si hay historias 2015

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Si hay historias 1 Historias 2do. taller de periodismo cultural H. Matamoros, Tamaulipas, México | 2015 Si hay

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Si hay

historias

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Historias2 d o . t a l l e r d e p e r i o d i s m o c u l t u r a l

H . M a t a m o r o s , T a m a u l i p a s , M é x i c o | 2 0 1 5

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Desde su concepción, el taller de periodismo cultural respondió a dos premisas fundamentales: regresar el acento al periodismo de corte cultural, como plataforma para entender las aspiraciones iniciales de esta labor – y

aún vigentes, como profundizar en nuestra realidad-, así como la necesidad de fijar una memoria que se nos vuelve evanescente a cada instante. Como en su primera experiencia, este segundo taller, que se desarrolló en el Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas y gracias al apoyo del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, tuvo como fruto una publicación (Sí hay historias 2), espejo del diálogo sostenido con los alumnos a lo largo de las sesiones, y muestra, a su vez, de sus textos periodísticos, ejercicio práctico de lo aprendido y reflexionado.En el transcurso del taller volvimos a esa idea central que ha impulsado a notables reporteros: entender por qué suceden los hechos y evitar que el tiempo los disuelva en el olvido. Decía la periodista Alma Guillermo Prieto que en sus inicios, en medio de una convulsa América Latina, en la segunda mitad del siglo XX, salía de conflictos como los de El Salvador o Nicaragua marcada por la necesidad de entender lo que sucedía ahí; entender la violencia, el silencio y la indiferencia ciudadana. Lo tenía muy claro: “Hay que perseguir la historia hasta el fin de su ciclo, no hasta el fin de su historia, puesto que las historias nunca terminan”.La ironía de los tiempos que vivimos es que si bien nunca antes fueron tan accesibles las herramientas para retener cada instante, el caos de voces y la falta de compromiso con los hechos ha redundado en un horizonte fragmentado, de sucesos que apenas se apuntan y pocas veces escrutados con calma y el interés de que no se diluyan en medio de este flujo incesante. Esta es la intención de los trabajos periodísticos que se recogen en Sí hay historias 2: ubicar, entender y difundir personajes significativos de la comunidad, que lejos de los reflectores construyen el tejido de la cultura de una ciudad como Matamoros. En sus páginas lo mismo vemos hormar sombreros que diseñar máscaras de lucha libre, introducir el mosaico como arte en esta frontera que el peso cultural de platillos como el guayín, así como personas que mantienen viva la tradición del libro hecho a mano, la vigencia del rótulo, el cuidado de las guitarras o la irrupción de una nueva forma de entender la música norteña.Cada escrito es una ventana a Matamoros y a esta frontera, una oportunidad de reconocer la diversidad que nos constituye, más allá de la posiciones reduccionistas. Cada entrevista nos reitera la vitalidad de esta ciudad y además, sin duda, que a nuestro alrededor Sí hay historias.

Javier Dragustinovis

Fijar la memoriaC O N T E N I D O

Artemisa López León

Emilio’sUn imperio que

emergió de una

tradición gastronómica

Teresa Flores

La encrucijada de

la encuadernación artística

en la era digital

Saulo Estrada

Ulises Giovanni Paredes:

Un médico de guitarras

Mayra Carballar

Los Murales

más que decorativos

son contadores de historias

Blanca Isela Martínez

Norteño Alterado:

música víctima de

las circunstancias

Osiel Hernández

De la barda a

la lona de plástico

Rubith Robles Chávez

Bajo el ala de un sombrero

se guarda todo un

estilo de vida

Guillermo Villa

Aeroflash

Creador de máscaras

e identidades

CréditosDirección Editorial Javier DragustinovisFotografía:Teresa FloresBlanca Isela MartínezGuillermo VillaDiseño gráfico:Guillermo Villa

©2014 SI HAY HISTORIASTODOS LOS DERECHOS RESERVADOSPROHIBIDA LA REPRODUCCIÓNTOTAL O PARCIAL DE ESTA OBRASIN PREVIA AUTORIZACIÓN

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La cultura de un pueblo se expresa en sus tradiciones. Algunas son tangibles

como los monumentos, edificios o lugares emblemáticos; otras son intangibles como las festividades, los bailes y la gastronomía. Con su recreación del guayín, un platillo típico tamaulipeco de origen matamorense, Emilio Sandoval ha contribuido a la transmisión generacional de una tradición culinaria a través de una cadena de restaurantes y otros negocios culinarios.El guayín es un almuerzo que surgió hace más de cuatro décadas. Toma su nombre de una coloquial palabra que, a diferencia del resto del país, no hace referencia a un modelo específico de camioneta.

En la región fronteriza, guayín se utiliza como sinónimo de “la cosa esa”, esto es, para referirse a “algo”, cuyo nombre no recordamos.El primer guayín fue preparado por Margarito Guevara, el cocinero de la desaparecida Cafetería Deportivo 31. Lo elaboró a petición de Jesús Ricalday, un asiduo cliente que, al ver almorzando a Margarito, pidió que le prepararan “un guayín de esos”, refiriéndose al platillo que comía el cocinero.Como lo narra el propio Margarito: “Para no batallar, le eché una torta [de huevo] a la plancha, luego le aventé frijoles y lo enrodé, y le eché salsa arriba, y de allí pa’l real y hasta la fecha” [sic]. Así surgió el

un imperio que emergióde una tradición gastronómica

Artemisa López León

Emilio’s

El primer guayín fue preparado por Margarito Guevara, el cocinero de la desaparecida Cafetería Deportivo 31.

Lo elaboró a petición de Jesús Ricalday”

Margarito Guevara

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Guayín: un omelet relleno de frijoles y cubierto de salsa de tomate que se acompaña con ensalada de lechuga y tortillas de harina.Aunque Margarito cocinó el primer guayín, Emilio Sandoval, dueño del restaurante Emilio’s Café, lo difundió ampliamente cuando lo convirtió en un elaborado platillo conocido como “Guayín Especial”, porque incluye un acompañamiento de queso amarillo, salchicha, jamón, mortadela y aguacate.Hoy en día, el Guayín tradicional y el especial se incluyen en el menú de cafeterías y restaurantes populares matamorenses y, poco a poco, se introduce en los establecimientos de comida mexicana en Brownsville, Texas, la ciudad hermana de Matamoros.

De trabajador inmigrante a dueñode una cadena de restaurantes

A sus 52 años, de estatura mediana, moreno y de rasgos afables, Emilio llega diariamente y muy temprano a la cafetería ubicada en el Periférico Cavazos Lerma, muy cerca del puente elevado que se ubica en Avenida del Niño. En cuanto arriba al café se coloca un mandil y supervisa el trabajo de sus empleados, mostrando una extraordinaria habilidad para no perder detalle del negocio aunque converse con algún comensal o proveedor.Emilio ha radicado toda su vida en La Capilla, el barrio más tradicional y antiguo de Matamoros. Es el segundo de ocho hijos de un vendedor de aguas frescas y una ama de casa; se casó hace treinta años y es padre de tres varones que ya han formado sus propias familias.El nacimiento de Emilio en Harlingen, Texas, le ha permitido gozar de algunos beneficios que otorga la ciudadanía norteamericana, como un empleo seguro

en el campo o las fábricas, donde trabaja seis o nueve meses al año, desde que tenía 16. Se inició en el mundo gastronómico cuando tenía 18 años y buscó trabajo como ayudante de la Cafetería Deportivo 31, “para no andar de flojo por ahí” durante los meses que no trabajaba en Estados Unidos. Sólo interrumpió su migración laboral durante las dos décadas que Emilio’s se volvió una especie de marca reconocida en los negocios de alimentos y bebidas en Matamoros, pues llegó a crear un consorcio gastronómico que incluía siete cafeterías –en las que el guayín era uno de sus platillos principales–. También tuvo un salón de eventos con servicio de elaboración de banquetes, una panadería, un billar y un bar en donde llegaron a amenizar importantes cantantes populares como Beto Quintanilla o Los Cadetes de Linares.Todos los negocios se han llamado Emilio’s porque, explica, “para hacer un nombre se batalla, para que te conozcan. Tú pones una cafetería Pedro, Juana, (y la gente se pregunta) ¿quiénes son esos?, pero tienen que ver tu nombre; ya cuando tienes un nombre, pues ya no batallas”.Emilio ha tenido tres padrinos: Natividad Lara Ortíz (q.e.p.d.), dueño de Deportivo 31 y el Café La 14, donde

Cuando caí, en el 2003, sí me agüité y llegué a pensar hasta en matarme

porque estaba impuesto a traerlo todo…y luego de repente que no

tengas nada”

Emilio Sandoval llegó a ser el encargado; Antonio Contreras, uno de los hermanos de la conocida tienda de abarrotes La Esquina de los Contreras, quien fue su consejero y proveedor, y le apoyó cuando lo requería. Y Francisco Llamas quien le rentó a Emilio los locales en donde puso varios de sus negocios. Cuando la esposa de Emilio enfermó –en pleno declive de su imperio–, Francisco lo respaldó económicamente para enfrentar la crisis y poder hospitalizar a su esposa en Brownsville.El trabajo arduo de Emilio trajo aparejado el éxito económico: “Tuve esclavas, –simula con sus dedos esas conocidas pulseras de oro, indicando un grosor de dos o tres centímetros–, viajé a Las Vegas, fui a muchas partes, me divertí. ¡Vaya! A ver peleas de box iba con amigos. Fíjese que con mi esposa nunca fui porque a ella siempre la mandaba a Acapulco con sus hijos nomás, o con una hermana”, comenta.Pero el éxito también lo alejó de sus hijos: “Nunca convivía con ellos. Me salía a las cuatro, cinco de la mañana de la casa y llegaba a la una, dos de la mañana”, se lamenta.

La caída y el resurgimiento del FénixA principios del nuevo milenio, la inseguridad y una

economía en declive dificultaron que los prósperos negocios fronterizos se mantuvieran a flote en Matamoros. Estos problemas afectaron también a Emilio, sumado a los excesos que a veces acompañan al éxito comercial: “Cuando caí, en el 2003, sí me agüité y llegué a pensar hasta en matarme porque estaba impuesto a traerlo todo… y luego de repente que no tengas nada”, comenta Emilio.

¿Lo resintió?, pregunto intentando conocer más sus emociones. Al principio sí resentía. Renegué de Dios porque yo tenía todo pero ahorita le doy gracias porque no es vida tener tanto negocio…no es vida, no es vida”, me lo recalca separando un poco las sílabas y alzando la voz.¿Fue muy abrupto, entonces?Fue una caída muy fea.¿Y qué fue lo que le pasó para tener esa caída?Hubo muchos –guarda silencio sin dejarme percibir si está ordenando sus ideas o prefiere guardarse la respuesta–. Pues los trabajadores te robaban, no atendían; cría fama…ya no asistía a los negocios, me la pasaba con mujeres, gaste y gaste; gastaba de más.La fama de este emprendedor, sin embargo, sobrevivió a su caída a través de El Nuevo Emilio’s, una cafetería que aún manejan su hermana y su cuñado en la esquina de las calles Francisco Villa y Servando Canales. En ese local trabajó un tiempo Margarito, el creador del Guayín.Once años después del declive, en mayo de 2014, intenta retomar el vuelo con la reapertura de Emilio’s, sobre el Periférico Cavazos Lerma porque, como él dice, “todos los cafés que pongo me gustan pero este me trae muchos recuerdos porque aquí me fue muy bien”.En esta nueva etapa, Margarito ha vuelto a trabajar con él, como hace tres décadas. En esta ocasión, la esposa de Emilio Sandoval está al mando de la cafetería porque, un mes después de la inauguración del Emilio’s, su dueño ha emigrado a Estados Unidos para juntar dinero y seguir un sueño: “Ahora que regrese del otro lado quiero abrir el local de la Diagonal, porque ese fue el número uno y porque ahí me queda cerca de mi casa”.

Don Emilio Sandoval

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“Cuando aprendí se me hacía muy complicado. Ahora (encuaderna) más dormida que despierta”

La encrucijada de la

encuadernaciónartística

en la era digitalTexto y fotos: Teresa Flores

La sensación que se experimenta al abrir la puerta es regresar en el tiempo. Bastan tres pasos para llegar al mostrador de madera donde

se atiende a los clientes. Entre las máquinas de imprenta, atrae la mirada una guillotina de palanca manual. Su pintura, de un negro descolorido, refleja el paso de los años. El olor a pegamento impregna la ropa. De repente suenan martillazos y hacen volver la mente a la realidad. Son parte del trabajo en El Hospital del Libro, taller de encuadernaciones artísticas fundado en 1975. Ahí, Genoveva Aricéaga Villarreal corta hojas y forra pastas que después une y transforma en libros.

Con el conocimiento adquirido en la práctica del oficio y cinco años como encargada de su negocio, Genoveva observa que la situación de las encuadernaciones artísticas en Matamoros es complicada. Piensa que están al límite de desaparecer ante la llegada de la era digital. “La mayor parte de las imprentas que encuadernaban ya no están encuadernando –expone-. Se han ido más a las lonas, las invitaciones, la novedad. Se están yendo para lo que más vende, pero nos olvidamos que todavía existen esos niños que tienen que salir (de la escuela) y que necesitan un encuadernado”.

Durante casi cuarenta años, en El Hospital del Libro se han encuadernado tesis para estudiantes universitarios de Matamoros y de varias ciudades del país como Reynosa, Valle Hermoso, Victoria, Monterrey, Puebla y el Distrito Federal. Inclusive han llegado clientes de Estados Unidos y España.

Genoveva muestra sus trabajos recién terminados, mientras comparte su experiencia en esta actividad que va siendo reemplazada por la tecnología digital.

¿De qué se trata el servicio de encuadernación en El Hospital del Libro?

Consiste en darle forma de libro a trabajos como tesis, monografías, residencias profesionales, diarios, poemas, dibujos, etcétera. Las hojas se unen con pastas forradas y se pueden abrir y cerrar sin desbaratarse.

En tu publicidad les llamas encuadernaciones artísticas, ¿son hechas a mano?

Sí. Los impresores ya usan máquinas. Tú vas a Monterrey, a Saltillo y hay una máquina que encuaderna, otra imprime, una más engargola y otra cose; aquí no, todo el encuadernado es manual.

¿De dónde surgió la idea de abrir un negocio de este tipo?

Mi abuelo tenía una imprenta. Mi papá le ayudaba con el trabajo de la prensa y el linotipo; pero como él había estudiado encuadernación en la secundaria empezó a ver que era una opción para trabajar. En 1975 abrió su taller en nuestra casa y nos enseñó el oficio. Él lo atendió hasta que falleció y yo me quedé a cargo. Es una tradición familiar.

¿Por qué se llama El Hospital del Libro?

Primero se llamó Imprenta Aricéaga, luego ARIVIL. Este último, (el nombre) El Hospital del Libro, salió porque el cliente llegaba diciendo: “Traigo un enfermito y usted es el doctor, usted lo va a revivir”.

¿Durante el tiempo que tiene el taller han variado en algo los encuadernados?

En la presentación sí, porque los materiales cambiaron. Tengo guardada una tesis antigua con tela satinada, impresa en color oro, con la pasta de

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Me gusta que me digan: “Quedó como si tu papá me lo hubiera encuadernado”

cartón esponjadito como los libros de antes. Ahora la tela es parecida al vinil.

¿Cómo y en cuánto tiempo se hace una encuadernación?

Empiezo acomodando y cortando las hojas para que sean del mismo tamaño. Pego, grapo, martillo y coso si el cliente lo pide. Después es el corte y pintado de los acabados. Meto el libro a las pastas forradas, cierro y pego. Se termina en tres días, dependiendo de lo que tarde en secar por el clima.

¿Qué grado de dificultad tiene tu trabajo?

Es intermedio. Cuando aprendí se me hacía muy complicado. Ahora (encuaderna) hasta más dormida que despierta.

¿Cuántas personas laboran aquí y qué habilidades deben tener?

Somos ocho. Cuatro de la familia y cuatro trabajadores. Solo les pedimos que estén abiertos para aprender y que sean gente seria.

¿Qué opinas de la tecnología y los cambios que está produciendo?

Siento que la era digital al facilitar las cosas nos hace más flojos. Si se te hace fácil copiar y pegar vas a querer copiar una tesis y presentarla tú. Hay gente que quiere presentar el trabajo de otra persona y si te dejas te ganan tu trabajo. Me han preguntado si vendo tesis y no, no ayudaría a una persona floja. En internet todo está a la mano; pero si no escribo, que es como uno aprende a tener buena ortografía; si no leo, que es como uno aprende un vocabulario más amplio, ¿a dónde vamos a ir? Si no leemos, no aprendemos.

¿Cuál es tu perspectiva sobre la situación de la encuadernación artística en Matamoros?

Estamos al límite. Se está perdiendo. La mayor parte de las imprentas que encuadernaban ya no están encuadernando. Se han ido más a las lonas, las invitaciones, la novedad. Se están yendo para lo que más vende, pero nos olvidamos que todavía existen esos niños que tienen que salir (de la escuela) y que necesitan un encuadernado.

¿Qué aspectos distinguen tus encuadernados de la competencia?

El formato de la portada. Sigo las indicaciones que mandan las escuelas en relación a medidas de líneas, espacios, tipos y tamaño de letra. Y la calidad del libro. El acabado incluye refilada de hojas, pintada de cantos y (que) al abrirlo no se despega. Si piden que sea cosido se pone hilo resistente. Hay clientes que hacen una especialización o una maestría en la ciudad o fuera de ella y regresan. Les pregunto

por qué de tan lejos y me dicen: “Cuando estudié la carrera aquí me lo hicieron y me gustó mucho. Incluso me lo traen de muestra para que sea igual”.

¿Recuerdas algún trabajo diferente o significativo que te hayan pedido?

Nunca me había puesto a pensar en ese aspecto. A mi papá le tocó encuadernar una tesis que se iba a presentar en España. Yo ayudé a transcribir un libro de un maestro que lo escribió a mano y mi papá se lo imprimió y encuadernó, (“De Matamoros y De mis Recuerdos” del profesor Mauricio Rangel Candanosa). Mi hermana hizo la primera edición de un libro de poemas que trajo un joven. Una persona de Valle Hermoso vino con otro de cuentos y otra señora de Houston llegó con uno de poemas para su familia.

Aparte del ingreso económico, ¿qué representa para ti cada trabajo que entregas?

Saber que te van a recomendar al ver que a los

clientes les cambia el estado de ánimo cuando ven el libro terminado. Traen cara de mortificación y de desesperación; ellos quisieran que saliera de un día para otro. Ya que tienen su tesis en la mano se ponen muy contentos; algunos toman fotografías. Otros dicen: “Ya me van a dar mi fecha; voy a presentar y ya voy a poder dormir”. Ahí sabes cuando un cliente tiene ética y vocación; sus libros y sus ojos lo dicen todo. Salen gritando y brincando. Es lo que te queda: ver la satisfacción de los clientes.

¿Cómo explicas tu slogan: “El buen servicio es la herencia?”

Tratamos de atender bien a la gente y de estar al pendiente de los detalles. Hacer bien hecho el trabajo, ese es mi lema; no dejar las cosas al último. Me gusta que me digan: “Quedó como si tu papá me lo hubiera encuadernado. El trato, el lugar, el trabajo, todo está igual como si él estuviera aquí”. Que alguien te diga eso, como dicen los comerciales, no tiene precio.

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Por Saulo Estrada

Ulises Giovanni Paredes, un médico para las guitarras

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Que tenga un secado adecuado; que no esté húmeda, verde, recién cortada. La más barata de las maderas es la del aguacate; tiene buen sonido pero no luce mucho, no está muy bonita pero suena bien y es resistente. De ahí le sigue el cedro, lo malo es que es frágil; tienes que cuidarla mucho. Sigue el palo escrito, hoy en día es el más usado porque es buena madera y no es tan caro como el palo santo y palo rosa de Brasil. Ojo de pájaro aunque es mexicano es caro.

Muchos músico prefieren mandar a reparar o comprar un instrumento del centro del país. ¿Qué diferencia encuentras entre tus guitarras y una construida en Paracho?

Mucha diferencia: no hay madera aquí y allá hay mucha. Cada artesano es diferente, cada quien tiene sus técnicas. Soy de los que me gusta detallar bien cada centímetro. Que tú te asomes por dentro y veas una buena construcción. ¿Quién se va a andar asomando por dentro?, hay conocedores que sí lo hacen. Yo soy de los que veo una guitarra, me gusta olerla, sentir su madera, ver cómo la hizo, dónde la regó (quien la construyó).

El trabajo hecho a mano requiere de un mayor tiempo para su construcción, es caro pero a la vez de mejor calidad. ¿Qué tan valorado es el artesano?

Se valora poco la mano del artesano; se les hace muy cara. Pero es por falta de conocedores, porque quien conoce sabe que una guitarra artesanal es única en el mundo, nadie la va a hacer igual. Buscas las vetas y tiene que tener un cambio porque es madera, y no nada más eso, el sonido tampoco es igual.

¿Cuál es el futuro de la guitarra en Matamoros?

Siento que tiene más futuro el bajo sexto y bajo quinto; en la zona les gusta más la música norteña. La guitarra no tiene mucha proyección; como no es tan cara. Vas al otro lado y encuentras gran variedad, baratísimas. Hay personas que no conocen su valor artesanal, que me han dicho: «¡Cómo crees!, yo ando buscando una de cien, doscientos pesos». Ellos no creen que una guitarra pueda valer mucho. Quien no conoce no está dispuesto a pagar lo justo por una.

Ahorita voy a empezar a hacer, más que guitarras, bajo sextos y bajo quintos, porque la guitarra no tiene mucha venta, por la industria.

¿Por qué te haces llamar el médico de guitarras?

A la guitarra le estás dando un lugar, como si tuviera vida, que para mi la tiene.

Porque si los humanos tenemos médicos, la guitarra también lo pueden tener.

Paradójico al ruido de la madera aserrada que debería surgir en el taller del médico de las guitarras, predomina la calma y la tranquilidad. Ulises Giovanni Paredes

Figueroa, se encuentra sentado con la vista perdida en su paciente: una guitarra clásica, construida en Paracho, Michoacán. Antes de tomar su «bisturí», huele la madera, la examina y contempla la construcción de la guitarra. Parece que nunca ha visto una, pero conoce cada centímetro de ella. La paciencia para un artesano es su herramienta principal.

Laudería, como se le conoce en México, es el arte de construir, reparar y restaurar instrumentos de cuerda. Involucra a la ciencia para conocer el comportamiento del sonido y de la madera, y la técnica para saber producir un trabajo de alta calidad. La palabra luthier, proviene del francés luth, que a su vez procede del árabe al-`ūd, que significa «la madera». No es de extrañarse que las personas dedicadas a construir instrumentos musicales sientan pasión por este material.

Giovanni Figueroa -como le gusta que le digan- a sus 34 años de edad trabaja como

laudero (o lutier). Nació en José Cardel, Veracruz, pero a la edad de 14 años decidió emigrar a Tamaulipas, atraído por el fuerte deseo de convertirse en músico, y establecerse en Matamoros después de un largo viaje por la frontera tamaulipeca. Vivir aquí es un

arma de doble filo para Giovanni: por un lado se encuentran a su alcance los materiales necesarios para su oficio,

por otro, el competido mercado en los Estados Unidos, donde es posible

encontrar guitarras a bajos precios de lutiers de talla internacional. A pesar de la probable desventaja, Giovanni continúa viviendo en este municipio.

Hoy en día se dedica a la creación, reparación y afinación de guitarras, bajo quintos, bajo sextos y contrabajos. De los

estantes de su taller lugar que comparte con su casa penden

instrumentos de muchas marcas, madera variada, olores diferentes y de

sonidos únicos.

La reparación y construcción de instrumentos de cuerda es considerado por muchos, difícil de llevar a cabo. ¿Por qué decidiste ser lutier?

Me enamoré de esto a partir de que fui músico; de laudero tengo como diez años. Estudié en Querétaro pero nada más un año o año y medio. Cuando empecé dije: «voy a hacer mi propia guitarra». Me atrevo a decir que si la música me gusta un cien por ciento, la laudería me gusta un ciento uno por ciento; me hace feliz hacerlas.

He tenido muchos trabajos en fábrica, trabajos buenos como representante de ventas, pero el destino me llevó a lo que más me gusta hacer.

¿Ha sido la reparación y construcción de guitarras tu soporte económico?

Mi soporte principal era la música o andar en un grupo o cantar en un lugar. Abandoné los trabajos formales porque la música era lo que más me dejaba. De allá de Veracruz llegué con la semillita bien sembrada, pero yo no sabía tocar todavía; empecé a tocar en Miguel Alemán. Me traje una guitarra quebrada que me costó 20 pesos, y fue la primera que arreglé porque mis ganas eran de tocar.

En Río Bravo tenía taller, pero no me dedicaba al cien por ciento. Haz de cuenta, era un setenta por ciento tocar y un treinta por ciento reparar o construir; como también había otro taller de mi camarada (Rubén Gerardo) “Gero” Flores. Él se dedica a hacer puro bajo sexto y bajo quinto, pero repara de todo.

En Estados como Veracruz, Michoacán y Querétaro por ejemplo, hay más constructores de instrumentos musicales que en el norte del México. ¿Qué tan competido es este oficio en la frontera tamaulipeca?

El mercado está competido por los chinos; haz de cuenta alguien viene por una guitarra y te piden un presupuesto. Está bueno, te sale en tanto — le contesto —. Pero, ¿qué pasa?, la industria está al cien (de saturada). Mientras yo hago una guitarra al mes, la industria ya hizo miles. Para realizar un trabajo con calidad, ¿qué buscas en la madera?

Giovanni Figueroa: mientras yo hago una guitarra al mes la

industria ya hizo miles.

“Cuando empecé dije: Voy a hacer mi propia guitarra”

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Los murales no son únicamente decorativos, son contadores de la historia, puntualiza el

artista plástico Marco Antonio Martínez Sarabia. La frase se ejemplifica en Matamoros a través de un colosal mural que manifiesta la herencia de esta ciudad, así como sus lugares más representativos.

El mural es hecho con piezas muy pequeñas llamadas tesalinas. Este arte denominado

micromosaico bizantino tiene milenios existiendo, sin embargo es hoy un arte poco común y prácticamente desconocido en la localidad. Ahora Marco Antonio se propuso difundirlo a través de su vocación como artista del vitral y el mosaico.

Este arte antes era exclusivo para expresar temas religiosos y comúnmente se encuentra en museos. Sin embargo, ahora se ha expandido a otros

LOS MURALES más que decorativos

Por Mayra Carballar

espacios permitiendo un contacto más amplio con las personas como se puede apreciar con el Cristo del Concorvado en Brasil, el cual está revestido de más de seis millones de tesalinas en mosaico y es visitado por miles de turistas cada año.

Marco, con un denotado entusiasmo y alegría que envuelven su personalidad, ha creado impresionantes obras que enmarcan nuestra identidad, además de revestir la ciudad de este arte expresivo y sugerente.

¿Cuando tiempo te tomó aprender la técnica del vitromosaico bizantino?

Aproximadamente cuatro años con el vitromosaico y 15 años haciendo vitrales. He sido dibujante toda mi vida. Esos 15 años son lo que me han dado la sensibilidad de trabajar con el vidrio, con el mosaico; con los dibujos y con las profundidades.

¿Cuál fue tu primer contacto con este arte?

Hace cinco años viví en Torreón, Coahuila. Ahí hay un estadio de futbol, de los Santos Laguna; en ese mismo complejo hay una capilla donde están representados muchos santos y todos los trabajos son en mosaico. Hay dos que más me tocaron: uno es de la Virgen de Guadalupe, hermosísima, y el de San Pío de Pietrelcina. A la hora en que los veo, me doy cuenta que eso es lo que quiero hacer.

¿Dónde aprendiste la técnica?

Yo soy autodidacta; nunca tuve formación. Desde niño dibujaba; mi madre era pintora, así que viene de familia. Respecto a la técnica, aprendí viendo a un amigo que fabricaba vitrales en Torreón. Hace unos diez años me topé con una empresa americana (Bob Art Studio) que son los mejores en vitrales y durante tres años les estuve

maquilando. Ellos me enseñaron con estándares internacionales como lo marca la UNESCO. Estoy certificado para restaurar vitrales antiguos, tan es así que Bellas Artes me contrató para dar una curso de restauración de vitrales antiguos a su planta docente. Soy el quinto que tiene esta certificación a nivel nacional.

¿Cuál es el proceso que lleva una de tus obras?

Para ello tendrías que ver el proceso en el taller. Involucra planeación, diseño. Estás trabajando con vidrio y es más complicado que solo hacer un cuadro de arte. Al cortar el vidrio debe ser simétrico, preciso con el diseño. Se trabaja pieza por pieza,

así como combinaciones de colores. El mosaico y el vitral son de nula absorción, y para que el pegado sea de fijación extrema con el concreto, un proceso difícil, se requiere de mucha paciencia.

Los materiales que uso son mosaico veneciano, de Murano; vidrio marca Spectrum, Cocomon; también utilizo vitropisos. El material lo mando pedir de Monterrey, Gudalajara, el Distrito Federal; Houston o San Antonio.

¿Qué es lo más difícil de trabajar con este material?

Lo más difícil del vitral es el principio y el final. El principio, porque tienes que dibujarlo y

limpiarlo -tanto el vitral como el mosaico-, y el final porque la limpieza es sumamente importante. La calidad podrá ser excelente pero si el trabajo no es limpio se ve mal. Cortar mosaico y vidrio cualquiera lo pueda hacer, el chiste es tener la sensibilidad para poder aterrizar la idea que traigo en la mente o la de mi cliente. Yo no reproduzco obra de otros artistas. Que me dijeras: “es quiero que hagas la Monalisa”. No, por ningún motivo lo hago, porque es obra de grandes artistas y no me va a quedar

son contadores de historia

Marco Antonio Martínez Sarabia.

Banca con el escudo de Tamaulipas en el Parque Olímpico.

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mejor, me va a quedar peor. Mejor hago mi propia obra; bonita o fea para el gusto de la gente pero es original, es mía. Lo que más me piden son alcatraces, pero yo no hago lo de Diego Rivera, hago mis alcatraces. Es como me desenvuelvo en cuestión de los diseños.

¿El material se puede degradar?

Tiene garantía de que nunca se va a decolorar. Puede pegarle el sol todo el día, durante años, y nunca va a perder el color. Se debe a que la pigmentación mineral no le hace daño el sol o estar a la intemperie. Es por eso que uso este tipo de material para hacer mi trabajo. El clima no le hace daño.

El mosaico más antiguo que me he encontrado data de 4500 A.C., en Estambul, Turquía. lo bonito de eso es que si te encuentras con trabajos de más de mil años, ahora imagínate cuánto va a durar este (Marco Antonio se señala la banca y el mural que se encuentra en el Parque Olímpico de Matamoros).

¿Se puede aprender esta profesión en alguna escuela del país?

No tengo conocimiento que haya una; puede que sí, pero lo desconozco. Solo en Bellas Artes existe la carrera de “Técnico artesanal de vitrales” y aquí en la ciudad (Matamoros) soy el único que enseña a hacer el vitromosaico.

¿Por qué te estableciste aquí?

Porque aquí vivo y nací; además que no hay competencia, soy el único mosaiquista de la ciudad.

Pareciera que este arte, no tan común, tuviera un mercado restringido. Imagino que hay ciudades donde tienes más mercado.

En Guadalajara hay mucha artesanía y

manualidades; hay gente que hace vitromosaico y lo exporta. También en Tijuana, que está muy cerca de San Diego, porque en California hay mucho conocedor del arte y comprador de mucho dinero.

¿Es rentable tener un negocio de este tipo en la ciudad?

Si hay clientela. Sobre todo en facebook es donde más genero publicidad y me hacen pedidos. También tengo contactos ya establecidos y como el vitral requiere de mantenimiento cada diez, quince o veinte años, la relación continúa con mis clientes iniciales (escuelas, iglesias). Es un ciclo. Mis mejores clientes, hasta ahora, son los maestros,

y no porque tengan mucho dinero, si no porque tienen mucha cultura. Siempre

tengo trabajo de ellos durante el año. Aprecian mi trabajo.

¿Cuál es el tipo de trabajo que más piden tu clientes?

Las parras (vid con uva y entrelazada con una estructura de madera y formas de hojas), en cuanto a diseño; la forma más común

es en vitral. En mosaico piden más el cuadro para decoración.

¿Cuál ha sido la obra más complicada que has realizado?

“La flor del tiempo”, un mural de once metros de altura con más de un millón de tesalinas, ubicado en la fachada del IMACULTA. Lleva dos años en proceso y tiene 43 diseños de los lugares más representativos de Matamoros.

¿Cómo llegó a México el micromosaico bizantino?

Hay trabajos que ya existían desde antes de la Conquista. Los aztecas y los mayas hacían máscaras funerarias hechas con piedras semipreciosas como el jade y concha nácar en estilo mosaico. No es nada nuevo. Ya con los españoles se fue

“ Los aztecas y los mayas

hacían máscaras funerarias hechas

con piedras semipreciosas como el jade y

concha nácar en estilo mosaico”

adecuando y dando otro uso.

¿Tienes clientes extranjeros?

Más que nada Estados Unidos. En Brownsville tengo muchos. También he realizado vitrales que han llegado a Sydney y a Francia.

¿En qué otros lugares has realizado trabajos?

He hecho restauraciones de vitrales en la catedral de Tampa, Florida;, y en la Iglesia de la Santísima Trinidad de Brooklyn, Nueva York; en Birmingham, Alabama, y Colorado,

¿Cuanto tiempo toma realizar una obra?

Todos los trabajos llevan más de una semana, por cuestión de diseño, de ponerme de acuerdo con el cliente, trabajar sobre el material así como otros encargos que tengo que realizar al mismo tiempo. Lo que más tiempo me tomó fueron los vitrales de la iglesia de la Santísima Trinidad de Brooklin. Requirió de siete meses y 14 personas trabajando día a día exclusivamente en ello. Ese trabajo lo realicé en Matamoros. Los paneles, ya armados, se llevaron hasta allá.

¿Cuántos proyectos has elaborado en Matamoros?

Muchos: 43 vitrales, 100 bancas con vitromosaico

de trajes típicos nacionales, 10 escaleras; el mural del IMACULTA; otros dos que están ubicados en la entrada de (la playa) Costa Azul, y la Virgen de Guadalupe, por mencionar algunos.

¿Existe un tema recurrente en tus obras?

La naturaleza, la vida diaria; cosas sencillas. Los temas de dominio público, sin muchas complicaciones, que la gente pueda apreciar y comprender.

“La flor del tiempo” es un proyecto ambicioso. ¿Qué esperas de este mural?

La idea es que cuando esté terminado, los niños y sus maestros vengan al Parque Olímpico, y lo aprecien, porque te abre un panorama completamente diferente del arte. Creo que a partir de ahí más gente se va a interesar en el vitromosaico.

Has elaborado ya muchos proyectos. ¿Qué te impulsa a seguir adelante?

Dejar una huella, un granito de arena en este paso por la vida.

¿Hay un consejo para los que desean incursionar en esta técnica?

Que tengan paciencia. Es muy importante que hagan lo que les gusta para que puedan crear un buen arte. Por ejemplo, los trabajos los hago como si fueran para mí y creo que quedan mejor.

Escudo de Matamoros en el Parque Olímpico.

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“Con cuerno de chivo y bazooka en la nuca, volando cabezas a quien se atraviesa / Somos sanguinarios, locos bien ondeados / nos gusta matar”. Así son los versos de “Sanguinarios del M1”, una de las canciones más representativas del movimiento alterado en México, mismo que ahora marca tendencia en el territorio que hace 30 años vivía el auge de la onda grupera, impulsado por el éxito de Rigo Tovar.

Esta corriente musical combina instrumentos y géneros como el norteño y la banda sinaloense, con letras que enaltecen al crimen organizado. Sus intérpretes, por lo general, portan trajes con figuras de armas bordadas y resaltadas con piedras brillantes.

La llamada por especialistas “nueva generación de narcocorridos”, se popularizó en Sinaloa en el 2009 y es seguida por decenas de agrupaciones locales que la adaptaron a su estilo y crearon el concepto norteño alterado.

Un actor de los cambios ocurridos en la música regional es Leobardo “Lobo” Porras, quien lidera el conjunto Norteño Mix, después de fundar en 1983 el grupo Belem y en 1994 Súper Trueno, hoy extintos.

En su estudio de grabaciones, entre cables extendidos en el suelo e instrumentos apilados sobre un amplificador, el artista reflexiona

sobre cómo el nuevo ritmo compite por ser tan exitoso en Matamoros como en los años ochentas fue la cumbia.

EL ÁLTER EGO DEL ALTERADO

¿Hace cuánto tiempo empezó a tocarse el norteño alterado?

Tenemos como tres años que empieza a entrar; la música se empieza a pegar con lo regional y empieza el movimiento aquí en el área de Matamoros, Monterrey y Coahuila.

¿El alterado es una fusión de norteño y banda sinaloense?

Es que sale la banda sinaloense, entonces como no se arman bandas (eso se da allá, dentro de la república) y como no está mucho la influencia de los metales, se empieza a hacer lo que es “banda- norteño- alterado”. Es cuando el grupo norteño mete la tuba y cambia el concepto. Ahí es donde hacen la fusión; al norteño le meten el bajo sexto y la tuba, y ya con eso empieza lo alterado.

¿Qué es lo que hace distinto al norteño clásico del alterado?

Para mí siempre ha sido lo mismo, nada más que alterado. Empiezan a hacer corridos; lo que antes era con acordeón, pero ahora lo hacen con más influencia de temas de narcotráfico y empiezan a hacer corridos por encargo.

Norteño alteradomúsica víctima de las circunstancias

Texto y fotos Blanca Isela Martínez

Leobardo “Lobo” Porras, lider del conjunto Norteño “Mix”.

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Sobre la composición de temas para los cárteles, explica que los pioneros del movimiento alterado en México, como Alfredo Ríos “El Komander» o “Los buitres de Culiacán” aceptan cobrar entre cinco mil y nueve mil dólares para dejar plasmadas con música historias de hechos o personajes de la delincuencia, lo cual conlleva riesgos para su seguridad, que ellos deben asumir al interpretarlas en público.

“Es algo bien difícil… Ahora muchos hasta andan con miedo, porque los están matando”, expone Porras.

En este punto el entrevistado hace referencia a Tomás Tovar Razcón “Tito Torbellino”, asesinado en mayo de 2014, y a Gerardo Ortíz, quien fue amenazado de muerte por un grupo de sicarios. “Es algo bien difícil, porque es igual que cuando a alguien lo contratan para una fiesta: tú (el artista) no puedes preguntar ¿eres esto o eres lo otro? Tú vas y tocas, vas a cumplir con tu trabajo, pero no sabes si le vas a tocar a alguien que es de una banda contraria a otra”.

COMO EN LA VIDA REAL

¿Cómo reacciona la gente en los conciertos, ante el uso de palabras como “cuerno de chivo”, “levantón” o “empecherados”?

Es un lenguaje que les gusta” -afirma con asombro, al referirse al público de jóvenes

que pide las canciones alteradas en los antros, como se le llama a los bares o centros de diversión nocturna-. “Hay un corrido que se llama Dámaso y yo veo cómo (en la presentaciones) se para un grupo y todos se van al centro, se la saben y la cantan, hasta las jóvenes bien bonitas todas chavalas… pero les gusta”.

¿Qué opina en torno al uso de esas palabras?

Que ya no tienen sesos para componer. Cualquiera te pone ahí que soy fulano de tal y te voy a matar de 30 balazos, y te voy a mochar la cabeza… antes no había necesidad de eso. Hay unas canciones que sí, yo me quedo bien asombrado del que las compone, cómo hace de una vida o algo que pasa, cómo lo encierra en tres o cuatro minutos. Por decir, “Cara a la muerte” que habla de cuando ya te van a matar, qué es lo que vas a sentir, cómo ves salir los sesos y empiezas a repasar tu vida, todo lo que hiciste… Entonces sí, pero hay muchos a los que se les acabó el seso, porque nada más dicen agarro a fulano de tal, lo mato, aviento granadas, traigo tantas metralletas, chaleco en el pecho… Es demasiada violencia”.

¿Estos temas y letras ya se habían tratado antes en otros géneros musicales?

Acabo de oír a un político, que me pareció que habló de algo muy importante. Son circunstancias de la vida, en que de repente te toca estar en el momento. Yo también digo que son circunstancias que de repente le tocan al alterado, nada más que desafortunadamente empiezan a cambiar el concepto, lo hacen con esa cuestión del narco… Que no tiene nada de malo, ya ve que lo quisieron parar (censurar), pero son cosas que pasan en la vida real.

Entonces ¿los grupos que tocan alterado solo son narradores de una realidad que ellos no inventaron?

Sí. Y si nos ponemos a observar, antes eran

“El concepto alterado no es exclusivamente relativo a la violencia y al narcotráfico, sino a la mezcla de sonidos musicales de diferentes géneros.”

los corridos, desde la Revolución Mexicana se contaba lo que pasaba. Es lo mismo.

NO TODO ES VIOLENCIA

El concepto alterado no es exclusivamente relativo a la violencia y al narcotráfico, sino a la mezcla de sonidos musicales de diferentes géneros. Es por eso que la letra de las canciones tampoco se limita solo a tratar dichos temas.

Lobo Porras explicó durante la entrevista que los principales exponentes del movimiento alterado a nivel nacional tienen en su repertorio canciones románticas y hasta humorísticas incluidas en este género, como “La María” de Julión Álvarez, o “El Tamalero” de Oscar Padilla.

¿A usted no le gusta el contenido de las letras de alterado?

A mí me gusta todo tipo de música y hay canciones muy buenas. El grupo Pesado grabó El Mil Amores en alterado, esa canción la cantaba Pedro Infante y no dice nada de la violencia. Lo que pasa es que hay canciones demasiado fuertes, pero le gustan a la gente.

MODA PASAJERA

Aún cuando el norteño alterado está de moda con más fuerza en la frontera desde el 2010, también es sabido que hay otros géneros musicales entre los más tocados en los antros, como el reggaetón, la cumbia wachiturra, el hip hop, el tribal, la salsa y la bachata.

La industria musical sigue en la búsqueda de nuevas propuestas e incita a crear más fusiones entre los nuevos ritmos y géneros clásicos, desde el rock y el pop hasta el ranchero, lo que en opinión de Lobo Porras hará que en algún tiempo, el alterado quede atrás.

¿Cree que el movimiento alterado llegó para quedarse?

Yo creo que son pasajeros, no creo que llegó

para quedarse. Creo que va a regresar la música de órgano o de piano, porque siempre lo mismo cansa”.

¿Cuántos grupos calcula que están tocando alterado actualmente en Matamoros?

Voy a dar una cifra sin tener el número exacto. Yo calculo que entre grupos norteños y regionales hay de 50 a 70 grupos. Está muy saturado.

¿Qué nombres se conocen más a nivel local?

Hay muchos. Café 50 es el más joven de todos los grupos; Pokar, Chamucho Norteño, Norteño Mix, Cazador Norteño, Aferrado, Estampida. Hay muchísimos.

Como cierre de la charla, Leobardo Porras recuerda que la “onda grupera” originada en Matamoros permaneció por poco más de 10 años en los primeros en las listas de popularidad, y opinó que el movimiento alterado no tiene una inminente fecha de caducidad, pero en algún momento “como todo, va a pasar”.

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Las empresas dedicadas a la elaboración del rótulo enfrentan un

cambio de paradigma: del uso de la pintura a las facilidades que ofrece ahora la impresión digital. Aristego Espino Araujo perteneció a la generación matamorense que ejerció y fomentó el oficio del rótulo hecho a mano. Ahora, Enrique Espino Carranza continúa la labor que aprendiera de su padre hace ya varias décadas.

Desde sus inicios, Enrique, dueño de la empresa Señalamientos Viales ABC, mostró destreza en el oficio, que lo llevaría a obtener los conocimientos que después transmitió a sus hijos, que hoy continúan con esta labor que ya es tradición en la familia Espino. “La población ha mantenido vigente el rótulo -comenta-, que está actualmente en desuso, debido al crecimiento de las impresiones”. Sin

embargo, en medio de esta realidad todavía existen negocios y personas que acuden a Rótulos ABC, ubicado en el centro histórico, buscando un trabajo tradicional, pintado a mano.

¿Cómo aprendiste la habilidad de rotulista?

No es difícil. Lo que se requiere es

DE LA BARDA

A

LA LONA DE PLASTICO ,

Por Osiel Hernández

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práctica, todos los días. Así es como lo aprendimos nosotros y mis dos hermanos. Nuestro padre fue nuestro mejor maestro en este oficio, y yo lo he transferido a mis hijos.

Sé que eres uno de los más reconocidos rotulistas ¿Cuántos años has dedicado a este oficio?

Como 45 años de trayectoria. Toda la vida; exactamente.

¿Los instrumentos empleados son difíciles de conseguir?

Los instrumentos (pinceles, pinturas, medios) no se conseguían, había que conseguirlos en Monterrey, Nuevo León, o si no en México, en una casa que se llama Serra México, allá en la capital. En Monterrey estaba la Casa Brunel, que se dedicaba a vender artículos para artistas, cuadros y todo eso.

¿Se recuperaba la inversión de traer materiales de otros lugares?

Sí, lo paga si está bien hecho el trabajo.

¿Cuál es el soporte que más se utiliza en la rotulación?

Las paredes de block, mantas o madera de triplay; de todo tipo de formatos.

¿Puede ser una profesión el rotulismo?

Eso fue lo que aprendí de mi padre y he logrado formar una familia con las ganancias del trabajo de rotulista. Si pueden solventar los gastos de una familia; mi caso es un ejemplo de ello.

¿Has creado un estilo propio de rotular?

Elaborábamos los rótulos con las características que le gustan a los cliente.

¿Hay un sector en especial que se caracteriza por el uso del rótulo?

Hay de todo género: empresarios, sindicatos de jornaleros, inmobiliarias; con empresas como Araujo y Longoria. Durante la celebración del Primero de Mayo.

¿Cuál es el medio de difusión de tu trabajo?

En mi experiencia, hacer un buen trabajo es el mejor ejemplo de publicidad que hay. Quedar bien con todo mundo. (Los clientes) quieren que esté bien hecho y barato. A veces los mismos clientes te recomiendan y así tienes más empleo, gracias a la buena elaboración de tu trabajo.

¿Cuáles son los rótulos más grandes que has hecho?

En lona: uno de 12 metros de largo por cuatro de alto; todo hecho a mano. En lámina: hace muchos años, en la zona industrial hicimos uno en un techo de Aceitera Matamoros; medía 50 metros de largo por cinco de alto en lámina.

¿El Ayuntamiento solicitaba normalmente tus servicios?

Sí, las secretarias y en los desfiles. También los sindicatos y cualquier tipo de negocios.

¿Qué diferencia hay entre el pincel y la computadora?

La impresión en computadora fácilmente no dura más de un año o año y medio; el mismo calor se come los colores de la tinta. El trabajo hecho a mano (con pincel y pintura) dura unos tres años, fácil. Hay unos anuncios que tienen 15 años, 20 años.

¿El rótulo a mano está reñido con el digital?

No, pero con la aparición de la computadora, ha disminuido la demanda (de rótulos a mano).

¿Hay un rótulo que recuerdas con aprecio?

Los elaborados por mi padre Aristego Espino Araujo, y otros amigos que también que ya se murieron.

¿Se extinguirá algún día el rotulista?

No, pero va a disminuir la demanda. Hay personas que prefieren lo hecho a mano que lo digital.

¿El rótulo es un arte?

Sí, como no; mucho arte.

¿En los rótulos se puede encontrar la historia de Matamoros?

Si, por supuesto. Al conocer que la sociedad requería del oficio de rotulista nos habla de una época: la aparición del mercado en este municipio.

“Hay personas que prefieren lo hecho a mano que lo digital”

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Hace más de cincuenta años que la sombrerería “José”, ubicada en el centro histórico de Matamoros,

mantiene viva una tradición familiar: la confección y reparación de sombreros. Luciendo un sombrero, te recibe en la puerta una perrita pug, que se ha convertido en un sello distintivo del lugar. Adentro, los estantes están repletos de sombreros estilo tejano, de materiales como la fresca palma hasta el fino pelo de castor. En este entorno trabaja Lucy de la O, matamorense de cuarenta y cuatro años de edad, propietaria del establecimiento. Le asiste don Manuel, quien ha trabajado ahí durante tres generaciones. Ambos reflejan en sus manos, escarchadas con pintura, el delicado trabajo que realizan. El sombrero es parte esencial del atuendo tradicional matamorense y a pesar de su paulatino desuso se continúa vistiendo en el campo y en la ciudad. Si bien en un principio se empleó como protección contra las

inclemencias del tiempo, a lo largo de la historia ha sido símbolo de identificación de diferentes culturas, comunidades y clases sociales. Sin sombrero, se dice, el vaquero no sería el mismo. La historia de la sombrerería “José” inicia alrededor de 1960. Matías Ramírez inició el taller en un local ubicado a un costado de la plaza Allende. Años más tarde lo heredaría a José Ramírez, su sobrino, y éste a su hijo José, quien continuó con el negocio familiar. Al fallecer José no finalizó esta tradición, pues su esposa Lucy ha continuado con esta actividad singular que es tan significativa en la historia y herencia de la región. Hacer un sombrero, comenta Lucy, “es todo un proceso: hacer la medida, la forma de la copa, recortar la falda, poner el ribete; es un oficio artesanal”.

¿Cuál fue el inicio de su negocio?Primero era del tío de mi suegro, luego fue de mi suegro. Él hacía los sombreros, compraba la campana

BAJO EL ALADE UN SOMBRERO

SE GUARDATODO UN ESTILO

DE VIDAPor Rubith Robles Chávez

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en Mérida Yucatán y hacía el sombrero estilo Panamá. Mi esposo (José Ramírez) lo ayudaba desde que era un adolescente y se quedó con el negocio. Aprendió todo sobre este oficio y me empezó a involucrar. Al principio estaba en la (calle) Morelos; (ahora) tiene más o menos veinticinco años en este local (Matamoros entre Doce y Trece). Yo tengo conocimiento de este negocio desde hace aproximadamente veintiocho años, pero hace cinco o cinco años y medio, que me dedico de lleno a él.

¿Cuál es la característica de quienes compran sus sombreros?Tenemos clientes de toda la vida, que fueron clientes de mi suegro, de mi esposo y ahora míos. Es cuestión de tradición; sus papás usaban sombrero, ellos usan sombrero. El setenta por ciento de mis clientes es gente de campo.

Cada persona busca algo en especial, ¿el sombrero llega a identificar a quien lo usa?Un sombrero te tapa del sol, es fresco y es una costumbre. Todos los sombreros son únicos porque cada quien tiene su estilo; un sombrero es personal. A veces el cliente se queda aquí una hora, hasta que se va conforme. Si me piden opinión entonces ya les sugiero, pero solo cuando ellos me preguntan. Cuando tienen su estilo definido, entonces no te puedes involucrar. Aquellos tres sombreros -señala unos sombreros que están apilados sobre una mesa- son de una persona, todos son de ala cortita, copa bajita y la misma forma. Ese es su estilo y no se lo cambies porque no le va a gustar.

¿Hay algún sombrero típico de la región?Aquí en Matamoros usan mucho el estilo tejano. En cuanto a sombrero de palma, el sombrero mexicano es mucho mejor.

La personalidad es un elemento importante en la forma de vestir ¿Cómo influye al elegir un sombrero?Marca mucho su personalidad. Me ha tocado observarlos, se ponen el sombrero y se sienten hasta más guapos; como que eso es lo que les faltaba. Cuando les pregunto si se los pongo en

una bolsa, contestan: “No, me lo voy a llevar puesto”. Para mucha gente es símbolo de buen vestir, tienen sombreros para el trabajo y tienen sombreros para salir. Inclusive se van a casar y quieren casarse con sombrero.

¿Qué significado le dan sus clientes al sombrero? ¿Por qué deciden venir a repararlo? Hay clientes que tienen ya diez, veinte años con su sombrero. Se encariñan y se sienten cómodos con él. Algunas son personas que le tienen demasiado amor al sombrero, otras es porque era de su padre y si ya falleció lo

quieren conservar porque es un recuerdo. “Déjemelo como está, nada más lo

quiero limpio”, me dicen.En el transcurso de la conversación un hombre mayor entra al establecimiento y solicita que se lave su sombrero: “una

buena lavada, nada más lavada; no le pinte nada”. Al decirlo su expresión de recelo

indica que encarga algo muy significativo para él: quiere conservarlo tal cual lo entrega.

¿Es importante para su negocio estar en la frontera?Antes la gente venía de allá (Estados Unidos). Más del cincuenta por cierto de los clientes venían de San Benito, Harlingen y Brownsville, a comprar y reparar sus sombreros. Aquí es mucho más barato, porque aquí cobramos once dólares por una reparación y allá les cobran veinticinco, y a veces no los lavan ni los limpian; aquí se hace como antes. En cuanto a venta, hay que hacerle ver al cliente la calidad. Un sombrero mexicano no le pide nada a uno americano; aquí en México hay

muy buena calidad. Nosotros compramos en San Francisco del Rincón, Guanajuato, y los proveedores nos dicen: “Nosotros exportamos campanas a Estados Unidos”. Allá nada más le ponen el tafilete (cinta que lleva en el interior de la copa) con su logo o su marca y te lo venden tres veces más caro. Pero el estilo es el mismo; el que se usa aquí se usa allá. Estamos en frontera y ¿qué nos divide?, un río nada más.

Su trabajo además de ser artesanal es parte de la esencia cultural de la localidad ¿Qué futuro prevé para su negocio? Esta es una ciudad de gente con tradición de sombrero. Ya no está tan arraigada, eso definitivamente, pero no se acaba. A mí me gustaría tener a alguien que siguiera la tradición -el negocio familiar-, porque yo aquí estoy por tradición, es lo que me dejó mi esposo, pero estoy consciente de que yéndose él –Manuel- y yéndome yo, ahorita ya no hay quien siga. Y si hay otros negocios de esto, no los conozco. Es una tradición y mientras yo pueda mantener este negocio, la voy a mantener viva.

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Aeroflash es un luchador profesional de Matamoros

quien desde temprana edad inició lo que para él seria, “lo

mejor que me ha pasado en la vida”.

Aeroflash, aunque retirado del cuadrilátero, al igual que su

padre continúa impulsando el deporte y el arte de la creación

y confección de máscaras y equipos profesionales de

lucha libre; atuendos que dan vida a “rudos” y “técnicos”

que comandan las arenas de la periferia, donde ellos, los

luchadores, son odiados y amados por un ejército de

fanáticos de fin de semana…

Charlamos en su taller. Aeroflash se acomoda en su máquina de coser de tipo industrial,

situada en el centro del cuarto e iluminada por una pequeña e

intensa luz amarilla. “Acomódate donde puedas”, me dice.

Fotografías, posters, recortes de periódico y un centenar de

máscaras nos rodean y observan en silencio con una “mirada que no mira y mira”, como escribiría

Octavio Paz.

¿Cómo te surge la inquietud por hacer máscaras?

Igual que yo, mi papá luchaba y también hacía máscaras. Al principio le ayudaba con los dibujos y después me enseñó a rayar, cortar, sacar medidas y después a coser; “y váyase derechito”, me decía.

¿Qué edad tenías entonces?

Chiquillo, como 11 años, y ya para los 13, cuando debuté en el cuadrilátero como Piel de Víbora, ya hacía máscaras. Hacía la capucha, sin antifaces, unos le dicen la bolsa. Después aprendí a poner antifaces -Aeroflash toma una máscara, mientras continúa relatando-. En cuanto mi padre notó que yo ya podía confeccionar el equipo de lucha completo, decidió que ya era tiempo de que él dejara de hacer máscaras para dedicarse de lleno a manejar la Arena Coliseo (ubicada en 7 y Morelos), que era de su propiedad.

¿Quién enseñó a tu papá?

Aprendió solo. En sus inicios de luchador había sólo un sastre, allá por la calle once, pero no deportivo; que se había enseñado a hacer máscaras y se tardaba hasta cuatro meses para hacer una, pues no era su especialidad, aparte las daba en cincuenta pesos; caro en aquel tiempo. Desbaratando una máscara, mi padre, empezó a sacar los moldes, y le quedaban bien feas, pero, en aquel tiempo era lo mejor que había, o, esperarse tres o cuatro meses a que el sastre de la once les hiciera sus máscaras... Ya que empezó a hacer sus máscaras, chipotudas y movidas, y en menos tiempo, no faltó el luchador que le pidiera que le hiciera la suya; que además daba baratas...

¿Qué nombre profesional tenía tu padre?

Fueron tres: Rayo Suriano, Ventarrón, y su último nombre fue El Cíclope; esa se la hice yo, hace ya 25 años –mientras me señala la máscara situada entre

Aeroflashcreador de mascaras e identidades

,

Por Guillermo Villala de Fishman y Mil Máscaras -.El ya murió, hace casi dos años…

¿Tomaste clases de dibujo Aeroflash?

En realidad no. En la primaria me la pasaba dibujando luchadores, máscaras y equipos; mis cuadernos estaban llenos de ellos, y era tal mi pasión que solo pensaba en la hora de la salida para correr a la arena de mi padre. Aunque solo terminé la primaria, dibujar me ayudó bastante en mi carrera de sastre deportivo.

¿Te arrepientes de no haber continuado tus estudios?

Quizá, porque no tengo un título académico, pero he tenido varios títulos mundiales, que no me regalaron, como el de campeón mundial de peso crucero, que traje de Japón en 1996 y que aún conservo –mostrándome con orgullo un cinturón de la Universal Wrestler Asociation (U.W.A) fundido con su nombre-.

No me arrepiento porque esta carrera me ha llevado a conocer

Aeroflash posa con su cinturón de campeón mundial de peso crucero,

obtenido en Japón en 1996

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creo que a ningún luchador nos agradaría ni siquiera pensar lo que sucedería si la llegásemos a perder. Pero, si te refieres al costo de confección, el valor se basa en lo elaborado del diseño y de los materiales que se escojan. La confección de una máscara es un proceso delicado y una mala puntada la echaría a perder por completo, y así como está de dura la competencia, lo último que uno quiere es perder clientela.

¿Confeccionas equipos para hombres y mujeres?

Honestamente, aunque he confeccionado ya varios, las luchadoras son bien delicadas, y no quieren que a los equipos se les vea una sola arruga, y eso es imposible. Así que mejor me quedo con los varones como clientes y con las ganas de confeccionarle a las damas –finaliza con un tono irónico mientras su mirada se dirige hacia la sala donde su esposa mira la televisión.

¿Qué telas eran comunes en Matamoros en los setentas y ochentas?

No había gran cantidad de telas y comúnmente se usaba el raso de lana, y si que era incómodo, pues encogía con la lavada y de paso tampoco estiraba; ya te imaginarás lo incómodo. Después

se empezaron a traer telas de Brownsville, de la casa del nylon, la tijera, etc. y fue cuando la cosa cambio.

¿Cuál es la historia de la máscara de Aeroflash?

A principios de los 90 nos ofrecieron trabajo en el D.F. y me nombré “Flash”; no sabía, pero ya existía un “Flash” en Puebla, también de la E.M.L.L.

(Empresa Mexicana de Lucha Libre). Mi promotor, basándose en mi estilo luchístico, me sugirió agregarle “Aero”. Reemplacé los relámpagos de las orejas por las alas y así nació “Aeroflash”.

¿Cómo te organizaste para continuar confeccionando equipos de lucha en la capital?

-Vivíamos en un hotel cercano a la Lagunilla, que Chacho Herodes nos recomendó. Los conocidos al darse cuenta, me pidieron que les confeccionara sus máscaras, uno de ellos fue el “Ojo de Tigre”. Hablé con Don Luis, el dueño del hotel, y le pedí me permitiera traer mi máquina de coser, aunque se confundió, y pensó que necesitaba trabajar extra pues no tenía para pagarle, me dijo; usted no se preocupe, cuando no tenga dinero para la renta, dígame. Nuestra relación con Don Luis y su familia fue muy buena, al grado que cuando falleció de un infarto, ahí mismo en el hotel, descanse en paz, su esposa nos acondicionó un cuarto como cocina para no sentirse tan sola. Fue una época muy bonita.

¿Cuándo estuviste en Japón confeccionaste alguna máscara?

No. Fueron 21 días de lucha, intensos, pero tuve el agrado de conocer al mascarero “Cacao” que también es luchador y una excelente persona.

Para ti, ¿cuál es el secreto del éxito?

El secreto está en hacer con amor lo que más le apasiona a uno y no juntarse con malas compañías.

grandes personalidades del ámbito y maravillosos lugares de México, Japón y Estados Unidos. Considero que gracias a mi esfuerzo, dedicación, apoyo de mi esposa y de mi padre, nada de esto hubiese sido posible.

¿Qué Luchadores inspiraron tus primeros diseños?

Me gustaba mucho ver las películas de El Santo y Blue Demon, con sus máscaras sencillas y bonitas, no como hoy que hasta máquinas especiales se requieren, como en el caso de la máscara de Ultraman.

Otro luchador que continúa inspirándome es Mil Máscaras. Nunca se sabía que colores y diseños sacaría en su siguiente lucha.

¿Cuántas máscaras has confeccionado que son de tu creación y cuál es la que más te gusta?

No llevo la cuenta, pero si son más de 100. No quiero sonar presuntuoso pero, la mía es la que más me gusta. - Una pequeña sonrisa se dibujó en su boca; lo único que su máscara me permitía ver- . Otras

máscaras de mi creación son la de Golden Black, parecido al de Fishman, Zar Rojo, Silver Boy, El Gran Thor...

¿Recuerdas cuál fue la primera máscara que hiciste?

La de mi papá, por la confianza, claro. El la diseño, pero yo hice las copias.

¿A qué te refieres cuando hablas de las copias?

Los luchadores tenemos diferentes medidas con respecto a ojos, nariz, boca y cuello y para poder reproducir o copiar

la máscara original se crean los patrones, que también incluyen el antifaz y cualquier otro detalle decorativo exclusivo del personaje.

Si tuvieras que escoger otro oficio, ¿cuál sería?

No me imagino en otro oficio y si vuelvo a nacer me gustaría ser de nuevo luchador. No me llama la atención el futbol, ni el basquetbol, tampoco el béisbol, y respeto a todos los deportistas porque tienen sus méritos, pero para mi la lucha libre es lo máximo, es lo mejor que ha pasado en mi vida.

¿Consideras a tu esposa la fuente de tu inspiración?

Así es. Desde la primer vez que la vi, supe que nuestra relación sería “sin límite de tiempo”. –Con una expresión de melancolía me muestra la foto de una luchadora enmascarada, “La Justiciera”-.

¿Tus hijos también confeccionan equipos?

No, a ellos no les llamó la atención esto de la lucha; solo de niños, ya de adolescentes les gusto más el futbol americano y ahora viven en “el otro lado”.

¿Cuál es la diferencia entre un “mascarero” y un “confeccionador de máscaras”?

No es lo mismo ser mascarero que “sastre deportivo”. El sastre diseña y confecciona los “equipos” deportivos que constan normalmente de máscara, mallas, rodilleras, calzón, camiseta, capa o chamarra, muñequeras, mangas, ligas y tubos. El “mascarero” solo diseña máscaras.

¿Qué valor tiene una máscara?

Una máscara es invaluable,

“Una máscara es invaluable, creo que a ningún luchador nos agradaría ni siquiera pensar lo que sucedería si la llegásemos a perder”

Aeroflash: No es lo mismo ser mascarero que “sastre deportivo”

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