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Relatos de hinchas victimas de la represión y hostigamiento por parte del Plan "Estadio seguro"

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Prólogo Hoy en día, el espectáculo del deporte rey es una de las más grandes herramientas del mercado, lo que en algún momento parecía representarnos como una fa-milia hoy no es más que una marca, una empresa. Los simpatizantes, los hinchas y aquellos que harían cual-quier cosa por la U, son clientes que pagan por ir a ver un show, ya no existe dignidad, ni un trato acorde para por lo menos ser considerados como consumidores de aquello que amamos tanto. Los grupos organiza-dos son perseguidos y neutralizados, la colectividad es una amenaza para el sistema económico que nos rige. Sean violentos o no, la dictadura actual; los encargados de poner seguridad y defender al ciudadano común y corriente, velan como viles perros guardianes por los intereses del poder y el dinero de la clase capi-talista, del que nos quita nuestro gran amor y del que convence a algunos pocos que su gestión es la mejor, de la mano del Gobierno y de planes mal aplicados para una realidad desconocida por sus creadores, por una vuelta de la familia, esa familia que para asistir a ver un “espectáculo deportivo”, debe invertir altas sumas de dinero, para exponerse a vejaciones, faltas de respeto y abusos… (imagínense si fuera gratis).

Es así como el sistema nos divide y nos enfrenta, nos hace creer que el fin último es el “club” (que no existe), que no es tuyo ni nuestro, porque está secuestrado por el poder económico, pero a fin de cuentas es así, el sistema sólo nos quiere dividir para sacar más créditos, mientras tú piensas que “eres parte de algo”, ellos desde su tribuna disfrutan del circo que nos toca vivir, mientras desde sus cómodos asientos se llenan los bolsillos, con el sentimien-to y el esfuerzo de muchos como tú o como nosotros.

Esta vez como NO Oficial, les presentamos un traba-jo hecho por todos y para todos, para que aquellas “situaciones” invisibles a la autoridad, y tan comunes para nosotros, se hagan visibles, se compartan y no se configuren en hechos aislados o costumbres para aquellos que siempre, en el lugar que sea, acom-pañan a la U, sin pedir nada a cambio, pero con el gran pesar de lo que nos toca vivir como pro-tagonistas del fútbol, como hinchas, como camara-das, como bullangueros, como familia, como sujetos.

El No Oficial, Hinchas trabajando para los Hinchas

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EL PRIMER DÍA EN EL I N F I E R N O

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Un delincuente rata quita de sorpresa a un cuidadan@ sus pertenencias, lo que lleva consigo en ese mo-mento. Las ratas grandes roban la vida completa...

El capitalismo da autorización a que grupos de ratas grandes roben lo que puedan comercializar. Es así como funciona este sistema, la idea es subir todo al merca-do como entidad superior de regulación, el “todo” es absolutamente todo; eso no es una paranoia. Y es que una de las ratas más detestables, pero que eufemísti-camente lo podemos llamar un “visionario oportunista” (la rata llegó a ser presidente del país en 2009), en 2002 envió al Congreso de este Estado un proyec-to de ley para subir al mercado y que este maneje el fútbol. No es que tuviera intención de un proyecto de crecimiento y calidad para el mejor futuro evoluti-vo del deporte en sí, simplemente, como mencionaba al comienzo, este sistema da Garantía a que las ratas grandes puedan robar con autorización y propiedad.

A comienzos del 2002, Sebastián Piñera (piraña) lanza al Senado el proyecto de Ley de Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales SADP (hecho ley N°20.0019 en el año 2005). El proyecto no era necesario en sí, para ese momento deportivo. Había que fabricar un plan y forzar condiciones al estado mediante la ley y el mercado. Básicamente se obligaría a los clubes para convertirlos en empresas anónimas donde su ex-istencia “legal” sería en la bolsa de comercio. Pasaron años para aprovecharse de las muy malas gestiones de los directivos, haciendo caer uno a uno a los clubes. Si los grandes caían los demás clubes no tendrían más remedio que seguirlos, porque era ilógico competir con el condicionamiento económico de la dinámica en la estructura mercantil y cultural mediante las herramien-tas del control social que son los medios de comunicación masiva. Prensa televisiva, escrita, radial etc. los empre-sarios amigos forman monopolios capaces de inventar necesidades y que la ciudadanía comparta y haga eco en esas necesidades. Los grupos de hinchas - barris-tas desde siempre fueron contactados por políticos del

espectro criollo para gestionar sus campañas políti-cas, ya que estos (barristas) manejaban un importante grupo bélico civil. Por lo tanto las autoridades siempre han estado conscientes de sus conexiones, por eso es una hipocresía mediática que parecieran sorprendi-dos de que existan grupos “violentos”. Es la impresión pública que dan en sus canales televisivos y prensa en general. Para el nuevo formato de negocio capitalis-ta del fútbol, las masas organizadas, sean o no sean “barras bravas”, no son compatibles con el estereoti-po de aficionado o más técnicamente hablando el tipo de “cliente” del fútbol que necesitan manejar. Ya que sería un obstáculo para las empresas deportivas que la cultura del empoderamiento y representación pop-ular, que significan los clubes deportivos tengan orga-nizaciones capaces en algún momento de decidir o no seguir el negocio burdo y mermado de su propio sím-bolo representativo. Por lo tanto era necesario sacar de los estadios cualquier grupo, sea violento o no, la técnica es milenaria y efectiva DIVIDIR Y GOBERNAR.

El plan ya estaba fabricado, los títeres de la “prensa burguesa” ávidos de migajas y prostitución del peri-odismo consensuaban en que “vender al fútbol social” era lo mejor y más optimo para el desarrollo de este deporte. Y aúnque ellos debían hacer periodismo solo se dejaron influenciar por sus trabajos, por lo que su amo le decía; ellos lo repetían. Y así la opinión públi-ca fue encasillada, ya que la prensa es el mal llama-do consenso de la verdad. Es así como la gente de un país es manejada, es así como en toda la historia han podido concretar los planes maquiavélicos de control y dominación en una masa adiestrada y alienada.

Después de adueñarse, fraudulentamente o no, de los clubes de fútbol, debían seguir y fabricar un estereo-tipo de aficionado, no era compatible la dinámica ac-tual que culturalmente rodeaba al fútbol. La intención era que tuviesen un cliente VIP que comprara un abono anual, restringiendo la venta de tickets para un cliente más pudiente, sacar a la masa pobre de los estadi

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os es el plan. Los réditos líquidos los obtenían en gran medida por el canal del fútbol. La mayor ga-nancia de las nuevas empresas del deporte rey es lo que reciben por el auspiciador televisivo. Claramente quedó afirmando cuando Harol Mayne-Nicholls, pres-idente de la ANFP, intentó dividir las ganancias del canal en partes justas de ingreso a todos los clubes. Pero las ratas grandes que ya “eran dueñas” de los clubes no les importaban un desarrollo del deporte. Como siempre solo les importa consumir todo el capital.

En mayo del 2006, se produce la fraudulenta quie-bra de la Universidad de Chile, que legalmente era la Corporación de Fútbol Profesional de la Univer-sidad de Chile, o sea la CORFUCH, la figura jurídica que constituyeron a fines de los años 70 como suceso-ra oficial, legítima e histórica de la antigua rama de fútbol del Club Deportivo de la Universidad de Chile, y que luego se desvinculó de la casa de estudios.

Posteriormente en los años 90 asumió Sergio René Oroz-co Sepúlveda (Doc Orozco), volvimos a ser campeones después de 25 años, se hicieron grandes campañas fut-bolísticas, se cometieron errores dirigenciales, hasta que empezó a asomar la sombra de la quiebra, que fue solicitada de la Tesorería General de la República en el año 2003. El origen de esta deuda (que ascendía a $5.400.000.000) con la TGR, consistía en el giro de los impuestos que afectaban a las primas y pre-mios pagados por “U” a sus trabajadores (jugadores y cuerpo técnico), los que, según el SII, estarían afec-tos al impuesto único al trabajo establecido en la Ley de Impuesto a la Renta. No obstante, el doc y sus ase-sores sostuvieron que las mencionadas primas y pre-mios no tributaban, por lo que el club NO retuvo en su tiempo los impuestos correspondientes. Esta última interpretación de la ley apunta a que los verdaderos deudores de esos impuestos son los propios jugadores y técnicos, y en ningún caso el club, que, por lo tanto, no tendría porque retener esos impuestos y pagarlos. Esa fue la causa, por la cual, la jueza Jenny Book re-chazó en primera instancia la solicitud de quiebra de la TGR en 2004. Por otra parte, el club mantenía otras deudas, pero fueron repactadas o quedaron en proce-so de negociación. No obstante, la tesorería apeló la resolución y, en segunda instancia, la Corte de Apel-aciones de Santiago revirtió la decisión de la jueza Book y decretó la quiebra del club en mayo de 2006.

Los socios en ese tiempo resolvieron en asamblea per-manecer como corporación y rechazaron convertirse en S.A.D. Sin embargo, con la quiebra se complicaron las cosas y las decisiones pasaron a manos de la junta de acreedores y del síndico José Manuel Edwards. Al final, más el apoyo de la Universidad, determinaron entregar a la "U" en concesión a una empresa externa (y consti-tuida rápidamente) llamada Azul Azul S.A., que tomó el control total sobre el club el 25 de mayo de 2007 y cuyo máximo accionista es Carlos Heller. La empresa concesionaria se encargaría, además, de pagar la deu-da del club (es un codeudor solidario). La duración de la concesión es de 30 años, pero si la deuda es pagada antes de ese tiempo, la concesión se prorroga por 15 años más, es decir, en total serían 45 años de concesión. Además, la Universidad de Chile autorizó a la conce-sionaria usar el nombre, símbolos, emblemas y marcas mediante un arriendo. Y como contraprestación, la casa de estudios tiene el derecho de elegir dos directores de la compañía y el derecho al cobro de un royalty anual (único vínculo concreto con la casa de estudios).

Así mismo, por la situación de quiebra que sufrimos, la ley de SADP en sus artículos transitorios dispuso una cu-riosa, pero nefasta prohibición, ignorada por muchos, que en la práctica amarró completamente al club cor-poración de sus funciones sociales. Es el inciso segundo del Nº 3 del artículo 2° transitorio de la Ley de SADP.

“Las organizaciones deportivas que otorguen concesión de acuerdo a lo señalado en el inciso anterior, suspend-erán completamente sus actividades por el tiempo que dure la concesión y conservarán únicamente su repre-sentación ante la sociedad concesionaria si fueren ac-cionistas de ella”. Esto significa que, mientras el club siga concesionado a AA, la "U" queda sin directorio, sin socios, sin participación, sin derechos de voz y voto, sin infraestructura propia, etc. Toda decisión, control, nego-cio, etc. lo toma la concesionaria, que a su vez no tiene quien la fiscalice (excepto la SVS) y que no tiene con-trapeso alguno, a diferencia de los indios cuyo club cor-poración sigue vigente frente a Blanco&Negro. O sea, si el equipo sufre una grave crisis deportiva, no habrá manera alguna de exigirle cuentas a estos bribones, a menos que seamos accionistas (camino que no comparto, porque caemos en el juego de la ley y de sus creadores, los intereses empresariales) El sábado 26 de mayo de 2007, un día después de la concesión de A$ul A$ul, se

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disputa en el estadio Nacional el primer partido de la U con la CORFUCH en cese de funciones y se enfrentan contra unión española. Esa tarde en Ñuñoa es el primer partido en el infierno, la U significaba el último escollo del plan porque con los 2 grandes controlados los demás equipos no tendrían más remedio que incluirse en la for-ma de mercado. No era mucha la gente que asistió esa tarde, recuerdo que un viejo hincha se me acercó a con-versar sobre lo que había sucedido con el club. Y con mucha tristeza concordábamos que ya habíamos perdi-do esa figura legal, lo que es un grupo colectivo de so-cios seria una empresa anónima. Camino al estadio por Ñuble había un ambiente fúnebre, después de la revisión clásica en la entrada del recinto la sensación de muerte era palpable, muchos con lentes de sol, muchos con la mirada cabizbaja, no había intención de ánimo; era un-ánime el funeral. La barra no entró implementos, nadie parecía entender que jugaba el equipo de camiseta azul con la U roja en el pecho. Me atrevería a decir que quienes fuimos ese día éramos quienes la nostalgia y el romanticismo viajero nos impulsaba a estar presentes en el momento más nefasto y fatal de la historia de la U. Recuerdo haberme sentado en la clásica e histórica posición de la barra los de abajo. Irónicamente llega-ron los “lideres” LDA vociferando en modo de protes-ta canticos como “si se puede, si se puede” haciendo alusión a que los canticos de aliento no es una simpleza.

Después de los 15 minutos comenzaron los gritos de protesta contra los empresarios impulsores de la quie-bra fraudulenta de la U. -”Heller conchetumadre, fal-abella la vamos a quemar”. Pero ese día no habría cabida a la protesta, detrás se preparaban las fuer-zas bélicas de los empresarios que históricamente les han sido tan serviciales. En los túneles de las galerías se formaban los carabineros de fuerzas especiales. Las cabezas visibles de la barra anticipaban en desenlace. -”todos lo que tengan cámaras empiecen a grabar”. No satisfechos con robar un club faltaba la tradicional for-ma de adueñarse de las cosas, infringir fuerza y violen-cia contra las personas a quienes se les roba. Mujeres y niños a un lado, los que puedan y deban pelear lo harán aún que hoy no tengan fuerza sentimental para hacerlo. Los túneles ya estaban sitiados por las fuerzas especia-les, la gente comienza a abandonar la puerta 14 de las galerías del estadio. Tratando de pasarse a las puer-tas de los lados; había miedo, desesperación, tristeza de muerte. Gritos, amenazas, personas corriendo para

un lado y otro; la situación estaba fuera de control.

Comenzó todo con trozos de tablones arrojados hacia los túneles por los hinchas. Objetos que eran devueltos por los carabineros, había un caos total. Mientras en esos momentos la U caía 0 a 1 en la cancha, las galerías vivían una guerra campal en pleno fúnebre momento. La situación se volcó tremendamente violenta por las fuerzas bélicas de los empresarios, y es en donde los palos y golpes azotaban como en dictadura a las per-sonas que ahí se encontraban. Yo calculo que no duró más de 15 minutos para que la puerta 14 se vacia-ra. Muchos heridos por esos túneles, otros saltando las rejas hacia las puertas del lado; al final habíamos 3 personas abajo cuando los perros obedientes del pod-er bajaban y se adueñaban de la galería. Yo estaba abajo, en los últimos tablones, con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta miraba anonadado la esce-na militar. Ya cruzaban el muro, cuando lancé el trozo de madera en mis manos a 5 metros de los policías. En la reja hacia la 16 había espacios por debajo para pasar, es así como me quedé en la 16 para ver como ese día el empresariado ladrón nos escupía en la cara que se adueñaba de nuestra vida en completitud. Tam-bién que tenían bajo su control como siempre al pod-er bélico de la nación para que proteja sus intereses.Que impotencia!!! ¿Por qué este nivel de violencia? ya mataron al club por que sus aficionados debían ser víc-timas de más dolor. Los túneles del estadio volvían a vivir episodios de la última dictadura militar, golpes in-discriminados contra cualquier persona que esté en ese sitio. ¿Cómo es posible que le den semejante autoridad a una persona que débilmente estará vomitando su vi-olencia personal contra otra que quizás no tenga cul-pa de sus problemas, o sólo son las fuerzas especiales de carabineros animales deshumanizados adiestrados para dar golpes? preguntas que rodean en ese momen-to mi cabeza. Subo por las escaleras para salir pero aún el encuentro no terminaba, seguimos cayendo ante la Unión española. Intento esquivar los palos, después del primero y de ver a un anciano con un niño golpeados por una maldita rata hijo de puta con casco y luma, los demás golpes no me importaron. Imágenes que nunca se irán de la memoria, tatuadas en sangre como la liza piel de herida que queda posteriormente con los años. El ambiente era de tensión y las luces intencionalmente apagadas, gritos, gritos y más gritos. El partido aún no ue la gente prefiera la muerte a ser S.A.”Voy tarareando

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terminaba (Mientras la Unión española convierte el 2 a 1 a favor, resultado final para la anécdota) pero ya nos estaban expulsando del coliseo; como diciéndonos “…el fútbol es mío y ustedes la plebe no son bien reci-bidos”. El oxigeno que se mezclaba con la acida caricia de las bombas lacrimógenas convertía desesperante al ambiente, los piquetes de fuerzas especiales intenta-ban encerrar y atrapar a los camaradas que no podían correr o evadirlos. Corro por las escaleras y afuera se levanta una neblina de polvo por las pisadas y ajetreo de las personas huyendo y de los serviciales armados persiguiendo. Camaradas en el suelo victimas de palos, la violencia desatada es indiscriminada. ¡Qué rabia!, ¡que impotencia! Lamentablemente no hay tiempo para detenerse y analizar, o hacer frente a la situación. Un policía de fuerzas especiales intenta agárrame del cuello pero su armadura hace tosco su movimiento y en un giro de 360° logro evadirlo. Sigo apresurado por la salida de Pedro de Valdivia, cada 20 metros había un grupo de perros armados y adiestrados. La adrenalina oculta el cansancio en ese momento, llego en cosa de instantes a la puerta de salida y veo un contingente es-perando hacer un callejón de golpes con quienes salier-an por esa puerta, coincidentemente en ese momento me hallé solo para pasar, con el impulso de la corrida doy un salto y 1 o 2 lumazos me sacuden en la espalda mientras sorteo uno en las piernas que con el salto no alcanza a darme. Luego de eso no pude contar cuantos exactamente, intuyo que lumas no deben haber llegado a golpearme por trastabillar con las otras lumas yendo a la misma dirección del golpe. –“asesinos, perros de los ricos, asesinos, traidores culiaos” fueron las palabras que alcancé a gritar de impotencia, no fueron por los golpes, la tensión y la adrenalina ahogaban el dolor. Alguien trata de tomarme del polerón que cruzaba mi cintura, pero sólo quedó el polerón, obviamente no me detuve a recogerlo. Apurado por los pasos de los policías corro en dirección hacia Av. Grecia por Pedro de Valdivia y en la esquina habían 2 opciones; pasar por el medio del piquete de pacos o sortear al guanaco que cruzaba la avenida. Muchos de los que corríamos preferimos al guanaco, justo en el momento que estoy llegando al paradero de la esquina el chorro del gua-naco se acercaba estridente a quienes íbamos en aquel-la dirección, con un movimiento acrobático vestido con la desesperación del momento brinco y afirmado con las manos y pies al techo del paradero, pasó el chorro del agua botando a los demás camaradas, a penas

pasa me suelto y caigo, sigo en dirección hacia el este por Grecia, la persecución y la violencia pare-cía no dar tregua, pacos por todos lados, camaradas golpeados cojeaban y trastabillaban mientras seguían el camino. Guanacos por las 2 calzadas, ya pasando el Rustiko pensé en que ya todo declinaría hasta que un micro de carabineros frena violentamente y se ba-jan a cazar a quien pasara por allí, 2 camaradas a metros son víctimas de los primeros golpes policiales.

Tomo una piedra del porte de un puño y la lanzo hacia la puerta del bus, en la milésima que detuvieron su mar-cha al bajarse un camarada escapa y yo cruzo la calle, después de eso no me detuve hasta pasado Macul, mas allá parecía todo más calmo. Bajo la prisa de los pasos, y todo se mezcla, estalla el llanto de mis ojos. “yo soy de abajo y te sigo siempre a todos lados, el sentimiento por el bulla no se va a acabar, el viejo Edwards va a tener que correr, el viejo Edwards va a tener que arran-car porque la gente prefiera la muerte a ser S.A.”Voy tarareando inconscientemente mientras camino. Pero él no corrió ni arrancó. Junto con sus amigos lograron matar nuestra vida para ahora comercializarla en la bolsa de comercio. Este era el primer día después de la muerte viviendo en el infierno de ser S.A. Ellos mandan, ellos deciden nuestra vida, ellos matan si se les para la gana.

Hoy en día el espectáculo del deporte rey es otra her-ramienta del mercado, lo que en algún momento pare-cía representarnos como una familia hoy no es más que una marca, una empresa. Los simpatizantes son clien-tes que pagan por ir a ver un show, ya no existe una historia representativa. Solo eres de un equipo como la misma analogía de cual marca prefieres usar en las zapatillas. Los grupos organizados son perseguidos y n

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ACTUALIDAD AZULEL CLUB ,FUTBOL

LA HINCHADA Y MÁS

SOBRE EL

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eutralizados, la colectividad es una amenaza para el sistema económico que nos rige. Sean violentos o no, la dictadura actual no permite que te juntes con alguien, sólo quiere dividir para sacar más réditos tranquila-mente mientras tú piensas que “eres parte de algo”. No tienen la más cercana idea de comprender el fenómeno cultural que rodea al futbol aquí en el 3er mundo, la idea monopolizadora de sistematizar nuestras vidas es completa. No es que existan objetos que llamen o incen-tiven la violencia (bombos y demases) es que definitiv-amente quieren erradicar a los hinchas de los estadios, sólo quieren ovejas que usen poleras amarillas flúor o cualquier color atractivo que la mercadotecnia tenga en contingencia para sus clientes. Los tickets solo pueden ser adquiridos si eres cliente de un banco y con casi una semana de anticipación puedes comprar. Ya no quieren gente en los estadios porque el costo de la seguridad es alto, solo quieren que veas todo por TV y le pagues el dinero líquido y sin esfuerzo del canal del fútbol.

De todas formas estaremos aquí, resistiendo desde un canto o de una acción que merme los ganancias, presti-gios e influencias de las S.A. Resistimos que usen lo que más amamos como una marca de compra-venta. Somos románticos viajeros desafiando a un ciclope gigante que ya no le temen a la muerte. Estamos en el hades para quemar el infierno porque el temor no es temor. Solo… yo voy a morir si, de esos estamos claro. Pero tú al igual que yo eres un esclavo, ese es mi recado.

Yo soy de abajo y te sigo siempre a todos lados,

El sentimiento por el bulla no se va a acabar

A$ulA$ul va a tener que correr

A$ulA$ul va a tener que arrancar

Porque la gente aun prefiere la muerte a ser S.A.

GATO2E

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Esa palabra llamada

internacional y con promesas de estadio. Pero había algo que ya no estaba y que nos hacia grande, pero no por los triunfos, este era la libertad. La vetusta Real Academia Española define a libertad como la: “Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera u otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Yo crecí con la idea de amar a ese equipo como mi pa-dre, de seguirla incondicionalmente donde fuese que esté y donde vaya a estar. Que nunca se me olvide que jugábamos con los pies llenos de barro pero con la frente en alto y que ese estadio que nos acogía, se llenará de vida. Hoy es todo lo contrario. Ir al estadio es como ir al matadero, como noble ganado sabiendo que la vida se acabará pasando esa primera muralla blanca, custodiada por un sequito de policías cuales carniceros, esperan a ese pueblo azul con bastón en mano para desquitar toda la irá del estado frente a estos soñadores. Se acabó esa época donde un niño podía pasar con su bandera por todo el estadio y que quedaba atónito viendo los fuegos artificiales y a once guerreros en la cancha defendiendo el escudo más hermoso del mundo. Hoy esto se acabó, se terminó, el fútbol ya no era del pueblo, era de los empresarios y del Estado que controla todo lo que queremos y amamos. Pero aquí estamos, somos azules y aguantamos todo lo que se nos venga, porque así nos forjamos, aunque tengamos que vivir en una batalla por los col-ores...

Pablo Abarza Guzmán

El recuerdo más preciado que uno puede tener en la vida es el nacimiento de un hijo e ir al estadio con él. Yo al menos, tengo el recuerdo de ir con mi pa-dre a ver a ese equipo mágico con una “U” roja gigante en el pecho. Para un niño que recién viene a tomar el camino de lo que puede ser correcto o incorrecto, de lo bueno o lo malo, el ir al estadio se convierte en toda una experiencia inolvidable, esperar toda la semana para ver a ese equipo que tu padre tanto habla y que añora sin importar el resultado es un acontecimiento que no se puede explicar, solo se si-ente. En la época de los noventa, tuve mi primer acercamien-to, el primer acercamiento con lo que sería mi razón de vivir y que sería lo más preciado que pueda tener. Ver cientos de globos, papeles en el aire y once ju-gadores en el manto verde que cubre el suelo de ese estadio, lograba que mi pequeño corazón azul lat-iera más fuerte que nunca, tanto que parecía que iba a explotar como los cientos de fuegos artificia-les que decoraban el cielo ñuñoino. Mi padre al ver mi cara de asombrado por el espectá-culo que se vivía en esa galería - donde él vivió el éxito y el fracaso, la derrota y el triunfo- me dijo algo que nunca olvidaré “hijo, ojalá algún día ames a este equipo como yo”. Desde ese día supe que “la U”, no era sólo un equipo de fútbol que semana a semana juega durante noventa minutos, “la U” era camaradería, era pasión, era ese amor que duele y te hace sufrir, pero es el que más nos gusta, el que te hace soñar en un futuro mejor, en un futuro azul. Ese futuro llegó. Y llegó con éxitos, con una copa

Libertad

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“EN CHILE NOS ROBARON

EL FUTBOL”El pasado 23 de agosto nuestro amigo, camarada y compañero fue detenido y golpeado. Sacado del Estadio por órdenes de superiores a quienes parece que no les agradó que se pusiera un Lienzo alusivo al “Futbol Negocio” y la represión que cada fin de semana recibe el Hinchas. Les dejamos el testimonio que nos dio Jorge de como pasaron las cosas y nos explica más menos la situación que vivió.

El partido era el 23 de agosto del 2014, ese día lle-gué temprano para no tener problema en los accesos, algo que es recurrente en los partidos de la U. Aproxi-madamente a las 11:10 entramos, mientras esperába-mos a los amigos, pusimos el lienzo que dice "En Chile se robaron el futbol". A las 11:30 pasaron los guar-das a decirnos que no podíamos tener lienzos dentro del estadio, por lo que tomamos el paño, lo guarda-mos y nos fuimos a sentar arriba en la 17, donde nos ponemos siempre junto a una amiga y otro amigo.

Mientras conversábamos, cerca de las 11:50, subieron 2 piquetes de carabineros hacia nuestra ubicación, no sé cuántos eran, pero fácilmente más de una docena, quizás unos 20, y se dirigieron donde estábamos nosotros. De mala forma me dicen que me pare y los acompañe, a lo que me negué, mientras no me dijeran por qué me querían detener, y empezaron a agarrarme con fuerza, entre unos 4, y me negué a ser detenido, ahí empezaron los golpes, el lienzo que estaba guardado me lo quitaron y de ahí para adelante sólo fue golpiza y humillación.

Me arrastraron desde mi puesto hasta el carro poli-cial, entre golpes e insultos, muchos camaradas in-tentando intervenir, mientras otros grababan y sa-caban fotos. No había mucha gente porque aún era temprano, pero como si yo fuera un gran delincuente

utilizaron toda la represión contra mí, sólo por tener un lienzo de denuncia. El mensaje es fuerte y lo sé, y es por eso que el lienzo ha recorrido canchas a niv-el nacional e internacional, hasta en el mundial estuvo presente. En ningún lado hemos tenido problema, de más de 50 lienzos, sólo el lienzo de la denuncia fue quitado, como si se enfrentaran a un batallón de 100.

Claramente el lienzo dice la verdad de esta mafia del fútbol empresa, están coludidos las sociedades anónimas, la Anfp, la prensa, la policía, el Cdf y el gobierno, y fue como censurar el mensaje. Sabe-mos que estos temas no salen en la prensa, también sé que si saliera directamente me atacarían como delincuente por decir la verdad, y simplemente la verdadera noticia de los hechos tendrían otro tinte y finalmente yo quedo como el malo de la película.

El lienzo textualmente dice “En Chile se robaron el futbol, anfp + Sa + gobierno + policía + pren-sa = mafia, reprimen, hostigan, discriminan al hin-cha” y los logos del foro no oficial que es el medio que hace la contra información contra el fútbol em-presa, el robo del club, la privatización del futbol, como el gobierno nos estigmatiza de delincuentes, la represión de estadio seguro, etc. y si te pones a pensar, todo es cierto!!! La denuncia es concreta y es cierta.

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Claramente, en el momento que llegan 2 piquetes de carabineros, para una sola persona y un lienzo, ya es terrorífico, la cobardía de carabineros para agredir gente es algo común en los estadios, muchas personas simplemente por estar en el estadio y vestir una cam-iseta son blanco perfecto para golpizas y detenciones fantasmas de parte de carabineros. A mi me arrastraron desde mi asiento, arriba en la 17, llegando al muro, has-ta el mismo carro policial, me golpearon, me insultaron, me arrastraron, me rompieron la ropa, tengo el cuerpo lleno de hematomas, me reventaron un dedo de la mano derecha, me tiraban del pelo y me arrastraban, etc. las fotos y los videos pueden constatar la violencia con que se me detuvo, fuerza desmedida y cobardía pura.Bueno en el carro anduve como 1 hora y quizás más, además llevaron a otro camarada que es de Macul y que llevaba a Cristian, un camarada que va en silla de ruedas muy conocidos por toda la familia azul. A Cristian lo golpearon cobarde-mente y en ese momento el camarada detenido lodefendió y trato de identificar al carabinero abusador y se lo llevaron también, nos llevaron a la 33 y después a Macul, a la 46 o 43, no recuerdo bien. En la comisaría

no sabían qué hacer, me tuvieron en un corral en el patio, un par de carabineros se sorprendían porque me tra-taron así, y solo por un lienzo, me llevaron la hoja para firmar, claramente te obligan a firmarla, sino, simple-mente te hacen más problemas para darte la libertad, o simplemente te acusan de algo grave. En la hoja dice que no sufrí agresión y que yo estoy conforme con la detención y que no me pasó nada. Es para la risa, pero es obligación firmarlo, les mostré el dedo, le dije ¿esto es normal, estar sangrando, lleno de moretones, mi ropa rota, todo sucio, eso es estar bien? me dijeron que si no firmaba no salía mas de ahí. Al final una carabinera me explicó que pasaría con el lienzo, con la citación, etc. y al fin de todo eso te leen los derechos jajajajaja.

Ellos dijeron que estaba incitando a la violencia, agresión a carabineros, tener un lienzo, resistirme al ar-resto. Bueno, con el camarada escuchábamos como se ponían de acuerdo para la acusación y que todo cuadr-ara, faltaba que dijeran que tenía un tanque y que carabineros corría peligro. Carabineros se escuda en sus uniformes como ministros de fe, sabemos lo que son capaces de hacer para quedar libre de paja y polvo.

Jorge

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¿REVISIÓN O VEJACIÓN?Sábado 14 de marzo del año 2015, son aproxima-damente las dos de la tarde. Llego al Estadio Nacion-al, donde se disputará el encuentro de nuestro amado equipo (el Club Deportivo Universidad de Chile) contra el rival de turno, en esta ocasión nos enfrentamos al equipo del dictador, nuestro archirrival, Colo Colo. La televisión y la prensa escrita llevan varios días infor-mando sobre el partido, pero, para sorpresa de todos, la información de los equipos o la manera de adquirir un ticket no fueron el grueso de sus noticias, más bien parecía importar los posibles hechos de violencia que ocurrirían antes, durante y después del encuentro de-portivo, actos de violencia que no se daban por presu-midos, más bien se notaba en sus dichos una total seguri-dad de que estos ocurrirían, no eran predicciones, eran actos que aunque aún no ocurriesen, debían ser conde-nados y combatidos con la mayor cantidad de recursos.

El miedo se propagó a la población, los chóferes de la locomoción colectiva amenazaron con paralizar sus fun-ciones “antes, durante y después” del partido, amenaza que fue cumplida, razón por la cual tuve que llegar en automóvil al estadio. En el camino de la travesía sólo divisé 2 microbuses, en el transcurso de varios kilómetros desde el sector sur oriente de Santiago. En ese momento (y hasta ahora) me preguntaba: ¿Por qué se le dedicó tantas horas en los programas de noticias de la tele-visión para hablar sobre algo que hasta el momento no ocurría? Y basándome en el hecho de que al término del partido los mismos medios de prensa, que duran-te la semana atemorizaban a la población con “este nuevo Superclásico”, no difundieron ninguna imagen de violencia, al parecer recordaron que su tarea informa-tiva se relacionaba con los acontecimientos que ocurri-eron al interior del estadio, actos deportivos que todos teníamos la certeza que ocurrirían, o quizás no lograron capturar en imágenes “aquellos hechos” de violencia que esperaban (no podría asegurar que no existieron, aunque yo nos los vi). Pero ayer la prensa si mostraba hechos de violencia, los pocos minutos que salieron por la televisión, en los cuales la fuerza publica atacaba

donde acababa de finalizar su ultimo entrenamiento an-tes de este partido, ataque cobarde que se produjo sin provocación alguna, y que obligaron a correr a padres con hijos en sus brazos, pero que para la prensa chilena no tuvo mayor importancia, ellos solo se dedicaban a in-formar de estos “incidentes”, y que pese a su presencia siendo testigos de estas agresiones, que derivaron en gases lacrimógenos y golpes con bastones indiscrimina-damente, para luego finalizar con hinchas detenidos (a quienes posteriormente se les negaría el ingreso al es-tadio, aplicándoles el famoso “Derecho de admisión”).

con el carro lanza-agua a familias y jóvenes, minutos después que nuestro equipo abandonara el recinto

Al bajar del automóvil noto una gran masa de policías uniformados y me imagino que más de alguno de quienes hoy visten la camiseta de mi equipo no asisten al estadio a ver el encuentro deportivo como la may-oría, sino que se trata de policías de civil, ya que an-teriormente he visto detenciones con esta estrategia.

Mientras la totalidad de quienes me acompañan en el automóvil descienden, pasa en dirección al norte una caravana de carabineros motorizados, el último de ellos al encontrarse al costado de nuestro automóvil se dirige de forma oral hacia nosotros. Para nuestro asombro y nuestra sorpresa las palabras que nos dice nada tienen de formalidad, pues no son propias de un procedimiento policial, ni mucho menos son cordiales, son insultos gen-eralmente usados por quienes hoy alentarán al equipo rival. “Madres culias”, dice el uniformado, quien poste-riormente se pierde junto con sus demás compañeros y ante la impotencia nuestra que sólo derivó en insultos ha-cia el esbirro motorizado, insultos que terminaron cuando en cosa de segundos llegó al lugar un radio patrulla en señal amenazante, razón por la cual tuvimos que comen-zar a caminar por temor a ser detenidos y perdernos el partido, que ya se encontraba próximo a empezar.

NO+DERECHO DE ADMISIÓN

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Mi entrada a la galería sur costó diez mil pesos (unos 16 dólares aproximadamente), digo costó porque yo no pude comprarla, primero debido a que tuve que conse-guirme esa cantidad de dinero. Pude haber viajado 47 veces en el Metro de Santiago (pagando tarifa escolar) con ese monto, pero para ver el partido me conseguí esa suma, aunque no bastó con tener el dinero. Debía tener una tarjeta de crédito/débito la cual no poseía, conseguí una persona para que me comprara la entra-da por internet con la tarjeta, pero teniendo el dinero y la tarjeta tampoco bastaba para adquirí el ticket. Además de comprar la entrada necesitaba de una per-sona que tuviese una tarjeta de cliente frecuente, que fuese “Socio” Abonado, alguien que pagando un pre-cio bastante elevado (razonable debido al desprecia-ble precio de las entradas) adquiere esa tarjeta que le da la posibilidad de ingresar sin comprar entradas a los partidos de local (solamente en el campeonato nacional). Conseguí a esa persona, quien podía com-prar tan solo cuatro entradas de galería, solamente hablando del caso de los tickets de galería, porque para las otras localidades (localidades más caras) no existían las trabas anteriores. Esta persona que se en-contraba “abonada” debía poseer una cuenta en una pagina web con sus datos, y luego de ingresar a esta página con los datos del “abonado”, mi amigo con la tarjetita de débito pudo comprar mi entrada, a la cual debió colocar los datos referidos a mi nombre y mi rut, quedando la entrada inutilizable por otra persona. Si yo por a, b, o c motivos no podía venir al estadio perdía los diez mil pesos, ya que tampoco existe un reembolso si la entrada no es utilizada.

Pero por si todo esto no fuese bastante burocrático y autoritario, la persona que puede ingresar libremente al estadio, mostrándolo solo su carnet de identidad y su tarjeta de abonado, debía ir a retirar en persona mi ticket, no pudiendo ir yo a retirar mi entrada, entonces debí molestarlo y pedirle que luego de su trabajo él se dirigiera a las boleterías del Estadio Nacional, en el transcurso de la semana, para retirar mi ticket. ¡Tenien-do boleterías y trabajadores en ellas no vendían las entradas presencialmente!

Ya en el último control de ingreso al estadio, a metros de la galería sur, lugar donde se encuentra la mayor barra chilena Los de Abajo, debo pasar por un control

Aproximadamente 6 kilómetros debimos caminar, des-de nuestro automóvil estacionado en la calle Campo de deportes, calle donde estacionamos nuestro automóvil habitualmente, hasta el ingreso hacia la galería sur, debiendo bordear la mitad del perímetro del Estadio Nacional, ya que desde hace un par de meses, solo se puede ingresar a las inmediaciones del coliseo deportivo por la entrada más cercana hacia la localidad de nues-tro ticket. Medida completamente absurda que no solo complica el ingreso a personas con movilidad reducida, sino que también alarga el tiempo de ingreso de los hin-chas hacia el estadio, entendiendo que el Estadio Na-cional en su totalidad (no solo el estadio de futbol) tiene un área de 63 hectáreas y la calle Campo de deportes se encuentra en el extremo opuesto de la galería sur, galería a la cual nos dirigimos con mis acompañantes.

Nos encontramos a pocos metros del ingreso sur al Esta-dio Nacional, exhaustos por la caminata de aproxima-damente seis kilómetros, que si bien puede no ser una cantidad tan elevada para nuestras condiciones físicas, a las tres de la tarde la temperatura supera los 30 grados Celsius, y el calor transformaba esa caminata de esa distancia en una actividad totalmente diferente. Todo debido a la imposibilidad de realizar el parti-do a una hora razonable, donde los jugadores puedan trabajar tranquilamente y no sufrir ante este clima, su-frimiento que es compartido por nosotros, quienes, a diferencia de ellos, no estamos 90 minutos bajo el sol, sino que varias horas.

Para ingresar a las inmediaciones del estadio de fútbol debemos dejarnos revisar por carabineros que fiscaliza el ingreso de elementos no permitidos, aunque observo como también botan y rompen elementos autorizados por ley para ingresar a los estadios chilenos, como es el caso de las banderas de 1 metro de ancho y un metro con 20 centímetros de largo en tubos de cartón huec-os. Superada esta primera “revisión” y posteriormente a ser observada nuestra entrada y nuestro carnet de identidad, ingresamos al recinto público, caminamos en dirección al estadio junto a la gran masa de camara-das azules que intentan realizar la misma hazaña, se observan carabineros revisando a quienes ellos estiman merecen una revisión. Al fin llego a la última barrera, el último control, el último impedimento para ingresar a la galería sur del Estadio Nacional.

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de torniquetes, en el cual se encuentran guardias de seguridad privada con chalecos reflectantes. Uno de ellos me solicita mi carnet de identidad para ingresarlo en una maquina digital, otro en el mismo instante me pide el ticket para cortarlo y de esa forma inutilizarlo. Luego de pasar por el torniquete se encuentran decenas de guardias y tras ellos decenas de carabineros. Debo dejar que me revisen nuevamente, aunque esta vez lo hace un guardia de seguridad privada, aquel comienza tocando mi espalda, luego se dirige hacia ambos costados de mi torso desde mis axilas hacia mi cadera, luego toca mis muslos y se dirige hacia mi pene, comienza a palpar mis testículos situación ante la cual yo me enojo completamente y le grito en su cara, terminando su vejación inmediatamente, “puta que estay necesita’o”, fue la frase con la cual le reprendí su actuar, ante lo que el guardia me respondió con enojo, “no hueón”. Volví a reclamarle su reciente acto, ante lo cual el guardia se mostró agresivo, acercándose hacia mí mirándome fijamente a los ojos, quedando frente a frente. Volvimos a intercambiar palabras aunque esta vez con un tono un poco menos agresivo, posteriormente me obligó a quitarme las zapatillas, situación ante la que accedí absolutamente enojado y volví a encararlo, aunque esta vez diciéndole que él no podía tocarme sin que yo lo autorizara, y ni siquiera antes de la revisión me pidió permiso, le volví a encarar diciéndole que no tenía derecho a tocar mis genitales.

Cuando ya me encontraba en la cúspide de mi enojo, uno de mis amigos que se encontraba detrás de mí, se acercó para sacarme de ahí e ingresar al estadio. De esta manera ingreso a la galería sur del Estadio Nacional aprox-imadamente a las tres de la tarde, cansado, acalorado y enormemente enojado. Luego antes de las cuatro de la tarde la U sale a la cancha. Yo observo la escena desde la galería.

Pedro.

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“Hoy puedo morir en paz”… así reza la canción, muchas veces me lo he preguntado, qué estarían haciendo aho-ra los camaradas que por la represión policial recibieron golpes en la cabeza y ahora ya no están con nosotros?

Puedo recordar clásicos, muchos, con sus caballos atrapando y golpeando familias enteras en el zorramental y otros partidos en provincia.

Los años que pasé alentándote no los cambio por nada, absolutamente nada, aunque me haya comido más de un lumazo, aunque los pacos me hayan dicho “camina chuncho conchetumare”, “chuncho culiao”, y uno, atado de manos, no pueda responder “pa pelear”.

No dejar de alentar al equipo de mis amores, aunque los pacos me hayan pedido que me salte la reja con ellos, con los ojos desorbitados, con cara de enfermos, de putos zombies, sabiendo que al minuto que les dé cara, saldrán sus perros a defenderlos, no por nada, en cambio, varias fueron las veces que les tocó comerse de vuel-ta sus palabras, patadas, lumazos combos, etc.

He pasado frio y calor también calor, más de alguna vez tocó “guanaco sensación”, para qué describir lo desa-gradable que ese maldito carro con su asquerosa agua en toda época del año.

Me he cagado de hambre y he estado en prisión, sí me he cagado de hambre en calabozos siguiendo al bulllita de mis amores, el pecado? ir más allá del horizonte. Lo pasamos una vez para un clásico universitario, clásico con mi amigazo, alias Lagos Weber, en calabozo de la onu, junto a él, el chico de las cumbias, que estaba en el mismo calabozo por otros motivos. Cuando le preguntamos cual era la razón de la detención, a la paca que nos llevó, para que nos describiera cuál era hecho puntual, por qué nos llevaban, la respuesta fue “vagancia” y por “machetear”. Fueron 8 horas metido en la comisaría 33, otra más de los pacos culiaos.

He viajado a dedo, a solas, con un ron he viajado y viajado, con pisco, vino, cerveza y de la cabeza... y no faltó la vez que la represión policial nos quitó el preciado ron en algún reten, en la calle caminado al hoyo de pedre-ro, o simplemente haciendo el aguante toda la noche para comprar entradas. No faltó la tortuga ninja que en su moto, muy envalentonado, ofreció el castigo del quinto infierno si llegábamos a la onu teniendo algún pito.

Y tengo un amor! y no lo cambio por nada, ni un paso atrás ...

“el costo de la libertad es menor al precio de represión” A.C.A.B.

... y yo solo quiero vivir una eternidad...

Gabriel “Gringo” Salcedo

... y yo solo quiero vivir una eternidad...

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Corría la décimo segunda fecha del campeonato de apertura del 2014, era un día domingo 26 de Octubre del año antes mencionado, venía llegando a Chile, después de estar largo tiempo trabajando en tierras extranjeras, y apenas me enteré de la fecha de llega-da, hablé con mi amiga y camarada Epifanía (cambiaré su nombre por razones de seguridad) y le pedí, como casi todas las semanas, que comprara un ticket para mí y otro para mi hijo (teniendo 6 años de edad ya tiene que pagar ticket completo). Epifanía no tuvo problemas en hacer la compra y como siempre nos juntamos en los estacionamientos de Guillermo Mann, compartimos unas cuantas cervezas y mi Súperman bebía su jugo de uva, no tuvimos ni un problema, fue un grato ambiente de camaradería, como siempre cuando vamos al esta-dio, y de contar las anécdotas de mi viaje. Ese mismo día con los Amigos de www.elnooficial.cl, se había pro-gramado una jornada de camaradería en donde todo el público que ingresaba por el lado sur del estadio Nacional podía sacarse fotografías gratuitas con la Mascota Bullanguera del No Oficial, sí, de forma GRA-TUITA, algo que desde hace mucho tiempo no se hacía.

Con mi hijo compartimos ese día invitando a los ca-maradas a sacarse las fotografías, y él feliz como siempre por ayudar a este grupo de amigos, y más feliz aún, porque nuevamente vería a su equipo en la cancha.

Terminada esta actividad procedimos a entrar al es-tadio y como siempre mi hijo saltando y jugando con mis hermanos, me pidió que le comprara una ban-dera de la U, si esa típica bandera que han vendido por años y años en las afueras del estadio, esa ban-dera que no sobrepasa los 1,5 x1,5 mts y tiene palo de cartón, esa bandera que muchos de nosotros alu

cinamos cuando éramos chicos, esa misma bande-ra se la compré y con orgullo veía como mi pequeño BULLANGUERO la flameaba con su pecho hinchado.

Llegamos a los controles, Epifanía nos pasa las entra-das a mí y a Superman, a este le entrego su carnet y pasa el primer control (pasamos por carriles separa-dos, pero juntos) llegando al segundo control, veo como el hijo de puta de amarillo le quita su bandera y se la rompe en su cara, le saca el puto tubo de cartón y como pensarán, mi hijo se pone triste, con lágrimas en los ojos y me dice “PAPÁ, ME ROMPIÓ MI BAN-DERA”, a lo cual voy a buscarlo e increpo al maldito hijo de puta, y me dice que esas no se pueden entrar porque pueden lastimar a una persona, mi respuesta fue clara y concisa “crees que un niño va a andar pel-eando con otra persona”, “qué te crees #$%&/, mira como dejaste a mi hijo, maldito hijo de ¡”#$%& y la Concha!”#$%&”. El perro de mierda me amenaza con sacarme del Templo del Bullanguero, eso más emputeció la situación, le tiro 2 combos, acto seguido llegan dos pacos a detenerme, a los cuales les cuento lo sucedi-do y estos toman parte y acto en el segundo parán-dole los carros al maldito hijo de “#$%&/ de amarillo.

Tomo a mi hijo en brazos, trato de calmarlo un poco, su pena y rabia se le notaba en la cara, lo calmo un poco prometiéndole comprarle otra bandera más grande a la salida, pero él no quería, era su bandera, era esa la que él quería.

Al final Epifanía habla con él y lo convence de que la otra será mejor, avanzamos un par de metros y sorpresa “VEMOS QUE DENTRO DEL TEMPLO VENDEN LAS MIS-MAS BANDERAS”(obviamente le compré una para pas-ar su pena), pero los vendedores de las banderas están concesionados y TIENEN QUE PAGAR UN PORCENTAJE A LA PUTA CONCESIONARIA, sí camaradas, el maldi-to hijo de ¡”#$%&/ debe tener las instrucciones claras de no dejar entrar las banderas que se venden fuera del estadio para que así la gente tenga que comprar dentro las banderas y ganarse una pequeña comisión, dense cuenta de que todo está interrelacionado con la puta $.A.SALUDOS CAMRADAS Y LUCHEMOS HASTA VER QUE LA U DE CHILE REGRESE AL PUEBLO

KILLMON Y SUPERMAN

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OPRESIÓN A TODAS

LAS EDADES

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Me presento soy Bastián Santana, de 19 años de edad, nunca se me pasó por la cabeza escribir unas líneas para un libro, pero aquí estoy, sentado frente a mi computador. Soy un Santiaguino común y corriente, que estudia prevención de riesgos y tengo un trabajo part time. No me encuentro un fanático del fútbol en gener-al, pero si lo soy del equipo mágico de la Universidad de Chile, yo diría que más que fanatismo, es amor por la hermosa camiseta azul. Para los que no lo entienden, si aman a su madre o padre, eso lo que yo siento por la U, pienso en ella todos los días y espero los fin de semanas con ansias para ver jugar a esos once leones.

Mi amor por esta institución nace cuando yo tenía aproximadamente 8 años, cuando mi padre acom-pañado de mis tíos y abuelo me llevó al estadio, la verdad sólo tengo como recuerdo imágenes de aquel-la vez. Una de estas fue que, subiendo por el túnel, escucho un zumbido que venía detrás de una puerta, pregunte asustado ¿qué es eso? ¿qué es eso? Ahí fue cuando mis tíos me dijeron ese es el sonido del bombo, no te asustes, es para alentar al equipo y yo quedé fascinado. Más aún cuando sale la U a la cancha, toda la gente de pies cantando sale león, se me puso piel de gallina, ese partido empatamos a dos pero no tengo noción de ni un solo gol, pero si me acuerdo de la gente saltando y cantando al ritmo del bombo.

Los más influyentes en este amor fueron mis tíos, dos gemelos locos por la U, de esos que viajaban por todo el país siguiendo al equipo, eran de los que ahora la prensa y estadio seguro llama “delin-cuentes” pero en fin, ese tema lo tocaré más adelan-te. Una anécdota que tengo con mis tíos fue cuando tenía once años, era un partido contra católica, ellos se ubicaron en la puerta 14 y yo con mi abuelo en la puerta 12. En aquel tiempo la puerta doce se ga-naban en su mayoría gente de una edad mayor. Yo sólo quería ganarme con mis tíos en la barra, porque me gustaba saltar y cantar, pero no podía me tenía que quedar con mi abuelo. Ese partido lo ganamos 3-2 empezamos perdiendo y lo dimos vuelta, al mo-mento del primer gol no aguanté la energía y dejé a

RECUERDOS QUE NO VOLVERÁNmi abuelo sentado y me fui a subir a una rejilla, ahí me quedé todo el partido, saltando con mi bandera.

Ahora, hace sólo unos meses atrás, en un asado familiar mis tíos empezaron una historia de aquel partido y con-taron que lloraron de emoción, cuando otros bullangu-eros dijeron “mira al niñito en la 12, medio aguante”.

Tengo una pregunta ¿por qué ahora un niño de once años no puede entrar una bandera y cantar al ritmo de un bombo? La verdad, no lo entiendo.

Actualmente voy al estadio solo con mis amigos, no se imaginan como extraño aquellos días que iba con mi familia, ellos dejaron de ir hace un tiempo cuando se empezó a implantar el plan estadio seguro, dicen que no es lo mismo de antes, y claramente no lo es, ya que se ven sometidos a revisiones indignas y malos tratos por parte de la policía. Supuestamente este plan se implantó para que vuelvan las familias al estadio, pero lograron todo lo contrario, mis propios tíos ahora son padres y no llevan a sus hijos para que no se vean sometidos a estas excesivas revisiones. Por otra parte, uno antes iba a vivir una fiesta al estadio, donde la gen-te botaba el estrés de la semana cantándole al equipo de sus amores, y algunos más pasivos disfrutaban al

sentir el rugido de la hinchada. Lo que terminó por culpa de unos políticos, personas que nunca han pisado una galería, que denigran a la gente que le gusta alentar y vivir un carnaval mientras se dis-fruta de un partido, tratándolos de delincuentes.

Si quieren erradicar la violencia, todo empie-za por educar. Por mi parte seguiré esperando que el folclor del fútbol sudamericano vuelva a ren-acer en mi país, y seguiré recordando con emo-ción aquellos momentos lindos que viví en mi in-fancia, con mi familia y la barra LOS DE ABAJO.

BASTIAN SANTANA

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billete para los que no son abonados, para los que no sentimos que nuestro nivel de amor a la camiseta se mida por llevar un pedazo de plástico donde apa-rezca mi Rut, mi dirección, mi nombre completo. Ob-servo como se hicieron dueños de nuestro sentimiento a tal punto de reservarse el derecho de admisión.

Hoy veo que son capaces de dejar fuera a cama-radas por el solo hecho de haber caído en algu-na falsa redada, cuando la fuerza pública decide simplemente mostrar su fuerza y autoridad. Veo como cada fin de semana en alguna cancha del país, y más aún, donde juega mi amada Universi-dad de Chile, los derechos de ciudadanos no valen nada avasallados totalmente. Somos tratados como realmente el sistema quiere vernos, como un núme-ro, como ovejas a las cuales hay que decirles cómo vivir una pasión que va más allá del horizonte.

Felipe Ramírezs

PASA EL TIEMPO, LA REPRESIÓN SIGUE

SER HINCHA NO ES DELITO

Corre el año 1995, tengo 10 años, hacía un año que algo impresionante me había tocado vi-vir, en mi corta vida, habíamos salido campeones.

Aún más extraño fue el hecho que me encontraba ba-jando de la micro (371), de la mano de mi papá, rumbo al estadio con la convicción de que celebraríamos nue-va y consecutivamente ese logro que había sido esqui-vo tras 25 años de frustraciones, esta vez en Santiago.

La cantidad de gente que había esa vez tratando de entrar al estadio impresionante era, miles de colores azules se movían bajo el vaivén de golpes de luma de carabineros, esa policía aún con resquicios legales y atribuciones que el genocida de Pinochet les dejó, como condición para abandonar el poder a fin de los 90.

Al momento de llegar a las puertas era todo un caos, tumultos de gente tratando de entrar a la fuerza, car-abineros a caballo haciendo el uso de animales, su-puestamente para confeccionar una fila que era im-posible de armar por la excitación en general y la normalidad del público, y en medio de toda esta es-cena, me veo en una de las imágenes que marcaron mi niñez, yo en contra de una de las murallas del es-tadio y mi papá protegiéndome. Los “pacos” en sus caballos nos presiona contra el muro de la entrada de la puerta 27 del estadio nacional, falta el aire, y con sus últimas fuerzas mi papá grita, hasta cuándo!!!.

Creo para que para cualquier niño de las naciones unidas, de 10 años, es traumático el hecho de ver y entender que existen personajes que son capaces de pasarte a llevar, pasar a llevar tu dignidad, usar la fuerza para reprimirte, aún más, en un evento que se considera “deportivo”, de “vida sana”, que paradoja.

Hoy, 20 años después, soy testigo de la misma represión, testigo de los vejámenes a los que exponen a jóvenes, mujeres y niños al ingreso del estadio, testi-go de los abusos en los que incurren nuestros dirigen-tes al momento de liberar la posibilidad de obtener

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EL PRECIO DE TU ESTATUS

Hincha azul por herencia y probablemente más fanáti-co que la persona que me entregó esta pasión, un hin-cha del león desde lo más profundo del corazón y del alma, aquel que le duele el estómago antes de los par-tidos, el que dejó pruebas en la universidad por acom-pañar al equipo, el que absorbe todo lo que se refiera al equipo y que circule en la prensa digital o escrita. Ese hincha es el que hoy les cuenta la diferencia que es marcada solo por un status que, en ningún caso, indi-ca tener un mejor hábito y mejor situación económica.

A este y muchos hinchas de este hermoso club nos ha tocado que nos apaleen y nos traten mal en canchas, jugando de visitante ni hablar del muy buen trato que recibimos en el estadio de la dictadura, o cuando nos toca ir a terrenos difíciles como Valparaíso, Coquim-bo, Rancagua o Chillán. Inclusive en el extranjero, en sitios como Buenos Aires, Lima u otra ciudad extran-jera con la que tenemos alguna “rivalidad política o territorial” nos tratan como las reverendas, pero la aguantamos, por último, porque estamos fuera del país.

La hinchada se la aguanta solo para acompañar al equi-po y ver salir esa hermosa camiseta a la cancha. El hin-cha del que hablamos está de acuerdo en que debe ex-istir una regulación respecto al acceso, que debe existir seguridad, pero una seguridad y regulación bien hecha, no un plan realizado de pésima forma, por personas que jamás han pisado un estadio, realizado sobre la marcha e inventando culpables de “hechos violentos o ilícitos” para avalar un proyecto que simplemente nació muerto. Este fanático va al estadio del año 86, más o menos, ha pasado por diversos accesos, en las épocas de los 90 y la primera mitad del 2000, donde ha sufrido revisiones de parte de carabineros, revisiones completas, incluyen-do las cajas de cigarro, billeteras y bolsos, pero siempre revisiones dignas, sin denostar a la persona, mante-niendo la decencia ante todo, hoy esto sigue sucediendo y en menor medida. En el sector galerías, se pueden ver medidas, a mi juicio, extremadamente insólitas.

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Hay accesos para quienes entran con ticket normal y abonados, que no es una mala medida para agilizar los accesos, pero nadie le dice a la gente “que si com-pra entradas recibirá una revisión y un trato más den-igrante”, “que si tiene abono tarjeta blanca, recibirá una revisión un poco menos denigrante que el abo-no tarjeta roja” y que las personas que entren por el sector de andes o marquesinas, casi no serán revisa-dos. Entonces comenzamos con los cuestionamientos.

Este hincha, que por años fue barrista y vivió revisiones decentes, ese hincha que va con la polola, aquel padre que va con su hija, el minusválido que va en su silla de ruedas, se mantendrá en tranquilidad cuando a su hija o polola, le toquen los pechos y la entrepierna, tal cual fuese la previa de un acto amatorio, aquel tata que va con su nieto, aguantará que le saquen las zapatil-las, tal cual fuese una visita a la penitenciaria, el jo-ven al que le realicen una revisión digna de un urólogo, se sentirá seguro? Será una experiencia de seguridad aquella la que hará que las familias vuelvan al estadio? Será aquella medida en la que Heller declaró como una “inclusión transversal a todos los hinchas de la U”?

Pero el tema va mucho más allá, este hincha del que tanto hemos hablado en esta pequeña columna, por distintas situaciones de la vida, ya no va a la popu-lar galería, hoy se ubica en un sector de “mejor esta-tus” en el estadio, un sector no mucho más caro que el abono normal a galería, pero solo por eso recibe un mucho mejor trato, una revisión mínima, inclusive mucho más digna que aquellas de los años 90, sin toqueteos, ni zapatillas afuera, sin revisión de autos ni toques en partes reservadas para las afortunadas, ese hincha que estando sin pega renovó su abono para seguir al equipo, endeudándose en tiempos difíciles, ese hin-cha, que por el solo hecho “de sentarse en una mejor ubicación” tiene “un mejor trato”, porque para ellos el precio de donde te sientas “te define como persona”. Debe ser quizás porque el que diseñó este plan, jamás pisó un estadio, jamás fue de la U, y por eso nunca sa-brá, como alguien dijo de una vez…”Por fuera se ven piola, pero al final, somos todos de la misma calaña”. Hoy, ese hincha sigue en su asiento, cómo todos los domingos, esperando el clásico, riéndose de qui-en inventó el plan, y disfrutando de una bue-na pilsen helada para pasar el molesto calor.

Pato

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Salimos de la sede, un día caluroso como tantos de los clásicos con la contra, donde las ansias oprimen nuestros estómagos y nos impulsa a caminar decididos y a paso firme rumbo al monumental. Todos sabemos la odiosi-dad de el bando contrario cuando el pueblo azul se acerca a las inmediaciones de ese basural, la lucha no solamente es con ellos, sino que también con la policía, esa que en vez de generar orden, genera más violencia para tener algo en que justificar su abuso de poder.

Cualquier elemento botado en la calle se convierte en proyectil, intensificando la ira de quien los recibe, y la osadía de quien los lanza. Después de una ardua lucha contra los hinchas de Colo Colo y la eterna persecución del carro lanza agua tras de nosotros, logramos llegar a la puerta, intensificándose ese dolor estomacal que tiene mezcla de ansias y nervios por la pelea anterior.

Éramos cientos de hinchas esperando poder ingresar por una miserable puerta, yo no sé dónde tienen el cerebro las personas que organizan los eventos deport-ivos, pero está claro que inteligencia para clásicos no tienen. Éramos cientos, esperando bajo el sol, en me-dio de lacrimógenas, agua y polvo, el desorden era tal que ni la policía sabia como controlar a la masa.

Ordenaban y desordenaban las filas a punta de lumasos, y no de esos palos como eran antiguamente, esas varillas largas con punta redonda que pare-cía que la marca no se borraría en un mes de tu es-palda. Corríamos todos de un lado a otro y mientras pasaba la hora, la gente más se aglomeraba, el cal-or ya era insoportable y los golpes de estos abusa-dores se hacían con más frecuencia, la razón, el mismo caos que ellos generaron y que se les fue de control.

Yo era una de esas hinchas que estaba ahí, aguantan-do la represión policial, siendo mujer no les importó golpearme, en varias oportunidades mi espalda de-jándome marcas, ni yo entendía el porqué de tanto caos. Al abrirse la puerta la turba de personas se hizo presente, entre la desesperación por entrar y arran

car de la contingencia policial, se cayó una reja encima de un camarada, la cual lo aplasto dejándolo sin aire, con fractura de tráquea y al borde de la muerte. El pasó delante de mí, iba morado, sus ojos estaban de-sorbitados y botando espuma de su boca, fue tremen-damente impactante verlo, podría haberle pasado a cualquiera de nosotros que esperábamos entrar.

La policía no entiende, la dirigencia no entiende lo que vive el hincha, lo que siente el hincha y por no enten-dernos, nos acribillan. Tienen que estar ahí para vivirlo, pero del otro lado de la moneda, que no se los cuenten.

Marcela (La Banda del Búho)

LA REPRESIÓN NO DISCRIMINA, MENOS EN EL BASURAL

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Esta historia me pasó junto con mi compa, en un es-tadio del sur, un día que pintaba pa ser de esos que uno recuerda después de años, y bueno, ig-ual será así, aunque no precisamente por lo bonito.

Sin calma pero sin prisa, llegaba el día del partido; nos levantamos temprano me acuerdo, comimos algo a la rápida, decidimos no tomar ná, pa guardarnos pa después (que pésima decisión, tomando no me quedé fuera nunca, dejo de tomar un día y no entro jaja) y nos fuimos a tomar la micro pal estadio. No conocíamos el lu-gar, habíamos ahorrado plata pa pegarnos un viajecito y sumar un estadio a nuestra lista, si bien no somos grandes viajeros nos gusta de vez en cuando pegarnos una es-capá pa aprovechar de saltar sobre tablones nuevos.

La cosa es que llegamos con anticipación al lugar, algo así como 2 horas, 2 horas y media. Buscamos un pas-tito donde sentarnos, sacamos lo nuestro, y procedi-mos al ritual. Comimos unos panes y nos tomamos un jugo, había que tener energía porque el día iba a ser largo, el calor estaba pesao y había que ponerle aguante adentro, y pa eso se necesita comida. Después de la típica, decidimos entrar temprano al estadio, andábamos de a dos, tranquilos, como nunca, así que no pensamos lo que nos iba a pasar un poco después.

Llegamos a la fila y pa variar los de siempre se es-taban robando el show, los pacos, webeando que una fila, no que mejor que dos, no que mejor una de nuevo, que por acá mujeres, no que por allá mujeres, bueno, no voy a venir a contarles yo la wea que pasa semana a semana po, si todos sabemos. La cosa es que por fin se decidieron y empezaron a dejar entrar, desde ahí ya se notaba que andaban con ganas de pegarse el show, puteando a todos, irrespetando a las niñas, us-ando la clásica de tirar el caballo encima, bueno, re-pito, no voy a contarles yo lo que todos ya sabemos.

La fila avanzaba lento, mucho más lento de lo que iba llegando la gente a ponerse atrás, lo que ya empezaba

VIAJE YETA

a enojar a todos, pero que suerte la mía, justo había llegado al primer puesto así que me tocaba entrar. En-tré, tranquilamente, y me fui donde el primer guardia, un viejo al que parece que lo habían nombrado pres-idente mundial porque se creía el más pulento del lu-gar, no sé qué película se habrá pasado en su mente, pero parecía creer que reunía todas las facultades de todos los entes públicos juntos. Me miró y me dijo, “ya cabro, dime lo que andai trayendo” lo quedé mirando con cara de “y este de donde salió” y le dije “tengo dos polerones, unos chocolates…” y antes de terminar la frase me dijo “no po weon, si sabí a lo que me refi-ero” y le dije “na po weon, revisa la mochila si querí”, era que no, me hizo abrir la mochila y mostrarle todo, hasta ahí, nada fuera de lo común; en ese proceso me encuentra los chocolates y me dice “¿y estos? ¿De dónde te los robaste? Si yo conozco a los de la U, yo sé cómo son”, en ese momento ya me había empezado a cansar el conchesumadre, así que le dije que se creía, que de dónde había salido, que si quería faltarle el respeto a alguien que se fuera a putear a su vieja, pa ser hones-to, poco le importó al weon porque me dijo, “ya no me interesa, pasa no más si no tení na”, y me despachó.

Pasé el control, enojado por tener que aguantar que un viejo que, vaya a saber uno de donde salió, como fue escogido y cuál es su oficio común, por la sencilla razón que le dieron una chaqueta reflectante, se creía con au-toridad de faltarme el respeto a mí, y no solo eso, total yo soy un cabro normal, tal vez a cuantas mujeres, o cuantos caballeros de edad, seguidores del equipo, les hizo lo mismo; me detengo acá, pa ampliarles la visual a los defensores del módelo, y explicarles que este tipo de cosas, también deja a la familia fuera del estadio.

Iba caminando raudo pal segundo control, todavía un poco enrabiado, pero feliz al fin y al cabo, este estadio era nuevo para mí, y eso alegra a cualquier hincha, sabemos lo que es sumar kilómetros. A mi compa no le pasó nada, su guardia era tela, así que cero dra-mas. Llegando al segundo control me toca un guardia

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decente, me revisa como corresponde, me habla como deberían hacerlo todos, y por lo mismo, no ten-go problema alguno en abrir nuevamente mi mochila y mostrarle bolsillo por bolsillo que no llevaba nada prohibido. En eso, cuando ya había avanzado un par de pasos hacia adentro, oigo que me llaman, miro pa atrás, y mi compa había quedado en el segundo control, estaba ahí y no podía entrar. Llego allí y ca-cho que pa la mala suerte nuestra, se nos había que-dado un pito guardado en una cajetilla, el cual le habían botado. Filo, dije, no estoy ni ahí, estoy acá por algo más importante, no me voy a desgastar en esto.

Todo iba bien, hasta que el malo de esta historia entró en escena, un paco grande, forrado entero en su traje de hombre del espacio, y como la mayoría de esos, pasa-do de revoluciones; le sacó una foto a mi compa, de una forma bastante discutible, y como la cosa no anda na’ al lote le dijimos que dejara de sacar fotos, que fuera re-spetuoso (ojo que esto suena medio a película, pero de verdad fuimos más formales que la reina Isabel pa de-cirle eso), su respuesta fue un “cállate cabro culiao, por weon te quedaste afuera del estadio”, eso vino como un golpe bajo pa mí, porque me han tocado pacos de mierda a lo largo de mi vida, pero nunca uno que se lle-vara el premio con tanta facilidad. Sorprendido le digo “pero como me vay a dejar afuera, me estay weian-do?” ante lo cual se hizo el desentendido y me ignoró, le volví a hablar, le dije “pero weon, dime por qué motivo me estay dejando afuera, nombra el delito que com-etí, inventa una wea buena aunque sea po” y me dice “cagaste culiao, te cociste conmigo”, inmediatamente después me agarra el brazo, me lo dobla, me pega una patá en la pierna, y me dice “te vay pa la micro culiao, no erí tan choro?”. Imagínese bullanguero lector, lo que es pasar de un segundo a otro de estar en la puerta del estadio, a la puerta de la micro, solo dos palabras, de perro. Se llevan a mi compa también, porque supongo que la mente de los pacos funciona de un modo ajeno a los principios del derecho penal, tan ajeno que se la llevaron porque el paco se había enojado conmigo. Arriba de la micro las cosas no mejoraron, el paco no dejaba de putear, tenía como una suerte de trastorno de la personalidad bajo el cual el weon tenía que constan-temente estar haciendo notar a él mismo, a mí, y a todos los pacos presentes que él era el que mandaba, que a él nadie podía contradecirle y que su palabra era ley.Esta parte de la historia es la más fome, aunque me vi

sorprendido (por fin) gratamente. Ahí en la micro estuve algo así como 2 horas, los pacos no habían llenado un pa-pel en toda su vida parece porque se equivocaron como 4 veces antes de poder hacerme la ficha como corre-spondía, en eso el paco que escribía le pregunta al per-sonaje este, “y que delito cometió?” a lo que el personaje le responde, “chucha no sé, pásalo por desórdenes po”.

Terminado el papeleo, los subalternos del personaje, que resultó ser el suboficial mayor de chanchos espe-ciales, digo, fuerzas especiales, me preguntaban qué había pasado realmente, yo les contaba y uno llegó al punto de pedirme disculpas, por todo lo que esta-ba pasando, me explicaba que no podían hacer nada, que era él, el que estaba a la cabeza, y que por fa-vor no creyéramos que toda la institución era así; hago otro paréntesis, pa pensar en esta wea, o sea, como habrá sido de conchesumadre ese tipo, que sus propios compañeros de labores me pedían disculpas, terrible debe haber sido tener que trabajar con alguien así.

Después de un rato ya la conversa se había distendido, no faltó la típica broma del pito, del “sácate uno flaco” y cosas así, pero a esa altura ya quería puro irme, estaba chato, la micro era de perro y hacía un calor de mier-da. Llamaron a la patrulla que nos tenía que trasladar, y se demoró media hora en llegar. Cuando llegó, justo quedó la cagá, que era pronosticable que quedaría por el tiempo que se estaban demorando en revisar a las personas, y tuvo que ir pa allá. Ese día los chanchos sacaron hasta guanaco po, corrieron palo como locos, tanto así que el mismo suboficial mayor entró con un cabro que venía pa la cagá, lo esposó a un fierro, como si fuera azotarlo y gritó “ese déjenmelo a mí, a ese le voy a pegar una repasá” y traía su fierro doblado que presumo lo había doblado en la cabeza sangrante del camarada. Esa imagen fue fuerte, había harta sangre y mucho olor a lacrimógena, a mi compa le chocó eso, casi vomitó, de ahí el mismo se bajó gritando a la micro “va-mos a darle, vamos a darle” con un tono que parecía más de weon duro, que de funcionario en horario de trabajo.Ahí pasaron hartas weas feas, que me dieron más pena que enojo, como ver cabros chicos mojados hasta las patas, taitas de edad con sus entradas deshechas por el agua, intentando conversar con los pacos, pero reci-biendo lo mismo de siempre de vuelta, “ese no es prob-lema mío señor, eso le pasa por venir a estos eventos, si tiene que evitarlos, si sabe cómo terminan”. Acá me

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detengo nuevamente, pa sumarle otro factor que influye en que la familia no vaya al estadio como antes (además de lo caro de las entradas, la feroz publicidad pa abo-narse al cdf, la pésima programación, entre otros más, claro está), toparse con pacos y funcionarios de seguri-dad que creen estar en la cárcel más que en un estadio, que no saben dimensionar, que no distinguen entre un ca-bro de 20 y un caballero de 60, entre alguien con niños a alguien que va solo, que creen que está igual de bien responder a un insulto con otro insulto, con un palo, o con un ataque concertado con más carabineros en contra de una persona desarmada, eso, señor que se sienta en su casa a alegar como “los vándalos y violentos arruinan el fútbol”, no se lo dice la tele, pero influye de forma potente en las ganas de ir a un estadio pa un padre o una madre que planea un panorama dominguero. De esa y tantas otras formas nos quieren “convencer” que el estadio es un lugar inseguro, no recomendable pa nadie, y que es preferible pagar 10 lucas mensuales y abonarse al canal de los que nunca dejan de forrarse.

Después de un rato se calmó la cosa, cuando ya tenían a todos mojados y no tantos menos apaleados, se abur-rieron de repartir palos a diestra y siniestra y se rea-gruparon, ahí también llegó mi patrulla, me esposaron (me esposaron po conchesumadre, por no hacer ná, por preguntarle al paco culiao por qué chucha me había dejado afuera del estadio) y me subieron al carro; mientras esto pasaba era el turno de mi compa, y a que no adivinan quien quería esposarla, exacto, el mismo personaje, el que quería hacerlas todas, a pesar que el funcionario que debía esposarla era el que venía a bordo del carro que nos trasladaría. Como era de esperarse mi compa se resistió a que fuera este tipo el que la esposara, y el weon no encontró nada más bonito que gritarle, frente a todos “cállate maraca cu-liá”, ¿ustedes creen que algún paco le dijo que se había sobrepasado? Aciertan también, nadie le dijo nada. Comprenderán que mi cara desde el carro no era la de mejores amigos, pero era tan poco lo que podía hacer desde ahí, que no sacaba nada con patalear.

La historia acá ya está pronta a terminar, luego de eso nos trasladaron a una tenencia, estuvimos ahí como 8 horas, en total estuve casi 11 horas detenido, solo porque un weon se despertó con ganas de pelear y yo tuve la mala suerte de cruzarme con él. Dentro de la tenencia la cosa estuvo harto mejor, conversamos, los

pacos que nos vigilaban eran jóvenes, se podía hablar de todo con ellos, nos dejaron entrar pan, café, ir al baño cuantas veces quisiéramos, también me topé con un par de bullangueros que habían caído por weas sim-ilares, conversamos hasta que nos soltaron, comparti-mos el odio hacia los pacos jaja, no lo pasamos mal.

En resumen, tuve un día de mierda, por la sencilla razón que existen pacos que se creen reyes, o dioses, o no sé qué wea, creen que por el solo hecho de ir forrados y de verde pueden hacer y deshacer, faltar el respe-to, derechamente quebrantar las leyes, mentir, abusar, de todo. Estas weas a uno no le quitan las ganas de ir al estadio, de hecho, a la semana siguiente ahí es-taba en Santiago de nuevo alentando, como más ga-nas, con más rabia, con más aguante, pero pienso en la otra gente, en los padres con sus hijos, en los tai-tas de edad, en las niñas y mujeres que van, en ellos, que no creo que hayan digerido el asunto como lo hice yo, y que probablemente si alguien les pregunta datos de estadio, recomienden no ir, o ir a sectores donde la entrada es más cara y el trato es más humano; es triste pensar que tienen todas las armas y nosotros casi nada además de nuestra organización, es triste tam-bién cachar que nos van ganando por goleada, que nos queda sólo la autodefensa y ni siquiera podemos pasar a la ofensiva, pero lo que es más triste, es que esto lo sabemos solo por ser barristas, no lo sabe nadie más, porque el resto, el resto piensa lo mismo que los pacos de allá, que por ser barristas, somos delincuentes, y por ser delincuentes perdemos nuestra calidad de personas y podemos ser tratados de la forma que a ellos se les antoje, porque “algo habremos hecho po”.

Me despido compañeros, un abrazo grande, AGUANTE LA U CONCHETUMARE, ellos no nos van a ganar, nos tendrán en las cuerdas, pero acuérdense no más que más temprano que tarde vamos a devolver todos los palos, vamos a pegar nuestro coscacho y se van a ar-repentir de habernos hecho todo lo que nos hicieron.

BAR S.

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QUE NO FALTE NADIE!!!

LA U SOMOS TODOSNO + DERECHO DE ADMISIÓN

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Día de estadio, y como todo fin de semana, junto a la Javi, el John y el Cherry, nos vamos cam-inando a la “alianza uno” donde nos esperan los demás camaradas de la Navia, con banderas y sus lien-zos, la previa ya lleva su rato armada. Ese día fue donde por primera vez vi la represión de los pa-cos, el abuso y el mal trato que vivimos hoy en día cada semana por esta gente antes de entrar al estadio.

Esa tarde de previa fue de risas en el mítico “Parrón” de Campo de Deportes, tarde de cervezas, cantos y chistes. Aquella tarde sin nada en la guata, y sólo litros de Pilsen, nos fuimos al estadio a ver al León, par-tido tranquilo en esos años noventa, donde jugar contra el tino era un partido más, pero no sabía que aquella tarde vería personalmente como estos señores de verde disfrutarían de los combos que recibí.

Caminando por Irarrázaval, junto a uno de los cabros de los Navia, y con el cuerpo cortado por esa tarde de che-la, y con el ánimo a mil por el triunfo de la gloriosa, sólo nos quedaba el regreso a casa, con un bajón de mil demo-nios este camarada a lo lejos divisa a un grupo de bullangueros que estaban comprando maní para el bajón, en un local de frutos del país, el único que estaba abierto en ese momento. El mítico maní tostado, el “mala cuea” (apodo de mi amigo) me dice “ya hueón, compremos y con esta matamos el bajón y nos vamos en la micro piola”, segundos siguientes, al momento de estar comprando, aparecen los señores de verde en su radio patrulla. Asustado y todo, sólo atiné a correr, como todos los demás que estaban en ese lugar, corrí como cinco cuadras, las más larga de mi vida en ese momento. Hoy en día me río pero que en ese momento no pensé, para mi sorpresa no iba solo corriendo, a pasos míos venía ese señor de verde con su pistola en la mano persiguiéndome como todo un delincuente. Después de correr esas cuadras eternas por Irarrázaval, doblé en una calle y en su momento sólo atine a esconderme de-trás de un árbol, mientras otro camarada pasaba por mi lado. Pasaron segundos cuando me doy vuelta y veo a ese paco con la lengua afuera y apuntando con su pistola en mi cabeza. Mierda, cagué, fue lo primero que pensé.

El paco finalmente me llevó del cuello corriendo unas putas cuadras al furgón, yo callado y en silencio, sólo lo escuch-aba putear y sólo pensaba en la mala cuea que habíamos tenido, todo por seguir la corriente a mi amigo y querer comprar un puto maní para el bajón. Al llegar al furgón sólo atiné a cubrirme la cara cuando este hueón me tiró dentro de él, la salsa de combos que recibí y la cara de alegría que tenía ese paco jamás la olvidaré, cada combo era un placer para ese paco, yo sólo cubría mi cara con mis brazos para que no la dejara tan moreteada. Después vería al llegar a la comisaría, esa donde muchos hemos llegado, la que está detrás del pasional , cuanto rato estuve en ese furgón solo, no lo recuerdo, sólo recuerdo que en algún momento entró mi compañero de cagaso el mala cuea , hueon que entró cagado de la risa porque ya sabía de mucho antes que en estos tipos de procedimientos, yo era absolutamente inocente y así pagué mi primera vez, con una paliza gratis de ese paco de mierda que una vez en la comisaría me dijo el muy maricón que si no lo hubiera hecho correr tanto no me hubiera sacado la chucha!!!

Enrique

MANÍ TOSTADO Y PALOS PARA EL BAJÓN

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Misión:

Ser un medio de comunicación alternativo e indepen-diente que entregue un espacio de información, ex-presión y difusión a todos los camaradas de la Univer-sidad de Chile. Con un claro énfasis opositor al fútbol empresa y su manera de ver este como un negocio, fa-voreciendo la libertad de opinión, el respeto y el amor a nuestros colores. Con independencia absoluta y sin ningún tipo de compromiso con los grupos económicos que buscan otros fines en el fútbol y no los de un club.

Visión:

Ser un medio de comunicación e información alterna-tivo e independiente, orientado a la inclusión y partic-ipación de los hinchas de Universidad de Chile que no poseen los espacios de expresión y manifestación en el modelo de fútbol negocio instaurado en nuestro país.

STAFF ELNOOFICIAL.CL

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de los encargados de seguridad del estadio, como si fuese la primera vez que lidiasen con un espectáculo masivo, caras que se repiten en cada estadio al que vamos, mientras que copábamos la calle del estadio, hacia su flamante ingreso la fuerza policial a caballo, que a punta de fustazos, paraba a los hinchas sentados en las soleras, en mi mente esto empezaba a parecerse más a una ida al estadio de “el dictador”, que al de una apacible provincia sureña. Era cosa de segundos para que los ánimos empezaran a calentarse, piedrazos de frustrados hinchas golpeados, rejas tiradas y la familia en medio presionada contra los portones, la explanada del estadio era una burla en nuestra cara, la entrada había sido reducida al grosor de una puerta de calle, en eso un portón se abre y se desata la avalancha, todos corriendo hacia todos lados, Fuerzas Especiales bajando del interior del estadio, repartiendo palos al primero que se les cruzaba, el olor a lacrimógenas se co-laba por todos lados, dentro de ese caos pude ubicar la puerta que me correspondía, como era de esperarse la revisión no fue algo muy distinto a lo de la entrada, pero en fin, ya estaba sonando el “sale león, sale león” y con ello también aparecían los paños, y en concreto, el más grande que sentenciaba: “No al derecho de admisión”.

No pasaban ni quince minutos, cuando una columna de Fuerzas Especiales irrumpe subiendo a lo más alto de la galería, el objetivo era claro, ese lienzo debía desa-parecer de allí. El grupo de empleados de la empresa, se dividió, en paralelo el segundo grupo se dedicó a tironear y golpear a niños y niñas de no más de die-ciséis años, quienes estaban con sus padres apoyados en la reja viendo el partido, impotente y al ver que todos simplemente eran golpeados por la policía, de-cidí grabar, había que buscar una forma de caerles encima, no hice más que empezar a registrar la situ-ación cuando un paco me toma el brazo para intentar quitarme el celular, luego bajan más, a escudazos nos corren hacia la trastienda de las galerías, nos pega-ban rodillazos en los muslos para intentar botarnos, a esa altura, la cosa no era conmigo, era con mi celular,

Corría febrero de 2014 y entre la locura de fin del ve-rano e inicio de clases, el bulla jugaría en Chillán contra O’Higgins, a causa de la remodelación del estadio el Teniente de Rancagua, el primer viaje “largo” del bulla, por lo menos para nosotros, un grupo de amigos de la Quinta región, que aún no hemos tenido la hermosa oportunidad de acompañar a la U fuera del país, es así como nos juntamos a planear el viaje, pasar lista, reunir el dinero, quedamos tres amigos aparte de mí.

Ya estábamos a una semana, y los infortunios empezaron a aparecer, mis amigos se bajaban del viaje por distintas razones, sin embargo mi impaciencia y ganas de ir a ver a la U, me hicieron persistir en la idea de realizar el via-je, no pasaría otra fecha sin ver al mágico, habría que echar mano a los amigos de tablón y Pilsen de la capital.

Es así como por fin llegó el día, ya era 8 de marzo y yo en pie a las 5 de la mañana, mochila al hombro, mi abrigo azul marino, porque el día insinuaba lluvia y la bullanguera bien puesta rumbo a tomar el bus que me llevaría a Santiago y luego a Chillán. Una vez en Santiago me apresuré en abordar el bus, la hinchada del león ya se hacía presente, cuatro camaradas en la parte delantera del bus. El bus no hizo más que llegar al terminal y nosotros ya habíamos hecho un piño nue-vo para la hinchada, eran de La serena, como nuestros estómagos ya rugían más que nuestras gargantas en la galería, fuimos al mall a buscar algo para comer, sin duda allá estaba instalada la previa del bulla, mi-rar ese patio de comidas era ver una radiografía del club, desde la Pintana hasta la Dehesa, unidos por los sentimientos, los colores y el hambre. Sin lugar a du-das el bulla pintaba el pueblo de azul, grupos de ca-maradas en cada esquina, fundidos con miradas de desconfianza, de la gente del lugar y en mí solo esa sensación de estar en casa, como la sensación que si-ente un bullanguero, en los recónditos túneles del na-cional, estar en casa, a pesar de estar lejos de ella Pasaba la tarde y la columna de chunchos llegaba en masa al estadio, una vez más la cara de incredulidad

CRÓNICA DE PALOS Y GRITOS

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que aún yo seguía sosteniendo y grabando, comprendí todo desde el principio, ellos tenían miedo de lo que yo había registrado, honorables, honrados, valientes car-abineros, golpeando niños y mujeres. Tres carabineros versus mi brazo finalmente lograron arrebatármelo, afuera de las escaleras del estadio, la policía golpean-do en fila a camaradas tumbados en el suelo, después de pasar por ahí llegamos a la micro verde, el olor a lacrimógena volvía a aparecer en mi nariz, vi a un paco con mi teléfono tecleaba con rapidez, cuando se dio cuenta que le miraba, me dijo: “No te gusta andar sapiando weon! toma pa’ que te funcione más rápido”.

Ya pasaba la tarde, se hacía de noche, a mi lado ca-maradas de Temuco, al frente camaradas de Santiago, más o menos cuarentones que se esforzaban en calm-ar a los más jóvenes, lejos de nosotros un camarada que le habían pillado unas bengalas, rodeado de cua-tro policías y entre amenazas de: “Te vamos a cargar weon, tenemos cuchillos, y más bengalas”, “vay’ a salir el día del pico de aquí”, le trataban de hacer hablar, de repente la tensión se rompió cuando un carabinero pregunta; “Mi capitán! ¿Bengala es con “V” corta o “B” larga?”... la verdad es que nadie sabía en realidad.

Después de ir al hospital a constatar las lesiones, por cierto esto fue muy rápido ya que “nadie tenía nada”, fuimos bajados a la comisaria faltando poco para las nueve de la noche, mi bus de vuelta salía a las doce diez, eso era lo único que me preocupaba a esa hora, allí me devolvieron el celular y pude comprobar que el paco lo formateo, no estaban ni las fotos de la semana pasada.

Ya llevábamos como una hora allí, cuando empezamos a sentir un grupo de bullangueros afuera, era el resto de los camaradas de la novena región, había gente ha-ciéndonos el aguante afuera, eso nos puso muy conten-tos, pero nunca había estado tan feliz de ver a un paco, como cuando uno vino a anunciarnos que debíamos pas-ar a firmar para irnos, más contento aún ya que alca-nzaría a tomar el bus. Una vez afuera nos saludamos, a pesar de no conocernos, bueno, al final todos íbamos al

terminal, hicimos dedo a una camioneta, que de seguro el conductor era de la U, así es como nos dejamos caer en el terminal, donde al igual que en el patio de comidas por la mañana, se concentraba la hinchada, allí compar-timos algo para comer, con la gente de todos lados, no tardó en aparecer el cortés y des estresante vaso de ron.

Hasta que llegó la hora de tomar el bus, me despedí de ellos con gran afecto, como si les conociese de siempre, a todo esto la U había perdido uno a cero, pero volví con el corazón más lleno que nunca y pensando en que definitivamente la camaradería y la gente son lo más grande que tiene este club.

Niko \m/

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LA TARDE EN QUE EL FÚTBOL SE VOLVIÓ UN CAOS

”Cortaron la luz del túnel!!!”… se escuchó aquella fatídica tarde noche del sábado veintiséis de mayo, del año dos mil siete. Se presentía que vendría el caos, la sangre se aceleró y los latidos eran tan fuertes como cada combazo del mazo en el bombo, y se repetía en numerosas ocasiones el clásico “ojo tengan cuidado, con el león su bravura es feroz y su hinchada es la mejor”.

Y fue así como en un momento se desató la batal-la campal, se escuchaban los gritos que decían que los que harían el aguante a la represión se queda-ran y los demás dejaran la galería o se pasaran a la otra, a la de los costados. Hubo una portada de diario con la imagen de varios panas atrinchera-dos con tablones, esperando el ingresos de la poli.

Tanto habíamos cambiado, tanto era el poder que tendrían los que nos arrebataron el club, tendríamos que mamarnos ese cambio desde día, y claro, como primera medida de hacerse notar era dando em-pujones, apaliando, amedrentando a la gente, man-dando a los verdes a golpear todo lo que se movía.

El fútbol que rodaba por el pasto del Nacional era una miseria, el equipo jugaba mal, perdía dos a cero, las galerías estaban poco pobladas, era la tarde - noche perfecta para demostrar que el club ya no le pertenecía a la gente sino más bien a un par de empresarios que se lo adjudicaron de una de las formas más turbias que conozco.

Y el momento esperado, por lo que haríamos un poco más difícil el desalojo de la galería llegó, entró la represión, repartiendo como enajenados, los aguat-amos con lo único que teníamos a mano que eran los tablones, esos tablones que habían visto y estado en tantas ocasiones de momentos gloriosos de mi amada Universidad de Chile. Pero debíamos defender y tratar de hacer club, defender la dignidad que nos queda-ba, empezaron los golpes, corridas para allá y para acá, gente en el piso, detenidos, y gotas de sangre apasionada de los bullangueros regadas por doquier.

Recuerdo un instante muy particular de esas batalla que se desató en la galería número catorce y quince del estadio Nacional, en esos momentos en que la adren-alina está a full, vi como un paco iba persiguiendo a una niña para darle golpes, y fue ahí cuando le di un golpe con un tablón, no la pensé dos veces, sabiendo que después el apaleo no me lo quitaba nadie, y así fue, la niña arrancó y a mí me dieron de palos, pero pude librar, y ahí fue cuando pensé que ya estába-mos perdidos, me pasé para la otra galería, la número diez y seis, y veía como se llevaban a varios detenidos, ya no había nada que hacer, desalojaron la galería, terminé de ver el fútbol o lo que quedaba de él, se sentía la amargura de la gente, el llanto contenido que se dejaba salir. Galaz descontaba, y terminaba de rodar la esfera con aire comprimido, se terminaba el partido y ahora había que retirarse. A la salida de la cancha, esperaban los guanacos y zorrillos, más el contingente que esperaba para empezar el espectá-culo, estaban por Grecia y Pedro de Valdivia, fue un hueveo la salida. Ya un poco más tranquilo, después de ese momento de rabia, pena y frustración, empecé a pensar, que habíamos perdido el ya conocido clásico de la avenida Independencia, la gente con una pena, uno adolorido, y más encima, ya no éramos más un club.

Me acuerdo y viene la pena, la rabia y el odio, puta que repartí tablonazos ese día y puta que re-cibí también, muchas caricias con el cariño que acos-tumbra entregar la policía de nuestro país, gente muy amable y considerada, recordaba a la nena, y me fui pensando en que le pegué la salvada a esa niña, quizás fue mi forma de decir “miren zánganos, aún estamos aquí, aún estamos vivos y no se van a li-brar tan rápido de nosotros”. Ese día fue el primer partido en el que ya no éramos un club, el sentimien-to era inconfundible, la molestia estaba, estábamos en las puertas del infierno, o realmente estábamos allí.

Si claro, quizás ya no éramos un club, pero nosotros somos el club, podrán tener mucho dinero, podrán

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manejar a el amor que nunca falla, podrán hacer la represión y agredirnos cuantas veces quieran, podrán hacer la huevá que quieran, pero hay algo que jamás tendrán, ni podrán tener, ni siquiera con todo su dine-ro, y eso es el amor a estos colores, a esta camiseta, ni siquiera a los jugadores que la defienden, si no a este sentimiento inexplicable, jamás tendrán lo que sólo el bullanguero sabe que existe y eso no lo da el dinero…

Nosotros somos el club, nosotros somos la Chile, y entiendan zánganos…

“La camiseta de la Chile, no es como cualquiera, cuesta ponérsela más que las otras”

“Vamos león vamos leones Oí del Ballet cuando era pendejo y desde aquellos tiempos que lo voy sintiendo”…

Arriba La U

Aguante La Chile

Grande La Chile Ctm

Malva.

LA U SOMOS TODOS

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MI HERMANO, MI SANGRE, MI PASIÓNCuando tenía nueve años nació mi hermano menor, Ignacio. Hasta entonces, yo era el menor y como todo niño mal criado, me daba celos que alguien ocupase mi lugar de privilegios, de ser un consentido total! Después de cumplir un mes de vida, Ignacio tuvo una parálisis cerebral y todo cambió. Mi pequeño hermano em-pezó a tener problemas de crecimiento, psicomotores, de lenguaje. Se había transformado en un niño difer-ente a todos y a mi edad yo no entendía absolutamente nada de lo que pasaba. Desde ese día pasó de ser mi hermano a ser mi hijo. Empecé a crecer en todo ámbito. Lo llevamos a cuanto médico nos podía ayu-dar, a fonoaudiólogos, kinesiólogos, escuelas especiales y para sorpresa mía lo primero que dijo fue “U”. Ob-viamente incentivado por mí además de mis tíos y primos. Dentro mí, sabía que algo era, que por algo fue.

Luego, cuando ya empezó a caminar, un día le digo a mis padres: “Creo que ya es momento de que Na-cho me acompañe al estadio, ahí sentirá sensaciones que le harán bien y será para él una distracción y una experiencia linda”. Desde el primer día que fuimos a la cancha sintió lo que siente alguien que tiene san-gre azul en las venas: pasión. Sin saber hablar, cantaba las canciones en su idioma, se orinaba de nervi-os cuando salía el equipo y empezó a vestirse de azul entero. Como dice una película argentina “Una per-sona puede cambiar de nombre, de calle, de cara, pero hay una cosa que no puede cambiar... No puede cambiar su pasión”. Y en este caso, encontró la pasión de su vida, la Gloriosa Universidad de Chile.

Su vida es la U, su ropa es de la U, su pieza es azul y su tema es el fútbol de la U. Hace unos días fuimos a ver el entrenamiento del equipo (Foto junto a Jonnhy Herrera) y me contó que fue el día más feliz de su vida, y lo único que les pidió a los jugadores es que ganen el domingo, obviamente estábamos en el estadio.

Hemos pasado de todo, desde las máximas alegrías hasta los tropiezos más grandes, triunfos y derrotas, como es la vida, pero nunca hemos dejado esa pasión, pasión infinita, locura total. El entendió desde el día cero que este equipo va más allá de once jugadores en la cancha, es un estilo de ver la vida. Siempre me decía: “Her-manito, ¿qué vamos hacer? perdió la U” y yo le decía: “Hay que gritar con más fuerza y seguir alentando”.

Ayer, cuando perdimos contra Católica, yo lloraba en mi asiento y Nachito me dijo: “Hermanito, no importa hay que seguir alentando. ¡Somos la U, lo damos vuelta!.

Siento que ya se graduó de Bullanguero.

Pato

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LA IMPORTANCIA DE SER CLUBQuiero poder contarles que yo fui uno de los miles que intentó recuperar lo que perdimos, lo que nos quitaron.

Sin embargo, quienes nos hemos entregado a la tar-ea de cambiar el actual orden de las cosas y volv-er a ser Club, a menudo nos estrellamos de lleno con una realidad horrorosa: para muchos, el volver a ser Club no significa nada. Para muchos, no existe una diferencia sustantiva entre ser una S.A. y ser un club. Esa frase, eso de “volver a ser Club”, es apenas eso, una frase. Está vacía. No tiene sentido. Allí uno se da cuenta de que para poder recuperar el Club, antes hay que explicarle a la hinchada lo que esto significa.

¿Y quién podría culpar a esas personas? ¿Sabrán ellos lo que es ser un club? ¿Lo habrán vivido alguna vez? Los más jóvenes, aquellos que se volvieron hinchas después de la quiebra, difícilmente lo sabrán. Ellos llegaron cuan-do las cosas ya estaban destruidas. Solo habrán exper-imentado lo lindo de ser Club a través de la lectura y la historia. Para ellos la “U” siempre ha sido una empresa. Otros, los más mayores, son depositarios de una cultura en la que lo social es siempre secundario a lo individu-al; son víctimas silenciosas de un sistema profundamente mercantilizado en donde valores como la participación y la equidad son meras frases para la galería. Son he-rederos de una historia reciente en la que la partición democrática era castigada, y en la que el miedo y la incapacidad de escuchar al otro fueron siempre pilares de la institucionalidad. Son hinchas que ven en un club tan solo otro modelo de administración. No pueden, no alcanzan a ver el verdadero significado y la genuina riqueza que hay en un club. Y no tienen culpa en ello.

Pero al final de todo ¿qué es ser Club? ¿Por qué al-gunos estamos tan obsesionados con serlo? La respues-ta no es sencilla, sobre todo cuando quien debe oírla creció en un mundo donde lo social es tan secundario. No se puede simplemente decirle “porque es lo cor-recto”, ni explicarle que la fuerza de la historia y la lógica así lo mandatan. Hay que ir un poco más allá.

¿Te lo habrás preguntado alguna vez? Dentro de muchos años, cuando tu hija o hijo te pregunte: «papi, ¿qué estaban haciendo tú y tus camaradas cuando quebraron a la “U”? ¿Cómo fue que lo permitieron?» Intencionalmente extraviarás la mirada, agacharás la cabeza y evitarás responder. Porque hayas sido uno de los pocos que dieron cara e intentaron detener el pro-ceso o uno de los miles que permanecieron impávidos, la vergüenza de haber permitido que nos quitaran la “U” no la podrás evadir y no sabrás qué responder.

Acto seguido tu hijo volverá a preguntar: «pero bue-no, ¿qué hiciste luego de la quiebra? ¿Hiciste al-guna cosa para recuperar el Club?» ¿Te lo has preguntado alguna vez? Imagínate la situación. De-tente un instante y piensa. ¿Qué harás, dirás o sen-tirás en ese momento? Cuando la historia quiera juzgarte como hincha de la “U”, ¿qué dirá de ti?

Excusas para haber permitido que nos arrebataran el Club Universidad de Chile y nos lo cambiaran por una empresa de mierda llamada Azul Azul pueden haber muchas. Que éramos muy jóvenes, que fue toda una maquinaria donde intervinieron distintos poderes, que nos confiamos, que nunca logramos articularnos, que no manejábamos la información, cualquier cosa. Excusas hay para todos los gustos. Pero la realidad es una sola: a nosotros, nuestros padres y abuelos nos legaron UN CLUB; nosotros, los azules de esta era, a nuestros hi-jos e hijas les entregaremos UNA EMPRESA. No supimos proteger el legado. No fuimos capaces de defender lo que con tanto esfuerzo ellos construyeron. Yo soy uno de esos. Soy uno de los que tendrá que vivir por siempre con la vergüenza de no haber hecho lo suficiente para evitar que nos despojaran del Club. Estoy condenado y viviré arrepentido hasta el último de mis días por eso. Pero de la vergüenza y la pena surgen la rabia y unas ganas infinitas de redimirme. Y es que no quiero ser recordado como otro más de esos hinchas que no hicieron nada por la “U” y que creyeron que basta-ba con ir a la cancha a alentar. Quiero poder mirar a mis hijos y nietos de frente y decirles: “yo sí luché”.

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Un club es una instancia, es un lugar, es una forma de entender las relaciones humanas. Un club es el punto en donde nos encontramos con nuestros hermanos y her-manas tras ser llamados por una voz que solo nosotros podemos oír, como si estuviera codificada. Y nosotros la entendemos porque manejamos ese código común. Se trate de un grupo de scouts o de un equipo de fútbol, hay algo que es común a todos y queremos desple-garnos libremente en función de eso. En el caso de la “U”, nos reunimos porque conocemos su historia, porque compartimos una cierta idiosincrasia o porque tenemos una forma particular de entender lo que significa ser hincha y amar a un equipo. En definitiva, nos congre-gamos en torno a la “U” porque ella, en algún instante del pasado, logró enamorarnos. En palabras más sim-ples: porque compartimos un amor, un sentimiento. Y en ese sentido, cada vez que nos reunimos en el estadio, un bar o en el cumpleaños de un amigo con otros ca-maradas, estamos haciendo y creando club, estamos compartiendo ese amor. Se puede afirmar, entonces, que lo que el capitalismo privatizador nos arrebató fue la administración del Club, y no el Club en sí mismo, pues ese lazo de hermandad y camaradería sigue allí.

Pero qué importante es que ese sentido de pertenen-cia sea recíproco. Para pertenecer, deben dejarte per-tenecer (o tú ganar la pertenencia). No se puede per-tenecer a un club y al mismo tiempo estar excluido de él. Y sin embargo, esa es la triste situación que tenemos hoy. Y es que amar a la “U” y no tener participación –voz y voto– es como tener pareja y que ella no esté ni siquiera enterada. Es simplemente absurdo. Algui-en podría pensar que ir a la cancha y alentar los 90’ es una forma de participación. Y sí, efectivamente lo es, pero utilizando la analogía anterior: es como ten-er pareja, amarla, y estar separado de ella por un abismo que te impide besarle, acariciarle o abrazar su esencia. Es un remedo de romance, un sinsentido.

La verdad fundamental es que el club se construye en-tre todos. Es un espacio donde priman la equidad y la justicia y todos tienen el mismo valor. No hay una voz más importante que otra y todas deben ser es-cuchadas. El club es intrínsecamente democrático. Por contraparte, la existencia de una S.A. supone exclusión y autoritarismo. Es un espacio cerrado donde preva-lece la dictadura del poder y el dinero. Solo la voz de unos pocos (el directorio) es la que vale. Y no es

que la de los hinchas -que somos quienes finalmente damos vida al club- valga poco; simplemente no vale absolutamente nada. Cambiar club por S.A., sig-nifica renunciar a la libertad y aceptar la opresión.

Por otro lado, el peso de la historia tampoco no puede ignorarse. La mayoría de los clubes fueron construidos por determinadas personas en determinados lugares y momentos. En el caso de la “U”, los primeros estudiantes del Internado Football Club, del Club Atlético Universi-tario y del Club Náutico Universitario que se congrega-ron e hicieron el esfuerzo para formar un equipo y que con los años iban viendo cómo ganaba adeptos, merecen ser honrados y no humillados con el control que hoy per-tenece a una empresa. Lo que ellos soñaron es corrom-pido y ultrajado con una administración como la actual. No quiero ni imaginar lo que esas personas -que nos re-galaron lo que más amamos- sentirían si vieran el estado actual de aquello que fundaron. Seguramente caerían fulminados por la pena ahí mismo. Volver a ser Club implica un respeto consciente y necesario por la historia.

El capitalismo no conoce de límites. Se apodera de todo, desde los recursos naturales hasta los sentimientos de las personas, pasando por los caminos, la educación, la salud e incluso el fútbol.

Resistir contra el fútbol de mercado y luchar por el Club implica, de cierta manera, pararse frente a esa bestia aborrecible y negarse a que te devore. Y es que hay que tenerlo claro: en el mundo moderno, donde la ley supre-ma es la del capital, no basta con pagar una entrada y apoyar a un determinado equipo. No, no basta con eso. En este país, donde la libertad se pisotea a cada se-gundo, ser hincha implica necesariamente un acto de re-beldía, sobre todo cuando se entiende que las S.A. son todo lo contrario a lo que se supone debe ser un club. Ser hincha debe implicar necesariamente resistirse a ese orden en el cual los hinchas somos excluidos y meno-spreciados; y debe implicar luchar por uno alternativo.

Quienes nos hemos juramentado recuperar el Club, lo hacemos porque nos negamos a renunciar a lo que la “U” representa: libertad, comunión y camaradería. Nos ne-gamos a aceptar que nos quiten todo aquello en lo que creemos y amamos. Nos rehusamos a ser hinchas de una empresa. Queremos volver a los orígenes, recuperar el misticismo y el romanticismo. Queremos poder enfrentar a la historia con la frente en alto y no avergonzarnos

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ante nuestros hijos cuando nos hagan esa inevitable pre-gunta: «¿qué hiciste tú por la “U”?» ¡Queremos ser libres!

La lucha que hemos decidido dar no es fácil. Por adver-sarios tenemos poderes políticos y económicos que nos superan, pero el amor por la “U” excede todo eso, sin duda. Además, ese amor ha gestado en nuestros cora-zones una convicción y un compromiso igual de grandes. Y día a día somos más, y cuando la fuerza que tengamos sea la de toda una hinchada consciente y unida, nada podrá detenernos y el regreso del Club será inevitable.

Tenemos claro que solo dos cosas pueden detener esta lucha: la muerte o la victoria. No descansaremos hasta ver a la “U” libre, así nos tome la vida entera.

Viva la U. ¡Viva la U valiente, combativa y LIBRE!

Asamblea de Hinchas Azules, hinchas organizados por la reconstrucción del Club de Fútbol de la Universidad de Chile.

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