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Neuroergonomía: una ciencia sobre el cerebro y la comodidad Ángel Correa Torres

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Neuroergonomía: una ciencia sobre

el cerebro y la comodidad

Ángel Correa Torres

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Neuroergonomía

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proporcionar un enlace a la licencia e indicar si se han realizado cambios) y no se

puede utilizar el material para una finalidad comercial.

Cómo citar este documento:

Correa, A. (2018). Neuroergonomía: una ciencia sobre el cerebro y la comodidad.

Universidad de Granada.

1ª Edición: Granada, 2018

ISBN: 978-84-09-05245-5

Neuroergonomía: una ciencia sobre el cerebro y la comodidad

Ángel Correa Torres

Portada: "Cerebro acomodado", de Ángel Correa (cerebro cortesía de María Ruz)

https://www.ugr.es/~act

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Neuroergonomía

Prefacio

José Juan Cañas Delgado

Los ergónomos hacemos investigación en el laboratorio y fuera de él, pero siempre con un

mismo objetivo: solucionar problemas a los que se enfrenta el ser humano en su

interacción con el ambiente. A los ergónomos nos guían los problemas que las personas

encuentran en su trabajo y en la vida cotidiana, sobre todo cuando tienen que interactuar

con tecnologías. Para hacer nuestro trabajo utilizamos todo el conocimiento y todas las

metodologías que sean necesarias para abordar la solución de los problemas que la

sociedad nos plantea. Por esta razón, nos gusta decir que la Ergonomía es un buen

ejemplo de lo que significa la “Transferencia de Investigación”, lo que significa la unión de

las tres letras que forman lo que llamamos I+D+i: en Ergonomía la Investigación está

estrechamente unida al Desarrollo y la Innovación y se hace siempre en función de ellos.

Esta definición de Ergonomía como una disciplina de I+D+i tiene muchas consecuencias

prácticas y teóricas, pero sobre todo supone un planteamiento pedagógico importante: a

los alumnos que estudian Ergonomía hay que exponerles los temas en el contexto de la

solución de problemas. Por ello, en un texto pensado para explicar los fundamentos de la

Ergonomía a los alumnos el eje que vertebre el temario debe de ser el de los problemas de

interacción entre la persona y el ambiente que queremos solucionar y no las teorías

psicológicas, sociológicas o de cualquier otra ciencia. Para el ergónomo la ciencia es

instrumental. La validez de una teoría o de una metodología se define y se mide por su

capacidad para solucionar problemas en el diseño de la interacción entre el ser humano y

los elementos del ambiente. Podríamos decir que la prueba de verdad de una teoría en

Ergonomía es su validez para solucionar problemas.

Con esta visión de disciplina de I+D+i, la Ergonomía ha ido desarrollándose a lo largo del

último siglo incorporando muchas aproximaciones que han servido para crear un corpus

de herramientas que el ergónomo puede usar para resolver los problemas a los que se

enfrenta. De todas estas aproximaciones debemos destacar una que recientemente está

recibiendo mucha atención por sus resultados prometedores y, sobre todo por la

posibilidad técnica para ponerla en prácticas en los ambientes aplicados fuera del

laboratorio. Esta aproximación es la Neuroergonomía.

La Neuroergonomía significa fundamentalmente reconocer que los conocimientos que

tenemos sobre los correlatos neurológicos de la interacción de la persona con el ambiente

pueden ser útiles para intervenir en dicha interacción. Gracias a los avances tecnológicos

actuales ahora es posible utilizar equipos de registros psicofisiológicos fuera del

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laboratorio para explicar y predecir la conducta de una persona en un contexto real de

interacción con el ambiente.

Las reticencias que los ergónomos hemos tenido para aplicar los conocimientos de la

Neurociencia en nuestro trabajo se han debido fundamentalmente a que nunca hemos

querido trabajar alejándonos de los contextos reales en los que se dan los fenómenos que

nos interesan. Si el uso de una metodología nos obliga a alejarnos de los contexto natural

donde se dan los fenómenos, esa metodología no nos sirve. Una metodología que se pueda

usar solo en el laboratorio en un contexto no real no puede ser útil para estudiar

fenómenos en el contexto real. La razón fundamental que justifica nuestra postura

metodológica es nuestra defensa de una idea metateórica básica: la conducta del ser

humano es dependiente del contexto. La experiencia diaria en nuestro trabajo nos dice que

cuando intentamos trasladar el conocimiento obtenido en condiciones controladas en un

laboratorio ese conocimiento no siempre sirve para explicar la conducta humana en el

contexto real donde la persona interactúa con en el ambiente.

Afortunadamente, los desarrollos tecnológicos en las técnicas de registros de parámetros

neurofisiológicos están permitiendo crear herramientas de investigación que puedan ser

utilizadas en los contextos reales. Estos avances tecnológicos son los que ahora nos

permiten hablar de Neuroergonomía. Cada vez más los ergónomos disponemos de

herramientas de investigación y aplicación con las que se pueden ahora medir muchas

variables neurológicas en ambientes aplicados fuera del laboratorio. De esta manera, la

Neuroergonomía se está convirtiendo en una disciplina con posibilidades reales para ser

aplicada en nuestro trabajo diario.

Las dos aportaciones más importantes que la Neuroergonomía puede hacer a nuestro

trabajo son:

1. El conocer los correlatos neurológicos de la conducta de las personas en interaccióncon el ambiente nos puede permitir explicar y predecir mejor los fenómenos quelos ergónomos estudiamos.

2. La medición de índices neurológicos on-line durante la realización de las tareas enlos ambientes aplicados nos permitirá proponer medidas para evitar los efectosnegativos de esta interacción.

Considerando todo esto, creo muy importante que los alumnos a los que se les introduce

en la disciplina que llamamos Ergonomía dispongan de un texto sobre Neuroergonomía

que esté articulado entorno a algunos problemas a los que los ergónomos nos

enfrentamos. De esta manera, los alumnos pueden aprender que la Neuroergonomía es

una disciplina que soluciona problemas. Además, con este texto, los alumnos aprenderán

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Neuroergonomía

como el desarrollo metodológico y tecnológico actual nos permiten abordar esta solución

de problemas con los conocimientos y metodologías de las Neurociencias.

Por esta razón, celebro la aparición de este libro que hasta mi conocimiento es el primero

que se publica en español sobre Neuroergonomía. Estoy seguro de que los alumnos y los

profesionales de la Ergonomía en el ámbito hispano se beneficiarán de su publicación.

Granada, 8 de Octubre de 2018

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Neuroergonomía

Índice general

Capítulo 1. Introducción a la Neuroergonomía 11

Capítulo 2. Vigilancia 32

Capítulo 3. Efectos del trabajo por turnos en la salud de las personas mayores 49

Capítulo 4. Diseño de una aplicación para combatir la carga mental en

estudiantes universitarios 63

Capítulo 5. Potenciación cognitiva en el envejecimiento mediante estimulación transcraneal

directa por corriente continua 80

Capítulo 6. Introducción a las Interfaces Cerebro-Computadora 97

Capítulo 7. Rehabilitación de pacientes con daño cerebral asistida por robots 113

Glosario de términos 129

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Listado de autores

Ángel Correa Torres

Mirta Mikac

Antonio Jesús Morales Rendón, Dina Bencrimo, Noelia Rodríguez Estrada, Ana

Rodríguez Ruiz, David Soler Ortiz, Aurora Trinidad Pérez

Fernando Ojedo Collazo

Josué Rico Picó

Marcelino Romero Rayo

Antonio, Mirta, Ángel, Josué, Fernando y Marcelino (de izquierda a derecha), el 5

de abril de 2018 en la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada.

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Neuroergonomía

Prólogo

La Neuroergonomía es una disciplina reciente que estudia el cerebro

humano en relación con la ejecución en el trabajo, el transporte y otros contextos

cotidianos. Desde que Raja Parasuraman, padre de la neuroergonomía, editó el

primer libro en el año 2008, se han publicado algunos manuales y numerosos

artículos científicos en lengua inglesa. Sin embargo, resulta difícil aún encontrar

material en español en relación con la neuroergonomía. Este libro pretende cubrir

esa laguna de conocimiento.

El objetivo de este libro es ofrecer una perspectiva actualizada y rigurosa del

campo científico de la Neuroergonomía a un público amplio, que incluye docentes,

estudiantes y profesionales de disciplinas como la psicología, la ingeniería, el

diseño, la biomedicina, las ciencias de la computación, la inteligencia artificial, la

neurociencia y otras ciencias cognitivas.

El primer día en mis cursos de Neuroergonomía y de Ergonomía Cognitiva

me gusta comenzar con una discusión de noticias de actualidad en relación con la

materia. A continuación, intento hacer conscientes a los estudiantes de que, para

resolver los problemas que se describen en tales noticias, hay que adoptar un

enfoque amplio y multidisciplinar que permita integrar los conocimientos sobre

todos los aspectos psicológicos implicados.

El conocimiento que los estudiantes han adquirido de forma fraccionada en

las diferentes asignaturas de estudios como Psicología requiere ser integrado para

comprender la realidad, y para resolver los problemas que se plantean

cotidianamente cuando una persona actúa con un sistema y comete errores. Hay

una serie de constructos complejos que en ergonomía cobran pleno sentido y que

engloban múltiples dimensiones psicológicas, como la vigilancia o la carga mental.

Por esta razón intento motivar a mis estudiantes argumentando que la ergonomía

cognitiva y la neuroergonomía son ejemplos preciosos de asignaturas, porque

presentan una gran oportunidad para “desempolvar” los apuntes de diferentes

cursos y ponerlos todos juntos con el objeto de resolver un problema real.

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Neuroergonomía

Este libro plantea una concepción amplia de la ergonomía, cuyo objeto de

estudio es la dinámica de interacción entre las personas y un sistema. El objetivo

es conseguir que esta interacción sea “cómoda”, de ahí el título del libro. Según la

R.A.E., la comodidad se relaciona con la facilidad de uso y la utilidad, con algo

necesario para vivir a gusto y con descanso. Estas son las cualidades que deben

guiar el diseño ergonómico de los dispositivos que utilizamos los humanos,

para que su uso sea fácil, eficiente, seguro y agradable. En relación con las

personas, aparte de considerar los sujetos clásicos de la ergonomía (operarios o

trabajadores adultos de mediana edad), hemos querido incluir a las personas

mayores y los adolescentes, con y sin patologías. En relación con el sistema con el

que interactúan las personas, también lo entendemos en un sentido más amplio

que el estrictamente laboral, y profundizamos en el diseño de dispositivos que

se utilizan en contextos educativos (Capítulo 4) y biomédicos (Capítulos 5 a 7).

En este libro he recopilado algunos de los mejores trabajos elaborados por el

alumnado de los cursos que he impartido en la Universidad de Granada entre los

años 2015 y 2018. El mérito es suyo en gran medida, ya que mi función

ha consistido en supervisar el proceso de búsqueda bibliográfica y revisión

de la literatura, y en realizar una edición cuidadosa de la redacción de sus

trabajos (confieso que mis capítulos también han recibido numerosas correcciones

por parte de los estudiantes autores de algún capítulo).

La selección de los temas concretos que conforman este libro nace de un

proceso de negociación entre el profesor y el alumnado, que comenzaba con mi

iniciativa de ofrecerles una serie de temas de actualidad e interés para la

neuroergonomía. Conforme los estudiantes adquirían un conocimiento más

profundo sobre el tema, iban surgiendo ideas que discutíamos hasta identificar el

problema ergonómico que se iba a abordar, y progresivamente perfilábamos los

objetivos, el enfoque concreto y el mensaje principal que queríamos transmitir en

cada capítulo.

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Neuroergonomía

Por tanto, este libro no pretende cubrir de forma exhaustiva el vasto campo

de esta disciplina. Más bien debe entenderse como un material de actualidad y

rigor científico que ayude a comprender qué es y para qué sirve la

neuroergonomía, a través de ejemplos concretos de aplicaciones para mejorar la

seguridad, la salud y el bienestar de los individuos que interactúan con un sistema.

De este modo, cada capítulo de este libro ofrece una revisión de la investigación

relevante al nivel internacional en relación con un problema clave de la

neuroergonomía.

Hemos intentado utilizar un lenguaje que resulte comprensible para

personas no expertas en el campo, pero sin perder la precisión. Los capítulos se

han elaborado siguiendo una estructura formada por los apartados de Introducción

(objetivos y justificación de por qué es importante que lo aborde la

neuroergonomía), Metodología (con énfasis en las técnicas de registro de la

actividad cerebral), Intervención Ergonómica (intentar dar respuesta a cuestiones

como: ¿se puede prevenir el problema interviniendo sobre el usuario, por ejemplo

mediante entrenamiento o con ayuda de otros dispositivos?), Conclusiones, y

Preguntas de Estudio, que pretenden fomentar la curiosidad en el lector.

Finalmente hay que destacar el formato tipográfico de este libro, que

pretende resultar accesible a todas las personas. Para ello hemos seguido las

recomendaciones sobre diseño universal y hemos utilizado la plantilla del curso

“Diseño de materiales educativos accesibles” de la Fundación Universia.

Si tienes alguna sugerencia o pregunta no dudes en contactar conmigo en la

siguiente dirección de correo electrónico: [email protected].

Deseo que este libro te resulte útil y agradable como herramienta de

aprendizaje.

Ángel Correa Torres

Profesor Titular de Neuroergonomía

y Ergonomía Cognitiva

Granada, enero de 2018.

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Neuroergonomía

Neuroergonomía

Capítulo 1. Introducción a la Neuroergonomía.

Autor: Ángel Correa Torres

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Neuroergonomía

Capítulo 1. Introducción a la Neuroergonomía

Índice de Contenidos

1. Antecedentes de la Neuroergonomía.

2. Definición de la Neuroergonomía.

3. Introducción a los métodos de la Neuroergonomía.

4. Aplicaciones de la Neuroergonomía.

5. Formación y dedicación profesional en Neuroergonomía.

6. Conclusiones.

7. Preguntas de estudio.

8. Bibliografía.

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Neuroergonomía

1. Antecedentes de la Neuroergonomía

La Neuroergonomía es una disciplina que nace de la integración entre la

neurociencia y la ergonomía. La Ergonomía (tradicionalmente denominada

“Factores Humanos” en Estados Unidos, abreviada como “HF/E” – human

factors/ergonomics) es una disciplina científica que se ocupa de la comprensión de

las interacciones entre los humanos y los demás elementos de un sistema. Por otra

parte, la Asociación Internacional de Ergonomía (International Ergonomics

Association -IEA, http://www.iea.cc/) enfatiza su carácter aplicado y profesional

añadiendo en su definición lo siguiente: “profesión que aplica teoría, principios,

datos y métodos al diseño con objeto de optimizar el bienestar humano y el

rendimiento global de un sistema”.

Estas definiciones enfatizan que la unidad principal de análisis no es el

individuo aislado, ni el artefacto o dispositivo con el que interactúa, sino que es la

interacción entre la persona y el artefacto. Por otro lado hay que destacar que dicha

interacción no se reduce a un dispositivo, sino que alcanza un contexto mucho más

amplio, al nivel de sistema. Según se primen determinados aspectos de dicho

sistema, podemos diferenciar entre ergonomía física, cognitiva y organizacional.

Ese sistema puede ser muy simple, y reducirse a la “interacción” de un

humano con una silla, de manera que el problema fundamental a resolver desde la

perspectiva de la ergonomía sería cómo diseñar la silla para que el trabajador se

encuentre lo más cómodo posible y se puedan prevenir posibles lesiones físicas.

Dicho sistema puede incrementar su complejidad si consideramos que

muchos puestos de trabajo además requieren una serie de actividades mentales

(cognitivas) que se realizan, por ejemplo, mediante un ordenador. Ahora no sólo

cobra relevancia la dimensión física (la postura del trabajador, condiciones de ruido

e iluminación de la habitación, etc.), sino la dimensión cognitiva. Es decir, nos

interesa el diseño de las tareas a realizar y de los programas informáticos a utilizar

con el objetivo de que el trabajador se encuentre también cómodo al nivel

psicológico, percibiendo que tiene las habilidades y el tiempo necesarios para la

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realizar su tarea de manera efectiva y segura, sin sufrir excesivo estrés o carga

mental.

Finalmente, se puede ampliar el contexto de dicha interacción hasta el nivel

de la organización donde trabajan los individuos. En este sentido, la unidad de

análisis no se reduce a puestos de trabajo individuales, sino que se analiza el papel

de los trabajadores en relación con el sistema político y social concreto mediante el

cual se organiza una empresa o sociedad de trabajadores. Aquí cobran importancia

los aspectos de tipo organizativo como el diseño de funcionamiento de dicha

empresa, cómo son los turnos de trabajo, cómo es el reparto de tareas, etc.

Naturalmente, los ámbitos físico, cognitivo y organizacional muestran una

relación de interdependencia. No obstante, en neuroergonomía nos centraremos en

la dimensión cognitiva, para ponerla en relación con el cerebro. De acuerdo con la

definición propuesta por la Asociación Internacional de Ergonomía, la ergonomía

cognitiva se encarga del estudio de los procesos mentales (percepción, memoria,

razonamiento y respuestas motoras) implicados en la interacción entre las

personas y los demás elementos de un sistema. Dentro de sus contenidos básicos

están la carga mental, la toma de decisiones, la ejecución experta, la interacción

persona-máquina, la fiabilidad humana, el estrés laboral y el entrenamiento.

La metodología básica en ergonomía se basa en el análisis de lo que los

individuos nos dicen y hacen. Es decir, se registran medidas subjetivas basadas en

cuestionarios y entrevistas. Por ejemplo, podemos preguntarle a un operario que ha

de controlar una grúa que nos diga del 1 al 10 cuán dormido se encuentra. Otra

valiosa fuente de información proviene del análisis del comportamiento de los

trabajadores: por ejemplo, podemos estudiar el efecto de la privación de sueño

sobre la ejecución de una tarea de conducción en un simulador en conductores

profesionales. Concretamente podríamos cuantificar cuánto tardan en responder

ante determinados estímulos (es decir, medidas de tiempo de reacción) o cómo de

bien están realizando la tarea de conducción (si se desvían mucho de su carril o si

conducen a una velocidad adecuada).

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Sin embargo, la medición de variables subjetivas y comportamentales no

siempre proporciona información completa y fiable sobre el estado psicológico de

las personas que interactúan con un sistema. Por ejemplo, dos personas pueden

realizar una tarea que requiere memorizar listas de números al mismo nivel de

ejecución, pero diferir en el nivel de esfuerzo mental alcanzado. Las medidas

fisiológicas de activación cerebral aquí cobran especial relevancia, ya que pueden

aportar información a tiempo real sobre procesos neurales asociados con el estado

psicológico real de los individuos. Siguiendo con el ejemplo, las medidas

neurofisiológicas podrían informarnos durante el momento de la ejecución de dicha

tarea de memoria si un individuo se encuentra más sobrecargado que el otro, si en

su cerebro hay indicios de una situación de estrés que desemboque en un error,

etc.

En este contexto, a raíz del gran desarrollo de las investigaciones con

neuroimagen funcional en la década de 1990 y su aplicación al campo de la

ergonomía, surge la disciplina de la Neuroergonomía. La primera publicación sobre

neuroergonomía data del año 2003 (Parasuraman, 2003). Desde entonces se han

publicado más de 180 artículos científicos que utilizaron la palabra

“neuroergonomics” en el título, en el resumen o como palabra clave (consulta

realizada en la base de datos Scopus, el 6 de febrero de 2018). La Figura 1.1

muestra una progresión ascendente en el número de publicaciones a lo largo de

estos 15 años que ilustra el crecimiento de la neuroergonomía como disciplina.

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Figura 1.1. Tendencia creciente en el número de publicaciones sobre

“neuroergonomics” a lo largo del tiempo recogidas en la base de datos Scopus.

En la figura se observa que es realmente a partir del año 2007 cuando la

Neuroergonomía se afianza como disciplina, coincidiendo con la publicación del

primer libro sobre neuroergonomía (Parasuraman y Rizzo, 2007). Desde entonces

se han publicado únicamente dos libros (ambos en lengua inglesa) que tratan este

tema específicamente (Johnson y Proctor, 2013; Marek, Karwowski y Rice, 2010),

lo que indica que aún nos encontramos ante los orígenes de una disciplina

reciente. En cualquier caso, este análisis se limita a los casos concretos donde se

utilizó el término “neuroergonomics”, mientras que hay otras publicaciones que

podrían englobarse en esta disciplina, clasificadas bajo otros términos como

ergonomía, psicología aplicada, ingeniería psicológica, neuroingeniería,

neurociencia aplicada, factores humanos, cognición aumentada, etc.

Aparte de los libros, habría que destacar los artículos de revisión publicados

(Berberian, Somon, Sahaï y Gouraud, 2017; Fedota y Parasuraman, 2010; Mehta y

Parasuraman, 2013; Parasuraman, 2011; Parasuraman y Wilson, 2008) y los

números especiales de revistas científicas (Dehais, Causse y Cegarra, 2017;

Gramann, Fairclough, Zander y Ayaz, 2017; Gramann, Jung, Ferris, Lin y Makeig,

2014; Parasuraman, Christensen, y Grafton, 2012).

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La actividad en una disciplina también puede conocerse a partir de la

organización de congresos. La primera conferencia internacional se celebró en

2010 en Florida, como parte de la “3rd Applied Human Factors and Applied

Ergonomics Conference”. Dos años después se celebró un simposio en un

congreso de la International Ergonomics Association (Raja Parasuraman et al.,

2012). Tras el triste fallecimiento de Raja Parasuraman en 2015, al año siguiente

en París se celebró en su memoria la “1st International Neuroergonomics

Conference. The Brain at Work and in Everyday Life” (Figura 1.2).

Figura 1.2. Fotografía de Raja Parasuraman, considerado como el padre de

la Neuroergonomía. Imagen tomada del programa científico de la 1ª Conferencia

Internacional sobre Ergonomía (París, 2016).

La sociedad Applied Human Factors and Ergonomics también celebró en los

años 2016 y 2017 dos ediciones de la “International Conference on

Neuroergonomics and Cognitive Engineering”, cuyos resúmenes posteriormente se

publicaron en formato de libro. En 2018 en Filadelfia se consolida este foro

científico con la celebración de la “2nd International Neuroergonomics Conference”.

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Neuroergonomía

2. Definición de la Neuroergonomía

Para conocer más concretamente en qué consiste la neuroergonomía podemos

analizar los contenidos de los libros y artículos de revisión principales en relación

con tres aspectos clave: las funciones psicológicas y fenómenos estudiados, la

metodología que se utiliza y las aplicaciones de la neuroergonomía al ámbito

tecnológico y profesional. En la Tabla 1.1 se resumen los principales contenidos de

la neuroergonomía de acuerdo a los fenómenos, métodos y sus aplicaciones.

Tabla 1.1. Contenidos de la neuroergonomía en cuanto a objetos de estudio,

métodos y aplicaciones.

FENÓMENOS MÉTODOS APLICACIONES

Carga de trabajo mental Actigrafía Automatización adaptativa

Emoción Conductancia eléctrica de la piel

Diseño universal

Error humano EEG Entrenamiento

Estrés Electrocardiografía Ergonomía física

Fatiga mental fMRI BCI

Funciones ejecutivas fNIRS Neuroingeniería

Multitarea Movimientos oculares Neuroprótesis

Navegación espacial TCD Neurorrehabilitación robotizada

Percepción y atención TDCS Realidad virtual

Sueño y ritmos circadianos Termografía Robots sociales

Vigilancia TMS Visión artificial

En cuanto a las funciones, la neuroergonomía comparte con la ergonomía

cognitiva la consideración de procesos psicológicos básicos típicamente estudiados

en los laboratorios de Psicología Experimental como la emoción, la percepción y la

atención, o las funciones ejecutivas, en tanto que son factores que intervienen

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cuando las personas utilizan dispositivos en el trabajo y para el ocio. No obstante,

los contextos cotidianos presentan una mayor complejidad que las condiciones más

simplificadas y controladas del laboratorio, de manera que su abordaje científico

también requiere emplear conceptos más complejos. Ejemplos típicos de estos

conceptos son la vigilancia y la fatiga mental (que se abordarán en el Capítulo 2), el

sueño y los ritmos circadianos (Capítulo 3), el estrés, la multitarea y la carga de

trabajo mental (Capítulo 4), y el error humano (Capítulo 6).

Los métodos característicos de la neuroergonomía se basan en el registro

de variables fisiológicas de la actividad del sistema nervioso central y autonómico

(véase apartado 3) y en técnicas de estimulación cerebral, como la estimulación

transcraneal directa por corriente continua (Capítulo 5), que surgen a partir de la

aplicación pionera de la Estimulación Magnética Transcraneal (TMS en inglés) para

la rehabilitación de lesiones cerebrales y el tratamiento de la enfermedad de

Parkinson y de la depresión.

Las principales aplicaciones de la neuroergonomía consisten en intervenir

sobre el individuo (entrenamiento, potenciación neurocognitiva, rehabilitación,

realidad virtual) y sobre los dispositivos que este utiliza (mejorando su diseño,

automatizando funciones, desarrollo de interfaces cerebro-computadora –BCI en

inglés) para mejorar la seguridad, la eficiencia y el bienestar durante dicha

interacción (para más detalles véase Apartado 4).

En conclusión, la neuroergonomía utiliza los conocimientos sobre el cerebro

para mejorar la interacción entre los humanos y un sistema, con énfasis en el

diseño de dispositivos de registro continuo de variables fisiológicas (tasa cardiaca y

respiratoria, sudoración, movimientos oculares, actividad cerebral) para detectar y

predecir estados psicológicos específicos (somnolencia, fatiga, baja alerta, falta de

atención o emociones negativas) que resulten incompatibles con el desempeño de

actividades de alto riesgo como el pilotaje de vehículos, el control aéreo o la

supervisión de centrales nucleares (Correa, 2008).

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Neuroergonomía

3. Introducción a los métodos de la Neuroergonomía

Los métodos de la neuroergonomía se pueden dividir en técnicas de registro y

técnicas de estimulación de la actividad cerebral. Generalmente la neuroergonomía

adopta las técnicas clásicas de la neurociencia, como la Resonancia Magnética

Funcional (fMRI en inglés), pero con especial interés en aquellas técnicas que son

más fácilmente aplicables a contextos fuera del laboratorio, con la idea de estudiar

la interacción humano-máquina en su contexto real. Está claro que las condiciones

de aplicación de técnicas como la resonancia magnética, donde los sujetos

permanecen prácticamente inmóviles dentro de un escáner en el laboratorio, no

son las adecuadas para estudiar los procesos cerebrales en estudios de campo

(por ejemplo, para conocer el nivel de vigilancia o estrés y carga mental de un

conductor de camiones). Por ello, en la metodología neuroergonómica se atiende a

criterios prácticos relacionados con su facilidad de administración, el carácter

invasivo y el coste económico de su aplicación. En la Figura 1.3 se representan las

técnicas principales en relación a la resolución espacial y temporal que permiten, y

a su carácter invasivo-práctico.

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Neuroergonomía

Figura 1.3. Técnicas de neuroimagen de aplicación en ergonomía,

ordenadas por su resolución temporal, resolución espacial y su carácter

invasivo/práctico (codificado por colores). NIRS: near-infrared spectroscopy, TCDS:

transcraneal Doppler sonography, EEG: electroencephalography, MEG:

magnetoencephalography, fMRI: functional magnetic resonance imaging, PET:

positron emission tomography. Imagen adaptada de Parasuraman (2011).

La electroencefalografía (EEG) es una técnica con una gran resolución

temporal que permite medir cambios de la actividad eléctrica cerebral con precisión

de milisegundos (para más detalles véase el Capítulo 6). Además, los sistemas de

registro del EEG están evolucionando hacia una mayor portabilidad (ej.: electrodos

que se conectan al amplificador sin cables, amplificadores con baterías), lo que

permite su aplicación en contextos ergonómicos.

En esta línea, merece especial atención la técnica de espectroscopía

funcional por luz cercana al infrarrojo (fNIRS, véase una revisión en Ayaz et al.,

2013). Para entendernos, es como una resonancia magnética ergonómica, barata.

Al igual que la resonancia, mide actividad neural basándose en marcadores del

metabolismo del cerebro: asumimos que un área cerebral implicada activamente en

la realización de una tarea o función cognitiva consume más oxígeno. De la

cantidad de oxígeno que llega a una zona concreta del cerebro asumimos la

intensidad o cantidad de actividad. A diferencia de la resonancia, la fNIRS es

portátil, más económica y puede no tener cables. Permite la movilidad a los sujetos,

por lo que se puede aplicar a personas con trastornos psicológicos o motores, con

miedo o claustrofobia, o incluso a bebés. Es una técnica ideal para ergonomía

porque permite estudiar la actividad cerebral fuera del laboratorio en estudios de

campo, mientras las personas realizan una actividad cotidiana o profesional. No

obstante, hay que considerar que esta técnica tiene peor resolución espacial que la

RMf y peor resolución temporal que la electroencefalografía, por lo que son

parámetros a considerar en función de nuestros objetivos.

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Neuroergonomía

Dentro de las técnicas que miden la actividad del sistema nervioso

autónomo, aparece la termografía como una técnica prometedora en

neuroergonomía. La temperatura de la piel permite una monitorización continua y

ambulatoria durante largos periodos de tiempo. Es una sistema de registro no

invasivo, de bajo coste y fácil aplicación, que se ha aplicado al estudio de los ritmos

circadianos (Sarabia, Rol, Mendiola y Madrid, 2008). El menor nivel de alerta de

una persona suele coincidir con el valor mínimo de temperatura central y máximo

de la temperatura distal, en las horas centrales del sueño, entre las 3 y las 6 de la

madrugada. Recientemente se ha observado que las fluctuaciones en la

temperatura de la piel podrían predecir la ejecución en diversas tareas cognitivas

(Lara, Molina, Madrid y Correa, 2018; Molina, Sanabria, Jung y Correa, 2017;

Romeijn y Van Someren, 2011). Estos datos sugieren que la temperatura de la piel,

por ejemplo combinada con técnicas de registro de actividad motora (actigrafía), es

una medida viable para el diseño de dispositivos ergonómicos que evalúen el

estado psicológico de las personas cuando se comportan en contextos naturales.

En este apartado introductorio se ha pretendido ofrecer una perspectiva

general de algunas de las técnicas más utilizadas en neuroergonomía, de una

manera no exhaustiva. Algunas de las técnicas obviadas aquí (ej. Sonografía

Transcraneal Doppler –TCD, estimulación transcraneal directa por corriente

continua -TDCS) se tratan en otras secciones del texto en relación con estudios

concretos (Capítulos 2 y 5), por lo que un conocimiento más profundo de sus

fundamentos requerirá la consulta de manuales más específicos (ej., Parasuraman

y Rizzo, 2007).

4. Aplicaciones de la Neuroergonomía

La Neuroergonomía pretende aportar soluciones a diversos problemas cotidianos

tanto en el contexto laboral como fuera del mismo. Podemos destacar las

aplicaciones para intervenir sobre personas con lesiones cerebrales y trastornos

neuropsicológicos, mediante técnicas de estimulación cerebral, entrenamiento y

rehabilitación (Capítulo 5). En pacientes con lesiones medulares que han perdido la

movilidad, la neuroingeniería está desarrollando neuroprótesis e interfaces cerebro-

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Neuroergonomía

computadora (BCI) que permiten mover prótesis mecánicas con el cerebro y que

facilitan la comunicación social en los casos en que la producción del lenguaje está

deteriorada (Capítulo 6).

Recientemente se está desarrollando una nueva aproximación a la

rehabilitación neuropsicológica asistida por un robot, lo que resalta la importancia

de considerar los aspectos emocionales y sociales que deben implementarse en

los robots que interactúan con humanos, sobre todo cuando estos están enfermos

o tienen unas necesidades especiales (Capítulo 7). Aquí se abre un campo de

trabajo realmente interesante para los profesionales de la psicología, la psicología

robótica y el diseño de robots sociales.

El diseño universal es otra aplicación central para la ergonomía. Cuando se

diseñan objetos que van a utilizar las personas, es importante que su uso sea

eficiente, seguro y agradable (Norman, 1990), tratando de incluir a todas las

personas independientemente de su edad o condición física y mental. Por tanto, el

diseño universal está potenciando el desarrollo de la ergonomía infantil, así como

su aplicación en personas mayores. Los niños y niñas, aunque no encajen en una

definición legal de “trabajadores”, también son usuarios cotidianos de instrumentos

y tecnología de acceso a la información y el conocimiento. Por otra parte, con el

envejecimiento de la población, y dado que los adultos cada vez se jubilan más

tarde, es necesario aplicar el diseño ergonómico a un colectivo que

progresivamente tiene más edad. En los próximos años probablemente aparecerán

aproximaciones más neuroergonómicas que, por ejemplo, aporten información

cerebral de la experiencia de usuario cuando se interactúa con objetos diseñados

conforme a los principios básicos del diseño universal.

5. Formación y dedicación profesional en

Neuroergonomía

Encontrar un listado de las universidades del mundo que ofertan formación

especializada en Neuroergonomía no es una tarea fácil. No obstante, existen varias

estrategias de búsqueda que pueden facilitar esta labor. Se puede buscar a los

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Neuroergonomía

autores (o investigadores) que trabajan en el campo y comprobar a qué organismo

(universidad, centro de investigación) están afiliados.

Siguiendo con la búsqueda en Scopus mencionada anteriormente, podemos

obtener gráficos como el de la Figura 1.4, donde se ordenan los organismos que

más han publicado en revistas científicas usando el término “neuroergonomics”.

Figura 1.4. Número de publicaciones sobre “neuroergonomics” a lo largo del

tiempo recogidas en la base de datos Scopus.

No resulta sorprendente que la Universidad George Mason, lugar donde

trabajaba Parasuraman, tenga el mayor número de publicaciones en

neuroergonomía. Aunque la mayoría de universidades proceden de los Estados

Unidos, hay que destacar el segundo puesto de la Universidad de Granada. En

Granada trabajan tres grupos de investigación, concretamente, el grupo de

Ergonomía Cognitiva dirigido por el Catedrático José J. Cañas Delgado desde el

año 1990, el “Neuroergonomics & operator performance lab” dirigido por el Dr.

Leandro L. Di Stasi, y el grupo de investigación en Cronoergonomía, dirigido por el

autor de este libro.

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Neuroergonomía

Como se ha citado antes, este análisis basado en la utilización del término

“neuroergonomics” puede conducir a resultados sesgados, por eso debería

complementarse con una búsqueda de otros centros donde trabajan reconocidos

investigadores. Tal es el caso del Department of Biological Psychology and

Neuroergonomics de la Technische Universität Berlin donde trabaja Klaus

Gramann, el Department of Cognitive Neuroscience and Neuroergonomics del

Institute of Applied Psychology (Jagiellonian University, Cracovia) donde trabaja

Tadeusz Marek, o naturalmente el Center of Excellence in Neuroergonomics,

Technology, and Cognition (CENTEC), que actualmente dirige James C Thompson.

Hasta el momento no parece que exista un título universitario especialmente

dedicado a estudiar la Neuroergonomía, por lo que generalmente se oferta como

una asignatura de máster o grado, o como una línea de investigación doctoral

dentro de áreas como la Neurociencia, la Psicología, las Ciencias de la

Computación, la Medicina o la Ingeniería. La Universidad de Granada es uno de los

pocos organismos en el mundo que actualmente ofertan la asignatura de

Neuroergonomía en estudios de posgrado, concretamente en el Máster de

Neurociencia Cognitiva y del Comportamiento.

Salidas profesionales de la Neuroergonomía

A lo largo del capítulo se han mencionado diversas opciones para futuros

profesionales de la Neuroergonomía de trabajar en la robótica, el diseño de

sistemas de comunicación o de neurofeedback basados en las BCI, el

entrenamiento y la rehabilitación neuropsicológica, etc. Aparte de estos campos de

aplicación no debemos olvidar los tradicionales de la ergonomía.

En un Trabajo de Fin de Grado realizado por una de mis estudiantes de

Ergonomía Cognitiva (Jurkovičová, 2017), se revisó la literatura para identificar las

salidas profesionales en ergonomía para los estudiantes de Psicología.

Encontramos tres salidas clásicas en la carrera profesional de un ergónomo: la

industria, el sector militar, y la academia (Shapiro, Andre, Agarwal, Artis y Hoeft,

2008).

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Neuroergonomía

En la industria, los ergónomos se encargan de diseñar dispositivos más

seguros y adaptar la carga de trabajo para incrementar la fiabilidad humana y el

rendimiento. En el sector militar, los ergónomos realizan análisis funcionales,

antropométricos y de misiones/tareas, así como evaluaciones empíricas y

simulaciones de realidad virtual. En la universidad, los ergónomos generan

conocimiento científico y lo transmiten a las nuevas generaciones de ergónomos.

Otros sectores que requieren ergónomos profesionales son la medicina,

consultoría, diseño de productos, transporte, plantas de energía, comunicaciones,

sistemas de ordenadores y envejecimiento. En las aplicaciones médicas, la

ergonomía pretende optimizar la efectividad del sistema sanitario, mejorar la

calidad de vida de las personas con discapacidad, analizar y prevenir el error

médico, diseñar aparatos biomédicos para mejorar su usabilidad, y mejorar las

condiciones laborales de estos profesionales para minimizar el error humano y el

absentismo laboral. En empresas que carecen de un departamento de ergonomía,

las consultoras proporcionan asesoramiento sobre el diseño ergonómico de

productos, interfaces y sistemas de comunicación más eficaces. Los ergónomos

también se encargan de diseñar y evaluar los prototipos y la usabilidad de un

producto, coordinando la investigación, analizando los datos y adaptando los

parámetros del diseño de acuerdo a los resultados obtenidos.

En el sector del transporte, los ergónomos participan en el diseño de los

vehículos y la infraestructura, ideando procedimientos óptimos y seguros para

gestionar el tráfico y tratando de evitar los errores humanos implicados en los

accidentes en el tráfico. Los ergónomos además resultan clave para un

funcionamiento eficaz y seguro de las plantas de energía, ya que son sistemas muy

complejos y que presentan múltiples riesgos, tratando de prevenir accidentes

causados por el error humano y por fallos en el sistema. Los ergónomos también

diseñan y evalúan las tecnologías de comunicación, la interacción humano–

computadora, así como las habilidades cognitivas de las personas mayores para

adaptar las tareas y productos a sus capacidades y necesidades.

Como conclusión, mencionaremos algunos consejos para ayudar a los

estudiantes a encontrar trabajo y aprovechar al máximo su formación universitaria,

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Neuroergonomía

realizados por varios ergónomos profesionales en las conferencias anuales de la

Human Factors and Ergonomics Society (Shapiro, Andre, Beith, Endsley y Naga,

2006; Shapiro et al., 2000):

1. Actualizar el currículo a medida que se avanza en los estudios, haciendo

hincapié en las competencias y habilidades adquiridas, que también pueden

exponerse en una web personal (profesional).

2. Formar una red de contactos profesionales lo antes posible, tanto con

otros compañeros de estudio (que en un futuro podrían ser compañeros de

trabajo), como con los profesores.

3. Ampliar esta red de trabajo haciéndose miembro de asociaciones

profesionales y asistir a conferencias para conocer a expertos en el campo.

4. Hacer prácticas en empresas. Normalmente las empresas demandan

tener experiencia previa, que puede adquirirse a través de dichas prácticas;

además, tras finalizar el periodo de prácticas podría surgir una contratación.

5. A la hora de buscar trabajo es aconsejable explorar los portales de

empleabilidad especializados, como www.hfcareers o

www.hfes.org/web/CareerCenter/placement.aspx, las asociaciones locales

de ergónomos y hacer uso de otros portales de trabajo internacionales como

LinkedIn.

6. Es importante tener en cuenta que los puestos para ergónomos

comúnmente aparecen bajo una variedad de palabras clave diferentes a “factor

humano” o “ergonomía” (ej., interaction designer, user experience engineer), por lo

que habría que utilizar diversas palabras clave relacionadas.

6. Conclusiones

La Neuroergonomía es una disciplina reciente que surge de la aplicación de los

conocimientos del cerebro a la ergonomía. En ergonomía es importante considerar

los aspectos físicos, cognitivos y sociales de la interacción entre los humanos y los

sistemas de trabajo (y de ocio). Se estudian temas como la vigilancia y la fatiga

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Neuroergonomía

mental, el sueño y los ritmos circadianos, la carga de trabajo mental y el error

humano.

Como en otras disciplinas psicológicas, la metodología para conocer el

estado psicológico de un individuo implica la medición de variables a diferentes

niveles, incluyendo el subjetivo, el fisiológico y el comportamiento. Características

importantes a considerar de las técnicas en neuroergonomía es su carácter

práctico y no invasivo, portabilidad, facilidad de uso y coste económico, de manera

que permitan su aplicación en estudios de campo. Entre ellas destacan el EEG y la

espectroscopía por luz cercana al infrarrojo.

Entre las aplicaciones de la neuroergonomía podemos destacar las

intervenciones con técnicas de estimulación cerebral (estimulación transcraneal

directa por corriente continua), entrenamiento y rehabilitación de pacientes

neurológicos, y el desarrollo de neuroprótesis e interfaces cerebro-computadora

(BCI) que permiten mover prótesis mecánicas con el cerebro y facilitan la

comunicación cuando el lenguaje o las funciones motoras están dañadas.

7. Preguntas de estudio

¿Qué aporta añadir el prefijo “neuro-“ a la “ergonomía”? ¿Crees que supone

un añadido relevante o simplemente se trata de una moda más de la era

“neuro”?

Consulta el Programa Científico de una conferencia de neuroergonomía y

describe dos temáticas de conferencias (o pósters) que te hayan llamado la

atención.

Realiza una búsqueda en un portal de trabajo especializado en ergonomía y

describe dos ofertas de trabajo que encuentres.

8. Bibliografía

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Neuroergonomía

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Neuroergonomía

Neuroergonomía

Capítulo 2. Vigilancia

Autor: Ángel Correa Torres

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Neuroergonomía

Capítulo 2. Vigilancia

Índice de Contenidos

1. Introducción

2. Tareas de vigilancia

3. Teorías sobre la vigilancia

4. Medición y monitorización de la vigilancia

5. Conclusiones

6. Preguntas de estudio

7. Bibliografía

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Neuroergonomía

1. Introducción

Probablemente la mayoría de nosotros hemos experimentado alguna vez que

nuestro nivel de atención aumenta súbitamente al escuchar una alarma de

incendios, que la atención decae tras realizar una tarea monótona durante un rato,

o que resulta difícil atender a las explicaciones del profesorado cuando las clases

son por la mañana muy temprano o a la hora de la sobremesa.

Estos ejemplos cotidianos ilustran que nuestra habilidad para atender a los

estímulos es limitada y no permanece constante, sino que experimenta

oscilaciones a lo largo del tiempo. Comprender e intentar predecir las fluctuaciones

de la atención es un objetivo de la Psicología que tiene implicaciones relevantes

para la mejora de la salud y el bienestar social, como por ejemplo la prevención de

accidentes que ocurren debido a un lapso o fallo transitorio de la atención.

Las fluctuaciones de la atención han sido objeto de estudio desde los inicios

de la Psicología Experimental. Por ejemplo: ¿Cuál sería la duración máxima que

podría tener un día de escuela sin que el alumnado empeorara su nivel de

ejecución y aprendizaje? Investigadores como Ebbinghaus o Kraepelin ya se

planteaban estas cuestiones en torno al año 1890. Más concretamente en el campo

de la atención, otras investigaciones informaron de que la percepción de tonos de

una intensidad muy débil, cercana al umbral de detección auditiva, oscilaba entre

estados subjetivos de detección y no detección. Nicolai Lange (1887) demostró que

tales oscilaciones eran causadas por fatiga de la atención.

Estos hallazgos ponen de manifiesto dos dimensiones fundamentales de la

atención: intensidad y temporalidad. La vigilancia es definida en términos de ambas

dimensiones, como la habilidad de los organismos para mantener su foco de

atención y permanecer alerta durante largos periodos de tiempo (véase Warm,

Parasuraman y Matthews, 2008, para una revisión).

Llegados a este punto, podríamos plantearnos por qué los psicólogos hemos

de estudiar la vigilancia, para qué es importante su estudio. El estudio de la

vigilancia cobra gran importancia si consideramos cómo los avances tecnológicos

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Neuroergonomía

han transformado el papel de los trabajadores en la sociedad actual. La progresiva

automatización de procesos nos convierte en vigilantes y supervisores de la

correcta ejecución de dichas rutinas por parte de las máquinas (Sheridan, 1980).

Como veremos a continuación, las actividades humanas que han recibido

más investigación desde la vigilancia suelen tener en común el hecho de que un

fallo de la atención implicaría graves consecuencias para la salud de las personas.

Algunos ejemplos de estas actividades son: monitorización de pacientes

hospitalizados, pilotaje de aviones y trenes, transporte de mercancías peligrosas,

vigilancia militar, control en centrales nucleares, control del tráfico aéreo,

inspección de seguridad en aeropuertos, etc.

2. Tareas de vigilancia

El estudio de la vigilancia recibió un gran impulso durante la II Guerra Mundial,

mediante investigaciones que pretendían esclarecer por qué los operarios de radar

aéreo y de sónar submarino fallaban en su tarea de detectar las débiles señales en

sus pantallas que indicaban la presencia del enemigo.

Mackworth (1948) diseñó el “Test del Reloj”, una tarea para medir vigilancia

en el laboratorio que simulaba el papel de un operario que vigila la pantalla de un

radar. En el test del reloj, los participantes deben atender durante dos horas a un

estímulo que se mueve dando pequeños saltos alrededor de una circunferencia

(como la aguja que marca los segundos en un reloj). De vez en cuando se

presentaba la “señal” (o “estímulo objetivo”) que los participantes han de detectar, y

que consistía en que ese estímulo daba un salto un poco más grande de lo normal.

Así, el test del reloj incluye los dos ingredientes esenciales de las tareas clásicas

de vigilancia que las convierten en tareas extremadamente monótonas: su larga

duración y la baja frecuencia con la que ocurre la señal.

Estas investigaciones revelaron que los lapsos en la detección de señales

ocurrían con mayor frecuencia conforme más tiempo llevaran los operarios

realizando la tarea. A este resultado se le conoce como “decremento de vigilancia”.

Concretamente, el porcentaje de señales que no eran detectadas incrementaba

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para cada uno de los 4 bloques sucesivos de media hora que duraba la tarea.

Igualmente relevante fue el descubrimiento de que este decremento de vigilancia

ocurría mucho más pronto de lo que se sospechaba en un principio. Tras sólo

media hora realizando el test del reloj, Mackworth encontró que la exactitud de los

participantes en detectar señales caía hasta un 15%.

Gracias al gran desarrollo de la informática, actualmente es posible utilizar

simuladores para estudiar la vigilancia en el laboratorio de forma más segura y con

mayor control experimental. Por ejemplo, para tareas de investigación y de

entrenamiento, se pueden utilizar simuladores de pilotaje de aviones, de

conducción de vehículos o de trenes. Estos simuladores presentan un amplio rango

en cuanto al grado de fidelidad con la que simulan la realidad, desde sencillos

videojuegos de ordenador (como el que aparece en la Figura 2.1), hasta

simuladores sofisticados que utilizan coches reales movidos por un sistema de

plataformas.

Figura 2.1. Simulador de conducción con registro simultáneo del

electroencefalograma (EEG) utilizado en la Universidad de Granada.

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Los simuladores de conducción que se emplean para el estudio de la

vigilancia generalmente presentan carreteras monótonas, donde se mide la

habilidad para mantener la atención y corregir la trayectoria del vehículo ante

eventos inesperados, como una ráfaga de viento que desplaza lateralmente el

coche. Por ejemplo, en un estudio de Correa y colaboradores (2014), los

participantes tenían que conducir un coche a una velocidad constante (100 Km/h)

siguiendo una línea central de color verde a lo largo de un circuito con forma de

óvalo. Al cabo de unas cuantas vueltas al circuito se observó un claro decremento

de vigilancia, que se refleja en un incremento del error de posición del coche, es

decir, a los participantes cada vez les costaba más trabajo evitar que el coche se

desviara de la trayectoria objetivo.

Figura 2.2. Decremento de vigilancia en una tarea de simulación de conducción a

través del tiempo en tarea. En la gráfica se observa que conforme más vueltas se

da al circuito, el error de posición del coche, medido en puntuaciones típicas,

incrementa (adaptado de Correa, Molina y Sanabria, 2014).

Más recientemente, la vigilancia también se ha estudiado con tareas de

tiempo de reacción. Estas presentan dos ventajas respecto a las tareas clásicas

descritas anteriormente. Primero, dado que la utilización de tareas experimentales

de tan larga duración para medir vigilancia no siempre es posible, hay un creciente

interés por el uso de tareas más cortas tanto en investigación básica como en

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Neuroergonomía

contextos aplicados a la clínica y la ergonomía (Ruz et al., 2011). Además,

permiten estudiar con una mayor resolución temporal las fluctuaciones rápidas de

la atención que ocurren en unos pocos segundos, ya que registran un mayor

número de respuestas por unidad de tiempo.

Ejemplos de estas tareas son el Test de Ejecución Continua (Continuous

Performance Test - CPT; Conners, Epstein, Angold y Klaric, 2003), utilizado

ampliamente para el diagnóstico del trastorno por déficit de atención e

hiperactividad; la Tarea de la Atención Sostenida a la Respuesta (Sustained

Attention to Response Task - SART; Robertson, Manly, Andrade, Baddeley y Yiend,

1997), utilizada en pacientes con lesión en el lóbulo frontal, o el Test de Vigilancia

Psicomotora (Psychomotor Vigilance Test - PVT; Lim y Dinges, 2008), que sirve

para medir el efecto de la privación de sueño.

El Test de Vigilancia Psicomotora consiste en una tarea de tiempo de

reacción simple, cuya característica principal es que el estímulo objetivo aparece

de forma impredecible en el tiempo (tras un intervalo aleatorio entre 2 y 10

segundos). Entre las ventajas de esta tarea se encuentran su facilidad de

administración (un simple teléfono móvil sería suficiente), su brevedad (10 minutos

en la versión estándar, que puede acortarse a 3 minutos), apenas muestra efectos

de aprendizaje (conveniente para administraciones repetidas), muestra una alta

fiabilidad test-retest y una gran sensibilidad a la privación de sueño, fármacos

estimulantes y variaciones circadianas del nivel de alerta.

3. Teorías sobre la vigilancia

La vigilancia, al igual que ocurre con otras funciones psicológicas, es un concepto

complejo y difícil de capturar en una sola definición. Así, es comprensible que a lo

largo de la historia hayan surgido diferentes teorías que intentan explicarla. Como

veremos a continuación, las teorías van surgiendo como solución a problemas

explicativos de sus predecesoras. Por tanto, es importante conocer las diferentes

teorías ya que cada una enfatiza un conjunto de factores que son relevantes para

entender la vigilancia. En este capítulo nos centraremos en la teoría de la

activación, la teoría de los recursos y la teoría de la distracción.

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Neuroergonomía

Teoría de la activación o arousal.

Esta teoría establece que el nivel de vigilancia de los individuos depende de su

nivel de arousal o activación psicofisiológica. El Locus Coeruleus, núcleo productor

de norepinefrina (también llamada noradrenalina) localizado en el tronco cerebral,

tiene un papel clave (junto con la formación reticular y proyecciones ascendentes

del tálamo) en la regulación de los procesos de vigilia y del estado de alerta.

En su formulación más simple, esta teoría sostiene que la naturaleza

monótona y repetitiva de las tareas de vigilancia reduce la activación del sistema de

vigilia Locus Coeruleus-Norepinefrina. Esto produciría una hipoactivación general

del sistema nervioso que se refleja en un empeoramiento progresivo de la

ejecución a lo largo de la tarea. En otras palabras, la hipoestimulación

característica de las tareas clásicas de vigilancia produce una hipoactivación

progresiva en el cerebro que se refleja en el comportamiento como el típico efecto

de decremento de vigilancia.

Una evidencia a favor de la relación entre activación y ejecución en tareas

de vigilancia es la Ley de Yerkes-Dodson (1908). Estos autores realizaron una

serie de experimentos que demostraron que el nivel de activación determinaba la

capacidad de aprendizaje. Concretamente, la activación se manipuló mediante la

intensidad de una descarga eléctrica que proporcionaban a una muestra de

roedores cuando entraban en el compartimento que debían aprender a evitar. La

tarea consistía en discriminar dos compartimentos que diferían en cuanto a la

cantidad de luz que tenían (el más claro no llevaba descarga asociada mientras

que el más oscuro sí). El descubrimiento principal consistió en que la dificultad de

la tarea determinaba la relación entre activación y ejecución. Una tarea sencilla

(discriminar entre compartimentos blanco y negro) se realizaba mejor conforme

mayor era el nivel de activación. Sin embargo, un exceso de activación deterioraba

el nivel de ejecución cuando se realizaban tareas más difíciles (discriminar entre

dos compartimentos de color gris muy parecido).

La investigación de Yerkes y Dodson muestra que no hay una relación única

entre activación y ejecución, sino que esta depende de factores como las

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Neuroergonomía

características de la tarea. Esto sugiere que la vigilancia no es un concepto simple

ni unitario. Como consecuencia, surgen un conjunto de teorías sobre la vigilancia

que se diferencian entre sí en términos de los factores concretos que enfatizan. A

continuación veremos una teoría que intenta especificar con mayor precisión qué

querían decir Yerkes y Dodson cuando se referían a una tarea fácil frente a una

tarea difícil.

Teoría de los recursos atencionales.

De acuerdo al modelo de recursos de Kahneman (1973), la atención (por ende la

vigilancia) se entiende como un conjunto limitado de recursos energéticos que

determina la capacidad de trabajo mental. Estos recursos dependen de la cantidad

general de activación del organismo. El aspecto central del modelo consiste en

explicar cómo se reparte ese esfuerzo, es decir, cómo se asignan los recursos

atencionales a las diferentes tareas. Para ello se consideran dos elementos

básicos: la evaluación de las demandas de capacidad y la política de distribución

de recursos.

La política de distribución de recursos tiene en cuenta varios factores como

las disposiciones estables del organismo (ej. automatismos) y las intenciones

transitorias (ej. motivación). Esta política, en combinación con un proceso de

evaluación de demandas de capacidad que considera la cantidad de energía

disponible, es lo que regula el reparto de energía entre diferentes tareas. Por

ejemplo, si una tarea es sencilla y equivocarse no implica graves consecuencias, la

política de distribución no asignará muchos recursos energéticos para su

realización. Por el contrario, si la tarea no está automatizada, hay una fuerte

motivación para su desempeño óptimo y además hay una cantidad adecuada de

energía disponible, la política de distribución de recursos consistirá en un

incremento en la asignación de energía para la realización de dicha tarea. En otras

palabras, este modelo funcionaría como un termostato, donde la regulación de la

energía mental se produce a partir de un mecanismo de retroalimentación que

incluye una comparación entre las demandas de las condiciones actuales y las

condiciones objetivo.

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Neuroergonomía

Sin embargo, las primeras concepciones unitarias sobre la vigilancia no

podían explicar algunos resultados de investigaciones donde una misma persona

realizaba muy bien una tarea de vigilancia y su ejecución no tenía ninguna relación

con la ejecución en otra tarea de vigilancia. Así, en los años 80 se cambió a

considerar que la vigilancia dependía de los diferentes procesos cognitivos que

demandaba específicamente cada tipo de tarea. En un principio, esto complicaba el

gran sueño de los investigadores de predecir y controlar la ejecución en tareas de

vigilancia. Para resolver esto, investigadores como Parasuraman y Davies (1977)

realizaron una clasificación de todas las tareas de vigilancia en función de la

cantidad de recursos atencionales que demandan. A partir de este trabajo de

revisión concluyeron que el decremento de vigilancia durante la realización de una

tarea es mayor cuanto más recursos atencionales demanda dicha tarea.

Obsérvese el contraste entre ambas teorías a la hora de explicar el

fenómeno del decremento en vigilancia. Por un lado, la teoría del arousal

consideraba que el decremento en vigilancia se debía a una hipoactivación

fisiológica causada por las características hipoestimulantes de este tipo de tareas.

Por el contrario, esta nueva teoría considera que determinadas tareas de vigilancia

demandan tal cantidad de recursos que acaban por sobrecargar el sistema

cognitivo y agotar sus recursos disponibles para realizar la tarea, dando lugar a un

decremento progresivo en la ejecución. A pesar de que este debate aún no está

resuelto, a continuación veremos un ejemplo de teoría que permite integrar ambas

posturas.

Teoría de la distracción

Una de las características principales de esta teoría es el concepto de lapso,

distracción o fallo transitorio de la atención. Este concepto es importante porque

implica que las fluctuaciones en el nivel de vigilancia pueden ocurrir a escalas

temporales mucho más pequeñas de lo que se pensaba. En la vida cotidiana

probablemente todos hemos experimentado lapsos atencionales, por ejemplo,

echarle sal al café. Según esta teoría, para cometer estos errores de ejecución no

es necesario llevar ni media hora ni dos horas seguidas realizando una misma

tarea monótona de vigilancia.

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Neuroergonomía

Los lapsos pueden ocurrir por la intrusión de pensamientos distractores que

no están relacionados con la ejecución de la tarea objetivo, o por un desenganche

periódico de nuestro foco de atención; en otras palabras, por una bajada

momentánea, en cuestión de segundos, del sistema de control atencional. Por

tanto, de acuerdo a la escala temporal donde ocurren los decrementos o fallos de

la vigilancia, podemos distinguir entre aspectos más tónicos (entre minutos y horas)

o más fásicos (de segundos a minutos) de la vigilancia, también denominados

como “atención sostenida” o “alerta” (e.g., Posner, 1978).

Esta teoría comparte con la del arousal que la naturaleza repetitiva y

monótona de la estimulación produce una habituación, y comparte con la teoría de

los recursos que dicho “aletargamiento” puede controlarse de forma intencional, es

decir, asignando más recursos de control atencional. En el apartado siguiente

veremos evidencia fisiológica en favor de las fluctuaciones rápidas de la atención

que postula la teoría de la distracción.

4. Medición y monitorización de la vigilancia

Recordemos que un objetivo fundamental de la investigación en vigilancia es la

predicción y el control de la ejecución de actividades que requieren mantener un

nivel de atención óptimo para su realización de forma eficaz y segura. Para ello, el

primer paso consiste en conocer cómo se puede medir el nivel de vigilancia.

Medidas subjetivas

En las medidas subjetivas, el individuo informa a través de cuestionarios acerca de

cómo percibe su propio nivel de vigilancia. Podemos destacar la Escala Analógica

Visual (VAS), la Escala de Somnolencia de Stanford (SSS) y la de Karolinska

(KSS).

La Escala Analógica Visual consiste en una línea de 100 mm en cuyos

extremos aparecen los términos “somnolencia extrema” y “alerta plena”, para que el

sujeto marque el punto de dicho continuo que mejor refleje su estado actual (Monk,

1989). Su rápida administración la convierte en un instrumento útil para estudiar

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Neuroergonomía

cambios de activación de un individuo con gran resolución temporal, ya que se

puede administrar de forma repetida en cortos intervalos de tiempo.

La Escala de Somnolencia de Stanford (SSS; Hoddes, Zarcone, Smythe,

Phillips y Dement, 1973) y la Escala de Somnolencia de Karolinska (KSS; Akerstedt

y Gillberg, 1990) consisten en un conjunto de ítems que describen diferentes

estados de vigilancia (“relajado, despierto, no en alerta plena”) de los cuales el

individuo ha de escoger el que mejor representa su estado actual. Es interesante

destacar que la KSS muestra una fuerte correlación con medidas objetivas de

somnolencia basadas en el EEG de individuos privados de sueño que realizaban

una tarea de conducción simulada (Horne y Baulk, 2004).

Finalmente, de acuerdo a la teoría de la distracción, parece lógico usar

cuestionarios que miden la disposición estable de las personas a cometer fallos y

lapsos de atención, por ejemplo, el Cuestionario de Fallos Cognitivos (Cognitive

Failures Questionnaire - CFQ; Broadbent, Cooper, FitzGerald y Parkes, 1982).

También se han reportado correlaciones significativas entre la puntuación del CFQ

y la ejecución en la tarea SART (Robertson et al., 1997). La tarea SART consiste

en responder rápidamente a una serie aleatoria de números del 1 al 9, con la

condición de que los participantes deber inhibir su respuesta cuando el número

presentado es el “3”. Concretamente, personas con alta puntuación en el

cuestionario, y por tanto con fuerte tendencia a la distracción y a experimentar

lapsos de atención, cometían más errores en la condición en que tenían que inhibir

una respuesta inapropiada.

Movimientos oculares

Las variaciones en el estado de vigilancia se han relacionado con la tasa y la

duración de los parpadeos, con la duración con que se mantienen los párpados

semicerrados (cubriendo la pupila) y con movimientos oculares lentos que

preceden al inicio de la Fase I del sueño (Thorpy y Billiard, 2011). Actualmente hay

un gran auge en el diseño de dispositivos fiables, económicos y sencillos de llevar

para aplicarlos a tareas cotidianas. Por ejemplo, en la industria automovilística se

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Neuroergonomía

podría aplicar como un sistema de seguridad vial que permita prevenir accidentes

causados por fatiga o somnolencia al volante.

Aparte de la investigación en vigilancia, esta técnica presenta multitud de

aplicaciones importantes, tales como estudiar la carga de trabajo en los

controladores aéreos (Marchitto, Benedetto, Baccino y Cañas, 2016), o para

mejorar el diseño de dispositivos de presentación de información visual.

Medidas de activación cerebral

La medición de la actividad cerebral con técnicas de alta resolución como la

electroencefalografía (EEG) es importante en este contexto porque puede

proporcionar información a tiempo real de estados neurales relacionados con la

eminente ocurrencia de un lapso de la atención. Un resultado clásico muestra que

la actividad oscilatoria del cerebro refleja variaciones en arousal (Santamaria y

Chiappa, 1987), de modo que la señal del EEG representa uno de los marcadores

fundamentales de las fluctuaciones en vigilancia. Por ejemplo, Makeig y Jung

(1996) encontraron incrementos en la potencia de los ritmos EEG en la banda de

frecuencias theta (4-5 Hz) hasta unos 10 segundos antes de que se produjera un

lapso en detectar un estímulo auditivo en una tarea de vigilancia clásica (detección

de un sonido infrecuente). Por otro lado, O’Connell y colaboradores (2009)

encontraron una mayor actividad alfa (8-14 Hz) en electrodos parietales hasta 20

segundos previos a la comisión de un error, en una tarea de vigilancia donde había

que monitorear la duración de una sucesión de eventos. Aplicando Análisis de

Componentes Independientes (ICA) al EEG registrado durante la tarea PVT y una

tarea de conducción simulada en nuestro laboratorio hemos replicado una relación

positiva entre mayores tiempos de reacción (peor vigilancia) y la potencia de los

ritmos alfa, theta y beta en áreas de la red por defecto (componentes parieto-

occipital, centro-medial y frontal; Molina, Sanabria, Jung y Correa, 2017).

Con técnicas de neuroimagen por Resonancia Magnética funcional (RMf),

Eichele y cols. (2008) encontraron que la comisión de errores podía ser predicha

con una antelación de 20 segundos basándose en decrementos en la desactivación

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Neuroergonomía

de áreas relacionadas con la “red por defecto” y por decrementos en la activación

de áreas de la red implicada en el mantenimiento de la atención a la tarea.

Sin embargo, como se comentó en el apartado de métodos, la RMf no es

una técnica adecuada para realizar estudios de campo. La Sonografía

Transcraneal Doppler (TCD), en cambio, es un sistema portátil y relativamente

barato que puede resultar útil para medir vigilancia en contextos aplicados fuera del

laboratorio. Usando esta técnica, Shaw et al. (2013) midieron la velocidad del flujo

sanguíneo cerebral a una muestra de 30 participantes que realizaban una tarea

clásica de detección de señales (N = 10), una tarea SART (N = 10) o una condición

control de no tarea (N = 10). Encontraron que la velocidad del flujo cerebral

disminuía selectivamente conforme empeoraba la ejecución a lo largo del tiempo

en tarea, en línea con el fenómeno del decremento de vigilancia. Este resultado

sugiere que la velocidad del flujo sanguíneo cerebral puede utilizarse como un

índice de la cantidad de recursos cognitivos disponibles, de acuerdo a la teoría de

los recursos.

Con la medición de la temperatura periférica, en nuestro laboratorio hemos

encontrado una relación con la ejecución de tareas de vigilancia. Concretamente

observamos que un mayor gradiente distal-proximal (diferencia entre la

temperatura distal de la muñeca menos la temperatura proximal infraclavicular,

véase Capítulo 1) se relaciona con tiempos de reacción mayores en el Test de

Vigilancia Psicomotora (Molina et al., 2017) y con peor inhibición en la Tarea de la

Atención Sostenida a la Respuesta (SART). El incremento del gradiente distal-

proximal se ha asociado a un mecanismo de inducción del sueño mediante la

bajada de la temperatura central, y por tanto con más somnolencia y menos

vigilancia (Lara, 2017).

5. Conclusiones

El registro de medidas subjetivas es una técnica que los profesionales de la

Neuroergonomía deben conocer y que pueden usar para evaluar el nivel de

vigilancia de los individuos. No obstante, hemos de tener en cuenta que estas

medidas por sí solas no tienen una fiabilidad absoluta. Como ocurre con el resto de

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Neuroergonomía

técnicas que se han descrito para estimar la vigilancia, no existe la “técnica de oro”

que nos permita evaluar la en todos los casos y de forma infalible. Es por tanto

nuestra responsabilidad como profesionales de la Neuroergonomía conocer el

amplio rango de instrumentos y sus condiciones de aplicación, con objeto de

diseñar la combinación específica de medidas que mejor se ajuste a cada situación

en particular.

6. Preguntas de estudio

Describe tres actividades o trabajos que demanden un buen mantenimiento

de la vigilancia.

Piensa en qué factores pueden determinar el nivel de vigilancia de una

persona.

¿Qué ventajas e inconvenientes puede tener el hecho de que nuestra

atención no quede permanentemente enfocada hacia el mismo objeto o

tarea?

7. Bibliografía

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Neuroergonomía

Neuroergonomía

Capítulo 3. Efectos del trabajo por turnos en la salud de

las personas mayores

Autor: Marcelino Romero Rayo

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Neuroergonomía

Capítulo 3. Efectos del trabajo por turnos en la salud de

las personas mayores

Índice de Contenidos

1. Introducción

2. Trabajo por turnos

2.1. Definición

2.2. Legislación vigente

2.3. Consecuencias del trabajo por turnos sobre el trabajador

2.4. Medición de los ritmos circadianos y del síndrome del

trabajador por turnos

3. Envejecimiento y trabajo por turnos

4. Estrategias de intervención

5. Conclusiones

6. Preguntas de estudio

7. Bibliografía

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Neuroergonomía

1. Introducción

Vivimos en una sociedad que ha experimentado un gran cambio en los últimos

años en lo que se refiere a nuestro ritmo de vida. Actualmente los ciudadanos

demandamos unas necesidades y servicios con una mayor urgencia. Esta dinámica

responde al modelo económico actual, enfocado a maximizar los beneficios que

pueden proporcionar los recursos en los que se ha invertido un capital.

Este cambio de ritmo ha traído consigo que los recursos, tanto materiales

como humanos, deban estar disponibles las 24 horas del día y los 365 días del

año. Esto provoca la necesidad de que existan puestos de trabajo con un horario

nocturno, es decir, trabajo por turnos. Si bien el ser humano ha demostrado a lo

largo su propia historia una gran adaptación al medio, existe un claro problema a la

hora de afrontar el trabajo por turnos, y es que nuestra actividad fisiológica sigue

unos patrones que son incompatibles con la realización de tareas a lo largo de la

noche. Es imperativo para el correcto funcionamiento de la persona un

cumplimiento de estos patrones para poder desenvolverse de una forma adecuada.

A los patrones fisiológicos relacionados con el sueño se les llama ritmos

circadianos que, por definición, cumplen ciclos de sueño-vigilia de 24 horas (Madrid

y Rol, 2006). La duración del ciclo es debida a las condiciones de luz de nuestro

entorno. Históricamente, la luz a la que ha estado expuesto el ser humano se

correspondía con la que recibía del Sol, pero en la actualidad los avances

tecnológicos nos proporcionan luz a cualquier hora. Sin embargo, exponerse a la

luz nocturna dificulta una buena adaptación de nuestro sistema biológico.

Por otra parte, hay que tener en cuenta la normativa sobre la que se

estructura la vida laboral de las personas. En España la edad de jubilación se sitúa

actualmente en los 65 años, y según el Instituto Nacional de Estadística, el 69,3 %

de la población activa de 64 años solo tiene unos estudios de nivel primario (INE,

2012). De estos datos se extrae que los trabajadores mayores tendrán una mayor

probabilidad de tener un trabajo nocturno o de vigilancia. Además, si prosigue la

actual tendencia en la pirámide demográfica nos encontraremos, según el Instituto

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Neuroergonomía

Nacional de Estadística, con que “el porcentaje de población mayor de 65 años,

que en este momento es del 18,2%, pasaría a ser 24,9% en 2029”.

Cuando el cuerpo humano se aproxima a la senectud en los países

industrializados se encuentran dolencias evidentes debidas a la vejez, pero

también influidas por nuestro estilo de vida, así pues las principales dolencias

físicas son la hipertensión o el dolor de espalda crónico (INE, 2012). A esta edad

además disminuyen algunas capacidades cognitivas, como el control para inhibir

respuestas inapropiadas, y se experimenta un cambio en los ritmos circadianos y

en los patrones del sueño. Así pues, cuando se trata de trabajos que van en contra

de nuestros ritmos circadianos (como es el trabajo por turnos) es conveniente tener

en cuenta a las personas próximas a la edad de jubilación, ya que sus condiciones

serán distintas y determinarán su rendimiento en la tarea que puede requerir el

trabajo.

2. Trabajo por turnos

2.1. Definición

Según el Estatuto de los Trabajadores de 1995 (BOE, 1995), el trabajo por turnos

consiste en “Toda forma de organización del trabajo en equipo según la cual los

trabajadores ocupan sucesivamente los mismos puestos de trabajo, implicando

para el trabajador la necesidad de prestar sus servicios en horas diferentes en un

periodo determinado de días o de semanas”.

El trabajo por turnos puede organizarse de forma distinta dependiendo de las

demandas de la empresa, dando lugar a: sistema discontinuo, donde el trabajador

cesa su actividad de noche y en los fines de semana; sistema semicontinuo, el ciclo

de cambio es semanal y las horas de trabajo se realizarán por la mañana, por la

tarde, o bien, por la noche; o sistema continuo en el que el trabajo se realiza de

forma ininterrumpida sin tener en cuenta hora del día o día de la semana,

incluyéndose las horas que corresponden al trabajo nocturno (Nogareda, 1998).

Por ejemplo, un tipo de trabajo que se rige por el sistema semicontinuo sería el que

se da en una estación de servicio de 24 horas en el que existen 3 turnos de 8 horas

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(mañana, tarde y noche) y el trabajador cada semana trabaja solo en uno de ellos,

siendo la rotación con un intervalo semanal.

El trabajo nocturno es un tipo de trabajo por turnos donde la actividad laboral

se desarrolla entre las 10 de la noche y las 6 de la mañana del día siguiente. El

trabajador nocturno es aquel cuya jornada laboral corresponde al menos en una

tercera parte al horario nocturno (Nogareda y Nogareda, 1997).

2.2. Legislación vigente

La legislación actual que regula el trabajo por turnos nocturno data de 1995. Esta

ley prohíbe la realización del trabajo nocturno tanto en el periodo de embarazo

como en el de lactancia. (Ley 31/1995, 1995).

Según la legislación europea, no se trabajará más de 8 horas en un periodo

de 24. En los trabajos que impliquen riesgo la duración deberá ser menor. En el

caso de los trabajadores nocturnos se deberán tomar medidas especiales

adaptadas a las exigencias del trabajo. Sin embargo la existencia de esta

legislación no implica que estas normas se cumplan, ya que en el documento se

indican que estas son las normas que “los estados miembros han de adoptar”

(Directiva 2003/88/CE, 2003).

Según las estadísticas sobre la actividad laboral al nivel europeo (Eurostat,

2012), no existe uniformidad en cómo se organiza el trabajo. Por ejemplo, respecto

a la duración de la jornada laboral, en España se trabajan 1690 horas al año,

mientras que en Holanda trabajan 1379 horas. Por tanto, estas disparidades

dificultan la aplicación igualitaria de una ley laboral a todo el territorio europeo (INE,

2012).

Así pues, el trabajo por turnos en el territorio español se encuentra ante una

legislación ambigua, que no permite ejecutar de una forma concreta cuáles deben

ser los periodos de trabajo y de descanso de los trabajadores. Además cabe indicar

que en el caso de la española no se distingue en función a las variables de riesgo

ni del esfuerzo del trabajo realizado. Si vamos más allá, podemos caer en la cuenta

a la hora de revisar ambos documentos, que no se toma en cuenta la variable

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Neuroergonomía

edad, ni por tanto, cómo el envejecimiento puede influir en el rendimiento y la

seguridad de la tarea realizada por el trabajador por turnos.

2.3. Consecuencias del trabajo por turnos sobre el trabajador

En el trabajo por turnos intervienen una serie de factores que se interrelacionan

entre sí y que condicionan la salud del trabajador: la duración y la calidad del

sueño, los ritmos circadianos característicos del trabajador y el ambiente socio-

familiar al que se encuentra expuesto el trabajador (Figura 3.1). Para que el

trabajador por turnos se halle con unos niveles idóneos de bienestar, salud y

seguridad será necesario que estos tres factores se encuentren en condiciones

óptimas, de tal forma que no descompensen el equilibrio de este sistema (Monk,

2012).

Figura 3.1. Factores que intervienen en el trabajo por turnos (adaptado de Monk,

2012).

La realización prolongada de un trabajo a lo largo de la noche presenta una

serie de efectos negativos a corto y a largo plazo. Es decir, efectos que se

manifiestan directamente (desde el primer momento en que se realiza el trabajo), y

efectos que se dan con el paso del tiempo en contextos ajenos al laboral.

Bienestar, salud y

seguridad del trabador por

turnos

Ritmos Circadianos

Ambiente socio-

familiarSueño

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Neuroergonomía

Los efectos a corto plazo del trabajo a turnos consisten en una pérdida de

eficiencia en el rendimiento tanto en el trabajo como fuera del mismo, en parte

debido a una menor duración y calidad del sueño. Como consecuencia aparece un

mayor nivel de fatiga e irritabilidad (Madrid y Rol, 2006).

En línea con el modelo de Monk (2012), sabemos que el sueño es una de

las variables que más resulta afectada por el trabajo a turnos. El sueño cumple una

función reparadora y normalmente también sigue un patrón circadiano. Así, el

declive en las funciones cognitivas del trabajador nocturno tienen especial

importancia en trabajos que implican un riesgo para la salud, como puede ser el de

transportista. Concretamente, se ha demostrado que la probabilidad de ocurrencia

de los accidentes de transporte fluctúa a lo largo del día, es decir, sigue un patrón

circadiano similar a los niveles de somnolencia. La hora crítica de mayor ocurrencia

de accidentes (y de mayor somnolencia) es a las 3 de la madrugada. A esta hora,

el sistema biológico humano, que es diurno, está diseñado para dormir y

descansar, no para trabajar (Folkard, 1997).

Por otra parte, nos encontramos diferencias individuales en los ritmos

circadianos de sueño-vigilia, lo que se conoce como “cronotipos”. Estos se

clasifican en función de cuál es el momento en el que cada persona se encuentra

predispuesta a realizar una actividad con mayor rendimiento. Existen

principalmente tres cronotipos. Los cronotipos matutinos se caracterizan por

madrugar y presentan un estado óptimo en torno a las 12 del mediodía,

representan un 20% de la población. Los vespertinos tienen un pico de alto

rendimiento sobre las 6 de la tarde y trasnochan si pueden (también un 20%). Entre

ambos están los cronotipos intermedios, con un patrón circadiano menos extremo

que los matutinos y los vespertinos, y representan la mayoría de la población, en

torno a un 60% (Madrid y Rol, 2006).

Los efectos a largo plazo del trabajo a turnos se relacionan con un cambio

de alimentación (el trabajador por turnos ingiere comida con un mayor aporte

calórico y tiende a picar más entre horas) que provoca un cambio en su perfil

metabólico, y que, a la postre, provoca que estos trabajadores tengan una mayor

predisposición en la vejez de padecer diabetes y problemas cardiovasculares. Por

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Neuroergonomía

otra parte se da un aumento de la prevalencia en depresión (debido a que los

trabajadores nocturnos disponen de menos relaciones sociales posibles), neurosis

y fatiga crónica (Madrid y Rol, 2006).

A largo plazo, si todos estos síntomas se cronifican, pueden desencadenar

en el síndrome del trabajador por turnos, que ya se encuentra recogido en el

sistema de Clasificación Internacional de Enfermedades, la CIE-10. El síndrome

presenta los siguientes síntomas: a un nivel físico el trabajador se encuentra

abatido. A un nivel cognitivo, el sujeto presenta un mayor nivel de errores, mayor

dificultad para realizar esfuerzos intelectuales y una sensación de tener “la cabeza

vacía”. Al nivel fisiológico aparece ansiedad que se puede manifestarse en

calambres y vértigos. Por tanto, los efectos son diversos, pudiendo desembocar en

patologías como trastornos cardiovasculares o deterioro del sistema inmunitario

(Asensio, 1998).

2.4. Medición de los ritmos circadianos y del síndrome del

trabajador por turnos

Los ritmos circadianos se pueden medir de forma subjetiva a través de

diarios de sueño que rellenan las personas durante varios días, o de forma objetiva

con técnicas de actigrafía, mediante un acelerómetro que mide la cantidad de

movimientos por unidad de tiempo, o midiendo la temperatura corporal, por

ejemplo, con un sensor colocado en la muñeca de la mano no dominante que

registra durante al menos una semana (véase el Capítulo 1 para más detalles).

Estas medidas podrían informar sobre una posible disrupción del ritmo circadiano

causada por el trabajo a turnos.

Por otro lado, para comprobar más concretamente si existe algún tipo de

síndrome relacionado con el trabajo por turnos se confeccionó el Questionnaire to

Screen for Shift Work Disorder (Barger et al., 2012). Está compuesto por 26 ítems

que analizan las siguientes variables: datos demográficos, detalles sobre el horario,

insomnio cuando se trabaja en turnos no habituales, somnolencia durante turnos no

habituales, sueño excesivo o somnolencia en los descansos. Se responde a los

ítems con una escala Likert de 5 opciones.

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Neuroergonomía

Los criterios que se tienen que cumplir para verificar un posible trastorno

causado por el trabajo por turnos son los siguientes: que desempeñe un trabajo por

turnos, que tenga un insomnio excesivo, que su problema le afecte en sus áreas

social u ocupacional, que su queja se asocie a su horario, que haya tenido

síntomas relacionados con el turno de trabajo durante al menos un mes y que su

problema no sea explicado mejor por otro trastorno del sueño.

3. Envejecimiento y trabajo por turnos

A tenor del envejecimiento de la población y de la falta de regulación de la

normativa del trabajador por turnos en función de la edad, se hace necesario

indicar qué variables pueden ser determinantes de cara a la salud del trabajador.

El envejecimiento se asocia a cambios en las dimensiones cognitiva, social y

afectiva. Los ritmos circadianos y la duración de las distintas fases del sueño

(pudiendo esto afectar a la eficiencia del sueño de cara a su labor reparadora)

también se encuentran alterados en las personas mayores (Yoon et al., 2003).

Concretamente, el tiempo que invierten en un sueño de ondas lentas (reparador) se

reduce, a costa de un aumento del tiempo dedicado al sueño ligero (fases 1 y 2).

También les lleva más tiempo comenzar el sueño y se despiertan con mayor

facilidad ante la presencia de estímulos externos, ya que el tiempo de sueño ligero

se ve aumentado en detrimento del sueño profundo (Echávarri y Erro, 2007). Todos

estos elementos conllevan la falta de un descanso real durante el sueño nocturno y

un menor nivel de alerta durante el día.

En estos cambios podría estar implicada la melatonina (hormona que se

encarga de regular nuestro ciclo diurno/nocturno), ya que cuanto más mayores

somos menos melatonina secreta nuestro sistema endocrino, y se da una menor

calidad del descanso en estos individuos, así como un mayor insomnio (Yoon et al.,

2003).

La luz también tiene un importante papel en la regulación de los ritmos

circadianos. Se ha demostrado que la exposición nocturna a la luz artificial

enriquecida en azul inhibe la secreción de melatonina. Por otra parte, el hecho de

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Neuroergonomía

que las personas mayores requieran de una exposición extra de la luz natural del

día puede deberse a que sus fotorreceptores son menos sensibles a la recepción

de luz, sobre todo en la banda azul del espectro (Duffy et al., 2007).

Si tenemos en cuenta que los primeros síntomas físicos de envejecimiento

comienzan en torno a nuestra tercera década de vida y que los cognitivos se

comienzan a dar de una forma significativa al principio de la quinta década,

podemos afirmar que una gran parte de los trabajadores se encuentra bajo los

efectos de las variables anteriormente nombradas y se deberían tener en cuenta a

la hora de asignar tareas de trabajo. Si nos centramos en el trabajo por turnos

también existen razones de peso para regularlo teniendo en cuenta la variable

edad, ya que los ritmos circadianos se encuentran alterados en el envejecimiento, y

por tanto, el rendimiento profesional en un trabajador por turnos.

4. Estrategias de intervención

De acuerdo a lo mencionado anteriormente, se hace necesaria una intervención

específica sobre las personas que se encuentran en la última etapa de su vida

laboral y trabajan durante el turno de noche. En este capítulo se plantea que podría

utilizarse la exposición a la luz para atenuar la fatiga del trabajador nocturno. En la

última década se han producido los siguientes avances:

Se ha demostrado que las células ganglionares de la retina intrínsecamente

fotosensibles (ipRGC) son especialmente sensibles a la luz azul o luz fría.

Este tipo de luz activa el sistema circadiano y potencia la alerta, de manera

que las personas reaccionan más rápidamente en tareas de atención que

miden tiempos de reacción (Vandewalle et al., 2009).

La exposición de sujetos mayores de 60 años a la luz, durante un tiempo

que oscile entre 20 y 45 minutos (situándolo a 30 pulgadas de una caja con

una intensidad de 10,000 luxes), justo 5 minutos después de que se

despierten, mejora el insomnio (Kirisoglu y Guilleminault, 2004).

Las personas mayores pasan un mayor tiempo libre que las jóvenes en

entornos de mayor intensidad lumínica, lo que podría indicar una mayor

necesidad de recibir más luz (Scheuermaier et al., 2010).

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Neuroergonomía

Existen otras medidas para compensar si el trabajador ya se encuentra bajo

las condiciones de un trabajo por turnos en el que no se adapta. Son las

estrategias de tipo paliativo como son el uso de estimulantes, hacer siestas

o el consumo de melatonina (Duffy et al., 2007). Se hace necesario

implementar dinámicas basadas en la luminoterapia, consistente en

exposiciones a luz brillante o enriquecida en azul a determinadas horas del

día, en las personas con más edad para que reciban una mayor cantidad de

luz, y así compensar las deficiencias en sensibilidad y aumentar su eficiencia

en el descanso.

Una de las tareas pendientes en la regulación del trabajo por turnos consiste

en adaptar el horario conforme al cronotipo del trabajador, teniendo en

cuenta los picos de mayor productividad descritos anteriormente. Si se

ajusta el horario de trabajo al cronotipo se puede observar un aumento

significativo de los trabajadores en lo que se refiere a horas de sueño,

bienestar en el lugar de trabajo y menor percepción de estrés (Vetter et al.,

2015).

5. Conclusiones

Tras la lectura del presente capítulo nos encontramos con varios aspectos

susceptibles de mejora en relación con el trabajador por turnos. El más apremiante

sería regular la ley del trabajo por turnos en función de los recientes hallazgos

acerca de la influencia de la edad y del entorno lumínico en el trabajador por

turnos.

Visto el papel fundamental que tienen la exposición a la luz y la melatonina

en la regulación de los ritmos circadianos, se hace necesario integrar dinámicas en

el mundo laboral que tengan en cuenta esta variable. Esto es especialmente

relevante en las personas mayores (Duffy et al., 2007), ya que tienen una menor

sensibilidad a la luz y una peor calidad de sueño, por lo que hay que adaptar las

dinámicas a este colectivo.

Por otra parte, al nivel empresarial sería conveniente instaurar la medición

del cronotipo de la plantilla de trabajadores, ya que no solo sería beneficioso para

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el propio trabajador, sino también lo sería de cara al aumento de la seguridad,

eficiencia y productividad de la empresa (Vetter et al., 2015).

En el propio lugar de trabajo sería útil una adecuación del mismo a la noche,

adecuar el tipo de luz y proporcionar al trabajador una zona de descanso donde

pueda echar siestas de corta duración, además de un lugar donde poder tomar

comida caliente (Madrid y Lama, 2006).

Finalmente, para evitar los problemas de carácter social y familiar, se puede

proponer como solución dinamizar los horarios, priorizando que los turnos sean

rotatorios, para aumentar las interacciones sociales del trabajador, y así evitar

posibles patologías afectivas.

6. Preguntas de estudio

Cita tres ejemplos de trabajos a turnos.

¿Cuáles son las quejas más frecuentes de los trabajadores a turnos?

¿Cómo diseñarías un estudio para investigar las consecuencias a largo

plazo del trabajo a turnos?

7. Bibliografía

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Neuroergonomía

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Neuroergonomía

Neuroergonomía

Capítulo 4. Diseño de una aplicación para combatir la

carga mental en estudiantes universitarios

Autores: Antonio Jesús Morales Rendón, Dina Bencrimo, Noelia

Rodríguez Estrada, Ana Rodríguez Ruiz, David Soler Ortiz, Aurora

Trinidad Pérez y Ángel Correa.

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Neuroergonomía

Capítulo 4. Diseño de una aplicación para combatir la

carga mental en estudiantes universitarios

Índice de contenidos

1. Introducción

2. ¿Qué es la carga mental?

3. ¿Por qué es importante medir la carga mental?

4. ¿Cómo se mide la carga mental?

5. Carga Mental en la universidad

5.1. Carga Mental y estrés en época de exámenes

5.2. Prevención de la carga mental

5.2.1. Distribución del estudio

5.2.2. Intervención

6. Conclusiones

7. Preguntas de estudio

8. Bibliografía

9. Anexo 4.1. Interfaz de la aplicación

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1. Introducción

En los medios de comunicación habitualmente aparecen noticias relacionadas con

la ansiedad excesiva y el estrés de los estudiantes durante la época de exámenes.

Según el diario “20 minutos”, los estudiantes españoles se sienten estresados por

la carga de trabajo que se les impone. La Organización Mundial de la Salud

advierte que esta carga excesiva tiene repercusiones graves sobre la salud,

provocando cefaleas, dolor abdominal, y sintomatología depresiva (El Periódico,

2016).

El estrés que se padece debido a una alta carga lectiva, especialmente

durante la época de exámenes, es causa de problemas físicos y psicológicos. Por

ello creemos necesario estudiar la carga mental que produce niveles de activación

excesivos e intervenir sobre ella utilizando diferentes técnicas para disminuir los

niveles de estrés, con objeto de prevenir dichos estados poco recomendables para

la salud.

2. ¿Qué es la Carga Mental?

La carga de trabajo mental se produce por una limitación de recursos para la

realización adecuada de una tarea cognitiva. A pesar de la extraordinaria

potencia para computar información que posee nuestro cerebro, su capacidad de

procesamiento es limitada, especialmente en relación con nuestra habilidad para

ser conscientes de una idea, para atender a varios objetos o realizar varias tareas

simultáneamente, y para realizar una actividad nueva, que no hemos practicado

mucho y no tenemos automatizada. En estas situaciones, donde las demandas de

la tarea superan los recursos disponibles y capacidades del individuo, es cuando

las personas experimentan carga mental.

La carga mental es un concepto que surge de la interacción entre las

demandas de tarea y los recursos de la persona. Por ejemplo, la tarea de

conducción es probable que produzca carga mental en conductores noveles pero

no en expertos. Una misma tarea también puede implicar diferentes niveles de

carga en una misma persona, en función de su estado psicológico. Así, un

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socorrista acostumbrado a vigilar grupos de niños en una piscina no sufriría carga

en condiciones normales, pero sí la podría sufrir si se encontrara somnoliento por

no haber dormido suficiente en la noche anterior. Es decir, la carga mental puede

variar de unos individuos a otros y puede variar dentro de un mismo individuo a

través del tiempo.

Otro factor clave en relación con la carga mental es la presión temporal. A

veces, el factor más relevante que produce carga mental no es la cantidad de

trabajo o el tipo de tarea que se ha de realizar, sino el hecho de tener que

completarla lo más rápido posible antes de una fecha límite determinada.

Como se mencionaba, la carga puede variar en función de la cantidad de

práctica o aprendizaje que acumula una persona con una tarea. De este modo, la

idea de automaticidad es central para el concepto de carga, ya que la carga mental

disminuye conforme mayor es el entrenamiento y la experiencia con una tarea. Una

tarea novedosa supone una gran demanda de recursos e implicación de

estructuras cerebrales de control ejecutivo, como la corteza prefrontal (Norman y

Shallice, 1986). En tales condiciones las personas normalmente sufren una gran

carga mental, y dado que todos sus recursos se focalizan en la realización y la

monitorización de la tarea novedosa, estas son incapaces de realizar

adecuadamente otra tarea al mismo tiempo. Esto es lo que ocurre con las personas

que están aprendiendo a conducir. Conforme se va automatizando la tarea de

conducir, a la persona le van quedando disponibles más recursos para atender a

otros estímulos y poder realizar varias tareas a la vez, como mantener una

conversación con el copiloto.

Finalmente, es interesante destacar que la unidad de análisis en

neuroergonomía no se limita a un proceso cognitivo básico. Así, en el caso de

la carga mental, hemos visto que este concepto implica una interacción entre

procesos de aprendizaje (automatización por práctica repetida), control ejecutivo,

motivación y emoción relacionados con la evaluación que hacen los individuos de

sus competencias en relación con las demandas de una tarea.

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Neuroergonomía

3. ¿Por qué es importante medir la carga mental?

Es lógico pensar que en condiciones de alta carga de trabajo mental se incrementa

la probabilidad de cometer un error, lo que podría tener consecuencias

catastróficas. Cuando nuestra capacidad para procesar información resulta

sobrepasada, aparecen el estrés y la ansiedad, y se deterioran procesos cognitivos

clave para la correcta realización de una tarea, tales como la percepción de

estímulos, la consciencia de la situación o la toma de decisiones.

De hecho este es uno de los elementos que se mencionan en el informe que

realizó el grupo de ergónomos expertos sobre las causas del accidente del vuelo

Air France entre Río y París del año 2009, en el que fallecieron 228 personas. En el

informe se menciona que una alta carga mental podría haber causado que la

tripulación no hubiera escuchado la señal de alerta auditiva que avisaba de una

entrada en pérdida (“stall warning”). Es posible que el piloto no hubiera percibido

conscientemente algunas de las indicaciones que aparecían en el “Anunciador de

Modo de Vuelo”. Además, una situación de alta carga (como la que probablemente

experimentó la tripulación debido a la ocurrencia de eventos novedosos e

inesperados), dificulta la toma de consciencia de la situación, la toma de decisiones

para aplicar el procedimiento adecuado, y deteriora la calidad de la comunicación y

la coordinación entre los pilotos del avión.

No sólo es importante conocer la carga mental para prevenir deterioros en la

ejecución debidos a una sobrecarga. También pueden surgir deterioros si la carga

es muy baja para el individuo, subcarga, por ejemplo, por una falta de motivación o

exceso de confianza. Es decir, se trataría de buscar el punto óptimo de demanda y

ejecución de acuerdo a la ley de Yerkes-Dodson (Yerkes y Dodson, 1908).

Por tanto, lo ideal sería ajustar las demandas de la tarea de una forma

flexible de acuerdo al estado de carga mental actual que presenta un individuo en

un momento dado. Esta idea se relaciona con el concepto de automatización

adaptativa, donde el grado de automatización o control que tiene la máquina frente

a un operario es dinámico y depende del estado de la persona: si la persona se

encuentra sobrecargada, el sistema asume el control aliviándole de realizar

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muchas tareas simultáneamente y así reduciendo la carga; si la persona está

infracargada mentalmente, el sistema automático le cede funciones al operario para

que permanezca activo y con su atención enfocada en la tarea.

4. ¿Cómo se mide la carga mental?

La aproximación más sencilla sería medir directamente la ejecución de la persona.

Es decir, si la ejecución en la tarea sufre deterioro, entonces inferiríamos que existe

carga mental. Sin embargo, esta aproximación tiene el inconveniente de que el

concepto de carga de trabajo mental puede ser independiente de la ejecución

observada. Por ejemplo, dos vigilantes que trabajan en los detectores de

mercancías peligrosas con rayos X en los aeropuertos pueden tener una precisión

similar a la hora de detectar un arma (v.g., un 99’5% de aciertos), pero diferir en la

cantidad de esfuerzo o carga mental que les ha requerido conseguir tan precisa

ejecución (imaginemos que uno está más cansado, o que no es tan experto en su

trabajo, que tiene problemas emocionales en casa que le impiden concentrarse,

etc.).

Por tanto, es importante medir la carga de manera independiente a las

medidas de ejecución comportamental. Para ello se pueden utilizar medidas

subjetivas de auto-informe, como por ejemplo el cuestionario de la NASA-TLX

(Hart y Staveland, 1988) que aparece en la Figura 4.1.

Sin embargo, las estimaciones que hacemos de nuestra propia carga

pueden ser poco precisas, o puede que cuando detectemos una sobrecarga de

manera consciente sea ya tarde y se haya producido un grave deterioro en la

ejecución, o puede que el concentrarse en contestar este auto-informe distraiga al

sujeto de su tarea principal. Una buena solución desde la neuroergonomía consiste

en registrar medidas fisiológicas que sirvan de marcador de la carga mental,

teniendo así una medida a tiempo real, y que no interfiera con la actividad del

sujeto.

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Figura 4.1. Ejemplo del cuestionario NASA-TLX, compuesto por 6 items: demanda

de actividad mental, demanda de actividad física, demanda temporal, ejecución y

resultado, esfuerzo y nivel de frustración.

Así, incrementos en la dificultad de una tarea se han asociado con

incrementos en el tamaño de la pupila (Kahneman y Beatty, 1966). Mediante el

uso de una tarea de n-back, que permite manipular la carga de memoria de

trabajo, se han observado cambios en el EEG relacionados con una mayor

potencia de frecuencias beta, mayor potencia de ritmos theta en electrodos

frontales, y supresión de ondas alfa (Gevins et al., 1997). Con la técnica de

espectroscopía por infrarrojos (fNIRS), se ha registrado en optodos frontales un

mayor metabolismo cerebral conforme la carga mental incrementa, tanto en una

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tarea n-back como en una tarea de simulación de control de tráfico aéreo (Ayaz et

al., 2012).

En conclusión, siempre que la situación lo permita, lo aconsejable es realizar

mediciones de la carga mental en las diferentes dimensiones (subjetiva, conducta y

fisiológica), para obtener una idea más completa de lo que puede estar

experimentando un individuo.

5. Carga mental en la universidad

5.1. Carga mental y estrés en época de exámenes

Los estudiantes, en el transcurso de sus vidas académicas se enfrentan a tareas

que suponen un nivel importante de carga mental, tanto por sus exigencias como

por la presión temporal. Este estado de alta carga mental alcanza su apogeo en la

denominada época de exámenes, provocando episodios de estrés y ansiedad.

En España se estima que entre el 15 y el 25% de los estudiantes de

enseñanza primaria y secundaria presentan niveles elevados de ansiedad ante los

exámenes (Escalona y Miguel-Tobal, 1996). Se ha observado además un aumento

significativo de la percepción de sobrecarga de trabajo en el ámbito universitario

desde la implantación del Plan Bolonia (Rubio-Valdehita et al., 2016). Esta

ansiedad de los estudiantes ejerce un impacto negativo sobre las dimensiones

cognitiva, fisiológica y en el rendimiento (Miracco et al., 2012):

Entre los problemas cognitivos más destacables, se observa una autocrítica

severa, pues el estudiante se somete a juicios subjetivos en los que tiende a

infravalorarse en base a las consecuencias de una posible mala ejecución.

También suele sentirse inferior a sus compañeros por haber tenido un peor

desempeño en las evaluaciones, y en general todo tipo de pensamientos

disfuncionales que tiene como denominador común un ataque recurrente a la

autoestima por no satisfacer las expectativas académicas.

Entre los problemas fisiológicos, los síntomas pueden ir desde las molestias

gástricas, como náuseas o vómitos, hasta los problemas respiratorios como la

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disnea, pasando por irregularidades del sueño significativas y tensión muscular

generalizada.

Los efectos de la ansiedad sobre el rendimiento académico de los

estudiantes se agudizan en ciertas circunstancias en que las exigencias de la tarea

suponen una alta presión para el individuo. Las instrucciones amenazantes, la

presión temporal y la complejidad de la tarea, por ejemplo, pueden hacer que un

estudiante ansioso se bloquee, impidiendo que se concentre y ejecute la tarea

empleando todos sus recursos. Así, se crea círculo vicioso que describe la

influencia que tiene preocuparse demasiado por las consecuencias de una mala

ejecución y la mala ejecución en sí, que es una especie de profecía autocumplida

en la que el propio individuo, preocupándose por lo que sucederá si sale mal el

examen, acaba favoreciendo que salga mal.

5.2. Prevención de la carga mental

Para prevenir la carga mental existen estrategias de carácter individual como son la

relajación física, el control de la respiración, el entrenamiento en solución de

problemas, en asertividad y en manejo eficaz del tiempo (Guerrero-Barona y Rubio-

Jiménez, 2005). Esta última nos parece muy efectiva para la prevención del estrés

de cara a la época de exámenes, por lo que la hemos incluido en nuestro diseño.

Con respecto a la gestión del tiempo, es importante que haya una distribución

eficiente y que permita al estudiante tener tiempo de trabajo, de descanso y de

ocio, siendo para ello imprescindible una planificación previa y un conocimiento real

de los recursos temporales con los que cuenta.

5.2.1. Distribución del estudio

Para utilizar el tiempo de la forma más efectiva posible debemos organizarnos.

Algunas pautas para conseguir una buena organización, distribución del tiempo y

eficacia en el estudio son:

Crea un horario semanal donde incluyas en cada día un número de horas de

estudio proporcional a las horas de clase, en el que se encuentren las

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asignaturas específicas que se estudiarán en cada rango de tiempo (por

ejemplo una hora para cada asignatura que se ha dado en el día).

Es importante tener en cuenta que no todas las asignaturas tienen la misma

dificultad, por lo que a las asignaturas más difíciles les dedicaremos más

tiempo que a las más sencillas, intentando siempre no estudiar

seguidamente dos asignaturas similares.

El horario ha de ser flexible.

Deben incluirse horas de descanso y tiempo libre.

Incluye pequeños descansos entre asignaturas.

Todos estos consejos para la correcta distribución del tiempo de estudio se pueden

agrupar en dos grandes metas:

Fijar objetivos realistas, planificados de manera secuencial, que vayan

lográndose gradualmente.

Intentar aprender más que memorizar.

Al planificar el tiempo de estudio hay que tener en cuenta los factores como

la obligatoriedad de asistencia a determinadas clases durante el curso académico y

los consejos sobre salud laboral con respecto al número máximo de horas seguidas

que se debe trabajar. Es decir, una jornada máxima de trabajo efectivo de 9 horas

(o de 12 en casos excepcionales), respetando siempre una distancia de al menos

12 horas entre jornadas de trabajo, y trabajando como máximo 2 horas seguidas

(salvo en las horas de asistencia obligatoria a clase). Por tanto, un ejemplo práctico

de planificación, teniendo en cuenta que el estudiante tendría un turno de clases

por la mañana y dormiría 8 horas diarias, sería el siguiente:

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Neuroergonomía

Hora 9-14 15-16 16-18 18-18:30 18:30-20:30

Actividad Asistencia

a clase Almuerzo Estudio Descanso Estudio

Además, ponemos también como ejemplo el tiempo que necesitaríamos

para preparar un examen de doce temas, contando dos horas como una unidad de

tiempo de estudio. Para cada tema necesitaríamos un mínimo de dos tiempos de

estudio, lo que nos llevaría a necesitar 24 tiempos, aplicando así la práctica

distribuida para optimizar la capacidad de memorización (Baddeley et al., 2010), y

dejando entre ellos al menos un día para cumplir con el tiempo de demora, el cual

se ha demostrado que mejora los resultados del estudio.

En total necesitaríamos al menos unas 48 jornadas de estudio para preparar

de forma segura y efectiva este examen, si seguimos los consejos previamente

indicados, haciéndose notar de nuevo la relevancia de que el estudiante tenga

presente los tiempos necesarios para el estudio y no lo acumule todo en los días

previos a la prueba de evaluación.

Para reducir el estrés en estudiantes universitarios con un patrón de

personalidad exigente y perfeccionista se han propuesto las estrategias siguientes

(Miracco et al. 2012): establecimiento de objetivos realistas, planificación correcta

de las metas, educación para que la valoración de los resultados no resulte

siempre extrema, trabajar la autoestima para reducir altas exigencias y conseguir

una mayor aceptación de si mismos.

Con respecto al método de estudio, los profesionales recomiendan que cada

estudiante diseñe su propia metodología, haciendo hincapié en que la eficiencia y

eficacia del método de estudio reside en crearlo a partir de unos patrones básicos

(Santrock, 2012) entre los que se encuentran:

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Neuroergonomía

El material de estudio debe estar siempre en orden.

Es importante tener en cuenta el tiempo del que se dispone y su distribución.

Es necesario conocer las dificultades concretas de cada materia de estudio

así como el ritmo personal de trabajo.

No olvidar las dificultades que conlleva el proceso de aprendizaje.

5.2.2. Intervención

Para intervenir sobre la carga mental proponemos aplicar la Relajación Progresiva

de Jacobson (Jacobson, 1938), que es una técnica fisiológica orientada a conseguir

el reposo del tono muscular para conseguir un estado de calma interior profunda, a

través de la técnica de tensión-distensión en cada uno de los grupos de músculos.

Utilizando las técnicas de medición de la carga de trabajo mental, las

técnicas de relajación y los consejos previamente descritos, hemos diseñado una

aplicación para teléfonos móviles que permitirá al estudiante combatir la carga

mental que sufre durante la época de exámenes, y por tanto mejorar su

rendimiento académico y su calidad de vida en general.

La interfaz de la aplicación se muestra en el Anexo 3.1. Actuaremos

directamente sobre el estrés, la ansiedad y la carga mental; e indirectamente sobre

los trastornos del sueño asociados. Esta aplicación mediría los ritmos de los cuatro

tipos de ondas a través de un registro del EEG, con el fin de detectar si nos

encontramos en estado de sobrecarga, subcarga o carga óptima (Gevins et al.,

1997). Dependiendo de dicho estado, la aplicación pondrá en marcha las medidas

siguientes:

Activación de distintos tipos de música: En el caso de sobrecarga se aplicará

música relajante para disminuir la activación fisiológica utilizando

composiciones en presto o prestissimo, donde las notas son más seguidas y

rápidas. En el caso de subcarga se utilizará música activadora, usando

piezas donde el tempo sea lento o adagio (Elliot et al., 2011).

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Neuroergonomía

Técnicas para combatir la carga mental: distribución del estudio y técnicas

de relajación. Las primeras favorecen la reducción del estrés gracias a una

mejor organización en época de exámenes, lo que influye, como ya

sabemos, en la reducción de la ansiedad y carga mental. Las técnicas de

relajación, por su parte, favorecen una reducción de la ansiedad,

dotándonos de una serenidad necesaria para tomar las decisiones

oportunas de cara al estudio y potenciar que sea más dinámico y evitemos la

sobrecarga.

Alarma para los descansos: Como se ha mencionado, los descansos son

fundamentales para facilitar y consolidar el aprendizaje a largo plazo. En la

aplicación dispondremos de una opción que nos permita programar el

periodo óptimo en que se llevarán a cabo los descansos y qué duración

tendrán estos. Una alarma nos avisará del inicio y fin de los descansos.

Seguimiento de dieta y rutina de ejercicio físico. Podremos anotar los

alimentos que consumimos para que la aplicación tenga más datos con los

que evaluar nuestro estrés, así como también anotar el deporte que

realizamos. Por otro lado nos facilitará una dieta equilibrada y una rutina de

ejercicios.

6. Conclusiones

La carga de trabajo mental afecta de forma perjudicial al rendimiento intelectual y

académico del individuo, pudiendo provocar problemas de salud asociados al

estrés, la ansiedad o el insomnio. Mediante una planificación adecuada, un método

de estudio eficiente, el uso de técnicas de relajación cuando sea necesario, así

como una dieta y un estilo de vida saludable, podemos controlar que la carga

mental no afecte de forma drástica al trabajo y no merme la capacidad cognitiva de

los estudiantes. Todos estos aspectos los incluimos en nuestra aplicación diseñada

para el uso en teléfonos móviles, cuya eficacia y utilidad debería evaluarse en

futuras investigaciones.

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Neuroergonomía

7. Preguntas de estudio

Piensa en dos situaciones o trabajos que producen sobrecarga y en una que

produzca subcarga.

¿Qué efectos tienen la subcarga y la sobrecarga mental en los individuos?

(considera los diferentes niveles, fisiológico, conducta y subjetivo).

Un controlador de tráfico aéreo se queja de que su trabajo le “sobrepasa”.

¿Cómo podrías medir si tiene un problema de carga mental y qué solución

podrías proponerle?

8. Bibliografía

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Neuroergonomía

9. Anexo 3.1. Interfaz de la aplicación

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Neuroergonomía

Neuroergonomía

Capítulo 5. Potenciación cognitiva en el envejecimiento

mediante estimulación transcraneal directa por

corriente continua

Autor: Josué Rico-Picó.

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Neuroergonomía

Capítulo 5. Potenciación cognitiva en el envejecimiento

mediante estimulación transcraneal directa por

corriente continua

Índice de Contenidos

1. Resumen

2. Efectos del envejecimiento sobre la cognición

3. Técnicas no invasivas de estimulación: la estimulación transcraneal

directa por corriente continua (tDCS)

3.1. Funcionamiento de la tDCS

3.2. Bases biológicas de la tDCS

3.3. Complicaciones asociadas a la tDCS

4. Aplicación de la tDCS durante la vejez

4.1. Aplicación de la tDCS en mayores sanos

4.2. Aplicación de la tDCS en enfermos de Alzheimer

5. Conclusiones

6. Preguntas de estudio

7. Bibliografía

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1. Resumen

El envejecimiento ha sido asociado al descenso de las funciones cognitivas (v.g.,

memoria episódica) y alteraciones en el sistema nervioso. Por ello, desde hace

décadas se ha tratado de intervenir para paliar este deterioro. En la actualidad se

están empleando técnicas no invasivas de estimulación cerebral, que han mostrado

tener efectos beneficiosos sobre la ejecución de tareas, y que podrían

complementar y potenciar los efectos de las terapias más tradicionales.

Una de las técnicas más empleadas es la estimulación transcraneal directa

por corriente continua (tDCS), que se ha relacionado con la potenciación a largo

plazo y con cambios plásticos en el sistema nervioso. La aplicación de la tDCS en

ancianos sanos resulta prometedora, viéndose que mejoran su ejecución en tareas

y que ayudan a que los efectos de las intervenciones cognitivas perduren por más

tiempo. Sin embargo, los datos en pacientes con la enfermedad de Alzheimer son

más ambiguos, aunque apuntan también hacia un posible beneficio.

En conclusión, parece que la tDCS tiene potencial para frenar el deterioro

neurocognitivo y su combinación con otros procedimientos puede resultar positiva.

Sin embargo, los estudios son pocos aún y existe gran variabilidad entre los

protocolos utilizados, lo que dificulta la comparación para concluir sobre sus

efectos.

2. Efectos del envejecimiento sobre la cognición

Desde años atrás se ha observado un aumento en la media de edad poblacional

debido a mejoras en la sanidad y en la calidad de vida. Los estudios indican que el

colectivo de personas mayores de 60 años es el que crece a mayor velocidad,

estimando que su número se triplique para el año 2050 (Daffner, 2010). Es por ello

que actualmente existe un creciente interés en esta etapa del desarrollo, sobre todo

si consideramos los cambios biológicos y cognitivos que afectan en su día a día.

Al nivel biológico, se ha encontrado un declive en el volumen de la materia

gris como resultado de la atrofia neuronal desde la adultez tardía (Bishop et al.,

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Neuroergonomía

2010). Esta disminución resulta mayor en el lóbulo temporal y en el frontal, lo que

está ligado a los déficit cognitivos característicos de esta etapa (Harada et al.,

2013). Además, la conectividad estructural y funcional también resultan

deterioradas, por ejemplo, se han encontrado alteraciones en la integridad de los

axones y un descenso en la mielinización (Harada et al., 2013; Jagust, 2013).

Unido a estos cambios biológicos, se encuentran una serie de funciones

psicológicas afectadas. Si bien es cierto que no todas resultan alteradas

(aprendizaje implícito), o que incluso pueden aumentar durante la vejez temprana

(memoria semántica), existe un amplio abanico que experimenta un deterioro,

destacando la velocidad de procesamiento, atención, memoria episódica,

aprendizaje, memoria de trabajo y funciones ejecutivas (Esiri, 2007; Harada et al.,

2013).

Sin embargo, a la vez que el sistema nervioso va sufriendo una

degeneración paulatina, parece que su forma de funcionar también evoluciona para

compensar tales deterioros (Greenwood, 2007). Varios autores señalan que

durante la vejez se produce una menor asimetría en la activación cerebral ante

tareas complejas (Reuter-Lorenz y Cappell, 2008). Este efecto se ha considerado

como muestra de activación complementaria para mejorar la ejecución y mantener

el desempeño. Por tanto, estos autores proponen que durante la vejez están

presentes todavía factores neuroplásticos que tratan de paliar la pérdida de

funciones cognitivas (Reuter-Llorenz y Cappell, 2008; Greenwood, 2007).

El que se mantenga la plasticidad durante esta etapa puede ser la clave que

explique la mejoría producida por un entrenamiento cognitivo en ancianos (Daffner,

2010). Por ejemplo, Anguera et al. (2013) mostraron efectos positivos duraderos de

un entrenamiento en multitarea empleando un videojuego en personas mayores.

En su estudio, los participantes (N=60) fueron divididos en tres grupos: conducción

simulada, tarea de detección y multitarea, que combinaba las dos anteriores. A los

ancianos se les pedía que practicasen su tarea tres horas a la semana durante un

mes. El estudio mostró que sólo el grupo que realizaba el entrenamiento multitarea

redujo el coste de interferencia por la realización concurrente de las dos tareas.

Este beneficio además se mantuvo hasta un mes después de la intervención. Por

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tanto, parece que el entrenamiento cognitivo en ancianos puede ser una buena

estrategia para paliar la degeneración típica de esta etapa del desarrollo.

Es importante destacar que estos beneficios podrían ser mayores si el

entrenamiento cognitivo se combina con una técnica de estimulación cerebral. En

un experimento posterior al descrito (Hsu et al., 2015), el mismo laboratorio mostró

que si se aplicaba estimulación transcraneal directa por corriente continua (tDCS)

en el córtex prefrontal dorsolateral de jóvenes (N=41) realizando la misma tarea

(detección mas conducción simulada), se producían mejoras demoradas tras la

estimulación en una sola sesión. Si bien es cierto que los resultados no son del

todo comparables debido a la diferencia de edad en la muestra y a que no se

realizó un estudio longitudinal, estos datos sugieren una posible sinergia entre

ambos procedimientos.

De este modo, se plantea que si la estimulación cerebral puede potenciar los

efectos del entrenamiento cognitivo, su uso combinado podría aumentar los efectos

de la neurorrehabilitación y actuar sobre el deterioro en la vejez (Mameli, Fumagalli,

Ferrucci y Priori, 2014; Penolazzi et al., 2015). Por ello, en este capítulo se

describirá la tDCS, una de las técnicas de neuroestimulación más empleadas, y

posteriormente se revisarán aquellos estudios que la han aplicado a personas

ancianas.

3. Técnicas no invasivas de estimulación: la

estimulación transcraneal directa por corriente continua

(tDCS)

El uso de corrientes eléctricas para tratar dolencias no es precisamente reciente,

sino que técnicas con esta misma base ya estaban presentes antes de la Edad

Media (Moreno-Duarte et al., 2014). Sin embargo, no hace falta remontarse a

aquella época para encontrar un claro referente del uso de la electricidad para

tratar patologías. En concreto, en el siglo XIX encontramos la terapia mediante

electroshock, que a partir de 1939 y durante algunas décadas después se empleó

como tratamiento para las psicopatologías. Ahora bien, estas técnicas eran poco

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sistemáticas, y al no controlar el voltaje o ser muy elevado, podían dañar el sistema

nervioso (Moreno-Duarte et al., 2014).

A las técnicas actuales de estimulación, al no afectar al tejido y debido a su

gran precisión y control, se les denomina “técnicas no invasivas de estimulación

cerebral”. Existen dos tipos principales: estimulación mediante campos magnéticos

y estimulación mediante corriente eléctrica, siendo la estimulación magnética

transcraneal repetitiva (rTMS) y la tDCS las más empleadas, respectivamente.

Ambas han mostrado resultados positivos en la mejora de las capacidades

cognitivas (Correa, 2008). Sin embargo, nos centraremos en describir la tDCS, ya

que tiene ciertas ventajas respecto a la rTMS: resulta menos invasiva al no producir

potenciales de acción, es más sencilla de aplicar y controlar, su precio es más

asequible y resulta potencialmente portátil, lo que facilitaría su implementación para

tratar pacientes en su domicilio (Moreno-Duarte et al., 2014; Penolazzi et al., 2015).

3.1. Funcionamiento de la tDCS

El mecanismo que subyace a la tDCS deriva de la aplicación de una corriente

eléctrica continua de baja intensidad (1 – 2 mA) sobre la superficie del cráneo

mediante dos electrodos de gran tamaño (25 – 35 cm2). La polaridad, y por tanto

los efectos que tenga la corriente, dependerá del electrodo al que nos refiramos, ya

que ésta entra positiva por el electrodo ánodo y sale del tejido nervioso negativa

por el electrodo cátodo. Por lo general, la corriente anódica (atDCS) produce un

aumento en la excitabilidad de las redes neuronales, mientras que la corriente

catódica (ctDCS) está relacionada con la inhibición del área implicada (Moreno-

Duarte et al., 2014; Stagg, 2014).

La presencia de al menos dos electrodos con diferentes polaridades nos va

a permitir realizar tres combinaciones posibles en función de si queremos estimular,

estimular e inhibir, o solamente inhibir. Si nuestro objetivo es estimular, la

colocación del electrodo ánodo (atDCS) será en un punto concreto el sistema

nervioso sobre el que queremos influir (v.g. córtex prefrontal), mientras que el

cátodo (ctDCS) estará situado en zonas fuera del sistema nervioso (v.g. músculo

supraorbital). En cambio, si queremos inhibir únicamente se realizará de forma

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contraria, situando el ánodo fuera del sistema nervioso y el cátodo en un área

cerebral. Sin embargo, esta colocación no está exenta de problemas, ya que a

pesar de situarse en zonas no relacionadas es posible que inhiba/excite

ligeramente la zona del electrodo situado en el músculo supraorbital (Ftiz y Reiner,

2014). En contraposición, en la colocación bipolar ambos electrodos estarán

actuando sobre el sistema nervioso, lo que conlleva que una zona se vea

estimulada (atDCS), mientras que otra se ve inhibida (ctDCS). Este último

paradigma se ha empleado, por ejemplo, para tratar de comprobar el papel que

tiene un solo hemisferio sobre una tarea (Moreno-Duarte et al., 2014).

La colocación de los electrodos se basa en el sistema 10-20, empleado para

el registro del EEG. De esta manera, resulta bastante sencillo estandarizar dónde

se realizará la estimulación en las intervenciones, lo que mejorará la sistematicidad

del proceso.

3.2. Sustrato biológico de la tDCS

Los efectos de esta técnica sobre la ejecución de una tarea se basan en la

alteración de varios componentes fisiológicos del sistema nervioso. Concretamente,

durante y tras la estimulación se producen alteraciones en la excitabilidad del

circuito donde se ha aplicado la tDCS, debido a una afectación del potencial en

reposo de las neuronas. En concreto, se plantea que la corriente anódica al ser

positiva produce una reducción parcial de la negatividad característica de la

neurona, lo que facilitaría que se produzca un potencial de acción. Por otro lado, la

corriente catódica causaría lo contrario, es decir, hiperpolarizaría el interior de la

membrana y dificultaría que se produzca el potencial. De ambos electrodos será el

ánodo el más empleado en las investigaciones debido a su relación con un

aumento de la excitabilidad neuronal, y su posible papel para producir potenciación

a largo plazo (Kuo y Nitsche, 2012; Stagg, 2014). Por ello, en las siguientes líneas

nos centraremos en su mecanismo concreto.

El aumento en la excitabilidad neuronal producido por corriente anódica se

ha relacionado con dos mecanismos diferenciados en función de si se está

aplicando en el momento o si evaluamos los post-efectos, tras la intervención. En

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primer lugar, cuando se está produciendo la estimulación, los canales de Ca+ y

Na+ se abren y producen una despolarización parcial en la neurona debido a la

variación del potencial transmembrana. Por otro lado, en los post-efectos este

aumento de la excitabilidad se ha relacionado de forma parcial con los receptores

N-Metil-d-Aspartato (NMDA) y GABA del sistema nervioso. Parece que la

despolarización parcial se da en las interneuronas glutamatérgicas, lo que

conllevaría un aumento en la excitación del circuito sobre el que se ha intervenido.

Este aumento de la actividad de NMDA puede ligarse a una mayor entrada del ion

Ca+, que podría desembocar en una cadena de segundos mensajeros,

produciendo cambios plásticos a largo plazo (Greenwood, 2007). Del mismo modo,

también se ha visto relacionado con una disminución en la actividad de las

interneuronas GABA, lo que causaría un aumento en la activación de forma

indirecta (Stagg, 2014).

3.3. Complicaciones asociadas a la tDCS

A pesar de que se considere como más segura que la rTMS, no debemos pensar

que la tDCS está exenta de efectos secundarios. En concreto, su uso prolongado, o

incluso en una única sesión, se ha asociado a picor, escozor, quemaduras, e

incluso dolor de cabeza leve. Asimismo, el gran tamaño de los electrodos puede

hacer que la estimulación resulte en la activación o inhibición parcial de zonas no

deseadas, lo que puede causar alteraciones secundarias derivadas. Finalmente, un

riesgo a asumir de este uso de técnicas de neuroestimulación es que la

compensación o cambios plásticos se de a costa de reducir procesos adyacentes,

lo que podría afectar a la ejecución de otras tareas (Fitz y Reiner, 2014; Penolazzi

et al., 2015).

4. Aplicación de la tDCS durante la vejez

El uso de la tDCS cobra especial importancia en la población mayor como una

medida para mejorar su calidad de vida. En los siguientes apartados se resumen

los principales hallazgos tras aplicar esta técnica a población anciana sana y con

neurodegeneración.

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4.1. Aplicación de la tDCS en mayores sanos

La investigación sobre los efectos de la neuroestimulación mediante tDCS en

ancianos ha estudiado la toma de decisiones (Boggio et al., 2010), la memoria de

trabajo (Jones, Stephens, Alam, Bikson, y Berryhill, 2015), y varios aspectos del

lenguaje (Holland et al., 2011; Ross et al., 2011). En la Tabla 5.1 se presenta un

resumen de dichas investigaciones.

Tabla 5.1. Estudios realizados con ancianos sin enfermedades

neurodegenerativas. Est = Estimulación recibida; Int = Intensidad; Cog = Funciones

cognitivas; Sham = Grupo Placebo; Long = Evaluación Longitudinal; Tr =

Entrenamiento durante la estimulación o tras la estimulación; Eval = Pruebas

realizadas para evaluar los efectos de la estimulación; WM = Memoria de trabajo

(Working Memory).

De entre los estudios mencionados, dos de ellos resultan de especial

relevancia: Boggio y cols. (2010), por comprobar efectos diferenciales en la

estimulación en ancianos respecto a población joven, y Jones y cols. (2015) por ser

de los pocos que ha combinado la estimulación mediante tDCS junto a un

entrenamiento longitudinal. Por ello, los describiremos brevemente a continuación.

Boggio y cols (2010) comprobaron los efectos de la estimulación anódica

sobre la conducta de riesgo en personas mayores. En su experimento aplicaron la

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Neuroergonomía

corriente de manera online; es decir, mientras los participantes realizaban la tarea.

La muestra (N = 28), con una edad comprendida entre 50 y 85 años, fue dividida en

tres condiciones: atDCS sobre el córtex prefrontal izquierdo y ctDCS sobre el córtex

prefrontal derecho; atDCS aplicado al córtex prefrontal derecho y ctDCS sobre el

prefrontal izquierdo (a la inversa de la anterior); y placebo. En la tarea a realizar, los

participantes tenían que seleccionar entre dos posibles respuestas: una decisión

arriesgada en la que se ganaba más puntos y había más probabilidad de perderlos;

y una decisión menos arriesgada en la que se ganaba menos puntos pero con

mayor probabilidad de conseguirlos. Los resultados mostraron que

independientemente de la estimulación recibida las conductas eran más

arriesgadas respecto al grupo placebo.

Este dato va en contra de los hallazgos reportados por Fecteau y cols.

(2007) en jóvenes, apuntando a la existencia de efectos diferenciales en la

estimulación entre ancianos y jóvenes. Este hallazgo sugiere que los resultados

podrían no ser comparables entre muestras de diferente edad, y enfatiza la

necesidad de realizar más investigación para aclarar si existen mecanismos

diferentes entre jóvenes y mayores.

En segundo lugar, Jones y cols. (2015) comprobaron los efectos de la

estimulación longitudinal en ancianos que recibían un entrenamiento en memoria

de trabajo. Durante las tareas se dividió a los participantes (N = 72), con una edad

comprendida entre 55 y 73 años, en tres grupos según la estimulación recibida:

tDCS anódica sobre el córtex parietal derecho, estimulación alternando entre

prefrontal y parietal, o placebo. La estimulación estaba presente mientras

practicaban las tareas, y el entrenamiento tuvo lugar durante 2 semanas con 5

sesiones en cada una de ellas. Tras el entrenamiento se evaluó en tareas de

memoria de trabajo (Stroop, 2-Back, y la tarea de dígitos) de las que se había

obtenido datos previos al entrenamiento. Los resultados indicaron que todos los

grupos habían mejorado tras finalizar las sesiones; sin embargo, únicamente

aquellos en el grupo de estimulación mediante tDCS anódica mantuvieron el

beneficio un mes después. Por tanto, parece que la estimulación tuvo un efecto

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beneficioso de las mejoras derivadas del entrenamiento, ayudando a que se

mantuviese en el tiempo.

Los resultados indican que es posible que exista cierta ventaja en la

aplicación de la tDCS sobre la ejecución de tareas. Por ello, no es de extrañar que

se hayan investigado sus efectos sobre las neuropatologías que aparecen durante

la vejez, por ejemplo, en la recuperación de los accidentes cerebrovasculares o en

la demencia prefrontal (Mameli et al., 2014; Zimerman y Humel, 2014). El siguiente

apartado se centra en el Alzheimer, la demencia que está más presente, afectando

a un 1% de la población.

4.2. Aplicación de la tDCS en enfermos de Alzheimer

La enfermedad de Alzheimer es una patología neurodegenerativa que se

manifiesta durante la vejez y que se caracteriza por un deterioro gradual acelerado

de las funciones cognitivas (Honea et al., 2009). Este trastorno se diferencia del

envejecimiento normal tanto por el grado de afectación cognitiva, que es mucho

más severo, como por los cambios biológicos en el cerebro (Hansen, 2012).

Al nivel biológico se encuentra una mayor acumulación de la proteína beta-

amiloidea, que da lugar a la formación de placas seniles, y la presencia de ovillos

neurofibrilares formados por la proteína tau (Bishop et al., 2010). Debido a estas

alteraciones se produce un cambio en la actividad neuronal, mostrándose, por

ejemplo, una hiperpolarización de las membranas celulares derivada de los efectos

de la proteína tau (Hansen, 2012). Es posible, por ello, que la estimulación

mediante tDCS anódica resulte beneficiosa ya que su influencia excitadora sobre

los receptores NMDA e inhibidora sobre GABA puede resultar en una mejora del

desequilibrio neuroexcitatorio (Mameli et al., 2014). Por otro lado, debido a su

función ligada con la potenciación a largo plazo podría emplearse como apoyo para

reconfigurar redes neurales. Esto podría mejorar, por ejemplo, la desconexión

funcional entre el córtex prefrontal y el hipocampo que está presente en el

Alzheimer (Hansen, 2012).

Varios grupos de investigación han estudiado los efectos de la tDCS en

Alzheimer, sobre todo en el estadio leve de la enfermedad (Mameli et al., 2014;

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Neuroergonomía

Zimerman y Hummel, 2014). Sin embargo, los resultados no son tan alentadores

como aquellos con ancianos que no presentan demencia y hay que ser cautos con

los datos hallados hasta el momento. En la Tabla 5.2 se resumen dichas

investigaciones (Freitas, Mondragón-Llorca, y Pascual-Leone, 2011; Herholz et al.,

2013; Nardone et al., 2012).

Tabla 5.2. Estudios realizados con ancianos con enfermedad de Alzheimer.

Est = Estimulación recibida; Int = Intensidad; Cog = Funciones cognitivas; Sham =

Grupo Placebo; Long = Evaluación Longitudinal; Tr = Entrenamiento durante la

estimulación o tras la estimulación; Eval = Pruebas realizadas para evaluar los

efectos de la estimulación; At = atención; F.E. = funciones ejecutivas.

Así, en varios estudios parece que se produce una mejora en varios

aspectos de la memoria (Boggio et al., 2012; Boggio et al., 2008; Ferrucci et al.,

2008) u otras áreas (Mameli et al., 2014); mientras que otros no encuentran efecto

de la estimulación (Bystad et al., 2016; Cotelli et al., 2014). A continuación se

describe uno de los pocos estudios que trata de combinar los efectos del

entrenamiento con la estimulación en Alzheimer (Penolazzi et al., 2015).

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Neuroergonomía

Penolazzi y cols. (2015) realizaron un estudio de caso único con un paciente

en estadío leve de Alzheimer, donde se combinó el entrenamiento cognitivo con

estimulación tDCS anódica en el córtex prefrontal dorsolateral. El entrenamiento

consistió en 10 sesiones con una duración de 45 minutos repartidas en dos

semanas. Las tareas practicadas se enfocaron a distintas funciones cognitivas

relacionadas con el área estimulada (v.g., memoria de trabajo). Los resultados

mostraron efectos pequeños de la combinación, si lo comparamos con el

entrenamiento per se. Sin embargo, sí frenaron el deterioro, manteniéndose el

beneficio por encima del placebo en la post-evaluación realizada 3 meses tras

finalizar las sesiones. Estos datos apoyan que la combinación de ambas técnicas

puede resultar fructífera, aunque estudios con mayor muestra y un diseño entre

sujetos son necesarios para conocer los efectos detalladamente.

5. Conclusiones

Los datos sugieren que la combinación de la tDCS con otras formas de

intervención, como el entrenamiento cognitivo, puede ser beneficiosa en la

neurorrehabilitación. Así, los resultados muestran beneficios en la ejecución de

tareas entrenadas, y también de algunas no entrenadas. Sin embargo, la

potencialidad de esta técnica de estimulación eléctrica surge de su capacidad para

mantener estos cambios a largo plazo, lo que podría mejorar los efectos de la

intervención cognitiva.

No obstante, varios problemas metodológicos dificultan la comparación entre

estudios y conocer cuál es su verdadero potencial. Esto se manifiesta, sobre todo,

cuando atendemos a los diferentes parámetros de la estimulación (v.g. cuándo se

aplica o qué intensidad se usa) o a las características demográficas de la muestra

bajo estudio. Por tanto, es necesaria una mayor investigación, así como la

replicación de los datos ya existentes para poder extraer conclusiones más firmes.

Finalmente, sería interesante comprobar los efectos de esta técnica en contextos

más ecológicos, es decir, la investigación debería aclarar si la intervención

realmente supone una mejora de la calidad de vida de los ancianos, de acuerdo al

objetivo fundamental de la neurorrehabilitación.

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Neuroergonomía

6. Preguntas de estudio

¿Qué características hacen que la combinación entre el entrenamiento

cognitivo y el uso de la tDCS pueda resultar positiva?

¿Cuáles son los principales inconvenientes éticos de esta técnica?

¿Cómo es posible que esta técnica atenúe el deterioro de las habilidades

cognitivas durante la vejez?

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Neuroergonomía

Neuroergonomía

Capítulo 6. Introducción a las Interfaces Cerebro-

Computadora

Autor: Fernando Ojedo Collazo

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Neuroergonomía

Capítulo 6. Introducción a las Interfaces Cerebro-

Computadora

Índice de Contenidos

1. Introducción

2. ¿Qué es una BCI?

2.1. Definición

2.2. Clasificación de las BCI

2.2.1. Tipos de BCI según la naturaleza del aparato

2.2.2. Tipos de BCI según la naturaleza de la señal de

entrada

3. EEG y detección de errores

3.1. Definición y bases del EEG

3.2. Detección de errores a través de potenciales evocados

4. BCIs aplicadas a la comunicación

5. Conclusiones

6. Preguntas de estudio

7. Bibliografía

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Neuroergonomía

1. Introducción

En las últimas décadas, a raíz de los grandes avances tecnológicos, la

investigación y el desarrollo de las Interfaces Cerebro-Computadora (o BCIs, del

inglés Brain-Computer Interfaces) está creciendo de manera exponencial. Gracias

a estos avances, en un futuro se podrá mejorar la calidad de vida de muchas

personas.

Los equipos que se dedican al desarrollo de esta tecnología suelen estar

formados por profesionales de la ingeniería o la medicina. Sin embargo, durante el

diseño y desarrollo de las BCIs también deben considerarse aspectos cognitivos,

por ejemplo: ¿Cuál es la cantidad de información que puede manipular una

persona y por cuánto tiempo puede hacerlo de manera óptima (carga mental)?,

¿cuál es el mejor método para que una persona aprenda a usar una BCI (teorías

de aprendizaje)?, ¿cómo diseñar entradas (inputs) y salidas (outputs) que faciliten

la comunicación entre una persona y una máquina (percepción y atención)?. Por

eso parece necesario que los equipos encargados del desarrollo de nuevos

modelos de BCIs sean multidisciplinares, y en ellos tengan cabida también

profesionales de las ciencias cognitivas.

Este capítulo tiene tres objetivos: en primer lugar, se explica qué es una

interfaz cerebro-computadora y se describen sus diferentes tipos. Después se

expondrá el papel del electroencefalograma (EEG) en el desarrollo de BCIs,

poniendo énfasis en una aplicación ergonómica de la BCI para detectar los errores

humanos. Por último, trataremos el uso de BCIs como creación de canales

alternativos para la comunicación.

2. ¿Qué es una BCI?

2.1. Definición

Hoy en día se entiende que la función de nuestro sistema nervioso es captar y

procesar los estímulos del medio para producir una respuesta óptima. Estas

respuestas se realizan a través de órganos efectores, tales como los músculos o

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Neuroergonomía

glándulas endocrinas, pero ¿y si pudiéramos crear una nueva vía de respuesta?,

¿y si pudiéramos, mediante la tecnología, incrementar la forma en la que

interactuar con el medio? (Correa, 2008). Ese es el objetivo de la BCI.

Una BCI es un sistema de comunicación que no depende de las vías

usuales de creación de salidas de información de nuestro sistema nervioso. Por

tanto, el objetivo de dicho sistema es crear una vía de interacción entre el cerebro

del usuario (siendo este la fuente de actividad que ha de registrar la BCI) y el

propio sistema, la computadora (siendo esta a su vez la encargada de crear una

nueva respuesta; Vaughan, 2003).

El proceso de funcionamiento de la BCI consta de tres fases, adquisición,

procesamiento y manipulación de la salida (Ramadan et al., 2015; Wolpaw et al.,

2002), que se describen a continuación:

Adquisición de la señal:

En esta primera fase se registra la actividad del cerebro. Este registro puede

hacerse a través de diferentes técnicas, como se explicará más adelante.

Procesamiento:

Esta fase se divide en tres partes:

1. Preprocesamiento: Es la transformación mediante técnicas de filtrado y

amplificación de la señal en bruto (extraída directamente del cerebro) a un

formato de manera que pueda ser manipulada posteriormente de manera

digital.

2. Extracción de características: Las señales digitalizadas pasan por uno o

varios tipos de procedimientos de extracción de sus características (por

ejemplo, filtros espaciales, medida de la amplitud de voltaje, etc.). El

producto de esta fase es una señal que sirve de base para codificar las

respuestas o movimientos de los usuarios.

3. Traducción algorítmica: Las características de la señal extraídas en el

proceso anterior se traducen a través de determinados algoritmos en una

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Neuroergonomía

orden hacia la computadora, la cual debe ser capaz de llevar a cabo la

intención del usuario.

Manipulación de la salida

Una vez obtenido el mensaje producido por el usuario esta información debe ser

manipulada para su reproducción por parte de la computadora. De esta fase cabe

destacar dos puntos:

1. Aparato de salida: El dispositivo más comúnmente usado para mostrar el

output de información final suele ser una pantalla, siendo la selección de un

determinado objetivo representado en dicha pantalla el resultado final de

todo el proceso.

2. Protocolo de operación: Cada BCI tiene un protocolo de operación distinto.

Este define cómo se activa o desactiva el sistema, si la trasmisión del

mensaje es desencadenada por el usuario o por el sistema, la secuencia y

velocidad de la interacción entre usuario-sistema, y qué feedback le llega al

usuario.

2.2. Clasificación de las BCI

2.2.1. Tipos de BCI según la naturaleza del aparato

BCIs invasivas:

Su uso conlleva la implantación quirúrgica de electrodos intracranealmente. Este

método ofrece una señal neuronal de excelente calidad y con un alto potencial de

mejora. Sin embargo, conlleva el riesgo asociado propio de una operación

quirúrgica. Los registros a través de BCIs invasivas pueden registrar la actividad de

una sola área cortical o de múltiples áreas. Existen cinco tipos de actividades

cerebrales registradas a través de BCIs invasivas: LFPs (local field potentials), SUA

(single-unit activity), MUA (multi-unit activity), Registro de oscilaciones

electocorticógrafas (registro con ECoG) y Permeabilidad en los canales de Calcio

(Chaudhary et al., 2016).

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Neuroergonomía

BCIs no invasivas:

Este tipo de BCIs no requiere cirugía, por lo que la señal que se consigue, al ser

superficial, es de peor calidad respecto a las técnicas invasivas. Sin embargo, sus

principales ventajas son su bajo coste y alta seguridad. Mediante estas se puede

registrar la actividad cerebral de hasta seis maneras (Chaudhary et al., 2016),

como se describe a continuación (Tabla 6.1):

1. Potenciales corticales lentos: son medidas de la polarización cortical que

pueden ser tomadas desde cualquier parte del cuero cabelludo. Los cambios

de voltaje registrados pueden ser tanto negativos (procesos de preparación

cortical) como positivos (disminución en la preparación y en la activación).

2. Ritmos sensoriomotores: Frecuencias sinusoidales del rango alfa (8-13 Hz)

que pueden ser detectadas en las regiones somatosensoriales y motoras. La

amplitud de los ritmos somatosensoriales disminuye con el movimiento, la

preparación para el movimiento y la imaginería mental.

3. Potencial evocado P300: Se trata de una deflección positiva que se registra

en la región parieto-central que aparece como respuesta tras detectar un

estímulo objetivo durante la realización de una tarea. Su nombre proviene de

que este aparece aproximadamente 300 milisegundos después de la

aparición de dicho estímulo, y su aparición está condicionada que el sujeto

esté involucrado activamente en la realización de la tarea. La amplitud del

P300 es mayor para estímulos novedosos o infrecuentes y se va reduciendo

conforme incrementa la probabilidad de ocurrencia del estímulo. La latencia

del P300 varía en torno a la dificultad de discriminación del estímulo objetivo

frente al distractor (Picton, 1992).

4. Potenciales evocados visuales estacionarios (SSVEP): En general, los

potenciales evocados visuales consisten en diferencias de potencial eléctrico

que se pueden detectar en áreas occipitales después de la presentación de

estímulos visuales. Dentro de estos potenciales, aquellos que se dan tras la

presentación de un estímulo visual que tiene una frecuencia mayor a 3.5 Hz

son los llamados de “estado estable”. Estos se registran en zonas occipitales

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Neuroergonomía

de la corteza, dando como respuesta a la aparición del estímulo una señal

oscilatoria con una frecuencia igual que la de la aparición del estímulo. Para

entenderlo de manera práctica, si se le presenta a un individuo dos

imágenes en una pantalla con una frecuencia de aparición diferentes (ambas

mayores a 3.5 Hz), puede saber a cuál está mirando al detectar el mismo

patrón de frecuencia a través de este potencial (Correa, 2011; Prueckl y

Guger, 2009).

5. Error-related negativity (ERN): Se trata de un potencial evocado que aparece

100 ms después de producir el individuo una respuesta incorrecta. De este

tipo de señal hablaremos con más profundidad posteriormente, en el

apartado de detección de errores.

6. Nivel de oxigenación de la sangre: Esta medida se basa en la actividad

metabólica del cerebro (cambios en el nivel de consumo de oxígeno en

áreas cerebrales especificas que son interpretados como cambios en su

actividad neural). A diferencia de las anteriores, estos cambios no se

detectan a través de medidas electrofisiológicas, sino a través de técnicas

como la fMRI (functional magnetic resonance imaging) o fNIRS (functional

Near-infrared spectroscopy).

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Neuroergonomía

Tabla 6.1. Tipos de BCI según la técnica de registro de la actividad cerebral

(adaptado de Nicolás-Alonso y Gómez-Gil, 2012).

Técnica Propiedad

medida Medida

Resolución temporal

Resolución espacial

Invasiva Portabilidad

EEG Eléctrica Directa ≈0.05s ≈10 mm No Portátil

MEG Magnética Directa ≈0.05s ≈5 mm No No portátil

ECoG Eléctrica Directa ≈0.003s ≈1 mm Sí Portátil

Intracortical neuro

recording Eléctrica Directa ≈0.003s

≈0.5 mm (LFP)

Sí Portátil ≈0.1 mm (MUA)

≈0.1 mm (SUA)

fMRI Metabólica Indirecta ≈1 s ≈1 mm No No portátil

NIRS Metabólica Indirecta ≈1 s ≈5 mm No Portátil

2.2.2. Según la naturaleza de la señal de entrada

Según el tipo de señal de entrada, las BCIs se clasifican en endógenas y exógenas

(Tabla 6.2).

Exógenas: usan la actividad neuronal provocada por un estímulo externo

como señal de entrada, por ejemplo, los potenciales evocados.

Endógenas: se basan en la autorregulación de la actividad cerebral, con

independencia de los estímulos externos.

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Neuroergonomía

Tabla 6.2. Tipos BCI según señal (adaptado de Nicolás-Alonso y Gómez-Gil, 2012).

Tipo de BCI según señal

Ejemplo Ventajas Desventajas

BCI Exógenas

Potenciales Evocados

Mínimo entrenamiento

Establecimiento de la señal fácil y rápido

Alta velocidad de transferencia de

información

Un canal de EEG es suficiente

Necesidad de atención permanente a

estímulos externos

Fatiga y carga mental

BCI Endógenas

Potenciales corticales lentos

Ritmos

sensoriomotores

Independiente de estímulos

Se puede manejar

libremente

Útil para usuarios con órganos sensoriales

dañados

Entrenamiento muy demandante

No todas las personas

son compatibles

Se requiere un EEG multicanal para un

funcionamiento

Baja velocidad de transferencia de

información

3. EEG y detección de errores

Para el campo de la ergonomía sería un gran avance diseñar sistemas capaces de

detectar al instante un error humano y ejecutar de manera automática un protocolo

para evitar que dicho error se convierta en una catástrofe. Imaginemos, por

ejemplo, vehículos que detectan cuando el conductor es consciente de su propio

error, y que además distinguen si ese error surge de sobrepasar la velocidad

permitida o de haberse saltado una señal, siendo capaces los propios vehículos de

preparase automáticamente en consecuencia.

A continuación se explica la electroencefalografía, la técnica de registro de

actividad cerebral más utilizada en el estudio de los correlatos neuronales de los

errores y en el diseño de interfaces cerebro-computadora.

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Neuroergonomía

3.1 Definición y bases del EEG

El EEG representa la diferencia de voltaje entre dos localizaciones distintas de la

corteza cerebral a lo largo de un periodo de tiempo. El EEG registra señales

eléctricas generadas por el cerebro a lo largo de varios electrodos colocados en

diferentes puntos del cuero cabelludo. Los electrodos se nombran de acuerdo a su

localización (F= frontal, P=parietal, O=occipital, T= temporal, C= central) y al

hemisferio que corresponden (números impares para la izquierda, pares para la

derecha y Z para la línea media; Ward, 2015).

Para que la señal eléctrica pueda ser detectable, un conjunto completo de

neuronas deben estar activas en sincronía para generar un campo eléctrico

suficientemente potente. La señal del EEG se mide como la diferencia entre la

señal del electrodo activo y el electrodo de referencia. Un tercer electrodo

(electrodo de tierra) se usa para medir la diferencia de voltaje entre los otros dos

electrodos.

Las ondas que forman el EEG pueden clasificarse según su frecuencia:

ritmos delta (δ), theta (θ), alfa (α), beta (β), y gamma (γ) (Ramadan et al., 2015).

Gamma: Entre 32 y 100 Hz. Se piensa que reflejan mecanismos de

consciencia. Este tipo de ondas, junto a las beta, han sido asociadas con

procesos de atención, percepción y cognición.

Beta: Entre 12 y 30 Hz y una amplitud entre 2 y 20 μV. Lóbulos parietal y

frontal de la cabeza. Se dividen en tipo 1 y tipo 2. Estas ondas son pequeñas

y rápidas y están asociadas a estados de concentración.

Alfa: Entre 8 y 12 Hz y una amplitud entre 20 y 60 μV. Lóbulo occipital,

aunque se encuentran en ambos hemisferios, tienen una mayor amplitud en

el lado dominante. Son lentas y están asociadas a estados de relajación.

Theta: Entre 4 y 7 Hz y una amplitud entre 20 y 100 μV. Lóbulo temporal.

Asociadas a estados en ensoñación. Las ondas más bajas de theta

representan la frontera entre el estar despierto y estar dormido.

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Neuroergonomía

Delta: Entre frecuencia de oscilación entre 0.5 y 3.5 Hz y su amplitud varía

entre 20 y 200 μV. Son las ondas más lentas y se dan durante el sueño. Su

presencia en personas despiertas está asociada en defectos en el cerebro.

Los potenciales evocados relacionados con eventos (ERPs), junto al análisis de

frecuencias, son técnicas de análisis e interpretación de la actividad

electrofisiológica registrada a través del EEG. Para entender las representaciones

gráficas de los estudios de ERPs es importante saber que hay dos maneras de

etiquetarlos.

Una manera es etiquetando cada pico con una “P” o “N” según su valencia y

con un número para mostrar su orden (Por ejemplo; P1: primer potencial positivo,

N1: primer potencial negativo). La otra manera sería utilizar el tiempo en lugar del

orden de aparición (por ejemplo; P100: potencial positivo a los 100 ms). Por lo

tanto, P1 y P100 ms harían referencia al mismo potencial (Ward, 2015).

3.2 Detección de errores a través de potenciales evocados

El objetivo del estudio de los errores a través de los potenciales evocados es

comparar la señal registrada por el EEG durante una respuesta correcta frente a la

de una incorrecta. De esta manera se pretende obtener información relevante

sobre la causa y la naturaleza del propio error, y en el caso de las BCIs, informar a

la computadora de un error humano de manera automática.

Se han descubierto varios correlatos de la actividad cerebral asociados al

error: la negatividad asociada al error (Error Related Negativity, ERN; también se

utiliza el término “NE” para describir el mismo concepto), la positividad asociada al

error (Error Positivity, PE), y la negatividad asociada al feedback (Feedback

Related Negativity, FRN). La ERN hace referencia a una deflación de la actividad

eléctrica del cerebro que se da posterior a una respuesta errónea consciente

Gehring et al., 1993).

La ERN es un potencial rápido, que empieza en el momento del error y llega

a su pico en unos 100 ms más tarde, teniendo una distribución focalizada en

regiones fronto-centrales de la línea media. La ERN también puede observarse tras

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Neuroergonomía

un feedback negativo después de una respuesta incorrecta o por la observación de

alguien errando (Luck, 2005). Se considera que la ERN refleja la actividad de un

sistema que monitoriza la respuesta y que es sensible al conflicto entre la intención

y la respuesta dada.

La PE es un pico positivo que aparece entre 200 ms y 400 ms después del

error. Se ha relacionado con la consciencia de haber cometido un error (van Veen y

Carter, 2006). El FRP es también un potencial negativo que ocurre unos 300 ms

después de que el sujeto haya recibido un feedback negativo de su respuesta.

Aunque la aplicación de los conocimientos sobre la detección de errores

todavía es muy limitada, existen algunas aplicaciones para entrenamientos en

mecanografía o en simulación de control de un coche inteligente (Chavarriaga et

al., 2015).

4. BCIs aplicadas a la comunicación

Uno de los campos de aplicación principales de las BCIs es crear canales de

comunicación que permitan a las personas comunicarse entre sí. El objetivo

principal consiste en crear una vía que permita restaurar la capacidad de

comunicación en pacientes con diversos tipos de parálisis. A continuación, se

describen cuatro ejemplos de BCIs para la comunicación basados en el EEG.

Potenciales evocados visuales estables (SSVEP) en BCIs aplicadas a la

comunicación:

Estos potenciales nos permiten saber qué estímulo está mirando el usuario en base

a una sincronía entre la frecuencia de presentación de un estímulo visual y la

frecuencia de la señal eléctrica del cerebro. Su principal ventaja es que, debido a la

sencillez de la tarea, el usuario apenas necesita entrenamiento. Sin embargo, sí se

necesita que el usuario mantenga la mirada en un punto fijo por un periodo corto de

tiempo. Por tanto, esta técnica solo pueden utilizarla personas que tengan

preservada la capacidad de controlar la dirección de la mirada (Mohanchandra et

al., 2015).

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Neuroergonomía

La mecánica de su uso es sencilla: al usuario se le presenta una matriz

compuesta por varios símbolos, los cuales aparecen de manera intermitente e

independiente, cada uno a una frecuencia. Comparando la frecuencia de cada

símbolo con la señal registrada a través del EEG, la BCI detectaría a cuál de los

símbolos está atendiendo el usuario (Correa, 2011; Mohanchandra et al., 2015).

Potenciales corticales lentos en BCIs aplicadas a la comunicación:

A través del entrenamiento es posible controlar endógenamente e inducir cambios

positivos y negativos en los potenciales corticales lentos. Gracias a esto se han

diseñado BCIs para mover verticalmente un cursor y elegir entre las letras de un

teclado virtual. Por ejemplo, el usuario, mediante la autorregulación de su actividad

cerebral debe elegir uno de los tres bloques de nueve letras en los que se ha

dividido el teclado; posteriormente las nueve letras se vuelven a dividir en tres

bloques de los cuales el sujeto debe de elegir uno otra vez; finalmente el sujeto

elige una de las tres letras resultantes. Este sistema conlleva una fase previa de

entrenamiento en autorregulación de los potenciales corticales lentos, siendo

además más lento y costoso para el usuario. Sin embargo, su principal ventaja es

que es válido para aquellas personas con una parálisis total y que se trata de un

sistema endógeno (Mohanchandra et al., 2015; Nicolas-Alonso y Gomez-Gil, 2012).

P300 en BCIs aplicadas a la comunicación:

La lógica es muy parecida a la de los potenciales evocados visuales, al ser también

de naturaleza exógena. Sin embargo, este potencial además puede ser provocado

a través de estímulos somatosensoriales y auditivos. En el protocolo que se suele

seguir se usa también una matriz de símbolos, pero en este caso no se utiliza la

frecuencia de parpadeo, sino el hecho de resaltar un conjunto de símbolos entre los

que puede estar el que el usuario está pensado. De tal manera se van encendiendo

intermitentemente o bien columnas o filas diferentes, y si es el caso que el símbolo

objetivo se encuentra dentro del conjunto que parpadea se disparará el P300. Al

cabo de unos pocos parpadeos diferentes la BCI es capaz de calcular por descarte

qué símbolo es el elegido (Mohanchandra et al., 2015; Nicolas-Alonso y Gomez-Gil,

2012).

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Neuroergonomía

Uno de los inconvenientes que presenta esta técnica es que se ve afectada

por el hecho de que el usuario se habitúa a la aparición de los estímulos

infrecuentes (que a su vez son los estímulos objetivos), disminuyendo así su

velocidad de comunicación (Mohanchandra et al., 2015).

Ritmos sensoriomotores en BCIs aplicadas a la comunicación:

También se han desarrollado BCIs donde se utiliza la señal de los ritmos

sensoriomotores como vía en comunicación. Presentan la ventaja de ser

endógenos, y la desventaja de la carga cognitiva y del entrenamiento. Basan su

funcionamiento en el incremento o decremento de la señal alfa y beta, que se

resulta influida por la preparación para la realización de un movimiento. Así, su

protocolo se fundamenta en el hecho de pensar en el movimiento de distintas

partes del cuerpo, derivando esto en el control de un cursor de manera

bidireccional que se presenta en una pantalla donde pueden ser elegidos diferentes

caracteres (Mohanchandra et al., 2015).

5. Conclusiones

En este capítulo se han presentado los conceptos clave para entender qué es una

interfaz cerebro-computadora (BCI), así como los diferentes modelos que existen,

los principios en los que se basan algunas de ellas, y dos de sus posibles

aplicaciones, como lo son la comunicación y la detección de errores. A pesar de

que se trata de un campo en auge que presenta grandes avances realizados en las

últimas décadas, el desarrollo de esta tecnología todavía se encuentra en una fase

temprana, quedando todavía mucho trabajo por delante hasta conseguir una

herramienta útil para la neuroergonomía y accesible para la población en general.

Finalmente, es importante recordar que los especialistas en las ciencias cognitivas

y conocedores de los aspectos psicológicos de los propios usuarios tienen mucho

que aportar al desarrollo de las BCIs.

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Neuroergonomía

6. Preguntas de estudio

¿Cómo funciona una BCI basada en el potencial P300?

Señala las ventajas y limitaciones del estado actual de las BCI.

Inventa y describe una aplicación interesante de las BCI en un futuro en el

que las limitaciones actuales de las BCI no existieran.

7. Bibliografía

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Neuroergonomía

Neuroergonomía

Capítulo 7. Rehabilitación asistida por robots para

pacientes con daño cerebral

Autora: Mirta Mikac

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Neuroergonomía

Capítulo 7. Rehabilitación asistida por robots para

pacientes con daño cerebral

Índice de Contenidos

1. Resumen

2. Introducción

3. Accidente cerebrovascular

3.1. Accidente cerebrovascular isquémico

3.2. Accidente cerebrovascular hemorrágico

4. Psicología robótica

4.1. Clasificación de los robots

4.2. Rehabilitación de apoplejía asistida por robot

4.2.1. El robot Lokomat

5. Desafíos con los robots

5.1. El efecto del Valle Inquietante

5.2. Percepción de confianza y actitudes hacia los robots

5.3. Aspectos éticos en la robótica

6. Conclusiones

7. Preguntas de estudio

8. Bibliografía

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Neuroergonomía

1. Resumen

Con los avances tecnológicos, la medicina puede proporcionar un mejor

tratamiento de rehabilitación a las personas necesitadas. Si bien la fisioterapia

tradicional se sigue aplicando ampliamente para rehabilitar un accidente

cerebrovascular, la rehabilitación asistida por robots está creciendo

exponencialmente. Así, los dispositivos robóticos como Lokomat permiten a los

supervivientes de accidentes cerebrovasculares experimentar una recuperación

más rápida de las funciones motoras deterioradas y regresar al estilo de vida que

tenían anteriormente.

A pesar de las ventajas mencionadas, en el futuro se debería prestar más

atención a la adaptación de las propiedades del robot de rehabilitación para

extender su eficacia a diferentes grupos de pacientes. Por ejemplo, los

supervivientes de accidentes cerebrovasculares con pérdida completa de funciones

sensoriales y motoras aún no pueden disfrutar de los beneficios de este protocolo

de rehabilitación.

2. Introducción

El accidente cerebrovascular (ACV) se considera una de las principales causas de

muerte en todo el mundo. Cada 40 segundos una persona se ve afectada por un

derrame cerebral, mientras que cada 4 minutos una persona muere por ello

(National Stroke Association, 2017). En España, 141 individuos de cada 100.000

habitantes sufren de apoplejía, mientras que el 12% de ellos muere dentro de las

primeras 24 horas (Vega et al., 2009). Esta condición médica también es la

principal causa de incapacidad permanente en Europa y Estados Unidos

(Kolominsky-Rabas et al., 2001; Verbeek et al., 2011). Debido a las alteraciones

neurológicas, la mayoría de los supervivientes de accidentes cerebrovasculares

acaba por depender de otras personas (Kelley-Hayes et al., 2003).

En general, el accidente cerebrovascular se asocia con la población de la

tercera edad. Sin embargo, en la última década la incidencia de accidente

cerebrovascular también se está observando en población más joven. El grupo de

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Neuroergonomía

niños menores de un año es particularmente susceptible a experimentar apoplejía.

En el caso de los bebés menores de 30 días que sobrevivieron a un accidente

cerebrovascular, el 42% de ellos mostró secuelas a modo de algún déficit en sus

capacidades físicas (deVeber et al., 2000).

Por el momento no existen tratamientos para la recuperación del tejido

cerebral dañado durante el infarto cerebral. Sin embargo, los avances en

tecnología permiten llevar a cabo intervenciones de rehabilitación eficaces para

mejorar las habilidades funcionales de los supervivientes de un ACV (Di Pino et al.,

2014). Con la intervención asistida por robot, los supervivientes pueden disfrutar de

una rehabilitación segura y más rápida (Di Pino et al., 2014; Reinkersmeyer, et al.,

2004; Hogan y Krebs, 2004) en comparación con la fisioterapia convencional (Lo et

al., 2010; Klamroth-Marganska et al., 2014).

El objetivo de este trabajo es analizar las opciones actuales de rehabilitación

asistida por robots para los supervivientes de accidentes cerebrovasculares. En

este capítulo además se discutirán los posibles problemas con el uso de estos

robots.

3. Accidente cerebrovascular

El derrame cerebral es una afección médica que ocurre debido a la interrupción en

el suministro de oxígeno al cerebro. Con la privación de oxígeno, las células del

cerebro mueren y se produce un infarto localizado. Dependiendo del área del

infarto, el paciente sufre diferentes alteraciones neurológicas. La alteración más

común es la pérdida de la función muscular (parálisis física parcial o completa),

aunque la persona también puede experimentar una pérdida de equilibrio, afasia

(incapacidad para producir o comprender el lenguaje), pérdida de visión, etc. Los

accidentes cerebrovasculares se clasifican en dos categorías principales:

hemorrágico e isquémico (National Stroke Association, 2017).

3.1. Accidente cerebrovascular isquémico

El accidente cerebrovascular isquémico es el tipo más común de accidente

cerebrovascular y con la mayor incidencia de discapacidad permanente. Es

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Neuroergonomía

causado por un fallo en el suministro sanguíneo al cerebro debido a la presencia de

un coágulo de sangre en un vaso sanguíneo. En la mayoría de las ocasiones, el

accidente cerebrovascular isquémico ocurre debido a una presión arterial alta. Sin

embargo, las personas que consumen estimulantes, como la cocaína y la

metanfetamina, también son susceptibles de experimentar este tipo de accidente

cerebrovascular (National Stroke Association, 2017).

3.2. Accidente cerebrovascular hemorrágico

El accidente cerebrovascular hemorrágico es causado por un sangrado en el

cerebro como resultado del estallido de un vaso sanguíneo debido a una presión

arterial alta (hipertensión), un aneurisma o una sobredosis con anticoagulantes.

Aunque este tipo es menos común, representa alrededor del 40 por ciento de las

muertes por accidente cerebrovascular (National Stroke Association, 2017).

4. Psicología robótica

La psicología robótica es un campo multidisciplinar cuyo objetivo es estudiar y

evaluar el grado de similitud entre las personas y los robots en los niveles

sensoriomotor, cognitivo, emocional y social (Libin y Libin, 2004a).

Al igual que los humanos, los robots también presentan diferencias

individuales. Estas diferencias se manifiestan en el diseño de la apariencia física y

del comportamiento de los robots, cuyo objetivo es facilitar la interacción con los

humanos y satisfacer sus diversas necesidades (Libin y Libin, 2004a).

4.1. Clasificación de los robots

Con los avances tecnológicos, las interacciones humanas con robots están

creciendo exponencialmente, de modo que ya no sólo se utilizan en investigación y

en procedimientos médicos, sino que su uso se extiende a tareas educativas y

terapéuticas.

Desde la perspectiva psicológica, es posible distinguir entre robots de

asistencia y robots de estimulación interactivos, en función de la configuración de

su comportamiento (Libin y Libin, 2004b).

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Neuroergonomía

Los robots de asistencia tienen apariencia de máquina y realizan

movimientos físicos simples. Su función es potenciar las capacidades humanas y

cubrir las necesidades de los humanos, por ejemplo, en contextos médicos

(realizando diagnósticos y tratamientos clínicos) y militares (actuar en situaciones

de riesgo para los humanos).

Los robots de estimulación interactivos (robots sociales) tienen un aspecto

antropomorfizado, es decir, que imita la apariencia humana. Su función principal

consiste en interactuar con los humanos en un nivel más complejo, el cual involucra

emociones y cognición social (Libin y Libin, 2004b). Se utilizan en actividades

sociales (v.g., proporcionar compañía), terapéuticas (v.g., psicoterapia) y de

rehabilitación, como se describe a continuación.

4.2. Rehabilitación de apoplejía asistida por robots

Cuando se compara con la fisioterapia convencional, la rehabilitación robótica

parece mostrar una mayor eficacia. Una forma de evaluar la efectividad de la

rehabilitación consiste en comparar las puntuaciones de la Evaluación Fugl-Meyer

(Duncan et al., 1983). Esta evaluación estandarizada del accidente cerebrovascular

proporciona un índice de deterioro del superviviente en términos del funcionamiento

sensoriomotor y de las articulaciones, del equilibrio y la percepción sensorial (a

mayor puntuación menor deterioro; Fugl-Meyer et al., 1975; Ng et al., 2018).

Las investigaciones que incluyen la evaluación estandarizada de Fugl-Meyer

indican que los supervivientes de accidentes cerebrovasculares expuestos a

rehabilitación robótica experimentan una mayor recuperación en un periodo de

tiempo más corto que con rehabilitación sin dispositivo robótico (Di Pino, 2014;

Reinkersmeyer et al., 2004; Hogan y Krebs, 2004). Por tanto, este enfoque

tecnológico permite una rehabilitación segura y resultados más eficientes en un

periodo de tiempo más corto.

El objetivo del protocolo de rehabilitación robótica es estimular la

reorganización cerebral para recuperar la actividad motora en la extremidad

debilitada y asegurar la locomoción del paciente, sin embargo, aún no es posible

restaurar el tejido dañado (Di Pino, 2014; Mehrholz et al., 2017).

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Neuroergonomía

Desafortunadamente, los pacientes sin actividad motora residual no pueden

beneficiarse de esta rehabilitación, ya que los dispositivos robóticos actuales

requieren el movimiento del paciente para la activación (Reinkersmeyer et al.,

2004; Lum et al., 2002).

4.2.1. El robot Lokomat

Lokomat es un dispositivo robótico que ayuda a los supervivientes de accidentes

cerebrovasculares a recuperar o mejorar la capacidad de caminar. Consiste en una

cinta de correr en la que el paciente camina mientras está suspendido de un arnés.

El marco robótico del exoesqueleto está unido a las piernas del paciente (Figura

7.1).

Figura 7.1. Configuración de Lokomat. Fotografía: Fondazione Santa Lucia Irccs.

Los sensores dentro del exoesqueleto tienen las funciones de monitorear el

patrón de la marcha y medir los cambios de fuerza, el rango y la resistencia del

movimiento (Calabrò et al., 2016; van Kammen et al., 2017; Westlake y Patten,

2009).

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Neuroergonomía

Mientras camina, el paciente recibe una retroalimentación aumentada (a

través del monitor se proporciona información de realidad virtual). La investigación

sugiere que este tipo de retroalimentación aumenta la activación y el esfuerzo

muscular, estimulando así la marcha y el equilibrio del paciente (Calabrò et al.,

2017; Ronsee et al., 2011).

Durante la retroalimentación aumentada, los pacientes están expuestos a

tareas de recolección y evitación de objetos dentro de un entorno virtual. Calabrò y

sus colegas (2017) compararon el resultado de la rehabilitación de Lokomat entre

un grupo de pacientes expuesto a la tarea de realidad virtual con retroalimentación

aumentada y un grupo que no realizaba la tarea virtual. Después de 40 sesiones,

los datos de electroencefalografía indicaron que el uso de la realidad virtual activó

áreas involucradas en la planificación y el aprendizaje motor (corteza premotora,

precúneo y áreas visuales asociativas). Los autores de este estudio proponen que

el sistema de neuronas espejo es activado durante la tarea de realidad virtual,

produciendo un mejor rendimiento motor que permite a los pacientes recuperarse

más rápido que cuando están expuestos a la fisioterapia convencional (Calabrò et

al., 2017).

Lokomat es también un ejemplo de dispositivo diseñado ergonómicamente.

La retroalimentación aumentada no solo permite la participación activa del paciente

durante el protocolo de rehabilitación, sino que la intensidad y el nivel de dificultad

de la tarea son ajustables en función de la condición del paciente. Este dispositivo

robótico también es fácilmente adaptable a los niños, lo que les permite disfrutar de

los beneficios de este protocolo de forma segura con comentarios personalizados

(Calabrò et al., 2016, 2017).

5. Desafíos con los robots

Al crear dispositivos robóticos con el propósito de interactuar con humanos se

deben tener en cuenta varios factores psicológicos como las emociones, la

confianza y las actitudes que elicitan los robots sobre los humanos, o la ética sobre

su uso, que se describen a continuación.

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Neuroergonomía

5.1. El efecto del Valle Inquietante

La tendencia humana a antropomorfizar puede ser un arma de doble filo cuando se

trata de la interacción con robots. Un robot produce una respuesta emocional más

positiva y empática conforme más se parece a un humano. Sin embargo, esta

emoción positiva disminuye bruscamente al alcanzar un punto concreto de alta

similitud entre robot y humano, llegando a provocar una respuesta emocional

negativa de rechazo. Este cambio en la emoción que evoca el robot debido a su

apariencia excesivamente humana se conoce como el efecto del Valle Inquietante.

Después de observar las reacciones humanas a una mano protésica, Mori (1970)

propuso la idea de que los humanos son vulnerables a las imperfecciones que se

parecen mucho a sus partes del cuerpo.

Por tanto, cuando se trata de dispositivos robóticos utilizados para la

rehabilitación de un accidente cerebrovascular, habría que considerar la posibilidad

de que algunos pacientes muestren aversión a esta técnica de rehabilitación, en

línea con el efecto del valle inquietante.

5.2. Percepción de confianza y actitudes hacia los robots

Las ideas preconcebidas de los humanos se basan en su experiencia personal, lo

cual puede influir en su confianza hacia los robots. Las actitudes hacia la

interacción y el uso de robots se pueden medir con la Escala de Actitudes

Negativas hacia los Robots (Negative Attitudes towards Robots Scale-NARS). Esta

escala abarca 3 dimensiones de actitudes negativas hacia los robots: interacción

con robots, influencias sociales de robots y emociones en interacciones con robots

(Nomura et al., 2006). Consiste de 14 enunciados, y el nivel de acuerdo sobre cada

enunciado se expresa con una escala Likert de cinco puntos (1: totalmente en

desacuerdo, 5: totalmente de acuerdo). Por ejemplo, el primer ítem quedaría

traducido así:

“Me sentiría inquieto si los robots realmente tuvieran emociones”.

Usando esta escala, un estudio (Sanders et al., 2017) ha mostrado que las

personas con exposición previa a los robots tienden a mostrar niveles de confianza

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Neuroergonomía

más altos y menores actitudes negativas hacia ellos. Además, los resultados

indicaron que los agentes humanos generan una mayor confianza que los robots

ejecutando las mismas tareas. Por tanto, se puede suponer que en el entorno de

rehabilitación los pacientes preferirían que la intervención estuviera guiada por

humanos.

Los rasgos de personalidad (introvertida o extrovertida), tanto de los

usuarios como de la conducta que manifiestan los robots, también afectan a la

preferencia hacia los robots (por ejemplo, medida como la cantidad de tiempo que

las personas interactúan con los robots; Tapus et al., 2008; Broadbent, 2017). En el

estudio de Tapus et al. (2008) los pacientes con apoplejía fueron expuestos a un

robot terapeuta que los supervisaba y los animaba durante su protocolo de

rehabilitación. Los robots podían mostrar un rasgo de personalidad introvertido (se

expresaban con un lenguaje más formal y con un tono más suave: “sé que es duro,

pero recuerda que es por tu bien”), o un rasgo extrovertido (expresiones más

directas y con un tono más enérgico: “¡vamos, tú puedes hacerlo!”). Los resultados

indicaron que los pacientes extrovertidos calificaron a los robots terapeutas

extrovertidos como más cercanos (y pasaron más tiempo interactuando con ellos)

en comparación con los robots introvertidos, mientras que los pacientes

introvertidos se sintieron más cercanos e interactuaban más con los robots

introvertidos.

En conjunto, estos resultados proporcionan directrices importantes sobre

cómo la industria robótica debe construir robots sociales para reducir las actitudes

negativas hacia estos dispositivos y mejorar los protocolos de rehabilitación para

lograr la máxima eficiencia y el bienestar de los pacientes.

5.3. Aspectos éticos en la robótica

En 1976, Joseph Weizenbaum expresó su preocupación por los efectos negativos

que los avances tecnológicos podrían tener en el mundo. Consideró a la

inteligencia artificial como una amenaza para la dignidad humana. Cuando se trata

del desarrollo del campo robótico, la mayor preocupación se dirige a la pérdida de

los puestos de trabajo que realizan los humanos. Weizenbaum abogó

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Neuroergonomía

enérgicamente por la noción de que la inteligencia artificial, en ninguna medida,

debería usarse como un sustituto de la fuerza de trabajo humana, particularmente

en aquellos puestos de trabajo donde el paciente deba recibir por parte del

trabajador un trato basado en el respeto y el cuidado (Weizenbaum, 1976). El

trabajo de un terapeuta cae en esta categoría, ya que cuando se administra terapia

de rehabilitación el paciente necesita sentir empatía por parte del cuidador.

Si bien ya ha habido varios intentos de crear robots con la posibilidad de

provocar emociones (Breazeal et al., 2005), la pregunta principal es hasta qué

punto deberíamos permitir el avance en la tecnología. ¿Cuándo es el momento

adecuado para dejar de probar los límites de la inteligencia artificial? ¿Dónde debe

trazarse la línea de lo que es aceptable y lo que no? ¿Qué es más ético: crear un

robot sofisticado que pueda proporcionar la mejor atención de rehabilitación y

reemplazar la mano de obra humana, o aceptar el hecho de que para algunas

condiciones médicas la fuerza de trabajo humana puede ayudar a reducir el efecto

del daño, pero sin ser posible la recuperación completa? Estas son algunas de las

preguntas que la sociedad tendrá que responder en un futuro cercano.

6. Conclusiones

El accidente cerebrovascular afecta a un gran número de personas en todo el

mundo, dañando sus funciones motoras. Con respecto a las opciones de

rehabilitación disponibles actualmente, la terapia robótica parece ser más eficiente

que la fisioterapia convencional (Krebs et al., 2004; Hogan y Krebs, 2004;

Reinkersmeyer et al., 2004; Lum et al., 2002). Aunque los resultados de la

rehabilitación con robot sean más rápidos a la hora de restaurar la función motora,

todavía quedan algunas cuestiones que resolver con respecto a este tipo de

terapia.

En primer lugar, el efecto de rehabilitación de la terapia robótica es eficiente

solo para los supervivientes de un accidente cerebrovascular que tienen una

capacidad motora relativamente preservada (Dobkin, 2004). Por lo tanto, se debe

poner mayor énfasis en extender las propiedades robóticas para que los pacientes

que sufren parálisis completa puedan disfrutar los beneficios de esta técnica de

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Neuroergonomía

rehabilitación. Otra posibilidad quizás sea la implementación de la estimulación

cerebral no invasiva (véase el Capítulo 5) y la práctica mental dentro de la

rehabilitación robótica. La rehabilitación con práctica mental se basa en que las

imágenes mentales estimulan el área cerebral responsable de la parte del cuerpo

que la persona quiere mover (Rizzolatti y Craighero, 2004; Lotze, et al. 1999).

Además, parece que las técnicas de estimulación cerebral pueden mejorar la

plasticidad sensoriomotora (Di Pino et al., 2014), aunque se requiere más

investigación para evaluar su efectividad concreta para la rehabilitación del

accidente cerebrovascular (Takeuchi y Izumi, 2012).

Una segunda limitación es su alto coste económico actual, a pesar de que

esta técnica garantiza una supervisión menos directa que permite al terapeuta

controlar a varios pacientes al mismo tiempo (Di Pino et al., 2014; Reinkersmeyer

et al., 2004; Hogan y Krebs, 2004; Wagner et al., 2011). En el futuro, esta

rehabilitación debería ser más accesible para una mayor población.

No obstante, dado que el bienestar del paciente debe ser la prioridad,

también es importante tener en cuenta los aspectos psicológicos y éticos al

desarrollar dispositivos robóticos sofisticados. Sin lugar a dudas, con los avances

tecnológicos los ingenieros se acercan cada día más a la creación de robots más

efectivos para maximizar los resultados de la rehabilitación. Sin embargo, esto no

debería ser una excusa para reemplazar la fuerza laboral humana con dispositivos

robóticos en los campos donde el respeto y el cuidado de las personas son

esenciales.

7. Preguntas de estudio

Imagina que eres un superviviente de un accidente cerebrovascular con

hemiparesia. ¿Qué tipo de rehabilitación preferirías: fisioterapia asistida por

robot o fisioterapia convencional? Justifica tu respuesta.

¿Deberían los dispositivos robóticos reemplazar a los humanos cuando se

administra rehabilitación? Si tenemos robots precisos y bien programados,

¿necesitamos que los humanos trabajen en centros de rehabilitación?

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Neuroergonomía

En tu opinión, ¿deberían los robots de rehabilitación mantener la apariencia

actual o deberían obtener una apariencia humanoide?

¿Cuáles son las ventajas potenciales de tener un robot con propiedades de

BCI (brain computer interface) para fines de rehabilitación?

8. Bibliografía

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Neuroergonomía

Glosario de términos

Accidente cerebrovascular

Antropomorfizado

Arousal (activación fisiológica)

Atención

Automatización adaptativa

Carga de trabajo mental

Células ganglionares de la retina intrínsecamente fotosensibles (ipRGC)

Cronotipo

Cuestionario de Fallos Cognitivos (Cognitive Failures Questionnaire - CFQ)

Decremento de Vigilancia

Efecto del valle inquietante

Electroencefalograma, Electroencefalografía (EEG)

Entrenamiento cognitivo

Escala Analógica Visual (VAS)

Escala de actitudes negativas hacia los robots (NARS)

Escala de Somnolencia de Stanford (SSS)

Escala de somnolencia de Karolinska (KSS)

Espectroscopía funcional por rayos cercanos al infrarrojo (NIRS, fNIRS)

Estimulación magnética transcreaneal (TMS)

Estimulación transcraneal directa por corriente continua (tDCS)

Evaluación Fugl-Meyer

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Neuroergonomía

Interfaz cerebro-computadora (BCI)

Luminoterapia

Multitarea

Negatividad asociada al error, error related negativity (ERN)

P300, P3

Potenciales evocados relacionados con eventos (ERP)

Psicología robótica

Pupila

Realidad virtual

Recursos mentales (atencionales, cognitivos)

Rehabilitación asistida por robots

Relajación progresiva de Jacobson

Retroalimentación aumentada

Ritmos circadianos

Robots sociales

Simuladores

Síndrome del trabajador a turnos

Sobrecarga mental

Tarea de la Atención Sostenida a la Respuesta (Sustained Attention to Response

Task - SART)

Técnicas no invasivas de estimulación cerebral

Test de Ejecución Continua (Continuous Performance Test - CPT)

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Neuroergonomía

Test de Vigilancia Psicomotora (Psychomotor Vigilance Test - PVT)

Test del Reloj

Trabajo a turnos

Vigilancia

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