anillos de oro - ana diosdado

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AnnotationLa obra, narra la vida diaria de Ramn y Lola, dos abogados que comparten un bufete especializado en divorcios y separaciones matrimoniales. A travs de las vivencias de los protagonistas y de las de sus clientes, parejas de las ms diversas edades y clases, se presenta un panorama social de la Espaa de los aos ochenta.

PRLOGO CAPTULO CAPTULO CAPTULO CAPTULO CAPTULO CAPTULO

INFORMAL I II III IV V VI

.

Ana Diosdado

Anillos de oro

.

*

Prlogo informal de Jos Luis Garci ESPASA-CALPE, S. A. MADRID 1985 Ana Diosdado, 1985 Radiotelevisin Espaola, S. A., 1985 De esta edicin Espasa-Calpe, S. A., Madrid, 1985 Diseo de cubierta: Alberto Corazn Depsito legal: M. 26.068-1985 ISBN 84-239-1997-8 (Obra completa) ISBN 84-239-2142-5 (Tomo 1) Impreso en Espaa Printed in Spain Acabado de imprimir el da 17 de julio de 1985 Talleres grficos de la Editorial Espasa-Calpe, S. A. Carretera de Irn, km. 12,200.28049 Madrid

A Pedro Mas, que convirti estos guiones en imgenes, y las imgenes en un xito. A todos los que colaboraron con l en ese empeo. Y a mi padre, que no pudo verlo... dicen, porque yo creo que s.

PRLOGO INFORMAL Mi reino por un guin1. T eclear dilogos en baador junto a la piscina.

Grima, maldita sea, grima, eso es exactamente deca Borden Chase, uno de los mejores, mientras clavaba fijamente los ojos en el bourbon de su vaso. A su lado, Ben Hetch, la leyenda, el de las mil y una noches en Hollywood, el mejor de todos, el mejor pagado, no recordaba para nada al tipo brillante y divertido de siempre. Esa noche de marzo, el alegre y sarcstico Ben era un hombre triste que beba en silencio. No quedaba ni rastro del cnico reportero que, en el Chicago de los veinte, descubriera un frentico y extravagante estilo de periodismo. Era tarde. Incluso para un viernes en Nueva York. Estaban en un bar de la calle Cuarenta, a medio camino entre Lexington y la Tercera Avenida. El tipo de la barra les haba dicho ya, tres o cuatro veces, que tena que cerrar. Pero como todos los buenos barman, era una persona comprensiva y tranquila. Y all estaba, mirando su reloj de pulsera y repasando sus apuestas para las carreras del sbado. Grima, Ben, grima es lo que te da cuando ves cmo tratan tu trabajo y Chase hizo una sea para que le sirvieran otro trago de Four Roses. Ya nos vamos, amigo, cinco minutos le dijo Hetch al barman, exhibiendo su justamente famosa media sonrisa juda. Por cierto aadi, alguien me ha dicho que Dixie es el favorito para la segunda carrera. El tipo de la barra era un hombre honrado que serva los vasos completos. Basura y tiempo susurr Hetch despacio. Eso piensan que es nuestro trabajo. Alquilan tu tiempo para escribir la basura que te piden. En fin. sa es la cosa dijo Chase. En fin repiti Hetch, apurando su vaso. Todos nos sentimos igual a estas horas se sum el de la barra, tratando de decir algo confortable. Ha dicho Dixie para la segunda? Los escritores salieron a la calle. Haca viento y llova ligeramente. Se subieron el cuello de sus abrigos. En un par de semanas estaran otra vez en California, tecleando dilogos en baador junto a la piscina en forma de rin. No era as como trabajaban los guionistas? Voy a escribir Ro Rojo. Para Hawks dijo Chase, al tiempo que trataba intilmente de encender un cigarrillo. Me han pedido que adapte The Chisholm Trail, la serie que escrib para el Post. Quieren que la haga John Wayne. Hawks es un buen director dijo Hetch. He trabajado con l varias veces. Un poco manitico. Bueno, como todos los directores. Ben Hetch era el guionista de Hollywood por excelencia. Se diferenciaba de los escritores que venan del teatro, la novela o las revistas tipo New Yorker o The Saturday Evening Post, sobre todo en dos cosas: primero, dejaban totalmente de lado la literatura en la columna de la izquierda, es decir, jams sacrificaba un adjetivo por una buena frase; y segundo, l nunca escriba a la manera de ningn director. Hetch, tanto si la direccin la llevaban Lubitsch, Wellman o Sternberg, impona su estilo de dilogo y su estructura narrativa. Maldito viento, me estoy quedando sin cerillas! gru Chase. Escribir mal por obligacin dijo Hetch; escribir de mentira, escribir dando menos de lo que t tienes, y te lo digo por experiencia, Borden, causa un esfuerzo tremendo. Inventar nuevos clichs, como quiere Goldwin, es la cosa ms difcil del mundo. Esa noche de marzo, mientras avanzaba aterido por las calles de su ciudad, Ben Hetch no saba que l haba inventado ms de la mitad del oficio de escribir pelculas. Fue maestro en el arte de prolongar buenas situaciones, en arranques ambiguos, en dilogos a dos bandas supuestamente dispersos, en acumulacin de ritmos progresivos, en cortes secos, en dibujar tres caracteres a la vez dentro de una misma secuencia... Los hallazgos que hay en tus guiones, Ben, van a cubrir la mayor parte de nuestro cine en las prximas tres dcadas dijo sinceramente Chase. No lo s contest Hetch. En cualquier caso, ahora no me van a pagar ms por ello. Seguan caminando con el viento de cara. En qu vas a trabajar? pregunt Chase, que continuaba sin poder encender su cigarrillo. Me ha llamado Hitchcock. Quiere que le eche una mano respondi Ben. Parece que el escritor que tena trabajando en La cuerda, Arthur Laurents, se ha atrancado. Lo mismo ocurri con El proceso Paradine. Tambin entonces me llam el gordo. Hetch se detuvo, y sealando con su mano derecha a su amigo, dijo: Cuando ocurre eso, nunca es culpa de los escritores. Las dificultades siempre surgen cuando las historias que han elegido no son buenas. Con Encadenados no tuvimos ningn problema... Hace una noche de perros. No veo ningn taxi dijo Chase. ltimamente, sabes?, ni siquiera firmo las pelculas que escribo. He creado una nueva especialidad dentro de nuestro condenado oficio. He aplicado la patologa quirrgica a la narrativa. Me he hecho mdico de guiones. Es fantstico! exclam Borden Chase. Es cmodo. Y lo pagan bien. Siempre acuden a ti cuando estn en apuros. As he trabajado para Jack Ford en Huracn, para David en Lo que el viento se llev, con Lubitsch en El bazar de las sorpresas, con Charly Vidor en Gilda... Es divertido. Pero la cara de Hetch no era divertida al decirlo. Caminaron un buen rato en silencio, tratando de ver un taxi. Durante unas semanas, justo el tiempo de escribirla, la pelcula es tu pelcula, te pertenece absolutamente murmur Chase. Y con bastante amargura, continu. Luego, cuando entregas las pginas, adis, la pierdes definitivamente. Lo que has imaginado en la soledad de tu cuarto, ya es propiedad del director, o del productor, o de los actores. Ningn crtico dice jams que aquella maldita escena es tuya. Bueno, al menos desde tu underwood eres el primero que sabe que la camarera pelirroja va a traicionar a su marido con un buscavidas de San Diego. Es un consuelo sonri Chase. As son las cosas dijo Hetch. S, supongo que s contest Chase.

Taxi! grit Ben Hetch con todas sus fuerzas. En la esquina de la Cuarenta y Madison pillaron el Plymouth del 35, todava en muy buen estado, y se fueron al Algonqun. Ya dentro del taxi, Chase encendi su mojado Camel.

2. Anillos de oro. Olor de calle

Querida Ana Diosdado: Perdona el prlogo a tu prlogo. An ignoro por qu lo he escrito. Ha sido un impulso, desde luego. Una cosa es cierta: lo acabo de teclear de un tirn. El motivo, me parece, es que ya estoy cansado de la terrible injusticia en que han vivido y viven los escritores de pelculas. Aquel estupendo personaje de Billy Wilder, en Sunset Boulevard, el guionista en paro (Joe Gillis), deca que el pblico nunca saba en qu consista el trabajo del escritor de cine: La gente piensa que son los actores los que dicen realmente los dilogos. Mucha culpa de ello la tienen los crticos. A mitad de los aos cincuenta, como bien sabes, la gente de Cahiers du Cinema decidi que el director era Dios, adems del nico autor. A eso se apunt tambin Andrew Sarris con sus artculos en Film Culture. Total, que la gente comenz a asistir a los cines no slo atrada por lo maravilloso que resultaba Clark Gable remontando de noche el Misisip, ya sabes, con una mesa de pquer bajo los codos, sino tambin por el hombre que haba dirigido las imgenes. La importancia del director se convirti en tirana, eclipsando al resto de las parcelas creadoras. Nadie quera pensar que las historias que vea y escuchaba las haba escrito otra persona. Y que eran, o haban sido, de esa persona antes que de ninguna otra. Mientras el director comparta con los actores los focos de la popularidad, el escritor permaneca eternamente en la sombra, iluminado tan slo por el flexo de su mesa de trabajo. A veces, ganaba algn dinero. Y tal vez, slo por ese dinero, daba lo mejor de s mismo, lo ms ntimo. Como en el oficio ms viejo del mundo. Me parece un smil perfecto. La historia del cine se edific, primero con los nombres de las estrellas, luego con los de los directores. Es, adems de injusto, falso. Una revisin honrada del cine nos descubrira que su columna vertebral son los guiones, las historias. Pero la cosa no parece tener arreglo. Siguen saliendo, casi cada semana, nuevos fascculos que luego se renen en tomos, donde los escritores son absolutamente ignorados. Se habla siempre de los directores. De su tica, de su estilo, de su obra. En realidad, se les atribuye algo que muchas veces pertenece a otras personas: Faulkner, James Agee, Howard Koch, Samson Raphaelson, Nunnally Johnson, Betty Comden, Ruth Gordon, Dudley Nichols, Riskin, Trumbo, Furthman, Frank Nugent, Ring Lardner, Justus Mayer, Azcona... Naturalmente que hay directores autores: Wilder, Mankiewicz, Woody Allen, Preston Sturges, Robert Benton, etc., pero son los menos. No deja de ser significativo que entre los autnticamente grandes directores estn aquellos que nunca tuvieron complejo de inferioridad ante la autora: Ford, Hitchcock, Lubitsch, Walsh..., creadores geniales que nunca firmaron un guin. Por qu los crticos, salvo algunas excepciones y hay que buscar gente norteamericana como John Brady, o Richard Corliss, nunca hablan de los guiones? A lo mejor es que se sienten ms directores que escritores. Yo he pensado muchas veces que si gran parte de las mejores pelculas de la historia del cine perduran hasta nuestros das, desafiando abiertamente al tiempo Casablanca, Centauros del desierto, Eva al desnudo, ngel, Ciudadano Kane, Cantando bajo la lluvia... por citar las de siempre y no Objetivo Birmania, T y yo, Ro Rojo, etc. , se debe, principalmente, a la fascinacin de aquellas historias sobre fondo de papel. El cine, siempre aficionado a las bromas salvajes, encontrara as una de su gusto. Sin duda, una broma maestra. Es evidente, pues, que soy de los que estn por la reivindicacin del escritor cinematogrfico. No niego la importancia del director, claro que no, pero creo que ha llegado el momento de pasar del director-como-creador-nico al escritor-tambin-autor. Y puedo decirlo ahora, cuando ya he dirigido pelculas. Pero antes tambin lo saba. Por ejemplo, durante los casi diez aos en que trabaj de guionista. Recuerdo que entonces me llamaba y Jos Luis Garci o, si tena mucha suerte Jos Luis Garci y, ya que nunca poda firmar en solitario, aunque bastantes pelculas las escrib sumergido en la ms autntica de las soledades del escritor de fondo. Por eso, hoy, tengo la obligacin de decir que s que es mucho ms difcil escribir una pelcula que filmarla. Cuando se empieza un guin, no hay nada. Cuando se filma, en cambio, hay una historia que contar, unos dilogos, a los que sacar partido, unos actores para transmitir las emociones, unos tcnicos que te ayudan... En fin, para qu seguir. Todos conocemos la verdad. Todos somos ms o menos cmplices de la injusticia. (Quiz el asunto arranca de que, en el cine, al principio no fue el verbo.) Y ahora, de verdad, y perdona, vamos con tus guiones. No hay nada ms misterioso que esos espejos sigilosos, astutos e inesperados en los que, al cruzar frente a ellos, vemos fugazmente la imagen inquietante de ese desconocido que somos cada uno de nosotros. Cuando retrocedemos no sin cierta aprensin, comprobamos que s, que realmente esa imagen es la nuestra, y que el mundo sigue en orden. (Vete t a saber la cantidad de cosas que suceden en los espejos cuando nadie los mira. Es la magia.) Algo parecido ocurre con tus historias, Ana. Tiene la magia juguetona, lcida e insensata y cotidiana, de los espejos. Un gran espejo comn, flotando en un rectngulo de veinte pulgadas de luz, en el que nos miramos siempre un poco asombrados. Y es ah, en los espejos de tus historias en los episodios de tus Anillos de oro, donde aprendemos a conocernos un poco ms, a medio aceptarnos a nosotros mismos (que eso s que es difcil), a admitir nuestros fracasos, a penetrar de verdad en nuestras ilusiones ntimas, a recordar bien los recuerdos... Viendo tu serie (que, por cierto, democrticamente ha sido declarada de utilidad pblica por la audiencia), se tiene la impresin de que se ha vivido, de que matizo ms se est viviendo. Y de algo an cien veces mejor: de que la vida es posible. Tu serie, Ana, huele a calle, a gente, tiene el sabor de la complicidad, y muchas, muchas veces, el arrebato de lo sincero. De ah, el xito. Mira, ya somos todos muy mayores para saber que la gente no ve las cosas porque s. Y no quiero seguir sin decir algo que considero justo: has tenido mucha suerte de que haya sido Pedro Mas el director. Primero, porque Mas huele tambin a calle, porque se cree lo que hace y hace aquello en que cree, ya sean Las Ibricas o tus Anillos. Segundo, Mas ha sido guionista muchos aos y sabe respetar, como pocos, la obra ajena. Lo ha demostrado contigo. Ha rodado tus historias directa y sinceramente. Eso es mucho hoy. No ha cado en ninguna tentacin dogmtica. Ha entrado en tu mundo con una honestidad admirable. A lo mejor por eso ha hecho su obra ms personal. Tiene, en matices de la puesta en escena, un instinto de narrador que ya quisiramos muchos. Tus historias, Ana, son historias con conciencia. No slo has tratado al pblico unos quince millones de telespectadores semanales como personas adultas, educada y cortsmente, sino que has dejado que esas personas pasaran primero ante las puertas siempre estrechas de lo autntico. Pocas veces he comprendido mejor la realidad ms ltima de nuestro pas, como viendo esos episodios. Tambin me he entendido algo ms a m mismo. Anillos de oro, y ya lo veremos dentro de veinte aos, representa unas inmejorables seas de identidad de estos tiempos tan confusos que vivimos. Es un poco o un mucho como la recuperacin, sin falsas vergenzas, de lo genuinamente nuestro, como la mejor historia actual de tu pas y el mo. Es una historia espaola que el pblico espaol ha seguido sin pestaear, semana tras semana, entendiendo todo, asimilando todo. Querida Ana, tu serie, a ver si s decirlo, ha dado sentido a nuestra televisin de los ochenta. Como antes, en los sesenta, se lo dieron las historias de Armin o Marsillach. Ha sido, tambin, una leccin de cmo contar hoy, para la gente de hoy, unos relatos sencillos, tiernos, llenos de humor y amargura, de irona y sensatez. Muchos sabamos que dialogabas muy bien. Tus dilogos son mejor que reales: son cinematogrficos. En cine, como sabes, no se puede filmar la oscuridad real,

hay que filmar la oscuridad cinematogrfica. Con los dilogos pasa lo mismo. Bueno, Ana, tengo que dejarlo. Me he pasado de folios. Slo quiero aadir que aquellos que hemos visto tu serie hemos quedado en ella para siempre. Creo que nunca, en la historia de nuestra comunicacin, tantos espectadores hemos sido a la vez actores. Casi todos nosotros hemos tenido un papel, en un episodio o en otro. En fin, eso, telas de araa, espejos superiores a los propios espejos: tus historias han devuelto nuestra imagen sin invertir, claramente. Ya era hora. Enhorabuena. Y un abrazo. Jos Luis Garci. (Dos cosas ms. Una: me alegra mucho que empiecen a editarse guiones. Es estupendo que un gnero, dicen, tan hbrido como ste (que ni es literatura ni es cine ni es teatro), experimente una notable subida en el mercado de las culturas variables. Espasa-Calpe sigue de cerca no a las imprentas de las universidades norteamericanas, iniciadoras del fenmeno, sino a editoriales de primera lnea como Doubleday, Scribner's o Knopf. Y dos: s, querida Ana, que sta no es la nota de introduccin a los guiones que t esperabas, pero, consulate, tampoco es la que yo pensaba escribir. Un beso.)

CAPTULO I Cuestin de principios(Asomada al balcn de una antigua y slida casa del barrio de Salamanca, Doa Trini, anciana pulcra, vestida de negro de los pies a la cabeza, est cambiando un cartel destrozado por el viento y mojado por la lluvia, en el que se lee: Se alquila habitacin a personas respetables. Preferiblemente caballero solo. Razn aqu. Una Vecina, que hace ganchillo en el balcn contiguo, escucha sus explicaciones, con aire reticente.)

Doa Trini. Tres veces lo llevo cambiado, tres! Qu le parece? Vecina. Para lo que les sirve... Doa Trini. No, si llamar, llaman..., pero luego no vienen. Vecina. Pues tampoco es cosa de que el cartel siga ah mucho tiempo, eh? Afea la fachada... Y ya sabe usted de sobra que si la Comunidad consinti en que tomaran ustedes huspedes, fue slo por la situacin de ustedes... Doa Concha. (Dentro.) Trini!... Trini!!...(Doa Trini esboza un gesto de sufrido martirio, pero la Vecina no se ablanda ni con eso y sigue con su crtica.)

Vecina. Porque aqu no hay costumbre de segn qu... Doa Trini. De segn qu, aqu en casa, tampoco. Y ya ve usted que pongo personas respetables. Doa Concha. (Dentro.) Trini!!!...(Suspirando con resignacin, Doa Trini se decide a entrar.)

(Doa Concha est en su cama, enferma. Al contrario que Doa Trini, que es menudita y nerviosa, Doa Concha es una anciana asargentada, muy segura de s, que acecha, erguida sobre un montn de almohadones, rodeada de vasos de agua de limn, revistas, labores, etc. Se la ve furibunda, impaciente, pendiente de la puerta abierta de su habitacin, a la vez que agita violentamente una campanilla.)

Doa Concha. Trini!... Trini!!!...(Doa Trini viene corriendo por el pasillo, sin aliento, y asoma por la puerta.)

Doa Trini. Qu pasa? Qu quieres? Doa Concha. Que dejes de cotorrear con la de al lado. Doa Trini. Mujer, tengo que estar a bien con ella. No todo es ir a llorarle a la gente. Doa Concha. Como que no tendras por qu llorarle a nadie. Y menos a esa bruja. Yo, hace cuarenta aos que le retir el saludo. Doa Trini. Pues esa manta me la dio ella, y no te la retiras nunca.(Doa Concha se encoge de hombros, mayesttica.)

Doa Concha. Yo no te pregunto donde mendigas las cosas, no me importa. Si tuvieras ms dignidad... Doa Trini. Si tuviera ms dignidad, t no tendras manta... Doa Concha. Qu hacas? Darle el parte? Arrglame las almohadas, no te quedes ah como un pasmarote.(Doa Trini se precipita a ponerla cmoda.)

Doa Trini. Es la presidenta de la Comunidad, Concha... Y te advierto que no le hace mucha gracia esto del alquiler. Ni a m, si te he de ser sincera. Meter extraos en casa... Doa Concha. No hay ms remedio. Ya nos hemos comido los ltimos ahorros, y con tu pensin. (Esboza una sonrisa despectiva.) Con tu pensin, no podras vivir ni t. Doa Trini. No s, no s... Ahora hay por ah mucho desaprensivo, mucho sinvergenza... Vete t a saber lo que nos va a venir! Doa Concha. Lo que sea ser muy bien venido. Doa Trini. Mujer, lo que sea, tampoco. Doa Concha. Lo que sea! En nuestra situacin, no se puede andar con tiquismiquis... Adems, no pone en el cartel persona respetable? Doa Trini. Ya ves t. Habr que fiarse de su palabra. Porque de eso, no dan certificados. De lo que yo llamo ser persona respetable... O sea, de lo que las personas respetables llamamos persona respetable, ya no hay garantas... Y a m, ese plural...! Doa Concha. Qu plural? Doa Trini. El seor que ha llamado ha dicho iremos. Iremos esta tarde a ver la casa. Ha dicho iremos, no ha dicho ir. Doa Concha. Ser que en vez de un caballero solo vienen dos caballeros solos. Doa Trini. Dos caballeros solos!... Y eso te tranquiliza? Mira que si resultaran ser...!(Esboza el tmido ademn de imitar a un afeminado.)

Doa Concha. Pues se pide ms renta.(Doa Trini se santigua.)

Doa Trini. Jess... Lo que me hars el favor de pedirles son referencias. Y si son matrimonio, el libro de familia. Doa Concha. Lo nico que les pienso pedir es el carn. Doa Trini. Bueno, y el carn de identidad, por supuesto. Doa Concha. No me refiero al de identidad. Me refiero al del partido. Doa Trini. Qu partido? Doa Concha. No les vas a meter en casa sin saber de qu partido son! Doa Trini. Y si no son de ninguno? Doa Concha. Que se apunten!... Y se puede saber qu esperas para arreglarte? O les piensas recibir con esa pinta?(Doa Trini se mira extraada.)

Doa Trini. Siempre voy as. Doa Concha. Por eso!(Doa Trini, nerviossima, intenta arreglarse torpemente el pelo, se tira de la ropa, no sabe qu hacer.)

Doa Trini. Pero, qu quieres que me ponga? Todo est igual de viejo. Si me cambio, ni lo vas a notar. Doa Concha. Qutate todas esas negruras, y ponte algo de color.(Doa Trini se indigna.)

Doa Trini. Soy viuda! Doa Concha. Y a quin le importa? Doa Trini. A m!(Doa Concha, la mide con la mirada, con expresin burlona.)

Doa Concha. A estas alturas, ya ves t! Doa Trini. No tienes corazn. Doa Concha. Ni t cerebro, sintate ah! Doa Trini. En qu quedamos? Me voy, me cambio, me siento? Siempre me tienes que tener como un tabardillo!

Doa Concha. Sintate ah! (Doa Trini se sienta frente a su hermana, como una nia rebelde.) Cunto hace que no encendemos la calefaccin? (Doa Trini pone cara de que ni se acuerda.) Cunto hace que no entra en esta casa una pieza de fruta? Doa Trini. Huy, fruta! Pues no pides t nada!... Fruta!... Doa Concha. Y cunto hace que no comemos carne?(Doa Trini asiente, compungida.)

Doa Trini. Meses. Hace meses.(De un montn de revistas viejas, Doa Concha enarbola una, para subrayar sus palabras.)

Doa Concha. Aqu he ledo que un grupo de nufragos, perdido en la nieve, se entreg al canibalismo para sobrevivir...! En situaciones lmite, hay que dejarse de prejuicios. (Le tiende la revista con actitud perentoria.) Lee! Lee!(Doa Trini se aparta y mira la revista como sise tratara de un animal venenoso.)

Doa Trini. Es un nmero muy atrasado. Me las dan cada seis meses. Doa Concha. Y qu ms dar?... Ahora mismo, a ponerte un vestido de color, y cuando vengan, sean quienes sean, y como sean, a recibirles con una sonrisa de aqu a Lima! Est claro? Y ni una pregunta capciosa!(Doa Trini observa a su hermana con cierta conmiseracin.)

Doa Trini. Hay que ver lo que hace la pobreza! T has sido siempre odiosa, pero decente eras muy decente, y ahora... Doa Concha. Ahora qu? Doa Trini. Si por ti fuera, tendramos aqu hasta una casa de citas, o un burdel. Doa Concha. Ya lo he pensado. Pero no tenemos edad, se nos escapara el negocio de las manos. Doa Trini. Concha!(Doa Concha adopta, por un momento, visos de humanidad.)

Doa Concha. Trini, somos viejas, viejas! Doa Trini. Claro que somos viejas! Hace mucho! Lo dices como si fuera una erupcin que te hubiera salido anoche! Somos viejas, y qu? Doa Concha. Se puede ser viejo y honorable... Doa Trini. Naturalmente que se puede! Doa Concha. Se puede ser pobre y honorable... Doa Trini. Pues, claro! Doa Concha. Pero ser viejo, pobre y honorable, es dificilsimo!... Ay, Dios mo, si yo tuviera veinte aos! Si yo tuviera veinte aos, y estuviera empezando la vida!(En la puerta del saln de su casa, se recorta Sonia, girando sobre s misma, como una modelo que luce un vestido ante el pblico. Slo que, en este caso, la modelo efecta el paso con cierta timidez, como rindose un poco de s misma, y como pblico, no tiene ms que a su padre: Enrique, que baja el peridico que est leyendo, tumbado en el sof, para contemplarla con una sonrisa, que tiene un tinte nostlgico. Sonia tiene diecinueve aos, Enrique cuarenta y dos. Los dos son guapos. Sonia est mostrando a Enrique su traje de novia, que es blanco, como manda la tradicin, pero corto. Muy corto, incluso.)

Sonia. Qu tal?(Enrique se incorpora, se sienta, para estudiarla bien, y por fin aprueba.)

Enrique. Bien. Muy bien... Lo que no queda claro es si vas a casarte, o a bailar ballet.

(Sonia se re, descomponiendo su actitud, y se acerca a sentarse en las rodillas de su padre.)

Sonia. Me echars de menos? Enrique. Supongo que no. Sonia. Hombre...! Enrique. Supongo que te ver ms de lo que te estoy viendo ltimamente... Sonia, hija, t ests segura de que te quieres casar?(Sonia se echa a rer.)

Sonia. Otra vez? Cundo te convencers?(Enrique suspira, con fingida resignacin.)

Enrique. El jueves, supongo. Cuanto te echen las bendiciones.(Suena el timbre, y Sonia salta hacia la puerta.)

Sonia. Es mam! Me trae el velo y las flores! Enrique. No creo que venga tan temprano. Tena que hacer muchas cosas.(Al abrir la puerta del vestbulo, Sonia se encuentra ante sus hermanos Dani y Pepa, con el perro de la familia, Trasto. Dani tiene diecisis o diecisiete aos, Pepa, cuatro. Trasto es un perro enorme y bonachn. En la cara de Sonia se pinta la decepcin al verlos, en la de Dani, la sorpresa.)

Dani. De qu vas? Sonia. De lo que a ti no te importa. Dani. No pensars ir as el jueves?(Sonia les vuelve la espalda, sin ms explicaciones. Trasto se dirige a la cocina, a beber agua. Pepa corre a darle un beso a su padre, y a decirle algo al odo, muy bajito. Enrique la escucha, divertido.) Enrique. Que est fea? (A Enrique se le vuelve a caer la baba mirando a Sonia, y niega.) No. (Como una amante desdeada, Pepa frunce el ceo y se va de la habitacin, muy digna, mientras Dani le pregunta a su padre, por Sonia.)

Dani. No se pensar casar as, verdad? Enrique. Claro que no, hombre... Dani. Ah... Enrique. Lleva un velo, adems.(Sonia y Enrique cambian una sonrisa de complicidad, antes de que Sonia desaparezca del saln.) (Cuando Sonia entra en la habitacin, que comparte con su hermanita, sta tiene abierto el armario, y est hurgando afanosamente en su interior.)

Sonia. Qu haces, Pepa?(La pequea cierra bruscamente el armario, como quien oculta un secreto, y le ordena a su hermana, perentoriamente.)

Pepa. Vete. Sonia. Me tengo que cambiar.(Pepa la envuelve en una mirada asesina.)

Pepa. Vete.(Sonia se encoge de hombros, y recoge sus vaqueros y su jersey de encima de la cama.)

Sonia. Me cambio en el bao... Algrate, que este jueves ya te libras de m!...(Pepa espera a que Sonia salga de la habitacin y vuelve a abrir la puerta del armario. De un cajn, saca un vestido de gitana con lunares y volantes, envuelto en una bolsa de plstico con naftalina.)

(I gual que la nia, Doa Trini est sacando de un cajn de su dormitorio, un vestido envuelto en plstico y naftalina, un vestido de color, que pone sobre su cama, con un suspiro. Se vuelve, al or a Doa Concha, que se acerca por el pasillo, apoyada en su bastn, y que acaba por asomarse a la puerta.)

Doa Trini. Te has levantado? Doa Concha. No lo ves? Doa Trini. Para qu, mujer? Ya les habra recibido yo. Doa Concha. Pues por eso. Por eso me he tenido que levantar. Para no dejarte meter la pata... Eso es lo que te vas a poner? Doa Trini. Si me cabe... Doa Concha. Qu optimista! Si me cabe, dice! Te va a sobrar por todas partes! Si ese vestido es de cuando tenas treinta aos! Doa Trini. Treinta aos! Quin los pillara! Doa Concha. No s para qu... Doa Trini. Pues no decas t antes que quin tuviera veinte? Doa Concha. Yo, s. Pero yo, soy yo. T siempre has sido una Pan Sin Sal. Qu hacas a los treinta aos que mereciese la pena?(Doa Trini se encoge de hombros, como admitiendo que, efectivamente, no haca gran cosa.)

Doa Trini. Y qu se poda hacer en esos tiempos, siendo mujer? En nuestra poca, para hacer algo, haba que ser hombre. Doa Concha. Eso tambin es verdad... En nuestra poca, y en todas. Doa Trini. No, Concha, ahora, no. Ahora, una chica de treinta aos... Doa Concha. Bah... Nada. Al lado de un hombre de treinta aos, nada.(Doa Trini se queda como transida con la comparacin.)

Doa Trini. Es que en esta poca, ser hombre y tener treinta aos, ya debe ser... ya debe ser...!(Ramn sale, dificultosamente, por un ventanuco a la terraza de su buhardilla donde ondea, colgada para secarse, su ropa interior. Silbando la pastoral de Beethoven, que tiene puesta dentro, recoge su colada. Abajo, se ve la plaza Mayor. Regresa con su ropa seca al brazo. Baja los escalones que llevan al ventanuco de la terraza, deja la ropa seca en cualquier sitio, y se sirve un caf negro que acaba de preparar en la cocina de su pequea buhardilla: la vivienda recin inaugurada de un joven bohemio donde priman los libros y la msica a la idea de confort. Antes que cosas tiles, como por ejemplo, un armario, que es evidente que le hace mucha falta, Ramn se ha comprado algn objeto raro, valioso e intil: Una talla, un cuadro, un mueble antiguo, que ahora disfruta intentando colocar en el lugar donde ms luzca, mientras se bebe el caf y escucha, transportado y bailoteando a su son, la msica de Beethoven, que tiene puesta a todo trapo. El timbre del telfono le hace apretar el botn de la columna de sonido, para que se calle Beethoven y hable el que sea.)

Ramn. S?... Hola, mujer, buenos das... Pues buenas tardes, qu ms da?... Yo es que me acabo de levantar... S, me acuerdo, me acuerdo, pero primero tendr que ir a comer algo no?... Al bar de Pepe. La casa est all cerca, fue el mismo Pepe quien me dio el soplo... Creo que son unas viejas venidas a menos... T no tienes nada que hacer, mientras?... Flores?... Ah, pero cundo es la boda?... Claro que pienso ir, es que no me acordaba... Oye, y yo qu le regalo? El Anticuario. Por ese dinero, una de estas tres cosas.(Ramn se ha ido a comprar un regalo para Sonia a la tienda de antigedades de un amigo, ms o menos de su misma edad y jaula, que le est enseando un convoy de mesa, unos saleros de plata y un cenicero. Ramn examina los objetos con cierto desagrado.)

Ramn. Pues no s...(Mira en torno, como buscando entre las otras cosas que ve a su alrededor, y se engolosina ante un precioso fongrafo de trompa.)

El Anticuario. Si quieres golleras, te va a costar ms caro... Puedo llorarle a mi madre para que te lo deje pagar el mes que viene, eso s. Ramn. Y qu te hace pensar que tendr ms dinero el mes que viene? El Anticuario. Pues entonces, esto es lo que hay.(Ramn vuelve, con desgana, a los objetos de plata.)

Ramn. Si a m me regalaran una cosa de stas, me pondra tristsimo. El Anticuario. Pero a ellos a lo mejor les gusta, la gente es muy rara... Cuntos aos tiene la novia? Ramn. Diecinueve. El Anticuario. Ostras. Ramn. Pues ah est. Qu quieres que haga la pobre con un horror de stos? El Anticuario. Tienes mucho compromiso? Ramn. Hombre, es la hija de un amigo. El Anticuario. Y l? Ramn. A l no le conozco. El Anticuario. Fuma? Ramn. Yo qu s. No te digo que no le conozco? El Anticuario. Pero, cmo es? Viejo, joven, rico, pobre, tuerto, de derechas...? Ramn. Lo nico que s es que se llama Carlos y que juega muy bien al tenis.(T remendo smash de Carlos a su contrario, un Amigo de su misma edad: diecinueve aos. Estn jugando en la cancha de un club privado. El Amigo en cuestin deja pasar la bola como quien se protege de un balazo. Suelta teatralmente la raqueta y levanta las manos gritando.)

Amigo. Me rindo! Me rindo, no dispare!(Carlos sonre a la broma, sin muchas ganas.)

Carlos. Lo siento. Amigo. Te ped que me ensearas a jugar al tenis, no a sobrevivir en un bombardeo!... Carlos. Perdona, tengo un mal da... Lo dejamos? Amigo. Como quieras. (Carlos se encamina hacia la red y su Amigo hace lo propio.) Algn problema? (Carlos asiente, preocupado, mientras recoge su toalla y su bolsa de deporte.) No ser una bronca con Sonia?... Justo antes de casarse, es lo clsico. (Con la misma parquedad sombra, Carlos niega, sin pronunciar palabra.) Se te puede ayudar en algo?(Ambos se encaminan hacia las duchas. Carlos vuelve a intentar una sonrisa, que le sale triste, igual que antes.)

Carlos. Bscame un trabajo.(El Amigo le mira, sorprendido.)

Amigo. Lo dices en serio? (Carlos asiente.) Qu pasa? No quieres seguir estudiando? Carlos. Querra... Pero no podr. Amigo. Por qu no? Carlos. Si me quiero casar con Sonia, no podr. Y como s que quiero... Amigo. Pero bueno, la boda no es el jueves? Carlos. El jueves. Amigo. Y no lo tenais ya todo solucionado? Carlos. Eso crea yo. Ahora me salen mis padres con que ellos no financian caprichos. Amigo. Y al decir caprichos se refieren...? Carlos. A Sonia. Amigo. Caray. Carlos. S. Amigo. Y no se les ha ocurrido decirlo hasta hoy?(Carlos se encoge de hombros.)

Carlos. Segn ellos, es a m a quien no se le ha ocurrido preguntarlo. Yo aparec un da y dije: Oye, que me voy a casar con esta chica, y como vi que les sentaba como un tiro, no segu la conversacin. Amigo. Hombre!... a lo mejor tendras que haber concretado algunos detalles... Carlos. Por qu? Si yo no pretenda sacarles ms dinero!... Slo el mismo. El mismo que me estaban dando hasta ahora. Con eso, nos hubiramos arreglado... Bueno, pues no. Amigo. Y por qu? Qu te dicen? Carlos. Chorradas... Tienen una empanada mental de mucho cuidao! Se creen que casarse es yo qu s qu! Como cambiar de nacionalidad, o algo as... Le he intentado explicar a mi padre que lo nico que pasa es que yo a Sonia la quiero, y quiero vivir con ella a partir de ahora, y que a ella le pasa lo mismo, bueno, pues no lo entiende, el to! Dice que casarse es otra cosa. Amigo. Otra cosa? Como qu? Carlos. Y yo qu s... Ser como fundar un Banco, sabe Dios...(Y con stas, entran en el edificio de las duchas.)

(Carlos y su Amigo se duchan en cabinas contiguas, y hablan a gritos.)

Amigo. Oye, Sonia lo sabe? Carlos. Todava no. Amigo. Caray. Carlos. S.(El Amigo cierra su ducha y sale a secarse.)

Amigo. Y la familia de ella? (Debajo del agua, Carlos niega una vez ms.) Cmo crees que van a reaccionar?(Carlos cierra de golpe el grifo, y le confiesa a su Amigo, tras una pausa dramtica.)

Carlos. Ni idea. Enrique. Madre del Amor Hermoso...!(Enrique, abrumado, se deja caer en un sof del saln de su casa y apoya la frente en las manos. Sonia, que ya

se ha quitado sus galas nupciales, est llorando y en pleno ataque de nervios. Su atribulado novio, bastante incmodo y violento, le da palmaditas en la mano, intentando consolarla. Su escandalizado hermano, su perro y su hermana pequea que, desde un silln, contempla la escena, muy seria a pesar de hacerlo vestida de gitana y mascando chicle, son espectadores del drama.)

Sonia. Pues me da igual!... Qu es lo que quieren? Que no me case? Pues no me caso! Me voy a vivir con l, sin ms! Y no espero al jueves, me voy maana!... Qu, maana? Me voy ahora! Cojo un cepillo de dientes y tres trapos y me voy contigo, ahora, cuando te marches! Y sanseacab! Sanseacab, sanseacab! Y el vestidito blanco se lo regalo a mi hermana para que deje de tener pelusa! Dani. Con eso, no haras nada de ms, porque es a la que le est bien.(Furibunda, Sonia busca apoyo en su padre, que sigue tapndose los ojos para no ver lo complicado que es todo.)

Sonia. Dile al retrgrado ste que se calle y que no se meta en mi vida, eh! Que no se meta en mi vida! Dani. Lo que tendra que hacer tu padre es darte a ti dos bofetadas, no decirme a m que me calle! Qu es eso de cojo un cepillo, yo me voy con ste? Pero t qu te has credo? Sonia. Me he credo que soy mayor de edad! Dani. Y qu? Es que hay que dejar de ser decente al ser mayor de edad? Sonia. Decente! Pero t de dnde sales? De un museo? Dani. Salgo de una familia normal, donde hasta hoy no haba habido golfas! Carlos. Oye...!(Enrique levanta los ojos, al fin, para reconvenir a su hijo.)

Enrique. Dani...! Sonia. Cmo Dani...? Es que no le piensas dar dos bofetadas? Enrique. Pero qu afn con que le den a la gente de bofetadas! Los problemas no se resuelven a bofetadas! Por lo menos, yo no! As que haced el favor de sentaros todos, y vamos a intentar hablar como personas civilizadas! Taxista. Ya no hay personas civilizadas, fjese lo que le digo. Ahora andamos todos como cafres.(El Taxista es un hombre entrado en aos, con aire afable y ganas de charla, como casi todos los taxistas. El pasajero es Ramn, que lleva el paquete que habr comprado en el anticuario y un costroso portafolios que parece haber heredado de algn bisabuelo, y del que ha sacado unos papeles.)

Taxista. Antes, extranjero que vena, extranjero que se haca lenguas de lo simpticos que ramos los espaoles. Y lo que es ahora, da miedo salir a la calle, no le parece?...(A pesar de que intentaba consultar unos papeles, Ramn trata de no aumentar ese grupo incivil del que se habla, y contesta con mucha amabilidad.)

Ramn. Sobre todo ustedes, que tienen que transitar de noche, claro. Taxista. No! Si yo ya no le hablo de atracos ni de cosas de sas! Voy a otra cosa. Me refiero a cmo le tratan a uno por la calle, y en los sitios pblicos: Los peatones ladran. Les pregunta uno algo, y ladran. Los camareros ladran. Vas al mdico y el mdico te ladra. Vas a comprar algo, y te ladra el dependiente. Y no se crea usted, que yo me libro!... Ramn. No? Taxista. No seor! Hay veces que le calientan a uno tanto, que acaba ladrando tambin. (Ramn chasca la lengua, comprensivo y solidario.) A usted no le pasa? Ramn. Yo ladrar, ladro poco. Cuando me calientan mucho, muerdo.(El Taxista se re, contento de hallar un alma gemela.)

Taxista. Si es que los espaoles somos...! Hay que ver cmo somos! Se estila la buena educacin? Ms simpticos que nadie!: Yo le acompao, no faltaba ms! No es molestia, por Dios, mucho gusto. Faltara ms, para eso estamos... Pero se estila ser mula, como ahora...

Ramn. ... Y dejamos salir a esa bestia que todos llevamos dentro.(El Taxista le mira, un poco desconcertado. Es sencillo, pero no tonto.)

Taxista. Eso, s seor. Eso ser. (Durante unos segundos, parece que Ramn va a poder consultar sus papeles, pero el Taxista vuelve a la carga; le puede su afn de hablar.) Es como eso del divorcio, que se acaban de sacar de la manga. Usted se cree que es normal eso del divorcio?(T an ingls como desde el principio, Ramn inquiere, muy interesado.)

Ramn. Normal, en qu sentido? Taxista. Aqu no se divorciaba nadie! Aqu cada cual apencaba con lo que le hubiera tocado en suerte, y en cambio, ahora...! Ramn. A veces se obtienen pequeos adelantos. Tambin hemos abolido la Inquisicin. Taxista. Quite usted adelantos, quite usted. Esto es que se ha puesto de moda, y nada ms. Ahora, a la mnima: Que t eres una guarra, y hay que ver cmo te has puesto de gorda. Que t me pones los cuernos con la secretaria. Que t eres un borracho y me pegas. Que t eres una golfa... Por cualquier tontera, hala!, a divorciarse! Eso, si no salen con lo de t no me entiendes, yo no te entiendo, no nos entendemos.... No, no. Muy mal. Lo de la ley sa, lo han hecho muy mal. Ramn. Muy mal. Tena que haber sido obligatorio. Taxista. Como antes, verdad usted? Ramn. Me refiero al divorcio. Taxista. No le entiendo. Ramn. Que el divorcio debera ser obligatorio. Si no, no va a hacer uso casi nadie. Taxista. Cmo dice? Ramn. Claro. Usted cree que se va a querer divorciar algn matrimonio feliz?(Ahora s que el Taxista se asombra definitivamente, y se vuelve sobre el asiento para mirar a Ramn.)

Taxista. Feliz? Pero, usted se cree de verdad que hay algn matrimonio feliz? Lola. El mo, por ejemplo. Yo llevo veinte aos casada, y sigo siendo muy feliz. (Lola, la madre de Sonia, seora de unos cuarenta aos, moderna ella y con cierto encanto, est encargando el ramo de novia de su hija. La duea de la tienda de adornos y regalos se lo est dibujando en un bloc, con unos lpices de colores, y en estilo completamente naif.) Y tambin era muy jovencilla cuando me cas. Un ao ms que mi hija, tena. Y mi marido me lleva tres aos. O sea que dos cros; igual que stos. Duea tienda. No s... Eran otros tiempos. Tal como estn las cosas... Dirs que me meto en lo que no me importa, pero yo, una hija ma, preferira que se fuera a vivir un tiempo con su novio a ver qu tal les iba, y luego, si les iba bien...(Lola se encoge de hombros, sonriendo.)

Lola. Y qu te crees que han estado haciendo?... Oficialmente, ella ha seguido viviendo en casa, pero la verdad es que hace meses que prcticamente no la hemos visto ms que entrar y salir. Duea tienda. El chico no vive con los padres? Lola. No. Sus padres son ya mayores y viven en el campo. l estudia aqu. Econmicas, y tiene un apartamento con un amigo. En definitiva, lo nico que va a hacer es cambiar al amigo por mi hija. Yo ya le he dicho que pierde en el cambio, pero a l parece que le compensa.(La duea de la tienda sonre. Luego le muestra el bouquet que ha terminado de esbozar.)

Duea tienda. Mira. En contraste con el blanco, le quedar ideal. Se lo consigo exacto. Hoy encargo las flores al vivero, y yo misma se lo compongo el jueves por la maana. Lola. Lo malo es que ella se haba hecho a la idea de tenerlo esta tarde, y cuando me vea llegar sin l... Duea tienda. T explcale que una novia no puede llevar flores artificiales, que eso gafa un disparate... Lola. Mujer, no hay que creer en esas cosas...(Por supuesto, mientras lo dice, clava disimuladamente sus dedos en la madera ms cercana.)

Duea tienda. ... Y que no hay color, adems. Donde est un ramo de flores frescas, dnde va a parar...! Lola. Ya, ya, pero menuda es mi hija. Ella lo quiere todo en el momento, es incapaz de esperar. En cuanto decide una cosa ya tiene que estar hecha. Y la pequea es igual, yo no s a quin salen! (Al par que lo comenta, Lola echa una ojeada a su reloj de pulsera, se aterra...) Dios...!(Y sale corriendo.)

(Ramn, cargado con el impresionante gramfono de trompa que vio en el anticuario, espera impaciente junto al portal de Doa Trini. Lola se acerca, corriendo entre la gente. l, al verla, le seala el reloj, con gesto de que ya est bien. Lola sigue corriendo mientras se encoge de hombros, hasta que llega a su lado, sin aliento.)

Ramn. Si se dice una hora, se llega a la hora, no? Lola. Anda, calla, pues s, que no tengo yo nada qu hacer! Ramn. T? S, mucho. Qu tendrs t qu hacer? Lola. Nada! Con la boda de Sonia, nada! Ramn. Si no la dejaras hacer tonteras... Lola. Bueno, no empecemos. Es aqu? Ramn. S, y no vamos a subir. Lola. Cmo que no? Por qu? Ramn. T no ves la pinta que tiene esto? Nos van a pedir un dineral. Venga, vmonos.(Lola se indigna y le retiene.)

Lola. No. Y te advierto desde ya, que no me pienso meter en cualquier cuchitril. Quiero un portal como ste, un barrio como ste y un piso como debe de ser ste, as que... Ramn. Pues yo te advierto que no pago ni un duro ms de lo que habamos hablado. Si quieres lujos, la diferencia la pagas t. Lola. De acuerdo.(Ramn se detiene, muy extraado.)

Ramn. Has dicho de acuerdo?(Lola le coge del brazo y le empuja, portal adentro.)

Lola. S... Dnde vas con eso?... Te has hecho del Ejrcito de Salvacin?... Ramn. Qu burra eres... Lola. Y t qu Adn, t te crees que se puede ir as por la vida?(Lola intenta arreglar algn desperfecto en el desastrado atuendo de l, que se resiste.)

Ramn. Es el regalo para Sonia, crees que le gustar? Lola. Mucho. Pero no les cabe en el piso... Por qu no le compraste la batidora, como yo te dije? Ramn. Porque yo no hago esas cosas... Venga, pasa!(Entran en el ascensor.) (Ramn y Lola salen del ascensor y llaman a la puerta de las dos seoras. Les abre la puerta una ancianita disfrazada de verbena: Doa Trini, que luce su vestido chilln, pasadsimo de moda, un maquillaje fuera de lugar y una sonrisa que, de puro querer ser esplendorosa, resulta macabra. Lola y Ramn se quedan un poco impresionados, pero tratan de disimularlo.)

Lola. Buenas tardes. Venimos por lo del alquiler.

(Doa Trini les abre paso triunfalmente, con un rpido ademn que quiere ser juvenil y vital.)

Doa Trini. Adelante, chicos!(Lola y Ramn cambian una discreta mirada de estupor.)

(El saln del piso de Doa Concha y Doa Trini es una habitacin sombra que fue decorada hace muchos lustros, y que se ha usado siempre poco. Es incmoda y un poco lgubre, a lo que contribuye mucho una consola llena de retratos antiguos, que Lola curiosea mientras esperan.)

Lola. Parece un panten, verdad? Ramn. Y lo debe de ser. Su panten familiar. Todos sos sern sus muertos.(Lola suelta el retrato que tiene en la mano.)

Lola. Ay, calla. Ramn. Te he dicho que deben de ser sus muertos, no que se fuera un fmur... Adems, ya has visto lo superado que ella lo tiene: Por aqu, chicos! Avanti!... Lola. Shhhh!... Que te van a or! Sonia. Pues que me oigan!... Bastante me importa a m que me oigan, o no me oigan!...(Enrique, Sonia y Dani, con Pepa y Carlos como espectadores, prosiguen su debate en el saln de su casa.)

Dani. Pues a m s me importa! No me da la gana que los vecinos crean que esta casa es una jaula de grillos! Y si tu padre no te da una bofetada, voy a acabar por drtela yo! Sonia. Y l a ti! O qu te crees? Enrique. Sonia, Sonia... basta... He dicho basta. (De muy mala gana, Sonia se calla y Dani tambin.) Lo nico que pasa es que sobre este asunto, todos nos habamos hecho otra idea, no es verdad? Doa Concha. S, otra idea. Mi hermana Trinidad y yo habamos pensado, en realidad, en un husped fijo.(Desde un imponente silln de su cuarto de estar, Doa Concha conduce la charla con autoridad y seoro. Sin apear la sonrisa, Doa Trini le sirve de perro faldero. Frente a ellas, Lola y Ramn no se atreven ni a mirarse por si les da la risa.)

Doa Trini. Un caballero solo.(Doa Concha vuelve la cabeza para fulminarla con la mirada, luego sigue.)

Doa Concha. Como ustedes habrn visto por la casa, hemos disfrutado anteriormente de mejor posicin, pero la vida da tantas vueltas!...(Ramn, que sigue dispuesto a boicotear el asunto, comenta con la impasibilidad con que le hablaba al Taxista.)

Ramn. Trescientas sesenta y cinco en un ao... Eso s, hay aos bisiestos. Doa Concha. Cmo dice? Lola. No le haga caso, es muy bromista. Doa Concha. Les deca que nosotras habamos pensado ayudarnos con un husped fijo. Ustedes me hablan de venir los martes, jueves y sbados de seis a

ocho. Sea! Puesto que pagarn el mismo alquiler, sea... Yo no tengo por qu ocuparme de la conciencia de los dems, me basta y me sobra con la ma. Ustedes sabrn para qu necesitan una alcoba y una salita tres tardes por semana. Yo no me meto.(La sonrisa de Doa Trini se ha convertido en algo absolutamente doloroso.)

Lola. Bueno, no hay ningn misterio. Nosotros somos...(Doa Concha la interrumpe, acompandose con un regio ademn que no admite rplica.)

Doa Concha. Lo que sean ustedes, es cosa suya, insisto. Usted me paga lo acordado, puntualmente, los das uno, y yo no me meto en nada... Por supuesto, sern ustedes discretos, no quiero escndalos.(Lola y Ramn cambian una mirada de asombro, al darse cuenta de lo que estn imaginando las dos ancianas. De asombro, y de complicidad, Ramn se empieza a divertir. Doa Trini advierte que Lola lleva una alianza, y el descubrimiento la hace muy feliz.)

Doa Trini. Ah, pero si estn casados!(Lola, dispuesta a seguir el juego, le informa inocentemente.)

Lola. Estoy casada, s. Estoy casada y tengo tres nios. Dos muy mayores, y una pequeita, de cuatro aos... Un descuido.(Doa Trini ve el cielo abierto, se extasa.)

Doa Trini. Concha, pero si estn casados!(Doa Concha, que no es idiota, permanece hiertica y hermtica, Lola con la misma falsa inocencia aclara.)

Lola. No, no. l es soltero. La que est casada, soy yo.(Doa Trini vuelve a caer en el horror, y ya no sonre ms.)

Doa Concha. No es asunto nuestro, Trini. Lola. Lo que necesitaramos, si no les importa, es poder ocuparlas cuanto antes... Tenemos cierta prisa.(Hay todo un mundo en el levantar de cejas de Doa Concha.)

Doa Concha. Comprendo. Lo nico que les pido es que no vayan a traernos aqu a nadie. Aunque ya me imagino que ustedes no pensarn en recibir visitas... Ramn. Al contrario! Si precisamente nuestro negocio consiste en eso! Doa Concha. Negocio? Lola. Efectivamente. Ramn. Nuestro negocio se basa esencialmente en recibir.(Doa Concha est dispuesta a todo, pero hay momentos en que su arrojo vacila.)

Doa Concha. Recibir... Ya. Hombres?

Ramn. Hombres y mujeres, por qu bamos a hacer discriminaciones?(Doa Concha se escandaliza, pero con su punto de curiosidad morbosa.)

Doa Concha. Van a recibir aqu... los dos? Ramn. Bueno, en realidad, no. La que recibe a los clientes, es Lola. Yo me ocupo ms bien de la cosa administrativa. Doa Concha. Comprendo.(Lola vuelve a dedicarle una sonrisa encantadora.)

Lola. Estaba segura de que comprendera.(Doa Trini est al borde de las lgrimas.)

Doa Trini. Concha... Concha, por Dios, nosotras no podemos... Doa Concha. Silencio! Lola. Esto nos interesa por el barrio, sabe? Est muy cntrico, es seorial. A los clientes tampoco les gusta que los reciban en cualquier sitio. Doa Concha. Comprendo.(Doa Trini se desespera por momentos.)

Doa Trini. Estaba segura de que comprenderas!(Doa Concha medita unos instantes, sin apear su aire altanero y majestuoso, y estudindose imaginarias motas de la falda, mientras Lola y Ramn cambian nueva mirada de complicidad. Por fin, la anciana decreta, sin mirarles.)

Doa Concha. El doble. Lola. Perdn...? Ramn. La seora quiere decir que, dado que vamos a desarrollar aqu una actividad que se supone nos reportar beneficios, ella tambin quiere sacar tajada.(Lo ha dicho con su imperturbabilidad habitual, y Doa Concha no encuentra modo de ofenderse. T ampoco le interesa.)

Doa Concha. En otras palabras, as es. Cobraremos el doble. Un mes por adelantado, y otro de fianza. Y para el pago, nada de bancos. En efectivo. Aqu mismo, y puntualmente... Lola. ... los das uno de cada mes. Doa Concha. Exacto. Los martes, jueves y sbados, mi hermana y yo no estaremos en casa, as que...(Lola la interrumpe, cada vez ms inocente.)

Doa Trini. Con qu fin? Lola. Con el de abrir la puerta, naturalmente. Ramn. A los clientes.(Doa Trini, al borde del vahdo, opta por escapar de la habitacin.)

Doa Trini. Dispnsenme. Dispnsenme ustedes.

(Despus de comprobar tranquilamente la huida de su hermana, Doa Concha, con la misma actitud de diplomtico que negocia un canje con el enemigo, informa.)

Doa Concha. El triple.(Ramn sonre, como quien admira la belleza de un beb.)

Ramn. Qu seguridad se siente al comprobar que hay mundos donde todo es cuestin de cifras!(A Doa Concha le importa un rbano la irona del aspirante y comenta, como ausente.)

Doa Concha. Hay que vivir. Lola. Bueno, no. Eso... Eso no nos conviene a nosotros.(Doa Concha se extraa mucho.)

Doa Concha. No? Ramn. Nosotros necesitamos que ustedes estn aqu.(Doa Trini se sigue aterrando por momentos.)

Sonia. Ya estamos con lo de vivir! Por qu cada vez que se emplea la palabra vivir, de lo que se est hablando es de dinero? Vivir es otra cosa!...(En la casa de Enrique y Lola contina la discusin.)

Enrique. Sonia, lo nico que yo intento explicarte...(Pero Sonia no le deja hablar.)

Sonia. Vivir es lo que hago todas las maanas al despertarme, y cada vez que me miro al espejo, y cada vez que respiro! Y quiero que me guste! Eso es vivir!... Dani. Padre, como te empiece con filosofas, te lleva al huerto, ten cuidado... Enrique. Lo nico que yo intento explicarte es que este mundo no lo he hecho yo, y que para vivir, para respirar y para mirarse al espejo por mucho que a ti te disguste, y a m tambin, hay que tener un mnimo de dinero. Y yo no lo tengo, y mucho menos para mantener a dos familias.(Sonia le interrumpe, muy escandalizada.)

Sonia. O sea, que t tampoco nos piensas ayudar? Lola. Es increble! La gente ya no tiene el menor pudor!(Lola y Ramn, solos, estn inspeccionando una de las habitaciones que les quieren alquilar: un amplio gabinete, amueblado muy a la antigua, como el resto de la casa, y cuchichean muertos de risa.)

Ramn. El estilo de hoy, forastera, ir a lo prctico... Por qu no aprovechamos para irnos?

Lola. Sin esperar a que vuelva? Ramn. Si es por la urbanidad, no te preocupes. Ella supone que t eres prostituta, y yo tu chulo. Lola. Bueno, y qu? Los habr educados, no? Ramn. Para esta seora, no. Venga, vmonos. Lola. Me da no s qu... Adems, por qu no lo aclaramos todo y nos quedamos con la casa? Est en muy buen sitio, el alquiler est bien... Ramn. Pagando el triple? Lola. En cuanto le digamos quines somos y a lo que venimos, lo volver a dejar como estaba. Ramn. No ests tan segura... Adems, no me gusta nada. Huele a cera. Si Madrid est lleno de despachos por alquilar! Lola. Pero son muy pequeos. Y muy impersonales... Y estas pobres viejas, se ve que lo necesitan. Me da pena dejarlas colgadas. Ramn. Colgadas es como estaran mejor. Venga, vmonos.(Pero en ese momento vuelve a entrar Doa Concha, apoyndose en su bastn, con las gafas puestas y un documento en la mano.)

Doa Concha. Aqu tiene usted la escritura, si quiere usted comprobar que... Ramn. No vale la pena. La verdad es que mi compaera y yo estbamos pensando...(Lola se le adelanta, rpida.)

Lola. Estbamos pensando que nos pide usted un alquiler muy alto. Lo que habamos hablado en un principio, estaba bien. Si nos lo deja en ese precio, nos lo quedamos ya. Doa Concha. Buenos, ustedes saben que hay cosas... Lola. Estbamos buscando algo econmico... Unos simples abogados no ganan para...(Doa Concha se queda de una pieza.)

Doa Concha. Ha dicho abogados? Lola. Mi compaero y yo somos abogados. Estamos buscando local para abrir el bufete. Doa Concha. Bufete? Ramn. Despacho. Doa Concha. S perfectamente lo que es un bufete de abogado, seor! Mi difunto padre era abogado! Lola. Entonces, si nos atuviramos a la primera cantidad...(Doa Concha que se haba hecho otras ilusiones pecuniarias, est un poco anonadada.)

Doa Concha. Tendr que consultarlo con mi hermana. Ella es quien toma las decisiones. Ramn. Djelo, si lo que queran era un husped fijo... Lola. Tampoco un husped fijo le va a pagar el triple. Y para ganar lo mismo, qu mejor que unas personas que slo vengan tres veces en semana y no le invadan la casa?(Doa Concha, que sigue anonadada, casi ni la escucha.)

Doa Concha. Abogados...(Pero en cambio, Doa Trini asoma la cabeza por la puerta recobrando la ilusin por la vida.)

Doa Trini. Abogados...? Lola. S, seora. Estanquera. De arrendamiento?(Lola, curiosea un encendedor de mesa que est a la venta, sobre el mostrador del estanco, mientras la

estanquera va a buscar lo que le han pedido.)

Lola. Es bonito esto, no? Ramn. S, pero ya tengo. Lo que no tengo es tabla de picar. Lola. No es para ti! Por qu te voy a regalar yo a ti nada? Ramn. Porque he puesto casa.(Doa Trini vuelve a entrar en la habitacin.)

Doa Trini. Pero Concha! No es maravilloso?(Doa Concha sale de su decepcionado estupor para mirarla con odio.)

Doa Concha. Podramos dejarlo... en la mitad. Ramn. La mitad de qu? La mitad del triple?(A Doa Concha se le pasa por la cabeza una nueva idea y vuelve a concebir esperanzas.)

Doa Concha. Qu clase de negocios tramitan ustedes? Ramn. Legales y limpios, lamento desilusionarla. Doa Trini. Cmo dice? Ramn. Digo que la primera cantidad, o nada. Doa Trini. Concha... o nada! Doa Concha. Est bien... Cuando quieren firmar el contrato? Lola. Como si has puesto un quiosco de horchata. Cuando encuentres una buena chica y te cases... Ramn. No lo vern tus ojos. Lola. Pues algn da te tendrs que casar. Ramn. Por qu? Lo dice el prospecto? Lola. Porque es ley de vida. Ramn. La nica ley de vida es nacer y morir. Lo de en medio, lo tiene que decidir el personal, segn su gusto... Me lo puedo llevar? Lola. El qu? Ramn. El encendedor, qu va a ser? Lola. Ah, t vers... Ramn. Pero t no me lo regalas, no? Lola. Claro que no! Si no hay buena chica, no hay regalo.( L a Estanquera viene con el impreso de contrato y se lo tiende a Ramn, que lo paga mientras sigue su conversacin con Lola.)

Ramn. Eso es proselitismo y coaccin. O sea, que si pongo casa con cualquier desconocida, que sabe Dios lo que me puede pasar!, me regalas un mechero. Si la pongo yo solo, no. Lola. Claro... Ramn. No, y encima dice que est claro...! (Lola y Ramn salen del estanco, con el contrato y sin el mechero, ante la sonrisa de la Estanquera y se encaminan de nuevo hacia el portal de las ancianas.) T, explcamelo. Explcame a ver por qu regla de tres, la sociedad est organizada para ayudar a vivir solamente a los tipos que se casan...(Lola mueve la cabeza maternal y divertida, como si fuera innecesaria una contestacin.)

Enrique. A m? A m no me ayud nadie a nada.(Enrique, Sonia, Carlos, Dani, Pepa y trasto siguen en el saln con su consejo de familia.)

Enrique. Tu padre, guapa ma, ha sido un chico de barrio, no te olvides. Y tuvo que trabajar para pagarse los estudios. Y despus, lo mismo: Todo lo que tiene esta familia, lo hemos conseguido mi mujer y yo, trabajando! Hoy, sin ir ms lejos, por qu estoy aqu a estas horas, cuando normalmente vengo de noche? Porque me he escapado, reventado, del laboratorio para que ella pudiese salir a buscarse un despacho barato, donde ver de aadirle un pico al presupuesto familiar, que ya no llega para nada. Me quieres decir con qu cara le vamos a decir que te pague a ti un apartamento?(Sonia se vuelve a escandalizar violentamente.)

Sonia. Quieres decir que mi madre no est presente en esta conversacin transcendental para mi vida, porque anda por ah buscando un despacho donde entretenerse por las tardes?(Lola y Ramn, de vuelta en la casa que pretenden alquilar, esperan de nuevo en el saln.)

Lola. ... Es que t no te haces idea de lo que esto significa para m, Ramn, guapo. Llevo cuatro aos viendo a mi marido trabajar como un burro para sacarnos a todos adelante, y yo, sin poderle ayudar. Ahora que la Pepa ya va al colegio!... Ramn. Tampoco te hagas muchas ilusiones de lucro, eh?... Esto no va a ser lo que t crees... Lola. Que no? Nos forramos, ya vers. Ramn. Y menos en este panten. Lola. Venga, no seas pesao. Esto da prestigio, huele a rancia estirpe. A la gente le gusta que la reciban en un sitio as. Ramn. A qu gente? Lola. A la gente. Ramn. A la gente que yo conozco, no. Lola. Pues a la gente que yo conozco, s. Ramn. T no me conoces a m?(Lola asiente con resignacin.)

Lola. Siiii...! Ramn. Pues yo, de este sitio, me ira corriendo. Lola. Y t? No me conoces a m?(Ramn asiente con ms resignacin que Lola.)

Ramn. Siiiii...! Lola. Pues ya sabes. Ramn. Reaccionaria. Cursi. Antigua...(La entrada de Doa Concha y Doa Trini, con el contrato recin pasado a mquina, corta la retahla de Ramn. Doa Trini le devuelve un par de carns.)

Doa Trini. Tenga, sus documentos. Me parece que lo habr puesto todo bien. Les he hecho esperar, pero es que la mquina era de mi difunto marido, y yo no la manejo muy bien. l trabajaba en casa, sabe? Era prestamista... Ramn. Ah! Rancia estirpe de usureros...(Doa Trini se vuelve a quedar un poco ainada, pero slo unos segundos, porque Lola acude rpidamente al quite.)

Lola. Pues vamos a firmar! Hala, Ramn!(Con cara de guasa, Ramn se sienta y relee rpidamente el contrato, mientras Doa Trini le contempla con arrobo, y Doa Concha comenta, esponjada, al comprobar que al fin se concluye el trato.)

Doa Concha. Teniendo abogados en casa, ya podremos arreglar lo de la pensin de mi hermana. Me han dicho hace unos das, que lo que necesitbamos era un buen laboralista. Ustedes son laboralistas? Lola. Pues no es nuestra especialidad, no.(Ramn firma el contrato y se lo tiende a Doa Trini para que lo firme a su vez. Ella, toda sonrisas, pregunta mientras toma la pluma.)

Doa Trini. Y cul es su especialidad? Ramn. Divorcios.(La palabra cae en el ambiente como un rayo. La pluma de Doa Trini se queda paralizada en el aire, y ella de nuevo en un pasmo. La sorpresa de Doa Concha no conoce lmites. Con la voz quebrada, pregunta.)

Doa Concha. Cmo ha dicho?(Sin entender, y un poco asustada, Lola corrobora.)

Lola. Divorcios... Vamos a ocuparnos de tramitar divorcios.(Doa Concha arrebata de manos de su hermana la pluma que sta mantena an en el aire, y, al borde de la apopleja, seala la puerta.)

Doa Concha. FUERA!!... FUERA de esta casa!!... FUERA!!... Ramn. ... Fuera!... Fuera de esta casa! (En el pub donde suele ir por las noches, Ramn, muerto de risa, le est contando a la tertulia de su mesa, la aventura en casa de las ancianas.) Fuera! sta es una casa decente!... Mi hermana y yo somos personas respetables!... Fuera!... Y nos ech la ta! Si nos descuidamos, a bastonazos... Qu gracia, cmo es la gente! Si le hubiramos propuesto... yo qu s!... Cualquier negocio majo de trata de blancas, de fuga de divisas, de trfico de armas..., pues ella encantada, pero el divorcio! Ah, eso no! Eso iba contra sus principios!... Qu barbaridad, qu bruja!...(Ramn est en un local costroso, con mucho sabor y ningn lujo; el heredero para la actual generacin de intelectuales, de lo que fueron para otros los antiguos cafs. La clientela suele ser siempre la misma. T odos se conocen, poco o mucho, y forman una pequea comunidad que incluye a los camareros, a quienes se llama por su nombre y que contestan de igual modo. Al pub se va a discutir de filosofa trascendental y de poltica. T ambin a cotillear. Nadie tiene mucho dinero, y si lo tiene, no ejerce. Los habituales son gente que en su mayora no rebasa los cuarenta aos, profesionales: abogados, mdicos, escritores y un gran contingente de funcionarios de la Administracin.)

Amiga de Ramn. Por qu hablas slo de una? No eran dos? Ramn. Pero sta era la que llevaba la voz cantante, la otra era una especie de perro faldero, atemorizadita, temblona... Y adems, por lo menos era una bruja decente, la escandalizaba todo, no slo lo del divorcio, pero la otra!, qu ta, qu smbolo!... Doa Concha. Un smbolo, Trini! (Doa Concha est de nuevo en su cama, ahora ya malsima, pero con la misma agitacin que le imprime su carcter. Sentadita a su lado, Doa Trini hace labor con un aire de perfecta serenidad y un casi imperceptible cachondeo, como una dulce viejecita al pie de la guillotina.) No se trata del hecho en s, sino de lo que simboliza!... Me ests oyendo? Doa Trini. Que s, que te estoy oyendo... Doa Concha. Pues contstame cuando te hablo!(Doa Trini se encoge de hombros, sin dejar de interesarse en su labor, sin alterarse lo ms mnimo, y sin mirar a su hermana.)

Doa Trini. Y qu quieres que te diga? A m no me parece bien, y yo, si mi Antonio hubiese vivido, no me hubiese divorciado nunca de l y eso que ganas de perderle de vista, la verdad, no me faltaron, pero lo que hagan los dems, all los dems. (Mirndola de reojo, y con cierto retintn, aade.) No les decas t

a esos chicos que a cada uno le basta con su propia conciencia?(Con dificultad y llena de ira, Doa Concha se incorpora sobre sus almohadones, ahogndose.)

Doa Concha. Trini, que te veo venir! Que no rompiste los datos de ese sinvergenza!... Trini, que como llames a esa gentuza...!(Doa Trini la interrumpe chascando la lengua y moviendo la cabeza, siempre sin inmutarse.)

Doa Trini. Anda, anda. Hay que ver cmo te pones por cualquier cosa. Te ha dicho el mdico que no te sofoques, no? Pues no te sofoques. Doa Concha. Trini, no abuses, que me estoy muriendo!(Doa Trini se vuelve a encoger de hombros.)

Doa Trini. Mujer, pues estara de Dios... Adems, un da u otro tena que ser.(Doa Concha se ahoga y se indigna por momentos.)

Doa Concha. Trini!... Te prohbo!... Si me llego a morir, te prohbo terminantemente que...! Doa Trini. Te prohbo, te prohbo... Hija, qu palabra, no se te ha cado nunca de la boca... Anda, calla, que ya me has hecho equivocar en esta vuelta.(Doa Concha, a punto de caerse de la cama, sin que su hermana le haga ningn caso, sigue ahogndose en prohibiciones.)

Doa Concha. Como yo me muera, te prohbo que esa gentuza!...(En el nterin, ha sonado el timbre de la puerta, y Doa Trini deja la labor y se pone en pie para ir a abrir.)

Doa Trini. Mira, Concha, lo que es si te mueres, se te va a acabar el prohibirme a m nada. Hasta ah podamos llegar... Anda, chate.(Y al decirlo, vuelve a acostar a su hermana de un empujn, antes de salir. Doa Concha cae sobre sus almohadas en un estertor agnico.) (Doa Trini abre la puerta a la Vecina del mirador.)

Vecina. Hola, buenos das. No la molesto, slo quera preguntarle qu tal est su hermana.(Doa Trini trata de poner cara de drama, pero le cuesta.)

Doa Trini. En las ltimas. Vecina. Y qu dice el mdico? Doa Trini. Que est en las ltimas. Vecina. Vaya, mujer, as que no tiene usted esperanzas. Doa Trini. S, s, todas. Yo creo mucho en la opinin de este mdico.(La Vecina se queda un poco desmantelada con la respuesta. El ascensor se detiene en el piso; el que llega es Ramn, y las dos le miran muy interesadas.)

Ramn. No se preocupe, que no vengo a dar la lata con lo del alquiler. Doa Trini. Ah, no? Pues cmo lo siento, yo que pensaba llamarle a usted...(Ramn sonre, divertido.)

Ramn. Qu me dice? Han cambiado de idea? Doa Trini. La idea es slo ma. Pero pase, pase. (Con aires de conspiradora, Doa Trini hace entrar a Ramn en el recibidor y cierra tras l la puerta, hacindole seas de que hable bajo, y hablando ella misma en un susurro.) Espere aqu, que voy a entornarle la puerta a mi hermana. (Y se aleja de puntillas, dejando que Ramn la espere, siempre divertido. Mirando en torno, Ramn descubre, a travs de la puerta abierta del cuarto de estar, el gramfono antiguo que por fin compr para Sonia en la tienda de antigedades, muy puesto en exposicin. Al volver Doa Trini, le encuentra contemplndolo de cerca.) Precioso, verdad? Pero est estropeado, tengo que hacerlo arreglar... Sintese, sintese. Ya podemos hablar con toda tranquilidad. Precisamente, mi pobre hermana acaba de entrar en coma.(Lo dice con la misma naturalidad que quien anuncia que ha empezado a llover y, al igual que antes la Vecina, Ramn la mira un momento sin saber cmo reaccionar.)

Ramn. ... Quiere que llamemos a un mdico? Doa Trini. No, no, para qu? Si ya qued l en pasarse por la noche... Venga aqu y deje en paz el gramfono, que me lo va a dejar peor que estaba. Hablemos de lo nuestro. Ramn. Es que, si no le importa, a lo que yo he venido precisamente es a llevrmelo. Doa Trini. A llevarse el qu? Ramn. El gramfono. Es mo. Me lo dej aqu el otro da. Doa Trini. Ah, fue usted! Pues cmo lo siento, yo que me haba hecho ilusiones! Conservo un montn de discos antiguos en el trastero, y... Pero, ahora que lo pienso, usted que es tan joven, por qu no se compra mejor una de esas cosas modernas que caben en cualquier sitio? Ramn. Pues... sera largo de explicar. Adems no es para m: es un regalo. Doa Trini. Para sus abuelos. Ramn. No, para una amiga. Que se casa maana.(Ante el altar, Sonia y Carlos. Ella, con su minivestido, y el ramo que vimos en proyecto en la tienda de regalos. Un sutilsimo velo la cubre hasta el borde del vestido. Carlos lleva un traje normal. Los flanquean Enrique y una chica jovencita, presumiblemente amiga de la pareja, que actan como padrinos. Entre los asistentes a la boda, abunda la gente muy joven. El resto lo componen los familiares y amigos ms allegados, entre los que est Ramn. El sacerdote es un hombre de unos cuarenta aos, de aspecto saludable y abierto, vuelto hacia los fieles durante la pltica.)

Sacerdote. Esto no es un acontecimiento social, como lo ha venido siendo durante muchos aos. Ahora, ni la ley ni las presiones de la sociedad obligan a nadie a estar aqu contra su voluntad, como han obligado, tiempo atrs, a cientos de parejas, muchas de las cuales se han deshecho, o estn a punto de deshacerse. Y quin podra reprochrselo? En mi opinin, no se comprometieron a nada, puesto que no actuaban libremente. Para casarse, haba que pasar por la Iglesia, se creyera o no en la Iglesia. Pero como ya no es as, yo, como sacerdote catlico, me siento en la obligacin de especificrselo por lo menudo a todo el que acuda a esta parroquia, deseando celebrar su boda en ella. As lo hago con Sonia y Carlos. Y aqu estamos, llenos de gozo, porque celebramos una boda, porque somos amigos y, esencialmente, porque poco a poco y gracias a Dios, se nos va muriendo la hipocresa.(En el portal de Doa Concha y Doa Trini la tradicional mesa petitoria, con trapo morado y bandeja de plata. Al lado, un folio casi en blanco. Un caballero muy anciano est firmando y deja, antes de marcharse, su tarjeta doblada en la bandeja. En el saln de la casa, un grupo de seoras, presumiblemente vecinas del inmueble rodean a Doa Trini y toman caf, muy circunspectas.)

Vecina del mirador. Pobre mujer, tena sus cosas, pero Dios no se lo tendr en cuenta...(Otra Vecina palmea cariosamente la mano de Doa Trini, consolndola.)

Otra vecina. En esta vida, Trini, no hay ms remedio que tener resignacin.(Una vez ms, Doa Trini entiende la frase al revs, dejando a su interlocutora muy sorprendida.)

Doa Trini. S que he tenido que resignarme, s, ya lo creo, durante muchos aos!... Pero en fin, pobrecilla, ya se acab todo... Otra vecina. Y ahora, qu piensa hacer? Piensa irse a vivir con algn otro pariente? Doa Trini. Quin, yo? Huy, no, hija, no. Yo lo que quiero es disfrutar de mi casa, ir a la novena cuando me apetezca, y hablar con esta seora cuando me d la gana. Vecina del mirador. Y ahora, solita, se arreglar mejor. Econmicamente, quiero decir. Doa Trini. Sobre todo porque voy a tener un ingreso ms. Al fin he alquilado esas dos habitaciones de delante. Vecina del mirador. Ah, vaya! Y a quin? Estudiantes? Doa Trini. No, no. Gente muy bien: Abogados! (Das despus, frente al portal de Doa Trini aparca el coche de Enrique, del que descienden, todos cargadsimos de papeles, carpetas y objetos de escritorio, el propio Enrique, Lola, su hijo Dani y Ramn. Al ir hacia el portal, Ramn tropieza y se cae con todo lo que transporta, provocando la risa de todos, y al final, la suya propia. Los abogados ya han tomado posesin.)

CAPTULO II Una pareja(El coche de Ramn viejo, absurdo, destartalado aparca sobre la acera, como tantos otros a esas horas, en las proximidades del pub de Santa Brbara, en la castiza calle de Fernando VI . Ramn se baja del coche, recorre, caminando, el trecho que le separa del pub y entra en el local. Con su aire tranquilo, y su chalina de poeta antiguo, se abre paso entre las mesas abarrotadas de progres jvenes, progres menos jvenes y seudoprogres, que charlan animadamente y toman copas. Al pasar, va dando cariosas palmadas de reconocimiento en algn hombro, dirigiendo algn ademn hacia alguna mesa que est menos a mano, y saludando a un lado y a otro con la sonrisa, la mirada y algn monoslabo.)

Ramn. Hola... Hola, qu hay... Hola...(Poco antes de llegar a su mesa, una chica joven, atractiva, enloquecidamente vestida como de gitana y con la cabeza llena de rizos igual que un San Juan, se le cuelga del cuello y le da intempestivamente un largo beso en la boca, al cual l se somete con cierta sorpresa, sin gran colaboracin, pero tambin sin resistencia. Al separarse de l, la chica se le queda mirando con aire trascendental.)

Rosa. Qu felices podramos ser...(Ramn le sonre, amable.)

Ramn. Bueno, yo ya lo soy. Y te deseo lo mismo.(Con estas palabras, se dispone a seguir hacia su mesa, pero ella lo retiene.)

Rosa. Me llamo Rosa. (l hace intencin de hablar, pero la chica le tapa la boca con la mano.) Por favor, no digas yo, no.(Ramn la besa teatralmente la mano y vuelve a sonrer.)

Ramn. Mujer, cmo voy a decir algo tan vulgar?(Ella asiente despacio, siempre trascendental.)

Rosa. Saba que no eras vulgar, lo saba.(Los de la mesa a la que se dirige Ramn, estn observando de lejos, la escena, con aire divertido. Uno de ellos se atornilla un dedo contra la sien en significativa informacin. El resto de los asistentes al local no les hace ni caso.)

Rosa. ... Qu podemos hacer? Ramn. Tengo una idea. Vuelve a tu mesa, y djame que yo llegue hasta la ma. Me estn esperando. Rosa. Una mujer? Te est esperando una mujer? Ramn. No, un hombre. Rosa. Eres homosexual? Ramn. No. Permites?

(Los discretos y amables intentos de seguir avanzando que hace Ramn, se ven obstaculizados por el acoso de Rosa.)

Rosa. Bisexual? Ramn. No. Slo conversador.(Ella se alarma.)

Rosa. Conservador? Ramn. No: conversador. Me gusta conversar. Rosa. Con hombres? Ramn. Incluso, s.(Ella vuelve a colgrsele del cuello.)

Rosa. Cundo volveremos a vernos?(Un Camarero pasa, bandeja en alto, por su lado, y tampoco le da mayor importancia a la escena.)

Camarero. Qu te llevo, Ramn? Lo de todas las noches?(Ramn asiente, e indica la mesa donde le estn esperando.)

Ramn. All, con Antonio. Rosa. Qu sueles tomar, todas las noches? Ramn. Caf.(Rosa cierra los ojos, con admiracin.)

Rosa. Lo saba, lo saba!...(l aade, divertido.)

Ramn. Y a veces, chinchn. Chinchn dulce. Rosa. Chinchn dulce!... Cundo volveremos a vernos? Ramn. En cuanto vuelvas a tu mesa, y me dejes que yo llegue hasta la ma. Rosa. Me niego a separarme de ti!(Un muchacho barbudo, de aspecto bueno y resignado, llega en ese momento hasta ellos.)

Roque. Venga, Rosa, no des la murga. (Afablemente, a Ramn.) Es buena chica, pero est un poco majara. Sobre todo, llegando a estas horas. No te lo tomes a mal.(Liberado de Rosa, que le mira como si se alejara para siempre en un barco, Ramn se recompone el atuendo.)

Ramn. Al contrario, ha sido un placer. Permites?(Apartando hbilmente a Rosa, el compaero de Rosa le abre paso y Ramn se aleja hacia su mesa.)

Rosa. Le amo. Roque. Bueno, mujer... Quieres que nos vayamos a casa? Rosa. No. Quiero seguir mirndole. Roque. Pues mrale desde all, eh? (Roque la va conduciendo hasta su propia mesa.) As me termino yo la copa.(Ramn llega hasta su mesa habitual, donde un par de amigos juegan, muy enfrascados, una partida de ajedrez. Alguno escribe, en medio de la barahnda general, y otros charlan.)

Antonio. El bho te sigue mirando. Ramn. La conoces? Antonio. No.(Rosa, efectivamente, desde su mesa, sigue con los ojos clavados en Ramn.)

Rosa. Le amo.(Est ausente del grupo, encogida en su asiento, con las piernas abrazadas y el mentn apoyado en las rodillas. Sus amigos toman copas y charlan en un segundo trmino.)

Amiga. Efectivamente, habra que hacer la Revolucin, pero quin tiene ganas? Amigo primero. Yo. Lo que no s es cmo se hace.(Al mismo tiempo, Roque se vuelve hacia Rosa y le pregunta.)

Roque. Has dicho algo? Rosa. He dicho que le amo.(Roque dedica una mirada distrada a Ramn, en su mesa, al fondo.)

Roque. Ah, s... Amigo segundo. La revolucin bien entendida, empieza por uno mismo. Amiga. Ah. Ah est el quid. Rosa. Roque... Roque. S? Rosa. Le amo. Roque. S, ya me lo has dicho. Rosa. Y te da lo mismo? Roque. Se te pasar. Rosa. No, no se me pasar. Si no le consigo, no se me pasar. Nunca he conocido a nadie como l. (Hace ademn de ponerse en pie...) Y voy a decrselo. Necesito decrselo.(... pero Roque la detiene.)

Roque. Ya se lo has dicho. Rosa. S? Roque. S. Antes. Se lo has dicho antes.

(Rosa vuelve a sentarse, un poco desinflada.)

Rosa. Y l, qu ha dicho? Roque. Que era un placer. Rosa. Le da igual, eh?(Los amigos de Rosa cambian miradas divertidas.)

Amiga. Olvdale, Rosa. No te merece. Rosa. Tampoco me merece Roque.(Roque dedica a sus amigos una expresin de mrtir.)

Roque. Dios sabe que no. No te merezco, no.(Rosa vuelve a acomodarse dcilmente, pero sin apartar los ojos de Ramn.)

Rosa. Quiero que me pinte desnuda. amiga. Roque? Rosa. No, l. Tiene que ser pintor. Amigo primero. Pues no es pintor. Rosa. Le conoces? Amigo primero. De odas. Es amigo de Antonio. Rosa. Eso ya lo veo. Qu hace? Amigo segundo. Debe de ser escritor. En aquel rincn son todos escritores. Rosa. Entonces, quiero que me escriba un poema. Roque. Debe de ser mdico. Tiene pinta de mdico.(El Amigo que conoce a Ramn, niega divertido cada sugerencia.)

Amiga. No le digis eso; querr que la opere! Rosa. Cmo se llama? Amigo primero. Ramn. Y es abogado.(En la vieja casa de la calle Velzquez donde han instalado el despacho, Doa Trini, amabilsima, conduce a Rosa hacia la salita de espera de Lola y Ramn.)

Doa Trini. Por aqu, hija. Pase, pase. l no tardar en llegar. Su hora son las seis. (Rosa lleva un atuendo distinto al del pub, pero tambin muy enloquecido. Parece un poco menos sonada, pero muy poco.) Sintese. Ah tiene unas revistas, por si quiere distraerse mientras espera. (Rosa le sonre.) Me estaba preparando un poquito de hierba, le apetece? Rosa. Yerba? Doa Trini. Le gusta? Rosa. Me encanta. Doa Trini. Pues le traigo! Hay para las dos!(En el gabinete de la anciana, Doa Trini y Rosa toman sendas tazas de infusin, mirndose por encima de ellas, con la cortedad habitual en dos personas que no se conocen ni tienen nada que ver.)

Doa Trini. Va usted muy mona. (Rosa se mira el disparatado atavo y sonre de nuevo.) En mi familia, es que hemos sido siempre muy tradicionales, sabe usted?, muy sobrios. Nunca nos hemos permitido un color ms alto que otro, y, claro, a mi edad, ya no se hace una a cambios. Pero me gusta mucho eso que usted

lleva. Es muy alegre. (Rosa deja la taza sobre la mesita.) No le apetece? Rosa. S, s, es que... prefiero tomrmelo despacito. Doa Trini. sa ha sido tambin una costumbre nuestra de toda la vida: el t con hierbabuena. En invierno, caliente, y en verano, fro. Rosa. Y en primavera?(Doa Trini se permite unos segundos de desconcierto, pero nada ms.)

Doa Trini. Segn. Segn sople el da.(Rosa asiente, como si se tratara de algo muy importante.)

Rosa. Cree usted que tardar mucho? Doa Trini. Don Ramn? No. Tiene que estar al llegar. (A Doa Trini le sorprende la risa de Rosa.) Qu le hace gracia? Rosa. Que le llame usted don Ramn. No tiene pinta de don Ramn, no le parece? Doa Trini. S, ya s. Es joven, y es moderno. Siempre me lo dice: Que apee usted el tratamiento, Doa Trini, que me llame Ramn, pero yo, qu quiere usted? No me hago. No me hago a llamarle Ramn, a secas, a un abogado... A su compaera, en cambio, s que la llamo Lola, ya ve.(El tema interesa mucho a Rosa.)

Rosa. Nadie me ha dicho que tuviese una compaera. Doa Trini. Huy!, pues s: Lola. Una chica majsima. Rosa. Vive aqu? Doa Trini. Aqu? No, no. Vive en su casa. Rosa. Y... viene mucho? Doa Trini. Martes, jueves y sbados, pero la verdad es que a m me hace ms compaa que l. Muchas veces, se viene conmigo a mi zona, como yo le digo, y me da conversacin. Es muy maja, muy maja. Rosa. Se llevan bien? Doa Trini. Divinamente... Bueno, a veces discuten, pero eso tambin es natural, no le parece? La gente, no pensamos todos igual... Antes, s, pero ahora ya no pensamos todos igual. Rosa. Es guapa? Doa Trini. Lola?... Bueno, tiene mucho estilo, se saca partido... Es muy fina, eso s, muy fina. Rosa. Desde cundo estn juntos? Doa Trini. Pues, hija, no lo s, pero debe de hacer bastante. Se les ve muy compenetrados.(Rosa asiente, pensativa, como sopesando sus posibilidades.)

Rosa. Es muy joven? Doa Trini. Muy joven?... Segn. A m es que me parece muy joven todo el mundo, pero, vamos, como usted, por ejemplo, no es. Yo me figuro que tiene unos cuantos aos ms que l.(Rosa vuelve a asentir como si acabaran de revelarle un secreto de familia.)

Rosa. Ya. Ya veo de qu va. Doa Trini. Y usted cuntos aos tiene? Rosa. Yo? Veintisis, porqu?(Doa Trini le dedica una mirada de maternal conmiseracin.)

Doa Trini. Y de veras est decidida a dar este paso?(Rosa no sabe de qu le estn hablando.)

Rosa. Perdn...? Doa Trini. No tenga reparo conmigo. Soy una tumba. Rosa. Eso me estaba pareciendo. Doa Trini. No cree que debera pensarlo mejor? Mire que es una decisin muy seria, mire que es para toda la vida... No le da pena ese hombre, con la existencia destrozada? Rosa. Cul? Doa Trini. Su marido.(Rosa esboza un ademn, como apartando algo que no le gusta ver.)

Rosa. No quiero hablar de mi marido. Doa Trini. Yo no dudo de que l se haya portado mal; los hombres son un asco, qu duda cabe. Estoy segura de que tiene usted razn que le sobra. Pero piense en esos nios... Rosa. Qu nios? Doa Trini. No tiene usted nios?(Comprendiendo al fin, Rosa se inclina, confidencial, hacia Doa Trini.)

Rosa. Ramn se dedica a tramitar divorcios, verdad? Doa Trini. Aqu, s. Por las maanas trabaja en otro bufete, pero en ste slo lleva divorcios. Una pena, hija, una pena.(Ramn, sentado ante su mesa de despacho, con aire impaciente, atiende a Rosa.)

Ramn. Bueno, y por qu yo? Hay miles de abogados en Madrid que se dedican a esto. Rosa. Yo no conozco a ningn otro. Y si lo que te pasa, es que te da miedo no cobrar, lo dices. Ramn. No es eso. Rosa. Yo te pagar. Poco a poco, como pueda, pero te pagar. Ramn. Te digo que no es eso. (Se pone a buscar en un fichero de tarjetas.) Ahora mismo te pongo en contacto con un compaero mo que...(Rosa le interrumpe, desbaratndole el fichero.)

Rosa. No quiero compaeros tuyos! Quiero que me atiendas t!(Ramn suspira, acumulando paciencia, y se dedica a reorganizar lentamente su fichero.)

Ramn. Yo tengo derecho a escoger a mis clientes, sabes? Rosa. Ah, s? Y cmo los escoges? Segn su cuenta corriente? Ramn. Y dale!... Rosa. Qu te crees? Que no s de qu va? Slo se pueden divorciar los ricos, no?(Ramn mueve la cabeza paternalmente.)

Ramn. No s ni por qu te contesto. S perfectamente por qu ests aqu. Rosa. Estoy aqu, porque necesito un abogado. Y ya s que para empezar a hablar hay que poner pasta sobre la mesa, pero cre que t no eras de esa clase de tos, as que...(Ramn ha seguido moviendo la cabeza, sin mirarla, como quien sabe que le estn llevando al huerto y cmo.)

Ramn. No. No soy de esa clase de tos. No necesito que pongas pasta sobre la mesa, no escojo a mis clientes, no tengo ni idea de por qu me has elegido a

m entre todos los abogados del pas, no dudo de que tengas un grave problema con lo de tu divorcio, y en ningn momento he pensado que me ests tomando el pelo. A ver: papeles. Rosa. Papeles? Ramn. Para divorciarse hacen falta papeles, sabes? Como para todo. Rosa. Y te los tengo que dar yo? Para qu ests t? Eres mi abogado, o qu?( E l pub de Santa Brbara parece un local completamente distinto: De da, est abandonado y tiene un aire extrao de museo. En las mesas no hay nadie. En la barra, Ramn y Roque, atendidos por un sooliento camarero, que les sirve caf, y en otro rincn, un par de compaeros de oficina de Roque.)

Ramn. Antonio me dijo que podra encontrarte aqu por la maana. Roque. S, suelo venir a tomar caf. Me pilla cerca del Ministerio. Ramn. Bueno, cmo lo hacemos? Roque. El qu? Ramn. La separacin. Mutuo acuerdo?(Roque con su aire de hombre bueno y resignado, se encoge de hombros.)

Roque. Si ella se quiere ir, qu quieres que te diga? Estoy de acuerdo, claro... Dile que recoja sus cosas cuando yo no est en casa. Si no la veo, lo llevar mejor. Ramn. Vers, es que no es eso... Roque. No es qu? Ramn. Ella quiere hacerlo por lo legal.(Roque se muestra extraado.)

Roque. Por lo legal?... No entiendo. Puede llevarse todo lo que quiera. Libros, discos, cacharros. Aunque sean mos, da igual. Y si quiere algn mueble, tambin. Ramn. Roque, quiere divorciarse. Di-vor-ciar-se. Legalmente, entiendes?(Roque se muestra an ms extraado.)

Roque. Divorciarse? A estas alturas? Para qu? (Ramn se encoge de hombros mientras bebe su caf.) Bueno, all ella. Ramn. Cmo lo hacemos? Roque. Pues eso como queris. Yo ah ya no tengo nada que ver. Ramn. Claro que tienes que ver! No ves que est chalada? Te puede acusar de algo. O presentis la solicitud de mutuo acuerdo, o te presenta ella una demanda de divorcio y, segn vayan las cosas, te puede sacar los hgados. Por lo que veo, t trabajas y ella no.(En el cerebro de Roque se ha empezado a hacer la luz.)

Roque. Y por lo que veo yo, se est quedando contigo. Qu te ha dicho? Que se quiere divorciar? Ramn. Pues, claro, qu te estoy diciendo? Roque. De m? Te ha dicho que se quiere divorciar de m?(En el cerebro de Ramn tambin empieza a hacerse la luz.)

Ramn. No me digas que... Roque. Yo no soy su legtimo. Al legtimo ni le conozco. Cuando yo la conoc, estaba con Marcos, el gineclogo. Sabes quin te digo, no? Ramn. No. Roque. Bueno, pues estaba con l, pero tampoco es el legtimo. Te lo digo porque la legtima de Marcos es mi hermana.(Frente a frente, separados por dos inmensos platos de espaguetis, Rosa y Ramn intentan comrselos con un

mnimo de dignidad, mientras discuten. Estn en el restaurante econmico al que suele acudir Ramn, El bar de Pepe, un amigo suyo.)

Rosa. Pues claro que estoy casada! Cuando te digo que me divorcies, ser porque estoy casada, no? Y yo no tengo la culpa de que t seas tonto. Quin te mand ir a buscar a Roque? Ramn. T. Rosa. Yo? Yo te dije que buscases a mi marido, que l tena todos los papeles, y t lo viste muy fcil. Ramn. Lo vi muy fcil porque cre que era Roque. Rosa. Si me hubieras preguntado... Ramn. Bueno, en cualquier caso, ya te has divertido bastante. Qu tal si le damos carpetazo al asunto? Rosa. A cul de los dos? A lo de mi divorcio, o a lo de unir nuestras vidas? (La expresin mezcla de terror y repulsa, que impide a Ramn terminar de llevarse el tenedor a la boca, es tal, que Rosa aclara.) Nada definitivo, hombre... Quiero decir, un rato, por probar... Ir al cine juntos, y esas cosas.(Pero Ramn no se tranquiliza tan fcilmente.)

Ramn. Qu cosas? Ir al cine, y qu ms? Rosa. Nada trascendental, por supuesto.(En la casa de la calle de Velzquez la campanilla de la puerta llama sin cesar y Doa Trini acude, a todo correr. Al abrir se encuentra frente a Rosa, que viene con un par de inmensas maletas y varios bultos variopintos ms entre los que hay de todo, incluso una jaula con un hmster, plantas, etc. , y que contesta a la mirada sorprendidsima de la anciana con una angelical sonrisa.)

(Un Seor y su Detective Privado se hallan sentados frente a la mesa de despacho de Ramn, charlando con l. Lola, mientras tanto, busca unos papeles en el archivo. Con gran entusiasmo, el Seor le tiende a Ramn un abanico de fotografas, que ste va pasando, una a una, con disimulado estupor.)

Seor. Son definitivas, no cree? (Cambia con el Detective una mirada de triunfo. El Detective sonre, modesto. Ante el silencio de Ramn, que sigue contemplando las fotografas, pasndolas por segunda vez, el Seor pregunta.) No le parecen definitivas?(En ese momento, se abre la puerta, y asoma la cabeza de Doa Trini, discreta y preocupada.)

Doa Trini. Don Ramn... le importara venir un momento? Ramn. Ahora mismo no puedo. Si espera usted diez minutos...(Doa Trini duda un segundo, con un gesto de contrariedad, y por fin se resigna y desaparece.)

Ramn. De lo que no cabe duda es de que van a herir la sensibilidad del juez.(Lola se dispona a salir a ver qu le pasaba a Doa Trini, pero la frase de Ramn la hace detenerse. Ramn le tiende automticamente las fotografas.)

Seor. Con esto la pulverizamos, no?(Lola se va asombrando por momentos, de foto en foto.)

Lola. Cmo las consigui?(El Seor la mira como a un perro en misa.)

Seor. Es del todo preciso que intervenga su secretaria? Lola. No soy su secretaria, soy su socio. Detective. Querr usted decir su socia. Lola. Si lo quisiera decir, lo habra dicho. En un despacho como ste, donde pululan fotos como stas, no nos permitimos emplear segn qu trminos. Pueden resultar equvocos. Cmo las consigui? Seor. Aqu, el seor. Trabaja para m. Lola. En calidad de?... Detective. Investigador privado. Lola. Efectivamente, estas fotos parecen bastante privadas.(El Seor empieza a sentirse incmodo.)

Seor. Oiga, usted me dijo que necesitbamos pruebas. Pruebas definitivas. Lo son o no? Lola. Cmo las consigui? Detective. Qu ms da cmo? El caso es que... Seor. Naturalmente! A usted qu le importa cmo las hayan hecho? El caso es que ah estn. A ella se la reconoce perfectamente. A l se le reconoce perfectamente. Y cualquier experto le dir que no estn trucadas. Lola. Perdneme lo idiota de la pregunta: Posaron estos seores voluntariamente para estas fotos?(El Detective sonre, muy cnico.)

Detective. Nadie les drog, ni les oblig a hacer todo eso apuntndolos con un revlver. Seor. No diga tonteras! Naturalmente que no saban que les estaban fotografiando! Lola. Estaban en un sitio pblico cuando les hizo las fotos? Detective. Yo no se las hice. Las consegu, simplemente. Lola. Simplemente no habr sido. Seor. Me temo que va a tener usted razn: Sus preguntas son idiotas. A quin se le ocurre que esas cochinadas se pueden hacer en un sitio pblico? Lola. En ese caso, yo me temo que no las va a poder utilizar.(El Seor se indigna.)

Seor. Que no voy a poder...? Es mi mujer!... Y tiene relaciones con otro! Esas fotos demuestran que tiene relaciones con otro! Ramn. Es usted muy modesto en sus expresiones. Seor. Qu? Ramn. Debo advertirle que mi compaera tiene parte de razn. Si presentamos esas fotos en el Juzgado, le concedern a usted el divorcio antes de que se moleste en abrir la boca... Seor. Entonces? A qu esperamos? Lola. Cualquiera de esas dos personas podra denunciarle despus a usted por... por vulnerar su intimidad, es que no lo comprende?(Ramn mira a Lola con lstima, y el Detective sonre, satisfecho.)

Detective. Este seor no ha vulnerado nada. Lola. Encarg esas fotos, no? Le pag a usted para que las consiguiera, sabe Dios cmo. Ramn. Y eso quin lo sabe, Lola? Lola. Qu?(El Detective vuelve a sonrer, como hombre convencido de que no deja un cabo suelto.)

Detective. Para los efectos, el seor habr recibido esas fotografas con un annimo. No sabe de dnde provienen, ni quin se las manda. Pero ah estn. Son un hecho. Lola. Muy ingenios