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    Posthumanismo(s) y ciencias sociales:una introducción

    Posthumanism(s) and Social Sciences: an Introduction

    Fernando J. GARCÍASELGAS

    Facultad C.C. Políticas y Sociología. [email protected]

    “Si la época de la modernidad puede ser caracterizada como la del humanismooccidental, la de un mundo centrado en la continua confirmación del sujeto deobservación, [ ... su] puesta en entredicho podría provocativamente ser denomina-da poshumanismo.” (Chambers, 2006:16-7).

    Recibido: 18.6.08Aceptado: 23.9.08

    RESUMEN

    El humanismo ha sido una pieza fundacional en la construcción y el desarrollo de las ciencias sociamodernas. Sin embargo, una serie de acontecimientos históricos y de movimientos teoréticos, tales comoteoría del Actor-Red o el actual desarrollo de culturas y formas de vidas tecnológicas, han impulsado uvisión de la sociedad humana como dependiendo también de actores no-humanos. Tras hacer una breve psentación de esta transformación radical en nuestra mirada, se introducen los principales rasgos de este nvo posthumanismo, que es diferente del estructuralista y del hermenéutico. Se muestra así que no es queniegue al ser humano sino que pasa a considerársele desde otra perspectiva más compleja y menos ensimmada. Finalmente se consideran algunas de las críticas que se han planteado a esta perspectiva.

    Palabras clave: Posthumanismo, agentes no humanos, tecnología, ciencias sociales.

    ABSTRACT

    Humanism has been one foundational piece in the construction and development of modern social sci

    ces. However, different historical events and theoretical movements, such as Actor-Network Theory acurrent, fast deployment of technological cultures and forms of life have prompted a view of humsociety as also resting on the active participation of non-human agents. A brief presentation of this radishift is here followed by an introduction of the more general features of these new post-humanisms. Wunderstand that they are nor structuralist or hermeneutic and that, with them, human beings are ndenied but seen from another, more complex and less selfish, perspective. Finally, we face some of critiques advanced against this posthumanist perspective.

    Key words: Post-humanism, non-human agents, technology, social sciences.

    SUMARIO

    1. El humanismo fundacional de las ciencias sociales. 2. Del humanismo al posthumanismo. 3. Pohumanismo(s) y ciencias sociales. 4. Resistencias al posthumanismo BIBLIOGRAFÍA CITADA.

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    1. EL HUMANISMO FUNDACIONAL DELAS CIENCIAS SOCIALES

    Ciencia y humanismo son dos de los princi-pales rasgos que caracterizan a la modernidad,ese periodo histórico que ha hecho del mundoun objeto de representación y control, graciasfundamentalmente al desarrollo de las cienciasy de la industrialización1, dos de sus espinasdorsales, y ha tomado al ser humano como actorprimordial y prácticamente exclusivo del acon-tecer práctico, estético y cognitivo. La moderni-dad ha sido así la era de la ciencia y la era delhombre (sic ). Lo cual cobra especial calado enel caso de las ciencias sociales, como fruto queson del cruce de esos dos rasgos fundacionales

    de la modernidad.A partir del Renacimiento, las ciencias socia-les se fueron construyendo como prácticas cien-tíficas referidas a las diferentes esferas de lavida humana con la pretensión de dar explica-ciones racionales que muestren su lógica y faci-liten su control. Con ello han ido asumiendotanto una razón universal, que salvaguardaría sudiscurso del relativismo, cuanto la variabilidadhistórica de la vida humana (su historicidad) yla preeminencia del valor de esta y de su cono-cimiento (humanismo).

    Mas allá y más acá de las diversas luchas me-todológicas que asolaron el siglo pasado (entre latradición de la compresión y la de la explicación,entre saberes críticos y conocimientos descripti-vos, entre estructuralistas e individualistas, etc.) eindependientemente de las diversas acometidas afavor y en contra del positivismo, las cienciassociales no han cesado de intentar constituirsecomo disciplinas racionales y empíricamentecontrastables, referidas a aspectos más o menosgenerales de la vida humana. En todas ellas el ser

    humano no sólo ha sido el valor indiscutible einnegociable, sino que, como gobernante, súbdi-to o ciudadano, como elector racional o consumi-dor, como actor social o como miembro activo deuna comunidad cultural, ha sido también el refe-rente fundamental: allí donde todas las miradasse posan, allí donde todas las preguntas remiten yallí donde todas las respuestas se esperan. Elhumanismo ha sido así alimento básico paranuestras ciencias.

    Tenemos un claro ejemplo de ello en el casode la Sociología, cuya vocación humanista que-da manifiesta en los diversos dibujos inicialesde su objeto específico como comportamientoshumanos colectivos, interacciones humanas,agregados intencionales o no de las accionesindividuales, etc; en sus primeras denominacio-nes como Moralsciences o Geisteswissenschaf-ten, que hacer de los valores y de la cultura susreferentes nominales; en que su compromisocon el estudio de lo que agrupa y da cohesión alos seres humanos cobra cuerpo en sus concep-tos centrales de “sociabilidad”, “comunidad”,“asociación”, “solidaridad mecánica u orgáni-ca”, etc.; en su conexión genética con el estudiode los comportamientos humanos colectivos

    que se han ido desarrollando al calor de la arti-culación política (gubernamental) de la moder-nidad en Estados nacionales; o en que en ellalos objetos hayan sido considerados sobre todocomo instrumentos o como mercancías, esto es,como entidades sobre las que recaen la intencio-nalidad y la valoración humana y sirven comomedio o freno para sus acciones.

    Con más detalle y erudición, el trabajo de Gar-cía Blanco aporta, entre otras cosas, un exquisitorepaso histórico de la relación del concepto desociedad con el humanismo, haciendo patente loprofundamente enraizada que está la relación deambos y la fuerza que todavía tiene para confron-tar argumentaciones como la de la nueva teoríade sistemas que, según él mismo defiende, ha-brían mostrado la autonomía del orden socialfrente a esa complejidad multiescalar que es elser humano.

    Pero las ciencias sociales no han sido unmero apéndice de la modernidad. El tránsito delmundo antiguo, con su teocentrismo y el predo-minio del discurso tradicional-religioso, al

    mundo moderno, con su antropocentrismo y laemergencia de discursos racionalistas, presidi-dos por la innovación y el tecnicismo, hubierasido imposible sin el concurso de las cienciassociales y su definitiva contribución a la autori-dad de la inscripción en la escritura, a la perfor-matividad del conocimiento y al ideograma delindividuo. Las ciencias sociales han sido unsoporte constitutivo del humanismo moderno uoccidental, esto es, de nuestra modernidad.

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    Aunque no exclusivamente gracias a ellos dos, pues gran importancia tienen también el desarrollo de las artes (desde la perspectivaen la pintura renacentista a las vanguardias del siglo pasado) o los consecutivos movimientos político-sociales (desde la revolución bur-guesa al movimiento feminista o los acontecimientos de 1968), por ejemplo.

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    2. DEL HUMANISMOALPOSTHUMANISMO

    Por todo ello, desde el mismo el momento enque empezaron a ponerse en cuestión los ejesprogramáticos de la modernidad y, en concreto,la hegemonía de su lógica racionalista, futurista(utópica) y humanista, las ciencias sociales sehan visto obligadas a cuestionar, entre otrascosas, su relación mutuamente constitutiva con elhumanismo y a plantearse la posibilidad de unasciencias sociales más allá del humanismo, poste-riores a su reinado, esto es, post-humanistas.

    Frente a aquel humanismo fundacional, queconcentraba lo social en lo humano (en los indi-viduos, sus instituciones o el sistema relacional

    que los habilita y condiciona) se han ido desarro-llando una serie de procesos históricos, tanto enlas condiciones materiales de la existencia cuantoen los modos de conocerla, que han llevado aalgunos autores a desechar esa concentración y aproponer la conveniencia de dar mayor presen-cia, incluso prioridad, a los objetos a la hora deentender qué es lo social, qué lo constituye y quélo hace posible. Es como si hubiéramos idopasando del anti-fetichismo y la interacción conunos objetos pasivos a una especie de interrela-ción en la que estos también son activos.

    Son muchos y diferentes los hechos y losargumentos aducidos en este sentido. Pero aquí me voy a limitar a recordar uno de los más ori-ginales y genéricos. Voy a resumir muy breve-mente el modo como Latour, recordando ladiferencia básica entre las sociedades humanasy las sociedades de otros simios, defiende lanecesidad de entender la trama social no sólocomo efecto de las acciones humanas sino tam-bién de la intervención de otros agentes nohumanos. Así no serían sólo las lógicas de las

    acciones humanas las que constituirían la tramasocial, como pensaron los clásicos (Tónnies yDurkheim) al caracterizar la sociedad (moder-na) por sus lógicas de diferenciación e indivi-duación, sino también las lógicas favorecidaspor diferentes agentes no-humanos.

    En concreto, Latour (1996:230 y 234) nosrecuerda que en los otros simios la trama socialno requiere más que la co-presencia de los cuer-pos y la mutua mediación, de modo que es un

    encadenamiento de tales interacciones lo que(re)constituye la totalidad social: viven en un“paraíso etnometodológico”. En los seres huma-nos, por el contrario, para que sus interaccionespuedan cobrar especificidad y sentido necesitanaislarse espacio-temporalmente de las múltiplesconexiones, condiciones y determinantes socialesimplicados en ella: es una interacción parcialmen-te dislocada o aislada (por una especie de mem-brana o marco) de una totalidad a la que, sinembargo, está conectada (por una red o membra-na de heterogéneas relaciones). Es decir, nosmuestra que lo que teje la trama de las sociedadeshumanas está en la naturaleza de esa membrana omarco que nos diferenciaría y que, aunque parecedevolvemos al viejo punto problemático de las

    relaciones entre acción y estructura, individuo ysociedad, es de común aceptación en la teoríasocial contemporánea.

    Lo que aquí nos interesa es que esa membra-na o marco no puede reducirse al puro mundosocial de las relaciones entre personas y sus rei-teraciones más o menos institucionalizadas, unmundo en el que las interacciones son co-exten-sivas con la totalidad social, pues ello nos de-volvería a nuestros antecesores, a lo “dado pri-mitivamente” (Latour,1996:232-3). Tampocopuede identificarse, como ha hecho la tradiciónhermenéutica con los símbolos humanos, yaque, como demostró Wittgenstein en las Investi-gaciones Filosóficas (1953), entre otros, estosnecesitan apoyarse en algo más que en la me-moria y el raciocinio de los individuos: necesi-tan prácticas compartidas, instrumentalización yalgún tipo de materialización.

    Por qué no apelar entonces, pregunta Latour(1996:235), a los innumerables objetos que estánausentes de la vida de los monos y omnipresentesen la nuestra, tales como mesas, formularios, reci-

    bos, archivos, papeles, tinta, etc., que, como enuna oficina de correos, “literalmente” enmarcan yhacen posible las interacciones que en ella se pro-ducen y, a la vez, las conectan con la totalidadsocial. Son estos artefactos semiótico-materiales,no unas supuestas estructuras determinantes, losque facilitan el estiramiento espacio-temporal delas interacciones, de forma paralela a como lavalla de madera estira o prolonga la custodia delas ovejas por parte del pastor2. El marco vendría

    2¿Qué actúa cuando duerme el pastor?, se pregunta Latour (1996:239), y responde: el pastor, el carpintero y la valla. Ésta no es qexprese una capacidad o potencialidad del pastor. Tampoco es una extensión de sus brazos o de los ladridos del perro. Es un actante po

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    así dado en gran medida por los artefactos quepermiten simultáneamente localizar las interac-ciones y globalizar las estructuras3.

    Evidentemente esta propuesta supone, entreotras cosas, enfrentarse al tan arraigado anti-feti-chismo moderno, tarea no desdeñable y bastantenecesaria, pero que no puede ser abordada aquí 4.En lugar de ello nos basta con recordar que pro-cesos y argumentos similares a los reseñados vie-nen surgiendo en otras áreas de las cienciassociales. Por ejemplo, Martínez de Albéniz, trasrecordarnos que desde el siglo XIII el terreno dela política ha sido concebido y representadoantropomórficamente, nos muestra, medianteuna argumentación muy rica y visual, que lacomplejidad de los actuales entornos hacen

    insostenibles ese tipo de concepciones: se hacenecesario rebasar la escala estrictamente humanade la política, reconociendo que ésta es una reali-dad múltiple y multiescalar y que también han deatenderse otras dimensiones como las que vienendadas por la carnalidad de los propios cuerpos opor “el parlamento de las cosas”.

    3. POSTHUMANISMO(S) Y CIENCIASSOCIALES

    El posthumanismo que hoy se plantea comohorizonte o, quizá mejor, como límite de lasciencias sociales no es algo homogéneo ni uni-tario o uniforme. Ofrece diversas caras o versio-nes. Por ello no es posible dar una definición odar un conjunto de condiciones suficientes ynos tendremos que contentar con hacer algunasaclaraciones generales al respecto.

    Lo primero que hay que decir es que, en ge-neral, el posthumanismo actual nada tiene quever con aquel anti-humanismo preconizado por

    algunos desarrollos estructuralistas, como el delprimer Althusser, quien, empeñado en separar locientífico (el materialismo histórico) de lo ideo-lógico (la filosofía hegeliana), dibujaba unmundo de estructuras firmes y de relacionessociales sobredeterminadas, donde lo más in-

    trínsecamente humano se desvanecía por com-pleto, como tan agriamente reprochó Sartre des-de su marxismo existencialista y humanista. Yno tienen que ver porque, entre otras cosas, loque alimentaba a ese antihumanismo era másbien una exacerbación de la lógica modernista(tecnociencia, industrialización, economía polí-tica, etc.) que, como bien argumentara Heideg-ger en su famosa Carta sobre el humanismo de1946, es una lógica humanista que instrumenta-liza todo el entorno al servicio del sujeto huma-no. Mientras que actualmente lo que nos lleva alposthumanismo es más bien el agotamiento deesa lógica de la perspectiva universal. Lo cualno quiere decir que no haya planteamientos,como los ligados a la nueva teoría de sistemas

    que avalan su posthumanismo con razones bási-camente científicas (ver el trabajo de GarcíaBlanco), ni que nos situemos en el marco de unarecuperación del posthumanismo heideggeria-no, sino que somos muchos los que comparti-mos su crítica al humanismo moderno, comomaridaje que ha sido de ciencia y humanismoen el sentido mencionado al comienzo. Peropara aclarar estas distinciones necesitamos se-parar el grano de la paja.

    El objetivo es poder esbozar algunos de losrasgos más comunes de los actuales plantea-mientos posthumanistas, como formas diversasque son de enfrentarse a la rigidez y unilaterali-dad instauradas por la oposición humanistaentre sujeto (observador) y objeto (observado) yde generar miradas más inciertas, abiertas ydescentradas, que exceden la idea monolíticadel sujeto y aceptan un mundo (material y hu-mano) asimétrico, incompleto y que escapa alas intenciones o representaciones de aquél; unmundo que no es mero instrumento o mercan-cía, ni mero espejo (el otro que me reafirma) y

    que cuestiona el ideograma del isomorfismo delsujeto universal.Heidegger sostiene que el humanismo moder-

    no habría nacido en la Grecia de Platón, con suafán de que el filósofo, voz de la razón frente alas sombras inmediatas, aconseje al soberano (al

    mismo, que tiene distinta durabilidad, plasticidad, movilidad, etc. que los seres humanos y las cosas que normalmente hemos tenido porcosas o hechos sociales (Durkheim). Lo cual no quita que haya llegado a ser un actante mediante la asociación con otros actantes, algunoshumanos (como el pastor que la colocó y que la cierra por las noches).

    3 La membrana o marco no será entonces una determinación estructural sino más bien una localización espacio-temporal, simbólica y

    material que acarrea trazas y estiramientos susceptibles de transportarnos a otros espacio-tiempo simbólicos y materiales, esto es, capazde producir lo que Giddens ha llamado estructuración.4 Ver Gell (1998).

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    tirano Diógenes II, en su caso), y habría sido cla-ve en esa constante central del pensamiento occi-dental que es el deseo de iluminar el mundo, dedesvelar la auténtica verdad oculta tras las apa-riencias. Así es como ese humanismo, segúnHeidegger, habría constituido el eje fundamentalde la época moderna occidental, transformandoal mundo en una imagen o representación y al serhumano en un sujeto soberano.

    Podrá argüirse, como aquí hace con aciertoRocafort, que ese argumento olvida otro tipo dehumanismo, también nacido en el mundo clási-co, que es un humanismo (mediterráneo) menosracionalista y más cálido. Pero lo que pareceinnegable es que Heidegger acierta al presentarla modernidad como la época de la “imagen del

    mundo”, esto es, como la época en que nos rela-cionamos con el mundo como imagen o repre-sentación reductible a un único punto de vista(científico, preferentemente) y al defender queello da cuerpo al humanismo moderno. Estepunto de vista es el único en el que, como diceChambers (2006:218) “el humanismo subjetivo,el cogito racional, confía para su objetividad ysu comprensión de la realidad. En él, toda larealidad se enmarca cognoscitivamente paraaparecer ante el sujeto como un objeto, listopara ser comprendido y dominado, bajo susoberanía y su control”. Por ello, resulta innega-ble que el universalismo más uniformante y elracionalismo más exacerbado, característicos dela modernidad remiten a un humanismo subjeti-vo y abstracto.

    La hegemonía de este humanismo no ha impe-dido que siguieran surgiendo críticas en claracontinuidad con aquel rechazo heideggeriano dela metafísica occidental centrada en el sujeto. Deellas tenemos un ejemplo señero en la conocidadenuncia que hiciera Foucault en Las palabras y

    la cosas (1966) de la invención que ha supuestoel “hombre” y, por tanto, de su naturaleza históri-ca y evanescente, alejada del esencialismo y eluniversalismo abstracto que se le había queridootorgar en el humanismo moderno.

    Probablemente lo que más haya ayudado aarrumbar ese humanismo subjetivista modernohaya sido el reconocimiento de que ese sujetosoberano que propugnaba no era una figura alalcance de cualquier ser humano, sino un sujetoabstracto que se situaba en la razón y su verdad,tal y como veían siendo definidas por la filoso-fía occidental de Platón a Popper. Por elloChambers (2006:83) afirma que “el humanismo

    se revela como subjetivismo occidental”, serevela etnocéntrico, y nos propone acudir a losplanteamientos postcoloniales para alimentar unposthumanismo que no nos convierta en amossino en custodios de un mundo cuyo sentido novendría dado por ninguna deidad ni por el indi-vidualismo inscrito en ese humanismo subjeti-vista. Volveremos sobre ello. Ahora interesaresaltar que ese desvelamiento del racionalismoy el etnocentrismo del humanismo moderno,notablemente incrementado no sólo con el post-colonialismo sino quizá más profundamentecon las críticas feministas al androcentrismocientífico (Harding, Haraway), político (Young,Butler), filosófico (Irigaray, Collins), etc., con-duce a lo que sería el primer rasgo genérico del

    actual posthumanismo: el rechazo al universa-lismo abstracto del humanismo occidental .Lo que se está rechazando no es sólo la false-

    dad de la figura abstracta del sujeto, que oculta sureferencia a un tipo concreto de actor social (unvarón blanco, propietario, padre de familia, hete-rosexual, etc.) y, por ello, excluye tácitamente atodas las demás posiciones posibles, sino tambiénla abstracción de esa figura que impide percibirque ese mismo referente concreto (el varón blan-co, etc.) sólo ha podido emerger como sujetosobre las labores del colonizado, del explotado,de la ninguneada, etc., esto es, impide percibir laspropias condiciones reales (históricas, materiales,lingüísticas, etc.) de ese sujeto. El sujeto de esehumanismo subjetivista moderno es así doble-mente parcial respecto a la heterogeneidad queexcluye y también niega y respecto a la heteroge-neidad que le constituye y también niega. En estesentido, el posthumanismo denuncia un falso iso-morfismo del sujeto y su consideración abstracta,que no hacen sino fetichizar al individuo ocultan-do las múltiples relaciones y mediaciones que lo

    constituyen como sujeto.Huir de ese universalismo abstracto no “signi-fica renunciar a lo humano; al contrario, anunciaalgo que es más humano precisamente por suintento de salir de los límites abstractos y de loscontroles de un sujeto universal que cree quetodo empieza y concluye con dicho ‘yo’”(Chambers, 2006:46). El posthumanismo actualno rechaza la pregunta sobre qué es el ser huma-no, sino que huye de la respuesta ilustrada y abs-tracta, que habla de “sujetos de su voluntad y desus conocimientos, en tanto que actores conintencionalidad”, y desplaza el modo de abor-darla, descentrando al individuo y a su sociabili-

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    dad, para seguir abordando esa pregunta que sesabe inacabable, como muestra muy expresiva-mente el trabajo de Domínguez aquí recogido.

    Curiosamente ambos autores manifiestanexplícitamente el segundo rasgo genérico quequisiera resaltar: el cuestionamiento de la cen-tralidad o exclusividad de los seres humanoscomo actores sociales, agentes políticos, obser-vadores o sujetos de la historia . Mientras Cham-bers afirma (2006:17) que la perspectiva posthu-manista “al tratar de desplazar la proporciónhegemónica, propone más bien un sujeto dife-rente y una ética diversa del entendimiento”,Domínguez construye una narrativa cargada dehumanidad en la que, repasando las vivencias,condiciones y situaciones de alguien que padece

    el llamado “síndrome de cautiverio”, nos vahaciendo ver que nuestra condición humana desujetos no es automática ni previa, sino que esuna condición carnal, dialógica o interactiva,temporal y dada a través del ensamblaje de dife-rentes dispositivos materiales.

    De manera menos dramática, pero tambiénmuy vistosa, Callen y Tirado con su análisis delas implantaciones de micro-chips para identifi-car, conectar o potenciar a los individuos, sedetienen igualmente, con no poca delectación,en el carácter crecientemente tecnológico detales dispositivos, lo cual nos permite, por unlado, recordar que ese segundo rasgo ha venidoalimentado muy especialmente por la Teoría delactor-red y, por otro lado, nos obliga a repensarla relación de las nuevas tecnologías con elactual posthumanismo.

    Respecto a lo primero, y más allá de una bre-ve presentación general que se puede ver en laprimera parte del trabajo de Calonge, la miradade la Teoría del actor red se expande por casitodos los trabajos presentados, pero cobra

    carácter de ejemplaridad en el trabajo de Law yMol, unos de sus principales impulsores. A pro-pósito de la epidemia de fiebre aftosa que huboen el Reino Unido en 2001, muestran cómo lasovejas afectadas, las de la región de Cambriaprincipalmente, fueron también actores de loque sucedió. Su minucioso y, a la vez, profundoanálisis de las diferentes formas en que una ove- ja cobraba existencia efectiva y era activadacomo actor prueba la enorme potencialidad de

    una mirada (posthumanista) que da más impor-tancia al qué pasa que al quién lo hace y admitecomo actor a todo aquello capaz de generar unadiferencia, aunque lo hace a costa de modificarnuestra idea de actor social (ni existe por sí mis-mo, ni actúa sólo: es y actúa en red) y de des-centrar a los seres humanos.

    Respecto a lo segundo, el llamar la atenciónsobre la naturaleza tecnológica5 de nuestras vi-das nos ayuda a resaltar que en gran medida losactuales posthumanismos se alejan de las pro-puestas de corte heideggeriano, cuyo tradicio-nalismo (aliado o no a un etnocentrismo) sehace visible principalmente en el hecho de queconectan el rechazo al subjetivismo racionalis-ta, cartesiano y metódico, que ha vertebrado el

    pensamiento occidental, con el rechazo al desa-rrollo tecnológico, como supuesta materializa-ción de ese subjetivismo. Su tesis es que las tec-nologías6 no serían más que el extremo final dela metafísica occidental que no ha cesado debuscar reducir el mundo a objeto paciente, apro-piable por un yo soberano. El subjetivismodominante de occidente sería la base de la obje-tificación de todo lo que nos rodea, la base denuestro antropocentrismo, que la tecnología nohabría hecho más que amplificar al crear unmundo a su propia imagen. Pero sólo una obso-leta (y tradicionalista) reducción de la tecnolo-gía a instrumento, puede permitir a Heidegger ysus continuadores afirmar que tecnología yhumanismo no sólo coinciden sino que sonequivalentes. Contrariamente a ello, muchos delos actuales planteamientos posthumanistas,como los ya mencionados, no encuentran en latecnología una extensión del ser humano, de lacentralidad de su actuación, del humanismo,sino una agencia que ha ido poniendo límites aesa centralidad y desplazándola.

    Esta visión actualizada de la tecnología comocontribución activa a la instauración de una sub- jetividad o posición sujeto y no como una meraextensión o ampliación de la agencia humana esparte y efecto de determinados procesos históri-cos que incluyen el enorme desarrollo del com-plejo tecno-científico y los avances en losEstudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología(SST). Un caso ejemplar la argumentación plan-teada por Knorr Cetina (1997) sobre el hecho de

    5 El oxímoron es plenamente intencional.6 Entre las que podríamos incluir las tecnologías generadas por las ciencias sociales.

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    que el evidente aumento de la individuación enla sociedad post-industrial, que tanto alimentala apariencia de autonomía de los individuos ypuede, con ello, alentar al humanismo, no es enrealidad efecto de un vaciamiento de las relacio-nes sociales sino de una modificación en la tex-tura social, que pasa a estar regida por una nue-va cultura, la cultura tecno-científica, que da uncreciente protagonismo a los objetos, convir-tiéndolos en actores. Su argumento puede serresumido como sigue:

    1º) El motor de la radicalización de la indivi-duación ha sido el bombardeo de la vidacotidiana por parte del enorme desarrollotecnológico, con los sistemas expertosinformando la capacidad de elección,

    seguridad y cuidado y con la producciónautomatizada permitiendo la multiplica-ción del consumo y el estiramiento espa-cio-temporal de las relaciones personales.

    2º) En la sociedad postindustrial, el reguladorde nuestra vida viene siendo la tecno-cien-cia, que, como muestran los Estudios So-ciales de la Ciencia y la Tecnología, es unfenómeno básicamente social que no sólonos puebla de artilugios sino que conviertenuestros corrales, fábricas, guardería, ca-sas, ayuntamientos, etc. en espacios regi-dos por la cultura de conocimiento exper-to. (Knor Cetina, 1997:8).

    3º) El rasgo más característico de las culturasy prácticas tecno-científicas es que “giranen torno a mundos de objetos a los que seorientan científicos y expertos” KnorrCetina (1997:9), de modo que los objetosadquieren un papel activo. Por ello, al regirla cultura tecno-científica, tales mundos deobjetos pasan a ser centrales y rectores delo social y, por ello, obligan a extender

    nuestra concepción de lo social desbordan-do la cerrazón humanista y a hablar de unasocialidad de objetos.

    Para aclarar este último y fundamental pasodel argumento hay que añadir una importantepuntualización: según Knorr Cetina (1997: 9-14),esos objetos de conocimiento se salen de las doscategorías sociales básicas de objetos. No son

    instrumentos: no dejan de desplegarse nunca niestán a mano, dispuestos a ser utilizados. Tam-poco son mercancías: no son algo que sumar anuestro haber o a nuestra identidad, ni algo quealiena a sus productores materiales. Más bien secaracterizan por una naturaleza cambiante y encontinuo despliegue, que es paliada por el trabajode los investigadores, que, a su vez, recibe deellos (de los objetos) una cierta estabilidad7. Deaquí que la pieza clave de una socialidad centra-da-en-objetos, típica de la práctica tecno-científi-ca, sea la “mutualidad” o constitución mutua,continua e inestable de los objetos por los sujetosy viceversa, que otorga a los objetos y a las tec-nologías una importante capacidad de agencia yreafirma el descentramiento del actor humano en

    la realidad social y humana.Podemos encontrar, por último, un tercer ras-go general en lo que Lash ha caracterizado8como la ruptura con la doblez o dualidad que elhumanismo moderno predicaba del ser humanopresentándolo simultáneamente como trascen-dente (en su espiritualidad, en su capacidad sim-bólica y de acceso a la razón universal) y comoinmanente o empírico (en su materialidad e his-toricidad), dejando la representación de lo prime-ro en la condensación simbólica del arte y la delo segundo en el discurso de las ciencias sociales.

    Es cierto que esta doblez moderna no deja dehundir sus raíces en la concepción clásica delser humano como animal (empírico, material)con logos (razón universal, lenguaje simbólico)y en la figura mítica del Cristo (mitad hombrecarnal, mitad dios trascendente). Pero actual-mente estamos insertos en una serie de procesosque muestran que esa doblez es insostenible.Recordemos algunos de ellos:

    — En la Sociedad de la Información, comobien ha tildado Castells a nuestra “era”, el

    principio informacional que ordena nues-tra mundo evidencia día tras día que lastransacciones simbólicas (de software)alteran nuestras condiciones más materia-les, mientras ellas mismas son dependien-tes de determinadas materialidades empí-rica (el hardware), con lo que no hacesino quebrase aquella dualidad.

    7 La inevitable provisionalidad del trabajo de los investigadores, que ya resaltara Weber, viene dada, entre otras cosas, por la cadecontinua de deseos que el juego de presencias y ausencias de los objetos provee. A la vez que el perfilado de su objeto (su inscripción

    el sentido de Latour) estabiliza a éste y a la labor del investigador.8 Este era el núcleo de una conferencia titulada “Information and its double”, impartida por Scott Lash en el simposio “La academiala tecno-aldea global”, Santiago de Chile, diciembre de 2006, que está a la espera de ser publicada.

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    — Vuelve nuestra supuesta cara trascenden-tal a verse inscrita en nuestra realidadempírica, circunscrita a ella, en todos losrecientes estudios sociales y culturalessobre nuestro cuerpo (de M. Douglas a D.Le Breton), que nos lo muestran cargadode sentidos y simbolismo y no sólo demanera pasiva o derivada, sino activa,creativa y fundante, de modo que la (su-puesta) trascendencia de nuestro simbo-lismo lingüístico o mental se hace empíri-ca e incluso carnal.

    — En esta misma dirección apunta el impa-rable desbordamiento de la contenciónfigurativa del capitalismo puritano y delfordista mediante la actual sobreabundan-

    cia de imágenes, marcas, eslóganes, soni-quetes de anuncios, etc. Y es que el pro-gresivo desplazamiento del valor de cam-bio por el valor de signo no hace sinorecargar los objetos de significados ha-ciéndoles significativos a ellos y a nues-tra relaciones con ellos, inmanentizandola trascendencia.

    Este último proceso apunta ya hacia un mun-do en el que todo, los objetos, los sujetos y susrelaciones, se ven recargados de significados,de modo que es posible hablar del “reinado dela retórica”. Que es lo que en última instanciaviene a defender el trabajo de Rocafort, aunqueél, en lugar de llegar aquí, desde este rasgo delposthumanismo, lo haga desde la crítica al anti-humanismo tradicionalista de Heidegger y susmás renombrados continuadores (Sloterdijk) ydesde la posible recuperación de otro humanis-mo (clásico, mediterráneo, carnal y pasado porSefaraz y Bizancio), que ligaría la naturalezaparlante y emocional del ser humano con eldebate democrático. Creo, sin embargo, que al

    haber tomado esta opción queda preso de unarecuperación nostálgica y ahistórica. Ello no leimpide hacer interesantes aportaciones al deba-te, pero sí darse cuenta de que la ruptura de ladualidad inmanencia-trascendencia que acom-paña al posthumanismo emergente más bienevoca, como nos recuerda Chambers (2006:62-3), la visión heideggeriana del ser humanocomo un estar-en-el-mundo ( Dasein ) que no tie-ne garantizada ninguna trascendencia, ni la quele prometen las religiones ni la que le ofrece elracionalismo tecno-científico. Lo cual se tradu-ce, en este caso y en gran medida por los argu-mentos postcoloniales y feministas antes men-

    cionados, en la admisión de que todo sujeto ytodo conocimiento están situados en un mundorelacional que los conforma ya antes de queintenten “representarlo” y en el “desdibuja-miento de los límites entre el cuerpo y el len-guaje, el sujeto y el objeto”.Por último conviene recordar que tampoco laactual inmanentizacion de la trascendencia es unfenómeno radicalmente novedoso en nuestra his-toria. Como el modelo humanista, tiene sus ante-cedentes. Pensemos, con Lash, en las raíces (reli-giosas) del concepto de comunicación, tambiénreivindicado actualmente como característico denuestro mundo (Sociedad de la comunicación).Esas raíces lo ligan a la comunión, en la que lacomunidad se come a los dioses, inmanentizando

    su trascendencia. Otro posible antecedente apare-ce en la tesis nietzscheana de que el culto aDionisos dio lugar a la tragedia cuando los dioses(lo trascendental) entraron en las representacio-nes teatrales populares (en lo empírico).

    4. RESISTENCIAS ALPOSTHUMANISMO

    Dado que, como dijimos al principio, el hu-manismo ha sido una de las piezas claves en losprincipales montajes disciplinarios de las cien-cias sociales durante la modernidad, no debeextrañarnos que haya una enorme resistencia aadmitir la necesidad de desechar sus supuestosfundamentales, que es lo que postula el vigenteposthumanismo.

    En unos casos, los más constructivos, esasresistencias estarán basadas en argumentacionesmás o menos críticas con respecto al posthuma-nismo. Así ocurre aquí con los trabajos de Ca-longe y de Ema, que piensan que el posthuma-

    nismo de la Teoría del actor-red no nos da losingredientes suficientes para poder dar razón delos mecanismos que hoy permiten constituir(se)a los sujetos, especialmente como sujetos políti-cos y agentes con responsabilidad. Su preocu-pación es absolutamente oportuna y sus argu-mentos tiene bases distintas pero importantes(la primera, una investigación empírica sobremujeres emigrantes y la segunda, ciertas teoríaslacanianas). Sin embargo, como muestra Rome-ro en su trabajo, su preocupación sobre la cons-titución de agentes sociales en el posthumanis-mo es antes que nada el reconocimiento de unacuestión que ha de ser explicada en cada caso y

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    BIBLIOGRAFÍA CITADA

    CHAMBERS, I. (2006), La cultura después del humanismo , Madrid: Cátedra.KNORR CETINA, K. (1997), “Sociality with Objects”, Theory, Culture, and Society ,vol 4/4.LATOUR, B. (1996), “On Interobjectivity”, Mind, Culture, and Activity , vol. 3 (4).GELL, A., (1998), Art and Agency , Oxford (UK): Oxford U.P.

    no algo para lo que se tenga una respuesta gene-ral ni algo que se pueda dar por supuesto, comohacía el humanismo. Por ello en su respuestaella llama la atención sobre cómo son determi-nados ensamblajes con cosas como documentos(DNIs) los que habilitan posiciones de sujetopolítico, como la ciudadanía, y lo hacen de ma-nera claramente desigual.

    Lo anterior no quita que nos quedemos con lanecesidad de seguir pensando en algunos de losproblemas evidenciados, como el que Callen yTirado suscitan sin querer a propósito de una dis-tinción rígida entre elementos humanos y nohumanos, o de tener que confrontar algunas de lacrítica vertidas, como la que hace Ema a propósi-to de las implicaciones que puede tener el “mo-

    nismo con pretensiones totalizantes” de la Teoríadel actor-red (como el olvido de “lo otro” o unposible formalismo). Es más, resulta relativa-mente fácil ver en el trabajo de Weinberg sobre lamaterialidad de las adiciones y su naturaleza de“agentes causales no-humanos encarnados mate-rialmente” un claro contrapeso a esas imputacio-nes que hace Ema y, además, una muestra de có-

    mo el posthumanismo nos ayuda a deshacernosde la dicotomía liberal entre “la libertad del suje-to humano” y “la determinación mecánica delcuerpo”. Lo cual nos remite, por otro lado, a lascontroversias ético-políticas que subyacen a estascuestiones. Y la nave va.En otros casos, que son la mayoría y no estánaquí representados, encontramos una resistenciasorda que da razón a la conclusión pesimista ala que llega García Blanco. A pesar de haberargumentado con brillantez la insostenibilidaddel humanismo, detecta que en la Sociologíahegemónica, centrada en la teoría de la acciónsocial y en la investigación socio-estadística,hay una incapacidad y una falta de decisión paraasumir esa mirada posthumanista que hoy se

    hace necesaria. Es más, me temo que su mismotrabajo, ejemplo de magnífica indagación teóri-ca, será ignorado por esa mayoría de científicossociales que siguen poniendo su horizonteexcluyente en las posibilidades de descomposi-ción y agregación estadística: un horizonte quesiempre remite a un individuo abstracto, unidadde muestreos y tapadera de dominaciones.