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[15] La fuerza de la cultura y la cultura del poder Félix Duque E n el respecto abstracto, «cultura» (al igual que «filosofía»), es uno de esos términos empleados para todo, que a veces parecen significarlo todo, y que corren por ello el riesgo de bana- lización y aun de hastío, dado el desgaste producido por un uso mostrenco. En el respecto empírico, la cosa parece ser aún peor. En manos de científicos sociales (o de algunos de ellos, digamos por prudencia): antropólogos, etnólogos, sociólogos, politólogos y demás usuarios del logo del lógos, no hay tanto cultura cuanto cul- turas; y, diseminando más el término hasta convertirlo en calde- rilla, parece que, aparte de contracultura, subculturas y Cultures of Identity (en inglés queda mejor), lo que hay sobre todo son: ruinas, cuadros, músicas variadas, mas también botijos, cacharros de barro, puntas de flecha, latas de Coca-Cola, pendientes, aretes, lápices de labios, discursos de políticos y hasta poesías. Si bien se mira, ambos extremos –por exceso o por defecto– conducen a lo mismo, o sea: a nada de particular.

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[15]La fuerza de la cultura y la cultura del poder Flix DuqueEnelrespectoabstracto,cultura(aligualquelosofa), esunodeesostrminosempleadosparatodo,queaveces parecen signicarlo todo, y que corren por ello el riesgo de bana-lizacinyaundehasto,dadoeldesgasteproducidoporunuso mostrenco. En el respecto emprico, la cosa parece ser an peor. En manos de cientcos sociales (o de algunos de ellos, digamos por prudencia): antroplogos, etnlogos, socilogos, politlogos y dems usuarios del logo del lgos, no hay tanto cultura cuanto cul-turas; y, diseminando ms el trmino hasta convertirlo en calde-rilla, parece que, aparte de contracultura, subculturas y Cultures ofIdentity(eninglsquedamejor),loquehaysobretodoson: ruinas, cuadros, msicas variadas, mas tambin botijos, cacharros de barro, puntas de echa, latas de Coca-Cola, pendientes, aretes, lpicesdelabios,discursosdepolticosyhastapoesas.Sibien se mira, ambos extremos por exceso o por defecto conducen a lo mismo, o sea: a nada de particular.16 FLIX DUQUEPara tratar de enunciar en cambio algo concreto sobre lo que ese trmino quiera decir a pesar de su manoseado trasiego, imaginemos la sencilla operacin siguiente (disculpndome de antemano por si alguien encuentra el smil algo chusco y poco cientco): supongamos que alguien saca con un cubo un poco de agua del arroyo cercano, somero y de aguas ms lentas que un vals de Debussy; se va luego a casa y, no sin aadir al agua recogida otras porciones de proce-dencia diversa: de lluvia, de otros ros y arroyos, y hasta del grifo, lavierteencontenedoresdedistintasformasytamaos,ymete stos en el congelador del frigorco hasta que el agua se congela, formando pequeos y compactos bloques de hielo; vuelve luego a la orilla, y arroja sobre el lnguido curso del arroyo los trozos de hielo, rompiendo as sbitamente su placidez soolienta al crear en elaguapequeoscentros,entornoaloscualesseirnformando efmeros crculos: algunos, intersecados; otros, dscolamente aisla-dos;todosellos,destinadosadisolversehastaunanueva,dulce pedrea de hielo. Como dira Antonio Machado: oh, la linda ta-rea! [...] otra vez a empezar. Tambinyodisuelvoelfcilsmilypropongoalefectoesta brevedescripcindeurgencia:lasobrasdeculturasonfragmentos congelados del tiempo social, capaces de cambiar ecazmente el curso de las cosas hasta disolverse de nuevo en l, no sin enriquecerlo, o incluso ensuciarlo, al decir de quienes gustan de beber siempre de la misma agua. Tiempo congelado, pues, de distintas formas y conalgodenuevosaportesdecontenido:concretadoenobras, signosoescorzosalusivosainvenciones,actitudesogestosde creadoresreexivos,einsertotodoelloenlasdiversasformas de vidaespecicadorasdeungrupohumano.Formas,cogulos capaces de intensicar y de hacer ms complejas y articuladas las relaciones de los hombres entre ellos, y con su entorno, bien sea domesticando a ste para hacerlo favorable y propicio, o al menos inocuo; bien sea, por el contrario, mantenindolo a distancia o, a LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 17veces,confuerzasucientecomopararepelerlooinclusodes-truirlo por nocivo. Todoeseconglomerado,depuradoyensambladocomouna constelacindesentido,vienealpuntorepetidoinvocadode nuevo en palabra, imagen o ritual, dando lugar as a un curso ms o menos bien encauzado, en el que la impronta de lo en l recogido, y conlentremezclado,mereceserconservadayregistrada comosigno y seal en diversos archivos (recurdense los contenedores del congelador), a n de que, a partir de esas huellas y moldes ar-chivados, sea posible recurrir a lo cursado para renovarlo y reinter-pretarloenmomentosanlogosaaquellosenlosquesurgierala invencin o el hallazgo: trminos, stos, que remiten en su origen al mismo efecto activo, esto es, a la inventio: la encrucijada del ir a dar en algo al venir ello a nuestro encuentro: una palabra que, a su vez, encierra en su raz el doble estar a la contra del inventor que encuentra y de lo encontrado que ad-viene a l. De este modo, la invencinayudaaconvertirlairrupcindeloaparentemente ajeno en algo que modica el entorno habitual, haciendo del mismo algo un sitio ms habitable.Ciertamente, si el grupo o un individuo signicado del mismo no recurre en la ocasin propicia o peligrosa a ese tiempo congelado, el curso social seguir circulando, indiferente, por las formas vitales de la comunidad, pero ya inerte, literalmente sin recursos. Se torna en agua casi estancada, compuesta del deshielo de inventos y en-cuentros caducos, decados en sus derechos... a menos que, como se acaba de insinuar, otros fragmentos reavivados por las huellas conservada en los archivos vengan a ser arrojados al ujo social, vivicndolo mediante bruscas irrupciones de sentido, pero subor-dinando las trazas de las obra o signos cotidianos a la rbita pro-ducida por la nueva piedra arrojada al ro del tiempo. Y es que, si nuestra era fuera sin ms lquida, como repite de diversos modos y maneras un socilogo polaco; si no hubiera cortes, diques y hasta 18 FLIX DUQUEgranizadas,pedreasyauninterrupcionesdelosdiversoscursos, entonces la sociedad dejara de ser eso que tanto se dice: lquida, en-trando en cambio rpidamente en liquidacin (para algunos agore-ros,quiznoestemosyalejosdeello,cumpliendodeestemodo Occidente su destino mitogeopoltico: ser el lugar donde se pone el sol, la Costa de la Muerte). Volviendo a esta suerte de generalidad concreta en la que, no sin ambigedad, me estoy moviendo, cabra decir (pero ahora desde unpuntodevistadepieatierra,osea:humano:represeenque homo vienedehumus)quelaculturaesunintentodesesperado de individuos o grupos sociales por escapar, de un modo al cabo precarioyefmero,aladecadenciaylamuertemedianteunex-trao proceso de vacunacin, consistente en inyectar en las diversas formas de vida muertes diminutas o simulacros de muerte retenida, de aire por as decir vamprico, ya que, a quienes se atreven a acer-carsealarchivodelosfragmentos deuntiempoido,sonlastra-zas de stos las que los tientan una y otra vez para que se los haga reviviryreingresarassiempremudadosalairedeltiempo nuevo en la circulacin de la sangre caliente de la comunidad (y perdnese el cambio de metfora: del agua a la sangre; del ro al cuerpo social).Segnsehainsinuadoantes,eseconjuntodeinvencionesy hallazgos compartidos (a las veces tan usados que acaban por des-gastarseynecesitanserreemplazadosporencuentrosnuevos, aunque por lo comn son ms bien reformulados y transmutados, llamadosarenovadavidayfuncin)constituyenlapromesadel habitar, de la convivencia: y es que la vida en comn no est hecha sloniprimordialmentederefugio,alimentoycoyunda,sino congurada por la retencin de humanos alientos ya pasados, rete-nidoscomoposoysostncasifantasmticodelaexistencia presente.Sisemepermitelaimpertinenciadecitarenlatn,yo diraconmipaisanoJuandeUlloa,ensuProdromusseuProlego-LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 19menaadscholasticasdisciplinas(Roma,1711),queesashuellasy trazas (los engramas y matrices culturales) son algo as como: com-principia data animae, solummodo esse viventia accidentalia, & impropria, quatenus cm viventia non sint, viventem substantiam adjuvant (coprin-cipios dados al alma, siendo entidades vivientes slo de modo acci-dental e impropio, porque, aun cuando no estn vivos, ayudan a la sustancia viviente).Pues bien, por seguir con el latn, el participio futuro (el futuro delapromesa decontinuidaddelavida)delverbocolo (habitar, vivir en comn) se dice cultura. Cultura es pues la trabazn inge-niosa de restos dignos de ser conservados, y no slo como garanta de continuidad, sino tambin y sobre todo como promesa de que, a travs de la herencia de esos posibles y de su habilidosa transforma-cinenrealidadesinditas,seguirhabiendofuturo.As,enla palabra seminal (no la palabra del origen, sino la apertura del por-venir!) late la promesa de la habitabilidad de la tierra, generosamente regada por los ros culturales. Ahora bien, si necesaria es la cultura para habitar la tierra (en lugardeestarenella,sinms,comolapiedra,elrbolylaser-piente)esporque,yadesdeelinicio,elhombreeseseextrao animal que reniega de serlo, que rechaza selva o guarida, o bien con fuego y con armas expulsa de las cuevas a sus habitantes naturales: roedoresomurcilagos,oselasdisputaadepredadoresmspo-derosos, pero menos hbiles y temerarios. E incluso, atrevido, se echa al mar con un madero bien labrado, bien para establecer lazos comercialesydeintercambiosimblicoconotrospueblos,bien pararecogerconpenayesfuerzoelalimentoacutico,quetam-bin se ara el mar, como saba Hesodo. El hombre es ese animal renegado, hacedor de tiempos y espa-cios contranatura,afuerzadeatreverseavivir,porlopronto,a contratiempo y a la intemperie, sabiendo de s slo por el hecho de ser reconocido por el grupo como socius y amicus y por los otros, las 20 FLIX DUQUEmsdelasveces,comohostis(esconcebibleacasounhombre aislado?),cambiandosusposibles encosasyenobras,abasede golpes de mano.De ah que toda cultura se torne enseguida, y de manera casi indistinguible, en cultivo y trabajo de una tierra con la que el hom-bre no est conforme (y al contrario, y por el mismo motivo: porquela tierra no se pliega ya, obediente, a las necesidades y caprichos humanos, como hiciera otrora, en el mtico Paraso perdido).Dos puntos se siguen de esa liminar refutacin: el primero, que elhombreseniegaaaceptarunorigenprejado,cualquiera que ste sea; pues incluso en el Jardn, al este del Edn (al este de latierrayerma)eraundesplazado:Adnelformadodeesa misma tierra fue puesto en el Paraso por Dios. As que, una vez fuera de aqul y para siempre, desconfa ms bien de un origen del que l, sin conocerlo a derechas, tiene oscura noticia, hasta el punto de que ms tarde, en el fro extremoso y asctico del lute-rano espritu del Norte, Jakob Bhme ver en la naturaleza el tra-suntotenebroso,lacleradeDios,trastornadacomoLucifer; Kantlaconsiderarmadrastra(interpretandolaseparacinli-minardeellacomopeccatumoriginarium,oseacomoorigendel hombre); y Hegel ver en ella el desecho del pensar, el Proteo al que domear y, en lo posible, suprimir y superar. El segundo punto es ms bien una consecuencia de lo anterior: elhombre(omsbien:laimagenquedelnoshatransmitido la culturaoccidental)noes,sinoqueestsiempreentrance(estsiendo sido, si queremos decirlo en la jerga heideggeriana); a cada instante est dejando de ser (aunque slo se da cuenta de ello en momentos decisivos, cargados de simbolismo). Pero ello no signi-caquelhayadejadodeseresoquelesencialmenteerayaabinitio;no,loqueldejadeseres,entodocaso,unamanera,un cierto perl de ser tal hombre de tal sociedad, desprendindose de una inversinarticialyaendesuso;encorrespondencia,estvi-LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 21niendo a ser, mas tampoco en este caso a algo ya predestinado; no, lo que l viene a ser es ms bien la plasmacin un tanto torcida, a la verdad de sus deseos y anhelos, la mayora de ellos descubiertos in actu exercito, sin premeditacin y en el movimiento, en el momen-tum de la voluntad, y para cuya realizacin precisa ser adems fre-nadoomoldeado,alentadoodesviadoporunasegunda realidad;una realidad tambin ella articialmente, tcnicamente devenida.Cambiando, descansa, dijo del lgos to ksmou el oscuro He-rclito. El hombre no tiene naturaleza; lo que tiene es historia, repite a su modo y redondea el claro y corts Ortega. Y la historia, o sea el tiempo escandido, ritmado a conveniencia segn las gran-des cosmovisiones en las que los hombres reconocen su pertenen-cia su pertinencia a travs de las generaciones, puede entonces hilarse en Historia, en narracin con sentido convenido y con n presentido (de nuevo, Ortega: La historia es una cancin que slo se canta entera). Y ello, si y slo si los acmulos de invenciones, de intervenciones y hasta de agresiones en la naturaleza (o en otros pueblos, tenidos en mucho: como rivales, o en poco: como anima-les Kant deca que, para los conquistadores, era como si los ind-genasnoexistieran)sevanengarzandoendocumentosymonu-mentosdecultura(pormsqueBenjamintengahartaraznal advertirnos de que esos documentos lo son tambin de barbarie), congurando asintticamente de este modo la idea (por ms regu-lativa que sea) de humanidad: ese estadio inalcanzable, quasi divino,alquetenderanloshombres,segnlasdiversasgeneracionesy pueblos: el nal de la Historia (porque ya no hay nada que contar) por consumacin de la historia (porque ya no habra nada nuevo que vivir). Ahora bien, a las aportaciones de la cultura (incluyendo en ello ladepuracindelosresiduosaqueellaprocede)seleshacere-exionar(eneseimpersonalse,estnsubrepticiamenteagaza-padospolticosdeemperadoresamuidoresdelaopininp-22 FLIX DUQUEblicayconsejerosdepoetasatecncratas),incidirsobreuna determinada coyuntura histrica, quedando as esos aportes tesauri-zados o, mejor, sacralizados, haciendo del pasado que merece ser con-servadobaseygaranta(mticaoreligiosa)delajusticacindel poder. Al aduearse de la cultura (no sin resistencia por parte de los materiales, fsicos o sociales) so pretexto de protegerla y fomen-tarla,aquellosqueposeenfuerzayprestigiosucientecomopara imponerse sobre los dems adquieren, por esa capitalizacin cultural,legitimidad de origen, o sea: auctoritas (de augeo, puesto que el as ungido viene por ello situado como cabeza y gua del crecimiento de las semillas de vida de los gobernados). Y en nombre de esa preser-vacindelacultura,histricamenteconsolidada,laautoridad se arroga tambin la potestas, el poder de sofocar violentamente cual-quier desviacin de una narracin mtica o histrica propuesta de antemano, e interesadamente: a priori (como Kant de nuevo, Kant olfate enseguida respecto a la falacia de la escritura de la historia en pasado, aunque lo hiciera slo para proponer su propia concepcin de Progreso del gnero humano hacia lo mejor). La cultura es, en-tonces, tesaurizada comofarodelpasado:origendelaauctoritas,e instrumentalizadacomolbarosagrado contralastentacionesde desviacin de un presente que tiene las cartas marcadas: justica-cin de la potestas. Autoridad y potencia se pliegan ahora sobre un territorio y sus habitantes, marcando al uno y los otros como ditio yjurisdiccin:prdromodelaestabilidadpoltica,delpoder delEs-tado.Slo que, si se cumpliera por entero esa doble utilizacin (es-taba por decir: ese doble abuso), el tiempo se aquietara sobre un pasado de hecho tanseleccionado como al pareceroriginal, plegn-doseelpresentesobreeseanquilosamientoacumulado(comosi fuera un dique, o el corte de un segmento que no permitiera ir ms all: o sea, como un mun de la historia). Ello supondra, parad-jicamente, la muerte por consuncin de la cultura y, de consuno, LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 23de la naturaleza contra la que ella lucha (aunque ya se va entre-viendoque,siasfuera,loquellamamosnaturalezanosera sino el montn, ms o menos bien aderezado, de la cultura y sus restos: el montn de escombros que asciende a los cielos y espanta al Angelus Novus de Benjamin). Pero tambin implicara la muerte de la historia misma por indolencia, as como por falta de historias arracimadas en Mito o en Historia (y ello por astenia, por carencia de thyms, como ha sealado Fukuyama y, ms recientemente, Slo-terdijk).Naturaleza y culturaDel programa de dominacin total de la naturaleza por parte de la cultura (artstica, tcnica, econmica y poltica) es responsa-ble la hybris, la soberbia del habitante de Occidente, ese orgulloso inventordelconocimiento(Nietzschedixit)ydelainformacin (doble homenaje, aqu, a McLuhan y a Heidegger) como factores delcrecimientoexponencialdelaseparacindelhombreres-pecto de su matriz natural, para el cual, en denitiva, es como si los productos culturales nada debieran al peso y gravedad de la tierra (o a la uidez de las aguas, difciles de apresar en bulto y gura). Las tcnicasacabanasporserconsideradascomoloeraelarteen Kant(sensulato,englobandodesdeluegotodoloarticial):una produccin librrima, que sera del todo arbitraria si no fuera por-que sus acciones y sus obras han de tener a la base racionalidad (al menos, tecnolgica).Sea como fuere, parece que el problema de la cultura con res-pecto al poder que medra a su sombra y amenaza con fagocitarla pro domo sua remite al problema de los modos especcos de mani-pulacin y proliferacin habidos desde ella y revueltos contra ella, envirtuddeamenazasnaturalesodeldesafodeotrossistemas 24 FLIX DUQUEsociotcnicos). O por explicitar la cuestin ms exactamente: de dndesurgelaposibilidaddeenlazarlosbienesculturalesin-cluso,dedistintaspocasypuebloscomounthesaurus que conereautoridad,legitimidad,alpoder?Ymsan,dednde procedelaposibilidaddeorganizaryestructuraresetesoro hasta conseguir que de l se extraiga un sistema sagrado que justi-que la utilizacin legal de la violencia, o sea: la potestad que hace, de la fuerza, poder?A esa pregunta cabe acercarse un tanto, en virtud de una sos-pecha ya antes adelantada, a saber: si es plausible la idea de que la cultura surge como un conjunto uido (por condensacin, despla-zamiento,desechoyreciclado)deinvencionessinorigenjoni metapredeterminada,noserentoncesilusorioeinclusoenga-oso todo intento de servirse de un movimiento discontinuo, y en buenaparteazarosodeencuentrosydesencuentros,precisa-mente para pregurar o ngir un curso estable de los aconteci-mientos y una destilacin bien predispuesta de los productos cul-turales, como justicacin del ejercicio del poder? Qu es lo que se oculta, en denitiva, tras las relaciones entre cultura y poder, al parecer tan previsibles y regulares que incluso en muchos pases existe un Ministerio de Cultura a este propsito? (Por cierto, en Espaa, un Ministerio anqueado por la Educacin y por el De-porte, como si la cultura misma se hubiera escindido en saber en-derezadoalnegocioyenjuegocomopromocindelocio;pero ambos, al servicio de la destinacin del hombre como homo faber.Como si dijramos: ludere et cogitare, qua praeparatio ad laborem).En aparente tautologa, lo que all se oculta es lo oculto; un adje-tivo neutro, empleado como sustantivacin del participio de pasadodelverbolatinoocculo (asuvez,deob-colo);recurdeseque,en cambio, cultura era la sustantivacin del participio de futuro de colo.Por su parte, el prejo ob- denota en este caso oposicin, estar a la contra(como,p. e. ob-jectum esaquelloqueseenfrentaalsubjec-LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 25tum). Lo oculto es el pasado de la tierra (recurdese en todo caso que por tierra no entiendo una entidad o una cosa slida ah de-bajo y menos un elemento, frente al aire o el agua, sino que es la respuesta siempre esquiva, y nunca del todo otorgada a una manera de ser hombre una maniera o estilo vehiculada por el cauce uido de las culturas y plasmada en sus tcnicas; por decirlo brevemente: la cultura es el agua por cuya virtud se da tierra, aun-queseademodorenuente).Esepasadonuncapasado,que oprimeyatosigaalpresente,serebelaunayotravezcontrasu conversin en una naturaleza domesticada, y que rechaza ind-mitotodohabitarhumano.Ocultossonlossenoscncavoy convexo del subsuelo chtonio, del fondo marino y del cielo empreo.Oculta e innombrable es la raz, la procedencia del brotar y el na-cer de plantas, animales y hombres, y del destino de su caducidad y su muerte. Por llamar a eso que est en contra de todo cultivo y cultura (eso que deja ver el desencuentro latente en todo encuen-troeinventio) conuntrminopoticoysesgadoquepocotiene que ver con lo geolgico y lo astronmico, como he indicado hace poco en parntesis, podemos evocar lo oculto como tierra: la quie-bra y clausura de todo lugar que se da en todo ujo cultural y en todo dar lugar tecnopoltico (y slo en l); corresponde a cultura y artes con hosquedad que revela una ltima e indomable indispo-nibilidad, personicada mticamente en sus extremos como los dio-ses inmortales y como los muertos de la comunidad. Pues bien, a este respecto podemos considerar como la ms alta astucia de la razn (o mejor: como la condicin preliminar de posibi-lidad de la razn misma y de su poder) la estrategia consistente en revolver hbilmente y a la contra esa indisponibilidad del origen, poniendosimblicamenteenlamedidadeloposiblealosIn-mortales al servicio de los Mortales y a los muertos al servicio de los vivos, dando literalmente lugar a lo oculto al recortar para ello un espacio determinado, acotado (recurdese que templum tiene la 26 FLIX DUQUEmisma raz que el verbo griego tmnein: cortar. Se hace salir as a la luz a eso que se zafa de ella. Tal es lo Sagrado: lo profundo in-vitadoabrotaralasupercieyaseacomomanantial,rbolo montaa, y trasplantado luego in efgie a la ciudad o a sus mrge-nes como templo o como cementerio, si es que en el inicio y aun ahora no sigue ese espacio sagrado cumpliendo ambas funciones (represe, por ejemplo, en la catedral de Chartres: en ella se enla-zan una fuente subterrnea de aguas vivas, cubierta por un labe-rinto en el suelo de la iglesia, mientras que su nave se llena de la luz ltrada por los vitrales. El espacio sagrado es as el simblico sus-tituto de una tierra que, por ello, resulta a la vez conjurada y exor-cizada. Con esta operacin de trasplante, lo oculto se torna as en espacio de culto: de consagracin de lo inhabitable por delegacin, diramos. El espacio acota el santuario: fanum(en el decir antiguo, e incluso en una bula papal, se nombra al sitio sobre el que ahora sealzaSanlcardeBarrameda:LuciferiFanum,TemplodelLu-cero, por hallarse all las ruinas de un templo dedicado a Venus: el Lucero): Por eso, fuera de la delimitacin de lo sagrado queda lo enfrentado al fanum: lo pro-fanum, es decir lo profano. Nueva astucia: en virtud de este dispositivo liminar, cabe evocar a los dioses y los muertos, pedir su proteccin y aplacar su clera, peroselesimpidequepuedanpasaranuestrolado.Lodivino queda por as decir alojado en el Ms All; slo en el ritual, diri-gido por el sacerdote, queda permitido por un instante el contacto entre el dios y el hombre; de igual modo, los muertos son los di-funtos: de-functi, o sea los que ya no tienen cargo ni ejercen funcinprofana alguna; en francs son denominados les trepasss; en alemn,dieAb-geschiedenen:loscortadososeparados-delosvivos;porel contrario, a los clsicos, o sea a quienes han dejado una huella cultu-ral perenne y que incluso trasciende los lmites de la propia culturagrupal se les denomina (en un alemn ya un tanto trasnochado, lo cual no deja de ser sintomtico): die Verewigten, los convertidos en LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 27perennes,oseaaquelloscuyaobrapermanece(Ver-) comoalgo dignodeserconservadoyrenovado:comounrecursoeterno (-ewigt). Advirtase que se trata en todos esos trminos de un par-ticipio pasado, que ocia de adjetivo sustantivado. El poder proviene (y sobre todo, se perpeta), en buena medida, en virtud de la fuerza oculta que trasluce en el culto y en el cultivo de lasartesylasciencias.Elorigendelpodersehallapuesenese espacio sagrado, en esos fragmentos de muerte custodiados, guar-dadosymantenidosabuenrecaudo,capitalizadosasuvezsus huellas, signos y registros por quienes se han adueado del poder, evitando en lo posible su recurrencia como amenaza (en francs, los fantasmas son revenants: los que vuelven), pues que, bajo este respecto, todo poder es usurpacin, mientras que el poderoso hace en cambio pblica ostentacin de esa proteccin espiritual (pues que los fantasmas son tambin espritus, como el genius loci que gua y queprotegen).Estenelorigenmismodelapalabra:poder esel innito sustantivado de un verbo auxiliar, que agota su sentido en posibilitar los trnsitos, la funcin transitiva: poder signica estarcapacitado por alguien o por algo para hacer algo. Si esto es as, enton-ces todo poder es delegado. Y si, a su vez, esa delegacin se debe a una cultura que permite habitar, pero cuya fuerza viene de lo radi-calmente inhspito,inhabitable,sesiguequelahabitacinhumana est garantizada y a la vez amenazada por un poder delegado, ejer-cido bajo los cielos, cabe los muertos y sobre la tierra: todo aquello que, en puridad, se halla ms all de nuestras entendederas y que, por ello, es visto como imposible. El poder la facultad de hacer po-sibles proviene, pues, de una astuta retorsin de lo imposible.Las consecuencias de esta tesis son claras, y difcilmente eludi-bles,asaber:pormuchamsicacelestialymuchanostalgiadetierra que se empeen en poner de relieve (de un modo sincero, o hip-crita;real,ointeresadamentevictimista)lasllamadasculturas identitarias, las naciones irredentas, las etnias, los grupos natura-28 FLIX DUQUEles, las tribus y las hordas, la verdad es que, una de dos: o bien no se trata en ese caso realmente de culturas, sino literalmente de incul-tura (por ms feroces o feraces que sean esos grupos en ese inocente devenirsoadoporNietzsche,eseseortanculto),obienhande confesar dichos pueblos que ellos, incluso ab origine, o sea como abo-rgenes, son en realidad colonos. Y es que toda cultura se ejerce prote-gindose de la intemperie de los cielos y violentando a la tierra: ras-gndola, parcelndola y extrayendo a la fuerza sus dones, dejando unapartedeellosenhonordelosmuertos.Loscielosylatierra quedan entonces convertidos tcnicamente en naturaleza y poltica-mente en territorio (que tambin los pases extienden su territorio al mar, allende sus costas, y acotan tambin su espacio areo). Pero entonces, desde esta perspectiva (la propia de Occidente, desde dnde va a pensar uno, si no?) no hay cultura primitiva, ni original: si hay cultura es porque, desde el inicio mismo del grupo social, hay violencia literalmente contra natura, ejercida en nombre del Padre (del padre difunto, decado de sus funciones). De este modo, el poderoso (potens) se muestra ante los sbditos como el delegadodequienesmticamentefuerontestigosdelorigen(un origen supuesto y marcado ex post festum, por supuesto) y exige en consecuencia de esos sbditos (Subjecte, luego arteramente converti-dosensujetos,peroconservandoelnombre:lamarcadela sujecin) que ellos den testimonio de su fe en ese origen (y vicaria-mente, de su conanza en quien lo administra entre la prudencia y la astucia poniendo a los testigos por testigo).La lucha del colono contra el salvaje Al inicio (cercana, fresca todava la estupefaccin primera ante la muerte o la fascinacin ante la fuerza celeste y telrica), el ejer-cicio primero del poder transgura esos factores como lo sagrado a LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 29travs del culto, del mito (luego racionalizado en el lgos de la teo-loga) o del rito (luego institucionalizado como religin). Y, por medio de ese ejercicio cultual, el detentador del poder lo muestra al pueblo como la condicin liminar de posibilidad del trabajo y de la habitacin de los hombres: del cultivo y de la cultura.En los viejos mitos y narraciones, en donde se da de qu pensar anuestracultura,yenlosquestasereeja,brillaesaenemigaprimordial contralanaturalezaexterna,perodespusconsiderada como propia, como apropiada para la vida social; una hostilidad simblicamente personicada en Hrcules, el semidis philanthr-pos del que la profeca advierte de que, con el tiempo, su descen-dencia audaz habra de acabar con la andrea de Zeus. Es Hrcules o Herakles el que a hierro y fuego desbasta la ingens sylva cantadapor Vico, para hacer sitio a los campos labrados, cultivados por los hombres. Pero el mito narra tambin la lucha contra la naturaleza interna, contra el deseo incestuoso del hijo (al n, animal de tierra)por su propia madre, castigado para siempre en Edipo, ese rey que tena quizs un ojo de ms: el ojo irradicable de la autoconciencia, de la introyeccin de la culpa. Y no slo cantan el triunfo violento sobre la naturaleza, externa o interna, sino sobre los pueblos que entiendencercanosalaanimalidad ,comoenelmitodeTeseo, que vuelveaAtenasparagobernarlasabiamente(pasandodela tutela de Apolo a la de Atenea), tras matar al Minotauro en su la-berinto. O Jasn, que surca por vez primera los mares con la nave Argos, para llegar a la lejana y salvaje Clquida y arrebatar el ve-llocino de oro con ayuda de una maga que luego, vengativa, ma-tar a sus propios hijos por haber sido abandonada.Se quiera o no, pues, en el origen del hombre culto (y luego, en baseaello,tambincivilizado:animalpoltico,yanodetierra, sino de convencin) est la lucha del colono contra el salvaje, sea que ste ocupe las tierras que, sin embargo, le estn destinadas por el dios (como Canan, prometido a Israel por Yahvh), que sea ex-30 FLIX DUQUEterminado (como los indios de Norteamrica o del Cono Sur), so-metidocomoilota (comoenelcaosdeEsparta),otoleradocon restriccionescomometeco (hastaunAristtelesloera,enlamuy cultaAtenas).Seroccidentalsignicanoquererserautctono(conlo que, paradjicamente, los antiguos griegos que forman uno de los principales orgenes de nuestra cultura no seran cultos ni estaran cultivados, mientras que s lo seran los judos, sea como conquista-dores de la Tierra Prometida previamente ocupada, sea como cen-trifugados habitantes de la dispora; y por excelencia, cultos lo se-ran los romanos, tenidos por Virgilio como troyanos desplazados, ydenida por Cicern la funcin ms alta del hombre: la losofa, como cultura animi).De ah que Europa, la cuna de la cultura (en este sentido, no en eldeantroplogos,etnlogosydemscoleccionistasdeinventa-rios)sehayatenidosiempreensusmejoreshombrescomoesa tierra tan renegada de s que coloca en su origen el desplazamiento por mar de una princesa fenicia a lomos de un toro nadador. Eu-ropa es y existe en y para s (o ms cautamente: ha existido hasta lasangradelasdosguerrasmundiales)sloestandoperenne-mentesaliendodesyregresandoasdesdeyenlootrodes misma. Como se dice con incomparable agudeza al inicio del Criti-cn, nuestra manera de ser europeos (no limitada a un continente concreto) se cifra en tres palabras: la porttil Europa.Estamarcadeunorigenretorcidomaosamentecontral mismoestambinnuestramarcacainita(sitomamosenseriola alusin del Gnesis sobre Can: ese primer fundador de la ciudad, y al que los dems no pueden matar por llevar siendo l un ase-sino la marca de Dios sobre su frente). En este sentido, la fuerza delaculturasetornaenpoder delacultura,capitalizadoporla culturadelpoder.Comoespordemsobvio,cuantomsguarde una cultura la memoria del origen de su fuerza, a saber: el espacio sagrado dedicado a sus muertos y sus dioses, tanto ms apegada a LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 31la propia tierra estar. Necesariamente, esa comunidad no puede dejar de trabajar y cultivar tanto la tierra como de aprovechar sus recursos energticos, elicos o hidrulicos; y en ese sentido,colo-niza su propio territorio, con el riesgo de mantener colonizados en l en un sistema rgido de castas y estirpes a quienes no dis-ponen de tierra propia ni son hbiles para dedicarse al comercio; y enlaescalainferior,dominaennsobremetecosyperiecos:los campesinosypescadoresdelasaldeas,villorriosycaserosveci-nos, an ms pegados a la tierra que quienes, orgullosos, se aslan delcampo abiertotraslasmurallasdelaciudad:losautnticos cainitas. Si esto es as, se sigue que a una mayor civilizacin (o sea, el estadio propio de la cultura de la civitas, centrada ms en la in-dustria y el comercio, o sea en la movilidad de los ujos, que en la jacin al suelo o a la orilla) le corresponde un ms fuerte espritu colonizador,locualimplicaporsuparteunclaroyprogresivo desapego a los manes y penates, es decir: a las sagradas palabras de la tribu, cada vez ms sustituidas por plidos simulacros e imgenes desvadas,comosilossignosdelpoderacabaranpordesplazary reprimir la fuerza de las reliquias (cada vez ms, por ello, conside-radas como meros restos que estn de ms: como supersticin). En una palabra: toda cultura en la que el poder del intercambio (de los ujos y la circulacin) difumina la fuerza de lo sagrado (reducin-dola a simulacros sgnicos) es predominantemente colonialista, y en ellapredominaelansiadelaex-posicin,deldeseodellevarse porttil fuera de s, para ser en lo otro de ella misma: lanzndose, atrevida, a los mares, y luego a los cielos, para llegar siempre mslejos, creando factoras in partibus indelium, a pique de olvidar su propioorigen,suspropiosmuertos,suspropiosdioses.Talesel espritudelNorteeuropeo,delatierrainclementequehaceque sus sufridos habitantes renieguen de ella misma en nombre justa-mentedelEspritu,deesevientoprimordial,incapazdemorada duradera y que, por ello, sopla donde quiere. Pues: Kolonien liebt / 32 FLIX DUQUEund tapfer Vergessen der Geist (Ama la colonias / y el olvido valiente el espritu), como canta Friedrich Hlderlin en la nueva versin de Pan y vino (bien que, en su caso, se trate de un intercambio de los tonos: de fecundacin e hibridacin mutua de Hesperia y de la Tie-rra de la Maana). Deloanteriorsesigueque,tambinenlavastayvariopinta cultura europea (y luego, occidental, detentando entonces la trans-latio imperii elPasdelLejanoOeste),debamosdistinguirentre modos y modos de colonizar, segn prepondere en ellos la fuerza de lo sagrado o el poder de los ujos.Y as,demanera harto simplista,cabra hablar primerode la obstinada supervivenciadelsustrato griegoenlospasesdelSur europeo, demasiado arraigados en sus pagos, y por ende paganos y supersticiosos, sujetos como estn a una formacin sociotcnica de tipo agropecuario, a una convivencia basada en la diferencia en-tre estirpes, y en base a la institucin jerrquica del catolicismo (que recoge,generosaysincrtica,lasviejasdeidadesderoquedos, vientos y aguas y las incorpora, transguradas, al nuevo Santoral).Meapresuroadecirquelascomillasquematizanlogriego apuntanaunacomplejaformadevida,labradaysedimentada durante siglos, y no tanto a una localizacin geogrca. Griegos seran en este caso los irlandeses, frente a los ingleses; los austra-cos, frente a los alemanes; o los romanos, frente a los griegos.Ahora bien, precisamente porque estas culturas supersticiosas lofan o aban todo al capricho de los cielos o a la disposicin de la tierra(transmutadosambosrespectosendiosesymuertos),no siempre favorables al cultivo, se han visto obligadas a emigrar una y otra vez de sus propios pagos, no sin llevar con ellos la nostalgiapor la tierra perdida (aqu no hay olvido valiente). Un tipo, ste, de colonizacin de baja intensidad, que tiende a mezclarse con los abo-rgenes en la nueva tierra, pero que dentro del mestizaje garan-tizaentodocasolasupremacadelasfamiliasqueseconservan LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 33puras los criollos en medio de lo extrao, y que impone incluso al elemento dominado la observancia del origen sagrado (un ori-gen prestado,desplazado,comoeldealgunaspiadosasancianasin-dias en Mxico, que arman con toda seriedad que su Virgen de Guadalupe es la Virgen de verdad y no desde luego la extremea). Este tipo de cultura pseudocolonizadora se muestra, sin ir ms lejos, en la toponimia de las ciudades y regiones conquistadas, la cual conserva la impronta de la tierra del origen: Belem (do Par), Me-delln(deAntioquia),Crdoba(deArgentina),odelossantos, tambin ellos porttiles: San Martn (de los Andes), San Francisco (de California), San Luis (de Potos), etc. Tambin el criollo, por nohablardelindiano,interiorizaeserecuerdocomomorriao saudade. (Dejo constancia breve de una excepcin aparentemente insalvable: la de la agrarizacin simblica de Alemania en el pe-rodo nacionalsocialista; sin embargo, basta recordar al respecto la doble maniobra de suplantacin mtica dirigida por Hitler: aprove-chardeunladoprodomolanuncadeltodoapagadagrecomana,propiadelaintelectualidadalemanadesdeelromanticismotem-prano; y proyectar mticamente por otro la espesa sombra de los bosquesycamposdelsuralamn,bvaroyaustraco,sobrelas ciudades fabriles del norte, dedicadas al comercio desde los tiem-pos de la Liga Hansetica; por cierto, ya Heidegger advirti certe-ramentequelagrandezadeeseMovimientoestribabaenla conjuncindelsujetomodernoydelatcnica.Aqu,enEspaa,el Movimiento no necesit en cambio ngir para mantener a sangre yfuegounnacionalcatolicismo basadoenlaposesincastiza dela tierra, de las armas y de la fe). Muy otra es la colonizacin, programada fra y racionalmente, y con el apoyo del Estado (pinsese en Inglaterra o en las Provincias Unidas), propia del Norte anglosajn, en donde predomina la plu-ralidaddelasconfesionesreformadas,delospueblosque,deses-perando de la dura labranza y el difcil pastoreo, transforman los 34 FLIX DUQUEbosques en industria textil y sacan de las entraas de la tierra los minerales que permitirn la transformacin del carro en ferrocarril o en automvil; son los pueblos lanzados a la explotacin pesquera y al comercio de ultramar (que slo a travs de los surcos del mar la estril y salada tierra del campesino Hesodo se va expan-diendo la libertad de los pueblos: Hegel dixit). Aqu, desde luego, predominalaactitudjudeo-cristiana del desarraigo porlatierra (hastallegaralapropuestaactual,porpartedeHabermas,del patriotismo constitucional). Por seguir con el ejemplo anterior de la toponimia: en este caso, la denominacin de destino, con indicacin onodelatierradeorigen,acabaporhacerque,ennombredel Espritu (comercial y democrtico), se difumine y hasta olvide la procedencia. As, al Plymouth de Inglaterra se enfrenta la PlymouthRockColonydelospuritanostransatlnticos;Cambridge(Massa-chussets) compite con su universidad frente a la vieja Cantabrigia,con el suave y sinuoso ro Cam; y ms decisivamente: baste pensar enelaluvindenovedadesdeciudadesyregiones,enlasque pocoscaenenlacuentadelnombre-raz:quinseacuerdade Orlans al hablar de Nueva Orleans, de York al hablar de Nueva York; quin de la Zelandia holandesa cuando se trata de Nueva Ze-landa, o de la vieja Escocia: Caledonia, al mentar la Nueva Caledo-nia? En ese prejo (lo nuevo: neo-) se esconde la decisin de vivir en la tierra nueva: la metnoia del valiente olvido de un Espritu... que habita ya en y como la esencia de la comunidad, y no en la des-mesura del azul del cielo o en las entraas de la negra tierra. tierra colonizada por excelencia plural sin nombre propio ge-nitivoprestado(amrica:metonimiaparsprototo).ej.mximo voluntad de dominacin, de administracin del poder de la ciudad sobre la tierra conquistada. Enestavastaoperacindedesarraigogeneralizado, universal,cmo va a sorprender entonces que la cultura dominante corres-ponda a un pueblo plural, formado de colonos y migrantes, cuyo LA FUERZA DE LA CULTURA Y LA CULTURA DEL PODER 35origenresultaapenastanpreservadoenelfolklore, pormordel turismo, como el reservado a los indios de las Reservas?: en Pasa-dena, California, se celebran anualmente Fiestas Isabelinas en re-cuerdo de la Reina Virgen; en Nueva Orlans se ofrece autntica comida creole, aderezada con notas de jazz negro; en Florida se en-sea a los turistas la ciudad colonial de San Agustn, con su fuerte enestrellaysuscaoncitos,ysehabladePedroMenndezde Avils como de uno de la familia, etc.Ese fementido pueblo (si por tal seguimos guardando el sen-tidodeHijosdelaTierra,queyaelbuenPlatncalicde mentira til) ni siquiera tiene un nombre propio. Sus primeros trminos declaran la voluntad tautolgica de estar unidos; y el geni-tivocorrespondeaunprstamodeotrafalacia:ladeAmerigo Vespucci como descubridor de la autntica Amrica, en cuanto continente. Se trata, obviamente, de los Estados Unidos de Am-rica (como si la Amrica genuina se agotase en esos Estados; de un lado de las Cataratas del Nigara puede leerse: Canadian Falls;del otro: American Falls). Si atendemos al origen digamos mtico, ste no se encuentra tanto en la sacralizacin de las fuerzas natu-ralesyenlalocalizacindelespaciosagradodelosmuertos(el CampoSanto),cuantoenlaamalgamadelajurisprudenciacon-suetudinaria (la Common Law inglesa, exaltada por Coke en 1610 como Rule of Law, y enseguida exportada en el Mayower) y de la auctoritas de la vieja repblica romana. Qu puede tener de extrao, entonces, que la cultura domi-nantedelpasdominantellevepornombre:Globalisation?Esa conjuncindelopoltico,loeconmicoyloldico(ThatsEnter-tainment!), con la consiguiente tendencia a la total commodicationde la vida cotidiana, cumple con su soft power (garantizado, cuando esnecesario,porelhardpowerdelasarmas,aligualquenohay software sin hardware, cuyos componentes remiten a las pobres tie-rras explotadas y expoliadas) las exigencias de la transformacin 36 FLIX DUQUEespiritual de una tierra que apenas si es ya naturaleza sujeta a leyes,sinomsbienfbricaylaboratoriodematerialessintticos,tan nuevos como el prejo de las ciudades en que se ancan, y en donde parece irse cumpliendo al n (algunos dirn que de manera blasfema) aquella vieja promesa: Mira, todo lo hago nuevo. Y yo vi un nuevo cielo y una nueva tierra. Ello, de un lado. Del otro, la sustitucin simulacral del poder sagrado, hasta su entera suplanta-cin in efgie, viene tendencialmente cumplida en la conversio tota delaconanzaenDios,plasmadaenelbilletededlar(Ingodwe trust), y la an mayor conanza del people en que ese mismo Dios se complace en su Amrica (God bless America, como reza la cancin famosa de: Irving Berlin, nacido en Rusia como Israel Isidore Ba-line).Y es que, como deca Hegel: Quien ve el mundo de modo ra-cional,elmundotambinlovealracionalmente.Sloqueal viejosuabo seguramente no le habracabidoenlacabezaelsor-prendente giro que, con el tiempo, acabara dando ese dictum en la globalizada cultura del poder.1F. D.TextobasadoenunaconferenciapronunciadadentrodelSeminarioEl amor, el poder y la muerte, celebrado durante los meses de marzo, abril y mayo de 2015, en la Fundacin Ortega-Maran.