podemos aun salvar la universidad napoleonica?

7
; PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEÓNICA 121 i, PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEONICA? CARLOS SANCHEZ DEL RIO Y PEGUERO Cuantos hemos servido a nuestra decadente, pero amada Universidad, de un modo o de otro, tenemos en el lugar de las ideas fijas el plan completo de la revolución que estimamos debe operarse en ella. Mas algunos vamos tardan- do tanto en darlo a conocer que cuando ya estamos a punto de creerlo maduro nos lo en- contramos reiteradamente "pisado" por quie- nes supieron ser menos lentos y han resul- tado a la postre más inteligentes y más opor- tunos. En rigor la actual campaña sobre te- mas universitarios, llevada a cabo brillantemen- te por intelectuales y profesores de calidad ex- cepcional, ha casi agotado el asunto. Con todo, y aun a riesgo de mucho desme- recer y sin otro objeto que seguir provocando impresiones para continuar la conversación y aun la polémica (que sólo en algunos casos de- bemos evitar), podría serme permitido agregar a lo mucho y bueno que ya dijeron las primeras figuras, algunas notas sueltas y esquemáticas, bien en plan de tozuda insistencia, bien en tran- ce de complemento necesario. Debo decir antes de pasar adelante que la de- cadencia de la Universidad no es imputable a nadie en concreto. Más bien se ha podido obser- var en nuestro siglo un esfuerzo general por contenerla. Raro ha sido el Ministro que, com- prendiendo la gravedad del asunto, no haya in- tentado con buen entendimiento y mejor buena fe atajar el mal con medidas parciales o tota- les. El Proyecto heroico, y muerto apenas na- cido, de 1921, los arreglos de 1926, los bocetos de 1933, la ordenación de 1942, representaron momentos de dura preocupación que debemos recordar aquí con toda gratitud. En concreto, la política general universitaria del nuevo ré- gimen, hasta el día de hoy, sobre uno de los puntos que otrora produjeron mas hondas la- mentaciones (nos referimos al importantísimo CARLOS SÁNCHEZ DEL Río Y PEGUERO. catedrá- tico de Derecho romano y antiguo secretario general de la Universidad de Zaragoza, es se- cretario actual de la Junta de la Ciudad Uni- versitaria de Madrid y jefe de la Sección Cen- tral del Ministerio de Educación Nacional. En el número 2 de nuestra REVISTA publicó un es- tudio sobre la libertad de enseñanza. orden material de edificios y laboratorios), su- pone un trascendental empeño que colma las mayores ambiciones y que será muy difícil de superar. Todo ello es mucho más que indicio de reaccciones favorables. Hay mejora. Pero nos sigue inquietando motivadamente la Universidad. ¿No será que ha llegado el agotamiento na- tural de un sistema? ¿No será que los métodos de Napoleón deben morir? Las notas que siguen están pensadas todavía sobre la base de esa Universidad funcionarista. ¿Podríamos aún esperar rosas de este otoño? LA CRISIS DE LA UNIVERSIDAD Sólo unas palabras ratificadoras de una con- vicción unánime. Todos hemos llegado al acuerdo tácito de que la Universidad española está en crisis. Hace muchos años que el tema quedó sobre el tapete con numerosas perspectivas que lo han compli- cado en extremo. Pero hay que señalar el hecho importantísimo de que esa crisis ha sido de- nunciada y sometida a cuidadosas consideracio- nes analíticas siempre, o casi siempre, por los propios universitarios. Es natural : más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena. Pero es también consolador que la sociedad se las haya con un grupo que no está satisfecho de sí mismo (en la parte que de esa crisis le in- cumbe), aunque la verdad es que tampoco lo está de sus circunstancias desde hace más de un siglo. Tal crisis fue estudiada antaño con criterios latinos. Con criterios germánicos ahora. En aquéllos predominaba la más o menos clara apreciación de las cosas que están... donde es- tán. En éstos resaltan las fantasías del cerebro y los jugueteos —a veces profundos— de los actuales mundos interim-es bien vestidos con los atrayentes modos de nuestra juventud, que frecuentemente nos obligan a los de antes a te- ner que leer tres o cuatro veces cada párrafo de sus escritos para captar debidamente los pen- samientos que encierran. Las ideas se han arro- pado con más belleza ; pero adquieren en cam- bio aspectos mayormente difusos y contornos

Upload: others

Post on 27-Jun-2022

1 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEONICA?

; PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEÓNICA 121

i, PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDADNAPOLEONICA?

CARLOS SANCHEZ DEL RIO Y PEGUERO

Cuantos hemos servido a nuestra decadente,pero amada Universidad, de un modo o de otro,tenemos en el lugar de las ideas fijas el plancompleto de la revolución que estimamos debeoperarse en ella. Mas algunos vamos tardan-do tanto en darlo a conocer que cuando yaestamos a punto de creerlo maduro nos lo en-contramos reiteradamente "pisado" por quie-nes supieron ser menos lentos y han resul-tado a la postre más inteligentes y más opor-tunos. En rigor la actual campaña sobre te-mas universitarios, llevada a cabo brillantemen-te por intelectuales y profesores de calidad ex-cepcional, ha casi agotado el asunto.

Con todo, y aun a riesgo de mucho desme-recer y sin otro objeto que seguir provocandoimpresiones para continuar la conversación yaun la polémica (que sólo en algunos casos de-bemos evitar), podría serme permitido agregara lo mucho y bueno que ya dijeron las primerasfiguras, algunas notas sueltas y esquemáticas,bien en plan de tozuda insistencia, bien en tran-ce de complemento necesario.

Debo decir antes de pasar adelante que la de-cadencia de la Universidad no es imputable anadie en concreto. Más bien se ha podido obser-var en nuestro siglo un esfuerzo general porcontenerla. Raro ha sido el Ministro que, com-prendiendo la gravedad del asunto, no haya in-tentado con buen entendimiento y mejor buenafe atajar el mal con medidas parciales o tota-les. El Proyecto heroico, y muerto apenas na-cido, de 1921, los arreglos de 1926, los bocetosde 1933, la ordenación de 1942, representaronmomentos de dura preocupación que debemosrecordar aquí con toda gratitud. En concreto,la política general universitaria del nuevo ré-gimen, hasta el día de hoy, sobre uno de lospuntos que otrora produjeron mas hondas la-mentaciones (nos referimos al importantísimo

CARLOS SÁNCHEZ DEL Río Y PEGUERO. catedrá-tico de Derecho romano y antiguo secretariogeneral de la Universidad de Zaragoza, es se-cretario actual de la Junta de la Ciudad Uni-versitaria de Madrid y jefe de la Sección Cen-tral del Ministerio de Educación Nacional. Enel número 2 de nuestra REVISTA publicó un es-tudio sobre la libertad de enseñanza.

orden material de edificios y laboratorios), su-pone un trascendental empeño que colma lasmayores ambiciones y que será muy difícil desuperar. Todo ello es mucho más que indicio dereaccciones favorables. Hay mejora.

Pero nos sigue inquietando motivadamentela Universidad.

¿No será que ha llegado el agotamiento na-tural de un sistema? ¿No será que los métodosde Napoleón deben morir?

Las notas que siguen están pensadas todavíasobre la base de esa Universidad funcionarista.¿Podríamos aún esperar rosas de este otoño?

LA CRISIS DE LA UNIVERSIDAD

Sólo unas palabras ratificadoras de una con-vicción unánime.

Todos hemos llegado al acuerdo tácito de quela Universidad española está en crisis. Hacemuchos años que el tema quedó sobre el tapetecon numerosas perspectivas que lo han compli-cado en extremo. Pero hay que señalar el hechoimportantísimo de que esa crisis ha sido de-nunciada y sometida a cuidadosas consideracio-nes analíticas siempre, o casi siempre, por lospropios universitarios. Es natural : más sabe elloco en su casa que el cuerdo en la ajena. Peroes también consolador que la sociedad se lashaya con un grupo que no está satisfecho desí mismo (en la parte que de esa crisis le in-cumbe), aunque la verdad es que tampoco loestá de sus circunstancias desde hace más deun siglo.

Tal crisis fue estudiada antaño con criterioslatinos. Con criterios germánicos ahora. Enaquéllos predominaba la más o menos claraapreciación de las cosas que están... donde es-tán. En éstos resaltan las fantasías del cerebroy los jugueteos —a veces profundos— de losactuales mundos interim-es bien vestidos conlos atrayentes modos de nuestra juventud, quefrecuentemente nos obligan a los de antes a te-ner que leer tres o cuatro veces cada párrafode sus escritos para captar debidamente los pen-samientos que encierran. Las ideas se han arro-pado con más belleza ; pero adquieren en cam-bio aspectos mayormente difusos y contornos

Page 2: PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEONICA?

122

REVISTA DE EDUCACIÓN

menos definidos, con lo que, naturalmente, re-sultan en ocasiones poco comprometedoras.

En las notas que siguen se retorna cruda-mente a las realidades vulgares y al mundo in-grato y deslucido de las verdades prácticas.

Entre éstas, he aquí la primera : A pesar delos meritísimos esfuerzos desplegados durantelos últimos lustros, la Universidad está en cri-sis ; y... o sale de ella, o quedará irremediable-mente desplazada. ¡ Atención !; el desplazamien-to va ya muy adelantado. Convencidísimos, ya otra cosa.

La segunda se puede enunciar así: Tal cri-sis no radica en el concepto de la Universidadni en sus islas adyacentes. Esto está muy visto ;y sobre todo ello, bien lo sabemos, se han po-dido montar muchos juegos malabares que yano nos pueden interesar. Tal crisis radica, porfortuna, en el área de lo concreto : profesores,alumnos, planes... con todas sus exquisiteces ;con todos sus defectos.

Los CATEDRÁTICOS DE HOY

No es la pieza única de la Universidad. Peroes la más importante. Nadie debe alarmarse,empero, si decimos que, en conjunto, el esta-mento profesoral de nuestros días, siendo muybueno, se halla lejos de estar a la altura de sumisión.

Y hay que enfrentarse valerosamente con elasunto.

Digamos pronto que el problema no se puedereferir a incompetencia o incapacidad iniciales.Ya se ha dicho por gente autorizada de fueray de dentro. Se debe afirmar también, una vezmás, que las adquisiciones de la postguerra (ex-clúyasenosa unos pocos, muy pocos) han sidode primerísima calidad.

Digamos asimismo sin tardar que la cues-tión no se puede localizar en una deficienciavocacional. Es claro que nuestra juventud, siquiere vivir y prosperar, lo único que tiene quehacer, por ahora, es no dedicarse a la docen-cia; y, sin embargo. aún se acercan muchos va-lores a la cátedra. Todos, de un modo inmedia-to, por devoción pura, aunque luego se desvíen.

Entonces...Entonces la verdad desnuda es esta: el pro-

fesorado universitario no está a la altura desu misión : a), por falta de prestancia exter-na; b), por falta de dedicación. Ambas cosas sehan dicho ya de mil maneras; pero hay que sertenaces y conviene entrar en el segundo millarde ellas. Porque aún no nos hemos enteradobien.

Desde el primer punto de vista se impone uncambio radical en la alegre y generalizadacreencia de que el Catedrático es el señor dela "célebre horita". Es indudable que el Pro-fesor no puede entender que ha cumplido susdeberes con explicar la lección y dialogar unbreve rato con los alumnos. Sin embargo, eso

sólo, ejercido dignamente, exige trabajo diarioy continuado que supone mucho, mucho tiem-po ; desde luego mucho más de lo que la gentecree. Pero es que el Catedrático, además, debeconvivir intensamente con los alumnos en loslaboratorios y en las clínicas, en las salas deestudio y en los seminarios, en las visitas y enlos viajes culturales; con estancia efectiva yprolongada en la Universidad, con presenciaauténtica siempre al buen servicio de esa con-vivencia. Precisamente porque esto se hace, enmayor o menor grado, en las Facultades deCiencias, son siempre éstas las mejores entre to-das, y su profesorado el que más se libra deesa falta de respeto externo. He aquí un asun-to de nuestra casi exclusiva incumbencia si go-zásemos de la tercera de las libertades histó-ricas como gozamos de las dos primeras.

Pero también desde ese mismo punto de vistase presenta otra cuestión. El predicamento pe-riférico del Profesorado es función inmediatadel que el propio Estado, en su régimen inte-rior, le concede. Queramos o no (este es otrotema) el Profesor español es un funcionario pú-blico. Y en la jerarquización que el Estado hacepara sus servidores, el Profesorado universita-rio no ocupa el primer lugar, ni el segundo, niel tercero, ni el cuarto, ¡ ni el quinto! Es, pues,al Estado a quien incumbe decidirse en la ma-teria. ¿Cree en la Universidad como factor de-cisivo del progreso?; ¿ cree en la Universidadcomo madre de todas las minorías selectas delpaís?; ¿ piensa que la fuente es anterior al ríoy que la herramienta creadora es primordial ypreeminente con relación a lo más preeminentede cuanto sale de ella?... ¿Sí?: pues al primersitio. ¿No?: entonces no hay nada que hacer.

Desde el segundo punto de vista, Laín En-traigo, que ve el problema certeramente conmás amplios y brillantes horizontes, dice ensus consejos sobre la estrategia de la empresauniversitaria : "... mientras la primera obliga-ción terrena del universitario no sea la que leate a la Universidad, toda ambición suya serávana"; y centra con precisión la cosa en la ne-cesidad de romper su ya célebre y divulgadocírculo vicioso. El Rector de la Universidad deMadrid, más bondadoso, más templado, parecepedir a los universitarios que en esa lucha dela reciprocidad con el ambiente público y pri-vado, ante las deficiencias en la dedicación, co-miencen ellos. El comentarista, más retorcidoy más aferrado a las realidades, y sin la res-ponsabilidad del mando, no les pediría lo quesabe que no van a poder dar ; y con el mismoespíritu ingrato de ver la vida como es, tam-poco solicitaría de la sociedad ese necesariocrédito o margen de confianza que no va aotorgar de un modo inmediato. La ruptura delcírculo vicioso incumbe al Estado y sólo al Es-tado; y a él hay que pedírsela, con todos losrespetos, pero con toda decisión.

Siento aparecer una vez más como un recal-citrante lamarkiano. Pero en este punto hay

Page 3: PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEONICA?

; PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLSONICA ? 123

que hacer una clara manifestación. Mientrasel Estado, en tanto quiera ser elemento direc-tivo de la cultura superior, no admita que laclase docente universitaria ocupe el primer lu-lugar, francamente el primer lugar !, entre susfuncionarios, no podrá esperar que la Univer-sidad sea lo que debe ser. Si a lo vocacionalse uniese esa cosilla tan tonta, que por un ladoroza a la ilusión de un reconocimiento espiri-tual, y por otro a los deleznables, pero cósmi-cos principios del materialismo histórico, la se-lección natural se nos daría con la más desea-da de las precisiones.

Catedrático con tiempo, dice García Escu-dero, producirá Universidad. Catedrático contiempo y con preeminencia y reconocimiento es-tatales, la producirá mejor.

Si fuéramos sólo unos descarados, diríamos,con todo desenfado, que el problema fundamen-tal del profesorado universitario de hoy (po-dría decirse lo mismo en relación con los de-más grados) es un problema económico, tantoporque este factor es el que determina la pri-macía en la jerarquía estatal, cuanto porque esel único que puede producir la total dedicación.Pero además de ligeros en el decir, somos algoconscientes en el pensar. Y, naturalmente, haymás perspectivas en el asunto, sobre todo caraal futuro, que ni podemos ni debemos orillar.

EL PROFESORADO DE MAÑANA

El régimen legal de sedimentada elaboraciónen incuestionable y sucesivo perfeccionamien-to, que ha producido dos buenos bloques decatedráticos (el anterior y el posterior a la gue-rra de 1936-39) y un buen vivero de ellos (gru-pos de auxiliares y adjuntos), es mejor de loque muchos suponen. Pero debemos señalarlealgunos defectos que podrían ser motivación decorrelativas mejoras.

Es indudable que el sistema en vigor obstacu-lizó, en distintas épocas, cierto número de ad-quisiciones de significado valor, tanto por elmétodo mismo cuanto por la propia mecánicade las condiciones previas para penetrar en él.Si los que entraron vallan, cabe afirmar tam-bién que otros quedaron y quedan fuera, hartoindebidamente y con perjuicio para la Univer-sidad.

Es notorio, asimismo, que el sistema actualse puede calificar, en general, como un procesode intenso estudio y producción apresurada anteel gran esfuerzo inicial, no siempre seguido delos frutos sazonados que el hombre normaldebe rendir entre los treinta y cincuenta ariosde su vida, y los que, todavía más logrados, pu-diera alumbrar en la serenidad de esa segundajuventud que habríamos de situar en el dece-nio sucesivo.

Igualmente debemos advertir que ante laúnica preocupación de la sabiduría a que la re-gla mentaci(m vigente se refiere. hemos perdido

algunas veces el punto de vista importantísi-mo de que el profesor cabalga sobre el hombre.Y... un especialista, técnicamente maravilloso,montado sobre un hombre al que le falten cier-tas y determinadas condiciones básicas, acercade las cuales precisaría mucho meditar, ni pue-de ni podrá nunca interesarnos en la Universi-dad, aunque pueda interesar en otros sitios.

Frente a la primera observación, convienepensar en que el reclutamiento del futuro pro-fesorado, para su etapa superior, no debe tenersólo la vía reglamentaria, que pudiéramos de-cir normal (la enunciamos seguidamente), sinoque habría de habilitarse, además, otra que per-mitiese cosechar para la Universidad valoresde diversos grupos selectos ajenos a ella, conabsoluta despreocupación por sus títulos y eta-pas formativas, y en atención exclusiva a susfrutos. Es cierto que los preceptos legales quese han venido sucediendo en cien arios hanprevisto siempre el caso extraordinario. Peroademás de utilizarse cicateramente, los agra-ciados, muy justamente, no se han sentidocorrespondidos y satisfechos, porque su situa-ción, primariamente lisonjera y grata, no po-día tener continuación consecuente y en el gra-do normal deseable, por una parte, y convenien-te, por otra. Cuando algunos de nuestros Cate-dráticos, por ejemplo, son elegidos Magistradosdel Tribunal Supremo, quieren ser, lógicamen-te, Magistrados idénticos a los que, proceden-tes de la Carrera judicial, alcanzaron tan res-petable y eminente posición.

Respecto a la segunda deficiencia anotada, laexperiencia de muchos arios aconseja un cam-bio radical, que, en síntesis, podría esquemati-zarse así: a) Apertura de una primera selec-ción de colaboradores docentes, reclutada por eltrato directo con los postgraduados más bri-llantes de cada promoción para formar. b) UnCuerpo de profesores adjuntos de función tem-poral, debidamente retribuido, que podría fijar-se, en conjunto, un poco convencionalmente y adiscutir, en el triple del número integrante delgrupo docente superior. e) Establecimiento deun Cuerpo de profesores ordinarios permanen-tes, con disciplina propia y retribución holgadapara una vida normal, y consideración distin-guida en régimen de oposición análogo al hoyvigente en cátedras, y, por consiguiente, conespecial estimación de una producción inicialprometedora y ponderado estudio de las con-diciones pedagógicas y de la preparación espe-cífica; Cuerpo que se podría planear en la pro-porción de una mitad, en globo, del númerode adjuntos ; y d) Fijación de un grupo, másreducido, de docentes superiores, Catedráticospropiamente dichos (conservando el tradicionalnombre español), con dotaciones y atencionesmuy cuidadosamente adecuadas a tal condiciónpreeminente, seleccionados exclusivamente porsu obra científica, de un modo normal, entrelos profesores ordinarios, y de un modo excep-cional entre personalidades que, procedentes de

Page 4: PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEONICA?

Å24 REVISTA DE EDUCACIÓN

otros campos de la alta técnica y de la investi-gación, se hubieren destacado con una rele-vante producción científica. El estimulo paraalcanzar este alto magisterio universitario ha-bría de situarse, precisamente, ante la obra rea-lizada entre los treinta y cincuenta años deedad, con el juego elástico necesario para pre-venir el pequeño mundo de lo extraordinario.

En cuanto a la tercera preocupación tendría-mos que discutir mucho hasta encontrar elmodo de seleccionar el factor hombre en cadauna de las etapas. El modo, no el catálogo decualidades personales, que podríamos sinteti-zar, quizá con poco meditada apreciación, enlas siguientes : sencillez natural para evitar lacursilería ; bondad y elevada condición moralpara combatir las pasiones malas ; buen sentidopara estar siempre en la realidad y alejados delpeligro de los brotes esquizofrénicos ; conductaejemplar para constante y automático aleccio-namiento, y amplia base cultural para mayorsolidez de la especialidad. Nada, que digamos.

Todo esto requiere, en sus posibles desarrolloy adecuaciones, mucho tino y mucho estudio.También exige pensar, de un modo muy espe-cial e inmediato, en un régimen transitorio.Pero en cuanto a esto, la misma vida habríade proveer. Sería cuestión de cerrar el Escala-fón (puesto, desde luego, en el nivel que se pro-pugna) para no volverlo a abrir hasta que elnuevo estamento de profesores ordinarios (enrealidad muy cercano al de los actuales cate-dráticos) hubiera producido sus primeros fru-tos después de un plazo no menor de diez, doceo quince años. Luego de este período, el grupodel alto profesorado resultaria, quizá, numéri-camente adecuado a la pretensión enunciada.Doscientas o trescientas primerísimas figuras,por otra parte, se podrán lograr en el estadocontemporáneo de nuestra cultura. Ochocien-tas, novecientas, el millar..., ¡ qué sé yo!

No deja de ser arriesgado tratar de estasgraves cosas intuitivamente y a ojo de buencubero. Mas si las cifras (que venimos dandoporque sí) yerran, el lector debe pensar másen lo que se ha querido decir, que en lo que seha dicho.

En síntesis: la Universidad, desde el puntode vista que tratamos ahora, no mejorará conaumentar el número de catedráticos numera-rios como expresión de un magisterio de altonivel al que se pueda llegar, como hoy, en épocajuvenil. Mejorará, sí, disminuyendo mucho elestamento superior para que en él sólo tenganentrada los que hayan rendido una produccióncientífica muy estimable durante una docencianormal, prolongada en el profesorado ordina-rio de base más amplia, fundado, a su vez, engrupos docentes más numerosos de caráctertemporal.

Todo lo que no sea explotar al profesor en elperiodo de su máxima potencialidad, es y será,creemos sinceramente, tirar por la ventana ri-quezas que ya no se podrán recobrar jamás.

Con la doble heroicidad de crear y producir,cuando se sabe que ya está todo logrado, y deeludir gallardamente cantos de sirena desvia-dores de la vocación verdadera, no hay que con-tar. Las excepciones honrosisimas, precisamen-te, lo confirman.

Los ALUMNOS DE SIEMPRE

A muchos nos han salido canas sin compren-der la ilimitada y extraña bondad de esta"alma... mater" que toma plácidamente todolo que le dan.

Entendemos con claridad que la cultura pri-maria sea obligatoria para todos y que se pon-gan los medios más severos para imponerla.También nos entra bien en la cabeza que la cul-tura media se aconseje y aun se estimule para elmayor número posible de ciudadanos. Pero lacultura superior...

La cultura superior debe ser terminantemen-te proscrita para cuantos no la vayan a sabervivir, estimar y aprovechar. Eso es patrimo-nio de elegidos : y los elegidos no pueden sei-nunca numerosos. Mi maestro Moneva, de gra-ta memoria, exclamaba, indignado, cuando leíaque a cierta boda había concurrido una nume-rosa y selecta asistencia : "Numerosa y selec-ta, ¡ mentira!"

Se ha insinuado muchas veces que las puer-tas de la Universidad deberían estar abiertasde par en par, en afanes demagógicos fundadosen no sabemos qué imperiosa necesidad de apro-ximarla al pueblo. Pero la verdad es que ni aél ni a ella les conviene estar juntos, pues todolo que habrían de conseguir sería el uno noganar nada y la otra proletarizarse.

Frente a esa tendencia nosotros oponemosésta : la Universidad debe estar cerrada, a caly canto, para todos los que no merezcan per-manecer en ella. Queremos indicar, claro es,que el acceso debe ser duro y la salida fácil.

Esta tesis ofrece el aspecto de una candorosaingenuidad muy alejada de las realidades de lavida ; tan ingenua quizá como lo fué la aspira-ción de suprimir la enseñanza libre. Lo temeGarcia Escudero cuando dice : "menos estudian-tes, mejores estudiantes, formándose, bien orien-tados..., ;. se tratará necesariamente de un puroideal?" Sin embargo, se alzan ya valiosas vo-ces de alarma ponderable y plástica. "El granproblema nuestro es que la Universidad, pro-yectada para minorías, está funcionando conmasas "(Corts Grau), en un crecimiento pavo-roso que no se podría estimar como consecuen-cia de un proceso hacia la madurez, sino comouna expresión más de la crisis latente, al de-cir de Sánchez Agesta. Voces que contrastantodavía con las de quienes sienten hondas zo-zobras al pensar en los números cerrados.

Cabría, empero, acariciar el bello ideal delos que soñamos con pocas Universidades muybuenas y con no muchos estudiantes, pero de

Page 5: PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEONICA?

; PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEóNICA?

125

primera calidad, diciendo a los que se asustanante la tasa de recepción y a los que ven (congran conocimiento de la vida, ciertamente) loinútil que habla de ser enfrentarse con aludesque de todos modos nos han de arrollar... :Bien, queridos : déjennos que sólo aceptemos,para convivir en la Universidad, a los que dig-na y severamente quepan en sus aulas, en suslaboratorios, en sus clínicas, que son siemprela cuarta parte de los pretendientes y la décimade los que serán necesarios a la salida; déjen-nos que tomemos los mejores ; déjennos que alos demás, en cambio y agradecimiento, les per-mitamos que vengan a examinarse, cuando quie-ran y como quieran, unos días de junio y otrosde septiembre, con el gálibo alto o con el gá-libo bajo, y con pocas o muchas tasas; les da-remos después el titulo y todo lo que ustedesquieran ; pero, por Dios !, déjennos trabajarintensa, amorosamente, en actuación cotidianaininterrumpida, con los mejores, sólo con losmejores, para ver si alguna vez podemos sacarfuerte provecho de lo que debe representar unperíodo de verdadera y profunda formaciónuniversitaria.

Así se resolverían, quizá, muchos problemas ;de un modo principal el de la disciplina univer-sitaria, que ni se plantearía siquiera, y el delentorpecimiento, que por la misma naturalezade las cosas es fruto de las masas no estratifi-cadas; de un modo menos principal, esos otrosque, enlazados con el de una avasalladora poli-tica de la protección escolar en masa, nos ha-cen pensar en que están desapareciendo delmundo todas las familias (para quienes debe-ría ser por entero el régimen de seguridad), yen que se van a borrar, de un momento a otro,de las mismas leyes naturales, los deberes to-dos de la paternidad. Eso se andará, o no seandará ; pero permítasenos expresar nuestrainercia o resistencia al cambio.

Puede y debe suponer el discreto lector quenos repugna tanto una Universidad de seño-ritos como una de labriegos; porque lo que que-remos es una Universidad que se entregue apa-sionadamente, paternal y magistralmente pre-parada, a grupos de muchachos selectos, ven-gan de donde vengan. Eso es todo.

Ah!, se me olvidaba decir, soslayando por elmomento otros temas de este epígrafe, que mu-chos no creemos en que los genios se malogren,y menos afín si son tardíos.

ofrece hoy otra perspectiva trascendental quesu reducción a los verdaderos limites, de losque nunca debió salir.

Por lo que toca a la Licenciatura constituirásiempre una grave equivocación el plan com-plejo. Un viraje hacia los sencillos cuadros do-centes de principio de siglo, con las naturalesadecuaciones a los tiempos nuevos, seria unade las cosas más saludables con que hoy podría-mos obsequiar a nuestros alumnos para el biende su cuidada formación. No hay que estudiarmás, ni más arios, ni más asignaturas. Hay queestudiar mejor.

Es cierto que las ciencias crecen, y que susramas tienden cada día a constituir núcleosdefinidos de conocimientos que aspiran a tenersustantividad propia. Pero nótese adonde iría-mos a parar si, continuando por el camino ini-ciado por nuestra Facultad de Filosofia y Le-tras, y seguido por la de Ciencias Políticas yEconómicas y, según se afirma ahora, por laSección de Naturales, fragmentáramos en seisu ocho disciplinas (como podría hacerse) lasPatologías médica y quirúrgica, o la Terapéu-tica, o la Fisiología, el Derecho civil, el admi-nistrativo o el procesal, pongamos por ejemplo.Una concepción de mosaico romano de granlujo nos llevaría a un régimen de caperucitasde Sancho, inadecuado en un perído de forma-ción general básico, y a una ilimitada carrerade especializaciones y... acumuladas, que podríatener cierta gracia, y aun atractivos colores,si no llevase en su interior el desvío de lo que,a fin de cuentas, resulta engañoso y poco útil.

Los alumnos de Licenciatura cursan sus ca-rreras de Letras, Derecho, Medicina..., paraseguir después, con un titulo de carácter co-mún, por los diversos caminos a los que ellasconducen de un modo natural y bien prendidoen nuestros usos. Y, en tal sentido, ese periodono debería ser nunca otra cosa que la presen-tación, lo más sencilla posible, de un conjuntode conocimientos básicos y mínimos, armóni-camente planteados, sobre los que se instala-rán, o las profesiones inmediatas, mediante ci-clos de particular y ulterior adaptación (queya se dibujan como inevitables y, desgracia-damente, perdidos para nosotros por desplaza-mientos discutibles, al menos por ahora), o lasespecialidades doctorales a través de nuevasetapas docentes.

Estimamos, más que urgente, urgentísimo,una revisión radical de los planes para volvera la sencillez de las tres o cuatro asignaturasbásicas por curso, sin complementos de ningu-na clase y con total y absoluta supresión delrégimen de acumuladas, que denunciamos aquícomo impropio e inadmisible, aunque en el mo-mento actual aparezca como necesario por di-versos motivos que no son del caso.

Si los claustros, en consideración a destaca-das aptitudes y destrezas y preparaciones de susmiembros, quieren ofrecer al escolar de Licen-ciatura 'cursos complementarios, en la hip6te-

LA LUCHA POIt LOS PLANES

En tiempos fuí aspirante a especialista enplanes de estudio ; y pronto aprendí a quitarleimportancia al tema. Hoy vuelvo a dársela porla necesidad imperiosa de iniciar una violentareacción frente ;al desmedido afán de proyec-tar planes estupendos ; es decir, por la preci-sión de restablecer el principio de que el plande estudios en la empresa universitaria no

Page 6: PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEONICA?

126 FLEYIBTA DB »LAXACIÓN

sis de que sean compatibles por tiempo y mate-ria con los normales, y estos cursos tienen ca-rácter voluntario, no seré yo quien rompa lan-zas en contra. Pero seremos muchos los que,dentro y fuera de aquéllos, nos situaremos enfrente de cualquier otra posición.

Por lo que al Doctorado concierne, las cosasse presentan con caracteres totalmente distin-tos. En este respecto conviene, ciertamente, sí,y a todo trance, dejar a las Facultades en lamás absoluta libertad (aun dentro del sistemacentralista, ante cuya hipótesis se escriben es-tas líneas). Un nutrido y buen catálogo de cur-sos monográficos, en su debido ambiente, unmínimo de lo que llamamos escolaridad y unmáximo de libertad en el alumno para la elec-ción, serán tres excelentes cosas que sólo pue-den conducir a buenos resultados, sensatamen-te reunidas y discretamente armonizadas.

Las normas legales, en sus transformacionesdel siglo xx, han logrado casi totalmente estaaspiración para la etapa del Doctorado. Perose han alejado de sus bases firmes por lo queafecta a la de Licenciatura, en forma que re-quiere pronto y urgente remedio. De ese aleja-miento, hay que decirlo, no fué culpable nuncael Poder central, que de buena fe creyó acertarcon recibir los proyectos de los directamenteafectados por el problema ; los cuales, a su vez,también obraron (pues claro que sí) con la me-jor intención y con el firme deseo de propug-nar obra perdurable ; sólo que muchos creemosresueltamente que, en muy diversas cosas, nodieron siempre en el blanco.

Valdría la pena de evitar que la lucha (téc-nica) por los planes estallase con cualquier pre-texto. Todos nos disgustaríamos bastante. Y esseguro que se evitarla con un meditado retornoa los cuadros mínimos sencillos, ante los queel mundo de lo mejor y de la amable fantasíadejara paso al de lo bueno en su prosaica reali-dad. Con total y absoluto respeto para los de-rechos adquiridos, por supuesto ; pero con deci-dido propósito de no perseverar en el error.También con la preocupación de impedir quenadie pueda pensar (sería injusto quien tal hi-ciera) que se entendieran los planes para laspersonas, en lugar de las personas para losplanes.

Sobre este asunto no deberíamos plantear po-lémica detallada en alta voz ; pero, ciertamen-te, no se podría rehuir, en conciencia, si la oca-sión obligase a ello.

El problema que nos ocupa sólo puede serabordado en conjunto. Los conocimientos hu-manos forman un todo, que debe ser armónicosi se superponen bien al mundo de que son tra-sunto. Deben, pues, clasificarse nuevamente enun esfuerzo actual. Y de la clasificación que selogre para las ciencias y las técnicas habríande salir los planes de estudio ; también, natu-ralmente, la revisión de los Centros respecti-vos, cosa más ardua.

Que todo, en este ámbito de la cultura supe-

rior, quede bajo el concepto clásico de Univer-sidad, según se hace en muchos paises, o quese mantengan o se aumenten los desplazamien-tos, es una de las más importantes cuestionesque ante aquellos respectos se pueden plantear.Que algunas Facultades, Escuelas (en su caso)o Secciones puedan o no quedar como puentestendidos entre otras, subsistiendo o desapare-ciendo, es otro tema conexo de indudable tras-cendencia. Que debamos ponderar con más in-terés los estudios de ciencias y los técnicos, ycon menos los humanísticos, en atención a laexcesiva y larga tradición de éstos sobre aqué-llos en España, con la consecuencia natural denuestro retraso en los unos, sin contrapartidaexcesivamente favorable en los otros, es tam-bién asunto que con esos motivos nos debe pre-ocupar. Pero siembre habrá que pensar en pe-ríodos comunes básicos para cada grupo de co-nocimientos (Licenciaturas), conducentes a tí-tulos de carácter general, y en otros de acusadaespecialización (Doctorados), que puedan llevara títulos superiores en los que deban ser posi-bles todas las menciones que el estado actualde las ciencias y de las técnicas consientan.

Convendrá, ciertamente, oír a los docentes enla construcción de los planes. Pero la últimapalabra debe ser aconsejada, no por los espe-cialistas, sino por los polifacéticos.

UNIVERSIDAD LIBRE?

Todo lo dicho hasta ahora se refiere a proble-mas comentados desde el punto de vista de unaUniversidad, desgraciadamente administrativa.a la que intentamos salvar. Pero he aquí el lu-gar neurálgico del asunto, que se puede cen-trar con la pregunta formulada en el prefacioa estas impresiones: ¡la Universidad de Napo-león debe morir?

Algunos (pocos) pensamos que los "Estudiosgenerales" no debieron entrar jamás en la or-ganización administrativa del Estado. Y cuan-do la gente se pregunta, con cierta prevención:¡Universidad libre?, contestamos, resuelta ydecididamente: Si, si; las Universidades libres,y las primeras las del Estado. No hay en ellocontrasentido. Universidad libre es Universi-dad que se autogobierna; y el Estado es muydueño de gastar su dinero en Universidadesque se gobiernen ellas. Lo cual, por otra parte.está muy a la moda con las empresas estatalesautónomas de nuestros días.

Pero la Universidad, mal que nos pese, que-dó convertida en una rueda más del mecanis-mo público a través de los cincuenta primerosaños del pasado siglo. Y los historiadores deentonces declararon que el libre régimen secu-lar había muerto de enfermedad natural; algoasí como una arterioesclerosis, acontecida a sudebido tiempo, al filo de la vejez. Es posible,tal lo creemos unos pocos, que los males queaquejaron a la Universidad de comienzos de la

Page 7: PODEMOS AUN SALVAR LA UNIVERSIDAD NAPOLEONICA?

ENTRONQUE DE LA NNSEÑANZA PRIMARIA CON LA MEDIA. LABORAL Y TECNICA 127

centuria xix hubieran hallado remedio en laspropias libertades clásicas; otros paises supe-raron crisis análogas. Mas lo real, y a ello hayque atenerse, es que el Estado español pensó.por aquella época, en ser el salvador de nues-tros -Estudios generales" ; y los salvó hacién-dolos entrar, paulatina y delicamente, en ba-rrena.

Para nosotros, los autonomistas, esto ha sidouna suerte inicial. Tanto como para un médicopuede serio encontrarse con un bronquítico fu-mador; él sabe que impondrá alivio con sóloprohibir el tabaco. Pero el buen médico sabetambién que con los bronquios estropeados delpaciente se le ofrece un grave problema, parael que dejar de fumar es sólo comenzar modes-tamente un tratamiento dificil. Y nos aplica-mos el cuento.

Mas el asunto es tan delicado que habremosde dejarlo para mejor ocasión. En ella debería-

mos comentar, según nuestras costumbres, muybrevemente, esta tesis : cómo se podría implan-tar un régimen de prudente y viable autono-mía si se llegase a entender que los males de laUniversidad no pudieran hallar remedio en elsistema centralista actual.

No resisto, sin embargo, la tentación de an-ticipar esta profecía : Si en la contienda quese cierne sobre el mundo gana Rusia, la Uni-versidad será napoleánica; si venciese Amér.'.ca, será libre. Confieso, paladinamente, que estolo hubiero podido decir igual la chica de miportero. Pero tampoco hay que descartar la po-sibilidad de que ella y yo nos equivocáramos.Sería muy trágico que tal sucediera en la hi-pótesis segunda, porque se habría repetido, unavez más en la historia, la anécdota del conquis-tador conquistado.

Y entonces..., entonces se habría perdido tam-bién la sal de la vida.

ENTRONQUE DE LA ENSEÑANZA PRIMARIA CON LA

MEDIA, LABORAL Y TECNICA

ISIDORO SALAS PALENZUELA

No sólo en los círculos docentes, sino a lo lar-go y a lo ancho de todos los estamentos socia-les, vienen siendo frecuentes, de hace más deun año a esta parte, los comentarios, artículosperiodísticos, etc. en torno al tema de "refor-ma" en la enseñanza. Pero si se analiza, siquie-ra sea someramente, una gran mayoría de ta-les opiniones, se echa de menos con asombrolas que pudieran referirse a los fundamentospsicológicos y pedagógicos de la tal reforma ;a la intensidad o extensión de los planes de es-tudios; a la acomodación de la edad cronoló-gica con la edad intelectual; al desarrollo in-tegral del educando, etc.

Se especula demasiado con diversas teorías,y al final el educador se encuentra perplejosobre el camino a seguir. Por eso quisiera dara las consideraciones siguientes un tono obje-tivo, sencillo y concreto.

En la VIII Reunión de Estudios Pedagógi-cos del Instituto "San José de Calasanz", del

Consejo Superior de Investigaciones Científicas,tuve el honor de presentar una ponencia sobre"El tránsito de la Enseñanza Primaria a las En-señanzas medias" ; y después, en septiembre pró-ximo pasado, se celebraron en diez capitales es-pañolas cursillos de iniciación profesional parael Magisterio Primario, con cuya organizacióny dirección me honró el Ministerio.

Por Ordenes ministeriales y de la DirecciónGeneral de fecha 11 de octubre fueron creadas500 clases de Iniciación profesional y Comple-mentarias. Y el Boletín Oficial del Estado de 9de diciembre del pasado ario de 1952 publicóuna Orden ministerial disponiendo formen par-te de las respectivas Comisiones permanentesde los Patronatos Nacional, Provinciales y Lo-cales, un Inspector Central, un Inspector Pro-vincial y un Maestro de la localidad, "al ob-jeto de sincroniza r ambas ramas pedagógicas(iniciación profesional y enseñanza media y pro-fesional), teniendo en cuenta su Intima rela-ción".

* * *ISID°R0 SALAS PALENZUELA es Catedrático deEscuelas Industriales e Inspector Central Ex-traordinario de las Enseñanzas de IniciaciónProfesional. En el presente artículo estudia lasposibilidades de engarzar la Enseñanza Prima-

ria con la Media, Laboral y Técnica.

Es un hecho cierto que entre las edades de losdiez y quince años nuestros escolares puedenestar :

a) En la Enseñanza Primaria —períodos deperfeccionamiento e iniciación profesional—,