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Universidad Nacional Autónoma de MéxicoFacultad de Filosofía y LetrasColegio de Letras Hispánicas
Cristina Lara Aguilar Lit. Mex. Prehispánica307070410 Semestre 2011-2
La muerte y las aventuras de Hunahpú e Ixbalanqué
La muerte, desde la antigüedad, formó parte de la cultura y las tradiciones entre los
diferentes pueblos del mundo. Actualmente, sus causas se relacionan con la Biología en un
proceso cíclico de transformación de la energía. Para las culturas antiguas, esto no era así al
cien por ciento, desde luego que representaba un periodo, pero podía ser el final o la
reformación de esta. En la mayoría de los pueblos de Mesoamérica, consistía en un
“tránsito a otro estado”1, pero de un tipo de vida a otro.
El hecho de que la muerte se convierte en vida no resulta tan ilógico hoy en día luego
de la clase de ciencias naturales –en la primaria– cuando se explica la cadena alimenticia de
suerte que comprendemos la muerte desde un nuevo significado: ‘el cadáver alimenta a la
tierra que a su vez es fuente de alimento para hombres y bestias’. Todo es un perfecto
equilibrio que la madre naturaleza dispuso desde el comienzo de los tiempos para que la
humanidad sobreviviera.
Antes que la humanidad y el mundo existiera tal y como lo conocemos fue necesario
un principio creador, algo que diera sentido a la realidad: el mito de la creación. En todos
ellos el héroe –en el caso del Popol Vuh, dos– se sacrifica para garantizar la supervivencia
de los hombres. Ellos en recompensa darán su vida en agradecimiento a tan noble y
desinteresada acción, al hacerlo podrán “renacer en el cielo”2.
El propósito de este trabajo es mostrar la importancia de la muerte como originadora
de vida en el relato quiché, haciendo hincapié, desde luego, en Hunahpú, Ixbalanqué sin
olvidar a su padre, a pesar de que su muerte no fue sacrificio per sé, si fue capaz de generar
vida a través de ella. Comenzando con éste último –cuyo nombre es Hun Hunahpú–, y su
hermano, Vacub Hunahpú se enfrentaron a los señores del Xibalbá luego que los Camé se
1 Alberto Lhuillier. Costumbres funerarias de los antiguos mayas. Pp512 Robert Sharer. La civilización maya. Pp500
1
molestaron con el ruido sobre sus cabezas provocado por su juego de pelot. Los retos
tramposos tenían la finalidad de acabar con aquellos que mermaron la paz en el inframundo
e interrumpieron a sus gobernantes mientras (sorprendentemente) realizaban actividades
que se asocian a los vivos, como el juego de pelota, tejer o reír.
Como la organización era similar en el subsuelo, su condición de Señores del reino de
los muertos los hacía acreedores de un numeroso séquito, cuya función sería la de traer
calamidades a los humanos. Además, necesitaban de mensajeros, los búhos o tacur; quienes
en este momento no tendrán más participación que transmitir a los hermanos Hunahpú el
deseo sus amos de que desciendan al Xibalbá. Mercedes de la Garza los llama “aves del
lado nocturno de la vida”3 y les concede este nombre porque el astro principal –el sol– al
terminar su ciclo sobre la tierra deberá descender al inframundo para combatir contra los
Camé.
Al no resultar victoriosos en tan duras pruebas, y “pese a su condición sobrenatural”4,
Hun Hunahpú y Vacub Hunahpú fueron asesinados. Así queda asentado que la muerte
“alcanzaba también a los seres divinos […] e incluso […] la misma muerte” 5 y al vencerla
(al final del relato, por ahora ha ganado una batalla), nace la posibilidad de renacer. Pero
para mantener esta condición, era necesario renovar el acto periódicamente, recreando la
misma escena una y otra vez con lo cual nacen también los ritos.
Muertos y se enterrados los hermanos la victoria era para los malvados dioses del
inframundo, excepto que no habían terminado por completo con uno de ellos en el
momento que decidieron no enterrar una parte de él: la cabeza de Hun Hunahpú, que se
colocó en el árbol infértil, y del cual nacieron supuestos frutos, resultaron ser calaveras.
Pero el rumor fue suficiente para atraer la curiosidad de una joven, Xquic, hija de uno de los
dioses de la muerte y gracias a la cual se puso continuar con el relato.
Al “milagro” de los frutos siguió por fin vida: la fertilización de la doncella Xquic, la
madre de los héroes gemelos, gracias a un “chisguete de saliva”6 que la cabeza escupió
sobre su palma, entonces dice “en mi saliva y mi baba te he dado mi descendencia […] así
3 Mercedes De la Garza. Aves sagradas de los mayas, pp814 Luhillier. Opcit, Pp525 Ibid. Pp496 Popol Wuj. Editorial Porrúa, pp44
2
es también la naturaleza de los hijos […] su condición no se pierde cuando se van, sino se
hereda […] la dejan a sus hijas y a los hijos que engendran”7 añadiendo el aditivo de que
las características de los padres pasan de generación en generación, no morirán a menos
que la vida deje de existir.
De gran importancia resultó el traslado de la cultura de los ancianos a los jóvenes,
comenzando con el mito de la creación y las aventuras de los hermanos, las circunstancias
de su nacimiento y las de su ascenso a divinidades. Todo era transmitido oralmente, por lo
cual era tan conocido entonces como lo es hoy la canción de “las mañanitas”. Así se
garantizaba la permanencia del mito y el rito, y con ellas de la propia humanidad.
En resumen hasta ahora, el mito de la creación –en todos los pueblos– explica las
razones del funcionamiento del mundo, su realidad. En los pueblos prehispánicos en
general, funciona de la siguiente manera: se nace y vive, solo para “morir” y viajar al
inframundo donde habrá un enfrentamiento contra los dioses que lo rigen, en busca de
renacer, tal y “como lo hicieron los Héroes Gemelos8”, los futuros Sol y Luna , en el caso
de los mayas (tema que desarrollaré a continuación). Para llegar tan alto, fue necesario
“sufrir cruel pasión antes de lograr su inmortalidad”9 inmortalidad a medias porque la lucha
contra “las fuerzas del mal” deben combatirse todos los días, con el propósito de que el
equilibrio se mantenga.
Cuando el padre de Xquic se entera del embarazo de su hija, la manda matar con sus
mensajeros. Los búhos aparecen nuevamente para desempeñar un papel fundamental y por
ello serán recompensados: deciden ayudar a la doncella a escapar y “engañan a su padre
presentándole un falso corazón”10, luego huirán a la tierra y se convertirán en sus
servidores. Esta relación entre el inframundo y lo celeste ya había quedado de manifiesto al
mencionar dos de sus nombres: Huracán Tucur –Huracán es el Corazón del Cielo– y
Caquix Tucur o búho guacamaya –ésta ave representa la epifanía solar de acuerdo con
Mercedes de la Garza (opcit) –.
7 Popol Vuh. Fondo de Cultura Económica, pp598 Sharer. La civilización maya. Pp5009 Lhuillier. Costumbres funerarias. Pp5410 De la Garza. Opcit, pp95
3
Ella va a vivir con su “suegra” y dará a luz a Hunahpú e Ixbalanqué, quienes tendrán
que sortear algunas pruebas previas a la lucha contra los señores del inframundo: matar a
Wukub K’aquix y a sus dos hijos, Cab Rakán y Zipacná a base de engaños debido a su
comportamiento soberbio, algo nada digno. El segundo hijo será de mayor importancia
hacia el final del relato. Al padre, en cuanto le quitaron la presencia de Señor –dientes,
muelas y adornos de plata– murió; a los otros dos, los enterraron. El simbolismo de
enterrar algo es que se vuelve alimento para la tierra además, los agujeros eran las puertas
hacia el Xibalbá.
Ahora, los siguientes en su lista serán los señores del inframundo, solo que los
hermanos –a diferencia de su padre y tío– se prepararán para garantizar la victoria y no solo
vengar la jugarreta hacia sus familiares, también garantizarán la paz para los hombres –eran
atormentados por los dioses infra terrestres y eso no les pareció justo a Hunahpú e
Ixbalanqué–. Nuevamente sería el ruido del juego de pelota el motivo para ser llamados
ante los Camé y sometidos a las mismas pruebas que, con un poco de ayuda, lograron
aprobar sin dificultades, o al menos esto pensaban hasta que a Hunahpú le cercenó la
cabeza un murciélago. Después de arreglarlo, volvió a la vida solo para enterarse “que los
señores iban a matarlos quemándolos en una hoguera, por lo que […] se arrojaron al fuego
y así murieron los gemelos. Pero habían tomado precauciones y prepararon su
resurrección”11.
Antes de que fueran sorprendidos por la muerte, decidieron sorprenderla primero.
Para lograrlo era necesario hacerle creer que había ganado –así como Hun Hunahpú lo hizo
sin querer– para que se confiara y bajara sus defensas. Cuando burlaron a la muerte, se dio
el primer paso para vencerla, el segundo fue matar al propio dios (tal y como cité en el
apartado cinco, que “alcanzaba, incluso, a la muerte misma”).
No conformes con engañarla una vez, vuelven a hacerlo –resucitaron y volvieron al
Xibalbá en busca de venganza– con un falso truco mágico que consistió en matar y
resucitar cosas. Los dioses principales deciden participar y mueren de verdad. Su séquito se
asusta y pide misericordia, los hermanos deciden perdonarles la vida pero será rebajada su
condición y se les privará del juego de pelota. Los hermanos obtienen la victoria definitiva
11 Lhuillier. Opcit, pp55
4
y como recompensa, serán elevados al cielo y “al uno le tocó el sol y al otro la luna.
Entonces se iluminó la bóveda del cielo y la faz de la tierra. Y ellos moran en el cielo” 12 y
con ellos cuatrocientos muchachos que serán las estrellas. A ellos los asesinó Zipacná y su
nueva calidad de astros fue la recompensa a su suerte.
La paz llegó para los hombres, al igual que la luz.
En estas aventuras –no hay que olvidar la del padre y tío– la muerte no es dejar un
cuerpo inerte y putrefacto. Representa alimento para la tierra y de ella viven los hombres;
además, trascendencia porque, recordemos, no era más que “la aniquilación definitiva, sino
[un] transito a otro estado”13 que mientras se estructuraba en el mito de la creación, daba
origen a las cosas tal cual las conocemos, justificando así que los búhos sean un mal
agüero, que el juego de pelota sea sagrado, que el sol amanezca bañado en rastros de la
batalla que tuvo en el Xibakbá, y la relación entre el inframundo y el cielo.
Estos símbolos nacieron durante las aventuras de Hubahpú e Ixbalanqué. Desde
luego, en el resto del Popol Vuh hay muchos más, pero los que me parecieron más
importantes fueron estos.
Bibliografía
De la Garza, Mercedes. Aves sagradas de los mayas. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y letras, Centro de Estudios Mesoamericanos-Instituto de Investigaciones Filológicas, 1995.
Lhuillier, Alberto. Costumbres funerarias de los antiguos mayas. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1968.
Sharer, Robert J. La civilización maya. México: Fondo de Cultura Económica, 1998.
Popol Vuh, las antiguas historias del Quiché, traducidas del texto original con introducción y notas por Adrián Recinos. México: Fondo de Cultura Económica, 2000.
Popol Wuj, advertencia, versión y vocabulario de Albertina Saravia E. México: Porrúa, 2001.
12 Popol Vuh. Fondo de Cultura Económica, pp10213 Lhuillier. Opcit, pp51
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