tapatio 16 de julio

2
Sábado 16 de julio de 2011 PÁGINA 9-B La primera vez que don Roberto entró a una can- tina tenía ocho años. Pese al rechazo constante, aquel niño con cajón y trapo en mano lograba inmiscuirse entre los parro- quianos y cumplir su cometido: limpiar zapatos. A sus 63 años, Roberto Castillo aún recuerda cuándo comenzó a bolear. ¿La razón? Su madre les pedía que le hicieran como pudieran, pero todos – eran 12 hijos– tenían que irse con los zapatos lim- pios a la escuela. De tan bien que le quedaban, a veces sus herma- nos le pagaban para que el calzado luciera. Y así, a una edad en la que difícilmente se piensa en otra cosa que caricaturas y futbol, el “Bulldog” iniciaba con la acti- vidad que más de medio siglo después lo tendría con- tando su historia desde el lugar de la cobranza en esa bolería rojinegra que lleva más de tres décadas en el barrio de Santa Tere. Pero antes, hay mucho que decir del hombre al que su padre no le permitió abandonar la preparatoria para dedicarse al futbol, y que sin embargo terminó por dejarla cuando iba en tercer semestre porque lo suyo, lo suyo, es el trabajo. Cual niño con balón nuevo, Roberto salió al par- que de la colonia para estrenar el cajoncito que su her- mano mayor le regaló. Estaba en tercero de primaria y decidió que habría que buscar otra manera de im- pulsar el negocio. Desde entonces, además del cajón cargaba una bolsa con chicles. Siempre para vender. Probablemente dos generaciones atrás, su abuelo también emprendía su camino. Con el orgu- llo que se le desborda por los puños –que agita con regocijo–, don Roberto relata que su abuelo tenía su cajón en el Centro de la ciudad, el cual después heredó a su padre. Han pasado 35 años desde que Roberto descubrió que hacer paletas no lera lo suyo. Un maestro le tras- pasó una paletería, pero no tardó demasiado en darse cuenta del oficio que quería ejercer en el local que es- taba en Pedro Buzeta y Manuel Acuña. Así que le pidió a su profesor que se llevara todo, porque necesitaba espacio para colocar el cajón que lo había acompañado durante los últimos años. Primero fue su padre. Después, sus hermanos. Con el tiempo, también sus primos, hijos y sobrinos. Hasta el día de hoy, don Roberto afirma: “Yo no tengo trabajadores, aquí somos pura familia”. Hasta que rechinen de limpio Son cerca de las 16:00 horas y Guadalajara tiene ganas de llover. Desde que se pisa Alfredo Chavero en su cruce con Pedro Buzeta, una lona rojinegra se dis- tingue a media cuadra. La primera impresión confirma lo previa- mente sospechado: huele a Atlas. Fotos oficiales, recortes periodísticos, llaveros; hasta el ventila- dor está uniformado. Hay una sola cosa que el cliente tiene que hacer una vez que entra: subir una suerte de escalón para lle- gar al asiento que dejará los pies a la altura del pecho del encargado de sacarle brillo a los zapatos. Desde ahí arriba se puede observar el proceso, o en su defecto, escuchar la nunca irreconocible voz de Ana Gabriel que sale de las bocinas. Para que los calcetines no se ensucien en el curso de la boleada, el bolero coloca un plástico que los pro- tege de cualquier mancha. Después, es un desfile de trapo, cepillo, espuma, cepillo y trapo. Es ahí cuando la expresión “hasta que rechine de limpio” cobra verdadero sentido. Quince minutos y 20 pesos. El brillo invade inclu- so a los zapatos más viejos y descuidados. Del Atlas, aunque le digan “margara” La primera palabra que dijo la única hija de don Roberto fue “atas”. Y es que el escudo rojinegro es el sello de la familia. Para don Roberto es imposible ocultar su pasión. No sólo por las decenas de cuadros que tapizan la pa- red y que le han sido regalados por un sinnúmero de jugadores y directivos, sino que cada vez que habla so- bre el equipo que sólo ha sido campeón cuando él ron- daba los tres años, sus venas se exaltan como si feste- jaran un gol en pleno Estadio Jalisco. A diferencia del sentimiento bolero, la afición al Atlas no es por tradición. Sus padres y la mayoría de sus hermanos le van a las Chivas. “Soy Atlas porque yo jugué ahí desde las ‘Migajas’ (equipo juvenil). Tenía unos vecinos que su tío era Mar- celino Gómez, portero del Atlas, que llegaba por ellos para que fuéramos a verlo entrenar. Nos metíamos al campo, nos poníamos atrás de la portería y desde ahí veíamos cómo volaba Marcelino”. Desde chicos les enseñaron cuál era el equipo a vencer. Don Roberto jugó clásicos contra las Chivas y eso le hizo amar aún más la playera. “Ahí viene el márgaro”, le decían familiares y compañeros. Pero esas ofensas las ataja y lanza el con- traataque: “Soy Atlas hasta morir”. Su evidente afición ha causado que varios reco- nocidos hombres del futbol pasen por la Bolería Santa Teresita (conocida popularmente como “Bolería At- las”). Entre ellos recuerda a Enrique “Ojitos” Meza, Marcelo Bielsa y Ricardo Antonio La Volpe. Incluso Jorge Vergara, a quien Roberto Castillo identifica como “bien zorro”, constantemente le man- da zapatos para que los deje como nuevos. ¿Y cuando llega alguien con la camisa de Chi- vas? Pícaro, responde: “Yo les digo que se le van a quemar los pies como a Cuauhtémoc, pero de puro cotorreo”, porque en la bolería se les atiende a todos por igual. Y es que muchos jugadores rojiblancos también se han sentado en sus sillas, como son los casos de Al- berto Guerra y “Chava” Reyes. Roberto analiza una lista invisible de nombres, porque no sólo futbolistas son atraídos al negocio, sino que puede presumir que incluso gobernadores, como Alberto Cárdenas y Emilio González han salido con los zapatos limpios. Con la simpatía de la que echa mano durante toda la plática, y con plena conciencia de que a su jornada laboral le faltan por lo menos 10 horas y media para concluir, don Roberto Castillo senten- cia: “Soy el hombre más feliz del mundo porque ha- go lo que me gusta”. • La Bolería Santa Teresita es para Roberto Castillo el hogar de dos de sus pasiones: la afición al Atlas y el placer de bolear zapatos. Supervisora: Aimeé Muñiz • [email protected] Fundadores Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director Carlos Álvarez del Castillo G. por: David Izazaga Las calles empedradas de San Juan de Oco- tán que hasta hace algunas semanas lucían tierra volátil, polvo que iba y venía por los aires ante la menor provocación del viento, están ahora fir- mes, pues la tierra es lodo, lodo compacto que salvo en contados casos ha hecho charco. Es domingo 10 de julio, segundo domingo del mes, lo que marca que es el Día del Atole, co- mo la mayoría lo conoce. Se acerca la fiesta de los Tastoanes y ésta es quizá la celebración pre- via más importante antes de que lleguen los me- ros días de la celebración grande: el 25, 26 y 27 de este mes. Por la mañana, mucho antes de que amanez- ca, ya se empezaron a escuchar los cohetes, ya hubo misa, ya se invitó a la comunidad al desa- yuno al que han asistido cientos y cientos de per- sonas. Y justo al medio día, de la casa de quien será este año el Santiago a la casa del que lo será el próximo, un grupo como de 50 o 60 mujeres acompañan una gran procesión, para llevar el atole. Van danzando al paso que les marcan los tambores y van con las máscaras de tastoanes. Pero no son tastoanes, son Las Tastoanas. Y bai- lan. Y gritan. Y las que llevan machete lo chocan contra el piso, lo frotan contra las piedras donde hay. Y da miedo acercarse, porque parece que es- tán enojadas, pero no: detrás de la máscara ríen, gritan y se divierten. Es su día. Y lo saben. Llegan todos (y digo todos, porque hoy son cientos y cientos, hasta muy seguramente llegar a miles) a la casa a la que llevan el atole y entran los que pueden. Los que no alcanzan a entrar se quedan afuera esperando. Y adentro está la ban- da y no dejan de sonar los cohetes, uno por uno o en puño. Y las tastoanas que no pudieron entrar bailan afuera, bajo un toldito de una cervecería que pusieron por si llovía, pero no llueve. Y mu- chos chiflan y empujan porque quieren entrar, pero ya no se puede, porque no cabe ni un alma más. Y afuera casi todos toman cerveza, tequila o lo que se pueda. Y a lo largo de la calle se ven, si uno voltea al cielo, los miles de adornos de ban- deritas de plástico rojo y blanco. De repente comienzan a salir las tastoanas, con sus máscaras y sus largas pelucas de crin de caballo. Y las que no traen machete traen largos cucharones de madera. Y palas, también de ma- dera, que son con las que le estuvieron moviendo en la mañana al atole. Las palas son enormes, co- mo de un metro. Y unas más llevan bastones. La procesión llega a la casa en donde se ofre- cerá la comida. Y todos están invitados. Y son cientos y cientos los que entran, y hay decenas de cazos grandísimos como en los que hacen las carnitas. Y hay carne y hay arroz. Y la bebida no se acaba nunca: agua de fruta, cerveza, mucha cerveza y tequila, muchísimo tequila. Y cuando a uno le ofrecen tequila (porque hay que traer pa- ra ofrecer, porque si no puede uno incurrir en una grosería) hay que aceptar, porque si no, también puede considerase una grosería el no hacerlo: dar y beber, beber y dar. Y la banda empieza a tocar. Y las tastoanas bailan. La comida se sirve una y otra vez. Y son cientos y cientos quienes comen. Al final de la co- mida comienza a hacerse una fila: son los que van a comprar el atole (y, por supuesto, el pan, que se llama torcido). Y le pregunto a la cocinera cuánto atole han hecho y me dice que son más de 10 ca- sos. Y nos cuesta 30 pesos el jarro como de un li- tro, con todo y torcido. Y salimos de ahí. Y la fies- ta apenas comienza. [email protected] Fatiga crónica El día del atole • Cientos de personas beben el atole que se prepara en más de una decena de cazos, mientras las tos- toanas bailan. ESPEACIL/ ILEANA RIVAS Don Roberto y su equipo tienen una misión: que ni un zapato salga sucio del negocio Tradición bolera en Santa Tere De oficios y pasiones EL INFORMADOR • A. CAMACHO

Upload: el-informador

Post on 09-Mar-2016

225 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Tapatio 16 de Julio

TRANSCRIPT

Sábado 16 de julio de 2011 PÁGINA 9-B

La primera vez que don Roberto entró a una can-tina tenía ocho años.

Pese al rechazo constante, aquel niño con cajóny trapo en mano lograba inmiscuirse entre los parro-quianos y cumplir su cometido: limpiar zapatos.

A sus 63 años, Roberto Castillo aún recuerdacuándo comenzó a bolear. ¿La razón? Su madre lespedía que le hicieran como pudieran, pero todos –eran 12 hijos– tenían que irse con los zapatos lim-pios a la escuela.

De tan bien que le quedaban, a veces sus herma-nos le pagaban para que el calzado luciera. Y así, a unaedad en la que difícilmente se piensa en otra cosa quecaricaturas y futbol, el “Bulldog” iniciaba con la acti-vidad que más de medio siglo después lo tendría con-tando su historia desde el lugar de la cobranza en esabolería rojinegra que lleva más de tres décadas en elbarrio de Santa Tere.

Pero antes, hay mucho que decir del hombre alque su padre no le permitió abandonar la preparatoriapara dedicarse al futbol, y que sin embargo terminópor dejarla cuando iba en tercer semestre porque losuyo, lo suyo, es el trabajo.

Cual niño con balón nuevo, Roberto salió al par-que de la colonia para estrenar el cajoncito que su her-mano mayor le regaló. Estaba en tercero de primariay decidió que habría que buscar otra manera de im-pulsar el negocio. Desde entonces, además del cajóncargaba una bolsa con chicles. Siempre para vender.

Probablemente dos generaciones atrás, suabuelo también emprendía su camino. Con el orgu-llo que se le desborda por los puños –que agita con

regocijo–, don Roberto relata que su abuelo teníasu cajón en el Centro de la ciudad, el cual despuésheredó a su padre.

Han pasado 35 años desde que Roberto descubrióque hacer paletas no lera lo suyo. Un maestro le tras-pasó una paletería, pero no tardó demasiado en darsecuenta del oficio que quería ejercer en el local que es-taba en Pedro Buzeta y Manuel Acuña.

Así que le pidió a su profesor que se llevara todo,porque necesitaba espacio para colocar el cajón quelo había acompañado durante los últimos años.

Primero fue su padre. Después, sus hermanos.Con el tiempo, también sus primos, hijos y sobrinos.Hasta el día de hoy, don Roberto afirma: “Yo no tengotrabajadores, aquí somos pura familia”.

Hasta que rechinen de limpio

Son cerca de las 16:00 horas y Guadalajara tieneganas de llover. Desde que se pisa Alfredo Chavero ensu cruce con Pedro Buzeta, una lona rojinegra se dis-tingue a media cuadra.

La primera impresión confirma lo previa-mente sospechado: huele a Atlas. Fotos oficiales,recortes periodísticos, llaveros; hasta el ventila-dor está uniformado.

Hay una sola cosa que el cliente tiene que haceruna vez que entra: subir una suerte de escalón para lle-gar al asiento que dejará los pies a la altura del pechodel encargado de sacarle brillo a los zapatos.

Desde ahí arriba se puede observar el proceso, oen su defecto, escuchar la nunca irreconocible voz de

Ana Gabriel que sale de las bocinas.Para que los calcetines no se ensucien en el curso

de la boleada, el bolero coloca un plástico que los pro-tege de cualquier mancha.

Después, es un desfile de trapo, cepillo, espuma,cepillo y trapo. Es ahí cuando la expresión “hasta querechine de limpio” cobra verdadero sentido.

Quince minutos y 20 pesos. El brillo invade inclu-so a los zapatos más viejos y descuidados.

Del Atlas, aunque le digan “margara”

La primera palabra que dijo la única hija de donRoberto fue “atas”. Y es que el escudo rojinegro es elsello de la familia.

Para don Roberto es imposible ocultar su pasión.No sólo por las decenas de cuadros que tapizan la pa-red y que le han sido regalados por un sinnúmero dejugadores y directivos, sino que cada vez que habla so-bre el equipo que sólo ha sido campeón cuando él ron-daba los tres años, sus venas se exaltan como si feste-jaran un gol en pleno Estadio Jalisco.

A diferencia del sentimiento bolero, la afición alAtlas no es por tradición. Sus padres y la mayoría desus hermanos le van a las Chivas.

“Soy Atlas porque yo jugué ahí desde las ‘Migajas’(equipo juvenil). Tenía unos vecinos que su tío era Mar-celino Gómez, portero del Atlas, que llegaba por ellospara que fuéramos a verlo entrenar. Nos metíamos alcampo, nos poníamos atrás de la portería y desde ahíveíamos cómo volaba Marcelino”.

Desde chicos les enseñaron cuál era el equipo a

vencer. Don Roberto jugó clásicos contra las Chivas yeso le hizo amar aún más la playera.

“Ahí viene el márgaro”, le decían familiares ycompañeros. Pero esas ofensas las ataja y lanza el con-traataque: “Soy Atlas hasta morir”.

Su evidente afición ha causado que varios reco-nocidos hombres del futbol pasen por la Bolería SantaTeresita (conocida popularmente como “Bolería At-las”). Entre ellos recuerda a Enrique “Ojitos” Meza,Marcelo Bielsa y Ricardo Antonio La Volpe.

Incluso Jorge Vergara, a quien Roberto Castilloidentifica como “bien zorro”, constantemente le man-da zapatos para que los deje como nuevos.

¿Y cuando llega alguien con la camisa de Chi-vas? Pícaro, responde: “Yo les digo que se le van aquemar los pies como a Cuauhtémoc, pero de purocotorreo”, porque en la bolería se les atiende a todospor igual.

Y es que muchos jugadores rojiblancos tambiénse han sentado en sus sillas, como son los casos de Al-berto Guerra y “Chava” Reyes.

Roberto analiza una lista invisible de nombres,porque no sólo futbolistas son atraídos al negocio, sinoque puede presumir que incluso gobernadores, comoAlberto Cárdenas y Emilio González han salido conlos zapatos limpios.

Con la simpatía de la que echa mano durantetoda la plática, y con plena conciencia de que a sujornada laboral le faltan por lo menos 10 horas ymedia para concluir, don Roberto Castillo senten-cia: “Soy el hombre más feliz del mundo porque ha-go lo que me gusta”.

• La Bolería Santa Teresita es para Roberto Castillo el hogar de dos de sus pasiones: la afición al Atlas y el placer de bolear zapatos.

Supervisora: Aimeé Muñiz • [email protected]

Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G.

por: David Izazaga

Las calles empedradas de San Juan de Oco-tán que hasta hace algunas semanas lucían tierravolátil, polvo que iba y venía por los aires ante lamenor provocación del viento, están ahora fir-mes, pues la tierra es lodo, lodo compacto quesalvo en contados casos ha hecho charco.

Es domingo 10 de julio, segundo domingodel mes, lo que marca que es el Día del Atole, co-mo la mayoría lo conoce. Se acerca la fiesta delos Tastoanes y ésta es quizá la celebración pre-via más importante antes de que lleguen los me-ros días de la celebración grande: el 25, 26 y 27de este mes.

Por la mañana, mucho antes de que amanez-ca, ya se empezaron a escuchar los cohetes, yahubo misa, ya se invitó a la comunidad al desa-yuno al que han asistido cientos y cientos de per-sonas. Y justo al medio día, de la casa de quienserá este año el Santiago a la casa del que lo seráel próximo, un grupo como de 50 o 60 mujeresacompañan una gran procesión, para llevar elatole. Van danzando al paso que les marcan lostambores y van con las máscaras de tastoanes.Pero no son tastoanes, son Las Tastoanas. Y bai-lan. Y gritan. Y las que llevan machete lo chocancontra el piso, lo frotan contra las piedras dondehay. Y da miedo acercarse, porque parece que es-tán enojadas, pero no: detrás de la máscara ríen,gritan y se divierten. Es su día. Y lo saben.

Llegan todos (y digo todos, porque hoy soncientos y cientos, hasta muy seguramente llegara miles) a la casa a la que llevan el atole y entranlos que pueden. Los que no alcanzan a entrar sequedan afuera esperando. Y adentro está la ban-da y no dejan de sonar los cohetes, uno por unoo en puño. Y las tastoanas que no pudieron entrar

bailan afuera, bajo un toldito de una cerveceríaque pusieron por si llovía, pero no llueve. Y mu-chos chiflan y empujan porque quieren entrar,pero ya no se puede, porque no cabe ni un almamás. Y afuera casi todos toman cerveza, tequilao lo que se pueda. Y a lo largo de la calle se ven,si uno voltea al cielo, los miles de adornos de ban-deritas de plástico rojo y blanco.

De repente comienzan a salir las tastoanas,con sus máscaras y sus largas pelucas de crin decaballo. Y las que no traen machete traen largoscucharones de madera. Y palas, también de ma-dera, que son con las que le estuvieron moviendoen la mañana al atole. Las palas son enormes, co-mo de un metro. Y unas más llevan bastones.

La procesión llega a la casa en donde se ofre-cerá la comida. Y todos están invitados. Y soncientos y cientos los que entran, y hay decenasde cazos grandísimos como en los que hacen lascarnitas. Y hay carne y hay arroz. Y la bebida nose acaba nunca: agua de fruta, cerveza, muchacerveza y tequila, muchísimo tequila. Y cuandoa uno le ofrecen tequila (porque hay que traer pa-ra ofrecer, porque si no puede uno incurrir en unagrosería) hay que aceptar, porque si no, tambiénpuede considerase una grosería el no hacerlo:dar y beber, beber y dar.

Y la banda empieza a tocar. Y las tastoanasbailan. La comida se sirve una y otra vez. Y soncientos y cientos quienes comen. Al final de la co-mida comienza a hacerse una fila: son los que vana comprar el atole (y, por supuesto, el pan, que sellama torcido). Y le pregunto a la cocinera cuántoatole han hecho y me dice que son más de 10 ca-sos. Y nos cuesta 30 pesos el jarro como de un li-tro, con todo y torcido. Y salimos de ahí. Y la fies-ta apenas comienza.

[email protected]

Fatiga crónica

El día del atole

• Cientos de personas beben el atole que se prepara en más de una decena de cazos, mientras las tos-toanas bailan.

ESP

EAC

IL/

ILEA

NA

RIV

AS

Don Roberto y su equipo tienen una misión:que ni un zapato salga sucio del negocio

Tradiciónbolera enSanta Tere

De oficios y pasiones

EL I

NFO

RM

AD

OR

• A

. C

AM

AC

HO

PÁGINA 10-B Sábado 16 de julio de 2011EL INFORMADOR

Clásica

por: Eduardo Escoto

Este mes de julio se cumple un añodel debut de una joven agrupación mu-sical que está dispuesta a sonar fuerte.Se trata del cuarteto Cuerdas Revuel-tas, cuyos integrantes, miembros todosde la Orquesta Filarmónica de Jalisco(OFJ), se encuentran inmersos en nu-merosas actividades y proyectos quetienen como objetivo claro la difusiónde la música formal –y en particular lade reciente creación– a través de su pro-pio perfeccionamiento e integración.

Cuerdas Revueltas (juego de pa-labras que no hace referencia al com-positor) está integrado por los violi-nistas Diego Rojas Miramontes yCésar Huízar González, el violistaManuel Olivares Castañeda y la vio-lonchelista Yalissa Cruz Espino, laúnica de los cuatro músicos que no esjalisciense, sino de Veracruz.

Como se ha hecho mención, el re-pertorio que aborda el cuarteto seorienta principalmente hacia la músicanueva, situación “más bien casual”, se-ñala la propia Yalissa Cruz Espino,“porque empezamos a tocar a los clási-cos y a conocernos en todos los aspec-tos, entonces nos pidieron que inter-pretáramos dos obras de José LuisNúñez Melchor y que estrenáramos elcuarteto Enchanted, de FernandoQuintana”. Este hecho, añade DiegoRojas, “se dio por invitación de Guiller-mo Dávalos, quien nos incluyó en la an-

terior edición (2010) del Ciclo de Com-positores Jaliscienses, y así nos presen-tamos por primera vez hace un año enel Ex Convento del Carmen”.

Tras esta primera aparición, seles acercaron varios compositoresinteresados en que el cuarteto eje-cutase sus trabajos, aparte de la in-vitación que recibieron del clarine-tista Charles Nath para participaren el Festival Cultural de Mayo(FCM) con el estreno de Identities,del norteamericano Brian Banks.Han intervenido también en el ciclo“Jueves de Música en Palacio” y seles ha encargado el estreno de lospreludios y fugas de los alumnosdel primer año de composición delDepartamento de Música de la Uni-versidad de Guadalajara (UdeG).

Los integrantes de esta agrupa-ción dicen disfrutar del reto que suponeaproximarse a nuevas composiciones:“No tienes referencias de otras inter-pretaciones y hay muchas indicacionesque podrían entenderse de formas dis-tintas”, explica Diego Rojas Miramon-tes. “Tenemos que investigar técnica-mente, desarrollarnos y explorar.Muchas veces tenemos que trabajarjunto al compositor y lograr transmitirlo que él busca; no es fácil que los gru-pos de cámara se presten a estrenarobras”, amplía Yalissa Cruz Espino.

En muchas ocasiones, esta músicaencuentra una de sus primeras valora-ciones serias en el intérprete encargado

de su estreno. “Primero analizamos laobra, la escuchamos una vez y decidi-mos si seguimos adelante; muchas ve-ces hay cosas mal escritas en el papel yes algo incómodo, por fortuna, nos hantocado buenos compositores a los queagradecemos su confianza”, declara laviolonchelista. “Compositores con es-cuela -–recisa Manuel Olivares Casta-ñeda–, y esto es algo importante, por-que se trata de una música difícil parael público”, por lo que se exigen a sí mis-mos para hacerlo lo mejor posible.

Diego Rojas Miramontes indicaque, en general, “el público no quiereasistir a los estrenos porque piensaque es música fea”. Por esta razónbuscan ayudar al público a acercarse,preocupándose por presentar sem-blanzas de los autores y reseñas delas obras que se escucharán en lasdistintas presentaciones.

Respecto a su formación, destacael hecho de que tanto Manuel OlivaresCastañeda como Diego Rojas Mira-montes iniciaron su aprendizaje en elCentro Regional de Estudios Musica-les (CREM), institución con sede enAjijic, Jalisco, cuya organización ypuesta en marcha se debe al maestroVíctor Manuel Medeles. Rojas Mira-montes es muy claro: “Si no es por elCREM, yo no sería músico”. OlivaresCastañeda, por su parte, recuerda alfallecido maestro como “una personamuy segura, con muchas vivenciasque transmitía en su música, en la que

refleja sabiduría”, y lamenta junto consus compañeros que sus piezas no seinterpreten con frecuencia.

Cesar Huízar González tambiénfue alumno de Medeles en la clase dearmonía en la Escuela de Música de laUdeG. “De hecho –señala–, las cosasque me gusta escribir se las debo a lasenseñanzas que él me dio”.

En el futuro cercano se vislumbranvarios proyectos para estos jóvenesmúsicos. De entrada, está la grabaciónque realizarán de Manchas acústicas,obra del compositor Arturo Arvizu queya estrenaron el pasado día 12 en elmarco del cuarto “Ciclo de Composito-res Jaliscienses”.

Entre los planes está también asis-tir al Festival Ricardo Castro, en la ciu-dad de Durango, el próximo mes de no-viembre, y buscar alguna beca que lespermita perfeccionarse y terminar deestablecerse como agrupación. “Nohay cuartetos de cuerda 100% mexica-nos y nosotros siempre navegamos or-gullosamente con esa bandera”, expo-ne Yalissa Cruz Espino. Y agrega:“Somos muy entusiastas, muy ‘alivia-nados’, nos llevamos muy bien y nosqueremos mucho; eso es algo que se vepoco en estos grupos”.

Queda esperar que este primeraniversario de pie a muchos más yque la expresividad y el sonido homo-géneo que posee el cuarteto siga evo-lucionando en favor del entorno mu-sical tapatío y nacional.

por: Juan Palomar

Del jardín van subiendo las evidencias del verano.Insiste la lluvia en el mediodía ensombrecido. Es otralluvia, y la misma que ha dado por arribar, como unbarco a puerto, todas las madrugadas. Una segundasalva de flores nocturnas estalló en el corredor. Lasgranadas, diezmadas este año, maduran con los días.En la noche el cielo es blando y bajo, y el resplandorde la ciudad duplica su reflejo en las nubes lentísimas.

**Pueblo del Sur. Al pueblo le van saliendo estraman-

cias y cosas insólitas mientras sigue su peregrinaciónhacia el futuro. La llamada “arquitectura de las reme-sas” muestra sus estragos aquí o allá. Apenas puedendistinguirse, en algunas cuadras, lo que queda de las ca-sas que apenas dos generaciones de pobladores han fa-gocitado y transformado en objetos irreconocibles pro-vistos de techitos en varios modelos, aluminios doradosy vidrios ahumados. La música que vomitan las venta-nas hace juego con lo demás. Un enrejado que aparece,ubicuo, en los pueblos del sur y aún hasta Jocotepec, daidea de un glifo náhuatl. Tres barras verticales inte-rrumpidas por dos barras en diagonal. Podría suponer-se su aparición a las fechas en que la herrería industrialtomó vuelo en esos pueblos: quizá hacia 1930… Sor-prende la reiteración del motivo, visible en las casasprincipales o en las rejas de modestas construccionesen el campo, pasando por muy diferentes utilizacionesque llegan a la actualidad. Como si pudiera hablarse deciertos atavismos arquetípicos que, traducidos en unaforma contundente y clara, algo le dicen al subconscien-te de la gente que así, en forma más o menos automática,los emplea y les da nuevo curso.

En el mismo sentido, y por la misma geografía, sediseminaron en los años treinta y cuarenta una ampliay notable serie de construcciones encuadradas en esacuriosa y poco estudiada tendencia que es el Art Déco.El cine de Sayula es un magnífico ejemplo. Como si lasvagas líneas de parentesco de esa arquitectura conciertas formas prehispánicas hubiera abonado el te-rreno para que tal estilo cundiera, para el agrado eidentificación de la gente.

**Sorprende ver, en este pueblo transformado,

una esquina que, de manera inexplicable y tanto másagradecible, permanece. Una curva agraciada que latopografía y la traza de las calles determinan, el án-gulo de un tejaban, una ventana discreta y un arrayánen lo alto de ese balcón fortuito. De allí se verá la huer-ta del casco y quizás el río; allí resiste la muestra deque era posible cambiar el mismo pueblo y no obtenerla fealdad y la sordidez que ahora prevalecen. Peroasí como en 50 años esto ha sucedido, nada dice –es-peranzadamente– que en los años que vienen no sepueda reconstruir un pueblo que sea capaz de decirmuy otras cosas.

**Aparentemente Jorge Luis Borges escribió uno

de sus poemas centrales –y que él mismo decía preferira los demás– en marzo de 1958, mientras ya casi ciegodeambulaba por Buenos Aires. Decía que ya nada másveía sombras. “Aprovecho la ceguera para versificarpor las calles”, declaró. En la grabación de sus poemaspara Voz viva de México, Borges afirma que con Lími-tes había podido decir, quizá, algo nuevo. Qué raro ha-ber ya estado vivo, cavilará alguien, cuando esos cuar-tetos definitivos, que parecen venir de tan lejos, fueronpensados y escritos: dictados, en realidad. Mientras setranscriben algunos de sus versos, es irremediable oírla voz cansada del poeta, a través de la estática del dis-co, declamar:

De estas calles que ahondan el poniente,una habrá (no sé cual) que he recorridoya por última vez, indiferentey sin adivinarlo, sometido

a quien prefija omnipotentes normasy una secreta y rígida medidaa las sombras, los sueños y las formasque destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasay última vez y nunca más y olvido,¿quién nos dirá de quién, en esta casa,sin saberlo, nos hemos despedido?(…)

**En su abundante libro sobre Borges, Bioy Casa-

res dice que aquél le contó: “El rey David llamó a unjoyero y le pidió que le hiciera un anillo, un anillo quele recordara, en los momentos de júbilo, que no debíaensoberbecerse, y, en los momentos de tristeza, queno debía abatirse. ‘¿Cómo lo haré?’, preguntó el hom-bre. ‘Tú lo sabrás –contestó el rey– para eso eres artí-fice’. El joyero salió a la calle. Un joven le preguntó:‘Anciano, ¿qué te atormenta?’. El joyero contestó: ‘Elrey me ha encargado un anillo’ y explicó todo. ‘Eso esfácil –declaró el joven–. Fabrica un anillo de oro, conla inscripción: Esto también pasará’. Así hizo el joyero,y llevó el anillo al rey, quien le preguntó: ‘¿Cómo se teha ocurrido esto?’. ‘No se me ha ocurrido a mí, sino aun joven que era así y así’, contestó el joyero. ‘Ah –ex-clamó el rey–, ese joven es mi hijo Salomón’. Es unahistoria perfecta, limada hasta la perfección por losaños. Qué bien que el joven no fuera un ángel, comouno temía, sino Salomón.”

**Sigue la caída de agua dando su caudal, ahora

revolcado por el poderío del temporal. Las arcaicas yfieles turbinas siguen también mandando la transfor-mada fuerza de los torrentes a través de los cerrosviolentamente reverdecidos. En el ancón todavía losárboles perduran. Por largo rato los niños juegan en-tre las piedras que el río ha pulido por tan largo tiem-po. Algo en su cautela gozosa habla del respeto queel anfiteatro natural, los cantiles milenarios, las hi-gueras empeñosas ahí les enseñan. Saben, tal vez,que por el resto de sus vidas se acordarán de esa ve-reda de medida exacta, del asombro que esta aguarojiza y noble les depara.

[email protected]

Diariode un espectador

Tres jóvenes músicos jaliscienses y una veracruzana, no cejan en su empeño de difundir el repertorio formal de reciente creación

TAPATÍO

Cuerdas muy inquietas• Luego de su primera presentación hace un año, el cuarteto Cuerdas Revueltas está listo para tocar en diversos escenarios.

EL INFO

RMADOR • M. FR

EYRÍA