super system deluxe - doyle brunson (muestra)

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DOYLE BRUNSON Autores: Doyle Brunson Phil Hellmuth Jr. Daniel Negreanu Jennifer Harman Todd Brunson Lyle Berman Steve Zolotow Crandell Addington Bobby Baldwin Johnny Chan Mike Caro CON LA INTRODUCCIÓN DE JOSÉ “EL PROFE” LITVAK ¡Última actualización! APRENDA LAS ESTRATEGIAS Y SECRETOS DE LOS MEJORES JUGADORES Y MAESTROS DE POKER Diseño de las cartas ofrecido por: TRADUCIDO POR FRANCISCO TAPIAS “PACOCHO” REVISADO POR ANTONIO CARRASCO, JORDI MARTÍNEZ “ALEKHINE”Y MARCELO “DOC”TOW BIBLIOTECA PENSAR POKER

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La Biblioteca Pensar Poker lanza en latinoamérica el libro más importante de la historia del poker. En esta muestra podremos conocer la historia del autor en sus propias palabras. ¡Conseguí el libro completo -eBook- en http://grammata.com.ar/ebooks/117920/super-system-delux.html!

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SUPER SYSTEM DELUXELA BIBLIA DEL POKER

DOYLEBRUNSON

¡ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN!

DOYLE BRUNSON

Autores: Doyle Brunson • Phil Hellmuth Jr. • Daniel Negreanu • Jennifer Harman • Todd Brunson • Lyle Berman • Steve Zolotow • Crandell Addington • Bobby Baldwin • Johnny Chan • Mike Caro

CON LA INTRODUCCIÓN DE JOSÉ “EL PROFE” LITVAK

SUPER SYSTEM DELUXE - LA BIBLIA DEL POKER EL LIBRO DE POKER MÁS VENDIDO DE LA HISTORIA

“Tenemos el honor de incorporar a nuestra biblioteca la obra clásica más importante de la literatura del poker. Es imposible conocer este deporte sin

haber leído esta “biblia”. Hágame caso, disfrútela”

“Una versión actualizada del mayor best-seller de poker de todos los tiempos con la traducción del equipo experto de Poker10. Si quieres mejorar tu juego, esta es una obra a

la cual no puedes estar ajeno. Este libro es el poker en sí mismo”.

APRENDA DE LOS MEJORESLiderado por el legendario Doyle Brunson, dos veces campeón del evento principal de las World Series of Poker (WSOP) y ganador de 10 brazaletes de oro, Super System Deluxe reúne a varios de los mejores jugadores de todos los tiempos, de entre los que destacan la participación de Phil Hellmuth Jr, dueño de 12 brazaletes WSOP y ganador de más de 11 millones de dólares en torneos en vivo; Daniel Negreanu, Team PokerStars Pro, ganador de 3 brazaletes WSOP y más de 16 millones de dólares en premios; Johnny Chan, dos veces campeón mundial, ganador de 10 brazaletes WSOP y más de 6 millones de dólares en co-bros; Jennifer Harman, ganadora de 2 brazaletes WSOP, reconocida como una de las más importantes figuras femeninas del ambiente; Mike Caro, prestigioso autor, analista, profesor e investigador; Lyle Berman, ganador de 3 brazaletes WSOP, fundador del World Poker Tour (WPT) y jugador de la partidas abiertas (cash games) con límites más altos del mundo.

LOS MEJORES JUGADORES, MAESTROS Y CAMPEONES MUNDIALES DE POKER REVELAN SUS SECRETOS PARA GANAR

José “El Profe” LitvakCEO de pensarpoker.com

Exequiel Lara CEO de Poker10Argentina.com

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APRENDA LAS ESTRATEGIAS Y SECRETOS DE LOS MEJORES JUGADORES Y MAESTROS DE POKER

Diseño de las cartas ofrecido por:

TRADUCIDO POR FRANCISCO TAPIAS “PACOCHO”

REVISADO POR ANTONIO CARRASCO, JORDI MARTÍNEZ “ALEKHINE” Y MARCELO “DOC” TOW

BIBLIOTECA PENSAR POKER

BIBILIOTECA PENSAR POKER

Media sponsors y colaboradores:

ISBN 978-950-556-605-1

9 7 8 9 5 0 5 5 6 6 0 5 1

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MI HISTORIA

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MI HISTORIA

Doyle Brunson

Mucho han cambiado las cosas desde la publicación en 1978 del Su-per/System original. Hablaremos sobre ello en breve. Pero primero me gustaría que supiera como me sentía yo entonces, en el punto medio de mi carrera en el poker. Empecemos…

ANTES DE 1978En algún momento de nuestras vidas, supongo que todos reflexiona-mos sobre lo bueno y lo malo que nos ha sucedido y nos hacemos la siguiente pregunta, “¿Si tuviera que volver a hacer todo otra vez, qué cambiaria?”. Yo no soy una excepción.

No hay nadie con vida que pueda haber tenido en sus primeros años una situación mucho más dura que la que tuve yo, mucho antes de la publicación del primer Super/System. Disputé una carrera con la muerte que se decidió en la photo-finish. Es lo más cerca que cual-quiera puede estar del bad beat definitivo.

Y acompañando a mis primeras aventuras en el mundo del poker, también estuve a punto de experimentar la tragedia debido a los pro-blemas de salud de mi mujer Louise y de mi hija mayor Doyla. Per-dimos a Doyla unos años después de que el Super/System fuera publi-cado. Ha sido la mayor desgracia de mi vida.

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MI HISTORIADOYLE BRUNSON

Poco después de casarme llegué a estar tan arruinado que no podía ni pagar el billete de autobús desde Las Vegas a mi casa en Fort Worth. En ocasiones, apenas pude juntar para la moneda de diez centavos con la que llamar a mi mujer y pedirle que me enviara el dinero para el billete.

Pero hay dos caras en la moneda de mi vida, que no ha para-do de girar. Finalmente llegó el momento en que conseguí subir mi bankroll hasta los 100.000 dólares y desde entonces ya no he mirado atrás. Años antes de la publicación del Super/System, mi esposa y mi familia ya vivían con cierto lujo y hoy ya sé que nunca tendrán que pasar hambre ni un solo día durante el resto de sus vidas.

Aunque he ganado muchos millones de dólares jugando al poker, en los inicios también perdí gran parte de mi bankroll en apuestas de-portivas y de golf. Pero siempre he hecho las cosas a mi manera y soy un hombre feliz por ello. Lo bueno sin duda ha superado a lo malo.

Por el camino he aprendido que en la vida un hombre no esta vencido aunque este all–in. Hasta que se vea la última carta no se le puede dar por derrotado. Una y otra vez se me ha puesto a prueba en muchos campos de batalla. He perdido muchas pequeñas escaramu-zas, pero he ganado las grandes. Y eso es lo que realmente importa.

En mi vida, las adversidades a las que me he enfrentado han sido en realidad bendiciones encubiertas. Han fortalecido mi carácter. Mu-chas veces he tenido que recurrir a esa fortaleza en la mesa de poker y seguiré recurriendo a ella durante el resto de mis días.

Además, necesito esa fuerza. Porque verá, soy un jugador. Siem-pre lo he sido y lo seré. No podría haber sido otra cosa. Por eso, mi vida siempre estará llena de victorias y derrotas. No querría que fue-ra de ninguna otra forma. Es emocionante. En mi vida no hay casi nunca un momento aburrido y no puedo imaginar que nadie pueda tener una vida mejor que la que yo tengo ahora mismo. Tengo casi todo lo que quiero.

ESA COSA ESCURRIDIZA Sí, aunque a lo largo de mi vida, la baraja ha estado en mi contra en diversas ocasiones, he podido superar todas las malas rachas a las que me he tenido que enfrentar. Soy tan soñador que pienso que lo que me ayudó a superarlas fue esa cosa tan escurridiza que los jugadores llamamos suerte. No obstante, también soy lo suficientemente realista como para saber que, en general, somos nosotros mismos los que nos

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fabricamos nuestra propia suerte a través de nuestros conocimientos, habilidades y experiencia. Y eso sirve tanto para el poker como para el juego de la vida.

Nací en el verano de 1933 en Longworth, una población ubica-da en la parte oeste del estado de Texas que no era más que un con-junto de casas y una tienda situadas a lo largo de una carretera. Creo que su población nunca superó el centenar de habitantes. Había sólo dos formas de ganarse la vida en la zona, trabajando en el campo o en una planta procesadora de la U.S. Gypsum. Mi padre trabajaba para la Planters Gin Company, y aunque no ganaba mucho dinero, siempre había comida en la mesa y algo extra para los niños de vez en cuando. En aquella época, vivíamos en una casa de madera con cuatro habitaciones y una letrina en el patio trasero. Recuerdo que cuando era pequeño pensaba que si alguna vez tenía algo de dinero pondría un cuarto de baño en el interior. Los inviernos solían ser in-creíblemente fríos en aquellas praderas.

Vivíamos cinco en aquella casa: papá, mamá,mi hermana Lavada, mi hermano mayor Lloyd y yo. Estábamos un poco apretados, pero no nos importaba. Había un montón de calor humano y mucho amor.

Mi madre era una mujer religiosa y temerosa de Dios que hizo todo lo posible para que creciéramos con unos buenos valores morales. Supongo que una buena parte de aquello ha permanecido conmigo. Ella nos solía decir que si buscábamos lo suficiente, encontraríamos algo bueno en cualquier hombre. Siempre he tratado de recordarlo y actuar en consecuencia, aunque teniendo en cuenta algunos de los desagradables personajes con los que a veces he estado en contacto, ha sido muy difícil.

Mi padre era quizás la persona más tranquila y más ecuánime que he conocido nunca. Nada le alteraba. No recuerdo haberlo visto nunca enfadado. Cuando las cosas iban mal se lo tomaba con calma, sonreía y decía que los reveses eran algo temporal y que el día siguien-te será mejor. Y aunque en alguna ocasión los niños nos metimos en pequeños líos y hubiese tenido justificación que nos impusiese algún castigo, ni nos levantó la voz ni nos pegó. Tenía la habilidad de ha-cernos saber cuándo nos habíamos portado mal sin levantar siquiera un dedo. Era un hombre verdaderamente increíble. Cuando el buen Señor hizo a mi padre, destruyó después el molde.

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DÍAS DE ESCUELA Asistí a la escuela primaria de Longworth donde se impartían a la vez varios cursos en la misma aula. Recuerdo que en mi curso de tercer grado éramos solo tres alumnos, dos varones y una niña. Le aseguro que disfrutamos de mucha atención personalizada.

Después de la escuela primaria y de los primeros años de secun-daria, comencé a asistir a la Sweetwater High School junto con D. C. Andrews y Riley Cross, dos de mis mejores amigos de Longworth. Nos incorporamos al equipo de baloncesto y al poco tiempo se nos conocía como la “triple amenaza de Longworth”, al pasar los tres a dominar el equipo senior. ¿Y por qué no? Estábamos en una magnifica forma física. Siempre estábamos entrenando, corriendo o nadando. D. C., Riley y yo solíamos ir corriendo sin parar desde Longworth hasta la charca donde solíamos ir a nadar en el Barclay Ranch, que debía es-tar a unos 12,8 kilómetros de distancia. A veces también volvíamos corriendo desde Sweetwater a Longworth después de la escuela, pero al entrenador no le hacía demasiada gracia que lo hiciésemos, así que nos dio una camioneta para estar seguro de que llegaríamos a tiem-po a los entrenamientos. Los deportes eran toda mi vida en aquellos tiempos. Lo eran todo.

Además del baloncesto, también jugaba en el equipo de béisbol y por sugerencia de mi entrenador empecé a practicar atletismo. Nunca tuve mucho interés por el atletismo, pero cuando terminaba la tempo-rada de baloncesto necesitaba hacer algo para mantenerme en forma, de modo que empecé a correr la milla. Parecía una buena distancia, y con lo acostumbrado que yo estaba a correr, pensaba que podía ha-cerlo bien. La verdad es que en aquel momento no era consciente de lo bien que podría llegar a hacerlo.

En 1950, ya como estudiante de último año participé en la prue-ba de la milla del Campeonato entre escuelas de atletismo de Texas y la gané con un tiempo de 4:38. Sin entrenar a conciencia, de repente me convertí en el mejor corredor de la milla de todos los institutos del estado de Texas. Al mismo tiempo, fui elegido como uno de los cinco mejores jugadores de baloncesto de los institutos del estado, lo cual fue una experiencia bastante fuerte para un chaval de dieciséis años.

EN LA CRESTA DE LA OLADespués de aquello, las ofertas de becas universitarias comenzaron a llegar. En total, debí recibir un centenar de propuestas procedentes de

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universidades de todo el país. Finalmente, me decidí por Hardin-Sim-mons, una universidad baptista de Abilene, que era conocida princi-palmente por producir profesores y entrenadores. En aquel momento pensaba que mi vida laboral transcurriría en una de esas áreas.

En mi tercer año en Hardin-Simmons, fui votado como el juga-dor más valioso de la Border Conference y los equipos profesionales de baloncesto empezaron a mostrar cierto interés por mí. Los Minneapo-lis Lakers, hoy conocidos como Los Ángeles Lakers, me “tocaron” y me planteé iniciar una carrera como jugador profesional de balonces-to. La revista Dell Basketball me escogió como uno de los diez mejores jugadores universitarios de todo el país. Estaba en la cresta de la ola.

Además de los éxitos en el baloncesto, también llegué a correr la milla en 4:18.6, lo que me ponía en la lucha por un puesto en el equipo nacional. A menudo me pregunto qué habría pasado si hu-biera entrenado tan duramente para el atletismo como para el balon-cesto. Me arrepiento de no haberlo hecho. Creo que dejé escapar mi verdadera vocación deportiva. Estoy convencido de que podría haber corrido la milla en menos de cuatro minutos.

El futuro sin duda se presentaba magnifico. Durante el verano, conseguí un trabajo en la planta de U.S. Gypsum. No era un gran trabajo, pero mi idea era ahorrar lo suficiente para pagar los gastos de mi último año en la universidad. Un día, mientras descargaba, arrastraba y apilaba placas de yeso, de repente vi que la pila comen-zaba a moverse. Traté de impedirlo con mi cuerpo, empujando con mi rodilla contra la mitad inferior de la pila para intentar mantener-la en su lugar. ¡Qué tonto fui! No pude detenerla. 907 kilos de yeso se estrellaron contra mi pierna derecha, que se partió por dos lugares distintos. Recuerdo que mi primer pensamiento fue: "¡Dios mío, nun-ca más voy a volver a jugar al baloncesto!". Debido a complicaciones, mi pierna estuvo enyesada durante dos años. Mis fracturas finalmente sanaron, pero para cuando me quitaron la escayola. Mi velocidad y mi coordinación habían desaparecido. Y con ellas mis esperanzas de poder jugar con los profesionales.

MI PRIMERA PARTIDA DE POKER Desde la escuela secundaria había estado jugando al poker de forma intermitente. De hecho, todavía recuerdo la primera vez que jugué. Fue una partida de five-card draw y acabé siendo el que más ganó. Recuerdo que entonces pensé que había sido muy fácil ganar ese di-

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nero. Tras entrar en Hardin-Simmons, jugaba en las habituales par-tidas de los sábados por la noche. En general, me iba bastante bien. Me pillaron una o dos veces y me castigaron por jugar, pero como yo era una de las estrellas del equipo de baloncesto la cosa nunca fue mucho más allá.

Tras romperme la pierna, tuve que aparcar el baloncesto y em-pecé a pasar mucho más tiempo jugando al poker. También comencé a prestar más atención a mis estudios. Antes de la lesión, sentía que el baloncesto facilitaría mi paso a través de la universidad. Pero des-pués, supe que necesitaría empezar a usar mi cerebro. Pagué mis gas-tos con las ganancias del poker y en 1954 me gradué con un título de licenciado. Continué en Hardin-Simmons y el año siguiente obtuve un Máster en Educación Administrativa. Con esas credenciales, creí que alguien me ofrecería un trabajo de superintendente de escuelas o, por lo menos, de director. Pero no fue así. De hecho, la mejor oferta de trabajo que me hicieron fue la de entrenador de baloncesto en la Dalhart High School (Texas) con un sueldo de 4.800 dólares al año.

No tenía sentido aceptarla; ya estaba ganando más que eso solo jugando al poker. Solía viajar por las diferentes universidades de Texas organizando partidas y ganándome la vida usando mis habilidades. Sin embargo, en esos momentos, aunque sentía que jugaba mejor que la mayoría, aún no se me había pasado por la cabeza la idea de conver-tirme en jugador profesional.

Tras mi graduación, comencé a trabajar como vendedor de equi-pos para oficina, una profesión que en última instancia me podría haber proporcionado (o eso creía yo) unos veinticinco o treinta mil dólares al año. Pero ese no era mi destino. Mi primer día de trabajo llamé a unos cuantos posibles clientes. No llegué mucho más allá de la puerta principal, y antes de que terminara el día estaba jugando al poker. Gané en una partida de seven-card stud el salario de un mes en menos de tres horas. "¡Dios mío!", pensé, "¿qué hago tratando de vender máquinas que nadie quiere comprar cuando me puedo sen-tar en una mesa de poker y ganar diez veces más dinero en una sex-ta parte del tiempo?" No me llevó mucho tiempo decidir qué hacer. Dejé el trabajo y comencé mi carrera como jugador de poker profe-sional a tiempo completo. Nunca me he arrepentido de esa decisión.

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¿CÓMO EMPECÉ MI CARRERA COMO JUGADOR PROFESIONAL?

Las primeras partidas de cierto valor en las que participé se celebra-ban en la calle Exchange de Fort Worth, Texas. Me sorprendería que hubiese en todo el mundo una calle más dura. Había tiroteos, asaltos, robos y casi todo tipo de violencia que se pueda imaginar. Las cosas que vemos hoy en la televisión son “suaves” en comparación con lo que pasaba casi a cualquier hora del día en la calle Exchange. Pero en medio de toda aquella violencia, en la mesa de juego todo discu-rría de la forma más caballerosa posible. Eran dos mundos comple-tamente distintos. Mi amigo Dwayne Hamilton y yo frecuentábamos una cardroom que llevaba un gangster llamado Tincy, cuya principal razón para ser famoso era haber matado a media docena de personas. Sin embargo, organizaba una partida completamente honesta en la que a Dwayne y a mí nos fue bastante bien. El no-limit hold'em era nuestro mejor juego. Tras acumular una banca considerable, decidi-mos mudarnos y jugar en las afueras en unas partidas con unos buy-ins de 300 y 500 dólares, en las que jugábamos con médicos, aboga-dos y otros profesionales.

Durante los siguientes cinco o seis años recorrimos el circuito de Texas, jugando en partidas cada vez más y más grandes por todo el estado. De vez en cuando nos dejábamos caer por las grandes partidas de Oklahoma y Louisiana. Durante este período fue cuando conocí a Amarillo Slim y a Sailor Roberts, un par de los mejores gamblers que he conocido. Nos llevamos bien desde el principio, y después de que Dwayne se mudara de vuelta a Fort Worth, Sailor Slim y yo decidimos hacernos socios. Creo que pasamos por todas las ciudades de Texas, llevándonos el dinero de sus lugareños. Era un espectáculo digno de ver, a los tres enfrentándonos al resto. Y no sólo al poker. Llegamos a un punto en el que apostábamos a casi todos los juegos disponibles (golf, tenis, baloncesto, billar, apuestas deportivas). Casi de todo. Mien-tras que pensáramos que teníamos algún tipo de ventaja, apostábamos. Y ganamos dinero. Muy pronto llegamos a conocer a casi todos los jugadores sin importar dónde estuviéramos jugando. Fuéramos donde fuéramos seguíamos encontrándonos con la misma gente. Jack Straus, Johnny Moss, Bob Hooks y muchos otros jugadores.

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¿CÓMO FUIMOS HACIÉNDONOS CONOCIDOS? A medida que nuestra reputación fue creciendo, cada vez éramos in-vitados a más y más partidas en casas particulares y clubes privados. En su mayor parte, estas partidas eran con ricos ganaderos o gente que había hecho fortuna con el petróleo, y que querían medirse con jóvenes profesionales como nosotros. Jugar en estas partidas era más seguro que jugar en trastiendas donde cada vez que ganabas una bue-na cantidad corrías el riesgo de ser atracado. Me han robado un par de veces y puedo afirmar que estar mirando por el lado equivocado de una escopeta no es agradable.

Sailor, Slim y yo estuvimos juntos durante seis años más o me-nos, y compartimos algunos momentos magníficos. De vez en cuando nos iba mal, pero nos las arreglábamos para defendernos mejor que la mayoría. Nuestra asociación finalmente se disolvió después de nuestro primer gran viaje a Las Vegas. Perdimos todo nuestro bankroll (muy cercano a las seis cifras) y, créame, no hay nada más cascarrabias que tres jugadores arruinados. No obstante, aunque cada uno se fue por su lado, hemos mantenido una estrecha amistad hasta el día de hoy.

En 1960 conocí a mi esposa, Louise. Ella trabajaba en una far-macia en San Angelo (Texas) y la cortejé durante más o menos dos años. Verá; ella era un premio digno de ganarse y les puedo decir que fue una lucha cuesta arriba convencerla de que yo era su único y verdadero amor. Ella creía que yo estaba casado y me costó mucho convencerla de que estaba soltero y sin compromiso. Para conseguir nuestra primera cita trabajé más duro que para cualquier otra cosa que haya hecho en mi vida. Tras pedirle que se casara conmigo, tuvo que pensárselo dos veces antes de unir definitivamente su vida a la de un jugador profesional. Ella tenía un montón de dudas. En aquellos tiempos no era precisamente lo que la mayoría de las chicas buscaban. Finalmente, la convencí y nos casamos en agosto de 1962.

Unos cuatro meses después de habernos casado, me desperté una mañana con dolor de garganta y pensé que estaba incubando un fuer-te resfriado. Tenía un pequeño bulto en un lado del cuello del tama-ño de un guisante. Louise insistió en que fuera a ver un médico. Du-rante aproximadamente tres semanas estuve tomando grandes dosis de antibióticos todos los días. Eso no ayudó y el bulto creció hasta ser del tamaño de un huevo de gallina. Para entonces, yo ya estaba muy preocupado. No podía sacarme de la cabeza que mi hermano Lloyd había muerto hacía poco de cáncer. Fuimos a Fort Worth a la consul-ta de un oncólogo. Me echó un vistazo y me programó la operación

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para el siguiente lunes. Me dijo que aunque no creía que el tumor fuera maligno, había que extirparlo.

ALGO FUE TERRIBLEMENTE MAL Entré en la sala de operaciones a las 6:30 am. Cuando desperté en la sala de recuperación, ya era de noche. A pesar de que estaba muy atur-dido, pude ver que las cosas no habían ido muy bien. No sólo tenía la cabeza y la espalda vendadas, sino que mi pecho entero estaba envuel-to en gasas y completamente cubierto con esparadrapo. Recuerdo que pensé: "Doyle, hay algo que va terriblemente mal". Louise estaba a mi lado diciéndome que todo había ido bien, pero yo sabía que intentaba ocultarme algo. Tenía unos dolores tremendos y los medicamentos que me daban me mantuvieron bastante aturdido durante los siguientes días.

Estuve ingresado en el hospital durante bastante tiempo. Mis fa-miliares y amigos no paraban de venir a ver cómo estaba. Eso fue un consuelo.

Sin embargo, nadie se atrevía a decirme cuál era mi situación real. Lo único que sabía era que iban a llevarme al servicio de onco-

logía del Hospital M. D. Anderson de Houston, para hacerme más pruebas. Lo que no me dijeron fue que cuando los médicos me abrie-ron, vieron que el cáncer se había propagado de una forma masiva por todo mi cuerpo. Había llegado hasta cerca de la base de mi ce-rebro, y mi pecho y estomago habían sido acribillados por él. Cuatro cirujanos fueron consultados y todos estuvieron de acuerdo en que era inútil seguir adelante. El cáncer había atacado tantas partes de mi cuerpo que mi muerte era sólo una cuestión de tiempo que muriera. Era muy improbable que viviera más de cuatro meses.

VINIERON A DESPEDIRSE DE MÍAunque sospechaba lo peor, no supe realmente que iba a morir hasta que me llevaron a casa un día antes de volar a Houston. Más de dos centenares de personas de todo el país vinieron a verme ese día. Eso me sorprendió mucho. No creía tener tantos amigos cercanos. Por la forma en que todos se comportaban conmigo era evidente que ha-bían venido a despedirse de mí. Mi amigo Dwayne Hamilton se vino abajo y rompió a llorar.

En aquel momento, Louise estaba embarazada y pensé con tris-teza que probablemente nunca llegaría a conocer a mi bebé. Segura-

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mente moriría antes de que él naciese.Louise pensaba lo mismo e hizo los preparativos para que me

operasen en el M. D. Anderson. Los médicos le habían dicho que aun-que no podían salvarme, quizá podrían conseguir prolongarme la vida unos meses por medio de una cirugía radical en el cuello. Gracias a esa operación, existía la posibilidad de que viviese lo suficiente como para ver a mi bebé antes de que el cáncer se extendiera a mi cerebro.

Volamos a Houston al día siguiente. Estuve dos semanas y media en el hospital reuniendo fuerzas para la operación. Entré en el quiró-fano a las 10:30 AM. Me pasé ocho horas bajo el bisturí. A las 6:30 PM, los médicos le dijeron a Louise que iba a sobrevivir a la opera-ción. Había sido por muy poco.

Y SUCEDIÓ LO IMPOSIBLE En la operación, durante unos instantes mi presión arterial bajó a cero, pero los médicos me revivieron. Después, sucedió algo verda-deramente increíble: no quedó ni rastro de cáncer en mi organismo. Los médicos no se lo podían creer. Había sucedido algo imposible.

La probabilidad de que consiguiese sobrevivir a la operación era muy baja. Un mes antes, la negra sombra del melanoma era visible a simple vista. Que el cáncer hubiera desaparecido por completo era absolutamente incomprensible para el personal del hospital. Cinco mé-dicos habían coincidido unánimemente en que con o sin cirugía era médicamente imposible que viviera más de unos pocos meses.

Durante las siguientes dos semanas, Louise y Sailor hicieron tur-nos para vigilarme las veinticuatro horas del día, ya que no podíamos permitirnos una enfermera privada. Yo tenía que ser vigilado de cer-ca. Había que comprobar constantemente los tubos que salían de mi cuerpo, y mis constantes vitales tenían que ser monitorizadas 24 ho-ras. No sé cómo Louise y Sailor sacaban tiempo para poder dormir.

Después de salir del hospital, me recuperé en casa de mi herma-na. Cuando recobré las fuerzas, me presenté de nuevo en el hospital de Fort Worth para una revisión. El médico que me había operado la primera vez no podía encontrar una explicación. Lo único que pudo decir fue que en ocasiones suceden remisiones espontáneas, pero que en mi caso sólo podía creer que había sucedido un milagro.

Más tarde descubrimos que durante la operación algunos de mis amigos habían hablado con los pastores de sus iglesias acerca de mi caso y congregaciones enteras habían estado rezando por mi recupe-

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ración. Sin duda, Dios escuchó dichas oraciones.

UN PODER SUPERIOR Louise siempre fue una mujer religiosa, pero esta experiencia y otras dos más que sucederían en nuestras vidas reforzaron su convicción de que hay un poder en lo alto que vela por nosotros.

Poco después de mi recuperación, Louise desarrolló un tumor uterino. Esto normalmente implica una operación y la extirpación de los órganos femeninos. Su intervención fue programada, pero poco antes de la operación se descubrió que su tumor había desaparecido. Otro milagro.

En 1975, cuando mi hija Doyla tenía doce años se le descubrió que sufría de escoliosis idiopática, una enfermedad debilitante de la columna vertebral. Esta enfermedad causa grandes curvaturas de la columna vertebral o parálisis permanentes. Consultamos a especialis-tas y nos recomendaron procedimientos radicales como implantarle una barra de acero en su columna o llevar un corsé de cuerpo entero. Nada de eso fue necesario.

Louise organizó una sesión maratoniana de rezos por Doyla, que incluía programas de radio y correspondencia con Katherine Kuhl-man, la famosa sanadora. En menos de tres meses, la columna verte-bral de Doyla se había enderezado por completo. Los médicos afir-maron que su caso era uno de los tres únicos conocidos en que la curvatura se había corregido sin ayuda quirúrgica. Fue el tercer mi-lagro de nuestra familia.

Desde entonces, Louise ha participado muy activamente en pre-dicar el cristianismo y se ha involucrado mucho con el trabajo que realizan las misiones en el extranjero. Ella emplea tanto o más tiem-po en servir al Señor que en cuidar de nuestra familia. Me ha dicho muchas veces: "Es muy emocionante ser cristiana. Es de lejos lo más emocionante de mi vida". Sé que ella lo cree con tanta fuerza como es posible por cualquier persona en la Tierra.

Afortunadamente, el dinero ya no era un problema cuando em-pezaron a llegar las montañas de facturas de los gastos médicos de Louise y Doyla. Me fue muy bien durante esos años en las mesas de poker. Tras dejar el hospital después de mi operación, me dediqué a recuperarme durante un tiempo y luego volví al circuito de poker con un aprecio por la vida y un entusiasmo mayor que el que había tenido antes. Cada día, al despertar, el cielo era más azul y la hierba era más

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verde que nunca. El mundo era tan luminoso como podía ser posible. Estaba vivo. Desde mi vuelta a las mesas, gané cincuenta y cuatro veces seguidas. No cerré ningún día con pérdidas hasta la sesión 55ª. Jamás, ni antes ni después del cáncer, he tenido una racha similar. Gané lo suficiente para pagar por completo mis inmensas facturas de médicos y hospitales, y aún me quedó más que suficiente para man-tener a mi familia cómodamente durante varios años.

TODO PARECÍA ENCAJAR Antes de la operación, me habría clasificado a mi mismo como un jugador un poco mejor que la media. Sin embargo, tras toda esa te-rrible experiencia algo había ocurrido. Todo parecía encajar y estaba jugando mejor de lo que había jugado nunca en mi vida. Mi juego se convirtió en casi instintivo. Leía a mis rivales con mayor precisión y sentía una confianza en mí mismo que nunca antes había experi-mentado. Aparentemente, mis escarceos con la muerte habían provo-cado que se despertaran habilidades innatas en mí que nunca antes habían aparecido.

Lo más importante de todo fue que había descubierto mi verda-dera vocación. Finalmente se había disipado cualquier tipo de dudas acerca de cuál sería mi profesión en esta vida. Debido a la presión de familia y amigos, había pensado en volver a ejercer un trabajo "legí-timo". Pero entonces supe que ya nunca lo haría. Yo nunca iba a ser un empleado, ni nunca iba a tener jefe. Iba a recorrer mi camino en la vida a mi manera.

Durante los siguientes años, viajaba entre Fort Worth y Las Ve-gas, donde se estaba desarrollando cada vez más y más la acción. To-davía estaba jugando la mayor parte de mis partidas en Texas, pero se hacía más difícil cada vez encontrar partidas realmente grandes allí. Les estaba ganando de una manera tan regular que finalmente dije-ron: "Podemos prescindir de Doyle". Y la acción se estaba comenzan-do a acabar para mí.

Además, en 1970 el Congreso aprobó una legislación que hacía que fuera aún más difícil ganarse la vida como profesional del poker. La ley que directamente me afectaba convirtió en delito organizar par-tidas de poker a gran escala en las que cinco o más jugadores ganasen dinero, excepto, por supuesto, en los estados en que el juego era legal. Las cosas estaban claras para mí.Por ello, en 1973, mi familia (Louise, Doyla -de 10 años-, Pamela -de

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9- y mi pequeño hijo Todd, que cumplió su cuarto cumpleaños en la carretera) y yo nos mudamos a Las Vegas, donde establecimos nues-tro hogar. Es un buen lugar para vivir: buen clima, buena gente y buena acción.

DE NATURALEZA COMPETITIVA Tengo que admitir que soy más conocido como gambler profesional que como jugador de poker. Me he ganado cierta fama por apostar en casi cualquier cosa. Y, por ello, sin duda he tenido mis buenas perdi-das. Si me hubiera limitado al poker, hoy en día sería probablemen-te un hombre mucho más rico. Pero los viejos hábitos son difíciles de romper y sencillamente… me gusta apostar.

Sin embargo, apuesto por algo más que por afición. Soy muy competitivo por naturaleza. Siempre que haya una competición (sea del tipo que sea, incluso un torneo de canicas), quiero participar en ella. Y si no puedo competir activamente y apostar por mí, como en el poker o en el golf, apuesto por uno de los participantes, ya sea un partido de fútbol, una pelea de boxeo, o lo que sea.

Creo que mi carácter competitivo es una de las razones por las que he tenido tanto éxito jugando al poker. Hay que jugar duro para ganar de una forma consistente en el poker y yo soy capaz de hacerlo de una forma instintiva. En la escuela y en la universidad fui un gran competidor como atleta. Ese espíritu competitivo continúa en mí. Es-toy seguro de que tiene mucho que ver con mi éxito en las mesas de poker. Nunca he perdido esa sensación de euforia que se siente cuando estás haciendo las cosas lo mejor que puedes y jugando por cantidades realmente altas. No hay otra sensación que se le parezca.

Tras el poker, el golf es mi juego favorito y soy considerado un buen jugador, probablemente un poco mejor que el jugador medio. Pero por desgracia, algunos de estos jugadores medios han jugado algo mejor que yo mientras cruzábamos apuestas. Recuerdo un año en que hice un viaje por el este del país con Jack Binion, mi mejor amigo. Acabamos jugando al golf con un millonario. Hicimos unas cuantas apuestas hasta que nos jugamos 180.000 dólares en un hoyo. Hice bo-gey y él par, y todo el dinero se fue volando. Y esa es sólo una de las múltiples historias de este tipo que podría contar. El título del primer Super/System fue originalmente Como gané más de un 1.000.000 de dólares jugando al poker. El título de mi siguiente libro será Cómo he perdido más de 1.000.000 dólares jugando al golf. Definitivamente aquí debe de haber

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una moraleja en alguna parte.Mucho se ha escrito acerca de mis victorias en las World Series of

Poker de 1976 y 1977, que me hicieron ganar un total de aproximada-mente 560.000 dólares. Es posible que haya leído algunas las muchas historias escritas sobre el tema. Fueron partidas difíciles contra duros competidores. Los mejores jugadores del mundo se sentaron en esas mesas y el ritmo fue agotador. Jugar de esa forma no es algo que me gustaría hacer todos los días, pero su valor como competición pura no puede ser mejorado. Me siento orgulloso de saber que me enfrenté a los mejores y de acabar ganando. No obstante, ese mismo orgullo me hace ser consciente de que nunca más podré ser conformista. Tanto en las World Series de 1976 como en las de 1977 ligué un full house con la última carta. Y quizá se pueda sacar una enseñanza de ello. Como he indicado, tanto en el poker como en la vida un hombre no se puede dar por vencido hasta que ve la última carta.

DE 1978 EN ADELANTE La vida cambia todo el tiempo; nada es constante. Realmente no po-demos contar con que nada permanezca igual. A finales de 1977, le di los toques finales al Super/System original y su publicación cambiaría para siempre el poker para mí de una forma que no había previsto.

La gente más cercana a mí, tanto mis amigos como mis rivales en el poker, me continuaron viendo más o menos de la misma forma. Pero los jugadores y la gente que nunca me había visto comenzaron a tratarme de una forma distinta. En general, me trataban con más respeto y eso era halagador. Desde entonces, nadie se sentó a jugar en una partida en la que yo estuviera sin saber quién era. Pocos meses después de la publicación del libro, lo habían leído tantos desconoci-dos, que nunca sabía si estaba jugando contra alguien que conocía mi estilo de juego y que estaba esperando que jugase precisamente como había explicado para aprovecharse de ello.

AVANZANDO Aunque tuve que ajustar mi estrategia un poco para mantener a raya a esos jugadores, más o menos fui capaz de seguir poniendo en prác-tica mi estilo y de jugar como había explicado. Funcionó porque era una estrategia tan poderosa que casi podía decir a mis oponentes qué iba a hacer (cómo iba a apostar y con qué frecuencia iba a ir de fa-

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rol) y aun así no había mucho que pudieran hacer. Había creado una estrategia ganadora de categoría mundial. Y cuando se tiene un plan de juego de ese nivel para ganar... bueno, pues sencillamente se gana. Difícilmente puede suceder otra cosa, y yo no estaba dispuesto a cam-biar mi estilo de juego de una forma drástica, sólo por haber compar-tido mis secretos con el mundo.

Aunque los demás jugadores pudiesen utilizar mis secretos para ganar, yo estaba decidido a que no los pudiesen usar para vencerme a mí. Y no lo hicieron. Pero las cosas cambiaron un poco. El poker cambió. Poco a poco, fue entrando en escena un nuevo tipo de ju-gador con más conocimientos, más refinado. Los antiguos jugadores eran auténticos gamblers; estaban dispuestos a poner todo su dinero sobre la mesa en cualquier momento y lugar. La mayoría de ellos no tenía otra opción para ganarse la vida. El poker era su forma de es-capar de la pobreza. Muchos de los antiguos gamblers no tenían es-tudios. Hoy en día, los jugadores suelen tener carrera y se toman el poker más como un negocio que como una forma de juego puro. Los jugadores actuales han crecido en un mundo con Internet, y muchos incluso juegan al poker online, algo inimaginable cuando el Super/Sys-tem salió a la venta.

El poker ha crecido mucho en los últimos años. Enormemente. Las antiguas partidas de mala muerte en las trastiendas de los salones de billar, tabernas, domicilios privados o aquellas que se celebraban en clubes y fraternidades como los Elks y el VFW, son cada vez me-nos frecuentes. En aquella época era mucho más difícil ser ganador; era muy duro.

Hoy en día se puede tomar un atajo hacia el éxito con tan sólo leer las contribuciones de los expertos y de los jugadores contrastados, en lugar de tener que desarrollar tus habilidades en el poker a través de la táctica de prueba y error.

FORTUNA Tras el año 1977 comencé a acumular grandes cantidades de dinero. Las partidas regulares eran buenas y las que se celebraban durante las Series Mundiales de Poker excelentes. Pero esta edad dorada del poker no duró mucho.

¿Sabía usted que los satélites echaron a perder las partidas de cash en los torneos? Los jugadores que antes llegaban a la ciudad de-seando arriesgar su bankroll contra los mejores profesionales en las

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mesas de cash, de repente, descubrieron que podían conseguir igual-mente su dosis de adrenalina jugando estos satélites de una mesa, en los que podían ganar entradas para los grandes torneos eliminando a unos cuantos jugadores. Para ellos resultaba adictivo. Y funcionó per-fectamente para aumentar el número de participantes en los torneos. Pero no funcionó tan bien para aquellos que nos habíamos acostum-brado a que estos jugadores inexpertos se enfrentaran con nosotros durante los torneos. Los satélites llegaron y con ellos se fue la posibi-lidad de ganar dinero fácil. Unos pocos jugadores aventureros todavía deseaban el desafío y nos buscaban. Pero en general, las oportunida-des de jugar partidas fáciles, paralelas a los torneos, desaparecieron.

Pese a ello, mi bankroll de poker continuó creciendo. Todo iba viento y popa, y casi todo eran éxitos. Todo iba bien encaminado.

Era una época en la que el Gamblers Invitational Golf Tourna-ment, organizado por Jack Binion, reunía a todos los gamblers y podía presumir de haber albergado algunas de las partidas más grandes de la historia de este deporte. Aquellos que piensan que hay mucho dinero en juego en el PGA Tour no tienen ni idea de lo que sucede cuando un grupo de enloquecidos gamblers amantes del golf se reúnen. No importaba si un jugador era bueno o malo; si tenía bankroll y un set de palos, siempre encontrábamos alguna apuesta que ofrecerle.

DUDOSA REPUTACIÓN Hice un montón de dinero jugando al golf, en parte porque tenía la reputación de “dar acción”. Tienes que dar acción para conseguir ac-ción. Utilizaba pura fortaleza mental y mi competitividad, así como el don que me dio Dios para ganar en el deporte. Había días en que me llevaba un millón de dólares.

Por aquel entonces, no todos con los que apostábamos en el cam-po de golf pertenecíamos a la categoría de "gambler con reputación". Tomemos como ejemplo a Jimmy Chagra, un traficante de drogas convicto que más tarde resultó ser uno de los mayores proveedores de drogas de los Estados Unidos. Estamos hablando de barcos repletos desde Colombia. Bueno, esa era la parte “con éxito” de Chagra. Su principal problema se basaba en que sobrevaloraba su nivel de juego en el golf. Estaba tan equivocado sobre sus capacidades que exigía jugar Nassaus por 100.000 dólares con prensas automáticas cada vez que alguien estaba dos hoyos por debajo.

Nadie más podía permitirse el lujo de jugar tan alto, así que de-

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cidí aceptar el reto y bancar también la participación del legendario jugador de poker Puggy Pearson de Nashville y a Jerry Irwin de India-napolis, ambos participantes en el torneo de Jack. Ahora bien, Puggy tenía una dudosa reputación por tomarse ciertas ventajas que digamos en la escala de la corrección en el golf se acercaban a las zonas grises. Los tres ganamos a Chagra los dos primeros hoyos, por lo tanto en el tercero, las “prensas” comenzaron automáticamente.

En el siguiente hoyo Puggy y yo nos situamos en el green con dos golpes, mientras que Chagra se fue a la trampa de arena. Justo delante de la bola de Puggy había un punto de hierba seca por el sol sin impor-tancia, una mancha en el verde camino hacia el hoyo, pero de ningu-na manera un obstáculo para su putt. Por alguna razón, la cual nunca viviré lo suficiente para poder comprender, Puggy movió su bola unos centímetros, alejándola así de la mancha pero sin obtener por ello nin-guna ventaja. Tal vez era sencillamente la naturaleza de “Pug”.

Chagra llevaba a su guardaespaldas como acompañante en el carro de golf.

Cuando este anunció: "Jimmy, Puggy movió su bola", bueno, Chagra se puso como un loco, gritando, chillando y amenazando: "¡Os voy a reventar a todos vosotros “hijos de tal y cual” por el aire!".

Estimo que aquel día Puggy me costó 2 millones de dólares, qui-zá más, en posibles ganancias y nunca le deje que lo olvidara. Aun-que yo personalmente después de aquello tendría éxito contra Chagra, Puggy nunca tuvo otra oportunidad. Fue desterrado para siempre de nuestro grupo.

MI HORA MÁS TRISTE A veces, la vida es como el poker. Justo cuando las cosas van tan bien que empiezas a pensar que se supone que vas a llevarte todos los bo-tes, pierdes con una mano magnifica y es el comienzo de una verti-ginosa caída en picado. Algo muy parecido fue la muerte de Doyla a los dieciocho años.

Ella estaba en la Universidad de Nevada de Las Vegas. Sabíamos que tenía un problema en las válvulas de su corazón, pero se supo-nía que no era grave. Dicen que fue un exceso de potasio lo que se la llevó de nuestro lado. Fue muy inesperado, como recibir una patada tan fuerte en la boca del estómago que no crees que puedas volver a respirar ni a ponerte en pie.

¿Sabe cómo a veces cada uno de nosotros le buscamos el senti-

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do a la vida? La pérdida de Doyla hizo que comenzara mi verdadera búsqueda. Doyla, como su madre Louise, era una devota cristiana. Sin duda, también yo tenía creencias cristianas. Pero realmente no las ponía en práctica. Supongo que me había alejado de Dios tanto como es posible siendo creyente. Mirando ahora hacia atrás, estaba dema-siado ocupado conmigo mismo, con mi búsqueda del éxito, y con mi deseo de ser rico y famoso.

Me sumí en una larga depresión. Durante este tiempo estudié la Biblia y otra literatura cristiana. Esto me hizo despertar. Gradualmen-te, muy gradualmente durante el siguiente año, mi fuerza regresó y con ella mi voluntad y mi espíritu.

Me di cuenta de que Dios nos permite tener libre albedrío y ha-cer lo que nos place. Y de esa forma, Doyla había hecho uso de su propia voluntad al tomar demasiado potasio, motivo por el cual su organismo se desequilibró y su corazón se detuvo. A ella no le de-bió parecer algo importante, solo un pequeñísimo error. Pero a veces las decisiones que tomamos tienen consecuencias mucho más allá de lo que nos podemos imaginar. Recuerdo a Doyla todos los días, y la conmoción y la tristeza de perderla no tendrán fin. Pero estoy en paz con Dios. Si no hubiera llegado a aceptar esa paz, nunca podría ha-ber vuelto al poker con éxito.

Finalmente llegué a entender que las creencias cristianas de Do-yla y Louise eran las adecuadas para mí. Y entonces estuve listo para volver al poker con nuevo vigor.

Me mudé a California, donde encontré acción en unas mesas de poker muy blandas. Jugando en el Bicycle Club, gané más de un 1.000.000 dólares muy rápido. Estaba de vuelta.

ESSEX (INGLATERRA)Según he ido madurando, me he vuelto más reflexivo sobre la vida. Es extraño darse cuenta de que un hombre puede llegar a tener 50, 60 e incluso 70 años y seguir madurando. Pero eso es lo que sucede.

Hace unos 20 años comencé a interesarme por la genealogía, a preguntarme de dónde vengo. Averigüé que a Roger Brunson, el pri-mer Brunson documentado en América, se le puede seguir la pista hasta Connecticut en 1625. Mi linaje se puede remontar hasta el año 1500, en Essex, Inglaterra.

En realidad, el apellido de mi familia no fue inicialmente Brunson. Era Brownsons, lo que significa hijo de Braun y Bronson. Sin embargo,

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estos estaban emparentados, tenían el mismo árbol de familia. Descubrí que, a excepción de los nativos americanos, no hay familias que pue-dan remontar sus raíces en este continente más atrás que los Brunsons.

A veces me pregunto si alguno de los Brunson que me precedie-ron llevaba también el juego en la sangre. ¿Eran buenos corriendo grandes riesgos? ¿Superaron las adversidades o quedaron enterrados por ellas? ¿A qué angustias tuvieron que hacer frente por sus familias? ¿De qué victorias estaban más orgullosos? La historia no me propor-ciona suficientes detalles. Aún así, me lo pregunto.

En cuanto a mí, el camino de mi vida ha estado salpicado con bonitos panoramas y con desastrosos desvíos. Tal vez sea más o me-nos así la vida de todo el mundo. Quizá las cosas que nos suceden a nosotros se nos presentan ampliadas y desproporcionadas en compa-ración con los eventos que les suceden a los demás.

MIRANDO ATRÁSLos acontecimientos que más recuerdo resuenan en mi mente como programas de radio. De vez en cuando me cuesta recordar detalles o acontecimientos enteros hasta que comienzo a rememorar uno de mis monumentales momentos y, entonces, un recuerdo me lleva a otro y ese al siguiente...

Como cuando mis hijos dejaron el nido. O como cuando algu-nos de mis amigos más cercanos y parte de mi familia empezaron a morir (Sailor, D.C., Mamá, tres tías y cuatro tíos, todos ellos dejaron este mundo en el lapso de dos años). Y esto, una vez más, me llevó a preguntarme sobre el significado de la vida. ¿De qué se trata todo esto? Pero esta vez, mi recién descubierta fe me hizo salir adelante.

También recuerdo todas las malas inversiones que he hecho, en canales de televisión o en empresas mineras. A pesar de tener la ca-rrera de Empresariales, sencillamente no parecía ser capaz de hacerlo bien. Tal vez el Señor quería que yo fuera jugador de poker. Quizá el poker sea mi camino hacia una mayor toma de conciencia. Tal vez por eso, cada vez que me aparto del camino del poker, el Señor deci-de darme un par de empujones para recordarme que me quede en mi camino, haciendo lo que se hacer mejor. Desde luego es lo que parece.

Esto mismo he visto que también les sucede a otros grandes jugado-res de poker. Tratan también de obtener algo más allá del poker y cuan-do lo intentan, acaban igualmente recibiendo un par de tirones de orejas.Hablemos del World Poker Tour, la serie de torneos retransmitidos

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con gran éxito por televisión, que ayudó a popularizar nuestro de-porte más que cualquier otro evento en la historia del poker. Cuan-do Lyle Berman, el fundador del WPT, me ofreció la oportunidad de invertir en él, estaba tan escarmentado de tantas inversiones fallidas que rechacé su oferta.

La vida es extraña. Me he pasado todo el tiempo arriesgando en inversiones dudosas que no tenían nada que ver con el poker. Muchas veces, en intentos condenados al fracaso antes de empezar. Y en ese momento tuve la oportunidad de aliarme con los promotores adecua-dos, que tenían una visión empresarial muy afinada, en el momento ideal y en un proyecto relacionado con mi juego, y yo renuncié a par-ticipar. Sí…, la vida es extraña y también lo son las elecciones que la gente hace a lo largo de ella. Nunca se sabe qué cartas tendrás en la siguiente mano. A veces jugamos manos que desearíamos no haber jugado. Y a veces tiramos las cartas justo antes de ver el flop perfecto, y deseamos habernos quedado en la mano para disfrutarlo.

MÁS VUELTAS Y GIROS Mi mejor amigo durante los últimos 30 años ha sido Jack Binion, quien asumió el control como principal propietario del Horseshoe después de que su legendario padre, Benny Binion, muriera. Tal vez hayan oído hablar de la disputa familiar que enfrentó a Jack contra su hermana Becky. Fue muy difundida en su día. Naturalmente, nuestra amistad hizo que me pusiera del lado de Jack, y cuando este aban-donó el Horseshoe para dejarlo a cargo de su hermana y se dedicó a abrir casinos por el Sur, yo dejé de participar en las World Series of Poker durante cuatro años.

Fue algo difícil de hacer, porque yo era quien había ganado más dinero en toda la historia del torneo y sabía que al ser cada vez más grandes los torneos y mayores los premios, probablemente sería sobre-pasado por otros jugadores mientras siguiese sin jugar. No obstante, a día de hoy aún estoy empatado con Johnny Chan y Phil Hellmuth en el número total de brazaletes de ganador. Los tres tenemos nueve.

La disputa familiar ya ha terminado, por lo que intentaré ganar más brazaletes en los próximos años. No obstante, este es un reto mu-cho más difícil, ya que cada evento suele tener unos 1.000 participan-tes y el torneo principal de 2009 reunió a más de 6.000 jugadores.

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PESADILLA Recuerdo el último año que jugué en las WSOP antes de mi boicot. Durante la serie de eventos, conseguí un primero, un segundo y un tercer puesto. No obstante, fui robado a punta de pistola, me dieron una paliza y me golpearon en la cabeza. La noche del atraco, Louise me demostró cuán valiente y santa es. En mi fuero interno, siempre lo había sabido, pero esta vez me lo demostró de una manera que siempre recordaré.

Usted podría pensar que no soy tan tonto como para llevar mu-cho dinero encima. Y no lo soy. Haber sido atracado, secuestrado y robado en los viejos tiempos en que jugaba al poker en Texas me en-señaron a ser precavido. Pero por lo visto, no lo suficiente. No era di-nero en efectivo lo que llevaba encima hace seis años, eran sólo fichas de poker de las WSOP. Fichas grandes. Un montón de ellas.

Había llegado con ellas a casa sano y salvo. O casi.Una de las peores pesadillas, no sólo para un jugador de poker,

sino para cualquier ciudadano, es que asalten su casa. Era mediano-che. Al salir de mi coche, mientras me dirigía hacia la puerta, me pa-raron dos hombres; uno de ellos tenía una pistola. Querían mis llaves. Las arrojé, lejos hacia unos arbustos, pero no lo suficiente. Uno de los hombres las cogió. Intenté que no entrasen en mi casa. Para ello, fin-gí un ataque al corazón. Fue una actuación convincente y se la creye-ron. Pero no conseguí con ella que se fuesen. Simplemente abrieron la puerta y me arrastraron al interior.

Naturalmente tenemos todo tipo de sistemas de seguridad, al igual que la mayoría de los jugadores de high-stakes. Uno de ellos es una alarma con retraso que había sido encendida por Louise, que estaba durmiendo en el piso de arriba. Al no desactivarla, la alarma comen-zó a sonar.

Me exigieron que les dijese cómo apagarla. Seguí fingiendo estar semiinconsciente y les di combinaciones erróneas, al tiempo que les pedía que llamaran a una ambulancia. Sin embargo, no les inspiré ninguna pena. Al contrario, me golpearon con la pistola, rompiéndo-me la nariz. Mi cara tenía unos cortes muy feos cuando Louise bajó para investigar el ruido.

Sonó el teléfono."Debe ser la empresa de seguridad", gruñó uno de los atracadores.

"¡Diles que todo va bien u os matamos ahora mismo!".En efecto, era la empresa de seguridad en una respuesta están-

dar a una alerta. Para averiguar si se trataba de una falsa alarma pre-

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guntaban una contraseña que les permitía saber que todo estaba en orden. Louise contestó la llamada y tuvo el coraje de dar una contra-seña incorrecta, al igual que yo había hecho anteriormente con el có-digo de apagado de la alarma. Pero en vez de coger al vuelo la pista de que en la residencia de los Brunson estaba sucediendo algo terri-ble, la mujer que estaba al otro lado del teléfono reprendió a Louise, diciéndole que había dado una contraseña incorrecta.

"Sí, lo sé", confirmó cortésmente Louise, esperando que los intru-sos no adivinaran la naturaleza de la conversación telefónica. Una vez más repitió un código incorrecto y colgó el teléfono. Usted pensará que esto sería ya suficiente para que nos enviasen ayuda urgentemen-te. Pero no. El teléfono sonó de nuevo. De nuevo era la empresa de seguridad. Esta vez respondió uno de los asaltantes, imitando patéti-camente la voz de una mujer. Le dijeron que el código no era válido. Y en ese momento, el agente comenzó a darse de cuenta de lo que estaba sucediendo. Finalmente colgó el teléfono y llamó a la policía.

El ladrón perdió la calma. Colgando el teléfono de golpe volvió corriendo a la habitación donde el otro ladrón tenía una pistola apun-tándome a la cabeza.

"¡No le matéis, matadme a mí!" Era la voz de mi querida Luise. El ladrón dio un paso atrás, alejándose de mí, y mi mujer saltó para ponerse entre el arma de fuego y mi cuerpo.

Los ladrones se quedaron atónitos. Nos volvieron a amenazar y después se llevaron las fichas y algo de dinero de mis bolsillos. No bus-caron más en la casa. De todas formas no habrían podido encontrar dinero. No guardo dinero en casa, principalmente para no poner en peligro a mi familia. Se dieron cuenta de que se les acababa el tiem-po y decidieron huir.

Incluso a pesar del dolor, un pensamiento me llegó hondo. Esta-ba completamente asombrado de lo valiente que era Louise. Siempre supe que era así, pero esa noche marcó un nuevo tope.

Por cierto, el truco del ataque al corazón lo había aprendido de otro legendario gambler, Titanic Thompson. Está en su libro. Pero él lo llevaba un paso más allá, sacando después una pistola escondida. Dicen que así mató a cinco individuos que intentaron robarle.

UNA REUNIÓNMi vida ha sido una larga sucesión de aventuras. Y cuando miro atrás, me doy cuenta de que las cosas que experimentamos son nuestros re-

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galos para recordar. Regalos para siempre, como los diamantes. Re-lucen en nuestra cabeza, y son nuestros para siempre.

Y así viajo mentalmente a mis años universitarios en Hardin-Simmons. Es como si pudiera recordar todo, los partidos, la gloria, las canastas que metí y las que fallé. Todo se vuelve a jugar de nue-vo, como si volviera a suceder en una cancha de baloncesto dentro de mi mente. Todo el mundo está ahí: mis amigos, mis compañeros de equipo y el público.

Ha sido así durante muchos años, he revivido todos esos recuer-dos. Por ello, invité a todo mi equipo a una reunión. Sorprenden-temente, todos menos 2, es decir, 25, estaban todavía vivos. ¿Puede usted creer que 22 aparecieron en mi casa, más de cincuenta años después de que ganásemos el campeonato en la Border Conference? Nuestra conferencia incluía a grandes escuelas como Arizona, Arizona State, Nuevo México, Texas Tech, y UTEP, entonces conocida como Texas Western. Nuestro equipo de Hardin-Simmons fue uno de los 16 equipos de elite que formaban en aquella época el torneo de ba-loncesoto de la NCAA.

Mis viejos compañeros de equipo se habían convertido en profesores, predicadores y hombres de negocios. Ninguno era ju-gador de poker. Yo era la oveja negra de la universidad. Hardin-Simmons tiene fuertes raíces religiosas, y apuesto que soy el único alumno que acabó siendo jugador profesional en toda la historia de la universidad.

Por ello, no es extraño que no esté en el Salón de la Fama de mi universidad, a pesar de mis logros en la pista de atletismo y en el ba-loncesto. No obstante, pese a ello, la reunión me compensó y resultó ser una de las mejores experiencias de mi vida.

Todos rememoramos ese año de nuestro campeonato y el tiem-po se detuvo. Durante un caprichoso y mágico breve momento, creí (tal vez todos lo creímos) que todavía podíamos hacerlo. Que podría-mos ganarlo otra vez.

ANGUSTIA Y PAZHasta el momento, el tiempo que he pasado en la Tierra ha sido un viaje. En el camino me he enfrentado a la angustia y he encontrado la paz. Lo he pasado mal, pero en última instancia he ganado. Y aho-ra, después de haber completado ya mi séptima década en la Tierra, medito sobre ello.

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En la actualidad, esa es una las dos tareas que realizo la mayor parte del día: reflexionar. Y jugar al poker.

Ya no suelo jugar muchos torneos fuera de Nevada. No obstan-te, como el WPT se ha hecho tan popular, ha habido un repentino interés por el poker. Por ello, he sido invitado a aparecer regularmen-te en programas de televisión, las principales publicaciones me hacen entrevistas con cierta frecuencia, y acaban de terminar un guión de cine acerca de mi vida.

El poker está de moda. Me enorgullece mi contribución a ello. Y me honra recibir todas las distinciones que me unen a nuestro gran juego del poker: el Poker Hall of Fame, el Seniors Hall of Fame, el Texas Hall of Fame, el Tropicana Casino Legends Hall of Fame… Mientras estaba sentado escribiendo este artículo, tuve el honor de ser interrumpido por una invitación del Commerce Casino, cerca de Los Ángeles, el mayor palacio del poker del mundo. Soy uno de los tres "jugadores" que van a ser incluidos en su nuevo Poker Walk of Fame, junto con el actor James Garner, que hizo de Maverick en una serie de televisión muy popular en su día, y Gus Hansen, que ganó tres torneos televisados el último año. Eso es una hazaña asombrosa, espe-cialmente teniendo en cuenta el aumento del número de participantes por evento. Este aumento de la popularidad del poker significa que hay que vencer a muchos más jugadores y puede pasar mucho tiem-po antes de ganar un solo torneo importante, no importa cuán hábil seas. Ganar tres en una temporada es más que notable.

Y para demostrar la importancia que tienen todas esas victorias en televisión, no muchos habrían considerado a Gus como un competidor de primer nivel hasta ese momento. Hoy en día, si juegas bien y estás en una buena racha, estarás en el centro de atención y podrás permanecer en él durante mucho tiempo. Gus lo hará. Las impresiones que dejan en la gente esas victorias televisadas perviven y se recuerdan mucho tiempo.

La hazaña de Gus es la más extraordinaria desde que Johnny Chan ganó dos eventos seguidos del Main Event de las WSOP en los mismos doce meses en los que ganó los dos prestigiosos eventos del Hall of Fame Main Event, y luego terminó en segundo lugar en las WSOP del año siguiente. Con el tremendo aumento del número de participantes, una actuación así, sin duda, no volverá a repetirse nunca más.

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CAMBIOSMi vida ha evolucionado radicalmente desde los días en los que Slim, Sailor y yo viajamos por Texas y el Sur del país en un viejo Ford Fair-lane. Las cosas han cambiado muchísimo.

Todavía juego al poker regularmente. Pero a menudo decido es-caparme, a pesar de que ello signifique sacrificar algunos beneficios. Entonces, me voy a Montana, a mi casa del lago Flathead, lejos del calor de Las Vegas, para relajarme. En esos momentos, la vida senci-llamente transcurre y me siento renovado. Y allí, como en todas par-tes, reflexiono. Reflexionar sobre mi vida y la vida en general se ha convertido en casi una obsesión para mí en los últimos años.

¿Para qué sirve la vida, si sólo se puede vivir una vez? Somos dueños de nuestras experiencias. Son nuestras para siempre. Debe-mos pensar en ello a medida que vivimos. Lo que hacemos ahora se convertirá en una parte permanente de nosotros. Las cosas buenas y las malas. No puedo decirle a usted que las cartas que reciba serán las que hubiese deseado, pero sí que ha de jugarlas de forma inteli-gente. Ese es el secreto.

La vida pasa tan rápido... “Ayer”, mi hijo Todd y mis hijas Pam y Cheryl eran tan sólo unos niños. Ahora han crecido. He visto a Todd abandonar la universidad para seguir los pasos de su padre en el poker. Me ha impresionado mucho desde su triunfo en uno de sus primeros torneos en el Bicycle Club. Muchos de los mejores jugadores del mundo me han dicho que hoy en día Todd es uno de los mejores jugadores jóvenes. Por lo tanto, no sólo tienen que fiarse de mi pala-bra. Yo no sería imparcial. Todd ha demostrado su valía al mundo del poker y por eso está en este libro.

A veces pienso por qué siempre me ha gustado tanto el poker. Creo que fue por la libertad. Eres tan libre como una nube que flota en el cielo. Esa es la mejor parte de ser un gambler.

MEDIA DE 120Como probablemente sepan, he tenido mucho sobrepeso la mayor parte de mi vida adulta. La gente siempre me ha prevenido sobre los problemas de salud que acarrea llevar esos kilos de más. Pero yo realmente no era consciente de ello porque era capaz de mantenerme activo, moverme con agilidad y jugar al golf con un handicap bajo.

No obstante, recientemente me senté a hablar conmigo mismo. Las cosas ya no eran como solían ser. Ya había pasado los setenta. En los

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últimos años, como en un coche clásico, mi chasis no estaba en buena forma. Mis piernas ya no cargaban bien con mi peso y el hombro me dolía. Pero mi corazón estaba sano, como un incansable carburador de magnifico rendimiento. Tal vez, eso se deba a que la sangre siempre ha corrido muy rápido por mis venas debido a las situaciones de presión del poker. Tal vez eso me haya limpiado por dentro.

Dos médicos diferentes me han dicho que mi cuerpo debe de es-tar programado para vivir 120 años, a pesar de lo mal que lo he tra-tado. Uno dijo que podría vivir 130 años y el otro 110, así que hago la media: 120.

Entonces decidí que tal vez debería hacer planes para poder jugar muchas más manos de poker, por lo que me sometí a una cirugía de bypass gástrico para reducir mi peso. Lo hice ya hace algunos años y ahora me siento mucho más saludable.

Pero, ¿qué pasará después de esos 120 años? Me habré ido y tal vez entonces algunos aspirantes a jugadores leerán este libro y apare-cerán nuevas estrellas del poker. Mantendrán activa la llama del poker y si el Señor lo permite, lo observaré todo desde arriba, compartien-do sus aventuras.

Por lo pronto, espero con optimismo los próximos 50 años. Y aunque puede que no sea muy realista y que no suceda, en la vida y en el poker, lo mejor que podemos hacer es intentarlo. Y yo seguiré intentándolo.

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