tomo iv, núm. 6, 6 de febrero de 1842
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6SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 4 1
ESPAÑA PINTORESCA.
XJL C A T D U 1 B E M U R C I A .
igltfti* catedral de M urcia f i l i situada en la misma p la ta del palacio episcopal. Su fachada compuesta de diferentes mármoles jr de sillería tiene dos cuerpos de arqu ite c tu ra , de orden corin tio ; el p rim ero formado con ocho colum nas estriadas elevadas sobre altos pedestales de mármol nan l, cubiertos estos de esculturas en bajo relieve jr colocadas delante de igual núm ero de pilastras tam bién adornadas de trofeos, ana de las caales term ina tam bién la lachada p o r ambos lados. Este p rim er cuerpo está coro- nado por u n friso igualm ente rico de adornos, y flanqueado con dos torrecillas reunidas al cuerpo principal p o r medio de a n a b a la u s tra d a .— El secundo cuerpo se
▲ño VIL • •
levanta sobre la parte media del prim ero ; tiene seis columnas con la misma decoración, y está term inado con n a coronam iento en que se ré en bajo relieve la imájen de N lra. Sra. y un C risto abrasando la cror. En las diferentes p a rtes de esta fachada se hallan distribuidas 32 estátuas. La puerta principal es de órden corin tio , teniendo á cada lado una colum na de m árm ol rojo y a su l delante de sus respectivas pilastras y sobre pedestales también a tu les , adornados de figuras de ángeles, rem atando en su parle alta con un grupo de la santa Virgen en tre ánjeles. Las puertas laterales tienen tam bién colum nas rem atadas con estátuas de santos.
6 de febrero ds ti* * .
4 i SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL.
Esta fachada y puerta« , construcción del siglo pasado, so n dignas de aleación p o r el esmero de su trabajo , y consideradas en detalle las diversas parles de que se componen, merecen m ayor alabanza que vistas en conjunto, en e l cual se advierte algunas b i ta s de arm onía y de gusto en la colocación. También ofrece esta fachada el inconveniente de no hallarse situada en dirreccion 4 la plaza, y encontra rse cubierta en parle ron el ediürio episcopal, de suerte <jue carece de pun to de vista conveniente.
Tam bién hay dos puertas de costado, la una antigua con algunas estatuas y riqueza de decoración. La gran to rre cuadrada que se eleva en uno de los lados fue comen- cada en 1521 , y quedó sin term inar hasta el siglo último; cst4 compuesta de seis cuerpos diferentes unos sobre otros y coronada por un octógono que la da una forma agradab le y una imponente elevación. Súbese i ella por una ram pa suave dispuesta cu espiral, y en el hueco que forma cali situada la sacristía.
La construcción do este templo comenzó á los fines del siglo X II, y considerado en conjunto ofrece un aspecto magestuoso aunque algo cargado. E l in terio r se compone d e tres naves separadas p o r enormes pilares formados de pequeñas colum nas arum uladas; las dos laterales mas estrechas que la principal, dan la vuelta entera a la iglraia reuniéndose detrás del a lta r m ayor; el coro y santuario «slan colocados en el centro como en todas las calcdralrs de España. En este se conservan los cuerpos de los Slos. F u lgencio y F lo ren tino , y en u n rico mausoleo colorado a l lado del Evangelio se encierran el corazón y laa entrañas de Alfonso el s ih io , rey de Castilla destronado p o r su hijo Don Sancho , i quien los m urcianos defendieron con singular fidelidad.
A la en trada de la Iglesia se presenta desde luego un dom o que cubre el espacio intrrm odio en tre la puerta y el coro. La decorada» de este recinto es estremada y dispuest a con gran confusión; y lo miamu la del trasro ro , cubierta con una capilla de la Virgen.
E u lrc las m urhss capillas que hay al rededor de la iglesia la mas digna de atenrion es la llamada de toe f 'r~
/ c a , cuya portada ofrecemoa i nuestros lectores al frente de este articulo . E l in terio r es octógono bastante espacioso, y con una elevada cúpu la , y está ricamente decorado con m u ltitu d de colum nas y adornos góticos aunque recargado e n demasía.
Term inarem os aquí este a rtíc u lo , pidiendo escusa 4 nuestros lectores p o r la omisión y «caso las inexactitudes que pueda contener, pues por mas que hemos hecho uo nos ha aido posible ha llar quien nos diese noticias asi de cale como de o tro s muchísimos monumentos de España, indignamente o lvidados p o r la incuria y el abandopo de los inteligentes. Sobre este punto sería largo el catalogo de nuestras lam entaciones; y si 4 escribir fuésemos algunas de ellas, el público lector nos dispensaría de muchas fallas, al paso <jue no podría menos de adm irar la constancia con que venciendo obstáculos, repugnancias, y á costa de gastos y fatigar hemos podido hasta el dia presentarle m ultitud de dato« nuevos sobre los monum entos del a rte español, sino I s a estenios como quisiéram os, al menos lo suficientes para fo rm ar uua ¡dea de las riquezas que poseemos, y que uo querem os ó uo «aliemos apreciar.
CIUDADES ESPAÑOLAS.
I 4 > L Ú C 4 B D B B 4 B B 1 B B D 4 T BU C A B T X U O .
(Conduiion Véase el aúmero anterior.)
D espors del castillo de Santiago lo mas notable que presenta S an lúcar4 los ojos del curioso viajero, es la puerta de la iglesia m ayor, monum ento singularísim o por su mezcla dc«rqu itcc tu ra y de adoraos góticos y Arabes que se ven allí form ando un conjunto, aunque cargado, pero que entretiene y cautiva; no sabemos baya en España o tra pieza de este género mas que esta; es lastima esté ejecutada en piedra bastante dcslezuablc, p o r cuya causa se encuentra m altratada en algunos p u n to s : fue labrada por los años de 1308, y costeada por la Sra. Doña Isabel de la Cerda y Guarnan, herm ana de los duques; sus arm as se ven entre los adornos. La iglesia m ayor de N uestra Señora de la O la fundó D. Alonso cuando tomó posesión de la ciudad , y la to rre que llene jun to , la creemos, hasta las campanas , p o r una de las siete que mencionan los escritores de la antigua Sunlúear: en la iglesia nada lia quedado de lo antiguo csccplo la portada.
La iglesia de Sto. Domingo fue fundada en el año de 1543 , p o r la Sra. Doña Im n o r M anrique de Soto-m ayor y Zúñiga. La traza sencilla y elegante de este edificio, que es todo de p iedra, *us bellas proporcionas, sus atinados adornos, la buena ejecución de ellos, harén que este templo sea la obra moderna de m ayor consideración en S an - lúoar: pertenece al buen tiempo de la arquitectura grcco- rom ana. Es doloroso que se hallen embadurnados con cal de M oran , los m uros y columnas Juleriorrs y todas sus capillas; y es vergonzoso que en una ciudad de alguna consideración se cometan tales y tales desaciertos con descrédito del gusto y del honor del mismo país.
El estado de esplendor y prosperidad 4 que llegó Sau- lú ca r con el descubrimiento del Nuevo M undo , siendo puerto abierto para el comercio con aquellas tie rra s, por la excelente posicicioii que ocupa 4 la desembocadura del rio y orillas del m a r , la hicieron crecer en población es- In o rd in a d a y rápidam ente, tan to que en pocos años, 4 fines del siglo XV y principios del siguente, se edificó todo lo que llam an barrio ba jo , cuyo terreno ocupaba antes el m ar bosta la cuesta de Belén, y después basta la A duana, y asi sucesivamente se ha ido retirando. Don Enrique Pérez dcG uzm an , ?.” señor de S í ub icar, concedió privilegio 4 los B retones, dado en Huelva 4 3 de diciembre de 1478 , facultándolos para que pudiesen poblar el te rreno bajo que iba dejaddo e l m ar al pie de las barrancas, donde en el dia bay calle con aquel nom bre: de aquí dala la fecha de esta parle de la población. Con la raida del comercio de América , y desde que en 1687 cesó la habilitación del puerto, los comerciantes se re tira ron , y solo existen los labradores y cosecheros de vinos.
Los duques poseyeron el señorío de esta d u d ad hasta el año de I 645 que pasó á la co rona, según el decreto de Felipe IV , y tom ó posesión en nom bre de S. H . Don B artolomé M orquccho, del Consejo Real de Castilla. En 1579 obtuvo titu lo de ciudad, pues antes era solamente villa.
La palabra S an lú rar la hacen derivar algunos de Sonetos L uc ifer , que asi llam aban loa antiguos a l Lucero, ó 4 V enus, que adoraban bajo este respecto, como cosa divina
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. a
* u u l* - corrompióse después en Solúcar, que e» el nom bre que recibí* en la domiuacion á rabe , y que conservó después como consta en escritura» antiguas, y de aquí pasó i llamarse Sanlúcar. Algunos están creídos, y en ello van sumamente errado», que viene este nom bre de S . Lucas evangelista, pairo., de 1» ciudad; cuando el haberes puesto este pueblo bajo el am paro del u n to , es muy poste r io r al nombre va citado de Solucar, de donde viene ciertam ente el que boy se le da. E l sobrenom bre de B a rra - n u d a lo traemos de B a ria m e ta , que significa medida, m area, seña l ó linea de la h a rra , para lo que servia un árbol; torre", dicen o tro» , que se elevaba en el sitio donde esite boy S. G erónim o, p o r donde lo* navegantes se guiaban para llegar al pu e rto , salvando los enormes y peligrosos pef.asros que tiene en su en trada ; llamándose aquel sitio con la vo* corrom pida B arram eda de B a ria m eta. Rodrigo Caro afirm a que en su tiempo habia un p ino en donde fijaban la vista los pilotos, y esa era la medida ó „ d a ! , pues babia dos allisiraos y extraordinario», que el uno se secó, y e l o tro destruyó un rayo, según refiere el P . Lima (1 )
En el sitio llamado de Bonavza, se labró la A duana en los últim os afios del an terio r m onarca, juntam ente con una iglesia y varias mansatia» de casas bajas, cuyas otras juntam ente ron el muelle llenan de indignariou al que contem pla la sum a im portante que consumieron estos edificios para que esteu abandonados; al mismo tiempo que dan un testimonio triste y vergonzoso del arle ruando aparecen la» paredes de la iglesia, pues sus arco» se han deaplom ado; y ruando se observan las piedras del muelle desquiciada* y desprendidas al m ar. ¡ A qué de consecuencias no dá m irgen el solitario arenal de liouansa!
La situación ventajosa de Sanlúcar, su temperamento tem plado en la rigurosa estación del verano , efecto de los vientos fresco* de Poniente; su playa alegre y estc.idida, que proporcionan los bailo» de m ar; las frutos delicadas que ofreren su terreno , dan á esta riudad gran nom bre en A ndalucía, y r» frecuentada de infinidad de familias que vienen de Sevilla , Cádiz y Jerea, llamadas por tanto» atrictivo*.
J. Colos r CoLO¡t.
ESTUDIOS HISTORICOS.
IO S A L K
XJtiEGO que el poderío de los godos quedó vencido i las márgenes del G usdalete, los restos fujitivos se corrieron hdeia el N orte , para evadirse de la persecución con que les amenazaban los hijos de Maboma. M ientras que los asturianos se fortificaban al mando de Pelayo en las gargantas de las montadas de Cantabria , alguno* aragoneses refujia- doa en los P irineos, y i quienes su misma debilidad servia de salvaguardia , inauguraban su independencia en el monte Poeto, bajo la peda que abrigaba la erm ita de & Juan . Reducidos á un estrecho circulo, sin víveres, sin arm as, sin recurso alguno , se vieron precisados i m erodear sobre los
(«) Elucidario de Sanlúcar la mejor: escrito por el P. presentado FT. Temas Fernando de Lima , natural de la misma: obra M. S. de mediarlos dd siglo XVU, diste en la biblioteca del es presado •smmsrio, y da ella nos hemos salido en parte para hacer esto»
países comarcano», y lanaándosc desde las en cu m b rad » créala* que les servían de abrigo, bajaban rual n o torrente- de lava, a rrastrando en po» si cuanto encontraban.
Admirados los árabes de su rapacidad , salían i ra ta de ellua cual si fuesen fiera», y les dieron el nom bre d e A lm ogabares, que significa toldado» robadores.
Poco tiempo despuea estos hombrea tan feroces como valientes, se fueron reuniendo bajo la conducta de alguno» de los mas esforzados, i quienes reconocían como gefes, aunque siu mas regla» ui disciplina que las que adm ilfa sn capricho, viviendo de sus depredaciones, mas como fiera* que no como hombre».
Su vestido era grosero , su aspecto h o rrib le , sus costum bres desenfrenadas, liu a red de h ie rro , á m anera de casco cubría su cabeza, y dejaba asom ar p o r debajo su desgreñada cabellera, que uunca cortaban como buenos godos. Varias pieles sin c u rtir cubrían sus hercúleos miembros, y unas toscas abarcas les servia., de raizado, dejando descubiertos brazo y pierna. No usaban ninguna arm a defensiv a , ni arm aduras que entorpeciese» su carre ra , de modo que se les veia lanzarse sobre su pena con la celeridad coi» que s a l ta d tigre »obre la victim a que acecha, y desaparecer iuslaulaucamente luego que un enemigo superior trataba de atacarlos. Sus arm as unirás eran la espada y el venablo, y dos ó tres chuzos no muy largos, que dispara- bau ron tal violencia que solía» traspasar de parte i parte un hombre bien arm ado , rom o se cuenta de los antiguo» escitas. Al e n tra r en acción golpéala» las espadas contra la» pied.a», y a rrastraban los chutos por el sudo diciendo "det/derla hierro.“ R ara ve» m ontaban & caballo , a u n cuando lo tuviesen, y siempre combatían á pie.
Por lo demás su habitación ordinaria era en las montañas y en tre las breña», y m iraban con desprecio á lasque poblaban la* ciudades. Guando alguno pretendía to m ar partido con ellos, le im ponían por ohligarion el no e n tra r por espacio de un año dentro do poblado, no do rm ir bajo de ted io , ni desnudarte para dorm ir.
Asi subsistió por largos años esta m ilicia, hasta que Don Alfonso el Batallador conociendo la utilidad que de cIL pudiera reportarse, logró por fin organizaría, y formA con ella la infantería lijera de su ejército. La raballeria I» constituían los ricos hombre» con sus vasallos y escudero» montados, los iulanioi.es y los caballeros de mesnada.
El p rim er hecho de arm as que ejecutaron los A lm oga- bare» después de su nueva organiiacion, fue la toma d e Castellar, donde los dejó el rey de guarnición, para hostilizar desde allí á los moros de Zaragoza, como en erecto lo hicieron, arrasando todo hasta las márgenes del Ebro. S irvióse tsmbien de ellos en la toma de las ciudades meridionales de A ragón, que rescató de los moros; y en las entradas que hizo por tierra de Soria y hasta la ciudad de Leon- E1 Sr. Escosura en su novela del Conde de Candespina, que se refiere á esta época, supo sacar un g ran partido de esta» tropas en varias descripciones.
Siguieron bajo esta form a los Al moga bares hasta e) reinado de D. Pedro 111 el grande., en Aragón. Cuando este célebre m onarca pasó i la conquista de S icilia , llevó consigo 8000 AJ moga bares que hicieron prodijios de valor.
U na de sus mas célebres hazañas , fue cuando 5000 de- ellos pasaron en u n a noche i C alabria y degollaron lodo el ejército francés, que con dobladas fuerzas estaba acuartelado en C aloña, inclusos el general conde de A tenzón y 500 caballeros rom anos, que habia enviado el Papa M a r- tino en su ayuda.
T res a ta s después en tró en C ataluña un ejército francés , de mas de 200,000 hom bres con su rey S la cabeza» para tom ar posesión de la corona de A ragón, que el Pap» M artino IV inexorable con D. Pedro, habia dado a l p riss-
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cipe C irios de Valois. Pero loil» aquella furia te estrelló an te lo» muro» de G erona, guarnecido» p o r 2S0I) A lm oga- barts y 130 caballos, que la defendieron mas de dos meses, y salieron con la» capitulaciones que quisieran poner. Lo» continuos rebatos del rey I). Pedro , que con un camp o volante interceptaba 4 cada paso lo» víveres y las comunicaciones del francés, y la peste que atacó i su ejercito , redujeron por fin al orgulloso invasor a l estremo de ped ir hum ildem ente por mediación del rey de ¡Navarra, que se les perm itiese salir del reino. lié aquí la contestación que dió el re y , la cual por si sola indica el carácter de los Aimogabares. "Decid á mi subrino el rey de ÍS'a-■ v a rra , que p o r su am or y respeto concederé gustoso el »seguro que me pide para la retirada de los franceses; pero »que este se entiende rcs|iecto á mis caballeros, porque ua-■ da puedo prom eterle eu cuanto á los Aimogabares que »ocupan lo alto de las sierras , que no me será fácil dea tene r su a rd o r , ni en esto me querrán obedecer." .
E n efecto, á pesar de que D. Pedro con todo su ejército fue escoltando aquel convoy fúnebre de cien m il enfermos, que con u n soplo pudiera d estru ir; no pudo estorbar que m uchos franceses perecieran á manos de los Aimogabares, que recordaban los atroces asesinatos de los pocos que habían tenido la desgracia de caer prisioneros. E l mismo rey pudo á penas arrancarles de las manos algunos que iban 4 inm olar á su vcngania, diciendo á los Alm ogaba- res con tono halagüeño: "os ruego hijos mios que tengáis »de ello» m isericordia, como Dio» la tiene de nosotros."
Cuando el rey D. Jaim e 11 el Justiciero liizu las pares y abdicó el reino de Sicilia, los Aimogabares y todos los demas aragoueses que liabia en este país, sintieron lauto el abandono en que se dejaba á los buenos sicilianos, tan adictos á la cata de A ragón, que se aunaron con ellos para defender la independencia siciliana. Por otra p arle , los que habla en Aragón llevaron tan á mal la conducta Hoja del rey D. Ja im e, que murlio» se desnaturalizaron y fueron á las órdenes de I), Blasco de Alaguii, y otro» muchos rico» hom bres y caballero» catalanes y aragoneses á ponerse al lado de lus sicilianos.
H orrib le fue la batalla de M csiua, en que se batieron los reyes D. Jaim e de Aragón y D. Eadriquc, á quien los sicilianos habíais aclamado por rey. Ambos reyes eran ber- mauo», y las galeras de una y o tra parte enarbolabau el estandarte de las barras de Aragón: los valientes almoga- bares pelearon entonces por prim era vez unos con otros, y m ancharon sus espadas cou la sangre fraternal. La histo r ia nos ha trasm itido el hecho atroz de un caballero aragonés llamado Fernán Pérez de A rve, capitán de A im ogabares, al servicio de D. E adriquc; el cual habiendo recibido órden de D. Blasco de Alagan para que arriase el pendón de la capitana en señal de re tirad a , dejándose llev a r de u n acceso de fu ro r, tomó ca rre ra , y se estrelló la cabeza con tra el palo m ayor del navio , p a r no cum plir aquella órden deshonrosa.
D uran te esta guerra sucedió también aquella anécdota vu lgar que refieren las historias contemporáneas. Habiendo cojido los franceses algunos Aimogabares de D. F adri- q u e , los presentaron al rey Carlos de ¡Nápolcs su cucmi- g o , como una cosa ra r a , pues nunca habían visto aquella tropa. Al verlos, csclamó Carlos con desprecio: "¿y son■ estos los soldados con que piensa ese aragonés hacerme » la guerra?"
— Si tan viles somos (replicó uno de ellos con desenfado) "haz que salga conmigo ó con cualquiera de nosotros el■ mejor caballero de tu ejército con todas sus arm aduras." — Adm irado de su arrogancia el rey Cárlos, perm itió que salie ra con él uno de sus caballeros que había pedido se le concediese castigar a l jactancioso prisionero. Esperóle este á
pie firme en medio del palenque con su chuzo y espada: e francés se presentó á caballo y arm ado de todas piezas, pero antes que se pudiese acerrar al peón , le traspasó este el caballo con su chuzo, y de un salto se puso sobre el caballero que trataba de levantarse: ya iba á m eterle la espada por debajo de la gola, cuando le detuvo la voz del rey que le mandaba dejarlo, y los gritos de los maeses de campo que le proclam aban vencedor.
AI concluirse la guerra de Sicilia, quedaron sin ocupación todo» aquellos Aimogabares y caballeros aragoneses que habían seguido la causa de I). Fadrique. f io podiendo avenirse á v iv ir en paz, ofrecieron sus servicios al emperador A ndrónico, que los recibió como gentes venidas del cielo, según se esplica N ice fo ro , escritor griego: ofrecióles pagas dobles de las que daba á todas la» demás tropas que tenia á su sueldo: según aquella estipulación correspondía á cada Almogabar una onza de plata. A pesar del abandono en que D. Jaim e los había dejado, estipularon también los Aimogabares que no llevarían mas estandartes que el de Aragón y Sicilia. Entonces fue cuando un puñado de españoles llevaron 4 cabo aquel célebre hecho de a rm as, conocido en la historia cou el títu lo de Es/ierliaon de Levante, que quizá no tiene igual.
Concluyóse esta célebre milicia en el reinado de D. Ped ro el Ceremonioso, ó al menos desde entonces no »e la vé figurar eu la historia de Aragón. P o r lo que hace á los que m archaron 4 la capedicion de lav an te , después de haber conquistado varios paites se apoderaron del Ducado de A tenas, en el cual fijaron por fin su asiento. Permanecieron asi por espacio de siglo y medio, hasta que habiendo deje- ncrado sus descendientes del valor prim itivo de sus padres, fueron vencidos por el célebre M ahomel IL
Tratóse de s im ila r esta milicia en este siglo duran te la guerra de la Independencia, cuando el p rim er sitio de Zaragoza. Creóse eu efecto un cuerpo de caballería, que se vistió ro n mucho lujo y elegancia, y sin duda por antítesis se titu ló 4 sus gincles Aimogabares. La idea fue tanto mas peregrina si se atiende que cada zaragozano era un verdadero A lm ogabar, no solo por su valor iudóm ilo é indisciplinado, sino basta por la escualidez de sus vestidos y las privaciones que espontáneamente sufrían.
V. DE LA F.---------— X S S é K J -C — ----------
COSTUMBRES-
T E N G O X.O Q U E M E B A S T A .
. -Le peu iju'on trovadle ¿est pour porvenir ti ne ríen Jotre. Jfe ríen Jotre eit tci le bonhettr.-
Dupali.
TJL odos los autores que bau tra tado dé nuestra España han pretendido p in ta r 4 su m anera el carácter nacional. Conviniendo casi todos por lo regular en nuestra poca afición al traba jo , cada cual ha motivado esta circunstancia en diferente causa. U nos, por ejem plo, d ijeron , que era debida á la influencia de un clima ardiente y voluptuoso; otros 4 la falla de estim ulo y galardón; cual la achacó 4 orgulloso desden; cual á invencible pereza.
Tam bieu yo he solido participar alternativam ente de tan distintas opiniones; pero reflexionándolas bien y combinadas cu mi imajiuacion aquellas causas, me inclino á creer que las que llamamos tales, no son sino efectos, y
que este vicio de nuestro carácter consiste en que n o p a r-
SEMANARIO PINTORESCO ESPAÑOL. 45
licipamos en'general de o tro vicio m ayor que e» el de la am bición; sin euyo poderoso estim ulo todos los tratados morales y las leyes civiles son y serán insoOrientes para hacer al hom bre transijir con la obligación de trabajar constantemente.
A hora b ien .... ¿ p o r qué esta falla de ambición en los españoles; cualidad escepcioual que les distingue en tre lodos los pueblos de la m oJerna E u ro p a7 ¿Será acaso nacida d e v irtu d ascética que imponga un rígido freno á los desmandados deseos del corazón? ¿Será por filosofía practica y sincero desengaño de las ilusiones del m undo? ¿Será en fin por bailarse todos constituidos en lanfeliz situación que nada tengan que-envidiar, nada q u c lra ln ja r para conseguir?
HeUexionemoa, pues, y echaremos de ver que hay algo de to d o ; de v ir tu d , de filosofía, y de bienestar. Me csplicaré.
Hay algo de v ir tu d , porque v irtud es aquella dignidad del a lm a, que otros llamarán arrogancia, que nos liare repugnante la idea de rom eter una bajeza; aquel sentimiento de am or propio que nos inclina á am ar la independencia, y nos traba ¡a lengua si iuteutam os d irijir rspresiones de lisonja y sumisión á o tro ser que miramos como igual, aquel Invencible tedio con que solemos m ira r toda ocupación en que creamos ver rebajada la dignidad del hombre, toda sujeción que llegue á com prom eter su preciada libertad.
Hay algo de filosofía, porque filosofía es la moderarfon de los deseos, y la tranquilidad del ánim o, la redurcion de nuestras necesidades al menor térm ino posible, el desprecio de los falsos oropeles, y la uniform idad sistemática, en fin, de nuestro pálido existir.
Hay algo de bienestar; porque bienestar es, el hallarnos acostumbrados á la frugalidad y aun la miseria; com er ron alegría el pan moreno; v iv ir contentos en una mezquina habitación; envolver la descuidada persona en una parda capa, y recibir sentados largas horas el gratu ito beneficio de la presencia del sol.
¡ T r u f o lo i/nr t u r i n s t a 1, esto dice el mísero laheadnr, que en toda su vida ha querido escuchar los consejos de la ciencia, que le dicen que variando sus frutos podría dob la r su ren ta , podría hab itar una rasa mas cómoda; (Mi- d ría abandonar por o lro nuevo el vestido que heredó de tu s padres; podría entregarse el dia festivo á uu al.igílrño recreo , podría resistir ron confianza á una mala cosecha, una to rm en ta , una enfermedad ó o tra cualquiera desgracia.
¡Tengo lo que m r hasta', rsclaina el descuidado jornale ro , que cuenta sus necesidades por el valor de su soldada; que m ira en sus callosas manos la única garantía de su existencia; sin querer recu rrir á su raheza á buscar los medios de hacerlas valer mas; que reduce lodos sus placeres 4 la ominosa taberna, y m ira el térm ino d e sú s esperanzas en las salas de un hospital.
¡ Tengo lo que m e basta', prorrum pe tam bién el atareado doméstico, que regalado ron las sobras de la mesa de su señor, hace gastoso resion de su alvedrío , y desóye la voz de su razón que le grita que por si propio pudiera •caso proporcionarse una situación independiente y feliz.
¡Tengo lo que m e basta', replica el mezquino mercader, no bien ha dado 4 su comercio alguua clientela, que le asegura una czistencia medianamente cómoda; por eso no cambia sus géneros por o tros nuevos; por eso no da ma-
r vuelo 4 sus especulaciones; por eso en fin no contri- ye como pudiera á la riqueza y civilización del pais.
¡Tengo lo que m e b a sta ’, repite el au to r á quien sus obras 6 sus malos pecados proporcionaron un einpleillo ó una herencia regu lar; y por esto renuncia á la gloria de su nom bre, y p o r esto cesa de estudiar y de in s tru ir 4 sus semejantes; y deja colgada su peñóla, y se envuelve y ofusca en la concha de su egoísmo.
¡ Tengo lo que m e basta ! clam an en coro el elocuente aliogado, el famoso d o c to r, 4 quien el trabajo de algnnoe años ó una boda ventajosa aseguraron una módica renta, una pequeña propiedad; y renuncian po r ella á su fu tu ra fama , á sus progresivos adelantos, y dejan abandonados 4 sus clientes, y m iran 4 sus enfermos m orir a manos de la ignorancia.
¡Tengo /o que m e basta', prorum pen el a r l is la , el poeta , que vieron al pueb lo entusiasmado aplaudir sus producciones. Y se duerm en al lisonjero ru ido de los aplausos, y dejan m arch itar sus laureles p o r no acudir 4 renovarlos alguna vez.
¡ Tengo lo que m e b a sta ! decía, en f in , D. Modesto Sobrado, antiguo compañero de mis mocedades, tipo verdadero de la moderación y desdeñosa indolencia castellanas.
Nacido y criado en una miserable aldea de tierra de B urgos, hubiera transcurrido el resto de sus días tan unido 4 su pais natal como los robustos y froudosos ro bles que adornaban su térm ino , sin cuidarse de saber si el m undo se esleudia ó no mas alia de donde alcanzaba sil vista.
U na modesta rasa de labranza que contaba heredar de sus padres, y en que se habían sucedido cuatro generaciones anterio res; unas viñas y tierras de pan llevar, un caballejo y cuatro perros para la raza; y los domingos y fiestas de guardar, una barra para egercitar las fuerzas, y una bandurria descordada con que llevar el rom pas á las mozas del pueblo cuando se presentaban á bailar. Tales eran la» circunstancias de nuestro mozo, y tan satisfechas bailábanse ron ellas todas sus necesidades, que no hubiera podido com prender a l que le hubiese hablado de o tras mayores; tanto mas, cuanto que ya sus padres calculando anticipadamente los prim eros deseos de la naturaleza, habíanle preparado objeto conveniente y tratado de antem ano su fu turo m atrim onio ron una prim a suya , de edad proporcionada, y de la misma clase y vecindad.
Q uiso, em pero, la mala suerte , que no bien cum plidos po r Modesta los diez y ocho años, y cuando ya el señor cura de la aldea tomaba ronorim iento del contáis*, guineo, y solicitaba del provisor la rorrcspoudicutc licencia para celebrar in fa c ía E c U sía aquella pacífica un ión ; qu ito el diablo, vuelvo á decir, que la publicación de una quinta viniese á in te rrum p ir tan sau to t proyectos, y 4 sem brar la consternación en aquellos corazones que se am aban necesariamente, po rque no podían figurarse que p u diesen hacer nada mejor.
En vano los padres respectivos de ambos consortes emplearon su inllujo con el señor alcalde para darle á conocer la próxima y sagrada obligarion en que estaban; en vano hicieron uu viaje 4 la ciudad p ara consultar con el abogado 1). Pedaucio, é in terponer ante la comisión de agravios la correspondiente escepcion; no hubo remedio; el abogado cobró sus derechos; la comisión hizo su agravio; y su merced el alcalde satisfizo á la pública opiuion de los otros tres mozos sortcables del pueblo, incluyendo cu el cántaro el nom bre de Modesto, que como era consiguiente, y por ser el que mas falla haría en su casa, sacó ¡a bola negra; aunque malas lenguas contaron entonces que mas que 4 su signo lo debió al signo del escribano.
Ya tenemos 4 nuestro jóven borgalés medido y filiado; ya los físicos lian reconocido su persona, y declarado solemnemente que es m uy 4propós¡to para dejarse m alar; ya los camaradas han colocado en su som brero un pedazo de grana con una a le luya , re tra to de la magostad reinante; ya en fin , el sargento de reclutas le arranca de sos hogares, y rie de buena fé al observar la desesperación de los padres, el llanto de la m uchacha, y el embarazo y tristu ra del galan.
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M irémosle, pues, cam biar repentinam ente su vida apacible y tranquila p o r el bullicioso movimiento del cuartel; mirémosle aprender con rudos trabajos los egercicios bélico s, y trasladarse después 4 las guarniciones y campos de batalla. E n todos puntos cum plió sus deberes como valiente y como bon rad o , y sus buenas cualidades le hicieron desde luego tan buen lugar eu la opinión de sus gefes, que pasando sucesivamente por todos los grados inferiores, llegó ó merecer en poros años ver premiados sus servicios con el grado de capitán.
A medida que la suerte le colocaba en m ayor altu ra , hacíanse mas y mas patentes su valor é inteligencia ; y ya todos los gefes veian un digno sucesor en el capitán Sob rad o , traiéndole con aquella con*ideracion que el mérito su p erio r sabe grangearse aunque se baile encubierto bajo las insignias de un subalterno.
M as la estremada moderación de su carácter vino i in te r ru m p ir tan brillantes esperanzas, inspirándole u n tedio invencible p o r la agitación de la carrera m ilitar; despertando sus ideas de reposo, y subyugando su imaginación con el vehemente deseo de regresar á su pais natal.
NEa bien, (decia contristado en sus frecuentes soliloquios) ya soy cap itán ; ya conozco lo q u e valen los agitados deseos de la g lo ria , el envidiado oropel de los honores militares.... ¿ i que engolfarme mas y mas en este m ar proceloso en busca de una felicidad que ta l vez me dejo i la espalda , ó í riesgo de ana bala que me atraviese el pecho ó de una injusticia que me guvenene el corazón ? A lto alia, osados deseos; dejad de aguijonear m i dorm ida ambición; soy jóven y honrado; be dado ya pruebas de mi v a lo r; mi patria me agradece y cuidará de mi sosten; mi casa me espera y— Tengo Io que m e la t ía : dejemos el resto i los que vienen deiras.”
Y con asom bro de sus gefes, y con gran sentim iento de •us subordinados, este brillante adalid en quien reposaba mas de una esperanza, solicitó y obtuvo su re tiro , y tomó tranquilam ente la vuelta de su aldea.
Ocho ailos eran pasados desde que había salido de ella, en servicio de la p a tr ia , y en ellos, como era de suponer, habían acaecido grandes mudanzas en el pueblo y en su fam ilia. Sus ancianos padres habían m uerto ya; sus amigos tam bién habían desaparecido casi todos; su fu tura y ya pretérita esposa, lo era de presente de un hidalguete de las cercanías; y de su escasa fo rtuna , en fin, apenas quedaba som bra ya.
Reflexionó entonces nuestro héroe, y casi se arrepintió de su resolución en haber dejado el servicio, donde tan prósperam ente le sonreía la fortuna. Consideró sin embargo, que á los 26 anos, con buena salud , talento y esperiencia de m undo, no estaba en el caso de desesperar de aquella, p o r loque haciendo u n paréntesis á s u natu ral repugnancia, arregló como pudo sus negocios (que m uy poco tenia que arreg la r) y se trasladó á la co rle , donde po r sus buenas relaciones, y mejor suerte, pudo al fin obtener un modesto em pleo en la adm inistración de rentas de una ciudad subalterna.
E n este destino su entendimiento despejado y su esquisito celo le hicieron m onstrar ta l ap titu d , que m uy en breve logró verse ascendido á mayores comisiones, y propuesto com o modelo á los demas empleados del ram o. Pero en el p u n to y hora en que se bailó colocado eu una adm inistración medianamente dotada , allí hizo a lto á sus progresos, y descansando apaciblemente en su tranquila posesión, repelía 4 los que le hablaban de fu turos adelantamientos. — ” ¿Y porque los he de procurar? Soy feliz, "tengo loque m e basta .“ Dejemos i los o tros que trabajen para si.“
ü n empleo, sin em bargo, ya sabe todo el mundo que n o es u n censo vitalicio, y que son po r consecuencia
b ario falsos los cálrutos que se pueden fundar en e l; sobre todo, cuando el que calcula no es intrigante y no está siempre dispuesto á d a r asalto á la p la ta superior, y defender la brecha que la codicia y la envidia abreu eu la suya. E l empleado, pues, que se estaciona, esté seguro de caer, porque es cosa imposible conservar la inmovilidad cu medio de la general agitación, y en tales casos el no ganar es per- d a r , y el permanecer trau q u ilo , equivale á quedarse aíras.
N uestro Don Modesto lo era demasiado para seguir tan agitado sistem a, y aparapetado (parecíale á é l) suficientemente en la observancia de su deber, no cuidaba de saber las mudanzas de gahiuctc, ni leia las declamaciones periodísticas, ni daba alguna vuelta por las antesalas de la corte , ni tenia esposa bella que recibiese visitas de los amigos y protectores.
Vcse por lo diebo que nuestro hom bre era mas propio para los tiempos ailejos y poco ilustrados en que no se había llevado tan á cabo la perfectibilidad social-, y dejase in fe rir que á vuelta de sus merecimiento», m uy prouto habia de ser condecorado con el titu lo de cesante y trasladado como o tros miles al inmenso panteón.
Cuando esta calamidad llega á los cincuenta ó sesenta de la edad, no tiene cura, y acaba naturalm ente con el individuo atacado; mas cuaudo (como aconteció en el presente caso) el accidente se manifiesta y acomete en la fuerza de la juventud, todavía la naturaleza halla medios de sacud ir el a taq u e , y suele mostrarse mas enérgica como para desm entir la parálisis á que qniso sujetársela.
Asi ni mas ni menos sucedió á nuestro jóven ex-adm i- nialrador, por lo que en vez de trabajar de nuevo con sus gefes para solicitar una reparaciou de aquella iujuslicia, 6 tal vez tom ar pretesto de ella para darse á luz como la víctima de un partido y órgano natu ral del o tro , recurrió únicamente á sus propios medios; entabló un pequeño giro m ercantil; hizo largos viajes por m ar y por tierra para extender sus especulaciones; y llegó á conseguir por fin al rabo de algunos aüos una situación regu la r, debida i la fama de su probidad e inteligencia.
Eu casos U les, ruando la señora fortuna gusta sonreír á un genio em prendedor, es lo natu ral que el favorecido m ortal se deje a rra sta r de la corriente, y crezcan con el suceso las alas de su ambición, sacrificando á ella su libertad , su reposo, y su conciencia misma.
Esto es siu duda un cstremo vituperable; nuestro protagonista inclinaba rom o bemos ya visto al lado opuesto. Establecido una vez con regularidad, y calculando p ru - dcncialmcnte cubiertas sus modestas necesidades, cesó de todo punto en sus trabajos; compró una casita de campo y se re tiró del bullicio de la ciudad; y dando las gracias á sus corresponsales, se despidió corlesmenle de ellos para entregarse de buena fe á esta tranquilidad de v ida , á este dolce f a r niente 4 que siempre habia aspirado como el té rmino posible de la hum ana felicidad.
Acaso parecerá increíble á mis lectores ¡ pero este homb re , cuya existencia parecen varias diferentes, aunque sometidas á un mismo iuflujo, habia sabido estudiar du ran te su larga carrera en el gran libro del m undo (libro abierto para todos, aunque muy pocos sean los que alcancen á leer en él) y luego que se vió trauquilo y reposado en el in terio r de sn estud io , tomó la plum a; escribió sencillamente y sin pretensión sus propias ideas; y cuando 4 empeño de varios ámigos, dejó salir 4 luz algunas de sus producciones, el general entusiasmo saludó al que de improviso y como contra su propia voluntad se colocaba dea- de luego en tre los prim eros ingenios del país. Pero en vano el público esperó algunos años i que nuevas publicaciones viniesen 4 justificar mas y mas su brillan te aparición en el orbe lite rario ; el descuidado a u to r , constante en
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su sistema de indiferencia, escuchó aquellos elogios, recogió aquellos laureles, y colgándolos como irofeos i la cabecera de su lecho, se volvió del o tro lado , y d ijo ; " te n go lo que m e batió-,“ no quiero ni debo trabajar roas."
Llegó sin embargo un dia en que nuestro hombre hubo de reconocer, que n i sus riquezas, ni sus laureles, n i su cgoismo, eran bastantes á llenar un vacio que empezó ó sospechar en su coraron. ¿Y dónde d irán VV. que m iró escrita esta verdad aquel filósofo práctico, aquel ser aislado é indiferente? Pues fue nada roa» que en unos ojos neg ro s , en un lindo ta lle , en una n iñ a , en fin , de veinte abriles que la casualidad le puso debu te .
N uestro protagonista rayaba ya en los cuarenta y cinco, y aquella enorme desproporción de edades le inspiraba respeto Ademas liabiale siempre tenido á las severas condiciones del m atrim onio , y seguro como estaba de bastarse á si propio, recelaba justam ente de poder bastar á un rap rirbo ageno. S in em bargo, yo no se que aguijón que le babia clavado en el a lm a , no se que bastió producido nuevamente hasta de su misma saciedad, pudo mas que todas las m isantrópicas relleziones; y cebando , como suele derirse, pecho á la m a r , se resolvió en fin á d a r sn mano á aquella niña, sin cuya amable sonrisa no podia ya vivir.
Ligado una vez á ella con lo» sagrado» vinculo» conyugales, todo su conato se convirtió á inspirarla sus propias incliuacioucs, lo cual no le parcria imposible en una niña casi sin ideas propias, y agena de los caprichos y de la exigencia del mundo. No obstante, pareciéndole no ser bastante aroadu de su esposa, quiso á fuerza de obsequios hacerla olv idar la diferencia de edades; y apresurándose á adivinar sus pensamientos |>ara luego satisfacerlos, compró una casa en M adrid , y se trasladó á v iv ir en ella.
Las necesidades nuevas crearon o tras mayores; la comodidad trajo el lujo; la casa nueva trajo loa muebles nuevos; la frecuencia de b sociedad agcua trajo la sociedad a l bogar p rop io ; con ella vinieron el fausto y las m odas, loa cap richos y b vanidad. No paró aqu í; sino que el am or que h a bía traído á b m u jer, trajo al fin del prim er año una hermosa c r ia tu ra , y al año siguiente o tr a , y qtrns dos a l te rcero; y con ellas vinieron las nodrizas pasiegas, y las enfermedades, y los módicos; y luego los ayos y preceptores; y mas adelante los novios de las niñas y las calaveradas de los muchachos; con lo cual D. Modesto llegado á la edad sexagenaria reconoció al fiu que no le bailaba lo que tenia ó que solo tenia lo suficiente para ofrecer i Dios en desagravio de su indolencia.
T arde era ya para que este hom bre que con un poco nías de constancia hubiera podido llegar á ser u n buen general, un gran funcionario, un poderoso comerciante, ó un distinguido literato, recuperase el tiempo perdido, cuando ya le faltaban las fuerzas y el hábito del trabajo. Reconoció la im prudencia con que había confiado en el porven ir; vió ebram eute que no liabia tom ado en cuenta b larga cadeua de necesidades que el hombre va eslabonando duran te su vida, y que no le es licito desperdiciar un dia solo sin que no haya después de lam entarle. Por último, de su misma desgracia y de su triste y lamentable fin, dedujo el entonces, y reproduzco yo aqui ia consecuencia de lo im prudente que suele ser este "tengo lo que m e basta " que hace renunciar muchas vece} á lus hombres y á las naciones á su vitalidad é inteligencia, condenándoles á una voluntaria parálisis, y acaso acaso 4 su eierta é inevitab le ruina.
El Ccimoso Parlante.
USOS POPULA RES-
n CAHJKAVAX Z H T D D E L A . — 1 .0 1 C IP O T É H .O I.
L a aproximación de esta época de lo cu ra , en que loa hom bres, aun los mas serios, despojándose de su n a tu ra l gravedad, se entregan á pesar suyo al cu lto y adoración del Dio» M om o; las descripciones que del carnaval de M ilán de Roma y o tras capitales populosas he leido con tan to gustó en su apreciable periódico; y el articu lo de costumbres provinciales inserto en el núm ero 15 del año próximo pasado sobre la orijiual función de L a /tajada d r l dnjel, que se celebra en esta vieja ciudad b mañana del domingo de Pascua de Resurrección, con tan justo criterio descrita en el tomo »esto del Semanario , me han movido á c o rta r mi desaliñada p lum a, y entretener un ra to de ócio en señalar á V ., (por si gusta participarlo 4 sus lectores) o tra de las costum bres, que ni el trasto rno de los tiempo», n i e l Ilujo económico del siglo lian sido poderosos á d es tru ir , y que en nada cede en orijinalidad á b de la bajada d e l ángel.
Si M ilán ha conservado todavía algunos recuerdos de su antiguo lujo en el carnaval, sustituyendo los dulces y bombones con su» nevado» de toriondo,II, en esta ciudad existe auu en toda su pureza la inm emorial costum bre de sus ti/ioéerot, nombre con que se designa vulgarm eule i lo» máscaras ó disfraces que en la» tres tarde» del carnaval recorren las calle» mas principales de ella. Su» trajes en lo general no tienen.el m érito de la elegancia y del buen gusto . como que este no constituye el lucimiento del m áscara, lin traje de m arinero ó de roncaba , de aldeano ó de valenciano, una camisa de color ceñida p o r encima de u n pantalón blanco con una faja encarnada, suelen ser las generalmente adoptadas. De su hom bro derecho pende u n a blanca runda de alm ohada, que alada por una de las puntas de la boca y o tra de la» del ondon , queda debajo del brazo izquierdo. Su diestra em puña un grueso garrote de cinco palmos de largo, de cuyo cal remo cuelga atada á u n a cuerda una gran bota con pelo , perfectamente henchida de aire, arm a de defensa y requisito indispensable del cipotero. El mas elegante, el que mas se luce, es el que mas veces h a entrado en casa del confitero á-llenar su funda de alm ohada, cuyo peso le abrum a, y que bien pronto se a lije raa l lleg a r frente á los balcones de sus familias, ó á lo» qne ostentan las gracia» de las ninfas por quien suspiran los jóvenes de cada cuadrilla. Aquí es el ver el fuego graneado de papeletas, dulces suelto», peladilla» y bombones que sedirijen á sus hermosos rostros, ataques de que mas de uno de ello» que no tiene la precaución de re tira rse , suele sa lir lastimado.
M ientras los unos se afanan en in troducir los cucuru chos en los balcones, los otros descargan sendos bobzoa sobre lo» m uchachos, mujeres y hom bres campestres, q u e por cojer los dulces que no se han acertado á in tro d u c ir en ellos, reciben con gusto sobre sus espaldas los terrible» golpes de las botas h inchadas, que botan sobre ellas como pelotas de goma. Son tantas las arrobas de dulce» que se consum en, que muchos años después de apurados los repuestos de los confiteros (que no son escasos) y no teniendo que ti r a r , se han llenado la* fundas de pastilla» y bola» d echocolate.
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Desde el año 33 bien tea p o r bailarte en eala batíanles fam ilia! de los pueblos circunvecinos, refu tadas al abrigo de nuestras débiles fortificaciones, 6 por haber estado p rivados de esta diversión los diez años anteriores, única época en que ha podido sujetarse i esta población, han estado b rillan tes los carnavales, i pesar de que siempre son muy concurridos de gentes de las buenas ¡Poblaciones de 4 y 6 leguas al contorno. E s im ponderable la afición que tienen los tudelanos i esta diversión; pues aun en tiempos del despotism o, y 4 pesar de las rijidas órdenes del suprem o consejo de este re ino , si los alcaldes eran un poco tolerantes, el pueblo se entregaba con Ím petu á su loca alegría, procu rando ev itar el encuentro de la ronda que con objeto de estorbarlos, recorría las calles m uy pautadam ente para dar lu g a r i que los disfraces, á su v ista, variasen de dirección. E n uuo de los p rim eros años del siglo ac tua l, habiéndose empeñado el alcalde en cum plir exactamente las órdenes del Consejo, negándose i las súplicas de sus amigos para que
los tolerase, se valieron estos del ard id de encerrarlo con llave en e l corredor 6 azotea del convento de carmelitas descalzos, donde se estaba paseando después de com er, y disfrazándote al mom ento una cu ad rilla , al poco ra to te llenaron las calles de máscaras, de tal modo qne ruando el alcalde pudo salir de su prisión , le fue imposible el estorbarlos. Son pocos los que salen las tres ta rd e s , algunos te disfrazan dos, los mas reservan el hacer el cipotéro hasta el últim o d ia , que es el mas d ivertido; y en verdad que i¡ la par que m uy poco económico, es u n ejercicio demasiado violento para repetido, porque el ru rrp o y los brazos te cantan de d a r bolacos, y es preciso conservarse para recorrer las tertu lias desde el anochecer hasta las once, hora en que principia el baile en el tea tro , pun to de reu nión donde se espera que alum bre el miércoles de ceniza, como en las noches auteriores se ha esperado la venida del siguiente dia.
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asente da seis rs. tomo, por razón del Tranqueo del porte.
MADRID: IMPRENTA DE LA VIUDA DE JORDAN E HIJOS.
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