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Ice Blue no Tsumi 1 VAMPIRE KNIGHT Ice blue no Tsumi Matsuri Hino Ayuna Fujisaki Traducción y edición: Marta Narváez Navarro www.nana-gaiden.blogspot.com

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Page 1: Vampire Knight

Ice Blue no Tsumi

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VAMPIRE KNIGHT

Ice blue no Tsumi

Matsuri Hino

Ayuna Fujisaki

Traducción y edición: Marta Narváez Navarro

www.nana-gaiden.blogspot.com

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Advertencia: Esta traducción ha sido realizada de la original en japonés para hacer llegar esta novela al público hispanohablante de forma gratuita. Su distribución con fines comerciales queda total y absolutamente prohibida. No pesan sobre el presente escrito derechos de traducción, por lo que este texto podrá ser utilizado libremente para realizar adaptaciones a otros idiomas. A su vez, se puede hacer libre uso de las imágenes escaneadas. Los Los Los Los derechos de autor de esta novela pertenecen a Matsuri Hino y Ayuna Fujisaki.derechos de autor de esta novela pertenecen a Matsuri Hino y Ayuna Fujisaki.derechos de autor de esta novela pertenecen a Matsuri Hino y Ayuna Fujisaki.derechos de autor de esta novela pertenecen a Matsuri Hino y Ayuna Fujisaki.

Disclaimer: This translation has been made from the original Japanese books to bring this novel to the Spanish-speaking audience for free. Its distribution for commercial purposes is totally and absolutely prohibited. This text doesn’t have any translation rights, so it can be used freely to make adaptations into other languages. Also, you can make free use of the scanned images. The original novel is copyrighted byThe original novel is copyrighted byThe original novel is copyrighted byThe original novel is copyrighted by Matsuri Hino and Matsuri Hino and Matsuri Hino and Matsuri Hino and AyunaAyunaAyunaAyuna Fujisaki.Fujisaki.Fujisaki.Fujisaki.

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Nota de traducción: [ Sempai ] : Es un denominativo que se usa en japonés para referirse con respeto a alguien que está en tu mismo trabajo o escuela, pero tiene más experiencia o es mayor que tú. [ Sama ] : Denominativo muy formal del japonés, que se se usa para dar a entender un profundo respeto y/o admiración por la persona que se nombra. He decidido dejar éstos denominativos tal cual, pues si los quitase, el tono de las conversaciones perdería bastante color. Cualquier otro pequeño detalle que decida dejar literalmente, lo citaré al pie de esa misma página.

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I “En el día de Saint Chocolate, ya que es solo una vez al año, quiero regalar chocolate a la persona que me gusta”. Que cualquier chica joven piense eso es normal. Sin embargo, en el mundo real, un deseo tan humilde como ese es mucho más difícil de cumplir de lo que parece. En la academia Cross, cuando llega el día de Saint Chocolate siempre se inicia una batalla encarnizada. Ese día en concreto, en el momento del atardecer en que se produce el cambio de turno escolar, se inicia oficialmente la carrera titulada: “¡Alumnas de la clase diurna, al ataque! ¿Cuántas de ellas podrán entregar su chocolate?”

Pero a pesar de eso, podría decirse que prácticamente todas las chicas de la clase diurna, ese día, se encuentran ya desde la mañana amontonándose para cumplir su objetivo, así que en consecuencia la probabilidad de salir victoriosa es, sin duda alguna, muy baja. (Aah… es imposible. Como me suponía, las chicas que van detrás de Kaname-sama son una verdadera montaña…) Incluso dentro de la exquisita élite en cuanto a belleza que suponían los propios alumnos de la clase nocturna, destacaba la maravillosa figura del príncipe. Ese era Kaname Kuran. El líder de la mencionada clase nocturna, a la vez que el presidente del “Dormitorio de la Luna”. En la academia Cross existe la clase diurna y la nocturna, que comparten las mismas aulas. Así pues, al anochecer, momento en que se produce el intercambio de turnos, el jaleo y desorden son algo habitual. Pero si además se trata del día de Saint Chocolate, quizá es algo exagerado decir que resulta difícil salir viva de ésa montaña incandescente de chicas histéricas, pero sí se podría decir que la probabilidad de no llegar a ser capaz de entregar tu chocolatina es extremadamente alta. Entonces, la meta que Fuuka Kisaragi se propuso ese día tenía, como mínimo, muchos y duros obstáculos que superar. Fuese como fuese, iba a entregarle el chocolate la primera de todas.

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(Uh… eres demasiado popular, Kaname-sama…) Pero no era momento de lamentaciones. La alumna de primer año de la clase diurna, Fuuka, se había decidido.

- Ya veo… si un modo que respete las normas es imposible… ¡no me queda opción!

Así pues, había pensado un plan. Un plan para llevarle el chocolate a Kaname hasta su mismísima habitación. Tras decidirlo, estaba preparada para seguirlo en línea recta. El día de Saint Chocolate, es el día de la batalla decisiva entre todas las chicas enamoradas.

* * * Que a una hora como aquella se oyese el repiqueo de unos pasos era algo raro. Sin preocuparse en absoluto de que su algo corto y suave cabello se despeinara, Fuuka caminaba apresuradamente.

- Eh, venga, volvamos… Fuuka. ¡Si nos encuentran nos van a castigar, pero seguro! Además, entrar al dormitorio de la luna… ¡Es una idea demasiado estúpida!

Detrás de Fuuka, que caminaba triunfante; se encontraba otra joven chica con gafas; Kanae. Miraba hacia todos lados, asustada. Desde luego sus acciones quedaban lejos de algo propio de una estudiante decente. A altas horas de la madrugada, a su alrededor se respiraba un silencio absoluto.

- Ya incluso ha llegado la hora del apagado de luces, ¡Así que estamos violando la regla que prohíbe salir del dormitorio por la noche! Además, según las normas de la escuela…- A pesar de la expresión angustiada en el rostro de Kanae, Fuuka no se detenía.

- Kanae, puedes volver si quieres. Yo puedo llevar a cabo éste plan solita. - Pero yo, como tu compañera de habitación y tu mejor amiga, creo que

tengo la obligación de detenerte. Sin hacer el más mínimo caso a las palabras de Kanae, Fuuka suspiró profundamente.

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(Por si faltaba poco, Kanae empieza a sermonearme con sus discursos de alumna seria… No debería haberle confesado mis intenciones, sólo he conseguido que se preocupe inútilmente)

- ¿Oye, Fuuka, me estás escuchando? Venga, volvamos en silencio para que no nos oiga nadie.

Los sentimientos de Kanae, Fuuka los comprendía bien. En la academia Cross, donde se reunían no más que jóvenes de buena familia y nobles, no había nadie con el coraje suficiente como para romper las normas de la escuela. Incluso para ella, era la primera vez que salía en medio de la noche y se dirigía al Dormitorio de la Luna.

- Hoy solo he venido a inspeccionar la zona, Kanae, tú puedes volver para la habitación ya.

- ¡¡Fuukaaaa…!!! Al notar que, pese a sus esfuerzos, no iba a poder detener a su mejor amiga, la voz de Kanae empezó temblar un poco. Fuuka sentía perfectamente la preocupación de su amiga, e incluso quería agradecérselo. De hecho, era cierto que si las descubrían, el problema no iba a acabar sólo con ser devueltas a su dormitorio. Un expediente al ministerio de educación, un sermón del presidente del dormitorio del sol… A muy malas incluso la expulsión de la escuela. (Sí que es verdad que la expulsión sería algo feo… Incluso llamarían a mi casa…)Pensaba mientras un sudor frío recorría su cuerpo. (Nada, nada de dudas. Además, ¡si pienso que es por Kaname-sama, no tengo miedo!) Darle chocolate a la persona que te gusta en el día de Saint Chocolate. Lo que entregas no es solo chocolate, sino el sentimiento que va con éste. Admiración. Excitación. Ese sentimiento en el pecho que provocaba que su corazón palpitara con fuerza. Ésa maravilla en él que le hacía sentir que flotaba. Kaname, que hacía que Fuuka sintiera eso tan sólo con mirarla, era para ella un ser totalmente misterioso.

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Era por eso. (Por mucho que no me haga caso, no me importa.) Que el número uno de la escuela; el príncipe, el Rey… Aquél que merecía todos los títulos nobiliarios del mundo le hiciera el más mínimo caso, era algo que no se le había ocurrido. (Pero… Kaname, estoy aquí… ¡Y me gustas!) Si en ese momento tan sólo pudiese conseguir que él lo supiera, era suficiente. Así pues, para hacer realidad ese deseo, había decidido entregarle el chocolate la primera. De ahí había surgido para el día de Saint Chocolate, el “plan para llevarle a Kaname el chocolate hasta su habitación”. La idea era, la mañana de ese día, colarse en el dormitorio para dejárselo en el balcón de la susodicha habitación. De ésa forma, al menos, seguro que lo entregaría antes que nadie.

- ¡Para realizar éste plan, es completamente indispensable una inspección previa del terreno! ¡Así que déjame ir, por favor!

- ¡Mira que eres cabezota! Por mucho coraje que tengas, sin preparación, sin defensa alguna…

- ¡Precisamente por eso el ímpetu y las ganas son importantes! ¡Además, el día de Saint Chocolate es solo una vez al año! No quiero arrepentirme de nada.

- ¡¡¡Aaaaj…!!! ¡Vale, muy bien! Ya veo que he sido una estúpida intentando detenerte por tu bien. Haz lo que te dé la gana por tal de “no arrepentirte”.

Después de que Kanae, resoplando de rabia, se diese la vuelta sobre sus pasos, la voz de Fuuka volvió a oírse tras de ella.

- Ah, ¡Espera, Kanae! - ¿Qué quieres? Ya es tarde para pedir disculpas… - Kanae, que al oír esas

palabras creyó que quizá Fuuka se había rendido al fin, se dio la vuelta para mirarla.

Pero de repente, Fuuka se arrodilló, uniendo sus manos en una postura de súplica.

- ¿Fuuka? - ¡Por favor! ¡Éste es el último favor que te pido en la vida… aúpame! - ¿Eeh…? - Es que, para poder saltar ésta pared, la mejor forma es que alguien me aúpe

sobre sus hombros… ¡Venga, porfaaa…!

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- ¡Pero de qué estás hablando! ¿Quién te crees que soy? Sin duda, el sólido muro que se alzaba frente a ellas no era algo que pudiese cruzarse con un simple salto; imposible de escalar, y tampoco parecía haber nada alrededor que resultara útil para apoyarse. El modo más fácil de entrar al Dormitorio de la Luna era, por supuesto, por la puerta principal. Pero los habitantes del dormitorio del sol y de la luna tenían mutuamente prohibido cruzar los límites de su propia zona, así que no había más remedio que buscar un camino alternativo. Era imposible cruzar como si nada. Pero Fuuka, que ya se encontraba más allá del límite de la hora en la que se prohibía salir al exterior, se había propuesto cruzar ese muro costase lo que costase.

- Venga… ¿Qué me dices? Los ojos de Fuuka centelleaban mientras miraba a su amiga.

- Bueeeno… ya que he venido hasta aquí… al menos colaboraré un poquito- Si Kanae se paraba a pensar, se daba cuenta de que su cabezota, obstinada y directa amiga, en realidad, le gustaba mucho.

- ¡Te devolveré éste favor! Cuando acabe el día de Saint Chocolate, te prometo que iremos juntas a la ciudad y te invitaré a comer lo que más te apetezca.

- ¡Entendido! Con la ayuda de su amiga, Fuuka consiguió subir hasta lo alto del muro. Puesto que la gimnasia se le daba bastante bien, no parecía que fuese a costarle esfuerzo, ni mucho menos caerse. Al posarse de pie sobre el borde del muro, observó con admiración la magnificencia de la visión que se mostraba ante sus ojos. La visión del Dormitorio de la Luna.

- ¡Bueno… voy! Fuuka, que con un susurro se despidió de su amiga, desapareció.

- No te rindas, Fuuka… - susurró en una voz muy, muy baja Kanae, que ya se había quedado sola.

* * *

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- ¡Uaah…! Al saltar, contra sus expectativas, con algo de miedo; Fuuka había perdido el equilibrio al aterrizar, posando en el suelo las palmas de sus manos para parar la caída. Éstas habían empezado a sangrar un poco, mostrando algunos arañazos. Además, la caída fue de bastante alto, por lo que sintió que sus piernas estaban algo adormecidas.

- Ouch… Bueno, ¿al menos podemos considerar la operación de infiltración un verdadero éxito, no?

Le habían saltado las lágrimas por el dolor, pero se convenció de de que no era el momento de lamentaciones. Tenía dirigirse con rapidez hasta la habitación de Kaname. (Ahora que digo eso… ¿dónde está la habitación de Kaname-sama?) Debido a que la clase diurna y la nocturna siempre habían estado separadas, era normal que no conociese absolutamente nada sobre el Dormitorio de la Luna. - Estoo… Después de quedarse pensando un rato, dio una palmada en el aire.

- ¡Ya lo tengo! ¡Puesto que es el presidente del dormitorio, su habitación seguro que es maravillosa. Tengo que buscar una habitación que tenga unas cortinas que parezcan caras…!

Recuperando el coraje, Fuuka se dirigió hacia un lado del edificio. A pesar de que había cruzado el muro, no iba a llegar al dormitorio precisamente en seguida. Para empezar, fue caminando con cuidado, procurando no hacer ruido con sus pasos. De ésta forma, consiguió entrar hasta los jardines. El dormitorio se encontraba al final de éstos. Por mucho que fuesen ya altas horas de la madrugada, se apreciaba a través de las ventanas que había muchísimas luces encendidas en el dormitorio.

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Según Fuuka tenía entendido, la organización de las clases nocturnas era diferente a la de la diurna. Al parecer, el temario era distinto; entrar y salir de clase era a libre voluntad; y todo estaba dividido en diferentes especialidades y campos.

- Qué grande… mira que hay espacio desaprovechado, en éste dormitorio…- Fuuka, inconscientemente, tragó saliva, abrumada.

Fue en ese momento.

- Qué mal… Que una chica camine sola a éstas horas de la noche… Desde algún lugar, se oyó una voz cristalina. (¿Oh, m-me han pillado?) En un momento, a Fuuka le dio la sensación de que se le helaba la sangre. A pesar de que no había sentido ninguna presencia a su alrededor…

- Tú eres… ¿una alumna de la clase diurna?

- ¡Lo siento! ¡He roto las normas colándome! Esto… ¡Lo siento! Pero no hubo respuesta.

- E…Esto… Fuuka levantó la vista, asustada. Al ver el rostro de la persona que se alzó frente a ella, casi se desmaya.

- ¡¿Ka-Kana… Kuran-sempai?! Un cabello negro que el viento nocturno movía ligeramente. Una presencia sobrecogedora y majestuosa, con un toque dulce. Una mirada con un aire misterioso; un dios de la belleza tal que atraía con una fuerza implacable a todo ser común. Ahí estaba. El motivo de la entrada de Fuuka, Kuran Kaname. (¡Dios mío, qué potra tengo! He fracasado en lo de no ser descubierta, pero encontrarme con Kaname… ¡Esto sí que es suerte!) Sin alterarse por el hecho inesperado que acababa de ocurrir, su pecho se llenó de felicidad.

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Nunca se le había ocurrido que llegaría a encontrarse con Kaname. Además, era la primera vez que le tenía tan cerca. Siempre le había visto de lejos en el momento del cambio de turno de alumnos, pero él siempre se había abstenido de mezclarse con los de la clase diurna. Ella sentía que no estaba más que al nivel de una sombra que se dedicaba a observarle furtivamente… Ya era un ser maravilloso al observarle de lejos. Pero al verle de cerca, era si cabe aún mejor. Bajo la luz de la luna, Kaname era, por completo, un auténtico Rey. Si ahora le hablara, a Fuuka le daba la sensación de que iba a fundirse; si le tocara, que simplemente se pulverizaría y desaparecería. Las mejillas de Fuuka ardieron al tornarse coloradas.

- ¿Estás bien…? ¿Te encuentras mal?- Kaname frunció el ceño con preocupación mientras inspeccionaba el rostro de Fuuka. De repente, al hacer aún más corta la distancia entre ambos, a ésta le dio la sensación de que su corazón se desintegraba.

- ¡E-estoy bien! Perfectamente. - Ya veo… entonces vuelve a tu habitación, ya que la noche está llena de

peligros… - Eh, esto… ¿Le vas a decir al profesor que me he colado…?

Puesto que había sido descubierta, era obvio que el castigo estaba por llegar. Era algo que Fuuka ya había considerado desde el momento en que trazó ese plan. Sin embargo, tras encontrarse con Kaname, e incluso conseguir intercambiar algunas palabras con él, no se arrepentía de nada en absoluto. Kaname, suavemente, posó con elegancia el dedo índice sobre sus labios.

- Lo de ésta noche… te lo guardaré en secreto. - ¿E-en secreto…? ¿Pero… por qué?

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- Ésta noche, gracias a ti, he descubierto algo muy interesante… considéralo el agradecimiento por eso.

Tentada por la más magnífica de las sonrisas, Fuuka asintió con la cabeza. ¿Por qué sería…? Que a pesar de que la sonrisa de Kaname era tan amable, no podía evitar sentirse dominada por una extraña fuerza. (¿Gracias a mí…? ¿Qué será lo que Kaname-sama ha descubierto?) Fuuka, mientras dudaba esto, reverenció con satisfacción a Kaname, que dirigió la vista hacia sus espaldas, a pesar de que no había nadie allí; nada más que oscuridad.

- Bien, pues… El portal está en ésa dirección. Ve con cuidado a la vuelta. Aidou, Kain, Ruka, Ichijou… Guiadla hasta la entrada.

Justo al lado de Fuuka, que todavía inclinaba su cabeza, se oyó de repente una respuesta desde la oscuridad donde no parecía haber nadie.

- Entendido. - La guiaremos hasta el portal.

Las figuras que aparecieron eran las de Hanabusa Aidou y Akatsuki Kain.

- ¿Aidou-sempai, Kain-sempai…? Inconscientemente, Fuuka se tapó la boca con ambas manos de sorpresa. (Han venido incluso Ichijou-sempai y Souen-sempai…) Los que aparecieron en ese momento eran el vicepresidente del dormitorio, Takuma Ichijou, y Ruka Souen. Que los cuatro aquellos que, incluso dentro de la clase nocturna, estaban siempre especialmente cerca de Kaname aparecieran de repente… era sin duda demasiado bueno. Aidou, con su fina belleza, podía pasar sin duda por un famoso. Al compararle con su primo Kain, que se encontraba a su lado, sin duda éste tenía un aspecto mucho más salvaje. Ichijou, con su hermosura y su aire tan adulto, y Ruka, que parecía completamente una muñeca de porcelana, adorablemente hermosa.

- Mira que alguien como tú esté en la clase diurna… no puede ser. Desde luego no me diste esa sensación.

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La sonrisa de Kaname tenía un toque oscuro. (¿Eh? ¿Con eso quiere decir que soy bonita? ¿O acaso quiere decir que no soy más que una estúpida alumna que rompe las normas de la escuela?) De repente la cabeza le daba vueltas. Para enfriar un poco la confusión en su mente, posó las palmas de sus manos a los lados de su cabeza. (C-Cálmate…) Al ver a Fuuka haciendo eso, Ruka susurró:

- Parece ser que hemos encontrado información útil en nuestra búsqueda, ¿Verdad, Kaname-sama?

- Si eso es lo que piensas, probad tú y los demás a entablar algo de amistad con ella mientras la guiáis.

El silencioso susurro de la voz de Kaname no llegó hasta los oídos de Fuuka.

- Venga, vámonos. Es ya muy tarde. - Ah, s-sí.

Fuuka se sorprendió notablemente al ser arrastrada del brazo por Ruka. Contra todo pronóstico, ésta tenía mucha más fuerza de lo que parecía tener con sólo mirarla; tanta que parecía imposible soltarse. Al mirar con un gesto triste hacia atrás, vio como Kaname la despedía con la mano.

- Eeh… ¡Buenas noches! Al ver que la conversación se quedaba estancada, Fuuka se dio cuenta de que ni siquiera se había presentado.

- ¡Kuran-sempai, yo… soy Fuuka! - Buenas noches, Fuuka.

(¡Uuaaah! ¡Kaname-sama me ha llamado por mi nombre!)

- ¡Buenas noches! Fuuka se despidió de él colmada de felicidad. Tanto, que ni siquiera se dio cuenta de la afilada mirada que le dirigió Ruka,

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mientras seguía sosteniendo su brazo.

* * *

- ¿Bueno, y tú… se puede saber por qué te has colado aquí? Fuuka, al lado Kain, que se encontraba encantada, como en una nube, reaccionó en un instante para responder.

- ¡Ah! Esto, verás, bueno… eh… El día de San Chocolate quiero darle la primera de todas el chocolate a Kuran-sempai, así que vine aquí para buscar su habitación…

- Para hacer eso sin duda se necesita valor, ¿eh?, estoy seguro que hasta Kaname se habrá sorprendido.

La chica observaba a Ichijou, pensando en que en ese mundo existía gente que podía considerarse amiga de Kaname e incluso llamarle por su nombre de pila. Éste le dirigió una mirada amable.

- Desde luego, has tenido una idea divertida. - Si, es cierto… cabe decir que hasta ahora no ha habido nadie como tú—. Kain soltó una risita sobre el valiente e impetuoso plan de Fuuka, risa que fue acompañada por la de Ruka.

Sin embargo, Aidou era el único que caminaba sin decir nada. Durante la hora del intercambio de aulas, éste siempre era uno de los más cariñosos con las chicas de la clase nocturna, pero sin duda el Aidou que siempre sonreía… en ese momento estaba irreconocible. No es que Fuuka le conociese en profundidad, pero sin duda sentía que su actitud era muy distinta a la que esperaba de él. (¿Será que quizá Aidou es una persona seria y responsable en realidad…?) Quizá era que no quería ni dirigirle la palabra a alguien que se había colado en medio de la noche en el dormitorio, rompiendo las normas de la escuela.

- Ah, ya se puede ver la entrada principal. Desde aquí tendrás que volver tú sola, ¿ten cuidado, eh? Ya sabes, a nosotros no se nos permite tampoco entrar al Dormitorio del Sol…

Cuando Fuuka vio que había llegado la hora de volver a su “mundo” de siempre,

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soltó un leve suspiró y les dedicó a todos una formal reverencia.

- Disculpadme por lo de hoy, y por favor, dadle mis disculpas también a Kuran-sempai. Desde luego, no volveré a entrar al Dormitorio de la Luna.

- ¿Eh? No, no, no pasa nada… Es más, ven a vernos cuando te apetezca. A una chica tan interesante como tú… sin duda no la habíamos conocido nunca. Como algo especial, te perdonamos el incidente—. Al ver la amable sonrisa de Ruka mientras pronunciaba ésas palabras, sin darse cuenta Fuuka dio un respingo.

- ¿Eh? ¿De verdad?

- ¿Por qué no? Además, parece que estás interesada en el presidente Kuran, así que… ¿Qué hay de malo?

Cruzando los brazos detrás de la cabeza, Kain asintió en señal de aprobación.

- La próxima vez te abriremos la puerta principal cuando quieras venir. Pero, por supuesto, todo esto es un secreto para las demás alumnas, ¿Eh?

- Sí, de acuerdo. ¡No se lo diré a nadie! - Bien pues, hasta luego. - ¡Buenas noches!

Tras despedirse y cruzar la puerta, Fuuka apretó a correr, eufórica.

- ¡Genial! ¡No me imaginaba que pasaría algo como esto! (Hablar con Kaname, que incluso éste me llame por mi nombre, ser invitada a venir de nuevo a verles cuando quiera… ¡Tengo que contárselo a Kanae en seguida!)

- Ah… - Fuuka se detuvo de repente. – Cierto, no recordaba que esto es un secreto… incluso para Kanae…

Le dolía tener que escondérselo incluso a su mejor amiga, que la había ayudado a llevar a cabo el plan. A pesar de su felicidad por conocerles a todos, sus sentimientos se entremezclaron a la hora de pensar en tener que guardar el secreto.

- Pero bueno, les he prometido no decir nada, así que no hay opción… Perdóname, Kanae —. Dijo disculpándose con su amiga, que ahora debía encontrarse ya en un profundo sueño.

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(Pensé que todos los de la clase nocturna serían gente algo esquiva, pero sin duda, al hablar con ellos una descubre que parecen gente muy amable y gentil…) El amanecer se encontraba cercano. Fuuka se apresuró hacia su habitación. No pensó ni un momento en por qué precisamente ella había sido tratada distintamente de las demás.

* * *

- Habéis vuelto sanos y salvos, veo. Kaname escuchaba la explicación de Ichijou sobre lo ocurrido, medio-tumbado en el sofá de su habitación.

- Así es. - Eeh… Fuuka se llamaba, ¿no? Parece animada a venir de nuevo por aquí. Así

que si se quedara plantada delante de la puerta me daría lastima. Aidou… qué cara más amarga tenías; será que tienes demasiado orgullo…

Al oír las palabras del vicepresidente, Kaname dejó entrever una sonrisa en sus labios.

- Ahá… Al notar en Kaname el gesto que Ichijou ya estaba acostumbrado a ver, se apresuró a cerrar las cortinas de la habitación. Muy pronto iba a salir el sol, y en el mundo humano el día comenzaba. Pero sin embargo, para los vampiros, era hora de dormir.

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II

- Uahh…— Fuuka, en las nubes, suspiraba felizmente escondida tras el libro de texto.

(Mira que conseguir que me inviten a ir al dormitorio de la luna siempre que quiera… ¡Ni en mis sueños me lo habría imaginado! De ésta forma seguro que consigo entregar mi chocolate la primera de todas… es más, es posible que consiga dárselo a Kaname-sama directamente… ¡¡¡Uaaah!!!) A pesar de que estaba en clase, inconscientemente movía los labios. (Bueno, en ese caso, ¡haré el chocolate a mano! Visto que con un cien por cien de probabilidad podré entregárselo…) Fuuka Kisaragi. Dieciséis años. En la flor de la vida. (¿Pero a Kaname-sama le gustarán los dulces? Más que algo dulzón quizá sería mejor que preparara algo un poco amargo… O un pastel de chocolate…) En ésa situación, preocuparse incluso resultaba divertido. (¡Ah…! ¡Soy feliiizz…!)

- Eh, Kisaragi, ¿estás atendiendo? - ¡Ouch!

La enorme escuadra que le lanzó directamente a la cabeza el profesor de matemáticas hizo bajar a Fuuka de su nube en seguida. Además le golpeó con una de las esquinas.

- ¡Profe...! Después de su brusco regreso a la realidad, Fuuka alzó la vista para mirar al profesor con los ojos algo llorosos.

- ¿En qué demonios estás tan encantada? ¡Si no tienes ganas de hacer clase, ya te puedes marchar!

El profesor señalaba con otra escuadra gigante a un problema escrito en la pizarra. Al parecer Fuuka no se había dado ni cuenta de que le acababa de preguntar.

- Lo siento…

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Se levantó y se dirigió a la pizarra para resolver el problema. Hacer enfadar a un profesor en medio de clase, desde luego era algo de lo más vergonzoso en una escuela de renombre como lo era la academia Cross. Cuando sonó la campana que señalaba el final de la primera ronda de clases de la mañana, todos los alumnos fueron corriendo a comer. Fuuka se acercó al lado de Kanae, y abrió alegremente la caja con la comida que había comprado.

- ¿Fuuka, el plan te salió bien, verdad? No hacías más que sonreír en medio de clase…

- Ehehehe….

Tal y como había prometido a Ruka y los demás, no podía decir nada de lo ocurrido la noche anterior, ni siquiera a Kanae. Pero almenos creyó que sí podía contarle que había conseguido llegar a la habitación de Kaname. Por supuesto, lo que no le contó fue que había recibido permiso para entrar y salir del dormitorio de la luna siempre que quisiera. Por supuesto, el tema principal de conversación durante la hora del almuerzo fue sobre el día de Saint Chocolate. Allá adonde fuera no oía más que esa palabra por todas partes.

- ¡Yo se lo daré a Ichijou-sempai! - También me gustaría dárselo a Aidou-sempai… - ¿Eeh…? ¿Pero para ese no hay mucha competencia? - Yo, sin duda a Shiki. ¡Es tan guapo…!

Al oír las conversaciones de sus compañeras, a Fuuka le invadió un sentimiento de felicidad incontenible. (Tanto al Aidou-sempai como al Ichijou-sempai como al Kain-sempai de los que habláis, yo ayer les conocí personalmente y hablé con ellos… jejeje) Además le dijeron que viniese a verles cuando quisiera. Por supuesto que una cosa así no podía decírsela a nadie. (Sin duda, ¡cuánto me alegro de haber ideado ese plan…!) Orgullosa de sus propias acciones, Fuuka continuó masticando su bocadillo llena de satisfacción.

* * *

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El viento nocturno era frío como el hielo, y el halo blanco de su aliento al caminar se fundía en el aire.

- Lo siento, Kanae… Sólo una vez más, sólo una...— Metida en su grueso abrigo, Fuuka susurró hablando sola ésas palabras para su amiga, que ya dormía, mientras se dirigía al dormitorio de la luna. — Hoy Souen-sempai me dijo que vendría a abrirme la puerta principal… Me pregunto si todo irá bien, si me pillaran ahora sería lo peor…

Sus pequeños zapatitos dejaron de moverse de repente. (Podría ser que no fuese así… Los alumnos de la clase diurna y la nocturna están siempre separados. Quizá el hecho de que me invitaran a venir cuando fuera fue pura cortesía… Ya que ayer me lo pasé tan bien…)

- Pero… ¿Acaso fui yo sola la que se divirtió? El día anterior, poder terminar lo que se planteó sin molestar a nadie y sin ser castigada sin duda había sido cosa de suerte. Además, encontrarse con Kaname había sido un milagro de ésos que ocurren sólo una vez en la vida.

- Seré idiota… Venga, volvamos a la habitación.

Al darse la vuelta para cambiar de dirección, golpeó una piedrecita en el camino, que salió volando unos metros y tintineó contra el suelo.

- Ah… Tras la puerta que se abrió de repente, apareció una sirvienta que le hizo una reverencia con tremenda cortesía.

- Fuuka Kisaragi-sama. Por favor, pase. Tras la solemne puerta, pudo ver de nuevo el dormitorio de la luna… Al observarlo, su lujosa construcción con sus luces encendidas incluso en plena madrugada, parecía sin duda un castillo donde no existiese la noche.

- ¿Habrán acabado ya las clases? Espero que todos hayan tenido ya tiempo de volver al dormitorio…— Por no molestar, fue entrando lentamente,

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procurando no hacer ruido con sus pasos. Justo en el momento en que alzó el brazo para llamar a la puerta, una figura apareció de repente ante ella.

- ¡Vaya! Sí que has venido— Ruka le abrió la puerta en señal de bienvenida. Ruka había llegado en el momento tan justo que Fuuka, que apenas había tenido tiempo de prepararse mentalmente para la situación, tragó saliva, nerviosa.

- Eh… Esto…Buenas noches… En el interior del dormitorio de respiraba un hogareño calor muy agradable. Justo al entrar por la puerta había un enorme lobby con una escalinata en el rincón.

- Esto… ¿De verdad está bien que me siente aquí? Ruka asintió y se dirigió al segundo piso. Fuuka empezó a mirar para aquí y para allá, inspeccionando el lugar. Al ver el sofá que había en la sala, decidió sentarse a pesar de la tensión que le recorría el cuerpo. Tras esperar un poco, Ruka regresó con Ichijou, Aidou y Kain. Todos ellos eran tan increíblemente guapos, que sólo con mirarles parecía que el ambiente del lugar se embellecía.

- Aah Fuuka, bienvenida. Qué bien que te hayas pasado por aquí—. Al lado de Ichijou, que le dedicaba a la chica una radiante sonrisa, apareció como de la nada una sirvienta que sirvió unos dulces y té para todos.

- Oh, buenas noches a todos, bueno, espero no molestar… Es que ya que fui invitada, pues he pensado en que podría venir y… bueno, aquí estoy—. Dijo levantándose de repente y agachando la cabeza.

- Como he pensando que igual venías, he pedido que hicieran terminar las clases algo más pronto hoy— Dijo Ichijou —venga, siéntate—. Le ordenó con una sonrisa.

- Relájate, estás en tu casa— asintió Kain con una expresión algo brusca, y un tono duro que no parecía encajar con sus palabras.

- Eso, eso. Te hemos invitado nosotros, así que no tienes que preocuparte de nada.

- ¡Muchas gracias! Para la nerviosa y tensa Fuuka, la pequeña y clandestina fiesta nocturna acababa de

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empezar.

- Eh... Esto… ¿Todos vosotros estudiáis hasta muy tarde en la noche, verdad? Cuando vengo aquí… siempre están todas las luces encendidas…

La ingenua de Fuuka, que ignoraba que todos los alumnos de la clase nocturna fuesen vampiros, simplemente pensaba con inocencia que era algo “Admirable”. Además, a pesar de que había entre los alumnos personas de un alto rango nobiliario y familias importantes, todos eran tratados con igualdad en ésa escuela.

- Bueno, hay gente que estudia… Pero yo por ejemplo muchas veces simplemente leo manga.

- ¿Eh? ¿Ichijou-sempai, te gusta el manga? - Sí, claro. Lo encuentro muy entretenido. - ¡Uaaah, a mí también me gusta! - ¿Ah sí? Vaya, yo me pensaba que las chicas de la clase diurna no leían ésas

cosas; ya sabes, se supone que son serias alumnas de la Academia Cross. - Sí bueno, la verdad es que a veces sólo puedo leerlos por la noche con la luz

del dormitorio encendida, y mi compañera de habitación suele enfadarse conmigo…

- Ya veo, por lo visto sí es cierto que hay muchos alumnos dedicados en la clase diurna…— Dijo Kain alargando el brazo para tomar la taza de té.

- Sí, eso parece… — Al responder, Fuuka se puso colorada. Con la dirección que había tomado la conversación, la única de la clase diurna que no parecía seria era ella. (Además, seguro que no piensan que una chica que, por prohibido que esté, coge y se cuela saltando un muro… sea una alumna muy seria y dedicada precisamente…)

La taza que sostenía en sus manos era increíblemente bonita. El vapor que se alzaba del té caliente tenía un dulce aroma a rosas. Sin duda era completamente diferente de cualquier té que hubiera probado hasta el momento. Al beberlo, podía sentir el aroma deslizándose por su garganta, que luego se extendía por todo su cuerpo.

- ¿Quieres unos dulces, también? - Ah, sí, gracias.

Mientras le iban ofreciendo comida y té, Fuuka lanzó una mirada furtiva a Aidou. Éste era el único que no había abierto la boca desde que se había sentado en el sofá. (A pesar de su aspecto amistoso, es posible que quizá sea algo tímido… Y por eso no parece querer hablar conmigo…)

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Aunque más que eso, lo que le preocupaba principalmente era que no veía a Kaname por ninguna parte. (Mira que pensaba que si venía podría verle una vez más…). Ruka notó el leve suspiro de la joven al pensar eso.

- ¿Pasa algo? - Esto… Kuran-sempai… ¿Podría ser que estuviese descansando ya?— A pesar

de que susurró éstas palabras para que tan sólo Ruka pudiese oírlas, pareció que pudo llegar a los oídos de todos los asistentes de la sala.

En ese momento todos ellos se quedaron quietos como estatuas, y en un instante, el cálido lobby pareció enfriarse como el hielo. (¿Qué…?el aire se ha enfriado de repente…) Fuuka se preguntaba si el hecho de sentir el frío empíricamente en su piel sería cosa de su imaginación.

- … Déjalo—. Kain dirigió una mirada acusadora a Aidou. Éste le giró la cara y con un gesto de asco miró a Fuuka y abrió los labios para pronunciar:

- Oye, a ver, a ti que te pasa con Kaname-sama—. Dijo mirándole con unos ojos llenos de sospecha. El aire de la sala, helado, resultaba incluso cortante.

(Vale que Aidou-sempai se haya enfadado, pero… ¿Sólo por eso es normal que sienta que de repente hace éste frío?) Fuuka no era capaz de entender el motivo de la afilada mirada de Aidou. Ésta respondió a su pregunta mientras tiritaba.

- E… esto… sólo quiero darle las gracias por lo del otro día…- - ¿De verdad es sólo eso? - Venga, va, no pongas esa cara tan terrorífica, Hanabusa. Joder, de verdad eres

un fan del presidente Kuran, ¿Eh? Con solo que salga su nombre en la conversación ya te pones a la defensiva.

- ¡Yo no soy una persona tan simple! No te creas que lo hago por eso, no me jodas, Akatsuki.

- Aidou, cálmate. Mira, has asustado a Fuuka… Pobrecita—. Tras la intervención de Ichijou, Kain se dio la vuelta hacia ella y le sonrió.

- Perdona. Ya ves que Hanabusa no quiere compartir al presidente con nadie más…— Bromeó guiñándole un ojo. Al ver eso, Aidou, que se mostró claramente herido, apartó la mirada y se dio la vuelta.

(Eeh… ¿soy yo, o el motivo de que Aidou-sempai se haya enfadado es simplemente que he

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hablado sobre Kaname-sama?) No entendía demasiado el motivo de su repentino enfado, pero quizá, pensó, había sido algo imprudente con sus palabras. Ruka, que hasta ahora había permanecido callada contemplando la situación, abrió por primera vez la boca con un tono amable.

- Kaname-sama ya está descansando en su habitación. No te preocupes, yo le diré que has venido, ¿Vale?

- Vale. Muchas gracias… —Fuuka, que se relajó al volver a sentir de nuevo el calor propio del aire del lobby, se puso blanca como el papel al mirar la hora.

- ¡Dios mío! ¿Ya es tan tarde? Siguiendo el gesto de Fuuka, todos miraron el reloj e Ichijou, con un gesto algo apurado, inclinó la cabeza.

- Será mejor que vuelvas ya al dormitorio del sol… ¡Perdona por tenerte aquí hasta tan tarde! Por un momento se nos ha olvidado a todos que eres alumna de la clase diurna.

- Oh, no no, no os preocupéis, si me lo he pasado muy bien. Perdonad por ponerme a hablar y perder la noción del tiempo. – Fuuka se alegraba de que Ichijou siempre le dedicara esa amable sonrisa. Sin duda era una persona muy adulta y seria; tanto que, sin darse cuenta, acababa haciendo que todo el mundo le respetara. (Será por eso que le eligieron vicepresidente del dormitorio… Seguro. Es muy responsable.)

Poniéndose el abrigo que Ruka amablemente le trajo de vuelta, Fuuka se inclinó ante todos por última vez.

- Muchas gracias, me lo he pasado muy bien hoy. - Nosotros también, estaría muy bien que te pasaras por aquí otra vez. - Eso eso, vuelve por aquí. Te estaremos esperando. - Kain, Ichijou. Acompañad a Fuuka hasta la salida; no es bueno que una

chica ande sola por ahí a éstas horas de la noche. - Vale—. Junto a Kain, que le guiñaba un ojo a la chica, Aidou puso cara

de pocos amigos. - Yo no quiero ir. - No me sirve que me digas eso; es peligroso que vaya sola, ¿Verdad?

Aidou, esto es una orden de Kaname-sama. - … Oye, tú. No uses el nombre de Kaname-sama para lo que te plazca.-

Se quejó Aidou de las palabras de Ichijou.

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- Sin embargo, en un segundo se puso al lado de Fuuka y le sujetó del brazo.

- Venga, vamos. - Bueno, pues… ¡Hasta la próxima!— Siendo arrastrada por Aidou hacia la

salida, Fuuka se dio la vuelta por última vez para saludar con la mano a Ruka e Ichijou, que le devolvieron el gesto con amabilidad, despidiéndose.

- Huy, hace bastante fresco… ¡Por cierto! Kisaragi, ¿Te encuentras bien? - Eh… ¿Yo? ¿Por qué? - No sientes que te pesa mucho el cuerpo, o te entran escalofríos… ¿Nada de

eso últimamente? - Eh… no, estoy bien. ¿Por qué? - Vaya. No, no. Por nada—. Había notado una nota de preocupación en el

tono de Kain. - ¿Tendría que preocuparme por mi salud por algo…? - Oh, no. Es sólo que hace frío, ya sabes.

Aidou, que seguía caminando sin abrir la boca, dirigió la mirada por un instante a Kain y en seguida apartó la vista. Ni siquiera se paró a mirar a Fuuka. (Parece que por lo visto sí que a Aidou-sempai no le caigo demasiado bien…) A simple vista Aidou parecía una persona muy simpática y sociable, además de que tenía muchísimas fans entre las alumnas de la clase diurna. (Pero parece ser que concretamente a mí me odia.) Siguió caminando tras de él mientras contemplaba su espalda. Kain reparó en el gesto pensativo y algo triste de Fuuka. Mientras tanto, en el lobby del dormitorio del sol… Cuando Fuuka se marchó del lugar, automáticamente la expresión del rostro de Ruka se enfrió por completo. Parecía ahora una auténtica muñeca, carente de calor y con la mente completamente en blanco. Un rostro que, muy seguro, la joven humana se hubiese asustado al ver. Sin embargo, ésta ya no estaba. No había necesidad de crear falsas apariencias.

- Ruka, ésa cara da miedo. - … Será que sólo estoy cansada, Takuma-sama.

Éste le dedicó una leve mirada algo intrigada, y en seguida apartó la vista.

- Yo me lo he pasado bastante bien, que sea dicho. Entonces, yo me voy ya a informar a Kaname de todo esto y me iré a descansar. Buenas noches, Ruka.

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- Buenas noches. Ruka, que se había quedado sola, contemplaba en silencio la oscuridad de la noche que se extendía al otro lado de la puerta, todavía abierta.

- Ésa chica… No da cuenta de nada, ¿Verdad? — Hablando sin demasiado énfasis, se sacudió la melena con la yema de los dedos y se fundió con la oscuridad de la habitación. No había nadie que oyese su susurro—. Me da tanta pena….

En el murmuro que pronunciaba ésas palabras no había ni un solo atisbo de empatía ni sentimiento. Estaba claro… Para Ruka, no había ningún motivo para compadecerse de “ella”.

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III

- ¡Buenas noches!

- Oh, buenas noches. Te estábamos esperando, Fuuka. ¿No dejas de venir ni un día, eh?

Tras el amable saludo de Ichijou, Fuuka se rió alegremente sin darse cuenta. Desde hacía tres días había estado yendo cada día, así que cuando les visitaba ya ni siquiera se ponía nerviosa.

- Y bueno… Hoy he traído galletas, coméoslas entre todos.

Al acercarle el cuidadosamente envuelto paquete que llevaba abrazado contra el pecho, Ichijou lo aceptó con un gesto lleno de elegancia.

- Oh, parecen deliciosas. Más tarde le diremos a la sirvienta que prepare un té y las probaremos.

- Y te devuelvo también el manga que me prestaste. ¡Éste también me ha parecido muy entretenido!

- Me alegro. La verdad es que te lo presté porque creí que te gustaría. Ya te dejaré el siguiente número cuando salga.

- ¡Uaa, Lo estaré esperando!

- Bueno, voy a llamar a los demás, espérate aquí un momento, ¿vale?

Después de que Ichijou desapareciese escaleras arriba, Fuuka, siguiendo la costumbre que ya había tomado, se acomodó en el sofá. Desde que había comenzado a frecuentar el dormitorio de la luna para tomar un té y charlar con Ruka y los demás, nunca había pasado del lobby. Siempre se encontraban allí, nunca nadie la había llevado a ver otro lugar del edificio, y por supuesto que tampoco había puesto un pie en la habitación de nadie.

(Me pregunto cómo será el dormitorio de Souen-sempai y los demás, me gustaría verlo… pero bueno, ¡con que me inviten a venir al dormitorio ya tendría que estar más que contenta!)

Lo que sí que lamentaba de verdad era el hecho de que, a pesar de las veces que había ido, no había conseguido encontrarse con Kaname ni una sola vez más. Cada noche del mundo corría hacia el dormitorio con una gran esperanza e ilusión hirviendo en su interior, pero sus expectativas jamás se habían cumplido.

(Quizá le pueda ver hoy…)

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Aquella noche, el primero que bajó las escaleras fue nada menos que Aidou. Le siguieron Ruka y Kain.

- Bienvenida— le saludó Ruka con cortesía.

- Gracias por invitarme.

- Nada, nada…— Respondió Kain con su aire despreocupado de siempre.

Comenzó a hablar con ellos brevemente, pero en seguida sintió algo que hizo que sus labios se paralizasen.

(No me quita el ojo de encima…)

Como siempre, Aidou no se dignaba a acercarse a ella ni dirigirle la palabra. Sin duda aquél poco aprecio que ya parecía tenerle desde el primer día, continuaba exactamente igual que siempre.

- Oh, y ahora que me acuerdo… el vicepresidente ha tenido que marcharse de repente a atender unos asuntos y no podrá venir. Me ha dicho que te pida disculpas—.Informó Ruka.

- Oh, ¿en serio? Vaya, sí que está ocupado…

Al comenzar a hablar con Kain y los demás, en seguida entró la sirvienta y trajo una bandeja con té y dulces que posó encima de la mesa. Las galletas que Fuuka había traído estaban también puestas en el plato con mucho cuidado.

- Va, come— dijo Kain.

- ¡Que aproveche!— Fue la animada respuesta de Fuuka.

- Fuuka ha sido quién ha traído las galletas, me lo ha comentado Takuma-sama- Informó Ruka al resto de asistentes.

- Oh, bueno, si es así las probaremos.

Kain, tomando una de las galletas, alzó la voz de golpe.

- Ah, ahora que lo pienso, Ruka. Hay una cosilla del trabajo aquél del experimento de ciencias que quería comentarte.

- ¿Qué? Pero si la entrega fue ayer…

- Lo siento, lo siento… pero venga, hazme el favor. Es que hay un punto que no entiendo…

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Con la taza de té en la mano, Ruka pareció quedarse pensando en silencio unos instantes. Tras una breve pausa, murmuró:

- Bueno, si no hay remedio… Que sea sólo un rato.

- ¡Gracias! Que por cierto… lo siento, Kisaragi. Espérate un rato, volvemos en seguida.

- ¡Oh! No hay problema, tomaos vuestro tiempo

Fuuka sabía muy bien que, si se trataba de estudios, no tenía ningún derecho a impedirles nada ni intentar retenerles allí. Lo cierto era que en el fondo hubiera preferido que se quedasen, pero se limitó a enviarles unas palabras de despedida mientras éstos se marchaban.

(Esto… ¿Por qué demonios él sigue aquí?)

Sumida en aquél terriblemente incómodo silencio, intentaba no hacer ruido siquiera al alzar la taza. Al otro lado del vapor del té caliente estaba Aidou que, con un serio rostro se apoderaba él solito de todo el sofá.

A pesar de que pensaba que al marcharse Ruka y Kain, él también volvería a su habitación…

(Quizá en mi espera estaría mejor sola que mal acompañada…)

No pudo evitar soltar un leve suspiro, que Aidou pareció poder captar.

- ¿Qué?- Dijo, y a Fuuka le costó procesar que Podría ser posible que se estuviese dirigiendo a ella.

(¿Eh? ¿Oh? Dios mío, ¿y ahora yo qué le digo?…) A pesar de que no sabía muy bien qué conversación iba a salirle, Fuuka se dispuso a hablar.

- Esto… ¡Por favor, dime cosas sobre Kaname-sama!

- ………………….. ¿Kaname-sama?

Aidou alzó una ceja con recelo. Al ver su expresión, Fuuka se dio cuenta de lo que acababa de decir, pero… ya era tarde.

(¡Maldita sea, es verdad! Tengo que llamarle Kuran-sempai, no llamarle así es totalmente descortés…)*

*N. de la T: En un contexto escolar, la forma adecuada de referirse a alguien en un curso más avanzado del propio es la combinación Apellido + Sempai. Poner Nombre + Sama es una forma de admiración incongruente con el contexto, así que se considera de mala educación.

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Se suponía que ella sólo le debía llamar “Kaname-sama” en su mente, al pensar en él… pero lo políticamente correcto al hablar de su persona en voz alta era, desde luego, Kuran-sempai.

Al alzar la cabeza se topó de nuevo con aquella gélida, asesina y menospreciante mirada clavándose en ella. Pero por mucho que se arrepintiese… el daño ya estaba hecho.

- Ehm, a Kuran-sempai… ¿Le gustan los dulces?

- Quién sabe….

- ¿Suele comer chocolate?

- Quién sabe….

- ¿Hay algún dulce que no le guste especialmente?

- Quién sabe…

- ¿Y de comer? ¿Cuál es su plato favorito?

- Quién sabe…

Con aquella sucesión de respuestas planas, carentes de toda gana, Fuuka frunció los labios con rabia.

(¿Qué le pasa a este? No se va a morirse por colaborar un poquito…)

Al ver que Fuuka se había callado de repente con cara de pocos amigos, Aidou puso los ojos en blanco con una mueca de asco.

- … ¿Qué te pasa ahora?

- Aidou-sempai… Me odias porque soy una gran fan de Kuran-sempai, ¿Verdad que sí?

- Ahá, así es.

Fuuka no pudo evitar dar un pequeño saltito de asombro.

- Que tengas celos por otro chico… es bastante desagradable.

- ¿Y a ti que te importa?

- ¿Qué, es que ahora me dirás que no has hecho nada?

Fuuka, que con la rabia se levantó de repente del sofá, sintió que la vista se le nublaba.

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(¿Eh…?)

Sus manos y pies se helaron de repente.

En su visión que se tornaba negra por momentos, sólo podía ver un punto de luz en el centro, ¿Sería un desmayo por anemia o algo parecido?

- ¡Eh! ¿Qué te pasa?

Sentía que Aidou le estaba diciendo algo, pero sin embargo no era capaz de entenderle. Con el cuerpo helado como el hielo, le costaba respirar; le temblaban los labios y no le salía la voz.

(Qué frío…)

De repente sintió que algo envolvía su cuerpo, que temblaba visiblemente.

(¿Pero qué…?)

Poniendo toda su fuerza de voluntad, logró levantar la cabeza para toparse con el rostro preocupado de Aidou. No sabía si era sensación suya, pero parecía que él había detenido su caída, y la sujetaba con cuidado. Quería agradecérselo, pero todavía era incapaz de pronunciar una palabra y su cuerpo se había quedado sin fuerzas.

Leyendo la expresión del rostro de Fuuka, Aidou, que había tomado consciencia de la situación, la sostuvo en sus brazos.

- No hagas gestos bruscos. Quédate quieta un rato…

Tragó saliva mientras temblaba, confiándole todo el peso de su cuerpo a Aidou.

(Qué… cálido…)

Para ella, con un color en el rostro al que no parecía llegar la sangre, incluso el cuerpo de Aidou le parecía muy cálido y agradable. Los brazos del chico, que a simple vista parecían delicados, la sostenían firmemente, con una fuerza inimaginable.

El corazón de Fuuka se estremeció.

Una extraña sensación le escalaba por el pecho, muy distinta a un simple desmayo por anemia.

- Eeh… lo siento. Tranquilo, ya estoy bien…— Murmuró intentando separarse de él.

- Te he dicho que no hagas gestos bruscos— Dijo sentándola en el sofá.

- ¿Estás bien, ya? ¿Qué diablos te ha pasado?

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- No sé, me he mareado de repente…

- ¿Mareado…?— Aidou, al oír la palabra “mareado”, tensó la expresión. — ¿Te pasan a menudo, últimamente?

- ¿Eh…? ¿El qué?

- Los mareos.

Era extraño, pero Aidou parecía sinceramente preocupado por Fuuka. Para ella eso era algo tan poco esperado, que comenzó a ponerse nerviosa.

(Aidou-sempai… ¿Se está preocupando por mí?)

Sintiéndose un poco culpable, Fuuka hizo un esfuerzo por dibujar una sonrisa en su rostro purpúreo.

- Lo siento mucho… ya estoy mejor—. Lo cierto era que el cuerpo todavía le pesaba mucho, y sentía como si su cuerpo estuviese vacío por dentro.

- No hagas sobreesfuerzos.

- V-vale…

- Espera un momento.

Del bolsillo exterior de su chaqueta, Aidou sacó una pequeña cajita. Tomó la mano de Fuuka y colocó en esta una o dos pequeñas pastillas blancas que sacó del recipiente. La cajita parecía un pequeño pastillero.

- ¿Qué es esto…?

- Es una medicina para la anemia, tómatela.

- ¿Una medicina para anemia…?

Fuuka abrió los ojos, sorprendida.

(¿Por qué Aidou-sempai lleva encima pastillas para la anemia?)

- Aidou-sempai… ¿Es que acaso tienes la salud débil…?

- ¿Qué más da eso ahora? Venga, tómatelas rápido.

Tomando un vaso, con urgencia se tomó una de las pastillas que sostenía en la mano. El agua, resbalando por su garganta, hizo que por su cuerpo se extendiese una sensación refrescante.

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- Dentro de un rato te hará efecto. Quédate quietecita hasta entonces.

Fuuka se tumbó y cerró los ojos. Al cabo de unos instantes, posiblemente por el efecto de la medicina, comenzó a sentir una agradable somnolencia.

- ¿Estás mejor, verdad?

Oyó el leve crujido del sofá, y de repente el agradable calor que sentía a su lado comenzó a alejarse de ella. Asustada, Fuuka alargó el brazo.

(No, no quiero quedarme sola…)

- Eh…

Aidou se tornó, mirándola sorprendido. La pequeña mano de Fuuka sostenía su camisa con fuerza.

Exhalando un suspiro, volvió a sentarse en el sofá, procurando hacer el menor ruido posible.

- …

Sin hacer ni decir nada, Aidou, simplemente, se quedó allí. No podía hacer más de lo que había hecho ya, que era darle las pastillas. Ni siquiera intentó apartar la mano de Fuuka, que todavía sostenía su camisa. Sencillamente, se quedó a su lado todo el rato.

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Abrió los ojos de repente, y al notar que aquél no era el techo de su habitación, comenzó a mirar hacia todos lados.

(¿Eh? ¿Dónde estoy?)

- ¿Ya te has despertado?

Al oír de cerca la voz de Aidou, Fuuka cayó en la cuenta de que estaba todavía en el Dormitorio de la Luna.

(Es verdad, que me he desmayado por anemia…)

Pero, curiosamente, sólo con haber dormido un poco, se sentía muchísimo mejor.

- ¿Cómo te encuentras?

- Parece que la medicina ha hecho efecto — respondió alzando la mitad de su cuerpo, y al hacerlo notó que una chaqueta resbalaba por su cuerpo hasta sus rodillas. — Ah. Esto…

Cogió la chaqueta y se la devolvió a Aidou.

- Muchas gracias…

- No hay nada que agradecer.

- Creo que… tendría que irme ya. Es muy tarde, y ya no parece quedar nadie por aquí…

Aidou se metió las manos en los bolsillos del pantalón, esperando mientras Fuuka se preparaba para marcharse.

Como siempre, le acompañó hasta la puerta sin apenas hablar, pero ya no se sentía aquélla sensación incómoda en el ambiente. Más bien al contrario, Aidou caminaba más tranquilo que de costumbre, y parecía estar constantemente al tanto de si Fuuka se encontraba bien o no. Era para ella una sensación extraña, se sentía abrumada de una forma algo embarazosa.

- Ya hemos llegado.

Deteniéndose frente a la puerta, Fuuka le dedicó una educada reverencia.

- Te agradezco mucho lo de hoy. La próxima vez, intentaré compensártelo.

- No te preocupes. Y la próxima vez, si te vuelves a marear… ya compartiré contigo las medicinas de nuevo.

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- Vale. Si vuelve a pasarme… te lo diré. Bueno, pues… buenas noches.

Tras descubrir la inesperada amabilidad de Aidou, Fuuka se sentía muy feliz.

(Hoy tampoco he podido ver a Kaname-sama, pero he visto una faceta de Aidou-sempai que no esperaba para nada. Además…)

Al recordar la calidez de sus brazos, Fuuka se posó ambas manos sobre las mejillas.

- ¡Ah! ¿Pero en qué estoy pensando?

Caminando apresuradamente hacia su dormitorio, parecía haber olvidado por completo su mareo, o el hecho de que pocos momentos antes se hubiese encontrado tan mal.

* * *

Fuuka estaba jugando con un pequeño cachorro en el parque. Su pelaje era suave y agradable al tacto. Al animal le encantaba jugar a buscar una pelotita roja que la chica le lanzaba una y otra vez, y ambos terminaron revolcándose por el suelo.

- Aah…— Suspiró— Mira cómo nos hemos ensuciado. Cuando volvamos a casa tocará darse una ducha, ¿eh?

Sujetando entre sus brazos al pequeño animal, éste comenzó a mover la cola con alegría, lamiendo las mejillas de Fuuka.

- Vale, vale… nos quedaremos un rato más.

Captando el mensaje que el cachorro le transmitía con su mirada, Fuuka tomó una vez más la pelotita roja.

- Esta vez la lanzaré un poquito más lejos, ¿vale?

Al lanzar la bola, el perrito comenzó a dar vueltas, siguiéndola.

- ¿Eh?

El cuerpo de Fuuka se tensó de repente.

El perrito, persiguiendo la pelota que había volado demasiado lejos, había salido del parque, y se dirigía directamente a una autopista por la que circulaban coches constantemente.

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- ¡Cuidado…!

Fuuka, con un grito de horror, comenzó a correr a toda velocidad hacia el perrito, al que alcanzó y sostuvo en brazos. En el instante siguiente, sintió que su cuerpo estaba volando por los aires.

(¿Eh…?)

Justo antes había oído el atronador ruido de unos frenos, y justo después, todo cuanto vio fue el azul cielo extenderse frente a sus ojos.

(Estoy… ¿volando?)

El hueco sonido de su propio cuerpo al chocar contra el suelo, le pareció ajeno y lejano. No sintió nada. Sencillamente, tenía la sensación de que los segundos se sucedían muy, muy lentamente.

Frente a los ojos de Fuuka, tumbada en el asfalto de la autopista, algo rojo comenzó a fluir frente a sus ojos.

(La… ¿pelota?...)

Al intentar alcanzarla, se dio cuenta de que su brazo no se movió.

No. No era la pelota.

Era otra cosa.

Aquello que progresivamente se extendía frente a ella, aquella sustancia roja, que teñía el asfalto. Un precioso rojo intenso.

(Esto es, mi…)

- ¡Aaaahhhh!— En ese instante, Fuuka se despertó gritando. Tenía el cuerpo empapado en sudor, y su corazón latía descontroladamente. — ¿Qué… qué ha sido eso?

(¿Un sueño…?)

No recordaba haber tenido nunca un accidente de aquella clase. Sin embargo, para ser un sueño, había sido espeluznantemente real.

- Fuuka… ¿Qué pasa…?—. Kanae, que dormía en la cama de al lado, levantó la mitad del cuerpo con los ojos entrecerrados.

- Ah. Lo siento… he tenido una pesadilla muy rara…

- ¿Estás bien…? ¿Quieres que te traiga un vaso de agua, o algo…?

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- No, no, tranquila. Además, si tengo sed… ya iré yo misma a buscarla.

- Vale… bueno, pues buenas noches…

- Buenas noches.

Kanae volvió a dormirse en seguida, suspirando profundamente. Fuuka se levantó entonces de la cama, y fue a lavarse la cara.

(Qué sueño más extraño… y… ese color sangre…)

Un frío repentino invadió su cuerpo, y Fuuka se rodeó a sí misma con los brazos.

(Sólo ha sido un sueño. Sólo un sueño).

Repitiéndoselo a sí misma una y otra vez, regresó a la cama, dispuesta a volver a dormirse. Quizá si conciliaba el sueño, lograría olvidarlo.

- …

En la oscuridad, Fuuka continuaba con los ojos abiertos. Exhaló un suspiro. Una inquietud y un frío extraños le oprimían el pecho. Tenía los nervios tan a flor de piel que la sensación casi le asustaba.

- Qué diablos… es esto…

Pese a estar tumbada en su cálida cama, la voz le temblaba de frío.

No pudo dormir en toda la noche. Por la mañana, se levantó de la cama sin haber pegado ojo; los retazos del sueño de aquella noche estaban fuertemente clavados todavía en su pecho.

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IV

En aquella aula, en plena noche, sólo había una luz encendida que se filtrase por la ventana.

Durante la hora del descanso, todos los vampiros se reunían alrededor del asiento de Ichijou.

- Hace ya una semana que toma las pastillas… ¿Cuál es su condición actual?

Ruka lanzó una mirada furtiva a Aidou mientras hojeaba unos papeles.

- Parece que funcionan.

- Pero hasta que no pase algo más de tiempo no podemos estar seguros, ¿no?

Rima Tooya metió la mano en la bolsa de chocolatinas de Senri Shiki.

- Oíd, vosotros dos… no os habéis dignado ni a dejaros ver estos días— Se quejó Aidou, lanzándoles una amenazadora mirada.

- Pero si ni siquiera salimos fuera con vosotros aquella noche…

- Además, piensa que estar aquí ahora, es nuestra forma de colaborar con la investigación…

Aquellos dos, que trabajaban como modelos, contestaban con su rostro serio de siempre, y hablaban como si tuviesen siempre la mente en blanco.

- Ah… chicos, vale que yo sea un genio y todo eso, ¿pero no estáis contando demasiado conmigo? Aunque bueno, supongo que es inevitable…— Dijo Aidou, posándose la mano sobre el pecho justo en el momento antes de que Ruka le propinase una certera colleja.

- No es eso. Sencillamente parece que tú te llevas bien con esa chica—. Dijo ella.

- ¿Qué has dicho…?

- Dejadlo ya. Hanabusa, Ruka— ordenó Kain, que al aparecer pareció suavizar un poco el ambiente.

- Bueno, Hanabusa; tú eres el que está poniendo más de tu parte en esta investigación, así que es normal que te confiemos la faena—. Ichijou le dedicó una de esas sonrisas amables de siempre. Dirigió entonces la mirada a la parte delantera del aula. — El profesor llegará ya mismo.

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Aidou arrancó de las manos a Ruka los papeles donde tenía apuntados todos los datos, y volvió a su asiento. Hasta que llegó el profesor, se limitó a echarles un vistazo rápido, sin leerlos detenidamente. Repasó los documentos que él mismo había escrito.

Desde aquél día, le había estado dando las pastillas cada día, pero…

(Cada día la dosis que necesita es más alta; eso está claro)

Aquello era algo distinto a lo que ponía en los gráficos. Según estos, la dosis estimada que la chica necesitaba debería de ser algo menor. Aun así, Fuuka, cuando visitaba el dormitorio de la luna, siempre parecía estar bien, con una sonrisa en la cara. Era por eso que…

(Está comenzando a mostrar resultados)

Por un instante, dirigió la mirada al Dormitorio del Sol, que se veía desde la ventana. Había todavía muchas luces encendidas, por lo que parecía que todavía había muchos alumnos de la clase diurna despiertos.

En aquella escuela, en la que los vampiros convivían con los humanos.

(Es por eso que… yo me encargaré)

Lo hacía por aquél que gobernaba en el mundo de los vampiros; por Kaname. Aquél era su deber, y el motivo de su existencia.

* * *

- Fuuka, vamos a comer— Dijo Kanae, sacando su caja con la comida a Fuuka, que apoyaba la mejilla sobre el pupitre con la mirada perdida.

- Psé…— Respondió sin ganas.

- Hoy han preparado mi plato favorito. ¿Qué crees que habrá de postre?

Sin escuchar las palabras de su amiga, Fuuka estaba sumida en sus pensamientos.

(¿Por qué sueño cada día lo mismo?)

Si de verdad tan sólo fuese un sueño, no habría motivos para tomárselo tan a pecho, pero era demasiado real. Tan real, que resultaba desagradable, casi terrorífico.

(Últimamente no me encuentro muy bien, seguramente sólo será por eso)

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Por culpa del sueño, apenas dormía. Y por culpa de eso, su anemia empeoraba progresivamente.

Fuuka alargó la mano hasta el bolsillo de su falda. Sacó el pequeño pastillero que compartía con Aidou. Era ya el séptimo día desde que comenzó a tomar las pastillas, pero sin embargo no parecía que su situación mejorase demasiado.

(El sonido de un frenazo, y un grito… sangre roja… mi sangre)

Cada vez que recordaba aquél sueño, le daba la sensación de que su propia sangre fluía por el exterior de su cuerpo. Por mucho que intentase olvidarlo, sentía como si lo tuviese tatuado tras los párpados, y no pudiese apartar de su mente aquella visión. Era la primera vez que le ocurría algo así. Normalmente, por mucho que hubiese tenido sueños horribles, un sueño no era más que un sueño. Era normal que se olvidasen con el tiempo.

- ¿Qué te pasa, Fuuka? ¿No será que estás todavía dándole vueltas al plan del día de Saint Chocolate, verdad?

- ¿Eh? ¿Qué día de Saint Chocolate?— Al ser devuelta a la realidad, parpadeó nerviosa. Frente a ella, Kanae la observaba con su caja del almuerzo abierta.

- ¿Eh, no es eso?

- S-sí, ¡sí que es eso! Si comienzo a pensar en el chocolate… no puedo parar, ya lo ves.

- Cómo no. Parece que te lo tomas muy a pecho, ¿Eh? Bueno, ¿y ya has decidido qué clase de chocolate le darás?

- ¿Qué clase de qué?— Preguntó Fuuka, inclinando la cabeza a un lado, como si fuese la primera vez que oía hablar del tema. Al caer en la cuenta, dio una palmada en el aire. — ¡Oh, es verdad! Que iba a entregarle unas chocolatinas a Kuran-sempai.

- Oye, ¿Pero qué te pasa? Para qué diablos te colaste en el Dormitorio de la Luna aquella noche si no, ¿eh?— Exclamó Kanae, alzando la voz más de la cuenta. Fuuka corrió a hacerle callar.

- ¡Kanae, no lo digas tan alto…!

- Ah, lo siento, lo siento— Dijo encogiéndose de hombros, nerviosa. Entonces, haciendo el gesto de secarse el sudor de la frente, continuó hablando. — Entonces… ¿Has investigado ya sobre los gustos de Kuran-sempai?

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- Eh… estoo…— Después de aquella noche no había vuelto a ver a Kaname, así que lo cierto era que tampoco había tenido oportunidad de recopilar información.

Dejando de lado a Aidou, que ya se ponía hecho un basilisco en cuanto intentaba sacar el tema de Kaname, tampoco los demás le habían dicho absolutamente nada, pues si intentaba preguntarles cualquier cosa, siempre lograban esquivarle el tema con una habilidad envidiable.

(Lo cierto es que siempre he estado tan encantada sólo con la idea de poder entrar libremente en el Dormitorio de la Luna, que ni siquiera había pensado en recopilar información ni nada de eso…)

De repente, la imagen del rostro de Aidou apareció en su mente, y Fuuka se puso colorada como un tomate.

- ¡Eh! ¿Fuuka, qué te pasa? ¿Tienes fiebre, o algo?

- No, no… no es nada, tranquila. Sólo me he imaginado que Kuran-sempai llegase a aceptar mis chocolatinas y… no es nada, nada de nada— Dijo sacudiendo la cabeza energéticamente. Por mucho que quisiese engañarse a sí misma, no podía ocultar el hecho de que su corazón estaba inquieto.

(Por qué… ¿Por qué aparece de repente en mi cabeza la imagen de Aidou-sempai?)

Además, el momento que recordó, fue el de aquella noche. El día que se desmayó, y él la sostuvo con sus brazos. Aquellos ojos llenos de preocupación, que la miraban fijamente…

Al volver a tornarse coloradas las mejillas de Fuuka, su amiga Kanae sonrió.

- Vaya, sí que te gusta de verdad, Kuran-sempai…

- S-sí…

(Eso, ¡A mí quien me gusta es Kaname-sama! ¿Qué tiene que ver Aidou-sempai?)

Su corazón latía precipitadamente, pero ese palpitar no era una sensación desagradable. Ese hecho era lo que, precisamente, preocupaba más a Fuuka.

(¡Aaah! ¡Ya basta!)

Aquél mediodía, fue incapaz, por supuesto, de probar bocado.

* * *

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- Oye, Fuuka. ¿Qué tal estaba el de esa tienda?

- Psé…

El fin de semana, al recibir el permiso para salir de la escuela, Fuuka había ido con Kanae a la ciudad. El objetivo principal era el de comprar el chocolate, pero, por encima de todo, también era el prometido agradecimiento a Kanae por ayudarla a escalar el muro aquella vez.

- Desde luego, es mucho mejor que lo prepares tú misma. ¿Y el día de Saint Chocolate se lo llevarás a primera hora de la mañana al balcón, no? Así seguro que logras impresionarle. ¿Vamos a ver esa tienda de allí?

Kanae, visiblemente más emocionada que su amiga, comenzó a tirar de ella para hacerla caminar. Fue entonces…

(¿Eh? Ese es… ¿Aidou-sempai…?)

Al otro lado de la calle, la silueta de alguien demasiado parecido a Aidou llamó su atención. Entró en un callejón, acompañado de otra persona.

(Y ése que está a su lado… podría ser Shiki Senri-sempai?)

Desde que frecuentaba el Dormitorio de la Luna, no se había topado ni una sola vez con Shiki. Pero, sin embargo, era fácil recordar la cara de un modelo, que solía ser muchas veces la comidilla de las chicas de la clase diurna.

- ¿Qué pasa, Fuuka?

- Ah, eh… he visto a un conocido, voy a saludarle, ¿vale? Ves tirando, que yo te alcanzo después.

Cruzando la carretera, llegó al bordillo opuesto. Se dispuso a entrar en el callejón en el que los había visto desaparecer, y avanzó hacia allí, dando rápidos pasos. De repente, se detuvo en seco y se dio la vuelta.

(… ¿y… por qué demonios les estoy siguiendo?) Se preguntó a sí misma, y en el momento de responderse a aquella pregunta, el corazón le dio un vuelco, haciéndole sentir un calor extraño en el pecho.

(Será mejor que vuelva con Kanae…) Pensó, pero justo en aquél momento, de repente, algo saltó desde arriba, situándose cerca de ella.

- ¡Aah!

Cuando se dio cuenta, notó que esa persona, mucho más grande que ella, la rodeó con los brazos por la espalda.

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- Hm… pareces deliciosa… — Dijo susurrando en el oído de Fuuka, y deslizó su lengua por el cuello de la chica. — ¡Ugh!

(¿Q-qué es esto? ¿Un pervertido? ¿Un loco?)

Fue en aquél momento.

- Eh, suéltala.

Al parecerle oír la voz de Aidou, Fuuka notó que su cuerpo era lanzado contra el suelo. Medio-levantándose y volviéndose hacia la escena, vio que el hombre que la había atacado estaba inmovilizado por algo que parecía… un látigo. De la boca de aquél hombre, sobresalían dos…

(… ¿Colmillos?)

- ¿Tú que eres… un noble?— Gruñó el hombre, con un tono de burla evidente. Entonces fue lanzado por los aires con aquél látigo. Al fijarse bien, Fuuka quedó perpleja.

(¿Shiki-sempai…?)

Por algún motivo, daba la sensación de que el látigo salía directamente de la yema de sus dedos…

- ¡Ven aquí!— Ordenó Aidou, agarrándola del brazo, y Fuuka comenzó a correr, volviéndose hacia atrás continuamente.

Corriendo, corriendo… salieron del callejón, llegando a la carretera principal. El impacto de la claridad del sol dañó un poco sus ojos.

- ¿Qué estabas haciendo allí?

- ¿Cómo que qué? Hoy había venido de compras… pero… más bien, ¿Qué era lo que hacíais vosotros?

Shiki apareció entre la oscuridad del callejón.

- Ya he terminado, Aidou-san*— Dijo, con su piel blanca como el mármol. Parecía transparente, reflejando el sol. Desde luego, a simple vista no parecía capaz de lanzar a alguien por los aires con un látigo, tal y como había hecho instantes antes. — Esta chica…— Los ojos de Shiki se posaron sobre Fuuka.

* Nota de traducción: El sufijo –san denota respeto hacia la persona a quien se le pone, pero de una forma más cercana y familiar que –sama.

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- Ah… es la chica de la que te hablé. La de la clase diurna.

En un instante, Shiki apartó la mirada de Fuuka y se dio la vuelta sobre sí mismo.

- Bueno, yo me voy a continuar trabajando... Hasta luego.

- Vale.

Después de que Shiki se marchase, Aidou miró algo perturbado… podría decirse que molesto, el rostro de Fuuka.

- Eh… esto… Muchas gracias por librarme de ése pervertido.

- ¿Pervertido…?

- Ehh… y no le he dado las gracias a Shiki-sempai, por favor, dáselas de mi parte, también. Estoy haciendo esperar a mi amiga, así que… me voy, ¿Vale?— Dijo Fuuka, dedicándole al chico una formal reverencia y saliendo apresurada de allí.

(Que Aidou-sempai me rescate de un pervertido… ¿De verdad existen casualidades así?) Pensó, con el corazón enloquecido. Que sus mejillas estuviesen tan rojas… ¿Sería sólo cosa de estar corriendo?

Aidou, viendo desaparecer a Fuuka entre la masa de gente, se retiró el flequillo hacia atrás.

- Un pervertido… Bueno, si piensa eso, no creo que haga falta llegar a borrarle los recuerdos…— Se dijo Aidou. Kaname le había ordenado ir a cazar a él y a Shiki, y parecía que habían llegado justo a tiempo para evitar que aquél vampiro ex humano clavase sus colmillos en el cuello de Fuuka.

Fuuka estaba teniendo demasiados problemas de anemia últimamente. Si aquél vampiro la hubiese atacado… posiblemente la habría debilitado demasiado, hasta llegar a matarla.

(Así que… puedo pensar que lo he hecho por ella… por su bien…)

- ¿Pero qué diablos estoy pensando?— Se dijo a sí mismo, como negándose el pensamiento. Una vez más, se retiró hacia atrás el flequillo.

* * *

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( Kaname-sama, Kaname-sama. A mi quien me gusta es Kaname-sama).

Una vez llegada la hora del apagado de luces, Fuuka se encontraba dando vueltas en su cama, pensando. Sentía que necesitaba desesperadamente repetírselo a sí misma una y otra vez.

Cerró los ojos, concentrándose por intentar ver su rostro aparecer en su mente.

(Aaah…¡¡¡No…!!! La de Kaname-sama, ¡¡la cara que quiero ver es la de Kaname-sama…!!)

Cada vez que lo intentaba, en su mente aparecía el rostro de Aidou.

- ¡Ya basta…!— Gruñó moviendo brazos y piernas frenéticamente, abrazándose a la almohada y apretando los ojos con fuerza. — A mí no me gusta Aidou-sempai. Es frío, antipático, malhumorado…

Abrió los ojos de repente.

- Pero… me ha salvado, ¿No?

Aquél que la sostuvo y la ayudó el día del desmayo no fue Kaname, sino Aidou. Desde luego aquella debió de ser una situación incómoda para él, pero sin embargo, estuvo cuidando de ella sin poner ni una sola queja. Se quedó al lado de Fuuka hasta que esta se calmó. Además, la había salvado de las garras de aquél pervertido ese mismo día…

El corazón volvió a latirle con fuerza. Una vez más.

(Será que no le conozco muy bien…)

La primera impresión que tuvo de él fue espantosa. A partir de entonces, en general, su opinión de el nunca había sido demasiado buena, por lo que no estaba muy segura de lo que pensaba. Si de verdad fuese una mala persona, no se habría molestado en salvar a Fuuka. Si de verdad fuese frío, no habría acompañado a Fuuka hasta la puerta cada noche para que no volviese sola.

Aidou siempre había sido bastante brusco con ella, por lo que nunca había actuado con mucha naturalidad frente a ella.

(No, seguro que me he hecho una mala imagen de él. En realidad, me gustaría conocerle mejor…) Agachó la cabeza, pensativa.

(¡No, me equivoco! A mí quien me gusta es Kaname, así que a quien quiero conocer en profundidad es a él, no a Aidou-sempai).

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Y el corazón volvió a descontrolarse. Era parecido a la que sintió cuando comenzó a gustarle Kaname. Aquella sensación que parecía no querer dejarle respirar. Sin embargo, esa vez era algo diferente.

Con Kaname había sentido una especie de nerviosismo, pero aquella vez… eran como mariposas en el estómago.

- ¡Aah…! ¿Qué debería hacer? No sé de qué va esto, pero no sé qué hacer…— Murmuró hundiendo la cara en la almohada y exhalando un profundo suspiro. — ¡Ah! ¡Ya lo tengo!— Se dio cuenta de algo.

(Le daré también chocolate a Aidou-sempai. Será una forma de volver a agradecerle todo lo que ha hecho por mí, una especie de… regalo de cortesía. Además, tengo que darle las gracias de alguna forma por salvarme hoy, también)

Eso, iba a ser nada más un regalo de agradecimiento. No es nada raro hacerlo.

- ¡Vale, decidido! El de “verdad” se lo daré a Kaname-sempai, y a Aidou le daré sencillamente el “chocolate de las gracias”. Si lo hago así no habrá problemas. Aunque… ¿De qué problemas hablo?

Al haber alzado la voz más de la cuenta, Kanae se dio la vuelta desde la cama de al lado, murmurando. Fuuka, sobresaltada, se tapó la boca con ambas manos.

(Uy, cuidado, cuidado. Voy a despertar a Kanae).

Una vez más, se tumbó en la cama, y se cubrió con el edredón hasta la cabeza. De aquella forma, aunque alzase la voz más de la cuenta, quizá sería más difícil que se la oyese.

(Me pregunto qué clase de chocolate le gustará a Aidou-sempai…)

El día que llevó las galletas al Dormitorio de la Luna, desde luego Aidou tomó algunas, así que no podía decirse que no le gustasen los dulces. Aunque también podría ser que las galletas le gustasen, pero que algo más dulce le resultase empalagoso. O quizá fuese un amante de los dulces…

Le faltaba información.

- Ugh… no lo sé…

También sería mejor hacer algo no demasiado femenino. Un chocolate demasiado… “mono”, podría hacer que él tomase a Fuuka por una niña. Sin embargo, si hacía algo demasiado moderno y elegante, parecería que le ha puesto demasiado sentimiento.

- El chocolate de Aidou-sempai… hm…

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Frunciendo el ceño bajo las sábanas, Fuuka pensaba y pensaba; hasta que se levantó de repente.

- ¡Claro, puedo preguntárselo!

Podría sencillamente preguntarle directamente a él en cuestión. Así, seguro que no cometería error alguno.

Dirigió la mirada al reloj de la mesilla de noche. Ya era bastante tarde; por lo que no parecía ser el momento más adecuado, y aquella noche tampoco tenía intención de pasar por el Dormitorio de la Luna, pero…

(Quizá ya esté durmiendo… pero tengo que intentarlo. Siendo de la clase nocturna, muy posiblemente esté todavía levantado).

- Si lo está, me vuelvo para aquí y ya está. Y si sigue despierto… pues intento preguntárselo.

Fuuka se apresuró hacia el Dormitorio de la Luna.

- ¡P-pero qué frío! Ojalá me hubiese abrigado un poco más…— Dijo abrazándose al abrigo. Su aliento, blanquecino, se extendía en el aire. No estaba muy segura de si aquél frío se debía a lo tarde que era. — Más vale que llegue rápido al Dormitorio de la Luna…

Calentándose las manos con el aliento, comenzó a correr. El cabello le acariciaba ligeramente la nuca a cada paso.

Posiblemente por la hora que era, no había nadie en la puerta principal, así que no tuvo problema alguno para entrar. Una vez dentro, se dirigió directamente a la entrada del dormitorio, y alargó la mano para coger el pomo de la puerta.

- Fuuka… parece ser el sujeto ideal para probar el efecto de las pastillas, ¿No?

Al oír su propio nombre, se quedó automáticamente paralizada, sosteniendo todavía el pomo. La siguiente voz que pudo oír fue la de Kain.

- Sí, es la época ideal, y además está comenzando a mostrar síntomas. Si no hubiese sido así, hubiese resultado algo más complicado observar el progreso…

- Sí… además le estás dando las pastillas con regularidad, por lo que es fácil seguir los progresos.

- Aidou, parece que te llevas bien con la chica, así que continúa la observación.

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- No soy su amigo, maldita sea. Es un simple vampiro ex humano… además, la observación es un coñazo, no quiero hacerlo.

- ¿Ah, no? ¿Es que tú mismo no has estado cuidando de ella últimamente?

- En ese momento no tuve otra opción. Además, pensé que era una buena ocasión para darle las pastillas.

- Bueno, da igual. El caso es que ahora es mejor que sigamos observando el progreso.

Sujeto de experimentos.

Progreso.

Observación.

Palabras que le resultaban muy, muy ajenas, se colaban en sus oídos. Fuuka se quedó paralizada, incapaz de mover un dedo. No entendía de qué podían estar hablando.

- Nunca hubiese pensado que esa chica era un vampiro…

- La primera noche, el presidente Kuran lo notó, por el olor de su sangre.

- Que caiga al nivel E es sólo cuestión de tiempo…

Aquellas palabras que tan poco acostumbrada estaba a oír se cruzaban al otro lado de la puerta. Una cosa, sin embargo, era segura: estaban hablando de Fuuka.

(¿Qué yo soy… un sujeto de experimento? Y eso de la observación… ¿qué semonios…? Esas pastillas de las que hablan… ¿Podrían ser las que Aidou- sempai ha estado dándome?)

Fuuka, paralizada, notaba que le temblaban las piernas.

- Y todos los datos están anotados aquí. Aidou los ha estado apuntando con fidelidad, así que es un gran progreso.

Se oyó el sonido de las páginas de un libro, libreta… o algo parecido. Era la primera vez que Fuuka oía la siempre amable voz de Ichijou sonar de una forma tan fría, tan calmada. Aquél no era el Ichijou que Fuuka conocía.

- Me da pena acumular datos de ella de esta forma… pero tampoco tenemos mucho tiempo antes de que se convierta en vampiro— Una voz tan calmada… que daba miedo.

(¿Qué… qué son esta gente? ¿Qué están diciendo? Vampiro.... un vampiro… ¿Yo?)

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Quería salir corriendo de allí, pero no se le movían las piernas. Había oído más de lo que hubiese querido, y aquellas afiladas palabras, parecían haberse quedado grabadas en su cerebro.

- Aidou. ¿Qué opinas de su progreso?

- Las pastillas están funcionando bastante bien. Aun así, no creo que ya se pueda decir que su situación está progresando tan bien como cabría esperar.

- Ya… todavía está en esa fase en que todo parece poco más que un problema de anemia. Parece que aún tenemos algo más de tiempo antes de que se convierta.

- ¿Y se supone que estas pastillas en desarrollo pueden atrasar su conversión en vampiro?

- Eso dicen. Eso sería lo ideal. Aun así, si no observamos los progresos… no podemos llegar a ninguna conclusión.

(¿Los vampiros no son criaturas ficticias? Es mentira. Todo esto tiene que ser mentira…) Se empeñaba desesperadamente en pensar Fuuka, con los ojos inundados de lágrimas. Debía de tratarse de un error. Igual que aquella noche, no era más que una pesadilla. Una pesadilla, nada más.

Pero estaba despierta.

Desde luego, seguro que sus problemas de anemia no tenían nada que ver con todo aquello.

(Que yo soy un vampiro… ¡Menuda tontería! Tiene que ser mentira)

Casi incapaz de mantenerse de pie por el shock, se sentó en el suelo de la entrada.

- ¿¡Quién anda ahí ¡?— Exclamó Ruka con violencia al oír el débil ruido, abriendo la puerta de la entrada de repente. El primero que salió afuera fue Aidou.

- ¡T-tú…!

- Aidou-sempai…

Aidou agachó la mirada hacia la chica que se sentaba en el suelo frente a él, con las lágrimas resbalando por sus mejillas. Fuuka se dio la vuelta y, levantándose, comenzó a correr.

- ¡Eh, espera!— Alargó el brazo para sujetarla, pero Fuuka escapó rápidamente. — Maldita sea…— Chasqueando la lengua, Aidou salió corriendo tras de ella.

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Pensó que era mentira.

Una broma pesada.

Pero… la cara de Aidou al verla, de alguna forma, se lo había confirmado todo. Todo aquello era cierto. Se había sobresaltado visiblemente al verla… cuando se dio cuenta de que ella lo había oído todo.

Corría sin parar, mordiéndose el labio con rabia.

(¿Pero de qué va todo esto…?)

Ya le costaba respirar, y las piernas se le cansaban progresivamente. No le importaba. Sólo quería seguir corriendo, salir huyendo. Huir de la realidad. De la… terrorífica realidad.

- Es mentira, es mentira, ¡Es mentira…!— Los ojos de Aidou le habían dicho que no quería que le preguntase nada. — ¿De verdad… es todo cierto?

Respirando precipitadamente, Fuuka al fin se detuvo, desmoronándose en el suelo. Su espalda se movía arriba y abajo cada vez que tomaba aire, y las lágrimas le caían sin cesar.

- ¿Por qué…? ¿Por qué esto…?

Tenía que pensar que todos le estaban mintiendo.

El que fuesen así de amables con ella, no se había debido a que fuesen gente agradable, sino a que veían a Fuuka como a un vulgar sujeto de experimento. Como necesitaban tenerla vigilada, la habían invitado a ir siempre que quisiera. Y Fuuka, sin darse cuenta de nada, había ido siempre que había podido. Le habían tratado como a una marioneta.

- ¿Por qué…?

El día que se cayó, la sangre que fluyó de su mano, aquella sangre roja, con aquél olor tan peculiar… no era ya la de un humano, sino la de… un… monstruo.

- ¿Soy un… monstruo?

Oyó el sonido de unos pasos sobre la yerba.

Comenzó viendo unos zapatos, unas piernas… y al levantar algo más la mirada, la calmada expresión de Aidou estaba allí, frente a ella.

- Aidou-sempai…

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En la oscuridad, la cara de Fuuka, empalidecida por la luz de la luna, era inexpresiva como la de una muñeca. El viento nocturno, que movía ligeramente el cabello de Aidou, hacía que la distancia entre los dos se sintiese fría, gélida.

- ¿Estás bien?

- Aidou-sempai… ¿Qué quiere decir eso de que soy un vampiro?— Preguntó lanzándole una mirada llena de sentimiento. — Yo… soy una chica normal… No soy un monstruo… ni nada por el estilo…

Aidou se arrodilló, dejando su mirada a la altura de la de Fuuka.

- Eres una humana normal. Por ahora, claro…

- ¿Por ahora?

- Antes… antes de entrar en esta academia, durante las vacaciones de verano, tuviste un accidente.

(¿Antes de venir a la academia…?)

Fuuka entró directamente a cursar la secundaria alta desde otra escuela. Sin embargo, no recordaba que le hubiese pasado nada de lo que Aidou decía.

- ¿Un accidente…? Pero si eso no era más que un sueño…

No podía ser que no se tratase de eso, sino de un suceso real.

- Tuviste un accidente de verdad. Un accidente… mortal.

- ¿Cómo sabes eso? Ni siquiera yo me acuerdo de algo así.

Sin embargo, Aidou, sin escucharle, continuó hablando.

- Cuando tuviste ese accidente, entraste en un estado de… agonía; estuviste a punto de morir. Entonces… un vampiro de sangre pura que estaba cerca del lugar del accidente, olió tu sangre y te salvó. Bueno, en realidad no se podría decir que te salvase, pero…

Las palabras de Aidou, a Fuuka le parecían tremendamente lejanas. Incluso dentro de los vampiros, existían los de sangre pura, seres con una fuerza y poderes extraordinarios. No obstante, los humanos mordidos por un sangre pura, se convertían en vampiros. Y así, entraban en aquél círculo, adoptaban sus características… la sed de sangre. Y si se resistían a tomarla… no les esperaba más que la muerte como vampiro…

…El último eslabón de la escala de los vampiros, el nivel E.

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- ¿Por qué… por qué sabes eso, Aidou-sempai?

Aidou contestó con voz pacífica.

- Yo también soy un vampiro. Lo cierto es que… todos los alumnos de la clase nocturna lo somos. Hay muy pocos humanos que sepan eso, pero…

La verdad entró en la mente de Fuuka como una afilada aguja.

Aidou, e Ichijou, y Ruka, y Kain, y Kaname.

Todos, vampiros.

No eran… personas.

- Cuando estuviste a punto de morir, fuiste mordida por aquél vampiro de sangre pura, y te salvó convirtiéndote en vampiro. No hay duda de que tus recuerdos fueron manipulados por ese vampiro, pero al comenzar a tomar las pastillas… parece que han comenzado a regresar a ti como efecto secundario.

- ¡Eso es horrible! Yo no quería esto.

- ¿Odias a ese sangre pura? Si no te hubiese convertido en vampiro, ahora no estarías viva. ¿Eso te hace infeliz? Si hubieses muerto en aquél accidente… ¿Qué sería tu yo de ahora?— Su rostro parecía algo irritado. En aquél rostro había confusión, furia, paciencia… y muchos, muchos sentimientos entremezclados.

Si de verdad pensase que Fuuka no era más que un sujeto de experimento, posiblemente no pondría esa cara. Debería ser más… frío. Frío como Ichijou, o como Ruka.

(Hasta ahora he estado siempre con mi familia, con mis amigos… todo este tiempo, he sido muy feliz… Y pensar que creía que era algo normal, que iba a durar para siempre…)

Al recordar la cara de sus padres y la de Kanae, una vez más, las lágrimas comenzaron a brotar por sus ojos.

Si había podido vivir quellos días felices habiendo huido de su destino de morir… sin duda el cambio había valido la pena. Pero un final así… era demasiado cruel.

- ¿Qué debería hacer, eh? ¿Qué se supone… que debería hacer…?— Una mano se posó sobre su cabeza con amabilidad.

- Sigue tomando las pastillas. Están en fase experimental, pero… por ahora es lo único que tenemos.

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- Esas… ¿Pastillas?

- Sí. Las pastillas que te di, tienen la propiedad de retrasar el proceso de conversión en vampiro. Mientras te las vayas tomando, el proceso se irá ralentizando.

Fuuka clavó sus ojos en los de Aidou. Aquellos profundos ojos algo teñidos de indignación.

De alguna manera, a Fuuka le daba la sensación de que se estaba preocupando por ella. Exhaló un suspiro.

- Vale, seguiré tomándolas. Aunque sea como sujeto de experimentos, me da igual. Yo… creo en ti, Aidou-sempai.

El labio de Aidou, en un instante, casi imperceptiblemente, tembló un poco. Necesitó mucha fuerza de voluntad para contenerse, dirigiendo la mirada al suelo.

- Claro que puedes creerme. ¿Soy un genio, sabes?

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V

No se acordaba de cómo había regresado hasta allí.

Fuuka estaba sentada en la cama, mirando fijamente la superficie del pequeño pastillero. Era el de Aidou. Aidou se lo había dado. Y las pastillas de dentro, también.

(Estas pastillas… ¿Me ayudan en algo…?)

Una de las pequeñas pastillas cayó sobre su mano. Diminuta, blanca… de verdad, parecía absolutamente normal.

Pastillas de sangre. Así se llamaba, aquella medicina en desarrollo. Se suponía que aquellas píldoras iban a ralentizar su transformación en vampiro.

En un monstruo sediento de sangre.

(Me convertiré en… algo así…)

Todavía no podía creérselo.

- ¿Qué será de mí…?— Dijo, apretando con el puño cerrado la pequeña pastilla en su mano.

Aidou se lo había confesado todo abiertamente, sin ocultarle nada. Le había explicado todo lo que sabía sobre los sangre pura, lo que les sucede a los humanos que son mordidos por uno de ellos.

Iba a convertirse en vampiro, y dejar de ser humana para siempre. Un ser temido por todos, un monstruo bebedor de sangre… hasta caer al nivel E.

Y al parecer… el hombre que la había atacado el día anterior en la ciudad… era propiamente un nivel E.

(Eso que vi… fueron los colmillos de un vampiro).

Aquellos dos afilados colmillos que sólo pudo ver un instante. Si Aidou y Shiki no hubiesen aparecido, se habrían clavado en ella para beberse su sangre…

(O más bien, si yo no me hubiese empeñado en perseguirles, no me habría topado con semejante situación…)

Y de repente, irónicamente, el concepto que tenía de aquella situación cambió, de hacerle pensar en “el momento en que Aidou le salvó”, a “el momento en que vi al monstruo en que me yo también me convertiré”.

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El momento de caer al nivel E… se aproximaba lentamente. Se preguntaba… qué sentiría entonces. Quizá atacaría a sus amigos, a quien tuviese cerca… y se bebería su sangre.

Quizá, mientras el vampiro que eres bebe la sangre de una persona… tu corazón humano grita de horror.

No quería convertirse en eso. Quería vivir como un humano normal.

- Ugh…

No podía huir de su destino. Aquél Aidou que se lo había explicado, le parecía ahora a Fuuka tremendamente amable. Desde luego era preferible a irse degradando sin saber qué le ocurría. También podría haberla engañado, pero no fue así.

- Y todos ellos… son vampiros desde que nacieron…

Según Aidou, todos los alumnos de la clase nocturna eran vampiros. Además, Kaname era un sangre pura, la élite; la cúspide de la pirámide de los vampiros. En segundo lugar estaban los “nobles”, clase a la que pertenecían gran parte de los alumnos. Después estaban los vampiros normales, luego los ex humanos… y por último, a un nivel tan bajo que ni siquiera merecían estar en la pirámide…

Los de nivel E. El fin de la escala, aquellos que esperan la muerte, muerte que los vampiros de la pirámide se encargaban de darles.

Ellos eran “Los que se encargaban”.

Fuuka era… “Aquella de quien debían hacerse cargo”.

Esa diferencia era dolorosa. Desde el momento de nacer… eran distintos. Su rango social… era totalmente distinto. Demasiado distinto. Según la escala social, Fuuka no era más que una más que algo parecido a un animal de compañía.

- Si de verdad es así…

Quizá habría sido mejor, incluso, que no la hubiesen salvado.

Pero todo lo que has vivido hasta ahora… no ha sido infeliz, ¿Verdad? ¿No ha habido ni una sola vez en la que hayas pensado que eras feliz?

Las palabras de Aidou retumbaban en su mente, y el corazón de Fuuka, que había comenzado a alterarse, de repente se calmó.

- No odio a nadie, yo…— Por mucho que aquello que le estaban haciendo pasar ahora… le crease una sensación dolorosa en el pecho.

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Por mucho que tuviese ganas de gritar y salir corriendo.

No le quedaba más que un camino a seguir, vivir desesperadamente cada día que le quedaba hasta el fin.

Ella era ella, así que no iba convertirse en otra existencia. Tenía que ser ella misma hasta el final.

- Y también por eso…— No tenía otra opción que tomar las pastillas.

Eran la última esperanza que le quedaba. Aquello que ralentizaba su caída, su única manera. Una esperanza pequeña, muy pequeña… pero a la que no tenía más remedio que aferrarse.

- ¡…!

Un mareo la sorprendió. De repente, su visión se tiñó de rojo, de un rojo intenso. Tenía sed. Tenía la sensación… de que todo su cuerpo estaba seco.

Apresuradamente, se metió en la boca una de las pastillas y la tragó con un vaso de agua que había en la mesilla de noche. Se tomó todo el agua de golpe, y al terminársela, respiraba frenéticamente.

Lo que le había aliviado la sed era el agua… ¿O lo otro?

Fuuka, temblando de miedo, se quedó paralizada, sin poder mover un músculo.

(Que alguien me salve… ¡Que alguien me salve…!)

Las súplicas de aquella pequeña chica, no llegaban a los oídos de nadie. En medio de la oscuridad, Fuuka se encogió y, hecha un ovillo, continuó temblando toda la noche.

* * *

- Fuuka, últimamente estás un poco pálida… ¿Te encuentras mal?— Preguntó Kanae preocupada, mientras se ponía el uniforme de la escuela por la mañana.

- ¿Eh? No, qué va. No me pasa nada, estoy perfectamente.

- Bueno, si es así, bien, pero… ¿Ya duermes bien, últimamente? No tienes apetito, tampoco… Si te pasa algo, sabes que me lo puedes contar. No te cortes, ¿Vale?

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- Sí, lo sé. Gracias…— La amabilidad de Kanae, al colarse en su pecho, dolía un poquito.

- Bueno, yo voy tirando primero, ¿Eh?— Dijo Fuuka, y en el momento de levantarse para salir, volvió a sentir un mareo. La visión se le nubló, y una desagradable sensación se extendió por todo su cuerpo.

(No…)

Intentó aguantarse, pero los zapatos que sostenía en las manos le resbalaron de la punta de los dedos y cayeron al suelo. Kanae, al notarlo, corrió hacia ella.

- ¿¡Qué te pasa, Fuuka!? ¡Estás pálida!

- Estoy bien… si me tomo las pastillas… estaré bien…

- De todas formas, túmbate un poco, venga. ¿Puedes mantenerte en pie? Apóyate en mi hombro. Ten cuidado con los pies…— Sosteniendo a la temblorosa Fuuka con todo su esfuerzo, Kanae la llevó hasta la cama. Le hizo sentarse en el lateral de esta, y la chica tomó una de las pastillas de su pequeña cajita. Kanae fue corriendo a buscarle un vaso de agua.

- Toma, agua. ¿Llamo a algún profesor, o al médico?

- Estoy bien… ya me he acostumbrado.

Se tomó la pastilla.

- Si descanso un rato ahora… en seguida estaré bien otra vez.

Sin darse cuenta, una de las pastillas que quedaba en su debilitada mano resbaló, cayendo en el vaso de agua.

- Oh, vaya.

(Con lo importantes que son…)

Acababa de desperdiciar una.

La pastilla, hundiéndose en el agua poco a poco, comenzó a teñirla de un color rojo intenso a medida que se deshacía.

Un rojo intenso, un casi tenebroso color carmesí.

- Qué color tan… inquietante. ¿Fuuka, de verdad eso es una medicina?

- Sí, sí… tranquila. Parece que lleva alguna clase de colorante. No es tóxico para el cuerpo, y además, siempre me las tomo sin disolverlas.

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Intentando que su amiga Kanae no sospechase, lanzó una mirada al vaso con naturalidad.

(Así que… estas pastillas están hechas de sangre, al fin y al cabo…)

Se preguntaba si, aquél color vivo e intenso, llevaría algo más que sangre, simplemente. Además, ahora, la que se acababa de tomar… se estaba convirtiendo en aquello en su interior.

(Estoy… bebiendo sangre)

La forma no importaba, por el hecho de estar bebiendo sangre… ya era un monstruo.

Fuuka sacudió la cabeza para librarse de aquella extraña oscuridad que se estaba apoderando de ella.

- ¿Estás bien? Será mejor que hoy no vayas a clase. Ya me encargaré yo de decírselo al profe, tranquila.

- No, no… descansaré un poquito e iré en seguida. Dile sólo que me retrasaré un poquito.

- Vale, como quieras… pues yo me voy ya, ¿Eh? Pero no hagas sobreesfuerzos— Pidió Kanae con cara de preocupación, mirando a su amiga. Quería quedarse allí, cuidando de ella, pero tuvo que salir corriendo al oír la campana de inicio de las clases.

Tumbada en la cama, Fuuka respiraba aceleradamente. Era raro. La pastilla estaba tardando más de la cuenta en hacer efecto.

- Ya no tengo tiempo… tengo que ir a la escuela… Aunque sea sólo un poco, quiero llevar una vida normal…

Si tan sólo pudiese contarle a Kanae la verdad…

Pero no podía. Los humanos normales no podían saber de la existencia de los vampiros. Si se lo dijese, seguro que nunca más podría volver a tener una vida normal. Además, si Kanae se enteraba de el destino de Fuuka, quizá se vería arrastrada al mismo sufrimiento que ella. No quería arruinar la sonrisa de Kanae, aquella que tanto le gustaba.

Así que… lo ocultaría. Y cuando cayese al nivel E… sencillamente desaparecería de su vida sin más. Aquella era la conclusión a la que Fuuka llegó.

- Lo siento, Kanae… lo siento…— Susurró Fuuka, mordiéndose en silencio el labio inferior.

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* * *

Al caer la noche, y tras comprobar que Kanae ya se había dormido, Fuuka se dirigió al Dormitorio de la Luna. Aquél edificio que reflejaba la esplendorosa luz de la luna… el hogar de los vampiros.

Nunca había imaginado que llegaría a ser invitada a aquél lugar. Al llamar a la puerta, en seguida apareció Aidou.

- Aah, eres tú. ¿Pastillas?

Con un gesto inexpresivo, completamente distinto al suyo de siempre, asintió.

- En seguida te las traigo. ¿Quieres entrar?

- Mejor me quedo aquí.

- Como quieras. Espera un momento, pues.

Y pensar que aquél había sido un lugar tan divertido para ella… y aquél día, sólo el hecho de dirigirse hacia allí le había dado angustia. Ya no quería ver la cara de Ichijou, ni la de nadie. No quería ver aquella faceta fría, oculta tras la máscara de amabilidad.

Aidou también formaba parte del equipo de investigación, pero había decidido creer en él. Sólo en él, pues era el único que había sido sincero con ella.

- Con esto supongo que tendrás para un tiempo.

Al tomar el montoncito de pastillas con la mano, pronunció unas pequeñas palabras de agradecimiento.

- Muchas gracias…

- Oye, no te encuentras bien, ¿Verdad? Tienes un color de cara…

- No me pasa nada. Además, me estoy tomando las pastillas con regularidad…— Se apresuró en dibujar una sonrisa en su rostro.

- ¿Sí? Bueno, entonces bien. Pero si algo cambiase, ven a decírmelo, ¿Eh?

- Vale. Ah, y por cierto… muy pronto es el día de Saint Chocolate…

Puesto que vio que Aidou se dio cuenta de que ella no iba a aguantar mucho más, decidió decírselo sin más.

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- ¿Eeh? Sí, bueno… es verdad que hay un día de esos…

- ¿Qué chocolate te gusta, el amargo o el dulce?— Preguntó al recordar que había acordado consigo misma el entregarle a Aidou un chocolate de agradecimiento.

Pese a que, en el momento en que lo decidió, no sabía cómo iban a volverse las cosas… En lo que habían parecido instantes, el destino de Fuuka había cambiado drásticamente… y se había teñido de rojo.

- Ah. Bueno… el dulce me gusta, pero tampoco demasiado. Si es muy empalagoso, no me apasiona… acaba teniendo mal sabor, ya sabes.

- Ya veo…

(Y pensar que yo me colé en este dormitorio por el día de Saint Chocolate…)

Y se encontró con Kaname en el jardín. Entonces comenzó todo…

Era algo bastante reciente, y sin embargo lo tenía grabado en la mente como un recuerdo muy, muy lejano.

- Vale. Es que pensaba regalar chocolate aquél día.

- ¿Eh? ¿Pero de qué hablas?— Dijo encogiéndose de hombros, al oír unas palabras de Fuuka que no era capaz de comprender del todo. — ¿No estarás pensando en dármelo a mí, no?

- Claro que no. Quiero dárselo a Kuran-sempai— Dijo sacándole la lengua al chico que, al oír sus palabras, puso una visible cara de enfado. — Bueno, pues nada… ¡Me esforzaré!

- No voy a permitirte que se lo des a Kaname-sama. Te detendré tantas veces como haga falta.

- Muy bien, ¡Acepto el reto!— Rió divertida. Por un momento, parecía que volvía a ser la de siempre.

Aidou, apartando la mirada, intentó no pensar en la tragedia que le esperaba a aquella chica.

Acompañó a Fuuka hasta la puerta. Una vez ella hubo regresado al dormitorio, Aidou se encontró con Kain.

- Akatsuki…

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- Ella es un sujeto de experimento, hasta el final— Dijo con frialdad. No parecía acusar a Aidou de nada, pero tampoco defenderle. Sencillamente, parecía estar limitándose a recordarle la realidad. Con sus palabras, le estaba advirtiendo que no se implicase demasiado sentimentalmente.

- Ya lo sé, maldita sea. Eso es evidente— gruñó malhumorado, entrando en su habitación, dejando atrás a Kain con la palabra en la boca. Exhalando un suspiro, susurró:

- Nosotros somos… los que la observamos. No podemos mezclar nuestros sentimientos en esto. Si lo haces… no sólo va a ser doloroso para ella, sino para ti también. Hanabusa… ¿Es que no te das cuenta de eso?

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VI

- El menú de hoy es un cocido lleno de verduritas cocidas a mi estilo; Una salsa aromática con pescado blanco a mi estilo, y un filete con espinacas y ajo picado a mi estilo… Eh, Yuuki, Zero… ¿Me estáis escuchando?

En la sala privada del dirección de la Academia Cross, la invariable voz cargada de optimismo del director retumbaba como siempre.

La hija del director, que cursaba tercero de secundaria, Yuuki, contemplaba, después de cenar, por la ventana que daba al edificio de la escuela.

- Kaname-sama… Ahora debes estar en clase…

Era una persona infinitamente sabia. ¿Qué clase de cosas estaría estudiando…? Para Yuuki, eso era algo muy intrigante.

La clase nocturna buscaba el camino para que los humanos y los vampiros pudiesen convivir en paz, así que en la academia se educa a vampiros jóvenes a ser moderados y sensibles. Aquél era el ideal del director. Un proyecto que había iniciado apenas unos años atrás.

En la clase nocturna no había ni secundaria alta, ni cursos universitarios… Sencillamente estudiaban durante un tiempo indefinido, llevando a cabo una educación de alto nivel. Los vampiros viven muchos, muchos años más que los humanos, así que no tenían por qué adaptarse al corto tiempo del que estos disponían.

- Además, ahora, se están desarrollando esas pastillas que sustituyen a la sangre, por lo que no tendrán que morder a nadie. Han venido unos alumnos excelentes, así que estoy ansioso de ver los resultados.

Al oír las palabras del director, Zero le lanzó una mirada afilada, irritado.

- Menuda tontería— Gruñó. —Esperar que esos monstruos sedientos de sangre cambien sus costumbres…

- ¡Zero…! No digas esas cosas…— Le riñó Yuuki, y Zero le apartó la mirada con un gesto molesto. Recogió en silencio los platos de la mesa y desapareció sin decir nada.

- Voy a fregar los platos…

- Oye, Director… ¿ Crees que Zero estará bien? …Me pregunto si no se negará a entrar en la secundaria alta…— Murmuró Yuuki, preocupada, mirando al director.

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Zero era un año mayor que Yuuki, por lo que ahora debía estar en primero de secundaria alta. Sin embargo Zero, entonces, no parecía tener mucha intención de hacerlo.

El motivo por el que no quería hacerlo estaba muy claro, tanto para Yuuki como para el Director. Sencillamente no quería verles la cara a los alumnos de la clase nocturna.

Los alumnos de la clase diurna y nocturna vivían separados, pero usaban la misma escuela. Zero odiaba a los vampiros hasta el punto de no querer mezclarse con ellos ni siquiera de esa manera.

Ese era el motivo.

(La familia de Zero, fue asesinada por un vampiro malvado…)

Comprendía esos sentimientos. Cualquiera podía imaginar que si sus seres queridos fuesen asesinados, odiaría a aquél que les hubiese arrebatado la vida. Eso era absolutamente natural.

Pero aun así…

(No hace falta que odie incluso a Kaname-sama… Kaname-sama es bueno)

El vampiro que le salvó la vida.

Aquél que siempre era amable y dulce con ella.

No importaba, sin embargo, cuántas veces repitiese las palabras “También hay vampiros buenos”; Zero no parecía estar dispuesto a aceptarlas ni lo más mínimo.

(Bueno, el año que viene, cuando entre en la secundaria alta… ¡no importa cómo, pero conseguiré que Zero entre conmigo!)

Yuuki, haciendo en silencio un gesto de guerra, cerró las cortinas de la sala.

* * *

Aquella noche, tres días más tarde del incidente de la ciudad, Fuuka se había acostado bastante más pronto de lo normal. Estaba pálida, exhausta en su cama.

(Me encuentro mal… y no consigo que se vaya este malestar… ugh…)

Se sentía enferma desde la mañana, así que procuró no hacer sobreesfuerzos. Normalmente, cuando caía la noche, solía encontrarse mejor, pero aquél día no

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lograba deshacerse de aquella sensación, por mucho que el sol ya se hubiese ocultado. Más bien, cada vez se sentía peor.

(No estoy mareada, pero… será mejor que me tome las pastillas)

Sacó el pequeño pastillero y, muy despacio, se levantó de la cama. Fuuka estaba en la ducha. Si se concentraba, podía oír el energético fluir del agua. Parecía que su amiga aún iba a tardar un poco en salir.

Haciendo un gran esfuerzo, logró comenzar a caminar. Hasta el cuarto de aseo no había una distancia muy considerable, pero aun así, sentía que le pesaban demasiado las piernas, por lo que, para ella, aquella separación le parecían kilómetros enteros. Su visión se nublaba poco a poco.

Poco a poco fue perdiendo la visión, y el sonido de la ducha se hacía más y más lejano… hasta el punto en que perdió completamente la capacidad de saber si seguía de pie o si estaba sentada. Los brazos y las piernas se le helaban, y el corazón comenzó a latirle muy rápido, de una forma desagradable.

(Soco-rro…)

Justo antes de que perdiese el conocimiento, Kanae salió de la ducha.

- ¡Ya he acabado! Te toca. ¿Cómo te encuen-…— Kanae, encuelta en la toalla de baño, vio a Fuuka tendida en el suelo. — ¡Fuuka! ¿Estás bien?

- S-sí…

- No estás nada bien, maldita sea. ¡Estás pálida! ¿Dónde tienes la medicina?

Con la mano temblorosa, Fuuka le mostró el pastillero que llevaba en la mano.

- Voy a buscarte agua, ahora mismo vuelvo. — Regresó en seguida con un vaso y, sosteniendo a Fuuka, le ayudó a meterse una pastilla en la boca. — Fuuka, es la pastilla, bébetela. ¿Me oyes?

Sintió una agradable sensación. Con los sentidos nublados, a Fuuka le llegó un aroma dulce y cálido. Un aroma… que la atraía, que la llamaba.

Abrió los ojos de repente, y lanzó una mirada vacía a su amiga.

(Ah… es el olor de Kanae…)

No era el olor del champú o del perfume. Era… algo que le hacía retorcerse de hambre. Ese olor.

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- Oye, incorporándote así de golpe… ¿Ya estás bien? Venga, tómate una pastilla más, por si acaso.

Mirando hacia todos lados, Fuuka buscaba el origen de aquél dulce olor.

Con el pelo húmedo y recogido, la piel de Kanae quedaba expuesta. Blanca, suave… tan pálida que transparentaba… sus azuladas venas. Aquellas venas que se movían a cada pulsación.

Palpitantes…

El corazón de Fuuka comenzó a latir al mismo ritmo que el de su amiga.

Parecía… delicioso. Extremadamente… delicioso.

Tragó saliva bruscamente. Tenía sed. No estaba satisfecha sólo con aquellas pastillas. Además, habiendo algo mucho más delicioso que las pastillas justo frente a ella…

- ¿Fuuka? ¿Me estás escuchando?

Al poner aquella expresión poco habitual en ella, incluso Kanae comenzó a notar que algo extraño ocurría.

Poniéndose de rodillas, Fuuka sujetó con fuerza a Kanae por los hombros.

- ¡Au!

Tenía una fuerza extraordinaria. Kanae turbó el rostro, asustada, mirando a su compañera de habitación.

- Fuuka, aquí pasa algo raro. Tienes los ojos rojos, y en la boca… ¡¡¡Aaaah!!!—La voz asustada se convirtió en un grito de horror.

En el instante siguiente de sentir una aguda punzada de dolor, vio que la cabeza de su amiga estaba posada sobre su cuello. O no… o estaba haciendo otra cosa…

- Fuu… ka…

De la boca de Fuuka sobresalían dos blancos colmillos, que perforaron su cuello, certeramente, sobre la vena. Parecía que estaba comenzando a sorber… su sangre. El sonido de la garganta de Fuuka, tragando con furia, podía llegar incluso a los oídos de Kanae.

( DeLiciOso… SenCiLLaMeNtE DeLiCiOso… QUiErO mÁS… MáS…)

Fuuka estaba completamente fuera de sí. En aquella sala no había más que un vampiro… y su comida. No había amigas, ni compañeras de habitación. Sólo estaba el depredador… y la comida.

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El vampiro del interior de Fuuka se embriagaba del sabor de la sangre, que probaba por primera vez desde que nació. Todavía tenía hambre. Todavía no estaba satisfecho.

Quería más.

Kanae, que se quedó sin fuerzas, era sostenida por los firmes brazos de Fuuka. El alma se le teñía de un rojo profundo, de un carmesí intenso. Completamente perdida en su satisfacción, Fuuka había perdido el sentido completamente.

No sabía cuánto tiempo pasó hasta que volvió a recobrar la consciencia. Al sentir un frío extraño en la piel, abrió los ojos.

(¿Eh? ¿Qué hago aquí…?)

Tumbada en el suelo, se dispuso a levantarse cuando vio que, junto a ella, Kanae estaba inconsciente, blanca como el papel, como si no le quedase sangre en las venas. Tenía los ojos cerrados, inerte, y el pelo todavía húmedo. No parecía que hubiese pasado tanto tiempo desde que había salido de la ducha.

- Kanae, ¿qué te pa…?

Al tocar sus mejillas, las sintió heladas como el hielo. Fue entonces cuando se fijó en los dos pequeños orificios que su amiga tenía en el cuello. Parecían, sin duda alguna, la marca de los colmillos de un vampiro…

(¿Un… vampiro…?)

Fuuka se tapó la boca con las manos.

- N-no puede ser… ¿H-he sido yo? ¿Yo he hecho esto?— Comprendió en seguida que así era.

Se miró las manos, que todavía estaban pegajosas, impregnadas de un fluido rojizo. Al fijarse mejor, vio que también había sangre por todo el suelo.

(Lo he hecho yo…)

- Kanae, ¡Lo siento! ¿Estás bien? ¡Despierta!— Gritaba sacudiendo el cuerpo inerte de su amiga. Al balancear el cuerpo, la sangre fluía todavía de su herida abierta.

(MáS… mÁs… MíraLa, QuÉ DuLce y DeLiCiOSa…)

Aquél aterrador e implacabe deseo comenzó a resucitar.

Se había bebido la sangre de Kanae.

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La de su mejor amiga.

Había bebido… la sangre de un humano.

- ¡¡¡Kyaaaahhh!!!!

* * *

Llamó a la puerta frenéticamente, y Aidou, que estaba en la planta baja, abrió la entrada principal con un gesto molesto.

- ¿Qué te pasa ahora? Mira que eres escandalosa… Pero si ya te di las pastillas…— El hermoso rostro de Aidou se fijó en el de la chica, arqueando una ceja. Olía a sangre. — Eh, ¿Qué has…?

Con la ropa cubierta de sangre, Kanae le miraba asustada.

- S-sempai… yo… yo… a Kanae…— Quería explicárselo desesperadamente, pero los sollozos le impedían pronunciar palabra alguna.

- Has bebido la sangre de alguien…

- L-la de… Kanae… ¿Qué voy a hacer? No sé… no sé si está muerta, no se mueve… ¡No se mueve!

- ¿Kanae? ¿Tu compañera de habitación?

Con las lágrimas brotándole de los ojos, Fuuka asintió con la cabeza.

- ¿Y las pastillas? ¿Es que no te las has tomado?— Dijo, agarrando violentamente a Fuuka por los hombros.

- ¡Me las he estado tomando! Siempre, sin falta…

- ¿Entonces, por qué…?— El gesto de Aidou se congeló de golpe — Podría ser que… ¿Te has acostumbrado a los efectos?

El cuerpo suele habituarse a los fármacos, y con el tiempo el efecto va desapareciendo. Quizás al principio sí que funcionaba, pero con el tiempo, Fuuka se había ido inmunizando al fármaco… de la misma forma que los virus se hacen resistentes a los antibióticos, y estos dejan de funcionar.

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- Ha perdido el efecto en ti…— No podía haberlo predicho. Era la primera vez que probaban aquellas pastillas, así que el resultado era algo absolutamente impredecible. — Esto no me gusta nada…

Si se quedaba allí mucho rato más, el resto de los alumnos de la clase nocturna iban a percatarse del olor a sangre. No podía quedarse ahí con Fuuka por mucho más.

- Ven a mi habitación. — Dijo, haciéndole entrar con la intención de llevarla hasta allí. Fue entonces cuando Shiki e Ichijou bajaron las escaleras del lobby.

- Espera, Aidou. Lo que le ocurra también es asunto nuestro, no sólo tuyo. No queremos que tengas que ocuparte tú de todo. — Pronunció Ichijou, lanzando una mirada de preocupación a la chica.

- Ichijou…— Aidou, se puso frente a Fuuka, como si la defendiese. La chica caminaba encogida, muy lentamente.

- De todas formas, lo más urgente ahora es lograr que se calme— Ichijou dirigió la mirada al oculto rostro de Fuuka. — A tu amiga todavía le quedaba algo de aliento, Fuuka, está viva. Ruka y Kain han ido para allá hace un rato, y nos han informado.

- Kanae…

(¡Está viva!) Sintiendo que se quitaba un gran peso de encima, Fuuka rompió a llorar de alivio.

- Menos mal, menos mal… Pensaba que había matado a Kanae… ¿Pero… cómo han llegado ellos dos…?

Aidou frunció el ceño y miró a Aidou, nervioso.

- La verdad es que… ayer te estuvimos observando todo el tiempo…— Confesó.

- ¿No queríais dejarme toda la faena a mí?— Preguntó Aidou.

- Es que ayer… Kain me dijo que tú no estabas siendo del todo… “objetivo y distante” en este asunto… Y Shiki me contó lo que ocurrió en la ciudad… así que decidí que esta vez sería mejor hacerlo sin ti.

Aidou se mordió el labio, con un gesto claramente molesto.

- Bueno, como decía antes… tu amiga está viva, pero ha perdido mucha sangre. Será mejor que haga reposo durante unos días…

Al oír aquello, Fuuka, que había logrado calmarse un poco, se estremeció.

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- Soy… soy horrible… No creo que pueda volver a ver a Kanae…— Murmuró, desmoronándose de rodillas en el suelo. No sólo había bebido la sangre de su amiga, sino que además había estado a un paso de matarla. — No sé qué debería hacer a partir de ahora…

No creía que pudiese librarse jamás del peso del pecado que había cometido. Ichijou comenzó a hablar pausadamente para calmar a Fuuka, que parecía desesperada.

- Hemos borrado los recuerdos de tu amiga, así que no te preocupes. Ahora creerá que resbaló al salir de la ducha, nada más.

- Eeh…

- ¿A ti también te borraron los recuerdos cuando tuviste ese accidente, verdad? Es lo mismo.

- Pero…— La imagen de Kanae, tumbada en el suelo y rodeada de su propia sangre volvió a grabarse en las retinas de Fuuka. — Pero no puedo volver con ella nunca más. Podría volver a ponerla en peligro, y yo no…— Por el bien de su amiga, o por el suyo mismo, había decidido alejarse de ella.

Porque, si continuaba a su lado… el momento en que cayese al nivel E, seguro que acabaría con la vida de su amiga.

- Bueno… tienes razón. Quiero decir… cuando caigas al nivel E, te convertirás en un monstruo sediento de sangre, sin límite ni consciencia alguna. En el fondo… tu decisión me parece sabia. — Confesó Ichijou, clavando su segura mirada en la temblorosa chica. — Ese momento se acerca, así que… será mejor que te mantengamos en una especie de… aislamiento, hasta entonces. Te quedarás con nosotros, bajo nuestra constante vigilancia, y evitarás tener contacto con el mundo exterior… mientras te degradas poco a poco.

- Eso es, en otras palabras…

- Sí, esperar la muerte en soledad— Shiki abrió la boca por primera vez. Se mordió la punta del dedo, y en el momento en que parecía que una gota de sangre iba a resbalar por su mano, de ésta se formó un fino látigo que se enredó alrededor del cuerpo de Fuuka.

- ¡¡Aahh!!

- ¿Shiki, qué demonios haces?— Tras el grito de Aidou, Ichijou contestó en lugar del chico que manejaba aquél látigo de sangre.

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- Me da pena, pero… tenemos que mantenerla atada. La velocidad a la que se está degradando es alarmante. No podemos permitir bajo ningún concepto que salga de estos muros, y mucho menos que ponga un pie en su dormitorio.

- ¡Pero eso es..! Ella… ¡Ella todavía no ha caído al nivel E!, además, no hemos estudiado los beneficios de las pastillas, puede ser que podamos detener su avance…! — Exclamó Aidou, apretando los puños con fuerza. Tanta, que Fuuka podía observar cómo temblaban.

(Aidou-sempai…) Le dio la sensación de que le oprimían el pecho con fuerza. (De verdad… de verdad está intentando salvarme…)

- Entiendo cómo te sientes. Pero aun así… ¿Comprendes también que en su estado no puede volver a la escuela, verdad?

- ¡Ya lo sé!, pero…

- Aidou. Déjalo ya…

Con el sonido de aquella voz, de repente, el ambiente del lobby se tensó. Nadie se había percatado de su llegada, pero al aparecer, se hizo el silencio absoluto en la sala, y todos dirigieron la mirada a la figura que descendía las escaleras.

- Kaname…

- Presidente Kuran…

- Sentimos mucho haber hecho tanto ruido — Aidou, relajando la expresión, le dedicó una formal reverencia.

- No importa. Pero… ¿Qué te ocurre, Aidou…? — La mirada de Kaname se fijaba en la del chico, a pesar de que su expresión daba a entender que no necesitaba ser informado.

- Ella… ella ha creído en mí, y se ha estado tomando las pastillas… y yo ahora… no puedo traicionarla, no puedo…— Quedándose poco a poco sin palabras, se mordió el labio y agachó la cabeza. Sabía que mostrar esa actitud frente a Kaname era descortés, pero no podía evitarlo.

Al presenciar la escena, Kaname continuó hablando.

- Entiendo. Dejo entonces a la chica a tu cuidado.

La mirada de Ichijoy y Shiki se crispó.

- ¡Kaname! Pero eso…

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- Ya está bien, Ichijou, Shiki.

- … Sí, señor.

Mientras Kaname volvía a ascender las escaleras, Shiki mantuvo todo el tiempo la cabeza agachada, y Ichijou asintió en silencio.

- Bueno, vamos fuera— Anunció Aidou, y, tomando a la chica del brazo, comenzó a arrastrarla.

- Qué frío… — Murmuró, cayendo en la cuenta de que había salido solamente con el pijama puesto.

- Ponte esto — Dijo entregándole a la temblorosa chica su jersey.

- Muchas… gracias…— Agradeció, colocándose la prenda impregnada del calor de Aidou.

Caminaban por el jardín cubierto con la oscuridad de la noche. Al otro lado del muro, a lo lejos, podía verse el Dormitorio del Sol. Apenas podía apreciarse una parte del edificio, pero la visión fue suficiente como para hacerle sentir una extraña añoranza.

(Ya nunca más podré volver allí…)

Era como decir… que nunca más podría volver a su hogar.

Desde que había entrado a aquella academia, cada día había sido divertido. No había tenido tiempo de echar mucho de menos a su familia, pero…

(Ahora me hubiese gustado llamarles de vez en cuando, por lo menos…)

Sabía que si ahora les llamase, no podría detener las lágrimas. Y la decisión de no hacerlo… se le clavaba en el pecho como una afilada espada.

Con tal de disipar su arrepentimiento, abrió la boca, dispuesta a hablar.

- Aidou-sempai.

- Dime— Respondió dándose la vuelta. Sus ojos, que brillaban incluso en aquella oscuridad, por algún motivo, no le daban miedo alguno a Fuuka. Porque era él, era Aidou, el único que la había salvado, el único a quien tenía a su lado.

- Tengo… un favor que pedirte.

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- Bueno, oigámoslo.

Llenándose de valor, aunque un poco temerosa, Fuuka comenzó a hablar.

- Mientras yo siga siendo yo…— El viento nocturno sopló con fuerza, haciendo que las copas de los árboles se balanceasen. El aire era húmedo y pesado; parecía que fuese a llover de un momento a otro.

Aunque, en cambio, el aire que les rodeaba a ellos dos estaba impregnado de una magia extraña, una sensación distinta.

En un silencio casi tenso, Fuuka no sentía más que una extraña emoción. Era el momento. Justo en aquél momento, no iba a dejar que nadie le interrumpiese. Su humilde deseo debía poder cumplirse, seguro. Si en aquél mundo no había cabida siquiera para su pequeña petición, entonces era un mundo demasiado horrible, que no le importaba que fuese destruido.

No le importaba ya que la acusasen de egoísta, de arrogante… Porque ya no podía sentirse atada a nadie, ahora ya… sólo podía pensar en sí misma.

Porque aquél era su último deseo.

- Por favor, mátame… con tus propias manos.

Los ojos de Aidou se abrieron con sorpresa.

- ¿Pero qué dic-…?

- Ya lo he decidido— continuó, clavando su mirada en las azules pupilas del vampiro.

Ya no iba a achicarse, ya no tenía miedo. Sencillamente… no tenía tiempo para eso.

- Hasta que caigas… ¡Todavía queda tiempo! Mejoraremos los componentes de las pastillas, ¡Así que no digas eso!— Exclamaba nervioso.

Pero la firme mirada de Fuuka seguía clavada en él, sin temblar ni un poco.

- Lo siento, pero ya me he decido.

Aidou chasqueó la lengua.

- He estado a punto de matar a Kanae. No quería que fuese así, y sin embargo, he sido incapaz de controlarme a mí misma.

- Si bebes la sangre del vampiro que te mordió todo se solucionará, incluso puedes beber la mía…

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- No, no hace falta…— Interrumpió las palabras de Aidou, que intentaba alargar la conversación. Como si tuviese esa opción. Como si en realidad, tuviese forma de hacer eso. Aidou sólo estaba intentando convencerla para conseguir algo más de tiempo, pero las posibilidades reales de que aquello ocurriese… sencillamente no existían.

- No quiero ser un estorbo para ti mucho más de lo que ya lo he estado siendo. Además… no me queda tiempo. Lo sé, lo siento en mi interior. Poco a poco… la persona que soy va desapareciendo.

(QuIeRo…SaNGrE… QuieRO… TeNGo Sed…. QuIeRo…SaNGrE….)

El vampiro que llevaba en su interior se revolvía, intentando salir. Sabía que si dejaba de concentrarse, aquella consciencia suya tomaría el control en cualquier momento.

- Si eres tú quien me mata, no me importa morir…— Sonrió. Recordaba las palabras de Shiki, “morir en soledad”. — Si caigo al nivel E… dejaré de ser yo, para pasar a ser un monstruo… todo eso después de haber sido aislada, de haber sucumbido… Sé que voy a morir de todas maneras, pero… no deseo ese final. No de esa manera.

Aidou clavó la mirada en el rostro de Fuuka, con una dolida expresión. Así que ella era esa clase de persona. Sólo por su amor hacia Kaname, había sido capaz de saltar un muro. Una persona a la que no importaba saltarse las reglas… Una chica que parecía querer pasarlo bien siempre, alegre, divertida, y parlanchina como un pajarillo. Aquella chica que al principio le parecía tan estúpida, tan absurda. Aquella chica que se llamaba Fuuka.

(Ya veo… en el fondo es un chico serio… y algo inocente…) Pensó, y en aquél instante cayó en la cuenta de algo.

- Cuando caiga al nivel E… los vampiros nobles como vosotros me daréis caza, ¿verdad?

Ellos eran “Los que se encargaban”.

Fuuka era… “Aquella de quien debían hacerse cargo”.

Si así era…

- Déjame, entonces, elegir quién quiero que me de caza.

- …

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No había ni una pizca de duda en los ojos de Fuuka. Miraban fijamente al vampiro frente a ella, con intensidad.

- Sólo tú… has estado a mi lado hasta el final, y has sido mi único aliado. Quiero que seas tú quien me mate. No quiero morir a manos de un vampiro desconocido.

No quería llorar frente a él. Sólo delante de él, hacía todo el esfuerzo que podía para mantenerse firme. No sabía si él no terminaría olvidándose de ella algún día, pero....

(Tengo que sonreír hasta el final. Quiero que me recuerde con una sonrisa en la cara)

- ¿Por qué yo? ¿Es que no te das cuenta de que hasta ahora te he estado utilizando?

Fuuka posó su dedo sobre los labios de Aidou, interrumpiendo sus palabras.

No quería oírle decir nada más. En aquél momento, ella… ya era muy feliz. Así que no quería que dijese nada, ni una palabra más.

- No te odio. — Sonrió. Una sonrisa leve, casi imperceptible, casi transparente. Tanto, que parecía poder disiparse en cualquier momento. Una sonrisa que dolía en el fondo del corazón.

Desde el principio, había tenido claro que no quería caer al nivel E. Se resistía a hacerlo de una forma casi testaruda, insistente. No quería ser un monstruo. De ninguna manera.

Y sabía el modo de que aquello no sucediese.

- … Entiendo — Aidou aceptó.

Su habilidad especial…. El hielo.

En aquél silencioso jardín, bajo la luz de la luna, el aire comenzó a enfriarse.

Aidou tomó la mano de Fuuka y, sosteniéndola, hizo aparecer en ella una afilada espada de hielo.

- Así… está bien…— Abrazando el cuerpo de Fuuka con una mano, la miró con una cara llena de amabilidad.

Con los ojos cerrados, ella sonreía. Era una sonrisa calmada, profunda.

Deseaba que, como mínimo, no sufriera.

Con ímpetu y de un solo golpe, Aidou clavó el afilado hielo en el pecho de Fuuka.

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- Ugh…— El rostro de la chica se estremeció. El frío se extendía por su cuerpo, atravesando al monstruo que llevaba dentro, congelándolo todo… Algo que, para ella, era la salvación final.

- Aidou-sempai… ¿Puedo preguntarte… una última cosa…?

- Claro…

- ¿Qué pensarías si te dijese… que te quiero?

- ... — El rostro de Aidou empalideció con una expresión de amargura.

- Jeje… eres demasiado sincero…

- Lo siento…

- No importa. Yo… yo… te quiero, sempai. Y es por eso… que soy feliz de poder morir en tus brazos…— Sonrió de nuevo, con un agradable sentimiento, una plena paz interior.

Con sus últimas fuerzas, posó sus ya gélidos dedos sobre la cálida mejilla del vampiro.

(Qué cálido… a pesar de ser el vampiro de hielo… es tan cálido…)

- Fuuka…— Al oír a Aidou pronunciar su nombre por primera vez, le invadió un enorme sentimiento de felicidad. Aquella vez, sonrió desde lo más profundo de su corazón. Aquella sonrisa inocente…

(Gracias, sempai…)

Movió los labios, pero su voz no pudo formar aquellas últimas palabras. La mano que posaba sobre la mejilla de Aidou fue cayendo lentamente, perdiendo la fuerza… a la vez que sus ojos se cerraban poco a poco, hasta parecer dormida. Su rostro reflejaba placidez, felicidad…

Su último deseo se había cumplido.

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Allí, arrodillado, sin moverse… Aidou dirigió la mirada a sus brazos. La Fuuka que debía estar abrazando se había convertido en polvo. Su cuerpo, su sonrisa… había desaparecido para siempre.

Sólo quedaba… frío.

- Yo…

El polvo que quedaba en sus manos se escurría entre sus dedos, disipándose en el viento.

Pronunció entonces sus palabras de despedida.

- Un vampiro ex-humano… yo… creí que podría salvarte…— Se odió a sí mismo por su poca fuerza, por lo débil que había sido.

Comparada con la de un vampiro, la vida de un humano era un instante. Ínfima, insignificante… pero la vida de Fuuka… había sido incluso más corta.

Aun así, su pérdida le hacía sentir aquél terrible dolor, una punzada aguda, como si le clavasen una estaca en el pecho.

Momentos después, se levantó del suelo, dirigiendo la mirada al vacío. En algún momento, sintió las lágrimas resbalar por sus mejillas.

Sus ojos de vampiro miraron al cielo, cubierto por las nubes. Esa mirada era su plegaria a los caídos, su oración, colmada de dolor.

- Yo… no volveré a mezclarme con vampiros ex humanos. Ellos y nosotros somos… diferentes. Ya lo sabía, y aun así…

Había colaborado con la investigación sobre las pastillas de sangre. Quizá, igual que aquella vez, le tocaría participar en alguna futura investigación. La perdición de Fuuka la había provocado algo que para los vampiros nobles era un deber, un trabajo obligatorio. Si tanto era así… ¿Por qué sentía aquél vacío en el pecho, tan grande que casi sentía el frío viento de la noche atravesarle? ¿Qué era ese extraño sentimiento que tenía clavado?

Del cielo nublado, comenzó a caer la lluvia, pequeña, fina, que pronto se tornó más intensa, empapando el cuerpo de Aidou. Aquella lluvia que parecía no tener fin provocaba, desde luego, la sensación de que el cielo lloraba junto a él.

(Que llueva, entonces…) Pensó sin moverse, dejándose empapar por las gotas que caían del cielo.

Ojalá el agua se llevase consigo aquella infinita tristeza. Al recuerdo de Fuuka no le quedaba bien una lluvia así. Lo que a ella le pegaba era un brillante e intenso sol, y

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una profunda sonrisa. Cosas que no casaban para nada con un vampiro. Eso, eso era lo que quería para ella.

- Adiós, Fuuka…— Abrió los puños que había mantenido cerrados con fuerza hasta entonces. La última partícula de polvo que quedaba en sus manos, fue arrastrada por el agua… hasta desaparecer.

Tras ese suceso, en la academia Cross se establecieron los guardianes, que se dedicaron a vigilar severamente la entrada al dormitorio de la luna.

Yuuki Cross.

Kiryuu Zero.

Su historia… iba a comenzar tan sólo un poco después.

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