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1 CURSOS DE VERANO “De la ilustración a la innovación. Azkoitia siglo XXI, heredera de la Ilustración”

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CURSOS DE VERANO

“De la ilustración a la innovación. Azkoitia siglo XXI, heredera de la

Ilustración”

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Por Asier Aranbarri, alcalde de Azkoitia y portavoz de EAJ-PNV en Juntas Generales Siempre tenemos un antes y un después. Si hace 250 años, entre estas mismas paredes, los Caballeritos de Azkoitia fueron capaces de crear verdaderos hervideros de ideas ilustradas como la primera Sociedad Económica del País o el Seminario de Bergara, uniendo Azkoitia a nombres que la historia universal les ha otorgado un lugar privilegiado, en el siglo XXI nuestro compromiso, el compromiso de todos los que aman este país, ha de seguir siendo el mismo: la de convertir a Euskadi en una nación puntera y pujante capaz de enfrentarse a los retos de la actualidad. En definitiva para seguir avanzando. La verdad es que seguimos importando ideas. Este pasado fin de semana se acaba de celebrar “Ehunmilak”, una prueba ultra en montaña de 167 km. Querían imitar la de Mont Blanc porque Txindoki, Izarraitz, Ernio o Xoxote no tienen nada que envidiar a los Alpes. Pero lo bueno es que han movilizado para ello a 1500 voluntarios. Ahí es donde se ve nuestra fortaleza y nuestra rebeldía por sacar adelante aquello que queremos, bien sea, en la faceta deportiva, en la cultural o económica. Detrás de esa idea pervive la idea de nuestra identidad, la de dar a conocer nuestra tierra y nuestra personalidad. Por otra parte, hay una percepción de que en esta sociedad “turbo” en la que vivimos, nos movemos regidos por el vacío absoluto. Sin valores. Un sentir que también se traslada a la política. Hemos creado una “democracia acelerada” (frase de Juanjo Alvarez) para una “sociedad turbo”. Sin valores. Vacío que sólo lo llena la imperiosa necesidad del consumo, inmediato y rápido. A nivel político evitando el debate sosegado, el cruce de ideas y por tanto el avance social. Esta en mi percepción.

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A su vez hemos perdido la capacidad de entusiasmo, de sorpresa. Y ahí, es donde como pueblo, tenemos que recuperar fuerza, audacia y emoción. Tenemos que volver a hacer país. Y lo tenemos que volver hacer como colectivo, como pueblo, como país. Y nunca mejor que este entorno en el que estamos hoy para iniciar esta reflexión. ¿Cómo? De entrada sintiéndonos orgullosos de nuestro país, sin complejos, sin miedos, como lo hicieron entre otros los ilustrados, teniendo muy claro que nuestro modelo de hacer país tiene la suficiente fuerza de arrastre para llevar a cabo desde el impulso del conocimiento la defensa del progreso que sigue siendo la piedra angular de la libertad como individuo y como país junto una convivencia en paz y el desarrollo de nuestra propia identidad como expresión de nuestra nacionalidad. Por que guste o no nos sentimos vascos y lo queremos seguir siendo, también el pleno siglo XXI. Es lo que hicieron nuestros paisanos en el siglo XVIII: modernizar el país codeados por personajes como Diderot, Rousseau o más tarde Humboldt. Descubrieron el wolframio y la purificación del platino en los laboratorios de Bergara. De ahí deriva todo el tratamiento del acero como palanca de la revolución industrial. Peñaflorida, Altuna o Narros, se abrieron al mundo sin pestañear. No hubieran podido hacerlo sin salir de casa. Abriéndose al mundo con una mente insaciable, dispuestos a sorber todo aquello que pudiera generar riqueza y bienestar para su pueblo. Se lanzaron. Supieron ser, estar y presentarse como vascos junto a los grandes pensadores europeos cuando comenzaron a abogar por el método científico y la razón para comprender el mundo. Humboldt, para quien la verdadera patria es el idioma, vio en nuestros hombres un colectivo, un pueblo con un hecho diferencial claro. Los vascos tenían su propia lengua, su propia cultura, su propia forma de ser. Vio en ellos, en nosotros, una nación. Corría el año 1801. Antes, el alavés Landázuri había hablado de “país vascongado”. O previamente en su claro alegato a favor de los fueros Aita Larramendi, que pasó sus últimos días muy cerca de este Palacio, concretamente en Loiola, acuñó el concepto de la Republica de la Provincias Unidas del

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Pirineo uniendo los siete territorios vascos. Por tanto, el Zazpiak Bat ya tiene sus años. Es lo que somos. Y eso era así cuando Rousseau estuvo en un tris de venir a vivir a Azkoitia junto con su amigo Altuna en plena censura inquisitorial y es así hoy, cuando cualquier manual de ética reivindica la defensa de las minorías. Tenían, tenemos, un modo de ser propio, pero abierto al mundo. Respetaban y eran respetados. Tenemos que saber respetar para que nos respeten. Para que respeten nuestra identidad y para que las generaciones futuras puedan construir la conciencia de esa identidad, en un terreno ya abonado, como lo hemos heredado nosotros. Ese terreno es el de la historia, es el del sentimiento de pertenencia a algo que va más allá de un mero espacio territorial y que supera el concepto de “cultura”. Es el sentimiento de pertenencia a una colectividad, a un pueblo, a un país. Uno de los peligros de hoy en día es que el presente, un presente que nos invita a buscar un placer continuo e inminente, nos haga perder el sentido de la historia. El sentido de lo que somos. Porque fuimos, somos y queremos seguir siendo un pueblo. Por historia y por voluntad. No sólo por historia. Por historia porque los Fueros preservaban la identidad de los vascos. Preservaban una forma de sentir, de pensar y ser. En el siglo XVIII y con la abolición de los Fueros, incluso Cánovas del Castillo tuvo que buscar una compensación y lo hizo a través del concierto económico. Supuso un reconocimiento implícito de la personalidad del pueblo vasco. Por eso, digo, que la historia nos avala. Ahí esta con posterioridad toda la lucha por la reintegración foral, los Estatutos de Estella, Gernika o el Nuevo Estatuto Político que fue cortado en su camino democrático por los las Cortes Generales. ¿Por qué? Porque sencillamente nos sentimos vascos. Ni mejores ni peores. Vascos. Sólo vascos. Porque aquí radica la esencia del ser o ser de un pueblo. En el sentimiento de pertenencia a una colectividad, a un ser colectivo. Un sentimiento que se refleja en el sentir de Axular, Larramendi, Garat, Peñaflorida, Olano, otro ilustre liberal-fuerista azkoitiarra o el ya comentado Humboldt.

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Humboldt que cuando referiendose a Azkoitia y Azpeitia dice lo siguiente: “El estilo de las casas, la pulcritud de las calles, los paseos bonitamente dispuestos, todo testifica los abundantes medios de subsistencia de sus moradores”. Es el concepto ilustrado de autogobierno igual a bienestar. Es posteriormente, después de las guerras carlistas y las correspondientes aboliciones forales cuando en clara respuesta a una ofensiva uniformizado por parte de España, Sabino Arana propugna el “Euzkotarren Aberria Euzkadi da”. Es cuando felicita al presidente americano Roosovelt, por la independencia cubana. Por aquel telegrama le volvieron a encarcelar. Es en este momento cuando se adquiere la reivindicación de la forma jurídica de Estado para Euskadi, precisamente para proteger y preservar la identidad vasca, atacada en sus costumbres, fueros y leyes. A partir de ahí, van surgiendo otras formas de convivencia, como los Estatutos de Estella o de Gernika. Las formas cambian pero el objetivo es uno: la pervivencia de un pueblo. El vasco. Porque al final querer a un pueblo, sentirse parte de un país, de un sentimiento identitario, es como querer a tu madre o a tu padre. Es un sentimiento profundo, propio intransferible pero ansiosamente compartible. Es un derecho individual de ejercicio colectivo. Sentirse parte de algo es fundamental para el desarrollo personal del individuo. Es la identidad lo que une al individuo con los suyos, con su equipo, con su colegio, con su gremio, con la sociedad. En definitiva con su país. Nuestra identidad nos identifica ante los demás. Contamos con elementos identitarios y a través de ellos se nos reconoce y vamos desarrollando nuestra personalidad. El principal es nuestra lengua, el euskera. No hay Euskadi sin euskara. Será otra cosa pero no será Euskadi. El euskara es la máxima expresión de la identidad vasca. Un ejemplo, es como cuando escucho a Mikel Laboa cantando el Izarren Hautsak de Xabier Lete. Es una emoción especial, interna, propia, casi mística. Que se ensancha, se expande, explota cuando lo compartes. Es un sentimiento personal que se canaliza de forma colectiva. Un algo especial… Gu sortu ginen enbor beretik sortuko dira besteak, burruka hortan iraungo duten zuhaitz-ardaska gazteak.

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Beren aukeren jabe eraikiz ta erortzean berriro jaikiz ibiltzen joanen direnak : gertakizunen indar ta argiz gure ametsa arrazoi garbiz egiztatuko dutenak. Es el sentido de la trascendencia de lo vasco. Otro se emocionará con Manolo Escobar, Edith Piaf o cualquiera que queráis pero a mi Xabier Lete me produce algo especial. Algo diferente. Algo mío. Y no me refiero a los 2,5 millones de identidades de Patxi Lopez. Porque 2,5 millones serán los ciudadanos residentes en Euskadi, cada cual de su padre y su madre, pero cuando el Euskobarómetro pregunta por sentimientos de pertenencia no relaciona 2,5 millones de posibilidades. Relaciona dos, combinadas o no. Pero dos. Ya sabeís cuales. Por tanto, hay que respetar ese sentimiento. Es parte de nuestra naturaleza. Hay que respetar la identidad de cada uno. Es también parte de nuestra naturaleza. De nuestro ser como vascos. Hemos sido un pueblo que ha sabido acoger, acompañar e integrar al diferente. Siempre lo hemos hecho, porque allá donde hemos ido también nos hemos integrado y hemos querido ser parte del futuro de aquellos pueblos. Me acuerdo de México, Venezuela o Idaho en Estados Unidos. Y el respeto significa en la Euskadi del siglo XXI, crear un nuevo modelo de convivencia, que responda a una sociedad compleja como la vasca, tamabién desde el punto de vista identitario, al igual que lo hizo el primer lehendakari vasco, Jose Antonio Agirre. Ahora con parámetros del siglo XXI. Es hoy, especialmente cuando quiero traer a esta mesa la figura de nuestro primer lehendakari. Con una sola frase: bihotzak ikutuz, ikuspegi derberdinak uztartuz Euskadiren aldeko eguneroko lanean aritu zen gizon handia. O con una sola palabra: Euskadi. A mi me impacto sobremanera su libro “De Euskadi a Nueva York pasando por Berlin”. Un demócrata como la copa de un pino que supo anteponer la legalidad democrática de la Republica frente a sus creencias religiosas supuestamente amparadas por los golpistas.

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Un abertzale, que creía en el trabajo diario generador de bienestar como el camino para avanzar en la construcción de Euskadi. La construcción nacional y la social como dos caras de la misma moneda. Un europeísta convencido cuando nadie lo era. No olvideis aquel Aberri Eguna de 1932 bajo el lema Euzkadi-Europa. El nacionalismo vasco ya estaba en Europa cuando otros estaban preparando los fusiles para abrir la etapa más negra de la reciente historia de este país que cerraría el paso a Europa durante 40 largos años. Por cierto, me ha dolido profundamente en el corazón la foto de unos representantes públicos que tildan al nacionalismo vasco de retrogrado y cavernario celebrando el triunfo de La Roja, que por cierto lo respeto profundamente, junto a la escultura del lehendakari Agirre en Bilbo. ¡Vaya ejemplo de pluralidad, tolerancia respeto que no se cansan de pedir! Siempre para los demás. Cuando precisamente fue nuestro primer lehendakari quien más abogó a lo largo de toda su trayectoria política por aunar las diferentes sensibilidades y por llevar una convivencia en paz, aún en plena guerra y después en el largo exilio. Siguiendo su estela, nuestro nuevo modelo de convivencia ha de estar basada en un nuevo pacto donde además de respetarse todas las expresiones de ser vasco, éstas se den en pie de igualdad dentro de un sistema plural, abierto y lo suficientemente flexible donde uno pueda desarrollar con absoluta libertad su sentimiento identitario. Y ser a su vez, parte de una comunidad política basada en un acuerdo de mínimos comunes que permitan un desarrollo económico, social y cultural puntero a nivel mundial. Porque sencillamente queremos seguir siendo lo que somos. Vascos y europeos. Por cierto, volviendo al tan comentado triunfo de la Roja. Yo sinceramente me alegro por ellos. Sólo pido una cosa. Que mis colores también puedan jugar una mundial. Ni más ni menos. ¿Por qué? Por que mientras que con los colores de la Roja no se siento identificado, aunque sus jugadores me parezcan majos chavales, con los colores de la verde me emociono. ¿Tan complicado es? ¿Tan difícil es dar curso jurídico-legal a este sentimiento?

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Porque ejemplos unos cuantos. Lo más cercanos, Escocia y Gales. ¿Y por ello se le cae la Corona a la Reina de Inglaterra? Igual el problema es que si aflora la verde, también lo puede hacer la catalana o en su caso la gallega. Y es entonces cuando se resquebraja la española. ¿Les hace falta la Roja para mantener el “orden constitucional”¿O no? Ahora tienen la Cortes Generales una buena oportunidad para demostrarlo. ¿Lo harán? Si quieren avanzar en la convivencia entre diferentes si. Si quieren tapar la boca del diferente, como pidió Rosa Diez a Zapatero no. Pero la boca, aunque tapada vuelve a gritar, es como la conciencia que no descansa, porque la identidad no se crea ni se destruye, por lo menos en una sociedad democrática, se respeta. Es lo que esta pasando en Catalunya. Lo dijo Durán, si no se respeta lo nuestro, esto es, que somos una nación, donde queda el pacto constitucional que salvaguarda (o salvaguardaba) por lo menos otras tres nacionalidades históricas al lado de la española. ¿No queda otro camino que la independencia, tal como lo pregunto Durán? Yo me voy a sincerar ante este respetable aforo. Yo me declaro abiertamente independentista. Independiente dentro de Europa claro está, como nos hemos sentido siempre. Pero soy muy consciente de que el mínimo común denominador de la expresión del sentimiento identitario de los vascos nos es la independencia. Aunque la mía lo sea. Pero también soy consciente de que el mínimo común denominador tampoco es el marco jurídico actual, especialmente después de la Sentencia del Estatut, que sinceramente os lo digo, no se corresponde con el sentir de los firmantes de la constitución salvo para Manuel Fraga. Es por ello, por lo que avanzando en ese nuevo modelo de convivencia que respete el sentimiento identitario de todos y todas tenemos que ser capaces de llegar a un acuerdo de mínimos que refleje este nuevo modelo de convivencia entre identidades. Sentimiento identitario y no el sentimiento ciudadano, que no es un estado emocional sino administrativo que lo compartimos todos los que vivimos, de entrada en la CAV. Yo me siento hijo de mis padres, pero por sentimiento no por el Libro de Familia. Exactamente los

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mismo me pasa con la ciudadanía. Ciudadanos somos todos, poseedores de derechos y obligaciones. Pero ello no se contrapone con la identidad. El sentimiento identitario va más allá, llega hasta aquella Republica de los Pirineos de Larramendi. Por lo menos la mía. Porque hablar de identidad vasca además del aurresku, la txalaparta y la txapela, es también hablar de universidades, centros tecnológicos, biociencias, surf, ciclismo, futbol…de desarrollo, de sostenibilidad, de cambio climático de Europa, de los Estados Unidos de Europa, aunque hoy en día y desgraciadamente son más Estados que Unidos. Pero los vascos no nos desesperamos, somos un pueblo paciente. Ya que como dice aquella leyenda de Markina: txikiak handia venci leidi asmoz eta jakitez. Por ello, ¿por que una Europa que hace 65 años estaba en plena guerra, dentro de 30 no va estar constituida en pie de igualdad por aquellos pueblos como el vasco, que son razón de su propia existencia? Ah y por cierto, con Euskadi jugando los mundiales. Por tanto, si la cuestión radica en la protección del sentimiento identitario como parte inherente al desarrollo de la personalidad de cada uno de nosotros ese nuevo modelo de convivencia, siguiendo ese espíritu, abierto, plural y flexible de los ilustrados tiene que tener su reflejo en un acuerdo de mínimos que desemboque en un nuevo modelo de autogobierno. Vayamos por tanto a un acuerdo de mínimos en el que el sentimiento identitario pueda tener su desarrollo. Y ya veremos luego cuál ha de ser el marco jurídico-político que lo sostenga, pero con las reglas de juego claras de antemano. Las leyes tienen que responder a las realidades identitarias, no limitarlas. Pero una vez iniciado el partido, ni se cambian las reglas ni se intenta comprar al árbitro. Como ha ocurrido con el Estatut Catalán y el Tribunal Constitucional. Alguien me dirá. ¿Pero el Estatuto de Gernika permite ese desarrollo? Si, permitía, porque la aprobación de la misma no implicaba renuncia alguna como pueblo a un mayor desarrollo del autogobierno, pero mientras jugábamos las reglas del juego se han cambiado. Lo que siempre ha sido el bloque de constitucionalidad, esto es Constitución más Estatutos, donde entre otros uno de los padres de la constitución, Herrero de Miñón, entendía la total cabida del pleno desarrollo del autogobierno, como consecuencia de la Sentencia del

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Estatut se ha esfumado por completo con el reconocimiento de la española como única nación. Es el Tribunal Constitucional el que ha roto el pacto bilateral entre Cataluña y el Estado. Por tanto, ¿Qué está diciendo que a Catalunya sólo le queda el camino de la independencia si quieren preservar la identidad catalana? Esta claro, que esta sentencia a puesto el contador a cero. Se ha roto el pacto constitucional. Mejor dicho, han roto el pacto constitucional. Pero aún así nuestra mano sigue estando tendida. Mano tendida para alcanzar el autogobierno pleno, contar con voz en Europa y respetar la voluntad de esta sociedad. Respeto que implica seguir avanzando como pueblo, con respeto a lo diferente incluso como parte de lo propio, preservando nuestra identidad, nuestra cultura, nuestro euskara. Y, vuelvo a decir, identidad no es exclusión, como modernidad tampoco es homogeneización. Identidad y ciudadanía no se contraponen. Yo abogó por la identidad vasca y la ciudadanía europea. Sin estaciones intermedia. De forma directa. Como lo hicieron Altuna y Rousseau. Identidad y modernidad son dos conceptos totalmente complementarios. Dos caras de la misma moneda, ya por mucho que crezcas y desarrolles tu personalidad nunca dejas de querer a tu madre o a tu padre. ¡Por muy moderno que seas! Ambos conceptos, identidad y modernidad fueron compatibles en el siglo XVIII, ¿Por qué no lo van a ser en el XXI? Los ilustrados eran universales pero eran vascos. Abiertos al mundo pero con los pies en la tierra vasca. Con un claro sentido de pertenencia, responsabilidad y compromiso con el avance colectivo. Ese es el máximo legado de Peñaflorida. Amar al país que os ha visto nacer. Como aquel árbol de profunda raíz y amplio ramaje que cobija a todo aquel que le respeta, le quiere y le cuida. Esta mi forma, nuestra forma, de entender el nacionalismo. No es excluyente, no es racial, ni clasista, ni antiespañol. No me hace falta gritar como a otros en su nacionalismo quizás acomplejado e inseguro, digo yo, eso de “soy español…”. Ni decir “I need Spain” para promocionar lo vasco. Hace años, decenios, siglos, que estamos en Europa. ¡Que poco han leído a

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nuestros clásicos los autores de la campaña! Desgraciadamente ¡Que poco conocen nuestra historia! Es como aquellos que creen que nacionalismo empieza con ETA. ¡Que falta de respeto a nuestros antepasados, cuando a diferencia de otros nacionalismos, socialismos o marxismos, el nacionalismo vasco a sido siempre abierto, pacifista y pactista. Mi nacionalismo, nuestro nacionalismo defiende el progreso, la pluralidad, la participación, la comunicación, la autenticidad y la libertad de elección. Pero desde un “yo” colectivo movido por un sentimiento identitario claro. El sentimiento vasco. El vasco. Como el de Peñaflorida. Si vale la expresión, es un nacionalismo ilustrado. Un nacionalismo que entiende en una interpretación netamente personal, que el nuevo modelo de autogobierno, reflejo del nuevo modelo de convivencia ha de sustentarse sobre tres ejes:

• la identidad como base, que para mí, sería el ALMA. • la convivencia como objetivo, que para mi sería el RESPETO absoluto y recíproco entre diferentes • y la innovación como el CAMINO para prosperar APRENDIENDO A CONVIVIR

En resumen, desde el respeto a lo que queremos ser aprender día a día a convivir para que podamos trabajar un futuro común. Es para mi el legado más importante que nos ofrece la ilustración. ¿Y todo eso, para qué? Para hacer de Euskadi una nación competitiva, solidaria y cohesionada con un estilo propio de hacer país, un estilo vasco, y desde una acción pública excelente en su gestión: UN NUEVO MODELO DE PAÍS, UNA NUEVA EUSKADI:

En definitiva, MÁS EUSKADI CON MÁS EN EUROPA.

Azkoitia, 20 de julio de 2010

Mila esker.