razon mito y pensamiento revolucionario

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La crítica de la razón ha devenido un empeño funda-mental del pensamiento desde el último cuarto delsiglo XVIII. A partir de la publicación por I. Kant en1781 de la Crítica de la razón pura, la filosofía se bi-furcó en su desarrollo posterior en dos líneas que sehan distanciado cada vez más: una que renunció a las«tareas fuertes» y se dedicó a la especulación sobre lasubjetividad abstracta o se refugió en labores de poli-cía metodológico.

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    LIBROS

    JORGE LUIS ACANDA

    Razn, mito ypensamientorevolucionario*

    La crtica de la razn ha devenido un empeo funda-mental del pensamiento desde el ltimo cuarto delsiglo XVIII. A partir de la publicacin por I. Kant en1781 de la Crtica de la razn pura, la filosofa se bi-furc en su desarrollo posterior en dos lneas que sehan distanciado cada vez ms: una que renunci a lastareas fuertes y se dedic a la especulacin sobre lasubjetividad abstracta o se refugi en labores de poli-ca metodolgico, y otra interesada en captar la lgicade los procesos histricos con vistas a establecer cri-terios objetivos para la evaluacin de los mismos ycontribuir a la articulacin de formas de actividad quesuperen las patologas de la sociedad. Es esta lnea laque se ha designado a s misma como teora crtica.

    Aclaro los conceptos de crtica y razn. A di-ferencia del lenguaje cotidiano, en filosofa el trminocrtica no designa negacin o rechazo, sino anlisis de

    las condiciones de posibilidad. Esun ejercicio intelectual que inten-ta develar las estructuras objeti-vas que condicionan la actividadhumana y marcan sus lmites. Larazn se entiende como la capa-cidad del ser humano de captarlas regularidades que rigen eldesarrollo tanto de los procesossingulares como de la realidad.La razn es una facultad del serhumano no solo porque l est

    dotado para ello, sino tambin porque la realidad esracional. Es decir, est regida por leyes, y en ella existela racionalidad. Para el pensamiento crtico, la racio-nalidad objetiva condiciona a la razn humana. Crtica,razn y racionalidad son tres conceptos orgnicamenteimbricados.

    Pronto se comprendi que no existe una sola ra-zn, sino distintos modos de pensar el mundo y lasrelaciones que los hombres establecen entre s y conaquel. Marx demostr cmo la racionalidad inherenteal sistema capitalista condiciona la produccin de unarazn positivista y determinista que se expresa en laspretensas ciencias sociales particulares, y tom a laeconoma poltica como su expresin paradigmtica.Su crtica de la economa poltica marc el inicio deun pensamiento comunista de nuevo tipo. El caminoabierto fue continuado por otros pensadores. As, porsolo mencionar algunos, Max Horkheimer emprendila crtica de la razn instrumental, Jean Paul Sartre lacrtica de la razn dialctica, Peter Sloterdijk la crticade la razn cnica, y ms recientemente, Christine Buci-

    * Franz Hinkelammert: Hacia una crtica de la razn mtica. Ellaberinto de la modernidad: materiales para la discusin, SanJos de Costa Rica, Editorial Arlekn, 2007.

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    Glucksmann present los resultados de su crtica dela razn barroca.1

    Qu importancia tiene realizar la crtica de los di-ferentes modos socialmente establecidos de pensar,es decir, de los diferentes modos de existencia de larazn? No basta solo con sealar el carcter positivo onegativo de cada uno de ellos, de aceptarlo o recha-zarlo. Es preciso revelar las condiciones objetivas queprovocan su existencia, sealar sus causas no solo enla voluntad e intereses de un grupo social, o en la igno-rancia de las personas, sino en las caractersticas es-pecficas del entramado de relaciones sociales y deciertas formas de actividad social. Constituye por lotanto no solo un momento imprescindible del pensa-miento revolucionario, sino definitorio del mismo.

    El ms reciente aporte en este empeo lo constituyeel libro Hacia una crtica de la razn mtica. El labe-rinto de la modernidad: materiales para la discusinescrito por Franz Hinkelammert. No es Hinkelammertun autor desconocido por el lector cubano. Hace po-cos aos la Editorial Caminos public, bajo el ttulo deEnsayos, algunos de sus ms significativos textos, yen 2007 esta editorial y la de Ciencias Sociales publi-caron El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimi-do, obra que obtuvo el Premio Libertador al Pensa-miento Crtico de 2006, otorgado por el Ministerio deCultura de Venezuela. Afincado desde principios de ladcada del 60 en la Amrica Latina, este telogo y fil-sofo de origen alemn ha devenido una referencia im-prescindible para el pensamiento social de nuestroContinente.

    No es la primera vez que Hinkelammert se muevepor esta lnea de pensamiento. En 1984 present sucrtica de la razn utpica.2 Este libro no ha sido publi-

    cado en Cuba, y ha alcanzado entre nosotros escasadifusin, lo cual es de lamentar, pues el conocimientode sus tesis principales nos hubiera permitido encau-zar de una manera ms fructfera la discusin en tor-no al tema de la utopa y evitar posiciones unilateralesen la misma. Es evidente que existe un nexo orgnicoentre aquel libro de 1984 y el de 2007, pero no dispon-go de espacio para tratar este tema. Me limitar, por laimportancia que creo que tienen, a resear algunos delos resultados principales obtenidos por el autor en sucrtica a la razn mtica.

    Por qu se ocupa Hinkelammert ahora del mito? Lamodernidad, partiendo de su imaginario propio, se hapresentado a s misma como la exclusin del mito. Ensu origen, al enfrentarse con el viejo orden feudal, seplante luchar contra el mito al entenderlo tan solo comoexpresin de desconocimiento e impotencia. Era el pen-samiento mtico el que legitimaba aquel orden basadoen el despotismo y la injusticia, y sera el despliegue dela razn el que permitira disipar las brumas de la igno-rancia y de la opresin. La modernidad present comosu principio legitimador la idea del ser humano como su-jeto portador de derechos y dignidad, independiente-mente de su raza, etnia, religin o grupo social. La ex-pansin de la razn permitira liberar al ser humano de susubordinacin a otros hombres y a las fuerzas de la natu-raleza. Desencantamiento3 y racionalizacin de la reali-dad seran las herramientas para alcanzar el paraso so-bre la tierra. Pero la racionalizacin que se expandi, acaballo de la difusin de las relaciones sociales capita-listas, lejos de abrir las puertas a la realizacin de losindividuos y sus derechos, los encerr en una frreajaula que los convirti en simples instrumentos, piececitasen el funcionamiento de una maquinaria cuya finalidadno solo escapa a su comprensin, sino que les es total-mente ajena y hostil. La racionalidad instrumental, inhe-rente al capitalismo, rechaza toda reflexin sobre losfines y fundamenta una tica utilitarista que promueve ycondona la destruccin de los lazos de comunidad.

    La modernidad no logr cumplir sus promesas huma-nistas. Y el pensamiento mtico, lejos de desaparecer,

    1 Vase Max Horkheimer: Crtica de la razn instrumental,Madrid, Trotta, 2002 [1947]; Jean Paul Sartre: Critica de larazn dialctica, Buenos Aires, Losada, 1963 [1960]; PeterSloterdijk: Crtica de la razn cnica, Madrid, Taurus, 1989[1983]; Christine Buci-Glucksmann: Baroque Reason. TheAestetics of Modernity, Londres, Sage, 1994.

    2 Franz Hinkelammert: Crtica de la razn utpica, San Jos deCosta Rica, Editorial DEI, 1984. 3 Desmagizacin es la expresin utilizada por Hinkelammert.

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    contina existiendo. Ante ello, dos posiciones afloraroncon fuerza en el pensamiento social. Una, la de las asllamadas filosofas de la posmodernidad, que de-cretaron la muerte de la modernidad y el rechazo atodo discurso sustantivo y redentor, y a la razn misma.Otra, absolutiz el valor del mito como nico instru-mento para la oposicin a la globalizacin capitalista, ysin darse cuenta tambin renunci al valor del pensa-miento racional. Razn, modernidad y capitalismo fue-ron identificados absolutamente, y rechazados.

    Frente a estas visiones unilaterales, Hinkelammertse inscribe en otra lnea interpretativa que proponeentender a la modernidad en su complejidad y contra-dictoriedad. La motivacin principal del libro que aquse resea consiste en responder a la pregunta de porqu la modernidad no ha podido cumplir sus prome-sas. No lo logr ni su modelo liberal, que proclama lacentralidad del libre mercado, ni tampoco el modelodesplegado en los pases del campo socialista, queabsolutiz el papel del Estado y de la planificacin eco-nmica total.

    Hinkelammert no rechaza las promesas de la mo-dernidad, sino que reafirma su validez. Compara a lamodernidad con un laberinto: estamos en l, y solo enl podremos encontrar la ruta que nos permitir salirde sus frustraciones y propiciar la realizacin del serhumano. Y seala un instrumento para ello: la crticade la razn mtica. Rechaza la tesis sobre el carcterexcluyente de modernidad y mito, y presenta dos ar-gumentos para ello. En primer lugar, destaca que todoindividuo, enfrentado a la finitud de su existencia, tie-ne que preguntarse por el sentido de la realidad, comomomento imprescindible para responderse a la pre-gunta sobre el sentido de su vida. Si la racionalidadinstrumental excluye esa preocupacin, entonces el serhumano tiene que volverse al mito. En segundo lugar,afirma que la modernidad genera sus propios mitos. Esuna tesis muy interesante, por cuanto con ella contes-ta una de las ideas fundamentales de Max Weber, in-dudablemente uno de los principales idelogos del li-beralismo. La racionalidad instrumental, predominanteen el capitalismo, se ocupa solo de la relacin medios/fines, y rechaza la reflexin sobre estos ltimos por

    considerarla carente de objetividad y, con ello, de cien-tificidad. Pero Hinkelammert demuestra que la propiaracionalidad instrumental necesita de la produccin demito, porque la nica forma de legitimar los medios essi previamente se legitiman los fines. Y para ello tieneque acudir al mito. Se producen as nuevos mitos, queintentan divinizar ciertas instancias como lmites detoda reflexin viable: el mercado y el Estado. A estosdos mitos, se aade un tercero: el mito del progreso,que Hinkelammert entiende como la idea de que la acu-mulacin de descubrimientos cientficos e innovacio-nes tecnolgicas proporciona la llave para alcanzar lameta aorada de una sociedad perfecta, en la que to-dos seremos ms felices.

    El propio ideal socialista, y los distintos modelos enlos que se plasm el intento de su realizacin, repro-dujeron estos mitos de la modernidad, especialmentelos dos ltimos. La diosificacin4 del Estado y delprogreso cientfico-tcnico marc tambin a los so-cialismo histricos. En definitiva, el socialismo naceen el contexto del sistema capitalista, y los condicio-namientos objetivos de aquel son tambin los de este.Hasta aqu, Hinkelammert se ha movido en el campode la sociologa tradicional, concebida como cienciasocial particular, para explicar las races materiales delas formas ideales que han presidido tanto el desplie-gue del capitalismo como los intentos de construccindel socialismo. Pero precisamente por colocarse en lalnea del pensamiento crtico, l comprende que no esun saber parcial (ni la suma mecnica de ellos) quienva a permitir encontrar el hilo de Ariadna que nos guepor el laberinto de la modernidad. Develar los condi-cionamientos que han conducido al naufragio de to-dos los empeos liberadores es solo una parte de latarea. Sealar los antdotos que permitirn superarloses la otra. Y para ello al autor de este libro acude a otrotipo de reflexin, que hunde sus races en la filosofa yla teologa. Muchas veces estas dos formas de apro-piacin espiritual de la realidad se han presentado comoantitticas. Pero Hinkelammert acude no a cualquierteologa, sino a aquella que entiende al ser humano

    4 Expresin utilizada por Hinkelammert.

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    5 Para la cita exacta vase Nico Naldini: Pier Paolo Pasolini,Barcelona, Circe, 1992, p. 350.

    como esencia genrica, como instancia que se realizaen sus relaciones con otros seres humanos, como unYo que solamente se encuentra a s mismo en sus re-laciones con el T (Feuerbach dixit). Y dedica unaparte sustancial de este libro a la reflexin sobre lacuestin de la trascendencia.

    No es el tema de la trascendencia algo que podamosdejar relegado solo a reflexiones especulativas o msti-cas. Est en la esencia misma de la problemtica libera-dora, al igual que del problema existencial que todo indi-viduo tiene que enfrentar (el de la pregunta sobre elsentido de su vida). Para la teologa de la liberacin, dela que Hinkelammert es uno de sus mximos exponen-tes, el concepto de trascendencia no identifica exclusi-vamente una esencia divina extramundana, independienteal ser humano, sino que designa la existencia de un sis-tema de valores y representaciones que existen inde-pendientemente de cada individuo, pero que solo exis-ten por y a travs de las relaciones que los individuosestablecen entre s. Cuando hablamos de la dignidad, dela justicia, de la patria, del honor, de la libertad, comocuando hablamos de Dios o de lo sagrado, nos estamosrefiriendo a instancias trascendentes, porque no se ago-tan en el individuo. Recogiendo toda una herencia teri-ca anterior (Kant, Hegel, Feuerbach, entre otros) la teo-loga de la liberacin afirma la imposibilidad de pensaresa trascendencia como ajena al ser humano. He ah untema de reflexin que las ciencias sociales particularesno pueden siquiera entrever. Este libro destaca, muyacertadamente, su importancia para el pensamiento y laaccin revolucionarios.

    La idea fundante de la modernidad fue precisamen-te la del valor del individuo, la idea del carcter esen-cial de los derechos humanos. Ese ideal fue construi-do inicialmente por la burguesa revolucionaria, y nopoda menos que ser heredado por el pensamientocomunista. En una de sus partes ms importantes, laobra aqu reseada revela el origen de esa idea en elmito fundante del cristianismo: el mito del Dios que sehizo hombre. La humanizacin de Dios constituye ele-mento especfico de la religin cristiana, y tuvo ysigue teniendo un carcter fuertemente subversivo.La trascendencia se coloc en el individuo, y no fuera

    de l. La salvacin no estaba colocada en un horizontelejano, externo al hombre. No constitua ya un reinocolocado en un mas all, situado fuera de este mundo(o como lo entendi la vulgata marxista, ms all de lahistoria), sino en cada individuo. En su dolor y su tris-teza, en su alegra y su felicidad. El hombre no podaseguir considerndose como instrumento (ni de la vo-luntad divina ni de la inexorable marcha de la ruedade la historia), sino como una finalidad en s mismo.Es a esto a lo que Hinkelammert le ha llamado la re-belin del sujeto: la revuelta del individuo, harto deser ignorado en su carnalidad y su finitud. El mitocristiano fundante tiene un carcter tan fuertemente sub-versivo, que la propia Iglesia que se construy sobreella, empeada en hacerse y mantenerse poder, se haencargado de coartarlo. El pensamiento burgus revo-lucionario del Renacimiento y la Ilustracin lo retom.Pero implant una interpretacin abstracta del sujeto:identific al ser humano solo con el propietario burgusmasculino. Volvi a colocar la trascendencia fuera delindividuo. La sociedad del mercado libre y el Estadocomo instancia garante del orden necesario para ellofueron presentados como instancias a alcanzar, comoun punto de llegada. No poda ser de otra manera, por laesencia misma del orden social que se propugnaba. Peroeste olvido del mito cristiano fundante situado en el ori-gen de todo pensamiento salvfico, ha estado presentetambin en el socialismo histrico. Al revivir el mito delprogreso cientfico-tcnico y el de la centralidaddel Estado, el comunismo se pens no como un proce-so, sino como una meta a alcanzar, un lugar al quehaba que llegar, no importaba cul fuera el precio apagar. La concrecin del ser humano volvi a ser des-deada, y una vez ms la trascendencia (ahorasecularizada en forma de modelo social perfecto) fuecolocada ms all del ser humano. El socialismo hist-rico no pudo vencer la prueba de la historia. A muchasde sus principales figuras se les puede aplicar el mis-mo reproche que Pier Paolo Pasolini le hiciera a SanPablo: pudiendo haber creado una religin, se conten-taron con fundar una iglesia.5

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    En alguna ocasin he escrito que Hinkelammert esde esos autores que, por la riqueza y complejidad desu pensamiento y para desespero de catalogadores debiblioteca y aduaneros del saber, se resisten a ser en-cajonados en alguna de las clasificaciones al uso. LaCrtica de la razn mtica presenta una reflexin quedemuestra una posibilidad cierta de la mutua hibrida-cin entre teologa y filosofa. Como su mismo autorseala, sus tesis pueden ser aceptadas incluso por aque-llos que no creen en la existencia de Dios. Y si un textode esta naturaleza tiene una indudable utilidad en nues-tro Continente, no la tiene menos para Cuba. Este ve-rano del ao 2008 ha estado marcado por la urgenciade repensar nuestro socialismo. Pero adems, el cam-po religioso cubano espacio necesario en y para estareflexin est atravesado por tendencias muy dismi-les, muchas de las cuales repiten lo peor de aquellasteologas que olvidaron que su Dios es uno que re-conoce que el ser humano es el ser supremo para el serhumano. Para el autor de este libro, esa fe antropol-gica constituyente es la que da su soporte al pensa-miento crtico, y es la que permite encontrar no ya uncampo de dilogo entre personas con creencias religio-sas y personas que no la tienen, sino un sitio de en-cuentro y fusin para todos aquellos que quieren salvara la humanidad de su desaparicin. Ojal sirvan estaslneas para propiciar su publicacin en nuestro pas.

    LUIS LVAREZ LVAREZ

    Beatriz Maggi: paraescuchar los silenciosen pugna

    En Problemtica de la actual novela latinoamerica-na, Alejo Carpentier perfil, con agudeza caracte-rstica, uno de los rasgos distintivos de nuestra cultu-ra, mestiza en un sentido tan esencial. Me refiero aldistintivo multifacetismo y la voluntad integradora dela cultura de la Amrica Latina. Afirmaba Carpentieren dicho ensayo:

    Charles Pguy se jact, en cierta ocasin, de nohaber ledo jams a un autor que no fuese francs.Poda decirlo Charles Pguy: la literatura francesabasta para alimentar, con una aportacin de siglos,a quien quiera permanecer en su rbita sin salir deella. Pero la posicin del hombre latinoamericanole veda semejante exclusivismo intelectual.1

    Esto equivale a proclamar que la inextricable mezclaamericana no es un accidente de pigmentacin o defisonoma de la comunicacin por la cultura: antes bien,se trata de una estructura profunda de nuestro deveniren tanto regin humana. Ello significa que, en buenascuentas, aunque lo latinoamericano no se reduce a loeuropeo, esta raz, en clara ley de Pero Grullo, tampocopuede serle mecnicamente amputada, pues se trata, enefecto, de una esencia radical, enclavada en nutrimen-tos que modelan, para siempre, el telurismo con que ellatinoamericano se asoma. Una y otra vez, mentes aler-

    * Beatriz Maggi: Antologa de ensayos, de prxima aparicinpor la Editorial Letras Cubanas.

    1 Alejo Carpentier: Ensayos, La Habana, Editorial Letras Cu-banas, 1984, pp. 20-21. Re

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    tas en nuestros pases han se-alado ese carcter de entra-a. Ms all de cualquier re-flexin terica, el devenirestricto de la creacin intelec-tual en Amrica ha venidoconstatando ese carcter deentidad con mltiples racesde mayor y menor penetra-cin, las cuales han tenido, alo largo de los siglos de gesta-cin iberoamericana, resonan-

    cias semnticas plurales (por lo de conexin nutricia alhumus cultural, por lo de concepto fundamental, perotambin por su sesgo democrtico tajante a lo largo delas ms diversas pocas), incluso durante el fragor de laConquista, en que las Cartas de relacin de Corts fue-ron escritas, a la vez, con una mano que tanteaba, conazoro y apetito, los esplendores aztecas, mientras con laotra apuntaba hacia una tosca, pero perceptible, gallar-da renacentista. Esta tendencia a la integracin, lejos deencharcarse en un estril ensimismamiento centrpetoparalelo del narcisismo estril de que se jactaba el P-guy aludido por Carpentier, no ha hecho sino afirmar-se en Amrica con el paso de los siglos.

    As, en 1874, un latinoamericano en plena juventud,y con aos ya de compromiso poltico con la indepen-dencia de Cuba y de Puerto Rico, publicaba su primer yms importante estudio literario. Mart admir a estecontemporneo suyo, a quien trat personalmente enlos Estados Unidos y con el cual comparti muchosprincipios latinoamericanistas, hasta el punto de haberlodescrito como un intelecto de ejemplar equilibrio:

    [...] imaginativo, porque es americano, templa losfuegos ardientes de su fantasa de isleo en el estu-dio de las ms hondas cuestiones de principios, porl habladas con el matemtico idioma alemn, msclaro que otro alguno, oscuro solo para los que noson capaces de entenderlo.2

    Es que tenan muchos puntos de confluencia espiri-tual: como Mart, y ms directamente, tal vez, que l,se haba acercado al krausismo en su peculiar variantemadrilea; como el prohombre cubano, alcanz pron-to una firme estatura republicana e independentista,que le vali un prestigio continental. Ese primer estu-dio literario de Eugenio Mara de Hostos, en confirma-cin de las peculiaridades de nuestra cultura, desarro-lla su personal interpretacin de Hamlet. Qu lleva alrevolucionario puertorriqueo a un estudio shakespe-riano? Desde luego, basta con abrir ese ensayo, toda-va hoy impactante, para percibir el ngulo tan latino-americano de su perspectiva: Vamos a asistir a unarevolucin. Hamlet es una revolucin.3 Toda su in-terpretacin crtica de la enorme tragedia de Shakes-peare, trasluce una volcadura esencial de su preocu-pacin por Amrica, a partir de una perspectiva deldesarrollo social: Cada progreso es consecuencia deuna revolucin en una idea o en un afecto de la huma-nidad. Cada revolucin es el conato de un progreso enlos afectos en las ideas de los hombres:4 He aqu quela fascinacin tangible de Hostos por la obra monu-mental de Shakespeare, no lo distrae de su radical per-tenencia a la cultura propia. Este caso, y tantos otrosde Mart a Borges, de Gutirrez Njera y Daro, aLezama y Octavio Paz, consignan una constante hu-manista de la Amrica hbrida: la integracin de la pers-pectiva la borgiana obsesin del aleph que, buscan-do una proximidad definitoria de lo americano propio,hace confluir en nuestro paisaje la multiplicidad culturaldel mundo.

    Para dar cuenta de la persistencia de semejante pers-pectiva integradora como rasgo del humanismo latino-americano y, en particular, cubano, aparecer este aoun libro Antologa de ensayos, de Beatriz Maggi queresponde a una voluntad de escucha y dilogo intercul-tural, una indoblegable aspiracin de dilogo con el en-torno propio, manifiesta no solamente en la reiteradaalusin a esa juventud receptora que, de Flix Varela a

    2 Jos Mart: Obras completas, La Habana, Editorial de Cien-cias Sociales, 1975, t. 8, p. 53.

    3 Eugenio Mara de Hostos: Moral social. Hamlet, Buenos Ai-res, Ediciones Jackson, Coleccin Panamericana. 1943, p. 275.

    4 dem.

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    Jos Enrique Rod, teje una red de legados diversos atravs de toda la regin iberoamericana, sino tambinen un emulsionado conjunto de matices, que macerasugerencias de recepcin. A su manera personal y suestatura propia, Beatriz Maggi, en esta su Antologade ensayos establece un espacio de comunicacin ilus-trada, mbito de resonancias que, generadas de unalectura ensimismada de textos diversos europeos, nor-teamericanos, se condensa en un coloquio profunda-mente cubano y continental.

    Qu nexos concordantes hay, que han permitido asu autora reunirlos en este libro singular, entreShakespeare y Emily Dickinson, entre Stendhal y MarkTwain, entre Dante y Dostoyevski? Sera muy sim-plista pensar que los vasos comunicantes tendrancomo base compartida la estatura artstica de los te-mas de meditacin. Ni aunque se prescinda de sospe-chosas pautas discriminatorias, resultara sencillo aso-ciar entre s, en jerarquizada recensin literaria, a vocesde tan diversa taracea cultural. La coherencia profun-da de este libro, sin embargo, se cimenta sobre la pers-pectiva crtica de la autora, incluso con ms fuerzaque sobre el intenso timbre de su estilo personal.

    Antologa de ensayos, en realidad, ms que reuniruna serie de ensayos diversos, dibuja una trayectoriade reflexin sobre los avatares el drama, como al-guna vez lo ha denominado Beatriz Maggi de la lec-tura, que en la autora se conciben como unaimantacin de carcter axiolgico y, tambin, vital.De aqu que, tanto o ms que estudios de interpreta-cin de obras de arte poesa, teatro, novela, panfle-to, de lo que se trata en Antologa de ensayos es deuna indagacin de modos de humanidad que, en lapercepcin ensimismada, intensa y, por momentos,angustiada de Beatriz Maggi, tienen que ver directa-mente sea cual fuere su latitud de proveniencia,con nuestra ms quemante inmediatez. De aqu queestos ensayos se tensan en una voluntad que, en lacrtica, pocas veces adquiere un empecinamiento tanconcentrado: se aspira no solo a desentraar significa-dos potencialmente presentes en los objetos de lectura,sino tambin, y ante todo, dialogar con ellos, de modoque cada uno de estos ensayos, ms all de iluminar

    ngulos y modulaciones de Shakespeare o Stendhal,Mark Twain o Dostoyevski, se proyectan a una fina-lidad ms estremecida y, por lo mismo, palpablemen-te atormentada: la expresin de un modo propio deconcebir no ya el hecho literario en s mismo, sino elproceso palpitante, devorador, por momentosanonadante, de experimentar la lectura como expe-riencia. De aqu que, tanto y ms que el ejerciciohermenutico en s mismo, la autora se obstina en irms all de la sustancia sgnica misma de esos textosque hace suyos, a pesar de su distante latitud, en lamedida en que su dialogar con ellos se produce des-de su propia percepcin de humanista de tierra mes-tiza. Tal obsesin la impulsa a desafiar, en particular,los silencios, ya sean esas sordinas stendhalianas,destinadas a construir imgenes que advierte la en-sayista carecen de visualidad, y de tan ferozmenteliterarias, se despojan incluso de toda palabra super-flua; ya sean, tambin, los enormes espacios de am-bigedad que entretejen las peripecias dramticas enShakespeare, la ira demoledora de Swift, la ansiedadmoral de Dostoyevski. Esos meandros de aparentemutismo en los autores comentados en Antologa deensayos, se convierten en espacio que la perspectivade la ensayista transita no para disear una mera in-terpretacin filolgica, sino para constatar su dina-mismo interno, la torturada indagacin en que obra ylectora confluyen. As, Huckleberry Finn resulta co-mentado no ya en su peripecia humorstica y son-riente, sino en la no siempre percibida interiorizacindel ser, donde el pequeo vagabundo de una culturaajena se nos transfigura, y, en esa transmutacinejercida por la autora, llega a revelarse, junto a ese ines-perado, pero hirviente relumbre shakesperiano que ad-vierte Beatriz Maggi el nio sureo que se enfrenta yvence el dilema profundo de Ariel y Caliban, una per-cepcin muy especial de cmo el mejor lector latinoame-ricano, a diferencia de la actitud de que se jactara Pguy,aspira siempre a una lectura para s, a una conquista devalores y experiencias desde y para nuestra cultura.

    De esos silencios que la autora emplaza en esta sumagntica Antologa de ensayos, de esas difuminacio-nes semnticas en las que se detiene, se deriva una

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    percepcin especial de la lectura en nuestras tierras,donde quien se asoma a un libro de fuste levantado, lohace como peda Hostos frente a Hamlet: como quiense encara a una transformacin posible, arrasadora,de s mismo y de su propio entorno.

    ADELAIDA DE JUAN

    La Amrica Latina,el Caribe y su diseo*

    La produccin cultural denominada diseo ha re-cibido una atencin fragmentaria en cuanto a sudevenir histrico en la Amrica Latina y el Caribe. Enlos ltimos cincuenta aos, diversos estudiosos se handirigido a esta manifestacin, por lo general cindosea una tendencia particular o a un pas. En ambos ca-sos, ha predominado el enfoque eurocntrico, con aten-cin a su desarrollo, sus figuras seeras o su difusinmeditica; se suele descuidar la produccin de otraszonas. Si bien este fenmeno se ha hecho menos mar-cado en lo referente a las tradicionales Bellas Artes,el diseo producido en la Amrica Latina y el Caribe hasido en gran medida ignorado como una manifestacincon caracteres distintivos. Estudios parciales, ceidospor lo general a determinados pases, constituyen apor-tes importantes aunque insuficientes para su conoci-miento y apreciacin.

    El libro recientemente publicado por la Editora Blchertiene como propsito principal trazar por primera vezlos contornos de una historia del diseo en la Amrica

    Latina, segn plantea en el Prefacio Gui Bonsiepe,uno de sus principales promotores. Tras apuntar laambigedad del trmino diseo sustituido frecuen-temente por design, lo cual no resuelve el problema yaque se tiende hoy a considerarlo dentro de los aspectoslight de la vida cotidiana y encontrar insuficiente su

    estudio habitual como par-te de la Historia del Arte(que lo trata como fenme-no esttico-visual) o en laHistoria de la Arquitectura(en la cual aparece comouna subrea de segundacategora de la Arquitectu-ra), Bonsiepe insiste en lanecesidad de considerarcomo tema imprescindibleel de la identidad del diseo

    latinoamericano. Subraya que, en los trabajos reunidosen el libro, no se trata el diseo como un fenmenocultural aislado, cerrado en s, sino como una variablede procesos socioeconmicos y sociopolticos.

    En buena medida se cumple tal propsito. Sus tre-cientas y una pginas, cuatrocientas imgenes a colory variados textos de diversos enfoques dedicados aldiseo latinoamericano y caribeo constituyen un aportede considerable importancia para la historiografa dela cultura visual contempornea. Se trata de una obracolectiva, en la cual se aborda el panorama del desarro-llo del diseo industrial y el diseo grfico de los lti-mos cincuenta aos en nuestra Amrica. Parte del prin-cipio de que en nuestros pases existen ciertassimilitudes y afinidades que permiten trazar determi-nados parmetros ilustrativos. Se hace manifiesto queel enfoque rector (no siempre cumplido a plenitud)fue la colocacin del diseo en el marco de las polti-cas econmicas, sociales e industriales locales y re-gionales. Con ello se propuso sentar las bases parauna futura historia de la cultura material y visual desdela perspectiva proyectual latinoamericana.

    El libro est estructurado en dos secciones claramen-te diferenciadas. La primera aborda las historias del di-seo contemporneo en nueve pases, cuidadosamente

    * Historia del diseo en Amrica Latina y el Caribe. Industria-lizacin y comunicacin visual para la autonoma, SilviaFernndez y Gui Bonsiepe (coordinacin), So Paulo, EditoraBlcher, marzo de 2008.Re

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    colocados en orden alfabtico: la Argentina, Brasil, Co-lombia, Cuba, Chile, Ecuador, Mxico, Uruguay, Vene-zuela. La segunda seccin enfoca temticas ms gene-rales, algunas de corte estrictamente terico: as transitadesde temas como la relacin entre diseo global y di-seo contextual, la semitica de los productos, la teorade los objetos, el diseo sustentable, hasta las relacio-nes entre diseo y artesana. Debo apuntar que algunosde los acpites no establecen vnculos con el diseo dela Amrica Latina y el Caribe, tema manifiesto del libro.As, hubiera sido interesante, y ciertamente aclarador,el rastreo de los rasgos distintivos manifiestos en algu-nas zonas del diseo latinoamericano y caribeo con elconocido dictum de Maldonado El diseo industrial noes arte, el cual es abordado en dos captulos. No haymencin alguna de la produccin de los pases ameri-canos en El compromiso social del diseo pblico. Elcaso Holanda. Tampoco se alude a la Amrica Lati-na al plantear Diseo y teora de los objetos ni alrastrear el desarrollo de La enseanza del diseo.Trayectoria de los cambios en Europa, totalmente euro-cntricos (como indican sus ttulos); en Diseo sus-tentable solo hay una mencin a los pases perifri-cos. Si bien estos textos son valederos en cuanto alanlisis del devenir contemporneo del diseo en gene-ral, carecen de la especificidad planteada como objetivocentral del volumen.

    Para algunos pases, los autores han enfocado pri-mordialmente el devenir econmico-poltico que puedeincidir en el diseo, primordialmente el industrial: tal hasido el caso de los captulos dedicados a la Argentina,Brasil, Colombia, Chile y Venezuela. Para otros pases,se ha considerado necesario, dada su produccin sos-tenida, analizar el diseo industrial por una parte, y eldiseo grfico por otra. As han sido estudiados los dosgneros del diseo en Cuba y en Mxico, mientras elcaptulo relacionado con Ecuador explicita, dadas lascuatro regiones naturales y los diversos grupos tnicosautctonos, la diversidad natural y cultural en la que semanifiestan los llamados artesanos diseadores. EnUruguay, se constatan experiencias aisladas del diseogrfico, mientras se concluye que an no se reconoceal diseo como profesin especfica y necesaria.

    El captulo dedicado a Cuba se inicia con un docu-mentado recorrido de la realidad econmico-polticadel pas en relacin con el diseo industrial, sobre todoa partir de la dcada de 1960, en la cual comienzan lasprofundas transformaciones revolucionarias. Se pre-senta un panorama de las iniciativas institucionales, eldiseo de muebles e interiores, y se presta especialatencin a las magnas exposiciones interdisciplinariasrealizadas en La Habana a partir de 1968 que son, enno poca medida, un antecedente de las instalacionesque proliferarn en dcadas posteriores. Tal prcticaencuentra expresin en los Pabellones de Cuba paralas Ferias Internacionales de Montreal y de Osaka.Durante la dcada de 1970, un equipo interdisciplina-rio dirigido por el arquitecto Luis Lpidus realiz dos oms exposiciones por ao en ms de cincuenta pa-ses, con el fin de difundir la imagen de la RevolucinCubana en el exterior. Ms de doscientas versionespudieron realizarse por los sistemas modulares de unsolo material (cartn corrugado), con una considera-ble versatilidad para presentar la informacin, mien-tras su ligereza aada facilidades para su transporte ymontaje. En los aos subsiguientes se institucionalizanel diseo industrial y su enseanza especializada. Eldiseo grfico, por su parte, es abordado en su ante-cedente inmediato, durante la dcada de 1950, con lapresencia en el pas de agencias de publicidad al estilonorteamericano. En 1959, la fundacin por la Revolu-cin triunfante de instituciones culturales como el Ins-tituto Cubano del Arte e Industria Cinematogrficos(ICAIC) y la Casa de las Amricas habra de incidirnotablemente en el surgimiento y desarrollo del carte-lismo y del diseo de publicaciones. Se hara sentir enambos terrenos el magisterio de Ral Martnez. En elcartelismo cinematogrfico se destacan Eduardo MuozBachs, Fernndez Reboiro, Ren Azcuy y Alfredo Rost-gaard, mientras Umberto Pea desarrolla una sosteni-da labor creadora vinculada a la produccin editorial.Se seala la dcada 1965-1975 como la maduracinde un modo de hacer, con alguna influencia de las es-cuelas polaca y japonesa de diseo, en parte por lasvisitas de maestros de ambos pases, quienes realiza-ron exposiciones y ofrecieron cursos en las recin

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    creadas escuelas y grupos de creadores. Cronolgica-mente, se apunta un estancamiento y retroceso enlos aos subsiguientes, seguidos, en aos recientes,por la crisis y una nueva oportunidad.

    En el caso de Mxico, como ya ha sido sealado,tambin se analizan en acpites independientes los di-seos industrial y grfico. En el caso del primero, elcaptulo ofrece una notable sntesis del devenir polti-co-econmico del pas: se trazan sus antecedentes(como tambin se hizo en el captulo dedicado a Chile)a partir de la existencia de un desarrollo orientadohacia fuera, propio de un pas exportador. La llamadaSegunda Guerra Mundial promovi un desarrolloorientado hacia adentro pero la competencia interna-cional rpidamente recuperada dificult y fren el de-sarrollo industrial mexicano y, por ende, el del diseorelacionado con l. El texto plantea con claridad el prin-cipio de que con la economa va la bonanza del dise-o: de ah la imprescindible conexin entre las fasespoltico-econmicas del pas y el diseo industrial. Conrazn se destaca la obra creadora en este sector deClara Porset, quien tambin realiz una destacada la-bor en Cuba durante la dcada de 1960. Otro nombrede un diseador notable esta vez en el terreno deldiseo grfico que desarroll su labor sostenida enMxico es el de Vicente Rojo, a quien se deben no po-cas innovaciones sobre todo en el campo del diseoeditorial. A partir de la dcada de 1950, esta faceta deldiseo grfico, junto al dedicado a la promocin trsti-ca, ir parejo al crecimiento econmico del pas. Sedestaca la importancia de la grfica en la presentacinde los Juegos Olmpicos celebrados en la capital mexi-cana en 1968, as como el auge del diseo grfico en latelevisin y en internet, sobresaliendo en aos recientesla irradiacin lograda por Marcos desde Chiapas por suuso. El captulo mexicano termina apuntando que exis-ten logros significativos en el siglo XXI pero hay undecrecimieto de la velocidad de la profesin.

    En la segunda seccin del libro, titulada Influenciasy prospectivas, se presenta un captulo que enlaza fun-damentalmente con Mxico, a ms de otros pases la-tinoamericanos. Cruzando el Atlntico. Diseo grfi-co y migraciones ibricas contemporneas aborda de

    modo sinttico la presencia espaola en el diseo gr-fico en Latinoamrica y, ya a partir de la dcada de1960, el establecimiento en Espaa de artistas de nues-tra Amrica. El captulo inicia su relacin de migracio-nes espaolas hacia Amrica a partir de dos etapasdcimonnicas que se prolongan hasta las dcadas ini-ciales del siglo XX: 1830-1880 y 1880-1930. Estas mi-graciones obedecen fundamentalmente a razones eco-nmicas y proveen un asentamiento poblacional deimportancia. El exilio de 1939, a la cada de la Repbli-ca Espaola, obedece a otras motivaciones de ndoleideolgica: la llegada de artistas e intelectuales ser deimportancia para el panorama cultural de nuestros pa-ses. Los espaoles encontrarn asilo, que en no pocoscasos se har permanente, sobre todo en Mxico, y,en menor medida, en Chile y la Argentina. Muchosdiseadores notables a quienes se debe la imagen de lalucha republicana en Espaa pasaron a desarrollar sulabor en Amrica, en especial en los pases menciona-dos. Entre otros, se citan los nombres de Alfonso Ro-drguez Castelao, Ramn Gaya, Hiplito Hidalgo deCaviedes (quien pint no pocas obras en Cuba), y Jo-sep Renau. Este ltimo fue bien conocido en Cuba atravs de sus carteles para la cinematografa mexica-na, cuyos filmes llegaban con su despliegue propa-gandstico. Renau, calificado como uno de los gran-des diseadores espaoles del siglo XX, fue un artistapolifactico cuyas razones para el exilio son evidentes:de militancia comunista, fue en su pas director gene-ral de Bellas Artes hasta 1938 y director de Propagan-da Grfica del Comisariado del Estado Mayor Central.Artista polifactico, se desempe en Espaa antes dela Guerra Civil como cartelista y diseador grfico. Yaen Mxico, trabaj con David Alfaro Siqueiros y reini-ci sus labores como diseador grfico. Carteles, pu-blicaciones peridicas, fotomontajes, son testimoniode su continuada labor creadora en aquel pas. Otrafigura de relevancia es Miguel Prieto, a quien se con-sidera el introductor del diseo moderno en las artesgrficas mexicanas, capaz adems de crear escuelapor va de su discpulo Vicente Rojo (a quien ya henombrado). Aun otra figura destacada es la de Mauri-cio Amster, radicado en Chile, y cuya labor es muy

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    apreciada actualmente: se le considera que es uno delos diseadores cuyo aporte fue fundamental para larenovacin del diseo grfico tanto en Espaa como enLatinoamrica. En la Argentina se estableci Luis Seoane,quien interrumpi su trabajo como diseador grfico enGalicia al finalizar la Guerra Civil; a su labor se atribu-yen no pocos aportes a las empresas editoriales argenti-nas, notablemente Emec. El captulo finaliza con la re-ciente tendencia De un pas que emigra a un pas queacoge. Destaca la importancia de diseadores argenti-nos que laboran principalmente en Barcelona, a quienesse suma la influencia de la presencia de figuras comoToms Maldonado, Alfredo Hlito, entre otros.

    En el captulo Diseo y artesana se plantea que eldiseo de productos artesanales precisa tanto de unconocimiento cultural histrico local o de su etnia, comodel conocimiento tcnico. Tras apuntar el desarrollo deartesanas en la Amrica Latina, aborda los enfoquesactuales sobre el tema; estos comprenden los criteriosconservacionista, esteticista, productivista, esencialista,paternalista, a ms de privilegiar una actitud de est-mulo. La produccin artesanal adopta diversas face-tas en cada pas. As, en Mxico se produce la partici-pacin de diversos diseadores en cuanto a la captacinde las demandas comerciales; en Colombia, se procu-ra, a partir de la dcada de 1980, promover la relacinentre diseadores y artesanos; en Bolivia se observacierta actividad empresarial; en Ecuador, se implemen-tan cursos de diseo artesanal. El captulo terminacon breves alusiones a la situacin diseo-artesanaen pases como Costa Rica, la Argentina, Brasil yGuatemala.

    El libro finaliza con una serie de Cuadros cuida-dosamente compilados. A partir de 1950 y hasta el ao2000, se trazan los vnculos que permiten una visincomprensiva de los temas dentro de sus marcos his-trico, social y cultural (este ceido al diseo). Loscuadros enfocan Estado-diseo; Grandes proyectos;Diseo automotriz. Ellos van seguidos de los ndicesde autores, de nombres citados, y el temtico; las si-glas de organismos internacionales y las fuentes de lasimgenes completan estas informaciones de conside-rable utilidad.

    El volumen Historia del diseo en Amrica Latina yel Caribe. Industrializacin y comunicacin visual parala autonoma constituye un aporte de considerable va-lor para el conocimiento de esta faceta de la produccincultural de los pases de nuestra Amrica. Es un im-portante paso inicial en la conceptualizacin de unamanifestacin que, dentro de su diversidad, obedece afinalidades comunes y a metas compartidas a lo largodel devenir histrico y social de nuestros pueblos.

    MARA ANTONIA BORROTO

    Una mujer en el fielde s misma*

    Dice un refrn que la mujer hace al hombre. Simpli-ficador como todos, sin dar espacio a las mediastintas, entraa lo que es una nocin ampliamente acep-tada: el influjo de la mujer en su pareja y, por ende, ensu propia familia. Cierto esquema de organizacin fa-miliar reserva al hombre las grandes decisiones, mien-tras que su compaera tiene frente a s menudas ta-reas que, curiosamente, son, o bien la realizacin deesas grandes decisiones, o la posibilidad de asegurartodo cuanto sea menester en el hogar para la estabilidadde todos. Las sencillas misiones tienen que ver, incluso,con la apariencia de la familia, la eleccin del atuendo ydel men, lo que, si se mira bien, es un ments a la mar-ginacin del gnero. La mujer es la reina de su hogar,como reza la tradicin, frase, manida si se quiere, sim-plificadora tambin, valiosa solo si se acepta que el ho-gar es un microcosmos y, como tal, de una compleji-dad que ya quisieran para s otros reinos.

    * Soledad Acosta de Samper: Una holandesa en Amrica,Catharina Vallejo (ed.), La Habana-Bogot, Casa de las Am-ricas-Universidad de los Andes, 2007. Re

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    Pero no, estas pginas no deben dejarse llevar porun tema de veras apasionante, tentacin permanentejunto al libro Una holandesa en Amrica, de SoledadAcosta de Samper. El texto parece ser la confirmacinde que, efectivamente, la mujer tiene sobre s el retodel hogar. Mas no nos precipitemos. El reto del hogarsignifica en esta novela el reto de la civilizacin, actua-lizacin del dilema civilizacin y barbarie, o mejor, re-contextualizacin en el mbito domstico de un dilemaesencial para la comprensin de este Continente.

    Porque Luca, la protagonista de la novela, ambien-tada en 1871 y cuya versin definitiva data de 1888, es

    un ser entre dos mundos. Na-cida de madre holandesa y pa-dre irlands, criada por parien-tes holandeses, debe, llegada ala juventud, desandar el cami-no que una vez siguieran suspadres y venir a Amrica, a unatierra que en sus sueos es si-tio de boato. La autora reco-noce la distancia espiritual dela joven Luca de las prosaicaspersonas que la rodean en Ho-landa. El desprecio que su pa-dre inspira en el ambiente ho-

    lands, la profusin de sus lecturas y su romnticoespritu, hacen que Luca tenga de su padre una ima-gen ideal, revestido de cuantas nobles cualidades halldescritas en los hroes de las aventuras ms extraas.

    Pero Luca, quien se siente diferente respecto a suta y prima, ha de reconocerse al pisar suelo america-no. Esta muchacha, a la que vimos guardar las floressecas de un posible enamorado que, cual heraldo, traela noticia que desencadenar los acontecimientos; estamuchacha, llorosa al ver cmo es en realidad el padreidealizado en sus calenturientos sueos, se comporta-r no como solemos esperar de una herona romnti-ca. Esta mujer, que reivindica para s la soltera, esca-pa en buena medida a los grupos que segn CamilaHenrquez Urea distinguan a las mujeres segn suforma de vida sexual: las monjas y religiosas, las solte-ronas, las prostitutas y las casadas y viudas. Luca,

    obviamente, habr de pertenecer al segundo grupo,mas ni una vez es usada la palabra que, despectiva-mente, acompaaba en suerte a la mujer que, llegadacierta edad, an permaneca doncella. La soltera no esproblema para Luca, lejos de ella y de la intencin de laautora los despectivos y sarcsticos comentarios de,por ejemplo, Jos Victoriano Betancourt:

    La solterona es, pues, una aberracin, y como talvamos a considerarla [...] es una individualidad delsexo femenino. No pertenece a ninguna de las cua-tro reglas de la aritmtica social, porque ella nisuma, ni resta, ni multiplica, ni parte [...] pudieraconsiderrsele como pariente de las auras tiosas,porque, como estas, se halla en todos los lugaresdonde hay un muerto, razn que motiva el temor,pnico que asalta a los asistentes a un enfermograve.1

    Ms all de la machista posicin del autor, interesaen el fragmento la posibilidad de asimilacin social dela mujer solo en tanto esposa y madre, fuerza genera-dora de un nuevo hogar. Tal es la posicin caracters-tica en buena parte de los artculos costumbristas delsiglo XIX cubano, muy preocupados por la educacinfemenina, pues la mujer es la encargada de educar alos hijos, adems de la aviesa postura de que una es-posa fina y debidamente enseada no avergonzar asu hombre. Mas, cuidado, una esposa con pretensio-nes intelectuales es tambin un contrasentido: ella hade ser la musa, no la creadora.2

    As, a la mujer corresponde la bsqueda de un raroequilibrio. Mas no es este el asunto de la novela, sinola constatacin de que Luca, decepcionada del amorno en balde Carlos, el portador en las pginas inicia-

    1 Jos Victoriano Betancourt: La solterona, en Iraida Rodr-guez: Artculos de costumbres cubanos del siglo XIX, Editorialde Arte y Literatura, La Habana, 1974, pp. 134-135, citadopor Abel Sierra Medero: La nacin sexuada, La Habana, Edi-torial de Ciencias Sociales, 2002, p. 26.

    2 De ello da cuenta el simptico artculo simptico a la luz dehoy titulado La mujer buena, escrito por J.Q. Suzarte ypublicado en La siempreviva en 1838: Una mujer que no

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    les de la nefasta carta, quien le har abrigar sentimien-tos cercanos al amor posteriormente y quien, de pron-to, le har notar que todo no ha sido ms que un en-sueo, puede asumir con entereza su propia vida y,de hecho, organizar la de sus dscolos padre y herma-nos. De regreso de las ilusiones romnticas, Luca esuna mujer de carne y hueso, no la amada ideal, pues nisu fsico lo es esta Luca que no es bonita, algo rolli-za, prematuramente envejecida, leemos alguna que otravez y sus sueos son los de este mundo. Es ella laencargada de llevar a una irreverente familia al orden.De mucho le valdrn las virtudes holandesas, la pa-ciencia y laboriosidad heredadas, unida a un esprituanaltico y observador, a una especial participacin ensu entorno. De hecho, ella hace su entorno.

    Pero junto a ella, como su amiga y corresponsal,est Mercedes, nombre robusto junto al ms etreo deLuca. Mercedes, hija del trpico aunque educada allen-de los mares, tiene una madurez y seriedad que sor-prenden a Luca y provocan una explicacin:

    [m]e he criado siempre sola, y he sido muy aman-te de lecturas serias, ms bien que de la sociedadde las otras nias de mi edad, me he enseado areflexionar en lo que veo [...] pero tal vez estasideas no son para confiarlas a las dems personas.

    La soledad y las dudas sobre las posibilidades del con-tacto con el otro marcan a esta observadora muchacha,maestra de s misma en la vocacin reflexiva y que, aunsoltera, est segura de que el matrimonio porta consigola desilusin. Mercedes, a quien no le est vedado elamor, advierte, sin embargo, que su novio acaso la quierems tierna, ms amorosa, menos ella... Mercedes, sin

    embargo, y muy a tenor con la proverbial hidalgua dela mujer latinoamericana, solo puede querer a un hom-bre al que admire, y ello es posible nicamente si esteasume con honor su deber patrio.

    Este articulado sistema de personajes se relaciona-r mediante cartas. Correspondencia cruzada entreLuca y sus parientas europeas, Luca y Mercedes yviceversa. Tambin notas sueltas, muy realistas hastaen sus faltas ortogrficas, de los parientes colombia-nos de la holandesa. Y junto a las epstolas, los diarios.Escritura marginal si se quiere, que incorporada alcuerpo de la novela proporciona una singular alternan-cia de puntos de vista, a la vez que agiliza la narraciny reserva para el narrador en tercera persona solo al-gunos momentos. Gracias a este recurso nos senti-mos muy cerca de los personajes, tanto del que narracomo de su corresponsal. Quiere ello decir que Sole-dad Acosta tiene muy en cuenta el asunto de la alteri-dad, sustrato de la novela y recurso que orienta la vozy la mirada de cada una de las voces que aqu conflu-yen. Voces dudosas de su propio destino, que nos dande los acontecimientos histricos no la imagen centralsino una, no por perifrica menos cierta, y que, enconsonancia con el espritu de la obra, cuenta, porejemplo, la Historia no desde el campo de batalla sinodesde la ciudad ansiosa, o lo que es igual, desde laaparente paz de todo conflicto.

    A la mirada de Mercedes debemos, por ejemplo,una acuciosa observacin de los tipos de mujer posi-bles en el genrico y un tanto difuso para el comnde los mortales mundo de un convento. Tal universo,clsico refugio de heronas romnticas, es visto conrespeto y hondura. La galera es bien curiosa pero,tanto como eso, se hace visible un tipo muy especialde realizacin de la mujer. El catolicismo es, de hecho,analizado por Luca, para quien la conversin asegurael completamiento de su crecimiento personal y de sulabor educativa.

    Y siempre, en todos, la lectura. Todos leen: Luca,ya lo vimos, libros de variado corte; Mercedes, librosserios, como los llama el personaje, y Harris, el padre,peridicos europeos, los que son una necesidad vital.Incluso ciego, su hija habr de lerselos. Por qu este

    piensa ms que en la gloria, muy presto se aburrir del marido,y el amor a las musas le robar el de sus hijos. Por nada querrayo ver a mi adorada mitad distrada, meditabunda, a la caza deconsonantes y conceptos, yo quiero que ella sea la poesamisma, no el poeta; que me inspire y no me diga que estinspirada: que no empae su linda frente con las arrugas de lameditacin para que pueda leer siempre en ella un pensamien-to de amor [...]. Dejemos inconclusa la cita, pues lo contrariosera otorgarle un inmerecido privilegio a su autor.

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    afn? Las lecturas son un rasgo identificador de cadapersonaje, de sus ansias y cuidados, del mundo dejadoatrs y que es, aun en lontananza, una presencia. Lalectura, aspecto modelador del ser, marca tambin laselecciones vitales de estos hombres y mujeres que habi-tan Colombia en una poca muy precisa.

    Una holandesa en Amrica, en una edicin al cui-dado de Catharina Vallejo, ha de ser leda no como unanovela del siglo XIX. O, perdn, no con la postura dequien hace arqueologa literaria, sino como una aproxi-macin, desde la mujer, al ser femenino; como unaaproximacin, desde la mujer y desde la intimidad del c

    hogar, a las repercusiones, en tales mbitos, de unapolmica que an hoy nos implica: el de civilizacin ybarbarie. Y tambin, para cuidarnos de los excesosfeministas, sin por ello renunciar a nuestro sino, per-mite constatar que, efectivamente, la familia y el ho-gar son el microcosmos que facilita la plenitud del in-dividuo. No se trata de que el microcosmos reflejemecnicamente el cosmos, ms bien lo contrario: solodesde esa minscula porcin se completa y comple-menta la labor civilizadora y moralizante, un debatecada vez ms actual y que nos pone a lectores y auto-res en el fiel de nuestras propias vidas.