mujeres futbol y deporte

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1. Cuestiones de género

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Reflexión sobre el fútbol como campo deportivo en relación a la mujer

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  • 1. Cuestiones de gnero

  • Mujeres y ftbol:territorio conquistado o a conquistar?

    c Gabriela Binello, Mariana Conde,Anala Martnez y Mara Graciela Rodrguez*

    El relato no expresa una prctica. No se limita a expresar un movimiento.Lo hace. (Michel de Certeau)

    H istricamente, la mirada sobre el deporte ha sido una mirada construidadesde el punto de vista del varn, una arena simblica de un ethos mas-culino escenificada pblicamente. No slo en las retricas del espect-culo, en donde la presencia femenina es exaltada desde los atributos fsicos delgnero sino tambin desde las escasas aunque peculiares prcticas de algunas mu-jeres que, como en los casos de la Gorda Matosas y La Raulito,1 fueron ob-jeto de un registro corporal (all donde las propias prcticas masculinas se inscri-ban en cuerpos femeninos para luego ser narradas por los hombres). Pero tam-bin en los productos especficos sobre el tema deportivo, sean estos del gnerodocumental, periodstico o ficcional, el enunciador por excelencia es el varn. Esposible, en suma, afirmar que las gramticas de produccin que sostienen al dis-curso futbolstico provienen mayoritariamente del universo masculino. De hechoel ftbol ha servido como acontecimiento co-fundante de una identidad nacionaly popular argentina.2

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    * Gabriela Binello, Licenciada en Ciencias de la Comunicacin-U.B.A; Mariana Conde, alumna avanzada de la ca-rrera de Ciencias de la Comunicacin-U.B.A; Anala Martnez, Licenciada en Ciencias de la Comunicacin-U.B.A,Becaria del CONICETy Mara Graciela Rodrguez, Licenciada en Ciencias de la Comunicacin-U.B.A, Becaria delCONICET. Integrantes del Proyecto UBACyTTS-55, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad deCiencias Sociales (U.B.A.) y del PIP0181/98 del CONICET.

  • Peligro de Gol

    Posiblemente, si se rastreara la historia del ftbol en clave de gnero, apare-cera el momento de su institucionalizacin, hacia mediados del siglo XIX, comoel momento decisivo en que esa prctica es capturada por las instancias de esco-larizacin primero, de esparcimiento despus y de profesionalizacin por ltimo,y, en esta captura, las mujeres, que en pocas pre-modernas jugaban, junto con ni-os y adultos varones, a una especie de ftbol recreativo,3 quedaron definitiva-mente afuera. Con la modernidad, la prctica, el discurso de esa prctica y su re-presentacin, se constituyeron como un mundo masculino en el cual las reglasobjetivas y los valores que circulan interna y externamente a ella, pertenecen a sudominio.

    Qu ocurre entonces cuando las mujeres, especialmente en los ltimos aos,se introducen en un mundo en el cual enunciadores y enunciados son del ordende lo masculino? Si, como afirman Bourdieu y Wacquant, el poder simblico y laautoridad para imponerlo provienen simplemente de el poder de constituir lo da-do, enuncindolo (1995: p.106), la aparicin de un otro que est afuera del dis-curso, se presenta como un extranjero que perturba el campo y al que es necesa-rio definir. Dicho en otras palabras, si el ftbol es narrado por los hombres, es eldiscurso del otro el que definir el campo de las prcticas de las mujeres, seanstas espectadoras massmediticas, deportistas, asistentes a los estadios, hinchasmilitantes o barras bravas (que las hay). De ah que la identidad de la mujer res-pecto de este particular universo necesariamente deba constituirse en forma hete-rnoma, es decir con las reglas y los valores del otro.

    Aunque ello no signifique que estas prcticas no puedan constituirse de ma-nera alternativa, la ausencia de lucha simblica as como de otras formas de con-flicto entre gneros parece indicar, en una primera mirada, que la aparicin de lasmujeres en el universo futbolstico no se presenta como una amenaza, ni siquie-ra como un desafo que implique la posibilidad de modificar el actual estado delas cosas. En otras palabras, el ftbol no es un territorio a conquistar: es un terri-torio conquistado.

    Los propios valores masculinos que circulan al interior del campo parecerandefinir la ausencia de conflicto inter-gneros en tanto que el eje nosotros-otrosinstalado en el discurso de las hinchadas se construye no a partir del gnero sinoa partir de la oposicin del macho con quien no posee esa condicin (Archetti,1992). En este sentido, Archetti afirma que el ftbol, en tanto arena expresiva,constituye un ethos masculino, que afirma la virilidad en torno a dos ejes contra-puestos: el de homosexual y el de pber (o no-iniciado). Ambos seran formas deidentidad de valor negativo: en uno por la ausencia de virilidad y en el otro porsu asociacin con la madurez, la autonoma, la independencia y la capacidad deejercer la propia voluntad que poseen los adultos (Archetti, 1985).4

    Estos atributos de masculinidad que seala Archetti no remiten especfica-mente a lo contrario de la femineidad, y dejan afuera por ende al par oposicional

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  • ser hombre-ser mujer: el ftbol, en tanto ritual masculino, reafirma las diferen-cias padre/hijo y macho/homosexual. De all los cantitos que remiten a hijosnuestros y/o a sometimientos sexuales. Las mujeres que actualmente aparecenen las canchas de ftbol no pierden sus atributos femeninos, antes bien, los expo-nen. Y esto indica que hay una aceptacin si se quiere dcil de su presencia en losestadios por parte de los hombres, porque estas mujeres no desafan ni cuestionansu masculinidad, en tanto no amenazan su heterosexualidad.

    Sin embargo, en los ltimos aos se produjo un incremento de prcticas fe-meninas que interrumpen la continuidad del espacio del estadio y de nuevas tex-tualidades que producen discontinuidades en la superficie massmeditica, cuyotarget de pblico tradicionalmente masculino parece estar expandindose.

    Partiendo de este sealamiento y frente a un escenario en el cual la sbitaaparicin de las mujeres produjo la creacin y circulacin de imgenes de unasuerte de extranjeras en un campo tradicionalmente vedado, nos interes analizarlas distintas formas en que se constituye la identidad femenina, tanto desde las re-presentaciones massmediticas como desde las percepciones de s y del otro. Entorno a las representaciones emergieron como un indicio fuertemente significati-vo las narrativas de los medios sobre mujeres-hinchas que aparecen ligadas a losMundiales de ftbol, especialmente a partir del Mundial de Italia 905 y que de-crecen durante el perodo de cuatro aos entre Mundiales. Su representacin co-yuntural nos indic que un articulador privilegiado estara relacionado con la mu-jer y con la abarcadora, inclusiva y generosa identidad nacional como una formade legitimar la caracterstica inclusiva del Mundial-espectculo. De qu modos einterpelando qu valores, es parte del tema de este anlisis.

    Por otra parte, en un primer trabajo6 habamos observado cierta problemticaen torno al eje razn-pasin como un par que define, inversamente a lo que ocu-rre en la vida cotidiana, las identidades emocionales de gnero cuando de ftbolse trata: la pasin, atribuible por el sentido comn masculino a la mujer, se le nie-ga en este campo. A propsito de esto, nos interes profundizar sobre los meca-nismos retricos que as definen las identidades y tambin sobre la percepcin delas mujeres respecto de esta atribucin de sentido para intentar ver all las distan-cias existentes entre la representacin (masculina) y la construccin intersubjeti-va (femenina).

    Para el tratamiento de la primera de las cuestiones hemos recortado un cor-pus textual que abarc soportes tanto grficos como audiovisuales. En cuanto alos soportes grficos, se seleccionaron los principales medios en cuanto a tiraday repercusin en la opinin pblica.7

    En cuanto al soporte audiovisual se privilegi a Ftbol de Primera,el pro-grama futbolstico de televisin abierta de mayor audiencia en la Argentina y quetambin se transmite en vivo a casi toda Latinoamrica.8

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    Para la segunda cuestin hemos relevado alrededor de trescientas entrevistasrealizadas a actores de ambos gneros, los cuales comparten la caracterstica quedefine su prctica de asistencia a los estadios de ftbol y que, en el marco del pro-ceso de investigacin institucional, hemos denominado genricamente hinchasmilitantes.9

    La representacin coyuntural de las hinchas nacionales

    Si la constitucin de identidades se configura en y a travs de los distintosimaginarios sociales que dan marco a las prcticas de los sujetos, su construccinrequiere de un trfico simblico que las sita, singulares, en el conjunto generalsiendo objeto de una representacin cultural. El imaginario que ha construido yconstruye los roles de gnero no slo ha definido el predominio material y simb-lico del gnero masculino, sino que tambin ha delimitado, al mismo tiempo, losmbitos prevalecientes de actuacin en la divisoria de lo pblico y lo privado.1 0

    De all que una entrada significativa al tema sea la cuestin de la representa-cin de una mujer que se inserta en un escenario pblico el cual, a la vez que lees ajeno, participa en un proceso fuerte de constitucin de identidades nacionalescomo es el ftbol. De hecho, la inclusin de las mujeres en las pantallas y textosmassmediticos futbolsticos forma parte de los referentes desde los cuales la in-dustria cultural consensa los nuevos valores que conforman la identidad nacio-nal, toda vez que sta se ha desplazado de los repertorios tradicionales hacia sm-bolos fuertemente marcados por las clases populares y por la cultura de masas.11

    Las mujeres, en el marco de esta estrategia medial, se convierten en un objetopreciado en el mercado, y su valor se incrementa con la espectacularizacin delftbol y de los temas asociados a ste que circulan en la agenda de los medios.Como afirma Villena Fiengo: Un factor importante es que el ftbol no slo hatenido una amplia difusin geogrfica, sino que tambin ha experimentado unadifusin intensiva, permeando (...) a prcticamente todos los sectores de la socie-dad, atravesando fronteras regionales, de clase, generacin, tnicas y cada vezms de gnero (Villena Fiengo, 1999: p. 4). Y en la construccin y permanen-te reconstruccin de smbolos y valores que otorguen densidad significativa a laconstitucin de una identidad nacional, los medios ocupan un lugar privilegiado.

    La objetivacin de los nuevos actores de gnero femenino que son represen-tados en este territorio forma parte de algunos de los esquemas que se aplican enel campo massmeditico y que acompaan la espectacularizacin creciente deldeporte en general y del ftbol en particular. En funcin de las narrativas del es-pectculo y de la necesidad de convocar audiencias cada vez ms extendidas e in-clusivas, la interpelacin massmeditica a la mujer durante las competencias in-ternacionales produce una temporaria sobre-representacin de ella que luego de-cae significativamente. Y si bien el lugar otorgado en esta maquinaria est atra-

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  • vesado por su tratamiento como objeto de la mirada masculina, la mujer parece-ra reconocer y aceptar las reglas de este juego para, en todo caso, utilizarlas co-mo va posible de acceso al territorio futbolstico.

    Desde el punto de vista icnico, el anlisis de las imgenes de mujeres en losestadios mundialistas permite dar cuenta de la mirada masculina que opera sobrela mujer y que produce dos tipos de imgenes: o la representable y tradicionalmujer domstica (madre, esposa, hija) o la menos representable pero eficaz entrminos del imaginario masculino sobre el otro mujer sensual. De manera que,en el nivel icnico, lejos de constituir un modelo-otro de mujer, se reproduce elorden dominante. Sin embargo, el eje de la nacionalidad debe necesariamenteproducir un nuevo sesgo diferenciador en tanto las imgenes estn interpelando aaudiencias femeninas localizadas. De all que la mayora de las imgenes feme-ninas analizadas correspondan a mujeres en donde se da una doble condicin: lade la sensualidad (tradicionalmente atribuida al gnero femenino) y la del exotis-mo (como un mecanismo para hacer visible al otro).

    Esto significa que no todas las mujeres asistentes a los estadios durante el l-timo Mundial han sido capturadas por las operatorias massmediticas, sino sloaquellas que responden a esta doble condicin. El efecto de sentido as construi-do produce la ilusin de una representacin extendida de mujeres-hinchas de dis-tintas nacionalidades que, adems de desplegar atributos femeninos, se presentancomo exticas, coloridas y pintorescas.12 Y aunque se pudiera observar all unaexplcita diferenciacin entre pases, lo que se privilegia en realidad son los atri-butos de alteridad antes que la positividad de una identidad nacional, dando cuen-ta de este modo de una operacin de carnavalizacin generalizada que, al tiempoque incluye nuevos pblicos, redefine las lgicas y las reglas del universo mas-culino sin provocar discontinuidades o incmodas disrupciones. Como afirmaTerry Eagleton, el carnaval es un asunto autorizadoen todos los sentidos, unaruptura permisible de la hegemona, un desahogo popular contenido igual de tur-bado y relativamente ineficaz que la obra de arte revolucionaria (1998: p.225).

    Podra decirse entonces que esta operacin de carnavalizacin, producida porlos medios aunque siempre en la interseccin con las conductas de los destinata-rios interpelados, es una estrategia congruente con la lgica espectacular que atra-viesa, cada vez con mayor peso, la puesta en escena futbolstica.

    Por otra parte, desde un eje de anlisis que privilegia lo verbal, existe una sig-nificativa continuidad con la operacin de carnavalizacin realizada en el nivelicnico sobre las mujeres que ostentan la doble condicin que mencionbamos:la mirada masculina que delimita la muestra de mujeres a las ms deseablesy lacolocacin de la mujer como representante del extico otro.

    Ejemplo de lo primero es el epgrafe, el da 22 de junio de 1998, de una fotode Oltomada a una argentina sentada en un cordn: Aesta santafesina, hincha

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    de Unin, los muchachos la piropeaban por las calles. Por su parte Perfil,el da22 de junio, dice a propsito de las jamaiquinas: La seleccin de Daniel Passa-rella gole en la cancha, pero las jamaiquinas se impusieron sin esfuerzo en lasgradas francesas. La operacin contraria, es decir de denigracin esttica, es sig-nificativa en el siguiente comentario de Ftbol de Primeracuando, tras la derro-ta de Jamaica, las cmaras toman a las mismas jamaiquinas que antes haban si-do motivo de celebracin en una actitud silenciosa, y Marcelo Araujo, el locutordel programa, comenta: Qu le vas a hacer, gordita?.

    Respecto del exotismo como modo de hacer visible a un actor-otro, dos ejem-plos sirven como sntesis: en Perfil del da 15 de junio, una foto de las jamaiqui-nas lleva el siguiente epgrafe: Jamaica perdi en la cancha pero gan en la tri-buna con estas reggae boys. El 7 de julio, el mismo peridico titula la foto deunas brasileas de esta manera: Brasil juega lindo y en su tribuna la belleza y elcolorido se multiplican.

    La visibilidad opera en torno a la doble condicin sealada. De all que nosinclinemos a pensar que se trata de una operacin de reclutamiento especfica, endonde el actor interpelado adopta ciertas posiciones de sujeto en virtud de una pe-culiar formacin discursiva (Morley, 1996). De este modo, durante el perodomundialista, estas mujeres situadas en torno al eje femenino-nacional resuelvensin conflictos evidentes la lgica de un mercado futbolstico cada vez ms inclu-sivo. Y si, como afirma James Lull (1997), las lgicas y las reglas entrelazan laideologa con la vida cotidiana al contribuir a organizar la experiencia humana, lasntesis que resulta de ello participa de la construccin de la cultura.

    Sin embargo, o quizs consecuentemente con ello, del anlisis de las entre-vistas realizadas surge que la pasin que define las identidades futbolsticas fe-meninas se fortalece en el plano de lo local, es decir, con el equipo del cual sonhinchas y no con la Seleccin Nacional. La constatacin de esta distancia entre lasobre-representacin femenina durante los Mundiales y la propia percepcin delas hinchas militantes amerita la hiptesis de que durante los Mundiales (y msespecialmente durante los ltimos) existe una eficiente aunque provisoria inter-pelacin desde los medios, operacin que cesa en ocasin del desarrollo de losdistintos campeonatos locales y regionales. Por lo cual puede afirmarse que lamencionada sobre-representacin es una estrategia massmeditica tendiente a in-cluir a la audiencia femenina, y que la respuesta de la recepcin es una respuestanegociada (Hall, 1980) en la cual habra cierta coincidencia con los significadospropuestos por la produccin aunque stos se modifiquen en funcin de una adap-tacin localizada.

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  • Sensibilidad y sentimiento

    ...lo sensible es precisamente lo que, sin moverse de su lugar, puede frecuen-tar ms de un cuerpo. M. Merleau-Ponty

    En el ftbol, la experiencia sensible es patrimonio de los hombres. De all queno pueda frecuentar todos los cuerpos sino slo aquellos que estn legitimadospara albergarla.

    Cuando abordamos el tema de la afectividad conviene en primer lugar dife-renciar las emocionesde los sentimientos. Mientras que las primeras, siguiendoa Le Breton (1999) son las resonancias breves y explcitas de un acontecimiento(pasado, presente o futuro, real o imaginario), el sentimiento instala esas emocio-nes en una lnea temporal que diluye su existencia en una sucesin de momentosvinculados a travs de una lnea significante. El sentimiento se envuelve as de undiscurso con valores comunes, mientras que la emocin es la primera traduccinntima del acontecimiento tal como se lo vive en forma sensible.

    Tanto las emociones como los sentimientos requieren una primera evaluacinpersonal y una posterior confrontacin con los otros individuos que componen elgrupo o comunidad. En cierta forma, dicha confrontacin permite reflexionar so-bre la distancia existente entre lo efectivamente vivido y aquello que el grupo leatribuye para legitimar, ordenar, clasificar y adquirir un sentido de pertenencia.Parafraseando a Le Breton, cada individuo, bajo la mirada de sus otros significa-tivos, interioriza sus reacciones y es convocado a compartir lo que siente con elresto del grupo.

    El estadio, como afirma Christian Bromberger (1993), es considerado por susfans como un espacio que les pertenece y que pueden administrar con sus propiasreglas. Si los fans son y han sido en su inmensa mayora varones, estas reglas su-ponen una demarcacin de gnero en el dominio simblico futbolstico que orga-niza los espacios, los actores y las prcticas legtimas. El universo futbolstico pa-rece ser una arena especialmente apta para ofrecer a la comunidad masculina es-pacios, actores, acciones y prcticas conducentes a la produccin y reproduccinde un ethosque, en tanto conjunto de emociones culturalmente organizadas de ungrupo o comunidad (Bateson, 1986), se constituye como una forma de educacinsentimental masculina. En el ftbol, como plantea Archetti (1985), distintos acto-res comunican a travs de prcticas sus orientaciones valorativas y afectivas. Laarena expresiva que permite esta comunicacin es un escenario pblico que ad-quiere significacin social no slo en la propia experiencia comunitaria sino ade-ms en la resonancia que su configuracin massmeditica genera.

    En este sentido, si para Le Breton la identidad est constituida por un senti-miento que se desarrolla en la pluralidad de resonancias de las experiencias, esnecesario que este sentimiento sea confrontado con los modelos simblicos quedan forma al flujo de emociones y le atribuyen significacin social. Dichas

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    Cuestiones de gnero

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    guas son para Geertz (1990) imgenes pblicas que trafican el sentido de unsentimiento. Y la identidad posicional, en este terreno, es la de una identidad degnero. Dnde mejor, si no en el ftbol, se aprende el repertorio de conductasmasculinas? De algn modo, si la educacin sentimental que se genera en el uni-verso futbolstico es utilizada con fines cognitivos para ordenar objetos, accionesy discursos, este ordenamiento emocional excluye a la mujer.13

    La exclusin que se ejerce sobre las mujeres opera sobre distintos ejes dis-cursivos y adquiere diferentes modalidades prcticas segn la dimensin queabarque. En un anlisis realizado en otra oportunidad habamos sealado que lapresencia de la mujer en el terreno futbolstico no se presenta como una disputaen torno a un conflicto de gnero. Y que la relacin de la mujer con el hombre enel marco de este territorio especfico no es una relacin necesariamente marcadapor la confrontacin, ya que asume diferentes modalidades segn el eje sobre elque se est operando.14

    Como ya habamos sealado,la demarcacin de gnero en el territorio futbo-lstico puede rastrearse en al menos cuatro dimensiones: el saber, la carnavaliza-cin, la pasin y la violencia. El relevamiento producido en ese momento nos per-mita afirmar que el discurso masculino futbolstico designa a la identidad feme-nina en torno a la negacin, la aceptacin, la resistencia y la exclusin respecti-vamente de estas cuatro dimensiones. Es decir que, si consideramos la respuestadel actor hegemnico, sta no siempre es de resistencia a la incorporacin de unactor-otro, sino que dicha incorporacin se sostiene muchas veces en la estabili-dad de los cdigos culturales tradicionales.

    Los diferentes comportamientos registrados dan cuenta de la complejidad noslo del campo sino tambin de las respuestas de los actores. As, por ejemplo,mientras que se celebra la apropiacin carnavalesca (an si adopta formas ritua-lizadas y no alternativas) y se la espectaculariza massmediticamente, la mujer esprotegida en las ocasionales situaciones de violencia que se producen en los es-tadios. Esta exclusin no opera como eje de confrontacin sino que reproduce loscdigos dominantes, y es soportada tambin por la propia percepcin de las mu-jeres en relacin con la proteccin que reciben e, inclusive, de sus fronteras, esdecir, del momento en que se transgreden las reglas y la mujer queda expuesta:

    En la cancha, no siento discriminacin. Al contrario, siempre si hay lo o no,la gente de la hinchada se fija si hay alguna mina al lado. Es como que si sosmina y vas sola te protegen bastante. Te tienen bastante respeto tambincuando viajs. Pero hay cdigos que tens que respetar. Una mina no se pue-de colgar de un para-avalancha en la cancha de Boca. Una cosa es la hincha-da. La hinchada te re-protege. Pero no te quieras meter como mina en la ba-rra. (Brbara, 23 aos)

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  • Sin embargo, es en las dimensiones del saber y de la pasin donde se produ-cen los cortes ms disruptivos respecto de la convivencia de gneros: a la mujerse le niega el saber y es resistida su capacidad para experimentar la pasin. Estasdimensiones aparecen vinculadas a dos mecanismos de exclusin: el saber y laprctica. Ambos intrnsecamente relacionados entre s, confluyen en configurarun imaginario futbolstico demarcado por el gnero.

    La negacin de un conocimiento emprico se produce en trminos de un sa-ber que se juzga necesario para comprender el juego en s mismo y del que lasmujeres, tal como aparece en el imaginario futbolstico, carecen. Se trata de unsaber que integra lo afectivo y lo emocional, un saber corporal, en tanto el cuer-po forma parte de ese acto de conocer (Maffesoli, 1997). Esta dimensin se ma-nifiesta como significativa porque la negacin de este saber no se presenta en for-ma transparente sino que conduce, por vas ms opacas, a la desvalorizacin dela sensibilidad femenina respecto del ftbol. Si el ftbol es una suerte de educa-cin sentimental destinada a construir un ethos masculino, la adjudicacin delno-saber aparece vinculada a la ausencia de prcticas futbolsticas que, se supo-ne, todos los hombres han hecho alguna vez. Dicha prctica otorga el derecho ala palabra a los varones y a la vez restringe el campo:

    Mujeres en el ftbol... me es indiferente, pero me molesta que relaten o co-menten, ya que tienen que haber jugado al ftbol para saber (...) el ftbol esde hombres y lo juegan los hombres... (Federico, 28 aos)

    La negacin as producida adopta la forma de una especie de persuasinclandestina que, al decir de Bourdieu y Wacquant, es ejercida simplemente porel orden de las cosas, es decir, aquello que est dado. Y dicha negacin parece en-contrar un serio obstculo en la posibilidad de acceder a la prctica, toda vez queel ftbol femenino, que podra considerarse un lugar, en este sentido, de apren-dizaje, no es valorado por las mismas mujeres que s se sienten atradas, en tan-to simples espectadoras, por el ftbol masculino como un espectculo al que tie-nen derecho a asistir.15 De all que sea posible conjeturar que la mujer que incur-siona en el mbito futbolstico reivindica su condicin de espectadora y su ubica-cin respecto de cierta capacidad de valorar la esttica deportiva y no de un su-puesto derecho participativo:

    No me gusta y no lo jugara (...) Yo vi un clsico Gimnasia-Estudiantes y mepareci grotesco (...) No es lo mismo que el ftbol de hombres. As como megusta ms el tenis de las mujeres porque es ms vistoso y menos agresivo, enel ftbol me gusta ms la agresividad, la fuerza. Me gusta el juego limpio pe-ro tambin el luchado. Y el ftbol femenino no es as, es mucho ms lento(Alicia, 46 aos).

    Pero lo que nos interesa resaltar aqu es que en este universo simblico p-blico, junto con la negacin del saber, a la mujer tambin se la excluye de la po-

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    sibilidad de la pasin, sentimiento que parece quedar confinado al mbito de loprivado (ver telenovelas, por ejemplo).16 La categorizacin tradicional que remi-te la razn a lo masculino frente a la pasin como patrimonio propio de lo feme-nino que implica una operacin de jerarquizacin/desjerarquizacin o positivi-dad/negatividad pareciera diluirse y organizarse de otra forma. En el ftbol, entanto fiesta popular, los sistemas de juicios o convenciones oficiales y consagra-das (Bajtin, 1987) no slo son suspendidos sino tambin puestos en duda.

    Las modalidades que atraviesan el imaginario en funcin de las operacionesde restriccin de la pasin al campo masculino aparecen sealadas en diferentesdimensiones del discurso futbolstico. Una de ellas, la ubicacin espacial, podracatalogarse como un mbito de conflicto en trnsito, en tanto algunos estudios se-alan las modificaciones que lentamente se estn produciendo a partir de la apro-piacin de ciertos territorios por parte de las mujeres que asisten a los estadios.17

    Estos cambios provienen ciertamente de una prctica de asistencia a los es-tadios ms frecuente, lo que permite a la mujer ejercer cierta distancia reflexivarespecto de los lugares apropiados y los inadecuados y de realizar clculos tcti-cos en funcin de modificar la situacin. Esto significa que la prctica de concu-rrir asiduamente a los estadios posibilita reconocer los espacios permitidos y losvedados, an cuando muchas veces la prohibicin de acceder a estos ltimos noes una restriccin reglamentada por los hombres sino que deviene de particulari-dades o modalidades especficamente femeninas:

    Indirectamente te das cuenta de que es un lugar privativo de los hombres,no pensando que invads, sino que te vas a sentir incmoda porque ah loshombres actan de otra manera. En una de sas, si vas a una platea no te vasa sentir invadiendo un lugar de hombres. El ambiente que se vive en la po-pular hace que te des cuenta de que ese lugar no es para la mujer porque sete hace incmodo y no te van a decir perdn, seora. (Alicia, 46 aos)

    Este mecanismo puede catalogarse, inclusive, como el de una autoexclusin:

    Yo nunca pens que estaba invadiendo un lugar.Atrs del arco, por ejemplo,yo me di cuenta de que no era un lugar para mujeres porque saltan de otramanera, te empujan, la mujer es ms tonta, no sabe caerse, no sabe agarrar-se. Estamos con cartera, con cosas que cuids para que no se caigan. No esel lugar ideal para la mujer. (idem)

    En cambio, cuando las reglas son impuestas por los actores tradicionales, latoma de conciencia de los lmites es, si se quiere, ms brutal. Respecto a si la ba-rra de Boca es machista, Brbara no tiene dudas:

    S, totalmente machista. No te pods subir a un para-avalancha porque ya tevienen a bajar. Hay ciertos espacios a los que no se puede acceder. (Brba-ra, 23 aos)

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  • Por otra parte, en el plano discursivo, resulta interesante observar la relacinque se establece entre el sentimiento, la pasin, el amor y la popular en contrapo-sicin a la platea mbito ms conveniente para las mujeres segn perciben losentrevistados hombres y mujeres en la que el partido no se sentira de la mis-ma manera:

    ... A la platea no voy porque no me gusta. El clima es muy fro. Est llenade mujeres y de jubilados y el fervor que hay en la popular es nico, se viveel ftbol tal cual es... (Leonardo, 26 aos)

    Aveces me parece, a como est la gente a nivel violencia, lugar de empujesy manoseos, no me parece un lugar adecuado (la popular) para una mujer, pe-ro... s... bueno... la respeto. (Sergio, 25 aos)

    Otra de las operaciones que restringen la pasin al universo masculino apa-rece simulada bajo la forma de falta de autenticidad o de ausencia de compromi-so real con el ftbol. En las entrevistas tanto a hinchas hombres como mujeres, lamujer fanticaes rechazada por estar realizando una representacin simulada,una actuacin que sera una respuesta a la interpelacin de la moda.

    La verdad que no me molestan si van a la cancha, a m no me afectan en na-da. Creo que lo hacen ms por caretear y para hablar con un tipo de ftbolcon conocimiento de causa, pero no creo que lo hagan porque les nace del al-ma. Adems hay muchas que van a acompaar a los novios, pero de sas tedas cuenta por la cara de aburridas que tienen. (Alejandro, 27 aos)

    En la misma operacin, estas mujeres perderan su femineidad y adoptarangestos y actitudes masculinas.

    En el momento me choc ver mujeres demasiado fanticas, me da la sensa-cin de que emulan un poco al hombre. Creo que no hay una fantica de ft-bol con una personalidad propia. (...) Las mujeres que yo vi que gritaban yhacan cantitos y todo tenan una actitud bastante masculina.. (Claudia, 32aos)

    Y, (el ftbol) es un deporte de hombres... pero ellos lo toman como un ali-vio, un gran amor, por ah yo lo veo as. Hay gente que vive el domingo enfuncin de un partido. En cambio no me gustan las mujeres machistas quevan a la cancha, porque me choca ver a una mujer puteando. (Dany, 23 aos)

    Una mujer que se involucra en el ftbol como hincha pierde toda su feminei-dad, que por supuesto es lo ms lindo que tienen las mujeres. (Daro, 42 aos)

    La aparicin, espordica, de mujeres que expresan ese mismo ethos con ras-gos masculinos, es tratada en algunos programas televisivos como notas exticaso, inclusive, como aquello que no presenta diferencias en trminos de atributosde gnero.18

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    Cuestiones de gnero

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    Privadas de la pasin por el ftbol, y no demasiado interesadas en cambiarlas reglas, a las mujeres les restara acompaar a los hombres y gozar del espec-tculo, tomar distancia y analizarlo o padecerlo. Y aunque las mujeres puedanparticipar y hasta disfrutar del ftbol, difcilmente alcanzaran los estadios emo-cionales que s invisten las prcticas de los varones: el amor, la pasin, el alma,la camiseta. Los hinchas aceptan la presencia de la mujer, pero consideran queellas nunca podrn sentir como los hombres la pasin por el ftbol.

    Pueden entender el ftbol desde el lado del deporte, sus reglas y sus tcni-cas, pero no pueden entenderlo desde el lado del sentimiento, porque el ft-bol, mal que te pese, est hecho para hombres. (Daniel)

    Ellas no sienten el ftbol. Cuando hablan con coherencia lo hacen desde unpunto de vista objetivo. No entienden la esencia del juego... (Alejandro, 27aos)

    (Sobre cmo es eso de gritar un gol con el alma): Si pudiera explicrtelo, telo dira, pero no s. Adems te das cuenta que a los que estn al lado tuyo lespasa lo mismo y eso te hace gritar ms. No s... adems vos sos mujer, asque no lo entenderas. (Daro, 42 aos)

    Lo cierto es que en el proceso de apropiacin del terreno del estadio, la mu-jer se encuentra reivindicando su capacidad de experimentar un goce tradicional-mente vedado:

    Eso s: canto, grito, salto... me encanta. (...) Es como que a veces te despe-js, vas y grits, te express como quers... (...) Me encanta ir a la cancha, meencanta el marco, me encanta ver la cancha llena, la gente cantando, gente di-virtindose. Me gusta. (Virginia, 21 aos).

    No son las cosas que hacs, es cmo te sents. (Sandra, 19 aos).

    No es mi terapia porque no soy de ir a descargarme de nada, voy ms a bus-car que a descargar.A buscar un momento gratificante, de alegra, de reunincon amigas o amigos, la parte social. (Alicia, 46 aos)

    Y este goce se vincula con cierta libertad que experimentan, sobre todo encontraposicin con otros espacios donde sta se vera ms restringida:

    En la cancha los estados de nimo por segundo son tres millones y los cam-bis continuamente. (Virginia, 21 aos).

    El estado de nimo que tengas en la cancha vara mucho (...) A veces te sen-ts la mujer ms feliz del mundo, a veces te quers matar... son muchas sen-saciones. Por un lado la euforia que sents en una cancha de ftbol no la sen-ts en ningn otro lado. Como mujer, quizs es uno de los lugares en dondems libre te sents. (Sandra, 19 aos).

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  • Sin embargo, dicha libertad se vera limitada para las mujeres a la hora decumplir con algunos rituales tradicionales del juego y del carnaval futbolstico.En este sentido pudimos observar que las mujeres quedaran excluidas de los ri-tuales de festejo por particularidades propias del gnero femenino:

    El ftbol tiene actitudes y cdigos masculinos y machistas. Vos te imagi-ns a una mina en medio de la 12 en el mismo momento en que Boca haceun gol? Es absurdo. (Daniel)

    Melodrama, pasin y ethos

    Durante los Mundiales de ftbol aparece con grandilocuencia el clich queadvierte sobre los peligros que trae aparejado el consumo exacerbado de ftbolpara las parejas. La clave para esta distincin es aqul que coloca al gnero me-lodramtico como consumo aceptado de una audiencia femenina.19

    Posiblemente haya pocas diferencias entre quienes se deleitan viendo los ava-tares de una telenovela y aquellos que se entregan a las derivas de un partido deftbol, haciendo ms borrosa la distincin: un partido de ftbol no difiere muchode un melodrama.2 0Quizs ocurra que en el segundo los componentes bsicos es-tn un poco ms disfrazados, aunque en el fondo el alimento de una y de otra emo-cin descansa en el mismo mecanismo alejado de una cuestin de gnero.

    Pero aun cuando se pueda aplicar el concepto de melodramtico tambin a unpartido de ftbol (con lo cual habra cierta simetra en la diferenciacin, relativi-zando los argumentos del sentido comn), lo cierto es que el ftbol ofrece la po-sibilidad a los hombres de ejercer su pasin legtima y pblicamente. Un espacionarrado, vigilado y preservado por los hombres para dar rienda suelta a esa espe-cie de gasto improductivo (Bataille, 1987) que representa la expresin de sen-timientos y emociones y cuya lgica es contraria a la lgica econmico-racional.21

    Mientras que en el espacio del trabajo y del negocio al varn le est vedadoejercer la prctica del gasto improductivo, en el estadio se espectacularizan pbli-camente las apuestas por el honor, la gloria y la dignidad, valores asociados cul-turalmente a los varones. Y, a travs de esta espectacularizacin, se construye yse reorienta una particular significacin social masculina.

    Contrariamente, el discurso masculino recluye a la mujer al mbito domsti-co-privado y es all donde podra, si no apasionarse, al menos gozar del espect-culo futbolstico. Es decir, se le concede la capacidad del goce a travs del con-sumo espectacular, cuando es interpelada como parte de una gran audiencia.

    Ahora lamentablemente hay ms. No es que sea machista, pero en el ftbolespecficamente, las mujeres no saben nada. Esa es la verdad, el que nunca ju-g al ftbol, porque hay que estar, hay que patear una pelota alguna vez. Es cl-

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    Cuestiones de gnero

  • Peligro de Gol

    sico que una mujer diga: no puede patear as, y no entiende que hay miles defactores. Las mujeres estn ms para la televisin y esas cosas. Ahora hay unmarketing de los jugadores, cada vez son ms lindos, entonces las mujeres seacercan ms, pero lamentablemente no saben de ftbol. (Diego, 20 aos).

    De ah que sobre la mujer se ejerza una violencia simblica que de algn mo-do le impide acceder a los mecanismos culturales que producen y reproducen eseparticular ethos porque estara amenazando su exclusividad de representarlo pbli-camente. El ftbol pareciera colocarse como aquel lugar que puede completar la es-fera de lo pblico destinada histricamente al varn, aunque delinendose como di-ferente del resto de los espacios pblicos. Si los otros lugares (el Parlamento, la C-tedra, el negocio) constituyen el eje de la racionalidad, el estadio permite la confi-guracin de un espacio de expresin de la emocin, los sentimientos y la pasin queel hombre toma para s en funcin de una completa representacin social.

    En otras palabras, el estadio es un lugar pblico donde los hombres puedenescenificar su ethos legtimamente, aun cuando est regulado por las normas delautocontrol (Elias, 1992) y sea censurado cuando se exceden sus lmites.

    Finalmente y asimismo, la pasin pareciera intensificarse cuando se liga a lo lo-cal. Apesar de que los medios construyen narraciones espectaculares a partir de mi-tos inteligibles anclados en lo nacional para todos los espectadores en mayor me-dida, como ya se argument, durante los Mundiales, las identidades locales per-sisten. As, los hinchas militantes, tanto mujeres como hombres, diferencian la pa-sin que sienten por los equipos locales de la que despierta la Seleccin arg e n t i n a .El primero es un sentimiento permanente y supremo, que no puede ser modificadopor nada, mientras que la otra es una pasin transitoria que responde a interpela-ciones publicitarias, polticas y comerciales y que se diluyen pasado el Mundial.

    Esa relacin se ancla simblicamente en la vivencia, en tanto pone el acentoen la dimensin comunitaria de la vida social, subraya la mstica y une a los ini-ciados entre s, conformando de una manera misteriosa el vnculo que hace quela comunidad de hinchas sea causa y efecto de un sentimiento de pertenencia(Maffesoli, 1997). Un repertorio de creencias, estilos, valores y smbolos queconstituyen procesos densos y dinmicos de produccin de sentidos identitarios:una historia comn de campeonatos vividos, de triunfos y fracasos deportivos, degloria y de sufrimiento.

    Final: Aguanten las Madres

    Desde una perspectiva de gnero, tal vez optimista, podra argumentarse queeste escenario, o, mejor dicho, estas escenas aisladas, formaran parte de un mo-mento de transicin desde la subordinacin a una suerte de liberacin femeninaen este campo. Que la aparicin de la mujer podra modificar, aunque en grado

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  • mnimo, las retricas y las narrativas futbolsticas. Y que su representacin, ansesgada por el discurso masculino y por la violencia retrica(Lauretis, 1994) quede l emana, sera un dato significativo que no habr que olvidar para dar cuentade mecanismos contestatarios o alternativistas.

    Sin embargo, lo analizado hasta aqu permite inferir que tanto las representa-ciones como las prcticas reproducen las gramticas de produccin (e interpelancon unos cdigos de reconocimiento) pertenecientes al universo simblico mas-culino, y que no aparecen intenciones de prcticas que permitan habitar dominiosculturales de la masculinidad de otro modo que no sean los modelos definidosculturalmente (Morley, 1996).

    En otras palabras, podra imaginarse, en este sentido, una prctica asociadaa lo futbolstico que porte valores femeninos no heternomos? Si la prctica delaguante22 es esencialmente masculina, cmo sera, en estos trminos, unaguante gestado autnomamente? Portara valores no-machistas, no homof-bicos, sera no-violento? Si el ejercicio de un verdadero poder alternativo signi-fica la ruptura con los mecanismos tradicionales de dominacin (Hooks, 1992),no parece haber aqu lugar para reconfigurar las prcticas.23

    Territorio conquistado y no a conquistar, un aguante de estas caractersti-cas sera imposible de ser pensado y ms an de ser representado. Las prcticasmenos dciles observadas en las mujeres, aquellas ms alejadas de los cdigos dereconocimiento de los atributos femeninos, aparecen como ritualizaciones, es de-cir, como prcticas que en un sentido goffmaniano no ofrecen una respuesta al-ternativa a las conductas esperadas. O como afirma Jos Nun: Para que un mo-vimiento sea genuino debe constituir una opcin entre alternativas posibles; de locontrario se tratara de un simulacro de juego... (Nun, 1989: p.83).

    Dicho de otro modo, para llegar a un punto en el cual las prcticas femeninasdentro del universo futbolstico se constituyan en contra-hegemnicas, habra quepasar por procesos previos que conduzcan a formar un espritu de escisin y a unaposterior organizacin (aunque sta sea informal). Pero aqu, a pesar de que noest ausente el conflicto, ya que hay mecanismos de negacin y exclusin, stosconviven con mecanismos de aceptacin e incluso de celebracin (como la car-navalizacin). De hecho, como seala Bourdieu, la lgica de la dominacin haceque a menudo el completo reconocimiento de una legitimidad cultural coexistacon movimientos contestatarios. Y an ms, la toma de conciencia poltica es aveces solidaria con una reafirmacin -vivida como liberacin- de la dignidad (...)implica una forma de sumisin a los valores dominantes y a algunos de los prin-cipios de la dominacin, como el reconocimiento de las jerarquas (Bourdieu,1988: p. 401).

    El anlisis cultural consiste en desentraar las estructuras de significacin yen determinar su campo social y su alcance encarando una multiplicidad de es-

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    Cuestiones de gnero

  • Peligro de Gol

    tructuras conceptuales complejas, muchas superpuestas o entrelazadas entre s,que son al mismo tiempo extraas, irregulares, no explcitas (Geertz, 1990). En-tonces, sin desconocer que en el ftbol lo masculino constituye el marco que de-fine las opciones posibles de las prcticas, los significados, las gramticas y lasrepresentaciones, entendemos, siguiendo a Hall (1981), que no se trata de un es-tado de cosas dado y permanente sino que es una situacin y una posicin que de-ben ganarse y asegurarse activamente, porque tambin pueden perderse. Las mu-jeres y sus prcticas en el escenario futbolstico aparecen en las fisuras, las jun-turas y las grietas de las formas dominantes masculinas (Hall, 1985).

    De all que nos parezca pertinente situar estas prcticas como emergentes an-tes que como alternativas o simplemente nuevas. Es decir, como aquello diferen-te que puede incorporarse al campo y, en este sentido, como una emergencia ac-tiva e influyente de prcticas todava no plenamente articuladas (Williams, 1977).Prcticas que, como parte de un proceso cultural, slo pueden producirse en rela-cin con un sentido cabal de lo dominante que es, en definitiva, la estructura deconjunto que les da sentido.

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    Cuestiones de gnero

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    Notas1. La Gorda Matosas fue una famosa hincha de River Plate, de Buenos Ai-res, entre mediados de los 60 y fines de los 70. La Raulito fue su contra-parte en el club Boca Juniors entre comienzos de los 70 y fines de los 80.Ambas se caracterizaron por una fuerte masculinidad manifestada en ropas,lenguaje y comportamientos.

    2. Para ampliar ver especialmente Archetti, E. (1985, 1992) y tambin Ala-barces, P. y Rodrguez, M. G. (2000).

    3. Tenido como una prctica popular, y en el marco de las numerosas festivi-dades religiosas del calendario medieval, el ftbol que se jugaba no tena msreglas que las propias de cada regin. No slo no haba una delimitacin delcampo de juego, sino que tampoco estaban definidos el nmero de jugadoreso el tiempo de duracin. An ms, los jugadores podan cambiar de equipoen mitad del juego (Mandell, 1986). La prctica era ms violenta que pacfi-ca, y terminaba habitualmente con gran cantidad de heridos. De all que fue-ra prohibida en numerosas oportunidades durante la Baja y Alta Edad Media,y circunscripta a un calendario festivo impuesto por la iglesia (Bauman,1997).

    4. Cabe destacar que desde el primer trabajo sobre el tema (1985) hasta el de1992, se observa en Archetti un giro conceptual respecto de estos atributosque aparecen como identidad negativa. Mientras que en 1985 va a hablar deque el derrotado es despojado de su sexualidad (p. 30), en 1992 dir que eneste ritual se afirma la virilidad, lo que indica una atribucin de sexualidad alos homosexuales que antes pareca ausente.

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    Cuestiones de gnero

  • Peligro de Gol

    5. Para ampliar ver Binello, G., Conde, M., Martnez , A. y Rodrguez., M.G. (1999).

    6. Conde, M., Daz, G., Martnez, A. y Rodrguez, M. G. (1998).

    7. A saber: los suplementos deportivos Francia 98del diario Perfily Mun-dial 98de Clarn, el diario deportivo Oly el Diario del Mundial, todos elloscomprendidos entre los das 10 de junio y 14 de julio de 1998, y la revista ElGrficoentre los nmeros 4100 del 5 de mayo y 4110 del 14 de julio de 1998.

    8. El lenguaje audiovisual de Ftbol de Primeraha marcado un hito en la te-levisacin y espectacularizacin del ftbol. No slo en las modalidades deenunciacin (Alabarces, 1996) sino tambin, y especialmente, en las produc-ciones y ediciones de sus separadores, logos y presentaciones iniciales queconstituyen gran parte de su innovacin y atractivo. Por ejemplo, su seccinLo que viene estructura la lgica narrativa del programa anticipando, enmenos de un minuto, lo que va ser emitido en el siguiente bloque. Por otraparte, sus presentaciones iniciales estructuradas en formato de video clips(aunque con una lgica secuencial) conforman un espacio en donde es posi-ble hacer visible a aquellos sujetos situados en el exterior de los partidos: fun-damentalmente el pblico asistente, aunque tambin se exhiben en menormedida comerciantes o policas. Es aqu donde se observa la mayor cantidadde imgenes relacionadas con la mujer. Para ampliar vase Binello, G. y Do-mino, M. (1998).

    9. Llamamos hinchas militantes, a estos efectos, al hincha varn o mujerque acompaa, al menos de local, a todos los partidos de su equipo.

    10. Como afirma Ana M. Fernndez: Si bien lo pblico y lo privado han te-nido sustanciales transformaciones histricas, lo que estos cambios han sos-tenido como su idntico (...) es que el espacio pblico ha sido tradicional-mente ocupado por varones y el espacio privado por mujeres, connotandoatribuciones de lo masculino y lo femenino respectivamente (Fernndez,1994: p.133).

    11. Para ampliar vase Ortiz (1985, 1992) y tambin Alabarces y Rodrguez(2000).

    12. La breve difusin, por ejemplo, de inglesas y japonesas sentadas en la tri-buna con anteojos de sol mirando atentamente el partido, contrasta con la sa-turacin de imgenes que provoc la aparicin de dos jamaiquinas exhibien-do sus cuerpos y de algunas nigerianas con peinados exticos. Lo mismopuede decirse de las brasileas, aunque en este caso hombres y mujeres fue-ran enfocados por igual.

    13. Podra compararse este espacio pblico con los ejemplos del kefien Gre-cia y el dezedoren Portugal que da Le Breton. Ambas prcticas constituyenespacios reservados para la expresin del ethos masculino, de los cuales es-tn excluidas las mujeres.

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  • 14. Por ejemplo, en los estadios el conflicto s aparece en relacin con la po-sicin de sujeto del otro,donde la polica es el enemigo por excelencia y don-de esta confrontacin atraviesa la cuestin de gnero. Ver Conde, M., Daz,G., Martnez, A. y Rodrguez, M. G. (1998).

    15. De algn modo, este rechazo del ftbol femenino podra ubicarse comoun desvo de ciertas prcticas polticas feministas vinculadas al derecho a laigualdad o a lo que Jennifer Hargreaves (1994) denomina separatismo y ac-cin positiva dentro de los estudios de gnero en relacin con el deporte.

    16. De hecho, y aunque esta tendencia se ha modificado en los ltimos aos,en su formato tradicional las telenovelas se ubicaban en las grillas de progra-macin en aquellos horarios considerados como de la mujer, especialmen-te por la tarde.

    17. Cfr. Garriga, J. (2000).

    18. En El aguantedel da 30 de abril de 1997, por ejemplo, se muestra en unseparador a una mujer con atributos masculinizados, subida al para-avalan-cha, que cuesta identificar como tal.

    19. Un ndice de esta divisin es que, por ejemplo, durante el Mundial deFrancia de l998, la estrategia del Canal 9, el nico canal privado que no rea-liz emisiones de ftbol durante el Mundial, fue apuntar al target femeninoprogramando, en el horario de la tarde, talk shows y telenovelas; es decir,apost al gnero melodramtico, un gnero que, segn reza el clich, es con-sumido fundamentalmente por las mujeres.

    20. Es ms, una de las claves para descifrar la pasin que despiertan los Mun-diales de Ftbol es justamente su componente melodramtico: la falta de cer-tezas respecto del final; las tramas enredadas; el sinsabor de ir a penales;la injusticia de la muerte sbita; el despliegue de teoras conspirativas; la bs-queda de una identidad perdida, aunque en este caso no se halle en una her-mana gemela separada al nacer sino en los colores de una camiseta.

    21. Segn Bataille, el nfasis del gasto improductivo est puesto en la prdi-da, la cual debe ser lo ms grande posible para que adquiera su verdaderosentido. As, en la prctica del potlach, se ofrecen riquezas al adversario conel nico objetivo de provocar y desafiar al rival, que se ve en la obligacinde responder con otra oferta ms importante an para evitar la humillacinpblica.

    22. En la cultura futbolstica argentina, el aguante designa, brevemente, lacapacidad de soportar todo tipo de dolores o sufrimientos, tambin psicol-gicos pero especialmente fsicos, para respaldar a un equipo. El aguante sig-nifica, especialmente, la exposicin del cuerpo como significante privilegia-do.

    23. En este sentido, aunque forzando un poco las comparaciones, s puededefinirse el aguante de las Madres de Plaza de Mayo como una prcticagestada desde la ruptura con modelos tradicionales.

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