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    S T E F A N Z W E IG

    F O U C H

    R E T R AT O D E U N H O M BR E P O L T I C O

    t r a d u c c i n d e l a le m n d e c a r l o s f o r

    t e a

    b a r c e l o n a 2 0 1 1 a c a n t i l a d o

  • t t u l o o r i g i n a l JosephFouch

    Publicado pora c a n t i l a d o

    Quaderns Crema, S. A.U.Muntaner, 4 6 2 - 0 8 0 0 6

    Barcelona Tel. 9 3 4 1 4 4 9 0 6 - Fax9 3 4 1 4 7 1 0 7 c o rr e o @ aca n t il a d o .e s

    ww w .aca n t il a d o .e s

    1 9 2 9 by Stefan Zweig. Todos los derechosreservados, Williams Verlag, Zrich

    de la traduccin, by Carlos Fortea Gil,cedida por Random House Mondadori, S.

    A. de esta edicin, 2 0 1 1 by Quaderns Crema, S.

    A.U.

    Derechos exclusivos de edicin en lengua castellana:Quaderns Crema, S. A.U.

    Esta traduccin cuenta con una ayudadel Ministerio Austraco de Educacin, Arte y Cultura

    i s b n : 9 7 8 - 8 4 - 9 2 6 4 9 -8 3 - 9

    d e p s i t o l e g a l : b . 4 4 1 5 3 -2 0 1 0

    a i g u a d e v i d r eGrfica

    q u a d e r n s c r e m aComposicin

    r o m a n y - v a l l s Impresin yencuadernacin

    p r i m e r a e d i c i n enero de 20 1 1

    Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedanrigurosamente prohibidas, sin la autorizacin

    por escrito de los titulares del copyright, la reproduccin totalo parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecnico o

  • electrnico, actual o futuroincluyendo las fotocopias y la difusina travs de Internet, y la distribucin de ejemplares de esta

    edicin mediante alquiler o prstamo pblicos.

  • P R E F A C IO

    Joseph Fouch, uno de los hombres ms poderososde su tiempo, uno de los ms singulares de todoslos tiempos, encontr poco amor entre suscontemporneos y an me nos justicia en laposteridad. A Napolen en Santa Elena, aRobespierre entre los jacobinos, a Carnot, Barras,Talley rand en sus memorias, a todos loshistoriadores franceses, ya sean realistas,republicanos o bonapartistas, les empieza a brotarbilis de la pluma con tan slo escribir su nombre.Traidor nato, miserable intrigante, puro reptil,trnsfuga profesional, vil alma de corchete,deplorable inmoralista, no se ahorra con lninguna palabra despreciativa, y ni La martine niMichelet ni Louis Blanc intentan seriamente indagar en su carcter, o ms bien en suadmirablemente ter ca falta de carcter. Su figuraaparece por vez primera con sus verdaderoscontornos vitales en la monumental biogra fa deLouis Madelin (al que este estudio, comocualquier otro, debe la mayor parte del materialreferente a los he chos); por lo dems, la Historiaha empujado en completo silencio a la fila de atrsde los figurantes de poca importan cia a unhombre que en medio de un cambio universal dirigi todos los partidos y fue el nico ensobrevivirlos, que venci en duelo psicolgico aun Napolen y a un Robes pierre. De vez encuando, su figura aparece como un fantas ma enuna obra de teatro o una opereta napolenica,pero la mayora de las veces lo hace en el manidoy esquemti co papel del astuto ministro depolica, de un precursor de Sherlock Holmes; unapresentacin plana confunde siem pre un papelentre bastidores con un papel secundario.

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  • p r e f a c io

    Slo uno vio grande a esta figura nica desde supropia grandeza, y no el ms insignificante:Balzac. Ese espritu elevado y al tiempopenetrante, que no miraba slo el de corado de supoca, sino tambin detrs de las bambalinas,reconoci sin reservas en Fouch al personajems intere sante de su siglo desde el punto de vistapsicolgico. Acos tumbrado a contemplar todas laspasiones, tanto las llama das heroicas como lasllamadas bajas, como elementos por enteroequivalentes en su qumica de los sentimientos, aad mirar a un consumado criminal, un Vautrin,lo mismo que a un genio moral, un LouisLambert, sin distinguir jams entre lo decente ylo indecente, sino limitndose a medir el valor dela voluntad de un hombre y la intensidad de supasin, Balzac sac de su intencionadoensombrecimiento precisamente a este hombre,uno de los ms despreciados e injuriados de laRevolucin y la poca imperial. El ni coministro que jams tuvo Napolen, llama a estege nio singular, luego una vez ms la mspoderosa cabeza que he conocido nunca, y enotro lugar una de esas fi guras que tienen tantaprofundidad bajo cualquier super ficie que en elmomento de su accin se mantienen impenetrables y slo despus pueden sercomprendidas. Esto suena muy distinto a esosdesprecios moralistas! Y en me dio de su novelaUn asunto tenebroso, dedica a ese espri tutenebroso, profundo e inusual, que es pococonocido una hoja especial:

    El hecho de que insuflaba una especie de temor aNapolen no se manifest de golpe. Este desconocidomiembro de la Conven cin, uno de los hombres ms

  • extraordinarios y al tiempo peor valorados de supoca, slo al llegar las crisis se convirti en lo queluego fue. Bajo el Directorio, alcanz la altura desde lacual los hombres profundos saben reconocer el futuroen tanto que

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  • p r e f a c io

    valoran correctamente el pasado; luego, igual quealgunos acto res mediocres, ilustrados por unarepentina iluminacin, se con vierten en magnficosintrpretes, dio de pronto pruebas de su habilidaddurante el golpe de Estado del 1 8 de Brumario. Estehombre de plido rostro, crecido bajo una disciplinamonacal, conocedor de todos los secretos del partidode los montaeses, al que perteneci en un principio,y lo mismo de los realistas, a los que termin porpasarse, este hombre haba estudiado len ta ysilenciosamente los hombres, las cosas y las prcticasdel es cenario poltico; penetr los secretos deNapolen, le dio tiles consejos y valiosasinformaciones; [] ni sus nuevos colegas ni losantiguos intuyeron en ese momento el alcance de sugenio, que era esencialmente el genio del gobierno:acertado en todas sus profecas y de increble agudeza.

    Eso dice Balzac. Su homenaje fue lo primeroque lla m mi atencin hacia Fouch, y desdehace aos echaba una mirada ocasional al hombreen cuyo honor Balzac de ca que haba tenidoms poder sobre los hombres que el mismoNapolen.

    Pero, lo mismo que a lo largo de su vida, Fouchha sabi do mantenerse en un segundo plano en laHistoria: no gusta de dejarse mirar a la cara ni deensear sus cartas. Casi siem pre se esconde dentrode los acontecimientos, dentro de los partidos,actuando de forma tan invisible tras la envoltura annima de su cargo como la maquinaria de unreloj, y slo muy raras veces se logra, en eltumulto de los aconte cimientos, atrapar lascurvas ms cerradas de su trayecto ria, suhuidizo perfil. Y ms extrao an!, ninguno deesos perfiles de Fouch atrapados al vueloconcuerda al primer vistazo con los otros. Cuesta

  • cierto esfuerzo imaginar que el mismo hombre,con igual piel y los mismos cabellos, era en 1 7 9 0profesor en un seminario y en 1 7 9 2 saqueador deiglesias, en 1 7 9 3 comunista y cinco aos despusya mul

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  • p r e f a c io

    timillonario, y otros diez aos despus duque deOtranto. Pero cuanto ms audaces eran sustransformaciones, tan to ms interesante meresultaba el carcter, o ms bien no carcter, deeste hombre, el ms consumado maquiavlico dela Edad Contempornea, tanto ms incitante seme ha ca su vida poltica, completamenteenvuelta en secretos y segundos planos, tanto mspeculiar, hasta demonaca, su figura. As, sindarme cuenta, por pura alegra psicolgica, llegua escribir la historia de Joseph Fouch comoparte de una todava pendiente y muy necesariabiologa de los diplomticos, esa raza intelectualtodava no investigada, la ms peligrosa de todaslas de nuestro entorno.

    Tal descripcin vital de una naturaleza del todoamoral, incluso una tan singular y significativacomo la de Joseph Fouch, va, lo s, en contra delevidente deseo de los tiem pos. Nuestro tiempoquiere y ama hoy las biografas heroi cas, porquedada la pobreza propia en figuras de liderazgopolticamente creativo busca ejemplos mejores enel pasa do. No ignoro en absoluto el poder deexpandir las almas, aumentar las energas, elevarel espritu, de las biografas heroicas. Desde lostiempos de Plutarco, son necesarias para todaestirpe en ascenso y toda nueva juventud. Peroprecisamente en el campo poltico esconden elpeligro de una falsificacin de la Historia, como sientonces y siempre las naturalezasverdaderamente destacadas hubieran deci dido eldestino del mundo. Sin duda una naturaleza heroica domina durante dcadas y siglos la vidaespiritual con su sola presencia, pero slo laespiritual. En la vida real, la ver dadera, en laesfera de poder de la poltica, raras veces de ciden

  • y esto es algo que hay que recalcar, comoadverten cia contra toda credulidad polticalasfiguras superiores, los hombres de ideas puras,sino un gnero mucho menos valioso, pero mshbil: las figuras que ocupan el segundo

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  • p r e f a c io

    plano. Tanto en 1 9 1 4 como en 1 9 1 8 , hemos vistocmo las decisiones histricas de la guerra y de lapaz no eran toma das desde la razn y laresponsabilidad, sino por hombres ocultos en lassombras, de dudoso carcter e insuficienteentendimiento. Y diariamente volvemos a ver queen el dis cutible y a menudo sacrlego juego de lapoltica, al que los pueblos siguen confiando debuena fe sus hijos y su futuro, no se abren pasolos hombres de amplia visin moral, deinconmovibles convicciones, sino que siempre seven des bordados por esos tahres profesionales alos que llama mos diplomticos, esos artistas delas manos giles, las pa labras vacas y los nerviosfros. As que si realmente, como Napolen dijohace ya cien aos, la poltica se ha converti do enla fatalit moderne, el moderno destino, trataremosen defensa propia de reconocer a los hombres quehay de trs de esos poderes, y con ellos elpeligroso secreto de su poder. As, esta biografade Joseph Fouch es una contri bucin a latipologa del hombre poltico.

    Salzburgo, otoo de 1 9 2 9

  • A S C E N S I N

    1 7 5 9 - 1 79 3

    El 3 1 de mayo de 1 7 5 9 , Joseph Fouchque anest le jos de ser duque de Otranto!nace en laciudad portuaria de Nantes. Marinos comerciantessus padres, marinos sus antepasados, nada msevidente que el que el heredero fue ra a su vezmarino, comerciante naval o capitn. Pero pron tose demostrar que ese muchacho flaco y espigado,an mico, nervioso, feo, carece de toda aptitudpara un oficio tan duro, por aquel entoncesrealmente todava heroico. A dos millas de laorilla se marea; un cuarto de hora de co rrer ojugar, y ya est agotado. Qu hacer pues con unvs tago tan delicado, se preguntan los padres nosin preocupa cin, porque la Francia de alrededorde 1 7 7 0 an no tiene un verdadero espacio parauna burguesa que intelectual mente ya hadespertado, y que se abre paso con impacien cia.En los tribunales, en la Administracin, todos lospues tos, todos los cargos, todas las prebendas,siguen reserva dos a la nobleza; para servir en lacorte se necesitan armas condales o una barona,incluso en el ejrcito, un burgus de grisescabellos apenas ha logrado pasar de cabo. El Tercer Estado contina excluido en ese reinocorrupto y mal aconsejado; no sorprende que uncuarto de siglo despus exija con los puos lo quese ha negado demasiado tiempo a su mano queimploraba humilde.

    Slo queda la Iglesia. Esta gran potenciamilenaria, infi nitamente superior en conocimientodel mundo a todas las dinastas, tiene una formade pensar ms inteligente, ms democrtica yms generosa. Siempre tiene sitio para todos

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  • f o u c h

    los que tienen dotes, y acoge incluso a los msbajos en su reino invisible. Como el pequeoJoseph se distingue estu diando ya en el pupitrede los oratorianos, gustosamente dejan que unavez instruido siente ctedra como profesor dematemticas y fsica, inspector escolar y prefecto.A los veinte aos, ha alcanzado dignidad y cargosen esta orden, que desde la expulsin de losjesuitas dirige la educacin catlica en todaFrancia; un cargo pobre sin duda, sin mu chasexpectativas de ascenso, pero una escuela en laque se ensea a s mismo, en la que aprendeenseando.

    Podra llegar ms alto, convertirse ensacerdote, quiz incluso un da en obispo ocardenal, si tomase los votos sa cerdotales. Pero,tpico de Joseph Fouch, ya en el primer escalnde su carrera, el ms bajo, se pone de manifiestounrasgo caracterstico de su personalidad: suaversin a vincu larse plenamente,irrevocablemente, a alguien o a algo. Lle va ropaeclesistica y tonsura, comparte la vida monacalde los otros clrigos, durante esos diez aos deoratoriano en nada se distingue, externa einternamente, de un sacer dote. Pero no toma lasrdenes mayores, no toma ningn voto. Comosiempre, en cualquier situacin, se deja abier ta laretirada, la posibilidad de la transformacin y elcam bio. Tambin a la Iglesia se entrega slotemporalmente y no por entero, como tampoco lohar despus a la Revolu cin, al Directorio, alConsulado, al Imperio o a la Monar qua: JosephFouch no se siente obligado a ser fiel de por vidani siquiera a Dios, no digamos a un hombre.

  • Durante diez aos, desde los veinte hasta lostreinta, este plido y reservado medio cura caminapor pasillos de mo nasterios y callados refectorios.Ensea en Niort, Saumur, Vendme, Pars, peroapenas siente el cambio de domici

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    a s c e n s i n

    lio, porque la existencia del profesor de unseminario siem pre es igual de tranquila, pobre einsignificante en una ciu dad como en otra,detrs de silenciosos muros, separado siempre dela vida. Veinte alumnos, treinta alumnos, cuarenta alumnos a los que ensear latn,matemticas y fsi ca, muchachos plidos vestidosde negro a los que se lleva a misa y se vigila en eldormitorio, solitarias lecturas de li bros cientficos,comidas escasas, mala paga, un traje negro ydesgastado, una existencia monacal y carente depreten siones. Parecen petrificados esos aos,irreales y al margen del espacio y el tiempo,estriles y faltos de ambicin, esos diez aossilenciosos y sombros.

    Y sin embargo, en esos diez aos de escuelaconventual Joseph Fouch aprende mucho de loque luego servir in finitamente al posteriordiplomtico, sobre todo la tcni ca del sabercallar, el arte magistral de la autoocultacin, elmagisterio de la observacin de las almas y lapsicologa. El hecho de que este hombre dominecada nervio de su rostro, incluso en momentos depasin, durante toda su vida, que jams puedadescubrirse una vehemente congestin de ira, deamargura, de excitacin, en su rostro inmvil,amuralla do de silencio por as decirlo, que digarelajadamente, con la misma voz sin inflexiones,tanto lo ms coloquial como lo ms terrible, ysepa recorrer con el mismo paso carente de ruidotanto los aposentos del emperador como una furiosa concentracin popular, esa incomparablediscipli na del autodominio ha sido aprendida enlos aos del re fectorio, su voluntad ha sidolargamente amansada por los ejercicios de Loyola,y su discurso se ha adiestrado en las discusiones

  • www.elboomeran.comdel centenario arte de los sacerdotes antes desubir a la tribuna del escenario mundial. Quizno sea ca sualidad que los tres grandesdiplomticos de la Revolu cin francesa,Talleyrand, Sieys y Fouch, vinieran de la

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    escuela de la Iglesia, maestra hace mucho en elarte de los hombres, antes de subir a la tribuna.Esa antiqusima y co mn tradicin, que va muchoms all de ellos, da a sus ca racteres, por lodems opuestos, un cierto parecido en losmomentos decisivos. A esto se aade, en el caso deFouch, una autodisciplina frrea, espartana poras decirlo, una in terior resistencia contra el lujoy el boato, la capacidad de saber ocultar la vidaprivada y los sentimientos personales; no, esosaos de Fouch a la sombra de los pasillos de losconventos no fueron perdidos, aprendi muchsimomien tras era profesor.

    Detrs de los muros del monasterio, en el msestricto aislamiento, este espritu singularmenteflexible e inquieto se educa y desarrolla hastaalcanzar la maestra psicolgica. Durante aos slopuede actuar de manera invisible, en el msestrecho crculo clerical, pero ya en 1 7 7 8 haempeza do en Francia la tempestad social, quebate incluso los mu ros del convento. En las celdasde los oratorianos se discute tanto sobre losderechos humanos como en los clubes ma sones,una nueva forma de curiosidad empuja a esejoven clrigo hacia lo burgus, curiosidad tambindel profesor de fsica y matemticas hacia losasombrosos descubrimien tos de la poca, elMontgolfiero, las primeras aeronaves, losgrandiosos inventos en los mbitos de laelectricidad y la medicina. Los clrigos buscan elcontacto con los crculos intelectuales, y esto es loque ofrece en Arras un crculo so cial muyespecial, llamado Rosati, una especie de Jaujaen la que los intelectuales de la ciudad se renenen alegre compaa. Se procede de forma discreta,pequeos e insig nificantes burgueses leen

  • www.elboomeran.compoemitas o pronuncian alocucio nes literarias, losmilitares se mezclan con los civiles, y tam bin elprofesor del seminario Joseph Fouch es visto conagrado, porque tiene mucho que contar de losnuevos lo

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    gros de la fsica. A menudo se sienta all en unambiente de compaerismo, y escucha cuando,por ejemplo, un capitn del cuerpo de ingenierosllamado Lazare Carnot lee burlo nes poemas de supropia invencin o el plido abogado de finoslabios Maximilian de Robespierre (entonces anda importancia al de de nobleza) pronuncia undbil discur so en honor del Rosati. Porque enprovincias an se res piran las ltimas bocanadasde la filosofa dieciochesca, el seor DeRobespierre an escribe delicados versitos en vezde sentencias de sangre, el mdico suizo Marat anredacta una novela dulzona y sentimental en vez defuribundos ma nifiestos comunistas, el pequeoteniente Bonaparte an se afana en algn lugar deprovincias por escribir una noveli ta que imita elWerther: las tormentas an son invisibles al otrolado del horizonte.

    Pero, juego del destino: precisamente con este plido,

    nervioso, desenfrenadamente ambicioso abogadoDe Ro bespierre hace especial amistad eltonsurado profesor; sus relaciones llevan inclusoel mejor camino de convertirse en relacin decuados, porque Charlotte Robespierre, lahermana de Maximilian, quiere salvar alprofesor de los oratorianos de su estado clerical,en todas las mesas se ha bla ya de su compromiso.El porqu este noviazgo se des morona finalmentees algo que ha quedado en secreto, pero quiz aquse esconde la raz de ese odio terrible, de alcan cepara la Historia Universal, entre estos doshombres, an tao amigos, que luego lucharn avida o muerte. Pero en tonces an no saben nadadel jacobinismo ni del odio. Al contrario, inclusocuando Maximilian de Robespierre es enviado

  • www.elboomeran.comcomo diputado a los Estados Generales de Versalles para colaborar en la nueva Constitucin deFrancia, es el tonsurado Joseph Fouch el quepresta al pobrsimo abo gado De Robespierre lasmonedas de oro para pagar el via

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    je y poder hacerse un traje nuevo. Smbolo tambinste de cmo l, como con tanta frecuencia en elfuturo, sostiene a otro el estribo para hacer carreraen la Historia Universal. Y de que precisamenteser l quien en el momento decisi vo traicione asu antiguo amigo y lo haga caer al suelo por laespalda.

    Poco despus de la partida de Robespierre haciala reu nin de los Estados Generales queconmover los funda mentos de Francia, tambinlos oratorianos de Arras ha cen su pequearevolucin. El viento de la poltica ha pe netradohasta los refectorios, y el astuto venteador JosephFouch hincha con l sus velas. A propuestasuya, se en va a la Asamblea Nacional unadelegacin que manifieste las simpatas de losclrigos por el Tercer Estado. Pero este hombrenormalmente tan cauteloso ha iniciado esta vez lashostilidades con una hora de antelacin. Sussuperiores lo envan, a modo de castigo, pero sinfuerza para una verda dera condena, a lainstitucin hermana de Nantes, al mis mo sitio enque el muchacho aprendi los fundamentos de laciencia y el arte de conocer a los hombres.

    Pero ahora es experimentado y maduro, ahora ya no le

    atrae ensear a adolescentes la tabla demultiplicar, geo metra y fsica. El olfateador delviento ha percibido que so bre el pas pende unatempestad social, que la Poltica do mina elmundo; as que a la Poltica! De un golpe, cuelgala sotana, se deja crecer la tonsura y pronunciadiscursos pol ticos, en vez de ante muchachosinmaduros, ante los honra dos ciudadanos deNantes. Se funda un clubla carrera de lospolticos siempre empieza en semejante escenario

  • www.elboomeran.comde pruebas de la elocuencia, no pasan ms queunas sema nas, y ya Fouch es presidente de losAmis de la Consti tution de Nantes. Ensalza elprogreso, pero muy cautelo samente, de maneramuy liberal, porque el barmetro po

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    ltico de la honrada ciudad mercantil marcamoderacin; el radicalismo no gusta en Nantes,donde uno teme por su crdito y quiere ante todohacer buenos negocios. Tampo co gustan, dadoque se perciben sabrosas prebendas de lascolonias, proyectos tan fantsticos como laliberacin de los esclavos; por eso Joseph Fouchredacta enseguida un pattico documento dirigidoa la Convencin en contra de la abolicin delcomercio de esclavos, que sin duda le gana un buenrapapolvo de Brissot, pero no disminuye su prestigio en el estrecho crculo de sus conciudadanos.Para asen tar a tiempo su posicin poltica en lacamarilla burguesa (los futuros electores!), secasa a toda prisa con la hija de un adineradocomerciante, una muchacha fea, pero acaudalada, porque quiere ser rpida y completamenteburgus en una poca en la quel ya se dacuentael Tercer Es tado pronto ser el supremo,el dominante.

    Todo esto son ya preparativos para laverdadera meta. Apenas se convocan laselecciones para la Convencin, el antiguo profesordel seminario se presenta candidato. Y qu hacecualquier candidato? Empieza por prometer a susbuenos electores todo lo que quieren or. As queFouch jura proteger el comercio, defender lapropiedad, respetar las leyes; truena mucho ms(porque el viento en Nantes sopla ms de laderecha que de la izquierda) contra los cau santesde desrdenes que contra el antiguo rgimen. Dehe cho, el ao 1 7 9 2 es elegido diputado de laConvencin, y la escarapela tricolor de losdiputados sustituir por mucho tiempo la tonsurallevada oculta y en silencio.

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    Joseph Fouch tiene treinta y dos aos en elmomento de su eleccin. No es un hombre guapo,en absoluto. De cuerpo enjuto, casifantasmagricamente flaco, un rostro huesu

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