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  • Graciano Palomo

    PEDRO ARRIOLA,EL BRUJO

    La historia secreta del hombre que lleva la victoria a Aznar y a Rajoy

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  • ICuando el orculo sali de la sombra

    El domingo 13 de mayo de 2012 todos los noticiarios de las radios y algunas televisiones abran con la portada del diario El Mundo: Mi cliente volver a ganar las elecciones.

    Pedro Arriola, el gur por excelencia de la vida poltica y econmica, el lector de encuestas por antonomasia, haba roto su hermtico silencio de veintitrs aos. Jams el hombre decisivo cerca del jefe poltico, que haba llevado a Jos Mara Aznar, tras dos derrotas, a La Moncloa y a Mariano Rajoy, tras dos derrotas, al Olimpo, se haba prestado a ser entrevistado a tumba abierta por un periodista. Sin cortapisas, cuestionario previo o asuntos tabs de ningn tipo.

    Por qu el orculo silente durante muchos lustros se haba decidido a hablar? Su interlocutor era justamente el autor de este libro, que haca ya muchos aos (1990) le haba descubier-to como principal asesor del entonces discutido y ninguneado Aznar en un controvertido y comentado libro bajo el ttulo de El vuelo del halcn.

    Pedro Arriola Ros sale de la sombra, titulara a cinco co-lumnas en el suplemento Crnica, con mucha intencin pe-riodstica, Miguel ngel Mellado, junto con su nmero dos,

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    Ildefonso Olmedo. En El Mundo su entonces jefe supremo, Pedro J. Ramrez, se percat de inmediato de lo que su vicedirector Mellado le venda. Otro de sus vicedirectores no se crea que Arriola hubiera decidido hablar y pona algunos reparos para ir a la portada dominical, porque en el mejor de los casos entenda que se trataba de una pieza trufada. Ese vicedirector, Casimiro Garca-Abadillo, conoca al orculo de la derecha y saba que era imposible que Pedro Arriola se prestara a la confesin.

    Pero las incertidumbres se disiparon cuando Mellado entreg la pieza. En la comunidad periodstica tambin se produjo sorpresa. Y mucho ms en el mundo de la poltica, que entenda el rol de Arriola como un Rasputn que siempre se mova entre bambalinas.

    Por qu, entonces, el consultor sociolgico se prest a la entrevista? Pedro tena entonces sesenta y cuatro aos y ningn profesional de su ramo poda poner en su currculum que dos de sus clientes haban alcanzado el mximo escaln olmpico-poltico en Espaa: la Presidencia del Gobierno.

    La desenfilada personal, huyendo de los focos para no pro-vocar iras, envidias y cuestionamientos, tampoco significaba es-tar a salvo de arremetidas. De hecho, su trabajo estratgico vena siendo cuestionado abiertamente desde el corazn mismo del poder popular, bsicamente por sus tcticas conservadoras y por consideraciones sociolgicas tenidas por superadas. En ocasiones la ofensiva fue brutal.

    Sea como fuere Arriola decidi que era el momento de hacer valer su trabajo, que haba llevado al triunfo de Mariano Rajoy, en medio de dificultades sin cuento, distintas en la forma a las que tuvo que superar Jos Mara Aznar en los aos noven-ta, pero parecidas en el fondo en un pas que sociolgicamen-te es de izquierdas, moderadamente, pero de izquierdas. Dos clientes colocados en el puesto ms decisivo del pas, ambos sin especiales condiciones carismticas personales. Un toque de

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    distincin y orgullo para cualquier profesional de la cosa, aun-que siempre hay argumentos para tamizar el xito o poner en almoneda el hecho objetivo de la vuelta al poder de la nacin del centro derecha.

    Era el momento idneo, por tanto, para abrir su corazn. Expandir incluso su secreto, abigarrado y hasta morboso cua-derno de bitcora al gran pblico, y que los posibles clientes del mximo nivel econmico tuvieran una referencia durante los cuatro aos que su cliente tena por delante como mximo exponente de poder ejecutivo de Espaa.

    La idea del encuentro fue ma, coordinada y alentada por el vicedirector Mellado.

    El e-mail que remit a Tania Kindling (Ana estaba de baja), su eficaz y amable secretaria, estaba redactado en el ms puro y estricto gnero convencional, sin demasiada conviccin de obtener gracia, porque, en efecto, conoca el cinturn de hierro que el socilogo haba establecido en torno a su trabajo como principal asesor de los jefes del centro derecha.

    Mi sorpresa fue descriptible unos das despus. Mi demanda periodstica tuvo respuesta positiva. Dada la agenda repleta del consultor, me cit a las once de la maana del sbado 30 de abril de 2012 en la concurrida rotonda del Hotel Palace. Un lugar preferido del sevillano para reunirse con personas con las que no le importa ser visto. El lugar es tambin una atalaya poltica de primer orden por la que desfilan dirigentes instalados, diputados y lderes emergentes. Cualquier cosa estaba dispuesto a aceptar con tal de poner a Arriola ante mi grabadora.

    Me hice acompaar por la aragonesa Conchita Baselga Valenzuela, mujer de cumplidas maneras y con profundos an-cestros de altos mandos militares y genealoga empresarial nava-rra. Fue una fortuna que tomara nota porque se dio la fatdica casualidad que la maldita grabadora se neg a reproducir las dos

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    horas y media largas de conversacin que mantuve con Pedro entre caf y caf y alguna que otra perdida pasta con que el reputado local agasaja.

    Con las notas de Baselga Valenzuela, una parte de mi subver-siva memoria y algn que otro vmito del infernal aparato repro-ductor consegu alimentar ocho folios repletos de inputs relevan-tes desde el punto de vista poltico (en esos momentos Mariano Rajoy consuma sus primeros das como primer ministro). Sobre todo mensajes coyunturales, sumamente interesantes en boca del gur por excelencia del centro derecha, que me iban excitando periodsticamente a medida que lo iba transcribiendo. Tena ca-bal idea de la zapatiesta meditico-poltica que se iba a organizar cuando el pensamiento florentino de Pedro Arriola adquiriera carta de rotativa. As se lo traslad a Miguel ngel Mellado, que me contest: Lo contrario significara que la pieza no valdra nada Y no estamos aqu precisamente para la insignificancia.

    Como ha sido siempre mi libro de estilo cuando he prac-ticado el gnero de la entrevista, remit el borrador al prota-gonista, porque al fin y al cabo es l quien se hace su propio autorretrato y considero mnimamente tico que pueda matizar, ampliar o explicar los puntos de vista a transmitir, porque es el protagonista el que se la juega y tiene derecho a su propia imagen. Debo decir en honor a la verdad que Pedro no exigi nada. Es una persona demasiado segura de s misma y de su propio talento, incluso el expresivo, como para mendigar en ningn supuesto. Mucho menos que plumilla.

    De modo y manera que con un esbozo de sus puntos de vista volvimos a reunirnos el sbado 5 de mayo en el mismo lugar y en la misma mesa. Cuestin de matiz en los grandes asuntos tratados. Se trata de un personaje que se recrea en su propia suerte dialcti-ca y explicativa; como buen andaluz y especficamente sevillano, Pedro tiene una irrefrenable deriva a escuchar la cadencia de sus

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    frases y sus inmensos circunloquios. Una suerte de pedantera in-telectual, consciente de que se trata de un artista sin par. Mientras parlotea recoge con la mirada su alrededor, especialmente si por delante pasa alguna dama con poderes.

    Puede que su nombre no le diga nada escribi Ildefonso Olmedo al presentar el personaje a los dominicales lectores del diario, pero ha sido el socilogo y el gur que ha hecho pre-sidente del Gobierno a sus dos clientes polticos: Aznar y Rajoy. Tras veintitrs aos de silencio, por fin habla y explica las claves de las dos ltimas dcadas de la vida poltica espaola. Vaticina: Rajoy pasar a la historia como una persona seria. Ahora trata de taponar la herida para que el enfermo (Espaa) no se le vaya. Tres aos despus se poda confirmar la justeza de su profeca. Por fin, Arriola sala de la sombra.

    En hind gur significa maestro intelectual. En la conver-sacin con Pedro Arriola Ros (Sevilla, 1948) en todo momento adopt poses de maestro, una inteligencia superior en accin. Yo dira que se trata ms bien y en todo caso de un maestro al estilo andaluz, eso s, pegado a la realidad, al fro dato, del que finalmente colegir alguna conclusin que ofrecer a sus clientes acerca del turbulento mundo sociolgico que nos rodea, siempre muy pegado al surco del acontecer poltico y econmico nacional.

    Cuando mantuvimos estas dos largas conversaciones para el trabajo periodstico de marras, Arriola era ya un abuelo feliz. Antes me haba informado convenientemente acerca del pro-tagonista, aunque su sombra no me era en absoluto ajena. Es el tipo ms endemoniadamente profesional que conozco como masajista del dato y con los dgitos en la mano no se casa con nadie, me haba dicho un colega del ramo que no es precisa-mente de su escuela. Pero reconozco su intuicin y pituitaria para leer encuestas y extraer conclusiones acerca de lo que in-teresa en cada momento a las multitudes que blanden un voto.

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    Uno de sus asesorados de tiempo atrs me haba puesto tam-bin de manifiesto que el arriolismo tiene tres principios bsicos en los que asienta su poder profesional en mater