pecado y santidad en la iglesia primitiva

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ESTUDIOS Pecado y santidad en la Iglesia primitiva La nociôn que el cristiano tiene de la Iglesia primitiva suele estar bas- tante idealizada; él soîiaba con una instituciôn toda pura e incontamina- da, limpia, purificada por la sangre deI Cordero; una generaciôn de cre- yentes en Cristo, santificados por el bautismo, dominados por la caridad, que se juntaban para orar, para celebrar la Eucaristla en grupos reduci- dos, que desafiaban a las leyes persecutorias, que practicaban la mas ri- gurosa ascesis y estaban dispuestos a dar la vida por Cristo; una Iglesia, en fin, dominada por la idea de la prôxima venida deI Seîior, cuya dina- mica dominaba todas las demas situaciones. En este recuento de hechos, situaciones y actividades, faltaba el mas importante: la presencia de Cristo en medio de sus fieles, que alentaba a los martires, que sufria en los ascetas y continentes, que vivenciaba las reuniones y las celebraciones eucarîsticas. Todo esto es veridico en sus lÎneas generales; pero todo cuadro tiene sus sombras, y todo organismo perfecto tiene sus lacras y sus deficien- cias. En este trabajo intento presentar también los aspectos menos lumi- nosos y mas dramaticos de la Iglesia primitiva. Pecado y san1tidad son los componentes base de esas frecuentes antinomias del cristianismo. El dualismo no sôlo alude a dos polos de desarrollo deI dinamismo histôrico, sino a las fuerzas antagônicas que laten en el ser viviente, y se desarrollan con violencia en la sociedad como una reacciôn en cadena de la fuerza acumulada en todos los seres humanos. Seria injusto hablar deI pecado en la Iglesia primitiva, 0 mejor toda- vîa, hablar de los "pecados" de esa Iglesia sin una referencia a la san- tidad, al dinamismo espiritual de la illÏsma. El pecado no es el fin, ni la meta, sino un tropiezo, un obstaculo, algo imprevisto, una fuerza oculta, inaudita e insospechada, que se va desarrollando como un cancer anar- quico dentro de un organismo vivo.

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ESTUDIOS

Pecado y santidad en la Iglesia primitiva

La nociôn que el cristiano tiene de la Iglesia primitiva suele estar bas­tante idealizada; él soîiaba con una instituciôn toda pura e incontamina­da, limpia, purificada por la sangre deI Cordero; una generaciôn de cre­yentes en Cristo, santificados por el bautismo, dominados por la caridad, que se juntaban para orar, para celebrar la Eucaristla en grupos reduci­dos, que desafiaban a las leyes persecutorias, que practicaban la mas ri­gurosa ascesis y estaban dispuestos a dar la vida por Cristo; una Iglesia, en fin, dominada por la idea de la prôxima venida deI Seîior, cuya dina­mica dominaba todas las demas situaciones.

En este recuento de hechos, situaciones y actividades, faltaba el mas importante: la presencia de Cristo en medio de sus fieles, que alentaba a los martires, que sufria en los ascetas y continentes, que vivenciaba las reuniones y las celebraciones eucarîsticas.

Todo esto es veridico en sus lÎneas generales; pero todo cuadro tiene sus sombras, y todo organismo perfecto tiene sus lacras y sus deficien­cias. En este trabajo intento presentar también los aspectos menos lumi­nosos y mas dramaticos de la Iglesia primitiva. Pecado y san1tidad son los componentes base de esas frecuentes antinomias del cristianismo. El dualismo no sôlo alude a dos polos de desarrollo deI dinamismo histôrico, sino a las fuerzas antagônicas que laten en el ser viviente, y se desarrollan con violencia en la sociedad como una reacciôn en cadena de la fuerza acumulada en todos los seres humanos.

Seria injusto hablar deI pecado en la Iglesia primitiva, 0 mejor toda­vîa, hablar de los "pecados" de esa Iglesia sin una referencia a la san­tidad, al dinamismo espiritual de la illÏsma. El pecado no es el fin, ni la meta, sino un tropiezo, un obstaculo, algo imprevisto, una fuerza oculta, inaudita e insospechada, que se va desarrollando como un cancer anar­quico dentro de un organismo vivo.

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136 DANIEL DE PABLO

El pecado ha ce referencia a las nociones mas validas y univers ales deI cristianismo. La ideologia cristiana, la Escritura, la "historia salutis", el Verbo encarnado, la Iglesia, los sacramentos, tienen razon de ser solo en su reIacion al pecado deI hombre. La historia de la salvacion se realiza en Cristo, eI "Cordero de Dios que quita los pecados deI mundo". Es asi como fue presentado por Juan el nuevo Mesias. El pecado, al ser desor­den, fallo humano, desvio, alejamiento de Dios, es una limitacion deI ser, pérdida de la libertad. Cristo vino a restituir al hombre la libertad per­dida, a encauzar al hombre hacia una meta olvidada. El "reino de Dios", en el que se entra pOl' la penitencia, la fe y la conversion, seglin las pri­meras manifestaciones de la predicacion deI Bautista y deI mismo Cristo, es una liberacion deI hombre pecador.

Todo esto no son mas que presupuestos para entender eI problema deI pecado y la santidad en la Iglesia primitiva, y una incitacion a pre­guntarse pOl' la relacion entre ambos. l,Creyeron los apostoles y los pri­meros predicadores de la verdad cristiana que el bautismo era una "ilu­minacion", una "regeneracion", un "renacimiento" tan novedoso, tan sus­tantivo deI hombre, que el pecado iba a quedar excluido definitivamente de la vida de los bautizados? l,O mas bien, pensaron que la redencion de Cristo no iba a sel' una conversion definitiva, sino que el perdon que Cris­to ofrecio a los primeros cristianos tendria que sel' ofrecido a todos los hombres con generosidad y abundancia, esperando conversiones sucesivas hasta llegar a la consumacion cristiana? l,Como vivio el cristianismo pri­mitivo esta sucesiva experiencia de la efusion deI Espiritu y la contami­nacion pecaminosa que hizo su aparicion inexorablemente entre los recién bautizados? l,Qué sentido tiene el sistema penitencial establecido en la Igle­sia primitiva para devolver al cristiano la gracia perdida pOl' el pecado? y los hombres de hoy quiza continuen preguntandose: l,vale la pena sel' cristianos después de la experiencia primitiva?

Estas son hipotesis de trabajo nada mas, y crea que gran parte de los intentos pOl' darles una respuesta deberan sel' tenidos par conclusiones provisionales debido a la oscuridad y la flaqueza informativa de las fuen­tes de que disponemos.

Entiendo par Iglesia primitiva las comunidades de los siglos I-ll-III. Reconozco desde ahora que mi trabajo sera principalmente una evocacion historica de las situaciones pOl' las que paso el cristianismo en su vida in­tima. Seran hechos de vida y de muerte en sentido teologico, un acerca­miento al misterio de la iniquidad humana operante en eI mundo, mo­viéndose insidiosamente en el misterio de la santidad de la Iglesia siempre inconclusa. Al final de todo descubriremos la libertad humana coma una barrera, una frontera en la que se destruyen todos los planes salvificos

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de Dios; y asistiremos a la pugna entre el bien y el mal, para reafirmar la ontica fragilidad deI ser humano -vasos fnigiles en manas deI alfare­ro-, a la victoria deI Espiritu sobre la carne.

1. EL PECADO EN LA IGLESIA DEL NUEVO TESTAMENTO

El concepto de pecado que domina toda la religiosidad deI N. Testa­mento no tiene ningun punto de referencia con la concepcion del mismo en otras religiones. En las de caracter naturista a intramundano, el pe­cado no tiene un sentido religioso, sino que es una falta contra el puebla, contra las tradiciones 0 las costumbres de la tribu, con 10 cual se altera el orden de la comunidad, que puede expulsar de su sena al pecâdor coma suprema sancion. En las religiones de ambito ultramundano, el pecado tiene un valor religioso en cuanto es una falta deI hombre contra la dig­nidad de Dias, que se considera ofendido y exige coma expiacion un sa­crificio ritual. La religion politeista de los romanos considero el "ateis­mo" de los cristianos no solo coma ofensa al emperador, sino también a los dioses. Entre los griegos, el pecado no era el proceso desencadenado por la libre valuntad humana, sina efecto deI fatalismo, de la necesidad, privandole asi de su caracter religioso y moral!.

Los autores del N. Testamento repiten en gran medida las ideas que ya se encuentran en la tradicion judaica. El pecado en la ideologfa reli­giosa de Israel encierra siempre la actitud de rebeldia contra Yahvé y no solo la trasgresion de algun tabU, 0 la violacion de los derechos de la comunidad. Resume E. Jacob: "El pecador aparece siempre coma el que se rebela contra Dios a contra su projimo ... Los profetas presentan siem-

1 Cf. en Conceptos tundamentales de Teologia, III, Madrid, Ed. Cristiandad, 1967, 387. BIBLIO­GRAFfA fundamenta1 sobre el pecado y la santidad en el N. Testamento:

BEAUCAMP, E.: Le prOblème du péché dans la Bible: Labal Théologique et Philophique, 24 (1969) 88-114. El pecado en las tuentes cristianas primitivas (Colaboraci6n), Madrid, Rialp, 1963 (Traducci6n parcla1 de Il peccato, Roma, Edizioni Ares, 1959). GARCIA CORDERO, M. OP.: Teologia de la Biblia: Nuevo Testamento, l, Madrid, BAC, 1972, pp. 491-647. Teologia de la Biblia: Antiguo Testamento, Madrid, BAC, 1970, pp. 657-706. L6PEZ MILLAN, A.: Mettinoia, conversi6n y penitencia a través de los protetas y dei Nuevo Testamento: Cultura Biblica, (1968) 259·289. MURPHY­O'CONNOR, J.: Péché et Communauté dans le Nouveau Testament: Revue· Biblique, 74 (1967) 161-193. POTI'ERIE, 1. de la: L'impecabilité du chrétien d'après Jn. III, 6·9. En L'Evangile de Jean, Bruges-Paris, 1958, pp. 161·177 (Trad. espanola, Salamanca 1967). RODRfGUEZ, Isaias, ocd.: Gui6n bibliogrtitico sobre el pecado y la penitencia (1950·1970), Madrid, CSIC, 1972, pp. 7-47. SCHNAC­KENBURG, R.: El cristiana y el pecado, Madrid 1965. SPICQ, Ceslas: Teologia moral dei Nuevo Testamento, Pamplona, EUNSA, 1970, pp. 159·223. Teologia blblica sobre el pecado. XVIII Se. mana Biblica Espaiiola, Madrid, CSIC, 1959. Théologie du péché, Tournai 1960. Pueden también consultarse los articulas sobre el pecado y la penitencia en los slguientes Diccionarios 0 Enci­clopedias biblicas: Dictionnaire de la Bible (F. VIGOUROUX). Sup:;;lément au Dictionnaire de la Bible (L. PIROT). Teologisches Wiirterbuch zum Neuen Testament (R. KITI'EL). Diccionario de Teologia Biblica (BAUER). Diccionario de la Biblia (HAAG-VAN DEL BORN-AUSEJO). Enciclopeclia de la Biblia (GARRIGA). Vocabulario de Teologla Biblica (X. LEON-DUFOUR). Y la Teologia dei A. Testamento de Bonsirven, Von Raad, Van Inschot, E. Jacob, Sichrodt. y deI N. Testamento de Bonsirven, Meinertz, Stuffer, Stevens y Bultmann. 0 la Teologla de S. Pablo, de Bover, Prat, etc.

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pre al pecado como la negativa a obedecer a una lIamada 0 a una orden ... Esta repulsa reviste, segun los diversos profetas, aspectos diferentes: en Am6s es la ingratitud; en Isaîas, el orgullo; en J eremîas, la falsedad oculta en el coraz6n; en Ezequiel, la rebeli6n declarada; pero siempre es la rup­tura de un vînculo" 2.

Los Evangelios sinJ6pticos. Los evangelistas conectan con la esencia religiosa deI pecado visto ya a la luz de la redenci6n operada por Cristo. Continua siendo ofensa a Dios, rebeli6n, desobediencia, alejamiento, y por 10 mismo una deuda que el pecador contrae con Dios. Al mismo tiempo, el pecado aparta al hombre de su fin, e indica que el pecador ha hecho una opci6n existencial equivocada. De cara al hombre, en consecuencia, es un error, pero de cara a Dios es una ofensa, una deuda que se tiene que pagar de alguna manera y que Dios tiene que perdonar 3.

Un paso adelante 10 da Cristo al hablar de pecados interiores, come­tidos con el deseo, con el pensamiento, viendo en ellos la raiz de todos los demas: los pecados proceden deI coraz6n, sede de todos los afectos y de toda la vida intelectual 4.

El pecado es una separaci6n, un abandono de Dios que es esencial­mente padre. Ninguna para bol a mas significativa a este respecto que la deI "hijo pr6digo", en la que aparecen los diversos elementos deI peca­do: alejamiento deI padre, esclavitud, arrepentimiento deI pecador y la respuesta de Dios al pecador arrepentido (Lc 15, 11-32).

Cristo vina para reanudar las relaciones de amistad que Yahvé habla iniciado y el hombre unilateralmente habia roto; para predicar la ultima y definitiva alianza de Dios con el hombre. No se pueden entender los Evangelios si no se tiene en cuenta el valor teol6gico deI pecado. El mis­mo nombre "Jesus", significa ya la funci6n salvifica de su venida: "salva­dor": "porque salvara a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 22; Lc 1, 78). Su muerte lIeva consigo el derramamiento de la sangre "para la remisi6n de los pecados" (Mc 10, 45; M,t 26, 28). Cristo ha sido presentado por el Bautista como "el Cordero de Dios, que quita el pecado deI mundo" (Jn 1, 29).

Jesus predica que ha venido a buscar a los pecadores no a los justos; se proclama "el buen pastor", dispuesto a dejar a las noventa y nueve ove jas en el redil con tal de rescatar a una sola para que no se pierda 5.

La lucha contra la enfermedad y la muerte no es mas que un simbolo ~~;;-;:f!~:O>~" -

, 2 E. JACOB: Théologie de l'Ancien Testamfmt, Neuchâtel 1968, 229, Citado por Garcia Cordero, TeoL de la B.: N. T., !, 492. Algunos lugares deI A. T.: Gen 3, 1·24; 13, 13; 20, 6; Ex 10, 16; Num 24, 9; Deut 28, 15·44; ls 24, 5; 48, 8; Jer 3, 20; 11, 10; Ez 16, 59, etc.

3 Cf. Mt 6, 12; 7, 24; Le 11, 4; 7, 41·42; Mc 11, 25; Mt 18, 12·25. 4 Cf. Mt 5, 21·32; 15, 10·20; 18, 35; 22, 37; 23, 26; Mc 7, 14·23, etc. S Cf. Mt 9, 12 55.; 18, 12·14; Mc 2, 17; Le 7, 36·42, etc.

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de la lucha contra eI pecado que es su causa; detras de todo ello esta "satan" a quien Cristo vence.

Importancia suma adquiere en los Evangelios sinopticos la prepara­cion para aceptar el perdon. Tanto Jesus camo el Bautista, proclaman la penitencia y la conversion como condicion "sine qua non" deI perdon, 10 mismo que 10 habian anunciado los profetas deI A. Testamento 6. La conversion no solo implica un cambio de mente en el sentido griego, sino cambio deI corazon en sentido semitico. Es cambiar de plan y de vida.

Las eplstolas de san Pablo. Para Pablo el pecado no es un acto soli­ta rio 0 repetido deI hombre en contra de Dios, sino "una fuerza interior" que le domina coma persona singular, y a la humanidad en su totalidad. Ellector de las epistolas de S. Pablo se percata de que, ademas de hablar de faltas que exclu yen deI reino de Dios u ofrecer listas completas de pecados posibles y reales 7, hace referencia al pecado, en singular, que domina al hombre después dei pecado de Adan. El pecado en el hombre crea una situacion de derrota, de dualismo de fuerzas que luchan entre si; es el espiritu malo que lucha contra eI bueno dentro de cada ser ra­cional, aun deI cristiano. De eIlo se quejaba amargamente Pablo: "En efecto, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero si hago 10 que no quiero, ya no soy yo quien 10 hace, sino el pecado que habita en ml" (Rom 7, 17). Con esta situacion conflictiva contrasta la presencia de Cristo en los bautizados que redime no solo de los pecados, sino dei pecado, de la "iniquidad". Mientras la redencion personal y cosmica no se realice, la creacion "gime y siente dolores de parto" (Rom 8, 20.22). La personificacion dei pecado no equivale al pecado original, pero es una secuela, 10 mismo que la enfermedad y la muerte fisicas.

La vision cosmica deI pecado en el mundo le lleva a Pablo a la con­clusion de que el hombre como toda la creacion necesita de la redencion de Cristo. Sin duda alguna, la cuestion dei pecado no se puede entender sin comprender su cristologia, que en el fondo es soteriologia. "Las rea­lidades antitéticas deI pecado y la redencion alcanzan en Pablo la mas profunda interpretacion biblica" 8.

El Evangelio y las Eplstolas de san Juan. Juan el Evangelista abunda en estas mismas ideas, llegando el dramatismo entre las fuerzas deI bien y deI mal, entre Cristo y satan, la luz y las tinieblas a las mas altas cum­bres de la mistica. Cristo aparece no solo como el que perdon a los pe­cados, sino como el que suprime, destruye el pecado (Jn 1, 29). El peca-

6 Mt 3, 2; Mc 1, 15; 1, 4. 7 1 Cr 5, lOs.; 2 Cr 12, 20; Gal 5, 19-21; Rom 1, 29-31; Col 3, 5.8; El 5, 3, etc. 8 Conceptos fundamentales, III, 391.

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do para Iuan es el rechazo de la luz que es Cristo. El pecador huye de la luz, la odia. El odio proviene deI enemigo (In 3, 19-20). El pecador obra instigado por una fuerz3 externa identificada con eI principio deI mal, que odia a Dios y es mentiroso. Asi como el que obra el bien es hijo de Dios, el pecador es "hijo deI diablo" y como tal, esclavo (In 8, 34; 1 In 3, 8-10). La prueba definitiva del triunfo de Cristo en el pecador es que el hombre regenerado "no comete pecado porque ha nacido de Dios" (1 In 3, 9), aunque de hecho reconoce que el cristiano continuara pecando porque abandon ara a Dios. Por eso Cristo es la "propiciacion pOl' nuestros pecados" (1 In 2, 2). Cristo es el "abogado ante el Padre" (1 In 2, 1). A las tinieblas opone la luz; al odio, el amor; a la muerte, la vida. Estas antinomias son muy frecuentes en Iuan. Solamente cllando el cristiano se deja arrastrar pOl' el Espiritu de Dios es impecabIe, pero con frecuencia peca por de jar se lIevar de sus concupiscencias.

La 1 glesia santa y pecadora

La Sda. Escritura nos ha revelado la nocion deI pecado bajo muy di­versas formas y la funcion de Cristo redentor. Pero todo ello es mer a teori3 sobre el pecado y la redenciôn. Por eso el historiador tiene que hacer todavia una pregunta radical: lPodemos deducir de los documen­tos canônicos del N. Testamento la situaciôn real deI "pecador" y deI "santo" en relaciôn con la comunidad y con Dios? lCômo se ejercia el po der de atar y desatar en la Iglesia apostôlica? lCuales eran las con­secuencias externas y personales en eI casa de un pecador arrepentido? lPodemos encontrar rastros de una primitiva disciplina penitenciai apli­cable al primer siglo cristiano?

Se ha intentado contestar a aigunas de estas preguntas afirmando que los primer os conversos al cristianismo, sobre todo los provenientes deI judaismo, estaban convencidos de la impecabilidad deI cristiana bautiza­do. La impecabilidad de hecho seria el cumplimiento de una esperanza deI pueblo de Israel transmitida por los profetas, y de hecho cumplida con la venida deI Mesias. "En la realidad piena de esa esperanza tenia que estar la eliminacion deI pecado que fue siempre y seguira siendo, de existir, el elemento perturbador" 9.

No obstante, por muy sugerente que todo esto pueda parecer, no es mas que una hipôtesis ideal y que contrasta con otros textos deI N. Tes­tamento, en los que no sôlo no se afirma la impecabilidad real del bau-

9 JOSÉ ALONSO DiAZ, SJ.: Ratees btblieas de la «segunda peniteneia» dei eristianismo primt­tivo. En XXX Semana Espanola de Teologia, Madrid, csre, 1972, p. 107. Se apoya en ls 11; Os 2, 22; 4, 6; 6, 6; Jer 3, 17; 31, 34; Ez 36, 26-27; Dan 9, 24. Estas ideas se ven realizadas en los tiempos mesianicos en la impecabilidad deI cristiana prevista par S. Juan: 1 Jn 1, 8-10; 3, 4-7; 5, 16-17. Cf. J. DE LA POTI'ERIE, 1. e. en nota 1.

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tizado, sino que se resaltan sus graves caidas, 0 se prevén coma posibles y probables, y para ello la Iglesia tiene pote stad para readmitirlos de nue­vo en su sena mediante la penitencia. Estos datos no son algo esporâdico en los escritos deI N. Testamento, sino una constante de sus ensenanzas.

La 19lesia pecadora. Son muchos los lugares donde el N. Testamento habla de los hermanos "pecadores", no obstante ser "santos" por el bau­tismo. En la Iglesia de Jerusalén la acepcion de personas crea "murmu­raciones" y divisiones entre los creyentes (Act 6, 1). En las comunidades judeo-cristianas de la diâspora, existen "guerras y contiendas", envidias, adulterios, ricos que explotan a los pobres (Sant 4, 1-3; 5, 4). En la co­munidad de Corinto habia bandos, divisiones y discordias, 10 que demues­tra que son "carnales" y viven "a 10 humano" (1 Cor 1, 11 ss; 3, 1 ss). Alli mismo corrige Po.blo a un incestuoso (1 Cor 5, 1-13), Y terne encon­trar a su vuelta "contiendas, envidias, iras, ambiciones, detracciones, mur­muraciones, hinchazones, sediciones", y par 10 mismo "tenga que lIarar por muchos de los que antes pecaron y no hicieron penitencia de su im­pureza, de su fornicacion y de su lascivia" (2 Cor 12, 20-21). S. Pedro peco en Antioquia (Gal 2, Il). Entre los gâlatas prevé Pablo que algûn cristiano puede pecar y por eso manda a los "espirituales" que los corri­jan "con espiritu de mansedumbre" (Gal 6, 1). En las comunidades de Asia Menor existîan a finales deI siglo 1 0 principios deI II "falsos doc­tores" que se dejan llevar de los deseos impuros, "desprecian la autoridad deI Senor", son "insaciables", "lIenos de adulterio", etc. 10. En Efeso habîa doctores que ensenaban doctrinas contra el matrimonio, y prohibian el uso de ciertos alimentos (1 Tim 1, 3-4; 4, 2-3; 6, 3-5; 2 Tim 2, 14; 3, 17); algunas jovenes viudas "se han extraviado en pos de satanâs" (1 Tim 5, 15). También en Creta habia "muchas indisciplinados, charla­tanes y embaucadores" (Tit 1, 10).

De la literatura extrabîblica poseemos un documento vaIioslsimo re­fer ente a las comunidades cristianas de Bitinia y Ponto, por el que sabe­mos que en esas regiones hubo "apostatas" a finales deI siglo 1. Es la carta de PIinio el joven al emperador Trajano, escrita el ano 112, en la que le cuenta que en las visitas de es as Provincias como gobernador, le presentaron listas de cristianos que una vez interrogados dijeron que 10 habîan sido, "pero habîan dejado de serlo, unos desde hacia tres anos, otros desde mâs, y aun hubo quien desde veinte". Dice de ellos que ante su presencia "blasfemaron de Cristo" 11.

10 T. H. LEAHY, SJ.: Comentario Biblico «San Jer6nimo», IV (N.T. II), Madrid, Cristiandad, 1972, 65: 3-4, p. 594. Cf. 2 Pet 2, 1.10.13.14.18. Casi idéntica descripci6n en la Carta de S. Judas, dirigida quiza a unas comunidades de Siria y escrita entre el 60 y 90: lb. IV, 60: 3-4, p. 314.

11 Cf. en Actas de los murtires, ed. de D. RUIZ BUENO, Madrid, BAC, 1951, p. 245.

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El perdon y el castigo de los pecadores

Evidentemente ni en los Evangelios ni en los demas escritos canôni­cos deI N.T. aparece una instituciôn de la "segunda penitencia" tal como la encontramos organizada en el siglo II; pero de ahi no se puede concluir la no existencia deI perdôn por ausencia de pecado (esto es falso, como hemos visto), ni mucho menos la exclusiôn definitiva deI pecador deI seno de la Iglesia. Cristo dio potestad a la Iglesia de arrojar de su sena a los incorregibles que no escuchasen sus amonestaciones (Mt 18, 17), Y le ha­bia dado el poder omnimodo de "atar y desatar" (Mt 16, 19), Y dijo a los apôstoles: "A quienes perdonareis los pecados, les seran perdonados; a quienes se los retuviereis, les seran retenidos" (Jn 20, 23). El poder de perdonar al pecador es parte esencial de la predicaciôn deI reino, y no consta que el perdôn se tuviese que conceder una. sola vez en la vida.

En Corinto Pablo pudo ejercer su autoridad junto con la comunidad al "excomulgar" al incestuoso entregandole a Satanas "para ruina de la carne, a fin de que el espîritu sea salvo en el dia deI Senor Jesus" (1 Cor 5, 5); Y ordenô que excomulgasen si fuera necesario a otros pecadores: "No os mezcléis con ninguno que, llevando nombre de hermano, sea for­nicario, avaro, idôlatra, maldiciente, borracho 0 ladrôn, con éstos, ni co­mer" (1 Cor 5, 11). "No suponia esto la excomuniôn?

Poco después, Pablo y la comunidad aceptan a un pecador, al pare­cer distinto dei incestuoso, ya que "la mayoria de los comentaristas ac­tuales no ven en este pasaje ninguna referencia a 1 Cor 5" 12, aludiendo al mismo tiempo a un implicito rito penitencial en uso en la comunidad: "Por eso os ruego que publicamente le ratifiquéis vuestra caridad", "para que no se vea consumido por excesiva tristeza". Pablo queria ver en este reingreso deI pecador en la comunidad una victoria contra satanas (2 Cor 2, 5-11).

En Efeso, manda Pablo a Timoteo que a los presbiteros delincuentes los corrija "delante de todos" (1 Tim 5, 20). Supone que ha de haber juicio para indagar si ha existido' falta 0 no (5, 24). Le dice también que corrija a los adversarios "por si Dios les concede el arrepentimiento" (2 Tim 2, 25). De todo ello no podemos deducir la existencia de un proceso penitencial al ser noticias fragmentarias.

Dos hechos dramaticos nos dan idea de la dimensiôn religiosa deI pe­cado en las primeras comunidades cristianas. En la comunidad de Jeru­salén aparece el primer pecado conocido de los cristianos: Ananias y Sa­fira pecan contra el Espiritu Santo con la mentira, el engano y quiza con la vanidad y la presunciôn. El pecado es castigado por Dios mediante Pedro de un modo fulminante después de un juicio sumarisimo y un des-

12 JOHN J. O,ROURKE: Comentario Blblico «San Jer6nlmO)), IV, 52:11, p. 69.

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cubrimiento carismâtico deI pecado (Act 5, 1-11). Es un relato edificante, al que no todos los comentaristas conceden valor historico, y seria mâs bien una interpretacion teologica deI pecado y deI influjo deI Espiritu en la purificacion de su Iglesia, siguiendo la tradicion deI Deuteronomio que mandaba exterminar al "malvado" 13.

El otro suceso nos 10 trasmite Pablo de la Iglesia de Corinto, donde se celebraba la Cena deI Senor "indignamente", con faltas graves contra la caridad, y como consecuencia algunos cristianos eran castigados con enfermedades y con la muerte. El relato es, sin duda, ambiguo, pero pa­rece cierto que para Pablo existe una relacion directa entre enfermedad y castigo deI pecado (1 Cor 11, 29-32).

Rigorismo y tolerancia. Estos hechos nos acercan a la doble tenden­cia que existio en el primer siglo de la Iglesia en relaci6n con el pecador: de rigorismo y comprension.

Intransigente en extremo se manifiesta el autor de la Carta a los he­breos, afirmando la imposibilidad deI retorno a los bautizados pecadores: "Porque quienes, una vez iluminados, gustaron el don celestial y fueron hechos participes deI Espiritu Santo ... y cayeron en la apostasia, es im­posible que sean renovados otra vez a penitencia" (6, 4-6; 10, 20-27). Se trata de un pecado de apostasia. Aigunos comentaristas queriendo elu­dir el problema de la incapacidad de la Iglesia para perdonar, insisten en la indisposicion radical deI ap6stata para recibir el perdon. Sin em­bargo, parece que "tales interpretaciones van mâs allâ deI significado cla­ro deI texto griego y de la linea argumentaI deI autor" 14.

Pablo se manifiesta a veces rigorista, pero la experiencia que iba ad­quiriendo de las comunidades 10 predisponia a la tolerancia y al perdon. No se cansa de exhortar a la bond ad de vida, pero reconoce que no todos los cristianos son justos, debido a la ley deI pecado que permanece en el hombre aûn después deI bautismo, mitigada es verdad por la presencia deI Espiritu (Rom 7, 13-25-8, 1-17).

Los apostoles se preocupan de la perseverancia de los nuevos conver­sos y los exhortan a que vivan en conformidad con la nueva fe 15.

Indice de tolerancia con el pecador es la Carta de Santiago, quien ex­horta al arrepentimiento y a la penitencia a los ricos que explotan a los pobres, y a todos los pecadores de las comunidades de la diâspora: "La­vaos las manos, pecadores, y purificad vuestros corazones, aImas dobles ... llorad y lamentaos, conviértase en llanto vuestra risa, y vuestra alegria en tristeza" (4, 7-9).

13 Deut 13, 5; 17, 7; cf. Comentario Blblico, III, 45·32, p. 459. 14 H. MONTEFIORE: A Commentary on the Epistle to the Hebrews, New Yorlt 1933, p. 109. IS A modo de ejemplo de este género tan repetido: 1 Tes 5, 23; 2 Tes 3, 11; 1 Cr 5, 1; El 4, 17;

2 Cr 11, 29; Heb 13, 9; 1 Pet 4, 2·6; 2 Pet 3, 20·22.

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144 DANIEL DE PABLO

Tolerante es el autor deI Apocalipsis, quien escribe a los "angeles" de las siete Iglesias de Asia Menor para que se arrepientan.

Después de este recorrido por los escritos canônicos deI N. T. pode­mos concluir cuanto sigue:

- El pecado deI hombre creyente 0 infiel es una ofensa a Dios, que es al mismo tiempo "deuda" que tiene que pagar.

- El pecado esencialmente es una encarnaciôn deI mal que habita en el hombre mismo y que le incita inexorablemente a obrar mal.

- El pecado es una esclavitud de la que se libera el cristiano me­diante la fe en Cristo por la que se apropia los valores redentivos de su pasiôn y de su muerte.

- La Iglesia es la depositaria deI perdôn del pecador porque es la encargada de continuar la misiôn salvffica de Cristo.

- El perdôn deI pecado es una "regeneraciôn" que se le ofrece al hombre en el bautismo. Este, sin embargo, no hace impecables a los cre­yentes, y no hay indicios ciertos de que ésta fuese una corriente de pen­samiento en la época apostôlica. El cristiano bautizado continua someti­do a la ley deI pecado cuya liberaciôn total la adquirira no en los tiem­pos mesianicos, sino en la parusfa final. La experiencia deI pecado en la Iglesia ira reafirmando esta visiôn.

- El bautismo es irrepetible, pero el perdôn le puede venir al cris­tiano por otros cauces eclesiales si se arrepiente de su pecado y hace pe­nitencia pOl' él. Esta parece haber sido la praxis penitencial en la Iglesia apostôlica.

- La comunidad eclesial tiene pote stad para "excomulgar" a los pe­cadores imponiéndoles una penitencia medicinal por el pecado. Y tiene también potestad para readmitirle después de cumplida.

- No se excluye que en algunas comunidades existiesen corrientes rigoristas que negasen el perdôn de los pecados, mas que pOl' incapacidad de la Iglesia para perdonarles, por defecto en la conversiôn. No se pue­den poner llmites cronolôgicos a estas tendencias y 10 mas probable es que en una misma época y en' comunidades distintas se dieran corrientes antagônicas.

- En la concepciôn rigorista influyeron las ideas vetero-testamenta­rias sobre la eliminaciôn total deI pecador de la comunidad, la espera de la inminente parusfa, la dignidad misma deI cristiano redimido por la san­gre de Cristo.

- Como contrapartida, es probable que la espera de la parusfa in­fluyera en la corriente tolerante para dar la ultima oportunidad de per­dôn a los pecadores. Esta idea aparecera mas clara en el Pastor de Her­mas, y tiene precedentes literarios en la 2 carta de S. Pedro, el Apocalip­sis y la Carta de Santiago.

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PECADO y SANTIDAD 145

No aparece coma institucion canonica la "segunda penitencia" co­mo (mica y ultima posibilidad deI cristiano de adquirir el perdon de los pecados cometidos después deI bautismo. Aunque podemos constatar al­gunos hechos que la suponen.

II. LA IGLESIA PENITENTE DE LOS SIGLOS II y III

En el estudio de estos siglos voy a cefiirme a 10 esencial, al pecado con su dimension social y comunitaria coma contravalor de la santidad 16.

1) La Iglesia santa y pecadora

Una de las mâs fuertes antinomias de la Iglesia primitiva y, sin du da alguna, su mayor decepcion, fue el comprobar la distancia que existia entre el ideal cristiano y la realidad de la vida cotidiana. Aunque no sa­bemos con certeza cuânto habia calado en las comunidades cristianas la idea de la liberacion total deI pecado concedido en los tiempos mesiâni­cos 17, podemos sospechar que algo influiria. Los primeros discipulos vie­ron cumplidas esas promesas en Cristo, y principalmente en la efusion deI Espiritu Santo el dia de Pentecostés (Act 2, 14 ss).

Una anécdota referida por Clemente Alejandrino y transmitida por Eusebio de Cesârea nos servirâ para enlazar dos épocas -la apostolica y la post-apostolica- en relacion con el valor deI bautismo en la santi­ficacion deI cristiano. El apostol Juan entrego a un joven a los cuidados deI obispo de una ciudad cercana a Efeso. "El presbitero -dice Euse-

16 BIBLIOGRAFiA FUNDAMENTAL sobre el pecado y la santidad en el periodo post-apost6lico: ALONSO DiAZ, J.: Ratees btblicas (cf. nota 8). AUDET, J. F.: La penitenza cristiana primitiva. Un punta di vista pastorale: Sacra Doctrina 12 (1967) 153-177. BARDY, G.: La conversi6n al cristia­nismo durante los primeras siglos, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1961. GALTIER, P.: L'Église et la rémision des péchés aux premiers siècles, Paris 1932. GIET, S.: Pénitence ou repentance dans le Pasteur d'Hermas: Rev. de Droit Canonique, 17 (1967) 15-30. GONzALEZ, S.: La penitencia en la primitiva Iglesia espaiiola, Salamanca 1950. GRACIA, J.-A.: La Eucaristia como puritica­ci6n y perd6n de los pecados en los textos liturgicos primitivos: Phase, 7 (1967) 65.77. KARPP, H.: La Pénitence. Textes et Commentaires des originis de l'ordre pénitentiel de l'Èglise ancienne, Neuchâtel 1970. POSCHMANN, B.: Poenitentia secunda. Die kirchliche Busse in iilteren Christentum bis Cyprian und Origenes, Bonn 1940. La pénitence et l'onction des malades, Paris 1966. RAMOS REGIDOR, J.: La «reconciliaci6n» en la Iglesia primitiva: sugerencias para la teologia y la pas­toral de nuestros dias: Concilium, 61 (1971) 74-87. RUIZ BUENo, D.: La santidad en la primitiva Iglesia. En Historia de la Espiritualidad, l, Barcelona, Juan Flors, 1969. VOGEL, C.: El pecador y la penitencia en la Iglesia antigua, Madrid, ELE, 1967. Cf. las colaboraciones: Théologie du péché, y El pecado en las tuentes cristianas primitivas; 10 mismo que I. RODRfGUEZ: Gui6n bibliografico, citado en nota 1. Cuando existe traducci6n castellana de las fuentes, utilizo las siguientes: Padres apost61icos, Madrid, BAC, 1950. Padres apologistas griegos, Madrid, BAC, 1967 (los cuatro trad. de D. Ruiz Bueno). S. CIPRIANO: Obras, Madrid, BAC, 1964 (trad. J. Cam­pos). EUSEBIO DE CESAREA: Historia eclesidstica, Buenos Aires, Ed. Nova, 1950 (trad. de Luis de Câdiz.

17 Ademas de Alonso Diaz e I. de la Potterie, ya citados en la nota 8, cf. FELIPE DE FuENTERRA­BiA, OFMCap.: Doctrina dei Nuevo Testamento y dei judaismo contemporaneo sobre la remisi6n de los pecados mas alla de la muerte. En XVI Semana Biblica Espaiiola (26·30 sept. 1955), Madrid, CSIC, 1956, p. 202.

2

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bio- recibiendo en su casa al joven que le habla sido confiado, la edu­cô, la favoreciô y la retuvo; par ûltimo, le confiri6 el sacramento deI bau­tismo. A partir de entonces, el sacerdote abandon6 poco a poco su an­tiguo cuidado y vigilancia, porque habla fortificado al joven proveyéndolo de un guardian perfectisimo, a saber, con la: senal distintiva de Cristo" 18.

Poco después el joven se dedic6 a la mal a vida y definitivamente fue read­mitido par S. Juan en el sena de la Iglesia. La ensefianza es clara: el sacerdote pens6 que el bautismo inmunizaba al cristiano contra el pecado.

Bajo eI influjo de esas ideas mesianicas se habia llegado a la noci6n de la Iglesia camo comunidad de creyentes y de santos. En este perlodo, "la vocaci6n a la santidad ... se identificaba en la mente de todo creyente con la vocaci6n a la cristiandad ... El herolsmo es la actitud habituaI y normal deI cristiana" 19. El misterio de la iniquidad esta unido, por con­traposici6n, al misterio de la santidad dei cuerpo mlstico de Cristo. La santidad era y continuara sien do el ideal, pero la vida discurria par otros cauces. En este entomo ideo16gico se entendera todo el proceso peniten­cial de la Iglesia primitiva. Las ideas de la santidad deI cristiana reapa­recen con mucha frecuencia.

La dignidad dei cristiano. El cristiana es un ser dominado no s6lo par la idea de Dias, sino que participa de su misma dignidad. Es "el templo de Dios", el "hijo de Dias", santificado en la carne par su contacta. "Nues­tros miembros -dira S. Cipriano- son templos de Dios, purificados de las inrnundicias deI pecado primera con la gracia deI bautismo de vida, y a los que no es Hcito violar ni manchar" 20. Debido a ello se le exige al cristiana una vida moral en consonancia con su dignidad, siguiendo las ensefianzas de Cristo, de tal manera que -coma escribe S. Justino­"aquellos que se vea no viven coma El ensefi6, sean declarados coma no cristiana s, par mas que con la lengua repitan las ensefianzas de Cristo" 21.

La dignidad deI cristiana procede de su vinculaci6n a Dias, de ah! que los documentas de los primeras siglos la hagan resaltar graficamente llamando a los cristianos, adenias de santos, titulo de sabor paulina y en general de la Iglesia primitiva de los tres primeras siglos, "santificados en la voluntad de Dias", "imitadores de Dias", "portadores de Cristo", "llenos de Dios", "consagrados a Cristo", "ungidos par el ôleo de Dios", etcétera 22.

18 Historia eclesidstica, III, 23. 19 D. RUIZ BUENo: La santidad en la primitiva Iglesia, p. 289. 20 De habitu virginum, 2; también en De zelo et livore, 14; cartas, 13, IV, 1; 73, XII, 2;

II Carta de S. CLEMENTE ROMANO (ap6crifa), 9, 3; Carta deI PSEUDO·BERNABÉ, G, 15. 21 Apologia l, 16, 8. 22 l Clem., 1, 1; IGNACIO, A los efesios 1, 1; 9, 2; A los magnesios, 12, 1; 14, 1; JUSTINO,

Apol. l, 25, 1-2; 61, 1-2; TE6FILO DE ANTIOQUiA, A Aut6lico, l, 12; CIPRIANO, Ad Demetrianum, 12; Cart, 62, II, 3.

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Esta santidad congénita es la que le Heva al cristiana a practicar la perfecciôn evangélica que fundamentalmente se resume en la practica de las virtudes y en la abstinencia de los vicias. Par este medio se constitu­yen los cristianos en "puebla nuevo", "pueblo santo", coma afirma J us­tino en polémica contra los judios. Un pueblo que se justifica no por las buenas obras realizadas, sino pOl' la fe en Jesucristo, coma 10 defendiô Pablo; pero la fe no excluye en manera alguna, sino que postula, las bue­nas obras para que el cristiano no sea un cristiano de sôlo nombre 23.

La santidad de la 19lesia. La dignidad deI cristiano revierte indefecti­blemente en la Iglesia coma instituciôn. La santidad comenzô desde muy temprano a sel' una de las notas especificas de la Iglesia. Cristo redimien­do a los hombres habia creado un pueblo de santificados y de santos, sien­do el bautismo el que creaba el clima de santidad, bautismo de agua, de sangre 0 de fuego, considerados coma una "iluminaciôn" 0 "regenera­ciôn". El hombre se sumerge en el bautismo con sus delitos y queda pu­rificado de cara a Dios y a la comunidad. El bautismo es también signo de fortaleza.

Al bautismo camo infusiôn deI Espiritu, coma inmersiôn en la rnise­ricordia de Dios, coma santificaciôn en la sangre de Cristo, acudiran los escritores de la Iglesia primitiva para urgir al cristiano una conducta digna de un "ilurninado". Le hablaran en los mismos términos que Pablo sobre el nacimiento deI hombre nuevo revestido de la luz y la fortaleza de Cris­to; al bautismo apelaran también para record al' la "dignidad" deI cris­tiano, de la que hablé hace poco. El cristiano bautizado es "hijo de Dios" con todos los derechos. Al bautismo de agua se asimila el martirio, que es Hamado "segundo bautismo" 0 "bautismo de fuego" 24.

Varias "situaciones" e ideas nos van a demostrar cual era el concep­ta que los antiguos tenian de la santidad de la Iglesia.

Una era la opiniôn de que solamente la Iglesia catôlica esta en pose­siôn deI Espiritu Santo y de la gracia, y por la tanto, sôlo ella puede co­municarlos mediante los sacramentos deI bautismo y de la penitencia. Late en el fondo de todo la ide a de que solamente en el santo reside el Espi­ritu, que es instrumento de Dios, bien sea una persona, bien una institu­ciôn. No es afirmar que la Iglesia sea la congregaciôn de los puros a de los santos en el sentido de que no adroite de nuevo a los pecadores arre­pentidos, sino que la Iglesia es unica, por voluntad de Cristo, y ésta es la Iglesia catôlica.

2J 1 Clem., 32, 4: 33, 1: IGNACIO, A los ejesios, 14, 2: A los magnesios, 4, 1: 10, 3. 24 Referencias al bautismo con las que se puede construir una espiritualidad bautismal, se

encuentran en: JUSTINO, Ad Donatum, 4; De hab. virg., 2, 23; De oratione, 10; De opere et eleemosynis, 2: De zelo el livore, 14: Cartas, 27, III, 2: VIII, 3: HERMAS, Pastor, compara­ci6n IX, -6, 3-4. Actas de los mcirtires, pp. 435, 438, 469-470.

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Muy desarroHada estuvo en la Escuela de Alejandrîa la idea de que los santos gozan de un prestigio moral y un poder de intercesi6n y de perd6n que no gozaban los demas cristianos. De ahî el valor que tuvo en Oriente, sobre todo entre los monjes el "director espiritual", que ayu­daba al penitente con sus consejos, sus oraciones y vida ascética 25.

En este mismo contexto se podrîa hablar de la intercesi6n de los mar­tires, de los confesores, de tanta trascendencia en la Iglesia primitiva, in­dice de la vitalidad de la comuni6n de los santos. Todo esto se manifiesta en la mutua comunicaci6n de noticias mediante un abundante comercio epistolar entre las Iglesias, en la petici6n de oraciones, en el mismo cuIto a los martires y a los santos, en el poder de intercesi6n que creîan tener los confesores para reconciliar al pecador y al ap6stata, tema candente principalmente durante las persecuciones de Antonino Vero (martires de Ly6n), de Decio y Valeriano (en Cartago y Egipto) 26.

Otra situaci6n vital que indica el alto concepto que la Iglesia tenîa de sî misma, es la exclusi6n de los pecadores de su sena (herejes, ap6s­tatas, cismaticos 0 simples pecadores). Esta praxis indica que el pecado no era alga personal, sino contaminante de la comunidad.

Las herejîas y los cismas fueron detectados desde muy temprano como una contra-Iglesia, el enemigo numero uno de la santidad de la misma. De ahî las prevenciones de los pastores contra eHas. La idea de la Iglesia unica y unida, sin fisuras en sus creencias, aceler6 el proceso de fijaci6n deI dogma y de la moral. Ya en los tiempos apost61icos fueron apareciendo los primeros brotes desviacionistas de la fe comunitaria. Y los ap6stoles fueron los encargados de Hamar la atenci6n de los creyentes sobre los nuevos herejes, incitandoles a la lucha contra los destructores de la fe. En el perîodo post-apost6lico la lucha continua con mas violencia: las herejîas, las desviaciones, los cismas iban aumentando en relaci6n directa con la expansi6n de la Iglesia y al contacta con otras religiones y cuIturas.

Al hereje, al cismatico hay que expulsarle de la Iglesia porque no con­serva la dignidad de los bautizados. La Iglesia es santa porque sus miem­bros son santos. Se salva asî ia santidad de las personas y de la institu­ci6n. Expresiva y recapituladora es la frase de Te6filo de Antioquîa: "Asî dio Dios al mundo, en medio de sus tormentas y olas de pecados, los lugares de reuni6n, las Hamadas iglesias santas, en las cua1es, como en las islas los puertos acogedores, se haHan las ensenanzas de la verdad, a las que se refugian los que quieren salvarse, hechos amadores de la ver-

25 Resume el tema y alude a los textos fundamentales de clemente y Origenes, KARL BAUS: Manual de Historia de la Iglesia (de H. Jedin), l, Barcelona, Herder, 1966, PP. 486-489.

26 Algunas de estas ideas se encuentran en: IGNACIO, A los tralianos, 12, 2; 13, 1; A los romanos, 3, 2; 4, 2; 9, 1; A los fi/adelfios, 5, 1; A los esmirniotas, 11, 1; Carta de S. POLICARPO, saludo; 11, 4; 12, 3; Carta de BERNABÉ, 21, 7; Actas de los marUres, pp. 339, 345, 346, 427, 433, 470-71, 653, 789, 791, 813; CIPRIANO, De hab. virg., 24; De lapsis, 17; De orat. dom., 8; Cartas, 11, VII, 1; 21, II, 2; 21, III, 2; 22, II, 1; II, 2; 37, l, 2; IV, 1; 43, VI, 2; 76, VII, 3; 77, III, 3.

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dad y decididos a huir la colera y juicio de Dios... deI mismo modo hay también doctrinas de extravîo, quiero decir, las de las herejîas, que pier­den a quienes se adhieren a ellas" 27.

La idea de la santidad de la Iglesia fue la que movi6 a dos de los mâs grandes campeones de la fe, S. Ignacio de Antioqufa y S. Cipriano, a man­tener la unidad de sus miembros y la obediencia al obispo. S. Ignacio alaba a los fieles de Efeso porque entre ellos "no anida herejfa alguna"; les amonesta para que se aparten de los herejes que son "fieras humanas"; les previene contra ellos para que no se dejen embaucar; y finalmente les dice que los cismâticos no heredarân el reino de Cristo, y "donde hay escision no habita Dios" 28.

Sin duda alguna, estas preocupaciones adquieren auténtica dimension eclesial en S. Cipriano, que quiere mantener la tradicion, la unidad y la concordia en medio de las mâs fuertes polémicas doctrinales y pastorales. S. Cipriano ha intuîdo como ninguno, que la fe proviene de la unidad y deriva hacia ella, y que ésta es al mismo tiempo fuente de santidad en la Iglesia, porque asf se mantiene vinculada a Cristo. De estas ideas de­ducirâ Cipriano su teorfa del re-bautismo de los herejes. El no habla de "rebautismo", sino simplemente deI bautismo de los herejes, porque tiene por invâlido el administrado por un hereje al no estar santificado por el Espfritu Santo. Esta opinion, muy propia de Cipriano, la sostuvo tenaz­mente hasta contra el Papa Esteban. En el norte de Africa se fue impo­niendo la idea de la necesidad de la santidad personal para la administra­cion vâlida de los sacramentos. Obsesionado por la unidad de la Iglesia, Cipriano llego a negar valor al martirio sufrido por un cismâtico 0 hereje. Para él, el bautismo de sangre fuera de la Iglesia no salva, no sirve para nada; las herejfas y los cismas son "invencion deI diablo" para corrom­per la fe 29.

La santidad de la Iglesia exige no solo evitar el trato con los cismâti­cos y herejes, sino que la Iglesia se arroga el derecho de expulsar de su seno al que no se ajusta a sus exigencias dogmâticas 0 morales. Desde el principio existio la praxis de la excomunion que no siempre llevaba consigo los trâmites burocrâticos actuales, sino que bastaba la exhorta­cion de los pastores prohibiendo a los cristianos el trato con ciertas per­sonas pecadoras. Para los demâs miembros de la Iglesia, los excomulga­dos eran personas "vitandas", por no acomodarse a la dignidad exigida

27 A Aut6lieo, II, 14. 28 Esta rica temâtica puede verse en los siguientes lugares: A los etesios, 6, 2; 8, 1; A los

tralianos, 6, 1; A los esm/rniotas, 4, 1; 7, 2; A los filadelfios, 2, 1; 3, 1; 7, 2; 3, 3; 8, 1. Sobre la unidad y la obediencia al obispo: A los efesios, 2, 2; 4, 2; A los magnes/os, 4, 1; 6, 2; 7, 1; 13, 1; A los tralianos, 7, 2; 13, 2; A los filadeltios, 2, 1; 3, 2; 4, 1; 6, 2; 7, 2; 8, 1; A los esmirniotas, 7, 2; 8, 1; 8, 2; A Policarpo, 1, 2; 8, 3.

29 Son estas ideas muy repetidas en S. CIPRIANO: De cath. Eccl. unit., 3, 4, 5, 11, 12, 14, 19, 23; Cartas, 46, II, 1; 55, XXIX, 3; 57, IV, 1; Y 69-75 (passim).

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por SU bautismo; se las consideraba privadas de la comuni6n con la mis­ma 30.

Es admirable que la Iglesia, ya desde el principio, consciente de la fragilidad de sus miembros, pidiese en las celebraciones litûrgicas por su propia santificaci6n: "Acuérdate, Seiior, de tu Iglesia, para librarla de todo mal y hacerla perfecta en tu amor... santificada, en el reino tuyo, que has preparado ... " 31.

El pecado y la santidad de la Iglesia. Contrasta con la visi6n ideal de la Iglesia la realidad deI pecado que se filtra en sus miembros como una amenaza, y mas todavia como una enfermedad. Como reconoce amarga­mente Origenes, el "estar sin pecado desde el principio es imposible; de los que no pecan después de su conversi6n se hallan pocos, que una vez que se acercaron al Logos salvador, se hayan convertidos en hombres sin pecado" 32. S. Ignacio martir se cree "expuesto al peligro" mientras le dure la vida, aunque espera la corona deI martirio; y no se cree "per­fecto" ni siquiera estando encadenado por la defensa deI nombre de Cris­to. Quiza por eso, Policarpo, convencido de la fragilidad humana, escriba que hay que tratar al pecador mas como un enfermo que como un ene­migo. El pecado es todo 10 contrario a la "santidad de la Iglesia", coma algo violento que lucha contra su ser. La sedici6n surgida en la Iglesia de Corinto es, segûn S. Clemente romano, "ajena a los elegidos de Dios" 33.

Este es un anaHsis mas bien te6rico y apresurado de la santidad de la Iglesia como ideal y de la realidad pecaminosa que 10 desacraliza. To­davia podemos aquilatar mas las conclusiones c,pn el analisis de los he­chos reales que vivi6 la Iglesia antigua.

2) Santos y pecadores en la Iglesia post-apostôlica

La vida de las comunidades cristianas de estos siglos podria muy bien ser descrita acudiendo a la idea de las "dos vias", 0 los "dos caminos", el deI bien y el deI mal, el de la vida y la muerte, de la luz y las tinieblas,

30 Cf. algunos ejemplos de 10 que aqui se afirma: Didajé, 14, 2; Carta de S. POLICARPO, 6, 3; JUSTINO, Dia!., 35, 5; CIPRIANO, Cartas, 4, IV, 1; 16, IV, 2; 41, II, 1; 55, XXIV, 1; 59, I, 2; 67, l, 1; 67, VI, 1·3; TERTULIANO, Apologeticum, 39; De pudicitia, l, 29; 18, 2; EUSEBIO, HE, V, 28, 7; VI, 43, 2. Seglin Origenes, no se debe admitir a los oficios eclesiasticos a los que habian sido pecadores y penitentes: Contra Celso, III, 51.

31 Didajé, X, 5. 32 Contra Celso, III, 69; cf. también: III, 62; III, 69; Carta de S. POLICARPO, 6, 1; Il Clem.,

18, 2.

33 [ Clem., l, 1; S. IGNACIO, A los tralianos, 13, 3; A los filadelfios, 5, 1; Carta de S. POLI· CARPO, li, 4.

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que corresponden a los dos angeles que hay en cada hombre, el deI bien y el deI mal, como recuerda graficamente Hermas 34.

Las fuentes primitiv2s, aun dentro de su pobreza documentaI, nos dicen que fueron muchos los cristianos que siguieron el camino de la vida. Estos escritos de la Iglesia post-apostolica no solo contienen exhortacio­nes abundantes a la virtud 0 catalogos de virtudes propios de unos ma­nuales catequéticos, sino ejemplos de vida cristiana que contrarrestan las calumnias difundidas entre el pueblo contra los cristianos.

Los pastores -obispos en su mayor parte- describen las virtudes de sus comunidades 0 de otras conocidas. Asi podemos estar medianamente informados por S. Clemente romano sobre la comunidad de Corinto de la que alaba su fe, piedad, hospitalidad, ciencia, humildad, etc.; por S. Ig­nacio, de las comunidades de Efeso, Magnesia, Tralia, Roma, Piladelfia y Esmirna, en las que florecian la fe, caridad, los carismas, la paciencia, la ausencia de envidia, la "concordia de Dios", la vida en Jesucristo; S. Policarpo recuerda la fe de los efesinos. Hermas, hablando de la comuni­dad de Roma reconoce que "la mayor parte de la muchedumbre" de cre­yentes devolvia al angellas ramas verdes deI sauce de la ley como simbolo de que la habian cumplido con perfeccion. Cipriano habla de las virtudes de los cristianos en general, etc. 35.

Los apologistas se esfuerzan en demostrar a las autoridades romana s, a los filosofos y al pueblo, que los cristianos no son pecadores, sino bue­nos ciudadanos, y por 10 mismo no merecen el castigo, la persecucion y la muerte; ellos se atreven a pedir el castigo cuando en un juicio justo se les declare culpables, y no se conforman con ser condenados por el solo nombre; y mucho menos estan dispuestos a soportar las absurdas calum­nias que corren entre el pueblo contra e110s.

En ese contexto hablan los apologistas de las virtudes cristianas: la virginidad, la castidad, el desapego de los bienes temporales, honrar padre y madre, la caridad con el projimo, la adoracion deI unico Dios verda­dero, el amor a los enemigos, el aprecio de la verdad, el control deI pla­cer desordenado, la paciencia, etc. Estas noticias son valiosisimas para la historia de las comunidades de los primeros siglos, porque estan utiliza-

J4 Pastor, mand. VI, 2-7. La idea de los «dos caminos» es un recurso muy utilizado en todas las literaturas antiguas. Tiene sus antecedentes en la Biblia, reaparece en los chlsicos griegos y latinos y pasa a los textos disciplinares de los esenios de Qumrân y a varias de las obras cristianas de los siglos II y III, como la Didajé, la Epistola deI Pseudo.Bernabé, el Pastor de Hermas, y finalmente las Constituciones apostolorum y las Homilias Pseudo-clementlnas, 10 cual hace pensar en una catequesis comiin tanto en las comunidades judeo-cristianas como helénico-cristianas. Cf. textos y referencias en G. PALAZZINI: La «via peccatorum» 0 «via mortis» en los Padres Apost6licos. En El pecado en las fuentes ... , pp. 194-202.

35 Ver estas ideas en 1 Clem., I-II; IGNACIO, A los efesios, 1, 1; 6, 2; 8, 1-12; 9, 2; A los magnesios, 1, 1; A los tralianos, 1, 1; A los romanos, 3, 1; A los fi/adelfios, saludo; A los esmirniotas, saludo y 1, 1; Carta de POLICARPO, 1, 2; HERMAS, Pastor, comp. 8, 1, 1-16; CIPRIANO, Ad Demet., 19; Cartas, 8, II, 2-3; 55, XX, 2; 76, VI, 2.

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das coma arma defensiva, como algo notorio y pûblico que podian veri­ficar las autoridades romanas.

Las actaiS de los mârtires estan escritas en parte en esta misma llnea de apologia sin pretenderlo, y nos acercan también al misterio de la san­tidad de la Iglesia en un ambiente hostil y corrompido 36.

Junto a estos testimonios, se podian colocar las alabanzas que los es­critores de este periodo prodigan a las personas particulares tenidas por santas, bien sean dirigentes de la Iglesia 0 simples fie1es. Pero crea que es suficiente este recuento de las virtudes de las comunidades.

Sin embargo, también existîa el pecado, no llegando nunca a desapa­recer totalmente ni de la mente ni de la realidad cotidiana de la Iglesia de Cristo. En Corinto nos descubre S. Clemente a finales deI siglo 1 una comunidad dividida, con cristianos ambiciosos, movidos por la intriga y la envidia; Hermas, nos habla de la comunidad de Roma a la que dirige un mensaje de perdon, invitando a los cristianos a la conversion. En Lyon y Vienne apostataron muchos durante la persecucion de Marco Aurelio; conocemos las apostasias en Cartago y Alejandria durante la persecucion de Decio; 10 mismo digamos de la de Africa en la que muchos entregaron a los gobernadores las Sdas. Escrituras para que fuesen quemadas en tiem­pos de Dioc1eciano. S. Cipriano interpreta la persecucion coma castigo de Dios por los pecados de los cristianos. Habla de los "confesores" de la fe quienes después cometen "fraudes", "estupros", "adulterios"; y de Cipriano es también la frase: "Ya no hay reparo en pecar." Habla de la "depravada conducta" de algunos, etc. 37.

Este mundo de vicio y de pecado tiene un fondo pagano que le dis­pensa y le justifica, al mismo tiempo que enaltece las virtudes de las co­munidades cristianas. Los autores de estos primeros siglos relatan los vi­cios de los gentiles, desde las concepciones ridîculas y mûltiples de su teogonîa, hasta las lacras morales mas repugnantes, justificadas por el ejem­plo de sus dioses fabricados a su imagen y semejanza. Los gentiles son "hombres sin ley", resume el redactor deI martirio de S. Policarpo (3, 1; 10,2).

Todo ello contrasta con la sen cillez de vida de los cristianos en medio de una sociedad pluriforme y viciosa: los cristianos son como los demas

36 ARISTIDES, Apologia, II, 15; JUSTINO, Apol. 1, 4, 2; 7, 4; 14, 2·3; 16, 14; 24, 1; 27, 1; 29, 1; Apol. II, 12, 1; 2, 16; Dial., 114, 4; ATENAGORAS, Suplica, 1·40; Actas de los martires, pp. 352, 369, 371, 616, 645; ORfGENES, Contra Celso, l, 26; IV, 26·27; VII, 4, 8; M. MINUCIO FÉLIX, Octavius, 31; 'l'ERTULIANo, Apolog., 7; TE6FILO ANTIOQUENO, A Aut6lico, III, 14.

37 Pueden consultarse: 1 Clem., 3, 4; 4, 7·13; 5, 6 (mejor toda la carta); HERMAS, Pastor, comp. 3, 5, Y en general, nn. 4·10; comp. 9, 15, 3; Actas, pp. 330, 335, 626, 628, 972; EUSEBIO,

HE, VI, 41; CIPRIANO, De cath. Eccl. unit., 20; De lapsis, 7·8; 33·34; Ad Demet., 1; cartas, 11, r, 2; 8, IV, 4; 13, IV, 1 Y V, 1.

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ciudadanos, de los que se distinguen par el mejor cumplimiento de las le­yes 38.

La conclusiôn a que nos lleva el amilisis de las antiguas comunidades es que la Iglesia es "santa", "pecadora" y "penitente", en la que con­viven los justos y los espiritualmente enfermos. La Iglesia "santa" es el ideal y la Iglesia "pecadora" es la realidad de todos los dias. Las antiguas ideas mesiânicas sobre la liberaciôn deI perdôn con el advenimiento deI Mesias, si es que alguna vez existieron en sentido estricto, se van aban­donando y reduciendo a la ûltima etapa deI mesianismo, la parusia, cuan­do en realidad comieneen los cielos nuevos y la tierra nueva prevista en los escritos deI N. Testamento. Mientras llega la plenitud mesiânica, la Iglesia vive su tiempo de conversiôn progresiva, y es, bajo otro aspecta, una Iglesia penitente. Cualquier intenta de resucitar la "Iglesia pura", re­sultarâ fallido, coma ha resultado a través de la historia de la Iglesia entre los montanistas, los gnosticos, los novacianos, los donatistas y los câtaros. La perfeccion en este mundo, mientras dura el tiempo, tendrâ que ir mezclada de impureza. Esta es la ley de la Iglesia itinerante.

3) El pecado y sus consecuencias

De la experiencia deI pecado, los cristianos llegaron a crear la teolo­gia deI mismo. Los escritores de esta época normalmente no definen, sino que ejemplarizan el pecado de muy diversas maneras. Esto da motiva para pensar que escriben no camo teologos, sino coma catequistas; asi se ex­plican las famosas listas de pecados -coma de virtudes- que en parte repiten las deI N. Testamento.

El pecado -segûn ellos- tiene una neta referencia a Dias, no sôlo a la comunidad. Los que pecan -escribirâ Clemente romano- "son odio­sos contra Dias". En el ambiente en que se mueven los cristianos es 10-gico que los catequistas insistan en que "adorar idolos" es una accion pecaminosa contra Dias, coma la proclaman repetidamente los cristianos ante los tribunales romanos. Pecado y contra el Espiritu Santo, es "ha­cerse judio". La Didajé nos recuerda que "tentar a un profeta que habla en espiritu" es un pecado imperdonable. Clemente romano dirâ que "de­poner" a los obispos es también pecado. Es pecado mayor haeerlo des­pués de conoeer a Cristo, nos dirâ Cipriano; 10 mismo que no practicar la penitencia después de la apostasia, camo alegremente hacian algunos apôstatas de Cartago. Gran pecado es para Cipriano "ramper la unidad", par ser una virtud eminentemente eclesia1 39•

38 Cf. D. DE PABLO MAROTO, ccd.: Lectura de los santos Padres para el cristiana de hoy, en «Revista de Espiritualidad)), 31 (1972) 309-310.

39 Cf. estas ideas en: Actas, pp. 367, 628; Didajé, XI, 7; l Clem., 35, 6; 44, 4; CIPRIANO, De hab. virg., 2; De lapsis, 28 y 30; De orat. dom., 30; listas de pecados: l Clem., 30, 1; 35, 6; II Clem., 4, 3; Carta de BERNABÉ, 20, 1-2; HERMAS, Pastor, mand. 8, 8, 3-5; camp. 9, 15, 3; Didajé, III, L6; V, 1-2.

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En cuanto a las clases de pecados es evidente que no todos eran de la misma gravedad. Algunos apartaban de Dios y de la Iglesia y su per­don requerîa un largo proceso penitencial; mientras que otros eran debi­lidades hum:mas que se perdonaban con la oracion, la limosna, el ayu­no, etc. Esta division neta entre pecados graves y leves existîa en el anti­guo cristianismo, 10 cual no significa que la nocion de pecado grave y leve corresponda a nuestras actuales divisiones. Existîan algunos considerados coma leves que en nuestros manu ales de moral son graves, sobre todo algunos pecados de pensamiento y de deseo.

En cuanto a la variedad de los pecados, ademas de los "cotidianos", el cristiano de hoy se admirara que se hablase de pecados "por ignoran­cia", es decir, sin darse cuenta; pecados cometidos contra la libre decision de la voluntad, obligados por las circunstancias 0 los tormentos, si bien reconociesen que eran pecados de menor cuantîa. Con frecuencia aluden las fuentes a los pecados internos, de deseo, etc. 40.

Los apologistas desarrollaron la idea de la libertad humana coma com­ponente basico deI pecado cristiano, en pugna con la concepcion helé­nica del mundo que se rige por la fatalidad 41.

Uno de los mas extensos capîtulos de la catequesis primitiva es el de­dicado a exponer los efectos del pecado, siempre en la lînea religiosa deI mismo al ser ofensa de Dios. Asî S. Clemente romano hablara de la "pena de muerte" 0 deI "castigo eterno" debidos al pecado; Ignacio, de la "con­denacion", y dira que el pecador "no heredara el reine de Dios". Dios se "irrita" por el pecado, reconocera Hermas; y par 10 mismo el que no cumple los preceptos "sera infeliz". Dias no habita en el pecador, diran de una manera u otra Ignacio, Orîgenes y Cipriano. También han desa­rrollado ampliamente el tema deI castigo temporal inherente al pecado humano. Hermas, tiene que expiar con satisfaccion vicaria por el pecado de sus hijos y de su mujer; Dias castiga a los pueblos con males diversos, y a los cristianos con la persecucion, con las enfermedades y dolores, y no escuchando sus oradones, como repiten Hermas y Cipriano y aparece al­guna vez en las Actas de los martires 42.

Acepto la conclusion de P. Palazzini: "Es un mérito de la revelacion cristiana el haber Hamado la atencion del hombre sobre el concepto y el

40 Una seleccion de textos puede leerse en: TERTULIANO, De pudic., 29; CIPRIANO, De orat. dom., 12 y 22; II Clem., 1, 2; ATENAGORAS, Apologia, 17, 4; Actas, p. 616; CIPRIANO, De lapsis, 14; Cart, 55, XXVI, 1; HERMAS, Pastor, vis. 1, 1, 6; 1, 8; 2, 4; TEOFILO, A Autolico, 3, 13; ATENA­GORAS, Suplica, 32 y 35.

41 Cf. JUSTINO, Diâl., 102, 4; 140, 4; Apol. I, 28, 3; 43, 3-6; Apol. II, 6, 5-6; TEOFILO, A Aut6lico, II, 27; TACIANO, Discurso contra los griegos, 11; ATENAGORAS, Legaci6n, 24.

42 Una idea suficientemente clara se la puede formar el lector consultando los siguientes textos: I Clem., 41, 3; 46, 9; II Clem., VI, 7 Y 9; IGNACIO, A los efesios, 16, 2; A los filadelfios, 3, 3; 8, 1; HERMAS, Pastor, 7 y 11; De lapsis, 7, 23 Y 25; Cartas, 11, l, 2; 11, III; 66, II, 2; 70, l, 3; ORiGENES, Contra Celso, IV, 5. Tamblén: TERTULIANO, De paenit., 3; TEOFILO, A Aut6lico, l, 2; III, 15; JUSTINO, Diâl., 91, 94; Apol. I, 8; TACIANO, Discurso, 13.

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odio deI pecado; mientras la mitologîa pagana y la misma filosofîa, aun con expresiones mas elevadas, 0 habîan divinizado el pecado, haciendo de él una actividad de los dioses, 0 10 habîan justificado en alguna de sus formas, justificandolo con exigencias de caracter social" 43.

4) La liberaciôn dei pecado

La liberacion deI pecado nos lleva derechamente al conocimiento deI misterio de Cristo y de la Iglesia como realidades salvfficas para el cre­yente.

En principio, tal liberacion lleva consigo la existencia de unas "acti­tudes" basicas en el mismo pecador. El primer movimiento deI hombre consciente de su pecado es el de la conversion, sobre todo de la paganîa al cristianismo. Las sucesivas conversiones deI cristiano, 0 mejor, la se­gunda conversion, tienen en este tiempo nombres mas especîficos: segull­da penitencia" 0 segundo bautismo, segunda tabla de salvaciôn, etc.

Son los apologistas los que han tratado mas a fondo el problema de la primera conversion de la paganîa al cristianismo. Arîstides habla de la "purificacion deI corazon" que supone el perdon de los pecados antiguos. Justino y Orîgenes han descrito el cambio radical que experimenta un converso desde sus vicios en el paganismo hasta la luz de Cristo. Orîge­nes defendio contra el pagano Celso que todos los hombres son capaces de conversion, aun aquellos en los que el pecado es una segunda natura­leza; y explica la conversion como un golpe de gracia deI Logos para quien no hay nada imposible, pudiendo cambiar las voluntades mas obstinadas. La voluntad humana suele ser débil, pero puede ser omnipotente como 10 demuestra la vida virtuosa de algunos filosofos antiguos. "Porque -es­cribe Orîgenes- aun para las [cosas] que parecen casi imposibles, mucho puede la voluntad y el ejercicio." Orîgenes ha escrito paginas magnîfkas sobre la psicologîa de la conversion 44.

El sentimiento religioso que provoca toda conversion, tiene una res­puesta en Dios que espera como padre para perdonar. Esta imagen evan­gélica es la que desarrollan los documentos de los siglos II y III. El arre­pentimiento y la penitencia son el camino obligado deI retorno. Esto no obsta para que el mismo Dios que perdona, juzgue con justicia todas las acciones humanas para dar a cada uno su merecido, premio 0 castigo. Este es uno de los puntos sobre el que la catequesis primitiva insistio, obsesionados como estaban por la proxima venida deI Senor para dar a cada uno el premio segûn sus obras.

43 El pecado en los apologistas griegos. En El pecado en las tuentes cristianas, P. 213. 44 Cf. algunos Iugares: ARfsTIDES, Apologia, 17, 4; JUSTINO, Apol. l, 14, 2-3; 15, 5-7; Apol. II,

2, 1-2; DieU., 116, 1 Y 3; ORfGENES, Contra Celso, l, 26, 64; III, 59, 65, 66 Y 69; Actas, p. 657.

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En este contexto se entienden bien las repetidas exhortaciones de Cle­mente romano a los corintios para que, reconociendo su pecado, se arre­pientan (él mismo pide perdon a Dios por los pecadores); 0 la proclama­cion deI Pseudo-Clemente de que Dios sana a los arrepentidos; 0 la pre­dicacion de Hermas de un jubileo universal de perd6n con la ûnica con­dicion de que se arrepientan de sus pecados, cumplan los mandamientos y hagan penitencia. Este perdon es universal, es valido para judios y gen­tiles, aquilatara Justino. Origenes exigira la "conversion sincera" y la pe­nitencia coma condicion deI perdon: "Dios recibe al que se condena a si mismo por su vida pasada, y por ella anda humilIa do y vive ordenada­mente en 10 por venir." Es esencial para el perdon -viene a decir Ori­genes- que el pecador tenga conciencia de sus pecanos; Dios rechaza al que se engrie por sus virtudes y acepta la humilde actitud del pecador 45.

No podria faltar en esta catequesis la referencia deI perdon como fru­to de la pasi6n de Cristo. Es otra de las constantes de la Iglesia primitiva, en la que todavia estaba vivo el recuerdo deI Salvador. Es la sangre de Cristo, la pasion y la cruz la que alcanza el perdon de los pecados para todos los hombres, como reconocen Clemente romano, Justino y Policar­po. "Dios soporta nuestros pecados", escribio bellamente el anonimo autor deI discurso a Diogneto; 0 también: Cristo "puso fin a la tirania de nues­tros pecados", coma 10 hace el relator deI martirio de san Apolonio 46.

5) La dimensi6n eclesial deI pecado

El sentido de la "comunion" se mantuvo desarrollado en los primeros siglos, constatable en la concepdon deI pecado como "contrario a la san­tidad de la Iglesia", en el reparto de bienes materiales entre los miembros de la comunidad, en la comunion de oradones, en la importancia que lle­garon a tener en el siglo II los santos, los confesores y los martires, en la practica de la excomunion de los herejes, cismaticos y pecadores por la jerarquia y el pueblo. etc. Todos estos aspectos han sido ya analizados en el curso de estas paginas. Ahora nos queda por ver en qué relacion esta­ba el pecador con la comunidad de creyentes a la que pertenecia, y no solo con la comunidad local, sino con toda la gran comunidad "catolica", que equivalia a "Iglesia universal".

El sentido eclesial deI pecado me parece verIo suficientemente esclare­cido en el analisis deI proceso penitencial, desde la confesion inicial en

45 Cf. esas ideas en: 1 Clem., 2, 3; 48, 1; 51, 1; 56, 1; 57, 1-2; 59, 4; 60, 3; II Clem., 8, 2·3; 9, 7-8; 13, 1; 16, 9; 17, 1; Didajé, X, 6; HERMAS, Pastor, vis. 2, 2, 5; mand. 4, 4, 4; mand. epilogo, 1, 1; comp. 9, 14, 1-2; comp. 10, 4, 1; JUSTINO, Dilll., 95, 3; 141, 2; TE6FILO, A Aut6lico, III, 11; ORfGENES, Contra Celso, III, 62, 64, 71; CIPRIANO, Ad Demet., 25.

46 Cf. una selecci6n de textos soteriol6gicos en: 1 Clem., 7, 4; JUSTINO, Dilll., 17, 1; 111, 3; 116, 1; CIPRIANO, Cartas, 58, VI, 3; Carta de BERNABÉ, 5, 1; 7, 3.5.10; Discurso a Diogneto, 9, 1.2.4; Actas, pp. 370.

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publico 0 en privado hasta la reconciliaciôn oficial hecha por el obispo y el pueblo. El exigir una penitencia public a por los pecados graves cometi­dos, significaba que también la comunidad sufre las consecuencias deI mis­mo (escândalo, malos ejemplos, dafios irreparables, etc.), y se exige una reparaciôn 0 compensaciôn. De ser sôlo una ofensa de Dios bastarîa con la penitencia privada, no extema.

El proceso penitencial tenia tres etapas:

A) Ingreso en el estado de penitentes.

El proceso penitencial presuponia un delito 0 pecado, ya que la peni­tencia era considerada como una pena, y, aunque medicinal, pena al fin. Hoy el historiador y el cristiano simple se hace una serie de preguntas sobre todo esto. Por ejemplo: i,supuesto que la penitencia se imponia por los pecados graves, eran éstos publicos u ocuItos? i,Tenia obligaciôn el pecador de confesar su pecado aun en el caso de tratarse de pecados ocul­tos? En casa de estar obligado a confesar sus pee ados i,a quién debia hacer­se, al obispo, al presbitero, 0 a la comunidad?

De todas las preguntas planteadas, algunas tienen una respuesta segura:

a) Todos los pecados graves (no sôlo la trilogia, homicidio, aduIterio, apostasia, sino otros como el robo, el fraude, la blasfemia, la asistencia a los espectâculos deI circo, etc.), tenian que ser sometidos a penitencia, si el cristiano querîa conseguir la paz de la Iglesia, que era el signo de la paz con Dios. Los leves 0 cotidianos no necesitaban esa penitencia, sino que se perdonaban con obras de caridad, de mortificaciôn 0 con la oraciôn.

b) La penitencia era siempre publica, 0 sea, oficial 0 canônica, y era también externa. La penitencia privada y ocuIta era un contrasentido.

c) Se concedia normalmente una vez èn la vida como una segunda tabla de salvaciôn después deI bautismo; y esto desde mediados deI s. II

hasta el s. v!. d) El obispo era el encargado de imponer la penitencia como repre­

sentante de la Iglesia local, y era proporcional a la falta. e) La Iglesia (el obispo y la comunidad), tenia autoridad para exco­

mulgar al pecador (evidentemente con pecados publicos), que no se quisie­ra someter a la penitencia 47.

Todo 10 demâs son conjeturas mâs 0 menos fundadas. No estâ claro ..,-sobre todo al principio- si el pecador tenia que confesarse en privado

47 Sobre el proceso penitencial y las polémicas que suscit6 puede leerse, en la imposibilidad de hacer aqul ni siquiera una breve resefia, los siguientes textos: HERMAS, Pastor, vis. 2, 2, 5; vis. 3, 7, 4; mand. 4, 1, 8; 2, 2; 3, 1-7; camp. 8, 6, 2; 11, 1, 3; CLEMENTE ALEJANDRINO, Stromata, 2, 12 Y 13; 7, 16; TERTULIANO, D paenit., 7-12 (cat6lico); De pudic., 1, 6-9; 2, 12-16 (montanlsta); ORfGENES, De orat. dom., 28, 10; In Lev. Hom., 15, 2; Didascalia apostolorum, 6 (la penitencia es repetib1e); HIP6LITO, Philosophumena, 9, 12; CIPRIANO, De laps/s, 1-18; 30, 33-36; Cartas, 4, 8, 15-20; 30-31; 33; 35.36; 55-57; 59; 64-65; 67-68. Un buen resumen en K. BAUS, Manual de Historia de la Iglesia, l, cap. 25, pp. 460-493.

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y si 10 tenla que hacer de sus pecados publicos 0 también de los ocultos. Evidentemente no existia un sacramento de la confesi6n como en nuestros dlas. Hubo un tiempo en que en alguna comunidad se exigîa la confesi6n pùblica y detallada de los pecados. Por eso S. Le6n Magna, al principio deI siglo v, prohibi6 esta practica coma "contraria a la regla apost6lica", y estableci6 que bastaba "indicar a los obispos solos por una confesi6n se­creta" 49. Segun esta, puede establecerse con bastante probabilidad que existia una confesi6n privada hecha al obispo 0 a un delegado suyo, de los pecados publicos u ocultos. Las razones pueden ser las siguientes: Siendo segura que el perd6n deI pecado, aunque fuese ocuIto, estaba supeditado a la penitencia 49, y que el cristiana tenîa un hondo sentido de la santidad de la Iglesia, se considerarîa obligado a limpiarse de sus pecados aun los ocultos si querîa compartir la fe y la experiencia religiosa con los demas miembros de la comunidad. Su conciencia de pecador no le permitîa gozar plenamente de la "koinonia" eclesial. Ademas, la penitencia (clase, dura­ci6n, etc.), estaba en relaci6n directa con el pecado y la imponîa eI obispo segùn la gravedad, y difîcilmente podrîa ser justa sin conocimiento exacto deI pecado, sobre todo de los pecados ocuItos 50.

B) La prâctica de la penitencia. Cumplir la penitencia era hacer la "exomologesis", que no era una simple confesi6n de los pecados, sino todo un proceso penitencial, a la actitud de conversi6n deI pecador de cara a la comunidad. La "exomologesis -clice Tertuliano- es, pues, un ejercicio que ensefia al hombre a humillarse y a rebajarse, imponiéndole un régimen capaz de atraer sobre él la compasi6n" 51.

Los Padres apost6licos, Tertuliano y Cipriano, nos han descrito algu­nas de esas obras penitenciales: la oraci6n y el ayuno, la limosna, el ves­tido "en sacQ y cenizas", "cubrir el cuerpo con harapos", aceptar la correc­ci6n de los hermanos, pedir las oraciones deI clero y de los fieIes, eillanto, las vigilias, las lagrimas, el cilicio. Es decir, la austeridad de vida. El peni­tente imploraba el perd6n de la comunidad, clero y pueblo, a las puertas de la Iglesia en una primera fase, y después dentro deI templo.

El ingreso en el estado de penitente equivalîa a firmar eI decreto de defunci6n en la vida civil y familiar, porque era incompatible con el ejer­cicio de algunas profesiones, coma la militar, el comercio, la clericatura; estaba prohibido hacer vida conyugal a veces durante toda la vida. Par estos motivas muchos fueron de jan dola para el fin de la vida y se lleg6

48 Cf. en C. VOGEL, O. C., p. 253. ML 54, 1210-121l. 49 TERTULIANO, De paenit., 10, 8. 50 Sobre el tema pueden iluminar los siguientes textos: TERTULIANO, De paenit., 9; CIPRIANO,

De lapsis, 16 y 28-29; Cartas, 15, l, 2; 16, II, 3; 4, 5V, 1; 17, II, 1; 18, l, 2; 19, II, 1; 22, II, 2; 30, VIII, 1; IRENEO, Adversus haereses, l, 13, 5.7; III, 4, 3; CLEMENTE ALEJANDRINO, Stromata, 2, 59, 3; ORiGENES, In Joan. Hom., 37, 1, 1; In Levi Hom., 2, 4; In Math. Comm., 13, 30; Dldascalia apostolorum, 2, 16, 1-2; 2, 37, 4-5.

51 De paenit., 9.

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a prohibir eI ingreso en el orden de penitentes a los jôvenes por temor de la recaîda 52.

El aspecto eclesial deI pecado se manifiesta aquî en la participaciôn deI pueblo creyente en el sufrimiento deI pecador, en la ayuda espiritual que le presta con su comprensiôn y sus oraciones.

C) La reconciliaci6n. El caracter eclesial deI pecado se realiza con plenitud de significado en la "reconciliaciôn" oficial. Si la paz con la Igle­sia equivalîa a la paz con Dios (ésta es una idea firme en casi todos los autores de esta época, que recogel'a S. Agustîn), todo eIlo es fruto conjunto de la actitud dei penitente, deI pecador y de la comunidad.

Los Padres apostôlicos (S. Clemente romano, Ignacio, Policarpo, la Didajé, etc.), tratan muy incidentalmente de la praxis penitencial, quiza porque en su tiempo no se habian suscitado las grandes controversias peni­tenciales que agital'on después el siglo III; sin embargo, han reafirmado la "comuniôn" de todas las Iglesias entre sî, segûn pudimos comprobar mas arriba.

Solamente Hermas ha desarrollado parcialmente la idea, no obstante sel' su Pastor un libro dedicado todo él al tema de la penitencia. El nos presenta a la Iglesia todavîa en construcciôn, bajo el sîmbolo de una torre, y dentro de ella existen pecadores y justos, apartados aquéllos de ella hasta que hagan penitencia. Es la Iglesia la que invita a los pecadol'es a haeer penitencia mientras hay tiempo disponible antes deI fin deI mundo.

Tertuliano admite, aun en su perîodo montanista, que es el obispo el encargado oficial de dar la reconciliaciôn al pecador, coma también reco­noce que es la Iglesia oficial la que le expulsa de su seno. Es la Iglesia, identificada por Tertuliano con Cristo, la que reconcilia al pecador.

Cipriano es el primero que en Occidente habla dei acto oficiallitûrgico de la reconciliaciôn, que consiste en la imposiciôn de las manos deI obispo y deI clero, y termina con la oraciôn deprecatoria deI perdôn. En casa de peligro de muerte, el presbîtero 0 diacono podian presidir la reconciliaciôn oficial. Eusebio nos transmite un hecho que demuestl'a la funciôn de la comunidad por los mismos dias de Cipriano. El papa Cornelio reconcilia a un obispo pecador: "habiendo intereedido el puebla por él, 10 admiti­mos en la comunidad laica" 53. Se puede suponer que el'a ésta la praxis en toda la Iglesia.

También tenemos noticias de Oriente, de principios deI siglo III, por la Didascalia apostolorum. En ella encontramos el proceso penitencial muy

52 Cf. en C. VOGEL, o. c., pp. 83-86. Ver mas ejemplas en: I Clem., 48; II Clem., 16, 14; JUSTINO, Dial., 90 Y 141; HERMAS, Pastor, vis. l, 1, 3; 3, 1, 5; 3, 9, 4-6; camp. 5, 1, 3; mand. 8, 10; TERTULIANO, De paenit., 9-10; De pudic., 1, 21; 3, 5; 5, 14; 4, 5; 7, 10; 13, 7; 18, 13; CIPRIANO, De lapsis, 30 y 35; Carta, 30, VIII, 1 CLEMENTE ALEJANDRINO, Stramata, 2, 12, 55; 2, 70, 3; 2, 59, 3; Quis dives salvetur, 40, 1; 42, 14.15; In Lev. Ham., 5; Didascalia, 2, 16, 1-2.

53 HE, VI, 43.

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desarrollado. El puebla intercedia ante eI obispo para que admitiera al pecador a la penitencia; la comunidad podia denunciar los pecados al obis­po para que éste imponga la penitencia necesaria; y finalmente, la recon­ciliacion se realiza con la imposicion de las manos deI obispo y la oracion comunitaria. Se puede concluir con las palabras de K. Baus: "En la Didas­calia se pone de manifiesto mas claramente que en otro texto alguno, el caracter eclesiastico de la penitencia, por su vinculacion al dirigente epis­copal de la comunidad" 54.

Conclusiôn y derivaciones pastorales.

La conclusion a que llegara eIlector seguramente sera en parte de cep­cionante. Esperaba encontrar una Iglesia primitiva "ideal", pura y santa y le hemos ayudado a descubrir una Iglesia pecadora. No se preocupe, por­que el pecado es parte integrante deI misterio de la Iglesia mientras es co­munidad peregrinante, y asi continuara hasta la parusia. Lo que he inten­tado hacer ver, y no sé si 10 habré conseguido al menos en parte, es que detras deI pecado esta la Iglesia que 10 perdona como continuadora de la mision salvifica de Cristo, aunque si bien es verdad de un modo precario y avaro; aquellos eran otros tiempos, otras ideas, otras exigencias, otro modo de ser comunidad. Se logro que muchos se mantuvieran en el ideal y eI proposito pastoral se cumplîa, pero muchos cristianos no vivieron la pleni­tud deI Espiritu por mie do a recaer y estar proscritos en la sociedad reli­giosa a que pertenecian con mil temores y angustias externas.

Hoy nos preguntamos, a muchos siglos de distancia, a la luz de un conocimiento fragmentario de los hechos, cual puede ser el significado para un cristiano de nuestro tiempo de la antigua praxis penitencial.

El pecado es actual, no obstante nuestro intento de ocultarlo, por su repercusion en la sociologia, por su interpretacion desde la psicologia profunda, por su contribucion al complejo de culpabilidad cuando se des­equilibra su contenido.

Hoy el pastoralista tiene que pensar e investigar junto con el teologo, el historiador de la religiosidad y el psicologo, para encontrar un camino equilibrado entre todos y profundizar el misterio de la culpa humana.

La literatura de la primitiva Iglesia puede demostrar al hombre de hoy la enorme importancia comunitaria y, yo diria social, deI pecado. Nadie en este mundo es una isla ni para el bien ni para el mal; en cristiano se padece comunitariamente cuando existe un vicio individu al. La dimension ecle-

54 Manual de historia eclesidstica, p. 490. Estas ideas se pueden comprobar en: HERMAS,

Pastor, vis. III (passim); TERTULIANO, De PUdic., 17, 18; De paenit., 10, 6; CIPRIANO, De lapsis, 16; Cartas, 15, l, 2; 16, II, 3; 17, II, 1; 18, l, 2; 19, II, 1; 20, III, 1; CLEMENTE ALEJANDRINO,

Stromata, 7, 12, 79; ORIGNES, De orat. dom., 28, 8-10; In Lev. hom., 2, 4; Didascalia, 2, 16, 1-2; 2, 18, 7; 2, 41, 1; 2, 43, 1.

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sial deI pecado serîa uno de los grandes descubrimientos de la Iglesia anti­gua, que ya se encontraba en la solidaridad deI A. Testamento, pero poten­ciada con las ideas paulinas deI Cuerpo mîstico de Cristo.

Ademas, las fuentes primitivas nos revelan que el proceso penitencial antiguo iba destinado a convencer al cristiano de la gravedad de sus actos realizados a espaldas de los ideales religiosos y morales de la comunidad. Hoy podrîa significar que 10 principal deI sacramento de la penitencia no es precisamente la confesion de los pecados, sino el intento de conversion que puede ser provocado con ocasion de la confesion.

Muchos hablan de la abolicion de la confesion sacramental privada por­que antiguamente no se hada; esto es un error de historia y de pastoral. El sacramento de la penitencia es un acontecimiento salvifico, coma cu al­quier sacramento. Intentar abolir el signo, con todo 10 que de jurîdico y mortificante lleva consigo, con la intencion de profundizar en 10 esencial de la conversion, puede ser un nuevo fariseîsmo religioso. El signo debe ser una ocasion para provo car la conversion, aunque quiza haya que seguir indagando en otras canales deI perdon coma son la Eucaristîa, 0 la co­rreccion fraternal, 0 los demas sacramentos. Pero la confesion sacramen­tal tendra un pleno significado cuando sea signo externo de reconciliacion con Dios y con la Iglesia.

El perdon obtenido extrasacramentalmente puede ser un motivo de conversion sincera en cristianos muy preparados y guiados por el Espîritu; pero la mayorîa de los cristianos quiza todavîa no estemos preparados para tanto, y puede ser también que 10 que se esta inconscientemente propo­niendo facilite el pecado porque es mas coma do conseguir el perdon. Y esto estarîa en contradiccion con el auténtico espîritu de conversion que exige el cristianismo.

DANIEL DE PABLO MAROTO, occl Instituto de Espiritualidad

Plaza de Espafia, 14 - Madrid-13