vivienda colonial cubana - luis lapidus

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SOMBRAS Y LUZ EN LA CIUDAD VIEJA LA VIVIENDA COLONIAL CUBANA Luis Lápidus LUIS LÁPIDUS MANDEL . Profesor Titular de la Facultad de Arquitectura del ISPJAE. Ocupó, hasta su deceso en 1995, el cargo de Subdirector del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología. Mucho del misterio y del asombro que emana de las áreas urbanas tradicionales se debe a la cambiante acción del claroscuro, a la sorpresa visual y espacial, al juego de texturas y colores, de sólidos y vacíos, de espacios abiertos y cerrados. Estas cualida- des, que se gestan en la urdimbre compacta e intrincada de los núcleos originales, trasciende y reaparece en el caso de Cuba en los crecimientos ulteriores y se convierten, a través de la definición de códigos propios, en una forma propia de concebir la arquitec- tura y la ciudad que perduró hasta bien entrado el siglo XX. Esta evolución se relaciona con una actitud pragmática en el cambio y el desarrollo característica de la historia urbana insular, en la que, junto a decisivos factores económicos, influyen las preexistencias culturales metropolitanas, el clima de la colonia y la idiosincrasia que va adquiriendo su población, las particularidades de las relaciones comunitarias en cada etapa y el papel del artesano en la construcción arquitectónica. Un panorama de esta evolución, a partir de sus efectos en el devenir tipológico de la casa cubana colonial, evidencia su repercusión y notable relevancia en la memoria colectiva y en la cultura nacional. Las tradiciones romanas, medievales y árabes que nutrían la experiencia constructiva española en el momento de la conquista, no ejercieron de inmediato su influencia en una colonia cuya escasez de metales preciosos no favoreció un rápido poblamiento. La primera respuesta edilicia de los españoles asumió las formas precarias de los aborígenes, a partir de los materiales naturales de más fácil y directa obtención. El oficio hispano en obras de cantería y de madera tardó en aparecer en la pobre colonia. Solo avanzado el siglo XVI se constató la principal fuente de desarrollo poblacional y económico de la isla, en su estratégica ubicación geográfica, que le permitió servir de punto de reparación y avituallamiento periódico de las flotas que trasladaban las riquezas coloniales hasta la metrópoli. Esta coyuntura, a su vez, estimuló por una parte el surgi- CON CRITERIO Arquitectura y Urbanismo, Vol. XXIII, No. 2/2002 HISTORIA DE LA ARQUITECTURA Un sucinto panorama de la evolución cubana en la etapa colonial, a partir de su devenir tipológico, su repercusión posterior y notable relevancia en la memoria colectiva y en la cultura nacional, en tanto expresión y base de una forma propia de concebir la Arquitectura y la ciudad que perduró hasta entrado el siglo XX Palabras clave: casa cubana colonial, evolución tipológica A succinct panorama of the Cuba housing evolution in the colonial stage, coming from its typological outcome, its later repercussion and remarkable relevance in the collective memory and national culture, as well as a way of expression, a base in a characteristic vision concerning Architecture, and the city that lasted right up to the 20th century Key words: cuban colonial housing, typological evolution Galería alta del Palacio del Segundo Cabo. Siglo XVIII. Habana Vieja.

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Luis Lapidus. Profesor Titular de la Facultad de Arquitectura del ISPJAE. Ocupó, hasta su deceso en 1995, el cargo de Subdirector del Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología.

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Page 1: Vivienda Colonial Cubana - Luis Lapidus

SOMBRAS Y LUZ EN LA CIUDAD VIEJALA VIVIENDA COLONIAL CUBANA

Luis Lápidus

LUIS LÁPIDUS MANDEL.Profesor Titular de la Facultadde Arquitectura del ISPJAE.Ocupó, hasta su deceso en1995, el cargo de Subdirectordel Centro Nacional deConservación, Restauración yMuseología.

Mucho del misterio y del asombro que emana de las áreas urbanas tradicionales sedebe a la cambiante acción del claroscuro, a la sorpresa visual y espacial, al juego detexturas y colores, de sólidos y vacíos, de espacios abiertos y cerrados. Estas cualida-des, que se gestan en la urdimbre compacta e intrincada de los núcleos originales,trasciende y reaparece en el caso de Cuba en los crecimientos ulteriores y se convierten,a través de la definición de códigos propios, en una forma propia de concebir la arquitec-tura y la ciudad que perduró hasta bien entrado el siglo XX. Esta evolución se relacionacon una actitud pragmática en el cambio y el desarrollo característica de la historiaurbana insular, en la que, junto a decisivos factores económicos, influyen laspreexistencias culturales metropolitanas, el clima de la colonia y la idiosincrasia que vaadquiriendo su población, las particularidades de las relaciones comunitarias en cadaetapa y el papel del artesano en la construcción arquitectónica.

Un panorama de esta evolución, a partir de sus efectos en el devenir tipológico de lacasa cubana colonial, evidencia su repercusión y notable relevancia en la memoriacolectiva y en la cultura nacional.

Las tradiciones romanas, medievales y árabes que nutrían la experiencia constructivaespañola en el momento de la conquista, no ejercieron de inmediato su influencia enuna colonia cuya escasez de metales preciosos no favoreció un rápido poblamiento. Laprimera respuesta edilicia de los españoles asumió las formas precarias de los aborígenes,a partir de los materiales naturales de más fácil y directa obtención. El oficio hispano enobras de cantería y de madera tardó en aparecer en la pobre colonia.

Solo avanzado el siglo XVI se constató la principal fuente de desarrollo poblacional yeconómico de la isla, en su estratégica ubicación geográfica, que le permitió servir depunto de reparación y avituallamiento periódico de las flotas que trasladaban las riquezascoloniales hasta la metrópoli. Esta coyuntura, a su vez, estimuló por una parte el surgi-

CON CRITERIO Arquitectura y Urbanismo, Vol. XXIII, No. 2/2002 HISTORIA DE LA ARQUITECTURA

Un sucinto panorama de laevolución cubana en la etapacolonial, a partir de su devenirtipológico, su repercusiónposterior y notable relevanciaen la memoria colectiva y en lacultura nacional, en tantoexpresión y base de una formapropia de concebir laArquitectura y la ciudad queperduró hasta entradoel siglo XX

Palabras clave: casa cubanacolonial, evolución tipológica

A succinct panorama of theCuba housing evolution in thecolonial stage, coming from itstypological outcome, its laterrepercussion and remarkablerelevance in the collectivememory and national culture, aswell as a way of expression, abase in a characteristic visionconcerning Architecture, andthe city that lasted right up tothe 20th century

Key words: cuban colonialhousing, typological evolution

Galería alta del Palacio del Segundo Cabo. Siglo XVIII. Habana Vieja.

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miento de una producción agrícola yganadera estable y la explotación deotras fuentes de riqueza, como la ex-plotación maderera y la fabricación denavíos. Por otra, la construcción defortificaciones cada vez más importan-te determinó el adiestramiento de lamano de obra para una futura arquitec-tura civil de envergadura.

El campesino aislado pobre conti-nuó viviendo en el primitivo bohío deorigen indio que solo en los últimosaños ha tendido a desaparecer. En losasentamientos urbanos comenzarona construirse viviendas generalmentede una planta, de paredes de tierraapisonada, reforzadas con horconesde madera o con hiladas de ladrillo, yprovistas de techos de madera cubier-tos de tejas. La referencia inmediataes la vivienda popular del sur de Es-paña y sus componentes mudéjares.Una urbanización compacta, com-puesta por la sucesión de lotes rec-tangulares con el lado más estrechohacia la vía, aún constituye un freno ala futura extroversión de la casa. Elconcepto de la privacidad, transmiti-do por la herencia hispano-árabedetermina el vuelco de la vida hacia elinterior. Un elemento espacialprotagónico, el patio, ausente en lavivienda aborigen, hace su aparición yse convierte en leit motiv de la vidadoméstica aunando la tradición delenclaustramiento de la mujer con lasposibilidades que brinda el clima.

A diferencia de la metrópoli, dondeel patio está reservado a las casas delos niveles más pudientes, en Cubarecurre en todos los sectores socia-les, variando solo en dimensión y tra-tamiento. La entrada y el zaguán seubican a un lado, para no permitir vi-suales indiscretas desde la calle, aun-que las ventanas enrejadas perforenla fachada cada vez con mayor insis-tencia. Las plantas se estructurabanen torno al patio en forma de L ó C,con las áreas de recibo al frente, lashabitaciones a lo largo y los serviciosal fondo, que generaron posteriormenteotro patio menor o traspatio. La salasde estar se separaban del patio porarcos a menudo mixtilíneos, según latradición árabe. Los dormitorios se

ascendencia morisca, abundan aúnhoy con diversos niveles de compleji-dad en buen número de centros his-tóricos de la isla.

Un siguiente capítulo dentro de estaetapa originaria lo da el crecimientode la familia y su servidumbre esclava,que, junto al enriquecimientoeconómico y a la nueva capacidad deconstruir, va traduciéndose en casasde mayor rango y dimensión, de dosplantas, sobre todo en La Habana. Unbuen ejemplo es la casa esquinera deTacón 4, en La Habana, en cuyo patiose alternan las arcadas de raíz romanacon los muy esbeltos pies derechosde madera rematando en la zapatamorisca tallada en forma de pico deloro. Los techos de la planta alta sonarmaduras octogonales muy tra-bajadas; son la cubierta del piano no-bile, destinado a la vida interna de lafamilia.

Es necesario, por su repercusiónposterior, hacer mención de la cons-trucción religiosa del período. Si bienlas iglesias tuvieron comparativamen-te menos envergadura que en otrascolonias, al no existir una poblaciónaborigen que evangelizar, algunos te-mas sociales eran abordados sola-mente por el clero. Surgieron algunosconventos como respuesta a exigen-cias educacionales, de salud y otras.Estas edificaciones llevaron el expe-diente del patio a una dimensión mo-numental y a su expresión definitiva-mente claustral, rodeando de sopor-tales los cuatro lados.

La espléndida geometría de patiosclaustrales religiosos hallarían enetapas subsiguientes contrapartidascada vez más definidas en las vivien-das ya palaciegas y, como derivacióntrascendental, en la escala urbana.Hacia fines del siglo XVII, las ricas fa-milias habaneras que habitaban elcontorno de las plazas principalessolicitan y obtienen el permiso de ex-tenderse con portales hacia el espa-cio público, convirtiendo paulatinamen-te la plaza en un claustro, y estable-ciendo una tipología que marcaría porsiglos a la arquitectura cubana.

ventilaban solo desde el patio, excep-to en las casas esquineras, lo que,en las nuevas circunstancias del tró-pico, ajenas al seco clima andaluz,tendía a concentrar la humedad.

Hay escasos ejemplos remanentesde esta etapa inicial; más bien lo quese conserva son exponentes de lasupervivencia de estas formas en elsiglo XVII. La casa de la Parra, en LaHabana Vieja es típica de la forma deasumir un carácter biplanta en la es-quina, con comercio en el piso inferiory una privilegiada habitación arriba, ala manera de un mirador. Otro ejemplarhabanero es la calle Obispo 117-119,que, muy alterada posteriormente, esseñalada por diversos autores comoportadora de detalles de gran antigüe-dad, tales como lo bajo de los techosy la sobriedad de la fachada, en cuyatensa piel protuberan nítidamente losbalcones de la planta alta y las treshiladas de tejas que actúan comoremate.

En otras antiguas ciudades, comoTrinidad, Sancti Spíritus, Camagüey oSantiago de Cuba, es posible hallarcasas de períodos posteriores, peroque conservan parte de estos rasgosprimigenios, si bien el rectángulo dela planta tiende a brindar su lado mayora la fachada, para beneficio de laventilación y de la tendencia a laextroversión.

El mayor virtuosismo estético yconstructivo lo presentan estas casasen la labor del maestro carpintero enlas torneadas rejas y barandas y, so-bre todo, en las armaduras de par ynudillo de los techos, verdadera de-mostración de oficio, emparentada conel dominio adquirido en la fabricaciónde barcos. Estos techos, de fuerte

Casa en Obispo 117-119.

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La casa con portal hacia la plazarepresenta un triunfo de la actitud pa-triarcal con respecto a la sociedad, yde una nueva forma criolla de ser ex-trovertida y orgullosa del prestigio ad-quirido, definitivamente diferenciada desus antecesoras moriscas. Acercán-dose al modelo romano clásico, elzaguán se dispone axialmente y per-mite una visual sin tropiezos, a travésdel frecuentemente abierto portón,hacia el patio y las galerías. Tambiéna la manera romana, estas casas delsiglo XVIII dedicarán los locales deplanta baja a funciones comerciales.En los entresuelos de muy bajo pun-tal habita la servidumbre. En la plantaalta, la gran sala, donde se desarrollauna intensa vida social, da a la plazaa través de los corridos balcones queofrecen un punto ventajoso para el dis-frute de la vida exterior.

Más adelante, en el siglo XIX, lasbarandas de madera se trocarán endiseños en hierro forjado, y las arca-das de la planta alta se cerrarán conpersianas y lucetas de colores paracompletar el conjunto de elementosque más recurrentemente se han iden-tificado con la idea de cubanía en ar-quitectura. La casa ha adquirido gran-diosidad en todos sus aspectos, laconstrucción en piedra se ha perfec-cionado, y ha evolucionado una parti-cularidad que desde el inicio aportó lacasa cubana de sus blancas prede-cesoras andaluzas, que es el uso depatrones intensos de color. En esteperíodo se extiende con amplitud laaplicación no solo de cenefas decora-das, sino de tratamientos murales enfachadas y paños interiores enteros.Estas pinturas, después sepultadasbajo capas sucesivas, constituyen hoysorpresa, angustia y obsesión de losinvestigadores y restauradores.

La Casa de los Condes de Jaruco,erigida en la primera mitad del sigloXVIII, es uno de los ejemplos más evo-lucionados del llamado estilo de la Pla-za Vieja, sitio urbano que sirviera deescenario al origen del proceso descri-to. Ya se ha accedido al pleno períododel barroco habanero y una elaboradaguarnición rodea la monumental puer-ta, que permite entrever desde el portalcorrido los planos de perspectiva suce-

Palacio del Marqués deArcos en la Plaza de laCatedral, Habana Vieja,caracterizado por suportal y los mediopuntoscon vitrales.

sivos conformados por el acceso a lagalería y las arcadas de frente y fondo.Esta estupenda arquitectura es el sím-bolo residencial de una época y unasociedad emergente.

Las casas de la Plaza de la Cate-dral, émulo de las anteriores, no llega-ron a conformar íntegramente el claus-tro; algunos vecinos con menos recur-sos no lograron extender sus portales.Así, la Plaza, presidida por la barrocaCatedral, brinda una imagen congela-da del proceso de tránsito y conforma-ción que tuvo lugar en el siglo XVIII.

Los vecinos de las calles interiores,menos afortunados, carecían de posi-bilidades de aportalar sus casas, peroen algunos casos lograron sin embar-go una arquitectura de gran impacto.

La casa de la Obrapía. Portada.

Patio. Casa de la Condesa de la Reunión.

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torno a patios claustrales rodeados de arquerías, pero lacomposición era ya de neta trascendencia italiana y lostechos eran planos con cielorrasos de yeso ornamentado,como lo prefiguraran los palacios de la Plaza de Armas.Las rejas de madera se sustituyeron por otras de hierro,material que se comenzó a usar también en columnas, es-caleras y mobiliarios de exteriores. Los habituales pisos delosas de barro pasaron a construirse en mármol. Como seseñaló antes, las plantas altas de las etapas anterioresrecibieron un cierre de persianas y lucetas coloreadas. Esteúltimo elemento se resolvió con bellotes de madera y dise-ños de progresiva complejidad, que, en el siglo XX, con laintroducción de la técnica del emplomado incrementaron latendencia al detalle y a la figuración.

Las villas suburbanas ajardinadas que iniciaran estemovimiento, con su elevada columnata toscana al frente,fueron constituyendo al multiplicarse un continuum de por-tales a lo largo de las amplias avenidas extramuros. En losterrenos resultantes de la demolición de las murallas sur-gieron prestigiosos palacios neoclásicos que comenzaríana definir una frontera jerarquizada entre el repleto núcleooriginal y el crecimiento hacia el hinterland. La tónica delportal exterior corrido continuó primando como concepciónya indisolublemente vinculada al modo de vida urbano, ex-tendiéndose indefinidamente para alcanzar grandes secto-res de la ciudad capital y repercutir sensiblemente en losasentamientos del resto del país.

Si bien en ciertas ciudades antiguas el neoclasicismo tuvoun impacto más discreto y los patrones mudéjares lograronperdurar en las grandes residencias, otras se definieron ydesarrollaron a partir de la estricta cuadrícula urbana que losnuevos gustos imponían. La configuración urbana a escalaterritorial se pespuntea con ciudades que, como Matanzas,Cárdenas, Cienfuegos, seguirán un trazado de rigurosageometría neoclásica, diferenciada de la espontaneidad delas antiguas fundaciones de reminiscencia medieval, sobre

La casa de la Obrapía, por ejemplo, generada en el sigloXVII y enriquecida en el siglo XVIII, gana en señorío al exteriorcon una guanición barroca fabricada en España que extiendesu caligrafía hacia arriba para encerrar también la ventanasuperior y alcanzar toda la altura del edificio. La posiciónesquinera permitió acceder al interior mediante dos zagua-nes. Los interiores, junto al patio claustral, presentan unaserie de componentes de cualificación estética, como lasolución de la escalera o el surtido formal en los arcos.Otro ejemplo notable en La Habana Vieja, entre muchos,es el de la Casa de la Condesa de la Reunión, más peque-ña y enclavada en un estrecho lote medianero, resuelve elpatio sacrificando las galerías laterales, sustituidas por elbalcón volado que gira con hábiles curvas barrocas.

Un hecho histórico singular clausura prematuramente elsiglo XVIII en Cuba. La toma y ocupación temporal de LaHabana por los ingleses en 1762, catalizó una nueva ópticaen el tratamiento conferido por España a la colonia, y en laincipiente conciencia nacional del criollo. A fines del sigloXVIII se erigen en la habanera Plaza de Armas dos poten-tes edificios de gobierno que resumen los códigos basadosen la interacción espacial plaza-portales-patio y establecenla transición del barroco al neoclasicismo que prevaleceráen el entrante siglo XIX. Con la restauración de que fueranobjeto en la década de 1930, estos palacios fueron despo-jados de revoque y color para hacer aflorar el excelentetrabajo de sillería que hoy forma ya parte esencial de sudefinición estética. Los grandes portones reciben comple-jas guaniciones y admiten la visual hacia patios claustralescon arcadas de clásica concepción en dos plantas. Estosedificios marcarían la pauta para el desarrollo de una ciu-dad que ya había desbordado el límite de sus murallas.

Con la definitiva adopción de los códigos neoclásicos enel siglo XIX, las familias criollas notables se desvincularonde la tradición mudéjar y se inspiraron en estilos italianos ofranceses. Los nuevos palacios también se organizaron en

La Plaza de Armas. A la izquierda, el Palacio del Segundo Cabo. Los códigos neoclásicos impactaron significativamente en muchas ciudades cubanas.

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las que las leyes de Indias lograron escasa influencia. Patronessimilares se observaron en los nuevos desarrolladosemergentes de los núcleos originales. La arquitectura de estasáreas obedeció a esquemas clásicos contenidos, a menudoacompañados por el portal corrido hacia la calle.

En algunas ciudades, las antiguas casas se transforman yconvierten en verdaderos palacios neoclásicos de gran porte,bajo el estímulo de un auge económico derivado de unacondición geográfica favorable o de una región productivacircundante. El caso de Trinidad resulta arquetípico. En elcentro de la costa sur de la Isla, Trinidad, una de las sietevillas primigenias, había alcanzado una discreta prosperidadcon el contrabando y el corso. En el siglo XIX se produce unvertiginoso desarrollo azucarero en el vecino Valle de SanLuis que, en las pocas décadas que logró perdurar, indujo lamultiplicación de señoriales mansiones en la ciudad. Esteprogreso arquitectónico, junto a las casas de menos rango yel conjunto remanente del siglo anterior, dotan hoy a Trinidadde un inapreciable valor didáctico para la comprensión de laevolución tipológica de la vivienda tradicional cubana.

Pero en pocos sitios puede apreciarse tanta afición porlas formas clásicas como en las casas-hacienda de losingenios que abarrotaron el Valle aledaño. Plasmados ennumerosos grabados de la época, aquellos conjuntosagroindustriales dejaban un sitio jerarquizado a la casa-re-sidencia del terrateniente, con respecto a las torres-vigíapara el control, las fábricas que iban introduciendo moder-nas tecnologías norteamericanas, los barracones de escla-vos y las instalaciones administrativas.

Sin dudas, escenarios como el Valle de los Ingenios pro-piciaban una eventual confluencia cultural de nuevo corte.En las casas-hacienda se proponía la nueva cultura criollade raíz hispana, pero en las festividades permitidas llegabadel batey el inquietante eco de los ritmos tribales, y la at-mósfera de leyenda permeaba a los propios dueños que, ensus incursiones nocturnas, iniciaban el mestizaje que ca-racterizaría posteriormente buena parte de la población delpaís. Hoy los restos de aquellos bateyes se aprecian comomemorias de un orden desaparecido. El proceso de concen-

tración industrial liquidaría aquella proliferación indiscriminadade unidades productivas, y las tierras exhaustas disminuye-ron su rendimiento. El visitante que penetra en algunas deestas antiguas mansiones, invadidos por la vegetación tropi-cal, pudiera evocar el concepto de lo real maravilloso latino-americano descrito por novelistas como Alejo Carpentier oGabriel García Márquez, una arquitectura otrora poderosa iner-me ante el inclemente acoso del medio natural.

Entre los ejemplos más notables se encuentran la casadel ingenio Buena Vista, considerada entre las más elegan-tes de la Isla en su tiempo, o la del ingenio Guáimaro, cuyoaustero volumen de casona colonial encierra murales pinta-dos por artistas italianos.

Las casas-hacienda vinculadas a la creciente producciónazucarera o cafetalera, constituye una variedad edilicia queflorece en el siglo XIX. En los cafetales, la vida permanenteen el sitio que el cuidado de ese cultivo exigía propició laatención a la vivienda y su ambiente exterior. Al sur de LaHabana surgió una región cafetalera, cuyos dueños adopta-ron refinados patrones de vida. Aún se conservan restos delcafetal Angerona, del cual el viajero Abiel Abbot mencionasus 750 000 cafetos y 450 esclavos, mientras CiriloVillaverde, el principal novelista cubano del siglo XIX, cantala belleza de la casa principal, que, a su juicio, “parecía untemplo griego”. Poseía de hecho portales con arcadas so-bre columnas dóricas por ambas fachadas y pórticos late-rales que se abrían mediante un arco monumental.

La cultura del café revela sus fuertes influencias francesassobre todo en las montañas del extremo oriental, en zonascercanas a ciudades como Santiago de Cuba y Guantánamo,donde fueron a asentarse los colonos obligados a emigrar porla revolución haitiana. Sus haciendas reflejan la depuradatécnica de cultivo y las casas claman su ascendencia ruraleuropea, vocablos franceses se mezclaron con el hablaregional y elementos de esa cultura penetraron el folklore eincluso parte de la arquitectura de las ciudades.

Se afirma que las persianas, que en ese siglo se unierona los patios y portales para conformar la tríada caracterizadorade la arquitectura cubana, había llegado a Cuba siguiendola ruta Francia-Lousiana-Haití, de donde pasaron a las áreascafetaleras cubanas y, posteriormente, a las ciudades. De-nominadas persianas francesas, sustituyeron a los toldosque protegían los interiores del radiante sol. Las vidrierascoloreadas, que Alejo Carpentier calificara como un inteli-gente brise-soleil creado por los alarifes coloniales, añadie-ron su fuerte acento plástico y ayudaron a mitigar los em-bates de la luz.

La historia de la vivienda cubana de patios y portales, tancoherentemente discurrida a lo largo de tres siglos, quedaríatrunca si no se hace referencia a su devenir una vez liberadala Isla del dominio colonial español. Con la naciente repúbli-ca tendría lugar un nuevo giro en los gustos arquitectóni-cos, afiliados a un eclecticismo a menudo espectacular quereflejaba el impetuoso ascenso de los estratos superioresde la sociedad. Las grandes mansiones de los barriosperiféricos rompieron con la imagen urbana precedente yasumieron el lenguaje Beaux Arts. La continuidad compac-

En Trinidad y en el Valle de los Ingenios se destacan las casas-haciendas deinicios del siglo XIX. Palacio Cantero. Trinidad.

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ta de portales se quebró en estos casos para dar lugar alvolumen residencial diferenciado, rodeado de jardines y rejasy cualificado con elementos ornamentales importados delos grandes centros culturales europeos.

Sin embargo, otras áreas de la capital, y de numerosasciudades del interior, mantuvieron su adhesión a los patro-nes heredados, cuya efectividad ambiental y estética yaestaba comprobada. En las avenidas gestadas en el sigloanterior, las nuevas expresiones se insertaron armoniosa-mente; el respeto a la secuencia urbana logró la fusión dela exuberancia ecléctica y la contención neoclásica con losconceptos urbanos acumulados.

En la capital las columnatas y soportales corridos siguie-ron extendiéndose. Su sello caracterizó no solo las áreas dela centralidad, donde se concentraba con mayor intensidad lavida social, sino que se desbordó hacia las zonas más alejadasy llegó a ramificarse por toda una urbe de ya considerablemagnitud con los prolongados recorridos a la sombra que unaarquitectura generosa donaba a la vía pública.

Un atenuado eclecticismo marcó estilísticamente la enor-me masa edilicia levantada por sectores de medianos re-cursos sobre la base de la producción de componentes porpequeños talleres semiartesanales. Las aspiraciones ex-presivas se moderaron según las restricciones económicassin renunciar a la fantasía y a imaginativas variaciones so-bre un tema básico. Volvió a primar el lote estrecho y pro-fundo, dada la capacidad económica de los propietarios,cuya exteriorización de prestigio se obtenía más a travésdel conjunto arquitectónico que de la célula individual. Elpatio tendió a desarrollarse en forma tubular, con la suce-sión de habitaciones a uno de los costados. En cierto sen-tido se volvía a los orígenes, pero la luceta decimonónicafiltraba la luz proveniente del patio y el exterior aportalado,confería dignidad, calidad de vida y un sitio indiscutible en laconformación general de la ciudad. Esta concepción trascen-dió a muchos pueblos y ciudades en todo el territorio insular,que crecían al calor de las nuevas inversiones económicas.

La arquitectura de las plantaciones tomó en cambio otrosesgo. En áreas rurales y costeras se multiplicaron las cons-trucciones de madera, que ya en el siglo XIX imponían supresencia en campos y ciudades, incluso en edificacionesde notable envergadura. En la nueva etapa los grandes cen-trales azucareros norteamericanos aportaron modelos rigu-rosamente racionalistas de urbanización y la tipología delcottage y el balloon-frame. Por otra parte, los balnearios yvillas playeras introdujeron románticas casonas de intensopoder evocativo.

El proceso paulatino de cristalización del MovimientoModerno, a través de diferentes estilos transicionales ten-dió en general a reducir los componentes de aquella valiosatradición, decantada en siglos de cultura arquitectónica, deperfeccionamiento de la experiencia previa, a la condiciónde trasunto debilitados o de esquema epidérmico para apli-car sobre todo en la arquitectura del turismo. Unos pocosarquitectos reconocieron profundamente su lección, man-tuvieron vivo su espíritu y persiguieron la incorporación desu esencia al nuevo léxico contemporáneo en algunas me-ritorias edificaciones de las décadas de los años cuarentay cincuenta, dignas de justipreciación y continuidad en laobra del presente y del futuro.

En la capital las columnatas y soportales corridos siguieron extendiéndose duranteel siglo XIX y las primeras décadas del XX.

Algunos arquitectos mantuvieron vivas algunas de las lecciones fundamentalesde la arquitectura tradicional cubana. Arquitecto Mario Romañach.

En el centro de La Habana predomina el eclecticismo.