polisaturacion de violette bule vota si puedes soportarlo por jesus torrivilla

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1 Prodavinci Polisaturación, de Violette Bule: vota si puedes soportarlo; por Jesús Torrivilla Jesús Torrivilla · Saturday, December 7th, 2013 La ciudad electoral está polisaturada. Carteles centellantes, sonrisas, abrazos bonachones, palmadas, pulgares, consignas, camiones, guerra de mensajes de texto, comandos de grafiteros, decenas de correos electrónicos y de banners, griffin blanco Prodavinci - 1 / 4 - 11.04.2015

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Page 1: Polisaturacion de Violette Bule Vota Si Puedes Soportarlo Por Jesus Torrivilla

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Polisaturación, de Violette Bule: vota si puedes soportarlo;por Jesús TorrivillaJesús Torrivilla · Saturday, December 7th, 2013

La ciudad electoral está polisaturada. Carteles centellantes, sonrisas, abrazosbonachones, palmadas, pulgares, consignas, camiones, guerra de mensajes de texto,comandos de grafiteros, decenas de correos electrónicos y de banners, griffin blanco

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en los vidrios, afiches en los postes, en el suelo, en los camiones, en los carros, enmodelos de semáforo con sus escotes circunscritos por la invitación, volantes, potazosy más sonrisas precedidas por la alevosía. Todo junto, de pronto, nos remitiría a ungran aleph de la propaganda. Un depósito de antimateria, logos electorales y papelglasé desde donde se ven todas las esperanzas y todas las miserias.

Violette Bule, fotógrafa, reúne estas decenas de afiches y empapela una habitacióncon nuestro presente y pasado político reciente. Es la hidra de nuestras candidaturas,de las promesas: arrancas una y como resultado obtienes su duplicado. Un cuarto deescasa luz, amenizado por discursos políticos reproducidos en repeat y a velocidad dedespeñadero.

Esta instalación tiene por nombre Polisaturación y se encuentra exhibida en laOrganización Nelson Garrido. Una oración circunscrita por luces rojas comienzapidiendo por “Por la beca del artista”, pasando “por la indiferencia no asumida” ycerrando con “por la derecha / por la izquierda / por el retruque”. Apenas legiblesentre la oscuridad, el visitante recibe de golpe todos los colores de la historia, todoslos discursos.

Bule, cuya imagen sobre La Odalisca de Matisse, hurtada del Museo de ArteContemporáneo de Caracas, se hizo viral en las redes sociales, ahora prueba con laintervención del espacio con otro tipo de retratos: el de los políticos que han optadopor cargos públicos, con sus promesas y sus derivaciones, su fragilidad ante el graffitticiudadano. Recolectadas y exhibidas como un gran manto en las escaleras de ElCalvario, esta vez las reúne en un espacio pequeño, cubierto hasta el techo de afichesy propagandas.

***

La polisaturación nos atenaza. El afiche, la propaganda, últimamente está más reñidocontra el hastío que contra el aburrimiento. Pero todavía vale hacerse preguntas.Desde que los profetas de las postmodernidad empezaron a hablar de la crisis de lospartidos políticos, de la urgencia de nuevos actores y de la pereza ontológica de losjóvenes ante la política, siguen resonando dudas. “¿Qué hago con mi voto? ¿Qué hagosi todas esas artimañas me dan una rabia incomprensible?”.

David Foster Wallace afirma con seguridad que es muy difícil preguntarse por eldesinterés de los jóvenes votantes por la política. El aburrimiento en sí mismo haceque el cuestionamiento prescriba: el solo hecho del sentimiento es suficiente. No se lepuede pedir a alguien que piense en su aburrimiento, asegura.

Foster Wallace no se habría hecho el cronista de la tristeza si su reflexión no seprecipitara rápidamente hacia el dolor. Por eso se responde: “La razón más probablepor la que a tantos de nosotros nos importa tan poco la política es que los políticoscontemporáneos nos entristecen, nos hieren en maneras que son tan difíciles denombrar, que mucho menos podemoshablar sobre ellas. Es mucho más fácil voltearojos y que te sepa a mierda”.

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Esa desazón electoral es su diagnóstico en una crónica encargada por la revistaRolling Stone sobre la campaña presidencial de Estados Unidos en año 2000. Leemossobre un país que todavía no había vivido el mayor ataque terrorista de la historia, queno había despertado un desafuero nacionalista por la guerra. A Foster Wallace leasignaron un puesto en el “Straighttalkexpress”, el autobús de John McCain,candidato republicano, que para esos años, según el cronista, irrumpió con un edge que encantó a miles de norteamericanos. Una especie de carismática franqueza querompía con el estereotipo del político-patiquín, característica que resonó de unamanera especial en los jóvenes. Todo movido por una narrativa: la historia de McCaincomo héroe de guerra en Vietnam.

Foster Wallace se hace invisible entre los periodistas de la fuente, técnicos decámaras, medios y barahúnda. Y entrega un texto complejo y extenso que bien podríahaber llenado todas las páginas de la Rolling Stone, sin pauta publicitaria que pagarala tinta. Pero, reeditada, y presentada al lector contemporáneo, la atemporalidad desus cavilaciones entrompa con la cadencia de su lucidez triste.

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Los partidos no son tontos, dice con resignada seguridad. El aburrimiento y el ascoque atraen al sofá es un voto según Foster Wallace, una opción por afianzar elestablishment. Dice que a ese estatus quo:“les interesa mantenerlos a ustedesasqueados y aburridos y cínicos y darles cualquier razón psicológica posible paraquedarse en casa…”. Sin una palabra de teoría política, de patrioterismo. Sin nisiquiera consideración alguna por la épica slacker, que bien podría. Le habla alofendido, al indignado con un discurso tan simple que tendría que haber sido diseñadopor Maeda: “Y por supuesto, quédense en casa si quieren, pero no se engañenpensando que no están votando. En realidad, el no votar no existe: uno vota o bienyendo a votar, o bien quedándose en casa y multiplicando tácitamente por dos el valorde un voto del ala dura [de los Republicanos]”.

***

En el camino por la ciudad polisaturada del corneteo propagandístico, de pie o enmovimiento se ven los carteles. Detrás de cada uno está la promesa de una historia.Ésa es toda la apuesta que hace Foster Wallace en su crónica: acepta deslumbrarsepor el discurso de un político que se simula a sí mismo con la convención máspoderosa de todas, que activa la fe: el pacto ficcional.

En los resquicios de ese acuerdo nadie deja de mencionar el regreso al voto como laapuesta de una historia que se pueda volver a creer.

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