compendio de la rebelión de la américa

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COMPENDIO DE LA REBELIÓN DE LA AMÉRICA

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Fernando Hidalgo-Nistri (comp.), *Compendio de la rebelión de la América: Cartas de Pedro Pérez Muñoz* (Quito: Ediciones Abya-Yala, 1998)

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  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

    11

    COMPENDIO DE LAREBELIN DE LA

    AMRICA

  • Fernando Hidalgo-Nistri

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  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

    33

    CCOOMMPPEENNDDIIOO DDEE LLAARREEBBEELLIINN DDEE LLAA

    AAMMRRIICCAACCaarrttaass ddee PPeeddrroo PPrreezz MMuuoozz

    Fernando Hidalgo-NistriCompilador

    CCoolleecccciinn TTiieerrrraa IInnccggnniittaa

    NN 2266

    EdicionesAbya-Yala

    1998

  • Fernando Hidalgo-Nistri

    44

    COMPENDIO DE LA REBELIN DE LA AMRICAFernando Hidalgo-Nistri (Compilador)

    Coleccin: Tierra Incgnita N 26

    1a Edicin1998 Ediciones Abya-Yala

    Av. 12 de Octubre 14-30 y WilsonCasilla 17-12-719Tlf: 562-633/506-217/506-251Fax: (593 2) 506255E-mail: [email protected]

    http://www.abyayala.orgQuito, Ecuador

    ISBN: 9978-04-385-3

    Impresin: Digital DocuTechQuito-Ecuador

    1998

    ADVERTENCIA DEL COMPILADORLas cartas de D. Pedro Prez Muoz, que dan origen a la presente publicacin, han sido transcritas li-teralmente de los originales. Esto significa que se ha respetado la estructura y la ortografa usadas porsu autor.

  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

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    CONTENIDO

    Prefacio: Dos palabras sobre Prez Muoz............................................... 7Diego Prez Ordez

    Introduccin ............................................................................................... 13Vladimir Serrano Prez

    Estudio introductorio ................................................................................ 17Fernando Hidalgo Nistri

    Bibliografa.................................................................................................. 38

    Cartas .......................................................................................................... 41

  • Fernando Hidalgo-Nistri

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  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

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    DDOOSS PPAALLAABBRRAASS SSOOBBRREE PPRREEZZ MMUUOOZZ

    Diego Prez Ordez

    olmenar es un pueblo de sinuosas calles y difciles trazados. Se tratade una poblacin eminentemente agrcola, donde los trigales y oli-

    vares dominan el paisaje. Localizada cerca de la ciudad andaluza de Mla-ga, la villa de Colmenar ocupa una superficie de 65,5 kilmetros cuadra-dos y sus habitantes, casi al finalizar el siglo XX, son apenas algo ms de3.000.

    El 19 de julio de 1767 naci en dicha villa, y en el hogar formado porJos Ramn Prez y Fernndez de Tejada y Mara Luisa Muoz y Molina,Pedro Prez Muoz. El joven Pedro hizo sus primeras letras en el Colegiode Escuelas Pas de la Villa de Archidona y luego pas a educarse en el Co-legio Seminario Conciliar de la Iglesia Colegial del Sacro Monte de Grana-da. En esa institucin complet sus estudios de Filosofa, Teologa, Dere-cho Civil y Cannico. Se gradu de bachiller en Derecho Civil de la Uni-versidad de Granada el 9 de agosto de 1791.1 Pareca, sin embargo, ms in-clinado a la vida religiosa que a la acadmica cuando pas a Amrica encompaa del Obispo de Cartagena de Indias, Miguel Agustn lvarez Cor-ts, como su Secretario de Cmara y Gobierno en ambas dicesis. En ese

    1 Todos los datos sobre la niez y juventud de Pedro Prez Muoz han sido tomadosde la Relacin de los Mritos y Servicios de Don Pedro Prez Muoz de 1817, que re-posa en el Archivo General de Indias (AGI), Seccin Quito, legajo 543. Vide tambin,Prez Ordez Diego, Genealoga de los Prez de Quito, Quito, 1994, Publicaciones delCentro Nacional de Investigaciones Genealgicas y Antropolgicas, No. 2, pgs 183-189.

    C

  • Diego Prez Ordez

    88

    entonces, ltimo lustro del siglo XVIII, Prez Muoz era Clrigo de PrimaTonsura.2

    Cuando lleg a Quito conoci a su futura esposa, Mara Teresa Calis-to y Borja, quien era una de las hijas del Regidor Perpetuo de la ciudad, Pe-dro Calisto y Muoz y de doa Francisca de Borja y Chiriboga. El suegrodel nuevo vecino era uno de los terratenientes ms poderosos de la Sierray probablemente el ms fantico de los realistas criollos. El matrimonioentre el andaluz y la hija del Regidor se verific en Quito el 1 de octubrede 1796.

    De acuerdo con la escritura de recibo de dote suscrita con motivo delmatrimonio Prez Calisto, la mujer de Pedro Prez Muoz llev al matri-monio los siguientes bienes: unas casas de altos y bajos cubiertas de tejalas mismas que el referido su padre las hubo y compr en pblica subas-ta () en la cantidad de tres mil doscientos diez pesos y que posterior-mente fueron reconstruidas; dos esclavos llamados Mara Congo, de edadde trece o catorce aos, e Isidro Congo, de aproximadamente la mismaedad; la hacienda Cotacachi, comprada por Pedro Calisto y Muoz en elremate de Temporalidades en la cantidad de 140.000 pesos, y una grancantidad de alhajas, ropas, objetos de plata labrada y adornos de casa quesera largo enumerar.3

    Apenas llegado y casado, Pedro Prez Muoz inici su actividad po-ltica en Quito. Recibi 14 votos y result electo Alcalde del Segundo Votoel 1 de enero de 1797, y en la misma sesin se le asign la pulpera de laesquina de la casa de Pedro Villamil.4 En la sesin del 1 de enero de 1798,cuando le toc votar por las nuevas autoridades del Cabildo, lo hizo a favor

    2 Relacin de los Mritos y Servicios foja 1 vta.3 Recibo de Dote de Don Pedro Prez Muoz, Archivo Nacional de Historia (ANH-

    Quito), Notara 6ta, 1794-97, F.652. La hacienda Cotacachi cay en manos de los patrio-tas aos despus. Pedro Prez Muoz se molest porque el Presidente Toribio Montes noatenda sus pedidos y le haba dicho que se queje a la Santsima Trinidad. AGI, SeccinQuito, Legajo 543, foja 37.

    4 Archivo Municipal. Libro de Actas del Cabildo: 1797-1801, Fs. 1-4.

  • Dos palabras sobre Prez Muoz

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    de Simn Senz de Vergara para Alcalde del Primer Voto y por Manuel deLarrea y Jijn (luego Marqus de San Jos) para Alcalde del SegundoVoto.5

    La aspiracin de Prez Muoz siempre fue llegar a ser Alcalde del Pri-mer Voto. Con ese objetivo en mente particip en la eleccin de 1804 yperdi frente al Marqus de Solanda. Cuatro aos ms tarde, en 1808, re-sult otra vez electo Alcalde del Segundo Voto.6 Lo mismo en 1807. Sinembargo su suegro, utilizando su calidad de Regidor Perpetuo, aleg quePrez Muoz deba ser designado Alcalde de Primer Voto para que existie-ra la necesaria alternativa entre europeos y criollos, segn mandaban lasReales Cdulas.7 Este pedido de Calisto, seguramente inspirado ms ensus convicciones realistas que en consideracin para con su yerno, desatuna agria polmica dentro del Ayuntamiento quiteo. El primer da de1807 el Cabildo le pidi a Prez Muoz que se posesione del cargo para elque fue electo. El andaluz se neg y luego renunci irrevocablemente alcargo.

    El meollo de la controversia radicaba en la existencia de una Real C-dula que mandaba la alternabilidad entre criollos y europeos en las elec-ciones de Alcalde Ordinario. En una providencia, por tanto, el Presidentede Quito orden al Cabildo que se invistiera a Prez Muoz con la Alcal-da del Primer Voto y dice: Se declara deber subsistir su eleccin, la quese aprueba en toda forma mediante la fiel observancia que exigen las Rea-les Cdulas del caso; y en consecuencia proceder a dar posesin al men-cionado don Pedro Prez Muoz de la primera vara.8 El Cabildo, en suoportunidad, se opuso a esta orden alegando que de todas maneras PrezMuoz no haba obtenido los votos suficientes para ostentar tal alto cargo.La disputa se solucion con una nueva votacin en la que, como era de es-

    5 Libro de Actas del Cabildo: 1797-1801, foja 32 vta.6 Libro de Actas del Cabildo: 1805-1808, foja 151.7 Libro 1805-1808, foja 103 vta.8 Idem, fojas 147-148.

  • Diego Prez Ordez

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    perarse, don Pedro no triunf. Se haba ganado la enemistad de sus cole-gas cabildantes

    Dos aos despus, la sublevacin de las colonias espaolas fue deci-siva en la vida de Pedro Prez Muoz. Nuestro personaje se constituy enuno de los ms fervientes defensores de los derechos de la Corona. Sus vn-culos con la familia Calisto, por va de su matrimonio, lo integraron con elmovimiento realista al punto de que fue sentenciado a cumplir diez aosde prisin en un castillo de Cartagena de Indias. Fue diferente el destinode su suegro y de su cuado: fueron pasados por las armas la noche del 29de octubre de 1812. Prez Muoz, para su suerte y cuando lo conducan allugar donde deba purgar la pena impuesta, fue liberado por las fuerzas pe-ninsulares y pudo huir. La persecucin de los independentistas tambin lelleg a su mujer, Mara Teresa, quien muri en 1818, cuando don Pedro sehallaba de vuelta en Espaa. Ella tambin haba pasado en un calabozoquiteo y fue maltratada por sus captores, lo cual aceler su muerte.

    Tras la revolucin de 1809 Pedro Prez Muoz pidi la restitucin delos bienes que le haban sido confiscados por los rebeldes quiteos. Acudia la Corona el 15 de setiembre de 1813 exponiendo su fidelidad y los su-frimientos que le causaron los insurgentes. Como no consigui el reinte-gro de sus bienes, le fueron ofrecidos unos terrenos en Andaluca. Conven-cido de la concesin de los terrenos en la zona de Jerez de la Fronteraviaj a Espaa en 1815. El Consejo de Indias se neg a hacer efectivala concesin, por lo que Prez Muoz redact un escrito en Madrid en1818,9 en el que se preguntaba Pero, a dnde he de ir, a meterme otra vezentre los insurgentes? Ir de nuevo a buscar la vida, para que otra vez in-tenten quitrmela los rebeldes? No sera temerario solo el pensarlo?

    Dos aos ms tarde estaba ya don Pedro en Sierra Morena persegui-do por los constitucionales por ser opuesto a su sistema, y dedicado a laagricultura Todo indica que la concesin de las tierras se cristaliz, al

    9 AGI, Seccin Quito, Legajo 543, Memorial del Pedro Prez Muoz, fojas 16-17.

  • Dos palabras sobre Prez Muoz

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    fin, en 1824.10 En todo caso, parecera que ya en 1830 tuvo solucionada susituacin econmica, ya que le pide a la corona que lo pusiera en uso delttulo de Marqus de Fiel Prez Calisto, concedido originalmente a su hijoJos Mara. El pedido se bas en que, segn l, tena suficientes bienes pa-ra mantener el decoro correspondiente y pretenda transmitir el ttulo auno de los hijos que tuvo en su segundo matrimonio con la hija de un be-nemrito oficial de marina y maestrante que fue de la ciudad de Sevilla,hermano de otro Presidente de Quito, don Joaqun de Molina.11 En efec-to: cas en segundas nupcias en 1827 con Mara del Carmen de Molina yZuleta, nacida en Las Cabezas de San Juan, Sevilla, en 1810, y fallecida enJerez de la Frontera en 1833.12 Luego de una vida novelesca y poco con-vencional para la poca, Pedro Prez Muoz muri en 1842 en Jerez de laFrontera, segn su bisnieto, el genealogista Joaqun de Bustamante y de laRocha. Don Pedro es el tronco de una dilatada familia, con ramas enEcuador y Andaluca, principalmente.

    10 AGI, Seccin Quito, Legajo 543, Memorial del Pedro Prez Muoz, foja 8.11 AGI, Seccin Quito, Legajo 543, Pedido de Ttulo de Castilla, fojas 37 y ss. El pedi-

    do fue reiterado por parte de Prez Muoz, quien cont con la firme oposicin de la fa-milia Calisto.

    12 Bustamante y de la Rocha, Joaqun de, Apuntes y Datos Para Una Genealoga,pg. 111. Esta edicin, llevada a cabo solamente para el conocimiento de su familia, nolleva ni fecha ni editorial. El autor muri en 1939 y no lleg a ver la obra publicada.

  • Fernando Hidalgo-Nistri

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  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

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    IINNTTRROODDUUCCCCIINN

    Vladimir Serrano Prez.

    l rescate de la historia ecuatoriana, sigue constituyendo una tareacompleja, pues a pesar del avance de mtodos de investigacin, la

    sistematizacin de los estudios histricos, el acceso computarizado a gran-des bibliotecas y archivos, nicamente el trabajo tesonero de exhaustivosbuscadores de documentos perdidos, permite rescatar valiosos fragmen-tos, que testimonian cmo decurrieron los hechos polticos, econmicos yculturales en lo que es el Ecuador de hoy. El primero que pudo llegar has-ta el Archivo de Indias, fue el arzobispo Gonzlez Surez, con lo cual mon-t su gran Historia General del Ecuador. De su escuela surgieron otros his-toriadores, como Jacinto Jijn Caamao y Cristbal de Gangotena Jijnfundadores de la Academia Nacional de Historia, que ha generado impor-tantes frutos.

    La difcil tarea de evidenciar documentariamente el pasado ecuato-riano, obedece a la obvia circunstancia de haber dependido de otra nacindurante trescientos aos. La situacin de provincia subordinada a virrei-natos y a la propia Corona espaola, devino en que si bien los aconteci-mientos se suscitaban en la Audiencia de Quito, su relato y testimonio ter-minaban en otros lados; razn por la cual biografiar a personajes de la Co-lonia y de los inicios de la Repblica, salvo excepciones, demandaba la ex-ploracin en varios archivos americanos y europeos. A todo lo que se de-be sumar, los saqueos peridicos a que se han visto sometidos los archivoshistricos nacionales, o la venta que se ha hecho de archivos privados ahistoriadores e interesados del exterior.

    Por estas razones el presente libro COMPENDIO DE LA REBE-LIN DE AMRICA, cartas de Pedro Prez Muoz, recogidas por el eru-dito investigador e historiador Fernando Hidalgo Nistri constituye un

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  • Vladimir Serrano Prez

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    nuevo y valioso aporte al conocimiento de los escenarios en los que se fra-gu la Independencia ecuatoriana. Eso ha sido posible nicamente graciasa que el compilador reside desde hace algunos aos en Sevilla, donde haconcluido sus estudios, elaborado sus tesis magistral y doctoral, mante-niendo un acceso cuotidiano al Archivo de Indias, que le han colocado enla envidiable posicin de rescatador de acontecimientos inditos de nues-tro pasado.

    Esta publicacin reviste un particular inters, porque entrega tribunaa un realista, lo que se ha podido hacer nicamente al concluir el siglo XX,puesto que al calor de las pasiones que han matizado la poltica ecuatoria-na y por ende la historia, hubiese resultado un desvaro publicar opinionesde quienes en su tiempo fueron considerados traidores a la ms noble cau-sa de la especie humana la Libertad. Hoy cuando los nimos se hallantemplados; y no solamente importa conocer la verdad, sino tambin la ver-dad del otro, e iluminarse bajo una conciencia de alteridad, las referencias,valores y calificativos con las que Pedro Prez Muoz colorea sus cartas, yano sern motivo (por lo menos en el genrico de los lectores) de odio en-cendido, sino de curiosidad y comparacin con otros testigos que asistie-ron al gran hecho de la Independencia.

    El libro se encuentra dividido en dos partes, un estudio introducto-rio de Fernando Hidalgo y las cartas propiamente dichas bajo el enuncia-do de: Compendio de la Rebelin de Amrica. Causas fsicas, polticas ymorales que le han originado. Agentes internos y externos que han actua-do en el fuego de la revolucin; efectos seguidos a ella y arbitrios para con-tener y remediar los males y reglas para precaver en adelante la total inde-pendencia de la madre patria. Nmina de los tribunales que eligieron lostraidores de la ciudad de San Francisco de Quito cuna de la insurgencia ynumeracin de los empleados principales en ella.

    En el estudio introductorio de Hidalgo encontramos un interesanteensayo de interpretacin, que apunta a varios hechos movilizadores delacontecimiento histrico, que trascienden la coyuntura poltica y descu-bren algo fundamental y nuevo en la hermenutica histrica, esto es: laidentidad, con lo cual el comentarista asume la importancia que los fen-

  • Introduccin

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    menos sicoculturales tienen en el devenir histrico, que durante el presen-te siglo, estuvo reducido por varias escuelas sociolgicas casi nicamente alas relaciones de produccin. Si bien es cierto que Arnold Toynbee, com-prendi la historia de otra manera e intuy la influencia de hechos squi-cos en ella, la verdad es que las escuelas materialistas tuvieron ms xito.

    En este sentido Hidalgo recuerda el nacimiento de la corriente auto-nomista que habra generado la Historia del Reino de Quito de Juan de Ve-lasco, en donde se conjugaban la descripcin de la exuberante naturalezadel pas, junto con un mtico reino fundacional con caractersticas de esta-do, que habra antecedido a los incas y por su puesto a los espaoles. Laslites criollas desarraigadas de Espaa, y en oposicin a ella trataran deafirmarse en ese grandioso pasado. Contra esta corriente, rompe lanzas Pe-dro Prez Muoz, quien a su condicin de natural de la pennsula, agregael de un integrista catlico, para quien la figura del rey, constituye un ver-dadero axis mundi, sin el cual simplemente se puede esperar la catstrofey la cada de la moralidad. Prez Muoz, hizo parte de aquella actitud his-panfila ultrista que se fragu desde el grito de Santiago y cierra Espaa,pas por los reyes catlicos, su bisnieto Felipe II, revent por los cuatrocostados en la guerra civil y que an en nuestros das de vez en cuando seexpresa con voz viva en Espaa y en la propia Amrica Latina.

    Por eso Hidalgo, pone profunda atencin en la lectura de las cartas yextrae con facilidad relaciones con los acontecimientos quiteos de esetiempo, en el que el laicismo de las logias masnicas se encuentra presen-te con su carga de ideas contrarias al centralismo monotesta de una reli-gin que inspiraba un mundo feliz, bajo la direccin de un solo rey y unsolo papa. La bsqueda de gloriosas culturas ancestrales en el mismo Qui-to, legitimara el establecimiento de un estado distinto al espaol, mientraslos peninsulares vean con espasmo tal pretensin y como ms destructivaque los terremotos que ya asolaban esta tierra.

    Frente a estas circunstancias Prez Muoz levanta su crtica al gobier-no colonial, funcionarios civiles y eclesisticos son acusados de inoperan-tes, corruptos y extraviados, a todo lo cual se suma una formacin social,desgajada en castas y razas, a las que describe en sus aspectos fsicos y ca-

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    ractereolgicos, en ocasiones con sorna y en muchas ms con menospre-cio. Lo que conlleva la lgica de la inmadurez de esta tierra y por lo mis-mo el absurdo de sus pretensiones independentistas.

    Como bien seala el compilador: pocos han sido los testimonios per-sonales que han quedado sobre estos celebres aos de comienzos del si-glo XIX, entre los que cabe mencionar la relacin histrica de WilliamBennett Stevenson, un ingls que fue asistente del Conde Ruiz de Castillaquien escribi Veinte aos de residencia en Sudamrica. El color de suhistoria es el de la neutralidad, parecera que Stevenson observ los acon-tecimientos desde fuera, puesto que tienen el tono de una narracin, locual le diferencia a este autor enormemente de Pedro Prez Muoz apasio-nado y valorativo.

    Sobre Pedro Prez Muoz se consigna en este mismo libro una cortapero muy completa biografa, cuyo autor es Diego Prez Ordez. Su his-toria de vida confirma una raigambre fuertemente catlica, fundamenta-da en sus estudios teolgicos y la secretara particular del obispo MiguelAgustn Alvarez Corts. Los estudios universitarios seguramente le aporta-ron orden lgico y sistematizacin, caractersticas que se observan en suscartas, lo cual permite entender su pensamiento y probablemente el de sucorriente religioso-poltica.

    A no dudarlo los contenidos de este libro tanto en su estudio intro-ductorio, como en las cartas mismas, constituyen un valioso aporte a lahistoria del Ecuador, pues el pensamiento realista, olvidado, menosprecia-do, puede ser ahora contrastado con las ideas de los patriotas. Y por lo mis-mo recuperar para la conciencia nacional realidades histricas que han si-do reprimidas y que a lo mejor se constituyeron en sombra durante estosdos siglos, que oscureca la comprensin del ser total de este pas.

    La editorial Abya-Yala, en una nueva demostracin de su inters porla cultura ecuatoriana, a travs de la divulgacin de los aspectos histricosy antropolgicos de nuestra sociedad, ha posibilitado que estas cartas dePedro Prez Muoz, inditas en el Archivo de Indias, hasta que fueron des-cubiertas por Fernando Hidalgo Nistri sean conocidas en el Ecuador.

  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

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    EESSTTUUDDIIOO IINNTTRROODDUUCCTTOORRIIOO

    Fernando Hidalgo-Nistri

    acia principios de la dcada de los ochenta, nuestro eminente histo-riador Jorge Salvador Lara haca notar lo lejos que estaba la conclu-

    sin de la tarea de identificar, recopilar y publicar las fuentes documenta-les que hacen referencia directa a la Revolucin quitea1. Esta verdad sinpaleativos la hemos visto confirmada muy a menudo gracias a nuestrasdiarias incursiones por los archivos ecuatorianos y europeos. Los diferen-tes avatares corridos por la documentacin o los cauces a travs de los cua-les sta fue tramitada explican su actual estado de dispersin por distintospases. Una muestra de ello es que no menos de doce archivos pblicos deEuropa y Amrica contienen informacin directamente relacionada conestos acontecimientos. La diseminacin de los expedientes, empero, no s-lo se reduce a un problema de tipo geogrfico, sino que esta circunstanciase repite con mucha frecuencia en el interior de los mismos repositorios.Los distintos criterios de organizacin archivstica utilizados para clasifi-car documentos no siempre han sido compatibles con la posibilidad deformar grandes corpus en donde sta pudiera quedar reunida y debida-mente ordenada. Bajo circunstancias de este tipo no es raro que el histo-riador se tope con sorpresas en donde menos se esperan. Buena prueba deello es que el hallazgo de este epistolario se debe, precisamente, a una deesas casualidades. Dentro de este marco, pues, la publicacin del Compen-dio de la rebelin de Amrica aspira ser un pequeo aporte a la gran tarea

    H

    1 Jorge Salvador Lara, Estudio introductorio, en: La Revolucin de Quito, 1809-1822,Quito, 1982, pp. 18-19.

  • Fernando Hidalgo-Nistri

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    de recopilar y sistematizar las fuentes histricas que de una forma u otrahacen referencia a la Revolucin de Quito.

    La publicacin del Compendio elaborado por Prez Muoz, empe-ro, no slo contribuir a ampliar el fondo documental que gener la Re-volucin Quitea, sino que adems ser til para entender las posturas quemantuvo el colectivo de los chapetones. Acostumbrados, en la mayor partede los casos, a leer relatos en donde los autores han propendido a la heroi-cizacin de los principales actores de la gesta insurgente, en esta coleccinepistolar se nos ofrece, por el contrario, una contraimagen de tales versio-nes. Aqu los hroes son hombres ruines y villanos y las aspiraciones de in-dependencia pensamientos que son fruto de un ambiente corrompido. Pa-ra quienes slo han tenido la oportunidad de leer los clsicos laudatoriosde la Revolucin Quitea, el contenido de este libro les provocar descon-cierto y confusin. Las visiones opuestas a la gesta insurgente quitea nor-malmente han tenido como origen la opinin de funcionarios reales quede una forma u otra fueron testigos de lo ocurrido en este conflictivo pe-rodo. En este sentido, pues, haca mucha falta una versin que recogieralos puntos de vista, tanto de la comunidad espaola afincada en Quito co-mo de la de los criollos que optaron por mantenerse fieles a la causa delRey. Esto, sin embargo, no debe conducir al error de pensar que el presen-te epistolario es un reflejo fiel de los sentimientos y de las opiniones quemantuvo este sector. El hecho de que Pedro Prez Muoz se hubiese con-vertido en una de las cabezas ms visibles de la oposicin no necesaria-mente le confiere la gracia de la representatividad. Los contenidos delCompendio deben ser entendidos tan slo en funcin de la capacidad queposeen para introducirnos en el mundo del colectivo desafecto a la revo-lucin.

    Algo que llama la atencin respecto de los sucesos acaecidos en lostiempos revueltos que transcurrieron entre 1809 y 1815 es la marcadaescasez de memorias o de versiones no oficiales redactadas por testigos di-rectos de esos acontecimientos. Las excepciones a esta regla son unas cuan-

  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

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    tas cartas privadas, la Relacin histrica de William Bennett Stevenson2 yalgn otro trabajo ms. Esta peculiaridad ha dado pie a que los diversos es-tudios que se han dedicado a tratar este tema hayan tenido que servirse ca-si nica y exclusivamente de fuentes producidas a travs de cauces y me-dios oficiales. Un buen ejemplo de esta clase de trabajos son los procesosinstruidos en contra de los principales implicados en los acontecimientoso la coleccin de informes de los funcionarios encargados de reprimir elmovimiento. Las contribuciones de Jos G. Navarro, Carlos de la Torre,Manuel Mara Borrero, Isaac J. Barrera, Alfredo Ponce, etc., se inspiran enbuena parte en dichas fuentes3. Si bien no es posible ignorar que este tipode documentos constituyen un instrumento imprescindible para lograruna buena aproximacin a la Revolucin Quitea, no es menos cierto quela naturaleza y el alcance de sus contenidos tienden a limitar la compren-sin del pasado histrico. Despus de todo, la complejidad del movimien-to insurgente no se agota en lo meramente acontecimental. La rigidez quecaracteriza los procesos judiciales y el clculo premeditado en el que se en-marcan los testimonios suelen ser limitantes que impiden percibir los de-talles que constituyen el teln de fondo de los grandes eventos o la tras-tienda de la vida pblica y privada. En este sentido, el Compendio de PedroPrez Muoz que ahora se pone a disposicin de la comunidad acadmi-ca es un instrumento privilegiado que sin duda va a contribuir a esclare-cer el contexto dentro del cual se produjo la Revolucin Quitea. A dife-rencia de otro tipo de fuentes, la informacin que contiene este curiosodocumento no slo ofrece un relato lineal u horizontal sino que tambinpermite la cata en profundidad de una comunidad que se hallaba en ple-

    2 William Benett Stevenson, A Historical and Descriptive Narrative of Twenty Years Re-sidence in South America, 3 Vols, London, 1829. Hay una edicin moderna publicada por laEditorial Aby-Ayala de Quito.

    3 Carlos de la Torre Reyes, La Revolucin de Quito del 10 de agosto de 1809, Quito, 1961.Jos Gabriel Navarro, La Revolucin de Quito del 10 de agosto de 1809, Quito, 1962. ManuelMara Borrero, Quito, Luz de Amrica, Quito, 1959. Alfredo Ponce Rivadeneira, Quito, 1809-1812, Madrid, 1960.

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    no proceso de cambio. Los comportamientos de los hombres y familias dela Revolucin o la compleja mecnica de los nexos sanguneos queda muybien transparentada. Por otra parte, el Compendio contiene una interesan-tsima coleccin de datos de primera mano, buena parte de los cuales hanpermanecido hasta hoy desconocidos4. Una muestra fidedigna de ello sonlas misteriosas razones que ocultaba una expedicin militar quitea queCarondelet haba dirigido a Panam5; las reveladoras descripciones en tor-no al comportamiento de las comunidades indgenas locales6; las iniciati-vas de insurreccin del pueblo bajo o los detalles relativos al estableci-miento de las primeras logias masnicas. Lo sugerente que resulta este ti-po de informacin va a permitir a los historiadores explorar en campos to-dava inditos y a otorgar nuevos significados a un cmulo de aconteci-mientos que tienen una carga simblica muy importante para nosotros.

    El presente documento fue concebido a la manera de una acusacinde un momento histrico marcado por el derrumbe del imperio espaolen Amrica. Tal como el mismo autor se encarga de recalcar, su obra pre-tende demostrar las causas prximas y remotas, las directas e indirectasas como denunciar a los agentes internos y externos que encendieron elfuego de la discordia y de la desolacin7. Por el tono utilizado y las mate-rias que trata, Prez Muoz tiende a asemejarse mucho a esos enviados se-cretos que informaban a la Metrpoli de todo aquello que solan callar las

    4 Segn se hace constar en el propio epistolario, Pedro Prez Muoz escribi este tra-bajo durante el transcurso del ao 1815. Con toda seguridad el manuscrito fue confeccio-nado en la ciudad de Guayaquil en los meses previos a que tuviera lugar su embarque defi-nitivo a Espaa. La conclusin tiene fecha del 31 de diciembre de 1815.

    5 Vase la carta N 15. Esta expedicin se trata con toda seguridad de una fuerza queen 1806 fue enviada por Carondelet a fin de proteger el puerto de Panam de posibles in-cursiones inglesas. El contingente de aproximadamente cuatrocientos soldados de infante-ra se hallaba al mando del Capitn Salinas.

    6 Vanse las cartas N 5, 18 y 22.

    7 Vase la carta N 2.

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    autoridades que se haban vuelto corruptas. Los contenidos del Compen-dio fueron redactados a travs de la ptica de quien, ciertamente, era unfiel y sincero devoto del absolutismo monrquico. Buena prueba de ello esque en Espaa tambin estuvo perseguido por oponerse al partido de losconstitucionalistas8. El pensamiento que aqu plasma el autor va en buenamedida a reflejar esa corriente ideolgica que marc el reinado de Car-los IV y que, a criterio de los sectores ms liberales, haba dejado de ser unagente impulsor de la tan deseada modernidad. De ah, pues, que no debaextraarnos que la tnica del Compendio sea la de expresar los temoresexistentes respecto de una ilustracin americana que, al haber ilegitima-do al propio poder que la instituy, se haba tornado en un peligro. Bajoestos criterios, la imagen que se quiso transmitir fue la de los triunfos deuna Babilonia infernal revelada contra Dios y contra el Rey o lo que es lomismo, el enfrentamiento entre una Espaa portadora de los valores de lacivilizacin y un Quito atacado por el cncer de la corrupcin poltica ymoral. Ms, an, por el tono y el lenguaje empleado en ciertos pasajes, nosparece que el autor prefigura ya el conflicto liberal-laico y catlico-conser-vador que estallara en el Ecuador republicano. Vase si no la denuncia quehace de unos eclesisticos que predicaban doctrinas materialistas9. Otropunto que tampoco puede pasar desapercibido es el hecho relativo a losprejuicios que entonces se albergaban con respecto a los criollos y que dealguna manera fueron utilizados para deslegitimizar sus aspiraciones de ti-po poltico. En efecto, en Prez Muoz es posible encontrar toda una seriede ribetes que evidencian de manera fehaciente la existencia de un fuertesentimiento de superioridad entre los peninsulares respecto de los ame-ricanos. Toda comparacin es odiosa dice Prez Muoz igualar al blan-co europeo con el criollo sera agraviar a la razn10. Si se leen determina-dos textos se puede sealar que dos son las causas que haban llevado a los

    8 AGI. Santa F, 552. Informe sobre que se le concedan a Pedro Prez Muoz tierras enAndaluca, Madrid, 4 de agosto de 1824.

    9 Vase la carta N 26.

    10 Vase la carta N 6.

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    blancos del Nuevo Mundo a retroceder en la escala de la moral. Por un la-do, el medio americano no constitua un lugar adecuado para el nacimien-to de la virtud sino ms bien un sitio propicio para que la depravacin y elvicio campearan a sus anchas. La muerte del padre europeo es percibidacomo la ruptura de un dique que permite la accin nefasta del entorno so-cial sobre sus hijos11. Por otro, el mestizaje tambin es visto como un fac-tor que fomenta la degeneracin de los valores morales que haban sidotransportados por los blancos. El mestizo es un hombre ni blanco ni in-dio que tiene de las malas inclinaciones de uno y otro12. Bajo los condi-cionamientos que encierra esta premisa, la consecuencia necesaria desem-bocaba en pensar a los descendientes de las familias espaolas como seresdestinados a volverse corruptos. Aun cuando detrs de este tipo de afirma-ciones se pueden encontrar los fundamentos de una teora acerca de la in-capacidad de los criollos para ejercer funciones de gobierno, lo ms pro-bable es que slo se trate de la constatacin del abismo que se haba for-mado entre americanos y europeos peninsulares.

    Pero qu es lo que ha visto Prez Muoz en el Quito de fines del an-tiguo rgimen? Ciertamente una sociedad que a partir de sus propias ori-ginalidades ha evolucionado hacia unos derroteros considerados como pe-ligrosos. Sus descripciones reflejan claramente el comportamiento de unacomunidad revuelta que se debate entre el peso de la tradicin y el de unamodernidad que le ha sido insuflada por las luces del siglo. Es testigo decmo campos de inters completamente inditos empiezan a buscar pun-tos de apoyo en un mundo uniformado por referencias e imaginarios pro-pios del antiguo rgimen. En efecto, para las fechas en que se escribe elCompendio, ha hecho ya eclosin toda una corriente intelectual que se hamarcado como meta fijar los rasgos de una identidad nacional. La Histo-ria del Reino de Quito de Juan de Velasco hizo evidente un pasado propio

    11 Vase la carta N 6.

    12 Vase la carta N 5.

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    y autnomo que nos confera una personalidad histrica independiente dela del viejo mundo. Los captulos dedicados a tratar los temas relacionadoscon la naturaleza y el medio geogrfico fomentaron, asimismo, una con-ciencia de lo nuestro y de las originalidades que nos son propias. Estereencuentro con la naturaleza propiciar dcadas ms tarde una imagen dela patria ntimamente relacionada con figuras evocadoras de nuestra flo-ra y de nuestros paisajes. La apoteosis de la selva tropical y de los grandesmacizos andinos que form parte consubstancial de la imaginacin pol-tica republicana se inspir en la Historia Natural y en los trabajos de losprimeros naturalistas criollos. De forma concomitante, ha aparecido entrelas lites quiteas una voluntad de cambio o, lo que es lo mismo, una ne-cesidad de proceder a una cesura con el pasado. La bsqueda de la nove-dad llega a ser una obsesin y el futuro se convierte en objeto de reflexinen la medida en que se empieza a imaginar un deber ser quiteo o unapatria deseada. De ah que uno de los principales productos del pensa-miento criollo de la poca hubiese sido el desarrollo de una mentalidadutpica. Desde otra perspectiva, Prez Muoz fue un observador privile-giado del proceso de adopcin de una nueva cultura poltica que tuvo porobjeto superar los referentes y las prcticas del estilo del viejo rgimen. Ha-cia fines del S. XVIII se estrenan en Quito lo que bien podemos llamar ins-trumentos de la modernidad. Muchas son las innovaciones que se pro-ducen en este sentido. En esos aos aparece ya un principio de escena p-blica que no es sino el resultado de la bsqueda de una nueva legitimidad:la del pueblo soberano o de la nacin. La disputa por el poder, que tradi-cionalmente se efectuaba dentro del campo de lo privado, empieza poco apoco a invadir el de lo pblico. El peridico Primicias de la Cultura de Qui-to, las Sociedades Econmicas de Amigos del Pas o las logias masnicasvan a conformar este primer espacio. Asimismo, otra de las grandes inno-vaciones que se experimentaron en la poca fue la de la aparicin de lasnociones de individuo e igualdad que, como se sabe, son consustanciales alas prcticas polticas de nuevo cuo. Organizaciones como las citadas fue-ron las responsables de esta mutacin puesto que fomentaron la creacinde crculos en los que se renen, sin distincin de rango, hombres perte-

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    necientes a diferentes estamentos13. De esta manera, pues, a travs de lasllamadas sociabilidades democrticas, el individuo logr sustituir al granactor del viejo rgimen, el cuerpo.

    Dadas las caractersticas que tuvo este movimiento intelectual, sur-gi por fuerza una nueva nocin de legitimidad, circunstancia sta que,precisamente, fij los lmites y volvi paradjico un proceso de cambioque inicialmente haba venido siendo fomentado por los propios ilustra-dos de la Corte. Las prcticas democrticas que se ejercan dentro de las lo-gias masnicas o dentro de organizaciones como la Escuela de la Concor-dia consagraban la voluntad general como la nueva fuente de legitimidad.La vieja idea de un prncipe elegido por la voluntad de Dios haba empe-zado, pues, a dejar de ser inteligible aun en el lejano Quito. Este cambioproducido es el que va a ser objeto de cuestionamiento por Prez Muozy el que a su vez le va a permitir hablar de rebelin, insurreccin e inde-pendencia. En este sentido, nuestro autor va a reproducir en Quito un dis-curso semejante al que disearon en Espaa los ms afectos a una Monar-qua de corte absolutista. Esta profusin de novedades va a ser, asimismo,la que va a inspirarle una nueva pedagoga poltica que deba ser capaz dereenmarcar en el registro del imaginario absolutista nociones tales comolas de patria o legitimidad. Sus conceptos principales aparecen descritos enel boceto de catecismo que prepar para estos efectos14.

    Como se deduce, el significado que tienen logros como stos radicen el hecho de que constituyeron el punto de partida de todo un procesode desestabilizacin de los antiguos valores, que no concluy sino dcadasdespus de producida la ascensin al poder del liberalismo. Lo ocurrido enestos aos no fue, por lo tanto, una transformacin meramente jurdica

    13 Sobre este tema puede consultarse a Francisco Guerra, Modernidad e independencias,Madrid, 1992, p. 85 y ss.

    14 Vase la carta N 28.

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    tal como haba afirmado el eminente Julio Tobar Donoso, sino algo que tu-vo mucho ms relevancia15. Si se acepta sto, habra que convenir que laAudiencia de Quito o, al menos una parte de ella, estuvo sufriendo unaverdadera revolucin entre las dcadas de 1780 y 1820 aproximadamente.De igual manera, determinado tipo de observaciones nos conducen aaceptar como algo ms o menos generalizado el fuerte ascendiente que tu-vieron las ideas polticas de corte afrancesado en la formacin ideolgi-ca de la insurgencia quitea. Sera un error pensar el renacimiento del ius-naturalismo en trminos de un retorno al pasado o de una exclusin de esamodernidad que haban difundido los philosophes. Concretamente, elrenacimiento del pactismo, logr acoplarse admirablemente al espritu in-novador que se respiraba en Amrica. Las enseanzas de Grocio, Puffen-dorf o Surez proporcionaron muchos de los argumentos tericos quebuscaban las lites para exigir esas libertades que no slo les permitiranobtener un mayor grado de autonoma sino que tambin podan ser utili-zadas para justificar la revuelta contra el Prncipe injusto.

    Los cambios que desde el punto de vista ideolgico y mental estabasufriendo la sociedad quitea de la poca, empero, no nos autorizan a ha-blar de una modernidad ampliada y perfectamente enraizada. Sera enga-arnos si dijramos que nuestro autor contempl a los pies del Pichinchauna comunidad moderna. Tanto el texto elaborado por Prez Muoz co-mo otros documentos nos dejan apreciar que detrs del discurso ilustradoyaca escondido un poderoso universo tradicional. Un repaso pormenori-zado del funcionamiento de esta comunidad nos permitir percibir cmoen sta no haban perdido vigencia una multitud de prcticas del tipo delAntiguo Rgimen16. Si tal como hemos dicho, en muchos sentidos las li-tes criollas locales se haban mostrado muy precoces para asimilar la no-

    15 Julio Tobar Donoso, La transformacin de 1809 fue eminentemente jurdica, en:Boletn de la Academia Nacional de Historia, N 95, Quito, Enero-Junio de 1960.

    16 Sobre este tema vase el sugerente trabajo de M. D. Demelas e Yves Saint-Geours, Je-rusaln y Babilonia. Religin y poltica en el Ecuador. 1780-1880, Quito, 1988.

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    vedad, no es menos cierto que el fardo de la tradicin fue una carga quetard mucho tiempo en ser abandonada. En aquellos aos, la bsqueda delindividuo todava tropezaba contra el muro de una sociedad estamental ycorporativa que no ir a desaparecer sino mucho tiempo despus. Las re-vueltas quiteas que se produjeron entre 1809 y 1812 son todava un asun-to que se maneja dentro de mbitos regulados por pactos de tipo familiar.La estricta y bien delimitada taxonoma de las diferentes fisonomas racia-les que efecta Prez Muoz refleja claramente cmo el Quito de princi-pios del siglo pasado era una sociedad compartimentada en la cual elhombre no era pensable sino en trminos de su pertenencia a un grupoconcreto. La funcin que cumplen los diferentes clanes y estirpes con susredes de parentesco y mbitos de influencia remiten ms a un sistema deprcticas y de valores muy propios del Antiguo Rgimen antes que a unasociedad de cuo moderno. Asimismo, cuando los insurgentes quiteosintervienen, su actuacin no lo es a ttulo individual sino que con ellos seponen en marcha viejos mecanismos que movilizan una constelacin deparentelas y de clientelas adscritas a clanes determinados. El caso de losCaicedo de Cali o el de los Larrea de Quito, estirpes que son expresamen-te mencionadas por el autor, muestran la importancia y el peso que tuvola institucin de la familia en la revuelta insurgente17. En la visin generalque presenta el compendio aparecen manifiestas las contradicciones y am-

    17 Vale la pena transcribir algunas de las observaciones que realizaron funcionarios dela poca relativas al comportamiento poltico de estos clanes familiares. El primer testimo-nio corresponde, precisamente, a la familia Caicedo de Cali. El Cabildo de la ciudad encuestin se refera de la siguiente manera: ... as mismo de las inquietudes que padece estaciudad de tres aos a esta parte, causados por una familia vecinos de ella, apellidados Cai-cedos, quienes revestidos de soberana, en sus nimos acaudalados, tienen sorprendidos atodo este vecindario, con tan desptico dominio y sin conocer superioridad, que arrastra-ron a la ms execrable maldad, como fue el levantarse esta familia, sus familiares y amigosy comensales, la noche del da veinte de febrero de setecientos cuarenta y tres con la RealJusticia, de mano armada y de hecho pensado... AGI. Quito, 139. El Cabildo de Cali infor-ma a S.M., Cali, 11 de octubre de 1749. El segundo testimonio describe muy bien la tramadel poder familiar hacia 1814. Tales circunstancias en grado herico no han podido impe-

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    bigedades que embargaban a una sociedad colonial en franco proceso decambio. Esto es, al mismo tiempo que se describen los progresos de la mo-dernidad tambin sobresale el trasfondo de un mundo que todava se ha-lla firmemente anclado en el pasado. No obstante ello y pese a todo lo pa-radjico que pueda parecer, el paulatino avance de los paradigmas de lailustracin criolla se llev a cabo a partir de la utilizacin de estructurasantiguas. Lo moderno, pues, cabalg durante mucho tiempo sobre los lo-mos de la tradicin.

    Otro de los puntos que no pueden dejar de mencionarse es aquelque trata sobre la influencia que ejercieron los extranjeros antes y durantela primera fase del perodo de insurgencia. Relativamente mucho se cono-ce sobre las funciones que desempearon los oficiales y agentes ingleses atodo lo largo del proceso de independencia. Esto mismo, sin embargo, nopuede decirse respecto del papel que cumplieron en el Virreinato los ex-tranjeros de otras nacionalidades con anterioridad al ao 1812. Nadie ig-nora quines fueron OLeary, Illingworth o Hall, pero la vida y las activi-

    dir que deje de haber entre tantos o casi todos buenos, algunos malos. Diferentes fa-milias y aun las ms principales de Guayaquil emparentadas con otras de Quito o sus luga-res, otra crecida porcin con ntimas relaciones por sus negocios y comercios con aquellas,un cuerpo de curas, muchos quiteos, y otros que pueden considerarse tales [...] y los re-voltosos que como en todas partes no faltan aqu, ha ofrecido todo bastante que hacer a micuidado en diferenes pocas... AGI. Quito, 262. Juan Vasco al Secretario de Estado y Gue-rra, Guayaquil, 6 de julio de 1814. El ltimo, a travs de la familia lojana de los Valdivieso,hace referencia a la situacin que se viva en la ciudad de Loja hacia el ao de 1813. Todosestos accidentes y otros difciles de numerar y con que slo fatigara la atencin de V.A.Sacabaron de subyugar este vecindario de manera que aunque se contasen algunos pocosciudadanos buenos y otros que por su condicin y poca inteligencia prescindan de todo,era imposible proceder en juicio sobre sus atentados y escandalosas producciones por ab-soluta falta de testigos que comprueben; pues los habitantes o unidos y cmplices, o depen-dientes en muchos ramos, hasta en el de subsistencia, tiemblan de poner contra un pudien-te y atraerse su odio y persecucin que han reconocido implacable y feraz. AGI. Quito, 274.Informa Toms Ruiz Gmez de Quevedo de lo ocurrido el da de la implantacin de laConstitucin. Quito, 1 de noviembre de 1813.

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    dades que desarroll ese ejrcito de mdicos franceses que durante casimedio siglo pulul por las poblaciones andinas no ha sido suficientemen-te aclarado. El trabajo del colombiano Sergio Elas Ortz, lamentablemen-te, slo resea la actuacin de los franceses con posterioridad al ao 1812.Las sugerentes observaciones de Prez Muoz resultan en este sentido demucha utilidad puesto que de alguna manera contribuyen a iluminar laobscuridad existente en torno a este punto. El efecto ms claro que se de-riv de la llegada del contingente de extranjeros fue el de contribuir a laruptura del severo monopolio ideolgico que ejerca la Metrpoli. Unbuen indicio de ello fue el hecho de que se acusara a individuos de nacio-nalidad francesa de la publicacin clandestina de Los Derechos del Hom-bre que se efectu en Bogot en 179418. Prez Muoz, por su parte, no va-cila en sostener la existencia de un complot napolenico cuyo fin ltimodeba ser la incorporacin de la Amrica hispana a la rbita de una Mo-narqua universal gala19. No menos importante es la observacin efectua-da en la carta N 14 acerca de la filtracin de ideas revolucionarias a travsde peridicos impresos en Jamaica. La inquietud que los forasteros provo-caron llev a que las autoridades se mantuvieran en alerta permanente.Hacia 1790, por ejemplo, el Presidente Antonio de Mon y Velarde manifes-taba ya su preocupacin ante la posibilidad de que algunos individuos dela Asamblea Nacional, establecidos en la Nueva Granada, pudieran propa-gar especies sediciosas20. En otros casos, el cordn sanitario tendido porla Corona fue vulnerado por el fuerte ascendiente que tuvieron personajesde la talla de Humboldt. Las aseveraciones que en este sentido se hacen enel Compendio pueden verse refrendadas, tanto por la simpata que siempremanifest el sabio prusiano por la causa de la independencia como por lagran influencia que lleg a ejercer sobre las lites criollas. El pensamiento

    18 Sergio Elas Ortz, Franceses en la independencia de la Gran Colombia, Bogot, 1971,p. 14.

    19 Vase la carta N 15.

    20 AGI. Quito, 233. Carta de Antonio de Mon y Velarde al Consejo, Quito, 18 de sep-tiembre de 1790.

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    del Barn, como se sabe, ir a ser uno de los grandes referentes que duran-te mucho tiempo inspirarn la imaginacin poltica en Amrica.

    Aun cuando con toda probabilidad nunca se llegar a determinarcon exactitud el grado de influencia que se ejerci sobre el patriciado crio-llo, s es evidente que de este contacto surgi una tendencia de afrancesa-dos. En 1810, por ejemplo, se deca que la familia de los Montfar consus satlites admiraban a Napolen y que posean un retrato suyo en unacasa vaca de santos21. En todo caso, la irrupcin ms clara de este espri-tu tendr lugar en las primeras dcadas del perodo republicano en dondevan a aparecer claras referencias a la Revolucin de 178922. Ciertos intelec-tuales de tendencia conservadora, empeados en defender la originalidad yla integridad catlica de los prceres y del movimiento, han venido negan-do de forma sistemtica el afrancesamiento de stos. Despus de todo,emparentar lo ocurrido en Quito con las impiedades de los filsofos quehaban inspirado la Revolucin de 1789 ha equivalido de alguna manera aexcluir el hecho religioso de un acontecimiento que, como se sabe, ha pasa-do a convertirse en un acto fundacional del Ecuador actual.

    Por ltimo, la importancia del contingente extrajero tambin sepuede ver reflejada en el influjo que ejercieron para modificar las costum-bres y la vida cuotidiana de los criollos. El aporte de una nueva cultura po-ltica, ciertamente, no vino en solitario. Junto a l penetraron hbitos, mo-das y gustos que alteraron considerablemente las formas de ser y de estarde unas lites apegadas a tradiciones de mucho arraigo y muy distantes delos focos en donde la novedad se produca. Prez Muoz refleja muy bienla situacin creada por los forasteros: Los extranjeros que han venido decocineros, reposteros, ayudas de cmara y otras ocupaciones semejantes [a

    21 AGI, Div 1, Carta annima dirigida al Obispo Quintin y Ponte, Quito, 6 de diciem-bre de 1810.

    22 Un estudio interesante sobre este tema puede verse en: Georges Lomn, La revolu-cin francesa y lo simblico en la liturgia poltica bolivariana, en, Miscelnea histrica ecua-toriana, N 2, Quito, 1990.

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    la vez que difundieron] opiniones bien perjudiciales a la religin [tambinpopularizaron] costumbres italianas y francesas23. El influjo que se ejer-ci en estos campos no conviene que sea infravalorado. Todo lo contrario,las evidencias y el contexto en que ste se enmarc resultan ser de particu-lar importancia debido a que contribuyen a pensar, tanto el fenmeno deruptura con lo hispnico que tuvo lugar a lo largo del siglo XIX como laaceleracin del proceso de bifurcacin cultural que se produjo entre losblancos-criollos y los dems grupos tnicos. Las nuevas modas, costum-bres y formas de estar, no cabe duda, fueron las responsables de una pri-mera fractura de un modus vivendi que gracias a sus imbricaciones e inter-cabios a lo largo de aproximadamente 250 aos haban formado la cultu-ra mestiza. Muchas prcticas y conductas de este tipo que antes haban es-tado muy arraigadas van a dejar de estarlo a nombre de la civilizacin yde un recin estrenado buen gusto. Los relatos de los viajeros que visita-ron la Amrica Hispana en la dcada de 1820 estn repletos de observacio-nes que hacen hincapi en las modas recin adquiridas24.

    Otro de los aspectos centrales del documento revela cmo hacia fi-nes del S. XVIII y principios del siguiente las comunidades indgenas y elpueblo bajo de las ciudades serranas haban desarrollado sus propios me-canismos de rebelin. Probablemente los ms interesantes resulten ser losmilenarismos andinos del tipo conocido como Inkarri que aparecieronen los mbitos rurales de la regin serrana. Segn dan a entender las afir-maciones de Prez Muoz, entre determinados grupos tnicos haba co-brado mucha fuerza la idea acerca de la resurreccin y prxima venida delInca25. Las danzas y cantos que realizaban en sus fiestas tenan como unode sus principales motivos la representacin de las Pallas y del da en que

    23 Vase la carta N 7.

    24 Vase por ejemplo: Gaspard Mollien, Viaje por la Repblica de Colombia, Bogot,1944. Julin Mellet, Viajes por el interior de la Amrica Meridional, (1808-1820), Santiago deChile, 1959. Jean Baptiste Boussingault, Memorias de Boussingault, Bogot, 1985.

    25 Vase las cartas N 5, 18 y 19.

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    se hara efectivo el retorno de su Seor natural para volver a ordenar elmundo. Los indios dice nuestro autor conservan sus usos e inclinacio-nes y an esperan la venida de su Inca quin los ha de volver a su primiti-vo estado26. El hallazgo de este tipo de profecas tiene un relieve muy es-pecial en la medida en que a travs de ellas es posible extender hacia el es-pacio quiteo el radio de influencia de una escatologa andina que los es-pecialistas han tendido a limitar al rea peruano-boliviana. Dentro del m-bito urbano tambin existieron movimientos que, sin aspirar a un reorde-namiento del universo aborigen, ejercieron algun tipo de rebelin que ge-ner numerosas situaciones de riesgo para las lites quiteas. Muy signifi-cativa resulta la conducta de dos curiosos personajes, los indgenas Capa-rredonda y Tabango. Estos, segn el Compendio haban llegado a formardos partidos con el objeto de erigirse, uno de los dos, en rey y luegoproceder a un total exterminio de los blancos. En un oficio dirigido alObispo Andrs Quintin y Ponte un observador annimo calificaba a losintegrantes de este tipo de movimientos como una plebe acfala y enar-decida a quien haba que disimular sus atentados para tenerla grata27.No obstante la realidad de estos testimonios nos inclinamos a pensar queen la prctica se produjo una relacin de convivencia entre estos sectoresy las lites quiteas. A modo de hiptesis incluso podramos sostener quelos dos lderes populares arriba indicados probablemente fueron los prin-cipales nexos de enlance que, en su momento, permitieron que el patricia-do insurgente contara con el apoyo del pueblo bajo. Un indicio que de al-guna manera puede avalar esta suposicin es el hecho de que Caparredon-da lleg a ostentar el grado de comandante en la segunda rebelin delao 181028. Desde otra perspectiva, los testimonios de Prez Muoz tam-

    26 Para el caso peruano puede verse el clsico de Nathan Wachtel, Los vencidos. Los in-dios del Per frente a la conquista espaola (1530-1570), Madrid, 1976.

    27 AGI, Diversos 1, Ramo 3, N 238. Oficio dirigido al Obispo Andrs Quintian y Pon-te, Quito, 6 de diciembre de 1810.

    28 Vase la carta N 29.

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    bin conducen a pensar que este tipo de manifestaciones son la expresinde una de esas relaciones de clientelismo y solidaridad en las que estabaninvolucrados miembros de todas las clases y oficios. De hecho, cuando elautor describe la composicin del movimiento insurgente, utiliza el califi-cativo de juanescas (fanescas) para expresar este tipo de particularidades29.

    El tema del retorno del Inca no slo se limit al exclusivo mbito delmundo indgena sino que ste trascendi mucho ms all de esta esfera,gracias sobre todo a que las lites criollas tambin se embarcaron en la ta-rea de resucitar la imagen de los viejos seores tnicos. La necesidad de im-plementar un discurso poltico enunciador de una nueva legitimidad lle-v a crear versiones suigeneris que representan una vuelta triunfal de lasantiguas estirpes aborgenes. La urgencia de sentirse diferentes respecto delos chapetones y la de elaborarse una identidad propia les condujo a laaventura de apoderarse del pasado tnico precolombino30. La bsqueda deeste principio fue un fenmeno que afect prcticamente a toda la Amri-ca Hispana y sus antecedentes ms lejanos pueden, acaso, encontrarse enesas formas recreadas del mundo indgena que impulsaron los Jesuitas. Pa-ra el caso de la Audiencia de Quito, Juan de Velasco fue el mximo expo-nente de este movimiento intelectual31. La exploracin del pasado clsi-co americano, sin embargo, slo fue una parcela de un fenmeno de mu-cha mayor envergadura. Los dems significados que pudieron derivarse deeste ejercicio de reflexin estimularon grandemente la imaginacin polti-ca de los criollos en orden a convertir este nuevo estatuto de legitimidaden un proyecto poltico. Dicho de manera ms explcita, la posibilidad detrazar una linde entre criollos y chapetones debe ser vista como una ma-niobra intelectual tendiente a cuestionar la continuidad del ejercicio del

    29 Vase la carta N 30.

    30 Vase la carta N 21.

    31 A nuestro primer historiador podran agregarse otros jesuitas que desempearonuna funcin parecida. Entre otros podemos citar a Francisco Javier Clavijero, el autor de laclebre Historia antica del Messico, Juan Ignacio Molina, Francisco Xavier Alegre, etc.

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    poder metropolitano en las Amricas. La apropiacin del pasado indgenatuvo como fin establecer una suerte de genealoga de la que pudiera dedu-cirse una vinculacin directa de sucesin entre los antiguos seores tni-cos y los criollos. A travs de este ejercicio de reflexin se persegua dejarmuy en claro dos cosas. Primero, que el reconocimiento por parte de laslites locales de un pasado clsico precolombino distinto del de los pe-ninsulares supona el descubrimiento de una fuente proveedora de legiti-midades y de derechos polticos. Lo segundo no era sino una derivacininmediata de esto: si nosotros somos los sucesores y los depositarios direc-tos de esa antigua herencia, la presencia de Espaa en el Nuevo Mundo ca-rece de sentido y slo puede ser el resultado de un acto tirnico de usur-pacin. La apropiacin del pasado indgena va a adquirir pleno significa-do una vez concluido el movimiento emancipador dado que finalmente lahistoria antigua va a recobrar su continuidad. As pues, a travs de la ges-ta de la Independencia, la historia aborigen es vindicada y reencauzada enorden al cumplimiento de su propio destino32. Como se sabe, la imple-mentacin de esta imaginaria genealoga entr en su apogeo durante ydespus de las guerras por la independencia. La obra potica de Jos Joa-qun de Olmedo refleja muy bien este deseo de inventar unos vnculos cul-turales. Recordemos si no aquella escena en la cual Huaina-Cpac, el ver-dadero poseedor de la legitimidad, traspasa esta facultad a su sucesor yvengador: el Libertador Bolvar33. Con este acto, pues, la historia del pue-blo americano no slo recobr su continuidad sino que tambin qued

    32 Sobre esta cuestin pueden encontrarse estudios ms extensos en: Anthony Pagden,Spanish Imperialism and the Politica Imagination, Yale, 1990. Georges Lomn, La Revolu-cin francesa y lo simblico en la liturgia poltica bolivariana, en: Miscelanea historica ecua-toriana, N 2, Quito, 1989.

    33 Durante el perodo independentista y postindependentista, en el Ecuador se explo-t al mximo este tema. Las alegoras al pasado indgena no slo fueron un producto de lainspiracin de Olmedo. Manuel Lpez, un desconocido poeta guayaquileo, compuso unpoema en honor al supuesto seor natural llamado Guayas. Manuel Lpez, La sombra deGuayas, en: Revista del Archivo Histrico del Guayas, N 2, (Diciembre de 1972), Guayaquil.

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    restituida. Las metforas que en este sentido utiliz Francisco Talbot sonaleccionadoras: Nada poda simbolizar mejor la libertad proclamada [...]que un indio, seor primitivo de ella, de pie, alta la frente, clavando depunta su lanza en el suelo redimido, como en seal de que la lucha por aca-bar con la esclavitud haba terminado...34 La bsqueda de lo aborigen co-mo elemento legitimizador de un nuevo orden tambin tuvo oportunidadde plasmarse en importantes operaciones de recodificacin de los lugaresde memoria. As, por ejemplo, las nuevas monedas empezaron a circularmarcadas con las efigies de antiguos prncipes de la gentilidad y los vie-jos topnimos precolombinos fueron resucitados o bien inventados. El Vi-rreinato de Nueva Granada mud de nombre pasando a llamarse Cundi-namarca y, segn refiere Isaac J. Barrera, uno de los nombres que se bara-jaron para denominar a nuestro pas fue el de La Atahualpina35. De for-ma paralela a los cambios que estaba sufriendo la sociedad quitea, seplante el problema de definir la patria. Aqu, como en otros casos, el au-tor deja entrever claramente cmo entre el patriciado criollo y sus satli-tes, este concepto se encontraba sufriendo un importante proceso detransformacin. Dos imgenes totalmente diferentes y hasta contradicto-rias se disputaban la primaca. Por un lado estaba la versin antigua o tra-dicional que reduca la idea de patria a una expresin meramente regio-nal y, por otro, la de El Quito, cuyo alcance pretenda coincidir con la tota-lidad de la Audiencia y an ms. En la carta undcima se aprecian muybien los trminos de la primera nocin: La Patria entienden precisamen-te el suelo y el lugar donde han nacido y el que ms extiende su conoci-miento a la capital o ciudad ms grande de su provincia. Esta forma depensar no era ciertamente un capricho, sino ms bien el reflejo de un he-cho cuya realidad era evidente: la fuerza de lo regional. Tal como se ha en-

    34 Francisco Talbot, El escudo de armas de Cuenca, Boletn de la Biblioteca Nacional,Vol. I, N 4, Quito, 1918, p. 140.

    35 Isaac J. Barrera, Notas de historia y literatura, Boletn de la Academia Nacional deHistoria, Vol. XXXIII, N 82, Quito, (Jul-dic de 1953), p. 242.

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    cargado de poner de relieve Ives Saint-Geours, una vez concluido el proce-so de la independencia, la regin demostr ser la estructura ms slida delpas36. La Audiencia, en el sentido de una identidad y de una unidad pol-tico territorial, no constitua una nocin tan prxima como podra creer-se. Buena prueba de ello son las poderosas fuerzas centrfugas que, hastapor lo menos la dcada de 1860, impidieron la consolidacin definitiva delpas. Para la poca en que se escribe el Compendio, las regiones que con-forman la Audiencia son unidades poltico-geogrficas que en la prcticano slo mantienen un alto margen de autonoma poltica, sino que tam-bin poseen estructuras econmicas propias y familias patricias nativas. Elaislamiento geogrfico y la falta de caminos fueron elementos adicionalesque impidieron cualquier posibilidad de articular las regiones. Cuenca yLoja, por ejemplo, apenas si mantenan algn contacto con Quito. La ideade El Quito fue una creacin relativamente moderna y su antecedente msimportante se halla en la Historia del Reino de Quito de Juan de Velasco. Elnuevo concepto de patria que englobaba esta idea pretenda la articula-cin de un espacio geogrfico y la formacin y consolidacin de lo que hoyllamaramos una identidad nacional. Este concepto puede, asimismo, serentendido como una expresin de esas fuerzas centrpetas que a lo largode todo el S. XIX pugnan por articular y unificar el espacio nacional ecua-toriano. Los insurgentes quiteos fueron, sin lugar a dudas, los que mejorlograron encarnar esta nueva nocin. Ellos, en un momento especialmen-te emergente, van a tener la iniciativa de soldar un espacio desarticulado yfluctuante que estaba a punto de ser absorbido por la presin de los dos vi-rreinatos vecinos. A este espritu, como se sabe, tambin le correspondiun protagonismo de primer orden cuando en el conflictivo ao de 1859 lafuerza de los poderes regionales logr disolver esa precaria unidad nacio-nal que haba nacido bajo el nombre de Ecuador. Por otro lado, esto ya lohicimos notar prrafos atrs, los quiteos de fines de los S. XVIII y XIX

    36 Ives Saint-Geours, La Sierra Centro y Norte (1830-1925), en: Historia y regin enel Ecuador, Quito, 1994, p. 143.

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    dotaron a este espacio geogrfico-poltico de una historia que se pretendafuera una especie de sea de identidad propia y comn. La nueva versinde patria va a estar, pues, ntimamente ligada a esa idea de nacin que havenido gestndose lentamente. De hecho sern las dos caras de una mismamoneda. La consecuencia ms importante ser, por sus nuevos significa-dos y por el contexto dentro del cual es utilizado, el concepto de patriaresultar enormemente subversivo. En efecto, la nacin-patria, al haberdescubierto un pasado propio, tambin ha credo descubrir un futuro pro-pio. La historia y el hecho diferencial se han convertido de esta manera,pues, en una nueva fuente de soberana que suplanta a la del Rey. Comobien dice Franois X. Guerra, dentro de un sistema de referencias moder-no, slo la nacin poda justificar la Independencia37. De ah tambin elque Prez Muoz se esfuerce por querer mantener el concepto de patriaque haba sido concebido por el imaginario del absolutismo borbnico38.

    Si bien esta relacin histrica fue elaborada desde una perspectivamuy sesgada y con el evidente inters de ser detractora de la conducta delos criollos involucrados en estos hechos, no es menos cierto que en estacoleccin tambin se ejerce una crtica soterrada a la Corona y a sus repre-sentantes. Las afirmaciones de Prez Muoz relativas a una monarqua le-jana sintetizan toda una serie de errores de clculo cometidos por los res-ponsables mximos de la poltica de ultramar. El desmoronamiento delimperio en Amrica y los males que lo asolan se identifican de manera mso menos solapada con la incapacidad de implementar un proyecto que pu-diera aproximar Espaa a sus posesiones. Opiniones como sta, empero,no constituan ninguna novedad. El tema de propender a que los rayos delMonarca brillasen con ms intensidad en estos territorios fue una constan-te a todo lo largo del reinado de los Borbones. Los reiterados intentos en-caminados a densificar las estructuras burocrticas, la implementacin de

    37 Guerra, Modernidad, p. 148.38 Vase la carta N 28.

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    un ejrcito regular o los proyectos del Conde de Aranda son un buen ejem-plo de ello. Dentro de esta tnica, Prez Muoz pretender dar solucin,por lo menos, a dos problemas considerados cruciales. Por un lado aboga-r por la necesidad de terminar con las corruptelas surgidas de la convi-vencia entre criollos y funcionarios y, por otro, destacar la urgencia dereafirmar entre los americanos un sentimiento de pertenencia a la nacinespaola39. El significado de estas dos tareas son tiles para explicar lasgrandes distancias que separaban a nuestro autor de los insurgentes quite-os. Mientras que para el primero, un cuerpo de funcionarios honradosgarantizara la llegada de la benfica luz del Monarca, para los criollos, sig-nificaba la ruptura de un modus vivendi que tradicionalmente haba limi-tado el poder absoluto. Para los americanos, que duda cabe, no haba me-jor rey que un rey lejano40. Respecto de la segunda cuestin, Prez Muoztambin navega a contracorriente. Tal como ya hemos tenido oportunidadde destacar, para esta poca, los americanos contaban ya con una nocinnueva de patria que los identificaba ms con su entorno inmediato quecon la lejana Pennsula. La imaginaria repblica que deseaban haba sidodotada de una historia y de un futuro propios que, ciertamente, no ofre-can cabida alguna a las propuestas del Compendio. El contenido del cate-cismo elaborado por nuestro autor no es sino un intento vano por intro-ducir unos referentes que ya resultaban muy difciles de aceptar.

    Sevilla, septiembre de 1997

    39 La prdida del sentimiento de pertenencia a Espaa que sufri el patriciado criolloa partir de la segunda mitad del siglo XVIII haba adquirido magnitudes alarmantes. Lasobservaciones que en este sentido realiz Humboldt brillan por su elocuencia: Los criollosprefieren que se les llame americanos; y desde la paz de Versalles y, especialmente, despuesde 1789 se les oye decir muchas veces con orgullo: yo no soy espaol, soy americano, pa-labras que descubren los sntomas de un antiguo resentimiento. Alejandro von Humboldt,Ensayo poltico sobre el Reino de la Nueva Espaa, Mxico D.f., 1984.

    40 Vase la carta N 13.

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  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

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    COMPENDIO DE LA REBELION DE LA AMRICA. CAUSAS FISICAS,POLITICAS Y MORALES QUE LA HAN ORIGINADO. AGENTESINTERNOS Y EXTERNOS QUE HAN ACTUADO EL FUEGO DE LAREVOLUCION; EFECTOS SEGUIDOS A ELLA Y ARBITRIOS PARACONTENER Y REMEDIAR LOS MALES; Y REGLAS PARA PRECABEREN ADELANTE LA TOTAL INDEPENDENCIA DE LA MADREPATRIA.

    NOMINA DE LOS TRIBUNALES QUE ERIGIERON LOS TRAIDORESDE LA CIUDAD DE SAN FRANCISCO DE QUITO, CUNA DE LA IN-SURGENCIA Y NUMERACION DE LOS EMPLEADOS MAS PRINCI-PALES EN ELLA.

    POR UN AMANTE DE LA VERDAD

    REMITIDA AL QUE MAS LA DESEA Y MAS OBLIGACION Y NECESIDAD TIENE DE SABERLA

    HASTA EL AO DE 1815

    ((22vv)) CCaarrttaa 11

    Amigo mo. La de VM fecha 18 de junio de 1814, en que me pide lecomunique las noticias ms circunstanciadas que pida de la Rebelin delas Amricas, de los agentes que han encendido el fuego de la sedicin, me-dios de que hayan valido para esto y efectos que se han seguido para po-der hablar con un sujeto que desea ilustrarse en esta materia y a quien U.desea complacer, al paso que me ha llenado de jbilo por saber de su exis-tencia, me obliga a darle gusto y servirlo en obsequio de nuestra amistad.

    Sin duda que U. ha formado concepto de que yo puedo llenar esteencargo, ciertamente por la opinin en que me tiene de ingenuo y verdi-co, mas hablndole a U. con la misma verdad e ingenuidad que me carac-

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    teriza, no me contemplo capaz de cumplir con un encargo semejante entodas sus partes, porque siendo estas regiones tan extensas, las gentes quelas habitan tan complicadas y distintas, las causas que han concurrido pa-ra el transtorno muy diversas, y finalmente los agentes ocultos y manifies-tos inmensos como tambin los funestos resultados, no es posible a mi li-mitada comprensin poder individualizar y especificarlo como correspon-de, sobre todo referir los exabruptos, atrocidades, incendios, devastacin,asesinatos, crueldades, impiedades y destruccin general que ha resultado.

    Con fecha 6 de Mayo del presente ao de 1815, (2r) se ha insertadoen la Gaceta del Gobierno de Lima, la Real Orden de 31 de junio del pr-ximo pasado, en la que el Rey manda al Seor Virrey Marqus de la Con-cordia, nombre sujeto o sujetos que escriban imparcialmente y con crite-rio la obra de esta espantosa revolucin, franquendoles para el intento losdocumentos que sean necesarios para poder demostrar la verdad de loshechos con el fin de contrarrestar, desvanecer las imposturas y calumniasque han escrito y an escriben los insurgentes; al mismo tiempo que conestas noticias y conocimientos precaver en lo sucesivo los males tan terri-bles que se han experimentado y todava se experimentan.

    Con la indicada obra tendr U. cuantas noticias quiera para tomarconocimiento de este negocio, pero entre tanto con el fin de que forme al-guna idea regular y no coja de nuevo a su amigo su lectura, voy a referircuanto he podido saber, viendo, absorbiendo y criticando con la mayorimparcialidad. Esto lo har en cartas separdas para no confundir las espe-cies.

    Dividir en asuntos polticos y morales, sin omitir una corta noticiade lo fsico. No espere U. sentencia de filsofos, ni dichos de Santos Padres,sino noticias verdaderas, reflexiones sencillas y observaciones detenidas. Siesto ya lo han hecho o dicho otros, tenga U. presente aquel texto Nihil subsole nobun. No hablar ms en latn, griego, sino en castellano.

    Dios guarde a V.Ms.As. como pide su amigo Q.S.M.B.

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    CCaarrttaa 22

    Amigo mo. Es verdad muy conocida de los (3v) mdicos y de todohombre que reflexiona sobre la constitucin de nuestros cuerpos el queningn accidente o enfermedad grave se engendra repentinamente; sinoque dispondindose los humores paulatinamente, ya con las malas diges-tiones, bien con otros desrdenes, se manifiestan algunas leves seales ypequeos sntomas a que dan el nombre de predisposiciones antes de ex-perimentarse la explosin de la Naturaleza.

    De la misma manera y casi con los mismos pasos sigue el hombreen lo moral sus perodos para llegar a la gravedad del pecado mortal. Sue-le empezar por actos indiferentes, por saciar curiosidades, por gustar de le-ves pasiones y continuando con estos hbitos y costumbres llega por lti-mo a cometer pecado grave. Con mucha razn mandan y aconsejan los di-rectores de espritu que se eviten los pecados veniales, que resfriando in-sensiblemente el alma, llega sta al fin a caer en el ltimo mal, como losmdicos tambin aconsejan y mandan la dieta y otros preservativos cuan-do descubren las predisposiciones de algn grave mal para evitarlo.

    Igualmente en lo poltico se conocen varias seales que anuncian elcncer y la ruina de un Estado. La inobservancia de las Leyes, crticas so-bre ellas y sobre los que mandan, desafecto a stos y a las antiguas costum-bres originan al fin el desprecio y odio a los superiores, a las leyes mismasy a todo cuanto ms sagradamente une a los hombres en sociedad.

    Nadie ignora que lo fsico contribuye en lo moral y lo moral (3r) enlo fsico, y que la poltica bien manejada da un buen resorte a uno y otro,como siniestramente dispuesta o torcida, causa la ruina general de un Rei-no entero y puede alcanzar al Mundo todo.

    Para contraerme al caso presente de la revolucin de la Amrica, esindispensable manifestar a U. el estado fsico, poltico y moral de este Nue-vo Mundo, para que recaiga el concepto que debe formar el general tras-torno y anarqua en que vino a terminar.

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    Esta noticia voy a dar a U. en varias cartas, separando en cada unalos asuntos para no confundir lo comn y general, con lo particular y ca-sos raros; y para demostrar las causas prximas y las remotas, las directase indirectas, sin omitir las concomitantes; al mismo tiempo que manifes-tar los agentes internos y externos que han actuado el fuego de la discor-dia y desolacin. Finalmente el trmino de los acontecimientos y de lasideas que an se conservan: los arbitrios que han usado para ejecutarlas yde los remedios que contemplo tiles para calmar, disipar y precaber en losucesivo iguales males que los que se estn experimentando.

    Dios guarde a V. ms. as.

    CCaarrttaa 33

    Amigo mo. La extensin de la Amrica es tan grande que con raznse le nombra Nuevo Mundo; (4v) dividida en dos partes: septentrional ymeridional, incluyen dos mil y novecientas leguas, sin contar varias islasque an estn desiertas y muchas desconocidas. En tan inmenso espacio seencuentran todos los temperamentos de clido, calidsimo, fro, helado,templado regular e irregular, seco, hmedo y cuantos se conocen en lasotras tres partes del mundo antiguo. Hay adems otro natural y artificial aun tiempo, esto es que debindo ser calidsimo e inhabitable, segn prin-cipios de fsica y de razn, es, no obstante, fro, habitado y muy poblado;ste es el de la Provincia de Quito, que colocada en la zona trrida y casien la misma lnea equinoccial, se halla sembrada de volcanes y cerros ne-vados, los que despidiendo contnuamente partculas nitrosas, mantienensiempre la atmsfera fra y aun helada y expuesta contnuamente a ser en-vuelta en las ruinas de los Vesubios que frecuentemente echan sus boste-zos y mueven la tierra con mucho impulso, guardando un perodo ex-traordinario de veinticinco o treinta aos en trastornar espacios muy con-siderables de terrenos, como los de los Corregimientos de Guaranda, Rio-bamba, Ambato y Latacunga, que nunca podrn por esta razn fomentar-se, ni aun contar con su natural existencia.

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    Descubierta esta nueva parte del Globo por Cristobal Coln entiempos de los Reyes Catlicos, Dn. Fernando y Da. Isabel, empezaron averse en Espaa y en toda Europa frutos y producciones que excitaron laadmiracin de todos por la novedad. (4r) La abundancia de plata y orofueron los vehculos que arrastraron los corazones e hicieron vencer difi-cultades, al parecer insuperables, a los muchsimos que transpasaron a es-te nuevo hemisferio. El deseo de permanecer en un pas descubierto y con-quistado con trabajos, peligros y valor de ellos mismos. Por otra parte nohallando en l aquellos frutos y mantenimientos a que estaban acostum-brados, fueron poco a poco haciendo conducir de la Europa, plantas y se-millas que han llegado a conseguir casi todas la producciones de Espaa.

    Los caballos, asnos, mulas, toros, cabras, carneros, pavos, palomas,perdices, gallinas, puercos, conejos, gatos, perros y otros varios animalesdesconocidos en estas regiones enteramente abundan en el da de un mo-do prodigioso.

    Las legumbres, frutas, flores y hortalizas, en la misma forma se hanmultiplicado, pero no todo en todas partes, sino con proporcin y regula-ridad a los diversos temperamentos.

    Hay tierras frtiles y feraces; las hay muy estriles y malas; se en-cuentran arenales muertos muy dilatados, cangaguales muy extensos, bos-ques y montes infinitos y casi lo ms inculto y despoblado.

    Los frutos que antiguamente servan de mantenimiento a los natu-rales eran en pases fros las papas, las ocas y algunas races, usando el maztostado como de pan y del mismo grano, que llaman sara, sacan la chicha,que es la bebida comn, la cual fuerte y bien fermentada embriaga. Lascarnes que coman eran la del cuy o conejo de indias que parece a una ra-ta; la del runayama u oveja de la (5v) tierra, que es como un camello pe-queo; y la de vicua y alpaca, especie de cabras con pelo muy fino; peroesto era cuando los emperadores ingas las cazaban y repartan a sus vasa-llos, hablo en cuanto al Per. En el Reino de Mxico, variaban en cuanto a

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    la bebida el pulque, que es un licor fermentado sacado de una especie depita; y en las carnes humanas de que gustaban mucho.

    El pescado, pltano, con las races de yucas, casabe y otras eran y sonlas comidas de las tierras calientes con las carnes de sano, que es un espe-cie de puerco que tiene el ombligo sobre el lomo y la de la tatabra que esms pequea que el sano y los monos negros y machines. Ya se han intro-ducido la comida de pan de trigo y las bebidas de vino y aguardiente conexceso.

    Se encuentra una infinidad de animales raros y de aves de exquisi-tas plumas. Las minas de todos metales son muchas y las hay abundantes.Todo el cual conjunto, al paso que hacen muy ricas estas regiones, consti-tuyen a sus habitantes engredos y soberbios.

    Los indios, que eran los hombres que poblaban estas tierras, son ro-bustos, fuertes, muy sufridos, demasiado constantes y an tenaces en con-servar sus usos y costumbres, color cetrino y despiden un olor de sus cuer-pos bien desagradable como de leche agria. En otra hablar a U. de losblancos, negros y dems clases que habitan y pueblan estas (5r) regiones.Entre tanto quedo rogando a Dios guarde a U. ms. as.

    CCaarrttaa 44

    Amigo mo. Continuando la noticia que ofrec a U. en mi anteriorle digo que los hombres blancos que viven en esta tierra son los unos eu-ropeos y los nacidos en ella se llaman criollos, estos son hijos de los euro-peos mismos o de los descendientes de stos. Son dichos criollos giles ymuy vivos, generalemnte inconstantes y cuando no tienen mezcla de otrascastas se asemejan mucho a los mismos que vienen de la Europa. El mes-tizo es hijo de blanco y de india: nacen con una mancha verde en la raba-dilla, la cual desaparece del todo a la cuarta generacin, si antes no vuelvea haber otra unin con blanco y entonces pierden la nominacin de mes-tizos, que en otras partes llaman montaeses. Dicho mestizo es fornido,

  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

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    membrudo, fuerte, de cara ancha, despide un olor de su cuerpo como delevadura, el color es ms o menos blanco, segn el respectivo al de su pa-dre y al clima en que nace, es holgazn y ocioso. Los negros trados delAfrica han procreado muchos de su mismo color que se nominan negroscriollos y de unos y otros han resultado muchas castas. El negro es duro,pesado y taciturno, (6v) despide un olor de almizcle desagradable como eldel grajo. Mulato se llama el hijo de blanco y negro, su color es bazo ceni-ciento, es fuerte, ms gil que el negro, atrevido y despide un olor de al-mizcle no tan activo como el de su padre.

    Zambo es otra clase formada de negro y mulato, su color obscuro seinclina ms al negro; es muy robusto, fuerte, atrevido, duro y porfiado.Despide un olor mixto de cabro y ovejuno. Los hijos de los zambos ymulatos siguen con nombre de cuarterones, quinterones, sexterones, don-de suelen confundirse regularmente con mezcla de blanco o si no con saltoatrs, que es decir que en esta generacin vuelve a salir negro enteramente.

    Hay tambin zambo de indio y negro, saca un color aceitunado quenunca pierde a no mezclarse con blanco. Son tan celosos de su color loszambos de Esmeraldas y del pueblo de la Canoa, en la costa del sur, que nopermiten que algn blanco viva con ellos, ms que el cura a quin ponenpara que lo sirva una zamba vieja. Estos zambos son an ms altos, sonflojos y despiden un olor semejante al del zorro.

    De las clases referidas, salen algunos albinos, bien por la fuerza de lafantasa de la madre, que apetece blanco, (6r) bien por alguna otras causafsica que se ignora. Lo cierto es que estos albinos ven muy poco y su colores un blanco muy raro, que slo con la expresin de un sujeto que dijo eracolor metafsico, podr explicarse; despiden un olor cido carbonoso.

    A esto se reduce amigo mo, la noticia fsica de la casta de gentes quepueblan este hemisferio: paso a dar a Vm. en las cartas siguientes la perte-nenciente a lo moral.

    Entre tanto ruego a Dios guarde su vida por ms. as.

  • Fernando Hidalgo-Nistri

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    CCaarrttaa 55

    Amigo mo. La religin de los indios, fue el politesmo, pero el Solera la principal deidad, a quien rendan todas sus adoraciones, no obstan-te que hubo entre ellos algunos que traslucieron una suprema causa. Tanarraigados estaban en su creencia y eran tan observantes de los ritos y ce-remonias que, a pesar de toda la luz evanglica y excelencia del cristianis-mo, no se han desprendido enteramente de la supersticin. Es verdad co-mo dir a U. despus, que la mala poltica ha contribuido mucho a man-tenerlos ignorantes e incrdulos.

    Conservan los indios fuera de la religin casi todas sus costumbresen la celebracin de matrimonios, en los entierros y fiestas, tambin todassus moralidades (7v) buenas y malas. La poligamia es general, mantienena lo menos una concubina que llaman Amasia. Es comn el incesto entreellos y hasta en el grado ms inmediato. La embriaguez los caracteriza y,como ni el hurto, la tienen por pecado. El engao y la mentira les es con-natural.

    Conocen la hospitalidad entre ellos y mutuamente se ayudan en susnecesidades y en las que llaman obligaciones.

    No aspiran a cosas grandes, ni desean mucho. No agradecen el bien,ni tampoco sienten mucho el mismo mal.

    Esperan la resurreccin y vuelta de su Inca, aludiendo a esto sus tra-jes, cantos fnebres y sus danzas con representaciones, especialmente la dela palla. Son pacficos, humildes en la apariencia y abatidos, pero luego quese contemplan superiores, descubren la fiereza de un tigre y todas las pro-piedades y crueldad de los cobardes. Tanto al blanco como al negro, tienenodio mortal, porque slo para ellos estn destinadas estas tierras a la vuel-ta de su emperador. Son tan inclinados a la idolatra que, con razn, unconcilio limense dispuso que en la colecta de la misa se pida a Dios que nopermita vuelvan a su antigua idolatra. No puedo omitir un suceso que hu-

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    bo en el Cuzco con un indio de buena vida que despus de haber sido cu-ra lleg a entrar en el coro, de Cannigo, de (7r) aquella Catedral; estandoen la ltima enfermedad, despus de recibir los Santos Sacramentos, hizollamar al Seor Obispo y le dijo estas terminantes palabras: Seor Illmo.,en descargo de mi conciencia hago presente a S.I., que los indios somosmuy propensos a la idolatra y que yo he estado varias veces dispuesto aidolatrar, mas Dios ha querido libertarme al fin por su misericordia.

    Mueren por ltimo sin el mayor sobresalto.

    El mestizo es un hombre ni blanco ni indio que tiene de las malasinclinaciones de uno y otro, hijo regularmente de ilcito ayuntamiento:cuando le acomodan las circunstancias es indio y cuando no, es tan blan-co y ms caballero que el primero. No tienen educacin y son ms igno-rantes que los mismos indios. Estn entregados a la ociosidad y a todos losvicios que a ella son anexos.

    Los mulatos, zambos, cuarterones y dems castas conservan a pro-porcin algunas moralidades de sus padres del Africa y en la Religin Cris-tiana han mezclado parte de aquellos fetiches que veneraban en sus tierras;esto es, en la misma devocin que manifiestan, mezclan varias supersticio-nes por un efecto de la poca instruccin que tienen en los principios cier-tos de nuestra Religin Santa, como sucede a los Indios. A la gente de co-lor son inherentes la lujuria y la embriaguez y no escasean el robo y lamentira.

    La caridad no les es desconocida y son ms fieles (8v) que los indios.La generalidad de mi asercin no es tan extensa que no se excepten mu-chas gentes de color que son muy buenas y tambin algn otro indio.

    Hablar a U. en carta separada de los blancos y entre tanto a Diosque guarde a U. Ms. As.

  • Fernando Hidalgo-Nistri

    5500

    CCaarrttaa 66

    Amigo mo. Toda comparacin es odiosa ms que ver igualar alblanco europeo con el criollo sera agraviar a la razn. No obstante se en-cuentran algunos europeos en estos pases que deshonran hasta la huma-nidad misma.

    Los que han poblado estas inmensas regiones han sido soldados,marineros, desertados, empleados que ha mandado el Rey, criados que hantrado, aventureros, polizones, frailes, extranjeros y muchos comerciantes.

    La moral conducta de stos ha sido y es acomodada a los principiosde educacin respectivos a cada uno. Y mejorando muchos de fortuna, seacuerdan no slo de lo que vean hacer a sus padres, abuelos, parientes ovecinos, sino que procuran imitarlos, manifestando sentimientos honra-dos y obras benficas al pueblo. Casi todas las obras pblicas y fundacio-nes de caridad de las Amricas son hechas por espaoles europeos y conlos bienes que han adquirido ellos mismos.

    Procuran educar a sus hijos con la regularidad (8r) que ellos fuerono vieron en otros ricos de su pas y al mismo tiempo tratan a sus mujerescon estimacin y a veces con bastante contemplacin, de la cual conductase originan el afecto general del bello sexo a los europeos y la envidia yodio general del criollo. Los hijos, extraando la sujecin y recogimientoque no ven en sus paisanos y condiscpulos de la escuela y que se les re-prende y castiga aquellas libertades que los otros usan impunemente, vi-ven resentidos e incmodos, hasta que falleciendo sus padres, desplegantodas sus inclinaciones y deseos; y estrellndose en los escollos y bajos dela lujuria, destruyen su naturaleza y consumen muy en breve el caudal ybienes de sus padres en el juego y en las oficinas de Baco. A esta causa y noa otra es preciso atribuir la oposicin, el odio y mala voluntad de los hijoscriollos, que estremece la naturaleza, oprovia la razn y que una constan-te experiencia ensea.

  • Compendio de la Rebelin de la Amrica

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    Los nietos, bisnietos y dems descendientes de los mismos europeoscontinan con desafecto a sus mayores y a la misma Espaa, pero no conel ardor y entusiasmo que los mismos hijos de aqullos; y solamente seacuerdan de sus antepasados cuando se trata de hidalgua y de nobleza,que entonces dicen con mucha satisfaccin: mi padre o mi abuelo fueronde Espaa.

    Dios guarde a U. Ms. As.