octubre. cuento de la funcionaria virtual

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16/12/2015 OCTUBRE. CUENTO DE LA FUNCIONARIA VIRTUAL - Un año de cuentos de fantasía sexual

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Un año de cuentos de fantasía

sexual

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12 cuentos, 1 por mes, sobre las historias de 12 personas, intercalando6 mujeres y 6 hombres, con el denominador común del sexo y lafantasía.

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31Oct

OCTUBRE. CUENTO DE LA FUNCIONARIAVIRTUAL

Publicado por Juan Salanova

Zaragoza (España), 2015.

Otra vez había llegado la época de fiestas,

recordándole el paso del tiempo y los distintos

vaivenes a los que le había abocado su vida

insegura.

Recordaba años de juerga absoluta, queriendo

abar car todos los conciertos, todos los shows de calle, beber sin descanso hasta llevarse a la

cama al efebo inexperto de la temporada, con quien tener una relación sexual semi-

inconsciente en la que prevalecía el traspasar el límite del desconocimiento, en un orgasmofrío por obligatorio, si no innecesario. Fue una época de juventud hedónica, concebida como

una carrera de ataque y conquista del máximo posible de compañeros en el menor tiempo

posible y con la máxima frecuencia que podía asumir. Pero eso ya se acabó cuando las

nuevas rivales le demostraron claramente que su cuerpo había dejado de refulgir indicando su

marcha hacia el mundo adulto.

Se acordaba también de esa época que sintió la presión social de la necesidad de

emparejamiento y reproducción y en como la gran babilonia en fiesta se transformó en

escapadas a refugios de intimidad donde profundizar en las relaciones humanas, tanto físicas

como mentales. De esos años procedía el inicio de su emparejamiento monógamo con el

ahora su ex-marido. Con él tuvo dos hijas quienes, tras pasar por fases parecidas a las que

ella había disfrutado antes de parirlas, vivían felizmente casadas en el extranjero,

preocupadas por ascender socialmente a base de empleos bien pagados a ambos cónyuges.

Aún cuando la tercera fase, según había estado sucediendo en los últimos años, era la huida

dentro de un grupo single únicamente femenino hacia algún refugio natural en el que matar su

ansiedad. Siempre las caminatas por la naturaleza otoñal, plena de los colores cambiantes de

las hojas que anunciaban el final del año. En contraste con el verde permanente de los

encinares y pinares, el abanico de colores cálidos de las hojas iba del rojo oscuro del cerezo,

rojo rosado de la parra virgen, tonos del verde al rojo en el pudrio, y amarillo decadente de las

hojas de las nogueras, melocotoneros y chopos. La vegetación caducifolia ya no esperaba

más que otra rosada para echarse a dormir unos cuantos meses.

- ¿Por qué estoy pensando esto? – se dijo, dejando de mirar el programa de fiestas.

Se percató de que llevaba ya un rato mirándolo, sin ni siquiera leer la multitud de

espectáculos, divididos por iconos de diferente color, que conformaban los actos del primer

día. En realidad su mente había estado divagando por el pasado, sin satisfacerle ninguna

opción de las que recordaba haber elegido durante sus fiestas locales a lo largo de los años.

- Este año tiene que ser distinto – dijo con decisión.

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Ante ella tenía su nueva situación: vieja y sola, pero con energía suficiente para poder convivir

con jóvenes a l@s que sobrepasaba en 30 años.

Fue a mirarse al espejo y comprobó que sus ojos seguían estando llenos de vida. Hace un

tiempo ya que sus tragedias se habían diluido dominadas por el instinto de supervivencia. Su

rostro, sin embargo, no engañaba. Ni tampoco el pelo corto y con mechas de varios colores

que favorecían su imagen atemporal.

¿Quedarse a vivir las fiestas como en sus tiempos jóvenes? ¿Con sus amigas singles que

pasaban el tiempo chismorreando en grupo cerrado, sin atreverse a asaltar desconocidos?

¿Sola? Sola. ¿Estaba loca? ¿En esos días de exhibición gregaria iba a estar sola por laciudad? ¿Quería que en mente de todos circulara la misma idea: ¡es una loca!? ¿No se iba a

sentir sola y rechazada por los numerosos grupos absolutamente abiertos a los conocidos y

drásticamente cerrados a los “forasteros”?

Consideró primero qué sería prioritario para ella. ¿Conocer gente, hablar con gente, divertirse

ingenuamente con la gente? No. Los últimos programas-basura de la tele le había aportado

algo que ensoñaba desde hacía tiempo sin ser consciente de que lo deseaba con tanta

intensidad: la posesión de un hombre joven y fuerte.

Una llamada de teléfono interrumpió su deambular existencial. Era Virginia que, como

siempre, no aguantaba más su soledad.

- Eva, ¡qué tal!

- Bien. Mirando el programa de las fiestas. Está lleno de espectáculos.

- ¿Pero piensas quedarte a las fiestas? ¿Con todo ese barullo? ¡Si una no se puede ni mover!

- Estoy pensando a ver qué hago.

- Yo tengo la solución. Nos vamos el grupo de singles a un refugio de montaña. Ahora el

monte estará precioso.

- Me imagino que querrás decir “singlas” ¿no?

- Bueno, viene también Fidel.

- Ya.

Fidel era el acompañante habitual del grupo de funcionarias. Estaba enamorado

platónicamente de una de ellas, quien lo rechazaba con decisión. Por lo demás era un

pequeño hombre anodino sin sexualidad claramente definida. Su tiempo lo distribuía entre sus

labores de bedel de instituto y su misión de compañero al servicio del grupo en sus ratos

libres, tanto para arreglarles un grifo como para sacarles las entradas de los estrenos de cine

con antelación, y así evitarles tener que guardar cola.

- Bien, me lo pensaré.

- ¡Es que tenemos que reservar ya…!

- Pues no contéis conmigo. Prefiero quedarme en casa a descansar. Estoy cansada de tanto

IVA – mintió, poniendo como excusa su trabajo en una delegación de Hacienda. – Pasadlo

bien. Ya enviaréis fotos.

- Insisto. Piénsatelo y nos lo dices mañana. Nos vamos todas. Y Fidel.

- No me apetece viajar este año, Virginia. Vosotras seguir vuestros planes. Yo me quedo en

Zaragoza. Ya nos contaremos qué tal nos ha ido a la vuelta. Seguro que lo pasáis muy bien.

El bosque estará precioso.

- Bueno, si cambias de opinión nos lo dices. No sé. Te noto algo rara. ¿Te pasa algo?

- No, que va, estoy bien. Deben ser los años, que cada vez me pesan más. En serio, prefieroquedarme. Adelante con vuestra aventura.

- Vale. Tú misma.

No sabía por qué, pero hubiera querido colgar antes. No se había podido centrar en la


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sugerencia de la amiga. En realidad, casi no la había escuchado. Era un no desde el principio.

Como ocurría siempre que palpaba su vacío vital, se sentó, para inmediatamente tumbarse en

el sofá y puso su tele-basura favorita. Un conjunto de variopintos jóvenes y viejos ajoventados,

con ropas de marca que probablemente les daban las tiendas de moda para conseguir

publicidad gratuita, repetían a diario los anodinos temas escandalosos de su nómina de

famosos sin ninguna relevancia cultural para el país. Pero eran sus voces, sus temas, sus

ideologías liberales en lo personal y reaccionarias en lo social, lo que le atraía. Comprender el

discurso de los afamoseados exigía un mínimo esfuerzo mental, dentro de elegantes platós.

Interpretaban ser personajes cercanos jugando a ser inferiores que la media nacional para así

poder atraer a todas las clases sociales.

Ese día repetían por décimo día sucesivo el ingreso en prisión de un famoso deportista

importado, por haber evadido a Hacienda todo lo que su abogado blanqueador le había

recomendado. No podía faltar tampoco el embarazo, parto y posterior divorcio de la hija de

una cantante nacional, quien había encontrado un filón publicitando todos sus eventos

sociales, que debía ir renovando trimestralmente como máximo, para asegurar los contenidos

de las revistas del corazón que poblaban las salas de espera de las consultas médicas de

pago.

Volvió a sonar el teléfono. Era su sobrina del pueblo.

- ¡Tía! ¿Qué tal estás?

- Hola Belén. Bien. ¿Y vosotros?

- Todos bien. ¡Sorpresa! Me voy a ir a pasar los Pilares contigo. Me dejan mis padres este

año. ¡Bien!

Era una propuesta inesperada que por un momento le hizo pensar que sus amigas singles

habían sido más inteligentes que ella.

- Llego esta noche sobre las 9. Me puedes venir a recoger a la estación ¿no?

- Claro cariño. Dime la hora exacta – le respondió Eva, mascullando su descontento y

pensando que otra vez la estaba utilizando su hermana sin haberla llamado siquiera. Quizás

había pensado que si se lo preguntaba Eva pondría una excusa como ya había pasado otros

años. Así que iba a ser madrina-cocinera. No era muy emocionante, no.

- Llego a las 9 menos cuarto, tía. Llego en el bus. Espérame con el coche en la puerta de

arriba de la Intermodal que ya subo yo. Un beso. Y colgó.

Se levantó perezosamente y fue a ver su nevera, en la que no sobraban las viandas para no

entregarse a los placeres, especialmente al embutido-queso, a los que era adicta. Comprobó

que la nueva noticia implicaba que al día siguiente tendría que echar mano del carro de la

compra y llenarlo porque otras veces la sobrina traía a varios más a comer a casa de la tía.

A las 8.30 se paseaba lentamente por la acera junto a la entrada de la calle a la estación.

Hasta le hubiera apetecido fumarse un cigarro al ver tantos adultos que lo hacían mientras

esperaban como ella a recoger a la siguiente generación. Ese día el espacio habitual de

recogida estaba atestado porque a las 10 iba a ser el pregón de fiestas con sus carrozas,títeres y gigantes y nadie quería perdérselo.

- ¡Tía! – la voz emocionada de Belén, a quien hacía unos meses que no veía, dominó a la

multitud. Arrastrando su pequeña maleta-carro se abalanzó sobre ella y la llenó de besos. Su

sobrina era un cielo, alta, bien formada, con una simpatía que irradiaba todo - ¿A que tenías

ganas de que viniera? ¡Pues ya estoy aquí! ¡Vamos a tu casa! ¡Venga deprisa, que hay que

llegar al pregón!

La tía empezó a maldecir a su hermana por el “regalo” de fiestas que le había hecho. Era

evidente que la energía de Belén superaba con mucho sus propias posibilidades. Le hacía

sentirse aún más vieja, habituada a la tranquilidad y el relajo que le permitía una vida

sedentaria reducida a pequeños espacios, fundamentalmente una silla de oficina y una

pantalla de ordenador frente a ella, tanto en el trabajo como en casa, con sólo algún pasotemporal por la cocina y el salón antes de dormir.

- ¡Belén, cálmate! Tenemos que ir a casa. Te tienes que hacer la cama, distribuirte la ropa,

cenar algo…


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- No, ya lo haré después. Hoy he quedado para ver el pregón desde el principio. Vendrás,

¿no?

- Si ya has quedado no soy necesaria, ¿no?

- Venga, tía, que son las fiestas.

- ¿Con quién has quedado?

- Hemos quedado toda la cuadrilla del pueblo en la puerta del ayuntamiento.

- ¿Pero qué dices? Estará imposible. Ni os vais a encontrar.

- Tía, no seas anticuada, ¡que existen los móviles!

- Si quieres te acompaño hasta que los encuentres, pero luego me vuelvo a casa.

- ¡Qué aguafiestas que eres! Para eso no me haces falta, que ya tengo 16 años y me sé el

camino. ¿Y qué vas a hacer tú, pues?

- ¿Yo? Hoy he tenido un día de mucho trabajo. Quiero descansar. Seguro que veo mejor el

pregón que tú por la tele.

- ¿Por la tele? Qué sosada.

- Lo prefiero así. Cuando veas pasar la grúa esa con la cámara me saludas, ¿vale?

- Claro, y saludaré también a mis padres que seguro que también lo están viendo.

- ¿Y hasta qué hora te dejan salir?

- ¿Hora? Anda, tía. En los Pilares no hay hora. Tú dame la llave y cuando te canses del

peñazo de la tele vete a dormir que yo ya llegaré.

- ¿Seguro que no te ha puesto hora tu madre?

- No, no me ha dicho nada. Llámala si quieres.

No pasó demasiado tiempo desde el apasionante transporte de su sobrina a casa. Ahora Eva

estaba coflada en el sofá, tomando una olorosa infusión de menta mientras iba observando la

marabunta humana que se arremolinaba frente al ayuntamiento de la ciudad. Música,

gigantes carrozas, espectaculares artefactos móviles, los pesados gigantes moviéndose con

el hieratismo característico, debido a su dificultad de transportarlos, música, gritos, pitidos,

sonidos de vuvucelas , las famosas trompetas de fútbol que se habían puesto de moda tras el

mundial de Sudáfrica de hacía unos años, gritos, aplausos, chillidos… en fin, era la anual

masificación de la diversión de la tribu aragonesa.

Cuando ya se cansó de ver a los miles de cabezas que se movían al unísono que para ella

evidentemente no constituían ninguna novedad, pensó zapear un poco.

- Noticias… no. Película… no. Cotilleo… no, no…

Cuando apareció inesperadamente en la pantalla una pantalla de ordenador con un chat de

citas, Eva se incorporó, apoyando bien la espalda en el respaldo del sofá. Era un documental

bien informado sobre las últimas tendencias en relación virtual que permitía Internet. Según la

voz en off, era una tendencia al alza y que vislumbraba un futuro prometedor que iba a

cambiar las relaciones sociales. ¿Pura fantasía? ¿Gusto efímero por las novedades?

Entonces se acordó de su compañera de oficina. Mesalina desde el principio sobresalía sobre

sus compañeras en decisión, afilada lengua a menuda cargada de procacidad. Eva no había

conseguido nunca realmente establecer una relación cordial con ella como correspondía a

vecinas de puesto. En sus escasas y breves conversaciones se había sentido siempre

intimidada, ninguneada. Los ojos de Mesalina le estaban diciendo sin palabras que era una

pacata insípida. Y tenía que evitar mirarla y centrarse en su trabajo para poder sobrevivir enese aire irrespirable.

Pero hacía tiempo ya que conocía que su vecina estaba robando tiempo de su trabajo a la

administración y procuraba durante una parte de su turno chatear en silencio con contactos

cada vez más abundantes de no se sabía dónde estaban. Alguna vez que había tenido que


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- Foto… - decidió no poner nada.

- ¡Qué vergüenza! Si me ven las amigas o las compañeras de oficina. ¡Me muero, vamos!

Cuando el programa le confirmó que la inscripción era correcta, pudo penetrar en la intimidad

de sus “pretendidos”. Hombres de todas las edades, de todas las razas, de todas las

constituciones físicas la miraban sonrientes pareciendo decirle que los eligiera.

No tuvo que esperar mucho. Al momento tenía la señal de que alguien le escribía. Junto a la

foto aparecía ya la edad: 33 años

- Virginia, me llamo Black, busco a una mujer como tú para conocernos y pasar momentos

agradables juntos. Quiero hacerte realmente feliz. Escríbeme.

Eva se quedó admirada. Un atractivo joven la contemplaba con una afilada mirada que

parecía ver más allá de su superficie. Le gustaba de verdad. Comenzó a tocar todos los

iconos que había en la interfaz hasta lograr abrir el perfil. Para su sorpresa, además de otros

datos sobre su peso y altura, allí ponía que se encontraba a 9,500 Km.

- ¿Pero dónde está este tío? – se dijo

- ¿Dónde estás? – tecleó.

- Soy un hombre cansado de trabajar en el mar y quiero formar una pareja estable contigo.

¿Tienes una foto? Me gustaría mucho verte.

- No, soy nueva, no tengo foto aún.

- Dame tu email. Tengo mucho trabajo y aquí no puedo escribir bien.

- ¿Pero dónde estás?

- Quiero dejar este trabajo y relocalizarme en tu país. Tengo suficiente dinero para que

mantengamos una vida holgada. Este es mi email. [email protected]. Escríbeme.

Quiero saber de ti privadamente.

Ante ella relumbraba con un distintivo color el email que le estaba atrayendo. T enía serias

dudas sobre el emisor de esos mensajes, dudas que se habrían ampliado si hubiera sabido elsignificado de la palabra “fake” del email. Pero ella era de la generación del francés sólo

traducido. Se detuvo un momento ante aquel mensaje y sin saber por qué se puso a pensar

en su ex. Quizá por comparación de los estilos incluyentes de los hombres cuando quieren ser

maridos. Pero su ex, del que ya le costaba recordar hasta sus rasgos físicos, nunca hubiera

hablado así. Había sido ella la que había marcado el rumbo y el ritmo de su vida en pareja. Él

se había dejado llevar hacia la cotidianeidad, hacia un estado socialmente aceptado que

facilitaba la vida tras los 40 años. Cuando tras diez años de vida en común no nació ningún

hijo, él consiguió dejar embarazada a otra mujer 20 años más joven que él y comenzó su vida

como padre.

Eva finalmente accedió. ¿Por qué no seguir hablando? Estaba bien lejos y no sabía ni su

dirección ni su teléfono. Si no le interesaba lo que le decía, con bloquear su email bastaba.

Fue consciente de que estaba llenando su vacío existencial con otra vida desconocida, lejana,sin apenas referencias, sin que ni siquiera el del otro lado tuviese una foto de ella. Pasando a

su servidor de email, escribió a [email protected].

- ¿Pero cómo puedes hablar así si ni siquiera me conoces? Háblame de ti, por favor.

- Ingeniero marino de Estados Unidos en misión en Kuwait. Dejaré puesto en breve y me

transfiero a Europa.

Según avanzaba la conversación Eva pudo por fin comprobar que estaba hablando con una

máquina.

- Puedes verme desnudo en el web “XX naked.com”. Enciende tu webcam.

- ¡Dios! – dijo, y salió inmediatamente de cualquier contacto virtual.

Se puso a pensar. ¿Qué objetivo tenía hablar con mujeres sin interlocutor al otro lado? Entre

las varias posibilidades que se le ocurrieron barajó que fuera una manera de ampliar la

visibilidad de los anuncios que siempre flotaban por los extremos de la pantalla sin que ya


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fuera consciente de ellos, a base de tener más y más personas conectadas a ellos. El

interlocutor virtual sería sólo el anzuelo para que siguiera viendo los anuncios. Y aprendió que

la primera norma del chat era la mentira.

Noche de pesadilla, sintiendo que utilizaban su cuerpo, sin ni siquiera mirarle sus hermosos

ojos azules, sin que su cabeza tuviese otra función que usarla para besarle los labios y tocarle

la abundante melena de la que se sentía tan orgullosa. Noche de desarreglo hormonal, de

molestias estomacales, de dar vueltas en una cama que parecía compartir con extraños

hombres sedientos de sexo.

A las 8, cansada de dar vueltas, se levantó al baño. Sus ojos aún somnolientos parecían estar haciéndose una pregunta irresoluble.

- ¿Qué estoy haciendo? – le dijo a la cansada cara que veía reflejarse en el espejo.

Según iba hacia la cocina a prepararse su escueto desayuno, oyó la llave de la puerta. Por fin

llegaba la sobrina.

- ¡Buenos días, tía¡ ¡Te traemos churros!

El verbo en plural le hizo mirar con más atención. Allí había dos chicas cogidas del hombro,

con ojos algo achispados que lanzaban largas miradas intensas entre ambas.

- Esta es María. Creo que la conoces. También es del pueblo. Como no tiene sitio la he

invitado a venir a tu casa. Te parece bien ¿no?

- Hola María. ¿Queréis un café?

- Mejor zumo de naranja si tienes, tía. Tengo la garganta seca.

Tras un rato de desayuno en silencio, las dos chicas se fueron a dormir y Eva volvió a su

soledad habitual. No pudo dejar de pensar en que estas fiestas iban a ser distintas, aunque

aún no sabía si por bien o por mal.

Mientras veía los cotidianos espectáculos del día anterior y la programación de ese día y

siguientes, oyó el sonido del whatsap.

- Hola Evi. ¿Cómo te va? Nosotr@s estamos disfrutando de un tiempo fantástico. Y el valleotoñal está precioso. ¿Tú, que tal?Mando fotos.

Virginia seguía tan apasionada por la Naturaleza, utilizándola como un mecanismo de

sustitución de su falta de pareja, a la que buscaba incesantemente, cada vez con menos éxito.

Tras varias fotos de hojas de colores, ríos, montañas y puentes, inesperadamente apareció

una foto personal de Eva en traje de baño.

- ¡Chula, eh? Te la saqué en Cadaqués. ¿Te acuerdas? Bien favorecida que estás, pajara.

Era verdad. En esa ocasión la conjunción de la luz y la postura había dado lugar a una imagen

poco fidedigna. Para quien no la conociese representaba una mujer 20 años menor que ella.

No pudo pasar mucho tiempo inactiva, únicamente contemplando la idealizada foto en su

móvil.

- ¿Por qué no pongo esta foto en el chat? Así será más fácil saber que quien haya al otro lado

es una persona real – comentó sin mucha seguridad.

Aún cuando a lo largo de su vida no había sido una chica aventurera, esta vez lo fue. Eran

unas vacaciones distintas, y se había decidido a permitirse todo. Oculta de su entorno habitual

de amigas, ahora era una mujer sola decidida a abrir la puerta al mundo del sexo con

extraños solitarios encerrados en un espacio rectangular.

Pronto logró ver su perfil iluminado de la preciosa joven que aparentaba ser, con la edad

asignada adecuada a esa imagen.

No pasó mucho tiempo. Comenzaron a llegarle pitidos insistentes. Inmediatamente bajó de

volumen asustada ante la idea de que los oyera su sobrina. Para su sorpresa eran ya

llamadas de interlocutores al otro lado de la página de citas. Tras los holas que parecían ser

los inicios de rigor, los mensajes eran ataques en toda regla.


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- Qué preciosa eres! Cómo me hubiera gustado hacerte yo esa foto el verano! Quedamos

para vernos? – decía el nº 1, y junto al mensaje aparecía una cabeza calva y sonriente, que

quería inútilmente conservar la juventud.

- Me interesa tu perfil. Manda foto desnuda – decía el nº 2, sin ninguna imagen que pudiera

ayudar a vislumbrar quién era el amante del nudismo.

- Comes rabo?- decía sin ningún recato el nº 3. La foto que acompañaba a semejante

violación de cualquier intimidad era un cuerpo musculoso mostrando sus atributos viriles con

evidente mensaje provocador, pero la toma no tenía cabeza.

Volvió a sentir el mismo nerviosismo que había experimentado la noche anterior. Estaba

siendo víctima de una adición muy peligrosa. Iba a hacer de voyeur de desconocidos y a la

vez iba a servir de objeto de voyeurismo para los mismos.

Oyó música y gritos en la calle. Se levantó de la silla y salió a la terraza. Mientras veía pasar la

charanga con los cabezudos y los niños que les huían y perseguían, se puso a pensar en 3

personas que estaban compartiendo su autismo.

- Un calvo rejuvenecido. Un Friki que ni se atreve a dar la cara. Un vicioso viviendo por y para

el morbo. ¡Qué futuro tengo!

Pero el proceso de atracción había calado en ella. Durante los próximos días su vida se

basaría en mirar ansiosamente una pantalla en la que se quería violar la intimidad, nada

celosamente guardada, haciendo latir el deseo en un entorno de tan manifiesta inseguridad.

- ¿Dónde estás? - escribió Eva a su primer pretendiente, el que le había parecido menos

decidido, pero a quien veía emparejable con ella.

Tardó un poco en oírse el pitido de mensaje, pero al final ahí lo tenía.

- En Centrovía.

- ¿En Centrovía? – dijo extrañada, intentando ubicar el lugar, del que había oído hablar pero

en el que nunca había estado.

- ¿Dónde está Centrovía?

- Cerca de Zgza. Junto a Plaza Imperial.

- ¿No tienes fiesta? Son los Pilares.

- No, trabajo. Soy camionero.

Hubo un momento de silencio, necesario para ella, porque como funcionaria habitual no había

tratado con un camionero en su vida. Pensó en la alocada carrera en la que se había

apuntado. Estaba olvidando todos los años que había pasado conociendo a las personas

antes de decidirse a amarlas. Pero la virtualidad permitía compartir y expandir el deseo a

través de un fino enlace humano. En él la realidad personal, tanto económica como social, no

tenían relevancia.

- Nos vemos por Skype?- fue el siguiente mensaje que entró en el ordenador, sin primer signo

de interrogación, que parecía ser habitual en el chat.

- No, ahora no puedo. Tengo que salir a comprar. Esta noche.

A Eva le había entrado de pronto la prisa por organizar un piso donde debía hacer de tía. -

Esta tarde. Sólo estaré 8 horas. Después tengo que irme.

- Esta tarde a las 4.

- OK. Un beso preciosa.

- Adiós.

Con la ilusión de su nueva cita extrasensorial bailándole en la mente, se dispuso a realizar sus

labores habituales de marujeo, empezando por la compra de abundantes viandas para la

sobrina y posibles invitad@s. Sabía que seguía con la conocida dieta juvenil de arroz-

macarrones-hamburguesa-pizza-patatas-cocacola-helado, por lo que los próximos días no le


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exigirían excesivo esmero.

Cuando había acabado las rutinarias labores del hogar su sobrina y acompañante finalmente

se levantaron. Era pasado el mediodía. Inmediatamente almorzacomieron vorazmente todo

que la tía les ponía delante.

- ¿Y no saliste anoche, tía?

- No, estaba cansada. Me acosté pronto.

- ¡Qué aburrida! ¡Estaba todo a tope! Hoy llama a alguien, ¿vale?

- No me quieras organizar la vida, pequeña, que ya tengo mis años y sé lo que tengo que

hacer.

- Pero hoy no vas a quedarte en casa otra vez, ¿vale?

- Ya llamaré a alguien. Veamos qué me contáis de interesante de vuestra pasada noche. Y

que no sea sólo de garitos, bebidas y tíos buenos.

Como sospechaba la explicación de las jóvenes, contada con toda la intensidad adolescente,

fue una descripción interminable. Habían emprendido un deambular continuo por bares

nocturnos, bebiendo y hablando, hasta que los vapores del alcohol y el sueño las redirigieron

hacia casa de la tía.

Cuando acabaron de comer, ambas jóvenes se enfrascaron en el mundo del silencio. Leían y

escribían organizando su segundo día de fiestas. Para no enfadar a la tía recogieron la mesa

y metieron el vajillo sucio en el lavaplatos y al momento ya se iban de nuevo.

- ¿Pero ya os vais? ¿No queréis un café?

- No, gracias, tía. Nos vamos, que nos esperan los del pueblo en las ferias. Adiós.

- ¿Pero llevas dinero?

- Sí, que me dio mi padre. Adiós.

De nuevo estaba libre y sola. Su fantasía del camionero le había estado rondando por lacabeza desde que dejó el chat. Se sirvió un café y se puso a ver las noticias. Las guerras de

siempre organizadas por los de siempre y sufriendo los de siempre. Los programas del

corazón habían bajado a unos niveles de calidad ínfima. Como hacía días que no se sentaba

a verlos había conseguido no reconocer ya a algunos de los personajillos que se paseaban

por la pantalla proclamando su vulnerabilidad mental.

No podía apartar de su mente la aparente cercanía humana que flotaba universalmente en las

ondas y de la que ella podía participar con tanta facilidad. Sin ni siquiera acabar el café, se

volvió a asentar al ordenador y entró en el chat.

Más mensajes le esperaban, escuetos algunos, explícitos en su deseo corporal otros, y hasta

le había enviado algún mensaje anticuado, de amante romántico, que admiraba embelesado

una imagen irreal.

Eva pensó en la facilidad de establecer una poliandria virtual que permitían las nuevas

tecnologías. Pero aún mantenía la norma de fidelidad a la palabra dada. Buscó a su primera

elección y le escribió.

- Ya estoy conectada.

Durante un momento no obtuvo respuesta. Pensó en que quizá jugaría a la poligamia y puede

que estuviese hablando con otra mujer. Repasó otros perfiles personales de la lista de

hombres que tenía el programa, esperando que su princesa de ese día les llamara, y se

quedó admirada de la riqueza de expresiones, la abundancia de situaciones, la variedad de

deseos que abarcaba el instinto sexual humano. Finalmente le llegó el mensaje del

camionero.

- Hola.

- Esperando un rato.


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- Siesta

- ¿Cómo te llamas?

- Ismael. Tu

- Virginia – mintió.

- Ve a Skype y llama a Ismaelca.

Sin estar muy segura de lo que hacía, abrió el programa y la webcam. Cuando finalmente lacámara transmitió las imágenes del otro lado, ante ella tenía a un hombre desnudo, excitado y

que la miraba con el brillo del deseo inmediato. Le impactó vivamente la imagen, pero no

cerró el programa.

Aquella noche Eva rememoró su odisea virtual. Siguiendo las instrucciones de un experto

ciber-follador, se había entregado al lenguaje más atrevido, jamás usado por ella. Bañada por

la seguridad de su libertad absoluta, había llegado al orgasmo sintiendo como estallaba

también al otro lado su ciberpareja. Definitivamente, el chat era una droga potentísima.

El día siguiente, cada momento que estaba sola supuso una inmersión completa en el nuevo

mundo que había descubierto. Pensó que no podía dejarse llevar por una soledad pseudo-

acompañada. Lo que había hecho la dejó tan insatisfecha que pensó en borrar todo de su

ordenador. Pero no lo hizo. Si había tantos hombres buscando pareja, debía buscar alguien

con el que compartir su tiempo, su placer y su necesidad de comunicación mental. Al final lo

vio.

Ante la pantalla tenía ahora al hombre que había soñado toda su vida. Tenía

aproximadamente su edad, pelo corto y ojos azules, sonrisa tranquila del que se siente seguro

de quien es. Parecía estar diciendo: “llámame”.

Antes de seguir adelante revisó su perfil. Su nombre era Exter, aunque sabía que los nombres

poco servían aquí. Un mensaje extraño por su apasionamiento personal abarcaba todo:

“Estoy aquí para amarte para siempre. No temas. No estés insegura. Olvídate de tus fracasos

en el pasado y del miedo al fracaso que dirige tu vida presente. Te necesito tanto como tú a

mí. Conmigo, contigo, juntos viviremos la vida eterna de felicidad absoluta. Llámame”

En toda su vida Eva había oído unas palabras tan melodiosas, que hicieran latir el corazón

con ese ímpetu. No parecía posible que un ser humano pudiera decir eso al vacío, a cualquier

persona que lo leyera.

- ¿Qué trampa esconde este mensaje? – se preguntó.

Tras leer tal mensaje, pleno de amor y seguridad, ya no pudo desechar ese mensaje como

estaba haciendo con los otros, llenos de procacidades de chat “caliente”. Y le escribió.

-Me ha impresionado tu mensaje. ¿Quién eres?

- Exter, tu amante verdadero.

- No te conozco. Tú tampoco me conoces.

-Te conozco ya aunque no lo creas. La labor del amante es amar a la amada. Cuando el amor

es el único motivo de la vida, todos los demás problemas desaparecen. Y yo te amo. Te voy a

amar para siempre. Y tú me amarás eternamente.

- Me abrumas, Exter. No estoy habituada a que me hablen así. Parece irreal. ¿Eres una

máquina?

- No, besa mis labios y comprobarás que estoy tan vivo como tú.

- ¿Estoy soñando? ¿Besar a una pantalla? Esto es de locos.

Se echó atrás en la silla y se puso a pensar. ¿Por qué no salía a conocer gente real, de los

que vivían cerca de ella, con los que podría vivir aventuras con sensatez, con posibilidad de

que perduraran? Exter le atraía enormemente pero ya no quería más sexo virtual. Pensó en

pedirle una cita en un bar. Entonces lo oyó.


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- ¡Eva! Ven. Te estoy esperando.

- ¿Qué? ¿Dónde estás? ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Qué quieres? ¿Quién eres?

Con cierto miedo se acercó a la pantalla. La imagen de Exter resplandecía ocupando todo el

monitor. Era una imagen en vídeo. Parecía estar viéndola, parecía que sus ojos la seguían…

su sonrisa era un imán que dirigía sus pasos… no pudo resistirse a besarlo…

Eva desapareció. Nadie más supo de ella. En su familia fueron conscientes de que había

pasado mucho tiempo en un conocido chat de citas calientes, pero sus amigas no pudieron

aportar ninguna información. Ni se imaginaban que su amiga pasaba el tiempo en eso. Nadiepudo aportar nombres de sus últimas relaciones. La empresa de citas, presionada por la

policía, señaló que había entrado en contacto con su máquina-anzuelo y aportó la

conversación que había entablado. Señaló también al camionero, casado y con dos hijos,

pero, además de la conversación que sistemáticamente quedaba registrada en la empresa,

les dio un relato tan clarificador que tuvieron que desecharlo de la lista de sospechosos.

El misterio quedó sin resolver y el asunto ya hace tiempo que se archivó, ante la incredulidad

de empresa, policía y entorno de Eva. Pero Eva vive su inmensa felicidad eterna en compañía

del extraterrestre al que se atrevió a besar, en un desconocido lugar de la galaxia libre de los

problemas terrestres. Y nunca volverá.

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