velasco, rufino. la iglesia de jesús. proceso histórico de la conciencia eclesial

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Rufino Velasco Proceso histórico de la conciencia eclesial EDI'TORIAL VERBO IIlVINO Avdd dc Pamyioiia, 41 31200 ESTELLA (Navarra) 1992

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Jesus ¿Fundador de la Iglesia?Esta afirmación no es tan simple como pudiera parecer a primera vista. Desde luego, en el sentido en que lo ha entendido una amplia tradicion, habría que decir con toda claridad que Jesús no fundo la Iglesia.Desde el Nuevo Testamento no puede decirse que Jesus tuviera desde el principio la intencion de fundar una Iglesia. Más bien hay que decir lo contrario: la preocupación fundamental de Jesús es el Reino de Dios que viene y que llama a la conversion de su pueblo...

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Page 1: Velasco, Rufino. La Iglesia de Jesús. Proceso histórico de la conciencia eclesial

Rufino Velasco

Proceso histórico de la conciencia eclesial

EDI'TORIAL VERBO II lVINO Avdd dc Pamyioiia, 4 1

31200 ESTELLA (Navarra) 1992

César
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Page 2: Velasco, Rufino. La Iglesia de Jesús. Proceso histórico de la conciencia eclesial

Contenido

1. LA IGLESIA E N SUS ORIGENES .................... 11 1. La fundación de la Iglesia 15 2. Las experiencias Sundantes de la Iglesia ......... 21

3. La Iglesia nacieiitc ....................................... 49

11. REALIZACION FilSTORlCA DE LA IGLESIA 89 4. Iglesia en la diáspora ................................... 95 5. Religión oficial del imperio .......................... 117 6. La reforma gregoriaiia ................................. 149

7. Iglesia a la dcfensiva .................................... 187

111. EL VATICANO 11: U N CAMBIO HIS'TORICO 225 8. =Giro copernicanon cn la 1-r~nirn Gentir~m ... 239 9. *Giro cope(-nicanon en la Gnudir~tri r t Sper ... 293

10. Concreciorics del cambio bisrórico conciliar .. 321

Epílogo ............................................................... 443

1 Cubierta: Joié Lr~is Zrirjiga. O Kiifino Velasco -0 Editorial Verbo Diviiio, 1992. I'iinied iii Spaiii. Foro~orii~osición: Conierip, S. L., Plaza de lr>s Fueros, 4. 31010 R.iraiiaiii (Navarra). l rnfi~sióii : Giificas Lizarra, S. L., Ctra. de Tafalla, l<:ii. 1. 31200 Esrella (Navarra). Depósir<i Legal: NK. 444-1972. ISBN 84 7151 782 S

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Introducción

El subtítulo rle c t e libro pretende sugerir la perspectivn fuiid.imen~al dcsde la que está Iicclia esta rellcxióii sobre la Iglesia. Se Iia Iiccho costumbre errcclesiología organiz;irla cii corno a categorías bastanle generales y absrractas, dcsprcndid;is lo iiiás posible de toda co~iraiiiiriación histórica, coii la coiivic- cióri de estar describiendo así la realidad pcreririe e iiiiiiutnblc rlc 13 Iglesia, lo quc la Iglesia iuc en sus orígenes, lo Iia segiildo siciido 3 través de los siglos, y lo será hasta el iiii de 10s ricinpo,.

Desde qne la eclcsiología empezó a ser en cierta medida una rcflcxión autónoma, estuvo centrada, por ejemplo, casi cxclusi- vaiiiente en esta categoría: la Iglesia eiiteiidida como .sociedad pcrfcctan. Siii dilda que esto condicionó protundaincritc su visión de la Iglesia y su contenido teináiico. Pcro a la vez, y esto es lo iinporiaiitc, desde esa categoría pudo nioiitarsc un <<sisle- iiia eclesial,> qiic se coiistiti~yó eii la vcrila~1 pcriiiaiieiite de la Iglesia, en exprcsi6ii iiiiiiut;ihlc de la Izlesia <,de siemprcn.

Cuando inás t~irdc sc pi-ctciide sisreiiiatiz.ir de alguna inane- ra la reflexión sobi-e la Iglesia cii toriio a catcgorías 1115s sigiiifi- cativas, que parcccii cxpi-csai-, dcsdc distiiitas vcrticiitcs, los aspectos 1115s profiiiid~>s de In Iglesia, poi- ejeiiiplo eii toriio a la trilogia pueblo de Dios-ciicrpo dc Cristo-templo del Espíritu, o cii torno a la categoria dc .,sacramcnion, o de ~ c o m u r i i ó n ~ ~ , etc., en el fondo se cst;ín iriiiificaiido en cierta foriiia esas catcgorias, coino categorías aliistóricas quc arrojan invnriablciiicntc, cii cuaiquicr &poca histórica, cl iiiisiiio sigiiiiicndo.

Crco que este prejuicio lia perjudic~do, y sigue pcrjniiic;iii- do, a In cclesiología cii sus plantcaiiiieiitos hisicos. Se liaii olvidado, iio iiiipuiieiiieiite por cicrto, las resoiiaiicias pcciilia- res, las coiiii«taci«iies coiici-eras de csas catcgorías en cada 11117- iiieiiro liisrórico, coino se ha olvidado el uso histói-ico que iic ellas 3c Iia Iicci~o, tan diverso y pluriiorilie, desile los distintos corirmtos hisróricos, sociales y culturales, por los que Iia pasndo !:1 lgIcsi:1.

hli convici.ióii es que si se quiere que esas categorías, u otras

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seiiiejaiites, sirvan para avanzar, no para ditenerse o rcrroceder, rii la coiiipi-ensi6ii de la Iglesia, es preciso srpiiir arrrit.iiiiciiti i i i

/>i-orr,ro hirtiriro. La categoría de <<cuerpo d i Ci-isto*, por rjem- plo, ha significado cosas iniiy diversas a travis d r los siglos, y iii s i i l~~icra ~ i i v o r l niismo significado dentro del Nuevo Testaineii- to, cii los distintos escritos de la tradición paulina. Y es claro igiialiiieiite que el Vaticaiio 11 hace iin LISO histórico iiiuy parti- cular dc la categoría de <<ptieblo de Dios>> conlo puiito de partida de su <<giro coperiiicanox en la manera de eiiiciider la Iglesia.

Es iiecesario, a ini juicio, sumergirse con cierta deteiicióii eii las etapas históricas divrrsas por las que Iia atravesado la Iglesia, sobre todo e11 aquellas rii que apat-ece coi1 más claridad que coiiiportaii un vcrdadcro cainhio histórico en la configuración y en la comprensión de la realidad eclesial, para darse cuenta de que, r n circunstaricias históricas distintas, con 10s mismos con- ceptos y con las mismas palabras se están diciendo cosas pio- fundanieiite divergentes y aun opuestas.

Es decir, e i iiecesario tomarse absolutamente en serio la coiidición histórica de la Iglesia, y la historicidad esencial de toda eclesiologia. Y, en consecuencia, hay que hacer lo posible por evitar el peligro mayor tal vez de toda reflexión eclesio1ófi;- ca: absolutizar lo relativo, io i iv~r t i r eri iaerdad iiiiiiutable de la Iglesia, o eii <<institución divina.>, lo que es fruto de situ? . ciones h. isroricas , . perfectamente ideiitificahles.

En este sentido, la palahra .proceso» de nuestro subtitulo debe entenderse también en su otro significado: procesar, soine- ter a proceso Iiistórico abusos y distorsiones eclesiológicas sus- tanciales por una persisrcnte deshistorización (le la Iglesia, e identificación, al mizirio riciiipo, de la Iglesia coino tn l con sus concretas configuracioiirs Iiistóricas.

A esta perspectiva quiere ser fiel esta obra, y a esta convic- ción ohedrccn las tres partes de que consta:

1. L3 cuestión del origen de la Iglesia es, si11 duda, el tenia básico y el punto de partida insiiztitiiible al que debe volver zieinprc toda reflexión sobte la Iglesia. I'ero es iiiuy diferente abordarlo desde la perspectiva de la junri,~.rió~i purirual de la Iglesia, o desde la perspectiva de las c.xpei-ienri,~.s~~indanres de la niisma.

En esie segundo sentido es evidcnte que cl origen de la Iglesia aparece mucho niás claraiiiente como un acontrciinieiito

hist~5i-ic0, quc irrumpe al interior de una Iiistoria inuy precisade un piiel>lo concreto, y que sigue uii proceso liisiórico iiiuy c»mpIcjo y multiforiiie, dcl que dan testiiiionio todos los escri- ros del I\;ocvo Testaiiieiito. Los desc~~briiiiieiitos, iiiiichas veces sorpreiideiites, de los estudiosos d r Id Esci-itura, referidos al Nuevo Testaiiieiito, nos siiiiiergen cii L I I ~ inuiido iiiuclio iiiás abigarrado y diversificado, incluso aiitagónico, de lo que cs Iiabitiial iniagiiiarse. Y nos i-escrvan seguraniente todavia sor- presas insospechadas, a 1.1s qiie habrá qnc cstar sicn~pre atentos para conijircii<lcr iiiejor me iiiuiido tan lejaiir~ y desconocido cii

que tuvo lugar el oriseii de la Iglesia. Algo que parecerá. siii duda. iiitrascendeiitr para quienes ,tengan un:i visióii iiih o iiienos deshistorizada de la Iglesia.

Lo qne iio Podr5i~acerse, cii cualqiiier caso, :i est;is alturas es reducir el prohleiiia dsl origeii de la Iglesia a unos citanros dalos foriiialcs y exrrnpolacios, referidos casi exclusivainente a una cicrra l»i~iiia clc organización de la Iglesia que pi-ovcndría del iiiisino Jesús. Es cosa ya siificieiitementc probada que de lo ocurrido con Jesús nacieron tradiciones inuy diferenciadas, qiie eiitraroii en serios conflictos iiiias con otras. Estos coiiflictos es~áii nsuiiiidos en el Nuevo l'est;inienro, y foriiian parte de la concreta revelación de Dios qiir loi creyentes vemos y acoge- nios eii esos escritos.

Es claro que tales tensiones conflictivas obedecen, eii buena pai-te, a diversas iorinas de sentirse Iglesia y de coiriprenderse coiiio Iglcsia, y todas ellas iiitcgran lo que sigue sieiido iiorinari- vo para ii»sotros cii rod'i reflexión sobre la Iglesia.

2. Pero esa ii«rrri.itiv.i no agota la realizacióii i i i la coiii- preiisióii dc l a Iglc>ia. Sca lo que fuere del sentido cii qiic la revelacióii quedó cerrada en ese período c ~ i i s t i t u ~ e i i t e dc lglcsia de que liablan los escritos del Nuevo Tcstaiiiento, lo cierto es que la Iglcsia sigue sieiido <~crencióiin del Espiritri n l interior de una liistoria ya casi dos veces iiiileiiaria.

Y, por tanro, que esta historia sigue siciido constructora de Iglesia ,i unos iiiveles dc profuiididaii qiie Iiaii quedado eiicu- biei-ros por una laiga tradicióri en qiie ni) lia ciiirrgido la con-

. . cieiici.1 i i i del carácter liiztórico de la Iglesia i i i de 1.1 bistoricidad constiliiriva de toda eclesiologia.

I'ersiiadida la Iglesia de ser ya uii edificio ~~coiistruido. , , Iiaii quedacio reducidas a proezas individuales o de Srupos aislados, cuando iio reprjiiiidas, iiiuclias experieiicias ci-eyeiites Ilaiiia~las a provocar una rrcoiistruciióii de la totalidad de la Iglesia desde sus iiiás lioiidas raices evtiiigélis.is.

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Son niás iniiovadores y crcativos de 10 quc lia solido creerse los cniniiios por los quc el Espíritu. desde deiitro de In historia, lia ido coiiducieiido a la Iglesia liacia la verdad y hacia su realización completas. Pero niás sujctos tnmbiéii, no se olvidc, a podcres Iiistiiricos, insertos en los mismos ci-eycntes, capaces de verter la Iglesia en iiirildes de este niundo no tan lácilmente conciliables con el cvaiigelio desde el que la Iglesia n ~ i s i i ~ a se define. Una sosa es la conducci6n del Espíritu y otra la fidelidad o irifidclidad de la lglesia a la iiicencióii dcl Espíritu eii c.ida coytintura histórica.

Dentro de esta historia ha liabido. ciei-ranientc, cainliios Iiistóricos decisivos quc ban marcado un rumbo ririevo a la Iglesia y, desde situaciones históricas caniliiantcs; lian supuesto un giro tal en su coiifiguración Iiirórica y en su concieiicia refleja que en ocasiones la han vuelto prácticanicnte irrecoiioci- ble para generaciones cristianas nnteriores. No creo quc pueda darse uii paso eii serio cn eclesiologia siii tener en cucnra las aportaciones nuevas, positivas y negativas, de csos camliios Iiistóricos. H a y que prcguntarse, en esre sentido, .si puedc Iiaher una eclesiologia que no introduzca esencinlinente e11 si inisnia la Iiistoria de la Iglesia..

3. Uii cambio histórico de gran envergadtii-a se ha iniciado, siii diida, coi1 cl Concilio Vaticano 11. Centrado justaiiiciiie en el tenia de ln Iglrsin, cstán todavía por desplegarse siis vil-tiiali- dades inás importarites en la necesidad histórica asumida de encenderse la Iglesia de u n manera nurva a si rni\ina, y de entender de una iiiancra nueva su relación con la Iiisrot<a.

Inmersos aún eii este gran acoi>resin~iento cc1esi:il de la segunda niitad del siglo XX, nuestro desafio fuiidnineiiial sigue siendo la fidelidad al cainbio histórico exprrsanisiite por él. A este terna gravisiino está dedicad2 12 mitad dr cste libro.

Mi coiiviccióri es que, en cl iiionieiito aciiial, esa fidelidacl está seriaiiicnte amenaznd.~. que la infidelidad a In inspiracióri ~ l c fondo del Vaticano 11 seria para la Iglesia, coino se h a dicho certerniileiile, <<una auténtica catástrolen, y qur rsre punto debe scr considerado coiiio u11 vcrdadei-o ,<ni-ticulus staiitis aur caderi- tis tcslcsiaen, coino un punto del que depende cl ser o n o ser dc 13 Iglesia en el futuro.

Pero aquí se trataba úiiicaiiien~e de iiitroducii n la Icctiira del libro. Y para ello con lo diclio b~isca.

LA IGLESIA EN SUS ORIGENES

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Introducción

1. El origen de la Iglesia es sienipre, para la eclesiología, un tcm.3 foiirnl y radical.

Fontal, no sólo porque estudia la fuente de que nació la Iglesia, conio algo que nos remitiría al pasado, sino, sobre todo, porque de esa iuentc la lglesin sigue origiriándosc siempre, y es por tanto tema de siima actualidad eii cualqiiier rnouieiito Iiisró- rico de la Iglesia.

Rurlical, porque alude a las raíces y tuudamentos pucstos desde el priiicipio, desde los que debe creccr y a los que debe volver siempre In Iglesia. En esra perspectiva, nuestro tema es de gran iilterés en n>uclios sentidos: ante todo, cii cuanto que obliga constantcineiite a la Iglesia a uria poda liistórica d i toda fronda que iio se nutra de esas raíces; pero, desde el punto de vista eclcsiológico, su iiitcrés radica principalmeiite cii esio: segúii se parta de una rt>iicepción u otra de esos fundamentos, toda la manera de entender la Iglesia se lanzará taiiilién en una dirccci6ii o en otra, Jaiido lugar así a eclesiologías proiunda- meute diversas.

2. Coiicretnineiite: el origen de la Iglesia puede euteiiderse desde el punto de vista de su /irriducióri, o desde rl punto de vista de las el-perienciazfirririaritex que eiitraron en jucgo en ese aconteciiniento.

E n el primer sentido, la l~ l e s i a npareceri, desde el coiiiienzo, como ~ i i i : i iiistitución fundada por Jesús, organizada por 61 iic una rlcteriiiinada niaiicra, y basada i i i deteriiiiiiadas pcrsonas cuya relevaiicia pi-iiiiera consistirá eii la iuiicióii que van a diseuipeiiar, o en el puesto que van a ociipai~, para la buciia niarclia de la Iglesia.

En el scguiido seiirido, la Iglesia aparecer5 originiiidose en una coinuuidad, srijcio de determinadas experiencias, tan liou- das y origiriales que de ellas surgirá iiecesariaiiieiite esa graii iiovedad Iiisióricn que es l a Iglesia de Jesus.

Eutendei- la Iglesia priuiariaiiiciitc como coinuuidad, o pri- inariaiiiciiie coiiio iiistitucióii, va n depeiidci- cii gran inedida de

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la fornia de dar respuesta a esta cuestión foiital y radical: jrómo se originó la Iglesia de Jesús?

3. Para acceder a este tenia iio renerrios prácticamente otro recurso que el Nuevo Testamento. Pero aquí nos topamos ya con lo sorpreiidente de la cuestión que nos vamos a ~Ianrear : l a Iglesia, por cuyo origeri nos pregnntainos, es anterior al Nuevo Testamento. N o sólo anterior, sino que es la comunidad crea- dora, bajo la inspii-ación de Dios, de todo el Nuevo Tesranieiito.

Lo cual nos coloca, de entrada, ante esia disyiinriva fiiiida- mental: si, para ver cómo se originó la Iglesia, hay que partir dc aigrrnos textos del Nuevo Testarnento que pai-eceiian apunlar niás directamente a esta cuestión, o hay que partii- de ese cúmu- lo riquísimo de experiencias, de las cuales cs piiido rejlejo escrito el Nurvo 'Trsramrnro entero.

De esto dependerá también en gran parte si se eiiriende la Iglesia corno una realidad iundada por Jesús de tina ire7. para sieiiipre, o como nna realidad sienipre origiii.indose de ese abismo experiencial que se puso cn rnoviiiiiento en sus orígenes.

1

La fundación de la Iglesia

1. Tres cuestiones fuiidamentales

El plaiiteamiento tradicional del origeii de la Iglesia se Iia cenirado obsrsivainente en este puiito: cleinostrar la findiición de la Iglesia por parie de Jesús.

Asciica<lo, sin género ilc dudas, el hecho de que Jesús fundó la Iglesia, preocupar1 luego fuiidameiitalnieiite estas dos cosas: ciar coii el actof~ndaciona/ de la Iglesia, y precisar eii lo posible la f i g ~ r a concreta que Jesús dio a su Iglesia, pai-a consignar de una irrz por todas lo que es de origeii divino en la Iglesia fuiidada por él. La respuesta a nuestra cuestión puede sinietizar- se, por canto, en estos tres puntos:

Si sc pi-eguiitn: ¿quién iutidó la Iglesia?, la respuesta es obvia: Jesús, ese hombre que vivió eii Palcstiiia hace veinte siglos, que ociipa el ceutro de todo cl Nuevo Testarneiito, y a quien sus discipulos pi-oclainaron coino el 1-lija de Dios.

Pero cuarido se lee csra respuesta eii un manual cI.isiro de eciesiología, se percibe ciiseguida que esti Iiecha desde este presupuesto: quc Jesús, por ser Dios, sabia desde el pi-iiicipio que tenía quc fundar la Iglesia. Más aún: que, eii deiinitiva, ésa era la gran obi-a p:ii-a l a que Iiabia sido iiiviaJo al niuiido, y aproveclia Iiiego la ocasión iiiás propicia eri sil vida Iiistórica para expresar a sizs discipulos esta coiiciericia, o para darles a conocer sii iiiteiicióii de ,,edificar su Iglesia ...

Por eso. en la rclrsiologi.~ rr.idiciorinl, Iia ocupado uri puesto tan ceiirral y decisivo el texro d r !tlt Ih,l8ss, coiiipletado con otros textos de los ri,aiigclins (Lc 22,32; Jii 21,15-17), en que

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aparecerá la realización de lo que cn Mi se dice cii foi-nia de promesa.

En la esceiia de Ccsarea de Filipo, dcscrira por Mt en ese capitulo 16, iría implicado en sentido riguroso el acto fuiidacio- iial de la Iglesia, coino coiicicncia expresa de lcsús y corno iriaiiifestacióii de sus intcnciories. Una vcz que Sinióii confiesa que Jesús es el inesías, aprovecha éste la ocasióii pkita darle el iioiiibre de ,=roca>>, y proclainar a su vez quc sobi-e esa roca va a edificar su Iglesia.

Con un lenguaje semítico inliy peculiar se describen Ivs poderes siiigulares de Pedi-o en la nueva Iglesia. Pero lo nias iinportante es poder scfialar, como con el dedo, el lugar y el rnomento histórico en que Jesús habla expresamente de la i ~ l i i -

dación de su Iglesia.

c) Figirra concreta de la Igierr,~

Es evidente, en la eclesiologia tradicional, que este puiito es de singular iinportaiicin, en la iiiedida eii que sirve para jiistificar como de origen diuilro la Iglesia de cualquier época, incluida la coniiguracióii liisiórica que la Iglesia Iiaya adquirido eii un inoinento histórico deteriniiiado.

Así, en un manual de eclesiologia, escrito nada ineiios que e11 la segunda mitad del siglo XX, puede leerse todavía que Jesús fundó su Iglesia como una <.sociedad religiosa, exlerna y visible, jerárquica, monárquica, pereniieiiiente duradera, dotada de un magisterio infalible pala ser custodio y maestra de la revelación autéut ica~ '.

D e modo que Jesús fundó su Iglesia estructurándola 'le una manera coiicreta:

- La fundó jerárqi*ica, es decir, lundaiido lo priniei-o el colegio apostólico, el colegio de elos doce^, a a ico- inicnda su inisióii y coniuiiica su «pleiiitud de potestad* (p. 538), que es potestad de regir, enseñar y saiilificar (p. 543s ) ; es decir, insrituyeiido lo primero la autoridad eclesial, a partir de la cual se despliega la totalidad de la Iglesia.

- La fuiidó monárqnica, en cuanto que la roca sohre la que se levanta todo el edificio es Pedi-o, puesto al irente dc los doce, con .primado de jurisdicci<iii~~ sobre toda la Iglesia .sociedad

¡ ' J . Saluvcrri, Dr frr iei i . i a,-irti, en Snciiic ' l ' /~r.oli igi i ic Si<i,iiii<i, 1 (BAC). l Madrid '1958. 513.

1 1

periectax (p. 558s). coirio spriiiier priricipio eficaz de uiiidad y de firmeza,) (p. 570).

- La liiiidó perpeti<.zmeizte duradeni, Ici cual significa, ante todo, que lo fuiidado en Pedro y lo fundado cii los doce debe durar Iiasta cl i i i i dc los iiciiipos. Lo fundad<> eii l'edro se perpetúa a través de stis sucesores, los papas; lo fundadi, en los cloce se perpetúa a través de sus sucesores, los obispos. Así, la Iglesia es jcrárquic~i y moiiárquica hasta el iiii dcl niuiido.

- La fuiidó dotada de r<n magirrwio infiilil>le, es decir, de una forma autorirativa de cnseñar sin posibilidad de erroi-, eii las cosas pertinentes a la revelación auténtica, para podci- ser iiiaestra y salvaguarda de la verdad de la le. Coino este iiiagiste- rio debe dui-ar perenneniente, Jesús fundó en Pedro y en los doce el niagisterio iiifalil>le del papa y de los obispos.

2. Aportaciones criticas

Esie plaiiteainiento hace probleina actualinciitc de niuclias iiiaiieras. Conio es sabido, la critica Iiistórica aplicada al Nucvo Testamento no permite leerlo con la ingenuidad con que se Iia leido durante niuclios siglos, ni permite aprovecliar textos aisla- dos para probar dcterrninadas tesis.

N o vainos a iiietcrnos aquí en los complejos avatares de una critica Iiistórica que Iia pretendido dai- una explicacióii pura- mente histórica del oi-¡gen de la Iglesia. En cste sentido, esta cuestióii guarda un pai-alelisiii« ii<itable con el célebre probleina del je ir is hiitórico, del esfuerzo por irescatarle coiiio pei-sonaje liistórico, al margen de lo q ~ i c Iia proyectado sohi-e él la fe cristiaiia.

Pei-o sí que nos inleresa en este nioiiiciito teiier en cuenta, siquiera suiii:iri:iinente, alguiias aportaciones críticas de la exé- gesis y de la teología a este plaii~enmiento ti-adicional del iciiia qLle nos ocupa.

Esta afirniación no es taii sirnpie coino ptidiei-a parecer a pi-iiiiera vista. Desde luego, eii el sentido eii q u e lo lia entendido una aniplia rradicióii, habría que decir con toda claridad que Jesiis no fuiid6 la Iglesia. Desde el Nucvo Testainenro iio ],uede decirse que Jesiis tuviera drsde el priricipio la iiitencióii de fundar uiia Iglesia.

Más bien Iiay qiie decir lo contrario: 1.1 I>reoc~ipacióri fuiida-

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mental de Jesús es el reino de Dios que viene. y que llaiiia a la convei-sión a su pueblo. Lo que Jesús busca es reuiiir a su pueblo, al piieblo dc Dios que es Israel, eii iorno a la nueva perspectiva del reino de Dios, para que vuelva a ser fieliiieiite el verdadero pueblo de Dios.

En este contexto hay que eiiteiider la t>lstitución dc los doce: Jesús se dirige a la totalidad del pueblo de Israel, al pueblo de las doce tribus. Mientras Jesús proclama y pone en práctica el reino de Dios coii la coiifianza dc que ese proyecto es factible deiitro de su pueblo, ni piensa ni puede pensar cu una Iglcsia nueva, e , ~ un pueblo de Dios aparie del piieblo de Israel. Otra coso es cuando Jesús, al iiiial de su vida píblica, percibe que Israel sc cierra a su niensaje y que 61, coiiro poi-tador del inismo, V.I a ser rechazado y eliininado por los poderes mayores de su pueblo.

Pero. en principio, él y su grupo ',no coiistituven una coniii- nidad nueva iiiera dcl antiguo pueblo de Dios a la que Jesús 1i;itiría llamado para sustitair o i ~ p l a n t a r a Israel; tal coiicepcióii cliocaría de plaiio con los datos de la Biblia. '.

6 ) El texto de Mt 16,18,1

Este texro, coino es sabido, ha sido uiilizado para justificar las conclusiones más extrmporáiicas, e incluso para montar roda iiiia eclesiologia centrada eti la autoridad ppl.

110s cosas conviene teiicr presentes en este momento:

- En primer lugar, es muy significativo que, en el contexto de I;i confesión inesiánica de Pedro, recogida por los tres sinóp- ticos, sólo Mr recoja cosas tan iinporrantes coiiio el cai~ibio dc noinlire de Siinón por roca, y la afiriiiacióii cxprcsa de Jcsús de quc sobre esa roca va a fundaiiicntar su Iglesia. Es además el úiiico texto en rodos los evangelicis en que sr halila propiainente de la Iglcsia.

- En segundo lugar, parece ser npiiiióii de la iiiayoría dc los exégeras *que Mr 16,17-19 procedc de iina cr~dicióii pcidida qiic iiarrabzi la primera aparicibn de Jesús a Pedro>,, y que Mt colocó en orro contexro por motivos redaccionales o didácticos. ~Adeniás , hay claros indicios (reconocidos por niuclios exfge- tas) de que el nonihre de Kr.j,is, Pedro o roca, quc recibe Sin~óii, está relacionado con su priniacia en las apariciones de Cristu ...,

y quc, seguramente, tal nornbi-e no luc dado a Siinón por el Jesús rerreiion '.

Deducir de este texto la fuiidación de la Iglesia y dcl priilia- do de Pedro por elJesús liistórico en un muinento preciso de su vida histórica, como lo h a hecho la eclesiología clisica, plrcce por tanto claramente excesivo.

c) ./aiis, iorganiz.~dor de la Iglesi~r?

Es claro que eii este pilnto sc están sobre el

origen de la lKlesia categorías mentales y estructuras coiicretas que no encajan en forina alguna coii la Iglesia primiriva. Más bien, la vuelta a los orígenes, como exigencia básica para la lglesia de cualquier época Iiisti>rica, exigc uiia revisi011 a fondo y Iiasra un abandono de roiicepcioiies y lornias de orgaiiizacióii nacidas y crecidas en clara infidelidad a inspiraciones funda- iiieiir~lrs que vieneii de los orígenes.

Más adelante veremos las vicisitudes históricas por quc Iia pasado, por ejemplo, 11 coinprensióii de los obispos como succ- sores de los apóstoles, o del obispo dc Roiiia como sucesor de Pedro. Eii todo caso, categorías corno *sociedad perfecraxx, xje- rárquicaw, .mon.irquican, <magisterio infalible., .plenitud de potestad,>, <<priinado de jurisdicción>>, etc., tienen poco que ver con los daros eclcsiuiógicos dcl Kuevo ?'estarnerir<i.

3. En conclusión

l l a y una observación nruy iinporraiite que hacer en cste moiiiento: sea ¡o que [ucre de las afirinacioiies fundameniales de esre plariteainicnro, y de las críticas q u e actualmerirc debaii liaci-rsele, lo rnis grave del caso er que, con todo esto, sigue casi inracru el verdadero problema: el probleiiia del origeri dc la Iglesia.

Sin percibirlo tal vcz, esta inaiicra de plaiirear la cuestión se ha ido por las raiiias. Se ha rcspoiidido, a lo suino, a la pregunta por el cornierizo dc la Iglesia: rl grupo de discípulos como fundado y orgaiiizado en cierta forma por Jcsús.

Pero, cuaiido nos pregoirramos por el orige~i de la Iglesia, esrainos aludiendo a orra cosa profuiidamerite disriiita: ;qué

3 E. yihillchrcclci, ,iei,is. L" historia dr, ,<t i zzivirntc. Ciiriiandad, Madrid IOh'! , 358-359.

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pasó con esc grupo para que en él se fraguara algo tan iiiasiinila- ble dentro del pueblo de Israel quc diei-n por resultado iina Iglesia nueva?; iquC experiencias profundas entraron en juego, tan decisivas y originales, que se convirtieron, efecrivamentc, cii experiencias originantcs de la Iglesia?

Evidentemeiitc, con cstas preguntas nuestro tema se vuelve mucho más complcjo e inasible: nos metemos eii uii inundo de experiencias tan misteriosas y desbordanres que, como dijimos e iremos viendo más de cerca en Las páginas que sigueii, sólo a trancas y barrancas tratan de abrirse paso eii todos los escritos del Nucvo Testaincnto.

Pero estamos seguros, al mismo tiempo, de haber dado con el lugar teológico en que acontece cn realidad de verdad el origen de la Iglcsia, y dc habernos puesto en condicioiies de comprender la gran novedad histórica que siipone, en niedio de la historia humana, la irrupción dc la Iglesia de Jesucristo.

Para coiiscguir este objetivo, nuestra r a r a furidaineiiral coii- siste en la narración de una historia. Dentro de la historia de Israel, en un período muy concreto de esa historia, y en una situación inuy precisa del pueblo al que pertenece Jesús, aconte- cc el origen de la Iglcsia. Y acontece al interior de uii proceso liistórico que no es posiblc entender sino en el contexto más aniplio de la Iiistoria en que nace Jesús y en la que vive inmerso.

Los pasos que babria que dar para comprender estc proceso sería11 los siguientes: situación crítica del pueblo de Israel en tienipo de Jesús; el movimiento desencadenado por Jesús, en el contexto de otros moviinieiitos que irruinpen eii aquella situa- ción crítica; el origen de la Iglcsia en el proceso seguido contra Jesús y su moviiniento dentro de su pueblo, y en las experien- cias de sus discipulos dentro de la singularidad de ese proceso; el origen expreso de la Iglesia en las experiencias pascualcs de los discipulos de Jesús.

Para nuestro propósito, bastará seguir con cierta detención estos dos grandes temas:

- El movimiento de Jcsús.

- El origen de la Iglesia.

Las experiencias fundantes de la Iglesia

Planteada a este nivel la cuestión del 01-igen de la Iglesia, hoy es ya alirmacióii coinúii que la ~glesia es una realidad pospas- cual. La experiencia de la resurrección dc Jcsús es, en el fondo, el gran acontecimiento desencadenante de la Iglcsia.

I'ero cs de gran iiiterés para nuestro tema hacer la siguiente precisi<jn: cuando los discípulos de Jesús le proclaman como cl Resucitado, no es iiidiferente saber si están proclamando la resurreccióii de 1172 derrnnucidu, o dc alguien a quien liaii cono- cido dc ccrca y con el qric han compartido previamente expe- riencias niuy singulares.

En este sentido, lo que llamaríamos experiencias prepascua- les de los discípulos de Jesús son elenieiito integrante de la experiencia pascual, y punto de partida necesario para compreii- der adecuadamente el proceso Iiistórico en que acontece el origen de la Iglesia. Lo primero lo abordaremos al Iiahlar del movimiento dcJesús, y lo segnndo al liablar del origen explícito de la Iglesia.,

A EL MOVIMIENTO D E JESUS

Jesús comienza su obra proclamando la iiiininciicia del rcino de Dios, y Ilainando a su pueblo a la conversión: ,cDespuis de que Jiiau fue preso, marclió Jesús a Galilea, y proclamaba la huena nueva de Dios: El tiempo se ha cuinplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la bueiia nueva>> (Mc 1,14-15).

N o se puede entender adecuadamente esta pi-oclama si se parte dc Jesús como persona aislada, {ucra del contexio de su

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pueblo, y descoirectado del grupo de discípulos con que inaugu- ra un nioviinienro peculiar.

La cristologia nos lia acostumbrado a esra visión aislada de jesús, y inuchos esfuerzos de la crítica histórica por dar coii 13

singularidad del «Jesús histórico>, Iian contribuido también a esa visiiiii. Para nuestro tema, sin embargo, es de capital iinportan- cia colocar a Jesús en el conrexro de I L L ~ I L P ~ ~ ~ , y en el c«ntexto d e su grupo de discipulos, d e p u e arranca el proceso tiistórico en que se origina la Iglesia.

l 1. Situación de Israel y movimientos populares en tiempo de Jesús

1 Para entender a Jesús y el inoviiniento desencadenado por él, es necesario partir del Iiecho de que Jesús nace y vive en el coiitexro de un pueblo opriniido y subyugado.

1.a dominación romana en Palesrina, y las diferencias acen-

1 ruadas entre Galilea, la patria de Jesús, y Judea, colocaban al I país ante una grave crisis política. Sólo uua minoría, la aristoiira-

cia sacerdoral y laica1 dc Jerusalén, colaboracionista con los 1 romanos, obtenía grandes ventajas dc aquella situación.

Enormes iinpuestos y tributos religirisos para el templo obligaban a inuclios campesinos a vender su pequefia propiedad

l y convertirse en jornaleros o venderse como esclavos. ,,Sin exageración puede decirse que el subsistir cotidiano el-a un auténtico problema para la mayoría de la población, y la pobre- za coiistitiiía un fenómeno generalizado de iiiasasx '.

En iin pueblo en que la religión ocupaba un puesto central, esa situación sirvió de caldo de cultivo para que irrumpieraii con fuerza expectarivas religiosas muy importantes en las capas

1 populares, que dieron origen a divcrsos movimientos.

En tiempo de Jesús hay que distinguir dos tipos dc niovi- 1

niienros populares bastante diferentes: los niovimientos popula- 1 res rr~esiánicos, y los movimicii~or populares proféticos.

- Movirr~ieritos rr~esiánicos: Estos inoviniienros eran niás di- rectamente políticos, y aun armados. Conectaban con la tradi- ción de los grandes reyes de Israel, y sus líderes se declaraban reyes, o el mesias sucesor de David que liabia de rraer el reino de

q~a i ; i c l Aguirrc, Ilei movimiento delerúr i lii Igieriii mirtiiiria. Drsclfe de Brouwer, Bilbao 1987, 26.

Dios para la Iibei-ición del pueblo. Eii tieinpo de Jesús, su priiicipal preoc~ipncióii era sacudirse el yugo inipei-ial, y fueron aplastados en diversas ocasiones por las fuerzas romanas de ocupación.

- Mouirr~irriios profiticor: Eran niovimciitos niás direcra- ineiire religiosos. Surgían de las esperaizas de salvación que se fraguaban en sectores populares margiri~dos. Esperaban un canibio radical e inminente de lnsiruació~r por obra de Dios. Conecraban con la libei-ació~i del éxodo más que coii la realeza cie lsracl. Sii líder ~ r a , I I ~ S Iiieii u i i profeta ciiriv,>ziiir-o que solía ser inal visto por las autoridades poliricas y religiosas, Iiasta tratar de elimiii.irlo pnr.1 destruir el inoviiniento.

En el tiempo qiic nos ocupa había bastantes inovimientos de este ripo, y más bien coino uno de ellos, sohrc todo como el de Juan Bautista, era considerado el inoviiniento de Jesús '.

2. El inovimiento de Jesús

Eii este contexto, y vinculado con expeci~rivas iriuy arraiga- das cii los sectores marginados y einpobrecidos de sil pueblo, aparece cl iiiovimienro de Jesús. Aliora podemos comprender niejor la proclama COII que ciiiiiienza Jesús su vida p<~biica, si In leeiiios como puiiti> de partida de su inoviniienio.

- Cuando Jcsús dice csi.ein« de Diosn está aludiendo a algo que no le yeiira e,, '~Lsoliiro d r iu pitcbio (ni al dcsierto ni al Jordán). Al contrario, 1c remite de lleno n él coiiici al lugar al quc el rcino de Dios sc acerca.

.-Rciiio di. I)i«s prcsupoiic uii pucbl~i (le Dios,,. Auiique el rciiio no se ideiitilica sin más con ningúii prieblo, si que coiii- porta por su propia dináiiiica encarnarse cir r i i i puetilo concreto. jesús sc dirige dircctainciiie a su pueblo, al pticblo dc Israel, y ci-ciiio de Dios>, iniplicn la rcuiiióii y i-estaurncióii d r Israel desde las exi~~encias del reiiio. Piicde afii-inarse incluso qiic =c l *. iiriico sciitido de toda la actividad dc Jesús cs la reunión dcl csc.~tológico pucblo de Dios. ".

Es decir, a Jcsús lc preocupa aiite ~ « d « la siruacióii del pueblo: los sufriiiriciitos y las opi-esiones i-ealcz de la gente, conro cl lugar en quc npareccii con In iiiayoi. ciidcncia los ol>st5culos y l o Ipodcrcs que se oponen a l a ~ e i i i d a del reiiio de

' Id., o c.. ?Srs.

"Vtasc C;. Lulilixil<, ii. i . 36

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Dios, y la necesidad de un cambio radical de la situacióii para que el reirio venga.

I'or eso, la llamada a la conversión qiie Iiace Jesús iio es jarnás una coriversióri a Dios retirándose de los Iioinbres, sino que, eii ese i~iismo movimicrito eii que es coiiversióii a Dios, es a la vez conversión a su reino, a la tarea eseiicial de desinoiitar la situación desde sus cimientos injustos para construir u11 pueblo nuevo.

- Porque el reirio de Dios iinplica esto, Jesús inauguró uii rnovimienro rnnrgirraldeiitro de su pueblo. N o en el seiiiido dc retirarse de la gente, al estilo de los eseriios por ejeiriplo, sino eii el sentido opuesto de ident~$carre con /o retirado, coi1 lo expul- sado fuera o colocado en los márgenes del orden establecido. Jesús se identificó con «esa plebe maldita que rio corioce la ley,> (Jii 7,49), sobre la que los poderosos y bien situados, incluso los *justos. y ,<piadososa,, cargaban pesos iiisopoi-iables.

Es importante i-etener esto: Jesús se coloca fuera del sistema, del montaje religioso y social de su pueblo y, por el mero lieclio, se pone al lado de las inucliedumbres que aguantaban el peso de una religión alieriada y del poder opresor del iiiiperio. Esro coniportaba para Jesús tomar partido desde el comienzo por una clase de gente, en contra de otras clases de genre, coriio la única fornia posible de dirigirse verdaderainente a todos desdc la perspectiva del reino.

En este sentido, su inoviniiento es u11 movimiento popular; y por esra razón su actividad transcurre desde el principio bajo el signo de la persecución y de la ariieiiaza de muerte.

- En consecueiicia, los sigrror en que se expresa esta peculia- ridad dcl inoviniiento de Jesús son tambiéii muy peculiares.

A los discipulos de Juan, enviados para cerciorarse de la antenticidad de su rneiisaje y de su inovimieiiio, se les reinite a estas setiales: los ciegos ven, los cojos aiidari, los lel>rosos quedan linipios, los sordos oyen, los rnuertos resucitaii, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; iy dichoso aquel que iio se escandalice de iní!,> (Lc 7,22-23).

En alusióii clara a Isaías, sc trata de lo que tiene que ocurrir eii la restauración escatológica de Israel, del canibio radical de la situación del pueblo que comporta la venida del reino de Dios. Lo decisivo en este texto es señalar de parte de quiénes se lia puesto Jesús, desde qué lngar social avanza sri inoviniienro.

Y el gran signo que liay que captar, a la vez que el gran escándalo que liay que supei-ar, para dai- coi1 la clave del inovi-

miento de Jesús, es el siguiente: que el reirio de Dios es una bibena noticia para /«S pobres. Esta es la setial de que esiaiiios ante la bondad iriiiieiisa de Dios, ante su gran iniisericordia, y no ante el juicio severo o arite la cólcra de Dios que predicaba Juan.

Algo iiiuy seriiejaiire aparece en el discurso prograinático de Jesús en la siiiagoga de Naza re~ : .El Espíritu del Seiior est j sobre i i i i , porque iiie Iia ungido; me ha enviado a aiiuiiciar a los pobres la buena irueva, a prciclainar la libei-acióii a los cautivos y dar vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos, y proclaii\ur el año cle gracia del Señorn (Lc 4,IS-19).

Esta coiicrecióii de los destinatarios del inoviinierito de Jesús es tan iinportan~c, y tan determinante de su trayectoria y de su i u ~ u r o , que sin ella Jesús se nos convertiría en o ~ r o personaje, y su inovimienio diluiría totalmente su verdadero significado Iiis- tórico.

3. La novedad del movimiento de Jesús

En lo dicho sobre el inoviiiiieiito de Jesús aparecer1 notables semejanzas con los movimieiitos populares proféticos de que liablábanios antes. Pero cori eso no liemos descrito todavía su origiiialidad, la calidad de su profetisino, el iiivel de profundi- dad a que se mueve el iiiovimiento de Jesús. Es necesario fijarse , a s derenidaineirte en esto.

a) El Dior de lesus

N o se pueden leer los evangelios sin advenir que lodo arranca eii Jesús de una experieiicia siiigular de Dios. L.a nove- dad más Iionda de su nioviniien~o coiisiste, precisariieiite, cii que Jesús se atreva en aquellas circuristaiicias a llamar a Dios <<Abban, que, segúii los escrituristas, liay que traducir por «pa- pá),, con rodas las resoiiaiicias dc aiiior, de ternura y de cercanía cordial que suscita esta palabra.

Pero no conviene deshistorizar esta experiencia. La ideiitifi- cación profunda de Jesús con Dios acontcce a una cori la idciiti- ficacióii cada vez mayor con su pueblo, con la experieiicia cada vez inás viva del sulriniieriio acuinulado en la iiimeiisa iiiayoría de la gente a causa del sis~eiiia iiijusto iiiiperan~e eii aquella sociedad concreta.

De la coiivergeiicia de aiiibas experiencias brota esta procln- rna singular de Jesús: eDicliosos vosotros los pobres, porque vi<estro es el reino de Dios.. El Dios de Jesíis, precisametite

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Lnr mperiericior fi<ziri,iriter de la Igiciia / 27

porque ama entrafiablemente a sus hijos los Iir>nibres' es ante todo el Dios [le las víctimas de la sitliación, dc los q u i lo i.si.iii pasando iiial por culpa de otros.

L a ii-r~ipción de su reino es en d i r ec~o una brieiia noticia para los pobres: la noticia de que su situación va a cambiar de raíz, no para convertirios en ricos, sino para inaugrlrar iiria nueva Iorma de sociedad en que se haga posible la autentica felicidad que el hoinbre busca, la felicidad compartida, la Ielicidaii eii la niesa común de los hcrmarios.

Lo que Jesús percibe, desde su singular experieiicia de Dios, es que Dios está en otro ririo que doride teiidernos a colocarle espoiitáiieamente los Iiombres. Incluso en el sitio ineiios espei-a- do: en los excluidos del sistema, tanto religioso como social, d r sil pueblo; en los que, a Los ojos de los dirigentes y poderosos del pueblo, aparecían como los dejados de la mano de Dios y de los Iiombres. Algo, por coiisiguiente, que sacudía los ciiiiieiitos, no súlo religiosos, sino también sociales, políticos y culruralcs del orden establecido.

Ya desde la singularidad de esta experiencia de Dios, el irioviini~nto de Jesús es, en el sentido más radical de la palabi-a, un movimieiito revolucionario: es una revolución de Dios, que revolucioiia lo primero las imágenes de Dios que 110s forjainos los liombres. en iiombrc de las cuales se Iian cometido los mayores ati-opellos y opresioiies de la Iiistoria Ii~iinaiia.

En este seiitido, el rnovimieiito de Jesús es niuclio iiiás revolricionario que los inovimieiitos inesiánicos de so iieiiipo que pretendizn hacer de Israel el pueblo de Dios por la fuerza de la insurrección v de las armas.

En este contexto hay que eiiieiider la iiiiciaiiva de Jesús dc formar un grupo dc discipulos.

Una iniciativa coiiectada dii-ecramciite por los tres siiiópli- cos con la priincra proclamac~óii por parte de Jesús de la in- minencia del reino de Dios de que arranca su inoviiiiieiito (Mt 4,17-22; Mc 1,14-20; 1.c 5,111). 1.0 que Jesús pretende es dc la1 envergadiira que no puede realizarlo él solo: es cosa de u11 grupo que Iia de irse aiiipliaiid« Iiasta llegar a todo Israel.

E.staiiios aqui ante uiia iiiiciativa taii iniportaiire que siii este R I - L I ~ O Jesus no sería nada para nosotros, i i i hubiera surgido jaiiiás Iiistóricaiiieiite su Iclesia.

Es de sunio iiitci-és reteiier esio, y coiiipi-riidei- su alcaiicc

eclesiolúgico. Gracias a este grupo, Jesús llega Iiasta riosotros: su mensaje y el contenido de sn vida hist6rica. El grupo es parte integrante de la proclainacióii dcl reiiio r n que se centra toda la actividad de Jesús: se rodea de un grupo «para que lueraii sus compañeros. y para enviarles a predicar el mensaje del reiiio de Diosx (Mc 3,14). En el grupo comienza a ponerse en práctica lo que quiere decir que el reino de Dios está viniendo, sus exigeu- cias concretas.

<<Este gropo histórico, como sujeto de unas deterniinadas experiencias respecto de Jesús, de una deieririiiiada forma de convivencia con él, y de una determinada inisióii para la que es convocado, cons~ituye el lugar teológico eii que se origiiia In Iglesia» '.

E n sus experiencias singulares dcsputs de la muerte de Jesús, como veremos, se originari en sentido estricto la Iglesia, v se liará patente para nosotros el designio salviiico de Dios tal como se ha revelado eii Jesús.

Por cso, en la inisma formación del grupo dc discípulos aparece ya La iiovedad del movimiento de Jesús.

La palabra ~~discipulox siigicre espontáiicainente la relación iiiaestro-alumno, propia del rabinismo. Pero en los discípulos d r Jesús esto adquiere rasgos muy peculiares. Aquí no son los discipulos los que buscan al maestro. Es Jesús llama a su seguiiiiiento.

Y seguir a Jesús implica, por lo pronto, estas dos cosas luridamentales: abandonar la forma de vida antcrioi-, abandonar incluso la propia familia, e ir en pos de Jesús para Iiietersc en una aventura en que los discípulos van a correr la misma suerte que el maestro. Porque aqui no se trata de asistir a las explica- ciones d~ un maestro para aprender la Torá. Se trata de una llamada para una nueva convocación de Israel ante 12 inminente venida dcI reiiio d r Dios '.

Para esta tarea, todos los obreros son pocos. N o Iiay que pensar cl grupo d r discípulos de Jesús como u n número miiy reducido de prrsonas. Muclio menos circuiiscribirlo al círculo de los doce. Aiiiique sea imposible dctcrminarlo con exactitud, son más bien nuiiierosos los seguidores de Jesús en sentido

' R Velasco, Igierin, eii C a , ~ c e p t o i / r i ~ ~ ~ i o r r t r n i n / e i depns ioral . Crisriaiidad, Madrid 1983, 44h.

V é a s e para esto, Marrin Mengcl, Seguirriirriro y i n > i r r r r l i . 53! Teriac, San- randcr 1981.

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Lar ~rperiericÍu<l;<ndarirci de iil Igieria / 29

estricto, y muchos los que le abandonan en momentos particu- larmente difíciles u n 6.66).

c) I'reteniionei de/erúi con su grupo: elprograma de las bienaventuranzai

Si nos preguntamos ahora por 13 razón de ser del nioviiiiien- to de Jesús, por lo que Jesús pretende con su grupo, nos metemos eti un mundo muy complejo para cuyo estudio ten- dríamos que recorrer múltiples pasajes de los evangelios.

I-lay, sin embargo, escrituristas que piensan que los biena- venttrranzar de Jesús, tal como están recogidas sobre todo en Mt 5,3-10, arrojan sil mejor sentido si se leen en esia clave: como programa de Jesús para su grupo. Para lo que aquí nos interesa, ciertamente en las bieiiaveiituranzas pueden verse en síntesis los rasgos más cal-actei-ísticos del movimiento de Jesús, lo que mejor le define en su identidad y frente a otros movi- mientos de su tiempo.

Lo más fuiidamental y decisivo eslaría dicho de la manera más densa posible en la primer;^ Iiienaventuranza: .Dichosos los que eligen ser pobres, porque ésos tienen a Dios por rey,,.

Dos cosas aparecen aquí que definen básicainente al grupo de Jesús:

- Para entrar en la dinámica del moviniiento de Jesús hay que Iiacer una opción: elegir serpobre. En el esfuerzo actual por traducir significativamente el tan abusado .pobres de espíritu,, de Mateo, dos me parecen las traducciones más expi-esivas: =pobres con espíritu,,, y relegir ser pobres,,.

Para ser del grupo de Jesús hay que ser pobre, o reducirse a pobre. Los llamados nrelatos de vocación» de los primeros discípulos lo confirman de una manera radical (MI 4.20 y 22; Mc l,18 y 20; Lc 5,11 y 281, y el episodio del joven 1-ico parece relatado expresaniente para mostrar la imposibilidad de lorniar parte del gi-upo de Jesús sin reducirse a pobre (Mc 10,17ss).

Pero, en la diiiáinica del reino de Dios, esto se convierte en una elecnón: se opta por ser pobre para optar por los pobres, por la liberacióii de los pobres que va iinplicada en el reino de Dios que viene.

- Sólo en estas condiciones, el grupo puede tener a Diospor rey. Elegir ser pobre es lo primero, el pi-inier paso que hay que dar para entrar eii la totalidad de lo que prorncte Jesús. N o dar el primer paso es quedar imposibilitado para todo lo demás.

I'or eso, los .cdichososn para Jesús son, ante lodo, los que <<eligen ser pobies~, . Desde ahí abierta la puerta para la felicidad total que viene de <'tener a Dios por rey,>, de entrar en ese áinbiro del reinado de Dios que es como la .perla preciosa», o el sresoro escondidon, en que se encuentra un sentido oculto y definitivo de felicidad que proviene de Dios.

En este sentido, Lo decisivo es tener a Dios por rey. I.o que Jesús pretende con su grupo sólo tiene sentido en la del reino de Dios que se acerca. I'ara que Dios se acerque realmente, para a l~r i r paso ;i esa acción poderosa dc Dios que Jesús ve coriio inminenre, es convocado el grupo de discípulos.

Como dijiiiios, este reinado de Dios implica la restauración y convocación de Israel coino pueblo escatológico. I'or tanto, el grupo sólo tierie serirido igualmeiire desde su refereiicia a la totalidad de Israel, nunca como un uresto santo>> al estilo de los csenios de Qumrán.

Inclusci .cuando Israel corno totalidad no acepta el mensaje de Jesús, se ei~coiiiienda una segtinda función al circulo de los discípulos: recibe la tarea de representar sitnbólicamente lo que debería haber sucedido propiainenrc en la totalidad de Israel: entrega coinpleta al evangelio del reino de Dios, conversión radical a un nuevo orden de vida, reunión en una coinuiiidad de hermanos y hermanar. '.

En esas dos cosas fundamentales aparece con gran fuerza la novedad del grupo de Jesús, la originalidad y profundidad de lo que Jesús pretende coi, su movimiento.

Para ser de este grupo hay que echar fuera los móviles más radicales desde los que nos movemos los Iiomtires en el muiido, las tr<,s grandes ambiciones qiie son los cneinigos froiirales del Dios de Jesús:

- L a ambincjn del dinero, que para Jesús es un ídolo, 1111

dios [also, el dios Manimón: uno p d é i s servir a Dios y al dinero.. Se trata dc dos senor res^,. y amar a uno iiiiplica aborre- cer al otro (Mr 6,24; 1.c 16,13). Tener a Dios p o r rey cxciuye radicalnieiite ei scfiorío del diiiero, que es en el fondo el creador de los pobres y el destructor p r i ~ i c i ~ a l de la {ratcriiidad entre los hombres.

- La iitribición d e l p r e i ~ i ~ i o , de ponerse por rncinia de otros, de converrirsc cii personaje importante para manipular o decidir de la sucrte de los demás.

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Coiitra todo esto, jesús dice a su grupo: *Vosotros no os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro Maestro, y vosotros sois todos hermanosa (Mt 23,8). Jesús =se separa así claramente de la jerarquía de cargos y honores que existía eu la siiiagogax 'O, de modo que, «en oposición al rabinismo, Jesús tenía un enfoque totalmente antijerárquicon ' , y quería que este enfoque fuera una ley fundamental de su grupo.

En este y otros textos (cf. Mc 12,38ss) aparece «el horror de Jesús ante las diferencias entre los hombres,> ", que enalreceii a unos humillando y inarginando a otros, algo contra lo que en el grupo de Jesús hay que luchar radicalinente, para sacar a ilote la igualdad iuridamental de todos los hombres como hijos de Dios.

- La ambición de poder, que es sin duda la que inás estragos causa y más contribuye a la construcción de un mundo insopor- table.

Jesús conocía muy bien el poder imperial romano y el podei- religioso dentro de su pueblo. Cuando surge algún brote de esto entre sus discípulos, les dice tajantemente: .Sabéis que los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen el poder se hacen llamar bienhechores. Pero vosotros nada de eso; al contrario, el mayor entre vosotros sea como el menor, y el que inanda como el que sirve. (Lc 22,25-27).

Jesrís es el primero que está en el grupo c o m o el que sirven, y así debe ser para cualquiera que de algún modo tenga que mandar deutro del grupo. El «vosotros nada de eso», <wosotros al contrario», en este tema del poder, es otra ley iundainental del grupo, que contradice de raíz la ambición humana que posiblemente más ha torcido el curso de la liistoria, y en que más a fondo se juega la identidad del moviinieiito de Jesús.

Ahora podeinos entender mejor la primera bienavenruraii- za como elemento básico del programa de Jesús para su grupo. En síntesis, su contenido es el siguiente: para formar parte del grupo de Jesús hay que =elegir ser pobre>>, hay que echar fuera esas tres grandes ainbiciones, tan profundamente arraigadas en el corazón del hombre. Esta es la condición sine qi4a non para =tener a Dios por reya,, para entrar en la dinámica del reino de

'O Güntiier Bornli~rnrn, lesiir de Nainret . Sígucrnc, Salamanca 1975, 152.

" Mariin Hengcl, o. c., 78.

"J . 1. Gonzilcz Faos, La hurnanidiid ni<evn. Sal Tcrrac, Saiirziider 1974, 96.

Llios, que irrumpe coii gran fuerza para traiisformar a su pue- blo.

Tocanios aqui el núcleo de las pre~eiisiones de Jesús con su grupo: desde la situaciúii concreta de su pueblo, lo decisivo es la conciencia de Dios que Jesús teuía, y que había de ser concien- cia de su grupo.

Jesús sabía muy bieu cuáii deteriorada y ialsiiicada estaba la iinagen de Dios en su mundo, y más directainente en los diri- gentes religiosos de sil pucblo. En tales circunstaiicias, no basta con mentar n Dios, ni coii actuar en su noinbre, para estar real y verdaderainenre de parte de Dios. En la primera bienaventuran- za aparece coi1 toda claridad lo que ya dijimos: qlie Dios esrá en otraparte que donde solemos colocarle los Ihonibres para maiii- piilarle en favor nuestro. Más aún: que Dios está en la parte contrariit a aquélla eii que le habían colocado los poderosos de su tiempo, tanto los dirigentes religiosos judíos como el poder imperial romano.

Y esa parte contraria es el esj~acio de los pobres, de los sometidos y iiiarginados. Elegir sei- pobre es, para Jesús, antes que cualquier otra cosa, colocai-se en la parte en que Dios está, y desde donde va a construir su i-eino. La pi-iinei-a bienaventuran- za de Lucas, posiblemente más cercana a lo proclamado por Jesús, lo dice más directamente: =Dichosos vosotros los pobres, porque tenéis a Dios poi- reyu (1.c 6,20).

N o es iácil captar la carga subversiva de este mensaje de Jesús: los que hasia eutonces uo habían contado para nada en la construccióii de aquella sociedad, porque en i-ealidad, tal como estaban inontadas las cosas, no servían para nada, son los que cuentan para Dios a la hora de consti~iii- so i-eino.

Eii este sentido concreto, el reino de Dios es uiia buena noticia, un evangelio, y, en cuanto tal, .pertenece iinicamente a los pobres,, ". Para los ricos, por el contrario, es uiia iiiala noticia, coino aparece en las malaventuranzas de Lucas (Lc 6,24), porque <es inás fácil que un can~ello pase por el ojo de uiia aguja, que el que un rico enlre en el reino de Dios,> (Mc 10,25).

Es muy iinpoi-laiite notar aquí que, <<en la práctica, es esta oferta de salvacióii que Jesús hace a los pobres la que resulta surriarriet7re escandaiosas ". Eii el texto de Mt 11,5-6, sobre las

" J . J~icrnias , Tcoiogiri dei Nircuo Teiiarncni<i. Síg~iciiie, Sñlamaiica 1974, 1, 1-12.

" Id., 0. c., 111

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seiiales del rciiio que se acerca, a nadie va a escaiidalizar que los ciegos vcan, los cojos anden, los leprosos limpiüs. los sordos oigan o los muertos resuciteii. Lo que i-esulta verdadcra- inente escandaloso es esto: .a los pobres se Ics anuncia la biiena notician, y Jesús Ilaina dicliosos a los que logreii obrepoiierse a ese escáiidalo.

A esto lo llama Jercmias "cl rasgo eseiisial>~ del reino. Por tanto, u n rasgo esencial del Dios de Jesús, y la razdii fundanien- tal de que lo <~suinai~iente escandaloso^^ sea 1.1 sünciensia quc Jesús tiiiia de Dios. E.1 grupo de Jesiis, que tiene a Dios por rey al haber clegido ser pobre, pasa a ser él inisirio, en la praxis del rciiio, ln bucnn noticia de Dios para los pobres. - Algunas bienaveiituran~as de Mareo, deiirro de erre pro- grania de Jesús para su arupo, puedeti considerarse conio son- creciones de la opción básica contenida en la priiiiera:

- .Dichosos los qu r u f r e i i , porque &os van a recibir el coiisuelon: el grupo de Jesús debe sentirse feliz a la hora de sufrir las coiisecueiicias dc haber elegido ser pobre, de Iinberse puesto del lado de los pobres. y de habersc iiierido en una luclia peligrosa por la liberación de los pobres.

Es decir, la inayor dicha del grupo coiisisre en haberse enibarcado eii uiia avenlura humanainente iiiiposible, que si se emprende es sólo porque para Dios todo es posible. A lo de ,,pasar por el ojo de la aguja», los discípulos ecomentaron, c~i i i~ le tanie i i te desorieiitados: entonces ¿quién puede subsistir? Jesús se les quedó mirando y dijo: liuinanaineiite imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios. (Mc 10,26-27).

- <<Dichosos los qiie prestan ayuda, porque ésos van a reci- bir ayuda>,: ayudarse mutuamente va a ser otra ley básica del grupo. La ley del compartir, conrra la ley del poseer, va a ser, para los que Iian elegido ser pobres, la {orina concreta de subsistei~cia del grupo, la fort i~a concreta como Dios va a liacer posible lo bumananiente imposible.

- =Dichosos los limpios de corazón, porqiie ésos van a ver a Dios,,: haber echado fuera las tres grandes ambiciones qiie enturbian el corazón del Iiombre es Iiaberse puesto en condicio- nes de abrir paso en el grupo a esa comunicaciúii transparente, a esas relaciones iiiterpersonales profundas, eii qtie Dios se va a hacer ver en medio de la coniuiiidad de los liernianos.

. Pero hay otro bloque de bieiiaventiiraiizas en que se ex- presa otro rasgo decisivo para eiiteiider bien las pretensiones de

Jesús con su grupo: e / envio del grupo para la puesta eii niarcha del reiiio de Dios eii aquella situaciúii dcl pucblo.

Básicameiitc este eiivio estaría siiitc~izado en esta bienaveii- turanza: *Dicliosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ésos van a ser saciados».

Conio ya Iieiiios visto, el iiioviiiiiciito de Jesús sólo tiene sentido desde el Iiorizonte del reiiio de Dios que se acerca, y para reuiiir desde sus exigencias a todo el pueblo de lsi-ael. Por tanto, se trata de uii grupo que no tiene cii absoluto su justiiica- cióri en si niisiiio iii para si iiiisiiii,. Toda su justilicaciúii le viciic de la iinportaiicia trasceiideiital de ese erivio.

.Elegir ser pobre. iio se justiiica por si iiiisiiio, porque sea bueiio ser pobre o porqiie la pobreza sea una virtud, sino coino coiidiciúii necesaria para cumplir la iiiisión para la que ha sido convocado el gropo: la tibe,-acióri de los pobres, coino ~aiiiiiio coiicrcto para la liberación total de Israel.

Doiide tienen puestos los ojos Jesús y su grnpo iio es eii el gropo misino, sino en la situación de rir purblo, y como caiiibio radical e iiiipi-ori-ogablc de esa situacióii Iiay que entender el reino dc Dios que irrumpe, y la tarea fuiidameiital del srripo.

. . Un grupo que se va a coiiiproineter en uiia /,dcha pul- la ju>ticia, que es coiiio otro iioinbre del Dios del Antiguo 'Testanlento y del Dios de Jcsíis.

Por eso, el reino de Dios que viene es iin reiiio ilc justicia, de paz_ de igualdad y de iraternidad eiiti-e los hoiiibres. Y poi- esol lurliar por la justicia, eii la situación real dc su pueblo, iiriplicz para i I grupo dc Jesús una confliciividad inrviiablr, que oblijia 3

toniar px-t i~io por icnos y iio poi- otros, y que est i expi-csad;i en los evniigclios eii iriiiltitiid de contraposiciones: saiios-eiifer- irios, justos-pecadores (Mt Y , l 0 - l i ) , sabios-pequeiios (Mr 11,25), Iiijo fiel-liiiu pri;digo (Le 15,l Iss), oveja perdida-ovejas restaiitcs (Lc IS,lss), inriseos. suiiios sacerdotes-piililica~ios o prostitiitns (MI 21'23.31; Lc lS,Y-14) etc. Solo una p.irre de esos biiioiiiios seiiala los iiestiiiatarios dirccros del grupo le Jesús.

Oti-as bieiiaveiitiii-aiizas puedcn coiisidenrse sonio coii- crccioiies iie este ciiz,io fuiidanienral del grupo:

- <<Dirliosi>s Ii>s no violiiiros, poi-qiic Csos vaii a Iicrcd~ir la tierran: el gropo de JesUs, qiie ha elegido ser pobre, esiá iiinierso por el inci-o Iierlio en el inundo de l o soniciidos, d i los des- pojados hasta d i 10s iiicdios iiiás clciiiciitalcs de subsisrcncia. Eii fuci-za clel riiiio dc D i o que viene, es15 iiiiiicrso a la vcz eii i i i i a

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luclia eii que los soiiietidos y despojados van a hercdar la ricrra, cs decir, van a salir de su condición de esclavitud y despojo para coiiquisvar la libertad e iiidcpciidcncia.

Pues bien, cii csla lucha tan dificil y coiiíiictii.;i el gi-upo de Jcsús no será jamás uii grupo i.iolciilo. Jesús iio qriicrc que sus discípulos scan un grupo de zeloriii. N o es la violencia ni las ariiias las que van a traer el i-cirio d r Dios para los pobres. El arma del gi-tipo debe ser otr;i muy distiiita: el anior incondicio- nal al hombre, el amor de quiciies sc iian despojado previaiiieiite de toda ainbición y de todo espíritu de revancha, que implica el amor a los eiiemigos, CI presentar la otra mejilla, y que obliga iiormalinente a no rcspoiider :iI mal con las mismas al-nias (Mt 5,38-48).

- c<Dicliosos los que tr:ib:ijaii por la pa7, porque a ésos les va a Ilaniar Dios Iiijos su"osn: la lucha por la justicia, que define el envío lundanienral dcl grupo, es p.ira conseguir una l~ i -o f~ i~ ida concu~-dia cnlre los Iiombres. Eii un iniiiido tan fuiidado cn la discordia, la paz es otra cosa Iiuinaiiaiiientc iniposible. Sólo cs posible como algo nacido dc Dios, iio de nuestro pi-opio coi-a- zóii egoísta. Por eso, a los quc trabaja11 por la paz Dios les i.;i a Ilainar hijos suyos.

<<Tener a Dios por reyn iinplica para el grupo cl reconoci- inicnto de que Dios es el protagonista eii la realiracióii dcl reiiio, y dc que lo que hace el grupo sólo cstá a la nlrui-n de cu misión cuaiido es actividad nacida de Dios y recibida de 61 gratuitamente.

Con esto quedaii fijadas las líneas maestras del pi-ogi-aina de Jesús para su grupo, en que quedan patentes dc foi-iiia radical las I>reteiisiones fuiidameiitales dc su inovimiento.

Pcro hay algo todavía que hace como de c/iuxu/nfi~li~l <le ese programa: «Dicliosos los que viven perseguidos por su fideli- dad, porqur ésos tienen a Dios por rcyn.

El grupo ile Jcsus tiriic- que ser consciente desde el pi-iiicipio de quc l ia iiacido de uiia opcióii descoiicer~aiite, y para iiiia misión muy peligrosa. La lidclida<l a este prOgraiiiJ supoiic nioverse desde principios t n i i coiiti-arios a los quc soii iiorniales cn el inuiido, que lo normal para cl $1-upo va a ser esto o u o : 1'1 persecución.

Oponci-sc tan radic.iliiieiite al orden de esle iiiundo, poiicrsc del lado de los opriniidos " inargiiia<los eii una sociedad quc no tolera que dejen de serlo, Y ponerse a lucliai- froiiialnieiite contra las c.iiis:is de esa situación, es ;algo quc iio se piiede Iiacer impuneniente, " el grupo dcbc s;ibcr lo que le espera.

I'ei-« dichosos entonces, porque ésa será la prueba de que se riene :t Dios por rey, sin ceder ante los ídolos. Lo inalo para cl grupo de Jesús cs no ser porque eso qucrrá decir, de una i i otra forina, qne se lia pactado coi1 los ídolos de este muiido, que no se Iia roto con el sistcina injusto que se »ii<iiic al Dios de Jesús.

Y tcncr a Dios por rcy significa liaber eiicoiitrado dóiide está la verdadera feliciclad drl Iiinnbrc, por drbaji, dc tantas felicida- des aparentes. Sobre todo, por deb;ijo de esa apai-iciicia dc fclicidacl quc sc t'nhi-ic.1 ;i rosr;i del .siilriiiiicrir<i de los dciiiás, (1

quc es felicidad de una niinoría que se vrielve insciisible e indiferente a la suerte de las niayorías marginadas y explotadas.

d) Exclrrrióri de /os ,,pdd,-cr,, en iina fami11,z de hrrrri,znoi

Por aquí van los rasgos in:ís car~cteristicos quc dcfineii el inoviiiiiciiro de Jcsús conio nioviniien~o profético iiiuy peculiar junto a otros inioviniientos simil:ircs de su ticmpo.

Desde la perspectiva del reiiio de Dios, se trata de convocar y reunir de nuevo al pueblo de Isracl partiendo de uiia escala de valores y de unas formas de comportamiento proluiidamentc coiitrarios a los que eran noriiiales en su inundo. Como se ha dicho accrtailaiiieiite, Jesús <,no prctende reloi-mar la socicdad dc su ticmpo ... Su proyecto no es reformista, sino que propoiic un cambio radical que cambie los fiiiidamciitos de la sociedad, un nuevo iiiodelo de sociedadn ''.

En orden a esto, Jcsús convoca su grupo de (liscípulos, eii que eiiipiece a ponei-sc eii pi-ác~ica el estilo de vida y la nueva sociedad exigidos por el rcino.

Eii estc sentido, iiic parccc de iiiipor~aiicia exccpcioiial esta ~Liservacióii dc los exfgctas: no deber2 habev ,,pn<irrs,, cii 1.1 iiiievn fainilia de Iiernianos inaugurada por Jesús.

Es lo que apai-ece coi1 toda claridad e:i este Lexm dc Mc 10,2R-31: .Prdi-o ,c puso a decii-.iJrsús: Pucs niira, nosotros ya lo l i ~ i i i o ~ drjado todo y tc lieiiios segiiido. Jesús dcclaró: O s lo aseguro: iio Iiay nii is~ino que Iiaya dejado casa, o Iict-manos o Iierniaiias, o iiiadi-r o padi-rl o Iiijos o tieri-as, por iní y por la buena iioricia, qlic iio reciba en este tiempo cicn veces iiiás

" J U ~ I Marcos, ILi i r i c ~ / > i . i , /e ]e i i i~ . e i i Ur<,/~i<iy j>iofiti:mo. Vll l Congreso dc 'lroli>-i:i E\,aii:elia Y LI~ICIIC~~~I~, Madrid 1989, 42.

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-casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-- y en la edad futura vida eterna. Pero todos, aunque sean primeros, serán últimos, y esos últimos serin pri- meros».

En la segunda parte del texto, a los únicos a quienes no se inencioiia es a ior padres. Este texto está inmediatainenrc conec- tado con la situación Iiurnanainente iusostenible en qiie se en- cuentran los discipulos de Jesús por Iiaber elegido ser pobres. Elegir ser pobres ha significado para ellos .dejarlo todo.,. Piies bien, en la nueva faiiiilia de Jesús vaii a recibir ceiitiiplicndo en otra clave todo lo que Iian dejado. Todo, nzerios íos padres.

La pieza clave de la familia patriarcal judía desapai-ece en la nueva familia de Jesús. Por eso, les dice Jesús a sus discipulos: .Vosotros, en cambio, no llamaréis a nadie 'padre' vuestro eii la tierra, porque vuestro Padre es uno solo, el del cielo ... El más grande de vosotros será servidor vuestro. A quien se ensuiiibra, lo abaiarán, y n quien se abaja, lo encumbrarinn (Mr 23.9-12).

D e este nioiio, llamar -padre). a nadie sobre la tierra es descartado iio sólo coiiio titulo honorífico, sino t a m b i h conlo aquel que en la faniilia ejerce el poder y el dominio. Esto vale sobre todo para los dirigentes de la comunidad. Contra lo que era corriente incluso entre los rabinos, a quienes sus discípulos debían servil-, en el grupo de Jesús se introdtice la dinámica contraria: <<el más graiide de vosotros será sei-vidoi- vuestro*.

Dirigir el grupo de Jesús va a ser lo contrario de ejercer poder y dominio: va a ser una diakonia, un servicio. N o el servicio de grandes señores que sirven, sino de quien se reduce a la sondisióii de siervo, desde el últiiiiopuesto. Porque .<vamos a ver, ¿quién es más grande: el que está a la mesa o el que sirve? El que esri J IJ inesa, jverdad? Pues yo estoy entre vosotros como quien sirve,! (Lc 22,27).

Lo que se juega en el grupo de Jesús: la venida del reino de Dios a través de una {aniilia de hermanos exige poner del i-evés inuclios cornporrainieiitos liabituales en la socicdad, pero e x i ~ e sobre todo poner del revés cl funcioiiainieiito de la autoridad. O t ro rasgo caracterísrico del movimiento de Jesús que pone de inaiiifiesto su profunda originalidad y lo qne Jesús pretendía coi1 fl.

4. En conclusión

- El grupo dc discipulos, iiiovieiidose dcsdc estc pi-ograina sinreri7,ado en las hienaveiiri~raiizas. c.: 1i.t gr,zn prr,fcck de Jesús

lanzada sobre cl inundo: la gran profecía de que se puede tfiz~ir radicalniente de otra iiiaiiera; de q u c se puede ol.gxniz3r h corivivericin humana desde presupuesros raclicalrneiire distinros; de que todo esto lo exige y lo dcsencadciin el rciiio de Dios que irrurnpe desde los pobres para crear r i ~ i i i saciediid ~iriev,i, donde Dios sea el Padre de todos eii el ánibito de iiiia Iiuiii~iiidad coiivertida en una faiiiilia dc Iierinanos. Una proieci:i c:irgad:i de fiiertes eieiiieiitos utópicos.

Eii estc sentido, lo que late en las bienaventuraiizas, y eii todo ci sci-iiióii drl iiioiite, iio son priiicipios espirituales para vivirlos individualiiiente dentro de un grupo que estaría estruc- turado coino tal desde otros presupuestos, sino que son princi- piar coririitrriivos deigri,po. D e esos priiicipios, vividos y practi- cados pcii- el grupo misino, depende su ideniidad y el cunipli- iniento de su misión en el mundo.

- Partieiido de cste prograiiia, o de cstas pretciisioiies dc Jesús con su gi-upo, apareee con elaridad cómo lo más iinpor- cante es el grupo como tal, no el lieclio de que a algunos se les ericoniieiide un:i fuiicióri especial dentro del grupo.

El grLlpO misnio, eii cuanto que vive y actúa desde ese progrania, es el que va a ser la <<sal de la tierran, la <.luz del m i i n d o ~ ~ . y la eciudad sobre el monte>>, como se dice ininediata- mente después de las bienaventuraiizas de Mateo (Mt 5,13-16).

El grupo mismo, en cuanto moviéndose desde esas actitudes y coniporiaiiiieiitos fuiidaiiieiitales, va a ser ui i grupo edificado sobre rucd (Mt 7, 24-23), contra el que no podrá ningún poder de este iiiiiiido. Es curioso que eu la eclesiología tradicional se Iiaya dado tanta importancia al texto de Pedro-roca (Mt 16,18), y se Iiaya dejado t»taliiiente eii el olvido cste texto previo del grupo-roce. Desde este grupo-roca liay que entender a Pedro- roca, y no al reves. Poi- duiidc se ve clni-aineiire lo que ya dijiiii<is al principio: la iriiliui-taiicia eclesiológiia iiecisiva dc nuestro tenia según se parta de la firn,fuci<in de la Iglesia, o de las expcricr?cias I>r?id~i~iter eii que sc origina la Iglesia

- Es cvideiiie que el iiioviniieiito de Jesús, con caracteristi- cas can siiigulai-es, coi1 esigeiici:is tan radicales dc rransforina- ción de la sociedad existeiite, está ya aiiuiiciaiido algo pi-ácrica- inciire inasiiiiiluble cii cl contexto concreto del p e b l o de Jesús.

Coiiio se Iia diclio ncertadaineiite, lo que Jesús está iiiaugu- rando es iiiia .sociedad de coiirrastex quc pone eii cuestión los ciiiileiitos ~iiisiiior del sisreiiia religioso social de Israel. Por- que, Z L I I I ~ L I C es vci-dad que %<Jesús iiuiica Ilaiiió a un cambio político-i-ev«luci«~iiiri<~ de la sociedad judía, la conversión que

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exige como consecuencia de su mensaje del reino de Dios quiere poiier en niarcha en el p~icblo de Dios a n mooimie7ito frente al que las re\~olnciones de cualquier otro tipo son piiras bagare- las. l b .

Ya hablamos antes del sentido en que el inovimieiito de Jesús es radicalmente un movimiento revolucionario. E,ste ca- rácter aparece igualmente en los rasgos más ~aracterísticos del pi-oyecto de Jesús que Liemos ido aiializaiido después.

Por eso, la praxis del reino desde la que se inueve Jesús con su grupo provoca muy pronto un duro enfrentamiento de las autoridades de Israel con el movimiento de Jesús: un enireiita- niieiito que lleva poco a poco a Jesús a la conviccióii de que su proyecto va a ser rechazado.

Esto nos obliga a ver mproceso en la vida Iiistórica de Jesús que afecta al sentido niisino de su movimiento. Hay una etapa en que Jesús lucha con la confianza de quc sn inensajc es aceptado y puede provocar la conversión de Israel eii la perspec- tiva del reiiio de Dios (Lc 10,21). Su grupo de discípulos, y su concentración en los doce, es entonces el enviado a proclamar la alegre noticia del reiiio como el momento de la salvación y liberación del pueblo. Algo que acoiitece y tiene sentido propia- mente al interior de Israel.

Hay otra etapa en que Jesús es conscienre del rechazo de su mensaje por parte de Israel, y como dirigido a la totalidad de Israel. Amenazas como las de M t 11,21-24, o las de 12.41-42, no pudo pronunciarlas Jesús al comienzo de su vida pública. Su grupo de discípulos, y los doce en concreto, -a parrir de ese momento, n o serán sólo testigos de la salvación cei-cana, sino tanibiin testigos del juicio que alnenala al Israel que se endure-

I' ccn . Porque el reino de Dios seguirá adelante a pesar de Israel y en contra de Israel.

- Y algo mis importante aún para nuestro tema: cl movi- miento de Jesús, aun con sus diversas etapas, no es todavía la Iglesia de Jesús. Tienen que acontecer nuevas experiencias in- sospechadas para que la Iglesia nazca.

Pero esto rio significa en foriiia alguna que sea algo 7 51 -' coino una etapa superada al originarse la Iglesia. El origeii de la iglesia es un proceso. Y en este proceso juega uii papel deterniinaiite el movimiento de Jesús antes de pascua.

J~itanieii te eii su calidad de moviinieiito de contraste, que iinuncia u11 caiiibio radical como obra iiimiiieiite de Dios, que rompe con los marcos de coinpreiisión judíos desde la novedad de su pro~raii ia eii coiiviccioiies y coinpi>rraiiiientos, que pone cii tela de juicio las niisrnas iristitucioncs de Isi-ael, sobre todo la ley y el templo, el inoviinienro de Jcsús está poniendi~ ya los ciiiiientos iiisustituiblcs de lo que será su Iglesia, y Iiay que eiiteuderlo como elemento integraiitc de la rnisma en el procrso de su origen.

Olvidar esto iinplicaría dcsliistorizar el origeii de la Iglesia, y por lo misnio ialsearlo. Evidentenieiite que, siii las eipcriencias pascuales, la iglesia iio liubiera nacido nunca. Pero e11 ese acoii- tecimieiito van siciiiprc iiiiliricados estos dos inoiiieiitos eseii- ciales: las nueods ~xpiriencias que iiaceii de la pascua, y los rec~erdos de lo convivido coi, Jesús en sil vida liisrórica, sin lo cual se falsean iiecesariaineiite esas experieiicias.

B EL ORIGEN DE LA IGLESIA

Coii lo diclio sobi-e el inovimiento de Jesús ino está dicho todo ni lo principal y decisivo sobre el origen de la Iglesia.

El inoviiiiieiito de Jesús tuvo lugar dentro del pueblo de Israel, y pndo no liaher salido de él. jesús no iue u11 iluso que prograniara uii proyccto de traiisforiiiaciijn de su pueblo sa- biendo de aiilciiiaiio que era totalmeiile irrealiz;ible. Mientras confía en la re;iIización de su proyecro, Jesús piensa en la restauracióii de Israel coiiio pueblo eii que se encarne y se Iiaga visible el i-cino de Dios quc viene, pero iio eii forniar otro pueblo al iiiargen del suyo.

Auii cnaiido es consciente del recliazo de lsrael y de la posibilidacl ccrcaiia de su iiinerie vioienla, parecc sei- qne las ameiiazas de Jesús contra el eiidnreciinieiito de su pueblo toda- vía spreiendeii conseguir In conversión de Isi-ael, nunque sea en el últiino niinuton '! No sabernos lo quc Iilibiera ocurrido si la coinversión al rciiio hubiera surtido efecto eii Israel, pero iiiieii- tras esa posibilidad entra en las perspectivas de Jesús no puede estar pensando eii una Igicsia aparte.

1.0 cual iios liace ver, por su lado ncg;itivo, la iiiiportaiicia

:%. Lolifinl<, o. c., 115.

' Id., o. c., 32.

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decisiva que tiene en el origen de la Iglesia el rechazo por parte de Israel: tanto el rechazo de Jesús, como el de su grupo despii6s dc los acoiitccimieiitos posteriores a su inuerte.

1. El rechazo de Jesús: los discípulos ante el escándalo de su inuerte

El rrcliaro de J e s ú iios i-eiiiiie, deiitro de iinesira búsqueda de las espei-iencias oi-igiiiantes de la Iglesia, a esla pregunta crucial: :qué supuso para los discípulos de Jesús lit experienna de sw >>~u[,rie?

Denrro del proceso en que se origina la Iglesia, l~ iiiuerie de Jesús es el momento de la gran crisis, de lo que se l l ~ r n a en los cvaiigelios el -escíndaloo de los discípulos de Jesus: actodos se vzii a escandalizar de él» (Mt 26,31; Mc 14,27), <ctodos le aban- donan y liuyenn (Mt 26,56).

Es inuy iiiiportaiite compreiider en toda su radicalidad este ,~esc.íiidalo~> si quereinos entender bien todo lo que entró en juego en el origen de la Iglesia. Muy sintéticaiiieiite, lo que supuso, en el fondo, para los discípulos la condeiia de Jesús a niuerte, y su ejecución eii In cruz, puede condensarse eii esta afirmación: =el 720 que da Dios, por iiiedio de sus representaiites oficiales, a la preieiisióii de Jesús), IY.

En medio del desconcierto total que supuso para los discí- pulos el proceso y condena de Jesús, una cosa estaba clara: que Jesús era rechazado por los sumos sacerdotes, los representaiitcs de Dios como dirigentes religiosos de Israel.

Las acusaciones hechas coiitra Jesús lince11 que su condena fuera c<coherciite y verosíiniln. En defiuitiva, se tratah'i de uria condena lcgzl: enosotros tenemos una ley, y según esta ley debe inoi-ira, (Jri 19,7).

H e aquí el Ioiido últiino del descoiicierto de los i1iscip~~los: Dios dahn la razón a los dirigentes religiosos de Israel cii coiitra dc Jesús. Esta negativa de Dios afectaha directamente a las prereiisiones dc Jesús, a la causa por la quc había entregado su vida, y por la que ellos inisiiios habian sido coiivocados coino grupo.

Lo que q ~ i e d a l a en medio de todo esio era, siinplernente, la

seiisacióii de Iracaso, la caida de todas las esperanzas que Iiabian depositado en Jesús (Lc 24.21). Al ni.irgeri cle que Jesús iiiismo

'd experimentara su inuerte coino fracaso - , lo cierro es que para los discip~ilos esLo sigiiilic.iba c1 liii dc sti r:izón dc ser coiiio grupo, la llora iiidudable de la dispersióii.

E n este contexto hay que leer lo del <<regreso a Galilenx (Mr 28,16), para <<poner puiito final a aquella vana avriitura vividzi con aquel hoinbre cxtraiio. Vuelven a sus antiguas pi-ofcsioiics. iio sabeinos si coi1 cl deseo de olvidar el pasado, pei-o ciertaiiicii- i r si qiic siii cl iiiciior deseo iii plan cle montar ningún tipo de t i i i~1 , ido~~ ' l .

Eii estas condicioiies, iio sólo rio liny Iglesia de Jesús por niiigiiiia parte, siiio que lo que Iiay es todo lo contrario: la destruccióii de roda posibilidad y de toda esperanza dc que la Iiaya. Poi- eso, y cn este sentido, la expei-ieiicia dc la resurrección representa uii iiuevo coiiiieiizo, y es la verdadera luente origi- naiite de la Iglesia. Sólo que, para ser un iiiievo comienzo, era necesaria la ruptura con lo antrrioi- iiiiplicada eri la inuerte de Jesús.

2. La experiencia pascua1

Nos eiicoiitraiiios aquí con algo totalmente nuevo e irnpre- visto, que es a la vcz deIiiiitivo para el origen de la 1gIesi.i: el grupo de discípulos de jcsús, disperso por el escándalo de sii muerte, ic ~reiirte dc ,~i.te-'o eii virtud de un nuevo . tipo . de experiencias que, para siiiiplificar, Ilarriainos la experiencia pas- cual.

Según el Nuevo 'Tcst.iiiiciito, esta experieiicia consistió fun- damentalinciitc eii esto: algo inaudito pasó coi1 los discípulos de Jesús por lo qtie lleg~i-oii a la co~~vicción de que Jesús, quc Iiabia sido crucificado y niucrto eii la cruz, estaba vivo de nuevo por el poder de Dios que le habia resucitado: <.A Jesús Nazareno, a quieii vosotros iiiatasteis claváiidole eii uiia ci-iiz, Dios lo resuci- tó, y toilos nosotros soinos testigos. (Hcli 2.22~5; 3,13-15).

Estc iiiisterioso asunto a iiosotros iios interesa directaiiieiiie desde esta perspectiva: iqué pasó en la coiicieiicia de los disci- pulos de Jcsús eii iiiedio de esos acoiiteciinieiiros iiicoiiiparablrs cuyo restiltado en ellos fue lo que llaiiinmos la experiencia

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Lsr erperieii<-izirfi,rrdarrr~j de lii Igieirn 1 4 3

i pascual? Es decir, nos interesa conio momento culmiiian~e de lo que Ilaina Schillebeeckx el .proceso de conversióii>> de los disci- pulos ", porque en esa culminacióii acontece básicameiite el origen de la Iglesia.

Y nos interesa eii estas dos vertieiites: conio salto cua1it:itivo en su forma de experinientar a Jesús, y como salto cualitativo en su forma de rxperimeiirarse coino grupo.

i

a) Salto c ~ ~ l i t a r i v o en SU f0rma de exl~erimt,ntal- a ler12r

i Evideiiteiiiente, lo primero a lo que se opone Ironralirienle la experiencia yascual es a la experieiicia de la iniierte d e Jesús. Sintéticarnente se puede expresar de esta nianei-a: "el ri que da Dios ;I la pretensión de Jesús, desautorizando el 770 de su? represeiitantes oficialesn ".

En este sentido, la experiencia de la rcsurreccióii de Jesús es I infiiiitamente más que la comprobacióii del milagro de la resu-

rrección de un muerto. Es la reiviiidicación de Jesús por parte de Dios, la legitimacióii que Dios hace de sus pretcnsioiies, de la causa por la que liabia entregado su vida y para la que ellos le habían seguido, en contra de todo lo que hicieron con él los representantes de Dios.

Lo decisivo que aparece aquí es que Dios csrá de parte de Jesús, y eii contra d e siis representantes oiiciales que lo iiiataron por lo subversivo quc resultaba cl movimiento dcsencadcnado por él. Esta es la cuestión: un condenado a iiiuerte por los representantes de Dios es reivindicado por Dios niisiiio en contra de ellos.

1 Lo primero que entra aquí en conflicto es la CUC:IIOTI de Dios. La cxpcriencia de la resurrección de Jesús inuestra, eii so úlriiiia radicalidad, lo quc ya dijimos a otro propósito: qiie Dios está en otra parte que donde le han colocado los que liablaii eii su nonibre. y ac t i a oi contra de lo que esos hoinbres preteiideii con él.

N o es posible caer bajo esta experieiicia sin percibir lo primero uii cambio radical de la imagen habitual de Dios, y sin pei-c:itarse a la vez, en su forma niis trásica, de los estragos que pi-oduce el uso violeiito de esaimagen. Eii este coiiflicto tcológi-

" E. Sclii l lebceckx, o. c, , 3 %

" J . l . Gonrilez Paus, L a hiririanidan' tiiievii, 1 i 6 .

co se está decidieiido algo totalmeiite iiiasiinilable eii Israel, y originante al misino tieiiipo dc la Iglesia de Jesús.

Pero se está decidieiido a la vez otra cuestión luiidameiital: ia ct4estión de jesiís. La experieiicia pascunl iniplica empezar a creer en jesús de uiia inaiiera radicalmente nueva en conipara- ción con In fe que Ii.ibíaii puesto eii él durante su vida Iiistórica.

A esto alude lo que ha dado en Ilaiiiarse el p.iso del Jesús iistorico al CI.;SLO de la ie. En esta experiencia se Iiace ver lo que 1 . , . Dios esta Iiaciendo en su Hijo Jesús, el iiiisterio de salvación que se esti renlizaiido eii él. A esta luz, Jesús es, de una iiiaiiera inesperada e iiiaiidita, rl Cristo, el THijo de Dios, el salvador del inundo.

Pero hay que aiadir enscguida lo sigiiiente: la experiencia pascua1 no alude en forina alguna a la resui-rección d e un des- conocido eii quieii Dios hubiera realizado ese prodigio. Alude a la resurrcccióii dejesus, del iiiisnio con qiiicn han coinpartido ya cantas cxperieiicias, y con quien haii piiesto rii marcha u n iriovimieiito de conversióii radical dentro de su pueblo.

I,a experiencia pascua1 lo que hace es proyectar una luz nueva c insospechada sobre el Jesús histórico. Lejos de volverle irrelevante: como decía Bultniann, lo que hace es recupcrarle a unos niveles de profundidad antes iniposibles.

Es lo que constata cxpresaniente este tcxto d e los Hechos d e 10s apóstoles: *A cste Jesús a quien vosotros iiiatasteis eii una cruz, Dios lo resiicit6 ..., pues 710 era posible que la inuerte lo retuviera bajo su d»niinio,> (HcIi 2,24).

1.0 que aparece en la experieiicia pascual es que Jesús vivió toda su vida histórica .,según la fuerza dc una vida iridestructi- blcx ( l leb 7,16). Es decir, Jcsús vivió desde el principio tan profuiidamenie identificado con Dios: y Dios con él, que una vida coino la suya no podía ser destruida por In muerte. Al contrario, el-a cii sí misma vencedora y destriictoi-a de la niuerre.

Dicho de «ira inariera: lo que se hace ver en esta experieiicia es que '%ser Iioiribre coino lo fue Jesús sólo Dios puede serlo>,, o que su vida Iiistórica fue la realizacióii en l,lcnirud de <gel hom- bre qiic sobrepasa iiifiiiitaiiiente al propio Iioinbre>, (Pascal). Así se abre camino entre los primeros creyentes esa conciencia progresiva de que Jesús es Dios.

Pero es la vida históricn de Jesús I i que interesa directamen- te, porque es esa vida la qiie es resiirrección, la que tuvo quc ser resucitada por Ilios: ii1teres;i el nioviiniento suscitado por él, su proclamación del reino de Dios, la ci~iicrccióii de ese reino

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había rciiido una representacióii tan escasa del episcopado, agra- vada por la procedencia casi exclusivimente latina y inediterrá- nea de los obispos. Sobre esra base, liabía logrado el concilio contener la disolución que ainenazaba al catolicisrno y Iiabia puesro eii iiiarclia sil recuperaciáii. Siii embargo, iio se puedeii ignorar los costes dc C1 r,peraaón, que se puedeii sintetizar eii un drástzco aislarrrzento del n~itianisrrro de tradznón romana, sepa- rado y excluido de cualquier ósiiiosis con las otras tradiciones crisrianas de oriente y occidente, situado en actitud de definsa respecto a la cultura moderna y , finalniente, rodeado por uri cordóii saiiirario que iriipidiera contaminaciones coii culturas exrrañas. Jainás eii la historia cristiana la emassa dainnata,. había tenido una acepcióii tan amplia; jamás el cristi:iiiism« había agiidizado hasta la exasperación su extraizamiento de 1 , ~ historia dc la humanidad. lS.

Corno ya vinios, esta actitud defensiva freiite al muiido nioderno se hace i.oinportamiento habitual y obligado de la Iglesin desde la Rrvolución fraiicesa, y tiene su expresión culiiii- nante en el Syllnbi~i de Pío IX y en el concilio Vaticano 1.

En este coiitexro hay que eiiteiider el cainhio Iiisrórico pues- to en marcha por el Vaticano 11. En el foiido, es la ahsolutiza- cióii de un sistema eclesial con consistencia de siglos lo qiie se pone en cuestión, y , para ello, eiiti-a en juego lo que Ilaniábainos el .principio protestante>> en la niedida en que. como vcíainos, es el =principio cristiaiio a secas., el recliazo de roda pretensióii absoluta hecha por una realidad relativa. Todo ello en 01-den a la superación de un doble rextraiiamienro,a: el extrañaiiiienro de la Iiistoria de la huiiianidad, tal coino Iia acoiirecido sobrc iodo eii los últimos siglos, y el extraiiamieiito de otras realidades cristia- iias y , inás en general, religiosas.

Es decir, el cambio Iiistórico conciliar presupoiie iin iiiicvo paradigrn,? de compreniión: una concepción dinámica, histori- co-evolutiva, de la realidad del mundo, y, deiitro de él, i i i i n

coinprensióii lúcida del czr:icrer Iiistórico del cristianismo y dc la Iglesia, y de In liiscoi-icidad constitutiva de toda eclesiología.

Ya del discurso con que Juan XXIIl inauguró el c«iicilio 11.1

podido decirse qiie .<es, desde el principio al fiii, iiiia sola y coiitinua reflexióii sobre el condicionainieiito Iiis~órico del cris- tianisino y sobre la graii iinportaiicia de este dato para cl ncoiitc- ciinicnto conciliar,> ".

' C.. .Alb<rlco, o. c , 3 2 .

' L.~.ISC <;i~seppe K U ~ I C I . ; , FC e bisroriii, en G . All>cr.i:i>~j. 1'. j i i i bua . i> i . .

129, not.1 1.3.

Cuando el buen papa Juan insistía eii 13 iinportaiicia dc csiar atentos a los *signos de los tiempos., de < < a g g i o i - i a i i e t dc In Iglesia, de disriiiguir entre la susrancia de ios clogiii~s y sil formulación Iiistórica, en el Soiido estaba reinoviendo alg<i coii- siderado intocable duraiite iiiuclios siglos: uii coiiccj~i<i iiiiiy preciso de iiiiiiutabilidad de la Se y de inmutahilidad dc la Iglesia. Sobre todo de ésta últiiiia, puesto que ala ide.1 d i In absoluta iniiiutahilidad de las fórmulas dogmáticas es solamciitc uii aspeclo, el iiitelecrual y doctriiial, de la coiicieiici:i de iii-

iiiiirahilidad dc la Iglesia misiiiar ".

Diclio ~ 1 e otra inancra: lo que esraba aquí eii juego era, iii inás i i i ineiios, una coinprensióii de la Iiistoria conio <<lugar teológico>>, no en el sentido tradicional de enconrr;ir en ella la conSirniacióii de lo que ya se sabe por la revelación cristiana, sino en el sentido estricto de elemento iiitrínseco en la constitu- ción de la revelacióii y en la constitucióii de 11 Iglesia. Ni la revelación ni la Iglesia son <<aerolit»sm caídos del cielo, sino realidades acaecidas y constituidas dentro de la liisroria y a iravés de coiicretos acon~ecimientos iiisróricos.

Reconocida la Iiistoricidad de la Iglesia, se coinpreiiderá a la vez periectamenre que todo <~extrañamientom de la Iiistoi-in coiiiproinete el senrido mismo y la razón de ser de la Iglesia coino tal. Cuando Juaii XXlI l llamaba «profetas de calaiiiida- des>, a quienes -no ven eii los riempos iiiodernos inás que prevaricación y i-uiria>>, y se comportan coino si <<liada ruvieraii que aprender de la Iiistorian, o aludía a la necesidad de sustiruii- con el lenguaje de la *inisericordian el lenguaje tradicional de las ecoiideiias~, era perfeciainente consciente de que en eso se jugaba la ideiitidad y el futui-o de la Iglesia.

Por eso era iiecesai-io el concilio, y por eso Iiabía que apro- vecliarlo coiiio gran ocasión para un cambio Iiistórico que ;ni- plicase para la Iglesia uii <<salto hacia adelanten de iiiipi-evisiblcs c011secilencias.

Se trataría, en resumidas cuentas, de superar uii:i etapa de profunda desbisrorización de la fe y de la Iglesia, y de iniciar uiia ctapa liisr<irica riueva bajo el sigilo de una concieiicia clara de 1;i Iiisroricidad de la fe, de la Iglesia, y de toda reflexióii te»li>gica y eclesiológiza. J u n t o coii la convicción de que Iiay quc replantcarse coiistaiiteiiieiitc la versióii Iiistórica que ]lay

" Ricardo l:i.niico, Hen~ioiéirt~r.i d r l Al.rgiiri,i-io. c i i Tcologin j i Mirgirrei-io. Sigucme, Salninaiica 1987, 190.

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que dar a la fe y a la Iglesia, desde dentro de la liis~oria, para la liberación d r la bistoria según r l ~ . v ~ ~ n g e l i o .

N o es cuestióii, evidentemente, de pasar de una fe a otra, O

de Liiia Iglesia a otra. Sc trata de pasar de uiia -{orina Iiistórican de fe, a otra t.i<iriiia iiistórican distiiita, de uiia .<i»riiia Iiis~óricax de Iglesia de c<impreiisión de la Iglesia, a otra .iorina Iiis~óri- can iiucva, tal coiiio lo exige la coiidicióii de u i i ; ~ Iglesia .iseiiiper re-foriiianda*.

4. Acceso a los documentos conciliares: claves interpretativas

Coii esto enti-amos ya en el estudio de los p n d e s tciii.1~ eclesiol6gicos dcl Vaticano 11. N o siii antes advertir varias co- sas:

- N o es posible acceder a los docunicntos coriciliares, coino a cualquier otro texto, sin intcrprrrarlos. Kadie nos va a pro- porcioriar la verdad objetiva dc los misinos, al iiiargcii de toda ir i~erpre~acióii . Y toda interpretacióii se orieiita po r cierras cia- ves que per~riitan aden~rarse eii rl texto de tal iiiodo que se logre una coiiipreiisióii 10 niis certera posible.

Una clave de interpretación que guiará nuestro trabajo es C-sva: el cambio Iiisrórico, preteiidido claranieiite por rl coiicilio, cn la manera d r riitenderse la Iglesia a si inisiria, y en la inaiiera de entender su relación coi1 la historia.

Podrá bacerse, tal vez, una lectura de los textos coiiciliares intcrpretáiidolos de tal inaiiera <<a la luz de la tradición. qiie iio iinpliquen cambio liistórico alguno. Pienso, po r mi parte. que lo que no es posible es liacer eso siii infidelidad al concilio.

- Evidentcirirn~e, los docunientos conciliares iiicron fruto de iin =conseliso», de un gran esfuerzo dc los padres coiiciliai-es por lograr su aprobación uiiániirie. 1311 este sentido podrá clecii-- se, por ejeiiipl«, que eii la L.urnen grntiwrn están preseiitcs do5 eclesiologias, y acusar de ambigüedad a la doctriiia eclesiológic:i coiiciliar, liasta el punto de poder sacar de ella las coiiclusioiies iriás diierjieiites.

. . . . A irii juicio, ésta sería la iiiaiicra niás eficaz dc rediicii- el

coiicilio a la liada, ~ i c relegarlo a la inopei-aiicia coiiio un lieclii> del pasado prácticaiiiente irrelevante. .4c3so por cstu lia podido decirse que, cpar3d6iicameiite, parecería que el Vaticaiio 11

Iiubiera suscitado una oposición ~iguerrida, siii eiiciliiirar, cii cambio, defcnsorcs convcncidosx ' .

Para sol-tc.11- estc peligro; Iiay que teiier muy preseritc ilue el .coiiseiiso>> conciliar iio lo coloca rodo al misiiio nivel. Hay perspectivas dc foiido, plaiiteaiiiientos básicos, que 1i.iii ,c.i\.icli,

a la inayoría coiiciliar de 01-ieiitación fundamental eii la elabora- cióii de cada docuiiieiiro, y hay =modos,>, o incisos, intr«duci- tios por la miiioría conciliar desde otra incntalid.~d.

Pero esto 110 interrumpe las líneas maestras eii la coiicepcibii y eii el desarrollo de cada teiii.i, segúii un csqueina iiuevo quc presupone, iio se olvide, cl recliazo del esquema anterior pi-epa- vado antes de la iriauc~ir:icióii del coiicilio. Olvidar la diversidad de plaiiteainieiitos entre los viejos y los nuevos esquemas, y ti-atar de colocarlo rodo cii el mismo plano, sería otra forma clara de iiifidelidad al coiicilio, iiaiido por resuelto uii conilicro que est5 tod.ivía por resolver.

O t ra clave iiiterpretativa que nos va ;i guiar, segúii esto, rs la sugrriiia por el cardenal Suenens poco despiiC-s de la clausura del concilio: «extraer de la ganga de los iiicisob y de los circun- loquios las :ifirinacioiies básicas y cenwalesn '". Lo iiiaceptable, en cualquier caso, será hacer una ~ ~ I i e i - ~ i i e ~ i ~ t i desde los iiici- sos». ".

- El Va~icaiio 11 no es uii aconteciiiiiciito que tuvo ya lugar eii el pasado. E1Varic;ino 1 l está aconteciendo todavia. y nuestra vida creyente actual, y la vida de la Iglesia actual, tr:iiisciirreii bajo ese acoiiteciiiiieiito.

Posibleineiite, eii el iriomeiito presente dc e involución~~ y de -icst.iiii;icióii~~ eclesial, rcsuilte dificil prrcibirlo. Pero eso sólo indica quc no es nada fácil estar a la altura dcl cambio Iiisrórico ~ieseiicadciiado po r el coiicilio, v que ese caiiibio se realiza iiecesariaineiite a trav6s dc un pioceso que iio tiene po r quC ser liiical y uniforiiie.

Así ha ocurrido coi1 todos Icis sraiicli.\ coiici1;os en la histo- ria dc la Ig l c s i~ 'O. Maii abierto ~ i i i caniino capaz de impriiiiir tina ioriiia niieva al cristi:iiiisiiio v a I:i Iglesia, pero a través de

%. Alhciigi>, l. c . , I S .

" 1. Siici ir i i . , l.,, <oiiespoiiii2biiill~,~i lii isirr i ix Ile,clCc ,ir. l;i<id\rcr, ~ilba,; II)/>.). I S

'%,l<cruir ic ini~i rluv iaiatiiciiic ha I inbici<i uii r i>i ici l io qric iiu 1;ap sido reg~iicl<i <Ir i i i i a g i a i i c o i i l i i ~ i o i i ~ , dccía Ncxi,iiinii [ l . H . Nrn. r i ia i i , C,iirri <ir.! 7 de iqosro dr 1970 .i O'Neill l i . ~ i i , i r , cii Pc,zsni,iietiriir i v l i i i 1 . 2 Igiriiii Baicclr i l ia l9b4, 103).

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238 1 El Vaticano 11: un cnrribiv hirrórico

altibajos, de avances y retrocesos, de resistencias renaces por parte de quienes ven siempre, en el derrumbamiento de una deterniinada forma histórica de tradición o de Iglesia, el de- rrumbamiento de la tradicióii o de la Iglesia niisinas.

Pero la época histórica que trató de cerrar el Vaticano 11 está definitivamente cerrada, y la época nueva que quiso abrir sigue ahí abierta y más desafiante cada vez en este sorprendente final de milenio. En este sentido, puede decirse que lo más importan- te iinplicado en el acontecimiento conciliar está todavía en el futuro.

Lo cual nos impone otra clave de interpretación: n o se trata sólo de entender y profuiidizar los documentos conciliares, se trata también de yroreguir el concilio, de hacerle avanzar hacia cl cambio histórico iniciado por él. N o se puede ser fiel al concilio sino yendo inás allá que él, en innovación y eii creativi- dad permanentes. En definitiva, el Vaticano 11 fue un aconteci- miento del Espíritu, de ese Espíritu que sigue siendo xcreadorn de su Iglesia, y que sigue haciendo «nuevas todas las cosas..

((Giro copernicano)) en la Lumen Gentium

Dentro del cambio Iiistórico pretendido por el concilio hay que entender el cambio eclesiológico puesto en marclia en la constitución sobre la Iglesia.

1)espués del profundo viraie realizado en la constitución sobre la divina revelación (que en el esquema rechazado se titulaba, significativainente, <<De deposito fidei purc custodieii- don). y eii la constitución sobre la liturgia, en el tema de la Iglesia se iba a ~ r o d u c i r , ciertamente, un giro en redondo. Era aquí donde debía quedar claro que el concilio significaría un cambio de época en la Iiistoria de la Iglesia.

Vamos a tratar de seguir ahora las líneas básicas de un proceso en que se quedan atrás esquemas inentales con raigam- bre de siglos, y se abre paso una nueva comprensión de la Iglesia desde otros presupuestos.

A ((PUEBLO DE DIOS.

COMO PUNTO DE PARTIDA

Se ha dicho innurnerables veces, pero conviene repetirlo aquí, que el giro sustancial en la eclesiología conciliar se produ- ce ya en el paso de un csquema a otro eii la elaboracibn de lo que seria luego la constitución dogniática sobre la Iglesia.

Efectivamente, si se empezó a liablar enseguida de .giro coperiiicanon en la Lurncn Gentiuni fue por csta razón funda- mental: haber fijado coino punto de partida para centrar la constitución el pueblo de Dios coino tal, haber dedicado a esto un capítulo entero, el capítulo segundo, y haberlo antepuesto a los capítulos que hablan de realidades sectoriales de la Iglesia, incluida la jerarquía.

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No eia, l,i-i:cisn~iicriic, por Iixblar del eiiri:;rci-ii>.. di : la Iglesia e11 i- l c:ipítiil« pririiei-ii. :i 13csa:- de su ~iiipoi.i:iiicin i:ciiiio eiise[;iii i l n veieiiios, por lo que sc Iinb1ab;i en eso,; ici-iiiinos. 1I:iy qiic ~leo::ri!ri:~sc~i-:ii- y i desd:: alioi-a iii? pi-o,-pdiiriii~iicn inuy ! i~ l i~ i -»so , q ~ i e se Ii:i Iiecho hisi:iii~e cr>iiiúii desil< Iiacc ano.;, pcrci qiie IwcsI>pone esc clini;i <le eiiivolii~ii)iin poscoiicili:ir, iccelos:! i l i r l i~iiiihio liisiijiic<i iiriiini>vidi, i m i el cofi~.ilj.i: iiitci.i>rci:~r 1.1 Lii men <:r,,itini>i con categoi-í:is aIiisi6iirns qiic lo cnlor:iii coilo al iiiisiuo iiivel, o, lo q i i t e s pcor, 131-ivile:;inii iiivilcs qiie rio soi3 !os !>i-ivilegiailos 13oi- 1.1 itiis!iin ci>iistiiuci6ii.

Esta aciiiiid apni-ece y;i coi1 loda cl.ii-idad, por i:jciiir>lo, pii

ias , c ~ t ~ v a : ; c i d L:,II~C,~:IL I L i u ~ i l g ~ ~ a 1'1 c'~t~:gc-~-i;i CIC ,,pt~<:bio i i< .

Dios., corno u i i a especii, <ir vuclia al A i~ i iguo Tesrniiieiito, coii-io caregoi-í,i qiir stiscir:~, iiiás bici,. ..sui;~siii>nes jiolíiicas, ~>ar~ii l is ins y c:ilcctivisiis~>, y hasta coi^ la iiisiiiiiaciciii dc nhail- i1i)riai-la, poique *]><ir esc caiiiiiio 5e rol-rr ei pcligru de ret i-oie~ dei 1211 l u g a ~ ile avniizarj.. L.o que urge es volver al iiiiisiei-i»» de la Iglesia. v cxp!csa!-lo anrc ioilo cciii el concepto di: ,,ciieipc> de Crisio,>. que es dcl qiic r cc~bc la Ig1esi;i :<sil i:oiirio~.icióii i icotes~ i:iriiciivaria iilás cviilciitex ".

I<ii estc p~i i i to es iiniable el iiifiuji> d e I<aiziiil;ii- sobre el c,, a i r~odo í:xii:ioidiiiario ci,lebrado coii ocasioii cie los vciiire aiiüs <le l a ilausui.a del <:oiiciliu: .Piii.blo d r l>i»!;.. es ya nno iie lrii ,~i l iverco~ n.iod<oi- coi1 quc i:I coiicilio dt:sci-ibió n la I::lesia, 11ai-ccc que cn el l>oscoiicilio lia prodiicido i l ciezio de tiria <<coiii.epcióii .;ociológir:l ~~iiilatct;ll,, de la iiiisina, y r s iieccs:iii« vi,lvcr nl «inisiciio>i eclesial en ~ i i i iiioiiieiiii> cii que, :i pcsai- dcl :;ccularisiiio rciriaiiti., hay ..sigiios dc 1111:1 vuelia 3 10 ci!xviril<~>~ ".

Algo seinejariic pii:nsa, poi- lns iiiisnias Jecli;is, l a roriiii6ii rci>lby,icn iiitci-rin<;ioiial: eii I:i L ~ ~ m c n C;i:~iiiiirii, .<piii.b!o ilc Ljic~s, es uiin cxpiesióii siisada jidnto a1ri orr~zi r/erioii~~rin~~orii.ii para iiidirar la Iglesia>>, y cn su in!i:iiciciii p!-o{i:iici:i u.1 . i suhr,~yni- el cari i tcr taiitu :ic -niisieriox sunio de .siijeii> I i is~ór-i~i>~s z . 1 i 1.1 icalidad erlrsin!, donde '~inl>i>s aspectos -si611 i:ii iiiiiiii:i i:i>iicla-

" S . ¿ c c., 5 - 5 6 0 i i -o s . [ ? t i ? el ~ ~ I I > J ~ C I , p u c d m ~ i c i i t i i 1.i

i ircesiilad dc -1iacci iiii Ilriiiaiiiiciiiii a l , ~ ~ i ~ i l a i i c i a , p<>rcluc un' r ~ n t c l ~ o s los iiiiiiiros ( c a ~ : . ~ vc? im;ii Iiiiiirciosi,i Iioy d ía , y .i vccei pi i iv i , i i ic ; i ic \ ilc ' i i i ~ i y arriba') ilc i r l z .a rse ; i I i i>i . i Iriircr ~ i i d c r i i ~ i i . i i i ~ z i : i Ikici-i.1 V z ~ i c . ~ r ~ o 11, PI.CLCII<!ICII-

< l # , , ,.,! LIna t<,rr,,;, s<~r, , ,~~cl<lc , ,~c clc s,~,>,~,~:,,r l,,e !cxr,,T, I ~ C L , :,,,.1,,7,,r ,, Id l,!I~!,i,l iiiair:iiidiila a i -c i i i ic i i lcr . ( I l i i i i i I ' : i r~-~ i i . Uiii iy/eii,i ,ir hiiiiiii .ri/rir. i i~l i ' c ~ i i r , ,'i,,,,ta,,cier lCJ87, :iKW(,).

'' l ? ~ d , : ~ ~ ~ i ~ ; f i , ~ ~ r / , 11. A, 1 y 3

ci6ii, (le iii<>dn que iiiistci-io i:oiis~i~iiyi: el :;~.ijeio Iiisii>i-ico, \. cl siii:,ro Iiist6rici> revel:i el iuisre~i<,x ".

1.arizados cii csla dii-ci:i:ioii, piieil;, ci~iiciuii-se qiic ,,rI rliisir~ i~io iio ,:S i i i i .ispWtc rriirr r>:i-os, siiio ei ,rsie!7ir1 iiiiimo rlc !:i

visión del Loiicilii> sobre la 1::lcsiax "l. *I>iccblo di, I>ios>) \cci.i, I ~ I I C S , uri a q ~ c c : ~ ~ X I " oir-c>s: por ejc:nl>l~>, wciici-)>o ilc C i i s io , , <<i.enil>Ic (Id Lsp í r i t~~> j> ?c.c. Por drbajc~ CSL.IL-~,I la ~:,*ic;;:>sí,i d c c<riiisiciiii,, coiiio 1.1 S L I S L ~ ' ~ L O Pri~rieri, iieide el qiic eiilciidci- la Iglesia scgiin cl :J;iiicai~o 11.

Iliiaclvci-1id;iineiile i n l vez, ; y u í esi.á oiui-rieindo algu de eiioi-- iiics c<~iisrcuciici~is, po i sigiiir iiiiici«ii;iiido los csqiieiiias tic

!!,i\l,!?:l:, ,! l:, Ir), '$;'< ,>!iel>l'., , !? F > ~ > ) L , P. ,:!!crr?<~l * ? .::iq:., ., i > teiiiplo del Lspíi-jru, o eiiiifii<iase coiiri, ,-riiisterio., cl ira.;o es <Iue, prcvi~ , i ie i i~e , se han <.oiivc!-tido triclas r:sas d~~ric,iiiiii,~cioiies en i6i-iiiul.is gran~lillricuciites, eii r<rtegoriaj rihiitriiicai dcsdc I;,.; q i i ~ se trata dc i.iiieiidcr la I5;Icsia coi1 iii;iyoi- ;> ineiioi- t o i i ~ ~ ~ i . ~ . Pero Iiacieiirlo. cviriciii~riiciii.c, eclcsi»logía purnirieíirc ileiiiicii- ,u~r, y eii iriaiiera . ~ l g ~ n i 3 jii:l~ctiv/i.

Cori estos pi-rul>ur.itos, ci G:i ~oii:ilio Iia l>iivilegiadn. [por r~icinplo, 1.1 c:iiegon:~ dc «inisicrio,>, o tic <!e Dios,>, podi-á ::oii.sc~iiirse, cic:izinc~ire, alcúii nsxiice e i ~ la ioiiipi-eiisióii de 13 Iglesia, pc io de iiiiiguiin iiiniiei-a uii cnriihio Iiisi6rico. 1'1 i;r-obl<,iiia esti, por taiilo, cii Iii:iorlz,ir esa!; c.iic!;orias, eii p i t i r de la col.iric,>iiii l~iiróriczi qiic de ellas se iieiie, dc l is resi>ii;~iicias que provoixii, :sin divrisas en 135 c i i v ~ r ~ a i eiapas ;le la liisii>i~i.i dos veces iiiilciiai-ia dc l,i Iglesin, coino piiilo apicciarsc cii l.,. pai-ic seguiidn J e estc lil>io, y dcl irso bisi<irico qiic dil clla:; se liacc ~ i i el :iv:iiice tic I:i ioiicieiici.~ creyeiire, a ti.ivi-!; dc la . . Iiisiorin. Iiacja la vcidad coiiipleta.

Eii c:;re sciitiiiu, iniiio cl .,iiiisteric~>> iIi, !a Igl<.si:l, quc QCLIJM

todo el cnpílulo priiiicrii iic In Lrunien C;?niiixm, cr)iiio cl <~p i i i - blo ilc I > i » s ~ , qiic ociip,~ todo rl i:ai>itulo sr:giiiido, soii decisivi ,~ par:> cl <arnhio liiiiiirico ei-1~sioló~;ico qiii. cl i.<iticilio liicieiiclc, !xro !"uclir~ iii;is <I;iectaiii~:ii~c el capiii!lo rcg~!iic:o qiii: el l>i.liiir- 1.0.

!V<I sc olvidr ilii,, el lal>ít l l~o priitieii~ csi:ili.i y 3 j>i.cs(:~iic cii c.1

~ ' 5 1 1 ~ ~ 1 1 a r::cli.~~.ido, como iciii.~ i:xigido <Ics<lc la hvlj~i/ici Corpo-

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ri.s de l'ío XII, mientras que el segundo fue fruto del gran esfuerzo de reestructuración del nuevo esquema para responder al giro eclesiológico que debía einprendcr el concilio, es decir, para lograr un muevo planteamiento,, en que se volviera a <<ponerlo todo en discusións, (IConig).

Coii estos precedentes, vamos a analizar más despacio las pretensiones básicas de esas dos categorías privilegiadas por el concilio.

1. La Iglesia como misterio^^: sacranientalidad de la Iglesia

En el capítulo primero de la Lumen Gentium se aborda este tema, evidentemente, desde una concieiicia Iiistórica muy deter- minada.

La palabra =misterio>. no siempre ha tenido las mismas resoriancias en la conciencia creyente, y iiienos referida a la Iglesia. N o es lo mismo entender por misterio .el reino de Dios que vienen, o el designio de Dios sobre la liistoria realizado 1 . iistoricamente , . en Jesucristo, que referirlo a la realidad .<inacce- sibles, de Dios, a la que el Iiombre trata dc acceder por diversos caminos de iniciación, como en las «religiones de niisteriosn, o reducirlo a las verdades sobrenaturales que están por encima de la razón, como en la reacción contra el racionalismo propia del siglo pasado.

Cuando ya en el prólogo de la Lumen Gentiurn se habla de la Iglesia como «sacramento., es evidente que se está asumiendo la primera acepción, y entendiendo en esa clave el «inysterion>. del Nuevo Testamento, referido al .misterio de Dios que es Cristo» (Col 2 4 , que ya los padres tradujeron por Esacramen- tumn.

En este sentido hablaba san Hilario, por ejemplo, del .sacra- mento de su cuerpo,,, en cuanto que Cristo en su humanidad visible es la mostración histórica del designio de Dios sobre la historia, y, eri la medida en que los padres veiari a toda la humanidad asumida en Cristo, la Iglesia es .sacramento. en cuanto Ilainada a traducir en visibilidad Iiistórica el misino designio de Dios sacrainentalizado en él.

Desde esta perspectiva, el uso de esa expresión en el prólogo mismo de la Lumeri Gentium tiene una intención muy clara: ponerfin a la época de la contrarreforma. l'or lo nienos en estas direcciones:

- Entender la Iglesia como esacrameiitom es una forma de

superar la comprensión de la Iglesia como *sociedad perfecta», tal como lo entendió la teología postridentiria.

El Sínodo Extraordinario de 1985 lo ha dicho drásticamcnre: se trata de sustituir «una visión unilateral, fal.sa, meramente jerárquica de la Iglesia>>, por otra en que se tenga en cuenta quc .toda la importancia de la Iglesia deriva de su conexión coi1 Cristo* 15.

El problema está en cómo se entiende esa «conexióri con Cristo,,. Cuando se habla del «misterio>> de la Iglesia, suelc decirse, y el misino concilio lo dice (LG E), que eso alude a quc la Iglesia es una .realidad compleja», constituida por un ele- mento humano y otro divino, por una diinensión visible y otra invisible. Dos dimensiones que, por supuesto, no ~ u e d e n sepa- rarse, pero cuya relación mutua n o suele precisarse.

La teología postridentina sustantivó la dimensión visible de la Iglesia, en reacción contra Lutero que sustantivó, por su parte, la dimeusióii invisible, escondida, o recóndita de la mis- ma, olvidándose por ambos lados lo único decisivamente im- portauw: la articulación esericial de ambas diniensiones.

Desde la Myrtici Corporir de Pío XII, se lia tratado de revalorizar esa dimerisión invisible privilegiada por la teología protestante, pero en esa encíclica puede Iiacerse d e tal inodo que eso no afecte para nada a la autoiiomía o a la consistencia propia de la dimensión visible de la Iglesia. La dimensión invisible es desplazada al *más alláa, o al ámbito de *lo sagrado., y así, cn el ámbito del <<más acá., describirse los elementos esencia- les de pertenencia eclesial en los misnios términos en que lo Iiizo Belarmino eii plena eclesiología de contrarreforma, es decir, como elementos puramente externos y visibles, propios de esa .sociedad perfecta» que es la Iglesia católica.

Cuando la Lumen Gentium antepone a esos elementos este o t ro invisible: <poseer el Espíritu de Cristo. ( L G 14), es evi- dente que está tratando de interrelacionar ambas diinensioiies en orden a superar graves aporías históricas a partir de otra concepción del .misterio>,.

Es decir, hablar de la Iglesia como =inisterio>>, en el sentido más tradicional, patrístico, de -sacramento., es lo mismo que cuestionar la absolutización de un sistema eclesial eutendido, desde la reforriia gregoriana, como asociedad perfecta..

La Iglesia rio es =sociedad perfecta,> como lo era el iiiipcrio.

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