denevi, marco - la otra república argentina-borges

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Denevi, Marco - La otra República Argentina-Borges

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  • Marco Denevi - La otra Repblica Argentina: Borges

    Denevi, Marco - La otra Repblica Argentina-Borges

    En La Repblica de Trapalanda

    Ahora comprendo por qu Jorge Luis Borges suscit, en vida, entre los

    argentinos, un fastidio que se hizo admiracin slo cuando el mundo le

    expres la suya. Borges provena de una Repblica Argentina emancipada de

    la adolescencia colectiva.

    Primero con falso engreimiento, despus con falso candor, contradijo uno

    por uno todos los atributos del pas adolescente y les present el desafo de

    una madurez de carcter, de una adultez mental y espiritual tan segura de s

    misma que hasta poda ejercitar, sin miedo, la duda metdica y, sin ninguna

    zozobra, la modestia.

    A menudo los adolescentes creen que piensan de su propia cabeza y lo que

    hacen es ajustarse un pensamiento ajeno que los seduce y los tranquiliza.

    Alguien sella un conjunto de palabras y en seguida los jvenes se apropian de

    esa acuacin verbal sin tomarse el trabajo de someterla a previo examen.

    Borges hizo siempre lo contrario y propag as una especie de desasosiego

    que perturbaba a los jvenes, incapaces de imitarlo.

  • Nunca dej de practicar, a veces en forma gratuita, la refutacin de los

    dogmas, el cuestionamiento de las verdades reveladas, el destrozo de los

    mitos cannicos, aventuras audaces que si fuesen una frvola iconoclastia

    atraeran a los adolescentes, pero en l eran una obra de reconstruccin que

    operaba con la inteligencia y con los conocimientos, y entonces los jvenes

    reculaban en la frontera entre la negacin y la afirmacin y corran a

    abrazarse a sus viejos mitos.

    Los adolescentes se jactan de su amor por la libertad, pero slo la piden para

    el grupo dentro del cual se mimetizan. El junco pensante de Pascal, si es

    joven, se agavilla en haces de pensamiento unnime. Borges era un junco

    solitario y orgulloso y se rehusaba al enfardamiento: el adolescente colectivo,

    pues, lo miraba como a una planta extica y acaso daina, como a un intruso

    en la ecologa cultural del pas.

    Borges hizo ms: cometi el pecado de no ser fanfarrn, que para la

    fanfarronera del adolescente colectivo es sinnimo de debilidad, de cobarda

    y de sabotaje a la defensa comn contra los extraos, la vergonzosa

    confesin de que los argentinos no son fuertes, no son los mejores, no le dan

    punto y raya al mundo entero.

    Hasta que el mundo entero reconoci, en Borges, a un escritor genial.

    Entonces el adolescente colectivo dio media vuelta, se apropi de Borges y lo

    exhibi como una de las riquezas naturales del pas a la par de las cataratas

    del Iguaz, de la cordillera de los Andes o de la avenida 9 de Julio de Buenos

    Aires, la ms ancha del mundo.

  • No lo leera, pero se luca con l como con un mrito propio. Lo haca hablar

    en todas partes y sobre cualquier tema. Lo paseaba y lo manoseaba al modo

    de un trofeo que probase las virtudes argentinas.

    Cierto, una obra procede tanto de un hombre cuanto de una sociedad. La

    obra de Borges lleva impresa esa doble marca. Sin embargo, el valor que

    finalmente se le reconocer y que la distingue de las dems depende del

    hombre que la crea. No se puede separar la obra de Borges de Borges

    hombre.

    Quiero decir que la sociedad argentina no ganar mucho si se conforma con

    la exaltacin de la obra de Borges y no averigua por qu esa obra ha podido

    brotar, as, en medio de los males, de las penurias y de las pamplinas de esa

    misma sociedad.

    Entonces es posible que aprecie la importancia del rigor que la cultura debe

    imponerse a s misma. Un rigor obstinado, deca Leonardo. Pero este rigor es

    siempre una empresa individual. Otra que democratizacin de la cultura al

    gusto de la adolescencia colectiva!

    En La Repblica de Trapalanda

    Imagen: adoc-photos/Corbis

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