«teologia moral y economía» - studia moralia
TRANSCRIPT
INDEX
VISSER J., Introductio . 7-10
HA.RING B., Heutige Bestrebungen zur Vertiefung und
Erneuerung der Moraltheologie 11-48
MURPHY F., The background to a history of patristic
moral thought 49-85
VEREECKE L., Préface à l'histoire de la théologie morale
moderne . 87 -120
H0RTELAN0 A., Teologia moral y economia 121-143
F0RN0VILLE TH., Existentialisme et éthique . 145-185
HUMBERT A., L'observance des commandements dans les
écrits Johanniques (Evangile et Première Epìtre) 187-219
ENDRES J., Anteil der Klugheit am Erkennen des kon-
kret Wahren und am Wollen des wahrhaft Guten 221-263
CAPONE D., Dissertazioni e Note di S. Alfonso sulla pro-
babilità e la coscienza dal 1748 al 1763 . 265-343
O'RIORDAN S., The nature and function of pastoral psy-
chology . 345-387
REGAN A., The word of God and the ministry of prea-
ching 389-449
ANTONIO HORTELANO
TEOLOGIA MORAL Y ECONOMIA
SUMMARIUM
Semper sed praesertim nostris diebus res oeconomicae maximi
momenti fuerunt. Immo ut videtur magna tensio internationalis hodierna quae causa est praeocupationis quoad futurum politicum, sociale et re1igiosum humanitatis a solutione problematis oeconomici magna ex
parte pendet.
Diversae sunt actitudines hodiernae circa relationem inter Theolo
giam Moralem et Oeconomiam. Secundum aliguos nulla datur relatio possibilis inter unam et a1teram. Ad hanc thesim hi veniunt propter
suam inclinationem nimis spiritualisticam (transcendentalismus eschatologista) vel materialisticam (capitalismus liberalis-marxismus). Secundum alios autem ita intima est relatio inter Theologiam Moralem et
Oeconomiam ut practice inter unam et alteram nulla continuitatis solutio detur (creationismus evolutivus). Fine finaliter - et haec recta omnino videtur actitudo secundum revelationem biblicam et traditionem
ecclesiasticarn - Oeconomia potest aliquo modo a Theologia assumi praevia ipsius redemptione et supernaturali christianisatione. Theolo
gia non potest a utonomiam scientiae oeconomicae ignorare et hac de causa non potest problemata oeconomica sub aspectu mere technico considerare, sed solum in quantum ordinem dicunt ad hominem dignitate personali ornatum et quidem in perspectiva christiana. Id est TheoJogia in rebus oeconomicis Mysterium Christi videre debet.
En todas Ias épocas de la historia humana los problemas
econ6micos han condicionado decisivamente el comportamiento ge
neral del hombre. << Poderoso caballero es Don Dinero », decia
Que\'edo. Pero este fenomeno se acusa en los tiempos modernos
de una manera insolita, corno consecuencia del desarrollo de la
técnica y del materialismo creciente a que estamos sometidos
desde la desintegraci6n de la llamada « Cristiandad » medieval.
122
Los factores econ6micos condicionan de un modo decisivo toòa la vida moderna: la familia, el trabajo, la politica, el arte, la ciencia y basta la misma vida religiosa y el apostolado. El hombre moderno se nos presenta ante todo corno un « homo oeconomicus ». Son sobre todo, los economistas los que parecen llamados en nuestra época a tornar las riendas de la historia. En la dramatica tensi6n Este-Oeste a que estamos asistiendo con el .alma en vilo, porque de ella depende nuestra existencia individuai y colectiva, la victoria sera probablemente de aquél que ofrezca la mejor soluci6n a los problemas econ6micos de nuestro tiempo. A no ser que cambien las preocupaciones actuales de la humanidad, el ultimo cuarto de bora pertenecera probablemente a aquél que consiga alcanzar para sus seguidores un mas alto nivel de vida.
Posibilidad de una Teologia J.,foral Economica
Es natural que ante esta perspectiva los cat6licos se sientan -preocupados por el porvenir de la economia mundial. El cristianismo tiene conciencia de su misi6n salvadora del mundo y por eso no puede desinteresarse de un fenomeno que va a condicionar decisivamente la marcha de la humanidad en el futuro inmediato.
Ante todo se le plantea al cristiano de nuestro tiempo la tarea de juzgar las cuestiones econ6micas a la luz de una concepci6n religiosa del mundo y de la historia, es decir, a la luz de la Teologia. Pero aqui surge inmediatamente un problema. lEs posible una Teologia de los problemas econ6micos? 2.La Teologia puede descender . de sus trascendentales alturas para encerrarse .en el mundo de la economia y de los intereses puramente materiales?
A primera vista una Teologia economica es algo contradictorio en su misma formulaci on. Teologia, en ef ecto, es la « scientia .de Deo », la ciencia de Dios, mientras que la Economia es la cienda o arte reguladora de los bienes materiales. Nada parece mas antitético que la ciencia de Dios, espiritu puro, y la ciencia de 1os bienes materiales.
Sin embargo, hoy mas que nunca, parece abrirse camino lo .que podriamos llamar una TEOLOGIA ECONOMICA. Respecto a
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la coordinaci6n entre Teologia y Economia caben tres actitudes òiferentes posibles:
Primero, la actitud de los que creen que la Teologia y la Economia son dos ca:niinos diferentes que no llegan nunca a encontrarse. Adoptan esta actitud, en primer lugar, los espiritualistas
exa.gerados. « Se sabe muy bien, corno dice Spaunent, que existe en el pensamiento cristiano una corriente de menosprecio hacia la materia en beneficio del espiritu. Se divide al hombre y al munda en puro e impuro ensalzando su parte espiritual y rebajando en cambio la material. El neoplatonismo, radicalmente dualista, ha contribuirlo de un modo esencial al desarrollo de esta tendencia, que desemboca en una espiritualidad de evasi6n del mundo, una de cuyas mas famosas manifestaciones es el gnosticismo. Los Padres de los primeros siglos hasta el aiio 23° no manifiestan propiamente hablando un menosprecio hacia la materia ... aunque es verdad que aparece en ellos una tendencia discretamente dualista que opone el mundo a Dios. S. Ignacio enfrenta visible e invisible y Atenagoras creado e increado. Tertuliano juzga a la materia indigna de Dios. Pero no hay en esto nada que .Pueda sorprendernos. La trascendencia divina, dogma fundamental de la f e cristiana, no podia menos de ah on dar el abismo que separa a Dios de la creaci6n, frente a un pensamiento griego, siempre tentado por el panteismo» 1
•
Sin embargo hay que reconocer que el cristianismo primitivo ha adoptado de hecho una actitud de evasi6n y huida ante los valores materiales. Han sido necesarios varios siglos para que la mistica evangélica influya en las estructuras temporales. En un principio la comunidad cristiana vive autarquicamente, aun incluso desde el punto de vista economico, gracias a la intercomunicaci6n de bienes. La Iglesia primmva constituye un pequefio mundo religioso enquistado en el mundo a secas. Es verdad que gracias a este aislamiento se crea una mistica p9derosa y un nuevo tipo de hombre que después, llegado el momento, irrumpira en el mundo para cristianizar sus estructuras, dando lugar al espectaculo maravilloso de la Cristiandad. Este fenomeno se repite con
1 M. SPAUNE1'"'T, Le stoidsme des Pères dc l'Église (Paris, 1957) 364-365.
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frecuencia a lo largo de la historia. Siempre que la Iglesia se encuentra frente a la tarea de renovar un mundo en crisis, las minorias cristianas sienten corno la necesidad de aislarse del mundo ambiente, desembarazandose de las viejas estructùras caducas y anquilosadas y poniéndose en contacto con el espiritu de la lglesia primitiva. Se constituye asi un tipo de comunidad cristiana reducida, profética, espiritual y poco organizada juridicamente. El cristianismo se siente de este modo libre y agil para infundir su espiritu en las nuevas estructuras que surgen 2•
Esta tendencia a alejarse peri6dicamente del mundo, sobre todo en los momentos de crisis de lo tempora}, empalma basta cierto punto con lo que podriamos llamar e huida al desierto », considerado éste corno una escuela de preparaci6n para una posterior accion en el mundo. Moisés, Elias, Juan Bautista, Cristo con:firman con su ejemplo est.a tendencia. En el fondo este despego por lo materia}, que aparece tan netamente en los Padres del desierto y en toda la tradici6n monastica y escatologica de la lglesia; remonta a la vida semin6mada del pueblo hebreo, en los origenes de la revelaci6n biblica, aunque se ha complicarlo después con otros motivos de indole sico16gica y teologica.
Los antecesores de los israelitas y los :mismos israelitas han llevado al principio de su historia una vida n6mada o semin6-mada. No parece que los hebreos hayan sido grandes nomadas o verdaderos beduinos, palabra que significa « hombre del desierto '>. El beduino pastorea camellos y puede habitar o por lo rnenos atravesar regiones propiarnente desérticas con menos de 10 cm. 3 de lluvia anual. Tiene pocos contactos con los sedentarios. Los hebreos eran mas bien pastores de rebafio menor: cabras y carneros. Eran verdaderos n6rnadas, pero no podfan, dada la fragilidad de sus animales, habitar el desierto propiamente dicho, sino las regiones subdesérticas, y estaban por eso mas en contacto con la vida sedentaria. Cuando la Biblia se ocupa de los hebreos éstos estaban ya_ entrando en el proceso de sedentaci6n. Es el momento en que el pastor empieza también a ocuparse de los bovinos. En-
2 H.C. DESROCHES, lnBpiration Religieu8e et structures tempordles (Paris,
1948) 8-19.
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tonces deja de ser n6mada para hacerse sedentario en sentirlo
estricto. Se fija en un lugar y comienza a cultivar la tierra y a
construir casas. Este proceso de sedentaci6n del pueblo hebreo
culmina con los Reyes. Pero apesar de la sedentaci6p permanecen
en el lenguaje y en la mentalidad del pueblo muchos residuos de
la vida n6mada (Jr 19, 9; 20, 8; 1 Sam 13, 2; 1 Reg 8, 66; 4, 10;
2 Sam 18, 17; Ps 23; ls 40, 11; Jr 23, 1-6; Ez 34). Existe todo a
lo largo de la Biblia lo que se ha llamado « ideal n6mada », sobre
todo en la época de los Profetas. En sus escritos aparece una
evidente reacci6n contra la vida sedentaria de Canan, que tantos
riesgos implica de corrupci6n religiosa y moral para el pueblo
hebreo. Hay una especie de nostalgia de los afios pasados en el
desierto, aiios de juventud, de desprendimiento de los bienes ma
teriales (mana), de fidelidad a Yavé (Jr 2, 2; 0s 13, 5; Am 2, 10).
Los Profetas condenan enérgicamente el lujo y la corrupci6n de
la vida urbana (Am 3, 15; 6, 8) y creen que la soluci6n para el
futuro sera una vuelta espiritual al desierto (Os 2, 16-17; 12, 10).
La vida es una marcha a través del desierto hacia la nueva tierra
de promisi6n, la celesti al J erusalén, lo que implica un despego
de los bienes de la tierra y una condenaci6n de la acumulaci6n
de los mismos 3•
Este desprendimiento de los bienes materiales de origen ve
terotestamentario se continua sin interrupci6n a través del Nuevo Testamento y del primitivo cristianismo incorporando nuevos
elementos de caracter ascético y escatologico que vienen a con
firmar a los cristianos en una actitud de resen·a frente a los va
lores materiales. En ciertos ambientes de tendencia un tanto exa
geradamente espiritualista se llega incluso a un verdadero desin
terés de las realidades terrestres. Esto explica parcialmente el que
la economia moderna, en su gran época de expansi6n, a partir
de los grandes descubrimientos geograficos del ·siglo XVI, se haya
estructurado en gran parte al margen de un catolicismo demasia
do influenciado en algunos sectotes por el espiritualismo exagerado de ciertas tendencias sobre todo ascéticas.
Es cierto indiscutiblernente, corno dice S. Juan Crisostomo
:J R. DE VAUX, Les ùistitutions dc l'Ancicn Tcstamrnt I (Paris, 1957) 15-17;
29-33.
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y toda la tradici6n biblico-cristiana, que no somos sino administradores de los bienes que Dios nos ha dado (1 Petr 4, 7-11) y es cierto también que los bienes materiales pasan corno el humo. En si nada valen o casi nada y pueden ser un peligro para el hombre al convertirse en objeto de adoraci6n (Mt 6, '24; Le 16, 13) 4
• Sin embargo los bienes materiales no son en si intrinsecamente malos. Hay que evitar ciertas exageraciones de un espiritualismo mal entendido. El dinero no es malo en si mismo. Tener riquezas no es de por si pecado. El pecado esta en emplear mal el dinero, en divinizarlo, haciendo de él un « mamm6n » de iniquidad, seg(m la original expresi6n de J esus. « Bienaventurados, por eso, los pobres de espiri tu », o sea, aquellos que ponen a Diòs por encima del dinero. La pobreza no es un estado, sino mas bien una actitud espiritual. Un rico puede ser << pobre » en el sentirlo evangélico, aunque en realidad de verdad le resultara dificil, pero no imposible, pues para Dios no hay nada imposible. Y por el contrario puede haber un pobre materialmente que no lo sea de espiritu, pues ambiciona desordenadamente el dinero. Es verdad que J esus, contando precisamente con la dificultad que hay para todo hombre de subordinar el dinero a Dios, cuando se es rico, pide a los que quiere hacer progresar en la uni6n con Dios grandes gestos y sobre todo la renuncia al dinero « Vende todo lo que tienes y daselo a los pobres ». Pero a quien esto hace se la pro mete el céntuplo de lo que ha dejado, aun en el plano materia}, lo que indica que el dinero no es en si malo y que tiene un vàlor, a pesar de su peligrosidad. Jesus no fué un proletario o un vagabundo. Es cierto que no tiene donde reclinar su cabeza, pero acepta la hospitalidad de sus amigos. Los fariseos llegan incluso a acusarle de llernr una vida regalarla y burguesa (Le 7, 31-35). Un grupo de mujeres se encarga de atender a las necesidades economicas del equi po de J esus y dentro del mismo equi po existe un administrador o economo, J udas. J esus no preconiza una ética del desprecio al dinero. Lo unico que pretende es quitar al dinero su peligrosidad despojandole de su sefioria sobre el coraz6n de los hombres.
El dinero no es un fin, pero es un medio para llegar al fin.
4 J. ELLUL, L'argcnt: Étudcs t.héologiques et religieuscs 27, 4 (1952) 31.
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Tiene una misi6n en el mundo. Puede convertirse en ofrenda a
Dios o en tributo a sus representantes en la tierra. « Dad a Dios
lo que es de Dios y al César lo que es del César » (Mt 22, 15-22;
Mc 12, 13-17; Le 20, 20-26). El dinero puede servir, en efecto,
para pagar el impuesto al templo. Cristo aunque no esta obligado
a ello personalmente, pues El mismo es Dios, hace nada menos
que un milagro ( el denario que aparece en el pez cogido por
Pedro), para cumplir con ese deber en virtud del cual se reconoce
el poder de Dios sobre todas las cosas (Mt 17, 24-27). S. Pab]o
recomienda por su parte que se pague el tributo debido a los
magistrados que hacen las veces de Dios. << Es preciso someterse
no solo por temor del castigo, sino en conciencia. Pagadles, pues,
Jos tributos, porque son ministros de Dios constantemente ocupa
dos en eso. Pagad a todos los que debais: a quien tributo, tri
buto; a quien aduana, aduana » (Rom 15, 5-7).
El dinero ademas puede servir para ayudar a la comunidad
(koinonia, collecta) y en este sentido es un simbolo plastico de
esa uni6n, pues pasa facil y sencillamente de unos a otros, segun
las necesidades de cada uno.
El dinero es asi una bendici6n de Dios (1 Tim 6, 18-19). En
lugar de una actitud negativa y de pura abstenci6n frente al di
nero, Cristo quiere que se haga fructificar el dinero durante su
ausencia, corno aparece en la parabola de los talentos (Mt 25, 14-
30). Con ese dinero se podra atender a las necesidades de los hom
bres (Mt 24, 45-47). S. Pablo dice a los Efesios que hay que
trabajar para poder socorrer a los pobres (Eph 4, 28). Claro esta
que el hombre no llegara a emplear debidamente el dinero ofre
ciéndolo a Dios y a los demas después de cubiertas las necesidades
de su sustento, si no se ha decidido por la sefioria de Cristo frente
a la de mamm6n (1 Cor 3, 22), lo que supone una especie de re
denci6n cosmica del mundo materia} (Rom 8, 19-22), que permita
una recapitulaci6n de todas las cosas en Cristo Jesus (Eph 1, 10).
Hay que poner el dinero y los bienes materiales en un plano su
bordinado a Cristo. Por eso hemos de poseerlos corno quien no
los posee, con una tota1 libertad de espiritu, « porque pasa la apa
riencia del mundo » (1 Cor 7, 29-31). Hemos de estar en el mundo,
corno dice S. Juan, pero sin ser del mundo (Io 17, 15-19). S. Pa
blo en una preciosa autoconfesi6n nos dice corno ha llegado él a
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esta libertad de espiritu. « Sé muy bien contentarme con lo que
tengo. Sé pasar necesidad y sé vivir en la abundancia; a todo y
por todo estoy ensefiado)) (Phil 4, 10-20). Para conservar pre
cisamente est.a libertad espiritual S. Pablo no quiere vivir a cuenta
de la comunidad, aunque para ello tiene derecho, corno los demas
ap6stoles, sino del trabajo de sus manos (1 Cor 9, 1-18; 2 Cor
12, 13-17; 2 Thes 3, 6-18; Act 20, 33-35; cfr. Sant 2, 1-9). A los
neles de Tesal6nica les amonesta para que no se dejen llevar de
la ociosidad, corno si el dia del Sefior fuera inminente (2 Thes 2,
1-3, 6-12).
Gracias a este trabajo hecho con una tot.al libertad de espi
ritu, el dinero y los bienes rnateriales tendran sentirlo y contribui
ran de un modo misterioso, después de una clamorosa transfor
rnaci 6n, a la existencia de un nuevo cielo y una nueva tierra, en
que tendra su morada la justicia (1 Petr 3, 3-13; Apoc 21, 1), y
sobre la que se asentara la èelestial J erusalén (Apoc 21, 22). � A
su luz caminaran las naciones y los reyes de la tierra llevaran
a ella su gloria» (Apoc 21, 24). Entonces Cristo entregara < las
preciosidades de todas las gentes » al Padre, porque suya es la
plata y el oro. Y asi << la gloria de esta casa postrera sera mas
grande que la de la primera � (Aggeo 2, 8-10; Cor 3, 22-23).
El espiritualismo exagerado no cabe, pues dentro de una ade
cuada interpretaci6n del cristianismo y de la Teologia. En el
extremo opuesto de este espiritualismo a ultranza nos encontra_.
rnos con el 'materialismo puro, para el que todo se reduce natu
ralmente a Economia, en cuyos dominios la Teologia, por lo demas
sin sentido en si misma, nada tiene que decir. El materialismo,
tanto en su forma capitalista-liberal, corno en su forma marxista,
ha escamoteado lo que podriamos llamar dimehsi6n religiosa de
la Economia. El liberalismo capitalista sostiene que la religi6n
es un asunto meramente priYado, un problema de conciencia in
dividua}, que nada tiene que ver con la estructuraci6n economica
del mundo. El capitalismo liberal se muestra « indiferente » bacia
los problemas de tipo religioso. No les da importancia, porque en
el fondo los desprecia.
5 R. MEHL. Argent: l"ocabulairc bibliquc (Paris, 1956) 25-2S; Y. TR�!EL, Dicu
ou Mamnion: L1m1ièl-c et l'ù 39 (1958) 9-31; G. THILS, Théologie des réalités terrcs
ires (Loun,in, 194�).
129
El marxismo, èn cambio, afirma, cayendo en el extremo opuesto, que la religi6n no es sino un subproducto de la economia y un obst.aculo a su desarrollo y evoluci6n cientifica. Fundamentalrnente unos y otros niegan el aspecto divino de la economia para adoptar una concepci6n puramente materialista de la misma. Si la unica finalidad de la economia es producir y ganar dinero, si el hombre no es mas que un tubo digestivo con dos agujeros, uno arriba y otro abajo, entonces es natural que en la economia no quede sitio para Dios y para las preocupaciones religiosas. Pero la realidad se ha encargado de cornprobar con Ios hechos que una economia que prescinde del hombre y de Dios tiende automaticamente a desintegrarse. Ya Stuart Mill decia: « un economista que no es mas que economista es un mal economista». El « absurdo econ6mico � de la. actual guerra fria es una prueba irrebatible de lo que decimos.
Contra el liberalismo capitalista podemos afirmar. que la religi6n ha influido siempre a lo largo de la historia en la estructuraci6n de la economia. Como dice muy bien Donoso y Cortés, toda civilizaci6n es siernpre, basta cierto punto, reflejo de una Teologia. Es verdad que a lo largo del fluir hist6rico hemos asistido a una paulatina divisi6n del trabajo, que ha afectado, corno no podia ser menos, a la dist�nci6n entre lo profano y lo sacro, que aparecen confundidos e involucrados en las sociedades prirnitivas. La misrna Iglesia, particularmente durante la Edad Media, ha ejercido intensamente una especie de derecho de « protectorado econ6mico » en la sociedad, para suplir las limitaciones de un Estado todavia incipiente y de la iniciativa privada. La distinci6n moderna entre economia y religi6n supone un progreso y una maduraci6n de la humanidad. Pero esta distinci6n no debe llevarnos al extremo opuesto de negar la intima relaci6n y mutua influencia que existe de hecho entre la re]igi6n y la economia. Una economia cerrada sobre si rnisma y que no se preocupa mas que de ganar dinero, no s6lo no sera buena moralmente, ya que despojara al hombre de sentido y finalidad en la vida, sino que ni siquiera serdra para ganar dinero, porque destruira por un lado con la guerra militar o econ6mica lo que produce por otro 6•
5 A. MUELLER-ARMACK, Gew·alogic clcr ll'irtsrhu/U:t:lt- (Stuttgk,rt, 1944); M,
9,
130
Pasada la euforia de las < especializaciones » y sin negar las
ventajas positivas de las mismas y su necesidad desde el punto
de vista pedagogico, el hombre de nuestro tiempo siente la ne
cesidad, cada vez mas urgente, de una sintesis organica de todos
los factores humanos, también la economia y la religi6n. Esto no
supone una vuelta, por otra parte imposible, al estadio de con
fusi6n primitiva, sino una sintesis a partir de la diversificati6n.
La economia tiene sus técnicas especificas, pero tiene también una
dimensi6n humana y religiosa que no se puede · ignorar impune
mente. La indiferencia religiosa del capitalismo liberal se est.a
abriendo poco a poco a la inquietud de Dios. Contra el socialismo marxista tenemos que afirmar · que la
religi6n no es un subproducto de la economia ni un obstaculo a
la evoluci6n cientifica de la misma. Es cierto que los factores
econ6micos han influirlo hist6ricamente en el desarrollo y difusi6n
de la religi6n y en lo que podriamos llamar mentalidad religiosa.
La riqueza y la pobreza excesiva pueden ser un obstaculo para la
religiosidad. No suele ser igual la practica religiosa en las regiones
agricolas de caracter patriarca} y en las regiones industriales.
Existe una corre1aci6n hist6rica indiscutible entre las estructuras
econ6micas del Imperio_ Romano (ciudadania romana, medios de
transporte, carreteras, comercio) y la difusi6n del cristianismo. Y
lo mismo podemos decir de la migraci6n irlandesa, causada en
gran parte por la pobreza endémica de la Isla de los Santos, que
ha contribuido sin duda a consolidar el catolicismo en los paises anglosajones. Pero el hecho de que la economia influya en la reli
gi6n, no es motivo para negar la influencia a su vez de la religi6n
en la economia, corno acabamos de ver, y, lo que es mas, su esencial
originalidad. y tra.scen-dencia. El grano de trigo, aunque esta con
dicionado por la tierra para su germinaci6n, lleva en si mismo e1
germen vital, y no puede en manera alguna considerarse corno un
subproducto de la tierra que lo recibi6. Esta sin él no podria
nunca por si misma dar lugar a la planta i.
La actitud de Marx con respecto a la religi6n puede explicarse
WEBER, H'irtschaft und Grselschaft (Tubinga, 1925); B. HAERING, Fucrza y Flaqur:rn
de la Rcligi6n (Barcelona, 1957) 249-254.
i M. '\VEBER. Gc1;c11,,111eltc A1,fsarfze :rnr Rrligianssoziolo,qie (Tubinga, 1921):
B. HAERING, Fuer:.a y Flc1q11(·:.a dc la Religion (Barcelona, 1957) 249-254.
131
en gran parte por motivos de caracter sico16gico. « De los economistas clasicos ingleses Adam Smith y �icardo, hered6 corno indiscutible la tesis de que la vida economica es perfectamente autonoma, no pudiendo ser juzgada ni ordenada por nada que no sea ella misma. De la mentalidad burguesa que le rodeaba pudo captar la impresi6n de que lo economico es el auténtico motor y el verdadero indice de la vida del hombre; la religi6n en cambio no es mas que un mero adorno ceremonial o un medio para justificar los privilegios y exigencias econ6micas de la propia clase. Karl Marx, que descendia de una familia judia, escribi6 sobre la perversi6n en el judaismo moderno estas frases virulentas: << i.Cual es la raz6n de ser del judaismo en el mundo? La satisfacci6n practica de toda necesidad, el lucro personal. i.Cual es el culto de los judios en est mundo? La usura. i.Cual es su Dios? El oro» 8
• Del cristianismo tampoco pens6 y ·escribi6 de un modo distinto. Marx, en su observaci6n, a todas. luces insuficiente, lleg6 a establecer que la religi6n estaba frecuentemente al servicio de la exploraci6n del pobre y que una considerable parte de los trabajadores no se adscribian a sus propias consignas revolucionarias, precisamente por razones religiosas. Generaliz6 lo que habia observado corno una impresi6n condicionadisima a las circunstancias de tiempo y lugar y entonces elev6 a la categoria de principio cientifico la teoria de la superestructura econ6mica a proposito de toda doctrina o movimiento politico, juridico, cultura} o religioso» '9. Exactamente igual que habia hecbo Freud bacia el mismo tiempo con su famoso instinto sexual.
Partiendo de esta observaci6n parcia1 de la religi6n, que mejor podriamos llamar pseudo-religi6n y no auténtica religi6n vivida basta sus ultimas consecuencias, que no es un adorno del « homo oeconomicus », sino su ultima raiz existencial, la que da plenamente sentirlo a su existencia en el mundo, es natural que Marx se opusiera tenazmente a la religi6n, sobre todo al cristianismo, que con su mensaje de amor universal es un obstaculo a la lucha de clases, gracias a la cual, segun el marxismo, se llegara a la sociazizaci6n definitiva. A la indiferencia religiosa del liberalismo, que no ve en la re1igi6n sino un f6sil del pasado, sucede con el marxi-
" K. MARX, Z1ff Judenfrage I (Frankfurt, 1927) 601.
P B. HAERING, l. c. 237-238.
132
smo una lucha sin cuartel a la religi6n en la que se descubre un poderoso adversario. Esta valoraci6n agresiva del cristianismo ha contribuirlo sin duda al actual despertar religioso en muchos sectores de la humanidad. Los hechos han demostrado contra todos las predicciones de Marx que la lucha de clases tiende a perder tensi6n a medida que se eleva el nivel de vida y que la religi6n, lejos de ser un epifon6meno de la economia que deberia ya haber desaparecido en virtud de las leyes de la dialéctica hist6rica, esta afirmandose hoy explicitamente en su trascendente originalidad, incluso en las democracias populares, corno Polonia y la misma Rusia. El fracaso de los < Sin-Dios » es la mejor contraprueba de la trascendencia de la religi6n.
La Iglesia, sobre todo en los ultimos tiempos, ha reaccionado enérgicamente contra todos aquellos que quieren relegarla al ambito de las sacristias, corno si no tuviera el derecho inviolable de orientar al hombre de la calle en el arduo problema de dar un sentirlo humano y religioso a la economia moderna 10•
Hasta ahora hemos estudiad<? la actitud de los que ven en la la Teologia y la Economia dos caminos que no pueden encontrarse, actitud a la que se llega en virtud de un espiritualismo o un materialismo exagerados.
La segunda actitud a prop6sito de las relaciones entre Teologia y Economia es diametralmente opuesta. Trata de ver en los bienes materiales un 1nedio adecuado pa.ra llegar al Dios vivo de
la revela.ci6n. En el fondo esta actitud se apoya en una concepci6n optimista de la creaci6n. El mundo material, sin necesidad de ser corregido ni rectificado, seria de por si una imagen exacta del Dios de Abraham, Isaac y J acob y un medio adecuado para la estructuraci6n religiosa de la humanidad. Mientras ·que el espiritualismo exagerado insiste excesivamente en la trascendencia de Dios y en una visi6n escatologica del mundo, esta otra actitud insiste mas bien en la inmanencia de Dios y en una visi6n optimista de la realidades terrenas. Unos ven los bienes materiales exclusivamente a la luz del primer dia del mundo (creaci6n), otros a la luz del ultimo dia (catastrofe final).
10 J. VILAI:S, L'ensrignement soc-ial de l'Églisc (1953-1954); :Mgr. GUERRY, La
doctrine sociale de l'Église; J.Y. CALVEZ y J. PERRIN, Église et société économiqHc
(Paris, 1958).
133
Est.a actitud optimista sobre las relaciones entre Teologia y Economia trata en ef ecto de apoyarse en e1 misteri o de la creaci6n. Los bienes rnateriales, segun el Antiguo Testamento, constituyen el esplendor y la gloria de la creaci6n. Y corno la creacion no puede concebitse independientemente del Creador-ésta es una idea basica en la Biblia-es natural que esta gloria y este espìendor aparezcan corno perteneciendo a Dios (Ps. 24, 1). Dios es el verdadero propietario de los bienes materiales. Dispone de ellos corno quiere y los da a quienes quiere. Por eso las riquezas son signo de la bendici6n àe Dios que recornpensa con e11as la fidelidad de su pueblo (Ps 34, 11; 36, 9; 65, 10-14; Ez 1, 19).
Sin embargo ya el libro de Job nos muestra que no hay que ver una uni6n esencial entre ]os bienes materia1es y la virtud. Con frecuencia las riquezas son un obst.aculo para nuestra vida religiosa. De ahi esa oposici6n que se ve a través de toda la revelacién biblica contra la a.cumula.cion de los bienes ma teriales. Toda la historia de Israel es una preocupaci6n constante por no apropiarse de una rnanera absoluta los dones àe Dios. Dios nos los da para satisfacer nuestras necesidades y no para acumularlos. El Antiguo Testamento subraya m�nos el derecho de propieàad del hombre que su derecho a usar lo que Dios ]e da (Ecdi 5, 17-19). El hombre tiene el usufructo de l_a creaci6n, pero no es su propietario en sentido absoluto. Dios castiga la acumulaci6n de los bienes materiales tomandose lo que es suyo (Zach 9, 4). La acumulaci6n pone en tela de juicio el dominio absoluto de Dios Creador. Cuando e1 hombre adquiere una cosa en propiedad se siente orgulloso de si mismo y de lo que posee y cree poder prescindir de Dios. Y òesde ese momento en que no se ve en las riquezas un don de Dios éstas se hacen diab61icas. Se adora un don de Dios en vez de a Dios mismo. Este fué el pecado del becerro de oro: < Te has posternado delante de la obra. de tus rnanos :b. Por otra parte, a medida que divinizamos las riquezas y vernos en ellas un valor absoluto, tenàemos a adquirirlas sea corno sea, explotando, si es necesario, al pobre. Los Profetas se alzan airados contra este tipo de hombre impostor e injusto (Am 8, 4-8; Mich 6, 9-14; Sophon 1, 10-11), mientras que los Libros Sapienciales insisten en general en el caracter peligroso de la riqueza.
El Nuevo Testamento subraya mucho menos que el Antiguo
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el caracter de bendici6n divina que tienen los bienes materiales. Poco a poco se ha producido en la historia de Israe1 una profunda < espiritualizaci6n 1> que culmina precisamente con el rnensaje evangélico, en que se nos anuncia _una re1igi6n « en espiritu y verdad :t. Pued� afirrnarse que el Evangelio es uoo gran reacci6n contra las preocupaciones en exceso materialistas del mesianismo contemporaneo de J esus. Originariamente el cristianismo aparece corno una religi6n de los pobres. El Sefior e: a los hambrientos los llen6 de bienes y a los ricos los despidi6 vacios � (Le 1, 51-52; cfr. Ps 2, 1-10). e Bienaventurados los pobres de espiritu porque de ellos es el reino de los cielos]) (Mt 5, 1-12; Le 6, 20-23). « iAy de vosotros, ricos, porque habéis recibido vuestro consuelo! iAy de vosotros, Jos que ahora estais hartos, porque tendréis hambre! � (Le 6, 24-26). El mismo Jesus se presenta a nosotros corno pobre, aunque no proletario, corno antes dijimos. e Existiendo en la forma de Dios, no considero apetecible tesoro mantenerse igua1 a Dios, antes se anonad6 tornando la forma de siervo :t (Philip 2, 5-7). Jesus nace en un pesebre, porque no habfa sitio en el rnes6n (Le 2, 1-7). Siente harnbre en e] desierto (Mt-4, 1-11; Mc 1, 12-13; Le 4, 1-13). No tiene d6nde reclinar su cabeza (Mt 8, 18-22). El Espiritu Santo le ha enviado para evangelizar a los pobres {Le 4, 18). Esta evangelizaci6n de los pobres es precisamente uno de los signos de su misi6n mesianica. Asi se lo dice J esus a 1os discipul<?s de Juan (Le 7, 18-23; Mt 11, 2-15). Recibe :finalmente sepultura de prestarlo, pues muere, diriamos, con lo puesto, que se reparten los soldados entre si.
Para seguir a Jesus hay que renunciar a los bienes terrenos (Mt 16, 24; Mc 8, 34-39; Le 9, 23-27). El llamarniento de Cristo est.a por encirna de los negocios materiales (Mt 22, 1-14; Le 14, 16-24). « lDe qué aprovecha, en efecto, ganar todo el rnun<lo, si sepierde el alma?� (Mt 10, 38-39; 16, 25-26; Le 14, 27; 17, ·23;Io 12, 25-26). La riqueza es corno la flor del heno, que apenas sidura un dia (San 1, 9-11; Mt 6, 19-23). Nt:1estro tesoro est.a en loscie}os, « donde ni la polilla, ni e1 orin los corroen y donde los ladrones no roban � (Mt 6, 19-23). No se puede servir al rnismo tiempo ados sefiores; por eso hay que elegir entre Dios y ]as riquezas (Mt 6,24). Los enviados de Cristo, de modo especial, deben renunciar ala riqueza: < No llevéis oro, ni plata, ni cobre en vuestro cinto,
135
ni alforja para el camino, ni dos ttinicas, ni sandalias, ni bast6n > (Mt 10, 9-10; Mc 6, 8-11; Le 9, 3; 10, 4-13). Los presbiteros, dice S. Pedro, no deben apacentar el rebafio de Cristo �ovidos por sordido lucro (1 Petr 5, 1-4). En conclusi6n, dice a todos S. -Juan:� No améis el mundo, ni lo que hay en el mundo. Si alguno amael mundo, · no est.a en él la caridad òel Padre. P?rque todo lo quehay en el mundo, concupiscencia de la carne, concupisciencia de losojos y orgullo de la vida, no viene del Padre, sino que procede delmundo. Y el mundo pasa y también sus concupiscencias, · pero elque hace la voluntad del Padre permanece para siempre (1 Io 2,15-17) n.
Creemos sinceramente que esta peligrosidad e inconsistenciade los bienes rnateria1es, tan subrayada torlo a lo largo de la revelaci6n biblica, no encaja con el excesivo optimismo _mundano a. que antes aludiarnos 12•
Hay finalmente una tercera actitud posible respecto a_ la coordinaci6n entre Teologia y Economia, la de aquellos que ven en los bienes rnateriales, no un medio adecuado para llegar al
· Dios vivo de Abraham, Isaac y Jacob, pero si una capa.cid.ad a.bier
ta pasivamente a la revelaci.6n, que no hubiera llegado a actuarsesi Dios no hubiera irrumpido con su luz y con su fuerza en elmundo de las realidades terrenas. Esta postura parece la masacertada y la que est.a mas de acuerdo con las fuentes de 1a revelaci6n. Existe ciertamente en el hombre, también en el hombreecon6rnico de nuestro tiempo, una capacidad de Dios, una especiede deseo pasivo de la divinidad 13• No esta hecho el hombre parala economia, sino al contrario, la economia para el hombre 14•
Ahora bien el hornbre no tiene plenamente sentirlo, sino abierto a Dios. De lo contrario se convierte en un objeto, un instru�
ll R. MEHL, Argent: Vocabulairc biblique (Paris, 1956) 25•28.
12 A. PosTMANN, Der Pfeil de11 Hunw.ncn (Munich, 1960); G. BosIO, Il fhw111e110
w11ano 11ell'ipotesi dell'et•oluziortc integrale: J,a Cù·iltà Cattolica 106, IV (1955)
622-631; H.E. HENGSTENBERG, Der moderne Evolidionismus bei Tcilhard de Chardin:
Di.e Kirche in der ll'elt 11 (1960) 24-34.
13 Eludimos de intento todas las disputas en torno al deseo de Dios y a las
relaciones entre lo natural y lo sobrenatural por no creerlas de interés para la
marcha genera} de nuestro estudio.
1◄ H. GUITTON, Persomies et reoimcs iconomiques: Scm.ainc Sociale {Clermont
Ferrand, 1937) 425-426.
186
rn�nto, corno àice Marx, menos caro y rnenos dificil de rnanejar
que la rnaquina. De otra parte, en virtud de la creaci6n y sobre
todo de la encarnaci6n, Dios irrumpe con una maravillosa con
descendencia en el mundo de las realidades terrenas para redi
mirlas y recapitularlas en torno a si.
La Teologia Econ6mica se situa en el :fiel de este ascenso del
mundo econ6mico bacia Dios y de est.a maravillosa condescenden
cia divina hacia el mundo de las realidades terrestres. De una
·parte, en efecto, la Economia est.a tornando conciencia. de su
limftacfr5n. La crisis econ6rnica actual, s6lo cornparable quizas a
la del siglo XI (desaparicion de la economia antigua basada en
la esclavitud) y a la del siglo XVI (desaparici6n de la economiafeudal) ha puesto la economia al rojo vivo (industrializaci6n,
aumento de la poblaci6n rnundial, promoci6n de los pueblos sube
quipados, automaci6n). El economista se siente desbordado por losproblernas. Se da cuenta que la economia est.a al servicio del
hombre y no viceversa y que en e] fondo de todo hay un problema
metafisico y religioso por resolver. < La crisis economica es esen
dalrnente una crisis metafisica. Resolver est.a crisis es la gran
tarea que incumbe boy dia a todos aquellos que no han perdido
la fe en el hombre. A est.a misi6n deben cooperar, en una estrecha
comuni6n, economistas� fil6sofos y te6logos » 1:1. Algunos creen que
basta ganar dinero para ser felices. Pero la realidad no es asi.
Est.a economia simplista debe ceder el puesto a una economia mas
natural que tiene siempre en cuenta las grand'es exigencias de la
naturaleza del hombre y de su misi6n en el mundo 16•
Para resolver los angustiosos y dramaticos problemas eco
n6micos que boy se plantean en la humanidad no basta una so
luci6n puramente econ6mica. La Economia Politica es impotente.
Por mucho dinero y por muchas riquezas que haya en el rnundo,
si estos bienes no se ponen al servicio del hombre, no contribuiran
a resolver los problemas econ6micos en cuesti6n. Hay, pues, que
ordenar la economia al hombre, humanizar la economia. Pero aqui
nos volvernos a encontrar con una nueYa limit.aci6n que hernos de
l!I A. DAUPHIN-MEUNIER, La doctri11c économiquc dc l'Égl;sc (Paris, 1950) 12.
Hl H. RA!:BER, Othmar Spa ns Ut1;1,crsal,-Fmus, Darstcllung ,md Kriti"k (Jena,
193i).
137
superar. Est.a rnuy bien que humanicernos la economia, que la pongamos al servicio del hombre, pero para hacer est.a dificil operaci6n hemos de saber lo que es el hombre, lo que puede hacerle feliz, cual es, en una palabra, el sentirlo de su _existencia. Es evidente que la humanizaci6n de la economia sera muy diferente, segun que concibamos al hombre corno un simple conjunto fisicoquimico o corno un· portador òe valores trascendentes. La humanizaci6n de la economia no tiene el rnismo sentirlo si pensamos que la vida humana es una pasi6n orgullosa e inutil, corno dice Nietzsche, o si es una marcha. a través del desierto de est.a vida bacia la celestial Jerusalén. Y es evidente que un humanismo puramente sicol6gico no puede darnos una respuesta adecuada a estas preguntas. S6lo una concepci6n metafisica y teologica . del hombre y de] mundo sabran decirnos lo que es el hombre radicalmente y cual es el ultimo sentido de su vida. Y entonces si que podremos orientar la economia a la verdadera y profonda f elicidad del hornbre y resolver asi los problema& angustiosos de tipo econ6rnico que nos preocupan. Claro, esto en el supuesto que nuestra Metafisica y nuestra Teologia no sean una Metafisica del absurdo (existencialisrno ateo) o una Teologia de la crisis (K. Èarth), porque entonces la vida humana seria un absurdo radical y también la economia y no quedaria quizas otra salida aceptable qùe la de un suicidio colectivo. Pero, gracias a Dios, nosotros sabernos que �a vida hurnana es algo que vale la pena de vivirse porque el hombre ba sido crearlo por Dios a su imagen y semejanza y mas todavia, porque, si no pone obstaculos de su parte, puede ser hijo de Dios y otro Cristo en la tierra.
La Teologia Economica estudia precisamente la orientaci6n de là economia a este hombre concreto que es hijo de Dios, o, lo que es Jo mismo, la orientaci6n de la economia a Dios, que vive en el hombre. Est.a orientaci6n de la economia a Dios òa un sentirlo profundo a las criaturas y al mundo òe 1as estructuras economicas, a 1as que hasta cierto punto diviniza. La Teologia proporciona a la Economia un suplemento subjetivo y objetivo que amplia sus posibilidades intrinsecas. No es lo misrno ver en el hombre un conglomerarlo fisico-quimico o una persona o el hijo de Dios prolongaci6n de Cristo aqui y ahora, ni es lo rnismo considerar los problemas econ6micos sirnplemente a base de esta-
138
disticas o argurnentos puramente raciona]es, que sirviéndose de la revelaci6n divina y del rnagisterio auténtico de la Jglesia. Pero la ayuda que la Economia recibe en el -plano subjetivo y objetivo de la Teologia no le hace perder su autonomia cientifica. La Economia, aunque abierta a la Teologia, es una ciencia autonoma 11•
Por otra parte a est.e rnovìmiento ascendente de la Economia que se abre a la Teologia al tornar conciencia de sus limitaciones radicales, responde otro movirniento descendente de la Teologia que se enca:rna. en las reali.dades. terrestres. Muchos querrian ver la religi6n y la Teologia encerraòas en la sacristia de las iglesias. Unos de buena fe, por ejernplo, los. ortodoxos y en genera} los espiritualistas exage:r:ados, que · tieneii rniedo a mancharse las manos con 1� rnasa. ()tros,,· d� mala Jet " porque, corno los comunistas,quieren arrinconar a la Jglesia y privarla de todo medio de influencia. Cristo se e11carn6 también.,·econ6micamente. Trabajaba, comia, bebia, pagaba ·tributo.· �- lglesia ha teni do siempre una doctrina socia] y edon6mica 18• Es ·1a prolongaci6n comunitaria de Cristo, su -plenitud en eltiempo y én el espacio. Su misi6n, pues, es prolongar la misi6n. de Cristo.' Esta misi6n es esencialmente espiritual. La Iglesia no pretende en modo alguno, corno afirman repetidamente los ult�mos Papas, tener derecho a inmiscuirs� sin motivo en la gesti6n de los a�un�s temporales. Lo que no quiere decir, corno ensefian también 1os mismos Sumos Pontifices, que la lglesia no pueda interveiiir. en los problemas econ6micos y sociales, en virtud del dep6sito de verdad que le ha· sido confiado a la lglesia de lo alto y .de fa. gravisima obligaci6n que le incumbe de promulgar, interpretar y predicar, pese a quien pese, la ley moral y ·el mensaje evangélico 1�.
La rnisi6n de, la Teologia econ6mica en nuéstra época debe ser, corno ha dicho Pio XII en numerosas ocasiones, la de proporcionar a la técnica refinada de nuestro tiempo, ca6tica por falta de adaptaci6n al _hombre, es.e suplernento de alrna. sin que el hombre, que estaba destinarlo a ser hijo de Dios, queda reducido a la ca-
1; R.P. DEMAN, Sur .Z'organuation du Bavoir moral: Revue dcE Sr.icnccs Philo-8ophiquca et thiologiquca (1934) 258; H. DE LUBAC, Sur la Philosophic Chrlticmic: Nouvelle Rcvue Tkéologique (1936).
u R.P. COULET, La v� iconomique regarde-t•elle l'Église? (Paris, 1931).
15 C. '\".AN GEBTI:L, La doctrinc aoeiale de l'Églisc (Paris, 1952) 15-16.
139
tegoria de cong1omerado fisico-quimico, con lo que la economia terminar.i por hundirse en un abismo òesastroso corno lo prueba basta la saciedad la experiencia historica de los ultimos anos. Con el dinero de la reciente guerra in�rnacional se podria haber hecho una casa conveniente para cada habitante de la hurnanidad. Y lcuanto dinero no se est.a ahora gastando inutilmente en la fabricaci6n de nuevas armas que al poco tiempo quedan pasadas de moda?
Esto no quiere decir sin embargo que hemos de rebajar la Teologia a la categoria de Economia pura. Asi -corno por parte de la Economia hay que evitar la exageraci6n de la trascendencia haciendo que la Economia quede absorbida por la Teologia, del mismo modo hemos de evitar aqui la exageraci6n de la encarnaci6n que reduciria la Teologia a una simple ciencia economica. ::o.
Definici6n de la Teologia. Economica
En griego oi xov,µ.icr se emplea desde J enofonte y Plat6n y significa en genera} la administraci6n de los bienes ajenos. Unas veces se usa para significar el oficio de mayordomo, otras, en cambio, el àesempeiio de este oficio. En el Nuevo Testamento se emplea a veces en este mismo sentirlo, por ejemplo, en Le 16, 2 y siguientes. Pero a veces se usa también en sentido figurado para significar el rninisterio apostolico (1 Thes 2, 4; Col 1, 25; Eph 3, 2). Existe indiscutiblemente una cierta analogia entre la economia, seg{m su significaci6n clasica, y el apostolado, que da pie a la metafora. En la literatura cristiana primitiva (koiné), la palabra <Economia> adquiere una gran import.ancia y significa el < plan de Dios > o p1an de sa1vaci6n (creaci6n, providencia, encarnaci6n, redenci6n) en contraposici6n con la e: Teologia>, cuya expresi6n se resena para significar el misterio àe la vida intima de Dios zi.
Mas tarde, cuando se impone con Sto. Tomas la palabra e: Teologia> para designar todo el misterio cristiano, corno < scien-
10 R.P. CouLET, 1. c. -'08�409.
�1 KrrrEL, Tli�ologiuhc8 J"Focrtrrburh V, 154-155.
140
tia de Deo et de creaturis prout dicunt ordinem ad Deum >, la
pa1abra < Economia > deja poco a poco de ernplearse en sentido re
ligioso, basta que, al hacerse inàependiente el estudio de los bienes
materiales con la profanizaci6n de la ciencia sagrada y la desinte
graci6ri del orden cientifico en torno a la Teologia, reina de las
ciencias, la Economia se hace autonoma y se cierra, lo que es muy
grave, a la Teologia y a Dios. Hoy dia parece que se vuelve otra
vez a una sintesis entre la Teologia y la Economia, dando lugar
asi a lo que podriamos llamar Teologia Economica., o quizas mejor,
Teologia de los Valores Econ6micos. La Teologia respeta la auto
nomia técnica de la Econ9mfa. No en vano ésta ha adquirido
su mayoria de edad y gracias a ello una enorme maduraci6n y
progreso. La Teologia Econ6mica, siguiendo fiel a la definici6n to
mista del sa ber teo16gico, trata òe estudiar el f en6rneno econo
mico, no en sf mismo, sino en cuanto dice orden a Dios, en cuanto
·hay en él a1go de divino.
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