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Dirección General de Divulgación de la Ciencia UNAM • Número 1 La concesión de un premio, decía Susan Sontag, «crea una situación inusitada. Quienes lo otorgan están obligados a creer que su decisión ha sido la óptima. Quienes lo aceptan están obligados a creer que se lo merecen». La Sociedad Mexicana para la Divul- gación de la Ciencia y la Técnica (SOMEDICYT) decidió otorgar el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia 2003 Alejandra Jaidar a Ana María Sánchez Mora, en cuya trayectoria reco- nocemos una gran pasión por la divulga- ción de la ciencia. El jurado estuvo compuesto por José de la Herrán, Guadalupe Zamarrón, Con- cepción Salcedo, Juan Tonda y Roberto Sayavedra, quienes consideraron los si- guientes méritos para otorgar el premio a Ana María: «por dedicarse a la búsque- da de un marco teórico para la divulga- ción de la ciencia; por dedicarse a la búsqueda de alternativas para la divul- gación de la ciencia, siendo su pasión la divulgación escrita de la ciencia, y por ser excelente y creativa divulgadora que ha dedicado cuerpo y alma a esta rama de la comunicación». Como ustedes saben, este reconoci- miento se otorga desde 1992 en memo- ria de la física y divulgadora Alejandra Jaidar. ¿Quién era Alejandra? Las referen- cias de su obra científica y de divulgación son constantes en el medio académico. Sin embargo, su rostro humano, su sensi- bilidad ante el dolor, su espléndida soli- daridad con las personas conocidas y desconocidas quizás sólo sean del domi- nio de sus seres queridos. A Alejandra se le veía día con día, con una sonrisa cálida de oreja a oreja, con una tersa afabilidad repartida amorosa- mente y sin distinción entre todos sus compañeros. En el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) era conocido su estilo di- námico y aguerrido. No sólo dedicaba parte del día a sus tareas de impulso a la física aplicada, sino que siempre rondaban por su mente ideas innovadoras que fructificaron en diversos proyectos de divulgación. Además de la reconocida serie editorial «La Ciencia desde México», que ella gestó en forma brillante, acogió e impulsó documenta- les en video, elaborados por TV-UNAM para ser trasmitidos a través de la televisión mexicana. Este afán de desarrollo e interés por la divulgación de la ciencia y la técnica lo comparte también Ana María Sánchez Mora. Su labor ha manifestado un conti- nuo crecimiento. Ana María dice respec- to a la divulgación de la ciencia que «ya no se trata de llevar ciencia a públicos distintos a los científicos, como si fuéra- mos de visita a una casa para cumplir con las formas. Hoy se trata de cubrir las ne- cesidades del público (rodeado de los materiales y efectos del trabajo de cien- tíficos y técnicos) informándolo con mu- El Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia, que otorga anualmente la SOMEDICYT, recayó en 2003 en una de nuestras divulgadoras más queridas y reconocidas, constante colaboradora de este boletín. He aquí dos testimonios de este gozoso evento. Ana María Sánchez Mora: Ernesto Márquez Nerey Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia 2003 marzo / abril 2005

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Page 1: Ana María Sánchez Mora - Divulgación de la Ciencia, UNAM · ra coordinadora del Diplomado en Divulgación de la Ciencia de la DGDC, y es maestra y tutora en la Maestría en Comunicación

Dirección General de Divulgación de la Ciencia� UNAM • Número ��

1

La concesión de un premio, decía SusanSontag, «crea una situación inusitada.Quienes lo otorgan están obligados acreer que su decisión ha sido la óptima.Quienes lo aceptan están obligados acreer que se lo merecen».

La Sociedad Mexicana para la Divul-gación de la Ciencia y la Técnica(SOMEDICYT) decidió otorgar el PremioNacional de Divulgación de la Ciencia2003 Alejandra Jaidar a Ana MaríaSánchez Mora, en cuya trayectoria reco-nocemos una gran pasión por la divulga-ción de la ciencia.

El jurado estuvo compuesto por Joséde la Herrán, Guadalupe Zamarrón, Con-cepción Salcedo, Juan Tonda y RobertoSayavedra, quienes consideraron los si-guientes méritos para otorgar el premioa Ana María: «por dedicarse a la búsque-da de un marco teórico para la divulga-ción de la ciencia; por dedicarse a labúsqueda de alternativas para la divul-gación de la ciencia, siendo su pasión ladivulgación escrita de la ciencia, y porser excelente y creativa divulgadora queha dedicado cuerpo y alma a esta ramade la comunicación».

Como ustedes saben, este reconoci-miento se otorga desde 1992 en memo-ria de la física y divulgadora AlejandraJaidar. ¿Quién era Alejandra? Las referen-

cias de su obra científica y de divulgaciónson constantes en el medio académico.Sin embargo, su rostro humano, su sensi-bilidad ante el dolor, su espléndida soli-daridad con las personas conocidas ydesconocidas quizás sólo sean del domi-nio de sus seres queridos.

A Alejandra se le veía día con día, conuna sonrisa cálida de oreja a oreja, conuna tersa afabilidad repartida amorosa-mente y sin distinción entre todos suscompañeros. En el Instituto de Física dela Universidad Nacional Autónoma deMéxico (UNAM) era conocido su estilo di-námico y aguerrido.

No sólo dedicaba parte del día a sustareas de impulso a la física aplicada, sinoque siempre rondaban por su mente ideasinnovadoras que fructificaron en diversosproyectos de divulgación. Además de lareconocida serie editorial «La Cienciadesde México», que ella gestó en formabrillante, acogió e impulsó documenta-les en video, elaborados por TV-UNAM paraser trasmitidos a través de la televisiónmexicana.

Este afán de desarrollo e interés por ladivulgación de la ciencia y la técnica locomparte también Ana María SánchezMora. Su labor ha manifestado un conti-nuo crecimiento. Ana María dice respec-to a la divulgación de la ciencia que «yano se trata de llevar ciencia a públicosdistintos a los científicos, como si fuéra-mos de visita a una casa para cumplir conlas formas. Hoy se trata de cubrir las ne-cesidades del público (rodeado de losmateriales y efectos del trabajo de cien-tíficos y técnicos) informándolo con mu-

El Premio Nacional de Divulgación de laCiencia, que otorga anualmente laSOMEDICYT, recayó en 2003 en una denuestras divulgadoras más queridas yreconocidas, constante colaboradora deeste boletín. He aquí dos testimonios deeste gozoso evento.

Ana María Sánchez Mora:

Ernesto Márquez Nerey

Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia 2003

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cha calidad, con inteligencia, perspicaciay con conocimientos a prueba de todocuestionamiento... se trata de dar herra-mientas para que el público conozca el al-cance, poder e implicaciones de la cienciay la técnica que nos rodean».

Ana María siente halago y gusto por ha-ber sido seleccionada en medio de la co-munidad para la cual trabaja. Sus colegasy la SOMEDICYT la eligieron. Y ella, despuésdel golpe de adrenalina por el triunfo, sepregunta: «¿Y ahora de qué manera puedomejorar? ¿Cómo puedo evitar dormirme enmis laureles? ¿Cómo puedo crecer en la la-

bor? Así es Ana María y nos da gusto quereciba este premio con la misma pasión quela caracteriza.

El Premio Alejandra Jaidar que otorga laSOMEDICYT se entrega por una trayectoriaen la Divulgación de la Ciencia y la Técni-ca. En este caso, la de Ana María englobael conocimiento de la ciencia, la técnica ylas humanidades para realizar una divul-gación con responsabilidad, precisión yeficacia. Y también para estar en la vanguar-dia de los conceptos que estructuran nues-tra visión de la divulgación en los ámbitosde la enseñanza y de la sociedad.

Conocí a Ana María hace unos 28 años.Yo había regresado hacía un año de Ingla-terra, donde obtuve el doctorado, y esta-ba empezando a trabajar en el entoncesCentro de Investigación en Materiales. Elgrupo de estado sólidoteórico era muy pequeño,en ese momento éramosdos, Enrique Sansores y yo.Una mañana que estába-mos trabajando aparecióuna joven empujando unacarriola con un niño pe-queño muy lindo: vengo aterminar mi tesis de li-cenciatura, le dijo a En-rique (trabajo que había interrumpidopor motivos obvios). Hoy ese niño peque-ño es un excelente psicólogo, pero esa esotra historia. Me cayó muy bien desde eseprimer encuentro y a partir de entoncestrabajó en nuestro grupo. Primero terminósu tesis de licenciatura, en ferrimagnetismo,y luego de maestría, en superconducti-vidad. Hizo un excelente trabajo, como loatestiguan tres artículos de investigación deprimer nivel que publicó con nosotros.

Cuando se graduó, al buscar para ellaopciones de trabajo, era claro que teníatalento para la divulgación de la ciencia.Se la presenté a Luis Estrada, gran maes-tro de grandes divulgadores, y ahí empe-zó su carrera en lo que era entonces elCentro Universitario de Comunicación dela Ciencia (CUCC) de la UNAM. Para com-pletar su preparación como la gran escritoraque es, hizo otra maestría más, en literaturacomparada, con una tesis sobre la divulga-

ción científica como literatura, por la querecibió una mención honorífica.

Destaca su labor en la formación dedivulgadores. Ha dado innumerables cur-sos de redacción científica y talleres de

comunicación de la ciencia, deanálisis de textos, de periodismo yde capacitación a nuevos divul-gadores. Fue fundadora y la prime-ra coordinadora del Diplomado enDivulgación de la Ciencia de laDGDC, y es maestra y tutora en laMaestría en Comunicación de laCiencia del Posgrado de Filosofíade la Ciencia de la UNAM. Tambiénha tenido muchos alumnos de ser-

vicio social y ha dirigido cinco tesis delicenciatura. Es sin duda líder en el ca-mino hacia la profesionalización de loscomunicadores de la ciencia en la UNAM.

En cuanto a estudios sobre divul-gación, en la revista Ciencia pu-blicó una serie interesantísimasobre la elaboración de artículosde divulgación de la ciencia conreferencia al investigador, al pe-riodista, al lector, a la literatura. Tie-ne artículos de divulgación sobrediferentes temas, como la interferenciade los fotones y desde luego la super-conductividad. Ha publicado seis librosy una novela finalista en el concurso Joa-quín Mortiz de primera novela, y primerpremio del XXVII concurso Punto de Par-tida. Es coeditora, con Juan Tonda yNemesio Chávez, de la Antología de ladivulgación de la ciencia en México, dela colección «Divulgación para Divul-

gadores» de la DGDC, que marca un hitoen la comunicación de la ciencia enMéxico. Tiene innumerables colaboracio-nes y reseñas en boletines, gacetas y se-manarios. Durante la construcción delmuseo Universum fue mi corresponsablede la Sala de Energía.

A propósito he dejado para el final sulabor como escritora de teatro. Sus obrasescritas junto con María Trigueros parala Sala de Energía, Crepas de energía ySopa de cuarks, se han presentado enUniversum prácticamente desde su inau-guración, hace más de diez años, y se es-tán llevando a escuelas por toda la ciudad,siempre con un enorme éxito. Sus pas-torelas presentadas en el museo nos hanhecho reír y disfrutar del extraordinariosentido del humor de Ana María.

Luego de este recuento cuantitativo, dé-jenme decir algo más cualitativo.

Ana María Sánchez, además deser una gran divulgadora, tocamaravillosamente el chelo, esuna magnífica hija, excelen-te hermana, tía divertida y

madre estupenda de Felipe y Ele-na. Cuida a sus alumnos, respeta a sus co-legas y para colmo, es una muy buena yleal amiga.

Muchas felicidades Ana María, te que-remos y estamos muy orgullosos de ti.

Ana María Sánchez: divulgadora, amiga, colaboradora

Ernesto Márquez es físico, divulgadorcientífico y presidente de la SociedadMexicana para la Divulgación de laCiencia y la Técnica A. C.

Comentarios: emarquez@papalote�org�mxComentarios: emarquez@papalote�org�mxComentarios: emarquez@papalote�org�mxComentarios: emarquez@papalote�org�mxComentarios: emarquez@papalote�org�mx

Julia Tagüeña es doctora en física ydirectora general de divulgación de laciencia de la UNAM.Comentarios: jtag@servidor�unam�mxComentarios: jtag@servidor�unam�mxComentarios: jtag@servidor�unam�mxComentarios: jtag@servidor�unam�mxComentarios: jtag@servidor�unam�mx

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por Sergio de Régules

El señor Tompkins, famoso personaje creadopor el físico y divulgador George Gamow, sequeda dormido en las conferencias de física.Por suerte sus sueños siempre lo transportan amundos donde vive en carne propia los eleva-dos conceptos expuestos en la conferencia.Escribo esto para contarles de mi reciente ex-periencia tompkinsiana.

Hace poco vino al museo Universum ungrupo de físicos encargados de organizar al-gunas de las actividades de divulgación conque se celebra el Año Internacional de la Fí-sica en 2005. Venían en busca de savoir faire;propósito vano, porque los físicos sabemosfaire todo (lo cual no es de extrañar porquesomos los que entendemos la mecánicacuántica, teoría fundamental que necesaria-mente está detrás de todo). En justicia, casitodos venían honestamente en busca de ase-soramiento. Los que no, tenían ideas asom-brosamente claras acerca de la correctadivulgación de la física. Querían que el pú-blico aprendiera física por medio de un labe-rinto del que no se les dejaría salir hasta quedemostraran conocimientos satisfactorios.Querían enseñarle al público a pensar (por-que, claro, el público no sabe pensar). Pre-tendían interesar al público con preguntas defísica. En pocas palabras, concebían la divul-gación de la física como una rama de la polí-tica penitenciaria. Me quedé dormido.

Me encontré en un laberinto parecido a losque usan los científicos para observar el com-portamiento de las ratas. Luego de recorrerlo porun tiempo me di cuenta de que no tenía salida.

Cuando empezaba a perder la pacienciaapareció en el muro una puerta. La custodia-ba una física de bata blanca que con una ex-presión de dulzura tensa (que recordaba unpoco la mirada de Chucky, el muñeco asesi-no) me preguntó:

—¿Qué dice la primera ley de Newton?

Desde el otro lado de la puerta llegaba un olora viandas deliciosas. Me gruñía el estómago.

—“En ausencia de fuerzas externas, todo cuer-po en estado de reposo/movimiento rectilíneouniforme tiende a permanecer en reposo/movi-miento rectilíneo uniforme” –recité, añadiendolas diagonales para ahorrar tiempo.

—Muy bien. Pase, por favorFue fácil. Me di un atracón y seguí recorrien-

do los pasillos. Pasé sin dificultad varias puertasen las que me preguntaron las otras leyes deNewton, las de Kepler y hasta los postulados dela teoría especial de la relatividad. Cuando elhambre apretaba de nuevo apareció otra puer-ta. La misma física de bata de antes me espetó:

—La segunda ley de la termodinámica, porfavor.

—“Nada es gratis en este mundo matraca”—dije para hacerme el gracioso.

—Je, je –dijo dulcemente la mujer–. No. Yo leestoy pidiendo la segunda ley de la termodiná-mica en las formulaciones de Kelvin-Planck y deClausius. Y demuestre que son equivalentes.

El intestino me gruñó en protesta.—¿Y bien? —dijo Chucky en tono melifluo.Al final tuve que conceder:—No puedo.Se oyó un trueno. Chucky adquirió dimensio-

nes titánicas (además de que se le saltaron losojos y le salieron colmillos sangrientos). La ca-beza me daba vueltas, pero literalmente, comoa la niña del exorcista. Unas voces atronadorasdecían al mismo tiempo (las muy maleducadas):

—No saldrás de aquí hasta que sepas física.—Aquí te vamos a enseñar a pensar.—Hay que atrapar al público.—Obligarlos a pasar por un laberinto hasta

que aprendan.—Como las ratas.—(¡Mamá!)(La última voz fue mía.)Cuando desperté, los físicos ya no estaban ahí.

¡Sólo fue un os eñu

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recuperando la memoria ••••

En memoria de

Alejandra JaidarMaría Trigueros

Alejandra Jaidar fue una de las personasque más luchó y más hizo para que sefundara SOMEDICYT.

Alejandra fue la primera mujer que serecibió como física en México, salvandoasí un sinnúmero de obstáculos familiaresy sociales que impedían que las mujeresfueran a la universidad y que estudiaranuna carrera científica.

Alejandra fue una mujer de gran sen-sibilidad, convencida de sus ideales yque luchaba incansablemente por ellos.La mayoría de las vecesse salía con la suya.

Uno de sus sue-ños era que todaslas personas, so-bre todo los jóvenes,conocieran algo deciencia de una manera amable,sin la disciplina y el rigor con el quedeben enseñarse en la escuela. Así estu-vo siempre relacionada con actividadesde divulgación, insistiendo en unir losesfuerzos de distintas instituciones conel fin de lograr mejores resultados y unamayor penetración. Al mismo tiempo sellevaría una bitácora pormenorizada delas actividades realizadas con el pro-pósito de evaluarlas detalladamente yformar una biblioteca sobre divulgación.

Alejandra organizó talleres, ciclos deconferencias, ferias científicas, cursillosy, en los últimos años, desempeñó un

papel preponderante enla planeación y la rea-lización de una obrade divulgación de gran

trascendencia: la publi-cación de la colección de

libros titulada «La ciencia desdeMéxico» (hoy «La ciencia para todos»), delFondo de Cultura Económica.

Para Alejandra la fundación deSOMEDICYT fue un gran acontecimien-to. Vio en la sociedad la culminacióndel trabajo intenso y entusiasta de mu-chos años.

He aquí una breve semblanza de AlejandraJaidar, en cuya memoria la SociedadMexicana para la Divulgación de laCiencia y la Técnica (SOMEDICYT) entregaanualmente el Premio Nacional deDivulgación de la Ciencia, escrita por unade sus amigas.

María Trigueros Gaissman es doctora enfísica, doctora en educación y divulgadorade la ciencia. Participó en la construcciónde los museos de ciencias Universum y delEstado de Veracruz y fue presidenta de laSOMEDICYT.Comentarios:trigue@gauss�rhon�itam�mxComentarios:trigue@gauss�rhon�itam�mxComentarios:trigue@gauss�rhon�itam�mxComentarios:trigue@gauss�rhon�itam�mxComentarios:trigue@gauss�rhon�itam�mx

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guaje no matemático, sin por ello perdersu esencia. No sé hasta qué punto lo helogrado, ni tampoco el éxito obtenido enotra de mis ambiciones: tratar de que elpresente libro sea tan entretenido y ab-sorbente como merece su tema. Durantemucho tiempo he sentido que la biologíadebiera ser tan emocionante como unanovela de misterio, ya que la biología es,exactamente, una novela de misterio. Nome atrevo a albergar la esperanza de ha-ber logrado comunicar más que una pe-queña fracción de la excitación que estamateria ofrece.

El experto fue mi segundo lector imagi-nario. Ha sido un crítico severo que con-

tenía vivamente elaliento ante algu-nas de mis analo-gías y formas deexpresión. Las fra-ses favoritas de estelector son: «con ex-cepción de», «pero,

por otra parte», y «¡uf!». Lo escuché conatención, y hasta rehice completamenteun capítulo en consideración a él, pero alfin he tenido que contar la historia a mimanera. El experto aún no quedará deltodo satisfecho con mis soluciones. Sinembargo, mi mayor esperanza radica enque aun él encontrará algo nuevo; unamanera distinta de considerar conceptosfamiliares, quizás, o hasta el estímulo paraconcebir nuevas ideas propias. Si ésta esuna aspiración demasiado elevada, ¿pue-do, al menos, esperar que el libro lo en-tretendrá durante un viaje en tren?

El tercer lector en quien pensé fue elestudiante, aquel que está recorriendo laetapa de transición entre el profano y elexperto. Si aún no ha decidido en quécampo desea ser un experto, espero esti-mularlo a que considere, una vez más, mipropio campo, el de la zoología. Existeuna razón mejor para estudiar zoologíaque el hecho de considerar su posible «uti-lidad» o la de sentir una simpatía general

Richard Dawkins

El presente libro debiera ser leído casicomo si se tratase de ciencia-ficción. Suobjetivo es apelar a la imaginación. Peroesta vez es ciencia. «Más extraño que laficción» podrá ser o no una frase gasta-da; sirve, no obstante, para expresar exac-tamente cómo me siento respecto a laverdad. Somos máquinas de superviven-cia, vehículos autó-matas programados aciegas con el fin depreservar las egoís-tas moléculas cono-cidas con el nombrede genes. Ésta es unarealidad que aún mellena de asombro. A pesar de que lo sé des-de hace años, me parece que nunca mepodré acostumbrar totalmente a la idea.Una de mis esperanzas es lograr cierto éxitoen provocar asombro en los demás.

Tres lectores imaginarios miraron so-bre mi hombro mientras escribía y ahorales dedico el libro a ellos. El primero fueel lector general, el profano en la mate-ria. En consideración a él he evitado, casien su totalidad, el vocabulario especiali-zado, y cuando me he visto en la necesi-dad de emplear términos de este tipo, loshe definido. Me pregunto por qué no cen-suramos, asimismo, la mayor parte denuestro vocabulario especializado ennuestras revistas científicas. He supues-to que el lector profano carece de cono-cimientos especiales, pero no he dadopor sentado que sea estúpido. Cualquie-ra puede difundir los conocimientos cien-tíficos si simplifica al máximo. Me heesforzado por tratar de divulgar algunasnociones sutiles y complicadas en len-

El biólogo Richard Dawkins, sin duda unode los mejores exponentes de la divulga-ción científica por escrito, revela en quiénestaba pensando cuando escribió su li-bro El gen egoísta. Al mismo tiempo, ofre-ce reflexiones valiosas sobre el público ylos objetivos de la divulgación.

hacia los animales. Esta razón es que no-sotros, los animales, somos el mecanis-mo más complicado y más perfecto encuanto a su diseño en el universo cono-cido. Al plantearlo de esta manera es di-fícil comprender el motivo por el cualalguien estudia otra materia. Respecto alestudiante que ya se ha comprometido conla zoología, espero que mi libro puedatener algún valor educativo. Se verá obli-gado a recorrer con esfuerzo los documen-tos originales y los libros técnicos en loscuales se ha basado mi planteamiento. Siencuentra que las fuentes originales sondifíciles de asimilar, quizá mi interpreta-ción, que no emplea métodos matemáti-cos, le sea de ayuda, aceptándola comouna introducción, o bien como un textoauxiliar.

Son obvios los peligros que entraña elintento de llamar la atención a tres tiposdistintos de lector. Sólo puedo, expresar quehe sido muy consciente de estos peligros,pero también me pareció que los supera-ban las ventajas que ofrecía el intento.

Tres lectorespara El gen egoísta

5Fragmento del prefacio del libro El genegoísta, de Richard Dawkins (Barcelona,Biblioteca Científica Salvat, núm. 9, 1985).

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Cuando me preguntaron qué había senti-do al conocer la noticia de que se me otor-gaba este premio, contesté irreflexivamente(como siempre) que no creía merecerlo.Les causé muy buena impresión, por aque-llo de la humildad, y se afanaron cariño-samente en convencerme de que sí teníalos méritos. Pero mi comentario no se de-bió a la modestia, ni falsa ni auténtica, sinoa una sincera percepción de lo poco quehe hecho y lo mucho que habría podidohacer, y mejor.

Llevo 22 años en esta profesión difícily apasionante. Soy una especie dedinosauria que ha vivido de cerca catás-trofes, extinciones, resurgimientos y épo-cas de tranquilidad. He sido testigo de unaparte del desarrollo de la divulgación enMéxico.

Así que, en la soledad de mi cubículo,hice un recuento de mis pretendidos lo-

gros; sólo di, por contraste, con una listade fracasos, actos de divulgación fallidos,evidencias de mi ignorancia y descubri-mientos del agua tibia.

Una vocación en entredichoYo estaba destinada a la investigacióncientífica. Era becaria de un afamado ins-tituto de la UNAM. Tras la maestría enfísica, el siguiente paso, lógico,era el doctorado y después unafeliz carrera. Yo creía que esaera mi vocación... Claro quea veces escribía cuentos, peroera una afición nada más. Peromi beca se terminaba y yo que-daría desempleada. Entonces se meapareció un hada madrina: Julia Tagüeña.Conocía mi afición por la escritura y meconsiguió una cita con Luis Estrada, en-tonces director del Centro Universitariode Comunicación de la Ciencia (CUCC),lugar donde se hacía «divulgación de laciencia».

Jamás había escuchado la expresión,lo juro. Cuando yo leía sobre ciencia, ex-perimentaba un continuo que iba desdelos artículos especializados hasta lasobras de, digamos, Asimov, sin distinguiruna línea divisoria, excepto por la flui-dez de cada lectura. Vaya, pensé, enton-ces eso que le resulta más atractivo a unlector común es divulgación. Nunca ha-bía intentado comunicar la ciencia a losno especialistas. Mi idea tras los cuentosque escribía obedecía solamente a un ru-dimentario intento literario que, debidoal ambiente en el que me movía, teníapor tema a la ciencia.

Pues bien, fui con Luis; me platicó so-bre lo que se hacía en el CUCC, y supon-go que vio alguna posibilidad en míporque me pidió que hablara con la jefade lo que hoy llamaríamos medios escri-tos: Ana Luisa Guzmán. Ella leyó un parde cuentos míos y algún otro texto y, parami sorpresa, me declaró contratada. En-tonces, en ese ambiente de libertad yaprendizaje, descubrí que la investiga-

ción científica no era mi vocación, sinorealmente escribir sobre ciencia. Asípues, llegué a esta profesión sin cono-cerla, como una cita a ciegas que culmi-nó en un matrimonio feliz (al menos paramí) entre ciencia y escritura.

«Yo no hablo con periodistas, todo lotregiversan»

Mi primer intento de entrevistarcientíficos mexicanos fue unfracaso. Telefónicamente eldoctor X, especialista en físi-ca nuclear que había dado con

no me acuerdo qué ecuaciónque describía quién sabe qué, re-

chazó mi propuesta de entrevistarloporque, me dijo molesto, «los periodis-tas todo lo tregiversan». Rápidamenteaprendí 1) que alguna razón tenía paradecirlo; b) que debía presentarme como«Candidato a doctor» en lugar de cómo«divulgadora» para tener acceso (de vuel-ta) al ámbito científico; y 3) que el doc-tor X, como algunos otros científicos, nomanejaba un buen español.

Trabajos forzadosHubo un momento de mi vida profesio-nal en que era obligado participar en elProyecto Museo de las Ciencias. Una vezmás tuve el gusto de trabajar con JuliaTagüeña, aunque los museos no son mitema preferido. Julia quedó a cargo de laSala de la Energía y después me pasó laestafeta, no sin antes darme algunas lec-ciones de diplomacia, urbanidad y bue-nas maneras. Estar a cargo de la sala erauna tarea de alambrista, siempre al bor-de del abismo. Por ejemplo, había unequipamiento llamado «Equivalente me-cánico del calor», en el que se trata demostrar que el trabajo mecánico que seefectúa al girar una manivela se convier-te mediante una resistencia eléctrica enenergía calorífica que eleva la tempera-tura de una cierta cantidad de agua. Puesbien, era imposible observar ese calen-tamiento porque el trabajo requerido so-

Durante la entrega del Premio Nacionalde Divulgación de la Ciencia «AlejandraJaidar» 2003, la premiada, Ana MaríaSánchez Mora, pronunció un divertidodiscurso, del que sólo es posible presentaraquí algunos disfrutables fragmentos.

Ana María Sánchez Mora

Mivisión

Lista nefasta depretendidos logros

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Ana María Sánchez Mora es divulgadoracientífica y colaboradora regular de Elmuégano divulgador.Comentarios: amsm@servidor�unam�mxComentarios: amsm@servidor�unam�mxComentarios: amsm@servidor�unam�mxComentarios: amsm@servidor�unam�mxComentarios: amsm@servidor�unam�mx

brepasaba las fuerzas de Supermán. Así,los ingenieros decidieron hacer trampa:agregar secretamente unos engranes demodo que con una vueltecita de la mani-vela el agua hervía como géiser. Me opu-se (de donde concluyo que soy máspurista de lo que creo) y perdí. Poco des-pués luché cuerpo a cuerpo con una in-geniera que quería colocar en la sala unequipamiento inservible que ademásmojaba todas las alfombras. Gané.

Pánico en la feria del libroPero no vayan a creer que todo era Ar-chipiélago Gulag. Tuve la oportunidad deprobar por primera vez que se podía en-señar a hacer divulgación (y que yo to-davía no estaba lista para ello). Conmotivo de una Feria del Libro en el Pala-cio de Minería, Blanca Treviño y yo ofre-cimos un curso de «Divulgación escrita»,con dos interesantísimos resultados: elprimero, que había una gran necesidadpor parte de la gente de este tipo deaprendizaje; y dos, que no existían he-rramientas teóricas para hacerlo. Unacosa era proponer el uso de un recursobasándose en la experiencia práctica, yotra decir las razones por las que el re-curso daba buenos (o malos) resultados.

El principio de incertidumbre y elchamanismo cuánticoLa frustrante experiencia en Minería mellevó al departamento de Literatura Com-parada donde otra hada madrina, Luz Au-rora Pimentel, me abrió las puertas sinreservas. Mi proyecto, basadoen la intuición, era encontraren los textos «clásicos» de di-vulgación, es decir, aquellosque conseguían una vigenciaintemporal en el ánimo delpúblico, sus cualidades ejem-plares. No se trataba de decir,como antaño «Me late», «Me ha dado re-sultado», «Me encanta Gamow y lo voya imitar», sino de fundamentar las posi-bles razones. La conclusión del proyec-to, asesorado con paciencia infinita porJorge Alcázar, fue que son justamente lascualidades literarias las que hacen atrac-tivo un texto de divulgación. Mi tesis setransformó en libro con el título La divul-gación de la ciencia como literatura.

Eso que todos sabenAsí pues, ya me sentía lista para dar clases

de divulgación. Quedé a cargo del Diplo-mado en Divulgación de la DGDC. Y en-tonces me enfrenté a un problema que sevolvió desagradablemente insistente.

Si ustedes van a dar un curso de física,digamos, y uno de sus alumnos, princi-piante o avanzado, disiente de lo que es lafísica, de cómo se aborda, de cuáles son losproblemas, sabrán de inmediato que tienenante ustedes o a un genio excéntrico o a unloco que se coló en la lista. Los alumnos dedivulgación, incipientes o experimentados,tienen sus propias definiciones basadas, ge-neralmente, en opiniones personales. Todossaben qué es divulgar. Pero cuando se enta-bla una discusión sobre, por ejemplo, si ItaloCalvino es divulgador, si la ciencia ficciónes divulgación o sobre qué tipo de divulga-ción se hace en un museo, o si los docentesson divulgadores por antonomasia, todomundo tiene algo que decir. La conclusiónes que la indefinición del quehacer, que leproporcionó en sus comienzos un aura delibertad, ha conducido a excesos, malas in-terpretaciones y calidades dispares.

La respuesta «divulgar es hacer lo que yohago» ya no se debe tener por aceptable.

Sin consideración para con sus mayoresLos alumnos a los que me referí pertene-cen a la maestría en filosofía de la cienciaen el área de comunicación de la ciencia.Esta maestría fue un sueño largamente aca-riciado por muchos, y sólo nombraré a al-gunas de las autoridades que lo hicieronposible: Julieta Fierro, Julia Tagüeña, Car-los López Beltrán, Ana Rosa Pérez

Ransanz, León Olivé; ypor supuesto, a mis cole-gas Susana Biro, MartínBonfil, Nemesio Chávez,Rolando Ísita y JavierCrúz. Culminaba, aun-que todavía estamos afi-nando detalles, la noción

de que se pueden formar divulgadores dealto nivel profesional.

Enfrentarme a esta generación de jóve-nes ha sido una de las experiencias másenriquecedoras, y agotadoras también, demi vida profesional. Aprendí muchísimode ellos, lo que implica que me mostra-ron cuán poco sabía yo. A marchas for-zadas tuve que leer lo último que salíasobre divulgación, adaptarme a las pos-turas políticas, que tanto rechazaba an-tes, preparar clases a un ritmo antesdesconocido para mí; hasta tuve que leer

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en francés, impulsada por la generosidadde Lourdes Berruecos y bajo la asesoríade mi mamá. Algunos de mis argumentosque yo creía sólidos me los rebatían conconocimiento, inteligencia, y hasta sim-patía. Me gané de pasada los epítetos de«positivista, decimonónica y cientificista».Una de mis pesadillas, y todavía la sue-ño, eran sus preguntas.

Muéstrenos sus papers en journalsLa última vergüenza profesional que lesconfesaré es que me haya rechazado elSistema Nacional de Investigadores, y noporque no me merezca el rechazo perso-nalmente (no soy investigadora en física),sino porque no ha habido manera de con-vencer a la comunidad científica de quenuestro trabajo es importante, distinto,complejo, profesional.

Les pido a todos ustedes que, en previ-sión de mi futuro académico, mantenganen secreto esta lista nefasta que les heplaticado. Si les piden referencias de mí,pueden decir que soy una suertuda puessólo me premiaron por algo que ha sidoenorme fuente de satisfacción. Gracias alpremio, he tenido la oportunidad y laobligación de repasar mi vida profesio-nal. Veo un camino divertido, hecho engran parte por ensayo y error, dentro deun terreno en crecimiento exponencial,con problemas sui generis. No lo cambia-ría por nada. En este camino me ha acom-pañado mucha gente: mis jefes, miscolegas y alumnos, mis compañeros dela SOMEDICYT, mi familia y mis amigos. Atodos les pido que compartan este pre-mio conmigo.

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¿El divulgador nace o se hace? Quizá hayaun componente innato para la predilecciónpor esta poco apreciada profesión, pero lasexperiencias vitales pueden también serdeterminantes, como muestra esta divertidaanécdota.

Con 15 años recién cumplidos, y sin unplan para las inminentes vacaciones deverano, cualquiera se siente un poco fue-ra de lugar. Sobre todo cuando esas vaca-ciones de verano significaban para mí eladiós definitivo a la querida secundaria, alos compañeros de clase, y alprimer amor. Ni siquiera sabíaa qué preparatoria me inscribi-ría; pero estaba claro que en ladecisión iba a pesar mucho másla escasa capacidad financiera demi familia que mis gustos... De he-cho, era urgente conseguir dinero.

Deseoso de escapar a tanta pérdida eincertidumbre, y necesitado de ingresos,acepté el primer trabajo que se me ofreció:el de investigador comercial. Las empresasque ofrecen crédito (bancos o almacenescomerciales) requieren conocer la solven-cia de los solicitantes y la calidad de susreferencias. En eso consistía mi chamba:yo visitaba la casa del presunto sujeto de

crédito para comprobar que nohubiera mentido en su solicitud.

Para recibir mis órdenes detrabajo, me trasladaba todas lasmañanas desde nuestro modes-to departamento en Polancohasta la colonia Estrella,donde se encontraban lasoficinitas de mi empleador.Caminaba por avenidaHoracio hasta MarianoEscobedo, y ahí abor-daba el «Chapultepec-La Villa» hacia el norte.Recorría Mariano Esco-bedo, Cuitláhuac, y la

calzada de Guadalupe,hasta mi destino en la ca-

lle de Coral.Llegué a conocer milimétricamente las

incidencias del camino en esos dos me-ses: los paseos del elegante maricón en la

plaza Uruguay, el indigente que recorríacon prisa avenida Horacio, las vitrinasde Liverpool. Pero sobre todo, el vende-dor de libros naturópatas que abordaba elmismo autobús que yo.

Lo odiaba. Era exageradamente flaco,y tenía unos ojos brillantes, malignos.

Clavaba esa mirada enfermiza en suvíctima, generalmente alguna indefen-sa mujer de aspecto humilde, preferen-temente mayor de 40 años, y lanzabaa voz en cuello su letanía. Intentabaconvencernos de que su libelo de 60

páginas contenía todos los secretos paravivir saludablemente, sin recurrir a ma-tasanos o venenos envasados por Ciba,Pfizer, Bayer. Y tosía. Tosía como sola-mente puede hacerlo un tísico, con unatosecilla seca que nacía desde las pro-fundidades del tórax pero que su entre-nada laringe se encargaba de amortiguar.Tosía entre pregunta y pregunta, porquesu técnica consistía en acribillar al in-cauto con cuestiones irresolubles.

Su libro, gritaba, nos enseñaría a re-ponernos instantáneamente de una re-saca, con sólo masticar una modestaporción de cáscara de naranja. El restode la cáscara de naranja nos serviría paradisimular el olor a tabaco que queda enla casa después de la juerga en la quenos habíamos alcoholizado (obviamen-te, porque si no, ¿cómo podríamos re-querir un remedio para la cruda?). Lacalvicie era reversible con sólo cambiarel jabón por un hueso de mamey. Y así,por ese estilo.

Para mi mala fortuna, coincidíamos enel autobús de ida, a las 9 de la mañana,y en el de vuelta, a las 6 de la tarde. Sólolo toleré tres días.

El cuarto, mientras insistía en que unsexagenario le dijera la palabra de cua-tro letras que designaba a la sustancia tóxi-ca contenida en el jabón que era respon-

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Primeros pasos divulgador callejero

Gerardo Gálvez Correa

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sable de la erisipela del chofer («sosa, ig-norantes que no conocéis ni la ‘O’ por loredondo, sosa, ¡coff, coff!»), no pude con-tenerme más. Lo interrumpí de mala ma-nera, desde el extremo opuesto delautobús:

—¿Sabes qué onda? Eres un fraude,maestro—. Con pánico constaté que elfulano guardaba silencio y me mirabacon atención. Por primera vez se meocurrió que podría no ser una personapacífica. Pero ya me había lanzado, yno quedaba más que seguir hacia de-lante. Continué entonces:

—Eres un fraude. Tu libro sólo enseñala forma de tratar enfermedades que securan solas, o que no se curan en abso-luto. O que son muy raras. O que noponen en peligro la vida. Nos ofrecesremedios para la cruda; pero el al-coholismo ni lo mencionas, maestro.A ver... ¿tu libro dice algo sobrecómo tratar la asfixia por atra-gantamiento, o cómo manejar elparo cardiaco?

Sentí 20 o 30 pares de ojos sobre mí.Pero no había nada claro en las miradasde los pasajeros. No habían tomado par-tido todavía, y la moneda estaba en el aire.

«¡Ja!» pensé, pecando por exceso deconfianza. «Está liquidado. A ver cómosale de ésta.»

—Pues fíjate que sí. Todas las enferme-dades y accidentes que mencionas estáncubiertos en el libro. ¡Coff, coff!

Me quedé callado. No había antici-pado esa respuesta. Intenté revirar, perono se me ocurría nada

Lo que a continuación sucedió fuealgo que en toda mi vida no he logradoexplicar satisfactoriamente. 20 o 30 bi-lletes de 5 pesos aparecieron de la nada,cada uno en la mano de algún pasajero.Y cada pasajero lo estaba ofreciendo alvendedor del libro naturópata, que lo

recibía con gusto, y lo cambiaba por unode los ejemplares de su miserable pan-fleto. Creo que el único pasajero que nocompró el libro en ese viaje fui yo.

Bueno. Yo acababa de cumplir 15años. Supongo que no puede culpár-seme por no haberle exigido que leyeralos párrafos correspondientes, allí, de-lante de todos los involuntarios juecesque nos rodeaban. Pero lo cierto es queentre todas aquellas personas, hombresy mujeres adultos, padres de familia, em-pleados, comerciantes, pequeños empre-sarios, tampoco hubo uno solo que exigierauna prueba.

El fracaso me dolió todo el día. Peropor la tarde, al regresar a casa, pude

constatar que a él también le ha-bía afectado el incidente: en labase, evitó abordar el mismoautobús que yo.

Ahora que pienso en ello,24 años después, no puedo me-nos que notar la poca experien-

cia que él también tenía: juntospodíamos vender muchos más librosde los que vendería él solo. Por mi par-te, ya logré metabolizar el fracaso demi primera experiencia como divulgadororal y callejero. Así que desin-teresadamente ofrezco misservicios como antagonis-ta autobusero a todosaquellos distingui-dos divulgadoresde la ciencia quetengan una o va-rias obras maestrascon escaso movi-miento en los estan-tes de Gandhi o ElSótano. ¿Les parecebien que empece-mos en la ruta «Tlal-pan-Joya»?

Gerardo Gálvez Correa, joven escritor de40 años, ha publicado tres artículos, dosreseñas bibliográficas y una cinematográ-fica. Tiene inédita una obra casi de la mis-ma magnitud que la editada. También esmédico.Comentarios: jerrygafas@hotmail�comComentarios: jerrygafas@hotmail�comComentarios: jerrygafas@hotmail�comComentarios: jerrygafas@hotmail�comComentarios: jerrygafas@hotmail�com

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Julia Tagüeña PargaDirectora General

Juan Tonda MazónSubdirector de Medios de Comunicación

Martín Bonfil OliveraEditor

Lourdes Arenas BañuelosNemesio Chávez ArredondoSergio de RégulesJuan Tonda MazónAline Guevara VillegasRedacción

Ma. del Carmen MercadoDiseño original

Alejandra [email protected] [email protected]ño y diagramación electrónica

El muégano divulgador, boletín mensual editadopor la subdirección de medios de comunicaciónde la Dirección General de Divulgación de laCiencia de la UNAM; 3er. piso de Universum, zonacultural de CU, Coyoacán. Tel: 5622-7315. E-mail:[email protected]

Las opiniones expresadas en los textos firma-dos son responsabilidad de sus autores y no ne-cesariamente reflejan el punto de vista de lainstitución. El material se publica con propósi-tos de difusión y sin fines de lucro. Para cual-quier aclaración, favor de ponerse en contactocon el editor.

DIRECCIÓN

GENERAL

DE DIVULGACIÓN

DE LA CIENCIA

EL MUÉGANO

DIVULGADOR

por Hércules Delgadillo

La columna de Hércules

Por esta única ocasión y en contra de mi tempera-mento, voy a abordar un tema de moda: el año dela física.

Aunque a mi edad mis actos no requieren justifi-cación, les diré que lo hago porque seguramentetodos los jóvenes divulgadores de la física estarána punto de comenzar un articulillo con el lugarcomún: «En este 2005 se celebra el centésimo ani-versario del annus mirabilis de Einstein...» Y ya losveo, antes de siquiera terminar el párrafo, imagi-nando la ilustración al margen que le van a propo-ner al editor: esa trillada foto de Einstein joven consaco de cuadritos, corte de pelo todavía presenta-ble, mirada aguda y facha de artista. No la usen,por favor. El público prefiere un Einstein greñudo,típicamente genial, maduro y frente al pizarrón, es-cribiendo una ecuación de la Teoría General de laRelatividad, aunque nadie la entienda. Esta es miprimera sugerencia.

La segunda: si adoptan la expresión en cursivas,tradúzcanla. Su público no sabe latín y podría sen-tirse ofendido. Tomen en cuenta además que no esuna buena estrategia hablar de milagros para di-vulgar el efecto fotoeléctrico.

En tercer lugar, no hablen, ni bien ni mal, de lasesposas de Einstein. No sólo porque caerán en elchisme barato, sino porque el estado civil y moralde Einstein no está relacionado con el condensa-do de Bose-Einstein, créanme.

Cuarta sugerencia: seguramente caerán en la ten-tación de mencionar lo bien que Einstein tocaba elviolín. Si lo hacen, sus incultos lectores podríanconcluir que hacer música de cámara tiene nexoscon el movimiento browniano. Absténganse.

Pero en fin, y para no quitarles su tiempo y di-lapidar el mío, mejor no recurran a Einstein. Aun-que si su mollera no da para otra cosa, noconfundan a Einstein con el doctor Chunga. ¡Esosí que no, por favor!

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«La popularización de la ciencia es exitosa

si logra, en un principio, despertar cuando

menos el sentido de lo maravilloso.»

Piscolabis

Carl Sagan

por Martín Bonfil Olivera

no divulgarás

comentarios: mbonfil@servidor�unam�mxcomentarios: mbonfil@servidor�unam�mxcomentarios: mbonfil@servidor�unam�mxcomentarios: mbonfil@servidor�unam�mxcomentarios: mbonfil@servidor�unam�mx

Escribir para los colegas

Entre los artistas, la opinión está dividida. Algunos afirman no ne-cesitar de un público para sentir que su labor se justifica; les bastala satisfacción que proporciona el acto de creación mismo. Otrosaceptan que, al menos en principio, la labor artística carece desentido a menos que llegue a tener un espectador.

Pero los comunicadores —incluyendo, por supuesto, a loscomunicadores de la ciencia— no somos artistas (por más quemuchos sintamos que nuestros esfuerzos se asemejan a los delartista en cuanto a búsqueda de originalidad y carencia de unfin práctico más allá del hecho de comunicar una visión delmundo: la que nos da la ciencia).

En tanto comunicadores, nos vemos obligados a aceptarque nuestra labor carece por completo de sentido si no con-tamos con un público. La comunicación sin receptor es meraemisión de datos que no llegan a adquirir un sentido.

Y sin embargo, es frecuente (más de lo que uno pudieraesperar) encontrarse con productos de divulgación, seantextos, audiovisuales, conferencias o museos, que pare-cen haberse creado teniendo en cuenta no las caracterís-ticas y necesidades del público al que pretenden dirigirse,sino más bien la opinión de los colegas.

Escribir para los colegas es la marca del investigadormetido a divulgador. Es frecuente —a menos que se tra-te de uno de esos relativamente escasos individuos quecombinan ambas profesiones— que los investigadoresno tengan realmente claro de qué se trata la labor deponer la ciencia al alcance del público no científico.Y esto se nota en que, al redactar sus textos, estánpensando no tanto en cómo lograr hacerse entenderpor el lego, sino en cómo evitar ser criticados porotros especialistas.

Dicho de otro modo, de los dos requisitos que elbuen divulgador tiene que satisfacer simultánea-mente, en un acto de equilibrio que sintetiza elarte de la divulgación los especialistas en investi-gación —que normalmente no son especialistasen divulgación— tienden a privilegiar el rigor porencima de la amenidad.

Por desgracia, normalmente el resultado es queestos textos rigurosos fracasan en el primer re-quisito de la comunicación: servir al lector.

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H en gaussHumor involuntario

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Polvo somos pero ¿en polvo nos convertiremos? No ne-cesariamente. Una empresa estadounidense ofrece con-vertir las cenizas del ser querido en un diamante, contarifas desde 2 mil 499 dólares.

La firma que realiza tal labor tan poco ortodoxa esLife Gem, que opera en 7 países y está asociada con 750funerarias en el mundo. En EU atendió a 500 familias enlos últimos 2 años.

La conversión, que se realiza con métodos combina-dos de calor y compresión, se puede hacer con cenizasde personas o de mascotas, y su costo puede llegar hastalos 13 mil 199 dólares, más impuestos, según el tamañodel diamante que se desee.

«Se pueden solicitar tantos diamantes como se deseen»,comentó Russell VandenBiesen, ejecutivo de la empresa.

El primer paso del proceso es recolectar ceniza prove-niente de la cremación, de la cual se obtiene el carbónnecesario para convertirlo en diamante. Para ello, se pro-

cesa hasta obtener un polvo fino y se coloca en un crisol, quese calienta en un horno a más de 300 grados centígrados.

A esa temperatura se remueven las impurezas como calcio,ceniza y aluminio, entre otros; el carbón se convierte en gra-fito, y éste es sometido a un procedimiento de alta presión ytemperatura para poder obtener el diamante.

Obtener un diamante, que a la naturaleza le implica millo-nes de años, a LifeGem le requiere sólo meses en los labora-torios, ya que el tamaño se controla a través de la presiónmantenida sobre el grafito.

El diamante es tallado y pulido se-gún las especificaciones del cliente, yfinalmente, lo identifican y lo certifican.

«Se elabora un reporte en que seenlistan todas las características físicas yópticas del diamante, así como la informa-ción del cliente», detalla la empresa.

Adicionalmente, se provee un certificado y una garantíacontra cualquier defecto del diamante obtenido.

Russell VandenBiesen, comentó que desde México se pue-de contactar a la compañía para solicitar el servicio.

«Se puede hacer la cremación en México, y enviarnos lascenizas, con el formato correspondiente, y nosotros enviare-mos el diamante a través de la vía que resulte más convenien-te», agregó VandenBiesen.

Por Lilia Carrillo

Además de tomar en cuenta que los diamantes industrialesson muy pequeños para ser tallados, que una combustión asólo 300 grados difícilmente eliminaría calcio y aluminio(¿de prótesis?), que un horno crematorio está a mucho másque 300 grados, y de que mucho del carbono de un cadávercremado se pierde en forma de dióxido de carbono, antesde confiar dinero a una empresa como ésta, habría queaveriguar cuánto cuesta un diamante... no sorprende saberque menos de lo que pide LifeGem.

Tomado de Reforma, 12 enero 2005, www�reforma�comwww�reforma�comwww�reforma�comwww�reforma�comwww�reforma�com

cenizasReciben

y devuelven diamantes

Hicimos la verificacióncon el carbono 14

y definitivamente noes el Santo Sudario.

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