella que tendra que haber recibido con regocijo al Novio entonces presente. Era el Novio entonces presente; pero l, en realidad, habla de nosotr s; pues lo que o quiere significar mediante las diez vrgenes es el cuerpo cristiano y, ms precisamente, el cuerpo cristiano profesante. No se refiere al remanente judo como algunos lo han imaginado. No hay absolutamente nada que tenga relacin con el remanente judo en las diez vrgenes. Las diez vrgenes son claramentecristianos profesantes que salen al encuentro del Novio. sa es nuestra posicin, y las vrgenes caracterizan a la cristiandad. Cuando llegue el da en que los judos sean bendecidos, ellos se quedarn en el lugar donde se encuentran, y sern bendecidos por Dios all donde estn. Nunca salen al encuentro del Novio. Cuando su corazn se convierta, el Novio vendr a ellos. Habr un cambio de corazn, y cuando ste el corazn de Israel se vuelva al Seor, el velo se quitar, tal como se nos dice en 2. Corintios 3:16. En el captulo 25 de Mateo, el Seor est hablando claramente de aquellas vrgenes que salen, y hace mencin de unas insensatas y de otras prudentes. Cuando el remanente judo aparezca en escena, no habr ningn insensato. Entonces los sabios comprendern (Daniel 12:10). Y precisamente ellos los que constituyen el remanente judo de los ltimos tiempos son los entendidos. Hay otra cosa que aclara an ms el hecho de que las diez vrgenes no se refieren al remanente judo: ellas obtuvieron aceitepara sus lmparas, mientras que los judos tendrn el Espritu Santo sobre s slo despus de haber establecido su relacin con Cristo. Nosotros, en cambio, tenemos el EsprituSanto derramado en Pentecosts tras la muerte y resurreccin del Seor. Ellos no tendrn el Espritu Santo derramado sobre s hasta que Cristo vuelva otra vez; de modo que, esta distincin es muy clara. Observad cmo todo confirma lo dicho, pues ellas se duermen. El remanente judo nunca se dormir. Tan pronto como sean llamados, los judos pasa a travs de incomparables infortunios y rn tribulaciones. Nadie se duerme en tiempos de tribulacin, sino en tiempos de sosiego. Y esto es precisamente lo que sucedi e la cristiandad: hubo tiempos de sosiego, y la gente n se durmi. Y es precisamente lo que tenemos aqu; el Seor, al ifnal, las despierta. Pero, reitero, las diez vrgenes representan a la cristiandad donde hay buenos y malos, prudentes e insensatos, y no al cuerpo judo. A la novia no se la ve en ninguna parte. Ni siquiera se la menciona. No me cabe la menor duda de qu el Novio que ha de volver e despus de esto tomar a la novia; pero las diez vrgenes constituyen una figura totalmente diferente, y ellas son considerad aqu, no como la novia, sino como el squito, por as decirlo as, como el cortejo nupcial, como aquellos que salen al encuentro del Novio y entran con l a las bodas. Pero entonces es otra la novia; y si preguntis quin ser esa novia si acaso se la mencionara, respondo, sin titubeos, que es la novia del Cantar de los Cantares: Jerusaln. No nos debe resultar extrao, queridos amigos, que a Jerusaln se le atribuya semejante ttulo. Los profetas lo emplearon, como as ambin los Salmos. El Salmo 45 se refiere t con absoluta claridad a la novia juda. Ella es la reina. Hay otros que tambin sern ben decidos en aquel da esplendoroso; pero es ella la que ser toda gloriosa en el interior del palacio (v. 13). Y no debemos suponer que esto signifique algn menoscabo de la novia celestial, es decir, de la Iglesia; pue admito plenamente que las mismas personas que s constituyen las vrgenes prudentes del captulo 25 de Mateo, son las que conforman la novia celestial. En resumidas cuentas,no debemos olvidar que la novia es tan slo una figura, y que la Iglesia tiene el lugar ms cercano a Cristo en el cielo; mientras que Jerusaln o Sion, si as lo prefers tendr un lugar especial cerca del Mesas en la tierra. El corazn del Seor, seguramente, es lo suficientemente amplio para abarcar tanto el cielo como la tierra. Aquel que es Dios y hombreque es tanto la Cabeza de la Iglesia como la de los judos, ama, y amar, a ambos con el ms pleno y ferviente amor. De modo que, as como en el Antiguo Testamento tenemos una novia lc aramente definida y que, incuestionablemente, no es la Iglesia, as tambin en el Nuevo Testamento tenemos una novia plenamente revelada, la cual es la Iglesiay no Jerusaln , tan claramente como en el Antiguo Testamento ella es Jerusaln y no la Iglesia. Esto, creo, ser de considerable ayuda para la comprensin del Cantar. Nadie ha de suponer que este hecho har menos interesante el Cantar. El primer paso que debemos dar, queridos amigos, nunca debe ser el de considerar lo que estimamos interesante, sino inquirir cul es la verdad, cul es el pensamiento de Dios. Ahora bien, yo creo que una vez que tenemos el pensamiento de Dios como un hecho cierto y definido, no hay nada que sea de mayor inters; y apenas necesito decirque si el amor de Cristo ser tan grande y tierno por su novia terrenal, sera justo acaso deducir de ello que Su amor por la novia celestial es inferior? Todo lo contrario; yo creo que tenemos ms razones para concluir que el amor

2del Seor es ms grande de lo que creamos; que tendr un objeto carsimo para s en la tierra, en especial cercana a l, y que tambin tendr seguramente un objeto que es particularmente cercano a l en el cielo. Y si pertenecemos a Cristo, tal ser nuestra relacin; ms an, tal es nuestra relacinen este tiempo presente. Esto, insisto, no es arrancar las Escrituras de nuestros corazones, sino ms bien tener una verdadera inteligencia de ellas. Podra tambin volverme al evangelio de Juan a fin de seguir con la misma prueba tocante a la figurade la novia de la novia terrenal, pues la Iglesia an no estaba revelada cuando el Seor habl en ese evangelio ni cuando Juan el Bautista dio testimonio de Cristo all . Pero prefiero ponerlo en boca de Cristo. Juan el Bautista, sin duda, lleva el mismo sello que el Seor Jess; no dira de inspiracin, pues me estoy refiriendo al Seor como Persona divina. Hablaba las palabra de Dios. Juan el Bautista dio testimonio de Dios tan s verdaderamente como si hubiera sido Dios mismo el que hablaba. No obstante,siempre debemos distinguir entre uno que es meramente un instrumento y otro que es la expresa imagen de Dios: El Seor Jesucristo. No quiero citar un determinado nmero de pasajes como si quisiera simplemente reforzar la verdad. Confo estar dirigindome aaquellos que estaran plenamente satisfechos con un solo versculo de la Palabra si tan slo hubiese uno. Aquel que demanda veinte citas bblicas para creer algo, evidentemente no cree ni uno solo de ellos. El que cree que la Escritura es ms cierta si multiplica las pruebas, carece por completo del sentido de la certidumbre divina de ella. Mi posicin, pues, se basa en el hecho de que los libros del Antiguo Testamento los Salmos y los profetas, aluden de tanto en cuando por no decir frecuentemente a la figura de la novia como la posicin que Jerusaln habr de ocupar en un tiempo cercano; y, adems, en que el Nuevo Test mento confirma esta gran verdad por boca de nuestro a Seor mismo, no obstante el hecho de que Jerusaln lo hubiese de rechazar. Oh, cun bendito el testimonio del Seor! Sin emb argo, aunque el Seor no habla aqu de Jerusaln como la novia, s habla de S mismo como del Novio. l no falta en Su amor, aunque ella haya faltado en el suyo. sta es la gran verdad que extraigo de todo esto. Pero esa verdad, insisto, est basada en el Cantar de los Cantares. El Cant r, pues, lleva sobre s el sello de la ms plena a autoridad divina; y no meramente porque se halle en el corazn mismo de la Biblia por decirlo as; no meramente porque siempre haya sido un libro indisputable; no meramente porque haya sido incluido en la ms antigua traduccin que se haya hecho de las Escrituras la Septuaginta. El Cantar no es como los libros Apcrifos o como algo que podra ser puesto en tela de juicio. Fue traducido a la principal lengua de los gentilesel griego mucho antes de la venida de Cristo, de modo que no puede haber ninguna duda en cuanto a su plena autoridad divina. Adems, era tan familiar para la mente de los judos de aquel tiempo, que nuestro Seor pudo aludi a su figura prominente, la cual, puedo decir, abarca la r totalidad del libro; pues todo el libro est dedicado al amor entre el novio y la novia. S, desde luego, que Salomn fue su autor; y que muchos han credo que Salomn fue el personaje central del libro. Cualesquie hayan sido las circunstancias histricas que ra dieron lugar al libro, es claro que tal es un asunto que no tiene por qu ocupar nuestra atencin. Lo que encontramos al abrir sus pginas no son las circunstancias que dieron origen al mismo, sino la verdad de Dios en l: lo que el Espritu Santo consider conveniente para la edificacin d los santos en todos los tiempos, y, muy particularmente, para el tiempo en e que este libro encontrar su aplicacin. Pues tiene otro gran sello de verdad divina sobre s, a saber y de lo cual estoy persuadido, que el libro en realidad apunta al futuro, es decir, que an no se ha cumplido. Los judos lo consideraron como una alegora histrica (y en esto no comprendieron el pensamiento de Dios); como una alegorade los caminos de Dios con el pueblo judo, que daba cuenta del amor de Jehov por Israel desde el da en que los sac de Egipto. Ellos naturalmente aplicaron la salida de la novia y el novio del desierto (vase Canares 3:6 y 8:5) t a Dios sacando a su pueblo de la casa de esclavitud y tomndolos como pueblo propio ante los ojos de todo el mund o. SEGUNDA MEDITACIN Consideraciones generales (continuacin) Amados hermanos, es evidente que el Espritu de Dios jams obra de esta manera. Jams poda escribir un libroy precisamente en ese tiempo dedicado a lo que era pasado, y a lo que estaba pasando precisamente entonces en oscuridad, pecado y ruina. De ninguna manera. La Palabra de Dios en todas sus partes tiene estampado sobre s un carcter proftico. Hasta el libro del Gnesis posee estecarcter; y me refiero particularmente a l porque si pensramos en algn libro de la Biblia que mirara hacia el pasado hacia el origen de las cosas seguramente pensaramos en el Gnesis. Pero el Gnesis no poda concluir y ni tan siquiera avanzar sin demostrar sus alcances divinos y sin mostrar al Espritu Santo abordando el futuro. Obviamente que ello sera en forma de tipo o asumira el carcter de profeca. Ambas cosas tienen lugar. Pero me estoy refiriendo a esto ahora para hacer ver que tal, en general, es el carcter de toda la Escritura. La Biblia mira hacia adelante, hacia un da resplandeciente. Tiene sus races en el pasado, indudablemente. Se ocupa con firmeza en el presente, pero siempre fijala mira hacia el futuro. Y esto no ha de extraarnos, porque si ella se funda en la ruina del primer hombre, mira hacia adelante a la gloria del Segundo. ste es el gran objeto y carcter de todas las Escrituras. Ahora bien, eso mismo ocurre con el Cantar de los Cantares, y respecto a este carcter tratar ahora de dar algunos pensamientos, pues no considerar el libro ms que de una manera general. Confieso que no estoy familiarizado con todos sus detalles, pues temo de veras hablar con presuncin o abordar en alguna ma nera los sutiles detalles que plantean aquellos que se inclinan por lo que comnmente se conoce como interpretacin alegrica. Reitero que no quiero arriesgarme a nada que no sea de Dios. Slo quiero hablar de lo que s y de lo que creo firmemente que es de Dios; hablar, as, de las amplias y profundas caractersticas de este maravilloso libro. Y creo que el Seor puede brindar suficiente ayuda para que los hijos de Dios tengan una visi ms amplia un entendimiento n ms correcto del mismo, ms que meros puntos de detalle, lo cual nunca es la manera ms provechosade considerar la Escritura. Lo que necesitamos es tener una visin global de la misma. Una vez que tengamos la idea general el bosquejo del mapa, entonces estaremos en condiciones de empezar a considerar los detalles. Pero debo dejar los detalles a otros, pues, por mi parte, me contento con ofrecer, en la presente ocasin, algunos pensamientos de carcter ms general. Ahora bien, quisiera llamar vuestra atencin respecto de una cosa. He estado demostrando que el Cantar se refiere a la noviaterrenal y no a la celestial. Pues bien, ahora les dar las razones espirituales de ello. Os he presentado pruebas dogmticas extradas de la Palabra de Dios; pero ahora os dar lo que llamara razones espirituales o morales de por qu el Cantar de los Cantares, a pesar de ser muy instructivo y provechoso para nuestras almas, no presenta por objeto la relacin propia de la novia celestial, sino ms bien la de la terrenal. La primera gran diferencia entre una y otra y que siempre debemos tener presente al considerar el Cantar es que nosotros aparecemos como novia entre las dos venidas de Cristo. No as los judos. A ellos les fue revelado que habran de ser la novia antes de Su primera venida; pero le rechazaro le negaron y le despreciaron; por lo que nunca ocuparon n, el lugar de novia cuando l vino. El Seor los dej velados en su propio silencio y endurecimiento de incredulidad. Pero no s as cuando vuelva otra vez. En consecuencia, os er daris cuenta de que, para ellos, entrar en tal relacin es pura y exclusivamente un asunto de esperanza, una relacin en expectativa. La novia, en el Cantar, no est unida al novio. Dar las pruebas y las razones de ello cuando llegue el momento de considerarlo. Se trata de algo muy mportante, pues muchos, por no verlo, interpretaron las figuras de una i manera que debo considerar muy degradante y, creo, hasta indecorosa. La pureza del poema es perfecta; pero es tanto ms perfecta por cuanto la novia no se halla an en la relacin nupcial. Nunca hallaris el lenguaje de este Cntico aplicado a la novia celestial. Cuando contemplamos a la novia celestial, hallamosuna importantsima diferencia: que nosotros entramos en relacin con Cristo despus de su primera venida y antes de su segunda. La consecuencia de ello es que nosotros estamos en la ms singular posicin en la que puedan hallarse las almas en la tierra. Pues, por el Espritu Santo, nosotros estamosahora unidos a l. No es exactamente que el matrimonio haya tenido lugar en e cielo, pues ello l aguarda la incorporacin del ltimo miembro del cuerpo de Cristo. No obstante eso, somos Su cuerpo. Estamos en la relacin ms ntima posible a Cristo. Somos considerados realmente como miembros de su cuerpo. No que lo seremos, sino que lo somos. No es sa precisamente la situacin de la novia en nuestro libro. La novia en el Cantar aguarda Su venida. Nada leemos acercade que l haya venido No hay tal cosa como redencin; quiero decir que nunca hallamos la redencin mencionada en l. Tampoco encontramos tal cosa como el poder del Espritu Santo bautizando en un cuerpo, ni algo que constituya el sustrato o fundamento de la verdad para la Iglesia de Dios. Nada de esa naturaleza. Veis, pues, que nosotros te nemos una relacin presente, conocida y establecida con Cristo; y sabemos que su amor es tan enteramente nuestro que aun cuando vayamos al cielo no es que l habr de amarnos me sino que gozaremos de su amor de un modo jor, perfecto. Pero, repito, nosotros ya somos su cuerpo, y l nos trata como tal. Cristo am a la Iglesia y se entreg a s mismo por ella; y esta misma figura es precisamente la que empl el ea Espritu Santo al dirigirse a los maridos y las esposas acerca de sus relaciones mutuas. Es claro, pues, que la Iglesia se en cuentra en una relacin muy particular con el Seor Jesucristo; y particular en el sentido de que hay una relacin establecida actualmente y, consecuentemente, una conciencia pr sente de Su amor de una manera tal que la novia juda e no podra tener hasta que l realmente venga. Entonces se establecer la relacin entre el Novio y la noviala novia terrenal, pero no antes. Ahora bien, a menos que esto se vea con claridad, el Cantar nos puede llegar a ocasionar perjuicios. Aclarar esto mediante u prueba clara: los ejercicios de corazn por los na que pasa la novia. Al principio del captulo 5 ella logra tener una visin del Novio, pero l desaparece. Ella, al principio, no se levanta a abir la puerta, y l se va. Sucede as con el Seor? Acaso r el Seor Jess se aparta alguna vez del creyente? Acaso l alguna vez oculta su rostro de nosotros? Nunca! Nosotros s podemos apartarnos de l, pero no se trata de eso en el

3Cantar. En ste es l quien se aparta. Ahora bien, niego que ello suceda en las relaciones de Cristo con la Iglesia o con los santos individuales. Niego que alguna vez el Seor se aparte del santo ahora. Por ende, habris advertido, este detalle es sumamente importante, porque algunos pueden iniciar el estudio del Cantar sin ad vertir esta diferencia, pues si bien hay muchas cosas en comn entre nosotros y la novia juda, no obstante hay una diferencia esencial que podemos discernir particularmente en lo que acabo de mencionar. Es evidente que, de no tenerla en cuenta, nuestra relacin se vera falsificada. Atribuiramos a la soberana de Dios (como se lo hace en tal caso) lo que en realidad es un asunto de nuestra propia incredulidad, y le echaramos as la culpa a l en vez de sentir vergenza de nosotros, los nicos culpables;pues, en lo que se refiere a la Iglesia, la negligencia de la novia es lo nico que puede apartarla de l. Mas, en rigor, no se ve en el Cantar una relacin establecida. Es enteramente anticipativa. Por ello la idea de traer a nuestra consideracin la intimidad del amor de una relacin an no establecida es totalmente errnea. No se trata de dar a conocer a los dems lo que pertenece a una relacin constituid El objeto que se persigue es mucho ms importante a. y digno: Es el Seor preparando a la novia para la relacin. Es el Seor dndose a conocer a aquella que pudo haber pensado que l no poda amarla y que no la amaba. Es el Seor obrando en su gracia perfecta en relacin con la culpable Jerusaln, y hacindole saber que Aquel que llor por ella, la amar; que Aquel que no slo derram sus lgrimas por ella, sino tambin su sangre (dado que muri por esa nacin), aquel bendito Salvador, obrar, por su Espritu, en su corazn, para formarlos y prepararlos para Su amor; para amarlo a l, pero por la perfeccin de Su amor hacia ellos. ste es el gran objeto el gran tema del Cantar de los Cantares. Por lo tanto, toda la belleza del Cntico estriba en el amor que Cristo expresa, y en el amor que l forma en el corazn de ela hacia l, antes que la relacin se establezca. l Con nosotros ocurre algo diferente. Nosotros nos hallbamos como pobres pecadores. Fuimos convertidos y trados a Dios como hijos de Dios; despertamos para encontrarnos con el maravilloso hecho de que somos el cuerpo de Cristo, de que somos Su novia, y de que estamos ahora en la relacin ms ntima posible con el Seor. Soberana gracia y nada ms! Mientras que, con respecto a la novia del Cantar, se trata de otra cosa. Elloslos judos bien saban que deban haber sido la novia. Saban perfectamente, por los Salmos y los profetas, que se era el lugar que deban haber ocupado. Ah, pero entonces hemos pecado; le hemos rechazado; le hemos despreciado; no le echamos fuera? Se fijar alguna vez nuevamente en nosotros? sa, observaris, es la gran pregunta; y esa pregunta halla respuesta en el Cantar de los Cantares. All est la respuesta del Seor, pues s e trata del Seor, de su propio Jehov, mas de su propio Mesas. Y aqu debo explicar un rasgo notable del Cntico que no siempre ha sido sealado. Salomn escribi los Proverbios, el Eclesiasts y tambin el Cantar, el Cantar de los Cantares. l en sus Proverbios, por regla general, emplea el trmino Jehov. Desconozco que el trmino Dios aparezca ms de una vez en todo el libro de Proverbios (25:2); aunque podemos comparar tambin los cap. 2:5, 17; 3:4 y 30:5, 9. De todos modos, vemos que se no es el trmino caracterstico del ibro. El trmino caracterstico que aparece a lo largo l de los Proverbios es, en la Versin Autorizada inglesa (o de King James),El Seor, cuyo significado es Jehov (tal como aparece en la versin Valera. N. del T.). Y la razn de ello es sencilla: se trata de la sabidura que da Jehov a un pueblo que se halla en una relacin establecida con l. De ah que e trmino Jehov sea siempre el que se utilice all. l El mismo escritor es quien escribi el Eclesiasts, y es notable que Jehov nunca aparezca en Eclesiasts. Yo lo desconozco. No es la palabra caracterstica, pues la que encontramos como regla es Dios (o Elohim). No pretendo decir que nunca encontraremos Jehov en el Eclesiasts. No me he puesto a ojear el libro a fin de refrescar mi memoria al respecto, por lo que, posiblemente uno pueda encontrar la palabra en l. No lo puedo afirmar positivamente, pero s puedo dec que no es la palabra caracterstica. Y debis recordar ir que la excepcin, como se dice, confirma la regla; y siempre hay una gran fuerza en una excepcin que confirma la regla, por cuanto hace resaltar una notable verdad tanto ms claramente dado que no es la regla. Ahora bien, hay todava otro libro de Salomn en el que no aparecen ni Jehov ni Dios: el Cantar de los Cantares. Seguramente debe haber algn motivo bien claro para que el mismo escritor hiciera esto; y l no puede darnos simplemente algo inspirado y algo que no lo fuera. Leemos que Salomn escri i, si bien no recuerdo, mil cinco cantares? De b cualquier modo, escribi muchos cantares. Ahora bien, no tenemos en nuestro poder todos estos cantares que escribi. Lo que s tenemos es este cantar: El Cantar de los Cantares. Vemos que aun cuando los escritores fueron inspirados, Dios no preserv todo lo que escribieron, sino nicamente lo que consider esencial para el plan y propsito de la Biblia. El resto pudo ser perfectamente verdadero y bueno; pero Dios nicamente preserv todo lo que formaba parte de Su propsito en la Biblia. Porque fue tanto parte del pensamiento de Dios que la Biblia fuese completa como que no hubiera en ella ninguna cosa superflua. La Biblia es perfecta. Si hubiese habido un solo captulo que excediese lo necesario para el propsito de Dios, habra estopeado la Biblia. No hay ninguna palabra que sobre. De r igual modo, no hay palabra que falte. Nada se ha perdido. Dios preserv exactamente lo que era necesario. Pero tal vez habis odo de la insensata infidelidad alemana. Me estoy refiriendolamento decirlo a la infidelidad de los telogos; a los estragos que ocasionan cuando aplican sus razonamientos a la Biblia. Ellos ven a veces a Dios y otras a Jehov, y juzgan por ello que dos personas diferentes deben de haber escrito los libros, dos diferentes autores, dos sujetos diferentes, en pocas diferentes y en pases distintos. Observemos aqu la respuesta: Es un mismo hombreya lo he mencionado el que escribi estos libros. En Proverbios aparece Jehov; en Eclesiasts, Dios; y en el Cantar no figura ni el uno ni el otro. A qu se debe? La razn de ello es evidente: Despus de dar el ttulo Cantar de los cantares, el cual es de Salomn, las palabras iniciales son: Oh, si l me besara con besos de su boca! (v.1). No necesito decir que es infinitamente mejor expresarse en estos trminos que de cualquier otra forma que pudiese haberse sugerido. Habra sido lo mismo decir: Oh, si Jehov me besara! T corazn renovado repudiara tal cosa. Sera, por odo cierto, absolutamente inapropiado. Y sera correcto decir: Oh, si Dios me besara!? Claro est que no. Oh, si l me besara! Qu bendito!

TERCERA MEDITACIN Captulo 1 Oh, si l me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino (v. 2). Acaso no era l Jehov yDios? Seguro que lo era; pero tambin es hombre; es su Mesas. De ah vemos la belleza de estas palabras. Ellas resaltan an ms por cuanto en vez de decir: Oh, si el Mesas m besara!, ella dice lo ms apropiado, lo ms e conveniente. No haba ms que un solo objeto. As como ella era Su objeto, as tambin l era el de ella. sta es la cuestin de fondo, por lo que ella no necesita decir de quin se trata. Y su belleza no consiste precisamente en esto? Oh, si l!. No poda haber equivocacin alguna. Miles poda haber en el mundo, pero se trataba de Uno solo; de Aquel a quien haba ofendido, a quien haba desechado, negado y despreciado. Oh, si l me besara con besos de su boca! Tales son sus sentimientos; y no haca falta decir quin? No haba nadie a quien ella deseara en el cielo o en la tierra que no fuese a l. Oh, si l me besara con besos de su boca!. Indudablemente que sta es la expresin de los ms entraables afectos. Sin emb rgo, ah termina todo. Poda no desear que la a besase? Por cierto que lo deseaba, y muy ardientemente. Mas ella piensa que lo haba perdido, que ello no poda ser. Oh, si l an slo respondiese! Y cunta belleza vemos de t nuevo aqu. El corazn de Israel debe volver, y el Seor lo prevee. Est en sus propsitos bendecir a Jerusaln y, de hecho, la bendecir. Su gracia secreta habr de obrar. Pero es Jerusaln la que ha de pronunciarse primero, tal como dijo el Seor en el evangelio de Mateo cuando fue rechazado y se someti al rechazo aqu abajo: Hasta que digis (Mateo 23:39). El Seor dej la casa desierta y la llam vuestra casa. Ya no era ms la casa de Su Padre (Juan 2:16), ni la casa de Jehov (Mateo 21:13); sino que, hablando del templo, dice : Vuestra casa os es dejada desierta. Y agrega: Desde ahora no me veris, hasta que digis: Bendito el que viene en el nombre del Seor. He aqu el que viene. Se trata de l; y viene en el nombre de Jehov. Pero, observad, no vendr hasta que digis Quines? los judos que estaban entonces prestos a crucificarle? Precisamente ellos. Padre, perdnalos, porque no saben lo que hacen. Y aqu, en el Cantar, encontramos la respuesta. Aqu vemos la obra de la gracia entoda su extensin. Cunto tiempo haban esperado por l! Pero ahora, el tiempo el tiempo establecido para favorecer a Sion ha llegado; el tiempo establecido por Dios. Y as como Sus siervos aman sus piedras y aun el polvo es precioso a sus ojos, as tambin el corazn de ella desea con ardor que lo que pareca una relacin perdida, sea ahora la relacin constituida (vase Salmo 102:13-14). Oh, si ella lo tuviese a l! Pero lo haba rechazado. stas, pues, son las palabras de apertura. Es el deseo de su corazn que el Mesas Aquel a quien ella haba mostrado su aborrecimiento y desprecio le muestre Su amor. Porque mejores son tus amores que el vino. A ms del olor de tus suaves ungentos, tu nombre es como ungento derramado (v.2). Cun evidentemente vemos aqu que no se trata de Salomn ni de nada histrico que pud haber originado esto. Se menciona tan slo a uno; el nico que es capaz de iera satisfacer plenamente esto. Uno mayor que Salomn est aqu. Tu nombre como dice ella es como ungento derramado; por eso las doncellas te aman (v. 3). Nada puede ser ms santo, ms puro, que el afecto de aquella que derrama as el deseo de su corazn, el deseo porque l slo le muestre Su amor. Por eso las doncellas te aman. A quines se refiere como las doncellas? Son aquellos que no se contaminarn con las corrupciones de aquel da. El Cantar de los Cantares contempla el corazn de los piadosos de Israel, pues ellos sern el verdadero Israel; ellos constituirn la verdadera novia cuando llegue el da en que estas cosas se cumplirn; en das de excesiva corrupcin y apostasa. Y esto es lo que ahora ella aprecia: habr otros que tendrn ese ttulo (las doncellas). Lo vemos en el Apocalip Tomemos, por ejemplo, sis. el captulo 14 de este ltimo libro de la Biblia. All tenemos una escena de los ltimos das despus qe la Iglesia haya partido; despus que la novia celestial haya sido arrebatada a u los cielos (pues Dios todava no ha puesto fin a Sus bendiciones). Hallamos a 144.000 que son vistos sobre el monte de Sion.Cmo se los describe?: Como aquellos que no se haban contaminado. Se los describe, pues, en los mismos trminos que ella emplea: Por eso las doncellas te aman. Se trata d aquellos que no se ensuciaron con la idolatra y la e maldad de aquel da. Y ella se complaca en no ser la nica (habr otros adems de Jerusaln). Los piadosos entre los judos no sern los nicos en aquel da. Ellos no me cabe la

4menor duda sern muy destacados; y el Seor velar por ellos y los bendecir. Algunos hasta morirn; otros derramarn su sangre por causa de la verdad en aquel da. Pero resulta del todo evidente que hay compaeros. La presencia de justos a quienes ella llama las doncellas es, pues, clara. Ella no nos describe, por tanto, lo que nosotros conocemos ahora; nosotros no hablamos en esos trminos. La novia terrenal poda hablar de las doncellas y de los justos como de un grupo aparte de ella misma. Por qu? Porque la noviacelestial de hoy comprende a todos los piadosos de la tierra. As, pues, como veis, la diferencia es muy notoria. Cuando llegue aq da habr un objeto especial, pero no ser el nico; mientras que ahora la novia celestial uel se halla compuesta por todos los que son de Cristo. Todos ellos forman un solo cuerpo. Claro est que no es ste el lenguajedel Cantar. Menciono esto con el expreso propsito de mantener nuestras mentes lcidas en lo que respecta al carcter propio de este maravilloso libro. Atreme; en pos de ti correremos (v. 4). Ahora bien, notemos de nuevo aqu: Atreme; en pos de ti correremos. No envidiaba en absoluto que otros fuesen objeto de Su amor. Ella, sin duda, tendr un lugar especial. Pero tambin se deleita en que otros los que no se contaminaron con la maldad del mundo sean preciosos a Sus ojos. Y as lo sern. Pero era imposible que la Iglesia dijera tal cosa. La Iglesia no podra considerar a judos o a islmicos o a cualquier otro pueblo de la tierra y referirsea ellos como los rectos o como las vrgenes que aman al Seor Jess; simplemente porque ellos no son justos ni tampoco le aman. El orden de cosas, pues, como veis, es diferente. Y de hecho lo ser cuando esto se cumpla. Esto, pues, nos sirve de ayuda pa aclarar el verdadero carcter del Cantar. En su ra aplicacin directa, contempla el corazn de la novia juda volvindose al N ovio-Mesas antes que venga; el corazn preparado para ello. Por lo que es un gran error suponer que la conversin de los judos ocurrir cuando Cristo retorne en gloria. No es as. El Cantar contempla el da en que ella ser rec ibida; el da en que la relacin nupcial est establecida. Pero eso, hasta ahora, no se ha verificado en absoluto. Ese da an no ha llegado. Todava ha de prorrumpir. Como ya hemos vi to, ese da todava no ha llegado. Las sombras s deben desaparecer. Pero a lo largo de todo el Cantar de Salomn, el amanecer an no ha llegado; las sombras an estn all. Pero el tiempo se acerca. Ella era perfectament e consciente de ello, y es el Seor quien le hace tomar conciencia. Es l mismo quien se lo hace saber. Ella se est preparandopara l, para ese da que an no ha llegado. Eso es lo que encontramos aqu. Atreme dice ella; a lo que agrega: En pos de ti correremos. El rey me ha metido en sus cmaras; nos gozaremos y alegraremos en ti; nos acord aremos de tus amores ms que del vino; con razn te aman (v. 4). Aqu la vemos anticipando lo que espera; pero an no est all; expresa lo que espera en e lenguaje de la fe. Y debemos recordar con sumo l cuidado que el matrimonio an no ha tenido lugar. Ella es una novia designada, y tiene que ir asumiendo ms y ms su carcter distintivo diciendo que habr de ser la noviay que habr de tomar el lugar de novia. Tiene que ir adoptando cada vez ms el lenguaje de que ella realmente lo es. Sin embargo,la relacin an no ha sido consumada. Y ste es el tema del libro: la preparacin de la novia para la consumacin del matrimonio. Luego ella vuelve su atencin hacia otra cosa: hacia s misma. Hay otro asunto que quiere tratar: Negra soy, pero agrada (v. 5, WK). Es consciente de los resultados de la ley. ble No niega la maldicin de la ley, pero su primera palabra es con respecto a su propia vergenza. Reconoce, pues, lo insignific ante que es al lado de Aquel a quien desea. Para ella, todo l es hermoso; pero, en cuanto a s misma, se reconoce negra, aunque, puede aadir, agradable. Es decir, reconoce abiertamente que itene necesidad de la gracia. Se reconoce como enteramente dependiente de la misericordia del Seor, y esto de inmediato se relaciona con el lenguaje de los Salmos. Hay dos cosas que caracterizan a los piadosos de Israel y que se encuentran en los Salmos. La primera es la conciencia de la necesidad de gracia. La segunda, apego a la justicia (una verdadera integridad de corazn). Los judos piadosos asumen el lugar de integridad, pero su gran confianza es en Su gracia. Esto lo encontramos continuamente.La gracia y la justicia van siempre de la mano. Pero la primera palabra de Israel es gracia. La primera palabra de Dios al contemplarlos es su integridad, si puedo decirlo as; pero la de ellos es Su gracia. Y es lo que vemos en el Cantar. Ella se describe como negra; lo reconoce. Esto es verdadera integridad de corazn. No obstante, slo por la confianza en Su gracia es capaz de decir: Negra soy, pero agradable. Tomemos los Salmos 25 y 26 y hallaremos exactamente lo mismo. En el Salmo 25, los piadosos reconocen sus pecados en aquel da y qu palabra clave utilizan acerca de s ; mismos?: Perdona mi iniquidad; por qu? porque es grande (Salmo 25:11, WK). Qu maravilla decir esto a Dios! No lo podan decir al hombre. Si un criminal le pidier al juez a que perdonara su iniquidad porque era grande, huelga decir que toda la corte habra mirado con asombro la presuncin de tal hombre. Pero lo que para el mundo y ante los hombres es presuncin, no es otra cosa que la confianza de la fe. Y eso es precisamente lo que Dios produce en un alma convertida: in tegridad de corazn al reconocer y confesar sus pecados. No slo tiene lugar la purificacin de los pecados, sino tambin la purificacin de toda iniquidad. Esto es algo diferente. Evidentemente hay un trabajo producido en el alma. Toda farsa es extirpada del alma. No hay ningn encubrimiento de pecado; slo integridad, pero un integridad que es fruto de la confianza en la gracia de Dios. a Qu es lo que haba dado confianza en esta gracia en el Salmo 25? Ah, pensemos en ello! Qu haba precedido?: El Salmo 22.Hay un orden en estas cosas. No debemos suponer que los Salmos siguen el orden que actualmente tienen por haber cado simplemente al azar en esos lugares. Es Dios quien los puso en sus lug ares del mismo modo que los inspir. El tiempo transcurrido entre ellos pudo haber sido largo, y no creo que hayan sido escritos en el orden en que aparecen. Pero estn acomodados en un orden tan divino como las palabras que los componen. No podemos alterar el orden de un solo Salmo sin estropear la verdad. Es como si arrancramos una hoja de una bellsima planta, lo que dejara un vaco muy sensible para todo aquel que supiese lo que la planta deba ser o lo que realmente era tal como Dios la constituy. Ahora bien, aqu vemos lo mismo. La gracia de Dios al dar a Cristo para sufrir en la cruz abre el corazn de los judos paraque confiesen sus pecados. Y pueden decir entonces: Por amor de tu nombre, oh Jehov, perdona mi iniquidad, que es grande (Salmo 25:11, WK). sta es la explicacin. La magnitu de la iniquidad sin duda requiere tal sacrificio; pero, d frente a ese sacrificio, no se ruega tener consideracin porque el pecado fuera pequeo, sino que, al contrario, se ruega el perdn de ste por lo grande que era. Luego, en el Salmo 26, el mismo Espritu de Cristo que conduce a confesar el pecado asume el terreno de la pl integridad: hace aborrecer la reunin de los malignos o tener ena que decir algo a aquellos que no temen a Jehov. Hace que laven en inocencia sus manos y anden as alrededor de Su altar. Vem pues, que ambas cosas la integridad de os, corazn y la confianza en la gracia de Dios van juntas. As, pues, ella era negra, pero agradable; mas no dudo de que la negrura no se refiere meramente a la negrura del pecado (de las cadas, de las faltas), sino tambin a la negrura de los padecimientos. Y el Seor lo habra de sentir tambin. En aquel da, dir: Jerusaln ha padecido doblemente en manos del Seor a causa de sus pecados y no permitir que siga sufriendo. Ha padecido el doble de lo que deba haber padecido. El Seor, en aquel da, abrazar la causa dela pobre y culpable Jerusaln, y no permitir que sufra ms. As, pues, ella reconoce ya sea que se trate de sus propias faltas o de la cruel persecucin que haba padecido en justo castigo por sus faltas que tal era su condicin: negra, aunque, por gracia, agradable. Negra soy, pero agradable, oh hijas de Jerusaln, como las tiendas de Cedar, las cuales, supongo, constituye una figura de su negrura; mientras que las n cortinas de Salomn, con toda su belleza, son figura de lo otro: pero agradable. No me miris porque soy negra, porque el sol me mir (v. 6, WK). Esto evidentemente es lo que confirma la idea de que el ol ardiente de la prueba los ha quemado y s ennegrecido, y eso se relaciona con las aflicciones que atravesarn. Los hijos de mi madre se airaron contra m; me pusieron a guardar las vias; y mi via, que era ma, no guard. (v. 6). A Jerusaln sele confiaron pensamientos elevados. Los judos asumieron el lugar de guas de los ciegos y maestros de los ignorantes. Debieron haber sido los testigos de Dios; y no lo fueron. Debieron haber mirado por todo el mundo para Dios; haber sido Su gran testigo a toda nacin, tribu y lengua. Pero, lamentablemente, lo cierto es que, lejos de cumplir sumisin en todo el mundo, y de ser bendicin para toda nacin debajo del sol conforme a la promesa hecha a Abraham de que todas las familias de la tierra seran benditas, ellos noguardaron su propia via. No preservaron sus propias bendiciones; y menos an fueron luz a todo el mundo. Esto, creo, es lo que ella ahora reconoce. CUARTA MEDITACIN Captulos 1 y 2 Hazme saber, oh t (v. 7). Despus de haber hablado a las hijas de Jerusaln, ella vuelve su corazn al Objeto de sus afectos. Hazme saber, o t a quien ama mi alma. Ella h ama al Mesas; y el Espritu de Dios pone en sus labios este lenguaje, lenguaje que ella adoptar aquel da. Estos sentimientos harn de ser formados en ella; y qu gracia de parte b del Seor!; pues no es la obra de ella, sino su fe. Aqu no hay ninguna presuncin, sino que es la gracia de Dios la que pone en su boca estas tan reconfortables palabras, si puedo ir a Oseas 2:14, palabras que se refieren, creo, aproximadamente al mismo tiempo. Hazme saber, oh t a quien ama mi alma, dnde apacientas, dnde h aces reposar tu rebao al medioda; pues por qu haba de ser como una que se aparta tras los rebaos de tus compaeros? (v. 7, WK). Ella quera encontrarle. Y vemos que as como deseaba esta relacin con l y que l le mostra Su amor, as tambin deseaba conducirse como ra convena a tal relacin. Por mucho tiempo anduvo errante entre las naciones. Haba ido en pos de dolos, prostituyndose conotros, tal como lo describen los profetas tan solemne y severamente, pero tan verazmente. Ahora su corazn era slo para l, para Aquel a quien tanto amaba su alma. Entonces viene la respuesta: Si t no lo sabes, oh la ms hermosa entre las mujeres, sigue tu camino tras las huellas del re ao (v. 8, WK). Eso era lo correcto. Lo importante b entonces era seguir los caminos de la Palabra de Dios, y seguir tras las huellas del rebao, es decir, tras aquellos que haban andado anteriormente por la senda, y que constituan el rebao de Jehov. Y apacienta tus cabritas junto a las cabaas de los pastores (v 8). Apgate al testimonio de la Palabra de Dios, a loque Dios ha dado en su Palabra, a quienes Dios levant para guiar Su rebao aqu abajo. En resumidas cuentas, se le dice que se aferre a su Palabra antes de saber que Su corazn se ha vuelto a ella; antes de probar Su amor por ella. Mas la

5respuesta proviene de l mismo. Ella, sin duda, pone todo esto por obra; est implcito. Ahora est sujeta a la Palabra de Dios, y el Novio profiere entonces estas maravillosas y reconfortantes palabras: A yegua de los carros de Faran te he comparado, amiga ma. Hermosas son tus mejillas entre los pendientes, tu cuello entre los collares. Zarcillos de oro te haremos, tachonados de plata (v. 10-11). stas, a mi juicio, son las primeras palabras de parte del Novio; pero an no abarcan todo lo que quiere decirle. Noobstante, ella capta la intencin, y en seguida viene la respuesta de su corazn: Mientras el Rey se sienta a su mesa (v. 12, WK). Notaris que lo llama por elnombre correcto. Habla de l como el Rey. Sabe perfectamente bien que sa es la relacin. Es sa la relacin que tenemos nosotros con Cristo? Acaso hablamos del Rey ahora? He odo a algunos aplicar ese ttulo a Cristo Creo . que la prctica de hablar del Seor Jess como de nuestro Rey an prevalece entre los cristianos. Solamos cantar sin ver demasiado mal en ello entonces: Nuestro profeta, sacerdote y Rey. Sin embargo, las Escrituras jams hablan as de l respecto a nosotros. Nunca lo llaman nuestro Rey; ni siquiera el texto de Apocalipsis 15:3 que podra parecer que lo hiciera lo describe as. En vez de Rey de los santos como aparece en nuestra versin, debera decir: Rey de las naciones. No cabe la menor duda de ello. Pero en el Cantar, ella no habla de l como de Rey de las naciones, sino como de el Rey. Ella lo ve como el Rey del pueblo de Dios, el Rey de Israel. Mientras el rey se sienta a su mesa an no ha venido mi nardo exhala su fragancia (v. 12, WK). Ella era perfectamente consciente de que el Seor haba estado obrando en su alma, y no lo repudia en absoluto. Puede decir, con buena conciencia y con un corazn enteramente confiado, que todo elo era el fruto de la gracia divina en ella. l A continuacin, habla de lo que l es para ella. Mi amado es para m un manojito de mirra, que reposa entre mis pechos (v.13). Esto se trata puramente de una cuestin de sus afectos. Si acaso se tratare no ms que de algo concerniente a la relacin propiamente dicha a la relacin ya establecida nadie debera sentir que es algo inadecuado. La relacin an no se ha establecido, no se ha concretado. Pero ella expresa su perfecto placer en Aquel que la ama. Racimo de flores de alhea en las vias de En-gadi (v. 14). Observemos ahora cmo esta expresin de amor por el Amado arranca una respuesta de Su corazn: He aqu que t eres hermosa, amiga ma (v. 15). Esto no significa que l haya venido, pues an no ha venido; per Dios provee la palabra necesaria para que ella sepa que es correspondida en o sus sentimientos; le hace saber que as como su corazn recibe estas palabras y expresa sus afectos al Mesas, as tambin Di s le hace saber que tal es Su afecto hacia ella. Qu o dice sobre ella el Amado? Qu gracia maravillosa!, no dice: Te amo, sino: He aqu que t eres hermosa, amiga ma. Es loque Sus ojos de amor ven en ella, por ms que nadie en el mundo lo vea. Creo que en ese tiempo se habr operado un piadoso cambio en el remanente. Creo que ellos tambin estn realmente padeciendo a causa de su fe. Mas el Amado lo expresa en Su lenguaje, bendito lenguaje! Cun diferente sera si proviniese de otros labios que no fuesen los Suy He aqu que t eres hermosa, amiga ma; he aqu os! eres bella; tus ojos son como palomas. Ello expresa la modestia, claro est, de aquella que iba a ser su novia. Ella respond as: He aqu que t eres hermoso, amado mo, y dulce; e nuestro lecho es de flores. Las vigas de nuestra casa son de cedro, y de ciprs los artesonados (v. 16-17). No se trata de una simple tienda capaz de derrumbarse. Ella busca una morada firmemente asentada para cuando el Rey venga y la reconozca como Suya. Busca que, en la relacin establecida, todo seapara gloria de Dios aqu abajo; y as lo ser. Antes de finalizar nuestra meditacin en esta noche, dir algunas palabras sobre el captulo siguiente (el captulo 2). Leemo Yo soy la rosa. Muy probablemente no se trate s: exactamente de la rosa, sino del narciso. El vocablo hebreo aparece slo en dos pasajes de la Escritura. S que lo que dir herir los sentimientos de algunos, peroyo creo que en ambos pasajes en ste y en el de Isaas 35:1: El yermo... florecer como la rosa parecera que se trata ms del narciso que de la rosa. De todos modos, no es algo de gran importancia. Yo creo que el narciso es ms apropiado por cuanto aqu se trata de lo que ella dicede s misma y no de l. Y dado que la rosa es la flor de la belleza y la fragancia por excelencia, no creo que se sea el lenguaje que ella adopte. Si l la hubiese llamado de esa manera, entonces lo comprendera perfec tamente; pero como el narciso no es para nada comparable a la rosa, uno puede entender que ella no pretende ser ms de lo que es. Ella, pues, habla de s misma como de una rosa [o narciso] de Sarn, y el lirio de los valles. Toma un lugar humilde. No es un lugar conspicuo todava. Cierto es que pronto estar en el lugar de gloria. Pero, po de pronto, no era ms que el lirio de los valles. Y creo r que esto confirma la idea de que no se trata de la rosa de Sarn un objeto muy conspicuo, sino ms bien de otro de un carcter menos visible y llamativo. Seguidamente, el Amado responde: Como el lirio entre los espinosadopta el lenguaje de ella acerca de los lirios. Pero habla del lirio entre los espinos. l compara a los dems con espinos. Ella, pues, se ve rodeada por aquello que se opone al Mesas y que le aborrece, y que habr de ser quemado cuando venga. Como el lirio entre los espinos, as es mi amiga entre las doncellas. Y tras la respuesta del Novio, enseguida viene la respuesta de ella: Como el manzanoaunque creo que ms bien se trata del cidro: el ms excelente y vistoso de todos estos rboles; y el manzano no es tal. Como el cidro entre los rboles silvestres, as es mi amado entre los jvenes; bajo la sombra del deseado me sent, y su fruto fue dulce a mi paladar. Me llev a la casa del banquete, y su bandera sobre m fue amor. Sustentadme con paas [o frascos], confortadme con manzanas; porque s estoy enferma de amor. Su izquierda est debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace (v. 3-6). Sin embargo, esto no significa que l haya venido. Se trata simplemente del amor que l le haba manifestado, de la gracia que le haba mostrado, y de la conciencia que tena ella de Su amor justamente entonces, aunque deseaba todo lo que era con forme a Su Palabra. Entonces aparece un principio de fundamental importancia para la comprensin del Cantar. Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusaln, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertis ni hagis velar al amor, hasta que [l] quiera (v. 7). Esta expresin se repite varias veces en el Cntico y creo que es la rplica perfecta para aquellos que , sostienen que el Cantar no es ms que una coleccin de pequeos cnticos agrupados sin ningn orden particular. Esto no es as. Hay un orden perfecto, y no slo advertimos continuidad, sino tambin un desarrollo progresivo. Este encargo se hace en tres oportunidades (hay otro parecido que podramos considerarlo como un cuarto encargo, pero no estrictamente). Aparece por primera vez aqu en el captulo 2. Luego se repite en el captulo 3 y, por ltimo, en el 8. De esto, pues, resulta evidente que se tiene por obj seguir eto un orden definido, lo cual tambin ayuda a confirmar algo que ya he mencionado: que aqu se considera al Seor como si an noestuviera casado con ella. Se trata del Novio y de la novia elegida. Por cierto que se emplea el trmino novia. Pero no debemos suponer que el matrimonio se haba consumado. Ella aguarda el establecimiento de la relacin. Es consciente de la misma; percibe la gracia del Seor en dignarse a contemplarla; y, naturalmente, su corazn lo anhela. Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusaln, por los corzos y por las ciervas del campo. Creo que se refiere a estos animales por ser los ms sensibles en cuanto a los ruidos; los que se alborotan con mayor facilidad. Ella, pues, no quiere que nada lo perturbe, para que l repose enese amor que tena preparado para ella. Pues es un pensamiento dulce y maravilloso que el Seor se haya propuesto reposar en Su amor por Jerusaln. Me refiero al ltimo captulo de Sofonas, y lohago para mostrar los ocultos lazos que vinculan este Cntico con el resto de la Palabra de Dios. Hice referencia a los Salmos, y ahora me refiero a los profetas. La mente del EsprituSanto es una. l ha de reposar en Su amor, y respecto de quin se emplea esta expresin? De nosotros? No, sino de Jerusaln. Esto lo podemos ver claramente en Sofonas 3. Luego leemos: La voz de mi amado! He aqu l viene (v. 8). Pero an no ha venido. Est viniendo; y ella lo sabe: He aqu viene. Puede haber montes y collados de por l medio; pero acaso eso lo detendr? El Amado viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados. Mi amado es semejante al corzo, o al cervatillo. De aqu vemos que las dificultades son inexistentes. Helo aqu, est tras nuestra pared, mirando por las ventanas, atisbando por las celosas(v. 9). El corazn de la amada, presumo, anticipa aqu Su venida, a tal punto que hasta oye Su voz. No slo dice: La voz de mi amado!, sino que refiere Sus palabras: Mi amado habl y me dijo: Levntate, oh amiga ma, hermosa ma, y , ven (v. 10). El propsito es llenar el corazn de ella de confianza en Su amor. Levntate, oh amiga ma, hermosa ma, y ven. Porque he aqu ha pasado el invierno [el largoinvierno de Israel], se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la cancin ha venido,y en nuestro pas se ha odo la voz de la trtola. La higuera ha echado sus [verdes] higos (v. 10-13). Observaris aqu la parbola de la higuera que el Seor refiere en Mateo 24. Y las vides en cierne dieron olor; levnta oh amiga ma, te, hermosa ma, y ven. Entonces, el Amado le pide que le deje or su voz. Sus intenciones y anhelos eran que ella conociese Su amor por ella: Hazmeor tu voz; porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto (v. 14). Tambin quiere quitar de en medio todo aquello que pudiera estorbar. Quera ver los frutos de su huerta, porque si viene a los suyos, no slo es cuestin de haber adquirido a su propio pueblo, sino tambin su propia tierra, su propio lugar. Mira, pues, que todo sea agradable, hermoso par su pronta venida. Por ello advierte: Cazadnos las a zorras, las zorras pequeas, que echan a perder las vias; porque nuestras vias estn en cierne (v. 15). Ahora aparece otra expresin clave del Cantar de los Cantares: Mi amado es mo. sta es su respuesta. Mi amado es mo. Tal es su primer pensamiento. Ella lo aplica a su alma. No es an el matrimonio; pero es la voz del Amado; l la ha reconfortado, le ha dado confianza en Su amor. Mi amado es dice ella, y yo suya: Se compenetra de ello; mo es la preparacin de su corazn para las bodas. Mi amado es mo, y yo suya; l apacienta entre lirios. Todava no se tratarepito de que l haya tomado su lugar en el trono. Vemos que apacienta entre lirios. Hasta que apunte el da, y huyan las sombras, vulvet , amado mo; s semejante al corzo, o como el cervatillo sobre los montes de Beter (v.16 e 17). Aqu me detengo por ahora. Si el Seor lo desea, espero presentar nuevamente un panorama general de este pequeo y maravilloso libro de Dios.1[1]

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QUINTA MEDITACIN Captulo 3:1-7 Nos encontramos ahora en la parte central del Cantar. En esta porcin, el objetivo del Espritu Santo, a mi entender, es most rarnos los ejercicios de corazn a travs de los cuales debe necesariamente pasar la novia a fin de estar espiritualmente preparada para el Seor Jess: para el Rey en su gloria venidera. Advertiris en seguida que hay una muy sensible diferencia con respecto a nuestra posicin. Los ejercicios propios del corazn del cristiano comienzan cuando ya estamos en una relacin establecida con el Seor Jess. No ocurre lo mismo con el judo. En nuestro caso se trata de la gracia soberana del ms profundoy excelso carcter, pues se trata de Cristo en lo alto, en la presencia de Dios, y no meramente del Rey en la tierra, por exaltadoque estuviese, sino que es Cristo en una gloria nueva y celestial, totalmente ms all de las expectativas y esperanzas formadas por la revelacin del Antiguo Testamento. Nuestra relacin es del carcter ms profundo por cuanto no se trata de un pueblo que haba sido previamente elegido y que haba sido el objeto de los designios de Dios a travs de los siglos y bendecido por causa del amorde Dios hacia su padre Abraham. Nada de esto vemos en las relaciones con la Iglesia de Dios. Pues en ella se tratapura y exclusivamente de la gracia que acta teniendo en vista a Cristo en la presencia de Dios, y que congrega expresamente personas independientemente de cualquier relacin previa con Dios. Ahora bien, no sucede lo mismo con el judo.ste es amado, aun ahora, como est escrito, por causa de los padres. Son enemigos, como sabemos, por causa del Evangelio, pero amados por causa de los padres (Romanos 11:28). Aqu vemos el fundamento. Aunque se vern obligados a reconocer que lo han perdido todo, y que la bendicin la recibirn slo merced a la gracia, con todo, dicho fundamentoseguir en pie. Nosotros no podemos aducir nada semejante. No tenemos absolutamente nada excepto lo que nos confiere la gracia; y ella nos confiere todo, nuevo, puro ysimple, por Cristo y para Cristo. Puede que una persona que todava no ha sido introducida en la propia posicin cristiana experimente ejercicios de corazn, y puede que se coloque bajo la ley. Puede llegar a advertir y a reconocer su absoluta debilidad. Puede que haya descubrimientos de esta naturaleza, pero stos no son lo que yo llamara los ejercicios normales del corazn de un cristiano. Son los ejercicios muy saludables de un corazn que todava no est en reposo. Pero un cristiano, en el sentido propio del trmino, no es uno que simplemente ha nacido de Dios y que se aferra a la gracia y a la bondad de Dios. Un cristiano es una persona queest en reposo; que est en paz con Dios. Puede haber cristianos que se encuentren en un estado muy anormal, pero eso no tiene nada que ver cuando pensamos en un cristiano. Cuando consideramos un alma en particular, puede que sea menester ocuparnos bastante de su situacin con el objeto de conducirla a una verdadera y saludable condicin. Pero cuando hablamos de lo que es un cristiano, debemos pensar al respecto de acuerdo con la mente de Dios. Si esa alma no est a tono con el pensamiento divino, uno procurar remover los obstculos; buscar fomentar as cosas de Dios, fortalecer su fe y, por la Palabra, l hacer frente y vencer todo lo que estorba. Esto est muy bien; pero, hablando con propiedad, nadie est todava en una saludable condicin crstiana hasta no hallarse arraigado en i Cristo sin la menor duda posible, y hasta no saber que es una nueva criatura y que las cosas viejas fueron juzgadas y pasaron ante los ojos de Dios, y que camina en apacible comunin sobre esta base. Afirmo que nadie puede hallarse en la propia condicin cristiana a menos que tal sea su estado. Ahora bien, es claro que, con respecto a la novia del Cantar, se trata de algo muy diferente. Si contemplamos la Iglesia del Nuevo Testamento, se da por sentado que siemprese halla en dicho estado. Puede que hallemos cosas, naturalmente, como bien lo sabemos, que sean absolutamente contrarias a lo q podramos denominar la teora de la Iglesia o del ue cristiano, recin considerada. Pues bien, se no es el pensamiento de Dios. Y a lo que yo me estoy refiriendo ahora, repito,es a las cosas tal como Dios las ve. Y en el Cantar, Dios no contempla a la novia conforme al concepto cristiano, por decirlo as. En l, pues, vemos los ejercicios por los que tiene que pasar la novia aqu considerada a fin de ser espiritualmente apta para el Rey en su gloria. Y ella aparece aqu en tinieblas: Por las noches busquen mi lecho al que ama mi alma (3:1). sa es una notable condicin. Es precisamente lo que encontramos en el captulo 50 de Isaas: un andar en tinieblas sin ver ninguna luz, pero confiando en ly, ms an, con un corazn lleno de afecto hacia Cristo. Formar los afectos en el corazn de ella, e infundirle confianza en Sus afectos tan incomparablemente superiores a los reales y autnticos afectos de la amada por el Rey venidero, constituye, de hecho, el gran tema y objeto de este libro. Ella lo nece sita; y ms particularmente al verse obligada a mirar atrs y ver y reconocer que era negra no slo codiciable, sino negra. Se ve obligada a ver aquello por lo que ha pasado y a qu se debi. Nada sera sano ni verdadero sin esto; pues no puede ha ninguna bendicin ber estable segn Dios, ya para el cristiano ahora, ya para el judo pronto, ya para cualquier otra alma, aparte de la verdad. Ja ms puede existir el verdadero poder de la gracia sin el poder de la verdad. Siempre debe estar la verdad en lo ntimo de nuestro ser, es decir, siempre debe estar la confesin de lo que realmente somos a los ojos de Dios o de lo que hemos hecho delante de l. Todo esto ha de quedar fuera entre Dios y nuestra propia alma. Ella, pues, tendr que sentir muy p ronto esto. Para sorpresa suya, a pesar de todo lo que ha sido y de lo que es, aprender Su amor. Puede que no tenga esa plenitud de carcter celestial que sabemos que constituye nuestra porcin, pero, con todo, es muy rico y maravilloso, as como verdaderamente divino. Leemos: Por los noches busqu en mi lecho. Bien pueden tener lugar estas tinieblas; pues l an no ha venido; todava no es all. Estas figuras se emplean para mostrarnos t de forma vvida las circunstancias por las que ella est pasando. Busqu en mi lecho al que ama mi alma pues ahora no teme en absoluto confesarlo. Lo busqu, y no lo hall. Y dije: Me levantar ahora, y rodear por la ciudad; por las calles y por las plazas (3:1-2). Como si se fuera el lugar de encontrar a Cristo! De ninguna manera. No se lo contempla viniendo por las plazas o estando en las calles. Sale del desierto. Es all donde ella conoce, y conocer, al Seor, quien a sume y se identifica con la condicin de la cual Israel tendr que salir; mientras que se no es en modo alguno el lugar donde nosotros le conocemos. Nosotros conocemos al Seor de una manera totalmente diferente: en el cielo. sta es la forma propia para nosotros de conocero; pero ella tiene estas anticipadas visiones de l l y, al mismo tiempo, va siendo preparada en un profundo conocimiento de Su amor antes de que venga. Lo busqu, y no lo hall (v. 2). Y estono constituye ninguna sorpresa, pues no lo haba buscado correctamente. No lo hizo en el lugar que corresponde. Me hallaron los guardas que rondan la ciudad (v. 3). Son los guardianes del orden, pero qu podan decir? qu podan hacer? Y les dije: Habis visto al que ama mi alma?. Pues ahora ella lo confiesa. No slo se trata de qe ha obtenido los afectos, sino de que los reconoce aun u ante ellos, aun cuando el lugar no pareca que fuese el indicado. Pero as obra. Apenas hube pasado de ello un poco, hall uego al que ama mi alma; lo as, y no lo dej, hasta que l lo met en casa de mi madre, y en la cmara de la que me dio a lu (v. 4). Se trata de su alma que echa mano de Su entrada a una nueva relacin con Israel. z Todas estas figuras poseen una gran fuerza. La madre, segn las Escrituras, es siempre Israel. Pero no la Iglesia. sta nunca es considerada como la madre. quin podra De ser madre la Iglesia? No podra serlo de s misma de los cristianos. La Iglesia no podra ser y de hecho, no es la madre de los cristianos, y mucho menos podra ser la madre del Seor. De inmediato vemos aqu la importancia de discernir las diferentes relaciones tal como Dios las ha revelado en su Palabra. La madre, como he dicho, es siempre Israel. La novia la esposa es la Iglesia. Es cierto que aqu encontramos una novia, pero veremos que existe una diferencia. No debemos confundir aambas: no debemos suponer que la madre y la novia son la misma persona. Y el hecho de que la mayor parte de la cristiandad considere a la madre y a la nova del Cantar como si fuesen la misma e idntica i persona, no hace ms que poner de manifiesto la absoluta y espantosa confusin de conceptos que prevalece en las mentes de los hombres. Es ms, la crasitud de su ceguera los lleva a pensar que la virgen Mara es ambas. Estn en plena oscuridad, pues yo no s de nada en el paganismo que sea ms deg radantemente oscuro que la supersticin del catolicismo. Parecera extrao un pensamiento as considerando que se trata de seres humanos que tienen a mano la Biblia y el Nuevo Testamento; hombres, debis recordar, de erudicin y de gran capacidad, algunos de ellos quizs hasta convertidos a Dios, pues no lo podra negar. Y estoy relatando un hecho claro y positivo, que descubr y con por oc experiencia propia, cuando afirmo que stos son los engaos que cautivan y capturan a las almas en estos tiempos; y no sloeso, sino que algunas almas, motivadas por vivos deseos y aspiraciones por algo mejor, y que no pueden encontrar en el protestantismo corriente, terminan separndose de ste en pos de lo que aqul les ofrece. Qu gracia, pues, amados hermanos, tener la verdad y la palabra de Su verdad! Ahora bien, veamos el captulo 12 del Apocalipsis. Qu hermoso y reconfortante es para nuestras almas tener un libro que a p rimera vista no parece ser la clave para comprender otras partes de las Escrituras, pero que, sin embargo, lo es! Supongo que la mayora de la gente piensa que se necesita una c lave para la comprensin del Apocalipsis. Pero lo cierto es que la Palabra de Dios presenta una tan asombrosa unidad de relacin desde el principio hasta el fin, y tan maravillosos son los usos y aplicaciones mutuos de todas sus partes, que as como hallamos en el Gnesis una clave para el Apocalipsis, as tambin descubrimos a menudo que el Apocalipsis consti una clave para el Gnesis. Discernir esto, nos tuye alienta sobremanera, pues Dios mismo es quien ha enseado a su pueblo a evitar todo tipo depredileccin (ya sea por un libro, por un tema, por un personaje, por un relato, por un pasaje, etc.), lo cual siempre es algo peligroso. Ya sea que se trate de cualquier persona en particular (un predicador, un evangelista, un maestro, un hombre de Dios cualquiera) o de la misma Palabra de Dios, es algo provechoso poder hacer uso de todo ello, sin abuso: es algo encomiable estar dispu estos a recibir la ayuda de todo lo que Dios utiliza para Su propia gloria y para la bendicin de su pueblo. Ahora bien, el captulo 12 del Apocalipsis pone esto perfectamente en claro, pues all vemos a la mujer, y a la mujer en unagloria notable. Ella se hallaba vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Ahora bien, qu mujer es sta? No necesito recordaros lo que siempre se dice apresuradamente: Oh, es la Iglesia! De ninguna manera. No es la Iglesia; pues vemos que esta mujer da a luz al varn del poder. Y quin es este varn de poder? Seguramente no puede haber ni guna n confusin. El varn de poder que regir con vara de hierro a todas las naciones es Cristo. Alguien lo puede dudar? Es Cristo y nadie ms que Cristo. Por lo tanto, vemos en seguida la identidad de la mujer, porque siempre es Cristo el que determina la verdad de cada persona y de cada cosa.

7Permitidme poner a Cristo en contacto con el estado de mi alma. O dejad que lo pongaen contacto con cualquier alma en el lugar que fuese. Tan pronto como introducimos a Cristo, tenemos la verdad. Al poner a Cristo en la escena de mi alma, advierto mi propio estado, sea bueno o malo. As tambi aprendemos quin o qu tenemos ante nosotros n simplemente introduciendo a Cristo. Pues bien, si introducimos a Cristo en este captulo 12 de Apocalipsis, veremos a Cristoen el varn de poder; y la mujer es Su madre. Por eso no puede ser la Iglesia, pues la Iglesia no es la madre de Cristo. Israel de quien segn la carne vino Cristo es la madre, tal como lo ensea el apstol Pablo en el captulo 9 de la epstola a los Romanos. Vemos, pues, que lo que Pablo escribe tan bellamente en el captulo 9 de Romanos es lo que Juan descrbe simblicamente en el captulo 12 del i Apocalipsis. Pero cuando consideramos a la Iglesia, hallamos otra cosa: la novia, la esposa del Cordero. Ah, tal es la Iglesa! De paso recordemos tambin que en el Apocalipsis i encontramos todava otra mujer, pero que no tiene nada que ver con Israel ni con la Iglesia. Se trata de la mujer que pretende ser la Iglesia, pero que, en realidad, es la antiiglesia. As como habr un hombre que ser el anticristo, as tambin habr una mujer que ser la antiiglesia. Tal es Babilonia; y Rom constituye el gran centro de Babilonia. a Ahora bien, el significado es claramente que esta mujer del Cantar asocia en su abrazo espiritualpor decirlo as a Aquel que amaba quien era claramente el Rey venidero con la casa de su madre, con la cmara de la que me dio a luz. Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusaln, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertis ni hagis velar al amor, hasta que [l] quiera (3:5). He hecho notar ya la importancia de esta declaracin que aparece ahora nuevamente en el libro. Siempre introduce una nueva visin del asunto y del Seor tal como lo anticipaba el corazn de J erusaln. Pues aqu debis recordar que Jerusaln habr de ser la novia elegida. Y me refiero con esto a la Jerusaln que ser, y no a la Jerusaln que est en lo alto; no me refiero a la Jerusaln que es ahora, sino a la que habr de ser: la Jerusaln que habr de nacer de Dios, as como la Jerusaln de lo alto es la gran nueva creacin en Cristo. Pero aqu se trata de la Jerusaln que habr de ser la novia elegida del Rey cuando l vuelva a este mundo. Quin es ste que sube del desierto como columna de humo, sahumado de mirra y de incienso y de todo polvo aromtico? He aqu es la litera d Salomn (v. 6-7, WK). Nada e puede ser ms claro. Salomn no es la figura de Cristo en relacin con la Iglesia. David podra serl . No digo que siempre lo sea, pero David puede serlo preeminentemente, porque o l, despus de todo, saba ms de los sufrimientos de Cristo y estuvo identificado con el rechazo de una manera que nunca Sal mn lo estuvo. Salomn nunca conoci otra cosa que o no sea la gloria. Fue el hombre de paz. Todo cuanto a Salomn concerna, por decirlo as, fue brillante y glorioso, y resultaclaro que ste a quien ella busca no es alguien que padezca. SEXTA MEDITACIN Captulos 3:7 a 5:16 Aqu no se trata, pues, del Cordero rechazado y glorificado en el cielo. sa, en realidad, es nuestra meta como cristianos; p ende, nuestro deseo presente es seguirle; y estamos or gozosos de seguirle en su senda de rechazo. Pero lo que tenemos en el Cantar es algo diferente: nos encontramos con una hermosa figura de lo porvenir, de aquello que Le pertenece. Sesenta valientes de los valientes de Israel la rodean. Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra; cada uno su espada sobre su muslo, por los temores de la noche (3:7). Est claro, pues, que an no es el da. Siempre debemos recordar esto. Ella espera, aguarda ese da. Aqu estella, pero es una visin de la noche; est sobre su lecho, y cuando sale, lo hace desde all; y all permanece. An no es el da. El da se espera, se anhela, se cuenta, pero an no ha llegado. El rey Salomn pues se trata nuevamente del rey se hizo una carroza de madera del Lbano. Hizo sus columnas de plata all estaba la gracia, su respaldo de oro la justicia divina, la justicia para Israel exactamente igual que para nosotros, pues en ninguna edad tiene cabida la justicia d l hombre. Su asiento de grana como conviene a un e personaje de la realeza, su interior recamado de amor por las doncellas de Jerusaln. No necesito decir que el fundamento de todo esto es el amor. Salid, oh doncellas de Sion, y ved al rey Salomn con la corona con que le coron su madre en el da de su desposorio, y el da del gozo de su corazn. E una visin anticipativa, pues el Amado an no ha s venido. Mas tal ser l cuando venga por ella. Advertiris, pues, que no se trata en absoluto de la escena de alguien que esllevado al cielo; no se trata de eso, sino ms bien de alguien que viene a la tierra. Aqu vemos a alguien que es coronado. Y observaris que la madre vuelve a aparecer, pues ahora su corazn est cambiado. Cuando l estuvo aqu, ella no tuvo en absoluto un corazn para l; ni siquiera la propia Jerusaln, aquella que debi haberle correspondido en Su amor como novia terrenal. Al contrario, si hubo una diferencia entre Israel considerado globalmente y Jerusaln en particular, fue Jerusaln la que ms se encoleriz contra el Rey, contra el Seor Jess. Mas cuando llegue el da, su madre volver a aparecer. Nunca olvidemos que no se trata de la novia; la que aparece aqu es Su madre, es decir, no se trata solamente de la novia. Si vamos al Nuevo Testamento, donde tenemos a la novia celestial, lo que encontramos es al Padre, pero no a la madre. Por q en l tenemos al Padre y en el Cantar a la u madre?: Porque para nosotros, la fuente de todo es divino. El Padre, el Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo, es el mismoDios y Padre nuestro. Pero la madre se relaciona ms con la naturaleza. El Padre de Cristo, el cual es la fuente de todas las cosas, es quien nos da nuestro lugar, nuestro ser y nuestra relacin; mas no as lamadre. Vemos aqu a Israel en sus relaciones de madre, por lo que creo que nadie que est dispuesto a dejarse convencer por la Palabra tiene por qu albergar dudas. Naturalmente que no tengo la menor esperanza de convencer a quienes no quieren ser convencidos. Pero creo que aquellos que estn deseosos de reconocer y aceptar la Palabra de Dios, no necesitan albergar ninguna duda en sus almas en lo que respecta al verdadero significado y propsito de este maravilloso libro. Nadie vaya a suponer que quiero decir que no estamos autorizados a tomar todo el amor del libro, pues de hecho que lo estamos Si Cristo tiene, o va a tener, tal amor por Israel, . cunto ms por nosotros! Pues nuestro amor es lo que podra denominar un amor establecido; es decir, un amor que fluye de una relacin que ya ha sido establecida, divinamente establecida. En cambio la de ellos es una relacin que va a ser establecida. Admito que los afectos expresados tienen su hermosura, pero no son de la misma naturaleza. Tienen una estrecha relacin con la esperanza; mientras que, en nuestro caso, no se trata solamente de eso. Nosotros tenemos una presente y plena conciencia del amor del Seor Jess, y no ejercicios a travs de los cuales tenemos que pasar a fin de saber que ese amor descansa sobre nosotros. Tales ejercicios nos son necesarios. Si hay cosas que constituyen un estorbo en nuestros corazones, har falta ejercicios para confrontar los obstculos y para quitarlos de en medio; pero se no es el estado normal de un cristiano. En el captulo 4 vemos cmo el Seor obra para despertar el amor de su pueblo. Hallamos un hermoso mensaje del cual la fe ech mano en el da venidero. Ellos sabrn que el ar Mesas es quien dice esto de ellos, lo cual ser de gran consuelo. He aqu que t eres hermosa, amiga ma; he aqu que t er hermosa; tus ojos entre tus guedejas como de es paloma; tus cabellos como manada de cabras que se recuestan en las laderas de Galaad (v. 1). l se detiene en la gracia y belleza personales de la amada. Empero noes mi intencin, desde luego, considerar los detalles de todo esto; pero la atencin se centra ahora expresamente en todo lo que aella pertenece. No en lo que hizo, no en sus obras, pues eso no es lo que deja al corazn en perfecto reposo. No podemos estar siempre obrando, y a menudo podemos hacernos reproches y tener remordimientos por no hacer las suficientes obras; y si el amor fuese en forma personal para nosotros, si fuese expresado, no como una cuestin puramente sentimental o como una visin pasajer o algo semejante, a sino segn la inconmovible e inmutable Palabra de Dios, qu bendicin si las almas que son despertadas dijeran:sas son Sus palabras para m; eso es lo que siente por nosotros. Ahora bien, esto es precisamente lo que sus corazones comprendern claramente en aquel da. Y notaris la diferencia. Ella tambin habla. Hay un intercambio de afecto de parte de la novia hacia el Novio. Pero sealar una muy marcada y notablediferencia: cuando l habla, siempre le habla a ella. Mientras que cuando ella habla, habla de l, pero no a l. Esto est perfectamente en orden. Vemos cun conveniente es esto y cun perfectamente apropiado en la relacin en que ambos se encuentran, porque lo que ella desea es saber que Alguien como l, santo y perfecto, fue capaz de amar a una que ya en el primer captulo, fue llevada a reconocer , que haba sido precisamente lo opuesto. Sin embargo, obr la gracia; y ella saba que la gracia haba obrado, y no lo neg. M con todo, ella quera saber lo que l senta. l, pues, as, habla con total claridad, y hace que ella lo sepa. As, pues, la primera mitad del captulo nos muestra al Novio dicindole a la novia lo bella que era a Sus ojos. Mientras quela ltima parte es algo diferente: se trata de que ella tenga pleno conocimiento, plena conciencia del peligro en que se encuentra, de las trampas y de los enemigos que la rodean. ste es el significado de las palabras: Ven conmigo desde el Lbano, oh esposa ma (v. 8); y ello se torna ms claro todava cuando sigue diciendo: Mira desde la cumbre de Ama desde la cumbre de Senir y de Hermn, desde las na, guaridas de los leones. No hay nada en la Escritura que no tenga un significado bendito y que est desprovisto de perfecta gracia hacia el lector dela Biblia que cuente con Dios al abrir su Palabra. Desde las guaridas de los leones, desde los montes de los leopardos. stas son claramente imgenes de los mayores peligros que pudieran sobre venir. Quieren significar que ella haba estado, por decirlo as, en la guarida de los leones. Y as lo fue. Estas figuras nos mues que ella se hallaba rodeada por los ms crueles enemigos simbolizados por estos tran felinos que tan ansiosos estn por capturar su presa. Desde los montes de los leopardos. Ella haba estado, efectivamente, en talesmontes; pero omos: Ven conmigo. l la llama, le da la seguridad de su liberacin. Y quin es l para decir eso? Puede acaso fallar? De ninguna manera! No se tra pues, meramente de un clamor desde el fondo de su ta, corazn. No es el carcter de la escena. No se trata de que ella se lamenta por su peligro; no se trata de que ore para ser liberada de las guaridas de los leones y de los montes de2[2]

8los leopardos, sino que se trata de l condolindose de ella; de Aquel que conoce la situacin infinitamente mejor que ella.l es quien le dice: Ven conmigo desde el Lbano. No hay aqu ningn reproche. Cmo lleg ella all? Apartada de l! Cmo se hall en los montes de los leopardos? Estaba l all? En absoluto! Acasoella fue all para encontrarle? No; fue su propia voluntad; su corazn malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo. sta es la causa del fracaso de Jerusaln. Por eso los judos fueron dispersados por todo el mundo. Tal es su situacin, y aun entonces seguirn as padeciendo, si bien volvern a Jerusaln, como supongo, cuando este Cantar halle su aplicacin. Estarn nuevamente en el lugar nico en la escena central pero no conscientes an del favor de Jehov y bajo su gloriosa proteccin. Nada de eso todava. Los leones y los leopardos tendrn que ver con ellos todava, por ms que ya no estn ms dispersos entre los gentiles. Pero los leones y los leopardos todava tendrn su mano sobre ellos, o,mejor dicho, su garra; pues bien sabemos que exactamente as como la bestia son descriptos en los profetas los poderes gentiles. Me refiero a esto como un evidente vnculo de conexin entre este libro y los Salmos entre otros. Pero los Salmos se refieren ms a cuestiones que tienen que ver con el individuo. Hay un solo salmo el Salmo 45, y puede haber otras alusiones, que constituye una especie de nexo de transicin entre el libro de los Salmos y este maravilloso Cantar de los Cantares. En ese Salmo tenemos a la novia, a la misma novia de la que se habla aqu. Slo menciono esto de paso por siacaso sirva de ayuda para aquellos que no lo hayan considerado de forma adecuada. A continuacin, pues, el Seor se dirige a ella por segunda vez, invitndola de nuevo a apartarse de todas aquellas malignasy peligrosas circunstancias que la rodeaban, y habla nuevamente de lo que ella es para l. Entonces agrega palabras de extrema dulzura, y aunque haba hablado de ella como estando e las guaridas de los leones y en los montes de n los leopardos, no obstante le dice: Como panal de miel destilan tus labios, oh esp osa; miel y leche hay debajo de tu lengua; y el olor de tus vestidos como el olor del Lbano (v. 11). Esto est en perfecta armona slo que con un poco ms de fuerza con el espritu que encontramos en los profetas, es decir, que si bien Jerusaln habr sido realmente dejada a un lado como esposa infiel, el Seor la contemplar ms como si estuviera atravesando los pesares de una viuda; quiero decirque l no la habr de reprochar con el hecho de ser rechazada como mujer culpable, sino que hablar de ella con ternura y con gracia como si pasara las aflicciones y lutos de la viudez. En el captulo 5 encontramos nuevas experiencias por las que ella atraviesa, particularmente en el v. 2. El primer versculopertenece ms bien al captulo anterior. Yo dorma (v. 2). Sigue siendo el mismo pensamiento: es la noche. Yo dorma, pero mi corazn velaba. Es la voz de mi amadoque llama: breme, hermana ma, amiga ma, paloma ma, perfecta ma. No es todava su verdadera venida; es slo lo que se cruzabapor su alma; es lo que ve, por decirlo as, en su visin de la noche. No es an Su venida de maana. l vendr en la maana sin nubes; pero, repito, siempre debis recordar que la maana an no ha llegado. Esto, pues,es lo que se cruza por su corazn, el cual est lleno de ardientes deseos por Su venida en el da resplandeciente. Ella aqu, pues, oye como si fuese realmente Su voz y manifiestaque su corazn no est en modo alguno preparado todava para Su retorno; pues esgrime excusas: Me he desnudado de mi ropa; cmo me he de vestir? He lavado mis pies; cmo los he de ensuciar? (v. 3). Vemos que aunque el amor de Dios fue presentado ante su alma, ella, en vez de corresponderle saliendo de inmediato al encuentro de su Amado, msbien pone excusas de por qu no puede ir y de por qu no puede tomarse la molestia de ir a abrir la puerta, pues eso es lo nico que tena que hacer. Mi amado meti su mano por la ventanilla. Todava sigue habiendo un llamado para ella, pero el propsito es provocar e ella el juicio de s misma. Lo que dice es que l n persiste; que no le da vuelta la espalda en seguida a alguien que respondi tan mal a Su amor. Mi amado meti su mano por laventanilla, y mis entraas se conmovieron dentro de m (v. 4, WK). Haba un real afecto, pero no una correspondencia a los Suyos. Yo me levant para abrir a mi amado, y mis manos gotearon mirra, ymis dedos mirra, que corra sobre la manecilla del cerrojo. Abr yo a mi amado; pero mi amado se haba ido, haba ya pasado; y tra su hablar sali mi alma. Lo busqu, y no lo hall; lo llam, y no me respondi (v. 56). s Tal era el reproche que le haca falta a Israel, a Jerusaln, a fin de hacerle sentir que la ocupacin consigo misma o con su circunstancias, y la falta de un renovado inters de s corazn para salir al encuentro del amado, eran los motivos por los cuales ella tena que reprocharse a s misma. Y ahora queella ha vuelto en s, que ha tomado conciencia del mal que le haba causado a su amado, toma la iniciativa y va, lama y, una vez ms, le busca. Me hallaron los guardas que rondan la ciudad; me golpearon, me hirieron. Ahora, como veis, la situacin se agrav; pues en la primera ocasin, ellos no pudieron darle ninguna orientacin para que encontrara a aquel a quien amaba su alma; pero ahora ellos la golpearon, pues qu tena que hacer ella fuera, en semejante ambiente, a esas horas de la noche? Por lo que paga las consecu encias. Me quitaron mi manto de encima los guardas de los muros. Todo esto, sin duda, se debi a la realidad de sus afectos y a sus sinceros deseos por hallar a Aquel a quien amaba. Pero an no era el tiempo; estab fuera de lugar. Ellos, pues, a actuaron de acuerdo con las circunstancias. Por eso, el mismo deseo que ella tena por hallar al Novio, la condujo a una falsa posicin. Entonces tiene que decir: Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusaln, si hallis a mi amado, que le hagis saber que estoy enferma de amor. Aqu, pues, encontramos nuevospersonajes; no a los guardas, sino a sus compaeras. Jerusaln no va a estar sola. Habr otros que se despertarn en aquel tiempo y a quienes ella puede hablar, por decirlo as. En consecuencia, dicen: Qu es tu amado ms que otro amado, oh la ms hermosa de todas las mujeres? Qu es tu amado ms queotro amado, que as nos conjuras? A continuacin viene lo que ya he mencionado: La confesin de la belleza de su Novio. Observaris que esto no se le dice a l Pero todo su corazn se ocupa de hablar del . Novio. Habla bien del Seor; no se avergenza de hablar acerca de l. Y no se trata ahora de que ella simplemente le ama, sino dequin era, y de lo que era aquel a quien amaba. stas son las dos caractersticas sobresalientes en lo que resta del captulo. SPTIMA MEDITACIN Captulos 6 y 7 En el captulo 6 nos encontramos con otra cuestin, sobre la cual todava no he llamado vuestra atencin; pero es menester qu as lo haga, aunque sea brevemente. La palabra e haba venido: A dnde se ha ido tu amado, oh la ms hermosa de todas las mujeres? A dnde se apart tu amado, y lo buscaremos contigo? Mi amado descendi a su huerto, a las eras de las especias, para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios (v. 1-2). Observaris que as como hay encargos seguidos por el anuncio de Su venida los cuales constituyen una importantsima ayuda para la comprensin de las diferentes partes que componen este libro, as tambin hay expresiones de afecto de la novia al Novio. Al final del captulo 2, ella no deca esto. Sus palabras eran otras: Mi amado es mo (2:16). Y termina diciendo: Mi amado es mo, y yo suya; l apacienta entre lirios. Per en este captulo o tenemos lo ms excelente: Yo soy de mi amado. Es lo contrario. Ello marca un muy decidido progreso en su alma en los afectos de Jerusaln en lo que respecta no a la aplicacin personal del libro, sino al objeto de ste. La diferencia consiste en esto: Lo primero que el alma desea y lo mismo es cierto de un alma renovada es saber lo que encontramos en el segundo captulo: que Cristo es mo. Jerusaln pasar por una experiencia similar, y con justa razn. Sera una pobre cosa saber que yo soy Suyo si no supiese que l es mo. Cuando el Espritu Santo obra con poder, forzosamente el corazn no comienza con el hecho de que soy de Cristo. S muy bien que veris lo contrario a esto entre muchas personas piadosas, y que incluso algunos poetas lo expresan as: Soy Suyo, o no? Pero esto no es en modo alguno lo primero que el Espritu Santo produce conforme a la Palabra en un corazn sumiso a ella. Esto es lo primero que ocurre cuan uno est do ocupado consigo mismo, con el yo. El hecho de querer saber ante todo si soy Suyo como dice el poema obedece a que uno comienza con el yo: Soy yo Suyo?. Pero esto es precisamente lo malo para nosotros, es justamente aquello de lo que necesitamos librarnos. Qu nos libera de esto?:El hecho de decir: Es mo Cristo? Ese tesoro, ese Objeto del placer de Dios, es mo? Y esto es precisamente lo que Cristo da, pues es lo esencial. Lo primero que debo saber no escomo dice co