reflexiones en torno al instrumentum laboris del sínodo sobre la nueva evangelización
DESCRIPTION
Síntesis del IL y reflexiones personalesTRANSCRIPT
LA MISIÓN COMO “NUEVA EVANGELIZACIÓN” según el Instrumentum Laboris del Sínodo sobre la “Nueva
Evangelización y la transmisión de la Fe” José Cristo Rey García Paredes, cmf
La Iglesia contemporánea ha mostrado un especial interés en hablar de su misión en términos de “nueva evangelización” y ésta entendida como “transmisión de la fe”. De hecho, el Sínodo del próximo octubre 2012 abordará monográficamente este tema y el Papa Benedicto XVI ha creado expresamente un Dicasterio romano para la Nueva Evangelización. El Instrumentum Laboris del próximo Sínodo recoge y sinten-‐tiza las respuestas al amplio cuestionario de los Lineamenta, que se han recibido de toda la Iglesia. Ahí encontramos cómo comprende la Iglesia que en el momento ac-‐tual su misión consiste en una “nueva evangelización”.
En el contexto del mega-‐proyecto que el Espíritu Santo lleva adelante en la histo-‐ria, contando con la humanidad y las energías del cosmos, a la Iglesia le cabe una mi-‐sión específica: ofrecer a quienes no forman parte de la comunidad cristiana, la fe, el Evangelio, la revelación, la visión apocalíptica del Reino de Dios, las celebraciones sa-‐cramentales. El Sínodo lo expresa con “nueva evangelización” y “transmisión de la fe”.
I. EL CONCEPTO: “NUEVA EVANGELIZACIÓN”
Veamos, en primer lugar, cómo describe el Instrumentum Laboris la “nueva evan-‐gelización”. Comprobaremos que, partiendo del concepto originario de evangeliza-‐ción, es, al fin y al cabo, un concepto en construcción.
1. Punto de partida: El concepto originario de “evangelización”
El “Instrumentum Laboris” parte de una convicción básica: la tarea principal de la Iglesia consiste en “continuar la obra evangelizadora de Jesucristo, haciéndola pre-‐sente y actual, en las condiciones del mundo de hoy1.”
El Evangelio que Jesús proclamó llevó a cumplimiento lo que las Escrituras (Ley, Profetas, Sabiduría) anunciaban2, y aportó, sobre todo, “novedad”3. Evangelizó ofre-‐
1 Cf. Lumen gentium, 17. 35. 2 La misión de Jesús está profundamente conectada con el AT: “según las Escrituras”. Esto nos lleva a una relectura “misionera” y “evangelizadora” de todo el Antiguo Testamento. Jesús evangeliza lle-‐vando a plenitud la evangelización diseminada y presente en las Escrituras (IL, 21).
3 Cf. IL, 22
ciendo el Evangelio que transfigura al ser humano -‐su mundo e historia-‐ (IL, 31). Dos gestos acompañaban su actividad evangelizadora: la curación y el perdón (IL, 29). Así Jesús atraía al ser humano hacia la intimidad de Dios y hacía posible que en la inti-‐midad del ser humano naciera la fe en Dios (IL, 23).
Jesús quiso que sus discípulos y discípulas proclamasen también el Evangelio a to-‐dos, enseñándoles a observar todo lo que Él les ha mandado (cf. Mc 16,15; Mt 28,20); así se sintió Pablo: «apóstol ... escogido para el Evangelio de Dios» (Rm 1,1). Desde entonces sabe la Iglesia que su tarea principal es la “traditio Evangelii” –entrega del Evangelio-‐ (IL, 26).
Jesús le hizo ver a su comunidad la misión evangelizadora que compartían era obra del Espíritu en ellos: la presencia y experiencia del Espíritu inició, animó y cul-‐minó la misión de Jesús y también la de la comunidad cristiana en Pentecostés y después en su despliegue misioneros. El Señor resucitado quiso a sus Apóstoles y mujeres discípulas, testigos y profetas por medio del Espíritu (cf. Hch 1,8; 2,17). Del Espíritu recibieron aquella serena audacia y libertad o “parresia” (cf. Hch 2,29), que les llevó a comunicar a otros su experiencia de Jesús y su esperanza, desde Jerusalén a toda la región de Judea y de Samaría, e incluso hasta los extremos confines de la tierra (IL, 26):
“El Espíritu Santo que los impulsó a abrir las puertas del cenáculo, transformán-‐dolos en evangelizadores y evangelizadoras (cf. Hch 2,1-‐4), es el mismo Espíritu que guía hoy a la Iglesia y la estimula a un renovado anuncio de esperanza dirigi-‐do a los hombres de nuestro tiempo” (IL, 41).
Desde el inicio de la Iglesia el testimonio ha sido colocado en el corazón de la mi-‐sión evangelizadora. No basta decir y hacer. Es necesario que la nueva evangeliza-‐ción sea avalada por la propia conducta de vida, por la credibilidad personal y comu-‐nitaria: “creí, por eso hable” (2 Cor 4,13)
2. “Nueva evangelización”: concepto “en construcción”
El Instrumentum Laboris del Sínodo repite una y otra vez la expresión “nueva evangelización”. Uno tiene la impresión de que se trata de un concepto “en cons-‐trucción”, polivalente, fluctuante. Se le van dando y añadiendo nuevos significados a medida que se reflexionan los diversos temas. Esa definición o descripción fluctuan-‐te, al mismo tiempo que insiste en elementos nucleares por otra parte se muestra susceptible de múltiples aplicaciones.
Intentaré ofrecer una visión coherente de la “nueva evangelización” teniendo en cuenta –en primer lugar-‐ el significado de “evangelización” sin adjetivos para descu-‐brir después lo que el adjetivo “nueva” le añade, según el Instrumentum Laboris. Se-‐rá necesario este trabajo de correlación y síntesis de múltiples textos, dado que el Instrumento de trabajo sinodal ha sido elaborado –según mi apreciación-‐ yendo a lo fácil, desde una cierta pereza mental, con poco rigor, con poca armonía entre sus di-‐versos capítulos. No creo que el texto actual del Instrumento de Trabajo facilite sufi-‐
cientemente el discernimiento sinodal tanto por su excesiva extensión, como por la aglomeración un tanto caótica de temas y perspectivas.
Veamos, pues, de extraer del Instrumentum Laboris su descripción sintética y or-‐denada de la “nueva evangelización”: partiremos del magisterio de Juan Pablo II, ve-‐remos después cómo entenderla “hoy” y cuál es su principal destinatario.
a) La “nueva evangelización” en el Magisterio de Juan Pablo II
El lenguaje de la “evangelización” no es nuevo. “Evangelización” se comenzó a uti-‐lizar en los años cincuenta del siglo pasado para hablar del primer anuncio de la fe y distinguirlo de la catequesis. Eso mismo dice el IL: ¡no es una absoluta novedad en la Iglesia! Arraiga ya en el Concilio Vaticano II ha sido abordado sucesiva y autorizada-‐mente por los diversos papas, hasta Benedicto XVI.
Juan Pablo II fue sistemáticamente profundizando en este concepto en no pocos de sus discursos (IL, 13). A los obispos latinoamericanos les pidió –con motivo de los quinientos años de la evangelización de América “un compromiso no de reevangeli-‐zación, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión»4. Fue el documento de Puebla (1979) el que por vez primera usó la ex-‐presión al hablar de “situaciones nuevas que nacen de los cambios socio-‐culturales y que requiere una nueva evangelización” (Puebla, n. 366).
Juan Pablo II, a partir de su primera visita a Polonia en el 1979, utilizó con fre-‐cuencia esta expresión, que ha ido asumiendo múltiples significados5. Se refería a:
«la urgencia y la necesidad de la “nueva evangelización”, consciente de que Euro-‐pa, hoy, no debe apelar simplemente a su herencia cristiana anterior; hay que al-‐canzar de nuevo la capacidad de decidir sobre el futuro de Europa en un encuentro con la persona y el mensaje de Jesucristo»6.
Es necesaria una nueva evangelización para las regiones des-‐cristianizadas y para las personas cuya fe ha quedado atrofiada, sin crecer con el paso de los años (IL, 12.13). Añadió así mismo que para llevar a cabo esta nueva evangelización la Iglesia necesita ser evangelizada7.
4 JUAN PABLO II, Discurso a la XIX Asamblea del CELAM (Port au Prince, 9 de marzo de 1983), 3: AAS 75 I (1983) 778.
5 Cf. Redemptoris Missio, n.33, con el significado de “re-‐evangelización”; en otros casos, como una visión transversal de toda la misión de la Iglesia: “nuevo entusiasmo, nuevo lenguaje, nuevos méto-‐dos”
6 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Europa (28 de junio de 2003), 2.45: AAS 95 (2003) 650; 677. Todas las Asambleas sinodales continentales celebradas como preparación al Jubileo del 2000 se han ocupado de la nueva evangelización: cf. JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Africa (14 de septiembre de 1995), 57.63: AAS 85 (1996) 35-‐36, 39-‐40; ID., Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America (22 de enero de 1999), 6.66: AAS 91 (1999) 1011, 56; ID., Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Asia (6 de noviembre de 1999), 2: AAS 92 (2000) 450-‐451; ID., Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Oceania (22 de noviembre de 2001), 18: AAS 94 (2002) 386-‐389.
7 “El problema que la Iglesia está llamada a afrontar, es decir, el desafío de la nueva evangelización sabiendo que las transformaciones no sólo se refieren al mundo y a la cultura, sino que también to-‐
Para Juan Pablo II el significado más completo de la nueva evangelización podría condensarse en el siguiente texto de “Novo Millenio Ineunte”:
“reavivar en nosotros el impulso de los orígenes, dejándonos impregnar por el ar-‐dor de la predicación apostólica después de Pentecostés. Hemos de revivir en no-‐sotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: “¡ay de mí si no predi-‐cara el Evangelio!” (1 Co 9,16). Esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva ac-‐ción misionera, que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”, sino que acabará por implicar la responsabilidad de todos los miembros del Pueblo de Dios. Quien ha encontrado verdaderamente a Cristo no puede tenerlo sólo para sí, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido, como com-‐promiso cotidiano de las comunidades y de los grupos cristianos»8.
Decir “nueva evangelización” es de suyo redundante, tautológico, porque significa “nueva buena nueva”. Pero lo tautológico tiene sentido. Significa el desvelamiento súbito de algo que estaba ahí y no acabábamos de ver:
“La nueva evangelización se convierte así en recordatorio de una crisis, en recono-‐cimiento de un hecho obvio: que la buena nueva cristiana se ha convertido para muchos en relato viejo de un pasado muerto. Es preciso, por tanto… mostrarla de nuevo en su fuerza original, en su prístina creatividad de experiencia renovado-‐ra”9.
Este lenguaje intenta, pues, introducir notables innovaciones en la propuesta o comunicación de nuestra fe a través de nuevos lenguajes, métodos, estilos que res-‐pondan a los desafíos que se le presentan hoy10. No se trata de anunciar un nuevo Evangelio, sino de anunciar el Evangelio de una forma nueva, en nuestra sociedad de hoy.
Yo me atrevería a decir –anticipando ya una de las conclusiones de mi estudio so-‐bre el IL-‐, que la “nueva evangelización” es la iniciativa del Espíritu para sanar a la Iglesia de una parálisis transversal que la aqueja; por eso, la nueva evangelización es también una tarea transversal que ha de influir y configurar todas las dimensiones de la Iglesia y de nuestras Órdenes o Congregaciones.
b) El concepto de “nueva evangelización” “hoy”
En este inicio de milenio la prioridad de la Iglesia debe ser asumir con renovado impulso la propia misión evangelizadora, subrayando en ella el carácter de “nove-‐dad” (IL, 6).
can en primera persona a la misma Iglesia, a sus comunidades, a sus acciones y a su identidad” (IL, 16).
8 JUAN PABLO II, Carta Apostólica Novo millennio ineunte (6 de enero de 2001), 40: AAS 93 (2001) 294.
9 Cf. ANDRÉS TORRES QUEIRUGA, Del terror de Isaac al Abbá de Jesús: hacia una nueva imagen de Dios, Verbo Divino, Estella, 2000, p. 325.
10 Lineamenta, nn.1-‐9.
En su momento inicial, la nueva evangelización responde a una pregunta: ¿cómo ha de vivir un creyente su vocación espiritual y misionera ante los cambios sociales y culturales de nuestro tiempo? ¿Hacia dónde lleva el Espíritu hoy a las comunidades cristianas? ¿Se dejan guiar por Él (IL, 46)? “En nuestros días el anuncio del Evangelio se muestra mucho más complejo que en el pasado” (IL, 41); no es fácil dar razón de nuestro fe ante una situación inesperada, en un contexto que, respecto al pasado, presenta muchos rasgos nuevos, pero también críticos. (IL, 42) y que “modifican la percepción de nuestro mundo” (IL, 43).
La tarea evangelizadora de la Iglesia se encuentra hoy en profunda transforma-‐ción (IL, 76). Las figuras tradicionales (países de misión y necesitados de evangeliza-‐ción, tarea pastoral etc.) resultan hoy demasiado simples y hacen referencia a un contexto superado (IL, 76) 11. Algunas Iglesias lo han denominado este nuevo contex-‐to con otras expresiones: “renovación misionera”, o “conversión pastoral”(IL, 79).
El concepto de “nueva evangelización” se clarifica en el IL poniendo de relieve qué no es nueva evangelización.
ü No es un nuevo modelo de acción pastoral, que substituye simplemente otras formas de acción (la primera evangelización, la atención pastoral), sino más bien de un proceso de relanzamiento de la misión fundamental de la Iglesia (IL, 77).
ü No es una cuestión organizativa o estratégica, sino más bien espiritual (IL, 158). El secreto último de la nueva evangelización es la respuesta a la llamada a la santidad de cada cristiano. (IL, 158).
ü No significa “nuevo Evangelio”, porque «Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos» (Hb 13,8). Significa dar una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos escenarios que muestran la cultura a través de la cual expresamos nuestra identidad y buscamos el sentido de nuestras existencias. Consiste en promover una cultura más profundamente arraigada en el Evangelio (IL, 164), en descubrir «el hombre nuevo» (Ef 4,24), que está en nosotros gracias al Es-‐píritu que nos ha sido dado por Jesucristo y por el Padre.
La “novedad” de esta evangelización, hoy necesaria, proviene de la confrontación con las “transformaciones sociales y culturales, que están profundamente modifi-‐cando la percepción que el hombre tiene de sí mismo y del mundo, generando re-‐percusiones también sobre su modo de creer en Dios ” (IL, 6). Tales transformacio-‐nes generan desorientación, desconfianza hacia todo aquello que nos ha sido trans-‐mitido sobre el sentido de la vida y llevan al abandono de la fe (IL, 7). La situación de debilidad, disminución, privatización, reducción y falta de empeño en la transmisión
11 “«No es fácil definir los confines entre atención pastoral a los fieles, nueva evangelización y activi-‐dad misionera específica, y no es pensable crear entre ellos barreras o recintos estancados… los no cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la misión ad extra, y viceversa” Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 37.
de la fe a las nuevas generaciones requieren una nueva evangelización (IL, 48). Por ello, la Iglesia necesita re-‐novar, hacer “nueva” su evangelización
ü “imaginando nuevos instrumentos y nuevas palabras que hagan audible y comprensible la palabra de la fe en los nuevos desiertos” (IL, 8),
ü “reanimando el fervor de la fe y del testimonio”, ü “redescubriendo la alegría de creer, y el entusiasmo en la comunicación de la
fe.” (IL, 9)12, ü recuperando energías, voluntad, frescura e ingenio en su modo de vivir la fe y
de transmitirla” (IL, 49).
“Nueva evangelización” quiere decir :
ü “discernimiento para anunciar adecuadamente el Evangelio en nuevos esce-‐narios” (IL; 51),
ü audacia misionera para hacernos presentes en el tejido social. (IL, 138), ü creatividad y fantasía para transmitir la fe a través del arte y la belleza (IL,
157), ü renovada modalidad de anuncio, sobre todo para quienes viven en contextos
de secularización, sin excluir de ello a los mismos países de tradición cristiana (IL, 44).
Estamos ahora en una etapa ulterior en el proceso de comprensión profunda del significado de la “nueva evangelización”: acontece con la convocatoria de este Síno-‐do y la creación, por parte del papa Benedicto XVI, del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización:
“que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se pre-‐sente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización … todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmen-‐te cristianos necesitan un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia»13.
Estos significados muestran cómo el concepto de “nueva evangelización” va ma-‐durado y se va expresando a través de formas muy diferentes. No obstante, todavía seguimos en “búsqueda de su significado”, en discernimiento y nos sentimos estimu-‐lados hacia una nueva forma de evangelizar (IL, 44).
El número 92 del Instrumento de trabajo, intenta sintetizar el concepto de “nueva evangelización” en los siguientes términos:
Se trata de un proceso a través del cual la Iglesia:
12 «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!» JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), 2: AAS 83 (1991) 251.
13 BENEDICTO XVI, Carta Apostólica en forma de motu proprio Ubicumque et semper (21 de septiem-‐bre de 2010: AAS 102 (2010) 790-‐791.
ü movida por el Espíritu, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, lla-‐mando a la conversión, mediante la catequesis y los sacramentos de la inicia-‐ción;
ü impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden temporal, asumiendo y renovando las culturas.
ü Hace renacer en sí misma la transmisión de la fe.
c) El principal destinatario de la nueva evangelización: el Occidente cristiano
En el número 85 del Instrumentum Laboris se habla de “evangelización” y “nueva evangelización” en sentido amplio:
«En sentido amplio: “evangelización” se refiere al aspecto ordinario de la pastoral; “nueva evangelización” a los que han abandonado la vida cristiana»14: definición fue luego retomada por la Exhortación Apostólica Postsinodal Africae munus15. (IL, 85).
El Instrumentum Laboris concentra ahora el concepto de Nueva Evangelización en el espacio del Occidente cristiano, aunque inmediatamente añade que sin ser exclu-‐sivo.
Destinatarios de ese evangelización son los bautizados que viven una nueva situa-‐ción existencial y cultural, que viven en un “desierto interior”, que no se preguntn por Dios. Deber de la nueva evangelización es imaginar situaciones, lugares de vida y acciones pastorales, que permitan a estas personas entrar de nuevo en relación con Dios (IL, 86).
Esta referencia preponderante al Occidente cristiano tiene valor de ejemplaridad o referencia, más que de una definición completa y detallada (IL, 87). En ella el Occi-‐dente es asumido como un lugar ejemplar, más que como el objetivo único de toda la actividad de la nueva evangelización, que no puede ser reducida a un simple ejer-‐cicio de actualización de algunas prácticas pastorales, sino que, al contrario, requiere una comprensión muy seria y profunda de las causas que han llevado al Occidente cristiano a encontrarse en tal situación.
Benedicto XVI aplica también a África el concepto de “nueva evangelización”:
«también en África, hay muchas situaciones que reclaman una nueva presenta-‐ción del Evangelio, “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión” [...] La nueva evangelización es una empresa urgente para los cristianos en África, ya que también ellos deben renovar su entusiasmo por pertenecer a la Iglesia. Inspirados por el Espíritu del Señor resucitado, están llamados a vivir, en el ámbito personal, familiar y social, la Buena Nueva y a anunciarla con renovado celo a las personas
14 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Nota doctrinal sobre algunos aspectos de la evange-‐lización (3 de diciembre de 2007), 12: AAS 100 (2008) 501.
15 Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae munus (19 de noviembre de 2011), 160: Libreria Editrice Vaticana, Vaticano 2011, p. 123.
cercanas y lejanas, empleando para su difusión los nuevos métodos que la provi-‐dencia divina pone a nuestra disposición»16.
Análogas afirmaciones valen, obviamente aplicadas según las situaciones particula-‐res, para los cristianos en América, en Asia, en Europa y en Oceanía, continentes en los cuales desde hace tiempo la Iglesia está comprometida en la promoción de la nueva evangelización.
Por eso, el Instrumentum Laboris, afirma que no existe ninguna situación eclesial que pueda considerarse excluida de este programa (IL, 8): no solo las antiguas Igle-‐sias sino también las nuevas Iglesias, sobre todo en las grandes ciudades y en algu-‐nos sectores que ejercen un influjo cultural y social determinante. Como gran desa-‐fío social y cultural, las nuevas metrópolis – que surgen y se expanden con gran rapi-‐dez sobre todo en los Países en vía de desarrollo – son seguramente un terreno ade-‐cuado para la nueva evangelización. La nueva evangelización se refiere, pues, tam-‐bién a las Iglesias jóvenes, comprometidas en experiencias de inculturación que exi-‐gen continuas verificaciones para poder introducir el Evangelio, que purifica y eleva las culturas, y sobre todo para abrirlas a su novedad.
Más en general, todas las comunidades cristianas tienen necesidad de una nueva evangelización, porque están comprometidas en el ejercicio de una atención pasto-‐ral que parece siempre más difícil de llevar adelante y corre el riesgo de transfor-‐marse en una actividad repetitiva poco capaz de comunicar las razones para las cua-‐les ha nacido.
II. LA ESPIRITUALIDAD
La nueva evangelización es, ante todo, una llamada a un nuevo tipo de espiritua-‐lidad.
1. La nueva evangelización como impulso espiritual y movimiento de con-‐versión
La nueva evangelización es bloqueada frecuentemente por la misma Iglesia: hay que “descubrir las razones profundas de los límites de diversas instituciones eclesia-‐les en mostrar la credibilidad de las propias acciones y del propio testimonio, en to-‐mar la palabra y en hacerse escuchar en calidad de portadores del Evangelio de Dios.” (IL, 32). Por eso, “la nueva evangelización es la ocasión propicia (cf. 2 Co 6,2) para volver, como cristianos y como comunidad, a beber de la fuente de nuestra fe, y estar así más disponibles para la evangelización, para el testimonio” (IL, 20).
La nueva evangelización es el nombre dado a este impulso espiritual, a este lan-‐zamiento de un movimiento de conversión que la Iglesia pide a sí misma, a todas sus comunidades, a todos sus bautizados. Por lo tanto, es una realidad que no se refiere solamente a determinadas regiones bien definidas, sino que se trata del camino que
16 Ibid., 165. 171: pp. 126, 129-‐130.
permite desplegar y traducir en la práctica la herencia apostólica para nuestro tiem-‐po (IL, 88). Con la nueva evangelización:
ü la Iglesia desea introducir en el mundo de hoy y en la actual discusión su te-‐mática más originaria y específica: ser el lugar en el cual ya ahora se realiza la experiencia de Dios, donde bajo la guía del Espíritu del Resucitado nos deja-‐mos transfigurar por el don de la fe. El Evangelio es siempre el nuevo anuncio de la salvación obrada por Cristo para hacer participar a la humanidad en el misterio de Dios y de su vida de amor y abrir a todos los hombres un futuro de esperanza segura y sólida.
ü Subrayar que en este momento de la historia la Iglesia está llamada a desa-‐rrollar una nueva evangelización, significa intensificar la acción misionera pa-‐ra responder plenamente al mandato del Señor.
La nueva evangelización compromete a todos los sujetos eclesiales (individuos, comunidades, parroquias, diócesis, Conferencias Episcopales, movimientos, grupos y otras realidades eclesiales, religiosos y personas consagradas) en vista de una verifi-‐cación de la vida eclesial y de la acción pastoral, asumiendo como punto de análisis la cualidad de la propia vida de fe, y su capacidad de ser un instrumento de anuncio, según el Evangelio.(IL, 77).
2. La nueva evangelización como transmisión y generación
Objetivo de la evangelización es para el IL la transmisión de la fe (IL, 90). Este término “transmitir” puede ser malentendido: como quien pasa a otros sus conoci-‐mientos, sus normas, sus reglas de vida, sus tradiciones. Puede ser entendido ade-‐cuadamente cuando transmisión significa “comunicación”, posibilitar –en el caso de la fe-‐ un encuentro real, una relación con Jesucristo… favoreciendo en cada lugar y tiempo las condiciones para que este encuentro “al mismo tiempo íntimo y personal, público y comunitario” sea posible (IL, 18) y origine una metánoia, un cambio de mentalidad (IL, 19)17.
La transmisión de la fe no es una acción reservada a una persona individual en-‐comendada de esa tarea. Es un deber de cada cristiano y de toda la Iglesia, que en esta acción redescubre continuamente la propia identidad de pueblo congregado por la llamada del Espíritu, para vivir la presencia de Cristo entre nosotros, y descu-‐brir así el verdadero rostro de Dios, que es para nosotros Padre. (IL, 92)
En síntesis: el corazón de la nueva evangelización está en el mandato misionero del Señor Jesucristo, que la ha querido y la ha enviado al mundo, para que se deje guiar por el Espíritu Santo, mientras da testimonio de la salvación recibida y mientras anuncia el rostro de Dios, primer artífice de esta obra de salvación. (IL, 79)
17 “Comunión vivida con el Padre, en Jesucristo, gracias a su Espíritu que nos transfigura y nos hace capaces de irradiar la fe que vivimos y de suscitar la respuesta en aquellos que el Espíritu ha ya pre-‐parado con su visita y su acción (cf. Hch 16,14). (IL, 91).
En el n. 40 alude el IL a una perspectiva apenas insinuada pero sumamente suges-‐tiva: quien está llamada a la nueva evangelización es una “Ecclesia mater”. Evangeli-‐za “generando”, dando vida. Nunca la Iglesia es madre por sí sola. Es madre “por obra del Espíritu”. De ahí que necesite “dejarse plasmar por la acción del Espíritu y así conformarse a Cristo crucificado, el cual revela al mundo el rostro del amor y de la comunión de Dios. De este modo, redescubre su vocación de Ecclesia mater, que engendra hijos para el Señor, transmitiendo la fe, enseñando el amor que nutre a los hijos. Así, su tarea de anunciar y dar testimonio de esta Revelación de Dios, reunien-‐do a su pueblo disperso” (IL, 40). La misión materna de la Iglesia hace que ella en-‐gendre a sus hijos en la fe18(IL, 134).
Para proclamar en modo fecundo la Palabra del Evangelio, se requiere una pro-‐funda comunión entre los hijos e hijas de Dios en la Iglesia. Ese es el signo distintivo que hace creíble y eficaz el anuncio: «Os doy un mandamiento nuevo; que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros» (Jn 13,34-‐35). (IL, 91). Nueva Evangelización es “la capacidad de parte de la Iglesia de vivir en modo renovado su experiencia comunitaria de la fe y del anuncio dentro de las nuevas situaciones culturales que se han creado en estas últimas décadas” ¡Esto afecta a todas las Iglesias de los 5 continentes! (IL, 47).
El mejor lugar para la transmisión de la fe es una comunidad nutrida y transfor-‐mada por la vida litúrgica y por la oración. Existe una relación intrínseca entre fe y li-‐turgia: “lex orandi lex credendi”.(IL, 97). La lectio divina (personal y comunitaria) se presenta naturalmente como un lugar de evangelización (IL, 97). El catecismo roma-‐do introduce pedagógicamente en el misterio de la fe a través de sus cuatro títulos: el Credo, los sacramentos, los mandamientos y la oración del Padre Nuestro. (IL, 100)
3. La caridad, lenguaje de la nueva evangelización
La caridad es el lenguaje que en la nueva evangelización, más que con palabras se expresa en las obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas en necesi-‐dades espirituales y materiales.(IL, 124)
El ecumenismo es seguramente uno de los frutos que pueden ser esperados de la nueva evangelización, (IL, 125)
La fe cristiana contribuye a la comprensión del contenido profundo de las expe-‐riencias fundamentales del hombre.(IL, 154)
Tres exigencias: a) la capacidad de discernir, es decir, la capacidad que se tiene de colocarse dentro del presente convencidos que también en este tiempo es posible
18 «Por su naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado postbautismal. No se trata sólo de la necesidad de una instrucción posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis.»: Cate-‐cismo de la Iglesia Católica, 1231.
anunciar el Evangelio y vivir la fe cristiana; b) la capacidad de vivir formas de una ra-‐dical y genuina adhesión a la fe cristiana, que logren dar testimonio con su simple existencia de la fuerza transformadora de Dios en nuestra historia; c) una clara y ex-‐plícita relación con la Iglesia, para hacer visible el carácter misionero y apostólico. (IL, 78).
Uno de los signos de la eficacia de la nueva evangelización será el redescubri-‐miento de la vida como vocación y el surgimiento de vocaciones en el seguimiento radical de Cristo. (IL, 161).
La nueva evangelización recuerda a la Iglesia su finalidad misionera originaria. Por lo tanto, tales actividades, como afirman muchas respuestas, asumen la nueva evan-‐gelización para dar a las reformas en acto una dirección menos orientada hacia el in-‐terior de las comunidades cristianas, y más comprometida con el anuncio de la fe a todos (IL, 81).
Como afirmaba Juan Pablo II, nueva evangelización significa rehacer el tejido cris-‐tiano de la sociedad humana, rehaciendo el tejido de las mismas comunidades cris-‐tianas; quiere decir, además, ayudar a la Iglesia a seguir estando presente «entre las casas de sus hijos y de sus hijas»19, para animar la vida y dirigirla al Reino que viene. (IL, 83).
4. La necesidad de compartir la visión
La misión evangelizadora es un tema decisivo para la Iglesia actual. Así se ha cons-‐tatado en los principales documentos pontificios de los cuales parte el Sínodo que se prepara: “Evangelii Nuntiandi” de Pablo VI, “Redemptoris Missio” y “Novo Millenio ineunte” de Juan Pablo II.
Sin embargo, no todos en la Iglesia comparten la misma visión respecto a la mi-‐sión evangelizadora. Lo vimos anteriormente, cuando reflexionábamos sobre el ma-‐remagnum de visiones sobre la misión.
Por eso, el IL reconoce la necesidad de aunar criterios, puntos de vistas, prácticas en la evangelización para responder así a los desafíos que hemos de afrontar y “para evitar el riesgo de la dispersión y de la fragmentación” (IL, 4)20. Se desearía, consi-‐guientemente, que se cree durante el Sínodo “un clima de comunión que permita ver con un espíritu diferente los desafíos del presente” (IL, 15).
19 JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Christifideles laici (30 de diciembre de 1988), 26: AAS 81 (1989) 438. Cf. también n. 34: AAS 81 (1989) 455.
20 El IL entiende que estamos en “una ocasión propicia para crear un momento unitario y católico de escucha, de discernimiento y, sobre todo, para dar unidad a la opciones que han de hacerse” (IL n.5).
III. LOS NUEVOS ESCENARIOS
La nueva evangelización requiere “leer y descifrar los nuevos escenarios”21, que han surgido en las últimas décadas. En tales escenarios debe ser anunciado el Evan-‐gelio y ofrecida la experiencia de ser Iglesia.
La lectura y el desciframiento de esos nuevos escenarios no es fácil. El Papa Juan Pablo II los llamaba “nuevos areópagos”. El Instrumentum laboris menciona varios escenarios: cultural, social, económico, político, científico, de la comunicación y reli-‐gioso (IL, 51). Trataré de ofrecer una visión más concentrada de todos ellos.
1. El escenario cultural y religioso
El escenario cultural difunde una mentalidad sin Dios, imagina una vida humana sin referencia a lo trascendente (IL, 52). Esta mentalidad tiende a esparcirse por todo el mundo a través de los procesos de globalización. Atenta contra la fe religiosa que se ha conservado en las tradiciones e instituciones de los pueblos. Todo queda se-‐riamente afectado: se debilitan los valores, no hay respuestas al sentido de la vida, no interesa tanto la verdad. La cultura que mantenía unidos a los pueblos se resque-‐braja y fragmenta(IL, 47). Se expande una mentalidad hedonista, consumista, relati-‐vista, individualista y neopagana (IL, 53). La influencia de este escenario cultural afecta también a los mismos cristianos.
Por otra parte, se está dando en nuestra cultura –como reconoce el Instrumen-‐tum laboris-‐ un retorno al sentido religioso y una exigencia multiforme de espiritua-‐lidadque afecta a muchos y en particular a las generaciones jóvenes. Surgen nuevas formas de gnosis, que asumen la técnica como forma de sabiduría. Se cree que una organización mágica de la vida es el criterio para conocer la realidad y dar un sentido a las cosas. Emergen nuevos cultos, que instrumentalizan en clave terapéutica las prácticas religiosas. Se presentan como religiones de la prosperidad y de la gratifica-‐ción instantánea (IL, 58). La ciencia y la tecnología con sus admirables avances, co-‐rren el riesgo de transformarse en los nuevos ídolos del presente; la ciencia puede convertirse en “nueva religión”. La nueva evangelización requiere que se establezca un serio diálogo entre ciencia y fe. Por eso, se dice:
“Corresponde a los científicos cristianos dar testimonio, con la propia actividad y sobre todo con la vida, que la razón y la fe son dos alas que conducen a Dios22, que la fe cristiana y la ciencia, rectamente entendidas, pueden enriquecerse recípro-‐camente para el bien de la humanidad. El único límite del progreso científico es la salvaguardia de la dignidad de la persona humana, creada a imagen de Dios, que no debe ser objeto sino sujeto de la investigación científica y tecnológica” (IL, 156).
21 Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Redemptoris missio (7 de diciembre de1990), 37: AAS 83 (1991) 282-‐286.
22 Cf. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Fides et ratio (14 de septiembre de 1998): AAS 91 (1999) 5.
El Instrumentum Laboris presenta la influencia del escenario secularizado o multi-‐religiosa en la identidad cultural y religiosa de muchas personas se ven obligadas a dejar su propio país para sumergirse en otro. Este fenómeno pone en crisis la identi-‐dad cultural y religiosa de los emigrantes (IL, 55).
Este escenario ofrece recursos y oportunidades para la evangelización que hace algunas décadas resultaban impensables (IL, 63). Evangelización más necesaria cuando este retorno de lo religioso se presenta con características demasiado ingé-‐nuas y emotivas (IL, 65); surgen con facilidad y proliferan nuevos grupos religiosos, a veces sectarios (IL, 66) y esta situación nos invita al discernimiento y la evangeliza-‐ción. Por otra parte, queda ahí como desafío el el encuentro y el diálogo con las grandes tradiciones religiosas (IL, 67).
El encuentro con el hombre secularizado ha de realizarse en la plataforma común a creyentes y no creyentes de “lo humano”. A ello quiere responder la iniciativa del “Atrio de los gentiles” (IL, 54).
2. El escenario socio-‐político y económico
Desde el punto de vista económico, el Instrumentum Laboris evoca las desigual-‐dades y la brecha entre pobres y ricos, el daño a la creación que se produce a cuasa del afán desmedido de riqueza (IL, 56).
El IL afirma que han surgido nuevos actores económicos, políticos y religiosos (en el mundo islámico, en el mundo asiático) que han creado una situación inédita y to-‐talmente desconocida (IL, 57). Hoy la misión se encuentra en los cinco continentes (IL, 70).
¿Cómo evangelizar en tales circunstancias? En este escenario se descubre la im-‐portancia que tiene la doctrina social de la Iglesia como elemento integrante de la nueva evangelización:
“Muchas respuestas piden que se estimule a los bautizados a vivir con mayor de-‐dicación la tarea específica de evangelizar, también a través de la Doctrina social de la Iglesia, viviendo en el mundo la propia fe en la búsqueda del verdadero bien para todos, en el respeto y en la promoción de la dignidad de cada persona, hasta intervenir directamente – en modo particular los fieles laicos – en la acción social y política” (IL, 124)23.
En este escenario la caridad cristiana ha de desplegar toda su potencialidad como instrumento y lenguaje de la “nueva evangelización” (IL, 71):
23 “El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas impor-‐tantes enseñanzas se funda el aspecto misionero de la doctrina social de la Iglesia, como un ele-‐mento esencial de evangelización. Es anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuente impres-‐cindible para educarse en ella»”: BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Caritas in veritate (29 de junio de 2009), 15: AAS 101 (2009) 651-‐652. “Ésta concierne también «el servicio de la Iglesia con vistas a la reconciliación, la justicia y la paz»”: BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Africae munus (19 de noviembre de 2011), 169: Libreria Editrice Vaticana, Vaticano 2011, p. 129.
“La caridad es el lenguaje que en la nueva evangelización, más que con palabras se expresa en las obras de fraternidad, de cercanía y de ayuda a las personas en necesidades espirituales y materiales” (IL, 124).
3. El escenario de la innovación científica, tecnológica y de la sociedad del conocimiento y la información
El “lugar” por excelencia de la vida pública y de la experiencia social es hoy el que ocupa la cultura mediática y digital: no existe ningún espacio en el planeta que no pueda ser alcanzado e infuenciado por ella (IL, 59). Es más: influye mucho en la per-‐cepción de nosotros mismos, de los demás y del mundo (IL, 60). Esta cultura mediá-‐tica y digital puede quedar fáilmente atrapada por el culto a lo efímero, a lo inmedia-‐to, a la apariencia y al espectáculo, generando así una sociedad sin memoria y sin fu-‐turo. Por otra, ésta es no solo la sociedad de la información, también del conoci-‐miento compartido. La red informática ofrece posibilidades nuevas de crecimiento en el conocer, hasta ahora inéditas. La sociedad del conocimiento y de la informa-‐ción es el gran espacio del diálogo intercultural, interreligioso, intergeneracional. Aunque, por una parte, reconoce el IL que la Iglesia ha sabido entrar en estos espa-‐cios y asumir estos medios desde el comienzo como útiles instrumentos de anuncio del Evangelio (IL, 61), por otra expresa una seria preocupación al respecto:
“la constatación de que no es fácil entrar en el espacio común de la investigación y del desarrollo del conocimiento en las diversas culturas. En efecto, se tiene la im-‐presión que a la razón cristiana le cueste encontrar interlocutores en esos ambien-‐tes que en nuestros días detentan las energías y el poder en el mundo de la inves-‐tigación, sobre todo en el campo tecnológico y económico. Esta situación ha de ser interpretada como un desafío para la Iglesia y, por lo tanto, constituye un campo de particular atención para la nueva evangelización” (IL, 155).
En todo caso, la Iglesia se propone no renunciar a concurrir con audacia en ese nuevo areópago (IL, 62).
* * *
El examen de estos escenarios permite hacer una lectura crítica de los estilos de vida, del pensamiento y de los lenguajes propuestos a través de ellos. Dicha lectura sirve también como autocrítica que el cristianismo es invitado a hacer de sí mismo (IL, 68). Por no haber entrado adecuadamente en tales escenarios la Iglesia no ha hecho frente a la “apostasía silenciosa” que el “mysterium iniquitatis” ha provocado en el cristianismo (IL, 69). En todo caso, la novedad de estos escenarios, dentro de los cuales estamos llamados como cristianos a vivir nuestra fe y a anunciar el Evan-‐gelio, ha puesto mejor en luz la necesidad de una real unidad entre los cristianos (IL, 72).
IV. LOS AGENTES
La nueva evangelización requiere nuevos evangelizadores o evangelizadoras. Emergen en este contexto comunidades y personas que han de someterse a un pro-‐ceso serio de renovación para poder evangelizar en este tiempo.
1. La Parroquia en clave de nueva evangelización
Transformación de la propia presencia entre la gente y dentro de la sociedad: en las iglesias más jóvenes la parroquia está formada de comunidades eclesiales de ba-‐se, o pequeñas comunidades cristianas; en las iglesias más antiguas se hace referen-‐cia a las “unidades pastorales”, como un instrumento para conjugar la revisión del programa parroquial y la construcción de una cooperación en una Iglesia particular más comunitaria. (IL, 80).
Hay que dar un lento pero eficaz trabajo de revisión del modo de ser Iglesia entre la gente, que evite los obstáculos del sectarismo y de la “religión civil”, y permita mantener la forma de una Iglesia misionera. El rostro de Iglesia “doméstica popular”, presente en la vida cotidiana de las personas, para anunciar desde ese lugar el men-‐saje vivificador del Evangelio (IL, 83)
La parroquia es descrita en IL, 81 así:
ü puerta más capilar de ingreso en la fe cristiana ü lugar de la pastoral ordinaria ü centros de irradiación y de testimonio ü centinelas capaces de escuchar a las personas y sus necesidades. ü lugares de educación y nutrición espiritual ü puntos de comunicación del mensaje cristiano ü comunidades en las que se experimenta la alegría de ser congregados y en-‐
viados por el Espíritu del Señor.
Imaginar una organización local de la Iglesia que vea cada vez más integradas, junto a la figura de los presbíteros, figuras laicales en la animación de las comunida-‐des. (IL, 84).
2. La Familia, transmisora de la fe
En la familia se viven los valores fundamentales de la experiencia cristiana: ima-‐gen de Dios en el hombre y la mujer, acogida y cuidado de la vida, atención educado-‐ra, atención a los más débiles, comunión y participación, confianza en Dios (IL, 110). A la familia le cabe una tarea educativa y le corresponde un papel cada vez más acti-‐vo en el proceso de transmisión de la fe (IL, 111), aunque experimentan frecuente-‐mente el fracaso en la educación en la fe, sobre todo de los niños (IL, 112). Para ello hay movimientos familiares y uniones de familias con el objetivo de encontrar solu-‐ciones a sus dificultades (IL, 113).
El IL no plantea el tema de la familia como “iglesia doméstica” y su responsabili-‐dad en la “nueva evangelización”. Será una perspectiva que el Sínodo no deberá des-‐
conocer. Es en la familia donde emerge de una manera especial la Iglesia como “ec-‐clesia mater”.
3. Todo “christifidelis”
Todo cristiano ha de sentirse llamado a la “nueva evangelización” por su identi-‐dad bautismal, y debe “dejarse guiar por el Espíritu” para responder a esta llamada (IL, 119). Ha de ser testigo intrépido del Evangelio en esta “nueva época para el tes-‐timonio”, ofreciendo nuevas respuestas a quien le pida razón de nuestra esperanza. Ha de tomar la palabra en los ambientes en los que vive y trabaja para comunicar su esperanza (IL, 120). Ha de aprender “un nuevo estilo” –dulzura, respeto, buena con-‐ciencia, humildad (IL, 119)– que abarque pensamiento y acción, conducta personal y testimonio público, vida comunitaria e impulso misionero (IL, 120)24.
A partir de esta base fundamental cada forma de vida cristiana (diáconos, muje-‐res, catequistas, vida consagrada, christifideles laici, movimientos) debe preguntarse cómo comprometerse en serio en la “nueva evangelización” (IL, nn. 109, 114-‐118).
V. UN PROCESO PERMANENTE
La nueva evangelización es omniabarcante: desde el primer anuncio hasta una permanente acción evangelizadora.
1. Revisión de los procesos iniciáticos
El Instrumentum Laboris se plantea cómo realizar el proceso iniciático de transmi-‐sión y acceso a la fe cristiana, de educación en la fe y de anuncio del mensaje cris-‐tiano hoy, en clave de nueva evangelización, pues éste es uno de los “lugares priori-‐tarios de la nueva evangelización” (IL, 135). Para ello propone un dilatado proceso de reflexión y revisión (IL, 130).
Debe revisarse la práctica bautismal de la Iglesia: de ella depende “el rostro futu-‐ro del cristianismo en el mundo, sobre todo en Occidente, así como también la capa-‐cidad de la fe cristiana de hablar a la cultura actual” (IL, 131). La Iglesia ha consegui-‐do algunas certezas (sobre el significado del bautismo de los niños, adolescentes y los adultos –IL, 132.133-‐), tiene planteadas otras cuestiones que muestran que el iti-‐nerario de acceso a la fe no está todavía bien definido. (IL 131). Coexisten pacífica-‐mente fuertes divergencias en torno a los caminos de iniciación cristiana en la Iglesia (IL, 136). Es necesario plantearse cómo ayudar cada vez más al cristiano a madurar con la acción educadora de nuestras comunidades, y a asumir en su vida una im-‐
24 “Además de la proclamación que podríamos llamar colectiva del Evangelio, conserva toda su validez e importancia esa otra transmisión de persona a persona. [...] La urgencia de comunicar la Buena Nueva a las masas de hombres no debería hacer olvidar esa forma de anunciar mediante la cual se llega a la conciencia personal del hombre y se deja en ella el influjo de una palabra verdaderamente extraordinaria que recibe de otro hombre”: PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975), 46: AAS 68 (1976) 36.
pronta auténticamente eucarística, que le haga capaz de dar razón de su propia es-‐peranza de modo adecuado en nuestra época (cf. 1 P 3,15)»25. Es necesario com-‐prender mejor, desde el punto de vista teológico, la secuencia de los sacramentos de la iniciación cristiana, que culmina con la Eucaristía, y reflexionar sobre modelos para traducir en la práctica la augurada profundización (IL, 137).
Las comunidades cristianas han de aprender a suscitar la atención de los adultos de hoy, interpretando sus preguntas y su sed de felicidad (IL 138)26. Y a partir de ahí, la Iglesia debe implicase en el “primer anuncio, entendido como propuesta explícita, o mejor aún como proclamación, del contenido fundamental de nuestra fe y llamada a la conversión” (IL, 139). Este primer anuncio necesita formas, lugares, iniciativas y eventos (IL, 141), pero preocupa la escasez del primer anuncio en la vida cotidiana y la falta de impulso misionero en las parroquias (IL, 142).
Quienes reciben a los iniciados son un equipo que representa a la comunidad cris-‐tiana. Su testimonio es importantesimo: reflejan cómo la comunidad vive el Evange-‐lio. Son los padres y madres espirituales, los mistagogos a quienes la comunidad cris-‐tiana confía una extraordinaria misión. A través de ellos se actúa la misteriosa ma-‐ternidad de la Iglesia. Hay que evitar que todo dependa del personalismo de un ca-‐tequista o de un presbítero. La comunidad cristiana ha de estar implicada en el pro-‐ceso iniciático y mistagógico.
2. La catequesis y el proceso educativo, la “ecología de la persona”
El IL reconoce “los grandes pasos realizados para revisar y estructurar mejor la ca-‐tequesis y los itinerarios de educación a la fe” (IL, 101)27. La catequesis debe ser comprendida como “educación permanente de la fe de los cristianos” (IL, 103). Y pi-‐de que el Sínodo se interrogue “acerca del modo de realizar una catequesis que sea integral, orgánica, que transmita en modo intacto el núcleo de la fe, y al mismo tiempo sepa hablar a los hombres de hoy, dentro de sus culturas, escuchando sus in-‐terrogantes, animando en ellos la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza” (IL, 104).
Los catequistas son testigos directos, evangelizadores insustituibles, que repre-‐sentan la fuerza fundamental de las comunidades cristianas. La Iglesia debe ofrecer-‐les “mayor estabilidad, visibilidad ministerial y formación” e incluso “configurar para el catequista un ministerio estable e instituido dentro de la Iglesia” (IL, 108).
25 Ibid, 18: AAS 99 (2007) 119. 26 Incluso se dice que: “En una sociedad que ha rechazado muchas formas del discurso sobre Dios, la necesidad que nuestras instituciones asuman sin miedo también una actitud apologética y que vi-‐van con serenidad formas de afirmación pública de la propia fe, es considerada como una clara ur-‐gencia pastoral” (IL, 138)
27 Se mencionan los proyectos elaborados, los textos publicados, las iniciativas llevadas a cabo para formar a los catequistas, no sólo en el uso de los nuevos instrumentos, sino también en la madura-‐ción de una comprensión más completa de su misión.
Iniciación a la fe y educación están estrechamente vinculados. Así lo expresa el IL: “no se puede evangelizar si, al mismo tiempo, no se educa al hombre para ser vera-‐deramente sí mismo” (IL, 147). Las instituciones educativas juegan un papel crucial en la misión evangelizadora de la Iglesia28; en ella ha invertido la Iglesia grandes energía (IL 148). Sin embargo, la acción educativa se encuentra hoy en estado de «emergencia educativa»29 y resulta muy difícil y crítica. La tarea educativa es difícil para los padres, ante todo, pero también para todos los agentes de la educación, pa-‐ra la misma escuela. Ineludible resulta esta pregunta: “¿cómo transmitir a las neuvas generaciones los valores básicos de la existencia humana y de la ética? (IL, 149). ¿Qué contribución puede prestar la Iglesia a la sociedad para que salga de la crisis educativa que la aflige? (IL, 150).
Hay modelos educativos o formas de entender la educación, que son reductivos o inadecuados: la educación no consiste únicamente en capacitar para determinadas habilidades dejando de lado las grandes cuestiones que afecta al ser humano (su ne-‐cesidad de felicidad, de sentido, de verdad). Hay también padres y educadores ten-‐tados de abdicar de su tarea; se sienten incapaces de transmitir a las nuevas genera-‐ciones los valores que fundamentan la vida.
Es aquí donde “la nueva evangelización” debe desplegarse y aportar aquello que en los procesos educativos se echa en falta (IL, 151), es decir, una visión holística del ser humano, de la “ecología humana” evitando todo reduccionismo (IL, 153): inte-‐grando la razón con todos sus usos (inteligencia racional, emocional, estética, prácti-‐ca…) y fe (IL, 155). La Iglesia contempla al ser humano en toda su realidad: vida, muerte, sexualidad, matrimonio, familia, relaciones sociales, espiritualidad. En sus centros educativos, ella quiere entrar en diálogo con la sociedad y ofrecerle su pro-‐pia visión. Es interesante observas, que mientras en los “Lineamenta” se ofrecía una visión –hasta jactanciosa de la Iglesia-‐ (“La Iglesia con la verdad reelada purifica la ra-‐zón y la ayuda a reconcoer las verdades últimas como fundamento de la moralidad y de la ética humana. La Iglesia sostiene las categorías morales esenciales, mantenien-‐do viva la esperanza en la humanidad” (Lineamenta, n. 20), en el Instrumentum La-‐boris suprime ese texto y cita discretamente en nota al n. 49 el siguiente texto de Benedicto XVI:
«En cierto sentido, la historia viene en ayuda de la Iglesia a través de distintas épocas de secularización que han contribuido en modo esencial a su purificación y reforma interior»30.
28 “La Iglesia posee, en este sentido, una tradición de recursos pedagógicos, reflexión e investigación, instituciones, personas – consagradas y no consagradas, reunidas en órdenes religiosas, en congre-‐gaciones, en institutos – capaces de ofrecer una presencia significativa en el mundo de la escuela y de la educación” (IL, 147).
29 BENEDICTO XVI, Discurso en la inauguración de los trabajos de la Asamblea Diocesana de Roma (Roma, 11 de junio de 2007): AAS 99 (2007) 680.
30 BENEDICTO XVI, Discurso durante el Encuentro con los católicos comprometidos en la Iglesia y la sociedad (Friburgo, 25 de septiembre de 2011): AAS 103 (2011) 677.
La propuesta del “atrio de los gentiles” supone un cierto avance para abrir la Igle-‐sia al diálogo con “los otros”. Pero no debemos olvidar que el “atrio de los gentiles” trae a los gentiles a “nuestro templo”. Juan Pablo II nos invitaba sin embargo a en-‐trar en los “nuevos areópagos”, donde somos más vulnerables, donde también po-‐demos aprender y el Espíritu realizará su obra.
Hemos de ser conscientes del contexto pluricultural y plurireligioso en el que nos encontramos. Por ello, el proceso iniciático no debe olvidar las influencias culturales que se dan en los catecúmenos o catequizados. Los catecúmenos delatan diferencias culturales notables y cada ve más. La acogida de tal variedad de catecúmenos ha de sentirse inspirada por dos grandes convicciones:
El Espíritu Santo actúa y ha actuado e el camino personal de cada uno de ellos. Dios les ha ofrecido desde siempre su Alianza, que ha resonado en ellos o ellas de una u otra forma y que espera en ellos una respuesta. Los catequistas son únicamente colaboradores, humildes instrumentos de Jesús y de su Espíritu. Sólo Jesús es la puerta, el camino, la verdad, la vida.
La diversidad de culturas en lugar de ser una dificultad debe ser una gran oportunidad para descubrir al otro, para suscitar la solidaridad en el nombre de Cristo, para crear la nueva humanidad reconciliada, que la Iglesia católica quiere expresar y ser.
La diversidad de lenguas y la dificultad de la traducción debe llevar a nuestras iglesias a contar con acompañantes capaces de hablar la lengua de los cate-‐cúmenos y hacerles fácil el proceso iniciático.
Los catecúmenos son muy sensibles ante el hecho de que la iglesia es iglesia mundial, y que ellos se hacen cristianos a través de los mismos sacramentos celebrados del mismo modo con los mismos pasos y etapas desde el tiempo de los apóstoles. Que se tata de una comunión universal entre todos los que buscan a Dios.
Y ¿qué decir de los adultos? Muchos abandonaron ya su fe de niños o de jóvene. Sienten que ahora pirden el sentido de pertenencia y que su fe no se ha desarrollado con su entrada en la edad adulta. “Un niño que no crece no sigue siendo un niño sino que se convierte en un enano”31. Lo mismo acontece con la fe:ina fe que no cre-‐cer no sigue siendo una fe infantil, sino una fe atrofiada. ¿Qué hacemos con los adul-‐tos de fe atrofiada?
Debería ser la normal del ministerio pastoral, la preocupación central. ¿Exis-‐ten programas serios para adultos? ¿Hay gente formada para ofrecer cate-‐quesis para adultos? La mayoría de los adultos no participan ya en la vida de la Iglesia y frecuentemente se vuelven indiferentes a ella.
31 Heins Schurmann.
¿Qué hacer para que la fe del adulto madure? El Espíritu Santo revela a Jesús. Jesús es proclamado cuando el Espíritu Santo entre en el corazón que está abierto a él.
3. Recursos: el Catecismo de la Iglesia Católica
Los nn. 110-‐111 del Instrumentum Laboris se refieren al Catecismo de la Iglesia Católica como el gran instrumento para la nueva evangelización, tanto por su conte-‐nido como por su pedagogía.
Sin minusvalorar toda la verdad que esas reflexiones contienen, nos hemos de preguntar si el Catecismo de la Iglesia católica ofrece la solución deseada a los desa-‐fíos que se nos plantean con la “nueva evangelización”. Hay expertos que apuntan la posibilidad de cambio en el paradigma del catecismo y trazan nuevos modos de ca-‐tecismo más apropiado al nuevo contexto misionero pos-‐cristiano de nuestras socie-‐dades. A este respecto se le da un especial significado a la evangelización, a la revi-‐sión y puesta al día de las formas catecumenales de iniciación cristiana.
El contexto social es multicultural, multireligioso y requiere que se implanten nuevas tareas pedagógico-‐religiosas en clave inter-‐cultural e inter-‐religiosa. Hay que plantearse de nuevo cuál es el contenido fundamental de la Proclamación cristiana ante los desafíos de la sociedad moderna. Hay que atender a la teoría científica de la pedagogía religiosa en su historia y en su presente, el nuevo sentido de la estética en la enseñanza, la función de mundo simbólico y mítico en la comunicación religiosa, el significado religioso y social de los ritos, una nueva visión de la liturgia en cuanto tal, el significado religioso-‐pedagógico del espacio de la Iglesia, lasc cuestiones bioéticas, el diálogo con las ciencias, la relación con los medios de comunicación y la sociedad del conocimiento y de la información, la sensibilidad ante los problemas sociales y políticos más agudos. También surge la pregunta de los lugares de la evangelización: la escuela, la parroquia y la interrelación entre ambos32.
VI. REFLEXIONES PERSONALES A PARTIR DEL “INSTRUMENTUM LABORIS”
Quisiera, finalmente, ofrecer unas reflexiones personales y en cierta medida críti-‐cas sobre el conjunto del Instrumentum Laboris. He tratado –en este trabajo-‐ de ha-‐cer justicia al conjunto amplio de aportaciones muy válidas, que ofrece, recurriendo a innumerables citas. He ofrecido así mismo una estructuración –no repetitiva-‐ y di-‐námica del texto, así como breves comentarios que resaltaban la validez de no pocos de sus textos.
32 Cf. ANA THEA, FILIPOVIC, Current Issues of Religious Pedagogy & Catechisis, en “Bogoslovska smotra” 76, n.1 (2006).
Pero creo que es necesario resituar algunos de los temas centrales: a) la “nueva evangelización” desde la perspectiva de la “missio Dei” como “misión del Espíritu Santo”; b) el discurso sobre Dios en nuestro tiempo; c) Un cristianismo que muere.
1. La nueva evangelización desde la “Missio Dei”
Es necesario plantear el concepto de “evangelización” en su auténtico contexto, que es la misión, entendida como “missio Dei”. El Instrumentum Laboris da la impre-‐sión de que la misión “evangelizadora” es, ante todo, una tarea de la Iglesia, ¡eso sí, ¡siempre con la ayuda del Espíritu Santo! No resalta que la misión es ante todo, “Missio Dei”, que brota de las entrañas mismas de Dios Padre. Que es Él quien “en-‐vía” a su Hijo al mundo para que lleve a cabo la misión que le confía. Por eso, Jesús es el Hijo y el Enviado del Abbá. Él fue la expresión, el sacramento, el actor de la “missio Dei”. Esta misión recibida fue denominada por el Nuevo Testamento “Evan-‐gelio”; Jesús fue el evangelizador por excelencia: anunció la buena noticia de la lle-‐gada del Reino de Dios con sus hechos y palabras, con su misma persona. Por ello murió Jesús en la cruz. Y allí exclamó las palabra finales: Consummatum est! Así con-‐cluyó su misión. La comunión estrechísima de Jesús con el Espíritu Santo le hizo decir a Jesús: “os conviene que yo me vaya…. No os dejaré huérfanos…. El Espíritu os lle-‐vará a la verdad completa”. En su muerte Jesús “exhaló el Espíritu”. El Espíritu fue derramado sobre toda carne, pero de manera especial sobre los discípulos y discípu-‐las. El Espíritu inicia ya la gran misión: el megaproyecto del Abbá y de Jesús. Es en-‐viado por el Padre y el Hijo a su comunidad, a la tierra. Y se inicia así la gran “missio Spiritus”.
El Espíritu Santo es el Espíritu de Jesús, por eso, actualiza la misión de Jesús en el tiempo pospascual, el Espíritu actúa en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Realiza su mi-‐sión desde la suprema discreción, concediendo sus dones, sus energías carismáticas a mujeres y hombres de buena voluntad. En la Iglesia los carismas conforman el Cuerpo de Cristo. Y en ella la misión de Jesús es visiblemente continuada gracias al Espíritu. El Espíritu y la Esposa anhelan la culminación del Reino con un permanente “Marana Tha”.
Evangelizar es por tanto, la obra del Espíritu que cuenta con la colaboración del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y que Él permanentemente construye; pero tam-‐bién con la colaboración –tantas veces inconsciente-‐ de tantos hombres y mujeres de buena voluntad con los cuales y por medio de los cuales realiza su misión.
En la Iglesia la misión es, ante todo, misión de evangelización. Anuncio y celebra-‐ción de la buena noticia de Jesucristo, que es Jesucristo mismo. “Evangelio de Jesu-‐crito” tiene un doble significado: como genitivo objetivo significa el Evangelio de Je-‐sucrsito, de su muerte y resurrección. Como genitivo subjetivo significa el Evangelio en el que Jesucristo, a través del Espíritu Santo, se hace salvíficamente presente en la Iglesia y en el mundo, como Señor, comunicándose a sí mismo. Por eso, evangeli-‐zar singifica convertirse en instrumento de la presencia y acción de Cristo en el mun-‐do, del Espíritu Santo. La evangelización solo es posible en la fuerza de lo alto, en la
fuerza del Espíritu Santo (Lc 24,27-‐29; Hech 1,8). El Espíritu Santo guía la misión. Él es el que una y otra vez abre nuevas puertas (Hech 16,6-‐8; 2 Cor 2,12). Solo una Iglesia colmada del Espíritu Santo es capaz de ser misionera y evangelizadora.
Pero en esta etapa de la historia de la salvación el Espíritu de Jesucristo ha de lu-‐char y vencer a tantos “malos espíritus” que tanto en las personas como en las insti-‐tuciones se oponen al reinado de Dios. La comunidad del Espíritu se sabe, por ello, implicada en la lucha apocalíptica pero tiene la certeza de la victoria final.
La “nueva evangelización” no es solo para transmitir y para convertir, sino para anunciar lo que está aconteciendo: para revelar a todos la gran obra que está reali-‐zando el Espíritu de Jesús resucitado en la historia a pesar de tantos malos espíritus como se le oponen. Metanoia es, sobre todo, un cambio de mentalidad, de visión, de percepción de la realidad, que implica posteriormente una nueva forma de compor-‐tarse y ser.
La colaboración de la Iglesia en la “Missio Dei”, “missio Spiritus” se traduce en “evangelización” y “nueva evangelización”. La Iglesia es para la humanidad la exten-‐sión viviente de la Palabra de Dios, la experiencia humana de la Presencia sentida y celebrada de Dios, el Cuerpo de Jesucristo en el Espíritu. A partir de aquí, tiene sen-‐tido todo lo que el Instrumentum Laboris dice sobre la nueva evangelización y sus dimensiones. Porque sin este contexto, tendríamos el peligro de entender la nueva evangelización como una iniciativa y empresa de la Iglesia de nuestro tiempo, por lo tanto, voluntarista, pero no como la participación humilde en un gran acontecimein-‐to de gracia, en una maternidad que solo es posible “gracias al Espíritu”. Por eso, es muy acertada la afirmación del Instrumentum Laboris de que la nueva evangeliza-‐ción es, ante todo, una “cuestión espiritual” (IL, 158).
Esto no impide, sin embargo, que el Espíritu realice también su misión contando con tantos seres humanos, comunidades y realidades que expresan su energía reno-‐vadora e innovadora.
2. El discurso sobre Dios en nuestro tiempo
Gary Wolf ha hablado de un “nuevo ateísmo” en un artículo titulado “la Iglesia de los no-‐creyentes”33 en referencia a la reciente explosión de bestsellers en defensa del ateismo. Estos autores defienden que el cristianismo provoca violencia en nom-‐bre de la fe, en quienes se adhieren a él. Basados en experiencias históricas, dicen que las enseñanzas de Jesús han llevado a la violencia: cruzadas, quema de herejes, justificación de la esclavitud, inquisición34. Nos acusan a los cristianos de haber co-‐metido muchos crímenes a lo largo de la historia en nombre de nuestro “monoteís-‐mo”. Según ellos, habría dejado tras nosotros un “legado violento” a la cultura occi-‐dental (Regina Schwartz). Richard Dawkins se ha atrevido a decir que el cristianismo
33 Gary Wolf, The Church of the Non-‐Believers, en “Wired” 27 febrero 2009: cf. http://www. wired. com /wired/archive/ 14.11/atheism.html.
34 Así se expresan autores actuales como Richard Dawkins, Steven Weinberg,Victor Stenger.
es una especie de “enfermedad mental” que nos catapula a los creyentes en el ca-‐muno de la violencia, por la cual nos hacemos daño a nosotros mismos y a los de-‐más35. La creencia en Dios se explicaría por nuestra biología y psicología36.
En este contexto tenemos hoy que hablar de Dios. Hemos de repensar nuestra ac-‐titud ante los no-‐creyentes o no-‐cristianos que no comparten nuestra misma fe. Esto nos obliga a renuncia a perspectivas reduccionistas a la hora de comunicar nuestra fe y, sobre todo, a descubrir la no-‐violencia de nuestra fe. El verlo todo en clave de “blanco” o “negro” lleva a actitudes fundamentalistas. La fe nos lleva más bien a una sinfonía de voces y no a un unísono ortodoxo, a un pensamiento único. Hay que de-‐cir “¡no!” a las verdades estancadas. Por eso, la nueva evangelización, más que plan-‐tearse como “apología” o defensa, debe partir de la convicción de que Dios no nece-‐sita ser defendido; más bien tendemos a defendernos de él, de su incomprensibili-‐dad, de su misterio, de su luz desumbradora.
La pregunta por Dios nos plantea dificultades. Pero hemos de hacer planteamien-‐tos adecuados. El problema hoy no es demostrar que Dios existe. Lo decisivo es des-‐cubrir el misterio de Dios en el mundo y cómo acceder a ese misterio a través de la mistagoia. El Dios de Jesucristo se ha manifestado como “amigo de los hombres”. Dios actúa en el mundo. Ha enviado su Espíritu. La cuestión no es si Dios existe, sino cómo existe, cómo actúa, dónde se manifiesta
3.¿Un cristianismo que muere? ¿Más funerales que bautizos? El Occidente cristiano
No solo hay escasez de sacerdotes o de vocaciones religiosas. Lo más grave es la escasez de comunidades cristianas y la escasez de vocaciones al matrimonio y la fa-‐milia, al laicado misionero. En Europa corremos el peligro de convertirnos en un con-‐tinente poscristiano; en ser un espacio en el cual no haya sitio para Dios. A veces pensamos que otros son el problema. Quizá debamos pensar de una vez por todas que ¡nosotros mismos, los creyentes, somos el problema!
Pero ¿qué está pasando a Europa? Escribió el cardenal Kasper hace poco lo si-‐guiente:
Con frecuencia su decepsión con la Iglesia no responde tanto a una falta de sensi-‐bilidad por lo religioso de su parte; sino a que en esta institución muchas veces re-‐ciben piedras en lugar de pan espiritual”37
En Europa nos encontramos con una realidad compleja, con muchos estratos. Es verdad que existe un secularismo fuerte, que se entremezcla con un interés nuevo por la espiritualidad y un abrumador altruismo o solidaridad en casos de catástrofes naturales, de ayuda a los necesitados.
35 Cf. Richard Dawkins, The God delussion, Houghton Mifflin Company, New York 2007. 36 Cf. Paul C. Vitz, The faith of the fatherless: the Psychology of Atheism, Spence Publishing Company, Dallas, 2000.
37 Walter Kasper, Nueva Evangelización, Sal Terrae, 2011, p. 22.
A todo esto debe responder la “nueva evangelización” hoy. Nuestras comunida-‐des, nuestras familias cristianas, nuestras parroquias, nuestras diócesis, han de pre-‐guntarse si no estamos demasiado acomodados, si no nos falta espíritu misionero, si no giramos demasiado en torno a nosotros mismos. Creo que no es exagerado decir que nos falta pasión misionera, deseos de crecer en vez de disminuir.
Para dar este salto hacia delante no necesitamos descalificar a los demás, mucho menos imponernos dentro de la misma Iglesia con nuestras ideas y pensamiento único.
La nueva Evangelización no consiste en anunciar “un nuevo evangelio”. Es hacer valer de nuevo el Evangelio en nuestra sociedad europea. No se trata de conquistar Europa para el Evangelio. Se trata de hacernos creíbles para que el Evangelio siga siendo creíble y necesario. Lo que importa es el Evangelio del Dios que se ha manies-‐tado en Jesucristo para salvación nuestra y del mundo. Se trata de hablar de nuestro Dios de forma nueva, interpelante, enardecida. Se trata de suscitar de nuevo la fe, la esperanza, el amor.
4. Ante la crisis de credibilidad “la diaconía de la caridad” como motor de la misión
La crisis de credibilidad de la Iglesia y, con ello, la debilidad de su misión en la so-‐ciedad actual, es un hecho constatable. Hay encuestas que nos dicen que la gente no pone su confianza en la Iglesia de las verdades, de la ortodoxia. En cambio, sí que suscitan confianza las instituciones eclesiales dedicadas a la “diaconía de la caridad”. Da la impresión de que la diaconía de la fe es distinta de la diaconía de la caridad.
La nueva evangelización debe hacer ver que se trata de una sola diaconía con dos vertientes. Más todavía: ¿no debería ser la diaconía de la caridad el motor de la mi-‐sión, la portadora de la visión? ¿No será la diaconía de la caridad el lugar donde se enseña prácticamente el mensaje cristiano? La “Caritas” se convierte así en una au-‐téntica perspectiva teológica, una clave para entender nuestra fe y nuestra moral. Pero ¿es la caridad el elemento central de nuestra visión y misión?
La comunidad eclesial debería ser un espacio donde “Jesús es experimentable en nuestro tiempo”. Si somos su cuerpo y Él es la cabeza (Col 1,18), Jesús debería ser experimentable en nosotros. Su misión debería transparentarse en la nuestra. Y la misión de Jesús era, sobre todo, diaconía de amor hacia los más necesitados: “he venido apra que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10). La diaconía de la fe debe ser de aquella “fe que ctúa en la caridad” (“pi÷stiß diΔ∆ aÓga¿phß
e˙nergoume÷nh”: Gal 5,6). Las obras de misericordia y de justicia hacen creíble la vida y el mensaje (Mt 24,1 – 25,46). Hace creíble al testigo su capacidad de gratuidad: “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. La caridad de Jesús no tiene fronteras, por eso es misionera, incluyente, dialogante38. En el ámbito de la diaconía de la caridad
38 Cf. HEINRICH POMPEY, Die Diakonie des Glaubens, Hoffens und Liebens als Ausgangspunkt der Evange-‐lisation, en “Lebendige Zeugnis” 61 (2006), pp. 185-‐200.
ocupa un lugar muy especial la atención misionera al mundo del dolor, de la enfer-‐medad, del sufrimiento. Si en otro tiempo la misión cristiana con relación a los en-‐fermos tenía como gran objetivo enseñarles y acompañarse en el “ars moriendi”, preparación para la muerte; hoy la perspectiva que nos desafía es la del “ars curan-‐di”39.
Esto quiere decir que el proyecto de evangelización no debe confundirse con un proyecto de ideologización, de politización o secularización, ni tampoco con el lla-‐mado “sueño de Compostela”, el proselitismo eclesial. No pocas veces nos hemos centrado sólo en la transmisión de un sistema teológico de ideas, hemos querido in-‐doctrinar, ofrecer a los demás la doctrina de la Iglesia. Las crisis de fe en nuestro tiempo tienen frecuentemente un causa en una respuesta inapropiada a los desafíos que se nos plantean. Como un síntoma de esa crisis, vemos cómo emergen nuevos movimeintos espirituales bajo forma de una espiritualidad ecléctica e informal, que entran en competitividad con las religiones institucionalizadas.
Lo que nos hace creíbles como evangelizadores es nuestra forma de vivir y actuar desde la caridad cristiana, pero también nuestro diálogo maduro, auténtico, inspira-‐do, optimisma y lleno de confianza en el personalismo y en la libertad40.
El testigo no solo habla con la boca, sino con la vida entera y está dispuesto a que su testimonio, si es necesario le cueste algo; en el caso extremo, incluso su vida.
5. La familia: el gran desafío de la nueva evangelización
Una especial importancia en la nueva evangelización tiene la familia. El Instru-‐mentum Laboris sólo apunta a la familia como educadora, ante todo, en la oración, como inicio de la educación en la fe y el testimonio creíble de los padres.
El reciente magisterio de la Iglesia ha abordado el tema de la familia y ha mostra-‐do interesantes progresos en él. Juan Pablo II dedicó a la familia importantes escri-‐tos: Evangelium Vitae, Familiaris Consortio, Carta a las Familias41. También los obis-‐pos de los EEUU escribieron una interesantísima declaración titulada “Follow the way of love”. Es verdad que Juan Pablo II presenta una cierta idealización de la fami-‐lia: se centra en la familia nuclear y probablemente pocas familias pueden verse re-‐flejadas en la imagen ideal que el Papa ofrecía. La familia debe ser entendida como un largo proceso que dura toda la vida: un proceso de conversión, debilidad, pecado, reincidencia, maduración personal que asume el pecado, la falta el perdón, la recon-‐cilaición. En este sentido, la declaración de los Obispos norteamericanos ofrece re-‐comendaciones mucho más cercanas a la realidad de las familias.
39 Cf. YVONNE MARIA, WERNER, Ars moriendi i kampen om det goda samhâllet, Almqvist amd Wiksell, 2004.
40 Cf. ODAK STIPE, New Pentecost or new spirituality?, en “New presence: Revieu for intellectul and spiri-‐tual questions”, IX (2011).
41 Cf. LUKA, TOMAŠEVIĆ, Church's Documents on Evangelising Role of the Family, en “Curch in the World”, vol .34, n.4 .
Pero queda por hacerse toda una reflexión sobre la familia como Iglesia domésti-‐ca, lugar ecuménico, espacio donde el Espíritu actúa más por la transmisión del amor que de un pensamiento único. La eclesiología ha de incluir más en serio dentro de su propio esquema la Iglesia doméstica. Con todo, hay una pregunta pendiente: ¿se identifica la Iglesia doméstica con la familia cristiana sin más? El verdadero funda-‐mento de la Iglesia doméstica ¿es el sacramento del matrimonio o el sacramento del bautismo? El bautismo confiere a los cristianos adultos la potestad de educar a sus hijos, de evangelizar a los niños que tienen bajo su cuidado. Cada bautizado tiene una historia que contar, enlazada de gracia, de pecado y de perdón. Probablemente tendríamos que abogar por una ampliación y extensión del concepto de hogar o fa-‐milia (madres no casadas, abandonadas, niños educados por los abuelos o que viven en hogares monoparentales). La familia, a pesar de sus imperfecciones o límites, o sus diversas configuraciones, es la célula fundamental de la Iglesia. Necesita un sta-‐tus eclesial peculiar: “donde dos o tres estáis reunidos en mi nombre, La familia es un lugar ecuménico, abierto al otro, al diferente. La familia cristiana funciona como un sacramento, un “sacramento básico”. La familia es un acontecimiento católico de apertura al otro y acogida del otro tal como es. La dinámica de la familia se vuelve icono de lo que es y debe ser la Iglesia. Las familias son escuelas de caridad42.
42 Cf. FLORENCE CAFFREY BOURG, When two or three are gathered: Christian families as domestic Chur-‐ches, University Notre Dame Press, Notre Dame, 2004.