acerca de la verdad

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NÓMADAS 56 ACERCA DE LA VERDAD Eva Muchinik* * Decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Belgrano. Socióloga, especializada en Psicología Social y doctorada en Psicología. Docente investigadora en el área de la Psicología Social y en el campo de la Gerontología Social y la Psicogerontología, con numerosos trabajos publicados. E-mail: [email protected] El artículo hace un recorrido a través de las maneras como se ha entendido la idea de verdad en los diferentes momentos históricos. Afirma que el hombre común no suele cuestionarse la realidad de su vida cotidiana ni tiene dudas acerca del isomorfismo entre el mundo real y su represen- tación de éste. Suele vivir su sentido de la realidad como la única posible. Sin embargo, la historia de la ciencia nos permite evaluar las transformaciones profundas en el pen- samiento humano, cambios en la forma de percibir el mundo y la realidad. Se trata de las “rupturas epistemológicas”, como lo denominara Gaston Bachelard, un punto en el que se marca un antes y un después en el conocimiento acerca del hombre, del mundo y, por supuesto, de las ideas de verdad y realidad. This article draws how the idea of truth have been understood at different historical moments. It affirms that the common man usually does not question the reality of his daily life nor has doubts about the isomorphism between the real world and his representation of the reality. He usually lives his sense on the reality as the only possible reality. Nevertheless, the history of science allows us to evaluate the deep transformations in the human thought, and changes in the way of perceiving the world and the reality. It is about “epistemological ruptures”, as defined by Gaston Bachelard; that marks a “before” and “after” in the knowledge about the man, the world and, of course, the ideas of truth and reality. Palabras clave: verdad, realidad, objetividad, construcción de la realidad, ruptura epistemológica, constructivismo radical.

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NÓMADAS56

ACERCA DE LA VERDAD

Eva Muchinik*

* Decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Belgrano. Socióloga,especializada en Psicología Social y doctorada en Psicología. Docente investigadora enel área de la Psicología Social y en el campo de la Gerontología Social y laPsicogerontología, con numerosos trabajos publicados. E-mail: [email protected]

El artículo hace un recorrido a través de las manerascomo se ha entendido la idea de verdad en los diferentesmomentos históricos. Afirma que el hombre común no suelecuestionarse la realidad de su vida cotidiana ni tiene dudasacerca del isomorfismo entre el mundo real y su represen-tación de éste. Suele vivir su sentido de la realidad como laúnica posible. Sin embargo, la historia de la ciencia nospermite evaluar las transformaciones profundas en el pen-samiento humano, cambios en la forma de percibir el mundoy la realidad. Se trata de las “rupturas epistemológicas”,como lo denominara Gaston Bachelard, un punto en elque se marca un antes y un después en el conocimientoacerca del hombre, del mundo y, por supuesto, de las ideasde verdad y realidad.

This article draws how the idea of truth have beenunderstood at different historical moments. It affirms thatthe common man usually does not question the reality ofhis daily life nor has doubts about the isomorphism betweenthe real world and his representation of the reality. Heusually lives his sense on the reality as the only possiblereality. Nevertheless, the history of science allows us toevaluate the deep transformations in the human thought,and changes in the way of perceiving the world and thereality. It is about “epistemological ruptures”, as definedby Gaston Bachelard; that marks a “before” and “after”in the knowledge about the man, the world and, of course,the ideas of truth and reality.

Palabras clave: verdad, realidad, objetividad,construcción de la realidad, ruptura epistemológica,constructivismo radical.

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La idea de verdad se afianzadesde dos vertientes, una teológica,donde “las verdades absolutas su-ponen un ser absoluto, como ellas”;los Evangelios que nos dicen “yo soyla vía, la verdad y la vida”. “La ver-dad” se imponía en la vida cotidia-na. Se escuchaba y escucha todavíaen un juicio, pedirle a un testigo ju-rar sobre la Biblia, “decir la verdad,toda la verdad y nada más que laverdad”. La idea es que la verdadsólo puede ser una. El DiccionarioPetit Robert señala que antes delsiglo XVI, la verdad se refería a laidea opuesta de ilusión. La otra esla verdad, imperfecta y provisoria, ala que se llama ciencia.

“La cultura occidental contem-poránea glorifica el conocimientoy la verdad. Los científicos son lossupremos sacerdotes del conoci-miento. ¿A quien se le hubiese ocu-rrido cuestionar la verdad hace sóloalgunos siglos?”, se pregunta PaulWatzlawick (1994), y la respuestaes que nuestros antepasados teníanun aparato conceptual diferente,constituido por una serie de meca-nismos que llevaban a apreciar “larealidad”. Se trataba del isomorfis-mo con un fenómeno original, unarepresentación. Fue Sir Roger Ba-con, canciller de Inglaterra, quienpreocupado por la veracidad de lostestigos en un juicio, sentó, tempra-namente, allá por el siglo XVI, lasbases del “método experimental”.

La ciencia del si-glo XIX clamaba porla veracidad de los he-chos y la importanciadel método científico.No se trataba sólo delorden y legalidad de losfenómenos naturales, elpositivismo comtiano lotraslada al orden social yhumano. Pero la gran revo-lución en el pensamientoempieza antes con Galileo, pe-ríodo en que se desestabiliza eluniverso geocéntrico de Ptolo-meo. Fue tal la conmoción de suépoca que Galileo debió retrac-tarse por el riesgo de morir en lahoguera. ¿Decía la verdad? No secorrespondía con “la verdad” de lagran mayoría de sus contemporá-neos; sus ideas parecían desafiar alorden divino. Giordano Bruno ha-bía muerto por la misma razón en lahoguera. Se trataba de otra verdad,una nueva verdad, lo que no quieredecir que fuese la única, o la defini-tiva, lo que puede parecer paradojal.

Pero también el diccionariodice que “la verdad” se refiere a “loreal”; la correspondencia con aque-llo que le atribuimos a un objeto oa un sujeto; también lo opuesto alerror, que es aquello susceptible deser verificado por los sentidos. Perotambién hace referencia a lo que esauténtico, en este caso se trata de laconformidad dada por el espíritu.

Esta última definición, tan sen-cilla, ha merecido capítulos y vo-lúmenes acerca de los “sistemas decreencias”, convicciones tan fuer-temente arraigadas en el espíritupor las cuales los hombres puedenllegar a matar y morir. Se trata sinduda de “verdades”, corroboradasy legitimadas por el grupo de per-tenencia o de referencia y poseendiversidad de sistemas explicativos.

Sin embargo, “las explicacio-nes legitimadoras fundamentales,entran por así decirlo, en lasformulaciones del vocabulario”(Berger P. y Luckmann, T.1974). Los sistemas de ideas,el conocimiento científico ytambién por supuesto lasideologías, son espaciossimbólicos de legitima-ción. Como señalaranBerger y Luckmann “Larealidad de la vida co-tidiana se me presentaademás como un mun-do intersubjetivo, unmundo que compar-to con otros” (P. Ber-ger y T. Luckmann)(1968), aunquehaya “otros mun-dos como el delos sueños y otras

realidades no compar-tidas”, pero con la certidumbre

de que el mundo de la vida cotidia-Notables de la capital. Vél ez, 1850

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na es tan real para los otros comolo es para mí y no requiere verifi-caciones, ya que se presenta comouna realidad, pero podemos decirque interpretada por los hombres”.Sin entrar en la filosofía podríadecirse que se trata de un mundofenomenológico, de realidadesmúltiples, que me permiten orde-nar la vida. El mundo real, adquiereobjetividad.

Pero retomemos nuestra histo-ria. Los siglos XVI y XVII formu-lan un período de desconcierto,cuando los ejes del pensamientoadquieren nuevos rumbos. En unmundo donde iban a contar losnúmeros, las matemáticas impo-nen un nuevo orden. Fue RenéDescartes, el hombre que formuló

el problema. Por un lado creía enel mundo y sus cualidades. El mun-do de la materia era una máquinaperfecta, con cualidades primarias,propias del “mundo real”. Existíanasí dos realidades. El discurso delmétodo, pretende encontrar “laverdad” y para evitar “el error”, con-dujo a Occidente a buscar “la verdaden la ciencia”, que poseía legali-dad, abriría el camino que iba apermitir la predicción y la certi-dumbre. Transformada la duda car-tesiana en método, proclama lasupremacía del pensamiento y larazón. Su existencia y sus propie-dades estaban fuera del mundoreal. “Yo pienso luego existo”.

El hombre se permitió, a travésdel conocimiento, sentir su dominio

sobre la naturaleza, pero el hombreseguía siendo una creación divina.El alma poseía otras substancias yotras propiedades, lo no observable,el pensamiento, la inteligencia, lasupremacía de la razón, la racionali-dad, como expresión del pensamien-to de una época, la Modernidad.Aparece así, la conciencia de la sub-jetividad. Se trata de una acción re-flexiva que señala la supremacía delyo pensante. El mundo de la racio-nalidad. La supremacía de la razón.De allí, desde la supremacía de larazón humana, crece la idea de “ob-jetividad”. El hombre es la medidade todas las cosas. La disociacióncuerpo–alma le permitirá a Descar-tes salvaguardar su religiosidad. Al-gún autor haría referencia a la“biodisociación”.

Tipo de notables de la capital. Santander, 1851

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La ciencia clásica propone des-de este punto de articulación, o deruptura, una nueva mirada sobre losfenómenos, una actitud cuidadosa,en la misión de investigar el mun-do en su realidad objetiva, apoya-da en los sentidos, pero también enla razón y su capacidad de explica-ción. Se trata de encontrar lacausalidad de los fenómenos. Suimpronta fue tan fuerte que Hei-senberg señaló que “la certidumbrey el dualismo cartesiano se instalódurante tres siglos posteriores aDescartes y costaría mucho tiemposustituirlo por una actitud diferen-te frente a la realidad”.

Con el correr de los siglos sehace menos referencia a “la verdad”en el lenguaje de la ciencia, aun-

que hubiese cierto consenso acer-ca de que “verdad y realidad” fue-sen intercambiables. El concepto de“realidad” cobra presencia. Los an-tiguos griegos decían que los cam-bios en el lenguaje anunciaban elcambio de los tiempos.

Volvamos a la historia “contem-poránea”, entre comillas por que noestoy segura de cómo referirme alsiglo XX. Heinz von Foerster(1994), quien va a aparecer comouna figura central de los nuevostiempos, nos recuerda en una en-trevista lo que significó como even-to en el mundo del conocimientola serie Encuentros, diez o doce cadaaño, que en 1949 se organizaran fi-nanciados por la “Fundación JosiahMacy”. Se trataba de reunir hom-

bres y mujeres, pensadores y cien-tíficos, algunas mentes brillantesprovenientes de muy diversas dis-ciplinas, con gran variedad de te-mas y problemáticas, personajesque preocupados por el tema delhombre y el conocimiento fueronprotagonistas de la segunda mitaddel siglo XX. Los reunía la convic-ción de que algo había cambiadoen el mundo del conocimiento a lolargo de la primera mitad del siglo.Muchos de ellos se hicieron a suhistoria. Su aporte al campo de lapsicología fue significativo. No po-dría decirse que cambiaron la his-toria, ni que fueron profetas, sinoque el desarrollo del conocimientohabía llegado a un punto en que “laverdad”, en el mundo de la cien-cia, ya no era la misma. Se plan-

Notables de la capital. Tunja, 1850

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teaba una nueva mirada acerca dela realidad.

Es que los hombres del siglo XXse formularon nuevas preguntas,requerían otras respuestas. Quizásla avanzada estuvo en el campo dela física, interesada por “el mundode lo infinitamente pequeño”,como lo denominara el filósofode la ciencia, Gaston Bachelard(1964) y que no se trataba de des-cubrir el “objeto de estudio”, sinode “construirlo”, a través de unateoría que permitiera formular suexistencia. ¿Quién había visto al-guna vez un átomo?

Se dice que pocos físicos en laArgentina comprendían, allá porlos años veinte, la Teoría de laRelatividad. Hoy un alumno de lacarrera de física podría explicarla.

No se trata de que nuestros alum-nos de hoy sean más inteligentesque los estudiosos de las primerasdécadas del siglo XX; se trataba dela dificultad humana de romper conalguna de las verdades legitimadas porla ciencia, y al mismo tiempo unaserie de “nuevos fenómenos” y áreasde problemas, que la teoría deNewton no poseía capacidad paraexplicar. No se trataba de un errorde la ciencia, sino de los alcancesexplicativos de la teoría de la gra-vedad. El siglo XX es, como diríaBachelard, un período de “ruptu-ras epistemológicas”.

El sujeto reaparece en laescena, pero con otra fisonomía,dentro de otro contexto del cono-cimiento. Humberto Maturana oFrancisco Varela, quienes provie-nen del mundo de la biología in-

corporan el punto de vista delobservador, permitiendoreintroducir el concepto desujeto. La duda está en eva-luar si se trata o no, del mis-mo sujeto.

Entre este grupo dehombres, jóvenes y no tanjóvenes, que participaronen este evento, que estabadestinado a marcar un hitoen la historia del conoci-miento, está Heinz vonFoerster, el referente obli-gado, cuando se habla del“constructivismo radical”,quien incorpora el concep-to de biosociación, quemarcará la interdependenciadel observador y el mundoobservado. El observador noes una entidad aséptica, per-tenece a un espacio históri-co y social y es miembro deuna cultura. Algunas de es-

tas formulaciones fueron hechasmás temprano, allá por la décadadel veinte o del treinta, el físicoalemán Heisenberg, o el mismoEinstein, habían abierto nuevos es-pacios al pensamiento.

Von Foerster cita con admira-ción a Gregory Bateson, interesan-te figura cuya filiación resulta difícildefinir –biólogo, antropólogo, psi-cólogo, epistemólogo– su miradamultifacética “descubriría” fenóme-nos nuevos; y permitiría acercarotras perspectivas acerca de la con-ducta humana y de las formas dife-rentes de la comunicación. Allíestaba quien fuera su mujer, Mar-garet Mead, figura singular de laantropología, ambos compartieronla experiencia en la Polinesia yabordaron el sentido de la “diver-sidad humana”. Participaron de losencuentros figuras como NorbertWiener, quien acercó a los partici-pantes a la cibernética, que iba acambiar el mundo. Aplicada a losproblemas humanos y sociales, pre-sentó la idea de la “causalidadcircular”. Warren Mc Culloch,preocupado por el funcionamientodel cerebro, abriendo caminos a laneuropsicología y a nuevas formasde conocimiento. De modo dife-rente la mente y el cuerpo parecenvolver a unirse. Hicieron su apari-ción gran variedad de temas pococonocidos aún, algunos muy abs-tractos y sobre todo un vocabula-rio nuevo, un nuevo lenguaje quemarcaba el cambio de los tiemposy el uso y a veces abuso, de metá-foras tecnológicas para acercar lasproblemáticas a los nuevos inte-rrogantes. Allí estaba, entre otros,Paul Wazlawick, un lingüista en suorigen, quien abrió nuevos caminosa la psicoterapia. Afronta como in-terrogante si ¿Es real la realidad?, tí-Habitantes de la capital. Pamplona, 1851

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tulo de uno de sus libros (1979).Aquí el constructivismo hace suaparición en el campo de la psico-logía, desde una perspectiva trans-disciplinaria, donde la complejidadse vuelve creciente. ¿Cómo son ycómo operan las distintas “realida-des posibles” que circunscribe ellenguaje humano? Como compila-dor, presenta un libro titulado Larealidad inventada (1988). Se tratade un desafío, no de una broma;obtiene desde diferentes ángulosdiferentes respuestas, que se inter-sectan en algún punto.

Estas premisas impulsarían a unanueva generación a novedososcaminos que hoy aún transitamos,en la búsqueda de nuevas herra-mientas conceptuales. El lenguajeconstituyó una herramienta impres-cindible para crear nuevas formas,como la noción del “self”, que noes tan nueva. La configuración delself (el sí mismo, que posee sentidoreflexivo), a partir del “diálogo conel otro” y del diálogo consigo mis-mo, como lo anticipara GeorgeMead, pensador de la Escuela deChicago, al formular el concepto depersona. La naturaleza autorrefe-rencial del lenguaje le permite alsujeto, en la interacción, construir-se a sí mismo. Neurociencia y filo-sofía, fisiología y matemáticas,lógica y sociología del lenguaje, setrataba de sistemas de una comple-jidad creciente. Desde la filosofíaEdgard Morin (1986), sin denostara la ciencia clásica, hace referenciaa un combate donde, al final delproceso no se trata de cuestionaral “conocimiento objetivo”, desdeun “constructivismo radical”, comoen von Foerster “Se trata de con-servar absolutamente esta objetivi-dad, pero integrándola en unconocimiento más amplio y reflexi-

vo, dándonos un tercer ojo abiertopara aquello que es ciego”. “Nece-sitaremos también –señala– servir-nos de nuestro pensamiento pararepensar nuestra estructura de pen-samiento”. Y nos propone un bu-cle interrogativo y crítico. Su puntode partida es la conciencia de la sim-plificación del pensamiento. EdgarMorin marca su deuda con vonFoerster, a quien denomina “nues-tro Sócrates electrónico”; él, comoVarela y Maturana, le han permi-tido reintroducir el concepto desujeto y nos hace penetrar en elmundo de la complejidad; la dife-rencia y la diversidad, la dobleidentidad y la complementaridad,organización de los antagonismos.Un mundo de desorganización yreorganización ininterrumpidas,donde interviene la cultura, pro-pia de la sociedad humana y orga-nizadora gracias al vehículocognitivo que es el lengua-je. Este forma con las con-diciones biocerebrales unnudo gordiano.

Pero debíamos avanzarmás allá del culto a la obje-tividad y preguntar qué su-cede más allá de nuestraexperiencia. Von Foersterplantea la noción de auto-referencia. “El observador,el teórico debe incluirse enel sistema sobre el cual teo-riza”. Preocupado por lafunción del cerebro, plan-tea su limitada capacidad dedescubrirse a sí mismo, “esla serpiente que se muerdela cola”. ¿Es que podemospensar a un ser humano des-pojado de sus creencias, desus verdades? “La verdad”como un valor absoluto, lle-va al hombre a ubicarse en

el mundo, imitando a Dios. La teo-logía señala que “las verdades ab-solutas suponen un ser absolutocomo ellas”. Dios es el fundamentode la verdad. Los Evangelios dicen:“yo soy la vía, la verdad y la vida”.

En el lenguaje corriente se asi-mila “verdad” a “realidad”, ser ob-jetivo significa decir la verdad deaquello que se percibe. Como diji-mos anteriormente, en los juicios es-cuchamos preguntar a los testigos“¿jura usted decir la verdad, todala verdad y nada más que la ver-dad?”. En este caso verdad es loopuesto al error o a la falsedad. “¿Laverdad es única?” Las verdades delos hombres son múltiples, porqueson múltiples y diversas sus reali-dades. El lenguaje organiza nuestroaparato lógico y nos brinda unaversión de la realidad. Para com-

Mineros blancos. Soto, 1851

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prenderlo debemos ir más allá, co-nocer como es que conocemos yesto remite a los procesos cogniti-vos y a nuestro sistema neurológico.Pero podemos dudar acerca de quecodifican nuestros sentidos. Ellosnos permiten el acceso a la reali-dad, pero no la construyen. Nece-sitamos saber cómo percibimos yqué implica percibir.

Es que hablar de un lenguaje,implica un acuerdo acerca de lapercepción de la realidad. El primeracuerdo social del niño es el que leproporciona el lenguaje que apren-de, mediante el cual le da forma ysentido. Hace a la condición huma-na, diría Jerome Bruner (1991), quesus verdades sean relativas al pun-to de vista de quien las adopta. Sonlos actos de significado los que otor-gan forma y sentido a la realidad.

Paul Watzlawick (1988), hacereferencia a la necesidad humana delas ideologías, prejuicios, supersti-ción y rumores. Incluso acerca delcarácter infalible y definitivo que seatribuye a una imagen, supuesta-mente científica, del mundo. Peroagrega como interrogante “por quédeseamos con tanto ardor poseer unavisión definitiva del mundo” y secontesta, es que “los seres huma-nos... no podemos sobrevivir psíqui-camente en un mundo carente desentido”. La explicación del mundotendría que ser, firme y sólida, sindejar pendiente ninguna pregunta,tampoco en el caso de las utopías.Muestra así nuestra capacidad para“distorsionar los hechos” de talmodo que no contradigan “nuestrarealidad “. “La verdad” depende deaquello en lo que se cree. En la ma-yoría de los casos se trata de verda-des compartidas, teorías, ideologíasy aún las convicciones personales.

El “constructivismo radical” deHeinz von Foerster, plantea su te-sis de que el mundo circundante talcomo lo percibimos es un “inventonuestro”, y que debemos remitirnosa los mecanismos neurofisiológicosde nuestras percepciones. Sin duda,pero parece que debemos insistir enque toda imagen del mundo es unaconstrucción de nuestra propiamente, o como dice Ernst vonGlasersfeld (1995), también desdeun constructivismo radical, el pen-samiento construye conceptos yredes de conceptos que “conside-ramos integrados y podemos atri-buirles una estructura”, si bien sonel producto de nuestra propia ca-pacidad representativa, se trata dela “autoorganización de la percep-ción”, la ciencia debería poder ex-plicar “la objetividad”.

El conocimiento científico espara Maturana, parte de un proce-so en el que se aprende a aplicar elconcepto de validez de las explica-ciones, en algún ámbito particular.Lo que le interesa a la ciencia es lanaturaleza “fáctica objetiva”, “laeficacia operacional” de sus expli-caciones. Esta supone una dinámi-ca reflexiva, que si es aprendida,permite “seguir siendo un observa-dor de todas las circunstancias, sinapegarse a ellas”. Se trata de “limi-tarnos a los criterios de validez, quenos solicita la metodología de laciencia”. Es decir que “no se requie-re ninguna suposición acerca de larealidad objetiva e independiente”.Maturana insiste en que la cienciano tiene nada que ver con una no-ción de verdad, pero necesita de lasexplicaciones científicas y su crite-rio de validez. Recordemos a JeanPiaget, quien fue el primero enseñalar, desde el campo de la psi-cología, que “el niño construye su

mundo”, sin referencia específicaacerca de la realidad, sólo con loscriterios de la lógica del lenguaje,a través de la cual percibe la “reali-dad”. Es que hablar de un lenguajeimplica un acuerdo social acerca dela realidad.

Desde otra perspectiva, la So-ciología del Conocimiento, abre eldebate. Esta disciplina parte de lapremisa de que las formas del co-nocimiento están ligadas a las cons-trucciones de los hombres unaépoca. La realidad se construye so-cialmente; el hombre de la calle nose cuestiona acerca de ¿qué es larealidad? Vive en un mundo quepara él es real. Está construido y le-gitimado desde el lenguaje, desdelo que Berger y Luckmann (1964),denominan “el universo simbólico”,una construcción humana que or-dena el mundo de la “realidad” y leotorga sentido. Se trate de “reali-dad objetiva” o “realidad subjeti-va”, ambas se relacionan. No resultarealmente novedoso en la segundamitad del siglo XX, el hecho de lanecesidad de demoler las fantasíasde la existencia de una “realidadobjetiva” y las dudas acerca de laexistencia de leyes generales deluniverso. “La legalidad y la certezade todos los fenómenos son dequien las describe”. No son de nin-gún modo la lógica del mundo.Dependen de “los cristales concep-tuales, que organizan nuestra lógi-ca del mundo”. El hombreconstruye “la realidad social”, quele impone significados.

El conocimiento avanza, comoseñalara Gaston Bachelard, en laprimera mitad del siglo, a través de“rupturas epistemológicas”, queimplican un antes y un después, sonparte de un proceso, en el que la

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ciencia no hace sino intentos deaproximación. No descubre la rea-lidad, sólo define su área de pro-blemas, aquellos cuya época lepermitan definir el alcance de susproposiciones. “La ciencia de hoyes deliberadamente fáctica, en elsentido cartesiano del término...construye una realidad, tritura lamateria, da un sentido y una finali-dad a fuerzas dispersas”. El trabajodel científico requiere en la actua-lidad, una larga preparación y unaconciencia racionalista para acce-der a las problemáticas de ahora ydesembarazarse de toda problemá-tica individual, que debe ponerseentre paréntesis. Hace más de me-dio siglo advertía que “Dentro deuna cultura científica, una proble-mática que persiste en ser indivi-dual, requiere del psicoanálisis”. Porotro lado, anuncia quizás, la nece-sidad de la toma de conciencia dela rapidez del devenir de la cienciay de la cultura científica, compara-da con su “inacción” durante el si-glo XIX. Escribe en los primerosaños del siglo XX. Su mirada de fi-lósofo expresaba las inquietudesque movilizarían pensadores y cien-tíficos del fin del siglo XX.

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