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Visiones y Contravisiones de Jalisco1 Jorge Zepeda Universidad Michoacana Si bien es cierto que, de acuerdo a la clásica sen- tencia marxista, los individuos como las socieda- des no pueden juzgarse por lo que éstos piensan de sí mismos, también es cierto, de acuerdo con esa tradición, que dicha visión —la apariencia— es un vehículo para penetrar en su esencia. Esto es particularmente válido para una re- gión como tal —cohesión en tomo a un mercado común, control económico y político de una clase local dominante, determinadas formas y relacio- nes de producción locales— se han ido desmoro- nando en Jalisco, como en otras regiones del país, frente al embate de nuevas y más poderosas relaciones verticales exógenas (políticas, econó- micas y culturales) capaces de subordinar y rede- finir las relaciones horizontales locales pasadas y presentes2 . En estas condiciones la naturaleza de lo re- gional, al margen de la dudosa y artificiosa per- sonalidad jurídica que emana de un territorio de- limitado y unos poderes políticos locales subordi- nados al centro, reside entonces en una visión compartida, en una destilación generalizada de la historia común, en una concepción autoatri- buida de lo regional frente a lo nacional. Aquí cabría introducir un paréntesis para señalar que nuestra percepción de lo regional no

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Visiones y Contravisiones de Jalisco1

Jorge Zepeda Universidad Michoacana

Si bien es cierto que, de acuerdo a la clásica sen­tencia marxista, los individuos como las socieda­des no pueden juzgarse por lo que éstos piensan de sí mismos, también es cierto, de acuerdo con esa tradición, que dicha visión —la apariencia— es un vehículo para penetrar en su esencia.

Esto es particularmente válido para una re­gión como tal —cohesión en tomo a un mercado común, control económico y político de una clase local dominante, determinadas formas y relacio­nes de producción locales— se han ido desmoro­nando en Jalisco, como en otras regiones del país, frente al embate de nuevas y más poderosas relaciones verticales exógenas (políticas, econó­micas y culturales) capaces de subordinar y rede- finir las relaciones horizontales locales pasadas y presentes2.

En estas condiciones la naturaleza de lo re­gional, al margen de la dudosa y artificiosa per­sonalidad jurídica que emana de un territorio de­limitado y unos poderes políticos locales subordi­nados al centro, reside entonces en una visión compartida, en una destilación generalizada de la historia común, en una concepción autoatri- buida de lo regional frente a lo nacional.

Aquí cabría introducir un paréntesis para señalar que nuestra percepción de lo regional no

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parte, como pudiera desprenderse de las líneas anteriores, de una apreciación nostálgica del pa­sado o de añoranzas de autonomías pretéritas pro­picias a las oligarquías tradicionales locales. Por el contrario, consideramos con Mariátegui que lo regional admite —exige— una lectura progresista, bajo la convicción de que sólo mediante la forma­ción de escenarios de confrontación comunita­rios, locales y regionales, es posible la construc­ción de sujetos o actores políticos y económicos activos. La cuestión regional-popular tiene vi­gencia política y económica en la medida en que no se opone ala cuestión nacional popular, sino a lo nacional estatal, versión esta última en la cual el Estado —léase gobierno central— se postula como la forma de identidad nacional por excelen­cia3.

Así pues, es en la memoria y en una particu­lar forma de concebirse a sí misma de la sociedad jalisciense, donde prevalece una dimensión re­gional. En tal sentido, el acervo bibliográfico existente sobre Jalisco, obra de propios y extraños, materializa una visión que incuestionablemente sigue siendo regional. Frente al desmantela- miento económico y político de los soportes de lo regional, la visión que se desprende de la biblio­grafía jalisciense cubre esa carencia al ofrecer en su conjunto una versión del estado; lo describe, lo matiza y lo interpreta, acabando por asumir una suerte de definición.

Si bien es discutible que la visión de Jalisco contenida en esta bibliografía constituya su rea­lidad (si es que pudiese señalarse alguna), es inne­gable, sin embargo, que dicha visión representa el proyecto de sociedad al que ha aspirado una parte de la sociedad jalisciense (por lo menos la que escribe libros). Lo que los jaliscienses dicen ser, que puede o no ser cierto, resulta significativo

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pues revela un proyecto, una imagen y una defi­nición frente a la sociedad nacional.

Una aproximación a la bibliografía de Jalis­co en términos de autores, temas, ediciones y pe­riodos de publicación manifiesta algunos de es­tos elementos. La incidencia de algunos temas y la relativa ausencia de otros, las características de quienes los escribieron, los períodos históricos en que fueron producidos y la dimensión espacial de la reflexión de una sociedad sobre sí misma. Por otra parte, un recuento de tal naturaleza per­mite una percepción de bulto del grado de de­sarrollo de la investigación jalisciense. El acervo bibliográfico arroja globalmente un conocimien­to de la región que exhibe disparidades, reitera­ciones y vacíos, aciertos y desaciertos, certezas e interrogantes que requieren ser asumidas y tra­bajadas en conjunto.

Períodos de producción

La publicación de las primeras obras analíticas sobre Jalisco o su equivalente colonial, se remon­ta a mediados del siglo XVIII con obras de Pedro Buzeta y Francisco Florencia sobre los terremo­tos de Guadalajara e historia de la Iglesia respec­tivamente; ambas publicadas en México. Con la introducción de la imprenta a Guadalajara a fi­nes de la colonia, se desarrolla a todo lo largo del siglo XIX una lenta pero excelente producción de trabajos sobre la región, gracias a la sucesiva aparición de las imprentas locales: de Urbano Sanromán, de Dionisio Rodríguez, la Imprenta del Gobierno, de Brambila, las de los Banda, de Pérez Lete y de León Domínguez, entre otras.

Hasta 1900 se habían producido sobre Jalis­co cerca de 130 obras, en su mayoría textos de considerable volumen. La edición de estos traba­

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jos se caracterizaba por tirajes sumamente redu­cidos y dirigidos a una élite instruida, que no cul­ta. Hacia 1875 Ireneo Paz, editor del diario El Pa­yaso, se quejaba de que hasta entonces no había existido en Guadalajara ningún periódico que su­perara un tiraje de 300 ejemplares4. Téngase pre­sente que en 1895, según el primer Censo de Po­blación oficial moderno, apenas uno de cada cua­tro adultos sabía leer y escribir.

Antes de 1910 la publicación de títulos con temas jaliscienses, aunque aún reducida, se daba con cierta regularidad y mayormente sobre histo­ria, geografía y estadística. La elección de los te­mas y el tono de los títulos revela en los autores del siglo XIX un afán por conocer y definir de una vez por todas qué era el Estado de Jalisco, me­diante la medición y descripción de sus tierras y sus gentes, así como el conocimiento y la inter­pretación de su pasado. Este afán, por supuesto, no estaba exento de un interés político: reafirmar frente a lo nacional y contra el centro, las peculia­ridades de la región.

Durante las tres décadas posteriores al ini­cio de la revolución disminuye sensiblemente el número de libros con un promedio de 28 títulos por década, aunque la temática sigue siendo muy similar a la de años anteriores; es decir, geográfi­ca e histórica. La producción de los treintas se tri­plica para los cuarentas, y ésta se duplica en la si­guiente década. En contraste, los últimos veinte años arroj an un impresionante y progresivo creci­miento en la producción de nuevos títulos referi­dos a Jalisco. Baste señalar que en 1980y 1981 sa­lieron a la luz un número superior a los textos aparecidos de 1930 a 1950.

Esta relativa explosión bibliográfica ha te­nido un costo en términos cualitativos, al venir acompañado de una serie de rasgos que en conjun­

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to diferencia esta obra de la anterior a 1950. Con el incremento año con año en los títulos aparecidos, se observa una tendencia a la “institudonaliza- ción” de los autores, al predominio de temas eco­nómicos, a la creciente proporción de artículos, ensayos y ponencias en detrimento de los libros formales y, aunque con muchísimas excepciones, al descenso en la calidad de los materiales de mía gran porción de las obras. Entre tales excep­ciones habría que resaltar la excelente aporta­ción crítica y profesional que, con diferentes ma­tices y perspectivas, han venido realizando en los últimos quince años, poco más de medio centenar de investigadores de lo jalisciense (nativos, adop­tivos y foráneos, en su mayoría académicos), que han abordado una revisión crítica de una serie de temas sociales, políticos y económicos, con fre­cuencia con efectos aparentemente desastrosos para la mitología jalisciense.

Los autores

Del total de títulos que acreditan alguna paterni­dad 29.7% han sido elaborados por dependencias e instituciones públicas y privadas, 7.3% son obra de escritores extranjeros y 4.2% llevan por autor una mujer del país. El resto, 58.8%, tendrían como común denominador el ser obra de autores nacio­nales del sexo masculino.

La parte que corresponde a las instituciones (casi un tercio) es en su mayoría reciente y tiende a crecer más rápidamente que la obra délos parti­culares. En los últimos cinco años, dependencias en su mayoría del sector público, han elaborado más de la mitad de los títulos aparecidos y se ob­serva una tendencia al alza. Esta proporción es aún más relevante si se considera que en este ru­bro clasificamos exclusivamente aquellos textos

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en que el único autor acreditado es una dependen­cia, no considerando los que explicitan ser obra de un investigador desde el interior de una insti­tución (como es el caso de muchos otros trabajos patrocinados por instituciones docentes y de in­vestigación).

Lo anterior revela un fenómeno que no es ex­clusivo de Jalisco: la creciente participación de lo que ha sido llamado en un sentido más amplio “Aparatos del Estado” en la formación y produc­ción de ideología y cultura de masas. En lo que respecta a la bibliografía sobre Jalisco, el con­junto de obras editadas por las dependencias fe­derales, estatales y municipales proporcionan, con escasas excepciones, una visión anodina, acrítica y color de rosa, que en conjunto constitu­ye la versión oficial sobre Jalisco. Dicha versión, dictada por las necesidades de promoción econó­mica y política del régimen, se nutre de una ima­gen estereotipada que describe a Jalisco como una sociedad de potencial extraordinario gracias a la pujanza de sus hombres y sus mujeres, alari- queza y abundancia de sus recursos naturales, a la vocación pluralista de su economía (industria, comercio, agricultura, ganadería, turismo, servi­cios, etc.), a la capacidad infraestructural insta­lada, a la armonía en las relaciones capital-tra- bajo, etc. Por su parte, Guadalajara aparece co­mo una ciudad que lo tiene todo, excepto habitan­tes pobres (todos son de clase media para arriba), gracias a que conjuga todas las ventajas de una metrópoli con las virtudes de una ciudad colo­nial, señorial y provinciana.

Por fortuna la circulación de todas estas pu­blicaciones se restringe, por lo general, a los cír­culos oficiales mismos de la región y del país, donde se agotan entre las múltiples instancias y laberintos del sector público. Salvo algunos docu-

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mentos de promoción que alcanzan a las cáma­ras empresariales e inversionistas extranjeros, el verdadero propósito de estos textos es su distribu­ción entre la clase política local y nacional, lo cual convierte al sector público en el verdadero remitente y destinatario de esta literatura. Por lo demás, su existencia es efímera: dura lo que el se­xenio, ya que cada nueva administración se pro­pone sus propias publicaciones, para lo cual de­tiene la circulación de las de su predecesora. La anterior no deja de ser una salida original para un texto, que parece confirmar la vieja frase de Jonathan Swift de que “los libros, como sus auto­res los hombres, sólo tienen una forma de venir al mundo, pero diez mil maneras de desaparecer de él, de una vez y para siempre”5.

Una parte sustancial de la bibliografía j alis- ciense ha sido realizada por autores extranjeros. Si bien en términos cuantitativos esta aporta­ción ha sido de poca monta —menos de un cente­nar de obras— su importancia es incuestionable. La mayor parte de estos trabajos son el resultado de investigaciones académicas formales realiza­das con mayor o menor rigor, según el caso, y se caracterizan por el tratamiento de temas que con frecuencia abren surco en la bibliografía jalis- ciense. Tal es el caso de Noëlle Demyk, Jean Me- yer, Julián Crespo, Eric Van Young, James Breedlove, Hélène Rivière D’Arc, Michael Wine- cup y John Walton, entre otros muchos.

Sin menospreciar el valor de este aporte, es preciso reconocer que en muchos casos la aten­ción a temas jaliscienses no es del todo casual. Para algunos, Jalisco constituye un tema más o menos exótico que ofrece la oportunidad de titu­larse con tesis más o menos sencillas en universi­dades que se encuentran más bien distantes. Este parece ser el caso de algunas tesis de maestría

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notoriamente débiles, pero no el de las tesis docto­rales que en lo general se caracterizan por su sol­vencia académica. En los últimos diez años se han graduado un promedio de dos doctores por año con tesis de temas jaliscienses en universidades del extranjero. Pese a su importancia, esta produc­ción circula en la región con bastante atraso y pocas veces es traducida al español (actualmente existen alrededor de 45 libros y artículos sobre Jalisco aún no traducidos al español).

Entre los autores extranjeros destacan los norteamericanos con cerca de tres cuartas partes de los títulos, seguidos por los franceses con una docena de trabajos y en menor proporción por alemanes, españoles, latinoamericanos, ingleses e incluso japoneses. En lo que respecta a los prime­ros, además de su inclinación por temas históri­cos y arqueológicos, destaca su predilección por cuestiones de población: crecimiento urbano, de­mográfico y migración, particularmente en Gua­dalajara y los Altos. Esta orientación es explica­ble, ya que si el occidente de México es el mayor emisor de trabajadores migratorios con destino a Norteamérica, es lógico esperar que sea también el mayor receptor de norteamericanos estudiosos de la dinámica población.

A diferencia de los norteamericanos, cuyas obras se han dado a lo largo de todo el siglo, la aportación de los franceses es más reciente y me­nos diversificada. Aunque precedidos por sus co­terráneos comerciantes desde finales del siglo pa­sado, la aparición de investigadores franceses en Jalisco no se da, salvo el caso de Francois Cheva­lier, sino hasta finales de los sesenta con los tra­bajos de J. MacNeil, Jean Meyer y Helene Riviere D’Arc, a los que posteriormente se suman varios paisanos más. Un esfuerzo de apreciación global del aporte francés conduciría a caracterizarlo, pe-

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se a las inevitables inexactitudes que conlleva es­te tipo de generalizaciones, como una serie de obras bien sustentadas en la investigación; ela­boradas bajo un inequívoco espíritu interdiscipli­nario, y estructuradas en tesis y planteamientos que por su amplitud y riqueza resultan más suge- rentes que concluyentes. Contrastando con esta caracterización, la obra de algunos norteameri­canos —no todos, ni tal vez la mayoría— aparece­ría con un mismo rigor en la investigación, pero con una temática más recortada y precisa, con un aparato conceptual y metodológico más definido y referido frecuentemente a una disciplina; en fin, con un objeto de estudio más empírico y tesis más concluyentes6.

En lo que respecta a autores femeninos, ape­nas uno de cada veinticinco textos lleva esta distin­ción, lo cual es un indicador harto significativo del arraigado tradicionalismo de la sociedad ja- lisciense en esta materia, como en tantas otras. No es sino hasta las últimas dos décadas, y ma­yormente en los últimos seis años, cuando las mu­jeres aparecen en el horizonte bibliográfico del Estado.

En realidad la Nueya Galicia ha carecido de una tradición en este sentido. No obstante un fe­liz inicio con una Doña Isabel participando decisi­vamente en el asentamiento definitivo de Guada­lajara, la sociedad neogallega circunscribió a la mujer a la vida religiosa y familiar. Sin una Sor Juana Inés que abriera surco, a la mujer le fue ve­dado el acceso a la creación literaria o, por lo me­nos, a la edición pública de sus obras. A cambio, en un acto de compensación y justicia, algún anó­nimo y eficaz publicista las hizo famosas por sus ojos tapatíos.

Todavía hacia principios del siglo pasado se­gún Pérez Verdía, en la sociedad tapatía “los pa-

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dres de familia acomodados tenían la preocupa­ción de que las mujeres no debían saber leer ni es­cribir a fin de que no pudiesen comunicarse con los novios, de suerte que lejos de impartirles ins­trucción a sus hijas, vigilaban para que no la ad­quiriesen furtivamente Al parecer, en el transcurso del siglo los padres relajaron su seve­ridad o las hijas multiplicaron ardides y recursos para instruirse; lo cierto es que hacia 1895, una de cada cinco mujeres sabía leer y escribir. Lamen­tablemente toda esta instrucción no se tradujo en una mayor aportación bibliográfica de la mujer, aunque si hemos de prestar atención a la senten­cia de Pérez Verdía, debió haber permitido una intensa circulación de encendidas misivas y, por ende, el florecimiento de muchos romances por sobre el celo paterno. Esto a su vez habrá reforza­do la necesidad de aprender las letras; nada debió haber sido más frustrante para un poeta en cier­nes que tener como destinataria una musa anal­fabeta.

Aunque la participación de investigadoras extranjeras se inicia hace varias décadas, con te­mas arqueológicos básicamente, los nombres de las mujeres sólo comienzan a aparecer sistemáti­camente en los setentas, cuando un proyecto de la Universidad Iberoamericana y del Centro de In­vestigaciones Sociales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (CIS-INAH, hoy CIE- SAS), introduce un grupo de antropólogos en las regiones Sur y Altos de Jalisco para el estudio de distintos aspectos de la vida económica y social regional. Este proyecto se tradujo en la publica­ción de más de una docena de tesis y algunos ar­tículos publicados por el INAH. Posteriormente, con otros miembros e instituciones participantes, se han establecido en el Sur de Jalisco y en el área metropolitana de Guadalajara proyectos simila­

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res de investigación colectiva —predominando las mujeres en el caso de Guadalajara— con una producción que por su temática, actualidad y ca­lidad se ubica entre lo más destacado del acervo bibliográfico.

La otra gran línea de participación femeni­na es la historia. Junto con la pedagogía, la histo­riografía parece ser uno de los escasos campos in­telectuales en los cuales la sociedad jalisciense se ha mostrado relativamente propicia para la mu­jer, aunque ciertamente tampoco con demasiada largueza si se considera lo tardío del fenómeno. Con todo, cabría preguntarse si el acceso a este campo no está asociado a la subvalorizada con­cepción predominante en muchos ambientes con respecto a la historiografía, a la cual se le atribu­ye apenas una relativa importancia científica y una escasa utilidad práctica.

Los primeros trabajos registrados son los de Emilia Beltrán y Puga a fines del siglo pasado, consistentes en ensayos biográficos de algunos prohombres locales (inclusive Fray Antonio Al­calde). Hacia los veintes aparecen un par de ensa­yos sobre aspectos históricos de la Iglesia, presu­miblemente obra de religiosas, y en los cuarentas se publica la primera de varias obras de arqueólo- gas norteamericanas. Sin embargo, la presencia femenina sólo se vuelve importante en la histo­riografía jalisciense con la aparición de los traba­jos de una emergente generación de historiadores de carrera, a lo largo de los setentas (aún cuando María del Carmen Velázquez publica ya en 1961), y que a la fecha se responsabiliza de más de una docena de títulos entre ensayos y textos.

Finalmente, en el último lustro diversas in­vestigadoras han venido publicando en forma de tesis, ensayos y ponencias, trabajos sobre los te­mas más variados (principalmente urbanismo,

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demografía y movimientos sociales), lo cual per­mite suponer que, aunque con retraso y segura­mente no sin reticencias, la mujer ha comenzado a desempeñar un papel cada vez más activo en la interprétación del pasado y el presente de una so­ciedad que le ha sido particularmente adversa.

Temática

Una abrumadora mayoría de los textos del con­junto bibliográfico jalisciense está referido a te­mas históricos y económicos; entre ambos repre­sentan más del 80% del total de obras. La inciden­cia en estos dos temas no es homogénea ni regu­lar a lo largo del tiempo pues, como ya se ha seña­lado, la producción bibliográfica admite una cla­ra periodización en base a la orientación de los te­mas: hasta 1950 se caracteriza por un claro pre­dominio de la historia; a partir de ese año y en pro­gresión creciente la economía desplaza a aquella, si no en calidad, por lo menos en cantidad.

Además, de historia y economía, la bibliogra­fía incluye una serie de temas que para efectos de exposición han sido agrupadas —con la inevita­ble dosis de arbitrariedad que ello supone— en Es­tadística, Administración Pública, Educación y Cultura, Demografía y Urbanismo, Religión y Aspectos Sociales.

Historia

La abundante historiografía jalisciense no es ca­sual. Como en Jalisco se da también en Veracruz, Yucatán y Michoacán, estados que se caracteri­zan por una vida económica y social relativa­mente temprana y mayores o menores aspiracio­nes de autonomía frente al poder central. Desta­

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cando las peculiaridades de sus propias raíces y su evolución, mediante la historiografía regio­nal, estas provincias afirman su individualidad frente a la homogeneización que representa la historia nacional. Parafraseando a Henry Ja­mes, podría decirse que se requiere una gran can­tidad de historia para producir un poco de histo­riografía8. En tal sentido los historiadores de Ja ­lisco no han carecido de materia prima: en el pa­sado regional menudean todo tipo de guerras —esa gran vendedora de libros de historia—, abundan los conflictos políticos y religiosos; los movimien­tos sociales son numerosos, existen varias insti­tuciones seculares y la disponibilidad de héroes locales para biografías y calles aún está lejos de agotarse.

Pese a su abundancia la historiografía dista de ser satisfactoria. Buena parte se inscribe en el renglón de literatura panfletaria y del discurso político, y no son pocas las obras en que la ima­ginación sustituye a la investigación y el deseo se reviste de reflexión (lo cual, si bien no inhabilita su valor histórico, sí requiere por lo menos una utilización consciente de sus contenidos).

Pór otra parte, la atención de los historiado­res es muy desigual entre los períodos objeto de estudio, privilegiando notoriamente la colonia y el porfiriato con 109 y 62 obras respectivamente. Inmediatamente después, con acervos de 40 a 50 obras cada período, se ubicarían la revolución, la reforma, la independencia e indigenismo y pre- hispánico, además de 56 obras no periodizables. Tal sería un inventario meramente cuantitativo. Una aproximación más analítica revela mayor divergencia en la atención por períodos de la his­toriografía. El período de la revolución (1910-1940), por ejemplo, aunque es abordado explícitamente por más de medio centenar de trabajos, en su ma­

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yor parte éstos consisten en breves ensayos, ar­tículos, ponencias o memorias referidos a aspec­tos parciales de la vida política y social regional; escasos y recientes son los trabajos que intentan una interpretación global de la vida económica y social de la región en este período. Entre los que lo intentan, con mayor o menor éxito, cabe señalar a Angel Moreno, José Ramírez Flores, Fabián Gon­zález, José Guadalupe Zuño y Jaime Tamayo.

La predilección por la época colonial y el si­glo XIX por parte de los historiadores debe expli­carse no sólo por esa frecuente adversión de algu­nos historiadores para enredarse con el presente (y ciertamente abordar el período de 1910 en ade­lante significa enredarse con el presente), sino también y fundamentalmente por la intensidad histórica de aquellos períodos. Tanto la Nueva Galicia, con Arzobispado y Audiencia propia, co­mo la independencia y la reforma en la región (fe­nómenos que, como Luis González ha señalado, se desarrollan básicamente en el Occidente de Mé­xico) han sido extremadamente propicios para que numerosos hombres y mujeres de Jalisco pudie­ran no sólo participar y hacer historia, sino tam­bién escribirla. Entre estos últimos se ubican au­tores cuya obra constituye una verdadera aporta­ción a la historiografía nacional y hacen de este renglón el mejor de la bibliografía jalisciense. Sin ánimo de agotarlos podrían señalarse a Igna­cio Aguirre, Lázaro Arregui, Jesús Amaya Tope­te, Longinos Banda, Mariano Bárcena, Manuel Cambre, Alonso de la Mota y Escobar, Ignacio Dávila Garibi, Arturo Chávez Hayhoe, Juan Iguíniz, Ricardo Lancaster-Jones, José López Portillo y Weber. Matías de la Mota Padilla, Luis Páez Brotchie, Francisco Parra, José Ramírez Flores, Alberto Santoscoy, Antonio Tello y Ru­bén Villaseñor Bordes. A esta obra colectiva sobre

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la colonia y el siglo XIX se suman los trabajos —mucho más recientes— de una serie de historiado­res extranjeros y los de una nueva generación de historiadores regionales, quienes con su trabajo y su revisión crítica hacen posible que en Jalisco nada esté cambiando más rápido que el pasado.

Mención aparte merecen los historiadores de pueblo, de los cuales la región ha sido particular­mente abundante. Gracias a la labor de estos au­tores existen varias decenas de microhistorias (hasta ahora ignoradas muchas de ellas), funda­mentales para comprender la dinámica espacial en la vida económica, social y política de la re­gión y para acceder a una versión cotidiana y co­munitaria de la historia que normalmente está ausente en los análisis de los grandes procesos históricos regionales.

Economía

En lo que respecta a la bibliografía económica destacan dos características: más del 90% de las obras datan de 15 años a la fecha y la gran mayo­ría han sido elaboradas por dependencias del sec­tor público. El contenido de estas publicaciones —una verdadera explosión de prosa oficialista— confirma el acentuado carácter legitimador que el análisis económico tiene en la sociedad mexi­cana contemporánea. La historiografía del siglo XX, que como se ha visto es raquítica, es sustitui­da con creces por la descripción económica. El economista y afines, reemplaza al historiador co­mo expositor de las virtudes del sistema y las bondades de la realidad social. El discurso histó­rico cede paso a la contundencia de la cifra: “la historia la escriben los vencedores” se decía; en la segunda mitad del siglo XX habría que preci­

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sar: “la realidad la dictan los economistas ofi­ciales”.

La temática económica es muy variada, aunque predominan las obras generales sobre la entidad, con casi 200 trabajos. La mayor parte de éstos son meramente descriptivos y promociona­les, con la excepción de algunos análisis y pro­gramas elaborados por el extinto Plan Lerma Asistencia Técnica (PLAT) y por las sucesivas de­nominaciones del Departamento de Programa­ción y Desarrollo del Estado (antes Departamen­to de Economía, Dirección de Promoción Econó­mica, Departamento de Economía y Hacienda).

Resultan mucho más interesantes los traba­jos sectoriales, donde destaca la industria con más de un centenar de títulos, aún cuando en opi­nión propia sólo una docena son rescatables: los textos de Carlos Alba, Patricia Arias, Enrique Hernández Laos, Silvia Lailson, Ignacio Medi­na, Cristina Padilla, Hugo Solí, Jean Revel Mou- roz, y dé la Junta de Planificación y Urbaniza­ción del Estado de Jalisco. En conjunto, la visión de estos autores contrasta con la que se despren­de dé la abundante bibliografía industrial pro­mocional, implícita o explícita, que tiende a con­centrarse en el análisis dé los sectores punta de la industria del Estado. Frente a esta versión, los autores señalados han destacado el verdadero ca­rácter del proceso de industrialización en Jalisco: contradictorio, fuertemente dependiente, hetero­géneo, con incapacidades estructurales para al­canzar un desarrollo autosostenido, con una es­trategia de sobrevivencia que se ha cifrado en for­mas de acumulación que descansan en la utiliza­ción de la pequeña industria fragmentada y en una particular vinculación con la mano de obra.

Por otra parte, el papel estratégico que ha desempeñado la explotación de mano de obra en la

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región parece confirmarse por las más recientes publicaciones sobre sindicalismo y aspectos la­borales. Hasta hace cinco años prevalecía sobre este tema un vacío prácticamente absoluto que apenas recientemente está siendo ocupado por los primeros trabajos de una media docena de in­vestigadores sobre historia del sindicalismo en Jalisco, condiciones de trabajo en la industria del sindicalismo en Jalisco, condiciones de trabajo en la industria, mercado de trabajo, empleo y de­sempleo, etc. En conjunto, sin embargo la inves­tigación sobre estos temas se encuentra aún en ciernes, medianamente virgen, si tal frase fuera posible. Máxime si se considera que él conoci­miento de la organización, del nivel de ocupación y de las características de la fuerza de trabajo es vital para la comprensión de un. cúmulo de pro­blemas económicos, sociales y políticos; vgr. for­mas y niveles de acumulación, conformación de la demanda y niveles de consumo, mediatización y participación política, migración y empleo, mercado de trabajo y capacitación, etc. '

En orden a la atención que reciben por la bi­bliografía, el sector primario sucede al secunda­rio aunque con un número de textos bastante me­nor al de aquél, no obstante eí carácter eminente­mente agropecuario de la entidad. Al igual que para el resto de la bibliografía económica, la ma­yor parte de estos trabajos han sido elaborados por dependencias públicas, con una calidad lige­ramente mayor que sus equivalentes industria­les, lo cual podría atribuirse al hecho de que por lo general estos textos no están orientados a la promoción de inversiones, como es el caso de los industriales.

El problema de la bibliografía oficial sobre el agro jalisciense es de otra índole: la deficiencia en la información. Hasta ahora las actividades

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del campo han resistido con éxito todos los siste­mas estadísticos diseñados para medirlas, con ex­cepción de los Censos Nacionales que se realizan cada diez años. Por tal razón, la mayor parte de los trabajos que abordan el agro desde una perspecti­va del Estado en su conjunto, se basan en infor­mación que en el mejor de los casos es atrasada, en el peor de ellos es distorsionada, y en la totali­dad de los casos es insuficiente, dado el escaso tratamiento que los mismos censos otorgan a as­pectos tan esenciales como la comercialización o la tenencia de la tierra. Bastante mejores son los trabajos del sector público referidos a zonas o a comunidades concretas, directamente sustenta­das en sus propias investigaciones, en los cuales se diagnostican problemas y se plantean solu­ciones técnicas (entre los de este tipo destacan los del Plan Lerma).

En lo que respecta a los autores particulares se advierten tres grandes líneas de aproximación al agro. La primera, realizada preferentemente por historiadores, analiza la hacienda desde di­versos ángulos y en distintos períodos históricos, haciendo importantes aportes al conocimiento de la economía y la sociedad jaliscienses. Una se­gunda línea estaría constituida por los análisis diacrónicos de comunidades y municipios que, aunque no son explícitamente agropecuarios, examinan a fondo la evolución económica, social y política de las estructuras agrarias. Este tipo de trabajos, en su mayor parte obra de antropólo­gos, es lo mejor que existe sobre el campo de Jalis- co, aunque por desgracia se circunscribe casi por completo a los Altos y al Sur de Jalisco (una bue­na muestra de este tipo de trabajos es Patricia de Leonardo y Jaime Espín, 1978). Finalmente, la tercera línea consiste en una aproximación muy similar a los trabajos de las dependencias públi­

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cas: análisis de un subsector (ganadería, silvicul­tura, pesca, etc.), tratamiento de un cultivo o tipo de cultivos, abordamiento de un problema especí­fico de la producción primaria (crédito, deficien­cia técnica, etc.). En general, este tipo de trabajos adolece de los mismos problemas que sus equiva­lentes oficiales, aun cuando tienden a ser más crí­ticos y sustanciales.

La bibliografía existente sobre el comercio, una veintena de trabajos incluyendo los directo­rios comerciales, además de reducida es en su ma­yor parte histórica o de carácter promocional. Entre las escasas excepciones se encuentra el es­tudio de Patricia Arias, (1981), quien describe el proceso de formación de la función comercial de Guadalajara en la región; y una interesante po­nencia de Ignacio Levy, 1981, en que se hacen su- gerentes planteamientos sobre la naturaleza del comercio tapatío actual.

Los temas económicos restantes apenas si están presentes en la literatura sobre Jalisco. En lo que toca a minería, la bibliografía es tan exi­gua como los yacimientos del Estado, aunque hay tres o cuatro textos interesantes sobre algu­nas explotaciones durante la colonia y el siglo pa­sado9. El sector comunicaciones es abordado por una docena de títulos; la mitad de ellos sobre el ferrocarril y la otra mitad sobre el avance carrete­ro y de las telecomunicaciones; las dos mitades son igualmente insatisfactorias. Otra docena de títulos evocan —que no analizan— al sector turis­mo, en su mayor parte con propósitos promocio­nales, salvo las tesis fallidas de tres pasantes apresurados por dejar de serlo. Finalmente, sobre el sector financiero, además de los folletos de las propias instituciones bancarias, hay cuatro tex­tos, dos de ellos inéditos.

En resumen, el conjunto de la literatura eco­

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nómica sobre Jalisco no obstante su número es sumamente precaria e insuficiente. Pese a los im­portantes avances logrados en los últimos cinco años, particularmente en lo que toca a la industria, con justicia podría decirse que la mayor parte del análisis de la economía de Jalisco está aún por hacerse: la desigualdad regional, la dependencia económica, el desempleo y el subempleo, la con­centración del ingreso, la descapitalización^de la banca jalisciense, la creciente debilidad del agro, la situación del campesinado, la naturaleza de la industria turística, el papel de’la inversión públi­ca, entre otros muchos temas, son interrogantes que por alguna razón y sin mucho esfuerzo han sobrevivido a. más de 400 obrás que de temas eco­nómicos se han escrito sobre Jalisco.

Estadística

Poco más del 10% de la bibliografía registrada consiste en obras de información estadística. En este rubro se incluyen censos, directorios, anua­rios, estadísticas y en general todas aquellas obras en las que dígitos, hileras y columnas susti­tuyen letras y párrafos-. Cerca dé un tercio de los títulos son directorios comerciales e industriales.

La publicación de estadísticas en el Estado tiene su antecedente en la obra de Longinos Ban­da, Victoriano Roa, Manuel López Cotilla, Alber­to Santoscoy y Mariano Bárcena. Gracias a la paciente labor de estos mensores, hacia finales del siglo pasado Jalisco constituía una de las en­tidades que contaba con mayor información so­bre sus gentes y sus quehaceres. Esta tradición se confirma con la excelente secuela de anuarios y directorios comerciales que año con año se fueron publicando durante las primeras tres décadas del siguiente siglo.

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Sin embargo, esta tradición se interrumpe hacia los años treinta. A partir de entonces el con­trol de la información y por ende su publicación, se convierten en materia de exclusivo interés fe­deral, mediante una legislación explícita. Esta medida resulta congruente con el proyecto post­revolucionario de construir un gobierno central, económica y políticamente fuerte, capaz de domi­nar a los gobiernos locales; obviamente el control y el manejo político de la información formó par­te integral de ese proyecto.

Con pocas fisuras, este control se ha venido ejerciendo hasta nuestros días. La información captada a todo lo largo y lo ancho del territorio nacional es procesada y archivada en el centro y eventualmente presentada en forma fragmenta­da, parcial y con varios años de retraso en publi­caciones de cobertura nacional. Ello plantea un serio problema en la medida en que el grado de es- pecialización y la complejidad actual déla activi­dad económica y social requieren) para la toma de decisiones, de un gran volumen de información previa; información que la periferia no posee, en detrimento de sus posibilidades de mayor aütodi- rección en materia de economía y política.

En lo qüe respécta a la entidad en su conjun­to, las mejores obras de información contemporá­nea son con mucho la publicación “Manual de Estadística Básica del Estado de Jalisco” (2 to­mos, 1 485 páginas) de la Secretaría de Progra­mación y Presupuesto y Gobierno del Estado; y “Estadísticas Básicas 1895-1972” del Departa­mento de Economía. Existen además una serie de folletos de diferentes instituciones y para distin­tos años, del tipo “Jalisco en Cifras”, que al igual que los señalados arriba tienen la desventaja de presentar la información a nivel global, con po­cos desgloses municipales. Por otra parte, aun­

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que descontinuados y en ocasiones no del todo confiables, se han editado distintas estadísticas especializadas: turismo, salud, educación, gana­dería, agricultura, etc.

Política y Administración Pública

Además de las publicaciones de carácter “técni­co” de las diversas dependencias oficiales, cuya función social y política ya ha sido señalada, el go­bierno estatal está obligado por ley a dar a luz una serie de informes y decretos que legislen y den cuenta de la marcha de la Administración Pública. Este tipo de obras representa una parte importante de la bibliografía j alisciense y no sólo por su número (más de 150), pues constituye un perfil singularmente significativo de la sociedad del siglo pasado y del actual.

Los informes de Gobierno por parte del Eje­cutivo Estatal se remontan al año de 1826, cuando Prisciliano Sánchez daba cuenta de las vicisitu­des sorteadas por el primer Gobierno Constitu­cional de Jalisco. Desde entonces y durante 150 años, poco más de 40 gobiernos, cada uno en su mo­mento informaron, demandaron, exaltaron, su­plicaron y, en no pocas ocasiones, incluso aburrie­ron al pueblo jalisciense. Pese a la inexplicable diversidad de tonos y estilos de este disímbolo grupo de militares, doctores, abogados, hombres de letras y hombres sin letras, todos sin excep­ción expresión de su tiempo y de su sociedad. Los informes de gobierno no son el fruto de la reflexión retrospectiva, reposada y analítica que permite la distancia de los años. Por el contrario, estos tes­timonios se generan desde el centro de la acción, en el momento de la misma, y responden a situa-

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dones coyunturales muy predsas. Por otra parte, son mucho más que un informe, ya que buscan in­cidir en su realidad social. En razón de lo ante­rior, estos documentos constituyen una fuente histórica constante y regular a todo lo largo del siglo pasado y del actual aportando, al plantear todo aquello que los gobernadores han dicho y so­bre todo aquello que han dejado de decir, una vi­sión histórica de la vida política, económica y so­cial jalisciense, a más de una concepción del mundo y de una sociedad vista por sus gober­nantes.

Por otra parte, en lo que respecta a la biblio­grafía contemporánea ningún tema ha sido tan sistemáticamente ignorado como el análisis po­lítico. Salvo los trabajos de Jorge Alarcón, Julián Crespo, John Walton y uno propio (la mitad de ellos inéditos) la problemática actual del poder ha sido abordada sólo directamente en estudios municipales, sindicales o de movimientos socia­les (sinarquismo y urbanos).

La región carece, pues, de una reflexión y una interpretación que dé cuenta de las formas de producción y reproducción del control político lo­cal. ¿Cuáles son los verdaderos actores políticos en la región? ¿Cuál es el papel del gobierno local en la relación burguesía regional- gobierno cen­tral? ¿En qué forma se mediatiza el conflicto en­tre clases subordinadas y clases dominantes? ¿Cuál es el grado de autonomía frente a las ins- tandas político-nacionales? ¿Cuál es el impacto económico y político de la actividad del sector pú­blico en relación a los distintos grupos sociales? ¿Cómo se explica el grado de despolitización de los grupos subordinados? Planteamientos gra­tuitos e ignorados por un acervo bibliográfico cu­yo silencio explica ya una parte de las respuestas.

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Demografía y urbanismo

En Jalisco el análisis de la población y sus des­plazamientos es un fenómeno reciente, aunque no exclusivo de los setentas. En los últimos diez años se han elaborado cerca de un medio centenar de trabajos demográficos, lo cual expresa la im­portancia que estos temas han adquirido merced al crecimiento poblacional y su impacto en las es­tructuras económicas, sociales y políticas de la región. En realidad, más que el aumento de po­blación —Jalisco registra un índice medio de den­sidad demográfica— el problema estriba en su muy particular distribución: en tanto que la mi­tad de los habitantes reside en el área metropoli­tana de Guadalajara, la otra mitad se encuentra diseminada en varios miles de localidades, ningu­na de las cuales supera el 5% de la población que vive en Guadalajara.

De la bibliografía existente sobre este tema, más de una tercera parte analiza la dinámica de­mográfica en el estado de una manera más o me­nos “tradicional”. Esto es: características y ten­dencias de la población, comparaciones a nivel nacional, magnitud del crecimiento, población urbana y rural, pirámide de edades, rejuveneci­miento de la población, natalidad y mortalidad, etc., sin que el etcétera incluya una dimensión es­pacial del fenómeno, con lo cual se deja fuera el problema de la distribución geográfica desigual.

La mayor parte de los trabajadores restan­tes, si bien abordan el tema de los desplazamien­tos de población, lo enfocan exclusivamente des­de el ángulo de su efecto sobre Guadalajara, lo cual, aunque parcial, es una aportación impor­tante. Dentro de este tipo de estudios destacan los del Departamento de Planeación y Urbanización

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del Gobierno del Estado y algunas tesis universi­tarias.

Mucho menor resulta la cuota de trabajos que analicen glóbalmente el fenómeno demográ­fico en el estado desde la óptica de su dinámica in­terna y sus efectos regionales. Igualmente reduci­da sería la proporción de los documentos que abordan el análisis de las zonas emisoras de po­blación y las consecuencias que el fenómeno pro­voca la vida económica y social de las mismas. Las pocas excepciones estarían dadas por algu­nos estudios del caso, particularmente en la re­gión de los Altos.

Mención aparte requiere el Centro de Inves­tigaciones de la Facultad de Economía de la Uni­versidad de Guadalajara, el cual se ha convertido en el especialista de temas demográficos en la re­gión con más de una docena de títulos entre sus distintos miembros (particularmente Jesús Arro­yo y William Winnie). Sus trabajos más recientes trascienden lo estrictamente demográfico para vincular este tema con aspectos de urbánizadón y mercado de trabajo, y en general lo logran con buenos resultados.

En lo que respecta a urbanismo casi la tota­lidad de los trabajos —más de cincuenta— están re­feridos a la ciudad de Guadalaj ara. En general en esta literatura se aprecian cuatro líneas o énfasis, aun cuando algunas obras transitan de una a la otra. La primera consistiría en los análisis arqui­tectónicos existentes sobre algunos edifidos pú­blicos e iglesias antiguas de Guadalajara. Con un número mayor de títulos, el segundo tema es­taría referido a los servicios públicos urbanos, prindpalmente agua potable y alcantarillado y transporte público. Por lo general estos documen­tos son publicaciones de las propias institudones que prestan estos servicios. Un tercer grupo, el

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más numeroso, aborda el estudio de las funciones y distribución espacial del área urbana, con espe­cial énfasis en el problema de la vivienda; con es­ta temática destacan los excelentes trabajos de la Junta General de Planeación y Urbanización (actualmente con estatuto de Departamento). Fi­nalmente, una aproximación tan poco frecuenta­da como interesante buscaría analizar las rela­ciones entre crecimiento urbano, acumulación- explotación y organización popular. Al respecto pueden señalarse los trabajos de Margarita Sán­chez, Guadalupe Morfín, Esteban Wario Hernán­dez y Manuel Rodríguez Lapuente.

Educación y cultura.

Existen poco menos de cincuenta trabajos sobre aspectos educativos del Estado, un tercio de los cuales son estudios panegíricos de alguna insti­tución educativa en particular. El resto, en su ma­yoría consiste en estudios históricos sobre algu­nos centros educativos de la colonia y del siglo pasado; entre éstos sobresalen los trabajos de Manuel Alatorre, Carmen Castañeda, José Corne­jo Franco, Juan B. Iguíniz, Michel Pimienta y Andrés Orrego.

Por desgracia hay muy poca literatura con respecto a la situación actual o reciente de la edu­cación en Jalisco. La que existe proviene de las dependencias oficiales y constituye una mera descripción cuantitativa del sistema educativo en términos de población atendida, porcentaje de alfabetismo, necesidades de escuelas y profeso­res, etc. (aunque también cuantitativo, una excep­ción por su espíritu crítico es el trabajo de Michel Bird, 1970). Quedaría por revisar la eficiencia in­terna y externa del sistema educativo en Jalisco, vinculando a éste con la estructura ocupacional,

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con la estratificación social, la distribución espa­cial, la cultura y los valores regionales.

En relación a esto último, la bibliografía en­lista una veintena de trabajos relativos a distin­tos aspectos del folklore y la cultura regional: mú­sica (Clemente Aguirre, Gerónimo Baqueiro), lenguaje popular (Alberto Brambila, Ignacio Dá- vila Garibi), pintura (Roberto Franco, José Gua­dalupe Zuño), artes populares (Roberto Katz, Agustín Basave), bellas artes en general (Ventu­ra Reyes, Casa de la Cultura, Wolfgang Vogt), tradiciones y personajes (Carlos González, Juan Sánchez, José Guadalupe Zuño, Ignacio Dávila Garibi y Alfonso de Alba Martín, entre otros mu­chos).

Por otra parte, y no obstante el magnífico antecedente que representan los trabajos de Iguí- niz sobre periodismo e imprenta y el del chileno José Toribio Medina sobre imprenta, ambos so­bre el siglo pasado, es poco o nulo lo existente so­bre medios masivos de comunicación pese a la ex­traordinaria penetración que prensa, revista, ra­dio, cine y televisión alcanzan entre la población urbana del Estado.

Iglesia

“Entre la verdad y rpi Obispo, me quedo con mi Obispo” acostumbraba decir hace algunas déca­das uno de los principales empresarios locales, no sin cierta lógica. Cuando Iglesia y cotidianidad se confunden de la forma en que lo hacen en Jalisco, la religión se vuelve más contundente que cual­quier verdad que la intente soslayar. Este es un principio recurrente en la historia regional, como bien pudieron comprobarlo los ejércitos naciona­les en los aciagos años del 1926 a 1929, contra un enemigo que prefería las balas federales a sus

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prédicas “sacrilegas” (“nunca el cielo estuvo más barato” afirma Meyer que decían).

Expresión ideológica de una sociedad, la bi­bliografía recoge esa carga religiosa y la reprodu­ce ampliamente. Casi 90 textos están referidos explícitamente a temas religiosos o eclesiásticos, además de una considerable proporción de la lite­ratura restante, principalmente historiografía, que la aborda parcialmente.

La mayor parte de este material se refiere a diferentes aspectos de la historia de la Iglesia: memorias y anales de seminarios, templos, con­ventos, diócesis y obispados, etc. Hay también más de una docena de biografías de prelados des­tacados y media docena de documentos oficiales de la diócesis. Sobre la cristiada hay 18 textos re­feridos a Jalisco, además de otros cuatro que abordan el conflicto Iglesia-Estado en otros pe­ríodos. Finalmente, sobre sindicalismo católico se registran apenas un par de títulos.

Cabe señalar la importante y extensa obra de Dávila Garibi, con mucho el escritor más prolijo de los jaliscienses. Aunque cultiva varios temas de la historia, la mayor parte de su obra se centra en la historia de la Iglesia, tema del cual se con­vierte en fuente obligada.

Aspectos sociales

A la cómoda ambigüedad de este título nos he­mos acogido para agrupar unos pocos temas res­tantes de difícil adscripción. Entre estos sobre­salen los relativos al sector salud: medicina so­cial, enfermedades, centros de salubridad, cam­pañas sanitarias, etc. con más de 20 títulos publi­cados en su mayor parte por las instituciones res­ponsables. Algunas otras obras se orientan más específicamente al análisis de los niveles de bie-

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nestar social, mediante la revisión de algunos in­dicadores básicos: vivienda, salud, ingreso, ocu­pación, alfabetismo, nutrición, etc., aunque has­ta ahora con muy pobres resultados, tanto por las deficiencias de la información como por la orien­tación de los textos.

Resulta mucho más interesante la revisión de algunos aspectos sociopolíticos, agrupados ar­bitrariamente bajo el tema de movimientos socia­les: organización popular urbana (7 trabajos), movimiento inquilinario (1), análisis de conser­vadurismo y grupos dominantes en el siglo pasa­do (3), bandismo social (4), levantamientos arma­dos durante la Revolución (4), arrestos y política penitenciaria (2), e incluso tres trabajos sobre los norteamericanos retirados residentes en la re­gión (además de los títulos correspondientes al movimiento cristero).

Todo este acervo, que sigue ampliándose rá­pidamente, es en buena parte resultado de los as­pectos de los miembros de tres instituciones cla­ves: el Centro Regional del Instituto Nacional de Antropología e Historia; el Archivo Histórico de Jalisco (y su excelente Boletín); y el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Guadalajara. La producción de este último centro en particular es importante por el número, la te­mática y la orientación crítica de sus obras.

Referente geográfico

La mayor parte de la bibliografía está referida al Estado de Jalisco en su conjunto o por lo menos no hace explícita alguna de sus regiones en parti­cular. Esta porción asciende a 816 textos délos te­mas más variados y representa las dos terceras partes de la literatura sobre Jalisco. El tercio res­

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tante se distribuye entre las distintas zonas, mu­nicipios y localidades que integran la entidad.

Si bien es cierto que el Centro-Occidente compartió una serie de elementos políticos, eco­nómicos y culturales que desde una perspectiva lo señalaron como una región al interior de la so­ciedad nacional, también es cierto que dicha identificación se dio al interior de un conjunto de matices y particularidades subregionales. En el caso específico de Jalisco, estas diferencias son mucho más que simples matices, pues se advier­ten claros contrastes y divergencias que even­tualmente alentaron tendencias separatistas de alguna regiones —Altos, Sur y Norte— que se sen­tían más vinculados a otros mercados que a la propia Guadalajara (al margen del interés políti­co de las oligarquías de estas regiones, por sepa­rarse del control político-administrativo de la ca­pital tapatía).

Obviamente no todas estas subregiones —re­giones al interior de Jalisco— han recibido la mis­ma atención. La bibliografía es mayor allá en donde se alimenta de una mayor densidad histó- rico-social; esto es, los Altos, el Sur y el Centro, zo­nas de temprano y relativamente intenso pobla- miento; y bastante menor en el Norte y la Costa.

La producción bibliográfica sobre la provin­cia jalisciense procede esencialmente de cuatro direcciones. En primer término de los historiado­res de pueblo, autores en mayor o menor grado de excelentes microhistorias, particularmente en los Altos y el Sur de Jalisco. Otra porción de esta literatura procede de investigadores extranjeros que han analizado aspectos demográficos, mi­gratorios y antropológicos de algunas localida­des de los Altos y del Centro del Estado. Una ter­cera línea se constituye por las monografías mu­nicipales elaboradas por instituciones jaliscien-

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ses: Departamento de Economía, que las publicó agrupadas por subregiones, y el Instituto de Geo­grafía y Estadística que las editó bajo el título de “Análisis Geoeconómico”. Por último cabe desta­car la producción de las investigaciones colecti­vas emprendidas —fundamentalmente por antro­pólogos— en los Altos, Guadalajara y el Sur de Ja­lisco (ya señaladas anteriormente). En esta última región el grupo que dirige Guillermo de la Peña, con el patrocinio de CIS-INAH hoy CIESAS, y El Colegio de Michoacán, ha producido una canti­dad considerable de material que en conjunto ha transformado y avanzado el conocimiento exis­tente sobre el pasado y el presente de la región Sur y su articulación con la sociedad nacional, lo cual los hace referencia obligada para el estudio de estos temas.

En lo que respecta a Guadalajara existen 184 títulos referidos exclusivamente a la zona metropolitana, además de los 59 relativos a la región central (que incluyen análisis de Guadala­jara y su región, además de los trabajos sobre mu­nicipios y localidades de los alrededores). El 35% de esta literatura tapatía es historiográfica, un 25% es económica, otro 28% aborda distintos as­pectos urbanísticos y el 12% restante se refiere a temas demográficos, sociales y culturales.

Conclusión

Hasta aquí el recuento bibliográfico arroja un paradójico saldo de reiteraciones y carencias a lo largo de la temática jalisciense. Una cierta pers­pectiva historiográfica y economicista tiende a ahogar otras visiones alternativas de interpreta­ción de lo regional, lo cual explica un largo in­ventario de vacíos en temáticas sociales, políti­cas y en general, contestatarias.

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¿Cuál es la visión de lo jalisciense que se des­prende de su bibliografía? En general se advier­ten tres paradigmas sucesivos en el tiempo, aun­que con amplias zonas de intersección.

En el principio fue la historiografía, Jalisco era su pasado, y su pasado era bueno. THerra de recios colonizadores, quienes con su trabajo, su religión y sus costumbres pudieron construir un reino sólo superado por el de la Nueva España, a pesar de no contar con grandes riquezas indíge­nas o minerales. Y si el período colonial fue bue­no, el siglo XIX fue aún mejor: a la historia patria le prestamos escenarios, actores —héroes y villa­nos— e incluso el argumento para las gestas inde­pendientes y el desafío liberal-conservador. La cultura regional —mariachi, charro, macho y pen­denciero— se convirtió en la esencia del folklore nacional. Jalisco era la hibernación en su pasado.

Pero en una segunda etapa vino la revolu­ción: ésta separó al pasado del presente, y dio cuenta de que el presente también era bueno, e in­cluso mejor. El presente canceló el pasado y la re­volución fecundó instituciones que a fuerza de diagnósticos, anuarios, planes y programas con­virtieron a Jalisco en cifras y vectores. Con un poco de inversión aquí y otro poco de pujanza allá la economía jalisciense, en su trina manifesta­ción sectorial: primaria, secundaria y terciaria, aseguraría un futuro promisor a un presente ya exitoso. El historiador —ese profeta en reversa— cede el paso a un inventor de presente más con­vincente, el economista oficial.

Entre la memoria que sólo funciona hacia atrás y la reflexión oficial cuya vigencia no tras­ciende el sexenio, una tercera corriente comienza a abrirse paso en los últimos años. Es la de una se­rie de investigadores que desde distintas discipli­nas y diversas posiciones ha comenzado a trans­

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formar el pasado y, en esta medida, a cuestionar el presente. Esta línea tiene su asidero en una re­ducida pero excelente obra analítica de algunos historiadores del siglo pasado, aunque en el ac­tual se expresa más sistemática y con más ricos marcos de interpretación. La recuperación críti­ca del pasado, y sobre todo del inmediato pasa­do que ha sido cristalizado en una visión centra­lizada y triunfalista, permitirá acceder a una perspectiva regional del presente que contribuya a armar una concepción diferente al proyecto de sociedad subordinada y explotada que los grupos gobernantes, locales y foráneos, han logrado imponer.

Hoy comenzamos a saber que, al margen de la visión dominante impuesta por un cuasi monó­logo bibliográfico, la historia de Jalisco es abun­dante en derrotas. Apenas en las investigaciones más recientes se comienza a oír la voz de los gru­pos vencidos y a través de ellos a conocer su vi­sión de una sociedad que los expulsa a la frontera y a la metrópoli para arraigarlos en nuevas for­mas de explotación, diferentes y similares a las que hicieron posible tan glorioso pasado jalis- ciense. Esta otra visión estaría signada no por los hombres (ahora calles y jardines) que “hicie­ron” la historia, sino por aquellos a los cuales la historia simplemente les sucedió. Una bibliogra­fia jalisdense con tales autores ciertamente se­ría diferente.

NOTAS

(1) El presente trabajo se desprende de la elaboración de un fichero bibliográfico de Ciencias Sociales sobre Jalisco. Al momento dicho acervo registra 1252 obras, délas cuales han sido comen­tadas un 10% de ellas. Qn 77% son libros y el 23%restantes con­

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siste en ensayos, artículos académicos y ponencias de investi­gadores. En general se omiten artículos periodísticos y de opi­nión, así como tesis de licenciatura, salvo las que verdadera­mente hacen aportaciones al conocimiento de un tema o una región.

(2) Al respecto ver Bryan Roberts, “Estado y regiones en América Latina”, RELACIONES, vol. I núm. 4,1980, El Colegio de Mi- choacán; y Luis González, “El Occidente de México ha perdido su identidad” Sábado, suplemento de UNO MAS UNO, 12 de septiembre de 1981, núm. 201.

(3) Mariátegui, José Carlos, “Regionalismo y centralismo”, en: Siete ensayos de interpretaciones de la realidad peruana, Méxi­co: Ediciones Era, 1979.

(4) Juan B. Iguiniz. El periodismo en Guadalajara, Guadal ajar a, Imprenta Universitaria, 1955, dos tomos, Colección Biblioteca Jalisciense 13 y 14, p. 105.

(5) Jonathan Swift, A tale of a tube, Londres, 1704.

(6) Frente a la imposibilidad de enlistar las incidencias y disiden­cias de este último patrón, cabe señalar que a él se ajustan princi­palmente los estudios migratorios y de población. A título de ejemplo: William Winnie, Donald Bald, Michael Bird y Dou- glas B. Gwynn.

(7) Luis Pérez Verdía, Historia particular del Estado de Jalisco, Guadalajara, Tip. de Escuela de Artes y Oficios del Estado, 1910, Tomo II, p. 6.

(8) “It takes a great deal of history to produce a little literature”, Hawthome, 1879.

(9) En particular, David A. Brading, “La Minería de la plata en el siglo XVIII: El Caso de Bol años”, Historia Mexicana,wo\. XVIII: 3, (No. 71), El Colegio de México.