orar con el cuerpo y recibir el cuerpo - mariola lópez villanueva

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  • 7/27/2019 Orar con el cuerpo y recibir el cuerpo - Mariola Lpez Villanueva.

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    Orar con el cuerpo y recibir el cuerpo - MariolaLpez Villanueva, rscj*

    Sal Terrae 98 (2010) 409-414

    El cuerpo es nuestro compaero ms cercano e ntimo;nacemos envueltos en l, y solo al emprender el viajedefinitivo, el viaje de todos, nos desprenderemos de l.Cada experiencia de nuestra vida quedar grabada ensu memoria: las que queremos revivir por el goceprofundo que nos produjeron y aquellas otras quequisiramos no volver a evocar y que, aun sanadas, l

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    tendr guardadas en su caja de resonancia. Llevamostodo con nosotros. Si en otros tiempos haba quedesentenderse del cuerpo para orar, afortunadamente

    ahora constatamos la necesidad y la urgencia de contarcon l. El alma ya no lucha con el cuerpo, sino queste se convierte en su mejor fruto, en el amigo primeroy principal de nuestra alma.

    Esto es mi cuerpo (Mc 14,22), dir Jess,tomadlo. Necesitamos ahondar en esta realidad.

    Poda haber dicho: Esta es mi vida, esta es mi historia,yo mismo... Pero dice: Esto es mi cuerpo; y,contenido en l, su manera de estar en la vida y desituarse en ella, sus modos de mirar, de tocar, de estarpresente... Cmo vivi Jess en su corporalidad larelacin con Dios y con los dems y cmo somosinvitados a vivirla nosotros?

    En el actual ensalzamiento del cuerpo a todos losniveles, necesitamos encontrar la justa cercana pararelacionarnos con l. Ni por exceso (la atencindesmedida al cuerpo) ni por defecto (no escuchar susnecesidades) podremos establecer un vnculo sano conel propio cuerpo. Nuestras maneras de relacionarnos

    estn configuradas por l. No hay experiencia de amor,y por eso no hay experiencia de Dios y de los otros queno ocurra en nuestro cuerpo.

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    Mi madre dej de asistir a la eucarista porque losbancos de la Iglesia del pueblo se le clavaban en laespalda, y no aguantaba todo el tiempo as. Ahora que

    est en un momento de fragilidad fsica y necesita ayudade otros, recuerdo frente a ella este texto de san Pablo:Aunque nuestra condicin fsica se vaya deteriorando,nuestro ser interior se renueva de da en da (2 Co4,16). Y ante ella siento que es un misterio cmo vacreciendo este ser interior, porque toda la persona

    es ahora su cuerpo, un cuerpo muy vulnerable, y lasfunciones fisiolgicas ms bsicas se imponen y ocupanun lugar principal. Una hermana de Colombia meescriba contndome: Estoy un poco distante de todo loespiritual cuando tengo algo que me duele....

    No podemos orar al margen de nuestro cuerpo: denuestra salud, de nuestro psiquismo, de nuestroscansancios, de nuestros afectos, de nuestra piel... En laantropologa bblica, el cuerpo y el espritu estnntimamente asociados, son uno. Todo lo que somos estcontenido en l: ofrecernos, alabar, ser perdonados,agradecer, danzar, suplicar, interceder... Toda

    apertura a la Trascendencia ocurre en los lmites denuestra corporalidad: ah nos recibimos y nosentregamos.

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    Muchos son los registros posibles en un tema tan ricoen matices; por eso intentar transitar, al amparo delEvangelio, aquellos que me son ms cercanos. Pero

    antes quisiera recordar algo que considero previo acualquier reflexin que podamos hacer:La mayora de los cuerpos de nuestro mundo no soncuerpos occidentales bien alimentados, con acceso aagua potable, alimentos, cuidados sanitarios y unavivienda digna, y cuyas inquietudes principales sean

    alcanzar el bienestar psicolgico, sexual y espiritual.Son cuerpos pobres, abandonados y enfermos que gritanpidiendo justicia a un mundo ensordecido por el poder,el militarismo y la riqueza1.

    1. Regresar a la propia casa

    Al acercarnos a las tradiciones orientales, nos llama laatencin la importancia que conceden al cuerpo. Con elcuerpo todas las cosas comienzan, y la meditacin es unarte que ensea el uso de los pulmones, el abdomen, laespina dorsal, los ojos... El cuerpo es lo primero; Diosviene al final (W. Johnston).

    En las grandes ciudades ha crecido la oferta decentros de salud integral relacionados con el cuidadodel cuerpo que adoptan prcticas de Oriente. Se hanglobalizado los hbitos de comportamiento con el

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    propio cuerpo, y las imgenes occidentales, msdualistas, se encuentran sometidas a distintasinfluencias: las prcticas del yoga, el Tai-Qi (energa

    fundamental), el Qi-Gong (trabajo sobre laenerga), las artes marciales japonesas y las prcticasconfucionistas del cultivo de s mismo, entre otras. Es unaporte valioso, y hay que dar la bienvenida a todaapertura y enriquecimiento en este campo que tenga encuenta al cuerpo. Necesitamos recuperarlo, no tanto en

    su exterioridad cuanto contemplado desde dentro. Elriesgo que puede darse en nuestros contextos es privara estas prcticas del trasfondo espiritual en el quesurgen y reducirlas a simples tcnicas para eltratamiento del cuerpo.

    Sin estar presentes al propio cuerpo tampocopodremos estarlo al de los dems. Para acceder a estaconsciencia del cuerpo que somos, necesitamos abrir laprimera puerta, la principal, la que da acceso a todo elresto de la casa: el contacto con nuestra respiracin.A travs de esta conexin con lo ms elemental de laexistencia, accedemos al mismo tiempo a las mayoresprofundidades de la experiencia interior... Tenemos la

    sensacin, cuando estamos atentos al flujo y reflujo delaire en nosotros, que experimentamos una extraaplenitud... reencontramos el contacto perdido con el

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    cuerpo y con su ritmo sanador [...]. Es tambin elcamino de vuelta a casa2.

    Las diversas escuelas de meditacin y oracin

    conectan con este ritmo bsico de la respiracin, porqueen l est contenido el ritmo de la vida: recibir yentregar, anhelar y abandonarse, nacer y morir. Nopodemos escuchar nuestro ser esencial sin auscultar loslatidos del propio cuerpo. El otro da, una amiga medeca que yo respiraba demasiado corto y que

    necesitaba aprender a respirar bien. Siento que esverdad; que, segn sea el momento que atravesamos, ases tambin nuestra respiracin. En la oracin, comenzarpor aqu es el principal medio para poder disponernos aotro Aliento. Si vamos abriendo bien esta primerapuerta, ya ser casi suficiente. Todo el tiempo quepodamos emplear ah hay que darlo por bueno.Aprender a respirar bien tiene tanto que ver conaprender a vivir hondamente...! A travs del contactocon la respiracin nos hacemos presentes a nosotrosmismos, a esa Vida en nosotros que nos trasciende, a laspresencias que acontecen cada da. Necesitamosregresar a la-casa-que-no-habitamos para comenzar

    a vivir en ella anchamente, recorrer cada una de susestancias y poder ofrecer su hospitalidad a muchosotros.

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    Cuando vayas a orar, entra en tu habitacin (Mt6,6), en el lugar ms interior de tu cuerpo, all dondenos recibimos de una Respiracin mayor.

    2. Saborear corporalmente la realidad

    Recuerdo una ancdota que me ocurri con una jovencon la que sal a tomar algo a un lugar de tapas. Pedimosuna tabla de quesos y, cuando fui a darme cuenta, yo ya

    me haba comido mi parte. Ella me mir sorprendida yme dijo: Qu rpido te lo has tomado. Sdije youn poco avergonzada, tena hambre. Qu queso teha gustado ms? me pregunt. Ah!, es que erandiferentes?. Me los haba tomado tan deprisa queapenas haba podido saborearlos. Fue una llamada deatencin, y sent que as iba tambin por la vida, sindarme el tiempo y el silencio necesario para gustar lasrelaciones y las cosas.

    Padecemos un dficit de atencin: podemos or sinescuchar, mirar sin ver, comer sin saborear... Y eso noshace difcil disfrutar de una vida plena, crear ennosotros un espacio de receptividad. La oracin es el

    lugar donde nuestros sentidos se van serenando, dondese hacen capaces de acceder a la realidad, no desde lavoracidad, sino desde la apertura y la donacin.Necesitamos aprender a saborear corporalmente la

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    realidad, a pasar por nuestro cuerpo los matices yregistros de la vida en su gran diversidad, en sudisonancia y en su armona, en toda la gama de sus

    colores3. Recuperar esa sabidura corporal a la queJess invitaba: dichosos vuestros ojos porque ven, yvuestros odos porque oyen (Mt 13,16).

    Una oracin que pusiera el Evangelio en contactocon nuestra razn y nuestro discurso, pero que notocara ni convirtiera nuestros sentidos, no dejara

    huella en nuestros cuerpos4, no tejera encarnacin, nose traducira en nuestro modo de estar presentes yvincularnos y no podra operar transformaciones en larealidad.

    San Ignacio de Loyola propona en sus meditacionesla aplicacin de sentidos5. Ejercitar en la oracin lavista, el tacto, el odo, el gusto y el olfato que abren lossentidos del corazn. Acceder a Jess y a las escenasdel Evangelio como si presentes nos hallsemos. Es elmodo en que nuestra sensibilidad se va haciendosemejante a la de Jess. Actuar corporalmente comoJess para ser interiormente como l6.

    Si nuestro cuerpo no recibe la buena noticia, no

    podremos pasarla, aunque empeemos todos los aos denuestra vida y todos los recursos a nuestro alcance. Silos gustos de Jess no van siendo los nuestros, nuestrocdigo corporal no podr incorporarse a su modo de

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    proceder. En ocasiones vemos cuerpos eclesiales queen s mismos ya hablan. Dejan poco lugar para latransparencia, hay demasiada gravedad, uno mismo

    ocupa demasiado espacio.Poco a poco, en la medida en que nuestro cuerpo va

    siendo integrado al amparo del amor sanador yposibilitador de Dios, nos vamos atreviendo a expresartoda la variedad de registros y de colores que hay ennosotros, sin guardar ninguno (y tenemos tantos por

    despertar...!). Desde los ms oscuros hasta los msluminosos, todos nos parecern dignos de existir yamables.

    3. Llevar en nuestros cuerpos otras vidas

    Llama la atencin la rapidez con que se estintroduciendo en occidente la prctica de lo que losingleses llaman mindfulness7. Procedente del budismo,esta prctica meditativa de la atencin consciente y lapresencia plena se utiliza tambin en terapias paramoderar la ansiedad y disminuir el estrs. Aprender aestar presentes es un reto en nuestro tiempo, por el

    ritmo de nuestras sociedades, por la cantidad deinformacin y de reclamos que experimentamos. Pero siuno de los riesgos era desconectar la prctica corporalde su trasfondo espiritual, tambin puede serlo buscar

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    una atencin consciente que nos condujera nicamenteal bienestar personal, a un cuidado propioaparentemente saludable, a un deleite de los sentidos,

    pero que no nos conectara con ese camino compasivoque est en el origen y al final. Cmo recorrer estasprcticas sin que nos alejen de los cuerpos vulnerados,pobres y heridos? Creo que ah est para nosotros,desde la trama del Evangelio, el punto en el que incidir.Ni una manera de vivir el propio cuerpo al margen de la

    atencin que le es legtima, ni un ensimismamiento ennuestro bienestar corporal que nos distancie del dolorajeno. Buscar la hondura de nuestro cuerpo y saberlohabitado y poblado por otros.

    Estamos y vivimos en el mundo gracias a una red derelaciones. Cuando se va gestando nuestro cuerpoparticipamos del contacto directo con el seno denuestra madre. En frica este contacto contina de unmodo ms evidente tras el nacimiento, mediante lalactancia y el cuidado: la madre, la hermana o elhermano llevan al beb a la espalda. Existe intimidad,seguridad, conexin, solidaridad, contacto... Este toquentimo es tremendamente teraputico y, de algn modo,

    tambin lo sigue siendo despus. El pueblo yagba deGambia llama al cuerpo ara, que significa aquello atravs de lo cual una persona atrae favor. Entre loskpelle, una de las tribus ms numerosas de Liberia y

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    de Guinea, la palabra cuerpo es significada por kpnoo ytiene el matiz de aquello a travs de lo cual uno estvinculado a los dems8.

    El cuerpo nos vincula y nos hace capaces deestablecer conexiones unos con otros. Lo que vemos, loque omos, lo que tocan nuestras manos (1 Jn 1) esaquello que conforma la realidad para nosotros y quenos hace existir de un modo nico y concreto. Nadietiene nuestro mismo modo de sonrer, de enfadarnos o

    de besar. Y es a travs del cuerpo como el cauceafectivo de nuestra vida toma forma y se despliega. Notenemos otro lugar ni otro acceso a la experiencia de lohumano, a ese lugar nico de Dios que somos cada unode nosotros.

    Necesitamos cultivar en la oracin la disciplina de lacalma y del silencio para escuchar esa presencia calladade los otros. Pacificar y ahondar el cuerpo para quedevenga recipiente de otras presencias, transparenciapara algo ms. Dejar que en la oracin se vayanordenando sus pulsiones, se vaya abriendo, haciendopermeable a esa Presencia mayor. A travs de nuestrocuerpo, la realidad y los rostros que amamos son

    atrados al templo del Espritu (1 Co 6,19). Estamoshabitados por muchos otros que van dejando su rastroen nosotros, llevamos en nuestros cuerpos otras vidas.Cuando nos descentramos de nosotros mismos, nos

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    volvemos ligeros y alegres y con amplios espacios dereceptividad y de irradiacin. Francisco de Ass es unicono preciossimo de esta expresin, un cuerpo pobre y

    alegre totalmente abierto, totalmente ofrecido, quetoca con amor la carne herida de un leproso. Hermanode todos y de todo. Hermano del lobo, del agua y de lamuerte... Radiante de gratitud.

    Cuando los sentidos se van unificando, la piel acogela llamada a transfigurarse, y el modo de pasar y de

    estar en la vida se nos va conformando con el de Jess.Entonces nos parecer que podemos tocar como sifuramos ciegos y mirar como si estuviramos sordos.

    4. Tocar como ciegos

    Una mujer que incorpor la vivencia de lo corporal ensu manera de vivir y de entender a Dios fue EttyHillesum. Ella escriba: ...tengo un fuertetemperamento ertico y una gran necesidad de cariciasy de ternura9. La fuerza ertica, en sus expresionesms cotidianas y en sus relaciones, se fue transformandoen un amor que iba creciendo cada vez ms, hasta

    apoderarse de todos los aspectos de su persona: Meencontr arrodillada de repente junto a mi mesita,mientras que el amor, como liberado, me recorra todaentera...10.

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    Con solo 27 aos, y en los tiempos trgicos que letoc vivir, esta joven juda nos ensea a no dejar a Diosfuera de ningn espacio, a poder volvernos hacia l

    desde cualquier vivencia y situacin. El dolor y elplacer, la rabia y la mansedumbre, la injusticia y labelleza... son aspectos de la vida que reconoce nuestrocuerpo. Dejar que Dios entre ah, no esconder nada, noguardar nada. En pura desnudez. Atrevernos a dejarnostocar en esas dimensiones que percibimos ms oscuras

    en la realidad, en nosotros mismos y en la memoria denuestro cuerpo, para dejarnos llevar a amplios espaciosde claridad y de aceptacin.

    Escribe en su diario el 12 de abril de 1942: megustara palpar con las yemas de los dedos los contornosde estos tiempos... He logrado alcanzar la vida dentrode m... y descubr que poda leer tambin en losdems11. Palpar con las yemas de los dedos la vida y losrostros. Jess saba de este tocar bien concreto: atravs de sus manos hizo presente el amor del Padre altocar con ternura la piel vulnerada del leproso, en sucontacto con los ojos del ciego aislado; pos sus manosen la espalda lastimada de la mujer largos aos

    encorvada, en aquellos cuerpos impuros que no seconsideraban dignos de ser tocados ni amados....

    El mismo Jess se deja tocar en un momento de granvulnerabilidad: en una situacin de angustia y de temor,

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    recibe el contacto, la proximidad y la caricia de unamujer que lo unge con perfume (Jn 12,3). Cuentan que,poco antes del prendimiento, Juan estaba recostado

    sobre el pecho de Jess (Jn 13,23): es una escena demucha cercana fsica Estara orando por l?Compartiendo un momento de intimidad con el amigoen tiempos difciles cuando ya no llegan las palabras?No es ese a veces el nico gesto que necesitamoshacer: dejarnos reposar y descansar y sabernos

    inmerecidamente acogidos en ese Espacio Mayor quenos sostiene?Etty Hillesum lo expresa hermosamente:

    ...En un momento de descuido y de abandono, meencuentro de repente en el pecho desnudo de la vida.Sus brazos me rodean muy suavemente, me protegen, ysoy casi totalmente incapaz de describir los latidos de sucorazn: son tan lentos y regulares y suaves..., casiapagados, pero constantes, como si no quisieran pararjams. Son tambin muy buenos y piadosos12.

    5. Abrazar el cuerpo vulnerado de Jess

    El nico recurso de que Jess dispone antes de serarrestado es su propio cuerpo. No tiene otra riqueza niotro poder ni otro don que ofrecer. Ese cuerpo que erasu vida, lo quiso tomar voluntariamente. Lo saba

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    bendecido en su totalidad, sin dejar nada fuera. Loagradeci e hizo con l un gesto definitivo: entregarloentero, sin reservarse nada (Mc 14,22-24). Desde

    entonces es un cuerpo a merced de nuestras manos y denuestro gusto, en la mayor proximidad y en el msntimo contacto.

    Como el cuerpo de la mujer, capaz de contener yalimentar con su sangre a la criatura que lleva dentro,el cuerpo de Jess es un cuerpo abierto y vulnerado,

    quebrado y repartido. Constantemente donado. Alamparo de ese cuerpo podemos reconocernos yperdonarnos, crear comunidad, multiplicar el amor yrecogerlo para que nada se pierda.

    Tras la resurreccin, Jess seguir ofreciendo sucuerpo de manera velada, invitndonos a tomargenerosamente de l: Venid a comer (Jn 21,12).

    Hay un pequeo relieve que representa laresurreccin en el santuario de Yaund, en Camern:Jess baila marcando el comps, lleva al ngel de lamano y sonre. Ambos bailando unidos, al mismo paso,acomodndose el uno al otro13, expresando en laligereza, el abandono y la alegra del baile aquello que

    no encuentra mejor modo de ser contenido y vivido.Toda nuestra esperanza, todo lo que podemos soar yser, todo lo que anhela nuestro pequeo corazn, est

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    impreso en ese baile, guardado en ese abrazo delcuerpo de Jess.

    En adelante, ser en los cuerpos vulnerados, en esos

    cuerpos que sufren, resisten y sanan, donde l haquerido quedarse expresamente presente, con unainmediatez que no deja lugar a dudas: Lo que hagis auno de estos mis hermanos ms pequeos, a mi me lohacis (Mt 25,40). Nos hace bien recorrer ante ellosalgunos de los nueve modos de orar de Domingo de

    Guzmn14:

    Inclinarnos ante el otro profundamente. As se inclinabaDomingo ante el altar, ese altar del mundo que sedespliega sorprendentemente ante nosotros en cadarostro.Tendidos en tierra, apoyados sobre la cara. Suplicando,adorando, entregados a Aquel que todo nos lo entregaprimero.El rostro frente al crucificado, arrodillados, sin apartarlos ojos de los crucificados de nuestra historia y de eseAmor que nada detiene, que abraza el mal, que estdesarmadamente ofrecido.

    Con las manos y los brazos abiertos y extendidos asemejanza de la cruz, disponiendo un refugio inmenso yacogedor adonde puedan venir muchos.

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    Es el cuidado del cuerpo del otro lo que determinanuestra relacin con Dios (Mt 25,31-46). El cuerpo delherido y el cuerpo del amigo devienen territorios

    sagrados donde aprendemos y maduramos; son losmodos en que Dios se hace totalmente, humanamente,concreto para nosotros15. Deca Egide VanVroeckhoven, el jesuita obrero que teji suespiritualidad con la vivencia de sus amigos y de lostrabajadores pobres de su ciudad: La experiencia

    trascendente de Dios y el encuentro personal con elamigo en sus dimensiones ms profundas convergen enuna unidad cuya evidencia solo sospechamos, pero quenos colmar de dicha: que todos sean uno, como T,Padre, en m y yo en T. Esto penetrar hasta nuestrasensibilidad y nuestro ser corporal en la evidencia deuna experiencia de felicidad intensa16.

    Es nuestro ser corporal el que va siendo tomado ennuestra oracin y en nuestras relaciones. Tomado conreverencia, con respeto, con necesidad dereconciliacin, con tremenda confianza, con contento...Agradeciendo siempre, ayudndonos unos a otros apertenecer. Permitirle cada vez ms y a que vaya

    ocupando cada vez espacios ms amplios y luminosos ennuestras vidas, tambin esos donde sentimos con mayordensidad nuestra fragilidad. Tomad, Seor y recibidtoda nuestra corporalidad, con sus pulsiones, su

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    opacidad, sus vaivenes y su energa profunda... Que noquede nada en nosotros donde T no entres. Ningncuarto oscuro ni cerrado que no sea invadido por Ti.

    Necesitamos ayudar a Dios para que vaya haciendolisa y suave la tierra de nuestro cuerpo y poderofrecernos unos a otros ese espacio tomado donde lpermanece silenciosamente presente. Poder oler ygustar la dulzura y la suavidad de su Presencia ennuestra piel; poder decirnos unos a otros: Tomad,

    comed.... Y recibir su cuerpo en la eucarista y en lavida de tal manera que en el nuestro se vayan tejiendo,amorosa y pacientemente, la sabidura, la humildad, elvalor y la ternura que necesitamos para atraer hacia l,para obrar sanacin en nuestras historias; y llevarfrutos y flores a cada trozo de tierra adonde uno va17.

    NOTAS:* Prepara el Doctorado en Teologa. Granada..1. Tina Beattie, Reflexiones teolgicas, corporalidady misticismo: Concilium 295 [Cuerpo y religin](Abril 2002) pp.85-97.

    2. Javier Melloni, El deseo esencial, Sal Terrae,Santander 2009. Recomiendo la lectura del captulo 1:Respiracin y deseo esencial.

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    3. Para esta transformacin de los sentidos hacia unasensibilidad evanglica, ver el precioso libro deBenjamn Gonzlez Buelta, Ver o perecer: Mstica de

    ojos abiertos, Sal Terrae, Santander 2006.4. Cf. Carlos Alemany, Espiritualidad del cuerpo,en Diccionario de Espiritualidad Ignaciana, Mensajero Sal Terrae, Bilbao Santander 2007. Cf. EmmaMartnez Ocaa,Cuerpo espiritual, Narcea, Madrid2009.

    5. En la tradicin ignaciana, algunas anotaciones yadiciones van orientadas a encauzar la sabidura delcuerpo como mtodo oracional. Dice Ignacio: Entrar enla contemplacin cundo de rodillas, cundo postradoen tierra, cundo supino rostro arriba, cundoasentado, cundo en pie, andando siempre a buscar loque quiero [...] en el punto en el cual hallare lo quequiero, ah me reposar... (EE 76).6. Jos Antonio Garca, Aprender a orar con elPadre Arrupe: Sal Terrae 95 (2007) 787-799.7. Jon Kabat-Zinn, La prctica de la atencinplena, Kairs, Barcelona 2007.8. El culto en frica entraa de manera significativa

    la participacin del cuerpo. La msica y la danza sonparte integral de todos los rituales, desde el nacimientohasta la muerte... Una madre africana rara vez sedesatar al beb de la espalda cuando baila al son de los

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    tambores. El arte y las alegras se transmiten al nio porparticipacin: G.T.M. Byamungu, Condicin corpreay conexin: un mbito africano: Concilium 295 (Abril

    2002), 143-155.9. Etty Hillesum, Diario de Etty Hillesum. Una vidaconmocionada. Anthropos, Barcelona 2007, p. 50.10. Paul Lebau, Etty Hillesum, un itinerarioespiritual. Amsterdam 1941-Auschwitz 1943, SalTerrae, Santander 2000, p. 70.

    11. Ibid., p. 175.12. Ibid., p. 96.13. Daniel Villanueva, de su blog Siguiendo flechas.14. A travs de los distintos gestos, toda lacorporalidad de santo Domingo entra en juego, dandoforma a los diversos movimientos de su corazn: laacogida, el encuentro y la donacin. Cf. CatherineAubin, Prier avec son corps la manire de saint-Dominique, Cerf, Paris 2005.15. Luc es el modo como la presencia de Dios se hacetotalmente, humanamente, concreta para mi: JosepMara Rambla, Dios, la amistad y los pobres. La msticade Egide Van Vroeckhoven, Sal Terrae, Santander

    2007, p. 130.16. Ibid., p. 128.17. Etty Hillesum, op. cit., p. 189.

    FUENTE: pastoralsj.org