your most personal perfume

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60 ESQUIRE OCTUBRE 2012 Tu perfume más personal ES UN ARMA DE SEDUCCIóN INFALIBLE, PERO LOGRAR EL EQUILIBRIO PARA ALCANZAR LA FRAGANCIA PERFECTA ES UN ARTE QUE MUY POCOS DOMINAN. ¿Y SI LA FóRMULA ESTUVIERA EN NUESTRO INTERIOR? POR ZUBEROA MARCOS ILUSTRACIÓN VICTORIA DE DIEGO nson Carr es un ase- sino en serie que se dedica a matar a la mitad masculina de jóvenes parejas des- hidratando su cuerpo. A continuación extrae sus feromonas y las combina con castóreo, una secreción olo- rosa y oleosa procedente del castor que se utiliza para fijar y dotar de matices a las fragancias. Así crea un perfume que le per- mite aproximarse a las viudas y hacer que se enamoren de él antes de asfixiarlas hasta la muerte. Anson Carr es un personaje ficti- cio, el protagonista de uno de los capítulos de la serie de televisión norteamericana Fringe. Pero su macabra idea sí que tiene un fundamento real. A lo largo de la historia, el olor personal ha jugado un papel muy importante. Antes de que se inventase el lenguaje, nuestros ancestros se comunicaban mediante se- ñales visuales, auditivas y olfativas. Para algunas tribus, como los Ongee de las Islas Andamán, el olor corporal sigue siendo la IN Check fuente de la propia personalidad y de la moralidad. Sin embargo, en las sociedades modernas, el perfume natural lo enmasca- ramos bajo nubes de desodorante y fragan- cias con aromas de inocencia o de sofisti- cación que consideramos más atractivos. Los españoles utilizamos una media de once productos diferentes de cosmética a la semana. No es de extrañar por tanto que la industria de las fragancias sea una de las más rentables del mundo, con un cre- cimiento anual del 2,2% durante la última década (alcanzará los 26.500 millones de euros en 2015). Sin embargo, los fabricantes de perfumes podrían estar mirando en la dirección errónea, ya que la ciencia está descubriendo que las mejores esencias se esconden en nosotros mismos. Olores que delatan El cuerpo humano produce alrededor de 500 sustancias químicas diferentes que nuestro olfato es capaz de percibir. A través de ellas envíamos mensajes sobre nuestra disponibilidad sexual, nuestra salud, el tipo de alimentación que llevamos y nuestro estado de ánimo. La nariz de las mujeres es más sensible a estos mensajes que la de los hombres, ya que es capaz de detectar el aroma real de un varón incluso aunque se camufle bajo un desodorante o un perfume. Uno de los últimos hallazgos es que nues- tro aroma corporal también daría informa- ción sobre nuestra forma de ser. El neuro- tismo y la extroversión, por ejemplo, son rasgos emocionales que pueden cambiar la composición de las bacterias que viven en nuestras axilas o la cantidad de sudor que producimos y, con ello, nuestro olor. Lo mismo ocurre con la dominancia y la subordinación. Las mujeres tienden a preferir el olor de hombres dominantes y se sienten más atraídas por ellos en la fase más fértil del ciclo menstrual. Según Craig Roberts, psicólogo evolutivo de la Univer- sidad inglesa de Stirling experto en el papel de los olores en la comunicación humana, esta predilección tiene su razón de ser. Los varones dominantes podrían proporcionar más recursos a su pareja y a la descenden- cia. La dominancia está asociada, además, a niveles más altos de testosterona, una hormona que se cree que es un indicativo de la calidad genética del varón. Pero no sólo las mujeres responden a los estímulos olfativos. Los hombres también poseen un radar en su glándula pituitaria. En un sorprendente experimento, cientí- ficos de la Universidad de Nuevo México demostraron que las strippers que “No te agobies si el avión se va a estrellar. ¿Acaso eres tú el piloto?”, (John Malkovich, Nº 16).

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Tu perfume más personalEs un arma dE sEducción infaliblE, pEro lograr El Equilibrio para alcanzar la fragancia pErfEcta Es un artE quE muy pocos dominan. ¿y si la fórmula EstuviEra En nuEstro intErior? Por zuberoa marcos ilustración VIcTorIa De DIeGo

nson Carr es un ase-sino en serie que se dedica a matar a la mitad masculina de jóvenes parejas des-hidratando su cuerpo.

A continuación extrae sus feromonas y las combina con castóreo, una secreción olo-rosa y oleosa procedente del castor que se utiliza para fijar y dotar de matices a las fragancias. Así crea un perfume que le per-mite aproximarse a las viudas y hacer que se enamoren de él antes de asfixiarlas hasta la muerte. Anson Carr es un personaje ficti-cio, el protagonista de uno de los capítulos de la serie de televisión norteamericana Fringe. Pero su macabra idea sí que tiene un fundamento real.

A lo largo de la historia, el olor personal ha jugado un papel muy importante. Antes de que se inventase el lenguaje, nuestros ancestros se comunicaban mediante se-ñales visuales, auditivas y olfativas. Para algunas tribus, como los Ongee de las Islas Andamán, el olor corporal sigue siendo la

INCheck

fuente de la propia personalidad y de la moralidad. Sin embargo, en las sociedades modernas, el perfume natural lo enmasca-ramos bajo nubes de desodorante y fragan-cias con aromas de inocencia o de sofisti-cación que consideramos más atractivos.

Los españoles utilizamos una media de once productos diferentes de cosmética a la semana. No es de extrañar por tanto que la industria de las fragancias sea una de las más rentables del mundo, con un cre-cimiento anual del 2,2% durante la última década (alcanzará los 26.500 millones de euros en 2015). Sin embargo, los fabricantes de perfumes podrían estar mirando en la dirección errónea, ya que la ciencia está descubriendo que las mejores esencias se esconden en nosotros mismos.

Olores que delatan El cuerpo humano produce alrededor de 500 sustancias químicas diferentes que nuestro olfato es capaz de percibir. A través de ellas envíamos mensajes sobre nuestra disponibilidad sexual, nuestra salud, el tipo

de alimentación que llevamos y nuestro estado de ánimo. La nariz de las mujeres es más sensible a estos mensajes que la de los hombres, ya que es capaz de detectar el aroma real de un varón incluso aunque se camufle bajo un desodorante o un perfume.

Uno de los últimos hallazgos es que nues-tro aroma corporal también daría informa-ción sobre nuestra forma de ser. El neuro-tismo y la extroversión, por ejemplo, son rasgos emocionales que pueden cambiar la composición de las bacterias que viven en nuestras axilas o la cantidad de sudor que producimos y, con ello, nuestro olor.

Lo mismo ocurre con la dominancia y la subordinación. Las mujeres tienden a preferir el olor de hombres dominantes y se sienten más atraídas por ellos en la fase más fértil del ciclo menstrual. Según Craig Roberts, psicólogo evolutivo de la Univer-sidad inglesa de Stirling experto en el papel de los olores en la comunicación humana, esta predilección tiene su razón de ser. Los varones dominantes podrían proporcionar más recursos a su pareja y a la descenden-cia. La dominancia está asociada, además, a niveles más altos de testosterona, una hormona que se cree que es un indicativo de la calidad genética del varón.

Pero no sólo las mujeres responden a los estímulos olfativos. Los hombres también poseen un radar en su glándula pituitaria. En un sorprendente experimento, cientí-ficos de la Universidad de Nuevo México demostraron que las strippers que

“No te agobies si el avión se va a estrellar. ¿Acaso eres tú el piloto?”, (John Malkovich, Nº 16).

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INCheck

Los hombres huelen la fertilidad

de las mujeres y encuentran más

atractivas a las que están ovulando

El futuro es la personalización. Pronto usaremos

perfumes creados en función de

nuestra biología

estaban ovulando ganaban más propinas que sus compañeras: recibían 70 dólares por hora en comparación con los 35 que ganaban las que menstruaban y los 50 de aquellas que ni menstruaban ni ovulaban. Ello se debe a que los hombres huelen –hasta cierto punto– la fertilidad de las mujeres y encuentran más atractivas a las que están ovulando. Así, se sabe que las pa-rejas masculinas de mujeres embarazadas sufren cambios hormonales, produciendo

bebé con una persona cuyo MHC sea muy similar al propio aumenta el riesgo de que el útero rechace el feto. Hacerlo con una pareja cuyo MHC sea diferente dispara las probabilidades de que el embarazo llegue a término. Estudios con ratones han com-probado que éstos son capaces de oler un MHC similar en la orina de otros roedores y evitan aparearse con ellos. Los humanos parece que también se comportan de forma similar (salvo en lo de la orina, claro).

En el experimento, las mujeres eligieron prendas que pertenecían a los hombres cuyo MHC era más diferente al suyo, una preferencia que según los científicos pudo originarse en las primeras etapas de la evo-lución humana, cuando el riesgo de inces-to y de consanguinidad eran altos. Poder detectar a los varones más diferentes era sencillamente una estrategia para sobre-vivir. Eso sí, el sistema del MHC, a pesar de ser altamente preciso, no es infalible. El propio Wedekind demostró más adelante que los anticonceptivos lo hacen fallar. Las mujeres que tomaban la píldora durante la prueba de las camisetas no tenían una pre-ferencia clara y, generalmente, eligieron mal (al parecer, la píldora afecta al olfato).

Lo malo de todo esto es que el meca-nismo exacto por el cual el MHC afecta a nuestro olor corporal no se conoce, aunque una posibilidad podría ser que el MHC influya en las bacterias que viven en nuestra piel y en las sustancias químicas que éstas producen. Y tampoco se conocen qué compuestos hacen que un hombre dominante resulte más atractivo para las mujeres, aunque descubrir esta esencia en humanos es cuestión de tiempo. En el Instituto Max Planck (Alemania) están tratando de identificar cuáles podrían ser estas moléculas. Una señal de su interés comercial es que ya han registrado dos patentes para utilizar estos compuestos en la fabricación de un agente que modifique el olor corporal.

Un perfume para cada unoSi los científicos logran su objetivo, ro-ciarnos con estos perfumes aumentaría las posibilidades de encontrar pareja pero también tendría consecuencias incómo-das. Imaginemos una fragancia masculi-na que incorpore sustancias que aumente las señales de dominancia y confianza en quien lo lleva. Si bien atraería la atención de más mujeres, también podría despertar

el mismo interés en personas no deseadas, como otros varones. En ratones, el uso de este tipo de compuestos sintéticos aumenta los niveles de agresividad entre los anima-les. Lo mismo podría ocurrir en humanos. Además, estos perfumes alterarían los me-canismos diseñados por la evolución para seleccionar con quién nos reproducimos, favoreciendo a individuos con una calidad genética más baja que aumentarían sus pro-babilidades de ser elegidos por personas del

menos testosterona y prolactina, un hecho que podría estar relacionado con su futuro papel en la crianza del bebé. De modo simi-lar, al oler a una mujer en su fase más fértil, los varones cambian su comportamiento y actúan de forma más cariñosa con ellas y más agresiva y celosa con ellos.

Para Craig Roberts estos hallazgos con-tienen un gran potencial para los fabrican-tes de perfumes. Los compuestos químicos que hacen que las mujeres huelan mejor durante su fase fértil podrían incluirse en las fragancias y las sustancias químicas que hacen que los hombres dominantes resul-ten más atractivos podrían incorporarse en lociones para después del afeitado.

Que elijan los genes ¿Pero qué olemos exactamente en los demás? En 1995, Claus Wedekind, biólogo de la Universidad de Berna, realizó un inte-resante experimento (aunque puede que las participantes no pensaran lo mismo). Dejó que un grupo de mujeres olfateasen camise-tas sudadas por varios hombres y escogie-sen su aroma favorito. Su hipótesis era que la predilección por una fragancia corporal se relacionaba con la presencia de ciertos genes. En concreto, con los del Complejo Mayor de Histocompatibilidad o MHC, fundamentales en la defensa inmunológica del cuerpo humano frente a los patógenos y que constituyen la principal barrera al tras-plante de órganos. Se sabe que concebir un

sexo opuesto con mejores genes pero que podrían sentirse engañados.

Donde sí podría ayudar la biología a los perfumistas es a diseñar fragancias más personalizadas. En los 90 Wedekind ana-lizó las preferencias de 137 estudiantes con respecto a los perfumes. A cada voluntario le dio tiras de papel sobre las que colocaba dos gotas de sustancias aromáticas para que lo clasificaran en una escala de agradable a desagradable (siempre pensando en usarlo ellos mismos). Éstos puntuaron más alto los aromas en sintonía con su MHC, pero cuando se les pidió que dijeran cómo les gustaría que oliese su pareja, se decantaron por los aromas que menos se parecían a su propia fragancia corporal.

Nadie huele igual ni huele bien a todo el mundo; depende de quién olfatee a quién. A la hora de elegir nuestro perfume, bus-camos reforzar los mensajes olfativos que transmite nuestro cuerpo, mientras que en nuestra pareja preferimos fragancias que complementen nuestro aroma. Así pues, Patrick Süskind, el autor de El perfume, se equivocó. No es posible condensar en una botella un aroma que haga a su portador ser amado por todos. El futuro es la per-sonalización y, conforme los científicos identifiquen qué moléculas influyen en la comunicación humana, los perfumistas podrán incorporarlas en las nuevas esen-cias. Pronto nos perfumaremos con aromas diseñados según nuestra biología.