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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHILE
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
CARRERA DE PSICOLOGÍA
ESTUDIO DESCRIPTIVO DEL BURNOUT ACADÉMICO Y SUS POSIBLES
EFECTOS EN ALUMNOS DE PSICOLOGÍA DE PRIMER Y SEGUNDO AÑO EN
JORNADA VESPERTINA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHILE, SEDE
EL LLANO SUBERCASEAUX.
Tesis para optar al Grado Académico de Licenciado en Psicología y
al Título Profesional de Psicólogo (a)
AUTORES: NATALY PAULINA HUENUPI BAZAES
JUDITH MARLENE MARTÍNEZ CHÁVEZ
RODOLFO ANDRÉS URRA ANDRADES
PROFESOR GUÍA: EDITH MACARENA PRADENAS REBOLLEDO
SANTIAGO-CHILE
SEDE EL LLANO SUBERCASEUX
Junio, 2013
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INTRODUCCIÓN
Las diversas formas de adquirir conocimiento que posee el estudiante universitario, en
el proceso de formación profesional, según Preciado y Vásquez (2010), podrían verse
influenciadas ante las exigencias académicas, a saber, “preparar clases, presentar
exámenes, intervenir en clases, exponer temas” (p. 22) por lo que sería posible que
pudiesen algunos alumnos generar “comportamientos de riesgo para la salud” (p. 12),
tales como, consumo de tabaco, comidas híper calóricas, tranquilizantes, entre otros
ejemplos, esto a su vez, según señalan los autores, tendría consecuencias “tanto a nivel
fisiológico, cognitivo-afectivo, como conductual” (p. 12).
Abello, Caballero y Palacios (2007) se refieren a las exigencias académicas
como una situación que podría generar diversos síntomas; los cuales posiblemente,
afectarían la motivación hacia los estudios, también se observarían ciertos signos de
agotamiento e inseguridad en la capacidad propia (citado en Bagés, Chacón-Puignau,
De Pablo, Feldman, Goncalves y Zaragoza, 2008); los requerimientos académicos, que
se presentarán en lo cotidiano, serían percibidos como obstáculos; por lo que los
educando experimentarían una “pérdida de control sobre el ambiente, aunque sea sólo
transitoriamente” (Martín, 2007, citado en Bagés, et al., 2008, p. 740).
Barroza y Sirelio y Martín (2007), dan cuenta de algunos de los posibles
estresores propios del contexto académico, entre los cuales se encontrarían los
exámenes y la falta de tiempo para la realización de las actividades relacionadas con el
proceso formativo, así mismo, Aranceli, Perea y Ormeño (2006) agregan como otro
factor estresor “la sobrecarga de tarea y trabajos” (citado en Bagés et al., 2008, p. 746).
Abello, Caballero y Palacios (2006) añadirían a estos estresores propios del contexto
educativo, los aspectos sociales del sujeto, los cuales en sumatoria podrían generar
estrés, tanto para movilizar recursos en el individuo produciendo así una posible
repuesta adaptativa o generar sensaciones de cansancio y fatiga.
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Ortega y López (2004) consideran que ante una exposición crónica al estrés, en
un contexto laboral, se generaría el Burnout, el cual traería ciertas secuelas para la
institución y el sujeto (citado en Montoya y Moreno, 2012, p. 415).
Martínez, Marqués-Pinto, Salanova y López y Schaufeli, Martínez, Marqués-
Pinto, Salanova y Bakker (2002) y González y Landero (2007) señalan que “en los
últimos años los estudios sobre el Burnout se han ampliado, abordando también a la
población de estudiantes” (citado en González, Souto, Fernández y Freire, 2011, p. 8).
En relación con lo ya mencionado en el presente apartado, el estudio pretende
describir el Burnout académico y sus posibles efectos en alumnos de psicología de
primer y segundo en jornada vespertina de la Universidad Autónoma de Chile, sede El
Llano Subercaseaux, San Miguel.
1.1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA.
1.1.1. Antecedentes.
Una de las posibles causas vinculadas con la deserción académica según el Centro
Microdatos (2008), perteneciente al departamento de economía de la Universidad de
Chile, podría estar relacionada con el rendimiento académico (http:
/www.orientachile.cl/index.php/artint/educacion/110-causas-de-la-desercion-
universitaria, extraído el 17 de Abril de 2013).
Según exponen Abello, Caballero y Palacios (2007), dado las exigencias a las
que los estudiantes son sometidos y la demanda de recursos físicos y psicológicos que a
ellos se les hace, existiría la posibilidad de que su rendimiento académico fuese afectado
positiva o negativamente y eventualmente provocar un cambio de conducta, desde el
interés por mantenerse en la institución hasta el querer retirarse de ella. Así mismo estos
autores señalan que ante los obstáculos propios del contexto de estudio y los desafíos a
los cuáles se someterían los educandos, se generarían fuentes de estrés.
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Un estudio realizado en estudiantes universitarios de España y Portugal muestra
que el “agotamiento y cinismo se relacionan positivamente con la tendencia al abandono
y negativamente con el desempeño y las expectativas de éxito” (Martínez y Marques,
2005, p. 79).
La Universidad de Ciencias Médicas de Holguín, Cuba, indica que diversos
estudiantes de medicina de primer año presentarían Burnout, siendo las mujeres quienes
pareciera son más afectadas que los hombres (Rosales, 2012).
En relación a lo referido, la Revista Chilena de Neuro-Psiquiatría, da cuenta de
la prevalencia de ansiedad y depresión en estudiantes de medicina de la Pontificia
Universidad Católica de Chile; dicho estudio indica que en los estudiantes existiría una
prevalencia mayor de síntomas de trastornos mentales con respecto a la población
general (Hitschfeld, Romero, Santander y Zamora, 2011).
Caballero, Hederich y Palacios (2010) señalan que generalmente, los estudiantes
“experimentan una alta carga de estrés durante su proceso formativo” (p. 132), el
mismo, puede ser experimentado por algunos alumnos, en donde unos lograrían
sobrellevar las exigencias académicas, mientras que otros, presentarían conductas de
evitación o bien posibles abandonos antes de poder concluir los estudios. Viñas y
Chaparrós (2000) indican que dentro del ámbito estudiantil el “estrés genera un impacto
negativo no sólo en la salud, sino también en el rendimiento académico” (citado en
Abello, Caballero y Palacios (2007, p. 78).
En relación a lo ya expuesto, los estudiantes que trabajan tendrían que
representar distintos roles, tales como la paternidad, la jefatura de hogar, ser empleados,
etc., además de ser alumnos; estas serían otras demandas que podrían provocar tensión,
creándose así la posibilidad de afectar negativa o positivamente al sujeto (Abello,
Caballero y Palacios, 2006).
Gil-Monte (2003), Kumar (2011) y Lasalvia y Tansella (2011) concuerdan en
que este cuadro se presenta en,
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“diferentes ocupaciones, especialmente en los sectores administrativos,
en los profesionales sanitarios (auxiliares, médicos, enfermeras),
profesionales de la educación (profesores, maestros, educadores o
cuidadores), psicólogos, trabajadores sociales, funcionarios de
prisiones y policías” (citado en Montoya y Moreno, 2012, p. 226).
Algunos autores señalan que el estudio del Burnout estuvo en un principio
dirigido hacia los “profesionales de la salud” (Caballero, Hederich y Palacios, 2010, p.
132); posterior a ello, en los años “90” (p. 132) se consideraron otros profesionales no
vinculados con la salud, cambio que trajo consigo una “reconceptualización del
síndrome como una crisis general en la relación de la persona con su trabajo” (p. 132);
en una tercera etapa se amplió a “los estudiantes en sus procesos académicos” (p.132).
De acuerdo a lo anterior, se podría entender que el estudio del Burnout estaría
abarcando distintas profesiones u oficios, incluyendo a los educandos.
Caballero, Contreras, Gónzalez, Gravini y Palacios (2012), logran estimar con
respecto al Burnout en el ámbito estudiantil, que “el alto agotamiento y cinismo, afectan
negativamente el promedio académico; mientras que la auto eficacia ante los estudios,
lo favorecía significativamente” (p. 322).
Dado los antecedentes que se presentan en el estudio, en donde, según las
investigaciones citadas, las cuales sugieren una existencia de Burnout Académico en
los estudiantes universitarios, cabría realizar la siguiente pregunta.
1.1.2. Pregunta de investigación.
¿Existe Burnout en los alumnos de psicología de la jornada vespertina de primer y
segundo año de la Universidad Autónoma de Chile, pertenecientes a la sede El Llano
Subercaseaux?
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1.1.2. Justificación.
Según el instituto de Estadística de la Organización de Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, 2010),
“la mayor tasa de matrícula universitaria a nivel mundial pertenecería
a Cuba, siendo seguido por Corea del Sur, Finlandia, Grecia; mientras
que en Latinoamérica la segunda tasa sería para Venezuela, seguido de
Argentina, Uruguay y Chile” (http://www.cubadebate.cu/noticias/2010/0
9/20/cuba-el-pais-del-mundo-con-mayor-tasa-de-matricula-universitaria-
segun-la-unesco/, extraído el 17 de Abril de 2013).
En concordancia a lo referido, Micin y Bagladia (2011) dan cuenta de cómo la
tasa de matrícula de Chile “se ha triplicado en los últimos diez años” (p. 54). Florenzano
(2006), Donoso y Cancino (2007) indican que “el incremento en matrícula universitaria
se ha realizado en gran parte a través de grupos sociales más vulnerables” (citado en
Micin y Bagladia, 2011, p. 54), por tanto los estudiantes no provendrían solamente de
los sectores socioeconómicos posibles de considerar a priori de mejor rendimiento.
En contraste con lo anterior, el Ministerio de Educación señala que la tasa de
deserción es cercana al “50%” (s/p) en Chile y según el Sistema de Información en
Educación superior indica que “sólo el 53,7%” (s/p) de ellos lograría reincorporarse
a sus estudios (http://m.noticias.universia.cl/noticia/1015025/desercion-universitaria-43-
9-vuelve-estudiar.html, extraído el 17 de Abril de 2013).
Rosete (2003) da cuenta que “las familias está invirtiendo en educación para sus
hijos, los que no concluirán sus estudios, por lo que el núcleo familiar se sentirá
frustrado incrementando el malestar en todos ellos” (p. 28); siguiendo con las ideas del
autor, serían las alteraciones a nivel psicodinámico en los estudiantes las que podrían
relacionarse con el fracaso escolar. El autor además indica que los estudiantes de
psicología estarían siendo los que “con mayor frecuencia repiten cursos” (23).
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Pérez, Rodríguez y del Río (2003) indican que en el contexto académico algunas
situaciones serían probables fuentes de tensión y estrés dado las labores académicas y
variables de estas mismas, por lo que existiría la posibilidad de que se generaran
algunos efectos psicológicos (citado en Bagés, Chacón-Puignau, De Pablo, Feldman,
Goncalves y Zaragoza, 2008, p. 746).
El estrés que se pudiese presentar en el contexto académico, según el estudio de
Aranceli, Perea y Ormeño (2006) estaría probablemente vinculado a la relación entre la
cantidad de trabajo o de información por aprender y el tiempo del que se dispone para
ello (citado en Bagés et al., p. 746).
Algunos de los efectos del estrés podrían ser, tales como, sentimiento de apatía,
tensión, baja autoestima, irritabilidad, dificultad para la concentración y para
memorizar, entre otros (Mamani, Obando, Uribe y Vivanco, 2007).
Algunos estudios realizados en Chile indican lo siguiente,
“un 43,6% de los estudiantes refirió síntomas depresivos y un 22%
sintomatología ansiosa. Un 15% con ideación suicida y un 3% había
realizado un intento de suicidio. El 29,5% de los estudiantes reveló
tener problemas con el alcohol, un tercio come en exceso, el 80% se
siente mentalmente agotado y el 64% se siente incapaz de cumplir con
las exigencias académicas” (Fuhrmann y Labarca, 2011, p. 1).
Continuando con las ideas de los autores del párrafo anterior, cabría la siguiente
interrogante si sería posible estimar que la salud mental estuviese vinculada a que
algunos estudiantes pudiesen percibir cierta incapacidad en el cumplimiento con las
exigencias académicas.
El estudio realizado por Baquedano et al. (2012), el cual se refiere a la salud
mental de los estudiantes universitarios, en donde evaluaron sintomatología depresiva,
ansiosa y posible consumo de alcohol, concluyeron que,
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“los resultados muestran prevalencias mayores a las documentadas en
la literatura, y relaciones de estas variables con género, establecimiento
de origen y religión” (p. 797).
En relación a lo anterior, la autoeficacia podría ser otro factor que posiblemente
afectaría a los educandos universitarios, puesto que Caballero, Hederich y Palacios
(2010) indican que la autoeficacia se vincularía con la aparición del Burnout.
Con respecto a los factores mencionados en párrafos anteriores y su posible
vinculación con el rendimiento académico, sería probable pretender por las
universidades la preocupación por ofrecer una enseñanza de calidad, por lo que
debiesen poder identificar y considerar aquellas variables implicadas en el proceso de
enseñanza y aprendizaje; en este sentido, se debiesen conocer los obstáculos y
facilitadores que los estudiantes encuentran en el cumplimiento de sus tareas y cuál es la
posible relación de estos con el bienestar psicológico y el desempeño académico, tal
como lo indica Bresó, Grau, Martínez, Llorens y Salanova (2005).
En este contexto se podría analizar el implementar medidas que ayuden a
mejorar la calidad de vida de los estudiantes, creando programas que permitan
promover factores protectores y así prevenir las posibles enfermedades relacionadas con
cierto estrés que experimentarían los estudiantes universitarios,
“pues el ingreso a la universidad constituye en sí mismo un quiebre
biográfico para el alumno, donde aquellos que deben dejar sus casas
para empezar sus estudios deben cambiar completamente su entorno
físico y social, y aquellos que se mantienen viviendo en casa de sus
padres, de todas formas deben rearticular sus redes sociales, pues dejan
atrás total o parcialmente el contexto de enseñanza media en donde
forjaron algunas de las redes de apoyo más importantes de la
adolescencia. En ambos casos, los alumnos de primer año deben hacer
frente a una transformación social radical a la que deben adaptarse”
(Pérez et al., 2012, p. 802).
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En acuerdo a lo referido, se podría dilucidar que los estudiantes universitarios
estarían expuestos aquellas presiones propias del contexto académico, lo cual pudiese
producir en ellos ciertos efectos en cuanto su rendimiento (Abello, Caballero y Palacios,
2006).
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2. OBJETIVOS.
2.1. OBJETIVO GENERAL.
Determinar la existencia del Burnout Académico en alumnos de primer y segundo año
de psicología pertenecientes a la jornada vespertina de la Universidad Autónoma de
Chile, sede El Llano Subercaseaux.
2.2. OBJETIVOS ESPECÍFICOS.
Describir el Burnout Académico en los alumnos de primer y segundo años de psicología
pertenecientes a la jornada vespertina de la Universidad Autónoma de Chile, sede El
Llano Subercaseaux.
Identificar los efectos del Burnout Académico en alumnos de primer y segundo año de
psicología pertenecientes a la jornada vespertina de la Universidad Autónoma de Chile,
sede El Llano Subercaseaux.
Categorizar las dimensiones del Burnout Académico de los alumnos de primer y
segundo año de psicología de la jornada vespertina de la Universidad Autónoma de
Chile, sede El Llano Subercaseaux.
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3. ANTECEDENTES TEÓRICOS.
A continuación en el presente estudio se describirán aquellos conceptos que guardan
relación con los objetivos de la investigación. Los constructos teóricos a tratar son la
salud, el estrés, el Burnout y su aplicación en el ámbito académico.
3.1. LA SALUD, UNA BREVE REVISIÓN DE SU DEFINICIÓN.
A lo largo de la historia, y tal como señala Guerrero y León (2008), el concepto de salud
“ha estado teñido de la cosmovisión de cada cultura” (p. 610), como también, indican
los autores, en su inicio ligado a “la diferencia entre un estado de bienestar y otro de
malestar” (p. 612).
En Mesopotamia la cosmovisión de la salud estaría relacionada a un beneficio
de la divinidad, por tanto la enfermedad sería un castigo (Guerrero y León, 2008); así
mismo en el Antiguo Egipto la salud y la enfermedad provendrían de factores
metafísicos, por causas externas.
En Grecia, Alcmeçon de Crotona expondría que la salud y la enfermedad se
relacionarían con el equilibrio o desequilibrio de fuerzas tales como frío y caliente o
amargo y dulce (Guerrero y León, 2008); por su parte Empedócles incorporaría la idea
de los “humores corporales” (p. 619); la cual daría cuenta de la salud y la enfermedad
basándose en que,
“el cuerpo humano contiene sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra;
éstos son los elementos que entran en su constitución y explican sus
dolores y su salud. La salud es, primariamente, el estado en el cual estas
sustancias se encuentran, cada una, en su correcta proporción, en
intensidad y cantidad, bien mezcladas” (p. 619).
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Por consiguiente la enfermedad estaría vinculada a que alguna de estas
sustancias estuviese en desequilibrio. Así mismo Hipócrates, a quien se considera como
el “padre de la medicina” (Guerrero y León, 2008, p. 620) señalaría la existencia de
ciertos humores cardinales los cuales determinarían el temperamento del sujeto; estos
temperamentos pudiesen ser, a saber, “el temperamento sanguíneo, el temperamento
flemático, el temperamento bilioso y el temperamento melancólico” (Gómez, 2003, p.
9).
La salud para Galeno se relacionaría a factores interno los cuales se deberían a
una disposición del individuo para enfermar, y factores externos, en donde se
considerarían factores tales como, el calor o el frío, el veneno o la falta de alimentación,
etc., lo que podría originar fiebre o inflamación (Entralgo, 1995, citado en Gómez,
2003, p. 8). Para Galeno la definición de salud sería “la ausencia de dolor y la
posibilidad de funcionar bien en la sociedad” (Gómez, 2003, p. 9).
Más adelante en la historia, durante la época del Renacimiento se postularía una
concepción de salud y enfermedad mecanicista; al alterarse parte de la máquina ser
humano se produciría la enfermedad, por otro lado, se menciona una postura vitalista
del ser humano, la cual señalaría al ser humano como un ser viviente; Paracelso y
Helmont indicarían que la enfermedad se debe alteraciones anormales de las “fuerzas
por las que se produce la vida” (Gómez, 2003, p. 12).
Posteriormente en “1764” (Gómez, 2003, p. 13) se plantearía dividir la
enfermedad entre aquellas consideradas naturales, infecciones y epidemias, y aquellas
denominadas sociales, como las que podrían ser producidas por el ser humano.
De acuerdo a lo anterior en el siglo XIX se habría dado énfasis en el estudio de
la salud usando el método científico el cual estaría constituido por “tres elementos o
componentes básicos que son la observación directa, la mensuración de los hechos y la
experimentación” (p. 16); es así como surgiría la anatomoclínica, la cual buscaría
explicar la salud y la enfermedad en alteraciones de los órganos; la fisiopatología,
ciencia que daría énfasis a la historia clínica y a la observación y estudio de la
enfermedad; la etiopatología, la cual se basaría en la microbiología e inmunología. Esta
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forma de investigar el proceso salud y enfermedad se relacionaría con aquellas ideas
que excluirían lo social (Gómez, 2003).
Es durante el siglo XX en donde se plantearía que la salud no solamente se
basaría en la ausencia de enfermedad, sino que tendría relación con el sentirse de cierta
forma positiva con la vida (Sigerist, 1941, citado en Vega, 2002). Este planteamiento
estaría relacionado a las ideas que en “1946” (Vega, 2002, p. 264) llevaron a la
Organización Mundial de la Salud (OMS) a definir salud “como el completo estado de
bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedad o invalidez” (p.
259). Por su parte la OMS en “1997” (Gómez, 2003, p. 627) considera que para que los
sujetos pudiesen tener salud y bienestar, se deberían cumplir ciertos requisitos tales
como la paz, relaciones sociales, educación, entre otros; lo que es concordante con la
definición actual de salud de la OMS, para quien salud es “un estado de completo
bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedad o afección”
(Morales, 1997, p. 1).
Rojas (2004) expone que el “siglo XXI” (s/p) las ciencias sociales serían
quienes debiesen intervenir sobre las temáticas de salud, considerando para ello que las
enfermedades estarían vinculadas a factores, tales como biológicos, ambientales,
sociales, socioeconómicos, etc., los cuales se interrelacionarían con aspectos culturales
y personales.
3.1.8. Salud mental.
La definición de salud mental también habría estado adscrita a creencias e ideas sobre
fuerzas externas y o castigos (Salaverry, 2012). Para Galeno, en la época de Grecia, la
enfermedad mental se debería a los humores corporales; la manía sería efecto del
desequilibrio de sangre o bilis amarilla y la melancolía vendría a ser fruto de alteración
de bilis negra (p .144).
Es hasta el nacimiento del paradigma neuronal, en donde se llegaría a la
conclusión de que la locura se debería a ciertas asociaciones de ideas que darían lugar a
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juicios y emociones equivocadas; con respecto a lo referido Chiarugi y Pinel serían
quienes plantearían que la enfermedad mental podría ser adquirida y que tendría un
componente psicológico (Salaverry, 2012).
En la actualidad la salud mental es definida por la Organización Mundial de la
Salud como,
“un estado de bienestar en el que el individuo es consciente de sus
capacidades, puede enfrentarse a la exigencias normales de la vida y
trabajar de forma productiva y fructífera, y es capaz de contribuir a su
comunidad” (OMS, 2007, www.who.int/features/qa/62/es/index.html,
extraído el 17 de Mayo del 2013).
Se podría entonces entender que no sólo se consideraría la ausencia de
enfermedad mental, sino además, se aludiría a la promoción, prevención, tratamiento y
rehabilitación (OMS, 2007, www.who.int/topics/mental_health/es, extraído el 17 de
Mayo del 2013).
3.1.9. Paradigma biomédico versus paradigma biopsicosocial.
El modelo biomédico, tendría su origen en el mecanicismo, el cual consideraría al
cuerpo humano como una máquina, y la enfermedad se debería al funcionamiento
alterado de una de esas partes; por tanto el modelo biomédico buscaría actuar química o
físicamente para tratar la enfermedad (Capra, 1982).
En cuanto al modelo Biopsicosocial, se consideraría aquellos factores
psicológicos, biológicos y sociales que pudiesen tener relación con la salud y la
enfermedad (Ballesteros, Barriga, Herrera, León y Medina, 2004). Según los autores
señalados, el modelo Biopsicosocial difiere del modelo biomédico en cuanto “rechaza
el reduccionismo” (p. 36), “evita el dualismo mente-cuerpo” (p. 36) e “introduce el
concepto de autorregulación” (p. 36), concepto que se referiría a que el sistema estaría
orientado a la mantención de un equilibrio.
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3.1.10. La psicología de la salud.
Morales (1997) indica que la psicología de la salud “es una rama aplicada de la
psicología que se dedica al estudio de los componentes de comportamiento del proceso
salud-enfermedad y de la atención de la salud” (p. 57), es decir, que esta rama tendría
por objeto de estudio ciertos procesos psicológicos, tales como, aquellos que posibilitan
un estado de salud o de enfermedad, como también de recuperación, promoción de la
salud, prevención de la enfermedad, la atención en salud y las enfermedades de los
posibles destinatarios del servicio. Para la psicología de la salud el proceso de enfermar
es “multicausado” (Morales, 1997, p. 58).
La psicología de la salud se relacionaría entonces con el estudio de aquellas
conductas, ideas y creencias que se relacionarían con el proceso de salud y enfermedad
(Bloom 1988, citado en Morales 1997).
La American Psychological Association define a la psicología de la salud como,
“las contribuciones educacionales, científicas y profesionales
específicas de la disciplina de la psicología a la promoción y
mantenimiento de la salud, la prevención y tratamiento de la
enfermedad, y la identificación de los correlatos etiológicos y
diagnósticos de la salud, la enfermedad y la disfunción relacionada, así
como para el análisis y mejoramiento del sistema de atención de la
salud y la formación de la política de salud” (Morales, 1997, p. 60).
Matarazzo (1980) concuerda con la definición referida anteriormente (citado en
Morales, 1997), señalado que esta rama de la psicología no solamente se trataría de
aportes desde la psicología hacia los problemas de la salud, sino también, tendría como
algunos de sus objetivos la promoción de la salud y prevención de la enfermedad, el
estudio y análisis de la patología, entre otros (Ballesteros, Barriga, Herrera, León y
Medina, 2004).
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3.2. EL ESTRÉS; HACIA SU CONCEPCIÓN.
El estrés ha sido entendido de diversas formas “como estímulo, como respuesta y como
interacción” (p.150) según sea este percibido; Selye es quien “investigó y popularizó el
concepto del estrés” (p.151) por esta razón podría ser considerado como el primero que
utilizó el término estresor para describir al estímulo que produce estrés, el cual se usa
para referirse a la respuesta producida por dicho estimulo (citado en Branonn y Feist,
2001).
En el año “1936” (p. 351) el Dr. Hans Selye definió el estrés “para referirse a la
suma de cambios generales o inespecíficos que suceden en el organismo en respuestas a
determinadas condiciones estimulares o situaciones” (p 351). Esto podría dilucidar que
la persona cuando se expone a ciertos eventos desconocidos, o bien, que fuesen difíciles
de manejar, pudiese dar paso a cambios corporales (citado en Gil Roales-Nieto, 2004).
El estrés podría enmarcarse dentro de lo que se llama el “síndrome general de
adaptación” (p. 352), así como lo indica el Dr. Hans Selye, en su búsqueda por
descubrir una nueva hormona que explicase ciertos fenómenos, donde practicaba con
animales (ratas) de laboratorio y les inyectaba “extractos ováricos y placentarios que
contenían hormonas sexuales” (p. 352); el referido habría conseguido estresar a los
animales (citado en Gil Roales-Nieto, 2004). Con el paso del tiempo comenzaría a
visualizar y a entender que en el organismo de los animales se podría observar
conductas repetitivas y constantes en el tiempo, a esto le atribuiría una definición que se
divide en tres fases las cuales son,
“reacción inicial de alarma (movilización de respuestas fisiológicas
defensivas), un estado resistencia (proceso de adaptación al estímulo
nocivo) y, finalmente, una fase de agotamiento (ruptura de procesos de
recuperación), que puede terminar hasta en la muerte” (citado en Vega,
Sanabria, Domínguez, Osorio y Bejarano, 2009, p. 138).
En el síndrome general de adaptación se podrían visualizar las tres fases, a
entender, “reacción de alarma, resistencia y agotamiento” (p. 487), las cuales señalarían
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que la primera etapa de respuesta al estrés, se denominaría como reacción de alarma,
en donde el cuerpo podría intensificar las emociones, por las cuales debería evadir algún
tipo de peligro que afectase a la integridad física y psicológica del sujeto; en esta fase se
puede acelerar la respiración, el latido cardiaco y la persona conseguiría experimentar
una sudoración en las manos o bien en otras partes del cuerpo, como también una
posible tensión muscular, lo que daría paso a la preparación de la persona para
reaccionar ante un estímulo posiblemente amenazador (citado en Morris y Maisto,
2005).
Continuando con lo expuesto, investigaciones indican que si ninguna de estas
sintomatologías se dejasen de percibir en el posible estado de alerta, se pasaría a la
segunda etapa que es la de adaptación al estrés, la cual sería señalada como resistencia;
si el estímulo se prolongara en el tiempo y la persona se percibiese en peligro real,
podría recurrir a afrontamientos inapropiados, donde involucraría recursos físicos y
psicológicos llevándolos a un posible agotamiento por parte del sujeto (Morris y Maisto,
2005). Como tercera fase, según los autores, en el agotamiento la persona optaría a
menos recursos de defensa para poder afrontar el estrés, donde se lograrían generar
variadas situaciones, tales como, poca capacidad de concentración, sensaciones de
cansancio y fatiga, entre otras; algunas de estas situaciones serían más severas que
otras, de tal modo que algunas conseguirían llegar eventualmente a experimentar una
probable pérdida del juicio de realidad, un posible daño irreparable en el caso que la
persona continuase en el estado de no poder controlar el estrés (Morris y Maisto, 2005).
3.2.1. Sintomatologías del estrés
Desde variados puntos de vista sintomáticos el estrés, se podría adjudicar como un
posible desgaste del organismo; esto lo llevaría a enfrentar diversas sintomatologías
como lo son, a entender, “sensaciones de cansancio, nerviosismo o malestar,
entendiendo que, en principio el estrés es un fenómeno absolutamente natural y fruto del
intento de adaptación de un organismo a su medio” (citado en Gil Róales-Nieto, 2004,
p. 352).
16
Según lo escrito precedentemente, el organismo realizaría una búsqueda de la
adaptación ante la presencia de un estímulo externo, donde se alteraría el
funcionamiento rutinario, el que, podría provenir del medio que lo rodea como también
de su medio interno, por consiguiente, el organismo humano generaría funciones
diseñadas para afrontar tales estímulos estresores, con esto lograría un equilibrio en el
organismo, a saber, “homeostasis” (citado en Gil Roales-Nieto, 2004, p. 353).
En la actualidad, el estrés podría hacerse partícipe de variados campos que rodea
el ambiente del ser humano en que se desenvuelve, como lo sería el estrés post
traumático (TEPT); éste vendría siendo uno de los que generaría más estudios por parte
de la salud mental y comportamental; también estaría el estrés familiar, estrés
hospitalario, estrés de la vida diaria, estrés quirúrgico y por último el estrés laboral entre
otros (Gil Roales-Nieto, 2004).
Si bien el estrés afectaría a todas las áreas de la vida de las personas, es posible
que también se desarrollase en el ámbito laboral, donde este pudiese manifestar cierta
frecuencia de malestar, debido a que sus consecuencias serían visibles; lo anterior,
podría entenderse como un estrés crónico que se prolongaría en el tiempo y obtendría
como resultado la forma del síndrome de Burnout que causaría un deterioro en el
individuo o bien un desgaste de distinta índole (Aranda, 2006).
3.3. BURNOUT; ACERCAMIENTO AL SÍNDROME DE BURNOUT.
3.3.1. Síndrome de Burnout.
El término Burnout o también conocido como “síndrome de estar quemado”, “síndrome
de la quemazón” o “síndrome de desgaste profesional” (Freudenberger, 1974, citado en
Madrigal, 2006, p. 139) habría sido estudiado debido a las consecuencias que produciría
en las personas que lo padecen. Freudenberger, al observar en los trabajadores de una
clínica una probable disminución en su vitalidad, como así también evidenciaban
síntomas depresivos y una influencia sobre la motivación por las labores que debían
17
realizar llegando inclusive a manifestarse en ciertas conductas agresivas frente a sus
pacientes (Madrigal, 2006).
Maslach y Jackson (1981) definen el Burnout “como una pérdida gradual de
preocupación y de todo sentimiento emocional hacia las personas con las que trabajan y
que conlleva a un aislamiento o deshumanización” (citado en Albaladejo et al., 2004, p.
749); para ellos el Burnout es,
“Un fenómeno psicosocial que posee tres grandes dimensiones:
primero, agotamiento emocional caracterizado por la falta o carencia
de energía, de entusiasmo y un sentimiento de falta de recursos;
segundo, despersonalización, característica que se evidencia al tratar
como objetos a la organización, los clientes y los colegas; y tercero,
falta de realización profesional, fenómeno conductual evidenciado por
una tendencia del trabajador a autoevaluarse en forma negativa,
llevando a los profesionales a sentirse insatisfechos con su desempeño
en el trabajo” (citado en Carlotto, Goncalves, Brazil, 2005, p 329).
Así también, Caballero Hederich y Palacios (2010) señalan cuales podrían ser
algunas dimensiones del Burnout vigentes en la actualidad, tales como “el agotamiento,
cinismo y la baja realización personal” (p. 42).
Según Barraza (2011) el agotamiento emocional se evidenciaría por la falta de
vigor que mostraría la persona que lo padece; la despersonalización o cinismo, se
caracterizaría por la insensibilidad y por relaciones negativas con su entorno próximo
sean estos compañeros de trabajo, clientes o familiares, por lo general la persona se
expresaría de forma cínica llegando incluso a excluirse y no sociabilizar con las demás
personas. Para el autor, la dimensión de baja realización personal provocaría que el
sujeto se percibiese como fracasado, lo que conllevaría a que su autoestima se viese
afectada puesto que se calificaría a si mismo de forma negativa.
Marrau (2009) considera que el síndrome del Burnout “tiene su origen en el
entorno del trabajo y no en el trabajador” (p. 169). En relación a lo referido Gil-Monte
y Perió (1999) señalan que algunas de las variables que podrían influir en el desarrollo
18
del Burnout pudiesen estar relacionadas con la cultura y el clima organizacional de la
empresa.
Las diversas demandas que debe costear el trabajador en el contexto laboral,
tales como el posible exceso de carga laboral, o bien no obtener un reconocimiento
adecuado a sus labores y que además no estuviese definida claramente su tarea, podrían
llegar a facilitar la aparición del síndrome de Burnout (Cantero, León-Pérez y León-
Rubio, 2011).
Algunos estudios evidenciarían que “los trabajadores que se perciben como
sobrecargados, con exceso de carga mental, que realizan tareas repetitivas, etc., son los
que presentan mayor porcentaje de sintomatología somática” (Ministerio de Sanidad y
Consumo, 2006, citado en Guerrero, Gómez, Moreno, García y Blázquez, 2011, p. 559).
Gil-Monte y Peiró (1999) señalan que debido a las consecuencias en las
organizaciones, tales como el malestar físico y mental, el absentismo laboral, la baja
productividad, entre otras, producto del Burnout, se habría suscitado cierto interés en el
estudio de este síndrome; además consideran los autores que los efectos también serían
vivenciados por aquellos clientes que fuesen atendidos por los trabajadores que
presentaran algún rasgo de Burnout.
Hernández, León, Navarrete y Terán (2007) señalan que el trabajo podría ser una
fuente de seguridad monetaria para las personas y a su vez producir satisfacción en la
vida, sin embargo, además de los efectos positivos que generaría en las personas,
pudiesen también ser el origen del estrés laboral crónico puesto que se podría relacionar
a la “sobrecarga de trabajo, la baja utilización de habilidades y otros factores
ocupacionales que implican presión laboral, conflicto y ambigüedad en las funciones”
(p. 51).
19
3.3.2. Como se desarrolla el Burnout en las personas
El síndrome de Burnout podría desarrollarse debido al estrés laboral crónico que se
produciría en aquellas personas cuyas estrategias de afrontamiento fuesen inadecuadas
para manejar determinadas situaciones que podrían ser percibidas como estresantes (Gil
Monte y Peiró, 1997, citado en Marrau, 2009); por lo tanto, “el hecho de que aparezca o
no el síndrome va a venir determinado por la forma en que la persona afronte la
situación de estrés” (Avargues, Borda y López, 2010, p. 320), por ejemplo, la
competencia personal percibida, la cual pudiese suponer una “variable mediadora de la
experiencia de estrés que puede facilitar o inhibir la aparición del síndrome y de sus
consecuencias” (p. 320).
Las competencias percibidas podrían verse influenciadas según sean las
características laborales existentes, pudiendo generar las condiciones ideales para que
apareciera el Burnout o por el contrario eliminar cualquier posibilidad de que el
síndrome se desarrolle en los trabajadores (Salanova, Martínez y Lorente, 2005, citado
en Avargues, Borda y López, 2010).
Madrigal (2006) indica que “el Burnout es el resultado de la influencia de
agentes sociales, laborales y características personales” (p. 144). Podrían existir ciertos
modelos explicativos al respecto que han realizado aportes en la comprensión del
síndrome, algunos de ellos señalan que el Burnout sería producto de la interacción entre
el contexto laboral, el que cumpliría una función desencadenante, y las características
personales las cuales desarrollarían una función moduladora (Madrigal, 2006).
Algunos estudios han llegado a la conclusión que la autoeficacia podría ser una
variable reguladora del Burnout; ya que altos niveles de esta variable disminuiría la
posibilidad de padecer de este síndrome, sin embargo, niveles bajos de ella elevaría la
probabilidad de desarrollar el síndrome de Burnout (Cantero, León-Pérez y León-Rubio,
2011).
20
3.3.3. Modelos explicativos y aproximaciones teóricas del Burnout.
3.3.3.1. Modelos basados en la Teoría Socio-cognitiva del Yo.
Hernández, León, Navarrete y Terán (2007) señalan con respecto a esta teoría, que
“existe una serie de procesos de asociación mediante los que las representaciones
simbólicas se traducen en acciones adecuadas” (p. 56); algunos de los modelos que se
adscribirían a este postulado pudiesen ser algunos tales como, el modelo de Charniss, el
modelo de Golembiewski, Munzenrider y Carter. En relación a lo anterior, Martínez
(2010) incluiría también el modelo de Pines.
3.3.3.1.1. Modelo de autoeficacia de Charniss.
Charniss señala que el eventual cumplimiento o fracaso en las metas afectaría
disminuyendo o aumentando la eficacia del sujeto; el desarrollo del Burnout estaría
vinculado “a una disminución de la autoeficacia percibida” (Martínez, 2010, p. 15); el
autor indica que aquellos sujetos con menos probabilidades de desarrollar Burnout,
serían aquellos cuya autoeficacia no estuviese disminuida.
3.3.3.1.2. Modelo de Pines.
Este modelo estaría vinculado con la motivación, puesto que para este autor el Burnout
se produciría cuando el sujeto busca un sentido en su trabajo y fracasaría en la
realización de este; por lo que “sólo se queman aquellos sujetos con alta motivación y
altas expectativas” (Martínez, 2010, p. 15). El síndrome del Burnout estaría relacionado
con ciertas reacciones de agotamiento tanto físico, emocional y mental (Martínez,
2010).
21
3.3.3.1.3. Modelo de Golembiewski, Munzenrider y Carter.
En este modelo el Burnout se produciría en una secuencia, es decir, un componente
desencadenaría la aparición de otro; la despersonalización estaría vinculada con el inicio
del proceso, la cual sería consecuencia de la posible sobrecarga laboral y esta a su vez
se evidenciaría en irritabilidad y/o fatiga; seguido de esto continuaría con el componente
de la realización personal, en donde se generarían estrategias para enfrentar las
situaciones amenazantes que el sujeto pudiese vivenciar; a raíz de lo cual se produciría
un probable agotamiento generalizado (Martínez, 2010).
3.3.3.2. Modelos basados en la Teoría Estructural.
Según Martínez (2010) este modelo considera “antecedentes personales, interpersonales
y organizaciones para explicar la etiología del Burnout de manera integral. Se
caracterizan, porque se basan en los modelos transaccionales” (p.19); este modelo
propondría un posible desequilibrio entre las demandas percibidas y la capacidad del
sujeto para responder a ellas.
3.3.3.2.1. Modelo de Gil-Monte y Peiró.
Este modelo considera “variables de tipo organizacional, personal y estrategias de
afrontamiento” (Martínez, 2010, p.19), por lo que el Burnout sería una consecuencia del
estrés laboral y se produciría cuando el afrontamiento utilizado no sería el más
adecuado para enfrentar una situación estresante.
22
3.3.4. Algunos efectos del Burnout.
Aquellas personas que padecen Burnout podrían experimentar secuelas en torno a su
salud mental y física como también en el ámbito social, en donde pudiesen ver afectadas
sus relaciones interpersonales no tan sólo en el contexto laboral sino también en el
ámbito personal; esto se vería reflejado en conductas como “no verbalizar, cinismo,
suspicacia, agresividad, aislamiento, irritabilidad etc.” (Marrau, 2009, p. 170).
En cuanto a las secuelas que se observan en el ámbito laboral se encuentran las
siguientes,
“la satisfacción laboral disminuida, el ausentismo laboral elevado, la
propensión al abandono del puesto, la baja implicación laboral, el bajo
interés por las actividades laborales, el deterioro de la calidad de
servicio de la organización, el aumento de los conflictos interpersonales
con los compañeros y superiores y tal vez, el aumento de los accidentes
laborales” (Marrau, 2009, p. 171).
En relación con lo anterior Moreno, González y Garrosa (2001) señalan que,
“Se desencadenan diversas reacciones de carácter emocional (e.g.,
indefensión, desesperanza, irritación, apatía, desilusión, pesimismo,
hostilidad, falta de tolerancia, acusaciones a los demás y supresión de
sentimientos), cognitivo (e.g., pérdida de significado, pérdida de
valores, desaparición de expectativas, modificación del auto-concepto,
desorientación cognitiva, pérdida de la creatividad, distracción y
criticismo generalizado), conductual (e.g., evitación de
responsabilidades, absentismo, conductas inadaptativas,
desorganización, evitación de decisiones, aumento del uso de cafeína,
alcohol, tabaco y drogas) y social (e.g., evitación de contactos,
conflictos interpersonales, malhumor familiar, aislamiento, formación
de grupos críticos y evitación profesional)” (citado en Cantero, León-
Pérez y León-Rubio, 2011, p. 518).
23
Continuado con lo anterior, algunos de los efectos mencionados podrían también
deberse a otros cuadros clínicos, por tanto en el siguiente apartado se mencionan
algunos diagnósticos que podrían ser confundidos con el Burnout.
3.3.5. Diagnóstico diferencial.
El síndrome de Burnout se debe diferenciar de ciertas patologías que con frecuencia se
asemejarían en algunos síntomas. Por su parte, no existe una categoría diagnostica para
este síndrome en el CIE-10 (décima revisión de la clasificación internacional de las
enfermedades); tal es el caso de la depresión la cual consideraría una sintomatología que
incluye un bajo estado de ánimo que se mantenga durante un periodo de tiempo
determinado (Madrigal, 2006). Sin embargo, Maslash (1982) advierte que el síndrome
de Burnout podría influir en la aparición de la depresión (citado en Madrigal, 2006)
Otro diagnóstico con el cual se podría confundir este síndrome es el estrés
laboral, el cual sería el resultado de padecer estrés en el ámbito laboral, esto se debería a
las características específicas de la labor que realiza la persona y las exigencias que
debe costear en su trabajo; la principal diferencia entre el estrés laboral y el Burnout
sería que el estrés pudiese tener consecuencias positivas o negativas en las personas, sin
embargo, en el caso del Burnout las consecuencias podrían ser negativas, por lo que “el
estrés en el trabajo es un predisponente esencial para el Burnout pero no la causa”
(Madrigal, 2006, p. 142).
El Burnout podría también ser confundido con la insatisfacción laboral, pues
ambos compartirían parte de la sintomatología, como serían las experiencias
psicológicas, pero la diferencia radicaría en que la insatisfacción laboral generaría
ciertos cambios conductuales en el sujeto, lo cual se relacionaría al deterioro en la
calidad de la labor que desempeña, por su parte, el Burnout se relacionaría con la
desmotivación de carácter emocional y cognitiva y no con el cansancio asociado a la
sobrecarga laboral (Madrigal, 2006).
24
3.3.6. Evolución del Burnout; desde lo asistencial a lo académico.
De acuerdo a lo mencionado en párrafos anteriores, el Burnout estaría relacionado al
contexto laboral, en primera instancia a ámbitos asistencias, aunque en la actualidad se
estaría ampliando su investigación a esferas académicas (Preciado y Vásquez, 2010).
3.3.6.1. El Burnout en profesionales asistenciales
En sus inicios, las investigaciones del Burnout habrían estado enfocadas en los
trabajadores de los servicios de salud, profesionales asistenciales desde una perspectiva
clínica; lo anterior debido a que estos mostrarían conductas opuestas a las del rol que
desempeñaban, tales como, actitudes de distanciamiento, frialdad, apatía, entre otras, lo
que para Maslach (1976) supone agotamiento emocional y despersonalización, e incita
dudas acerca de la capacidad propia del personal para desarrollar su labor (citado en
Caballero, Hederich y Palacios, 2010).
3.3.6.2. El Burnout ampliado a otras profesiones
Posteriormente, en la década del ‘80, los estudios del Burnout se extenderían hacia otros
profesionales y se incluiría al agotamiento y despersonalización un tercer aspecto “la
falta de realización personal” (Caballero, Hederich y Palacios, 2010, p. 132).
El estudio sobre el Burnout comenzaría a ser realizado desde la visión
psicosocial, puesto que el síndrome se generaría en la interacción de “las características
del entorno laboral y del orden personal” (Caballero, Hederich y Palacios, 2010, p. 133)
por lo que se incluirían distintos trabajadores, tales como, el personal administrativo, los
deportistas, trabajadores de centros de justicia, entre otros. En relación a lo anterior, en
esta etapa la dimensión de despersonalización sería cambiada por “cinismo” (p. 133)
por ser más general. 3.3.6.3. El Burnout en el ámbito académico
25
Así como el Burnout se extendería a otros tipos de trabajadores, también su estudio
contemplaría a la población estudiantil; este tipo de síndrome se llamaría Burnout
Académico (Caballero, Hederich y Palacios, 2010). En principio habría sido abarcada la
población estudiantil de careras de la salud y posteriormente se incluirían diferentes
carreras (Caballero, Hederich y Palacios, 2010); se presumiría que los educandos al
igual que cualquier trabajador, estarían en ocasiones sobrecargados por su labor
académica.
3.3.7. Burnout Académico
Como ha sido mencionado en los apartados anteriores, el síndrome de Burnout desde su
concepción en el ámbito laboral, se ha podido observar en la actualidad como se va
dirigiendo hacia el ámbito académico, ya que “los estudiantes universitarios, al igual
que cualquier profesional, se encuentra con presiones y sobrecargas propias de la labor
académica” (Garcés, 1995) esto sería observable en variadas similitudes de actividades
entre lo laboral y lo académico, en donde los estudiantes deben cumplir con horarios,
trabajos pedidos en cierta cantidad de tiempo y eso puede ser gratificado con
calificaciones que miden su nivel de rendimiento dentro de la institución académica a la
cual pertenecen (citado en Caballero, Hederich y Palacios, 2010, p. 133).
Diversos estudiantes podrían lograr desplegar diversas actitudes que se ven
reflejadas como competencias que sirven en su transcurso académico a las exigencias
que este les demanda, por otra parte pueden haber estudiantes que por lo contrario
revelarían conflictos para poder conseguir sus objetivos académicos dentro de un
establecimiento estudiantil, en donde no generarían conductas óptimas para el
estudiante que le ayudasen a enfrentar las exigencias académicas a las que se ven
enfrentados día a día (Caballero, Hederich y Palacios, 2010).
Algunos de los educandos al encontrarse bajo presión en el área académica
generarían posibles sensaciones de agotamiento que les dificultaría la capacidad de
26
seguir funcionando tanto físicamente como psicológicamente, además aumentaría la
autocrítica y la pérdida de interés sobre lo que se está haciendo y dudarían a la vez de
su propia capacidad de rendimiento frente a las exigencias dadas (Caballero, Hederich y
Palacios, 2010).
Los estudiantes al igual que los trabajadores de cualquier área asistencial, en el
contexto de la relación que este mantiene con la institución académica, también se
generarían tipos compensatorios para los estudiantes, algunas de ellas serían las
calificaciones o reconocimientos de sus logros, lo que haría visible las respuestas del
estudiante frente a la posible tensión y sus alcances en su impresión subjetiva de
bienestar frente a los estudios (Caballero, Hederich y Palacios, 2010).
Aquellos alumnos que pertenecen a carreras con cargas académicas que les exija
un trabajo complementario, entre tareas teóricas y trabajos prácticos, donde deban
desarrollar actividades sociales durante el día, se verían afectados por la sobrecarga de
diligencias que le exige la carrera, es por ello que las conductas apropiadas o no, que
adopte el estudiante dependerían de la disposición que tenga para afrontar dichas
demandas académicas (Preciado y Vásquez, 2010).
Por consiguiente, se aseveraría que los estudiantes que tuviesen un mayor
compromiso y disposición con su carrera, que adoptasen las dificultades diarias como
un fortalecimiento que los ayudara en su crecimiento profesional y no como grandes
obstáculos, serían capaces de manejar situaciones estresantes y difícilmente estas
situaciones se reproducirían en el tiempo como un posible síndrome de Burnout
Académico (Preciado y Vásquez, 2010).
Dentro del área académica los estudiantes al entrar en una carrera se encuentran
con que deben convivir el día a día con compañeros y profesores, los cuales a través del
tiempo se convertirían en parte de sus redes sociales, en conjunto con la familia, son
estas mismas redes sociales las que permitirían que los educando lograsen afrontar
posiblemente de manera más óptima los estresores que deben afrontar y aumentaría las
expectativas de éxito (Bagés, Chacón-Puignau, De Pablo, Feldman, Goncalves y
Zaragoza, 2008).
27
3.3.7.1 Dimensiones del Burnout Académico
Extremera y Duran (2006) refieren que el instrumento creado por Maslach y Jackson
para medir Burnout, ha sido aplicado en otras áreas asistenciales, y debido a esto, se
han adecuado las dimensiones que ellos crearon, es decir, el agotamiento también
llamado cansancio emocional; la despersonalización o cinismo y la baja realización
personal correspondería a la eficacia profesional.
3.3.7.2 Las variables que intervienen en el Burnout Académico
3.3.7.2.1 Del contexto académico
Estas serían aquellas propias del contexto académico, tales como, falta de apoyo del
tutor, no tener a disposición ayudas o tutorías, servicios de fotocopiado no adecuado,
aspectos físicos del aula como la escasa ventilación, carga horaria inadecuada, personal
administrativo no eficiente o que no ofrecería la gestión requerida, sobrecarga de tareas
y trabajos, escasa retroalimentación por parte del profesor, entre otras (Caballero,
Hederich y Palacios, 2010).
3.3.7.2.2 Del contexto social
Con respecto a las variables del contexto social se incluirían algunas tales como, escaso
compañerismo, competitividad, falta de apoyo social como amigos o familia,
empleabilidad o oferta laboral, entre otras (Caballero, Hederich y Palacios, 2010).
28
3.3.7.2.3 Del contexto personal
Otro tópico de variables serían las intrapersonales, en donde se mencionaría aquellas
relacionadas con el sexo del educando, los rasgos de personalidad ansiosa, expectativas
de éxito altas, desmotivación hacia el quehacer estudiantil, por mencionar algunas; por
lo que se entendería que ante igual situaciones de exigencias no todos los alumnos
experimentarían Burnout Académico (Caballero, Hederich y Palacios, 2010).
3.3.7.3 Efectos y síntomas del Burnout Académico
Barraza (2009) detalla algunos de los posibles síntomas que el educando experimentaría
en el Burnout Académico, estos serían, a saber,
“trastornos en el sueño (insomnio o pesadillas), fatiga crónica
(cansancio permanente), dolores de cabeza o migrañas, problemas de
digestión, dolor abdominal o diarrea, rascarse, morderse las uñas,
frotarse, somnolencia o mayor necesidad de dormir, inquietud
(incapacidad de relajarse y estar tranquilo), sentimientos de depresión y
tristeza (decaído), ansiedad, angustia o desesperación” (p. 278).
Además de los síntomas señalados, Caballero, Hederich y Palacios (2010) dan
cuenta de los efectos del Burnout Académico; estos efectos estarían relacionados con
agotamiento y desinterés por los estudios, inclusive se evidenciarían actitudes de
sabotaje hacia sí mismos, como también dudas y sentimientos de incompetencia con
respecto al estudiar, entre otros.
29
3.3.7.4 Unidimensionalidad del Burnout Académico
Barraza (2011) efectúa una distinción entre la conceptualización del Burnout
tridimensional (agotamiento, cinismo y falta de realización personal) y por otro lado el
Burnout unidimensional; la primera se basaría en la línea teórica de Maslach y Jackson,
mientras que la segunda se fundamentaría en los trabajos realizados por Pines, Aronson
y Kafry, para quienes el constructo se centraría en el agotamiento.
En acuerdo a lo referido, lo central en el Burnout tendría relación con la “pérdida
de las fuentes de energía del sujeto, por lo cual puede definirse como una combinación
de fatiga física, cansancio emocional y cansancio cognitivo” (p. 55), por lo que se
entendería que el cinismo y la baja realización personal, serían consecuencia del
agotamiento.
30
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