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Suridea Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja Nº 28 - Mayo 2016 Kelver Ax: el poeta que partió de madrugada El Jardinero de los Rolling Stones ¿Kipling sin Borges? Luis Mateo Díez Narcos, la teleserie

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Órgano Informativo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja

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Suridea Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja

Nº 28 - Mayo 2016

Kelver Ax: el poeta que partió de madrugadaEl Jardinero de los Rolling Stones¿Kipling sin Borges?Luis Mateo Díez Narcos, la teleserie

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C O N T E N I D O

Suridea / Órgano informativo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Nº 28 – Mayo - 2016 || Editor: Luis Salvador Jaramillo || Directorio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo de Loja: Presidente, Félix Paladines Paladines; Vocales principales: Adriana María Jaramillo Vélez, Jorge Mijail Valarezo Loaiza, Alicia Piedad Ochoa Valdivieso, Antonio Bayardo Cuenca Mayorga; Vocales suplentes: Aura Elisabeth Ocampo Jaramillo, Leonardo Eudaldo Chamba Herera; Secretario (e): Julio Espinoza Bustamante || Imagen de portada: fotografía de Pablo Biteto || Comunicación Social: Jeannet Coronel || Impreso en la Editorial Gustavo A. Serrano de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja || Dirección de la Editorial - Diseño: Paúl Ramírez Guamán; Diagramación: Gonzalo Antonio Vega;

Impresión offset: Luis Ayora Quito. Distribución y canje: Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión Núcleo de Loja – Calle Colón 13-12 y Bernardo Valdivieso – Telefax 2571672 – Apartado Postal 11.01.141

Loja, Ecuador [email protected]

www.casadelaculturaloja.gob.ec

El poeta que partió de madrugadaL.S. JaramilloApuntes para una crítica formal de la poesíaJ. AldosBernavé Cueva, Maestro de la BrisaCompendio de anécdotas históricasBernardita MaldonadoPara los que quieren saber másCarlos FerrerEl Jardinero de los Rolling StonesL. Salvador J.Pop-up de Kelver AxAndrés Villalba BecdachSi Robert Creeley tuviese un Bluetooth en la cabeza(Sobre Pop up de Kelver Ax)Juan José Rodinás¿Qué sería de Kipling sin Borges?L. Salvador J.La Música Ecuatoriana durante el ziglo XXVicente Jaramillo FierroFantasmas del invierno de Luis Mateo DíezCarlos FerrerMaría y la magia de los cuentos celestesGalo Guerrero JiménezNarcos: plata o plomo o el particular acento de un paradigmaWilson R. Castillo T.La poesía como un espejo, el mundo visto a través de los ojos del poetaAna Paulina SotoVisión retrospectiva de mujeres líderesJeannet CoronelLos tres niños héroes de Loja Mstra. Yolanda Ruiz Ortega - 69 aniversario institucionalEncuentro de Arte Mujer Matilde Hidalgo

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Nota editorial

Suridea rinde tributo en este número al gran poeta y pintor lojano Kelver Ax, cuya temprana muerte a inicios de 2016 im-puso un festón de luto en el mundo artístico ecuatoriano.

Graduado como el mejor estudiante de su promoción en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Loja, alumno aprovechado del taller de literatura Palabrar de la Casa de la Cultura Núcleo de Loja, Kelver Ax experimentó en poco tiempo una vertiginosa maduración como artista plástico y poeta.

Dueño de una sensibilidad sorprendente, de un maravilloso don para relacionarse con los pájaros y de un gentil trato para con sus semejantes, pasó dejando la impronta de su alma generosa y no exenta de contrastes: por un lado cultivaba el arte con fino oficio, y por otro ejercía con duro esfuerzo el trabajo arduo y bizarro de la cerrajería metálica: dos extremos sin los cuales se sentía como incompleto.

A escasos meses de su partida, Kelver Ax recibiría el Premio Nacional de Poesía Alejandro Carrión 2015, y con ello se con-firmaba como punto referencial de la nueva poesía ecuatoria-na, que trasciende las fronteras de la patria. Juan José Rodi-nás, Andrés Villalba Becdach, Luis Carlos Mussó, entre otros, le rinden tributo en estas páginas.

Recogemos en esta edición (además) las imágenes de algunos de sus cuadros, dispersos en galerías del país, que sin duda alguna desde hoy en adelante serán justipreciados en su valor categórico, con el reconocimiento que lastimosamente suelen re-cibir tantos artistas tan solo después de su muerte.

Suridea extiende su nota de pesar a sus familiares y amigos y hace votos por que la obra de este artista lojano sea conocida en todos los ámbitos.

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El poeta que partió de madrugada

Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.

ELEGÍA. MIGUEL HERNÁNDEZ

L. Salvador J.

Kelver Ax partió de madrugada, como si tuviese prisa por marcharse, se fue sin despedirse de nadie. Sus amigos, los que nos enteramos de su muerte el mismo día, fuimos a honrar su cuerpo por la tarde, en un oscuro galpón comunitario de una zona obrera de la ciudad. La tarde caía en silencio sobre su féretro, pocas gentes estaban junto a él, hasta que por la noche empezaron a ro-dearle los poetas y a lloverle versos como luciérnagas que solo podían dejarse ver en la oscuridad.

Pero aún así, la tragedia no aflojó un solo segundo el dolorido asombro de su muer-te. Aún hoy, los artistas plásticos, al igual que los poetas, al igual que sus familiares y amigos, no terminan de asimilar el des-concierto.

Kelver Ax, Klever Ajila, poeta y artista plástico, decidió partir cuando su poesía empezaba a batir las alas sin pretender ja-más alcanzar las estrellas sino a través de las ciénagas donde brillan estancadas. Cortan-do brechas, rasgando nuevos caminos con la uñas, fue arriesgándose por senderos en los que habrán de transitar las generaciones futuras. Y al igual que la maduración de su poesía, también su pintura saltó del expre-sionismo hacia un simbolismo de afiligrana-do embrujo, que combina color y armonía en micro mundos ensamblados de tal forma que podrían exhibirse en cualquier tiempo o país, bajo una luz cálida o fría.

Pero en la poesía, Kelver Ax estaba enfras-cado en una lucha trágica, lucha a brazo par-tido contra sí mismo, lucha que por alguna razón no trasladó a su pintura. Quizá porque no esperaba que su poesía fuera a darle ré-ditos, como sí sus cuadros. En sus poemas desnudó su alma de niño atormentado, de infante atrapado en un mundo al que no quería pertenecer, o de un anciano prema-turo, estragado por una fiebre informática. Su poesía rezuma angustia por los poros y cautiva por su lenguaje tan simple como cautivadoramente trágico.

Kelver Ax conoció de cerca los viejos fan-tasmas grises de la poesía lojana, que porfía en tentar la muerte, que haraganea por los corredores de las casas, que se tiende en los sofás o en los balcones para tomar el último sol de la tarde antes de irse. Kelver Ax vio asomar esa poesía a media noche, la miró desde su ventana bajo la luna, antes de ple-gar sus alas negras sobre los viejos tejados. Vio a la poesía comprándose un ataúd de madrugada, cuando nadie transita por las calles ni en las plazas se oye ningún canto. Conoció de cerca esa poesía del sur, que teje hilos de plata como la luna y que se calza con las botas de Rimbaud, antes de salir por las calles de lodo. Esa poesía implacable que hizo trastabillar a nuestro Héctor Ma-nuel, hace tantos años, para terminar final-mente demoliéndolo. La vieja poesía lojana, que aprendió a madurar sus alas para em-prender su vuelo solitario. Lo que hizo, so-brará para muchas páginas, por ello, Kelver Ax no tuvo razón cuando escribió1:

1 Kelver Ax, Pop-up, Cascahuesos Editores S.A.C., Pág.45, Arequipa, Perú, 2014.

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El suelo está lleno de polvocolillas

y basura(dígase memoria)

ya no tengo qué escribir

(lo peor)lo que hice no alcanza para monumentos

ni homenajesni una calle con mi nombre

ni siquiera una nota de prensao una lápida decente

nada!!

quise ser poeta algún díapero dije no por si acaso

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Antes de que existiese el lenguaje propia-mente dicho existió la música. Las culturas aborígenes tienen una vasta trayectoria so-bre las relaciones míticas entre el sonido de la naturaleza y su representación ritual en las ceremonias de los antiguos humanos de la tierra; las primeras nociones de comuni-cación se registran con silbidos u onomato-peyas para cazar o reunir a los integrantes del matriarcado de la comunidad primitiva. Algunas razones adicionales confirman el hecho que los primeros registros de la hu-manidad se den por medio de la poesía (el conjunto de onomatopeyas que juntas con-forman una canción y una historia) y por ende, la novela quede relegada en el tiempo, que la novela sea un género más contempo-ráneo ligado al comercio del libro a gran es-cala. La rima total era la que reinaba en los textos que servían como canto y rito, como invocación y petición: las primeras páginas del Cosmos de Sagan reproducen un poema que cantado por la curandera, se encarga-ría de aliviar el dolor de muela en alguna antigua civilización del pasado. Después el lenguaje en evolución repartirá la creencia y la historia en dos diferentes ramas (la Biblia está escrita en versículos que es la unida mí-nima de ritmo en la poesía hebrea) dejando de lado a la religión —a la idea metafísica de imposibilidad dialéctica—por la musicalidad que guarda la historia. Se reconoce que los cuentos son los de más antigua tradición en la narrativa debido al hecho que su trans-misión oral les permitía deslizarse de gene-ración a generación sin perder o modificar

mucho su contenido y a la poesía por res-catar las epopeyas que nos detallan cierta etapa -importante- de la historia humana. El Homero inédito que se hace cargo de relatar las relaciones más cotidianas de los dioses con los hombres en medio de las guerras más crueles y de los viajes interminables ya da testimonio de los estadios iniciales de la estructura lírica: los textos homéricos son un entretejido de metáforas y epítetos junto con una historia bien marcada en tiempos y en espacios. Este canto-poema funge como nexo entre los humanos del futuro incierto con las leyendas de tiempos remotos a ellos. Es la evidencia de la religión (se sustentan los mitos politeístas dotando a los dioses de diversas formas. También se afirma su existencia real en el mundo tangible, son dioses que van de la mano con el humano y además son visibles y hasta biológicamen-te reproducibles como en el caso de Zeus, padre de algunos semidioses) y la prueba del material, la materia energética de la que estamos hechos (la filosofía junto con el en-sayo se encargan del análisis de las diversas facetas de la humanidad: Anaximandro y otros de la escuela de Mileto se encargan de la materia espiritual, hasta la dicotomía pro-ducida por las ideas de Platón y Aristóteles) para que estos actos que implican inmorta-lidad sean transmitidos con la misma sime-tría que se exige en los restantes trabajos griegos. En el castellano que nos es cercano tenemos al Cantar del Cid (todos los cono-cimientos de los testimonios del pasado se resumen dentro de la clasificación Literatura

Apuntes para una crítica

formal de la poesía

Revisión de los clásicos I

Por J. Aldás

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Greco-Latina y Oriental, pero no ahondaremos en los Vedas de tra-dición hindú o la Eneida de Virgilio que cronológicamente precede a La Ilíada homérica; por causas de espacio y conexión semántica: si bien es necesario conocer una lí-nea básica del inicio de la tragico-media del lenguaje es preciso de-tallar cada uno de los integrantes en el mayor grado porcentual que se pueda) que narra la historia de un hombre real —Rodrigo Díaz de Vivar— sino que se sirve de la poe-sía para humanizar el relato de un hombre y su tiempo. Existen ante-riores jarchas para comentar los textos sobre la muerte y los dio-ses. En la conexión del ser humano con lo divino nace la poesía: más allá de los valores morales está el ímpetu del héroe que está destina-do a asesinar para ser inmortal en la memoria de los seres humanos —igual deseo comparte el Aqui-les de La Ilíada o el Odiseo de La Odisea—; y en él hay ya metáforas de gran profundidad en las que se conecta la materia con lo intangi-ble; tal como lo propone la poesía aborigen de toda América en ge-neral, la denominada cosmovisión andina que utiliza la poesía como nexo entre las palabras y su magia externa para comunicarse con una personalidad interna que busca perfección o iluminación (una te-mática recurrente en la poesía es la iluminación que produce o deja el trabajo estético con la palabra —que también es música— o con cualquier manifestación artística directa, es decir con uso de estruc-tura y técnica en un desempeño prefijado, la concepción de una obra artística). Hacia el español el castellano deja innumerables señales: lo siguiente que rescata-mos del enjambre de poetas que afligieron a la humanidad con sus lamentos es la edad de oro de la Literatura Española clásica (insisti-mos en la conexión semántica que nos une al código que permite des-cifrar los símbolos en el sistema propuesto) en donde podemos to-mar el ejemplo de Garcilaso de la Vega, el español. Amplia es la lista que deja la época clásica. Los auto-res se han volcado ya sobre figuras como Góngora o Quevedo; el pro-

pio Cervantes —incluye Ovillejos en el Quijote— y el fénix de los ingenios o Lope de Vega. Garcilaso el español —en la desambiguación del cronista de Indias— es el autor de las églogas, poemas largos que incluyen una dedicatoria y luego narran la historia de los amores perdidos de —en la primera églo-ga— Salicio y Nemoroso, ambos alter egos de Garcilaso, amante secreto y taciturno de Isabel Frei-re que ha de morir joven víctima de un embarazo de alto riesgo. Veamos lo que dice Salicio en el poema con respecto a Galatea: ˋoh más dura que el mármol a mis quejas/ y al encendido fuego en que me quemo/ más helada que la nieve Galatea/ estoy muriendo y aún la vida temo/ témola con ra-zón pues tú me dejasˋ, con un cas-tellano que adaptamos al español contemporáneo. La poesía clásica se fundamenta en la misma teoría griega de hace cientos de años: la

simetría provoca la sensación de belleza en los sentidos del espec-tador y si el medio de expresión es la palabra, el lenguaje, la obra ganará en musicalidad lo que tie-ne en simetría; eso provoca que desde la poesía más antigua suje-ta a análisis se tome grandemente en cuenta la métrica, las licencias poéticas y los artilugios de los que se sirve un poeta clásico para ha-cer de su creación una pequeña obra maestra. Esta suerte de es-tructura lingüística que sostiene la magia en el código de comuni-cación y en especial la función que de él utiliza: con el paso del tiempo

la historia que era narrada va de-jando su marcado argumento (la llegada de la imprenta con la vul-gata latina en las primeras prensas y la llegada del nuevo género que si bien es posterior a la poesía se nutrió en sus primeras instancias de sus componentes y sus estruc-turas además del teatro —casi tan antiguo como la poesía— y el ensayo; para dar forma a la nove-la cuya cúspide y cima empezó en Cervantes) para mantener única-mente las temáticas principales y tratarlas desde diferentes ópticas. Garcilaso conserva las formas mé-tricas de la Literatura del siglo de oro español; perpetuando en la historia a ˋlas más severas formas estróficasˋ -contextualizando a Lui-sa Campuzano- con el ritmo pro-pio de la música de la palabra. Un gran creador de sonetos siempre de temáticas lúgubres, recurrentes siempre a la melancolía.

La poesía como género ha ido, con el paso de los tiempos, definiendo sus temáticas esenciales gracias a los ejercicios recurrentes en varios poetas, en varias secciones de la historia. La tragedia siempre unida al desamor, la iluminación, la per-fección, los abismos de la locura; siempre la voluntad humana uni-da a su percepción sentimental de una situación afectará la elabora-ción de un texto: en la época clási-ca es el gótico el que impone una visión, un concepto del sufrimien-to y el dolor. La poesía se vale de la percepción general del ser huma-no para re-producir una sensación

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ya pasada. Incluso en Cervantes se puede notar el nexo semántico en-tre amor, desamor, tragedia y, pa-radójicamente, muerte; el mismo Garcilaso en los sonetos propone una idea de sufrimiento-muerte producido por la escisión del obje-to o la persona amada: “oh dulces prendas por mí mal halladas/ dul-ces y alegres cuando dios quería/ juntas estáis en la memoria mía/ y con ella en mi muerte conjuradas” con el fin de hacer que el lector virtual reproduzca el vértigo de la perdida o lo relacione con una situación exageradamente perso-nal. En cierto punto la fusión que se produce entre el sentimiento del autor (su percepción simbóli-ca al momento de crear el poema) con la inventiva propia del lector, perpetúa un valor temático en dos diferentes eras de tiempo. Este carácter reproductivo repetido en miles de ocasiones forma la marca de la poesía y la explicación de por qué por lo menos el 90% de per-sonas escriban poemas de amor en la adolescencia. En el epílogo de la edición conmemorativa de Cien años de soledad, hecha por la RAE, insinúa que todo escritor ini-cia con una colección de poemas si no amorosos por lo menos de te-mática lúgubre, mortuoria; la edi-ción consta con –la cita es recorda-da- un poema de García Márquez publicado en algún periódico en sus años estudiantiles. El desamor entra como uno de los grandes temas, tratado infinitas veces. La perfección o iluminación, la luz, el destello que deja la creación artís-tica en la personalidad del autor;

fue un privilegio de la poesía hasta que la novela desarrollara medios con lo cual perfeccionar sus estruc-turas. Vale recordar que Rimbaud tituló a uno de sus poemarios Ilu-minaciones y otro Una temporada en el infierno. El vínculo semán-tico se hace cada vez más visible. Para el poeta, el transito por zonas poco pobladas del intelecto o la sensación humana le permite ser un elegido de la miseria, le permi-tirá ser un cronista del desastre. La propia melancolía es un objeto de incalculable valor, la muerte y una vez más el desamor se tornan a los ojos del poeta, en sus manos, en formas no conocidas de la luz. La locura si bien es un eje temático recurrente en la poesía no es sino hasta la conformación de la teoría psiquiátrica de su estructura que puede empezar su camino de re-dención como una forma valida de la luz, de la iluminación que recibe el poeta al momento de re-crear un verso. Foucault afirma que el iniciador de este campo temático de la literatura es Sade, solamente desde sus trabajos y su posterior valoración se añadirá esta idea como principal en la poesía. La locura ganó un amplísimo núme-ro de seguidores que si bien por moda o interés han investigado los aportes de los grandes locos de la historia. Esta particular forma de concebir el mundo tiene su propio lenguaje y sus propias reglas: un juego macabro que termina, se-gún la historia de la realidad a la que nos remitimos, muchas veces en el suicidio del artista recreador; abolido por la carga de nociones

imperceptibles hechas realidad: la mente no podría salvarse a un en-cadenamiento perpetuo ejercido a voluntad (salvo los casos en los que la psicología no ayuda mucho, sino la psiquiatría que tiene raíces epistemológicas médicas, en las que el cerebro ha sufrido un daño irreparable) en el que las visiones proféticas y terribles, las ilumina-das y las satíricas, se hacen fantas-mas irremediables que a modo de conciencia negativa van deforman-do una vida plenamente funcional. En la edad clásica la locura se re-valorizaría mucho después que los griegos fomentaran las visones producidas por la ingesta de be-bedizos o la aspiración de humos nocivos. Se retorna también a las tradiciones de las culturas aborí-genes americanas que gracias a lo que denominan hierba de los dioses aciertan en el futuro y en el pasado, hablan con la divinidad mientras cantan (es una alucina-ción lo que tiene Juan mientras el ángel le dicta el Apocalipsis) lo que reitera la tradición que liga al len-guaje con lo críptico y misterioso, con lo incalculable y lo divino. La narrativa que se sirve de la ficción tanto como de la ciencia intenta abarcar al lenguaje en una apro-piación idiomática del autor, con respecto a sus referentes mas in-mediatos: el escritor a diferencia del poeta no elucubra —recrea— sino deforma y precipita las va-riables (siempre que la narración lleve un ritmo y un no apropiados, que sea una obra monumental no tanto en tamaño sino en forma y contenido) para dividir el mundo —crea— y si Maquiavelo tiene ra-zón es un buen medio para en el intento de comprender una sola existencia, abarcar todas y cada una como era el sueño de Borges. La poesía nació con la música y no solo de lamentos y partidas ha-bló —aunque mucho los poetas redundaron en el tema— sino de la marca que deja la creación esté-tica en la personalidad interior del artista humano. En los libros esta el secreto que los ordenadores no adivinan: cómo ser humano sin morir demasiado en el intento. El que tenga manos, que escriba.

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Bernabé CuevaMaestro de la Brisa

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Los músicos de pueblo, esa sorprendente y original casta que no pretendió jamás llenar las marquesi-nas ni brillar con luces de neón en las ciudades, ni elevar su nombre a la par de las estrellas, pero que sin embar-go llenó todos los rincones sensitivos de los pueblos, otorgando vuelo a las emociones y haciendo bailar y reír y arrancando incluso algunas lágrimas.

Entre esta imprescindible trova de juglares, brilló de manera especial Bernabé Cueva (Cariamanga 1911-Loja 1987), fundador y director de varias bandas, ejecutor de varios ins-trumentos, pero de manera especial, del clarinete. Descubrió su vocación siendo muy niño; a los 11 años ya se fabricó una flauta de carrizo y des-pués aprendió a tocar el saxofón con

Salvador Bustamante Celi, tras lo cual todo fue coser y silbar para codearse con la flor y nata de los músicos de aquel entonces. Y como era propio de aquella espontánea élite de maestros esenciales, su itinerario abarcó todos los pueblos del sur, llevando incluso su música hasta el norte del Perú.

Pero dejemos que sea el poeta Jaime Rodríguez Palacios quien nos haga el retrato de este músico.

«En la hora crepuscular, cuando el amigo músico de barrio se ha marcha-do para siempre, de puntillas, con la sencillez de la garúa y el llanto acom-pasado de los suyos, es que siento algo parecido al agua en las pupilas y un deseo infinito de no regresar a mirar jamás los recuerdos. Me refu-

Bern

abé C

ueva

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gio como una mariposa negra atraída de pronto por las llamas, y la au-sencia de don Bernabé es menos espina, es so-ledad madura.

»Pero la soledad no significa en su caso, ni tampoco en el de otros hombres de genio, se-paración radical del alma colectiva. Tanto éstos como aquél (Ber-nabé Cueva) jamás se han desgajado de ella.

Sus raíces se han afirmado mejor en las entrañas del pueblo y han tomado allí la esencia de sus aspiraciones para cumplir una obra impar, aislada de lo común para elevación de su jerarquía.

»Duele la huida silenciosa y en un rincón se queja el clarinete. Nadie sabe si una mano invisible ya está de nuevo limpiando su estirado cuello de ébano, su brazo de alargada noche. Don Bernabé, el músico vecino, el de las altas serenatas ya no está. ‘Las cosas que se van no vuelven nunca/ todo el mundo lo sabe/ y entre el claro gentío de los vientos/ es inútil quejarse.’ ¿Verdad, Chopo, maestro de la brisa?»

Víctor Antonio Moreno Iñiguez - Segundo Moreno Iñiguez - Bernabé Cueva - Alberto Ortega - Miguel Cano Madrid

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Del conde de La Rochefoucauld (1613-1680) se conocen las Máximas, publicadas en un vo-lumen muy reeditado en su épo-ca. Era un caballero cortesano y se cuenta que una vez, en la cor-te de Luis XIV, le preguntaron por qué había escrito su libro. Contestó:

-Seguramente porque me he sentido escritor.

-¿Y qué entendéis por sentiros escritor?

-Pues, sin duda, sentir que no son suficientes para uno los li-bros que han escrito los otros.

Pietro Mascagni (1863-1945), autor de la música de Cavalleria rusticana, estaba una vez en un hotel, en Londres. En la calle, frente al hotel, sonaba un orga-nillo. Y la música del organillo era precisamente un trozo de Cavalleria rusticana. Mascagni la estuvo escuchando un rato, salió del hotel y se encaró con el organillero.-Esto lo toca usted demasiado aprisa. Yo le enseñaré cómo se toca.-¿Es usted organillero?-No; pero soy el autor de esta música.Y Mascagni se puso a tocar lle-vando la música al ritmo conve-niente. Al día siguiente, al salir del hotel, vio allí al organillero, que se estaba preparando para su concierto matinal. Llevaba, montado en el organillo, un gran letrero que decía lo siguiente: “Discípulo de Mascagni, el autor de Cavalleria rusticana”.

El co-mediógrafo francés

Alain-René Lesage (1668-1747) compuso una comedia satírica titulada

Turcaret, en donde criticaba y ridiculizaba a los banqueros franceses. La pieza era tan hirien-te y eficaz en su crítica que éstos ofrecieron al

autor una elevada cantidad de dinero para que no se representase.

S e cuenta del no-

velista italiano Alber-to Moravia (1907-1990),

autor de El desprecio y de La Romana, que una vez definió la política así: Es el arte de ob-tener el dinero de los ricos y el voto de los pobres para de-

fender, en bien del país, a los unos de los

otros.

El músico Lehar (1870-1948) fue autor de algunas operetas como El conde de Luxemburgo, La viuda alegre o El país de las sonrisas. Empezaba entonces a ser famoso el compositor nor-teamericano Gershwin, autor de Porgy and Bess, y acudió a Lehar como a un maestro. Al parecer, le dijo:

-Gano dinero con mi música y estoy dispuesto a pagarle bien las lecciones que me quiera dar.

-¿Cuánto ha ganado usted el úl-timo año?

-Alrededor de los trescientos mil dólares.

-En este caso creo que soy yo quien ha de tomar lecciones de usted. Yo he ganado mucho me-nos.

Refiere Plutarco que Mario, cónsul romano (156-

86 a. C.), concedió el derecho de ciudadanía a unos soldados que se habían mostrado muy valientes. Le advirtieron que tal distinción era contraria a la ley. Y Mario les contestó: Durante la batalla, con el rui-do de las armas, no pude oír la ley. Y lo hecho, hecho está.

El crítico francés Charles-Au-guste Sainte-Beuve (1804-1869) se batió una vez en duelo con un autor del que había habla-do mal. Era un día de lluvia y Sainte-Beuve acudió al lugar del duelo con paraguas. No lo abandonó y empezaba a inten-tar batirse con la espada en una mano y el paraguas en la otra. Le advirtieron que esto, aunque no estuviera prohibido, no era costumbre. Y contestó:

-Acepto morir de una estocada, pero no de una pulmonía.

Se suspendió el duelo, que nun-ca llegó a celebrarse.

El transcu r so

de los siglos ha generado una serie

de lances casuales entre hombres relevantes, que han

perdurado hasta hoyBernardita Maldonado

a hCompendio de

nécdotas istóricas

El pianista Rubinstein fue con-tratado para dar unos conciertos en el Carnegie Hall de Nueva York. No se sabe cuánto cobra-ba por concierto. Pero se dice que el director de allí, cuando supo la cifra de lo que pedía el pianista, le dijo:

-Es mucho dinero. Usted pre-tende ganar en dos horas tanto como gana en dos meses el pre-sidente de los Estados Unidos.

-Yo no pretendo nada ni deseo ganar nada; ni tan siquiera de-seo tocar aquí. Y si usted cree que el presidente está mal pagado, contrá-tele como pianista y páguele a él lo que yo le pido para mí.

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Para los que quieren saber más

Espasa publica un libro imprescindible para mantener actualizado y sin errores

nuestro españolCarlos Ferrer

Dividido en tres apartados: Gramática, Léxico y ortogra-

fía, el libro El español más vivo (Espasa, 2015) despeja las dudas más actuales del idioma, aque-llas que no se han incluido en la postrera edición del Diccionario y de la Gramática de la RAE, pero que anidan en la calle. Al no te-ner intención enciclopédica, solo presenta trescientas recomenda-ciones de fácil acceso gracias a los siempre útiles índices. El vo-lumen también incluye seis glo-sarios temáticos, compuestos por recomendaciones más escuetas que las que engrosan el resto de la publicación. No es un manual de estilo, ni una ortografía que enseña dónde poner las comas y, por ello, no hallamos un uso de la jerga expresamente gramatical, por lo que su lectura es ligera sin perder rigor ni exhaustividad. Por lo tanto estamos ante una edición muy recomendable, que cuenta con el aval de la Fundación del Español Urgente y que puede leer todo aquel que tenga curiosidad por mantener actualizados sus conocimientos lingüísticos.

Entre las recomendaciones para evitar anglicismos, se aconseja usar índice de audiencia o cuota de audiencia en lugar de los tele-visivos e incorrectos rating y sha-re, indicadores que se diferencian en que el primero considera todos los televisores (encendidos o apa-gados), mientras que el segundo solo tiene en cuenta los encendi-dos. También cabe evitar el em-pleo del término pack, que debe ser reemplazado por envase, lote

o paquete según el contexto.

Selfi, que no selfie

La palabra selfie, tan en boga, tiene como equivalentes autorre-trato, aunque también se acepta selfi (plural selfis). Otra palabra de moda es la nomofobia (y no nomophobia), término que de-beremos emplear para referirnos al miedo a estar incomunicados sin teléfono móvil. La expresión inglesa making of, que se refiere al vídeo documental que muestra cómo se hizo la producción de un rodaje, tiene como alternativas cómo se hizo, así se hizo o tras las cámaras, que deben escribirse en cursiva para facilitar su com-prensión. Asimismo, electroline-ra es el neologismo, que define las estaciones de servicio prepa-radas para recargar las baterías de los automóviles eléctricos, y cibercondría es la preocupación obsesiva por la salud, que lleva a consultar internet continuamente para confirmar enfermedades o buscar síntomas y tratamientos.

En el volumen se recuerda que es preferible contraseña, clave o có-digo de acceso al anglicismo pas-sword, inapropiado en nuestra lengua; igualmente, se indica la idoneidad de sustituir la palabra inglesa crowfunding (mecanismo de financiación mediante peque-ñas aportaciones voluntarias) por financiación popular, financiación colectiva o micromecenazgo. La expresión inglesa full time, que se usa a menudo para describir un tipo de jornada laboral, tiene

como equivalentes tiempo com-pleto o dedicación exclusiva y austericidio significa matar la aus-teridad, no matar por exceso de austeridad.

El plural de led (diodo emisor de luz) es ledes como el de píxel es píxeles y el de tóner es tóneres. Los brazaletes negros no se po-nen, se lucen; las vidas se segan, no se sesgan; el papa renuncia, no dimite ni abdica; altisonan-te no es a gritos, sino elevado o grandilocuente; diésel lleva til-de, al igual que récord, wéstern y cómics (con tilde por ser llana acabada en grupo consonántico); los plazos vencen o expiran mejor que finalizan; un arsenal ya es un arsenal de armas; la escritura de los años (2015) no lleva ni punto ni espacio; el erario o es público o no es erario por lo que erario pú-blico es redundante; falso pretex-to o autopsia de un cadáver tam-bién son redundantes; los títulos o los pactos se revalidan, no se reeditan. ¿Cuál es correcto, el wifi o la wifi? Los dos. Hay que tomar buena nota.

Incorrecto CorrectoSpoiler destripeBackstage bambalinasBanear bloquear, restringirTrending topic tema del momen toNewsletter boletínLobby grupo de pre-sión

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Un hecho real, que fue no-ticia hace 37 años y que luego quedaría sepultado

bajo los escombros del sensacio-nalismo mediático, se rescata en esta novela con novedoso pulso narrativo y lejanas reminiscen-cias de periodismo Gonzo. El suicidio de Scott Cantrell, un chi-co de 17 años, en la casa de Keith Richards, el mítico guitarrista de los Rolling Stones, mueve a cua-tro jóvenes fanáticos del famoso grupo a emprender una aventura indagatoria en torno a la miste-riosa persona del chico que se ha descerrajado un tiro en la mismí-sima cama de Anita Pallemberg, la esposa de Keith Richards, y con la mismísima pistola de Keith, mientras éste se encontra-ba de gira por Europa.

Como un hecho meramente cir-cunstancial quiero anotar que, mientras yo leía esta novela, evo-qué como entre nieblas unas fo-tos que circularon por esos días, el rostro imberbe del suicida, de quien la prensa efectista sostenía en que era muy guapo, la cara hinchada de Anita Pallemberg tras tanto llorar por el escándalo que pondría fin a su matrimonio con Keith Richards, y toda esa tramoya farandulera articulada

en torno al incendio crematís-

tico. Por un momento, al leer la novela de Luis Alberto, sufrí un resbalón evocatorio al confundir la imagen del joven suicida con otra, que también me había im-presionado por esos días, la de un nieto de Jean Paul Getty, el multimillonario más tacaño de la historia, cuyo nieto había sido secuestrado y a quien los rapto-res se vieron obligados a cortarle la oreja derecha para obligar al amarrete del abuelo a pagar la suma del rescate. Solo al ver la oreja mutilada, el avaro sin per-dón del abuelo, quien dicho sea de paso era tan ruin que tenía un teléfono monedero en su propia casa, se animó a pagar el resca-te de su nieto, con inmenso do-lor de su bolsillo. Pero eso había sucedido en 1973, en Inglaterra, mientras que la novela de la que hablamos esta noche se desarrolla seis años más tarde, en Los Ánge-les, y los hechos no corresponden de ningún modo, por lo que digo que fue un lapsus evocatio, pero me he permitido esa nebulosa digresión impuesta más bien por la nostalgia, tan solo por evocar el universo mediático en el que me crié siendo muchacho, y que la novela de Luis Alberto Bravo retrata con maestría. Sus páginas recrean soberbiamente ese sabor de magacín dominguero, alimen-

El Jardinero de los

Rolling

Stones

L. Salvador J.

Luis Alberto Bravo, teatro de ARtes Segundo Cueva Celi

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tado por la recién parida horda paparazzi, atrincherada en torno al mundo del espectáculo, con sus cámaras apuntando hacia el jet set y ese glamoroso universo de groupies rubias, de musas y semidiosas que inspiraron can-ciones como Ruby Tuesday o Penny Lane, pero también trage-dias e infiernos personales.

Precisamente así, y de este modo, El jardinero de los Rolling Stones emprende un vuelo parabólico que parte de la mera especula-ción efectista, para sobrevolar el mundo del rock de los setenta (si se me permite, la década prodi-giosa), pero sin alcanzar jamás las estrellas. Naturalmente, el encandilamiento se mantiene por varias páginas, para luego ir ate-rrizando de forma irremisible en la oscura vida de los cuatro chi-cos que han emprendido su aven-tura indagatoria, más como una forma de acercamiento a Keith Richards que por interés en el jo-ven suicida. El desenlace muestra en escenas bien logradas el soli-tario desengaño de estos chicos, quienes evocarán desde sus bu-tacas nostálgicas el vano intento de orinar sobre el arco iris. El desencanto se retrata con ironía al ver que todos, absolutamente todos, estrellas de cine y gente de a pie, rockeros y pueblo de la ca-lle, no somos sino seres mortales, hierba del campo, que florece y

se renueva por la mañana y por la tarde la siegan y se seca, humo que no tiene consistencia, o como lo diría con perfección la senten-cia eterna: Vanidad de vanidades, todo es vanidad.

Con un manejo eficazmente des-prendido de costumbrismo for-mal que nos ha mantenido pos-trados por varias décadas, y del cual, por suerte, empezamos por fin a desembarazarnos, la nove-la de Bravo consigue enganchar con un suspense que no declina al convertir esa suerte de malogra-do reportaje en el resorte emocio-nal de la novela.

Hacía dos años yo había leído otra obra de Luis Alberto, Sep-tiembre, desarrollada asimismo en ambientes cosmopolitas y ale-jada del oscurantismo rural que ha novelado desde la truculencia vesánica y el acendrado odio an-ticlerical como lugares comunes. Pero Bravo saca la cabeza por la ventana y abre su frente al viento amplio de un eclecticismo global que no solo se alimenta de buena literatura sino que encuentra tam-bién en los basureros del lenguaje chatarra un rico arte en punta de lanza, como sucede con el mundo de los cómics o del cine clase B.

Diálogos bien construidos (sobre todo los diálogos telefónicos), escenografía realista, prosa con-tundente, descubren una mano

segura, que no requiere de trabazones rebuscadas. Por otro lado, el manejo fragmentarista de la obra, a mi modo de ver, tanto en el planteamiento de la misma como en ciertos pasajes concretos, propo-ne soluciones de avanzada para es-cenas que se dan al mismo tiempo, como cuando el viejo Sutcliff grita desde su ventana que está conven-cido de que fue el año en que los adolescentes empezaron a vestir con jeans gastados, cuando este país se jodió. En la escena se puede ver y escuchar al mismo tiempo la voz que sale por la ventana, esqui-vando una bandera que ondea entre los balaustres, para quedar atrapa-da finalmente en una vieja cerca de madera.

Para terminar, las ilustraciones y gráficos en cada página, así como los espacios entre ciertos párrafos, quizá pretendan orientar mejor al lector, quizá respondan a una in-consciente necesidad de imágenes para pasar a tragos las palabras, o quizá obedezcan más bien a un infundado temor de no ser lo sufi-cientemente explícitos, ampliando así el sentido de las palabras. Pero en todo caso yo pienso que el lec-tor puede prescindir perfectamente de todo aquello que le basta y le sobra a la potencia informativa de la palabra, que por sí sola es capaz de reemplazar diez mil imágenes y, aun así, mantener la puerta abierta a la imaginación prodigiosa.

Anita Pallemberg y Keith Richards

Anita Pallemberg

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La poesía ecuato-riana recibe un estupendo baño de frescura y revita-lización con el poemario Pop-up del joven lojano Kelver Ax, publicado en la editorial peruana Casca-huesos. Kelver con humor dadá, inventiva envidiable y un lenguaje aparentemente sencillo –lo que resulta di-ficilísimo de lograr–, cultiva un pensamiento paródico y anarquista que piensa con-tra sí mismo para aprender a vanagloriarnos de nues-tras carencias: “amo lo que no soy porque en ello radi-ca mi riqueza”, dice Kelver, que a fuerza de versos cor-tos, precisos, epigramas y aforismos escribió su libro. “En el aforismo, más aún que en el poema, es donde la palabra es dios”, decía Cioran; no es gratuita la

cita que Kelver utiliza del pensador rumano: “Mi idea de escribir un libro es des-pertar a alguien, azotarle”.

En Pop-up los contrastes entre enferme-dad y riqueza funcionan a plenitud, este juego no tiene límite, cada uno de nuestros deseos recrea el mundo y cada uno de nuestros pen-samientos lo devasta. La violencia es contra quienes creen en la esperanza, por eso se cri tica el afán de los fanáticos del hombre, cre-yentes del optimismo. Aquí aprendemos a humillar al hombre: un animal arro-gante al que hay que ha-cerlo entrar en razón para mostrarle con qué lodo fútil está amasado. Pero no po-demos subestimar los peli-gros de la humillación.

Kelver también se burla de la solemnidad de cierta poesía, del ofi-cio infructuoso de escribir poemas, sobre todo de la palabra “poeta”, del cliché, de la etiqueta barata y es-cribe: “nosotros los poetas/ llegamos a grandes hoteles/ de ciudades heliocéntricas/ para amanecer en recep-ción/ podridos de ham-bre/ de frío (frío humano por supuesto)/ sin dinero/ escribiendo poemas/ para tener el posterior cinismo/ de ubicar debajo/ ciudad y

fecha en que fueron escri-tos/ como si eso garantizara algo/ y nosotros lo sabe-mos/ por eso dormimos en el sofá/ de un lujoso hotel/ llamado Poesía”.

Quizá sea nece-saria la transición de la palabra poeta a escritor de poemas, ya que poeta es otra palabra que llegó a la cúspide de la ignominia. Seguramente porque la poesía sirve solo para es-conderse: ¿quién engaña a quién en este juego deli-rante? ¿A quién le interesan los traumas y complejos del prójimo si son suficientes los propios? Es un ejercicio radicalmente etéreo, mez-quino y onanista.

Pero en Pop-up sabemos de qué habla el poema porque es real, tiene su peso justo, gusta, viene de una necesidad, de una emergencia, de una urgen-cia, uno se asombra y se reconoce ahí: “la poesía me lleva en su taxi/ o mejor di-cho/ la policía me lleva en su auto/ escribir es algo así como morir/ (les digo)/ es-cribir es algo así como ofen-der/ (responden)”. Además, en otro gesto irónico, hay una cita de la suicida esta-dounidense Anne Sexton: “Mis admiradores creen que me he curado, pero no, sólo me he hecho poeta”.

Pop-up de Kelver AxAndrés Villalba Becdach

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Este osado crisol de li-cencias lingüísticas, transgresio-nes verbales y experimentos con la forma tradicional de lectura, guardan estrecha relación con el otro oficio que Kelver ejerce: la pintura y el reino visual. En sus dibujos irracionales, descabella-dos y surrealistas la cromática se vuelca al detalle minucioso y milimétrico donde el ojo gana su azar y nos dejamos vencer por obsequios visuales como un chorreo de iluminaciones. De ahí la asociación de que cada verso sea un gatillazo fulminan-te, preciso como una pincelada con el dominio cabal de todas las imágenes logradas a lo largo del libro. “Sé que no voy a vivir de la literatura, pero con la pintura sí hago platita”, ha dicho y sen-tenciado Kelver Ax con absolu-ta razón. De igual importancia, aquí asistimos a una capacidad admirable de asociar el engrana-je poético con soportes técnicos como celulares, bluetooth y de-más formas comunicacionales que el tecnicismo ha impuesto en la modernidad.

Pop-up es un mundo alucinado, alejado de la impos-tura del yo plenamente empírico, goza de la recreación del mundo de la memoria, suenan zarpazos en las páginas, con escisión y mordedura, no se detiene porque no hay fronteras: hay parénte-sis de realidad en sus múltiples universos simbólicos. Reflexio-namos que existir es un vicio y un eco triste de algo terrible, vacuo y absurdo que ya sucedió. Como privilegio de incoheren-cia, el ejercicio negativo se erige como posibilidad de dignifica-ción, lo que equivale a decir que el proyecto de los individuos es la extinción de sus posibilida-des, una sensación de escarbar sin éxito en las ruinas y pavesas del pensamiento y de la histo-ria para sobrevivir en tiempos de hecatombe: “que alguien de-tenga el deshielo de mi cabeza/ siento miedo a colgar la pluma/ ese cuaderno mal escrito que es

la vida/ pueda que el sol/ llegue a mi ventana convertido en co-librí/ pero muere como todos: hediondo y sin orgullo”.

La palabra sale purifica-da desde el tuétano del lenguaje y desde los intersticios del incons-ciente, pero la esencia engaña porque nada está quieto: la agili-dad textual escapa y rehúye a ser aprehendida. La mente carece de valor sino constituye un acto vertiginoso y arriesgado, caemos en cuenta que somos animales bochornosos, herederos de una existencia gratuita. En Pop-up la mente sale de su laberinto trivial para encontrarse fracturada por la complejidad de otra posición: tomamos partido y perdemos porque nuestras enfermedades destruyen todo lo que tocan. No hay vuelta a la inocencia y no hay sosiego en la destrucción.

En Pop-up también hay una obsesión con el mundo bu-cólico, pastoral, con las sombras tutoriales y difuminadas de la madre y el abuelo de nuestro au-tor a lo largo del libro. Elucubrar el tema de la infancia es difícil, delicado y muchas veces doloro-so, la niñez es como la patria y la patria a veces es una infamia. “Infancia, pero no quería nom-brarla/ quería encontrar tan solo el arte/ en que ella misma se es-cudaba”, escribe el poeta argenti-no Arturo Carrera.

Resulta admirable el ejercicio y desvelo de melanco-lía de Kelver para reconquistar el pasado y saldar cuentas con el pequeño Kelvercito que fue. No podemos soslayar la crudeza y tristeza de la infancia, la infan-cia es el territorio donde todo sucede y sucede para siempre. El mito de la infancia es global, lo cifra un mundo. Y hay que vol-verse niño desde la escritura para restaurar y corregir la infancia de ese mundo, acaso siempre diáfano y nuevo: “antes era un niño mezquino y acomplejado/ ahora recojo los huesos de niños huérfanos/ y cuidadosamente los

disperso en el patio/ para verlos resplandecer con el primer rayo/ proyectar sus sombras de silen-ciosa fe y letales/ en una silla me espero/ y nunca llego/ el niño que sonríe en mis viejas fotos/ es el mismo que me estrangula”.

Me detengo en otro poema: “Y si detrás de cada le-tra/ hubiese un soldado que nos apunta/ Y si detrás de estas pa-labras: / una bala que se aproxi-ma”. Este breve texto es un claro ejemplo de cómo Kelver Ax so-luciona de una forma particular muchos de sus poemas: toda una historia es sintetizada y desple-gada de forma lacónica y con-tundente. El encantamiento de contar más diciendo menos, un arte en fuga para una mirada en fuga hasta respirar por piel ajena. Universalizar la propia anécdo-ta –lo cual también es un vicio triste–, hasta que sea apoderada y quede como una aguja en el cerebro. El estupor de la primera lectura es conciso, su chirlazo es contundente y se polariza: pasa súbitamente de una carcajada a la irradiación de una lágrima. Poesía como encuentro entre el flujo barroco, impronta entre el español y la explosión del surrea-lismo, con hermetismo y subver-sión referencial: “para qué escri-bir si el tachón supera al poema”.

El cubano José Lezama Lima decía: “solo lo difícil es es-timulante, solo la resistencia que nos reta es capaz de enarcar”. Sin duda, dedicarse a escribir o leer poesía es un acto de resistencia, pero como nos habla un poema, no nos habla nadie en el planeta. El poema es el único lugar don-de la lengua no miente, existen libros de poemas mentirosos, pero cuando te sacude un poe-ma, esa lengua no miente jamás. Pop-up no miente y comulga de forma porfiada con gustar y gus-tarse, el mejor principio posible. Para no herir más la fiesta de este fabuloso libro desde la pobreza de mis palabras, termino con es-tos lapidarios poemas:

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[%]

el que vive en mí no realizará su sueño

que se joda

a mí me da la gana de ser poeta

y no le voy a permitir ser doctor

ni profesor

ni astronauta

amo

lo que no soy

porque en ello radica mi riqueza

*

siempre estaremos descalzos para la nieve

siempre propensos al deshielo

tú cabes en una gota

yo no

Hawking cabe apenas en su silla

y el universo cabe apenas en su cabeza

*

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*

es cierto que desde cualquier recodo

apenas extendiendo tus brazos te es posible abrazar al mundo

lo triste es querido amigo

que no serás correspondido

*

*Texto leído en la presentación del poemario Pop-up en el Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, diciembre de 2014.

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Kelver Ax ha inventado algo: ha toma-do la tradición objetivista de la lírica occidental (Creeley, por ejemplo) y las escrituras minimalis-tas (el aforismo, el haiku) y las ha convertido en una experiencia acumulativa y serial. Mediante una serie de artefactos visuales que intervienen sobre todo en la secuencia lineal del ojo, Kelver diseña mundos en miniatura que, más que la leve-dad del mirlo, semejan la ligereza del electrón. De hecho, este libro –formulado como una especie de poema único, a la manera de muchas obras poéticas contemporáneas- parte de entender la vida como un artefacto electrónico cuya vivaci-dad parece proceder de un lugar atávico, indistin-guible de las pantallas apagadas de los ordenado-res y de los black-outs de las experiencias místicas, alcohólicas o sicotrópicas. Siento que este libro consigue ampliar el escenario de la ultimísima poesía ecuatoriana (divirtiéndose y padeciendo los límites de las experiencias maquínicas), den-tro de un despliegue estilístico bastante personal y un vuelo entre manso, paradójico y demencial.

Algo que me llama particularmente la atención sobre este libro es el trabajo sobre las imágenes. Cada vez creo de manera más firme que las imágenes (y, desde luego, su novedad y pertinencia) son el núcleo natural, consustancial de un buen poema. Sin ellas, estamos segura-mente ante un ensayo o quizás ante un poema ensayístico, quizás. Además, debo decir que las imágenes de Ax son extremadamente precisas y variadas. Por ejemplo: “soy una foto que perdió su ropa/en la memoria de una cámara ahoga-da/ kelver ax/ HAY LUGARES DONDE LOS AUTOS ACUDEN/ ENCIENDEN SUS LU-CES/ E INVENTAN CIUDADES/ bluetooth”. Además sospecho que Kelver trabaja sobre la in-vención de la memoria, única combinación que

parece amplia y vasta para la creación poética hoy por hoy, considerando lo consignadas que están las experiencias de orden simbólico en el mundo contemporáneo.

Curiosamente, estas apropiaciones, jue-gos de impostura o enmascaramiento ponen en tensión códigos que parecerían convenidamente poéticos (luces, lugares, ciudades) con otras que ni siquiera han sido codificadas lexicográficamen-te en el ámbito de la lengua española (Bluetooth). Y eso supone un riesgo semántico grande, pero como dice Kelver Ax: “a la poesía hay que matar-la para evitar que muera”. Ahora decimos astro-labio, aunque ya no se usa astrolabios porque la palabra conserva una sonoridad y una semántica muy particulares, además de un trasfondo histó-rico muy sugestivo. ¿Por qué no podría usarse en un poema Bluetooth o, más bien, Blutud, como si se tratara del nombre de una ciudad del África Subsahariana. Me parece que Kelver es conscien-te que es imposible escribir, hoy por hoy, desde la pura inspiración solamente. Hoy la poesía es un género extremadamente difícil de escribir por la densidad y proliferación de universos simbólicos de toda índole. Acudir a los lenguajes contem-poráneos es apostar. Recuerdo algún poema de Cristóbal Zapata donde una chica miraba un vi-per en una parada de trolebús. Entonces, aquello podría haber resultado anómalo, pero hoy resulta sugerentemente vintage.

Frente al mascarón de metaforones, au-torreferencias, chantaje sentimental y lenguaje discursivo que parece dominar hoy por hoy la poesía ecuatoriana reciente que merece atención, Kelver Ax es un guardián lúdico (no podría ser de otro modo en este punto de la historia) de los pequeños formatos. Como ese chico que, en me-

Si Robert Creeley tuviese un Bluetooth en la cabeza

(Sobre Pop up de Kelver Ax)

Juan José Rodinás

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dio de un grupo de guitarristas de heavy metal con grandes amplificadores, saca su armónica y entona un blues gracioso y profundo. Cerca del llamado Al Lit, movimiento de poetas norteamericanos muy jóvenes, que toman apuntes del diario íntimo, los recortan y los hacen volar, Kelver conjetura un imaginismo posmoderno, aunque ciertamente más autocrítico que los chicos del Alt Lit, para inventar una identidad: Hay veces que sueño / soy Lautrec/ cuentan que vio arañas/ a las cuales persiguió a ti-ros/ todo por hacer su muerte entrete-nida”. O “debo ser imaginario como mi abuelo/ quien surgió trizando el hielo de un lago congelado”. Ax nos propo-ne una fabulación del yo como cuando dice “en mi sombra / mi madre intu-ye la figura de un cerdo/ pero lo llama estrella”. Crítica e impugnación al yo consignado por la historia, sin romper con él, pues todo poema surge de la ex-periencia, pero se filtra en la imagina-ción, como en este poema que quiero leer completo:

breve así comprendí la vida a la edad de 5 años al ver sacrificado el pollo blanco que semanas atrás me regaló mi madre

mi primer amigo dormía descuartizado en los platos servidos a mi padre y hermanos yo simulaba tener hambre y contenía el llanto con tal de tomar en mis manos al querido Mike como verlo quieto dormido entre mis piernas y no sobre un nido de arroz tendido como un monumento derribado conteniendo su historia ante un orgullo transparente corriéndose por el concreto

mi estómago es un cementerio de pollos desprovistos de su esqueleto

*Texto leído en la presentación del poemario Pop-up en el Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, diciembre de 2014.

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Aunque fue corresponsal en la India anglo-sajona para dos medios británicos, Joseph Rudyard Kipling (1865-1936) no logró popu-laridad hasta la publicación de Kim (novela de 1901 en la que popularizó el término “El gran juego” en relación a la guerra en-tre rusos y británicos) y El libro de la selva, recordando al éxito de Dickens. Desde ese momento, Kipling mostró sin cortapisas su posición a favor del colonialismo y una acti-tud antiliberal, lo cual le valió el rechazo de George Orwell y una disminución de su fama en la década de 1930. Apreció a los musul-manes, pero no a los hindúes y menos a los bengalíes, a los que despreció siempre. Para W. Somerset Maugham, Kipling tenía un “ra-malazo rabelesiano”.

Nobel de Literatura en 1907 con 42 años de edad, escribió más de cuatro-cientos relatos entre los que destacan La ciudad en una noche atroz (1885) y (1888). Trabajador compulsivo como sus amigos Henry James y Robert Louis Steven-son, fue reivindicado por T. S. Eliot. El autor

de Capitanes valientes ha sido traducido al castellano en numerosas ocasiones por es-critores como Benitez Ariza y Martínez-Lage, siendo su más ferviente defensor Jorge Luis Borges, quien tradujo La casa de los deseos y numerosos relatos y ensalzó el valor literario de Kipling siempre que tuvo ocasión.

En Kipling no se explica la literatura por la vida, sino la literatura explica la vida del es-critor y la vida de Kipling estuvo a la altura de su obra. Kipling ya destacaba, en el Uni-ted Service College, como lector (el director le dio acceso libre a su biblioteca personal) y escritor, fabulando algunos de los relatos luego compilados en Cuentos llanos de las montañas, que Kipling publicó a los 22 años y en los que la imagen reflejada de la socie-dad es desoladora. Su éxito se fundamenta en la claridad de su literatura, su viveza y efi-cacia, en la elección de los vocablos a utilizar por su cadencia y precisión, en la sonoridad y el ritmo, en la riqueza de léxico, en el alien-to y vigor característicos en un consumado dominio del relato.

La editorial española Cátedra publica el libro del autor inglés Límites y renovaciones, que alterna el relato corto con el poema

Carlos Ferrer

¿Qué sería de Kipling sin Borges?

Jorge Luis Borges

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L o s cuentos de Ki-

pling son, como quiere Ricardo Piglia, cuentos con lomo y vientre, cuen-

tos de doble lectura

Kipling fue un autor con grandes dotes de ob-servación, con destreza en la expresión y una fructífera inventiva. El marcado acento de sus personajes ha sido un constante quebradero de cabeza para sus traductores. Sus cuentos de la India son tanto sobre los británicos en la India como sobre los nativos de la India. Rezuman en ellos la tierra abrasada, los bazares, las lluvias, el calor, los barracones militares. La muerte de sus hijos (primero Josephine en 1899 y en 1915 John) pudo provocar ciertos rasgos existentes úni-camente en sus últimos textos, como la estratificación de los significados, la condensación en un puñado de páginas de lo que pudiera haber sido una novela la reiteración la obligatoriedad de leer entre líneas para deducir los datos ocultos y la relevancia de los encabezamientos.

Límites y renovaciones, libro de 1932 que pu-blica la editorial Cátedra, aglutina 14 relatos y 19 poemas puesto que sigue la pauta, iniciada por Emerson, de alternar prosa y verso. Los te-mas de los textos de Kipling no son nuevos en su trayectoria: el odio y la venganza, el amor a Francia, la francmasonería, las secuelas morales y físicas de la Gran Guerra, la figura de San Pa-

blo… Entre los relatos de este libro destacan Aurora malograda, La iglesia que ha-

bía en Antioquía y Misericordias no acordadas, una fábula en

donde el amor es más fuer-te que la muerte.

Javier Marías afirmó que “los cuentos de Kipling son,

como quiere Ricardo Piglia, cuentos con lomo y vientre,

cuentos de doble lectura. En-cierran a veces toda una literatura

posterior; así, leyendo determinados cuen-tos se entiende mucho mejor de dónde viene y cómo funciona Borges”. Borges, siempre Borges.

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Con la presencia de estudian-tes, docentes, representantes de instituciones públicas y organi-zaciones femeninas, el pasado 4 de marzo, la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, Núcleo de Loja abrió las puertas al pensamiento formativo en el ámbito cultural, musical dancísti-co y de las artes plásticas y visua-les en homenaje a la pionera de los caminos de superación para la mujer ecuatoriana y latinoameri-cana, Matilde Hidalgo de Procel.

La actividad se inició con las palabras de Félix Paladines, pre-sidente de la institución haciendo un saludo alusivo al Día Interna-cional de la Mujer y destacando el alto grado de convocatoria que tiene este evento, cuya parte aca-démica contó con la participación de la historiadora guayaquileña Jenny Estrada, Alicia Ochoa de Suing, Soledad Aguirre de Rengel y María Rosa Romero de Sama-niego.

IV Encuentro Nacional Arte Mujer

‘Matilde Hidalgo de Procel’ 2016

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En el desarrollo del even-to se realizó la presenta-ción de la cartilla escolar ‘Matilde Hidalgo de Pro-cel, la lojanita invenci-ble’, trabajada en la par-te conceptual por Alicia Ochoa y Jeannet Coronel quienes fundamentaron este trabajo en el libro ‘Una mujer total’, escrito por Jenny Estrada.

Como parte de este acto cultural se contó con la participación especial del ensamble de Docentes del Conservatorio Supe-rior Salvador Bustamante Celi, bajo la rectoría de la Secretaría de Educación Superior de la Ciencia,

Tecnología e Innovación, SENESCYT, así como de Marcelo González Tino-co, ganador de la men-ción Independencia de Guayaquil en el I Concur-so Nacional para Jóvenes Compositores del Pasillo, organizado por el Muni-cipio de Guayaquil y el Museo Julio.

Además en las salas de exposiciones Kingman fue inaugurada la mues-tra colectiva ‘Mujeres en el Arte’ con la partici-pación de: Tania Sáez, María Dolores Coronel, Claudia Bravo, Antonie-ta Maldonado Coronel, Rina Guamán Aldaz,

Ashly Curay, María Cris-tina Sánchez, Adriana Maldonado Sánchez, Bertha Orellana, Patricia Soledad Tapia, Gabriela Granda Rojas, Paulina Salinas Erreyes, Lida Riofrío y Jeannet Coro-nel. Mientras que en la Ángel Rubén Garrido dio apertura a las muestras de Gerardo Sáez Muñoz con la serie esculto-pictórica ‘Neohumanismo del III Milenio’ y de Pablo Orte-ga Salinas con la muestra escultórica ‘La edad de la belleza’.

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Solidaridad y Arte

José Antonio Mora

Claudia Bravo

Adriana Jaramillo

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Catalina Villamagua

Bayardo Cuenca

Un espíritu de solidaridad y f r a t e r n i d a d

nacional es el senti-miento que respalda a los damnificados por el sismo de 7,8 grados en la escala de Richter que afectó principalmente a Ma-nabí y Esmeraldas, el 16 de abril a las 18:58. Imágenes de muerte y catástrofe rondan aún como un fantasma que no quiere despe-garse de estas provin-cias, cuyas playas y co-munidades eran antes un atractivo turístico y, hoy ese paisaje en-cantador y alegre se desvanece como un suspiro entre la brisa del mar, dejando una huella de sufrimiento y pesadumbre.Pero, después de esta tragedia inesperada e imprevista, la solida-ridad inicia un ciclo y supera los límites de la catástrofe, las vo-ces se unen, el apo-yo se evidencia con las donaciones de vi-tuallas, medicinas y alimentos. Las redes sociales hacen eco de propuestas y algunos países se suman a este grito solidario del pueblo ecuatoriano que arrima su hombro para miles de seres

que perdieron todo o casi todo.En este proceso la Casa de la Cultura Ecuatoriana se hace presente y solicita a los creadores plás-ticos que entreguen sus trabajos para lue-go subastarlos y di-reccionar los fondos recaudados a las víc-timas del sismo. Y los artistas plásticos loja-nos con gran nobleza se han sumado a esta causa, plasmando en imágenes el renacer, lo infinito, lo divina-mente humano, lo frágil y dando pincela-das de hidalguía que no son más que un grano de arena para esta causa infinita que refleja arte y cultura.Raúl Pérez Torres, en el caso de la autono-mía de la Casa de la Cultura Ecuatoriana afirma que «Ahora necesitamos corazo-nes antisísmicos para trabajar juntos por la reconstrucción de la Patria, y eso solamen-te lo podemos acome-ter desde la cultura. Todo lo demás es fá-cil»… Ahora el arte se manifiesta y se une a esta cruzada nacional.

Jeannet Coronel

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José Antonio Mora José Antonio MoraJosé Antonio MoraJosé Antonio Mora

José Antonio Mora José Antonio Mora José Antonio Mora

Tamara Jima

Tamara JimaTania Sáez

Tania Sáez

María Dolores Coronel

Paúl RamírezEfrén Guamán Mosquera

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Adriana Jaramillo

Catalina Villamagua

Tamara Jima

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1. Resumen histórico

El contexto socio-económico de Ecuador al iniciar el siglo XX nos muestra un país que de exportador de caucho, cacao, café en los prime-ros cincuenta años y banano en los sesenta, se convierte en exportador de petróleo en 1972, entrando así en una etapa de mayor dependencia con el capitalismo internacional y la ficción de un país moderno. La Ley de Reforma Agraria expedida en 1964, priva a los campesinos de la tierra productiva de las haciendas que caen bajo la Ley, circunstancia que produce un fuerte fenómeno migratorio campesino a la ciudad, con la consiguiente desestructura-ción del sector agrario.

La década de los setenta es muy importante para entender el nuevo proceso cultural que se produce en la cultura, las artes y particularmen-te en la música. En lo político, la dictadura de Guillermo Rodríguez Lara exhibe un proyecto con mem-brete revolucionario sobre la base de un país petrolero, proyecto que se materializa en la construcción de grandes obras públicas, que dan la ilusión de un país desarrollado y moderno. Esta imagen de moderni-dad se concentra principalmente en las ciudades de Quito y Guayaquil, donde la mano de obra atraerá a los grupos humanos desocupados, que, como veremos, su presencia incidi-

rá en el movimiento musical de las siguientes décadas del siglo.

Con relación a la música, se asiste a un doble fenómeno socio-cultural como lógica consecuencia de las tendencias musicales modernas, la situación económica de las clases medias y un nuevo grupo huma-no en condición de marginalidad. Los modernos medios de difusión propician el conocimiento e imi-tación de los grupos musicales del momento, que emulan la imagen y música de los Beatles, The Ro-lling Stones y los grupos del cono sur: Iracundos, Ángeles Negros, Pasteles Verdes y los cantantes de moda, Leonardo Fabio, Leo Dan,

Sandro ,etc., y los contemporáneos europeos. Tal novedad, alimentada por los medios de difusión, más la idea de lo moderno, propicia la subvaloración de las músicas tradi-cionales y de raíz indígena. Mien-tras tanto, la modernización de las estructuras económicas y políticas nacionales, como efecto de la mala aplicación de la reforma agraria, trae como consecuencia la desar-ticulación de la incipiente organi-zación rural y se producen grandes flujos migratorios hacia las ciuda-des de Quito y Guayaquil, centros de materialización del aparente proceso de modernización. Conse-cuentemente, la concentración de una amplia variedad de elementos

LA MÚSICA ECUATORIANA DURANTE EL SIGLO XX

Vicente Jaramillo Fierro

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culturales, fruto de las aglomeracio-nes humanas heterogéneas, produce una hibridación de costumbres y tradiciones culturales diversas, cuya manifestación en la canción popular se evidenciará muy pronto.

Las condiciones sociales y con-flictos sentimentales surgidos de las circunstancias en que se produce el abandono de la población rural y el impacto de las exigencias urba-nas, comienza a manifestarse en los ritmos populares, pasillo, bolero y vals. En esta circunstancia surgen representantes populares de la can-ción como Julio Jaramillo, artista que cumple un papel preponderante en la circunstancia del pueblo mar-

ginado a través de la canción y muy particularmente en el pasi-llo, género que adquiere con él la fisonomía de una canción sen-cilla, pero altamente sentimen-tal. Si durante los años treinta el pasillo contenía generalmente el sello trágico del amor no corres-pondido, el pasillo de los setenta se volverá ampliamente explica-tivo de esta nueva realidad so-cial, aunque seguirá mantenien-do con más fuerza su naturaleza sentimental.

2. La música popular

La música popular, considera-da como la música proveniente de la gran masa del pueblo, y que contiene códigos propios, identi-ficables por un buen sector de la sociedad, que la comprende sin que medie para ello un estudio intelectual (César Santos, EN-CICLOPEDIA DE LA MÚSICA ECUATORIANA), estuvo en los primeros años del siglo asociada con la llamada música académi-ca; pero con la creación de los conservatorios y su formación escolástica, se fue abandonando los códigos populares, por lo que esta música optó por sus propios medios de expresión. Por las dé-cadas de los veinte y treinta, la difusión de las músicas, europea y norteamericana, modificó los patrones de la música popular, porque las empresas discográ-ficas crearon sus propios este-reotipos y formatos musicales que les permitían mayores be-neficios. Hubo, por tanto, una mayor exigencia en la creación y la interpretación, aunque este procedimiento ahondó más la brecha entre la música que se proyectaba hacia el extranjero y la canción genuinamente nacio-nal, que fue perdiendo acogida en los medios de difusión.

La formación musical dada en los conservatorios de Quito (1770), Guayaquil (1928), Cuen-ca (1937) y Loja (1943), produjo varias generaciones de músicos tanto de formación estrictamente académica como de formación musical media. Los primeros,

influenciados por las corrientes nacionalistas europeas, crearon obras de mucha calidad, aun-que por la poca formación del público, muchas de ellas no han sido conocidas; en cambio, las creaciones de músicos de for-mación musical media han sido conocidas por el público a través del disco, ya que fueron las pre-feridas por las empresas disco-gráficas. Con todo, las creacio-nes musicales de autores, tanto académicos como de formación media, han contribuido a definir el carácter de la música llamada “nacional”*, generando identi-dad musical de un buen sector de la sociedad ecuatoriana.

3. La música rocolera

La mixtificación de los gé-neros musicales ecuatorianos por las relaciones musicales con los países latinoamericanos, principalmente México y Cen-troamérica, produjo un estilo de música que constituyó una res-puesta popular a la elitización de la música por los compositores académicos y la exigencia de las empresas discográficas para lograr mejores posiciones en el mercado. Es la música llamada rocolera, que tomó su nombre del aparato reproductor de dis-cos accionado por una moneda y que estaba ubicado en canti-nas y bares de mayor o menor categoría. El estilo se inicia ya por los años cuarenta y toma im-pulso y popularidad con la pre-sencia de los cantantes Olimpo Cárdenas y particularmente con Julio Jaramillo. La popularidad de estos cantantes sumada a la circunstancia social que produ-ce la migración del campo a la ciudad de grandes grupos hu-manos de diferentes sectores del país y su identificación con artistas y músicos identificados con su particular circunstancia y las empresas discográficas que dieron a Julio Jaramillo renom-bre internacional, ha significado también la valoración y recono-cimiento de la música rocolera, reconocimiento que aún se man-tiene vigente.

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4. Nuevas tendencias. La Nueva Canción

Por los años setenta y en coinci-dencia con las dictaduras impulsa-das por Estados Unidos para frenar el Comunismo en Latinoamérica, y los procesos políticos del cono sur (Argentina, Chile, Perú, Boli-via), surge una corriente musical que partiendo de las manifesta-ciones musicales tradicionales, indígenas y otros sectores sociales excluidos llevará al movimien-to denominado Nueva Canción Latinoamericana. Siguiendo mo-delos de Chile y Cuba surgen en Ecuador los grupos Pueblo Nuevo, Jatari, Yerbales, Illiniza, que pro-mueven una canción de corte pro-indigenista, con evidente influen-cia andina de Perú y Bolivia. Esta tendencia evolucionará más tarde hacia la llamada canción contes-tataria o de protesta política, con buenos cantautores como Jaime Guevara, Promesas temporales, Trosky Guerrero, Tulio Bustos, Benjamín Ortega y muchos más. La Nueva Canción evidencia un fenómeno que debe ser conside-rado en el análisis de las músicas populares: ser intérprete fiel de las formas sociales que a través de la historia definen musicalmente las circunstancias populares, dándoles un contenido estético.

5. Rock, Música Pop, Jazz, Ba-lada, Balada Rítmica, Música Urbana, etc.

El siglo XX no agota la exis-tencia de otras manifestaciones musicales que han surgido por influencia de los medios de comu-nicación y el comercio discográ-fico. Se produjeron a finales del siglo varias tendencias musicales: rock, pop, balada, balada rítmica, etc. Recordamos a Cruck en Kar-nak, Tercer Mundo, Darío Javier, Darwin, Ricardo Peroti, Pamela Cortés, Ricardo Willams, por se-ñalar los más populares. Ante la competencia comercial de grupos foráneos, varios de estos grupos y personajes han desaparecido, pero son parte del movimiento musical del siglo XX. Las décadas de fines de siglo se han caracterizado por un sincretismo de tendencias que recogen elementos de la música andina, la música afroecuatoriana y el jazz, como ejemplos. Se la ha denominado música urbana, aun-que hay que establecer la salvedad de que lo urbano no excluye las in-fluencias de las tradiciones rurales, y así lo señalamos al referirnos a la música rocolera. Recordamos a cultores como Los Amauta, Pro-mesas Temporales, Grupo Canela y cantautores como Hugo Idrovo, Juan Carlos Terán, etc. Del movi-miento cultural-musical de finales

de la II Guerra Mundial ha pren-dido en Ecuador el rock con una enorme diversificación, y con bue-nos representantes como Los Cor-vets, Grupo Bodega, Contravía, Tranzas y un ejército de cantauto-res y suscitadores.

Han sido muchas las influencias musicales que se han dado en el siglo y hemos entrado en el pre-sente a la llamada música de la posmodernidad, en donde se mul-tiplican las propuestas, los concep-tos así como las exclusiones; de tal modo que bajo la multiplicidad de propuestas el oyente ya no es un receptor del mensaje musical sino solamente un usuario, que busca la canción de moda, que la busca como se busca un bocado que se consume en el momento. Y como reflexión final. Nunca hemos esta-do tan rodeados de música y por eso, frente a tanta abundancia he-mos ido perdiendo la capacidad de interpretar su verdadero lenguaje, y lo que es más grave, la música de finales del siglo y la primera déca-da del nuevo va perdiendo su refe-rente cultural porque no fortalece la identidad local y nacional sino que nos construye varias identida-des, perdiéndose así el gran poder comunicativo que ha caracterizado a la música de todos los tiempos y de todas las culturas.

*Nota. Pusimos entre comillas la palabra nacional como referente de la música ecuatoriana, porque actualmente el término ya no de-fine al arte o música que procede de las tradiciones ecuatorianas, pues lo nacional se refiere a todo lo que se crea en el país, aunque no se relacione con lo genuino o tradicional. Tal es el caso del rock u otras manifestaciones musicales foráneas que, por otra parte, han tenido gran influencia en la música ecuatoriana.

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Tras unos comienzos poéticos en la revista Claraboya (1963-1968), de la que fue cofundador y director, el leonés Luis Mateo Díez (n. 1942) ha sabido dar a su prosa un cauce natural distinti-vo, que es el que convierte esta novela en una “ciudad de som-bras” espléndidamente trazada, con potencia expresiva y fluidez narrativa, con perfección estilís-tica y fuerza simbólica. La obra narrativa de L M. Díez, lector asiduo de los novelistas rusos, se ha ido acumulando, ganando intensidad e iluminando más y mejor el camino por el que dis-curre, como lo demuestra en Fantasmas del invierno publica-do por la editorial española Cas-talia y por Alfaguara. Y es que desde los siete años L. M. Díez escribe y escribe y escribe, por-que “la experiencia de lo imagi-nario, que es la escritura, para mí es suficiente”. Tan suficiente que casi su vida está más en lo imaginario que en la realidad, como ha llegado a confesar en alguna ocasión.

En 1992, L. M. Díez apuntó una cuestión que Fantasmas del invierno confirma. Decía que “en todo arte de narración o re-presentación la vida es fuente, bien para emularla o para su-plantarla. Y probablemente la orientación de lo que la novela moderna es o pretende ser está ahí, en esa profunda transfor-mación que supone no copiar la vida, sino suplantarla, no depen-der de ella como ineludible pun-to de referencia sino sustituirla desde otra realidad imaginaria en que la novela se constitu-ye”. Desde Camino de perdición

(1995) empezó a construir terri-torios o realidades imaginarias y a darles nombre, escribiendo desde la memoria, pero filtrán-dolo todo a través de la imagi-nación que es -y no es sólo- la memoria fermentada. Así propi-ciaba un encuentro placentero entre la imaginación y la vida, entre la fantasía y la memoria, y conseguía una identidad propia como escritor mediante la con-quista de un mundo de ficción. Una identidad en la que la luci-dez es una ayuda, la madurez un aval y la ambición un baremo de los retos literarios. Una identi-dad sustentada, por lo tanto, en la memoria, la imaginación y la palabra, que es el punto de ma-durez de un novelista, cuando lo fundamental está en lo imagina-rio y no en la vida.

El autor de La fuente de la edad ubica esta novela en Ordial para reflejar un crudo invierno de posguerra en 1947, en el que todavía permanecen anclados los desastres de toda guerra con sus miserias y tristezas. Respec-to a la creación de un mundo imaginario, con localizaciones y nombres propios, como su céle-bre Celama, L. M. Díez ha indi-cado que “siempre he sentido la necesidad de crear un territorio que fuese el espejo de mi pro-pia imaginación y que sostuvie-se todo lo que yo quería contar. Pero más que un refugio de la realidad, que también lo es, la conquista de un territorio lite-rario supone la conquista de la propia libertad”.

Ordial se localiza en una inde-terminada zona del noroeste es-

pañol, una geografía imaginaria que acoge su mirada del mundo y la experiencia que nutre su memoria y que es un elemento sustancial de la leyenda. Una leyenda oscura que pertenece a una memoria imposible de re-cordar, una historia dura dentro de una fábula terrible con ese brillo turbador de lo siniestro y la tara de la desdicha, de la desolación. Un ambiente des-graciado y hambriento que con-forma un tétrico microcosmos, en el que los personajes deam-bulan ante la imposibilidad de olvidar sus desdichas y vagan entre el remordimiento y el si-lencio, el secreto y las ruinas de la guerra, mientras asisten pasi-vos a los embates del destino sin ser capaces de combatirlos. Una ciudad fantasmal al igual que los seres atormentados que la pue-blan, “héroes del fracaso” que se mueven al son de una mono-corde música del remordimien-to. Una historia de fantasmas, despojos y ruinas con algunas pinceladas de humor, entendido este como una forma de distan-cia y de complicidad, de distan-cia con la realidad y de complici-dad con el lector.

En el hospicio El desamparo sobreviven un puñado de huér-fanos de la posguerra y en él sucede el elemento central de la intriga de la fábula, el asesinato de un niño y la posterior investi-gación del comisario Alicio Moro en medio de esa galería de des-amparados rodeados de nieve donde habita el silencio y ni si-quiera el Diablo quiere vivir. Vi-vir entre fantasmas del invierno.

Reseña

Fantasmas del invierno de

Luis Mateo DíezCarlos Ferrer

Academia de Artes Escénicas de España

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El escritor m e x i c a -no Juan Domingo

Argüelles, especialista en temas de lectura y escritura, señala que «escribir y leer son dos privilegios del vivir. Únicamente dos de los muchos a los que podemos tener acceso. Se vale, por supuesto, que haya gente que sólo viva para es-cribir y leer. El pleno ejercicio de su libertad se lo permite, y podemos lamentarlo o celebrarlo, pero no te-nemos derecho a impedirlo» (2014, p. 181).

En efecto, estos dos grandes privi-legios del vivir ha elegido, y a muy temprana edad, nuestra apreciada, admirada y respetable escritora María Celeste Torres Córdova. Pues, esta hermosa niña catamayense, al ofrecernos de su “puño y letra”, y sobre todo con su talento y encanto infantil, su primera muestra narra-tiva que en forma de libro recoge 19 sabrosísimos relatos, lo que ha hecho es demostrarnos el derecho que tiene, y dentro de la más ple-na libertad mediada por el cuidado de sus padres, de su familia y de sus maestros, para escribir lo que como producto de su más granada sensibilidad humana ha podido lo-grar hasta ahora: la escritura de es-tas bien trazadas historias literarias que al leerlas es posible disfrutarlas porque el condumio de su porte espiritual, de su amor por la vida, de su candor, y sobre todo de su vo-cación para escribir sin mayor difi-cultad que no sea la del esfuerzo, la disciplina y el conocimiento que de su lengua materna tiene para con elegancia y calidad estética poder expresar lo que el escritor italiano Luigi Pirandello decía con mucho acierto: “Todos tenemos dentro un mundo de cosas; cada uno su mundo de cosas. En las palabras

que digo pongo el sentido y el valor de las cosas tal como están dentro de mí” (citado por Pradelli, 2013, p. 51).

Y el mundo de cosas que esta her-mosa niña escritora tiene las expre-sa con el mejor sentido humano y literario que es capaz de verter en cada cuento, en cada historia, en cada moraleja que con entusiasmo narra para deleite de los lectores que con facilidad podrán adentrar-se en el sabroso mundo de las prin-cesas, de las flores, de las rosas, de los peluches, de los ositos, de las mascotas, del león, del gallo, de la hormiga, de los pollitos, del gato, del monstruo y de otros temas que son de la predilección de María Ce-leste, y que con los recursos litera-rios de la hipérbole, de la prosopo-peya, de la adjetivación y de ciertos nombres en diminutivo, le ha sido posible configurar a personajes lite-rarios que desde el mundo de la flo-ra y de la fauna nos encaminan a la toma de una lectura amena en cuyo propósito nace decir lo que señala la escritora argentina Ángela Pra-delli cuando menciona que “todo es una lectura, y todos somos, a su vez, la lectura que los otros pue-den hacer de nosotros mismos. La diversidad de los mensajes, de los códigos, de los registros nos hace tropezar con la multiplicidad de sig-nificados y nos obliga a decir nues-tras interpretaciones, al mismo tiempo que un universo de posibili-dades explota a nuestro alrededor. A c ada paso que damos se abren para nosotros infinitas lectu-ras” (2013, p. 19).

Y esto es lo importante en toda circunstancia literaria: las infinitas lecturas, las interpretaciones y los significados que un buen lector puede extraer. María y la magia de los cuentos celestes se presta

para, insisto, un buen disfrute lec-tor, sobre todo porque la creativi-dad literaria de María Celeste va en consonancia con lo que sostienen los escritores españoles José Anto-nio Marina y Álvaro Pombo cuando aseveran que aprender a expresar-se es, “en el fondo, aprender a ma-nejar la propia inteligencia, porque la inteligencia humana es estruc-turalmente lingüística: pensamos con palabras, nos interpretamos mediante palabras, gracias a ellas dirigimos la acción, y por ellas nos entendemos o malentendemos. La palabra hablada es el núcleo esen-cial de este gran dinamismo de la inteligencia, pero la escritura es su máxima realización objetiva, la que nos permite crear grandes obras del pensamiento o del arte, la gran generadora y transmisora de la cul-tura” (2013, p. 16).

Y como la literatura, por su pluri-significación, siempre nos ofrece una visión de la vida humana, sobre todo por la oportunidad que nos da para hacernos “un diagnóstico profundo del hombre actual que permita abrirle rutas fecundas” (Ló-pez, 1997, p. 20) y desde la libertad más plena que el escritor tiene para ficcionar la realidad, para imaginar-la y para inventarla, y ante todo para proyectarla como un objeto artístico, de manera que el disfru-te, la reflexión y la actitud crítica del lector le permitan conocerse a sí mismo y en su ineludible relación con el mundo pueda, desde la obra literaria, encontrar la riqueza signi-ficativa que las palabras tienen no solo en su literalidad, sino funda-mentalmente en su trascendencia para inferir ese mundo ilimitado de posibilidades literarias desde una “conciencia posicional de que el mundo es un valor, es decir, una tarea propuesta a la libertad huma-na” (Marina y Pombo, 2013, p. 48).

María y la magia de los cuentos celestes

Galo Guerrero-Jiménez

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Por consiguiente, el mundo literario que María Celeste ha creado desde su más plena conciencia posicional tiene un valor no solo literario sino ético en cuanto que ha preferido, desde el accionar de sus personajes literarios, animalitos y plantas, en la mayoría de los casos, ofrecernos un campo de realidad axiológico y cuya identidad está direccionada a promover un determinado tipo de valor en cada cuento que ella crea; así, el interés por los desampara-dos, por el valor de la compañía, de la felicidad, del perdón, de la valentía, del trabajo bien realizado, la gratitud, la colaboración, la soli-daridad, son evidentes en cada por-ción de realidad literaria que desde la técnica de la introducción tra-dicional al estilo de los cuentos de hadas o llamados maravillosos, em-pieza su historia diciendo: “Había una vez” “Érase una vez”, “Cuenta la leyenda”, o introduciendo la his-toria directamente señalando el lu-gar preciso en donde se desarrolla la trama: “En un jardín muy gran-de”…, “En el campo nació un capu-llo de rosa”…, “Daniel tenía un pro-blema”…, “En una linda casita en

donde vivían dos niñas”…, “En una granja había muchos animales”…, “En un país tan lejano pero tan le-jano”…, “En una región apartada de la China”…; o, el final de la historia que a veces concluye con la clásica sentencia de “Chapatín chapatado este cuento se ha acabado” o ce-rrando el cuento indicando que el problema de la trama está resuelto. Esta técnica del cuento cuya con-clusión es una acción terminada, cerrada, es vital para expresar la intencionalidad ética que María Ce-leste tiene en el accionar narratoló-gico que en cada relato es evidente.

En conclusión, lo que María Celeste Torres Córdova ha hecho de su tier-no libro de cuentos es una magia de palabras bien trazada, suficiente-mente bien contada, con un estilo claro, sencillo, transparente, ame-no, sugerente; y, aunque haya cier-tos defectos de lenguaje de carác-ter morfosintáctico y ortográficos, sobre todo en el uso de la coma, es lo que, justamente, da la medi-da de quien ha escrito este manojo de cuentos maravillosos: una niña que, para su corta edad, más bien evidencia un buen manejo de la

lengua, como si se tratase de un adulto muy culto que con soltura y conocimiento de causa camina con prosa, con donaire y con un estilo sobrio por los vericuetos de una de las disciplinas más humanas y humanísticas: la literatura, en este caso en su variante del relato corto, colorido, fabuloso, y cuya potencia-lidad de sentido narrativa y axio-lógica “pone el acento –como dice la investigadora Liliana Pazo- en el aspecto temporal y dramático del relato; la descripción se detiene so-bre los objetos, por eso parece sus-pender el curso del tiempo e insta-lar el relato en el espacio” (2011, p. 70) de su mundo poético, alegre y de ensoñación que María Celeste vive con una bien calmada solven-cia intelectual y emocional, sobre todo pensando y trazando nuevos ideales narratológicos y amena-mente poéticos que, estoy seguro, fluyen con dinamia en esta nueva y flamante escritora que, desde ya, con sobra de méritos ha ingresado, altiva y sonriente al campo más di-námico y estético que nuestra rea-lidad mundana tiene: la literatura.

16 Aniversario de la ASociación de ARtístas Plásti-cos y Visuales de Loja

Publicaciones de la CCE -Loja

Escribir es destruir nuestros fantasmas

Benjamín Carrión.

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Durante varios artículos escribí sobre la época dorada de las series de televisión que presenciamos reciente-mente. Es un hecho incontestable que atravesamos un tiempo en donde los productores detrás de series ico-noclastas, superan de forma humillante -en especial al sector del cine comercial- a los refritos, remakes, mixturas intragables y sub pro-ductos que no hacen otra cosa que enaltecer de rodillas al fe-nómeno antes mencionado.Una de esas series y seguro la más importante de la cadena que la emite, Netflix, ¿les suena el nombrecito? Se apersonó del sector televidente más ávido de experiencias violentas, de series con carácter, que no se andan con dudas ni concesio-nes, que son imponentes. Una de ellas se sitúa en un lugar altísimo, luego de culminar su primera temporada, se trata de Narcos creada por la trilogía de Chris Brancato, Eric Newman y Carlo Bernard.El tema de los narcotraficantes está muy extendido en la histo-ria del cine y la TV. En el pri-mero recordar obras de culto como: Scarface de Brian de Palma, Ciudad de Dios de Fernando Meirelles, o El Infierno de Luis Estrada. En la televisión rememorar series como: The Wire o Brea-

king Bad, que nos remiten a antecedentes de renombre mundial.El narcotráfico, es una te-mática que maravilla a los cinéfilos del mundo, abor-dada nuevamente este año, de forma contundente por Narcos. Serie poderosa que tiene fortalezas propias y que no intenta en modo al-guno copiar fórmulas de las obras antes citadas. Narcos marca su propio territorio con sangre, violencia extre-ma, sexo cotizado y múlti-ples matices, en donde los buenos no lo son tanto y los malos tienen también sus

sentimientos. Una obra que representa el momento actual de mezcla cultural que vivimos, muestra de ello: la obra está hablada mayoritariamente en idioma español a pesar de ser presentada a nivel mundial. Narcos es una serie que avanza a convertirse en obra de culto por razones diversas. La obra presenta un

protagonista, Wagner Moura, actor brasileño que representa la vida de Pablo Escobar y su acento natural, sumado al paisa que interpreta, le otorga una mixtura curiosa, hipnó-tica y sobre todo única. Sabemos que un paisa no hablaría así, pero es tal el grado de maestría en su ac-tuación que sobrepasa las críticas y uno se rinde ante su trabajo.He hablado de Pablo Escobar, el líder del Cartel de Medellín, sobre quien se han filmado innumerables documentales, películas y adapta-ciones. ¿Pero qué hace que Narcos se sitúe por sobre todas ellas? Pues su factura, su impecable puesta en escena, la producción abrumante que tiene y –lo digo como crítico latinoamericano- el factor histórico riguroso, tanto visual como investi-gativo que ostenta, a pesar de que ellos digan lo contrario.

Mucho se ha criticado al casting de la serie, lo cier-to es que Narcos, tiene una excelente detallismo y excentricidades propias de la serie B, que harán las delicias de los cinéfilos más extremos, bizarros y más acostumbrados al plenilunio del plomo, la sangre, las vísceras y el sexo. Yo me decanto por el guión que re-sume la historia, digamos que reciente de nuestros países latinoamericanos: corrupción en todas las es-feras de poder y crímenes cometidos por narcos que dan la cara y por políticos que la esconden.

Feliz año Frelancers!

NARCOS: PLATA O PLOMO O EL PARTICULAR ACENTO DE UN PARADIGMA

Wilson R. Castillo T.CRÍTICO DE CINE

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¿Qué implica que la poesía sea un espejo? Un espejo

refleja exactamente el mundo al cual vislumbra. No lo aumenta, como una lente, no lo deforma como las ondas del agua, no lo difumina como un velo. ¿Se puede hablar de una caracte-rística tan exacta, científica si se quiere, cuando hablamos de poesía?

Antes de ocuparnos de las superficies pulimentadas y

su reflexión total, hablemos un poco del creador del espejo: el poeta, la poetisa. ¿Quién es esta persona? ¿Por qué existe? ¿Cuál es su misión?

La primera impresión que se le da al mundo acerca

de estos personajes es que a cualquier persona le puede lle-gar la inspiración: “de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco”, nos dice el refrán. Dicho de esta manera, nos da la idea de que cualquier ser humano puede echar versos y construir poesías lindas. Y es que las pa-labras son lindas y poderosas. Las mujeres sabemos cómo ali-menta nuestro ego el escuchar

frases hermosas, y como hieren las groserías y los malos tratos como si fueran golpes. Sin em-bargo, la poesía no se trata de soltar frases hechas, ni cumple su función en enamorar a las mujeres. Este popular refrán, aunque se repita incansable-mente, no es del todo cierto.

Otra de las impresiones que da el estereotipo de poeta

a la sociedad, es el de ser algún vago, bueno para nada, conflic-tivo, enamorado y bastante pre-tencioso. Recuerdo un gráfico que aparece en la “Guía para la vida” de Matt Groening titulada: “Como ser un genio poético”. En él se ve a Bart Simpson dis-frazado de poeta y lo que salta a la vista además de la boina y su aspecto exótico es su expre-sión de estar hastiado del mun-do y poco preocupado por su salud. Además, ofrece algunas frases útiles para sonar como un verdadero artista, como por ejemplo: “cuando sea famoso, te arrepentirás”, “nadie me com-prende”, “el sufrimiento alimenta mi arte”, “¿habrá canapés en la inauguración?”, “sois un puñado

de vendidos”, “podría escribir así hasta dormido” y el infalta-ble “¿me prestas diez dólares, colega?”.

Este paradigma aparte de ser cómico no sirve para dar

ninguna perspectiva, porque el poeta, la poetisa, no se basan en su aspecto descuidado, en usar ropa extravagante o en su vida bohemia y licenciosa. Sé que tenemos algunos suicidas entre nuestras filas; sibaritas, adictos, pendencieros, demen-tes, deprimidos y depresivos. Cosas que pasan. Todas esas costumbres son externas, o más bien, secundarias en cuan-to a la principal característica que debe poseer y posee un verdadero poeta.

Esta característica es su ca-pacidad de observación. Un

poeta es eminentemente un ob-servador. Un observador claro y prolijo, un observador detallista y profundo, holístico, total, prag-mático y evidente. Igual que un científico, mejor que un filósofo con un nivel elevado de análisis y comprensión del mundo.

La poesía como un espejo, el mundo visto a través de los ojos del poeta

Ana Paulina Soto

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Es por esto que declaro que la poesía es un espejo. Un

cristal que describe la perfec-ta reflexión de la observación del poeta. El poeta, utilizando esta herramienta, el poema, demuestra, regala al mundo una creación única de tal forma que nos inunda de una luz re-veladora. Robert Penn Warren de forma acertada explica: “En el fondo, un poema no es algo que se ve, sino la luz que nos permite ver. Y lo que vemos es la vida.”

Este instrumento de medida que resulta ser la poesía,

que resulta tan revelador, pue-de que confunda a una mente no preparada. Como ya lo dije antes, puede ser que se piense que “de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco”, es probable pero poco posible si no se cuenta con una prepara-ción adecuada. Sí se necesita una mente educada para poder interpretar la poesía, así como se necesita de un marinero experto para leer las cartas de navegación, o de un físico as-trónomo para leer los mapas estelares.

Y, puesto que, la poesía es un instrumento exacto, un

espejo de reflexión total, un tes-tigo fiel del mundo, tanto exte-rior como interior, vamos a de-finir sus características, que las he resumido en tres: la poesía es verdadera, libre e intelectual.

1. La poesía es verdadera.

¿Qué entendemos por verda-dero? Según el Diccionario

de la RAE, la palabra verdad tiene varias acepciones, entre ellas: 1. f. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente. 2. f. Con-formidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa. 3. f. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.

La mente del artista es bas-tante clara en expresar el

concepto de las cosas en plena conformidad con su naturaleza. Por ejemplo, el actor, cuando interpreta un papel, no está fingiendo, lo vive íntegramen-te. Cuando se ve un mal actor, se lo distingue porque “suena aprendido”, el mal actor pare-ce estar leyendo sus líneas y sus expresiones se ven falsas. Pasa igual en la poesía. Una visión de la expresión concep-tual del poeta toma forma de un texto en el que se refleja exac-tamente la naturaleza de cierta escena del mundo, que ha sido capturada por el poeta. No hay que olvidar que las emociones, sentimientos, son reales y de esa forma se transmiten hacia el lector. Cuando el poema se contiene, se siente falso. Como lector se puede sentir el miedo, la inseguridad de quien se inicia en esta tarea.

Joseph Joubert nos dice acer-tadamente: “Muchos van ha-

cia la verdad por los caminos de la poesía. Yo llego a la poesía, por los caminos de la verdad.” La labor del poeta es complica-da, extenuante, incomprendida, pero de ninguna manera, es mentira. Me gustaría de plano eliminar ese concepto, pues he escuchado varias veces que las personas, personas prepa-radas incluso, tratan a la poe-sía como un fingimiento, una hermosa falsedad, un ejercicio de retórica y muchas veces, un ejercicio de matemáticas, de contar sílabas, acentos, versos y figuras.

El hecho es que el arte para que sea arte, debe revelar

una verdad, pero en el caso de la poesía, puede incluso tocar las fibras de lo inmortal. Nietzs-che estaba convencido de que “el arte tiene más valor que la verdad”, y en cuanto a jerar-

quía del conocimiento, (vamos a explicar esta jerarquía más adelante) el arte está a un ni-vel superior a la filosofía. ¿Por qué? Principalmente porque nos transforma y nos enfrenta con nosotros mismos. Déjenme mostrarles como este grupo de palabras a continuación puede hacer que reflexionemos pro-fundamente acerca de la paz cotidiana de cada día. Es el poema “Abraza la oscuridad” de Charles Bukowski:

La confusión es el dios la locura es el dios la paz permanente de la vida es la paz permanente de la muerte. La agonía puede matar o puede sustentar la vida pero la paz es siempre horrible la paz es la peor cosa caminando hablando sonriendo pareciendo ser. No olvides las aceras, las putas, la traición, el gusano en la manzana, los bares, las cárceles los suicidios de los amantes.

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Bukowski nos muestra una idea clara y novedosa: la

paz es horrible. Esta es su vi-sión. ¿Es verdadera? ¿Es ver-dadera solo para él mismo? Este autor no nos habla de las virtudes de una vida pacífica, sino de la paz que nosotros creemos que tenemos. Puede que no estemos en medio de una guerra, pero la muerte nos acecha. Parece que no pasa nada pero tenemos desenga-ños y violencia en las calles, y nos enfrentamos a la hipocresía de esta paz que sonríe, camina, habla y que parece que es. ¿Ha dicho Bukowski una mentira?

Muchas veces, el público piensa en el arte como en

un juego, un pasatiempo o cual-quier actividad de entreteni-miento. Nada hay menos acer-tado. El entretenimiento nos borra la memoria. Nos pierde momentáneamente en el tiem-po, para que olvidemos quie-nes somos. El arte hace todo lo contrario. Nos encontramos a nosotros mismos en el arte, y jamás estamos tan plenamente conscientes de quienes somos, puesto que nos vemos refle-jados en la obra artística. Es más, el arte forma parte de una jerarquía epistemológica que nos lleva hacia una realización integral como seres humanos

como ya lo mencioné antes y lo detallo a continuación. Obser-ven lo que nos dice el experto chileno Carlos Viovy en su es-tudio acerca de cómo el ser hu-mano adquiere el conocimiento desde sus primeros años, y continúa con la adquisición del conocimiento idealmente du-rante toda su vida, a través de los siguientes peldaños:

• * Sensorial, cuyos únicos recursos son la intuición, los sentidos y los incipien-tes sentimientos.

• * Empírico, que depende de los sentidos comple-mentados con una razón primaria; se adquiere me-diante experiencias.

• * Científico, que busca la Verdad por medio de la ra-zón plena pero comproba-da por los sentidos.

• *Filosófico, que especula con la razón pura en las in-terrogantes Lógicas, Éticas y de Bondad.

• * Artístico, que se refie-re a la Creatividad, la que armoniza Estéticamente a los conocimientos con los sentimientos, emociones e imaginación; y

• * Espiritual, conocimiento de lo invisible, que conso-lida la madurez de la con-ciencia, del carácter y de la personalidad mediante la integración de los sentidos y la razón con la fe.

¿Cómo podría entonces, de ninguna manera, ser el arte;

y por lo tanto, la poesía, una mentira o un fingimiento, cuan-do de hecho, representa un nivel de conocimiento superior al filosófico? ¿Y no es acaso una etapa imprescindible para alcanzar un nivel espiritual, la cúspide del desarrollo de la mente de un ser humano?

Vicente Huidobro nos dice muy acertadamen-

te en este poema titulado “Arte poética”:

Que el verso sea como una llaveQue abra mil puertas.Una hoja cae; algo pasa volan-do;Cuanto miren los ojos creado seaY el alma del oyente quede tem-blando.Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

El adjetivo, cuando no da vida, mata.Estamos en el ciclo de los ner-vios.El músculo cuelga,Como recuerdo, en los museos;Más no por eso tenemos fuerza;El vigor verdaderoReside en la cabeza.¡Por qué cantáis la rosa, oh Poe-tas!Hacedla florecer en el poema;Sólo para nosotrosViven todas las cosas bajo el Sol.

El poeta es un pequeño Dios.Esta hermosa poesía de

Huidobro, nos habla del tipo de conocimiento artístico al cual he aludido anteriormente. La poesía como una llave. La divi-nidad para el poeta. Seres eter-nos que crean sabiduría, pero escondidos detrás de las pala-bras. Confunde, sí, cuando los poetas usan metáforas, símiles y demás como herramientas para expresar sus visiones. No son tan evidentes ni fáciles y bien puede confundirse estos elementos con una mentira. “El poeta es un mentiroso que siempre dice la verdad”, nos dice Robert Penn Warren, y es que no es fácil para el ciudada-no común que se topa con los intríngulis y recovecos de un poema encontrar su imagen.

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Veamos, de Adalberto Ortiz, “Una ansiosa variación”:

busco una ansiosa variación de temaen el tétrico rocíoque marca un decayendoimplacable entre los soles y las rosas.Las heladas arruinanlos fulgores y los tactos.Los helechos almizcladosvigilan los caminosy rellenan el polvosublimado hasta los cieloscon una rota palidezde los cadáveres futurosen las ruedas del último accidente.Yo busco otra vezuna ansiosa variación de temay aquí me quedaré en silencioobservando impertinente elcorazón del precipiciohasta que me salga de prontoun brillante ojo tercero

Bien, suponemos por obvie-dad que Adalberto Ortiz

nunca tuvo un ojo en la frente, de otra manera, sería famoso por esta deformidad. Tampoco se lo conoce por su capacidad predictiva para saber cuándo sucederá un accidente fatal. Con calma estética, Ortiz nos habla de su búsqueda de temas en su labor de creación poética. Podemos verlo, incluso, miran-do por su ventana al jardín y la carretera, y esperando que le llegue la inspiración poética. No ha dicho ninguna mentira, nos está mostrando, visualmente, emocionalmente, un momento de su vida en la que el pensa-miento, de una forma exquisita-mente contradictoria, no apare-ce.

No estoy diciendo que la poesía sea elitista y para

unos pocos privilegiados. Lo que estoy diciendo es que im-

plica trabajo, y un trabajo ar-duo, tiempo y esfuerzo, implica reflexión y un ver más allá de las apariencias, y tal vez lo que sea más difícil de tragar, acep-tación. Porque a veces es muy difícil ver la verdad; incomoda. Darnos cuenta de que el mundo que nos rodea es tal y como lo describe la poesía contemporá-nea, puede que choque sobre todo si se está acostumbrado a mensajes fáciles, positivos sí, pero obvios y baratos como los que se publican por cientos a diario en cualquier muro de las redes sociales: “Los verdaderos amigos duran hasta el final. El resto son etapas del pasado”, “Nunca te olvides de sonreír porque el día que no sonrías será un día perdido”, “cuando tu amas y sirves a los demás, la vida te sirve y te ama a ti, pues siempre todo te vuelve multipli-cado”. No son malos mensa-jes, y son agradables, pero son cápsulas de rápida digestión; anónimos, aunque muchas ve-ces se los asocia fraudulenta-mente a nombres famosos. Si nos vamos por otro lado a un poema como este del quiteño Fernando Escobar Páez:

Como el condón nuevo que me pusecuando no se me paró bien la vergapero igual hedíao las cintas y medallasque mi madre coleccionapara no recordarel desempleo crónicodel que fue mejor alumno del curso doce años seguidosrevistas porno ochenterasque mi padre no botaporque todavía tiene sueños.Ponerse la camiseta del equipo de fútboljusto el día que pierde el invictocon autogol del héroe de la infancia.Poemas malos que hiceporque la chica de la que me ena- moré

prefiere que escriba sobre el ano de Las Otras.(jamás sus ojos)Más feo que gárgola de iglesia po-breo año viejo sin camareta,el vecino de la tiendame fía la mitad de lo que necesitoigual, le agradezcopudo ser peor, comoVicky, la “niña maravilla” de la telehoy vive en un remolque.Fingir voz de robot no le sirvió de muchocuando quiso incursionar en films tres equis.

Pero no todo va tan mal:El tipo del shawarma donde me embriago lunes en la mañanaes mi amigo.Me deja comer con las manos, usar el bañoy no apaga la radiocuando estoy llorando.

Sí, a primera vista la aten-ción se centra en las gro-

serías y palabras soeces. Pero es en realidad un poema claro y hermoso; perfecta descripción de una intimidad hondamente depresiva del poeta. Escobar Páez nos muestra la soledad y la desesperanza que provoca nuestro mundo, un mundo en el que tenemos las altas expec-tativas creadas por los medios, expectativas que se transfor-man en una realidad dura y tris-te, en la que apenas podemos provocar compasión.

Es hasta cierto punto com-prensible el por qué la ma-

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yor parte de la población no se encuentra preparada para leer o siquiera interesarse por la poesía. La instrucción poé-tica en las escuelas se sigue enseñando con poemas del siglo XVII, y se exige la rima y el conteo de sílabas, para que el alumno “sepa algo mismo de poesía”. Las temáticas se abor-dan estrictamente desde su valor didáctico, y las más atre-vidas no pasan de ser como la siguiente:

Pues bien, yo necesito decirte que te adoro, decirte que te quiero con todo el corazón; que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, que ya no puedo tanto, y al grito que te implorote imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.

No pretendo quitarle méritos a Manuel Acuña, lo que

digo es que un ser humano vive inmerso en un ambiente con el cual se identifica, y necesita que se le trate con sus propias realidades y tendencias. Y tam-bién con respecto a su edad. Si estamos hablando de infantes, lo lógico es que se aborde la poesía con juegos de palabras y rondas, puesto que están en edad de jugar; no con poesía española medieval, que puede ser culturalmente elevadísi-ma, pero que es pesada hasta

para un adulto.

2. La poesía es libre.

Según el diccionario de la RAE, libertad es: Facultad

de elegir su propia conducta. Estado opuesto a la esclavitud o condición del que no está pre-so. Poder inmanente al sujeto, en orden a su realización, que puede definirse como la capa-cidad de decidirse o autodeter-minarse. Naturalidad, soltura, falta de cohibición en el com-portamiento.

¿Es la poesía realmente li-bre? ¿Tiene la facultad de

elegir su propia conducta? ¿La tuvo en el pasado?

Usualmente hacemos una distinción académica entre

lo que es poesía libre y poesía clásica, siendo esta última una esclava de las normas: rima y medida.

Pero, en términos generales, no existe tal distinción. Es

decir, las herramientas con las que fue hecha la poesía, no son un motivo para deslucirla. O re-definirla. Son cuestiones de for-ma, no de fondo. Así se hacía antes, ya no se lo hace ahora. Pero los poetas de antes fueron tan poetas como los de ahora. Antes dijeron sus verdades con rima, ahora las verdades son más livianas, pero siguen sien-do verdades.

No son pocos los poetas que han enfrentado la crí-

tica (y a veces el horror) de la sociedad que los rodea. Que han sido tachados de inmora-les, de promiscuos y de locos. Censurados por escandalosos, han sido luego aceptados por la siguiente generación como vanguardistas, precursores de una época. Nótese que no tiene la menor importancia si el poeta era clásico o no. Lo importan-te era que luchaba por sentirse

libre, y lograba la libertad a tra-vés de la palabra. Como ejem-plo podemos mencionar a Sor Juana Inés de la Cruz, que era llamada por el monseñor Sega “fémina inquieta y andariega”. Ella nos trae una imagen clara de los momentos por los que pasó en su búsqueda de la li-bertad:

Tienes grande señorío; pero tu jurisdicción domina la inclinación, mas no pasa el albedrío. Y así librarme confío de tu loco atrevimiento, pues aunque rendida siento y presa la libertad, se rinde la voluntad pero no el consentimiento.

Esa libertad total, subversiva y reaccionaria asusta. Espan-ta. Nos hace sentir emociones encontradas, difíciles de reco-nocer o controlar. Nos asombra poderosamente porque azuza esa parte de nosotros mismos que se siente libre. Es libre in-cluso cuando dice que no lo es, como lo presenta el poeta Jor-ge Torres:

Si digo: LA POESÍA ES UNA TORRE DE BABEL, me acusarán de poco original. Si digo: LA POESÍA ES LA ORDENACIÓN DEL CAOS EN LA PALABRA, me acusarán de cursi. Si digo: LA POESÍA ES UNA CASA DE PUTAS Y LOS POETAS SUS CAMPANI-LLEROS, me acusarán de obsceno y procaz. Por eso cierro el pico. So pena, me acusen de complici-dad.

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El poeta es libre de todo, me-nos de ser poeta. Esa vo-

cación, ese espíritu, ese demo-nio si se quiere, no puede ser exorcizado del ser humano que está en su pleno ejercicio, así nos lo muestra Yanina Magrini en su poesía titulada “Noticia de último momento”:

Otra vez un poeta manifiesta en primera persona el instante fantástico de su lirismo. Quiere morir. Matarse con una rebanada de pan o una hoja de lechuga. Cree que puede irse y dejar su pequeño monstruo afuera.

La poesía puede llegar a ser peligrosa por su rebeldía.

Políticamente incorrecta. Un poeta no está obligado a la de-nuncia social, pero, al ser un observador, fuertemente vincu-lado con el mundo que lo rodea, debe necesariamente describir su medio. Además, a veces, la única forma de protesta era la poesía. Así fue como lo hizo Abel Meerepol con su poema “Fruta extraña”. Era la única forma de denunciar los lincha-mientos a la gente afrodescen-diente en EEUU.

Los árboles del sur cargan un fruto extraño,Sangre en las hojas y sangre en la raíz,Los cuerpos negros se balan-cean en la brisa sureñaQué extraño fruto que cargan los álamos.Escena pastoral del galante SurLos ojos inyectados y las bocas retorcidasEsencia de magnolia dulce y frescaY el repentino olor de carne quemada

Por último, y probablemente mis colegas poetas no es-

tán de acuerdo con esta idea, la poesía no está hecha para ser vendida. Es un bien de la humanidad, y debe darse libre-mente. Es verdad que lo que se da gratis no se aprecia. Se desprecia. Pero la poesía no es cuestión de precio, así como no se puede poner un precio a la libertad.

3. La poesía es intelectual

La emoción es un caballo des-bocado. Los sentimientos no

tienen freno, ni orden, ni con-cierto. Son señales de auxilio de las necesidades básicas que aprendemos a ponerles horario, a aguantarlas. Los bebés nacen sin tener un control sobre ellas, y poco a poco, por costumbre, por conveniencia, por buenas razones, ellos aprenden a no hacer berrinches cuando tienen hambre, a esconder el enojo o la tristeza en público, a disimu-lar el cansancio sin llorar o gri-tar.

Entonces, los poemas, que son piezas de arte tan difí-

ciles de lograr, tan pulidas, que deben guardar una imagen, un ritmo interno, un lenguaje cultu-ralmente adecuado o elevado,

no son, no podrían ser por sí mismas emocionales.

La emoción es un instinto puramente animal, de inme-

diata realización. La poesía por otro lado tiene una alta calidad de pensamiento, ya lo mencio-namos, superior al filosófico. Realmente es una equivocación rebajar a la poesía al grado más primitivo del raciocinio humano.

Sin lugar a dudas la poesía es puramente intelectual.

Es tanto así un producto puro de la mente humana, que tie-ne una marca personal única e irrepetible que solo se la puede proporcionar la persona que es-cribe. Si alguna vez han tomado la cátedra de poética se podrán dar cuenta de este fenómeno. Incluso la edad mental de la persona hace que la poesía se refleje en el texto. No hay mejor manera de notar como el cere-bro se desarrolla de sus opera-ciones concretas a las opera-ciones formales. Por ejemplo, esto es escrito por una niña de 11 años, Kendra Ríos:

EL BAILE

El baile es como unJuego de pasos dulcesMientras bailo,Como agua ruidosa caminando

Como la limonada insaboraMientras corro Como los gritosos niñosMe hacen dormir Y el piso áspero Que hace soñar

Los poemas de los niños re-velan su mente objetiva,

concreta. Lo que ellos observan es usualmente su ambiente co-tidiano, su familia, sus amigos, o como en este caso su clase de baile. Kendra Ríos asocia sus pasos de danza con el agua, los gritos, la limonada y los sueños.

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Solo ella podría describir de esa manera específica su amor por el baile.Aquí tenemos otra pieza poéti-ca, de Alexis Cuzme, “Recurrir a ti es un lugar común”:

Entre poetas surge tu nombre violentado.No pretendo defender la realidad que me presentan,la multiplicidad de tus desformasdivagando entre sus voces.Una poesía tergiversada despla-zada sin razón,arremetida entre saliva y una verborrea contaminante.Recurrir a ti es un lugar común,pero ellos lo ignoran.

Pensamiento puro, raciona-lismo que describe el lugar

de encuentro de todo poeta que ubicamos en lo abstracto, en un más allá que existe en la reali-dad pero que es indefinible.

Claro un poema no debe ser críptico para ser bueno.

Observen la sencillez, clari-dad y absoluta razón que tiene Mario Benedetti en su poema “Desganas”: Si cuarenta mil niños sucumben diariamente en el purgatorio del hambre y de la sed si la tortura de los pobres cuer-pos envilece una a una a las almas y si el poder se ufana de sus cuarentenas o si los pobres de solemnidad son cada vez menos solemnes y más pobres ya es bastante grave que un solo hombre o una sola mujer contemplen distraídos el horizon-te neutro pero en cambio es atroz sencillamente atroz si es la humanidad la que se encoge de hombros.

Lo escuchamos fuerte y cla-ro. Y disfrutamos de su

pensamiento indignado que se vuelve nuestro. Demuestra perfectamente la armonía del que el poeta es capaz en una creación que balancea emo-ción y razón en perfecto equi-librio.

Cuando se dice que el poe-ma es pura emoción, es

una falsedad, pero compren-do el porqué de la confusión. Estos pensamientos perfectos provocan un profundo placer. Un placer intelectual que va más allá incluso de las delicias del mundo y de la carne. En-tonces se tiende a pensar que el poema es puro sentimiento.

Pero es el pensamiento el que nos eleva. Fíjense lo

rápido que evoluciona un sím-bolo tan simple como el arroz. El arroz que comemos en el al-muerzo ecuatoriano promedio. Pero luego recordamos que viene de China, Japón, Tai-landia, etc., luego que en Ma-cará se da un excelente arroz lojano y es tierra de hermosas mujeres. Y luego que en 1982 se importaron 20 mil toneladas de arroz con gorgojo al Ecua-dor. Una sola palabra “arroz”, ha pasado en una fracción de segundo a ser símbolo de los exóticos países orientales, de la belleza femenina, y de co-rrupción e injusticia. No pen-samos en eso cuando está en el plato, pero si podríamos ele-varlo a su divinidad a través del espejo de la poesía.

Conclusión:

La poesía es un espejo que refleja el pensamiento del

poeta de una forma diáfana y total. La poesía es verdadera, libre e intelectual. El poeta nos lleva a un mundo interior abs-tracto que produce placer a tra-vés del ejercicio del raciocinio,

un raciocinio superior al de la filosofía.

La poesía no es una esclava de las bajas pasiones, nece-

sita de esfuerzo y estudio para ser leída y producida; y, tiene una realidad propia que la con-vierte en una creación única e irrepetible.

No quisiera desilusionar a todos aquellos poetas que

dudan de la calidad de sus poemas, y que no se atreven a mostrarlos. Recuerden lo que nos dice Herman Hesse: “Hacer versos malos depara más felicidad que leer los ver-sos más bellos”. Y alcanzar la maestría es una cuestión de perseverancia. No; advierto: para escribir poesía se necesi-ta de una verdadera manía.

Finalmente recuerden que los poetas de lo único de

lo que no son libres es de ser poetas. Que no se les queden sus mejores pensamientos atrapados en alguna parte del limbo porque puede tener se-rias consecuencias como nos lo dice Mario Meléndez:

Precauciones de última hora Debo cuidarme de los gusanos cuando me entierren lo más seguro es que hablen mal de mí que escupan sobre mis poe-mas y orinen las flores frescas que adornarán mi tumba llegado sea el caso que hasta devoren mis huesos me arranquen los intestinos o en el colmo de la injusticia se roben mi diente de oro y todo esto porque en vida jamás escribí sobre ellos.

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a presencia de la mujer ecuatoriana en el ámbito inte-lectual, político, cultural y so-cial es innegable, este proceso se propaga día a día gracias a un espíritu trasformador en nuestra sociedad actual. Su evolución conlleva un antes, un ahora y un después.

Partiendo del antes y dando una mirada retrospectiva del pasado nos encontramos con figuras femeninas que fueron simientes de una prolongada lid para conquistar un sitial más apropiado para la mujer ecuatoriana y latinoamericana.

En esos senderos históricos, llenos de vericuetos y laberin-tos manifiestos por la margina-ción racial y social entre espa-ñoles, mestizos e indígenas y por la marcada influencia de la Iglesia y sus representantes nos encontramos en:

La época independista a las ilustres Manuelas Espejo,

Cañizares y Sáenz, a ellas se sumaron desde el Sur del Ecuador a las batallas del liber-tador Simón Bolívar las lojanas Nicolasa Jurado, Inés Jiménez y Natividad Parrales, heroínas luchadoras y precursoras de la independencia de Latinoamé-rica y del Ecuador.

En la época republicana a inicios del S. XX tenemos las líderes indígenas como Dolores Cacuango, Tránsito Amaguaña, que batallaron en contra del régimen de Luis Arroyo del Río y en pro de la reivindicación de los derechos y de la educación para los pobladores indígenas de sus comunidades con el apoyo de las célebres Nela Martínez, Matilde Nogales, Vir-ginia Larenas, Julia de Reyes, María Luisa Gómez de la Torre, Raquel Verdesoto de Romo Dávila luchadoras infatigables que conformaron la Asociación Femenina del Ecuador.

Y claro entre el antes y el ahora surge la figura de Matil-de Hidalgo de Procel, pionera de la educación en los niveles secundario y superior; gestora del ejercicio del derecho a elegir y ser elegidas. Matilde Hidalgo se convirtió en un pa-radigma a seguir en cuanto a la superación académica, social, política y solidaria dando un paso adelante para forjar un horizonte nuevo para la mujer.

Luego de este paso hoy nos encontramos en una época en la que la presencia de la mujer en los sectores de la literatura, periodismo, cultura, política y economía ha trascendido, dando un vuelco en el rol de la figura femenina en la sociedad, pero aún queda un largo cami-no por recorrer y a lo largo de ese camino se deben cambiar estereotipos que subsisten en torno a la mujer.

VISIÓN RETROSPECTIVA DE MUJERES LÍDERES Jeannet Coronel

“Que nada nos defina. Que nada nos sujete,

Que la libertad sea nuestra propia sustancia.” Simone de BeauvoirL

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La viruela, una de las enfermedades que más ha

devastado a la humanidad, arribó a las colonias americanas a inicios del siglo XVI en los barcos que venían de Europa. Desde México la epidemia se extendió hacia el Sur avanzando más rápido que los conquistadores. Se dice que entre 1520 y 1530, al retornar de Popayán, Huayna Cápac, Rey del Tahuantinsuyo, murió de «muru uncoy» en Quito. Sin saber de dónde venía esta enfermedad, los Incas llamaron así a la viruela y creían que era un castigo de los dioses. La Real Audiencia de Quito soportó 26 brotes epidémicos de viruela entre 1533 y 1802, con una altísima mortalidad indígena. En 1785, 10 años antes de que se descubra la vacuna, Eugenio Espejo escribió sus «Reflexiones acerca de las viruelas» para ayudar en el control preventivo de la epidemia.

A finales del siglo XVIII, el científico Edward Jenner

descubrió la vacuna contra la viruela y comenzó a administrarse en Europa. En 1802, informado de un nuevo brote de viruela, el Rey Carlos IV de España ordenó una expedición para transportar la vacuna hasta América. El rey nombró al médico Francisco Xavier de Balmis, Director de la expedición, conformando una brigada de salud con el Dr.

Josef Salvany como subdirector, 2 ayudantes, 2 practicantes y 3 enfermeros. No habiendo otro método de conservación para transportar la vacuna, se requería inocularla en la sangre de infantes. Se dispuso que 21 niños huérfanos de la Casa de Expósitos de La Coruña, entre 3 y 9 años, transporten en su sangre la vacuna, acompañados por la Rectora de este Orfanato. La expedición zarpó de La Coruña el 30 de noviembre de 1803, primero a las Islas Canarias y de allí pasó a América el 6 de enero de 1804 con rumbo a Puerto Rico. El viaje fue muy penoso para los niños a quienes se les debía ir inoculando la vacuna de dos en dos, cada 9 días para que se conserve inalterada, formándose una molestosa pústula en el frágil brazo de los infantes.

La expedición pasó desde Puerto Rico hasta México y desde

ahí se dirigió al sur, vacunando a su paso a la población. En su larga travesía por mar y tierra algunos niños transportadores de la vacuna iban muriendo por desatención o agotamiento y eran reemplazados por niños indígenas y negros de los pueblos donde se iba vacunando. Como la viruela avanzaba con rapidez en territorio tan extenso, se organizaron sub-expediciones para vacunar simultáneamente.

Luego de hacerlo en territorios del Virreinato de Nueva Granada, se avanzó hacia la Real Audiencia de Quito por la costa y la sierra. El Dr. Josef Salvany llegó con su expedición a Quito el 16 de julio de 1805, con un gran recibimiento del cabildo. Los niños que traían en sus brazos la vacuna fueron recibidos como verdaderos héroes que daban su vida por los demás. La expedición llegó a Cuenca el 12 de octubre de 1805 y finalmente a Loja en los últimos días de noviembre del mismo año, donde se vacunó a más de 1500 personas. Al salir de la ciudad rumbo al Perú la expedición necesitó la ayuda de tres niños lojanos para transportar la vacuna hasta Lima. Estos tres niños héroes fueron: Juan Bayasta Cuenca de Cariamanga, Apolinario Sarango y Mateo Mora, de Sozoranga.

La expedición llegó a Lima con nuestros héroes lojanos el 23

de mayo de 1806. He aquí la increíble historia de estos tres pequeños héroes de Cariamanga y Sozoranga, inmolados por dar vida a los demás, a quienes Loja debe perennizar su memoria. Esta interesante historia, hasta hoy desconocida en nuestra provincia, la presentamos gracias a la investigación del Dr. Byron Núñez Freile, profesor de la Universidad Central del Ecuador.

LOS TRES NIÑOS HÉROES DE LOJA Mstra. Yolanda Ruiz Ortega -

yolanda09112010@hotmaitcom

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El 28 de abril de 2016, la Casa de la Cultura

de Loja en un acto muy particular realizó la pre-miación del I Concurso Nacional de Poesía Ale-jandro Carrión Aguirre con la entrega de 1500 dólares a la persona ga-nadora y la publicación de la obra.

Al auditorio Pablo Palacio acudieron

literatos, artistas plásti-cos, amigos, familiares y la madre de Kleber Agila (+) –Kelver Ax- , el triun-fador de este certamen literario, para con admi-ración y orgullo recibir al poemario Egagrópilas, un libro construido por letras, por palabras, por versos y de esos versos emergen torrentes de historia, vida, amor, de-cepción y muerte…

Luis Carlos Mussó señaló: … Él venía

del futuro; era de los au-tores que aplicaban aque-llas antenas que Pound imaginaba en cada poeta para detectar lo que ocu-rre en el mundo Kelver Ax propone una poesía que nos conduce a la ex-periencia de la desestruc-turación: las jerarquías quedan disueltas en pos de un mundo donde la estética toma partido por

relacionarnos con el otro.

La escritora Bernar-dita Maldonado,

en cambio describe a este poeta y a su obra en los siguientes términos: ese ojo oteador de Kelver Ax, buscando un lenguaje perdido en el tiempo, en el espacio, en el fondo de la escritura y también en el espacio y tiempo actua-les, por ello incorpora en su trabajo términos de la ciencia, la sociología, la antropología, con la con-vicción de que el lenguaje moderno, es portador de nitratos de aquellas an-tiguas lenguas, que nos legaron algo verdadero que habitó en nosotros y que nos abandonó para instalar en su lugar un artificio precario y sos-pechoso: el lenguaje olvi-dador de aquello que un día nombró y que nece-

sitamos v o l v e r a nom-brar, el h á l i t o h e c h o t r a n s -paren-cia, a t ra v é s de un ser que partió de esta porción de mundo , para volver hacia ma-pas milenarios donde se transmutan los sentidos, primando el de la mira-da…

En este evento acom-pañado de la ma-

gia de las palabras, de una armonía musical muy sensible, y de sen-timientos encontrados en el entorno íntimo del poeta, pues, Egagrópi-las nace sin la presencia física de su autor, pero el germen de su vida se

eterniza en este poemario que sigue dando de qué hablar entre los que todavía exaltan la poesía de Kelver Ax un poeta venido del futuro.

Alejandro Carrión

Premio Nacional de Poesía 2016

Zoila Vacacela, madre de Kléber Ajila (+)en la premiación del Concurso de Poesía

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Análisis Comparativo Virginia Woolf y Matilde Hidalgo de

Procel

Análisis Comparativo Virginia Woolf y Matilde Hidalgo de

Procel

Quiero agradecer a la Casa de la Cultura, por la gentileza de invitarme a este conversatorio, para mí es un honor poder hablar de dos grandes e invencibles mujeres: Virginia Woolf y Matilde Hidalgo de Procel. El adentrarme en sus vidas ha sido una experiencia que ha removido muchas emociones, me siento realmente orgullosa de ser mujer.

Antes de realizar el análisis comparativo, quisiera brevemente exponer las vivencias de cada una, lo que me es posible gracias al libro de la argentina Irene Chikiar Bauer, titulado: “Virginia Woolf. La Vida por Escrito”1; y, al de quien admiro mucho: Jenny Estrada, “Una mujer Total. Matilde Hidalgo de Procel”2. 1 Chikiar, I. (2015). Virginia Woolf La vida por escrito. España: Editorial Taurus. Kindle Edition Sold by Penguin Random House Grupo Editorial. 2 Estrada, J. (2015). Matilde Hidalgo Una Mujer Total. Ecuador: Editorial Gustavo Serrano CCE-L.

María Rosa Romero Jarre

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Desde siempre, Vir-ginia se había prepa-rado para convertirse en escritora profesio-nal. Empezó a hacer artículos y críticas re-gularmente en “The Guardian”, gracias a la presentación de su amiga Violet Dickin-son.

En 1905, su hermano Thoby llevó de visi-ta a sus amigos de Cambridge, así surgió el “Grupo de Bloom-sbury”, y en sus pri-meras asambleas, incluyeron, entre otros, a Clive Bell y a Leonard Woolf. Los miembros de este cír-culo, crearon intensas relaciones intelectua-les, pero también una fuerte amistad. Ese mismo año, es-cribió críticas para ‘The Times Literary Supplement’ y lo si-guió haciendo el resto de su vida.

Fue invitada a dar clases en un instituto para mujeres y hom-bres de la clase tra-bajadora, en el que hasta 1907, enseñó Literatura e Historia Inglesa. En 1906, su cielo nue-vamente se ensombre-ció, su hermano ma-yor Thoby, murió.

A los pocos días, Vanessa anunció su compromiso matri-monial con Clive Bell.

Haciendo frente a todo esto, Virginia y Adrian se acomoda-ron en una casa en Fitzroy Square. En 1912, Leonard Woolf se enamoró de ella y pidió su mano. Por mayo, y pese a sus dudas respecto a la fi-gura del matrimonio, aceptó.

Años más tarde, am-bos aprendieron a usar una imprenta y, con el tiempo, diri-gieron el crecimiento de una pequeña pero distinguida empresa de publicación, sien-do Leonard Woolf su director hasta su muerte.

En la mayoría de sus obras, la realidad inte-rior transciende a tra-vés de acontecimien-tos externos, ellas están marcadas por el simbolismo y la poe-sía: Fin de viaje, No-che y día, El cuarto de Jacob, The Common Reader, La Señora Dalloway, Al Faro, Orlando (Biografía), Una habitación pro-pia, Las Olas, Flush (Biografía), Los años, Tres guineas, Roger Fry; y, Entre actos.

El 28 de marzo de 1941 en una de sus fuertes depresiones, Virginia se ahogó en el Río Ouse, dejan-do una carta llena de amor a su marido.

Empiezo por: Virginia Woolf, escritora inglesa, cuyos antecedentes intelectua-

les y culturales marcaron su amor por la Li-teratura.

Nació en Londres, el 25 de enero de 1882. Su padre Sir Leslie Stephen, fue crítico lite-rario y el primer editor de ‘The Dictionary of National Biography’; su madre Julia, viu-da de Herbert Duckworth, fue la segunda esposa de Stephen.

Virginia, a quien su familia apodó “la ca-bra”, fue la tercera de cuatro hijos: Vanessa, que luego se convirtió en pintora y esposa del crítico de arte Clive Bell; Toby, quien murió de fiebre tifoidea en 1906; y, el menor, Adrián, que llegó a ser médico.

Además, los Stephen se conformaban por: la hija del primer matrimonio de Sir Leslie y los tres hijos de Duckworth (George, Stella y Gerald).Virginia y Vanessa fueron educadas por sus padres en casa. En la adolescencia, especial-mente a Virginia, se le dio el derecho de usar la biblioteca de su padre; estas horas, en las que se fundía en lectura, constituyeron su educación, lo que de cierta manera, reem-plazó a los cursos universitarios de los que fue rechazada debido a su sexo.

Su carrera de escritora empezó a los nueve años cuando en un diario semanal: “The Hyde Park Gate New”, describía sucesos ocurridos en su casa de Kensington; y, tam-bién en Talland House en St. Ives, Cornwall, en donde pasaron sus veranos desde 1882 hasta 1894.

En 1895, cuando Virginia tenía 13 años, su madre murió y dos años más tarde, su me-dio hermana Stella. Desde entonces, Virgi-nia empezó a sufrir depresiones severas y los síntomas de la periódica enfermedad mental que la atormentó desde esa época.

Logró recuperarse y comenzó a estudiar griego y latín, primero en King’s College y más tarde en su casa.

Sin embargo, la muerte de su padre, en 1904, provocó otra crisis e intento de suicidio.

Vanessa, Virginia y Adrian Stephen se tras-ladaron a su casa en Gordon Square, en Bloomsbury.

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Por otro lado, Ma-tilde Hidalgo, na-ció en Loja, el 29 de septiembre de 1889. Sus padres fueron: Juan Manuel Hidalgo, un lojano dedicado a la construcción, y Carmen Navarro, de ascendencia venezolana.

Matilde fue la séptima des-pués de seis hermanos: el mayor era Antonio. Su pa-dre murió meses antes de que ella naciera. Así, doña Carmen debía trabajar para mantener a su familia en alguna de las tareas que la sociedad de ese entonces

per-m i t í a a las mujeres, por ello, decidió dedicarse a la costura ayu-dada por su hija pequeña.

Antonio tenía vocación para la música, se dedica-ba seriamente al estudio del arte bajo la tutela del

maestro español José Guarro.

La orfandad absolu-ta de su padre, hizo

que Antonio concen-trara su ternura y re-

cursos en su hermana menor. Apenas Matilde

empezó a caminar, Anto-nio la llevaba a escondidas a La Catedral, en donde pasaba largas horas estu-diando y practicando en el órgano. Ella creció es-cuchando esos sonidos y aprendió también a amar la música. Su hermano le enseñó a leer antes de que cumpliera cuatro años.

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En 1895, mueren sus herma-nos Arsenio e Higinio por causa de un extraño virus. Con su valentía característi-ca, doña Carmen se levantó de este duro golpe, redoblan-do su amor y cuidados hacia Matilde, a quien llamó “mi compañerita”.

Matilde había entrado en la escuela primaria “La Inma-culada” regentada por las Hermanas de la Caridad. Do-minaba la lectura y la escritu-ra, tocaba delicadamente el piano, recitaba a los clásicos, cuya poesía era la predilec-ción de su madre. Las niñas eran preparadas con énfasis en la formación cristiana y en los oficios que la sociedad les tenía adjudicados para ser buenas esposas.

Por su brillante desempeño y comportamiento, Matilde fue escogida como auxiliar de enfermería para ayudar a las monjas en la asistencia a los enfermos del Hospital de la Caridad que funcionaba en el mismo colegio. El con-tacto directo con el dolor, las limitaciones del medio y su sensibilidad, despertaron su ferviente deseo de estudiar Medicina.

Concluyó su primera etapa estudiantil, y en 1907, Matil-de expresa a doña Carmen y a su hermano Antonio, su vo-luntad de continuar estudian-do, pero en Loja no existen colegios para mujeres, apenas se habían abierto los Norma-les de Quito y Guayaquil. En el afán de no desilusionarla, Antonio propone que ella es-tudie en el Bernardo Valdivie-so, idea a la que lógicamente su madre se opone, pues ese era un centro de estudios ex-clusivamente para hombres. Matilde resuelve conversar directamente con el Dr. Án-

gel Rubén Ojeda, Rector del Colegio, y acompañada de su madre le solicita la concesión de una matrícula.

Para el doctor Ojeda no es sencillo aprobar tal petición, conocedor del conservador medio lojano, anticipó las reacciones que se produci-rían en caso de una decisión favorable. Sin embargo, su visión acerca de la injusta dis-criminación a la mujer deter-minaron su resolución de no negarle su apoyo a la futura estudiante bernardina.

Así, el 22 de octubre de 1907, sucedieron dos hechos mar-cados: el Bernardo Valdivieso abrió sus puertas a la mujer; y, el camino de Matilde se vio de pronto labrado por obstá-culos y castigos sociales im-placables.

En 1910, ingresa al Colegio un nuevo compañero: Fer-nando Procel, un joven za-rumeño aficionado a la foto-grafía, quien con el tiempo se enamora de Matilde.

El 8 de octubre de 1913, se gradúa con sobresaliente, siendo la primera mujer que culmina la educación secun-daria en Loja.

Buscó trabajo. Inició como profesora en la escuela “El Protectorado”, fundada du-rante el gobierno de Eloy Al-faro.

Fernando Procel le propone matrimonio. Pide su mano a doña Carmen, quien no acepta mientras Matilde y él no hayan obtenido su título universitario.

Más tarde, intenta ingresar a la Universidad Central. El rector le negó la matrícula, resaltando que su institución no recibía mujeres para la ca-

rrera de Medicina. En 1914, Antonio obtiene un trabajo en Cuenca como Di-rector de la Banda “Batallón Guayas”, Matilde se va con él, dispuesta a ingresar en la Universidad del Azuay; para ello, se entrevista con el Rec-tor, Dr. Honorato Vásquez, quien le concede la matrícula para la Facultad de Medici-na.

El 29 de junio de 1919, se gra-dúa de Licenciada en Medici-na con la máxima nota otor-gada de acuerdo a la ley. En octubre de ese año entra a la Universidad Central para rea-lizar su práctica y obtener el título de Doctor. Se le asig-na, tras un concurso, a la Sala de Hombres del Hospital San Juan de Dios. Su Director se niega a recibirla. Con la ayu-da del Dr. Isidro Ayora, final-mente es asignada a otra sala del hospital.

El 21 de noviembre de 1921 se gradúa de Doctora en Me-dicina, siendo la primera mu-jer ecuatoriana que consigue ese título.

En 1923 se casa con Fernan-do Procel. En 1924 conquis-ta el voto femenino. En el mismo año nace su hijo Fer-nando y en 1926, Gonzalo.

En 1936 gana las elecciones como Concejala de Machala. En 1941, es la primera Dipu-tada ecuatoriana.

El 24 de febrero de 1974, tras un mes de la muerte de su compañero, fallece por un ataque de apoplejía en la ciu-dad de Guayaquil.

Después de dar una mirada rá-pida a la vida de estas dos ex-traordinarias mujeres, encuen-tro profunda sensibilidad, amor al estudio y al arte, valentía inquebrantable para luchar por

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sus ideales, profundo deseo de superación, de ser más, de dar más. Virginia perdió a su madre cuando tenía 13 años y a su padre cuando tenía 22, Ma-tilde no pudo conocer a su padre. Pienso que el vacío de esas ausencias, fortalece, y aunque nunca se llena, nos enseña a valorar a quienes es-tán a nuestro lado, a valorar a quienes nos dan amor y pro-tección.

Entiendo así la nostalgia de Virginia por su casa de vera-no, por su realidad perdida, porque ahí se guardaban los recuerdos más felices de su niñez, era su tesoro dorado, su fuente de inspiración; de-cía al referirse a ese lugar: “…Si la vida tiene un funda-mento sobre el que se apoya, si es un tazón que llenamos, llenamos y llenamos, enton-ces mi tazón, sin la menor duda se apoya en ese recuer-do…Aún me hace sentir la calidez, como si todo fuera maduro, zumbante, solea-do…”1; y, de igual manera, la añoranza de Matilde por su tierra lojana cuando llegó a Cuenca y recibió insultos por su condición de mujer y por el marcado regionalismo; así lo de horrible, de infi-nito…, …porque ay! aunque no vivo en extranjero suelo, ni en ajena Patria; no, no es mío el cielo del Azuay, ni el plañidero murmurar de las olas de su río…2”

Virginia Woolf, no tuvo la posibilidad de acceder a la educación secundaria, la so-ciedad de la época se lo im-pidió. Comprendo la frustra-

1 Chikiar, I. Op. cit., posición 1356 y 1399.

2 Estrada, J. Op. cit., p. 193.

ción que esto debe haberle producido, se refugió en la lectura, en la biblioteca de su padre; Matilde sí pudo hacer-lo, tras duras batallas, como la humillación pública.Siento la tristeza de las dos, ante la injusta posición a la que se había relegado a la mujer, la reflejan en sus es-critos, en sus poesías. Virgi-nia, a través de su libro Una Habitación Propia, cuenta la historia de una mujer que ha sido expulsada de las biblio-tecas universitarias; describe los obstáculos que tienen que superar las escritoras, dice que para alcanzar su libertad intelectual las mujeres deben tener una fuente económica y “una habitación propia”3. Matilde vivió su adolescencia en soledad, más tarde sintió la desolación del rechazo en la Universidad Central, en su poema El Deber de la Mujer, dice: “…Es preciso abrirse paso, entre envidia y mez-quindades, y burlando tem-pestades dedicarse a estudiar. El estudio sublimiza, enalte-ce y dignifica; es la ciencia la que indica, los medios de progresar…”4

Ambas necesitan que las comprendan y que las ayu-den….

Matilde se reencuentra con el amor de su vida en Quito. Él la ha seguido en la distancia, conoce de su lucha, la apoya y la alienta. Mientras atrave-só por una forzosa separa-ción de Fernando Procel, ella le escribió: “¡Olvídame!...yo creo que es mentira lo que en el mundo llaman realidad, yo quiero al son de mi doliente

3 Ver: Woolf, V. (1999). Una Habitación Propia. España: Betselia S.A. 4 Estrada, J. Op. cit., p. 185.

lira sola llorar mi negra sole-dad… cuando dejarte quiera mi memoria y el corazón te diga que partí, baja a mi tum-ba, escríbeme tu historia, y al cielo vuela, que te espero allí.”5.

Leonard Woolf, se consagró con amor, paciencia y devo-ción a Virginia. Ella también sintió su apoyo en su desa-rrollo como escritora y sus cuidados en su permanente enfermedad; antes de morir, le escribió: “…Tú me has dado la mayor felicidad posi-ble. Has sido en cada aspecto todo lo que se podría ser… Lo que quiero decir es que te debo toda la felicidad de mi vida a ti. Has sido totalmen-te paciente conmigo e increí-blemente bueno… En mí no queda nada más que la certi-dumbre de tu bondad… No creo que dos personas pudie-ran haber sido más felices de lo que nosotros hemos sido.”6

Creo que la lucha de estas dos maravillosas mujeres debe motivarnos a seguir adelante en busca de nues-tras aspiraciones, que su lu-cha no sea en vano, que su lucha nos llene de la valentía que necesitamos para seguir venciendo barreras, no de la misma magnitud, pero final-mente barreras, producto de los rezagos de un machismo injusto y discriminador, que su lucha y nuestro respeto y admiración hacia ellas nos den las alas que necesitamos para volar hacia nuestro desa-rrollo profesional y personal, para buscar nuestro tiempo y nuestro espacio.

5 Estrada, J. Op. cit., p. 189.

6 Chikiar, I. Op. cit., posición 20984

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El pasado 18 de febrero, la Casa de la Cultura

Ecuatoriana ‘Benjamín Car-rión’, Núcleo de Loja celebró el 69 aniversario de creación institucional con eventos cul-turales de calidad. Félix Pala-dines su presidente rememoró el accionar conjunto de 8 personajes que iniciaron este espacio el 20 de febrero de 1947, entre ellos: Clodoveo Jaramillo Alvarado, Carlos Manuel Espinosa, Eduardo Mora Moreno, Clodoveo Car-rión, los hermanos José Miguel y Alfredo Mora Reyes, Rein-aldo Espinosa Aguilar y José Emilio Muñoz con las gestio-nes de Benjamín Carrión Mora y Alejandro Carrión Aguirre.

Luego se realizó la premiac-ión del III Concurso Nacional de Literatura Miguel Riofrío

con la imposición de la pre-sea Miguel Riofrío al escritor Luis Alberto Bravo, autor de la novela El jardinero de los Rolling Stones, quien expresó “Estoy feliz. La novela es eso y mucho más de lo que imaginé. La utopía ha sido realizada”.

Se procedió a dar lectura al ve-redicto del Concurso Nacional de Poesía Alejandro Carrión, los miembros del jurado: Mar-co Antonio Rodríguez, Car-los Luis Mussó y Bernardita Maldonado que acreditaron el triunfo a la obra Egagrópilas del seudónimo Teófilo Vac que corresponde a Kleber Ajila Va-cacela y también el jurado de-cidió dar una mención de hon-or al trabajo La luz del mundo que corresponde al mismo

seudónimo y su identidad es Augusto Rodríguez Ramos.

La Casa rindió homenaje a los lojanos destacados en

los realitys nacionales e inter-nacionales del 2015: Cristhofer Vélez, Cristian Loaiza, Omid Forotan, Santiago Erráez, An-derson Milan, Jhonatan Gran-da y Santiago Tinizaray, con las preseas Segundo Cueva Celi.

La sección de oratoria de la CCE-Loja fue reconocida

por sus logros en la formación de líderes a través del galardón Benjamín Carrión y los galar-donados fueron: Diego Naran-jo Hidalgo, campeón latino-americano de oratoria 2008; Marcelo Aguilera Delgado, campeón latinoamericano de

69 Aniversario InstitucionalL O J A

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oratoria 2011; y, César Pala-cios Odóñez, campeón latinoa-mericano 2012 e internacional 2014.

El programa concluyó con el concierto del grupo instrumen-tal y vocal Generaciones, ads-crito a la Casa de la Cultura de Loja.

Loja Esencia Musical se estre-nó en el Teatro de Artes Segun-do Cueva Celi en el contexto de la celebración del 69 aniver-sario de vida institucional de la Casa de la Cultura de Loja.

El largometraje con una dura-ción de 90 minutos narra la his-toria de los albores de la mú-sica lojana, su consolidación histórica con una innegable vocación musical donde perso-najes, escenarios, lugares, nos hablan sobre la música que co-rre por las venas de varias ge-neraciones que habitan en un pequeño rincón del país, Loja.

El documental recoge el tes-timonio de varios músicos, investigadores y destacados artistas de esta región como:

Emperatriz Bailón, Vicente Jaramillo, Mario Godoy, Da-goberto Vilela, Matilde Cueva, Edgar Palacios, entre otros, dando fe de la historia musical de Loja con una visión panorá-mica que une pasado y presen-te para formar una idea clara que permite enfrentar el futuro con decisión y conocimiento.

Félix Paladines, presidente de la Casa de la Cultura de Loja, entidad impulsora de este do-cumental, mencionó que el

documental es una forma de rendir un tributo a los persona-jes que forjaron a Loja como la capital musical del Ecuador y a quienes con su aporte siguen consolidando esta manifesta-ción artística.

Manuel Agustín Godoy, ge-rente de ILE (Industria Lojana de Especerías), empresa que contribuyó para la realización del documental, expresó su sa-tisfacción al ser parte de este

Estreno del largometraje Loja esencia musical

Altaira Rojas, Directora de AURORA FILMS PRODUCCIONES

Concierto del Grupo Generaciones

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ciones artísticas, puntualizando la creación de la extensión cul-tural de Vilcabamba, parroquia con la que compartimos eventos de categoría en artes plásticas y musicales, a pesar de las limita-ciones de orden económico que se ha tenido que afrontar.

Paladines mencionó que la Casa de la Cultura de Loja es una ins-titución que ofrece una variedad de eventos, talleres, lo que ha permitido que los lojanos sepan valorarla y darle un sitial en su corazón, pues, su mística la ha llevado a respaldar un sinnúme-

proyecto que es parte de la identidad cultural de nues-tra ciudad y provincia.

Socialización ren-dición de cuentas.

Año 2015

Félix Paladines presiden-te de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Ca-rrión, Núcleo Provincial de Loja presentó el Informe de Rendición de Cuentas 2015 el jueves 10 de marzo en el Auditorio Pablo Palacio, con la proyección de un ví-deo que daba fiel testimonio de la gran actividad que se genera desde la entidad rec-tora de la cultura provincial.

Paladines manifestó que el Núcleo de Loja de la CCE cada año intensifica y forta-lece la cultura, destacando que el 2015 fue un año de emprendimiento, puesto que se construyeron proyectos que están dando sus frutos, prueba de ello es la Cam-paña de lectura Alejandro Carrión Aguirre con tres publicaciones hasta noviem-bre de 2015; además de la puesta en marcha de la pe-lícula Loja esencia musical que concluyó su rodaje en diciembre del mismo año; y, la inauguración de la Sala de Exposiciones Ángel Rubén Garrido.

El máximo representante de la cultura provincial hizo re-ferencia a la integración de nuevos actores culturales y a la apertura de la institución hacia varios aspectos que abarcan la democratización de las diversas manifesta-

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ro de iniciativas como la Fiesta de la Música, Loja sobre tablas, cine-club Lumière, Simposio Nacional de Literatura, Encuentro Arte Mu-jer. Así como concursos, entre los que destacan: de Novela Miguel Riofrío, Salón de Noviembre Gui-llermo Herrera Sánchez, de Poe-

sía Alejandro Carrión Aguirre, sin dejar de sembrar la semilla cultu-ral en la niñez a través de certá-menes de Pintura Infantil Sueños y Colores, de interpretación musi-cal Edgar Palacios, el festival de Villancicos La niñez y la Magia Musical de la Navidad, etc.

Vale destacar que todo este accio-nar cimienta una actitud positiva frente al arte y la literatura mani-festaciones que sensibilizan al ser humano, por ello entre los asisten-tes se proclamaron comentarios constructivos sobre nuestra Casa.

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