sofismas del terrorismo

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LOS SOFISMAS DEL TERRORISMO EN COLOMBIA Jos Obdulio Gaviria Vlez En Colombia no hay guerrillas sino bandas armadas. ( ) No puedo imaginar a un pas con un gobierno comunista que se dedicara al secuestro, al asesinato, a la violacin de derechos. Ellos no son comunistas. Quizs en un principio lo fueron, ahora no. Jos Saramago. Terrorismo es el uso sistemtico del asesinato, de la violencia y de la destruccin, o la amenaza de estos actos, con el fin de lograr una meta poltica. Walter Laqueur I. EL CONFLICTO INTERNO ARMADO 1. DE POR QU SE CRE EL PANDEMONIUM GUERRILLERO En la segunda mitad del siglo XX, muchas organizaciones revolucionarias consideraron que, por fin, la guerra iba a ser la solucin final contra el capitalismo. En aquellos das se predic mucho sobre las bondades del uso de la fuerza bruta pues se deca que la violencia, cuando la aplicaban los pobres contra los ricos, era una actividad humanitaria, igual que la accin de las parteras que aunque sangrienta tiene fines compasivos y redentores. Eso, por lo menos, fue lo que ense Marx en su evangelio cumbre, El Capital. Con el surgimiento del marxismo, por primera vez una corriente de pensamiento decidi dejar a un lado los eufemismos y hacer de frente la apologa de la muerte o del sometimiento violento del contrario: Los comunistas ( ) abiertamente declaran que sus objetivos solo pueden alcanzarse derrocando por la violencia, todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolucin comunista. As, sin rodeos, hablaron Marx y Engels en su folleto-panfleto conocido como Manifiesto Comunista. La declaracin de amor de Marx a la violencia, partera de la historia, produjo todo un destape intelectual. Georges Sorel, por ejemplo, escribi su Reflexiones sobre la violencia, que segn Jean Jacques Chevallier, es un libro con tan gran potencia explosiva que tuvo la singular fortuna de inspirar a la vez el bolchevismo de Lenin y el fascismo de Mussolini. Por la misma poca apareci otra apologa de esa malvola partera, escrito por un desinhibido revolucionario ruso, Boris Savinkov, quien no tuvo empacho en llamar a su libro Memorias de un terrorista. Pol Pot, el tirano comunista de Camboya le dio a la idea su expresin ms cruda, con el agravante de que la aplic en masa. Dijo as: Violencia y muerte son dos imperativos revolucionarios.

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El Partido Comunista bolchevique gan el poder en Rusia en 1917 y mediante subsiguientes operaciones de conquista cre un anillo de gobiernos satlites que se conoci en la historia como la Unin de Repblicas Socialistas Soviticas. La Segunda Guerra Mundial fue ocasin propicia para extender el dominio de la II Internacional o partido bolchevique internacional. Entre 1945 y 1948 se cre el Bloque Sovitico, integrado por un grupo de pases encerrados por muros y alambradas que Churchill llam Teln de Acero. La URSS y el Bloque fueron simbolizados por aquel esperpento poltico-arquitectnico conocido como Muro de Berln. En Asia, el Partido Comunista de China, despus de una guerra prolongada logr hacerse al poder en 1949. El grupo del Kuomintang con el apoyo de USA cre la Repblica de Taiwan y mantuvo hasta 1974 la ficcin de que China no exista como pas soberano. Mao, presidente de la China, tampoco estuvo quieto: apoy las luchas de liberacin de las colonias de Indochina y, en alianza con Mosc, hizo un pulso violento con Washington en dos pases que quedaron partidos a la mitad: Vietnam y Corea. La guerra fra incendi pases como Filipinas, Camboya o Birmania; dividi a la India, precipit conflagraciones en los pases rabes y guerras de liberacin y civiles en frica, Continente que qued partido con divisiones tan arbitrarias como las de un rompecabezas. Qu ocurra mientras tanto en Amrica Latina? Las democracias estaban en minora, y al amparo de la doctrina de la Seguridad Nacional (la defensa del hemisferio contra la expansin comunista), muchos strapas terminaron cobijados por la sombrilla protectora del los Estados Unidos y la OEA. A la justa lucha por la libertad, por la democracia, por la equidad y por la implantacin del Estado de derecho, se la estigmatiz como actividad comunista e intrnsecamente peligrosa para la estabilidad hemisfrica. Las crceles, los cementerios y los centros de refugiados polticos se llenaron de dirigentes liberales, nacionalistas, socialistas y comunistas latinoamericanos perseguidos por causa de sus ideas reformistas. Pero meter a todos en una sola colada hizo que se produjera un crculo vicioso y una confusin poltica de padre y seor mo: la imagen de un dirigente liberal que luchara por la libertad y la democracia (cualquiera y en cualquier parte: Bosch en Repblica Dominicana; Arbenz en Guatemala; Joao Goulart en Brasil; Lpez y el MRL en Colombia) quedaba destruida con las campaas macartistas del anticomunismo. Los verdaderos comunistas, en cambio, que s luchaban por la implantacin de una dictadura proletaria, una tirana de clase, fueron adquiriendo ante el pblico los ribetes romnticos de luchadores por la libertad, lo que les permita mimetizarse entre las huestes de los dirigentes democrticos. En ese escenario se produjo el triunfo de Castro en Cuba y naci una tercera Meca para el comunismo internacional.

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La Guerra fra cre en Amrica Latina un pandemnium, que asign arbitrariamente las sillas de la izquierda o de la a derecha poltica, segn se tuviera o no proclividades violentas. Si una persona progresista se proclamaba enemiga del uso de las armas, de terror o del ejercicio de la violencia poltica, aseguraba sus pergaminos de derechista. En cambio, cualquiera que dijera ser partidario de la lucha armada contra el rgimen, era ipso facto socio de la izquierda, sin importar su talante ni su pensamiento. Ese esquematismo sirvi tambin para definir mal o incorrectamente a los gobernantes democrticos y a los candidatos a serlo. Si ellos aplicaban, o simplemente proponan aplicar la fuerza legtima del Estado para reprimir la violencia poltica, ganaban automticamente el mote de dictadores o tiranos. En cambio, los gobernantes dbiles, conciliadores, contemporizadores o cobardes quedaban con la fama de progresistas o de izquierda, genricamente denominados por los comunistas como personalidades democrticas. En esta obra se habla del nacimiento, pasin y muerte de las organizaciones que ejercieron la lucha poltica armada en Colombia hasta 1991; y cmo quienes han persistido en mantenerse en ella ya no actan propiamente dentro de la poltica sino que sobreviven como organizaciones dedicadas a la actividad econmica ilegal. Obvio que su accionar parece una gestin poltica puesto que blanden un discurso legitimador de su causa que apabulla, asombra o convence a la gente comn. Es una diatriba facilista, sectaria, dogmtica y ante todo feroz contra el rgimen de las clases dominantes y contra sus naturales lacras: pobreza, desigualdad, injusticia y represin, que le ha dado frutos provechosos a los demagogos desde los remotos tiempos de Pericles. Un propsito inicial de este libro es explicar porqu las guerrillas colombianas actuales no son ni se parecen a las que combatieron contra el rgimen social, jurdico y poltico hasta 1991. Tendemos al auto engao y a creer lo contrario, dado que todava se usan las mismas siglas y siguen militando en sus filas algunos fundadores que ya rondan los setenta aos de edad. Pero es un hecho notorio que en el seno de las organizaciones guerrilleras ya no sobrevive nada de lo que les dio origen. Si se hace un examen conjetural sobre cmo las calificara el padre Camilo Torres Restrepo si regresara a la vida, es muy probable que tambin l suscribira el Manifiesto de los intelectuales y periodistas al que pronto haremos referencia. El otro tema es el estudio de la poltica de Seguridad Democrtica adelantada por el gobierno del presidente Uribe. Igual que al presidente, a su poltica no es fcil de encasillarla en una ideologa. Uno de los problemas de la poltica actual es que tendemos a hacer simplificaciones y clasificaciones arbitrarias. Uribe es un presidente de derecha, dicen, por ejemplo. No parece que a l le quite el sueo que los jefes de las FARC y del ELN o algunos populistas, o los marxistas irredentos-, le coloquen ese mote. De hecho, cuando las cpulas de las FARC y

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del ELN lo definen como su antpoda poltica, le hacen un homenaje. Pero, como los guerrilleros se autoacomodan en la izquierda, algunos analistas distrados, o periodistas y politlogos, con ignorancia supina sobre el debate ideolgico actual, aceptan ver en Uribe la encarnacin del pensamiento de la derecha. La incorrecta ubicacin de Uribe en la derecha del espectro poltico se debe tal vez a que l, marchando en contra de una corriente deslegitimadora del Estado que hizo carrera en Colombia, predica y practica el ejercicio firme de la autoridad estatal. De Uribe puede decirse lo que Manuel Snchez Sarto dijo de Hobbes: Quiere la paz a toda costa quin vera en ello una afirmacin totalitaria?; siente una ferviente pasin por el orden, y cualquier manifestacin de fuerza legal que sea necesaria para mantenerlo, le parece justa.

Uribe traduce esa idea, diciendo que el orden es un valor fundante de la libertad. Con respecto a las FARC y al ELN, la poltica de los apaciguadores y predicadores de la solucin poltica negociada en abstracto, los ha hecho padecer el sndrome del avestruz. A los estudiosos colombianos ya les son familiares nombres de protagonistas europeos con comportamientos histricos similares, como Chamberlain y el embajador Anderson frente a Hitler: creyeron apaciguarlo, otorgndole todas las concesiones que exiga. Entre los sectores que pretenden representar a la sociedad civil colombiana, no son de recibo por el contrario, escandalizan-, las afirmaciones de Fernando Savater sobre su respuesta al terrorismo de la ETA: - En el Pas Vasco hay gente convencida de que es incompatible ser vasco y espaol, y que est legitimada para asesinar a sus convecinos, siempre que no se plieguen a esa decisin. Y yo soy de los que se deciden a defenderse contra ellos y a pensar que, puesto que las razones no tienen forma de convencerse unas a otras, pues lo mismo que a Luis XVI hubo que convencerlo a la fuerza de las ventajas de la revolucin, a otros hay que convencerlos tambin del mismo modo ( ) si la minora es una minora fantica (...) pues entonces no habr ms remedio que hacerles desistir de su actitud. Los seres humanos resuelven sus problemas o por las buenas o por las malas. Entonces, si se estn defendiendo los derechos y las garantas de las mayoras, y hay un grupo irreductible, que no ve las ventajas que tienen esos derechos..., pensemos que la democracia ha llegado por la va revolucionaria. A Luis XVI nadie le pregunt si quera democracia o no. Durante muchos aos el presidente Uribe ha luchado contra la corriente. Mantuvo una total coherencia frente a los mal llamados Procesos de Paz porque l, como aconseja el Acta de Independencia de los Estados Unidos, trata siempre a las

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fuerzas insurgentes como se debe considerar a todas las colectividades humanas: enemigos en la guerra, en la paz, amigos. El presidente Uribe no negocia con el enemigo la propia legitimidad del Estado, porque siempre tiene entre ceja y ceja un principio esencial del liberalismo: defender intransigentemente el monopolio estatal de la fuerza. El Estado no hace la guerra, impone la Constitucin y la ley y persigue a quienes se levantan contra ellas, repite una y otra vez. No acepta despejes que sean utilizados por los enemigos del Estado para desplegar sus fuerzas y para abrir nuevos frentes de terror. Pero nunca cierra las puertas a la paz. Si la quieren los insurgentes, debern decretar primero el cese de hostilidades para acordar los mecanismos de deposicin definitiva de las armas. Uribe recuerda en todo momento que es el depositario de la suprema comandancia de las Fuerzas Armadas, y que debe dirigir la ofensiva tendiente a neutralizar los frentes terroristas, requisito previo para restaurar la paz. Esa tarea en una sociedad democrtica no es un asunto que incumba slo al Estado: Sin una alianza entre sociedad civil y fuerza pblica, ser imposible reinstaurar en Colombia el imperio de la ley, dice. En el proceso de lograr la paz, el gobierno est adelantando un amplio programa de concordia, reencuentro, perdn y olvido, para que los millares de hombres y mujeres enrolados en las fuerzas irregulares vuelvan a sus hogares y reingresen a sus tareas constructivas lo ms pronto posible, sin temor a posteriores persecuciones. Ese es un aspecto de su programa de seguridad democrtica para todos los colombianos, idntico al que, con toda energa, han aplicado los socialdemcratas europeos en Espaa e Inglaterra frente al terrorismo y la anarqua. La poltica de Seguridad Democrtica no milita en la derecha ni de centro ni de izquierda. Es una poltica humanitaria, basada en los ms elevados principios del constitucionalismo moderno que establece como fin esencial del Estado otorgar seguridad a los asociados. En estas pginas se entabla una polmica enrgica pero respetuosa con los difundidos conceptos deslegitimadores del Estado colombiano, que justifican la accin armada como presunta respuesta al carcter tirnico de nuestro rgimen poltico. -Caracterizacin que si se analiza con las herramientas de la ciencia poltica es absolutamente ridcula pero que, ridcula y todo lo que se quiera, es tomada en serio por juristas, defensores de derechos humanos y polticos de todas las corrientes en Europa y los Estados Unidos-. Este libro pretende participar en una lucha ideolgica que ya se dio con xito en Espaa, y que entre nosotros apenas comienza a tomar empuje con el discurso poltico del presidente Uribe. Edurne Uriarte, profesora y escritora vasca que se ha

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consagrado a la lucha contra el conformismo frente a la violencia de la ETA, demostr que fanatismo, comprensin, indiferencia, cobarda y rebelda, eran los cinco sustantivos y las cinco actitudes que resuman las posiciones iniciales de los espaoles ante el terrorismo. La Uriarte cuestion en sus libros la ambigua postura de la sociedad civil frente a la violencia de ETA y desmantel sistemticamente muchos de los cmodos postulados sobre los que se afianzaba la conciencia ciudadana para justificar su pasividad y caer en las trampas del pacifismo y del miedo, como lo reconoce hoy la mayora de los intelectuales espaoles. El filsofo Fernando Savater, ha cuestionado tambin con reciedumbre a los justificadores. Dijo: No volvamos a repetir que este ltimo secuestro y crimen de ETA es absurdo, irracional, etctera. No: tiene su lgica. Se trata de una agresin odiosa a los derechos humanos de una persona y a los derechos polticos de toda una comunidad. Pero no por ello deja de tener su lgica. Veamos. ETA y quienes la secundan han optado por la lucha armada como modo de imponer sus puntos de vista minoritarios a la sociedad vasca que los rechaza cada vez con mayor ahnco. La ltima baza que le queda a ETA para justificar la lucha armada ante su menguante clientela son los propios etarras presos, cada uno de ellos rodeado de familiares y amigos lgicamente preocupados por su suerte. Algunos pueden pensar que el primer lder colombiano que abri un frente de lucha contra el conformismo con las acciones guerrilleras fue lvaro Uribe Vlez. Pero no es as. Seguramente se sorprendern con este dato: hace muchos aos, los lderes de la izquierda colombiana clamaron por el aislamiento poltico de la guerrilla, llamaron a sus lderes a cesar su lucha y les previnieron sobre el abismo al que se estaban dirigiendo en caso de persistir en sus actividades criminales. Francisco Mosquera, fundador y secretario General de MOIR, escribi un artculo en 1985 con este ttulo categrico y definitivo: El problema social no determina la insurreccin. Es un alegato contra la teora de la existencia de causas objetivas que impelen al pueblo a practicar la violencia, y contra la presunta obligatoriedad de una transaccin poltica con los jefes o promotores de las organizaciones armadas. Dice Mosquera: - Desde finales de la dcada del cincuenta los anarquistas criollos vienen imputando sus frustradas rebeliones a las agudas diferencias econmicas que prevalecen en la sociedad. El argumento suena muy sabio; sin embargo, resulta profundamente falso. En cualquier poca y lugar, al margen de cun extremada sea la miseria de las gentes, el requisito indispensable de cualquier guerra civil del modelo que entre nosotros se pregona consiste en el concurso eficaz de la poblacin. Y en Colombia, por lo menos desde el surgimiento del Frente Nacional, el pueblo se ha

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mostrado aptico a la solucin violenta. Seguir justificando las aventuras terroristas con los desajustes sociales, como suelen hacerlo los polticos astutos y los clrigos piadosos, significa simplemente que nunca habr paz, pues las transformaciones histricas no se coronan en un santiamn ni brotarn de los arreglos de tregua. Los insurgentes continan supeditando cualquier compromiso verdadero con el rgimen a un entendimiento previo sobre los proyectos de desarrollo, el reparto de la riqueza y aun la inclusin en la nmina oficial. A los colombianos les consta que bajo semejantes premisas la llevada y trada reconciliacin no deja de ser una entelequia, cuando no un engao. En mayo de 1992, los intelectuales y periodistas de la izquierda colombiana dirigieron un Manifiesto-requisitoria a la guerrilla, a fin de que dieran por terminada, de inmediato, su accin violenta: - Ponemos en tela de juicio la legitimidad y la eficacia de la accin que ustedes sostienen desde hace aos ( ) Su guerra, comprensible en sus orgenes, va ahora en sentido contrario de la historia ( ) Su guerra, seores, perdi hace tiempo su vigencia histrica, y reconocerlo de buen corazn ser tambin una victoria poltica. Ni tuvieron nuestros intelectuales la persistencia y combatividad de Savater y Uriarte ni los medios de comunicacin captaron la trascendencia poltica e histrica de tamaa declaracin proveniente de las ms respetadas mentes de la izquierda colombiana. Su publicacin apenas mereci un corto espacio en pginas interiores y nadie tom como bandera de lucha sistemtica poner en tela de juicio la legitimidad y la eficacia de la accin de la guerrilla. Al contrario, las corrientes legitimadoras de la lucha poltica armada volvieron a la carga, coparon todos los espacios y entronizaron durante otra dcada la sinuosa y traicionera consigna de solucin negociada del conflicto interno armado (ms adelante explicar detalladamente por qu, en mi opinin, es sinuosa y traicionera). Si hubisemos llevado hasta las ltimas consecuencias el debate sobre el Manifiesto de 1992 o sobre la tesis de Francisco Mosquera, Colombia habra acelerado el proceso de desmonte de la guerrilla y de su contra cara el paramilitarismo. Si los apaciguadores hubiesen tomado como suyos esos textos, no se habran dedicado a darle largas y a buscarle peros a la consigna de hacer un armisticio definitivo. lvaro Uribe Vlez, en cambio, como candidato y luego como presidente nunca dej de apreciar como vlidos los textos de los intelectuales y de Mosquera. Adems, desde hace tiempo mantiene presente el Manifiesto por la Paz que redact Rafael Uribe Uribe en 1901 y que condujo a la firma del Tratado que puso fin a la Guerra de los Mil Das: - El objetivo de la apelacin a las armas no es la guerra por s misma sino el triunfo. No se trata de ejecutar hazaas sino de vencer ( ) hemos

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llegado a un punto en que se impone la cesacin de la lucha. ( ) Hace muchos meses que esta campaa est limitada a un infructuoso tejer y destejer de operaciones, y a un tomar y dejar territorios, que a nada conduce. Esa claridad conceptual y su indeclinable propsito de hacer que los colombianos de hoy, ya!, vivamos libres de los dos lastres infames, la guerrilla y el paramilitarismo, es lo que ha permitido al presidente mantener cubiertos exitosamente todos los flancos y hacer los movimientos estratgicos que conducirn a Colombia a una paz que ha de ser perpetua. A la vez que mantiene una fuerte presin militar, llama a los dirigentes guerrilleros a que recojan las tesis del Manifiesto de 1992 y firmen una declaracin de este o semejante tenor: - Militamos durante dcadas en el ELN, porque creamos que las armas eran la nica garanta para el logro de nuestras aspiraciones polticas (...) Ya no estamos convencidos. Al contrario, seguir ejerciendo la fuerza y la violencia es intil, y sume en el dolor y la ruina a miles de compatriotas. ( ) Llamamos a nuestros camaradas a hacer un alto en el camino; a decretar cese inmediato de hostilidades e iniciar el dilogo que conduzca a la firma de un armisticio con el gobierno nacional. Mientras los dirigentes se convencen de que esa es la salida, por la puerta de atrs se les han desertado ms de siete mil unidades que hoy estn dentro de los programas de reinsercin o que simplemente, han tomado las de Villadiego. 2. JUANA DE ARCO VERSUS EL TIRANO En septiembre de 2002, recib tarjeta de invitacin para asistir a un simposio en FESCOL -captulo colombiano de la Fundacin alemana, Friefrich Ebert-. El tema: la viabilidad de una salida negociada al conflicto social y armado que vive Colombia ( ) y un posible escenario del posconflicto. Que una entidad de semejante influencia intelectual utilizara ese lenguaje para referirse al tema crucial de la funcin estatal -la poltica de seguridad-, demostraba que en el pulso por el dominio del espacio verbal, el Estado colombiano estaba siendo derrotado -con un marcador abultado-, por el equipo de las FARC ELN PARAS. Continuamente le llegaban tambin al Presidente de la Repblica otras invitaciones a eventos muy relevantes y con ttulos y contenidos parecidos: Juventud y Conflicto armado; la Urbanizacin del Conflicto armado; Guerra o solucin negociada?; Se est ganado la Guerra?, etctera.

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Pretendo demostrar -con objetividad, sin caer en el macartismo ni en la seduccin y el embrujo del sofisma violento-, que en el terreno del Verbo se dan los ms trascendentales combates de la confrontacin de los violentos contra el Estado colombiano. En Colombia, ciertos conceptos y un lenguaje popularizados durante prolongado lapso, ya estn convertidos en tpicos y muletillas de las conversaciones, cartas, conferencias, o discursos. Por ejemplo, de la aceptacin sin discernimiento del concepto Guerra civil y de su equivalente tcnico, Conflicto interno armado, se hizo un trasbordo inadvertido a otras pginas del diccionario. El lxico se fue volviendo ms comprometido -y comprometedor- ideolgicamente: al secuestro se le llam retencin; al pago de la extorsin, canje (de un valor o de un bien por otro); a la negociacin de la libertad de los secuestrados, acuerdo humanitario; al secuestrador, actor; a matanzas ignominiosas, ajusticiamientos; a la destruccin de poblados y al desplazamiento forzado, se les llam el Conflicto, as, con toda la neutralidad, tal como suena, como una palabra genrica -igual a como ocurri en los aos cincuenta y sesenta cuando se llam Violencia a las matanzas que produjo el sectarismo partidista-. Quienes cayeron embrujados por ese lenguaje obstruyeron o neutralizaron, consciente o inconscientemente, la accin estatal. A quienes reclamaron presencia de la fuerza pblica, ellos les respondieron: No! Qu tal un escalamiento del conflicto! Busquemos una salida negociada! A quienes hablaron de gobernar con mano firme las riendas del Estado, los llamaron fascistas. Aunque estaban a la mano todos los elementos tericos y prcticos para prender alarmas y dar la batalla crucial por el vocabulario, los cooptados por la terminologa guerrillera y paramilitar no agradecieron que alguien les hiciera seales de peligro para evitarles que cayeran en el abismo de la propaganda violenta. No hubo remedio: las frases tpicas de los documentos y comunicados de las organizaciones armadas contaminaron a la prensa nacional, se trasladaron a los eventos internacionales y llegaron hasta los acadmicos, sacerdotes, lderes comunales, gobernadores, embajadores, ministros y, asmbrense, hasta a los militares, a los candidatos presidenciales y, quin lo creyera!, a los propios presidentes de la Repblica. Volvamos a la tarjeta de FESCOL y teoricemos un poco sobre ella. En su redaccin est sugerida una posible asociacin de ideas: Conflicto armado visin europea sobre Colombia - Solucin negociada. Me explico: muchos estudiosos europeos -y americanos del Norte- creen que Colombia es un Estado Nacin en formacin; ah est la gnesis de la teora sociopoltica que nos introdujo de lleno en el negociacionismo o la prdica de la negociacin poltica como decisin voluntaria y unilateral del Estado.

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Como ocurri en todo el mundo, tambin en Europa los procesos fundacionales fueron violentos. Hubo guerras dinsticas o de sucesin; campesinas -como las de Alemania-; de religin; guerras limtrofes; guerras por caprichos amorosos o por codicia. Y, claro, como all hablan de su pasado remoto, ven romnticamente los conflictos armados. Incluso, los bautizan para la historia con nombres heroicos o juguetones: de las Dos Rosas, de la Oreja de Jenkins, de la Reina Ana, de los Cien aos, de las Naranjas (una guerra entre Espaa y Portugal que hace poco se hizo revivir imaginariamente en un informe de la CIA, como si estuviera cobrando vida el personaje de Nuestro Hombre en La Habana, el libro de Graham Green). Cuando tantos observadores extranjeros y funcionarios de pases amigos intervinieron en los llamados Procesos de Paz que se intentaron entre los aos 1994 y 2002, muy seguramente estaban convencidos de que Colombia viva una de aquellas guerras propias de naciones en formacin, como las que alguna vez estudiaron en sus lejanos textos escolares de, qu s yo?, Suecia, Francia, Irlanda... En Colombia estn sumidos en un conflicto fundacional, pensaron esos extranjeros. Tomas Fischer, en su estudio sobre la Guerra Civil en Colombia, sintetiz esa creencia: El problema de Colombia es consecuencia del incompleto proceso de formacin de la nacin ( ) el problema real de Colombia no son la guerrilla ni la mafia ni los paramilitares ni la delincuencia cotidiana, sino la estructura que los engendra.

Y nuestros intelectuales no se han quedado atrs. Marco Palacios, actual rector de la Diversidad Nacional de Colombia, citado en Enfoques desde la pluralidad, dej sentado para una publicacin de Fescol que: - Acaso tales fenmenos (de violencia en Colombia) no sean otra cosa que la expresin de una Nacin y un Estado que an no se han constituido plenamente. Pero, como adems del prejuicio terico, los observadores nacionales e internacionales tuvieron ocasin, un 19 de mayo de 2001, de ver y or en la televisin estatal a un guerrillero que fusil en mano present la ponencia de las FARC Sobre Distribucin del Ingreso y Desarrollo Social, debieron quedar convencidos: -Estas gentes son unos Robin Hood, Clodoveos, Juanas de Arco. Por la va del prejuicio, del icono, del santoral europeo que hizo ascender a los altares a tanto guerrero primitivo, muchas personas dentro y fuera del pas, comenzaron a tener consideraciones con los comandantes. Si el agredido no

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responde rpido y claro, la gente se va soliviantando. Eso pas con las audiencias del proceso de Paz: como nadie revir, los observadores pensaron seguramente que se callaba porque se otorgaba. Aquel 19 de mayo, por ejemplo, ninguno de los altos funcionarios del Estado presentes en las audiencias pblicas con las FARC, contradijo la afirmacin rotunda del guerrillero de marras quien, muy orondo, dijo: -Estamos por la construccin de un Estado muy distinto al que tenemos ahora: excluyente, corrupto, seorial, clientelista, mafioso, y terrorista. As como lo oyen!, as describieron al Estado colombiano por la televisin pblica, propiedad de ese Estado, ante altos funcionarios del mismo y de delegados internacionales. Por eso, con qu cara podra un embajador, un intelectual, un ciudadano cualquiera de Colombia decir en Dinamarca, o en Suecia, que la lucha de la guerrilla de Colombia no era justa? Recordemos que si un Estado no es reconocido como Estado de derecho, como Estado que respete los derechos humanos; que si el gobierno es una tirana opresiva, el hombre se ver compelido al supremo recurso de la rebelin, tal como se expresa en el prembulo a la Declaracin Universal de derechos humanos, adoptada por la Asamblea General el 10 de diciembre de 1948. Para que aprendamos a la valorar las palabras y los silencios, he de decir que los funcionarios, con su mutismo frente a los guerrilleros, otorgaban legitimidad a la existencia de una oposicin armada que ejercera con justicia el supremo recurso de la rebelin contra el Estado mafioso y terrorista. A esos funcionarios gubernamentales mudos, les hubiera bastado consultar los mismos textos que ley el profesor Alfonso Monsalve Solrzano para componer su libro Legitimidad y soberana en Colombia, 1958 2003. De esa manera habran sabido que el Estado colombiano es legtimo y habran explicado porqu es improcedente e ilegtima cualquier agresin interna o externa contra l. Explica el profesor Monsalve, que existe un modelo normativo para saber si un Estado puede ser incluido y aceptado, o no, en la sociedad internacional. Y trae la propuesta de Rawl de incluir estos aspectos: un Estado es legtimo si: (a) no es expansionista ni agresor y cumple con los tratados internacionales que firma con otros Estados; (b) respeta los Derechos Humanos de su poblacin segn los tratados internacionales que haya firmado; (c) cumple con la legalidad internacional y no es un Estado criminal. Desde una perspectiva emprica, dice Monsalve, la legitimidad internacional de Colombia est dada por el reconocimiento por parte de la sociedad internacional (ONU OEA) de la condicin de miembro de pleno derecho.

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Como para que dejemos de ir por ah descalificando a toda hora los procesos electorales colombianos y no nos sigamos devanando los sesos intentando explicar lo inexplicable, es decir, las razones de existencia de la insurgencia -tal como lo intentan hacer muchsimos comentaristas de nuestra poltica-, entendamos que en Colombia, como en Espaa o en Argentina, hay procesos legtimos que otorgan el derecho de gobernar a quien en franca lid obtuvo la mayora. Colombia, en los trminos del libro Entrevista sobre el pluralismo, un ameno dilogo sostenido por dos cumbres de la ciencia poltica, Robert Dahl y Giancarlo Bosetti, es un Estado pluralista, en el que hay variedad de opiniones, libertad de expresin y de oposicin, organizaciones, asociaciones, partidos, iglesias, grupos de inters y de opinin, en los cuales se generan las condiciones decisivas para la democracia. Monsalve nos recuerda que en la evaluacin de la legitimidad de origen, la soberana popular es la fuente en las democracias liberales: se produce y reproduce el poder legtimo de los gobernantes sobre la base de la aceptacin de los gobernados. Si los representantes y funcionarios son elegidos mediante procedimientos institucionales, poseen legitimidad de origen. El mecanismo de aceptabilidad de un Estado es la participacin en los procesos de eleccin de las autoridades. Todos los otros mecanismos son suplementarios y no decisivos. Por eso, la estipulacin de las condiciones normativas para que un proceso electoral sea legtimo, es crucial. Para decirlo de una manera afirmativa, sinttica y muy comprensible, mis argumentos parten de la definicin terica y prctica del Estado colombiano como un Estado democrtico legtimo. De all se desprenden todas las afirmaciones y conclusiones. Quienes crean sinceramente lo contrario, seguirn defendiendo su tesis de la legitimidad y justicia contraria: la de la lucha armada y su corolario, la solucin poltica negociada entre guerrilla y Estado (va una Constituyente), para que deje de haber en Colombia esa tirana opresiva cuya existencia predican. Parece una perogrullada, pero hay que decirlo: o creemos que Colombia es un Estado legtimo, o no lo creemos. Si lo primero, no hay derecho a que alguien se alce violentamente contra la existencia del Estado o contra una determinacin legtima tramitada dentro del Estado de derecho; y la respuesta natural del Estado a esos comportamientos ilcitos es la que est dada en la Constitucin y el Cdigo Penal. Recordemos que ya en los pases avanzados, usar la fuerza para obtener resultados polticos no es una causal de atenuacin de la pena, sino de lo contrario, de agravamiento. Los intelectuales colombianos, como ya lo hicieron los espaoles, tienen que dar la batalla para demostrarle al mundo que aqu nadie est compelido al supremo derecho de la rebelin. Que al contrario, los rebeldes intentan destruir un Estado

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de derecho, para construir una tirana atrabiliaria, como la que describi Jos Saramago: dedicada al secuestro, al asesinato, a la violacin de derechos. Ahora, que nadie piense que oponerse a que la seguridad interna de Colombia se defina como Conflicto Interno Armado, en los trminos de la tcnica jurdica internacional, quiere decir que se niega la existencia de un grave conflicto o confrontacin con los violentos, o que no hay problemas polticos, sociales y econmicos en Colombia. Creer que un gobierno desconoce esos hechos es pensar que est compuesto por mentecatos u oligofrnicos. Pues claro que hay graves conflictos! Basta ver por televisin los Consejos Comunales de Gobierno para saber que tenemos un mundo de problemas cuya solucin est aplazada desde los tiempos de la colonia. La paz no es la ausencia de conflictos sino la posibilidad de tramitarlos pacficamente, como podemos hacerlo en Colombia. Un Estado no niega los conflictos, porque son inevitables cuando hay vida en sociedad. Lo que hace el Estado de derecho, la sociedad pluralista, es construir cauces institucionales adecuados. Quin dijo que la funcin del rgimen constitucional es suprimir los conflictos? Es regular su trmite.

3. POR QU NOS EMBRUJA LA PALABRA CONFLICTO? Los estudios histricos y sociales en Colombia han tenido como texto gua uno que escribi Indalecio Livano Aguirre a finales de la dcada de los cincuenta del siglo XX: Los Grandes Conflictos sociales y econmicos de nuestra historia. Releyendo esa obra memorable, encontramos dos guerras de verdad, grandes y justas, originadas o causadas por controversias sobre asuntos sociales, polticos y econmicos de jerarqua: una, el levantamiento de los Comuneros a finales del siglo XVIII, y la otra, la Guerra de Independencia de comienzos del siglo XIX. Avanzando en el siglo XIX, hubo en Colombia guerras civiles en las que se enfrentaban concepciones sobre la definicin del tipo de rgimen constitucional, de la organizacin territorial y hasta del modelo econmico, en particular en lo atinente al comercio internacional y a la propiedad de la tierra. Y hubo tambin otras muchas guerritas que fueron simple expresin del sectarismo religioso o poltico. Todas ellas se estudian prolijamente en la obra de lvaro Tirado Meja Aspectos sociales de las guerras civiles en Colombia y, ltimamente, en el tratado escrito por Rafael Pardo Rueda, en Historia de las Guerras en Colombia. A mediados del siglo XX, el sectarismo nos involucr en un conflicto armado, que es origen remoto de la actual violencia: en 1949, el Presidente Ospina cerr el Congreso, conculc libertades pblicas y se inici una razzia contra el liberalismo partido que contaba con una evidente mayora electoral-, y contra el comunismo,

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un pequeo partido que entre los de Latinoamrica era el ms ortodoxo epgono de la lnea poltica del Partido Comunista de la Unin Sovitica. A Ospina lo sucedi Laureano Gmez, quien actu dentro del esquema de dictadura civil (restriccin de los derechos pblicos y ausencia de la representacin democrtica). Su rgimen y el del presidente encargado, Roberto Urdaneta Arbelez, fue acusado de actuar represivamente (Cartas clandestinas, de Luis Eduardo Nieto Caballero, es el mejor compendio de las acusaciones). Esta situacin gener como respuesta un masivo levantamiento en armas del campesinado liberal -que se concentr en el llano- y la formacin de autodefensas comunistas. La guerrilla liberal de los aos cincuenta fue, para usar una metfora que gustaba a los chinos, una chispa que incendi los llanos orientales de Colombia. Los comunistas tampoco se quedaron quietos. Sus guerrillas se asentaron en la cordillera con el nombre de autodefensas campesinas. Y valga esta aclaracin: las FARC slo confiesan 40 aos de edad o de lucha. La evidencia histrica es otra: Jacobo Pras lape y Manuel Marulanda, el primero conocido como Charro Negro, el segundo como Tirofijo, firmaron en 1949 un comunicado redactado por los activistas del Partido Comunista, que titularon Poltica de autodefensa armada contra la violencia oficial de los bandidos falangistas. Esa guerrilla o autodefensa del 49 deviene en la que se enfrent en 1953 con la guerrilla liberal por la definicin de la preeminencia y control en ciertos territorios; luego aparece en Marquetalia en los aos sesenta y tom posteriormente el nombre de FARC. Tambin hay continuidad subjetiva con la guerrilla que en los ochenta le aadi el EP (ejrcito del pueblo) a la sigla original, puesto que ah siguen personajes como Manuel Marulanda y alias Nario, recientemente fallecido de muerte natural. -Era legtimo el levantamiento del 49? Claro que s, si se le considera desde el punto de vista liberal y comunista. Hubo un verdadero conflicto armado en el que termin involucrndose el campesinado, guiado por las dirigencias liberal y comunista. El Plebiscito y el Frente Nacional le dieron una salida definitiva a aquel conflicto entre el gobierno militar -conservador y los liberales en armas. Pero los comunistas, en cambio, miraron hacia otra estrella y aplicaron una poltica que, parodiando a Marco Fidel Surez cuando predic mirar haca Washington, llamaremos respice Mosc. Pasemos por alto la descripcin de la guerra fra Washington Mosc Pekn porque es bien conocida por los lectores. Pocos pases, pobres y ricos, se zafaron del encarte de tener gobiernos satlites del uno, o insurgencia armada patrocinada por el otro. En Colombia, fue tan evidente el origen internacional del conflicto interno, que a medida que el polo moscovita se divida y subdivida, la guerrilla

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haca lo propio: FARC, fue la representacin ortodoxa de Mosc; EPL, de Pekn; ELN, de La Habana. Cuando Albania se separ de Pekn, el PLA se separ del EPL. Y cuando el marxismo universal comenz a tener su aggiornamiento, a las FARC se les abrieron los aperturistas del M-19, instigados por la izquierda de la Anapo. Fue tanta la subdivisin de la insurgencia de izquierda colombiana por razones de afinidades externas, que el listado de sus organizaciones pareca, avanzadas las dcadas de los setentas y ochentas, un libro de frmulas algebraicas. Una de las evidencias de que exista y se expanda un conflicto armado, fue la amplia vinculacin de los intelectuales, profesionales y sobre todo de los universitarios, a las tareas de apoyo ideolgico, logstico y de reclutamiento para las organizaciones armadas. Pulularon los Centros de Estudio y circularon masivamente libros, revistas y pelculas provenientes de cada uno de los polos: Mosc, Pekn, La Habana y Tirana. Se entonaba el himno de la Internacional en las asambleas de los sindicatos, de las asociaciones campesinas y de los estudiantes y en los paseos de las clulas de los movimientos de izquierda. Haba msica y teatro revolucionarios, la moda universitaria inclua gafas trostkistas, gorra maosta, botas mamertas, barba guevarista, mirada foucoliana y abandono de utensilios y menjurjes consumistas como lociones, desodorantes y cremas de afeitar. En el caso de las mujeres, el nico maquillaje correcto era el jabn. Aunque a los jvenes de les pueda parecer increble, esa guerrilla que hoy asocian a noticias de desapariciones, secuestros, asesinatos a mansalva y trfico de drogas, fue fundada y nutrida por profesores y estudiantes de las mismas universidades en las que ellos estudian ahora. 4. CLARO QUE HUBO CONFLICTO INTERNO ARMADO! Cules eran las causas subjetivas de ese conflicto poltico armado entre 1964 y 1989? Fue, acaso, que hubo un robo o que murieron unas gallinas y marranos en Marquetalia? Era la reivindicacin del pluralismo y de la libertad? Estaba en peligro la vida de quien perteneciera a la oposicin poltica? Que hablen los protagonistas!: En un libro de Arturo lape, La Paz, la Violencia (1985), el ELN se autodefini as al responder a la pregunta: - Qu expresa ideolgicamente el Ejrcito de Liberacin? - Nuestra concepcin ideolgica tiene dos vertientes fundamentales: una, la experiencia de lucha de los pueblos de todo el mundo, que se sintetiza en el marxismo-leninismo, que es la sntesis de esa experiencia. La otra, la historia de las luchas de nuestro pueblo y su situacin concreta actual, a la misma luz del marxismo-leninismo.

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Y, el EPL? En el mismo libro de lape, William Calvo, comandante de la organizacin, dijo: - Para hablar de la historia de la fundacin del Ejrcito Popular de Liberacin, necesariamente tenemos que remitirnos a su ubicacin ideolgica y poltica. Esto por cuanto el EPL es el brazo armado del Partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista, de all que su fundacin, su origen, el desarrollo est ntimamente ligado al origen y desarrollo del PCCML. El partido nace de un rompimiento que se da en la primera mitad de la dcada del 60 en el seno del partido Comunista Colombiano. El rompimiento parte de fenmenos de incidencia en la problemtica nacional y tambin de la accin de los fenmenos internacionales, dentro del contexto de la lucha de clases en el panorama colombiano. Luego de la consabida retahla marxista sobre lucha de clases, Calvo entr de lleno a hablar del tema de las causas objetivas del conflicto en Colombia: Esto se conjugaba con dos fenmenos internacionales que tienen hondas repercusiones en estas definiciones al seno de los partidos comunistas, no slo en Colombia sino a nivel mundial. El uno tiene que ver con el trigsimo (sic) Congreso del PCUS, en el cual se marca un derrotero poltico, que es acogido por la mayora de los partidos, lo que a su vez provoca una confrontacin en el seno del movimiento comunista internacional, en torno a problemas esenciales del desarrollo de la lucha de clases y de la perspectiva de la revolucin proletaria mundial.

Como se puede observar, Calvo no dice una sola palabra sobre los problemas colombianos. Todo lo inscribe en la estrategia del movimiento comunista internacional. Cuando ms se acerca, llega apenas hasta el Caribe, hasta la Cuba revolucionaria, la del documento de la Tricontinental: - Un hecho que adquiere particular influencia en Latinoamrica es el triunfo de la Revolucin Cubana, que confrontado con la experiencia de los aos 50 en el desarrollo de la violencia en Colombia, va a tener una influencia en cuanto a las posiciones polticas y a las definiciones sobre el papel y la importancia de la lucha armada, para la conduccin de la preparacin de la lucha revolucionaria en el pas. Por su parte, a Gilberto Vieira, Secretario General del partido comunista, le preguntaron -para el mismo libro de lape-: - Cul ha sido el papel real de influencia del partido comunista en el proceso de luchas armadas en Colombia? Respondi:

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- Es difcil de medirlo. El Partido Comunista se ha comprometido desde el primer momento en que surgi la lucha armada en Colombia, tomando parte en ella, proclamando su solidaridad con la guerrilla, poltica y prcticamente. Desde luego hay una gran parte de la historia del partido que no est escrita, revelada, exactamente cundo comienza el movimiento guerrillero. Cualquier observador internacional pensar que semejantes declaraciones del lder indiscutido del Partido Comunista, tuvo que hacerlas en medio de la clandestinidad ms extrema. Pero no, en ese momento (1984), el Partido tena una amplia representacin parlamentaria y present candidatura presidencial. Con toda la tranquilidad del mundo, Vieira le dijo lo siguiente a Arturo Alape: El partido comunista est directamente mezclado con la lucha guerrillera que conduce a la creacin de las FARC. Y aunque este es un movimiento que creci y se desarroll enormemente en todo el pas y que el partido comunista no acepta que sea su brazo armado, porque considera que es una ofensa contra las mismas FARC y contra el propio Partido Comunista, tampoco oculta sus nexos polticos con las FARC y desde luego trata de influir polticamente en las FARC. Cosa que se ha visto en el reciente 14 Congreso del partido, cuando se han recibido directamente saludos de las FARC. Hay una extraordinaria coincidencia, como dice el comandante Marulanda, entre el partido comunista y las FARC. Las FARC, el EPL y el ELN se autodefinieron desde sus inicios como organizaciones marxistas y actuaron como tales dentro del contexto de la guerra fra. Ellos eran los partidos polticos armados dentro del hiperdividido marxismo criollo. La situacin no era, propiamente, que esos partidos estuvieran compelidos al supremo recurso de la rebelin, sino que el movimiento internacional comunista, liderado en Mosc, Pekn y La Habana, tena su guerra que llamaba de liberacin; y Washington, a su vez, tena sus movimientos por la seguridad nacional o de defensa de la democracia. Y cuando hablo de movimiento internacional es en serio. Aunque los jvenes de hoy no lo puedan creer, en Italia y Alemania, por ejemplo, hubo guerrillas maostas, guevaristas y propalestinas; en Argentina las hubo trotskistas; en Chile comunistas ortodoxas; en Venezuela maostas y trotskistas. En 1731, Benjamn Franklin escribi que observando la historia, se haba enterado de que los grandes asuntos del mundo, las guerras, las revoluciones, etctera, son llevados a cabo e influenciados por partidos polticos y que el punto de vista de estos partidos est en su inters general presente o en el que ellos toman por tal. Evidentemente, las FARC, el EPL y el ELN, en el contexto de la revolucin socialista mundial, se autodefinan o se tomaban a s mismos como los partidos

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polticos y la vanguardia revolucionaria del pueblo colombiano, cuyo inters general decan representar. Esa fue la situacin hasta los albores de una dcada fundamental: la de los noventa del siglo XX. Porque desde 1989 y, particularmente en 1991, las cosas cambiaron diametralmente, en Colombia y en el mundo. Segn el documento de las Naciones Unidas Un mundo ms seguro: la responsabilidad que compartimos. Informe del Grupo de alto nivel sobre las amenazas, los desafos y el cambio, desde 1992 comenzaron a desaparecer aceleradamente los conflictos armados internos, aunque se acentu el fenmeno de la criminalidad transnacional como grave peligro para la estabilidad de los Estados. El estudio de la Naciones Unidas remite a dos fuentes estadsticas: el Departamento de Estudios sobre la Paz y los Conflictos de la Universidad de Uppsala, y al Instituto Internacional de Oslo de Investigaciones sobre la Paz. Poco ha reflexionado el pas sobre este hecho histrico: que desde el 29 de diciembre de 1996, en asuntos de violencia Colombia qued sola, ngrima, en el hemisferio occidental. Se convirti en un caso raro y de museo. Por qu? Aquel da -en acto solemnsimo-, con presencia de presidentes y ministros de todas las latitudes, la guerrilla y el gobierno de Guatemala firmaron un tratado de paz. Desde esa fecha no hubo ms tomas de pueblos ni destruccin de locales pblicos ni ms secuestros polticos ni ms muertos polticos. En 1996, en Guatemala termin la guerra, desapareci una guerrilla que supo reconocer que estaba en tela de juicio la legitimidad y la eficacia de la accin que sostenan desde haca aos. Que su guerra, comprensible en sus orgenes, iba ahora en sentido contrario de la historia. Que su guerra, haba perdido haca tiempo su vigencia histrica. Fue una guerrilla que, de buen corazn, supo reconocer ese hecho.

Afirmo que Colombia, desde ese 29 de diciembre de 1996, qued completamente sola en Amrica Latina. Para decirlo de alguna manera, aqu estn los nicos seres del Continente que continan peleando violentamente por razones relativamente prosaicas y pasadas de moda: por poltica, ms concretamente por poner en vigencia la ideologa marxista. Incluso, es posible que los violentos colombianos hayan quedado solos en el Universo Mundo. En el centro de frica, los tutsis y los hutus siguen peleando, pero no por poltica, sino por un odio que llevan en la sangre, que los impele a matarse como si fueran gallos de pelea es su guerra tnica-. En el cercano Oriente los rabes y los judos pelean igual a como lo hacan en los tiempos bblicos es su confrontacin religioso-geo-poltica-. En Europa los bosnios, los servios, los servio-bosnios, los croatas, los chechenos y, quin sabe quines ms, podrn fcilmente reiniciar la lucha por destruirse, porque los separa el color de la piel, la religin y la historia. Pero por poltica,

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propiamente por motivos polticos, nadie en el mundo distinto de los violentos colombianos, se toman la molestia de disparar un simple revlver calibre 22. La respuesta al por qu de la lucha de los guerrilleros colombianos hoy, no est en la poltica. Si all estuviera, sera arrevesada, puesto que las FARC y el ELN intentan hacer una guerra que declararon hace dcadas sus antepasados, cuando exista un movimiento revolucionario mundial que ya no existe quedan activos muy pocos lderes fundadores: unos han muerto, otros estn en la crcel y, los ms, viven su madurez en un retiro solitario y annimo-. Y, lo que es ms paradjico, esos grupos estn guerreando para que se hagan cambios polticos internos que ya se hicieron. El proyecto de comunicado que propuso el presidente Uribe a Felipe Torres y Francisco Galn para que cesaran la lucha -cuyo texto se presenta unas pginas ms delante-, tiene un antecedente extraordinario al cual ya me he referido en las primeras pginas y que, lamentablemente, poco se ha utilizado como propaganda o como referencia histrica y poltica. Se trata del Manifiesto de 1992 firmado por la intelectualidad colombiana que milita en las ideas que, genricamente, han sido conocidas como de izquierda. Es un texto en el se intent -en vano- hacer caer en cuenta a los guerrilleros de las nuevas circunstancias nacionales y universales. La misiva fue dirigida al conjunto del movimiento guerrillero, reunido en la Coordinadora Guerrillera Simn Bolvar y, aunque apareci publicada en el peridico El Tiempo, el 22 de noviembre de 1992, los destinatarios hicieron como que nunca les hubiese llegado. Ni ellos ni los pocos, poqusimos intelectuales que mantienen su apoyo, o que justifican la persistencia en la lucha armada, o su combinacin con la poltica legal, respondieron a los argumentos de los viejos lderes de la izquierda. El asunto no es de poca monta, porque se trata de un manifiesto redactado y firmado por quienes soportaron con altura intelectual, con un programa poltico, argumentos, y propaganda, al movimiento revolucionario colombiano hasta la cada del Muro de Berln y la Constituyente de 1990 - 91. La revista Alternativa, en donde se reuna aquella plyade de pensadores, fue el medio de comunicacin mejor escrito y de mayor circulacin que haya tenido la izquierda colombiana. Por lo dems, no circunscriban su tarea a las letras. Era gente de accin: en la dcada de los ochenta fundaron el Movimiento Firmes que en alianza con el Partido Comunista (pro FARC) y la Anapo Socialista (pro M.19) y con ex militantes del EPL y del ELN, logr llevar al Congreso de la Repblica, a las asambleas y a los concejos, la vocera del pensamiento socialista. El Movimiento Firmes atrajo a casi toda la izquierda colombiana para que rodeara la candidatura presidencial de una de las ms altas cumbres del pensamiento socialista y democrtico en Colombia, el maestro Gerardo Molina. Y, antes de que

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la lucha guerrillera degenerara en lo que es desde 1991, los intelectuales de izquierda, el partido comunista, los frentes legales del EPL y del ELN, gentes de movimiento sindical, estudiantil, representantes del movimiento campesino, las incipientes ONG de aquella poca, miembros del clero y sectores disidentes del liberalismo y del conservatismo, fundaron el Comit Nacional de Derechos Humanos que protegi, ante todo, la integridad y los derechos y garantas procesales de los guerrilleros presos y de los dirigentes polticos y sociales de la izquierda, acusados (justa o injustamente) de militar en la causa guerrillera. Tambin apoyaron la fundacin de colectivos de abogados de presos polticos, y de solidaridad con ellos, a fin de hacerles lo menos penoso posible su paso por la prisin. De manera que una carta firmada por tan respetables plumas, debi, en condiciones normales, ser equivalente al Manifiesto por la Paz que escribi noventa aos atrs Rafael Uribe Uribe. Es una coincidencia curiosa que sea Uribe Uribe quien haya inspirado la obra de Gabriel Garca Mrquez, segn lo narr el maestro en una crnica para la Revista Cambio, porque fue precisamente Garca Mrquez quien inspir el Manifiesto de 1992. Las otras firmas tienen, tambin, cada una, peso especfico dentro de la tradicin del movimiento poltico de la izquierda en las dcadas de los sesenta, setenta y ochenta. En consecuencia, la Coordinadora Guerrillera reunida en Mxico, y que por las circunstancias polticas del momento poda actuar en la legalidad, debi, de inmediato, hacer contactos para dar paso a la constitucin en Colombia de un frente de la izquierda. Esa era la manera cuerda de intervenir en la poltica colombiana, para estar al da con los nuevos vientos universales. No! Hicieron lo contrario: se engolosinaron con el hierro y el plomo (el poder nace del fusil, siguieron predicando). Perdieron todo contacto con el pensamiento poltico, que es esencial para que exista movimiento poltico. Esa prdida los condujo (Lenin se los hubiera anticipado si hubiera estado vivo) a que se disolviera el mando conjunto y que sus frentes se convirtieran en grupos aislados de la poltica, unidos por una caja comn representada en arcas o caletas llenas de dlares provenientes del secuestro y del negocio de la droga. Fue una gran frustracin para Colombia, para Garca Mrquez, para sus compaeros firmantes del Manifiesto, como Antonio Caballero, Enrique Santos, Nicols Buenaventura, Eduardo Pizarro, Hernando Corral, lvaro Camacho, Mara Jimena Dussn, Carlos Vicente de Roux, y tantos otros. -Ponemos en tela de juicio la legitimidad y la eficacia de la accin que ustedes sostienen desde hace aos. As, sin contemplaciones, comenzaron el Manifiesto, que contina diciendo:

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- Estamos en contra de esa forma de lucha en el momento actual. Creemos que ella, en lugar de propiciar la justicia social, como pareca posible en sus orgenes, ha generado toda clase de extremismos, como el recrudecimiento de la reaccin, el vandalismo paramilitar, la inclemencia de la delincuencia comn, y los excesos de sectores de la fuerza pblica, que condenamos con igual energa. Fue una gran expresin de rebelda democrtica contra el terrorismo. Por una parte, se incorporaron los intelectuales al rechazo del terrorismo y, por la otra, el Estado recibi de los intelectuales la legitimacin y el impulso que eran necesarios para desarrollar una actitud de mayor firmeza y para avanzar en las polticas antiterroristas. Entonces, por qu la obstinacin y el empecinamiento en usar las armas para hacer poltica? En realidad, como se ha dicho tantas veces, es imposible encontrar la explicacin en el mbito de la poltica. De hecho, si ya era difcil sustentar la justicia de la rebelin antes de 1991, explicarla en 2004 es un enredo de padre y seor mo. Se los dijo un dirigente comunista universalmente reconocido, el premio Nbel de Literatura, don Jos Saramago. En una entrevista a Yamid Amad, publicada por el peridico El Tiempo el 28 de noviembre de 2004, con un ttulo sugestivo y demoledor: 'En Colombia no hay guerrillas sino bandas armadas'. El entrevistador le pregunt al Nbel: - Usted conoce bien la situacin colombiana. Se justifica la guerrilla?. Saramago respondi con el abec, con los argumentos que se han expresado en este captulo: - La guerrilla tiene toda la justificacin cuando la situacin es la de un pas ocupado por un invasor y la gente tiene que organizarse para resistir. Lo que pas en Francia en la Segunda Guerra Mundial o lo que ocurre hoy en pases como Irak. El concepto de guerrilla tiene algn sentido de nobleza, es decir, ciudadanos que se organizan para resistir al invasor. No creo que ese sea el caso de Colombia. Aqu no hay guerrilla, sino bandas armadas. Yamid ripost: - Usted es comunista y la guerrilla se ha identificado con el comunismo... Saramago le quit la palabra y no lo dej hacer la pregunta:

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- No puedo imaginar a un pas con un gobierno comunista que se dedicara al secuestro, al asesinato, a la violacin de derechos. Ellos no son comunistas. Quizs en un principio lo fueron, ahora no. Yamid Amad hizo enseguida una pregunta muy a la colombiana, porque lleva implcito el discurso sobre la justificacin de la existencia de de la guerrilla y el paramilitarismo: - Frente a los graves problemas sociales del pas, cul es la alternativa?. Como es lgico, Saramago que no ve ni pizca de legitimidad a la lucha guerrillera actual, termin enredndose en una disquisicin sobre la democracia y su particular concepcin de ella disquisicin muy cercana a la doctrina anarquista prevaleciente en toda la Pennsula Ibrica por los aos 30 del siglo XX, conjugada con el discurso un poco ms moderno sobre los derechos humanos-. La izquierda que ha seguido en el cuento violento devino en reaccionaria, como lo demuestra Horacio Vsquez-Rial en un libro magistral, La izquierda reaccionaria. Sndrome y mitologa. Dice el autor que tuvo ocasin de conocer la medida real de ese reaccionarismo con un seguimiento de lo dicho entre el 11 y el 20 de septiembre de 2001: No fueron nicamente los nios y los adolescentes palestinos, impulsados por sus mayores, como es obvio, los que celebraron la accin de los suicidas de Ben Laden, sino toda una gama de personajes y personalidades que va desde miembros del mismo Parlamento de Escritores que poco despus visit devotamente a Yasser Arafat, hasta un sector de las histricas Madres de Plaza de Mayo, liderado por Hebe de Bonafini, quien no se corta a la hora de elogiar a ETA, y que tampoco se cort esta vez al decir que se alegraba de lo sucedido. Vsquez-Rial cita afirmaciones de un dirigente socialdemcrata de Catalua, Pasqual Maragall, quien no se atrevi a decir que se alegraba del ataque terrorista a Estados Unidos, ni mucho menos a vociferar que era la justa venganza de los pobres del mundo contra el imperio, porque es demasiado poltico para eso, pero s dijo que tras la accin de Al Qaeda haba un elemento muy importante de rencor con base real, que es una forma decorosa y taimada de expresar que se lo tenan merecido. Cualquier parecido con las frases de los justificadores colombianos es una coincidencia. Un seor Mahler, quien tiene pgina en de Internet, declar que los ataques de 11 de septiembre, aunque crueles debido a sus daos colaterales, eran justificados y eficaces para combatir a EE.UU. y el poder del dinero. Recuerda Vsquez-Rial que tambin la famosa Rossana Rossanda, otra radical de la izquierda europea, declar que los norteamericanos merecan morir porque nadie es inocente de lo que hace su gobierno. 5. LOS ABAJO FIRMANTES

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En un artculo que public poco antes de que apareciera, Antonio Caballero quiso explicar los alcances del Manifiesto. No voy a hablar del texto de la carta, que est ah para ser ledo, sino de los firmantes, y de sus motivos. Todos son somos gente de izquierda, o lo que ha sido, y que apoy o al menos comprendi la accin y las razones de la guerrilla en Colombia ( ) Los que comprendieron o apoyaron a la guerrilla o militaron en ella por qu la censuran hoy? Porque han cambiado ellos (quiero decir nosotros), cada cual a su modo. Pero, sobre todo, porque ha cambiado la guerrilla. No me refiero al pretendido derrumbe de la ideologa de izquierda ni a los fracasos prcticos de su aplicacin en muchas partes del mundo: hablo de la guerrilla en Colombia, de sus mtodos y de sus objetivos. Tambin ella ha cambiado de sitio. Ha dejado de ser (o de pretender ser) un agente de la transformacin positiva del pas para convertirse en una rmora y en un estorbo para el cambio deseable y posible. Ya no es una vanguardia armada (no hay que tenerles miedo a las palabras, aunque estn manoseadas), sino un aparato armado autnomo y autosuficiente que slo sirve para autoperpetuarse. Durar no es un propsito poltico, y la misma duracin de la guerrilla colombiana es la demostracin de su inutilidad. Si hay un fracaso ms grande que el durar slo echando tiros en el monte, como dur el Che en Bolivia, es el de durar 30 aos, y que todo siga igual. O peor. Pues los resultados obtenidos en 30 aos por la guerrilla colombiana no son slo nulos, sino adems perversos. En primer lugar, su propia degeneracin: su bandolerizacin, su dedicacin casi exclusiva al secuestro para seguir durando- y al terrorismo para que se sepa que todava dura- y su hundimiento en los ajustes de cuentas internos. En segundo lugar, la aniquilacin del papel poltico de la izquierda, confiscado por una funcin exclusivamente militar: la guerrilla, tanto como la extrema derecha militarista, es responsable de la militarizacin creciente no slo de la vida poltica, sino de la vida cotidiana del pas. Y no hablo de los resultados puramente estadsticos: muerte y destruccin, hurfanos y empobrecimiento. El nico efecto positivo al que contribuy la presin armada de la guerrilla, que fue la apertura poltica cuajada en la Constituyente, ha sido rpidamente absorbido y anulado por la propia persistencia de la guerrilla: la nueva izquierda electoral ha decrecido vertiginosamente, y el tmidamente recortado poder militar ha retoado con ms fuerza que nunca: ahora vemos al Congreso a punto de obtener el retiro de la Procuradura de las zonas de orden pblico, que son medio pas, para que los militares puedan actuar a sus anchas (es posible que cuando esto se publique ya haya sido aprobada la iniciativa). Pues deca que han cambiado los firmantes de la carta de censura a la guerrilla, y que ha cambiado la guerrilla. Pero no ha cambiado el pas, que sigue igual, o pero, que hace 30 aos. En resumen: los mismos nios muertos de hambre. Culpa de la guerrilla? No. Pero s demostracin de sus 30 aos de inutilidad. Ni ha sido protagonista del cambio no ha tomado el poder, no ha hecho revolucin-, ni ha servido de catalizador de la reforma del sistema. Al revs: le ha dado los pretextos para no reformarse y hacerse, por el contrario, ms represivo. Y eso, hasta en la

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inversin: los gobiernos se gastan en brigadas mviles lo que podran gastarse en hidroelctricas. S, ya s que tambin se roban las brigadas mviles, como se roban las hidroelctricas. Pero por lo menos podramos los abajo firmantes estar censurando a los ladrones, y no a los guerrilleros. Aunque tambin entonces estuviramos perdiendo el tiempo.

6. VOLVAMOS A LOS ANTECEDENTES Vayamos a antecedentes remotos de nuestra violencia y a las afirmaciones de lderes con amplia perspectiva y discurso. Jaime Bateman, por ejemplo. l perteneci a las Farc y luego fund el M-19, en una alianza con los jefes de la Anapo Socialista. En entrevista concedida en 1981 a Germn Castro Caicedo, le dijo el porqu de su rebelin: ...en Colombia no hay democracia. El estado de sitio nos est asfixiando desde hace treinta aos, los canales democrticos estn, cerrados....

Bateman, despus de calificar como mentiroso al Presidente de Colombia, cnico al Ministro de Gobierno, pequeo Hitler al de Justicia y asesino a sueldo al de Defensa, explic as el objetivo de su lucha armada: - Democracia y libertad, ese es el programa nuestro. Es decir, para Bateman y el M.19 aparentemente no haba reivindicaciones o un pensamiento que no pudieran suscribir tambin los conservadores, los liberales o los independientes de todas las tendencias: bsqueda de democracia y libertad. Hasta 1989, antes de la cada del Muro de Berln -como se conoce el episodio de la disolucin del mundo sovitico o socialista-, mantena su vigencia en Colombia con relativa importancia y presencia poltica-, un conflicto armado interno creado por el fantasma que recorri el universo durante el siglo XIX y que se personific en el XX: El Comunismo. Los armados colombianos eran parte de un conflicto histrico y universal. Marx, con algo de ingenuidad decimonnica, haba pronosticado que todos los seres humanos arribaran al comunismo, como conclusin mecnica de una especie de proceso gentico que llevara a la humanidad, indefectiblemente, de un estadio de comunismo primitivo, al esclavismo, al feudalismo, al capitalismo, al socialismo, hasta arribar al paraso comunista, presunta meta final de la historia. Hasta 1989, la guerra de guerrillas enmarcada dentro de la guerra fra, tena como contenido y propsito la implantacin del comunismo en Colombia. Y el comunismo supona la

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desaparicin del Estado, es decir, la muerte de las ideologas incluida la marxista-. Disuelta la rbita sovitica, derrotados los partidos comunistas, y convertida la ideologa marxista en un objeto de museo, los rebeldes colombianos no tenan ms camino que negociar un armisticio. Los que no lo hicieron a tiempo, fueron perdiendo su unidad de mando, que provena de la existencia de un centro poltico mundial al cual estaban afiliados. Slo actuaron en consecuencia con los nuevos hechos el M.19, el EPL, una parte del ELN, el Quintn Lame y unas pequeas fracciones marxistas disidentes de los grandes movimientos. En los anexos de este libro el lector encontrar la versin final de dos acuerdos de paz, el del M.19 y el del Quintn. Leyndolos podrn sopesar mis argumentos sobre si eran o no inanes los pretextos para mantenerse en armas, y el porqu agotados esos pretextos y derrumbada la fuerza internacional que aupaba a la lucha armada, los que persistieron en ella terminaron sin poltica, se convirtieron en una rueda suelta dentro del concierto mundial. Por qu su empeo en mantener la accin violenta? Debe buscarse en la economa de expoliacin y arrebato de rentas (coca, amapola, petrleo, secuestro y extorsin de ganaderos y otros empresarios, robo de cosechas, etctera) como veremos en un captulo posterior. Desde la poltica, he dicho, no parece que haya explicacin. Tal vez se trate de un comportamiento romntico: las Farc y el Eln siguen en combate porque creen tener una obligacin moral con sus hroes cados en la lucha, como se trasluce en un comunicado de los comandantes del ELN, Torres y Galn, en respuesta a la oferta de libertad que les hizo el gobierno si abandonaban la militancia guerrillera. Los marxistas colombianos se resisten a aceptar la muerte del marxismo; quieren insistir en confirmar su teora del materialismo histrico y se empearn, por siglos si es necesario, en comprobar esa teora intentando llevar a Colombia al Comunismo. Eso equivale a decir que los guerreros colombianos han cado en un mbito distinto a la poltica y estaran, ms bien, en un campo propio de la psiquiatra poltica forense. Porque por razones de poltica interna, nada justifica persistir en el uso de las armas para lograr objetivos polticos, aun uno tan radical como la implantacin del comunismo. En el Manifiesto de los intelectuales de la izquierda de 1992, tambin se dijo: - Su guerra, comprensible en sus orgenes, va ahora en sentido contrario de la historia. El secuestro, la coaccin, las contribuciones forzosas, que son hoy su instrumento ms fructfero, son a la vez violaciones abominables de los derechos humanos. El terrorismo, que estuvo siempre condenado por ustedes mismos como una forma ilegtima de la lucha revolucionaria, es hoy un recurso cotidiano. La corrupcin, que ustedes rechazan, ha contaminado sus propias filas a travs de sus negocios con el narcotrfico, haciendo caso omiso de su carcter reaccionario y de su contribucin al deterioro social. Las incontables muertes intiles de ambos lados, los

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atentados sistemticos a la riqueza nacional, los desastres ecolgicos, son tributos muy costosos e inmerecidos para un pas que ya ha pagado demasiado.

En Colombia se produjo en 1991 una revolucin institucional de la que surgi la nueva Constitucin. En su redaccin llevaron voz cantante los antiguos guerrilleros del M-19 y del EPL. Los de las Farc y el Eln se negaron a participar en ella. Por eso, aquellos intelectuales les dijeron a todos los guerrilleros de Colombia: Es la hora de una reflexin patritica profunda, de una rectificacin radical de aos de equivocaciones, y de la bsqueda seria de nuevas y novedosas formas de creacin poltica, acordes con las realidades del mundo actual. Su guerra, seores, perdi hace tiempo su vigencia histrica, y reconocerlo de buen corazn ser tambin una victoria poltica.

Los generales y coroneles del intelecto revolucionario colombiano no tuvieron quien les respondiera. 7. FUERZAS BELIGERANTES? MANDO UNIFICADO?

En la perspectiva del derecho internacional, reconocidas las realidades producidas en 1989 y 1991, cules, pues, son las fuerzas beligerantes en Colombia? Aunque el gobierno, para efectos prcticos y para atender las recomendaciones del embajador Frhling, representante del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, quisiera aceptar la existencia de tales fuerzas, le quedara imposible identificarlas -como tampoco son capaces de hacerlo los intelectuales de la izquierda o el Nbel Saramago-.

El concepto Fuerza Beligerante se desprende de la definicin de una confrontacin violenta como Conflicto Armado Interno. Antes del Protocolo II de Ginebra, ya rega una normatividad que regulaba ciertos comportamientos de los Estados en beligerancia. Dado que en el interior de algunos Estados se daban guerras civiles, la comunidad internacional decidi intervenir, declarando aplicable el derecho de la guerra a los conflictos internos cuando tuvieran cierto relieve. Por eso, definir una confrontacin interna como Conflicto Interno Armado, es darle categora de fuerzas beligerantes a unos grupos a los que seguramente antes se maltrataba de palabra y obra, mientras no obtuvieran el poder. Con el Protocolo II, un rebelde respetable puede ser visto como tal: con jerarqua poltica y vocacin

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de poder como fuerza beligerante. Incluso se autoriz su reconocimiento por los Estados y la posibilidad de recibir representaciones diplomticas rebeldes.

Pero, no basta que un movimiento se autodefina como beligerante, ni que se diga, sin ms ni ms, que protagoniza un conflicto interno armado. Se deben dar ciertas circunstancias: (a) que la fuerza puede realizar operaciones militares concertadas bajo un mando responsable, (b) en un territorio dominado por ella, y (c) que esa fuerza est dispuesta a cumplir los preceptos humanitarios. Amn la reconocida ilegitimidad o ilegalidad del poder contra el cual se enfrentan las fuerzas en rebelin.

Existe en Colombia un Conflicto armado interno? Existe en Colombia una o varias fuerzas que realicen operaciones militares concertadas bajo un mando responsable y en un territorio dominado por ella? Existe una fuerza insurgente dispuesta a cumplir los preceptos humanitarios?

Un mando responsable unificado existi hasta los primeros aos de la dcada del noventa. Los intelectuales de izquierda se lo recordaron a la guerrilla en su Manifiesto. Por las palabras del camarada Vieira se puede colegir, sin estar haciendo macartismo, que el Partido Comunista era quien daba la pauta poltica e ideolgica a las FARC. La desaparicin de la Unin Sovitica, la muerte de Viera y la de Jacobo Arenas -un veterano miembro de la direccin del Partido-, el asesinato, el exilio o la lucha interna de los fundadores de la Unin Patritica, y el alejamiento de los cuadros con cierta formacin, que aceptaron la validez de las tesis del Manifiesto de los intelectuales, dejaron polticamente acfalas a las FARC.

Igual ocurri con el EPL: sus cuadros dirigentes pasaron a formar parte importante de la cpula de la poltica colombiana, de la academia, de la diplomacia, de las artes y de las ciencias, y slo pervivi como organizacin rebelde una pequea fraccin orientada por el comandante Francisco Caravallo, recluido desde hace aos en una crcel.

El armisticio y acuerdo poltico del M.19 con los gobiernos Barco y Gaviria, sac del escenario armado a decenas de lderes polticos, que pasaron de inmediato y con xito a la Constituyente, o a un ministerio, o al Congreso, o a la direccin de importantes gobiernos locales.

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Tambin los lderes polticos y sociales del ELN, particularmente algunos intelectuales de la izquierda que terminaron desencantados por la falta de perspectivas de su organizacin (el grupo Replanteamiento, primero; la CRS, luego; ms decenas de intelectuales y dirigentes sociales que se fueron separando individualmente de la militancia), dejaron hurfana su estructura poltica.

8. FUERZAS BELIGERANTES? CONTROL DE TERRITORIO?

Hablemos de territorio dominado por las Farc o el ELN. Hay que reconocer que el proceso de negociaciones de las FARC y el Gobierno Nacional entre 1998 y 2002, dej la sensacin de que Colombia estaba partida en dos territorios, y que tena dos gobiernos distintos. De esa manera, quienes observaban al pas desde el exterior, fundados en las informaciones de prensa, en las pginas web y en la evidencia de que el Estado abandon gratuitamente 42 mil kilmetros en el sur, o casi todas las carreteras troncales y varias porciones de territorio en las grandes ciudades -tales como las Comuna 13 y Nororiental de Medelln-, tendran razn en pensar que las FARC dominaban un territorio.

No es lo mismo que alguien abandone un espacio a que otro lo domine. Tanto es as, que basta que quien hizo el abandono manifieste luego que va a regresar, para que el ocupante irregular salga despavorido. Varias seales del propio Estado colombiano, dieron pbulo para creer en el dominio territorial de las FARC. Veamos:

1.

La firma de un acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para la mediacin en el Conflicto Interno Armado (del que haremos una referencia detallada) La cesin voluntaria de una zona de distensin con las FARC que les permiti actuar con total impunidad en el mbito de 42 mil kilmetros cuadrados, ejercer una autoridad arbitraria -previa extorsin al gobierno para que retirara toda forma de presencia armada del Estado-, arrebatar sus bienes a los habitantes de la regin y de las zonas aledaas (el robo de vehculos costosos y su uso como flota oficial por los comandantes de las FARC, perturb la conciencia de la nacin). Las FARC llevaron

2.

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secuestrados a la zona, hicieron fusilamientos, citaron como profesores a tcnicos extranjeros en uso de explosivos y fabricacin de bombas. 3. El abandono a su suerte de ms de 340 alcaldes de todos los departamentos del pas, lo que oblig a muchos a huir de sus sedes, con lo que dieron la falsa apariencia de que la guerrilla y los paramilitares controlaban sus territorios. El retiro de presencia policial de centenares de municipios. El abandono de la fuerza pblica de las principales carreteras. 6. El acuartelamiento del ejrcito, la armada y el mantenimiento en tierra de las unidades de la fuerza area. 7. La comisin impune de todo tipo de delitos: toma violenta de municipios y carreteras y secuestro masivo de transentes, desplazamiento forzado de comunidades poco colaboradoras con la guerrilla y los paramilitares, o sospechosas de cooperar con el Estado. El control territorial de las FARC se convirti entonces en una verdad indiscutida. Nadie quiso intentar disputarles esa verdad en el terreno de las palabras y tampoco en el territorio real, en el terreno fsico. A donde ellos llagaban con sus amenazas, la gente sala despavorida. Su verdadero control territorial estaba en los cerebros, era el imperio del miedo. Luchadores contra el discurso de los terroristas como los consagrados escritores Vsquez Rial y Robert Dahl, cayeron en la trampa de creer que las autoridades colombianas no controlaban el territorio. O el ministro alemn, Schmidbauer, quien cierta vez habl sobre una banda de narcotraficantes que controla medio pas. Nadie contradeca tamaa exageracin. En alguna ocasin se expona la tesis de la falacia de un control territorial de buena parte de Colombia por la guerrilla y, alguien hizo esta observacin:

4. 5.

-

Si las FARC no controlan territorio, cmo pueden mantener en su poder, durante aos, a los secuestrados? Por qu, adems, no los capturan?

Evidentemente, mantienen secuestrados a oficiales del ejrcito y la polica, a senadores, representantes, diputados, a tres contratistas americanos, a la ex candidata presidencial Ingrid Betancur y a cientos de ciudadanos annimos. Pero, puede decirse que por tenerlos en su poder durante meses, las Farc dominan 14 o 15 mil kilmetros de selva? Estn escondidos all!, que es cosa distinta. Y,

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quien se esconda en la selva, mientras no salga de ella, nunca ser encontrado. All pueden permanecer por milenios como los Nukak Mak del Amazonas; o por dcadas como ocurri con los soldados japoneses de la segunda Guerra Mundial en las selvas de Filipinas, que salieron a rendirse en 1974.

A una fuerza beligerante se le podra dar la pelea en un punto determinado, como lo hizo Bolvar con Barreiro en la finca de los Vargas o en el Puente de Boyac. A las Farc no hay en dnde encontrarlas a no ser en la Internet-. Pero el mundo no ha avanzado tanto como para que la autopista electrnica sea declarada dominio territorial aceptable para los efectos de darle carcter de fuerza beligerante a quien est all. Los pequeos frentes de la guerrilla, segn afirman las nicas personas que recientemente han tratado con ellos a fondo (una comisin de la iglesia catlica, los ex secuestrados y los periodistas invitados), parecen bandas errantes, sin direccin poltico-militar nica que es elemento sustancial de la definicin de beligerancia-. Esas bandas slo se muestran interesadas en sus comisiones de finanzas, es decir, en el dinero. Algunos llaman la atencin y aconsejan que se interprete la exigencia de control territorial de manera amplia, y no de acuerdo al paradigma de la guerra clsica entre los Estados. Uno de los intervinientes en la audiencia de la Corte Constitucional sobre la aprobacin del Protocolo de Ginebra deca que poda ser un dominio territorial nmada ( ) edificado sobre la libre conservacin de las vas de circulacin y sobre el control social ejemplo, sobre la consolidacin de un adentro y un afuera sociales. Que pongan un solo ejemplo para creerles. Huir en un territorio con 700 mil kilmetros cuadrados de selva no parece una labor difcil, mxime si hay unos dineros que garanticen el flujo de comida y medicinas. Pero, cul municipio de Colombia tiene un control social de la guerrilla?, cul? O, control social es boletiar a un alcalde?

9. NO LES RECONOZCO LA CONDICIN DE COMBATIENTES

El 19 junio de 2003, en San Jos de Costa Rica, el Presidente Uribe dijo ante nueve expectantes magistrados de la CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS:

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- No reconozco en los grupos violentos de Colombia, ni a la guerrilla ni a los paramilitares, la condicin de combatientes; mi gobierno los seala como terroristas! Como hubo seales de duda, o de curiosidad, se hizo esta pregunta: Por qu lo digo?

Y, de inmediato, se enfrasc en esta respuesta: Lo digo por las condiciones propias de la democracia colombiana. Lo digo por los mtodos de estos grupos. Lo digo por sus resultados; y lo digo por sus recursos. Colombia es una de las democracias ms antiguas del continente. Con una continuidad sorprendente en medio de las dificultades. Muchos politlogos internacionales se preguntan sorprendidos: cmo ha habido tanta continuidad democrtica en medio de este desafo terrorista? Pero la ha habido!

En aquella intervencin de Costa Rica, el Presidente Uribe desarroll la tesis de que Colombia es una democracia que todos los das se perfecciona ms, porque cuando quiera que se haya detectado una talanquera al ejercicio democrtico, se ha superado. Es una democracia sin lmites; sin ni siquiera veniales hostilidades a la expresin del pensamiento democrtico!, espet con voz sonora y firme. La Corte internacional, tan familiarizada con los denuestos, las acusaciones, los cargos contra el Estado colombiano; contra sus jueces, soldados y policas; oy por primera vez a alguien que en cambio haca su apologa. Es obvio que el presidente, se propona desmontar con su discurso, el aura de legitimidad de quienes piden a gritos, en los escenarios internacionales, justicia para unos presuntos luchadores populares, injustamente perseguidos por proclamar el legtimo y sagrado derecho a la insurreccin contra el rgimen desptico y antidemocrtico de Colombia. -Cuando hay un Estado constituido institucionalmente para garantizar el ejercicio pleno de la democracia, sentenci Uribe, no se puede admitir la legitimidad de la oposicin armada. Nuestra resistencia a ella es total. Al magistrado que pudiera estar pensando que tan malo es el terrorismo de los particulares, como el terrorismo de Estado del cual se ha acusado a todos los gobiernos colombianos desde hace aos-, se le anticip con esta respuesta: - Dira yo que el reto del mundo contemporneo es derrotar el terrorismo ejercido por los grupos opositores o por el Estado o grupos paramilitares. Y cuando el Estado est comprometido con la transparencia, nada implica ni justifica el terrorismo de los grupos opositores, sus acciones violentas. Uribe hizo luego declaraciones enfticas:

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- Total compromiso con el pluralismo democrtico. Los mtodos de los grupos que algunos llaman de oposicin, y su contracara, el paramilitarismo, son atroces: no combaten la Fuerza Pblica sino que plantan el territorio con minas antipersonales. Por eso hay decenas de policas, soldados y poblacin civil -sobre todo nios-, lisiados por sus acciones terroristas. El presidente insisti ante los magistrados que la principal fuente de financiacin de la tal oposicin, as como de los mal llamados grupos paramilitares, eran la droga y el secuestro: La droga amenaza con acabar con la ecologa, con la tica, con la democracia del continente, sentenci.

10. NO ACEPTEMOS LA EXISTENCIA DE OPOSICIN ARMADA. Hizo una pausa, como tomando impulso, y dijo algo que contradeca a la mayora de los analistas en la caracterizacin y definicin de las FARC y el ELN: - No se puede admitir dar legitimidad a una oposicin armada! No se puede reconocer en esa falsa oposicin armada la calidad de combatiente, cuando su financiacin principal es la droga, y su segunda financiacin es la ms repugnante conducta contra la libertad humana: el secuestro! Es bien sabido que en los informes de Naciones Unidas y en los trabajos de muchas ONG's internacionales sobre la violencia en Colombia, se aduce como causa de ella, nuestra pobreza e inequidad. El Presidente Uribe les dijo a los magistrados: No niego la existencia de tales lastres, pero, cul es su causa? Vamos a seguir creyendo que los males que ellos mismos crean son la razn de ser de su alzamiento liberador?

E hizo esta reflexin: - Cuando yo era estudiante universitario, crea, como tantos, que en Colombia no bamos a lograr la paz hasta que no tuviramos pleno desarrollo de la justicia social. Qu realidad tan distinta la que me han hecho ver los aos! La violencia ha destruido las familias y la confianza inversionista; ha eliminado las races de millones de colombianos en su Patria y producido una dispora nacional; no deja crecer la economa ni permite que haya recursos para el empleo. La violencia impide que haya recursos para la equidad social. Los resultados sociales de la violencia no tienen escenario peor comparable!

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El presidente hizo una pausa, y mir fijamente al grupo de periodistas internacionales que cubran la solemne sesin: - Y los resultados democrticos ! dijo, como si pensara en voz alta. - Qu cinismo el de los grupos violentos de Colombia! Todava insisten en buscar audiencia internacional para engaar, como han engaado histricamente! Le han mentido al mundo por 40 50 aos. Ellos han ejercido como terroristas y han hablado como polticos sociales. Que se decidan! Que dejen esa hipocresa! Que dejen esa doble moral! Que no le hablen al mundo como polticos mientras actan en Colombia como terroristas! El auditorio estaba perplejo y mudo. Hasta haca pocos meses, las FARC, con anuencia y benevolencia de los gobiernos colombianos, se autodefinan en los eventos internacionales -con soberbia- como estadistas condescendientes, dispuestos a amnistiar y permitir la reeducacin de la humilde y derrotada oligarqua. Las FARC haban explicado as el porqu firmaron con el Gobierno Pastrana una Agenda Comn para el Cambio. (Comn, en el sentido de que se crea que la sociedad, el Estado y las FARC se podan poner fcilmente de acuerdo en reformas constitucionales y legales): - La Agenda no puede ser entendida sino como el reconocimiento solemne por parte del Estado colombiano, de la necesidad de implementar profundas transformaciones en todos los campos enumerados en ella, que vienen a ser, prcticamente, todas las materias de importancia en la vida nacional. Como quien dice, obligaban al Estado a reconocer la necesidad de los cambios y a las FARC como la fuerza con propsito y capacidad de hacerlos: - nos persigue el propsito de hallar una solucin por la va del dialogo, por la va de los acuerdos al conflicto armado que desangra al pas. Luego, las FARC haban repetido la tesis de la justicia de su causa, una tesis a la que lograron arrastrar a tantos analistas, a funcionarios gubernamentales y a muchos observadores internacionales: - hay conflicto porque existen en nuestro pas profundas desigualdades e injusticias, cuya solucin no ha sido posible por las vas pacficas. El conflicto armado no es ms que la expresin concentrada de los graves conflictos econmicos, sociales, culturales y polticos que integran la realidad colombiana. Por eso, Uribe afirm ante aquella Corte que las limitaciones de la democracia en Colombia no eran limitaciones derivadas del Estado, sino limitaciones impuestas por los violentos. Colombia, dijo, durante 100 aos luch por la eleccin popular de alcaldes, de gobernadores, por ampliar la democracia de base, la democracia local,

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la democracia regional. En esas pocas, la guerrilla deca que para hacer la paz se requera que el pueblo pudiera elegir sus autoridades inmediatas. Eso se concret en Colombia en 1988 y posteriormente con la Constitucin de 1991. Y, la guerrilla, en lugar de deponer sus armas para dar una lucha ideolgica y poltica y buscar el poder local o regional, comenz a destruirlo por la va armada. No es por el Estado que los alcaldes amenazados en Colombia no pueden oficiar su mandato desde los municipios donde fueron elegidos o los gobernadores - Es por los grupos violentos!

11. DEVELANDO LA REALIDAD En el auditorio se oy un murmullo de aprobacin. Era como si alguien develara la realidad que todos haban presentido. El Presidente no baj el tono. Por el contrario, aprovech el clmax oratorio para introducir un concepto muy sensible para aquella calificada audiencia de expertos internacionales: el de que si no se les reconoce como interlocutores polticos, como los combatientes en un conflicto interno armado, como fuerza beligerante, entonces, cmo los va a combatir? - Los vamos a combatir como lo tiene que hacer un Estado de Derecho respetable ! De acuerdo con la tradicin colombiana, limpiamente, de la mano de la Constitucin, con ajuste total a los Derechos Humanos! Estos cnicos de los grupos violentos que siguen pidiendo audiencia internacional para hablar como polticos cuando son miserables terroristas, son los que han limitado la democracia colombiana! La falta de gobernabilidad en muchas municipalidades no es por el Estado, es por los grupos violentos! Era lo que los magistrados queran or. En sus rostros se not, de inmediato, que las palabras del presidente estaban calando. Sin darles respiro, remat as la idea: - Colombia tiene un desafo! El desafo de derrotar el terrorismo y simultneamente de poder mirar al mundo con la conciencia tranquila, por haberlo hecho con total ajuste a los Derechos Humanos! Como hay cierta desconfianza internacional sobre la legitimidad con la que los Estados latinoamericanos han enfrentado el terrorismo, el respeto por las libertades y derechos de los ciudadanos, Uribe se pregunt: - Va Colombia a restringir sus libertades para desafiar el terrorismo? - No!, respondi con nfasis. Y continu: - Quisiera repetir esto ante ustedes: quien examine bien el curso cotidiano de Colombia, encuentra que es el pas democrtico que tiene el mayor y el ms injusto desafo terrorista en el mundo y simultneamente la mayor

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libertad de prensa. Muchos pases, en otra poca todava reciente, han tenido que enfrentar el terrorismo. Entre las primeras medidas que han tomado para ser eficaces en esa lucha, han incluido la limitacin a la libertad de prensa. Esto no ha pasado por la mente del Estado colombiano. Nosotros vamos a derrotar el terrorismo con cumplimiento de los derechos humanos y sin restringir las libertades pblicas. Al terminar el malhadado proceso de paz que se intent desarrollar entre 1998 y 2002, las FARC se apresuraron a repetir su tesis: La oligarqua colombiana impide que por la va del dilogo se hagan los cambios estructurales, econmicos, polticos, sociales y militares que requiere Colombia para salir de la profunda crisis en la que la han sumido histricamente los gobiernos liberal y conservador.

Por su parte, la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con un vol