word warrior - verdad o desafio-(xena)

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    Verdad o desafío 

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    Truth or Dare 

    de Word Warrior  

    Traducido por: Gixane (1997)

    Descargo: Esta historia contiene escenas de naturaleza sexual entre dos mujeres adultas. Si

    esta clase de cuestión te incomoda, entonces, por favor, no leas más. También contieneviolencia, así que si eres aprensivo respecto a ella, mejor no leas. Parte de la violencia es

    emocional/psicológica y puede ser perturbadora. Las personas con menos de 18 años no

    debieran leer esta historia, en tanto contiene temas adultos, así que si ese eres tú, espera

    hasta que seas mayor, ¿bien? Gracias.

    Los personajes de Xena, Gabrielle y Argo son propiedad de MCA/Universal y no se intenta

    ninguna violación de los derechos de autor. Los personajes de Widgie y Jorgos son propiedad

    mía, y son © copyright 1997 WordWarior.

    La traducción se hizo con permiso de la autora por Gixane, la obra original aún se encuentra en

     XenaFan y su email es: [email protected] 

    Prólogo 

    ‖¡Aquí adentro!" gritó Xena sobre el estruendo del viento. Rápidamente introdujo a Argo en la

    boca de la cueva, metiendo prisa a Gabrielle que se había caído un poco atrás. El viento

    laceraba su carne, la lluvia caía como azotando con sesgada furia. El rostro de Gabrielle estaba

    blanco de miedo y frío. Estaba temblando incontrolablemente y Xena le dirigió una preocupadamirada antes de meter con mimos a Argo en las negras fauces de la caverna. Un rayo rasgó el

    cielo, el trueno instantáneo. Oyó el crujido de un árbol y vio sobre su hombro como las llamas

    estallaban en el bosque que habían dejado hacía sólo segundos.

    " ¿Q… qué v… v… va a pa… pasarno… nos?" preguntó Gabrielle, sus dientes castañeteando

    tan violentamente que Xena apenas pudo entender las palabras.

    "Nada. Aquí estamos a salvo".

    De repente el interior de la cueva fue iluminado por un brillante destello. El trueno retumbó y

    resonó a través de la caverna con tal volumen que ambas mujeres se llevaron las manos a los

    oídos, con una mueca de dolor. Argo se encabritó, pateando el aire con temor. El retumbar

    varió ligeramente su curso y Xena miró alrededor, sus ojos muy abiertos, sospechando lo que

    estaba a punto de ocurrir.

    Contempló la entrada de la cueva mientras ola tras ola de cantos rodados se vertían. Otro

    destello y un árbol se precipitó en la avalancha, sobresaliendo parcialmente dentro de la cueva,

    http://www.xenafan.com/http://www.xenafan.com/mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]:[email protected]://www.xenafan.com/

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    no alcanzándola por pulgadas. Pero la cascada de rocas y escombros no paró. Parecían caer

    cantidades interminables, cada una sumándose a la anterior hasta que la entrada estuvo

    completamente oscurecida. Cuando finalmente murió el último eco, estaban en completa

    oscuridad. Incluso el sonido de la tormenta era sordo y distante. Su seguro refugio se había,

    con el destello de un único rayo, posiblemente convertido en su tumba.

    Parte uno: La cueva 

    Capítulo uno 

    ―¿Gabrielle? ¿Estás bien?" preguntó Xena con tono bajo, sus palabras sonando sordas y

    quedas.

    "S… sí… Estoy b… bien…" vino la susurrada respuesta. 

    "No te preocupes. No estamos en peligro. Estoy segura de que existen otras salidas. Solo

    necesitamos fabricar algunas antorchas y después podemos empezar a seguir todos los

    túneles hasta que encontremos luz diurna." Xena pensó en Argo, sabiendo que el caballo no

    sería capaz de maniobrar a través de pasajes estrechos. La idea de dejar a su fiel yegua atrás

    para morir de hambre  – atrapada y sola en la cueva  – era demasiado horrible de contemplar,

    así que devolvió su atención a su amiga.

    "S… seguro. E… eso es lo que haremos," dijo Gabrielle, incapaz de controlar su temblor.  

    "Necesito hacer fuego," murmuró Xena. "Tengo que calentarte." Cuidadosamente palpó su

    camino hacia la entrada, hasta que su mano encontró una rama sobresaliente del árbol que

    había caído entre los escombros. El roce del acero siendo sacado de la vaina sonó fuertemente

    en el mortal silencio de la cueva, después con un `whoosh´, cortó un par de las ramas

    menores. " Háblame, Gabrielle, para que pueda encontrarte."

    " Oh… E… estoy po… po… por… aquí…" dijo. 

    "Bien. Sigue hablando."

    "¿C… cómo sa… sabes q… que habrá o… otras sa… salidas?"  

    "Porque deseo que haya otras salidas. Y lo que deseo lo consigo. Siempre," dijo Xena con una

    sonrisa. Aguardó una risa de Gabrielle en respuesta pero solo hubo silencio. Xena dejó las

    ramas y sacó sus útiles para el fuego de la bolsa de su cintura. "Vamos, Gabrielle. Di algo."

    Silencio. "¿Gabrielle? ¡Vamos! He aquí tu oportunidad" Te estoy pidiendo que hables."

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    Golpeó pedernal contra metal, una chispa cayó sobre el montoncito de yesca que había sacado

    de su bolsa y murió. Xena se detuvo un momento para meditar. Necesitaban el fuego.

    Necesitaban luz y calor. La temperatura de la cueva era incómodamente fría y Gabrielle

    mostraba signos de estar entrando en hipotermia. Pero la absoluta negrura le dijo a Xena que

    necesitaba ser cuidadosa. Si no había una chimenea natural en la cueva, el humo de fogata  – 

    especialmente usando madera húmeda  –  podía postrarlas y matarlas. En su lugar decidióhacer sólo una pequeña antorcha. No daría mucho humo y al menos podría explorar la cueva y

    estabilizar a Gabrielle.

    Xena emitió un débil silbido y oyó el bufido de Argo en respuesta. Momentos después el hocico

    tocó su hombro. "Buena chica," susurró, entonces palpó el cuello de la yegua hasta las alforjas.

    Xena sacó un pequeño rollo de tela. Era el que Gabrielle había comprado esa mañana, con el

    que había planeado hacerse un nuevo top, habiéndose cansado finalmente del feo verde

    "alfombra" que había estado usando. Xena suspiró mientras lo desgarraba a lo largo, odiando

    ver retrasado ese proyecto. Ató la tela a una de las ramas húmedas, entonces encendió la

    antorcha.

    Tomándose un momento para ajustar sus ojos, sostuvo la antorcha en alto, mirando alrededor.

    Gabrielle estaba sentada en una roca pequeña, hecha un ovillo mientras temblaba

    incontrolablemente. Rápidamente Xena cogió todas las mantas que poseían y arropó a su

    amiga con un montón de ellas. Gabby le sonrió, incapaz de hablar pero agradeciéndole con sus

    ojos.

    "¿Mejor?" preguntó Xena. Gabby asintió.

    Xena agradeció la leve calidez de la llama mientras comenzaba un cuidadoso recorrido de la

    caverna. Le habría gustado quedarse una de las mantas, pero en su lugar esperaría hasta queGabrielle estuviese fuera de peligro.

    Con meticulosa atención, estudió cada grieta, rendija y pulgada de la caverna. Para su

    desánimo, no había más que sólida roca. La entrada era la única manera de entrar y salir. Con

    cuidado examinó la avalancha que bloqueaba la abertura. El árbol había engastado varias

    rocas grandes en posiciones inamovibles. Dudo que incluso Hércules pudiese despejar este

    desastre.

    "¿E… encontraste un túnel?" preguntó Gabby. 

    "¿Cómo te sientes?"

    "Mejor."

    "Bien. Sigue abrigada. Estaré ahí en un instante."

    "Esta bien," dijo Gabby, observando como Xena escrutaba las rocas de la entrada. "Um… no

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    contestaste mi pregunta. ¿Por qué estás mirando eso? ¿No hay túnel?"

    "No. Ningún túnel. Esta es nuestra única salida," dijo Xena, no mostrando su voz nada de su

    temor.

    "Oh. Eso es malo, ¿ah?"

    "Sí. Eso es malo"

    Gabrielle estuvo silenciosa un momento. "Pero… todo va a salir bien, ¿verdad? Quiero decir

    que probablemente ya te has imaginado una forma de sacarnos de aquí, ¿verdad?"

    Xena se alejó del muro, un dolor de cabeza asentándose justo sobre sus ojos. Se agachó junto

    a Gabrielle que había empezado a recobrar el color de sus mejillas. Tocó una de las mantas y,

    con una ceja alzada, Xena silenciosamente preguntó si podía cogerla. Gabrielle asintió.

    La guerrera se arropó en la manta. La antorcha estaba empezando a chisporrotear y no duraría

    mucho. Xena caminó hasta la pila de madera húmeda que había hecho antes y colocó la

    antorcha debajo de ella, sobre la yesca, esperando que durase lo suficiente para secar la

    madera y que así pudiese prender. Planeaba vigilar el fuego cuidadosamente, sabiendo que si

    existía una chimenea natural, el humo la encontraría más fácilmente que ella.

    "Ven al fuego," dijo Xena, ayudando a Gabrielle a ponerse en pie, prestándole su fuerza

    mientras caminaban. Sabía que lo hacía más por ella misma que por su amiga. Xena

    necesitaba sentirse fuerte y útil porque, al contrario de la predicción de Gabby, no tenía ni idea

    de cómo escaparían de su actual trampa.

    "¿Es esa la tela que acababa de comprar?" preguntó Gabby.

    "Sí. Necesitaba algo con lo que hacer la antorcha."

    "Desearía que hubieras dicho algo. Tengo un viejo jubón al que no me hubiera importado decir

    adiós."

    "Lo siento. Fue lo primero a mano."

    "Solo desearía que hubieras preguntado, es todo. No es como si alguna vez lo hicieras, por

    supuesto. No sé por qué debiera sorprenderme," refunfuñó Gabrielle.

    Xena la miró fijamente, intentando figurarse si estaba realmente molesta o era simplemente la

    tensión de la situación. "Creo que un rollo de tela es el menor de nuestros problemas."

    Gabrielle no respondió. Tomó lo que quedaba de la tela y la recorrió con los dedos. Era un

    resistente tejido casero, pero había sido teñido con un delicado tono melocotón que

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    inmediatamente llamó su atención. Nunca antes había visto tela con exactamente ese color y

    había disfrutado de la perspectiva de usar algo nuevo. Ahora no quedaba suficiente para hacer

    nada excepto más antorchas. Sabía que Xena estaba esperando que dijese algo conciliador,

    como siempre hacía Gabby. Pero no se sentía como para consentir. Un rollo de tela podía no

    parecer mucho para Xena, pero había significado algo para Gabrielle. Aunque la guerrera lo

    había roto sin un pensamiento; incluso sin pensar en preguntar si había una alternativa.

    La antorcha bajo las ramas estaba apagándose pero un par de trozos de madera habían

    empezado a crepitar ida su humedad. El humo flotaba hacia el techo de la caverna y se

    acumulaba en la entrada taponada por rocas.

    Un apagado crujido sonó fuera y la cueva tembló como por un impacto. Xena reflejamente puso

    sus brazos sobre Gabrielle, protegiendola mientras trozos de roca y polvo caían del techo. Los

    escombros de la entrada se movieron como si algo muy grande golpeara al árbol por fuera.

    Varias piedras cayeron dentro de la caverna misma y Xena temió que pudieran ser enterradas

    vivas si la barrera no resistía. Pronto los profundos ecos retumbantes pararon y hubo silencio

    de nuevo.

    "¿Qué fue eso?" susurró Gabrielle, aún abrazada a Xena.

    "Otro desprendimiento de piedras. Aunque no sé si nos ayudó o nos perjudicó."

    "¿Cuánto va a durar esta tormenta? Nunca he visto los cielos tan furiosos. No puede durar

    mucho, ¿verdad? Tiene que acabar alguna vez."

    "Sí, acabará," dijo Xena, soltándose de Gabrielle. Atizó la madera con la antorcha y sopló a la

    llama, avivándola. El aterrado rostro de Gabrielle se sobresaltó con agudo alivio. "Aquí estamosa salvo," mintió Xena, lanzando una mirada a la masa de rocas.

    "Oh, seguro, no estoy preocupada por eso. Aquí estamos a salvo. Pero me dan escalofríos

    todos esos sordos truenos. Me recuerdan las historias que solía oír acerca del temperamento

    de Zeus. Siempre tuve miedo de las tormentas cuando era niña. Solía pensar que Zeus estaba

    furioso conmigo y recordaba todas las cosas que había hecho que podrían enfurecer al rey de

    los dioses. Cada tormenta huía a mi habitación y me preocupaba por haberle tirado del pelo a

    Lila o robado un postre extra  –  cosas como esa. Como si Zeus no tuviese nada mejor que

    hacer que castigar las travesuras de una niña."

    Xena sonrió con indulgencia. Distraídamente se preguntó qué habría sido crecer con Gabrielle.

    ¿Habrían sido amigas? Probablemente no, admitió para sí. Había tenido poca paciencia con las

    niñas como Gabrielle cuando era pequeña. Había preferido la compañía de sus hermanos y

    sus amigos. Nunca jugando en casa, se encontraban siempre fuera gritando y chillando en

     juegos vecinales de guerra, practicando con la espadita de madera que su ausente padre le

    había fabricado cuando era un bebé. Había adorado esa espada. Cuando tenía cinco años

    había confeccionado una vaina con trozos de cuero desechado que había encontrado en la

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    curtiduría. Solía pavonearse por las calles de Amphipolis ante las indulgentes miradas de los

    adultos, su espada a su costado.

    "Jamás tuve oportunidad," murmuró Xena, dándose cuenta que su destino había sido fijado

    desde el principio.

    "¿Oportunidad?" preguntó Gabrielle.

    "Nada."

    "No, vamos. ¿Oportunidad de qué?"

    Xena suspiró. "De asustarme de los truenos." Xena se levantó y caminó hasta el árbol,

    cortando otro puñado de ramas. Necesitaban racionar la madera, pero también podía poner

    este montón a secar. Entonces eligió una robusta rama para usarla como antorcha más

    permanente.

    Desenjaezó a Argo y colocó sus alforjas contra el muro. La yegua pateó suavemente,

    diciéndole que estaba sedienta.

    "Lo siento, chica, tendrás que esperar un poco. Déjame primero imaginarme cómo salir de

    aquí."

    "¿Podemos esperar hasta que acabe la tormenta?" preguntó Gabrielle.

    "No te preocupes. No nos iremos tan pronto."

    "Oh Bien. Creo." Gabrielle observó mientras Xena hurgaba en las alforjas, colocando sus odres

    de agua en una pila y empezando otro montón para la comida. "¿Hay algo que no me estés

    contando?" preguntó, asustada por la tensa postura de los hombros de la guerrera.

    "No," dijo Xena secamente. Entonces dejó lo que estaba haciendo y regresó a sentarse junto a

    su amiga. "Mira. Esa pared de rocas de allí no va a ser fácil de mover. Y siempre existe el

    peligro de al quitar la equivocada causar un deslizamiento peor y quedarnos enterradas aquí.

    Necesitas comprender esto y prepararte. Tenemos un montón de trabajo por delante."

    "Ya veo," dijo Gabrielle, temiendo más la preocupada expresión de Xena que sus palabras.

    "Gracias por ser honesta. Puedo soportarlo, sabes. No te preocupes por aterrarme o algo así. Y

    soy bastante fuerte," dijo, marcando músculo. "Ayudaré todo lo que pueda."

    Xena sonrió. "Sé que lo harás, Gabrielle. Ambas lo haremos. Saldremos de esto."

    "¿Por qué tú lo deseas?"

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    "Porque yo lo deseo."

    Gabrielle sonrió, pero no pudo evitar pensar en el túnel que Xena había deseado aunque no

    existía. No todo ocurre porque dispongas que así sea, pensó.

    Capítulo dos 

    ―No demasiado. Ese es todo el agua que tenemos," dijo Xena.  

    Gabrielle paró a medio trago y miró el odre. No estaba lleno, pero allí había otros dos. Aunque,

    para una estancia prolongada, no era una gran cantidad de agua. Y tenían que considerar

    también a Argo. ¿Qué comería y bebería el caballo?

    "¿Qué vas a hacer con Argo?" preguntó.

    "¿Qué pasa con ella?" preguntó Xena, no deseando pensar en Argo. Incluso si podían abrir un

    pasadizo por el que las dos mujeres pudieran deslizarse, el problema de su caballo aún existía.

    ¿Cómo podría Argo escapar jamás de esta trampa?

    "Ya sabes, comida, bebida y similar."

    "Oh. Tengo algo de avena. Y compartirá nuestra agua."

    "Pero no hay mucho de ninguno. Somos afortunadas de que acabáramos de comprarprovisiones hoy, ¿verdad?"

    "Sí," dijo Xena, su espalda hacia Gabrielle. Ya había examinado y hecho un inventario de sus

    provisiones, sopesando cada elemento por sus posibles usos. Tenían comida suficiente y el

    agua podía durar si la racionaban. Tenían medicinas y tela para vendajes y antorchas, gracias

    al indeseado sayo y el tejido casero melocotón. En tanto fuesen capaces de idear algún medio

    de escape en el próximo par de días, no habría problemas.

    Xena se acercó de nuevo al muro de rocas, mirándolo fijamente como si intentase desentrañar

    su acertijo. El árbol era el comodín. ¿Cuánto peso estaba soportando? ¿Y por qué no se

    filtraba luz por las bolsas de aire que tenían que existir? ¿Había tantas rocas apiladas tras la

    entrada que un año de excavación no las desalojaría todas?

    "Tenemos suerte de tener el árbol, ¿no?" soltó Gabrielle, de pie a su altura.

    "¿Eso como?"

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    "Bueno, tenemos madera para hogueras y antorchas. Y quizá podamos hacer refuerzos con

    alguna de las ramas. Ya sabes, para sostener cualquier excavación que hagamos."

    Xena miró a su compañera y sonrió. "Sí, quizá podamos."

    Gabrielle resplandeció bajo la alabanza implícita y regresó a la fogata, alimentándola con otrarama. La olla estaba hirviendo y llenaba la caverna con un rico y fuerte aroma. No había

    verduras frescas para poner, pero había añadido algunas hierbas secas a la improvisada sopa

    y parecía que sería una comida satisfactoria. La mejor que podía hacer bajo estas

    circunstancias, reflexionó.

    Xena había escalado varias rocas y estaba observando el mosaico, buscando un punto de

    inicio. De nuevo notó el lugar por donde el humo estaba desapareciendo y decidió escalar

    hasta él. Delicadamente, se tomó su tiempo, probando cada bloque antes de poner su peso

    encima. Al fin, llegó a la cima de la caverna y puso su mano en la línea de humo. Sintió una fría

    ráfaga.

    "El fuego va a ser perfecto," dijo.

    "¿Qué? ¿Por qué no debería serlo?"

    "Aquí hay una fuerte corriente. Para el humo. No necesitamos preocuparnos por sofocarnos, en

    tanto mantengamos la llama baja."

    Gabby miró preocupadamente la nueva rama que acababa de añadir. ¿Hacía eso el fuego

    demasiado grande? se preguntó. ¿Debiera haber esperado hasta que la mayoría de las otras

    hubiesen ardido más?

    "La sopa está lista," dijo nerviosamente, deseando que Xena bajase del muro y volviese con

    ella, diciéndole qué hacer. Observó cómo la guerrera se adhería como una araña a las rocas. A

    Gabrielle le parecía muy peligroso trepar así.

    "En un instante," dijo Xena, tirando de una roca pequeña. Se desprendió y la arrojó al suelo.

    Escudriñó el agujero pero solo vio más rocas. Trabajó en liberar otra, después otra, pero aún

    no se veía el fin. El humo continuaba deslizándose perezosamente a través del muro,

    encontrando un pasaje que ella no podía rastrear.

    "Voy a comer, ¿esta bien?" preguntó Gabrielle.

    "Muy bien."

    "Pero tú también deberías, sabes. Puedes hacer eso después de cenar. No has comido en todo

    el día."

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    Gabrielle había comido en el pueblo un gran emparedado de falafel para almorzar. Pero Xena

    se había saltado la comida, escuchando en su lugar los problemas de uno de los aldeanos.

    Resultó ser algo que no precisaba de un guerrero. Xena le había aconsejado que recurriese a

    los ancianos, dando su propia opinión de cómo resolver las cosas amigablemente. ‗Algo sobre

    un vecino revoltoso,‘ murmuró ante la pregunta de Gabrielle. Tras comprar provisiones,

    partieron, intentando adelantarse a la amenazante tormenta.

    Cosas como esa ocurrían un montón, reflexionó Gabby. La reputación de Xena como héroe

    para la gente común estaba extendiéndose. Algunos intentaban aprovecharse de su cambio de

    corazón, pidiéndole resolver los problemas con la violencia de su espada en vez de usar la

    negociación y el compromiso. Bastante extrañamente, Xena tenía más paciencia con esos

    tontos que Gabrielle. Le molestaba a la bardo ver a la gente intentar usar a la guerrera para sus

    propios fines egoístas. Pero Xena se lo tomaba todo con un encogimiento de sus anchos

    hombros.

    "¿Por qué no te enfadas con ellas?" preguntó Gabby mientras Xena empezaba a bajar.

    "¿Con las rocas?" preguntó Xena burlonamente, deteniendo su descenso. No había encontrado

    más pistas de la corriente y la sopa olía realmente bien.

    "No," dijo Gabrielle, riendo. "Con las personas que intentan aprovecharse de ti. ¿Por qué no te

    enojan más? A mí me enfurecen con certeza y tú tienes un temperamento mucho más vivo que

    yo."

    Xena reasumió su descenso. "La mayoría genuinamente creen que sus problemas son

    demasiado grandes para ser resueltos," dijo, saltando los últimos pies.

    "¡Pero normalmente son tan tontos!"

    "No para ellos." Xena se sentó junto a Gabby, sirviéndose un tazón de sopa. "No hagas más

    sopas. Consumen demasiada agua."

    "Bueno, empecé esta antes de que mencionaste el agua. No lo pensé. Lo siento."

    "Está bien. Ahora lo sabes."

    "Pero debería haberlo pensado. Quiero decir, no es como si hubiese un torrente en esta

    estúpida cuevita. Ahora he desperdiciado todo este agua y podríamos morir a causa de mi

    necedad."

    "Primero de todo, no está desperdiciada. Estamos tomando el líquido de la sopa. Segundo, no

    vamos a morir a causa de un pequeño error como ese." Xena miró a Gabby que rehusaba

    encontrar sus ojos. Xena suspiró, dejó su comida y se volvió a encarar a su amiga. "Mírame."

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    Gabrielle rehusó obedecer, pero dijo con suavidad, "¿Por qué?"

    "Porque quiero hablarte."

    "Puedo oírte. Estás sentada justo a mi lado."

    "Gabrielle. Por favor."

    Gabby miró con renuencia. Xena tenía una pequeña sonrisa en su rostro, sus ojos tiernos.

    "Bien," susurró la bardo.

    "Bien. Ahora escúchame, porque voy a decirlo solo una vez. Aquí el mayor peligro no es el

    agua o las rocas o la comida o algo semejante. Lo que es mucho peor — lo que, de hecho, es

    letal —  es perder la esperanza. Si nos rendimos a nuestros temores; si dejamos de intentar

    encontrar una forma de escapar, entonces con seguridad moriremos. Nadie va a atravesar esa

    pared para rescatarnos. Ningún oculto pasadizo va a ser misteriosamente encontrado.

    Necesitamos aceptar lo que ocurrió y entonces idear una forma de ayudarnos. Y hay una

    forma. Sólo necesitamos encontrarla. ¿Esta bien?"

    Gabrielle miró en los claros ojos azules de la mujer que significaba más para ella que jamás

    nadie había significado en su vida. Ni su madre, su padre, su hermana, Perdicus o cualquier

    otra alma viviente le había dado a Gabby tanto como Xena; jamás le habían mostrado el

    respeto, amistad y amor que Xena le había mostrado. Lentamente su cabeza asintió. "Bien."

    "Bien. No voy a seguir recordándotelo, porque no quiero esa carga. No quiero tener que

    mantener la esperanza por ambas. Necesito tu ayuda."

    "Todo, Xena. Sabes que haré todo por ti."

    "Por nosotras. Solo continúa optimista y mañana empezaremos a despejar esas rocas. A

    ambas nos serviría tener una buena noche de sueño, así que limpia esto y métete en tus

    mantas."

    "¿Qué vas a hacer?"

    "Voy a terminar mi sopa, cuidar de Argo y después espero tener una noche sin sueños."

    "Esta bien," dijo Gabrielle con una sonrisa. Sirvió lo último de la sopa en el tazón de Xena,

    después usó la arena que cubría el suelo de la cueva para lavar la olla. Sin agua no quedó

    contenta con el resultado. No es que eso importase, se dio cuenta. No habría más sopas, ni

    cocinar hasta que escapasen de la cueva. De aquí en adelante sería cecina, fruta, queso y los

    pegajosos dulces que había envuelto en el fondo de su paquete — una sorpresa que reservaría

    para más tarde, decidió. Xena era algo golosa y a Gabrielle le encantaba tentarla con los

    variados y sabrosos dulces que encontraba en los mercados.

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    Gabby se estiró, se quitó sus ropas y se deslizó dentro del jubón que le quedaba. Le echó una

    mirada a Xena, que estaba arrullando suavemente a Argo. Sintiéndose mucho más optimista

    de lo que se había sentido desde la avalancha, la bardo se arropó en sus mantas y encaró la

    hoguera, dejando que las hipnóticas llamas la adormecieran. Todo saldría bien, decidió. De

    ninguna manera un montón de rocas iba a derrotar a la Princesa Guerrera.

    Capítulo tres 

    Xena yacía en su lecho, incapaz de dormir. Seguía esforzándose en resolver el puzzle de

    rocas, intentando ver una forma de despejar las suficientes para escapar sin derribar toda la

    masa encima de ellas. ¿Y qué pasaba con Argo? ¿Cómo se suponía que iba a salir? La única

    manera de salvarlas a las tres sería despejar la entrada entera. Pero algunos de los bloques

    eran enormes, pesando cientos, quizá miles de libras. ¿Y qué pasaba con el árbol? ¿Cómo se

    suponía que iba a mover un árbol entero?

    Inquieta Xena se volvió de costado. Miró sobre los brillantes rescoldos a Gabrielle, durmiendo

    tranquila y sonoramente. Lamento haberte metido en esta trampa, pensó. Es culpa mía que

    estemos aquí. Debería haber previsto la posibilidad de una avalancha, pero todo por lo que me

    preocupaba era sacarte de la lluvia y calentarte. Eres mi debilidad y mi fuerza. Que pesada

    carga para alguien tan joven e inocente.

    La guerrera miró fijamente a su compañera de viaje y mejor amiga. Otra vez se preguntó por

    qué Gabrielle permanecía con ella. Soy tan dura, fría e inexorable como esta cueva, pensóXena. No te cuento lo que quieres saber. No comparto mis confidencias. Camino por el filo de

    la navaja cada día, combatiendo la oscuridad que siempre amenaza con arrollarme. Y aún

    permaneces a mi lado, aguantando mis silencios. Templas mi temperamento con calma. Me

    aceptas sin importar qué horrores se esconden en mi pasado. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo

    puedes no temerme? Te ataco y permaneces conmigo. En un tiempo te he dejado atrás

    durante días aunque siempre te encontré esperando pacientemente mi regreso. Mis enemigos

    me han atacado a través tuyo, amenazando con toda clase de actos innombrables, y aún

    permaneces tenaz en tu confianza de que prevaleceré. ¿Cómo puede ser? ¿Qué te retiene

    aquí —atada a una consumida guerrera desesperada por expiar una vida de pecados? ¿Qué

    fuerza es lo bastante grande para mantenerte caminando a mi lado, tu vida tan frecuentemente

    en peligro, tu inocencia de sangre amenazada a cada paso? Todo esto y mucho más, y aún

    así, aquí estás, confiando en mí, ayudándome y permaneciendo leal a tu código. ¿Cómo puede

    ser?

    Jamás te comprenderé, Gabrielle. Jamás comprenderé por qué me elegiste como tu amiga.

    Xena cerró los ojos e inmediatamente vio el puzle de rocas. Mientras se dormía continuaba

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    buscando una respuesta.

    Gabrielle abrió los ojos pero el cambio fue imperceptible. La cueva estaba en tinieblas denuevo, un frío soplo de aire la hizo tiritar bajo las mantas. Miró a la hoguera y solo vio un

    brillante rescoldo, apenas vivo entre las cenizas. Rápidamente, se arropó su manta y palpó el

    suelo de la cueva por más madera. La puso en el rescoldo y sopló sobre las ascuas para

    airearlo. Lentamente la rama empezó a humear, después una lengua de fuego prendió por

    arriba.

    Pronto tuvo la hoguera ardiendo satisfactoriamente. Ojeó a Xena que estaba murmurando en

    su sueño. Gabrielle intentó comprender qué estaba diciendo, pero no pudo entenderlo antes de

    que la guerrera cayese en un sueño más profundo.

    Quizá Xena recordaría su sueño por la mañana y le contaría qué pasó.

    Menuda posibilidad, pensó Gabby. Xena nunca hablaba de sus sueños. Incluso cuando

    Gabrielle la había despertado para ahogar los gritos de la guerrera, su amiga había

    permanecido silenciosa respecto a lo que sucedía en sus terrores nocturnos. No es que

    hubiese nada que Gabby pudiese hacer para ayudar. Esos eran los demonios personales de

    Xena y estaban más allá del alcance de la joven bardo.

    Gabrielle miró el fuego durante un instante, entonces dejó que sus ojos regresasen al rostro de

    Xena ahora pacífico y dormido. En sus días de Señor de la Guerra había poco que Xena no

    habría hecho en su búsqueda del poder. Había usado su cuerpo para seducir amigos yenemigos por igual. Había usado su astucia para traicionar y destruir. Se había ofrecido a sí

    misma como premio a ser ganado —  recompensando a los que la servían bien; matando a

    aquellos que no. Gabrielle encontraba difícil reconciliar esto con la mujer que ahora conocía.

     Aunque hoy Xena era con frecuencia fría y distante, era siempre justa y nunca cruel. Aunque

    mantenía un firme bloqueo sobre sí misma. A veces Gabby la tocaba de forma informal,

    amistosa y Xena se helaba, evitando el contacto. La guerrera parecía conservar toda su pasión

    para el campo de batalla.

    Oh, existían excepciones, Gabrielle se dio cuenta. Hércules, por ejemplo. Gabby había visto las

    miradas tiernas de Xena, tan poco características en su austera amiga. Y había visto la pasión

    con la que se habían besado al despedirse. Pero Gabrielle sospechaba que la relación de Xena

    con Hércules era más de gratitud por liberarla de su vida como señor de la guerra y de

    adoración al héroe, por alguien que era tanto dios como hombre. Xena admiraba a Hércules;

    sus ideales y objetivos. Había asumido un riesgo con ella y Xena jamás olvidaría una

    amabilidad como esa. Y aunque Gabrielle firmemente sospechaba que habían sido amantes en

    algún momento en el pasado, Xena no actuaba como una mujer que llorase a un compañero

    perdido.

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    Y después estaba Marcus. Gabrielle no estaba segura de qué pensar sobre Marcus. ¿Había

    sido el amor de la vida de Xena? ¿El hombre destinado a ser su alma gemela? De alguna

    manera, Gabby no lo creía, aunque estaba insegura de por qué. Sí, Xena le había amado. Y su

    muerte la había herido. Esto se había convertido en obvio cuando el espectro de Marcus había

    buscado la ayuda de la guerrera contra Adamineus en el Ultramundo. Cuando Xena hubo

    emergido del lago, de nuevo sola, había llorado en los brazos de Gabby —  algo lo bastanteraro para estremecer el corazón de la bardo. ¿Había robado Marcus la pasión de la vida de

    Xena? ¿Había recibido él el resto de su amor? Gabrielle suspiró, deseando conocer las

    respuestas a preguntas como esa.

    ¿Y por qué debes conocer las respuestas? se preguntó. Di la verdad. Susúrrala en voz alta en

    un campo vacío para que nadie pueda oírlo, pero di la verdad. Porque estoy enamorada de

    Xena, contestó en su corazón.

    Gabrielle miró el dormido rostro de Xena, deseando detenerse pero fracasado porque este era

    el único momento cuando era posible hacerlo. Gabrielle abrigaba un muy profundo, muy oscuro

    temor — un temor que mantenía tan quieto y oculto que si alguna vez veía la luz, sabía que se

    moriría al instante. Su temor era que Xena descubriese que Gabby estaba enamorada de ella y

    la enviase por su lado. Así que Gabrielle jugaba un juego con sus emociones cada día.

    Escondía el amor de sus ojos; aprisionaba la pasión en su corazón y mantenía las distancias

    con la sombría guerrera.

    Sabía que permitir que este secreto saliese sería para siempre el fin de su amistad. ¿No se

    alejaba a veces Xena cuando Gabby la tocaba? ¿No mantenía siempre la guerrera secretos

    respecto a Gabrielle, raramente permitiéndole entrar en sus planes, sueños o sentimientos?

    Seguro, a Xena le gustaba su compañía. Y eran amigas. Xena había dicho eso con frecuencia

    suficiente para que incluso Gabby la creyese. ‗Mi mejor amiga‘ había dicho la guerrera.  ¡Oh, laalegría que sentí el primer día que dijo eso! pensó Gabrielle. ‘Mi mejor amiga’ . Había dulce

    música en esas palabras. Sabiendo que jamás podría tener lo que estaba en su corazón, esto

    era casi suficiente para compensarlo.

    Y Xena muestra su amistad de muchas formas, razonó Gabrielle. Me protege, me ayuda, me

    enseña, sonríe ante mis bromas — me permite saber. Aunque… a veces me pregunto por qué

    me mantiene cerca. Sé que ocasionalmente le ataco los nervios. Y no es como si en primer

    lugar me hubiese pedido que me uniese a ella. Realmente me impuse a ella. Pero por un

    milagro de los dioses me permitió quedarme y ahora creo que me echaría de menos si me

    fuese. Pareció añorarme cuando regresé a casa en Poteidaia o cuando fui a la Academia en

     Atenas. Y cuando me casé con Perdicus… 

    Gabrielle miró fijamente el fuego un momento, dejando que las llamas la calmasen. Entonces

    sus ojos inevitablemente regresaron a la durmiente faz de Xena. Perdicus, pensó. Creo que

    herí tus sentimientos cuando hice eso. Tiré por la borda nuestra amistad, ¿verdad? Desearía

    poder decirte por qué lo hice. Desearía poder explicarte que dolía demasiado estar cerca de ti

    cada día y cada noche y no ser capaz de decirte cómo sentía. Y cuando él vino y me ofreció

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    seguridad, y amor y siempre habíamos estado juntos cuando éramos niños y me pregunté qué

    sería no estar más en peligro nunca más. Me pregunté cómo sería no pasar la vida temiendo

    cometer un desliz y ser echada de tu vida para siempre.

    Y cuando fue asesinado por mi causa, bueno, me sentí tan culpable. Lo había usado. No

    estaba enamorada de él, pero me casé de todas maneras. ¿Para ponerte celosa? Quizá. ¿Paraforzarte a hablarme — para hacerte decir que no me fuese? Quizá. ¿Para pretender que era

    como las otras chicas del pueblo y no tan sentirme sola y diferente? Quizá. ¿Para evitarme

    gritar mi amor por ti? Sí. Todo eso y más. ¿Qué elección tuve? ¿Qué elección tengo? Puedo

    soportarlo todo excepto que me odies, Xena.

    Y ahora estamos aquí en esta cueva y no hay salida y voy a morir sin tan siquiera decírtelo.

     Afrodita probablemente insistirá en que vaya al Tártaro por mi pecado.

    En su mente, Gabby oyó la voz fuerte y profunda de Xena. ' Aquí el mayor peligro no es el agua

    o las rocas o la comida o algo semejante. Lo que es mucho peor — lo que de hecho, es letal — 

    es perder la esperanza.' ¿Cómo había podido olvidar tan pronto esta lección? se preguntó

    Gabrielle.

    Miró al puzzle de rocas. No voy a permitir que nos derrotes, pensó. Ganaremos esta pelea,

    como Xena gana todas sus batallas. Usaremos nuestra fuerza y nuestra astucia y nuestro

    sudor y resolveremos tu acertijo. No creas que no lo haremos. Y cuando lo hagamos,

    marcharemos a otra aventura; a otro desafío. Solo mira si no lo hacemos.

    Gabrielle se recostó en sus mantas, contenta de que el fuego aguantaría hasta la mañana y

    cayó dormida con una sonrisa en la cara.

    Capítulo cuatro 

    Xena estaba en precario equilibrio en la cima de los cascotes, desprendiendo meticulosamente

    y tirando rocas. El trabajo de Gabrielle era llevarlas a una pila en el fondo de la caverna. Era un

    trabajo duro y ambas mujeres estaban sudando a pesar del frío de la cueva. Habían estado

    trabajando durante más de cuatro horas sin descanso y Gabby estaba abriendo la boca para

    preguntar si podían descansar cuando otra roca golpeó el suelo.

    De repente hubo un sordo rumor y el montón se estremeció, arrojando a Xena de su asidero.

    Giró en el aire, haciendo pie justo mientras todo su duro trabajo era borrado en cuestión de

    segundos. El agujero que había tan cuidadosamente excavado había desaparecido, rellenado

    completamente con un nuevo grupo de rocas. Gabrielle miró con abatimiento, preguntándose si

    esta clase de cosas iban a ocurrir mucho.

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    Xena soltó unas cuantas maldiciones escogidas, resto de sus días como Señor de la Guerra,

    entonces frotó las manos contra el cuero. "Haremos una pausa para almorzar y después

    volveremos a esto."

    "¿Por qué ocurrió eso?" preguntó Gabrielle, mirando inconsolablemente el nuevo

    desprendimiento.

    "Debo haber quitado una piedra clave. Estaba temiéndolo pero en realidad no hay forma de

    evitarlo. Sin conocer el aspecto de esto desde fuera, va a ser difícil de juzgar."

    Descorazonada, Gabby cogió unas cuantas tiras de cecina y una porción de queso. El primer

    odre de agua estaba vacío, así que cogió el segundo, maldiciéndose de nuevo por haber hecho

    la sopa. Argo necesitaba tanta agua para tragar la avena que la bardo temía que acabarían las

    provisiones antes incluso de resolver el acertijo de las rocas.

    "Toma. Empieza con esto. Voy a hornear algo de pan," dijo Gabrielle.

    "Mmmm," murmuró Xena, mirando el muro. Tomó la comida, entonces la dejó sin probarla. En

    su lugar empezó a despejar las rocas que habían caído en la cueva cuando el muro se colapsó.

    Gabrielle miró desde su mezcla de pan y frunció el ceño. "¿No puede esperar eso? Necesitas

    comer."

    Gruñendo, Xena llevó una gran roca que la bardo no había sido capaz de alzar, hacia la

    esquina. La dejó y regresó a por más. "En un segundo. Solo quiero acabar esto primero."

    Gabby se levantó para ayudar pero Xena la detuvo. "Haz el pan."

    Con un encogimiento de hombros Gabby volvió a su mezcla. No pierdas la esperanza, se dijo.No pierdas la esperanza. No pierdas la esperanza… 

    ―¿Estaba bien? Me falta parte de los ingredientes que normalmente pongo." 

    "Estaba muy bien," dijo Xena, acabando el resto de su comida.

    "Cuando salgamos de aquí, voy a darte la mejor cena que jamás hayas tenido. Eso es una

    promesa," dijo Gabrielle resueltamente.

    "Tus comidas son siempre buenas."

    Gabby se animó, una sonrisa iluminando su rostro. "¿De veras? Gracias por decirme eso."

    Xena le dirigió una rápida mirada, sus ojos estrechándose. "¿Soy tan mala? Pensé que te lo

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    había dicho muchas veces antes."

    "Bueno… no exactamente con palabras. Pero siempre te lo comes todo, así que estimé que lo

    estaba haciendo bien."

    Gabby miró mientras Xena la estudiaba por un momento, sus pensamientos disfrazados.Nerviosamente la joven esperó ver si había dicho algo equivocado. Para su sorpresa, la

    guerrera sonrió y se sentó junto a ella, pasando un musculoso brazo alrededor de sus hombros.

    "Bueno, entonces eso es culpa mía. Te aprecio. Eres una gran ayuda, una excelente cocinera y

    la mejor amiga que jamás he tenido."

    Gabrielle estaba silenciosa, mirando fijamente a la maravillosa mujer que podía hacerle sentir

    tanta alegría con tan pocas palabras.

    Xena volvió a mirar el muro. "Y has trabajado muy duro hoy. Esas rocas son pesadas y ni una

    vez te quejaste."

     Avergonzada por esta repentina alabanza de la taciturna guerrera, Gabby ocultó su sonrojo de

    placer. "Bueno salir es problema de ambas, así que…" 

    Xena apretó su hombro. "Lo sé. Pero eso no hace que las rocas pesen menos."

    Gabrielle sintió un nudo en la garganta y luchó por tragar, no deseando que Xena viese sus

    lágrimas. Desde que se habían visto atrapadas en la cueva, Gabby había encontrado que las

    lágrimas estaban siempre cerca de la superficie. La cosa más pequeña le hacía desear llorar.

    "Gracias," murmuró, incapaz de decir más. Debiera hacer algún chiste tonto, pensó. Eso era lo

    que Xena esperaba — aligerarle la carga; hacerla sonreír. Levantó la vista y encontró a Xenamirándola intensamente.

    "¿Qué es esto?" preguntó Xena suavemente, poniendo un dedo en su mejilla para atrapar una

    lágrima. "Te sientes así de mal, ¿eh?"

    "Lo siento," dijo Gabby, mirando a otra parte. Xena la estrechó en sus brazos y la retuvo

    gentilmente.

    "Sé cuán difícil es esto," dijo Xena, su voz un lento murmullo. "Y frustrante. Todo ese trabajo

    esta mañana y no estamos más cerca de salir. Pero estás siendo muy valiente, como siempre

    lo eres. Tienes tanta fuerza, Gabrielle." Xena se detuvo un momento mirando profundamente

    en los ojos de Gabby. Entonces le lanzó su sonrisa sesgada y, frotando con afecto la espalda

    de la bardo, dijo, "Y te haré una promesa. Saldremos  de aquí. Y cuando lo hagamos, nos

    meteremos en otra aventura con la que puedas llenar un pergamino. No más problemas de

    pueblos pequeños para nosotras. Encontraremos algo desafiante y épico sobre lo que puedas

    escribir."

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    Gabrielle intentó pensar en algo maravilloso que decir, pero se encontró sin voz. De alguna

    manera, oyendo a Xena prometer que escaparían, le hizo sentir mucho mejor. Entonces Gabby

    oyó la suave melodía de una vieja tonada popular. La guerrera tarareaba quedamente,

    continuando manteniendo a la bardo en un estrecho abrazo, sus ojos lejanos. Gabrielle sólo se

    acercó un poco más y cerró sus ojos, calmada; cuidada; segura; esperanzada.

    Esa tarde hubo dos desprendimientos más, pero al final del día, un pequeño agujero era visible,

    apuntalado por varias ramas. Y aunque solo llevaba a más rocas, el signo de progreso, incluso

    este menor, fue suficiente para alegrar a las mujeres.

    "Dioses, no más que pudiese darme un baño," dijo Xena frotando un jirón del descartado jubón

    sobre sus brazos. Le habría gustado humedecerlo, pero temía usar el agua para nada más que

    beber. Con la suma de polvo y esfuerzo que estaban atravesando, ambas mujeres habían

    bebido más de lo que les habría gustado a lo largo del día. Argo pateó desconsoladamente en

    la esquina, rogando más agua. Xena se giró, sabiendo que no podía ser desperdiciada. El

    caballo ya había terminado su ración.

    "Tú y yo, ambas," dijo Gabrielle, apoyándose contra el muro, intentando recuperar el aliento.

    Cada músculo de su cuerpo gritaba de dolor de acarrear rocas todo el día. Sus manos tenían

    varios cortes y el dedo gordo del pie palpitaba por un golpe durante uno de los

    desprendimientos. Miró a la pila de rocas de la esquina y se asombró de que hubiese podido

    llevar tantas.

    "¿Cómo está nuestra reserva de comida?" preguntó Xena.

    "Bien. Aún hay cerdo salado, algunas manzanas, otro queso y el resto del pan que hice antes."

    "Bien. Pero nada de cerdo salado para ninguna de nosotras. Nos dará más sed. Y deberíamos

    empezar a racionar el resto."

    Gabby frunció el ceño. Había estado esperando una comida reconfortante. Estaba desfallecida

    por todo el trabajo que había hecho y a su juicio había mucha comida.

    Xena vio su expresión y sonrió. "No te preocupes, aún puedes tomar una buena cena. Y

    después, ¿por qué no me cuentas alguna de tus historias, para hacer que pase el tiempo? Si

    no estás demasiado cansada, esto es."

    Una gran sonrisa iluminó la cara de la bardo. "¡Oh, no estoy demasiado cansada! Y no comeré

    demasiado. Solo tengo hambre. Tan pronto como tome un mordisco o dos estaré muy bien.

    ¿Qué historias te gustaría escuchar? ¿Alguna en particular?"

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    "Cualquiera que quieras contar."

    "Bien. Lo pensaré y escogeré algunas buenas."

    Xena asintió después fue hasta el árbol y cortó algo más de madera. Casi habían acabado con

    las ramas más pequeñas. Pronto necesitaría cortar las ramas grandes sin afectar el muro. Otroacertijo.

    Comieron sus escasas porciones vorazmente y ambas terminaron sin sentirse satisfechas.

    Gabrielle saltó, revolvió en su paquete y trajo dos de los pegajosos dulces que había comprado

    en el pueblo. "¿De dónde sacaste esto?" preguntó Xena con sorpresa, sus ojos iluminándose.

    "Es solo un pequeño dulce que compré para tentarte."

    "¡Funcionó!" Dio un mordisco y cerró los ojos. "Oh, yam. Es el mejor que jamás he probado.

    ¡Esto es un dulce!"

    Gabrielle resplandeció, adorando el hecho de que su sorpresa hubiese encontrado tal

    entusiasmo. Miró al que había cogido para sí, entonces lo devolvió. Mejor reservarlo para Xena,

    pensó.

    "¿Qué historia vas a contar? ¿O va a ser poesía para empezar?" preguntó Xena, lamiendo sus

    dedos con delicia.

    Gabrielle miró a su amiga y de nuevo le impactó su belleza y autoconfianza. Aquí estaban en

    una situación donde era casi imposible encontrar optimismo y aún ni una vez había mostrado

    otra cosa que eso. Y pese a la falta de baño y el duro trabajo, Xena seguía cortando larespiración como siempre, su rostro sin marca y adorable. Sin darse cuenta de lo que estaba

    diciendo, Gabby murmuró:

    "Permanece sola

    Su rostro en sombras

    Pómulos fuertes y altos

    Contra el hueso

    Sus labios eran praderas

    Con ojos que sabían a cielo"

    "Eso es hermoso," dijo Xena. "¿Sobre quien es?"

     Asombrada de haber hablado en voz alta, Gabby buscó en su mente una mentira. "Um… es

    sobre una princesa. De un castillo. Una princesa de castillo. Su padre era rey, lo cual, por

    supuesto, es el por qué era princesa. No es como ser una princesa guerrera. Forjada en la

    batalla y todo eso. No, ella era solo una princesa normal. Que era muy hermosa y no podía

    encontrar el amor y cuando lo hizo, él murió y entonces ella estaba tan triste que se mató y te

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    contaré una historia diferente, porque esa es del tipo desagradable."

    "Bien," dijo Xena con una sonrisa. "Aunque no recuerdo haber escuchado esa antes."

    "Es muy poco conocida."

    Gabrielle inmediatamente se lanzó a la historia de Narciso, narrando la familiar narración con

    entusiasmo, pero internamente gritándose por cometer tal error. Si Xena había imaginado que

    el poema era sobre ella, seguramente habría visto qué había en el corazón de Gabby. Y

    entonces jamás volvería a abrazarla, como hizo antes, tarareando suavemente y manteniendo

    los demonios a raya. Jamás le sonreiría con amistad y la trataría como su igual.

    "Muy triste," dijo Xena cuando la historia acabó. "Pero tan estúpido. Amarte tanto a ti mismo

    que nunca lo busques en otro. Especialmente cuando es tan satisfactorio ser amado."

    Gabrielle miró cuidadosamente a su amiga. ¿Qué estaba diciendo? ¿En quien estaba

    pensando? "Xena…" 

    "¿Sí?"

    "¿Estás enamorada de Hércules?"

    La sonrisa de Xena fue irónica. "¿A qué viene eso?"

    "Bueno," dijo Gabby, sonrojada. "Solo estaba preguntándomelo."

    "Lo amo como amigo. Y siempre amaré lo que hizo por mí. Pero no estoy 'enamorada' de él."

    "¿Pero alguna vez has estado 'enamorada' de él? Como cuando tú y él erais, ya sabes,

    íntimos?"

    "¿Por qué el interés repentino?"

    "¡Vamos! ¡habla, mujer! ¿No puedes simplemente hablar alguna vez del tema? Jamás lo haces

    y a veces me vuelve loca."

    Xena suspiró. "Te vuelvo loca, ¿huh?" Su expresión era dolida y Gabby saltó al instante.

    "¡No! Tú no me vuelves loca. Bueno, a veces, pero todo el mundo lo hace a veces — has vuelto

    la conversación sobre mí. Muy lista. ¿Ahora contestaras mi pregunta? ¿Alguna vez estuviste

    enamorada de Hércules?"

    "¿Cuándo te vuelvo loca?"

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    "¡Oh, vaya!" dijo Gabby, exasperada. "Mira, contestaré tu pregunta si respondes la mía.

    Jugaremos a "Verdad o desafío", ¿esta bien?"

    "¿Qué es "Verdad o desafío"?"

    "¿Nunca jugaste a ese juego cuando eras niña?"

    "Los únicos juegos que conozco son juegos de guerra."

    "Bien, tienes que escoger: verdad o desafío. Y si es verdad alguien te hace una pregunta — 

    cualquier pregunta —  y has de contestar toda la verdad. Y si es desafío, bueno, tienes que

    hacer cualquier cosa que la persona diga."

    "Parece arriesgado."

    "Puede serlo, sí. Necesitas confiar en quien estás jugando."

    "No creo que me guste ese juego."

    "Muy bien, nadie está forzándote. Solo deseaba saber algo de ti. Puedes ser muy reservada,

    ¿sabes?"

    Xena miró a Gabby, silenciosamente. La bardo se revolvió bajo la franca mirada hasta que

    finalmente, Xena miró a otra parte. "Confío en ti, Gabrielle. Bien, jugaremos a tu juego. Pero sé

    buena."

    "Siempre soy buena. Ahora, escoge: ¿verdad o desafío?"

    "Desafío."

    Gabby miró con sorpresa. ¿Qué clase de desafío se suponía que iba a darle? Todas las cosas

    tontas a que solían desafiar cuando niños volvieron a ella, pero ninguna de ellas era apropiada

    para Xena. "Te desafío a contarme la verdad sobre Hércules," dijo sin convicción.

    "¿No es eso trampa?"

    "Algo así. Pero no puedo pensar en un desafío ahora mismo."

    "Te dije que este era un juego estúpido."

    "De acuerdo, de acuerdo. Dame un segundo y saldré con un desafío."

    "¿A qué clase de cosas te desafiaban cuando eras niña?"

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    "Oh, las normales. Desafiamos a Timiphus a hablar con el viejo Cratea, o hacíamos que Kicker

    se bajase los pantalones, o desafiamos a Lila a besar a Darvon. Cosas tontas, estúpidas."

    "¿Por qué hacían que ‗Kicker‘ se bajase los pantalones? Eso parece cruel."  

    "Porque tenía las piernas arqueadas. Y sí era cruel, pero éramos niños."

    "¿Y Lila no quería besar a Darvon?"

    "En realidad, se moría por hacerlo. Así que me hizo prometer que la desafiaría."

    "¿Por qué no simplemente le besaba sin jugar un juego tonto?" preguntó Xena.

    "Porque Lila era Lila y estaba demasiado avergonzada para hacerlo a menos que fuese parte

    del juego. Esto no ayuda, Xena. No puedo concentrarme en un desafío si continuas

    hablándome así."

    "Primero te quejas de que no hablo suficiente y ahora es demasiado. Aclárate, mi pequeña

    bardo."

    Gabrielle rió. "Tienes razón. Este es un juego tonto. Olvida que lo mencioné."

    "No, ahora estoy intrigada. ¿Qué quieres que haga? No hay un viejo al que hablar y no estoy

    usando pantalones, ni tengo las piernas arqueadas. Así que supongo que queda besar. ¿Estoy

     jugando bien a esto? ¿O quieres pensar un desafío diferente?"

    Un profundo sonrojo instantáneo cubrió la cara de Gabby. Intentó ocultarlo pero sabía quedebía ser obvio. "Um… bien, te desafío a que me beses."  

    Xena se acercó, puso su mano tras la cabeza de Gabby y puso sus labios suavemente sobre

    su mejilla. "Eso fue fácil. ¿Ahora es mi turno?" preguntó Xena.

    Gabby asintió silenciosamente, insegura de si estaba feliz o enfadada de que el beso fuese tan

    inocuo.

    "¿Verdad o desafío?" preguntó Xena, entrando en el espíritu del juego.

    "Uh… verdad." 

    "¿Por qué te vuelvo loca?"

    "Mal bicho."

    "Es tu juego," dijo Xena con lógica.

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    "Justo. Mi juego. Bien. Es solo que a veces desearía que te abrieses conmigo. Estamos juntas

    todo el tiempo y aún existen cosas sobre ti que yo… bueno, no sé nada. Cosas importantes,

    como asuntos de tu pasado y si estás enamorada de alguien y como… eso…" dijo,

    apagándose.

    "¿Es eso todo? ¿O hay más?"

    "Bueno, a veces me tratas tan bien. Y sé que me consideras tu mejor amiga. Y eso es

    maravilloso, pero otras veces tengo la sensación de que sólo deseas que me vaya. No ya tanto,

    pero a veces me miras y es como si estuvieras enojada conmigo. Como si hubiese hecho algo

    mal, solo que no sé que es."

    Xena bajó sus ojos. "Lo siento. Yo… hay montones de cosas sobre mí que no quiero que nadie

    sepa. A veces es penoso encararlas. Y eres tan gentil e inocente y bueno, no me gusta la idea

    de ti sabiéndolas. Entonces te miro y me enfurece que algo de "mí" pudiera influirte. Algo de mi

    oscuridad."

    "Puedo arreglármelas, sabes. Soy una chica mayor. Sé que hay un montón de cosas malas en

    tu pasado. ¿Pero has pensado alguna vez que eso solo me hace admirarte aún más? ¿Que

    fueses capaz de dejarlo atrás y convertirte en quien eres?"

    Xena permaneció silenciosa durante largos instantes. Gabrielle puso otra rama en el fuego y

    alisó las mantas, aunque ya estaban perfectas.

    "Tu turno," dijo Xena, suavemente.

    "Oh. Um, ¿verdad o desafío?"

    "Verdad."

    "¿Estabas enamorada de Hércules? ¿Dormiste con él?"

    "Esas son dos preguntas."

    "Sí, supongo," dijo Gabby, intentando figurarse cual deseaba ver respondida.

    "Pondré una en cuenta. No, no estaba enamorada de él. Creo que podría haberlo creído en su

    momento, pero realmente estaba enamorada de lo que representaba. El honor y la pureza de

    su vida y actos. Y sí, dormí con él. Mi turno. ¿Verdad o desafío?"

    "Desafío." Así que había dormido con Hércules.

    "Volvemos a eso, ¿no?" preguntó Xena con una risa. Su sonrojada amiga sonrió tímidamente.

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    "Bueno…" 

    "Está bien. Otro beso, ¿verdad? Entonces supongo que te desafío a que me beses. En los

    labios," dijo Xena. Los ojos de Gabrielle se abrieron mucho. Xena perdió su sonrisa y dijo, "no

    tienes que hacerlo, por supuesto. Podríamos parar este juego si te sientes incómoda. Solo quetampoco pude pensar un buen desafío, pero tenía que hacer algo para mejorar el tuyo."

    "Oh, no, lo haré. Es parte del juego, ¿verdad? Seguro, jugaré," dijo Gabrielle y se acercó. Besó

    suavemente a Xena en los labios, intentando no demorarse, aunque no teniendo éxito del todo.

    "Muy bonito. Muy dulce. ¿Cuántas mujeres has besado, Gabrielle?" preguntó Xena,

    maliciosamente.

    "No es justo. No es tu turno," dijo sonrojándose.

    "Tienes razón. Escogeré verdad."

    "¿Cuántas mujeres has besado tú, Xena?"

    En vez de la reacción que Gabby esperaba, Xena se rió y dijo, "¿Quieres el número exacto? O

    solo—"

    "Una estimación servirá," dijo Gabby, intentando parecer sofisticada. ¿Había besado a

    mujeres? se preguntó. Esto le daba una nueva perspectiva a las cosas.

    "Unas seis. Aunque solo a cuatro con pasión. Bien, mi turno—"

    "¡Esperaunsegundo!" interrumpió Gabrielle. "¿Has besado a cuatro mujeres con pasión? ¿Eso

    significa, ya sabes…" 

    "¿Qué?"

    "Bueno, que has estado con… esto es, que has, um, con mujeres también como con

    hombres?"

    "¿Ese pensamiento te asusta?" preguntó Xena seriamente.

    "¡No! No, por supuesto que no. ¿Por qué debería?"

    "Pareces un poco asustada. Por eso pregunté."

    "No estoy asustada. De verdad. Condenación, es muy interesante. No sabía… Aunque esto es

    exactamente de lo que estaba hablando. Hablando de cosas y permitiéndome conocer mejor

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    quién eres. Qué te hace tilín."

    "¿La posibilidad de mí habiendo estado con mujeres te da pistas de mi tilín?"

    "Algo así," dijo Gabrielle. Estaba amilanada por la conversación y la apertura de Xena. No

    sabía qué pensar. Esta noche no dormiría a pesar de su total agotamiento, porque tenía querememorar esta interesante tarde una y otra vez en su mente, reuniendo pistas, figurándose

    exactamente qué había ocurrido y qué había sido dicho. Ausentemente, preguntó, "¿De quién

    es el turno?"

    "Mío. ¿Verdad o desafío?"

    ¡Quiero otro desafío! gritó su corazón. Pero Gabrielle sabía que tenía que escoger verdad.

     Ahora estaba demasiado cerca de tantos de los secretos de Xena, y no quería arruinar el clima

    de honestidad que las rodeaba. "Verdad. Pregúntame lo que sea."

    "Bien," dijo Xena, mirándola especulativamente. "Tengo una pregunta con dos partes."

    "Solo conseguirás una."

    "Ah, pero tú antes hiciste una doble y ahora estoy reclamándolo."

    "Oh. Tienes razón. Adelante."

    "¿Tienes secretos que me estás escondiendo?"

     Al instante se formaron lágrimas en los ojos de Gabby. Este era el momento que había temidodesde que descubrió la verdad de su propio corazón. La siguiente pregunta de Xena era obvia

    y se vería forzada a contarlo todo. En un susurro replicó, "Sí."

    "Estás llorando. Paremos este juego ahora mismo. No quiero verte herida," dijo Xena.

    Inmediatamente, se metió en sus mantas y se volvió de espaldas.

    Gabrielle no se movió al principio. Estaba mortificada por haber arruinado la intimidad de la

    tarde con sus lágrimas. Finalmente, subió sus mantas, ocultando su cara del fuego.

    Un susurro. "¿Gabrielle?"

    "¿Sí?"

    "Está bien mantener algunos secretos. ¿No?"

    "Sí. Algunas cosas no debieran ser contadas, supongo."

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    "Eso es lo que pensé. Buenas noches."

    "Buenas noches, Xena."

     Ambas pretendieron dormir.

    Cuando Gabrielle despertó, Xena estaba ya trabajando de firme. Había usado las últimas

    ramas en apuntalar el agujero y el fuego estaba muriéndose. Gabrielle miró los restos del árbol

    y se preguntó cómo podrían cortar más madera sin molestar al muro. Especialmente con las

    armas que tenían. Una espada no era un hacha o una sierra.

    "¿Xena?"

    "¿Sí?"

    "¿Qué pasa con el fuego?"

    Xena tiró otra gran roca al suelo de la cueva con un gruñido. "¿Qué le pasa?"

    "¿Qué usamos como combustible?"

    La guerrera miró las llamas moribundas y suspiró. Saltó del muro y caminó hasta el árbol. La

    rama más pequeña de las restantes era del tamaño de su cintura. Xena empuñó su espada y

    golpeó la base de la rama. La espada se incrustó unas pocas pulgadas a la madera. Usando unmovimiento de vaivén la sacó y golpeó de nuevo. Tras cada corte, esperaba a ver si la

    vibración había penetrado el muro. Minuto tras minuto de dolorosos golpes y esperas pasaron

    mientras gradualmente hacía progresos. Tras lo que le parecieron horas a Gabrielle, Xena hizo

    el corte final y la rama cayó. La sudorosa guerrera vaciló, mirando el muro mientras se

    enjugaba la frente con un trozo de tela. Devolvió la espada a su vaina y la arrojó hacia su

    chakram, aliviando la tensión de los músculos del hombro ahora que sus manos estaban libres.

    Gabby estaba junto a Xena, mirando la enorme rama y preguntándose si se suponía que la

    llevaría sola.

    De repente, hubo un sordo rumor. Ambas permanecieron quietas por un momento, heladas por

    el ominosos sonido. Entonces Xena agarró a Gabrielle y saltó hacia la distante pared. Cuando

    tocaron suelo, la guerrera cubrió a su amiga con su cuerpo. El polvo se levantaba en nubes

    mientras el gigantesco muro de roca se estremecía. Las sujeciones de madera en el agujero se

    partieron volando como proyectiles a través de la cueva mientras las rocas llenaban la caverna

    derramándose como agua en su espacio vital. Argo se quejaba salvajemente, corcoveando de

    miedo.

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    Cuando finalmente el último murmullo desapareció, hubo silencio en la cueva. El único

    movimiento era la agitada cabeza de Argo. Ambas mujeres yacían como muertas.

    Capítulo cinco 

    "¿Xena?" susurró Gabrielle, el polvo asfixiándola. "Puedes dejarme ahora, estoy

    perfectamente."

    No hubo respuesta, Gabby giró y se retorció hasta que fue capaz de encarar a su amiga. Los

    ojos de Xena estaban cerrados. La sangre corría desde su cabello sobre la cara en sucios y

    sueltos hilos.

    "¡Xena!" jadeó Gabby. "¡Oh dioses, Xena! ¡Despierta!" Ningún movimiento contestó su ruego.

    Cuidadosamente, se quitó de debajo de su amiga, asegurándose de no moverla demasiado.

    Rápidamente buscó sus heridas, pero aparte de unos cuantos cortes y raspones, la laceración

    de su cabeza era el único daño serio. Entonces se le ocurrió a la bardo que era capaz de ver

    sin el beneficio del fuego. Miró hacia la entrada y vio un pequeño pasaje al exterior en la cima

    de la cascada de rocas desprendidas y cascotes. Entraba la brillante luz diurna, trayendo el frío

    aire de otoño.

    "Mira, Xena. El sol. Podemos salir." La guerrera no se movió. Gabby buscó el odre de agua

    restante pero estaba enterrado en algún lugar de los escombros, junto con sus alforjas. Argo

    relinchó suavemente y notó un hilo de sangre bajando su costado. No parecía serio, así quedevolvió su atención a Xena. rasgando un trozo de su falda, puso la tela en la cabeza de su

    amiga, intentando restañar el flujo de sangre. El normalmente bronceado rostro de Xena estaba

    sin color, la piel destacando en total contraste contra el sangriento marco del negro cabello.

    "¡Despierta, Xena, por favor! ¡No sé qué hacer!"

    Gabrielle sabía que necesitaba llevar a Xena a un sanador y rápido. Miró la pared de la roca,

    sus ojos fijos en la mancha de luz solar. Si pudiese ensanchar eso, podría salir e ir por ayuda.

    Pero eso significaría dejar a Xena sola en la cueva, herida y vulnerable. ¿Qué si las rocas

    caían de nuevo? Era demasiado arriesgado. No, de alguna manera, tenía que despejar un

    espacio lo bastante grande para ambas y llevar a la guerrera con ella.

    La sangre de la cabeza de Xena estaba empezando a coagularse bajo la presión constante de

    Gabby. Cuando estuvo segura de que había parado de sangrar, la bardo lentamente alzó la

    cabeza de Xena de su regazo e intentó ponerla en una postura cómoda en el escaso espacio

    restante en el interior de la cueva.

    Necesitaba encontrar agua. La herida tendría que ser limpiada y la sangre reemplazada. Agua

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    era lo único que podía ayudar. Enérgicamente, Gabby trepó por la inestable pendiente hasta el

    lugar donde habían estado sus suministros. Intentando no mover demasiadas rocas, estudió el

    área, buscando un trozo de cuero asomando, o el borde de una alforja — cualquier cosa. No

    había nada. Todo había sido completamente enterrado.

    Gabrielle miró hacia la abertura en lo alto de la pendiente. Con precaución, empezó a escalar laresbaladiza pared de rocas. A medio camino, algunas piedras se desprendieron. Miró atrás

    para asegurarse que no se dirigían hacia Xena. afortunadamente, la abertura estaba en la

    esquina opuesta. Argo no era feliz, pero no fue herida por los guijarros que habían caído por su

    lado. El caballo relinchó y estampó su pata.

    "¿Qué quieres que haga?" preguntó Gabby, impacientemente. Entonces le impactó. ¿Cómo iba

     Argo a escapar? Esta debe haber sido la razón por la que Xena siempre cambiaba de tema

    cuando quiera que Gabrielle sacaba el del caballo. No había forma de que el animal saliese de

    la cueva. "Lo siento, chica: Supongo que estaba tan preocupada por Xena y por mí que no

    pensé… lo siento."

    Con renuencia, Gabby regresó a su escalada. Cuando alcanzó la pequeña abertura, le

    impresionó lo que vio. Todo dentro de su estrecho panorama de fuera de la cueva estaba

    quemado, los árboles solo heridas estacas. Un fuego forestal había destruido el área, matando

    a todo a su paso.

    "El derrumbe salvó nuestras vidas…" murmuró Gabby con pavor. No había forma de que

    ninguna hubiese sido capaz de escapar de un fuego de esa magnitud. Y de haber estado la

    cueva abierta en vez de protegida por el muro de roca, probablemente se habrían sofocado con

    el humo atrapado.

    Un destello entre el calcinado panorama captó su mirada. A unas 50 yardas había un pequeño

    torrente, atrapando la luz del sol mientras corría entre las rocas. Al instante Gabby sintió que la

    sed la asaltaba. Parecía como si hubiese pasado toda una vida desde que hubo saboreado el

    agua fría y fresca de un torrente natural.

    Xena gimió suavemente en la esquina. Gabby descendió la pendiente de rocas, incapaz de

    ocultar su alivio de que la guerrera estuviese viva y recobrando la consciencia. "¿Xena? Xena,

    ¿puedes oírme?" preguntó la bardo mientras encontraba su camino sobre le final de las rocas

    caídas.

    Xena abrió los ojos, sus pupilas dilatadas y desenfocadas.

    "Xena — soy yo, Gabrielle. Estás a salvo. Te golpeó una roca o algo, pero voy a sacarnos de

    aquí. ¡Mira! Hay luz solar. Hay un agujero en el puzzle de rocas, Xena — vamos a estar bien."

    "¿Gabrielle…?" dijo Xena débilmente. 

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    "Sí, estoy justo aquí," replicó, sentándose junto a su amiga, acariciando su cara. "Vas a

    reponerte. Ahora estamos bien. Podemos salir."

    "Tú… vete…" 

    "Nos iremos tan pronto pueda despejarnos espacio."

    "No. Tú vete…" dijo Xena, el más pequeño resto de su fuerza puesto en el énfasis.  

    "¡Oh bien! Como que voy a dejarte atrás."

    "No es seguro," dijo Xena, tragando varias veces para lubricar su seca garganta. "Demasiado

    riesgo… quedarse." 

    "Lo sé, lo sé, ese es el por qué voy a sacarnos."

    "No… Por favor. Vete. Demasiado riesgo…" Las palabras se apagaron mientras se desmayaba

    de nuevo.

    "¿Xena? ¡Vamos, Xena! ¡Quédate conmigo!" Gabrielle deseaba gritar de frustración. No era

    propio de Xena rendirse. Jamás. ¿Estaba tan herida como todo eso? ¿Sabía algo que Gabby

    no e intentaba evitárselo? "¡Escúchame! Sé que puedes oírme, así que mejor presta atención.

    No voy a ir a ningún lado sin ti así que simplemente vas a tener que hacerte a la idea. Y no te

    voy a aceptar ninguna dichosa cantinela, ¿esta bien? No me iré a menos que tú estés justo a

    mi lado. Ahora tengo trabajo que hacer. Necesito aumentar ese espacio para que pueda llegar

    hasta el arroyo. Así que vas a tener que sentarte aquí y mantener tu autosacrificada, guerrera y

    sobreprotectora monserga para ti misma, porque no estoy escuchando."

    La quieta forma de Xena le dio a Gabrielle la fuerza para añadir, "y ¿quieres saber por qué?

    Porque estoy enamorada de ti. Ese es el por qué. Estoy tan locamente enamorada de ti que

    apenas respiro cuando estás cerca. Cada palabra que dices, cada mirada, cada sonrisa, cada

    ceño fruncido, cada susurro, cada gesto, cada acto —  todo se añade al fuego que arde sin

    control dentro de mí. Exactamente eso. Tu mejor amiga está perdidamente enamorada de ti y

    simplemente vas a tener que encararlo. Y eso significa hacer frente al hecho de que preferiría

    morir aquí mismo a vivir sin ti, así que prepárate a viajar."

    Gabby se incorporó con renovada determinación y escaló la pendiente con un mínimo de

    problemas. Inmediatamente, empezó a empujar piedras por el agujero, agrandando el pasaje.

    Cuando fue capaz de pasar medio cuerpo a través y mirar fuera, se asombró del tamaño de la

    barrera que las había sepultado. El muro debía tener varias yardas de grueso —  espacio

    demasiado grande para haberlo socavado antes de morir de sed. Les habría costado al menos

    una semana o dos crear un pasaje lo bastante largo para escapar. Pero con el nuevo

    deslizamiento, Gabby estaba encontrando su progreso rápido y satisfactorio. En unas pocas

    horas tuvo un agujero lo bastante grande para atravesarlo y emerger al otro lado.

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    Gabrielle buscó entre los achicharrados troncos algo con lo que hacer una rápida vasija para el

    agua. Quedaba poco que no hubiese sido reducido a carbón, pero eventualmente, obtuvobastante materia prima para hacer un basto recipiente. Afortunadamente, encontró algo de brea

    para sellarlo así que resistiese hasta haber cuidado de Xena. lo sujetó a un jirón de su falda y

    regresó a la cueva.

    "¿Xena? ¡Xena!" llamó. "Contesta si puedes, Xena, ¡por favor!"

    "¿Gab…rielle?" vino la desmayada réplica. 

    "Oh, Xena, ¡me alegra tanto que estés despierta!" dijo la bardo, situándose junto a su amiga.

    "Aquí hay agua. Bebe tanta como puedas, hay mucha más."

    "¿Dónde…?" 

    "Ahora tengo un pasadizo al exterior. Pronto lo tendré lo bastante ancho para ambas."

    "¿Cómo…?"

    "Te dije que era fuerte. ¡Fuerte como Cíclope!" dijo Gabby con tonto acento, esperando

    alegrarla. Los labios de Xena se estiraron en una semejanza a una sonrisa, y Gabby se la

    devolvió. "Ahora bebe, por favor."

    Xena tomó varios sorbos. "Gracias. Mejor …" 

    "Bien. Ahora déjame limpiarte ese corte de la cabeza. Esto, um, podría doler, creo."

    "¿Por qué no… te fuiste?" 

    "Aún me debes siete dinares de la ropa que destrozaste. Siempre cobro mis deudas. Así que

    no tuve elección."

    Gabrielle vertió algo de agua en la cabeza de Xena. La sangre vieja manó al suelo arenoso y la

    bardo hizo una mueca. "Apostaría que eso duele, ¿huh?"

    "No… tanto. No puedo sentir realmente nada." 

    "Ah. Bien. Mientras trabajo aquí, juguemos otra ronda de verdad o desafío. Creo que es mi

    turno. ¿Verdad o desafío?"

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    "Desafío," dijo Xena, una sonrisita en sus labios.

    "Hmmm… ¿Desafío, dijiste? Bueno, justo ahora puedo pensar montones de cosas a las que

    desafiarte. Te desafío a que te sientas mejor. Te desafío a que aguantes hasta que pueda

    llevarte al sanador. Te desafío a recobrar tu fuerza. Te desafío a dejar de decirme que me

    vaya. Sí, montones de desafíos, pero creo que te desafiaré a aceptar otro beso de tu mejoramiga."

    Gabrielle se inclinó y la besó suavemente en los labios, acariciando su rostro tiernamente.

    "Vaya. Eres una mujer valiente, has permitido más de mis besos."

    Xena se centró en la bardo por un momento y la sombra de su anterior ser apareció en sus

    ojos. "Eso no fue valentía. ¿Verdad o desafío?"

    "Verdad," dijo Gabrielle, concentrándose en limpiar la herida sin abrirla.

    "¿Por qué no te salvaste? Y sin bromas."

    "Porque eres mi mejor amiga. Vas a ponerte bien. Y te amo demasiado para permitir que nada

    te ocurra. ¿Quieres otro trago?"

    "Sí," Xena tomó varios sorbos más de agua. "Yo también te amo, mejor amiga," dijo.

    "Lo sé," dijo Gabby, intentando no interpretar nada en la declaración. "¿Verdad o desafío?"

    "Verdad…" Xena estaba agotada, su voz jadeante. 

    "Creo que reservaré mi pregunta para más tarde. Deberías descansar. Por ahora tengo esto

    limpio lo mejor que puedo. El paquete de medicinas está enterrado o habría sido capaz de

    hacer más. Así que supongo que iré a trabajar para despejar un pasadizo mayor."

    "Bueno…" dijo Xena, cerrando los ojos. 

    Gabrielle se agachó y la besó en la frente. "Duerme bien," dijo y entonces regresó a la

    pendiente de rocas.

    Capítulo seis 

    Gabrielle trabajó a lo largo del día y por la noche despejando el pasadizo. Fue afortunada de

    que hubiese luna llena y así ser capaz de ver, aunque el frío de la noche parecía metersele en

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    los huesos. Desgraciadamente sus mantas se habían perdido y Xena temblaba de ambos, frío

    y conmoción, en el fondo de la cueva. Gabby construyó un pequeño muro de rocas a su

    alrededor para cortar el viento que se filtraba por la abertura, pero no mejoraba mucho las

    cosas. Finalmente, derribó el muro y llevó a Argo a yacer junto a su ama, la yegua proveyó el

    calor que ella no podía.

    Cuando Gabby se dio cuenta que estaba demasiado agotada para ser cuidadosa,

    fatigadamente bajó la pendiente rocosa. Argo había dejado el costado de Xena minutos antes

    así que Gabrielle tomó su lugar. Yació junto a la guerrera, cogiéndola en sus brazos e

    intentando darle todo el calor que quedase en su cuerpo. Las dos mujeres temblaron juntas

    durante varios minutos hasta que finalmente su cercanía las calentó.

    "¿Gabrielle?" susurró Xena.

    "¿Qué es, Xena? ¿Necesitas algo? ¿Más agua? Iré a tomar —" dijo Gabby, empezando a

    levantarse.

    "No. Quédate."

    Gabby se tendió, encantada de no tener que ir de nuevo al arroyo, disfrutando la calidez y

    cercanía de yacer con Xena en sus brazos. "¿Qué necesitabas?" preguntó.

    "Elegí verdad. Hazme mi pregunta."

    Gabby sonrió. Estaba totalmente agotada y sabía que podría dormirse en segundos, pero todo

    pensamiento en sí misma la abandonó al instante, sabiendo que Xena la necesitaba;

    necesitaba hablar.

    "La verdad, entonces. ¿Cómo te sientes? Realmente. No es acertado ser valiente."

    "Terrible. Mi cabeza está latiendo. Apenas puedo ver y esta es la primera vez que he dejado de

    temblar en horas. No hay forma de que sea capaz de salir caminando de aquí. Creo que

    deberías ir por ayuda."

    "No puedo. El desprendimiento es demasiado sensible. Lo más leve podría derribarlo todo de

    nuevo y tú ser enterrada. Lo siento, pero soy yo o nada. Verdad o desafío para mí."

    "Gabrielle — no puedes—"

    "No me digas lo que puedo o no puedo hacer, Princesa Guerrera. No estás en forma para dar

    órdenes. Además, soy una princesa amazona y eso significa que te supero en rango. Ahora

    vamos, es tu turno de preguntar."

    Xena sonrió y se acercó un poco más. "¿Verdad o desafío?"

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    "Verdad."

    "¿Cómo conseguiste esta fuerza?" preguntó Xena, seriamente. "¿Cómo la pequeña y

    habladora Gabrielle de grandes ojos que se unió a mí en mi búsqueda se convirtió en esta

    mujer de poder?"

    Gabrielle deseó que la luz lunar fuese lo bastante brillante para iluminar la cara de Xena.

    deseaba verla; ver su expresión, la inclinación de su boca, el arco de una ceja —  cualquier

    cosa que le diese pistas tras esta pregunta. ¿Qué quiere decir? se preguntó Gabby.

    ¿Realmente me ve de esa manera? Estoy tan asustada que apenas puedo pensar y tan

    aterrorizada de fallar que casi estoy paralizada.

    "¿Cómo? De estar contigo. Tienes toda la fuerza y poder del mundo, Xena. Algo ha tenido que

    pegárseme. Simplemente continúo pensando ‗¿qué haría Xena?‘ y de ahí proviene. Pero no es

    real. No tengo ninguna fuerza. Simplemente tengo tanto miedo por ti que haré lo que tenga que

    hacer, para ponerte bien."

    "Esa no es la verdad, Gabrielle."

    "¡La es!"

    "No, el poder es real. Puedo sentirlo."

    Gabrielle permaneció silenciosa, digiriendo esas palabras. ¿Era eso cierto? ¿Había cambiado

    de quién solía ser? Sus brazos se tensaron. Ahora la pregunta importante, se dijo a sí misma.

    ¿Tengo fuerza bastante para contarle cómo siento?

    "Creo que ambas necesitamos un desafío," susurró Xena. Gabrielle sintió a Xena girar en sus

    brazos, entonces unos labios cálidos presionaron sobre los suyos. Pero en vez de terminar casi

    tan pronto como había empezado, como todos los otros, este beso profundizó. Gabby sintió la

    lengua de Xena tocando sus labios, apartándolos. Acarició sus dientes y cuando la bardo se

    abrió a su exploración, se encontró perdida en sensaciones de ternura y pasión. Pasaron

    interminables instantes, mientras las dos mejores amigas, unidas a través de temor y herida,

    preocupación y amor, se daban permiso para un cambio en su relación. No hubo más secretos,

    aunque no se jugó ningún juego para divulgarlos. Simplemente aceptaron la realidad de su

    amor y lo expresaron en un único beso.

    Y cuando al fin terminó, la cabeza de Xena regresó a su posición en los brazos de Gabby y se

    durmió. A Gabrielle le costó un poco más encontrar los brazos de Morfeo. Pero eventualmente,

    el abrumador día de trabajo físico reclamó sus músculos y mente.

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    Necesito a Argo, se dio cuenta Gabrielle. Había abierto el pasaje lo bastante para pasar a Xena

    y ella misma por él, pero una vez fuera de la cueva, no había forma de que pudiese llevar a la

    guerrera todo el camino de regreso al pueblo. Necesitaba a Argo para eso.

    Pasó toda la mañana trabajando en la pendiente, aunque su mente nunca dejó de pensar enformas de sacar al caballo de la cueva. Solo un plan seguía ocurriéndosele. Un plan tan ridículo

    e imposible que ya lo había descartado varias veces. Pero no llegaba alternativa.

     Al instante, había eliminado la idea de que pudiese despejar el suelo de la cueva para que Argo

    pudiese salir a su propio paso. Eso costaría semanas de trabajo y probablemente todas

    morirían en el proceso. Así que, de alguna manera, tenía que hacer que el caballo atravesase

    el pasadizo de lo alto de la cueva y ahí era donde se quedaba perdida. Sería imposible para el

    animal conducirse por las rocas. Y el pasaje habría de ser ensanchado mucho más para

    ajustarse a su altura.

    No, el único plan que tenía alguna posibilidad de funcionar era esa idea loca, tonta y estúpida

    que seguía intentando sacarse de la cabeza. Bueno, pensó, hora de encararlo. Eso es todo lo

    que tengo.

    Gabrielle estaba tan agotada que apenas podía moverse. Había trabajado todo el día

    ensanchando el agujero para que fuese lo bastante grande no solo para sacar a Xena sino para

    ejecutar su estúpido plan de Argo. Debiera haber descansado hacía horas, lo sabía. Estaba

    tropezando, siendo torpe y a punto de caerse desmayada. Pero no le preocupaba. Lo único queimportaba era salir de la cueva definitivamente.

    Retrocediendo, miró al agujero que había despejado. Tendría que servir. Lo atravesó, capaz de

    hacerlo casi sin encorvarse, y miró el carbonizado bosque. Tiritó ante el fuerte viento que se

    colaba por el agujero, observando cómo la luz diurna desaparecía. Hora de tomar a Xena.

    Sus piernas apenas obedecían sus órdenes mientras bajaba tropezando la pendiente rocosa

    hasta su amiga. Había hecho el trayecto tantas veces que ya no probaba qué rocas estaban

    sueltas y cuáles podían soportar su peso. Las conocía todas de memoria.

    O eso creyó. Dio un mal paso y su pie se escapó de debajo suyo. Apenas fue capaz de evitar

    caer tropezando y se dio cuenta de que necesitaba acordarse de respetar el peligro en todo

    momento. Agitando la cabeza, miró abajo y vio que había descolocado varias piedras con su

    descuido. Cayeron, arrastrando a otras y, mientras los ojos de Gabrielle se ensancharon con

    horror, fueron rectas hacia Xena.

    Xena miró el muro de rocas cuando oyó los golpes de las piedras y vio el peligro abatiéndose.

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    Incapaz de escapar de su trayecto, retorció su cuerpo, intentando cubrirse mientras era

    apedreada por las piedras del principio de la avalancha. La mayoría del deslizamiento no le

    acertó, pero varias hicieron diana. Una la golpeó en el hombro y gritó de dolor, su brazo

    alejándose de su protector agarre sobre su herida. En ese momento una gran y dentada roca

    impactó en su desprotegida cabeza.

    Gabrielle estaba temblando de miedo por su amiga mientras intentaba descender entre las

    caídas piedras. Afortunadamente, el muro mismo aún se sostenían firme, haciendo posible su

    descenso. Piedras pequeñas de la cola de la avalancha continuaban golpeando a Xena, pero la

    herida mujer no dio indicación de que tan siquiera las sintiese. Permanecía inmóvil en el fondo

    de la caverna, tan rígida como un cadáver.

    "¿Xena?" gritó Gabby, llegando finalmente al suelo de la cueva. "¡Xena! ¡Di algo!" No hubo

    respuesta.

    Gabby vio dónde la piedra le había golpeado el hombro y lo tocó gentilmente, acariciando el

    musculoso brazo para probarlo y despertar a su amiga. "Xena, por favor…" Entonces miró la

    cabeza de la guerrera y gimió en voz alta. La sangre estaba manando de la herida, que parecía

    haber doblado su tamaño. "Oh, dioses, Xena, lo siento tanto…" dijo, cogiendo el borde de su

    falda, desgarrando otra tira. "Agua, necesito agua," dijo buscando el recipiente que había

    trenzado. Yacía en un charco de barro, machacado por una de las rocas. Devolvió su atención

    a Xena, aplicando presión directa en la herida, deseando que dejase de sangrar, sabiendo que

    su amiga no podía prescindir de la que había ya perdido.

    Con resuelta determinación, Gabby se quedó con su amiga, ocupándose en cerrar la herida,

    vendarla con la tira de ropa. Cuando no pudo hacer más, cuidadosamente trepó la pendiente

    de roca para conseguir agua.

    Para cuando regresó, el polvo se había asentado. Sabía que necesitaba la plena luz del día

    para escalar la pendiente de rocas mientras transportaba a su amiga. Así que pasó la noche

    sosteniendo a Xena, dándole su calor y confort, hablándole en tonos bajos, contándole historia

    tras historia. Pero por la mañana le guerrera aún no había recobrado la consciencia.

    ―Por favor, despierta," dijo Gabrielle, sacudiendo a Xena por los hombros. Unos cuantos

    minutos antes había oído un gruñido. Gabby continuó azuzando hasta que la guerrera giró

    ligeramente su cabeza, haciendo una mueca.

    "Hora de irse," insistió la bardo. "Te necesito despierta, Xena. Necesito tu ayuda."

    Xena gimió de nuevo.

  • 8/19/2019 Word Warrior - Verdad o Desafio-(Xena)

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    "Voy a sacarte de aquí, pero si pudieses poner tus brazos alrededor de mi cuello, sería de gran

    ayuda. No estoy segura de ser lo bastante fuerte sin tu ayuda." No hubo respuesta de su

    amiga, pero se estaba moviendo levemente, lo cual dio esperanza a la bardo. "No crees que

    pueda hacerlo, ¿verdad? Bien, solo mírame." Aún de rodillas, Gabby logró maniobrar a Xena

    hasta que estuvo tendida en su espalda. La guerrera pareció despertar algo con el movimiento.

    "Vamos, te cogeré lo mejor que pueda, pero necesito que uses la fuerza que tengas paraagarrarte a mí. Hay lugares en los que necesito ambas manos para pasar."

    Xena gimió una protesta, pero Gabrielle la ignoró. En su lugar cargó a la guerrera hasta que

    estuvo en posición y entonces se levantó, casi doblándose bajo la presión, pues Xena era más

    grande de lo que había imaginada y estaba más débil de lo que había esperado. La guerrera no

    tenía fuerza en absoluto, ni para cogerse a su amiga, ni para mantenerse consciente. Así con

    ambas manos aferrando los musculosos muslos y encorvándose para mantener el equilibrio,

    Gabrielle comenzó a escalar la pendiente.

    Cuidadosamente, Gabrielle escogió su camino entre la traicionera cuesta. Un mal paso podría

    derribarlas a ambas, lo sabía. Y aunque se había acostumbrado a trepar subiendo y bajando

    mientras excavaba y cuidaba de Xena, sabía que esta vez era un viaje muy diferente. Ya no

    tenía el equilibrio que solía, ni el uso de sus manos. Se estremeció por la tensión del peso

    muerto a su espalda pero nunca se detuvo en su escalada hacia el abierto pasaje a la libertad.

     Aquellas partes del viaje donde siempre había necesitado las manos las tomó tan lenta y

    cuidadosamente como era posible. De alguna manera, mantuvo el equilibrio, siempre pensando

    en términos del próximo paso, en vez de cuántos pasos restaban. El sudor caía libremente de

    sus cejas y barbilla, los músculos de sus piernas y brazos temblaban; amenazando

    acalambrarse a cada instante, pero aún así perseveró. Gabrielle no necesitó la fuerza de los

    brazos de la guerrera alrededor de su cuello. Estaba al mando. Y su determinación fue

    imposible de romper.

    Finalmente se encontró al otro lado de las rocas; mirando el frío y soleado día de otoño y el

    bosque calcinado. Sin descanso, empezó su descenso.

    Capítulo siete 

    Gabrielle dejó a Xena sobre el lecho de helechos que había recogido laboriosamente del

    quemado bosque. Colocó la cesta de agua próxima a ella en caso de que despertase. Durante

    largos minutos, Gabby no hizo nada salvo mirar a su amiga, demasiado agotada para moverse

    pero demasiado temerosa del blanco y frío silencio de Xena para colapsarse.

    "¿Xena?" Hasta entonces nada había penetrado el herido sueño de la guerrera. "Por favor,

    Xena, no