molina, tirso de - el bandolero

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  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    TIRSODEMOLINA

    El BandoleroEl Bandolero(Perteneciente aDeleitar aprovechando)

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    No quiso el martes agorero perder la fama de mal acondicionado, ni hacer de su parte lo quedeba para sazonar la fiesta que le esperaba, porque, amaneciendo lluvioso, desali lasesperanzas de su lucimiento en doa Beatriz y don Melchor, que madrugaron a la ejecucin delo que les tocaba, no medianamente envidiosos de los dos das antecesores, que patrocinaron losdesvelos de sus cuatro compaeros. En fin, tomando del tiempo lo que les quiso dar, si no loque deseaban, compusieron el desahogado saln (ya muchas veces teatro de fiestas reales,

    cuando la privanza de su difunto dueo diverta en l la ms piadosa majestad que gozEspaa). Adornronle de brocados y calzronle de alfombras y cojines; erigieron, despus, en elcurioso patio (donde tantas veces, espectculo festivo, desesperados brutos cedieron,

    provocados, las fuerzas y las vidas a la costumbre y temeridad de nuestra patria) un capaz yvistoso tablado, no sin confianza de que, enjugando por la tarde el sol las lgrimas de su llorosoda, con ojos ms serenos, agradables a sus cuidados, martes del desatino aprobara lasmudanzas del febrero loco. Con todo eso, le cubrieron de toldos, trasladando al clebreanfiteatro, los que el jueves ms devoto del ao autorizan y defienden, por las calles de msnombre, la cortesana devocin de sus vecinos, determinando (si, rebelde en su tema, porfiasensus nubes en anteceder la melancola del mircoles siguiente) representar en el saln apercebidoel coloquio misterioso que haba de dar remate alegre al entretenimiento de su cargo. Ya

    castigaban las puertas las aldabas y los deseos, vencidos los inconvenientes del enojado da,tanta infinidad de gente a ellas que, a permitirlo los arqueros, se corriera la capacidad de laanchurosa quinta, pobre esta vez de sitio para suma tanta. Remitise primero la eleccin de loslugares a la comodidad de la nobleza, luego a los de la segunda clase y, ltimamente, a los queel conocimiento o la importunacin franquearon resistencias. Negse, empero, a lo restante,siendo lo admitido suficiente para ocupar toda la desahogada pieza, cuyos estrados, haciendosoberbio alarde de hermosuras, tiranizaron cuantos ojos en su circunferencia ocupabandiversidad de asientos. Un sitial, favorecido de un prdigo dosel de tela, autorizaba una silla de

    brocado que, sobre cuatro gradas en crculo, se permita a la presencia de la ms distante vista.En sta, pues, bizarro y airoso don Melchor, aplaudido primero de los metales vocingleros ydespus de los pacficos menestriles, captando el silencio y reducida la atencin a los odos, condesenvoltura honesta y voz sonora, dio principio a su historia prometida, diciendo:

    EL BANDOLERO

    Seor, de la Guardia de Momblanc, en la dicesis de Tarragona, en el principado deCatalua, era Alberto Armengol, caballero, si rico, no tanto como su sangre, sus hazaas y susvirtudes merecan, porque descenda de los primeros condes de Urgel, y stos de Dapifer deMoncada (uno, y el principal de los nueve capitanes que Oger, gobernador de Aquitania,nombr por compaeros para la restauracin de Catalua, cuando, oprimida de los sarracenos,comenz en ella segunda vez a respirar el bautismo por los montes Pirineos). Era Alberto ramotransversal de la casa que perpetu en aquel principado Ermengando, primer conde de Urgel y

    de Ampurias, nieto del Dapifer referido, y aquel que vincul en sus descendientes el blasn ynombre patronmico de los Armengoles, derivado del propio suyo que, como dije, fueErmengando. De stos, pues, uno, y no el de menos estima, Alberto, milit joven a la sombradel rey don Pedro el Segundo (aqul que se gan el ttulo con que Alejandro Macedonio,lisonjeado Magno, se hizo venerar en lo mejor del orbe). Pues las vitorias de nuestro aragonsinvicto, hasta hoy le veneran con la fama de don Pedro el Grande, pequeo atributo para quien,dilatando su corona, la aadi la de Sicilia, y triunf, ms con el nimo incansable que con laayuda de ejrcitos numerosos, de las lises coronadas que en Francia y Npoles, seorendose deItalia patrocinadas de las armas de la Iglesia, quisieron oprimirle, pues nunca pas el suyo dediez mil soldados y, las ms veces con solos quinientos almogvares, dio en qu entender a todoel reino glico, puesto que ste, castigado del cielo y favoreciendo a nuestro prncipe, vio sobre

    Girona su multitud blasfema reducida a solos mil infantes, pereciendo los dems de peste enaquel sitio, y su rey entre ellos, habindola pocos meses antes cercado con cuarenta mil peonesy otros tantos caballos, sin que de unos y otros pasasen a la vuelta de su patria nuestros Pirineos

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    quien llevase la nueva de su destrozo. Prncipe, por cierto, digno de inmortalidad, que celebreEspaa y hijo, en fin, del nclito conquistador don Jaime el Primero, que a los lmites estrechosde su patrimonio dio por juro de heredad el reino de Valencia y las dos Mallorcas, edificando enellos dos mil iglesias, todas con la advocacin de la Madre mejor del mejor Hijo, tan favorecidosuyo que baj en persona desde el Olimpo eterno a visitarle. Fundador de la Religinesclarecida y Orden Militar, cuyo blasn, para levantarse sobre todas, no es menos que el

    atributo ms precioso que adquiri en la tierra el que, por redimirla, qued sin sangre. Hijo,pues, el gran don Pedro de tal padre, qu mucho que, sin degenerar de sus hazaas, aadieseinmortales laureles a los de su hroe progenitor, y que, soldado suyo nuestro Alberto, medrasela fama que decimos, sin reparar en las riquezas, tan mulas de los merecimientos?

    Lleg, pues, Alberto a la edad ltima, pagndole el tiempo, en plata, el oro que dio a usurasu juventud a la milicia, y, venerable a todos, en pacfico sosiego, colg las armas,sucedindolas el bculo, como a las robustas fuerzas los canos consejos, mientras vivi siemprea su repblica provechosos. Retirse para dar los ltimos tercios de su edad a la contemplacincristiana, que los alborotos militares hasta entonces estorbaron (puesto que, empleado en ellos,nunca de suerte se neg a las virtudes que, aunque en parte tibias, degenerase de ellas). Agora,empero, que habiendo servido a su rey, le imposibilitaba la senectud a proseguirlo, dndose

    todo a la sosegada prevencin de un fin dichoso, se neg a las ocupaciones populares, en unacasa de placer o estancia, en lo ms spero de los Pirineos, hacia aquella parte que, por el puertointitulado de Orla, se digna apenas de que le huellen peregrinas plantas, al margen del veneradoSegre, que por el valle de Arn fertiliza lo mejor del ducado de Cardona, vizcondado entonces,y a la vista de la antigua ciudad de Balaguer. All, con una hija, deleitoso empleo de su floridotlamo, admiracin de la hermosura y depsito del sol en sus cabellos y ojos, si de la aurora yserrana nieve en sus mejillas, garganta y manos, tan discreta, y tan honesta como ilustre, sunombre, Saurina, se remozaba nuestro generoso cataln, hipotecando en sus virtudes y bellezaesperanzas de valerosos nietos que, eslabonando sucesiones, perpetuasen su nobleza ydesmintiesen, con sus merecimientos, el menoscabo que, en su fama, le haba ominado un

    pronstico infelice que desde su juventud le congojaba, obligndole a desconocer, severo, elms ntimo retrato de su sustancia y sangre.

    Fue, pues, el caso que, necesitando el rey don Pedro del socorro total de sus vasallos, paraoponerse a la invasin de toda Francia, que por Ruiselln se le entraba a derribarle la corona delas sienes, adjudicados sus reinos al francs Filipo por la plenitud de potestad de la RomanaSilla, en pena de haber despojado al rey Carlos de Npoles del intruso cetro siciliano (ya sabe elledo el suceso que nos dej el proverbio de las Vsperas Sicilianas), y estando AlbertoArmengol en la mitad de sus aos, gozando los privilegios de su reciente matrimonio, con elseoro de la villa de la Guardia de Momblanc (herencia que sus hazaas adquirieron a susantecesores), preada su consorte, oy, entre los peligros que a las madres vincul la primeragolosina, gratulaciones y parabienes de un hijo que, primicias de su tlamo, regocij a cuantos

    vasallos suyos, agradecidos a su gobierno dulce, le deseaban padre. Hospedaba entoncesnuestro Alberto a un caballero napolitano que, habiendo militado en su compaa en laconquista siciliana, y despojado en su patria de sus posesiones por haber seguido las banderasdel gran don Pedro, aguardaba premio equivalente a sus servicios, prohijado en el principado deCatalua. Era el referido, no slo famoso en las armas, pero clebre en los juicios astrolgicos,y se llamaba Mercurino. La estima que le granjearon sus pronsticos, le adquirieron veneracincasi de orculo donde quiera que estuvo. Vindole, pues, Alberto, amigo obligado al regaladohospicio, y deseando benvolas constelaciones a su primognito, ponindosele en los brazos, le

    pidi anuncios que aadiesen al presente gozo esperanzas de futuras dichas.-Entrsenos -dijo- el conocimiento, con vos, en casa, de los influjos celestes; puedo, con la

    experiencia que de vuestros aciertos tengo, saber a lo que las estrellas que en el nacimiento de

    este infante predominan han de inclinarle; los sucesos que, si su libertad se deja llevar de ellas,han de hacerle afortunado o infelice. Quin duda, pues, que siendo vos tan ntimo en misintereses, no averigis lo que tanto nos importa?

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    Acept Mercurino sus deseos y, observando la hora y punto en que naci el nio, se encerrcon sus efemrides en una pieza, dicindole que, cuando, apoderado el sueo y el silencio de sufamilia, sosegase la noche sus domsticos, podra entrar a verle y informarse sin testigos de lafortuna a que los cielos a su heredero destinaban. Crdulo, pues, Alberto, ms de lo que fuera

    justo, llev su hijo a que desmintiese, con su presencia, dolores de la parida y recibiese su padregratulaciones y visitas de amigos, deudos y vasallos, habiendo sucedido esto en una aldea suya

    que, entre los intratables montes del Pui Cerdan, con su frescura y retiro suavizaban lo rigurosode aquel setiembre. Aqu, pues, entre los plcemes cortesanos de los circunvecinos nobles y losrsticos festejos de los sbditos serranos, divirti el plazo que le asign el astrlogo, hasta que,despedidos los huspedes, qued con l a solas el ltimo, que fue un varn santo y religioso,que en la Milicia Redentora desde el bozo primero mereci canas y milagros; su nombreBernardo de Corbaria, no poco deudo de nuestro Alberto. ste, pues, al despedirse, apretndolela mano, con semblante proftico le dijo: Estimad, sobrino generoso, las primicias de vuestroestado, que las destina el cielo para suyas. Y besando tierno las mejillas del inocente hermoso,

    prosigui: A este nio, un patbulo ha de hacerle santo. bale su padre a asirle de los hbitos,balbuciente en su lengua el recelo de estas palabras, para que se las asegurase; pero el santo,casi desaparecindosele, le dej lleno de dudas y encontradas imaginaciones. Con ellas, en fin,

    esper a que las tinieblas y el cansancio que desvel su casa con el peligroso parto, la quietase,y conseguido este deseo, a la mitad de la noche, repiti la cmara del amigo astrlogo. Halllaabierta, pero sola, con luz y un papel sobrescrito para l sobre la mesa. Salile a las mejillas elrecelo, con la divisa acostumbrada de la muerte y, temblndole las manos al abrirle, sinatreverse a lo que el alma le pronosticaba, le volvi al sitio primero. Sali en busca deMercurino y, encontrndose a la escalera con un lacayo, le pregunt dnde iba a tal hora.Respondile que el husped le haba mandado ensillar un caballo de monte, dicindole iba pororden de su dueo a cierta diligencia, tan precisa que no permita las promesas del alba, y que,obediente a la amistad que profesaba con l, le aderez el bridn ms ligero, abrindole la

    puerta que sala al campo y que, cumplido con este ministerio, tornaba a recogerse. Nuevasconfusiones acrecentaron en Alberto las primeras pero, disimulndolas con el criado, porque noconjeturase malicias, fingi haber salido el ausente amigo por su orden; volvise al aposento,mesa y billete, y abrindole con ms sustos en el alma que letras en los renglones, vio quedeca:

    CARTA

    Rigurosa contra mi dicha, husped carsimo, la inclinacin de misestudios, ms nocivas me pronostico mis letras que hasta aqu, por ellas, clebremi crdito. Nunca yo malograra en su asistencia la atencin de mis discursos,

    pues me necesitan a dividir las almas que amistad de tantas consecuenciasreciprocaba inseparables. Importunaciones vuestras y obligaciones mas medestierran de mi gusto y vuestros ojos, porque, cmo se atrever a ellos quienos adelanta los pesares con la pluma y los juicios? O cundo, menos templadocontra las adversidades que os amenazan, que las veces que, vindome, osrefresque la memoria de las desgracias que os esperan? Prudentes, satirizan losconsiderados el peligroso ejercicio de mi profesin; porque, o lo que se

    pronostica sale falso o verdadero y, uno y otro, o promete felicidades odesdichas. Si stas, y salen falsas, atormentando antecedentes, medrandescrditos en los astrlogos y les ferian arrepentimientos de sus desvelosintiles, con pesadumbre en los ominados de haberlas supersticiosamentetemido. Si acertadas, qu mayor imprudencia que extender congojas desde que

    se recelan hasta que se ejecutan, habindolas el silencio de los cielos

    estrechado a la necesaria clausura de su efecto? Si adivinan prosperidades y nose consiguen, lo mismo son sus esperanzas que las que en sueos representanfantsticos tesoros, para que, despiertos, nos entristezcan. Si se efectan, ya

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    disfrutadas con los gozos antecedentes, angustian mientras no llegan, y enllegando, se les disminuye la sazn con que regocija el bien que no se aguarda.

    Repudiar desde hoy ms totalmente tan perjudicial estudio, siquiera por nodestinarme a segundas prdidas de amistad como la vuestra. Una y muchasveces he reiterado figuras y caracteres, observando las constelaciones fatales devuestro sucesor, y todas ellas me le pintan infelice. Sus fuerzas han de ser

    bizarras, pero su empleo tan desbaratado que, caudillo de salteadores atajarsus travesuras un dogal infame, que de un rbol le suspenda. ste es mipronstico, y sta la vez ltima que me atrever a comunicaros; porqueausentndome de vos, sin nombre que os me manifieste, abrasados mis papeles,castigar con pesares de por vida, los que es forzado os causen mis presagios.

    Desmintalos el cielo, para que vuestra vida alcance ms honrosa vejez de loque sus estrellas amenazan.

    Nunca atemorizaron tanto a Alberto escuadrones enemigos, puesto que se hall en trancesdesesperados, como agora un pronstico agorero, pues le despuls de suerte que tuvo necesidadde todos los alientos de su valor y esfuerzo para no desmayarse. Qu maravilla? Peleaba en las

    batallas de ms riesgo, por la fama, con certidumbre, ya muriese, ya consiguiese la vitoria, deque la derramada sangre coronase su memoria de blasones. Aqu, empero, luchaban los receloscon el desdoro de su nobleza, en que las estrellas le empadronaban. En las dems provincias, laestimacin de la honra, puesto que siempre prohijada del valor, es extranjera, es advenediza:sola Catalua la blasona natural; all nace, y nunca muere; desde la cuna hasta el sepulcroacompaa inseparable a sus vecinos, quedando despus ejemplo a sus sucesores; carcter

    permanece una injuria en los pechos catalanes, sin que le borren menos que mortalessatisfaciones. Ninguna nacin ms conservadora de las amistades; ninguna ms difcil en soldarsus quiebras. All naci la venganza, y de all se desterr la reconciliacin, iguales en esta partenobles y plebellos, rsticos y cortesanos. Testigos sean los sucesos que cada da sacan al campolos menos validos contra los injuriadores poderosos, banderizando parientes y traviesos, y

    haciendo formidables bosques y caminos. Alberto, graduado desde sus primeros aos en lasleyes de la milicia, donde ms se profesa la opinin que los tesoros, caballero de lo msacendrado y antiguo de aquel principado, y cataln sobre todo esto, si pudiera desafiar a lafortuna y a los hados, que le encaminaban tanta afrenta, consolara menoscabo de sus

    pronsticos. Crey las amenazas afrentosas de la figura matemtica porque, experimentada lacapacidad de su amigo astrlogo con sucesos por l previstos y cumplidos, le vendan infaliblesu peligro y confirmbalo la fuga amigable con que Mercurino calificaba la lealtad de sucorrespondencia.

    -No permitirn -deca entre s Alberto- mis recelos lo que las estrellas amenazan; apenas elamor me llamar padre, cuando la honra me prive de este ttulo; morir inocente cuandocomience a vivir, quien, si vive, ha de morir culpado. Ninguno de mis antecesores dej de

    aadir a su valor blasones nuevos, que hasta aqu se eslabonaron casi en infinito; pues, cmoconsentirn las obligaciones acreedoras de mi nobleza, que yo solo, en vez de acrecentarlas, lasdisminuya? No, cielos inclementes, no, malvolos influjos! Anteceda en la inocencia el castigoa los delitos; vuele el alma recin organizada al cielo, y queden en el breve cadver sepultadosmis desdoros. Qu le quitar que no le haya dado a mi heredero? O qu le dar, que no le seams til que lo que le quitare? Hurtarmele a m mismo, y antes que amanezca, si el sueo dequien le nutre le fa a la seguridad y, sin que despierte, le puedo conducir a esos montes, en unode sus arroyos bautizado, desde la luz que esta tarde vio primera le trasladar a la que sineclipses de deshonras, corona candideces; si esta noche me le dificultare la vigilancia de quienle cra, aguardar otras en que el descuido me le permita. Pero cmo menosprecio, desatinado,

    profecas del varn ms religioso que venera Catalua? Estimad -me dijo el santo fray

    Bernardo de Corbaria- las primicias de vuestro desposorio, que las destina el cielo para suyas.Cunto es digno de ms crdito este pronstico revelado por algn espritu divino, que losfalibles de una ciencia tantas veces mentirosa? Fray Bernardo, santo, y en mi utilidad, profeta;

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    Mercurino, soldado, y en sus estudios no siempre indubitable; ste, triste, se me ausenta,ominndome deshonras; aqul, risueo y gozoso, me promete dichas para mi inocente, nomenos que del cielo; temeridad culpable ser acreditar las profanas conjeturas ms que lascelestiales evidencias. Pero, errados andan mis discursos, porque si reparo en las ltimas

    palabras que el venerable religioso me dijo, hallar en ellas confirmados los temores en que elastrlogo me puso. No le o estas razones: A este nio un patbulo ha de hacerle santo?

    Pues, en qu se diferencian del dogal infame que, segn pronstico de mi amigo, ha desuspenderle de un palo? Lastimse Mercurino de mi deshonra, sin consolarle la seguridad conque en los delincuentes facilita su salvacin el peligro. Recogise el varn santo de que, pormedio de un verdugo, franquee mi hijo el cielo, que han de dificultarle sus travesuras: los quetotalmente dedicados al espritu, menosprecian humanos pundonores, como consigan el findichoso a que sus espritus anhelan, reparan poco o nada, de que los medios sean o no, en laopinin del siglo, deshonrados, que en el cielo, como se salven los que en el mundodelinquieron y la enmienda los califique, no entran las infamias con que los mortalesdesacreditan sus parientes. Qu se les dar a los bienaventurados de que mi hijo muera

    bandolero, como alcance ser uno de ellos? Luego, conformes estn en pareceres el orculo delreligioso santo y el pronstico del amigo astrlogo. Pues si ha de morir mi heredero afrentando

    a sus hermanos y llevndose l el premio de su arrepentimiento, ha de dejar a sus parientes lainfamia de su castigo. Vyase, por medio de mi prevencin, al cielo sin culpas: ahorrar a micasa la afrenta de sus desaciertos.

    Dijo, y sin dilatar resoluciones, entr en el aposento de la ama que, huspeda del sosiego yconvidada del cansancio que ocasion el parto de su esposa, la neg a los sentidos, durmiendotan pesadamente que dio lugar a la ejecucin severa del resuelto padre. Quitsele del lado, ysacndole con mudos pasos, cubierto con la capa, a los ms cercanos riscos, le fue tan obedientela inculpable inocencia que aun no oso manifestrsela con el llanto. Emboscse, alumbrado dela luna, por un cerro vestido de espesuras, y dndole voces la murmuracin de una fuente

    precipitada, le advirti cun fcil poda restaurarle a la suerte que nos defraud en todos laambicin primera. Acercse, entonces, y ba al infante en sus aguas, pronunciando al tiempomismo la forma por la Iglesia establecida. Ya en su gracia el recin humano, sac la daga elinclemente cataln, y cuando determinaba ejecutar el golpe, atravesndose en medio los afectosamorosos de padre, peleaban en tina accin misma, la honra y la piedad; aqulla, impelindoleel brazo a la resolucin cruel, y sta, entorpecindole los niervos, solicitaba la mano a quesoltase la cuchilla. Ambiguo Alberto entre el rigor y la lstima, oy vecinos a dos serranos, que

    por la falda abajo del monte mesmo venan diciendo:-Negarmosle a la parida haber sido sin provecho sus dolores, asegurndola que el

    muchacho, que muri en naciendo, vive en los brazos de su ta, y que, entre tanto que convalecey tiene en los pechos bastante provisin para crialle, quiere convidarle con los suyos. En esagranja queda el difunto nio, para que sin noticia de su madre venga el Retor de nuestra

    feligresa y le llevemos con l al ltimo sosiego.-Prevens advertido -respondi el que le acompaaba- los nuevos accidentes que es fuerzase sigan a vuestra esposa Madalena, pues no dudo que la acabe el pesar de la prdida de sudeseado hijo, si llega a su noticia.

    Conoci Alberto al que se intitulaba padre del malogrado nio, y que era Guilln, vaquerode un numeroso atajo de ganados mayores, que en aquellos valles granjeaban el caudal y regalodel cataln ilustre.

    Parece -se dijo a s propio- que disposiciones compasivas de los cielos, se indignan deampararme felicidad. Su providencia encamin mis pasos y los de aquellos rsticos, para que,facilitndome el remedio, redima mi piedad una vida inocente y casi destinada al cuchillo. En laalquera que sirve de quesera a mi ganado, dice mi mayoral que deja, recin nacido y muerto, a

    un hijo suyo; por los ministros fnebres acude al mismo pueblo que agora vivo; losdesconsuelos de su madre encubre con la fingida sostitucin de su hermana. Si stos temen hande ser mortales, qu tales los espero en mi consorte, siendo los afectos del alma tanto ms

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    activos en los generosos, cuando el entendimiento que los pondera ms delicado en ellos que enlos agrestes, pues con mayor conocimiento de su prdida los propone a los discursos? No amancon firmeza tanta los villanos como los nobles. Luego, tampoco sienten igualmente susdesdichas. Cmo, pues, permitir yo que se me anteponga un brbaro en el amor de sucompaera? ste, privado del nombre de padre por el fatal rigor que le desaposesiona de sucorrelativo, y yo, que con vida le poseo, sacrlego verdugo de su inocencia? Mudemos,

    venganzas no merecidas, de propsito; consolemos a una madre a costa de las lgrimas de otra,y excusemos la indignacin celeste, remediando a un tiempo mis recelos; bajar a la granja,pues est yerma; trocar los nios; llevarme a casa el cadver; mejorar a mi ganadero desucesor, dejndole el mo; criarse a mis ojos, si rstico, vivo por lo menos; socorrerle, a ttulode mi criado; si los pronsticos salen (ojal nunca!) ciertos, y muere bandolero en el patbulo,sin que mi fama pierda los quilates de su estima, ser poca la que les defraude al ser humilde desus intrusos padres; si desmintiere la libertad que en los humanos seorea los influjos susinclemencias, declarndole mi heredero, le vendr la dicha y el gozo a un tiempo mismo. Enqu, pues, me detengo?

    Esto deca, y caminaba el ya ms considerado padre, salindole la suerte tan propicia (mejorla inteligencia omnipotente que las gobierna) que, entrando en el deshabitado cortijo, hall el

    tierno cadver sobre una estera, con las mantillas que primero le abrigaron viviente, y yamortajas le ocultaban sin espritu. Trocaron sitio y traje el uno y otro; visti Alberto al vivo lashumildes y groseras ropas del difunto, y, depositando sin las generosas, sobre la estera, alinocente perseguido, cerr, no sin lgrimas, las puertas a la estancia del modo que las hall

    primero, y dando vuelta presuroso a su albergue, sin que le hubiese echado menos persona suya,le dio lugar la pertinacia soolienta de la nutriz dormida, a que, sin sentirlo, sostituyese sin vidael infante mentiroso al lado de su inadvertida provisora. Restituyse Alberto, entonces, a sucama y entre triste y consolado (menos esto que lo otro) se dio al sosiego, puesto que aun enste la fantasa le naufrag el descanso con desapacibles representaciones y quimeras.

    Lloraba riyndose cuando despej la aurora obscuridades y, a favorecerla el discurso,tuvieran razn sus lgrimas y risa: sta, por las burlas que la traviesa noche haba maquinado la

    pasada, con el desproporcionado cambio de los infantes, y aqullas por el agravio que se lehaca al inocente vivo, prohijndole a los descrditos de naturaleza tan rstica. Dejse solicitar,entonces, el sueo del cuidado del ama perezosa y despertando solcita los pechos a la criatura,casi se le hel la mano al tacto fro de la cara, y casi el corazn, experimentndole sin vida; dioun asustado grito que, acompaado de otros, alborot toda la casa, menos al padre delincuenteque, fingiendo estarlo mucho, l y los dems, descuidados de la ropa, acudieron a las voces, sinque stas previniesen a que la doliente parida ignorase su causa. Grandes fueron los llantos,grande la confusin; pero los unos y otros en la congojada madre con exceso. Desmayse entremaldiciones, que a la inocente nutriz echaba, afirmando que, con los vuelcos de su sueo, lehaba ahogado. Entr Alberto y en sus brazos recobrndola con palabras cariosas, reprima

    futuros parasismos.-Querrs -deca-, nico alivio de mis penas, que a un tiempo mismo me niegue la fortunael reciente ttulo de padre y de consorte? Usurpnos el cielo a nuestro primognito, darnosotros que o le igualen o sean mejores, si experimentan en ti el sufrimiento cristiano, con que latemplanza y el valor distinguen los generosos de los plebeyos. No muri para el limbo:

    bautizle Mercurino en naciendo, casi adivinando esta desgracia, cuando, llevndosele a losbrazos, me dijo: Otros sucesores vuestros tendrn ms vida que el que, al presente, alegravuestra casa. Sucedi su vaticinio. Ya es ngel; ya, si pudiera, se quejara de que, apenasnacido, cuando emancipado a perpetuas luces, sintamos que goce lo que, si viviera, pusieranocasiones en duda. Qu remedio? O consolarse, caro dueo mo, o llorar, si permanecesafligida, juntamente al padre con el hijo, porque yo sin ti no me conceder a las canas, no a la

    vida, y contigo, prenda dulce, olvidar prdidas de mayor estima.Estos y otros semejantes antdotos, que el tlamo amoroso aplica a los que de veraseslabonan voluntades, previnieron accidentes nuevos, remitiendo la cura de los que agora

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    atormentaban al tiempo y al olvido. Entre tanto, temerosa el ama de la indignacin de su dueoy del castigo a que sin culpa se condenaba, huy de casa, y sucediendo las flores a las mantillas,medr el difunto ostentaciones fnebres, engaando lstimas.

    Diferentemente suceda en la granja o quesera labradora, porque habiendo, a la primeraclaridad del alba, concurrido los obligados forzosos de la ltima obligacin piadosa, para dartierra al heredero expulso de su casa, oyendo las no articuladas querellas, entre sollozos justos, a

    que el fro y la necesidad del alimento cndido le obligaba, dudando el contento incrdulo,experimentaban con el tacto y la vista lo que dificultaban los odos; pero despus que laexperiencia ratific verdades, despidindose los ministros de la tristeza, y restituyndole el

    padre imaginado a los pechos y boca de la que el engao intitulaba madre, ninguno puso enduda que lo fuese, porque la obscuridad de la noche que le dio al mundo, la poca advertenciaque la simplicidad serrana tiene, en tales ocurrencias, en el reparo de semblantes nios, y elcuidado de acudir a necesidades ms precisas, as para la parida, como al nuevo humano, nidieran lugar a las sospechas, ni stas eran dignas de ingenios tan poco discursivos. Refirindolea la madre lo sucedido, y atribuyendo a su experiencia poca y a algn desmayo vehemente, la

    presuncin de que haba muerto, gozosos en su ignorancia, prevenan para el da octavo elpastoril bateo, advirtiendo la comadre que, considerndole peligroso, le ba en el agua sagrada

    al punto que desembaraz el materno hospicio, y as que slo necesitaba las ceremonias queanteceden y le siguen al catlico bao. Para ellas, pues, convidaron, lo primero, al generosoAlberto, dueo suyo, solicitndole padrino; pero l, por no ir contra las leyes que privan laafinidad a los consanguneos, se excus con el dolor presente de la prdida llorada que,fingindola difunta, gozaba viva en el dominio ajeno; pero sostituylos en su nombre un amigode lo ms calificado y vecino de aquellas sierras, que no quiso privar de esta honra al que,amndole como a su vida, pretendi el temor de sus recelos sacarle de ella. Admitieron el favorlos ganaderos, y cumplido a lo aldeano con esta obligacin, bailes y colaciones montaesassuplieron ostentaciones caballerosas que la astrologa malogr al infante, ya por nombre Pedro.

    Ans barajaba la fortuna sus encuentros y azares, mezclando, como suele, disgustos ycontentos, por ser nuestra vida una pieza que teje de tornasol el tiempo, hasta que la parca echala tijera. ste, pues, en la apasionada esposa de nuestro cataln ilustre, aliviada con la asistenciay caricias de su vista, olvid en parte la soledad que le haca la difunta prenda de sus entraas,hasta que, pasados dos aos, para borrrsela de todo punto, les fructific una hija, tan perfeta,que desminti su hermosura los descrditos de su sexo; llamronla Saurina, como al principiodije, y llevse consigo totalmente los afectos de sus padres, porque, estriles desde entonces,vincularon en ella, con su patrimonio entero, sus voluntades.

    No menos se haca seor de sus adoptivos el nio disfrazado, a quien desde la cunallamaban Pedro Guilln, sobrenombrndole con el patronmico de quien usurpaba el ttulo de su

    progenitor; porque la hermosura de su cara y cuerpo, acompaada de la robusticidad que elalimento sano y vlido de su supuesta madre le ministraba, prometa con las futuras fuerzas,

    puesto que entonces en rudimentos, la sutileza del alma, que heredaba de sus generososprincipios. Obligaba a los serranos de su aldea a aficionrsele por hermoso, y respetbanle porno s qu autoridad oculta que, amparada en su naturaleza noble, se le afirmaba ilustre, y enaquella inocencia, slo de dos aos, se aventajaba con superior extremo a muchos en quienes seasomaba ya la puericia; yndole a ver con achaque de su hacienda (el tiempo que susocupaciones le ausentaban de aquel pueblo), de en cuando en cuando su verdadero padre, ysocorriendo a los coadjutores con largueza, atribua su liberalidad a la medra que, cuidadososellos, experimentaba en la administracin de sus granjeras.

    Libradas tenan nuestro Alberto y su esposa sus esperanzas en Saurina, y no se lesfrustraron. Amaban los dos a Pedro: su padre porque le reconoca imagen suya (si bien lostemores de lo pronosticado, le estorbaban el intitularle su hijo); su madre, porque reparaba en la

    aficin que en l empleaba su consorte, pero ms porque el alma, con natural propensin,descubra en l un no s qu suyo, que le arrebataba los afectos. Regalbanle entrambos, sinpasarse ninguno o pocos das, que no les retornase sus amores con puericias lisonjeras y,

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    creciendo los hermanos, iban las ms veces juntos. De este modo, engaaban deseos ygranjeaban voluntades, entre lstimas que el uno ocultamente despertaba a la memoria de quienle lloraba desdichado.

    Oblig en este tiempo a Alberto el peligro que, como al principio signifiqu, corra suprncipe y su patria, envuelta agora entre las armas francesas, tan numerosa su cuantidad que,con opresin tirnica, se haba apoderado de toda Cerdania, Ruiselln, y no pequea parte de

    aquel belicoso principado. Acudi, pues, no el postrero, a manifestar el valor y fidelidad de losArmengoles. Goz Alberto, como de los riesgos y trances peligrosos, de las vitorias y triunfosque las cuatro barras coronadas consiguieron contra las cinco lises, muriendo, como se dijo, surey y destrozando su arrogante ejrcito. Volva, cuando la inclemencia de los inviernos

    permitan vacaciones militares, a gozar pacfico las permisiones de su tlamo. Repeta losveranos la belicosa profesin de su milicia y, de este modo, dividiendo entre s Marte y Amor elao, con el uno granjeaba caricias a su esposa y, con el otro blasones y estimas con su prncipe.

    Concedile la suerte al gran don Pedro tan limitado el tiempo para gozar la vitoria mayorque alcanz monarca que (cuando al de Francia, en una litera difunto, apenas se le permita elderecho del salvoconducto que nuestro rey le haba dado, para conducir sus huesos al sepulcro

    patrio), le arrebat de las manos la muerte los laureles y trofeos que le prevenan seis coronas:

    Catalua, Aragn, Valencia, Mallorca y Sicilia. Feneci venciendo y, sin atreverse a quitarle lavida las armas, pudo un accidente lo que no cincuenta mil soldados en campaa. Cerca deTarragona, en un casi despoblado, pag el ltimo tributo, pensin forzosa de nuestronacimiento, en la edad de cuarenta y siete aos, cuando su intrpido valor y la robusticidad msvaronil, amenazaba al frica, donde determinaba eternizar su nombre. Dej legtimos tres hijos,don Alfonso, que tercero de este nombre, le sucedi en todas sus coronas; don Jaime, que, envida de su hermano, rein en Sicilia y, por su muerte, hered sus reinos; don Fadrique, quetambin goz el solio siciliano; doa Isabel, que cas con don Dions, rey de Portugal, tanvalerosa en virtudes como su padre y abuelo en hazaas, pues, canonizada en la MilitanteIglesia, goza en la Triunfante felicidades de duracin eterna; doa Violante, napolitana reina,esposa de su rey Roberto. Otros hijos fuera de matrimonio dej, para troncos esclarecidos delinajes, que en aquella corona nos han dado sucesores dignos de tal principio.

    Asisti nuestro cataln Alberto en sus obsequias, que se celebraron en el religiossimomonasterio de Santa Creus, hallndose despus en la coronacin de don Alfonso el Tercero, quevino de la conquista de las dos Mallorcas, cuyo cetro perdi su rey don Jaime, hermano del grandon Pedro, porque, contra el derecho de su sangre y el directo dominio que en aquella coronadej a los reyes de Aragn el conquistador don Jaime Primero de este nombre, sigui las

    banderas de Francia en perjuicio de su patria y hermano. Volva, pues, el rey don Alfonsotriunfante y coronado en aquellas islas; tom la posesin heredada como primognito, y sirvileAlberto en todas las empresas, ans de guerra, como de paz, seis aos que, solos, le permiti elcielo monarca de tanta prpura.

    Trasladle una invasin pestfera, al cabo de ellos, en el abril de sus aos, a mejor diadema,viviendo enfermo tres das solos, cuando Barcelona, festiva con tal dueo, aperceba tlamos yregocijos, saliendo de Gascua, para su esposa, Leonor, hija del rey britano, que en estasfrgiles hipotecas funda nuestra esperanza el mayorazgo de su duracin dudosa. Ocup lafnebre color las galas, a sus desposorios prevenidas; sucedi a la risa el llanto, al tlamo eltmulo, endechas a los epitalamios, sacando su falta lgrimas de las entraas ms rebeldes, ycpole no pequea parte de ellas al lastimado Alberto, porque perdi en este prncipe amparo,estimacin y premio de sus merecimientos. Ambale el rey, y era tan liberal y dadivoso, quedej a su memoria eternizado el blasn de don Alfonso el Franco (ans le intitulan sus crnicas).Sucedile don Jaime el Segundo, hermano suyo, que reinaba en Sicilia, el cual se embarcluego que supo el mal logro de juventud tan estimada, y obedecido por los tres solios que

    heredaba, presente a su coronacin Alberto y, cumplidas las obligaciones que su nobleza ylealtad pedan con el nuevo prncipe, se retir con su licencia al sosiego de su casa, nieve ya losescarmientos de su vida, en su cabeza y barba.

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    Acab de empalagarse del mundo, el ya viejo Alberto, con la muerte de su carsimacompaera, que aadi a sus canas sentimientos, y para, o sentirlos ms o divertirlos, determinesperar el fin de sus aos la sierra adentro, en un valle deleitoso, cuyo nombre, como dije, es elde Arn, donde posea una casa fuerte para su defensa, amena para sus retiros y distante seiscortas leguas del pueblo donde su hijo se criaba y en que muri su esposa. All, atento a lasmejoras de su espritu, trataba de suavizar cuidados con la hermosa y honesta compaa de

    Saurina, que ya de diez y siete aos, reina de la discrecin y la belleza, transformaba en corteaquellas soledades.Diez y nueve contaba la florida juventud de Pedro Guilln en la opinin de todos, si Pedro

    Armengol en el conocimiento de su padre, tan satisfecha su vejez de la capacidad, fuerza yvalor de su heredero que, a ser menos urgentes con l los temores de su amenazada fortuna, leredujera a la posesin de su primogenitura y casa. Habale el padre fingido, a instancia delverdadero, obligado que aprendiese las primeras letras y, tras ellas, con la Gramtica, las buenasArtes, en que, sin dificultad, le concedan en Lrida, universidad de Catalua sus condiscpulos,el lugar primero. No le permitieron, empero, razones de estado de su padre, ni la profesinhumilde de Guilln, a que las prosiguiese, y as, siguiendo su ejercicio mismo, vaquero como l,acostumbraba los miembros a las inclemencias silvestres, aadiendo a las fuerzas naturales, lo

    robusto que el desprecio de los soles y nieves comunica a los que, con razn, vituperan ladelicadeza de los palacios pusilnimes. Limpio y no del todo grosero el traje, gallardamenterstico y rsticamente cortesano, con igualdad mezclaba la gentileza generosa de su sangre conlo tostado y robusto de su ejercicio, y llevndose tan bien entre s estos extremos que, si por lo

    bizarro enamoraba, por lo robusto le teman. Cuntas veces desvaneci al lobo la presa casiposeda y, corriendo tras l, redimi de sus colmillos la inocente ternera recin nacida?Cuntas, con presurosa diligencia, quit de los vellosos brazos la colmena al oso? Algunas lesucedi salir a los balidos del corderillo simple que, por los vientos, en las uas del ave reina,

    peda socorro, y antes que se le remontase, a la notificacin de una jara, la abata al vuelo. Qupalio se corri en que los competidores, corridos, no le confesasen vencedor primero? Cuandoen el herradero de su vacada, sealaban las marcas la empresa de su dueo quin si no l torca

    por los formidables ramos la cerviz del toro, y le sujetaba a la impresin del encendido yerro?Quin en la lucha se le atrevi que no cayese? Qu maestro en la esgrima no cediobservaciones matemticas de la destreza, a la osada natural con que desbarataba susatenciones? En qu regocijo, desbastado lo grosero de la aldea, no caus envidia a las serranashermosuras la que con l bailaba? Entretenido en las conversaciones, pacfico con los corteses ysevero con los atrevidos, slo Pedro Guilln era el todo en todo de aquellas asperezas.

    Frecuentaba a menudo la presencia de su padre y hermana, con reconocimiento a lavoluntad y largueza que la ignorancia le encareca por favores gratuitos, sin saber que fuesenobligaciones naturales. Regalbalos a entrambos con lo ms sabroso de su caza y esquilmos, ycomo la sangre que a Saurina animaba era la misma que en nuestro vaquero desmenta

    rustiquezas, hirvi sin fuego en las entraas de la hermosa nia, de modo que, sin saberdestinguir afectos, obligndola el alma a querelle como a hermano, se le desliz la voluntad aadorarle como a amante. La continuacin de su visita, lo conversable de su estilo, el tiernocorazn por la edad cera, blando a la presencia de las primeras llamas, qu mucho que se

    permitiese al sello de su casi misma imagen? No les limitaba el recato cuidadoso de su Albertoel comunicarse a solas; seguro de la uniformidad de sangre que les daba vida; antes bien, paraque se entretuviese la soledad de su heredera, enviaba muchas veces por su hermano, yconcedindoles lo ameno de aquel valle, las flores de las fuentes y los nidos de los canoros

    pajarillos, que entre los laberintos de las ramas cortejaban sus mrgenes, admiraba lapropensin de la naturaleza, pues en tan desproporcionadas calidades, haca los afectosuniformes.

    Contemplaba Saurina en el gentil vaquero la disposicin bizarra que, entre corts y agreste,no de modo, por lo serrano, se imposibilitaba a empleos generosos que se desacreditase labelleza ms ilustre en dedicarle sus imaginaciones. El despejo y valenta con que se llevaba el

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    primer nombre en todas las demostraciones de agilidad y fuerza la agradaba por extremo. Queno es el menor hechizo para las beldades, el airoso desenfado de los que, amando, acompaan la

    belleza con el atrevimiento; ni alcanzo cmo, siendo el amor nio medroso y delicado, apeteceen las hermosuras arrojos y temeridades, si no es porque lo que la naturaleza neg a su sexo, lesagrade a sus correlativos; sola una Anglica antepuso delicadezas de Medoro a valentas deOrlando, que, por la mayor parte, las dems, por un Reinaldos robusto, despreciaran infinitas

    perfecciones de Narciso. Engendrse Saurina entre el estrpito de las armas catalanas yfrancesas; Alberto, no del todo enjutas las suyas de la enemiga sangre, mezclaba con losdeleites de Himineo los marciales ejercicios; imprime con la substancia el padre lasimaginaciones mismas en sus hijos, que le representa ms intensas entonces la fantasa: laexperiencia lo manifest en las ovejas de Jacob, a costa de la avaricia de su suegro. Heredando,

    pues, estas inclinaciones la hermosa amante, no es maravilla que, imposibilitada al acero,estimase en su prenda los de su destreza y valenta. Era discreta como hermosa, y cuantas vecesconversaba con su hechizo, tantas encareca la lisura de sus palabras, que, desnudas de

    ponderaciones, ni la elocuencia crtica se las dificultaba, ni la penuria de concetos sostituaambajes y rodeos pomposos con metforas indigestas y vocablos adoptivos, que el uso de estesiglo afectado gasta, salteando los idiomas extranjeros y, espaizndolos, hacen un confuso

    mixto que, como monstruo producido de especies diversas, ni bien es griego, ni castellano. Lalengua catalana o lemosina, era entonces poco menos misteriosa que la caldea, por locompendioso de sus sentencias, corta de palabras, pero prdiga de pensamientos, que cuantoms a lo lacnico se explicaren, tanto menos costara su inteligencia. Nuestro joven, noestudioso en la corteza ostentativa de necias retricas, que ni las apeteca ni necesitaba, s,empero, conceptuoso y de un espritu felizmente organizado, proporcionaba su estilo con sutraje, ni soberbio por la materia y guarniciones, ni de suerte despreciable que, curioso y aliado,no luciese el pao en l ms que en los otros la seda cortesana.

    En fin, Saurina, fiscalizando parte por parte las que consideraba en su querido, no leaveriguaba otro defeto que se lo disuadiese, sino la desigualdad de estimaciones tan distintas, en

    provincia donde tiene el primer lugar el pundonor y fama. Pedro Guilln, hijo de un pobreganadero y que cifraba todo su valor en las dotes personales que le hacan aplaudido; criadossus padres de su casa, y con todo eso, a sus ojos, benemrito de coronas, casi vituperaba, o a lanaturaleza que, debindole tanto su amante en individuo, le desacreditase con tanto extremo enespecie, o a la fortuna, porque esta vez siquiera no se conform con las estrellas que le

    patrocinaban tan perfecto, dndole caudal que supliese su calidad humilde. Competan, pues, enla palestra de sus imaginaciones, la veneracin de su sangre con la tirana de su desasosiego y,apadrinando en lo primero la voluntad a sus discursos, presida a sus inclinaciones ya casirendidas. Bisoa, pues, Saurina en la milicia del amor, donde los ms experimentados titubean,ni vencida, ni vencedora, refrenaba con la vergenza mpetus del alma por los labios, puestoque stos se le desmandaban por los ojos, apeteciendo lo mismo que rehusaba.

    Discreto era el ocasionador de sus congojas, pero, ni advertido, como poco experto enacciones mudas, ni tan presumido que se imaginase tan dichoso, atribua favores, si frecuentes,moderados, a la sencillez del campo y apacibilidad de su seora, continuada con lacomunicacin de tantos das.

    En tanto pues, que, vacilando las potencias encontradas en Saurina, andaba el amor y lavergenza a brazos, Alberto, su padre, cuidaba de no poco diferentes diligencias.Conservbanse enemistades heredadas desde inmemoriales tiempos en su casa y la de un

    poderoso y ilustre linaje que, no lejos de aquella recreacin, autorizaba con su ms frecuenteasistencia el presumido collado de Panizas, que a vista de Girona, cubierto el ao todo deescarchada plata, gigante de nieve, casi tiembla el sol de fro cuando, enamorado de su cumbre,osa ceirle el cuello con las primicias de sus rayos. Su casa solariega, fortalecida con un castillo

    inexpugnable, por nombre Darlins, presida a un risco que, a la mitad de la soberbia elevacin,edificaron sus ascendientes, perpetuando en l el apellido de los Lanzoles, entre los msgenerosos venerado, cabeza de esta familia y conservador de las antiguas competencias contra

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    los Armengoles. Era a este tiempo don Berenguer Lanzol cabeza suya, mozo de veinte y cuatroaos, corts, animoso, conversable y no poco valido con el rey don Jaime el Segundo, queacababa de coronarse, como dije, de las cinco diademas de su imperio, obligndole la privanzade su prncipe a que asistiese de ordinario en Barcelona, corte del belicoso principado, y pocoms que ocho leguas distante de aquellas asperezas. No le hicieron a don Berenguer, comosucede, los favores de su monarca, puesto que eran con exceso, insolente ni desbaratado; fue,

    empero, motivo para que nuestro Alberto, sintiendo que en su contrario se enajenasen premios ymerecimientos debidos a sus hazaas, habindole encanecido servicios, ms que aos, hechos ala corona aragonesa, y receloso que, aprovechndose su opuesto de la sombra real, disminuyesela estimacin competidora de su bando, se retir a los escarmientos de la soledad quieta yapacible que gozaba con Saurina.

    El ao, pues, primero del reinado de don Jaime, que en vigesimosegundo de su edad,cuando le privilegiaba el sosiego de guerras y cuidados y ejercitaba su juventud bizarra en cazasy en festines, se esmer la catalana metrpoli, a la mitad del ivierno, en la curiosa ostentacincon que la senectud del ao admira los forasteros y acredita a sus vecinos de ingeniosos yregocijados. Dos ferias hacen franca a Barcelona cada ivierno, en la materia ms lcida, msdelicada y quebradiza, si bien ms til, que hall el uso de los hombres. Vidrio es la una, que en

    el primero da de enero, no contentndose con los yelos de que la distancia del sol le viste,obliga al artificio que adorne su mayor plaza y sus vecinas calles de tiendas cristalinas que, endesahogados aparadores, vajillas, aguamaniles vasos, escritorios, retablos, sortijas y brinquiosde vidrio transparente, hermosean los portales de las casas con algn gnero de menosprecio dela Argentera (as llama esta ciudad las oficinas de los dos prncipes metales). Esmrase estanacin, sobre las dems de Espaa, en lo alioso y sutil de sus tareas (que para ser tan belicosa,reparando tan poco la milicia en las delicadezas de las artes, parece maravilla) y las que en losaseos mulos del cristal emplea Barcelona compite con Venecia. Pues dado que sus vidriostengan, por extranjeros, mayor estima, si en la sutileza de su labor deja igualarse, en lasdiferencias curiosas y confusin apacible de sus hechuras no lo permite. Testigo es laexperiencia con que, por toda nuestra patria, guarnece manos, gargantas y cuellos, vestidos,oratorios y camarines, de las ddivas que Barcelona feria a sus damas para que, a imitacin decuanto aade la industria invencionera al valor de los metales, no los echen menos, pues a nocederles la frgil duracin de su materia, lo difano y hermoso de sus vidrios hubiera hechodespreciable al oro.

    La segunda y no menos aparatosa feria en la ciudad misma, hace alarde festivo el da de laPurificacin misteriosa, que por salir tan liberal de luces, o efmeras estrellas, se intitulacomnmente la Candelaria. Este da todo, corrida la naturaleza de ver que la fragilidad de lacera le imite sus estampas con tanta propiedad, parece que le pesa de ser fecunda; porque lasmismas calles, tiendas y plazas que el enero entapiz de vidrio, agora prdigas de la materia que

    preside a la noche y desafa a los planetas, con tanta similitud fabrica flores, rboles, pjaros,

    peces, brutos y hombres, montes, alamedas y edificios, que los sentidos engaados, apermitrseles, libraran en la anatoma las dudas de si viven sensitivos sus animales, vegetan susplantas y discurren sus humanas figuras. Aqu, en efecto, con laberintos y lazos de nevadascandelas que esmaltan matices, ofrecen al apetito azafates poblados de jardines, rosas y frutasdiferentes, joyas y regalos que, recreando al primer sentido, burlan a los otros cuatro. En estasdos ferias, la hermosura catalana y las circunvecinas, pasean con repetidas vueltas estas calles, yla liberalidad enamorada toma a usuras las ocasiones del agrado para sus damas, ferindolas elarbitrio de su deseo las piezas que ms conforman con su gusto.

    Deseosa, pues, Saurina de gozar la una de estas dos, y prxima la primera, alcanzaron sushechiceras caricias licencia de su padre, para que en compaa de su hermano incgnito, conotras labradoras vasallas suyas y en su mismo traje disfrazada, recrease sus hermosos ojos en lo

    ms insigne de aquella ciudad clebre: su Seo, Diputacin, Senado, Lonja, templos, edificios yaliadas calles, cuya limpieza y ostentacin de fbricas, si no merece el lugar primero enEuropa, no reconoce segunda. Regocijse la palmilla y grana, soberbia, el breve plazo que haba

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    de afrentar, en Saurina, los tabes y lamas de las hermosuras barcelonesas, pero ms se regocijla que las autorizaba, por llevar consigo a quien, cuando no la acompaara, era fuerza quellevase en la mitad del corazn al vivo retratado.

    Viaje entretenido suaviz las dificultades de aquellas asperezas, en la jornada corta que,cuando fuera de infinitas leguas y no de nueve, sintiera su remate con el extremo que agora, porla privacin del gusto que, conversndole con ms libertad, senta. Cuatro serranos mozos y

    robustos la hacan escolta; tres aldeanas de mediana belleza la seguan, para hacer ms vistosala de Saurina, como la margarita entre el aljfar. Pacficos y manuales brutos, curiosa, sirsticamente guarnecidos, sostituan los que a costa del gasto y la soberbia, si son msostentativos, no tan seguros; a pie los jvenes, y tirando a la barra con los fragmentos de las

    penas que encontraban, ya ejercitando las ballestas, armas de aquel siglo, en las liebresfugitivas, tmidos conejos y simples avecillas, engaaban lo fastidioso de las cuestas,aumentando la provisin de las cenas y comidas; pero ningn regalo para la ilustre montaesacomo beberse con los ojos la bizarra de su amante y desafiarle con la lengua a conversaciones,si enamoradas, misteriosas. Bajaron de esta suerte a los llanos, y en ellos, desembarazados defastidios pedregosos, para que desde all hasta la ciudad, cuyos capiteles divisaban, no laestorbasen el llevar cerca de s a su prenda las pruebas y entretenidas travesuras de sus

    acompaados, le orden que, para disminuir un poco de cansancio con que el camino, que noacostumbraba, se le atreva, les refiriese alguna novela o fbula que, digna de su ingenio,desempease la opinin que, estudioso y discreto, deba a cuantos le comunicaban. No quiso elcomedido montas deslucir, hacindose de rogar, las alabanzas que, obedeciendo diligente,medra a quien en una habilidad diestro la comunica dadivoso; y ans, respondi risueo, que

    para que cayesen en la cuenta y se satisfaciesen de cuan sin mritos le aplaudan entendido,aunque con vergenza suya y prdida de la fama atribuida, obedeciendo, los aperceba a lafbula de Tisbe y Pramo, con que, cuando estudiaba, no del todo repudiado de las musas (que ala presencia hermosa de Saurina haban mejorado, entre las amenidades del Puicerdan las de suParnaso), haba escrito en verso.

    -Atrevimiento es -prosigui- hijo slo de la presuncin de una montaa, que, habiendosutilizado tantas plumas cisnes, con elocuencia conceptuosa este suceso compasivo, intente yoaadir delicadeza y concetos a la infinidad de perfecciones con que en este asunto han tirado la

    barra de sus estudios los hroes de Apolo; pero teniendo tan de mi parte los oyentes,consolarme de que mis defectos se quedarn en casa.

    Acomodronse, mientras el corts vaquero se dispona a la narracin propuesta; Saurina allado suyo, y l, cercado de labradores y serranas, centro de su circunferencia y, sin perdonar elcurso de su viaje, comenz airoso en lengua lemosina, lo que, traducida en castellano, dice deesta suerte:

    FBULA

    La presumida colonia,primera tras el diluvio,que os asaltar al dios rubio,

    y el pie bes a Macedonia;aquella que, Babilonia,construy el ms arroganteTifeo, contra el tonanteturquesado pavimento,

    y al brbaro atrevimientolabr presidio gigante;tirana que al Asia doma

    y, con sacrlegas menguas,castigada en tantas lenguas,confundi el primero idioma;

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    la que ador en la palomaa Semramis, su alumna,

    y en su blica fortuna,tutelar de las batallas,

    sobre pensiles murallas,huspeda fue de la luna.

    sta, pues, que en sus deliriosdio a Nembrot famosa infamia,monarca a Mesopotamia,metrpoli a los asirios,

    patria de cndidos liriosque, en animado cristal,

    junt el marfil al coral,fue a Tisbe en hados crueles,pues, desmayando claveles,ti de sangre al moral.

    Pramo y Tisbe, dos polos

    de la desgracia y belleza,en quienes naturalezaduplic, al Oriente, Apolos,como en la desdicha solos,

    solos en la bizarra,con emulacin del da,a Babilonia alumbraban,

    y amantes autorizabande Venus la monarqua.

    La vecindad de sus casas,divisas de un solo muro,hizo el peligro seguro,que par en fnebres brasas;con llamas, primero escasas,amor, desde la puericia,introdujo la miliciade su trgica fortuna,adelantando en la cuna

    sus llamas a la noticia.La igualdad de su belleza,en pueriles desalios,

    hizo en ellos desde nios,el uso naturaleza;amor que tan presto empieza,tarde o nunca se despide,

    fuego que su incendio midedesde los pechos del ama,qu riesgo de vida y famaobligar a que se olvide?

    Jugaban tiernos infantes,an no en ellos su edad flor,

    y sin saber qu era amor,

    ya los dos eran amantes.Cuntas veces, ignorantes,negndolos la violencia

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    de sus padres su frecuencia,sin saber lo que perdan,antes de sentir, sentanlos rigores de la ausencia!Cuntos, rapaces desvelos,

    si a otros nios se juntaban,

    llantos con celos mezclaban,y an no conocan los celos!Ni el Gminis en los cielosestrecha tanto sus lazos,como los mudos abrazos,

    sus cuellos marfil, cean,cuando al verse redimande la noche ausentes plazos.Sellaban labios corales,

    y bebindose la risa,el alba, que abriles pisa,

    envidiaba sus cristales;correspondencias iguales,despejaban sus enojos,

    y en recprocos despojos,nios an no articulaban

    palabras, y ya se hablabancon las nias de los ojos.Qu de maanas, abejasdel jardn, entre sus flores,trasladaron por mejores

    sus cuadros a sus guedejas!Qu de ellas formaran quejas,a no advertir, codiciosas,que, entre sus hebras hermosas,mejorando sitios bellos,el oro, hasta en sus cabellos,

    supo cohechar las rosas!Animados ramilletes,jilgueros y ruiseores,plumas imitando flores,daban risa a sus juguetes;

    por esmaltados tapetestraveseaban cristales,en quien sus originalesa verse los dos divisos,

    porque hubiera tres Narcisos,lloraran riesgos fatales.

    As amor, en rudimentos,sus llamas introduca,y con sus aos crecapara intimar escarmientos;siglos eran los momentos,

    que la noche malograba,gozos que el sol les feriaba,llorando sus parasismos

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    hasta que en sus rayos mismos,Fnix, los regocijaba.Apresur el tiempo daos,y envidioso a su quietud,la infancia en la juventud

    sazon bellezas y aos;

    temi la sospecha engaosde amor primero en bosquejoy, consultando al consejola senectud imperiosa,a la niez licenciosaencerr el recelo viejo.

    Pramo y Tisbe, en edady amor iguales, pudieranlograr tlamos, si fueraniguales en calidad;acompa en la beldad

    de Tisbe la sangre pura,nobleza que la asegura,cuando se guarnece de oro,como si hubiera tesoroms noble que la hermosura!

    Era Pramo inferioren hacienda y jerarqua;

    slo estas faltas suplala eficacia de su amor;ms caudal y ms valor

    sus padres a Tisbe ofrecen;que cuando las canas crecen

    y el inters se dilata,por lo que tienen de plata,al oro hechizo apetecen.

    La honestidad, en clausurasde recatada vejez,envidian de su niez

    permitidas travesuras;ya en Tisbe no son seguras,a solas, fuentes y flores:

    estrados y bastidoressus tareas solicitany, avarientas, la limitan,ventanas y corredores.

    Labra y llora, juntamente,encierros, Tisbe divina,el paso que ms vecina,ms de su Pramo ausente;no necesita su oriente

    perlas que del ncar salteny sus matices esmalten,

    mientras, con angustia sorda,lgrimas entre ellos borda,porque aljfares no falten.

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    Pramo, que maldecalas noches que agora alaba,

    y al alba, que madrugaba,con lisonjas aplauda

    publicidades del da,huye congojado entre ellas,

    y, naufragando querellas,las tinieblas juzga hermosas;que an tiene por sospechosaslas luces de las estrellas.

    Pasar desde el bien al mal,y desde la posesin,sin medio, a la privacin,es tormento sin igual;amor vuelto en natural,

    puesto que veneno fuera,defraudado persevera,

    qu mucho, pues, que privadoPramo del bien pasadolastimosamente muera?

    No osa fiar de testigosel mal que en el pecho encierra,

    porque el pregn en la guerrapreviene a los enemigos;secretos llora castigos,con que sus ansias aumenta,

    y al paso que los violenta,ms publica su dolor,que preso el fuego y amorcon fuerza mayor revienta.

    A Tisbe, prenda apacible,le niega una flaca cerca;Tntalo, cuanto ms cercael manjar, ms imposible;registra en la noche horrible

    paredes, y en su aspereza,divirtiendo su tristeza,de Apolo extremos excede,

    que ya que a Dafne no puede,da abrazos a la corteza.En tan frgil gusto apoyael alivio que interesa,como quien la caja besaque encierra dentro la joya;

    sus incendios mud Troyaen Pramo, pues le abrasa,

    y aunque como rayo pasael fuego de su amor loco,le juzga que es para poco,

    pues no enciende aquella casa.Qu importa que, por el dueo,besando las piedras ande,

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    si crece el mal, cuando es grande,con el alivio pequeo?

    Entre lloroso y risueosu oriente afeita la aurora,y de ver que, opositora,Tisbe tanto en su amor fe,

    en ella venganzas rey en Pramo celos llora.Huye su luz el amante,por no perderse al respeto,restituyendo al secreto

    sufrimientos de diamante;niega el dolor al semblanteel rosicler y el marfil,

    y el alma, por el virildel rostro, toda desmayo,marchita rosas al mayo,

    y esperanzas al abril.A las flores y a las fuentesconsulta tristes memoriasde sus ya pasadas glorias,de sus ya penas presentes;en sus fugas transparentesretrata el mal que le avisa,

    y reparando en la prisa,con que huyen de un desdichado,ans, a su margen sentado,culpa llorando su risa:Huye mis desgracias,cristal fugitivo,que este pago ofreceamistad de vidrio;atropella arenasentre gozos mos,que a la muerte corresque, viviendo, envidio.Gigante del campo,blasnate Nilo,

    ocultando neciotu humilde principio.Que yo te vi pobre,apenas suspiro,de una fuente aborto,agotarte un lirio.Y en rotos fragmentos

    padecer deliquios,lamiendo las floresde un valle sombro.

    No osars negarme

    que, expsito nio,te admiti a su amparola falda de un risco;

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    y que sus arroyos,simples, compasivos,te dieron limosna

    por verte mendigo.A cambio, tomasteraudales vecinos

    y de estelionatos,y usuras valido,te alzaste con todo,que, a fuer de los ricos,

    sudores ajenoste medraron ro.Corriendo, te corres,

    por verme testigode tus mendigueces;no me maravillo,que siempre se afrenta

    cualquier presumido,delante el que sabe

    sus bajos principios.Ests caudaloso,estoy desvalido:t, rico de plata,

    yo, pobre de alivios;desconocersme,que no son amigos

    poder y miserias,contento y gemidos.

    Desdicha es veneno;yo traigo conmigolas dipsas indianas,los spides libios.Yo estoy apestado;afecta retiros,que no hay amistadesque amparen peligros.

    Mas ya qu remedias,si soy basilisco,

    que emponzoo tu agua,despus que la miro?En ti me retrato,huirs de ti mismo,

    pues van, con mi imagen,mis ansias contigo.Que son tan vehementesmis males prolijos,que, en sombra, inficionan,

    por slo ser mos.

    Ans fabulaba el bizarro ganadero, acercndose a la metropolitana poblacin, cuando,

    interrumpindole Saurina, le dijo:-Estamos tan prximos a la Corte, entretenido compaero nuestro, que temo se nos

    malogre, antes de verle el fin, la no s si ms dichosa fbula que nos refieres, por haberla t

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    dispuesto, que infelice por los mal logros trgicos de sus asuntos. La gente que frecuenta estecamino es mucha y, atravesndosenos molestos, cortan muchas veces el hilo a tu discurso ynuestro pasatiempo. No perdonar lo que falta por cuantas ferias exagera Barcelona, que pareceque retratas en los principios los amores de cierta amiga ma, puesto que no poco recela lo quela quiero que, imitando el lastimoso fin de esos dos desdichados, ha de dejarme que llorar en

    profeca; pero no lo permitir el casto, aunque encendido afecto de sus lcitas esperanzas. Aquel

    vecino prado, que los crculos y rodeos de aquel arroyo, con lneas plateadas reparte enlaberintos, nos desea huspedes. Negumonos a los estorbos pasajeros, lo que el sol nospermitiere el abrigo de sus rayos, pues agora, luminoso, castiga rigores de este mesdesagradable. Fenecers, desembarazado, la tela de esa historia, que con tan peregrinos maticesvas tejiendo y pagndotela en atenciones benvolas, entraremos en la ciudad anochecido, libresde recelo, que quisiera excusar, de ser de mis deudos conocida.

    Obedeci solcito el discreto montas, y apeando en sus brazos a la que deseaba msduracin en ellos, permitieron a los mansos brutos la apetecida yerba, reservndose Saurina ylos dems las flores, que aadieron bizarra, por prevenirla estrado, y a pesar del invernizo yelose hurtaron a la primavera, para autorizar la sesin de esta apacible visita. En medio, pues,recitante ingenioso del entretenido crculo y Saurina la preciosa piedra de este anillo, prosigui

    diciendo:Recprocos sentimientosa Tisbe martirizaban,que en todo se asimilabanen los dos los pensamientos;crecen en ella tormentosal paso que ausencias crecen,

    porque penas que entristeceny, mudas, al alma ahogan,cuanto menos se desfogan,

    ms terribles permanecen.Lastimosa obligacines la que fuerza a un amantea que, alegre en el semblante,

    padezca en el corazn;a tener satisfaccin,Tisbe, de amiga o tercera,congojas disminuyera,

    pero, naufragando a solas,pilago de tantas olas,sin lengua su amor, qu espera?

    Ansias al pecho retira,sin consentirles los labios,que el temor de sus agraviosle aborta lo que suspira;en la lengua la mentira,en el alma sus verdades,engaa severidadesde sus padres avarientos,

    para que ocultos tormentosaumenten riguridades.

    Ans calla y empeora

    su amorosa hipocresa;porque en los ojos se raTisbe, que en el alma llora,

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    el sol su sepulcro doray la noche le sucede,para que el alivio herededesvelos de sus jornales,

    y Tisbe, golfo de males,dormir intenta y no puede.

    Dentro de su misma piezasus padres, de noche, habitan,que hasta en sueos la limitandescansos de su tristeza;no osa entre tanta aspereza,con un suspiro, el receloquejarse, siquiera al cielo,

    porque, a pesar de su amor,quiere el caduco rigor,que en Tisbe duerma el desvelo.

    Apenas inobediente

    un gemido el alma anhela,cuando su madre, que vela,

    pregunta qu es lo que siente.Finge que duerme, impaciente,por no prevenir la excusa,y a sus descuidos acusa,mudo, el dolor que la abraza

    siendo el pecho estrecha casaa familia tan confusa.Vence, tal vez, al cuidadoel cansancio (aunque compitacon el amor) y dormitaTisbe, penas que ha velado;ve en su idea retratadoal de sus ansias motivo,

    y el sueo que, compasivo,se lastima de su mal,ya que no al original,su copia le pinta al vivo.Delitase con quimerasque, despus, despierta llore,

    y porque mas se enamore,burlas medra y lasta veras;fuentes, jardines, riberas,con aparentes alios,la vuelven a hacer carios,

    y en fantsticos engaos,retrocediendo sus aos,la venden amores nios.Suea que a Pramo abraza

    porque otra vez no la deje;crculos de flores teje

    con que sus sienes enlaza;los nidos desembarazade huspedes sin sazn

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    que, alegres en su prisin,la aplauden por adulalla;mas luego despierta y hallaque los sueos, sueos son.Castiga los desaciertosde sus burlados sentidos,

    creciendo bienes dormidos,ansias a males despiertos.Ay, deleites -dice- muertos,

    puesto que aumenten enojosen mi amor vuestros antojos,volved a pintar mi dueo;deberle ms al sueo,

    siquiera ans, que a mis ojos!Ans las noches y das,horas y pesares tasan;

    pasa el tiempo, y no se pasan

    amantes melancolas;sospechas y tiranasde la vejez permanecen,

    y como en Tisbe padecenquejas que amor form mudas,entre esperanzas y dudas,unas menguan y otras crecen.Ya la disimulacin

    se rebela al sufrimiento;ya en uno y otro, el tormentotoca en desesperacin;cada hora de dilacines un siglo a la paciencia;la eternidad de su ausencia,que se amotinen procura,en Pramo, la cordura,

    y en su dama, la obediencia.Una noche, toda espanto,

    y en Pramo toda pena,frentico se condenaa rematar dolor tanto;

    cierra las puertas, no al llanto,a su cuadra s, y perdidala color: Con una herida-dice- infinitas redimo;

    salga el alma, que no estimoen tanta muerte una vida.

    Esto pronuncia, y resueltodel derecho lado mudala daga que, ya desnuda,vio en gualda el carmn envuelto;

    pero cuando el brazo, suelto,

    mueve a la accin imprudente,oye que dice: Detnte,una voz, que al desatino,

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    en la mitad del camino,detuvo el curso valiente.Conoce a su Tisbe en ella,

    y juzgndola delante,tinieblas abraza errante

    y pesares atropella

    creyendo que llega a vella;porque gozos le dilata,la nombra, ofendido, ingrata!;

    pero es loca su porfa,pues sola la fantasaen sombras se la retrata.

    No de otra suerte importuno,el aire Pramo abraza,que con la nube se enlazael torpe amante de Juno.

    Dos monstruos formara en uno

    amor, que intenta burlallos,si se atreviera a igualallos,pues, a durar su quimera,segundos al orbe diera,Pramo, semicaballos.De su quietud enemigo,ms sus sentidos ofuscacuanto ms en sombras buscala imagen que trae consigo;

    pero, sin culpa, el castigotempl fortunas escasas,

    y ms piadosas sus brasas,hall tan cerca el remedio,que una pared sola, en medio,vistas niega y junta casas.

    El ms ntimo retrete,que a Tisbe dio la piedad,la vez que, en su soledad,

    sus alivios compromete,para que congojas quiete,est del albergue agora

    donde su Pramo lloratan prximo, tan cercano,que slo un muro tiranoestorba a amor lo que adora.Con tan breve impedimentolloran, en cuadras vecinas,distancias ultramarinasla ausencia y el sentimiento;en uno y otro aposento,

    fortuna penas reparte,y amor, esta vez sin arte,

    en tan cercanos retiros,combate el muro a suspirospor una y por otra parte.

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    Venci, al cabo, la porfalos imposibles de piedra,mas qu mucho, si una yedraa una torre desafa?

    Descubri la batera,aunque ardua, puerta al asalto,

    y amor, de remedios falto,a Venus, hasta aqu esquiva,la pide que, compasiva,hagan sus congojas alto.

    Dicen que la antigedadocasion a la ventura,con una flaca cisura,difcil facilidad;

    yo digo que la piedadquiere que se compadezcaun muro, para que ofrezca

    quiebras que gustos apoyen;y pues las paredes oyen,que una pared se enternezca.Si el desdn tuviera odos,ablandara su rigor,que las lisonjas de amor,no entran por otros sentidos;

    por dos lados los gemidos,de una y otra amante sed,

    piden la vida a merced;no es milagro, en tanta lucha,

    si se ablanda quien escucha,que le imite una pared.

    A un golpe arroja, del centro,centellas la piedra fra,quin duda que amor tenaquien fuego guardaba dentro?Obediente a tanto encuentrode uno y otro, ausente mal,

    fue el rebelde pedernal,que no es mucho, si los tiros

    son lgrimas y suspiros,que en piedras hagan seal.Una gota continuadataladra un risco valiente,a tantas, pues, de agua ardiente,qu piedra habr reservada?

    El rigor se persuada,que frecuentes, y halageasddivas quebrantan peas,

    y que en Tisbe, siempre aurora,son de las ansias que llora,

    diamantes las ms pequeas.La noche, pues, que su amantenegarse intenta a la vida,

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    en la pieza referida,suspira Tisbe anhelante;consulala, aunque ignorantede su pasin abrasada,la ms ntima criadaque hizo soberbia el favor,

    fiscalizando su amor,cariosa y avisada.Confiesa Tisbe el efeto,mas no la causa que esconde;equvoca la responde,verdugo de su secreto;atrvese a su respetola privanza en la sirviente,disimulando impaciente

    partirse de ella sentida,y Tisbe, casi vencida,

    la templa y dice: Detnte.sta la voz favorablefue que el acero detuvode Pramo, cuando estuvocerca del fin miserable;conoce el eco agradable,

    y, entre dudoso risueo,creyendo abrazar su dueo,vaga por la obscuridad,

    y feria a la voluntadlas imgenes del sueo.

    Rebelde, en fin, su locuramezcla esperanzas y enojos,cuando, volviendo los ojos,vio una luz por la rotura;asombrado, conjeturaque lo suea, o que es engao,

    porque su dolor extrao,en lo que sus ojos ven,duda lo que es en su bien

    y cree lo que es en su dao.

    En la atencin, la sospechaexperiencias solicitade resplandor que palpitaentre la clausura estrecha;una y mil veces acecha,

    y viendo a Tisbe presentejuzga su gozo aparentey, culpando a su alegra,tampoco en sus dichas fa,que sus sentidos desmiente.

    En fin, por la pared rota,

    sac con dificultadla luz, a luz, la verdad,vencido el recelo idiota;

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    las mismas lgrimas brotala alegra que el aprieto:

    prodigio raro y secretoque, en diferencias tan varias,

    siendo las causas contrariasproduzcan un mismo efeto.

    El repentino contentola lengua le enmudeciy, pues con vida qued,valiente fue el sufrimiento;ms homicida instrumentoes el placer que el pesar;corre la sangre a gozarlas albricias a la cara

    y al corazn desampara,que es fuerza desfallecer,de suerte que viene a ser

    de puro prdiga, avara.Si a Tisbe, sin compaa,

    su amante ver mereciera,muerte asustada le dierala vida mesma que va;

    pag pensin la alegraal pesar, su contrapeso;

    pero templse su exceso,y amor se hall en tiempo poco,si antes, de congojas loco,despus, de gozo, sin seso.Tisbe, que manifestara su amiga entonces quiso

    penas que enfren el avisoy el temor supo callar,su tragedia iba a empezar,mas, a la razn primera,entr su madre severa

    y, tocando a recoger,neg, imperioso, el poder,noticias a la tercera.

    La anciana al lecho la impele,y estando de amor enferma,mandarla a Tisbe que duerma

    fue castigarla a que vele.Torna la pasin, cual suele,despus de instantes venturas,en Pramo a hacer locuras,

    y, mientras la muerte llama,sin la luz y sin su dama,dos veces se qued a escuras.

    No el que, extrao, peregrina

    pramos y soledades,de noche entre tempestades,la senda en vano examina

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    cuando, instantneo, iluminael resplandor que bostezala nube, y en la asperezadel desierto, al peregrino,ensendole el camino

    pasos y ojos le endereza,

    como con el resplandor,que Pramo ve, se alegra,y errante en la sombra negrale adiestra a Tisbe su amor;mas como crece el horrorcuando el relmpago pasa,al que fa en luz escasalos pies y el gozo ignorante,ans se qued el amante,que, ausente su luz, se abrasa.Ay breves -dice-, contentos!

    que para crecer pesares,las penas dais a millares,cuando el alivio a momentos.A qu, si tan avarientosvendis el gusto, venistes?

    Nuevas ansias aadistesa mis antiguas ausencias;que el bien con intercadencias,el mal aumenta en los tristes.Con todo eso, en la futuraobscuridad confiado,celebra el favor pasado;de la presente cisura,adulador, la procuraensanchar y, con excesosamantes, cuanto traviesos,el viento que espira leve,con los labios se le bebe,

    y el muro se come a besos.All le asalta la aurora,Pramo all, si no yedra,

    mrmol, entre piedra y piedra,transformado se incorpora;all re y all llora,causando esta diferenciala memoria y la impaciencia,deudoras en sus mudanzas,la risa, a las esperanzas,las lgrimas, a la ausencia.

    Algo le dice, sin duda,el alma a Tisbe, algo anhela,que proftica revela

    dichas tal vez, si habla muda.Entre vestida y desnuda,sin saber a qu, la incita

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    la cuadra que solicitamedras que el muro socorre,

    y, aunque ignora a lo que corre,madrugando al alba imita.

    En la benvola salaentra y, cerrando la puerta,

    memorias de amor despiertaque entre suspiros exhala;parece que la regalacierto mpetu y que la llevaa que el contento se atreva;

    porque el placer, en rebozo,conceda primero al gozolas albricias, que la nueva.

    Pramo, escolta de amor,Argos en cada pestaa,con esperanzas engaa

    los desmayos de su amor,cuando, incrdulo el temor,de tan clementes impulsos,recelos y ansias, expulsosdel alma, Tisbe amanece,

    y imprvida le enmudecela turbacin, toda pulsos.Quiere hablar y no se atreve,

    porque en la vista la goce,pues, si la voz desconoce,su ventura ha de ser breve;teme que huya y que le lleve

    glorias, dejndole enojos,y, por no perder despojosque lloren despus agravios,malograr tiembla en los labios,el bien que goza en los ojos.Calla, en efecto, y advierteque, en los pjaros traviesos,

    por slo msicos presos,Tisbe retiros divierte.

    Una fortuna, una suerte,nos sigue -dice-, un lugarnos comunica el pesar,cual yo, sin culpa, encerrados,que, en fin, en los desdichadosaun es delito el cantar.Cmo, entre yerros esquivos

    podis modular donaires,siendo Orfeos de los aires,y aqu inocentes cautivos?No es posible que, excesivos

    vuestros males tiempo tanto,os alegre vuestro canto,sino que, en tono risueo,

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    lo que es deleite en el dueo,es en los pjaros llanto.

    No aliviis la pena ma,aunque los necios arguyenque el tormento disminuyenlos males en compaa;

    crece mi melancolaoyendo vuestras querellas;a libraros vengo de ellas,repetid ajenas dichasque, Fnix en las desdichas,quiero serlo en padecellas.

    Frecuentad amenidades,maldiga el amor accionesque introdujeron prisiones,

    para oprimir libertades.

    Canoras simplicidadesal viento prodigalizaTisbe entonces, que entapizaesferas del aire inquietas,

    y de animadas macetasde flores le fertiliza.

    No al sol, cuando se levantande los nidos, no al auroradesde entonces hasta agora,

    sino a Tisbe aplausos cantan;de suerte a Pramo encantan

    afectos, que escucha y medra,que, si antes del muro yedra,ya sin vegetal calor,metamorfosis de amor,hombre parece y es piedra.

    Ans absorta suspendalengua y alma el regocijo,cuando sin licencia, dijo,del recelo: Ay, Tisbe ma!,

    si con prdiga alegraal viento plumas sazonas,

    y su libertad blasonas,cuando mis congojas sabes,por qu redimes las aves,

    y las almas aprisionas?Apenas entr el acentoprimero por los odosde esta voz, de estos gemidos,cuando el susto, entre el contento,en Tisbe, cuyo alimentoveneno hasta entonces fue,hel el alma, turb el pie,

    y filsofo el temor,todo odos el amor,neg a la verdad la fe.

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    Pero, despus que, advertida,en que es su amante repara,

    por poco al cuerpo dejarapor irle a abrazar la vida:mil veces seas bien venidavoz -responde- regalada,

    al paso que ms amada,a mis ansias ms sabrosa,que hasta en esto eres costosa,

    por nica deseada!Ya llegues sobre las alasde tu misma ligereza,antdoto a la tristeza,que en aura tierna regalas;no vienes sola, que exhalasnctar dulce, entre ambrosa,del aliento que te enva

    y mi amante incendio apaga,porque, dulce, satisfagala sed de mi hidropesa.

    Precursores parabienesmi esperanza en ti reciba;no viento, voz eres viva,el alma que adoro tienes,con el espritu vienesde mi Pramo, en ti vuelala forma sutil que anhela,

    por la prenda que le adora,Pramo en ti me enamora,Pramo en ti me consuela.Segunda voz calificacrditos de la primera,

    y a la rotura, tercera,vista, Tisbe, y alma aplica;oye y no ve; certifica

    por sola fe sus antojos,y, entre deleites y enojos,Es justo, dueo querido

    -dice- que usurpe el odoel derecho de los ojos?stos solos te lloraronlos siglos que no te vieron;cobren, pues que merecieron,

    glorias que usuras compraron;si afectos nos igualaron,igual nuestro gozo sea,

    pues no es bien que en ti poseatu dicha ms inters,por qu, mi bien, si me ves,

    sufres que yo no te vea?Pramo a la queja amiga,ofrece satisfaccin,

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    y el acerado eslabna su desempeo obliga;la avara piedra castiga,que, a la violencia primera,la yesca emprende ligera,

    y el mineral socorrido,

    en fuego leve encendido,ministra llama a la cera.Con ella pasos retira(que es forzosa circunstancia

    proporcionar la distanciadel que es visto y del que mira).Tisbe, gozando, suspira,

    por lo que sin gozar, goza;y lo que el gusto alboroza,el apetito atormenta,que lo que la vista alienta

    la privacin lo destroza.Primero, al muro propiciola permisin agradecen;

    ya maldicen y aborrecen,su avariento beneficio;siempre el pequeo serviciofue prenda, a los poderosos,de recibos ms cuantiososque la codicia interesa,quedando, cuando el dar cesa,obligados y quejosos.

    Ans acostumbra pagarse,lo que debe agradecerse;

    primero desean verse,ya lloran por no abrazarse;mas siendo en vano el airarse,mientras se quitan sucesos

    y el muro reprime excesos,la rotura, cortesana,de su aliento es aduana,

    y usufructo de sus besos.

    Cuanta retrica, amor,cuanta nativa elocuencia,despus de una larga ausenciale industrian ponderador,tanto el efeto oradoradorna en los dos verdades:

    sus ansias, sus soledades,sus querellas, sus escritos,sus desvelos, sus suspiros,ya entonces seguridades.Ni el que en deshecha tormenta

    naufrag el pilago obscuro,cuando en el puerto seguromortales peligros cuenta;

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    ni el que de la lid sangrienta,donde atrevimientos mueren,

    se escapa entre los que hieren,riesgos exagera errantes,cual Pramo y Tisbe, amantes,

    sus congojas se refieren.

    Cada uno se satisfacede sus empeos y, en suma,corta en mi ingenio la pluma,a tanto amor, pausas hace.Que una pared embarace

    premios a mritos, sienten,y que por ms que frecuentenlas almas cuando se ven,los cuerpos, de tanto bienen la gloria se atormenten.Vistas futuras conciertan

    por la quiebra limitada;teme Tisbe que, asaltada,canas sus dichas diviertan;quieren partirse y no aciertan;resulvense en retirarse

    y tornan luego a juntarse;nio amor, torpe en los pies,

    pues lo mismo en ellos esdespedirse, que llamarse.

    Menos difcil arrancala madre al nio que, hambriento,en los pechos su alimentolibr de s misma franca,cuando la dulzura blancaque ha de empecerle recela;menos el que al puerto anhela,

    suelta la tabla al naufragio,de sus peligros sufragio,ella el barco y l la vela.Que al tiempo que se dividenlos dos, ausencias resuelven,

    pues tantas a verse vuelvencuantas veces se despiden;gustos con pesares miden,y, entre unos y otros, se quejan;pero, en efeto, se alejany, porque amores repartan,del cuerpo slo se apartan,que el alma all se la dejan.

    Ans su tela teja,ni prdigo amor, ni avaro,igualmente obscuro y claro,

    en crepsculo su da;alegre melancolaen prolija suspensin,

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    pagando al pesar pensin,daban al rigor venganzas;tan cerca las esperanzas,cuan lejos la posesin.

    Revent en minas el fuego(que es amor tan impaciente

    que, desnudo, aun no consientevestir su desasosiego)esta vez del todo ciego;atropellar determinanestorbos, que descaminandispuestas conformidades

    y, unos en las voluntades,en los medios desatinan.Semipilago, dividena Babilonia raudales,de caudalosos cristales,

    que el curso al ufrates miden;lo que sus aguas impiden,con cien puentes lo eslabonala fbrica que hoy blasonade su majestad vestigios

    y de los siete prodigioscon el mayor se corona.

    ste que, entre amenidades,margenan bosques sombros,inunda, rey de los ros,la reina de las ciudades;cansado de soledades,desiertos rsticos deja

    y a Babilonia corteja;mas como, en foros y lonjas,ve al engao entre lisonjas,huye y sus plazos despeja.

    Fugitivo, al cuerdo avisa,que en l escarmientos cobre,

    pues saliera ufratres pobre,a no correr tan a prisa;

    segunda vez valles pisa,segundos pramos baa,y como le desengaala corte, que no desea,enamorado, plateacoturnos a una montaa.

    Dos millas, poco ms, distaun valle, esfera de amores,ms Babilonia de floresque la que tiene a la vista;opnese a su conquista,

    el ufratres que margena,y, al ver su espesura amena,suspende su plata fra,

  • 8/2/2019 MOLINA, TIRSO DE - El bandolero

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    que amor, siempre cortesa,aun no osa besar su arena.

    Aqu las plantas briareas,contra las nubes se engren,

    puesto, que de ellas se ren,las rosas, siempre pigmeas;

    cuantas delicias hibleas,cuantas Ciprias a amor llaman,aqu sus copias derraman;aqu las Dafnes esquivas,las Siringas fugitivas,los mismos desdenes aman.

    Aqu, monarca un moral,de tanto rbol potentado,a todo msico alado,

    sirve de atril general;su pie retoza un cristal,

    que a risa sus hojas muevey, mientras fuente se atrevea calzarle de matices,

    su cima, por las races,hidrpica se le bebe.Cndida hasta all la fruta(que moras prudentes llamala tardanza), en cada ramanevado nctar tributa;

    ya la compasin enlutasu esquilmo, ya su candormud en prpura el dolor,que con la tinta mezclado,

    se vincul por moradodesde entonces al amor.Tan frtil, pues, se dilata

    por los ramos que guarnece,que el verde moral parece

    jayn de esmeralda y plata;cuentas a racimos ata,tan apiados y estrechos

    que, en almbar sus cohechos,halla el gusto a todas horastantos pechos como moras,tanta leche como pechos.

    ste es el sitio aplazado,donde Pramo y su esposa,la tragedia lastimosade su amor han destinado;aqu fortuna, aqu el hado,tlamo a su desvaroles finge, al margen sombro

    que da al ufratres ms fama,porque sola tanta llamapudo apagar tanto ro.

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    Esto entre los dos resuelto,una noche toda horror,cuando el sueo ejecutorest entre sombras envuelto,

    ya no oprimido, ya suelto,al apetito consulta

    Tisbe y, lo que dl resulta,a infausta ejecucin pasa,viendo que padres y casa,la muerte en sombra sepulta.

    El sol la diadema rojadora al bruto cuartanario,ladrando el can su adversario,o de envidia o de congoja

    y, como llamas arroja,ropas conmuta en talaresTisbe, que incendios a pares

    padece, porque el estoy su amante desvaroduplican caniculares.Tela sutil y livianala adorna, viste y recrea,de aquel gusano tareaque a s mismo se devana;ni del mrice la grana,

    por pesada, esta vez quiso,que en lance, en fin, tan preciso,la estorba aun lo ms ligerode un delicado vaqueroque oculta el cndido viso.

    Ni se atreve; aunque le ve,la fimbria a licencia tanta,que hasta a ms que la gargantamerezca besar del pie;crcel la sandalia fuede un alabastro tan breve,que le cie y no se atrevea dar fe si es corporal,

    si encierra alma de cristalo hay espritus de nieve.Un velo, de su bellezaoculta el marfil helado,que le hil por ms delgadoel aire a la sutileza;deciende de la cabezahasta los pies, por la ropa,

    y siempre que el viento topaal cendal y en aura llega,no corre, sino navega

    golfos de aire, viento en popa.Esparce el oro en cabellos,porque el viento no presuma,

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    que, ya que la falta pluma,no puede volar con ellos;huye la noche de vellos

    y la adulacin canoramadruga, y piensa que es horade cantar, porque parece

    que en su cabeza amaneceel sol y en sus pies la aurora.De esta suerte apercebida,con mudos pies a la huertabaja, y abriendo la puertaal valle vuela homicida;tantos pasos a la vidaabrevia, cuantos, ansiosa,aade a la presurosa

    Atropos, que la tijeraaplica al hilo severa,

    de tanto amor envidiosa.Con presagios la tristezaen vano la amonest;dos veces Tisbe cay;tres, cuando corre, tropieza;revulvele a la cortezade un ciprs, el viento, el manto;nocturno y fnebre canto

    su muerte fatal predice,y Tisbe: Atropelle -dice-,tanto amor, agero tanto.

    Las adversidades vuelancuando las venturas andan;llega, y los riscos se ablandanal suceso que recelan;las mismas flores se yelan,en vindola, de temor,

    y, prediciendo su horror,porque las halle enlutadas,a las violetas moradas

    piden las rosas color.

    No la recibe con risala fuente de oro y cristales,antes, huyendo sus males,que los excuse la avisa;ni en los rboles divisalos aplausos que en sus hojas

    suele el viento, porque, flojas,desmayadas y sin alma,amenazan con la calma,la tormenta a sus congojas.Slo Dafne est festiva,

    slo alegre, que quisiera,que, como ella, Tisbe fueraa Pramo planta esquiva;

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    hasta en esto vengativa,aguarda los parabienesde sus obsequias solenes,

    porque sienten sus rigores,que Tisbe, con sus amores,

    satirice sus desdenes.

    Busca la amante bellezaa su dueo, y no le hallando,carga con enojo blando

    su tardanza a su tibieza:Ay -dice-, qu presto empiezaa temer mi confianza,descudase amor que alcanzael fin de su pretensin,mas quin vio, sin posesin,la pereza en la esperanza?Ojal no haya impedido

    algn riesgo tu cuidado,que ms te quiero olvidado,caro esposo, que ofendido.Ven ya, dueo apetecido,ven, porque desmientas dudas,

    y este valle que desnudas,ausente, de flores tantas,vindote, alegre sus plantas

    y canten sus aves mudas.Ms dijera, a no asaltarla,sediento, un monarca bruto,en quien el hado absolutoquiso, envidioso, asombrarla.

    A la fuente, por mancharlacon la sed que le provoca,dirige carrera loca,

    profanando flor y yerba,con la sangre que una ciervalib a sus garras y boca.

    Piensa que le dificulta,vengativa de la presa,

    Tisbe el paso, y se atraviesa,valiente, en la senda inculta,y como en dao resultade la sed con que se enciende,