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1 Curso a distancia Enfrentar los Problemas de Empleo Juvenil MODULO 1 Conceptos básicos: mercado de trabajo y juventud El objetivo de este módulo es, en primer lugar, presentar y comprender los conceptos utilizados para efectuar el análisis del mercado de trabajo y los factores que permiten comprender su dinámica de funcionamiento. En segundo término, luego de asumir una definición convencional de “juventud”, el módulo se orienta a identificar los grupos juveniles que enfrentan mayores condiciones de vulnerabilidad en los procesos de inserción laboral y los factores que determinan esas condiciones. Al terminar este módulo los participantes: habrán adquirido o reforzado sus conocimientos sobre los conceptos básicos requeridos para entender el funcionamiento del mercado de trabajo y, al mismo tiempo, compartirán una terminología común que facilitará el diálogo sobre las temáticas del curso; podrán reconocer las características más relevantes de los mercados de trabajo de la Región -y de sus propios países- y sus problemáticas más frecuentes; compartirán una definición convencional del concepto juventudy habrán incorporado criterios que les permitan comprender los factores que dificultan su consideración como categoría homogénea; contarán con información sobre los problemas de empleo más comunes que enfrentan los jóvenes en la Región Latinoamericana, los factores de vulnerabilidad que determinan o influyen en esos problemas y los principales grupos afectados.

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Conceptos basicos de Mercado Laboral y Juventud

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Curso a distancia

Enfrentar los Problemas de

Empleo Juvenil

MODULO 1

Conceptos básicos: mercado de trabajo y juventud El objetivo de este módulo es, en primer lugar, presentar y comprender los conceptos utilizados para efectuar el análisis del mercado de trabajo y los factores que permiten comprender su dinámica de funcionamiento. En segundo término, luego de asumir una definición convencional de “juventud”, el módulo se orienta a identificar los grupos juveniles que enfrentan mayores condiciones de vulnerabilidad en los procesos de inserción laboral y los factores que determinan esas condiciones.

Al terminar este módulo los participantes:

habrán adquirido o reforzado sus conocimientos sobre los conceptos básicos requeridos para entender el funcionamiento del mercado de trabajo y, al mismo tiempo, compartirán una terminología común que facilitará el diálogo sobre las temáticas del curso;

podrán reconocer las características más relevantes de los mercados de trabajo de la Región -y de sus propios países- y sus problemáticas más frecuentes;

compartirán una definición convencional del concepto “juventud” y habrán incorporado criterios que les permitan comprender los factores que dificultan su consideración como categoría homogénea;

contarán con información sobre los problemas de empleo más comunes que enfrentan los jóvenes en la Región Latinoamericana, los factores de vulnerabilidad que determinan o influyen en esos problemas y los principales grupos afectados.

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1. Conceptos básicos para el análisis del mercado de trabajo 1.1. Oferta y demanda de mano de obra. Stock –o reserva- y flujo Frecuentemente, tanto en ámbitos académicos como en los espacios institucionales en los cuales se diseñan y/o se implementan políticas de juventud, sociales o de empleo, se hace referencia a las dificultades que encuentran los jóvenes a la hora de conseguir y mantener un empleo. Para entender las características de esos procesos, cuáles son sus problemáticas más significativas y, en consecuencia, diseñar dispositivos e intervenciones pertinentes desde las políticas públicas, es importante comprender, en primer lugar, las nociones básicas que en conjunto explican las reglas de funcionamiento de los mercados de trabajo, destacando las especificidades de los mercados de trabajo juveniles. En base a la presentación de la introducción de este módulo, profundizaremos en algunos de los conceptos desarrollados. En la presentación mencionada se hizo referencia al concepto de mercado. También se identificaron las fuerzas que operan en su dinámica de funcionamiento: la demanda y la oferta. En la realidad, sus interacciones y transacciones son condicionadas por un conjunto complejo de condiciones bajo las cuales operan y que comprenden, entre otras regulaciones, normas (formales e informales), la disponibilidad, escasez o accesibilidad de los recursos, la efectividad de las instituciones que intervienen en el mercado, el comportamiento de los actores e individuos, etc. Sin embargo, según la escuela clásica de economía, en un mercado completamente libre sin ninguna regulación externa a él (estatal), existe una “mano invisible” que ajusta la relación entre demanda y oferta para alcanzar el equilibrio. Cuando se produce esa situación de equilibrio la oferta de bienes o servicios debe ser igual a la demanda. Esta interacción determinará los precios para cada bien y para cada servicio. Entonces, si la oferta es superior a la demanda los precios tenderán a bajar y, viceversa, cuando la demanda es superior a la oferta los precios suben. Aplicados al ámbito laboral estos mismos principios implicarían que si el mercado fuera completamente libre y sus fuerzas operaran sin obstáculos, es decir sin regulación estatal, no existiría el desempleo. Los salarios estarían determinados por la relación entre la demanda de los/as empleadores/as y la oferta de trabajadores/as, o sea, por la cantidad y calidad (competencias y calificaciones laborales) de mano de obra demandada y ofrecida en el mercado. Estos principios fueron ampliamente revisados, cuestionados y rebatidos para explicar el funcionamiento de cualquier mercado de bienes o servicios. Pero cuando hablamos de mercado de trabajo la capacidad explicativa de esta teoría es limitada. Una de las más importantes limitaciones de la teoría clásica se encuentra en el hecho de que no existen los mercados completamente libres, los ajustes entre demanda y oferta pueden llevar algún tiempo, los actores que intervienen en el mercado pueden tener diferentes recursos de poder para influir sobre el mercado y los individuos y unidades económicas no demuestran necesariamente comportamientos “racionales”, incluso esos comportamientos pueden estar determinados por preferencias que no siguen necesariamente criterios económicos. Aún en el campo teórico de la escuela clásica de economía se admite que pueden ocurrir “shocks” y crisis, o existir interferencias, interconexiones e interacciones complejas y los mecanismos de distribución (la “mano invisible del mercado”) pueden carecer de eficiencia en algunos momentos y producir “fallas“ de mercado. En el mercado de trabajo, habitualmente el término “demanda” es definido como la “demanda de las empresas (privadas o públicas) por trabajadores”. El término “oferta” denomina a la cantidad, disponibilidad y también a las características de los trabajadores (p.ej. las competencias y calificaciones de los trabajadores, su estado de salud, etc.).

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Las teorías sobre el mercado de trabajo

Para explicar los fenómenos del nivel y estructura del empleo y el salario no existe en la teoría económica un único planteamiento sino enfoques diversos. La discusión acerca de los factores explicativos de los niveles de empleo y de los salarios reviste un interés no sólo académico sino que tiene un innegable valor práctico, pues de la posición que se adopte se derivan distintas líneas de acción en materia de política económica, de empleo y del mercado de trabajo. Sintetizaremos aquí sólo los tres enfoques considerados más relevantes acerca de los temas planteados.

Para el enfoque neoclásico el problema del mercado de trabajo no presenta una especificidad distinta a la de cualquier otro mercado de productos o de servicios. Esta escuela de pensamiento parte del supuesto de “competencia”, es decir, de la existencia de un número elevado de oferentes (trabajadores) y demandantes (empresas y empleadores) que actúan en forma aislada y carecen por lo tanto de capacidad para influir en forma individual sobre los resultados del funcionamiento del mercado. De la misma manera, se excluye toda forma de intervención del gobierno (por ejemplo, a través de la fijación de salarios mínimos), En ese contexto los agentes intervinientes (trabajadores disponibles y empresas demandantes) van a negociar individualmente, a definir contratos de trabajo para ocupar los puestos existentes y a pactar salarios. En esta perspectiva, cuanto más bajo sea el salario mayor será la demanda de las empresas por mano de obra y menor la cantidad de trabajadores dispuestos a vender su fuerza de trabajo (oferta). Por el contrario, cuando el salario sea más alto se reducirá la demanda de las empresas y aumentará la oferta de trabajadores. En el marco de esta teoría existe un salario al cual le corresponde la igualación de la oferta y la demanda; en ese nivel salarial se llega a una situación de pleno empleo. En mercados competitivos, sin intervenciones externas originadas en disposiciones legales o presiones de los sindicatos, se desarrollan fuerzas que empujan a la economía a la situación de equilibrio, es decir, a una igualación entre oferta y demanda en la cual no existe el desempleo. Bajo esas condiciones, el desempleo es siempre voluntario. La desocupación se originaría entonces en situaciones anómalas, pues reflejan “distorsiones” en el mercado que deben ser corregidas. Estas distorsiones pueden estar originadas en instituciones (el estado, la intervención del Ministerio de Trabajo), normas (la legislación laboral, el salario mínimo, etc.), prácticas monopólicas de los empleadores o la existencia de sindicatos de trabajadores. En esos casos, las políticas deben remover o atenuar las restricciones a la libre competencia. Este razonamiento pasa por alto el hecho de que el intercambio entre empleadores y trabajadores en el mercado de trabajo no se realiza entre sujetos en igualdad de condiciones, hay subordinación y una relación desigual de poder. Además, el mercado es imperfecto porque la información de que disponen tanto el empleador como el trabajador antes de la celebración del contrato es imperfecta e insuficiente. Por último, los salarios bajos producen una baja del consumo del conjunto de los trabajadores y, en definitiva, puede generar un efecto negativo sobre la economía en su conjunto. Por estas razones es necesaria la intervención del Estado y el establecimiento de normas que regulen las relaciones entre el capital y el trabajo y garanticen ciertos niveles mínimos de condiciones de trabajo y protección social.

En el enfoque de Marx, se sostiene que la competencia entre los capitalistas para ganar mercados induce un proceso de cambios tecnológicos que sustituyen mano de obra por máquinas para disminuir costos, bajar precios y aumentar las ventas (conquistar una porción mayor de consumidores). Por lo tanto, desde el punto de vista de la demanda de los empresarios por trabajadores, ésta tiende a ser más bien débil debido a la utilización de mayor tecnología y menor fuerza de trabajo en los procesos productivos. Desde el punto de vista de la oferta de trabajadores, ésta tiende a crecer por la expansión de la población. En consecuencia, no se espera que se verifique una situación de pleno empleo. Por el contrario, la expansión histórica de la oferta de fuerza de trabajo tiende a exceder a la demanda y se conforman situaciones de exceso crónico de mano de obra, que se denomina “ejército industrial de reserva”, cuya presencia en el mercado se convierte en una presión constante hacia la baja del salario. En este esquema, el salario tiende a estar fijado por el “valor de la fuerza de trabajo”, que se define a partir del conjunto de los medios de vida que en cada sociedad se consideran necesarios para garantizar la supervivencia y reproducción de la clase trabajadora. Sobre la base de estas ideas, Marx también sostiene la tesis de pauperización progresiva de los trabajadores.

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El mercado de trabajo presenta otras características que los mercados de productos: Las “transacciones” se llevan a cabo en el sentido que los individuos “venden” el servicio de su trabajo y los empleadores “compran” este servicio. Sin embargo, el “servicio” del trabajo (el tiempo de trabajo y la productividad en términos de desempeño físico, intelectual y creativo) solo puede ser “prestado”, pero no puede ser separado del trabajador mismo. Eso significa que el trabajo no es una mercancía como cualquier otra, puesto que los trabajadores y las trabajadoras necesitan los medios adecuados para el sostenimiento de su vida, la de sus familias y para su reproducción. A diferencia de otros mercados, en éste la compra y venta de fuerza de trabajo se realiza entre individuos que no son iguales. Como los recursos de poder se encuentran distribuidos de manera desigual entre trabajadores/as y empleadores/as, las relaciones entre ellos son reguladas en cada contexto por un conjunto de normas, reglas, procesos e instituciones de carácter público que intervienen para negociar y establecer los “precios”, es decir los salarios. En la actualidad esa regulación establece un “piso” a las condiciones bajo las cuales los/as trabajadores/as proveen sus servicios, que puede ser tan importante como el costo del salario mismo. Estas condiciones están relacionadas con el ambiente de trabajo, el tiempo de trabajo, la seguridad y salud en el lugar de trabajo, las prestaciones sociales y las previsiones de seguridad social, las responsabilidades y oportunidades de desarrollo profesional, las prescripciones sobre igualdad de trato o la conciliación entre trabajo y vida privada. También se establecen derechos referidos a la capacidad de agremiarse y de defender colectivamente los intereses de los trabajadores a través de la negociación colectiva.

Las teorías sobre el mercado de trabajo (continuación)

El enfoque Keynesiano, por último, se cuestiona la validez de ciertos supuestos particulares neoclásicos. Según Keynes el nivel de “demanda efectiva” (de bienes o de servicios) en una sociedad determina el nivel de producción y éste último la cantidad de empleos que se demandan en cada economía (principio de la demanda efectiva). O sea que la determinación del empleo en una sociedad resulta del nivel de actividad de la economía que no necesariamente coincide con la plena utilización de la capacidad productiva instalada ni con el pleno empleo de la fuerza de trabajo. Para los keynesianos, entonces, el desempleo se entiende como desempleo “abierto e involuntario” (individuos que

desean trabajar y no encuentran ocupación alguna). Éste es el resultado de una insuficiencia de la demanda efectiva y, en consecuencia, su activación constituye la principal línea de acción en materia de política económica para la superación del problema. Así un aumento de la inversión del Estado, que se traduzca en la contratación de nuevos/as trabajadores/as, provocará un aumento del consumo de bienes y servicios por parte de esos/as mismos/as trabajadores/as. Gracias a la mayor demanda de bienes y servicios, las empresas tendrán interés en incrementar su producción, para lo cual contratarán nuevos/as trabajadores/as, que a su vez demandarán mayor cantidad de bienes y servicios. La consecuencia es que se genera un círculo virtuoso consumo- demanda – producción- empleo – ingreso – consumo- demanda. Es decir, el crecimiento económico y el aumento en la cantidad de empleos demandados son parte de un mismo proceso.

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Aparte de los conceptos “oferta” y “demanda”, existen otros que nos ayudan a entender el funcionamiento de los mercados de trabajo, como por ejemplo el de “stock” –o reserva-y el de “flujo”. El “stock” denomina a la cantidad de trabajadores que, durante un tiempo determinado, están participando en el mercado de trabajo. En cada periodo, un cierto número de trabajadores habrá dejado el mercado, por razones de edad (jubilación) o por decisiones personales. Al mismo tiempo, habrá nuevos entrantes al mercado de trabajo, por ejemplo los jóvenes en edad de trabajar que han completado (o abandonado) la educación. El “flujo”, entonces, está constituido por las personas que ingresan y por las que salen del mercado de trabajo en un período determinado. La cantidad de personas que entra en el mercado de trabajo no es la misma que la cantidad que sale. Por razones demográficas, el número de jóvenes ingresantes en el mercado de trabajo puede ser más alto o más bajo que el número de personas que se jubilan.

Los mercados de trabajo son más complejos que los de productos. En los primeros hay una serie de factores que influyen, como:

La legislación laboral y las instituciones del trabajo, previstas en las normas internacionales (expresadas en los Convenios y Recomendaciones de OIT) y nacionales: El establecimiento de salarios mínimos; la fijación de las condiciones en las cuales se debe desempeñar la fuerza de trabajo; la existencia de los sistemas previsionales y la seguridad social, financiadas a través de las cargas y contribuciones y aportes de los trabajadores y empleadores introducen aspectos de gran importancia en el funcionamiento del mercado de trabajo.

La negociación entre trabajadores y empleadores incluye la fijación de salarios para los trabajadores del sector o rama de actividad y se extiende, además, hacia otros aspectos como las condiciones de trabajo.

Las políticas macro económicas: las políticas industriales y científico-tecnológicas; las políticas sociales pueden producir consecuencias importantes en los volúmenes y en las características de la demanda y de la oferta de mano de obra.

Los niveles educativos de la mano de obra o el desajuste entre las calificaciones ofrecidas y las demandadas pueden ser obstáculos importantes para el desarrollo, la competitividad y la adaptabilidad de las empresas y por lo tanto afectar la cantidad de empleos generados por la economía.

Cambios en la participación de la mano de obra (aumentos o disminuciones significativos en la población económicamente activa), crisis económicas o ecológicas, cambios tecnológicos u otros “shocks” externos, que son difíciles de prever, pueden tener incidencia tanto en la oferta como en la demanda de mano de obra y, por lo tanto, alterar el funcionamiento del mercado.

Algunos factores, como los valores o las conductas discriminatorias de ciertos empleadores, pueden influir sobre las decisiones individuales o colectivas de contratación de algunos segmentos de población.

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Otros factores que influyen en el ingreso y egreso de trabajadores en el mercado laboral pueden estar más vinculados con el ciclo económico. Por ejemplo, en momentos de recesiones económicas, durante los cuales se pueden producir despidos masivos, muchos jóvenes de bajos ingresos pueden verse obligados a abandonar la educación para encontrar un trabajo y contribuir con sus ingresos al sostenimiento familiar. En cambio, también en períodos de recesión algunos grupos de población desocupada con mayores dificultades de inserción - ciertos segmentos de la mano de obra femenina o también de los jóvenes-, pueden sentirse desalentados por falta de oportunidades, abandonar la búsqueda de empleo y retirarse del mercado. Por el contrario, en períodos de crecimiento económico, cuando aumentan las posibilidades de conseguir un empleo, algunos de los grupos que participan en menor medida en el mercado pueden verse estimulados para reinsertarse en él. Si observamos el “stock” y el “flujo” en una sociedad, en un momento dado, se pueden extraer conclusiones sobre el desempeño y la dinámica de su mercado de trabajo y, sobre todo, respecto de su capacidad de absorber mano de obra. Una alta dinámica de “flujo” puede ser un indicador de la existencia de un alto número de trabajos parciales o de corto plazo, lo que puede ser un indicador de precariedad laboral.

1.2. Fuerza laboral, tasa de participación, tasa de empleo y tasa de desempleo. El gráfico, que ya fue expuesto en la presentación de inicio de este módulo, muestra algunos conceptos básicos que son importantes para entender el mercado de trabajo. Para el caso particular del empleo juvenil, este gráfico ayuda a entender las situaciones de trabajo en las que se pueden ubicar los y las jóvenes y sus transiciones. De acuerdo a la terminología de la OIT1, el término fuerza laboral / fuerza de trabajo, también llamado población económicamente activa (PEA) se refiere a todas las personas en edad de trabajar que, durante un periodo específico, han participado en el mercado de trabajo, bajo la condición de ocupadas o desocupadas. La fuerza de trabajo o población económicamente activa (PEA), entonces, es la suma de los empleados y de los desempleados.

1 Resolución sobre estadísticas de la Población económicamente activa, del empleo, del desempleo y del subempleo, adoptada por

la Decimo Tercera Conferencia Internacional de Estadígrafos del Trabajo (Octubre 1982)

structural over-supply

flujo

31 de diciembre 201031 de diciembre 2009

Reserva Reserva

Permanecen

EntranSalen

Reserva y flujo

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Desde el punto de vista estadístico se denominan desempleadas a las personas que están sin trabajo, pero disponibles para asumirlo y activamente buscando durante un breve período de referencia (variable entre un país y otro). Por último, son inactivas las personas que no participan en el mercado de trabajo, es decir, aquellas que no tienen un trabajo pero tampoco están desempleadas, pues no son buscadores activos. En función de estos conceptos es posible identificar una serie de indicadores básicos que permiten caracterizar a los mercados de trabajo. El juego de estos indicadores permitirá también describir sus dinámicas de funcionamiento. Tasa de actividad: es la relación entre la cantidad de población económicamente activa (población ocupada + población desocupada, que busca empleo) y la cantidad de población total en edad de trabajar (15/16 años y más). Se expresa en porcentajes. Tasa de empleo: es la relación entre la cantidad de población ocupada y la cantidad total de población en edad de trabajar. Se expresa en porcentajes. Tasa de desempleo: es la relación entre la cantidad de población desocupada y la cantidad de población económicamente activa (PEA). Se expresa en porcentajes.

Ejercicio para la reflexión

En el contexto de su país, por favor busque o construya con los datos disponibles la siguiente información:

Tasa de actividad general y tasa de actividad de la población joven.

Tasa de empleo y tasa de desempleo general y juvenil.

¿qué diferencias significativas encuentra en esos valores respecto de ambos grupos de poblaciones?

Recuerde que puede comentar los ejercicios, intercambiar la información obtenida y sus puntos de vista con los compañeros y las compañeras del curso en el foro virtual. También puede consultar sus dudas con la tutora en el mismo foro o a través del servicio de tutoría de la plataforma.

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En el contexto del análisis de los problemas de empleo juvenil merece especial atención el grupo de personas desocupadas pero también el de las inactivas, que están disponibles para trabajar pero no buscan activamente un empleo. Dentro del conjunto de los inactivos, que están en edad de trabajar, hay un segmento que se encuentra fuera del mercado de trabajo por razones personales (por ejemplo por responsabilidades de familia o por dedicarse a estudiar en exclusividad), pero también hay otro que está desalentado (integrado mayoritariamente por colectivos con mayores dificultades de inserción, como los/as discapacitados/as, los/as jóvenes, las mujeres, etc.). Se trata de personas que han buscado trabajo anteriormente sin tener éxito y que por ese motivo han abandonado la búsqueda. Los y las jóvenes transitan de una categoría a otra (desocupados- ocupados e inactivos) en períodos de tiempo relativamente cortos. Es decir que las fronteras que separan al grupo de desocupados/as del de inactivos/as desalentados/as (disponibles que no buscan empleo) son difusas y cambiantes porque participan intermitentemente en el mercado de trabajo (entran y salen). Por otro lado, algunos/as jóvenes ni siquiera comienzan la búsqueda de empleo porque temen ser discriminados o piensan que sus posibilidades de encontrar un trabajo son muy bajas. A estos casos se les clasifica como “desempleo oculto”. Algunos países han modificado los métodos de recolección de la información del mercado de trabajo para poder incluir a este grupo en las estadísticas oficiales y así concebir políticas más acertadas a su situación laboral. Estos conceptos serán profundizados en el modulo 2 sobre “Análisis de la información del mercado de trabajo”, donde se retomarán estas definiciones y los métodos para recolectar datos sobre las diferentes categorías de jóvenes que participan en el mercado de trabajo. Cabe agregar que en algunos países de la región Latinoamérica una gran parte de los/as jóvenes es inactiva porque no busca un trabajo dentro del propio país. Ellos ven como única posibilidad de obtener un trabajo decente la migración hacia un país industrializado y están esperando una oportunidad para emigrar.

1.3. Mercados de trabajo en países en desarrollo Los mercados de trabajo en países desarrollados son diferentes a los de los países en desarrollo, por sus características, dinámicas y problemáticas y por las características estructurales de sus economías. Es importante tener en cuenta este aspecto cuya consecuencia inmediata se expresa en el hecho de que las políticas económicas y de empleo aplicadas con éxito en los países industrializados no necesariamente tienen los mismos efectos en países en desarrollo. Asimismo, algunos problemas de los mercados de trabajo de los países en desarrollo no existen en países industrializados –o por lo menos tienen dimensiones muy diferentes-, por ejemplo el problema de la economía informal, y viceversa, por ejemplo la última crisis internacional impactó más fuertemente sobre algunos indicadores del mercado de trabajo de Europa y EE UU que en Latinoamérica. Por otro lado, también dentro del conjunto de los países en vías de desarrollo hay grandes heterogeneidades que dificultan realizar una caracterización más o menos general. Teniendo en cuenta estas salvedades, algunos de los rasgos más o menos comunes de los mercados de trabajo en países en desarrollo son:

Segmentación: Coexisten dentro de sus estructuras productivas sectores económicos con bajos niveles de productividad y de competitividad, en los cuales las empresas demandan mano de obra poco calificada para ocupar puestos de trabajo precarios y con bajas remuneraciones, con sectores altamente competitivos, cuyas empresas incorporan trabajadores con elevados niveles de calificación, con condiciones de trabajo acordes a lo establecido por la regulación laboral y cuyos salarios son relativamente elevados.

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Tasa de participación: Generalmente la tasa de participación en el mercado de trabajo promedio de la población en edad de trabajar es relativamente baja, comparada con la de los países desarrollados -sobre todo en el caso de las mujeres y de los y las jóvenes-.

Educación y formación: En muchos casos se verifican niveles relativamente bajos de educación y formación profesional y un desajuste entre las calificaciones y competencias que posee la población activa (sobre todo los y las jóvenes que egresan de la escuela o del sistema de formación) y las competencias requeridas en el mercado de trabajo. Es decir, el sistema educativo no responde adecuadamente a las demandas del sistema productivo a la hora de elaborar sus currículos y formar a los/as futuros/as trabajadores/as.

Subempleo: Las tasas de subempleo suelen ser más elevadas en los países en desarrollo que las que se verifican en los países desarrollados.

Autoempleo: El porcentaje de personas que trabajan por cuenta propia (trabajadores independientes) suele ser relativamente elevado, en comparación con las cifras de los países desarrollados. Este aspecto es importante porque entre los autoempleados se registra un elevado porcentaje de trabajadores/as informales que, por lo tanto, tienen menores niveles de protección social. En América Latina, el empleo por cuenta propia representa entre 40 % y el 60 % del empleo informal total.

Informalidad: Hay una proporción importante de la población económicamente activa que está

operando en la economía informal, lo cual significa que un alto porcentaje de los empleos carece de arreglos formales de trabajo y de protección social. Una parte significativa de los/as trabajadores/as informales corresponde a situaciones de autoempleo, en orden de magnitud le siguen los empleos en empresas de menos de 5 trabajadores y luego los trabajadores familiares, los empleados domésticos y empleados/as informales en empresas formalizadas. La precariedad laboral afecta más fuertemente al colectivo de jóvenes que al de trabajadores/as adultos/as.

Instituciones del mercado de trabajo débiles: Las formas institucionales de regulación pueden ser insuficientes para la protección de los derechos de los trabajadores o también puede no haber información del mercado de trabajo y estadísticas pertinentes y de buena calidad para concebir políticas y orientar a la educación, a la formación profesional y a los servicios de empleo, que tienen a su cargo la intermediación entre la oferta y la demanda de empleo.

Sistemas de seguridad social: En la mayoría de los países latinoamericanos el sistema de seguridad social es insuficiente para compensar la falta de ingresos de la población desocupada o de aquella población que vive por debajo de un cierto mínimo establecido. No existen o son débiles los sistemas de protección del desempleo.

1.4. Factores que influyen en el funcionamiento del mercado de trabajo Una serie de factores externos e internos intervienen en los mercados de trabajo y afectan tanto al volumen como a las características de la demanda y de la oferta de empleos. Puesto que los mercados de trabajo son altamente complejos y comprenden la interacción diaria de millones de individuos, empresas e instituciones, resulta difícil predecir sus dinámicas y su desempeño. Sin embargo, hay algunos factores que pueden ayudarnos a entender su funcionamiento. Por lo general, los factores que pueden ejercer una influencia sobre el mercado de trabajo afectan a la demanda, a la oferta o a ambos simultáneamente. La enumeración que sigue tiene el propósito de exponer, sólo a título ejemplificativo, algunos de esos factores y sus ámbitos de su incidencia:

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Con incidencia sobre la oferta de mano de obra: Se agrupan aquí algunos factores que pueden tener importancia en la determinación del volumen de la PEA o en sus niveles de calificación

Demográficos: Se expresan en el crecimiento o disminución de la población en edad de trabajar, es decir la cantidad de personas disponibles para trabajar en un momento determinado. Cualquier fenómeno natural o no (guerras catástrofes naturales) que tenga efecto sobre la demografía producirá modificaciones en la cantidad de población económicamente activa.

Culturales: Los cambios en las pautas culturales pueden tener incidencia en las tasas de participación de la población, o en la de ciertos grupos de población específicos (por ejemplo, la tendencia hacia una mayor incorporación de las mujeres en el mercado de trabajo o una mayor permanencia de los jóvenes en el sistema educativo, con la consecuente disminución de su participación laboral).

Migraciones: Las migraciones dentro de un país o entre países, por una percepción de falta de oportunidades en el lugar de residencia o por situaciones de conflicto pueden disminuir o amentar la oferta de trabajo en una región geográfica o en todo el país.

Educación: Los niveles de educación y de formación de la población económicamente activa, es decir, la calidad y cobertura del sistema de educación y formación y su accesibilidad, inciden en la calidad y cantidad de recursos humanos de que dispone un país o una determinada región del mismo.

Con incidencia sobre la demanda de empleos: Se agrupan aquí algunos factores que pueden tener importancia en la determinación de la cantidad de puestos de trabajo demandados por las empresas y empleadores y en sus requerimientos de calificaciones:

Económicos: Las crisis económicas y financieras, que pueden determinar una disminución del nivel de actividad económica –recesión-, del volumen de producción y, en consecuencia, de la cantidad de trabajadores contratados.

Estructurales: Algunos cambios en la estructura económica pueden significar cambios en la demanda de trabajadores a nivel de los sectores económicos (p.ej. disminución del sector agrícola y expansión del sector servicios).

Tecnológicos: Los cambios e innovaciones en las tecnologías utilizadas en los procesos productivos pueden implicar cambios en la cantidad de puestos de trabajo demandados por los/as empleadores/as y en los requerimientos de calificaciones y competencias de los/as nuevos/as trabajadores/as. Pueden diferenciarse en función de: o Innovación de procesos (procesos de producción, de comunicación y de organización de

trabajo). Pueden tener incidencia tanto en la cantidad como en la calidad de la mano de obra demandada.

o Innovación de productos (con un mayor componente tecnológico). Pueden tener incidencia tanto en la cantidad como en la calidad de la mano de obra demandada.

Globalización: Los procesos de globalización pueden producir consecuencias importantes tanto en el nivel de actividad como en la estructura económica de un país y, en consecuencia, acarrear cambios en las demandas de empleo.

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Con incidencia sobre ambos, oferta y demanda:

Instituciones del mercado de trabajo: Los sistemas de información, los sistemas de intermediación laboral, las políticas salariales, los sistemas de relaciones laborales pueden afectar tanto a la oferta como a la demanda de mano de obra y, por tanto, favorecer u obstaculizar el funcionamiento del mercado de trabajo.

Inestabilidad política, conflicto armado: Son fenómenos que afectan a la economía en su conjunto (al nivel de actividad económica y al nivel de participación en el mercado de trabajo) y con ello tanto a la oferta como a la demanda de productos y servicios y, por lo tanto, de empleos.

Desastres naturales, crisis ecológicas: pueden afectar tanto al nivel de la actividad económica –a la demanda de empleo- como a la demografía –oferta de empleo-.

Crisis de salud: idem anterior.

1.5. Problemas de empleo y del mercado de trabajo Existe una tendencia a considerar al desempleo como el único problema del mercado de trabajo o, por lo menos, como el problema más importante, y tal vez así sea. Sin embargo, una característica de los países de la Región Latinoamericana es que muchas personas, a pesar de tener un trabajo, viven en condiciones de pobreza, trabajan bajo malas condiciones, con remuneraciones insuficientes para asegurar el sostenimiento de sus hogares y un mínimo de bienestar, no tienen un mínimo de protección legal que les permita hacer frente a contingencias de salud o temen por su estabilidad laboral. La tasa de desempleo puede ser un fenómeno fácil de medir en comparación con otros problemas del mercado de trabajo que son más difíciles de cuantificar. Los cambios en la tasa de desempleo nos pueden indicar algunas tendencias, pero para comprender más íntegramente el funcionamiento de los mercados de trabajo, y las problemáticas de empleo vinculadas a él, es importante examinar la calidad y las condiciones de trabajo que deben afrontar los trabajadores y las trabajadoras. Así, entre otros, pueden identificarse los siguientes problemas:

Subempleo

Informalidad laboral - empleo precario

Protección social insuficiente

Bajas remuneraciones, explotación

Escasas posibilidades de desarrollo profesional

Trabajo infantil

Discriminación (por ejemplo: género, discapacidad, pertenencia étnica, religión, etc.)

Trabajo forzado

Trabajadores pobres / pobreza

Falta de representación y / o de libertad de asociación

Falta de Diálogo Social, de negociación colectiva y de participación en las decisiones En cada país y en cada contexto específico, una vez detectados los diferentes problemas de empleo será importante identificar sus causas. El mercado de trabajo es una estructura compleja y por lo tanto es importante notar que un problema de empleo puede tener varios factores causantes y que, simultáneamente, cada uno de esos factores puede generar varios problemas del mercado de trabajo. Típicas causas pueden ser:

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Una baja demanda general de empleos en la economía formal, o sea un excedente estructural de mano de obra frente a la cantidad de empleos formales disponibles.

Cambios estructurales en la economía y cambios tecnológicos, que producen la aparición de nuevos sectores y ocupaciones y, en consecuencia, un desplazamiento de mano de obra de un sector a otro o nuevos requerimientos en relación a las competencias demandadas.

Crisis económicas o financieras, que pueden producir fenómenos de recesión y despidos masivos de trabajadores.

Discriminación contra grupos determinados, por motivos étnicos, raciales, religiosos, de género u otros, que puede obstaculizar su ingreso al mercado de trabajo o la posibilidad de acceder a un empleo decente.

Niveles bajos o inadecuados de educación y de formación de los recursos humanos con los que cuenta un país, que no se corresponden con las calificaciones y competencias demandadas por los/as empleadores/as.

Poca transparencia en el mercado de trabajo, por ejemplo falta de información sobre trabajos demandados y oferta de mano de obra, o servicios de colocación que no son suficientemente eficientes.

Incentivos inadecuados para la generación de empleos, por falta o insuficiencia de políticas macroeconómicas con eje en el empleo.

Escasas iniciativas y medidas que promuevan la formalización de empresas informales (legislación y registros simplificados)

Debilidades de los sistemas de protección social, por ejemplo seguros por desempleo restrictivos, con bajos niveles de cobertura.

Legislación inadecuada Valores, actitudes, ignorancia, que son fuentes de discriminación respecto de ciertos segmentos de

población. Falta de políticas de apoyo o de diálogo entre los actores sociales (sindicatos, organizaciones de

empleadores) Falta de concientización entre la población trabajadora o entre los empleadores (p.ej. sobre

derechos, condiciones de trabajo)

1.5.1. Desempleo Los economistas del trabajo realizan una distinción entre tres tipos generales de desempleo que ya fueron presentados en la introducción a este módulo. Bajo determinadas condiciones y contextos estos tres tipos de desempleo pueden coexistir al mismo tiempo. Sin embargo, cada uno de ellos demanda intervenciones diferentes desde las políticas públicas.

Desempleo estructural

El desempleo estructural se refiere a la incapacidad de la economía de generar suficientes puestos de trabajo para absorber la oferta de mano de obra existente – lo que anteriormente también fue denominado “excedente estructural de mano de obra”. Las razones pueden ser varias: cambios estructurales o tecnológicos en la economía que destruyen empleos sin crear nuevos, ineficiencias del sistema económico, crecimiento e inversión en sectores que no son intensivos en empleo, legislaciones que impiden o dificultan la generación de empleos o el crecimiento económico, políticas macroeconómicas que no se orientan hacia la generación de empleo.

Desempleo cíclico

El desempleo cíclico es el causado por las fluctuaciones o por los “altibajos” de la coyuntura económica. Típicamente después de una etapa de depresión económica sigue una fase de crecimiento que en algún momento llega a un nivel de saturación y entonces se produce una nueva crisis o depresión (alternancia de ciclos económicos). Durante una fase de baja actividad económica disminuye también la demanda de trabajadores y aumenta la desocupación. Por el contrario, durante una coyuntura económica expansiva

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nuevamente se produce el crecimiento del empleo.

Desempleo friccional

El desempleo friccional está relacionado con los problemas en la articulación entre la demanda y la oferta de empleos. Esta situación puede extenderse por un corto tiempo durante el cual el/la trabajador/a, que está desempleado/a, busca el empleo más adecuado y la empresa encuentra al/la trabajador/a que reúna las competencias necesarias para desempeñarse en el puesto de trabajo vacante. Se estima que también en situaciones en las cuales la oferta de mano de obra es semejante a la demanda puede existir el desempleo friccional. Puede ser causado por una falta de transparencia en el mercado de trabajo, por falta de información adecuada y/o por falta de mecanismos eficientes de articulación. En este caso oferta y demanda no se encuentran fácilmente y se prolongan los tiempos de búsqueda y desempleo y, simultáneamente aumenta el tiempo requerido para cubrir puestos vacantes.

1.5.2. Subempleo En un sentido amplio el “subempleo” es la sub-utilización de la capacidad productiva de la mano de obra. A los fines operativos, para su definición y medición generalmente se utiliza como criterio para su delimitación el límite de 30 o 35 horas semanales trabajadas. Además, las personas incorporadas a esta categoría (llamada subempleo por insuficiencia de horas) deben querer trabajar más horas y también tener disponibilidad para hacerlo. Es decir, el subempleo es una situación involuntaria para el trabajador. El subempleo es un problema complejo y multifacético, al cual debe enfrentarse una parte importante de la fuerza laboral de la Región Latinoamericana. Se presenta sobre todo en la agricultura en pequeña escala y en la economía informal, pero también puede ocurrir en la economía formal, sobre todo en momentos de recesión económica. Dado que los niveles de ingreso de los trabajadores sub-empleados son sensiblemente inferiores a los del resto es probable que quienes se ven afectados por el subempleo pertenezcan, además, al conjunto de la población pobre de un país. El subempleo por insuficiencia de horas es un concepto bien definido y reconocido por las estadísticas internacionales de trabajo. A pesar de su valor para entender el mercado de trabajo y los niveles de ingreso y bienestar de una sociedad, a veces en las encuestas nacionales de hogares no se recolecta información sobre trabajadores/as subempleados/as. Debido a las clasificaciones y prácticas vigentes, en muchos países las personas subempleadas figuran en las estadísticas oficiales como “empleados”, sin discriminarlos como categoría. Sin embargo, para el individuo, el subempleo puede representar un problema grave que perjudica su calidad de vida. Es más difícil medir el subempleo en términos de baja productividad o de subutilización de las competencias, fenómenos a los cuales se denomina “subempleo invisible” o también “empleo inadecuado”. 1.5.3. Economía informal e Informalidad laboral Según la Conferencia Internacional de Trabajo20022, la economía informal comprende todas las actividades económicas llevadas a cabo por trabajadores y por empresas que – según la legislación vigente o en la práctica – no están cubiertos o están insuficientemente cubiertos por arreglos formales. La economía informal constituye una parte importante de la economía de la Región. La informalidad laboral, en cambio, comprende un conjunto de situaciones bastante diversas ya que abarca a un gran número de los trabajadores auto-empleados, a los trabajadores no registrados de las empresas informales, a los trabajadores familiares auxiliares no-remunerados, a los trabajadores no registrados en empresas

290

th Session

Structural over-supply

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formales y a los trabajadores informales que proveen servicios y productos a empresas formales (a menudo como trabajadores por cuenta propia). Todos ellos comparten una característica importante: no son reconocidos o protegidos, total o parcialmente, por los marcos regulatorios de la legislación laboral. Por lo tanto, los trabajadores informales y los pequeños o micro empresarios informales son altamente vulnerables. La economía informal representa una fuente de ingresos importante para una gran parte de los trabajadores en la región. Muchos de ellos (aunque no todos) operan en la economía informal porque no han podido encontrar un empleo en la economía formal o porque las regulaciones para llevar un emprendimiento en la economía formal son demasiado estrictas y costosas. En muchos casos, el trabajo en la economía informal no es una elección libremente escogida, sino que resulta una consecuencia indeseada de una necesidad de subsistencia. La economía informal también es uno de los ámbitos en los cuales un alto porcentaje de jóvenes encuentra empleos, en el cual probablemente se quede trabajando durante toda su vida – sea como empresario informal o como empleado no registrado de una empresa informal o formal-, con insuficiente o ninguna protección. También se puede constatar que hay dentro de la economía informal un alto porcentaje de mujeres y de niños trabajando. Distintos trabajos de la OIT dan cuenta de que la economía informal prospera en un contexto de altas tasas de desempleo, subempleo, pobreza, desigualdad de género y trabajo precario. En esas circunstancias, desempeña un papel importante, especialmente en lo que respecta a la generación de ingresos, porque es relativamente fácil acceder a ella y porque los niveles de exigencia en materia de educación, calificaciones, tecnología y capital son muy bajos. Por otro lado, está demostrado que los trabajadores de la economía informal se enfrentan habitualmente a riesgos más elevados de pobreza que los trabajadores de la economía formal. La mayoría de las personas que trabajan en la economía informal están expuestas a condiciones de trabajo inadecuadas e inseguras y tienen altos niveles de analfabetismo, poca calificación y escasas oportunidades de formación; tienen ingresos más inciertos, más irregulares y más bajos que quienes trabajan en la economía formal, trabajan más horas, no gozan de derechos de negociación colectiva ni de representación y, a menudo, su situación en el empleo es ambigua o encubierta; y tienen una mayor vulnerabilidad física y financiera porque el trabajo en la economía informal está excluido o efectivamente fuera del alcance de los regímenes de seguridad social y de la legislación en materia de protección de la seguridad y la salud, la maternidad y otras normas de protección de los trabajadores. Al mismo tiempo cabe señalar que la economía informal puede tener una alta dinámica y llegar a constituir hasta un tercio del PIB urbano. A menudo existen vínculos importantes con la economía formal, p.ej. por medio de sub-contratación y productos y servicios brindados a la economía formal. La economía informal suele ser extremadamente heterogénea: desde actividades de subsistencia, micro y pequeñas empresas con productividad limitada hasta pequeñas empresas dinámicas que generan importantes ingresos. Entre ellas también pueden existir empresas que prefieren operar informalmente no por necesidad económica, sino para evitar los costos de la formalización e impuestos. El primer paso para concebir medidas eficaces encaminadas a facilitar la transición a la formalidad es pues reconocer la heterogeneidad de la economía informal, así como las diferentes categorías de trabajo que comprende y los diversos factores que dan lugar al crecimiento de la economía informal y la informalización de la economía formal. Hay grandes diferencias entre los trabajadores de la economía informal en cuanto a ingresos (nivel, regularidad, estacionalidad), situación en el empleo (asalariados, empleadores, trabajadores por cuenta propia, trabajadores ocasionales, trabajadores domésticos), sector (comercio, agricultura, industria), tipo de empresas y tamaño de las mismas, ubicación geográfica (medio urbano o rural), protección social (cotizaciones a la seguridad social), y protección del empleo (tipo y duración del contrato, derecho a vacaciones anuales). La mayoría de los trabajadores y las empresas de la economía informal producen bienes y servicios lícitos, aunque a veces no cumplan los requisitos de procedimiento, como los relativos al registro o los trámites de inmigración.

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La informal laboral en cifras

EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE HAY 127 MILLONES DE TRABAJADORES Y TRABAJADORAS EN LA INFORMALIDAD

47,7 % es la tasa de informalidad no agrícola, que se compone de los siguientes segmentos:

31 % son trabajadores del sector informal;

5,2 % son trabajadores domésticos;

11,4 % son trabajadores del sector formal, donde no debería existir la informalidad. Además, son informales:

83 % de los trabajadores por cuenta propia

78 % de los trabajadores domésticos (el 90 % de las trabajadoras domésticas son mujeres).

35 % de los trabajadores del sector privado

59 % de los trabajadores en microempresas Empleo informal según ingresos:

30 % de informales en el quintil de ingresos más alto

73,4 % de informales en el quintil de ingresos más bajo Empleo informal por sectores:

71,3 % e de informales n la construcción

56,1 % de informales en comercio, restaurantes y hoteles

50,9 % de informales en explotación de minas y canteras

39,6 % de informales en industria manufacturera

El empleo informal es más común entre los más vulnerables de nuestras sociedades: Jóvenes, mujeres, migrantes, pobres…

6 de cada 10 jóvenes trabajan en condiciones de informalidad.

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La economía informal y la acción de la OIT

Con vistas a la realización de la 103 Conferencia Internacional del Trabajo, realizada en 2014, la OIT preparó un documento denominado “La transición de la economía informal a la economía formal”, con el objetivo de elaborar una Recomendación sobre el tema. En ese documento se presenta un panorama general respecto de la economía informal y sus repercusiones, se proporciona información sobre el marco normativo en el nivel internacional y nacional, con ejemplos de leyes adoptadas por algunos países y, por último, se expresa la necesidad de contar con un marco integrado de políticas con miras a la transición gradual hacia la economía formal y el trabajo decente. Asimismo, en ese documento se expresa que “superar la informalidad es el principal desafío en materia de desarrollo en todas las regiones y es asimismo esencial para la consecución del trabajo decente como objetivo mundial de desarrollo y una globalización equitativa……si el crecimiento económico no va acompañado de creación de empleo formal, un cambio de tendencia hacia mejores oportunidades de empleo en la economía formal y la mejora de las condiciones de empleo en las actividades informales, seguirá generando desigualdad, pobreza y vulnerabilidad Entre las estrategias para la economía informal se menciona: La ampliación del marco legislativo para cubrir a los trabajadores de la economía informal y la adopción de medidas para facilitar su integración en la economía formal. ….En algunos casos se han adoptado leyes laborales específicas para proteger a ciertas categorías de trabajadores, como los trabajadores domésticos, los trabajadores a domicilio y los trabajadores independientes o por cuenta propia…. Varios países han simplificado su legislación laboral y sus procedimientos mediante, por ejemplo: la reducción o eliminación de los costos relacionados con el registro de empresas ante las administraciones del trabajo y las autoridades de seguridad social; la simplificación de los requisitos, formularios y procedimientos para contratar a trabajadores a través de las oficinas públicas de empleo; y el reconocimiento de los contratos de trabajo, independientemente de su forma y aceptándose cualquier medio de prueba…. (Colombia, Ley núm. 1429 del año 2010; Ley General de las PYME de 2010, promulgada en Brasil; en Chile, la Ley sobre las PYME de 2006). Los ejes de trabajo que, según la OIT, deben formar parte del diseño de una estrategia integrada de transición a la economía formal son los siguientes:

Estrategias de crecimiento y generación de empleo de calidad Entorno normativo, incluida la observancia de las normas internacionales del trabajo y los derechos

fundamentales* Organización, representación y diálogo social Igualdad: género, estado serológico, origen étnico, raza, casta, edad, discapacidad Iniciativa empresarial, competencias profesionales, financiación, gestión, acceso a los mercados Ampliación de la protección social: establecimiento de pisos de protección social y sistemas de

seguridad social. Estrategias de desarrollo local (rural y urbano).

* Los ocho convenios fundamentales de la OIT son: el Convenio sobre el trabajo forzoso, 1930 (núm. 29), el Convenio sobre

la libertad sindical y la protección del derecho de sindicación, 1948 (núm. 87), el Convenio sobre el derecho de sindicación y de negociación colectiva, 1949 (núm. 98), el Convenio sobre igualdad de remuneración, 1951 (núm. 100), el Convenio sobre la abolición del trabajo forzoso, 1957 (núm. 105), el Convenio sobre la discriminación (empleo y ocupación), 1958 (núm. 111), el Convenio sobre la edad mínima, 1973 (núm. 138) y el Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil, 1999 (núm. 182).

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Ejercicio para la reflexión

En el contexto de su país, por favor busquen la siguiente información:

Definición oficial de informalidad laboral.

Cifras oficiales sobre el tamaño del empleo no registrado.

Qué proporción dentro del empleo total tienen el empleo registrado y el empleo no registrado?

Qué porcentaje del empleo juvenil se desarrolla en condiciones de informalidad?. ¿hay diferencias significativas entre la juventud y el resto de la población económicamente activa?

Recuerde que puede comentar los ejercicios, intercambiar la información obtenida y sus puntos de vista con los compañeros y las compañeras del curso en el foro virtual. También puede consultar sus dudas con la tutora en el mismo foro o a través del servicio de tutoría de la plataforma.

1.5.4. Bajos niveles de empleabilidad La Recomendación1953 de la OIT define a la “empleabilidad” como las “competencias y calificaciones transferibles que refuerzan la capacidad de las personas para aprovechar las oportunidades de educación y de formación que se les presenten con miras a encontrar y conservar un trabajo decente, progresar en la empresa o a cambiar de empleo y adaptarse a la evolución de la tecnología y de las condiciones del mercado de trabajo”. El término se refiere a las competencias que permiten a un trabajador moverse “horizontalmente” o “verticalmente” en el mercado de trabajo; es decir: competencias y calificaciones que permiten a una persona cambiar de una ocupación a otra (o encontrar un trabajo en caso de desempleo) y progresar en su carrera, obteniendo a cambio una satisfacción económica, personal, social y profesional. Por lo general se hace alusión a competencias genéricas, que no son específicas para una ocupación o un grupo restricto de ocupaciones, sino que son competencias requeridas en una serie de trabajos y ocupaciones. Estas competencias pueden ser básicas p.ej. conocimientos y habilidades de computación, comunicación, trabajo en equipo y competencias técnicas que se requieren en una serie de diferentes ocupaciones. “La empleabilidad insta a los individuos, a las empresas, al Estado y a la sociedad en general a invertir, cualitativa y cuantitativamente, en la formación, el perfeccionamiento y el aprovechamiento productivo de su potencial humano"4 Los requerimientos de empleabilidad responden a las necesidades de los individuos de estar dotados de competencias que les permitan encontrar trabajo, a las necesidades de las empresas de contar con personal calificado para poder seguir siendo competitivas y a las necesidades de la sociedad de estimular el crecimiento económico y la inserción del país en el contexto de la economía globalizada. En el contexto Latinoamericano hay un porcentaje significativo de jóvenes que no han terminado la escuela secundaria (o sus niveles equivalentes) y por lo tanto no han adquirido las competencias básicas necesarias para desenvolverse satisfactoriamente en el mercado de trabajo. Los bajos niveles educativos y también las calificaciones profesionales insuficientes son una barrera para el acceso al trabajo decente para millones de jóvenes de la región. En efecto, en América Latina el promedio de jóvenes analfabetos es del 2 %; los que alcanzaron o están cursando el nivel educativo primario son el 19 %; los que alcanzaron o están cursando el nivel secundario son el 64 % y los que alcanzaron o están cursando el nivel superior son el 14 %. Estas cifras posicionan a los jóvenes en niveles educativos superiores (es decir con más años de estudio) que los de los adultos. Sin embargo, es necesario aclarar que estos valores varían por subregiones. Así, América Central presenta mayor porcentaje de jóvenes analfabetos y/o con primaria completa y menor porcentaje con secundaria

3 OIT 2004 “Recomendación 195 sobre el Desarrollo de los Recursos Humanos”

4 Ducci, María Angélica, La formación al servicio de la empleabilidad, en Boletín CINTERFOR N° 142, enero- abril de 1998,

Montevideo, Uruguay.

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completa que América del Sur. Más allá de los aspectos cuantitativos, para tener un panorama más completo también hay que prestar atención a la calidad de la educación, y a su nivel de articulación con las necesidades del mundo del trabajo. 1.5.5. Trabajo infantil El trabajo infantil priva a los niños de su infancia, de una buena educación y de su dignidad. Además, puede ser nocivo para el desarrollo físico y mental de la persona y tener repercusiones negativas a nivel de la sociedad. El trabajo infantil es:

Nocivo o peligroso, porque puede poner en peligro la vida misma, el desarrollo físico, mental, social o moral;

Disminuye el tiempo de juego, recreación y descanso;

Interfiere con la educación de los niños, ya que: Les imposibilita atender adecuadamente a la escuela; Los obliga a abandonar la escuela a una edad prematura; o Requiere que ellos tengan que combinar la escuela con horarios y cargas de trabajo excesivos.

Los jóvenes y las jóvenes que han trabajado durante su niñez por lo general tienen niveles educativos más bajos y probablemente transcurrirán su vida de adolescentes y de adultos en condiciones de pobreza o con escasos ingresos. El trabajo infantil puede comprender tipos de trabajo muy diferentes, algunos de los cuales son más nocivos que otros. Entre los ejemplos más frecuentes de trabajo infantil se puede mencionar la ayuda en la actividad agrícola, el trabajo domestico, el trabajo en una empresa familiar, mendigar en la calle, trabajo en ladrilleras artesanales, la actividad minera artesanal o el trabajo en empresas de terceros. En sus formas extremas, los niños pueden ser utilizados en conflictos armados o en la prostitución y también ser objetos de tráfico humano. La erradicación del trabajo infantil es uno de los derechos fundamentales de los trabajadores consagrados por la OIT y es uno de pilares que sostienen el concepto de trabajo decente, como veremos más adelante. El trabajo infantil a veces se oculta y otras se naturaliza porque se interpreta como inevitable y vinculado a estrategias de supervivencia familiar o porque se lo considera formativo. Según datos de la OIT en el mundo hay 215 millones de niños entre 5 y 14 años que trabajan; de ellos, 115 millones están expuestos a trabajos peligrosos5. América Latina registra una disminución del trabajo infantil, a pesar de lo cual aún hay 14 millones de niños, niñas y adolescentes entre 5 y 17 años en esta situación, lo cual representa el 10 % del total de niños de ese rango de edad. Además la mayor parte de ellos trabaja en tareas peligrosas, con riesgos para su integridad física y psicológica. Sin embargo, bajo condiciones muy restrictivas las legislaciones contemplan y admiten, en ciertas circunstancias, una dedicación reducida en una empresa familiar o en una práctica laboral como parte del sistema de educación y formación técnica, que no interfieran con la educación, el desarrollo personal y la salud de los niños. Los Estados Miembros de la OIT han adoptado dos Convenios principales para la definición del trabajo infantil – y de sus peores formas – y para asistir a los Estados Miembros en su erradicación:

C138 Convenio sobre la edad mínima (1973)

C182 Convenio sobre las peores formas del trabajo infantil (1999)

5 Trabajo peligroso es cualquier actividad u ocupación que, por su naturaleza o tipo, tiene efectos dañinos para la

seguridad, salud y desarrollo moral de los niños.

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De acuerdo al C138, la edad mínima de admisión al trabajo es la siguiente: Edad mínima para

comenzar a trabajar Excepciones posibles para países en desarrollo

Edad mínima: La edad mínima para trabajar no debería estar por debajo de la edad de terminar la escuela obligatoria, que generalmente es de 15 años.

15 14

Trabajo peligroso: Todo trabajo que pueda perjudicar la salud física o mental, su integridad física o moral no debe ser asumido por una persona por debajo de los 18 años.

18 (16 bajo condiciones estrictas)

18 (16 bajo condiciones estrictas)

Trabajo ligero: Niños entre 13 y 15 años pueden ejecutar trabajo ligero, siempre y cuando éste no perjudique su salud y seguridad o interfiera con su educación o la formación profesional.

13-15 12-14

Ejercicio para la reflexión:

¿Cuál es la edad mínima de acceso al empleo en la legislación de su país?, Busque, por favor, información acerca de la magnitud del trabajo infantil; en virtud de esa información ¿cuál es la relevancia que tiene el trabajo infantil en su país?

Recuerde que puede comentar los ejercicios, intercambiar la información obtenida y sus puntos de vista con los compañeros y las compañeras del curso en el foro virtual. También puede consultar sus dudas con la tutora en el mismo foro o a través del servicio de tutoría de la plataforma.

1.6. Principios y marco normativo internacionales 1.6.1. Trabajo Decente El concepto del Trabajo Decente fue lanzado en 1999 por la Organización Internacional del Trabajo, en una coyuntura mundial de pérdida de millones de empleos, para poner de manifiesto que es el trabajo el que genera riqueza, el que favorece la inserción de los individuos en la vida comunitaria, construye el progreso social de los países y permite a los ciudadanos acceder a una vida digna.

“El trabajo decente implica acceder al empleo en condiciones de libertad y de reconocimiento de los derechos básicos del trabajo. Estos derechos garantizan que no haya discriminación ni hostigamiento, que se reciba un ingreso que permita satisfacer las necesidades y responsabilidades básicas, económicas, sociales y familiares, y que se logre un nivel de protección social para el trabajador, la trabajadora y los miembros de su familia. Estos derechos también incluyen el derecho de expresión y de participación laboral, directa o indirectamente a través de organizaciones representativas elegidas por los trabajadores y las trabajadoras.”

Juan Somavía, Director general de la OIT, 1999.

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El Trabajo Decente no es únicamente una aspiración sino también la identificación plena del trabajo como derecho humano, tal como es definido internacionalmente. Los derechos inherentes al trabajo suponen un compromiso de todo el planeta para la plena realización de hombres y mujeres. Así está establecido y fue definido en los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El Trabajo Decente constituye el marco conceptual para las prioridades de la OIT. Este concepto se basa en cuatro objetivos estratégicos:

1. Respeto a los principios y derechos fundamentales en el trabajo y a las Normas Internacionales de Trabajo para todos los trabajadores, en particular para los más precarizados. En consecuencia se impone la eliminación de toda forma de discriminación, ya sea por sexo, edad, raza, religión, orientación sexual, nacionalidad, etc. Supone también la eliminación del trabajo forzoso, del trabajo esclavo y del trabajo infantil. Entre los Convenios de OIT que establecen los derechos fundamentales pueden mencionarse: Eliminación del Trabajo Forzoso (C 29 y 105); la discriminación en materia de empleo y ocupación (C 100 y 111); la Abolición Efectiva del Trabajo Infantil (C 138 y 182); la Libertad Sindical y Libertad de Negociación Colectiva (C 87 y 98); la igualdad de remuneración (C 100) y la edad mínima de acceso al empleo (C 138).

2. Existencia de oportunidades para la generación de ingresos y de empleo de calidad para todos, en condiciones de libertad y de igualdad; es decir, la libre elección y ejercicio del trabajo y al acceso a las oportunidades de formación. Trabajo Decente significa que las políticas de empleo se orientan no sólo a la generación de nuevos trabajos, sino también a velar por la calidad del trabajo, en particular por las condiciones de trabajo y la manera como éstas se negocian. Estos principios están establecidos en el Convenio 122 de OIT y en muchos otros.

3. Garantía de protección y seguridad social para todos, desde la propia iniciación del contrato laboral, a través del acceso a sistemas de salud, prevención de riesgos laborales, compensación ante cualquier accidente o enfermedad laboral. Incluye las tutelas que protegen a la maternidad, a la infancia, al matrimonio; seguros por desempleo; la percepción de los salarios diferidos de compensación por vejez (jubilación), etc. Algunos de los Convenios de OIT más importantes en la materia son: Convenio 102: sobre la seguridad social (norma mínima); C 103 y 183: sobre protección de la maternidad; C 130: sobre asistencia médica y prestaciones monetarias por enfermedad; C 128 sobre prestaciones de invalidez; C 168 sobre fomento al empleo y protección contra el desempleo; C 121 sobre prestaciones en caso de accidentes.

4. Derecho a la libre asociación y afiliación a las organizaciones que defienden los intereses de los trabajadores: los sindicatos. Asociado a este derecho se encuentra el fortalecimiento del diálogo social y el tripartismo, como instrumentos para resolver y prevenir los conflictos de trabajo (negociación colectiva) y como medio de consulta sobre problemas de empleo y del mercado de trabajo, legislación laboral y diseño de políticas. El diálogo social es considerado en sus múltiples formas y niveles de puesta en práctica, desde la cooperación y las consultas tripartitas hasta la negociación colectiva dentro de la empresa. Existe una Resolución relativa al tripartismo y al diálogo social adoptada por la Conferencia de la OIT en 2002, en la cual se insta a los gobiernos a propiciar el diálogo social asegurando las condiciones necesarias para que éste pueda darse, con especial hincapié en el respeto a los derechos de libre asociación, libertad sindical y negociación colectiva.

Estos objetivos son válidos para todos los trabajadores, mujeres y hombres, en la economía formal o en la economía informal; en el empleo asalariado o por cuenta propia; en el campo, fábricas y oficinas; en la casa o en la comunidad. La igualdad de género, asimismo, es un objetivo transversal que se incorpora al concepto de trabajo decente.

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El Trabajo Decente es un elemento central en los esfuerzos destinados a la reducción de la pobreza y un medio para alcanzar un desarrollo equitativo, inclusivo y sostenible. 1.6.2. Diálogo Social, Actores y Tripartismo Los actores sociales clásicos que intervienen en las relaciones laborales o industriales son las organizaciones representativas de trabajadores/as y las de empleadores/as. El tripartismo es la interacción y la participación activa del gobierno (usualmente representado por el Ministerio de Trabajo) y de los actores sociales (asociaciones gremiales y empresariales) como partícipes, en pié de igualdad, en la discusión y formulación de objetivos y estrategias comunes sobre los temas de empleo y de trabajo. La forma más común para poner el tripartismo en práctica es el Diálogo Social. Éste se define como todo tipo de negociación, consulta e intercambio de información entre representantes de los gobiernos, trabajadores/as y empleadores/as sobre temas de interés común. La manera de ponerlo en práctica varía de un país a otro y también entre regiones. Un diálogo social efectivo depende de:

El respeto a los derechos fundamentales de libertad de asociación y de negociación colectiva;

La existencia de organizaciones de trabajadores/as y de empleadores/as fortalecidas y con la capacidad y los conocimientos técnicos requeridos para participar en el diálogo;

La voluntad y compromiso político para involucrarse en el Diálogo Social por parte de todos los actores;

El apoyo institucional adecuado.

Para que el Diálogo Social pueda funcionar, el gobierno debe crear un ambiente político y civil apropiado, en el cual las organizaciones de trabajadores/as y de empleadores/as puedan operar e interactuar en condiciones de seguridad y libertad. La libertad de asociación y la independencia de las organizaciones de trabajadores/as y de empleadores/as son condiciones esenciales para el Dialogo Social. La negociación colectiva es una de las formas más usuales y expresivas del Diálogo Social y es un indicador útil para medir hasta qué grado se hace uso del tripartismo en un país. Si bien en el ámbito laboral y en el ámbito social el proceso de diseño de políticas suele impulsarse a partir de las discusiones tripartitas, la Organización Internacional del Trabajo clasifica al diálogo social en bipartito, si intervienen solo las representaciones de trabajadores/as y de empleadores/as, y tripartito, si además de los dos anteriores interviene el gobierno. El Diálogo Social también puede estar abierto a la participación de otros actores relevantes en una sociedad, con fines de alcanzar un mayor consenso en materias específicas. Por ejemplo, en algunos países las políticas de empleo juvenil se diseñan e implementan con la participación de los actores tripartitos y de las organizaciones de y para jóvenes.

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2. Conceptos básicos: La juventud en el mercado de trabajo 2.1. La juventud 6 La juventud es una fase de vida en la cual los individuos deben enfrentar cambios importantes y tomar decisiones personales transcendentes que tienen que ver con transiciones educativas, laborales, familiares y por ende, de vida. La definición oficial de la Organización de Naciones Unidas (ONU) contempla a la juventud como el grupo poblacional integrado por las personas que tienen entre 15 y 24 años de edad, distinguiendo dos subgrupos:

Los jóvenes “adolescentes”: entre 15 y 19 años de edad.

Los jóvenes “adultos”: entre 20 y 24 años de edad.

6 La definición de juventud consignada en el recuadro fue tomada de: DURSTON, J, 1998: Juventud y desarrollo rural: marco conceptual y contextual, CEPAL, Serie Políticas Sociales, 28. Otros conceptos fueron tomados de CEPAL, 2008 y también de Natanson, José, 2012

Juventud: Definiciones Tradicionalmente se ha concebido a la vida de las personas organizada en tres etapas: niñez (preparación para la vida activa); adultez (vinculada con el ejercicio de una actividad productiva) y vejez (retiro de la vida activa). En ese marco, la juventud era definida como un etapa de “moratoria social” o de preparación para el ejercicio de los roles de la vida adulta (formación de un núcleo familiar propio e inserción en el trabajo asalariado). Es decir, se trata de un momento de tránsito. La juventud se define, entonces como “la etapa de la vida que empieza con la pubertad y termina con la asunción plena de las responsabilidades y la autoridad del adulto, es decir, las que corresponden a los jefes masculino y femenino de un hogar económicamente independiente”. Sin embargo, la mayor accesibilidad y permanencia en el sistema educativo de los y las jóvenes; los cambios acaecidos en el mercado laboral (flexibilidad y desregulación) que operaron en perjuicio de los grupos juveniles y algunos cambios en las pautas tradicionales de conformación de núcleos familiares (uniones de hecho, familias monoparentales, familias ensambladas, etc.) llevaron a algunos autores a sostener la idea de un cambio en la condición juvenil. Ese cambio estaría caracterizado por una mayor autonomía individual y emocional, un retraso en la obtención de la independencia económica y una mayor permanencia en el sistema educativo. Desde otra perspectiva y, sobre todo con fines programáticos y estadísticos, se considera a la juventud como una categoría etaria. Aunque no hay un acuerdo generalizado, se suele adoptar la definición de Naciones Unidas, a la cual se agrega, en algunos casos, un tercer subgrupo conformado por las personas que tienen entre 25 y 29 años de edad. Asimismo, por un lado, el mundo adulto confiere a lo juvenil una amplia gama de rasgos positivos: los/as jóvenes son la reserva de adaptabilidad y vitalidad para los nuevos modelos de producir y consumir. Pero en el mismo imaginario se vincula a la juventud con lo disruptivo y anómico en la sociedad: debilidad del orden normativo, falta de disciplinamiento en el estudio o trabajo, imprevisibilidad en las reacciones y conductas de riesgo. Así, desde los discursos se ensalza y a la vez se estigmatiza a los jóvenes. Se les atribuye protagonismo y se los/as vincula a la violencia, sobre todo si son hombres, urbanos y de estratos populares.

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Es importante aclarar que la definición de juventud asumida en este documento tiene el carácter de una convención internacional y, por lo tanto, posee una utilidad práctica, como la de posibilitar las comparaciones entre países. Sin embargo, en la realidad de las sociedades las transiciones de los grupos juveniles al mundo adulto, y el logro de trayectorias positivas hacia el trabajo decente, pueden variar de conformidad con factores diversos, como por ejemplo el entorno económico, social y cultural al cual pertenecen los distintos grupos. Lo expuesto significa que los jóvenes no son un grupo homogéneo y también que el concepto de juventud puede variar en función de las diferentes realidades nacionales o locales. Dentro de esta categoría se incluye, por ejemplo, al joven de 16 años que es jefe de hogar en un barrio marginal de Bogotá (Colombia) o Río de Janeiro (Brasil) y que trabaja desde los 10 años; a una joven indígena de Chichicastenango (Guatemala), quien con 19 años es madre de cuatro hijos y trabaja en un mercado como artesana y a un joven de 20 años de Buenos Aires (Argentina), Montevideo (Uruguay) o Ciudad de México (México), que nunca trabajó y asiste a una Universidad. Más adelante retomaremos el tema para caracterizar a algunos grupos juveniles de América Latina. La heterogeneidad del conjunto juvenil permite observar en su interior las divisiones económicas, políticas, sociales y culturales existentes en la sociedad. Algunos factores para tomar en cuenta al considerar los factores que determinan la conformación de subgrupos son:

Sociedades y culturas diferentes: En las sociedades modernas los comportamientos asociados a la juventud pueden llegar hasta los 35 años, cuando las personas culminan sus procesos de educación formal y se independizan económicamente. En otras culturas el tránsito hacia la vida adulta está pautado por una serie de rituales simbólicos, asociados a la madurez sexual y reproductiva, a la iniciación en tareas y tradiciones o a la asunción de ciertos roles sociales definidos como adultos. De igual manera, el límite inferior de 15 años obviamente no refleja la realidad de muchos de los países de la región, donde hay aún una alta incidencia del trabajo infantil.

Niveles socioeconómicos: Una sociedad puede contener dentro de sí grupos poblacionales muy diversos, comprendidos dentro de la categoría juventud: un joven perteneciente a un hogar de altos ingresos tiene la posibilidad de prolongar su juventud y su entrada al mercado de trabajo (moratoria), mientras que un joven de un hogar pobre, sufre la presión de aportar un ingreso adicional al presupuesto familiar, insertarse tempranamente en el mundo laboral, adoptando roles “adultos”.

Género: La juventud no es un proceso neutro y asexuado. Durante la infancia y la adolescencia, varones y mujeres conforman su identidad de acuerdo a los modelos de cada cultura. Estos modelos condicionan las formas de actuar de varones y mujeres. Los roles de género atribuidos pueden variar fuertemente de acuerdo al entorno socio-cultural. Una misma situación, por ejemplo tener un hijo, puede afectar de manera muy diferente a los varones jóvenes que a las mujeres jóvenes o a una mujer joven de altos ingresos que a una joven pobre.

Vinculo educación y trabajo: Al examinar el mundo de los y las adolescentes y jóvenes se comprueba la existencia de una gran heterogeneidad en su relación con la educación y el trabajo. En el mundo laboral actual, un nivel de educación básico –equivalente a la finalización de la escuela secundaria- es considerado el mínimo indispensable para aspirar a trayectorias laborales coherentes con el concepto de trabajo decente. También se verifica que a mayores niveles educativos mayores son las oportunidades de encontrar un empleo de calidad. La realidad educativa es bien diferenciada en los diversos países de América Latina. Pero en todos ellos es deseable que los jóvenes completen la escolaridad obligatoria, permanezcan en el sistema educativo formal y realicen un ingreso ordenado y paulatino al mercado de trabajo. Sin embargo, gran parte de los y las jóvenes latinoamericanos/as se encuentra lejos de este proceso ideal de

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desarrollo inclusivo, que permite la generación de credenciales educativas que hacen más auspiciosa su futura trayectoria laboral.

Ejercicio para la reflexión

¿Cuál es la definición oficial de “jóvenes” en su país (en términos de edad)? En su contexto nacional:

¿Cuál es el nivel obligatorio de escolaridad? ¿A qué edad se debería cumplir?

¿A qué edad comienza realmente la búsqueda de trabajo en los distintos segmentos de jóvenes y a qué edad se concluye la transición a un empleo de calidad aceptable y con una cierta estabilidad? ¿es alrededor de los 24 años o se extiende más allá de esa edad?

¿Qué diferencias significativas se encuentran en los aspectos mencionados entre los distintos grupos de jóvenes de su país?

¿En este contexto, le parecen adecuados los parámetros de edades para la realidad de los jóvenes a nivel nacional?.

Recuerde que puede comentar los ejercicios, intercambiar la información obtenida y sus puntos de vista con los compañeros y las compañeras del curso en el foro virtual. También puede consultar sus dudas con la tutora en el mismo foro o a través del servicio de tutoría de la plataforma.

2.2. Demografía, empleo y juventud7 El continente americano es conocido como el continente joven y América Latina lo es más todavía. Las proyecciones demográficas indican que de los 599 millones de habitantes con los que contaba el subcontinente para el año 2013, el 69% está constituido por personas menores de 40 años. En 1950, Latinoamérica contaba con 127 millones de habitantes y, de ellos, el 79% eran menores de 40 años. Hacia el 2050 estas proporciones habrán cambiado y la población total será ya de unos 723 millones según las previsiones, pero solamente el 48% será menor de 40 años. De las cifras expuestas se puede destacar, en primer lugar, el crecimiento de la población en la región, dado que entre 1950 y 2050 ésta se habrá multiplicado aproximadamente en seis veces y la esperanza de vida pasará de 50 a 80 años. Ello requerirá un enorme esfuerzo productivo relacionado con la necesidad de desarrollar un mejor sistema de protección social para enfrentar este reto, cuya responsabilidad recaerá principalmente sobre los actuales jóvenes. Aunque los países de América Latina vienen registrando, proporcionalmente, un pronunciado declive de sus tasas de crecimiento poblacional8, la mayoría de los jóvenes nacidos hace 10 o 15 años seguramente entrará en el mercado de trabajo en los próximos años. Por ello, se prevé que entre 2015 y 2025 el continente alcanzará su porcentaje histórico máximo de jóvenes. En otras palabras, estamos asistiendo a las últimas etapas del llamado “bono demográfico”. El bono demográfico es el periodo durante la transición demográfica en que la proporción de personas en edades de trabajar (potencialmente productivas) crece en relación a la de personas en edades potencialmente dependientes. Este periodo se conoce también como “ventana demográfica de oportunidades”. Una fuerza de trabajo amplia, joven y calificada, combinada con un contingente

7 La información incluida bajo este título ha sido extraída de OIT, Trabajo Decente y Juventud, Políticas para la acción, Lima, 2013. 8Entre 1970 y 1975 la población juvenil creció en 18%, en el periodo 2000 a 2005 solo creció 3.9% y de 2005 al 2010 sólo creció

en 1.8%.

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relativamente pequeño de adultos mayores constituye una situación altamente favorable para el crecimiento económico. Durante las transiciones demográficas se produce una disminución de la cantidad de niños y ancianos sobre el total de la población ocupada (caída de la tasa de dependencia). Los dependientes son típicamente beneficiarios netos del gasto público en educación, salud y programas de pensiones. Al comienzo de la transición demográfica, cuando la población de adultos mayores aún es pequeña, los principales beneficiarios netos del gasto público son los niños y los jóvenes, que pueden recibir fondos públicos para la formación de capital humano, porque el tamaño de estos grupos se relativamente menor si se lo compara con la población de adultos ocupados (que son quienes más contribuyen al financiamiento del gasto público). Ese mayor capital humano acumulado por las nuevas generaciones tendría no sólo efectos sobre el crecimiento sino también sobre la movilidad social. Es decir, las etapas tempranas en la transición demográfica dan lugar a una coyuntura particularmente favorable para concentrar el gasto público en programas dirigidos a los niños y jóvenes Asimismo, el bono demográfico puede ser un factor de desarrollo para los países, pues una sociedad con una alta proporción de trabajadores tiene más capacidad para aumentar su producción que una con una fuerza laboral relativamente escasa e inflexible. Sin embargo, los efectos del bono demográfico sobre el crecimiento económico no son automáticos. La posibilidad de que las tendencias demográficas actuales de la región sean aprovechadas para el desarrollo social depende en gran medida de la instrumentación de políticas relacionadas con la creación de empleos de calidad para los jóvenes. Por otro lado, el escenario descrito puede ser concebido como un problema que consiste en procurar a los miembros de la generación la cantidad de empleos suficientes para que todos/as estos/as jóvenes tengan una ocupación. Cuando una baja creación de empleos se conjuga con un alto crecimiento de la población juvenil, la magnitud y el nivel de exclusión laboral aumenta. Un país con altas tasas de natalidad y crecimiento demográfico experimenta una presión constante producto de los contingentes de jóvenes que cada año buscan incorporarse a la vida activa. Por el contrario, una sociedad con baja natalidad y bajo ritmo de crecimiento demográfico, en principio, tendrá mejores condiciones para procesar con mayor facilidad la entrada al mercado de los nuevos demandantes de empleo de las nuevas generaciones. Pero estas circunstancias no necesariamente garantizan la inclusión de los grupos de jóvenes, ya que los niveles de exclusión laboral pueden mantenerse por otros factores (origen étnico, nivel educativo, etc.). O sea, simplemente se trata de un escenario más favorable que el que enfrenta un país con altas tasas de natalidad y crecimiento demográfico.

2.3. Factores de vulnerabilidad. La discriminación en el mercado laboral América Latina es la región del mundo con el mayor nivel de desigualdad entre ricos y pobres. La gravedad del problema y la urgencia de buscar soluciones se ven reforzadas por los datos socio demográficos actuales. De acuerdo a las proyecciones de población existen dos características fundamentales en la Región: los altos niveles de pobreza y la gran cantidad de jóvenes que habita en los diferentes países. Específicamente, en América Latina y el Caribe residen actualmente alrededor de 108 millones de personas jóvenes entre 15 y 24 años de edad, 39% de los cuales vive en situación de pobreza.

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En América Latina y el Caribe aparecen nuevos factores de vulnerabilidad que, en el panorama macro, señalan diferentes grados de precariedad que padecen los grupos de jóvenes y que se constituyen en causas de discriminación. La precariedad se ve acentuada entre los y las jóvenes que reúnen más de uno de estos caracteres. Además de la edad, existen otros factores que van incidiendo (especialmente cuando se suma más de uno) en el tipo y calidad de la inserción laboral que logran los y las jóvenes. Entre esos factores se pueden mencionar:

el género,

la pertenencia a determinados grupos étnicos,

el nivel socioeconómico y la pobreza

el entorno sociocultural y familiar

la zona de residencia

el nivel educativo, tomando en consideración, sobre todo, los fenómenos de deserción escolar temprana

la discapacidad

la migración rural-urbana Los niveles y factores determinantes de la exclusión varían de acuerdo a las distintas realidades nacionales. Es indispensable profundizar el estudio de estas características en cada sociedad concreta para elaborar diagnósticos adecuados y explicar los disímiles desempeños que tienen los diferentes grupos juveniles en la educación, en la formación y, finalmente, en el empleo. A partir de estos diagnósticos se podrán concebir políticas y programas de empleo juvenil adecuados a esas realidades y a los grupos desfavorecidos en ese contexto. Las posibilidades de éxito de cada joven, incluidos sus logros en materia laboral, están fuertemente influidas por sus características de origen y por su pertenencia a sectores con determinados niveles económicos, sociales y culturales. Existen segmentos de jóvenes que pueden mostrar una inserción laboral de calidad, en términos del tipo de empleo obtenido y de los ingresos derivados de él. Pero en otros segmentos los resultados son más pobres, los jóvenes viven y trabajan en situación de exclusión, ya que cuentan con empleos de baja calidad y con bajas remuneraciones, sin seguridad laboral y sin protección social. En América Latina, muchos jóvenes encuentran problemas para transitar de un segmento a otro en búsqueda de su progreso material e intelectual. Es decir, tienen escasas posibilidades de desarrollar una trayectoria de movilidad social ascendente. Las barreras que dificultan este tránsito se vuelven cada vez más insuperables a medida que los y las jóvenes suman factores de vulnerabilidad. Gran parte de la vida laboral de muchos de los y las jóvenes más vulnerados/as transcurre en los sectores productivos y

Inclusión social Inclusión social es un concepto que refiere a la participación de individuos en diferentes áreas de la sociedad. En la práctica puede ser medida mediante el análisis de los niveles de ingresos y de la calidad de vida. Sin embargo, el hecho de tener un empleo o una fuente de ingresos no es el único determinante de la inclusión social. Esta comprende también la participación en redes sociales, la conciencia y la accesibilidad a servicios, como por ejemplo los de salud y educativos. Muchos de los factores determinantes de la inclusión social de los individuos tienen que ver con las oportunidades de educación y de formación profesional, que pueden promover la movilidad social ascendente hacia una mejor calidad de vida y hacia una mayor participación en la vida de la sociedad. Vulnerabilidad social Es el “riesgo o probabilidad del individuo, hogar o comunidad de ser herido, lesionado o dañado ante cambios o permanencia de situaciones externas o internas”. Puede expresarse como fragilidad e indefensión, producida por cambios en el entorno, desamparo, a consecuencia de la falta de cuidado por parte del Estado, debilidad interna de los individuos para afrontar cambios o inseguridad que impide pensar estrategias de bienestar. Fuente: Busso, G (2001): Vulnerabilidad social, nociones e

implicancias, CEPAL.

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ocupaciones que ofrecen los peores empleos y condiciones de trabajo. Para los más excluidos, el tránsito hacia mejores posiciones resulta sumamente complejo. Más adelante, en este mismo texto analizaremos en particular algunos de esos factores de vulnerabilidad y también realizaremos una breve caracterización de ciertos grupos juveniles que se encuentran en situación de desventaja en relación a sus posibilidades de inserción laboral en trabajos decentes.

2.4. Barreras y factores que inciden sobre la entrada al mercado de trabajo La diferencia entre las tasas de desempleo de los jóvenes y las de los adultos demuestra que los mayores niveles de educación de los y las jóvenes no se traducen siempre y en cualquier caso en más empleos. Además de las causas de discriminación que se mencionaron en el título anterior, hay barreras y factores que inciden – positiva o negativamente- sobre las condiciones de la entrada y calidad de la inserción de los y las jóvenes al mercado de trabajo. Veamos cómo operan algunos de esos factores o barreras:

mayor formación no implica necesariamente una mejor formación o un mejor nivel de competencias requeridas por el mercado de trabajo;

los jóvenes y las jóvenes tienen poca o ninguna experiencia laboral y los/as empleadores/as valoran sobre todo la experiencia al contratar personal. A nivel de la Región, se constata que el 62% de los jóvenes desempleados son aspirantes (en

Discapacidad y empleo La discapacidad es una realidad humana percibida de manera diferente en diferentes períodos históricos y civilizaciones. La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (2006) define a la discapacidad como la interacción entre una característica física, sensorial, cognitiva o mental de una persona con el ambiente donde esta persona se encuentra. El grado de accesibilidad del ambiente y el grado de aceptación por el entorno socio-cultural pueden facilitar o impedir la participación plena de una persona con discapacidad en la educación, en la formación, en el trabajo y en la sociedad en general. Se estima que en América Latina al menos 50 millones de personas (10% de la población) tienen algún tipo de discapacidad. 82% de ellos son pobres. Sólo entre el 20% y el 30% de los niños discapacitados asiste a la escuela. Entre el 80% y el 90% de los y las discapacitados/as está desempleado o no incluido en la fuerza laboral o recibe salarios muy bajos o ninguna compensación monetaria. Sin estrategias efectivas en favor de una inclusión plena de las personas con discapacidad en todos los ámbitos de la sociedad será muy difícil alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Algunas características de la inserción laboral de los y las jóvenes (15 – 24 años)

en América Latina

Población en edad de trabajar: 108 millones de jóvenes

PEA juvenil: 57 millones

Tasa de actividad: 52,1%

Tasa de desempleo juvenil: 13,9%

La tasa de desempleo juvenil es entre el doble y el triple de la de adultos/as.

En promedio tienen mayores niveles de educación que sus padres

En el actual contexto de globalización y mayor uso de las tecnologías de la información y comunicación la juventud es la generación más preparada para los cambios tecnológicos que caracterizan este mundo productivo contemporáneo.

Fuente: OIT 2013: “Trabajo Decente y Juventud. Políticas para la acción”

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busca de un primer empleo) y solo el 38% son cesantes (han tenido un empleo anterior);

las empresas a menudo solicitan una serie de documentos y certificados que acreditan la identidad, estudios, conducta e incluso estado de salud de los y las postulantes a un empleo. La obtención de estos documentos implica un costo de transacción, en términos de tiempo y sobre todo de dinero, que los y las jóvenes buscadores/as de empleo a veces no pueden financiar. En este sentido, se puede destacar que en el Perú se organizó un sistema de certificación9 por los servicios públicos de empleo que contribuyó en gran medida a reducir estos costos de transacción;

hay una alta disponibilidad de mano de obra juvenil que, por su falta de experiencia laboral y escasa formación, posee perfiles de competencia muy semejantes, el “pool” de competidores con calificaciones similares (aspirantes a puestos sin calificación), por lo tanto, es muy numeroso;

en América Latina se puede observar que una conducta común entre los empleadores, para reducir los costos laborales, consiste en producir una alta rotación de mano de obra juvenil de baja calificación, cuyos costos de despido son menores, lo cual conduce a situaciones de inestabilidad y empleos de corta duración entre esos/as jóvenes;

sobre todo en el sector público, donde la legislación en vigor dificulta las desvinculaciones, se tiende en general a conservar a los/as trabajadores/as con mas trayectoria, según el esquema clásico “de carrera”, lo cual reduce las posibilidades de incorporación de los y las jóvenes;

en el sector privado los/as empresarios/as tienden a conservar a los trabajadores más calificados, que están más vinculados con el corazón de la actividad productiva;

para ser emprendedores los y las jóvenes con voluntad e iniciativa por lo general carecen de capital inicial, experiencia en la gestión empresarial y de una sólida red de contactos y clientes, por lo cual les resulta más arduo el sostenimiento en el tiempo de sus negocios;

en algunos países de la región la economía no genera suficientes puestos de trabajo, sobre todo puestos formales, para los jóvenes que quieren entrar al mercado de trabajo: existe una sobre-oferta estructural de mano de obra juvenil de baja calificación;

en épocas de crisis económicas, los jóvenes son los primeros en ser despedidos (por los menores costos de despido, por ser menos indispensables para el proceso productivo por su escasa experiencia, etc.) y, por el contrario, cuando cambia el ciclo y comienza una etapa de crecimiento, son los últimos en ser contratados por los/as empresarios/as.

las instituciones y programas del mercado de trabajo no contemplan suficientemente las necesidades y características de jóvenes o los y las jóvenes no tienen suficiente información sobre los programas y las instituciones que existen;

los jóvenes y las jóvenes tienen poca experiencia en la búsqueda de empleo y por lo tanto pocas competencias adquiridas para encarar este proceso;

los mayores niveles de formación podrían generar elevadas expectativas de remuneración, por lo cual muchos/as jóvenes no estarían dispuestos a aceptar determinados empleos hasta encontrar alguno que colme sus expectativas;

9 CERTIJoven

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hay menos presión para aceptar cualquier trabajo porque muchos jóvenes aún no son jefes de hogar y no tienen la obligación de sostener a sus familias.

los y las jóvenes pobres (sobre todo en el ámbito urbano) tienen menos capital social, es decir, menores posibilidades de acceso a redes sociales y mecanismos de intermediación que facilitan el acceso a empleos.

2.5 Género y empleo

Las diferencias biológicas entre varones y mujeres han sido el soporte para justificar y naturalizar la asignación de roles diferenciados y la división de tareas en función del sexo, que en muchos casos colocan a las mujeres en situaciones de desventaja respecto de los varones.

Históricamente se ha asignado a las mujeres la responsabilidad por el trabajo reproductivo que comprende: el cuidado y mantenimiento de la infraestructura del hogar; el cuidado de las personas de la familia (niños, niñas, adultos/as y ancianos/as); la gestión burocrática de servicios públicos o privados (bancos, escuelas) y la representación conyugal.

El trabajo reproductivo se realiza en el espacio privado, familiar, y no tiene reconocimiento social ni económico, está invisibilizado y es realizado mayoritariamente por mujeres. Este trabajo reproductivo circunscribe a quien lo realiza al ámbito doméstico, donde generalmente sólo interactúa con los miembros de la familia. Además, como no está regulado no existe un horario formal de desempeño, es “a tiempo completo”.

Si bien desde hace varios años esta situación viene sufriendo importantes cambios en América Latina sobre todo a partir del ingreso masivo de las mujeres en el mundo del trabajo productivo, sigue pesando principalmente sobre ellas la responsabilidad por el rol reproductivo. La asunción por parte de los varones de las tareas de la reproducción social en la familia continúa siendo un terreno de discusión y negociación.

Por otra parte, de los varones se espera que realicen el trabajo productivo, que es el que tiene reconocimiento social: es visible, remunerado y se desarrolla en el espacio público fuera del hogar. Este tipo de trabajo les facilita la interacción con el mundo exterior, un mayor conocimiento del mundo del trabajo y sus demandas, así como mayores oportunidades para participar en las decisiones públicas.

La atribución de roles diferenciados para mujeres y varones se expresa también en el mundo del trabajo remunerado. Veamos a continuación algunos indicadores a través de los cuales se observan las diferencias:

En América Latina la tasa de actividad juvenil asciende al 52,1%. Profundizando el análisis se pueden observar diferencias de participación por género: hay más hombres jóvenes que trabajan o buscan activamente (62,7%) que mujeres jóvenes en la misma situación (41,5%), lo que demuestra una menor inclusión laboral de éstas últimas. Esta diferencia es aún mayor en el medio rural. Sin embargo, es interesante destacar que, en promedio, las mujeres jóvenes en América Latina tienen más años de escolaridad que los hombres jóvenes, a pesar de lo cual su inserción laboral resulta más problemática y desventajosa.

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Aproximadamente 7 millones de jóvenes en América Latina están desempleados. La tasa de desempleo juvenil en la región es de 13,9 %10 y, aunque difiere entre países, se puede constatar que es claramente más alta entre las mujeres jóvenes (17,7 %) que entre los varones jóvenes (11,4 %).

Entre quienes tienen trabajo, la discriminación por género se da tanto en materia de ingresos, donde se observa una brecha salarial en perjuicio de las mujeres, como en el tipo de trabajo y jerarquía de los cargos a los que acceden unos y otras. Los hombres, en general, tienen más oportunidades de ocupar puestos clave, estables y mejor remunerados. Las mujeres, además, representan un porcentaje elevado de los empleos a tiempo parcial.

Las mujeres generalmente

terminan desempeñándose en ocupaciones que guardan relación con el trabajo reproductivo: la enfermera, la maestra, la empleada doméstica, la planchadora, la niñera, la cocinera, aún cuando se trata de ocupaciones que pueden ser desempeñadas por varones. Una situación similar pero opuesta se da con los varones, a quienes se asignan, por ejemplo, los trabajos que requieren de fuerza física, cierto grado de audacia o intrepidez o habilidad con las matemáticas y la tecnología: el albañil, el chofer, el tractorista, el estibador, el ingeniero. Esta segmentación del mercado de trabajo en función del sexo implica no sólo el establecimiento de tareas masculinas y femeninas, sino también que en muchos casos las ocupaciones “masculinizadas” tienen mayor prestigio, mejor remuneración y condiciones de trabajo.

2.6. Jóvenes entre educación y trabajo Una manera de conocer la situación de la juventud es mediante el análisis de su relación con respecto al estudio y al trabajo y la fase intermedia, la transición escuela – trabajo. Esta última se puede definir como el espacio entre la conclusión de la educación (por terminación del ciclo escolar o abandono escolar) y la incorporación razonablemente definitiva al trabajo, como actividad única o compatibilizando ambas opciones. En la región de América Latina, las estadísticas muestran que para la mayor parte de los y las jóvenes el estudio y el trabajo son opciones excluyentes. Además hay un significativo 20% de la población 10

OIT 2013, Trabajo Decente y Juventud. Políticas para la acción.

Género El término género hace referencia en cada contexto socio-cultural a las diferencias y relaciones sociales que se establecen entre hombres y mujeres. El término distingue los aspectos atribuidos a hombres y mujeres desde un punto de vista social de los determinados biológicamente. Es decir, se refiere a características adquiridas que pueden evolucionar a lo largo del tiempo. El término no reemplaza al de sexo, que se refiere exclusivamente a las diferencias biológicas entre varones y mujeres. Por ejemplo, los datos estadísticos se desglosan por sexo. En cambio, el género permite analizar los roles, las responsabilidades, los obstáculos y las oportunidades de mujeres y varones en todas las áreas y en cualquier contexto social dado. Los comportamientos y relaciones entre hombres y mujeres (relaciones de género) pueden cambiar con el tiempo, incluso si ciertos aspectos de estos roles derivan de las diferencias biológicas entre los sexos Igualdad de género Por igualdad de género se entiende a la situación en la que mujeres y hombres tienen las mismas posibilidades u oportunidades en la vida de acceder a recursos y bienes valiosos desde el punto de vista social y de controlarlos. El principio de la igualdad de género no refiere tanto a que mujeres y hombres sean iguales, sino a perseguir el objetivo de que unas y otros tengan las mismas oportunidades en la vida. Para conseguirlo, a veces es necesario potenciar la capacidad de los grupos que tienen un acceso limitado a los recursos, o bien crear esa capacidad. Equidad de género Por equidad de género se entiende el trato imparcial de mujeres y hombres, según sus necesidades respectivas, ya sea con un trato equitativo o con uno diferenciado pero que se considera equivalente por lo que se refiere a los derechos, los beneficios, las obligaciones y las posibilidades. En el ámbito del desarrollo, el objetivo de lograr la equidad de género, a menudo exige la incorporación de medidas específicas para compensar las desventajas históricas y sociales que arrastran las mujeres.

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juvenil que no estudia ni trabaja. Por otra parte, entre los que trabajan es importante identificar aquellos jóvenes que se desempeñan en condiciones de precariedad laboral. Estas variables permiten construir un mapa laboral de la juventud en América Latina en función de su situación frente al mercado de trabajo y frente al estudio. En principio, se distinguen 4 grupos: a.) Sólo estudian: se encuentra en esta categoría el 34,5 % del total de jóvenes de América Latina. Esta

situación se da principalmente entre los de 15 a 17 años (62%) y en mucha menor medida entre los de 18 a 24 años (20%). Dentro de este grupo hay un subconjunto menor integrado por los desocupados (personas que buscan activamente empleo). A su vez, el porcentaje de mujeres que solo estudian (37,1 %) es mayor que el de los varones (32%)

b.) Estudian y trabajan: se encuentra en esta categoría el 12,4 % de la población juvenil de América Latina.

Considerando la perspectiva de género, se observa que el porcentaje de mujeres en esta categoría (10,6 %) es inferior al de los varones (14,2 %). A su vez, este grupo se puede clasificar en dos subgrupos: el de quienes que trabajan en condiciones no precarias y el de quienes lo hacen en condiciones precarias (sin protección social).

c.) Solamente trabajan: se encuentra en esta categoría el 32,8 % de la población juvenil de América Latina.

Esta situación se da principalmente entre los de 18 a 24 años (44 %) y en menor medida entre los de 15 a 17 años (12%). Considerando la perspectiva de género, se observa que el porcentaje de mujeres en esta categoría (23,7 %) es notablemente inferior al de los varones (41,8 %). A su vez, también dentro de este grupo se pueden diferenciar quienes trabajan en condiciones no precarias y quienes lo hacen en condiciones precarias.

d.) No estudian ni trabajan (NI-NI): se encuentra en esta categoría el 20,3 % de la población juvenil de

América Latina. Son notables las diferencias por género ya que el porcentaje de mujeres en esta situación es el 28,6 %, mientras que entre los varones es el 12%. Esta situación también está más presente entre los y las jóvenes de hogares de bajos ingresos. También son muy significativas las diferencias si se analiza el nivel de ingresos familiar: quienes pertenecen al quintil más bajo tienen mayores probabilidades de entrar en esta categoría que quienes pertenecen al quintil más elevado. Dentro de este grupo se puede diferenciar entre quienes están buscando un empleo, a quienes se dedican a las tareas del hogar (fundamentalmente mujeres) y por lo tanto son inactivos/as y a quienes no trabajan, no estudian, no realizan tareas del hogar y tampoco están buscando un empleo. Es éste último subgrupo el más preocupante pues constituye un núcleo duro de exclusión social y laboral. Del total de Ni-NI el 24,6 % busca empleo, el 54,5 % se dedica a tareas del hogar y el resto se ubica en la problemática categoría no trabaja, no estudia y no busca.

Esta clasificación muestra la gran heterogeneidad de situaciones en las cuales se encuentran los jóvenes respecto al empleo y a la educación, que requieren intervenciones diferenciadas, desde la política educativa, de empleo y social. Entre todos estos grupos los que trabajan en condiciones precarias, los que no estudian ni trabajan, pero están buscando empleo y los que no estudian ni trabajan y tampoco están buscando empleo son los grupos que estarían más expuestos a caer en la exclusión y, con ello, en riesgos sociales, como por ejemplo la delincuencia. Lo deseable sería lograr la mayor permanencia posible de los jóvenes en educación, retardando su participación en el mercado laboral hasta que su mayor calificación profesional les permita una mejor inserción laboral. En este contexto, sería un objetivo a lograr que un porcentaje significativo de jóvenes, especialmente aquellos entre 15 y 17 años, se dedique solamente a estudiar. Asimismo, las diferencias de género que existen en las cifras expuestas confirman que se ha alcanzado una igualdad de oportunidades en el plano educativo, pero no en el área de trabajo y más aún en la situación de la inactividad. Asimismo, una mayor participación femenina en la educación se demuestra sobre todo en los

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países del Cono Sur, lo que sugiere que la igualdad en el área educativa se da mayormente en los países de mayor desarrollo relativo, con mayores recursos en educación y mayor instrucción en las generaciones anteriores.

2.7. Las realidades diversas de los grupos juveniles Como se explicó más arriba, los jóvenes constituyen una realidad heterogénea por lo que no puede hablarse estrictamente de una sola juventud, sino que se deben reconocer diversos factores condicionantes (la clase social, el género, el nivel educativo alcanzado, el lugar de residencia, la pertenencia a ciertas razas o etnias, la cultura, etc.) que afectan de manera diferenciada a un conjunto amplio y variado de grupos juveniles, que definen identidades, valores culturales y pertenencias. En nuestras sociedades latinoamericanas estas identidades suelen ser, al mismo tiempo, factores de discriminación y vulnerabilidad en el proceso de inserción en el mercado de trabajo de estos grupos. Brevemente, intentaremos caracterizar solo algunos de esos grupos que se encuentran en situación de desventaja en el mercado de trabajo, sin la pretensión de realizar una descripción exhaustiva que contemple las realidades variadas en las cuales están inmersos los y las jóvenes latinoamericanos/as. 2.7.1. Jóvenes del ámbito rural11 Las personas jóvenes residentes en áreas rurales enfrentan restricciones importantes para su desarrollo laboral por las escasas oportunidades de empleo que se ofrecen en el campo. A nivel de la región, alrededor del 22,7% de los jóvenes son residentes en áreas rurales, lo que en términos absolutos corresponde a 23 millones de individuos. La evolución de largo plazo de la población urbana y de la población rural muestra diferencias marcadas. En efecto, mientras a consecuencia del llamado “bono demográfico” la población urbana seguirá creciendo durante los próximos años, en las áreas rurales, la población ya ha comenzado a disminuir por efecto de la reducción de las tasas de natalidad y también a consecuencia de las migraciones. Por el aislamiento relativo de vastas zonas en el ámbito rural se puede observar una escasez o hasta una carencia de servicios públicos y de comunicaciones, de oportunidades de educación y formación y opciones reducidas de ocupaciones posibles, ya que en el mundo rural la producción se concentra en unas cuantas actividades con fuerte presencia del sector agrícola. Muchos/as jóvenes de zonas rurales desean migrar hacia zonas urbanas en búsqueda de mayores opciones de formación, de ingresos y de desarrollo personal y profesional. Esta situación es todavía más acuciante entre la población rural indígena, que generalmente vive en los lugares más aislados y que, en algunos países, se debe enfrentar a la destrucción y degradación de su base de subsistencia y su cultura por causa de proyectos de extracción masiva de recursos naturales en las áreas donde viven. La primera causa que origina el proceso migratorio hacia las ciudades es el deseo de educarse. Luego, quienes reciben su educación en la ciudad tienden a quedarse allí, puesto que las habilidades y destrezas adquiridas en el sistema escolar están muy poco relacionadas con las necesidades de desarrollo local rural. Por el contrario, los jóvenes y las jóvenes que permanecen en el ámbito rural, al no tener muchas opciones de acceso a estudios superiores, ven reducidas también las oportunidades de obtener puestos de mayor calificación. La presencia de personas de origen rural es escasa en grupos ocupacionales de mayor jerarquía, como profesionales, técnicos, gerentes, administradores y funcionarios

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La fuente de la cual se ha obtenido la información estadística que permitió la elaboración de este apartado es: DIRVEN, M 2010: Juventudes rurales en América Latina hoy: fortalezas y desafíos con acento en el empleo, Procasur, Oportunidades Rurales, FAO,

Ford Fundation, Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de la República de Colombia, FIDA.

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Las diferencias en las oportunidades de acceso a la educación entre las zonas urbanas y las rurales son muy importantes en todos los países de América Latina; esas diferencias se acentúan si se toma en cuenta la educación superior y universitaria. En este sentido, las desigualdades educativas más acentuadas se dan en Bolivia y Honduras y son relativamente menores en Chile, Costa Rica y Republica Dominicana. Asimismo, los ingresos en el medio rural son menores que los que se obtienen en los centros urbanos, lo que responde no solo a un menor costo de vida, sino también a niveles de calificación generalmente bajos que se corresponden con bajas remuneraciones. Analizados 15 países (Bolivia, Perú, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Colombia, Honduras, Guatemala, Brasil, El Salvador, Ecuador, México, Costa Rica, República Dominicana y Chile) se observa que el ingreso económico producido por el trabajo de los y las jóvenes urbanos/as es más del doble que el de los y las jóvenes rurales. Esta desigualdad es mayor en los casos de Perú, Nicaragua, Panamá y Bolivia, mientras que en Costa Rica y Republica Dominicana el panorama es más equitativo. También en términos de protección social se demuestran desigualdades frente a la población urbana. Específicamente en relación a los servicios de salud, a pesar de su extensión al ámbito rural en los últimos años, aún existen fuertes diferencias: la cobertura de la juventud del área urbana triplica a la de la juventud del área rural12. En relación a los niveles de desempleo, en todos los países el desempleo juvenil urbano es superior al rural. Esta aparente situación ventajosa desaparece si se toma en cuenta la alta estacionalidad del empleo rural, especialmente el agrícola, en virtud de la cual en épocas de poca demanda laboral muchas de las personas residentes en áreas rurales que no trabajan declaran no estar buscando activamente empleo, por lo cual no son consideradas desempleadas sino inactivas. También es notorio que la participación de las mujeres jóvenes en la fuerza laboral rural sigue siendo mucho menor que la de los hombres. La condición rural hoy es ambigua: por un lado puede significar un menor acceso a servicios, menores oportunidades de ingresos medianos y altos. Pero por otro lado es también un espacio de oportunidades para los y las jóvenes, que se puede dar a través del aprovechamiento de los cambios técnicos y tecnológicos para mejorar la producción, la vinculación de la actividad agropecuaria con la industrial y los vínculos con los mercados externos. También en la conservación de espacios naturales, en el agroturismo y en la producción agrícola aparecen nuevas oportunidades económicas, de crecimiento productivo, de empleo y de realización personal. Algunos autores han identificado 5 vías para el mejoramiento de las condiciones de vida y de los ingresos de la juventud rural13: aumento de la productividad y la producción en la agricultura (qué incluye un salto tecnológico en las unidades de pequeña escala) y promover el acceso por parte de los y las jóvenes a la propiedad de la tierra; el empleo no agrícola en una residencia rural (ERNA), para el cual los jóvenes, que tienen más años de educación que los adultos, poseen ventajas comparativas; la migración, que somete a los y las jóvenes rurales a la competencia con sus pares urbanos ; la dependencia de transferencias públicas (subsidios) o privadas (remesas) y una combinación de dos o más vías. En 2008 la Conferencia Internacional del Trabajo, de OIT, adoptó una Resolución relativa a la promoción del empleo rural para reducir la pobreza. En 2011 el Consejo de Administración de OIT respaldó una estrategia para impulsar el desarrollo rural que se incorporó en un gran número de Programas de Trabajo Decente por País. La prioridad de la OIT supone: mejorar la producción de información en el medio rural; incluir el ámbito rural a las políticas nacionales de empleo; perfeccionar las cadenas de valor rurales; crear y mantener infraestructura rural; ampliar los sistemas de formación en las zonas rurales y desarrollar las

12

Promedio de 10 países. Fuente: OIT. Trabajo decente y juventud en América Latina, Proyecto de Promoción del Empleo Juvenil en América Latina (PREJAL), Lima, 2010. 13

DIRVEN, M 2010: Juventudes rurales en América Latina hoy: fortalezas y desafíos con acento en el empleo, Procasur, Oportunidades Rurales, FAO, Ford Fundation, Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de la República de Colombia, FIDA

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calificaciones requeridas en los espacios locales; promover el espíritu empresarial en las micro pequeñas y medianas empresas rurales, incluidas las cooperativas; promover la microfinanciación y microseguros rurales; promover la aplicación de las normas laborales a los y las trabajadores/as rurales; examinar practicas internacionales a fin de identificar factores de éxito en el desarrollo rural, etc.

2.7.2. Jóvenes afrodescendientes 14

La juventud afrodescendiente es uno de los grupos más afectados por procesos estructurales de exclusión, inequidad y pobreza. Las organizaciones de afrodescendientes plantean que sus jóvenes deben experimentar un triple proceso de exclusión, étnica (por afrodescendientes), de clase (por ser pobres) y generacional (por ser jóvenes); proceso al cual se agrega la discriminación por género en el caso de las mujeres. Son afrodescendientes los pueblos y las personas descendientes de la diáspora africana en el mundo. En América Latina y el Caribe el concepto se refiere a las distintas culturas afroamericanas que emergieron de los descendientes de africanos, y sobrevivieron a la trata y al comercio esclavista que se dio en el Atlántico entre los siglos XVI a XIX. La afrodescendencia tiene 4 dimensiones: el reconocimiento de la identidad; el origen común; la territorialidad y la dimensión lingüístico- cultural. La lucha por el reconocimiento de los derechos e identidad de esta población generó una demanda por construir y disponer de información relevante, confiable y oportuna. En los países con información disponible a partir de los censos, los y las jóvenes afrodescendientes ascendían a 24 millones, de un total de aproximadamente 81 millones. Brasil es el país con mayor cantidad de jóvenes afrodescendientes, seguido por Colombia, Ecuador y Panamá. La juventud afrodescendiente es, en general, eminentemente urbana y, por lo tanto, los problemas que enfrenta son los propios de las ciudades y de su asentamiento en zonas marginales, como consecuencia del escaso acceso a bienes y servicios públicos, la violencia, las altas tasas de mortalidad, la discriminación en el empleo, entre otras razones. La maternidad temprana, por otro lado, es tanto o más alta entre las mujeres pertenecientes a este grupo que entre el resto de las mujeres jóvenes En relación al capital educativo, clave fundamental para un desempeño más o menos satisfactorio en el mundo laboral, los y las jóvenes afrodescendientes muestran notables inequidades con respecto al resto de la población joven, ya que sus niveles educativos tienden a ser inferiores. En Brasil, por ejemplo, el porcentaje de jóvenes afrodescendientes con educación superior es cinco veces inferior al del resto de los jóvenes; en Ecuador es la mitad. En Uruguay, las brechas étnicas en materia educativa aumentan con la edad. En Perú la deserción escolar de los y las jóvenes pertenecientes a este grupo es mayor que la del resto de la población joven. Las excepciones son Panamá y Nicaragua donde la población afrodescendiente tiene indicadores más favorables de acceso a la universidad. Por otro lado, las estadísticas muestran que en el nivel secundario de enseñanza las desigualdades originadas en la etnia se mantienen, al menos en Brasil, Ecuador y Colombia. En el mercado laboral, uno de los mecanismos discriminatorios más comunes es el que se basa en el origen étnico. Los llamados “blancos” están más concentrados en la parte superior de la jerarquía ocupacional y los afrodescendientes se sitúan en los estratos más bajos. Un estudio realizado por el CELADE (Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía) en 9 países (Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá) pone en evidencia que existen mayores porcentajes de jóvenes que no trabajan y no estudian dentro de la juventud afrodescendiente que en el resto de la población joven. La mayor brecha se da en Brasil, donde el

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La fuente de la cual se han extraído los datos contenidos en este apartado es: CEPAL, 2011: Juventud afrodescendiente en

América Latina: realidades diversas y derechos (in) cumplidos.

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porcentaje de jóvenes de esta etnia que no trabajan y no estudian es un 26 % superior al del resto de la población joven. En todos los países examinados los porcentajes de mujeres afrodescendientes que se encuentran en esta categoría (Ni-NI) es muy superior al de los varones del mismo grupo. En los países centroamericanos (Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Panamá, Guatemala), en cambio, las mujeres jóvenes afrodescendientes que no estudian ni trabajan representan un porcentaje inferior al del resto de las mujeres jóvenes. Si se analizan las tasas de actividad, la población joven afrodescendiente muestra niveles muy inferiores a los del resto de la juventud, salvo en Ecuador, El Salvador y Panamá. También en relación a este indicador, la brecha étnica suele ser mayor entre los varones jóvenes que entre las mujeres jóvenes. De la misma manera, si se analiza el fenómeno del desempleo se puede observar que las tasas de la juventud afrodescendiente son superiores a las del resto de los jóvenes, salvo en El Salvador, donde los indicadores prácticamente se igualan. Si a este análisis se agrega la variable sexo, las diferencias se amplifican, ya que las tasas de desempleo de las mujeres jóvenes afrodescendientes son muy superiores (duplican o triplican) a las del resto de las jóvenes. Debido a que en su mayoría son residentes de áreas urbanas, un porcentaje importante de las y los jóvenes afrodescendientes se inserta laboralmente en el sector terciario de la economía y en el trabajo asalariado, en comparación con el resto de los jóvenes. Sin embargo, no gozan de mejores condiciones de trabajo. En Brasil, por ejemplo, los ingresos de las personas de este grupo son inferiores a los del resto de los jóvenes, incluso en los tramos más educados. La brecha es mayor si se compara a las mujeres jóvenes afrodescendientes con el resto de las mujeres jóvenes. En definitiva, “ser hombre ‘blanco’ asegura mayores posibilidades de alcanzar más años de estudio y mejores ingresos, mientras que ser ‘mujer negra’ supone justamente lo contrario” 15 Considerando el marco descrito, la generación de condiciones de igualdad de oportunidades de educación y de empleo para la población joven afrodescendiente es un desafío clave para las políticas públicas. La Convención Iberoamericana de derechos de los Jóvenes reconoce que éstos tienen derecho al trabajo, a la igualdad de trato y oportunidades en el trabajo, a la formación profesional, a la protección social, etc. A su vez, la Declaración y el Programa de Acción de Durban abogan por la eliminación de la discriminación racial estructural y por la igualdad de oportunidades en el empleo. 2.7.3. Jóvenes indígenas16

Resulta difícil brindar una cifra que permita establecer la magnitud de la población indígena en cada país de la Región, debido a los problemas relacionados con la identificación étnica en las fuentes de datos. En general, los resultados de los censos han sido sumamente criticados por adolecer de subestimaciones e inconsistencias. No obstante estas limitaciones, se puede afirmar que los países con mayor cantidad de jóvenes indígenas son México, el Estado Plurinacional de Bolivia y Guatemala, con más de un millón de personas cada uno. No se dispone de cifras confiables en Perú, país que seguramente lideraría el ranking. También resulta muy importante contar con información que permita identificar el pueblo de pertenencia, ya que existe una importante heterogeneidad en el status socio-político que alcanzan los distintos pueblos. El peso demográfico de cada pueblo determina situaciones diferenciadas en las condiciones de vida de los jóvenes en función de su pertenencia. En algunos países se observa un peso relativo significativo de uno o dos pueblos con respecto al total de ellos. En Chile, por ejemplo, la población joven Mapuche representa el 87% del total de jóvenes indígenas. En Bolivia, el 89 % de los jóvenes indígenas es Quechua o Aymara. Los

15

Bello, Alvaro y Paixao, Marcelo 2009 “Una mirada a la situación de los derechos de los afrodescendientes en América Latina”, Serie Población y Desarrollo N º 87, Santiago de Chile, CEPAL. 16

La fuente de la cual se han extraído los datos contenidos en este apartado es: DEL POPOLO, F y otros 2009: Juventud indígena y afrodescendiente en América Latina: inequidades sociodemográficas y desafíos del políticas, OIJ

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pueblos Lenca constituyen la mayoría en Honduras; los Misquitos en Nicaragua; los Ngöbes en Panamá; los Wayúu en la República Bolivariana de Venezuela. El 95 % de los guatemaltecos pertenece a la familia lingüística maya (que comprende numerosos pueblos). En Paraguay el 53 % de los jóvenes indígenas pertenece a la familia lingüística Tupi- Guaraní. La población indígena de América Latina es aún más joven que el resto de la población; ello se refleja en pirámides poblacionales con bases más amplias y cúspides más pequeñas. Salvo en el caso de Chile, en los demás países con población indígena el peso de los niños y las niñas respecto del conjunto de la etnia es muy relevante, mayor que el de la juventud. Diversos factores impulsan movimientos migratorios del ámbito rural al urbano, entre los que se destacan la falta de territorio y los desalojos forzados, la presión demográfica sobre sus tierras, las usurpaciones llevadas a cabo por las empresas nacionales e internacionales, la degradación ambiental, la pobreza, la falta de agua y la búsqueda de mejores oportunidades educativas y económicas. Sin embargo, los asentamientos indígenas en las ciudades son fuente de preocupación por su establecimiento en zonas marginales a menudo con pocas oportunidades económicas y accesos a servicios. En estos asentamientos, la pérdida de identidad y los cambios culturales acarrean sentimientos de falta de pertenencia, situación que, en casos extremos, puede tener implicancias para la salud mental de los y las jóvenes indígenas. En materia educativa, en la mayoría de los países latinoamericanos la juventud indígena enfrenta dificultades en el acceso y en la permanencia en el sistema educativo, siendo uno de los grupos más desfavorecidos. La situación de las jóvenes es peor porque no son muchas las que logran terminar la educación primaria y acceder a la secundaria. Un alto porcentaje de ellas es analfabeta funcional y monolingüe. La juventud indígena presenta menos años de educación que el resto de la población, en cualquier tramo etario. Sin embargo, este grupo ha mejorado su nivel educativo de una generación a otra, en mayor medida que el resto de la población. A pesar de esta mejoría, los porcentajes de población con altos niveles educativos siguen siendo muy bajos. Por ejemplo, en Paraguay un 3,4 % de la población indígena de 30 a 59 años ha alcanzado el nivel secundario mientras que en la generación siguiente este porcentaje asciende al 9,8 %. Chile es un caso notorio: la población indígena que alcanzó 7 años de educación asciende al 18,2 %, entre los mayores de 60 años; al 60 %, entre las personas de 30 a 59 años y al 85 %, entre los y las jóvenes. La mejoría educativa entre las generaciones puede estar vinculada con la promoción de políticas educativas para los pueblos indígenas, dentro de las cuales la Educación Intercultural Bilingüe se convirtió en una de las principales reivindicaciones. Sin embargo, estas políticas aún no llegan a plasmarse en mayores niveles de permanencia en el sistema. Asimismo, las brechas étnicas en la educación son significativas. En la generación joven (de 15 a 29 años), en la mayoría de los países la mayor parte posee entre 0 y 6 años de escolaridad, a diferencia del resto de los jóvenes que tiene mayoritariamente 7 años y más. Los peores indicadores se observan en Paraguay (63,7 % de los jóvenes tienen entre 0 y 3 años de escolaridad) y Guatemala (55,3%). En el otro extremo, el 85 % de los jóvenes indígenas de Chile y Argentina tienen 7 años de estudio o más. En general, en toda la región son muy pocos los y las jóvenes indígenas que alcanzan el nivel universitario. En Chile, por ejemplo, a pesar de los logros en el secundario, el acceso a la universidad sigue siendo particularmente difícil para los jóvenes indígenas por las distancias geográficas, los costos económicos, la estigmatización y la discriminación. En relación al género, las mujeres indígenas son las que menos oportunidades tienen de acceso al trabajo, a la educación, a la tierra, a la salud y a la justicia. Con excepción de Chile, las brechas educativas entre las jóvenes indígenas y las no indígenas son mayores que las que se verifican entre varones indígenas y no indígenas. Al interior de la población indígena, las brechas de género son mayores que las que existen en el

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resto de la población. Para las jóvenes indígenas, la maternidad temprana, la dedicación a los trabajos domésticos, los costos de los traslados hacia las escuelas, la violencia o las agresiones sexuales que pueden sufrir en los traslados así como la poca valoración que se atribuye a la educación de las mujeres son factores que conspiran contra el efectivo ejercicio del derecho a la educación. Con todo, las brechas de género en materia educativa varían entre países. Es internacionalmente reconocido el principio de que la educación debe incorporar la promoción de las lenguas indígenas, ya que el idioma es un medio esencial para transmitir la cultura y los valores. Lo más frecuente es que los y las jóvenes dominen el castellano y su lengua propia. Sin embargo, la mayor proporción de personas que solo habla el castellano se encuentra entre la juventud, sobre todo entre los y las residentes en áreas urbanas. La discriminación también está presente en materia de empleo. La inserción en el mercado de trabajo resulta heterogénea entre los países de la región. La juventud indígena registra en general menores tasas de actividad que el resto. Si bien la menor participación puede estar indicando una mayor permanencia en el sistema educativo, éste no es el caso de los y las jóvenes indígenas, ya que el porcentaje de los que no trabajan y no estudian es mayor que en el resto de la población. Este fenómeno se acentúa en el caso de las mujeres. La participación en el mercado de trabajo es mayor en las áreas urbanas que en las rurales, pero en ambos ámbitos se mantienen las diferencias por sexo, lo cual da cuenta de la doble discriminación en perjuicio de las mujeres. Debido a sus menores niveles educativos y a la discriminación étnica racial la juventud indígena tiene más dificultades para encontrar empleos y cuando se insertan obtienen puestos de trabajo más precarios. La inserción en el sector primario resulta relativamente más alta entre los y las jóvenes indígenas rurales que entre los no indígenas de ese contexto. Más de la mitad trabaja en el sector primario alcanzando 85% en Honduras, Paraguay y Panamá. En las áreas urbanas, los jóvenes indígenas ocupados se insertan relativamente menos en el sector terciario que los no indígenas. Por el peso del servicio doméstico, las mujeres tienen una inserción mucho mayor en el sector terciario, tanto en el ámbito urbano como en el rural. Tanto en la ciudad como en el espacio rural se ha producido un aumento del trabajo asalariado en casi todos los países; aunque entre la juventud indígena del ámbito rural hay altas proporciones de trabajadores/as por cuenta propia o familiares no remunerados. Si bien este fenómeno se liga con formas tradicionales de producción implica también una falta de protección de parte de la seguridad social y en materia de salud. Las mismas normas internacionales que promueven un mejoramiento de las condiciones de empleo, de acceso a la educación y a la salud mencionadas respecto de los jóvenes afrodescendientes tienen vigencia para los pueblos indígenas, como por ejemplo el Convenio 169 de la OIT y el Plan de Acción de Durban. El Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas también se ha expresado en el mismo sentido, así como la Declaración de las Naciones Unidas sobre los derechos de los puebles indígenas.

2.8. Juventud y migración laboral Se estima que más de 20 millones de latinoamericanos y caribeños viven fuera de su país, buena parte de ellos son jóvenes. A esta cifra se suma una proporción significativa de jóvenes que migraría de sus países si tuviera la oportunidad de hacerlo. El acto de la migración se da tras un proceso complejo, una suerte de “túnel”, que tiene varias etapas (los que tienen expectativas de migrar, los que planean hacerlo, los que están haciendo trámites y los que migran) y en cada una de ellas es necesario llevar a cabo distintos tipos de intervenciones, a fin de que la experiencia migratoria afecte positivamente a las trayectorias de vida y trabajo de los y las jóvenes.

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En el mundo del trabajo las poblaciones migrantes suelen sufrir discriminación por su color o su origen, su religión, o por una combinación de estos motivos. Pero también los y las migrantes pueden encontrarse en situación desfavorable sencillamente por su condición de tales. En muchos casos se desempeñan en trabajos peligrosos y hasta degradantes, en los cuales la protección legal suele ser insuficiente cuando no inexistente. Por el tipo de trabajos que realizan, las mujeres y niñas son particularmente vulnerables cuando son empleadas para trabajar fuera de su país de origen: pueden ser objeto de violencia por razón de género y de abuso sexual. La falta de documentación agrava la situación, pues es el origen de las contrataciones ilegales, sin protección, sin derechos y expuestos a situaciones de explotación. Las diferentes situaciones en las cuales las personas jóvenes migrantes se ven afectadas son:

los emigrados ya en el país de destino;

jóvenes en proceso de migración que a veces emigran de manera individual o a través de intermediarios;

Jóvenes que son migrantes secundarios, esto es, que acompañan a sus padres o cónyuges, que son quienes tuvieron la motivación principal para migrar;

Jóvenes que migran por razones de calificarse, proceso que en realidad es, o debería ser, circular;

Jóvenes que retornaron a los países de origen tras una experiencia migratoria;

Jóvenes que no han migrado, pero se vieron afectados por la migración de algún familiar y, en algunos casos, reciben remesas que envían los familiares;

los potenciales migrantes. En definitiva se debe tratar de lograr que la migración no represente un riesgo sino una oportunidad para las personas jóvenes, tanto en el país de origen como en el de destino. Para ello las políticas deben tener en cuenta las distintas etapas del proceso migratorio:

Para los/as potenciales migrantes, se requieren acciones preventivas, con esquemas de información coordinada que incorporen el tema migratorio a los sistemas de orientación e intermediación laboral.

Para los/as jóvenes que van a migrar se requieren acciones preparatorias. Además de las políticas de orientación y asistencia para un adecuado proceso migratorio, se requieren intervenciones que mitiguen ciertos riesgos en caso de presentarse alguna contingencia (portabilidad de la seguridad social) o potencien las oportunidades que se les puedan presentar a los jóvenes en los países de destino (certificación de habilidades o competencias).

Para los emigrados o para los retornados se requieren políticas de vinculación, información sobre derechos, retorno seguro o utilización de las remesas. Para los jóvenes que migran acompañando a otros familiares se requieren medidas de inserción tanto educativa como laboral en los países de destino.

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Bibliografía recomendada Bello, Alvaro y Paixao, Marcelo “Una mirada a la situación de los derechos de los afrodescendientes en América Latina”, en Afrodescendientes en América latina y el Caribe: del reconocimiento estadístico a la realización de derechos, Serie Población y Desarrollo N º 87, CEPAL, Santiago de Chile, 2009. Busso, Gustavo: Vulnerabilidad social, nociones e implicancias, CEPAL, Santiago de Chile, 2001. http://www.cepal.cl/publicaciones/xml/3/8283/GBusso.pdf CEPAL, 2011: Juventud afrodescendiente en América Latina: realidades diversas y derechos (in) cumplidos. http://www.eclac.cl/celade/noticias/documentosdetrabajo/0/45610/informe_afro.pdf CEPAL: Juventud y Cohesión Social en Iberoamérica. Un modelo para armar. Santiago de Chile. Octubre 2008. http://www.eclac.org/publicaciones/xml/2/34372/Juventud_Cohesion_Social_CEPAL_OIJ.pdf DEL POPOLO, F y otros, Juventud indígena y afrodescendiente en América Latina: inequidades sociodemográficas y desafíos del políticas, 2009, OIJ http://www.oij.org/file_upload/publicationsItems/document/EJ1264093002.pdf DIRVEN, M: Juventudes rurales en América Latina hoy: fortalezas y desafíos con acento en el empleo, Procasur, Oportunidades Rurales, FAO, Ford Fundation, Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural de la República de Colombia, FIDA, 2010. http://www.relajur.org/tema%20del%20mes/JUVENTUDES%20RURALES%20EN%20AMERICA%20LATINA%20HOY.pdf Ducci, María Angélica, La formación al servicio de la empleabilidad, en Boletín CINTERFOR N° 142, enero- abril de 1998, Montevideo, Uruguay. http://www.oitcinterfor.org/sites/default/files/file_articulo/bol142a.pdf DURSTON, J, Juventud rural y desarrollo en América Latina, Estereotipos y realidades, CEPAL, San José de Costa Rica, 2001. http://www.red-ler.org/juventud_rural_desarrolloAL.pdf DURSTON, J, Juventud y Desarrollo Rural: Marco conceptual y contextual, CEPAL, Santiago de Chile, 1998. http://www.eclac.org/publicaciones/xml/5/4655/lcl1146e.pdf Moreno Belmar, Juan y Villalobos, José. Algunos datos sobre juventud rural en América Latina y Colombia, PROCASUR-FIDA, Santiago de Chile, 2010 http://www.relajur.org/downloads/juventud.rural.america.latina.y.colombia.procasur.PDF

Natanson, José, ¿Por qué los jóvenes están volviendo a la política?, Debate, Buenos Aires, 2012.

PNUD. Actualidad Afrodescendiente en Iberoamérica. Cuadernos SEGIB- PNUD N° 1 http://segib.org/publicaciones/files/2010/07/Actualidad-Afrodescendiente-Iberoamerica.pdf

OIT: Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil 2013 http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/documents/publication/wcms_212725.pdf OIT: La crisis del empleo de los jóvenes. Actuemos ya!. Conferencia Internacional del Trabajo, Ginebra, 2012

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http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_emp/---ed_emp_msu/documents/publication/wcms_181303.pdf OIT: La crisis de empleo juvenil: Un llamado a la acción. Resolución y conclusiones de la 101 reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, Ginebra, 2012 http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_norm/---relconf/documents/meetingdocument/wcms_187080.pdf OIT. Trabajo decente y juventud en América Latina, Proyecto de Promoción del Empleo Juvenil en América Latina (PREJAL), Lima, 2010 http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---americas/---ro-lima/documents/publication/wcms_180132.pdf

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Ejercicio final El objetivo de este ejercicio es la identificación de grupos de jóvenes en situación de vulnerabilidad o de exclusión. En el ámbito de su país, por favor piense en aquellos grupos que tienen dificultades de inserción laboral, porque presentan condiciones de vulnerabilidad. Se solicita:

1. Elabore un listado de los factores de vulnerabilidad de los jóvenes en su país (por ejemplo: género, pertenencia a grupos étnicos, nivel socioeconómico, zona de residencia -urbana/rural, determinadas zonas geográficas en el país-, nivel educativo u otras)

2. De todos los factores de vulnerabilidad, cuáles son los dos o tres que inciden más negativamente en los jóvenes de su país para el logro de un trabajo decente?

3. Combine estos factores y de esta manera construya los grupos que tienen mayores dificultades

para lograr trabajo decente. Ejemplos: a.) jóvenes adolescentes (15 a 19 años), mujeres y de nivel socioeconómico bajo o b.) mujeres jóvenes, con bajos ingresos y bajos niveles educativos; c) jóvenes afro-descendientes en la zona norte-costera del país.

4. Intente una breve caracterización de, al menos, dos de esos grupos de jóvenes y una descripción de las dificultades que enfrentan en el mercado de trabajo.

(No más de 3 o 4 páginas en total por favor!)