barron, t.a. - [jm04] - el espejo de merlin

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Barron, T.a. - [JM04] - El Espejo de Merlin

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Joven Merln 4 - El Espejo de Merln

T. A. BARRONJOVEN MERLIN 4EL ESPEJO DE MERLIN

LAS AVENTURAS DEL JOVEN MERLIN VOLUMEN 4

EL ESPEJO DE

MERLIN

T. A. BarronNo se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en un sistema informtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquier medio, ya sea electrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros mtodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.Diseo de cubierta: Valerio Viano

Ilustracin de portada: Mike Wimmer

Mapa: Ian SchoenherrTtulo original: The Mirror of MerlinTraduccin: Vctor LorenzoText copyright 1999 by Thomas A. Barron. All rights reserved. First published in the United States by Philomel Books, a division of The Putnam & Grosset Group, under the title THE SEVEN SONGS OF MERLIN. Spanish translation rights arranged with Sheldon Fogelman Agency, Inc. Grupo Editorial Ceac, S. A., 2001Para la presente versin y edicin en lengua castellanaTimun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.ISBN: 84-480-3155-5 (Obra completa)ISBN: 84-480-3207-1 (Volumen 4)Depsito legal: B.175-2001Hurope, S.L.Impreso en Espaa Printed in SpainGrupo Editorial Ceac, S. A. Per, 164 - 08020 BarcelonaInternet: http://www.ceacedit.comEdicin Digital Mayo 2005 por Kory.

Este libro est dedicadoa M. JERRY WEISSfiel amigo de estudiantes, maestros y magosCon especial aprecio hacia

JENNIFER HERRN

Nota del autorHay algo que nunca cambia con respecto a Merln: no deja de sorprender.Eso era cierto en los primeros relatos, que en un principio cantaban los bardos galeses hace mil quinientos aos; hoy no lo es menos. Es verdad en su legendaria poca de madurez, cuando se convirti en el mentor del rey Arturo, mago de la Tabla Redonda y personaje central de la prodigiosa tragedia que llamamos Camelot. Y no es menos verdad en la juventud de Merln, cuando tuvo que esforzarse por conocer su propio nombre, su propio ser y su propio destino.Tal vez este don de sorprender brota de la insondable profundidad y la complejidad de su carcter. (Siendo meramente uno de los cronistas ms recientes de Merln, el ltimo de una larga lista, me sorprende cunto de su carcter, despus de quince siglos, contina todava inexplorado.) Quizs arranca de la poderosa magia que empieza a despuntar en l durante su juventud. O, tal vez, del misterioso futuro que le aguarda, tan atractivo como aterrador.O quizs esta capacidad de sorprender tiene sus orgenes en algo mucho ms simple: la humanidad de Merln. En el presente volumen, el cuarto de Las aventuras del joven Merln, sus sorpresas no proceden tanto de sus dones en aumento y su grandeza incipiente como de sus debilidades fundamentalmente humanas. A pesar de sus poderes, cada vez mayores, al igual que sus pasiones, sigue siendo un hombre mortal.A todas luces, Merln ha recorrido un largo camino desde el fatdico da en que comenz la bsqueda de sus aos perdidos. Ese da, un muchacho desharrapado y medio ahogado lleg a una costa desconocida arrastrado por las olas. Casi al instante, la muerte lo persigui. Sin embargo, pese a los temores que ocupaban sus pensamientos, era muy consciente de lo que le faltaba: no conservaba recuerdos de su infancia, de sus padres, ni siquiera de su propio nombre. Fue, en sus propias palabras, un da crudo, fro y yermo, tan vaco de promesas como vacos de aire estaban mis pulmones.Aunque Merln sobrevivi a ese da, su viaje ms azaroso acababa de iniciarse. Desde entonces, ha descubierto algunos de los secretos de Fincayra, una tierra tan impredecible como la niebla que se arremolina en sus confines, una isla que se halla entre la Tierra mortal y el Otro Mundo inmortal. Averigu mucho acerca de su pasado, pero menos sobre su identidad. Encontr a sus padres y conoci la verdad sobre su nacimiento. Hizo algunos amigos... y perdi tambin algunos.Y Merln tuvo xito en otros frentes: cur a un dragn herido, corri como un ciervo, propici el Baile de los Gigantes, descubri una nueva manera de ver, resolvi el acertijo de los Siete Cantares, oy los murmullos de una vieja caracola, sobrevivi a ser engullido por una piedra viva, acogi el espritu de su hermana en su interior y la condujo al Otro Mundo, venci a criaturas que devoran la magia y domin la legendaria Rueda de Wye. Confeccion un instrumento mgico diseado por l mismo... y comprendi que su msica no resida tanto en sus cuerdas como en las manos que las pulsaban.Y aun as, a pesar de todos sus xitos, los mayores retos de Merln estn por presentrsele. De algn modo, debe llegar a comprender el fondo de su propia humanidad: su capacidad para el triunfo y tambin para la tragedia.De qu otra manera podra convertirse, en los aos venideros, en ese mentor del rey Arturo que tan bien conocemos? Para desempear su papel en el ciclo arturiano y en el ciclo mtico, an ms amplio, que se prolonga desde mucho antes hasta despus, Merln debe conocer bien la humanidad. Inmensamente bien. Debe conocer nuestras aspiraciones ms elevadas y nuestras debilidades ms profundas. Ha de entender que incluso las mejores intenciones pueden estar plagadas de defectos y que la salvacin prometida puede encerrar graves peligros.En resumen, debe conocerse a s mismo. Pero cmo verse a s mismo en el espejo ms sincero? Y dnde puede encontrar semejante espejo? Tal vez sus reflejos se vean en lugares distintos, aunque sea de forma disimulada. Quiz sus imgenes, ya sean elevadamente luminosas o profundamente sombras, guardan algunas sorpresas propias.Slo cuando Merln pueda contemplarse con claridad meridiana podr albergar esperanzas de saber orientar a un joven monarca idealista. Apoyarlo en la creacin de un nuevo orden social, con la Tabla Redonda en su centro, aunque est condenado a fracasar en su poca. Ayudar al joven gobernante, pese a todo, a encontrar esperanza. Y, quizs, a intentarlo de nuevo.A medida que Merln revela los secretos de sus aos perdidos, y de paso sigue sorprendindome, hay algo que nunca cambia: estoy profundamente agradecido a los amigos que me han animado y aconsejado. Como siempre, tengo una deuda eterna con mi esposa, Currie, y con mi editora, Patricia Lee Gauch. Adems, estoy muy agradecido a Kylene Beers por su inquebrantable fe y su prudencia. Kristi Dight merece mi gratitud por inspirar la historia de la niebla susurrante que Hallia relata a sus compaeros una oscura noche en las marismas. Doy las gracias especialmente a Deborah Connell, a Kathy Montgomery, a Suzanne Ghiglia... y, como siempre, al propio mago esquivo.T.A.B.Sumido en brumosos sueos y recuerdos sombros

en ciudades legendarias muy brevemente he vivido...

Bravos mares he surcado, de esplendor cristalino,

y de legendaria gloria me he revestido.De un poema del siglo VI,

La cancin de DyfyddiaethEl mundo de donde proceden las leyendas

an se halla entre las brumas astrales...W. B. Yeats

PrlogoMuchos son los espejos en los que me he mirado; y muchos son los rostros que he contemplado. Mas durante todos estos aos no, todos estos siglos slo ha habido un espejo, y un semblante, que no puedo olvidar. Me ha acosado desde el principio, desde el primer instante. Y no ha dejado de acosarme ni un pice hasta el da de hoy.Los espejos, os lo aseguro, causan ms dolor que las espadas de doble filo, ms terror que los espritus de la naturaleza.Bajo el arco de piedra, la niebla se acumulaba en un errtico torbellino semejante a un ojo que todo lo ve.No se elevaba del suelo ni de un burbujeante estanque cercano. En su lugar, esa niebla se formaba a partir del aire mismo debajo del arco, detrs de la extraa y temblorosa cortina que la retena igual que un dique contiene la marea alta. Aun as, los vapores se desbordaban a menudo y laman las enredaderas de hojas moradas que abrazaban las columnas. Pero, con mayor frecuencia, como ahora, se revolvan dentro del arco de piedra, creando figuras que se formaban y disolvan en un interminable proceso: siempre cambiante, siempre igual.De pronto, sin previo aviso, la cortina de niebla se estremeci y se endureci como una lmina lisa. Su superficie capt rayos de luz que se quebraron como astillas de cristal, donde se reflejaban vagas siluetas de las marismas circundantes. Por detrs de esos reflejos, las nubes seguan revolvindose, salpicadas de sombras oscuras y deformadas. Y una luz misteriosa brill en las profundidades del otro lado.Pues esta cortina era en realidad un espejo, un espejo repleto de niebla, y ms que eso. Un espejo con movimiento propio, con pulso propio. Un espejo con algo que se agitaba muy por debajo de su superficie.Sbitamente, del centro mismo se elev una vaharada de efluvios, seguida por algo ms delgado. Y sinuoso. Y vivo. Algo muy parecido a una mano.Una mano con largas uas, ms afiladas que garras, y dedos que se proyectaban con avidez. Tres dedos, luego cuatro, luego un pulgar. La niebla de la cinaga los envolva con sus jirones rizados, adornndolos con delicados anillos de vaporoso encaje. Pero los dedos se libraron de ella con una sacudida, antes de cerrarse en un puo.Durante un rato, el puo se apret, crispado, como si comprobase su propia realidad. La piel, casi tan plida como los vapores del entorno, palideci an ms. Las uas se clavaron todava ms en la carne. El puo entero temblaba por la tensin.A un ritmo casi imperceptible, la mano empez a relajarse. Los dedos se extendieron, se flexionaron y araaron el aire. Unos brumosos hilos se enrollaron al pulgar y se propagaron a la palma abierta. Al mismo tiempo, el espejo se oscureci. De los bordes de piedra resquebrajada, unas oscuras sombras se volcaron lentamente al interior, hasta cubrir toda la superficie. En pocos segundos, el arco entero reluca como un cristal negro, con su lisa superficie inmaculada, excepto por la plida mano que se retorca en su centro.Un seco chasquido restall en el aire. Poda haber surgido del espejo o de las antiguas piedras mismas, o de algn lugar distinto. Lo acompaaba un aroma empalagosamente dulce que recordaba al de los rosales en flor.Se levant un viento que se llev el sonido y el perfume. Ambos se desvanecieron en el inhspito territorio de las Marismas Encantadas. Nadie, ni siquiera los espritus de la cinaga, advirti lo que suceda. Tampoco nadie presenci lo que ocurri a continuacin.La mano, con los dedos extendidos en toda su longitud, sali por completo del espejo, seguida por la mueca, el antebrazo y el codo. La reluciente superficie se quebr de repente y volvi a fusionarse con el tembloroso y cambiante espejo, tan inquieto como las brumas de sus profundidades.De debajo del arco, surgi una mujer. Apoy sus botas en el cenagoso suelo y alis las arrugas de su tnica blanca y de su chal de hilo de plata. Alta y delgada, se ergua con unos ojos tan desprovistos de luz como el interior de una piedra. Al mirar hacia atrs al espejo, sonri lgubremente.Sacudi la cabeza, con lo que los bucles de su larga melena negra se bambolearon rtmicamente, y dirigi su atencin a las marismas. Durante un rato escuch sus distantes gemidos y siseos. Despus, gru con satisfaccin.Esta vez, querido Merln susurr para s misma, no te me escapars.Dicho esto, se arrebuj en su chal y sigui su camino hacia la penumbra.

PRIMERA PARTE

1

SombrasTens los msculos para aplicar toda mi energa a la labor, pero mi sombra se neg a moverse.Volv a intentarlo. De nuevo, la obstinada sombra rehus obedecerme. Cerr los ojos un gesto sin sentido, ya que me resultaban intiles para ver, habiendo sido reemplazados por mi segunda visin tres aos antes y me esforc al mximo por concentrarme. Por no percibir nada ms que mi sombra. No era tarea fcil, en un radiante da de verano como ste.Bien, adelante. Despej mi mente de todo pensamiento, apart el rumor de la hierba de este prado alpino y del chapoteante arroyo cercano. Ya no ola a menta, lavanda o mastuerzo, intensos olores casi hasta el punto de hacerme estornudar. Ya no notaba la pea rugosa por los lquenes amarillos que crecan debajo de m; ya no existan las montaas de Varigal, jaspeadas de nieve incluso en verano, elevndose ante m. Ya me preguntaba si encontrara a mi viejo amigo, el gigante Shim, en estas colinas tan prximas a su hogar. Y, lo ms difcil de todo, mis pensamientos ya no se desviaban hacia Hallia.Slo exista mi sombra.Empezando por abajo, repas su contorno sobre la hierba. Primero, las botas, con los cordones de cuero colgando, plantadas firmemente en lo alto de la pea. Despus, las piernas, las caderas y el pecho, ahora menos esculidos que de costumbre a causa de mi tnica hinchada. De un costado me colgaba la talega de cuero y del otro, la espada. Y mi cabeza, vuelta hacia un lado justo lo suficiente para que se proyectara la punta de mi nariz, la cual, con gran consternacin por mi parte, haba empezado a curvarse como un gancho en los ltimos meses. Ya pareca ms un pico que una nariz y me recordaba a la rapaz que haba inspirado mi nombre. A continuacin, naturalmente, vena mi cabello: ms negro incluso que mi sombra. Y, rezongu para mis adentros, igualmente dscolo.Muvete, orden en silencio a mi sombra, mientras mantena inmviles todos los msculos de mi cuerpo.No hubo respuesta.Levntate, insist, concentrando mi mente en el brazo derecho de la sombra.Todava nada.Lanc un gruido. Ya haba desperdiciado la maana entera procurando incitarla a que se moviera con independencia de m. Y si disociar la propia sombra era una habilidad reservada solamente a los magos de ms edad, los verdaderos magos? Nunca se me haba dado muy bien eso de esperar.Inspir lenta y prolongadamente. Sube. Sube, te digo.Durante un rato, exasperado, clav la mirada en la oscura silueta. De pronto... algo empez a cambiar. Despacio, muy despacio, el contorno de la sombra comenz a temblar. Los bordes de los hombros se hicieron borrosos, y los brazos vibraban con tanta violencia que parecan ms gruesos.Eso est mejor. Mucho mejor. Me obligu a permanecer inmvil, sin enjugarme siquiera las molestas gotas de sudor que resbalaban por mis sienes. Ahora el brazo derecho. Levntate.Con una brusca sacudida, el brazo de la sombra se extendi. Y se elev sin detenerse hasta sobrepasar la altura de la cabeza. Aunque segu sin moverme, un escalofro recorri mi cuerpo, una mezcla de emocin, descubrimiento y orgullo por mis crecientes poderes. Por fin, lo haba conseguido! Me mora de impaciencia por enserselo a Hallia.Me senta como si pudiera pasar flotando por encima de la pea, pero no me mov. Slo mi sonrisa cada vez ms amplia delataba mis sentimientos. Volv a concentrarme en la sombra, con el brazo alzado para saborear mi triunfo. Pensar que era capaz, con apenas quince aos de edad, de conseguir que mi sombra moviera sola el...El brazo izquierdo? Not una opresin en el pecho. Tena que haber movido el brazo derecho, no el izquierdo! Con un rugido, di un fuerte pisotn en el suelo y manote con furia. La sombra, como por despecho, manote a su vez.Sombra estpida! Yo te ensear a obedecerme!Y cundo ser eso? pregunt una sonora voz a mis espaldas.Gir en redondo y me encontr cara a cara con Hallia. Caminaba con la ligereza de un ciervo, ms cimbreante que la hierba en verano. Pero yo saba que, incluso bajo su forma de joven hembra humana, siempre estaba alerta ante cualquier posible peligro, siempre dispuesta a correr como la cierva en la que poda convertirse en un instante. La luz del sol se reflejaba en su gruesa trenza castao rojiza cuando sus inmensos ojos pardos me miraron con simpata.La obediencia, si no recuerdo mal, no es uno de tus puntos fuertes.No era a m, sino a mi sombra!Sus ojos chispearon maliciosamente.Donde salta el ciervo, salta su sombra.Pero..., pero yo... Mis mejillas estaban encendidas mientras tartamudeaba. Por qu has tenido que llegar precisamente ahora, cuando acabo de hacer el ridculo?Hallia se acarici su largo mentn.Si no supiera que es imposible, dira que pretendas impresionarme.En absoluto. Crisp los puos y luego los agit amenazadoramente contra mi sombra. Al ver que ella me devolva el gesto, mi clera no hizo ms que aumentar. Sombra estpida! Slo quiero que haga lo que le mando.Hallia se agach para observar una espiga de altramuz, de un morado tan intenso como su tnica.Y yo slo quiero que seas un poco ms humilde. Olisque la torre de ptalos. Eso suele ser responsabilidad de Rhia, pero como ha ido a aprender la lengua de las guilas de las caadas...Llevndose mi caballo refunfu, intentando desentumecer mis hombros rgidos.Es verdad. Levant la vista y sonri, ms con los ojos que con los labios. Despus de todo, ella no puede correr como un ciervo.Curiosamente, su tono de voz, su sonrisa, sus palabras tuvieron el efecto de disipar mi furia como si fuera niebla bajo el sol de la maana. Incluso mis hombros se relajaron. No se me ocurra cmo era posible. Pero, de pronto, record los secretos que me haban enseado Hallia y su desaparecido hermano, sobre todo el de transformarme en ciervo, junto con la dicha de correr a su lado con pezuas en lugar de pies, con cuatro patas en vez de dos piernas; con una visin aguda y un olfato an ms agudo; con la capacidad de or no slo mediante los odos, sino a travs de mis propios huesos.Es... bueno, es... ah! balbuce. Bonito, supongo. Estar aqu. Contigo, quiero decir. Slo... bueno, slo contigo.Sus ojos de cierva, de repente tmidos, desviaron la mirada.Envalentonado, descend de la pea.Ni siquiera durante estos das, estas semanas que llevamos viajando juntos, hemos pasado demasiado tiempo solos. Alargu el brazo, inseguro, para cogerle la mano. Cuando no era alguien de tu pueblo, o un viejo amigo, era...Me solt la mano con brusquedad.No te gusta lo que te he enseado?No. Quiero decir, s. Es que... Oh, no es eso lo que quiero decir! Sabes lo mucho que me ha encantado estar aqu, ver los pastos de verano de tu pueblo: esos altos prados, la cuenca de los alumbramientos, todas las sendas ocultas entre los rboles. Es slo que, bueno, lo mejor de todo ha sido...Me fall la voz y Hallia lade la cabeza.S?

Me volv hacia ella, y nuestras miradas se encontraron una fraccin de segundo. Pero me bast para que olvidara lo que iba a decir.S? me anim. Dmelo, joven halcn.Ha sido, bueno... Recrcholis, no lo s! Frunc el entrecejo. A veces envidio al viejo Cairpr, que vomita poemas cuando le viene en gana.Hallia me dedic media sonrisa.ltimamente, casi todo son poemas de amor para tu madre.No me refiero a eso! exclam, ms turbado que nunca. Luego, al ver su expresin de desconsuelo, comprend que haba metido la pata. Quiero decir..., cuando digo eso, lo que quiero decir es... No, en fin, eso no es lo que quera decir.Ella se limit a menear la cabeza.De nuevo, tend la mano en su direccin.Por favor, Hallia. No me juzgues por mis palabras.Mmmm gru. Entonces, cmo debo juzgarte?Por otras cosas.Como cules?Me sent posedo por una repentina inspiracin. Le cog la mano y ech a correr por la hierba, obligndola a seguirme. Nuestros pies batan el suelo al unsono. Cuando nos acercbamos a la orilla del arroyo, nuestra espalda se inclin, nuestro cuello se estir, nuestros brazos se alargaron hasta tocar el suelo. Las caas de un vivo color verde que crecan al borde del agua, centelleantes de roco, se separaban ante nosotros. Con un solo movimiento, pues un nico cuerpo parecamos, brincamos en el aire, con la soltura y la fluidez del ro que cruzbamos.Aterrizamos en la orilla opuesta, totalmente transformados en ciervos. Meciendo la cabeza de lado a lado, me encabrit e inspir una profunda bocanada de aire para llenar los ollares con los variados perfumes del prado y la libertad incondicional de un ciervo. Las patas delanteras de Hallia rozaron las mas; respond acaricindole con un asta el grcil cuello. Un segundo ms tarde, estbamos brincando juntos por la hierba, correteando, escuchando las susurrantes caas y los innumerables murmullos secretos del prado. Retozamos durante un tiempo que no se mide en minutos, sino en magia.Cuando finalmente nos detuvimos, nuestro pelaje reluca de sudor. Trotamos hasta el arroyo, pastamos durante un rato entre los brotes que crecan en la orilla y nos refrescamos en las aguas poco profundas. Empezamos a remontar la corriente con el lomo ms recto y la cabeza erguida. Enseguida dejamos de vadear sobre cascos para hacerlo con nuestros pies, los mos calzados con botas y los suyos descalzos.En silencio, salimos a la cenagosa orilla y nos internamos entre las caas. Cuando llegamos a la pea, el escenario de mi infructuoso intento de disociar los movimientos de mi sombra de los mos, Hallia se encar conmigo, y en sus ojos de cierva an brillaba una luz.Tengo que decirte algo, joven halcn. Algo importante.La observ con el corazn latiendo como si unos grandes cascos galoparan por el interior de mi pecho.Empez a hablar, pero se contuvo.Es que... Oh, joven halcn!, me cuesta mucho expresarlo con palabras.Te comprendo, creme. Le pas la mano suavemente por el brazo. Ms tarde, quiz.Volvi a intentarlo, vacilante.No, ahora. Hace tiempo que quiero decrtelo. Y la sensacin es ms fuerte cada da que pasamos en los pastos de verano.S? Hice una pausa, con un nudo en la garganta. Qu pasa?Se arrim unos milmetros a m.Quiero que... que sepas una cosa, joven halcn.Que sepa qu?Que yo..., no, que t...De pronto, un pesado objeto me embisti y me derrib de espaldas. Rod por la hierba y no me detuve hasta llegar justo al borde del agua. Tras desenredarme de mi tnica, que en la cada se haba enrollado a mi cabeza y a mis hombros, me puse en pie de un salto, levantando una oleada de barro. Con una mueca, empu mi espada y me enfrent a mi agresor.Pero, en lugar de abalanzarme sobre l, lanc un gemido.T no. Ahora no.Una joven hembra de dragn, de relucientes escamas moradas y escarlatas, se haba posado junto a nosotros. En ese momento, plegaba sobre la espalda sus correosas alas, que an temblaban ligeramente por la tensin del vuelo. Su inmensa y larguirucha figura ocultaba la pea, adems de una buena parte del prado, razn por la cual me haba empujado con violencia al aterrizar. Slo el veloz instinto de Hallia la haba salvado a ella de correr la misma suerte.La cra de dragn inspir honda y pesadamente. Su cabeza, casi tan grande como todo mi cuerpo, se inclinaba desolada sobre sus enormes hombros. Incluso sus alas colgaban lnguidas, al igual que una de sus orejas azules como estandartes. La otra oreja, como siempre, sobresala lateralmente de su cabeza, menos parecida a una oreja que a un cuerno mal situado.Al ver mi expresin enojada, Hallia se coloc en actitud protectora al lado de la hembra de dragn y apoy una mano en el extremo de la oreja protuberante.Gwynnia lo siente, no lo ves? No pretenda hacerte ningn dao.La hembra de dragn arrug el hocico y lanz un profundo gemido gutural.Hallia escrut el interior de sus triangulares ojos naranjas.Acaba de aprender a volar. Sus aterrizajes an son un poco torpes.Un poco torpes! exclam, todava irritado. Por poco me mata!Me dirig a mi cayado, que tambin haba cado sobre la hierba, y lo bland ante el rostro de la cra de dragn.Eres como un gigante borracho. No, peor! Por lo menos l se dormira en algn momento. T slo eres ms grande y ms torpe cada da.Los ojos de Gwynnia, brillantes como la lava, se entrecerraron. De las profundidades de su pecho brot un ruido sordo que fue aumentando de volumen. De pronto, la hembra de dragn se envar y lade la cabeza, como si el sonido la desconcertara. Luego, cuando el rumor se extingui, abri sus descomunales fauces erizadas de dientes y bostez prolongadamente.Algrate de que an no haya aprendido a escupir fuego me previno Hallia. Enseguida, aadi: Aunque estoy segura de que nunca lo utilizara contra ti. Se puso a rascarle el canto de la oreja rebelde. Verdad, Gwynnia?La cra de dragn lanz un fuerte ronquido. A continuacin, en el otro extremo del prado, la punta de la cola provista de pas se elev, se curv y se acerc velozmente a ellos. Con la delicadeza de una mariposa, la punta se pos sobre el hombro de Hallia. All permaneci, escamas moradas sobre tela morada, abrazndola suavemente.Me sacud parte del barro de la tnica y dej escapar un suspiro de exasperacin.Es difcil estar enfadado mucho rato con ninguna de vosotras. Fij la mirada en uno de los brillantes ojos de la cra de dragn. Me perdonas? Por un momento, he olvidado que nunca te alejas mucho de Hallia.La joven humana se volvi para mirarme.Por un momento dijo en voz baja yo tambin lo haba olvidado.Asent tristemente.No es culpa tuya.Claro que s. Rasc las escamas doradas de la puntiaguda cola. Cuando empec a cantarle por las noches todas las canciones que me cantaban a m de pequea, no tena ni idea de que se encariara tanto conmigo.Ni de que crecera tanto.Hallia sonri a medias.Supongo que no debimos permitir que Cairpr le pusiera un nombre de tanto peso, sacado de las antiguas leyendas de dragones, a menos que espersemos que algn da estuviera a la altura de l.Es verdad, el nombre de la primera reina de los dragones, la madre de toda su raza. Me mordisque el labio, recordando la vieja leyenda. La que arriesg su propia vida para tragarse el fuego de una gran montaa de lava, con el fin de poder, ella y todos sus descendientes, arrojar fuego junto con el aliento.Al orlo, Gwynnia abri sus fauces de par en par y bostez de nuevo, esta vez de un modo tan ruidoso que tuvimos que taparnos las orejas. Cuando el bostezo concluy, observ:Me parece que la reina necesita dormir la siesta. Con un esperanzado susurro, aad: Quizs an podamos terminar nuestra conversacin.Hallia asinti, aunque se revolvi con incomodidad. Pero antes de que pudiera abrir la boca, un nuevo sonido atraves el aire. Era un quejido agudo y lastimero, el tipo de sonido que slo puede emitir alguien que se halla en trance de muerte. O, para ser ms precisos, alguien para quien la muerte sera un alivio.

2El bolarvaLos gritos de angustia procedentes de algn punto cercano al arroyo no se interrumpieron. Aferrando mi cayado, cruc a la carrera la zona de hierba, seguido por Hallia. La cra de dragn se limit a observarnos con ojos soolientos, mientras se rascaba un ala con su enorme hocico. Incluso antes de llegar a la orilla, ca en la cuenta de que el gemido, tan fuerte que ahogaba el rumor del agua que chapoteaba entre las piedras, provena de detrs de un recodo del arroyo, corriente arriba. Hallia y yo nos precipitamos hacia el lugar, para lo que tuvimos que apartar unas aulagas amarillas que crecan junto al arroyo.All, luchando por salir a la lodosa orilla, estaba la criatura ms estrafalaria que jams haba visto. Su cuerpo era oscuro, redondeado y esbelto, muy parecido al de las focas de la costa occidental de Fincayra, aunque de menor tamao. Tambin este ser posea los largos bigotes de una foca y los mismos ojos profundos y apesadumbrados. Pero, en lugar de aletas, esta criatura tena brazos, tres a cada lado. Delgados y huesudos, los brazos terminaban en sendos pares de pinzas que recordaban a las de los cangrejos. De su barriga bien acolchada colgaba una red de hilos verdosos entrelazados quizs una bolsa mientras que de su dorso sobresala una fila de largas y delicadas placas dorsales que se enroscaban sobre s mismas hasta formar una apretada espiral.Entonces repar en el irregular corte, semioculto por una costra de barro, que recorra su flanco derecho de arriba abajo. Cuando la criatura se dej caer blandamente en la orilla, entre lastimosos gemidos, me arrodill a su lado. Enseguida, intent limpiar la herida remojndola con agua del arroyo. Al principio, la pobre bestia, extenuada por su prolongado sufrimiento, no pareci advertirlo. Al cabo de un momento, sin embargo, hizo una brusca y violenta sacudida.Oh, terribloso muertedolor! Horriblosa sangrerida! bram. Es mi muertefinal, prontoya, demasiadoso prontoya... An soy pequejoven, casi un solobeb.No te preocupes respond, tranquilizador, con la esperanza de que mi idioma le pareciera menos extrao que a m el suyo. Estoy seguro de que ese corte duele, pero en realidad no es muy profundo. Introduje la mano en mi talega y saqu un puado de hierbas medicinales. Estas hierbas...Son para matacomer al pobrem, claro! Qu muertefinal ms espanturosa, ms lastimerosa. Todo su cuerpo temblaba convulsivamente, en especial los gruesos pliegues de grasa que formaban una papada bajo su mentn. Tantuchsimo sufrehuir, para finacabar guisacomido por un crueloso monstrumano!Negu con la cabeza.No lo entiendes. Intenta relajarte. Dej caer unas gotas de agua sobre las hierbas y las amas hasta obtener un emplasto. Esto te ayudar a curarte antes, as de simple.La criatura chill y forceje para zafarse de mi abrazo.Monstrumano! Vasaquieres hacerme polvomorder como un velocirrayo. Oh, desdichadoso de yom! Ya vienacerca mi finfatal, mi...No declar. Tranquilzate, quieres?Entonces me enjaulaprisionars, seguroso. Me publiexhibirs como un rarobicho! Y todosms monstrumanos harn piedrapuntera contra mi jaulaprisin o me pellizcadolern entre los hierrobarrotes. Terribloso destisino, horribloso finfa...No! Intent aplicar el emplasto a la herida por todos los medios, pero los constantes molinetes de los brazos de la criatura me lo impedan. En varias ocasiones, estuvo a punto de resbalarse de mi regazo y caer al agua, o a las matas de aulaga. He venido a ayudarte, no lo comprendes?Mismot? Un monstrumano? Cuandojams ha hecho un monstrumano una cosalgo por quiereayudar a un bolarva?Un bolarva? repiti Hallia, inclinndose para examinarlo ms de cerca. Vaya, bien podra ser. Al reparar en mi expresin de desconcierto, me explic: Uno de los seres ms raros de esta isla. Slo haba odo contar historias... Pero s, ste, sin duda, encaja con la descripcin. Aunque no entiendo qu est haciendo aqu. Cre que slo vivan en las marismas ms remotas.En las Marismencantadas, seguroso gimote el bolarva. Prontaclarad vuestras dudapreguntas! Antes de enjaulaprisionarme, pegapalizarme y hiervaguarme con muchosdiez podripatatas. Oh, tragicoso realmundo, calamiturosa granafliccin!Meneando la cabeza, volv a examinar el tajo.Eres un tipo confiado, verdad?S, todomuy seguroso vocifer la criatura, y a sus redondos ojos asomaron sendas lgrimas. Es mi naturalser. Demasiadoso confiacrdulo, demasiadoso tontingenuo. Siempre voyaquiero ver felizfinal en todoquier situacaso, asiese soy yom. Por asieso es mi maldestino duelemorir entre podripatatas. Un feocrudo destisino!El bolarva inspir lenta y entrecortadamente.Buenova, yaempieza y chillamtame. Moricaer honrurosamente. Guard silencio durante dos segundos. Despus, de improviso, bram: Menudorrible embrolo! Ser guisacomido yahora! Tanmuy pequejoven, tanmuy bravofuerte. Tan...Silencio! orden, tras lo cual me acomod en la orilla. Mostrando los dientes, le dirig una mirada fulminante. Cuanto ms protestes, ms terrible ser tu muerte.Hallia me mir sorprendida, pero no le hice caso.S, ya lo vers insist con expresin asesina, aunque tena que hacer grandes esfuerzos por contener la risa. Mi nica duda es cmo matarte. Pero una cosa es cierta: cuanto ms alborotes, ms doloroso har que sea para ti.De verdacierto? gimote el bolarva.S! Y ahora deja de lloriquear.Oh, tembloso...He dicho ahora!La bestia guard silencio. Excepto por algn espordico estremecimiento que sacuda su cuerpo desde el arranque de su cuello hasta su bajo vientre, permaneci inmvil como un cadver en mi regazo.Coloqu las manos delicadamente sobre la herida. Empec a concentrarme en las capas ms profundas de la carne, donde el tejido estaba ms desgarrado. Al mismo tiempo, inspir a fondo. Imagin que mis pulmones no se llenaban de aire, sino de luz, la clida y tranquilizadora luz del sol en verano. Aqu, en el territorio amado por los hombres ciervo, donde Hallia y yo habamos retozado tan libremente y yo tena la certeza de que volveramos a hacerlo. Al rato, la luz rellen todo el resto de mi cuerpo y se desbord por mis hombros, se derram por mis brazos y fluy hasta las yemas de mis dedos.A medida que la luz curativa se verta sobre la herida del bolarva, su cuerpo, bigotes incluidos, empez a relajarse. De pronto volvi a gemir, pero esta vez el sonido era distinto, no tanto de dolor como de sorpresa, quizs incluso de placer. Pero sabiendo cunto trabajo delicado me esperaba, lo fulmin con una mirada colrica. Se call en el acto.Empec a dirigir la luz hacia la carne abierta. Como un bardo taendo un arpa rota, fui pasando de una fibra de tejido a la siguiente, unindolas y tensndolas con cuidado, comprobando su firmeza una por una antes de pasar a la siguiente. En cierto punto encontr una maraa de tendones seccionados, cortados casi hasta el hueso. Los ba de luz durante un rato slo para separarlos unos de otros. Al final, los afloj y luego volv a conectar los tejidos con mucho cuidado, animndolos a que recuperaran su vigor, su integridad. Capa a capa, fui ascendiendo por la herida, acercndome lentamente a la superficie.Varios minutos ms tarde, apart las manos. La negra piel del bolarva reluca, lisa e intacta. Me senta exhausto y me recost en la empinada orilla, apoyando la cabeza en una raz de aulaga. El cielo azul era visible entre las flores amarillas que formaban un dosel sobre mi cabeza.Finalmente, me incorpor y le di unas suaves palmaditas en el flanco al bolarva.Bueno suspir, has tenido suerte. Al final he decidido no hervirte.Los ojos de la criatura, ya abiertos de par en par, estuvieron a punto de salirse de sus rbitas. Pero no dijo nada.Es verdad, amiguito. No tena intencin de hacerte dao, pero era la nica manera de conseguir que te estuvieras quieto.Te ests burlarriendo de yom gru, retorcindose en mi regazo. Eres crueloso y malvadoso.Hallia me dirigi una clida mirada.Ahora no te cree. Pero te creer, con el tiempo.Mismeso ni en duermesueos! El bolarva desenrosc bruscamente varias de sus colas, rode con ellas una roca que descollaba en la ribera y se zaf de m. Aterriz con un chapoteo en las someras aguas, a mis pies. Braceando enrgicamente con sus seis extremidades, nad corriente abajo a una velocidad de vrtigo. En un abrir y cerrar de ojos, lleg al recodo y desapareci de la vista.Hallia se rasc su fina barbilla.No es ninguna tontera decir que lo has salvado, joven halcn.Lanc una mirada de reojo a mi sombra, acuclillada a mi lado en el barro, y su postura me pareci insolente.Me alegro de poder hacer algo bien.Hallia se agach para pasar por debajo de una rama y se dej caer a mi lado con la gracilidad de una flor al desplegar sus ptalos.Creo que curar es diferente de cualquier otra magia.Y eso?Hizo rodar una ramita entre sus dedos pensativamente y luego la arroj a la corriente.No lo s con exactitud, pero la magia de curar parece surgir ms del interior; del corazn, quiz, o de un punto an ms profundo.Y los otros tipos de magia?Bueno, tengo la impresin de que provienen del exterior de nosotros mismos. Indic el cielo ail con un amplio ademn. De algn sitio de ah fuera. Esos poderes llegan hasta nosotros y a veces circulan por nuestro interior, pero en realidad no forman parte de nosotros. Utilizarlos es ms parecido a emplear una herramienta, como un martillo o una sierra.Me arranqu del cabello un palito recubierto por una costra de lodo.Te entiendo, pero y la magia que utilizamos para convertirnos en ciervos? Esa no surge de nuestro interior?No, en realidad no. Extendi una mano y luego la cerr con la forma aproximada de una pezua de ciervo. Al principio, cuando me propongo transformarme, siento mi magia interior, pero slo una chispa, como una especie de invitacin que me conecta con la magia ms amplia que existe fuera de m. Esa es la magia que produce el cambio en todas sus formas: la noche en da, el cervato en ciervo, la semilla en flor. La magia que promete... Hizo una pausa para acariciar una rizada fronda de helecho que brotaba a su lado en la orilla. Que cada prado, enterrado bajo la nieve durante el largo invierno, cobre vida una vez ms en primavera.Asent, arrullado por el rumor del cantarn arroyo. Una serpiente, fina y verde, asom entre un grupo de caas que creca a mis pies y rept hasta el agua.A veces percibo esos poderes externos, esos poderes csmicos, con tanta intensidad que tengo la sensacin de que son ellos quienes me utilizan a m, quienes me empuan como si yo fuese su pequea herramienta. O que me escriben como una novela, cuyo final no puedo cambiar haga lo que haga.Hallia se acerc ms a m, hasta que su hombro rozaba el mo.Es toda esta charla, verdad? Oh, s, joven halcn. Lo he odo, incluso a miembros de mi clan que deberan ser menos ingenuos. Todo eso acerca de tu futuro, de tu destino, de ser un mago.Y no slo un mago cualquiera aad, sino el ms grande de todos los tiempos. Ms incluso que mi abuelo, Tuatha, segn algunos, y l fue el mago ms sabio y poderoso que ha existido. Es... bueno, un peso muy grande para cargarlo constantemente. Tanto que a veces es lo nico que noto. Como si mis elecciones, mis propias decisiones, no fueran mas, despus de todo.Pero lo son! No puedes dudarlo. Son lo que te hace... ser como eres. Por eso quera decirte... Su voz descendi de volumen hasta que no era ms que un susurro lo que quera decirte.Y me lo dirs ahora?No declar, resuelta a no desviarse del tema de conversacin. Escchame. Sinceramente crees que no tienes ms influencia sobre tu futuro que una bellota destinada a convertirse en roble, porque sera imposible que llegara a ser un fresno o un arce, por mucho que se esforzara?Hurgu con el tacn de mi bota en la cenagosa orilla, desanimado.Eso parece.Pero t tienes tu propia magia, no? Lo que he dicho acerca de los poderes externos es verdad, pero si podemos utilizarlos en alguna medida es porque poseemos poderes propios, magia propia, en nuestro interior. Y t, joven halcn, tienes una asombrosa capacidad de participar de la magia ms amplia. De recibirla, concentrarla y hacer que se incline ante tu voluntad. Lo veo en ti constantemente, con la misma claridad que el reflejo de una cara en un estanque.Quizs ese reflejo es el tuyo, no el mo.Hallia neg con la cabeza con tanta energa que su trenza castao rojiza fustig el aire y me roz una oreja.Sin tu magia interior no habras podido curar al bolarva como lo has hecho.Pero estaba utilizando mi propia magia y tomando mis propias decisiones para curarlo? O simplemente cumpla mi destino, saliendo al escenario para representar un guin escrito por otra persona hace mucho tiempo? Tamborile con los dedos sobre la empuadura del arma que yaca a mi lado. Incluso esta espada forma parte de mi destino. Eso fue lo que me dijo el gran espritu Dagda en persona. Me orden custodiarla, porque algn da debo entregrsela a un gran rey, si bien trgico, un rey tan poderoso que lograr arrancarla de una vaina de piedra. Hice una pausa, intentando recordar cmo lo haba descrito Dagda: Un muchacho nacido para ser rey, cuyo reinado perdurar en los corazones mucho despus de que haya desaparecido de la tierra.Hallia enarc una ceja con incredulidad.Un destino predicho no es un destino vivido.Es uno de los antiguos proverbios de tu gente?Mmmm, no tan antiguo. Mi padre fue el primero en decirlo. Pensaba mucho en estas cosas. Me dio un codazo tan fuerte que mi hombro contrario choc con una rama y desprendi varias hojas. Como alguien que conozco.Sonre forzadamente y mir de reojo mi cayado, que haba dejado sobre un canto rodado a la orilla del arroyo. El agua lama su caa, mojando los siete smbolos grabados de arriba abajo y hacindolos relucir de un modo extrao.Cuanto ms pienso en las cosas, en el destino o en lo que sea, menos s en realidad.Inesperadamente, Hallia se ech a rer.Eso mismo deca mi padre! Ms veces de las que podra contar.Fue mi turno de darle un codazo.Qu ms sola decir?Sobre el destino? Medit unos instantes. No mucho, aunque s algo desconcertante.Qu?Deca, si lo recuerdo bien, que buscar el propio destino es como mirarse en un espejo. Ves una imagen, aunque sea borrosa, con la poca o mucha luz que haya en ese momento. Pero si la luz cambia algn da, lo mismo le ocurrir a la imagen. Y si la luz se apaga finalmente, el espejo estar vaco. Por eso, su conclusin era que el espejo ms autntico es... cmo lo deca? Ah, s. El espejo ms autntico es el que no necesita luz.Frunc el ceo, perplejo.El que no necesita luz? Qu quera decir con eso?Nadie de mi clan le ha encontrado sentido nunca, aunque muchos lo han intentado. Me contaron que algunos ancianos debaten interminablemente al respecto, sin ningn resultado. Por eso es mejor no dedicar demasiado tiempo a reflexionar. Mi padre saba mucho, pero tambin disfrutaba gastando bromas a los dems.Asent, sin dejar de interrogarme acerca de la curiosa afirmacin. Bien poda haber sido un chiste. Pero y si realmente significaba algo? Era evidente que los ancianos as lo crean, o de lo contrario no habran desperdiciado tanto tiempo intentando comprenderlo. Tal vez un da, alguien lo conseguira. Quizs... incluso yo mismo. Por un momento, me deleit con la idea; una idea encantadora, por cierto: yo, Merln, poda ser quien arrojara luz sobre el antiguo misterio. Y sobre otros muchos misterios ms.Me distrajo un repentino movimiento en la cenagosa orilla. Mi sombra! Aunque yo estaba sentado perfectamente inmvil, ella pareca moverse, de hecho pareca estar temblando. Poda tratarse slo del efecto de la luz reflejada en el arroyo? Enfoqu al mximo mi segunda visin. No, no caba la menor duda.Mi sombra me deca que no moviendo enrgicamente la cabeza.

3SecretosLanc un gruido a mi insolente sombra, que segua mofndose de m desde la orilla del arroyo.Por qu no te quedaste en la pea de antes?Hallia se puso rgida y dio una palmada sobre la embarrada pendiente.Joven halcn!No te lo deca a ti, perdona. Extend el brazo, pero ella rechaz mi mano con un gesto de enfado. Dirig una hosca mirada a mi sombra, que pareca estar tronchndose de risa. Hallia, no estaba hablando contigo! Hablaba con mi sombra.Lentamente, su expresin se suaviz.Me parece que, ltimamente, tienes tantos problemas con esa sombra como con Gwynnia. Apart unas ramas para otear el prado donde habamos dejado a la cra de dragn. Se ha vuelto a marchar. Me pregunto adonde.Probablemente, slo a pastar ro abajo. No puede estar lejos, eso seguro. Arroj un canto rodado a mi sombra, casi esperando que me lo devolviese. Y dime, cmo saba tanto tu padre? Era un estudioso? Un bardo?Nada de eso. Fue el sanador de nuestro clan durante muchos aos. Juguete con su trenza, separando los cabellos como si estuviera desenredando un recuerdo muy embrollado. Incluso despus de que el mar nos obligara a abandonar nuestras tierras ancestrales, lo cual por poco le rompe el corazn, prosigui su trabajo. Y sus conocimientos iban mucho ms all del arte de curar. Comprenda cosas que nadie ms saba sobre ciertos lugares. Y... ciertas personas. Trag saliva. Supongo que por eso le confiaron a su cuidado una de las Siete Herramientas Mgicas.Di un respingo.De veras?Ella asinti.Cul?No debo decir nada ms. Es un secreto de los Mellwyn-bri-Meath.Nos dedicamos a contemplar el agua que circulaba a nuestros pies, y mis recuerdos fluan como el arroyo. Recordaba bien aquellas legendarias herramientas, puesto que consegu rescatar la mayora de ellas cuando el Castillo Velado se derrumb. Estaba el arado que labraba el campo solo, la sierra que slo cortaba la cantidad de madera necesaria y... qu ms? Ah, s: la azada, la pala y el martillo mgicos. Adems de aquel balde, casi tan pesado como el arado, ya que siempre rebosaba de agua.Slo la sptima herramienta haba escapado de m, aunque no de mis pensamientos. Pues, aunque no conoca su descripcin, y mucho menos sus poderes, soaba a menudo en encontrarla, normalmente detrs de un impenetrable muro de fuego. Cada vez que, en mis sueos, intentaba recuperarla, las abrasadoras llamas me quemaban las manos, la cara, los ojos invidentes. Lo nico que oa eran mis gritos; lo nico que ola era el hedor de mi piel achicharrada. Cuando no poda seguir soportando la agona por ms tiempo, siempre despertaba baado en sudor.Hallia me acarici tiernamente la mano.Veo en tu rostro, joven halcn, que t tambin conoces algunos secretos sobre las Siete Herramientas Mgicas.Es cierto repliqu, sin apartar los ojos del arroyo. Las he empuado todas, las he utilizado todas, excepto la que se perdi para siempre.Hallia me mir durante un rato largo, sopesando sus reservas. Por fin, suspir.No se perdi.Qu quieres decir? Eso es lo que dice todo el mundo, incluido Cairpr.Porque eso es lo que cree todo el mundo. Excepto mi padre y los pocos de los nuestros a quienes se confi el secreto. Vers, esa herramienta mgica es la que le encomendaron a l. Y cuando los soldados del malvado rey Stangmar vinieron a arrebatrsela, mi padre no les dio la verdadera herramienta, sino una copia que haba fabricado l, una falsificacin. La autntica la escondi en un lugar seguro.Dnde?Nunca se lo cont a nadie. Poco despus de que les diera el cambiazo, los cazadores... lo encontraron.Reconoc el pesar en sus ojos y la rode con mis brazos. Permanecimos all sentados un buen rato, contemplando los remolinos de la corriente. Pese a lo mucho que deseaba ser partcipe de su secreto, an quera ms ayudarla a sobrellevar la carga.Finalmente, volvi a hablar:Era una llave, joven halcn, una llave mgica. Tallada a partir de un asta pulida, con un zafiro engarzado en su ojo. Sus poderes... Oh, no me acuerdo, como tantas cosas que me contaba mi padre. Entonces yo era muy joven! Para l era muy importante, eso es lo que ms recuerdo. Entrelaz sus dedos con los mos. Aunque tambin recuerdo que una vez dijo que, por grandes que fueran sus poderes, no podan competir con la mano de un sanador.En ese instante, omos un quejumbroso lamento corriente abajo. El sonido aument rpidamente de volumen hasta resultarnos familiar. Al cabo de unos segundos, apareci el bolarva, nadando directamente hacia nosotros, chapoteando furiosamente con sus seis brazos. Remont la corriente, se encaram a la orilla y salt a mis brazos, tembloroso y jadeante.Terromiedo abrumadoroso! barbot, con los ojos relucientes de pnico. Matasesino mutiladoroso! Ya llegaviene, est mismaqu!Antes de que pudiera preguntarle de qu estaba hablando, una enorme cabeza se elev por encima de los marjoletos que crecan corriente abajo. Gwynnia! Cuando extendi su largo cuello escamoso, su oreja tiesa parti varias ramas, provocando la cada de una lluvia de hojas. Sali de entre los rboles, con las alas plegadas y apretadas contra el inmenso lomo, y se agazap ante nosotros. La luz anaranjada de sus ojos se reflej vivamente en el agua.Un dragoterror! chill el bolarva, al tiempo que ocultaba la cabeza bajo mi axila. Estamos condenamuertos, hasta el finltimo de mismonosotros.Tonteras repliqu. Ese dragn es amigo nuestro.No te har dao aadi Hallia.Al or la voz de su amiga, Gwynnia aporre enrgicamente el suelo con su cola. Sin embargo, uno de sus golpes alcanz a un marjoleto y lo arranc de cuajo. El rbol se desplom con gran estruendo sobre el arroyo y esparci un aluvin de ramas y barro por toda la orilla. Al verlo, el bolarva solt un alarido... y se desmay. Se qued tendido en mi regazo, inerte como una tnica empapada. Incluso sus colas, antes tan apretadamente enrolladas, pendan ahora flcidas a su espalda. La cabeza de Gwynnia, ya casi sobre nosotros, se lade con expresin intrigada.Acarici la lisa piel del bolarva.Este tipejo no tiene madera de aventurero. Creo que deberamos mandarlo de vuelta por donde ha venido.A las Marismas Encantadas? pregunt Hallia. Es el ltimo lugar adonde deberas mandarlo.Es de donde viene.Pues ha sido muy listo por escapar! Es un lugar maligno, mortfero, con trampas letales en cada recodo. Mi pueblo, como casi todos los dems pueblos, con excepcin de los espritus de la cinaga, lo evita siempre que puede.Mira, est claro que necesita vivir cerca del agua. Y lejos de los dragones. No s cmo ha llegado hasta aqu, pero seguro que lo mejor es devolverlo a su casa.Hallia neg con la cabeza y toc el hmedo dorso del bolarva.Te digo que es una locura. Adems, esa maldita cinaga est justo al otro lado de la isla.Al detectar cierta inseguridad en su voz, me puse rgido.No me crees capaz de conseguirlo?Bueno... no. No lo creo.La mir hoscamente, con las mejillas encendidas.Saltar es una de las habilidades ms arriesgadas para un mago. T mismo me lo has dicho.Estrell un puo contra la orilla y me manch la tnica de barro.Ya veo que no me crees capaz.Y si lo mandas a otro lugar por error?No cometer ningn error! En ese momento repar en mi sombra, que pareca mover de nuevo la cabeza de lado a lado, y me mord el labio. Y, si por casualidad me falla, por lo menos despertar en algn sitio donde no haya un dragn mirndolo fijamente desde las alturas.Con cuidado, deposit al bolarva inconsciente entre las caas, al borde del agua. A continuacin, cog mi cayado y me puse en pie. Me plant firmemente en la orilla, de espaldas a Hallia, y empec a concentrarme. Casi al instante, sent que los poderes se acumulaban en mi interior y se precipitaban hacia la superficie como la lava de un volcn en erupcin. Finalmente, enton el complejo cntico, invocando la magia superior de Saltar.El viaje que sea cerca, mas la aventura, lejos...

Mirad! Es el Lugar y el tiempo de Saltar.

Ve en busca de una estrella y llega hasta su centro;

en lugar de soar, encuentra Muirthemnar

o el eco de un poema que, como una campana

dispuesta siempre a honrar, jams a denostar,

a lo lejos repica al calor de la maana.

Mirad! Es el lugar y el tiempo de Saltar.Un relmpago de luz blanca estall en la orilla. El agua que circulaba por el canal hirvi y se evapor. Al mismo tiempo, el bolarva desapareci... junto con Hallia y conmigo.

4

MuertedolorAgujas de pino! Rod sobre m mismo y las escup de mi boca. Por encima de mi cabeza, unas tupidas ramas se arqueaban hacia el cielo, con un aspecto tan robusto que parecan capaces de sostener la mismsima bveda celeste. Y lo bastante corpulentas para ocultarla: slo unas cuantas partculas de luz atravesaban el tupido mar de ramas.Buen trabajo, joven halcn.Me encog, escup un grumo de resina pegajosa y luego torc el cuello para mirar a Hallia. Como yo, estaba tendida de espaldas entre agujas de pino y ramitas secas.Est bien reconoc. Mi habilidad de Saltar estaba un poco... desajustada.Hallia se sent y me mir con expresin solemne.Un poco, dices? Me parece que intentabas hacer Saltar al bolarva, no a nosotros. Ahora estamos aqu, en algn bosque, sin ningn punto conocido a la vista. Y tu destino no eran las Marismas Encantadas? Supongo que debera sentirme afortunada de que tu puntera sea tan mala.Se sacudi una aguja de pino de la nariz.Comparado con tu puntera Saltando, la habilidad de Gwynnia para aterrizar es soberbia. Su rostro se ensombreci. Por cierto, dnde est? Se puso en pie de un brinco, acribillndome de ramitas. Gwyyynniaaa! grit, y su voz se intern en el bosque como un gaviln. Mi Gwyyynniaaa!No recibi respuesta. Se volvi hacia m, con la frente surcada de arrugas de preocupacin.Oh, espero que no le haya pasado nada. Si pudiera orme me habra contestado. No creers que...Nos la hemos dejado? termin por ella, incorporndome a mi vez. Me sacud los fragmentos de corteza y las agujas de pino de mi tnica. Me temo que es posible. Muy posible. Despus de todo, no pretenda mandarla a ninguna parte.Tampoco pretendas mandarnos a nosotros! Oh, se habr llevado un susto de muerte. Mir en derredor, hacia los rboles. Quizs est en alguna parte, justo fuera del alcance de mis gritos.Est donde est alguna parte mascull.Con la cabeza vuelta hacia atrs, atisb entre el dosel de ramas e inspir una honda bocanada de aire, impregnado de la dulzura del cedro y el pino. Y algo ms, ca en la cuenta enseguida: un ligero aroma rancio, a algo en descomposicin, que acechaba justo detrs de la dulzura. De todos modos aspir las fragancias, pues por mucho que me disgustaba haberme perdido, siempre disfrutaba en el corazn de un bosque. Cuanto ms oscuro, mejor. Porque cuanto ms oscuro fuera el bosque, ms viejos eran sus rboles. Y cuanto ms viejos eran los rboles, ms misteriosos y sabios resultaban ser, como yo bien saba.Una brisa sacudi las ramas cargadas de agujas y me salpic el rostro de roco. De pronto, record otro da, en otro bosque, en la tierra de Gwynedd que algunos llaman Gales. Perseguido por un enemigo, escap subindome a un rbol: un gran pino, muy parecido a los que ahora se erguan muy por encima de nosotros. Momentos despus me encontr atrapado en una tormenta cada vez ms violenta. El vendaval arreci y tuve que aferrarme al rbol con todas mis fuerzas. Cuando el temporal descarg por fin con toda su intensidad, soport todo el zarandeo y las sacudidas, mecindome y bambolendome, sostenido no, abrazado por aquellas ramas. Y cuando, por fin, la tormenta amain, dejndome empapado entre las ramas de un rbol resbaladizo de lluvia, me sent refrescado, reanimado y renacido.Hallia me dio una palmadita en el brazo. Justo cuando me giraba, otra racha de viento ms fuerte recorri el follaje a toda velocidad. Mi amiga empez a decir algo, pero levant una mano para detenerla. Porque entre los crujidos de las ramas de rbol haba odo voces, profundas y resonantes. Sin embargo, las voces parecan fuera de lugar en un bosque cuyas ramas se elevaban tan majestuosamente. Sonaban llenas de desesperacin y de dolor, ms y ms profundo.Escuch muy concentrado. Los rboles me avisaban agitando sus grandes brazos. No comprend todo lo que decan, porque todos hablaban a un tiempo, a veces en lenguas que yo an no dominaba. Pero haba algunas palabras que me resultaron inconfundibles. De un majestuoso cedro: Nos morimos, morimos. De un tilo cuyas hojas en forma de corazn caan al suelo girando lentamente: Se me est comiendo. Devora mis races, mis races ms profundas. Y de un imponente pino, muy afligido: Mi retoo!Que no se lleven a mi retoo!Cuando el viento se calm, junto con las voces, me volv hacia Hallia.Este bosque tiene algn problema, un gran problema.Yo tambin lo presiento.No parece de origen natural.No, no lo es. Pero si miras atentamente, hay signos por todas partes. Como las plantas trepadoras parsitas que infestan aquel grupo de pinabetes.Y ah, mira eso. Me aproxim al tronco de un pino cercano y rasp un poco de musgo gris y ralo de su corteza. Ya haba visto antes esta especie sobre los rboles, pero slo despus de una inundacin. Nunca en un bosque que crece bien.Hallia asinti tristemente.Ojal pudiramos ayudar en algo. Pero cmo? Adems, ya tenemos nuestros propios problemas. Cmo encontraremos el camino de vuelta a los pastos de verano? Y a Gwynnia, pobrecita ma! Y qu hay del bolarva? Quin sabe dnde estar, a estas alturas?Apret los dientes y me encorv para recoger mi cayado.Oye, lo siento. No tena ni idea de que mi intento de Saltar saldra tan mal. Arrepentido, oprim la nudosa curva del mango de mi cayado. Olvid la primersima leccin, lo que Dagda llamaba el alma de la hechicera: humildad.Furioso conmigo mismo, introduje el cayado en mi cinturn.Necesito otros cien aos de prctica, antes de volver a intentar algo semejante. He podido mandarnos a otro pas, o incluso a otro mundo!Hallia neg con la cabeza.No, no. Mis pies, mi nariz, todos mis huesos me dicen que an estamos en algn lugar de Fincayra. Inspeccion los rboles sumidos en sombras que nos rodeaban. Este bosque me recuerda mucho a otro muy antiguo en el que estuve hace aos, cuando todava era una nia cervata. La mezcla de rboles, su distribucin, todo me resulta de lo ms familiar. Pero aquel lugar estaba mucho ms vivo! Qu clase de enfermedad puede atacar a todo un bosque como ste?Ajjj refunfu una voz angustiada desde detrs de las prominentes races de un cedro. Terribloso muertedolor.Corrimos hacia all. El bolarva, con sus redondos ojos ms apenados que nunca, se retorca entre las races. De sus pinzas colgaban esquirlas de corteza y trozos de aguja de pino, su vientre acolchado se estremeca al menor movimiento y sus bigotes se curvaban con displicencia. Sin embargo, mi segunda visin, ms aguda que la vista de una lechuza en el umbro bosque, no detect rastro alguno de lesin.Me acerqu a l y trat de arrancar una rama pegajosa de savia de una de sus colas. El bolarva se encogi ms para apartarse de m.Ya no tienes nada que temer lo tranquilic. El dragn no est aqu.Pero monstrumanos s! Levant el hocico y olisque el aire, al tiempo que sus ojos se abran an ms desmesuradamente. Y muypeor, verdaderosamente muypeorms, estamos en el sitiorroroso donde menosmuy voyaquiero estar. Sucumbi a un ataque de escalofros y gemidos. Sitiorroroso...Hallia contena el aliento.Acaso sabes dnde estamos?Seguroso gimi el bolarva. N... no fraganciolis el aromaticoso charcocieno?No, yo no declar. Sea lo que sea eso de fragancieno.Charcocieno! El bolarva cerr los ojos y mascujo: Monstrumanos! Son verdaderosamente cortobtusos!Lo sacud hasta que volvi a abrir los ojos.Dnde crees que estamos, eh?Nos lanz una mirada funesta.En el arbolosque oscuroso, el surlindero de las Marismencantadas.Me sobresalt.Las Marismas Encantadas? Ests seguro?Todomuy seguroso! Sus bigotes se erizaron. Piensacrees que no reconozcapto mi amadoso charcocieno?Hallia mene la cabeza.No puede ser. El bosque que yo recuerdo estaba en un terreno ms elevado, muy al sur de las tierras pantanosas, prcticamente a un da de distancia al galope.Ests segura? pregunt.Del todo. Nunca olvido un bosque, y menos uno tan antiguo como ste. Y ni siquiera estaba cerca de las Marismas Encantadas.Pero verdadosamente mismaqu est! chill en tono agudo el bolarva, mientras todo su cuerpo temblaba de una forma incontenible. Su barriga se ondulaba en oleadas de grasa temblorosa. Monstrumano, por piedafavor... daopincha al pobrem si tienedebes. Tirarrncame los pelobigotes grituno a grituno. Pero quitascame de mismaqu!Estudi a la convulsa criatura con expresin ceuda.Lo que dices no tiene sentido. Aunque estuviramos cerca de la cinaga, por qu no quieres regresar? Cre que era tu hogar.Lo era, por supuestoso. Pero noyams. No es casasalvo.Enarqu las cejas.Por qu no?Se contorsion, a fin de introducir la cabeza bajo una de las races.No quierepuedo explicablar! Es demasiadoso horribloso!Lo mir fijamente, preguntndome qu poda ser ms horrible que las Marismas Encantadas que tan bien recordaba yo. El aire pestilente, el limo pegajoso y, lo peor de todo, los espritus de la cinaga. Haba visto sus espectrales ojos titilantes y mucho ms que eso. No quera volver a percibir su rabia, su locura. Y saba que Hallia estaba en lo cierto: esa cinaga era el lugar menos conocido y el ms temido de Fincayra. Y por buenas razones.El bolarva levant de nuevo la cabeza y suspir entre dos convulsiones.Oh, cmo extraoro mi tierranatal, con sus gloriosurosos milagrodigios! Fue un paislugar dulcelicioso durante tantosos tiempaos!Intercambi una mirada de incredulidad con Hallia.Ah, mismaquellas lagucharcas pestilentosas! prosigui con ojos relucientes. Mismaquellas movedizarenas! Todomuy adorablosamente secretmedo. Se encogi. Hasta que...Hasta que qu?Palohielos! grit de improviso el bolarva, sealando a mis pies con las pinzas. Peligraullido!Contempl el grueso palo torcido que yaca junto a mi bota y luego otra vez al bolarva.Basta ya de histeria. Me tienes harto! No pienso huir corriendo de un palo, y t tampoco deberas hacerlo.Pero mismot no...Basta! orden, desenvainando mi espada. Un rayo de luz que penetraba entre las ramas altas se reflej en la hoja, que refulgi intensamente Esto nos salvar de los palos peligrosos. O de los bolarvas lloricas.Hallia frunci el ceo.Vamos. Buscaremos el camino devuelta a... aaaghhh!Se llev ambas manos al cuello: intentaba arrancarse la sinuosa y mortfera serpiente que se haba enrollado alrededor de su cuello. Su rostro empez a amoratarse; sus ojos parecan querer salirse de sus rbitas a causa del terror. Me precipit en su ayuda con la espada en alto.Muertedolor! aull el bolarva.De improviso, algo pesado me golpe en los riones. Se desliz con increble rapidez por mi columna vertebral hasta mis hombros. Sin darme tiempo ni a gritar, unos poderosos msculos rodearon con fuerza mi garganta.Otra serpiente! Me qued sin aliento. Apenas poda vislumbrar a Hallia, cada de rodillas, luchando con la serpiente que la estaba estrangulando, cuando todo empez a darme vueltas. Tropec con algo, consegu evitar una cada... pero solt la espada. Me dirig hacia Hallia trastabillando. Tena que llegar hasta ella. Tena que lograrlo!Mis dedos se enterraron profundamente en la fra carne que cea mi cuello. Era dura al tacto, como un collar de piedra. A pesar de mis esfuerzos, la serpiente segua estrujndome implacablemente, enroscndose cada vez ms. Senta que mi cabeza estaba a punto de estallar, mis brazos y mis piernas ms dbiles a cada segundo que pasaba. Las descargas de dolor recorran mi cuello, mi cabeza y mi pecho. No poda mantenerme en pie, no poda respirar. Aire... Necesitaba aire!Di un traspi y ca al suelo, sobre las agujas de pino. Me esforc por incorporarme. Pero volv a caer de bruces, sin dejar de tirar de la serpiente. Mientras tanto, una extraa oscuridad reptaba por encima de m... y a travs de m. Todo dej de girar, dej de moverse.Magia. Necesitaba usar mi magia! Pero me faltaban las fuerzas.Algo afilado se clav en mi hombro. Not el corte y vi la sangre. Mi espada. Haba cado encima de ella? De pronto, una vaga idea alumbr en la creciente oscuridad. Con las escasas fuerzas que me quedaban, intent contorsionarme para resbalar por la pendiente. Me retorc dbilmente, pero el mundo se volvi ms oscuro. Not la hoja que me sajaba la carne... y posiblemente algo ms.Demasiado dbil para seguir luchando, dej de moverme. Un ltimo deseo relampague en mi mente: Perdname, Hallia. Por favor.De pronto, la presa de la serpiente se afloj. Inspir ansiosa y entrecortadamente. Not un hormigueo en los brazos; mi visin empez a aclararse. Encolerizado, me arranqu del cuello el cadver seccionado de la serpiente. Enseguida vi a Hallia, tendida tan cerca... Y tan inmvil.As la espada por la empuadura y me arrastr hasta ella. La serpiente que la haba atacado desenrosc de su cuerpo unos centmetros y asom la cabeza por debajo de la barbilla de Hallia. Sise furiosamente; sus ojos amarillos parecan bullir. Se abalanz hacia m...En el momento en que yo bajaba la espada. La hoja estableci contacto con un golpe seco. La cabeza de la serpiente sali volando por los aires y rebot contra el tronco de un rbol, para caer al suelo del bosque.Solt la espada y me arrodill junto a mi amiga. Por favor, Hallia!Vuelve a respirar! La sostuve por la nuca amoratada, casi tan crdena como su tnica, y le mov la cabeza. Pero no reaccion. Le acarici las mejillas; le oprim la mano helada.Nada. Nada en absoluto.Hallia! grite, mientras las lgrimas humedecan mis mejillas. Vuelve ahora mismo. Vuelve!No hizo el menor movimiento. No mostr el menor signo de vida, ni siquiera el menor aliento.Hundido en la desesperacin, me desplom sobre ella y apoy mi rostro contra el suyo.No te mueras susurr. No aqu. No ahora.Algo me roz la mejilla. Otra lgrima? No..., unas pestaas!Alc el rostro para mirarla, mientras Hallia inspiraba con dificultad una vez. Luego otra. Y otra.Al cabo de unos momentos, se sent, tosi y se frot el cuello dolorido. Sus ojos grandes, castaos y profundos me acariciaron unos segundos. Despus, se posaron en la espada teida de sangre en el suelo y luego en la serpiente decapitada tendida entre las agujas de pino.Con los labios temblorosos, sonri fugazmente.Tal vez dijo con voz ronca tu puntera no es tan mala, despus de todo.

5Ya brotan las llamasTardamos una hora entera en recobrar las fuerzas, tiempo que Hallia emple en limpiar el corte de mi hombro para que mi voluntad hiciera cicatrizar los tejidos. Y el bolarva tard otra hora en volver a hablar, pues el terror lo haba dejado completamente mudo. Por fin, nos sentamos entre las agujas de pino y las nudosas races, agradecidos de estar vivos y totalmente atentos a la posible presencia de otras serpientes.Mismot bravoliente dijo con voz ronca el bolarva, que se haba recostado en una protuberante raz. Muchoso muyms bravoliente que mismoyo.Arroj una pina hacia las ramas de un joven plantn.Por lo menos t lo detectaste antes de que atacara. Cmo sabas que no era un palo de verdad?Por los enfadojos. Casi todomuy cerradosos, pero aunmirones y brillamarillos. Yantes he descubrescapado de mismellos muchosas miedoveces.En la cinaga? me acerqu para estudiar su redonda cara. Esas serpientes vienen de all?Verdaderosamente.Lo mir con expresin hosca.El lugar que consideras tu maravillosa tierra natal.Hallia se rasc la nuca con afectacin.Creo que lo que dijo fue adorabloso.Buenova... El bolarva hizo un esfuerzo por aclararse la garganta, mientras su hilera de colas se revolva nerviosamente. Quizapuede que haya tontexagerado un poconada.Un poconada. Desconcertado, sacud la cabeza. Qu ocurre en las marismas? Aunque no est lejos de aqu, como crees, por qu las abandonan esas serpientes?Sus ojos redondos se cerraron con fuerza y luego se abrieron como accionados por resortes.Probablosamente, por la mismodiosa pesorrazn que yom.Qu razn?Es demasiadoso terriblosa para contadecirla. El bolarva sacudi la cabeza, junto con sus seis brazos y la mayora de sus colas. Por sustomalas que sean mis feopesadillas, mismeso es muypeoroso. Masmucho muypeoroso.Cuntanoslo.Se enterr an ms en las races.Nonoyno.Hallia me toc el brazo con suavidad.Todava no confa en ti.Lanc un gruido de exasperacin.Cuntas veces tengo que salvarle la vida para que confe? Bueno, no importa. De todos modos, no estar con nosotros mucho tiempo.El bolarva dej escapar todo el aire de sus pulmones. Sus pinzas empezaron a chasquear al ritmo de su tembleque.El monstrumano vapretende... mastimachacarme?Es tentador, pero no. Me puse en pie con esfuerzo y lo mir con desaliento. No s cmo, pero encontraremos el camino de regreso a los pastos de verano. Y como he sido yo quien te ha trado aqu, es responsabilidad ma llevarte sano y salvo a abrevar a otro sitio. No, no te preocupes, no ser a tus adorablosas marismas. Pero seguro que dentro de poco pasaremos por algn lugar donde abunde el agua. Y all es donde te dejar, te guste o no. Me da igual que sea un ro, un lago de montaa o un simple charco.El bolarva me mir con los prpados entrecerrados y me lanz un amago de pellizco con una de sus pinzas.Con un suspiro, rasgu una ancha tira del dobladillo de mi tnica, hice un nudo con ambas puntas y me la pas por el cuello a modo de cabestrillo. A continuacin, pese a las incesantes contorsiones del bolarva, lo cog en brazos y lo acomod en el interior. Una de sus colas se qued por fuera, enrollndose hasta formar una bola y desenrollndose al comps de sus nerviosos gemidos, pero el resto de su cuerpo desapareci en los pliegues de la tela.Con cuidado, Hallia palp el gimoteante fardo que colgaba de mi pecho, lo cual hizo aullar al bolarva y enroscarse en una apretada bola. Mi amiga estudi el abultado cabestrillo.Quizs l no te agradece que nos hayas salvado la vida, joven halcn, pero yo s.Di una palmadita a la empuadura de mi espada.Esto fue lo que realmente nos salv.Hallia dio un fuerte pisotn en el suelo, como una cierva furiosa.Venga ya. Lo dices como si no hubieras tenido nada que ver.Contempl los rboles en sombras.No quera decir eso. Pero estuvimos cerca, demasiado cerca, de morir justo ah. Si yo tuviera de verdad los poderes que Cairpr y los dems creen que tengo, que esperan que tenga, no me habra dejado engaar por esas serpientes, para empezar.Bah! Por qu no puedes cometer errores de vez en cuando, como todo el mundo?Porque se supone que soy un mago!Hallia se plant ante m con los brazos en jarras.Muy bien, gran mago. Entonces, por qu no me dices una cosa? Por ejemplo, cmo vamos a volver junto a Gwynnia antes de que se muera de preocupacin o arrase todo el territorio buscndome?Bueno, a menos que quieras dejarme que intente otra vez Saltar...No!Entonces tendremos que caminar. Di unas palmaditas en el cabestrillo... y apart bruscamente la mano cuando una pinza se dispar hacia ella. Con nuestro amistoso compaero, aqu presente.Me volv hacia el anciano cedro que creca a mi lado y apoy la mano en su tronco recorrido por profundos surcos.Me lleg una empalagosa vaharada de resina; casi poda notar cmo circulaba bajo la corteza.Ojal supiera cmo ayudarte, anciano. Y tambin al resto de este lugar. Pero, sencillamente, no tengo tiempo.Las ramas se agitaron y descargaron una ducha de agujas de pino sobre mi cabeza. Mir furtivamente a Hallia, que ya haba empezado a internarse en el bosque, siguiendo los oblicuos rayos de sol de media tarde. Presion con la palma de la mano la corteza del rbol durante unos segundos ms y le susurr:Algn da, quiz, volver.Alcanzar a Hallia no me result fcil, ya que trotaba velozmente entre los rboles. Sin duda, ella habra sugerido que nos transformramos en ciervos, pero era consciente de que yo necesitaba transportar al bolarva. Pero incluso sobre dos piernas, mi amiga saltaba cmodamente por encima de las races y de los troncos cados, mientras que yo pareca engancharme la tnica en cada rama junto a la que pasaba. El pesado fardo del bolarva no me ayudaba, ni la pinza con la que en ocasiones intentaba pellizcarme.Resollando, finalmente llegu a su altura.Ya sabes jade adonde nos llevas?Se agach para pasar por debajo de la fragante rama de un tilo.Si ste es el bosque que recuerdo, los pastos de verano estn hacia el oeste. Espero encontrar pronto algo que me resulte familiar.Y yo espero encontrar un poco de agua. Para librarme de este... Apart de un manotazo la pinza descarriada. Este equipaje.Anduvimos entre los rboles un buen rato, oyendo slo el crujido de nuestras pisadas sobre el mantillo o el correteo ocasional de una ardilla por una rama. Al cabo de un rato, procedente de una caada que se abra ante nosotros, omos un golpe seco que se repiti varias veces. Una espada. O un hacha, golpeando y cortando. De pronto, entre las ramas sopl un quejumbroso viento, que fue aumentando hasta convertirse en un cacofnico gemido.Ambos nos quedamos petrificados. Cog a Hallia por el brazo.No podemos hacer nada por salvar este bosque, pero quiz podamos salvar al menos un rbol.Ella asinti.Siguiendo el ruido de los hachazos, corrimos caada abajo, pisoteando la espesura de zarzamoras que cubran la ladera. Aunque me esforc cuanto pude por mantener el paso de Hallia, pronto me dej atrs. En una ocasin, tropec con una rama cada, aterric y me di un fuerte batacazo en el pecho. Al momento, recuper la vertical y segu corriendo pesadamente ladera abajo.Casi enseguida, el terreno se nivel y llegu de sbito a un estrecho claro cubierto de hierba. All estaba Hallia, con los brazos cruzados, enfrentndose a un hombre que empuaba una tosca hacha. Sus orejas, como las de la mayora de los fincayranos, eran ligeramente puntiagudas por arriba. Pero eran sus ojos lo que llamaba la atencin: llameaban de ira contra la joven que osaba interponerse entre l y el alto y nudoso pino cuyo tronco presentaba una mella en forma de cua.Aprtate, nia!El hombre blandi el hacha ante Hallia y su tnica revolote a su alrededor. Detrs de l haba una mujer con una expresin tan descompuesta como su alborotado cabello. Sostena en brazos a una nia de pocos meses que lloraba desconsoladamente y pataleaba con sus flacas piernas.Aparta! repiti, exasperado. Slo queremos un poco de lea. Alz el hacha en actitud amenazadora. Y pronto la tendremos.Para eso no necesitis cortar todo un rbol objet Hallia, sin arredrarse. Y menos uno tan viejo como ste. Adems, hay mucha lea por el suelo aqu mismo. Espera, os ayudar a recoger una poca.Est demasiado hmeda y no arder replic el hombre. Ahora, hazte a un lado.Me niego declar Hallia.Todava resoplando por la carrera, me situ a su lado.Lo mismo digo.El hombre nos lanz una mirada asesina. Su hacha subi an ms.Nuestra hija necesita calor se lament la mujer. Y tomar un bocado caliente. No ha comido nada desde ayer por la maana.La expresin de Hallia se suaviz y la joven lade la cabeza, desconcertada.Por qu no? Dnde vivs?La mujer titube e intercambi una mirada con su marido.En un pueblo dijo al fin, con cautela no muy lejos de la cinaga.Te refieres a las Marismas Encantadas? pregunt, tras una fugaz mirada a Hallia. No estaban muy lejos de aqu?La mujer me mir de una forma extraa, pero no dijo nada.Est donde est vuestro pueblo insisti Hallia, por qu no estis all ahora?Haciendo caso omiso del gesto del hombre indicndole que guardara silencio, la mujer empez a sollozar.Porque... lo han invadido. Ellos.Quines?El hombre cort el aire con su hacha.Los espritus de la cinaga respondi, hurao. Y ahora echaos a un lado.En ese momento, el bolarva asom su bigotuda cara por el borde del cabestrillo. En el acto, al ver el hacha, gimote sonoramente y volvi a enterrarse apresuradamente en los pliegues de la tela.Invadido? repet. No me suena que los espritus de la cinaga hubieran hecho antes algo parecido.La mujer intent que su pequea le chupara el dedo, pero la nia lo rechaz.Nuestro pueblo ha estado en los lmites de las marismas durante ciento cincuenta aos y tampoco nosotros habamos odo nada igual. Sus chillidos y aullidos s, naturalmente, los omos cada noche. Peor que una ria de gatos! Pero si los dejbamos en paz, ellos hacan lo mismo con nosotros. Hasta que... todo eso cambi.Su marido dio un paso hacia donde estbamos, esgrimiendo el hacha.Basta de charla exclam secamente.Espera orden. Si es fuego lo que queris, conozco otro modo de obtenerlo.Antes de que tuviera tiempo de objetar nada, levant mi cayado por encima de mi cabeza. Con las yemas de los dedos identifiqu uno de los grabados de su caa, la silueta de una mariposa tallada en la madera. Con la mano libre, seal un montoncito de agujas de pino y ramitas que haba cerca de los pies del hombre. En silencio, convoqu el poder de Cambiar, dondequiera que se encontrase. Aunque no soplaba viento alguno, mi tnica se hinch repentinamente y las mangas empezaron a ondear. Al verlo, el hombre solt una involuntaria exclamacin, mientras que su mujer retrocedi varios pasos.Con una cadencia lenta y rtmica, pronunci las antiguas palabras para encender fuego:Estn brotando las llamas

en el bosque y el marjal;

ms brillantes que pupilas,

fuera del saber mortal.Padre del calor, te debo

fragua, yunque y martillo.

Madre de la luz, deseo

ver tu fuego infinito.La lea empez a crepitar. Las agujas de pino se curvaron, al tiempo que la corteza se rajaba y restallaba. Una fina columna de humo se elev hacia el cielo, cada vez ms firme y densa, hasta que, en un abrir y cerrar de ojos, las ramitas, la corteza y las agujas ardan en llamas.El hombre aull y se alej de un salto. Aun as, el dobladillo de su rasgada tnica se encendi con una chispa y empez a arder. Arrancando apresuradamente un manojo de hierbas largas, el hombre sacudi con l las llamas para apagarlas. Su mujer retrocedi un poco ms, sujetando con fuerza a su hijita.Por fin, una vez extinguido el incendio de su tnica, el hombre se encar conmigo. Durante un rato me escrut en silencio.Brujera gru al cabo. Brujera maldita.No, no repliqu. Slo es un poco de magia. Quiero ayudaros. Seal las chisporroteantes llamas. Acrcate. Con este fuego, se puede calentar toda tu familia, no slo la comida.Mir de soslayo a su mujer, cuyos ojos expresaban una mezcla de terror y anhelo, y la sujet por el brazo.Nunca espet. No queremos ningn fuego de hechicero!Pero... es lo que necesitis.Sin atender a mis protestas, atravesaron el prado y se retiraron hacia los rboles. Hallia y yo nos quedamos all, boquiabiertos, hasta que el ruido de pisadas y el llanto infantil se volvieron inaudibles para nosotros.Baj la vista hacia mi sombra y la sorprend palmendose los costados. Me estaba haciendo burla! Salt sobre ella con un rugido. Hallia gir sobre sus talones, pero un instante antes de que viera la sombra, sta volvi a la normalidad y slo se movi como yo. Hallia me mir con incredulidad.Era yo el que echaba humo cuando apagu el fuego con un fuerte pisotn de mi bota. Mi sombra, para mayor irritacin por mi parte, hizo lo mismo, pero con mucha ms energa.Mi intencin no era asustarlos dije con un suspiro, sino ayudarlos.Hallia me observ con tristeza.Las intenciones no lo son todo, joven halcn. Creme, lo s. Por un instante, pareci que tuviera ganas de aadir algo ms, pero se reprimi. Seal en la direccin por donde se haba marchado la familia. Despus de todo, ellos no tenan intencin de matar a este pobre rbol. Slo queran encender una hoguera para su hija.Pero si es lo mismo!Que intentaras enviar al bolarva a casa y, en cambio, nos trajeras a todos aqu es lo mismo?Not que me ardan las mejillas.Esto es completamente distinto. Hice girar el tacn de mi bota sobre los rescoldos. Por lo menos, esta vez la magia ha funcionado. Slo que no como yo esperaba.Escucha, has hecho lo que has podido. Slo lamento... Oh, ni siquiera estoy segura de qu lamento. Contempl las moribundas brasas. Pero a veces es muy difcil hacer lo correcto.Por eso no debera ni intentarlo?No. Slo intentarlo con cuidado.La mir de hito en hito, todava molesto. Despus, volvindome hacia el pino daado, se me encogi el estmago al ver el tamao de la herida.Es posible que pueda hacer al menos una cosa bien, en el da de hoy.Me arrodill al pie del anciano pino, extend un dedo y toqu la viscosa y aromtica savia que manaba del boquete. Era ms espesa que la sangre y de un tono ms claro, ms mbar que rojo. Aun as, se pareca mucho a la sangre que poco antes manaba de mi hombro. Escuch el susurro apenas audible de sus temblorosas agujas. Despus, con gran delicadeza, apoy ambas manos sobre aquel punto, con el deseo de que la savia se contuviera, que cerrara la herida.Al rato, not que la savia se coagulaba bajo las palmas de mis manos. Las retir y tritur varias agujas de pino del suelo, que esparc con delicadeza sobre la zona. Acerqu el rostro y sopl varias veces, lenta y prolongadamente, sin dejar de enviar pensamientos a las fibras del rbol. Enterraos hondo, races, y aguantad con firmeza. Elevaos alto, ramas; unos al aire y al sol. Corteza, crece gruesa y resistente. Y t, madera: mantnte robusta, crece bien.Por fin, cuando me pareci que ya no poda hacer nada ms, me separ del tronco. Me volv para hablar con Hallia, pero antes de que empezara, otra voz se me adelant. Nunca la haba odo: exhalada, vibrante y extraa, compuesta ms por aire que por sonido. Pero enseguida supe que era la voz de aquel rbol.

6EnraizadosPara mi asombro, el rbol no hablaba con la lengua de los pinos, aquel lenguaje de silbidos y susurros que yo haba acabado aprendiendo, sino en la lengua comn de Fincayra. La misma en la que Hallia y yo nos hablbamos! Sin embargo, su airosa voz y su cadencia, que se meca como un retoo al viento, eran distintas. Sorprendentemente distintas. Nunca haba odo a nadie hablar o, a decir verdad, cantar de aquel modo:Como lombrices van mis races

creciendo, tejiendo...arbreos tapices.

Ao tras ao, hoy como antao,

sus fuerzas aliento.Arraigad felices!

Aunque mis ramas me tienenen un regio manto envuelto,

con mis races se sostienen.Son aprendices.Son aprendices.Retroced, amedrentado. Al instante, mi hombro choc contra el de Hallia. Sus ojos, ms grandes que de costumbre, enfocaban el rbol. Del interior de los pliegues de mi cabestrillo, otro par de ojos redondos, junto con unos bigotes temblorosos, se asomaron an ms. De pronto, el rbol entero se estremeci, con un dolor tan evidente que yo tambin me estremec. De sus ramas se desprendieron esquirlas de corteza, hmedas de savia, que cayeron como lgrimas sobre el prado.Ya llega el da que ms tema:

Sablazos, hachazos...El hombre porfa.

Ciego de furia por la penuria,

me parte en pedazos.Y yo nada le hara!

Todo cuanto haba aprendidosucumbir entre sus brazos,

sin que yo le haya agredido.Razn no haba!Razn no haba!La jadeante voz subi de tono, ahora era casi un silbido. Sent un agudo dolor en las costillas, como si me hubieran clavado un cuchillo en el costado. Pero el rbol continu:No hay esperanza, el fin me alcanza.

Mas llega un amigo!

No habr matanza!Al orlo, Hallia me cogi la mano. Fuera por el contacto o por el nuevo tono del rbol, el dolor de mis costillas empez a remitir. Poco a poco, enderec la espalda y me ergu en toda mi estatura, al tiempo que el rbol haca lo mismo.Lo desafiaste, su hacha frenaste.

Huye el enemigo!No deseo venganza.

Mis ramas al cielo extiendoy libremente me doblo,

porque seguir viviendo.En confianza.En confianza.El gran pino agit sus ramas ms altas jubilosamente. A continuacin, con un fuerte crujido, hizo girar el tronco sobre su eje un cuarto de vuelta, primero hacia un lado y despus hacia el otro. Y comprend que el rbol estaba estirando sus msculos. Preparndose para alguna extenuante proeza.A media altura del tronco se abri un par de rendijas entre sendas franjas de corteza... dejando al descubierto dos esbeltos ojos ondulados, oscuros como la tierra ms frtil. Los ojos nos escrutaron con intensidad durante varios segundos, antes de dirigirse por fin hacia el suelo. Inesperadamente, toda la maraa de races visibles empez a temblar, sacudiendo al rbol lo suficiente para ducharnos de agujas, de ramitas y de corteza. La madera cruji y restall. Por el aire volaron terrones de tierra, arrancados por las races.La mano de Hallia oprimi la ma con ms fuerza. El bolarva chill, aterrorizado, y luego hundi la cabeza hasta el fondo del cabestrillo.En ese momento, una raz enorme se comb, se retorci... y se desenterr del suelo. Esparciendo tierra en todas direcciones, la raz sacudi la hierba como si fuera un nudoso ltigo peludo. Lentamente, despleg centenares de zarcillos para equilibrarse. El tronco se inclin hacia un lado, apoyando la mayor parte de su peso en la raz desenterrada. En el lado opuesto, se liber otra raz. Luego, otra. Y otra. Los terrones volaban por doquier.Por fin, el rbol se qued quieto. Pero ahora no estaba anclado en el suelo, sino encima de l. Ante mis ojos y los de Hallia, que estaban fijos en los ojos de color tierra, el rbol elev una ancha raz y dio un paso hacia nosotros.No salimos huyendo. Por el contrario, permanecimos inmviles como plantones, aspirando intensamente el hmedo y resinoso aire que nos envolva como un fragante capote. Pues sabamos que nos encontrbamos ante una de las criaturas mejor disfrazadas de todo Fincayra. Una criatura capaz de ocultarse tan bien que pasaban dcadas, a veces incluso siglos, sin que nadie reparara en alguno de su especie. Una criatura cuyo nombre, en la antigua lengua, era nyn-niaw pennent: siempre presente, nunca hallado.Un rbol andante.Con pesados y fatigosos pasos, el rbol andante se aproxim. Detrs de l, un rastro de hierba hmeda centelleaba a la luz del sol. Finalmente, cuando estaba casi sobre nosotros, se detuvo. Sin apresurarse, las puntas ms remotas de las races del rbol rodearon con delicadeza nuestros tobillos, oprimiendo nuestra piel con suavidad. Hallia y yo sonremos, pues ambos percibimos la misma clida sensacin ascendiendo por nuestras piernas y difundindose por todo nuestro cuerpo.En un tono profundo y exhalante, el rbol volvi a cantar:Entrelazados, siempre apiados,

a merced del viento...No nos ocultamos.

Si nombre tienes, de dnde vienes

no s, mas presientoque somos aliados.

Porque amargado lloral ver mis miembros talados,

pero ahora estamos, ya ves,enraizados.Enraizados.La frase final pareci elevarse con una racha de viento que agit a su paso las ramas de un grcil cedro prximo. Las encorvadas ramas se enderezaron y volvieron a caer como en un aliento. Otros rboles se sumaron a la cadencia y el aire se pobl de murmullos. Pronto todos siguieron su ejemplo, hasta que todo el follaje susurraba y sollozaba, balancendose al unsono. En poco tiempo, el bosque entero pareca haberse unido al canto de celebracin.De improviso, bruscamente, la msica cambi. Surgieron tonos ms duros, ms graves; las ramas empezaron a entrechocar y a gemir. A medida que la discordancia aumentaba, me record a uno de los primeros gritos de dolor que haba odo de los rboles. Pero esta vez el lamento reverber por todo el bosque, como si la tierra misma se estuviera ahogando en una ola de sufrimiento.Por encima de este sonido de fondo, el rbol andante alz de nuevo la voz. Cant para nosotros, con palabras cargadas de pesar:En hora aciaga llega la plaga:

hendiendo, royendo...Y el bosque estraga.

Como una sombra, la vida escombra;

ser un fin horrendo.Mi estirpe naufraga!

Sus hojas ya no respiran;sus races estn muriendo.

Nuestros retoos expiran.Su vida acaba.Su vida acaba.Me sent cautivado, como nunca antes, por el espritu de este rbol, y por tantos plantones que ansiaban vivir, cuya angustia sufra tambin l.Qu plaga es sa? grit. Es posible detenerla?De improviso, el rbol se puso rgido. En todo el bosque, las gimientes ramas enmudecieron, al tiempo que un nuevo sonido, un redoble inexorable, resonaba en la distancia. Fue aumentando de volumen, rtmico como un gran tambor, haciendo temblar la tierra y los rboles arraigados en ella. Tanto si provena de algn punto del bosque como de ms lejos, era evidente que se acercaba. Rpidamente.El rbol andante volvi a moverse. Sus races soltaron nuestras piernas, se encorvaron rpidamente y se hundieron en el mantillo. Mientras se enterraban en el suelo, las races vibraban, canturreando en tonos montonos que reproducan las ltimas frases de la cancin. Al cabo de un instante, los esbeltos ojos del rbol se cerraron detrs de unos prpados de corteza. Cuando desaparecieron, tambin se esfum cualquier signo de que aquello no fuera simplemente un pino ms entre muchos otros.Entretanto, el clamoroso rumor fue en aumento. Sobre nosotros llovan esquirlas de corteza, desprendidas por las vibraciones. Not que el bolarva se enroscaba formando una apretada bola en el interior del cabestrillo y que su fila de colas se revolva ansiosamente contra mi pecho. Una rama alta se quebr y cay con gran estrpito entre capas de otras ramas, hasta estrellarse contra las races, muy cerca de nuestros pies.Hallia tir frenticamente de mi brazo.Tenemos que irnos, joven halcn. Hay que salir de aqu!Esperaobjet. Conozco ese ruido. Deberamos...Pero ella ya se haba apartado de mi lado a la carrera. Vi sus piernas, borrosas por el movimiento; su espalda, que se inclinaba hacia delante; su cuello, que se estiraba cada vez ms. Su tnica morada se volvi verdosa y luego cobriza y reluciente. Los msculos de su espalda y sus piernas eran ahora abultados, mientras que sus pies y sus manos se fundan en pezuas.Hallia, ahora una cierva, brincaba entre los rboles. La observ hasta que desapareci de la vista. Despus, yo tambin empec a correr, pero no alejndome del ruido, sino todo lo contrario.

7Un ojo llameanteCorr por el oscuro bosque, aproximndome cada vez ms al creciente estruendo. Retumbaba una y otra vez, como un trueno subterrneo, sacudiendo hasta las races de los rboles ms altos, que temblaban y geman. Cada pocos pasos, se oa caer una rama o un rbol cuyas races haban acabado por aflojarse. Se abran grietas en el suelo; las races se desterraban y se rajaban con fuertes chasquidos; las frondas de helechos, delicadas como alas de liblula, se acoplaban a la vibracin. Con la ayuda de mi cayado, logr mantener el equilibrio. Y, a pesar de los gritos del bolarva a cada bote y sacudida, concentr mi odo en el ruido.Quera localizar su origen.Los rboles empezaban a ralear y dejaban llegar ms luz al suelo del bosque. Me abr paso entre una telaraa de enredaderas tachonadas de flores rojas. De pronto, sal a plena luz del sol. Me encontr en la cima de una larga pendiente, oteando el paisaje. La hierba rojiza que se meca con el viento cambiante, se extenda casi hasta el horizonte, para confundirse finalmente en la lejana con una lnea oscura de vapores humeantes y sinuosos. Con un escalofro, supe que se trataba de una vasta cinaga: las Marismas Encantadas.Tan cerca! El bolarva estaba en lo cierto, despus de todo. Pero el recuerdo que Hallia tena de este bosque y de su distancia respecto a las tierras pantanosas no poda ser ms claro. Era posible que las marismas estuvieran avanzando, abrindose paso a la fuerza a travs del bosque? Y con tanta rapidez? Algo me deca que la plaga del bosque, en todas sus formas, derivaba de la invasin de la cinaga, al igual que las serpientes estranguladoras, los espritus que haban expulsado a aquella familia de su hogar y las fuerzas que haban arrebatado al bolarva su hogar. Pero qu haba detrs de todo eso? Era posible que algo, ms siniestro incluso que las propias marismas, estuviera actuando aqu secretamente?Al pie de la cuesta, cerca del borde de la cinaga, se ergua un imponente grupo de enormes rboles muy castigados por los elementos. An quedaban a mucha distancia, pero se recortaban ntidamente sobre la caprichosa niebla del fondo. Casi de la misma anchura que altura, se balanceaban de una manera extraa, como si estuvieran atrapados en una incesante corriente de aire circular. De golpe, comprend que no eran en absoluto rboles. Y que ellos eran el origen del constante batir.Por abrumador no, aterrador que fuera el ruido, yo lo haba odo antes y jams lo olvidara. Conoca su atronador impacto, su ritmo infatigable. Nada poda sacudir de ese modo la tierra y el aire, con todo lo que hay entre ambos. Nada ms que... las pisadas de gigante.Haciendo acopio de valor, observ las moles que desfilaban a buen paso ladera arriba. Ascendieron con notable velocidad, aunque parecan inmensos y pesados como los rboles ms altos. No obstante, a cada segundo que pasaba, su perfil era cada vez ms ntido. Los impresionantes troncos se convirtieron en piernas, barrigas y torsos; las pesadas ramas se transformaron en brazos cubiertos de hirsuto vello. Aparecieron cuellos, mentones y ojos, junto con narices, algunas afiladas como cspides y otras redondas como peascos.Algunos gigantes iban escasamente vestidos, cubiertos por una barba enmaraada y unos rados calzones tejidos con ramas frondosas y manojos de hierbas. Sin embargo, otros llevaban chalecos multicolores y vistosas capas. Entre sus largas melenas asomaban pendientes hechos con norias y muelas de molino; en sus anchos cinturones portaban tachuelas y dagas del tamao de un hombre adulto. No obst