colectiva en la universidad de buenos aires. · 2018. 9. 8. · iv encuentro hacia una pedagogÍa...
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IV ENCUENTRO HACIA UNA PEDAGOGÍA EMANCIPATORIA EN NUESTRA AMÉRICA17, 18 y 19 de septiembre 2018 – Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Av Corrientes 1543, Ciudad de Buenos Aires.
Educación y emancipación. Apuntes sobre una materia colectiva en la Universidad de Buenos Aires.
Mesa temática: Universidad y acción pedagógica emancipadoraPaula Cabeda, Maximiliano García
Facultad de Filosofía y Letras, UBA. [email protected]
En este trabajo nos proponemos reflexionar sobre la relación entre emancipación y educación
a partir de nuestra experiencia militante en el marco de la materia colectiva Epistemología y
Métodos de la Investigación Social de la carrera de Ciencias Antropológicas de la UBA. En
esta práctica político-educativa, que se desarrolla desde hace más de diez años, partimos de
un cuestionamiento al rol de la figura docente en tanto maestro explicador, tal como lo
entiende Jacques Rancière en su libro El maestro ignorante. Nuestra intervención en el aula
persigue una reconfiguración de los lugares tradicionalmente asignados a los sujetos que
intervienen en el acto educativo con el fin de instituir una relación pedagógico-educativa en la
que la igualdad –de las inteligencias- se constituye como un punto de partida para la
producción de conocimiento. En este marco, nos interesa transmitir algunas implicancias de
estos supuestos políticos que organizan nuestra práctica a la luz de la pregunta, siempre
presente, sobre si es posible realizar prácticas emancipatorias en nuestras actuales
instituciones educativas.
Introducción
En este trabajo nos proponemos reflexionar sobre la relación entre emancipación y
educación a partir de nuestra experiencia militante en el marco de la materia colectiva
Epistemología y Métodos de la Investigación Social de la carrera de Ciencias Antropológicas
de la Universidad de Buenos Aires. Lo singular de esta experiencia político-educativa radica
en el hecho de ser una materia que propone una forma alternativa de producir conocimiento
partiendo del hecho de que no nos organizamos bajo la forma tradicional de una cátedra. De
ello se derivan dos implicancias. Por un lado, que en el colectivo que sostiene la experiencia
adoptamos una forma de organización horizontal que procura conjurar la emergencia de
jerarquías y promueve la rotación de las tareas a los fines de evitar la cristalización de roles.
Esta forma de organización intentamos trasladarla al aula, promoviendo el trabajo colectivo
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durante la cursada y la producción autogestiva del conocimiento, sin voces autorizadas. Por
lo tanto, la segunda implicancia nos lleva a plantear que la relación docente/estudiante que
predomina en las cátedras, en la que el rol docente se constituye en los términos de un
“maestro explicador” (Rancière, 2007), requiere también ser cuestionada.
Nuestra intervención en el aula persigue una reconfiguración de los lugares
tradicionalmente asignados a los sujetos que intervienen en el acto educativo con el fin de
instituir una relación pedagógico-política en la que la igualdad –de las inteligencias –, tal
como lo sugiere Rancière en su libro El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la
emancipación intelectual, se constituya en un punto de partida para la producción de
conocimiento. A lo largo de este trabajo presentamos sucintamente algunas características
de la práctica militante que llevamos a cabo, explicitando los supuestos políticos que
sustentan nuestra intervención en la academia y las implicancias que se derivan de los
mismos. Por último, recuperamos estos supuestos a la luz de la propia experiencia,
analizando cómo los mismos se actualizan en las aulas y las dificultades que entraña esta
apuesta política tomando como marco la pregunta, siempre presente, sobre si es posible
realizar prácticas emancipatorias en las instituciones educativas actuales.
El aula como territorio político
Epistemología y métodos de la investigación social es una experiencia que existe desde
hace diez años en la carrera de Antropología luego de un largo proceso de disputa en el que,
finalmente, el Consejo Directivo de la Facultad resolviera su aprobación como materia. Los
principios políticos que organizan la materia, como la organización colectiva, la horizontalidad
en la toma de decisiones y la autogestión del conocimiento, se identifican en una genealogía
de prácticas e ideas que en el contexto de la década del 90 comenzaron a problematizar –y
politizar- el malestar que se vivenciaban en torno a la forma de organización capitalista de la
universidad pública-estatal. En ese contexto, emergió la idea de que la universidad no era
una institución neutral y que para transformarla no bastaba un mayor presupuesto – una
consigna clásica del movimiento estudiantil – sino alterar las relaciones sociales que la
organizan. La identificación del “aula” como el ámbito de cotidianidad académica de
estudiantes y docentes se presentó como el corazón de la máquina universitaria sobre el cual
intervenir. En ese marco, experiencias previas como seminarios colectivos, grupos de
estudios autoorganizados y revistas autogestionadas, prefiguraron otra forma de habitar la
academia, de producir conocimiento y, en el algún sentido, lo que es hoy esta materia.
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Organizarnos como un colectivo entre quienes impulsamos la materia y en el desarrollo de
la misma, junto a lxs estudiantes, representa una singularidad de la propia experiencia en un
ámbito donde lo predominante son las estructuras piramidales. Si bien podría objetarse que
otras formas de organización, incluida la forma-cátedra, son organizaciones colectivas, éstas
son entendidas como la suma de individualidades atravesadas, a su vez, por relaciones de
jerarquía que ubican a lxs sujetos en determinados puntos de la estructura: Jefxs de cátedra,
Ayudantes de “primera”, Ayudantes de “segunda”, Adscriptxs, entre otros. En nuestro caso, el
concepto de colectivo se nos presenta como la posibilidad de discutir la jerarquía que nos
viene dada en nuestra formación y crear nuevas prácticas, sentidos, valores, discursos.
Entendemos lo colectivo· como una forma de relacionarnos en la que la apuesta por la
igualdad y la horizontalidad en la toma de decisiones se constituyen como elementos que
orientan nuestra intervención política. Trabajar desde lo colectivo es generar otras
condiciones para que se habilite la producción de un conocimiento que gira en torno a un eje
central: permitir la crítica y recreación de los medios de producción (Colectivo de la materia,
2014). Entonces lo colectivo no es la mera sumatoria de individualidades, se trata de la
constitución de diversos dispositivos que nos permitan interpelar subjetividades previas que
portamos, para subjetivarnos en tanto colectivo de trabajo. Esto supone apropiarse de las
posibilidades y las condiciones en las que producimos tanto como del producto, es decir, del
propio conocimiento.
Nuestra experiencia podría ser resumida en los términos de instituir una dinámica
asamblearia tanto en lo que respecta a nuestra forma de organización como al desarrollo de
los encuentros semanales que nos damos a lo largo de la cursada. La apuesta por llevar al
plano tradicional de la clase una forma alternativa de producir conocimiento requiere,
entonces, de una intervención político-pedagógica que genere las condiciones para que esto
sea posible.
“No damos clase”
Hablar de una materia colectiva sin jerarquías supone un desafío en la medida en que
esos principios puedan ser trasladados al aula, espacio en donde se producen y reproducen
las relaciones que, en correspondencia con el ordenamiento social, sostienen el andamiaje
de la universidad actual. La horizontalidad que se puede plasmar en “No damos clase”
sintetiza nuestro posicionamiento frente a lxs estudiantes que llegan a la experiencia, en
muchos casos, sin saber de qué se trata; expresa no sólo el cuestionamiento de los vínculos
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que se dan al interior del aula, sino también la apuesta por instituir una alternativa
emancipatoria en la universidad. Nuestro punto de partida supone asumir como principio el
hecho de que la igualdad –de las inteligencias- constituye un presupuesto para la acción.
Partimos del cuestionamiento al acto pedagógico “tradicional” que se constituye en torno a
la existencia de dos figuras, un/a maestrx que detenta un saber y un/a estudiante que carece
del mismo. La acción del maestro buscará eliminar esta carencia, transmitiendo al estudiante
aquello que no tiene por medio de la explicación. Según Rancière (2007) esta concepción de
la educación en la que la explicación se constituye como una mediación necesaria de la
relación docente/estudiante tiene como consecuencia el establecimiento de una desigualdad
inicial, divide la inteligencia en dos, superiores e inferiores, espíritus sabios e ignorantes,
capaces e incapaces (Rancière, 2007). Es sobre esta desigualdad inicial que se funda el mito
del “orden explicador” que procura alcanzar la “igualdad” como punto de llegada“la igualdad nunca viene después, como un resultado a alcanzar. Debe ubicársela antes (…) Instruir puede significar dos cosas opuestas: confirmar una incapacidad en el acto mismo que pretende reducirla o, a la inversa, forzar una capacidad, que se ignora o se niega, a reconocerse y a desarrollar todas las consecuencias de este reconocimiento. El primer acto se llama embrutecimiento, el segundo emancipación” (Rancière, 2007, pp. 9-10).
La igualdad asumida como punto de partida, como una capacidad común a todxs las
personas, introduce la posibilidad de la existencia de sujetxs emancipadxs en el contexto del
acto educativo. Para Rancière (2007), emancipar designa el acto de “una inteligencia que no
obedece más que a sí misma, aun cuando la voluntad obedece a otra voluntad” (p.29). Desde
esta perspectiva emancipar(se) no es una tarea individual, requiere de voluntades que
fuercen voluntades en el sentido de verificar que somos capaces de producir conocimiento
sin docentes explicadorxs. En este punto es que Rancière introduce la idea de “enseñar lo
que se ignora” entendiendo este acto como un acto de emancipación intelectual, pues no se
trata de enseñar un contenido sino de tratar de despertar una capacidad: “es preciso que les
explique que no necesitan explicación”. Es allí donde reside la alteración a una subjetividad
constituida y la relación que la constituyó; se trata de comenzar a vincular la emancipación
intelectual con una emancipación social, ya que Rancière no está pensando tanto en una
institución educativa, sino en las prácticas de lxs obrerxs enseñando a sus hijxs, al calor de la
revolución francesa.
Nuestra intervención como maestrxs ignorantes
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Si bien Rancière no está pensando en prácticas educativas emancipatorias dentro de
instituciones educativas, la lógica que analiza sobre la instalación de jerarquías a través de la
posesión de los saberes puede entenderse como una matriz que sostiene la estructura social.
Por eso es necesario partir del principio de igualdad, pues “la igualdad no se da ni se
reivindica, ella se práctica”. Nosotrxs partimos desde ese principio, nuestro intento supone la
puesta en práctica de la igualdad y la horizontalidad, reconociendo en lxs estudiantes sujetxs
con capacidad de subjetivación.
La materia se organiza en dos instancias de trabajo semanales: los talleres en los que nos
dividimos en pequeños grupos y los plenarios que son asambleas de entre tres y cuatro
horas de duración en las que nos reunimos todxs lxs que transitamos la experiencia. En
ambas instancias trabajamos no sólo sobre los contenidos propuestos en el programa de la
materia sino también en base a resolver colectivamente aspectos de la cursada que
generalmente suelen quedar en manos de lxs docentes, como la organización del trabajo
durante el cuatrimestre, el carácter y la forma que tendrán las instancias de evaluación y los
criterios para la calificación, ya que es una materia que acreditan no sólo estudiantes de
Antropología sino también de la carrera de Edición y de otras carreras en menor medida. Los
encuentros funcionan como grupos de lectura y discusión. En ellos se trabaja en base a las
diversas interpretaciones e hipótesis de lectura que cada unx haya generado, evitando el
monopolio de la palabra y la posibilidad de que ciertas interpretaciones se tomen como el
único punto de vista posible (Colectivo de la materia, 2017). En ambas instancias
promovemos que el aprendizaje se sustente en el vínculo intersubjetivo entre las personas
sin mayores mediaciones que los propios textos. En ese sentido, los textos son pensados
como una herramienta para problematizar el modo y las condiciones en que producimos
conocimientos, los usamos en función de pensar nuestro contexto y nuestras prácticas y no
tanto como una voz autorizada que hay que repetir o memorizar. No sólo nuestra intervención
se encuentra atenta a no caer en la habitual práctica de explicar los textos sino que
colectivamente vigilamos que no se instituya ese rol.
Tal apuesta no es una tarea sencilla de realizar ya que de un momento para otro no se
pueden desmontar las marcas subjetivas producto de tantos años de formación que nos
situaron en el lugar de “esperar” la explicación docente. De la propuesta de Rancière no se
deriva que haya que eliminar la figura del docente o que el aprendizaje sea el resultado de
una práctica autodidacta. Aprender sin maestrxs explicadorxs no significa prescindir de la
figura docente. Por el contrario, como señalábamos en la introducción de este trabajo, se
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trata de reconfigurar los lugares que definen tradicionalmente la relación docente/estudiante,
pensando la intervención docente en la clave de enlazar la propia voluntad –de
emancipación- a la voluntad de lxs estudiantes. Según Rancière la función del maestro será
plantear al estudiante un desafío del cual sólo podrá salir por sí mismo, es decir, usar su
propia inteligencia. La voluntad estará sujeta al maestrx, pero no así la inteligencia. En la
materia, ello se expresa en una forma de participación que se ocupa de proponer preguntas,
coordinar las intervenciones, estar atentxs a las dinámicas que adquiere el grupo y también
intervenir con el propio punto de vista sobre los temas que se discuten, respetando la
horizontalidad y cuidando de que la palabra circule entre todxs y no en una sola dirección.
Creemos que la experiencia de la materia puede ser pensada en términos de una apuesta.
No siempre logramos convocar las voluntades de lxs estudiantes en el sentido que
proponemos de protagonizar una experiencia de “emancipación intelectual”. Muchxs
estudiantes transitan la experiencia a la espera de hallar una voz explicadora que allane el
camino para, a fin de cuentas, acreditar una materia más. En otros casos, emerge una
disposición a apropiarse del espacio y a desarrollar una experiencia en donde las reglas son
definidas por aquellxs que circunstancialmente transitan la materia. Se trata de una apuesta
por constituir nuevas formas de relación y una nueva subjetividad que asuma como
productora de conocimiento.
Sin embargo somos conscientes que dicha apuesta se enfrenta ante al menos dos límites
claros, que entendemos provienen de la tensión que produce realizar este tipo de práctica en
un camino de institucionalización, es decir, enfrentar cierta política de Estado (aunque en
algunos casos se pretenda progresista). La primera de ellas podríamos nombrarla como la
posibilidad de pensar una epistemología de la academia en la propia academia. Ella sólo será
disruptiva en tanto que habitemos la academia (nuestra crítica no es externa). El segundo
límite se vincula con el hecho de que al repensar la relación docente/estudiante no lo
hacemos sólo y principalmente desde una dimensión pedagógica. Al igual que Rancière, nos
motiva la dimensión política que podemos desatar de problematizar dicha relación. Pues,
ahondar sobre la explicación es, en última instancia, develar la ficción que estructura la
incapacidad en la sociedad y la consecuente delegación; en nombre de una supuesta
incapacidad técnica u operativa justificamos la necesidad de tecnócratas economistas o
políticos profesionales. En ese sentido, nos enfrentamos al problema de cómo dar lugar a la
emancipación sin constituirnos en líderes o guías, al límite de emanciparnos sin construirnos
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en vanguardia. Presuponemos que parte de la respuesta sigue estando en la construcción
colectiva.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Colectivo de la materia. (2017). Boletín sobre la materia Epistemología y métodos de la
investigación social. Disponible en www.epistemouba.wordpress.com
Colectivo de la materia. (2014). Reflexiones en torno a los límites de una experiencia
político-educativa en el ámbito universitario de la Ciudad de Buenos Aires: el caso de una
materia colectiva. Ponencia presentada en el XI Congreso Argentino de Antropología Social.
Rosario.
Rancière, J. (2007). El Maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación
intelectual. Libros del Zorzal. Buenos Aires.