09. pease, henry. el ocaso del poder oligárquico-cap4

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 10. El ocaso del poder oligárquico: lucha política en la escena oficial 1968- 1973. HENRY PEASE GARCÍA CAPITULO IV  la Misión” vs. Los Militares Progresistas (1974-75)

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Oligarquia

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  • 10. El ocaso del poder oligrquico: lucha poltica en la escena oficial 1968-

    1973.

    HENRY PEASE GARCA

    CAPITULO IV

    la Misin vs. Los Militares Progresistas (1974-75)

  • ELEMENTOS PARA UBICAR LA ESCENA POLlTICA

    Crisis Institucional

    El pase al retiro del Almirante Vargas Caballero, en mayo de 1974, significa la

    eliminacin en la cpula del gobierno de una tendencia conservadora que en todo el

    pedodo anterior marc el enfrentamiento principal con la tendencia encabezada por el

    Presidente Velasco. La burguesa liberal encontren esta tendencia sus adecuados

    representantes poi ticos para defender dentro del gobierno a la llamada "pequea y

    mediana propiedad agdcola", a los industriales afectados por la Comunidad Laboral, a los empresarios temerosos del aumento del poder econmico del Estado o a los

    diarios que defendiendo los intereses de la burguesa liberal vean ya con temor la

    posibilidad de ser afectados. En la coyuntura de 1974 no es slo un actor poltico el

    que resulta derrotado: lo que l representa, el proyecto poi tico de la burguesa

    liberal, lo es tambin en forma notoria. Pocas veces en este proceso ha habi.do una

    articulacin tan pblica y clara entre un miembro del gobierno y los partidos, gremios

    y representantes orgnicos de la burguesa.

    La derrota del reformismo liberal es, sin embargo, slo algo transitorio; quedar fuera

    del gobierno hasta que concluya el nuevo p.erodo, en agosto de 1975. Pero ello no

    significa que quede suprimida; est presente en la escena poi tica y tiene

    representantes convencidos en parte de la Fuerza Armada. Esto, sin embargo, parece

    no haber sido tomado en cuenta por los actores polticos de 1974 y 1975,

    especialmente el gobierno.

    En esta coyuntura puede observarse un elemento importante que quedar latente en el

    gobierno desde la cada del Almirante Vargas Caballero: la Marina hace cuerpo con su

    jefe y se enfrenta al gobierno. El retiro del Ministro de Marina es un acto impuesto que

    la institucin naval asume como agresin a s misma. Si desde varios aos antes era

    visible que gran parte de los marinos no estaban de acuerdo con el rumbo del

    gobierno, lo que ahora se desarrolla es un fuerte espritu de cuerpo que reacciona

    contra una imposicin del rp.gimen y de las otras armas, hasta presentar a la Marina en

    frrea oposicin al gobierno y al General Velasco en particular 1(169).

    Durante el perodo anterior, los distintos actores del reformismo liberal parecen haber

    usado el cuestionamiento al liderazgo de Velasco como arma bsica dentro de su

    actuar institucional. Esto parece agudizarse ms con la enfermedad que gradualmente

    aisla al Presidente y en particular con la forma en que se produce la crisis con la

    Marina.

    Todo esto hace que el nuevo perodo se caracterice por una crisis institucional dentro

    de la Fuerza Armada que, por ms declaraciones de unidad que se hagan, seguir

    latente. En todo medio poltico se especularcon versiones sobre la crisis y posiciones

    de altos oficiales de cada arma. Si bien el centro de la oposicin se ubica en la Marina,

    es claro que hay ramificaciones latentes en las otras armas, donde al llegar la coyuntura

    adecuada puede combinarse bien el "ajedrez personal" 2(170), la nueva lucha de

    1 La renuncia del Ministro de Marina, Almirante Faura, en Junio de 1975, parece ser expresin mxima de la crisis en la institucin

    naval. "Se coment en medios polticos el hecho de que poco antes -segn numerosos observadores- la Escuadra abandon la Rada del Callao, lo que se Interpretaba como una medida de presin". Al respecto, el Ministro del Interior, General Ritcher, declar el 27 de Junio que el Almirante Faura "renunci por un motivo

    estrictamente institucional y en modo alguno poltico". Cronologla Poltica. Hecho No. 3605. Pg; 1470. 2 Con esto se hace referencia a las previsiones, alianzas y enfrentamientos, de cada oficial por llegar -en condiciones de

    competencia- a los puestos claves, ahora no slo militares sino polticos

  • tendencias y esta ya profunda divisin institucional. As se habla en 1974 y 1975 de la

    existencia de un sector "institucionalista", formado por militares que no ocupan cargos

    de gobierno, y que se oponen a los rasgos autoritarios que ven acentuarse en el

    presidente. En el perodo parece madurar el institucionalismo que luego catalizar el

    General Morales Bermdez en agosto de 1975.

    Al llegar al sexto ao de gobierno, es el carcter institucional de ste el que se

    encuentra en crisis. Es difcil esta situacin pues la base social y poi tica del gobierno

    es heterognea y necesariamente contradictoria. Los importantes cambios realizados

    suponen opciones poi ticas que chocan con la institucionalidad castrense, que poco ha

    cambiado internamente con el proceso. La burguesa ha sabido capitalizar bien esta

    situacin y alimenta el conflicto interno con la exacerbacin del anticomunismo. Si bien la ruptura con el reformismo liberal era una necesidad evidente para el avance y pro-

    fundizacin del proceso de cambios iniciado, es claro que el gobierno requeria ampliar

    su base de sustento: ello no se hizo. Justamente en torno a los problemas de

    movilizacin popular se dar la nueva lucha de tendencias en el seno del gobierno.

    Decantamiento de la burguesa o nuevo "entrismo" en el proyecto militar

    En la coyuntura de 1974 pueden observarse elementos que tras la escena oficial

    indican el necesario reacomodo de las fuerzas sociales en pugna. Se produce desde

    1973 un progresivo decantamiento de la burguesa que ha de aislar momentneamente

    a los sectores ms tradicionales, que encabezan lo que llamamos burguesa liberal. Esta,

    al enfrentarse en bloque al gobierno, ha ido quemando a sus representantes gremiales

    y polticos (SNI, diarios, partidos, incluso militares) quedando sin claras cartas de

    reemplazo. A estas alturas su discurso ideolgico apenas puede distinguirse de lo que

    la antigua oligarqua expresaba: el mismo antiestatismo, la total negativa a aceptar las

    reformas, el reclamo de elecciones y vuelta a la constitucionalidad, el irracional

    macartismo, etc. Esta lnea poltica los va a dejar progresivamente en segundo plano,

    con menos posibilidades de intentar nuevos "rodeos" en la cpula del gobierno a partir

    de 1974. Pero para entonces pueden ya distinguirse por lo menos algunos grupos de

    empresarios que, sin hacer pblicos deslindes con la burguesa liberal, manifiestan una

    actitud distinta frente al gobierno y hacen posible que se den nuevas e importantes

    articulaciones.

    Esta actuacin resulta imprecisa por no utilizar canales institucionales del actuar

    poltico (partidos, parlamento. . .) o de la representacin gremial (SNI) pero se puede

    encontrar en las reuniones de empresarios (CADE~PAE). en las formas de conciliacin

    del hbil Ministro Jimnez de Lucio en las demandas concretas y en el actuar de una

    cada vez ms amplia tecnocracia estatal que est en gran parte ligada a estos intereses

    y concepciones. Para el capitalismo moderno, en particular para las empresas ligadas a

    los grandes monopolios, la comunidad laboral puede adaptarse salvo que venga acom-

    paada de una amplia movilizacin poltica. El poder del Estado en la industria bsica y

    en el control de los recursos naturales tampoco afecta a la gran empresa moderna:

    ms an, puede asegurarse que ello la beneficia, como ocurre en muchos pases

    capitalistas avanzados. Estos grupos sociales se encuentran ahora frente a un Estado

    fuerte y con recursos, que puede garantizarles el desarrollo de un capitalismo

    moderno, a la vez que controla todo embate del movimiento popular. En trminos

    pragmticos, para estos sectores ms lcidos es importante rodear al gobierno y no

  • enfrentarlo, conseguir concesiones concretas y dejar que los sectores ya superados,

    como la burguesa liberal, se desgasten en una lucha desigual 3(171).

    (-Sin embargo, no se trata slo de grupos privados, por lo dems poco visibles

    pblicamente. Es a partir del propio Estado que comienza a cobrar importancia una

    tecnocracia oficial, con altos niveles de ingreso, cuyo futuro est ligado al desarrollo

    empresarial del Estado y cuyo poder es mayor en tanto que el gobierno no tiene una

    opcin popular en su seno. En sus estilos de actuacin, en su formacin, en sus

    edificios y hasta en sus sueldos emulan al empresariado capitalista moderno,

    ofreciendo una imagen contradictoria del gobierno.

    Estos grupos sociales rodean al gobierno en este nuevo perodo, prodi. ves a aceptar pasivamente un capitalismo de Estado que parece implementar el rgimen militar. Pero

    esta burguesa no juega todas sus cartas y deja la puerta abierta para regresar sobre

    sus antecedentes liberales en el momento adecuado, especialmente si se resquebraja el

    gobierno. Encuentra particular "eco'" en "la Misin" que, con su proyecto de control

    absoluto de las organizaciones populares, garantiza a esta burguesa mejores

    condiciones de actuacin y ganancia.

    Este deslinde con la burguesa liberal tiene antecedentes en el viraje del diario "La

    Prensa" (1972), cuando este diario planteaba apoyar al gobierno, pero se produce

    ahora sin mayor estridencia. La burguesa liperal ha sido reducida a su mnima

    expresin al perder los diarios en julio de 1974 y slo ello ya' d pie para que acten

    libremente los nuevos grupos empresariales.

    Este decantamiento de la burguesa es sutil y no supone un rompimiento con las

    fraccines ms tradiciona.les, ni menos an su desaparicin. Podra ser ms bien el

    juego paralelo de los sectores ms lcidos mientras comprueban que el gobierno es

    demasiado fuerte para enfrentarlo en bloque. Cuando ste se desgaste y resquebraje

    cobrarn impulso renovado los sectores ms tradicionales reclamando la vuelta a un

    proyecto liberal. Todo ello supondr en 1975 nuevos reacomodos.

    Esta situacin es comprendida por la burguesa con preocupacin. Ocasiona la

    oposicin radical de los sectores ms tradicionales, que ven frustrados sus intentos de

    alterar la poi tica del gobierno. Sin embargo en los empresarios ms modernos y en la

    tecnocracia se comienza a impulsar positivamente un proyecto poi tico compatible

    con el fuerte poder concentrado por el Es. tado. En esta perspectiva se propicia la

    participacin del capital extranjero asociado con el Estado y se obtienen concesiones

    para grandes y medianas industrias que bien pueden soportar las reglas de juego

    propuestas por el gobierno.

    Lo que se aprecia en la coyuntura de 1974 es no slo un cambio en la cpula, sino el

    propio reacomodo de la burguesa. Ello tiene mucho que ver con el conjunto de

    cambios operados en la sociedad peruana desde 1968. Es necesario referirse a stos

    para comprender los trminos de la lucha poi tica en este perodo.

    En 1974 es claro que el Estado peruano concentra un fuerte poder econmico y

    poltico. En seis aos de gobierno la Fuerza Armada ha reducido a su mnima expresin

    el poder oligrquico, ha tomado gran parte de los recursos naturales que estaban en

    manos del capital extranjero y ha reestructurado, el aparato ejecutivo del Estado

    dndole un poder normativo, interventor y gestor en todos los sectores de la

    3 Este es un punto a investigar an. Hay que precisar el sentido y alcances de esta opcin. Ver si se trata de una estrategia distinta de la seguida hasta entonces por la burguesra liberal o de una tctica de penetracin para quebrar desde dentro, paralela a la anterior. Es preciso ver tambin que siempre, en toda estrategia, hay que diferenciar la gestin cbncreta, pragmticamente buscada

    en funcin de cada empresa, de la actuacin poi rtica, incluso a nivel gremial.

  • economa y la administracin. Las fracciones oligrquicas han perdido definitivamente

    el poder que da la tierra, el comercio de exportacin y la banca. Las, grandes minas de

    la Cerro de Pasco, buena parte del petrleo, los ferrocarriles, los servicios elctricos Y

    telefnicos han pasado a manos del Estado. La pesca de anchoveta y su industria de

    primer procesamiento es tambin e'statal. Y al amparo de la Ley de Industrias poco a

    poco se engrosa el sector estatal de industria bsica con la transferencia de las

    empresas de cemento, papel, etc. Un conjunto cada vez mayor de Empresas Pblicas

    cubren todos los sectores de la economa: Petro Per, Minero Per, Electro Per,

    Entel Per (Telecomunicaciones). Pesca Per (anchoveta). EPCHAP (comercializacin

    de harina de pescado y de algodn). EPPA PERU (Artesanas), INDU PERU (industrias

    bsicas). SIDEAPERU (siderurgia). SIMA PERU (construccin naval). EPSA (comercializacin de productos agrcolas). CENTROMIN PERU (antigua Cerro de

    Paseo); son algunos de los entes empresariales de un Estado que es ahora gestor y nO

    mero espectador de la economa.

    El poder expropiado por el gobierno ha sido efectivamente retenido por los aparatos

    de Estado. La transferencia de poder a los campesinos y obreros es parte del proyecto

    poi tico enunciado por el gobierno, pero pertenece a un lejano largo plazo. La

    importante capacidad de intervencin estatal en las cooperativas y el embrionario y

    mediatizado rol de las Comunidades Laborales, no permiten afirmar otra cosa en 1974.

    La ortodoxa poltica econmica y sus entrampamientos

    En 1974 la perspectiva de una seria crisis econmica se hace presente. A ella se llega

    como resultado de la poi tica econmica seguida. En efecto, el gobierno no ha logrado

    en el perodo una poltica econmica coherente con las reformas planteadas. Estas, a

    su vez, introdujeron serias contradicciones al modelo tradicional, sin avanzar hacia un

    replante"o total de la estructura productiva y la poi tica financiera. Las reformas se

    dirigieron a la propiedad y al poder interventor del Estado. Pero ste sigui esperando

    de la inversin privada y del crdito extranjero la financiacin del crecimiento

    econmico.

    Para obtenerlo, estableci mecanismos dirigidos a captar al mximo el ahorro interno -

    v a el sistema I;>ancario- a la vez que endeudaba al pa s en forma creciente con el

    exterior, para financiar proyectos de largo plazo en los cuales la banca internacional

    impone ms fcilmente sus condiciones en tecnologa e intereses, estos ltimos cada

    vez ms rgidos.

    Los trminos de la poi tica econmica, as planteados, continan en lo esencial

    descansando en la rentabilidad de la inversin privada. Esta es la nica que tiene

    capacidad real de contribuir al ahorro nacional que el sistema bancario controlado por

    el "Estado trata de captar. La opcin de las empresas, sin embargo, no se dirige a

    aumentar sustantivamente el ahorro nacional, aunque reclaman y obtienen medidas

    que aumentan su rentabilidad; en nombre de este objetivo 4(172). La fuga de capitales

    4 COMPOSICION DEL AHORRO NACIONAL

    AIQO EMPRESAS PERSONAS GOBIERNO EXTERNO TOTAL

    1968 99.00 -0.02 -2.90 3.92 100.00

    1969 79.00 10.11 15.21 -4.32 100.00

    1970 92.06 19.89 14.68 -26.63 100.00

    1971 86.11 10.59 3.09 0.21 100.00

    1972 91.19 4.15 3.71 0.95 100.00

    1973 85.51 4.46 -1.84 11.87 100.00

  • impide que los estmulos dados por el gobierno aumenten sustantivamente el ahorro

    de las empresas, que es aqu el ncleo bsico del ahorro nacional. De esta forma,

    aunque este ahorro aumenta, no lo hace en la proporcin esperada por el gobierno,

    que crea poder captar ms ahorro y orientarlo a financiar la inversin estatal. Pero las

    empresas tienen diversos mecanismos para que sus mayores ingresos no se conviertan

    en utilidades. As un informe del Ministerio de Industria y Turismo seala en 1975:

    "Se estima que las importaciones globales entre 1973-75 hayan crecido en 1400/0 (de 1,029

    millot7es a 2,460 millones de dlares), en tanto que los volmenes reales no parecen exceder

    al 200(0 de incremento para el perodo; tampoco informes de orgamsmos internacionales

    aceptan Ut7 aumento en el perodo mayor del 350/0 en el Comercio Exterior". "Se observa pues una brecha inexplicable que slo puede explicarse por una fuerte salida de

    divisaS (bsicamente a travs de so

    bre-facturacin) por razones especulativas5. El problema as planteado sirve a los empresarios privados para exigir en este y el

    siguiente perodo ms y mejores condiciones, alegando que no hay Inversiones

    privadas porque el gobierno no las alienta. Sin embargo, la comprensin real de este

    problema no puede darse al margen de lo que significa hoy el capitalismo monoplico

    Y los recursos que emplea. Por ello situaciones similares pueden observarse en

    muchos pases de. Amrica Latina que, aun otorgando medidas ms generosas, no

    obtienen mejores resultados. Ello puede verse particularmente en el caso de la

    industria farmacutica donde una investigacin realizada por una entidad pblica

    demuestra que mien tras que las utilidades declaradas eran del 14/0, las utilidades

    ocultadas al pas y extradas subrepticiamente eran del 47.30/0, es decir, casi tres veces

    las declaradas legalmente6. Esto quiere decir que los precios a los que se

    Importan las materias primas para las medicinas son superiores a los del mercado

    internacional en los porcentajes sealados y como estas materias primas son vendidas

    por las casas matrices, las ganancias aparecen en la contabilidad de la empresa

    vendedora en el extranjero. De esta forma, segn un estimado relativamente

    conservador, la fuga de fondos financieros en divisas sera en 1975 de 250'millones de

    dlares, cifra casi igual al total de la importacin de alimentos durante ese ao 7 .

    1974 62.09 0.60 2.80 34.51 100.00

    FUENTE: Banco Central de Reserva ELABORACION: GEPE. DESCO Estas cifras muestran que la enorme mayorfa y en algunos aos casi la totalidad del ahorro nacional consiste en las ganancias empresariales, las cuales se concentran en las pocas grandes empresas de cada rama industrial. A manera de ejemplo, en 1972, 153

    establecimientos industriales controlaban el 6210 del ahorro empresarial neto del sector, mientras que 2,900 establecimientos controlaban el 3810 restante de la industria registrada. 5ministerio de Industria y Turismo. Informe econrTliCO-social 1975; Oficina Sectorial de Planificacin. Mimeo pg. 6. 6El porcentaje de sobreprecio de las importaciones .de .22 empresas representativas en la industria farmacutica para el ao 1971 es el Siguiente:

    / Nro. de Empresas

    Nro. de Empresas extranjeras que Porcentaje de 50- nacionales que ten lan tal sobre-

    brefacturaclon ten lan tal sobre" facturacion facturacion 3

    0-20 4 5 20 - 50 1 2 50 - 100 1 2 100 - 200 1 2

    200 - 300 O 1

    300- ms O

    Fuente: VAITSOS, Constantino: COMERCIALIZ,ACION DE TECNOLOGIA EN EL PACTO ANDINO- Instituto de Estudios Peruanos; LirTla, 1973. Pg. 67. 7 BRUNDENIUS C.: LOS CAMBIOS ESTRUCTURALES EN LA ECONOMIA PERUANA. 1968-1975."Ed. J. M. Arguedas. Lima,

    1977. Pg. 17.

  • La poiltica econmica se aprecia en este aspecto no slo discutible sino irreal, influida

    por la mitologa ideolgica del capitalismo que propugna una ortodoxia econmica

    inaplicable en la poca de los grandes monopolios8. El gobierno se esfuerza desde 1968

    por aumentar la inversin estatal 9177 - elemento central de su proyecto- tratando de

    sustituir la retraccin parcial de la inversin privada que se basa al parecer en un

    sobreestocamiento que proviene de la crisis de 1967 - 68 10. Para financiar esta

    inversin el Estado recurrir cada vez ms al endeudamiento externo. Haba intentado

    primero utilizar el ahorro nacional con mecanismos que hicieron que en 1971-72 la

    deuda interna financiara ms del 450/0 de la inversin. Ese fue su lmite mximo por lo

    cual, en 1974, el endeudamiento interno apenas financi el 130/0 de la inversin

    pblica. Ese momento coincide con un enorme incremento del gasto pblico, incluyendo inversiones no reproductivas, previsiblemente de Defensa11. La poltica

    trazada, protegiendo la rentabilidad de la empresa privada, tampoco recurri al

    aumento de la presin impositiva a las utilidades de las empresas. Ms an, sta

    disminuy por las distintas exoneraciones obtenidas por las empresas12.

    En conjunto, puede apreciarse que en todo el perodo 1968-75 la poI tica econmica

    se mantiene en los parmetros tradicionales -es decir, basada en el estmulo al capital

    8 Nos referimos a la ciega creencia en el mercado como gran ordenador de entes de igual tamao en competencia perfecta, sosteniendo que con simples estmulos reorientar una gestin empresarial cuyas decisiones y mrgenes de juego trascienden totalmente las fronteras nacionales. Hechos como ste demuestran no slo las grandes limitaciones de la Ley de Industrias de

    1970, sino tambin de la decisin 24 del Acuerdo de Cartagena (Pacto Andino). Con todo, la campaa contra estas normas ser significativa pues en otros aspectos, como el traslado de acciones a nacionales a largo plazo, les afecta. Tambin hay en esta campaa obvias previsiones polticas sobre los acuerdos de la subregin

    9

    INVERSIONES BRUTA FIJA 1968 1974 (En miles de millones de soles corrientes y en tasa de crecimiento)

    1968 1969 1970 1971 1972 1973 1974

    Tasa de crecicimiento

    Inv. Privada Inv. Publica

    - 3.0 - 24.9

    - 5.0 - 21.4

    - 6.1 - 37.7

    - 15.7 - 24.5

    - 5.8 - 8.7

    - 2.6 - 18.0

    - 10.6 - 57.0

    Estructura porcentual

    Inv. Privada Inv. Publica

    76.4 23.6

    71.9 28.1

    67.5 36.5

    61.7 38.3

    61.1 38.9

    56.5 43.5

    47.7 52.3

    FUENTE: Elaborado segn cifras del B.C.R. 10 En algunos actores lo esencial del cambio est en el aumento de la inversin estatal, para lo cual importa poco en qu se invierta. Se busca aprovechar la coyuntura presentada por la retraccin privada con inversiones de largo aliento que crearn

    problemas luego. La retraccin privada parece deberse al sobreestocamiento de 1967 y 68, pero en la escena poltica se presenta siempre como "falta de confianza" o "Inseguridad" a fin de obtener mayores estmulos a la rentabilidad de las empresas. Por ello, en 1974 -justo cuando el Estado demanda ms ahorro- se agudizarn los problemas, pues all las empresas tambin comienzan a

    invertir e importar ms. No han variado las condiciones de confianza sino se trata nuevamente, al parecer, de la necesidad de renovar y ampliar los stocks. 11 En 1974 se crea un serio problema de liquidez, pues tanto el gasto pblico como la inversin privada presionan sobre las divisas, recurrindose desmesuradamente al endeudamiento externo 12

    PRESION TRIBUTARIA 1968-1974

    AO PRESION TRIBUTARIA 1968 - 1974

    1968 1969 1970

    1971 1972 1973

    1974 1975 1976

    14.4 14.1 13.9

    13.4 13.3 13.1

    13.3 14.2 13.0

    FUENTE: Instituto Nacional de Planificacin.

  • privado - 13 a pesar de las reformas en la prOpiedad, del crecimiento de la inversin

    pblica y del poder controlista del Estado. Hay un hbil manejo de la coyuntura en

    ciclo de expansin, sin capacidad de prever un salto cualitativo en el diseo de la

    poltica global del rgimen, ni siquiera al avisorarse la presencia de la crisis econmica.

    Embrionarios intentos de programacin de importaciones e intervencin estatal en s-

    tas, parecen suspendidos al caer el Ministro Marc del Pont en 1974 14 y son

    nuevamente presentados como alternativa en plena crisis, en 1975, sin llegar a salir del

    plano de los discursos 15 - Hay problemas estructurales que se aprecian y discuten en

    1974, criticando esta poi tica econmica y observando crudamente sus efectos. La

    estructura productiva de la economa peruana no es replanteada: la poi tica

    gubernamental sigue incentivando -con poco xito- una industrializacin que no produce bienes que estn al alcance de las grandes mayoras nacionales y es la

    rentabilidad del capital la que conduce y norma una economa en la que los intentos de

    reforma y redistribucin no slo no cambiaron su lgica sino que a partir de ella

    misma condujeron a una de las crisis econmicas ms profundas vividas por la sociedad

    peruana.

    A la inversa de lo que hoy proclaman los voceros tradicionales de la burguesa, la crisis

    no es causada por las reformas sino por la insuficiencia de stas, por la dificultad del

    rgimen en dar un salto revolucionario -es decir cualitativo y creador- frente al sistema

    econmico imperante. En la crisis se puede percibir la responsabilidad del gobierno,

    que no es mayor que la de empresarios que utilizaron todo recurso para impedir cada

    intento de cambio real que afectara sus intereses econmicos, a veces vistos con tanta

    estrechez e inmediatismo. Pero en el fondo, ms all de los actores poi ticos y econ-

    micos, es el sistema capitalista como tal -al igual qu~ en todo el continenteque se

    muestra incapaz de ofrecer alternativas de desarrollo a las mayoras de sus pueblos. Es

    la naturaleza misma de las condiciones de explotacin que impone -y agudiza en sus

    crisis cclicas- lo que puede observarse con nitidez en 1974 y 1975. Al avisorar la crisis

    en 1974 -agudizada por los factores internacionales - 16 el gobierno se niega a

    13 El Estado estimula la rentabilidad de las. empresas al no aumentarles los impuestos, al dar exoneraciones tributarias y otras medidas como subsidios dirigidos a aumentar el margen de ganancia. Sin embargo, amplios se

  • reconocerla pblicamente. La lucha de tendencias se agudiza en sO interior por la

    opcin "realista" de "'a Misin", que entiende la necesidad de controlar la movilizacin

    popular como nica forma de aplicar medidas econmicas de corte tradicional,

    mientras que en la tendencia alternativa se procura defender el proyecto poi tico del

    gobierno, apoyndose en la recusacin terica del capitalismo, sin lograr materializarla

    en una poi tica econmica aplicable al corto plazo. El rol del Presidente Velasco, en

    pleno descenso de su liderazgo, pareciera concretarse en una defensa casi intuitiva de

    la economa popular impidiendo el corte de subsidios a los productos que

    simblicamente representan la dinamizacin de los efectos del ciclo inflacionista: el

    pan, la gasolina, etc. De esta forma, las opciones poi ticas que se observan en la escena

    se han de radicalizar en un perodo en el qu el gobierno pierde la iniciativa poi tica lnte una crisis econmica que, por una parte, no logra controlar y corroe el apoyo

    popular pasivo y no cabalmente articulado; a la vez que, por otra, agudiza la lucha

    interna dentro del velasquismo presentando opciones cada vez ms enfrentadas.

    El movimiento Popular se dinamiza

    La observacin de la escena oficial es obviamente insuficiente para explicar la crisis, la

    lucha poi tica y su resultante. El movimiento popular -con articulaciones parciales

    intentadas por el gobierno, el APRA y loslJartidos de izquierda- ha de expresarse cada

    vez ms directamente en la escena poI tica, tanto con el recurso a la huelga, como con

    la lucha interna que en cada gremio importante produce el intento decidido de "la

    Misin" por controlar las organizaciones populares en sus trminos. Este intento se

    enfrenta directamente con la accin de su tendencia alternativa dentro del gobierno, a

    la vez que una y otra -articuladas o no- se enfrentan en bloque a las acciones de la

    izquierda opositora, cuyo juego en gran parte no distingue entre tendencias del

    gobierno en sus estrategias y tcticas, salvo embrionarias excepciones al fin del

    perodo17.

    Las reformas han tenido un efecto movilizador, al margen de las intenciones de las

    tendencias ms conservadoras del gobierno y ms all de los proyectos que procuran

    implementar las tendencias que hemos denominado radical y velasquista en los

    perodos anteriores. El impacto de las reformas es movilizador en el sentido estricto

    de la palabra. Tanto el movimiento campesino como el movimiento obrero son

    impactados por la reforma agraria, el primero, y por la comunidad laboral, el segundo.

    Podr reiterarse muchas veces que la comunidad laboral busca fortalecer la empresa y

    lograr la armona entre propietarios y trabajadores, pero ello no ocurre as: los

    empresarios han de inventar diversos mecanismos para burlar la comunidad; los

    obreros, al tener informacin sobre la empresa, fortalecern sus sindicatos y lucharn

    decididamente no slo por el aumento salarial, sinQ por el avance porcentual de su

    comunidad y por impedir las ,distintas formas en que el empresario intenta burlarla.

    Esta lucha, que tiene dos polos, aunque por lo general la ideologa burguesa ve slo

    1971 159 103.9 91.2 87.8

    1972 133 113.8 89.4 78.6

    1973 79 118.0 135.6 114.9

    1974 -403 156.9 195.6 124.7

    1975 -1113 198.6 182.8 92.0

    FUENTE: Instituto Nacional rle Planificacin - OIC (*) Indice de Importaciones. Indice de Exportaciones

    17 Nos referimos al caso de Vanguardia Revolucionaria, aunque ello est en la base de su propia divisin. El Partido Comunista acta bsicamente conteniendo al mximo toda movilizacin, sin aliarse con las tendencias en pugna aunque negocie con

    autoridades del gobierno, cada vez con menos margen de juego.

  • uno, no se debe simplemente a la presencia de "agitadores polticos que desnatllralizan

    la comunidad". Proviene de la naturaleza de las relaciones sociales en la empresa,

    hecho que s puede ser utilizado por cuadros poi ticos de distinto signo, pero que no

    por ello los convierte en factor causal del conflicto social. Este est en la base misma

    de la sociedad capitalista. Es obvio que la comunidad laboral slo reforma la empresa

    capitalista 18 y no hace desaparecer la existencia de intereses antagnicos en la

    empresa y en la sociedad19.

    Desde 1973 se siente claramente el alza de precios en la economa po' pular. Ello est

    en la base del incremento sustantivo de las huelgas que se observa en este perodo 20 Y

    que a su vez refuerza los" operativos" propugnados por "la Misin". Ocurre la crisis

    luego de un perodo que ha dinamizado ampliamente las expectativas y la capacidad de organizacin del pueblo. En el medio urbano la comunidad laboral, el reconocimiento

    de la CGTP, el discurso ideolgico del gobierFlo y la acogida que la prensa reformada

    da a los reclamos populares, son slo algunos de los elementos movilizadores -a los

    cuales se agrega la accin poi tica de los distintos grupos y partidos- capaces de

    movilizar aunque incapaces an de articular orgnicamente el movimiento gremial y

    popular por la primaca de la lucha entre fracciones y grupos, elemento explicable por

    la juventud poltica de muchos de ellos frente a la capacidad desarticuladora heredada

    del Estado oligrquico.

    En el campo, el gobierno tiene una base ms amplia de apoyo por ser la reforma

    agraria la que ms ha avanzado. Pero en este perodo la reforma se enfrenta con un

    largo camino an por recorrer21 , a la vez que muestra su incapacidad de acelerar su

    avance en la Sierra y la omnipresencia del aparato estatal en las nuevas empresas,

    18 El mismo gobierno lo reconoce al denominar "empresa privada reformada" a la empresa con comunidad laboral y, ms expresamente, al sealar que la comunidad laboral no constituye ni define el modelo no capitalista, inspirado en los valores

    humanistas, socialistas, libertarios y cristianos que ofrece como modelo de socie. dad a partir de los distintos discursos oficiales, sobre todo desde 1971. 19 Mucho se ha escrito y hablado sobre los trabajadores como polo del conflicto. Poco sobre los empresarios como-dinamizadores

    de tal conflicto al desdoblar empresas, al transferir utilidades a empresas comerciales que no tienen comunidad, al sobrefacturar

    para retener fondos en el exterior y mostrar menores utilidades; al inflar gastos y sueldos de altos ejecutivos como forma de presentar menores utilidades, pagar menos impuestos y aportar menos a la comunidad industrial. En la base del conflicto est tambin la accin conciliadora del Ministerio de Industria y Turismo, su negativa inicial a facilitar auditorlas solicitadas por los

    comuneros y su falta de reaccin ante la comprobada violacin de la ley en distintas y conocidas empresas. Puede remitirse el lector a dos trabajos: PASARA, SANTISTEV AN, BUSTAMANTE, GARCIA-SAYAN: DINAMICA DE LA COMUNIDAD INDUS-TRIAL. DESCO-LlMA, 1974 y CABIESES, Hugo: COMUNIDAD LABORAL Y CAPITALISMO. DESCO 1977.

    20 En el siguiente cuadro se puede observar la evolucin de las huelgas desde 1968. Los aos 1973 y 1975 son los que mayores huelgas tienen. Obsrvese una baja sustancial el ao 1976, influida por el Estado de Emergencia.

    Trabajadores Horas. Hombre

    Nmero de comprendidos perdi das

    AOS Huelgas (en miles) (en millares)

    1967 414 142 8.0

    1968 364 108 3.4 1969 372 92 3.9

    1970 345 111 5.8 1971 377 161 10.9 1972 409 131 6.3 1973 788 416 15.7

    1974 562 348 12.1 1975 779 617 20.3 1976 440 258 6.8

    (EVOLUCION DE LAS HUELGAS 1968 - 1976 FUENTE: Ministerio de Trabajo. 21 31.12.74 la reforma agraria haba adjudicado 5'102,117 Has. a un total de 215,928 familias. Estas cifras fueron obtenidas de CENCIRA. Al respecto, Fernando Eguren afirma: "Los datos del Censo de Poblacin y Vivienda de 1972 sealan que la poblacin econmicamente activa (PEA) de 15 aos y ms dedicada a la agricultura, selvlcultura y caza fue de 1'488,390 trabajadores (41.70/0 del total de la PEA). Por otro lado, el nmero de familias que segn las metas oficiales, sern beneficiarias de la reforma agraria es

    alrededor de 400,000. Suponiendo que por cada familia hay un trabajador, el nmero total de stos aicanzara a casi el 27/0 del total de la PEA agrcola. Esto supone que las metas oficialmente fijadas sean cumplidas. Lo cual no parece ser el caso, pues hasta el 31 de julio de 1976 el nmero total de familias adjudlcatorias era de 279,595. Es decir el 700/0 de las metas oficiales y el 190/0 de

    la PEA". "Poltica Agraria y Estructura A9raria". En: ESTADO Y POLITlCA AGRARIA. DESeO-LIMA, 1977, pg. 223.

  • generando un nuevo tipo de conflictos. Esta reforma muestra en 1974 que una amplia

    cantidad de campesinos pobres quedan al margen de las nuevas empresas campesinas

    pero que a su vez, es el campo en su conjunto el que se pauperiza 22 en todo este

    perodo. La poltica econmica, privilegiando lo urbano-industrial, contribuy a

    pauperizar el campo. Los precios de los productos alimenticios se mantuvieron bajos, a

    veces por debajo de los costos de produccin; la descapitalizacin del campo se

    acentu con el alza de los nsumos agrcolas y con casos de verdadera depredacin

    hecha por propietarios afectados antes de entregar la tierra 23. A esto puede agregarse

    la ineficacia de diversos comits especiales de adjudicacin y el efecto de diseos

    inadecuados a la realidad rural, sobre todo serrana24.

    En 1974 y en 1975 se agudizan las invasiones de tierras, como forma campesina de acelerar la reforma y adecuarla a sus propios trminos. El esfuerzo del gobierno por

    formar la CNA desde las propias bases confluye en competencia con el" esfuerzo de la

    central opositora (CCPI, expresndose en ambas -en forma y grado distinto- la

    demanda campesina que es por la tierra, pero an ms, por las condiciones

    econmicas concretas de vida y desarrollo25.

    Desde 1969 hasta 1973 el gobierno tiene en su favor el logro de un incremento

    constante del ingreso real de los trabajadores. Este se incrementen 34010 hasta

    1973. Ya en 1974 el efecto de los precios hace decrecer el ingreso real. En 1976, un

    obrero de Lima ganaba 9010 menos que en 1968 y 40010 menos que en 1973. Ello

    explica la movilizacin de los trabajadores para defender su consumo elemental. Las

    huelgas constituyen as una medida defensiva para impedir que contine bajando el

    salario real de los trabajadores. Las cifras del cuadro que citamos son indicativas de

    esta situacin, a pesar de que t~o promedio es limitado en su expresin de la realidad

    de los ingresos ms bajos.

    EVOLUCION DE LOS SALARIOS EN LIMA METROPOLITANA 1968-

    1976

    Salario Prom. Salario Prom. I ndice de I ndice del

    AOS Nomin.Mensu

    al Real Mensual Precios al Salario

    (Soles) (Soles) Consumidor Real

    1968 2,751 2,751 100 100

    1969 3,011 2,834 106 103

    1970 3,113 2,790 112 101

    1971 3,695 3,101 119 112

    1972 4,308 3,373 128 123

    1973 5,150 3,682 140 134

    1974 5,670 3,468 164 126

    22Excepcin hecha de los modernos complejos agroindustriales. 23 Nos referimos aqu a ventas apresuradas de ganado y maquinaria, transferencias aotra persona jurdica y descuido de los cultivos; hechos que se observaron en los perodos previos a la toma de fundos, cuando stas no fueron sorprcsivas.

    24 Problema que no est al margen del carcter vertical de la conduccin de la reforma. 25 El lector puede ampliar esta perspectiva en el reciente libro ESTADO Y POLITICA AGRARIA. DESeO-LIMA, 1977.

  • 1975 6,070 3,052 230 111

    1976 7,877 2,503 315 91

    Elaboracin: GEPE-DESCO.

    La respuesta del gobierno al movimiento popular es contradictoria y parte de la propia

    pugna de tendencias que tiene en su seno.

    Las huelgas y los sucesos del 5 de febrero de 1975 influyen en la crisis interna del

    gobierno, en la radicalizacin de las opciones en pugna, aunque como tales no lleguen a

    constituirse en alternativas de poder, resolvindose la pugna de tendencias en

    trminos bsicamente castrenses.

    La incapacidad de obtener apoyo popular: los lmites de la participacin poltica

    Frente al movimiento popular, parece haber un problema ideolgico, antiguo en la formacin militar y en la burocracia. Se percibe al pueblo a partir de una postura

    vertical; an en los casos en que se pretende hacerlo participar (el hombre de pueblo,

    el obrero, el campesino, parece ser visto como el equivalente del soldado en la

    jerarqufa militar. Se entiende la promocin social como ddiva que se otorga, ms que

    como 'n derecho que slo espera la oportunidad de ser ejercido. En el fondo se teme

    al movimiento popular y aunque en teorfa se acepte su participacin en el poder, en la

    prctica se la relega a un futuro lejano o se la convierte slo en un acompaamiento

    formal y pasivo, a punta de normas complejas que impiden la iniciativa real y la

    autonomfa necesaria de los lderes populares. No negamos que hubo militares y civiles

    que superaron estos rasgos ideolgicos. Pero fueron los menos26.

    Es notoria a lo largo de todo el proceso la presencia de un marcado mesianismo en los

    Ifderes militares. Ello se agudiza con los triunfos logrados en los primeros aos. Este

    mesianismo parece ser un rasgo comn a diferentes sectores medios. Pero aquf se

    presenta agudizado por el fuerte procesamiento ideolgico propio de la formacin

    militar y por la seguridad que proporciona a los I fderes del gobierno el haber

    superado coyunturas tan adversas como las de la IPC en 1968 y 1969.

    Partiendo de este mesianismo, diffcilmente se ha de comprender y aceptar el rol de un

    pueblo en la construccin de un proyecto poi ftico, ms an, si se propone una

    revolucin. Se le prescribe un rol pasivo, sin conceder fcilmente derecho a la iniciativa

    y aun el derecho a cometer errores en la coyuntura. Con esta ptica el movimiento

    popular es visto con desconfianza y resulta siempre anatematizado pues la burguesfa se

    encarga, en diversos casos, de dar contenido de clase a esta situacin27. El problema no

    26 Aqu encontramos un importante aspecto que merece ser estudiado. Es la ideologa burguesa dominante -que penetra en

    distintos sectores sociales- y se junta con la verticalidad propia de estos aparatos de Estado (la disciplina y jerarquizacin castrense

    donde -por escalafn- no caben dos posiciones iguales pues incluso dentro del mismo grado prevalece la antigedad; esta jerarquizacin que es casi estamental cuando diferencia entre personal superior y subalterno, tiene diferentes desarrollos en cada

    arma y se proyecta tambin a la burocracia civil, bastante jerarqu izada).Estos rasgos contribuyen a anudar ms la posibilidad de una democratizacin real del poder, que siempre ha sido cerrado en esta sociedad, sin que por ello neguemos, y valoremos, los esfuerzos. hechos por cambiar. La tolerancia de un movimiento popular en auge -a pesar de tantas intervenciones represivas en

    casos I mite- es signo de este esfuerzo incompleto y frustrado, ms an si se compara con la imposibilidad de expresin y movilizacin impuesta hoy. 27Es obvio que la ideologa dominante penetra en los distintos grupos sociales, aun cuando se haya ido tomando conciencia de la necesidad de introducir cambios en el sistema socio-econmico. Ello incluye por supuesto a los actores polfticos y militares, parte

    de los sectores medios formados en esa manera de ver el orden social y poco acostumbrados a la crtica ideolgica y al cuestionamiento cientfico de la realidad social. Pero lo que en esta frase queremos subrayar es el rol que cumplen los voceros de la clase dominante con su constante campaa macartista que ante toda huelga o accin del movimiento popular reclaman

    represin, anatematizan los hechos, sin buscar sus causas, y exageran los supuestos o reales daos "a la produccl6n", culpando

  • es slo ideolgico. Los militares -parte de los amplios y complejos sectores medios-

    estn procurando realizar un proyecto propio, sin alianzas directas con organizaciones

    de las clases populares. Fijan sus trminos, dentro de una continua lucha poltica

    interna que va haciendo optar a unos ms claramente por la burgues(a, mientras que

    otros, ms radical izados, aspiran a realizar un proyecto "para" las clases populares,

    pero deben realizarlo sin alianzas explfcitas con sus organizaciones antiguas y nuevas -, enmarcados en los Ifmites de la institucionalidad militar.

    El temor a la manipulacin partidaria juega adems un rol importante. El gobierno ha

    satanizado a los partidos sin ofrecer alternativa prctica de participacin. En teora

    abre el camino, pero cada organizacin gremial o sectarial que genera le hace pensar que puede ser copada por los partidos y de inmediato se tuerce la promocin,

    deviniendo en manipulacin. Se prefiere apoyar dirigentes con poca o nula capacidad

    de liderazgo a dialogar con cuadros que tengan algn v nculo partidario o capacidad de

    asumir iniciativas polticas propias28.

    Es un hecho que todas las organizaciones gremiales estn atravesadas por la lucha

    partidaria. Es cierto tambin que pocos grupos partidarios son algo ms que pequeas

    cpulas de dirigentes, la mayoria incapaces de mirar a largo plazo y de unir esfuerzos

    contra el enemigo principal, en vez de luchar o competir con el grupo vecino. Ello

    tiene que ver tambin con el espacio politico limitado que tienen para actuar, tanto en

    el perodo oligrquico como en el posterior. Pero hay que recordar tambin que los

    lderes no se improvi' san, que los cuadros no se pueden construir sino con

    participacin y lucha, es decir, que hay que asumir el riesgo que ella implica. Por no

    hacerlo, mucho de la poltica de movilizacin se ha juzgado como manipulacin para

    obtener el apoyo silencioso o el aplauso incondicional. Si se analizan los comunicados y

    pronunciamientos del perodo, en las organizaciones surgidas con apoyo del gobierno,

    se podrn confirmar estas afirmaciones. Sera miope, sin embargo, no ver diferencias

    que no son simples matices pero que, dados los rasgos !lel perodo, no varan la

    resultante: siete aos despus de asumir el poder el rgimen carece de apoyo popular

    y, ms an, parece hacer todo lo posible por distanciarse del movimiento popular y

    aferrarse slo al sustento que le ofrece la Fuerza Armada 29.

    Pareciera que en ms de una ocasin se ha contrapuesto el carcter institucional del

    gobierno -como representante de la Fuerza Armada- con la posibilidad de propiciar

    una real autonoma del movimiento popular, fortaleciendo su presencia con nuevos

    canales de expresin poi tica, incluso ms allde los gremios y organizaciones

    sectoriales. Esto se puede ver claramente en los das posteriores al 5 de febrero de

    1975 cuando se forma un Comit Coordinador de Organizaciones Populares, primero,

    y se llama luego a la organizacin de un movimiento poltico. En ambos casos, se

    siempre a los "agitadores comunistas" de las situaciones generadas. La lectura de "El Comercio" o "La Prensa" exime de mayores

    explicaciones. Siempre lo popular es anatematizado. Pareciera que hay en su accin slo una finalidad destructiva y explfcitamente

    se acusa a todo dirigente de fomentar el "odio" y la violencia. Se oculta con ello la violencia del orden establecido, las lacerantes necesidades humanas que se ubican tras la demanda de los trabajadores: Se fomenta la aplicacin de un principio de autoridad que

    sancione drsticamente todo intento popular por cambiar las condiciones de vida, progresivamente deterioradas en estos aos. Se apela incluso a los valores cristianos, que en esta distorsionada visin parecieran obl igar a ser pacientes, comprensivos y pacficos slo a los pobres y explotados. Todo esto es una forma de utilizar la ideologa para fortalecer a la clase dominante, a los que

    tienen poder econmico y no aceptar siqu iera concesiones reformistas. 28 Hecho que se ~grega a la falta de cuadros dirigentes bien formados en todos los campos de las organizaciones laborales. La dirigencia bien formada es escasa. Pero lo ser ms cuanta mayor exquisitez se ponga en su seleccin, por actuar en competencia con casi todos los grupos polfticos que existen en un perodo. El problema es as de formacin de cuadros; pero tambin de la

    opcin tomada. 29 Obviamente este no es un problema aislado del conjunto del proyecto poltico del velasquismo, que ahora se bifurca en nuevas tendencias alternativas, pero todas sujetas a la institucionalidad del rgimen que ha afianzado sus formas y reglas de juego en seis

    aos de gobierno.

  • condena la iniciativa y slo se acepta formular una organizacin poi tica desde el

    gobierno, por decisin imperativa del Estado, fundamentada en el hecho de que la

    Fuerza Armada es la que conduce el proceso. En la prctica, ello quiere decir que siete

    aos despus de asumir el gobierno no se acepta que nadie -grupo, organizacin o

    persona- pueda tener iniciativa poltica dentro del proceso30. Ello, al margen de los

    errores que pudiera haber en el ejemplo mencionado, resulta castrante poilticamente

    y muestra los estrechos lmites que en la mentalidad gobernante tena la participacin

    poltica.

    La escena poiltica termina as invadida por la Fuerza Armada que slo admite como

    actores civiles de primera lnea, a los opositores. En el frente del gobierno los cuadros civiles deben renunciar a la iniciativa poi tica y ocupar el rol de asesores, el limitado

    campo de los funcionarios o, luego, el difcil oficio del periodista en los diarios

    expropiados; lugar desde el cual ms de una vez se ha desfigurado la realidad, sea por

    la presencia de utopas o por la deformacin que en el primer ao de la prensa

    reformada supuso la lucha de tendencias en el gobierno, reflejada en la prensa. Es

    obvio que frente a la derecha sto le resta fuerzas y coherencia. Confiere a la

    oposicin de izquierda razn y fundamentos para su distanciamiento, pero ante el

    movimiento popular -no ajeno a la presencia de partidos- ello colca al gobierno en

    una situacin cada vez ms distante hasta el punto de anular su propia capacidad de

    articulacin y competencia. Los escasos mrgenes de juego de las organizaciones

    promovidas por el gobierno, tales como la CNA, la CTRP o el SERP, no provienen

    slo de sus dirigentes sino de esta caracterstica vertical, centralizada y exclusivamente

    militar de la conduccin poi tica del proceso.

    Es justamente en este perodo que el gobierno comienza a reclamar "militancia" en vez

    de adhesin. Varios discursos del Presidente Velasco precisan la necesidad de

    militancia y establecen la lnea divisoria entre los militares y los que simplemente

    apoyan. Hay aqu una peculiar definicin de militancia: es adhesin a un proceso y a

    unas bases ideolgicas, pero en ningn caso tiene un canal operante para expresarse

    polticamente, para qebatir con su conduccin poltica o para decidir cambios en ella.

    En este contexto la militancia es "cuadrarse", aceptar y callar; es decir, la adhesin

    total, sin contar siquiera con mecanismos de informacin que permitan esclarecer en

    cada coyuntura cul es el objetivo principal y qu orientacin debe darse al actuar.

    Pensar en militancia al margen de una organizacin poi tica resulta imposible y

    proponerlo, sin conceder participacin en la definicin de la conduccin poi tica, es

    propio de los partidos y regmenes ms autoritarios recusados por la propia ideologa

    del gobierno.

    Quizs sea por sto que el tan usado trmino de militancia resulta utilizado

    bsicamente por asesores, funcionarios, periodistas y dirigentes de organizaciones

    promovidas por el gobierno. En ello se confunden los canales de comunicacin y de

    influencia que esas ocupaciones confieren con los canales propios de una militancia

    real. Por ello quizs, hayan resultado tan maltratados -y sin defensa poi tica real-

    militantes que, al margen de posibles errores en sus funciones o de limitaciones

    ideolgicas, se jugaron enteros por el gobierno y el proyecto poltico que ste

    representaba. De militantes hal3 pasado -en 1975 y 1976- a ocupar la categora de

    infiltrados, en el lenguaje del gobierno.

    30 Es posible que estos actos no fueran totalmente autnomos de la lucha de tendencias pero, al menos en el primero, hay mayor margen de accin en las organizaciones. En el MRP (Movimiento de la Revolucin Peruana) es cierto que casi todos eran funcionarios pero parece ser tambin reflejo de que el gobierno que los requera exigindoles "militancla" no les dejaba margen de

    iniciativa poltica propia

  • Plantear as la militancia en 1974-75 tuvo efectos endurecedores para el cuadro poi

    tico, con un gobierno que ahora exiga adhesiones totales, justo en momentos en que

    el debate poi tico hubiera resultado esclarecedor.

    La campaa macartista y su impacto en los sectores medios

    A estos factores que configuran una escena en la que el espacio poi tico se estrecha

    progresivamente, debe agregarse el efecto que la expropiacin de los diarios tiene en

    la burguesa, en los sectores medios urbanos y en el propio gobierno. Para la primera

    es seal de alarma y golpe final a sus sectores ms tradicionales. A la vez quita poder

    de expresin a stos en la escena, pero unifica los restos de distintas fracciones y le permite agudizar la lucha ideolgica y poi tica captando sectores medios ms amplios.

    En stos -difusos y poco politizados- en muchos casos se exacerbarn posiciones li-

    berales y antitotalitarias profundamente arraigadas. El debate de los diarios va ms

    lejos que la capacidad de estos sectores de visualizar cambios sociales reales

    alternativos y fcilmente aunque no slo sea por este factor- se aumentar la amenaza fantasmal del comunismo, visto como mezcla de miedo a la movilizacin

    popular y expresin aparentemente nica de las formas totalitarias de ejercicio del

    poder. En este contexto la nueva direccin de los diarios expresar toda la variedad de

    tendencias que el gobierno tiene en su seno, haciendo pblico el enfrentamiento de

    posiciones.

    De esta forma es que las fuerzas conservadoras logran impactar sistemticamente en

    los sectores medios, con la prensa o sin ella. El anticomunismo en su versin ms

    radical prende fuerte en los sectores profesionales, empleados o militares. Ello no es

    raro como simplificacin del debate politico. Para el capitalista a ultranza, es comunista

    todo aquel que rechace, no slo el capitalismo como sistema, sino la forma particular

    de capitalismo que existe en el Per. Es as, al igual que desde los aos 30, en que el

    Per se divida en apristas y antiapristas. El comunismo no indica as un proyecto

    politico ms o la pertenencia a un partido: es el calificativo que seala a todos los que

    luchan por un cambio real en la coyuntura; es usado tambin como un adjetivo, un

    anatema que califica negativamente al sujeto.

    El gobierno en este perodo procura, en varias ocasiones, precisar campos, explicar

    que no es anticomunista y expresar a la vez que no tiene nada de comunista. Su

    prctica poltica y el nfasis de sus discursos no avalan lo primero y a la vez, para

    quienes todo el que busca algn cambio social es comunista, el gobierno resulta siendo

    la expresin del ms temible y brutal comunismo.

    Esta polarizacin ideolgica va a influir mucho en el gobierno, particularmente en

    algunos ministros que sienten la necesidad de demostrar que no son comunistas pues

    se ven agredidos en su propio medio social. En efecto, ya en 1974 hay sectores medios

    muy radicales izados en su oposicin al go: bierno. En ellos ha impactado la

    expropiacin de los diarios y J! defensa de la civilizacin "occidental y cristiana" hecha

    por al Almirante Vargas Caballero. Las reacciones en Miraflores 31 a la expropiacin de

    los diarios son un signo. El peso de este sentimiento en la coyuntura impactar

    especialmente en "la Misin". Teir la actuacin de la CTRP y el MLR que parecen de-

    finir que su enemigo inmediato es el comunismo, aqu y ahora. Influir tambin en

    31 Que incluyeron pequeas escaramuzas, incendio de autos y quema de una bandera por personas de clase acomodada y de

    sectores medios, muchas de ellas jvenes, de este barrio residencial

  • elementos de la tendencia progresista que, acusados de comunistas, parecen necesitar

    demostrar que no lo son32.

    Es preciso sealar que esta forma de utilizar el anatema llega a desfigurar la escena

    poiltica. Leyendo algunos rganos de prensa y escuchando algunos discursos, pareciera

    deducirse que el comunismo es una fuerza alternativa al actual rgimen, con capacidad

    de reemplazarlo y con todo tipo de recursos poi ticos. Parece convertirse en el

    enemigo inmediato. No se hace un anlisis ms profundo33, ni se ve el poder

    imperialista y el capitalismo hegemnico en la economa peruana. Parece haberse

    hecho una trasposicin de realidades a un punto tal que se lucha contra molinos de

    viento al estilo de El Quijote. Para las fuerzas conservadoras, incluyendo en ellas elementos militares, este enemigo

    se agiganta ms porque definen cada medida del rgimen como comunista. Es

    comunismo estatizar la pesca de anchoveta, expropiar la tierra o adquirir los bancos.

    Es comunismo hablar de Propiedad Social o defender la Comunidad Industrial. Con

    esta prdica insistente se busca generar consensos contrarios al gobierno para obtener

    cambios en ste.

    En medio de esta polarizacin ideolgica resulta casi imposible pesar el conjunto de

    movilizaciones populares en las cuales estn presentes, tanto el Partido Comunista

    como una amplia gama de pequeos partidos definidos como marxistas-Ieninistas. El

    gobierno, que compite con ellos a partir de la formulacin de su propio proyecto,

    queda envuelto en un cuadro global de posiciones que endurecen su actitud frente al

    movimiento popular en su conjunto y que limitan sus posibilidades ya reducidas de

    entendimiento en la coyuntura.

    El aislamiento y la campala internacional

    A estos factores cabe agregar desde 1973 un hecho particularmente importante: la

    cada del rgimen de Allende en Chile y el brusco cambio que ello significa en el

    panorama continental. El chileno no es el primer rgimen totalitario de derecha que se

    instaura en el continente, pero s es el que ms impacto causar a la posicin peruana,

    dada la antigua predisposicin al conflicto que viene desde la Guerra del Pacfico, en el

    siglo pasado. Este hecho no slo significa un enfriamiento en las relaciones bilaterales,

    sino una verdadera campaa en la prensa internacional para dejar al Per aislado y en

    actitud de aparente agresividad blica hacia Chile.

    El perodo es muy intenso en estos problemas. Coinciden la ca:l1paa de la prensa

    continental contra la expropiacin de los diarios, con la campaa especfica que acusa

    al Per de querer invadir Chile, de comprar armamento sovitico y recibir asistencia

    de ese pas, a un punto tal que llegan a afirmar que se instalan bases soviticas en

    territorio peruano.

    32 Intencional mente o no, esto significa la existencia de una direccionalidad poiltica que, recubierta ideolgicamente, sirve bien a los intereses de las clases dominantes. 33 Obviamente, lo ideolgico no va separado de las opciones concretas. "La Misin" parece optar claramente por un proyecto de Capitalismo de Estado que, en la crisis, la obliga a reprimir al pueblo. En esa perspectiva le sirve el anticomunismo como bandera, aunque todos los actores no lo sientan as. Es normal ver cuestiones "de principio" en vez de hacer un anlisis del significado real

    de cada fuerza y proyecto social. La referencia a la influencia que esta ideologizacin tiene incluso en la tendencia progresista, se relaciona con su "situacin. concreta", con su pertenencia a una institucin donde el anticomunismo se ha inculcado masivamente sin que un serio proceso de politizacin haga, que las opciones sean ms "concientes". Con esta base -que "la Misin" y sus cuadros militares aprovechan para

    arrinconar e!l el mundo militar a la tendencia progresista- la situacin concreta los pone a la defensiva. Esto puede ligarse a la imprecisin de esta tendencia progresista en lo que al proyecto alternativo a nivel econmico, de corto plazo, se refiere; hecho a su vez influido por no controlar el sector economa y finanzas.

  • Es obvio que no se trata slo de una campaa de prensa. El Per es puesto en una

    situacin difcil por accin de los gobiernos que sirven intereses imperialistas. Queda

    aislado respecto a sus vecinos -casi todos son gobiernos totalitarios de derecha-; se

    agudiza la posibilidad de un conflicto blico a la vez que se niega la venta de armas

    norteamericanas y se le presenta como pas agresor, cabeza de playa del comunismo

    en Amrica Latina. Es difcil conocer el impacto de la compra de armas en la crisis

    econmica, pero es un hecho que al manifestarse sta en la escena, el hecho coincide

    con un cuadro internacional que a cualquier gobierno hara reforzar su defensa, ms

    an a un rgimen militar.

    Saban bien los autores de esta estrategia que esta presin impactara en los medios

    castrenses que detentaban el poder y, ms an, que debilitara las posibilidades de continuar con las reformas. En este sentido, cabe anotar que el gobierno acus el

    golpe, pas a la defensiva y en el largo perodo el efecto fue conseguido.

    Cabe aqu preguntarse por la estrategia imperialista de los Estados Unidos frente al

    rgimen. Se ha pasado del enfrentamiento radical de 1968 a un cuadro de relaciones

    que, a partir de la aceptacin de las iniciales reglas de juego, puede llegar a acuerdos

    significativos como el convenio Green-Mercado en 1974. Lo que ms poda impactar al

    imperialismo es el efecto de demostracin en Amrica Latina del rgimen peruano, por

    su in icial ruptura con la IPC. Lentamente logra neutralizar este efecto a travs de la

    prensa internacional. La presin sobre el gobierno en materia crediticia le permitir,

    luego de tensas y lentas negociaciones, conseguir acuerdos para pagar las expropiacio-

    nes que siguieron a la IPC.

    Si recorremos la historia peruana veremos que nunca un rgimen ha tenido tal

    capacidad de negociacin frente a los Estados Unidos. Pero, a su vez, la resultante no

    elimina la situacin real de dependencia que parte de la base econmica productiva y

    del modelo de industrializacin que se contina aplicando. Ello obliga a negociar y

    favorece a su vez la penetracin de intereses imperialistas que refuerzan el poder de

    las fracciones ms modernas de la burguesa. La nacionalizacin de la Marcona Mining

    Co. -al final del perodo de Velasco- sin llegar a un acuerdo tras largas negociaciones,

    ser ocasin de nuevos chantajes y presiones, decisivas en un cuadro de crisis

    econmica.

    Estos elementos, presentes en la escena poi tica del perodo, resultan necesarios

    como previa presentacin de las tendencias .que se expresan en el gobierno, su

    articulacin con las distintas fuerzas sociales y su expresin en hechos polticos que se

    analizan durante el perodo 1974-75, para concluir con la destitucin del General

    Velasco.

    2. LAS OPCIONES BASICAS

    En la resultante de mayo de 1974, la cada del Ministro de Marina parece consolidar la

    perspectiva del proyecto propio, de largo plazo, que encabeza Velasco. Esta tendencia

    sin embargo, no es homognea. Unific contra la tendencia liberal, como enemigo

    comn, a actores militares que ya desde 1972 ten an antecedentes de enfrentamientos

    concretos entr"e s, bsicamente en torno a los operativos e intentos de articular

    organizaciones populares. Superada en la cpula la coyuntura anterior, se expresar de

    inmediato la pugna entre dos tendencias que gruesamente pueden distinguirse dentro

    de lo que en el perodo anterior llamamos velasquismo. Los comits directivos de los

    diarios expropiados sern integrados por personas que de una forma u otra

    expresarn la amplia gama de opiniones presentes en el gobierno. Por ello se

  • reprodujo en stos, pblicamente, la lucha de las tendencias bsicas, aunque con un

    espectro ms amplio de posiciones.

    Utilizamos para denominar estas tendencias trminos que se usaron en el medio

    poltico. "La Misin" y "los militares progresistas" fueron los ms usados. Estas

    denominaciones son siempre incompletas e impre~isas, pero se usan como

    instrumento para hacer ms clara la pugna principal dentro del gobierno. No deben

    entenderse sino dentro estos lmites.

    Las opciones de estos actores de la escena oficial se ligan y articulan con las fuerzas

    sociales en pugna, aunque de manera incompleta, a veces difusa y otras ms claramente

    visibles para el observador poi tico. Ello parece deberse a la forma de rgimen poi tico vigente y a la necesaria intervencir. de reglas de juego castrenses en su interior.

    2.1. "LA MISION"

    En los crculos periodsticos y poi ticos se habla, en 1974, de la existencia de "la

    Misin". Algo as como un ncleo de ministros con caracteres de cierta homogeneidad

    poltica 34 que implementan los "operativos" ms verticales y manipulatorios, apoyan al

    ya famoso MLR y tienen en comn un acentuado anticomunismo a partir del cual -

    confundiendo temores con realidades- lo erigen en el enemigo principal de la

    coyuntura.

    El punto ms ntido de esta opcin se puede encontrar en relacin al movimiento

    popular. A partir de la aceptacin de un proyecto propio desde el gobierno parecen

    ver la necesidad de obtener apoyo popular, pero ste se entiende en trminos

    distantes y casi decorativos a la cpula del poder. Se necesita una comparsa disciplinada

    que salga a las calles y aplauda, que grite "Hatary" cuando aparezca Velasco, que

    confiera ilusin de poder al pueblo, sin ser amenaza para sus actuales detentadores.

    Pero ello supone controlar todo proyecto competitivo y callar el descontento que ya,

    con el alza del costo de vida, est generalizndose. Por ello, adems de las acciones de

    masas, se recurre a lo que alguien denomin "Odrismo de izquierda", recordando la

    utilizacin de cuadros de matones -en algunos casos abiertamente gansters, con

    probados antecedentes penales- para con ello romper sindicatos, quebrar huelgas,

    armar operativos, etc. Su forma de competir en poltica es sa y su enemigo principal

    es el comunismo, calificando as, como siempre, a todo el que se le oponga desde

    opciones progresistas, cualquiera sea su posicin poiltica.

    Esta opcin, abiertamente manipuladora, se expresa en toda una I nea de decisiones

    que tiene antecedentes en 1972. Conforme avanza el ao 1974 y la crisis econmica se

    hace ms visible, "la Misin" ser algo ms que una tendencia. Llegar a tener una

    progresiva hegemona hasta lograr que Velasco opte por ella, distancindose de sus

    compaeros del 3 de octubre35. En este perodo es posible ver ms rasgos claves en

    esta opcin. Ante la crisis, no slo se buscar una alternativa vertical y manipuladora

    de organizaciones populares. Habr tambin una opcin ms global que podra bien ser

    definida con una antigua idea de "La Prensa" antes de su expropiacin:

    34 En su origen el trmino "la Misin" parece hacer referencia a una Comisin PoHtica interna del Consejo de Ministros. a la cual se ligaron los operativos mencionados. Es posible que a partir de ello surgiera esta identidad, hacia fuera, aunque es ms la coincidencia objetiva de polfticas y actitudes entre sus miembros lo qoe la define. Luego en 1975 a esta Comisin se agrega a los

    Generales Graham y Fernndez Maldonado para organizar la OPRP y se hace pblica 'como Comisin encargada de definir ese proyecto. Obviamente nos referimos a su composicin inicial, pues estos dos generales pertenecen a la tendencia contraria. 35 Ver explicacin que damos en la resultante, en este mismo captulo. Ms all de lazos personales "la Misin" pareciera ofrecer a

    Velasco mayor "eficacia" en relacin con el movimiento popular, en una coyuntura de crisis.

  • "Un proceso revolucionario no puede continuar indefinidamente, reformando todo, malo o

    bueno, y tener xito si no cuida e incentiva -la produccin del pas, no sio para contrarrestar

    la disminucin productiva que siempre'acompaa a las reformas bruscas". 36.

    Es un "basta" a las reformas y un nfasis en "ms produccin", que de hecho el

    gobierno implementa a partir.de 1974, con la sola y aislada excepcin de la

    nacionalizacin de Marcona37.

    Para "la Misin" la revolucin est en gran parte lograda 38. Ms an, no sern estos

    ministros los que se caractericen por priorizar la recusacin del capitalismo ni menos

    en profundizar sobre qu significa, aqu y ahora, esa afirmacin.

    Ms bien puede ubicarse en esta tendencia la parte del gobierno ms abierta a la negociacin con el capital extranjero y el empresario nativo ligado a ste. No concede

    al sector privado lugar en la lucha poltica, pero muy bien puede aliarse como

    interlocutor econmico, lo que significa cerrarse a cualquier posibilidad de afrontar la

    crisis en trminos no ortodoxamente capitalistas. La tensin poltica con la tendencia

    que se le opona llev, sin embargo, a la fcil poi tica de cerrar los ojos y esperar.

    Esta opcin es compartida y apoyada por un sector an difuso y difcil de precisar, que

    va surgiendo a partir de las grandes empresas pblicas y la Banca Estatal y Asociada.

    Son ejecutivos y directivos cuyos ingresos superan de lejos el sueldo de un ministro de

    Estado. Son tecncratas que hacen poi tica de alto nivel, sin que haya un aparato poi

    tico que los encuadre. Son presidentes ejecutivos y gerentes de empresas estatales y

    bancos estatales o asociados. Son altos funcionarios de algunos ministerios. Juegan un

    rol subordinado, pero ya significativo. Su receta es tambin, ante la crisis, "basta de

    reformas", austeridad en los salarios del pueblo, incentivos al sector privado y aumento

    de la produccin39.

    Hacia fines de 1974 "la Misin" no slo es hegemnica en el gobierno sino que se le

    seala una nueva posibilidad de juego propio: el APRA, ese viejo coloso de la poiltica

    36 CRONOLOGIA POLlTlCA. Hecho No. 1847. Pg. 434-35. 37 La Prensa" en 1972 expresaba bien un planteamiento de la burguesa que poco a poco ser asumido por el gobierno, siendo una de las banderas de "la Misin" primero y expresndose ms plenamente en la Segunda Fase. Es obvio que a este lema nadie se puede oponer a primera vista. Es una necesidad. Pero cuando se convierte en lema, cuando se declara "A;\o de la Produccin",

    cuando en nombre de ello se ataca y reprime a todo sindicato que va a la huelga y cuando incluso las reformas emprendidas se paralizan o desmantelan, entonces es evidente que hay que formular otras preguntas. Ellas se hicieron desde entonces: Ms produccin de qu? y para quin?, dado que nuestra industria produce para sectores de medios y altos ingresos, produce

    muchos bienes secundarios y no lo que el pueblo necesita para alimentarse y vestirse. En lo que se produce para exportacin cabe tambin esta pregunta porque se justifica slo porque trae divisas, la mayor parte de las cuales se convierte en ms insumos para una industria que no sirve a las mayoras o para proyectos de muy largo plazo. Lo que estas y otras preguntas plantean es en el fondo la direccionalidad del esfuerzo que se pide al pas. Para la burguesa "ms produc,cin" equivale a incentivos para mayor

    ganancia. Y no tienen problema, incluso, en que se oculte esa ganancia y se quede fuera. As visto el problema de la produccin no es simplemente un problema cuantitativo: es obvia la necesidad de replantear toda la estructura productiva y ponerla al servicio de las necesidades bsicas de las mayoras. Esta formulacin ideolgica, acogida por el gobierno, ha sido muy oportuna. Ha logrado

    confundir a algunos actores poilticos -en la prensa por ejemplo- y ha sido hasta hoy bandera principal para justificar la represin que se dirige selectivamente a los trabajadores. 38Aunque el General Mercado Jarrn no es un tpico dirigente de "la Misin" en sus declaraciones al Semanario "7 Das", al pasar al

    retiro, se encuentra un triunfalismo que refuerza esta posicin que ve lograda la revolucin. Este triunfalismp llega a ser rasgo

    caracterstico de casi toda declaracin del gobierno en esta poca, aunque no sea compartido ni expresado por los militares progresistas, que an en distintos niveles preguntan y cuestionan, limitndose en pblico a ser los que reiteran sistemticamente

    las metas ideolgicas del gobierno (hegemona de la propiedad social, por ejemplo). 39Analizando el caso Brasilero, F. H. Cardoso habla de burguesa de Estado para referirse a un grupo similar de ejecutivos en Brasil. Habra que discutir semejanzas y diferencias, articulaciones con el sector privado y el gran capital. Pero, en todo caso, no

    observamos aqu total homogeneidad y es ms clara su subordinacin a los militares, que incluso en varios casos presiden las principales empresas. En el estudio de esta tecnocracia hay que distinguir posiciones vinculadas en gran parte al origen y antecedentes de sus cuadros. Los hay ms ligados a la empresa privada, los hay militares en retiro y tiene imQortancia un equipo originalmente formado en el

    Instituto Nacional de Planificacin que, a partir de ste y fundamentalmente en el perodo del Ministro Marc del Pont, pasa a dirigir empresas y entes de importancia con una actitud mucho ms progresista que, sin embargo, no llega a destacar en el conjunto. Hay aqu amplio campo a investigar an.

  • peruana al que se teme, se combate o se- admira. El pacto de "la Misin" con el APRA

    es insinuado entre Iineas por la propia prensa del gobierno. En todo caso, el APRA

    puede hacer doble juego, al igual que lo ha hecho en 40 aos de experiencia poi tica:

    agita en la base -sean maestros, mineros, otros trabajadores o en disturbios casi

    espontneos como el 5 de febrero-, pero siempre habr un puente para negociar y

    ofrecer por lo bajo la salida con apoyo aprista40.

    Las mayores especulaciones sobre el rol del AP RA parten de la figura del General

    Javier Tantalen Vanini, Ministro de Pesquera, de conocida familia aprista y que acogi

    en su ministerio a muchos apristas y ex-apristas. Este ministro es sin duda el ms

    representativo de "la Misin". Aparece como principal protector del M LR, articula de

    hecho la Federacin de Pescadores que fue su principal canal hacia las bases; pero parece ser su amistad con Velasco lo que, junto con algo de sagacidad poi tica, le

    dieron lugar preponderante.

    Con Tantalen, integran "la Misin" el ahora velasquista Contralmirante Jimnez de

    Lucio, Ministro de IndUlstria; el Ministro de Trabajo, General FAP Sala Orozco 41 el

    Jefe del SINAMOS, General Rudecindo Zavaleta, que desde enero de 1974 reemplaz

    al General Rodrguez, como quien trae la tarea de destruir todo rastro de su

    antecesor en dicho organismo. Al Ministro del Interior, General Richter Prada, se le

    ubica en este grupo aunque se comentaba el escaso margen de juego que el estilo

    conductor de Velasco dejaba a quien ocupara esa cartera. En todo caso este actor poi

    tico es ms difcil de precisar. El General Segura, Jefe del SINADI, poderoso sistema

    de informacin, se aline tambin hasta el final en esta tendencia. Lle'gan as a

    controlar todos los cargos poi ticos, en especial los ministerios que ms tienen que

    ver con el movimiento popular (Trabajo, SINAMOS, Industria, Interior, Pesquera42. lo

    cual les dar absoluta vigencia, incluso en 1975 cuando numricamente la tendenci

    progresista es mayor en el Gabinete.

    En la coyuntura, sin embargo, no slo estos ministros parecen ser los que optan por la

    poi tica global de "la Misin". El Premier Mercado Jarrn es visto muy en esta lnea,

    aunque su poder real aparece disminuido por su dudosa actuacin durante la primera

    crisis de la enfermedad de Velasco. Ministros como el de Economa y Finanzas, General

    Vargas Gavilano, por su tradicional subordinacin al presidente, parecen seguir el

    rumbo de los ms fuertes. El espectro es as ms amplio en favor de "la Misin" y de su

    proyecto pro-capitalista y abiertamente autoritario y antipopular.

    "La Misin" aparece ligada a las distintas fracciones de la burguesa que entonces, luego

    de la derrota de la tendencia liberal y de la toma de los diarios, casi no se expresan

    directamente en el debate poi tico. Varios ministros tienen eficientes relaciones con la

    burguesa ms moderna y se rodean de empresarios que se distancian, al menos en

    apariencia, del proyecto liberal de la burguesa. Todo esto debe an ser estudiado. En

    t9do caso; lo que s queda claro es que la poi tica que defiende "la Misin" es adecuada

    a las exigencias de las grandes empresas privadas, especialmente industriales. El control

    de las organizaciones populares -rgido y sistemtico- le es funcional, como lo es el

    estrechamiento del espacio poltico cuando la crisis econmica es mayor y se siente en

    el pueblo. En la actuacin del MLR se hacen evidentes articulaciones eficaces con los

    40Hay la hiptesis de un experimentado observador de la coyuntura, que al analizar la estrategia seguida por el APRA en gremios donde tuvo decisiva influencia (caso maestros y en menor grado mineros) observa que difcilmente puede desaparecer y dejar homogneo control a la izquierda opositora al gobierno. Este observador encuentra all un reacomodo del APRA que

    manteniendo cuadros adictos estimula el conflicto de.esta izquierda con el gobierno, genera coyunturas de crisis, no aparece y no es as reprimida pero logra efectos concretos. Aunque bastante "maquiavllca" cabe estudiar la hiptesis. 41Nombrado Jefe del SINAMOS a principios de 1975, luego de haber pasado al retiro. 42 Pesquera e Industria son Ministerios de la Produccin pero con poder efectivo sobre sectores obrero.s muy importantes.

  • empresarios que confirman esta ligazn difusa a nivel de los actores y la escena oficial,

    aunque no a nivel de los intereses defendidos y las poi ticas implementadas.

    Es claro que el gobierno en su conjunto no se desliga de estos intereses empresariales,

    aunque tiene an margen de autonoma, en este tercer perodo. Se debe a la

    hegemona evidente de la Misin? O ms bien a conciliacin entre las partes, influida

    por la divisin sectorializada del Poder Ejecutivo? En todo caso, hay tambin amplio

    margen de error y limitaciones que provienen de los actores y del tipo de rgimen. Lo

    que s es claro es que "la Misin" lleva la iniciativa poi tica en todo el perodo y que la

    tendencia alternativa est a la defensiva por sus propios caracteres y su falta de una

    expl cita alternativa econmica. Retomar la iniciativa en trminos militares al

    derrocar a Velasco. Pero no estar sola y en un cuadro ms complejo, que analizamos en la resultante, aparecer triunfador. . . por muy poco tiempo.

    2.2. LOS MILITARES PROGRESISTAS

    En este perodo el enfrentamiento bsico encuentra una tendencia progresista sin

    Velasco al frente. En ella se aprecia la actuacin de los coroneles de 1968, convertidos

    ahora en generales, con gr'andes posibilidades de mandar el Ejrcito. A diferencia de la

    mayor parte de "la Misin", los Generales Fernndez Maldonado, Leonidas Rodrguez,

    Enrique Gallegos, Miguel Angel de la Flor y Ral Meneses, s tienen posibilidades de

    ascender a los altos mandos de la Fuerza Armada. Ello y su ubicacin promocional, ms

    jvenes que "la Misin", les permite jugar en poltica con un criterio de mediano plazo,

    considerando necesario el cuidado de su carrera institucional militar. Con rpidos

    ascensos, vienen ocupando cargos claves en el COAP, el gabinete o el Ejrcito desde

    hace ms de 6 aos y constituyen la avanzada progresista del gobierno en el que, luego

    de tener rol preponderante en las etapas anteriores, procuran construir un proyecto

    coherente. Aunque estos oficiales son los que aparecen ms identificados con el

    p~nsamiento oficial del gobierno, resulta difcil identificar su actuacin, a partir del

    discurso poi tico an impreciso y ambivalente. La lucha poi tica es, sin embargo,

    elemento que define y por ello en este perodo la tendencia progresista es definida en

    funcin de su contrario, ms que en base a un ideario explicitado como alternativo.

    El enfrentamiento principal con "la Misin' parece darse en lo que se refiere a las

    relaciones del gobierno con el movimiento popular y en el proyecto propio destinado

    a vertebrar a ste con el gobierno. Ante las organizaciones populares, se

    caracterizaron siempre por un menor endurecimiento y una mejor disposicin al

    dilogo, an al tratarse de acciones vertebradas por la izquierda opositora al gobierno.

    En cuanto al proyecto propio, fueron claramente opuestos a los operativos y su

    aproximacin intentaba hacer realidad el participacionismo de las declaraciones

    oficiales, a pesar de las obvias limitaciones que ofreca en el cuadro de lucha poltica

    interna y externa al gobierno, que es caracterstica del perodo.

    La accin del SI NAMOS es parcial reflejo de la tendencia progresista, tanto en el

    perodo del General Rodrguez como en algunas acciones que continuaron luego

    hombres identificados con l, Em abierto enfrentamiento con el General Zavaleta.

    Frente al marcado anti-comunismo de "la Misin", esta tendencia no parece caer en la

    trampa ideolgica de entender que el comunismo es su enemigo principal, aqu y

    ahora. En efecto, aunque distingue claramente posiciones respecto a las opciones

    comunistas, su actuacin no crea ese gigantesco enemigo que "la Misin" ve por todas

    partes. Como en muchas partes de Amrica Latina se utiliza en el Per de 1974 el

    anticomunismo como forma de quebrar todo intento progresista y recuperar poder en

    favor de las posiciones ms reaccionarias. Aqu , la lucha poi tica haba alcanzado su

  • mxima intensidad en la expropiacin de los diarios. Con ella la derecha qued silen-

    ciada en julio de 1974. Pero no dej de actuar sino aprovech incluso su silencio

    aparente para orquestar una accin ms decidida en el gobierno y la Fuerza Armada,

    utilizando bien los temores, las dudas e incluso la con'fusin ideolgica presente en

    muchos de los actores. Encontr en el anticomunismo su arma principal. El discurso

    lgico parta de analizar experiencias muy distantes histrica y geogrficamente- pretendiendo compararlas con medidas como la expropiacin de los diarios, la

    Reforma Agraria o la Propiedad Social. Pero no quedaba all el trabajo. Haba que

    presentar como comunista toda accin opositora del movimiento popular, e incluso

    todo conflicto originado en posiciones progresistas. Haba que calificar de comunista

    toda crtica de izquierda e incluso encontrar comunistas entre los propio obispos de la Iglesia Catlica. Haba que exagerar hasta la paranoia la fuerza que entonces pudieran

    tener las distintas y enfrentadas posiciones comunistas 43(211). Se aplica as, a la

    perfeccin, una regla bsica de la propaganda poltica: la regla de "la simplificacin y el

    enemigo nico" 44(212) que sirve para ocultar la opcin alternativa, en este caso, los

    intereses de la propia burguesa defensora del capitalismo dependiente y amenazada

    por todo intento de cambio social. "La Misin" ve comunismo por todas partes, incluso

    en la tendencia progresista. No habr crtica ni intento de actuacin autnoma -incluso

    en la nueva prensa que no resulte desfigurada al analizarse en funcin del miedo al comunismo, al margen de todo anlisis serio de la realidad; Esto, sin embargo, no

    puede entenderse como mero error poi tico. Es la asuncin de la ideologa burguesa

    en todos sus trminos, de la misma forma en que fueron asumidos sus intereses en

    otros aspectos de la poi tica propuesta y realizada.

    La tendencia progresista no cae en este juego. Percibe que el enemigo principal es "de

    casa" y que tiene- en la burguesa y en los restos de la antigua oligarqua actores que

    necesitan reinterpretar en su favr las reformas emprendidas por el gobierno para

    anular sus efectos. Esa burguesa acta con una fuerza que le viene de su umbilical

    relacin con los intereses imperialistas, que en este perodo utiliza sagazmente la

    accin interna y externa, mostrando la imagen de un pas aislado dentro de un

    continente que camina al fascismo casi irremediablemente. La peculiar coyuntura

    internacional impactar decisivamente en hombres formados para la defensa nacional y

    entrenada en los estrechos marcos de la geopol tica. "La Misin" tendr as doble

    arma de chantaje contra los militares progresistas: son acusados de comunistas y

    presentados como una amenaza ante "el crtico cuadro internacional", culpndolos de

    un aislamiento continental que podra devenir en derrota ante Chile.

    La tendencia progresista tiene as un cuadro peligroso al frente. Ello quizs explique

    una actuacin dubitativa en el perodo, particularmente al perder audiencia ante el

    Presidente Velasco.

    Resulta difcil hacer ms precisiones de nivel ideolgico por e'l carcter de este trabajo,

    centrado en el anlisis del juego poi tico prctico, bsicamente de la escena oficial.

    Pero puede observarse en los militares progresistas inconformidad con los logros

    alcanzados, frente al forzado triunfalismo de "la Misin". Se ve en los primeros que, al

    menos intuitivamente, se constata que sta sigue siendo una sociedad capitalista y que

    43 En este macartismo de Ula Misl6nU hay un claro intento de arrinconar a los militares progresistas dentro de un ejrcito con

    ciar!: preparacin anticomunista desde la dcada del 50. En los trminos de su praxis poi (tica no se discute, se acusa por lo bajo, y fieles a la ms pura tradicin de los Servicios de Inteligencia, no se debate ni se prueba. Todo progresista es as( sospechoso primero e infiltrado despus. El mismo Velasco parece actuar as(, segn propias declaraciones, calificando como comunistas a integrantes de la uaplanadora" del SINAMOS que estuvo muy marcada por el antcomunismo de Carlos Delgado. Parece haber

    relacin entre el anticomunismo de Ula Misin" y el anticomunismo aprista que viene desde los aos 30. No hay que olvidar que en la dcada del 60 ubicaban a Belande como procomunista. He aqu( un punto de encuentro ms que cabe investigar. 44 Ver en J.M. DOMENACH, LA PROPAGANDA POLITICA. Eudeba, Buenos Aires, 1966. Pg. 52.

  • se requieren cambios ms audaces para superarla. La ideologa generada por el

    gobierno se toma en serio y por tanto se rechaza la poi tica vertical y manipulatoria de

    "la Misin", aunque sin poder generar un proyecto alternativo de movilizacin popular,

    en parte por las limitaciones que resultan del carcter institucional del rgimen y pOr

    el chantaje que ejerce "la Misin". En el plano econmico, tampoco llega a plasmarse

    una alternativa a la poi tica global que para entonces muestra el gobierno. Esta, sin

    embargo, es vista sin el triunfalismo y la defensa que "la Misin" realiza. Ms an, se

    recogen algunas de las crticas centrales que el diseo econmico muestra, como la poi

    tica industrial tradicional o la explotacin de la ciudad sobre el campo. No existe, sin

    embargo, un planteo alternativo en materia de poi tica econmica: y all se

    estjugando el futuro del rgimen. Por la distribucin sectorial del poder no se le exige esta definicin en 1974, pero luego, en la segunda' fase, ser uno de los elementos

    centrales de su debil idad poi tica.