thomas de quincey - el crimen como hecho estético

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    Thomas De Quincey:El crimen como hecho esttico

    Fernando Bez

    Conviene comenzar este ensayo con la vida de Thomas De Quincey, de la que sabemosdemasiado. Conocemos mucho, y hago la aclaratoria, no porque abunden las biografassobre l sino porque l mismo se encarg de referirnos todo lo que le pas por medio

    de pginas inolvidables que no pueden dejar de leerse sin cierto sentido de culpa.Sucede que cuando uno conoce un gran libro o un gran texto, uno siente una especiede culpa por no haberlo ledo antes, como si se tratara de una religin que nos faltaba.Con De Quincey ocurre eso, y ocurren ms cosas, por supuesto. Ocurre, por decir, quecuando se estudian los hechos de su vida, uno siente una angustia creciente, queapenas voy a esbozar como una suerte de introduccin al tema verdadero que nosocupa.

    Thomas De Quincey naci en Manchester, Inglaterra, el 15 de agosto de 1785. Muri el8 de diciembre de 1859, en la ciudad de Edimburgo. Estas fechas, que slo interesan alas enciclopedias y los estudiosos de los epitafios, arte que parece haber consumido lamitad de las investigaciones literarias contemporneas, estas fechas, digo, nos hablande 74 aos de vida. En medio de esos dos extremos, hay una historia terrible, unaversin del caos que no puedo menos que referir con brevedad y pudor. El padre de DeQuincey, que muri cuando ste apenas tena 7 aos, era comerciante, se llamabaThomas Quincey y se distingui por coleccionar libros, y si bien su influencia no fuemayor en este hijo, de los ocho que dej, parece indudable que caus con su muerteuna frustracin creciente en la familia. Segn el hijo, fue un comerciante inglssencillo, estimado toda su vida por su gran integridad, y especialmente aficionado a losempeos literarios (de hecho, l fue en s mismo, annimamente, un autor2. La

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    madre, Elizabeth Person, poco pudo hacer para que Thomas, a pesar de los cuatrotutores que le asignaron a la muerte del padre, sintiera afecto y se quedara en casa. Detodos modos, lo importante es que su dedicacin a los clsicos trat de suplir esacarencia. En una confesin poco tmida, reconoce De Quincey que a los trece, escribagriego con facilidad; y a los quince mi dominio en esa lengua era tan grande, que no

    slo poda componer versos griegos en mtricas lricas, sino que poda conversar engriego con fluidez, y sin ninguna vergenza3. Superior a sus profesores, opt a los 17aos por pedir dinero a Lady Carbery, una amiga, y se march de la escuela no sinsentir esa nostalgia propia de quien detesta algo que nunca parece irremediable.

    La huda, por supuesto, no fue, como lo son las de algunos muchachos de ahora, con las joyas de la madre. Fue hecha sin dinero, con lo que llevaba puesto, y muy pronto DeQuincey supo de la pobreza absoluta, y aunque el paso por los pueblos no fue infeliz,en Londres el hambre y el fro daaron para siempre su estmago, que ya de por s eradbil. De Quincey era muy delgado y las imgenes que conservamos de l nos lo

    muestran feo, casi inerte. Thomas Carlyle, el historiador, lo llamaba enano. RobertSouthey, que lleg a ser Poeta Laureado en Inglaterra, dijo que una vez lo mir y sintilstima porque fuera tan pequeo. Para esta poca, De Quincey conoci a Ann, unaprostituta de la que se enamor, como lo hacen todos los escritores ingleses, y que lecuid cuanto pudo hasta que ambos se separaron jurndose, como es habitual, amoreterno, que por lo general suele eterno mientras dura, como ya lo adverta el poetaVinicius de Moraes.

    Reconciliado con la familia de nuevo en 1804, De Quincey volvi a estudiar en el

    Worcester College de Oxford, pero un dolor de muelas lo llev a comenzar a consumiropio en una medida creciente que termin por convertirlo en uno de los ms famososopimanos del mundo. Interesado en la lengua alemana, aprendi los rudimentos delidioma con la ayuda de un joven llamado Schwartzburg, de origen judo, y comenz,casi de inmediato, a leer a Schiller, a Goethe, que no le gust, a Lessing, a Herder, aJean Paul Richter, que vener, a Fichte, y sobre todo a Inmanuel Kant, filsofo que seconvirti en una obsesin en su vida. Ante la Crtica de la Razn Pura de Kant, ante lalectura de ese laberinto sistemtico, quiso ser, y a ello se aboc sin organizacin niconstancia, una especie de versin inglesa de Kant con una obra que siempre quiso

    escribir y que jams inici y que se titulara Emendatione Humani Intellectus, ttulopoco sortario, segn parece, porque Baruch de Spinoza dej incompleta una obrahomnima con idnticas ambiciones.

    En 1808, De Quincey ya era un adicto y renunci a seguir las clases para vivir nadamenos que con William Wordsworth, quien vendra a ser el ms importanterepresentante del movimiento literario romntico ingls. Todos habitaban DoveCottage y al menos por unos aos, como toda buena amistad literaria apasionada, larelacin fue extraordinaria, intensa, recproca. Wordsworth era un magnficoconversador, monolgico como todos los grandes, un estupendo caminador, poeta

    exquisito... Adems era muy amigo de otro grande, quien tambin se convertira en

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    uno de los poetas romnticos ms complejos de su tiempo: Samuel Taylor Coleridge.ste tuvo una ascendencia enorme en De Quincey, ascendencia que compartira elhbito del opio, la filosofa alemana, la poesa, las disertaciones interminables, laversatilidad en la dispersin y el cuestionamiento de la poesa, lo que, bien mirado,resulta desde todo punto de vista determinante. De Quincey coment en alguna

    ocasin que la conversacin de Coleridge, que sola durar entre dos y tres horas,simulaba una especie de crculo en el aire. Era tan digresiva, sin embargo, que elinterlocutor, agotado por el esfuerzo de tantas sugerencias, se marchaba creyendo queColeridge era incoherente, pero no era as. Al final, Coleridge remataba el tema con unalucidez enorme. Este estilo de charla, lo hered de De Quincey en su literatura. Cuandose lee su prosa, hay digresiones, notas a pie de pgina, que fastidian a primera vista,pero que luego se comprenden como esenciales al concluir la lectura. Por otra parte,quisiera advertir someramente que De Quincey hered otras dos graves tendencias deColeridge: la de imaginar grandes libros que nunca fueron escritos, y cierta pasin por

    el plagio de ideas de filsofos alemanes, que resultaban nuevas para sus coterrneos,aunque no para los estudiosos de la filosofa. De Quincey justificaba su estilo labernticocon una disculpa que es todo un arte potica: Mi modo de escribir consiste ms bienen pensar en voz alta y seguir a mis humores.4

    En 1817, De Quincey cometi un error muy feliz y fue el siguiente: se cas conMargaret Simpson, con la cual ya haba tenido un hijo. Con ella tuvo siete nios ms alos que contribuira como buen escritor a formar y a descuidar alternativamente. En1818, la familia creciente y las necesidades de los nios molestaron su atencin por uninstante y opt por sacrificarse en un trabajo como editor en la Westmorland Gazette,

    trabajo que, por cierto, cre en l una dependencia enorme por las publicacionesperidicas. Casi toda su obra fue, y esto es curioso, publicada en revistas de mayor omenor duracin, como London Magazine, Blackwood y Taits. De esta forma, seconvirti en una especie de periodista de opinin que muy pronto, apenas en 1821,pas de una fama ntima a ser una celebridad pblica cuando aparecieron, enseptiembre y octubre, sus Confessions of an English Opium-Eater (Confesiones deingls comedor de opio). Conocedor de sus proyectos inconclusos, unos editores noesperaron la tercera parte prometida por el autor a sus lectores, y decidieron publicarde inmediato un libro que se convertira en un verdadero clsico. Hoy juzgamos a De

    Quincey ms por los errores y virtudes de sus confesiones que por el resto de susensayos, que son, valga la definicin, extraordinarios. En lo personal prefiero otrosescritos suyos, como The last days of Immanuel Kant (Los ltimos das de InmanuelKant), de 1827, un breve ensayo que, con el apoyo documental de Ehregott AndreasCristoph Wasianski, telogo, alumno y amanuense de Kant, relata los momentosfinales, la decadencia fsica, la cada intelectual, del ms profundo de los filsofosalemanes. Si tuviera que hacer una seleccin, que no tendra, en verdad, por quhacerla, pues disfruto casi todos los escritos de De Quincey, aadira a ese felizexperimento biogrfico, ensayos como Letters to a Young Man Whose Education has

    been Neglected (Cartas a un joven cuya educacin ha sido descuidada), On the

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    1850, alguien tuvo la ocurrencia de proponerle la edicin de sus obras completas.George Gilfillan, un reportero, dijo que De Quincey respondi: Seor, ese asunto esabsolutamente, insuperablemente, y eternamente imposible6. No obstante, la firmaTicknor and Fields logr, entre 1850 y 1859 publicar sus textos con el ttulo deWritings (Escritos). Entre 1852 y 1860, James Hogg, en 16 volmenes, convenci al

    autor de editar la seleccin de sus trabajos con el ttulo de Selections Grave and Gay,from Writings Published and Unpublished by Thomas De Quincey. Esa tradicin deediciones continu hasta que surgi, muchos aos despus, apareci The CollectedWritings of Thomas De Quincey, edicin de David Masson, fechada entre 1889 y 1890,en catorce volmenes. Borges tuvo esta edicin en sus manos y cambi hasta sumanera de escribir gracias a De Quincey. Alguna vez, dijo Borges que en los catorcevolmenes de su obra no hay una pgina que no haya templado el autor como si fueraun instrumento.7

    II

    He insistido con mucho detalle en la vida de Thomas De Quincey, por varias razonesque deseo aclarar antes de decir una sola cosa ms. Es tan desconocido entre nosotros,que pereciera necesario, aunque esto, desde luego es una necedad, inventarle unprestigio, que por lo dems ya tiene, con creces. Fue, y me escandaliza tener que hacermemoria de esto, admirado por escritores como Edgar Allan Poe, Ralph WaldoEmerson, Charles Baudelaire, David Herbert Lawrence, Virginia Woolf, y, sobre todo,por Borges, que no es decir poco. Hace ya muchos aos, cuando conoc a Jos ManuelBriceo Guerrero, maestro, amigo, pensador magnfico, recuerdo que me invit a leer

    Los ltimos das de Inmanuel Kant. En esa conversacin que tuvimos y que fue, quinpuede ponerlo en duda, inolvidable, claro est, supe que De Quincey tena una teoraliteraria muy extraa. Para este ingls, la literatura se divida de dos modos: existe laliteratura del conocimiento, que es toda comunicacin de sucesos del mundo materialcon intencin didctica. Dentro de este orden, estaran los diccionarios, las gramticas,las ortografas, los almanaques, las farmacopeas, los informes parlamentarios, etc. Deotro lado, existe la literatura de poder, afectiva, provocativa, destinada a conmover allector, a apasionarlo por un tema.

    Esto, precisamente, es lo que logra De Quincey en Sobre el asesinato como una de las

    bellas artes, y ahora que vuelvo a mencionar este exquisito libro, creo justo hablar deesta obra, nica en su gnero. Dividida en tres partes, consta de un Primer Artculo quefirma un personaje annimo que se autoindentifica como un hombre morbosamentevirtuoso que ha logrado leer una conferencia perteneciente a una Sociedad deExpertos en el Asesinato, la cual, como todos los clubes ingleses excntricos, cultiva unapasin entrenada por el gusto que se deleita en el inters por el homicidio. As comohay filsofos, es decir, amantes de la sabidura, esta sociedad incluye a los amantes delasesinato que suelen reunirse cada vez que se comete alguno para hacer la crticacomo si de un cuadro, de una escultura o de otra obra de arte se tratara. Sorprendido,

    el narrador ofrece ntegro el texto de una de las conferencias de esas reuniones. Lo que

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    nos interesa, lo que no puede menos que escandalizarnos, sobre todo a quieneshemos, como es mi propio caso, sufrido un intento de asesinato, lo que desconcierta enla conferencia en cuestin es que admite que el asesinato, adems del punto de vistamoral, puede ser analizado estticamente. Es ms, el autor, haciendo uso de una lgicaimplacable, nos manifiesta irnicamente:

    Cuando un asesinato est en el tiempo paulo-post-futurum-, esto es, cuando no se hacometido, ni siquiera, de acuerdo con el purismo moderno, se est cometiendo, sinoque va a cometerse -y llega a nuestros odos, hemos de tratarlo moralmente por todoslos medios. Supongamos en cambio que ya se ha cometido y que podemos decir de l:tetelestai[], est terminado o (con el dimantino verso de Medea) eirgastai[], hechoest, es un fait accompli; supongamos, a continuacin, que la pobre vctima ha dejadode sufrir, y que el miserable que le ha dado muerte se ha esfumado y que nadie conocesu paradero; supongamos, finalmente, que hemos hecho cuanto estaba a nuestroalcance al estirar las piernas y correr tras el fugitivo, aunque sin xito -abii, evasit,

    excessit, erupit, etc-llegados a este punto, de qu sirve la virtud? Bastante atencin lehemos dedicado ya a la moral; le ha llegado el turno al gusto a las bellas artes....

    Hecha esta aclaratoria, el conferencista hace una crnica del asesinato, comenzando,por supuesto, con Can, a quien califica de hombre de genio extraordinario. Tras unainterludio sin mayores logros, el narrador habla de un gran personaje, el Viejo de laMontaa, fundador de la Secta de los Asesinos, que dio origen, incluso, a la palabraasesino.

    De Quincey, y aprovecho la mencin de este punto para hacer una reflexin personal,

    debi enterarse de la secta de los Asesinos por Coleridge, que us la imagen del jardnde estos hombres sanguinarios en su poema onrico Kublai Khan. De cualquier modo,sera importante hacer aqu un poco de historia y explicar el origen de la palabraasesino, que no puede menos que facilitar la comprensin de lo que digo. Vamos apracticar, as, un poco la etimologa del trmino, en busca de una mayor aproximacina este asunto.

    Hay, como se sabe, varias palabras terribles en nuestra lengua para referirse alasesinato. Una de ellas es homicidio, y su origen nos es bastante conocido. Procede dellatn homo-cidius, que es algo as como matar a un hombre. Otra palabra es crimen.

    Pues bien, crimen es una palabra heredada del latn. Crimen, criminis, se refera entrelos romanos a un delito o falta; tambin a una acusacin. El criminal es el que cometedelito. Pero ms all de este origen latino, hay un origen griego. Como en el caso de lapalabra crisis, cri-men proviene de un verbo griego que es krinw [], que significaseparar, entresacar. Antes de esto, est el indoeuropeo. Pues sucede que la raiz deeste verbo crnoo es Kr-, que alude a purificar, limpiar. Este matiz es importante: enel acto del crimen, se separa al alma del cuerpo, pero se esconde una cierta actitud queintenta justificarse como purificacin. Qu otra cosa fueron los crmenes nazis? Engriego antiguo, fo/noj [] es muerte, asesinato, homicidio; foneu/j [] es el matador, el

    asesino. Tambin en griego se dice ktei/nw [], verbo que significa matar. En alemn, se

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    llama al asesino, mrderisch, y al asesinato se llama Meuchelmord, con una herenciainnegable de origen latino: mors, muerte. En ingls asesinato es murder, con idnticolegado latino de mors, en el sentido de causar la muerte a alguien. Tambin est kill,matar, y el asesino es killer, el que mata.

    Entre nosotros, en lengua castellana, tenemos la palabra asesinato, que como muchas

    otras, deriva del rabe, comienza por la letra a como almanaque, alguacil, etc.. Hacia1860, un purista de la lengua como Alejandro Peoli, deca que asesino era una palabrarepelente y que era preferible la palabra homicida, pero como los pueblos rara vezsiguen a los puristas, optaron por consagrar una con un sentido legal, que es homicida,y otra, popular y moral, que es asesino. Esta ltima exige que contemos una historiaque tras la monografa de Silvestre de Sacy, Mmoire sur la dynastie des Assasins et surlrigine de leur nom (1809), se conoce muy bien.

    Asesino procede de haxixino, el nombre que se daba a los adeptos de una secta que

    consuman haxix, una droga alucinante que se obtiene a partir de las plantas femeninasde un camo denominado Cannabis indica. La secta en cuestin era liderada por al-Hassan ibn-al-Sabbah, llamado el Viejo de la Montaa, un persa nacido hacia el ao1054, amigo de Omar Khayyam, el poeta de los famosos Rubaiyat. Hassan estabainiciado en la doctrina ismaelita, era un misionero supremo, es decir, un dai-al-doat,que en 1090 someti una regin llamada Alamut, en Irn, y cre all una orden con una jerarqua de nueve grados muy compleja, donde haba aprendices (lassik), sagrados(fedawi) y compaeros (refik). Los fedawi se encargaban de misiones casi suicidas: alrecibir una instruccin especial de matar a alguien, lo hacan a costa de cualquier

    sacrificio. Hassan ordenaba una muerte diciendo: Ve y hazla. Yo quiero que entres alparaso. Otra versin de los hechos, bastante convincente, rechaza esta etimologa dela palabra asesino, e indica que asesino procede de hasasinos, seguidores de Hassan. Elerudito Arkon Daraul (A History of Secret Societies, 1989) sostiene la idea de que"assassin' se traduce en rabe como guardian; asesino sera entonces el guardinde las doctrinas esotricas. La influencia de esta palabra en el mundo occidental sedebi a los cruzados, que la usaron con miedo. rdenes como las de los Templarioscopiaron los grados de la secta y sus tcticas. Uno de los primeros escritores en incluirla palabra en un poema fue Dante en La Divina Comedia. Dice Dante en el Canto XIX del

    Infierno:Io stava come il frate che confessa

    Lo perfido assassin, che, poi che fitto,

    richiama lui, per che la morte cessa...

    [Yo estaba como el fraile que confiesa

    al prfido asesino, que, cuando est ya en el hoyo,

    lo llama para retardar la muerte.]

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    Para no desmerecer de esta tradicin Arthur Rimbaud, en 1871, en el Hotel desEtrangers, tom su primera dosis de haschish y escribi un poema titulado Maana deembriaguez, que incluye en Las Iluminaciones. Su sensibilidad le hizo decir en plenosiglo XIX, que es el siglo De Quincey: He aqu el tiempo de los asesinos.

    Hecha esta digresin, contino con el texto de De Quincey, donde se vindica una visin

    esttica del asesinato. La conferencia que mencionamos insiste en los magnicidios oasesinatos de grandes personalidades, entre ellos los grandes pensadores, que suelenestar siempre cerca de la muerte. Destaca, entre otros, a Descartes, quien estuvo apunto de morir a manos de un desalmados, Spinoza, asesinado, segn una teoraforzada, por un mdico de nombre L.M., Hobbes, siempre en peligro, Malebranche,asesinado nada menos, segn otra teora curiosa, nada menos que por GeorgeBerkeley, Kant, librado de la muerte por un escrpulo del asesino, etc. Al final, laconferencia pondera uno de los grandes xitos en el arte del asesinato, mrito que seatribuye a Williams, y se exponen los principios para el enjuiciamiento correcto de un

    crimen. Es importante, se sostiene, que la vctima sea una buena persona, que no seademasiado famosa, que goce de buena salud, que tenga hijos pequeos que dependande l.

    La finalidad ltima del asesinato -comenta el conferencista--, considerado como unade las bellas artes, es precisamente la misma que Aristteles asigna a la tragedia, esdecir, purificar el corazn mediante la compasin y el temor.

    Si esto es as, estamos ante algo desconcertante. Aristteles, en la Potica, dice, enefecto, que la tragedia como gnero literario es superior porque logra la catrsis de las

    afecciones por medio de la compasin y el temor. De Quincey traduce catrsis comopurificacin, aunque el trmino tiene varios sentidos, entre los que sobresale el depurgacin. Cuando uno va al teatro y contempla los hechos tan horripilantes que semuestran, siente una compasin enorme ante el mal en general y un temor increble depoder sufrir semejantes cosas, por lo que al salir del teatro era natural que se sintieracierto alivio, como el que se siente cuando uno es vctima de dolores de barriga, quepor cierto Aristteles sufra (muri de eso), y tras tomar un purgante y evacuar, sesiente una tranquilidad por no sentir dolor. De Quincey, como vemos, insiste en que elasesinato visto como bella arte est destinado a causar alivio: alivio a quin? A la

    vctima jams. Al victimario tampoco. Creo que se refiere a quien analiza los hechos yante tal magnitud de tragedia, siente la compasin por el dolor ajeno y el temor porsufrirlo, lo que lo conduce a cierto estado de alivio. La tragedia griega estaba llena deasesinatos: Orestes mata a su madre, Edipo mata a su padre, Medea asesina a todossus hijos...La representacin del asesinato y su realizacin verdadera, segn DeQuincey, tienen una obvia carga de catrsis poderosa.

    El Segundo artculo del libro es narrado no por el hombre morbosamente virtuosoque haba confiscado el papel con la conferencia, sino que es el mismo conferencistaque, contra lo que han pensado algunos crticos, no comete el error de anunciar que ya

    ha publicado el ensayo de esttica ledo sino que, por el contrario, nos sorprende al

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    hacernos pensar que l quiso, annimamente, dar a conocer los fundamentos de suclub. Esta segunda parte es bastante simple y ms bien insiste en la felicidad queprodujo a todos los miembros del club conocer los asesinatos de Williams, quienextermin el hogar de los Marr.

    El PostScriptum es decisivo hasta en su cambio de tono. Es la parte ms extensa de la

    obra; es la mejor escrita. Incluye una advertencia que no podemos pasar por alto:

    Tras las primeras manifestaciones de pena por quienes han perecido, y cuando eltiempo ha sosegado la vehemencia de la pasin, es inevitable examinar y evaluar losaspectos escnicos -o lo que, en trminos de esttica, podran llamarse los valorescomparativos-de los distintos asesinatos. Se relaciona un asesinato con otro; se cotejany valoran las circunstancias que hacen que uno sea mejor que otro, como el ndice deefectos de sorpresa, de misterio, etc...

    A partir de esa premisa o criterio, De Quincey narra con toda la minuciosidad posible,

    los asesinatos perpetrados por un sujeto llamado John Williams en 1812, ao en el queextermin a casi dos familias enteras. No hay, por supuesto, la menor piedad en losactos de este asesino, cuya descripcin nos presenta a un marinero hbil y dispuesto,frtil en recursos ante las dificultades esperadas, capaz de adaptarse con todaflexibilidad a la ms variada vida social. Era de estatura mediana -cinco pies y siete uocho pulgadas--, de complexin ligera tirando a delgada, pero vigoroso y sin carnessuperfluas. Una seora que lo examin -creo que en la Comisara del Tmesis-measeguraba que su pelo era del ms vivo color, de un amarillo brillante, un poco entrenaranja y limn.... Este hombre arrasa con la familia Marr en Ratcliffe Highway; das

    ms tarde acab con los Williamson. Apresado, tuvo la oportunidad de suicidarse consus tirantes.

    Otro crimen que merece aparecer en los anales, subraya el narrador, es el quecometieron los MKeans, que eliminaron a varios miembros de una familia y fueronejecutados en Lancaster.

    III

    Aqu me detengo porque con estos hechos concluye Sobre el asesinato consideradocomo una de las bellas artes. Acaso convenga aadir a esto un comentario que hace el

    propio De Quincey en Sobre los golpes a la puerta en Macbeth. Se trata, a fin decuentas, de su corolario a la posibilidad de ver el asesinato desde una perspectivaartstica:

    El asesinato, en casos comunes, donde la simpata est enteramente dirigidas al casode la persona asesinada, es un incidente de horror tosco y vulgar; y por esta razn, quearroja el inters exclusivamente sobre el natural pero innoble instinto por el cual nosaferramos a la vida; un instinto, el cual, al ser indispensable a la primera ley de auto-preservacin, es el mismo en tipo (aunque diferente en grado), entre todas las criaturasvivientes; este instinto, por tanto, a causa de que aniquila todas las distinciones, ydegrada la grandeza de los hombres al nivel del pobre escarabajo que pisamos,

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    exhibe la naturaleza humana en su ms abyecta y humillante actitud. Tal actitud serapoco conveniente a los propsitos del poeta. Qu debe entonces hacer? Debe dirigirel inters sobre el asesino. Nuestra simpata debe estar con l (por supuesto que quierodecir una simpata de comprehensin, una simpata por la cual penetramos dentro desus sentimientos, y los entendemos, no una simpata8 de piedad o aprobacin). En la

    persona asesinada, toda pelea del pensamiento, todo flujo y reflujo de la pasin y deintencin, estn sometidos por un pnico irresistible; el miedo al instante de la muertelo aplasta con su mazo petrificado). Pero en el asesino, tal un asesino con el que unpoeta admitira, debe estar violenta alguna gran tormenta de pasin --celos, ambicin,venganza, odio--que crear un infierno en l; y dentro de este infierno nosotrosmiraremos....

    Este prrafo y muy en particular todo el libro de De Quincey demanda, a mi juicio, unareflexin que justifique por qu podemos postular una esttica del asesinato. Ya nteshe preguntado: Cmo podemos admirar estticamente algo que condenamos

    moralmente? Cualquiera de los que me escucha, yo mismo, podra sentir un impulsohomicida dentro de unas horas, dentro de unos minutos, dentro de unas semanas oaos. Vale, por tanto, la pena, repensar este tema a partir de una discusin como la queplantea un autor ingls, para ms seas romntico, en el siglo XIX, siglo dondecomienza verdaderamente esta sensibilidad ante el horror. De Quincey, y es buenosealarlo, anuncia con su ensayo, lo que Edgar Allan Poe, en los Estados Unidos, inici:una literatura policial y una literatura del horror puro. Chesterton, por ejemplo, deca:El criminal esel artista; el detective, el crtico. El problema es que como se trata deun asunto que nos toca muy de cerca, no podemos ser superficiales en esta reflexin.

    Al llegar a este punto, aconsejo seguir a Hermann Hesse, quien coloc en la puerta desu casa un letrero para las visitas que deca: Que no entre nadie que no haya estadoen el lmite de la muerte. Esto, que vine a saber por mi gran amigo y pensador OsmnGmez, nos deja en una orilla muy incmoda. Voy ahora a hablar desde ella.

    Lo que propone De Quincey es complejo, pero recordemos que hay que estableceralgunas pautas para poder comprender.

    1. De Quincey era un asiduo lector de Kant y no pudo no conocer la Crtica de laFacultad de Juzgar de este filsofo. En ese libro, publicado en 1790, hay tres

    definiciones que debo citar. La primera es la que explica qu es arte: Cuando el arte,adecuado al conocimiento de un objeto posible, ejecuta los actos que se exigen parahacerlo real, es mecnico, pero si tiene como intencin inmediata el sentimiento delplacer, llmase arte esttico. ste es: o arte agradable, o bello. por bellas artes. Lasegunda dice: Arte bello...es un modo de representacin que por s mismo esconforme a fin, y, aunque sin fin, fomenta, sin embargo, la cultura de las facultades delespritu para la comunicacin social. La tercera expone: El arte bello muestraprecisamente su excelencia en que describe como bellas, cosas que en la naturalezaseran feas o desagradables.

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    2. Entenderamos por bellas artes las de la poesa, las de la msica y las de la pintura yel dibujo, siguiendo a Kant.

    3. De Quincey aade el asesinato. Cmo puede hacerlo? Es mero humor negro estainclusin? Una cosa es que la poesa, la pintura, la msica, y hoy en da el cine,representen el asesinato y creen una sensacin de agrado y no de asco ante sus

    posibilidades; una cosa es que sintamos placer leyendo Crimen y Castigo deDostoievsky y otra cosa muy distinta es que el acto mismo de la matanza, una vezterminado, sea bello en el sentido de perfecto. Es realmente el asesino un artista? Hoyen da tenemos numerosos asesinos en serie que no son literatos ni pintores sinoverdaderos amantes del homicidio: acaso son artistas?

    4. Hay que tener cuidado frente a estas preguntas. Antes de una respuesta definitiva, sies que la hay, sugiero considerar lo siguiente: uno de los ms grandes temores es el dela muerte. Me he preguntado muchas veces por qu y he ledo numerosas

    explicaciones. Como ninguna me ha satisfecho, quisiera dar hoy una propia. DiceBorges en su conferencia sobre La Poesa, incluida en Siete Noches:

    Qu es la muerte de un hombre? Con l muere una cara que no se repetir, segnobserv Plinio. Cada hombre tiene su cara nica y con l mueren miles decircunstancias, miles de recuerdos. Recuerdos de infancia y rasgos humanos,demasiado humanos.

    De hecho es as. Creo que lo que nos aterra de la muerte no es slo que es irremediablesino que es el cese de las funciones activas de la racionalidad de alguien. Cuandoalguien muere, muere su racionalidad ntegramente, esa racionalidad que podamos

    compartir, esa racionalidad creativa, interactiva, plural, dialctica. En un mundo dondellamamos ser al siendo, el devenir se impone, y ms all de todo, la muerte haceescarnio de esa racionalidad y nos deja, como mayor irona, una materia que se pudre.Ese horror nos revela a la vez una verdad radical: la vida es un privilegio. Vivir es darsentido al devenir que nos corresponde como cuota. Morir es perder ese privilegio.

    5. De Quincey sugiri que el asesinato, ms all de sus consecuencias ticas, una vezconcluido, debe ser juzgado como un arte que se ha ido perfeccionando desde Can.Sugiri que ms all de la culpa que implica y del castigo, puede ser cultivado con miras

    a su desarrollo. Ahora bien: sospecho que esto supone una apora. Me explico: digo quesospecho que De Quincey entendi que la trasgresin suprema que implica el asesinatolo aproxima a las bellas artes. Digo, en suma, que sospecho que De Quincey propuso,dentro de un contexto sesgado, nunca legal, sino legitimador, la mitificacin delhomicida como un pequeo dios que decide por el destino, que ante el azar y lacontingencia que vivimos, representa un acto arquetipal, un acto firme que crea consus condiciones mismas el nico patrn de juicio. Digo, adems, que De Quincey seanim por una idea de Kant, la idea de que el arte es un fin en s mismo, y que si sepractica el asesinato por s mismo y no como medio de venganza o de obtener dinero,

    es un arte. De Quincey dijo alguna vez que encontrar un problema nuevo es tanimportante como resolver uno antiguo. Aqu tenemos una muestra de lo que es de

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    verdad un nuevo gran problema que heredamos del siglo XIX, el problema de si laesttica es uno de los vidrios menos transparentes de la tica.

    Tennyson, en uno de sus poemas menos felices, tiene una expresin que salva todo sutexto. Dice Tennyson: the sunny side of doubt (el lado soleado de la duda). Ese ladosoleado del homicidio fue el que quiso rescatar De Quincey, y hoy podemos no

    compartirlo, discutirlo, atacarlo, invalidarlo, pero el escndalo que supone nos obliga apensar en una percepcin del criminal que ms all de la usura de lugares comunes,acadmicos o cientificistas reivindique una visin ms humana del mismo, una visindistinta, holstica, hermenutica, intensa, que no sea mezquina, ni sosegada, ni simple.Antes de naturalizar lo artificial, o artificializar lo natural, debemos afrontar el asesinatocomo una de las posibilidades humanas ms radicales, que esconde en su esencia lasmismas races oscuras de la creacin o la vocacin. Hay un instinto, una conviccin enel asesino, que se cultiva a partir de las entraas mismas del desasosiego, del asombroy de la sombra que llevamos en cada uno de nosotros, del rumor que nos signa, de los

    pasos que damos entre la oscuridad y la luz da tras da, de la incesante necesidad deafirmarnos como temblor, como intemperie y como olvido.

    He consultado, entre otros, estos textos:

    Black, Joel D., The Aesthetics of Murder: A Study in Romantic Literature andContemporary Culture (Baltimore, 1991).

    De Quincey, Thomas, Confessions of an english opium-eater, Dover, 1995.

    De Quincey, Thomas, Los ltimos das de Kant, La fontana literaria, 1975.

    De Quincey, Thomas, La monja alfrez, Barral Editores, 1972.

    De Quincey, Thomas, Confesiones de un ingls comedor de opio, Ctedra, 1997.

    De Quincey, Thomas, Suspiria de Profundis, Alianza, 1985.

    Eaton, H. A., Thomas De Quincey (Oxford, 1936).

    Lindop, Grevel, The Opium-Eater: A Life of Thomas De Quincey (London, 1981).

    Malkan, Jeffrey, Aggressive Text: Murder and the Fine Arts Revisited en Mosaic, 23(1990), 101-14.

    Masson, David (ed.), The Collected Writings of Thomas De Quincey, 14 vols. (Edinburgh,1889-90).

    Lewis, Bernard. The Assassins: A Radical Sect in Islam (1987).

    Plumtree, A. S., The Artist as Murderer: De Quinceys Essay On Murder Considered asOne of the Fine Arts en Thomas De Quincey: Bicentenary Studies, ed. Robert LanceSynder (Norman, Oklahoma, 1985), 140-63.

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    2003Espculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid